Los Magníficats, de Hernando Franco - Jesús Herrera

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Jesús Herrera

Hernando Franco fue uno de los grandes compositores de Nueva España. Por diez años fue
responsable de la música en la catedral de la ciudad de México, a partir del último cuarto del
siglo XVI. En su época las obras de Franco fueron muy respetadas por su calidad; después
quedaron guardadas en archivos y durante varios siglos dejaron de interpretarse. Sin embargo,
ahora se ha recuperado buena parte de ellas y con sólo escucharlas podemos darnos cuenta del
gran maestro que fue este compositor de estilo renacentista que estuvo a la altura de los grandes
polifonistas europeos de su época. En este artículo, podrás escuchar fragmentos de uno de sus
Magnificats que se conserva en el llamado Códice Franco, un libro de coro que perteneció a la
catedral de la ciudad de México y que ahora se encuentra en Tepotzotlán, en el Museo Nacional
del Virreinato.

Hernando Franco, maestro de capilla en Nueva España

Hernando Franco nació en 1532 en Extremadura, una región de España. A los diez años de edad
ingresó al coro de niños de la catedral de Segovia, donde permaneció siete años. Allí estudió con
Gerónimo de Espinar, quien después fue maestro de capilla de la catedral de Ávila cuando
Tomás Luis de Victoria (1548-1611) —quien se convertiría en uno de los más grandes
compositores españoles— ingresó al coro de niños de dicha catedral.

En reconocimiento a sus dotes musicales, Hernando Franco recibió un buen salario en la catedral
cuando tenía 14 años. Mientras estuvo en Segovia, Hernando pasaba las vacaciones en Espinar,
con la familia de uno de sus amigos del coro, Lázaro del Álamo. Años más tarde, Lázaro viajaría
a Nueva España y sería maestro de capilla de la catedral de la ciudad de México desde 1556
hasta su muerte, en 1570.

Parece ser que Hernando Franco llegó a Nueva España en 1554, aunque no tenemos la seguridad
de ello; sin embargo, sabemos que en 1573 Hernando era el maestro de capilla de la catedral de
la ciudad de Guatemala. Ese año hubo una reducción sustancial en los sueldos de los músicos,
incluyendo el de Franco. En 1574, Juan de Victoria, sucesor de Lázaro del Álamo como maestro
de capilla de la catedral de México, fue destituido. En 1575, Hernando Franco fue nombrado
maestro de capilla de la catedral de la ciudad de México, cargo que desempeñó hasta 1584.

El templo en el que se tocaba la música de Franco no era la catedral que ahora conocemos, cuya
construcción inició en 1573, sino la primera catedral de la ciudad de México, edificada entre
1524 y 1532. A pesar de que la construcción de la segunda y definitiva catedral suponía un gran
gasto, las actividades musicales recibieron mucho apoyo de las autoridades eclesiásticas. A partir
de la entrada de Franco, la música en la catedral de México experimentó un periodo de
esplendor: los sueldos eran muy buenos y se contrataron más cantantes e instrumentistas. La
música de Franco fue muy apreciada por su calidad y el compositor fue recompensado
ampliamente. Sin embargo, en 1582 las autoridades eclesiásticas decidieron cortar gastos en la
catedral. Los sueldos de una buena parte de los músicos fueron reducidos sustancialmente. Como
respuesta, Franco renunció a su puesto y los músicos se negaron a tocar. Una semana después
fructificaron las negociaciones y las actividades musicales volvieron a la normalidad. El
rendimiento de Franco fue bajando paulatinamente, quizás por motivos de salud: en 1583 hubo
quejas de que no estaba enseñando adecuadamente a los niños de coro y al año siguiente fue
relevado de esa labor, propia del maestro de capilla. En 1585 Hernando Franco murió.
El Códice Franco de Tepotzotlán

La música de Franco fue muy apreciada, incluso después de su muerte. Es significativo que, a
pesar del tiempo transcurrido, actualmente se conserven copias de sus obras que se utilizaron en
diversos lugares: en las catedrales de México, de Puebla y de Guatemala, así como en los
conventos del Carmen y de la Encarnación (México), y en Jacaltenango (Guatemala).

En un manuscrito del siglo XVI que se encontró en México, llamado Códice Valdés, aparecen
dos piezas de música polifónica en náhuatl. Dichas piezas fueron atribuidas inicialmente a
Hernando Franco, pues el manuscrito era aproximadamente de la misma época del compositor
que hoy nos ocupa, además de otras razones de las que hablamos en otro artículo de Sepiensa.
Sin embargo, el musicólogo Robert Stevenson ha descartado esa opción.

