Aportaciones Estudio Cosmovision
Aportaciones Estudio Cosmovision
Aportaciones Estudio Cosmovision
Introducción 9
Fernando Sancén Contreras
Diferencia y diálogo: genealogía
de la variación de significados 15
Franz Peter Oberarzbacher
Subjetividad e imagen del mundo: la impostura
en la “ontología política” de la modernidad 23
César Arturo Velázquez Becerril
La imaginación activa de Carl Gustav Jung.
Hacia una nueva consciencia ético-psicológica
del mundo 71
Federico de Luca Comandini
Actuar humano, cosmovisión y hermenéutica 91
César Mureddu Torres
y Rosa de Guadalupe Romero Zertuche
Cosmovisión y reconocimiento en el pensamiento
de Axel Honneth 105
Juan Manuel Almarza Meñica
Dinamismo de la cosmovisión a partir de la praxis 131
Fernando Sancén Contreras
El espacio exterior y el hombre perdido:
arabidad y espacio 149
Montserrat Abumalham
Judaísmo, cosmovisión interpretada a base
de parábolas. 191
Luis F. Girón Blanc
La diosa en la cosmogonía mexica 211
Blanca Solares
Introducción
1
Andrés Ortiz-Osés y Patxi Lanceros (eds.), La interpretación del mundo. Cuestiones
para el tercer milenio, Anthropos/uam, Barcelona-México, 2006.
[]
10 INTRODUCCIÓN
2
Hans-Georg Gadamer, Gesammelte Werke (Obras completas), tomo II, Tubinga,
1995, p. 52. Citado por Jean Grondin, Introducción a la hermenéutica filosófica, Herder,
Barcelona, 1999, p. 172.
3
Hans-Georg Gadamer, El giro hermenéutico, Cátedra, Madrid, 2001, pp. 225
y ss.
INTRODUCCIÓN 11
[15]
16 Franz peter oberarzbacher
1
Alfred Schutz, El problema de la realidad social, Amorrortu, Buenos Aires, 1974.
Alfred Schutz y Thomas Luckmann, Las estructuras del mundo de la vida, Amorrortu,
Buenos Aires, 2003.
2
Martin Heidegger, Nietzsche, Editorial Destino, Barcelona, 2001.
diferencia y diálogo 17
Madrid, 1998.
4
Martin Heidegger, Filosofía, ciencia y técnica, Editorial Universitaria, Santiago
de Chile, 2003.
diferencia y diálogo 19
Se cuenta que hubo una vez en un lugar cualquiera un rey. Las le-
yendas de su sabio gobierno habían recorrido muchas distancias. La
gente de todos los lugares acudía a su palacio para oírle disertar sobre
lo justo y lo injusto y para ser testigo de cómo impartía justicia. Cierto
día, estando sentado sobre su trono, una paloma perseguida por un
halcón se posó sobre la real persona implorándole: ¡ten piedad de mí,
oh gran rey, y sálvame de mi cruel enemigo! El rey alisó el alborotado
plumaje de la paloma en forma tranquilizadora, mientras recordaba
el viejo precepto de que la protección de un suplicante es un acto de
gran mérito. Súbitamente la mirada del rey fue atraída hacia el cielo-
rraso desde donde llegaba la áspera voz del halcón quien, furioso ante
el fracaso, estaba tan fuera de sí que tuvo la temeridad de volar como
una flecha sobre la cabeza de su majestad asediándole con preguntas.
5
Georg W.F. Hegel, Lógica, Folio, Barcelona, 2002.
20 Franz peter oberarzbacher
Luego se posó sobre un relieve al mismo nivel del rey y lo desafió así:
“sin duda es virtuoso gesto proteger a los que te reclaman, pero, ¿es
eso todo lo que debe tenerse en consideración? Debes saber que al
escudar a la paloma me estás ocasionando un agravio. Al quitarme mi
natural y destinado alimento, salvarás la vida de la paloma pero yo
moriré de hambre con toda seguridad. ¿Y quién cuidará entonces de
mi esposa y de mi tierno hijo? ¿Quién les traerá la comida? También
ellos morirán. Esto significará la pérdida de tres vidas, tan sólo porque
te has propuesto salvar una”. El hombre prudente debe asegurarse,
aún en los casos en que le hace el bien a alguien, de no perjudicar y
herir a otro. Un hombre justo debe estar libre de semejantes contra-
dicciones. El rey, al fin sabio y justo, no podía responder con cualquier
desatino. Así que ofreció cortarse un pedazo de su propia carne, igual
al peso de la paloma, para darla en alimento al halcón.
6
Recomiendo sin reservas la lectura del libro de Luis E. De Santiago Guer-
vós: Arte y poder. Aproximación a la estética de Nietzsche, Trotta, Madrid, 2004.
22 Franz peter oberarzbacher
7
Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, Taurus, Buenos Aires, 1989.
8
Karl-Otto Apel, Teoría de la verdad y ética del discurso, Paidós, Barcelona 1991.
9
No existe tampoco un acuerdo unánime en la literatura filosófica y científica
acerca de su significado.
Subjetividad e imagen del mundo: la impostura
en la “ontología política” de la modernidad
[23]
24 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
dad ética del mal y conforma la relación agonística ente los hombres,
la naturaleza y los dioses.1
Si se consigue instaurar una relación dialéctica que permita esta-
blecer vínculos creativos entre la unidad y los fragmentos constituti-
vos de la ruptura (círculo hermenéutico), se forma un equilibrio siempre
provisional que permite contener el colapso y la dispersión de todo lo
establecido. Mientras que esta punzante ruptura nos coloca en el abis-
mo donde caemos y nos debatimos tenazmente, también posibilita la
fisura ontológica que nos constituye en la orfandad de nuestra libertad y
en el ser dislocado que se precipita en la búsqueda de sentidos, aun los
más absurdos. En el fondo, toda visión del mundo busca restaurar una
relación de sentido desde el remolino trinitario que lo constituye, pero
que le permite al ser humano establecer los referentes antropológicos
interpretativos de sí mismo y de lo existente que lo rodea.
Todavía hace algunos años se venía hablando con ahínco de una
posible “crisis del sentido” (Jan Patocka), pero con la serie de acon-
tecimientos estrepitosos que se han sucedido últimamente al parecer
estamos por completo expuestos a un tipo de “abandono de sentido”
(Jean-Luc Nancy). Si esto es así, la apertura del escamoteo de senti-
do se constituye en un reto –no ausente de angustia y desesperación
ingénitas– en el que tenemos que aprender a vivir; primero, saber
existir como resistencia en la misma ausencia de sentido y, luego, como
persistencia en la búsqueda de formaciones de sentidos vitales.
En la indagación de un sentido más allá de la ausencia de sentidos,
de los sentidos desgranados en su propia ausencia, se postulan con
insistencia las diversas “visiones del mundo” (soporte de creencias,
valores, principios, seguridades, identidades, formas de saber y hacer,
mitos...), que pretenden un excedente de sentido que para nosotros –en
un marcado contexto de globalización, tecnociencia, “secularización”,
despolitización, telecomunicación satelital, multiculturalismo, cosmo-
politismo, world show– es un dentro del mundo, un puro vivir intra-mun-
dano; pero si resulta que el espectáculo que es el mundo se constituye
1
Para un desarrollo más amplio de esta compleja temática, véase Patxi
Lanceros, “Sentido”, pp. 511-514 y Andrés Ortiz-Osés, “Visiones del mundo”,
pp. 546-567, en Ortiz-Osés, Andrés y Lanceros, Patxi (directores), Diccionario de
hermenéutica, Universidad de Deusto, Bilbao, 2004. Al respecto, también puede
consultarse A. Ortiz-Osés, Las claves simbólicas de nuestra cultura, Anthropos, Barce-
lona, 1993.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 25
2
“Se puede afirmar entonces que la teoría completa de la democracia es
conjuntamente a) descriptiva y prescriptiva y también b) es aplicación de la teoría
a la práctica. Hoy es la teoría del Estado liberal-democrático”, véase G. Sartori,
¿Qué es la democracia?, Nueva Imagen, México, 1997, pp. 10 y ss.
26 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
3
La noción de gubernamentalidad resulta fundamental para poder comprender
las principales intenciones del último periodo del pensamiento foucaultiano, en
tanto que implica la relación de uno consigo mismo ya que apunta al “conjunto
de prácticas mediante las cuales se pueden constituir, definir, organizar e instru-
mentalizar las estrategias que los individuos, en su libertad, pueden tener los unos
respecto a los otros [...] permite, eso creo, hacer valer la libertad del sujeto y la
relación con los otros, es decir, lo que constituye la materia misma de la ética”,
M. Foucault, Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales, vol. iii, Paidós (col. Paidós
Básicos, núm. 102), Barcelona, 2001, p. 414.
28 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
4
Ibíd., p. 257.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 29
5
No hay que perder de vista que el punto de partida del análisis de Foucault
es la Apología y el Alcibíades de Platón, en donde señala que tenemos que reco-
nocer a Sócrates como el “maestro del cuidado de sí”; por lo tanto, el conocido
imperativo sobre el conocerse a sí mismo (gnôthi seautón) no debía hacernos olvidar
su complemento indispensable, la invitación al cuidado de sí (epiméleia heautoû). El
propósito de este cuidado de sí, Sócrates lo justifica: 1) se trata de una misión que
ha sido confiada por los dioses; 2) es una tarea libre de todo interés; y 3) se refiere
a una función útil para la ciudad, Ibíd., pp. 275-276.
30 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
6
Habría que aclarar que en esta última etapa de la reflexión del filósofo fran-
cés se puede reconstruir sobre todo “Acerca del comienzo de la hermenéutica del
yo” (“About the Beginning of the Hermeneutics of the self”, 1980), conferencia
pronunciada en la Universidad de Berkeley; Las técnicas del yo (“Technologies of the
Self / Les techniques de soi”, 1982), conferencias en la Universidad de Vermont
y “El combate de la castidad” (“Le combat de la chasteté”, 1982), texto aparecido
más tarde en el tercer tomo de su Historia de la sexualidad. La inquietud de sí.
7
Ibíd., p. 447.
8
Ibíd., p. 471.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 31
9
Este enfoque repercute directamente con el análisis y la forma como se ve-
nía abordando la problemática: 1) fijarse más en las prácticas que en la historia de
las creencias cristianas; 2) observar que esta hermenéutica no ha de organizarse
sólo en las doctrinas; 3) percibir la confusión entre hermenéutica de sí y las teolo-
gías del alma (concupiscencia, pecado, pérdida de la gracia); y 4) aunque en toda
la cultura occidental se ha difundido de forma diversa y en ámbitos diferentes
una hermenéutica de sí, luego resulta difícil de diferenciarla de otras prácticas
cotidianas, Ibíd., pp. 444 y ss.
10
M. Foucault, “La lucha por la castidad”, en Ph. Ariès, A. Bejín, M. Foucault
y otros: Sexualidades occidentales, Paidós (col. Paidós Studio, núm. 61), México, 1987,
p. 47.
32 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
11
En aras de que la palabra Dasein no pierda su riqueza polisémica, el au-
tor de la más reciente traducción de Ser y tiempo (véase nota 9), prefiere dejar
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 33
biéndolo a ciertos aspectos que tienen que ver con la crítica del cogito
cartesiano, el cuestionamiento a la época moderna y recuperando
algunas de sus propuestas que atañen al Dasein y relacionándolo con
los planteamientos esenciales del ser–, es indispensable no perder de
vista que se trata de preocupaciones e intereses que siguen ocupando
al último Heidegger. Es decir, es un mismo planteamiento filosófico
pero que se desarrolla en diferentes niveles: se pasa de una Analítica
del Dasein al nivel de la filosofía del lenguaje y de la creación artística.
