El Cuento Hispanoamericano Antologia Critico-Histo

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RESENAS

GAtscxt BA7nco, MANUEL, América y Unamuno. (Madrid: Editorial Gredos,


1964.)

Bienvenido este libro sobre América y Unamuno que el conocido crítico y, en


cierto modo, albacea de los textos unamunescos, Dr. Manuel García Blanco, nos
ofrece con motivo del centenario del nacimiento del ilustre rector salmantino. No
son trabajos inéditos de García Blanco lo que ahora se reúne en libro (véase
p. 28). Asimismo no es todo inédito lo que de Unamuno se recopila. Lo que
importa, pues, es que podamos consultar en un solo tomo, fácilmente manuable,
la casi totalidad de la correspondencia mantenida entre Unamuno y diversos
escritores de la América Hispánica.
El volumen consta de un "Ensayo Preliminar" (pp. 7-28), en el cual García
Blanco nos da a conocer de Unamuno: 1. "Mi visión primera de Méjico", 2. "Via-
jes prayectados", 3. "La crítica literaria", 4. "Colaboraciones americanas", 5. "Las
correspondencias epistolares", 6. "Las amistades personales" y 7. "Las lecturas".
También incluye párrafos sobre la América anglosajona y la lengua española en
América. Es un estudio mucho más amplio que el prólogo que escribió para el
tomo VIII de las Obras Completas de Unamuno.
Luego el material recogido se agrupa en dos partes. La primera incluye cartas
entre Unamuno y Manuel Gálvez (pp. 31-52), Rubén Darío (pp. 53-74), Juan
Zorrilla de San Martín (pp. 75-119), Alfonso Reyes (pp. 120-166), varios escri-
tores venezolanos (pp. 167-192), Carlos Vaz Ferreira (pp. 193-246) y Ricardo
Rojas (pp. 247-342). La segunda parte está dedicada a temas literarios, incluyendo
la poesía gauchesca (pp. 343-367), Walt Whitman (pP. 368-405) y otros tres
poetas norteamericanos, Sidney Lanier, William Vaughn Moody y Carl Sandburg
(pp. 406-417).
Entre las cartas están intercaladas notas y observaciones de García Blanco,
quien ha sido afortunado en tener a su alcance la biblioteca personal de Unamuno.
Resulta interesante y de gran valor leer una carta en que Don Miguel se refería
a una obra de un amigo suyo, y también, enterarse de las notas que escribió al
margen de dicho libro.
Unamuno, desde 1901 hasta 1906, escribió en La Lectura de Madrid una sec-
ción titulada "De literatura hispanoamericana". Garcia Blanco hace notar varias
afirmaciones que aparecieron en el "Preámbulo" con que inició Unamuno la
serie de sus escritos sobre Hispanoamérica.
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RE VISTA IBEROAMERICANA

Expone ... los que pudiéramos llamar los móviles de su empresa: El


primero de ellos, el de superar el angosto casticismo del literato español,
que cifra su empeño, sus ansias de gloria, "en el estrecho recinto de su
patria y sin llegar a gallito del cotarro nacional", ya quien el epíteto de
castizo "es el que en el fondo más le halaga".
El segundo ... es el de convencer a los escritores hispanoamericanos
de que la sugestión que el nombre de París ejerce sobre ellos, su ansia de
proyectar desde la capital francesa una fama que sin ella consideran como
no conseguida, es puramente ilusoria.
Como antídoto, y éste es el tercero de sus propósitos, aconseja a los es-
critores de ultramar que cultiven los temas de su propio huerto (pp. 15-16).

Estos dos últimos propósitos se habían visto antes en las Cartas Americaras
de Juan Valera. Sin embargo, Unamuno se desvió de Valera en cuanto a la lengua.
Valera había considerado a España como el centro y la fuente de literatura es-
crita en castellano. Unamuno, en un trabajo de La Letura de 1906, en que se
refería a Zorrilla de San Martín, dijo:

.t. . desde que el castellano se ha extendido a tierras tan dilatadas y- tan


añartadas unas de otras, tiene que convertirse en la lengua de todas ellas,
en la lengua española o hispánica, en cuya continua transformación tengan
tanta participación unos como otros. Un giro nacido en Castilla no tiene
más razón para prevalecer que un giro nacido en Cundinamarca... Tenemos
que... comprender que para salvar la común cultura hispánica nos es pre-
ciso entrar a trabajarla de par con los pueblos americanos y recibiendo de
ellos, no sólo dándoles (p. 78).

Unamuno también dijo en otra ocasión: "Eso de que el suelo crea las razas,
que dice Colí, será la fisiológica o somática, pero la psíquica y espiritual la crea
la lengua, que es la sangre del espíritu" (p. 179). Una constante unamuniana
era la preocupación por la lengua y aquí aparece como una base para la hispanidád,
para la hermandad de todas las naciones de habla castellana.
Varias de las muchas cosas de interés en el libro son la finísima interpretación
de la Vida de Don Quijote y Sancho en una carta de Zorrilla de San Martín
dirigida a Unamuno (pp. 83-89), las muchas cartas de Alfonso Reyes referentes
a los dibujos de don Miguel y una carta de éste a Carlos Vaz Ferreira en la
cual discurre sobre la pedagogía (otra constante vista a través del libro) y la
poesía (pp. 195-208). Esta epístola, del año 1907 lleva una referencia a la métrica:
"...me repugna la rima, que me parece demasiado sensorial. Además la rima
establece un elemento de asociación externa de ideas -rima genertrice- buena
para quien hace poesía de fuera a dentro... La mayor novedad técnica de mis
versos es la silva en verso libre de pentasílabos, eptasílabos y endecasílabos"
(p. 202). Más tarde, en 1914, dijo, hablando del verso libre: "Es la forma que
representan los salmos hebraicos, la de Walt Whitman, y también la de los versos
de Martí. No hay en ellos más freno que el ritmo... Y más que un freno, es
una espuela ese ritmo; una espuela para un pensamiento ya de suyo desbo-
cado" (p. 386).
RESEÑAS 12A
12f

