PSICOLOGIA, IDEOLOGIA Y CIENCIA - BRAUSTEIN - Parte 9

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362 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

dos en un interlocutor imaginario sería: "Utilizando distintos ti-


pos de tests mentales arribo a diagnósticos psicológicos que
comunico a quien me haya solicitado tal trabajo. Con técnicas psi-
coterapéuticas muy variadas curo enfermedades mentales y ayudo
a la rehabilitación psicológica de otros pacientes. Creando y man-
teniendo un clima de armonía en ciertas instituciones evito que
personas psicológicamente débiles sean víctimas de trastornos de
la conducta y a esto lo llamo una tarea psicoprofiláctica. Estoy
para resolver conflictos en cualquier lugar donde se reúna gente:
escuelas, familias, cárceles, fábricas, cuarteles, hospitales, equipos
deportivos y no sigo diciéndole dónde más para no cansarlo. Cuan-
do una persona está desorientada sobre los estudios que le con-
viene seguir o el trabajo en el que se sentiría mejor, yo estudio
sus capacidades e intereses y lo oriento vocacionalmente. Si una
fábrica me lo pide, indico, de entre varios candidatos, cuáles son
los más indicados para los puestos disponibles y a cuáles conviene
rechazar; esto se llama selección profesional. Señalo a los indivi-
duos que tienen más condiciones para organizar y dirigir y los
que pueden adaptarse mejor a tareas subordinadas. Doy consejos
sobre la mejor manera de presentar un producto para que sea
consumido, un candidato a una elección, una idea para ganar
adeptos, una ley para que sea cumplida. Muestro las ventajas y
los inconvenientes de los distintos métodos existentes para "mo-
tivar" a los trabajadores para producir más, a los educandos para
estudiar más, a los soldados para combatir mejor. En fin, como
usted ve, mis tareas pueden ser de lo más variadas. Sintéticamen-
te, le diría que ayudo a la gente a cambiar, sea que me lo pida
la propia persona interesada, sea que me lo pida otro que tiene
o quiere tener ascendiente sobre el primero." De la nada breve y,
pese a todo, incompleta enumeración de nuestro psicólogo acadé-
mico surge para nosotros la posibilidad y la necesidad de orientar-
nos dentro de esa cantidad de actividades de apariencia tan dispar.
Podemos, para ello, reconocer las distintas "especialidades" en que
se dividen los psicólogos y analizarlas una a una: psicopatología,
psicodiagnóstico, psicoterapias, orientación vocacional, psicologías
educacional, laboral, industrial, publicitaria, social, forense, mili-
tar, etc. Mas sería una tarea redundante y fatigosa. Preferimos
proponer una clasificación de todas estas ramas en dos grandes
grupos atendiendo a un criterio que sabemos discutible: el de que
el objeto empírico sobre el cual recae la acción del psicólogo sea
un individuo aislado o sea un grupo o institución. Y proponemos,
sólo a este fin, designar con el nombre de psicología clínica al
conjunto de tareas desarrolladas con sujetos singulares y la psico-
LA PSICOLOGÍA SOCIAL 363

logia social a la realizada en contacto con entidades colectivas. L a


clasificación es u n a arbitraria agrupación empírica de activi-
dades n o menos empíricamente localizables. T i e n e fines didácti-
cos y n o pretende ignorar la obvia existencia de zonas de super-
posición. N o reconoce las diferencias metodológicas q u e se postula
q u e existen entre ambos grupos y sólo tiene en cuenta al objeto
empírico sobre el cuál recae la acción: g r u p o o individuo. Acep-
tadas estas limitaciones conviene señalar que, de todos modos, po-
demos reconocer la actuación en cada u n a de las dos ramas de u n
sistema de representaciones y comportamientos, de u n a cierta or-
ganización ideológica relativamente independiente q u e organiza
las tareas concretas de los psicólogos académicos. Nuestro objetivo
será, entonces, el de llegar a ver los dos árboles nocionales a cuyos
troncos t r e p a n o se pretende q u e trepen los psicólogos p a r a cum-
plir con el encargo social q u e ya hemos explicitado. T r a t a r e m o s
en este capítulo de la psicología social y reservaremos el p r ó x i m o
para la psicología clínica.

INTRODUCCIÓN A LA LECTURA DEL DISCURSO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

La psicología social como disciplina tiene una tonalidad


moral. Engendra simpatía, comprensión, tolerancia; reme-
dia el prejuicio y la deformación; hace posible la partici-
pación madura y racional en la vida del grupo al que
se pertenece.
GEORGE SIMPSON, El hombre en la sociedad, Buenos Aires,
Paidós, 1961, p. 102.

Aquello que interesa especialmente al psicólogo social es es-


tablecer cómo cada sujeto se adapta a las normas colectivas,
cómo se integra en los medios que lo rodean, qué rol
desempeña allí, qué representación se forma él de tal
rol y qué influencia eventual ejerce en el mismo.
JEAN MAisoNNEUVE, Psicología social, Bucnos Aires, Paidós,
1960, p. 17.

Empíricamente designamos con el n o m b r e de psicología social al


conjunto de tareas que desarrollan los psicólogos en relación con
grupos o instituciones colectivas de mayor o menor m a g n i t u d . La
definición propuesta puede parecer b u r d a y revelar u n a ignoran-
cia supina respecto de todas las elaboraciones teóricas efectuadas
364 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

por los psicólogos sociales en torno a "la dependencia e interde-


pendencia conductuales" a "las leyes del vínculo interhumano"
o a otras formulaciones semejantes. Pero no es así. Lo que soste-
nemos es, precisamente, que tales definiciones integran el cuerpo
de las racionalizaciones ideológicas producidas a posteriori como
intentos de justificar y legitimar el uso de un conjunto de ins-
trumentos y técnicas necesarios para satisfacer una cierta deman-
da social, es decir, las necesidades específicas de las clases sociales
dominantes en una formación social dada. Trataremos de demos-
trar que el discurso de la psicología social no vehiculiza ningún
nuevo conocimiento sino que se limita a la reproducción, bajo
forma especulativa, de las apariencias perceptibles de las relacio-
nes interhumanas a la vez que desconoce el sistema de determina-
ciones que permitiría explicar dichas apariencias. Tomando una
expresión de Herbert que ya tratamos en el cap. 5 y sobre la cual
luego volveremos, sostenemos que la función esencial de la psico-
logía social académica es la de "realizar lo real".

El objeto

Nos proponemos seguir un método de trabajo similar al utilizado


en el capítulo anterior. Llamaremos a declarar a un autor pres-
tigioso y difundido y lo tomaremos como representante del con-
junto de los textos que tratan de su materia. Nuevamente puede
pensarse que es difícil elegir a un autor habiendo tantos "tra-
tados de psicología social". Y nuevamente diremos que no es
así pues las diferencias entre ellos son mínimas, que tanto da
analizar a un autor como a otro y que, si algún lector lo dudase,
puede realizar por sí mismo la experiencia de consultar otro tex-
to, el que desee, y constatar si lo que surge de nuestro análisis se
aplica o no al autor por él elegido. De hecho, hay autores que,
como el astuto y experimentado profesor de psicología de Miller,
prefieren no comenzar por una definición del objeto de la psico-
logía social. Tal vez también ellos entienden que todo el mundo
y más o menos sabe de qué trata su materia. Así, por ejemplo,
en el tomo ix de Tratado de psicología experimental dirigido
por P. Fraisse y Jean Piaget y titulado. Psicología social no se hace
ningún intento por caracterizar ni por delimitar el campo. Sim-
plemente, se lo da por sabido. Para la tarea que nos aguarda
requeriremos el testimonio de Theodore M. Newcomb. Su Ma-
nual de psicología social es uno de los más conocidos en circu-
lación, la publicación en castellano fue tomada a su cargo por
LA PSICOLOCfA SOCIAL 365

la Editorial de la Universidad de Buenos Aires en 1964 y se en-


cargó de la revisión técnica de la traducción a Eliseo Verón, uno
de los más prestigiosos y reconocidos sociólogos argentinos. Lógi-
camente, habremos de comenzar nuestro interrogatorio pregun-
tándole —¿Qué es la psicología social? Veamos su respuesta:
El objeto de estudio de la psicología social son los procesos y resul-
tados de la interacción (p. 22).

Bien. ¿Qué es la "interacción"?


El proceso por el cuál un individuo toma en cuenta y responde a los
demás que lo están tomando en cuenta (p. 38). La interacción social
puede aceptarse como una frase sintética para expresar el hecho de que
en las situaciones sociales lo que una persona toma en cuenta y hace
es al mismo tiempo una respuesta a lo que otros han tomado en cuen-
ta y hecho (o a símbolos de ello) y también, potencialmente al menos,
un estímulo para lo que otros tomarán en cuenta y harán (p. 39). La
interacción es entonces un problema complejo, que alude a conductas
que son a la vez estímulo y respuesta y que pueden tener un significa-
do como estímulo y otro como respuesta (p. 41).

Y con esta respuesta nos hallamos ya en terreno conocido. En


efecto, en el segundo capitulo (véase) ya hemos analizado epis-
temológicamente la noción de "conducta" y el conjunto de no-
ciones relacionadas con ella: "adaptación", "organismo"» "estímu-
lo-respuesta" y "medio". Al proponer esta remisión de la psico-
logía social al terreno de la psicología conductista no realizamos
ningún desplazamiento forzado. Cualquier inquietud al respecto
es despejada por el propio Newcomb:

Los psicólogos sociales adoptan este punto de vista en cuanto a la


interdependencia del organismo y el ambiente. Como los psicólogos
individuales, ellos estudian la conducta individual —especialmente en
tanto estímulo o respuesta a la conducta de los demás. A diferencia
de los psicólogos individuales, estudian a los individuos como miembros
de grupos (p. 42).

Está claro. La psicología social no tiene un objeto específico. Se


ocupa, simplemente, de aquellas manifestaciones de la conducta in-
dividual que pueden ser vistas como estímulos o como respuestas
en relación con otras conductas individuales. Es instructivo com-
pletar este panorama sobre el objeto de estudio de la psicología
social analizando aquello que la psicología social no estudia por-
que lo deja en manos de otras disciplinas:
366 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

£1 estudio del protoplasma como tal no pertenece a la jurisdicción


de los psicólogos sociales. Para ello recurren a la psicología individual,
la que a su vez recurre a la bioquímica y a la fisiología (p. 42).

En realidad, hemos d a d o aquí, casi por casualidad, con u n a de


las expresiones más diáfanas q u e muestran la tendencia dominan-
te en la psicología académica a reducir el campo de lo psicoló-
gico al de lo biológico. Se p l a n t e a —ni más ni menos —que la psi-
cología individual se ocupa del estudio del "protoplasma como
tal". Y esto q u e la psicología social no estudia debe sumarse a
otro saber presupuesto:

Los psicólogos sociales no estudian a la sociedad como tal, así como no


estudian al protoplasma como tal. Recurren a la sociología y a la an-
tropología cultural, lo mismo que a la psicología individual (p. 43).

Y en este p u n t o podríamos creer q u e la psicología social se pro-


p o n e a sí misma como "ciencia" limítrofe entre las ciencias de
la naturaleza y las ciencias d e la sociedad. Para salir del equí-
voco es necesario ver cuáles son las definiciones q u e p r o p o n e
Newcomb d e las dos disciplinas "sociales" en las q u e se apoya y
q u e sí estudiarían a la "sociedad como tal". Oigamos:

La jurisdicción de la antropología cultural es la de las culturas... Una


cultura puede ser definida como "la configuración de conductas apren-
didas y de resultados de conductas, cuyos elementos componentes son
compartidos y transmitidos por los miembros de una sociedad particu-
lar" (Linton, 1945). La sociología, aunque en cierto sentido coincide
parcialmente con la antropología cultural, estudia los fenómenos de
grupo dentro de las sociedades en su totalidad... Sus principales pro-
blemas se refieren a las formas en que la conducta de las personas es
similar o diferente en razón de que, como miembros de grupos, están
sometidas a las mismas o a diferentes influencias (pp. 43-44).

Se ve n í t i d a m e n t e q u e entre las ciencias n o hay límites precisos


y q u e se va pasando g r a d u a l m e n t e de u n a a otra sin cambio en
el objeto. Para citar tan sólo las q u e Newcomb ha ido escalonando
en estos párrafos podemos proponer esta ordenación:
bioquímica^
fisiología^
psicología individual^
psicología social^
antropología cultural^
sociología^
LA PSICOLOGÍA SOCIAL 367

El objeto es siempre el mismo, la conducta. Por eso, en síntesis,


la respuesta de Newcomb a la pregunta por el objeto de la psi-
cología social con la que habíamos iniciado nuestro interroga-
torio es:

La psicología social se ocupa de la asociación de variaciones en la


conducta de uno o más individuos con variaciones en el medio social
(p. 43). Pues "son los aspectos sociales del medio con el que el orga-
nismo está interrelacionado los que más interesan al psicólogo social"
(p. 42).

Recordemos la definición ya vista de Smith y Smith:

Conducta: Respuestas de un organismo a los cambios del medio.


