Mito de Vichama y Pachacamac

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Mito de Vichama y Pachacamac

El dios Pachacamac decidió crear a un hombre y una mujer, pero nunca se preocupó de ellos, y pasaron
hambre y penurias. Finalmente, el hombre murió, lo que ocasionó el lamento de la mujer, quien se vio
obligada a alimentarse de raíces. El sol, al oír sus tristes lamentos, se compadeció de la mujer, bajo a la tierra
y, con sus rayos celestiales, la fecundó. Al poco tiempo, la mujer dio a luz a un varón y agradeció al dios Sol.
Enterado de esta situación, Pachacamac mostró su enfado y celos; entonces, en el momento en que el sol se
retiró (la noche), aprovechó para arrebatar al recién nacido de su madre y le dio muerte, descuartizando su
cuerpo en múltiples pedazos. La mujer imploró venganza al sol para que diera castigo a Pachacamac. Al
saber esto, decidió enterrar las partes del cuerpo del niño en un hoyó y, al mismo tiempo, aliviar el hambre de
la madre sembrando dos dientes del niño, de los cuales brotaron hermosas

plantas de maíz; de las costillas; huesos y carne, brotaron yucas, papas, y demás frutos de la tierra. Se
garantizó así la abundancia y desapareció en hambre de la faz de la tierra. Sin embargo, el ánimo de
venganza de la madre no desapareció, y siguió reclamando al sol castigo para el victimario de su hijo. El sol,
enfurecido, arremetió contra Pachacamac, pero este se ocultó donde nunca llegaban los rayos del dios astral.
El sol dio consuelo a la madre dándole un nuevo hijo del ombligo y cordón umbilical del niño muerto. El sol se
lo entrego diciéndole a la madre que el niño se llamaría Vichama. El sol le advirtió que esta vez nadie lo
perjudicaría porque el velaría por el niño de día, y en la noche lo dejaría al cuidado de la Luna. El niño creció
sano y hermoso, y de joven decidió recorrer el mundo como su padre, el sol. Vichama dejó a su madre y viajo
grandes distancias, lejos, por largo tiempo, hasta que un día recorrió el camino del retorno. De vuelta en su
tierra natal, veo casas y gente que no conocía; tampoco encontró a su madre. Fue en ese instante en que se
enteró de que, en su ausencia, Pachacamac había matado a su anciana madre, y como a su hermano
asesinado, descuartizó el cuerpo en pequeños trozos y les dio como comida a los gallinazos y cóndores.
Entonces, Pachacamac escondió a orillas del mar los cabellos y huesos de su madre, y se dedicó a crear
hombres y mujeres para poblar el mundo. Vichama, lleno de ira, buscó a Pachacamac para matarlo; sin
embargo, este huyó y se sumergió en el fondo del mar, frente al valle que lleva su nombre, donde levanto su
templo y permaneció por siempre. Vichama lleno de dolor, orientó su ira hacia la gente que Pachacamac
había creado, a quienes consideraron sus cómplices. Invocó a su padre sol y, al instante, lanzo una maldición
y los convirtió en piedra. Vichama buscó los huesos de su madre para resucitarla, hasta que el tercer día los
encontró. Luego

de juntarlos, les echo un poco de arena e invocó a su padre; de pronto, su madre apareció llena de vida.
Vichama pidió a su padre sol que convirtiera las piedras en huacas. Distribuyó algunas en la costa para que
fuera objeto de culto; otras fueron al mar, donde se convirtieron en peñones e islas. A ellas acudía cada año a
rendir ofrendas de láminas de oro, plata y chicha. Vichama reparó en que el mundo había quedado
despoblado, sin hombres ni mujeres, así que rogó a su padre sol que hiciera una nueva creación para poblar
el mundo. Para tal fin, el sol dejó tres huevos, uno de oro, el segundo de plata y el último de cobre. Del huevo
de oro salieron los curacas y los nobles principales; del huevo de la plata, las mujeres nobles, y del huevo de
cobre, la gente común y sus mujeres. A partir de ese instante, poblaron el mundo y se dedicaron a venerar las
huacas que recordaban la memoria de los antiguos pobladores, sus ancestros en la tierra.

Cuniraya y Cahuillaca

La historia cuenta que Cuniraya era una huaca (o sea, un dios) a quien le gustaba tomar la apariencia de un
hombre de la calle. Se enamoró de una mujer de nombre Cahuillaca. Ella era una doncella muy hermosa y nunca
había sido tocada por ningún hombre.
Un día ella se encontraba tejiendo al lado de un árbol. Cuniraya se percató de que tenía frutos en la
parte de arriba, y lanzó un fruto.

Si ella se comía dicho fruto, quedaría embarazada. Cahuillaca se comió con mucho gusto el fruto y
quedó embarazada.

A los 9 meses tuvo un hijo y lo amamantó hasta que cumplió cierta edad. Ella no sabía a quién
pertenecía el título de padre, y citó a todas las huacas para que el hijo hiciera el reconocimiento.
Todos se vistieron con sus mejores prendas y fueron a la reunión.

Una vez allí, todos estaban sentados de forma natural menos Cuniraya, quien estaba en una esquina
con su capa sucia y sus harapos. Ningún huaca reconocía al hijo de Cahuillaca como suyo, y ella no
le preguntó al hombre de la esquina.

