Resumen Le Breton
Resumen Le Breton
Resumen Le Breton
Introducción:
Capitulo 1:
- 1 Las representaciones del cuerpo y los saberes acerca del cuerpo son tributarios de
un estado social, de una visión del mundo y, dentro de esta última, de una definición
de persona.
- 2La concepción del cuerpo proviene de la anatomofisiología (biología y medicina).
Permite expresar “mi cuerpo”, en sentido de posesión.Esta representación nació de la
emergencia y del desarrollo del individualismo en las sociedades occidentales a partir
del Renacimiento.
- La tendencia al repliegue sobre sí mismo, la búsqueda de la autonomía que moviliza a
muchos sujetos no dejan de tener consecuencias sensibles en el tejido cultural. La
comunidad del sentido y de los valores se disemina en la trama social, sin unificarla
realmente
- A nivel corporal, se produce la misma dispersión de las referencias. La concepción un
tanto desencantada de la anátomo-fisiología. Por eso se justifica que recurran a
concepciones del cuerpo heteróclitas, a menudo contradictorias, simplificadas,
reducidas, a veces, a recetas.
- 3La noción moderna de cuerpo es un efecto de la estructura individualista del campo
social, una consecuencia de la ruptura de la solidaridad que mezcla la persona con la
colectividad y con el cosmos a través de un tejido de correspondencias en el que todo
se sostiene.
Capítulo 2
El cuerpo popular:
Las reliquias:
El cuerpo intocable.
- En un mundo signado por la trascendencia cristiana y en el que las tradiciones
populares mantienen su raigambre social, el hombre (inseparable del cuerpo) es una
cifra del cosmos, y hacer correr la sangre, aun cuando sea para curar, es lo mismo que
romper la alianza, que transgredir el tabú.
- El médico ocupa, evidentemente, la posición privilegiada del saber, pero no se
contamina con la impureza de la sangre y desdeña las tareas bajas. La diferenciación
entre las tres profesiones se instaura desde el siglo XIII. Se trata de una sutil jerarquía
que establece una gran distancia respecto del enfermo y del cuerpo y que marca la
posición social más envidiable y de mayor prestigio. De hecho, el alejamiento respecto
del cuerpo señala la jerarquía respectiva de estas diferentes miradas sobre el hombre
enfermo. El movimiento epistemológico y ontológico que culmina con la invención del
cuerpo se ha puesto en marcha.
- La geografía del rostro se transforma. La boca deja de estar abierta, glotona, sitio del
apetito insaciable o de los gritos de la plaza pública. Ahora adquiere significación
psicológica, expresiva, del mismo modo que otras partes del rostro. Verdad única de
un hombre único, epifanía del sujeto, del ego cogito. La axiología corporal se modifica.
Los ojos son los órganos que se benefician con la influencia creciente de la «cultura
erudita». En ellos se concentra todo el interés del rostro.
- la preocupación por el retrato y, por lo tanto, esencialmente, por el rostro, tendrá
cada vez más importancia con el correr de los siglos (la fotografía reemplazó a la
pintura: por eso existen los documentos de identidad con foto, que utilizamos ahora;
la individuación por medio del cuerpo se vuelve más sutil a través de la individuación
por medio del rostro).
- Para comprender este dato hay que recordar que el rostro es la parte del cuerpo mas
individualizada, más singular. El rostro es la marca de una persona. De ahí su uso social
en una sociedad en la que el individuo comienza a afirmarse con lentitud. La
promoción histórica del individuo señala, paralelamente, la del cuerpo y,
especialmente, la del rostro. El individuo deja de ser el miembro inseparable de la
comunidad, del gran cuerpo social, y se vuelve un cuerpo para el solo. La nueva
inquietud por la importancia del individuo lleva al desarrollo de un arte centrado
directamente en la persona y provoca un refinamiento en la representación de los
rasgos, una preocupación por la singularidad del sujeto, ignorada socialmente en los
siglos anteriores. El individualismo le pone la firma la aparición del hombre encerrado
en el cuerpo, marca de su diferencia y lo hace, especialmente, en la epifanía del rostro.
El hombre anatomizado
- A partir de las primeras disecciones oficiales, de comienzos del siglo XV, y luego, con la
trivializacion de la practica en los siglos XVI y XVII europeos,[42] se produce uno de los
momentos claves del individualismo occidental. En el orden del conocimiento, la
distinción que se realiza entre el cuerpo y la persona humana traduce una mutación
ontológica decisiva. Estos diferentes procedimientos culminan en la invención del
cuerpo en la episteme occidental.