No se desplaza la preocupación fundamental de su pensamiento, sino
que se da cuenta que el registro de su reflexión sigue moviéndose en
el nivel de la metafísica racional occidental y que para su superación
efectiva debe encontrarse una nueva forma de pensar y la inflexión de
un nuevo uso del lenguaje que conduzca dicha reflexión.12
tal cual la palabra: “La palabra Dasein significa, literalmente existencia, pero
Heidegger la usa en el sentido exclusivo de existencia humana. Se podría tra-
ducir, pues, por existir o existencia. Pero con eso perdería toda la alusión que
Heidegger hace implícitamente a la etimología de la palabra. Dasein significa
literalmente “ser el ahí”, y por consiguiente se refiere al ser humano, en tanto
que el ser está abierto a sí mismo, al mundo y a los demás seres humanos.
Por Dasein alude también, indirectamente, al abrirse del ser mismo, a su irrup-
ción en el ser humano. Por eso hemos preferido dejar la palabra en alemán,
como lo hace, por lo demás, hoy día, la mayoría de las traducciones”, véase
M. Heidegger, Ser y tiempo (trad., pról. y notas de Jorge Eduardo Rivera C.),
Trotta (col. Estructuras y Procesos / Serie Filosofía), Madrid, 2003, nota final
“p. 30 ***”, 454.
12
Para una profundización en este planteamiento teórico de “serpiente que se
muerde la cola”, véase Paul Ricœur, El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de her-
menéutica I, fce (Sección de obras de filosofía), Buenos Aires, 2003, pp. 205-214
y Vicente Lozano Díaz, Hermenéutica y fenomenología, edicep, Valencia, 2007, pp.
67-71, a quienes seguimos aquí a grandes rasgos.
34 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
13
La numeración que aparece entre paréntesis, si no se indica otra cosa,
pertenece a la reciente edición de Ser y tiempo (2003), se trata de una muy loable
edición, superior a traducciones anteriores por el cuidado, la dedicación y que
hace más comprensible esta obra fundamental del pensamiento contemporáneo.
Sin duda, un acontecimiento editorial digno de tener en cuenta.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 35
14
La analítica crítica que realiza de la modernidad lo lleva a puntualizar cua-
tro aspectos fundamentales de un mismo fenómeno: (i) racionalidad del sistema (se
pretende dar razón de cada ente); (ii) metafísica de la subjetividad (el sujeto como
modelo fundamental del Dasein); (iii) dominación planetaria de la técnica (el hom-
bre como amo de la naturaleza); y (iv) sistema totalitario socio-económico-político
(el ente es organizado burocráticamente para ser infinito). Véase L. Ferry, Filosofía
política I. El derecho: la nueva querella de los antiguos y los modernos, fce, México, 1997,
pp. 12-14.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 37
15
Para una revisión puntual de los aspectos históricos y teóricos de este fun-
damental tema, véase M. Heidegger, Introducción a la filosofía (trad. de Manuel Ji-
ménez Redondo), Cátedra/Universitat de València (col. Frónesis), Madrid, 1999,
pp. 243 y ss.
38 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
do. Pero sucede que en este “inicio radical” el pensador francés deja
indeterminado el modo de ser de la res cogitans; es decir, en aras de
establecer un principio original que sea lo suficientemente fiable, se
centra en el ego cogito y deja de lado la cuestión esencial del sentido del
ser del “sum”.16
Heidegger observa que el hilo conductor de los equívocos de la
metafísica occidental en la conformación de una ontoteología durante
la modernidad se presenta de forma secularizada; cuestiones como la
“trascendencia” que impulsan al hombre en un proceso de autosu-
peración de sí mismo, en tanto que es más que un ser inteligente, se
remontan a la influencia cristiana. Todo el enfoque antropológico y
psicológico moderno hunde sus raíces en la dogmática cristiana en su
expresión ontoteológica; se parte de la determinación de la res cogitans,
la conciencia que termina sustentando la “trama de las vivencias”.
Pero en el momento en que dichas cogitationes se consideran como algo
dado por antonomasia, fuera de toda discusión y cuestionamiento, se
termina des-problematizando y sustrayendo de sus fundamentos onto-
lógicos esenciales.
Corresponde sólo a la modernidad la conformación de lo que
llamamos una imagen o concepción del mundo (Weltbild), mediante
el proceso de cosificación de los entes circundantes que las cogitationes
establecen. La ontología del “mundo” que establece Descartes está
determinada por la cualidad de la extensión, en tanto constitutiva de la
espacialidad que establece el mundo circundante; de tal forma que el
mundo estaría determinado como res extensa. La distinción ontológica
que establece Descartes es entre “espíritu” (res cogitans) y “naturaleza”
(res extensa), pero como ya veíamos el ser del ente se determina como
substantia, en relación con el antiguo concepto griego de , en
tanto que el ente mismo es una sustancia con sus cualidades particu-
lares. De la sustancia corpórea con extensión denominada “mundo”
sus características particulares serían la dimensión largo, ancho y
profundidad. Ahora bien, la forma como la res corporea adquiere toda
su dimensión es mediante la propiedad del movimiento, en tanto cam-
bio de lugar establecido a partir de la determinación del transcurrir
temporal.
16
Al respecto, también pueden consultarse los interesantes comentarios de
Jean-Luc Nancy, Ego sum (trad. y pról. de Juan Carlos Romero Romo), Anthropos
/ Universidad Autónoma de Querétaro, Barcelona, 2007, pp. 5-28.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 39
17
L. Ferry, Filosofía política..., op. cit., pp. 14-17.
40 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
18
M. Foucault, Estética, ética y hermenéutica..., op. cit., p. 407.
19
P. Ricœur, El conflicto de las interpretaciones, op. cit., p. 210.
20
Si bien es cierto que sería un análisis superficial atribuir estos efectos (cosi-
ficación del mundo, objetivación del sí mismo y ensimismamiento del ego cogito) al complejo
pensamiento de Descartes, como lo ha señalado P. Ricœur, entre otros; en la
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 41
La subjetividad cuestionada,
la impostura puesta en marcha
confrontación entre una hermenéutica del “yo soy” y el Cogito, hace notar que se ol-
vida el proyecto ontológico que yace por debajo del Cogito, borrado por la propia
formulación de Descartes y el tratamiento que la historia de la filosofía hace del
mismo. Para encontrarse con el auténtico pensamiento de Descartes habría que
superar la misma filosofía del ego cogito (P. Ricœur, Ibíd., pp. 205 y ss.). También
recordemos que “no hay ninguna posibilidad [chance] de sustraerse a la recons-
titución metafísico-antropológica del Sujeto, si no es mediante la irrupción del
murmullo [...] lo que nos queda por pensar cabría en estas dos rúbricas: 1) ego es
ese otro que es también el mismo; 2) esa mismidad del otro y del mismo no está
en el margen, sino en el corazón de la intuición cartesiana”, véase J.L. Nancy,
Ego sum, op. cit., pp. 15 y 17, n. 19.
42 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
21
“El filósofo contemporáneo se encuentra con Freud en los mismos parajes
en los que halla a Nietzsche y a Marx; los tres se erigen ante él como protago-
nistas de la sospecha, como desenmascaradores. Un problema nuevo ha nacido:
el del engaño de la conciencia, de la conciencia como engaño; dicho problema
no puede constituir un problema particular entre otros, pues lo que está en
cuestión de manera general y radical es aquello que, para nosotros –buenos
fenomenólogos–, constituye el campo, el fundamento, el origen mismo de toda
significación: la conciencia”, P. Ricœur, El conflicto de..., op. cit., p. 95 y R. de
Monticelli, El futuro de la fenomenología. Meditaciones sobre el conocimiento personal,
Ediciones Universidad de Valencia / Cátedra (col. Frónesis, núm. 31), Madrid,
2002, pp. 102 y ss.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 43
22
En cierto sentido, el mismo Descartes es conciente de que “la crisis de Co-
gito es contemporánea de la posición del Cogito”, P. Ricœur, Sí mismo como otro (trad.
Agustín Neira Calvo), Siglo xxi Editores, México, 1996, p. xv.
44 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
23
H.G. Gadamer, El giro hermenéutico, Cátedra (col. Teorema/Serie Mayor),
Madrid, 2001, pp. 12-13.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 45
24
Véase L. Ferry, Filosofía política..., op. cit., pp. 14-17.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 47
25
Si bien en su radical crítica Žižek no deja –como suele decirse– “títere con
cabeza”, claro, exceptuando aquellas tendencias marxistas que le sirven de apoyo
crítico a sus análisis (como una extraña e indefendible reivindicación que hace
de Lenin y la lectura marxista que realiza de Hegel como principal referente),
no coincidimos del todo con este pensador esloveno. Estamos de acuerdo con
muchos de los análisis críticos que hace de las corrientes posmodernas descons-
tructivas de la subjetividad moderna, pero no coincidimos en sus impulsos por
“rescatar al sujeto cartesiano” ni con radicales posturas marxistas que, al no
someterlas con detenimiento a su aparato crítico y dar por obvios ciertos princi-
pios, termina realizando lo que él mismo critica. Sin embargo, esto no demerita
su obra ni debe hacernos olvidar que se trata –junto con el de Jean-Luc Nancy
(2007)– de uno de los más interesantes y sugerentes análisis críticos del sujeto y la
subjetividad contemporánea.
48 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
26
Marcel Gauchet, El desencantamiento del mundo. Una historia política de la reli-
gión (trad. de Esteban Molina), Trotta/Universidad de Granada, Madrid, 2005,
p. 232.
27
“La secularización suele asociarse a una serie de ideas que ayudan a la
conformación de la modernidad occidental: 1) desvanecimiento de lo religioso y
pérdida del valor central de su cultura; 2) transformación del interés y preocupa-
ciones extramundanas en intramundano [proceso de racionalización y (re) huma-
nización de la religión]; 3) proceso de diferenciación de esferas de las actividades
humanas (autonomización de ámbitos de acción); 4) pérdida del carácter sacro
del mundo; 5) transformación de ideas y creencias vinculadas a lo divino al cam-
po secular; 6) transmutación global de la sociedad sacralizada a la sociedad de
tipo secular; y 7) sustitución de una cosmovisión organicista tradicional –donde la
comunidad absorbe a las personas– por una cosmovisión individualista –donde el
individuo adquiere el estatuto primordial en la construcción de los lazos comu-
nitarios que lo definen–”, E. Lamo de Espinosa y otros, Sociología del conocimiento,
Alianza Editorial, Madrid, 1994, pp. 54-68; M. Gauchet, La religión en la democra-
cia. El camino del laicismo, El Cobre, Barcelona, 2003, pp. 24-26 y X. Etxeberria,
Derechos humanos y cristianismo. Aproximación hermenéutica, Universidad de Deusto (col.
Cuadernos Deusto de Derechos Humanos, núm. 4), Bilbao, 1999, pp. 13-17.
52 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
28
Marcel Gauchet, El desencantamiento..., op. cit., p. 237.
29
Ibíd., pp. 241-242.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 53
30
Ibíd., p. 244.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 55
31
Ibíd., p. 282.
56 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
Otfried Höffe, Ciudadano económico, ciudadano del Estado, ciudadano del mundo.
