Ebook #1
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Nociones preliminares
Los diversos operadores del derecho que se involucran de alguna manera con la cuestión penal consideran
pertinente referirse a la política criminal, la cual es entendida como subyacente a la legislación penal, como
guía para la dación de leyes penales y/o como pauta interpretativa de dichas normas.
Sin embargo, se suele obviar que, “la política criminal en su acepción más amplia es parte de las políticas
públicas o de la política estatal, y para cuyo propósito no es suficiente la política penal.” (SOLÍS, 2015, p.
584)
Orígenes:
Según Luis López Rey (1985):
“la evolución conceptual del término política criminal muestra que ésta fue elaborada casi exclusivamente por penalistas y
correccionalistas, los primeros sumergidos casi exclusivamente en el delito como ente jurídico y los segundos en la
rehabilitación del delincuente sin ocuparse detenidamente de la correlación existente entre criminalidad y desarrollo, que dicha correlación
era fenoménicamente inherente a toda la sociedad y que sólo modificando amplia y profundamente la estructura de ésta podía reducirse la
criminalidad a una extensión soportable.” (p. 148)
“Jiménez de Asúa y Quintiliano Saldaña afirmaban que es en Italia donde apareció una primera dirección político-criminal con
Beccaria, pero que debido al descuido de los autores italianos se hizo alemana por adopción.” (SOLÍS, 2015, p. 588)
“En Alemania, a fines del siglo XVIII se conoce una obra de Gallus Aloys Kaspar Kleinschrod (1762-1824) del año de 1793,
titulada Desarrollo sistemático de los conceptos y verdades fundamentales del derecho penal, obra en la que se menciona a la política
criminal. Posteriormente, a inicios del siglo XIX, Paul Johann Anselm Von Feuerbach (1775-1883) también hace referencia a la
política criminal en la primera edición de su Tratado de derecho penal común vigente en Alemania.” (Ibídem)
Orígenes:
“A fines del siglo XIX, Franz Von Liszt (1851-1919) va a darle un especial desarrollo y difusión a la política criminal, sobre todo
con sus obras: Tratado de derecho penal alemán (1ª. Ed., 1881, con sucesivas ediciones posteriores), así como La idea de fin en el
derecho (1882), conocido como el Programa de Marburgo, difundiendo sus ideas hasta inicios del siglo XX.” (Ibídem, p. 589)
¿Qué es la Política?
¿Qué es la Política Criminal?
La política criminal es aquel conjunto de estrategias que son adoptadas desde los diversos centros de expresión
de poder de control social del Estado para hacer frente al fenómeno de la criminalidad en un escenario territorial
determinado. Tales medidas tienen diversas formas de expresión, que van desde su expresión como planes y
programas desde el poder ejecutivo (Ministerios, Comisiones Multisectoriales, INPE, Gobiernos Regionales,
Alcaldías, etc.), hasta expresiones legislativas desde el parlamento (Leyes, decretos, modificaciones a la
Constitución Política del Perú), pasando por resoluciones judiciales desde los tribunales de justicia en el país.
¿Naturaleza?
Según la definición anterior podemos decir que la política criminal puede expresarse de las siguientes maneras:
1. Como principios inspiradores del CP y del NCPP (Desde la academia y el Poder Legislativo)
2. Como principios plasmados positivamente en el CP y en el NCPP (Desde el Poder Legislativo)
3. Como criterios jurídicos interpretativos establecidos desde los Jueces. (Desde el Poder Judicial)
4. Como planes políticos que forman parte de la política estatal y de lso municipios. (Desde el Poder
Ejecutivo, comisiones multisectoriales, municipalidades)
La Política Criminal como disciplina: Su objeto, fines y métodos de estudio
Como herramienta de conocimiento, la política criminal puede entenderse, atendiendo a su carácter y alcance
disciplinario y a su objeto, de las siguientes maneras:
Los que entienden que la política criminal como herramienta de conocimiento debe llegar a configurarse como
una disciplina especial, precisan que ésta posee un método, objeto y principios propios medianamente
diferenciables respecto de otras disciplinas. Para ello, ofrecen una serie de argumentos que tratan de ubicar
dicha disciplina unas veces fuera del campo de las disciplinas jurídicas (por ejemplo entre la criminología y el
derecho penal), otras dentro de alguna de ellas (como lo entiende Laura Zúñiga).
Así lo entienden los que se centran, por ejemplo, en precisar lo esencial de la política criminal al interior de los fundamentos
jurídico – penales. Para ello no dudan en denominar como principios político – criminales a aquellas guías orientadoras que sirven
de fundamento a la legislación y a la interpretación de los diversos operadores jurídicos (sean doctrinarios, jueces, fiscales, etc.). La
lógica que predomina en este enfoque es la argumentativa y no la empírica, aunque ha habido representantes que se han esforzado
en tratar de dotar la comprensión de la política criminal con ambas lógicas. Un ejemplo de esta última forma de entender a la
política criminal, la realizó el profesor chileno Juan Bustos Ramírez.
También están quienes, desde una lógica empírica, creen que la política criminal sería una extensión de la criminología, y no dudan
en llamarla política criminológica. Para ellos la política criminal solo permitiría traducir los pronósticos criminológicos en praxis
política.