- Con los anatomistas, y especialmente a partir de De corporis humani fabrica (1543) de
Vesalio, nace una diferenciación implícita dentro de la episteme occidental entre el
hombre y su cuerpo. Allí se encuentra el origen del dualismo contemporáneo que
comprende, también de manera implícita, al cuerpo aisladamente, en una especie de
indiferencia respecto del hombre al que le presta el rostro. El cuerpo se asocia al
poseer y no al ser. Pero las ambigüedades que plagan la obra de Vesalio sirven para
ilustrar la dificultad del paso de un estado a otro.
- Con los anatomistas, el cuerpo deja de agotarse por completo en la significación de la
presencia humana. El cuerpo adquiere peso; disociado del hombre, se convierte en un
objeto de estudio como realidad autónoma.
- Si definimos al cuerpo moderno como el índice de una ruptura entre el hombre y el
cosmos, encontramos por primera vez estos diferentes momentos en la empresa
iconoclasta de los primeros anatomistas y, especialmente, a partir de Vesalio. Sin
embargo, esta distinción que se produce entre la presencia humana y el cuerpo, que le
otorga a este último el privilegio de ser interrogado científicamente con preguntas
específicas, con indiferencia de cualquier otra referencia
- Pero bajo la égida de un conjunto de factores sociales, económicos, políticos,
demográficos, etc. cuyos detalles superan el marco de este estudio, la trama cultural
se transforma, los sectores dirigentes combaten las tradiciones populares, la sujeción
del espíritu a la teología se va diluyendo poco a poco, con lo que se abre al camino a
una secularización de la mirada sobre el mundo y a una búsqueda de racionalidad que
continúa hasta el día de hoy. A partir de Galileo, las lógicas intelectuales que las capas
cultas de los siglos XVI y XVII instauraron en una constelación de dominios, no dejan de
progresar. Enfrentada a las tradiciones populares y a las posiciones cristianas, la
racionalidad recorre su camino. Y la apertura del cuerpo cumplirá un papel nada
despreciable en la dinámica de la civilización. Una de las fuentes de nuestra actual
representación del cuerpo (y, por lo tanto, del hombre) se cristaliza allí. Con Vesalio se
anuncia una antropología de otro orden, que inicia una cesura (no totalmente
consumada) con la anterior al convertir al hombre (y, por lo tanto, al cuerpo) en una
parcela del universo. La anatomía vesaliana está un tanto alejada de la que hoy
caracteriza a las ciencias biomédicas, pero esto no es lo esencial para nosotros. La
ruptura epistemológica de Vesalio posibilita el pensamiento moderno del cuerpo, aun
cuando sólo sea su anunciador
La fábrica de Vesalio
- El divorcio respecto del cuerpo dentro del mundo occidental remite, históricamente,
a la escisión entre la cultura erudita y lo que queda de las culturas populares, de tipo
comunitario.[62] Estos son los orígenes del borramiento ritualizado del cuerpo, tan
típico de la modernidad. Desvalorizado por los sectores sociales privilegiados de los
siglos XVI y XVII, en las capas populares el cuerpo sigue ocupando un lugar central,
pivote del arraigo del hombre al tejido del mundo. Aparecen, por lo tanto, dos
visiones del cuerpo opuestas: [63] una lo desprecia, se distancia de él y lo caracteriza
como algo de materia diferente a la del hombre al que encarna; se trata, entonces,
de poseer un cuerpo; la otra mantiene la identidad de sustancia entre el hombre y el
cuerpo; se trata, entonces, de ser el cuerpo.
- El saber anatómico vuelve plano al cuerpo y lo toma a la letra de explicaciones que
surgen del escalpelo. Se rompe la correspondencia entre la carne del hombre y la
carne del mundo. El cuerpo sólo remite a sí mismo. El hombre está ontológicamente
separado del propio cuerpo que parece tener (por supuesto que clavado al hombre)
su aventura singular. No es casual que la filosofía del cogito confiese su fascinación
por la anatomía
- La axiología cartesiana eleva el pensamiento al mismo tiempo que denigra el cuerpo.
En este sentido, esta filosofía es un eco del acto anatómico, distingue en el hombre
entre alma y cuerpo y le otorga a la primera el único privilegio del valor. La
afirmación del cogito como toma de conciencia del individuo está basada,
paralelamente, en la depreciación del cuerpo y denota la creciente autonomía de los
sujetos pertenecientes a ciertos grupos sociales respecto de los valores tradicionales
que los vinculaban solidariamente con el cosmos y el resto de los hombres. AL
plantear el cogito más que el cogitamus, Descartes se plantea como individuo. La
separación que ordena entre él y su cuerpo es típica de un régimen social en el que
el individuo prima por sobre el grupo. Típica también de la falta de valor del cuerpo,
convertido en límite fronterizo entre un hombre y otro. Después de todo, el cuerpo
es sólo un resto.