32
Ética política en la era de la globalización (trad. de Carlos Díaz Roca), Katz Editores,
Buenos Aires, 2007, pp. 12-13.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 57
33
“No sin saber que su inactualidad nos precipita de un solo golpe al borde
extremo del discurso, y que ella agota los recursos de éste mismo incluso antes
de haberlo dejado comenzar, o en la apertura misma de su inicio [entame]. Es en
este agotamiento que hay que trabajar, ahí donde acaso el Sujeto se agota”, J.L.
Nancy, Ego sum, op. cit., p. 22.
58 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
34
Vicente Lozano Díaz, Hermenéutica..., op. cit., p. 48.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 59
Hay que partir de no perder de vista que “la relación entre ‘ente’
y ‘ser’ no enlaza dos términos independientes. El ‘ente’ ha hecho
ya un contrato con el ser; no se le puede aislar. Es. Ejerce sobre el
ser el dominio mismo que ejerce el sujeto sobre el atributo. Lo ejerce
en el instante, que, para el análisis fenomenológico, es indescompo-
nible”.35
Esta relación inseparable que se realiza en la intersubjetividad asimé-
trica, en donde el sujeto se conserva a sí mismo pero en el lugar de la
trascendencia complementaria con los otros,36 dentro de los paráme-
tros siempre paradójicos de un “presente concreto” que se intrinca en
la temporalidad histórica del juego entre el pasado y el porvenir. En
este enredo de la existencia humana, en tanto que busca “ser el sujeto de
su devenir”, se tiende con la filosofía moderna al postular la sustancia-
lidad a “sacrificar a la espiritualidad del sujeto su subjetividad misma”.
Para salvar el devenir del sujeto se tiene que comprender dentro del
elemento esencial del tiempo en la “economía del ser”; es decir, sólo
comprendiendo el instante como el presente que es en tanto constitu-
yente de un sujeto que está siendo a partir de los instantes mismos.
Por el hecho mismo de que existe un presente son posibles los exis-
tentes mismos, pero a condición de que este presente se comprenda
como la constitución y posición de un sujeto. No como el intransferi-
ble punto de partida, a manera de la posición que establece la subje-
tividad cartesiana o el empeño en el mundo del Dasein heideggeriano,
sino que se trata de la base del aquí inalienable, que “permite dar
cuenta de la sustancialidad y de la espiritualidad del sujeto”.
Estos son algunos de los principales elementos que en su reflexión
de fenomenología ética introduce el filósofo lituano que, sintetizado
en la fórmula “heme aquí con el Otro”, no pretende oponer al cogito
cartesiano en tanto pensamiento y conocimiento alguna vindicación
de la voluntad y los sentimientos. Dicha posición epistemológica que
opone sujeto y objeto, dentro y fuera, suele tomarse desde una pers-
35
E. Lévinas, De la existencia al existente (trad. de Patricio Peñalver), Arena Li-
bros, Madrid, 2000, p. 15.
36
En otras palabras, el “paradigma de las filosofías del sujeto que éste esté
formulado en ellas en primera persona –ego cogito–, que el ‘yo’ se defina como yo
trascendental, que el ‘yo’ se expresado absolutamente, es decir, sin otra confron-
tación, o relativamente, que la egología requiera el complemento intrínseco de la
intersubjetividad”, P. Ricœur, Sí mismo..., op. cit., pp. xiv-xv.
60 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
37
Ricœur pretende sacudir a la fenomenología del idealismo husserliano,
mediante la perspectiva crítica y renovada de una hermenéutica que posibilite
una filosofía de la voluntad partiendo de la aceptación fundamental del método
fenomenológico, pero señalando los riesgos de su perspectiva metafísica: “Com-
prender no es ya entonces un modo de conocimiento, sino más bien un modo de
ser, el modo de ser del ser que existe al comprender”, P. Ricœur, El conflicto de...,
op. cit., p. 13. Por supuesto, dentro de la consideración de que el “comprender es
el carácter óntico originario de la vida humana misma”, H.G. Gadamer, Verdad
y método I (trad. de Ana Agud Aparicio y Rafael de Agapito), Ediciones Sígueme
(Col. Hermeneia, núm. 7), Salamanca, 2003, p. 325.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 61
38
Véase P. Ricœur, “Reflexión: una arqueología del sujeto”, en P. Ricœur:
Freud: una interpretación de la cultura, Siglo xxi Editores, México, 2004, pp. 41-42.
62 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
39
Ibíd., p. 44.
40
P. Ricœur, Sí mismo..., op. cit., p. xv.
41
H.G. Gadamer, Verdad y método..., op. cit., p. 326.
42
“Si la función narrativa permite inteligir, ordenar, ofrecer sentido, en suma,
la metáfora permite reivindicar la subjetividad por medio de las “interpretacio-
nes” que desarrolla frente a un mundo fáctico presuntamente acabado del que se
ocuparían eminentemente la ciencia y el habla cotidiana”, C. Moreno, Fenomeno-
logía y filosofía existencial, vol. II, Síntesis (col. Filosofía, Thémata, núms. 14 y 15),
Madrid, 2000, pp. 185-186.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 63
43
Ibíd., p. 186.
44
P. Ricœur, Sí mismo..., op. cit., pp. xviii-xix.
45
Ibíd., p. 353.
64 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
46
“[...] el antihumanismo moderno, al negar la primacía que para la signifi-
cación del ser correspondería a la persona humana en tanto que meta libre de sí
mismo, es verdadero más allá de las razones que aporta [...]. Su intuición genial
consiste en haber abandonado la idea de persona comienzo y origen de sí mis-
ma”, véase E. Lévinas, Humanismo de otro hombre (trad. de Daniel Enrique Guillot),
Siglo xxi Editores, México, 2006, pp. 84 y ss.
47
Si resulta que Heidegger establecía la representación como la esencia del co-
gito, “la separación [écart] que nos parece entonces a partir de ahora importante
consiste en interrogar no la esencia sino, si es posible decirlo, el proposante de la
proposición: ego enunciando él mismo. Lo que equivale a interrogar la ‘esencia’
(si ella tiene todavía una) de la proposición primera: ‘ego sum’”, cf. J.L. Nancy,
Ergo sum, op. cit., p. 20.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 65
48
H.G. Gadamer, Verdad y método..., op. cit., p. 314.
66 CÉSAR ARTURO VELÁZQUEZ BECERRIL
49
O. Höffe, Ciudadano económico..., op. cit., p. 13.
SUBJETIVIDAD E IMAGEN DEL MUNDO 67
Bibliografía
Nancy, Jean-Luc, Ego sum (trad. y pról. de Juan Carlos Romero Romo),
Anthropos / Universidad Autónoma de Querétaro, Barcelona,
2007.
Nancy, Jean-Luc, El sentido del mundo, La Marca (col. Biblioteca de los
Confines, núm. 4), Buenos Aires, 2003.
Ortiz-Osés, Andrés y Lanceros, Patxi (directores), Diccionario de Hermenéu-
tica, Universidad de Deusto, Bilbao, 2004.
Ricœur, Paul, Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, fce (Sección
de Obras de Filosofía), Buenos Aires, 2006.
_____, “Reflexión: una arqueología del sujeto”, en P. Ricoeur: Freud:
una interpretación de la cultura, Siglo xxi Editores, México, 2004, pp.
367-401.
_____, El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de Hermenéutica I, fce (Sec-
ción de Obras de Filosofía), Buenos Aires, 2003.
_____, Sí mismo como otro (trad. Agustín Neira Calvo), Siglo xxi Editores,
México, 1996.
Sartori, Giovanni, ¿Qué es la democracia?, Nueva Imagen, México, 1997.
Taylor, Charles “Engaged agency and background in Heidegger”, en
Charles B. Guignon (ed.), The Cambridge Companion to Heidegger, Cam-
bridge University Press, Nueva York, 1993, pp. 317-336.
Watson, Peter, Historia intelectual del siglo XX, Crítica (col. Serie Mayor),
Barcelona, 2003.
Žižek, Slavoj, El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, Paidós,
Buenos Aires, 2005.
La imaginación activa de Carl Gustav Jung
hacia una nueva consciencia ético-psicológica
del mundo*
Sentido y consciencia
[71]
72 FEDERICO DE LUCA COMANDINI
Imaginación activa
cual puede ser tomado como una variante específica. En larga me-
dida, en efecto, el procedimiento vuelve a proponer paisajes típicos
presentes en las más antiguas tradiciones como: el vaciamiento de la
conciencia, la actitud de receptividad y de concentración de la mente,
la atención ritual, la objetivación, etcétera. Sin embargo, respecto a
tal fondo común, la imaginación activa junguiana se diferencia por la
cualidad psicológica de relaciones con la imagen que introduce. El
método no se limita a dejar surgir lo inconsciente o, como se le quiera de-
nominar, al evento interior que trasciende la ordinaria percepción de
la realidad. Respecto a aquello que se experimenta reclama también
que se tome posición activa, suscitando una suerte de confrontación
ética con la imagen.
Para comprender mejor la cuestión y antes de entrar más a fondo
en el mérito del proceso imaginativo es necesario dar un paso atrás y
reconectarnos con algunos puntos que identifican a la psicología analí-
tica profunda sobre cuya base se apoya la posibilidad de la imaginación
activa. Esta última, en efecto, ni siquiera es concebible fuera del contex-
to en el que se origina. Más aún representa, en el contexto del análisis
psicológico junguiano, el fruto más específico en torno al camino que
recorre la individuación psicológica.
Preguntémonos, entonces: ¿qué caracteriza esencialmente la mo-
dalidad de relación con la psique introducida por C.G. Jung? Tanto
a nivel terapéutico como, en sentido más amplio, como tendencia
individuadora, como se apuntaba en las condiciones iniciales, la pers-
pectiva junguiana se refiere a la transformación de la conciencia en
sentido simbólico, más allá de la antinomia consciente/inconsciente típica
del nihilismo imperante en la visión del mundo actual. Cuando se le
preguntaba cuál fuese el rasgo distintivo de su modo de entender el
psicoanálisis con respecto a otros, a Jung le gustaba responder que
desde el punto de vista estrictamente analítico no existía una orienta-
ción particularmente propia de él.1 Por lo que concierne a la fase ana-
lítica de la terapia, Jung declara que ninguna teoría u opción técnica
lo distingue de los otros en modo especial. Según el caso podía recu-
rrir a referencias e instrumentos freudianos más que a los adlerianos o
1
Como ejemplo de lo anterior puede consultarse: C.G. Jung, (1929), “Me-
tas de la psicoterapia”, Obras completas, vol. xvi, Editorial Trotta, Madrid, 2006,
p. 41.
76 FEDERICO DE LUCA COMANDINI
2
C.G. Jung, op. cit., p. 48.
LA IMAGINACIÓN ACTIVA DE CARL GUSTAV JUNG 77
Bien visto, sin importar lo que diga Jung, en la conducción del pro-
ceso psicológico, incluso en la que predomina el método analítico, el
estilo junguiano de confrontación con la psique se diferencia de otros
estilos, de partida, por el rol de guía que la elaboración de los sueños
tiene y mantiene siempre en el contexto de la terapia.