3) Como una orientación doctrinaria (argumentativa) para tomar decisiones normativas orientadas a fines:
Uno de los principales exponentes de esta forma de entender a la política criminal es el profesor Claus
Roxín. Quien, siguiendo una lógica argumentativa desde el interior de los estudios dogmáticos, realiza
una apertura del sistema discursivo jurídico-penal (compuesto por fundamentos, teoría del delito y
subsistema de la pena) hacia fines extrasistemáticos que miran la realidad, fines macros de prevención
general y prevención especial.
Para los que creen que la política criminal debe limitarse a los fines intrasistemáticos, el sistema
discursivo jurídico-penal no debe aperturarse y realizar una mirada a la realidad, sino solo a aquella
realidad procesada normativamente, captada por la norma.
Política criminal como criterio interpretativo de la
judicatura
Desde esta mirada, trata de entenderse a la política criminal, como una disciplina compuesta por criterios políticos metajurídicos,
afincados en el seno de las políticas públicas. Dicha disciplina requerirá de aportes disciplinarios que se corresponderán con 3
1) Diagnóstico del funcionamiento real de las estructuras que intervienen en la creación y ejecución de las políticas;
a) la ciencia de la administración,
b) la teoría de la organización y
Artículo 316-A.-
“Si la exaltación, justificación o enaltecimiento se hace del delito de terrorismo o de cualquiera de sus tipos, o de la persona que haya sido
condenada por sentencia firme como autor o partícipe, la pena será no menor de cuatro años ni mayor de ocho años, trescientos días multa e
inhabilitación conforme a los incisos 2, 4, 6 y 8 del artículo 36 del Código Penal.
Si la exaltación, justificación o enaltecimiento del delito de terrorismo se realiza: a) en ejercicio de la condición de autoridad, docente o personal
administrativo de una institución educativa, o b) utilizando o facilitando la presencia de menores de edad, la pena será no menor de seis años ni
mayor de diez años e inhabilitación, conforme a los incisos 1, 2, 4 y 9 del artículo 36 del Código Penal.
Si la exaltación, justificación o enaltecimiento se propaga mediante objetos, libros, escritos, imágenes visuales o audios, o se realiza a través de
imprenta, radiodifusión u otros medios de comunicación social o mediante el uso de tecnologías de la información o de la comunicación, del delito
de terrorismo o de la persona que haya sido condenada por sentencia firme como autor o partícipe de actos de terrorismo, la pena será no menor
de ocho años ni mayor de quince años e inhabilitación, conforme a los incisos 1, 2, 4 y 9 del artículo 36 del Código Penal”.
Creemos que la opción última - como una herramienta para estudiar las diversas expresiones de la política pública
criminal – ofrece el más completo de los enfoques para comprender la disciplina en comentario. Así, dicho enfoque
complejo e integral, corresponde, también, a un objeto de mayor complejidad que el ofrecido por las otras formas de
comprender y delimitar los alcances de la política criminal.
En este sentido, la política criminal, será entendida, como aquella disciplina que estudia la orientación que siguen las
estrategias que diseñan las agencias de control social formal. Para ello, realiza un diagnóstico de las políticas, las leyes
emitidas, las resoluciones judiciales y el impacto que sobre la sociedad han tenido todas ellas (esto último,
básicamente a través de la criminología) en torno a la cuestión criminal. Ahora bien, la misma naturaleza del objeto
de estudio, hace que la política criminal como disciplina, sea también un conocimiento para la acción, por lo que
tendrá como finalidad, el proponer acciones dirigidas a modificar la realidad.
Precisión adicional:
Somos de la idea, que el objeto de estudio de la política criminal, debe incluir a las agencias que forman parte del
aparato de justicia penal (sistema de control penal formal) y también a aquellas que tienen un alcance importante
dentro de lo que se denomina el sistema de control social formal, que involucra al aparato de justicia penal (que
incluye, a su vez, a la política legislativa, la judicial, la del Ministerio Público, de la PNP y el INPE) y aquellas
agencias del poder ejecutivo con alcance en el sector salud, vivienda, educación y trabajo, incluyendo aquellos brazos
gestores de los gobiernos regionales y municipales, que tienen incidencia en la cuestión criminal.
La posición asumida por nosotros (entender a la Política Criminal “como una herramienta para
estudiar las diversas expresiones de la política pública criminal”) permite que podamos
establecer que existe una clara vinculación entre la Política Criminal, el Derecho Penal y la
Criminología, pues la primera actúa como puente vinculante entre estas dos últimas disciplinas.
- Política criminal como puente vinculante entre el Derecho penal y la
Criminología
En este sentido la Política Criminal permitirá la“(…) remodelación del Derecho penal y las
estrategias y tácticas sociales que permitirían algo más bien realista: el óptimo control del delito. Si nos
afanamos en sintetizar y ordenar estos elementos, nos daremos cuenta que se refieren directamente a la
Dogmática penal (normas, delito, pena), a la Criminología (lucha y prevención del delito, estrategias y
tácticas sociales de control del delito). Y no podría ser menos tal referencia pues la Política criminal se
sitúa, al modo de un puente vinculante, entre la Dogmática penal y la Criminología” (VIDAURRI,
2015, p. 4).
Problemática: "La Constitución como marco de la Política Criminal de un Estado". ¿La política criminal
se somete a la Carta Magna o la Política Criminal trasciende a ella de varias maneras?
Para comprender el radio de acción que tiene la Política Criminal, según la concepción explicada, debemos ubicarla dentro de los
parámetros establecidos en la forma de Estado en la que se desenvuelve.