Para entender el objeto que se da a la psicología social nos
hace falta tan sólo agregar la palabra "social" a la palabra "me-
dio". Pero ya sabemos que el acoplamiento de vocablos que forma
la expresión "medio social" utilizada por Newcomb y por tantos
otros es una interesada extrapolación hecha desde la biología
que da por supuesto que ese "medio social" es un "medio" como
el "medio natural" y que, como en el caso de los animales, en
este líltimo, la misión de los "organismos" en el "medio social"
es la de "adaptarse". Con lo que la expresión "medio social" re-
vela el encargo social que pretende ocultar: el que procede de
un orden social que se presenta a sí mismo como "natural" y
que debe ser conservado mediante la adaptación a él de sus
integrantes.^
Vemos también en acción a través de todos estos párrafos de

" Nuestra exposición podría hacer pensar en una cierta reducción de las
determinaciones a aquellas que dependen de la estructura y, en consecuencia,
concluir en un inmovilismo fatal. Pero no es en absoluto así. Ese inmovi-
lismo es justamente el encargo a la psicología que venimos analizando. Pero
la estructura que libra el encargo está cargada de contradicciones, que no
es nuestro objetivo aquí analizar. >}os limitaremos a recordar la contradic-
ción fundamental, entre las clases burguesa y proletaria. Uno de sus efectos
es, particularmente en el plano de las ideologías, este develamiento del
encargo que nuestro texto pretende constituir como avatar de procesos de
sujetación/desujetación de sus autores. En el análisis de la contradicción (cuyo
carácter ideológico hemos señalado) "individuo/medio" no podrá leerse en-
tonces ninguna recaída en un hiperdeterminismo sociologista, sino la pro-
puesta de un cambio de problemática consistente en la articulación de los
problemas científicos del enfrentaraiento de clases con intereses antagónicos
y aquellos vinculados con los procesos de sujetación/desujetación. Véase, asi-
mismo, el final de este capitulo.
368 FUNCIONES DF. LA PSICOLOGÍA

Newcomb una de las premisas que analizamos críticamente en


el capítulo 4: la de la oposición entre un organismo biológico y
un medio ambiente natural-social. En aquella oportunidad de-
nunciamos esta falacia. No puede haber oposición organismo-me-
dio en la medida en que el organismo liumano está inscripto desde
un primer momento dentro del orden de la cultura en el que
viene a ocupar un lugar prefijado y en la medida en que ese
lugar de sujeto ideológico organiza al sujeto-soporte que elaborará
una ideología de sujeto congruente con el proceso social en que
debe participar. Es en última instancia el sentido de aquel en
cabezamiento: "La psicología individual es, al mismo tiempo y
desde un principio, psicolgía social" (Freud, 1921). Por eso po-
demos reiterar ahora que la psicología social no tiene objeto pro-
pio pues nunca puede ser un tal objeto esta "interacción" del
hombre con su "medio social".

Las tareas

Veamos ahora qué tiene para decirnos —siempre a través de New-


comb— la psicología social acerca de sus funciones. Esto se su-
mará a lo que ya nos anticipó Miller en el capítulo anterior y por
eso nos proponemos ser breves:

A menudo es importante comprender el comportamiento social en sí


mismo, dejando de lado las consecuencias que tiene para la personali-
dad o la cultura. ¿Qué hace competir a la gente? ¿Por qué el prejuicio
racial es a veces tan intenso? ¿Por qué la gente puede "perder la ca-
beza" en una multitud? La psicología social puede contribuir tanto
a la fascinante comprensión de muchos de los problemas prácticos que
surgen cuando los individuos interactúan, como a la satisfacción de re-
solverlos (p. 21).

A buen entendedor pocas palabras bastan. La gente "tiene la


cabeza" cuando no participa de la multitud, cuando realiza pasi-
vamente las obligaciones que se le han marcado y que "libre-
mente" ha asumido. Pero cuando se integra a la multitud "pue-
de perder la cabeza". Se trata de un "fascinante" problema que
la psicología social puede tener la "satisfacción" de resolver. . .
¿"encontrando" esa cabeza perdida?, ¿reconstituyéndola y repo-
niéndola sobre los hombros de los "extraviados"? La psicología
social —nos había dicho Newcomb— "no estudia a la sociedad
como tal" pero le preocupa la cuestión, por ejemplo, de cjué es
LA PSICOLOcfA SOCIAL 369

lo que hace competir a la gente. Claro, al dejar a "la sociedad


como tal" de lado se crea la ilusión de que el problema de la
competitividad pudiera ser comprendido y resuelto en términos
puramente psicológicos. Y esto nos permite advertir el escamoteo
de los conceptos fundamentales. Es imposible entender la com-
petitividad cuando se prescinde del análisis del modo de produc-
ción, de la manera en que el modo de producción dominante re-
quiere y exige sujetos ideológicos que se esfuercen al máximo para
mantener un ritmo de producción acorde con las necesidades del
sistema y, para ello, crea sistemas de estímulo y premio para quie-
nes se destaquen en la producción, el estudio, el consumo de
objetos suntuarios, etc. Toda la estructura de "ciencias" mencio-
nadas que va desde la bioquímica hasta la sociología se mantiene
sobre la base de una ignorancia: la del carácter determinante en
última instancia que tienen los procesos de producción (fuerzas y
relaciones de producción) sobre cuanto acontece en las forma-
ciones sociales concretas. Que existan prejuicios raciales parece
cosa natural; lástima que a veces sea "tan" intenso. Y prosigue
Newcomb:

Algunos de estos problemas aparecen en la conducta de los individuos.


Por ejemplo, ¿por qué Juanito, de tres años de edad es dominador con
los otros niños mientras su hermano mayor es retraído, y de qué ma-
nera puede lograrse que cualquiera de los dos cambie su manera de
ser? Hay otros problemas de vasto alcence: ¿Por qué algunas personas
votan en las elecciones primarias y otras no, y por qué votan como lo
hacen, y cómo puede inducirse a votar, o a votar de modo diferente, a
más personas? (p. 21).

Las interrogaciones de Newcomb suscitan interrogaciones distin-


tas de nuestra parte, ¿por qué uno de los chicos o los dos ha-
brían de cambiar su manera de ser? ¿quién pide tal cambio: los
chicos, los padres, la "sociedad"? Y una vez que llegamos a saber
quién quiere cambiar queda aún una pregunta ¿por qué quiere
cambiar o quiere el cambio del otro? Y de las respuestas a estas
preguntas puede desprenderse una sospecha: la de que se pre-
tenda "cambiar" a los chicos como una manera de no plantearse
la necesidad de "cambiar" a los padres y, en última instancia, de
no cambiar la estructura de la sociedad dentro de la cual tanto
los padres como los chicos reciben el encargo de ser de una ma-
nera determinada y de adaptarse a determinados esquemas de
representaciones y comportamientos (lugares de sujetos ideológi-
cos). Esta clase de "problemas" "aparecen en la conducta de los
370 FUNCIONES DE LA PSXOLOOÍA

individuos". O aparecen en otra parte, pero es en la conducta


de los individuos d o n d e se p r e t e n d e q u e se realicen los cambios
p a r a que la estructura fundamental permanezca invariante. Y esto
resulta más claro a ú n en el ejemplo siguiente, el d e "más vasto
alcance", el de cómo modificar la "conducta" del electorado. Pues,
¿por q u é le interesa al psicólogo social el cambio en la forma
de votar de los ciudadanos? ¿quién le confiere al profesor New-
comb y a sus alumnos el m a n d a t o y el poder para q u e traten de
" i n d u c i r " las decisiones de los votantes? El " M a n u a l " de New-
comb ocupa dos gruesos tomos pero esta p r e g u n t a acerca de las
fuentes del encargo social n o aparece en n i n g u n a de sus páginas.
El encargo n o es mencionado pero existe y la esencia de su exis-
tencia es que permanezca oculto. Los dos tornos son la respuesta a
una pregunta que no puede formularse sin anular la eficacia y
la razón de ser de esa respuesta. Y pasemos ya al ú l t i m o tercio del
párrafo q u e estamos leyendo:

¿Cómo pueden disminuirse los conílictos industriales, raciales o inter-


nacionales? Los problemas a ios que se refieren estas preguntas surgíín
de la interacción social y es por medio de la interacción social que se
están haciendo esfuerzos por resolverlos.

A q u í se disuelve el último camuflaje. Hay q u e "disminuir los


conflictos", en p r i m e r término los industriales. Ya sabemos lo q u e
n o se dice: haciendo q u e permanezca i n m u t a b l e el régimen de
p r o p i e d a d de la fábrica o, lo q u e es lo mismo, el sistema de ex-
plotación. P a r a ello se parte de u n a premisa, de u n a afirmación
sentada como indiscutible: los problemas surgen de la interacción
social. Por supuesto, cualquiera p u e d e verlo; es evidente. E n u n a
fábrica hay " p r o b l e m a s " p o r la "interacción" e n t r e patrones, eje-
cutivos, técnicos, capataces, empleados y obreros. La psicología
social se p r o p o n e como el saber sobre la "interacción". Repita-
mos u n a cita:

El objeto de estudio de la psicología social son los procesos y resul-


tados de la interacción (p. 22).

P e r o ahora estamos en condiciones de comprender el secreto


de la postulación de tal objeto. La "interacción" es u n objeto ya
d a d o ; algo q u e "está ahí", listo p a r a ser observado, analizado, ca-
tegorizado y transformado. E n el ejemplo propuesto de los "con-
flictos industriales" (así como en todos los otros) resulta claro q u e
c u a n t o sucede en la "interacción" está d e t e r m i n a d o p o r estructu-
LA PSICOLOGÍA SOCIAL 371

ras que fijan los lugares relativos de cada uno de los sujetos que
participará de la "interacción". Es así que la "interacción" se
revela como el aspecto empírico, visible, de la organización so-
cial. Y en tanto que apariencia es efecto de una estructura invi-
sible que la determina. El conocimiento científico —lo hemos vis-
to en los caps. 1, 2 y 5 se elabora tomando como materia prima el
discurso que muestra y reproduce de modo especular esas aparien-
cias. La "interacción", lejos de ser un objeto científico, aparece
como el resultado de la acción de una estructura cuyo conoci-
miento hay que producir. Detrás de ella están el modo de pro-
ducción, la expresión contradictoria de modos de producción
diferenciados en formaciones sociales concretas, los procesos so-
ciales, los mecanismos de asignación de lugares de sujetos ideo-
lógicos para efectivizar tales procesos y la producción de posi-
ciones subjetivas basadas en la inconsciencia de las pulsiones y de
sus destinos que finalmente se expresarán bajo la forma de con-
ciencia, de conducta y de "interacción" social entre los sujetos
así configurados. En síntesis, al proponer la "interacción" o "el
vínculo interhumano" o "la dependencia e interdependencia
comportamentales" la psicología social se muestra como un dis-
curso que tiende a ocultar y a obliterar las posibilidades de desa-
rrollo de dos disciplinas científicas ya existentes y cuya relación
hemos analizado extensamente en el capítulo 4: el psicoanálisis
como ciencia de los procesos de sujetación-desujetación y el mate-
rialismo histórico como ciencia de los modos de producción y
de las transiciones entre ellos. Pero, por supuesto, la psicología
social es algo más que un discurso encubridor. Puesto que "los
problemas surgen de la interacción social" es a través "de la
interacción social que se están haciendo esfuerzos por resolverlos".
I^i función de la "teoría" psicosocial es nítida: propone el estudio
de los efectos dejando de lado la cuestión de su determinación;
luego propone un modo de acción que es, lógicamente, acción so-
bre esos efectos dejando de lado la estructura que los produce.
La ignorancia teórica se traduce en una práctica que sirve cons-
ciente e inconscientemente a la conservación del orden vigente
en la medida en que nunca se alcanza el conocimiento de por qué
las cosas son como son y, en consecuencia, nunca puede plantear-
se la cuestión de si deben o no seguir siendo así y por qué. Como
en el caso de la psicología que tomaba por objeto a la "vida
mental" la psicología social termina revelando su dependencia
de la práctica política. ¿Cómo habría de extrañarse entonces el
lector cuando escucha a Newcomb diciéndole:
372 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

La psicología social también se parece a la física o a la biología en


el hecho de que puede ser utilizada; puede indicar claves que muestren
el camino hacia la solución de preguntas cuya respuesta se desea piero
se desconoce y hacia la modidifación de condiciones que se consideran
indeseables (p. 22) ?

N u e v a m e n t e "se". La situación de conflicto manifiesto "se"


considera indeseable. E n ese m o m e n t o "se" encarga al psicólogo
social (laboral, educacional, militar, etc.) q u e intervenga para
alcanzar la solución q u e "se" desea pero "se" desconoce. La es-
tructura del poder político y, en última instancia, económico ha
q u e d a d o escondida entre las páginas de los libros y entre las ta-
reas concretas q u e asume la psicología social. Dejamos en este
p u n t o el análisis de las "funciones" encomendadas a la psicolo-
gía social.

I^s nociones

y pasamos a estudiar el discurso de forma teórica q u e racionaliza


y soporta el cumplimiento de las funciones prácticas q u e el po-
der político requiere de la psicología social.
Ya reprodujimos la cita de la p . 42 en q u e Newcomb nos de-
cía q u e los psicólogos sociales "estudian a los individuos como
miembros de grupos". Por supuesto, surge en nosotros el deseo
d e conocer con precisión q u é significa esta noción central alre-
dedor de la cual se estructura el edificio de la psicología social:
el grupo. Y esperamos u n a definición cjue trascienda los límites
de la experiencia personal q u e "todos" podemos decir q u e tene-
mos acerca del grupo. Newcomb utiliza profusamente el t é r m i n o
a lo largo de su obra pero recién c u a n d o está ya m u y adelantado
en la exposición del segundo tomo se decide a definirlo: Pre-
viamente aclara q u e esas ideas q u e se tienen acerca de q u é es,
en realidad, u n grupo, varían considerablemente y q u e "la de-
finición q u e se elija dependerá de los propósitos q u e u n o tenga"
(p. 569). Después de indicar q u e no cualquier conjunto de perso-
nas constituye u n grupo, p r o p o n e :

Un grupo consiste en dos o más personas que comparten normas con


respecto a ciertas cosas y cuyos roles sociales están estrechamente inter-
vinculados (p. 571) .
I..A PSICOLOGÍA SOCIAL 373