Si históricamente fue Sigmund Freud el que señaló a la interpre-
tación de los sueños como la vía regia para acceder al inconsciente,
fue Jung, sin embargo, quien valorizó y aplicó coherentemente la
genial intuición del maestro. La cuestión, naturalmente, es demasiado
compleja y ameritaría mucho más espacio; basta en este momento
esbozar lo siguiente. Freud, a partir del método de libre asociación,
partía del sueño como el primer pespunte para un reconocimiento de
los conflictos del paciente y terminaba alejándose de tal inicio, privi-
legiando el análisis de las fantasías y de lo vivido personalmente. De
esta manera, el momento central de la terapia venía a ser el análisis
de este material compuesto y proyectado sobre la relación analítica,
lo que ha dado en llamarse análisis de la transferencia. Las imágenes
oníricas, en buena medida, son comprendidas por Freud como ex-
presiones oscuras del conflicto entre niveles psíquicos diversos, como
un texto encriptado que debe ser decodificado para llevar a la luz su
verdadero significado, el cual consistiría en su traducción en los tér-
minos razonables de una sana conciencia del yo. Desde esta visión, el
sueño aparece en definitiva como uno de los materiales neuróticos sobre
el cual opera el analista. Muchas veces aparece como el primero, cro-
nológicamente hablando, pero no por ello es el más importante, ni,
mucho menos, representa el gozne de la terapia.
Para Jung las cosas están de modo totalmente distinto: las imáge-
nes oníricas son vistas como la expresión de la realidad psíquica en su
conjunto y no como resultantes de un compromiso con las instancias
yóicas; la visión junguiana reconoce la profunda alteridad y autono-
mía de la psique inconsciente respecto a los deseos y a los temores del
78 FEDERICO DE LUCA COMANDINI
1. Vaciamiento de la mente
Se trata de una condición de partida que es común a muchas tradiciones
meditativas y que, en línea general, corresponde a mantener la concen-
tración sobre la imagen que se está tomando como referencia o sobre el
estado afectivo, el humor desde el cual puede surgir un evento psíquico.
En esta fase es importante evitar cualquier interferencia y dejar que res-
bale cualquier tendencia propia de la distracción. Es una obra de tenaci-
dad y paciencia, padeciendo las tentaciones divagadoras y devaluadoras
que proceden del yo, el cual no cede fácilmente su posición de control.
3. Objetivación
Es otro punto importante representar de alguna forma definida el
evento imaginario (imaginal). No solamente para fijarlo en la memo-
ria, lo cual es indispensable, como para los sueños, los cuales pare-
cen ser hechos de material evanescente, sino que, justamente como
acaece en los sueños, hay otra razón todavía más profunda: para que
se pueda establecer una confrontación real con las imágenes del in-
consciente. Éstas tienen necesidad de nuestra ayuda para personificarse,
necesitamos prestarles un cuerpo material de palabras, formas plásticas,
colores, música u otras cosas. Es un acto de devoción por el que se
acepta relacionarse con las figuras de la psique como realidades distin-
tas de nuestro yo, de esta forma estaremos llevados a tomarlas más en
serio sin reducirlas a nuestro capricho; y, por otra parte, como ha sido
atestiguado por el pensamiento mágico de culturas arcaicas, se logrará
también una defensa contra los riesgos de posesión. Ambas condicio-
nes son indispensables para que surja la confianza en un verdadero
diálogo entre los componentes psíquicos de la personalidad.
Simbolismo e imaginación
3
Cfr. C.G. Jung, “Mysterium Conjunctionis”, Obras completas, vol. xiv, Ma-
drid, Trotta, II Parte, 2007, 2a Edición.
84 FEDERICO DE LUCA COMANDINI
4
C.G. Jung, Psychological Types (1921), Collected Works, vol. VI, London,
Routledge and Kegan Paul, ltd., 1971. Existe traducción española del original
alemán: Tipos psicológicos, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1964, p. 591.
5
Cfr. C.G. Jung, op. cit.
6
Uno de estos aspectos se puede ver en: James Hillman, El mito del análisis,
Siruela, Madrid, 2000, pp. 245 y ss.
LA IMAGINACIÓN ACTIVA DE CARL GUSTAV JUNG 85
7
C.G. Jung, (1946), “Psicología de la transferencia”, Obras completas, vol. xvi,
Sec. II, Trotta, Madrid, 2006, pp. 159 y ss.
LA IMAGINACIÓN ACTIVA DE CARL GUSTAV JUNG 89
Introducción
[91]
92 CÉSAR MUREDDU Y ROSA ROMERO
1
Término técnico acuñado por Jean Piaget, desarrollado sobre todo en La
equilibración de las estructuras cognitivas, Siglo xxi Editores, México, 1978 y por Jean
Piaget y Rolando García en Psicogénesis e historia de las ciencias, Siglo xxi Editores,
México, 1982.
2
El caso más claro es el estudio de San José de Gracia, de Luis González y
González, aparecido en 1968, publicado por El Colegio de México, reeditado por
la Secretaría de Educación Pública en colaboración con el Fondo de Cultura Eco-
nómica en 1984, ocupando el volumen 59 en la Colección Lecturas Mexicanas.
3
Nos estamos refiriendo a la obra de Peter Berger y Thomas Luckmann,
aparecida por esos tiempos, La construcción social de la realidad, publicada en 1968
por la editorial Amorrortu de Buenos Aires.
94 CÉSAR MUREDDU Y ROSA ROMERO
4
En ese momento y aún hoy sigue siendo importante la aportación que hicie-
ra Thomas S. Khun, en la obra que apareció en 1962, conocida por todos y cita-
da en muchísimas ocasiones, La estructura de las revoluciones científicas, que en México
apareció ocupando el volumen 213 de los Breviarios del Fondo, en 1971.
5
A este respecto se nos revelaron como particularmente importantes otras dos
obras de sociología del conocimiento que ponían a nuestra disposición, al igual
que la de Berger y Luckmann, los postulados y los estudios sociológicos de Alfred
Schutz, a través de sus alumnos. Mediante estos estudios se rescataba lo aporta-
do por Weber en los aspectos de la Weltanschaung; se trata de las obras de Peter
Berger, El dosel sagrado: Elementos para una sociología de la religión, editada en español
también por Amorrortu en 1971 y, del mismo autor, encontrada sólo en su edi-
ción en inglés: The Homless Mind, editada por Penguin Books en 1973.
ACTUAR HUMANO, COSMOVISIÓN Y HERMENÉUTICA 95
6
Las obras más famosas a este respecto, corresponden a Hans J. Morgenthau
y a Raymond Aron, La lucha por el poder y la paz, Editorial Sudamericana, 1949;
así como Paz y guerra entre las naciones, editada por Revista de Occidente en 1963,
respectivamente.
7
A este respecto se puede consultar una de las obras póstumas de Piaget,
Psicogénesis e historia de las ciencias, citada anteriormente.
96 CÉSAR MUREDDU Y ROSA ROMERO
8
La elaboración y aplicación de los instrumentos de observación empírica fue-
ron desarrollados por Juan Jesús Arias en el campo de la antropología, sobre todo
aquellos que derivaron del concepto de Bien limitado y del Miedo a la envidia; estos
dos conceptos antropológicos se encuentran en el artículo de George M. Foster ti-
tulado: “Peasant sociey and the image of limited good”, que apareció en el núm. 2
del volumen 65 de la revista American Anthropologist de la American Anthropological
Association, en la ciudad de Washington el año1965. Tocó a Rosa de Gpe. Rome-
ro Zertuche elaborar la nomenclatura propia en el caso de los niveles del conflicto,
derivada de los niveles de interrelación de las ciencias que aparecieron en la obra
mencionada en la nota anterior, así como también la aplicación metodológica de
los mismos, al igual que su denominación. La primera aportación ha involucrado
la investigación desarrollada por el profesor Arias durante gran parte de estos
últimos diez años, algunos de cuyos instrumentos han servido para la elabora-
ción de la tesis doctoral. Mientras que el trabajo de la profesora Romero fue
desarrollado hacia 1994, apareciendo en el Anuario de Investigación de la Unidad
Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana en su edición de 1995, a
través de la Coordinación de Planeación y Desarrollo Académico (Coplada).
ACTUAR HUMANO, COSMOVISIÓN Y HERMENÉUTICA 97
9
Se generó un encuentro bianual internacional, denominado Símbolos y Arque-
tipos en el hombre contemporáneo, cuya primera celebración involucró a personajes de
primer orden del pensamiento junguiano, ha llegado a su sexta edición. Se pue-
den consultar las Memorias de estos eventos publicadas por la uam-Xochimilco.
10
De las obras de Carl Gustav Jung es importante resaltar aquellas que más
nos sirvieron en nuestro trabajo de indagación y de elaboración de instrumental
de análisis, entre otras de su amplísima producción podemos citar las siguientes:
El hombre y sus símbolos, editada en Barcelona por Editorial Lluis de Caralt en
1976; Los complejos y el inconsciente, editada en Madrid por Alianza Editorial en
1992; Tipos psicológicos, editada en Argentina por Editorial Sudamericana en 1972;
Símbolos de transformación, editada en Barcelona por Editorial Paidós en 1982; Ener-
gética psíquica y esencia del sueño, editada en Barcelona por Paidós en 1982; Las rela-
ciones entre el yo y el inconsciente, editada en Argentina por Paidós en 1987; Introducción
a la esencia de la mitología, en colaboración con Karl Kerényi, editada en Madrid,
por Siruela en 2004. Tuvimos oportunidad de leer y utilizar algunas otras obras
de sus colaboradores como Marie Louise von Franz y Barbara Hannah. Así mis-
mo, pudimos discutir con algunos de sus alumnos personalmente, como Sonja
Marjadge y Thomas Kirsh.
98 CÉSAR MUREDDU Y ROSA ROMERO
11
En este punto es conveniente revisar la obra de C.G. Jung, Psychological
Types (1921), Collected Works, vol. vi, Routledge and Kegan Paul, ltd., London,
1971. Existe traducción española del original alemán, Tipos psicológicos, Sudameri-
cana, Buenos Aires, 1964.
12
Para una cabal intelección de este elemento de la psicología junguiana se
recomienda consultar: C.G. Jung, Mysterium conjunctionis, Obras Completas, vol.
xiv, Ed. Trotta, Madrid, 2002.
100 CÉSAR MUREDDU Y ROSA ROMERO
13
A este respecto es importante consultar la obra de Andrés Ortiz Oses, La
nueva filosofía hermenéutica. Hacia una razón axiológica posmoderna, editada en Barcelona
por Anthropos, en 1986. Ahí podemos observar muchas de las medidas precau-
torias para desarrollar la interpretación, pero salvo en algún momento en que se
refiere a la necesidad de apelar a las imágenes y no únicamente a las ideas o con-
ceptos, no se observa en la obra una necesidad adicional de distinguir otras mani-
festaciones del hacer humano que debiesen ser tenidas en cuenta para ejercer una
correcta interpretación. Véanse particularmente la página 73 y siguientes.
14
Estas puntualizaciones fueron hechas en virtud de la aplicación de la socio-
logía del conocimiento.
ACTUAR HUMANO, COSMOVISIÓN Y HERMENÉUTICA 101
15
A este respecto puede consultarse la obra de Giovanni Vattimo, Ética de la
interpretación, editada en Barcelona por editorial Paidós en 1991. Ahí se puede en-
contrar una referencia directa al influjo de la ciencia y la tecnología en la imagen
del mundo y a la imposibilidad de lograr una imagen unitaria y compartida del
mismo, como si en su discurrir pudiera estar presente un supuesto similar a éste:
si de la realidad física hemos tenido una aproximación conceptual cambiante,
(conste que este supuesto de indagación científico-filosófica no está explícitamente
elaborado por él, más bien se refiere a la imposibilidad de obtener una imagen
unitaria del mundo por efecto de la excesiva especialización de las diversas cien-
cias), entonces, no hay razón para aferrarse a una aproximación al sentido del
ser del ser-humano que intente ser definitiva y metafísicamente absoluta. Véanse
principalmente las páginas 46 a 51.
