El Ministerio de La Enseñanza

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EL MINISTERIO DE LA ENSEÑANZA

INDICE
Introducción: Docente 2
Lección 1: Estudiante Yonathan Carreño 3-5
Lección 2: Estudiante Nathan López 6-8
Lección 3:Estudiante Karin Aqueveque 9-14
Lección 4: Estudiante Eleazar López 15-18
Lección 5: Estudiante Ricardo Aguilar 19-24
Lección 6: Estudiante Wiilians Hidalgo 25-28
Lección 7: Estudiante Axel Aqueveque 29-33
Lección 8: Estudiante Christian Cornejo 34-36
Subtema: Estudiante Vania Muñoz 37-41
Lección 9: Estudiante Camila González 42-44
Subtema: Estudiante Margarita 45-47
Lección 10: Estudiante Patricio Muñoz 48-51

1
INTRODUCCION

Docente: Dr. Juan López Toro

Este manual tiene como propósito contribuir a la reflexión y práctica de pastores y líderes
que están sirviendo o quieren servir en el ministerio educativo de sus iglesias. Este estudio
es una invitación a reflexionar sobre maneras diferentes y creativas de entender y hacer más
eficaz el ministerio educativo en la iglesia. Los conceptos bíblico-teológicos y los
principios educativos que aquí se ofrecen invitan a la reflexión, análisis, diálogo, y al
trabajo conjunto con otras personas con el mismo llamado y la misma pasión por la
educación cristiana.

Las primeras cinco lecciones y la última, están dedicadas al estudio de conceptos y modelos
bíblicos, teológicos y pedagógicos fundamentales para entender el ministerio educativo de
la iglesia. De las lecciones seis a la nueve se presentan conceptos y principios básicos de
planificación educativa fundamentales para la realización eficaz de la educación cristiana
en el contexto de la congregación. En estas lecciones se presenta de manera resumida, pero
con significativas variaciones, las reflexiones más amplias del libro La Planificación Eficaz
de la Educación Cristiana: Enfoque Bíblico y Pastoral del Ministerio Educativo de la
Iglesia. En el se aplica el proceso de planificación educativa en el contexto congregacional
como al contexto de la clase, o “encuentro educativo”. Dicho libro servirá como
complemento a este estudio, dedicado al contexto general de la educación cristiana en la
iglesia.

Este manual está dirigido a personas dispuestas a someterse a una disciplina de estudio que
combina el trabajo individual con el diálogo grupal (esto último en caso de que se use como
libro de texto de un curso). Los distintos temas de cada lección se presentan con un
lenguaje sencillo pero serio y, cuando corresponde, con un respaldo bíblico. Este estudio
requiere una lectura atenta y crítica, siguiendo el consejo de Pablo de “examinarlo todo y
retener lo bueno” (1 Ts 5.21). De esto deriva el carácter de este manual. Al final de cada
lección, se ofrecen actividades “para reflexionar y actuar” sobre lo aprendido. La meta no
solo es leer y entender sino poner en práctica los temas presentados. De esto deriva el
carácter de este “manual”.

La educación general, y la educación cristiana en particular, deben presentarse como un


proceso que facilita la búsqueda y el descubrimiento del propio aprendizaje. Si en ese
proceso el alumno “descubre” que lo que ha aprendido coincide o se asemeja a lo que el
maestro quería enseñar, ¡en buena hora! Sin embargo, bien puede suceder que lo que una
persona aprende puede ser más amplio e inclusive diferente a lo pretendido por su maestro
o maestra. Si este es el caso, igualmente habría que decir, “¡en buena hora!” Además, esto
permite que tanto maestros como alumnos descubran que hay otras cosas que podemos o
debemos aprender. Porque en última instancia, si quienes enseñan y quienes aprenden lo
permiten, es el Espíritu de Dios quien nos guía a toda verdad (Jn 16.13).

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LECCIÓN 1:
IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN Y PLANIFICACIÓN

Estudiante de segundo grado: Yonathan Carreño

Instrucciones
Introducción: Tres cuartos de pagina
Tema central: Una página y media
Aplicación a la Iglesia local: media página.
Glosario. Seleccionar las palabras claves o difíciles e indicar su significado.

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Estilo New times roman
Doble espacio

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Consultas: al número de celular: 9 52028390

I. Primero un testimonio de vida


Tenía dos años cuando mi padre comenzó a enseñarme versículos de la Biblia.
Todavía recuerdo el primero que aprendí de memoria: «En paz me acostaré y así mismo
dormiré, porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado, Salmo 4:8». Durante mi niñez,
me llevaron los domingos a la escuela dominical y entre semana al culto de estudio bíblico
y al culto de oración. Conmigo llevaban también a mis tres hermanas y a mi hermano, el
menor de los cinco. Así, desde la perspectiva de fe, las experiencias más importantes que
marcaron nuestra infancia fueron: aprender la Biblia primero de nuestros padres y verles
servir en la iglesia. La iglesia dejó sus marcas en mí y en mi familia. Nuestra iglesia era
pequeña, nunca llegó a tener más de ciento cincuenta miembros. Pero no fue el tamaño de
su membresía, ni de su edificio, ni la abundancia de sus recursos materiales lo que nos
marcó́ . Fue la experiencia común de fe que experimentamos como familia y cada cual
como individuo. ¡Cuántos recuerdos tengo de todas las ocasiones en que, durante mi niñez,
fui tomado en cuenta para participar en el culto, en la escuelita bíblica de verano, en
campamentos, y en otras actividades y programa especiales de la iglesia (dramás de
Navidad, campañas evangelísticas)! Durante mi adolescencia tuve la oportunidad de
enseñar en la escuela dominical, de dirigir el grupo de jóvenes, de ayudar con la música en
los cultos. A los dieciocho años fui nombrado diácono en la misma iglesia que mi padre y
mi madre pastoreaban. Motivado por otros pastores de mi denominación, a los diecinueve
años inicié mis estudios teológicos en el seminario, además de los estudios en ciencias de la
educación que ya había comenzado dos años antes en la universidad. Por varios años serví
como pastor en dos iglesias, y como director del programa de capacitación teológica de
3
nuestra denominación. En los últimos años el Señor me ha permitido dedicarme a la
enseñanza de la educación cristiana como profesor y consultor educativo. Comparto este
breve recuento de mi formación y vocación cristiana porque con él quiero señalar dos
convicciones que son de suma importancia para entender la naturaleza y conteni- do de este
estudio. La primera es de carácter bíblico-teológico: la educación cristiana es de suma
importancia para la vida de las personas y para la vida y misión de la iglesia en el mundo.
La segunda es de carácter práctico: la iglesia tiene hoy la necesidad urgente de una
planificación eficaz de la educación cristiana si quiere responder de manera adecuada a las
nuevas realidades sociales del siglo XXI.

II. Educación cristiana: Fundamento de vida y misión de la Iglesia en el mundo


La educación es de vital importancia para la continuidad, desarrollo y obediencia de
la iglesia. Sin educación la iglesia dejaría de existir. Lo que los padres no enseñan a sus
hijos, sus nietos nunca lo sabrán. Si a las nuevas generaciones no se les educa en la fe,
serán otros los mensajes que marcarán sus vidas; no el mensaje de Jesús. En consecuencia,
su presencia en las iglesias desaparecería y éstas quedarían condenadas a la extinción. Sin
educación cristiana la iglesia de Jesucristo no tendría futuro. Es la educación la que permite
la continuidad de la iglesia. Así de simple. Por otra parte, si la enseñanza de una iglesia es
deficiente, sus miembros nunca alcanzarán la madurez cristiana que se espera de ellos. Si
los líderes de una iglesia no desafían a sus miembros a crecer, a profundizar el
conocimiento de su fe y su compromiso de servicio en el mundo, sus iglesias se pueden
convertir fácilmente en agrupaciones de pasatiempo religioso. Solo una iglesia con líderes y
miembros maduros en su fe es capaz de crecer y asumir con responsabilidad y visión su
tarea en el mundo. Es a través de la educación que la iglesia manifiesta su obediencia al
último mandato de Jesús: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones...
enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado» (Mt 28:19-20). La tarea
de enseñar no es una opción para la iglesia. Obediencia a este mandato es responsabilidad
de todos los hombres que han aceptado las enseñanzas de Jesús y viven haciéndolas una
realidad en sus vidas. Enseñar a otros sobre el mensaje y la vida de Jesús, es un asunto de
obediencia a él. En síntesis, una iglesia que no ejerce su ministerio educativo de manera
eficaz, se encamina a la extinción, se torna irrelevante en la sociedad y niega su razón de
ser en el mundo.

III. Necesidad urgente de una planificación eficaz de la educación cristiana


Hay al menos tres razones porque es necesaria y urgente la planificación de la
educación hoy. Primero, porque la estructura y función de la familia han cambiado durante
las últimas dos décadas del siglo XX y la primera década del siglo XXI. Segundo, porque
una gran mayoría de las personas que están a cargo de la educación en las iglesias no
cuentan con la capacitación adecuada para planear, organizar y ejecutar programas
educativos. Tercero, porque son pocos aún los pastores que manifiestan interés y se
involucran en la planificación de la educación en sus iglesias. Consideremos la realidad
familiar. Cada vez son menos los padres que asumen su responsabilidad de educar a sus
hijos en la fe. En muchos casos, las presiones económicas obligan a ambos padres a trabajar
fuera del hogar y, en no pocas ocasiones, hasta fuera de su propio país. En otros casos, los
padres mismos se han dejado llevar por estilos de vida que promueven el consumismo y el
individualismo que domina a la sociedad. La televisión y la Internet se han convertido en
las “maestras” de las nuevas generaciones en el hogar, sin ninguna supervisión de personas
4
adultas. Los padres y las madres han cedido o delegado su función educativa a lo que pueda
hacer la iglesia a través de la educación cristiana. Todo esto hace urgente que el liderazgo
de la iglesia planifique un programa de educación cristiana que responda a la realidad que
viven cada vez más familias en nuestras comunidades. Tenemos que reconocer que en
muchas iglesias las personas encargadas de la educación cristiana tienen poca o ninguna
capacitación en el área educativa y en el área bíblico-teológica. Sin duda, reconocen la
importancia de la educación cristiana y se sienten llamadas a servir en la iglesia. Tienen
buena voluntad y les sobran las intenciones. Como la capacitación que se les ofrece es
limitada e infrecuente, cuando existe, se ven obligados a repetir el modelo de “escuela”
centrado en aulas, mesas, sillas, papel y lápiz, una persona en frente que es la que habla y
una cantidad de alumnos que se espera escuchen y obedezcan pasivamente. Solo una
planificación seria de la educación cristiana puede ayudarnos a superar este modelo
inadecuado de enseñar que, en general no despierta el interés para aprender ni a niños, ni a
jóvenes, ni adultos.

Es un hecho comprobado que un alto porcentaje de pastores y líderes están


mínimamente involucrados en la organización y planificación de la educación cristiana en
sus congregaciones. En consecuencia, dejan de contribuir y velar por el buen
funcionamiento del ministerio educativo de sus iglesias. Además, con ello alimentan la
creencia de muchas perso- nas que consideran su participación en el culto de adoración y
predicación dominical como suficiente para su desarrollo espiritual. Todo esto reduce la
educación cristiana a un «asunto de niños» y hace del culto una actividad «solo para
adultos». Si los pastores y líderes de la iglesia no ven con la importancia que merece la
educación cristiana, no pueden esperar que los miembros de su iglesia lo hagan. Por lo
tanto, es importante y urgente que el liderazgo pastoral invierta más tiempo, energía y
recursos en la planificación de la educación cristiana. En este estudio se hará una reflexión
simple pero sería sobre una actividad que es de vital importancia para la vida de la iglesia y
su misión en el mundo: la educación cristiana de niños y niñas, jóvenes y personas adultas,
quienes en conjunto conforman esa comunidad de fe que llamamos iglesia. El propósito
central de esta reflexión es crear conciencia sobre la importancia de que pastores, líderes,
maestros y maestras asuman con responsabilidad la planificación de la educación cristiana.
El ministerio educativo es fundamental para la continuidad y desarrollo de la iglesia y para
su obediencia al mensaje de Jesús y testimonio en el mundo. Por eso su planificación debe
asumirse con responsabilidad y realizarse de la mejor manera posible.

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LECCIÓN 2:
CONCEPTOS EDUCATIVOS FUNDAMENTALES

Estudiante de segundo grado: Nathan López

Instrucciones
Introducción: Tres cuartos de pagina
Tema central: Una página y media
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Kurt Lewin, sicólogo social, dijo que «no hay nada más práctico que una buena
teoría». La frase parece contradictoria, pero encierra una gran verdad: para entender y hacer
bien un trabajo es importante entender los conceptos o ideas relacionadas con dicho trabajo.
No quiere decir que la teoría siempre viene primero o que es más importante que la
práctica. ¿De dónde viene la teoría sino de la práctica, de los aciertos y errores cometidos
en el pasado? Lo importante de la frase es que nos recuerda que la práctica, cuando está
guiada por una teoría clara y bien fundamentada, se realiza de manera más inteligente y,
por lo general, produce mejores resultados. Para mejorar y cambiar prácticas en el presente
es necesario considerar ideas nuevas, tratar de ver y entender las cosas de una manera
diferente. Pablo dijo a los Romanos: «transformaos por la renovación de vuestro
entendimiento» (Ro 12:2). Las ideas y conceptos son herramientas intelectuales que al
mismo tiempo sustentan, guían y hasta transforman nuestra manera de vivir y de hacer las
cosas. Es por esta razón que a partir de esta lección se estudian conceptos y principios
educativos que le permitirán entender y planificar la educación cristiana de una manera, si
no nueva, al menos diferente y más eficaz. Hay conceptos pedagógicos fundamentales para
una planificación eficaz del ministerio educativo de la iglesia, que deben sustentar el
trabajo que pastores, líderes, maestros realizan en sus congregaciones. Ellos invitan a
repensar su manera de entender y practicar la educación cristiana y a comenzar a crear su
propia «caja de herramientas intelectuales» para que pueda realizar mejor su trabajo en el
contexto particular de su iglesia.
6
I. Conceptos educativos
Hay conceptos importantes en el campo general de la educación que debemos estar
dis- puestos a adaptar al campo específico de la educación cristiana. Ellos son: educación,
enseñar, aprender y el concepto de la interacción enseñanza-aprendizaje.

a. Educación general y Educación Cristiana


Dentro del reino animal, los seres humanos somos la única especie que requiere de
muchos años de protección, entrenamiento y formación. Ello hace posible nuestra
continuidad como especie humana en el mundo, así como el desarrollo físico, mental,
emocional y espiritual de cada persona dentro de su propio medio y su grupo social.
Podemos llamar educación esta actividad de proteger, entrenar, instruir y formar que
realizamos los seres humanos. También podemos llamar educación a los resultados de
dicha actividad. Es decir, además de ser verbo (actividad) la educación es sustantivo
(resultado de dicha actividad). Todas las personas, dentro de su propia cultura y medio
social, son educadas y educan para promover formas particulares y concretas de pensar y
hablar, de sentir y expresar emociones, de comportarse y relacionarse con otras personas,
de ver el mundo y de actuar en él. En el caso de la educación cristiana, él término
«cristiana» altera la forma de entender el concepto educación. En primer lugar, la
educación cristiana es una actividad que se da entre personas que se reconocen, y son
reconocidas por otras, como seguidoras de Jesucristo y como parte de su iglesia. En
segundo lugar, es la actividad por la cual la iglesia garantiza su continuidad, promueve el
desarrollo de sus miembros como discípulos de Jesús y se es- fuerza por ser fiel (obediente)
al mensaje sobre el reino de Dios (como estudiamos en la lección anterior). En tercer lugar,
y en términos generales, la educación cristiana busca promover en las personas que
conforman la iglesia, formas de pensar, hablar, percibir el mundo y actuar en él, de acuerdo
a la persona de Jesús y su mensaje del Reino de Dios.

b. Enseñar, aprender Y la interacción enseñanza-aprendizaje


En términos generales, se puede decir que toda forma de educación involucra un
intercambio entre los que enseñan y los que aprenden un determinado contenido
(información, habilidades, valores). A este intercambio por el cual se enseña y se aprende
un contenido se le conoce con el nombre de «proceso enseñanza-aprendizaje» o interacción
enseñanza-aprendizaje para enfatizar ese intercambio entre personas interesadas en un
contenido específico. Lo importante es reconocer que enseñar y aprender representan dos
aspectos de una misma actividad; como quien dice, son las dos caras de una misma
moneda.

