Doctrina Social de La Iglesia

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Revista Iberoamericana de Teología

ISSN: 1870-316X
angel.sanchez@uia.mx
Universidad Iberoamericana, Ciudad de
México
México

Aparicio Cabrea, Abraham


Aportes de la doctrina social de la Iglesia para una deontología del consumo
Revista Iberoamericana de Teología, vol. VI, núm. 11, julio-diciembre, 2010, pp. 31-54
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México
Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=125219258002

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Ribet / Vol. VI / N° 11, julio-diciembre 2010, 31-54
Derechos reservados de la UIA, ISSN 1870316X

Aportes de la doctrina social de la Iglesia


para una deontología del consumo

Abraham Aparicio Cabrea*

Resumen
En la sociedad contemporánea el gasto de consumo a nivel mundial ha regis-
trado un incremento sin precedentes, sin embargo, este incremento del bien-
estar material no ha repercutido de manera significativa sobre la felicidad de
las personas. Este artículo plantea que para incrementar la incidencia positi-
va del consumo sobre el nivel de felicidad es necesario modificar el enfoque
ético en el que se sustenta el acto de consumo cotidiano, y para ello propone
retomar el referente moral de la doctrina social de la Iglesia, la cual aporta, a
través de sus principios generales, normas de juicio y, sobre todo, pautas
prácticas de acción, ambos elementos valiosos y útiles para aproximar la
construcción de un código deontológico para el consumidor.

Palabras clave: Consumo, felicidad, ética, doctrina social, deontología.

A b r a h a m
A p a r i c i o
C a b r e a

*Facultad de Economía. Universidad Nacional Autónoma de México. Corresponden-


cia: Edificio Principal, Cubículo 33. Ciudad Universitaria, 04510. México, D. F. Tel. (55)
56-22-82-22 Ext. 40928. Correo electrónico: aaparicio@economia.unam.mx

31
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
Contributions of the Social Doctrine
of the Church for an ethics of consumption

Summary
In contemporary society consumption expenditure has unprecedented in-
creased around the world; however, this increase in material well-being has
not significantly impacted on people’s happiness. This paper explores the
need to change the ethical approach underlying the everyday consumption
in order to increase the positive impact of consumption on people's happi-
ness level, and it proposes to regain the social doctrine of the Church, which
provides both moral standards and practical patterns of action in order to
work out a deontological code for consumer.

Key words: Consumption, happiness, ethics, social doctrine, deontology.

Introducción
o

En la sociedad contemporánea se ha registrado a nivel mundial un incre-


mento sin precedentes en el gasto de consumo. Sin embargo, este aumento
C a b r e a

en el bienestar material, producto de una mayor disposición de bienes y ser-


vicios, no ha repercutido de manera significativa en la felicidad de las perso-
nas. Esta situación se debe, entre otras razones, a los factores de orden
psicosocial que subyacen al acto consuetudinario del consumo, así como al
referente conceptual de felicidad de tipo hedonista-cirenaico-utilitarista1 que
A p a r i c i o

predomina en la sociedad posmoderna.

1 El hedonismo (del griego hedoné, “placer”) es un sistema filosófico que hace consistir

el bien final en el placer. En la escuela de Aristipo de Cirene (la escuela cirenaica) se


entiende la felicidad como el sistema de los placeres, pues el valor y la verdad deben
buscarse exclusivamente en el placer, en particular aquel que se obtiene de las impre-
A b r a h a m

siones sensibles. Por su parte, el utilitarismo de Jeremy Bentham sostiene que para al-
canzar la felicidad lo decisivo es perseguir la mayor suma posible de placeres. El
hedonismo psicológico es la forma más extrema de la doctrina utilitarista. Este tipo de
hedonismo sostiene que los actos son motivados exclusivamente por el placer que se
espera obtener a partir de cualquier acción en el tiempo. Entre la abundante biblio-
grafía sobre estas escuelas filosóficas puede consultarse J. HIRSCHBERGER, Historia
de la filosofía, Herder, Barcelona 1997.

32 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
Este artículo sostiene que para incrementar el aporte a la felicidad derivado
del aumento en el consumo resulta esencial modificar el enfoque ético del ac-
to de consumo contemporáneo, y para ello se propone como fundamento la
Doctrina Social de la Iglesia (DSI), por cuanto que “la dimensión teológica
es necesaria para complementar la interpretación y resolución de los actuales
problemas de la convivencia humana”.2 La DSI ofrece principios genera-
les, normas que establecen criterios de juicio y, en su aspecto deontológico,
pautas prescriptivas para la acción. Con fundamento en la DSI, este artículo
propone un código deontológico para el consumidor o una deontología del
consumo.
Ahora bien, el artículo no aborda de manera exhaustiva las fuentes de la DSI
y de la moral social, limitándose en cambio a presentar algunas claves actua-
les que son relevantes para nuestro objeto de estudio. Éstas fueron tomadas
del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,3 editado en 2005 por el Conse-
jo Pontificio de Justicia y Paz, que reúne los documentos eclesiásticos más
destacados, hasta ese entonces, relativos a la cuestión social, entre los que se
encuentran: León XIII, Carta enc. Rerum novarum, 1891; Pío XI, Carta enc. Qua-
dragesimo anno, 1931; Pío XI, Carta enc. Mit brennender Sorge,4 1937; Pío XII,
Radiomensaje en el 50º aniversario de la “Rerum novarum”, 1941; Juan XXIII, Car-
ta enc. Mater et magistra, 1961; Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et

A b r a h a m
spes, 1966; Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 1967; Pablo VI, Carta ap.
Octogesima adveniens, 1971; Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 1981;
Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 1987, y Juan Pablo II, Carta enc.
Centesimus annus, 1991.5
El artículo se divide en cuatro secciones. En la primera se describe la relación
entre el consumo, la felicidad y las aspiraciones de consumo que se despren-
A p a r i c i o

den de los resultados de algunos estudios empíricos; en la segunda se des-

2 PÍO XI, Carta enc. Quadragesimo anno, 1931, 54a.


3 Consultado en http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/
documents/rc_pc_justpeace_doc_
20060526_compendio-dott-soc_sp.html.
C a b r e a

4 Texto en español: El Magisterio Pontificio Contemporáneo II. Colección de Encíclicas y Do-

cumentos desde León XIII a Juan Pablo II, BAC, Madrid 1992, 559-574.
5 CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones para el estudio

y la enseñanza de la doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes, Tipografía


Políglota Vaticana, Roma 1988, y Catecismo de la Iglesia Católica, 1997, consultado en
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html.

33
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
criben las características del consumo contemporáneo a la luz de la DSI; en la
tercera se presenta la relación entre ética y economía desde la perspectiva de
la DSI, y en la cuarta se exponen los elementos que integran una deontología
del consumo fundamentada en la DSI.

