Doctrina Social de La Iglesia
Doctrina Social de La Iglesia
Doctrina Social de La Iglesia
ISSN: 1870-316X
angel.sanchez@uia.mx
Universidad Iberoamericana, Ciudad de
México
México
Resumen
En la sociedad contemporánea el gasto de consumo a nivel mundial ha regis-
trado un incremento sin precedentes, sin embargo, este incremento del bien-
estar material no ha repercutido de manera significativa sobre la felicidad de
las personas. Este artículo plantea que para incrementar la incidencia positi-
va del consumo sobre el nivel de felicidad es necesario modificar el enfoque
ético en el que se sustenta el acto de consumo cotidiano, y para ello propone
retomar el referente moral de la doctrina social de la Iglesia, la cual aporta, a
través de sus principios generales, normas de juicio y, sobre todo, pautas
prácticas de acción, ambos elementos valiosos y útiles para aproximar la
construcción de un código deontológico para el consumidor.
A b r a h a m
A p a r i c i o
C a b r e a
31
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
Contributions of the Social Doctrine
of the Church for an ethics of consumption
Summary
In contemporary society consumption expenditure has unprecedented in-
creased around the world; however, this increase in material well-being has
not significantly impacted on people’s happiness. This paper explores the
need to change the ethical approach underlying the everyday consumption
in order to increase the positive impact of consumption on people's happi-
ness level, and it proposes to regain the social doctrine of the Church, which
provides both moral standards and practical patterns of action in order to
work out a deontological code for consumer.
Introducción
o
1 El hedonismo (del griego hedoné, “placer”) es un sistema filosófico que hace consistir
siones sensibles. Por su parte, el utilitarismo de Jeremy Bentham sostiene que para al-
canzar la felicidad lo decisivo es perseguir la mayor suma posible de placeres. El
hedonismo psicológico es la forma más extrema de la doctrina utilitarista. Este tipo de
hedonismo sostiene que los actos son motivados exclusivamente por el placer que se
espera obtener a partir de cualquier acción en el tiempo. Entre la abundante biblio-
grafía sobre estas escuelas filosóficas puede consultarse J. HIRSCHBERGER, Historia
de la filosofía, Herder, Barcelona 1997.
32 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
Este artículo sostiene que para incrementar el aporte a la felicidad derivado
del aumento en el consumo resulta esencial modificar el enfoque ético del ac-
to de consumo contemporáneo, y para ello se propone como fundamento la
Doctrina Social de la Iglesia (DSI), por cuanto que “la dimensión teológica
es necesaria para complementar la interpretación y resolución de los actuales
problemas de la convivencia humana”.2 La DSI ofrece principios genera-
les, normas que establecen criterios de juicio y, en su aspecto deontológico,
pautas prescriptivas para la acción. Con fundamento en la DSI, este artículo
propone un código deontológico para el consumidor o una deontología del
consumo.
Ahora bien, el artículo no aborda de manera exhaustiva las fuentes de la DSI
y de la moral social, limitándose en cambio a presentar algunas claves actua-
les que son relevantes para nuestro objeto de estudio. Éstas fueron tomadas
del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,3 editado en 2005 por el Conse-
jo Pontificio de Justicia y Paz, que reúne los documentos eclesiásticos más
destacados, hasta ese entonces, relativos a la cuestión social, entre los que se
encuentran: León XIII, Carta enc. Rerum novarum, 1891; Pío XI, Carta enc. Qua-
dragesimo anno, 1931; Pío XI, Carta enc. Mit brennender Sorge,4 1937; Pío XII,
Radiomensaje en el 50º aniversario de la “Rerum novarum”, 1941; Juan XXIII, Car-
ta enc. Mater et magistra, 1961; Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et
A b r a h a m
spes, 1966; Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 1967; Pablo VI, Carta ap.
Octogesima adveniens, 1971; Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 1981;
Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 1987, y Juan Pablo II, Carta enc.
Centesimus annus, 1991.5
El artículo se divide en cuatro secciones. En la primera se describe la relación
entre el consumo, la felicidad y las aspiraciones de consumo que se despren-
A p a r i c i o
cumentos desde León XIII a Juan Pablo II, BAC, Madrid 1992, 559-574.
