Alarcón, Guerra A La Luz de Las Velas (Segunda Parte)

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ALFAGUARA

(@) indice
GUERRAA LALUZ DE LAS VELAS
Título original: rX/at by Candlelight: Stories

@ 2006, Daniel Alarcón


@ De la traducción: 2006, Jorge Cornejo
@ De esta edición:
2006, Santillana S. A.
Av Primavera 2 I 60, Santiago de Surco
Lima, Perú
Tel. 313 4000
Huayco t7
. Santillana Ediciones Gene¡ales S. L.
Torrelaguna 60, 28043, Madrid, España Ciudad de payasos 35
. Aguilar, A1tea, Táurus, Alfaguara, S. A. de C. V

.
Avda. Universida d 7 67, Col. del Valle, 03 I 00, México
Ediciones Santillana S. A.
Suicidio en la Tercera Avenida 8l
Calle 80, 1023, Bogotá, Colombia
. Aguilar Chilena de Ediciones Ltda. Lima, Perú, 28 dejulio de 1979 103
Dr. Aníbal Aristía l444,Provid.encia, Santiago de Chile
. Ediciones Santillana S. A.
Constitución 1889, I 1800, Montevideo, Uruguay
Ausencia 119
. Sanrillana de Ediciones S. A.
Avenida Arce 2333, Bxrro de Salinas, La Paz, Bolivia El Señor va montado sobre una nube veloz t43
. Santillana S. A.
Avda. Venezuela 276, Asunción, Paraguay
. Aguilar, AJtea, Taurus, Alfaguara, S. A.
El visitante r53
Leandro N. Alem 720 Cl00IAAB Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Guerra alaluz de las velas 161
ISBN 9972-232-13-l
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del perú N. 2006-5279 Florida 205
Registro de Proyecto Editorial N. 1 1501400600395
Primera edición: julio 2006
Tiraje: 1500 ejemplares Sobre la ciencia de estar solo ))7
Impreso en el Perú - Printed in Peru
Metrocolor S. A.
Los Gor¡iones 350, Lima 9 - Perú
ljn muerto fuerte 253

Especial agradecimiento a Renato Alarcón por su ápoyo en la traducción.

Diseño de proyecto de Enric Satué


Diseño de cubierta: Sandro Guerrero
Composición con fotografías de Daniel Aiarcón y Fredy Teniente

Todos los derechos rese¡vados.


Esta publicación no puede ser reproducida, ni en rodo ni en parte, ni registrada en
o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fbroquímico, elecrrónico, magnético, elecrroóptico, por fotocápia,
o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
I¡,I2 l¡li
bían recibido educación más allá del quinto de primaria. nos, agricultores, rancheros, comerciantes' estudiarltes'
Se habían casado jóvenes, y eran el tiio de muj.re,
.uya En Arequipa uno tenía derecho a estar furioso' A exi-
obligación fundamental es ocuparse de las .rr^ d. ,i, gir mejorait ¿no era su volcán una prueba de que esta-
ma_ridos sin quejas. ni preocuprtio.r.r. Salían a comprar t"n pád.ttinados para mucho más? Y la gente les pres-
cada maítana para las comidai der día e iban r^ praza
a tó atención, mientias Arequipa se declaraba en huelga'
que alguien les leyera sus carras. La vida era ^su trabajo. otras ciudades y pueblos del Perú se le unieron' Surgió
una crisis y.l poá.. pasó de unas manos a otras' El
La vida se les iba a medida que ra vivían. Don esce-
José ráía
libros, estudiaba, se convirtió en profesor de colegio y fi_ nario se tir.,rfot-ó. Al menos por un día' una semana'
nalmente en director. Amó, .. .rió, fue infiel. tvt""t.á,
.l un mes, quienes estaban en el poder se vieron forzados
medio hermano de Fernando, fue a vivir con la familia a la gente. Así era como se resolvían las cosas'
cuando cumplió cinco años. Aunque se había convertido ".r.rr.h".
Era la tradición.
en el caballero que siempre imaginó que podía ser, don La fiesta se volvió más animada' Alguien había
desempolvado una guitarra y Mateo amenazaba
con
José estaba decepcionado de sí mismo,-d. ru falta de ím-
p-or el
petu y deseo. Fernando llevaba consigo aquellas cualida_ empez^r a cantar. A.áb"b" de regresar de un viaje
des que-el tiempo había arrebatado pür.. .ro*., bronceado y feliz' contando historias sobre chicas
",,, nacer
H^y que entender lo que significa ecuatorianas y noches en la playa' Enrique bailaba
con
. a los pies
Don
de un volcán. Más que u.r, .irdrd, Arequipa ., ,rr, ,.*_ Inés, regañando a su hermana Por su falta de ritmo'
plo viviente en homenaje al Misti, .s" imponenre masa la sensación reconfor-
José sin"tió un calor en el pecho,
de roca y de tierra que se eleva por detrás áe la catedral. ,".r,. de que todo iba ".rt"i bien; que su labor' si tal cosa
existía, .rtrb, casi terminada. No era viejo, aún no'
Los hombres invocan su nomtr. prr" jurar que algo pero'
es verdad. ¿Qué efecto puede tener un volcán
*br. ír, logrado! Frente a sus ojos tenía a sus
¡miren 1o que había
hombre, excepto dejar grabada en él la necesidad de so_ iri;o, .r, dir.rro, .r,"Jo, de alegre embriaguez' y. todos
ñar a gran escala? .lío, p"r..ían ser del tipo de gente con el que 1él le gus-
taría encontrarse, si fuáran desconocidos, en el andén
En 1950, cuando Fernando tenía dos años, el co_ de

