Ortega Ruiz. Ensayo Completo - ROMA Y BIZANCIO. Hist - Univ.der
Ortega Ruiz. Ensayo Completo - ROMA Y BIZANCIO. Hist - Univ.der
Ortega Ruiz. Ensayo Completo - ROMA Y BIZANCIO. Hist - Univ.der
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JUSTIFICACION
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ROMA Y BIZANCIO, según:
“PANORAMA DE LA HISTORIA UNIVERSAL DEL DERECHO”
Guillermo F. Margadant; Porrúa, México 2007.
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ORGANIZACIÓN PATRICIA, EL TRIBUNO DE LA PLEBE, CON CUYA AYUDA
POCO A POCO SE VAN ASIMILANDO LOS DOS GRUPOS.
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EL DERECHO DE LA ANTIGUA ROMA, DESPUES DE CIERTA INFLUENCIA
HELENÍSTICA, LLEGÓ A SER EL ORIGEN DEL SISTEMA NEORROMANISTA,
UNO DE LOS 3 GRANDES SISTEMAS JURIDICOS QUE TENEMOS EN EL MUNDO
OCCIDENTAL. ESTO SE DEBE AL Corpus iuris civilis, LA GRAN COMPILACION
JURIDICA ELABORADA POR JUSTINIANO, EN CONSTANTINOPLA, EN EL
SIGLO VI d.C.
LA CONSTITUCION MONARQUICA
LAS CUATRO GRAFICAS ADJUNTAS ILUSTAN LAS TRANSFORMACIONES QUE
HAN SUFRIDO LA ESTRUCTURA CONSTITUCIONAL DE ROMA. LA PRIMERA
SE REFIERE A LA MONARQUIA. EL REY, ACONSEJADO POR EL SENADO Y
POR EL SACERDOCIO REUNE EN SI LOS PODERES MIEMBROS DE LA
ARISTOCRACIA ROMANA.
LA CONSTITUCION REPUBLICANA
A LA CAIDA DE LA MONARQUIA, EN 510 a.C. EL REY FUE SUSTITUIDO POR
UN DICTADOR ANUAL, DESIGNADOPOR EL SENADO. LA ANUALIDAD DE
ESTA FUNCIONY EL HECHO DE QUE EL DICTADOR NO PODIA DESIGNAR DE
ANTEMANO A SU SUCESOR, SIGNIFICABA EL TRASLADO DEL PODER
EJECUTIVO AL SENADO.
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A MEDIDA QUE PROGRESA LA INTEGRACION ENTRE PATRICIOS Y
PEBLEYOS, ESTOS ENTRAN EN LOS COMICIOS EN EL SENADO, SIN
EMBARGO, SUS PROPIOS FUNCIONARIOS, O SEA LOS EDILES DE LA PLEBE,
ESTOS ULTIMOS CON SU PELIGROSO DERECHO DE VETO RESPECTO DE
CUALQUIER DECISION DE LA ROMA PATRICIA.
EL IMPERIO ROMANO
EL IMPERIO SE CARACTERIZABA POR LA PRESENCIA DE UN GRAN PODER
UNIPERSONAL DEL EMPERADOR EN EL CENTRO DELA CONSTITUCION DEL
ESTADO. EL EMPERADOR ESTUVO CONTRABALANCEADO, HASTA CIERTO
GRADO, POR EL SENADO PRINCIPADO OMDIARQUIA, LUEGO EL IMPORTE
ADQUIRIO FORMA DE UN DESPOTISMO ABSOLUTA, A MENUDO DE
EXCELENTE CALIDAD AUTOCRACIA A BAJO IMPERIO, A VECES TAMBIEN
LLAMADA LA MONARQUIA O EL DOMINIO.
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EN LA ANTIGUA ROMA PRIMERO SE MANIFIESTA LA FORMACION CONSISTE
DE DERECHO LAICO CON OBRA INSCRITA EN 10 TABLAS LUEGO
AUMENTADA EN 12 TABLAS, PROBABLEMENTE SE SUMARON DURANTE LA
INVACION DE LOS GALOS HASTA TIEMPOS DE CICERON.
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LA EVOLUCION DE DIVERSAS INSTITUCIONES
ROMANAS JURISPRIVATISTAS
ES EVIDENTE QUE DURANTE ESTE LARGO DESARROLLO DEL DERECHO
ROMANO, DESDE LAS DOCE TABLAS HASTA JUSTINIANO, CADA
INSTITUCION HA PASADO POR VARIAS FASES. E EL DERECHO DE
PERSONAS OBSERVAMOS PRIMERO UNA RELACION PATRIARCAL ENTRE
AMO Y ESCLAVO, QUE DEGENERA LOS FINES DE LA REPUBLICA, LO QUE DA
LUGAR A TODA UNA LEGISLACION SOCIAL A FAVOR DE LOS ESCLAVOS,
DESDE LA EX PETRONIA a.C.
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AUN NO FUE SUFICIENTE ESTA ABREVIACION; EL ENCOGIMIENTO DE ESTA
OBRA DE JUSTINIANO LLEVA FINALMENTE HACIA HEXABIBLOS (OBRA DE 6
TOMOS), PRODUCTO NO OFICIAL DEL JUEZ HARMENOPOULOS. ESTA OBRA
SOBREVIVE A LA OCUPACION TURCA Y FUE UNA DE ELLAS FUENTES DEL
DERECHO GRIEGO HASTA QUE EL EXCELENTE CODIGO CIVIL GRIEGO,
ELLABORADO ENTRE 1940 Y 1946 VINO A UNIFICAR ESTA RAMA DEL
DERECHO.
El Imperio Bizantino (llamado también, sobre todo para hacer referencia a su etapa inicial,
Imperio Romano de Oriente) fue un Imperio cristiano medieval de cultura griega cuya capital
estaba en Constantinopla o Bizancio (actual Estambul). Los orígenes del Imperio Bizantino se
remontan a la etapa final del Imperio Romano. Inicialmente abarcaba todo el Mediterráneo
oriental, pero con el tiempo fue sufriendo importantes reducciones territoriales.
No existe un consenso general en cuanto a la fecha de inicio del Imperio Bizantino. Para
algunos autores, la fecha clave es la fundación de Constantinopla en el año 330, en tanto que
otros estudiosos consideran como acta de nacimiento del Imperio Bizantino la muerte de
Teodosio I, en 395, cuando el Imperio Romano fue definitivamente dividido en dos mitades,
oriental y occidental. Otros piensan que puede hablarse con propiedad de Imperio Bizantino a
partir del momento en que fue depuesto el último emperador romano de Occidente, Rómulo
Augústulo (476).
La desaparición del Imperio Bizantino se produjo con la caída de Constantinopla en poder de
los turcos otomanos, en 1453. Sin embargo, la desaparición del estado bizantino no acabó con
los sentimientos nacionalistas del pueblo, ya que los actuales habitantes de Grecia se consideran
herederos de la tradición bizantina.
Origen
Para asegurar el control del Imperio Romano y hacer más eficiente su administración,
Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía,
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dividiendo el imperio en dos mitades, gobernadas por dos emperadores (augustos), cada uno de
los cuales llevaba asociado un "vice-emperador" y futuro heredero (césar). Tras la abdicación
de Diocleciano el sistema perdió su vigencia, y se abrió un período de guerras civiles que no
concluyó hasta 324, cuando Constantino unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó "Nueva
Roma" pero se le conoció popularmente como Constantinopla (en Griego Κωνσταντινούπολις,
Constantinoúpolis). La nueva administración tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una
envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas
comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue
incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el
emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial del Imperio.
A la muerte del emperador Teodosio, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Honorio, su
hijo mayor, heredó la mitad occidental, con capital en Roma, mientras que a su otro hijo
Arcadio le correspondió la oriental, con capital en Constantinopla. Para la mayoría de los
autores, es a partir de este momento cuando comienza propiamente la historia del Imperio
Bizantino. Mientras que la historia del Imperio Romano de Occidente concluyó en 476, cuando
fue depuesto Rómulo Augústulo, la historia del Imperio Bizantino se prolongará durante casi un
milenio.