1. Consumo, felicidad y aspiraciones


de consumo en el mundo contemporáneo
La vida humana, al menos en su parte material, se nutre y sostiene por el
consumo de bienes y servicios. Haciendo a un lado las disparidades que
existen en el consumo de la población de los distintos continentes y países,6
puede decirse que, en general, a nivel mundial el gasto de consumo se ha in-
crementado a un ritmo sin precedentes en los últimos 40 años.7 De alguna
manera, este incremento en el consumo masivo contribuye al bienestar del
ser humano, pues un mayor consumo aumenta la capacidad de las personas
para procurarse una vida digna y decente en el aspecto material, aunque la-
mentablemente no todo mundo ha tenido esa oportunidad. Pero, ¿ha hecho
más feliz a la gente este incremento sin precedentes en el consumo?
En el ámbito de la psicología experimental, diversos estudios en torno al bienes-
o

tar subjetivo han buscado responder preguntas como la anterior. De la revisión


de algunos estudios que utilizan microdatos (datos a nivel individual) puede ex-
C a b r e a

traerse la conclusión de que, en general, existe una incidencia positiva del con-
sumo sobre la felicidad o sobre la satisfacción individual con la vida.8

6 La quinta parte más rica de la población mundial que vive en los países de mayor in-

greso consume el 58% de la energía mundial, el 75% de la electricidad, el 87% de los


A p a r i c i o

automóviles, el 74% de los teléfonos, el 46% de la carne y el 84% del papel. En suma,
este grupo poblacional realiza el 86% del gasto de consumo total en el mundo. Cf.
PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO, Informe sobre el
desarrollo humano, Ediciones Mundi-Prensa, Madrid 1998, 50.
7 El gasto de consumo que realiza cada habitante del planeta se ha incrementado, en

términos reales, un 80% entre 1970 y 2008. Este incremento en el consumo per cápita re-
sulta todavía más sorprendente si consideramos que durante el mismo periodo la po-
blación mundial casi se duplicó, pasando de 3,686 a 6,747 millones de personas. Las
A b r a h a m

últimas cifras disponibles (correspondientes al año 2008) indican que a nivel mundial
cada habitante gasta alrededor de 5,300 dólares anuales en consumo. La fuente para
estos cálculos es el banco de datos de las Naciones Unidas que puede consultarse en
www.un.org.
8 Una buena cantidad de estudios empíricos relativos al tema del consumo y la felicidad,

basados en el enfoque del bienestar subjetivo, pueden hallarse en R. VEENHOVEN,


World Database of Happiness, entrada para “Possessions”, Erasmus University Rotterdam.

34 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
Sin embargo, cuando se emplean macrodatos (datos agregados a nivel de paí-
ses), las estadísticas para Estados Unidos indican que, en un estudio de corte
longitudinal, el porcentaje de personas que dice ser feliz prácticamente no se
ha modificado desde 1957, a pesar de que en el mismo periodo el consumo ha
aumentado más del doble.9 La siguiente gráfica ilustra un ejercicio estadístico,
de corte transversal, para el que se tomó información de un grupo de 75 países
con el fin de relacionar el consumo per cápita, medido en dólares corrientes, y el
porcentaje de personas que dice ser muy feliz o bastante feliz, dando como re-
sultado una baja correlación entre ambas variables.10
Los resultados de los estudios con microdatos y macrodatos permiten con-
cluir que, en términos generales, el aumento del consumo tiene una inciden-
cia positiva sobre la felicidad, aunque no muy grande y no siempre segura.
No es una sorpresa que tal sea el resultado si se toma en cuenta que el au-
mento en el consumo también ha traído perjuicios sociales e individuales, ta-
les como “la degradación ambiental y la destrucción de los ecosistemas, así
como una gran presión social sobre las personas para mantener niveles ele-
vados de consumo estimulados por un gasto competitivo para hacer exhibi-
ciones conspicuas de riquezas”.11

A b r a h a m
De una revisión de 26 estudios realizada el 5 de octubre de 2008, 17 concluyen que pose-
er riqueza material, guardarropa de moda, automóvil, electrodomésticos, casa con jardín,
televisión, radio, libros, teléfono fijo o teléfono celular, incide positiva y significativamente
sobre la felicidad o la satisfacción con la vida. En cambio, de los nueve estudios restantes
se obtiene que poseer bienes costosos, comodidades en el hogar, teléfono o automóvil no
tiene ninguna incidencia (ni positiva ni negativa) sobre el bienestar subjetivo, y que las
deudas financieras contraídas para la adquisición de bienes de consumo son un factor
A p a r i c i o

que afecta negativamente la felicidad de las personas.


9 Cf. PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO, o. c., 2; y

R. LAYARD, La felicidad. Lecciones de una nueva ciencia, Taurus, México 2005, 42.
10 Los datos utilizados corresponden al periodo 1995-2003; éstos fueron tomados de

una muestra total de 103,456 personas. La interpretación técnica es la siguiente: por


cada 1,000 dólares que aumenta el consumo per cápita, el porcentaje de personas que
dice ser muy feliz o bastante feliz se incrementa en 1.3 puntos porcentuales; los coefi-
cientes de determinación (r2) y de determinación ajustado (r2 ajust.) indican que sola-
C a b r e a

mente el 30% de los cambios en el porcentaje de personas que dice ser muy feliz o
bastante feliz puede explicarse por cambios en el consumo per cápita. Los valores t y F,
así como sus correspondientes probabilidades entre paréntesis, indican que se puede
aceptar con seguridad la hipótesis de que existe una relación entre ambas variables
(consumo y felicidad).
11 PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO, o. c., 6.

35
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
La abundancia en el consumo no es algo necesariamente malo; el problema
no es el crecimiento del consumo en sí mismo, sino sus pautas y sus efectos
sobre la gente, el medio ambiente y la sociedad. Esta dimensión social y
ecológica del consumo contemporáneo es muy importante; sin embargo, el
presente artículo se limita a la dimensión personal, pues defiende la tesis de
que algunas soluciones a estos males pueden desprenderse de una acción
individual inspirada en los principios morales del cristianismo.
El consumo se ha convertido en uno de los elementos característicos y más
importantes de la sociedad posmoderna. El consumo contemporáneo “se sos-
tiene sobre una capa de emotividad que lo convierte en la experiencia posmo-
derna más verdadera; el individuo se siente vivo, pleno y feliz en el consumo
porque éste es la emoción”.12 Esta forma posmoderna de experimentar el acto
de consumo no está exenta de riesgos, ya que “el valor de la realización perso-
nal derivada del consumo, que es práctico y utilitario, también puede perder
su carácter instrumental y cobrar sentido en sí mismo, volverse hedónico y
momentáneo, y de esta forma, superficial y egocéntrico”.13
A esta forma de vivir el acto de consumo subyace una concepción hedónico-
utilitarista de la felicidad, por la que “el goce inmediato, el vivir el presente,
o

el hedonismo y el narcisismo son los valores triunfantes, establecidos en una


cultura del exceso, de la sobreproducción y el gasto”.14
C a b r e a

En la sociedad posmoderna, el individuo está sometido a una sobreabun-


dancia de signos y significados que lo incitan a consumir, no para satisfacer
necesidades (reales o ficticias, seculares o nuevas), sino para alcanzar la feli-
cidad, hecho que resulta evidente en cuantiosos mensajes publicitarios.15 Sin
A p a r i c i o

12 A. GIL, “El consumo como emoción. Rasgos afectivos de la sociedad de consumo”,

en A. GIL / J. FELIU (coords.), Psicología económica y del comportamiento del consumidor,


UOC, Barcelona 2004, 193.
13 AA. VV., “Psicología económica: una actualización bibliográfica”, en C. DESCOU-

VIERES (dir.), Psicología económica, Editorial Universitaria, Santiago de Chile 1998, 113.
14 V. BORRÁS, “Individuo, consumo y sociedad. La perspectiva sociológica”, en A.