una estación de trenes o en un cafe europto' Él los


legio_Independencia se declaró en huelga. Los estudian_ había
hecho
tes bloquearon las puerras del edificio, y ,. encerraron criado bien, o tarlvezsu esposa, o quizás lo habían
dentro para protestar conrra el aumento á. 1", pensiones juntos, pero como fuera: ¡no fos había estropeado! Don
escolares. Lo que siguió fueron tres días d. t..rrló.r, jore ,irraO ganas de llorar: sus hiios eran la clase de Perso-
esca_
'.r",
qr'r. h"Ií"., algo con este país, que podrían redimir
ramüzas a_ lo largo de las cercas y estudiantes arrojando el
piedras a los policías desde el patio. Er Gobierno envió d.rrrtr. q.re hrbí-an heredado' Quería tocarles las caras'
tropas, un estudiante murió. La ciudad se volcó a las mostrarlos al mundo. ¿Eran reales?
ca_
lles. Todo hombre de Arequipa sabía que si la campana Alguien p.opr;io un brindis' La habitación tenía
de la catedral sonaba, había que ,euniri. ., la pl^r^.
L^, la calidez"prrprá.rt,. de una película muda' hasta que
estrechas calles de la ciudad se llenaron de furitsos
veci- d. pronto don Jore empezó a hablar, aunque las palabras
184
I lts
salían de su boc
q u e h a b ía p. d; :
j' VI. Et cementerio de Pinochet, 1973
[X',1'i1; 1? ?ji 1?;r]j
bido. Sus seres queridos se rieron junto i,,lffi1ft:l
con é1. Fernando
estaba de pie junto a su madre, En diciembre de 1973, José Carlos llegó de San-
y r_bo, tenían lr, _".r".
entrelazadas con fuerza. Ella lo tiago de Chile, delgado, sin un cobre, con un temblor in-
había er,trañrdo ;;;;.
a nadie durante esre año. Don controlable en las manos. Tártamudeaba al hablar y caía
José pensó q,r. ..",.i.i_
ble verla así. Ver a su hijo , l" iirtr.rcia en largos silencios, con la mirada perdida en la distancia,
no le producía
placer: ella era incap_az áe apr..i"r las .e.tiras del cigarrillo posándose en las arrugas de su
el espectáJ" ár1,
man.era qu-e don pantalón.
,-irT, José. Su hijo menor era casi un con
nomDre, y allí estaba ella ahora: mataron, Negro, me mataron
sujerando su mano como -Me -dijo
voz temblorosa. Fernando lo fue a recoger al aeropuerto;
si se tratara de un niño, y Nano,
áo, ,,-, espíritu genero_ era parte del
so, se Io permitía. José Carlos salió del avión tambaleándose,
Era un muchacho hermoso. último grupo de ciudadanos peruanos evacuados de Chi-
Cuando terminó de hablar, don le. El resto se quedó para morir.
José buscó un lu_ te tuvieron?
gar en el sof,í, una posición cómoda
d.rá. h ;;l;;d;" -¿Dónde
el cementerio de Pinochet, en el estadio'
observar a su familia. pasó una
Inés se disculpó con una sonrisa.
hora y el licor se acabó. -En nada con qué defendernos.
No teníamos
estaba Su historia salió a la luz lentamente, a lo largo
-No fue apreparada
Mateo
para esros salvajes.
consolar a F..nando, qí. tenía de varias noches. José Carlos se veía más pequeño y más
el débil de lo que Fernando recordaba. Sus movimientos
rostlo enrojecido, y le gritó en el oído
como si esruviera
soroo: eran vacilantes: un dedo frotando su sien, uno de sus pies
hay más licor? No hay problema, marcando un ritmo irregular. Había pasado cinco años
-¿No
¡tomaremos vinagrel
Nano, en la universidad en Santiago. Lo habían expulsado sin
Para sorpresa de don documentos, sin un título, sin nada.
José, después de un raro su
esposa fue a donde él estaba. t. ll.rr¿ café fue lo que te hicieron, José Carlos?
y r. ,..r,¿"" -¿Quémataron. Nos retuvieron en el estadio' Era-
su lado, muy cerca, sus muslos se
vez en muchos meses. Él Ie tomó
tocaron por primera -MeEstuve encerrado en unos vestidores bajo las
mos miles.
la mano y se la llevó a
los labios. Ella se sonrojó. Alguien tribunas, junto con otras doscientas personas, la mayoría
.r.rt"b" _a*"n"rJ.l
desenronado- ¿importaba áo? Don estudiantes. Comunistas. Dejaban las luces encendidas,
José besó la mano luces fluorescentes que nos quemaban la vista. Dormía-
ce su esposa con suavidad.
mos en grupos y organizábamos turnos para estar de pie'
Doce hátrs cada vez, de pie junto a Personas a las que
nunca antes había visto y con otras a las que conocía
bien. Dormir era imposible. En ocasiones oíamos dis-
paros del exterior. Sacaban a la gente a rastras, gritando,
IU(r 187