Historia temprana
En tanto que el Imperio de Occidente se hundía de forma definitiva, los sucesores de Teodosio
fueron capaces de conjurar las sucesivas invasiones de pueblos bárbaros que amenazaron el
Imperio de Oriente. Los visigodos fueron desviados hacia Occidente por el emperador Arcadio
(395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450) reforzó las murallas de Constantinopla, haciendo
de ella una ciudad inexpugnable (de hecho, no sería conquistada por tropas extranjeras hasta
1204), y logró evitar la invasión de los hunos mediante el pago tributos hasta que, tras la muerte
de Atila, en 453, se disgregaron y dejaron de representar un peligro. Por su parte, Zenón (474-
491) evitó la invasión del ostrogodo Teodorico, dirigiéndolo hacia Italia.
La unidad religiosa fue amenazada por las herejías que proliferaron en la mitad oriental del
Imperio, y que pusieron de relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro principales
sedes orientales: Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría. Ya en 325, el Concilio de
Nicea había condenado el arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo. En 431, el Concilio de
Éfeso declaró herético el nestorianismo. La crisis más duradera, sin embargo, fue la causada por
la herejía monofisita, que afirmaba que Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina. Aunque fue
también condenada por el concilio de Calcedonia, en 451, había ganado numerosos adeptos,
sobre todo en Egipto y Siria, y todos los emperadores fracasaron en sus intentos de restablecer
la unidad religiosa. En este período se inicia también la estrecha asociación entre la Iglesia y el
Imperio: León I (457-474) fue el primer emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro que suponían las
invasiones bárbaras parece definitivamente conjurado. Los pueblos germánicos, ya asentados en
el desaparecido Imperio de Occidente, están demasiado ocupados consolidando sus respectivas
monarquías como para interesarse por Bizancio.
La época de Justiniano
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Durante el reinado de Justiniano (527-565), el Imperio llegó al apogeo de su poder. El
emperador se propuso restaurar las fronteras del antiguo Imperio Romano, para lo que
emprendió una serie de guerras de conquista en Occidente:
Entre 533 y 534 un ejército al mando del general Belisario conquistó el reino de los vándalos, en la
antigua provincia romana de África. El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un magister
militum.
Entre 535 y 536, Belisario arrebató a los ostrogodos Sicilia y el Sur de Italia, llegando hasta Roma.
Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, comandado
esta vez por Narsés, anexionó de nuevo Italia al Imperio.
En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al
Imperio extensos territorios del sur de la Península Ibérica. La presencia bizantina en Hispania se
prolongó hasta el año 620.
En la frontera oriental, Belisario detuvo la ansias expansionistas del persa Cosroes I (531-579),
al que derrotó en la batalla de Daras.
Las campañas de Justiniano en Occidente dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron
al imperio en una situación de crisis, que llegaría a su punto culminante a comienzos del siglo
VII.
Con Justiniano se cierra prácticamente el "ciclo latino" y triunfan las tendencias
helenizantes. Por un lado, fiel a la tradición romana, se lanza a la aventura de reconquistar para
el Imperio el Mediterráneo, empresa que no tuvo resultados duraderos y después de la cual
Bizancio concentrará sus energías en el Oriente. Por otra parte, bajo su mandato se realiza una
hercúlea labor de recopilación del Derecho Romano, el Corpus Iuris Civilis, en latín; sin
embargo, es en su época cuando se comienza a legislar en griego, de más fácil comprensión
puesto que era la lengua corriente en el Imperio.
El patriotismo romano, así, cede ante el patriotismo griego, ya que es el griego, ahora, la
"patrios foné", la lengua patria. El predominio de la lengua helénica en el oriente bizantino
permitirá la comunicación fluida con el pasado helénico clásico y con la patrística cristiana que,
como se aprecia en los escritos de San Basilio Magno o de Gregorio Nacianceno, se había
nutrido del pensamiento filosófico griego. Efectivamente, la lógica aristotélica fue puesta al
servicio del pensamiento teológico, convirtiéndose en la más estudiada por los teólogos
bizantinos. Este contacto con el pasado clásico se mantendrá siempre en el Imperio, y puede
decirse que el helenismo bizantino es a la Edad Media lo que el helenismo clásico es a la
Antigüedad.
Entre los siglos VII y IX se produce la llamada "Gran Brecha del Helenismo", abismo que
separa dos paisajes históricos bien definidos. Es el fin de una era que, para los griegos, se
remonta, sin interrupción, hasta la Antigüedad Clásica. En Grecia, durante dos siglos, entre 650
y 850, la vida se empobrece y la actividad intelectual parece detenerse. Unos graffitis de poco
valorescritos en el Parthenón de Atenas constituyen la única fuente escrita del período. Es una
verdadera "edad oscura", cuyos orígenes están relacionados con las invasiones ávaro-eslavas y
búlgaras, que convulsionan la vida en los Balcanes. Pero también hay que buscar la explicación
en un fenómeno más global: la crisis mediterránea, a escala "mundial", provocada por el
ascenso del poderío musulmán.
Pareciese que, en la misma Grecia, el helenismo ha declinado hasta la agonía. Bizancio, por su
parte, no presenta un cuadro mucho más alentador: entre los siglos VII y VIII -aun cuando
sabemos que, hacia el 680, Teodoro de Tarsos llega a Inglaterra portando manuscritos de varios
autores griegos, entre ellos Homero, Flavio Josefo y Juan Crisóstomo, fundamento de un futuro
despertar intelectual inglés- decaen notoriamente la instrucción pública y la actividad
intelectual. El Imperio se enfrenta, en el occidente, a eslavos, ávaros y búlgaros, quienes se han
adueñado de los Balcanes interrumpiendo de esta manera las comunicaciones con el Occidente
Latino.
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En el oriente, Siria y Palestina, así como el norte de Africa, han caído en manos musulmanas. El
Imperio queda reducido, prácticamente, al área tradicionalmente griega del Mediterráneo
Oriental, lo que reforzará su caracter helénico.
El siglo VII comienza con la crisis provocada por la espectacular ofensiva del monarca sasánida
Cosroes II, que llegó a amenazar la existencia misma del Imperio. Esta situación fue
aprovechada por otros enemigos de Bizancio, como los ávaros y eslavos, que pusieron sitio a
Constantinopla en 626. El emperador Heraclio fue capaz, tras una guerra larga y agotadora, de
conjurar este peligro, repeliendo el asalto de ávaros y eslavos, y derrotando definitivamente a
los persas en 628.
Sin embargo, apenas unos años después, entre 633 y 645, la fulgurante expansión del Islam
arrebata para siempre al Imperio, exhausto por la guerra contra Persia, las provincias de Siria,
Palestina y Egipto. A mediados del siglo VII, las fronteras se estabilizaron. Los árabes
continuaron presionando, llegando incluso a amenazar la capital, pero la superioridad naval
bizantina, reforzada por su magníficas fortificaciones navales y su monopolio del fuego griego
un producto químico capaz de arder bajo el agua, salvó a Bizancio.
En la frontera occidental, el Imperio se ve obligado a aceptar desde la época de Constantino IV
(668-685) la creación dentro de sus fronteras, en la provincia de Moesia, del reino
independiente de los búlgaros. Durante toda esta época, además, pueblos eslavos fueron
instalándose en los Balcanes, llegando incluso hasta el Peloponeso. En Occidente, la invasión
de los lombardos hizo mucho más precario el dominio bizantino sobre Italia.