16
A este respecto se puede consultar la obra de Piaget y García, Psicogénesis e
historia de las ciencias, citada anteriormente, sobre todo en sus páginas 173 a 194.
102 CÉSAR MUREDDU Y ROSA ROMERO
17
A este respecto se podría consultar provechosamente el magno intento que
aparece en la obra póstuma de Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto, editada
en México por el Fondo de Cultura Económica, en 2002; nosotros tuvimos opor-
tunidad de consultar la 2a reimpresión aparecida en 2006. Independientemente
de que se pueda estar de acuerdo o no con la denominación utilizada por el
maestro casi al final de sus días, lo importante es el énfasis y el desplazamiento en
el acento del análisis. No sólo es importante lo que el ser humano pueda pensar
del mundo, si logra o no una visión coherente de él y si se encuentra o no de
manera adecuada desarrollando ahí su existencia, lo importante es lo que pien-
sa de sí mismo. Podremos o no también, estar de acuerdo con la forma en que
desarrolla su indagación sumergiéndose en la historia antigua, en los albores del
pasaje al mundo romano, precursor inmediato del mundo europeo contemporá-
neo. Podremos estar de acuerdo o no en iniciar con los estoicos y con Epicuro
sus reflexiones y abstraer el mundo cristiano de su análisis, como si éste hubiese
sido un incidente menor.
18
Para un abordaje sustantivo de lo que Jung propone para el sí mismo al
interior de la estructura psíquica planteada por él puede ser importante consultar
ACTUAR HUMANO, COSMOVISIÓN Y HERMENÉUTICA 103
su obra, Aion, Contribución a los simbolismos del Sí-mismo (1951), Collected Works,
vol. IX -2, Routledge and Keagan Paul, ltd., London, 1959, hay traducción es-
pañola en Paidós, y también se recomienda: Mysterium Conjunctionis, (1955-1956),
Collected Works, vol. XIV, Routledge and Keagan Paul, ltd., London, 1963, en
la traducción española, corresponde a la Obra Completa, vol. XIV, Ed. Trotta,
Madrid, 2002. Ahí se puede observar cómo de manera colectiva y también de
forma individual, en la humanidad han aparecido formas simbólicas que remiten
a la presencia de un arquetipo en los seres humanos en su conjunto. Referirse al
arquetipo en el contexto de esta corriente psicológica significa ponerse en con-
tacto con uno de los elementos más arcaicos y misteriosos de nosotros mismos.
En el caso del sí mismo nos estaríamos refiriendo al punto clave, al centro mismo
de la estructura psíquica, desde donde surge la totalidad de la energía psíquica, de
la libido.
104 CÉSAR MUREDDU Y ROSA ROMERO
A modo de conclusión
Con este breve pero intenso recorrido de casi 20 años de trabajo qui-
simos, o nos impusimos la tarea de compartir el camino tan difícil y,
por qué no, tan sinuoso que debe hacer la mente humana al enfrentar
incógnitas de envergadura. Así ha sido siempre. Se les pueden sosla-
yar en un momento dado, pero en el recodo del camino se vuelven
a encontrar.
El apelar a la subjetividad, tan en boga hoy en día, pudiera parecer
una respuesta hasta cierto punto cómoda y teóricamente diluyente de la
propia responsabilidad frente al sentido de lo que se dice o de lo que se
hace. Pero no es así. Por ello, el hecho de habernos encontrado con la
necesidad de conocer algunos de los ingredientes que nos constituyen y
pueden influir, sin que conozcamos el grado, en nuestras propias tomas
de posición es, a su vez, un logro de este caminar por los derroteros de
la búsqueda de sentido de los hechos, que cuando entran en conflicto
sentidos divergentes, obligan, tanto a los que viven inmersos en tal
tensión como a los que estudiamos los hechos sociales, a una revisión
extremadamente profunda y comprometida del propio interior.
Parece ser, pues, que a pesar de tantos años que el ser humano lle-
va consignando de manera más o menos sistemática sus impresiones
y sus reflexiones en torno a lo que ocurre, a lo que es o en torno a sí
mismo, el meollo sigue siendo el mismo: la interpretación que otor-
gamos depende en proporción directa del grado de autoconocimiento
que se tenga. No nos cabe la menor duda de que la función herme-
néutica tiene una relación directa con el ser de este ser nuestro,19 el
único capaz de interpretar y de comunicar lo interpretado. Pero a la
vez, manifiesta con claridad, también, la característica propia de este
nuestro mismo ser, mediante la cual emerge una relación de depen-
dencia directa de nuestro modo peculiar de entrar en contacto, vía
cognitiva, con lo que es, existe u ocurre. Con ello, quizás se obtiene
una demostración indirecta del famoso axioma medieval, con el que
se intentaba plasmar el hylemorfismo aristotélico: operari sequitur esse.
[105]
106 Juan manuel almarza meñica
2
A. Honneth y Nancy Fraser, ¿Redistribución o reconocimiento?, Ediciones Mo-
rata, Madrid, 2006.
cosmovisión y reconocimieno 107
3
Sebastiano Maffetone, op. cit.
108 Juan manuel almarza meñica
4
Axel Honneth, Kritik der Macht. Reflexionsstufen einer kritischen Gesellschftstheorie,
Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 2ª ed., 1989. En esta obra, el autor fija su
posición en el marco de la tradición crítica de la Escuela de Frankfurt.
5
Antonio Carnevale, “Intersoggetività e conflitti: il modello comunicativo tra crisi e
progrsso”. Introducción a la traducción italiana de Axel Honneth, Il dolore dell’ in-
determinato. Una attualizzazione della filosofia política di Hegel, Manifesto Libri, Roma,
2003, pp. 7-35.
cosmovisión y reconocimieno 109
6
Axel Honneth, La lucha por el reconocimiento: por una gramática moral de los conflic-
tos sociales, Ed. Crítica, Barcelona, 1997, p. 13 (traducción revisada).
110 Juan manuel almarza meñica
Reactualización de hegel
7
Citado por A. Honneth, op. cit., cap. 4: “Reconocimiento y socialización:
Mead y la transformación naturalista de la idea hegeliana”. Cfr. G. Mead, Mind,
Self and Sociey, University of Chicago Press, Chicago, 1934.
114 Juan manuel almarza meñica
El reconocimiento afectivo
A. Honneth, op. cit., pp. 117-118. Cfr. Donald Winnicott, Realidad y juego,
8
El reconocimiento jurídico
11
G. Wilhelm Friedrich Hegel, Enzyklpädie der Philosophischen Wissenschaften III,
en Werke, vol. X, Suhrkamp, Frankfurt a. M., pp. 221 y ss. Citado por A. Hon-
neth, op. cit., p. 133.
120 Juan manuel almarza meñica
El reconocimiento cultural
12
A. Honneth, op. cit., p. 148 (traducción revisada).
122 Juan manuel almarza meñica
[...] una sociedad cuyo entorno social, cultural o político permite a los
individuos desarrollar una identidad autónoma o una relación positiva
consigo mismo. Es una sociedad en la que cada uno debería poder
devenir lo que él desea ser sin tener que pasar por la experiencia do-
lorosa del menosprecio o de denegación de reconocimiento. Si se me
obliga a resumir en una frase mi proyecto filosófico, diría que consiste
en reflexionar en los contornos que debería tener una sociedad para
asegurar a sus miembros las condiciones de una “vida buena”. Yo
parto así de la constatación de que existe en nuestras sociedades
deficiencias que desembocan menos en una violación de los principios
de justicia que en un atentado concreto a las condiciones de autorrea-
lización individual.13
14
Cfr. los trabajos del historiador Edward P. Thompson sobre la formación
de la clase obrera en Inglaterra, The Making of the English Working Class, Gollancz,
London, 1963.
124 Juan manuel almarza meñica
Bibliografía
El mundo actual sufre una grave crisis derivada del casi instantáneo
cambio en el que día con día se ve sumergido. En pocos años nuestra
civilización se ha visto trastornada por nuevas formas de llevar la vida.
Ante la novedad y el cambio incesante, el hombre actual busca inútil-
mente asirse a valores que antaño le proporcionaban seguridad; añora
instituciones ya inoperantes; el derrumbe de valores éticos absolutos
y su consecuente inoperabilidad en los tiempos actuales le causan
sentimientos de abandono y lo postran en la angustia. La vorágine en
que se suceden los cambios sólo permite ver la incongruencia entre los
principios estables que guiaban al hombre y las circunstancias inéditas
para las que resultan inadecuados dichos principios. El devenir perpe-
tuo se ha establecido como la propiedad más reconocida del mundo
en que vivimos. La humanidad está dejando atrás un mundo seguro
y, oscurecida por la nostalgia, su vista no logra acostumbrarse al dina-
mismo de su propio cambio. Estos hechos demandan de la filosofía y
de las ciencias, nuevas tareas orientadas a ofrecer análisis pertinentes
que se originen en dicho dinamismo que envuelve nuestras vidas. En
efecto, aceptar el cambio y mantener la estabilidad, actuar para obte-
ner nuevas condiciones de existencia, plantear explicaciones estables
y al mismo tiempo abiertas a otras nuevas con mayor coherencia, son
las nuevas condiciones en las que se debaten nuestras sociedades.
Este dinamismo se gesta en la acción humana, y nos proponemos
analizarla en este trabajo desde la perspectiva de la cosmovisión desta-
cando que ésta también pertenece al cambio constante. Por tanto, nos
[131]
132 FERNANDO SANCÉN CONTRERaS
Cosmovisión y éthos
Cosmovisión y diánoia
Éthos y diánoia
Cosmovisión y hermenéutica
2
Hans-Georg Gadamer, El giro hermenéutico, Cátedra, Madrid, 2001, p. 183.
DINAMISMO DE LA COSMOVISIÓN 145
Conclusión
5
G. Gadamer, op. cit., p. 215.
148 FERNANDO SANCÉN CONTRERaS
Bibliografía
Montserrat Abumalham*
Introducción
[149]
150 MONtSERRAT ABUMALHAM
1
P. Martínez Montávez, “Imaginación e ‘imaginario’ en la literatura árabe
contemporánea: el sentido de una recuperación”, Literatura árabe de hoy, Madrid,
1990, pp. 121-142
152 MONtSERRAT ABUMALHAM
2
Para el rastreo de los diferentes vocablos se sugiere la consulta de diccio-
narios como el de E.W. Lane, Arabic-English Lexicon, 8 vols. reimp. Delhi, 1985 o
Al-Munyid, Dar al-Mashreq, Beirut, 1975.
3
En la lengua árabe aparecen con suma frecuencia grupos de vocablos que
poseen un núcleo fónico común y una tercera radical variable y que pertenecen
a campos semánticos afines. Por poner un ejemplo sencillo: rkl significa “dar pa-
tadas”, rkd (con dal) significa «estar parado», rkd (con dad) significa «correr», rk`
significa «prosternarse», rkb “montar”, rkz “arraigar” y rkh “apoyarse”. Como se
ve, en todos estos vocablos coinciden los fonemas /r/ y /k/ que se refieren sin
duda a movimiento hecho con los pies o las piernas y cada fonema diferente,
añadido, matiza el sentido.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 153
4
P. Lory, Le rêve et ses imterprétations en Islam, París, 2003.
154 MONtSERRAT ABUMALHAM
Noches que se siguen unas a otras como las olas del mar
desplegaron sobre mí sus negros velos para afligirme.