Enseñar: Es hacer visible y comprensible a otros, de acuerdo a su edad, qué es algo,


cómo hacer algo y, más importante cómo ser alguien. Es un acto que integra mente y
corazón, acción y palabra, teoría y práctica, reflexión y diálogo, aula y hogar, libro de texto
y vida diaria. Es mucho más que transmitir información frente a un grupo de personas
sentadas en un aula de clase o en un auditorio. Es crear una relación significativa entre
quien enseña (maestro o maestra), lo que se enseña (contenido) y aquéllos a quienes se
enseña (alumnos y alumnas). En dicha relación el maestro siempre enseñan algo de sí
mismos, por su conocimiento de lo que enseñan y por el tipo de relación que establecen con
los a quienes enseñan. En suma, enseñar es comunicar, explicar, dar ejemplos, ser ejemplo.
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Aprender: Es apropiar un conocimiento sobre qué es algo, cómo hacer algo y cómo
ser alguien. Es un acto voluntario; a veces es inconsciente, especialmente durante los
primeros años de la existencia. En el acto de aprender se escucha y se habla, se imita y se
crea, se dan respuestas y se hacen preguntas, se actúa y se piensa, se aplica y se juzga, se
expresan emociones e ideas. Es más que memorizar y repetir información. Es crear una
relación entre la experiencia de vida de quien aprende, el contenido propuesto para ser
aprendido, y las personas de quienes y con quienes se aprende. Dicha relación posibilita un
cambio, una transformación en quienes aprenden, en lo que saben, hacen y lo que son. En
resumen, aprender es querer saber más, hacer más y ser mejor en el mundo.

Interacción Enseñanza-Aprendizaje
Es importante indicar que en la interacción enseñanza-aprendizaje no todo lo que se
enseña se aprende, ni todo lo que se aprende se enseña. Es importante reconocer que, por
más esfuerzos que haga quien enseña, sin la disposición y el esfuerzo de quienes aprenden
los resultados que se esperan no se van a dar. Por otro lado, quienes enseñamos no debemos
creer que lo que aprenden los estudiantes es siempre resultado directo de nuestros
esfuerzos. Muchas veces los estudiantes aprenden “a pesar del maestro” quien puede saber
mucho sobre un tema pero no sabe cómo enseñarlo. Por eso, con humildad, quienes
enseñamos debemos estar dispuestos a asumir con seriedad y responsabilidad la tarea de
comunicar lo que sabemos de la mejor manera posible, en otras palabras, de planificar
eficazmente la interacción enseñanza-aprendizaje.

II. Enseñar y aprender: En la educación cristiana


De acuerdo a la práctica educativa de Jesús, el acto enseñar-aprender asume y
requiere una relación vivencial de quienes enseñan y de quienes aprenden con el contenido
que se enseña y que se aprende. Esto significa que, en el contexto de la iglesia, el líder
pastoral, el maestro de educación cristiana no pueden limitarse a enseñar sobre Jesús y su
mensaje del reino de manera intelectual o académica; es decir, como un contenido que se
conoce, se transmite y se explica. El contenido de la educación cristiana es un contenido
para ser vivido. La autoridad de Jesús radicó en la congruencia de sus hechos con sus
palabras. De la misma manera, en la educación cristiana, la autoridad de los maestros está
unida al esfuerzo y compromiso por ser ellos mismos ejemplo de lo que enseñan. Esto se
logra con la ayuda y guía del Espíritu de Dios que guió, movió y resucitó a Jesús (Ro 8.11).
Por ello Jesús advierte a sus discípulos que no deben buscar el título de maestro, si como
los fariseos solo van enseñar con palabras que no están apoyadas con acciones
caracterizadas por el amor, la justicia y la fe (Mt 6.28; 23.3-11,23; Stg 3.1).

La educación, como un proceso de discipulado, tiene como propósito un cambio en


la vida de quien aprende a la luz del contenido aprendido. Para Jesús, el que aprende de él
no es el que nada más oye, sino el que «oye y hace» la voluntad de su Padre (Mt 7.21). Por
eso denunció a los que querían seguirle, y hasta lo llamaban «Señor», pero no hacían lo que
él ordenaba (Lc 6.46). Quienes aprenden en la educación cristiana son más que alumnos
que se sientan a escuchar lo que los maestros tienen que decir, y que tan pronto se van de su
presencia olvidan lo que escucharon. Por eso se prefiere la palabra «discípulo» para
designar a quienes aprenden en la educación cristiana. Un discípulo, es uno que sigue de
cerca los pasos de Jesús y quiere ser como él; aún cuando eso significa «tomar la cruz cada
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día y seguirle» (Lc 9.23). Es una persona comprometida a conocer sobre la vida de Jesús y
su mensaje del reino de Dios y, más importante aún, a vivir en el mundo de acuerdo a esa
vida y a ese mensaje, movida por el poder del Espíritu de Dios. Por lo dicho en esta
sección, es posible afirmar que en la educación cristiana la interacción enseñanza-
aprendizaje puede concebirse mejor como un proceso de discipulado en el que maestros, y
discípulos se ayudan mutuamente a crecer hasta alcanzar «la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo» (Ef 4.13b). Y este proceso dura toda la vida.

LECCIÓN 3:
TRES DIMENSIONES DE LA EDUCACIÓN CRISTIANA

Estudiante de segundo grado: Karin Aqueveque

Instrucciones
Introducción: Tres cuartos de pagina
Tema central: Una página y media
Aplicación a la Iglesia local: media página.
Glosario. Seleccionar las palabras claves o difíciles e indicar su significado.

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Estilo: New Times Roman
Doble espacio

La educación, entendida como actividad intencional para enseñar y aprender un


contenido, no se da en el vacío. En primer lugar, las personas que participan en ella (tanto
maestros como alumnos) traen consigo conocimientos y experiencias según el tipo de
familia al que pertenecen, su origen racial y étnico, su tradición religiosa, su nivel de
educación, y más. En segundo lugar, las instituciones en las que se enseña y se aprende
(escuela, iglesia, universidad o seminario) determinan en gran medida el contenido, los
métodos de la instrucción que reciben las personas. Las instituciones son afectadas por lo
que sucede en la sociedad en la que ellas existen (crisis o estabilidad económica, armonía o
conflicto social). Estos elementos (personas, instituciones, y sociedad) intervienen en la
planificación de la educación en general y de la educación cristiana en particular. Ellos nos
obligan a considerar tres dimensiones que se juntan en la interacción enseñanza-aprendizaje
y que afectan su planificación. Ellas son la dimensión relacional, la instruccional y la
social.

I. La dimensión relacional
Esta dimensión se refiere al elemento humano de la interacción enseñanza-
aprendizaje. Por un lado, tiene que ver con el uso que un maestro hace del poder que tiene
en su relación con sus alumnos. Puede usar ese poder para intimidar, imponer, manipular,
seducir, impresionar, adoctrinar, excluir. O puede usar ese poder para animar, ayudar,
guiar, iluminar, persuadir, capacitar, incluir. La dimensión relacional tiene que ver con el
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tipo de convivencia que un maestro permite y promueve entre sus alumnos. Esta
convivencia puede caracterizarse por un ambiente de respeto mutuo, de confianza y
seguridad en el que hay apertura a diferentes formas de ser y pensar. O puede ser una
convivencia entre personas en las que se permite el irrespeto verbal o físico, la burla, la
crítica destructiva, o en el que se permiten diferentes formas de discriminación (sea por
origen étnico-racial, sexo, creencias religiosas, estatus económico, edad y más). La
educación en general y la cristiana en particular, es un asunto de relaciones, una forma de
ser y actuar con los demás. Por eso, central en la dimen- sión relacional es la creación de
una convivencia que produce vida, que permite el crecimiento, la maduración y la
transformación de todas las personas involucradas.

La dimensión relacional: En la Educación Cristiana


En la educación esta dimensión está marcada por el ejemplo de cómo Jesús se
relacionó́ con todas las personas con quienes él entró en contacto: su familia, sus discípulos,
y el pueblo en general. En su relación con la gente, Jesús tuvo una actitud compasiva y
preferencial por las personas sencillas y las más despreciadas y oprimidas de su sociedad
(niños, mujeres, personas enfermas, gente extranjera). Sin embargo, Jesús nunca evitó el
contacto con los líderes religiosos o políticos ni rechazó a las personas ricas. Al contrario,
él siempre aceptó sus invitaciones a comer en casa de ellos.
Para Jesús todas las personas tienen un valor supremo: ellas son más importantes
que las leyes religiosas, los preceptos sociales y los poderes políticos. Con sus palabras y
acciones, él trascendió las diferencias sociales y económicas así como los prejuicios de
género, de raza y de religión. En su relación con los demás, Jesús asumió la actitud de
siervo y demostró solidaridad ante sus necesidades (una de las razones por las que realizó
milagros). Por eso mucha gente lo siguió por todas partes, otros lo invitaron a sus casas en
momentos de fiesta y en momentos de enfermedad y de dolor.
Jesús no mantuvo una relación exclusiva con sus discípulos (no olvidemos que
habían mujeres entre sus seguidores, Lc 8.1-3). Él viajó por aldeas y ciudades predicando,
enseñando y sanando (Mt 4.23; 9:35). Jesús no permitió que sus discípulos se constituyeran
en un grupo exclusivo, aparte de todo contacto con el resto de la sociedad. Todo lo
contrario. Su propósito al llamarlos y capacitarlos fue el de enviarlos por todas las ciudades
y aldeas de Galilea a predicar, enseñar y sanar, como él mismo había hecho (Mt 10.5-8).
Luego los mandaría hasta los últimos rincones de la tierra (Mt 28.19; Hch 1.8b). En
síntesis, la dimensión relacional, desde la práctica de Jesús, se caracterizó́ por su amor al
prójimo. Sus discípulos estamos llamados a hacer lo mismo.

Diagrama 1. Dimensión relacional en la práctica educativa de Jesús

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II. Dimensión instruccional
Esta dimensión se caracteriza por el interés o necesidad de los estudiantes de
aprender un determinado contenido y por el interés y capacidad de los maestros de
enseñarlo. Por un lado, ese contenido debe ser apropiado a los intereses y necesidades de
los alumnos y debe adaptarse a su desarrollo físico, emocional, intelectual y espiritual.

Por otro lado se espera que de alguna manera el contenido que se enseña ejerza un
impacto o produzca un cambio en el saber, en el hacer y en la forma de ser de quienes
aprenden. Al existir un contenido de por medio, el maestro debe responder a una serie de
preguntas relacionadas con la enseñanza y el aprendizaje. Basta señalar que, en esta
dimensión, el maestro es responsables de:

-Precisar las razones y propósitos de la interacción enseñanza-aprendizaje (¿porqué y para


qué enseñar?)
-Conocer las necesidades, intereses y habilidades de las personas que participan en la
interacción (¿quiénes son los participantes?)
-Seleccionar y organizar los contenidos que se quieren enseñar o aprender (¿qué enseñar?)
-Establecer métodos de enseñanza y recursos materiales que faciliten el aprendizaje de los
contenidos (¿cómo y con qué recursos?)
-Definir un lugar, una hora y un calendario para el encuentro de quienes enseñan y
aprenden (¿dónde y cuándo enseñar?)

La dimensión instruccional: En la educación cristiana


En la educación cristiana el contenido específico de la dimensión instruccional es la
persona de Jesús y su mensaje del reino de Dios. Los evangelios presentan a Jesús
predicando la buena noticia que «el reino de los cielos» se ha acercado y enseñando que lo
primero que debemos buscar es «el reino de Dios y su justicia» (Mc 1:14; Mt 6:33). Por eso
enseñó a sus discípulos a orar a Dios diciendo «Venga tu reino» (Mt 6:10). Jesús manifestó
la cercanía de ese reino en sus acciones concretas a favor de las dolencias y enfermedades
del pueblo, en su llamado a buscar la justicia que Dios demanda en las relaciones entre
todas las personas, y en su llamado a la conversión hacia un estilo de vida de acuerdo a los
propósitos de Dios para todo el mundo (Jn 3:16).