y nunca regresaban. A mí también me sacaron. Estaba


VII. Rumbo a Lima,1965
furioso. Vas a morir, hijo de puta. Comunista. Me es_
cupieron. Perro peruano, ¡hoy vas a morir en Chile! Los
El autobús en el que Fernando viqó alima mere-
mandé al diablo. Eran jóvenes, los soldados, niños ape_
ce una mención. Era uno de aquellos trastos cuyas piezas
nas, pero fríos, crueles. No se atrevían a mirarme a lo,
se mantienen unidas por Puro ingenio, construido usan-
ojos. Recuerdo a uno de los oficiales: estaba en silencio,
do partes de otros vehículos gracias al refinado arte de
parado
_al
fondo. Sus manos eran grandes. Finalmente, "arrlglárselas como uno puedd': descubrir lo que puede
gritó "Átenls", y así lo hicieron. Mé pusieron las manos ,.ndi, el motor y olvidarse de sus sentimientos, sus de-
en la.espalda y me vendaron los ojos. yo les escupí. ,,Di
seos y sus caprichos.
tus últimas palabras, comunista". "Váyanse a la mierda,,,
Las ieparaciones eran crueles cirugías de conve-
les dije. Estoy listo.
niencia, y con cada una el autobús se volvía más duro e
José Carlos desparramó el contenido del cenicero indiferente , avanzabaimpulsado por rencor y asco, cÍuza'
con un rorpe movimiento de su brazo: temblaba violen-
ba los desfiladeros de los Andes resollando y maldiciendo
tamente. Fernando se acercó de inmediato a recoger la
el carguero de proa ancha que lo traio desde Alemania,
ceniza con las manos.
los Eiadot Unidos o Suecia. No pasó mucho antes de
. dispararon, Negro! ¡Me mataron! _José que sus asientos estuvieran rajados y cubiertos de polvo,
Carlos -iMe un puítetazo a la mesa-. ¡Me disparrro., .o,
_dio- las,rentanas se estremecieron con cada golpe, cada bache,
balas de fogueo! ¡Jugaron a mararme! Me llevaron de
cada tramo de piedras ásperas o de trocha sin afirmar'
vuelta a los vestidores. Mi cuerpo apestaba con el olor
Los pasajeros viajaban tratando de robarle algo de sueño
de mis orines y mi mierda. Mis amigás me sujetaron. AI_
al ationador ruido de metal y vidrio, y a los humos asesi-
guien me echó agua encima. Estás vivo, me dijeron, p.ro
nos del combustible.
no les creí. Ninguna bala re rocó, me dijeron, p.rá yo Fue así como Fernando llegó a Lima a los dieci-
sabía que las había sentido. pasé tres días muerio, Fár_
siete años: vistiendo una chompa marrón sobre una mo-
nando. Ties días...
desta camisa de cuello, un pantal ón azul y zaPatos negros
Lavoz de José Carlos era débil y ronca. con la suela gastada. A bordo de ese autobús, sentado en
es lo que te van a hacer
-Esoqué hacemos, perucho? a ti. la última fila junto a otras seis personas, un revoltijo de
le tomó almas viajando para cumplir con alguno de los muchos
la mano-¿Y -Fernando
y se la apretó-. Estás en casa. Estamos vivos. encargos que te-da la vida: comPrar, vender, visitar a al-
José Carlos negó con la cabeza, y tosiendo violen- guien, arrárr., encontrar a alguien o, en muchos casos'
tamente, apagó su cigarrillo.
olvidar.
muy simple, Negro. Los que tiene las armas Varios jóvenes subieron al autobús en medio de
.
sremPre-Es
ganan.
la noche, dejando atrás ruinosos y miserables pueblitos
de casas de adobe, y gélidos campos de algodón y maíz'
Llevaban consigo una muda de ropa, una fotografía, algo
I8u l¡l()
de comida. un peine de plástico, ,,.,, .rr,, de presenrir- lo dc su asicnto, pero él se había encara-
l-rabía tumlraclo
ción, una bolsa con hojas de coca o un crucifijo. Dejarorr mado nuevamente en su luga¡ había abierto la puerta y
sus bultos en el pasillo y viapron de pie dúrante docc se había quedado inmóvil, pálido, con las manos suje-
horas, hasta que él sol s" elevó abrasrdá, .r, el cielo y el tas al timón, moviendo la cabeza de atrás hacia adelante,
autobús se volvió sofocanre y aletargado; a pesar d. tádo reviviendo el accidente con los ojos vidriosos. Algunos
ellos seguían allí, de pie, con goras de sudár resbalando pasajeros se acercaron a ver cómo se encontraba, a darle
por sus labios y sienes. Fernando los observaba. Eran sus una palmadita en el hombro, a pedirle que saliera del ve-
contemporáneos. Sus paisanos. Vio cómo sacaban unos hículo, pero él los ignoraba.
pocos soles de sus bolsillos, regateaban con el conductor, Los hombres, con la ayuda entusiasta de Fernan-
