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Juez de línea: Está atento a todos los disparos relacionados con sus
líneas asignadas. Los jueces de línea trabajan en la cancha como parte
de un equipo de entre uno y nueve jueces de línea. Cada juez de línea
se asigna a una línea.
Grand Slam: Está constituido por los cuatro torneos mayores del
circuito internacional organizados por la Federación Internacional de
Tenis, siendo los siguientes: Abierto de Australia (Pista dura). Roland
Garros (Tierra batida o arcilla), Wimbledon (Césped), Abierto de
Estados Unidos (US Open) (Pista de tenis dura)
Drop shot: Golpe muy suave que se pega habitualmente con slice
para que la pelota quede muy cerca de la red y pique muy bajo.
Set: El jugador que obtiene seis juegos con una diferencia de dos
sobre su adversario (o quien gane un tie break luego de empatar en
seis games) en el caso de sets cortos se adjudica un "set".
Año 2012.
Lauren apenas pudo ver al juez que acababa de lanzarse algo que
ahora le quemaba la piel antes de gritar de dolor, y tras su grito se oyó
el de su rival y los del público. Y después todo fue una locura.
—Lo siento, señor. Solo debe esperar —le dijo el hombre y luego
habló por radio y esperó por una respuesta. Miró a Michael—. Ya vienen
por usted y su esposa.
—No quise despertarla —hizo una pausa mientras bebía otro poco
de café y pensaba en lo que le diría a su madre—. Mamá, quiero ir a
un torneo.
—¿Estás segura?
—Lo haré.
Lauren Jauregui, la tenista que años atrás ganó dos Grand Slam y
estuvo a punto de alcanzar el número uno del ranking mundial de la
WTA, lanzó la pelota al aire y segundos después, la golpeó con todas
sus fuerzas.
CAPÍTULO 3
Cuando se detuvo por completo, cerró los ojos y resopló. Esa rabia
que solía desconcentrarla ya la acechaba y, además, se sentía
exhausta; por más que intentaba contener el ataque de su rival,
clasificada como la Nº 62 del mundo, no lo lograba. ¿El resultado de
eso? Un contundente 6 – 0 en el primer set y un 5 – 1 en el segundo. Ella,
que fue Nº 1 del mundo durante 52 semanas, y la ganadora de los
cuatro Grand Slam del 2018, algo que pocas tenistas habían logrado,
estaba a solo un juego de quedarse en la primera ronda del torneo de
Brisbane, en Australia. Y con esa derrota, perdería otra buena cantidad
de puntos que la haría descender más en el ranking mundial.
Hacía mucho calor, el público apoyaba a la danesa y para colmo,
ella sentía que las piernas ya no le daban para más. Mientras regresaba
a su posición a prepararse para recibir el próximo saque, miró hacia el
palco donde se encontraba su padre y el equipo que la acompañaba.
La estoica sonrisa de Alejandro Cabello, su padre y entrenador, le
oprimió el corazón. Allí estaba él, apoyándola como siempre y ella lo
defraudaba una vez más.
“Bien, un punto a la vez. Ella necesita tres puntos para ganar, pero
no lo obtendrá tan fácilmente. Vamos, Mila, tú puedes. Un punto a la
vez. Un punto a la vez”. Ya estaba en posición y su rival también. Camila
respiró profundo y esperó. La danesa golpeó la pelota que salió con
tanto efecto que se movió hacia el centro de la cancha, picó justo en
la línea y se abrió a la derecha. Camila corrió y logró devolverla, pero
la pelota regresó de inmediato por el lado contrario cuando apenas
ella iba de regreso.
—No estoy seguro. Hay algunos jugadores que tienen lo que llaman
un cerebro técnico. Alguien que analice el juego de Camila
objetivamente. Soy su padre y he sido su entrenador toda su carrera,
tal vez eso está nublando mi juicio.
—Hablaré con ella. Tal vez logre que considere esa opción.
—¿Nos vemos luego? —le propuso Milka con una seductora sonrisa
en cuanto estuvieron frente a frente.
—Créeme, a mí también.
Camila sonrió.
Camila asintió.
—Creo que ellos están tan frustrados como yo. Incluso mi padre.
—Oye, muchos tenistas pasan por este tipo de bloqueos —le dijo y
también se levantó y se acercó a ella—. ¿Recuerdas a Nicola Dragovic
hace cuatro años? Cayó del Nº 1 hasta el fondo y ya ves, está otra vez
en la cima. Te recuperarás, solo debes ser constante en tu
entrenamiento y apoyarte en tu equipo —le puso las manos en los
hombros logrando que la mirara a los ojos—. Pero sobre todo, debes
confiar en ti.
—Al amanecer.
Días después…
Lauren sonrió.
—No lo sé.
—Ya, déjalo así. —le pidió Lauren con un tono suave acercando la
taza para beber un sorbo de café y puso su atención en el TV.
—¿Su hija?
—¿La conoces?
—Y lo tiene, ¿no?
—Ganó los cuatro Grand Slam del año pasado. Está defendiendo
el título, lo que es algo muy importante en el tenis. Se había mantenido
en el Nª 1, incluso dejando a Wilson en el puesto 2. Sin embargo, en los
últimos torneos en los que la he visto, ha perdido estrepitosamente. Pero
lo peor es su carácter y las raquetas pagan los platos rotos. —comentó
sonriendo divertida antes de dar otro sorbo a su café.
—Sí. Gracias.
—Vaya premio.
Taylor rio y bebió de su café. El silencio las acompañó durante unos
minutos mientras prestaban atención a lo que decían los comentaristas.
El tiempo de calentamiento terminó y las jugadoras volvieron a sus
lugares para prepararse para el inicio del partido.
—¿Entrenadora?
—No te rías. ¡Es cierto! Vamos, dime que no ves por qué el saque
de esa chica está fallando tanto.
—¿Lo ves? Tienes esa cosa de papá, sabes detectar las fallas.
—Ya lo creo.
Lauren rio.
—Sí, pero creo que solo te lanzaba al agua para castigarte por los
malos ratos que le hacías pasar.
Lo último que deseaba Camila era dar una rueda de prensa, pero
en el torneo se debía cumplir un protocolo. Y ello incluía hablar con la
prensa tras los partidos, se ganara o perdiera. Ella iba acompañada por
su padre por los pasillos del complejo; los escoltaba un guardia de
seguridad y un miembro del equipo de prensa del torneo.
—Por supuesto que no. Cada punto lo disputo utilizando todos mis
recursos. Además, no soy tan idiota como para apostar a ello con
tantos partidos perdidos.
—Para un periódico.
—Pero papá…
—Lo sé. Lo sé, estuve ahí, pero debes aprender a manejar ese tipo
de prensa. Dominar tu carácter, Mila.
—¿Estás segura?
—Así es.
—¿A mi edad?
Lauren tomó la decisión unos meses atrás, pero eso no evitaba que
se sintiera nerviosa. Mucho más que nerviosa, si era sincera. Y si a eso le
sumaba su temor a estar rodeada de personas y la manera en que la
miraban al notar la marca en su mejilla, se sentía al borde de un
episodio de ansiedad. Agradeció en silencio que Taylor la
acompañara, sola no hubiese podido hacerlo. Su hermana la tomó de
la mano todas las veces que percibió su nerviosismo. Eso y su sonrisa, la
ayudó a tranquilizarse durante todo el viaje.
Lauren sonrió.
—¿Cómo estás?
Lauren rio.
—Lo sé.
—Perfecto.
Dos horas después, las hermanas Jauregui estaban lista para bajar
a cenar. Lauren vestía por completo de blanco; un pantalón de lino,
una camisa manga larga y unas sandalias de tacón alto, resaltaban la
elegancia de su figura. Usaba un labial de color rosa pálido para no
llamar la atención a su rostro; aunque era imposible, como le decía su
hermana, que no fuera el blanco de las miradas. Su belleza estaba a la
vista a kilómetros de distancia. Mientras tanto, Taylor usaba un vestido
veraniego corto de falda ancha de color azul marino con puntos
blancos. Llevaba el cabello suelto como su hermana. Juntas salieron de
la habitación y se dirigieron por el pasillo hacia el ascensor.
—En serio creo que ese nuevo amigo de mamá anda tras sus
huesos — comentó Taylor cuando entraban al ascensor.
—¡Alejandro!
Lauren se encontró de pronto entre los fuertes brazos del hombre.
Y tan fuerte como sus brazos, era el abrazo.
—Quise verte, pero Clara me dijo que estabas mal. Aún hoy, no
puedo creer lo que pasó.
La joven sonrió.
Alejandro sonrió.
—Sí.
—¿Volverás a competir?
—No.
Ella no quería recordar aquel día, así que intentó cambiar el tema.
—De acuerdo.
El maître las condujo a una mesa y las dejó con un mesonero que
les tomó la orden. Y así, las hermanas Jauregui disfrutaron de una
deliciosa cena en Paris. Y así, Lauren se quedó esperando el regreso de
Alejandro, que no apareció por el restaurante y ella se preguntó qué lo
retuvo.
CAPÍTULO 8
Cuando era una de las mejores tenistas del mundo. Y después llegó
el recuerdo del trágico momento. Sin darse cuenta cerró los ojos y su
cuerpo fue invadido por el miedo. Y fue capaz de sentir físicamente un
poco del dolor que le causó el químico que le quemó la piel.
Tras despedirse del director del torneo, Lauren y Taylor salieron del
lugar acompañadas por un hombre bastante joven, no debía superar
los veinticinco años, miembro del personal de protocolo del torneo. Él
las acompañaría en el recorrido por el lugar para facilitarle el acceso;
en especial a la cancha Nº 1.
El miedo.