Definición que merece un análisis pormenorizado. Encontra-


mos en ella tres enunciados claramente definidos: a] dos o más
personas; b] que comparten normas y c] con roles sociales inter-
vinculados. Y dos elementos ambiguos que nos limitamos a se-
ñalar: a] las normas se comparten "con respecto a ciertas cosas",
es decir, algunas si y otras no, pero no hay ninguna indicación que
permita delimitar cuándo las normas compartidas permiten pos-
tular la existencia de un grupo y cuándo no y b] los roles sociales
deben estar "estrechamente" intervinculados, no pudiéndose en-
contrar ni en la definición ni en otra parte del texto que leemos
lina manera de definir cuándo el grado de vinculación es sufi-
cientemente "estrecho". Pasemos a las proposiciones inequívocas.
a] El grupo es dos o más personas: con lo que se aclara de en-
trada cuál es el status epistemológico del objeto grupal. Se trata
de un objeto real concreto de existencia empírica. No constituye
un objeto teórico, formal abstracto, producido por la práctica
científica, con existencia conceptual, cuya definición surge de
su relación con otros elementos conceptuales dentro del marco
de una teoría de las determinaciones de lo real empírico. Sabe-
mos también que esta cuestión del status epistemológico de un
objeto tiene profundas consecuencias metodológicas. Como en
el caso de las nociones de "conciencia" y "conducta" (cap. 2),
el abordaje del "grupo", en tanto que objeto empírico, se lleva
a cabo a través de la observación, la descripción, la abstrac-
ción de elementos dentro de lo observado, etc., es decir, ínte-
gramente dentro del campo de la práctiai ideológica (en sen-
tido epistemológico). Y esta práctica ideológica de producción de
nociones puede desembocar en el desempeño de actividades con-
cretas de eficacia indiscutible. Veamos un ejemplo: el psicólogo
social se acerca a un grupo y observa lo que sucede, percibe que
dentro del grupo actúa un individuo cuyas opiniones tienen más
peso que las del resto y que induce a los demás integrantes a
actuar según él cree ventajoso que actúen, describe en qué con-
siste y de qué modo ejerce este individuo su influencia, le atri-
buye la denominación de "conductor" o "líder" del grupo, abs-
trae una noción de "liderazgo", analiza las condiciones persona-
les que debe reunir alguien para ser tomado como "líder" grupal,
selecciona por medio de tests a las personas que poseen tales con-
diciones, los prepara señalándoles lo cjue deben hacer y lo que
deben abstenerse de hacer para mantener y acrecentar su presti-
gio como "líderes", "motivándolos" con un sistema de ascensos
y recompensas y de esa manera ofrece al mercado de trabajo per-
sonas entrenadas en hacer que otras personas cumplan más y me-
374 FUNCIONES 6E LA PSICOLOGÍA

jor con las tareas asignadas. Ni la noción de "grupo" ni la noción


de "liderazgo" integran, claro está, el armazón conceptual de una
ciencia, pero no por ello dejan de ser "operativas", es decir, de
servir para el cumplimiento de los objetivos propuestos por quien
está en condiciones y tiene interés en contratar al psicólogo social.
b] estas personas comparten normas: las "normas" son deíini-
das como "marcos de referencia compartidos" y, a la vez, "idea-
les a los que hay que ajustarse en la vida (criterios de conducta)",
aclarándose en el mismo párrafo que

. .. tanto los criterios de conducta como las normas para percibir a las
personas son compartidos por todos los miembros de cualquier grupo,
pero se aplican en forma distinta a diferentes miembros del grupo,
dependiendo de la forma en que se clasifica a esos miembros (p. 330).

Lógicamente, no aparece ni planteada la cuestión de cómo se


producen las normas a las que "hay que ajustarse en la vida".
Simplemente, están ahí y hay que ajustarse a ellas. O, mejor aún,
queda en muchos momentos la impresión en el lector de que el
grupo mismo es la fuente de la normatividad a la que se ajustan
sus integrantes. El silencio acerca del sistema de producción y
asignación de normas a los grupos y dentro de cada grupo marca
nuevamente la necesidad en que se ve la psicología social de ocul-
tar el encargo social que la constituye. Sucede que las normas
que se comparten dentro de un grupo están determinadas por el
proceso social que el grupo debe cumplir. En la vida amorosa
de una pareja, en la organización de la producción de mercancías
en una fábrica o en la distribución de las actividades de los sol-
dados en una patrulla durante la guerra existe una asignación
de normas, digamos bien, de lugares de sujetos ideológicos que
no es inmanente al propio grupo sino que está determinada por
la invisible estructura de la formación social en la que el proce-
so en cuestión tiene lugar. Por otra parte, como dice Newcomb,
los "diferentes miembros del grupo" deben cumplir de "forma
distinta" con las normas en función de que están divididos en
clases ("se clasifica"). Y, una vez más, nuestro viejo conocido:
"se". Para ser un integrante del grupo hay que aceptar las nor-
mas que en él rigen, es decir, adecuarse a un determinado lugar
de sujeto ideológico. La definición del grupo como "dos o más
personas que comparten normas" tiende un velo de silencio sobre
la fijación de las normas y sobre el sistema que rige la clasifica-
ción de los miembros del grupo en relación con las normas. Y
ese silencio, cuando es leído, grita.
LA PSICOLOGÍA SOCIAL 375

c] y SUS roles sociales están intervinculados: Para c o m p r e n d e r


esta noción de rol social intervinculado n o haremos lectura sín-
toma!. Simplemente reproduciremos u n fragmento de Newcomb
y solicitaremos al lector q u e saque sus conclusiones:

Las formas de conducta que se esperan de cualquier individuo que


ocupa una posición constituyen el rol (rol social) asociado con esa po-
sición. Tal como lo define Linton, el rol se refiere a la "suma total de
las pautas de conducta asociadas con un status particular. Incluye así las
actitudes, valores y conducta adscritos por la sociedad a toda persona
que ocupe ese status... Un rol es el aspecto dinámico de un status
(1945). Una posición, como lo implica el término status de Linton, es
algo estático; es un lugar en una estructura, reconocido por los miiem-
bros de la sociedad y acordado por ellos a uno o más individuos. Un
rol, en cambio, es algo dinámico; se refiere a la conducta de los ocu-
pantes de una posición, no a toda su conducta como personas, sino a lo
que ellos hacen como ocupantes de una posición.
De este modo los roles y las posiciones son inseparables. Una posi-
ción no tiene sentido sin su rol concomitante, y cualquier rol dado
sólo se aplica a la persona que ocupa una posición determinada esta-
tuida en un grupo o sociedad determinados. Pata cada posición hay un
rol y para cada rol una posición. No importa cómo se les asignen po-
siciones a los individuos; ya sea por adscripción o por logro, los roles
están siempre asociados con ellas" (pp. 334-335). [Pedimos perdón al
lector por esta intromisión en su tarea, pero el último subrayado es
nuestro.]

Y después del análisis de las tres proposiciones q u e integran


la definición newcombiana de " g r u p o " , cimiento y a la vez ce-
m e n t o del discurso de forma teórica de la psicología social, diga-
mos dogmáticamente por razones de tiempo y espacio q u e el resto
de ese discurso oscila entre las trivialidades y las vaguedades.
Juzgúese por ejemplo este botón de muestra en el q u e u n psico-
analista argentino resume lo q u e es c o m ú n a todos los autores
fjue se dedican al tema;

Aunque una síntesis total no sea posible, hay algunos conceptos que
todas las escuelas aceptan: a] que todo grupo constituye una unidad
que se manifiesta como totalidad; b] que el grupo es una entidad di-
námica, es decir, un proceso en continuo movimiento; c] que los in-
tegrantes desempeñan "roles" que pueden ser fijos o cambiantes, pero
que dependen del interjuego dinámico del grupo y no de las caracte-
rísticas aisladas de cada individuo; d] que la dinámica del grupo de-
pende de una energía que se desarrolla a partir de los individuos y
que se descarga en las relaciones intra-grupo y en la actividad del grupo
376 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

coino totalidad, dirigida hacia una determinada finalidad y e] que en


todo grupo coexisten dos fuerzas contradictorias permanentemente en
juego, una tendiente a la cohesión del grupo y otra tendiente a su
desintegración.^
'Sobre esta endeblez teórica se construyen técnicas llamadas de
"dinámica de grupos" que pueden ser efectivas para el logro de
objetivos preestablecidos (y cabe preguntar: ¿por quién?). En
esas técnicas opera como un presupuesto fundamental el de la
autorregulación del grupo que es el equivalente, a nivel psicoso-
cial, del presupuesto de la autonomía del individuo en el nivel
de la psicología general. El grupo no tendría historia anterior
al momento en que sus integrantes se juntaron. Las normas que
imperan en él estarían dadas por el propio grupo que las elegiría
libremente de entre una cierta cantidad de normas posibles. Las
jerarquías y posiciones diferenciadas que se ocupan dentro de él
dependerían de las aptitudes particulares de cada uno de los in-
dividuos integrantes; cada quien estaría ubicado según una eva-
luación que el propio grupo haría de sus merecimientos de acuer-
do a criterios intragrupales. Lo que se espera del individuo sin-
gular no es otra cosa que su integración a la estructura y a la
función del grupo. Para nosotros, esa integración no es otra cosa
que la aceptación del lugar de sujeto ideológico asignado por el
proceso social en curso y la elaboración de la correspondiente
posición subjetiva respecto de ese lugar, de esas normas, de esas
jerarquías. Los dinamistas de grupo, particularmente en el cam-
po de la educación, reconocen cuatro criterios fundamentales para
evaluar la integración. Son ellos:
1. PARTICIPACIÓN: Para funcionar "bien" en el grupo es nece-
sario actuar, tomar parte, "participar" en su actividad. La no par-
ticipación implica la "marginación" respecto del grupo; eso es
"malo", debe ser "corregido". El nivel y la eficacia de la partici-
pación determinan la "popularidad" del individuo; esto puede
ser medido y constituye un objetivo "deseable". Los términos en-
trecomillados indican la impregnación ideológica del discurso.
2. PERTENENCIA: El individuo debe quedar incorporado al gru-
po y el grupo debe quedar incorporado a la estructura personal
del individuo, haciendo que ajuste su conducta a las necesida-
des que el grupo ha fijado, que asuma las normas grupales no
como algo procedente del exterior sino como provenientes del
propio interior y que se ubique dentro del orden jerárquico del

' Usandivaras, R. J., "Psicología y psicoterapia de grupo", Revista de Psi-


cología y Psicoterapia de Grupo, 2 (1):65, 1962.
LA PSICOLOGÍA SOCIAL 377

grupo en la posición que se le ha asignado y desarrolle las con-


ductas propias de su rol.
3. PERTINENCIA: El individuo debe actuar del modo adecuado
al cumplimiento de la tarea, sin introducir factores perturbado-
res. En este sentido, el cuestionamiento de la tarea misma o del
sistema en que el grupo se inscribe, pueden ser vistos como im-
pertinencias que, de reiterarse, justificarán que se realice un
"diagnóstico" de la "patología" grupal.
4. COOPERACIÓN: ES un ítem muy ligado al anterior cuando se
trata de evaluar la integración. Se trata de co-operar, de obrar en
conjunto, sin interponer obstáculos en el camino de los objetivos
"del" grupo. Entrecomillamos el genitivo por entender que los
objetivos no son "del" grupo sino que están fijados por factores
exteriores a la reunión de las personas y que la formación misma
del conjunto grupal obedece a objetivos que casi nunca son total-
mente conscientes para los integrantes del grupo. Puede decirse
sin temor que los grupos viven en la ideología, es decir, en un
sistema imaginario de representaciones y comportamientos que
presenta de un modo deformado la relación de ese grupo con el
todo social estructurado y, en este plano, podríamos hablar con
D. Anzieu de una "ilusión grupal".^
Se t:ata en los cuatro casos mencionados de objetivos de las
técnicas de dinámica de grupos. Sabemos ya que a cada técnica
de la psicología académica corresponde una racionalización ideo-
lógica. Acá se trata de "ayudar a la gente" en la realización de
sus tareas cotidianas. Para ello, es menester implantar un clima
"democrático" en el grupo. La palabra "democracia" sugiere la
existencia de un gobierno elegido por la mayoría, el reconoci-
miento de la igualdad entre los integrantes, etc. Mas cuando ve-
mos qué queda de esta democracia en su aplicación concreta a los
grupos descubrimos la falacia de tales pretensiones pues la tarea,
la ley y las jerarquías preceden a la constitución misma del grupo
y el grupo "vive" en la medida en que no impugna las institu-
ciones que lo fundan. La "democracia" queda así reducida a la
"libre" discusión, al uso permitido de la palabra siempre que esté
al servicio de la tarea asignada, que no sea palabra "impertinente",
una "democracia", en suma, que existe para facilitar el aumento
de la producción o la eficiencia de la institución. En la fábrica,
por ejemplo, el grupo de trabajo discute "democráticamente"
cómo coordinar las actividades de todos en la medida en que no se

' Anzieu, D., "L'illusion groupale", Nouv. Hevue de Psychanalyse, n? 4, ppu


73-94, 1971.
378 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

objete el hecho primero de que la fábrica tiene un dueño y que


todos deben vender su fuerza de trabajo a ese capitalista.
Los psicólogos sociales comparten esta ideología "democrática".
Sin embargo, no todo es paz y armonía dentro de la corporación.
A veces los vemos trabarse en agrias disputas cuando se trata de
"comprender" y de "enseñar" lo que hacen. Y conste que no
decimos "explicar" porque, con escasas excepciones, aceptan el
carácter empírico de su disciplina. Sucede algo curioso: los psi-
cólogos sociales están fundamentalmente de acuerdo en cuanto a
la ob'crvación y descripción de los hechos y en cuanto a la im-
plementación de las técnicas a que recurren. Pero discrepan —y
hasta apasionadamente— cuando tienen que verbalizar esos he-
chos. Las diferencias radican fundamentalmente en el lenguaje
empleado. Kay distintas escuelas y cada una tiene su propio mo-
delo verbal para describir hechos empíricos sobre los que están
de acuerdo. Así, por ejemplo, tenemos:
a] un modelo biológico: El grupo es considerado como un or-
ganismo que tiene que adaptarse a modificaciones ambientales
por medio de conductas que reduzcan las tensiones que lo mo-
tivan; el objetivo del grupo es alcanzar un estado de "equilibrio"
con el medio (y aquí lo biológico se impregna también de fisi-
calismo; la democracia, para los gestalistas, es una "buena for-
ma").*
b] un modelo sociológico: Se pretende que el grupo reproduce,
en Dequeño, la estructura del conjunto de la sociedad y que, es-
tudiándolo, se pueden comprender los fenómenos sociales más
complejos. Es frecuente que en estos enfoques se subrayen enfá-
ticamente problemas como la "batalla de los sexos" o "el con-
flicto de las generaciones" que tienen la obvia función de despla-
zar la posible inteligencia de la fuente de las "tensiones sociales",
ofreciendo explicaciones alternativas. Como bien señala Pontalis
"en el horizonte estaría la esperanza de ver diluirse los conflictos
sociales en los ajustes de las personas a los pequeños grupos a los
c}ue pertenecen".''
c] un modelo psicoanalitico: El grupo tendría una estructura
análoga a la del aparato psíquico del sujeto individual: Ello, Yo
y Superyó y habría también pulsiones grupales que generarían
ansiedades neuróticas y psicóticas frente a las cuales el grupo se
defendería. Cada una de las manifestaciones de los integrantes del

•* Ponlalis, J. B., Aprés Freud, París, Gallimard, 1968.