La querella iconoclasta
Entre los años 726 y 843, el Imperio Bizantino fue desgarrado por las luchas internas entre los
iconoclastas, partidarios de la prohibición de las imágenes religiosas, y los iconódulos,
contrarios a dicha prohibición. La iconoclasia se nos presenta como la arremetida de las
tendencias orientalizantes en contra no sólo del helenismo clásico y su aprecio por la belleza
artística, sino también de una profunda convicción de los cristianos que ven en las imágenes
(íconos) un medio para acercarse a lo Trascendente. En efecto, el arte bizantino no tiene como
fin el mero goce estético, sensual, sino que debe producir una conmoción que eleve el alma
hacia Dios: "per visibilia ad invisibilia", de los visible y corpóreo, hacia lo invisible e
incorpóreo, decía el Pseudo Dionisio Areopagita. En la defensa de la veneración de los íconos
los bizantinos se jugaban, pues, la Salvación de sus almas, y es ésto lo que explica la férrea
disposición que manifestaron al defender sus creencias. El triunfo de los iconodulos,
veneradores de imágenes, en 843 -la Fiesta de la Ortodoxia, verdadera efeméride nacional
bizantina-, marca también el triunfo del helenismo cristianizado.
La primera época iconoclasta se prolongó desde 726, año en que León III (717-741) suprimió el
culto a las imágenes, hasta 783, cuando fue restablecido por el II Concilio de Nicea. La segunda
tuvo lugar entre 813 y 843. En este año fue restablecida definitivamente la ortodoxia.
Según algunos autores, el conflicto iconoclasta refleja también la división entre el poder estatal
(los emperadores, la mayoría partidarios de la iconoclastia), y el eclesiástico (el patriarcado de
Constantinopla, en general iconódulo); también se ha señalado que mientras que en Asia Menor
eran mayoría los iconoclastas, la parte europea del Imperio era más bien partidaria del culto a
las imágenes.
A principios del siglo IX, el Imperio había sufrido varias transformaciones importantes:
Uniformización cultural y religiosa: la pérdida frente al Islam de las provincias de Siria, Palestina y
Egipto trajo como consecuencia una mayor uniformidad. Los territorios que el Imperio conservaba a
mediados del siglo VII eran de cultura fundamentalmente griega. El latín fue definitivamente
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abandonado en favor del griego. Ya en 629, durante el reinado de Heraclio, está documentado el uso
del término griego basileus en lugar del latín augustus. En el aspecto religioso, la incorporación de
estas provincias al Islam dio por concluida la crisis monofisita, y en 843 el triunfo de los iconódulos
supuso por fin la unidad religiosa.
Reorganización territorial: en el siglo VII -probablemente en época de Constante II (641-668) el
Imperio se dotó de una nueva organización territorial para hacer más eficaz su defensa. El territorio
bizantino se organizó en themata, distritos militares que eran al mismo tiempo circunscripciones
administrativas, y cuyo gobernador y jefe militar, el estrategos, gozaba de una amplia autonomía.
Ruralización: la pérdida de las provincias del Sur, donde más desarrollo habían alcanzado la artesanía
y el comercio, implicó que la economía bizantina pasara a ser esencialmente agraria. La irrupción del
Islam en el Mediterráneo a partir del siglo VIII dificultó las rutas comerciales. Decreció la población y
la importancia de las ciudades en el conjunto del Imperio, en tanto que empezaba a desarrollarse
una nueva clase social, la aristocracia latifundista, especialmente en Asia Menor.
Entre los años 850 y 1050 se vive en el Imperio un verdadero florecimiento intelectual -es el
llamado "Renacimiento Macedonio"- en torno a los estudios clásicos. Un hito importante en
este proceso lo constituye la reorganización de la Universidad de Constantinopla, obra del César
Bardas, a mediados del siglo IX. En esta época se habla y se escribe en el Imperio un griego
excelente, y en los siglos XI y XII en una forma muy próxima al clásico.
El final de las luchas iconoclastas supone una importante recuperación del Imperio, visible
desde el reinado de Miguel III (842-867), último emperador de la dinastía amoriana, y, sobre
todo, durante los casi dos siglos (867-1056) en que Bizancio fue regido por la dinastía
macedonia. Este período es conocido por los historiadores como "renacimiento macedónico".
La política exterior
Durante estos años, la crisis en que se ve sumido el califato abasí, principal enemigo del
Imperio en Oriente, debilita considerablemente la amenaza islámica. Sin embargo, los nuevos
estados musulmanes que surgieron como resultado de la disolución del califato (principalmente
los aglabíes del Norte de África y los fatimíes de Egipto), lucharon duramente contra los
bizantinos por la supremacía en el Mediterráneo oriental. A lo largo del siglo IX, los
musulmanes arrebataron definitivamente Sicilia al Imperio. Creta ya había sido conquistada por
los árabes en 824. El siglo X fue una época de importantes ofensivas contra el Islam, que
permitieron recuperar territorios perdidos muchos siglos antes: Nicéforo Focas (963-969)
reconquistó el norte de Siria, incluyendo la ciudad de Antioquía (969), así como las islas de
Creta (961) y Chipre (965).
El gran enemigo occidental del Imperio durante esta etapa fue el estado búlgaro. Convertido al
cristianismo a mediados del siglo IX, Bulgaria alcanzó su apogeo en tiempos del zar Simeón
(893-927), educado en Constantinopla. Desde 896 el Imperio estuvo obligado a pagar un tributo
a Bulgaria, y, en 913, Simeón estuvo a punto de atacar la capital. A la muerte de este monarca,
en 927, su reino comprendía buena parte de Macedonia y de Tracia, junto con Serbia y Albania.
El poder de Bulgaria fue sin embargo declinando durante el siglo X, y, a principios del siglo
siguiente, Basilio II (976-1025), llamado Bulgaróctonos ("matador de búlgaros") invadió
Bulgaria y la anexionó al Imperio, dividiéndola en cuatro temas.
Uno de los hechos más decisivos, y de efectos más duraderos, de esta época fue la
incorporación de los pueblos eslavos a la órbita cultural y religiosa de Bizancio. En la segunda
mitad del siglo IX, los monjes de Tesalónica Metodio y Cirilo fueron enviados a evangelizar
Moravia a petición de su monarca, Ratislao. Para llevar a cabo su tarea crearon, partiendo del
dialecto eslavo hablado en Tesalónica, una lengua literaria, el antiguo eslavo eclesiástico o
litúrgico, así como un nuevo alfabeto para ponerla por escrito, el alfabeto glagolítico (luego
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sustituido por el alfabeto cirílico). Aunque la misión en Moravia fracasó, a mediados del siglo
X se produjo la conversión del principado de Kiev, quedando así bajo la influencia de Bizancio
un estado de extensión mucho mayor que el propio Imperio.
Las relaciones con Occidente fueron tensas desde la coronación de Carlomagno (800) y las
pretensiones de sus sucesores al título de emperadores romanos y al dominio sobre Italia.
Durante toda esta etapa, a pesar de la pérdida de Sicilia, el Imperio siguió teniendo una enorme
influencia en el sur de la península itálica. Las tensiones con Otón I, quien pretendía expulsar a
los bizantinos de Italia, se resolvieron mediante el matrimonio de la princesa bizantina Teófano,
sobrina del emperador bizantino Juan Tzimiscés, con Otón II.
La política religiosa
Tras la resolución del conflicto iconoclasta, se restauró la unidad religiosa del Imperio. No
obstante, hubo de hacerse frente a la herejía de los paulicianos, que en el siglo IX llegó a tener
una gran difusión en Asia Menor, así como a su rebrote en Bulgaria, la doctrina bogomilita.
Durante esta época fueron evangelizados los búlgaros. Esta expansión del cristianismo oriental
provocó los recelos de Roma, y a mediados del siglo IX estalló una grave crisis entre el
patriarca de Constantinopla, Focio y el papa Nicolás I, quienes se excomulgaron mutuamente,
produciéndose una primera separación de las iglesias oriental y occidental que se conoce como
Cisma de Focio. Además de la rivalidad por la primacía entre las sedes de Roma y
Constantinopla, existían algunos desacuerdos doctrinales. El Cisma de Focio fue, sin embargo,
breve, y hacia 877 las relaciones entre Oriente y Occidente volvieron a la normalidad.
