La Visión para La Multiplicación Espiritual

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La Visión para La Multiplicación Espiritual

“Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”
(Mateo 24:14)

Hace años, en una tarde soleada en Florida, escuché las provocadoras e inolvidables palabras de un famoso
ministro evangélico británico que dijo: “Recuerden mis palabras, cristianos de Norteamérica, los grandes templos de sus
iglesias estarán tan vacíos, las grandes catedrales de la Gran Bretaña en un tiempo de veinticinco años si ustedes no
cambian su metodología.” El conocido ministro habló con la seguridad de un profeta, pero también con la humildad de
alguien que se ha hecho paciente a través de muchos años de servicio cristiano.

Nuestra Metodología Tradicional


Después de oír predicar a este pastor inglés, decidí investigar sus declaraciones. En los siguientes años pasé
considerable tiempo en Inglaterra y en Europa y aprendí a apreciar la sabiduría de sus palabras. Descubrí impactantes
similitudes entre una declinante vitalidad espiritual y una baja membresía en las iglesias de Inglaterra, con lo que estamos
viendo en grandes segmentos de las iglesias de Norteamérica en el día de hoy. Tenemos que resistir la tentación de
confiar en el bautismo de nuestros hijos en nuestras iglesias y así sentirnos exonerados de nuestro mayor llamado que es
la evangelización de nuestro país y del mundo. Necesitamos revisar cuidadosamente nuestros métodos de evangelización
para ver si están basados en el tradicionalismo o en la Biblia. Nuestra casi exclusiva dependencia del evangelismo para
añadir miembros a través de la predicación es lo que queda de los días en que mucha gente escuchaba los elocuentes
mensajes de los grandes predicadores de Inglaterra como Charles Haddon Spurgeon.

La instrucción académica de nuestros líderes cristianos en los seminarios continúa enfocándose en los conceptos
teológicos y en la educación, pero estamos descuidando las instrucciones prácticas de cómo capacitar a los laicos para su
ministerio. Como resultado, pocos laicos saben como evangelizar, nutrir o discipular a otros, en un tiempo en que los
nacimientos en el mundo están aumentando más rápido que en ningún otro tiempo en la historia. La ausencia del concepto
de aprendizaje para equipar a los laicos en las iglesias locales, sólo nos asegura una seria y prolongada disminución en la
membresía de las iglesias.

Un día, mientras trabajaba en una campaña de Billy Graham en Inglaterra, fui invitado para desayunar con un
joven y famoso evangelista. Durante la comida hablamos del evangelismo en nuestros dos países y denominaciones,
comparando nuestros métodos desde su perspectiva anglicana y mi trasfondo bautista del sur. Después de que
amablemente felicitó a mi denominación por ser una de las más evangelísticas del mundo, él me hizo una pregunta muy
penetrante: “¿Qué porcentaje de sus laicos bautistas normalmente gana a alguien para Cristo en un año?” En ese
momento, yo hubiera deseado que me preguntara de nuestra generosa manera de ofrendar para las misiones o de
nuestras populares conferencias evangélicas, o de nuestras exitosas campañas en las grandes ciudades, pero él me hizo
una de las preguntas más vergonzosas. Tuve que decirle que aún en nuestros mejores años, menos del 5% de los laicos y
ministros juntos guiaban a alguien al conocimiento salvador de Cristo. Simplemente no tenemos suficientes trabajadores
entrenados. Tenemos un ejército de gente sin entrenar que simpatizan con el evangelismo pero solo unos cuantos están
participando en la cosecha. Muchos observadores están orando por estos trabajadores y por lo que están haciendo y
también ayudan para pagar sus salarios, pero no saben cómo participar en la cosecha.

Al viajar y ministrar como invitado de muchos grupos cristianos, he descubierto que este es un problema no
resuelto en el evangelismo mundial. Muy pocos están haciendo el trabajo de muchos en evangelizar. Consciente o
inconscientemente, hemos desperdiciado nuestro más valioso recurso: los laicos. Confiar en nuestros métodos
tradicionales, que descuidan el seguimiento personal y fallan al utilizar a los más maduros laicos, hace que estemos
plagados con un creciente ritmo de fracasos, no importa que exitosos sean nuestros esfuerzos evangelísticos a corto
alcance. Debido a este problema sin atender, grandes porcentajes de nuestras congregaciones están totalmente inactivas
y muchos miembros ni siquiera están disponibles. Obviamente los nuevos creyentes que nunca crecen, nunca ganarán a
otros para Cristo. Se necesita entender que el enemigo más persistente del evangelismo es una planeación pobre y un
deficiente seguimiento personal.

Los Evangelizados como Evangelizadores


La verdadera cuestión involucrada en hacer discípulos es internacional en su alcance y es crítica en términos del
futuro de la iglesia. La tarea de educar y motivar a los líderes cristianos para que equipen a los laicos para que estos
adopten un estilo de vida de ministerio, es mucho más grande de lo que una sola denominación, organización o programa
pueden hacer. Algo de esta magnitud requiere el esfuerzo unido de todos los cristianos y el regreso a los principios bíblicos
usados por la iglesia primitiva. Ya que la educación teológica es la pauta del evangelismo y la metodología, esta tiene una
gran responsabilidad y obligación de ser balanceada, práctica y sana doctrinalmente en sus métodos para hacer discípulos.