Ahora nos ocuparemos de la historia de otro importante manuscrito de la época, que perteneció a
la catedral de la ciudad de México y que tiene música que sí es, con toda seguridad, de Hernando
Franco. Tras la muerte de Franco, Juan Hernández fue designado su sucesor como maestro de
capilla. En 1611, Hernández presentó a las autoridades catedralicias un libro de coro que
contenía la copia de 16 obras polifónicas de Franco. Las autoridades consideraron que el libro
era muy importante y con gusto se lo pagaron a Hernández.

Afortunadamente, este libro de coro —conocido como Códice Franco — se ha conservado hasta
nuestros días. Se trata de un manuscrito de 178 páginas de pergamino, cuidadosamente copiado y
con hermosos dibujos a color en algunas de las letras (las llamadas letras capitulares). El Códice
Franco se encuentra actualmente en el Museo Nacional del Virreinato, en Tepotzotlán, muy
cerca de la ciudad de México. Tiene algunas mutilaciones y le faltan dos de los 16 Magnificats
que tenía originalmente, aunque el estado general del documento no es malo y la música se ha
podido recuperar. Como el Códice Franco no está escrito en notación musical moderna, tuvo que
pasar por un proceso de transcripción, realizada por el musicólogo Steven Barwick en 1965. Así,
los músicos de nuestros días ya pueden cantar los Magnificats polifónicos de Hernando Franco.

La polifonía es, como su nombre lo indica, música a varias voces. En los templos, los cantantes
se reunían en torno a un “facistol”: un atril de gran tamaño usado para sostener los libros de coro.
Los libros polifónicos de coro son documentos de grandes dimensiones, que tienen por separado
la música para cada voz, aunque con el libro abierto en una hoja determinada se pueda leer la
música de todas las voces. La mayor parte de la música del Códice Franco es para cuatro voces.
Esta división del coro en cuatro es bastante común en la actualidad. Los nombres de dichas voces
son, de agudo a grave: soprano (tiple), contralto (alto), tenor y bajo (baxo). La música para una
obra a cuatro voces en un libro de coro está dispuesta de la siguiente manera:

Soprano Contralto

Tenor Bajo
¿Qué es el “ Magnificat ”?

Las dos clases principales de servicios religiosos en la Iglesia Católica son la Misa y el Oficio
divino. La misa se centra en un ritual que conmemora la última cena de Jesús y sus discípulos,
tal como aparece en el Nuevo Testamento. El Oficio divino, también llamado “Horas canónicas”,
es una serie de 8 servicios religiosos que se celebran diariamente en los monasterios y en algunas
catedrales; fueron descritos por primera vez alrededor del año 520 en la Regla para el
monasterio de San Benito de Nursia. Estos servicios consisten en oraciones y cantos. El séptimo
servicio, que se celebra al anochecer, es llamado “vísperas” y es uno de los más importantes de
las Horas canónicas. El último canto del servicio de vísperas es el Magnificat, o Cántico de la
Virgen, que lleva el texto en latín de un pasaje del Evangelio según San Lucas.

En el primer capítulo de dicho Evangelio, el ángel Gabriel le anuncia a la Virgen María que será
la madre de Jesús. María va a visitar a su prima Isabel, quien pronto dará a luz a Juan el Bautista.
Cuando Isabel escucha el saludo de María, le dice: “Bendita eres entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre”. Lo que María le contesta a Isabel está en los versículos 46 a 55 del primer
capítulo. Estos versículos, mas la doxología (1) menor (Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo, como era desde el principio, ahora y siempre. Amén), hacen el texto del Magnificat:

46 Mi alma glorifica al Señor.

47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador,

48 Porque se fijó en la humildad de su sierva; he aquí que por eso me llamarán dichosa todas las
generaciones.

49 Porque el Poderoso hizo grandes cosas en mí y su nombre es santo.

50 Y su misericordia se manifiesta de generación en generación entre los que le temen.

51 Cosas fuertes hace su brazo: desbarata los planes de los soberbios.

52 Derriba a los poderosos de sus tronos y exalta a los oprimidos.

53 Llena de bienes a los hambrientos y deja vacíos a los ricos.

54 Acoge a Israel como su hijo, recordando que es misericordioso,

55 como lo prometió a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre.

dox1 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

dox2 Como era desde el principio, ahora y siempre. Amén.

(1) La doxología es una expresión de gloria a Dios.


Un Magnificat de Franco

Como acabamos de ver, el texto del Magnificat consta de 12 versos: 10 versículos del Evangelio
y la doxología menor dividida en dos versos. En la época de Franco, era costumbre no cantar
todo el Magnificat en polifonía, sino alternar un verso en música polifónica y otro en canto llano,
que es música monofónica porque los miembros del coro cantan al unísono, sin acompañamiento
(otra opción es que sólo lo haga un cantante). Así, cada Magnificat del Códice Franco tiene sólo
6 versos de música polifónica. Los otros 6 versos se hacen en canto llano.