negaban con la cabeza y gesticulaban con las manos. Te_ do, emprendieron la labor de enderezar el autobús. Esta-
nían la piel curtida por el sol y por el vienro. Algunos de ba apoyado de manera precaria contra la pared rocosa del
ellos solo hablaban quechua y orros daban la iÁpresión camino, con las llantas del lado derecho a un metro del
de no hablar en absoluro. suelo. La carga amarrada a la parrilla del autobús se había
En algún momenro de la tarde, el conducror per_ soltado. Ahora descansaba sobre el borde de las ventanas
dió el control del autobús. En una espanrosa fracción de del lado derecho. La lona que cubría la carga había resis-
segundo las llantas patinaron sobre la gra,ra y el camino se tido, las maletas, los sacos y baúles aún estaban sujetos
desliz.ó por debajo de ellas. Con un Ju.o golpe, el auto_ pero colgaban peligrosamente del techo del vehículo.
bús chocó conrra la valla lateral de la carretera, viró brus- Fernando caminó hasta el borde por donde el
camenre hacia la monraña, a la seguri dad, y finalmente autobús casi había salido volando y miró el valle a sus
se detuvo, medio inclinado, medioLalanceándose conrra pies. Era una vista impresionante, un espléndido paisaje
la tierra quebradiza y pedregosa a un lado del camino. A andino, una maravillosa capa de roca plateada, un cie-
su derecha, un poco más allá de la valla, se veía un abis_ lo azul intenso, y, a lo largo de las colinas, senderos por
mo irregular y más abajo, el valle. La gente recobró la donde transitaban hombres y bestias. Quizás los propios
composrura lentamente. Hicieron a un lado el equipaje y mensajeros del Inca habían recorrido esas sendas en las
las mantas. Fernando estaba tendido sobre ,r.. á.r.o.o_ épocas previas a la conquista española, antes de que Ata-
cidos. La gente deshizo los amasijos de piernas y brazos. hualpa arrojara al suelo la Biblia de Pizarro, antes de que
Las madres se ocuparon de sus hijos llorosos. Alguien le empezara la masacre. Había una soledad impresionante
entregó sus anteojos sonriendo y le preguntó si estab" en las montañas, en ese gran teatro del viento y cielo, de
bien. Todos parecían esrar razonablemená bien, aunque la montaña y del agua, tanta calma que Fernando sentía
conmocionados, todos con excepción del .orrd.r.tor, q,.r. vergüenza de hablar. Quizás se imaginó esto, o se forzó a
había llevado la peor parre, quizás porque había,nirto ir. hacerlo, o simplemente adoptó la silenciosa rectitud de
espantoso destello azul en su venrana cuando el autobús sus compañeros de viaje, que asentían y gesticulaban más
se detuvo junto al borde del abismo. Él sabía mejor que de lo que hablaban. Fernando anhelaba poder entender
nadie Io cerca que habían estado. La fuerzadel accidente su lengua.
190 l,)l
. Luego el conductor, aún aturdido, bajó del vehf-
culo y bajo Ia luz brillante del día empezó a señalar
de las ver)tanas. Una bomba podía cxplotar en cualquier
fre_ momento. Los padres se apresuraban a volver a casa antes
néticamente las bodegas del equipaje que se enconrraba' del toque de queda. Los jóvenes lo usaban como excusa
debajo del autobús. y de pro.,.o iodá, lo oyeron
l* para quedarse fuera toda la noche. Las fiestas habían de-
golpes y arañazos conrra e1 metal, un sonidt que hasta generado en bacanales fatalistas.
ese momento se había perdido en el viento.
Los io_b.e, Dieciséis periodistas fueron asesinados en un le-
se pusieron en acción, y en un instante abrieron jano pueblecito de la sierra. Los campesinos los habían
la puer_
!1,.y d. debajo de maletas y baúles surgió ,r., hoÁb... confundido con colaboradores de la guerilla. Las noticias
Había estado durmiendo bajo el ,utobj, luego demoraron diez días en llegar a Lima. En San Martín, un
de ma_
nejar toda la noche, recuperando fuerzas p^r^ lrrmpl^r^,
grupo de rebeldes tomó un pueblo de la selva y levantó
al conductor la siguient. parrda. Lo sacaron, sacudió en alto sus rifes. Los líderes guerrilleros, ebrios de triun-
las
piernas y agitaba los brazos. El hombre había renacido, fo, se sacaron los pasamontañas y anunciaron ante las cá-
luego de morir a ciegas. maras de televisión que la victoria estaba cerca. La nación