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La iglesia, de acuerdo a su tradición histórica y a la visión teológica de sus líderes,
tiene una perspectiva sobre la persona de Jesús, y lo que él nos llama a hacer en el mundo.
Sin embargo, todos podemos afirmar que sin la persona de Jesús y su mensaje del reino no
hay educación. Esto significa que cualquier cosa que enseñemos en la casa, en la iglesia o
en el seminario o instituto bíblico debe, en última instancia, fundamentarse en, y juzgarse a
la luz de los hechos y dichos de Jesús y la proclamación que él hizo del reino de Dios. Por
último, en el caso de la educación esta dimensión incluye un aspecto imprescindible que no
se encuentra en ninguna otra forma de educación, la apertura de quienes enseñan y
aprenden a la acción y dirección del Espíritu que nos «guía a toda verdad» (Jn 16:12-15).

Diagrama 2. Dimensión instruccional de la educación cristiana

III. Dimensión social


Los maestros (así como los pastores y líderes de iglesia) debemos trabajar en tres
contextos humanos, los cuales en conjunto constituyen la dimensión social. Estos son: el
contexto del mundo personal, el de las instituciones y el de la sociedad. Contrario a lo que
sucede en la dimensión instruccional, en esta dimensión el maestro tiene poco, o ningún,
poder para decidir cómo deben ser esos contextos y mucho menos para cambiarlos a un
corto o mediano plazo. En gran medida ellos determinan las condiciones en las que se debe
dar la interacción enseñanza-aprendizaje. Por eso, es necesario explicar cada uno de ellos, y
el impacto que tienen a la hora de planificar la actividad educativa.

El mundo personal: Las características particulares de un individuo (sexo, edad,


capacidades intelectuales), sumadas a los creencias, tradiciones y relaciones que tiene por
ser parte de un grupo social determinado conforman el mundo personal tanto de los
maestros como de los alumnos. Nadie existe en un vacío. En la interacción enseñanza-
aprendizaje, el contexto del mundo personal afecta el lenguaje que utilizamos, el tipo de
relaciones que establecemos, los contenidos que escogemos, y los métodos que utilizamos
para enseñar. Este contexto invita a tener un respeto del mundo personal de los alumnos,
buscando en la medida de lo posible su integración en la dinámica enseñanza-aprendizaje.

Las instituciones: Las formas de educación suceden dentro de un marco


institucional u organización humana (familia, escuela, iglesia, seminario). Por lo general,
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las instituciones buscan mantener y transmitir una serie de conocimientos, valores,
creencias y estilos de vida que consideran esenciales para la identidad y desarrollo de sus
miembros y el de sí mismas. Con frecuencia, quienes las dirigen son quienes establecen y
regulan la educación que quieren promover, de acuerdo a la manera en que entienden
porqué y para qué existen dichas instituciones. En general, las instituciones tienen una
tendencia a resistir los cambios, por lo que correr el peligro de aferrarse a creencias y
prácticas poco pertinentes a las desafiantes realidades que la sociedad les presenta. Esto
hace necesario que exista en ellas un espíritu de autocrítica para entender y responder de la
mejor manera a los cambios en ellas.

La sociedad: Las personas viven y las instituciones funcionan en el contexto más


amplio que llamamos sociedad, la cual está delimitada por un territorio o país. También
dentro de un mismo país existen grupos humanos que representan experiencias culturales,
políticas y económicas diferentes que los distinguen unos de otros. En general, en una
sociedad conviven una gran variedad de personas que comparten cierta historia y cierto
estilo de vida y valores culturales. Sus instituciones promueven y practican determinadas
posturas ideológicas, políticas, económicas y culturales, reguladas por leyes que, se supone,
buscan el bienestar de todas las personas de la sociedad. Por lo general, quienes dominan en
una sociedad determinan, en buena medida, la calidad y visión de la educación y el acceso
que tienen a ella las personas. Todos estos conceptos tienen que ver con la planificación de
la educación cristiana en nuestras iglesias hoy. Lo importante es reconocer cómo estas
dimensiones estuvieron presentes en la práctica educativa de Jesús.

Diagrama 3. Dimensión social de la educación cristiana

b. La dimensión social y la Educación Cristiana


La dimensión social se relaciona con la educación cristiana, estos contextos
estuvieron presentes en la práctica educativa de Jesús. En primer lugar, Jesús era consciente
de su mundo personal, y del de sus oyentes y seguidores. Fue consciente de su pertenencia
al pueblo judío, y de lo que significaba ser varón y el hijo mayor en su cultura. Entendió las
diferencias culturales, económicas, sociales y religiosas entre judíos y samaritanos, entre
fariseos y saduceos, entre judíos y gentiles, entre hombres y mujeres, entre libres y
esclavos, entre ricos y pobres. En segundo lugar, Jesús no se mantuvo ajeno a las
instituciones de su tiempo. Él conocía la influencia que tenían en el pueblo las instituciones
más poderosas de su época: las políticas (el Imperio Romano) y las religiosas (la sinagoga y

13
el Templo en Jerusalén). Y fueron precisamente los líderes de esas instituciones religiosas y
políticas quienes lo acusaron y condenaron a morir en una cruz (Mc 15.1-15).
Jesús estaba enterado de los problemas económicos, políticos y culturales de su
sociedad. Siendo niño vivió con José y María su madre como exiliado en Egipto, huyendo
de las amenazas de muerte de un gobernante impuesto por el Imperio Romano (Mt 2.13).
Fue parte de una familia de clase trabajadora, pues el oficio de José y, probablemente el
suyo fue la carpintería (Mt 13.55). Él conoció las luchas y angustias de los padres por llevar
pan a la mesa para sus hijos; conoció de primera mano la desesperación de mujeres solas
que se empobrecieron buscando cura para sus enfermedades (Lc 8.43-46). Inclusive, Jesús
denunció la hipocresía de los religiosos y las leyes que solo favorecían a los ricos y
perjudicaban a los débiles en la sociedad (Mt 23.1- 36). Jesús sabía de los esfuerzos
revolucionarios de algunos de sus compatriotas (llamados «zelotes») por liberarse del yugo
del Imperio Romano; al parecer, por lo menos uno de sus doce discípulos estuvo
relacionado con ellos (Lc 6.15). Por todo ello, central en su mensaje y enseñanzas fue «dar
buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, pregonar libertad a los
cautivos y vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos y predicar el año agradable
del Señor». (Lc 4.18-19).

14
LECCIÓN 4:
TRES FORMAS DE EDUCACIÓN CRISTIANA

Estudiante de primer grado: Eleazar López

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La educación como actividad humana se realiza en distintos lugares, con distintos


propósitos y por distintas personas. Por eso, es necesario distinguir tres formas de
educación según los resultados u objetivos que se buscan y según el contexto en que se
producen. Ellas son la educación vital, la vocacional y la profesional. En esta lección
estudiaremos cada una de ellas en relación a la educación en general y a la educación
cristiana en particular.

I. Educación: Vital, Vocacional, Profesional


Existe la forma más básica de educación que algunos educadores llaman «informal»
o educación vital porque es la que experimentamos por vivir donde vivimos y con quienes
vivimos; es la que obtenemos través de las actividades y conversaciones cotidianas en el
hogar, en el barrio, en los grupos a que pertenecemos (incluyendo la iglesia). La educación
vital nos da identidad por ser parte de una familia, de un grupo social, de una cultura, de
una comunidad de fe. No se paga ni se cobra por ella. Es constante, nunca se termina,
tampoco otorga diplomas o títulos académicos. La educación vital se da, se recibe y se
15
experimenta en medio de la vida misma; ella da una identidad como parte de un grupo
social determinado.
Otra forma de educación es la llamada «no formal». La llamaremos vocacional porque
denota una preferencia por ciertas formas de conocimiento o actividad, sea para
satisfacción personal o, al mismo tiempo, con el propósito de prestar un servicio a otras
personas.

Diagrama 1. Tres formas de educación

Se da o recibe de manera complementaria al trabajo o profesión que una persona


desempeña para su subsistencia. Requiere de programas cortos de estudio, de instructores,
de lugares y materiales de instrucción. Puede otorgar diplomas de participación que
reconocen la adquisición de conocimientos y destrezas específicas. Generalmente tiene un
costo económico que varía según la naturaleza del programa de estudio. Muchas veces es
suficiente para trabajar de manera voluntaria en organizaciones de bien social y, en algunos
casos, permite la obtención de trabajo remunerado. En resumen, la educación vocacional es
la actividad que permite aprender y hacer lo que nos gusta, tanto para nuestro bienestar
como para el de otras personas, o para ambas.

Está la educación «formal» o profesional, porque quienes la ofrecen deben ser


profesionales en su campo y porque quienes la reciben, en su mayoría, aspiran a llegar a ser
profesionales. Es la que se da en las escuelas primarias, secundarias y en las universidades
públicas o privadas. Requiere de mucho presupuesto y de organización administrativa y
académica. Necesita de edificios, educadores con títulos universitarios, programas de
educación, calendario de cursos, recursos didácticos adecuados y sistemas de evaluación y
16
acreditación. Confiere diplomas y títulos establecidos y aprobados por un gobierno, los
cuales acreditan a las personas para servir en la sociedad en actividades por las que reciben
salario y otros beneficios laborales. A nivel universitario tiene un alto costo cuando no es
subsidiada por el gobierno. En suma, la educación formal es la que recibimos entre aulas,
cuadernos, libros, exámenes y profesores, con el propósito de servir a la sociedad a través
de carreras profesionales bien remuneradas y que proporcionan cierto estatus social.

II. Educación cristiana: Vital, Vocacional, Profesional


Deuteronomio recuerda, una y otra vez, que es responsabilidad de los padres instruir
en la fe a sus hijos (Dt. 4.9; 6.4-9; 11.18-21). Sin duda, fue su en su hogar donde Jesús
aprendió de sus padres las tradiciones y prácticas de su fe judía, las Escrituras y la
importancia de ir al templo, entre muchas otras cosas (Lc 2.51). Por eso, en todo hogar, los
padres son los responsables de enseñar (con hechos y palabras) los fundamentos de la fe
cristiana. Estos fundamentos se resumen en dos aspectos: a) amar a Dios con toda nuestra
mente, con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas y, b) amar a nuestro prójimo
como a nosotros mismos (Lc10.25-28). Por tanto, la educación cristiana es una actividad
que debe realizarse en las relaciones “informales” del diario vivir en la familia. Es la vida
cotidiana del hogar donde se debe dar la forma vital de la educación cristiana.
Jesús aprendió sobre la fe de su pueblo, su cultura y su historia en la sinagoga de
Nazaret. Según la costumbre, Jesús recibió instrucción de los líderes religiosos de su
pueblo. Por eso tuvo la capacidad de “oír y preguntar” a los doctores de la ley durante su
visita al templo en Jerusalén a los doce años de edad (Lc 2.46-47). De igual modo en la
iglesia, son sus líderes (pastores, maestros) los responsables de educar en la fe a todos sus
miembros. En palabras de Pablo, su responsabilidad es la de «perfeccionar a los santos para
la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4.12). Esa educación se
da a través de las actividades que la iglesia realiza: cultos, escuela dominical, grupos de
estudio bíblico, retiros, campañas evangelísticas, reuniones de comités o equipos de trabajo,
celebraciones especiales (bodas, bautismos, funerales), servicio social, y otras. Es la forma
vocacional de la educación cristiana, pues se trata de la vida común de personas que
celebran y se esfuerzan por ser fieles al llamado de Jesús de ser sal de la tierra y luz del
mundo (Mt 5.13-16).
En tiempos de Jesús, y aún antes, existieron “grupos” (fariseos, saduceos, esenios) y
maestros particulares que ofrecían educación especializada en asuntos religiosos. Tanto en
las sinagogas como en el Templo había “maestros” y “doctores” de la ley” (Lc 2.46, Hch
5.34). Como lo muestran los evangelios, Jesús se constituyó́ en uno de esos maestros que
por varios años dio formación a sus discípulos. Sabemos que Pablo fue discípulo de uno de
los más afamados fariseos de su época (Hch 22.3). El hecho de que creció en Tarso, ciudad
conocida por tener una de las pocas universidades de su época, le proveyó una formación
académica que le permitió ser el más prolífico escritor del Nuevo Testamento. Por eso no
debe sorprender su preocupación de formar líderes dondequiera que fundaba iglesias (Hch
11.26). Pablo insistió en que los líderes fueran aptos para enseñar, con conocimiento
profundo de su fe y un interés en la lectura y el estudio (1 Ti 3.2; 4.6, 13). Es Pablo quien
recuerda que es “por la renovación de nuestro entendimiento” que podemos comprobar
“cuál sea la voluntad de Dios agradable y perfecta” (Ro 12.2). Esta es la forma profesional
de la educación cristiana. Algunos la llaman educación «teológica». Ella se refiere de
manera particular a la formación que reciben las personas que quieren dedicarse a pastorear
una congregación, involucra estudios avanzados de Biblia, teología, historia del
17
cristianismo, evangelismo y otras áreas del trabajo pastoral. estas tres formas de educación
cristiana.

Diagrama 2: Tres formas de Educación Cristiana

Hay dos convicciones relacionadas a estas tres formas de educación cristiana. La


primera es que toda forma de educación cristiana es esencialmente educación teológica, no
importa si enseñamos en la habitación de una casa, en un aula de escuela dominical, o en la
sala de conferencias de un seminario. En cualquiera de sus formas, se trata de una actividad
que tiene que ver con la relación que Dios quiso establecer con la humanidad y la creación
en la persona de Jesucristo. La segunda es que la forma vital de educación cristiana debe
servir de fundamento a las otras dos. Toda forma de educación cristiana debe ser vital, es
decir, una que es pertinente a toda la vida humana y que está cimentada en el mensaje de
vida que Dios reveló en Jesucristo.