La necesidad es urgente porque los métodos que hemos heredado de la tradición simplemente no están
trabajando en términos de la Gran Comisión. Necesitamos aprender de las fallas del pasado y abrir nuestra mente al hecho
de que algunas partes del mundo cristiano, hoy necesitan ser evangelizadas otra vez. Los mejores métodos de nuestros
padres de la Reforma no fueron suficientes para sostener un evangelismo de generación a generación. Tenemos que dar
pasos estratégicos en nuestras iglesias, universidades y seminarios para asegurar que los cristianos de esta generación
reciban instrucción en cómo tener ministerios de calidad y con multiplicación espiritual. Herschel H. Hobbs sabiamente dijo:
“El trabajo de evangelismo nunca está completo hasta que los evangelizados sean evangelizadores.” Ampliando esta
declaración, para que el proceso de hacer discípulos sea completo, todos los nuevos cristianos deberían ser entrenados
para que ellos también sean activos en el evangelismo.
Todo el círculo del proceso de aprendizaje requiere tiempo, amor, disciplina e instrucción personal. Todo este
trabajo añadido al discipulado bien vale la inversión, ¡porque el fruto permanece y se multiplica!

La gran tarea evangelística de la iglesia solamente será cumplida cuando pongamos al día nuestra filosofía del
ministerio a través de una revaloración de los principios revelados en el ministerio de Jesús. Los Evangelios nos enseñan
que Jesús entrenó a Sus discípulos a través de la asociación antes de darles la Gran Comisión. Estar con Él fue la manera
principal de cómo aprender a ministrar. Marcos nos dice: “Designó a doce, a quienes nombró apóstoles, para que lo
acompañaran y para enviarlos a predicar” (Marcos 3:14). El evangelismo de los apóstoles creció de un estilo de vida
madurado por las muchas horas que estuvieron en la presencia de Jesús. Ellos fueron aprendiendo con situaciones de la
vida real. Vieron de primera mano el evangelismo, la consejería, la predicación, la enseñanza y todas las otras formas de
ministerio.

El modelo de Jesús fue: “Vengan, síganme, les dijo Jesús, y los haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19). Él les
enseñó a ellos cómo ministrar. En contraste, nosotros como líderes de iglesias solamente le decimos a la gente que tienen
que ministrar, pero no les enseñamos como hacerlo. Buena predicación y enseñanza son vitales, pero no pueden
remplazar el concepto de aprendizaje demostrado por Jesús. La necesidad crítica de la iglesia moderna no involucra
alejarse de la predicación y la enseñanza, pero sí requiere que establezcamos otra vez el concepto de aprendizaje según
el Nuevo Testamento. Bajo un liderazgo pastoral dedicado a revitalizar con este método, los miembros de las iglesias serán
entrenados y se les enseñará cómo cumplir con sus ministerios dados por Dios. Si esto no pasa, la multiplicación espiritual
en grande no ocurrirá en nuestras iglesias y el creyente común y corriente jamás conocerá el gozo de guiar a una persona
a Cristo.
Tomando el Mandamiento de Dios Seriamente
La carga de mi corazón es ver, restauración en las iglesias, el concepto de multiplicar discípulos; porque este
concepto tiene el potencial realista de que verdaderamente alcancemos a toda nación del mundo con el evangelio.
Nuestras acciones presentes de corto alcance con mucha frecuencia dan una sensación de frustración y cansancio
espiritual en la vida de los fieles trabajadores cristianos. Debido a una ausencia de estrategias de largo alcance, muchos
pastores y sus ayudantes están absorbidos por una multitud de buenas actividades, pero excluyen la mejor. No hay tiempo
para entrenar a nuestros líderes laicos para el trabajo del ministerio. Esta omisión deja al pastor y a sus ayudantes sin la
fuerte base de laicos preparados para trabajar juntos en los ministerios de la iglesia local. Como resultado, los que trabajan
a sueldo en la iglesia tienen que hacer la labor de seguimiento, consejería, visitas a hospitales y todas las demás
actividades evangelísticas de la iglesia.

Puesto que muchos trabajadores cristianos piensan que su tiempo es muy valioso para invertirlo personalmente en
equipar a los líderes laicos, entonces el círculo vicioso se repite una y otra vez. Siempre estamos tan ocupados para seguir
el ejemplo de Jesús. Tenemos que enfrentar el hecho de que el Señor reveló Su modelo personal de ministerio al
invertir la mayor parte de Su tiempo en la vida de aquellos que llevarían la máxima responsabilidad en el futuro
ministerio de la iglesia.

