La Memoria de La Infancia

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UNIVERSIDAD DE CHILE

Facultad de Filosofía y Humanidades


Departamento de Filosofía
La memoria de la infancia
Aproximaciones desde el pensamiento de Walter Benjamin.
Informe Seminario de grado: Filosofía y Educación para optar al Grado de Licenciada en
Filosofía

Natalia Aguayo Hernández

ProfesoraGuía:
Olga Grau Duhart

Santiago, diciembre, 2009

Introducción

Como lo enuncia el título del presente escrito, los ejes centrales que han sido
ampliamente abordados son la memoria y la infancia, contextualizados dentro de
diversas temáticas tratadas en el seminario de “Filosofía y Educación”. La radicalidad de
la infancia en nuestras vidas y el hecho de que a través de la Educación nos encontremos
constantemente relacionados con ella, nos hace difícil no tratarla en una tesina como la
que tenemos al frente.

A lo largo de la historia, se ha intentado comprender el mundo de niñas y niños de


diversos puntos de vistas, sin embargo siempre desde la seriedad de la adultez. Por lo
general, son los infantes los que se deben poner en el lugar de los adultos, y no al revés.
Toda actividad y todo desenvolvimiento en el mundo, es supervisado y determinado por
los adultos. Aquellos, siempre tienen la razón, la experiencia y las facultades de decidir
lo que ellos quieran. Su mundo es serio, rápido, sin tiempo libre, complejo, formal y
autoritario.

1
Lo adultos, casi en ningún momento salen de la órbita de este mundo, ni siquiera al
momento de relacionarse con los niños y niñas. De modo, que la relación adulto –
infante, es una relación que se da arbitrariamente en y desde el mundo adulto, dirigida
por éste y sólo aceptada y acatada por los infantes. Por lo pronto, se presiona a niñas y
niños a entrar rápidamente al mundo de la adultez, abandonando prematuramente la
infancia y a la vez arrinconándola en los viejos baúles del olvido. Es así, que podemos
afirmar que esta visión de la infancia es una visión profundamente sesgada.

Más que re pensar radicalmente la infancia, lo que intento hacer es develarla por
medio de la comprensión, para esto es necesario analizar el distanciamiento que existe
entre adultez e infancia y la incomprensión de la adultez frente a ésta.

Por consiguiente, la tesis central de la presente tesina intenta dar a conocer una
posibilidad de comprensión de la infancia. Ésta, estaría dada por el papel de la memoria,
eso sí, es imprescindible destacar que me refiero a la memoria presente en la concepción
benjaminiana, es decir, a la memoria como herramienta de recuperación del pasado
olvidado, una recuperación política que no hace distinciones.

Para llegar a una integral concepción de la memoria benjaminiana, es primordial


revisar su fragmentada obra, lo cual no es tarea fácil, debido a que la obra que hemos
heredado de este autor se caracteriza por ser fundamentalmente inconclusa y escasa.

Asimismo, la obra de este escurridizo pensador se encuentra escrita mediante


alegorías y metáforas, de modo que, es difícil establecer concepciones acabadas con
respecto a algún tópico. Para hacer la tarea más fácil analizamos también, textos de
comentaristas y amigos personales de Benjamin, lo cuales intentan describir su
pensamiento y su propia personalidad.

Después de haber obtenido una acabada concepción de memoria, nos remitimos


vagamente al pensamiento de Paul Ricoeur, de esta manera, describiremos la
importancia de la narración y la correlación que existe entre pasado, memoria y el
anterior concepto.

Finalmente, dimos a conocer algunos extractos del libro Infancia en Berlín hacia
1900, texto autobiográfico de Walter Benjamin, donde se narran diversos imaginarios de
infancia, como las relaciones con los otros, la relación con la naturaleza y la cultura, la
memoria y reelaboración de recuerdos.

En última instancia, es menester hacer una advertencia con relación a conceptos de


la filosofía de Paul Ricoeur, debido a que utilizaré algunos conceptos e ideas sacándolas
de la trama original para explicar el fin de esta tesina. El motivo de esta acción se debe,
principalmente, a la existencia de conceptos en la filosofía de Ricoeur que se despliegan
de una manera muy esquemática, implicando el completo sistema que los cimienta, por
tanto su seguimiento acabado nos adentraría en un terreno que escapa a los objetivos de
esta tesina.

Por tanto, al igual que como lo hacía Benjamin, cuidadosamente descontextualizaré


algunas nociones y concepciones para formar un todo consecuente con nuestros
objetivos.

2
I La memoria como recuperación del pasado olvidado

A) La memoria como piedra angular en la filosofía de Walter


Benjamin

El cronista que narra los acontecimientos sin hacer distingos entre los grandes y los
pequeños, da cuenta de una verdad, a saber, que para la historia nada de lo que una vez
aconteció ha darse por perdidoNote1. .

Abocándonos al mismo pensamiento de Walter Benjamin, entrevemos que ponía en


práctica la de idea de no dar nada por perdido, su mirada no se desenfocaba con las
cosas olvidadas y despreciadas por el interés general, al contrario su atención no se
aflojaba con aquellas. Este pensar se ha hecho notar por poseer una imposibilidad de
encasillamiento o codificación, y por lo demás con sus ideas que se perciben como
móviles y anti-dogmáticas, se llega a reparar con cierta inseguridad que sus intenciones
no aspiraban a construir un sistema filosófico.

Hay una concepción de la historia que, confiando en la infinitud del tiempo, sólo distingue el tempo de
los hombres y las épocas, que avanzan rápida o lentamente por las vías del progreso. Tal posición
coincide con la incoherencia, la falta de precisión y rigor de la exigencia que esa concepción impone al
presenteNote2. .
La filosofía de la historia benjaminiana si es que podamos afirmar que existe una, se
establece en oposición al modelo de historia occidental imperante tanto en su época
como en la nuestra. Éste último es fundado por el historicismo y fundamentado en la
ideas de continuidad, causalidad y progreso, las cuales definen a lo que comúnmente
llamamos Historia Universal. Esta historia ha sido escrita, dominada y heredada por los
vencedores, su universalidad es más bien una particularidad del triunfo. Así, anulando
todo suceso, lugar y personaje que haya sido derrotado. Para nuestro pensador, este
seudo modelo universal “no tiene ningún armazón teórico. Su método es aditivo: utiliza
la masa de datos para llenar el tiempo vacío y homogéneo”Note3. . De modo que, el pasado,
presente y futuro son establecidos como momentos estáticos e inamovibles dentro de una
continuidad sin grandes variaciones, en la cual el pasado en tanto ya dejó de ser, se
encuentra clausurado. Ante esta panorámica solamente nos restaría avanzar, propiciando
así el surgimiento de la idea de progreso, idea que el historiador benjaminiano está
llamado a combatir. Este llamado a combate no es por la idea misma de progreso, es
esencialmente por todas las implicancias que ésta arrastra. Es fundamental, enfrentarse
a esta idea, debido a que excluye de la memoria colectiva los sucesos de los vencidos,
sepulta los fracasos y exclusivamente se centra en los triunfos. “La hermenéutica del
pasado, sobre todo del pasado dado por muerto, es un componente fundamental de la
política de los vivos y, por tanto, un instrumento de poder”Note4. . El hecho de que un
suceso posea la cualidad de derrotado o vencido denota muchas aristas: desde que haya
perdido importancia y haya sido relegado por acontecimientos que parecen ser más
notables en ese momento, debido a un cambio físico o intelectual tanto de un individuo
como de una comunidad, a causa de revoluciones políticas o sociales, etc.

Dentro de esta perspectiva, la infancia sería poseedora de un carácter de vencida,


en tanto, es considerada como un simple momento de una continuidad lineal que
representa nuestra vida. Como primer momento, la infancia, generalmente es percibida
como la fase más básica y más transitoria de todas. En la medida en que nos mantenemos
en la constante seriedad de la adultez, nos olvidamos de ese pasado sin vozNote5. . “La
infancia es asociada a inmadurez, a minoridad, y sería un estado del cual habría que
emanciparse para volverse dueño de sí mismo”Note6. . En consecuencia, siguiendo esta
lógica, sería imperioso avanzar y abandonar con prontitud esta primera instancia. Ahora

3
bien, en este capítulo, no nos inmiscuiremos aún con el problema que representa la
infancia, sólo basta con destacar la posibilidad de tender un puente dentro del
pensamiento de Benjamin entre infancia y su concepción del concepto de historia,
progreso y memoria.

Como ha plasmado Benjamin en la novena tesis de Sobre el concepto de historia, el


progreso es como un huracán que únicamente presiona hacia el futuro abandonando un
cúmulo de ruinas propias del pasado que van quedando ocultas y enterradas. Desde este
enfoque, el avanzar implicaría olvidar. Un olvido injusto que se desplaza despreciando y
desechando acontecimientos pasados. “No es lo mismo el olvido en el sentido de
desconocimiento del pasado, que el olvido en el sentido de no dar importancia al pasado.
En el primer caso el olvido es ignorancia y en el segundo injusticia”Note7. .Es posible
apreciar cómo ambos elementos, ignorancia e injusticia, se arraigan intrínsecamente en
la idea de progreso, la cual conlleva la catástrofe de un modelo que sistemáticamente
configura un único relato del pasado, excluyente, eterno y con un costo muy alto.