Es por ello que la Constitución, actúa como guía y límite en el desarrollo de esta disciplina, a
través de los principios incorporados en el texto, veamos:
Artículo 1.- “La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la
sociedad y del Estado”
Donde se manifiesta no solo la defensa a la persona humana y el respeto a su dignidad, sino
también el rol que asume el Estado Social y Democrático de Derecho: la prevención.
A su vez, están estipulados los principios límite al ejercicio del ius puniendi:
- Derecho Penal como medida necesaria - Presunción de inocencia
- Principio de proporcionalidad - Principio de culpabilidad
El modelo de intervención penal garantista
“2. Deliberada reducción de su ámbito de actuación a la tutela de los presupuestos más esenciales para la convivencia. Frente a las
tendencias expansivas de otros sectores del ordenamiento jurídico, singularmente del derecho administrativo, el derecho penal
garantista considera una virtud, además de un signo inequívoco de una sociedad bien integrada, que su área de intervención sea la
mínima imprescindible. En esa actitud ha jugado usualmente un papel importante la constatación de la naturaleza especialmente
aflictiva de las sanciones que le son propias, que estima superior a la de cualquier otro medio de intervención social, lo que justificaría
un empleo muy comedido de ellas2. Se convierte en lugar común que el derecho penal sólo debe actuar frente a las infracciones más
graves a los bienes más importantes, y ello sólo cuando no existan otros medios sociales más eficaces. Ello conlleva el olvido de todo
tipo de pretensiones encaminadas a salvaguardar a través del derecho penal determinadas opciones morales o ideológicas en
detrimento de otras.” (Ibídem)
El modelo de intervención penal garantista:
“3. Profunda desconfianza hacia un equilibrado ejercicio del poder sancionatorio por parte de los poderes públicos. El derecho penal
de este modelo se sigue declarando orgullosamente heredero del liberalismo político, y en consecuencia estima una de sus
principales tareas la de defender al ciudadano, delincuente o no, de los posibles abusos y arbitrariedad del estado punitivo. De ahí
que coloque la protección del delincuente, o del ciudadano potencial o presuntamente delincuente, en el mismo plano que la tutela de
esos presupuestos esenciales para la convivencia acabados de aludir. Ello explicará las estrictas exigencias a satisfacer por los
poderes públicos al establecer los comportamientos delictivos y las penas para ellos previstas, a la hora de verifica r la concurrencia
de unos y la procedencia de las otras en el caso concreto, y en el momento de la ejecución de las sanciones. El temor a un uso
indebido del poder punitivo conferido al estado, que pudiera terminar afectando al conjunto de los ciudadanos, permea todo el
armazón conceptual del derecho penal garantista, desde los criterios con los que se identifican los contenidos a proteger a aquellos
que seleccionan las sanciones a imponer, pasando por los que se ocupan de estructurar un sistema de exigencia de responsabilidad
socialmente convincente.” (Ibídem, pp. 2 y 3)
El modelo de intervención penal garantista:
“4. Existencia de límites trascendentes en el empleo de sanciones penales. Así, los efectos sociopersonales
pretendidos con la conminación, imposición y ejecución de las penas, por muy necesarios que parezcan, en ninguna
circunstancia deben superar ciertos confines. Uno de ellos es el de la humanidad de las sanciones, que viene a
expresar que determinadas sanciones, o determinadas formas de ejecución de sanciones, son incompatibles con la
dignidad de la persona humana, por lo que no pueden imponerse, cualquiera que sea la entidad lesiva del
comportamiento o la intensidad de la responsabilidad personal. Otro de los confines a no superar es el de la
proporcionalidad, en virtud del cual la pena debe ajustarse en su gravedad a la del comportamiento delictivo al que se
conecta, debiendo mantener una correspondencia sustancial con él. Finalmente, la pena debe fomentar o, al menos,
no cerrar el paso a la reintegración en la sociedad del delincuente, idea ésta que se configura como un derecho de
todo ciudadano y se nutre tanto de una visión incluyente del orden social como del reconocimiento de la cuota de
responsabilidad de la sociedad en la aparición del comportamiento delictivo.” (Ibídem, p. 3)
El modelo de resocialización del delincuente:
Este modelo implicaba una serie de decisiones significativas, según lo precisa Díez Ripollés (2004):
“1. La pauta de actuación es, en efecto, la búsqueda de la reintegración en la sociedad del delincuente, objetivo al que
han de acomodarse todos los demás. Eso conlleva que los otros efectos sociopersonales pretendidos tradicionalmente por
la pena quedaran en un segundo plano o sufrieran un descrédito sin paliativos. Este era, sin duda, el caso de los
dirigidos hacia el conjunto de la población, a saber, los encaminados a lograr una prevención general de los delitos
mediante el aprovechamiento de los efectos intimidatorio, corrector de socializaciones defectuosas, o reforzador de la
adhesión a los valores sociales, que se suscitan en los ciudadanos que perciben la reacción social negativa que el
delincuente sufre tras la comisión de un delito. Pero también quedaban oscurecidos ciertos efectos dirigidos de modo
directo a prevenir que el delincuente en concreto volviera a delinquir, como es el caso de la intimidación cara a su
comportamiento futuro que éste recibe mediante la imposición de la pena, o su inocuización para causar daños a la
sociedad mientras dure su estancia en prisión.” (p. 4)
El modelo de resocialización del delincuente:
“2. La obtención de ese objetivo resocializador exigía arrumbar ciertas cautelas propias del
derecho penal clásico. Así, se difuminan las referencias al hecho concreto realizado a la hora de
determinar la responsabilidad de delincuente, prestando especial atención a sus condicionamientos
personales y sociales en el momento de delinquir. Se promueven las penas indeterminadas, cuya
duración y contenido quedan directamente condicionados por la evolución registrada en el proceso de
reintegración en la sociedad del delincuente.