18
LECCIÓN 5:
4 ENFOQUES DE LA EDUCUACIÓN CRISTIANA

Estudiante de segundo grado: Ricardo Aguilar

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En las últimas cuatro décadas, educadores cristianos han propuesto modelos o


enfoques de educación cristiana con la intención de describir y analizar las diversas
maneras en que ésta puede entenderse y practicarse. Con el afán de hacerlos relevantes a los
avances de la sicología, sociología y teología, una variedad de términos se han sugerido
para referirse a esos enfoques. Una de las primeras propuestas incluía los siguientes cuatro:
el histórico, el cultural, el teológico, y el científico-social. Luego se propusieron cinco
enfoques usando temas de interés contemporáneo: instrucción religiosa, comunidad de fe,
desarrollo humano, liberación, interpretación. Más recientemente se han propuesto
enfoques que enfatizan las distintas funciones de la iglesia: desarrollo congregacional,
desarrollo espiritual de los creyentes, instrucción religiosa y misión en el mundo.
Adaptando mucho de lo que estos educadores cristianos han dicho antes, podemos hablar
de cuatro enfoques que deben estar presentes en todo ministerio de educación cristiana de
una iglesia. Desde una perspectiva bíblica, estos enfoques en realidad se derivan de la
práctica de los primeros cristianos, según la describe el libro de los Hechos. En él dice que,
una vez recibido el poder del Espíritu Santo, los seguidores de Jesús «perseveraban en la
doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las
oraciones... y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles» en medio del
pueblo (Hch 2.42-43,46-47; 4.12). En este modelo ideal de comunidad de fe, los discípulos
de Jesús permanecían constantes en cuatro cosas:
-Estudio de la doctrina de los apóstoles, lo que Jesús enseñó y mandó que enseñaran a otros
(Mt 28.20).
- Comunión unos con otros, en el templo y por las casas.
- Partimiento del pan y las oraciones, componentes básicos para el desarrollo de la fe de
cada una de las personas dentro del grupo de creyentes;

19
- Acciones de testimonio (señales y prodigios) en medio del pueblo, las cuales hacían que la
gente alabara a Dios y les viera con buenos ojos, y se unieran a la iglesia.

Estas actividades representan cuatro enfoques que deben estar presentes en el


ministerio de educación cristiana de toda congregación. Respectivamente, estos enfoques
involucran una preocupación llamada conocimiento bíblico-doctrinal, madurez cristiana, la
comunidad de fe y el reino de Dios. A continuación una descripción breve de cada uno de
ellos, y algunos peligros que se dan cuando un solo enfoque es preferido y se le presta
atención exclusiva, y se resaltan los aspectos educativos más importantes de la interacción
enseñanza-aprendizaje dentro de cada enfoque.

I: Enfoque: Conocimiento Bíblico-Doctrinal


El primer enfoque, conocimiento bíblico-doctrinal, es el que abunda en los
programas de educación cristiana de las iglesias. Su propósito es instruir sobre el contenido
y el mensaje de la Biblia: transmitir y explicar los eventos y temas centrales de la fe
cristiana. Su mayor contribución es que permite dar identidad y continuidad a la Iglesia
como pueblo de Dios y, además, sienta las bases bíblicas y teológicas que deben
fundamentar la práctica cristiana a nivel personal y congregacional. Sin embargo, un
énfasis exclusivo o exagerado de este enfoque puede conducir a los siguientes peligros:

Intelectualismo: Se da demasiada importancia a conocer “mucha Biblia” o “mucha


teología”, sin referencia a la calidad de vida de las personas y sus relaciones con los demás.
Con esto se reduce la educación cristiana a una actividad que apela a la mente, es decir, da
prioridad a las habilidades cognoscitivas de las personas.

Exclusivismo doctrinal: Se puede llegar a creer que “nuestra manera” de entender y


practicar la fe cristiana es la única o la mejor, cerrando la puerta al estudio o al
reconocimiento de otras formas legítimas de interpretar las Escrituras y de practicar el
evangelio. Con esto se niega a las personas y a la iglesia la oportunidad de mejorar y
transformar su manera de entender y practicar su fe.

Divisionismo: Ligado a los peligros anteriores se da la tendencia a entrar en


discusiones doctrinales, sobre asuntos que pueden ser importantes para algunos pero no
centrales al evangelio. Con esto se suscitan divisiones que conducen a la separación entre
personas o grupos, las cuales afectan la unidad de la iglesia y su testimonio en el mundo.

En la Tabla 1 se resumen algunas características más importantes de la interacción


enseñanza-aprendizaje dentro de este enfoque. Estas características se refieren a algunos de
los componentes educativos claves de toda actividad educativa. Estas características
indican los aspectos a los que se les da mayor relevancia en la manera de entender y
practicar el ministerio educativo dentro de este enfoque.

Tabla 1. Características de la interacción enseñanza-aprendizaje, enfoque bíblico-


doctrinal

20
II. Enfoque: Madurez Cristiana
El enfoque «madurez cristiana» se manifiesta cuando en un programa educativo
existe una preocupación explícita por el desarrollo de la fe de todos los miembros de la
iglesia según su edad y circunstancias personales. Su propósito es promover prácticas
devocionales, prin- cipios de ética cristiana y estilos de conducta que evidencian la vida
nueva en Jesucristo y la acción del Espíritu Santo en las personas. Algunos de los peligros
que se corren cuando en la educación cristiana se enfatiza exclusivamente este enfoque son:

Legalismo: El cumplimiento de las prácticas religiosas y la aceptación de ciertos


reglamentos constituyen la mayor preocupación de la enseñanza, al punto que éstas se
vuelven más importantes que las personas mismas.

Individualismo religioso: Las personas buscan y se concentran en prácticas


espirituales que les hacen sentir cercanos a Dios a nivel individual, pero no les acerca ni los
hacen mejores en su relación con otros. La fe cristiana se convierte en una lucha individual
por alcanzar niveles espirituales más altos, con poca o ninguna conexión con su prójimo.

Insensibilidad generacional: ligado a los peligros anteriores, suele darse que


personas que dirigen la educación cristiana no prestan atención a las necesidades y desafíos
particulares de las generaciones más jóvenes (adolescentes). Ellas esperan y hasta exigen
comportamientos y actitudes que no responden al nivel de madurez física, emocional,
intelectual y espiritual de los alumnos. Esto ha hecho que muchos, sobre todo jóvenes, no
se sientan recibidas en la iglesia o que pierdan interés en seguir siendo parte de ella.

La Tabla 2 se resumen algunas de las caracterís- ticas más importantes de los


componentes de la interacción enseñanza-aprendizaje para este segundo enfoque.

Tabla 2. Características de la interacción enseñanza-aprendizaje del enfoque


madurez

21
III. Enfoque: Comunidad de Fe
El propósito fundamental del enfoque «comunidad de fe» es promover una forma particular
de entender y vivir la fe cristiana que identifica a las personas con parte de una iglesia o de
una denominación, es decir, un grupo de iglesias que tienen una historia, creencias y
prácticas religiosas en común. Esto se logra a través de la participación de sus miembros en
el culto y en las actividades que se realizan dentro y fuera del templo, así como por el
conocimiento y estudio de creencias y prácticas específicas que identifica a su iglesia. Es el
tipo de educación cristiana que ocurre en medio de la convivencia regular de las personas
dentro de su iglesia o denominación. Cuando este enfoque es el que domina, y se combina
con el enfoque I explicado arriba, también se corren ciertos peligros, entre ellos están los
siguientes:

Eclesio-centrismo: La mayoría de los esfuerzos, recursos y actividades de la


educación se dirigen a promover a la iglesia o denominación como institución (su
estructura, su organización, sus sistemas doctrinales, sus programas, sus líderes). La misión
de la iglesia se concentra en la iglesia misma, en sus metas y actividades, al punto de
olvidar o relegar a un segundo plano las necesidades e intereses de sus miembros y su
misión en el mundo.

Aislacionismo: Se manifiesta en una actitud de rechazo o indiferencia a otras


formas válidas de pensar y vivir la fe proveniente de otras iglesias o denominaciones.
También se puede manifestar en el poco o ningún interés de las personas y líderes de una
congregación por participar en proyectos conjuntos con otras iglesias u organizaciones en la
comunidad.

Conflicto unidad vs. uniformidad: Junto a los dos peligros anteriores, se puede
fomentar la creencia de que para que haya unidad en la iglesia todas las personas tienen que
“pensar y actuar igual”. Con ello no se da el espacio ni la oportunidad a diferentes formas
de pensar, ni a formas alternativas de hacer las cosas. Se produce así un estancamiento
institucional y hasta deterioro del desarrollo de la iglesia y su misión en el mundo.

Tabla 3. Características de la enseñanza-aprendizaje del enfoque comunidad de fe


22
IV. Enfoque: Reino de Dios
El enfoque «reino de Dios» tiene como propósito capacitar a los miembros de la
iglesia para participar en la búsqueda de la solución de los problemas y necesidades
existentes en su comunidad de fe y en la sociedad en general. Este enfoque requiere el
estudio de la dimensión profética del mensaje bíblico y llama a la iglesia a responder a los
problemas que aquejan a las comunidades donde toca dar testimonio de la fe (desempleo,
drogadicción, pandillas juveniles, discriminación racial, falta de acceso a educación y
servicios de salud, violencia doméstica, y otras). Aunque, quizás, a este enfoque es al que
se le presta menos atención en los programas de educación cristiana de las iglesias, no
debemos olvidar que el tema del “reino de Dios y su justicia” fue central en la predicación
y las enseñanzas de Jesús. El “reino de Dios” incluye a la Iglesia pero la trasciende, va más
allá de ella. Porque Dios no sola ama a la Iglesia sino a “todo el mundo” (Jn 3.16). La
Iglesia, como expresión universal del cuer- po de Cristo, es un instrumento a través del cual
Dios quiere manifestar su reino, su voluntad y propósito para toda la humanidad y toda la
creación. Un excesivo énfasis en este enfoque conduce a ciertos peligros. Entre ellos
encontramos los siguientes:

Activismo social: Ante la urgencia y cantidad de necesidades humanas, se da énfasis


al servicio al prójimo y a la solución de problemas sociales sin la debida fundamentación
bíblico-teológica, sin el estudio apropiado de los problemas y sin la fortaleza espiritual que
es la que permite mantener los esfuerzos de manera efectiva a mediano y largo plazo.

Mesianismo religioso: Creer que como iglesia y como cristianos tenemos la única
solución a todos los problemas sociales y económicos que aquejan a las personas, familias
y grupos en la comunidad.

Proselitismo: Se manifiesta cuando la verdadera razón para involucrarse en


proyectos de servicio en la comunidad es “ganar personas” para nuestra iglesia, y no nace
del amor desinteresado que debemos demostrar a todas las personas sin importar religión,
raza, condición social o económica, edad, sexo, ni país de origen.

23
Tabla 4. Características de la interacción enseñanza-aprendizaje del enfoque reino.

Todos los enfoques que hemos descrito son importantes y todos ellos son necesarios para
desarrollar un ministerio de educación cristiana integral y eficaz. Estos enfoques se
complementan y son interdependientes, por lo que la ausencia de uno o más de ellos afec-
ta el desarrollo de la iglesia y la efectividad de su misión en el mundo. Por eso, es de suma
importancia que los pastores y líderes sepan determinar qué enfoque predomina en la
educación cristiana de sus iglesias y cuáles necesitan mayor atención. Este conocimiento
les permitirá tomar mejores decisiones para planificar más eficazmente su trabajo educati-
vo como explicaremos en las siguientes lecciones.

24
LECCIÓN 6:
CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE PLANIFICACIÓN EDUCATIVA

Estudiante de primer grado: Willians Hidalgo

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Saber improvisar, y hacerlo bien, es una virtud que desarrollan muchos artistas;
sobre todo los músicos. En su caso, suele alabarse su capacidad de tocar un instrumento de
manera espontánea, sin preparación o aviso previo, sobre todo si lo hacen de manera
convincente, precisa, emotiva. Usualmente se trata de profesionales, de personas que han
estudiado y que han ejecutado muchas veces ante toda clase de público. En otras palabras,
tienen la capacidad de improvisar y de hacerlo bien porque confían en lo que ya saben,
porque han estudiado mucho y practicado muchas veces. Pero los artistas, si son
profesionales, improvisan solo cuando las circunstancias lo ameritan. Por regla general, se
preparan y practican antes de cualquier presentación ante una audiencia, sin importar si es
grande o pequeña. La improvisación puede convertirse en un vicio, un mal hábito, en lugar
de una virtud. La improvisación es vicio cuando acostumbramos a hacer las cosas «a ver
qué sale», con la excusa «de por si es para el Señor», o, peor aún, «de por si se trata de
niños pequeños que todavía no entienden bien.» En mis años de pastor he visto muchas
veces ese vicio en líderes y maestros de educación cristiana. Confieso que, en ocasiones,
también he sido culpable. Algunas personas hasta argumentan que es su manera de «dar
libertad al Espíritu Santo para que actúe» y hasta utilizan pasajes bíblicos para justificar la
irresponsabilidad de pararse frente a un grupo sin preparación. Dicen: «El Espíritu me hará
saber qué habré de decir», mal interpretando el texto del evangelio de Juan (Jn 16.13). Jesús
al final de su ministerio, prometió a sus discípulos que el Espíritu los guiaría, ¡pero cuanto
tiempo no habían pasado ya aprendiendo de él! No olvidemos que en el caso de Jesús, al
iniciar su ministerio, cuando el Espíritu desciende sobre él y lo guía a presentar su plan de
trabajo en la sinagoga de su pueblo (Lc 3.21-22; 4.14-21), ya había hecho su estudio y
preparación: conocía su gente, había estudiado los problemas de su pueblo y conocía las
Escrituras de memoria (Lc.4.4, 8,12). Además tenía un plan: recorrer ciudades y aldeas,
enseñar en sinagogas, predicar el evangelio del reino, sanar toda dolencia y enfermdad (Mt
9.35). Podemos concluir que el Espíritu de Dios no improvisa irresponsablemente, ni
siquiera en el caso de Jesús. La planificación es lo opuesto a la improvisación. Los
conceptos bíblicos, teológicos y pedagógicos hacen conscientes de que el ministerio de la
educación cristiana es un asunto serio y, por tanto, debemos asumirlo con responsabilidad.
No debe realizarse “a lo que salga”, sin planificación. Por eso se estudian conceptos y
25
principios básicos para una planificación eficaz de la educación cristiana que, aunque
dirigidos al contexto de la iglesia, pueden aplicarse al caso particular de una clase de
escuela dominical o de estudio bíblico.