GIL / J. FELIU (coords.), o. c., 99.


A b r a h a m

15 Algunos ejemplos de frases que la mercadotecnia utiliza en México son los siguien-

tes: El Palacio de Hierro: “La felicidad existe. Hay que saber dónde encontrarla”; Banor-
te: “Autoestrene: la felicidad que da estrenar auto se nota”; Helados Nestlé: “Nutre tu
día de felicidad”. Sin embargo es la empresa Coca-Cola la que más ha utilizado el tema
de la felicidad no sólo en su publicidad —“Repartiendo felicidad desde 1886”, “Des-
tapa la felicidad”—, sino que incluso realizó una película de dibujos animados llama-
da “La Fábrica de la Felicidad” (en la cual lo que se fabrica es, por supuesto, la famosa

36 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
embargo, este tipo de felicidad, por su propia concepción hedónico-utilitarista,
sólo puede ser temporal, efímera, y requiere un constante y cada vez mayor
gasto de consumo.
Una de las consecuencias de la forma de entender el consumo en la sociedad
contemporánea es que las aspiraciones de consumo también han crecido no-
tablemente. Estudios hechos en los hogares de los Estados Unidos revelan
que entre 1986 y 1994 se duplicó el ingreso necesario para colmar las aspira-
ciones de consumo.16 Esto significa que, en menos de una década, las aspiraciones
de consumo se duplicaron en la economía más importante del mundo, la
cual sirve como patrón de referencia para el resto de las economías y socie-
dades (el sueño americano o el American way of life).
Como tal, el crecimiento en las aspiraciones de consumo tampoco debe verse
como algo malo. Después de todo, la distancia entre el nivel de aspiraciones
y el nivel de logros puede significar una “diferencia motivacional” para mu-
chas personas.17 La búsqueda de objetivos produce alegría, por lo que tener
aspiraciones es algo intrínsecamente bueno, incluso si se trata de aspiracio-
nes elevadas, pues “cuando se tienen metas difíciles, desafiantes, concretas y
hasta cierto punto accesibles, la motivación se eleva”.18 Sin embargo, el pro-
blema de tener aspiraciones demasiado elevadas es que, cuando éstas no son
realizables, es muy probable que se experimenten episodios de frustración y

A b r a h a m
decepción ante el fracaso de no haber conseguido lo que se esperaba, sensa-
ción que termina provocando infelicidad.19

bebida gaseosa) y ha creado en España el “Instituto Coca-Cola de la Felicidad”. Cf. si-


A p a r i c i o

tio www.conocecocacola.com perteneciente a Coca-Cola España. La postura de la DSI


sobre este tema es clara: “Se dará de forma casi inevitable la impresión, en la publici-
dad comercial, de que poseer muchas cosas lleva a la felicidad y satisfacción, lo cual es
erróneo y frustrante”, y “la publicidad puede distorsionar la verdad […] un principio
fundamental consiste en que la publicidad no puede engañar deliberadamente, ni
implícita ni explícitamente”. Cf. CONSEJO PONTIFICIO PARA LAS COMUNICA-
CIONES SOCIALES, Ética en la publicidad, Ciudad del Vaticano 1997, núms. 3 y 15.
16 Cf. PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO, o. c., 60.
C a b r e a

17 Cf. E. DICHTER, “Level of aspirations”, en R. CORSINI / A. AUERBACH (eds.),

Concise encyclopedia of psychology, John Wiley and Sons, Nueva York 19962, 524.
18 AA. VV., Procesos psicológicos, Pirámide, Madrid 2001, 264.
19 Esta tesis ha sido expuesta con detalle en A. APARICIO, “Felicidad y aspiraciones

crecientes de consumo en la sociedad postmoderna”, en Revista Mexicana de Sociología


71-1 (2009) 131-157.

37
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
La idea de que la felicidad y la infelicidad son producto de la desproporción
entre las aspiraciones y los medios tiene su fundamento filosófico, entre
otros autores, en Arthur Schopenhauer, quien sostiene que

Tras la pérdida de las riquezas o de una situación acomodada, tan pronto


como se supera el primer dolor, el estado de ánimo habitual no suele ser
muy diferente del anterior, y esto se debe al hecho de que, una vez que el
destino ha reducido el factor de nuestras posesiones, nosotros mismos
reducimos en igual medida el factor de nuestras pretensiones. Esta ope-
ración es, ciertamente, el dolor […] A la inversa, en un caso de buena
fortuna [se eleva la restricción] a nuestras pretensiones y éstas se expan-
den, en esto constituye la alegría […] La fuente de nuestro descontento se
encuentra en nuestros intentos siempre renovados de subir el nivel de las
pretensiones, mientras la inmovilidad [de los medios] impide [que sean
alcanzadas].20

En su obra fundamental, El mundo como voluntad y representación, Schopen-


hauer añade que
o

toda felicidad [fluctúa en torno a] la relación entre nuestras pretensiones


C a b r e a

y lo que conseguimos; da igual cuán grandes o pequeñas sean ambas


magnitudes de esa relación, o si la relación puede establecerse tanto por
la disminución de la primera como por el incremento de la segunda, de
suerte que todo sufrimiento emana propiamente de la desproporción en-
tre lo que reclamamos y aguardamos con aquello que nos es dado.21
A p a r i c i o

En el caso concreto de las aspiraciones de consumo, Lipovetsky ha manifes-


tado que

en las sociedades hipermodernas existe la cultura de la ansiedad, la frus-


tración y el desengaño porque ahora se promete la felicidad a todos y se
A b r a h a m

anuncian placeres en cada esquina, lo que aumenta las exigencias de ma-

20 A. SCHOPENHAUER, El arte de ser feliz. Explicado en cincuenta reglas para la vida,

Herder, Barcelona 20003, 38-39.


21 A. SCHOPENHAUER, El mundo como voluntad y representación, Círculo de Lectores /

Fondo de Cultura Económica, Barcelona / Madrid 2005, 176-177.

38 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
yor bienestar y una vida mejor, pero con ello más se ensanchan las arte-
rias de la frustración. Para combatir la decepción, las sociedades hiper-
modernas utilizan la incitación incesante a consumir, pero ello nos
condena a vivir en un estado de insuficiencia perpetua, a desear siempre
más de lo que podemos comprar, se nos tiene siempre insatisfechos,
amargados por todo lo que no podemos permitirnos.22

El referente conceptual de felicidad en la sociedad contemporánea crea un


aliciente que estimula todavía más el desarrollo de las aspiraciones por el
proceso de adaptación o adaptación hedónica. Paradójicamente, la adaptación no
significa un estado último o estacionario del individuo, sino una situación
que opera estimulando la búsqueda de nuevas experiencias y emociones. En
el caso del consumo, el proceso de adaptación hace que el consumidor, al
comparar su situación presente con una pasada, piense que todo aumento
futuro en el consumo producirá mayor felicidad. El proceso de adaptación,
una vez completado, se vuelve un acicate para buscar nuevas emociones y
placeres, y, de acuerdo con la lógica del consumo posmoderno, la búsqueda
de nuevos consumos es una forma de escapar del aburrimiento que produce
haberse adaptado a un nuevo nivel de confort.
Las aspiraciones de consumo dependen de factores de orden psicosocial, por