-¡Hermano! -gritó
el conduct or abalanzándose contempló a sus verdugos con horror. Los periódicos los
sobre él-. ¡Hermano mío! llamaron terroristas. En Lima, Fernando se estremeció de
Fernando podía oír al hombre respirando, llenan_
,
do sus pulmones de oxígeno, reponiéndáse. Lloraba
miedo. Muy pronto el gobierno reaccionaría con tanta o
y se más violencia.
le veía asustado.
El 13 de julio de 1986, Carmen nació en el tercer
mío, Dios mío, Dios mío _murmuraba. piso de un hospital público del centro de Lima.
-Dios
Un delgado hilo de sangre manaba de su labio in_
^ Con la llegada de Carmen, Fernando y Maruja
ferior. Los hermanos se Fernando se enamo_ se sintieron vivos finalmente. Era como si hasta ese mo-
ró de su pueblo. ^brar^ion,y
mento hubieran estado durmiendo. Él rro recordaba ha-
ber visto a ninguna persona más bella que Maruja aquella
mañana mientras daba a luz a su htja, y cuando Carmen
durmió por primera vez sobre su pecho se sintió comple-
to. Pero al cargarla se dio cuenta de que había apostado
VIII. Carmen, lgBG su propia vida: que quizás la guerra no le concedería el
tiempo suficiente para verla crecer. Mientras estaban aún
Su madre murió. T.ima aceptó su tristeza y le re_ en el hospital, le confesó a Maruja que tenía miedo. Su
galó un mes de días nublados. En el funeral, Fernando respuesta fue que ella siempre lo había tenido.
tomó a Inés de la mano. La guerra había empeorado. Carmen fue un accidente. Maruja nunca estuvo
Parecía que la ciudad caería en cualqui.,
-o-i.rto. En del todo convencida, hasta que cargó a la niña y des-
Lima, la gente procuraba proseguir .o., ,l'r, vidas como cubrió que de nuevo podía amar con tal intensidad. Le
si nada esruviera ocurriendo, p.io ya nadie dormía cerca contó a Fernando que no esperaba volver a encontrar esa
t9) ().)
I