Lo que despert¿ el inter¿s de Unamuno por la literatura hispanoamericana


fue su lectura de Martin Fierro. A lo largo de su vida siempre le entusiasmaba
la poesía gauchesca. El juicio que dio Unamuno sobre Martín Fierro no coincidió
con la opinión de Ricardo Rojas, como hace notar García Blanco (p. 349). Dijo
don Miguel: "En Martin Fierro se compenetran y como se funden íntimamente
el elemento épico y el lírico; Martín Fierro es, de todo lohispanoamericano que
conozco, lo más hondamente español" (p. 348). Ricardo Rojas consideraba erró-
neo esto de la tradición española. "Es de toda la raza ibérica como documento
filológico; pero es de nuestra raza argentina como documento literario" (p. 349).
El entusiasmo que su lectura de Martin Fierro le despertó a Unamuno por
la literatura hispanoamericana es notable en toda esta correspondencia, menos
en la que sostuvo con Rubén Darío. No son muchas las cartas que cruzaron entre
ellos. Las más notables son las que se refieren al famoso episodio de las plumas
por debajo del sombrero. Quizá la razón por qué escasean las noticias entre
aquellos dos genios, en comparación con la correspondencia con otros, sea porque
nunca llegaron a ser muy amigos. En una carta a Ricardo Rojas, Unamuno le
escribió:

En una de sus cartas me dijo algo de Rubén Darío. Cuando nos veamos
hablaremos de él, a ver si es al fin usted quien me convence de que hay
poesía en las caramilladas artificiosas del nicaragliense. Yo no le culpo
de lo que otros, sino que sus versos me parecen terriblemente prosaicos
en el fondo, sin pasión ni calor, puras virtuosidades y tecniquerías. Escribe,
además, cosas imposibles por la manía de la rima rica. Puesto que hablamos
de un príncipe rubio tenemos que hacerle navegar por el Danubio...
(p. 272).

El mismo Unamuno explicó por qué su trato con Rubén no fue muy intenso:

Aunque nos vimos y conversamos y paseamos juntos media docena de


veces, había algo que nos mantenía apartados, aun estando juntos... Siem-
pre entre los dos, entre él y yo, hubo como una cristalina muralla de hielo.
Nos veíamos, nos hablábamos, nos apreciábamos mutuamente, pero ni uno
ni otro se decidió a romper esa muralla (pp. 53-54).

La famosa necrología, "¡Hay que ser justo y bueno, Rubén!<, de la cual


incluye una parte García Blanco, es conmovedora por la actitud de arrepenti-
miento y de reproche que evidenció Unamuno por su trato con Darío.
Sin embargo, García Blanco no llega a ninguna conclusión que pudiera ex-
plicar por qué Darío y Unamuno no fueron muy amigos. Más bien presenta la
historia de la correspondencia sin penetrar en los motivos. Philip Metzidakis,
escribiendo en la Revista Iberoamericana (Vol. XXV, número 50, pp. 229-249),
entra más en el fondo de la cuestión, basándose en la posición de Unamuno
para con el modernismo en general.
Exceptuando esta actitud de Unamuno hacia Rubén Dario durante la vida
de éste, se ve en todas las demás cartas aquí publicadas que don Miguel siempre
era buen amigo, un amigo de verdad, con toda sinceridad.
126 RE VISTA IBEROAM EkICAN A

La nota más predominante en la correspondencia es la de sinceridad. Sincero


en sus ofrecimientos de amistad y sincero en sus juicios literarios, no varia entre
lo que escribió a sus amigos en privado y lo que escribió para su público. Fiel
a si mismo, nunca disfrazó su pensamiento.
García Blanco no ha pretendido hacer un estudio exhaustivo sobre Unamuno
y América. Faltan nombres, como él mismo lo hace notar. Lo que si ha hecho es
presentar las relaciones más personales entre don Miguel y varios amigos ameri-
canos merced a las cartas que se escribieron. Como trabajo complementario al
tomo VIII de las Obras Completas, el libro de García Blanco constituye una obra
indispensable para apreciar, en gran parte, la actitud unamuniana frente a la
literatura hispanoamericana.

ANNA W. ASHURsT
University of Pittsburgh

LUDWIG PFANDL. Sor Juana Inés de la Cruz. La Décima Musa de México. Su vida.
Su poesía. Su psique. Edición y prólogo de Francisco de la Maza. (México:
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Es-
téticas, 1963).