Capítulo 8
EL HOMBRE Y SU DOBLE: EL CUERPO
ALTER EGO
Un nuevo imaginario del cuerpo
- Desde fines de los años sesenta, y con una extensión cada vez mayor, surge un nuevo
imaginario del cuerpo que conquista prácticas y discursos hasta ese entonces inéditos.
Luego de un tiempo de represión y de discreción, el cuerpo se impone, hoy, como un
tema predilecto del discurso social, lugar geométrico de la reconquista de uno mismo,
territorio a explorar, indefinidamente al acecho de las incontables sensaciones que
oculta, lugar del enfrentamiento buscado con el entorno, gracias al esfuerzo (maratón,
jogging, etc.) o a la habilidad (esquí); lugar privilegiado del bienestar (la forma) o del
buen parecido (las formas, body-building, cosmética, dietética, etcétera).
- Lo que perdura es la división entre el hombre y su cuerpo. Hoy, a través de estas
prácticas y de estos discursos, el cuerpo deja de representar el lugar del error o el
borrador que hay que corregir, como lo vimos con la técnica. No se trata más de la
ensomatosis (la caída en el cuerpo) sino de la posibilidad del cuerpo, de la carne, de
una vía de salvación. En un caso como en el otro, una misma disyunción opone,
implícitamente, en la persona, lo que corresponde al cuerpo y lo que corresponde a lo
inaprehensible del hombre.
- El dualismo moderno no divide cruelmente al alma (o al espíritu) y al cuerpo, es más
insólito, más indeterminado, avanza disfrazado, atemperado bajo distintas formas,
todas basadas en una visión dual del hombre. Lugar del gozo o del desprecio, el cuerpo
es, en esta visión del mundo, percibido como algo distinto del hombre. El dualismo
contemporáneo distingue al hombre de su cuerpo.
- Este imaginario del cuerpo sigue con fidelidad y (socio)lógicamente, el proceso de
individuación, cada vez más acelerado, de las sociedades occidentales, a partir del fin
de los años sesenta: inversión de la esfera privada, preocupación por el yo,
multiplicación de los modos de vida, atomización de los sujetos, obsolencia rápida de
las referencias y de los valores, indeterminación.
- Ya hemos visto que en una estructura social de tipo individualista la persona toma
conciencia de sí misma como figura terminada, bien delimitada, de la carne encerrada
en ella. El cuerpo funciona como un límite fronterizo, «factor de individuación»
(Durkheim), lugar y tiempo de la distinción. El cuerpo, en cierta manera, es lo que
queda cuando se perdieron los otros (véase infra), es la huella más tangible del sujeto
en cuanto se distienden la trama simbólica y los vínculos que lo conectaban con los
miembros de la comunidad. El individualismo inventa el cuerpo al mismo tiempo que
al individuo; la diferenciación de uno genera la del otro en una sociedad en la que los
lazos entre los sujetos son más relajados, en la que se establecen bajo la égida de la
inclusión y no bajo la de la separación. Una serie de rituales cumple, entonces, la
función de disponer una relación con el cuerpo que se ha vuelto más indecisa. Se
instauran códigos del buen vivir que implican normas corporales precisas, y que
socializan la relación con el cuerpo a la manera de la represión. Los valores del cuerpo
son más bien negativos, lo asocian a la molestia, a la vergüenza, al error (Descartes).
Se apoyan en ese suplemento ambiguo, indigno, pero sin el cual el hombre no existiría.
- En el segundo momento del avance individualista, el de la atomización de los sujetos y
el de la emergencia de una sensibilidad narcisista, el cuerpo se convierte en el refugio
y el valor último, lo que queda cuando los otros se vuelven evanescentes y cuando
todas las relaciones sociales se vuelven precarias. El cuerpo es el ancla, lo único que
puede darle certeza al sujeto, por supuesto que aún provisoria, pero por medio de
ésta puede vincularse a una sensibilidad común, encontrar a los otros, participar del
flujo de los signos y sentirse cómodo en una sociedad en la que reina la falta de
certeza. Las sociedades occidentales, enfrentadas a la carencia de simbolización de la
relación con el mundo, en la que las relaciones formales siempre salen ganando por
sobre las relaciones de sentido (y por lo tanto, de valores), generan formas inéditas de
socialización que privilegian el cuerpo, pero el cuerpo cubierto de signos efímeros,
[144] objeto de una creciente inversión. NOTA: El símbolo es la materia prima de la
alianza social, lo que le otorga valor al intercambio. Una cultura es un conjunto de
sistemas simbólicos (Lévi-Strauss), mezcla de consistencia y de precariedad. El signo, a
su vez, es sólo precario, es la versión menor del símbolo. Refiere a entusiasmos
provisorios. No es como el símbolo, estructura de la identidad personal y social.