capacidad clentro de sí. La salud de Fernando mejor.ó, y do, pero ninguna imagen le vino a la mente: ni su sonrisa
empezó a llevar a Carmen con él a todas parres. Disfrtr- di..,t.tdr, ni"su cabellá .ntr..,to, ni sus cejas pobladas o
- taba cambiando pañales. Viajaba en autobús con su hija su rostro surcado de arrugas. Eso lo inquietó' Iba
a cono-
dormida en su regazo. En sus reuniones, mientras sus cer a la viuda de ese hombre, y la perspectiva de su
tris-
que
camaradas gritaban y gesriculaban, Fernando mecía a la teza lo intimidaba. Caminó hacia la casa, seguro de
niña y le susurraba canciones infantiles al oído, para que sus pies recordarían el camino. su hija bostezó.
Abrió su
no se asustara por el ruido de las voces. diroinut, boca, parpadeó y luego se volvió a dormir' Fue
Un día Maruja trajo un mapa a casa, y ambos lo cuestión de un i.rr,".r,.. El cabello se le había caído unas
sujetaron a la pared de su dormitorio. Aquella noche, cuantas semanas después de nacer: era fino' de un
casta-
cuando su hija se durmió, se pararon frente a él tomados ío rojizoy lacio corno el de su madre' Fernando la cobijó
de la mano, maravillados ante el tamaño del mundo. Re- en su sombra Para que el sol no la despertara'
confortaba saber lo minúscula que era su guerra, y pensar Caminaba por una calle polvorienta a pocas cua-
que había lugares en los que su lucha no aparecía en los dras de la parada del autobús cuando un niño se
Ie acercó
noticieros. mirándolo fijamente. Apareció de improviso por e-ntre las
Pero en público, ninguno mostraba señales de sombras d. Í, á. una tienda' como si lo hubiera
rendirse. Maruja seguía con su sindicato. Fernando viaja- ".rtr"d"
estado esperando.
ba al interior del país, viajes relámpago en los que visitaba
--Oig", señor -le preguntó-, ¿es usted el hom-
universidades de Piura y asistía a reuniones sindicales en bre de la ciudad?
Huancavelica. Luego tomaba el autobús nocrurno para Diio ciudad como si fuera un lugar lejano' Fer-
llegar a ver a su hija en su cuna. Su promesa, la de .r,rr." nando ,t.[ó .o., la cabezay siguió caminando'
más salir de Lima, no volvió a ser mencionada. Pero el niño insistió. Tenía una voz grave para su
Un día llevó a Carmen consigo a la casa de un sin- tamaño, o quizás era pequeño para su edad'
dicalista asesinado en San Juan de Lurigancho, a donde le lo está esperando' La señora Aronés'
habían ordenado que fuera para ofrecer las condolencias -p,ila viuda?
del Partido. Era de día y en un lugar seguro, pensó é1, -¿La mamá el niño con sequedad' Se pro-
pero odiaba rener que cumplir con esre encargo. El hom- -Mi -dijo
tegió del sol con una mano-' Me dijo que usted ven-
bre había vivido en aquella parte de la ciudal construida dría.
de entre el polvo. El autobús dejó a Fernando frente a Fernando siguió al niño' cómo está ella?
un puesto de periódicos. Era un día caluroso, inexplica- -¿Y
blemente soleado. lJnos niños de ropa andrajosa miiaron -preguntó. de allá es la casa'
pasar a Fernando, mientras su bebita dormía contra su -Esa algo que Pueda hacer?
pecho, qena a todo. Él había estado aquí, en esta misma -¿Hay
El niño frunció el ceño'
casa, en una noche oscura hacía muchísimo tiempo. Fer- era su amigo?
nando había tenido una reunión con el hombre asesinr- -¿Usted juntos'
-tabajábamos
194 195

soy ronto, señor r..rrr.gó los ojos-.