El objetivo que Benjamin intenta alcanzar con estas tesis, es la universalidad que la
historia misma envuelve, la cual es restada a causa de la ausencia del pasado olvidado,
correspondiente a un pasado truncado y vencido. Aspirará a una idea de historia como
cita de todo el pasado, una idea de historia que no discrimine hechos acontecidos, para
ella todo lo que acontece debería poseer valor histórico, es decir, para esta historia todo
acontecimiento realizado es relevante. El pasado posible nos asalta violentamente y sólo
cuando éste es considerado, integrado y reivindicado es admisible hablar de una real
universalidad. Por lo pronto, el filósofo para que avance en la dirección del conocimiento
verdadero “…tiene que enfrentarse al pasado, es decir, tiene que elaborar una teoría de
la memoria capaz de mantener vivo todo lo que hay de reivindicación en las generaciones
pasadas”Note8. .

Llevará a término este objetivo, sirviéndose de concepciones sacadas de contexto


que son pertenecientes al materialismo histórico y a la teología, dos sistemas que
responden a diferentes visiones de mundo y que permiten espacio no sólo para la mera
crítica, sino que también proporcionan elementos beneficiosos para repensar la historia.

El aporte que se vislumbra dentro del materialismo histórico es, principalmente, la


visión que posee frente a pasado, presente y futuro –momentos interactivos y no puntos
fijos caracterizados en una línea de tiempo. Además, de permitirnos una experiencia
única con el pasado, debido a que ya no se entiende como una verdad clausurada o una
imagen eterna a la cual podemos volver a conocer cuando queramos. “La verdadera
imagen del pasado se desliza veloz. Al pasado sólo pude detenérsele como una imagen
que, en el instante en que se da a conocer, lanza una ráfaga de luz que nunca más se
verá”Note9. .

Nuestro autor no se identifica con el materialismo histórico usualmente conocido en


la época y que es propio del marxismo, sino que apunta a una nueva comprensión
asentándose en una alianza entre éste y la teología. Aquellos, al ser repensados se nos
presentan como fuentes ineludibles de conocimiento. La crítica a la religión, que han
llevado a cabo tanto la Ilustración como el propio Marxismo, han desacreditado todo
intento de considerar a la teología desde otro punto de vista que no sea el que
canónicamente le corresponde. No obstante, es posible realizar un ejercicio
deconstructivo y apreciar cómo aquellos elementos, metáforas y alegorías presentes en
el relato religioso, son aplicables, en este caso, a la misma historia. Despreciar esta
fuente de conocimiento sería caer precisamente en una concepción cerrada y canónica.
De todos modos, hay algo en el marxismo que es rescatado por Benjamin, que consiste en
su sentido práctico de la verdad, esto quiere decir, que la verdad sea justicia. Este
sistema doctrinal, establecería una relación entre conocimiento e interés, dejando de
manifiesto la falsa inocencia del conocimiento. De esta manera, sólo se podría hablar de
conocimiento verdadero si éste se encuentra en función de un interés general, el cual

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sería la negación de la injusticia. Así la pregunta por la verdad, sería una pregunta por la
justiciaNote10. .

“Lo que realmente le fascina a Benjamin de la teología es la normalidad con la que


trata aspectos de la vida que se hacen invisibles en la filosofía moderna”Note11. . Cuando
afirmamos que nuestro pensador recurrió a la teología, hay que insistir en que nos
referimos propiamente al judaísmo y que sus intereses primordialmente estaban
marcados por ideas judías como el mesianismo y la redención, en palabras de Scholem
“las ideas cristianas nunca lo atrajeron”Note12. . Es gracias a la influencia del judaísmo que
Benjamin se centra y ahonda en el pasado.

Es sabido que a los judíos les estaba prohibido indagar sobre el futuro. La Torá y la
plegaria enseñan, contrariamente, a recordar. Eso les desencantaba el futuro del que se
hacían esclavos al buscar información en los profetas. No obstante, gracias a ello el
futuro no se convirtió para los judíos en un tiempo homogéneo y vacío. Pues en él cada
segundo era la pequeña puerta por la cual podía entrar el MesíasNote13. .

Además, el mismo Scholem, en su libro Las grandes tendencias de la mística judía,


escribe que los cabalistas judíos estaban mayormente concentrados en el comienzo del
mundo, que en el fin mesiánico. Para estos judíos la redención se basaba en volver a los
comienzos de la creación y la revelación.

Al darle tanta relevancia a estas categorías judías, Benjamin, percibe en los seres
humanos una generalizada falta de envidia del presente con respecto al futuro. Así,
aparece la categoría judía del recordar que es el hilo que nos mueve y que nos hace
envidiar un pasado que ya ocurrió y un pasado que podría haber ocurrido de otra forma.
Esta característica que se distinguiría como habitual en la humanidad es propia de la
redención, es ésta la que nos incita a mantenernos atentos al pasado, en tanto
necesitamos hacernos cargo de éste. Propiamente tal, el acto de redención es librarse
del peso del pasado, a través, de la comprensión de ese pasado olvidado. “La redención
no es nunca un hecho, es más bien una experiencia”Note14. .

Es de destacar que hasta el momento, lo que se va entendiendo en sentido estricto


como pasado no es únicamente lo sido, también hay que considerar como pasado lo
que quiso ser y no pudo consumarse. En consecuencia, presente es lo que ha llegado a
ser y tenemos delante y asimismo lo que quiso ser y se malogró. Si el primer presente es
historia real, el segundo es sólo presente como posibilidad.

“El pasado no es eso que algún día fue plenamente presente; no puede predicarse
del pasado un así fue exactamente, puesto que lo que lo caracteriza es ser siempre un ya
no, no un presente perdido, sino la pérdida misma, pérdida que sólo se reconoce como
tal, que sólo puede tener lugar, como pérdida en el presente”Note15. . Conocer el pasado no
es reconstruir los hechos como efectivamente han sucedido, en este contexto ese pasado
que ha quedado atrás se nos presenta por primera vez, debido a que no es el mismo
pasado que ocurrió tiempo atrás, es una construcción nueva. En absoluto, se trata de
vivir nuevamente el pasado, sino que aprovechar los escombros de ese pasado en vista
del presente que vivimos.

“Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha


sido. Consiste, más bien, en adueñarse de un recuerdo tal y como brilla en el instante de
un peligro”Note16. . Este peligro al que alude Benjamin, es prestarse a ser instrumento de la
clase dominante, de la clase que vence continuamente y que escribe la historia.
Corremos peligro al aceptar como único pasado el que nos entregan los vencedores de
ese mismo pasado y corremos aún más peligro al olvidar por completo nuestra propia
infancia. Olvidar la infancia, no es sólo olvidar una etapa pasada, sino que en cierta
forma es olvidarnos a nosotros mismos. “Irrecuperable es, en efecto, aquella imagen del
pasado que corre el riesgo de desaparecer con cada presente que no se reconozca

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mentado en ella”Note17. .El historiador o el mismo sujeto participante de la historia, que
postula Benjamin debe ser capaz de captar y retener esa fugaz y destellante imagen del
pasado, lo cual únicamente puede ser logrado mediante el papel de la memoria. Al hacer
andar nuestra memoria, nos encontraríamos aptos para dar vida al pasado inerte y
clausurado.

En esta oscura y frondosa atmósfera aflora la memoria que “es salvación del pasado
y del presente. Salvación del pasado porque gracias a la nueva luz podemos traer al
presente aspectos desconocidos del pasado; y del presente, porque gracias a esa
presencia el presente puede saltar sobre su propia sombra, es decir, puede liberarse de
la cadena causal que lo trajo al mundo”Note18. .

La memoria, el camino del recuerdo es la única forma de aprehender ese pasado


pisoteado y escondido, el que posee esperanzas redentoras y que es también ruptura y
liberación. Con el camino ya recorrido hasta entonces, podemos llegar a vislumbrar que
el camino que se emprende gracias a la memoria es un camino en que constantemente
actualizamos el tiempo histórico. No se pretende vivir desde el pasado, pero sí desde el
pasado construir algo nuevo que incida en nuestro presente, de modo que se trata de ser
responsables y justos. “La recordación que lleva a cabo la memoria es redentora si es
universal y para ello tiene que ser integradora”Note19. .

Por medio de ésta, además de sacar de los baúles del olvido al pasado ausente lo
mantenemos en constante presente. La recordación que realizamos a través de la
memoria, puede abrir expedientes que la historia da por archivados y concluidos. Vamos
percatándonos que la memoria en Benjamin, puede ser entendida como recordación y
remembranza, es decir, una mirada específica sobre el pasado o una construcción del
presente desde el pasado. Sin la presencia de aquélla y del reconocimiento del pasado,
nunca entenderemos lo que actualmente disfrutamos y lo que actualmente somos.