La ruptura definitiva con Roma se consumó en 1054, con motivo de una disputa sobre el texto
del Credo, en el que los teólogos latinos habían incluido la cláusula filioque, significando así,
en contra de la tradición de las iglesias orientales, que el Espíritu Santo procedía no sólo del
Padre, sino también del Hijo. Existía también desacuerdo en otros muchos temas menores, y
subyacía, sobre todo, el enfrentamiento por la primacía entre las dos antiguas capitales del
Imperio.
La caída de Constantinopla
La historia de Bizancio tras la reconquista de la capital por Miguel VIII Paleólogo es la de una
prologada decadencia. En el lado oriental el avance turco redujo casi a la nada los dominios
asiáticos del Imperio, convertido en algunas etapas en vasallo de los otomanos, en los Balcanes
debió competir con los estados griegos y latinos que habían surgido a raíz de la conquista de
Constantinopla en 1204, y en el Mediterráneo la superioridad naval veneciana dejaba muy
pocas opciones a Constantinopla. Además, durante el siglo XIV el Imperio, convertido en uno
más de numerosos estados balcánicos, debió afrontar la terrible revuelta de los almogávares
catalanes y dos devastadoras guerras civiles.
Durante un tiempo el Imperio sobrevivió simplemente porque selyúcidas, mongoles y persas
safávidas estaban demasiado divididos para poder atacar, pero finalmente los turcos otomanos
invadieron todo lo que quedaba de las posesiones bizantinas a excepción de un número de
ciudades portuarias. (Los otomanos procedían de uno de los sultanatos —núcleo originario del
futuro Imperio otomano— escindidos del estado selyúcida bajo el mando de un líder llamado
Osman I Gazi— que daría el nombre de la dinastía otomana u osmanlí).
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El Imperio apeló a Occidente en busca de ayuda, pero los diferentes estados ponían como
condición la reunificación de la iglesia católica y la ortodoxa. La unidad de las iglesias fue
considerada, y ocasionalmente llevada a cabo por decreto legal, pero los ciudadanos ortodoxos
no aceptarían el catolicismo romano. Algunos combatientes occidentales llegaron en auxilio de
Bizancio, pero muchos prefirieron dejar al Imperio sucumbir, y no hicieron nada cuando los
otomanos conquistaron los territorios restantes.
Constantinopla fue en un principio desestimada en pos de su conquista debido a sus poderosas
defensas, pero con el advenimiento de los cañones, las murallas —que había sido impenetrables
excepto para la Cuarta Cruzada durante más de 1000 años— ya no ofrecían la protección
adecuada frente a los turcos Otomanos. La Caída de Constantinopla finalmente se produjo
después de un sitio de dos meses llevado a cabo por Mehmet II el 29 de mayo de 1453. El
último emperador Bizantino, Constantino XI Paleologo, fue visto por última vez cuando entraba
en combate con las tropas de jenízaros de los sitiadores otomanos, que superaban de manera
aplastante a los bizantinos. Mehmet II también conquistó Mistra en 1460 y Trebisonda en 1461.
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http://html.rincondelvago.com/bizancio.html
APROXIMACION CRONOLOGICA.-
330 Constantino funda sobre la ciudad de Bizancio la Nueva Roma que será conocida por
Constantinopla.
395 Muere Teodosio y el imperio queda repartido entre sus dos hijos. Honorio en
Occidente y Arcadio en Oriente.
476 Fin del imperio romano de occidente. Rómulo Augústulo es depuesto por Odoacro.
867 Bajo el patriarca Focio la iglesia bizantina ortodoxa abandona la obediencia a Roma.
APROXIMACION HISTORICA.-
21
Desde el comienzo del gobierno de Roma, el mapa de la actividad económica mediterránea
señalaba una distinción entre el área comercial e industrial situada al este, y la zona de
dedicación agrícola occidental. La diferencia tendió a hacerse más aguda. Oriente producía
las riquezas y Occidente las consumía sin devolver nada a cambio. Empresarios orientales
controlaban el comercio y su actividad engrandecía las aglomeraciones urbanas de levante.
Su prosperidad, alimentada por el intercambio comercial y el artesanado industrial, no era
comparable a la de Occidente.
La economía de Occidente se basaba en la agricultura. Oriente, además, en el comercio y la
industria. Eran dos economías, una natural y la otra monetaria. En ambos el prestigio
pertenece a las clases agrícolas. La escala social en occidente era corta y distante. En
oriente más amplia y con menores diferencias entre clases.
Si nos retrotraemos al siglo III, veremos que la grandeza del imperio no tenía una base
sólida. La pax romana era una falacia. Una pátina que parecía cubrir todo el territorio
dominado, que en la práctica estaba dividido, y sólo existía la unidad política. Por debajo
de esta apariencia subyacían también culturas autóctonas que con la debilidad del Estado
comienzan a resurgir.
Las revueltas se multiplican, los esclavos se sublevan, las ciudades se despueblan. Las
tropas que defendían las fronteras deben acudir en ayuda de las que intentan mantener el
orden público y el control interno.
Los pueblos bárbaros aprovechan esta debilitación política para pasar las cuencas del Rin y
del Danubio, frontera natural de la Romanía en Europa.
Como ideología, no era sino un conjunto de principios éticos para la consecución de una
mejor vida después de esta vida. Una ideología urbana que tardó en trasladarse al campo y
que se puede decir que salió de las catacumbas hacia el siglo IV.
Cuando comenzó a captar gentes acomodadas e incluso algunos miembros de las clases
dominantes, se empezó a considerar el peligro que podían suponer los cristianos como
comunidad. Es posible y tal vez probable que algunos abrazarían el cristianismo por
convicción, pero es más razonable pensar, como lo ha demostrado la misma historia, que
los poderosos vieran en el cristianismo una forma de control de las masas que se les había
ido de las manos con las revueltas de la plebe y los esclavos.
Es de suponer que las llamadas persecuciones sean más de carácter político que religioso,
puesto que el imperio había respetado siempre en su seno todo tipo de cultos.
En 313, Constantino, consciente de las ventajas de alianza con los cristianos, les concede la
libertad de culto por el Edicto de Milán.
En 380 Teodosio instituye el cristianismo como religión oficial del Estado por el edicto de
Tesalónica.
Desde el 313 al 380 se gestan las instituciones religiosas, el derecho canónico, los cargos
eclesiásticos (prelados, obispos…) el más importante es el obispo de Roma.
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No ocurre lo mismo en Oriente, donde las condiciones económicas y culturales favorecen
la subsistencia política del sistema antiguo, donde el poder religioso se distribuye entre
varios patriarcas y donde no se acata al obispo de Roma.
La fórmula del cesaropapismo hace que se mantenga un equilibrio entre el poder estatal y
el religioso, que apoya la supremacía del emperador.
LA SOCIEDAD BIZANTINA.-
Es fácil hablar de ella. Sus elementos son los mismos quew se han ido formando desde
hace siglos, cuando un solo poder gobernaba el mundo desde Roma.
Una alta aristocracia terrateniente que ha trasformado sus posesiones en señoríos y ejerce
la dirección de los asuntos públicos. Sus privilegios se ven amenazados por una clase
clerical que se engrandece sin cesar y de la cual el patriarca de Constantinopla es un
auténtico pontífice.
Es un clero secular pero sobretodo regular. Son los monjes, a cuyas casas van a parar las
donaciones más sustanciosas y de donde salen sus miembros para predicar y profetizar,
envueltos en un halo de milagrería e histerismo que captan con facilidad los espíritus más
débiles.
Los comerciantes, enriquecidos por el tráfico con occidente y sobre todo por el de oriente,
donde los persas ejercen de intermediarios, tienen bajo su mando multitud de marinos y
artesanos. La mayoría son libres pero tienen que competir con la clase más baja, que
abarata la mano de obra, y esto les obliga a trabajar febrilmente aunque sus oficios sean
más desahogados y mejor retribuidos.
Los campesinos, lentos y silenciosos, que apenas dejan huella con el tiempo, ocupan el
último escalafón de la población activa rural.
