Capilla Sixtina

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a capilla sixtina, la

maravilla del renacimiento


a capilla sixtina, la
maravilla del renacimiento
a capilla sixtina, la
maravilla del renacimiento
En 1508, el papa Julio II encargó a Miguel Ángel la
decoración de la Capilla Sixtina. El resultado fue una
creación monumental que rompió los moldes del arte
renacentista
Miguel Ángel realizó los frescos de la Capilla Sixtina entre 1508 y 1512. La restauración que
se realizó en la década de 1990 mostró el increíble dominio técnico del pintor, que además no
contó con ayudantes para la realización de las pinturas, tan solo unos obreros que prepararon
la techumbre. El tamaño gigantesco de las figuras y la dificultad de aplicar la pintura en los
techos curvos convierten este fresco en una creación excepcional. El propio artista comentó
en sus escritos el dolor que le provocaba trabajar desde los andamios.

En 1508, la Roma de Julio II era un taller extraordinario. Bramante estaba


ocupado en la reconstrucción de la basílica de San Pedro y en las obras
del palacio Vaticano. Rafael comenzaba los frescos de las habitaciones del
papa. Y para la Sixtina, el papa Della Rovere quería a Miguel Ángel a
cualquier precio, a pesar de sus protestas y también a pesar de su
inexperiencia en la pintura, como Bramante señalaba con razón. En efecto,
de joven Miguel Ángel había conocido la técnica de la pintura mural en el
taller de Ghirlandaio, pero nunca la había puesto en práctica. Por lo que
respecta a los frescos florentinos de la Batalla de Cascina, no había pasado
de los cartones.
En los muros de la capilla Sixtina se sucedían los frescos de Botticelli, Ghirlandaio,
Cosimo Rossi, Perugino y Signorelli. La bóveda había sufrido dos
restauraciones, la última completada con vistas a la intervención de Miguel
Ángel. El 8 de mayo de 1508 se acordó un primer plan, pero al artista le
pareció «cosa pobre». Por ello el contrato se revisó en junio: se doblaron los
emolumentos y el artista obtuvo pintar lo que quisiera, no sólo en el techo,
sino también en las pechinas y en las lunetas.
En un soneto célebre el artista nos habla de los prolongados esfuerzos a los
que se sometió trabajando sin descanso durante años en una postura muy
incómoda: «Los lomos se me han metido en la tripa y con las posaderas hago de
contrapeso y me muevo en vano sin poder ver». Mientras, el papa estaba
impaciente, hasta el punto de que, según el biógrafo Condivi, amenazó
con tirar al artista de los andamios y en una ocasión«le dio con un palo».

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