Para llegar a comprender adecuadamente la radicalidad del pasado frustrado en la


concepción de memoria benjaminiana, es esencial, poner acento en lo que Benjamin
entendía por realidad. “Lo que se quiere decir es que la realidad no es sólo lo fáctico, lo
que ha llegado a ser, sino también lo posible: lo que fue posible entonces y no pudo ser;
lo que hoy sobrevive como posibilidad por estrenar”Note20. . La realidad no sería únicamente
lo que nos rodea, lo que nos acontece en ese preciso momento, es por lo demás todo
elemento que participó e incidió de cierta forma para que se constituyera así como la
vivimos. Benjamin en estas tesis cuestiona el rol imprescindible de la facticidad en la
historia. De modo, que su concepción de memoria se negaría a considerar lo que hay
como toda la realidad, más bien vería a todo lo ausente como parte indispensable de
ésta. Para nuestro autor, la memoria es capaz de detectar aspectos nunca visto de la
realidad. “Decimos que memoria significa considerar el pasado declarado insignificante
como parte fundamental de la realidad”Note21. .

Al fin y al cabo, la idea de historia que nos propone el autor es una historia que se
basa en actualizar el pasado fracasado, el pasado de los vencidos. Este actualizar no
debe entenderse en el sentido de reedificar el pasado y colocarlo en el presente, es
necesario entenderlo como una construcción de algo nuevo a partir de lo que se desechó
en el pasado. “La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no está constituido
por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un tiempo repleto de ahora”Note22. .Esta nueva
historia que se construye no lo hace a partir de la temporalidad continua, lo hace por
el ahora, un ahora que nos viene de un pasado desconocido y olvidado, el cual se
transforma en algo nuevo y desconocido que va a pertenecer a nuestro presente. En
consecuencia, la historia se mantiene en permanente construcción y asiduamente nos
proporciona elementos nuevos, actualizando el presente desde el mismo pasado. “La
diferencia del presente del cual puede brotar el futuro es la fisura que el pasado
pendiente inscribe en el presente. Que el pasado permanece pendiente, esto es lo
decisivo en la concepción benjaminiana”Note23. .

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Por lo pronto, nuestra propia historia se va delineando sin vacíos en tanto
comprendemos y hacemos parte de nosotros ese pasado frustrado. Si somos capaces de
conciliar a este pasado posible desde nuestro presente y lo aceptamos como una parte de
nuestro presente, es porque lo hemos redimido de su fracaso y lo entendemos como una
posibilidad que pudo haber modificado nuestro presente. Sólo podemos sentir que
pertenecemos y que en cierta forma somos parte de ese pasado que nos pertenece, en la
medida que lo redimimos, que nos hacemos responsables de él, que lo comprendemos y
que reconocemos como parte de él a todo lo que en un momento dejó de ser, a todo lo
que fue derrotado, a todo lo que se olvidó y que pasó a ser mera posibilidad. En nuestro
presente siempre queda algo de ausente.

b) Responsabilidad política de la memoria

¿Sabremos aceptar tanto el paso del tiempo como la necesidad de vivir en el


presente, reconociendo que ese presente está hecho, también, de pasado, tanto en su
sustancia como en sus valores?Note24.

Antes de continuar con nuestro camino, es de suma importancia especificar que


cuando Benjamin se refiere al pasado, más que a un pasado individual alude a un tiempo
anterior de toda la humanidad, escenario de diversos acontecimientos y de diferentes
desenlaces, en donde se conjugan pugnas de intereses ideológicos que sepultan a las
minorías vencidas. Son los vencedores de esta narración que se encargan de enterrar y
hacer olvidar los ideales que participaron en su elevación como triunfadores. No hay que
dejar de mencionar que estos ideales derrotados fueron entusiasmadamente
representados por hombres y mujeres que también se echaron al olvido. De modo que, la
memoria que se nos exige echar andar es una memoria política. El calificativo de político
no es para dificultar las cosas y llevarla en cierto modo a otro contexto, es
específicamente para convocarnos al reconocimiento.

Sin embargo, en esta tesina mi enfoque es la historia singular de cada individuo


estableciéndola en paralelo a la historia de la humanidad, es decir, considero que en
nuestra propia historia existen sucesos y etapas completas que son derrotadas y omitidas.
Además nuestra historia personal, también precisa ser entendida como una construcción
de momentos interactivos y no estáticos, debido a que ésta se proyecta en la historia de
toda la humanidad y viceversa. Nuestro pasado, presente y futuro, tampoco pueden ser
comprendidos como puntos fijos en una línea de tiempo.

Continuando con la memoria, en su esencia misma se emana una responsabilidad con


el pasado. La acción de recordar se condice con una actualización permanente del
pretérito. La anámnesis (del griegoἀνάμνησις, anámnesis = traer a la memoria o
desolvido) que como término se hace conocida gracias a Aristóteles, nos indica asimismo
la naturaleza de la memoria y de la acción del recordar. En general, este concepto
apunta a traer al presente los recuerdos del pasado y recuperar la información registrada
en épocas ya acaecidas.

El hecho mismo de hacernos cargo del pasado es adquirir responsabilidad con


respecto a la historia olvidada, es tomar los restos de ese pasado y construir algo nuevo
en el presente, “no se reescribe la misma historia, se escribe otra historiaNote25. . Para
Benjamin, la responsabilidad nace de la conciencia histórica, conciencia de que somos
partes de la historia y que con nuestro actuar la podemos transformar a cada instante.
Sin la memoria y el conocimiento del sufrimiento pasado, nunca entenderemos lo que
ahora disfrutamos. Este pasado en el que nos enfocamos es mera posibilidad, en tanto no
llegó a hacerse presencia, pero participó e influyó para que otro perteneciera al presente
y a la historia heredada. “Hay un presente – posible y un pasado – oculto. La tarea del
historiador es hacer realidad el presente posible gracias a la presencia del pasado oculto.
El acto de sacar a la luz el sentido oculto del pasado es un acto redentor: salva el sentido

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y salva el presente”Note26. .Esta tarea que Benjamin se la adjudica al historiador es una
tarea que es exigencia para todos nosotros en tanto sujetos históricos.

La construcción del pasado que realiza la memoria nos interesa en cuanto incide y
nos es relevante en el presente. El pasado ausente haya o no alcanzado presencia,
merece reconocimiento y éste es realizado por la memoria a través de la cita.

La cita es la herramienta para redimir el pasado. Citar es sacar del escondite a ese
pasado que se da por perdido y volver a darle vida. Es un reconocimiento, un adquirir
responsabilidad respecto de él, es comprenderlo y hacer justicia. La acción de citar nos
hace justos al considerar lo ausente como parte del presente. “Esta forma de
reconocimiento no es sólo cognitiva, sino fundamentalmente política, ya que involucra el
otorgamiento a esos otros de la categoría de semejantes”Note27. . Al reconocerlos, los
volvemos semejantes de nuestra propia historia, los alzamos como un igual. Dejamos de
tener sólo a la mano a esa historia vencedora que en tanto victoriosa se establece como
parte constante del presente, sino que también tenemos a esa historia oculta, a saber,
con este reconocimiento obtenemos la otra cara de la misma moneda.

Del mismo modo, que con la memoria realizamos una construcción completamente
nueva en el presente aprovechando los restos de ese pasado sepultado, con la cita
traemos el pasado al presente de una forma fragmentaria. “No es el presente lo que en
la cita se manifiesta, sino un pasado el que se recupera”Note28. . El carácter de la cita, se
funda en el reconocimiento de cada acontecer como un acontecer que es parte del
pasado, sin importar si fue realizado o pudo ser realizado en su totalidad, es decir, que
se constituye en cuanto considera a todo acontecimiento como parte del presente que
vivimos y de la historia que se relata.

Para rescatar el pasado no podemos retroceder hasta él, debido a que el progreso
nos presiona incansablemente hacia el futuro, por tanto lo único que nos resta es citarlo
desde el presente. Así, se hace imprescindible recurrir a esta herramienta de
reconocimiento para elevar al pasado hasta la presencia y volver a darle vida.“¿Qué tiene
la cita para ser tan poderosa? Sacar al pasado, a ese pasado de los vencidos, fuera del
nicho en el que lo han colocado los que escriben la historia para darle vida y voz
propia”Note29. .

c) Memoria individual como constitución del Yo narrativo

…aquello que hacemos y pensamos está

lleno del ser de nuestros antepasadosNote30. .

A partir de esta sección, el ahondamiento que se realice con respecto a la memoria,


es apuntado concretamente hacia la memoria individual de todo ser humano. Es nítido
que la memoria es inherente a nosotros mismos, sin embargo, se generan dificultades al
no saber cómo recurrir a ella para nuestro beneficio. Los recuerdos que emanan del
accionar de la memoria consiguen modificar nuestra realidad, por esto es imperioso no
cesar de recordar. No basta tan sólo con poseer memoria, es menester, mantenerla
activa.

Ahora bien, además de activar nuestra memoria y no dejar de recordar, es


importante saber qué hacer con los recuerdos alcanzados. Ya sabemos que una forma de
redimirlos de su carácter de olvidados es citarlos en el presente, entregándoles una
nueva vida. La radicalidad de este acto es el hecho de transformar la constitución del Yo
de aquel individuo. Debido, a que yo me constituyo tanto por lo que fui como por lo que
no alcancé a ser, soy a causa de mi presencia y de mi ausencia.