Y una multitud de mendigos que recorren las calles de Constantinopla y aprovechan sus
soportales para dormir a la intemperie.
24
Los pequeños agricultores libres dejan de serlo para engrosar las filas de los colonos,
siervos y hasta esclavos. Sólo hombres protegidos por su profesión militar forman en
algunos casos el escalón social intermedio que está diluido en el sector rural bizantino.
Las diferencias con la sociedad occidental cada vez son más marcadas. La diversidad en el
vestido, la alimentación, el peinado, el lenguaje y la legislación, culmina con la diversidad
de cultos religiosos. Todo esto separa un mundo medianamente cultivado de otro bárbaro.
Todo parecía en contra del nacimiento de una sociedad romano-germánica. Todo menos el
tiempo, que fue un elemento decisivo. La superioridad cultural romana y el primitivismo
bárbaro se aglutinaron, mezclaron y fundieron con la convivencia. En occidente fue una
transición lenta y costosa. En oriente, la astucia de los dirigentes de ambas culturas y la
estabilidad de las gentes, permitieron una consolidación temprana. Funcionan
políticamente por medio de mecanismos administrativos y llegan a tener una única
concepción político jurídica.
MUNDO BIZANTINO
DEMOGRAFÍA
Son muy pocos los datos que pueden permitirnos calcular la población del Imperio
bizantino. J.C. Russell estima que a finales del siglo IV la población total del Imperio
romano de Oriente era de unos 25 millones, repartidos en un área de aproximadamente
1.600.000 km². Hacia el siglo IX, sin embargo, tras la pérdida de las provincias de Siria,
Egipto y Palestina y la crisis de población del siglo VI, habitarían el Imperio alrededor de
13 millones de personas en un territorio de 745.000 km².
Hacia el siglo XIII, con las importantes mermas territoriales sufridas por el Imperio, no es
probable que el basileus rigiese los destinos de más de 4.000.000 de personas. Desde
entonces el territorio del Imperio —y, por ende, su población— fue decreciendo
rápidamente hasta la caída de Constantinopla en 1453.
Las mayores concentraciones de población estuvieron siempre en la parte asiática del
Imperio, especialmente en el litoral egeo de Asia Menor.
En cuanto a las ciudades, el crecimiento de Constantinopla fue espectacular en los siglos
IV y V. Mientras que la capital de Occidente, Roma, había declinado considerablemente
desde el siglo II, en que llegó a tener un millón y medio de habitantes, hasta el siglo V, con
sólo unos 100.000, Constantinopla, que en el momento de su fundación contaba
escasamente con 30.000 habitantes, llegó en época de Justiniano a los 400.000.
Pero Constantinopla no era la única gran ciudad del Imperio. La población de Alejandría
en esa misma época se ha estimado en torno a los 300.000 habitantes, algo mayor que
Antioquía (unos 250.000), seguida de otras ciudades como Éfeso, Esmirna, Pérgamo,
Trebisonda, Edesa, Nicea, Tesalónica, Tebas y Atenas.
El siglo VI supuso un importante retroceso de la urbanización debido tanto a las guerras
como a una desdichada sucesión de epidemias y catástrofes naturales. En el siglo siguiente,
tras la pérdida de Siria, Palestina, Egipto y Cartago, sólo quedaron dos grandes ciudades en
el Imperio: la capital y Tesalónica. Parece que la población de Constantinopla decreció
considerablemente durante los siglos VI y VII (a causa, entre otras razones, de la peste) y
sólo comenzó a recuperarse a mediados del siglo VIII. Se estima que su población sería de
26
300.000 habitantes durante el renacimiento macedónico, y de no menos de 500.000 bajo la
dinastía Comnena.
En los últimos tiempos del Imperio las ciudades sufrieron un pronunciado declive. Se
estima que en el momento de su conquista por los turcos la población de la capital estaba
en torno a los 50.000 habitantes, y la de la segunda ciudad del Imperio, Tesalónica,
alrededor de los 30.000.
ECONOMÍA
Como en el resto del mundo en la Edad Media, la principal actividad económica era la
agricultura que estaba organizada en latifundios, en manos de la nobleza y el clero.
Cultivaban los cereales, frutos, las hortalizas y otros alimentos vegetales.
La principal industria era la textil, basada en talleres de seda estatales, que empleaban a
grandes cantidades de operarios. El Imperio dependía por completo del comercio con
Oriente para el abastecimiento de seda, hasta que a mediados del siglo VI unos monjes
desconocidos —quizá nestorianos— lograron llevar capullos de gusanos de seda a
Justiniano. El Imperio comenzó a producir su propia seda —principalmente en Siria—, y
su fabricación fue un secreto celosamente guardado y desconocido en el resto de Europa
hasta al menos el siglo XII.
Hay que destacar la gran importancia del comercio. Por su situación geográfica, el Imperio
bizantino fue un intermediario necesario entre Oriente y el Mediterráneo, al menos hasta el
siglo VII, cuando el Islam se apoderó de las provincias meridionales del Imperio. Era
especialmente importante la posición de la capital, que controlaba el paso de Europa a
Asia, y al dominar el Estrecho del Bósforo, los intercambios entre el Mediterráneo (desde
donde se accedía a Europa occidental) y el Mar Negro (que enlazaba con el Norte de
Europa y Rusia).
Existían 3 rutas principales que enlazaban el Mediterráneo con el Extremo Oriente:
1. El camino más corto atravesaba Persia, y luego Asia Central (Samarcanda, Bujará). Se
conoce como Ruta de la Seda.
2. Una segunda ruta, mucho más difícil, evitaba Persia, e iba del Mar Negro, a través de los
puertos de Crimea, al Caspio, y de ahí a Asia Central. Esta ruta fue abierta en época de
Justino II.
3. Por mar, desde la costa de Egipto, a través del Mar Rojo y del Océano Índico,
aprovechando los monzones, hasta Sri Lanka. Esta ruta marítima posibilitaba no sólo el
27
comercio con la India, sino también con el reino de Aksum, en la actual Eritrea. Una
pormenorizada relación de las vicisitudes de esta ruta se encuentra en la obra del viajero
Cosmas Indicopleustes. El comercio bizantino por esta ruta desapareció cuando en el siglo
VII se perdieron las provincias meridionales del Imperio.
El comercio bizantino entró en decadencia durante los siglos XI y XII, a causa de las
ruinosas concesiones que se hicieron a Venecia, y, en menor medida, a Génova y a Pisa.
Un importante elemento en la economía del Imperio fue su moneda, el sólido bizantino y el
besante, de extendido prestigio en el comercio mundial de la época.
EL EMPERADOR
El jefe supremo del Imperio bizantino era el Emperador (basileus), que dirigía el Ejército,
la administración, y tenía el poder religioso. Cada emperador tenía la potestad de elegir a
su sucesor, al que asociaba a las tareas de gobierno confiriéndole el título de césar. En
algún momento de la historia de Bizancio (concretamente, durante el reinado de Romano I
Lecapeno) llegó a haber hasta 5 césares simultáneos.
El sucesor no era necesariamente hijo del Emperador. En muchos casos, la sucesión fue de
tío a sobrino (Justiniano, por ejemplo, sucedió a su tío Justino I y fue sucedido por su
sobrino Justino II). Otros personajes llegaron a la dignidad imperial a través del
matrimonio, como Nicéforo II o Romano IV.
Si bien el emperador elegía a su sucesor, fueron muchos los que llegaron al poder al ser
proclamados emperadores por el Ejército (como Heraclio I o Alejo I Comneno), o gracias a
las intrigas cortesanas, a veces aderezadas con numerosos crímenes. Para evitar que los
emperadores depuestos y sus familiares reivindicaran el trono eran con frecuencia cegados
y, en ocasiones, castrados, y confinados en monasterios. Un caso peculiar es el de
Justiniano II, llamado Rhinotmetos ('Nariz cortada'), a quien el usurpador Leoncio cortó la
nariz y envió al destierro, aunque recuperaría posteriormente su trono. Estos crímenes
atroces fueron sumamente frecuentes en la historia del Imperio bizantino, especialmente en
las épocas de inestabilidad política.