_ -No lo mataron.
Por su culpa -r. IX. La universidad, 1977
Fernando se deruvo, estupefacto. El muchacho no
En la universidad estaban a salvo' Detrás de sus
se rerracró. Apretaba con fuerza la mandíbula. Me odia, sin
muros podían decir lo que pensaban, hacer polídca
pensó Fernando, y la idea lo estremeció.
,.-or.r. Los estud"i"n,.i dt"t'nciaban a sus profesores'
has confundido, hijo. Algunos se
-Te salían en tropel de los salones hacia la calle'
Pero el niño no respondió. Alguien de la casa re- de la
marchaban lr, .rro.ttañas para aprender el arte
conoció a Fernando y lo llamó: "
guerra. Todas las paredes hablaban. de política:
un in-
-Negro... ir-"do afiche anún.iaba una reunió n; aparecían lemas
mamá está adentro Bajo la
el niño sombría_ garabateados con pintura roja sobre los ladrillos'
menre y-Mi
se alejó. -dijo
I-..rrrrdora mirada de un gruPo de simpatizantes de la
La casa estaba rodeada por dolientes. Fernando se
guerrilla, un asustado trabajador se encargaba de
recu-
abrió paso al interio¡ estrechando la mano de los hom_
Érirlos con pintura. Esta escena se repetía cada semana'
bres que lo reconocían. Nadie aquí parecía culparlo. A
H"bí, quienes pasaban toda su vida adulta en
pesar de todo, se sintió anonadado. Dentro había más
los salones y corredor.t dt l" universidad' Fernando
los
gente hacinada, formando un círculo alrededor de la viu- en una
conocía. Uáo de ellos, Víctor, nunca se quedaba
da. Fernando se sentó en el piso de tierra. Sin mirarlo, la
casa por mucho tiempo, dos semanas a lo
sumo' e iba
viuda le agradeció por su presencia. Cuando finalmente
.o., io..r-entos falsos a la universidad para reunirse con
levantó los ojos y lo vio, asintió con la cabeza. en su segun-
sus camaradas. Dejó la facultad de Medicina
ha estado aquí antes. con los
-Usted do a¡o y se fue a pasar una temporada al Cusco
esposo era un buen amigo mío.
-Su le trajo un vaso de .r-p.ri.ros, durant. la toma de tierras' Ailí' aró campos
Alguien cu-
gaseosa y él lo bebió .o., io, indios y transPortó agua para sus cultivos en
cortésmente. Estaba allí paraverla llorar. Estaba ailí para Lima' apedreó
betas de madera agujereadas' be vuelta en
mostrarle que no se habían olvidado de ella. edificio del
el Palacio d. GobÉ..ro y rompió ventanas del
cargarla? preguntó ella
-le La viuda tenía luego de óotgr.ro. Cuando la situ'ción se lo permitía' desataba
un rato.-¿Puedo
se refería a camucha.
inceñdios, y Pronto la gente comenzó a murmurar
el iostro su
congestionado y enrojecido. Él observó la desnudez de su
nombre. Haci" 1977 yi era buscado por la Policía'
Sus
hogar; todas sus posesiones habrían cabido en un baúI. aún más
amigos comentaban que en los afiches se veía
Y ahora lo había perdido todo. Cualquiera podía verlo
menudo de lo que realmente era'
en su rostro. Su hijo nunca se recuperaría. Fernando le
Víctor se enfermó a inicios de la primavera' un
entregó a su hija dormida. Algo que parecía una sonrisa
hombre fue a buscar a Fernando a Ia universidad para
se formó en los labios de la viuda, permaneció allípor un
contarle la noticia. El mensajero era panzón y moreno'
instante y luego desapareció.
muy cauteloso con sus palabras' Pronunciaba cada sílaba
entre dientes, lo qr'r. ot[g"ba a Fernando a acercársele
I9(r 197
rj1ll53."re para escuchar lo que decía.
de hablar de la gente d.l rnorri*i.rro.
Era- la manen¡ Los hijos de Inés pateaban una pelota de plástico
clesinflada delante de la casa. ciro los saludó con la mano
necesira un médico..Sabe
-Vícto¡
blema, q:.9
cuál es el pro_ desde el otro lado de la ventana, y luego pateó la pelota
,ro puede op"r".r. ri _rsmo.
EI hermano d. F.rnando, " en dirección a ellos. Ambos retrocedieron, pero la pelota
Enrique, era médico. rebotó inofensivamente en las rejas de hierro que prote-
Había hecho sus prácticas en
los Er,rdo, unidos. Ér co_
nocería a alguien_, o quizás gían el vidrio. Los niños sonrieron, y luego Ciro levan-
él mismo podría *. ripr.i.n_
te. Fernando lo lhmá y se enconrrr.o, I¿ los brazos y gritó gol con tal euforia que Fernando no
en Ia casa de Inés, pudo contener una sonrisa.
Sr" Miguel. Era un sábado p* t"
:1. rarde, en ocrubre. Pero Enrique no sonrió. Se alejó de la ventana'
Mientras los hermanos hablabai,
f"¿, t., ,irui¿ J;;;. entonces? Fernando.
tomar. De pronto, sus dos -preguntó
hijos entraron corriendo a Ia -¿Y algo, hermanito? Enrique en un
sala, gritando y riéndor..
AtrJr-, , ,u. ríos con abrazos -¿Sabes -dijo
susurro ,.to-. Tengo una esposa, dos hijas y un hijo
y saltaron al regazo de Enrique
más en camino.
re están ens.ñando en el
-¿Qué _dr;o colegio, Ciro? Ambos ya habían hablado de esto antes, en la
el niño enr¡e risas.
-Nada mesa de la cocina de su padre, en Arequipa: ¿Qué harás
a ti,Guillermo?
-¿y cuándo te llegue la hora de actuar? ¿Qué es lo que se es-
me acuerdo.
-No
Guillermo estaba:..jéi pera de la gente como nosotros en un país como este?
^
en primer grado, pero Fer_ tengas mi edad lo entenderás, Nano'
nando temía que lo que decía
fu..r'.i.ao. Los colegios es_ -Óuando
Una radio sonaba suavemente en el fondo' Po-
tatales de Lima no eran como
el Independencia; estaban
abarrotados de estudianres, dían escuchar a Inés en la cocina, cantando a coro con
eran .;;;i:., y sucios. Enrioue
,l*:"b,, a Inés a que
la radio una anrigua melodía. Enrique se levantó sin de-
ahorrrr, f"rr,."rfr;lrffir"
particular' Los niños sarieron ."i.:T; cir nada más. Fernando observó a su hermano mayor a
á.ri.rJo a jugaren ra calre. través de la ventana. Enrique cargó a uno de los niños y
Cuando todo esruvo más tranquilo,
contó a Enrique sobre Víctor.
Fernando le lo colocó sobre sus hombros. El niño daba chillidos de
alegría.
un amigo dijo-. I.,lo puede ir a un
hospital.-Es -le A veces Fernando pensaba que ambos no parecían
hermanos en 1o absoluto.
me pidas que me involucre,
-No Nano. Víctor murió en un departamento sin ventanas de
-¿Involucrarte? rió Fernando_. Vamos, Barrios Altos, debido a complicaciones de un caso grave
he¡mano. -se
Es solo un favorcito.
de apendicitis.
udiera ayudarte.
p
-Ojalá se
haría
-Todo negó con absoluta reserva.
Enrique con la cabeza.