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Con nuestra propia historia llegamos a ser injustos, porque faltamos a la
universalidad al no saber integrar nuestros sucesos vividos. A medida que vamos
consumando etapas tanto etáreas como intelectuales vamos dejando afuera a las menos
avanzadas. No obstante, nos olvidamos de que todo, hasta lo más intrascendente, es
parte de nosotros mismos y nos funda como tales. Tenemos que ser capaces de leer
nuestro pasado como si fuera un texto nunca escrito, alejando la premisa que establece a
todo lo acontecido como dotado de una opacidad incognoscible en la medida en que se
encuentra temporalmente lejos de nosotros. Para ser capaces de realizar lo anterior,
será necesario introducirnos en la Filosofía de Paul Ricoeur, especialmente en sus ideas
plasmadas en Tiempo y Narración.

Propio del pensamiento de este fenomenólogo francés, es una actitud esencialmente


afirmativa frente al negativismo de algunos filósofos existenciales. Tal actitud, se refiere
a la reconciliación del hombre entero con su mundo, con el fin de sobreponerse a la
etapa en la cual la unidad ha sido despedazada. Según Ricoeur, toda comprensión de sí
debería ir mediatizada por el análisis de los signos, los símbolos y los textos en general.
De esta manera, la fenomenología hermenéutica sustituye el mundo natural del cuerpo y
de la cosa por el mundo cultural del símbolo y del sujeto, a saber, por un mundo del
lenguaje. Ahora, con respecto a la interpretación, no es para Ricoeur la inserción de una
subjetividad en un contexto objetivo y no es tampoco una especie de simpatía que hace
posible entender intenciones ajenas. Se trata más bien de recobrar mediante
interpretación, el mundo mismo, el cual queda entonces descubierto. Este sería
propiamente el papel de la hermenéutica. “Puesto que la pregunta por el ser del yo se
contesta narrando una historia, contando una vida. Podemos saber –en efecto- lo que es
el hombre atendiendo a la secuencia narrativa de su vida”Note31. . De esta suerte, se
introduce el papel de la temporalidad como el carácter determinante de la experiencia
humana. Toda acción ejecutada y todo evento acontecido, son realizados en el tiempo.
En consecuencia, es el relato o la trama narrativa (organización inteligible de la
narración), el medio privilegiado para esclarecer la experiencia temporal inherente a la
ontología del ser – en- el – mundo. Así, la narración es presentada como condición
identificadora de la existencia temporal. “El mundo desplegado por toda obra narrativa
es siempre un mundo temporal… el tiempo se hace tiempo humano en cuanto se articula
de modo narrativo; a su vez, la narración es significativa en la medida en que describe
los rasgos de la experiencia temporal”Note32. .

Para San Agustín, en el alma humana se medirían los tiempos, la impresión que
dejan las cosas en ella al pasar. Lo que se mediría, no sería las cosas futuras o pasadas,
sino su expectación y su recuerdo, “cuando se narra de memoria, los recuerdos van
apareciendo fácilmente por su orden”Note33. . En otras palabras, en este contexto cuando
nos referimos a temporalidad la estamos entendiendo desde un punto de vista
heideggeriano, esto quiere decir, que se considera al tiempo como horizonte de la
comprensión del ser de los individuos.

Para Ricoeur entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de la


existencia humana existe una correlación que no es meramente accidental, sino que
presenta la forma de necesidad transcultural “…el tiempo se hace tiempo humano en la
medida en que se articula en un modo narrativo, y la narración alcanza su plena
significación cuando se convierte en una condición de la existencia temporal”Note34..

Por lo tanto, una forma de citar y de redimir ese pasado vencido u olvidado, es
narrando. Mediante la narración podemos volver a arraigar ese pasado oculto a nuestra
existencia, entregándole un registro concreto. Ésta sería una forma adecuada de sentir
que, no porque las etapas hayan sido resueltas en el tiempo no tienen derecho de seguir
incidiendo en nuestro presente, aunque sea de una forma narrativa. Por consiguiente, el
papel que juega la memoria no es del todo aislado e independiente, a mi parecer la
acción de narrar es inseparable a ésta. A saber, no basta con hacer trabajar nuestra

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memoria centrándonos en sucesos olvidados y truncados, si no somos capaces de en
cierta forma ponerlos en práctica, narrándolos.

La responsabilidad política que implica la memoria nos incita a la narración de lo


recordado. Dicho de otra manera, la cita y el reconocimiento no son posibles sin la
función que cumple la narración. La memoria es la única que puede ayudarnos a leer la
parte no escrita del texto de la vida. Así, ésta se va estableciendo como una herramienta
hermenéutica capaz de interpretar historias de vidas. La recordación que seamos capaces
de realizar puede llegar a modificar la realidad que vivimos y la que viviremos. Pueden
haber hechos acontecidos que no consiguen ser recobrados tal y como acaecieron, pero
no obstante pueden ser revividos con la palabra. Es decir, en una completa y justa
recuperación del pasado es imposible prescindir de la narración.

Ahondando, en la constitución de nuestro Yo, es preciso, afirmar que conformamos


nuestra identidad a partir del modo en que articulamos nuestros recuerdos. Somos
sujetos textualizados, nos constituimos como Yo narrativo. Nuestra identidad se
conforma por medio de textos de nosotros mismos. Nuestro Yo, denota una narración que
da a conocer nuestro pasado, el cual nos constituye como quienes somos.

…cada generación re-crea el mundo humano a través de la re-interpretación que


cada uno hace de la odisea de su propia libertad proyectada en los nuevos mundos
posibles abiertos por los textos; cada uno de nosotros, por otra parte, como narrador de
su propia vida re-interpretada una y otra vez a la luz de los nuevos modos posibles de
ser-en-el-mundo, colabora en la reformulación de la autocomprensión humanaNote35. .

II Memoria de la infancia

a) Entorno a la infancia
…las distintas figuras de la infancia o, más precisamente, las distintas imágenes que
hemos construido de ese enigma que llamamos “infancia”, son un espejo de nosotros
mismos: un producto de nuestros miedos y nuestras esperanzas, de nuestro coraje y de
nuestra cobardía, de lo que creemos que somos y de lo que sentimos que nos falta, de lo
que nos gustaría ser y de lo que sabemos que nunca seremos, de nuestras utopías y de
nuestras decepciones, de nuestros sueños y de nuestras pesadillas, de nuestros logros y
de nuestros fracasos, de nuestra manera de habitar el tiempo, la memoria y el olvido, la
repetición y la diferencia, la continuidad y la discontinuidad, el nacimiento y la
muerte.Note36.

Con relación a la infancia hay mucho que decir, como también es mucho lo que se
dice. A lo largo de la tradición, se ha instituido casi por completo una concepción de
infancia descrita como exclusivamente la primera edad del ser humano. Esta
determinada percepción ha sido originada gracias a la influencia del historicismo
anteriormente enunciado. Es éste el que ha determinado una continuidad lineal en la
Historia Universal, como también en nuestra propia historia personal. Nuestra vida es
comprendida como una secuencia constante, lineal y sin grandes variaciones; nuestro
pasado, presente y futuro son puntos estáticos dentro de este continuo. “Pensamos la
vida humana atravesando estadios, etapas, fases de desarrollo. Aparecemos ante
nosotros mismos como seres en ascensión, “la infancia sería el primer peldaño”Note37. .
Asimismo, el progreso es en nuestra vida un imperativo irrevocable. La infancia como
primera etapa, habitualmente es vista como la más singular, la más básica, la más fácil y
la menos importante. En la medida en que estamos llamados a avanzar, la olvidamos
rápidamente y nos enfocamos meramente en la etapa presente.

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Ahora bien, haciendo alusión al pensamiento benjaminiano descrito en la primera
parte de esta tesis, la infancia revela la misma esencia del pasado, de ese pasado
vencido y olvidado. Del mismo modo, la adultez representa el presente heredero del
pasado vencedor y de la lógica dominante. Es así, como lo que tradicionalmente se
denomina primera etapa, ha sido permanentemente asociado a la debilidad y a la
inferioridad. “En tanto primer peldaño de la vida humana, la infancia representa también
su forma incompleta, su falta de acabamiento”Note38. .

Estas nociones que suelen relacionarse con la infancia, nos han sido heredadas de la
modernidad y por sobre todo de la Ilustración, en este período estaba en boga un intenso
y urgente llamado a la emancipación y a la autonomía. Entorno a estas mismas ideas
Walter Kohan en Infancia entre Educación y Filosofía, nos plantea lo siguiente: “La
infancia es una metáfora para una vida sin razón, oscura, sin conocimiento. La
emancipación sería un abandono de la infancia, su superación”Note39. . La
emancipación manci patio ya en su raíz latina apuntaba a un emerger del estatus de
esclavo, a un estatus de hombre libre. En relación a esta idea el filósofo Immanuel Kant
es bastante sugerente en el ensayo “¿Qué es la Ilustración?” En este pequeño texto
realiza un llamado a salir del estado de minoría de edad, en efecto, con aquello se
refiere al estado del ser humano en que no es capaz de utilizar su entendimiento con
independencia de un tutor. Por tanto, el reiterado llamado que se efectuaba en la
Ilustración era un llamado a emanciparse de lo que algunos actualmente denominan
infancia. Desde esta lógica, aquélla es utilizada como figura metafórica de una vida
desprovista de razón. Kant expresa la idea de mayoría de edad como la edad de la razón,
por consiguiente, la razón se consideraba como único medio para conocer y comprender
la realidad sensible e inteligible, única manera de abandonar el estado de inacabamiento
que supone la infancia o minoría de edad.

La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La


incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia, sin la guía de otro.
Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de
decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro.Note40.

La mencionada minoría de edad, es usualmente relacionada con la infancia, debido


a que de ninguna forma se piensa a las niñas y niños como productores de conocimiento,
al contrario meramente se los piensa como receptores y como tales no es necesario que
sepan utilizar su entendimiento por sí solos. Siguiendo esta dinámica, exclusivamente los
mayores de edad, los que utilizan su entendimiento con independencia, son capaces de
producir conocimiento y como tales serán los responsables de transmitirles este saber a
los menores de edad.

Si observamos de una manera extensa las prácticas educativas, familiares y escolares, de nuestra
sociedad, podemos apreciar que en el imaginario social aún subsiste una concepción de infancia que
tiene efectos limitantes en varios aspectos de nuestra cultura. Uno de esos efectos es el hecho de que
niñas y niños no son validados y legitimados suficientemente como sujetos con grados de autonomía,
como sujetos productores de cultura y como protagonistas de sus propios procesos de aprendizaje
múltipleNote41. .

En oposición a esta dinámica de dependencia de la infancia en relación a la adultez, el


filósofo francés Jacques Rancière en su libro El maestro ignorante, fundamenta una
nueva visión que anula la relación entre un maestro productor de saber y un
estudiante receptor de ese saber. Basándose en las experiencias de un maestro del siglo
XIX, llamado Joseph Jacotot, concluye que la actividad del maestro, que obliga a otra
inteligencia a ejercitarse, era independiente de la posesión del saber, y que, por lo
tanto, era posible que un ignorante permitiera a otro ignorante saber aquello que él
mismo no sabía. Basándose en este ejemplo, Rancière, realiza una interrogación
fundamental sobre lo que quiera decir saber, enseñar y aprender. Por lo pronto, el
maestro ignorante, es aquél que enseña, es decir, que es para otro causa del saber, sin

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que transmita ningún saber. Dicho de otra manera, el acto del maestro que obliga a otra
inteligencia a funcionar es independiente de la posesión del saber. El maestro ignorante,
es sólo una voluntad que ordena a su otro poner en ejecución una capacidad que ya
posee, la capacidad que todo hombre ha demostrado al adquirir sin ningún maestro, el
más difícil de los aprendizajes, el de esa lengua extranjera que es para cualquier niño o
niña que viene al mundo la lengua que llamamos materna. El obstáculo para el ejercicio
de las capacidades del ignorante no es su ignorancia, sino su aceptación de la
desigualdad. Aquel que no quiere ir más lejos en el desarrollo de su poder intelectual se
satisface de no poder, en la seguridad de que otros tampoco pueden. El principio
desigualitario es un principio de compensación de las desigualdades que funciona a escala
de la sociedad en su conjunto. No es el saber del maestro lo que puede suspender ese
funcionamiento de la máquina desigualitaria, sino la propia voluntad del ignorante.

Concretamente lo que es propuesto en este libro, es la emancipación intelectual, ya


que, la constante dinámica que se establece entre un maestroproductor de sabery un
ignorante meramente receptor de ese saber limita la transmisión del saber, organizando
el retardo y obstaculizando la igualdad.

Abocándonos a la realidad infantil, percibimos que el mundo adulto los ha


enfrentado de un modo casi autoritario. Lo cual se demuestra en el constante
hostigamiento que se ejerce sobre niñas y niños, exhortándolos con estricta rigidez a
abandonar su estado de primera inocencia. “…somos instigados a abandonar rápidamente
la infancia, en la medida en que nuestras sociedades parecen hostiles”Note42. a ella. Toda
actividad y todo desenvolvimiento en el mundo, es supervisado y determinado por los
adultos. Aquellos, siempre tienen la razón, la experiencia y las facultades de decidir lo
que ellos quieran.

La máscara del adulto se llama “experiencia”. Es inexpresiva, impenetrable, siempre igual; ese adulto
ya lo ha experimentado todo: la juventud, los ideales, las esperanzas, la mujer. Todo era ilusión. A
menudo nos sentimos intimidados o amargados. Quizás ese adulto tenga razón. ¿Qué podemos
contestarle? Nosotros aún no hemos experimentado nadaNote43. .

Al estar provistos de esta experiencia, la infancia es desvalorizada desde la adultez, se la


considera una etapa momentánea de la cual es urgente retirarse rápidamente. De esta
manera, nos enfrentamos a ella con aires de superioridad, suponiendo quetodo lo
conocemos y todo lo sabemos, en cambio las niñas y niños serían inferiores en la medida
en que aún nada conocen y nada saben. Sin embargo, está claro que para relacionarnos
adecuadamente con niñas y niños no basta con sólo experimentar y sentirse
experimentado frente al resto. “La experiencia sólo carece de sentido y de impulso para
el espíritu embotado”Note44. .

Desde este enfoque, se cometen graves errores, en cuanto que las ideas que
poseemos con respecto a las niñas y niños, no se deben a ellos mismos, sino que somos
los mismos adultos que a lo largo de la historia hemos establecidos imágenes que los
definirían a nuestra semejanza.

A nuestro juicio, las concepciones de la infancia –conformadas por sistemas de representaciones sociales
respecto de las identidades de niñas y niños y que configuran un sistema de dispositivos que estructuran
las relaciones con el mundo adulto- han estado, fundamentalmente, influidas por un concepto reductivo
de la infancia en varios sentidosNote45. .

Continuando con esta apreciación, en reiteradas ocasiones contemplamos a los niños y


niñas como adultos en miniaturas, lo que es incuestionable a la hora de regalar juguetes,
que más que juguetes parecen instrumentos determinantes del actuar. “El juguete no es
imitación de los útiles del adulto, es enfrentamiento, no tanto del niño con el adulto,
sino más bien al revés. ¿Quién da al niño los juguetes si no los adultos?Note46. ”. Para
Benjamin, debemos dejar de pensar los juegos infantiles desde la mirada demasiado

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adulta de la imitación. Los infantes no buscan imitarnos, somos nosotros mismo que
buscamos que nos imiten. Es el mundo de la adultez que incita a niñas y niños a jugar
a ser grandes. No obstante, la auténtica “esencia del jugar no es un hacer de cuenta que,
sino un hacer una y otra vez, la transformación de la vivencia más emocionante en un
hábito”Note47. . La gran ley que rige sobre el mundo de los juegos, es la ley de la
repetición. Sabemos que para niñas y niños esto es el alma del juego, que nada lo hace
más feliz que el otra vez.

La complejidad de relacionarnos con niñas y niños, radica en suponer una cierta


empatía inexistente entre los adultos y el ser infantil, lo cual se manifiesta en una
sesgada interpretación. “El niño exige del adulto una representación clara y
comprensible, no infantil; y menos aún quiere lo que éste suele considerar como tal.
Dado que el niño comprende exactamente, incluso la seriedad distante y grave, siempre
que ésta salga del corazón con sinceridad y sin ambages.”Note48. .

Es menester mirar a la infancia desde otra posición dejando de lado el racionalismo


propio de la Ilustración y volvernos conscientes de que ésta ya dejó de estar ligada a la
debilidad, a la precariedad y a la inferioridad, “la infancia no sería la edad sin razón sino
algo diferente”Note49. .

Walter Benjamin distingue a la infancia como una alegoría de un proyecto de


destrucción de la subjetividad y de la realidad burguesa. Con la infancia nos vemos
obligados a escapar del encasillamiento de la adultez, un encasillamiento pre -
establecido por la tradición dominante y progresista. Dicho de otro modo, para regresar
al mundo de la infancia es primordial votar el prejuicio y establecernos en un modo de
apertura. Para este amante de las antigüedades, en el mundo de la infancia, las cosas
son liberadas de la esclavitud de ser útiles. Asimismo, por el hecho de que en los niños y
niñas, como también en los libros para ellos mismos, se renuncia a las certezas absolutas
y a la sabiduría, es que para él se convierten en depositarios de la esperanza de
redención. Entrevemos, así, una infancia que es pura potencialidad descontaminada y
que es responsable de fundarnos y constituirnos como individuos.

Los niños y niñas, “no se subordinan jamás a realidades exteriores, como los libros
de imágenes o de cuentos, o incluso los juguetes, sino que viven con ellos una situación
dialéctica: sufren, sí, la fascinación, pero saben mantener distancia con ellos, saben
jugar con ellos. Quedan, por lo tanto, envueltos en la dialéctica del aceptar y el
transformar: aceptar las leyes de lo diverso, lo gratuito, lo entretenido, que se traslucen
en la literatura infantil; transformar y dar vuelta instintivamente los materiales con los
que la primera experiencia histórica lo confronta: colores, letras, figuras, a los que su
fantasía incansable parece reservar siempre nuevas combinaciones”Note50. .