° Pontalis, J. B., Aprés Freud, París, Gallimard, 1968. p. 244. [Hay traduc-
ción ai castellano; Después de Freud, Buenos Aires, Sudamericana, 1974.]
LA PSICOLOGÍA SOCIAL 379

grupo será vista, en este modelo nocional, como expresión de un


"inconsciente grupal"."
d] un modelo específicamente psicosociológico: No recurre a
analogías sino que produce sus propias nociones y describe los
fenómenos con sus propias categorías: liderazgo, cohesión, rol, ac-
titud, status, etc., con las que puede enmarcar a cualesquiera si-
tuaciones que tengan lugar dentro del grupo.
Habiendo llegado a enumerar estos cuatro modelos nos detene-
mos porque nunca seríamos capaces de agotar los innumerables
lenguajes con que puede describirse un mismo fenómeno: ciber-
nético, matemático, filosófico existencial o dialéctico (Sartre) o
de cualquier otra clase. La condición única es que verdaderamen-
te se renuncie a los cuestionamientos de raíz de lo que pasa dentro
del grupo y a la posibilidad de explicar esas manifestaciones como
efectos de la estructura social, que asigna las funciones a los gru-
pos y delimita el terreno en el que pueden moverse.
En el curso de su actividad el psicólogo social descubre y des-
cribe los fenómenos grupales, encuentra regularidades a las que
designa como leyes y experimenta técnicas que modifican las si-
tuaciones existentes en los grupos para dar lugar a otras nuevas.
Ya sabemos que esta reproducción de las apariencias no es des-
deñable sino que, por el contrario, es la tarea de producción de
la materia prima con la que podrá desarrollarse después un tra-
bajo científico. La cuestión es, sin embargo, que en las actuales
circunstancias por las que atraviesa el modo de producción capi-
talista, es necesario presentar esta réplica de las apariencias como
si consituyese un conocimiento científico. La investigación se hace
con métodos que brindan una idea de cómo es la realidad de las
conciencias y conductas de los sujetos ideológicos. Esto se consi-
gue mediante las encuestas de actitudes y opiniones, la evalua-
ción de las expectativas, las tendencias y las resistencias ante even-
tuales cambios, la medición de impacto de una campaña publi-
citaria, la exploración del mercado, etc. El conocimiento que
se obtiene no sirve para explicar el porqué de los fenómenos
cjue se han investigado. Los resultados se expresan generalmente
en cifras que reproducen más o menos fielmente esa "realidad" de
la ideología de los sujetos que es lo que se estuvo explorando sin

° Hay un ejemplo magnífico de la perversión del discurso psicoanalítico


en el terreno de la psicología laboral. Lamentamos que sea tan extenso como
para impedirnos su reproducción y recomendamos muy especialmente su
lectura: E. Jacques: "Los sistemas sociales como defensa contra las ansiedades
persecutoria y depresiva" pp. 458/477 del libro de Melania Klein y col..
Nuevas direcciones en psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1965.
380 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

comprender ni pretender comprender a qué responde esa ideolo-


gía. Pasa lo mismo que cuando tomamos una fotografía de un
objeto: tenemos una reproducción de la apariencia del mismo
pero no una explicación de por qué es como es. Las columnas de
cifras, como la fotografía, tienen una objetividad, son reales. Y
el efecto de la investigación psicosocial consiste precisamente en
esta realización de lo real que, como dice Herbert,^ "[se hace] con
miras a una adaptación o readaptacíón de las relaciones sociales
a la práctica social global, considerada como el invariante del
sistema". En otras palabras, hay que saber qué piensa la gente,
de qué manera actúa y cómo interactúa para mantener el nivel
de adaptación al conjunto del sistema tal como existe y, si se
detectan señales que permitan presumir perturbaciones en la or-
ganización global de la sociedad, hay que readaptar cambiándolo
todo para que todo siga como está.
De esta manera, investigando para realizar lo real y modifi-
cando para que lo esencial permanezca inmutable, el psicólogo
social interviene en todos los lugares donde hay grupos de per-
sonas que desempeñan tareas. Está en todos los aparatos del Es-
tado: ideológicos, represivos y técnicos con la función asignada de
lubricar la ejecución de las distintas tareas, de incrementar la
productividad de los trabajadores, de mejorar el aprendizaje de
los educandos, de disciplinar y hacer aceptar el orden vigente.
Los objetivos son claros: integrar al sujeto a la institución ha-
ciendo que se sienta perteneciente a ella y obligado a cumplir
con sus leyes, que acepte las prescripciones del "principio de rea-
lidad" que para él "se" han fijado. Otro objetivo, del que se
hablará también en los próximos dos capítulos, es el de detectar
a los individuos que son incapaces de trabajar bien en el grupo,
marginales, impertinentes, no cooperativos ni integrados, en su-
ma, los "inadaptados" que serán después tributarios de uno de
dos cauces posibles: a) si son recuperables, pasarán a alguna for-
ma de terapia o readaptación y b) si no lo son, serán expulsados
y transformados en desocupados, delincuentes o locos. Es sabido
que Levi-Strauss distingue dos tipos de culturas: las antropofági-
cas que devoran a los sujetos y las antropoémicas que los vomi-
tan. Las formaciones sociales dominadas por el modo de produc-
ción capitalista tragan a todos los sujetos que pueden y vomitan
a aquellos que no se puede comer, excluyéndolos, encerrándolos,
' Herbert, T h . "Reflexiones sobre la situación teórica de las ciencias socia-
les, especialmente de la psicología social", pp. 41-76 del libro de Miller y
Herbert, Ciencias sociales: ideología y conocimiento, Buenos Aires, Siglo XXI,
1971.
LA PSICOLOGÍA SOCIAL 381

quitándoles o acortándoles la vida. Una de las principales fun-


ciones atribuidas a la psicología y, muy especialmente, a la psico-
logía social es la de determinar, según la conducta en el grupo,
cuáles son los sujetos recuperables, aquellos a los que aún se
puede asimilar y digerir y cuáles son los individuos que deben
ser vomitados.

Un programa

Estas consideraciones referentes a la actividad de los psicólogos


sociales serán ampliadas en el último capítulo sobre "rol del psi-
cólogo". El problema que nos resta por abordar ahora que he-
mos hecho el análisis crítico de la psicología social académica es
el de si queda un lugar teórico disponible para el trabajo en
psicología social o si, por el contrario, se trata de una disciplina
condenada a vivir para siempre en el plano de las ideologías
empíricas comandadas por el encargo social de las clases domi-
nantes.
Se trata de diseñar un programa de trabajo teórico para una
legión científica insvificientemente explorada y de inventariar los
instrumentos teóricos que ya poseemos para encarar tal tarea.
Como dice Herbert: "Hay que esbozar posibilidades nuevas a la
luz de lo que hemos aprendido en el camino". En otras palabras:
hay una problemática abierta por esta variante de la práctica
ideológica que es la psicología social desarrollada tanto en las
formaciones sociales dominadas por el capitalismo como en las pre-
dominantemente socialistas;* el desafío teórico es el de construir la
ciencia de esta ideología, el sistema de conceptos teóricos que dé
cuenta del mecanismo de producción de los fenómenos observa-
dos y de las razones de la eficacia de las técnicas empleadas. No
podemos limitarnos a "condenar" a la psicología social; es ne-
cesario que marquemos que ella recubre el lugar teórico sobre el
cual puede asentar una ciencia de la instancia ideológica. Y ya
hemos visto en el sector correspondiente del cap. 4 cuáles son los
elementos que aportan el materialismo histórico en su condición
de ciencia de los modos de producción, de las formaciones socia-
les y de su transformación y el psicoanálisis como teoría de la

" Puede consultarse al respecto el artículo del alemán oriental H. Hiebsch,


"Proyectos y deberes de la psicología social", pp. 167-186 del libro de Luria
V otros, Problemática científica de la psicología actual, Buenos Aires, Orbelus,
Í968.
382 FUNCIONES DE LA PSICOLOC/A

suj elación en t a n t o que mecanismo de producción y reproducción


del sujeto ideológico para la tarea que nos hemos trazado.
Y remplazaremos en este p u n t o la exposición q u e podríamos
hacer de cuál es la problemática abierta en este campo p o r la
traducción de la respuesta q u e Michel Pécheux ya ha formula-
d o y con la que, de más está decirlo, coincidimos plenamente.

Es prematuro diseñar la lista de los problemas que tal orientación


permite formular. Sin embargo, se puede desde ya mencionar:
1. Un conjunto de cuestiones teóricas concernientes a las implica-
ciones de la dominación de un modo de producción no socialista so-
bre una formacicin social en tanto que ella determina la repartición-
distribución de los agentes humanos en clases antagónicas; de donde
surgen las siguientes direcciones de trabajo:
Estudio de los procesos de ubicación de los sujetos impuestos por las
relaciones de producción.
Estudio de los procesos de borramiento '•> de esta ubicación, ligados
a la autonomización del sujeto (soporte de tal ubicación) y a los
mecanismos ideológicos de la subjetividad libre (el trabajador debe
ser libre para ser explotado), por los cuales el sujeto se relaciona con
su subjetividad político-jurídica e ideológica i" (problema de la rela-
ción del sujeto con sus representaciones que envuelve el problema de
las relaciones entre ideología e inconsciente;.
Elaboración de la teoría del sujeto-soporte en tanto que represen-
tante de clase, es decir, en tanto que lugar de los efectos combinados
de la ubicación y de su borramiento; ésto se liga con los problemas de
la relación entre situación y posición de clase conectada con el fun-
cionamiento de los aparatos institucionales de la formación social con-
siderada.
2. Los problemas concernientes al apuntalamiento de las formas de la
animalidad humana (considerada aquí a la vez como elemento etoló-
gico y como leyes del organismo humano individual) sobre el modo de
producción que domina la formación social considerada.
En este punto, las cuestiones ligadas a la formación, reproducción,
transformación, organización y dirección de la fuerza de trabajo, en
tanto que ella interviene en el proceso de apropiación material de la
naturaleza. Estas cuestiones no pueden separarse de las que conciernen
al proceso de apropiación social del producto, determinado por las
relaciones de producción que asignan la forma de explotación de la
fuerza de trabajo. La interdependencia de estos dos aspectos remite a
los procesos evocados en 1.
3. Los problemas ligados a la definición teórica de las formas de la
individualidad histórica en tanto ellas dependan de formaciones insti-

' De "inconscientización" nos atreveríamos a sugerir.


'" La ideología de sujeto de que hemos hablado en otra parte.
LA I-SICOLOGÍA SOCIAL 383

tucionales, políticas e ideológicas que interactúan según reglas de


dominación coyuntural determinadas por la instancia económica del
modo de producción (lo que implica abordar las cuestiones de las "so-
brevivencias" políticas e ideológicas así como las de los "presupuestos"
políticos o ideológicos ligados al funcionamiento de la instancia eco-
nómica) .
Estas cuestiones desembocan en la necesidad de construir una teoría
de las transformaciones coyunturales de las formaciones institucionales,
políticas e ideológicas (ideologías prácticas y teóricas), lo que implica el
examen de los procesos conflictivos (alianzas, combinaciones, escisiones,
rupturas) mediante los cuales se operan estas transformaciones.
Los tres dominios que se terminan de evocar están recubiertos y
disimulados actualmente por:
1': La psicología social de las opiniones, actitudes y decisiones;
2'; Las investigaciones de ergonomia psicosocial y
S'^: Los análisis referidos al cambio social.
Estos dominios pueden ser literalmente descubiertos a condición de
efectuar de entrada el cambio de terreno (teórico y práctico-experimen-
tal) que exigen para su formulación y desarrollo.
Pueden tomarse los términos de Engels para subrayar una vez más que
no se licjuidará el problema de la relación entre estos dos campos teó-
ricos "con algunos trucos de prestidigitador sino a través de un lento
y laborioso trabajo de la filosofía y de las ciencias'".^i

Es lícito preguntarse por q u é este programa de trabajo teórico


n o ha p o d i d o ser formulado con claridad hasta este m o m e n t o .
C u a n t o hemos hablado sobre el encargo social nos permite com-
prender q u e ese encargo no incluye n u n c a ni m u c h o menos im-
p o n e la tarea científica. Por el contrario, ésta debe comenzar
por levantar los obstáculos epistemológicos interpuestos por la
ideología de apariencia teórica q u e domina el campo y lo oculta.
La ciencia de la instancia ideológica tiene que nacer y está na-
ciendo en contra del encargo social q u e cumplen las llamadas
"ciencias sociales". Y es por las grietas del discurso d e éstas p o r
donde, practicando la lectura sintomal, puede avizorarse la tarea
a realizar. Piénsese, a m o d o de ejemplo, en la relación q u e existe
entre el p r o g r a m a de Pécheux q u e venimos de citar y la frase de
Maisonneuve q u e colocamos a m o d o de epígrafe: "Aquello q u e
interesa especialmente al psicólogo social es establecer cómo cada
sujeto se adapta a las normas colectivas, cómo se integra en los
medios q u e lo rodean, q u é rol desempeña allí, q u é representa-
ción se forma él de tal rol y q u é influencia eventual ejerce en el

" Pécheux, M., "Sur la conjuncture théorique de la psychologic sociale",


ISullelin de Psychologie, 23 (281):290-97, 1969-70.
384 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

mismo". La comparación entre ambos textos es paradigmática de


la oposición entre un planteo que responde al encargo social y
que no puede tener otro efecto que la realización de lo real y
otro planteo que denuncia e impugna ese encargo y del que pue-
de surgir una ciencia que sirva como instrumento en la transfor-
mación de lo real.
CAPÍTULO 16

EL ENCARGO SOCIAL Y LAS PREMISAS OPERANTES


EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

NÉSTOR A. BRAUNSTEIN

Una vez superada con éxito [la fase de la adolescencia] la


persona surge como un ser con respeto a sí mismo, ade-
cuado casi a cualquier situación, con el respeto a los de-
más que ese respeto a sí mismo implica; con la dignidad
que cuadra a la elevada actuación de una personalidad
competente; y con la libertad de iniciativa personal que
representa una confortable adaptación de la propia situa-
ción personal a las circimstancias que caracterizan al orden
social del que uno es parte.