Cuando la noche me apresó con su cuerpo,
me tuvo entre sus piernas y nalgas, me aplastó con sus senos,
le dije: ¡Véte, larga noche, aléjate de mí, clarea!
aunque, a lo mejor, el amanecer no es más leve que tú.
Y yo allí, en la oscura noche, con sus estrellas inmóviles
que parecían atadas con cordeles a una sólida piedra.5
5
F. Corriente, Las mu‘allaqat: antología y panorama de Arabia preislámica, Madrid,
1974.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 157
6
Véase E. García Gómez, Poemas arabigoandaluces, Madrid, 1959, p. 110. El
fragmento es de Abu-l-Qasim ibn al-Saqqat de Málaga, siglo xii.
158 MONtSERRAT ABUMALHAM
7
Trad. E. García Gómez, en XV siglos de poesía arabe, Granada, 1988, p. 206.
El autor es el andalusí Ibn al-Zaqqaq del siglo xii.
8
En P. Martínez Montávez, XV siglos de poesía árabe, Granada, 1988, p. 97. El
poema es de Abu-Bakr al-Sanawbari, poeta de Alepo (siglo X).
9
En H. Pérès, Esplendor de Al-Andalus, Madrid, 1990, p. 141. El poema es de
Al-Mu‘tamid, rey de Sevilla (siglo XI).
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 159
También, en ese afán cada vez más preciosista, en ese foco que se
cierra como la mano del orfebre en el detalle más menudo, el poeta
va a poner su propio poema como parte del decorado y así, los versos
10
Trad. T. Garulo, La Literatura árabe de Al-Andalus durante el siglo XI, Madrid,
19978, pp. 122-123. El poema es de Ibn ‘Ammar, poeta de la corte Abbadí de
Sevilla.
11
En T. Garulo, La literatura árabe..., p. 114.
160 MONtSERRAT ABUMALHAM
Por otra parte, cuando se agota, por repetido, el modelo del re-
coleto jardín, de la fuente cristalina, de la rama del sauce y la dulce
alondra, la acequia o el estanque, el ojo del poeta se vuelve cada vez
más minimalista y termina describiendo las pequeñas flores del jardín
y empiezan a aparecer las margaritas:
14
Trad. E. García Gómez, en XV siglos de poesía..., op. cit.,. 244. El poema es
de Ibn Zamrak a la Fuente de los Leones.
15
Trad. E. García Gómez, Poemas arabigoandaluces, op. cit., 130. El poema es de
Ibn al-Zaqqaq, poeta de Alcira del siglo xii.
16
Ibíd, p. 134. El poema es de Ibn Jafaya de Alcira (ss. xi-xii).
162 MONtSERRAT ABUMALHAM
pp. 298-300.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 163
19
Muslim, Al-Sahih, Dar al-Fikr, Beirut, s/d. 9 vols. comentario al h. 169, vol.
I, p. 188.
164 MONtSERRAT ABUMALHAM
20 _
J. Chelhod, Les structures du sacré chez les arabes, París, 1964, pp.100-101.
166 MONtSERRAT ABUMALHAM
21
Deut 8, 1-10.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 167
22
Las discusiones de arqueólogos e historiadores acerca de la formación
de la ciudad islámica son interminables y las teorías de W. y G. Marçais, R.
Brunschvig, A. Hourani o H. Djaït se han puesto en cuestión múltiples veces,
véase p. ej. Pierre Guichard, “Les villes d’al-Andalus et de l’Occident musulman
aux premiers siècles de leur histoire. Une hypothèse récente”, en Genèse de la vi-
lle islamique en Al-Andalus et au Magrheb occidental, P. Cressier y M. García-Arenal
(comp.) , Madrid, 1998, pp. 37-52. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta que
aquí planteamos una percepción simbólica de su estructura, así como la imagen
que el hombre árabe actual se forja en contraste con la ciudad occidental (véase
más adelante el texto de Mahfuz cargado de fina ironía acerca de que sólo Dios
y los arqueólogos saben lo que hay de antiguo en una ciudad). No obstante la
contestación aludida, la imagen general de las ciudades árabes contemporáneas
responde a ese aspecto laberíntico y concéntrico, en el que ocupa el lugar central
la mezquita, aunque, históricamente, ese centro haya estado ocupado por el pala-
cio, cuando ha primado más el poder político que el religioso, o, cuando la casa,
también concéntrica y cerrada al exterior, se ha visto sustituida por la casa llena
de ventanas, por causa de la moda.
168 MONtSERRAT ABUMALHAM
Imaginó que la ciudad era una inmensa torre asentada sobre millares
de ruedas, que corrían a velocidades demoníacas. Aquella nave infer-
nal se precipitaba desde lo alto de una montaña, cuya cima tocaba las
nubes y cuya base se hundía en una sima sinfin, y caminaba por en-
cima de su pecho. Vio a los que iban en ella darse dentelladas y mor-
discos, riendo a carcajadas, mostrando feroces dientes, empujándose
por llegar a no se sabe dónde, ignorantes de que la nave les conduce
y no a donde desean ir.
Entre aquellos millones, vio a miles de paisanos suyos, a los que
quimeras y ambiciones habían empujado entre los que iban en la
nave. Los vio pisoteados por los pies de los que avanzaban, mientras
otros iban colgados de las ruedas de la nave y corrían con ella ebrios,
extraviados y desconcertados, mirando hacia atrás, queriendo soltarse
y renunciar, pero sin encontrar el modo de hacerlo.
En lo más alto de la torre, que rodaba desde la cima, sobre mil
ruedas, vio Jattar un inmenso reloj que, en su parte superior, tenía
una ventana por la que de tanto en tanto salía un pájaro mecánico
enorme que gritaba a los hijos de la torre: ¡cucú, cucú! y éstos caían
postrados de rodillas, murmurando: ¡El reloj...!24
Este texto que posee un cierto toque onírico podría ser la descrip-
ción de la Torre de Babel y el desastre producido tras la confusión de
lenguas. Su imaginería vertical que remite al Eje del Mundo, al lugar
de la comunicación con el mundo superior, acentúa la impresión de
que se trata, en realidad, de un falso lugar sagrado en el que la ima-
gen del dios ha sido sustituida por un artilugio mecánico, por otra
parte, ridículo: Un reloj de cuco. La ciudad occidental, materialista y
alienante, posee un falso templo en el que el hombre adora a un falso
23
M. Nayma, Érase una vez, trad. M. Abumalham, Sabadell, 1988.
24
Ibíd., 32-33.
172 MONtSERRAT ABUMALHAM
dios: el símbolo del progreso material. Este falso dios aplasta a sus
fieles, los aliena y les impide el acceso a la sabiduría.
Frente a esta ciudad ajena y enajenadora, la obra Escucha Rida de
otro autor libanés, Anis Frayha,25 considerado simplemente como un
autor costumbrista,26 es una minuciosa descripción de la vida en una
aldea, que, a punto de desaparecer, representa una especie de Paraíso
perdido,27 La novelita utiliza el viejo recurso del cuento marco, un pa-
dre que cuenta a su hijo historias de la aldea, lo que permite engarzar
unos episodios con otros. Aquí también la gran ciudad es presentada
como un lugar ruidoso y desagradable, frente a la hermosura sin par
de la aldea:
25
Nacido en Ra’s al-Matn (Libano) en 1902.
26
Véase J. Vernet, Literatura árabe, 3ª ed., Barcelona, 1972, p. 210.
27
Esta literatura nostálgica ha sido bastante cultivada por los libaneses en el
exilio. Como ya he apuntado antes. Aun cuando no se trate de una novela, Nayib
Abumalham escribió en español un libro de este tipo de recuerdos nostálgicos con
un título sumamente significativo, Remembranzas del Líbano, Ceuta, 1945.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 173
28
Trad de José Mª Fórneas, Madrid, 1978, pp. 33-39.
29
Natural de Bahrsaf (1911-1989). Véase la traducción de M. Abumalham en
Plaza & Janés, Barcelona, 1992.
174 MONtSERRAT ABUMALHAM
La ola a la que ella había querido unir su propio final, sobre las
arenas de la lejana playa, envuelta en el sudario de los primeros bri-
llos de la aurora, ¿por qué terrible fuerza, en cambio, la devolvía el
oleaje que se estrellaba, otra vez, contra el sucio malecón del puerto
y la obligaba a abrazar los desperdicios de la ciudad?... Se vio a sí
misma marcharse del puerto... Ella seguía caminando por las calles
del puerto, mientras las gordas ratas de los muelles subían por las
arcadas, salían por las hendiduras de las paredes, saltaban desde los
barcos a tierra firme y formaban hileras.... Las ratas la seguían... Iban
ante ella... Las ratas subían los escalones de los serrallos... Escalaban
las puertas de los Bancos y enroscaban sus rabos en los barrotes de
hierro, balanceándose. Allí estaban trepando a los campanarios de las
iglesias y a los alminares de las mezquitas...30
--------------------
De repente, detuvo el coche y se bajó. Cogió la mano de ella y se la
llevó hacia el mar. El sol se había ocultado y en el aire se dejaba sen-
tir el frío del anochecer. El viento soplaba sobre la inhóspita playa de
Tabarya, arrastrando las gotas desprendidas de las olas. En el pecho
de ella, otras olas parecidas a estas rugientes olas se estrellaban y la
envolvían... Pero no oyó más que a las olas rodar sobre la playa y al
viento que hacía sonar los cañaverales. Sintió un escalofrío. De repen-
te, le pareció que las olas se lamentaban y que las cañas danzaban,
azotadas por el viento, una danza afligida...31
30
Ibíd., pp. 163-165.
31
Ibíd., p. 124.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 175
32
Nacida en El Cairo en 1949.
176 MONtSERRAT ABUMALHAM
Ibíd., p. 188.
34
35
Nacido en El Cairo en 1911 o 1912 y fallecido en 2006, las diversas his-
torias de la literatura árabe difieren en la fecha. Véase J. Vernet o P. Martínez
Montávez y Hilary Kilpatrik, “The Egyptian novel from Zaynab to 1980”, en
M.M. Badawi, Modern Arabic Literature, Cambridge, 1992, p. 239, núm. 21.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 177
36
Naguib Mahfuz, Amor bajo la lluvia, trad. Mercedes del Amo, ed. CantAra-
bia, Madrid, 1988, pp. 45 y ss.
180 MONtSERRAT ABUMALHAM
37
Idem.
38
Trad. I. Bejarano y Mª L. Prieto, ed. P&J, Barcelona, 1991.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 181
39
Ibíd., p. 19.
40
Nacida en Karf Tahla (Egipto) en 1931.
41
Este es un tema recurrente en la literatura árabe contemporánea, en la que
el desarrollo y la incorporación a la modernidad pasan siempre por la educación
femenina.
182 MONtSERRAT ABUMALHAM
42
trad. M. Bofill, ed. Las Femineras, Madrid, 1994, p. 118.
43
Nacido en Alejandría en 1926.
44
Trad. Carolina Frías, ed. Libertarias, Madrid, 1992.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 183
45
Trad. Alejandra Devoto, ed. Martínez Roca, Barcelona 1998.
46
Edward al-Jarrat, Alejandría..., op. cit., p. 11.
47
Ibíd., pp. 14, 15 y 27.