3. La pena de prisión es objeto de una valoración ambivalente. Por un lado, se considera que
proporciona un marco espacial y regimental que facilita las aproximaciones reeducadoras a los
delincuentes, de ahí que se fomente un uso de ella desprovisto en la medida de lo posible de los
componentes aflictivos y con características diversas según las necesidades de tratamiento a que deba
atender. Por otro, se percibe que resulta difícil eludir las consecuencias negativas inherentes a todo
internamiento y se impulsan, sobre todo en la segunda mitad del periodo de vigencia del modelo
resocializador, penas alternativas a la prisión con capacidades para conseguir el mismo objetivo
resocializador pero llevando el delincuente una vida total o parcialmente en libertad.” (Ibídem p.
5)
El modelo de resocialización del delincuente:
Modelo al que se
alínea una parte del
discurso jurídico
precisado en la Parte
Especial del C.P.:
- Modelo de seguridad
ciudadana
Incremento selectivo de
las penas en ciertos delitos
/DELITOS DE
SANGRE/
SOLÍS ESPINOZA (2008)
A diferencia de los
delitos de corrupción
de funcionarios
El pseudomodelo de la Seguridad Ciudadana:
Según el profesor J. L. Díez Ripollés (Ibídem pp. 6 – 21), lo que caracteriza a este nuevo modelo, es lo siguiente:
- Protagonismo de la delincuencia clásica.
- Prevalencia del sentimiento colectivo de inseguridad ciudadana.
- Sustantividad de los intereses de las víctimas.
- Populismo y politización.
- Revalorización del componente aflictivo de la pena.
- Redescubrimiento de la prisión.
- Ausencia de recelo ante el poder sancionatorio estatal.
- Implicación de la sociedad en la lucha contra la delincuencia.
- Transformación del pensamiento criminológico.
Plan Nacional de Seguridad Ciudadana /2013-2018/(CONASEC)
“Concebido con el fin de recuperar a los niños y jóvenes inmersos en pandillas y barras bravas para reintegrarlos a la
sociedad, a través de la capacitación laboral y el fortalecimiento familiar, a fin de tener una vida digna con metas claras y
objetivos precisos”
Un caso donde los operadores llamados a aplicar las pautas del Plan de Seguridad Ciudadana
distorsionan la orientación del mismo y optan por entenderlo como Seguridad de Estado
¿Derecho penal del enemigo?
Sobre este modelo, el profesor José Luis Díez Ripollés (2004) nos
menciona:
“(…) la alternativa al modelo de la seguridad ciudadana no es el modelo garantista, sino un modelo penal
bienestarista, que anteponga una aproximación social a una aproximación represiva hacia la delincuencia. Y los
términos del debate se desenvuelven, en consecuencia, en el campo de la racionalidad pragmática, esto es, en el de la
efectividad y eficacia de las medidas de intervención social a tomar. La contraposición entre estas dos perspectivas, sin
perjuicio de que ninguna renuncie plenamente a contenidos de la otra, refleja el contraste entre un afrontamiento
ingenuo, tosco, de la delincuencia, centrado en los síntomas e incapaz de ver más allá del corto plazo, y un abordaje de
la criminalidad experto, consciente de la complejidad del fenómeno, centrado en las causas y dispuesto a dar su tiempo
a las modificaciones sociales.” (p. 31)
El modelo bienestarista:
“Este modelo penal bienestarista ha de marcar de forma inmediata sus distancias respecto a dos pautas de
intervención político-criminal que se pueden reclamar igualmente herederas del estado del bienestar. La primera es
justamente el modelo resocializador, cuyo derrumbe se debió en gran medida a la excesiva atención y expectativas
puestas en la actuación sobre el delincuente, descuidando las intervenciones sobre la sociedad; con esa matización, sus
aportaciones deben, sin embargo, ser aprovechadas para el futuro. La segunda es el bienestarismo autoritario, que
muestra cada día su cortedad de miras y su incapacidad para colocarse en el lugar del otro por muy deleznables que
sean sus razones y motivaciones.
Pero la efectividad y eficacia del modelo penal bienestarista hay que demostrarlas, o al menos hacerlas plausibles, y eso
no se logra reclamando adhesiones ideológicas ciegas en una sociedad cada vez más desideologizada.” (Ibídem pp. 31
y 32)
El modelo bienestarista:
“Hay que documentar las consecuencias negativas del modelo de la seguridad ciudadana y su previsible, si no ya
presente, fracaso.
Para ello es preciso abandonar la argumentación en el mero terreno de los principios, y descender a discursos en los que
las alternativas defendidas estén bien apoyadas en datos empírico-sociales. Sólo así, por otra parte, recuperará la
pericia político-criminal su fuerza de convicción y el lugar del que ha sido desalojada.