HARRY s. SULLIVAN, Concepciones de la psiquiatría moder-


na, Buenos Aires, Psique, 1959, p. 67.

Hemos dicho que en el campo de la psicología (académica) apli-


cada reconocíamos empíricamente dos sectores imprecisamente
diferenciados. Después de transitar por el sector de la psicología
social pasamos ahora al de la psicología clínica. Delimitarla es ta-
rea difícil para la q u e n o nos sentimos capacitados. En realidad,
también los autores q u e escriben libros dedicados específicamente
a ella omiten el tema de su definición. Algunos autores, de los
cuales D. Lagache es el más relevante^ la identifican con u n a acti-
tud metodológica basada en el recurso sistemático ai método clí-
nico. N o repetiremos las dificultades q u e plantea la idea misma
de "método clínico" q u e ya fueron expuestas e n el capítulo 5.
En la perspectiva que estamos considerando, la del análisis de
las funciones que cumple cada rama de la psicología, la elección
metodológica n o es decisiva. Sí lo es, en cambio, la selección del
objeto empírico y del tipo de problemas q u e el especialista o su-
puesto especialista reclama como pertenecientes a su jurisdicción.
Al igual q u e en capítulos anteriores recurriremos a u n autor
representativo para q u e nos oriente en su tema. A diferencia de

' Lagache, D., L'unité de la psychologie, París, PUF, 1969, p. 32.


[385]
386 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

esos capítulos, no tardaremos en a b a n d o n a r a nuestro Virgilio


p a r a dedicarnos a reflexionar por nuestra propia cuenta. El guia
nos dice:

Los psicólogos clínicos difieren como grupo de sus colegas psicólogos


en razón de su mayor familiaridad con el interés en ia teoría de la
personalidad y la psicopatología, las técnicas de diagnóstico y la psico-
terapia. Entre sí, sin embargo, los psicólogos clínicos difieren amplia-
mente respecto de las teorías a las que adhieren y de las técnicas es-
pecíficas de diagnóstico y terapia que utilizan en sus actividades. De
hecho, la variación respecto de la orientación teórica y de las técnicas
empíricas es tan grande que es extremadamente difícil identificar nin-
guna cualidad real de la psicología clínica como una disciplina sus-
tantiva. Tal vez lo mejor que uno puede hacer es decir que la psico-
logía clínica es aquello en lo que piensan, aquello acerca de lo que
escriben y aquello que hacen los psicólogos clínicos.'^

La conclusión es de u n radical escepticismo en lo teórico pero


nosotros n o queríamos otra cosa q u e u n a demarcación empírica y
el texto nos la da: la teoría de la personalidad (ya la vimos: ca-
p í t u l o 13) y la psicopatología, el psicodiagnóstico y la psicotera-
pia, designaciones todas relacionadas con categorías que, como la
misma designación de psicología clínica nos lo anticipa, r e m i t e n
al c a m p o de la medicina, d e la salud y la enfermedad. Parece ha-
ber aquí u n a contradicción entre lo q u e nosotros habíamos anti-
cipado en el capítulo anterior sobre la psicología clínica como
aquella q u e tomaba como objeto empírico a los sujetos indivi-
duales y esta definición q u e parece restringirla en el marco más
limitado de la "patología". Pero n o creemos q u e haya tal con-
tradicción; sucede simplemente q u e la psicología clínica se ocupa
de los individuos en tanto ellos constituyen u n problema para
alguien. Veámoslo en u n a definición q u e el mismo autor propuso
en el mismo artículo unas páginas antes de caer en el escepticis-
m o ya a p u n t a d o :

La mejor definición amplia de la psicología clínica parecía ser "la


aplicación de los principios y de las técnicas psicológicas a la solución
de los problemas que confrontan los individuos" (loe. cit., p. 105).

Y Lowell Kelly subraya los dos aspectos rescatables de la defi-


nición a la q u e después, de todos modos, h a b r á de renunciar: a)
' Lowell, Kelly E., "Clinical psychology: T h e postwar decade", pp. 104-121
del libro Clinical psychology: Science and profession, comp. por Ivan Mensh,
Nueva York, Mactnillan, 1966.
LA PSICOLOGÍA CLÍNICA 387

la psicología clínica es un segmento de la psicología aplicada y


b) esa aplicación se hace sobre los verdaderos problemas vitales
de los individuos.
Mas ahora podemos ver que la contradicción no existe entre
nuestra aproximación del capítulo anterior y la definición que
se arrogan los psicólogos clínicos sino que la contradicción es
inherente al campo mismo de su actividad: parten de los proble-
mas reales de los individuos singulares y, cuando quieren pensar
esa realidad empírica, lo hacen en términos que no les pertenecen
sino que han tomado del campo de la medicina, entendida bio-
lógicamente:'' salud, enfermedad, diagnóstico, tratamiento, pato-
logía. Y acá estamos ya en condiciones de testimoniar acerca de
un salto injustificado y encubierto que se opera en el discurso de
la psicología clínica. En efecto, no se comprende bien por qué los
problemas vitales de un sujeto determinado deben ser pensa-
dos y analizados en términos médicos.
Debemos buscar —y allí encontraremos— las razones de este des-
lizamiento en la propuesta generalmente aceptada de la "con-
ducta" como el "olajeto" de la psicología. Ya que la "adaptación"
es la finalidad de la conducta del organismo biológico resulta
fácil suponer que tal organismo se enfrenta con un problema
cuando no dispone de la posibilidad de responder adaptativamen-
te frente a una situación que se le plantea en su medio. En ese
momento el organismo vegetal o animal traspasa los límites de
sus capacidades fisiológicas y aparecen alteraciones en el funcio-
namiento orgánico acompañadas por lo común de transformacio-
nes estructurales, anatómicas, a las que la medicina designa con
el vocablo correspondiente: enfermedad. Si un animal suscepti-
ble entra en contacto con el bacilo de Koch no tarda en expe-
rimentar una reacción defensiva inflamatoria que, si todo marcha
bien, termina en el rechazo del germen invasor y la adquisición
de un estado de inmunidad contra eventuales infecciones futuras
causadas por esa bacteria. La reacción es claramente adaptativa.
En ocasiones los procesos inflamatorios no alcanzan a cumplir in-
tegralmente con su misión y los bacilos se acantonan crónicamen-
te en ciertos órganos provocando una alteración general del fun-
cionamiento orgánico: hay lesiones anatómicas visibles macro y
microscópicamente, fiebre, etc. Estamos ante la tuberculosis, ante

•' En lo sucesivo utilizaremos expresiones provenientes del vocabulario mé-


dico en el sentido que les confiere la ideología médica vigente, expresión en
ese sector de la ideología dominante. En el propio campo de la medi-
cina tienen lugar desarrollos con base científica, actualmente marginales, que
impugnan y Contradicen tal ideología.
388 FUNCIONES ui: LA PSICOLOGÍA

la enfermedad, ante un estado de inadaptación que debe ser


combatido para que el organismo pueda continuar viviendo y
funcionando "normalmente". Resulta claro así que los términos
de la siguiente ecuación son relativamente intercambiables:

SALUD = ADAPTACIÓN = NORMALIDAD

Y, por lo tanto, en el plano de la biología, también lo son sus


contrarios:

ENFERMEDAD = INADAPTACIÓN = ANORMALIDAD

Pero podemos poner otro ejemplo: un adolescente se separa de


su familia para ingresar en un colegio militar. Las normas que
allí imperan son muy distintas de las de su hogar: hay un sistema
jerárquico rígido, una disciplina inquebrantable, una escala de
valores que deben ser compartidos para pertenecer a la institu-
ción. El superior siempre tiene razón, la desobediencia se paga
en el calabozo, la subordinación importa más que la inteligencia.
Nuestro adolescente tiene tres caminos: "adaptarse", esto es, cum-
plir con lo que "se" espera de él, aceptar su lugar, postergar sus
reivindicaciones hasta el momento en que disponga del poder
suficiente, adoptar el sistema de representaciones y comportamien-
tos coherente con su posición dentro de la institución; declararse
"inapto" para lo que se espera de él, asumir su fracaso y renun-
ciar a sus expectativas o a las expectativas de los otros y cambiar
sus proyectos vitales; "inadaptarse" dentro de la institución, sin
renunciar a ella, exponiéndose a las sanciones estipuladas en el
código desde antes de su ingreso, impugnar la autoridad y rebe-
larse contra ella, negarse a cumplir las órdenes y a encarnar los
valores impuestos. Si adopta la primera solución es un cadete
"adaptado", cumple con las normas al igual que la mayoría y,
por lo tanto, es "normal" tanto desde un punto de vista nor-
mativo como estadístico y como no siente que tiene un "proble-
ma" ni constituye un problema para los demás es "sano". De
seguir el segundo camino será transitoriamente un "inadaptado"
hasta que encuentre un "medio" en el que pueda funcionar "nor-
malmente"; en la medida en que renuncia a la institución, no
constituye un "problema" para ella y su "problema" personal
podrá ser encarado, por ejemplo, mediante un estudio vocacional
que permita orientarlo hacia un "ambiente" en el que la "adap-
tación" le sea posible. Pero si sigue por el tercero. .. se intentará
primero corregir la "anormalidad" mediante castigos por aquello
LA PSICOLOGÍA CLÍNICA 389

de q u e "el gato escaldado huye del agua fría" (y esto podrá


llamarse también "terapia conductual": véase la obra de Skinner,
vedette de la psicología contemporánea, o La naranja mecáni-
ca de Burgess) y, al mismo tiempo, nuestro adolescente será ro-
t u l a d o : " i n a d a p t a d o " , " a n o r m a l " , "enfermo", "psicópata".
Es el m o m e n t o de leer despiadadamente el epígrafe del capí-
tulo acerca de la "persona ideal", esa persona q u e " h a y " q u e
ser y a la q u e el psicólogo debe tratar de llegar con las ovejas
descarriadas. Esa persona que sale de la adolescencia "adecuada
casi a cualquier situación" . . ."y con la libertad de iniciativa
p e r s o n a l " . . . " a d a p t a d o . . .al orden social del q u e u n o es p a r t e " .
Eso sí, "confortablemente". Y el autor q u e venimos citando n o
es u n conductista q u e se maneja con el reduccionismo biologis-
ta. N o ; es u n presunto psicoanalista q u e n o trepida en reclamar
su parte en la herencia freudiana y el p r o m o t o r de la idea de
q u e la psiquiatría es u n a ciencia de las relaciones interpersonales.
Claro, de la adolescencia n o se sale siempre tan felizmente como
se desprende del epígrafe; a veces tal fase n o es "superada con
éxito". Es el caso de nuestro adolescente rebelde en el colegio mi-
litar. En la página 87 del mismo libro Sullivan nos enseña a
conceptualizarlo:

Estas .son las personalidades no-integrativas, las así llamadas psicopá-


ticas, que son .superlativas como valores sociales molestos y de gran
interés teórico para la psiquiatría. . . Es tan difícil y desconcertante
tratar con ellos que son muy pocos los datos de valor que se han lo-
grado acumular. Yo creo que lo más esencial en una investigación en
ese terreno es la aplicación de las técnicas usadas en el estudio de los
antropoides. Eso nos proporcionará claves importantes para dilucidar
la conducta verbal en el psicópata y de ese modo podríamos llegar a
desentrañar su yo relativamente degenerado.

Y m u c h o más adelante (p. 199) nos dirá q u e corresponde tam-


bién incluir en esta categoría a las personas q u e adhieren a ideó-
logias radicales, extrafías a su pasado, q u e pretenden levantar •
im m u n d o mejor (sic) sobre las ruinas del actual.
Estamos apreciando la significación precisa q u e tiene el concep-
to de "enfermedad" y su relación con el de " i n a d a p t a c i ó n " en el
plano de la biología (ejemplo del organismo afectado p o r el ba-
cilo de Koch) y como ese concepto es desnaturalizado c u a n d o se
traslada al terreno de la psicología y se comienza a h a b l a r de
"conducta i n a d a p t a d a " o " a n o r m a l " . U n a tiltima referencia bi-
í)liográfica de este tipo:
390 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

¿Qué es conducta normal? ¿Qué es adaptación? ¿Difiere la conducta


normal de la adaptación de la personalidad?... Puede decirse que tanto
la conducta normal como la adaptación consisten en acciones social-
mente aprobadas. Por lo tanto, conducta anormal e inadaptación se
convierten en sinónimos de acciones que son socialmente inaceptables...
La evaluación de la conducta de un individuo como normal o anormal
depende de las normas de la cultura a la que pertenece. Se espera que
el individuo se adapte a las expectativas del grupo si desea ser acepta-
do ''[subrayado nuestro].
Tenemos ya todas las cartas en la m a n o para saber q u i é n es
el sujeto sano-adaptado-normal. Q u i e n ha recorrido sin inconve-
nientes el proceso de sujetación, quien asimiló las normas impe-
rantes en cada u n o de los aparatos ideológicos del Estado, q u i e n
ha reprimido pulsiones y renunciado a otra realización del de-
seo q u e la inofensiva del soñar, quien se ha identificado con la
ley hasta el p u n t o de que ésta actúa desde el interior y no re-
quiere de coerción exterior, quien se vuelca productivamente
sobre la realidad exterior sin cuestionarla. E n caso contrario,
ya sabemos, tenemos por delante a u n inadaptado-anormal-enfer-
mo. Alguien q u e experimenta la conciencia del deseo y busca
realizarlo por caminos distintos de los permitidos o se defiende
de él desplazándolo en multiformes formaciones sintomáticas de
compromiso. Alguien q u e recusa la ley o está t o r t u r a d o bajo su
peso, del que n o puede liberarse. Alguien q u e encuentra into-
lerable la realidad del " a m b i e n t e " q u e lo rodea y busca su trans-
formación radical o que niega la existencia misma de esa realidad
y se repliega sobre sí mismo transformando sus representaciones
de la realidad y pasando a vivir en u n m u n d o privado. Después
d e ver quién es " s a n o " y quién "enfermo" afirmamos q u e la de-
finición vigente de "salud m e n t a l " establece (sin decirlo) q u e
consiste en: producir eficientemente, no protestar, no sentir ganas
de protestar y no despertar las protestas de los demás. Para decir-
lo de otro m o d o y más brevemente: la salud es el silencio y la
pasividad, la aceptación resignada del lugar de sujeto ideológico.
El rechazo de la realidad, el grito contra ella y la actividad trans-
formadora son lo contrario de la "salud". En nuestra definición
de lo q u e se entiende por salud hay u n rasgo, el de producir,
q u e debe ser e n t e n d i d o en sentido amplio: n o sólo se produce
en el lugar de trabajo, también produce el niño en la escuela, el
p a d r e cuando se reproduce biológica y psicológicamente en sus hi-
jos, la mujer q u e vigila la marcha regular de los asuntos domés-