A b r a h a m
lo que pueden modificarse de manera súbita y en gran volumen. Por su parte,
los medios de consumo, principalmente el ingreso monetario de las personas
(sueldos, salarios, rentas, beneficios) y el crédito, suelen modificarse de manera
lenta y gradual, pues dependen de variables económicas estructurales tales
como el incremento salarial, la productividad o la tasa de ganancia.
Esta lentitud en el crecimiento de los ingresos en un contexto de aspiraciones
A p a r i c i o

de consumo cada vez más grandes, ha provocado que más y más personas
recurran al crédito comercial como una fuente de ingreso adicional para tra-
tar de satisfacer sus elevadas aspiraciones de consumo. Así lo demuestra el
hecho de que, tan sólo entre 1992 y 1996, el número de tarjetas de crédito en
circulación aumentó 83% en Alemania, 62% en Francia, 48% en los Estados
Unidos y 42% en Italia.23 La crisis hipotecaria en los Estados Unidos, que
C a b r e a

desencadenó la crisis económica mundial de 2008-2009, es un claro ejemplo

22 G. LIPOVETSKY, La sociedad de la decepción. Entrevista con Bertrand Richard, Anagra-

ma, Barcelona 2008, 21-23, 44.


23 Cf. PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO, o. c., 60.

39
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
del alcance que puede tener el endeudamiento como medio para financiar
las crecientes aspiraciones de consumo.
Así pues, dejar insatisfechas esas aspiraciones es una fuente muy probable
de infelicidad. Esto sugiere que, ante el lento crecimiento de los medios de
consumo, sería conveniente moderar el crecimiento de las aspiraciones con-
sumistas, de modo que éstas se ubiquen en un nivel más cercano al creci-
miento estructural de aquéllos. Para lograr esto, en un contexto de gran
crecimiento en el consumo masivo, tendencia ya irreversible, es necesario
revertir el efecto que sobre las aspiraciones de consumo tienen aquellos ele-
mentos de orden psicosocial y ético que caracterizan y definen al consumo
contemporáneo.

2. El consumo contemporáneo
desde la perspectiva de la DSI
La DSI es el conjunto de enseñanzas que, desde finales del siglo XIX, el Ma-
gisterio de la Iglesia católica ha expuesto en torno a la llamada cuestión so-
cial. El adjetivo “social” abarca todos los campos en los que se desarrolla la
convivencia humana, y se extiende al panorama entero de las realidades
o

que configuran y condicionan la vida del ser humano en sociedad.24 Por ello,
no es de extrañar que la DSI estudie y proponga soluciones, desde su muy
C a b r e a

particular punto de vista, a problemas como la infelicidad individual y social


que se deriva de vivir en un ambiente donde el bienestar humano se identifi-
ca con un crecimiento en el consumo de bienes y servicios.
La Iglesia ha elaborado un amplio tratado sobre la vida económica. En él es-
tablece un conjunto de principios generales, normas criteriológicas para en-
A p a r i c i o

juiciar y pautas prácticas para la acción en medio del complejo mundo de las
realidades económicas, todo ello con un marcado carácter moral. Entre sus
principales conclusiones, la DSI considera que es equivocado el modelo de
desarrollo seguido por la economía, pues hace del principio del desarrollo
económico, de suyo reductor y limitado, una estructura alienante en tanto
que invierte la relación entre los medios y los fines. Para la DSI, el desarrollo
A b r a h a m

económico no puede ser la finalidad última de la vida sino apenas un ins-

24 Cf. J. GUTIÉRREZ, Introducción a la doctrina social de la Iglesia, Ariel, Barcelona 2001,

33, 40-41.

40 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
trumento, pues una vez transformado en fin último, la vida queda trastoca-
da y se pierde la perspectiva total del horizonte humano.25
La DSI no critica al capitalismo en su totalidad (economía de mercado, eco-
nomía libre o economía de empresa), pues considera como algo positivo,
aunque no como valores absolutos, los elementos económicos de la libertad,
la empresa, el mercado, la propiedad privada y el beneficio. Lo que la DSI
critica es la tendencia que “ha inducido al ser humano a confundir la felicidad
y la salvación con formas inmanentes de bienestar material”,26 pues “salir del
atraso económico, algo en sí mismo positivo, no soluciona la problemática
compleja de la promoción del [ser humano]”.27 La DSI considera como in-
aceptable el sistema ético-cultural del capitalismo, cuyos valores y formas de
vida se concretan en el consumismo, el cual propaga valores meramente uti-
litarios y causan una pérdida del sentido de la existencia28 una vez que se
decide vivir para consumir.
Para la DSI, el fenómeno del consumismo “produce una orientación persis-
tente hacia el tener en vez de hacia el ser”.29 El actual sistema ético-cultural ha
creado una concepción global de la vida basada en el superconsumismo, pro-
duciendo problemas psicosociales como el consumo compulsivo.30 Esta con-
cepción nace de un sistema económico que carece por sí mismo de criterios
morales y, por lo tanto, no se guía por una imagen integral del ser humano.31

A b r a h a m
Esta situación exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida,
el cual tiende en muchas partes del mundo al hedonismo y el consumismo,
despreocupándose de los daños, de todo tipo, que de ello se desprenden: “Es
necesario un cambio efectivo de mentalidad que lleve a la adopción de nue-
vos estilos de vida en los que la búsqueda de la verdad, de la belleza y del
A p a r i c i o

25 Cf. Ibid., 449.


26 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 2009, núm. 34.
27 Ibid., núm. 23.
28 Cf. R. SANZ DE DIEGO, “La evolución de la doctrina social de la Iglesia”, en A.

CUADRÓN (coord.), Manual de la Doctrina Social de la Iglesia, BAC / Fundación Pablo


VI, Madrid 1993, 133-134.
C a b r e a

29 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, núm. 360.


30 Se estima que el 5.6% de los estadounidenses son compradores compulsivos. Cf.

AA. VV., “Estimated prevalence of compulsive buying behavior in the United States”,
en American Journal of Psychiatry 163 (2006) 1806-1812.
31 Cf. AA. VV., “Principios y valores permanentes en la doctrina social de la Iglesia”,

en A. CUADRÓN (coord.), o. c., 97.

41
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
bien, así como la comunión con las demás personas para un crecimiento
común, sean los elementos que determinen las opciones de consumo”.32
Para la doctrina social, el hecho de que el consumo de las mercancías ocupe
el centro de la vida y se haya convertido en el único valor de la sociedad, sin
someterse a algún otro, se explica a partir de que el propio sistema económi-
co ignora la dimensión ética y religiosa del ser humano, limitándolo única-
mente a la producción y el consumo de bienes y servicios.33 Las enseñanzas
del Magisterio en materia social afirman de manera contundente que la so-
ciedad contemporánea

vive en la búsqueda de la gratificación completa e inmediata, todo está


orientado a satisfacer carencias y cualquier pérdida provoca un vacío into-
lerable. El drama de esta patología, soterrada en el corazón de tantas per-
sonas, es la incapacidad de amarse como uno es, mientras no consiga un yo
ideal basado en adquisiciones materiales con el que se sienta contento.34

De acuerdo con la DSI, el ser humano sufre una enajenación absoluta cuando
la vida se orienta a tener más, no a ser más, a tener sin límites, despreciando
o

al prójimo e identificando el tener ilimitado con el fin último de la vida.35 En


su famosa carta encíclica de 1987, Juan Pablo II señala que
C a b r e a

hoy se comprende mejor que nunca que la mera acumulación de bienes y


servicios, incluso a favor de una mayoría, no basta para proporcionar la
felicidad humana. Todos somos testigos de los tristes efectos de esta cie-
ga sumisión al mero consumo: una forma de materialismo craso y una
A p a r i c i o

radical insatisfacción porque se comprende rápidamente que cuanto más


se posee más se desea.36

32 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 2009, núm. 51.