5 CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones para el estudio
33
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criben las características del consumo contemporáneo a la luz de la DSI; en la
tercera se presenta la relación entre ética y economía desde la perspectiva de
la DSI, y en la cuarta se exponen los elementos que integran una deontología
del consumo fundamentada en la DSI.
traerse la conclusión de que, en general, existe una incidencia positiva del con-
sumo sobre la felicidad o sobre la satisfacción individual con la vida.8
6 La quinta parte más rica de la población mundial que vive en los países de mayor in-
automóviles, el 74% de los teléfonos, el 46% de la carne y el 84% del papel. En suma,
este grupo poblacional realiza el 86% del gasto de consumo total en el mundo. Cf.
PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO, Informe sobre el
desarrollo humano, Ediciones Mundi-Prensa, Madrid 1998, 50.
7 El gasto de consumo que realiza cada habitante del planeta se ha incrementado, en
términos reales, un 80% entre 1970 y 2008. Este incremento en el consumo per cápita re-
sulta todavía más sorprendente si consideramos que durante el mismo periodo la po-
blación mundial casi se duplicó, pasando de 3,686 a 6,747 millones de personas. Las
A b r a h a m
últimas cifras disponibles (correspondientes al año 2008) indican que a nivel mundial
cada habitante gasta alrededor de 5,300 dólares anuales en consumo. La fuente para
estos cálculos es el banco de datos de las Naciones Unidas que puede consultarse en
www.un.org.
8 Una buena cantidad de estudios empíricos relativos al tema del consumo y la felicidad,
34 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
Sin embargo, cuando se emplean macrodatos (datos agregados a nivel de paí-
ses), las estadísticas para Estados Unidos indican que, en un estudio de corte
longitudinal, el porcentaje de personas que dice ser feliz prácticamente no se
ha modificado desde 1957, a pesar de que en el mismo periodo el consumo ha
aumentado más del doble.9 La siguiente gráfica ilustra un ejercicio estadístico,
de corte transversal, para el que se tomó información de un grupo de 75 países
con el fin de relacionar el consumo per cápita, medido en dólares corrientes, y el
porcentaje de personas que dice ser muy feliz o bastante feliz, dando como re-
sultado una baja correlación entre ambas variables.10
Los resultados de los estudios con microdatos y macrodatos permiten con-
cluir que, en términos generales, el aumento del consumo tiene una inciden-
cia positiva sobre la felicidad, aunque no muy grande y no siempre segura.
No es una sorpresa que tal sea el resultado si se toma en cuenta que el au-
mento en el consumo también ha traído perjuicios sociales e individuales, ta-
les como “la degradación ambiental y la destrucción de los ecosistemas, así
como una gran presión social sobre las personas para mantener niveles ele-
vados de consumo estimulados por un gasto competitivo para hacer exhibi-
ciones conspicuas de riquezas”.11
A b r a h a m
De una revisión de 26 estudios realizada el 5 de octubre de 2008, 17 concluyen que pose-
er riqueza material, guardarropa de moda, automóvil, electrodomésticos, casa con jardín,
televisión, radio, libros, teléfono fijo o teléfono celular, incide positiva y significativamente
sobre la felicidad o la satisfacción con la vida. En cambio, de los nueve estudios restantes
se obtiene que poseer bienes costosos, comodidades en el hogar, teléfono o automóvil no
tiene ninguna incidencia (ni positiva ni negativa) sobre el bienestar subjetivo, y que las
deudas financieras contraídas para la adquisición de bienes de consumo son un factor
A p a r i c i o
R. LAYARD, La felicidad. Lecciones de una nueva ciencia, Taurus, México 2005, 42.
10 Los datos utilizados corresponden al periodo 1995-2003; éstos fueron tomados de
mente el 30% de los cambios en el porcentaje de personas que dice ser muy feliz o
bastante feliz puede explicarse por cambios en el consumo per cápita. Los valores t y F,
así como sus correspondientes probabilidades entre paréntesis, indican que se puede
aceptar con seguridad la hipótesis de que existe una relación entre ambas variables
(consumo y felicidad).
11 PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO, o. c., 6.
35
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
La abundancia en el consumo no es algo necesariamente malo; el problema
no es el crecimiento del consumo en sí mismo, sino sus pautas y sus efectos
sobre la gente, el medio ambiente y la sociedad. Esta dimensión social y
ecológica del consumo contemporáneo es muy importante; sin embargo, el
presente artículo se limita a la dimensión personal, pues defiende la tesis de
que algunas soluciones a estos males pueden desprenderse de una acción
individual inspirada en los principios morales del cristianismo.
