Trabajo de Leopoldo Díaz

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Recreación modernista de “Capua” y “Popea” de Leopoldo Díaz. Fuentes latinas en ambos


textos.

En el presente trabajo el objetivo es analizar dos poemas de la obra de L. Díaz Bajo relieves de
1895, a la luz de la estética modernista para buscar las posibles fuentes literarias de “Capua” y
“Popea”, que entroncan con el retorno a la antigüedad grecolatina propuesta por esta corriente.
No es tarea fácil encontrar las fuentes precisas de dichos poemas en la extensa literatura latina de
la época del Imperio por lo que se prefiere utilizar el término ‘intertextualidad’ ya que resulta
más abarcador y efectivo que ‘fuente’ para los objetivos de esta investigación. De modo que este
análisis se propone poner de relieve la recreación realizada por Díaz del mundo romano a partir
de textos latinos que muy probablemente tuvo en sus manos. Como se verá más adelante se trata
de un autor culto, y, si bien no hay documentos probatorios, dada su formación esmerada en
colegios Nacionales y su posterior incursión en el Derecho, es muy factible que leyera a los
clásicos latinos.

El trabajo se divide en tres partes. Una breve biografía del autor y su relación con el
Parnasianismo; el análisis de los poemas arriba mencionados y por último una conclusión que se
propone sintetizar los puntos más importantes.

Leopoldo Díaz nace en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, el 11 de agosto de 1862; estudia
en el Colegio Nacional en la capital y en el mismo colegio cuando se traslada a Mendoza con su
hermano, cerca del año 1880. En 1884 ambos fundan y dirigen el periódico La palabra. Además
Díaz realiza colaboraciones esporádicas para el diario mendocino El constitucional. Alrededor de
1880 parte de Mendoza para estudiar Derecho en Buenos Aires en la facultad homónima. Por
estos años colabora con publicaciones literarias en La tribuna nacional. Al finalizar sus estudios
de Derecho en 1884, vuelve unos meses a Mendoza; luego comienza su carrera diplomática al ser
nombrado secretario de la legación argentina en Paraguay. Más adelante se desempeña como
cónsul General de la Argentina en Suiza (1906) y Cónsul General en Cristianía (Noruega). En
1888, apunta Berenguer Carisomo forma parte del grupo reunido en torno a Rubén Darío, lee
versos en el Ateneo y presumiblemente se asoma al ambiente bohemio presidido por el
nicaragüense. En 1923, en plena batalla martinfierrista publica Las ánforas y las urnas que
continúa su estética parnasiana, la que nunca abandona. Fallece en la Argentina el 28 de
septiembre de 1947.
2

Díaz es el último eslabón entre las “formas caducas del postromanticismo y las nuevas
direcciones estéticas” 1, es decir, el modernismo. Pero la fuente de que abrevó Díaz fue sin duda
el Parnasianismo. Así lo señala Arturo Marasso: “Iniciado en el fervor poético de fines de siglo,
alumno y traductor de románticos y parnasianos, frecuentador del simbolismo”2.

El parnasianismo fue una escuela literaria, que se proponía buscar la belleza por sí misma (y ya
no por razones intelectuales o sentimentales), tratando el verso como el escultor trata el mármol:
a prudentes y pacientes golpes de cincel.

Díaz leyó y tradujo a los parnasianos franceses (en especial a José María de Heredia); de allí su
admiración por el mundo clásico que según señala Berenguer Carisomo es una producción
fecunda en el poeta argentino. De estos poetas parnasianos es probable, como señala con acierto
el crítico, que tuviera bien leídos a los poetas del Parnasse contemporaine, y en particular a
Lecont de Lisle Y Sully Prudhomme.

Explica Arturo Berenguer Carisomo:

Díaz es el último eslabón entre los débiles intentos renovadores de nuestra lírica finisecular y el
triunfo definitivo del modernismo como escuela literaria; es, en rigor, nuestro verdadero primer
modernista antes y paralelamente al mismo Rubén Darío.