Lauren luchaba. Ella sabía que el juez no estaba detrás de ella. Que
el dolor de las quemaduras no volvería. Que se encontraba allí, en la
cancha Nº 1 y aun así, estaría bien. Y esa lucha interna con ella misma,
con sus miedos, provocó una fuerte arcada que lanzó una gran
cantidad de bilis sobre la tierra batida.
El hombre le hizo señas con las manos indicándole que todo estaba
bien.
—¿Sola?
Lauren asintió. Luego respiró hondo y dio el primer paso. Sus piernas
las sentía débiles, al igual que todo su cuerpo. Sus pensamientos
seguían acelerados. Ante sí se repetía una y otra vez el gesto de su rival
en aquel momento, lo que le dio la señal de que algo pasaba detrás
de ella, pero nunca imaginó lo que vino después. Luego el juez de silla
sosteniéndola y gritándole para que dejara de frotarse el rostro y el
brazo. Los ojos del juez estaban muy abiertos, con un gesto de terror.
Esa era una imagen que recordaba en detalle.
¿Cómo olvidarla?
—Sí.
—No hay nada que hablar. Mi carrera terminó ese día, lo sabes.
—No lo sé, Lo, eres tú la que cree eso. Quiero decir, aún tienes edad
para jugar, sigues entrenando. Podrías volver.
—No.
Y el tono con que Lauren pronunció esa simple silaba le dijo a Taylor
que no debía ahondar en el tema. Al menos no ahora.
—¡Lauren!
—Es que no quiero que piensen que Camila anda por ahí… ya
sabes. De una falda en otra.
—¡Tay!
—¿Eh?
Por el otro lado, Alejandro miró a Taylor como si hubiese dicho una
locura; sin embargo, después sus ojos se fueron iluminando. Y Lauren se
preocupó cuando él sonrió como si se encontrara frente a la solución a
todos sus problemas.
—Y tal vez esto te ayude. Acabas de ver una falla en su saque. ¿Te
imaginas cuánto más puedes hacer si trabajas con ella?
—¡Qué no!
—No tienes que volver, solo ver el juego de ella —apuntó sin mirar
con el dedo hacia la cancha donde practicaba Camila— y tratar de
identificar sus fallas. Solo debes intentarlo.
Y después que sus miradas se encontraron, Lauren vio cómo los ojos
de Camila se fijaron en su mejilla derecha. Contuvo la respiración y solo
pudo preguntarse qué estaría pensando la tenista al mirar su marca. Y
los segundos en que el silencio lo llenó todo, hizo tenso el momento, al
menos para Lauren fue así. Camila pareció reaccionar, aunque no
rápido.
—Creo que tuve tres orgasmos en esa cancha —dijo Taylor cuando
ya habían salido del área.
Lauren no quiso quedarse ni un segundo allí. Después de devolverle
la raqueta a Camila, ni siquiera se detuvo a decirle adiós a Alejandro.
Simplemente se apresuró a irse, sabía que su hermana iría tras ella.
—¡Taylor!
—Es cierto, pero también está pasando por un mal momento como
tenista. Lo que hice podría afectar mucho su confianza.
—¡Tay!
—Está bien, no diré nada más sobre ella. Pero estoy muy orgullosa
de ti y de que la hayas puesto en su lugar.
—Lo sé.
Ninguna de las dos dijo nada más. Lauren solo se quedó mirando
a través de la ventanilla, recordando el brillo de los ojos marrones de
Camila.
CAPÍTULO 11
—Es Lauren Jauregui —le respondió Milka. Camila los miró y asintió
hacia Paul.
—Es una tenista a la que un juez de línea roció con un químico hace
unos años —le explicó Camila con un tono neutro. Se sentía mal por
discutir con su padre; en especial porque sabía bien que él tenía toda
la razón para molestarse como lo hizo.
—Lo último que leí sobre ella fue que la operaron varias veces para
disminuir las marcas de las quemaduras en parte del rostro y el brazo —
explicó Milka—. ¿De verdad te quedaste mirando su mejilla?
—Sí, pero no fue por la cicatriz. O sea, miré su mejilla porque creí
que la marca sería más… ya saben… grotesca.
—De igual modo, amiga. Quedarse mirando no está bien —le dijo
Milka—. En especial en su caso, que es tan linda y la marca es producto
de algo tan horrible como la agresión de ese loco.
—¿Y qué fue eso de venir aquí y sacar de esa manera? —esta vez
fue Paul el que preguntó.
Camila no lo resistió, levantó las manos en señal de rendición y se
dio la vuelta.
—Creo que ese ego tan inflado que tiene es lo que no la deja salir
del hoyo en el que está —comentó Paul, llevando el bolso con las
raquetas colgado del hombro. La práctica en definitivo había
terminado.
Camila abrió la puerta. Milka la vio rodar los ojos antes de que se
diera la vuelta.
—En serio, Mil. Por favor, ahórratelo —le pidió justo cuando el
segundo zapato cayó sobre la alfombra y después ella simplemente se
dejó caer hacia atrás sobre la cama. Cerró los ojos y se los cubrió con
el antebrazo.
Camila abrió los ojos solo para cubrírselos con las manos y
restregarse la cara.
—Lo sé. Lo sé, pero siento que no puedo parar, Mil. Te lo juro. Siento
que todos tienen los ojos puestos en mí. Siento que todos esperan que
vuelva a ganar los partidos y yo… no sé cómo hacerlo, ¡maldición! —
exclamó con frustración y se levantó de la cama como impulsada por
un resorte.
—¿Mi ego?
—Vaya, pensé que, a pesar de las cosas que pasan entre nosotras,
eras mi amiga.
Camila rio.
—Es cierto.
—¿Puedo entrar?
—Todo, papá.
—De acuerdo —lo miró a los ojos—. Lo tomaré en serio esta vez.
¿Ya tienes a alguien en mente?
—Papá…
—Gracias, papá.
—¡Lauren!
—Alejandro .
—Te esperaba —le dijo él. Ella frunció el entrecejo con un gesto de
curiosidad, pero él miró a su hermana—. Hola, Taylor. Es un gusto verte
de nuevo.
—Está bien.
—Alejandro …
—Pero estuvo mal —insistió ella sin mirarlo a los ojos. Su vista la
mantuvo en la copa que tenía frente a ella.
—Él tiene razón y lo sabes —intervino Taylor que hasta ese momento
guardó silencio.
—Eso es diferente.
—Algunas veces. Hoy prefirió quedarse a ver una película con una
de sus compañeras.
—En Montecarlo.
—¡Ya quisiéramos!
CAPÍTULO 14
Lauren no estaba del todo segura de que eso fuera una buena
idea, pero ya se encontraba allí, acercándose al área de las canchas
anexas del estadio Roland Garros. Bien podía detenerse y darse la
vuelta, pero ya había hecho cierto compromiso con Alejandro y en ese
punto de su vida, no estaba muy dispuesta a dar marcha atrás en
nada. Arriesgó una mirada a Taylor que caminaba a su lado. Su
hermana estaba entusiasmada con que hiciera eso, aunque no le
agradaba mucho que fuera con Camila; no le gustó ni una pizca su
actitud del día anterior. Aun así, su hermana estaba dispuesta a darle
una oportunidad; y muestra de ello fue que la miró, si bien ambas
llevaban gafas oscuras, y se sonrieron.
Su hermana la miró.
—Ahora no, pero cuando estés ahí —señaló hacia las canchas—,
lo sabrás. Naciste para estar en una de esas superficies.
—Sí.
Pero ella se dio cuenta que el tiempo se le agotó cuando vio que
Alejandro la saludó con la mano y también le sonrió. Lauren apenas
pudo devolverle el gesto porque su atención fue rápido hacia Camila.
Quería saber cuán bien recibida era su presencia allí. Ella llevaba gafas,
sin embargo, eso no impidió que la tenista la mirara fijamente con un
gesto inescrutable. Se preguntó si Camila había calculado recibirla con
el insondable gesto o era su habitual manera de decir que todo le daba
igual.
—Vayamos —dijo.
—Hola.
Por unos instantes el silencio cayó entre ellas. Los ojos de Camila
fueron por un segundo, solo por un segundo, a la marca en la mejilla
de Lauren y luego se removió como si se estuviera reprendiendo por
ello.
—Por supuesto.
—Creo que cupido anda por aquí —le respondió él sin dejar de
sonreír y miró a Taylor.
—¿Está soltero?
Ese momento lo escogió Selena para mirar hacia las otras canchas,
mientras su equipo se preparaba para iniciar las prácticas. Lauren la vio
saludar a los jugadores y, finalmente, a Camila, que levantó la mano
para corresponder a su gesto. Y así fue como la gran campeona saludó
también a Alejandro y puso los ojos en ella; el reconocimiento llegó
lento.
—Es un gusto.
—¿Vas a volver?
—No.
La ex tenista sonrió.
—¿Ah?
—¿Hablas en serio?
—De acuerdo.
—Eso creo.
—¿En serio va a jugar con Selena? —preguntó Paul sin creer lo que
veía.
—¡Quiero verlo!
Camila bufó cuando vio a su fisioterapeuta ir a ser parte del
pequeño público que ya rodeaba la cancha en la que Lauren y Selena
se disponían a jugar. Con los labios fruncidos, ella al final lo siguió. Paul
se unió a Alejandro y a Taylor, a quien le murmuró un “hola” y recibió
como recompensa una sonrisa bastante coqueta. Camila se paró junto
a su padre.
—Lista.
—Lauren es una de las mejores, Mila —le dijo él con un tono suave—
.
Debes aprender de ella. Trataré de que se quede en el equipo.
Taylor la recibió con una enorme sonrisa y ella, dejándose llevar por
la emoción, la abrazó fuerte. El tenis corría por sus venas y jugar con la
mejor del mundo, la hizo revivir con fuego la emoción de estar en una
cancha.
Camila sabía que ella solo era modesta, porque los tiros que vio
eran más que peloteos. Eran tiros inteligentes, que buscaban dejar a la
rival sin respuestas, como se quedó Selena algunas veces. En ese
momento ella no podía imaginar cómo sería Lauren jugando en una
competencia real. Tendría que averiguarlo. Al final le sonrió y con un
gesto invitó a Paul a regresar a la cancha para continuar con su
entrenamiento.
Media hora después, los cincos salieron del área. Lauren, Alejandro
y Camila caminaban en frente, mientras Taylor y Paul se quedaron un
tanto rezagados, conversando entre ellos.
—Hoy los saques estuvieron bien, pero creo que hace falta un poco
más de potencia —comentó él buscando la opinión de Lauren.
—Sí, pero todavía no estoy lista para tanto. Ya es todo un reto para
mí ir a un restaurante.
—¿Hablas en serio?
Lauren le sonrió.
—Gracias.
—Esta noche Camila asistirá a la fiesta, así que nos vemos mañana
en el juego, ¿de acuerdo? —le dijo Alejandro a Lauren.
—De acuerdo.
—Oye, hay imágenes tuyas jugando con Selena en las redes —le
anunció Taylor a su hermana cuando la noche ya había caído en Paris.
—¿Qué?
—No.
—¿Segura?
—¿Qué?
—Mhum.
—¡Por supuesto que no! Ahora, a quien sí se le caen las babas por
Paul es a ti.
—¡Pero me encanta!
Lauren se removió.
—Eso es basura.
—Y, cuarto…
—No me siento lista para estar con alguien. Mucho menos con
Camila Cabello, cuyo ego debe estar orbitando cerca de algún
satélite en el espacio.
CAPÍTULO 17
Lauren tomó aire. Sus ojos reflejaron un profundo temor; incluso así,
asintió.
—Sí.
Ambas bajaron del auto y el hombre que días atrás las escoltó por
el lugar, las recibió y las guio por un pasillo lejos de la prensa hacia el
vestidor donde permanecía Camila. Ellas encontraron a Alejandro
fuera del vestidor.
—Lauren, eres fuerte. Puedes hacer esto, solo tienes que luchar un
poco más, como lo hiciste años atrás. Pocas personas superan algo
como lo que te pasó y, aunque en este momento sientes miedo, lo
puedes hacer. Piensa en Mike, él te diría esto mismo. Eso te enseñó,
¿no? A luchar cada punto. Esto… —él señaló a su alrededor con una
mano—, es solo un punto más que tienes que jugar para ganar. El punto
que te llevará al siguiente set.
—Lista.
—Ellos estarán atrás, así que puedes sentirte segura —le dijo
Alejandro como si fuera una confidencia—. Tu hermana estará a tu
lado.
Lauren vio cómo eso le restó seguridad a Camila, el gesto que hizo
con los ojos la delató. Aun así, ya tenía otra pelota en la mano para su
siguiente saque. Fue ancho. “Mal comienzo, un muy mal comienzo,
Cabello”, pensó.
CAPÍTULO 18
Lauren sabía que debía sentirse más que feliz por el enorme paso
que dio al quedarse a ver el partido y superar un poco su ansiedad. Sin
embargo, en su lugar sentía una fuerte opresión en el pecho y sabía
bien que no tenía nada que ver con ella. Esa opresión se debía a
Camila. No sabía por qué, pero la imaginaba llena de desasosiego,
aunque la imagen no iba con la tenista. Al contrario, la altivez era algo
que iba con su personalidad; incluso así, la veía en una habitación
oscura, rodeada de dudas, luchando por comprender lo que sucedió
en el partido.
Paul.
—No me gusta, pedí un café. Pero con Paul bebería miles jarras de
té.
—No. Bueno, solo que ella no quiere ver a nadie. Está encerrada
en su habitación.
—Todos lo están.
—¡Alejandro!
—Alejandro…
—Hola, Paul.
—Hola.
—Alejandro.
—Laur, gracias por hacer esto —le dijo tras separarse de ella.
Lauren decidió dar el primer paso, así que se acercó a ella. Camila
la miró cuando se detuvo a unos pocos metros.
—Sí. Me gustó cuando lo vi. Sentí mucha paz, así que… —se
encogió de hombros— lo compré.
—Gracias.
Camila entrecerró los ojos cuando vio la sonrisa divertida que tenía
enfrente. Hubiese dicho cualquier barbaridad en otro momento y con
otra persona, con Lauren tuvo ganas de aligerar el ambiente.
Camila rio y sus ojos brillaron de una manera que a la mujer frente
a ella le resultó encantador.
—Eso pensé.
—Es un gusto.
—Gracias.
A Lauren no le quedó más que aceptar. Clara puso una taza con
café frente a Camila en ese momento.
—Es increíble —apartó la vista del jardín para mirar a la mujer que
caminaba a su lado—. Sé que pasó hace años, pero… lamento la
muerte de tu padre. Lo conocí, era un hombre inteligente y con una
sonrisa siempre amable.
—¡Wow! Cuando papá me dijo que tenías una cancha, pensé que
era una… normal, no una que tendría un torneo profesional de alto
nivel.
Lauren rio.
—Le falta mucho para igualar a las de los torneos de esa clase,
pero he invertido bastante en ella.
—Se nota.
—Está genial.
—¿Cuánto entrenas?
—De acuerdo.
Lauren captó el tono divertido con que hizo la pregunta, así que
arrugó la nariz de una manera que a la tenista le encantó.
—Si te apetece un sándwich a medianoche, vas a tener que
preparártelo tú.
—De acuerdo.
—Vaya —murmuró.
Finalmente Camila se levantó y se acercó a la silla donde estaba
el bolso con su ropa. Lo abrió y sacó un cambio, luego entró al baño.
Después de ducharse intentaría dormir y si no lo lograba, ya podría
comprobar qué había en sus redes sociales o ver TV.
CAPÍTULO 21
Ella quería descansar, así que se quitó la ropa y se dio una larga
ducha, se vistió con ropa cómoda y se dispuso a dormir una siesta. Y lo
hizo; cuando despertó, ya había oscurecido. Se levantó, aunque
deseaba seguir entre los brazos de Morfeo, sin embargo, recordó que
tenía una invitada en casa y, no es que fuera a convertirse en su
esclava, pero quería ser amable. Y tampoco dejaría todo en manos de
su madre o Taylor; así que salió de la habitación, seguramente Clara ya
estaría pensando en la cena.
—Hola.
—Hola.
—También caíste rendida, ¿eh? —le dijo Clara. Camila sonrió con
timidez y se adentró en la cocina.
—Mi dieta es estricta, por eso suelo cenar ligero. En especial con
barras de cereal. Me apuntaré para la ensalada.
—¿Tomas vino?
—Por supuesto.
—Gracias.
—¿Eso quiere decir que tendré que preparar la cena todos los
días?
Camila rio.
—Sí, lo eres.
—Mju.
—Se ve deliciosa.
Lauren rio.
—Necesitaba todas estas cosas con las que entrenaba antes de…
lo que pasó. Así que… el resultado es este gimnasio —dijo señalando a
su alrededor.
Lauren rio.
—¿Veinte segundos?
—Sí —respondió—. Sé que estamos lejos de ser amigas como para
hacer preguntas algo personales, pero… entrenar como lo haces, sin
competir, ¿no te… frustra?
Y repitieron el ejercicio.
—Camila…
—¿Creías en eso?
—Creía en mi padre.
Lauren la miró.
—¿Y mi cabeza?
Camila se tapó la cara con las manos, luego las subió hasta hundir
los dedos entre sus cabellos.
—Lo haré.
—¿Un calambre?
—Sí —gruñó.
—Déjame ayudarte.
—¿Acalambrada?
—Claro.
Taylor fue a buscar las raquetas y las pelotas, mientras las otras dos
mujeres siguieron hacia la cancha.
Lauren sonrió.
—Lo entiendo.
—Por supuesto.
—¿Cuál sonrisa?
—No te hagas la tonta, Taylor. Vas a jugar con ella sin hacer de las
tuyas.
—¡Tay!
—Gracias. Bien, rétala mucho. Juega todos los drop shot que
puedas.
—Hecho.
Y su cuerpo se encendió.
—¡Cuidado!
—Sí.
—De acuerdo.
Camila rio.
—Es lo nuestro.
—Sí.
—Tu swing está tenso, Camila —alegó Paul—. Sostienes muy fuerte
la raqueta.
—Relajé el agarre.
—Yo creo que sí —dijo para mantener su imagen dura, pero su tono
de voz no fue acorde con sus palabras.
Entonces ella se fijó en Lauren, que parecía tensa y tenía los puños
apretados; su respiración estaba alterada y su frente tenía una capa
de sudor. Eso le oprimió algo en el pecho, estaba tan acostumbrada a
una Lauren completamente relajada en su casa que verla así, la llenó
de un enorme desasosiego y quiso calmarla de alguna manera.
—Gracias —susurró.
Camila sonrió por el brillo que vio en los ojos de la ex tenista, en ese
momento parecía una niña.
Y así, día tras día, Lauren se encontró no solo rodeada del color
blanco que dominaba cada rincón de su casa, también de los colores
que salpicaban las paredes cuando Camila reía, cuando estaba cerca
de ella, cuando sus ojos marrones se tropezaban con los suyos y se
negaban a desencontrarse, como si un hilo invisible se tejiera entre ellas.
Y así, inesperadamente, sintió fuerzas para volver a ser ella, para
enfrentarse al mundo.
Y ese velo que fue cayendo no solo fue asentando un poco sus pies
sobre la tierra de nuevo, también fue dejándola ver más allá de la
belleza de Lauren. Fue haciéndola descubrir lo fuerte que era. En algún
momento se preguntó cómo la ex tenista manejaría su situación de
estar en su lugar. Seguramente no hubiese roto tantas raquetas para
descargar su frustración en la cancha. Al contrario. Camila la imaginó
deteniéndose, haciendo una pausa para mirar a su alrededor, para
analizarse.
Es que con los días ella fue descubriendo que Lauren era distinta a
todas las personas que conoció antes. Se preguntó también si siempre
fue así o cambió tras la agresión. Esperaba tener tiempo de averiguarlo,
porque verla cocinar de vez en cuando, no la dejaba pensar mucho.
Tampoco ver sus fuertes muslos a través del espejo cuando estaban en
las bicicletas estáticas. Lo cierto es que se había convertido en una
odisea pensar cuando ella estaba cerca.
Y así, los días que Camila pasaba en esa casa eran como suspiros
que deseaba extender, pero la noche llegaba y de pronto se
encontraba pensando en las cosas y momentos compartidos con
Lauren. Y ni hablar de lo mucho que se le contraía el estómago cuando
sus manos se rozaban o el aroma de sus cabellos la envolvía. Y es que
Lauren oTaylor a jardines de tulipanes, a nubes flotando sobre el mar, al
calor del rocío tras la tempestad. Y cada una de esas cosas que
pensaba la preocupaba, porque eso que sentía en el estómago al
verla, ya se había convertido en una necesidad. Porque cuando
pasaban horas sin verla necesitaba verla. Necesitaba saber que estaba
bien. Necesitaba saber que su sonrisa maravillosa seguía siendo la
misma. Que su risa seguía siendo mágica.
Y esas horas sin verla las llenaba recordando los instantes junto a
ella en cualquier lado. En la cancha, cuando corría para alcanzar una
pelota sabiendo que los ojos verdes la observaban. En la cocina,
cuando Lauren le pedía que cortara un tomate o una seta. Junto a la
piscina, cuando veía embelesada cómo sus labios besaban el cristal
del vaso para beber un poco de limonada. Y todos esos detalles fueron
acumulando en su ser un deseo. Un único deseo que ya comenzaba a
ser una obsesión. Ella anhelaba, necesitaba, besar a Lauren. Lo
deseaba con la misma intensidad con que jugaba al tenis.
Pero…
Pero…
—¿Por qué?
—No lo sé en realidad.
—¿Siempre te ha pasado?
—Gracias —le sonrió y se adentró sin saber muy bien qué hacer a
continuación, así que hundió las manos en los bolsillos del short que
vestía—. Espero no molestarte. Quería saber… qué haces.
—¿Qué?
—¿Por qué?
Una vez más las cejas de la tenista se alzaron. Ellas no estaban tan
cerca; Lauren se encontraba sentada en medio de la cama y ella, en
la orilla. Sin embargo, sería tan sencillo inclinarse un poco y… “¿Y qué,
Camila?”, se preguntó, sin atreverse a permitir que sus pensamientos
siguieran el rumbo que llevaban. Aun así, se traicionó. “… besarla”.
—¿Qué encontraste?
—Ponte cómoda.
—¿Cómo lo sabes?
Y con esa respuesta la tenista tuvo una pista de lo que hacía Lauren
cuando se iba temprano a su habitación.
—Sí.
—¡Wow!
Lauren rio.
—Sss… sí. Estoy bien —“deseando besarte más que nunca, pero
bien”, pensó.
CAPÍTULO 26
Lauren no supo cuánto tiempo pasó, pero sabía que era bastante
porque de pronto necesitó respirar. Los ojos marrones tenían una
mirada tan intensa como turbia; ella sospechó en ese instante que a
Camila le pasaba algo similar que a ella y su corazón volvió a agitarse.
Una sonrisa fue dibujándose en su boca, pero tan lento como se asomó,
fue desapareciendo cuando vio los ojos de la tenista desviarse hacia
su brazo derecho. Y esta vez lo que sintió no fue agradable. Recordó
que llevaba una camiseta y maldijo para sus adentros. Cerró los ojos
tan solo un par de segundos para tomar aire y tragar la bilis que sentía
de pronto en la boca.
—No —musitó.
¿Por qué?
—No —susurró.
Lauren gimió. Gimió sin poder evitarlo porque sentir los labios de
Camila sobre los suyos fue algo explosivo; fue como una tonelada de
dinamita estallando en su pecho, enviando millones de deliciosas
sensaciones por su pecho hasta esparcirlas en su sangre. Y luego fue
casi una locura sentir el calor de su aliento en su boca. Todo
desapareció a su alrededor y se perdió en los labios que se movían
contra los suyos, cada vez más exigentes, hambrientos.
—Camz… —susurró.
—¿Por qué?
—Porque cada una tiene una vida. Ninguna de las dos está para
complicaciones ahora.
La tenista cerró los ojos y bajó los brazos, poniéndolos en jarra. Pero
antes brillaron de impotencia, Lauren pudo verlo.
—Así es.
Ella sonrió.
—Sí, un poco.
—Las marcas en la mejilla eran más grotescas. Tuve que pasar por
muchas cirugías para que quedara así. El brazo no tuvo tanta suerte.
Camila la miró.
Lauren bufó.
—Sí, es tarde.
Camila sonrió.
Lauren asintió.
Las cejas de Lauren se alzaron y tras ellas, llegó el rubor que pintó
de carmesí su rostro.
—Camila…
La tenista sonrió.
—Maldita sea, no tienes ni idea —dijo y volvió sobre sus pasos para
acercarse a ella—. Te besé porque cada día que he pasado aquí, he
descubierto un nuevo matiz de tu belleza. Pero no hablo únicamente
de lo físico, porque esa cintura es un peligro para cualquier mortal. Me
refiero a la belleza de tu alma. Y porque si no te besaba, iba a volverme
loca.
—Maldición, fue solo un par de besos. No eres una chiquilla, así que
ya duérmete —se exigió y volvió a cerrar los ojos.
Esta vez, por pura terquedad, permaneció con los ojos cerrados
por más tiempo, hasta que el mundo de los sueños la acogió. Y aunque
intentó escapar de lo que le hacía sentir Camila, la descubrió en sus
sueños, en una cancha de tenis. El sueño iba en cámara lenta y ella
contenía la respiración, como si no quisiera que la tenista se diera
cuenta de que se encontraba allí, observándola. Ella la veía jugar,
como cada día. Camila devolvió una pelota con mucha fuerza, Lauren
lo supo por el gesto en su rostro, pero luego, en lugar de tomar una
posición de ofensiva, simplemente se quedó parada, con el entrecejo
fruncido, como si no comprendiera lo que sucedía al otro lado de la
cancha. Incluso vio picar la pelota en la esquina derecha. En el sueño
Lauren pensó que pudo llegar a esa pelota y devolverla sin ningún
problema.
—Buenos días. Lo, está rendida, supongo que se nos unirá más
tarde.
—¿Por qué?
Taylor bufó.
—No tengo nada que sentir —respondió y no supo por qué, pero
sintió que mentía—. ¿Por qué preguntas eso?
—Adiós.
—¿Descubriste algo?
—Bien, creo que tras la exitosa temporada que tuvo el año pasado,
su mente se reprogramó. Ganar tantos partidos le hizo creer que era la
mejor de las jugadoras. Tal vez que nadie puede ganarle, por mucho
que luche. Su mente se programó con ese supuesto, entonces, en la
cancha, cuando su rival le regresa la pelota, una parte inconsciente
de ella le dice que no debe esforzarse por ir a buscarla o devolverla
bien.
Alejandro asintió.
Ella volvió a mirarla, y esta vez dejó sus ojos enlazados al color
esmeralda.
—De acuerdo.
—Entiendo.
La pelota que Camila recibió llevaba mucha fuerza, aun así, trató
de dirigirla por la lateral derecha, pero no lo logró, solo escuchaba a
Lauren pedirle que la moviera. La pelota que devolvió fue ancha y su
rival detuvo su carrera.
—No eres la mejor del mundo, Camila. La mejor del mundo pelea
cada punto, juega con una estrategia. No se conforma con golpear la
pelota sabiendo que hay alguien que se la devolverá porque que
quiere derrotarla. ¡Todas quieren derrotarte y tú se lo permites! ¡No eres
la mejor del mundo! ¡No eres invencible! ¿O es que tus derrotas no te lo
han enseñado aún?
Alejandro cerró los ojos en cuanto vio a su hija apretar los dientes y
tensar la mandíbula. Unos segundos después, oyó los golpes y supo que
en el mundo había una raqueta menos.
CAPÍTULO 30
La mirada de Camila estaba crispada, sus labios eran casi una línea
y la mandíbula la mantenía muy apretada, pero a Lauren no le importó
ni una pizca, se acercó a la red tras presenciar su arrebato.
Por más que Camila corrió, no alcanzó a llegar. Ella cerró los ojos
con frustración; cuando los abrió, se encontró con el impertérrito rostro
de su padre que ya le lanzaba otra pelota a Lauren. Sintió la rabia bullir
dentro de ella con más fuerza, se dio la vuelta y volvió a acomodarse
para recibir el saque de su rival.
Con los dientes apretados, Camila devolvió el tiró con todas sus
fuerzas.
La pelota picó en el ángulo derecho. Lauren ni siquiera se movió.
Lauren comenzó a secarse el cabello sin apartar los ojos de ella. Sin
saber qué más hacer, Camila deslizó la puerta y dio un paso afuera.
—Hola —susurró.
—Sí.
—Funcionó, ¿no?
La tenista no respondió. Simplemente se quedó mirándola a los
ojos, llenándose de su belleza. Así como se encontraba, en traje de
baño, con gotas de agua bajando por su piel rosácea por el sol, con el
cabello húmedo, que peinaba con movimientos delicados y muy
femeninos, era imposible no quedarse mirando. Era imposible que el
brillo del deseo no resplandeciera en sus ojos marrones.
—Por supuesto.
—Debes pelear cada punto con ideas claras. Tus ideas deben ser
claras en su concepción. Si vas a atacar con un revés, debes mover a
tu rival, eso es tener una idea clara de los golpes que vas a ejecutar.
Lauren sonrió.
—De acuerdo.
—¡Adelante!
—Hola.
Ella le sonrió.
—Hola.
—Ya… me voy —le anunció entrando de lleno en la habitación.
Camila sonrió.
Lauren sonrió.
—Lo intentaré.
La tenista rio.
—Así es.
Ambas sonrieron, pero de inmediato volvieron a ponerse serias.
Ninguna de las dos apartó la mirada. De pronto Camila dio un paso
adelante, la rodeó por la cintura y, lento, fue estrechando sus cuerpos,
como si pidiera permiso para hacerlo.
Las palabras sorprendieron a Lauren, aun así, el paso que dio atrás
fue lento.
—Ahora me gustas y…
Camila rio.
Lauren bufó.
—Ya deja mi ego en paz y ven… —le pidió riendo, luego la tomó
por una mano y la arrastró fuera de la habitación —mi padre quiere
despedirse de ti. Y sobre lo que yo quiero, ya hablaremos de ello
cuando me extrañes —le dijo y le guiñó un ojo.
CAPÍTULO 32
—¿Segura?
Alejandro alzó las cejas con un gesto que la llenó de ternura. Ella
apartó la vista unos segundos hacia la ventana, pensado bien si
sincerarse con su padre. Cuando volvió a mirarlo, le sonrió de nuevo.
—Sí —hizo una breve pausa—. Papá, me gusta Lauren —le soltó y
vio las cejas de su padre subir.
—¿Qué?
Camila sonrió.
Alejandro asintió.
—La besé.
Camila rio.
Camila bufó.
—Alejandro, ya no me regañes.
—Sí, muchas veces. Solo espero que lo que haya pasado entre
ustedes, se quede allí. Aún tengo la esperanza de que se convierta en
el cerebro técnico del equipo, así que no lo eches a perder.
—Oh, no, no, no. Nada de eso. La quiero en el equipo para que te
ayude, no para que la acoses.
—Ah, ¿no? ¿Me vas a decir que te gusta muchísimo como dices, y
no vas a hacer nada?
Y es que los labios de la tenista eran tan suaves. Sin darse cuenta
se llevó los dedos a la boca y se acarició. El suave roce no se
comparaba en lo absoluto al contacto de sus labios, pero era delicioso
recordarlos.
—Oh, sí que lo hiciste. Estoy quitando las hojas secas de mis plantas.
Limpié al menos tres plantas y no dejaste de sonreír en ese tiempo.
—Sí.
—Ella… —no estaba segura de lo que iba a decir, así que cambió
las palabras—. Me gustó mucho tenerla en casa.
—¿Solo eso?
—Fue como volver a lo… normal. A lo que era normal antes del
ataque.
—¿Ella te gusta?
—Y tal vez Camila sea una vía para que lo hagas. Siempre te miro,
y hoy es la primera vez en mucho tiempo que no parece que estás
pensando en lo que te sucedió.
Clara rio.
“No eres la mejor del mundo, así que debes luchar cada pelota”,
pensó mientras botaba la pelota contra la superficie. En su interior bufó,
“vaya pensamiento para iniciar un partido”. Negó con la cabeza para
concentrarse, entonces lanzó la pelota al aire y, sin dejar de mirarla, la
golpeó. La pelota salió rápida y profunda.
—¡Síííí! —gritó.
—¡Oh, por Dios! Ustedes son incorregibles —se quejó al tiempo que
cambió a la posición india y apoyó el codo en su pierna y la quijada, a
su vez en su puño.
—Ah, ¿no?
—No. Sí, nos besamos, pero así como sucedió, dejamos las cosas
claras.
—¿La rechazaste?
—¡Tay!
—No. No lo he hecho.
—Da igual. Yo quiero que vuelvas a ser la de antes. Quiero que sea
feliz y si ella te gusta, deberías intentarlo.
—Taylor…
—Exacto.
—Lo hice, papá —le susurró sin dejar de abrazarlo—. Gané —era
un verdadero alivio romper la cadena de derrotas que arrastraba
como la más pesada del mundo.
—Gracias.
—Eres el mejor —le dijo con una enorme sonrisa—. Tal vez en el
próximo partido pierda, pero ahora mismo estoy feliz y eso en parte es
gracias a ti.
Ella rio.
—¿A salir?
—Camila…
—No me digas que no. Al menos piénsalo, ¿sí? No quiero pasar las
noches en la cocina de tu casa esperando a que necesites calentar
leche para tener otra oportunidad de besarte.
—En una cancha, eso hubiese sido decretado un ace —fue todo
lo que se le ocurrió decir rogando al cielo que Camila no notara su
rubor.
Ella bufó.
—Vas a tener que darme la clave para ganarle a Selena —le dijo
Camila a Lauren cuando la llamó tras recuperarse del partido.
Ella rio.
—No hay una formula exacta, pero ayuda mucho moverla por la
cancha. Te lo dije en cuanto supe que sería tu rival en la final.
—Créeme, lo sé.
—Tu madre tiene razón, así que cálmate —se dijo—. Cálmate.
—Hola —susurró.
—Sí.
—Es una convención social saludar con un beso —le dijo sin
retroceder—. De hecho, hay lugares donde es obligatorio dar un par
de besos.
Camila rio, pero no se alejó mucho. Sus ojos estaban fijos en los de
color esmeralda.
—Lo serán.
—Me alegra que estés de vuelta —le dijo con un susurro sin mirarla,
sus ojos estaban clavados en la superficie de la cama.
—Y a mí regresar.
CAPÍTULO 36
La joven bufó.
Camila torció la boca en una sonrisa sexy. Ella sabía que no le era
indiferente. En ese momento Clara le pasó la cazuela y comenzó a
servirse, pero manteniéndose atenta a lo que la mujer a su lado le
decía.
—Me encanta tu sutileza para insistir en esa cita —dijo para darse
tiempo, mientras pasó a servirle en el plato a su invitada procurando
agregarle buenas porciones de mariscos—. Dime cuando sea
suficiente.
—No lo hago.
—No me niego.
Camila sonrió.
—La tendré.
—¿A mí?
—Mhum.
Camila metió la mano en el bolsillo trasero de su pantalón y luego
le tendió algo brillante. Lauren tomó una diminuta raqueta de tenis con
una pelota pegada en medio. Era un llavero.
—Gracias, me encanta.
Y así, las horas del día se le fueron como el agua entre los dedos y
de pronto ya se encontraba en su habitación decidiendo qué ponerse
para ir a cenar con Camila Cabello. Con una sonrisa, ella le respondió
que usara algo elegante cuando le preguntó a dónde irían. En ese
momento se encontraba frente a su clóset eligiendo la ropa apropiada.
Después de un par de minutos de consideración, se decidió por un
conjunto de chaqueta y pantalón de color rosa empolvado,
combinado con una camisa negra y unas sandalias altas del mismo
color. Decidió dejarse el cabello suelto; se sombreó los ojos usando un
tono más claro que el del traje, al igual que el labial. Le gustó la imagen
que vio en el espejo. Cuando consideró que estaba lista, tomó una
cartera negra y se la colgó al hombro.
—Si estás lista, será mejor que nos vayamos. La reservación es para
dentro de media hora —le anunció.
Ella asintió.
—Esto va a sonar a cliché, pero debo decir que estás hermosa —le
dijo con un tono salpicado de seducción.
Lauren rio.
La tenista rio.
La tenista la miró.
—¿Cuándo fue la última vez que saliste con alguien? Quiero decir,
en una cita.
Camila se removió.
—En una cita, hace mucho tiempo que no sucede. Sin embargo…
Las cejas de Lauren se alzaron. Esa respuesta no era del todo clara,
aun así, involucraba a otra mujer y eso le causó cierta incomodidad.
—Sí.
—Entiendo —murmuró.
—Ah, ¿no?
Camila sonrió.
—Con permiso —dijo y dejó las copas sobre la mesa frente a ellas
y procedió a descorchar la botella de vino, que luego sirvió—. Que lo
disfruten.
—Por esta primera cita —propuso mirando con intensidad los ojos
de color esmeralda.
—Salud.
—No te lo creo, pero está bien. Creo que te hice una pregunta
demasiado personal.
—¿Estás nerviosa?
—¿Por qué?
—Exacto.
Lauren rio.
La tenista rio.
—Eso quiere decir que sabes que no está bien lo que haces.
—Sí.
Se encogió de hombros.
—Con permiso.
El mesonero se alejó y Camila buscó su mirada que reflejaba
miedo.
—No tienes nada que agradecer. Solo quiero que estés bien.
Ella sonrió.
—Sí. Gracias.
—Toma un poco de vino, ayudará a que te relajes.
—No te preocupes por eso. Solo quiero que sepas que, mientras yo
esté a tu lado, nadie se acercará a ti.
—¿Qué hacías en las citas años atrás? —quiso saber. Pasó el pulgar
por los nudillos acariciándolos; sus manos continuaban unidas.
Lauren rio.
—No tienes idea —susurró y sus ojos volvieron a pasearse por sus
labios, mientras ella se mordía el inferior.
Pero Camila no tenía fuerzas para resistirse, así que se acercó hasta
rozarle la oreja.
—No es eso. Es que tengo un interés muy grande por salir de aquí y
si piden uno —el portero del restaurante les abrió la puerta y salieron—
vendrán más.
—¿Y cuál es ese interés? —le preguntó Lauren con una sonrisa.
Lauren la vio sonreír entre las sombras; las luces artificiales de afuera
pasaban fugaces.
Lauren solo pudo negar con la cabeza mientras sonreía. Y, una vez
más, el silencio las acompañó durante un tramo del camino.
—A unos doscientos metros, hay un mirador —comentó ella de
pronto.
—¿Quieres parar?
—Ibas distraída.
—Me encanta.
—A mí también —dijo.
—Sí, lo es.
—Hace mucho que no hago esto —le dijo y entrelazó los dedos
con los de ella. Y su corazón latió más rápido aún. Y sí, en el estómago
había mariposa, ella lo comprobó en ese instante.
—¿Tienes frío?
—No —susurró.
Las manos de Camila bajaron por sus brazos. Fue cuando Lauren
levantó la cabeza y sus cuerpos se acercaron hasta rozarse. Sus ojos
volvieron a toparse. Ella contuvo la respiración cuando se acercó a los
labios de la tenista, los rozó con suavidad y los encontró entreabiertos,
como si buscaran encajarse a los suyos.
Y eso bastó para que sus labios volvieran a unirse, solo que esta vez
de una manera hambrienta. Sus bocas se unieron húmedas, calientes.
Se devoraron como si llevaran una vida infinita esperando por volver a
sentirse. Camila la apretó más contra su cuerpo y las manos de Lauren
aferraron la tela del vestido que cubría su piel. Ambas gimieron en sus
bocas cuando sus lenguas se encontraron como dos serpientes en
pleno apareo.
La ex tenista rio.
—Es mejor que nos pongamos en marcha —le dijo tomando su
mano e instándola a moverse.
Camila se alejó del tronco del árbol con un gruñido que hizo reír de
nuevo a Lauren.
—De acuerdo.
Lauren rio.
Ella no supo qué decir, así que para no tener que responder, volvió
a beber de su café. Taylor la observó unos segundos, luego se encogió
de hombros y prestó atención a la fruta que cortaba. Pero antes de que
alguna de las dos pudiera volver a decir algo, se oyeron unos pasos.
—¿Cómo estás?
—Bien.
—¡Nada!
Bien, en el tenis su padre le decía que usara todas sus armas. Y ella,
como buena aprendiz, solía trasladar ese consejo a su vida personal.
Esa mañana, mientras se alistaba para su rutina de entrenamiento, se
topó entre su ropa con su short blanco preferido. Le encantaba la
forma en que se ajustaba a sus caderas y muslos, pero sobre todo, a su
trasero. Lo realzaba de una manera que le encantaba. Y lo mejor era
que atraía miradas. Y justo eso era lo que buscaba cuando, sonriendo,
decidió ponérselo. Atraer a Lauren, tentarla. Y vaya que lo logró.
Y así, la tarde llegó y la noche fue tras ella como si necesitara ser
testigo de cómo los mortales se entregan a la pasión. Hacía ya casi dos
horas que Camila se había despedido de sus anfitrionas, en ese
momento se encontraba acostada revisando en su teléfono sus redes
sociales cuando algo llamó su atención. Afuera de su habitación el
pasillo estaba iluminado, por eso captó el movimiento de la sombra de
alguien cuando se acercó a su puerta.
—No.
—¿Qué cosa?
De nuevo Camila la besó, pero esta vez no fue fugaz; esta vez se
quedó pegada a su boca como si necesitara de ella para respirar.
Lauren gimió cuando la apretó más contra su cuerpo y la hizo moverse.
Comenzaron a retroceder. La lengua de Camila invadió su boca y ella
le dio la bienvenida enredando la suya con esa sensual serpiente que
la tentaba.
—Puedes jurarlo.
Lauren tomó aire y Camila volvió a unir sus frentes cuando, con
delicadeza, deslizó la tela desde el centro de su pecho hacia los
hombros. Se maravilló al ver los senos coronados con aréolas rosadas y
los duros pezones.
—¿Quieres matarme?
Estaba húmeda.
Estaba caliente.
Lauren la miró.
La tenista sonrió, pero continuó sin dejar ver el marrón de sus ojos.
—Lo ha sido.
—No digas eso —le pidió y ahora fue ella la que se movió. La
empujó hasta tenderla y se abrazó a ella.
—Lo sé.
—¿Hablas en serio?
—En unas horas debes entrenar —dijo Lauren apenas hallando aire
para hablar—. No vas a tener energías.
Lauren sonrió y le besó la quijada, luego bajó rozando con los labios
el centro de su garganta. Se desvió a un lado para besarla un poco
más y subió hasta alcanzar el lóbulo de la oreja, que succionó antes de
atraparlo con los dientes. Sintió a Camila estremecerse debajo de ella
y tragar fuerte, sonrió complacida.
—En eso tienes razón. Iré por agua —ofreció y se apartó de ella.
—Te acompañaré.
Ya Lauren buscaba una bata de baño en una de las gavetas del
clóset.
—No es necesario.
—¿Lista?
—Sí.
Camila sonrió traviesa y, alzando las cejas, bebió el resto del agua
que quedó en la botella.
Lauren cerró los ojos al sentir los labios besar su sensible piel;
también hizo a un lado la botella para rodearla con los brazos por los
hombros. Le fascinaba la delicadeza de la tenista. Esa suavidad de su
piel contrastaba de una forma deliciosa con la firmeza de su cuerpo.
Lauren sonrió con ternura y la rodeó por las caderas para acercarle
más a ella. La tenista buscó su boca, no se cansaba de besarla y eso la
maravillaba. Su corazón emprendía el galope cuando sentía sus labios
moverse contra los suyos, era una danza tan sensual, erótica, excitante,
que era casi imposible no volverse adicta a su boca. Cada beso las
consumía con la misma intensidad, ella se daba cuenta por la forma en
que Lauren gemía, por la manera en que sus dedos apretaban su piel
para acercarla, aunque no hubiera más espacios entre ellas. Era
maravilloso besarla. Maravilloso y mágico.
—Oh, nada de eso —le dijo tras romper el beso y dejó de abrazarla
para detener lo que hacían sus manos—. Aquí no vamos a hacer nada.
—Será divertido.
Lauren dejó la botella con agua sobre una de las mesas de noche
y la miró.
La tenista asintió.
—En parte.
Esas palabras dejaron sin habla a Lauren por unos instantes; por
todo su pecho se expandió una deliciosa emoción. Sus ojos se
humedecieron un poco, pero sonrió con ternura.
Camila sonrió.
Fue cuando ella notó que en medio de la mesa había una jarra
con zumo y unos vasos con algunos restos. El día estaba algo caluroso,
de seguro buscaban refrescarse cerca de la piscina.
—Sí, gracias.
Lauren rio.
—No.
Camila rio, pero luego se puso seria cuando vio cómo la mirada de
Lauren se intensificó.
—Porque quería darte los buenos días así… —le respondió y la besó.
CAPÍTULO 45
—Nada —respondió.
Lauren rio.
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto.
—Quería hermanos, así que me hieres con eso —le dijo señalándola
con la raqueta.
Lauren bufó.
—Sí, claro.
—Soy una mujer tan buena onda, que no pudiste resistirte a mis
encantos.
—Puedo ser muy, muy presumida —dijo con la voz ronca—. Pero
también puedo subirte al cielo —aún miraba su boca sin ocultar su
deseo.
Lauren rio y, finalmente dio un paso atrás. Una de las dos debía ser
quien mantuviera el orden y, conociendo a Camila, dudaba mucho
que fuera ella.
—Hey.
—¿Para?
—Dejarnos solas.
—¿En serio?
—¿Lo ves? Soy una mujer súper buena onda. Hasta Clara puede
verlo.
Lauren rio.
—Ah, ¿sí?
—Mhum.
Camila sintió que se quedó sin aire, pero una sonrisa de Lauren
llegó para calmar el maremoto en su interior. Entonces ella también
sonrió, aunque con un poco de inseguridad.
—Sé que tienes tu propia batalla.
—Voy a estar aquí, Camila. Siempre voy a estar aquí por si quieres
regresar y dejaremos fluir las cosas.
CAPÍTULO 46
Camila rio.
Casi tres horas después, Camila abordó el avión que la llevaría esta
vez al abierto internacional de Nottingham, en Gran Bretaña; uno de
los torneos preparatorios para Wimbledon. El torneo le serviría para
probar su tenis, en el cuadro aparecían algunas de las jugadoras que
lideraban el ranking mundial de la WTA. Ganar el torneo le daría
confianza para jugar en el césped sagrado de Wimbledon.
Camila se sintió como una especie de zombi. Los ojos los sentía aún
pesados y el cuerpo, débil. Sabía que darse una ducha y bajar a
desayunar la haría recuperar las fuerzas, pero en ese instante se
negaba incluso a parpadear. Gruñó sabiendo que debía ponerse en
movimiento.
—No tardes.
—De acuerdo.
Milka rio.
Camila vio cómo los ojos de la morena brillaron. Sonrió con mesura
y se removió, pensó en Lauren de inmediato. La ex tenista le había
dejado claro que no estaba lista para tener una relación, por lo que
era libre de responder a los coqueteos de Milka, pero de pronto pensar
en ella de esa manera, no le resultó tan atractivo como antes.
“¿Te deseé suerte en el torneo? Creo que no, así que corrijo mi
error. Pero les desearé suerte a las demás porque estoy segura de que
le patearás el trasero a todas”. Al final añadió un emoji que le guiñaba
un ojo. Camila rio y se dispuso a responder.
Lauren sonrió.
—¿En pijama?
—Oh, sí. Los colores están geniales. Y el diseño de los polos es muy
moderno.
Camila rio.
—¡Por supuesto!
Camila rio.
—Puedes intentarlo.
—De acuerdo.
Él frunció el entrecejo.
—¿En serio?
Paul bufó.
Pero ese gesto fue como una invitación para la morena, que se
acercó a ella hasta que sus senos se rozaron.
—Por supuesto.
—Ya papá —le pidió Camila sabiendo que su padre siempre tuvo
cierta aversión por Milka.
Él esperó a que la morena subiera al ascensor y, al final, miró a su
hija.
—Ya te lo busco.
—¿Qué?
Clara bufó.
—Mamá…
—Sé lo que quieres hacer. Quieres ir por Paul. ¿Qué pasa con la
universidad?
Taylor vio sus ojos brillar y no pudo más que devolverla la tierna
sonrisa. Se soltó de sus manos y la abrazó fuerte. Lauren sonrió y la
apretó contra ella.
—Está bien —le dijo y luego se soltó un poco para mirarla a los
ojos—. Quiero que sepas que estoy muy orgullosa de ti. Sé que viajar
sola va a ser todo un desafío para tu ansiedad, pero eres la mujer más
fuerte que conozco. Por eso sé que llegarás al fin del mundo si te lo
propones.
Lauren rio.
—¡Es cierto! Y pensar que me cayó tan mal cuando la conocí. Para
su suerte ahora su ego no está tan en la estratósfera, y eso hace que
pueda aceptar que haya enamorado a mi hermana.
Lauren sonrió.
Lauren oyó los aplausos del público antes de tener una vista
completa de la cancha. Sonrió en cuanto la vio; Camila estaba al
saque. Su rostro se notaba tenso, aunque ella supo de inmediato que
era pura concentración. La tenista sostuvo su saque con un ace y tres
tiros ganadores; esa pausa la aprovechó Alejandro para dirigirla al
palco donde se encontraban Paul, el doctor Green y Joe.
En la cancha, cuando Camila ganó el punto, levantó el puño
hacia su equipo; le extrañó que su padre no estuviera ahí, pero no por
eso dejó de mostrarse firme para el resto de su equipo. Ella se dirigió a
su puesto; no se sentó hasta que el recogepelotas le entregó su toalla.
Ya sentada, bebió un poco de agua y se dispuso a esperar para volver
a la cancha.
Dicen que los celos hacen perder la cabeza y lleva a las personas
a cometer locuras. Muy pronto Camila sabría de lo que es capaz de
hacer una mujer enamorada… y celosa.
CAPÍTULO 50
—Alejandro prefirió esperar con ella a que parte del público saliera,
ya sabes, por su ansiedad —la tenista respiró profundo. A veces
olvidaba la lucha que llevaba Lauren con sus ataques de ansiedad—.
Después que abandoné el palco, los perdí. Ahora, ¿puedes relajarte?
Estás vibrando.
—Es que no entiendo por qué papá no vino directo aquí. Siempre
lo hace.
—Mila, re… la… ja… te —le pidió una vez más. Camila se incorporó
y se sentó en la cama.
—¿Se puede?
—No puedo creer que estés aquí —le dijo aún sin soltarla.
Camila rio.
—No, pero mientras iba tras la pelota, pensaba que era la peor
jugadora del mundo y eso me lo enseñaste tú.
Lauren soltó una leve carcajada.
Camila le sonrió.
—No podía estar un día más sin… tocarte —susurró también sin abrir
los ojos.
Y ese matiz grave de su voz provocó que la chispa que surgió con
su cercanía, se convirtiera en una llamarada cuando Camila se lanzó
contra su boca, uniéndolas en un beso hambriento que amenazó con
paralizarles el corazón. Lauren gimió contra sus labios y la rodeó por el
cuello entregándose por entero a sus deseos de sentirla.
—¿Por qué?
—Porque debes concentrar todas tus energías en el… ¡oh, Dios mío!
— jadeó. Camila acababa de succionar su piel en la base de su
cuello—… siguiente partido.
Y tal como lo dijo Alejandro, había mucho trabajo por hacer, por
eso el equipo en pleno se reunió para planificar las rutinas de
entrenamiento que Camila debía llevar a cabo al día siguiente como
preparativo para su partido de la semifinal. Se enfrentaría a la Nº 2 del
mundo, sería todo un desafío. Terminada la reunión, todos se
dispusieron a descansar; si bien había confianza en el tenis de Camila,
los nervios no dejaban de aflorar.
—¿Qué te pasa?
—¿Qué?
—Exagerada.
—No quiero problemas con Alejandro, así que será mejor que dejes
de hacer eso. Después del torneo, tendremos un poco de tiempo para
lo que quieras.
—¿Hablas en serio?
—Hablo en serio.
—Gracias, papá.
—Gracias.
Bien, Milka puso las cartas sobre la mesa y quería que ella mostrara
las suyas. Lo haría, decidió.
Milka suspiró.
—Gracias.
Milka rio.
—¿Todo bien?
—Sí.
—Bien, es hora.
Minutos después, Camila Cabello salió a la cancha y fue recibida
con un caluroso aplauso del público. Ella levantó la mano para saludar
y sonrió. Mientras caminaba a su puesto, miró hacia su palco. Ahí
estaba, justo al lado de su padre, Lauren, que le guiñó un ojo en la
distancia y le sonrió; sin embargo, percibió su nerviosismo. Ella daba
pasos gigantescos para superar su ansiedad, pero aún quedaba
mucho camino por recorrer.
—Esa fue una buena decisión —hubo una corta pausa entre las dos
en la que se miraron a los ojos—. ¿Lo odias?
Ella afirmó.
—Lo sé.
Al igual que con el partido de semifinales, Camila dedicó un par
de horas para su entrenamiento de rutina. Tanto Lauren, como cerebro
técnico, como Alejandro y Paul, se mantuvieron atentos a cada uno de
sus movimientos. Tras regresar al hotel y descansar un poco, de nuevo
los tres se sentaron a analizar el juego de Selena Wilson, aunque la ex
tenista conocía algunas de sus debilidades.
—Lo siento, Mil, pero no hay lugar. Estará todo mi equipo, además
de Lauren.
—Creo que has vuelto a ser tú. Quiero decir, tus golpes y
desplazamientos están quemando la cancha.
Tras casi una hora de intenso tenis, Camila tenía triple match point.
Selena estaba al saque y en su rostro se evidenciaba su impotencia. Al
otro lado de la cancha, ella se balanceaba ya lista para ir en busca de
la pelota. La Nº 1 del mundo puso la pequeña esférica en juego
colocándola en medio de la T. Camila la devolvió con potencia y tan
profundo como pudo, Selena tuvo que desplazarte de un extremo a
otro para alcanzarla, le salió un globo que su rival fue a buscar.
—Eres una gran rival. Bien hecho —le dijo Selena y le dio un corto
abrazo.
—Gracias.
No era el primer torneo que ganaba, pero para Camila lo parecía.
Aún sentía la euforia recorrer su cuerpo. Le pareció interminable todo
el protocolo del torneo, luego la toma de muestra antidopaje de rigor
y finalmente, la rueda de prensa.
—¿Qué pasa?
—No.
—No.
—¿Analgésico local?
—No.
—La prensa sabrá también que fue un error. Ellos emiten una
notificación para enmendar sus errores.
—¿Irreverente?
—Es cierto.
En poco tiempo todo estaba listo para salir del hotel, pero la prensa
seguía al acecho. De hecho, la cantidad de periodistas se multiplicó,
así que tuvieron que abandonar el hotel por una de las salidas traseras.
Para Camila todo fue como en cámara rápida; en un momento subían
al auto y poco después, se encontraba en la sala de control del Centro
de Tenis de Nottingham donde le tomaron una segunda muestra de
sangre. La tenista no mostró su mejor cara, pero esperaba que con esa
segunda prueba todo quedara aclarado. Alejandro recibió la copia de
la constancia del procedimiento de los agentes del organismo
encargado de llevar a cabo los controles antidopaje. Ahora solo
quedaba esperar.
—Entiendo.
—Estos días solo he estado con ustedes —dijo Camila—. ¿Es posible
que sea algo que comí en el restaurante?
Camila sonrió.
—Sí. Pero eso no tiene nada que ver. Ella… —se interrumpió de
pronto.
—No lo sé, papá. Pero hace unos días hablamos. Le dije que ya…
— arriesgó una mirada a Lauren— no habría nada más entre las dos —
volvió su atención a su padre—. Quedamos como amigas.
—No. Solo quiero hacerte una pregunta. Esa botella que me diste
ayer contenía algo más que agua, ¿cierto?
CAPÍTULO 55
Camila notó el esfuerzo que hizo por parecer tranquila por el modo
en que apretó los labios y se los humedeció con la lengua. Y lo supo.
Dentro de ella comenzó a formarse una poderosa tempestad. Apretó
la mandíbula y sus ojos se abrieron un tanto más, y entonces, dio un
paso dentro de la habitación. Movió la cabeza hacia un lado, pero
nunca dejó de mirar a los ojos a Milka.
—¡Camila, ya!
—¡Debes calmarte!
Camila terminó sobre Milka y logró zafarse del agarre de esta, por
lo que, sin dudarlo, la agarró por los cabellos con fuerza y la hizo
levantar la cabeza para que la mirara.
—¿Realmente lo crees?
—Sí.
Alejandro cruzó una mirada con Lauren que se adentró con cierto
sigilo en la habitación; Paul cerró la puerta y se quedó parado frente a
ella como si la custodiara.
—Está bien.
—No —respondió.
La sala se llenó de tal algarabía, que ni siquiera porque Alejandro
pidió silencio en el micrófono, se pudo escuchar. Tomó algunos minutos
lograr que la calma volviera al lugar. Entonces Camila retomó la
palabra.
La tenista sonrió.
—¿Tomaron vacaciones?
Lauren rio.
—¿Qué?
—¿Estás segura?
Lauren sonrió.
—Dios mío —se acercó a ella y la tomó por la cintura para juntar
sus cuerpos—, estás hermosa.
—Sí.
—Permíteme.
—Eso parece.
Camila se sobresaltó.
La ex tenista rio.
Lauren dejó la copa que tenía cerca de sus labios sobre la mesa y
sonrió sin dejar de mirarla. Sentadas frente a frente, les parecía que no
había nadie más a su alrededor, aunque el lugar estaba lleno,
Lauren tuvo que ocultar su risa tras la copa. La cuenta llegó unos
minutos después y pronto ambas salieron del restaurante. La llovizna las
obligó a mantenerse bajo resguardo mientras esperaban a que les
acercaran el auto.
—Era solo una idea —le dijo cuando pasó a su lado para sentarse.
Recibió una mirada iracunda de la que escapó cerrando la puerta.
Sin apuro, rodeó el auto y subió; aún reía cuando lo puso en marcha.
Para ese momento la llovizna había arreciado.
—Tienes razón.
Camila asintió.
Camila rio.
Lauren tragó saliva. Podía ver ese brillo de deseo en los ojos
marrones lanzando fuego a su alrededor. Entonces Camila se acercó a
ella. Un maremoto amenazó su ser cuando sintió su aliento cálido
rozarle los labios.
Estaba oscuro, pero ella vio los ojos marrones bajar a su boca.
—¿Qué haces?
—Muero por sentirte —su voz sonó tan ronca que a ella misma le
sorprendió.
Camila gimió y casi de inmediato la mano que se deshizo de la
prenda íntima, volvió a deslizarse por la pierna. Ella quiso acercarse,
cubrirla por completo, pero el espacio parecía haberse reducido más
aún.
—¿Qué?
—Haré espacio.
—Ven aquí.
—Camz… yo…
—Oh, Dios mío —susurró Camila hundiendo el rostro entre sus senos
para mantener la posición y continuar frotándola.
Cuando Camila movió la mano para que sus dedos fueran los que
tomaran el mando, Lauren gruñó una protesta, pero casi de inmediato
jadeó cuando ella se acercó a su hendidura. Dejó la punta de los
dedos justo allí, haciendo círculos, dibujando.
Lauren abrió los ojos. Estaban muy cerca, respiraban sus alientos.
Ella simplemente cumplió su petición.
—¿Qué cosa?
Ella rio.
—No.
Sin mediar palabras, Lauren buscó el botón de sus jeans, luego bajó
el cierre.
Lauren sonrió y sin esperar, deslizó dos dedos entre sus pliegues y
comenzó a hacer círculos al tiempo que presionaba. Lo ajustado del
jean no le dejaba mucho espacio, pero abarcaba todo alrededor del
clítoris donde la sensibilidad era deliciosa hasta llegar a él y lo frotó.
Camila estaba tan excitada que sabía que no duraría mucho; ahora
era ella la que se retorcía y Lauren se deleitaba por el placer que le
daba. Sentía el clítoris duro, mientras los pliegues que lo envolvían eran
tan suaves que le resultaba casi adictivo atenderlo, frotarlo.
Lauren sonrió y sin saber qué otra cosa hacer, se acercó para juntar
sus frentes. Necesitaba respirar el mismo aire que Camila. Su corazón
latía fuerte de miedo y, al mismo tiempo, de felicidad. De puro amor.
En ese momento Camila parecía tan segura, pero la conocía un poco,
su carácter era un tanto volátil y eso era lo que la llenaba de miedo.
Sentía miedo de entregarse sin reservas tal como ya se lo pedía su
corazón, su ser entero, y que terminara con el corazón roto. ¿Estaba
Camila lista para una relación? Sintió sus manos deslizarse por su
espalda, como si quisiera que ella le expresara su sentir, sus
pensamientos.
—¿En serio? —la tenista asintió con la cabeza—. Pensé que tenías
a muchas mujeres detrás de ti gritando que te amaban.
Camila rio, pero luego se puso seria. Sus ojos recorrieron con deleite
su rostro en medio de las sombras. Era tan hermosa. Su corazón no
había dejado de latir fuerte desde su declaración y sabía muy bien por
qué. Su respuesta pugnaba por liberarse; esas dos palabras que unía
corazones recorrían su sangre, cada átomo de ella hasta convertirla en
la mujer más feliz del mundo.
—No quiero volver a verte con un pantalón tan ajustado —se quejó
Lauren contra su boca mientras su mano intentaba colarse entre la
apretada tela y la piel de Camila.
—¡Camila!
La tenista bajó del auto riendo. La lluvia había pasado ya por
completo, pero algunos relámpagos iluminaban la noche. Lauren
descendió también sintiendo su rostro encendido. Juntas caminaron
hacia la casa.
—Lo sé.
—¿Qué?
—¿No lo has pensado?
—No.
Lauren rio.
—¿De verdad eres tan ingenua? Milka actuó como una amante
celosa. Está celosa, le dolió que terminaras la relación que había entre
ustedes.
—Oh, vamos. Tenían sexo cada vez que podían, eso es tener una
relación, aunque supuestamente —recalcó la palabra— ambas
creyeran que era una aventura.
—¡Eso no es cierto!
—No, solo que a ti te cuesta admitir que eres una malcriada —le
rebatió tocándole la punta de la nariz con el dedo índice.
—Ya es suficiente con tener que limpiar los asientos del auto, no lo
haré con el sofá, así que seamos normales y vayamos a la cama —le
dijo levantándose.
Lauren abrió los ojos y pudo detectar qué era lo que sonaba; era
el teléfono de la casa. También gruñó una protesta, pero se obligó a
levantarse porque solo podría ser su madre o Taylor quien llamaba.
Desnuda como estaba salió de la cama y se dirigió arrastrando los pies
hacia la puerta. Camila abrió los ojos y alcanzó a ver sus nalgas
desaparecer por el pasillo. Sonrió.
—No duermo.
—¡Tay!
—¡¿Qué?!
—¿Lo estás?
—¿Milka?
—Sí. Un beso.
—Su carrera está siendo tan afectada como la tuya, mi amor. Ella
tiene que admitir lo que te hizo.
—Si ella está tan enamorada como para hacerte daño, también
arreglará esto.
Las cejas de la tenista se alzaron, se quedó mirándola con
incredulidad.
—Lo sé. Deben comprobar que ella no admitió lo que hizo bajo
coacción.
—Exacto. En especial después de ver esos videos donde le
gritabas.
Ella sonrió.
—¿Harás café?
—Mhum.
Lauren le sonrió.
—Sí.
Lauren tuvo que toser porque algún trozo de fruta tomó otro
camino.
Camila rio.
—No, lo dijo con ese tono severo que usa cuando habla de cosas
importante o hace una promesa. O sea, entiendo que lo hiciera tu
madre o Taylor, ¿pero papá?
—Sí, él me conoce bien. Por eso debe saber que al anunciarle que
tú y yo estamos juntas, es porque es algo muy serio para mí. Es la primera
vez que le digo que estoy con alguien.
El bocado que Lauren se llevaba a la boca se quedó a medio
camino.
—¿En serio?
—¿Has escuchado que dicen, una imagen vale más que mil
palabras?
—Lo sé, pero toda esa imagen la cambiaste tú —le dijo con un tono
suave—. O al menos la cambiarás.
—Sí.
—Ya conozco ese brillo en tus ojos, pero no va a pasar nada, así
que deja quieta esas manos —le dijo intentando alejarse, aun así,
Camila supo retenerla entre sus brazos.
Camila frunció los labios sabiendo que la que ahora era el cerebro
técnico de su equipo, tenía razón.
—Esto apesta.
La tenista sonrió.
—¿Cuáles marcas?
Ninguna de las dos supo cuándo el destino comenzó a tejer los hilos
que las condujeron a encontrarse, pero sí sabían que el amor que
despertó la una en la otra, no era un juego. Era un amor que marcaría
sus vidas para siempre y que cuidarían como la flor más delicada para
contemplar su belleza hasta que la vida se los permitiera.
—No sabes cuánto odié a papá por obligarme a venir aquí —le
confesó Camila sin soltarla—. Ahora se lo agradezco porque aquí —la
separó de su cuerpo para mirarla a los ojos—, junto a ti, encontré lo que
no sabía que buscaba… A ti. Al amor. Debo admitir que tenía miedo
de amar.
—¿Ya no temes hacerlo?
—Estoy aterrada, Laur —la mujer entre sus brazos rio—. Pero con tu
mano en la mía, ese miedo se desvanece.
—De verdad.
—Vamos, solo un poco —le pidió dejando besos por su mejilla hasta
que alcanzó el lóbulo de su oreja.
—Bueno, aún no termina del todo, pero que Milka haya confesado,
hace más corto el camino.
—¿Estás segura?
—Le diré a Joe que haga un comunicado para las redes sociales.
—¿Ya mismo?
Sin embargo, llegó a los 4º de final tras superar a su rival en tres sets;
tuvo que recuperarse tras perder el primer set. En el otro cuadro, Selena
Wilson también avanzaba, aunque ella no había cedido un set en lo
que iba de torneo. Camila sabía que Selena llegaría a la final, a menos
que hubiese una enorme sorpresa, pero al perfilar a las jugadoras que
probablemente la enfrentarían, su superioridad era evidente.
—No debes pensar más allá de tu siguiente rival. Es una regla del
tenis por si no lo sabías —le dijo Lauren cuando descansaban en la
habitación del hotel.
—No es imposible.
—¿Qué tal con este? —le dijo y con un rápido movimiento, se giró
por completo y se acomodó sobre ella.
—Vamos —susurró.
—No es así.
Camila rio.
Camila rio.
FIN