El consumo se ha convertido en uno de los elementos característicos y más
importantes de la sociedad posmoderna. El consumo contemporáneo “se sos-
tiene sobre una capa de emotividad que lo convierte en la experiencia posmo-
derna más verdadera; el individuo se siente vivo, pleno y feliz en el consumo
porque éste es la emoción”.12 Esta forma posmoderna de experimentar el acto
de consumo no está exenta de riesgos, ya que “el valor de la realización perso-
nal derivada del consumo, que es práctico y utilitario, también puede perder
su carácter instrumental y cobrar sentido en sí mismo, volverse hedónico y
momentáneo, y de esta forma, superficial y egocéntrico”.13
A esta forma de vivir el acto de consumo subyace una concepción hedónico-
utilitarista de la felicidad, por la que “el goce inmediato, el vivir el presente,
o
VIERES (dir.), Psicología económica, Editorial Universitaria, Santiago de Chile 1998, 113.
14 V. BORRÁS, “Individuo, consumo y sociedad. La perspectiva sociológica”, en A.
15 Algunos ejemplos de frases que la mercadotecnia utiliza en México son los siguien-
tes: El Palacio de Hierro: “La felicidad existe. Hay que saber dónde encontrarla”; Banor-
te: “Autoestrene: la felicidad que da estrenar auto se nota”; Helados Nestlé: “Nutre tu
día de felicidad”. Sin embargo es la empresa Coca-Cola la que más ha utilizado el tema
de la felicidad no sólo en su publicidad —“Repartiendo felicidad desde 1886”, “Des-
tapa la felicidad”—, sino que incluso realizó una película de dibujos animados llama-
da “La Fábrica de la Felicidad” (en la cual lo que se fabrica es, por supuesto, la famosa
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p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
embargo, este tipo de felicidad, por su propia concepción hedónico-utilitarista,
sólo puede ser temporal, efímera, y requiere un constante y cada vez mayor
gasto de consumo.
Una de las consecuencias de la forma de entender el consumo en la sociedad
contemporánea es que las aspiraciones de consumo también han crecido no-
tablemente. Estudios hechos en los hogares de los Estados Unidos revelan
que entre 1986 y 1994 se duplicó el ingreso necesario para colmar las aspira-
ciones de consumo.16 Esto significa que, en menos de una década, las aspiraciones
de consumo se duplicaron en la economía más importante del mundo, la
cual sirve como patrón de referencia para el resto de las economías y socie-
dades (el sueño americano o el American way of life).
Como tal, el crecimiento en las aspiraciones de consumo tampoco debe verse
como algo malo. Después de todo, la distancia entre el nivel de aspiraciones
y el nivel de logros puede significar una “diferencia motivacional” para mu-
chas personas.17 La búsqueda de objetivos produce alegría, por lo que tener
aspiraciones es algo intrínsecamente bueno, incluso si se trata de aspiracio-
nes elevadas, pues “cuando se tienen metas difíciles, desafiantes, concretas y
hasta cierto punto accesibles, la motivación se eleva”.18 Sin embargo, el pro-
blema de tener aspiraciones demasiado elevadas es que, cuando éstas no son
realizables, es muy probable que se experimenten episodios de frustración y
A b r a h a m
decepción ante el fracaso de no haber conseguido lo que se esperaba, sensa-
ción que termina provocando infelicidad.19
Concise encyclopedia of psychology, John Wiley and Sons, Nueva York 19962, 524.
18 AA. VV., Procesos psicológicos, Pirámide, Madrid 2001, 264.
19 Esta tesis ha sido expuesta con detalle en A. APARICIO, “Felicidad y aspiraciones
37
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La idea de que la felicidad y la infelicidad son producto de la desproporción
entre las aspiraciones y los medios tiene su fundamento filosófico, entre
otros autores, en Arthur Schopenhauer, quien sostiene que
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p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
yor bienestar y una vida mejor, pero con ello más se ensanchan las arte-
rias de la frustración. Para combatir la decepción, las sociedades hiper-
modernas utilizan la incitación incesante a consumir, pero ello nos
condena a vivir en un estado de insuficiencia perpetua, a desear siempre
más de lo que podemos comprar, se nos tiene siempre insatisfechos,
amargados por todo lo que no podemos permitirnos.22
A b r a h a m
lo que pueden modificarse de manera súbita y en gran volumen. Por su parte,
los medios de consumo, principalmente el ingreso monetario de las personas
(sueldos, salarios, rentas, beneficios) y el crédito, suelen modificarse de manera
lenta y gradual, pues dependen de variables económicas estructurales tales
como el incremento salarial, la productividad o la tasa de ganancia.