Al ver que nadie se hacía responsable por el niño, ella lo dejó gatear para que se acercara a su
padre. El niño no reconoció a nadie hasta que volteó a la esquina en donde estaba Cuniraya. Gateó
hacia el lugar e intentó trepar por sus pies.

Al ver que el padre era ese, Cahuillaca dijo: “¡Ay de mí! ¿Cómo habría yo de dar a luz un hijo de un
hombre tan miserable?”.

Se dispuso a correr y Curiraya quiso ganar su amor. Se vistió de oro, se transformó y se decidió a
perseguirla. Él intentaba que ella volteara para reivindicarse, pero nunca lo hizo.

Cuenta la leyenda que llegó hasta Pachacamac, mar adentro, y ambos se transformaron en piedra.
Actualmente se pueden conseguir dos piedras con formas humanoides en este sitio.

Se dice que Cuniraya, mientras iba buscando a Cahuillaca, fue maldiciendo y beneficiando animales
y personas en su camino.

EL HARAGÁN AFORTUNADO
Tradición quechua de La Jalca
narrada por Eusebio Huamán
Dicen que había un haragán. No trabajaba en la chacra. Como no quería hacer nada, pasaba su tiempo
andando por las jalcas y allá se recostaba en el pasto, cubriéndose con un cuero
de vaca. Era su costumbre, todos los días, de quedarse echado
así. [Una vez], mientras estuvo echado así, llegó un cóndor.
Este, como creía que [el haragán] ya había muerto, quedó acechándolo. En
ese entonces llegó un gallinazo. Iban a picotearlo con la intención de comerse la presa. Y se agacharon para
mirarlo. Debajo del cuero el haragán
estaba pestañeando. Entonces, el cóndor dijo:
—Parece que la presa aún no ha muerto. Esperemos que muera.
Cuando muera, la comeremos. Mientras está agonizando, vamos a contarnos unos ejemplos
. Cuando el gallinazo le dijo:

A ver, cuéntame. ¿Qué es lo que sabes? —el cóndor empezó su relato.


«Hay un pueblo donde no hay agua. Allá muchos animales mueren
y se pudren. El ganado, los caballos, los burros, todo tipo de animales, se
mueren por falta de agua. Si, de cualquier manera, alguien fuera [a ese
pueblo] e hiciera emanar el agua, todos los animales sobrevivirían, pero
no hay nadie capaz de hacer brotar el agua. En el centro de la plaza misma crece una planta, encontrarían
agua pero no hay nadie en el pueblo
que sepa eso. Traen su agua de muy lejos. Gastan un día en ir y volver. Si
en ese pueblo alguien pide agua, no le convidan. Más bien dicen: “¡Págame
primero!” Si alguien hiciera emanar esa agua, los habitantes del pueblo le
darían mucha plata».
Cuando el cóndor acabó de contar ese ejemplo, el gallinazo le dijo:
«Yo conozco otro ejemplo. En el pueblo lejano hay un rey enfermo. No
sería difícil sanarlo. Debajo de su cama hay una enorme y temible serpiente
que le está chupando [sus fuerzas]. Para matarla, es necesario quemar leña,
ají, tabaco, poleo y toda clase de hierbas picantes. Si cierran la puerta, el
humo llenará la casa y enloquecerá a la serpiente que se quemará por completo y morirá. De esa manera, el
rey sanará».
Después de haber escuchado esos [ejemplos], el haragán se levantó y
tiró al suelo el cuero [que lo cubría]. Asustó al gallinazo y al cóndor que,
echando vuelo, se fueron a otro lugar.
Cuando el haragán llegó al pueblo donde no había agua, se encontró
con una señora. Le pidió agua pero no quiso dársela. «Aquí no convidamos
nuestra agua. Tienes que comprarla».
Como el haragán seguía pidiéndole agua, finalmente la señora le ofreció un poco. Pero, en vez de beber el
agua, la tiró. Entonces, la mujer se puso
furiosa. «¿Por qué pides agua si no tienes sed?».
El haragán se rio. Al encontrar a otra mujer, de nuevo pidió agua.
Cuando recibió el agua, otra vez la tiró. Esas mujeres se pusieron a gritar
muy fuerte y reunieron a toda la gente del pueblo. Muy molestos, quisieron
golpear al haragán pero este les dijo: «¿Por qué se enojan por un poco de
agua? Mañana yo haré brotar agua del centro de su plaza misma».
Al día siguiente hizo llamar a todos los hombres y mujeres y comenzaron
a cavar en la plaza. Trabajaron excavando durante un buen rato hasta que
brotó el agua. Entonces, muy contentos, cargaron al haragán y lo llevaron en procesión [por el pueblo].
Prepararon una gran fiesta. Le dieron ropa y plata.
Al dejar esta comunidad con agua, se fue a su pueblo llevando su riqueza.
Poco tiempo después, nuevamente salió del pueblo en busca del rey enfermo. Caminó lejos y, después de
haber preguntado a uno y a otro: «¿Dónde
vive un rey que está enfermo?», llegó por fin al país de ese rey. Sanó al rey
y se casó con su hija. Cuando el rey murió, recibió la corona y se convirtió
en rey. Fue así que el haragán pasó su vida.

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