No fue, digámoslo ya, un poeta excepcional ni de estro muy vigoroso, pero fue, sí, un artista
pulquérrimo, un escritor responsable y voluntarioso que –“rara avis” en aquel final del siglo
XIX- cuidaba el verso con morosidad de orfebre sin precipitaciones ni caídas lamentables 3.

Es menester destacar la gran importancia que tuvo el Parnasianismo en numerosas revistas y


periódicos en la Argentina. Sin ir más lejos en el diario mendocino El constitucional

Se reproducen una serie de relatos breves firmados por diversos autores de la escuela parnasiana
como Teodoro de Banville, Arsenio Houssaye, Cátulo Mendes y Armando Silvestre.4

1
Berenguer Carisomo. Las corrientes estéticas en la literatura argentina. La poesía lírica. Los modernistas. Tomo
IV. Primera parte. Buenos Aires: Huemul, 1978, p. 72
2
Marassoo, Arturo. “Prólogo”. En: Díaz, Leopoldo. Antología. Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1945,
p. 8
3
Berenguer, Carisomo, Ídem. p. 69
4
Varela, Fabiana Inés Rita. Antecedentes de la literatura de Mendoza en la segunda mitad del siglo XIX a través de
las páginas del periódico ‘El Constitucional’ (1852-1884). Tesis doctoral. Tomo I. Mendoza, Noviembre de 2000.
Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, p. 93
3

Señala oportunamente Varela5, tomando como referencia a María Hortensia Lacau y Mabel
Rosetti, que la recepción del Parnaso en Argentina se caracterizó por la colaboración directa
desde Francia de los escritores representativos del Parnaso, la crítica aguda de Groussac, la
mención, la cita, las traducciones, las minucias de las actividades parnasianas.

Según Berenguer Carisomo el estilo de Leopoldo Díaz cuaja y se define en la década de 1895-
1904, con sus cuatro libros fundamentales: Bajo-relieves (1895); Poemas (1896) Las sombras de
Hellas (1902) y Atlántida conquistada (1906). En esta etapa se acerca al Modernismo pero en
ningún momento forma parte propiamente de la hueste presidida por Rubén Darío, si bien, recibe
su aliento y entusiasmo. En los tres primeros, Díaz maneja cada vez con mayor acierto los
principios estrictos del parnasianismo al que se sentía íntimamente ligado, cada vez con mayor
tesura y emoción, ya no se mueve como discípulo reverente de Heredia y en los tres de un modo
u otro da cuenta de su arte poética.

Los poemas objeto de nuestro estudio pertenecen al apartado titulado Roma de Bajo-relieves.
Vale la pena trascribir el primero: “Capua”

CAPUA

Es la edad del falerno y de la orgía:

Edad, en que es estéril la victoria,

Un crimen la virtud, humo la gloria,

Sagrados el placer y la alegría.

¡Epicuro es un Dios!...¡En su agonía

Los Césares, ludibrio de la historia,

Rodaban a los antros de la escoria

Y su alma, como un fruto se podría!

5
Varela, Fabiana Inés Rita. Ídem, p. 93
4

Profanando las viejas cicatrices

De las latinas águilas el bravo

Pueblo, duerme entre impuras meretrices

Y su sueño interrumpe al sibarita,

No la bárbara muerte del esclavo,

¡un pétalo de rosa, algo marchita!

Se trata de un soneto tradicional que describe sin excesivo aparato retórico, la decadencia de la
antigua ciudad de Capua, famosa por su lujuria. Tito Livio dice que en el 343 a. C. era la ciudad
más opulenta de Italia6. Este poema, en efecto, dialoga con la obra de Tito Livio, que en su
Historia de Roma, le dedica extensos parágrafos.