Esta lentitud en el crecimiento de los ingresos en un contexto de aspiraciones
A p a r i c i o
de consumo cada vez más grandes, ha provocado que más y más personas
recurran al crédito comercial como una fuente de ingreso adicional para tra-
tar de satisfacer sus elevadas aspiraciones de consumo. Así lo demuestra el
hecho de que, tan sólo entre 1992 y 1996, el número de tarjetas de crédito en
circulación aumentó 83% en Alemania, 62% en Francia, 48% en los Estados
Unidos y 42% en Italia.23 La crisis hipotecaria en los Estados Unidos, que
C a b r e a
39
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del alcance que puede tener el endeudamiento como medio para financiar
las crecientes aspiraciones de consumo.
Así pues, dejar insatisfechas esas aspiraciones es una fuente muy probable
de infelicidad. Esto sugiere que, ante el lento crecimiento de los medios de
consumo, sería conveniente moderar el crecimiento de las aspiraciones con-
sumistas, de modo que éstas se ubiquen en un nivel más cercano al creci-
miento estructural de aquéllos. Para lograr esto, en un contexto de gran
crecimiento en el consumo masivo, tendencia ya irreversible, es necesario
revertir el efecto que sobre las aspiraciones de consumo tienen aquellos ele-
mentos de orden psicosocial y ético que caracterizan y definen al consumo
contemporáneo.
2. El consumo contemporáneo
desde la perspectiva de la DSI
La DSI es el conjunto de enseñanzas que, desde finales del siglo XIX, el Ma-
gisterio de la Iglesia católica ha expuesto en torno a la llamada cuestión so-
cial. El adjetivo “social” abarca todos los campos en los que se desarrolla la
convivencia humana, y se extiende al panorama entero de las realidades
o
que configuran y condicionan la vida del ser humano en sociedad.24 Por ello,
no es de extrañar que la DSI estudie y proponga soluciones, desde su muy
C a b r e a
juiciar y pautas prácticas para la acción en medio del complejo mundo de las
realidades económicas, todo ello con un marcado carácter moral. Entre sus
principales conclusiones, la DSI considera que es equivocado el modelo de
desarrollo seguido por la economía, pues hace del principio del desarrollo
económico, de suyo reductor y limitado, una estructura alienante en tanto
que invierte la relación entre los medios y los fines. Para la DSI, el desarrollo
A b r a h a m
33, 40-41.
40 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
trumento, pues una vez transformado en fin último, la vida queda trastoca-
da y se pierde la perspectiva total del horizonte humano.25
La DSI no critica al capitalismo en su totalidad (economía de mercado, eco-
nomía libre o economía de empresa), pues considera como algo positivo,
aunque no como valores absolutos, los elementos económicos de la libertad,
la empresa, el mercado, la propiedad privada y el beneficio. Lo que la DSI
critica es la tendencia que “ha inducido al ser humano a confundir la felicidad
y la salvación con formas inmanentes de bienestar material”,26 pues “salir del
atraso económico, algo en sí mismo positivo, no soluciona la problemática
compleja de la promoción del [ser humano]”.27 La DSI considera como in-
aceptable el sistema ético-cultural del capitalismo, cuyos valores y formas de
vida se concretan en el consumismo, el cual propaga valores meramente uti-
litarios y causan una pérdida del sentido de la existencia28 una vez que se
decide vivir para consumir.
Para la DSI, el fenómeno del consumismo “produce una orientación persis-
tente hacia el tener en vez de hacia el ser”.29 El actual sistema ético-cultural ha
creado una concepción global de la vida basada en el superconsumismo, pro-
duciendo problemas psicosociales como el consumo compulsivo.30 Esta con-
cepción nace de un sistema económico que carece por sí mismo de criterios
morales y, por lo tanto, no se guía por una imagen integral del ser humano.31
A b r a h a m
Esta situación exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida,
el cual tiende en muchas partes del mundo al hedonismo y el consumismo,
despreocupándose de los daños, de todo tipo, que de ello se desprenden: “Es
necesario un cambio efectivo de mentalidad que lleve a la adopción de nue-
vos estilos de vida en los que la búsqueda de la verdad, de la belleza y del
A p a r i c i o
AA. VV., “Estimated prevalence of compulsive buying behavior in the United States”,
en American Journal of Psychiatry 163 (2006) 1806-1812.