Después del número impresionante de estudios monográficos, panorámicos y


prologales, escritos en diversos idiomas, en torno a la personalidad de Sor Juana
Inés de la Cruz y su obra literaria, el tema parecía práctiamente consumido en
sus nódulos fundamentales. Pero el loable esfuerzo del Instituto de Investigaciones
Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, al auspiciar la pu.
blicación de la traducción al español realizada por el Dr. Juan Antonio Ortega
y Medina, de la última obra del hispanista alemán Ludwig Pfandl, ha venido a
demostrar que el caso de la Décima Musa Mexicana, como fuente de indagaciones
de alto vuelo, está en plena vigencia.
En efecto, el libro que reseñamos abre insólitas perspectivas que configuran
la posibilidad de un nuevo ciclo de elucidaciones e interpretaciones, a la luz de
otros legítimos procedimientos, no frecuentes en este tipo de búsqueda. Al mismo
tiempo, aporta una prueba más, tendiente a confirmar la extraordinaria vitalidad
de la poetisa, todavía lozana y rica en sugestiones, después de más de dos
siglos y medio.
Esta obra de Pfandl tiene una azarosa historia, cuya primera parte relata
Hans Rheinfelder, el prologuista de la edición alemana, aparecida una vez termi-
nada la Segunda Guerra Mundial, en 1946, en términos que no ocultan el drama-
tismo de la atmósfera que rodeó al autor, durante la Alemania de 1937, año en
que el manuscrito se encontraba listo para las prensas. "Como este libro --Mice
Rheinfelder- se ocupa de la vida y de la obra de una monja mexicana, y como
él se toma en serio a dicha monja y a todo auténtico monacato, no resultará
extraño para el lector -si observa además que se hace aquí uso del psicoanálisis
como método de investigación- que esta obra no pudiese aparecer bajo el
Tercer Reich" (p. XXIII).
Rt ESENAS 112ý

Más tarde, los afanes de una cuidadosa traducción y la consiguiente publi-


cación de un libro tan denso y voluminoso, acerca de un tema especializado,
crearon otras dificultades, que tardaron diecisiete años en resolverse, en la edición
concebida por Francisco de la Maza y patrocinada por el Instituto de la UNAM.
Con la penetración y el rigor inobjetables que los hispanistas admiran en es-
tudios como Historia de la LiteraturaNacional Española en la Edad de Oro, 1939, y
Cultura y costumbres del puéblo español de los siglos XVI y XVII. Introducción
al estudio del Siglo de Oro, 1929, Ludwig Pfandl se hace cargo resueltamente
de problemas candentes que, por su inaccesibilidad y resistencia a los métodos
corrientes, habían quedado sólo en cauteloso estado de formulación. El plan de la
obra consta de cinco grandes capítulos, de los cuales el primero, "El problema y
el intento de solución", plantea los enigmas y cabos sueltos que inquietaban a los
estudiosos de Sor Juana y su obra, frente a cuyo hermetismo terminaban por pro-
poner soluciones de odren analógico, acudiendo a confrontaciones rutinarias; o
simplemente dejaban, impotentes, las cosas como estaban.
Una monja de talento, manifestado desde temprana edad, que, como muchas
de sus compañeras de destino, llegó al convento en busca de una paz que no
encontró en el siglo; que lee y escribe cn facilidad, y que termina su vida, joven
aún, no mucho más allá de los cuarenta años, víctima de una enfermedad con-
traída por contagio, cuando cuidaba a sus hermanas gerónimas aquejadas por una
epidemia; una monja con este programa está, sin duda, dentro del cuadro normal
de cualquier religiosa, traspasada de impulsos vocacionales.
Pero en el caso de Sor Juana concurren, además, otros factores que la distin-
guen y que proporcionan no sólo temas, sino imperativos a los estudiosos para
la aplicación de su más aguda y minuciosa observación. Entre esos factores infre-
cuentes está el hecho de que su talento es extraordinario, virtud a la que se añade
una hermosura desusada en las mujeres que huyen a ocultarse en un convento;
luego una avidez insaciable de saber, de un saber racional y mundano, más que
virtuoso y mistico. Y, por último, el rasgo determinante: una obra literaria de
calidad que, como ha probado Pfandl, es testimonio y espejo fiel'de su vida.
Todavía más; lo mejor de esa obra, aquel sector de más segura perdurabilidad,
corresponde a su poesía amorosa de carácter profano.
El criterio esteticista, preocupado pertinazmente de la obra en su aspecto
estilístico y formal, había postergado la visión del drama humano subyacente
que nutrió con dolor la creación poética de Sor Juana. PIandl se detiene, pues,
como punto de partida, a plantearse todos estos problemas, elementos que noto-
riamente parecen no encajar en el .sistema vital de la monja, entre los que están
los enigmas de la verdadera causa que la llevó al enclaustramiento; la existencia
hipotética de un hombre real que motivara las efusiones eróticas tan intensamente
vibrantes en sus poemas; el monstruoso afán teórico que dominaba a .Sor Juana
hasta en sus sueños; la crisis espiritual que la lleva, con presumible propósito
suicida, al martirologio que le quita la vida.
Los tres capítulos siguientes, "La ascensión y el cumplimiento aparente",
"Desorden psíquico y poética obra de arte" y "Caída en las tinieblas", que cons-
tituyen el cuerpo de la obra, están destinados a resolver las grandes cuestiones
enunciadas en el capítulo inicial. Se incluye, en el segundo de los citados, el
análisis, interpretación y, en cierto modo, re-creación del Primero Sueño. La es-
tructura de armonía de tríptico gótico, el vuelo sinfónico de su totalidad y los
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VISTA IBE ROAMERICANA
valores estilísticos del mayor refinamiento, que hacen del poema la más alta
expresión del gongorismo hispanoamericano, aparecen exhibidos en todo su es-
plendor en la bella prosa de Pfandl, mérito que afecta también al traductor.
Con la obra integra de Sor Juana a la vista, incluyendo hasta sus últimos
escritos en prosa, y con el apoyo de los esclarecimientos aportados por la psicología
del subconsciente, desde Freud hasta C. G. Jung, E. Kretschmer, C. Whale y
H. Scherb, el hispanista alemán descubre las profundas e incurables lesiones
psíquicas que confirieron tan peculiar fisonomía a Sor Juana y a su producción
poética, así como develan los misterios que rodean su comportamiento. Sus
principales conclusiones establecen en la personalidad de la monja, un caso de
asténica maniaco-depresiva, dominada por tres afecciones básicas: afán de cavilar,
complejo de masculinidad y narcisismo.
El último capítulo, "Summa Summarum", contiene "en un apretado y mane-
jable haz, los más importantes hallazgos y los mejores resultados obtenidos", como
dice el propio autor. Después de exponer aquí la síntesis teórica de su estudio,
finaliza la obra con una valoración de la producción literaria de Sor Juana.
Señala los siguientes títulos, como sus páginas imperecederas: Sonetos, romances,
décimas y redondillas, en primer lugar; le siguen, en orden de méritos, el poema
Primero Sua/o, el auto sacramental Divino Narciso, y, finalmente, los escritos
en prosa de valor filosófico, Crisis sobre un sermón y Respuesta a Sor Filotea
de la Cruz.
El volumen está enriquecido con notas del editor, muchas de las cuales están
destinadas a complementar la exposición y la ponen al dia, con alusiones a trabajos
decisivos aparecidos con posterioridad a la obra de Pfandl. Un Apéndice biblio-
gráfico continúa hasta el presente la bibliografía sobre Sor Juana, consignada
por Pfandl hasta 1935, con lo que este libro queda incorporado a la categoría de
los instrumentos básicos en los estudios literarios de América Hispánica.

