Carbonelli 2011 - La Interpretacion en Arqueologia
Carbonelli 2011 - La Interpretacion en Arqueologia
Carbonelli 2011 - La Interpretacion en Arqueologia
ARTÍCULOS
LA INTERPRETACIÓN EN ARQUEOLOGÍA,
PASOS HACIA LA HERMENEUTICA DEL REGISTRO
Resumen
En este trabajo abordaremos la asociación entre arqueología y hermenéutica. Para ello, en
primer lugar, efectuaremos un breve recorrido sobre los cuerpos teóricos que existen en
arqueología. A continuación, deconstruiremos la aplicación del falsacionismo en la disciplina, y
a través de dicha crítica trasladaremos su objeto de estudio al escenario post-empirista de las
ciencias sociales. Esto dará lugar a la comparación entre el registro arqueológico y el texto, y
como resultado, la incorporación de horizontes de subjetividad a la interpretación arqueológica.
Abstract
This paper will address the association between archaeology and hermeneutics. For this
purpose, first, we will make a brief tour on existing theoretical bodies in archaeology. Then we
deconstruct the application of falsifiability in the discipline, and through this critique we will
move its subject to the post-empiricist stage of social science. This will lead to the comparison
between the archaeological record and the text, and as a result, the addition of subjectivity
horizons to archaeological interpretation.
1. Introducción
En este trabajo intentaremos dar cuenta de cuál ha sido el modelo de ciencia que ha
guiado la explicación en arqueología. En primer lugar, abordaremos la epistemología del
enfoque teórico procesual, que generó las primeras explicaciones hipóteticas-deductivas
en la disciplina. En segundo lugar, indagaremos sobre las falencias de la aplicación del
modelo hipótetico-deductivo en las ciencias sociales en general, y en la arqueología en
particular. Finalmente, y a manera de propuesta, continuaremos con la vía epistemológica
y teórica que acerca la hermeneútica y la arqueología (Hodder, 1986, 1987, Preucel y
Hodder, 1996). A continuación exploraremos las simili-tudes entre la acción y el texto
(Ricoeur, 2008 [1985]), y de qué forma podemos trasladar dichas semejanzas al registro
arqueológico.
… las leyes de la vida social son leyes de las acciones de los hombres,
que no son exteriores a ellas, y por lo tanto, no pueden dejarse de
manifestarse a través de dichas acciones, de ser mediaciones… (Fernando
García, 2004:259).
En el caso concreto de la arqueología, las leyes de la vida social que se busca contrastar
en el registro arqueológico, se hallan mediatizadas por las elecciones teóricas de los
investigado-res: las consecuencias observacionales de toda teoría importada por la
arqueología se hallan impregnadas de conceptos abstractos y metafísicos. A manera de
ejemplo podemos citar como son conceptualizadas las sociedades del noroeste
argentino, durante los siglos anteriores a la llegada del imperio Inkaico: ya sea como
jefaturas, donde reina la estratificación económica, la desigualdad social y el acceso
diferencial a los recursos (Tarragó, 2000; Nielsen 2001); o como sociedades inmersas en
la integración comunal y la homogeneidad material y simbólica (Acuto, 2007). Cada una
de estas visiones construye los indicadores arqueológicos necesarios para dar cuenta de
esa realidad. Para decirlo en otras palabras, cada postura teórica coloca un prisma sobre
el investigador que efectivamente produce un contexto de justificación que no es inocuo,
sino que por el contrario, las consecuencias observaciones son producidas por la teoría y
la retroalimentan.
En consonancia a esto último, como sostiene Lores Arnaiz (2004) el criterio falsacionista
lleva implícito la confianza de Popper y los positivistas críticos en la autorregulación de la
ciencia. Acerca de esto último, consideramos que es una percepción ingenua del propio
quehacer científico. Es innegable el peso de las condiciones socio-históricas sobre la
elaboración de hipótesis (por que surgen determinadas ideas o preguntas en un contexto
y por qué no en otro) y fundamentalmente, en su validación y perpetuidad. Dentro de las
ciencias sociales, el poder de determinadas escuelas de pensamiento asociadas al poder
político legitima la producción científica elaborada en el campo. En la Arqueología
Argentina, por ejemplo, la propagación de las ideas difusionistas de la Escuela de Viena,
estuvieron atadas (desde 1930 a 1950) a su amistad con el poder político nacional. En
relación a esto, Popper (1981b:419) establecía que las conexiones entre la razón y las
circunstancias socio-histórica “…contie-nen una verdad innegable, pero trivial…”.
La resistencia que existe en Arqueología, en efectuar un acercamiento interpretativo a los
datos, podemos rastrearlo en la propia concepción de Popper sobre las ciencias sociales
y la historia. Dicho autor rechazaba como no científico a todas las interpretaciones de
situaciones históricas y a la atribución a la historia de algún significado (Hidalgo, 2004).
Por consiguiente “la única salida para las ciencias sociales es olvidar todos los artificios
verbales y encarar los problemas prácticos de nuestro tiempo, con la ayuda de los
modelos teóricos, que en esencia, son los mismos en todas las ciencias…” (Popper,
1977: 243).