* Dana, R. H., Teoría y práctica de la psicología clínica, Buenos Aires,


Paidós, 1972, p. 46.
LA PSICOLOGÍA CLÍNICA 391

ticos y ofrece su frigidez para la descarga genital del marido, el


desocupado que espera la aparición de vacantes para entrar a ocu-
parlas y, por el solo hecho de estar ofreciendo fuerza de trabajo
barata, determina una reducción en el nivel de los salarios de
quienes efectivamente trabajan y hasta produce el que consume
pues al consumir mercancías obliga a reproducirlas, produce pro-
ducción y, en consecuencia, produce extracción de plusvalía. To-
dos éstos producen siempre que lo hagan en silencio. La oposi-
ción a desempeñar semejantes "roles" es una expresión "patoló-
gica" que merece un "tratamiento" capaz de alcanzar la "readap-
tación".
La estratagema verbal que emplean la psicología clínica y su
doble, la psiquiatría, puede esquematizarse bien en otra ecuación:

CONDUCTA A N O R M A L = TRASTORNO DE LA CONDUCTA ^ E N F E R M E D A D MENTAL

Puede verse la doble extrapolación, auténtica alquimia del ver-


bo, en cuyo seno la psicología clínica y la psiquiatría producen
su oro: se extrajo el término "conducta" de la biología y se lo
llevó al campo de la psicología para que en él germine la semilla
de la adaptación social. . . y después se aisló la conducta que
constituía un obstáculo para la organización social y se la devol-
vió al campo de la biología cargando con el marbete de la "en-
fermedad". Eso sí, no cualquier enfermedad; ésta es la enferme-
dad "mental". No fueron pocas las dificultades que tuvo Miller
para definir qué era esa "mente" de la que se ocupaba la psico-
logía. Mas aquí todo parece fácil. Cuando decimos "enfermedad
pulmonar" o "enfermedad cerebral" aludimos a un conocimiento
localizacionista que tenemos de la anatomía; semejantes expresio-
nes no inducen a confusión alguna. Pero cuando decimos "enfer-
medad mental" no podemos dar por supuesto que conocemos qué
es la mente y mucho menos acudir a criterios localizacionistas. Si
la "mente" no es un órgano que tiene realidad anatómica —y
en ésto el acuerdo es total—, ¿cuál es el sentido de la expresión
"enfermedad mental"?
R. H. Dana nos lo dijo pocas lineas más arriba: "conducta anor-
mal e inadaptación se convierten en sinónimos de acciones que son
socialmente inaceptables". El sujeto que realiza tales acciones
se ve transformado en un "enfermo". Cuando leemos estos ar-
gumentos sentimos que se trata de una cuestión verbal, de una
cuestión de palabras. Pero no es una disputa escolástica para quien
recibe la etiqueta de "enfermo". Para él se ponen en marcha
todos los mecanismos de la "curación" y la "rehabilitación"; para
392 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

él hay médicos y enfermeras y psicólogos, los quiera o no. Para


él hay internaciones forzadas en campos de concentración llama-
dos "hospitales psiquiátricos". Para él hay juicios de insania en
los que puede perder todos sus derechos de ciudadano. Para él
queda, una vez "curado", es decir, readaptado, un estigma im-
borrable que lo transforma en un proscripto. Algunos de ellos sólo
pueden ser entendidos, Sullivan dixit, "con las técnicas usadas en
el estudio de los antropoides". Para el que recibe la calificación
de "enfermo mental" esta cuestión "teórica" que estamos deba-
tiendo es asunto de vida o muerte. Este sujeto es el agente de
"acciones socialmente inaceptables". ¿Inaceptables para quién?
Obviamente, para quien espera de tal sujeto otras conductas, ac-
ciones aceptables conformes al "orden social del que uno es parte".
El,.'.',fi!jfaffiQ" es aquel que no llega a integrarse sin fricciones en
el lugar de sujeto ideológico que le está asignado. La decisión
técnica, "diagnóstica" de que el "problema" está en él tiene, en-
tre otras, la tácita misión de ocultar la responsabilidad del "or-
den social" que ha asignado ese lugar que no armoniza con las
características del sujeto-soporte en cuestión. El desplazamiento
del problema desde la psicología a la biología es un artefacto
verbal con consecuencias prácticas tremendas que cumple con la
función, imprescindible para el orden social, de absolverlo de
responsabilidades en el sufrimiento de sus integrantes. Un pro-
blerna político es el que aparece bajo el manto del vocabulario
médico. El discurso de la psicología clínica y el de la psiquiatría
se presentan ahora bajo una nueva faz: recubren y disimulan un
discurso político que debe permanecer oculto para que las con-
tradicciones del sistema no lo hagan tambalear. Vayan las repro-
ducciones de párrafos efectuadas como ejemplos paradigmáticos.
El nticleo de la tesis que planteamos está en la impugnación, den-
tro de la expresión "enfermedad mental", del vocablo "enferme-
dad" y del vocablo "mental" y en la propuesta de que, si se trata
de "acciones socialmente inaceptables", se pase a discutir sobre la
legitimidad de lo que en este momento concreto de la evolución
histórica de nuestras formaciones sociales se entiende que es so-
cialmente aceptable para, desde allí, redefinir las causas, los me-
canismos y las posibles vías de solución del sufrimiento experi-
mentado por los llamados "enfermos mentales". Llegados a este
punto, se impone una precisión. Negamos que sean "enfermeda-
des" y negamos que sean "mentales", pero no negamos que las
personas que encuentran dificultades para ubicarse o que recha-
zan los lugares asignados de sujetos ideológicos pueden sufrir y,
de hecho, frecuentemente sufren por su condición. A lo que
LA PSICOLOGÍA CLÍNICA 393

nos oponemos es a considerar "enfermedad" a este sufrimiento


jjorque, si lo hiciéramos, estaríamos complicándonos en el despla-
zamiento del problema a la biología con la consiguiente absolu-
ción de la estructura social involucrada. Y, puesto que actuamos
en un terreno caracterizado por parte de quien demanda nuestros
servicios, el llamado "paciente", por el sufrimiento subjetivo, no
])odemos dejar de actuar con los medios a nuestro alcance para
atenuar tal sufrimiento y, en lo posible, para esclarecer y com-
l)atir sus causas o los mecanismos a través de los cuales esas cau-
sas actúan. La expresión "enfermedad mental", en consecuencia,
debe ser rechazada como una metáfora nada inocente, pero la
realidad que es aludida y eludida por ella es la de masas de
personas que sufren y que, además de sufrir, son rotuladas, alte-
radas, discriminadas y proscritas mediante el uso de nociones
ideológicas e instrumentos técnicos cuyo manejo ha sido confiado
a psicólogos clínicos y psiquiatras. En los términos propuestos por
L. Bonnafé el enfermo se nos muestra como "la encarnación des-
dichada de una protesta justa contra una opresión injusta".
En el plano teórico, el desplazamiento a la biología de estas
"desdichadas encarnaciones" provoca otras consecuencias: si son
"enfermedades" hay que buscar en el cuerpo y especialmente en
el sistema nervioso las manifestaciones anatómicas y funcionales
de su presencia. Las "causas" se transforman en "etiología", los
"mecanismos" en "patogenia", las "manifestaciones fenoménicas"
en "cuadro clínico", las necesarias "soluciones" en "tratamiento".
Está en vigencia el "modelo médico" y su vocabulario correspon-
diente. Para muchos autores existe la suposición de que, si hay
"enfermedad", tiene que haber también una "anatomía pato-
lógica" y una "fisiología patológica". La reiteración de investiga-
ciones en torno a esta hipótesis ha dado, después de algunos re-
sultados positivos, una casi sistemática repetición de hallazgos ne-
gativos: no liay anatomía patológica ni alteraciones detectables a
nivel funcional en el sistema nervioso en los "casos" que consti-
tuyen el grueso de la actividad clínica. La respuesta de los auto-
res organicistas es la de confiar en que, tarde o temprano, se
terminará por descubrir estos factores que permanecen ignotos a
pesar del refinamiento de las técnicas bioquímicas y ultramicros-
cópicas.
Hace muchos siglos vivía en Grecia un pensador que fue autor
de una experiencia que hoy nos parece brutal y elemental. Alc-
meón de Crotona —que así se llamaba— desmayó a un caballo
de un garrotazo y dedujo que el alma residía en el cerebro. El
recuerdo de esta historia viene al caso porque en nuestro tiempo
394 FUNCIONKS DI. I.A PSICOLOGÍA

se continúa procediendo del mismo modo. Los investigadores ob-


servan que es posible modificar las conductas llamadas anorma-
les de los "enfermos" mediante recursos físicos (electroshocks) o
químicos (psicodrogas) y deducen que si estas formas de actuar
sobre el sistema nervioso son "efectivas" es porque hay "algo"
en el sistema nervioso de estos pacientes que anda mal. Y que
nadie piense que nosotros creemos que puedan llegar a existir
conductas humanas capaces de realizarse sin intervención de las
estructuras nerviosas o que no puedan ser alteradas mediante
intervenciones sobre los mecanismos neurológicos de integración.
Nuestra tesis, simplemente, es la de que tanto estos medios fisico-
químicos que modifican las conductas como las presuntas alte-
raciones que ellos vendrían a corregir no se ubican en otro nivel
que el de los "mecanismos" fisiológicos de la conducta llamada
anormal. La investigación biológica puede aportar datos funda-
mentales acerca del "cómo" de las conductas, sean estas conside-
radas normales o anormales, pero es incapaz de trascender este
nivel y alcanzar el plano de las explicaciones, de los "por qué"
de tales conductas. Finalmente, señalaremos la semejanza estruc-
tural entre la doctrina medieval de la "posesión" y la contempo-
ránea de la "enfermedad mental". En los tiempos en que reinaba
la superstición .se decía que los desubicados y los excéntricos lo
eran porque en ellos habían entrado demonios que se apodera-
ron de sus almas y que debían ser liberados mediante exorcismos.
La ideología vigente en nuestro iluminado presente es que estas
personas tienen "algo" que es ex .año a ellos y que debe serles
extraído; claro está, ese "algo" ya no se llama demonio, ahora
se llama "enfermedad". Correlativamente, el funcionario encar-
gado de la misión ya no es el sacerdote, ahora es el médico psi-
quiatra o el psicólogo clínico. Y nuevamente nos vemos obligados
a aclarar nuestra posición: no se trata de negar la existencia de
sujetos "inadaptados", de personas que no asumen una ideología
de sujeto coherente con su lugar de sujeto ideológico, de indi-
viduos que son señalados y discriminados como distintos por sus
contemporáneos y, mucho menos, de negar el sufrimiento en oca-
siones desgarrador que los acompaña durante sus vidas. Trata-
mos, eso sí, de superar la ilusión de "jue la reducción de estos
problemas al mundo y al vocabulario y a las técnicas de la bio-
logía pueda algún día permitir su comprensión acabada y un
dominio racional de las determinaciones subyacentes. En otras
palabras, en este campo, como en todos los demás, para llegar a
saber y para estar en condiciones de transformar se impone tra-
bajar en una reformulación de la problemática a partir de cier-
LA PSICOLOGÍA CLÍNICA 395

tos jalones científicos ya consolidados: la teoría del sujeto funda-


da en el psicoanálisis y la teoría de las formaciones sociales ex-
presada en el materialismo histórico.
Junto a esta transposición de explicaciones y modelos salidos
de la biología persiste aun el uso de nociones originadas en la
vieja psicología de las funciones psíquicas que está presente en
los modelos todavía hoy vigentes de la semiología, en la nosotaxia
y en ciertas especulaciones sobre la fenomenología de la enfer-
medad mental. La "utilidad" de estas nociones obsoletas consis-
ten en que permiten eludir al "experto" los cuestionamientos so-
bre la vinculación del sufrimiento del paciente con su experien-
cia histórica real en el seno de la estructura social y posibilitan
que el psicólogo clínico se acantone en una jerga seudocientífica
basada en el reconocimiento-desconocimiento de los "trastornas".
Por otra parte, se nota cada vez más la importación mecánica
al discurso de la psicología clínica de términos y de modelos to-
mados de la cibernética que permiten hablar e investigar a las
"enfermedades mentales" como "trastornos de la comunicación"
o como distorsiones en "los mecanismos de recepción de la infor-
mación, decodificación, emisión de los mensajes", etc., términos
todos que vienen a llenar verbalmente las lagunas dejadas por los
viejos esquemas de estímulo-respuesta o los aún más vetustos de
la psicología clásica que recién hemos mencionado. Detrás de la
jerga de los "comunicólogos" está la misma elisión de lo social,
aunque ello queda disimulado porque el tema es la "comunica-
ción" y, por lo tanto, las "transacciones sociales". Pero sucede que
la "interacción" es analizada, como sucedía en la psicolgía social
del capítulo precedente, en términos puramente empíricos y no
comprendida como efectos de la relación del sujeto con el siste-
ma en el que está incluido y a partir del cual podria entenderse
la significación de los intercambios en cuyos detalles se enredan
los especialistas de la "comunicación".
Los esquemas estímulo-respuesta propios del conductismo, a su
vez, son también reformulados para sumarlos al arsenal de las
técnicas aptas para el manejo de los inadaptados. Se trata de los
procedimientos de la llamada "terapia conductual" que preten-
den (y muchas veces logran) controlar las "conductas patológicas"
sometiendo a los sujetos a un sistema de recompensas y castigos
cuya fundamentación debe buscarse en la doctrina fisiológica de
los reflejos condicionados y cuya teorización contemporánea ha
corrido por cuenta de B. F. Skinner. Se trata de "premiar" las
conductas adaptativas y de "castigar" las inadaptativas hasta que
el sujeto "aprende" cuál es el comportamiento que "se" espera
396 FUNCIONIS UE LA PSICOLOGÍA