I. El concepto de planificación: Para entender el concepto de planificación


tenemos que saber qué significa el acto de planear y qué es un plan en su sentido más
simple. El diccionario de la lengua española define planear como la acción de “trazar o
formar el plan de una obra.” También define plan como el “escrito en que sumariamente se
precisan los detalles para realizar una obra.” El diccionario dice que planificación es la
acción (planear) y el efecto (plan). Así que, con la ayuda del diccionario, podemos aprender
que planificación involucra dos cosas: una acción y un escrito. Por su carácter general, el
diccionario no explica qué está envuelto en el acto de planear, ni en qué consiste el plan,
para el caso específico de la educación cristiana.

a. Planear: Cuando se planea no se hace en un vacío. Se hace teniendo presente lo


que ha sucedido en el pasado (reciente o lejano), lo que está sucede en el presente, y lo que
queremos que suceda en el futuro. El pasado recuerda quiénes somos, cuáles son los valores
y creencias que hemos heredado, y qué han hecho otros antes que nosotros en
circunstancias parecidas a las que nos encontramos. También, al mirar al pasado notamos
vacíos y hasta deficiencias que necesitan ser resueltas. A esta dimensión de pasado en el
acto de planear se llama tradición, con todo lo bueno que ella nos hereda, consciente de que
no es perfecta. Por otro lado, el presente nos confronta con oportunidades para servir, como
con desafíos y necesidades a los que hay que responder en la situación actual de las
personas. Al planear, buscamos responder a las necesidades e intereses de las personas a
quienes queremos y debemos servir a través de la educación cristiana. A esta dimensión del
presente yo la llamo situación en el acto de planear. Por último, está la dimensión futuro.
Cuando se planea se debe hacerlo teniendo en mente los cambios que quisiéramos ver en la
vida y la situación de las personas a quienes servimos. Esta dimensión de tiempo se llama
visión. En resumen se puede definir el acto de planear como la acción de decidir con
anticipación los pasos a seguir para lograr metas y objetivos en el futuro, basada en las
experiencias y conocimientos pasados, a la luz de una situación específica en el presente.

b. Plan: Un plan es un documento escrito en el que se resumen las acciones que se


van a realizar para lograr las metas propuestas. Un plan puede ser tan simple como una lista
de “cosas para hacer durante el día”, o tan corto como un bosquejo de una o dos páginas
para enseñar una clase o para predicar. Por supuesto, en el caso del programa de educación
cristiana de la iglesia, dicho plan requiere más espacio y más tiempo para escribirlo. En este
caso, con mucha más atención y cuidado, se deben responder las preguntas básicas que
ayudan a dar forma escrita a todo plan. Estas preguntas son las siguientes:
-¿porqué es importante realizar este trabajo, o lograr estas metas?
-¿qué contenidos, temas o necesidades, debemos atender?
-¿quién o quiénes deben estar involucrados y en qué capacidad?
-¿dónde se debe realizar el trabajo?

26
-¿cuándo es el mejor momento, hora o día para hacerlo?
-¿cómo se puede realizar este trabajo de una manera eficaz y eficiente?
-¿con qué recursos, materiales y humanos, se tienen para realizar el trabajo?
Es el plan escrito el que permite que las personas que dirigen la educación cristiana
puedan realizar las funciones que como líderes les corresponde, coordinar, supervisar,
dirigir y evaluar cada parte del plan.

II. El proceso de planificación


Que una iglesia provea materiales y recursos educativos a los maestros y maestras
de escuela dominical o de estudio bíblico, no significa que haya habido planificación
alguna. Al contrario, ese hecho puede ser una señal palpable del mal hábito de la
improvisación. Porque se improvisa cuando no se tiene claro por qué se escogen ciertos
materiales de enseñanza o cuando se deja a discreción de cada líder o maestro, hacer lo que
cada quien pueda. El problema no es que no se hace nada. Todos los domingos, y entre
semana, puede haber mucha actividad en la iglesia. El problema es no saber qué es
realmente lo que se está́ logrando con toda esa actividad, es no saber cómo todo lo que se
hace incorpora lo que es importante en la tradición de una congregación, es no saber cómo
todo ello responde a su visión de trabajo. Por eso es común encontrar maestros que utilizan
materiales de enseñanza que poco o nada tienen que ver con lo que es primordial en la
tradición de su iglesia, o que poco o nada tienen que ver con las necesidades e intereses de
sus alumnos; todo esto refleja una falta de visión en su trabajo. En otras palabras, no hay
verdadera planificación. Para superar el mal hábito de la improvisación debemos adquirir el
buen hábito de la planificación. Esto significa que debe haber personas dispuestas a
planear, producir un plan, y luego ejecutarlo. Este proceso de planificación (producir y
ejecutar un plan) involucra dos elementos importantes: personas, y un modelo o método de
planificación. Por lo tanto, la eficacia de un proceso de planificación, en el caso particular
de la educación cristiana, depende de la vocación de las personas que trabajan en ella y de
la calidad del modelo de planificación que utilicen.

a. Personas con vocación: Para que haya planificación eficaz de la educación


cristiana es necesario que quienes planifican vean su trabajo como vocación, como llamado
a servir a Dios y al prójimo por medio de la enseñanza. Ser maestro es un ministerio, un
servicio, tan importante como el de apóstol, profeta, evangelista o pastor. Por eso Pablo lo
incluye en la lista de ministerio que Jesús constituyó para el desarrollo y perfeccionamiento
de sus seguidores y para su trabajo en el mundo (Ef 4.11-12). No hay razón para subestimar
la función de enseñar en la iglesia, y mucho menos para tomar livianamente dicha
responsabilidad. La educación es un ministerio, un servicio a personas de todas las edades,
para gloria de Dios y testimonio en el mundo. Por esto es que hablamos de la educación
como el ministerio educativo de la iglesia: porque es un llamado de Jesús a que sirvamos en
la misión que él comenzó y encargó a que continuáramos. Cuando las personas encargadas
del programa educativo de la iglesia entienden su trabajo como lo que es (una verdadera
vocación, un llamado especial de Dios a servir), lo asumen con seriedad y responsabilidad y
tratan de prepararse de la mejor manera. La planificación eficaz de la educación comienza
con la convicción del llamado a servir, con la vocación del líder, del maestro.

b. Un modelo: De planificación educativa: Después de años de aprender y enseñar


sobre modelos de planificación educativa, se logró conjuntar un modelo válido y útil en el
27
contexto de la educación cristiana. Es una opción que si bien responde a mi propia manera
de concebir la educación se nutre, al mismo tiempo, de la contribución de muchas personas
dentro del campo de la educación general y de la educación teológica en particular. El
modelo consiste de tres etapas y diez pasos.

Diagrama 2. Etapas y pasos del proceso de planificación educativa

En conclusión, la eficacia de la planificación de la educación cristiana tiene que ver


con la vocación, con el sentido de compromiso, entrega y sacrificio con que asumimos la
tarea de servir a Dios y al prójimo a través de la enseñanza. Ello implica asumir con
seriedad y responsabilidad su planificación usando un modelo sólido e inteligente. La
educación cristiana eficaz no se improvisa. Para ello, sus líderes toman tiempo para planear
y elaborar un plan siguiendo un proceso de planificación efectivo, bajo la dirección del
Espíritu.

28
LECCIÓN 7:
PRIMERA ETAPA DE LA PLANIFICACIÓN: DISCERNIR

Estudiante de primer año: Axel Aqueveque

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I. Discernir: Las necesidades e intereses de las personas


Esta etapa propicia una manera diferente de tomar decisiones sobre qué, cómo,
cuándo, dónde, y qué recursos utilizar en los programas de educación cristiana de una
congregación. Llama, por un lado, a tomar en cuenta lo que las personas sienten y piensan
y, por otro, a reexaminar cómo concebimos y qué hacemos en el ministerio educativo de la
iglesia. En primer lugar, se trata de conocer qué sienten y piensan los miembros de una
congregación sobre el programa educativo de la iglesia, desde los niños que ya pueden
hablar hasta las personas ancianas. Igual interesa conocer las situaciones de su realidad que
más les afectan; a nivel de hogar, escuela, iglesia y comunidad en que viven. En segundo
lugar, interesa examinar el programa educativo de la congregación para buscar cómo
responder mejor a las necesidades e intereses de sus miembros; o sea, descubrir qué
cambios hay que hacer para realizar un ministerio educativo eficaz. Esta etapa invita a
recordar y repasar la tradición de la iglesia como la visión que tiene de su ministerio
educativo. Esto demanda revisión de la dimensión instruccional de ese ministerio
(contenidos, métodos y recursos).

II. Los cuatro pasos para discernir

a. Primer paso: orar: Es el paso que sustenta y acompaña todos los demás.
Oramos antes y durante cada una de las etapas y de los pasos de todo el proceso de
planificación. En la oración nos abrimos a Dios, pedimos dirección y fortaleza de su
Espíritu. Intercedemos por nosotros, para reconocer nuestras flaquezas y limitaciones y
para reconocer que el verdadero maestro es Dios. Al orar también nos abrimos al prójimo.
Intercedemos por las personas con quienes trabajamos, a quienes servimos, por las
situaciones que enfrentan en su mundo personal, en familiar, y en sus relaciones sociales
(barrio, iglesia, escuela, trabajo). Es importante que este paso involucre a las personas en

29
todos los niveles de la estructura organizativa de la educación cristiana de la iglesia. El
pastor, superintendente, comité de educación cristiana y maestros, dependen de la oración
para pedir dirección y ayuda a Dios en el trabajo de cada uno. A través de ella se intercede
por las necesidades de los miembros de su congregación y por las situaciones que enfrentan
a diario. La sintonía con la voluntad de Dios y la identificación con el prójimo comienzan y
se nutren de la oración.

Diagrama 1. Ejemplo de estructura organizativa del programa educación cristiana

b. Segundo paso: observar: Consiste en ver y oír atentamente, en tomar nota (en
sentido abstracto y literal) lo que sucede en la vida de las personas con quienes
trabajamos. Es una actividad que requiere tener el corazón abierto y la mente alerta
para tratar de conocer las necesidades y realidades de la gente. Se trata de observar
con empatía, tanto para conocer lo que sucede en sus vidas como para identificarnos
con ellas, en su sentir y pensar y, en lo posible, para ayudarlas a cambiar su
situación. Al observar adquirimos información que ayudará, primero, a determinar
las necesidades e intereses a los cuales dedicar la atención y, segundo, a discernir las
acciones educativas que mejor respondan a dichas necesidades e intereses. Como lo
hizo Jesús, para conocer las necesidades y esperanzas de la gente, para ver cómo
viven, oír lo que piensan y sienten, hay que acercarse y caminar con ellos, hacer
preguntas.

1. Observación directa: Este tipo de observación refiere a lo que podemos ver y oír
en el contacto con las personas. Por supuesto, no debemos limitarnos al contacto durante las
reuniones y cultos en la iglesia, pues este es limitado y no permite conocer lo que está
sucediendo en sus vidas. Por eso es importante acercarnos a través de visitas al hogar, o
llamadas de teléfono, o mensajes electrónicos. Cuando la visita nos es factible o suficiente,
las reuniones durante la semana deben aprovecharse para acercarnos a la gente. En los días
programados para el culto de oración y de estudio bíblico, debe tomarse tiempo para

30
escucharnos unos a otros, para contar las cosas recientes que han pasado y las situaciones
que vivimos. Lo mismo puede hacerse durante las reuniones regulares de comités, o del
grupo de mujeres, varones, jóvenes y durante las clases de escuela dominical.

2. Observación indirecta: Este tipo de observación permite conocer lo que piensan


o sienten las personas sobre asuntos particulares de interés para los líderes de la
congregación. Consiste en hacer preguntas a las personas sobre actividades de la vida de la
iglesia, y de la educación cristiana en las que participan. Esto se puede hacer de manera
informal al final de un culto o de una clase de escuela dominical. Se puede preguntar: ¿qué
les pareció el tema de hoy? ¿qué piensan de las actividades realizadas?, ¿qué les hubiera
gustado hablar o hacer en relación al tema tratado? Esto requiere crear un ambiente de
confianza para que las personas puedan expresarse con libertad. Además, es importante que
alguien tome nota de las respuestas para que se pueda usar la información en el paso
siguiente. Otra manera más formal de hacer preguntas es usar cuestionarios en los que las
personas escriben respuestas a preguntas preparadas de antemano. Aunque se requiere
tiempo y esfuerzo para confeccionar cuestionarios, esta forma de recoger información
permite organizar y analizar fácilmente las respuestas a las preguntas. Cualquiera sea la
manera en que se realice este paso, lo importante es que se tome en cuenta a todas las
personas que participan en la vida de la iglesia y que tienen la capacidad de hablar (esto
incluye a niños de tres años en adelante).

C. Tercer paso: estudiar: Se organiza y analiza la información obtenida en el paso


anterior, con el propósito de entender mejor las necesidades e intereses más relevantes y
urgentes a tomar en cuenta en la planificación del programa de educación. Se trata del
estudio de la información recopilada para entender mejor:

-Quiénes son las personas que forman parte de la iglesia, cuál es su mundo personal (edad,
sexo, tipo de familia a la que pertenecen, formación religiosa, situación laboral, trasfondo
cultural y más). Mucha de esta información ya existe en los registros de información
personal que una iglesia tiene sobre sus miembros.

- Lo que niños, jóvenes y adultos piensan y sienten en relación a:


• sus propias necesidades e intereses, frustraciones y esperanzas,
• su experiencia en la iglesia, en particular del programa de educación cristiana,
• las oportunidades, dificultades, conflictos y desafíos de su entorno social (donde viven,
trabajan, estudian y desarrollan relaciones con otras personas y organizaciones).

En segundo lugar, se trata de analizar si los programas de la iglesia en general y el


de educación cristiana en particular, responden a la realidad que viven sus miembros y a las
necesidades e intereses más relevantes que expresan. De esta manera se entenderá mejor:

-Cómo la iglesia, a través de sus actividades (culto, escuela dominical, reuniones regulares,
grupos de trabajo o comités, retiros, campamentos, eventos especiales, servicio a la
comunidad, y más), ayuda a las personas que participan a entender, apropiar y expresar su
fe en el contexto del mundo personal y social en que viven;

31
-Cómo la dimensión instruccional del programa educativo de la iglesia responde (con sus
contenidos, métodos, y actividades y recursos de enseñanza) a las necesidades e intereses
de los niños, jóvenes y personas adultas que en él participan;

-Cómo el programa educativo refleja lo mejor de la tradición teológica e histórica de la


iglesia y la visión que ella tiene (el «para qué») de su ministerio educativo.

En tercer lugar, este paso debe hacerse a través de dos perspectivas. La perspectiva
de nuestra fe cristiana; es decir, a luz de nuestra manera de entender y vivir la revelación de
Dios en Jesús y de su mensaje. La perspectiva teológica. Esto significa que hay que estudiar
la situación de las personas, su realidad y lo que hacemos como iglesia a la luz del mensaje
bíblico. Y, la perspectiva de algunas ciencias humanas. Hay ciencias humanas que ayudan a
entender mejor las necesidades e intereses de las personas en sus distintas etapas de
desarrollo (sicología), así como las realidades y conflictos que se viven en las instituciones
y la sociedad en general (sociología). Esto no significa que se debe aceptar ciegamente lo
que dicen. Pero sería imprudente y poco sabio no prestar atención al conocimiento que
ofrecen al pastor y al líder de educación cristiana. Pablo exhorta a examinar todo y retener
lo bueno (1 Ts 5.21). Por último, esta etapa requiere que se aparte un tiempo concentrado
para poder completarla. En un retiro de varios días, o a través de reuniones consecutivas
por varias semanas, las personas encargadas de la educación cristiana, deben reunirse para
completar esta etapa que en sí misma permite concentrar todos los pasos de esta primera
etapa.