28
El escudo del Imperio bizantino, cuando gobernaban los Paleólogos, hace referencia al papel
político y religioso del Emperador; el águila bicéfala porta en una pata un orbe o una cruz(la
Iglesia); y en la otra, una espada (Estado).
La figura del Emperador estaba especialmente relacionada con la Iglesia, que se convirtió
en un factor estabilizador, y especialmente con el Patriarca de Constantinopla. La
monarquía bizantina tenía un carácter cesaropapista —uno de los títulos del emperador era
Isapóstolos ('Igual a los Apóstoles'), y ciertas prerrogativas de su cargo remiten al Rex
sacerdos ('Rey sacerdote') de la monarquía israelita—. El Emperador y el Patriarca tenían
una relación de mutua interdependencia: si bien el emperador designaba al Patriarca, era
éste el que sancionaba su acceso al poder mediante la ceremonia de coronación. Entre uno
y otro hubo en la historia de Bizancio muchos momentos de tensión, pues los intereses del
Estado diferían a veces de los de la Iglesia. En la última etapa del Imperio, por ejemplo,
cuando los emperadores, para obtener la ayuda de Occidente frente a los turcos, intentaron
restaurar la unidad religiosa de su iglesia con la de Roma, se encontraron con la tenaz
resistencia de los patriarcas.
Una de las principales bazas del emperador era su control sobre una eficaz administración,
que se regía por el Corpus Iuris Civilis, recopilado en época de Justiniano. La organización
territorial se basaba, desde el siglo VII, en los themata ('temas'), provincias al mando de un
strategos o general.
EJÉRCITO
Ejército bizantino
El Ejército bizantino fue durante siglos el más poderoso de Europa. Heredero del Ejército
romano, en los siglos III y IV fue sustancialmente reformado, desarrollando sobre todo la
caballería pesada (catafracta), de origen sármata.
29
La armada bizantina tuvo un papel preponderante en la hegemonía del Imperio, gracias a
sus ágiles embarcaciones, llamadas dromones (dromos) y al uso de armas secretas como el
«fuego griego». La superioridad naval de Bizancio le proporcionó el dominio del
Mediterráneo oriental hasta el siglo XI, cuando empezó a ser sustituida por el incipiente
poder de algunas ciudades-estado italianas, especialmente Venecia.
En un primer momento existían dos tipos de tropas: los limitanei (guarniciones de frontera)
y los comitatenses. A partir del siglo VII el Imperio fue organizado en themata,
circunscripciones tanto administrativas como militares dirigidas por un strategos, cuya
existencia mejoró sustancialmente la capacidad defensiva de Bizancio frente a sus
numerosos enemigos exteriores.
En la defensa de Bizancio jugó un importante papel la hábil diplomacia de sus
emperadores. Los pagos de tributos mantuvieron mucho tiempo alejados a los enemigos
del Imperio, y su servicio de espionaje logró salvar situaciones que parecían desesperadas.
Una de las debilidades del Ejército bizantino, que fue acentuándose con el tiempo, fue la
necesidad de recurrir a tropas mercenarias, de fidelidad dudosa. Entre los cuerpos
mercenarios más conocidos está la famosa guardia varega. La crisis más terrible que los
mercenarios causaron en el Imperio fue seguramente la revuelta de los almogávares, en el
siglo XIV.
El arte de la estrategia alcanzó un gran auge en época bizantina, e incluso varios
emperadores, como es el caso de Mauricio escribieron tratados sobre el arte militar. Estas
doctrinas ensalzaban el sigilo, la sorpresa y el liderazgo de los comandantes.
RELIGIÓN BIZANTINA
Uno de los rasgos más característicos de la civilización bizantina es la importancia de la
religión y del estamento eclesiástico en su ideología oficial. Iglesia y Estado, emperador y
patriarca, se identificaron progresivamente, hasta el punto de que el apego a la verdadera fe
(la «ortodoxia») fue un importante factor de cohesión política y social en el Imperio
bizantino, lo que no impidió que surgieran numerosas corrientes heréticas.
El cristianismo primitivo tuvo un desarrollo mucho más rápido en Oriente que en
Occidente. Es muy significativo el hecho de que el Concilio de Calcedonia reconociera en
451 cinco grandes patriarcados, de los cuales sólo uno (Roma) era occidental; los otros
cuatro (Constantinopla, Jerusalén, Alejandría y Antioquía) pertenecían al Imperio de
Oriente. De todos ellos, el principal fue el Patriarcado de Constantinopla, cuya sede estaba
en la capital del Imperio. Las otras tres sedes fueron separándose paulatinamente de
30
Constantinopla, primero a causa de la herejía monofisita, duramente perseguida por varios
emperadores; luego, con motivo de la invasión del Islam en el siglo VII, las sedes de
Alejandría, Antioquía y Jerusalén quedaron definitivamente bajo dominio musulmán.
Durante el siglo VII, hubo algunos intentos de la Iglesia Ortodoxa por atraerse a los
monofisitas, mediante posturas religiosas intermedias, como el monotelismo, defendido por
Heraclio I y su nieto Constante II. Sin embargo, en los años 680 y 681, en el III Concilio de
Constantinopla se retornó definitivamente a la ortodoxia.
La Iglesia Ortodoxa sufrió otra crisis importante con el movimiento iconoclasta, primero
entre los años 730 y 787, y luego entre 815 y 843. Se enfrentaron dos grupos religiosos: los
iconoclastas, partidarios de la prohibición del culto a las imágenes o iconos, y los
iconódulos, que defendían esta práctica. Los iconos fueron prohibidos por León III
comenzando así las más agrias disputas. Esto no se resolvió hasta que la emperatriz Irene
convocó el II Concilio de Nicea en 787 que reafirmó los iconos. Esta emperatriz consideró
una alianza con Carlomagno que hubiera unido ambas mitades de la Cristiandad, pero que
fue desestimada.
El movimiento iconoclasta resurgió en el siglo IX, siendo derrotado definitivamente en
843. Todos estos conflictos internos no ayudaron a resolver el cisma que se estaba
produciendo entre Occidente y Oriente.
En el siglo IX destaca la figura del patriarca Focio, que por primera vez rechazó el primado
de Roma, abriendo una historia de desencuentros que culminaría en 1054, con el llamado
Cisma de Oriente y Occidente. Focio se esforzó también en equiparar el poder del patriarca
al del emperador, postulando una especie de diarquía o gobierno compartido.
El cisma contribuyó, sin embargo, a la transformación de la Iglesia Ortodoxa en una iglesia
nacional. Esto se reforzó más aún con la humillación sufrida en 1204 por la invasión de los
cruzados y el traslado temporal de la sede patriarcal a Nicea.
Durante el siglo XIV se desarrolló una importante corriente religiosa, conocida como
hesicasmo (del griego hesychía, que puede traducirse como 'quietud' o 'tranquilidad'). El
hesicasmo defendía el recogimiento interior, el silencio y la contemplación como medios
de acercamiento a Dios, y se difundió sobre todo por las comunidades monásticas. Su
máximo representante fue Gregorio Palamás, monje de Athos que llegaría a ser arzobispo
de Tesalónica.
31
Desde finales del siglo XIII hubo varios intentos de volver a la unidad religiosa con Roma:
en 1274, en 1369 y en 1438, para conseguir la ayuda occidental frente a los turcos. Sin
embargo, ninguno de estos intentos llegó a prosperar.
CULTURA Y ARTE
LENGUA Y LITERATURA
Literatura bizantina
En los orígenes del Imperio bizantino existió una situación de diglosia entre el latín y el
griego. El primero era la lengua de la administración estatal, en tanto que el griego era la
lengua hablada y el principal vehículo de expresión literaria. La Iglesia y la educación
utilizaban también el griego. A esto debe añadirse que algunas regiones del Imperio
empleaban otras lenguas, como el arameo y su variante el siríaco en Siria y Palestina, y el
copto en Egipto.