A b r a h a m

33 Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, núm. 375.


34 E. LÓPEZ, “Ecología: una visión cristiana de la Creación”, en A. BRAVO, S. J. (ed.),

Calidad de vida y exigencias éticas. Memorias del III Simposio Internacional de Teología, De-
partamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana, México 1996,
379-380.
35 Cf. J. GUTIÉRREZ, o. c., 395.
36 JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 1987, núm. 28.

42 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
En este mismo sentido, en varios de sus mensajes y discursos Benedicto XVI
ha criticado, incluso con dureza, la mentalidad y la cultura consumista pos-
moderna. Aquí algunos ejemplos:

• El mundo en el que vivimos, [está] marcado a menudo por el consu-


mismo desenfrenado, por la indiferencia religiosa y por un secularismo
cerrado a la trascendencia.37
• Existe el peligro de que [los medios de comunicación social] se trans-
formen en sistemas dedicados a someter al ser humano a una publici-
dad obsesiva para […] la venta de productos de consumo.38
• Observando este don incesante [el Espíritu Santo], llegamos a ver los
límites de todo lo que acaba, la locura de una mentalidad consumista.
En particular, empezamos a entender porqué la búsqueda de noveda-
des nos deja insatisfechos y deseosos de algo más.39
• ¿Qué decir del hecho de que en la actual sociedad consumista el lucro y
el éxito se han convertido en los nuevos ídolos ante los cuales muchos
se postran?40
• No hay que dejarse engañar por quienes tan sólo van en busca de con-
sumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la
elección misma se presenta como el bien, la novedad se confunde con

A b r a h a m
la belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad.41
• La sociedad […] a menudo se siente fascinada por la mentalidad mo-
derna del consumismo hedonista, con una peligrosa crisis de valores
humanos y religiosos, y la deriva de un creciente relativismo ético y
cultural.42
A p a r i c i o

37 Misa de Clausura del Congreso Eucarístico Italiano (Bari), Homilía Solemnidad del

"Corpus Christi", 29 de mayo de 2005.


38 XLII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, “Los medios: en la encrucija-

da entre protagonismo y servicio. Buscar la Verdad para compartirla”, 4 de mayo de


2008.
39 XXIII Jornada Mundial de la Juventud, Sídney, Australia, 19 de julio de 2008.

40 Visita Pastoral a Cagliari, encuentro con los jóvenes, Plaza Yenne, 7 de septiembre
C a b r e a

de 2008.
41 XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, "Nuevas tecnologías, nuevas

relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad", 24 de mayo de


2009.
42 Celebración con los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y movimientos

laicales, viaje apostólico a la República Checa, Praga, 26 de septiembre de 2009.

43
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
• No es difícil constatar que en cada joven existe una aspiración a la feli-
cidad que, sin embargo, la actual sociedad de consumo explota fre-
cuentemente de forma falsa y alienante.43
• No es fácil ser cristianos. Hace falta valentía y tenacidad para no con-
formarse a la mentalidad del mundo, para no dejarse seducir por los
señuelos a veces poderosos del hedonismo y el consumismo.44

A pesar de estas críticas, debe quedar claro que la DSI no se opone a un ma-
yor nivel de consumo, pues está consciente de que la humanidad requiere
una producción abundante de bienes, no sólo para la subsistencia elemental
sino para el decoro de la vida. Sin embargo, la DSI señala con firmeza que la
finalidad de la producción no es el mero incremento de los productos, ni el
beneficio ni el poder, sino el desarrollo integral del ser humano que tiene,
además de necesidades materiales, exigencias intelectuales, morales y reli-
giosas.45
La DSI recoge esta concepción sobre el aumento en el consumo del principio
del destino universal de los bienes, el cual sostiene que
o

la persona no puede prescindir de los bienes materiales que responden a sus


necesidades primarias y constituyen las condiciones básicas para su existen-
C a b r e a

cia; estos bienes le son absolutamente indispensables para alimentarse y cre-


cer, para comunicarse, para asociarse y para poder conseguir las más altas
finalidades a que está llamada. Todo ser humano debe tener la posibilidad
de gozar del bienestar material necesario para su pleno desarrollo.46
A p a r i c i o

Este principio invita a cultivar una visión de la economía inspirada en valo-


res morales que permitan tener siempre presente el origen y la finalidad de
los bienes, “para así realizar un mundo justo y solidario, en el que la crea-
ción de la riqueza pueda asumir una función positiva. La riqueza debe ser
A b r a h a m

43 Mensaje a los jóvenes, viaje apostólico a la República Checa, 28 de septiembre de

2009.
44 Visita Pastoral a Brescia y Concesio, visita a la Parroquia de San Antonino, 8 de no-

viembre de 2009.
45 Cf. J. GUTIÉRREZ, o. c., 371-372.
46 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, núms. 171-172, 174.

44 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
empleada como medio útil para promover el bienestar de los hombres y de
los pueblos y para impedir su exclusión y explotación”.47
La DSI no condena per se la disponibilidad de bienes materiales, incluso en
una cantidad superior a la estrictamente necesaria para la vida, sino su mal
uso, y añade que

una buena administración de los dones recibidos, incluidos los dones mate-
riales, es una obra de justicia hacia sí mismo y hacia los demás, actitud que
hace al ser humano capaz de reconocer lo relativo de los bienes económicos y
de tratarlos como dones divinos que hay que administrar y compartir, por-
que la propiedad originaria de todos los bienes pertenece a Dios.48

Por todo lo anterior, es necesario emprender una reforma general, seria y


profunda, de la forma en que se entiende el acto de consumo en la vida
económica contemporánea, lo cual implica una reforma moral o de las cos-
tumbres, una emendatio morum, pues la raíz última de la idea de que la felici-
dad depende de un consumo creciente tiene un carácter moral.49 Para esto es
necesario revisar el vínculo que existe entre la ética y la economía.

3. Ética y economía desde la perspectiva de la DSI

A b r a h a m
En estricto sentido no hay acciones económicas, sino aspectos económicos de
las acciones humanas cuando dichas acciones tienen que ver con la asigna-
ción de recursos escasos entre fines alternativos, y tienen por objetivo final la
eficiencia.50 Mucho se ha discutido acerca de que la economía es una ciencia
positiva porque le corresponde buscar soluciones eficientes en función de los
medios disponibles, sin tomar en cuenta la moralidad de los fines. Sin em-
A p a r i c i o

bargo, en la práctica diaria, al momento de elegir los medios se introducen


irremediablemente juicios de valor. Por ello, “la vida económica debe ser
comprendida como una realidad de múltiples dimensiones”,51 que incorpora
C a b r e a

47 Ibid.
48 Ibid., núms. 323-324, 326.
49 Cf. J. GUTIÉRREZ, o. c., 378, 381, 383.

50 Cf. A. ARGANDOÑA, “Economía y ética”, en A. CUADRÓN (coord.), o. c., 387-88.


51 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 2009, núms. 37-38.