-Discúlpame.
l9u -U l()()
X. Mateo, 1989 'l
t
Mateo
de no mirar por las ventanas
-l}atamos su bebida.
terminando
-dijo
Una noche Fernando visitó a Mareo en su me ha estado vigilando, Mateo'
depar_
tamenro. Era noviembre. pronto la ciudad
se poniría
-Alguien
me sorprende.
hermosa una vez más. Los hermanos se
abrazaron con -No
Mateo sabía exactamente en lo que andaba meti-
afecto; aunque vivían cerca uno del otro,
no se fr"UJ", do su hermano. Aunque nunca habían hablado de ello,
visto en varios meses. Fernando se sentó y
Mateo le trajo ambos estaban convencidos de que conocían a la mis-
algo de tomar.
ma gente, solo que desde distintos frentes. Y estaban en
departamenro me está matando, Nano lo cárrecto. Mateo era oficial de la Policía Nacional del
-Este
dijo.
-le Tenía las cortinas Perú.
corridas. Todos los muebles es_ pasó? Preguntó.
taban cubiertos de polvo. -¿Qué -lerobaron
otro día me el carro, cerca de la uni-
de lugar los muebles, -El
-Cambiaste ¿no? _pre_ versidad...
gunró Fernando.
que de por sí no significa nada.
todo hacia el
cenrro. Lejos de la ven_ -Lo claro que no rió Fernando-. Es un
-Movimos
tana_-dijo Mateo asintiendo distraídam.ír.-. po. la, -§6, -se
pedazo de mierda inservible, aunque es sorprendente que
bombas.
no haya ocurrido antes. Pero lo extraño fue lo que ocu-
Afuera, a lo largo de la avenida, a solo treinta
me_ rrió luego. Hice la denuncia a la Policía. Me tuvieron es-
tros de la ventana de Mateo, había una pared
de ladrillos p.rrndo en la comisaría. Y luego, menos de dos horas
con las palabras pRoutstno DETENERSE, HAy
oRDEN DE iespué, del robo, apareció un policía y me dijo que ha-
DISIARAR. Detrás de la pared había
una instalación mi_ bían encontrado mi carro.
litar. Cada sesenta o setenta metros había ,r.r"
,o.r.t" d. En Lima los automóviles robados nunca aPare-
vigilancia, cada una con un soldado armado
en su inre_ cen, por [o menos no de esa manera, no hasta después
rior' Mateo le había supricado ar propieta¡io
del edificio d. q,r. los han desarmado los pirañas. Y Mateo 1o sabía'
que les permitiera a él y ru frmilia mudarse
" no estuviera a otro de- Todo el mundo sabía eso.
partamento cuya ubicación ran comprome_ Fernando prosiguió.
tida. Nunca ruvo éxito.
llevaron a donde estaba, justo en el lugar
El sof;í se enconrraba en medio de la habitación; -Me
en que lo había dejado. Estaba exactamente igual a como
en cada venrana había pegadas dos tiras una pausa y se
de cinta aislante antes de que hiciera la denuncia
formando una equis. -hizo
inclinó ,otr. la mesa hacia \z[¿¡s6-. Pero faltaba mi
evitar que la venrana reviente hacia maletín.
adentro.-Para _¿Estas seguro?
Fernando asintió. Él habfa hecho lo mismo
en su
departamento. Los vecinos de Mateo se habían -Desapareció.a él?
mudado- Preguntar Por
-¿Regresaste
200
20I
Fernando asintió.
_No debiste haberlo hecho _dUo XI. Oxapampa, 1989
diendo la cabeza_. Mareo sacu_
¿eué ,. d4...rrl (Jnas semanas antes de Navidad, el Partido le pi-
que es rlrr"j una especie de
-parece político, dió a Fernando que hiciera un viaje. Él .to le contó a Ma-
¿no?
tú ruja a dónde iba, aunque ella debe haberlo sospechado.
-¿y quéhizo
Fernando
respondiste?
No informó alaUniversidad que tomaría una licencia, ni
una pausa
L '--.. y
l tomó aliento, cansa-
do. No había dormido. planeaba estar fuera por mucho tiempo. Fernando tomó
pregunté un autobús a Huancayo, y en la ruidosa estación conoció
dónde mierda estaba
-Les _Mateo se levantó de mi maletín. a su contacto, un camarada del Partido. Juntos viajaron
-¡Nano! un salto_. fuera de Huancayo, se internaron en el valle hacia el nor-
¿Cómo has hecho eso? ¿Cómo p".a.,
despreciar ranro ru
propia vida? te, y luego en la selva. Pasaron una noche en Oxapampa,
lo
sé. La cagué. Bqó lami¡ada alojados con nombres falsos en un hotel de la localidad,
dedos de-No
los pies denrro d".
y movió los y despertaron con picaduras de pulgas y calambres en el
JJ*or. cuello. Caminaron los siguientes dos días y luego se en-
-Nano .u "u,
h..-rr.,- ' Mírame.
l\/ft,-^^ ¿Qué
.t-\, ,
había .i-lLín? -dijo renías contraron con otro hombre, que los llevó más lejos aún.
", ¿eué .,, n',
papeles. Y fue entonces, en un claro a tres días de cualquier lugar,
-Documenros. Nombres. No lo sé con
exacrirud. que Fernando conoció a los guerrilleros. José Carlos lo
euizás nada.
estaba esperando.
-¿Nada?
Súbitamente, Los combatientes eran jóvenes, tenían miedo y
Fernando sintió miedo.
no se lo he contado a Maruja. cargando sus armas se veían más chiquillos aún. Recién
-Todavía habían empezado a vivir. Nunca habían leído a Marx ni
está implicada? _preguntó
-¿Ella Mateo. habían oído hablar de Castro. Algunos nunca habían
-No.ú? ¡l estado en Lima. Había poca fanfarronería en ellos, casi
-¿Y
Fe¡nando nada de ese pavoneo que uno tiende a asociar con quien
los ojos, pero no respondió.
Cuando los abrió, 1e-rró
Mateo ,.g;, d" lleva un arma. La selva era oscura y húmeda. En el cam-
é1. Los hermanos se f,i. . ir.lirado sobre pamento, hicieron espacio para el visitante de Lima en
mirarol .l ,rrá al ot¡o duranre
insrante, en silencio. un una de las carpas de color verde oliva. Fernando pensó
Mateo se dejó caer nuevamente que todos lucían enfermos, demacrados, exhaustos. Por
sobre su silla.
cerco se está estrechando, un momento, sintió vergienza.
dado. -EI Nano... Ten cui_ Había un claro en el que los rebeldes aprendían
los principios básicos del combate. Por las mañanas,
se separaban en escuadrones y se internaban en la sel-
va; hacían ejercicios, aprendían a usar sus armas. Se
escondían unos de otros y disparaban a las ramas de
202
20.]
árboles ubicados a cien merros
de distancia. Arrojaban Levantó la cabeza hacia arriba Y a través de la bó-
piedras a diversos blancos, como
si fueran g.rí"J"r. veda de vegetación tupida logró ver un trozo de cielo in-
Fernando los observaba arrojarlas,
contar _uno, dos, flamado.
tres, cuatro_ y susurrar el resultado
de la inminent. esto volverá a ser nuestro! ufla vez
explosión:
-¡Todo -dijo
Bum. más.
Y sus palabras lo llenaron de un gozo inexplica-
Quienes lo vieron en aquel entonces describen
Fernando como una persona a ble, incluso de esPeranza.
dinámica, brill"ot.,
blaba de los sacrificiás que aún l;;;"_ Aún estaba vivo.
io, ,grr.aaban y de las
injusticias que habían fortarecido
su decisión. No había
pregunta que Io animara más ni
que desatara más o"rio
nes en el por qué..por q.,é nt había
Ílqy.
por qué había llegado .l mom.rtoi
;r.;;;;..ir";r,
por qué estaba asegu_
radala victoria.
Todo le sal,a del corazóo, pero él
lo expresaba
con las manos, Ios brazos, .o.,
todá .,, .;;;^"'í^::: ,
I. n.g"b", l;";;;.".ión a l, g..,,.,'ilJ;p;rlru;Í
trabajaban Ia tierra.que nunca
poseerían; por qué sus
mad¡e.s tenían que limpiar
casas ,;.r"r, por qué sus tíos
no dejaban de rrabajai harta qrárrr.
ciegos. por qué
Ios derrotados buscaban ta Hi.ialá.""i;'iltil, ;.,
qué la riqueza traía depravación. por
qué la historia era
cruel y maniática; por qué debía
haber derramamienros
oe sangre.
Parado delante de un mapa
sujeto al rronco cu_
bierro de musgo de un árbor de'r"
,.r.,r", Fernando re_
corría con el dedo los picos de
los Andes, l" .ol.r-r,
vertebral de su continente, y le
contaba d h;r"pi.;';
Brupo de áombati..,.., to q,r.'et-o.yj
li:Hí'[ltado,
nasta el rnstante de su muerte ese mismo r
día:
esto volverá a ser nuesrro _dUo.
-Todo
Y sonrió mientras los demás repetían
con pasión
lo que él había dicho. Se deleitó con
el sonido de sus vo_
ces, cada vez más fuertes.

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