Reflexión Sal de La Tierra

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REFLEXIÓN SAL DE LA TIERRA

Sebastião Salgado ha viajado con su cámara a los más terribles y hermosos rincones de nuestro
planeta. Sebastián caminó la selva amazónica, recorrió miles de kilómetros junto a los nómadas y
los indios, migró con los refugiados africanos, viajó también con los médicos sin fronteras. Su
vida profesional ha sido un periplo de 40 años entre la isla de Wrangel en Siberia, la Papúa
occidental, el Gran Pantanal en Brasil, o el norte de México con los Tarahumaras. Ha sido un
cirujano capaz de extraer sensibilidad de la crudeza, la barbarie y el dolor, y convertirla en
conciencia por medio del bisturí de la lente, la lámpara del flash y el aguijón de un encuadre tan
característico como la precisión periodística del testimonio.

Como ejemplo están las imágenes de niños, retratados por Salgado a lo largo de siete años,
víctimas de los conflictos armados, de los campos de refugiados afganos, hijos de campesinos sin
tierra en Brasil, pequeños tutsis en campos de refugiados de Ruanda, niños sudaneses en el
campo-escuela de Natinga, camboyanos, huérfanos en Mozambique, plasmadas en el álbum
Retratos de los niños del éxodo . Retratos de niños afectados por cada conflicto, pero que a pesar
de sus circunstancias reflejan la alegría y la inocencia de la infancia. La obra de Salgado se
planta como una reconciliación con la humanidad. Así podríamos definir también la película de
Wim Wenders y Juliano Ribeiro sobre el padre del segundo, Sebastião Salgado, La sal de la
Tierra, un documental homenaje que hace un recorrido cronológico y evolutivo al trabajo del
fotógrafo, desde sus orígenes.

Y que, aun así, no deja de encontrar la belleza en este mundo imbuido en el desastre. La primera
secuencia nos sumerge en una mina del corazón de Brasil, para ser testigos de la dureza con la
que los hombres retratados buscan el sueño de hacerse ricos. Allí vi pasar, en fracciones de
segundos, la historia de la humanidad. Solo se percibía el murmullo de 50 mil personas en esa
cavidad.

Un fotógrafo es, literalmente, alguien que dibuja con la luz. Alguien que escribe y reescribe el
mundo con luces y sombras, dice Salgado a modo de prefacio cinematográfico. Wenders nos
revela su primer encuentro con la obra del personaje, alguien profundamente humano, un ser
cuyo testimonio personal y la potencia expresiva de su obra se convierten en un acto de
afirmación de la vida, aunque haya bajado tantas veces a los infiernos terrenales. La relación
padre-hijo se explora a través de un viaje en el que Juliano acompaña a su padre a una de sus
misiones en Wrangel, una isla desierta en el Océano Ártico para el proyecto Génesis.
Se relaciona con el texto de enfoque cualitativo ya que es descriptivo y lo que dice Galeano de lo
cuantitativo aquí no influye porque no es desdelo experimental o lo desde estadísticas que son
porcentajes todo el documental es cualitativo contando paso a paso de la historia. Por eso es
Juliano quien necesita descubrir a su padre, el fotógrafo de largas ausencias y a quien en cada
regreso veía como un superhéroe. Y aunque en efecto el documental reencuentra al hijo con el
padre, el tema rápidamente se hace a un lado, dejándolo inconcluso y concentrándose en los
logros de Salgado. La única presencia como entrevistados de Salgado y su hijo, sin opiniones
contrarias a su discurso que pongan en duda si su trabajo es humanista o explota la miseria de los
países pobres, podría hacer sentir monótono por momentos el retrato del artista, cuando en
realidad su objetivo es enfatizar los alcances de su legado. El documental se estructura entre
entrevistas, reflexiones, meta narrativas e imágenes sobre la misma filmación, junto con la
progresión de la obras de Salgado, recorriendo así los momentos y fotografías más importantes
de su vida.

La voz de Sebastião Salgado, a su vez, lleva a una claridad que complementa su propio discurso,
forma y contenido al unísono. La estética de Wenders en La sal de la Tierra es inherente al estilo
de la obra de Salgado, su universo en blanco y negro, en su mayoría el negro como auténtica
oposición a los blancos. Aunque en él, al igual que en los niños, anida la esperanza. Si renuncio,
entonces la humanidad perderá su narrador.Y si alguna vez la humanidad pierde su narrador, al
mismo tiempo habrá perdido su infancia.

En testimonio de las atrocidades, la violencia, el hambre y otros actos de barbarie en el mundo,


Salgado ha sido criticado por su preocupación mórbida por la muerte y el sufrimiento. Los que lo
acusan aseguran que tanta belleza hace desconfiar. Este es el principal reproche a las fotografías
de Sebastião Salgado. Porque la gente, cuando ve una de esas fotos, tan sumamente bellas,
sospecha.

Con Salgado hay otro tipo de problemas. Pero es verdad que la gente identifica la belleza con el
fotograma y el fotograma, inevitablemente, con la ficción. Sebastião comparte con ellos esa
mirada precisa y digna sobre los sectores más desfavorecidos de las ciudades o el campo.
Fotografía desde cerca, se solidariza y se involucra con la gente que está delante de su cámara,
pasa mucho tiempo en todos los escenarios que fotografía, vive entre la gente logrando de ese
modo sumergirse en sus vidas.

Salgado emerge en la cinta de Wenders y Ribeiro como un humanista, como un estudioso de la


condición humana, de la utopía de un mundo más justo y de un planeta más sostenible. El
fotógrafo brasileño emerge aquí, en efecto, como activo del cambio, desde el testimonio atroz de
sus fotografías, pero también a la sobrecogedora belleza de lo que de virgen queda en un planeta
que, como Salgado nos recuerda constantemente, no está irremediablemente perdido. La sal de la
Tierra tangencialmente trata también de la hermosa relación de Salgado con su esposa Lélia
Deluiz Wanick, el bastión que ha soportado su vida y obra. Fue ella quien compró la primera
cámara fotográfica para la familia Salgado.

Una que Sebastián llevaba durante sus viajes como economista a África. También fue Lélia
quien lo alentó a abandonar su carrera como economista para que se dedicase de tiempo
completo a la fotografía mientras ella fungía como su manager. En 2004, Sebastián Salgado
decidió volver a la fotografía para provocar una reflexión sobre la naturaleza y el destino de
nuestra planeta. La sal de la Tierra funciona como una parábola y una alegoría del poder de
decisión que tiene el hombre con la naturaleza, y cuál es su relación para con ella.

Es también una crítica a la civilización, a las guerras, un canto al hombre que vive con y para la
naturaleza, un homenaje a la vida de una leyenda viva de la fotografía.
Todo el documental partió de una serie de sucesos y momentos que permiten da r detalles de
cada postura, conceptos detallados minuciosos lo descriptivo permite expresar claramente y
tener en cuenta otros pensamientos y modelos que llevan a una construcción el documental
permite un aprendiza de un fotógrafo y la descripción de cada foto o suceso.

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