45
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
asimismo sus aspectos éticos, pues “toda decisión económica tiene conse-
cuencias de carácter moral”.52
El concepto de racionalidad de la teoría económica ortodoxa se basa en la
hipótesis implícita de que el grado de satisfacción que obtiene cada suje-
to económico está determinado tan sólo por el resultado de su comportamiento
económico, independientemente de las implicaciones morales, sociales, cul-
turales y naturales que produzca la elección de dicho comportamiento. La
DSI ofrece una luz para entender el papel de la ética en relación con la eco-
nomía, pues “esta doctrina se ha formado recurriendo a la teología moral y a
la filosofía, que le dan un fundamento, y no descuida los aspectos técnicos
de los problemas que estudia desde un punto de vista moral a la luz de la
Revelación”.53
La DSI considera que la relación entre moral y economía es necesaria e
intrínseca, pues la actividad económica y el comportamiento moral se com-
penetran íntimamente. A la economía, tanto en el ámbito científico como en
el nivel práctico, “no se le confía el fin de la realización del ser humano, sino
una tarea parcial: la producción, la distribución y el consumo de bienes ma-
teriales y de servicios”.54 Sin embargo, la dimensión moral de la economía
o

pone de manifiesto que la eficiencia económica “debe promover un desarro-


llo solidario de la humanidad, pues desde un perfil moral, la actividad
C a b r e a

económica debe tener como sujetos a todas las personas y a todos los pue-
blos, y todos tienen el derecho de participar en la vida económica y el deber
de contribuir al progreso del propio país y de la entera familia humana”.55
En el caso concreto del consumo, es la economía, y no la ética, la que debe
establecer los criterios que dirigirán el proceso de consumo desde el punto
A p a r i c i o

de vista de la eficiencia. Sin embargo, la ética tiene mucho que decir sobre
esos mismos criterios en cuanto que afectan y definen el bienestar del ser
humano. Esto no es de extrañar, pues a todo razonamiento le es implícito un
concepto del ser humano y de la sociedad, motivaciones y fines según la
doctrina ética de la que se parta. Ahora bien, existen muchas doctrinas éticas.
De todas ellas, ¿cuál debe tomar la economía como su referente moral? Este
A b r a h a m

artículo considera que la teología moral sobre la que se construye la DSI

52 Ibid.
53 R. SANZ DE DIEGO, o. c., 136, 138, 140.
54 Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, núms. 330-333.
55 Ibid.

46 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
puede servir como referente válido para las actividades económicas, pues
“ofrece principios y criterios basados en su experiencia multisecular y el cui-
dado con que ha estudiado, fomentado y depurado las concepciones filosófi-
cas sobre el ser humano y la sociedad”.56
Así pues, a la luz de la DSI, el acto consuetudinario de consumo tendría un
referente ético basado en

la inviolable dignidad de la persona humana, y en el valor trascendente


de las normas morales naturales, pues si se prescinde de cualquiera de
estos dos pilares se corre el peligro de que el consumo pierda su propio
significado y se amolde a los sistemas económico-financieros existentes,
en vez de corregir sus disfunciones.57

Para la DSI es claro que el consumo “puede ser mal utilizado cuando quien
lo gestiona tiene sólo referencias egoístas, y puede llegar a transformar este
medio, de suyo bueno, en pernicioso. Por eso, no se deben hacer reproches al
consumo en cuanto tal, sino al ser humano, a su conciencia moral y a su res-
ponsabilidad personal y social”.58

4. Hacia una deontología del consumo basada en la DSI

A b r a h a m
4.1. Concepto de deontología
Pese a su amplitud, los juicios éticos pueden clasificarse en dos grandes gru-
pos: los juicios de valor y los juicios de obligación. Los primeros son juicios
sobre la bondad o la maldad de ciertos objetivos, fines, experiencias, disposi-
ciones o estados de cosas, y son estudiados por la axiología; por su parte, los
A p a r i c i o

segundos son juicios sobre la obligación, rectitud, incorrección, sensatez o


torpeza de diversos tipos de acción y clases de conducta, juicios que aprue-
ban, recomiendan o condenan ciertas líneas de conducta, y son estudiados
por la deontología.59
C a b r e a

56 A. ARGANDOÑA, o. c., 392.


57 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 2009, núm. 45.
58 Ibid., núm. 36.
59 Originalmente se atribuye el término deontología, del griego deon (“debido”) y logos

(“tratado”), a Jeremy Bentham en su obra Deontology or Science of Morality, publicada


póstumamente (Londres, 1834). En la intención de Bentham, la deontología indica los

47
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
En la actualidad, el término deontología designa aquella especialidad entre las
teorías filosófico-morales que se ocupa de los deberes resultantes de las tareas
específicas de las distintas profesiones en una sociedad con división del traba-
jo. En este sentido, la deontología es el conjunto ordenado de deberes y obliga-
ciones morales que tienen los profesionales de una determinada materia.60
Asimismo, los términos deontologismo y deontológico pertenecen a una impor-
tante corriente de teorías morales contemporáneas, cuyo entendimiento de la
ética deontológica se basa en la idea de que ciertos actos son moralmente obli-
gatorios o prohibidos, sin considerar sus consecuencias en el mundo.61
El uso del término deontología que aquí se propone no está basado en nin-
guna de estas concepciones. Alude, en cambio, a una disciplina descriptiva y
empírica cuyo fin es la determinación de los deberes que han de cumplirse
en determinadas circunstancias sociales.62 Así entendida, la deontología es
ética prescriptiva; se centra más en dirigir la acción que en explicarla; es un
enfoque exhortativo que trata de establecer o recomendar cierto tipo de ac-
ciones, fines o maneras de vivir, que deben seguirse por considerárseles co-
rrectas, buenas, virtuosas o sensatas frente a acciones tenidas por incorrectas
o malas.63
o

Desde este último punto de vista, una deontología del consumo tendría por
meta establecer un código de conducta, de modo que el acto de consumo in-
C a b r e a

cida de manera positiva y significativa en el bienestar general del consumi-


dor, es decir, en su bienestar material y, aquí la novedad, en su bienestar
subjetivo representado por su nivel de felicidad. Por todo lo expuesto en las
tres secciones anteriores, este objetivo sólo puede lograrse a través de una
moderación en el crecimiento de las aspiraciones de consumo, de suerte que
A p a r i c i o

éstas se encuentren al nivel de los medios de consumo, evitando así la po-


tencial decepción y tristeza ocasionada por aspiraciones no satisfechas.

deberes que deben cumplirse si se quiere alcanzar el ideal del mayor placer posible
para el mayor número posible de individuos; es la exposición original de un utilita-
rismo que trata de alcanzar categoría científica. Cf. J. FERRATER, Diccionario de Filosofía,
A b r a h a m

vol. 1, Alianza Editorial, Madrid 1990, 420.


60 Cf. M. FORSCHNER, “Deontología”, en O. HÖFFE (ed.), Diccionario de ética, Crítica,

Barcelona 1994, 66.


61 Cf. A. BERTEN, “Deontologismo”, en M. CANTO-SPERBER (dir.), Diccionario de éti-

ca y de filosofía moral, vol. 1, Fondo de Cultura Económica, México 2001, 387-393.