31 Cf. AA. VV., “Principios y valores permanentes en la doctrina social de la Iglesia”,
41
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
bien, así como la comunión con las demás personas para un crecimiento
común, sean los elementos que determinen las opciones de consumo”.32
Para la doctrina social, el hecho de que el consumo de las mercancías ocupe
el centro de la vida y se haya convertido en el único valor de la sociedad, sin
someterse a algún otro, se explica a partir de que el propio sistema económi-
co ignora la dimensión ética y religiosa del ser humano, limitándolo única-
mente a la producción y el consumo de bienes y servicios.33 Las enseñanzas
del Magisterio en materia social afirman de manera contundente que la so-
ciedad contemporánea
De acuerdo con la DSI, el ser humano sufre una enajenación absoluta cuando
la vida se orienta a tener más, no a ser más, a tener sin límites, despreciando
o
Calidad de vida y exigencias éticas. Memorias del III Simposio Internacional de Teología, De-
partamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana, México 1996,
379-380.
35 Cf. J. GUTIÉRREZ, o. c., 395.
36 JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 1987, núm. 28.
42 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
En este mismo sentido, en varios de sus mensajes y discursos Benedicto XVI
ha criticado, incluso con dureza, la mentalidad y la cultura consumista pos-
moderna. Aquí algunos ejemplos:
A b r a h a m
la belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad.41
• La sociedad […] a menudo se siente fascinada por la mentalidad mo-
derna del consumismo hedonista, con una peligrosa crisis de valores
humanos y religiosos, y la deriva de un creciente relativismo ético y
cultural.42
A p a r i c i o
37 Misa de Clausura del Congreso Eucarístico Italiano (Bari), Homilía Solemnidad del
40 Visita Pastoral a Cagliari, encuentro con los jóvenes, Plaza Yenne, 7 de septiembre
C a b r e a
de 2008.
41 XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, "Nuevas tecnologías, nuevas
43
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
• No es difícil constatar que en cada joven existe una aspiración a la feli-
cidad que, sin embargo, la actual sociedad de consumo explota fre-
cuentemente de forma falsa y alienante.43
• No es fácil ser cristianos. Hace falta valentía y tenacidad para no con-
formarse a la mentalidad del mundo, para no dejarse seducir por los
señuelos a veces poderosos del hedonismo y el consumismo.44
A pesar de estas críticas, debe quedar claro que la DSI no se opone a un ma-
yor nivel de consumo, pues está consciente de que la humanidad requiere
una producción abundante de bienes, no sólo para la subsistencia elemental
sino para el decoro de la vida. Sin embargo, la DSI señala con firmeza que la
finalidad de la producción no es el mero incremento de los productos, ni el
beneficio ni el poder, sino el desarrollo integral del ser humano que tiene,
además de necesidades materiales, exigencias intelectuales, morales y reli-
giosas.45
La DSI recoge esta concepción sobre el aumento en el consumo del principio
del destino universal de los bienes, el cual sostiene que
o
2009.
44 Visita Pastoral a Brescia y Concesio, visita a la Parroquia de San Antonino, 8 de no-
viembre de 2009.
45 Cf. J. GUTIÉRREZ, o. c., 371-372.
46 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, núms. 171-172, 174.
44 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
empleada como medio útil para promover el bienestar de los hombres y de
los pueblos y para impedir su exclusión y explotación”.47
La DSI no condena per se la disponibilidad de bienes materiales, incluso en
una cantidad superior a la estrictamente necesaria para la vida, sino su mal
uso, y añade que
una buena administración de los dones recibidos, incluidos los dones mate-
riales, es una obra de justicia hacia sí mismo y hacia los demás, actitud que
hace al ser humano capaz de reconocer lo relativo de los bienes económicos y
de tratarlos como dones divinos que hay que administrar y compartir, por-
que la propiedad originaria de todos los bienes pertenece a Dios.48
A b r a h a m
En estricto sentido no hay acciones económicas, sino aspectos económicos de
las acciones humanas cuando dichas acciones tienen que ver con la asigna-
ción de recursos escasos entre fines alternativos, y tienen por objetivo final la