Gracias a las ideas con las cuales hemos ido delineando nociones acerca de la
infancia, percibimos que ésta es mucho más que la primera etapa de la vida y asimismo
no es posible desligarnos de ella tan fácilmente. Para Walter Kohan, la infancia debe ser
pensada como condición, sentido y territorio de la existencia humana.

Ser niños y niñas es un contante comenzar. Comenzamos a comunicarnos, luego comenzamos a hablar,
comenzamos a manipular, comenzamos a ganar, luego comenzamos a perder, a transar, a imaginar, a
esperar, a crear, a buscar, a caminar, a pelear. Los códigos se van asociando y vamos incorporando
tantas cosas, vamos siendo y haciendoNote51. .

En párrafos anteriores ya lo señalábamos, la infancia implica un modo de apertura, un


modo constante de estar abierto a lo impredecible, a lo desconocido y a lo inesperado.
En este sentido infancia también puede ser entendida “…como símbolo de afirmación de
la afirmación, figura de lo nuevo, espacio de libertad. La infancia será una metáfora de
la creación en el pensamiento; una imagen de ruptura, de discontinuidad, de quiebra de
lo normal y lo establecidoNote52. ”. De acuerdo a estas características, la infancia

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imposibilitaría que nuestra historia personal sea pensada conforme a una continuidad
lineal y progresista, con ésta en cualquier instante podemos retroceder, un retroceder
negativo para la tradición, pero un retroceder que nos inunda de diversidad y de
novedad. Con la infancia volvemos a probar, no nos estancamos en lo ya vivido, volvemos
y experimentamos lo desconocido. “No hay progreso en la historia humana. Porque hay
infancia (experiencia), la historia humana no puede ser continua, lineal, natural. Que la
historia humana tiene a la infancia por patria significa que de ella se deriva, que de ella
se origina y que sin ella nada esNote53. ”. Nuestra capacidad de sorprendernos es infinita en
tanto la infancia nos abre a toda posibilidad desconocida e inesperada.

La infancia es la condición de ser afectado que nos acompaña toda la vida. Lo dicho y lo no dicho, la
falta de palabra, la ausencia de voz (in-fans), en los afectos. Es aquella singularidad silenciada que no
puede ser asimilada por el sistema. Una condición de estar afectado que no puede nombrar o reconocer
esa afección, esto es la infanciaNote54.

La aparente correspondencia entre infancia y el pasado vencido de Benjamin, puede


deducirse del carácter de reprimido que posee este primer peldaño de la vida humana.
Esta represión se explica por el hecho de que nuestra estadía en la infancia no alcanza a
ser consumada, a saber, nos vemos obligados a entrar tempranamente en la adultez
olvidando nuestra anterior condición. En este sentido, la aprehensión de la infancia
supone una redención de un pasado olvidado y excluido por su carácter de incompleto. La
adultez representa en este esquema el avance, en otras palabras, nuestra formación es
dirigida por la misma noción de progreso que anteriormente describimos. Igualmente, al
pasado truncado no le es permitida su realización en el presente. De modo, que cuando
conocemos a este pasado violentado no lo conocemos tal como fue, sino que llegamos a
conocer un pretérito totalmente inexplorado y novedoso. Asimismo, la infancia en cuanto
ha sido también truncada, no debe ser exclusivamente comprendida como esta fase
etárea menospreciada por el interés general, sino que en la medida que nos ha fundado
como individuos se mantiene durante toda nuestra vida como un modo de aperturidad
que no implica límites, ni obligaciones.

En otros términos, la infancia guarda en sí el tesoro de nuestra propia historia. Para


poder acceder a este botín, que trae consigo la aprehensión y redención de nuestra
propia existencia, no nos es posible servirnos de las mismas herramientas que nos han
desterrado de ella. La comprensión de nuestra historia como una línea temporal y la
concepción de infancia como un estado inferior, conllevan una aproximación al problema
que utiliza el mismo prisma excluyente del progreso. Es necesario, por tanto, convertirse
en el trapero de la historiaNote55. y recolectar desde aquel pasado truncado y excluido, que
en definitiva representa todo episodio de nuestra infancia que no es susceptible de
generar un sentido para configurar a nuestro presente, aquellos tesoros que iluminan
nuestro presente.

b) Relación entre memoria e infancia


Con el hechizo melancólico de quien, incluso entre lo viejo, en los fondos de las
tiendas, en las cosas fuera de moda, en la manera de lo olvidado y de lo abandonado,
busca y explora recorriendo encarnizadamente signos que puedan ofrecer anticipaciones
de un futuro liberado, del que no obstante se sabe condenado a quedar excluido, el
crítico berlinés se arroja sobre las diseminadas ruinas del pasado para oponerse
obstinadamente al ritmo de la historia misma historicistamente entendida, es decir,
como un continuum homogéneo de hechos que ratifican el triunfo de los vencedores y en
cuyo contexto las señales de lo diferente resultan despojadas de su sentidoNote56. .

Es gracias a la radicalidad que manifiesta la memoria, que Benjamin se interesa por


las cosas más olvidadas, más particulares, más enigmáticas y escondidas. Entre lo viejo,
lo olvidado, lo abandonado y pasado de moda, busca signos que puedan ofrecer
anticipaciones de un futuro deliberado, del cual se sabe que está condenado a ser

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excluido. Para sus comentaristas estas serían las razones de su interés frente a la infancia
y sus ejes temáticos.

La memoria desde el pensamiento benjaminiano, nos permite una nueva


construcción de un pasado que no alcanzó a desarrollarse, convirtiéndonos en sujetos
históricos activos y responsables de nuevas construcciones dentro de la historia. Así,
recordar a través de esta memoria, no es sólo rememorar hechos acaecidos desde
nuestro asiento, sino que edificar desde lo establecido nuevas perspectivas. Por lo
pronto, cuando recordamos más que evocar un pasado ya sepultado, evocamos nuevas y
desconocidas posibilidades.

La fundamentación de esta concepción de memoria se explica por el carácter que


posee el pasado en este contexto. Nuestras motivaciones siempre están referidas a éste,
a pesar, de que ya aconteció se nos hace imposible desligarnos de él. Dentro de la
historia, caminar es un deslizarnos raudamente hacia adelante empujados por un gran
viento huracanado, pero siempre con la mirada vuelta hacia atrás. Nuestra tranquilidad
es aniquilada por el hundimiento de sucesos no consumados, de sucesos que no
alcanzamos a conocer, ni a vivir. Como el mismo Benjamin lo dice, es inherente al ser
humano una constante envidia frente al pasado, concretamente una envidia de lo que
ese pasado pudo llegar a ser, este sentimiento frustra todo anhelo de futuro. Mientras no
concibamos una clara y justa resolución de todo tiempo pretérito, no podremos ansiar un
tiempo nuevo.

El pretérito se nos manifiesta con cada movimiento, con cada respiro, con cada
pensamiento que realizamos inmersos en este presente. Pero, a la vez, éste se nos
esconde diluyéndose avivadamente a través de los vientos del olvido. Toda manifestación
nos convoca ininterrumpidamente al pasado y de sobremanera al pasado frustrado que
clama un desenlace en la historia.

Todas estas razones señaladas nos remiten a la infancia, ya que, como hemos
enunciado, ésta es mucho más que la primera etapa de nuestra vida y aunque se la
considere meramente desde esta perspectiva siempre volvemos a ella. Con relación a
esto, el problema no radica exclusivamente en que se la considera sólo como una fase
etárea, sino que subsumidos en un constante progresar se nos obligue a abandonarla
prematuramente y así también despreciarla y olvidarla.

De modo que, es urgente una transformación de esta visión de la infancia y asimismo


una reivindicación que debe partir desde nuestra individualidad. Somos capaces de
vivenciar que cuando se llega a la adultez, tendemos a encerrarnos en un mundo serio,
rápido, sin tiempo libre, complejo, formal y autoritario. Olvidamos lo que fuimos y lo que
nos ha formado como lo que somos, nos olvidamos de nuestro pasado, nos olvidamos de
nuestra infancia, y así terminamos olvidando el sentido pleno de nuestra existencia. De
aquí radica la urgencia del accionar de la memoria, desde un sentido benjaminiano.

A partir de esta misma dinámica de comprensión de la infancia, desde la rigidez del


mundo adulto, surgen diversas problemáticas para empatizar con niñas y niños. Una de
las dificultades más notorias para acercarnos desde la adultez al imaginario infantil, es
cuando el imaginario infantil ya es sobrepasado por el imaginario adulto.

Para alcanzar un modo comprensor de relacionarnos con niñas y niños, tenemos que
ser capaces de redimir a nuestra propia infancia, en consecuencia, es necesario que la
reconozcamos en cada presente como parte primordial de nuestra constitución como
individuos. En otras palabras, el reconocimiento y la aprehensión de nuestra propia
infancia es una de las posibles alternativas de aproximarse al problema que representa la
infancia en general.