Universidad dé Chile
University of Arizona.
JUiLIO DURÁN-CERDA

SEYMOUR MENTON, El Cuento Hispanoamericano: Antología critico-histórica (Mé-


xico: Fondo de Cultura Económica, 1964).

El Cuento Hispanoamericano (dos tomos) corresponde al número 51 de la


"Colección Popular", grupo de obras que contiene trabajos de P. Henriquez Ure-
ña, y entre otros, los mexicanos Agustín Yáñez, Carlos Fuentes, Mariano Azuela,
Juan Rulfo y Alfonso Reyes. Este estudio del crítico norteamericano Seymour
Menton (y hay que afirmar que es un estudio critico del cuento hispanoameri-
cano además de una antología, hecho bien sefialado en el subtitulo) está dividido
en siete secciones, de acuerdo con siete períodos literarios, o sea, siete "ismos".
Hay cuatro "ismos" incluidos en el primer tomo, dedicado al siglo x=x: roman-
ticismo, realismo, naturalismo y modernismo, y otros tres en el segundo: crióllis-
mo, cosmopolitismo y neorealismo, manifestaciones todas del siglo xx. Con la
RESEÑAS 129
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designación de "cosmopolitismo" incluye las siguientes subdivisiones: surrealismo,


cubismo, realismo mágico y existencialismo.
Para introducir los varios "ismos", el profesor Menton traza de una manera
muy precisa y convincente los origenes y los rasgos generales de cada uno de
ellos. Y en esta labor su enfoque no se limita al cuento como género o a la
América Hispánica como marco geográfico, sino que da amplia muestra de sus
vastos conocimientos de la literatura europea y la norteamericana y de todos los
géneros literarios.
Al mismo tiempo, el erudito profesor hace hincapié en los problemas que
surgen cuando se trata de los géneros y períodos literarios y de su clasificación.
Por ejemplo, el primer cuento de la antología es "El Matadero", la conocida obra
del argentino Esteban Echeverría. Aunque pertenece al periodo romántico, por
ser obra del alio 1838, el cuento también tiene buenos matices realistas, hecho
indicado por el antologista en el comentario al final del cuento: "sus descrip-
ciones minuciosas, sus detalles obscenos, sus cuadros sinestéticos y su diálogo
anónimo Ileno de formas dialectales anuncian desde lejos los futuros movimientos
literarios del realismo, del naturalismo, del modernismo y del criollismo. Lo que
silo identifica con el romanticismo es el tono exaltado" (T. I, p. 35).
Siempre sigue, al final de cada cuento, un corto comentario, como asimismo
precede a cada cuento un breve informe bio-bibliográfico sobre su autor. En estos
embozos el antologísta usa un estilo ceñtido, casi telegráfico.
El ya mencionado "El Matadero" es un poco más largo que la mayoría de
los otros cuentos, sin llegar a tener la extensión de una novela corta, y por eso
se incluye en esta antología cuentistica. Pero cabe preguntarse sobre la inclusión
de un capitulo de una novela, como ocurre en el caso de "La Fiesta de las Balas",
de El águila y la serpiente, novela del mexicano Martín Luis Guzmán.
En cuanto al cuento como género, el profesor Menton nos proporciona una
definición del mismo, indicando en el prólogo de la obra que "El cuento es una
narración, fingida en todo o en parte, creada por un autor, que se puede leer en
menos de una hora y cuyos elementos contribuyen a producir un solo efecto".
(T. 1, p. 8.) Añade, sin embargo, y con razón, que la definición es arbitraria.
También trata el profesor Menton de establecer ciertas distinciones o líneas
divisorias entre el cuento y otros géneros. No son distinciones muy completas o
bien fijadas, como es de esperarse, pero el profesor Menton demuestra que puede
captar lo esencial en pocas palabras y con un juicio agudo y certero y expresarlo
de una manera concisa: "..,la novela se diferencia del cuento tanto por su
extensión como por su complejidad; los artículos de costumbres y las tradiciones,
por su base verídica y por la intervención directa del autor que rompe la unidad
artística; y las fábulas y las leyendas, por su carácter difuso y por carecer en parte
de.1a creación original del autor". (T. 1, p. 8)
Esta capacidad de poder ver las cosas claramente le permite al crítico analizar,
hallar lo fundamental y sintetizarlo. Resumiendo las caracteristicas de los distin-
tos movimientos literarios, dice (T. II, p. 294): "el neorrealismo rechaza el tono
exaltado del romanticismo; el aspecto caricaturesco del realismo; los estudios clí-
nicos y el detallismo del naturalismo; la temática exótica y el preciosismo del
modernismo; el tono épico del criollismo; y el carácter hermético del cosmopo-
litismo':. En el primer tomo (p. 8) explica que el último término mencionado
130 REVISTA IBEROAMERICANA

también se llama "universalismo", pero que optó por el de cosmopolitismo "para


no insinuar que criollismo carece de valores universales"..
. Sea cual sea la definición que se dé o los límites que se asignen al género
literario y a los "ismos" como movimientos, el profesor Menton, según Io expresa
en el prólogo, enfoca al cuento desde cuatro puntos de vista: "como una indica-
ción del desarrollo del género; como una manifestación del movimiento literario
vigente; como reflejo de la gestación de una literatura ya no hispanoamericana,
sino nacional; y como obra de arte con valores universales".
La antología consta de 36 cuentos, los cuales, por caber dentro de los men-
cionados siete períodos históricos o literarios, siguen cierto orden cronológico.
En los bocetos biográficos que preceden a todos los cuentos y en las introducciones
a cada una de las siete secciones, el profesor Menton seiala la ubicación literaria
e histórica de los autores y de sus obras. Pero quizás hubiera sido también conve-
niente si hubiera fechado cada cuento al final del mismo.
Están representados en la antología 17 países hispanoamericanos, incluyéndose
a Puerto Rico. La representación se basa en lascontribuciones del autor en el
desarrollo e historia del cuento hispanoamericano. La colección incluye la obra
de ocho mexicanos y de cinco chilenos. Trece países figuran con un solo cuento de
cada uno de ellos. Y no hay más que un cuento de cada cuentista. Hay uno
de una mujer, "El Arbol", obra de la chilena María Luisa Bombal. Sin embargo,
el número de cuentos de los distintos movimientos literarios está balanceado: hay
tres cuentos románticos, tres realistas, dos neorrealistas, tres naturalistas, cuatro
de autores modernistas; aparecen más cuentos del criollismo y del cosmopolitismo.
Muchos de los autores cuya obra está representada en la antología son bas-
tante famosos como cuentistas, por ejemplo los mexicanos Juan José Arreola y
José Revueltas, el venezolano Arturo Uslar Pietri, el colombiano Tomás Carras-
quilla y el uruguayo Horacio Quiroga. Otros no son tan conocidos; por ejemplo,
el hondureño Victor Cáceres Lara, el panameño Rogelio Sinán, el paraguayo
Augusto Roa Bastos y varios ecuatorianos. Y algunos son tan conocidos o mejor
conocidos como cultivadores de otros géneros: el guatemalteco Rafael Arévalo
Martínez y el mexicano Martin Luis Guzmán como novelistas, y Rubén Darío
en el campo de la poesía.
El primero de los propósitos del profesor Menton es el de "Presentar de una
manera ordenada lo mejor de la producción cuentística de Hispanoamérica". No
se puede afirmar que esta antología contenga los mejores cuentos, los más entre-
tenidos, pero de todos modos puede decirse que son los más representativos y,
por lo tanto, el antologista ha cumplido con su propósito.
Al final del segundo tomo hay dos bibliografías; una es la de las antologías
generales de toda Hispanoamérica y por país; la otra es de obras consultadas
por el antologista. Las bibliografías son bastante extensas y completas. La
Antologia del cuento chileno del Instituto de Literatura Chilena, publicado en
1963, es tan reciente que no pudo incluirse; pero hay citados siete libros sobre
la literatura chilena. Su propio libro, El cuento costarricense de 1963, que tam-
bién es un estudio, antología y bibliografía, está mencionado en esta bibliografía.
Hay, por supuesto, un gran número de antologías publicadas en los Estados
Unidos que se podrían añadir a la lista. La antología de cuentos es un rico
campo para los editores de textos escolares en los EE. UU. Incluidos en la
bibliografía, sin embargo, estén Veinte cuentos hispanoamericanos del siglo XX
RESERAS 131

(1956) de Enrique Anderson Imbert y Lawrence B. Kiddle y Cuentos de acá y


de allá (1953) de Malcolm C. Batchelor. Estas dos colecciones tienen buenas dis-
cusiones sobre el cuento como género y sin duda se justifica así su inclusión en
la bibliografía. A pesar de haber preparado una bibliografía tan al dia, el profesor
Menton añade en una nota de pie de página (T. 1, p. 321) que "Para una bi-
bliografía más completa, véase: Matlowsky, Bernice D.: Antologia del cuento
americano. Guía bibliográfica. Washington, Unión Panamericana, 1950".
El profesor Menton ha hecho un cuidadoso y logrado trabajo sobre el
cuento hispanoamericano. Como él lo pone de manifiesto en su Prólogo (T. 1,
p. 7): "Que yo sepa no hay ningún antólogo que haya pretendido abarcar, con
espíritu analítico, el desarrollo del cuento en Hispanoamérica desde sus primeros
brotes románticos hasta su exuberancia madura del presente". Empleando un
criterio amplio pero al mismo tiempo selecto, y aprovechándose de un minucioso
examen del campo literario, el profesor Menton ha logrado más que una recopi-
¡ación de cuentos o una galería de figuras literarias. Su valiosa labor ha dado
por resultado una obra indispensable para el que se interese en el cuento his-
panoamericano.