eficiencia.50 Mucho se ha discutido acerca de que la economía es una ciencia
positiva porque le corresponde buscar soluciones eficientes en función de los
medios disponibles, sin tomar en cuenta la moralidad de los fines. Sin em-
A p a r i c i o
47 Ibid.
48 Ibid., núms. 323-324, 326.
49 Cf. J. GUTIÉRREZ, o. c., 378, 381, 383.
45
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
asimismo sus aspectos éticos, pues “toda decisión económica tiene conse-
cuencias de carácter moral”.52
El concepto de racionalidad de la teoría económica ortodoxa se basa en la
hipótesis implícita de que el grado de satisfacción que obtiene cada suje-
to económico está determinado tan sólo por el resultado de su comportamiento
económico, independientemente de las implicaciones morales, sociales, cul-
turales y naturales que produzca la elección de dicho comportamiento. La
DSI ofrece una luz para entender el papel de la ética en relación con la eco-
nomía, pues “esta doctrina se ha formado recurriendo a la teología moral y a
la filosofía, que le dan un fundamento, y no descuida los aspectos técnicos
de los problemas que estudia desde un punto de vista moral a la luz de la
Revelación”.53
La DSI considera que la relación entre moral y economía es necesaria e
intrínseca, pues la actividad económica y el comportamiento moral se com-
penetran íntimamente. A la economía, tanto en el ámbito científico como en
el nivel práctico, “no se le confía el fin de la realización del ser humano, sino
una tarea parcial: la producción, la distribución y el consumo de bienes ma-
teriales y de servicios”.54 Sin embargo, la dimensión moral de la economía
o
económica debe tener como sujetos a todas las personas y a todos los pue-
blos, y todos tienen el derecho de participar en la vida económica y el deber
de contribuir al progreso del propio país y de la entera familia humana”.55
En el caso concreto del consumo, es la economía, y no la ética, la que debe
establecer los criterios que dirigirán el proceso de consumo desde el punto
A p a r i c i o
de vista de la eficiencia. Sin embargo, la ética tiene mucho que decir sobre
esos mismos criterios en cuanto que afectan y definen el bienestar del ser
humano. Esto no es de extrañar, pues a todo razonamiento le es implícito un
concepto del ser humano y de la sociedad, motivaciones y fines según la
doctrina ética de la que se parta. Ahora bien, existen muchas doctrinas éticas.
De todas ellas, ¿cuál debe tomar la economía como su referente moral? Este
A b r a h a m
52 Ibid.
53 R. SANZ DE DIEGO, o. c., 136, 138, 140.
54 Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, núms. 330-333.
55 Ibid.
46 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
puede servir como referente válido para las actividades económicas, pues
“ofrece principios y criterios basados en su experiencia multisecular y el cui-
dado con que ha estudiado, fomentado y depurado las concepciones filosófi-
cas sobre el ser humano y la sociedad”.56
Así pues, a la luz de la DSI, el acto consuetudinario de consumo tendría un
referente ético basado en
Para la DSI es claro que el consumo “puede ser mal utilizado cuando quien
lo gestiona tiene sólo referencias egoístas, y puede llegar a transformar este
medio, de suyo bueno, en pernicioso. Por eso, no se deben hacer reproches al
consumo en cuanto tal, sino al ser humano, a su conciencia moral y a su res-
ponsabilidad personal y social”.58
A b r a h a m
4.1. Concepto de deontología
Pese a su amplitud, los juicios éticos pueden clasificarse en dos grandes gru-
pos: los juicios de valor y los juicios de obligación. Los primeros son juicios
sobre la bondad o la maldad de ciertos objetivos, fines, experiencias, disposi-
ciones o estados de cosas, y son estudiados por la axiología; por su parte, los
A p a r i c i o
47
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
En la actualidad, el término deontología designa aquella especialidad entre las
teorías filosófico-morales que se ocupa de los deberes resultantes de las tareas
específicas de las distintas profesiones en una sociedad con división del traba-
jo. En este sentido, la deontología es el conjunto ordenado de deberes y obliga-
ciones morales que tienen los profesionales de una determinada materia.60
Asimismo, los términos deontologismo y deontológico pertenecen a una impor-
tante corriente de teorías morales contemporáneas, cuyo entendimiento de la
ética deontológica se basa en la idea de que ciertos actos son moralmente obli-
gatorios o prohibidos, sin considerar sus consecuencias en el mundo.61
El uso del término deontología que aquí se propone no está basado en nin-
guna de estas concepciones. Alude, en cambio, a una disciplina descriptiva y
empírica cuyo fin es la determinación de los deberes que han de cumplirse
en determinadas circunstancias sociales.62 Así entendida, la deontología es
ética prescriptiva; se centra más en dirigir la acción que en explicarla; es un
enfoque exhortativo que trata de establecer o recomendar cierto tipo de ac-
ciones, fines o maneras de vivir, que deben seguirse por considerárseles co-
rrectas, buenas, virtuosas o sensatas frente a acciones tenidas por incorrectas
o malas.63
o
Desde este último punto de vista, una deontología del consumo tendría por
meta establecer un código de conducta, de modo que el acto de consumo in-
C a b r e a
deberes que deben cumplirse si se quiere alcanzar el ideal del mayor placer posible
para el mayor número posible de individuos; es la exposición original de un utilita-
rismo que trata de alcanzar categoría científica. Cf. J. FERRATER, Diccionario de Filosofía,
A b r a h a m
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p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
Son dos las razones por las que este artículo prefiere hablar de una deonto-
logía del consumo y no de una ética del consumo. En primer lugar, construir
una ética del consumo es un proyecto mucho más amplio (del cual la deon-
tología del consumo sería tan solo una parte) que estudiosos como Adela
Cortina han podido emprender con éxito gracias a su profundo conocimiento
en el campo de la filosofía moral.64 En segundo lugar, este artículo no desea
contribuir al evidente abuso del adjetivo ético que se ha dado en el campo de
la economía, cuyo uso indiscriminado lo ha vuelto trivial.