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Este modo de aproximación también tiene algunos riesgos: nos relacionamos con las imágenes que nos
llegan de nuestra propia infancia y construimos a partir de ellas lo que son ellos, interpretamos.
Entramos con esta observación a un terreno complejo, el especular, el proyectar y reflejar en el otro u
otra lo que nos ha acontecido y vernos en el otro a partir de nuestra memoria. Frente a ello, sería
necesario reconocer siempre esa distancia de la que hablábamos: hay algo que no puedo saber, y ante lo
cual más bien debemos sorprendernos: la dimensión de inaprehensibilidad del otro o la otraNote57. .

El riesgo que describe la cita anterior posee relación con lo que anteriormente hemos
expuesto. La redención de la propia infancia rompe con el paradigma establecido en la
relación entre la adultez y la niñez, generando una experiencia en el individuo que
realiza tal apropiación. No obstante, tal experiencia se refiere a la infancia propia y sería
un error extrapolar tal experiencia a la concepción general de infancia. La redención es
una manera de “hacer saltar el continuum de la historia”Note58. , es decir, de escapar a la
aproximación de nuestro pasado que lo muestra como ajeno, y es en este sentido que
podemos referir tal trato con la historia a nuestra concepción de infancia. Por
consiguiente, en la relación con los otros y otras, donde la infancia y la experiencia de la
redención se podrían mostrar como un espejo de nuestra propia infancia, es necesario
mantener distancia, detener toda proyección y reflexión que violente aquellas otras
experiencias. El propósito de todo esto es permitir que, tanto el otro como la otra y su
experiencia, se muestren de la manera más “objetiva” posible, lo cual sólo se consigue
cuando logramos establecer una relación con los demás de pura contigüidad, es decir,
permitir que el otro o la otra se muestren como tal sin violentar tal aparición con mi
propia experiencia. Este es el riesgo potencial que guarda un viaje tan íntimo y propio.

Existe claramente un problema cuando hablamos de objetividad, principalmente por


las numerosas discusiones tanto fenomenológicas como hermenéuticas que existen sobre
tal tópico. Para poner las cosas en claro y contextualizar precisamente lo que se
pretende dar a conocer, podemos tomar prestado ciertos conceptos del pensamiento de
Hannah Arendt que pueden ser aclaradores.

En un flujo de argumentos totalmente inagotable, como los que presentaban los sofistas a los
atenienses, el ciudadano griego aprendió a intercambiar sus propios puntos de vista, su propia «opinión»
-la forma en que el mundo se le aparecía y mostraba… con la de sus conciudadanos. Los griegos
aprendieron a comprender, no a comprenderse como individuos sino a mirar al mismo mundo de la
posición del otro, a ver lo mismo bajo aspectos muy distintos y, a menudo, opuestos.Note59.

En esta cita, los esfuerzos de Arendt se cifran en desenmascarar la tradicional definición


de objetividad, la cual supone que la imparcialidad sólo puede darse cuando el juicio
histórico se realiza resguardando la no interferencia. Realizando una analogía con el
concepto de infancia que hemos descrito, la no interferencia estaría representada por la
posición indiferente que adopta el adulto frente a su misma infancia, considerándola
como un episodio de un pasado ajeno, en un momento temporal estático que no posee
relación alguna con su propio presente. De la misma forma, este modo de referirse a la
infancia se aplica tanto a la propia infancia como a la infancia en general, dado que se
realiza la misma objetivación de ésta, mirándola desde la vitrina de la distancia y la
apatía. Es precisamente, esta idea de objetivación, el hacer objeto la experiencia, a la
cual Arendt desenmascara. Hacer del recuerdo un objeto no es distinto de abdicar de
nuestra posición en él mismo, de negar toda posibilidad que éste se muestre como propio
y que, a partir de este proceso, se posibilite que éste mismo se muestre como
componente esencial de nuestro yo y permitir que éste ilumine nuestro presente desde su
propia luz. En este sentido, la objetividad que Arendt recoge de la cultura griega apunta
precisamente a lo contrario. El fenómeno se muestra en una trama, en un contexto,
donde el hombre no está solo sino que siempre está con otros. Precisamente la
posibilidad que tal fenómeno tiene de hacerse público, de mostrarse a una comunidad y
de generar posturas y opiniones, son las pruebas concretas para alcanzar la objetividad.
La primera condición de la objetividad es la posibilidad de generar distintas y opuestas
opiniones acerca de lo mismo, puesto que es en la subsanación de estas diferencias,

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donde puede darse la imparcialidad. La otra opinión muestra un mundo nuevo que escapa
a los dominios del sujeto, ofreciendo la posibilidad de apreciar lo mismo desde otro
universo. La objetividad radica, por tanto, en la posibilidad de soslayar ese abismo que
existe entre el yo y el tú, y realizar la traslación de la percepción a los demás. Esto se
consigue exclusivamente cuando permitimos que los demás se muestren bajo sus propios
términos, sin proyecciones ni reflexiones de mi propia intencionalidad en su propia
visión. Es por esta razón que, es fundamental, mantener la distancia, permitir la pura
contigüidad, para no violentar la increíble oportunidad que ofrecen los demás: la
posibilidad de la objetividad.

De la misma forma, cuando se hace una advertencia a los riesgos que suponen el
viaje benjaminiano hacia la infancia, se pretende advertir que es preciso no extrapolar la
propia experiencia de la redención de la infancia, hacia la infancia en general. El viaje
hermenéutico posee un matiz personal, pero no por ello privado. Es posible aproximarse
a diferentes posturas y visiones de la infancia, pero siempre manteniendo ese espacio
necesario para que la imparcialidad surja. De este modo, el otro o la otra, pueden
mostrar su novedad y su sorpresa, presentado la posibilidad de configurar un concepto de
infancia general con el carácter de “objetivo”, como poseedor de una plenitud plural.
Asimismo, la propia redención de la infancia ofrece una postura o una ventana al
concepto de infancia general desde un singular punto de vista, el cual puede
complementarse al existir la posibilidad de mostrar tal concepto a los demás, ofreciendo
la oportunidad que se produzca aquello que Arendt denomina el pensar sin
barandillasNote60. .

III La importancia de la Narración en la constitución de una memoria de la infancia

a) Redención de nuestra historia no narrada


Narrar, seguir, comprender historias

no es más que la “continuación” de estas historias no dichasNote61. .

Al revisar parte de la obra de Paul Ricoeur, podemos percibir en ciertos pasajes


algunas alusiones al pensamiento benjaminiano. La alusión más reveladora es en el
fragmento donde describe el concepto de historia no narrada. Ahora bien, es preciso
señalar que comúnmente a causa de la influencia de la tradición, solemos entender que
cuando se habla de historia, se apunta a una historia narrada. En otros términos, distintas
tradiciones identifican el concepto de historia con el de historia narrada, esto se debería
principalmente, por el hecho de asociar toda enunciación de historia con la Historia
Universal. Por tanto, en este sentido la historia sería narrada en la medida en que es
efectuada y consumada, ya que, como revisamos en el primer capítulo, la Historia
Universal no es otra que la historia vencedora heredada de generación en generación e
impuesta como única visión de los hechos.

“Sin abandonar la experiencia cotidiana, ¿no somos propensos a ver en tal


encadenamiento de episodios de nuestra vida “historias no narradas (todavía)”, historias
que piden ser contadas, historias que ofrecen puntos de anclaje a la narración?Note62. ” La
historia no narrada corresponde a la historia no dicha de nuestras vidas, que constituyen
la prehistoria, en palabras de Ricoeur, el segundo plano, de las que emerge la historia
narrada. Son hechos rendidos que no alcanzaron a consumarse y que en cierto modo sólo
viven en el imaginario y en la memoria individual. Sin embargo, claman narración, para
Ricoeur todos estos hechos serían víctimas de la violencia interpretativaNote63. .

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En consecuencia, todo el presente posible y todo el pasado frustrado, se
corresponderían con la definición de historia no narrada, en tanto, no son parte de la
historia convencional y determinada por la tradición. El hacernos cargo de este presente
posible y de este pasado truncado, es de cierta forma, narrarlo, en el sentido que lo
hacemos parte de la Historia Universal, entendiéndolo como la otra mirada que se
excluyó, pero que sigue incidiendo a medida que corre el tiempo.

Contamos historias porque, al fin y al cabo, las vidas humanas necesitan y merecen contarse. Esta
observación adquiere toda su fuerza cuando evocamos la necesidad de salvar la historia de los vencidos
y perdedores. Toda la historia del sufrimiento clama venganza y pide narración Note64. .

En la cita anterior, no cabe duda que el fenomenólogo francés, está enunciando el


pensamiento benjaminiano que explicamos ampliamente en el primer capítulo de esta
tesina. Es importantísima la narración, en cuanto resignifica todo acontecer que ya haya
sido pre-significado en el plano del obrar humano. La narración le entrega fuerza y
seguridad a toda historia del sufrimiento y a toda historia relegada al olvido. Con la
narración empoderamos a este pasado, en la medida, en que se encuentra a la mano y
conocido por todos los individuos. “El hacer narrativo resignifica el mundo en su
dimensión temporal, en la medida en que narrar, recitar, es rehacer la acción según la
invitación del poemaNote65. ”.