184 MONtSERRAT ABUMALHAM
***
Fouada se encontró andando por la calle Nilo. Una intensa oscuridad
cubría la superficie del agua, y a ambos lados se reflejaban las luces
circulares de las lámparas. En medio de la oscuridad, el Nilo se desli-
zaba largo y sinuoso como el cuerpo de una mujer enlutada que llora
por un marido al que odiaba, con el borde del vestido negro salpicado
de perlas de imitación. Mirando a su alrededor en la negrura, todo le
parecía un sueño, una experiencia surrealista. Hasta la puerta del pe-
queño restaurante, con baratas luces de colores colgadas por encima,
proyectaba una inquietante sombra fantasmagórica...48
48
Nawal al- Sa‘adawi, La mujer que buscaba, op. cit., p. 41.
49
Nacido en Lataquía (Siria) en 1924.
50
Trad. C.Mª. Thomas, ed. CantArabia, Madrid, 1988.
51
Nacido en Jerusalén en 1934.
52
Trad. S. Alami, ed. CantArabia, Madrid, 1996.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 185
53
Nacido en Trípoli (Líbano) en 1952.
54
Trad. N. Paradela, ed. Del Oriente y Del Mediterráneo, Madrid, 1996.
186 MONtSERRAT ABUMALHAM
55
Hanna, Mina El ancla, op. cit., pp. 208-209.
56
Nabil Juri, El barrio cristiano, op. cit., pp. 40-41.
57
Jalid Ziyada, Viernes y domingos, op. cit., pp. 38-39.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 187
58
Nacido en Ammán en 1933. Habiendo fallecido en 2004, sirva este breve
comentario de homenaje a la memoria de uno de los mejores narradores del
siglo XX.
59
Trad. L.M. Cañada y Mª L. Comendador, Ed. del oriente y del medite-
rráneo, Madrid, 1996.
60
Trad. H. Valentí, Ed. Alcor, Barcelona, 1988.
188 MONtSERRAT ABUMALHAM
Hasta aquel día, para los niños sus límites habían sido los del barrio
en que vivían, que no traspasaban más que para ir a lugares cercanos
y siempre en compañía de adultos.
Hasta aquel día, la vida había transcurrido normal, lenta, como si
el mundo comenzase y acabase en cada barrio o en sus confines.
[...] De aquella extraña manera descubrieron que más allá de su
barrio existía un mundo al que conocidos y desconocidos se habían
marchado juntos, que ellos debían hacer lo mismo.
[...] Ahora que un silencio de plomo caía sobre el barrio por la
muerte de Gazi, el pequeño descubría que no estaba solo, aislado de
la gente o de los otros barrios; que lo ocurrido afectaba a muchos, a
todos, aunque no tuviesen una tetera con el dibujo del rey asesinado,
aunque no hablasen como la abuela.
Por primera vez conocía la población y las dimensiones físicas de
su barrio, que iba más allá de las casas de Abu Sham, de la señora
Anisa y de las del recodo paralelo a la calle Faisal. También supo que
Bagdad, aunque era un lugar y un hablar lejanos, estaba muy cerca
al mismo tiempo. Aquel fue, pues, el primer descubrimiento real de la
ciudad y coincidió con el repentino encuentro con la muerte.61
***
Muchos testimonios lo proclaman: el callejón de Midaq fue una de
las joyas de otros tiempos y brilló como rutilante estrella en la historia
de El Cairo. ¿A qué Cairo me refiero? ¿Al de los fatimíes, al de los
mamelucos o al de los sultanes otomanos? La respuesta sólo la saben
Dios y los arqueólogos. A nosotros nos basta con constatar que el ca-
llejón es una preciosa reliquia del pasado. ¿Cómo podría ser de otra
manera con el hermoso empedrado que lleva directamente a la histó-
rica calle Sanadiqiya? Además tiene el café que todos conocen como
el Café de Kirsha, con muros adornados de abigarrados arabescos.
Todo esto con una antigüedad neta, en estado de ruina y decaden-
cia, y con fuertes efluvios de medicinas y drogas de otras épocas, que
al paso del tiempo se van sustituyendo por los del presente y los del
futuro.
Aunque el callejón está totalmente aislado del bullicio exterior, tie-
ne una vida propia, cuyas raíces conectan, básica y fundamentalmen-
te, con un mundo profundo del que guarda secretos muy antiguos.62
61
Abderrahman Munif, Memoria de una ciudad, op. cit., pp. 11 y 13.
62
Naguib Mahfuz, El callejón de los milagros, op. cit., p. 7.
EL ESPACIO EXTERIOR Y EL HOMBRE PERDIDO 189
Introducción
Decía Einstein en 1934 en su obra Mein Weltbild que no existe una cos-
movisión judía en el sentido filosófico de la palabra. A continuación,
paradójicamente en la misma obra, desarrolla la cosmovisión que él,
como judío, tiene y defiende. Sin entrar en disquisiciones “filosóficas”
presentaremos la exposición de las ideas y paradigmas habituales de
lo que se denomina “cosmovisión”, tal como en el judaísmo talmúdico
(siglos I a VII dC) se enseña.
Sin ser la única estructura literaria, con frecuencia se va a recurrir
a la parábola para exponer el entramado de relaciones, dios (no-dios)
–mundo (naturaleza)– hombre (historia), que constituyen el trasfondo
de una cosmovisión, entendida básicamente como una disposición
interior que orienta al individuo a percibir la vida de una determina-
da manera. La enseñanza ha de ser muy concreta y despertar en el
oyente (lector) la implicación que proviene de su propia experiencia
vital, por esa razón la parábola con ejemplos del día a día será proce-
dimiento habitual de interpretación.
Los diversos puntos de vista sobre la cosmovisión en el judaísmo
serán el componente necesario para avanzar en el estudio de su her-
menéutica como herramienta para comprender al hombre actual y
para proponer vías que permitan la superación de los retos que en-
frenta. De esta manera presentamos ciertos aspectos de una “herme-
néutica” de la cosmovisión a fin de proponer caminos que capaciten
al hombre para superar los retos del mundo moderno.
En resumidas cuentas se tratará de ayudarnos y ayudar a otros a
“interiorizar una cosmovisión” acorde con el mundo moderno, dado
[191]
192 luis f. girón blanc
Esta referencia extemporánea a Nietzsche tiene que ver con las cuestiones
2
Monoteísmo y creación
del exilio y que desde ahí se proyecta sobre los textos a épocas más
antiguas y se reescriben, o simplemente se releen, los textos desde
esa perspectiva. Difícilmente podía el mítico antepasado Abraham
ser monoteísta más allá del hecho de que el dios que le escoge y le
segrega, y que él tiene por “su dios” y el del clan que con él nace, ese
mismo dios acabará siendo reconocido, muchos siglos después –trece
en la presunta cronología aceptada–, como el Dios único.
Es más, estudios antropológicos nos dicen que el proceso de “per-
sonalización” de los planteamientos en las culturas del Medio Oriente
no se consigue hasta el siglo VI antes de la era. Antes de eso, con sus
altibajos, la tribu, el clan, la familia, significan el único horizonte, y
en consecuencia, como reflejo y proyección de esa realidad la divini-
dad también es familiar y, aunque jerarquizada, tiene sus atributos y
capacidades distribuidas entre los diversos miembros.
Una vez dado el salto al monoteísmo, e interiorizado con el paso
de los siglos, el Dios creador será el sujeto y también el objeto de mu-
chas parábolas utilizadas por los rabinos de los primeros siglos de la
era. En algunas, como la que a continuación transcribo, precisamente
contrapuesto a una posible corte de diosecillos:
3
Esta expresión es una de las habituales para introducir parábolas. También
encontraremos la pregunta retórica “¿a qué se parece esto?”, o simplemente “esto
se parece a …”.
4
GenR. 1,3. Traducción, Vegas, p. 57.
judaísmo, cosmovisión interpretada a base de parábolas 195
Este asunto puede compararse a una ciudad que se surtía por medio
de arrieros, los cuales se preguntaban unos a otros: “¿qué precios hay
hoy en la ciudad?” Los suministradores del viernes preguntarían a los
del jueves; éstos a los del miércoles, y así todos. Pero los suministrado-
res del domingo ¿a quién podrían preguntar?8 —¡Pues a los ciudada-
nos que se ocuparan de los asuntos públicos del lugar!
De la misma manera las obras creadas cada uno de los días se pre-
guntaban unas a otras: “¿qué criaturas ha creado hoy entre vosotras el
Santo?” Las del sexto día preguntaron a las del quinto, las del quinto
a las de cuarto, etc., pero la obra del primer día ¿a quién podía pre-
guntar? —¡Pues a la Torá, que precedió a la creación del mundo…
La Torá conoce qué había antes de la creación del mundo, pero en
cuanto a ti, no es asunto tuyo indagar sino, como se dice en Job 20,4,
“desde que el hombre fue puesto sobre la tierra”.9
Téngase presente que el día festivo en que no hay comercio es en esta cul-
8
tura el sábado.
9
GenR 8,2. Traducción Vegas, p. 111.
judaísmo, cosmovisión interpretada a base de parábolas 197
10
GenR 1,4. Traducción Vegas, p. 58.
11
Mek a Ex 13,21. Traducción T. Martínez, p. 123.
12
El cantar más bello. El Cantar de los cantares de Salomón. Traducción y comenta-
rio de Emilia Fernández Tejero, Ed. Trotta/csic, Madrid, 1994.
198 luis f. girón blanc
13
GenR 2,2. Traducción Vegas, p. 67.
judaísmo, cosmovisión interpretada a base de parábolas 199
Dijo R. Simón: cuando el Santo fue a crear al primer hombre, los án-
geles servidores formaron bandos y grupos, diciendo unos: ¡Sea crea-
do!; mientras que otros proponían: ¡No sea creado! Pero mientras los
ángeles estaban disputando unos con otros, el Santo creó al hombre y
les dijo: mientras discutís el hombre ha sido hecho.16
14
M. Beuchot, Tratado de hermenéutica analógica. Hacia un nuevo modelo de la inter-
pretación, unam/Itaca, México, 2005.
15
GenR 8,11. Traducción Vegas, p. 117.
16
GenR 8,5. Traducción Vegas, p. 113.
200 luis f. girón blanc
Los ángeles quisieron cantar ante Dios la noche en que Israel estaba
cruzando el mar, pero el Santo se lo impidió diciendo: ¡mis huestes
están en apuros y venís vosotros con cancioncitas!... Tan pronto como
los israelitas emergieron del mar los ángeles se apresuraron para en-
tonar un canto ante Dios, pero éste dijo: ¡dejad que sean mis hijos los
primeros en hacerlo!...
Esto se parece al caso de un rey terrenal cuyo hijo había sido he-
cho prisionero y él fue a rescatarlo. Tras el rescate tanto los cortesanos
como el hijo deseaban entonar una alabanza y se le preguntó: ¡Señor!,
¿Quién te va a alabar primero? –Mi hijo lo hará primero y después
cualquiera que lo desea, respondió.
De la misma manera cuando Israel salió de Egipto y Dios dividió
el mar para ellos, los ángeles desearon entonar una alabanza pero
Dios dijo: dejad que Moisés y los israelitas canten para mí antes que
vosotros.17
17
ExR 23,7.
18
Sanh 39b.
judaísmo, cosmovisión interpretada a base de parábolas 201
escabel, pues está escrito en Isaías: Los cielos son mi trono y la tierra
el escabel de mis pies (Is 66,1).