- el individuo busca, por medio del cuerpo (y porque el cuerpo es el lugar de la ruptura)
vivir un desarrollo de lo íntimo. La intimidad se vuelve un valor clave de la
modernidad, incluye la búsqueda de sensaciones nuevas, las del bienestar corporal y la
exploración de uno mismo; exige el contacto con los otros pero siempre con mesura y
de manera controlada. La elaboración de la intimidad reemplazó la búsqueda de la
convivencia de los años sesenta.}
- Pero el valor del cuerpo se invierte. En lugar de ser el signo de la caída, se convierte en
una tabla de salvación. Se trata, entonces, de un dualismo atemperado, propio del
individualismo occidental cuando éste se afianza aun más y le concede siempre más al
individuo, mientras se desvincula de la imposición social. La sensibilidad más narcisista
del individualismo contemporáneo modificó los términos de la relación dualista del
hombre con el cuerpo.
- . El cuerpo ya no es un destino al que uno se abandona sino un objeto que se moldea a
gusto. La relación de conciencia del sujeto respecto del cuerpo se modificó
sustancialmente. El imaginario contemporáneo subordina el cuerpo a la voluntad,
convierte al primero en un objeto privilegiado del entorno de la segunda
- Cuanto más se centra el sujeto en él mismo, más importancia toma el cuerpo, a tal
punto que invade el campo de las preocupaciones y lo sitúa en una posición dual. La
falta de gravedad del sujeto respecto de su arraigo corporal, el éxtasis del cuerpo,
alcanza su punto de incandescencia. El cuerpo se convierte, entonces, en un doble, en
un clon perfecto, en un alter ego.
El cuerpo supernumerario
- En este sentido, el cuerpo de los hombres de los años cincuenta e incluso de los
sesenta, estaba mucho más presente en la conciencia, utilizaba mucho más sus
recursos musculares en la vida cotidiana. La caminata, la bicicleta, el baño, las
actividades físicas vinculadas con el trabajo o con la vida doméstica o personal
favorecían el anclaje corporal de la existencia. En esa época, la noción de un «retorno»
al cuerpo hubiese parecido incongruente, difícil de entender. De ahí en más, en efecto,
el compromiso físico del hombre no dejó de declinar. Esta parte inalienable del
hombre está socializada como borramiento, disminuida e, incluso, oculta. La
dimensión sensible y física de la existencia humana tiende a olvidarse a medida que se
extiende la técnica.
- El cuerpo de la modernidad parece un vestigio. Miembro supernumerario del hombre
al que las prótesis técnicas (automóvil, televisión, escaleras rodantes, cintas rodantes,
ascensores, aparatos de todo tipo…) no lograron suprimir totalmente es un resto, un
irreductible, contra el que choca la modernidad. El cuerpo se hace tanto más
dificultoso de asumir cuanto más se restringen sus actividades sobre el entorno. Pero
la reducción de las actividades físicas y sensoriales no deja de tener incidencias en la
existencia del sujeto. Desencadena su visión del mundo, limita el campo de acción
sobre lo real, disminuye el sentimiento de consistencia del yo, debilita el conocimiento
directo de las cosas.
- En la vida social, el cuerpo se vive, frecuentemente, como una molestia, un obstáculo,
fuente de nerviosismo o de cansancio, más que como alegría o como si se escuchase
una posible música sensorial. Las actividades del sujeto consumen más energía
nerviosa que energía corporal.
- Como está ausente del movimiento de la vida de todos los días, se convierte en un
objeto de preocupación constante sobre el que se cierne un mercado importante y
nuevos compromisos simbólicos. Las prácticas corporales se sitúan en un cruce de
caminos en el que aparecen la necesidad antropológica de la lucha contra el
fraccionamiento del sujeto y el juego de los signos (las formas, la forma, la juventud, la
salud, etc.) que le agrega, a la elección de una actividad física, un suplemento social
decisivo. Si el sujeto se «libera» en estas prácticas, no es sólo por propia iniciativa, el
ambiente de un momento lo incita a hacerlo según determinadas modalidades, pero lo
hace con tanto más compromiso personal cuanto él mismo experimenta la necesidad
de luchar contra la falta que le procura la no utilización de la energía corporal.
- d. Se trata más bien del surgimiento de otro uso de uno mismo, a través del cuerpo;
de una nueva preocupación: la de restituir a la condición occidental la parte de carne
y de sensorialidad que le falta. Esfuerzo por juntar una identidad personal
fraccionada en una sociedad que divide.
Categorías sociales
Clase Irene: