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DESPUÉS DE 1588
Francisco de Solano
Profesor del C. E. H. del C. S. I. C.
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La Carrera de Indias utilizó unas casi idénticas derrotas durante todo el
tiempo colonial, ya que los perfiles que se precisaron a principios del siglo
XVI, se mantuvieron casi inalterables durante centurias por servirse de una na
vegación que usaba el viento como única fuerza energética. Y tuvo, por consi
guiente, que aprovechar al máximo las corrientes y los vientos favorables,
rehuyendo las zonas peligrosas —por sus calmas o su agresividad—. Los puer
tos hispanoamericanos resultaban, además, los lugares de abastecimiento de la
Carrera: con recursos (maderas, clavazón, jarcias, brea, etc.), capaces tanto pa
ra las reparaciones de los navios, como para la preparación de viajes y torna
viajes de largo recorrido (agua, vituallas, sal, etc.). Por todo ello la Carrera de
Indias resultó un formidable motor activador de diferentes economías, y muy
usada y surcada por mercantes y navios de guerra españoles; lo mismo que vi
gilada y atacada por piratas, bucaneros, corsarios y filibusteros. Para evitar en
cuentros con estas compañías no deseadas, se procedió a la navegación agru
pada de los mercantes (Flota), que bien pronto se hizo preciso acompañarla
por navios de guerra (Armada de Indias), sostenida desde 1537 por impuestos
extraordinarios (avería). Así y todas estas precauciones, existieron siempre los
viajes aislados de los navios sueltos, que realizaban la travesía en solitario. La
Carrera quedó regulada en dos viajes anuales, uno saliendo de España por abril
y el segundo en agosto. El primero reunía a la Flota de Nueva España, pues
agrupaba a los mercantes que tenían su destino final en Veracruz (entrada a to
do el ancho mundo mexicano) y en el hondureno Puerto de Caballos (acceso al
Reino de Guatemala). La Flota de Tierra Firme, por su lado, tenía como último
destino al virreinato de Perú, al que se accedía, después de tocar en Cartagena
de Indias, desde Nombre de Dios o Portobelo hasta Panamá, desde donde,
—cambiando de océano y de nombre de derrota— seguían las mercancías y
pasajeros hasta Guayaquil (entrada al Reino de Quito), Callao (entradas a Perú
y Alto Perú) y, por fin, Valparaíso (Reino de Chile). Largo camino este, califi
cado ya como Carrera de la Mar del Sur. En temporadas secas —con menor
peligro de huracanes y de tifones— se procedían los tornaviajes. Las dos flotas
salían, separadamente, desde sus respectivos puertos (Veracruz, Puerto Caba
llos, Portobelo, Cartagena), reuniéndose en La Habana, para iniciar conjunta
mente todos los navios la gran travesía del Atlántico, iniciándola desde el difí
cil Canal de Bahamas.
La navegación interatlántica de la Carrera tiene el mérito de su constancia.
Un formidable flujo y reflujo enlazó las orillas españolas del Atlántico con un
número de barcos —aparentamente escaso, pero ciertamente muy significati
vo— durante todos los años. Antes de julio de 1588, el ritmo del tráfico fue el
siguiente, siguiendo los magníficos estudios de Pierre y de Huguette Chaunu,
realizados sobre investigaciones directas, en los libros registros de la Casa de
la Contratación:
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1504 3 1547 84 75
1506 23 12 1548 104 73
1507 33 19 1549 104 75
1508 45 21 1550 133 82
1509 21 25 1551 108 89
1510 17 10 1552 95 62
1511 21 13 1553 58 42
1512 33 21 1554 23 36
1513 21 31 1555 82 61
1514 30 47 1556 18 73
1515 34 28 1557 94 42
1516 42 10 1558 50 52
1517 60 31 1559 47 35
1518 49 46 1560 75 63
1519 50 41 1561 91 60
1520 71 37 1562 74 46
1521 35 32 1563 62 55
1522 18 25 1564 63 63
1523 41 13 1565 100 49
1524 60 10 1566 65 76
1525 73 36 1567 94 43
1526 58 36 1568 61 59
1527 70 39 1569 82 42
1528 50 17 1570 92 47
1529 60 42 1571 90 53
1530 78 73 1572 116 64
1531 54 32 1573 49 71
1532 44 39 1574 81 52
1533 60 34 1575 35 54
1534 86 35 1576 62 52
1535 81 47 1577 45 61
1536 84 67 1578 50 45
1537 42 28 1579 48 51
1538 63 39 1580 44 54
1539 69 46 1581 51 52
1540 79 47 1582 73 44
1541 70 69 1583 51 74
1542 86 60 1584 75 86
1543 75 57 1585 67 82
1544 29 50 1586 148 65
1545 97 45 1587 31 98
1546 79 65 1588 131 55(2)
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Un importante volumen de tráfico, pues, el que se halla tendido entre
España y las Indias españolas, aunque se empleen en él muy diversos tipos de
navios, de variado porte: carabelas, carabelillas, chalupas, corchapines, fraga
tas, felibotes, galeones, galeras, urcas, naos, pataches y zabras, de velamen y
velocidad diferentes, que provocan retrasos en la navegación, sobre todo si van
agrupados. Pero cifras elocuentes que precisan que las vinculaciones inter
atlánticas se mantienen en un alto ritmo, a pesar de coyunturas adversas en el
propio tráfico y las actuaciones en los otros mares de la talasocracia española
(Atlántico Norte, Cantábrico, Mediterráneo, Pacífico).
Medio siglo de Carrera de Indias, de 1537 al 1588 del desastre de la Gran
Armada, había fortalecido el sistema de comunicación transversal, lo mismo
que había fomentado el ataque irregular de los piratas, no directamente a las
Flotas, sino a la navegación de cabotaje que se aventuraba al comercio; y que
se dedicaba a fomentar los negocios legales y a multiplicar los ilegales. Un co
mercio importante y una emigración señalada se desarrollaron durante este
medio siglo, reduciendo el riesgo de ataques piráticos a los mercantes gracias a
las protecciones de la armada y a una atención de la administración por com
pletar a los núcleos urbanos costeros con unas defensas cada vez más sofistica
das. La ciudad hispanoamericana, que surgió geométrica y cuadriculada, sin
topes ni murallas, comenzó a protegerse del peligro y de la agresión, que le ve
nían siempre desde el exterior: Así, en los puertos de Santo Domingo, de San
Juan de Puerto Rico, de Cartagena de Indias, de los del istmo de Panamá, Hon
duras y Veracruz, comenzaron a construirse unas edificaciones defensivas que
la arquitectura militar no dejó de renovar y de construir permanentemente. La
política española en Hispanoamérica evitó los poblamientos costeros, consin
tiendo apenas núcleos urbanos ribereños por razones de estrategia y como
puertos. Así los ataques por mar necesariamente tenían que concentrarse en
muy escasos puntos: más fácilmente defendibles que una costa muy poblada.
La lejanía y el aislamiento de un puerto determinado eran excelentes protec
ciones, aunque sus defensas adolecieran de serios defectos. No obstante, a es
tos puertos se les comenzó a acrecentar el número de sus defensas, cada vez
que se producía un ataque de graves consecuencias.
Por el mar Caribe, español desde su descubrimiento en 1492, comenzaron
a verse velas y banderas diferentes desde bien temprano, con intencionalidades
ilegales casi siempre (piráticas y contrabandistas). De 1530 a 1555 los ilegales
fueron, preferentemente, franceses, como consecuencia de la rivalidad franco-
española entre Carlos V y Francisco I: ocurriendo hechos que, serían más tar
de, muy frecuentes: los ataques piráticos no se concluían con la captura de una
nave y de su correspondiente carga, con apresamiento de su dotación para su
posterior rescate, sino el ataque y saqueo de poblaciones enteras. Santiago de
Cuba fue asaltada en 1554 y La Habana ocupada en 1555. Desde 1560 los ata
ques son, mayoritariamente, ingleses, con actuaciones de figuras tan conocidas
como John Hawkins y Francis Drake, que van aproximándose a los puntos
neurálgicos de la Carrera, a fin de sacar mayores y rápidos provechos.
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La diversidad de puertos estratégicos y el alto costo de la defensa retrasó
que se potenciaran diversas edificaciones, lo que facilitó la acción de Francis
Drake quien, en 1585 dirigiendo una expedición de, nada menos, veinte naves
pretendía no ya actuar piráticamente atacando y saqueando ciudades, sino el
ocupar espacios: llegando a ocupar Santo Domingo y, más tarde, Cartagena de
Indias, de donde le expulsaron las epidemias más que las contraofensivas espa
ñolas. La operación Drake convenció a que el Consejo de Indias y Felipe II,
desde ese mismo 1585 alentaran la construcción de fortalezas, con el decidido
propósito de potenciar los puntos claves (y sensibles) de la Carrera de Indias.
De entonces procede la investigación del ingeniero Bautista Antonelli por los
puertos de la Carrera, proyectando en cada uno de ellos medidas y meditadas
fortificaciones, que fueron construidas en los últimos años del siglo XVI, en
San Juan de Ulúa (Veracruz), Portobelo y Panamá, Cartagena de Indias y La
Guayra, La Habana y San Juan de Puerto Rico.
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camente a España, despejándose los apoyos navales ingleses y holandeses a fa
vor del Prior de Crato —un pretendiente ilegítimo a la misma corona— con
una definitiva batalla naval en Azores.
La incorporación de Portugal suponía una multiplicación de problemas, pero
también la reducción de las hostilidades antiespañolas a los ámbitos del Mar del
Norte: desde donde se irradian expediciones corsarias contra determinados puer
tos del Imperio. En 1587 Drake ataca y saquea Cádiz, incendiando cinco navios
pertrechados para la travesía interatlántica hacia las Indias. Y en 1587, igual
mente, es juzgada, condenada y ajusticiada María Estuardo, reina de Escocia.
Los problemas internos de Inglaterra y de las naciones vecinas los seguía con
particular interés Felipe II, que había sido rey de Inglaterra desde 1554 a 1558,
como esposo de María I Tudor. La Irlanda católica, y su necesidad de protección,
la inmiscución inglesa en los asuntos españoles y sus sistemáticos ataques piráti
cos y corsarios a barcos y posesiones españolas, deciden a Felipe II a organizar
la preparación de una Gran Armada que llevara, en julio de 1588, a los tercios
acantonados en Flandes con el fin de invadir Inglaterra y concluir con los ex
cesivos desarrollos de aquella nación protestante.
Total de navios
años ida a América tornaviajes a España años ida a América tornaviajes a España
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años ida a América tornaviajes a España años ida a América tornaviajes a España
1604 67 16 1623 82 67
1605 XI SO 1624 103 93
1606 98 75 1625 77 53
1607 37 59 1626 81 58
1608 202 XI 1627 77 44
1609 138 74 1628 71 8
1610 106 94 1629 48 49
1611 84 75 1630 65 78
1612 97 96 1631 61 18
1613 67 67 1632 45 40
1614 93 72 1633 67 50
1615 104 72 1634 65 22
1616 88 70 1635 64 53
1617 106 50 1636 80 54
1618 125 70 1637 65 47
1619 115 68 1638 72 2
1620 99 67 1639 36 50
1621 115 61 1640 61 10(3)
1622 81 43
En este medio siglo largo, del año aciago de 1588 hasta 1640, otro mal año
para la monarquía española —en que se produce la separación de Portugal-
la intercomunicación ultramarina verificada a través de la Carrera de Indias ha
sido muy destacada: cifras elocuentes que testifican que los ecos de la derrota
de la Armada Invencible apenas habían resentido al tráfico. Aunque éste tuvie
ra que promocionarse gracias al cireneo de la Armada de Indias. En el mismo
1588 alcanza un total de 131 navios hacia América y 55 que hacen el tornavia
je; 77 naves de las primeras compusieron la Flota de Nueva España y su Ar
mada protectora; los 54 navios restantes hicieron la travesía sin agruparse
"sueltos". En 1589, 41 barcos compusieron la Flota de Tierra Firme acompa
ñada por 13 navios de guerra; "sueltos" y negreros, fueron 57: porque los ne
gocios resultaban mucho más rentables en tiempos difíciles. El año de 1590
salen de Sevilla y Cádiz hacia Hispanoamérica 125 barcos de diferente vela
men; en 1592 son 117; 146 en 1593. Justo durante los años en que se solicita
una colaboración ciudadana para resolver los problemas de subvención de un
tráfico ultramarino tan numeroso, como constante.
Dos consecuencias, sin embargo, va a tener la Invencible, a corto y más
largo plazo. Consecuencias políticas de importancia: la fundación de la Arma
da de Barlovento, como "guardia de la Flota de Indias" y el abandono de cier
tos territorios en el Caribe —en las Pequeñas Antillas, preferentemente—, que
son ocupados por otras potencias marítimas europeas no ibéricas.
Considerando los graves daños que de algunos años a esta parte han
hecho, y hacen, los enemigos corsarios en el Mar Océano, particular
mente en la Carrera de Indias,
como mi Hacienda está tan empeñada y consumida con los grandes
gastos que he hecho los años pasados y éste, sustentando ejércitos y arma
das tan gruesas; y las ocasiones son tantas y tan precisas, y tan forzoso
acudir a ellas. Y por esta causa la defensa de la Cristiandad, demás de la
de mis Reinos:
en ninguna manera se ha podido sustentar una gruesa armada para
obviar los dichos daños y conseguir otros muy grandes efectos (4).
(4) Real cédula indicando las razones por las que son necesarias medidas conducentes a la
composición de tierras, para el sostenimiento de una gruesa armada, El Pardo, 1 de noviembre
de 1591 La publica, íntegra, Francisco de SOLANO en Cedulario de tierras. Compilación de
legislación agraria colonial, 1497-1820, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1991, págs. 269-272.
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c) barcos en el Pacífico, capaces tanto para continuar el tráfico ten
dido entre Lisboa y Asia, como la vinculación ejercida a lo largo de la
costa americana, así como la relación Nueva España/Filipinas.
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debida de tierra realenga —a la que hay que añadir actitudes de poder por par
te de la minoría latifundista— facilitó en la mayor parte de las zonas hispano-
criollas a la usurpación de gran parte de tierra. Estos hechos fueron sucesivamente
denunciados por las autoridades provinciales a las metropolitanas: estimando es
tas ser entonces ocasión propicia para solucionar estas irregularidades sirvien
do además, como excelente medio para financiar los barcos que se precisaban.
Hay que indicar que el Estado había extremado su cuidado con los repartos de
tierras entre conquistadores y los sucesivos pobladores que fueran emigrando a
las Indias, así como las propiedades que se destinaban a los núcleos urbanos
fueran para españoles como para indios. Se había procedido a la regulación de
los medios adquisitivos de las tierras (primero gratuitamente; por adquisición,
más tarde), limitando las irregularidades; se había atendido a las medidas de la
tierra preocupándose en la operación reductora de la población indígena dis
persa en pueblos, y atendiendo a sus recursos económicos y bienes comunales
(la tierra entre otros). Se vigilarían los abusos y se limitaría la gran propiedad.
Pero desatendiendo a estas directrices, y a pesar del ofrecido número de tierra
baldía —que era cedida gratuitamente— los particulares habían invadido tie
rras sin licencia: hasta tal número que es en 1591 cuando se precisa y se piensa
en su corrección.
La solución del problema podía estipularse económicamente: toda la tierra
indebidamente habida revertiría a la Corona, pero podía seguir siendo de los
detentadores, ya legalmente, a cambio del pago al Estado de una cantidad de
terminada: en razón al tamaño, calidad de la tierra y tiempo tenido en la usur
pación Y los dineros obtenidos de esta llamada composición de tierras se des
tinarían, como había prometido el Rey, para sostener la Armada de Barlovento.
La mas principal consecuencia a estas drásticas medidas provocadas por
las reales cédulas de 1591 fue una gigantesca operación de revisión de los títu
los de propiedad, que se realizó no con la premura que deseaban las autorida
des del Consejo de Indias, pero supuso la corrección de la propiedad de la tie
rra en unos alcances que han sido calificados como "la primera reforma agraria
hispanoamericana" (5).
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