de él. Es posible que estas técnicas sean utilizadas de modo cada


vez más frecuente en un futuro cercano porque son de invalora-
ble "utilidad" para un sistema que necesita imperiosamente cam-
biarlo todo para que todo siga igual. Las terapias conductua-
les sirven de modo perfecto a la ideología de la manipulación y
de la eficiencia que es la de las clases dominantes en esta etapa
del modo capitalista de producción. Puede vaticinarse que la
influencia de este vocabulario, estos investigadores y estos resul-
tados aumentará de modo arrollador en los próximos años en la
metrópolis yanki y en los ambientes imiversitarios que de ella
dependen.
Venimos de analizar detenidamente la metáfora biológica que
hace de los desubicados (literalmente, los que están fuera de su
lugar), "enfermos". En complicidad con el uso del modelo médi-
co debe verse el uso de la trampa estadística. El proceso de suje-
tación al que tantas veces nos hemos referido termina habitual-
mente en la constitución de un sujeto portador y agente de una
cierta organización de la conciencia y de la conducta que es con-
gruente con la estructura social. Dijimos bien: kabitualmente,
esto es, la mayoría de las veces, pero no siempre. Cuando pasamos
a investigar a los sujetos ideológicos en su constitución vemos que
la gran mayoría de ellos presenta la ideología de sujeto que les
permite actuar de modo adaptado en los procesos sociales. A
éstos, a los que son como la mayoría, se les considera estadísti-
camente "normales" y son los que están en condiciones de ade-
cuarse a lo que "se" espera de ellos. Los que son distintos son,
claro está, "anormales" y si esta anormalidad se refiere a alguna
norma cuyo mantenimiento es vital para el orden constituido, los
anormales son también "inadaptados", presentan "trastornos de
la conducta", están "enfermos". Lógicamente, "hay que curarlos".
Es decir, cuando hemos asimilado desviación de la norma estadís-
tica y "enfermedad mental" podemos recurrir al modelo médico
que nos suministrará todo el esqueleto nocional para encarar la
transformación de los anormales bajo la capa humanitaria de
que nos dedicamos a "curarlos". Para darle visos de "cientifici-
dad" a estos procedimientos debe comenzar por saberse cómo es
la población normal, qué grado de desviación de la norma puede
ser tolerado dentro de los límites de la salud y a partir de qué
punto es justo y necesario aplicar rótulos de "enfermedad".
De manera que la mayoría de la gente es como debe ser para
funcionar adaptadamente en los marcos del orden social vigente.
El objetiyp del "diagnóstico" pasa a ser la detección de los "anor-
males" de los que se desvían respecto de la norma, y el objetivo
LA PSICOLOGÍA CLÍNICA 397

del tratamiento es hacer que la población "desviada" retorne a la


normalidad. Proponemos otra ecuación:

LO QUE LA G E N T E ES = PROMEDIO ESTADÍSTICO


P R O M E D I O ESTADÍSTICO =: NORMALIDAD = SALUD
NORMALIDAD = SALUD = L O Q U E DEBE SER

y, por lo tanto,
LO Q U E LA G E N T E ES = L O Q U E LA G E N I E DEBE SER

Sería erróneo creer que este criterio que impone ser como es
la mayoría es ajeno a la estructura personal de los individuos a
los cuales se aplica. Por el contrario, existe una especie de "mol-
de cultural" del ideal del Yo que fija más o menos taxativamente
como deben ser los sujetos y que es incorporado por éstos, por
todos nosotros, en el proceso individual de sujetación. Así, es
muy frecuente que los pacientes lleguen a los gabinetes psicoló-
gicos pidiendo que se los haga llegar o se los devuelva a la nor-
malidad. Situación que no por repetida deja de ser dramática:
la del sujeto en demanda de una corrección, de una eliminación
de lo que en ellos hay de distinto, para poder "asimilarse",
literalmente, hacerse similares a los demás.
I,a ecuación que expusimos recién encubre un aspecto impor-
tante de la realidad que se da como supuesto. Eso que la gente es
y que se objetiva en un promedio estadístico, verdadera "realiza-
ción de lo real" según lo expuesto en el capítulo anterior, no
constituye el punto de partida para el análisis. Por el contrario,
el promedio estadístico es un resultado, un efecto, de la existen-
cia de normas sociales que gobiernan el proceso de producción
de sujetos ideológicos. En otras palabras, lo que la gente es alude
equívocamente a lo que la gente llegó a ser como consecuencia
de su pasaje por los distintos aparatos ideológicos del Estado y
del modo dominante de producción de sujetos ideológicos. El
promedio no es, en consecuencia, la fuente file Ja normalidad como
podría deducirse de una lectura ingenua del discurso de la psi-
cología clínica sino que el promedio expresa ya la existencia de
una norma social vigente y operante en el proceso de sujetación.
Como dice Canguühem, es la norma (social) la que determina
al promedio:

Un rasgo humano no sería normal porque fuese frecuente, sino a la


inversa: sería frecuente por ser normal.
398 FUNCIONES BE LA PSICOLOGÍA

y más adelante, en una fórmula que es prodigio de síntesis y


exactitud:

.. .la norma no se deduce del promedio sino que se traduce en él.*»

Un ejemplo. No es que se investiga la actitud de la gente res-


pecto de la autoridad y se descubre que el 87% de las personas
de un determinado grupo de población es "respetuoso de la auto-
ridad" y del resultado de la investigación se desprende que "hay
que respetar a la autoridad" (una norma que se deduciría del
promedio). Es que se ha constituido a los integrantes de ese grupo
de población en una cierta relación de dependencia y temor
frente a la autoridad lo que ha producido sujetos "respetuosos
de la autoridad". La investigación que encuentra ese promedio
reproduce esa situación en términos matemáticos, realiza lo real
e ignora que es la norma social preexistente la que se traduce
en tal promedio. Para la ideología de la psicología clínica, el 87%
"respetuoso" no representa ningún problema, son los normales.
Para ella, el "problema" es, en este caso hipotético que propo-
nemos, el de ese 13% que, pese a todo, sujetación y aparatos
ideológicos incluidos, es "irrespetuoso". Técnicamente, la cues-
tión consiste en averiguar quiénes son los "desviantes" (el psi-
codiagnóstico, digamos) y cómo cambiarlos para que sean como
los demás, para que sean como deben ser (la psicoterapia, tal
vez). El modelo médico aporta la palabra conveniente: "tratamien-
to". Después del tratamiento se vuelven a aplicar a los desviantes
los mismos tests que sirvieron en un primer momento para desig-
narlos como tributarios de la atención psicológica y se evalúa si
ya se han adaptado o si todavía necesitan de más o de distintos
tratamientos. Así, el test sirve para validar los resultados de la
terapia y la terapia sirve como confirmación de las bondades del
test. Para ambos el objetivo es común y está prescrito desde afuera
de la práctica psicológica misma: "Serás lo que debes s e r . . . "
Se investigan ampliamente y con instrumentos constantemen-
te perfeccionados las características del hombre normal. Se recu-
rre cada vez más frecuentemente a los cuestionarios de persona-
lidad que pueden ser analizados por computadoras electrónicas
y que rápidamente permiten averiguar en qué aspectos y en qué
medida un individuo singular se aparta de lo que es normal =
adaptado = sano = conveniente. Todo este complicado y cos-
toso aparato de la investigación psicológica produce los resulta-
° Canguílhem, G., I.o normal y lo patológico, Buenos Aires, Siglo XXI,
1971, pp. 120-121.
LA PSICOLOGÍA CLÍNICA 399

dos que se le han encargado siempre y cuando no se formule la


molesta pregunta de cuál es el proceso de determinación de las
normas que se encuentran. Se trata de una pregunta que no está
en condiciones de resolver. Aludiendo a una frase de Bachelard
de la que ya obtuvimos dividendos, podemos afirmar que la bús-
queda de promedios se hace sobre la base de una ausencia de re-
flexión: no se reflexiona para medir sino que se mide para no
reflexionar.
Se omite investigar cuál es la causalidad estructural por la que
aparecen esos promedios y no otros. Todos los trabajos basados
en las técnicas de la encuesta social, los inventarios de piersonali-
dad, los tests psicológicos con sus criterios de confiabilidad y va-
lidez, etcétera, ocultan, tras una fachada matemática, presunta-
mente científica, el hecho relevante de que los promedios encon-
trados y las normas instituidas como indicadoras de "salud men-
tal" son el resultado de la ubicación o desubicación de los suje-
tos en los lugares y en los "roles" asignados a ellos por la estruc-
tura social en la que viven. O formulado en otros términos: en
cada formación social "se" fijan los estándares de productividad,
de conciencia y de adaptación conductual de sus integrantes; es-
tos estándares son inculcados a los sujetos por medio de la fa-
milia, la escuela, los medios de difusión de masas y demás apa-
ratos ideológicos; las encuestas e inventarios de personalidad cuan-
tiiican "objetivamente" el grado de incorporación de cada sujeto
a los estándares para él fijados, es decir, su grado de sumisión a
las necesidades productivas e ideológicas de la estructura; final-
mente, las distintas "terapias" (psicológicas, farmacológicas, físi-
cas, sociales, etc.) corrigen las desviaciones que pudieran haberse
producido respecto de las normas y completan de este modo el
proceso de sujetación incluyendo a los que pudieran haber esca-
pado parcialmente de él.
Así como sucedía en la psicología social, también en la psicolo-
gía clínica existe una demanda de investigar que se formula
explícitamente. Los funcionarios que se dedican a esta tarea ob-
tienen rápido reconocimiento: en tanto que concesionarios del
poder y de la violencia (véase el capítulo siguiente) adquieren
privilegios económicos, sociales y académicos. Y detrás de la de-
manda subyace el mismo encargo: el de no realizar aquellas in-
vestigaciones que pudiesen arrojar luz sobre el proceso de suje-
tación y su correlato: la opresión individual y colectiva, la discri-
minación y el acallamiento compulsivo de las voces discordantes.
Como en la psicología social, el pasaje desde una problemá-
tica ideológica a ima problemática científica debe realizarse en
400 i-iJNcioNF.s m: LA PSICOLOGÍA

contra del encargo social formulado por los sectores domi-


nantes.
Como en todos los sectores de la psicología, también en éste
vemos que se seleccionan los temas de investigación en función
de los fondos asignados por quienes pueden afrontarla, con la
consiguiente transformación de los investigadores en asalariados
de los estados, fundaciones y corporaciones que pueden solven-
tar el muchas veces complicado aparato técnico de la investiga-
ción contemporánea. Lógicamente, la proveniencia de los fondos
incide a menudo también en los métodos que se emplean, las
preguntas que se formulan y las cjue están sujetas a interdicción
y los resultados que se obtienen, así como en la difusión selec-
tiva de los resultados que interesa difundir con silenciamiento
de los que pudieran perturbar. Sólo excepcionalmente se encuen-
tran en el discurso oficial reflexiones acerca de la manera en que
se incriben y se utilizan socialmente los resultados alcanzados.
Caen así los investigadores en esa modalidad particular de la
ideología que es el cientificismo, caracterizado por la abstracción
de los resultados respecto de la utilización que de esos resultados
se hace en el todo social. Por ejemplo, se considera que una de-
terminada técnica terapéutica es "buena en sí misma" intlepen-
dientemente del contexto que constituyen determinadas pautas
de "salud mental" y de una modalidad de asistencia psicológica
y psiquiátrica que constituyen el marco en cuyo interior la técnica
es aplicada. Aquí se juega, ni más ni menos, lo fundamental de
toda prestación terapéutica: al servicio de quien está. De acuer-
do con lo ya visto, es claro que el "enfermo" y su demanda de
auxilio constituyen el punto de intersección de intereses contra-
puestos pues allí confluyen las necesidades del paciente y las del
sistema. La primera tarea a realizar, entonces, es la de analizar
la demanda, no tomándola literalmente desde el discurso mani-
fiesto del paciente, sino interpretándola a la luz de las contradic-
ciones entre los requerimientos del sistema y los del paciente,
entendiendo que frecuentemente el pedido de ayuda formulado
por el "enfermo" no hace otra cosa que mediatizar la demanda
de la estructura cuyo interés fundamental sigue siendo el de cam-
biarlo todo para que todo siga como está. Sólo a partir del escla-
recimiento del lugar desde el cuál se formula la demanda que el
paciente encarna se estará en condiciones de comenzar a trabajar
científicamente con "el caso". Y los problemas no habrán ter-
minado con ese esclarecimiento. En realidad, no habrán hecho
más que comenzar, según se verá en el próximo capítulo.
Incidentalmente hicimos referencia en el párrafo anterior a la
LA PSICOLOGÍA CLÍNICA 401

"salud mental", una expresión ambigua que también conviene


despejar. Es obvio que ella refiere al modelo médico que venimos
de criticar. Y con relación a la "salud" se desnuda una nueva
falacia de ese modelo. En medicina se sostiene que, salvo el caso
de enfermedades hereditarias o congénitas, el organismo y sus
distintas partes constitutivas nacen "sanos" y que, en un segun-
do momento y por causas muy variadas, pueden "enfermar", es
decir, que la "salud" puede perderse. Así, la "salud" en la ideo-
logía médica vigente (que puede discutirse pero no viene al caso
hacerlo acá) seria un estado natural. El objetivo de la práctica
médica es "conservar" la "salud" y "devolverla" cuando ella se
hubiese "perdido". Ahora veamos lo que se produce cuando apli-
camos estas nociones en el plano de la llamada "salud mental".
Esta es definida —ya lo vimos— en función de que el hombre
produzca no proteste, no sienta deseos de protestar y no despierte
las protestas de los demás. La "salud", el supuesto "estado natu-
ral" que se "tiene" o se "pierde", es, en realidad, la aceptación
del lugar asignado dentro de la estructura. Indirectamente, se
ha definido cuál es la misión del psicoterapeuta como funciona-
rio al servicio de la adaptación, de la "conservación de lo que
hay" y de la "corrección de los trastornos" que llevan a los suje-
tos ideológicos a ser distintos de lo que "deben ser". El terapeuta
estaría llamado a intervenir cuando el "estado natural anterior"
(es decir, el resultado del proceso de sujetación) ha sido alterado
por alguna causa y su éxito es medido por su capacidad para ha-
cer que el sujeto "recupere" su condición anterior.
Esta crítica estaría incompleta si no definiésemos de algún modo
una posibilidad de rescate positivo de la noción de "salud men-
tal." Para ello, hay que descargar a la expresión de las connota-
ciones que arrastra por su procedencia del vocabulario médico
y denunciar el contrabando ideológico que la asimila al cumpli-
miento por parte del sujeto de cuanto de él "se" espera. A partir
de entonces estaremos en condiciones de visualizar la posibili-
dad de un sujeto consciente de sus pulsiones, del proceso de domi-
nación que culminó en la represión y la transformación de
esas pulsiones, liberado de la necesidad de malgastar sus energías
en el control de sí mismo y apto para canalizar esas energías en
el sentido de la transformación de lo real. Pero esta "salud" que
se desprende de semejante análisis es muy distinta de la que
ofrece la ideología. Ahora la "salud" no es más un estado natu-
ral que debe recuperarse sino que es una meta a alcanzar, un
punto de llegada caracterizado por la liberación de los condi-
402 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

cionamientos opresivos que nos impusiera el pasaje por los apa-


ratos ideológicos del Estado. Y esta tarea desujetadora impone la
confección de un nuevo programa de acción para toda psico-
terapia."