D. Paso 4: Recordar: onsiste en recordar quiénes somos como iglesia. Se trata de


recordar el pasado que heredamos (tradición), como el futuro por el que existimos (visión).
Cuando planificamos la educación cristiana no lo hacemos en un vacío eclesial ni teológico.
En primer lugar, lo hacemos teniendo presente la historia, creencias y prácticas cristianas
de nuestra iglesia (a nivel local, nivel denominacional o ambos). Lo hacemos como parte de
una comunidad de fe que tiene su historia, tan antigua como la de la iglesia del primer siglo
y tan reciente como la historia de nuestra congregación. Este paso permite que quienes
participan en el ministerio educativo de la congregación repasen o, si fuera necesario, sean
instruidos en la «tradición de su iglesia». Esto se puede hacer como parte del paso anterior
(estudiar) o, inclusive, antes del segundo paso (observar). Lo importante es que todos los
miembros del comité de educación cristiana tomen tiempo para analizar cómo lo que
creemos como iglesia informa y, a la vez, es informado por lo que hemos aprendido a
través de la observación y estudio que hemos realizado. En ocasiones, al recordar la
«tradición» histórica y teológica de nuestra congregación, descubrimos cosas importantes
que hemos olvidado y que necesitamos recuperar a la luz de las situaciones nuevas que se le
presentan a la iglesia (por ejemplo, conflictos sociales, fenómenos naturales,
descubrimientos científicos) y a la luz de las necesidades e intereses particulares de sus
miembros. Otras veces, al recodar las doctrinas y prácticas de nuestra iglesia nos damos
cuenta que hay que profundizarlas, ampliarlas y, en algunos casos, hasta cambiarlas si
queremos ser más fieles al mensaje de Jesús. Esta manera de mirar al pasado que hemos
heredado recuerda las palabras de Jesús cuando dijo que «todo escriba docto en el reino de
los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas
viejas» (Mt 13.52).

32
En segundo lugar, en este paso recordamos el futuro, es decir, tenemos presente la
«visión» que orienta la vida y la misión de la iglesia. La planificación eficaz de la
educación cristiana se hace con un propósito en mente, con la intención de lograr algo en el
futuro, a corto, a mediano y a largo plazo. No se planifica «para ver que resulta al final». Se
planifica porque hay un «fin», una meta en mente. Por esta razón, es de suma importancia
que quienes dirigen el programa educativo de una congregación tengan una idea, tan clara
como sea posible, de cuál es propósito del ministerio educativo de su iglesia, del «porqué»
y del «para qué» de la educación cristiana. Todas las personas miembros del comité de
educación cristiana necesitan conocer y estudiar la visión que su iglesia tiene para todo el
programa educativo que, a su vez, orienta el trabajo que el comité realiza con cada uno de
los grupos que conforman la congregación. Si no existe, deben trabajar en la elaboración de
dicha visión antes de pasar a la segunda etapa del proceso de planificación. En conclusión,
para que el programa de educación cristiana de una congregación sea eficaz, este debe
responder a las necesidades e intereses de sus miembros, debe tomar en cuenta las
oportunidades y desafíos de su realidad social, debe tener claridad de su tradición eclesial y
de su visión educativa, y debe examinar lo que está ofreciendo y reflexionar sobre lo que
necesita ofrecer. La etapa de discernir permite cumplir estos deberes. Sólo después de orar,
observar, estudiar y recordar es que se puede asumir con responsabilidad la segunda etapa
del proceso de planificación.

33
LECCIÓN 8:
SEGUNDA ETAPA DE LA PLANIFICACIÓN EDUCATIVA: DECIDIR

Estudiante de primer grado: Christian Cornejo

Instrucciones
Introducción: Media pagina
Tema central: Una página
Aplicación a la Iglesia local: media página.
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A diario los humanos tomamos una cantidad de decisiones, a veces sin darnos
cuenta que lo hacemos. Por ejemplo, antes de salir de nuestra casa, al trabajo, escuela o
iglesia, tenemos que tomar decisiones en relación a la ropa que queremos vestir, la hora a
que debemos salir, y las cosas que necesitamos llevar. Casi sin percatarnos, observamos,
estudiamos y repasamos las personas que veremos, el ambiente en el que las vamos a ver y
el propósito con el que nos vamos a reunir. Así, dependiendo de las condiciones del tiempo,
de la actividad y de las personas que van a participar, decidimos vestirnos de cierta manera,
salir a cierta hora y llevamos ciertas cosas. En otras palabras, discernimos primero una serie
de factores y luego tomamos decisiones. De manera similar, aunque más consciente, la
primera etapa del proceso de planificación permite tomar decisiones sobre cómo el
programa educativo de la iglesia puede responder a las realidades que hemos discernido a
través de la oración, la observación, el estudio y el repaso. Sea que recojamos y analicemos
información sobre los aspectos y programas de la educación cristiana, o solo sobre uno de
ellos (el programa de jóvenes, o el de mujeres), hay cuatro decisiones fundamentales que
hay que tomar en la segunda etapa del proceso de planificación:
- ¿Qué se debe enseñar?
- ¿Qué se va a aprender?
- ¿Cómo se va a realizar la interacción enseñanza-aprendizaje?
-¿Con qué recursos se va a realizar dicha interacción?

34
Hay que estudiar lo qué está involucrado en cada una de estas decisiones, prestando
atención particular al programa de escuela dominical que es una de las formas más
tradicionales de educación cristiana en las iglesias.

I. ¿Qué se va a enseñar?
Esta pregunta demanda una decisión sobre lo que los educadores llaman el
contenido explícito de un programa educativo. Este refiere a los temas específicos que se
enseñan a un grupo y que se encuentran en materiales impresos (libro del maestro, libro del
alumno). La razón por la que se realiza la etapa de discernir, es para hacer explícitos los
temas de estudio que son de interés o que responden a las necesidades de quienes participan
en la educación o ambos. De esta manera, lo importante es que haya un contenido explícito
y que sea pertinente y relevante a la situación personal, eclesial y social de las personas.
Para entender mejor lo involucrado en la respuesta a esta pregunta, imaginemos que la
etapa de discernir se realizó́ con un grupo de adultos de escuela dominical, usando el
cuestionario sobre los cuatro enfoques de la educación. Dependiendo de los resultados
obtenidos y de su análisis, el comité de educación decidirá cuál de los siguientes contenidos
debe enfatizar en la clase de adultos:
- Conocimiento bíblico y doctrinal (enfoque I: conocimiento bíblico-doctrinal)
- Prácticas de desarrollo espiritual (enfoque II: madurez cristiana)
- Formas de servicio en la iglesia (enfoque III: comunidad de fe)
- Formas de servicio en la comunidad (enfoque IV: reino de Dios)

Sin embargo, estas son áreas de estudio muy amplias y requieren mayor
especificidad. Es donde otras formas de observación y de estudio proveen información
valiosa para precisar mejor los contenidos. Sea que los maestros “vieron u oyeron”, lo
importante es tener más criterios para decidir no solo el enfoque sino los temas más
pertinentes dentro de cada enfoque. Además de resultados que indicaron un mayor interés o
necesidad por el enfoque de comunidad de fe, conversaciones o cuestionarios pueden
indicar un marcado interés de los adultos por tener mayor participación en el culto
dominical. Esto señala la necesidad de enseñar a los adultos sobre el culto, sus formas, su
fundamentación bíblica y teológica, y sobre cómo organizar y dirigir las distintas partes del
mismo. También puede darse la situación de que no se use el cuestionario para determinar
cuáles enfoques de educación deben enfatizarse más y cuáles menos. En este caso, se
pueden usar preguntas para saber qué piensan los adultos sobre el contenido que están
estudiando o para saber sobre los temas que les gustaría estudiar. Las respuestas pueden
sugerir temas que reflejan realidades que las personas adultas están enfrentando. Por
ejemplo, el hecho de tener más vecinos o compañeros de trabajo o de estudio que
pertenecen a otras culturas y que profesan otras religiones. Esto llevaría al comité de
educación a decidir una serie de estudios sobre temas como los siguientes: “fe cristiana y
religiones del mundo”, “cómo relacionarnos como cristianos con personas de otra fe y otra
cultura.” Una vez que se decide qué temas se deben enseñar corresponde buscar los
materiales que van a responder a las necesidades, intereses y realidades del grupo de
adultos. Puede darse el caso de que no encontremos los materiales que necesitamos. Si es
así, existen dos opciones. La primera es comprar el material que incluya gran parte de los
contenidos que buscamos, sabiendo que habrá que ayudar a los maestros a hacer
adaptaciones para su uso. La segunda opción es que el comité de educación produzca sus

35
propios materiales. Esta opción requiere más tiempo de preparación y asume un nivel de
conocimiento educativo de parte de los maestros o del comité de educación.

Es importante tener presente que además del contenido explícito hay otras dos
formas de contenido que forman parte del programa educativo. Una de ellas es lo que se
denomina contenido implícito. Este contenido tiene que ver con lo que enseñamos con el
ejemplo, con la manera en que tratamos a las personas y actuamos frente a ellas. Esta forma
de contenido muchas veces tiene más influencia que el contenido explícito que se enseña.
Por ejemplo, ciertos reglamentos y políticas internas de una iglesia, y la rigidez con que se
aplican, pueden tener mayor impacto en las personas que las enseñanzas explícitas del
evangelio, sobre el perdón y la libertad en Cristo que gozan los hijos de Dios. La otra forma
de contenido se manifiesta por su ausencia, el que no se enseña, aún cuando es parte
esencial del evangelio. Se le denomina contenido nulo. Un enfoque de educación al que no
se le da importancia o se ignora, viene a ser parte del contenido nulo del programa
educativo de la iglesia. Temas bíblicos que no se estudian y realidades humanas de las que
no se habla son parte del contenido nulo de una congregación.

II. ¿Qué se va a aprender?

a. Aprendemos lo que hacemos: La pregunta puede parecer extraña para quienes


creen que uno aprende lo que se le enseña o, que lo que se enseña es lo mismo que lo que se
aprende. Sin embargo, como lo han dicho muchos educadores a lo largo de la historia, solo
aprendemos lo que hacemos. Un maestro puede “enseñar mucho”, y los alumnos “aprender
poco.” Por experiencia sabemos que escuchar a una persona hablar, por interesante que sea
el tema, no garantiza que unas horas después (¡y menos unos días después!) se pueda
recordar todo lo que dijo. También por experiencia sabemos que es más fácil recordar algo
que hemos hecho, si utilizando más de uno de los cinco sentidos (oído, vista, tacto, olfato,
gusto). Por eso, es más fácil recordar más detalles de una película, que involucra los
sentidos de oído y vista, que de un libro que involucra solo el sentido de la vista de palabras
y no de imágenes. Esto explica la manera en que el escritor de la primera carta de Juan se
refiere a lo que ha aprendido “tocante al Verbo de vida” (1 Jn 1.1): lo que ha visto, lo que
ha oído, lo que ha palpado con sus propias manos. En resumen, al participar en un
programa educativo, lo calidad y cantidad de lo que se aprende, depende de lo que quien
enseña permite hacer. En palabras de un antiguo refrán chino, “lo que oigo, lo olvido; lo
que veo, lo recuerdo; lo que hago, lo entiendo.”

36
DISTINTOS TIPOS DE APRENDIZAJE

Estudiante de primer grado: Vania Muñoz

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Introducción: Media pagina
Tema central: Una página
Aplicación a la Iglesia local: media página.
Glosario: Seleccionar las palabras claves o difíciles e indicar su significado.

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Esta pregunta ayuda a decidir el tipo de aprendizaje que queremos que las personas
adquieran. Porque es posible memorizar sin entender, entender sin aplicar, y aplicar sin un
criterio de lo que se hace. El hecho de que una persona memorice y repita cierta
información, no quiere decir que la entiende, y mucho menos que pueda aplicarla o
analizarla. Aún en el caso de que una persona entienda, no quiere decir que esa persona
quiera aplicar lo que sabe. Por eso, en relación a muchos de los fariseos de su época, Jesús
le dijo a la gente que hicieran como ellos decían, pero no como ellos hacían, “porque dicen
y no hacen” (Mt 23.3). Una cosa es saber con la mente, otra sentir con el corazón y vivir lo
que sabemos. Por eso aprender tiene que ver no solo con saber información. El acto de
aprender tiene que ver con las cosas que somos capaces de hacer con la información
adquirida, y con la manera en que lo que se aprende afecta lo que somos como personas,
nuestro estilo de vida. Por tanto, lo que se va a aprender en el programa educativo de la
iglesia debe incluir “la cabeza” (habilidades mentales), “el corazón” (habilidades afectivas),
y “las manos” (habilidades prácticas).

C. Existe diferentes maneras de aprender


Esto nos confronta con el hecho de que no todos aprenden de la misma manera, ni al
mismo ritmo. Dependiendo de la edad y de otras características, las personas tienen

37
maneras “preferidas” para aprender y requieren distinto tiempo para hacerlo. Un reconocido
psicólogo y educador contemporáneo (Howard Gardner) ha identificado ocho maneras
diferentes de adquirir y procesar información. Él las llama “inteligencias múltiples”. Todos
las tenemos, pero usamos unas más y mejor que otras. Lo que interesa es reconocer que en
un programa educativo, al pensar qué van a aprender las personas, se requiere tener
presente las distintas formas de aprender de ellas. Esto tiene un impacto directo en los
métodos que se utilizan.

D. El aprendizaje debe escribirse en forma de objetivos


En términos del programa educativo de la iglesia, implica que hay que escribir objetivos
generales para el programa de educación como un todo, y objetivos específicos para cada
una de las áreas que forman parte del programa. No es el propósito de esta lección explicar
en detalle cómo escribir objetivos. Sin embargo es necesario decir lo siguiente sobre las
características de los objetivos bien diseñados. Primero, se expresan a través de acciones
concretas que las personas van a realizar para entender, apropiar y aplicar el contenido que
queremos que aprendan. En la medida de lo posible dichas acciones deben involucrar todos
los sentidos, todas las habilidades de que somos capaces, y tantas formas de aprender
(inteligencias) como sea posible. En segundo lugar, incluyen el contenido o tema del que se
trata el aprendizaje. En tercer lugar, en el caso de los objetivos específicos, es bueno indicar
detalles de la acción de aprendizaje que se va realizar.

