Piera Aulagnier

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Piera Aulagnier

Al nacer, la psique se encuentra en un estado heterogéneo que cambia a homogéneo a


través de las representaciones. La realidad excede siempre los límites de respuesta del hombre y
la oferta siempre precede a la demanda. El pecho es dado antes que la boca sepa que lo espera.
Aulagnier, propone en su obra dos acciones que contribuirán a la formación del yo. En
primer lugar, la violencia primaria entendida como una imposición de un pensamiento, acción o
elección producidos por el deseo de quien lo impone. Es una imposición desde el exterior al
interior de la psique del sujeto pasivo pero que da respuesta a la necesidad de éste. De esta
manera, se consigue enlazar el deseo de quien ejerce la violencia con la necesidad del padeciente
generando así, una demanda a futuro (brindada desde la función materna).
Por otro lado, la violencia secundaria es un exceso perjudicial y nunca necesario para el
Yo. Es ejercida por un conflicto con otro Yo o con un discurso social que se opone a los cambios
en los modelos previamente instituidos. (se da en entorno familiar, laboral, social)
Todo acto que no tiene en cuenta la subjetividad del otro es violencia.

Metapsicología de la representación
Por actividad de representación se entiende al equivalente psíquico del trabajo de
metabolización de la actividad orgánica. Los elementos absorbidos no son cuerpos físicos sino
elementos de información. La hipótesis propuesta por Aulagnier postula tres modos de
metabolización:
En el proceso originario, Aulagnier explica que, todo lo representado se va a vivenciar
como creado por el sujeto. La modalidad representativa es el Pictograma. En éste, se ignora que
exista un órgano sensorial que percibe al objeto y un mundo exterior percibido por él. El
representante contempla en la representación al engendramiento de su propia imagen. En otras
palabras, todo existente es auto engendrado por la actividad del sistema que lo representa.
El proceso Primario como modo de representación se da con la aceptación de la
otredad. Aceptación que contradice el postulado de lo auto engendrado, característico de lo
originario. En este proceso, la fantasía o lo fantaseado serán la modalidad de representación. Si
bien el pecho ya no se vivencia como parte del mismo sujeto, el propio cuerpo es sentido como
producto del poder omnipotente del deseo del otro. En síntesis, todo lo existente es un efecto del
poder impuesto por el deseo del otro. Placer y displacer son consecuencias del deseo del otro.
El proceso secundario se caracteriza por la representación de que todo lo existente posee
una causa capaz de ser reconocida por el discurso. La representación ideica, es decir la de las
ideas, será la encargada de metabolizar esta instancia. Todo lo existente tiene una causa que el
discurso podrá conocer.
Estos tres procesos no están presentes desde un primer momento en la actividad psíquica
sino que se suceden temporalmente y su activación se produce a partir de la necesidad de
conocer al objeto exterior. Que se instaure un nuevo proceso no implica el silenciamiento del
proceso anterior sino que son ensamblados entre sí.

El Yo Historiador
Es un Yo que se niega a ser hablado o subrogado por otros. En sus orígenes lo necesitó
pero este Yo que quiere contar por el mismo su historia. Por lo tanto es un productor de
enunciaciones y significaciones que lo representan ante si y ante los otros. Según Piera
Aulagnier, es el Yo que va a firmar un contrato narcisista con la cultura.

El proceso identificatorio
Es el resultado de la relación entre el infante, el deseo materno, el cuerpo, la realidad y
los encuentros con otros. Para esto el Yo debe apoyarse en ciertos referentes simbólicos o puntos
de certeza.

Experiencia de sufrimiento y el deseo no deseo


Sufrir es inevitable para el sujeto, pero no debe sobrepasar los límites que puedan
provocar una desinvestidura de un objeto vital para la psiquis (triunfo de Tánatos sobre Eros).
En las neurosis el sufrimiento esta ligado a un cambio de investidura, mudando la libido
de un objeto al servicio de otro. Pero las Psicosis o depresiones graves dejan en la vida psíquica
un hueco, borrando así toda huella de investidura en el objeto. Esta desinvestidura no se realiza
en beneficio de otro objeto como en las neurosis sino que amenaza al objeto.
El deseo de no deseo, Aulagnier lo describe como el deseo de no representar. Entonces,
el deseo es hacer desaparecer al objeto cuya ausencia produce deseo y que obliga a reconocerse
deseante de un objeto que falta. Desear no desear es borrar al objeto faltante que produce al
deseo, por lo tanto también es borrar la falta. (meta de Tánatos, o deseo de Tánatos?).

Contrato narcisista
Este contrato es entre el niño y el grupo al que pertenece. Aquí los integrantes del grupo
proyectan energía psíquica sobre el niño mediante memorias, deseos, tradiciones, mandatos
familiares, creencias y sueños (catetizan). Quien cumpla la función materna será la Portavoz. Los
enunciados recibidos por el niño constituirán en él el Yo parental.
El objetivo del contrato es garantizar la permanencia de la cultura en un cuerpo que se
autorregenerará continuamente. El niño demandará que se le considere un individuo
independiente dentro del grupo.

El deseo de ser madre vs deseo de hijo


Es narcisista y pertenece a una dimensión imaginaria; se apoya en la capacidad de
embarazarse, parir y amamantar. Es la modernidad quien idealiza la maternidad dándole forma a
un rol social. Este deseo es repetir, sin ánimo de aplicación práctica, su relación con la madre. Es
catastrófico para el niño ya que, para estas mujeres, es imposible aceptarlo como algo nuevo sino
como alguien más que ha nacido.
Piera Aulagnier considera que es necesario diferenciar el deseo anteriormente descripto
del deseo de hijo. Este implica la capacidad de reparar los propios traumas infantiles puesto que
supone el reconocimiento de la castración. Se despliega en una dimensión simbólica.

Para preservar al niño de un devenir psicótico, Aulagnier explica que lo que va a


representar el niño para la pareja y la historia que precede en cada uno de ellos de desear al niño
es fundamental y subyacente a que el niño tienda a construir una defensa neurótica, somática o
neurótica. Así también, son importantes el poder de la metabolización presentes en el discurso
de la función materna.

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