Una mañana recibí una llamada de un amigo que pastoreaba la iglesia más grande de su municipio. Después de
tres años de ministerio ahí, él estaba desanimado y quería moverse a otra área. Me pidió que orara por este asunto y que
lo recomendara con otra iglesia si es que me sentía guiado a hacer esto. Yo le pregunté si había tratado de invertir parte de
su tiempo en la vida de algunos de sus laicos clave. Él me contestó: “Yo no tengo ni un solo laico que muestre interés.” Yo
le dije que creía que en una congregación de quinientos miembros, seguramente habría algunos que respondieran al reto
de un entrenamiento de uno-a-uno para el crecimiento espiritual y el evangelismo. Luego le pregunté el porqué se quería ir
de ahí. “Mi gente no es espiritual,” me contestó. “La asistencia de los domingos varía según el clima, y los maestros de la
escuela dominical son tan irresponsables que ni siquiera avisan cuando van a faltar.”
“Si esa es una justificación para dejar la iglesia” le dije yo, “entonces la mitad de los pastores de los Estados
Unidos tendrían una razón para renunciar.” Y yo lo reté para que buscara a un hombre fiel para entrenar.
Seis semanas después me volvió a llamar. Siempre recordaré su entusiasmo. Literalmente gritó en el teléfono, “Billie,
gracias a Dios, ¡he encontrado a tres hombres! Me reúno con uno los lunes, con otro los martes y con el tercero los jueves.
Dos son miembros de nuestra iglesia, y el otro es miembro de una iglesia aquí en la comunidad.” Yo conocía al pastor de la
otra iglesia y le sugerí a mi amigo que obtuviera el permiso para discipular a su laico.
Él se rió y me dijo: “Ya hablé con él y me dijo que si yo podía hacer algo con él, ¡pues que me lo llevara también!”
Yo le pregunté: “¿Todavía quieres que te recomiende con otra iglesia?”
Él me contestó: “¡Seguro que no! ¡No me podrías mover de aquí ni a la fuerza!”

Mientras hablábamos, descubrí que la escuela dominical no había cambiado, que la asistencia en los cultos
todavía fluctuaba, y que las circunstancias todavía eran más o menos las mismas que antes. ¿Entonces, qué había
cambiado? Tres hombres estaban reuniéndose con Dios por medio de un tiempo devocional, estaban memorizando
Escritura, teniendo nuevas prioridades en su vida, y empezando a compartir su fe de una manera natural como un estilo de
vida. Mi amigo estaba muy emocionado porque ahora estaba siendo bendecido por lo que estaba pasando en la vida de
estos hombres. Ellos fueron el principio de una nueva y brillante etapa en su ministerio. A través de esta experiencia, él
aprendió a hacer una inversión de alta calidad con su tiempo.
La falta de entrenamiento a través de aprendizaje, deja a un gran número de laicos sin realizarse, porque sus
dones espirituales nunca son desarrollados y permanecen sin usarse. A esta gente le falta recibir una apropiada estrategia
con la que puedan trabajar para su crecimiento espiritual y para el evangelismo, así que se conforman con una vida que
consiste en solo asistir a la iglesia en lugar de una vida de hacer discípulos. En muchas circunstancias ellos son dejados
completamente expuestos a toda una gama de falsas doctrinas que se desarrollan con la ignorancia bíblica de los
miembros de las iglesias inmaduros aunque bien intencionados que nunca recibieron ellos mismos la sana instrucción o el
cuidado amoroso de un cristiano más maduro.

Si aprendemos a convivir con la gente, vamos a equiparla como lo hizo Jesús. Mientras veamos a los nuevos
cristianos perfeccionados en Cristo como lo hicieron Pablo y Bernabé (Hechos 14:21-23), nuestra generación puede ver la
más grande multiplicación de convertidos y congregaciones desde los primeros días de la iglesia cristiana. El amor, la
visión, la disciplina personal y el deseo de aceptar la mutua responsabilidad, son los factores críticos que se necesitan para
tener un estilo de vida que produzca multiplicadores espirituales. Cada pastor y cada laico tienen una parte vital en cambiar
las estadísticas que muestran que hoy estamos perdiendo al mundo. Somos nosotros los que le estamos dando forma a la
base de la iglesia del futuro, tal como lo hicieron los reformadores que una vez moldearon y le dieron forma a la iglesia de
hoy que tanto amamos. La asombrosa realidad es que Dios ha entregado el destino espiritual de todo el mundo en
nuestras manos. ¡No podemos fallar!

El reto del liderazgo ha sido transmitido a nuestra generación y tenemos que tomar una importante decisión en
cuanto a la metodología. Cada año que pasa hace que la decisión correcta sea más crítica. Un creciente porcentaje de la
población del mundo y que va en aumento, ¡no conoce todavía a Jesucristo!
Nos encontramos en un cruce de caminos. Sin embargo, a pesar de que nuestro método de adición ha sido bueno, no ha
sido suficiente. Por sí solo ha demostrado ser inadecuado.La situación de hoy pide una nueva visión y un retorno a una
filosofía totalmente llena con el ministerio según el Nuevo Testamento. Tenemos que perfeccionar el poder de la
multiplicación evangelística y comprometernos a una estrategia de largo alcance para equipar a toda la gente del Señor
para que sean reproductores espirituales. Tenemos la Palabra de Dios, el Espíritu Santo, dos mil años de historia cristiana
y el privilegio de la oración como nuestros recursos para tomar la decisión correcta. En este momento… la decisión es
suya.

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