La Maldita Primavera

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El tabú y las prácticas sexuales

Es tan difícil llegar a entender tanto la homosexualidad como la heterosexualidad debido

a que en ambos casos lo que marca la pauta es el objeto de deseo en sí. Por lo general, se

toma la heterosexualidad desde lo natural, con esto me refiero a lo instintivo, como forma

básica de sociabilidad y continuidad de la especie humana. La constitución de las primeras

sociedades dependía de ello para dar continuidad a su cultura. Sin embargo, hay que hacer

una distinción en esta forma instintiva puesto que embarca dos prácticas sexuales: la

endogamia y la exogamia. Por un lado, la primera es una tendencia a las relaciones sexuales

entre el mismo núcleo sanguíneo, lo cual deviene en malformaciones y enfermedades a causa

del incesto. Por el otro, la exogamia es el entrecruzamiento de individuos no emparentados,

lo cual permite la procreación de descendencias sanas y una distinción de lo que se conocerá

como familia desde un ámbito social.

Es necesaria esta distinción para entender las causas del devenir de la familia y la

heterosexualidad como práctica de vida. Mientras que las relaciones incestuosas eran

prohibidas por el carácter sagrado del tótem (la ley del padre vista a través de un animal

sagrado), el tabú aparece como un rechazo a manera de ley que debe ser seguido por todos

los miembros de una comunidad con el propósito de no caer en desgracia. Estas definiciones

son tomadas por Freud a partir de estudios antropológicos, siendo la base de su teoría sobre

las huellas psíquicas de la sexualidad humana. El concepto de tabú servirá para limitar el

campo de acción de los seres humanos, desplazando así su objeto de deseo hacia seres no

emparentados consanguíneamente. Es así como surgen las religiones y los estados.


Otra restricción que resalta es aquella sobre las relaciones sexuales entre personas del

mismo sexo. Al diablo la maldita primavera nos muestra un choque del deseo humano frente

a una cultura predominante, esto quiere decir, un rechazo frente a uno de los tabúes

socialmente establecidos. En contraste con lo antes mencionado, este tabú no representa una

amenaza en rigor a excepción claro está, de la imposibilidad de la reproducción, que es el

único sostén para mantenerlo como una prohibición desde lo social y religioso. Ahora bien,

la oposición que toma el protagonista de dicha obra en conjunto con otras personas que gustan

de su mismo sexo, es legitimarse a través de una práctica sexual marcada y una manera de

vida llamada homosexualidad.

No obstante, esta oposición plasmada desde la historia de Edwin Rodríguez Buelvas está

marcada por una negación u omisión de los valores constitutivos de las sociedades, cuyos

elementos son visibles en una sexualidad demasiado exacerbada, que está muy estereotipada

por lo estético, también guiada por un alto consumo de alucinógenos y cuya finalidad solo es

un placer mediato. El protagonista llega a un punto de quiebre en donde también la

afectividad es algo que busca para su vida, pero que le es difícil llegar a realizar por las

mismas represiones que se dan en la homosexualidad. Es visible, que tanto las represiones

causadas por los tabúes y la legitimación de la heterosexualidad como manera única de vida

han creado otras problemáticas frente al individuo y su objeto de deseo.

El objeto de deseo ya no es instintivo, ni mucho menos imprescindible para la continuidad

social. los seres humanos se orientan ahora por otros atributos y características a la hora de

la realización sexual y afectiva. Está afirmación embarca una nueva reinterpretación de las

prácticas sexuales y su orientación, sin omitir la necesidad de mantener ciertos tabúes a

manera de leyes para la protección de los niños y la continuidad frente la prohibición del
incesto. Dicho de otra manera, es necesario desestructurar la cohesión existente entre familia

y heterosexualidad. Es importante, liberar la sexualidad de cualquier tipo de institucionalidad

y tomarla como una manifestación de afectividad, a excepción de las salvedades dichas

anteriormente, hacia un objeto de deseo indeterminado. A la vez, obligará a la

homosexualidad como institución a desestructurarse y poder vivir la sexualidad más desde

una manera afectiva que ideológica. El conflicto latente que hay en la obra de Alonso Sánchez

Baute da fe de esto, puesto que el rechazo, la vida incógnita y la represión dejan huellas sobre

este conjunto de personajes que al no ver más que violencia sobre ellos, responden también

con violencia. El rechazo siempre es fuente para que las ideologías se hagan presentes y

acojan a las personas en un alto estado de vulnerabilidad. Por ello, es necesario reevaluar la

manera en que las prácticas sexuales están presentes en nuestras vidas, si de manera

ideológica, consagradas a una institución o de manera afectiva, siendo plenamente

conscientes los individuos de sí y dueños de sus propios afectos.

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