62 Cf. J. FERRATER, o. c., 749.
63 Ibid.

48 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
Son dos las razones por las que este artículo prefiere hablar de una deonto-
logía del consumo y no de una ética del consumo. En primer lugar, construir
una ética del consumo es un proyecto mucho más amplio (del cual la deon-
tología del consumo sería tan solo una parte) que estudiosos como Adela
Cortina han podido emprender con éxito gracias a su profundo conocimiento
en el campo de la filosofía moral.64 En segundo lugar, este artículo no desea
contribuir al evidente abuso del adjetivo ético que se ha dado en el campo de
la economía, cuyo uso indiscriminado lo ha vuelto trivial.

4.2. Elementos del código deontológico


La DSI es por definición deontológica, es una doctrina que ofrece directrices
de acción, basadas en principios éticos de la teología moral. En su estudio de
los asuntos económicos, la DSI no es un tratado técnico; antes bien se propo-
ne poner de manifiesto el aspecto deontológico y moral de las actividades
económicas. La mayoría de las recomendaciones del Magisterio para la vida
económica y social “son de fácil aplicación no sólo para el cristiano, sino pa-
ra todo creyente y, en general, para todo ser humano de buen sentido y co-
razón recto”.65
En el caso concreto del consumo, la DSI considera al consumidor como un
ser humano, una persona digna “creada a imagen y semejanza de Dios y

A b r a h a m
elevada a un fin sobrenatural trascendente a la vida terrena”.66 Para la DSI,
el acto de consumo no es un fin en sí mismo, sino que está sujeto a un fin su-
perior: el desarrollo integral del ser humano. Este tipo de desarrollo “toma
en cuenta las necesidades materiales y las exigencias intelectuales, morales,
espirituales y religiosas de las personas”.67
Esta forma de entender el acto de consumo se desprende del principio funda-
A p a r i c i o

mental de la dignidad de la persona humana que sostiene la DSI. A la luz de este

64 Cf. A. CORTINA, Por una ética del consumo, Taurus, Madrid 2005, en especial 233-

261. Para Cortina, una ética del consumo que intente responder a las preguntas "qué se
debería consumir, para qué se debería consumir y quién debería decidir lo que se con-
sume", debe tomar en cuenta, entre otros elementos, las dos grandes dimensiones de
C a b r e a

la moral, es decir, que el consumo debe ser justo y propiciar una vida buena. La deon-
tología aquí propuesta contribuye a que esos elementos estén presentes en el acto de
consumo individual.
65 J. GUTIÉRREZ, o. c., 82.

66 C. SORIA / J. DÍAZ, o. c., 92-93.


67 Ibid., 123.

49
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
principio, resulta indigno un consumo inferior al mínimo necesario para una
vida decente, es decir, la pobreza atenta contra la dignidad humana; pero es
igualmente indigno un consumo competitivo para la exhibición porque daña
la salud física y mental de las personas, oponiéndose así a su realización per-
sonal en esferas diferentes al bienestar material. Para la DSI es necesario te-
ner y poseer, pero el afán de poseer sin medida es codicia, desorden y daño
social: “Para las naciones como para las personas, la avaricia es la forma más
evidente del subdesarrollo moral”.68
Así pues, un primer elemento del código deontológico sería el siguiente: un
consumo digno es aquel que nos aleja de la pobreza, pero que no se identifica con la
felicidad. La DSI enseña que “la verdadera felicidad es algo que sólo Dios pue-
de satisfacer”,69 por lo que resulta inútil, falso y hasta peligroso identificarla
con el consumo. El consumo debe ser un medio para alcanzar el desarrollo
humano pleno, pues contribuye a tener una vida feliz (no es la vida feliz). Este
elemento del código no supone una renuncia a la consecución de bienestar
material, sino una reordenación de fines y medios hacia el verdadero fin del
consumo, esto es, el desarrollo integral del ser humano.
Por otro lado, en una sociedad que tiene un proyecto consumista para el ser
o

humano, se requiere un nuevo modelo de persona, más austero y sobrio, es


decir, fomentar estilos de vida cuyo fin último no sea el tener y el gozar en el
C a b r e a

consumo.70 Es desde esta óptica que se desprende un segundo elemento del


código deontológico: contribuye más a nuestra felicidad un consumo con modera-
ción. Para la DSI, la austeridad y la sobriedad son frugalidad voluntaria, no
impuesta desde afuera, y no son sinónimo de pobreza o privación, sino de
mesura y moderación, dos virtudes útiles para la vida. Este elemento ayu-
A p a r i c i o

daría a hacerle frente a la factibilidad como principio normativo, o, lo que es lo


mismo, al hecho de que “las cosas no se realizan porque sean positivas y

68 PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 1967, núm. 19.


69 “El deseo de la felicidad verdadera aparta al hombre del apego desordenado a los
A b r a h a m

bienes de este mundo, y tendrá su plenitud en la visión y la bienaventuranza de Dios”


(Catecismo de la Iglesia Católica, 1997, núm. 2548). “Las bienaventuranzas responden al
deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el co-
razón del [ser humano] a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer”
(Ibid., núm. 1718).
70 A. CUADRÓN, “Finalidad de la economía: satisfacción de las necesidades huma-

nas”, en A. CUADRÓN (coord.), o. c., 423-425.

50 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
benéficas para el ser humano, sino porque son posibles”.71 Ahora se consu-
me, incluso de manera dispendiosa y perjudicial, no porque sea benéfico pa-
ra las personas o la sociedad, sino solamente porque es posible.
Un tercer elemento del código deontológico consistiría en renunciar al consu-
mo de bienes no necesarios. La DSI enseña que se puede aprender a prescindir
de bienes y servicios que no son realmente necesarios para nuestro bienestar,
y cuya privación no disminuye nuestro nivel de calidad de vida. A este res-
pecto resulta muy elocuente lo que señala Eduardo López:

Hablar de ascetismo, en una cultura tan identificada con el hedonismo


existencial, parece un lenguaje poco seductor. La renuncia será una expe-
riencia que el destino impone, que nadie busca con su propio querer. […]
Tener satisfechas las necesidades básicas es un derecho, pero disfrutar de
todo lo superfluo, además de no dar la felicidad como lo muestran los da-
tos objetivos, es una provocación injustificada para los que añoran lo que
nosotros despreciamos. A los que vivimos en la abundancia nos resulta
muy difícil comprender la cantidad enorme de cosas superfluas que llega-
mos a considerar como necesarias. […] No es fomentar la renuncia por la
renuncia, sino saber aceptarla para obtener una mejora cualitativa que nos
beneficia a todos. […] [Lamentablemente] a medida que las posibilidades

A b r a h a m
van siendo mayores, y cuando los beneficios están al alcance de la mano, el
rechazo se dificulta aún más, fomentado por los intereses económicos.72

Un cuarto elemento de la deontología del consumo sería aceptar con resigna-


ción que hay cosas que no podemos o no debemos consumir. Esto implica que, tal
como lo enseña la DSI, el ser humano debe estar consciente de dos cosas:
A p a r i c i o

primero, que los medios de consumo no siempre permiten la adquisición de


todo lo que deseamos, y, segundo, que el consumo de ciertos productos y
servicios a nuestro alcance puede ser perjudicial para nuestra salud física o
mental. Estar conscientes de este par de limitaciones nos ayuda a no sentir
frustración ante la imposibilidad de colmar las aspiraciones de consumo o
ante la exclusión definitiva de ciertos productos que, si bien pueden contri-
C a b r e a

buir momentáneamente a nuestra felicidad, a largo plazo implican perjuicios

71 E. LÓPEZ, “Los retos actuales de las ciencias a la moral católica”, en A. BRAVO, S. J.

(ed.), o. c., 28-29.