Que el debate no pueda eludir, o incluso deba centrarse, en la racionalidad pragmática no quiere decir que hayan de
arrumbarse imprescindibles referencias valorativas. En este sentido, hay que retomar con decisión los esfuerzos a favor
de la “modernización” del derecho penal, esto es, de una ampliación de la intervención penal a ámbitos
socioeconómicos y de interés comunitario hasta hace poco considerados ajenos a la política criminal.” (Ibídem p. 32)
Los principios de la Política Criminal
(DÍEZ RIPOLLES, 2003, pp. 136-137)
- A partir de la comprensión del modelo o modelos de Política Criminal que aplica el Estado, debemos
identificar el cúmulo de principios jurídico-penales latentes, para ello debemos tener en cuenta:
El orden social, mediante evitación de daños a bienes jurídicos.
La intervención social sobre personas responsables.
La neutralización de sus conductas mediante el control social (Control penal).
El citado autor los agrupa en:
Principios de sanción
Principios de protección
“En la evolución del sistema de la teoría del delito y del sujeto responsable se pueden
reconocer diversos estadios. Cada uno de estos estadios constituye un modelo de
análisis diferente que se ha ido construyendo sobre la base del modelo anterior con la
perspectiva de superar sus carencias. Por eso, como es natural, han ido ganando en
complejidad pero también en exactitud y eficacia práctica. Los elementos acción, que
se constituye en la piedra angular del sistema, tipicidad, antijuridicidad y
culpabilidad, se van reiterando en cada una de las propuestas, sólo que con diferentes
contenidos. Dichos contenidos están condicionados por los fundamentos ideológicos
que sirven de base a las diferentes propuestas. Estos fundamentos ideológicos se
vuelcan en el concepto de acción, como sucede con las posturas causalistas y finalista o
bien en objetivos político-criminales, como los fines preventivo generales de la pena y
la afirmación de los valores del sistema.” (Ibídem, p. 129)
El causalismo
“Con este nombre, conocido también como sistema Liszt-Beling, se identifica un modelo cuya base de inspiración fue el
positivismo naturalista. Es el inicio de la dogmática moderna y a partir de él se pretende configurar una teoría
científica del delito.” (Ibídem, p. 130)
“Las funciones de los elementos de delito quedan definidas de la siguiente manera: a) La tipicidad es simplemente
descriptiva del proceso causal, es decir, de una relación de necesidad entre un antecedente que es la acción y un
consecuente que es el cambio que dicha acción produce en el mundo social. b) La antijuridicidad es valorativa. Se trata
de valorar la relación de contradicción entre ese proceso causal con todo el ordenamiento jurídico. Por ello mismo, la
antijuridicidad tiene carácter objetivo.” (Ibídem, p. 130)
“c) La culpabilidad es una relación psicológica entre el hecho y su autor, luego tiene un carácter subjetivo y
perteneciente al mundo natural. Por eso la culpabilidad se agota en el dolo y la culpa, que son formas de esa relación
psicológica.” (Ibídem, p. 130)
El causalismo valorativo: planteamientos neokantianos
“El resurgimiento renovado del pensamiento kantiano a principios del siglo, serviría
de fundamento para una revisión crítica del positivismo. Sería el comienzo de una
huida del pensamiento positivista que se centraría en su más claro signo de
identidad, es decir, en el concepto de causalidad. La ideología neokantiana distingue
entre dos grandes ciencias, las de la naturaleza y las de los valores. Estas últimas
son las propias al aspecto social de los hechos.” (Ibídem, pp. 131-132)
“a) La tipicidad es descriptiva y al mismo tiempo valorativa (del proceso causal) y
pertenece al ámbito objetivo, pero por excepción puede contener elementos subjetivos
(dado que ciertos tipos legales no podían ser entendidos sin ellos). b) La
antijuridicidad es valorativa y objetiva, y sólo por excepción contiene algún elemento
subjetivo (el conocimiento) en algunas causas de justificación. En suma, el injusto es
objetivo y perteneciente al mundo del valor. c) Si la culpabilidad era sólo subjetiva
para el causalismo naturalista, con el causalismo valorativo pasa a ser antes que
nada valorativa, pues es entendida como un reproche al autor. Pero también es
subjetiva, ya que el sujeto tenía capacidad para actuar de otra manera.” (Ibídem,
p. 132)
La teoría finalista de la acción:
a) El abolicionismo:
“Es evidente que no tiene por principio capacidad de elaborar una teoría del delito, pues su punto de partida es la abolición
del derecho penal, pero con ello escapa a la realidad existente: el Estado, de por sí y mientras exista, intervendrá
coactivamente de una u otra manera sobre las personas y que eso es derecho penal cualquiera que sea el nombre que se le
quiera dar.” (Ibídem, pp. 135-136)
b) Las posiciones moderadas:
“En este apartado se puede incluir la postura del derecho penal mínimo y también la de un derecho penal de alternativas. Lo
común a ellas es que persiguen una descriminalización y una desjudicialización. La segunda, además, y que es nuestra
posición, pretende que el propio sistema penal se abra a alternativas diferentes no penales, como son, por ejemplo, las formas
reparatorias y especialmente la mediación.” (Ibídem, p. 136)
"El derecho penal mínimo propone una revisión del sistema penal y un proceso de despenalización que deje
reducida la intervención penal a las formas básicas de violencia e incorpore formas de criminalidad que
tradicionalmente no han sido consideradas por los códigos penales, como los delitos económicos y
criminalidad organizada de agentes privados y estatales (Baratta, 1978).