Con el tiempo, el latín fue definitivamente desplazado por el griego, que se convirtió
también en la lengua de la administración imperial. Es significativo que ya en época de
Heraclio el título de Augustus, en latín, haya sido sustituido por el de basiléus, en griego.
El latín, sin embargo, continuó apareciendo en inscripciones y en monedas hasta el siglo
XI.
La invasión del Islam y la pérdida de las provincias orientales propiciaron una mayor
helenización del Imperio. El griego hablado en el Imperio era el resultado de la evolución
del griego helenístico, y suele denominarse griego medieval o griego bizantino. Existían
grandes diferencias entre el lenguaje literario, deliberadamente arcaico, y el lenguaje
hablado, la koiné popular, muy rara vez utilizada en la literatura.
La literatura, como en general la cultura bizantina en todos sus aspectos, se caracteriza por
tres elementos: helenismo, cristianismo e influjo oriental. Helenismo porque continúa la
tradición de la Grecia clásica pese a los intentos romanizadores de Justiniano y su sobrino
Justino II, que sólo alcanzaron al derecho. Cristianismo porque esa fue desde Constantino
la religión del Imperio, a pesar de la oposición intelectual hasta bien entrado el siglo VI;
influjo oriental por la estrecha relación con pueblos asiáticos y africanos.
La literatura bizantina cuenta con un poema épico en griego popular, el de Digenis Akritas,
y con líricos de primer orden como Teodoro Pródromo. Posee unos géneros característicos,
como los bestiarios, volucrarios, lapidarios y las novelas bizantinas (Estacio Macrembolita:
Los amores de Isinia e Ismino; Teodoro Pródromo, Los amores de Rodante y Dosicles;
32
Niceta Eugeniano, Las aventuras de Drusilla y Caricles y Constantino Manasés, Aventuras
de Aristandro y Calitea). Fue especialmente fecunda en escritores teológicos (como, por
ejemplo, Eneas de Gaza), cristológicos y hagiográficos. Repercutió en particular en la
literatura occidental la historia de Barlaam y Josafat, divulgada por todo Occidente, en la
cual se encuentran alusiones a la vida de Buda.
La historia tuvo representantes eminentes, como Procopio de Cesarea, secretario que fue
del célebre general Belisario durante el reinado de Justiniano y a la vez panegirista del
emperador en los seis libros de sus Historias y su detractor en la llamada Historia secreta.
En la lírica destaca el género del epigrama con figuras como Pablo Silenciario y Agatías,
este último antologista e historiador del periodo que siguió a Justiniano. Jorge de Pisidia
compuso poesía épica y epigramas. Existe un interesante libro de viajes de Cosmas
Indicopleustes. Del siglo VII destaca un historiador, Simocata, que no llegó a la
importancia de Procopio; en este siglo se hizo famoso el poeta Romano el Mélodo, autor
de himnos religiosos. Entre el siglo VIII y el XI se compila la ya mencionada epopeya
nacional Digenis Acritas, compuesta en una lengua semiculta; también se elaboran
epopeyas sobre las hazañas de Alejandro Magno y se componen enciclopedias como la
Suda, de no siempre acendrada veracidad. Se recopiló en esta época el más importante
corpus de epigramática griega que se conserva, la Antología Palatina. El cristianismo entra
en el género tradicional pagano con la obra del monje Teodoro Estudita y de la monja
poetisa Casia. Algunos emperadores se dedicaron a las letras, como León VI el Sabio, que
fue poeta, así como su hijo, Constantino VII Porfirogéneta. San Juan Damasceno compuso
tratados teológicos y polémicos en oscuro estilo; el citado Teodoro escribe también sobre
la cuestión iconoclasta, así como obras ascéticas y de exégesis.
En el último periodo, desde finales del XI, existe una gran cantidad de literatura polémica
religiosa, pero también escriben Focio y Miguel Psellos sobre temas más variados y se
propicia un renacimiento de las letras griegas, renacimiento que pasó a Europa con la
dispersión de los eruditos bizantinos por la Península Itálica tras la conquista de
Constantinopla por los otomanos. En Italia renacerá el estudio del griego y el Humanismo
y de ahí pasará al resto del mundo. Juan Tzetzés escribe poemas didácticos y eruditos. El
epigrama alcanza cumbres en Cristóbal de Mitilene o Juan Mauropo. Se escriben novelas
en Grecia y proliferan los bestiarios y lapidarios, y crónicas como la célebre Crónica de
Morea, que mandó traducir al aragonés el gran maestre de la Orden de San Juan de
33
Jerusalén Juan Fernández de Heredia. El inquieto e inconformista poeta Teodoro Pródromo
escribe cuatro poemas satíricos en la lengua popular y escribe su Catomiomaquia, o Lucha
de los Gatos contra los Ratones a modo de parodia épica. Hay excelentes historiadores que
dejan testimonio de las Cruzadas, como los hermanos Miguel y sobre todo Nicetas
Acominato, Paquimeras, Nicéforo Briennio o su mujer Ana Comnena, princesa imperial
autora de La Alexiada, historia de su padre Alejo I Comneno. Durante la época de los
Paleólogos la literatura entra en decadencia pero después surge con fuerza la filología.
ARQUITECTURA
Arquitectura bizantina
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Algunas iglesias destacadas son la iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla, Santa
Catalina de Salónica, la catedral de Atenas y la basílica de San Marcos de Venecia.
La Tercera Edad de Oro comienza tras la recuperación de Constantinopla en 1261. Es
una época de difusión de las formas bizantinas, tanto hacia el Norte (Rusia) como hacia
Occidente. Las novedades de este período son más bien decorativas que estructurales.
Destacan iglesias como Santa María Pammakaristos en Constantinopla, las iglesias del
monte Athos o el conjunto de iglesias de Mistra, en el Peloponeso.
ESCULTURA
Escultura bizantina
El estilo bizantino quedó definido a partir del siglo VI. Anteriormente dominaba el estilo
romano tardío, aun en la misma Constantinopla según lo evidencian diversas estatuas
erigidas por toda la ciudad. No obstante, otros monumentos de la época iniciaban ya el
gusto bizantino, como Disco de Teodosio de Madrid que ostenta en bajorrelieve las figuras
del emperador y su corte (393).
El estilo bizantino en escultura debe considerarse como una derivación del romano, bajo la
influencia asiática. Le caracterizan, en general, cierto amaneramiento, uniformidad y
rigidez o falta de naturalidad en las figuras junto con la gravedad la cual suele consistir en
esmaltes, en imitaciones de piedras y sartas de perlas, en trazos geométricos y en follaje
estilizado o desprovisto de naturalidad.
Cultivó el arte bizantino muy poco el bulto redondo pero abundó en relieves sobre marfil,
plata y bronce y no abandonó del todo el uso de camafeos y entalles en piedras finas. En
los relieves, como en las pinturas y mosaicos se presentan las figuras mirando de frente.
MOSAICOS
De la cultura romana Bizancio heredó la decoración mediante mosaicos que llegaron a su
máximo esplendor con este imperio. Los mosaicos eran figuras formadas por pequeños
trozos de piedra o vidrio coloreado (llamadas también teselas). Seguían estrictas normas
para ilustrar pasajes de la vida de los emperadores y escenas religiosas. Estas últimas
cubrían las murallas y cielos rasos de las iglesias.
De esa habilidad alcanzada con respecto a los mosaicos resurge el interés de los vidrieros
de Bizancio por la imitación de las piedras preciosas, con lo que llegaron a alcanzar una
habilidad tan grande que resultaba bastante difícil poder distinguirlas de las auténticas.
35
PINTURA
Pintura bizantina
Son particularmente destacables los retablos de temática religiosa conocidos como iconos.
MÚSICA
Música bizantina
LEGADO
El Imperio bizantino fue un Imperio multicultural, que nació como cristiano y heredero de
la tradición romana, comprendiendo la zona de Oriente y que desapareció en 1453 como un
reino griego ortodoxo. El escritor británico Robert Byron lo describió como el resultado de
una triple fusión: un cuerpo romano, una mente griega y un alma oriental.