Lo que se interpreta en un texto es la propuesta de un mundo en el que yo pudiera


vivir y proyectar mis poderes más propios. Para Ricoeur, sin narración no habría
identificación posible ni del individuo, ni de las comunidades.

Durante nuestra existencia, nos encontramos en una constante necesidad


hermenéutica, frecuentemente tenemos que inventar y dar significado a diversas cosas y
acontecimientos. Con la misma narración entregamos significados. Asimismo, se haría
necesario un proceso de traducción, en lo que se refiere a las significaciones de esas
narraciones que establecemos. Sin embargo, Benjamin, nos aterriza y nos manifiesta que
toda acción narrativa debe realizarse sin pretensiones que la influyan y la determinen.

La narración de nuestra historia no narrada denota una apropiación política del


pasado y sus recuerdos, desde una posición del presente dirigida hacia el futuro. No
obstante, la narración del pasado olvidado, no interesa como reconstrucción de las
ruinas, sino como una construcción para incidir en el presente. “La narración apunta
ficticiamente a modos de ser nuevos, aunque lo narrado no haya acontecido o no vaya a
realizarseNote66. ”. De esta manera, las narraciones deben ser nuevas posibilidades de esa
realidad dada. “Por estar en el mundo y por soportar situaciones, intentamos orientarnos
sobre el modo de la comprensión y tenemos algo que decir, una experiencia que llevar al
lenguaje, una experiencia que compartirNote67. ”.

Contextualizándonos en el tema que nos convoca, la infancia puede ser entendida


como una prehistoria y como una historia no narrada. Claramente, es una prehistoria
que antecede a nuestra adultez, es decir, que antecede a nuestra historia, la infancia en
la medida que la olvidamos y despreciamos no alcanza a establecerse como aquella.
Además, la adultez, el presente en que nos movemos, anula cualquier otra historia
existente en nuestras vidas.

En este apartado el llamado es a redimir nuestra historia no narrada, la cual funda


nuestra existencia y nos permite una nueva visión de nuestro entorno. Sólo en tanto
redimamos nuestra prehistoria, podremos alcanzar un modo de pensamiento en apertura
y sin estancamientos. En este sentido, no bastaría con recordar, sería preciso también
traer mi infancia al presente narrándola y estableciéndola como otravisión, que nos
podría ayudar a comprender la infancia en general. La infancia que afirmamos es una
dimensión aún no suficientemente pensada de la experiencia humana. Es una
oportunidad de asumir la discontinuidad como condición ontológica de la existencia, una

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apertura de esa experiencia a lo imprevisto, a lo que puede ser de otra forma, a lo que
todavía no sabemos ni podemosNote68. .

b) El género autobiográfico como una puesta en práctica


Continuando con la idea central de la sección anterior, la autobiografía es el género
literario que nos permitiría una narración adecuada de nuestra infancia. Con la
autobiografía adquirimos una responsabilidad política en relación a nuestraprehistoria,
esta responsabilidad es dada gracias a la cita. En esta narración, es imprescindible que
citemos nuestros sucesos, nuestros pensamientos y nuestros anhelos vividos en un tiempo
pretérito. De esta manera, traigo a mi presente mihistoria no narrada, de una forma
fragmentaria, pero constituyente.

Al escribir nuestra propia autobiografía hacemos un ejercicio de aproximación a


diversos imaginarios infantiles, del mismo modo que, lo realizamos cuando leemos
narraciones de este tipo. Esta sería una oportunidad de abrirnos a nuevas posibilidades
de pensamientos con respecto a una misma idea.

Indudablemente, es un acercamiento mediado a través de la remembranza que se hace desde otra etapa
de la vida, del relato que comporta una reelaboración de la experiencia, de poner en el lenguaje
sensaciones, sentimientos, percepciones, relaciones diversas con acontecimientos, con las cosas, las
personas y el propio cuerpoNote69. .

El género autobiográfico es una puesta en práctica, en la medida en que buscamos e


indagamos en el aula inmensa de mi memoriaNote70. . Leer este género literario, también
implica un poner en práctica, debido a que comparo los imaginarios que se me
presentan, con mis propios imaginarios que recuerdo en ese instante.

A continuación, daré a conocer diversos extractos de la autobiografía de Walter


Benjamin, llamada Infancia en Berlín hacia 1900.

“Puede que sea por culpa de la construcción de los aparatos o de la memoria, lo cierto es que, en el
recuerdo, los sonidos de las primeras conversaciones por teléfono me suenan muy distintos de los
actuales. Eran sonidos nocturnosNote71. ”.

“Cada cual posee un hada que le tiene reservado un deseo por cumplir. Sin embargo, son pocos los que
recuerdan el deseo que expresarán algún día, y sólo pocos reconocen más tarde en la vida el
cumplimiento del mismoNote72. ”.

“Después de cada fiesta de navidad y de cumpleaños había que decidir cuál de los regalos había que
ofrendar al <<nuevo armario>> del que mi madre me guardaba las llaves. Todo lo que se encerraba
permanecía nuevo por más tiempo. Yo, en cambio, no pensaba conservar lo nuevo, sino renovar lo
antiguo. Renovar lo antiguo mediante su posesión era el objeto de la colección que se me amontonaba
en los cajones. Cada piedra que encontraba, cada flor que cogía y cada mariposa capturada, todo lo que
poseía era para mí una colección únicaNote73. ”.

“Al igual que la madre coloca a su pecho al recién nacido sin despertarlo, así trata la vida por algún
tiempo los tiernos recuerdos de la infancia. Nada fortalecía más los míos que la vista de los patios, una
de cuyas logias, sombreada en verano por las marquesinas, fue mi cuna, donde la ciudad puso al nuevo
ciudadanoNote74. ”.

“Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se
pierde en el bosque, requiere aprendizaje. Los rótulos de las calles deben entonces hablar al que va
errando como el crujir de las ramas secas, y las callejuelas de los barrios céntricos reflejarle las horas
del día tan claramente como las hondonadas del monte. Este arte lo aprendí tarde cumpliéndose así el
sueño del que los laberintos sobre el papel secante de mis cuadernos fueron los primeros rastros Note75. ”

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Con estos extractos, podemos vislumbrar el incipiente amor por las antigüedades y por la
recolección. Asimismo, se manifiesta una gran importancia al recuerdo, a los detalles, a
los sentimientos, a los olores, etc.

De esta manera, la cita permite referirnos a nuestro pasado sin violentarlo, así como
también presenta un camino alternativo al impuesto por la tradición al momento de
tratar con nuestra historia. La fragmentación que produce la cita posibilita apreciar a los
acontecimientos como particulares, escindidos de la continuidad vencedora de la historia
oficial, permitiendo que éstos se muestren bajo su propia luz. En consecuencia, la
autobiografía, al constituirse precisamente de manera fragmentaria, posibilita el
reencuentro con aquellos acontecimientos que claman redención, a nuestro pasado
truncado y, finalmente, a nuestra infancia.

Conclusión

Es evidente, que bajo una primera mirada pareciera que no hubiese relación entre la
memoria benjaminiana y la infancia. Sin embargo, el empoderamiento que nos otorga la
memoria de los vencidos es correspondiente con una nueva visión que pretendíamos
entregar en relación a la infancia. Como lo hemos señalado a lo largo de este escrito, es
propio de nuestra época la descategorización de acontecimientos, de individuos y hasta
de etapas de nuestra vida. Esta situación, no posee más responsables que el historicismo
y el continuum que éste establece en la historia, por tanto, pareciera que la esencia
misma de nuestra época fuera el progreso.

En este contexto, Benjamin, a través, de su pensamiento nos está entregando una


gran oportunidad al permitirnos conocer el pasado que demanda consumación y que en su
interior es mera posibilidad. Además, no sólo nos permite conocerlo, sino también nos
permite una nueva construcción que incida cada día en nuestro presente.

En este contexto, la infancia aparece poseedora de la misma esencia del pasado


vencido, en tanto, ésta es relegada a un segundo plano y en ocasiones simplemente es
olvidada. En esta tesina, manifestamos que la infancia es mucho más que una fase etárea
y que, además nos permite nuevas visiones de mundo en la medida en que con ella nos
mantenemos en apertura al mundo y a sus posibilidades. Con el paso de los años,
podemos afirmar que constantemente se ha cometido un error al intentar comprenderla
desde la seriedad de la adultez imposibilitando una relación de empatía. Asimismo, se
incita a niñas y niños a avanzar rápidamente, desligándolos de esta fundante etapa de la
vida.

Una de las alternativas para comprender adecuadamente la infancia es, a través, de


la memoria benjaminiana, con ésta redimimos nuestra experiencia infantil integrándola
como parte fundamental de nuestra realidad. Manteniéndonos en la misma dirección,
durante el desarrollo de la tesina nos detuvimos en el concepto de objetividad con el fin
de salvaguardar la posibilidad de generar un concepto de infancia en general. A través de
este concepto podemos identificar nuestra propia infancia, sin violentar otros imaginarios
infantiles, al establecer una distancia entre la nuestra y la infancia como un todo.

En la última parte, manifestamos que no sólo es necesario redimir nuestra infancia a


través de la memoria, sino que también es primordial narrar esta experiencia de
redención.

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