En todo caso, estas posturas tienen capacidad de elaboración de una teoría del delito. De esta forma, sobre
la base del bien jurídico, como fin de protección de la norma, se construye el injusto, y mediante el concepto
de responsabilidad establecemos una alternativa a la culpabilidad” (Ibídem, p. 136)
El pensamiento preventivo general:
Desde la finalidad de la pena, estas posiciones pretenderán reconstruir un modelo de
teoría del delito.
a) La posición radical:
“Sobre todo los preventivo generales negativos, que parten de la idea determinista de que la norma
pena! tiene un efecto intimidante, van a negar la culpabilidad, pues ella está basada en el dogma de
fe del libre albedrío, esto es, la capacidad absoluta del sujeto de actuar de Otra manera, lo cual es
indemostrable. De modo entonces que para esta línea de pensamiento el delito está constituido por
el injusto, con estructura semejante a los finalistas, y la necesidad de la pena (Gimbernat Ordeig,
1971). La crítica a esta postura radical se centraría en que ésta pasaba por alto el valor
garantista de la culpabilidad que había permitido desarrollos limitantes a la intervención punitiva
del Estado.” (Ibídem, pp. 134-135)
b) Las posiciones moderadas:
“La crítica a la posición radical en relación a ignorar el carácter garantista de la culpabilidad, llevó a una nueva
visión del problema que se fundamentó, además, sobre una nueva perspectiva de la prevención general, la llamada
prevención general positiva o integradora. Esto es, la norma penal no tiene un efecto de coacción (con la pretensión de
demostrable empíricamente), sino sólo una consecuencia teorética de reconfirmación de la conciencia jurídica o
valorativa del sistema en los sujetos.
De acuerdo con ello han surgido diferentes posiciones, pero que tienen en común que distinguen por una parte el injusto
(con estructura semejante a los finalistas) y por otra la culpabilidad. Como en el injusto se trata, conforme a una
posición preventivo general, de ¡a motivación de la normal penal respecto de los sujetos a la reconfirmación de la
conciencia jurídica, en la culpabilidad habrá que considerar si los sujetos tenían esa capacidad de motivación. Con ello
sin embargo no hay mucha diferencia con las posiciones ontológicas, pues se parte también de un dogma
indemostrable.” (Ibídem p. 135)
El concepto funcional-normativista del delito
“Se ha dicho que por funcionalismo cabe entender orientaciones de la dogmática jurídico-penal que intentan construir las categorías del
sistema a partir de los fines del Derecho penal. No se trataría en este sentido de un fenómeno moderno, sino que se remontaría al menos a
las sistemáticas teleológicas inspiradas en el neokantismo (SILVA SÁNCHEZ, 1991, 19 ss.)” (CRESPO, 2010, p. 14)
Esta teoría considera al delito como trasgresión de la norma
“ La función de la pena sería, pues, reparar no aquel daño material, sino éste intelectual, restaurando el orden conmovido por el delito (la
vigencia de la norma, se dice ahora)” (PEÑARANDA, 2000, p. 304)
- Existen dos planteamientos importantes de ella:
Funcionalismo político criminal (Roxin) “la acomodación del Derecho penal a ciertos fines y principios político-criminalmente
asentados en la Constitución propia del Estado de Derecho” IMPUTACIÓN OBJETIVA (Ibidem, p. 14)
Funcionalismo sociológico o sistémico (Jackobs) “define el derecho como una prestación consistente en garantizar la
identidad normativa y con ella la constitución misma de la sociedad. En este sentido se ha afirmado que la concepción de Jakobs
«constituye el intento más radical y acabado hasta ahora de construir la teoría de la pena y del delito en términos de funcionalidad para
el mantenimiento del sistema social»” (Ibidem, p. 14)
CASO: Hombre que va al bosque y muere al ser alcanzado por un
rayo ¿Homicidio?
“(…) para la escuela clásica, el delito no es un simple hecho, sino un ente jurídico, según
la fórmula sacramental de Carrara, concebida como principio apriorístico de toda su
construcción. Se esencia está constituida por la relación de contradicción entre el hecho del
hombre y la ley: “La idea de delito -dice Carrara- no es más que una idea de relación:
la relación contradictoria entre el hecho de hombre y la ley. Sólo en esto consiste el ente
jurídico al cual se le da el nombre de delito” (ALVAREZ, MONTENEGRO,
MARTINEZ, 2012, p.10).
El concepto positivo del delito
“El delito a diferencia de los clásicos se contempla también en su aspecto real. Ferri, hablando de la
misión práctica de la justicia penal, destaca este punto de vista al señalar lo que, ante el hecho, debe
preguntarse el penalista: Constituye un delito previsto y castigado por las leyes vigentes, y se dan las
condiciones personales y de ambiente ha realizado el sujeto ese delito, y como se contempla su
responsabilidad (aspecto real). El delito, es tanto un fenómeno jurídico como un ente táctico. Debe
contemplarse ambos aspectos, pues uno y otro, si no se integran, resultan insuficientes. Ferri constituyó
su clasificación de los delincuentes (nato, loco, habitual, ocasional y pasional)”(ALVAREZ,
MONTENEGRO, MARTINEZ, 2012, p.17)
Teoría de la elección racional
CARACTERÍSTICAS:
• “La reincidencia es, sin duda alguna, una institución muy polémica. La finalidad de su inclusión
responde a la necesidad de una mayor represión penal por razones de prevención especial, basada en
la mayor peligrosidad del sujeto. Esa calificación, como es evidente, tiene un alto valor simbólico
social. El Tribunal Constitucional, por lo demás, reconociendo la jerarquía constitucional del
principio de culpabilidad, no consideró que la agravante de reincidencia era incompatible con el
mencionado principio. Desde una perspectiva general se puede calificar de reincidente a quien por la
repetición de hechos delictivos revela la inclinación a cometerlos, por lo que el plus de punición se
orienta a la reforma de aquella inclinación delictiva”.