Tabla 1. Ejemplos de objetivos generales y específicos

Hay dos razones importantes para escribir objetivos de aprendizaje. Primero, ellos
ayudan a decidir los métodos y recursos que debemos utilizar, como veremos en los
siguientes dos pasos. Segundo, los objetivos permiten evaluar la eficacia de un programa
educativo y de la interacción enseñanza-aprendizaje.

III. ¿Cómo se va a Realizar?: La interacción enseñanza-aprendizaje


En este tercera pregunta corresponde decidir cuáles métodos y actividades son las más
apropiadas para enseñar los contenidos, y lograr los objetivos propuestos en los pasos
anteriores. Generalmente los objetivos, si se elaboran bien, sugieren el tipo de actividades
que podemos utilizar. Los métodos pueden ser de tres tipos: centrados en el maestro,
centrados en los alumnos(as) o centrados en el contenido. Ningún tipo de método por sí
solo es suficiente, por lo que es recomendable combinarlos.

Tabla 2. Tres tipos de métodos educativos


38
Es importante que en su conjunto los métodos y actividades involucren las
habilidades de las personas, incluyan tantos sentidos como sea posible, y que incorporen
una variedad de inteligencias múltiples. También los métodos y actividades pueden
clasificarse, según promuevan un aprendizaje más abstracto a más relacionado con la
experiencia diaria. Edgar Dale, educador estadounidense, creó hace décadas un esquema
que ha sido adaptado y utilizado, para ilustrar una premisa de aprendizaje aceptada: entre
más relacionadas sean las actividades de aprendizaje con experiencias reales de la vida,
mayor será el impacto de lo aprendido. Algunos se han atrevido a dar porcentajes de lo que
es posible recordar después de distintas actividades de aprendizaje. Sin embargo, no hay
estudios científicos que sustenten esos porcentajes, por lo que hay que usarlos con cautela y
no deben generalizarse.

IV. ¿Con qué recursos se va a Realizar: La interacción enseñanza-aprendizaje?


Tan importante como es decidir qué debemos enseñar, qué se va a aprender y cómo, es
tomar tiempo para “calcular los gastos” y tomar nota de lo que se necesita para lograr los
objetivos propuestos. Las buenas intenciones y los buenos planes no bastan para producir el
desarrollo y los cambios que requieren nuestras iglesias. Con esto no estamos diciendo nada
nuevo.

Diagrama 1. Adaptación del cono de aprendizaje de Edgar Dale

39
Una vez, mientras hablaba a la gente sobre lo que cuesta seguirle, Jesús hizo una
pregunta que tiene que ver con el último paso de la etapa decidir. Él preguntó: “¿quién de
vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si
tiene lo que necesita para acabarla?” (Lc 14.28). Tan simple como parece, este paso es de
vital importancia en el proceso de planificación educativa. No realizarlo nos expone a la
vergüenza y a la burla que produce comenzar algo y no terminarlo como se debe (Lc 14.29-
30).

A la luz de la pregunta de Jesús, lo que hay hacer en este paso es sentarse a ver qué
recursos se necesitan, y luego calcular el gasto que hay que hacer para obtenerlos, y poder
realizar el trabajo. En el caso de un programa educativo hay que estar dispuestos a “gastar”
o, si se prefiere a “invertir” dinero en dos tipos de recursos necesarios: recurso didáctico y
humano. El recurso didáctico incluye materiales de uso frecuente (papel, lápices, tiza,
marcadores, pizarras, sillas, mesas), materiales de estudio (manual del maestro, del alumno,
biblias, diccionarios bíblicos), y equipo audio-visual (video-grabadoras, proyectores,
instrumentos musicales). Dependiendo del tipo de actividades, pueden requerirse materiales
específicos para su realización. En relación al recurso humano, nos referimos a las personas
que sirven como maestros o que ejercen algún tipo de liderazgo en la educación de la
iglesia. Hay que pensar si para realizar un programa se cuenta con suficientes personas y si
ellas están capacitadas para hacer lo que se requiere. Para ello, toda iglesia debe designar
recursos económicos para estimular y capacitar sus líderes para que así puedan realizar su
trabajo en las mejores condiciones y de la mejor manera. Sin un recurso humano
comprometido, motivado y capacitado, no hay recursos materiales suficientes que puedan
garantizar la consecución exitosa de los programas educativos de una congregación.

Hay un recurso que vale oro aunque no cuesta dinero: el tiempo. Este es un recurso
que hay que saber administrar y calcular. Es el recurso que permite decidir cuándo y por

40
cuánto tiempo es mejor realizar las actividades. Es el recurso que permite proyectar cuánto
puede tomar el logro de ciertos objetivos. No todo se puede enseñar al mismo tiempo, ni
todo se puede lograr en corto tiempo. Hay objetivos y actividades que toman más tiempo.
De ahí la importancia de que los programas de educación, se organicen utilizando los
períodos de tiempo que mejor convengan al tipo de plan que necesitan realizar (mensual,
trimestral o anual). Hay un modelo para organizar y resumir el conjunto de decisiones que
se toman en esta etapa, pero cada comité de educación puede utilizar otros formatos o crear
uno propio. En conclusión, esta etapa, requiere tiempo y esfuerzo para completarla. Pero
además implica la disposición y capacidad de gastar dinero, para realizar las cosas que se
deciden hacer en el programa de educación. Esa disposición de calcular gastos y asegurar
los recursos necesarios para lograr sus objetivos, es lo que demuestra en la práctica el valor
que una congregación da a su ministerio educativo. Los números asignados al rubro de
educación en el presupuesto de una iglesia, son un indicador de la importancia que se le da.
Así de simple.

41
LECCIÓN 9:
TERCERA ETAPA DE LA PLANIFICACIÓN EDUCATIVA: EVALUAR

Estudiante de primer año: Camila González

Instrucciones
Introducción: Media pagina
Tema central: Una página
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Sócrates, filósofo griego, dijo que «una vida que no se examina no vale la pena
vivirla». Igual, podríamos decir que poner en práctica un plan educativo en la iglesia y no
tomar tiempo para examinar cómo funciona no vale la pena haberlo escrito. El verdadero
valor de un plan está en su puesta en acción, y esta debe examinarse. Aunque en la Biblia
no estan las palabras evaluar ni evaluación, el texto bíblico está lleno de referencias sobre la
necesidad del pueblo de Dios de examinar y escudriñar, sus caminos para saber si anda
conforme a la voluntad de Dios (Lm 3.40; Sal 139.23-24). Igual son abundantes las
referencias sobre dar cuenta a Dios de lo que hacemos, y que por tanto estamos sujetos a su
juicio y gracia (He 4.13). El mensaje bíblico recuerda que, sea por nuestro pecado o por
ignorancia e inmadurez, no siempre hacemos todo lo que debemos y no siempre hacemos
todo cómo debemos. De tal modo que sigue siendo pertinente el consejo del sabio de
examinar el camino por donde andamos (Pr 4.26) y el consejo de Pablo de que examinarnos
y de que examinemos todo, reteniendo lo que es bueno (2 Co 13.5; 1 Ts 5.21). Esta
advertencia filosófica y estos consejos bíblicos respaldan la importancia que tiene la tercera
y última etapa del proceso de planificación de un programa educativo. Usaremos él término
evaluar entendido como la acción de examinar algo con el propósito de determinar su valor.
El propósito de esta etapa es evaluar la puesta en práctica del plan de educación, para
darnos cuenta de cómo estamos haciendo las cosas, a esto los educadores la llaman
evaluación formativa. A la evaluación que se hace para dar cuenta de lo que hemos hecho,
la llaman evaluación sumativa. En esta lección veremos qué significan estas dos formas de
evaluación y cómo realizarlas para el caso concreto de un programa de educación.

I. Evaluación formativa: ¿Cómo Estamos haciendo las cosas?


Este tipo de evaluación permite examinar los distintos componentes del plan
educativo para hacer los ajustes o cambios necesarios al mismo tiempo que el plan se
realiza. Es evaluación sobre la marcha. La evaluación formativa da oportunidad de mejorar

42
las cosas que lo requieren antes de que sea demasiado tarde. Esta evaluación involucra la
tarea de supervisar y apoyar el trabajo que realizan las personas que participan en el
programa educativo de la iglesia. El pastor y el comité de educación son los principales
responsables de esta tarea. Para ello es importante tener reuniones mensuales, en las cuales
se evalua cómo van las cosas.

A.- Las tres preguntas básicas de la evaluación


Evaluar puede ser una actividad complicada y agotadora, puede realizarse de
manera satisfactoria contestando las siguientes tres preguntas:
- ¿Qué está funcionando bien?
- ¿Qué necesita mejorarse?
- ¿Qué necesita cambiarse?

Si algo funciona bien hay que reconocerlo y celebrarlo. La evaluación no es para


encontrar errores o a señalar culpables. Debe ser una oportunidad para celebrar juntos las
cosas que están saliendo bien, y para estimular a las personas por el buen trabajo que hacen.
Enviar una nota o tarjeta a un maestro por la buena preparación de sus clases, por su
puntualidad, y atención a los alumnos, es una manera simple pero significativa de estímulo.
Lo mismo hay que hacer con los voluntarios que ayudan en distintas tareas de la educación.

En la evaluación formativa pueden surgir cosas o aspectos del plan que vale la pena
mantener, pero que deben mejorarse. Puede ser que los contenidos que se enseñan son
apropiados, pero los maestros se dan cuenta que para mejorar el estudio de los temas hay
que utilizar dos sesiones en vez de una. Esto requerirá probablemente modificar el
calendario y asegurarse que los maestros puedan continuar con la clase por el tiempo extra
requerido y, si no, hacer las previsiones del caso. Pero es mejor hacer estas modificaciones,
que perjudicar la calidad del aprendizaje en el programa. Otro ejemplo es que se descubra
que la dinámica de una clase no funciona de la mejor manera, porque el grupo es muy
pequeño o muy grande. En el primer caso habría que pensar en unirlo. En el segundo en
cómo dividirlo. Con estos ejemplos solo pretendo ilustrar el tipo de situaciones que pueden
presentarse en la evaluación formativa, que requieren que se hagan algún tipo de
modificación de algún aspecto del plan.

En la evaluación formativa se descubren elementos del plan que no están


funcionando del todo y que requieren un cambio drástico. Pueden ser cambios simples
como la de cambiar el lugar de reunión porque el espacio se hizo pequeño o no reúne las
condiciones de seguridad para tener clase. Pero pueden ser cambios complejos y difíciles de
hacer, como tener que cambiar el curriculum porque resultó inadecuado para la edad o
experiencia de un grupo de escuela dominical, o como tener que hacer un cambio de
maestro porque no asume su tarea de enseñar con la debida responsabilidad. A veces hay
que hacer cambios por situaciones imprevistas que se dan en toda congregación (bajas
ofrendas, cambios de liderazgo, etc.). En todos los casos, lo importante es que el estímulo y
la celebración, las modificaciones y los cambios pueden suceder mientras el plan está aún
realizándose.

b. Los elementos del plan que deben evaluarse

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Aunque en el plan escrito de un programa educativo se presta atención especial a los
contenidos, objetivos, métodos y recursos, en realidad en su realización intervienen otros
elementos importantes presentes de manera implícita. En el Diagrama 1 se resumen los
cuatro factores internos que responden a la dimensión relacional y social de la educación y
los cuatro externos responden a la dimensión instruccional.

Diagrama 1. Elementos del plan educativo para evaluar

Para cada uno de estos factores conviene hacerse preguntas que ayuden a su
evaluación. La siguiente es una lista ilustrativa del tipo de preguntas que pueden hacerse.

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COMITÉ DE LA EDUCACION CRISTIANA

Estudiante de primer grado: Margarita Cornejo

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Consultas: al número de celular: 9 52028390

1.- Comite
-¿Tiene el comité una visión general de la educación que sustenta el programa educativo de
la congregación?
-¿Se está reuniendo regularmente para coordinar y supervisar el progreso de las distintas
actividades del programa educativo?
-¿Está proveyendo el apoyo, capacitación y motivación que los líderes, maestros necesitan
para cumplir sus funciones?
-¿Cuenta con el apoyo del pastor de la iglesia?

2. Maestros
-¿Tienen claro lo que se espera de ellos?
-¿Dedican suficiente tiempo a la preparación de sus enseñanzas?
-¿Están dispuestos a recibir capacitación en el uso de materiales, métodos de enseñanza,
doctrina e historia de la iglesia, entre otros temas?
-¿Participan regularmente en la vida de la congregación?
-¿Se esfuerzan por conocer e identificarse con sus alumnos de la congregación?
-¿Están atentos a lo que sucede en la vida de la iglesia y de la comunidad y sociedad?

3.- Alumnos
- ¿Asisten con regularidad a las actividades del programa educativo de la iglesia?
- ¿Muestran interés y participan en las actividades planeadas?
- ¿Se sienten bienvenidos por todas las personas en su grupo y en la congregación?
- ¿Hacen comentarios que revelan alguna circunstancia en su vida o su familia?

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4. Situaciones sociales
-¿Hay circunstancias en la iglesia que afecte la realización de algún aspecto del plan?
-¿Hay situaciones en la comunidad o la sociedad en general que demanden algún tipo de
modificación en el plan de educación?

5. Contenidos
-¿Están respondiendo a las necesidades e intereses de cada grupo y del medio social?
-¿Permiten un balance de los distintos enfoques de educación cristiana (conocimiento
bíblico, madurez cristiana, comunidad de fe, cambio social)?
-¿Se sustentan en principios sólidos de interpretación bíblica y teológica?
-¿Contribuyen a la identidad histórica y teológica de la congregación?

6. objetivos
-¿Están (claros para cada área y programa del ministerio educativo de la congregación?
-¿Involucran la habilidad de pensar, sentir y actuar de las personas?

7. Métodos y actividades
-¿Promueven la participación activa de las personas en la interacción enseñanza-
aprendizaje, en la vida de la congregación, y en la comunidad?
-¿Son adecuados para el nivel de madurez física, emocional, intelectual y espiritual?
-¿Integran múltiples inteligencias y variados estímulos sensoriales para lograr un mayor
impacto en el aprendizaje y una mayor retención de lo aprendido?