Según el parecer de la escuela de Hillel, el asunto es similar a un
rey terrenal que construyó un palacio, y después de haber construido
los cimientos construyó la parte superior, como está escrito en Génesis
2,4: “El día en que hizo Yahvé tierra y cielos”.19
Individuo-pueblo
19
GenR 1,15. Traducción Vegas, p. 65.
20
Idem.
21
LevR 4,6.
202 luis f. girón blanc
22
Pes. dR Kah 3.
judaísmo, cosmovisión interpretada a base de parábolas 203
Dijo R. Josué: lo más terrible de lo que nos envías, lo haces como pre-
texto. Porque ya en el primer día de la creación el Santo había crea-
do al “ángel de la muerte”, tal como leemos en Génesis 1,2: “Había
tinieblas sobre la superficie del abismo”, y estas tinieblas no son otra
cosa que referencia al ángel de la muerte que “ensombrece” el rostro
de los seres humanos. Después, al hombre lo creó en el día sexto y sin
embargo le cargó con la responsabilidad de introducir la muerte en el
mundo al decir “Si comes de este fruto, morirás”.
Y este asunto ¿con qué se puede comparar?
Con uno que quería divorciar a su mujer y ya antes de volver a
casa se escribió el documento de divorcio (con sus testigos y todo) y
entró en la casa con él en la mano. Buscando un pretexto para dárse-
lo a la mujer, le dijo: ¡Sírveme una copa para que beba! Y ella se la
sirvió. Al tomar la copa de su mano le dijo: éste es el documento de
divorcio.
Ella preguntó: ¿Cuál ha sido mi falta? –Le contestó: ¡sal de mi
casa porque me has servido la copa caliente!
Entonces ella le dijo: ¿es que ya sabías que te iba a servir la copa
caliente y por eso te trajiste el documento de divorcio preparado?23
23
Tanj cap. Wa-yeseb 4.
204 luis f. girón blanc
24
PR 30. Esta parábola aparece en otros textos como anécdota o historieta
y termina diciendo que después de esto la mujer “fue visitada” y quedó preñada
de su marido.
judaísmo, cosmovisión interpretada a base de parábolas 205
25
Véase por ejemplo J. Hertel, Indische Märchen, Dusseldorf-Köln, 1969, cuen-
to 57, p. 277, aunque la moraleja y aplicación sea diferente.
26
Rabbí Yehudá Ha-Nasí, llamado el “Príncipe”, siglos II-III de la era.
27
Sanh 91ab.
206 luis f. girón blanc
28
Plataforma de Pittsburgh, TEoJ p. 1244 y ss.
29
TEoJ, p. 211.
30
Mein Weltbild, Ámsterdam, 1934.
judaísmo, cosmovisión interpretada a base de parábolas 207
31
Sab 31a.
32
TEoJ pág. 1245.
208 luis f. girón blanc
Conclusión
33
Declaración de Columbus, TEoJ, p. 1246.
34
N. De Lange, Judaísmo, Ed. Riopiedras, Barcelona 1996, p. 110.
judaísmo, cosmovisión interpretada a base de parábolas 209
Referencias bibliográficas
Fuentes judías
Presentación
Creación mítica
bre... Se podría decir que, entre los nahuas, como bien lo advierte M.
Eliade en otras mitologías del mundo, “todo tiene un modelo ejem-
plar”; y también que el hombre del México antiguo, como en otras
latitudes, tiende a hacerse él mismo arquetípico y paradigmático.
No obstante, el mundo mesoamericano comprende, según la ma-
yoría de los estudiosos, al menos una extensión de cuatro mil años
(2 500 a.C. / 1 500 d.C.), a lo largo de cuales las constantes que
han permitido a un antropólogo como Paul Kirchooff caracterizar
los rasgos que constituyen a Mesoamérica como un área cultural por
derecho propio, no se resguardan de manera inmutable. Por el con-
trario, me atrevería a decir que la historia espiritual de Mesoamérica
se caracteriza también por una tensión entre el enriquecimiento de las
transformaciones simbólicas en las que se resguarda la sabiduría de su
cultura (imágenes arquetípicas) y su dogmatización, empobrecimien-
to o regresión civilizatoria. Es este proceso el que me ha interesado
reconstruir a propósito del desplazamiento de la Diosa en la religión
mexica, y del cual aquí sólo presento un esbozo.
El mito y con él su lenguaje simbólico pueden ser camuflados,
degradados, empobrecidos o desvirtuados, principalmente por la re-
ducción y desviación de su saber a términos instrumentales en be-
neficio de estrategias de poder concreto, respecto de las cuales las
elites “teocráticas” sacerdotales desempeñan –aliadas a otros poderes,
guerreros, cortesanos, etcétera– un papel protagónico al “fundamen-
talizar” y monopolizar el acceso, al saber mítico y a su interpretación.
El pensamiento religioso del México antiguo, o su cosmogonía, no
tendría por qué escapar de esta trágica eventualidad. Esta tensión,
que se expresa de un modo particularmente álgido en la imagen fe-
menina de la divinidad, es la que intento exponer de manera breve
en las páginas que siguen.1
Biunidad
1
La investigación de este proceso, que me ha ocupado por casi diez años, se
encuentra expuesta en Blanca Solares, Madre terrible. La Diosa en la religión del México
antiguo, Anthropos/unam (iif, pueg, ciich, crim), España, 2007, 430 p.
214 blanca solares
Hembra — Macho
Frío — Calor
Abajo — Arriba
Jaguar — Águila
9 — 13
Inframundo — Cielo
Humedad — Sequía
Debilidad — Fuerza
Obscuridad — Luz
Noche — Día
Sexualidad — Gloria
Agua — Hoguera
Muerte — Vida
Pedernal — Flor
Viento — Fuego
Dolor agudo — Irritación
Hinchazón — Consunción
Menor — Mayor
Fetidez — Perfume
3
Miguel León-Portilla, “Cuicátl y tlahtolli. Las formas de expresión en ná-
huatl”, Estudios de cultura náhuatl, vol. 16, 1983, p. 152.
216 blanca solares
¿A dónde iré?
¿A dónde iré?
El camino del Dios Dual
¿Por ventura es tu casa en el lugar
de los descarnados?
¿Acaso en el interior del cielo?
¿o solamente aquí en la tierra
es el lugar de los descarnados? (“Cantares Mexicanos”: fol. 35)
La diosa en la creación
destino. Falta una investigación al respecto, pero quisiera destacar este binomio
del panteón nahua.
6
Alfredo López Austin, op. cit.
la diosa en la cosmogonía mexica 217
B. El sacrificio de Cipactli
14. Pasados seiscientos años del nacimiento de los cuatro dioses her-
manos, hijos de Tonacatecuhtli, se juntaron todos cuatro y dijeron
que era bien que ordenasen lo que habían de hacer y la ley que ha-
bían de tener.
15. Y todos cometieron a Quetzalcóatl y Huitzilopochtli que ellos
dos los ordenasen, por parecer y comisión de los otros dos.
Hicieron el fuego, medio sol, a un hombre y a una mujer de los
que nacerían los macehuales, y a ella le dieron ciertos granos de maíz
para que con ellos curase y adivinase e hiciera hechicerías, e hicieron
a Mictlantecutli y Mictecacihuatl, los dioses del infierno.
22. Y luego criaron los cielos, allende del treceno, e hicieron el
agua y en ella criaron un peje grande, que se dice Cipactli, que es
como caimán, y de este peje hicieron la tierra, como se dirá.
23. Y para criar al dios y a la diosa del agua se juntaron todos
cuatro dioses e hicieron a Tlaltecutli y a su mujer Chalchitlicue, a los
cuales criaron por dioses del agua, y a ésos se pedía, cuando tenían de
ella necesidad.
…
29. Después, estando todos cuatro dioses, hicieron del peje Cipac-
tli la tierra, a la cual dijeron Tlaltecutli, y píntanlo como dios de la
tierra, tendido sobre un pescado, por haberse hecho de él.9
8
Cit. Baudot, en Olivier, G., Tezcatlipoca. Burlas y metamorfosis de un dios, fce,
México, 2004, p. 52.
9
“Historia de los mexicanos por sus pinturas”, en A.M. Garibay (ed.), Teogo-
nía... op. cit., pp. 25-26.
la diosa en la cosmogonía mexica 219
10
Historia de..., op. cit., p. 32.
11
Tradición recogida por Olmos, en Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica
indiana, Porrúa, México, 1980 (1870), pp. 77-78.
220 blanca solares
12
Este monumental monolito de dimensiones extraordinarias, más grande
que el de Coyolxauhqui (descubierto en 1978 y de 3.23 x 3.08 m), y apenas com-
parable con la Piedra del Sol (1790, de 3.58 x 3.58), pesa aproximadamente 12.3
toneladas y sus dimensiones alcanzan 4 x 3.57m. Véase, Arqueología Mexicana, v.
XIV, núm. 83, enero-febrero de 2007.
la diosa en la cosmogonía mexica 221
13
Monjarás-Ruiz (coord.), Mitos cosmogónicos del México indígena, inah, México,
1987, p. 129.
222 blanca solares
L. Séjourné, El pensamiento náhuatl cifrado por los calendarios, Siglo xxi Editores,
15
Los dioses fueron desterrados del paraíso, hacia las tinieblas, y sobre
la tierra, en donde, desde entonces, se convirtieron en presa de la
muerte.…
los dioses, las fuerzas, los muertos… Por la otra, el tiempo espacio
causado, propio, el ecúmeno, o sea el mundo creado por los dioses y
habitado por las criaturas: los hombres, los animales, las plantas, los
minerales, los meteoros, los astros”.17 La ecumene, sin embargo, no
sólo estaba poblada por las criaturas creadas por los dioses, sino por
los dioses mismos que al “pecar” y ser arrojados al mundo de la vida
y de la muerte, se encargaron de dinamizar, animar, transformar,
deteriorar o destruir todo lo creado. El tiempo/espacio humano se
traslapa con el de los dioses expulsados de Tamoanchan.
El hombre se concebía a sí mismo y al conjunto de todo lo creado,
habitado por las fuerzas imperceptibles de seres sobrenaturales que,
al sacrificarse, animaban a toda la creación, pero que de la misma
manera al participar de la materia mundana morían en la tierra, para
ir al lugar de la muerte, en espera allá de la posibilidad de brotar de
nuevo y dar origen a otro individuo. “Su esencia” o “sustancia divina”
se conservaba así a lo largo de las generaciones.
Los propios hombres explicaban su origen como el resultado del
sacrificio y la creación de los dioses. Los dioses los habían facultado
con la inteligencia, la palabra, todos los bienes necesarios para la vida,
el agua, la tierra, el alimento, y la posibilidad de reconocer a los dioses
y orientar su destino. A cambio, los hombres debían honrarlos con sus
ofrendas, adorarlos con sus plegarias y reproducir su humanidad para
garantizar que el reconocimiento y el intercambio entre dioses y hom-
bres se perpetuaran para la conservación y recreación de lo creado.
17
Alfredo López Austin, “Los mexicas ante el cosmos”, Arqueología Mexicana,
vol. xvi, núm. 91, p. 27.
la diosa en la cosmogonía mexica 227
18
M. Graulich, Ritos aztecas. La fiesta de las veintenas, Instituto Nacional Indige-
nista, México, 1999, p. 21.
19
Ibíd., p. 22
228 blanca solares
20
Ibíd., p. 24.
la diosa en la cosmogonía mexica 229