Ya desde antes de ser formalmente ciudad romana, los habitantes de Capua se dejaban llevar por
“el sueño y los banquetes” (p. 67) y de este modo fueron dominados por los samnitas. En el libro
VII, el historiador romano se detiene en las minucias que rodearon el combate de los samnitas
contra Capua, recibiendo dicha ciudad ayuda de Roma. Allí se refiere nuevamente al pueblo
campano como “pueblo prepotente por sus recursos, famoso por su lujo y orgullo /…/ tenía la
moral tan quebrantada que se entregaba a sí mismo con todas sus pertenencias a un poder
extranjero”(§6 p. 324). Al finalizar las guerras contra los samnitas, que conllevaron diversas y
difíciles batallas, se produce una sedición entre los mismos soldados romanos que quieren
apoderarse de la ciudad:

Capua, ya por entonces nada beneficiosa para la disciplina militar, instrumentando todos los
placeres reblandeció la moral de los soldados y les hizo olvidar la patria; y en los cuarteles de
invierno se tramaban planes para quitarles Capua a los campanos por vía del mismo crimen
(Libro VII, §5 p. 33)
6
“La ciudad mayor y más rica de Italia, y su tierra de gran fertilidad y cercana al mar” (Livio, Tito. Historia de
Roma desde su fundación. Tomo II, Libro VII, § 31, p. 323. Traducción y notas de José Antonio Villar Vidal.
Madrid: Gredos, 1990). En adelante cito por esta edición y consigno solamente la página.
5

La clave para ubicar el momento histórico la detalla el verso “el bravo pueblo/ duerme entre
impuras meretrices”. Según el Diccionario del Mundo Clásico:

Aníbal sentó en ella sus cuarteles de invierno después de su victoria en Cannas y, ofreciéndole su
capitalidad cuando aniquilase a Roma, la atrajo a su partido. Sabido es el efecto pernicioso que
7
en la moral de los soldados de Aníbal ejercieron las delicias de la ciudad /…/ (El resaltado es
nuestro).

De modo que se puede situar la época de epicureísmo mencionada en el poema alrededor del año
215 a.C o 217 a.C. Justamente luego de la battalla de Cannas, Aníbal se dirige a Capua:

Allí mantuvo su ejército bajo techo la mayor parte del invierno. Una larga y variada experiencia
había acostumbrado a ese ejército a todas las formas de sufrimiento humano, pero no se había
habituado ni tenido experiencia alguna sobre la comodidad. Así vino a ocurrir que los hombres a
quienes ni la presión si la calamidad habían sido capaces de someter, cayeron víctimas de tanta
prosperidad y placeres tan atractivos como para resistirlos, y sobre todo cayeron principalmente
en la avaricia por nuevos y no probados deleites. La pereza, el vino, las fiestas, las mujeres, los
baños y un descanso inactivo, que se volvió cada vez más seductor cuanto más se acostumbraban
a él, /…/. Y ciertamente pareció que dejara Capua con otro ejército completamente distinto; no
mantenía ni una pizca de su anterior disciplina. Un gran número se había amancebado con
prostitutas y regresaron allí, y tan pronto volvieron a las tiendas de campaña y la fatiga de las
marchas y los demás deberes militares, en vez de fortalecer sus cuerpos y ánimos cedieron como
si fueran nuevos reclutas. A partir de aquel momento, y a lo largo de la temporada de verano, un
gran número abandonó los estandartes sin permiso y Capua fue el único lugar en el que los
desertores trataron de ocultarse. (§ 18, 23)

Este abandonar las armas por placeres carnales se encuentra sintetizado de una manera brillante
en el verso “profanando las viejas cicatrices/ de las latinas águilas”. Leopoldo Díaz no se aparta
un ápice de la historia romana y la traslada al poema concisa, clara y vehemente. Roma no es
materia fácil de trasladar a la lírica según quien estas palabras escribe. Sin embargo, logra Díaz
en la escueta forma del soneto trazar una imagen viva de la decadencia del espíritu romano en el
Imperio.

7
Diccionario del Mundo Clásico. Bajo la dirección del Rvdo. P. Ignacio Errandonea, S. I B. LItt. Oxford. Tomo I, p.
319.
6

El siguiente poema traslada al oyente a un ambiente también de boato y goce pero hace hincapié
en una figura femenina quizás poco conocida y menor en importancia que la de Cleopatra. Se
trata de Popea, amante y luego mujer de Nerón.