Ahora nos ocuparemos de la música de uno de los dos Magnificats de quinto tono del Códice
Franco. Este “quinto tono” es una de las 8 fórmulas melódicas sobre la que se cantan los versos
del Magnificat. En el Códice Franco había dos versiones del Magnificat para cada tono, aunque
ahora faltan las dos del tercero (por eso son 14 y no 16 los Magnificats del Códice Franco). El
tono al que nos referiremos ahora es básicamente el que sigue:

Quinto tono

Este tono se usa tanto para las secciones monofónicas como para la base de las secciones
polifónicas. El Magnificat quinti toni de Franco inicia con canto llano, con la primera palabra del
primer verso. Esta melodía es el inicio del quinto tono:

Magnificat
Glorifica

Continúa la primera sección de polifonía, es decir, el inicio de la música compuesta por


Hernando Franco. El texto es el final del primer verso. Las voces van entrando una por una en el
siguiente orden: bajo, soprano, alto y tenor. La melodía del bajo inicia con el final del quinto
tono; las otras voces lo imitan. Este proceso imitativo se da en todas las secciones polifónicas del
Magnificat y es una técnica característica de la música renacentista:

anima mea Dominum.


mi alma al Señor.

La siguiente sección es, de nuevo, monofónica. Como el texto es más largo podemos apreciar el
quinto tono más claramente que antes:

Et exultavit spiritus meus in Deo salutari meo.


Y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador.

Congruente con la alternancia, sigue otra sección polifónica. En el fragmento del artículo sólo
tenemos la mitad del verso (el primer “hemistiquio”). El orden de entrada de las voces es distinto
al de la primera sección polifónica. De hecho, en toda la obra nunca se repite un mismo orden de
entrada. En esta ocasión, el orden es: soprano, tenor, alto y bajo:

Quia respexit humilitatem ancillae suae...


Porque se fijó en la humildad de su sierva...

Continúa otra sección de canto llano:

Quia fecit mihi magna qui potens est: et sanctum nomen eius.
Porque el Poderoso hizo grandes cosas en mí y su nombre es santo.

La sección siguiente, polifónica, es la única que no está a cuatro voces; el bajo no participa.
Hacer a tres voces el quinto verso del Magnificat era común en la época de Franco. En este caso,
las voces entran de aguda a grave, es decir, soprano, alto y tenor:

Et misericordiae eius...
Y su misericordia...

Los versos se siguen alternando entre polifonía y canto llano en el resto de la obra. Las secciones
polifónicas siguen la misma lógica de imitación y de variar el orden de las entradas de las voces,
que es siempre una por una. La última sección polifónica, que corresponde a la primera mitad de
la doxología, tiene un cambio en este sentido. Soprano, tenor y bajo entran al mismo tiempo,
seguidos casi de inmediato por la voz restante. Esto produce un sonido mucho más lleno que el
de las secciones anteriores. La voz más aguda lleva, en notas muy largas, la melodía exacta del
quinto tono:

Gloria Patri et Filio...


Gloria al Padre y al Hijo...

Para acercarte a Hernando Franco

La grabación que usamos para este artículo del primer Magnificat quniti toni del Códice Franco
está, junto con una obra más de Hernando Franco, en:

Capella Cervantina/Horacio Franco, Música barroca mexicana, México, Quindecim, 1997.

También te recomendamos el siguiente disco, que tiene una obra de Hernando Franco y más
música de otros compositores del virreinato:

Westminster Cathedral Choir/James O'Donnell, Masterpieces of Mexican Polyphony, Inglaterra,


Hyperion, 1990.

La partitura de los Magnificats del Códice Franco del Museo Nacional del Virreinato está en:

Steven Barwick (transcripción y comentario), The Franco Codex of the Cathedral of Mexico,
Southern Illinois University Press, Carbondale (Estados Unidos), 1965.

Hay más partituras de Hernando Franco, junto con una introducción en:

Juan Manuel Lara (transcripción y comentario), Hernando Franco (1532-1585). Obras. Volumen
primero, México, INBA-CENIDIM, 1996 (Tesoro de la música polifónica en México IX).

Este es un excelente estudio que tiene una sección sobre Hernando Franco:

Robert Stevenson, “Mexico City Cathedral: The Founding Century”, Inter-American Music
Review, Vol. 1, Núm. 2 (Spring-Summer 1979), pp. 148-167.
Encontrarás una buena síntesis biográfica de Hernando Franco y una interesante descripción del
estilo de su música en:

Alice Ray Catalyne, “Franco, Hernando”, The New Grove Dictionary of Music and Musicians,
ed. Stanley Sadie, Londres, MacMillan, 1980, vol. 6, pp. 790-792.

El texto que sigue habla sobre el oficio de vísperas:

Juan Manuel Lara, “El oficio de vísperas en la liturgia de la época virreinal”, en Francisco López
Capillas (ca. 1608-1674). Obras. Volumen tercero, México, CENIDIM, 2002 (Tesoro de la
música polifónica en México XI), pp. xiii-xxxi.

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