A b r a h a m
elevada a un fin sobrenatural trascendente a la vida terrena”.66 Para la DSI,
el acto de consumo no es un fin en sí mismo, sino que está sujeto a un fin su-
perior: el desarrollo integral del ser humano. Este tipo de desarrollo “toma
en cuenta las necesidades materiales y las exigencias intelectuales, morales,
espirituales y religiosas de las personas”.67
Esta forma de entender el acto de consumo se desprende del principio funda-
A p a r i c i o
64 Cf. A. CORTINA, Por una ética del consumo, Taurus, Madrid 2005, en especial 233-
261. Para Cortina, una ética del consumo que intente responder a las preguntas "qué se
debería consumir, para qué se debería consumir y quién debería decidir lo que se con-
sume", debe tomar en cuenta, entre otros elementos, las dos grandes dimensiones de
C a b r e a
la moral, es decir, que el consumo debe ser justo y propiciar una vida buena. La deon-
tología aquí propuesta contribuye a que esos elementos estén presentes en el acto de
consumo individual.
65 J. GUTIÉRREZ, o. c., 82.
49
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
principio, resulta indigno un consumo inferior al mínimo necesario para una
vida decente, es decir, la pobreza atenta contra la dignidad humana; pero es
igualmente indigno un consumo competitivo para la exhibición porque daña
la salud física y mental de las personas, oponiéndose así a su realización per-
sonal en esferas diferentes al bienestar material. Para la DSI es necesario te-
ner y poseer, pero el afán de poseer sin medida es codicia, desorden y daño
social: “Para las naciones como para las personas, la avaricia es la forma más
evidente del subdesarrollo moral”.68
Así pues, un primer elemento del código deontológico sería el siguiente: un
consumo digno es aquel que nos aleja de la pobreza, pero que no se identifica con la
felicidad. La DSI enseña que “la verdadera felicidad es algo que sólo Dios pue-
de satisfacer”,69 por lo que resulta inútil, falso y hasta peligroso identificarla
con el consumo. El consumo debe ser un medio para alcanzar el desarrollo
humano pleno, pues contribuye a tener una vida feliz (no es la vida feliz). Este
elemento del código no supone una renuncia a la consecución de bienestar
material, sino una reordenación de fines y medios hacia el verdadero fin del
consumo, esto es, el desarrollo integral del ser humano.
Por otro lado, en una sociedad que tiene un proyecto consumista para el ser
o
50 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
benéficas para el ser humano, sino porque son posibles”.71 Ahora se consu-
me, incluso de manera dispendiosa y perjudicial, no porque sea benéfico pa-
ra las personas o la sociedad, sino solamente porque es posible.
Un tercer elemento del código deontológico consistiría en renunciar al consu-
mo de bienes no necesarios. La DSI enseña que se puede aprender a prescindir
de bienes y servicios que no son realmente necesarios para nuestro bienestar,
y cuya privación no disminuye nuestro nivel de calidad de vida. A este res-
pecto resulta muy elocuente lo que señala Eduardo López:
A b r a h a m
van siendo mayores, y cuando los beneficios están al alcance de la mano, el
rechazo se dificulta aún más, fomentado por los intereses económicos.72
51
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
para nuestra salud. Los psicólogos insisten en que “la persona madura no es
la que se encuentra plenamente satisfecha porque nada le hace falta en su
proyecto infantil de totalidad, sino que es aquella que se abraza con cariño, y
algo de humor, a la limitación inherente a todo ser humano”.73
Un quinto elemento del código deontológico sería un consumo solidario, el cual se
sustenta en el principio de solidaridad de la DSI, principio que sostiene que
La DSI enseña que “más que dueño, el ser humano es, teológica y biológi-
camente, administrador cuidadoso de los bienes naturales. El principio de
solidaridad gravita sobre la ecología, y se combina con criterios de sobriedad
y autodominio en el consumo”.75
En suma, la deontología del consumo prescribiría un consumo que respete la
o
dignidad humana (aquel que aleja de la pobreza pero no se identifica con la fe-
licidad, que sirve como medio para el desarrollo integral del ser humano pero
C a b r e a
que no es un fin en sí mismo), que sea mesurado pero que no implique la pri-
vación de lo necesario, que sea lúcido y capaz de renunciar a lo superfluo sin
afectar el bienestar, que acepte la limitación y que sea solidario. La propuesta
de una deontología del consumo basada en la DSI contribuye a introducir va-
lores para la tan necesaria reforma moral de la vida económica, en particular
A p a r i c i o
para que el acto de consumo recupere su función original como medio para
una vida material digna, proyectándolo al mismo tiempo como un elemento
que aporte positiva y significativamente al bienestar subjetivo de las personas.