8. Recursos
-¿Están las personas responsables de las distintas actividades del programa capacitadas y
comprometidas con el trabajo de la iglesia?
-¿Son los materiales de estudio, los recursos didácticos y el espacio adecuados para las
actividades propuestas?
-¿Es suficiente el presupuesto asignado a las distintas actividades del programa?

No todos los elementos tienen que evaluarse cada vez que se reúne el comité de
educación, y algunos elementos es suficiente evaluarlos una sola vez. Lo importante es que
haya oportunidades periódicas para hacer la evaluación formativa, y que todos los
elementos se evalúen durante el período designado para realizar el plan. Para esta
evaluación se debe uti- lizar el plan escrito como referencia, como las observaciones que
hagan los miembros del comité y otros líderes de la congregación. El uso de las ideas y de
cuestionarios cortos con preguntas, sugeridas son una fuente de información para realizar
este tipo de evaluación. Cuando la evaluación formativa se realiza con seriedad y
regularidad, muchas cosas se pueden resolver sobre la marcha, aún cuando eso signifique
alterar el plan. Recordemos que el plan debe funcionar como un mapa, el cual dice dónde
estamos y orienta hacia dónde vamos. Pero quienes lo usan de acuerdo a las circunstancias
que se presentan en el camino, deben decidir cuándo y cómo llegar, así como qué rutas
tomar para llegar a destino.

II. Evaluación sumativa: ¿Cómo hicimos las cosas?

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La evaluación sumativa es la que se realiza al final de la ejecución de un plan
educativo. Ella permite determinar no solo qué resultados se obtuvieron sino también los
factores que mejor contribuyeron para que dichos resultados se dieran. Interesa determinar
resultados específicos en relación a cuántos objetivos se cumplieron, cuántas personas
participaron, cuánto dinero se gastó y otros aspectos cuantificables del plan. Pero de igual o
mayor interés es examinar los factores que mejor contribuyeron o que más obstaculizaron,
el logro de dichos resultados: la preparación y el compromiso de los maestros, la calidad de
los materiales de estudio utilizados, el equipo audiovisual disponible, los métodos
empleados, las actividades realizadas, el nivel de apoyo del liderazgo pastoral, y más.
Corresponde al comité de educación y otros líderes interesados de la iglesia apartar tiempo
para examinar cómo se hicieron las cosas y las cosas. Si se tuvieron varias sesiones de
evaluación formativa durante la ejecución del plan, una sesión de trabajo de dos a tres horas
es suficiente. La evaluación sumativa provee oportunidad de estimular y celebrar el trabajo
realizado después de semanas o meses de esfuerzo. Igual, permite determinar las
modificaciones y cambios necesarios que deben ser considerados al iniciar un nuevo ciclo
de planificación.

Las preguntas que deben hacerse en este tipo de evaluación son las mismas que en
la evaluación formativa, y se evalúan los mismos elementos del plan educativo. No hay
necesidad de repetir unas y otros. La única diferencia es que ahora dichas preguntas hay
que plantearlas en tiempo pasado, y que las modificaciones que hay que hacer, no se podrán
hacer en el presente plan. Con esta lección hemos completado un estudio introductorio del
proceso de planificación que es fundamental para la realización de un ministerio educativo
fructífero en la iglesia local. Sin embargo, este proceso de planificación para convertirse en
herramienta eficaz al servicio de la educación, debe fundamentarse en al menos tres
convicciones. Primero, la convicción de que enseñar es un ministerio, una vocación que nos
invita a un compromiso serio y profundo de servir a Dios y al prójimo. Segundo, la
convicción de que la educación es mucho más que la actividad de escuela dominical y que
lo que está en juego es ni más ni menos que la continuidad, desarrollo y obediencia de la
Iglesia en medio de un mundo cambiante y necesitado de un mensaje de esperanza.
Tercero, la convicción de que, más allá de los propios esfuerzos, y de los recursos
materiales que tengamos a disposición, contamos con la presencia del mismo que dio la
orden de ir y hacer discípulos, el mismo que prometió estar con nosotros todos los días
hasta el final del mundo (Mt 28.20).

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LECCIÓN 10:
JESÚS, NUESTRO MAESTRO Y SEÑOR

Estudiante de primer grado: Patricio Muñoz

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Los evangelios dan testimonio de la dimensión pastoral y educativa del ministerio


Jesús. Mateo lo resume en tres actividades: enseñar, predicar, sanar (Mt 4.23; 9.35). El
último mandato de Jesús a sus seguidores involucra una dimensión educativa: hacer
discípulos, enseñar todas las cosas que él ha mandado (Mt 28.19-20). El evangelio de Juan
pone en palabras de Nicodemo el reconocimiento de Jesús como el maestro que ha venido
de Dios (Jn 3.2). En los tratados académicos de cristología, el título maestro no recibe la
importancia que se le da a otros títulos de Jesús (Mesías, Hijo de Dios, Hijo del Hombre,
Hijo de David). No deja de sorprender que entre los yo soy, asignados a Jesús en el cuarto
evangelio (yo soy el pan de vida, el buen pastor, la resurrección y la vida.) se haga poca o
ninguna referencia al yo soy Maestro y Señor, con el cual Jesús se definió así mismo
(Jn13.13). ¿Porqué pasar por alto el valor teológico del título “maestro” en la persona
Jesús? La respuesta es simple: es más fácil ser expertos sobre la persona de Jesús, que ser
sus discípulos. Es más fácil saber sobre el contenido de sus enseñanzas, y la eficacia de sus
métodos que dar testimonio del impacto del Maestro en el seguimiento de él. Hablar de
Jesús como Maestro obliga a reconocernos discípulos y reconocer su señorío sobre
nosotros. Por eso, cuando Jesús se reconoce así mismo como Maestro, lo hace junto al
título Señor.

¿Qué significa llamar a Jesús maestro?


Apropiarnos de Jesús como modelo de la práctica pastoral y educativa en la iglesia,
implica más que conocer el contenido de sus enseñanzas o imitar sus métodos. Para Jesús
que presumamos poseer la enseñanza correcta, o la sana doctrina, no es suficiente. Sin
embargo, muchas veces el celo extremo por lo que algunos entienden y defienden como la

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sana doctrina, ha llevado a divisiones en el pueblo cristiano, que contradicen la petición de
Jesús al Padre: que también ellos sean uno, para que el mundo crea que tú me enviaste (Jn
17.21). En relación a las enseñanzas de los maestros de la Ley y los fariseos, él dijo a las
multitudes que hicieran todo lo que ellos dicen, pero no lo que hacen (Mt 23.3). Las
enseñanzas de Jesús nunca fueron reducidas a ritos externos, o formas especiales de hacer
algo. El uso de métodos correctos tampoco son suficientes. Para Jesús la oración eficaz no
depende de la posición que se tome al orar, de los gestos que hagamos o de las palabras que
usemos (Mt6.5-7). Para Jesús la limpieza del corazón no tiene nada que ver con el
lavamiento de las manos, pues no es lo entra al cuerpo lo que lo contamina (Mt 7.1). Por
tanto, la buena doctrina y los métodos apropiados, pueden no tener relación con la calidad
de nuestro liderazgo, ni con el crecimiento y madurez cristiana que nuestras iglesias
experimentan.

Para Jesús contenido y método fueron importantes. Pero más importante aún es
como ambos se reflejan en la vida del que enseña o predica. La crítica de Jesús a los
fariseos y maestros de la Ley fue esa incongruencia, la falta de relación entre su estilo de
vida y sus enseñanzas religiosas. Si el pueblo reconoció a Jesús como un maestro que
enseñaba como quien tiene autoridad, se debió a la congruencia entre lo que Jesús
enseñaba, con su práctica de vida en todas sus relaciones: con el Padre, amigos, pueblo,
autoridades religiosas y políticas. Llamar a Jesús Maestro, es más que reconocerlo como un
gran educador de masas, o a un gran profeta de transformación social. Llamarlo Maestro es
una confesión de fe. Es reconocer que es el maestro que enseña es el camino que lleva a
Dios, y a la experiencia de vida eterna que él quiere para todos. Segundo, porque al seguirlo
lo aceptamos como Señor de nuestra vida. Esta afirmación tiene más sentido, al descubrir
que la palabra camino en griego se usa en el Nuevo Testamento para indicar, el camino que
se anda y la manera de andarlo. En Jesús, enseñanza y método, mensaje y medio, palabra y
acción, están integrados en su misma persona, reflejados en su vida. Por eso se anuncia
como el camino, la verdad y la vida (Jn 14.6). Por eso sus discípulos lo llaman Maestro y
Señor (Jn13.13).

Jesús: maestro modelo


El ministerio de enseñar es central a la misión de la Iglesia. Este ministerio docente
es asumido por pastores y líderes laicos, que aceptan responsabilidades en los programas
educativos de sus iglesias. Sigamos a Jesús no sólo como Señor, también como Maestro,
respondamos al menos estas dos preguntas: ¿Qué caracterizó el contenido y método de su
enseñanza? ¿En qué se basó́ su grandeza como maestro? Son múltiples las respuestas que se
han dado a estas preguntas en los veinte siglos de cristianismo. Se puede responder a estas
preguntas, mirando la naturaleza paradójica del contenido y método de Jesús y de su
persona, es decir, mirando a las aparentes contradicciones de su mensaje y forma de
enseñar.

LO PARADOJICO DE LA ENSEÑANZA Y PERSONA DE JESÚS

En primer lugar, la enseñanza de Jesús, no se ajusta a ningún patrón estricto ni en su


contenido, ni en su método. El tema central de la predicación y enseñanza de Jesús fue “las
buenas nuevas del reino de Dios” (Mr 1.14-15). Sin embargo, Jesús utilizó una gran varie-
dad de imágenes para definir el reino de Dios (Mt 13). Es cierto, que más de la tercera parte
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de lo que Jesús dijo en los Evangelios, lo dijo en parábolas. Pero las utilizó en una gran
variedad de lugares, y a una gran diversidad de situaciones, haciendo de las parábolas
“recurso didáctico” siempre fresco, abierto a lo nuevo, a lo inesperado. En segundo lugar,
muchas enseñanzas de Jesús están llenas de paradojas, es decir, aparentes contradicciones.
Por ejemplo, Jesús predica y enseña sobre un reino que “ya está́ entre nosotros” pero
también nos enseña a orar “venga a nosotros tu reino” Sus enseñanzas invitan a acciones
que tienen “paradójicos” resultados: perder para ganar (Mt 10.39), perder para salvar (Mr
8.35), humillarse para ser exaltados (Lc 14.11). En su predicación y enseñanza denuncia los
vicios y pecados de los que son considerados buenos y religiosos, pero alaba a quienes la
sociedad considera malos e impuros (Mt 23.1-6). Al final, sus enseñanzas las entienden más
los simples y humildes que los poderosos y sabios del mundo (Mt 11.25).

Tercero, encontramos paradojas en la forma o método de enseñar de Jesús. Por


ejemplo, Jesús revela las verdades más profundas del reino de Dios, a través de ejemplos y
comparaciones que refieren a cosas y actividades comunes y cotidianas del pueblo: el
trabajo del sem- brador, la semilla de mostaza, la levadura en la masa, la moneda perdida,
los problemas de un padre y sus dos hijos, etc. De igual manera, Jesús comunica verdades
“espirituales” en lugares comunes, y hasta considerados impuros: ¡en un pozo en la plaza
de un pueblo, a la orilla del mar, bajo un árbol, en la casa de un publicano, a la entrada de
un pueblo, colgado de una cruz! Jesús rompe con los esquemas tradicionales de los
maestros de su época, con el propósito de que todos tengan acceso a sus enseñanzas. Por
ejemplo, Jesús acepta invitaciones a comer, y tiene contacto con personas socialmente
cuestionables (publicanos, pecadores y prostitutas), acepta mujeres entre sus discípulos (Lc
8.1-3). Además, mientras enseñaba, Jesús intencionalmente exaltó la sabiduría de los
pobres, de los simples, de los pequeños, de los extranjeros, de los despreciados por los
líderes políticos y religiosos. A los que vinieron a él por respuestas, los envió de vuelta con
preguntas; a los que querían discutir en el plano teórico (¿quién es mi prójimo?), los
confrontó en el plano práctico (¡ve y haz tú lo mismo!). A los que en el plano de lo práctico
mostraron fe, les reconoció la profundidad teológica de sus acciones (Lc 9.10). Por último,
la persona de Jesús es una maravillosa paradoja. En Navidad lo recordamos como el Rey
que nace en un pesebre; al mismo tiempo Hijo de Dios e hijo de una joven llamada María.
En Semana Santa vemos al justo y santo condenado a muerte como criminal y blasfemo,
pero también al que muere para darnos vida. Jesús es el que “desaparece” y asciende a la
diestra del Padre, para hacerse presente por su Espíritu, a todos sus discípulos de todos los
tiempos y en todas las naciones.

b. Su grandeza como maestro


La grandeza de Jesús como maestro, fue por el contenido central de su mensaje (la
buena noticia de que el reino de los cielos se ha acercado) y la naturaleza paradójica de sus
métodos y enseñanzas. Sin embargo, su grandeza como maestro se debió, a la directa
relación de sus enseñanzas y sus métodos con su práctica de vida, su obediencia al Padre y
su amor al prójimo. Y esto lo logró porque dependió de la presencia y dirección del Espíritu
de Dios, y porque se mantuvo fiel a su compromiso con el mensaje del reino de Dios. Por
un lado, Jesús realizó su ministerio de enseñanza, predicación y sanidad con la clara
convicción de que “el Espíritu del Señor estaba sobre él” (Lc.4.18). Jesús estuvo siempre
abierto y receptivo a la novedad y poder del Espíritu que orienta y capacita para hacer la
voluntad de Dios. Su compromiso con el llamado a anunciar las “buenas nuevas de Dios
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para el mundo” lo llevaron a nacer, vivir y actuar en solidaridad con los pobres, enfermos,
despreciados y marginados de su sociedad. Ese mismo compromiso lo llevó a denunciar
todo lo que se opusiera a los valores de justicia, paz y amor del reino de Dios, al punto de
sufrir la muerte a manos de los poderes religiosos y políticos de su tiempo. Que el
compromiso con el Reino que movió a Jesús, nos mueva hoy en donde quiera y como
quiera que sirvamos en su obra, y que el Espíritu que movió y guió a Jesús nos mueva y
guíe de igual manera.

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