GEORGE J. EDBERG
Dickinson College

CASTmo LEAL, ANTONIO. Luis G. Urbina (1864-1934). (México: Colegio Na-


cional, 1963).

En este pequeño tomo -- un sobretiro de la Miemoria del Colegio Nacional,


Tomo V, núm. 2, Año de 1963- el Prof. Antonio Castro Leal ha puesto un
breve pero nutrido ensayo crítico-biográfico sobre Luis G. Urbina, el poeta mexi-
cano cuyo centenario se celebró en México el 8 de febrero de 1964.
La parte biográfica, escrita con la autoridad de un discípulo conocedor de su
maestro, toca los momentos sobresalientes de la vida del destacado poeta, cuyos
pasos sigue desde el anonimato de un barrio pobre de la capital mexicana hasta
la cumbre de su gloria artística y su posición oficial.
En la parte crítica, don Antonio Castro Leal presenta con rigor y agudeza
las diversas etapas de la evolución del poeta, completadas con un selecto mues-
trario representativo.
Una observación nada más quizá sea licita en el pasaje donde el crítico habla
acerca de "Una Juventud", uno de los "Poemas Crueles" de Urbina. Dice Castro
Leal: "No creo que se trate de un episodio de la vida del poeta; pero no hay
duda que el poema contiene algunos rasgos autobiográficos". Luego, en el párrafo
siguiente agrega: "No sería atrevido tomar estos versos como un breve bosquejo
sicológico del poeta..." (pp. 87-88). Y esto parece un poco indeciso, en vista
de lo que se sabe de la vida de Urbina.
También, y todavía hablando de los "Poemas Crueles", nos preguntamos si
no queda trunca con una oración de menos Ia opinión de Justo Sierra que valora
los susodichos poemas de "el Viejecito" y que es parte del prólogo que el maestro
132 SREVISTA IBEROAM ERICANA

Sierra puso a la colección pó6stuma de las poesias de Manuel Gutiérrez Nájera


(vid. edicin Porrúa, p. 13).
Casi veinte años más tarde recuerda Urbina sus "Poemas Crueles" como un
esfuerzo por escribir poesia impersonal y realista y dice: "Un crtico afirmó
de ellos que eran dos ejemplares de poesia psicopatológica; pero que frustránea
habia resultado la tentativa, porque la poesia mexicana no variara de rumbo:
romántica y personal tenia que ser de por vida... Años después, Salvador Diaz
Mirón hizo prodigiosas obras de realismo poético, que marcan una nueva concep-
ción estética en el ambiente de nuestras letras patrias" (v. Bajo el Sol y Frente
al Mar, p. 34). Al leer esta cita hay que tener en cuenta que Justo Sierra fue
más que maestro para Urbina, y que éste
le amaba como se ama a un padre, dedi-
cándole todos sus libros excepto el primero, que lleva pró6logo de Sierra.
Ahora bien, Luis G. Urbina (1864-1934) no es de ninguna manera un
estudio que abarca detalladamente toda la vida y la obra de Luis G. Urbina. Pero,
no obstante esto, el profesor Castro Leal, como sucede con sus otros escritos
hace de estas cuarenta páginas un opúsculo de alto valor crtico y un trabajoi
útil para quien estudie la poesia mexicana.

GERARDO SÁENr
University of Kentucky

EMILIO DE MArEIS. Li abulia mental en* Latinoamérica (Buenos Aires, Argen-


tina: Editorial La Mandrágora, 1963).

La abulia mental de Latinanrérica se sitúa dentro de la corriente de las obras


que describen y proponen remediar los males que aquejan a Hispanoamérica. El
libro de Emilio de Matteis se destaca por su seriedad y por el sentimiento ame-
ricano que lo anima. Enjuicia todos los órdenes de la cultura y sus biúsquedas
están intimamente ligadas a los temas más palpitantes de la ensayística contem-
poránea. En 94 páginas presenta las primicias de una somera investigaci6n ante-
rior y revela la impronta de esa sociología contemporánea que busca los funda-
mentos de las sociedades humanas con preferencia en el orden psicocultural y no
en las instituciones sociales.
La obra está dividida en tres captulos. El primero, "Las civilizaciones Pre-
colombinas y su traslación en el tiempo", introduce varios de los conceptos funda-
mentales y resume las conclusiones a que ha llegado De Matteis con respecto a
las culturas indígenas. Acepta el principio del progreso continuo como requisito
para la consecución de un desarrollo vital en una sociedad:
En la Historia, todo cuanto encane traslación lleva consigo el impe-
rioso mandato de una evolución permanente, lentisima si se quiere, pero
siempre de "futuración", de ilimitado horizonte. [ ... I es la civilización
misma que se impone, es decir, dado que es la estructuración organizada
de las ideas qqe dan vida social a las vivencias individuales (pp. 8-9).

9' En a cubiertg cice en, pgro er as p ina. ir!teriores se lee de.