De esta forma, el consumo favorece el desarrollo humano integral.
A b r a h a m
73 Ibid., 380.
74 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, núms. 360, 486.
75 J. GUTIÉRREZ, o. c., 396.
52 A p o r t e s d e l a d o c t r i n a s o c i a l d e l a I g l e s i a
p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o
Consideraciones finales
Los problemas individuales y sociales derivados de una cultura consumista
no pueden abordarse con éxito recurriendo únicamente a la psicología o a
los tratamientos farmacológicos; es necesario estudiarlos a la luz de la ética y
no olvidar su dimensión espiritual. En su primera carta encíclica con tema
social, Benedicto XVI hizo un certero diagnóstico de esta realidad:
A b r a h a m
Un ejemplo concreto de los beneficios de llevar al acto de consumo los referentes
éticos que se desprenden de la DSI es que ello puede ayudar a resolver el pro-
blema de las compras compulsivas, cuyo actual tratamiento consiste en terapia
psicológica y en el uso de ciertos fármacos.77 Si el consumidor contara con un re-
ferente conceptual de felicidad no sustentado en la ética hedónico-utilitarista de
tipo cirenaico que se instituye en el mundo contemporáneo, sino basado en una
A p a r i c i o
dad, aunque vale la pena mencionar que no todos los investigadores están de acuerdo
en la efectividad de los antidepresivos para tratar este tipo de desorden. Cf. AA. VV.,
“Fluvoxamine in the treatment of compulsive buying”, en Journal of Clinical Psychiatry
58-4 (1997) 159-163; AA. VV., “Citalopram treatment of compulsive shopping: an
open-label study”, en The Journal of Clinical Psychiatry 63-8 (2002) 704-708, y M.
CRAIG, “Commentary: compulsive buying”, en Harvard Mental Health Letter (2007).
53
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
La deontología del consumo aquí propuesta concluye que no es necesario
dejar de consumir. El verdadero problema no es el aumento en el consumo
como tal, sino sus efectos sobre las personas, el medio ambiente y la socie-
dad. Este artículo se ha concentrado más en el referente ético del acto de
consumo individual que en las dimensiones ecológica y social del consumo
posmoderno, temas que ameritan un trabajo ulterior.
Si queremos que el consumo tenga un verdadero aporte a nuestra felicidad,
es necesario modificar los motivos por los que consumimos, y para ello es
necesario poner en el centro de la cuestión los aspectos éticos que están
detrás de las aspiraciones de consumo.
Hoy en día vivimos en “un mundo que necesita una profunda renovación
cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir
un futuro mejor”,78 y la DSI puede ayudar a esta renovación porque “su fina-
lidad es de orden moral y mira hacia un humanismo pleno, es decir, a la li-
beración de todo lo que oprime al ser humano y dificulta su desarrollo
integral”.79 Para que el crecimiento espectacular del consumo tenga efectos
positivos sobre nuestro bienestar integral es necesario “buscar un cambio
sustancial en las premisas fundamentales de los patrones de consumo que
o
sólo un elemento útil para este cambio, sino indispensable para la construc-
ción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral”.81
Al tratarse de una actividad individual y social muy compleja, el consumo
demanda un intenso dialogo interdisciplinar, y “este diálogo debería empe-
zar por una mejor formación filosófica y moral de los economistas, para que
A p a r i c i o
(comps.), Aspectos sociales y éticos de la economía, Editorial Jus, México 1998, 164-165.
81 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 2009, núm. 4.
82 A. ARGANDOÑA, o. c., 393.
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p a r a u n a d e o n t o l o g í a d e l c o n s u m o