El rigor científico de Popper (1977) señalaba que no podían existir leyes en la historia,
pues ésta era un proceso rico de hechos singulares, en el cual era difícil establecer
regularidades, explicaciones y predicciones. Aplicando en sentido estricto el criterio
falsacionista, la arqueología durante la década del 60 intentó alejarse de esta postura
desdeñada por el falsacionismo, buscando en el registro arqueológico poder establecer
generalizaciones empíricas de la conducta humana. Uno de sus intentos fue la
etnoarqueología: el análisis de situaciones vivientes para deducir patrones del registro
arqueológico. Sin embargo, consideramos que frecuentemente se cayó en el riesgo de
asumir como leyes trans-culturales hipótesis elaboradas en un contexto específico. Por el
contrario, sugerimos que el análisis de una sociedad del pasado deber ser
contextualizado históricamente e interpretada individualmente.
4. Epistemología y Hermeneútica
Siguiendo a Johnsen y Olsen (1992) sostenemos que uno de los aportes que puede
brindarle la hermeneútica a la arqueológia es cuestionarse sobre cuáles son las
precondiciones necesarias para poder comprender el pasado. Lamentablemente, dicha
pregunta fue dejada de lado por la disciplina, en su afán por eliminar todos los prejuicios y
métodos subjetivos. No obstante, si aceptamos a la arqueología como una ciencia social,
consideramos que esta disciplina no puede escapar de la doble hermeneútica (Guiddens,
1987) inherente a todo objeto de estudio construído socialmente. Profundizando dicha
acepción, el mismo Guiddens (1987:357) había señalado las coincidencias entre la
arqueología y la hermeneútica:
…If there are two disciplines, the, whose intersection concerns the limits of
presence, they are surely those of archaeology and hermeneutics:
archaeology because this is the subject par excellence wich is concerned
with relics o remains (…) hermeneutics, because all survivals of a
conserved past have to be interpreted… (Guiddens, 1987:357)
En el segundo significado del objeto, encontramos una pista sobre el puente que une el
procedimiento del arqueólogo al indagar en su registro y la labor del hermeneuta. Si el
objeto es un símbolo, podemos empezar a considerar a todo el registro arqueológico
como un texto. De esta forma, podemos efectuar un aporte a la pregunta de Ricoeur
(2008:57): ¿Hasta qué punto podemos decir que el objeto de las ciencias humanas se
ajusta al paradigma del texto? Ricoeur (2008) responde a esta formulación a través de 4
rasgos principales que marcan e igualan la objetivación del texto y de la acción: a) la
fijación del significado, b) su disociación de la intención mental del autor, c) la exhibición
de referencias no ostensivas; d) el abanico universal de sus destinatarios. A continuación
discutiremos la aplicación de estas cualidades al objeto arqueológico, producto de las
acciones pasadas del hombre.
En referencia al primer rasgo, la fijación del significado, Ricoeur (2008:64) menciona que
de la misma forma que el discurso se objetiva al materializarse en la escritura
(exteriorizándose de la intención del autor), el significado de la acción se objetiva al
desprenderse del acontecimiento. Trasladando esta situación a la arqueología, podemos
decir que el acontecimiento se halla encerrado en el objeto arqueológico, en el artefacto.
El acontecimiento es la situación que se desarrolló en un instante en la historia de la
humanidad, de la que únicamente nos queda su testimonio físico. No obstante, el
significado de dicho acto se disocia del pasado y es retomado por el arqueólogo.
Concatenado al primer rasgo, Ricoeur (2008) afirma que de la misma forma que un texto
se desprende su autor (y es releído e interpretado por múltiples actores), la acción se
desprende de su agente y desarrolla sus propias consecuencias. Ricoeur (2008) también
llama a este rasgo como la autonomización social de la acción. Sugerimos que en
arqueología, si podemos hacer de una punta de proyectil objeto de nuestra investigación,
es porque el significado de la acción del pasado (de la cual la punta fue un vehículo) se
objetiva y se desarrolla en forma autónoma a las intenciones de los autores/protagonistas
originales. Esta autonomización constituye la dimensión social de la acción y nos permite
que se convierta en nuestro objeto científico. Toda acción (presente o pasada) deja una
huella, una señal. La historia misma es un continuo registro de la acción (Ricoeur, 2008).
Las acciones del pasado quedaron materializadas (i.e., en los desechos de talla, en los
muros, en los pukaras, en la decoración cerámica), inscriptas socialmente y, por lo tanto,
se constituyen como archivos y se van sedimentando en el tiempo social,
institucionalizándose y separándose definitivamente de la intención primigenia. Esta
última acepción nos ayuda a concebir al registro arqueológico como un documento;
Sin lugar a dudas, una propuesta que interpela el entrelazamiento entre la arqueología y
la hermeneútica, se enfrenta a la siguiente paradoja: de la misma manera que el
positivismo y el modelo hipotético-deductivo no dan cuenta de la dimensión subjetiva de
lo real, el método hermeneútico puede no dar cuenta las dimensiones objetivas de lo
humano, de las bases reales de la cultura (Criado Boado, 2006).
Una de las vías metodológicas para solucionar dicha paradoja es la propuesta por Criado
Boado (2006), donde dicho autor insta a producir interpretaciones objetivadas u
objetivables. Esto se efectuaría mediante el Método Interpretativo (asumiendo todas las
contradicciones que dicho concepto encierra), el cual consta de dos fases: la primera de
enunciación de las interpretaciones y la segunda de interpretación de las
interpretaciones. En la primera fase se generan hipótesis interpretativas, poniendo a
prueba su coherencia interna y validez. En este paso, el arqueólogo debe buscar la
recurrencia estructural (sin la necesidad de establecer explicaciones de origen causal), y
5. Conclusión