POPEA

Como el rubí sangriento, que chispea

En los áureos puñales bizantinos,

Cruzan breves relámpagos felinos

En los ojos extraños de Popea.

Con su esclava Numida se pasea

En los regios salones palatinos,

Mostrando bajo el peplo, los divinos

Contornos de la Venus Citerea.

Nerón la ve llegar triste y murmura:

“¡Qué bien sienta el dolor a tu hermosura!

¡Cómo agrandan los celos tu belleza!”.

Aplauden el liberto, el pretoriano,

Y Tigelino, astuto cortesano,

Ciñe de rosas la imperial cabeza.


7

Las dos primeras estrofas de este soneto contienen una descripción breve pero eficaz de Popea
que resalta sobre todo su sensualidad (“relámpagos felinos” “contornos de la Venus citerea”), en
clara intertextualidad con Tácito:

En efecto, su madre, que superaba en belleza a las mujeres de su tiempo, le había dado por igual
gloria y belleza; /…/. Afectaba recato, pero era de costumbres lascivas; rara vez aparecía en
público, y siempre con el rostro parcialmente velado para no satisfacer las miradas o porque le
convenía. Su reputación nunca le preocupó pues no hacía distinción entre maridos y amantes;
/…/ donde se le presentaba una oportunidad de ganancia, allí trasladaba su pasión” (Libro XIII,
§45 p. 577).

El primer terceto hace alusión a los celos de Popea por no consumarse con prontitud su
matrimonio debido a que Nerón estaba casado con Octavia. . “Cómo agrandan los celos tu
hermosura” es ciertamente un verso que traslada lo que Tácito cuenta de Popea:

/…/ sin esperanzas de que se casara con ella y de que repudiara a Octavia mientras Agripina
viviera, no dejaba de hacer recriminaciones y a veces en tono sarcástico acusaba al príncipe y lo
tachaba de ser un adolescente que, sometido a mandatos ajenos, carecía no solo del poder
imperial, sino también de libertad. ¿Por qué aplazaba su matrimonio? ¿Le desagradaba su
belleza y los triunfos de sus abuelos, o acaso su fecundidad y la autenticidad de sus sentimientos?
¿Temían que, convertida en su esposa, revelase las injurias hechas al Senado y la cólera del
pueblo ante la soberbia y la avaricia de su madre? /…/ Estos reproches y otros por el estilo,
mediante lágrimas y artimañas de adúltera, iba introduciendo en el ánimo de Nerón sin que nadie
se opusiera, ya que todos deseaban ver quebrantado el poder de la madre /…/ (Libro XIV, §1 p.
590)

Por último, hay una alusión a Tigelino, el prefecto y el pretoriano, personajes pertenecientes a la
corte del Emperador. Tigelino, según Tácito, se ganó el favor del emperador sobre quien ejercía
una gran influencia, y junto con Popea eran sus principales consejeros. En efecto: “/…/ Tigelino
tenía más ascendencia en el ánimo del príncipe y había sido admitido en sus orgías privadas. /…/
(Anales, libro XIV. Tácito). El apelativo de ‘astuto cortesano’ no es una elección arbitraria ya
que traiciona a Nerón el el 68 d.C.

Como conclusión, se afirma con Berenguer Carisomo, que si bien la historia romana es una
materia difícilmente lirificable, Díaz logra con estos dos sonetos esbozar un perfil de la Roma
Imperial en decadencia en diálogo con dos importantes historiadores latinos.