Criterios Criminológicos en los pronunciamientos de la Judicatura:
Casación N° 437-2014, Arequipa
“SEXTO.- Al respecto, cabe precisar que el recurrente Carlos Enrique Barrios Gutiérrez cuestiona la constitucionalidad
de la institución jurídica de la reincidencia, solicitando se realice un control difuso de la norma (…), sin embargo existe ya
pronunciamiento del Tribunal Constitucional (…) el cual indicó que dicha figura no es inconstitucional, ni vulnera el
principio de ne bis in ídem , ni el principio de culpabilidad (…) su legitimidad se encuentra en proteger a la población de la
amenazas contra su seguridad y promover el bienestar general (prevención general)”
El Castigo dentro de las grandes Teorías Sociales
David Garland nos dice: "Mi punto acerca de los niveles de análisis es similar. Ciertamente las grandes teorías sociales, tales
como las que desarrollaron Marx, Durkheim o Elías, ofrecen interpretaciones incompatibles acerca de la dinámica medular de la
vida social. (El trabajo de Foucault es incompatible por la distinta razón de que niega la validez de las teorías que se asientan en
un nivel global.) Entonces, si los análisis del castigo que se derivan de estas distintas tradiciones no fueran más que una
reproducción en miniatura de teorías generales más amplias, todas las incompatibilidades se reproducirían en este nivel más
específico. Sin embargo no sucede así. Los análisis específicos que parten de un conjunto determinado de axiomas tienden a hacer
preguntas específicas y a concentrarse en aspectos particulares del fenómeno de estudio, de acuerdo con los preceptos de la
teoría general. Mas los resultados obtenidos de esta manera no son meras reproducciones de la teoría social global -a menos, por
supuesto, que se trate de dogmas deductivos, en cuyo caso la teoría no se "aplica", sino que únicamente se repite" (1999, pp. 29
y 30)
Cultura del Castigo
"sugiero el uso del concepto de institución social como forma de pensar el castigo. La penalidad debería
verse, no como un tipo especial de acontecimiento o relación, sino como una institución social que, por
definición, involucra una estructura compleja y una densidad de significados con los que hemos tenido
relación una y otra vez. Una imagen de este tipo es, sin duda, un tanto abstracta y de hecho bastante
"sociológica". Sólo es posible ver las cosas de esta manera a partir de la comprensión desarrollada y la
apreciación de distintas características de "instituciones sociales". Desde luego esto se aplica en cierto
grado a todas las imágenes conceptuales que se utilizan." (GARLAND, 2005, p. 327)
Cultura del Castigo
"Sólo podemos imaginar algo como "el medio para lograr un fin" porque ya hemos aprendido a pensar en
estos términos y, al estar familiarizados con dicho modo de pensar, utilizamos esta imaginería y sus
metáforas como lentes para ver el mundo. Aprender a pensar en el castigo como una institución social e
imaginarla fundamentalmente en estos términos nos permite describir la complejidad y el carácter
multifacético del fenómeno en una sola imagen maestra, así como ubicar las otras imágenes del castigo dentro
de este marco general v a la vez sugerir que la penalidad está vinculada con redes más amplias de acción
social y significado cultural." (Ibídem, pp. 326 y 327).
Cultura del Castigo
"Hoy por hoy el castigo es un aparato para hacer frente a los delincuentes, una entidad administrativa
circunscrita, discreta, legal. Sin embargo, también es la expresión del poder del Estado, la afirmación de la
moralidad colectiva, un vehículo de la expresión emocional, una política social condicionada por motivos
económicos, la representación de la sensibilidad vigente y un conjunto de símbolos que despliega un ethos
cultural y ayuda a crear una identidad social. En tanto elemento de la organización social, aspecto de las
relaciones sociales e ingrediente de la sicología individual, la penalidad es un hilo conductor que recorre
todas las capas de la estructura social, vinculando lo general con lo particular, el centro con los límites."
(Ibídem, p. 333)
Cultura del Castigo
Ni la prisión ni ninguna otra institución penal depende únicamente de su capacidad para lograr fines
instrumentales. Pese a las esperanzas utópicas y las afirmaciones exageradas de algunos reformadores, el
hecho llano es que ningún método de castigo ha logrado elevar los índices de rehabilitación ni reducir
notoriamente los índices de criminalidad y ninguno lo logrará jamás. Todos los castigos "fracasan" en este
aspecto porque, como ya he señalado, sólo los procesos de socialización (moralidad introyectada y sentido del
deber, inducción informal y recompensa por la conformidad, redes prácticas y culturales de expectativas e
interdependencia mutuas, etc.) pueden fomentar una conducta adecuada de manera constante. En tanto se
ocupe de "controlar", el castigo es meramente un apoyo coercitivo de estos mecanismos sociales, apoyo que a
lo sumo logra manejar a quienes se salen de estas redes de control e integración normales. El destino del
castigo es nunca "tener éxito" pleno debido a que las condiciones más activas para inducir la conformidad
para fomentar la delincuencia y la desviación- quedan fuera de la jurisdicción de las instituciones penales.