° A lo largo de este capítulo hemos recurrido sistemáticamente a elabora-


ciones previamente publicadas. En ellas puede consultarse la lectura sintomal
del discurso de la psicología clínica que hemos dado por conocida. Cf. a]
Pasternac, M., Braunsteiii, N. A., y Moscovicli. P., "Criterios de salud y ob-
jetivos (le la psicoterapia", Rev. de Psicol. Dialcctka (México), 1 (3): 29-35,
1972 (publicado también en el n ' 4 de los Cuadernos de Psicología Concreta
(iiuenos Aires) y bj Braunstein, N. A., y Pasternac, M., "Premisas ideológicas
de la investigación psiquiátrica" en el libro editado por Marie Langer, Cues-
tionamos/2, Buenos Aires, Cárnica, 1973, pp. 139-180.
CAPÍTULO 17

ROL DEL PSICÓLOGO: ROL ASIGNADO,


ROL ASUMIDO Y ROL POSIBLE

GLORIA BENEDITO

La sociedad llamada del bienestar y la abundancia ha


descubierto que no puede mostrar abiertamente su rostro
de violencia sin ocasionar en el seno de sí misma el na-
cimiento de contradicciones demasiado evidentes que
terminarían por volverse contra ella. Por ello ha encon-
trado un nuevo sistema: extender la concesión del poder
a los técnicos que lo ejercerán en su nombre, y seguirán
creando —a través de otras formas de violencia: la violen-
cia técnica— nuevos excluidos.

FRANCO BASAGLiA, La insütucióti negada.

A lo largo de este texto nos hemos ido p r e g u n t a n d o p o r el obje-


to de la psicología, por los métodos con q u e aborda el mismo,
los modos de explicación propuestos y el encargo social q u e pue-
de leerse, m e d i a n t e u n a lectura sintomal, en las distintas ramas
de dicha disciplina. Preguntarnos por la práctica concreta de los
"funcionarios" q u e "soportan" las tareas asignadas, es decir, los
psicólogos, p o r la especial inserción social de sus prácticas técnicas
desarrolladas en u n m o m e n t o d e t e r m i n a d o y en u n a estructura
social particular, implica u n a posición frente a la p r e g u n t a : "¿Qué
es, en realidad, la psicología?" y n o simplemente la posibilidad
de satisfacer expectativas e interrogantes legítimos de aquéllos
q u e se inician en el estudio de la psicología a p u n t a n d o a ella
como profesión. Como lo expresa m u y acertadamente Canguil-
h e m : "para la psicología, la p r e g u n t a sobre su esencia o más mo-
destamente sobre su concepto, p o n e en cuestión t a m b i é n la exis-
tencia misma del psicólogo, en la medida q u e al n o p o d e r res-
p o n d e r exactamente sobre lo q u e él es, se le hace difícil responder
por lo q u e hace".^ N o sólo existe solidaridad entre el objeto y

' Canguilhem, Georges, "Qu'est ce que la psychologic?", Cahiers pour


['Analyse, n? 1 y 2, 1965.

[403]
404 FUNCIONES DE LA I'SICOLOOÍA

los métodos de la psicología sino que un tercer aspecto se suma


a esa totalidad integrada: el rol del psicólogo, lo que se espera
que él haga. Así, para la psicología de la conciencia cuyo méto-
do era la introspección experimental, la función del psicólogo
estaba en los laboratorios experimentales, verdaderas "torres de
marfil" donde se dedicaba a practicar dicho método, tomándose
como sujeto y objeto de la experiencia para responder sobre las
distintas preguntas que se planteaba su disciplina; pero para la
psicología de la conducta cuyos métodos son la observación y la ex-
perimentación, la función del psicólogo es abandonar su atalaya
y dedicarse a escrutar con "espíritu científico" los procesos de
comportamiento ajenos o bien integrarse en distintas institucio-
nes de la sociedad como experto en el manejo de conductas y
relaciones sociales.
Este capitulo no intenta completar la consideración de la cien-
cia como especulación teórico-abstracta, agregando consideracio-
nes acerca de los que hacen psicología y cómo la hacen, mu-
nidos con un arsenal de teorías de la práctica ideológica o de la
práctica científica y de técnicas para enfrentar situaciones concre-
tas. El haber hablado de "práctica científica" y su articulación
en la práctica social rompe con la artificial separación teoría-
práctica y hace innecesarias las reflexiones de im eventual capí-
tulo que hable de la "práctica" frente a lo que sería la "teoría"
Este no es el capítulo sobre la "parte práctica" de la psicología,
sino la consideración y el enfoque de ella como práctica técnica
y su articulación en el complejo sistema que es la práctica social.

I . ROL ASIGNADO Y ROL ASUMmo

1] Algunas consideraciones acerca de la palabra rol

Siendo el tema del presente capítulo "el rol" del psicólogo, consi-
deramos apropiado comenzar preguntándonos acerca de la pa-
labra rol y su significado.
Si recurrimos, en una primera aproximación, al diccionario,
encontramos que dicha palabra es un galicismo por papel, y una
de las acepciones de este último término dice: "Parte de la obra
dramática que ha de recitar cada actor y la cual se le entrega para
que la estudie." - La metáfora del papel dramático ha sido usada

" Diccionario de ¡a Real Academia Española.


ROL DEL PSICÓLOGO 405

también por autores de la sociología y la psicología social para


introducir al tema del rol o papel social. En la misma es inte-
resante señalar:
consiste en una parte de una estructura que, al tratarse de la
obra dramática, implica la existencia de otros papeles comple-
mentarios que le dan sentido;
no se confunde la parte de la obra con el actor que la repre-
senta, aquélla lo preexiste y es independiente de él, puede ser
considerada independientemente del que la realiza y de su rea-
lización;
para poder recitar su parte, el actor debe estudiarla, es decir,
llevar a cabo un proceso de incorporación que le permita luego
asumir la personalidad y conducta del personaje y ponerlas en
juego cada vez que le sea solicitado;
finalmente, y no por último menos importante, cabe destacar
la presencia del impersonal "se", "la parte se le entrega para
que la estudie", podemos consecuentemente preguntar ¿quién se
la entrega? Tratándose de la obra teatral quizá la respuesta sea
fácil: el director.
Nos interesa ir más allá de esta primera aproximación dada
por la definición de la palabra papel que sirve como metáfora
y a ello se circunscribe. En las llamadas "ciencias sociales", en
psicología social y en sociología, el término es objeto de consi-
deraciones y definiciones más rigurosas, precisas y extensas, en
un verdadero intento de dar un "concepto" que vaya más allá
de la reproducción del sentido común que se encuentra en el
diccionario. Como dice E. Chinoy: "El concepto de papel social
no es, por supuesto, nuevo, como lo muestran las siguientes lí-
neas de Shakespeare:

Todo el mundo es un escenario


y todos los hombres y mujeres meros actores:
tienen ellos sus salidas y sus entradas
y un hombre en su época juega muchas partes.

y continúa más adelante: "Lo que es nuevo en el concepto de


papel, o en el de muchos otros conceptos modernos que impli-
can viejas ideas, es el intento de organizar sistemáticamente al
conocimiento, comprobar las ideas frente a una acumulación de
evidencias y aumentar el conocimiento mediante la superación
de las percepciones originales." ^ La filiación positivista de este
" Chinoy, Ely, La sociedad. Una introducción a la sociología, México, Fon-
do de Cultura Económica, 1968, p. 48.
406 FUNCIONES DE LA PSICOLOGÍA

texto, en cuanto concepción de lo que es conocimiento científico,


ya nos alerta sobre la posibilidad de que hallemos realmente un
concepto científico en cuanto a lo que es rol o papel desde la
perspectiva materialista discontinuista. Sin embargo, no nos basta
con esta acotación que muy bien podría parecer prejuiciosa, por
lo que haremos una referencia más amplia al significado de este
término, caro tanto a la psicología social como a la sociología, el
"punto teórico de articulación entre la psicología y la sociología".''
Para ello, será necesario hacer referencia a otra serie de nocio-
nes para definir lo que es un rol. Entre ellas, cómo describe la
psicología social una sociedad: como una "compleja organización
de posiciones". La posición sería el átomo de la sociedad, no los
individuos particulares que vienen a ocuparlas y que el psicólo-
go social considera "incidentales". "Cuando a una sociedad se le
quitan de esta manera las personas, lo que queda es una gran
red de posiciones".^ La posición o status es el puesto o lugar que
viene a ocupar una persona en la estructura social. La función
de la posición es servir a los propósitos o fines del grupo. Por
lo tanto, toda posición se relaciona y es solidaria con otras: una
mujer ocupa el lugar de madre en relación a un niño que ocupa
el lugar de hijo, por ello se hace referencia a una "red". Pero
además, toda posición lleva determinadas prescripciones en rela-
ción a la conducta que se espera del que la ocupa. Así, "cuando
un hombre rehusa aumentar los salarios de sus empleados o ma-
niobra cruelmente para arruinar a su competidor, e incluso tratar
de arrojarlo de los negocios, está actuando como un hombre de
negocios; al responder a una petición de carácter caritativo,
actuará como un miembro influyente y respetado de la comuni-
dad local"." Así, rol y posición son inseparables, como las dos ca-
ras de una misma moneda, el aspecto dinámico y estático de
una misma realidad. "Las formas de conducta que se esperan
de cualquier individuo que ocupa una posición constituye el rol
(o, como muchos autores dicen, el rol social)"' En esta definición
aparece nuevamente el impersonal se que nos autoriza a pregun-
tar: ¿quién espera esas formas de conducta?, ¿quién espera que el
"hombre de negocios" rehuse aumentar el salario de sus emplea-
dos, pero como "miembro influyente y respetado de la comuni-

* Deutsch y Krauss, Teorías en psicología social, Buenos Aires, Paidós, 1970


p. 163.
^ Newcomb, Teodore, Manual de psicología social, Buenos Aires, Eudeba,
1971, p. 330.
" Chinoy, Ely, op. cit., p. 50.
' Newcomb, Teodore, op. cit., pp. 334-5.
ROL DEL PSICÓLOGO 407

dad" haga una caridad? Aquí la respuesta no es tan sencilla como


cuando nos preguntamos quién distribuye los papeles en una obra
teatral: en ese caso fue fácil señalar al director. Se trata de una
pregunta fundamental, sobre todo cuando ante ella encontramos
un silencio cómplice: "No importa cómo se les asignen posicio-
nes a los individuos; ya sea por adscripción o por logro, los ro-
les siempre están asociados con ellos",* más un circuito cerrado
donde la pregunta por el rol remite a la posición y viceversa; o
bien cuando se supone salir de este circuito remitiendo al "mun-
do social". Así, dicen Deutsch y Krauss: "el rol consiste en el
sistema de expectativas que existen en el mundo social que rodea
al ocupante de una posición, expectativa referente a su comporta-
miento hacia los ocupantes de otras posiciones"." Hablar de "mun-
do social", desechando el concepto de formación social o socio-
económica implica el desconocimiento de esta estructura y las re-
laciones de producción que se dan entre sus miembros, tema al
que se ha hecho suficiente referencia en este texto y que nos in-
clina a no abundar más en él.
Es decir, el rol consiste en una serie de comportamientos o con-
ductas manifiestas que se esperan de un individuo que ocupa un
determinado lugar o status en la estructura social; lugares asig-
nados que los sujetos vienen a ocupar y que les preexisten, lugar
de sujeto ideológico. Conductas que no son producto de decisio-
nes individuales o autónomas sino que responden a las normas y
expectativas asociadas a ese lugar que se viene a ocupar, y que
son internalizadas en el proceso de socialización, más estrictamen-
te, en el proceso de sujetación del individuo a la estructura. Al-
gunos autores llaman a esto rol desempeñado.
Luego de este recorrido por lo que la psicología social y la so-
ciología entienden por rol, estamos en condiciones de justificar
nuestra prevención de que realmente se tratase de un concepto
científico. Estamos en presencia de una noción, producto de una
práctica ideológica que refleja la realidad sin explicarla.
Por ello, responder por el rol del psicólogo es preguntarse qué
hace, por qué lo hace, para qué y a pedido de quién. Intentar res-
ponder remitiéndonos a observar lo que los psicólogos habitual-
mente hacen (rol desempeñado) es quedar presos de las eviden-
tica, es quedar presos de la ideología de sujeto de ese discurso
producido en el proceso de sujetación y del desconocimiento que
implica acerca de la estructura que lo ha determinado. Pregun-

' Deutsch y Krauss, op. cit., p. 165.

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