RESEÑAS 133

Las sociedades que no logran mantener un dinamismo mental que les per-
mita renovar sus valores y sistemas se estancan en la imagen que se han formado
de sus formas tradicionales:

Para que una civilización, una cultura sea activamente viva, actuante,
productor de ideas y de hechos en continuo proceso de perfectibilidad es
decir, para que no se forme la imagen de sí misma-, sus componentes deben
--
poseer la capacidad espiritual e intelectual de trasladarse en el tiempo y en
el espacio... (p. 17).

Luego de un estudio a la vez erudito y de orden teórico, que rebasa el


campo de la sociología para abrazar también la historia y la filosofía, De Matteis
concluye que las culturas indígenas precolombinas vivieron enquistadas y sin
ninguna ligazón entre sí; "islas" que, por tanto, no supieron "trasladarse" histó-
ricamente ni para dejar una influencia en otros pueblos ni para poder alterar
sus valores y enjuiciamientos ante las renovadas contingencias históricas de cada
etapa. La Conquista, en vez de modificar la actitud indígena, afirmó aún más las
directivas de la "imagen" que de sí tenían los aborígenes. La conclusión final
es que la cultura indígena "nos servirá, si, para arquitecturar un capítulo de
arqueología, magnífico si se quiere, pero que jamás nos servirá de base para una
vida actuante, para una existencia evolutiva, para una 'futuración' histórica". (p. 27)
El segundo capítulo, "Psicología de la realidad latinoamericana", añade
datos y juicios acerca de las culturas autóctonas que sirven para corroborar lo
afirmado en el primer capítulo. Se comienza, además, a aplicar los principios
de la traslación histórica al proceso histórico-cultural de la Colonia y del siglo
y medio de vida emancipada. Matteis consigna que en "Latinoamérica no existe
un ideal común, no hay un latinoamericano de idéntica factura en todos los
países, ni espiritual ni sociológicamente hablando", porque "cada grupo étnico,
indígena o no, permanece y está en un estado de fijeza psicológica; es decir,
cada uno y cada grupo están en 'su' orden, en 'su' categoría mental". (p. 37).
La posibilidad de hallar el camino hacia el progreso, de forjar un ideal común
que integre a los individuos y conglomerados sociales de Hispanoamérica depende
de la comprensión de que existen los patrones de Occidente, "un concepto ela-
borado y de continua evolución, que nos llega -como una estructura, como un
basamento sobre el cual se puede edificar un edificio histórico-social, un porvenir,
una futuración" (p. 38).
El sentido de nacionalidad es la base primera de esos patrones, que debe
rematar en el "sentido y en la estructuración de Nación: concepto este último
-el de Naciín- que sólo se logra mediante la meditación concentrada, para
obtener de ella -de lá Nación- un Estado (en sentido de estado ideal) jurídico
apropiado, superior desde luego" (p. 38). En Hispanoamérica se logró la
Emancipación sin una previa preparación para la Independencia, sin que se haya
legrado, aun hoy, cumplir con los requisitos conceptuales que acabamos de
apuntar. Insiste Matteisen que no se puede utilizar el pasado histórico indígena
como ingrediente eficaz para la consecución del sentido de nacionalidad: no hay
antecedentes históricos que comprueben la grandeza cultural autóctona que alaban
otros escritores hispanoamericanos, proscribe la posibilidad de una restauración

Concepto
de lo autóctono y niega que los indígenas precolombinos hayan desarrollado un
de nación.
134 REVISTA IBEROAMERICANA

El tercer capitulo, "La abulia mental y sus consecuencias", remata en un


análisis de la "mentalidad psicológica" de toda Latinoamérica, "basada en la sola
psicología y sin que intervenga el pensamiento, psicología que enlaza, que acopla
y que hermana mucho más de lo que pueda suponerse" (p. 55). Esa mentalidad
psicológica se destaca cuando se enjuicia a Latinoamérica desde el exterior, con
una pupila occidental, y se debe al hecho de que las diversificaciones nacionales,
al no haber logrado la estructuración de auténticas naciones, no han impedido
la perduraci6n de ciertos rasgos comunes. El rasgo fundamental, tema del libro, es el
de la abulia mental, que el autor define asi:
Como se ha visto, abulia mental es no querer pensar: es la testa-
ruda oposición a toda forma de dejar moverse el primer pensamiento
para que éste pueda así enlazarse con los razonamientos sucesivos. La
voluntad, ese mecanismo psicológico que tiende a la curiosidad y a la
atención, se opone ofuscadoramente al concatenamiento de las ideas, al
funcionamiento de la meditación (p. 59).
Matteis interpreta la relación que existe entre la abulia mental y los
órdenes psicocultural y superorginico de la cultura. Juzga a todos los sectores
sociales, a los partidos politicos y a las manifestaciones del pensar filosófico.
Concluye que en todos esos aspectos la abulia mental ha impedido ora la conse-
cución de patrones que unan armónicamente a los miembros de cada sociedad
ora primicias delatadoras de dinamismo mental.
Las derivaciones psicológicas de la abulia mental hispanoamericana en el
orden biopsicocultural son divididas en tres amplias categorías, estudiadas minu-
ciosamente por Matteis: el escrúpulo, la susceptibilidad y el autoritarismo. La obra
desemboca en una sugerencia que a primera vista pudiera parecer insólita para
nuestra época y que apareció quizá por primera vez en Concolorcorvo, y que
en la Argentina dio por resultado la "Argentina Aluvial". Matteis repite que
Latinoamérica no ha logrado crear naciones auténticas y que su consecución ulterior
depende de "una fuerte y continua inmigración blanca de trabajadores que no
vengan sólo a explotar las riquezas naturales, sino con la convicción de formar
familia estable, de ser agentes conscientes o inconscientes de que la traslación
histórica de todo occidentalismo-en sentido de civilización- es América La-
tina" (p. 93). Predica el mestizaje activo de las poblaciones existentes con los
inmigrantes europeos y apunta como factores adicionales para su punto de vista
la necesidad de rellenar "todos los inmensos -"espacios geográficos hoy sin'
habitantes" y la imposibilidad dé remediar la situación presupuestaria actual en
"un pueblo sin números" (p. 94). Matteis se ha situado en una actitud opuesta
a la de pensadores como Alfonso Reyes; está muy lejos de opinar que América
Latina ha madurado, y propone un cambio que por sus dimensiones tendría que
alterar enormemente las características culturales de las naciones hispanoamericanas:
No tengamos miedo al problema inmigratorio, no tengamos aprensión
de perder nuestra nacionalidad, nuestro sentido de patria. Estemos seguros
que el cruce de razas se verificará por encima de todo y que de ese cruce
saldrán, sin ninguna duda, una nueva raza, nuestra raza, la raza de cada
país de Latinoamérica (p. 94).
Si bien es novel el enfoque de Matteis, en el sentido de actual, su interpre-
RESEÑAS 13$
135