“Capua”, como se ha podido observar, manifiesta una clara intertextualidad con la Historia de
Roma de Tito Livio; los dos primeros cuartetos muestran el ambiente de relajación de la ciudad,
8

afecta a lujos y orgías y, por otro lado, el olvido de las antiguas glorias de Roma y la decadencia
de los Césares con una frase cruda y exacta: y su alma como un fruto se podría. Es casi certera la
posibilidad de que Díaz leyera a Tito Livio por su formación en el Colegio Nacional y sus
estudios de Derecho. En cualquier caso la intertextualidad es evidente: Tito Livio describe la
ciudad como amante de los banquetes, el sueño y poco apta para la guerra; Díaz traslada estos
mismos aspectos al poema, cargados de emoción lírica con algunos recursos estilísticos
modernistas.

“Popea” según Berenguer Carisomo es un ejemplo de opulenta composición estilística: -“rubí


sangriento”, “puñal bizantino”, “relámpagos felinos”, “esclava númida”, “salones palatinos”,
“Venus citerea”- que da cuenta de la nueva corriente, sensual, erudita y decorativa. .

El soneto manifiesta una relación de intertextualidad con los ANALES de Tácito. Por un lado,
recoge la imagen de lujuria con que el historiador caracteriza a la emperatriz y pone énfasis en la
situación de inferioridad de Popea frente a Nerón cuando aún no conseguía ser su esposa. A su
vez, toma en cuenta la mención que Tácito hace de Tigelino como un elemento relevante en la
corte del emperador. Como se señaló líneas arriba sobre “Capua”, es ciertamente viable que Díaz
haya tenido leído a Tácito por la cuidada y detallada descripción de Popea, solo concebible a la
luz de lecturas clásicas.

Esta investigación quisiera cerrar con unas palabras de Berenguer Carisomo que de tanta ayuda
han sido para iluminar la trayectoria poética de Díaz. El crítico, con gran espíritu crítico señala
que:

/…/ me parece de singular valor, el haber tenido, entre nuestra con frecuencia delirante e
improvisadora fauna lírica, a un poeta de tan sabia, prudente y decorosa conducta; a un poeta
diáfano con presupuestos estéticos claros y definidos, quien, además /…/ dio a ese
‘parnasianismo’, en algunos momentos de su obra, un hálito de mayor vida, de más tensa y
emotiva dinámica. 8

BIBLIOGRAFÍA

Carisomo, Arturo Berenguer. Las corrientes estéticas en la literatura argentina, Tomo IV,
Primera Parte. Buenos Aires: Huemul, 1978.
Carisomo, Arturo Berenguer. Las corrientes estéticas en la literatura argentina, Tomo IV, Primera Parte. Buenos
8

Aires: Huemul, 1978, p. 100.


9

Diccionario del Mundo Clásico. Bajo la dirección del Rvdo. P. Ignacio Errandonea, S. I B. LItt.
Oxford. Tomo I.

Imbert, Anderson. Historia de la literatura hispanoamericana, tomo I. La colonia. Cien años de


República. México, FCE, 1954.

Livio, Tito. Historia de Roma desde su fundación. Tomo II, Libros IV-VII. Traducción y notas de
José Antonio Villar Vidal. Madrid: Gredos, 1990.

Livio, Tito. Historia de Roma. (Libros 23 y 26).Londres: JM Dent & Sons, Ltd., 1905.

Marassoo, Arturo. “Prólogo”. En: Díaz, Leopoldo. Antología. Buenos Aires, Academia Argentina
de Letras, 1945.

Tácito, Cayo Cornelio. Anales (Libros XIII-XVI). Edición de Beatríz Antón Martínez. Madrid:
Akal, 2007.

Varela, Fabiana Inés Rita. Antecedentes de la literatura de Mendoza en la segunda mitad del
siglo XIX a través de las páginas del periódico ‘El Constitucional’ (1852-1884). Tesis doctoral.
Tomo I. Mendoza, Noviembre de 2000. Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y
Letras.

Varela, Fabiana. “Leopoldo Díaz en Mendoza: Búsquedas y anticipaciones en sus poemas de


juventud”. En: AA.VV. Revista de literaturas modernas, n°27, año 1994, UNCuyo, FFyL,
Instituto de Literaturas Modernas, Mendoza, Rep. Argentina.

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