72 E. LÓPEZ, “Ecología…”, 377-380.

51
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
para nuestra salud. Los psicólogos insisten en que “la persona madura no es
la que se encuentra plenamente satisfecha porque nada le hace falta en su
proyecto infantil de totalidad, sino que es aquella que se abraza con cariño, y
algo de humor, a la limitación inherente a todo ser humano”.73
Un quinto elemento del código deontológico sería un consumo solidario, el cual se
sustenta en el principio de solidaridad de la DSI, principio que sostiene que

la solidaridad debe ser con las generaciones pasadas, presentes y futuras,


con la especie humana en general, e implica el cuidado del hogar común,
del planeta, para lo cual es necesario hacer frente a los graves problemas
ecológicos derivados del consumismo abandonando la lógica del mero
consumo.74

La DSI enseña que “más que dueño, el ser humano es, teológica y biológi-
camente, administrador cuidadoso de los bienes naturales. El principio de
solidaridad gravita sobre la ecología, y se combina con criterios de sobriedad
y autodominio en el consumo”.75
En suma, la deontología del consumo prescribiría un consumo que respete la
o

dignidad humana (aquel que aleja de la pobreza pero no se identifica con la fe-
licidad, que sirve como medio para el desarrollo integral del ser humano pero
C a b r e a

que no es un fin en sí mismo), que sea mesurado pero que no implique la pri-
vación de lo necesario, que sea lúcido y capaz de renunciar a lo superfluo sin
afectar el bienestar, que acepte la limitación y que sea solidario. La propuesta
de una deontología del consumo basada en la DSI contribuye a introducir va-
lores para la tan necesaria reforma moral de la vida económica, en particular
A p a r i c i o

para que el acto de consumo recupere su función original como medio para
una vida material digna, proyectándolo al mismo tiempo como un elemento
que aporte positiva y significativamente al bienestar subjetivo de las personas.
De esta forma, el consumo favorece el desarrollo humano integral.
A b r a h a m

73 Ibid., 380.
74 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, núms. 360, 486.
75 J. GUTIÉRREZ, o. c., 396.

52 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
Consideraciones finales
Los problemas individuales y sociales derivados de una cultura consumista
no pueden abordarse con éxito recurriendo únicamente a la psicología o a
los tratamientos farmacológicos; es necesario estudiarlos a la luz de la ética y
no olvidar su dimensión espiritual. En su primera carta encíclica con tema
social, Benedicto XVI hizo un certero diagnóstico de esta realidad:

El ser humano, a veces se ve reducido a la psique y la salud del alma se


confunde con el bienestar emotivo. Las nuevas formas de esclavitud [en-
tre ellas el consumo competitivo y exhibicionista] y la desesperación en
la que caen tantas personas, tienen una explicación no sólo sociológica o
psicológica, sino esencialmente espiritual. Una sociedad del bienestar,
materialmente desarrollada, pero que oprime el alma, no está bien orien-
tada hacia un auténtico desarrollo humano. Cuando el bienestar material
se convierte en el objetivo de la vida se cae en un reduccionismo perjudi-
cial para el desarrollo integral de las personas y de los pueblos. El ser
humano también adquiere bienestar cuando crece espiritualmente, cuan-
do dialoga consigo mismo y con su Creador, y estando lejos de Él, el ser
humano está inquieto y se hace frágil.76

A b r a h a m
Un ejemplo concreto de los beneficios de llevar al acto de consumo los referentes
éticos que se desprenden de la DSI es que ello puede ayudar a resolver el pro-
blema de las compras compulsivas, cuyo actual tratamiento consiste en terapia
psicológica y en el uso de ciertos fármacos.77 Si el consumidor contara con un re-
ferente conceptual de felicidad no sustentado en la ética hedónico-utilitarista de
tipo cirenaico que se instituye en el mundo contemporáneo, sino basado en una
A p a r i c i o

ética fundada en la inviolable dignidad de la persona humana y en el valor tras-


cendente de las normas morales naturales, dos pilares de la DSI, seguramente la
propensión a padecer este tipo de problemas sería mucho menor.

76BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 2009, núm. 76.


77Por ejemplo, la fluvoxamina o el citalopram, fármacos utilizados para reducir la ansie-
C a b r e a

dad, aunque vale la pena mencionar que no todos los investigadores están de acuerdo
en la efectividad de los antidepresivos para tratar este tipo de desorden. Cf. AA. VV.,
“Fluvoxamine in the treatment of compulsive buying”, en Journal of Clinical Psychiatry
58-4 (1997) 159-163; AA. VV., “Citalopram treatment of compulsive shopping: an
open-label study”, en The Journal of Clinical Psychiatry 63-8 (2002) 704-708, y M.
CRAIG, “Commentary: compulsive buying”, en Harvard Mental Health Letter (2007).

53
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
La deontología del consumo aquí propuesta concluye que no es necesario
dejar de consumir. El verdadero problema no es el aumento en el consumo
como tal, sino sus efectos sobre las personas, el medio ambiente y la socie-
dad. Este artículo se ha concentrado más en el referente ético del acto de
consumo individual que en las dimensiones ecológica y social del consumo
posmoderno, temas que ameritan un trabajo ulterior.
Si queremos que el consumo tenga un verdadero aporte a nuestra felicidad,
es necesario modificar los motivos por los que consumimos, y para ello es
necesario poner en el centro de la cuestión los aspectos éticos que están
detrás de las aspiraciones de consumo.
Hoy en día vivimos en “un mundo que necesita una profunda renovación
cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir
un futuro mejor”,78 y la DSI puede ayudar a esta renovación porque “su fina-
lidad es de orden moral y mira hacia un humanismo pleno, es decir, a la li-
beración de todo lo que oprime al ser humano y dificulta su desarrollo
integral”.79 Para que el crecimiento espectacular del consumo tenga efectos
positivos sobre nuestro bienestar integral es necesario “buscar un cambio
sustancial en las premisas fundamentales de los patrones de consumo que
o

hagan explícita referencia a sus implicaciones morales, sociales, culturales y


naturales”.80 A este respecto, la “adhesión a los valores del cristianismo no es
C a b r e a

sólo un elemento útil para este cambio, sino indispensable para la construc-
ción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral”.81
Al tratarse de una actividad individual y social muy compleja, el consumo
demanda un intenso dialogo interdisciplinar, y “este diálogo debería empe-
zar por una mejor formación filosófica y moral de los economistas, para que
A p a r i c i o

sus recomendaciones siempre tomen en cuenta los aspectos éticos, no como


añadidos al análisis, sino perfectamente integrados en él”.82

Fecha de recepción: 17 de mayo de 2010


Fecha de aceptación: 12 de noviembre de 2010
A b r a h a m

78 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 2009, núm. 21.


79 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, núm. 82.
80 H. UZAWA, “Instituciones, desarrollo y ambiente”, en I. MUSU / S. ZAMAGNI

(comps.), Aspectos sociales y éticos de la economía, Editorial Jus, México 1998, 164-165.
81 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 2009, núm. 4.
82 A. ARGANDOÑA, o. c., 393.

54 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o

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