Bizancio fue la única potencia estable en la Edad Media. Su influencia sirvió de factor
estabilizador en Europa, sirviendo de barrera contra la presión de las conquistas de los
ejércitos musulmanes y actuando como enlace hacia el pasado clásico y su antigua
legitimidad.
La caída del Imperio fue traumática, tanto que durante mucho tiempo se consideró 1453
como la división entre la Edad Media y la Edad Moderna. El conquistador otomano,
Mehmet II, y sus sucesores se consideraron a sí mismos herederos legítimos de los
emperadores bizantinos hasta el derrumbamiento del Imperio otomano, a principios del
siglo XX. Sin embargo, el papel del Emperador bizantino como cabeza de la ortodoxia
oriental fue reclamado por los Grandes Duques de Moscú empezando por Iván III. Su nieto
Iván IV el Terrible se convertiría en el primer zar de Rusia (el título de zar proviene del
latín caesar, 'césar'). Sus sucesores apoyaron la idea que Moscú era la heredera legítima de
Roma y Constantinopla, la Tercera Roma — una idea mantenida por el Imperio ruso hasta
su propio fin a principios del siglo XX.
Desde el punto de vista comercial, Bizancio era el punto de partida de la Ruta de la Seda, el
eje económico que unía Europa con Oriente, importando materias de lujo como seda y
especias. La interrupción de esta ruta con motivo de la desaparición del Imperio bizantino
provocó la búsqueda de nuevas rutas comerciales, llegando españoles y portugueses a
América y África en busca de rutas alternativas. Los portugueses, que acabaron la
36
Reconquista antes y dispusieron de los recursos necesarios con antelación crearon un
Imperio atlántico que permitía alcanzar la India al circunnavegar África. Los españoles,
posteriormente, patrocinarían a Cristóbal Colón y a los conquistadores, que supondrían la
creación de un imperio que transformaría a España en la primera potencia mundial.
Bizancio desempeñó un papel inestimable para la conservación de los textos clásicos, tanto
en el mundo islámico como en la Europa occidental, donde sería clave para el
Renacimiento. Su tradición historiográfica fue una fuente de información sobre los logros
del mundo clásico. Hasta tal punto fue así, que se cree que el resurgir cultural, económico y
científico del siglo XV no hubiera sido posible sin la bases establecidas en la Grecia
bizantina.
La influencia de Bizancio en asuntos como la teología sería vital para pensadores europeos
como Santo Tomás de Aquino. Asimismo se ha de mencionar que el Imperio fue clave en
la extensión del cristianismo, que definiría Europa durante siglos. De los 4 mayores focos
de esta religión, 3 (Jerusalén, Antioquía y Constantinopla) se hallaban en su territorio y
hasta que no aconteció el cisma de Oriente fue su mayor foco espiritual. También fue
responsable de la evangelización de los pueblos eslavos, gracias a misioneros tan célebres
como Cirilo y Metodio que evangelizaron a los pueblos eslavos y desarrollaron un sistema
de escritura que aún hoy en día se sigue utilizando en muchos países, el alfabeto cirílico.
Por último es notable su influencia en las iglesias copta, etíope, y la de armenia.
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MIS CONCLUSIONES: Roma y Bizancio.
PERO LA INCURSIÓN GALA DEL 390 A.C. PUSO FRENO A LA EXPANSIÓN. LAS
CIUDADES VECINAS APROVECHARON PARA ESCAPAR DEL CONTROL DE
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ROMA, Y NO VOLVIERON A CAER EN ÉL HASTA MEDIADOS DEL S. IV A.C.
FINALMENTE, ROMA LES CONCEDIÓ UNA CIUDADANÍA DE SEGUNDA
CLASE, CON TODAS LAS OBLIGACIONES Y SIN EL DERECHO DE SUFRAGIO.
EN EL 343 A. C. ROMA EMPRENDIÓ LA GUERRA CONTRA LOS SAMNITAS,
MONTAÑESES QUE HABITABAN EN LA MITAD SUR DE LA PENÍNSULA
ITÁLICA. LOS ROMANOS UTILIZARON SU EXCUSA FAVORITA PARA ENTRAR
EN CONFLICTO: UNA SUPUESTA PETICIÓN DE AYUDA DE CAPUA.
39
EL IMPERIO DIVIDIDO
Contacto:
email: letyortizperalta@gmail.com
GLOSARIO
AUTOCRACIA:
41
(DEL GRIEGO ΑΥΤΟΣ AUTOS 'UNO MISMO' Y ΧΡΑΤΟΣ KHRATOS 'GOBIERNO,
PODER') ES UN SISTEMA DE GOBIERNO ABSOLUTO, EN EL CUAL LA VOLUNTAD
DE UNA SOLA PERSONA ES LA SUPREMA LEY DE UN ESTADO. SE REFIERE
GENERALMENTE A LA MONARQUÍA ABSOLUTA, PERO ESPECIALMENTE AL
RÉGIMEN ZARISTA RUSO Y SU CONSTITUCIÓN DE 1905, CUYO DIRIGENTE
ASUMÍA EL TÍTULO DE "AUTÓCRATA DE TODAS LAS RUSIAS".
EN LA ACTUALIDAD, EL USO DEL CALIFICATIVO DE "AUTOCRACIA" POR LOS
POLÍTICOS COMO SINÓNIMO DE MONARQUÍA HA CAÍDO EN DESUSO (POR LA
APARICIÓN DE LAS MONARQUÍAS CONSTITUCIONALES O LIMITADAS),
AUMENTANDO AL MISMO TIEMPO SU UTILIZACIÓN COMO SINÓNIMO DE
TIRANÍA (DEGENERACIÓN DE LA MONARQUÍA, SEGÚN LOS FILÓSOFOS DE LA
ANTIGUA GRECIA) O INCLUSO DE DICTADURA.
SU USO MÁS HABITUAL ES PARA ESTABLECER UN PARÁMETRO DE PODER
POLÍTICO. POR EJEMPLO, LA OLIGARQUÍA ES EL EJERCICIO DE PODER POR UNOS
POCOS, MIENTRAS QUE LA AUTOCRACIA SE CARACTERIZA PORQUE EL PODER
ES EJERCIDO POR UNA SOLA PERSONA, EN VEZ DE POCAS. LA AUTOCRACIA ES
UN SISTEMA POLÍTICO DIAMETRALMENTE OPUESTO A LA ANARQUÍA, LA
AUSENCIA DE PODER, Y BASTANTE LEJANO DE LA DEMOCRACIA. ALGUNAS DE
LAS CONDICIONES FAVORABLES PARA QUE SE DESENCADENE UNA
AUTOCRACIA SON: INJUSTICIA SOCIAL, POBREZA (O DESAPARICION DE LA
CLASE MEDIA) Y UN ALTO NIVEL DE DESEMPLEO, ENTRE OTRAS. UN CLARO
EJEMPLO DE AUTOCRACIA SE DIO DURANTE EL REGIMEN DEL TERCER REICH.
DIGESTO:
EQUITES:
JURISPRUDENCIA:
MONARQUÍA:
NOVALLAE:
43
LA IMPORTANCIA DE LA COMPILACIÓN DE JUSTINIANO ES INDISCUTIBLE EN LA
ENSEÑANZA DEL DERECHO Y EN LA FORMACIÓN DEL CORPUS IURIS CIVILIS
BAJO EL MANDATO DE JUSTINIANO EN FECHA 533 FUE ENCARGADA DICHA
COMPILACIÓN A TRIBONIANO, TEOFILO Y DOROTEO DESTINADA EN UN
PRINCIPIO PARA LA ENSEÑANZA. EL CORPUS IURIS CIVILIS ESTA COMPUESTO
POR:
BIBLIOGRAFÍA:
44
"HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI: volumen 13”
Maier Franz Georg, "Historia universal siglo XXI: volumen 13", Siglo XXI, 1991
45