tación y propuesta no son originales. Desde los apologistas de la Conquista, y


pasando por el cubano Arrate del siglo xvitY y los prepositivistas y positivistas
del siglo xtx, han sido múltiples las opiniones de que existe en Hispanoamérica
una mentalidad abúlica predominante. Resultaría difícil, por lo demás, y quizá
imposible, diferir con la descripción del orden psicocultural de Latinoamérica
hecha por el sociólogo argentino. Sin embargo, si nos acercamos a la realidad
desde otros puntos de vista, comprobaremos que es posible oponerse, si parcial-
mente, a la interpretación de Matteis. Sí operó una traslación efectiva de la
tradición local durante el período colonial. Hispanoamérica, o el terruño propio,
comenzaron a sentirse conscientemente desde los días de la Conquista. Los con-
quistadores procuraron convencer a la Corona de que ellos sabían cómo se debía
planear el trasplante de los patrones culturales europeos con fines a una confi-
guración ulterior sentida y vivida en América. Los primeros escritores criollos,
en especial el Inca Garcilaso y Terrazas, lograron asimilar felizmente el conoci-
miento occidental a su pupila local. Aquel hasta llegó a proponer a los peruanos,
"indios, mestizos y criollos", la consecución de una expresión propia. Los jesuitas
Clavigero y Landívar dan evidencias de la consecución de una actitud integral
local en el siglo xvii, como asimismo lo habían logrado en el siglo xvii Sor
Juana y Sigilenza y Góngora. Han abundado durante los siglos de la dominación
española y en el corto siglo y medio de Emancipación las personalidades selectas
que han procurado integrar los diversos elementos étnicos y que sintieron ínti-
mamente la realidad de la tradición propia a Hispanoamérica, de raigambre indí-
gena, hispana y local.
¿Por qué no se ha logrado mayor progreso? Pensamos que la respuesta no
se halla, enlo fundamental, en la abulia mental, sino en el orden supérorgánico
de la cultura. La lenta y rudimentaria evolución política y económica se ha
debido en especial a la permanencia en el poder efectivo de sectores minoritarios
desde la elaboración de una "Aristocracia de Indias" durante la Conquista. Sus
intereses creados han paralizado repetidamente los intentos de "evolución" fecunda.
Además, el carácter de culturas de subsistencia de nuestras sociedades, en conjun-
ción con el aislamiento geográfico y con el factor que acabamos de seialar han
imposibilitado también el nivel cultural apetecido por Matteis.
El "mexicanismo espiritual" evidente en la literatura mexicana, comprobable
inclusive en el "Barroco de Indias", se debe en parte a una traslación de rasgos
indígenas. En Sigilenza y Góngora y Clavigero, y otros autores coloniales, es
obvio el sentimiento de que el pasado indígena representaba una tradición local.
No se inventó en el siglo xx ese sentimiento. Es intenso a través de los siglos
xvr, xvu y xvi y se procuró utilizarlo, acuñarlo, de tal forma que justificara la
diferenciación del hispanoamericano.
No es que discrepemos con Matteis acerca de la heterogeneidad cultural de
América Latina y su inestabilidad esencial. También nosotros pensamos que
Hispanoamérica no será el hogar de la libertad, no cumplirá con la promesa
de su destino hasta que las regiones en que se divide cada nación no den pruebas
de un progreso económico e intelectual. Es sencillamente que según nuestra opi-
nión son estos factores los que, exclusivamente, producen la "inveterada" abulia
mental. Será saludable la inmigración sólo si las minorías selectas se dedican
primero, dináimicamente, al aprovechamiento de las riquezas naturales de Hispano-
américa y a la utilización inteligente de esas tradiciones que sí existen y que
136 REVISTA IBE.ROAMERICANA

pueden enlazar armónicamente a los ciudadanos de los paises latinioamericanos.


Confiamos en que recién entonces se podrá observar que la abulia mental es un
fenómeno pasajero. América Latina no ha madurado pero contiene todos los
elementos necesarios para la integración nacional el
y progreso, y una "Hispano-
américa Aluvial" desvirtuaría el proceso
que se requiere hoy: logro de un el
propósito propio, un fin normativo que enlace los elementos dispersos y los
encamine hacia el bienestar.

UJniversity of Pitsbturgh
SAuvL SIBLRSKY

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