(Ibídem, p. 334)
Cultura del Castigo
Pensar en el castigo como institución social modificaría no sólo nuestra comprensión de la penalidad sino nuestra manera
habitual de pensar. Nos llevaría a juzgar el castigo conforme a un amplio rango de criterios y a sopesar el tipo de exigencias
y expectativas que generalmente tenemos respecto de las instituciones sociales. Lo anterior no significa que exista un
enfoque normativo universal que debamos adoptar frente a las instituciones sociales; cada institución tiene funciones y
características distintas y exige diferentes formas de evaluación. No obstante, cuando pensamos en "la familia" o "la ley",
"el gobierno", o "la economía", y los sometemos a un juicio normativo, las abordamos como instituciones considerablemente
más complejas de lo que pensamos es el castigo. En ninguno de estos casos consideramos adecuado juzgarlas conforme a
criterios puramente instrumentales, ni suponemos que tienen un fin único ni que afectan sólo a un sector particular de la
población. Por lo general las vemos como "hechos sociales totales", cuyo carácter es de alguna manera constitutivo de la
identidad y el carácter de una sociedad. (Ibídem, p. 334)
Cultura del Castigo
"Tal vez el mejor ejemplo sea la idea que surge cuando una sociedad democrática se aboca deliberadamente a
reformar sus principales instituciones sociales por medio de una constitución escrita. La gente no sólo pide
que dicha constitución "funcione" con cierto grado de eficiencia, si bien eso es fundamental. También exige
que se tome en cuenta su significación moral, política, económica y cultural, y que estas ramificaciones sean
acordes, en la medida de lo posible, con las nociones adquiridas respecto de la clase de gente que es, cómo
desea ser gobernada y qué tipo de sociedad desea crear. Mi postura es que el castigo debe considerarse de la
misma manera y con la misma profundidad que otras instituciones sociales. En otras palabras, necesitamos
una forma enriquecida de pensamiento penitenciario que considere la penalidad como una institución por
medio de la cual la sociedad se define y expresa al mismo tiempo y por los mismos medios en que ejerce el
poder sobre los trasgresores." (Ibídem, p. 336)
Noción y funcionamiento del Castigo en el caso del INPE: Promoción e
implementación de cárceles productivas
“En el Perú, una revisión cotidiana de los medios de prensa locales reportan mensualmente hechos de violencia de parte de
las comunidades y ajusticiamientos populares. En el imaginario colectivo todo ello se identifica con la justicia comunal, con
el mundo indígena y campesino”(BRANDT, HANS-JÜRGEN FRANCO VALDIVIA, ROCÍO; 2006, p. 24)
- Aplicación de linchamientos
“Campesinos de la provincia de Chumbivilcas, departamento de Cusco, Perú, contaron que en octubre del 2005 en una
comunidad apartada de la capital provincial Santo Tomás, los comuneros mataron a un varón, quemándolo con gasolina.
Este había asesinado a sus hijos y su mujer embarazada” (Ibidem).
Bibliografía citada:
ALVAREZ DIAZ DE LEÓN, Germán; MONTENEGRO NÚÑEZ, María del Carmen y MARTÍNEZ, José Manuel. (2012). “Acerca de dos escuelas criminológicas: Clásica y
Positivista”. UNAM, p. 3-23.
BRANDT, Hans-Jürgen. FRANCO VALDIVIA, Rocío. (2006). “Justicia comunitaria en Los Andes: Perú y Ecuador, el tratamiento de conflictos: un estudio de actas en 133
comunidades indígenas y campesinas”, Instituto de Defensa Legal, Lima, p. 24.
CRESPO, Eduardo Demetrio. (2010). “Crítica Al Funcionalismo Normativista Revista De Derecho Penal y Criminología”, 3.a Época, nº 3, UNED, Madrid, p. 1-26
DIEZ RIPOLLES, José Luis.
- “El nuevo modelo penal de la seguridad ciudadana.” (2004). Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología (en línea), núm. 06-03, p. 1-34. Disponible en internet:
http://criminet.ugr.es/recpc/06/recpc06-03.pdf.
- “La racionalidad de las leyes penales” (2003). Editorial Trota, Madrid, p. 136-163.
GARLAND, David. (2005). “La cultura del control. Crimen y orden social en la sociedad contemporánea”, Gedisa, Barcelona, p. 321 – 338.
GARLAND, David. (1999). “Castigo y sociedad moderna, un estudio de teoría social”, Siglo XXI, México, p. 17-38.
HORMÁZABAL MALARÉE, Hernán y BUSTOS RAMIREZ, Juan. (1997). “Lecciones de Derecho Penal” V. I. Editorial Trota, España, p. 127-137.
LÓPEZ REY, Manuel (1985). Compendio de criminología y Política criminal.
SOLÍS ESPINOZA, Alejandro (2015). Política penal y Política criminal. En: Ius Puniendi, Año I, Vol. I (pp. 583-618). Lima: Editorial Jurídica Ideas.
VIDAURRI, Manuel. (2015). “Política criminal concepto métodos” en LETRAS JURIDICAS Núm. 20, México. (p. 1-22)
PEÑARANDA RAMOS, Enrique. (2000).“Sobre la influencia del funcionalismo y la teoría de sistemas en las actuales concepciones de la pena y del concepto de delito”. En: Doxa. N.
23, España, p. 289-321.