Gottfried Leibniz-Filosofía

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

Gottfried Leibniz

Filosofía[editar]

Retrato de Leibniz de Johann Friedrich Wentzel, cerca de 1700

El pensamiento filosófico de Leibniz aparece de forma fragmentada, ya que sus escritos


filosóficos consisten principalmente en una multitud de textos cortos: artículos de revistas,
manuscritos publicados mucho después de su muerte y gran cantidad de cartas con múltiples
personas. Escribió únicamente dos tratados de filosofía, y el que se publicó durante su vida,
la Théodicée de 1710, es tanto teológico como filosófico.
El propio Leibniz fecha su inicio como filósofo con su Discurso de metafísica, el cual elaboró
en 1686 como un comentario a una disputa entre Malebranche y Antoine Arnauld. Esto
condujo a una extensa y valiosa disputa con Arnauld; 1920 dicho comentario y el Discurso no se
publicaron sino hasta el siglo XIX.
En 1695 Leibniz realizó su entrada pública a la filosofía europea con un artículo titulado Nuevo
sistema de la naturaleza y comunicación de las sustancias.212223 En el período 1695-1705
elaboró sus Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, un extenso comentario
sobre Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) de John Locke, pero al enterarse de la
muerte de Locke en 1704 perdió el deseo de publicarlo, de modo que los Nuevos ensayos no
se publicaron sino hasta 1765. La Monadología, otra de sus obras importantes, compuesta en
1714 y publicada póstumamente, consta de noventa aforismos; en ella se ha visto la influencia
de Giordano Bruno, cuya obra conocía, y para su composición se utilizaron los legajos que el
autor confeccionó durante su última etapa en Hannover. 24
Leibniz conoció a Spinoza en 1676 y leyó algunos de sus escritos sin publicar, y se sospecha
desde entonces que se apropió de algunas de sus ideas. A diferencia de Descartes, Leibniz y
Spinoza tenían una educación filosófica rigurosa. La disposición escolástica y aristotélica de
su mente revelan la fuerte influencia de uno de sus profesores en Leipzig, Jakob Thomasius,
quien supervisó además su tesis de grado. Leibniz también leyó vorazmente a Francisco
Suárez, el jesuita español respetado incluso en las universidades luteranas. Tenía un
profundo interés por los nuevos métodos y conclusiones de
Descartes, Huygens, Newton y Boyle, pero observaba sus trabajos desde una perspectiva
bastante influida por las nociones escolásticas. Sin embargo, sigue siendo notable el que sus
métodos y preocupaciones anticipan con frecuencia la lógica y la filosofía analítica y lingüística
del siglo XX.
Fue uno de los primeros intelectuales europeos que reconocieron el valor y la importancia
del pensamiento chino.67

Los principios[editar]
Leibniz recurría de forma libre a uno u otro de nueve principios fundamentales: 2526

 Identidad/contradicción. Si una proposición es verdadera, entonces su negación es


falsa, y viceversa.
 Sustancia. La sustancia es aquello que en un predicado se corresponde con el
sujeto, y que individualiza el mundo. Es la unidad individual básica del mundo, que
tiene capacidad de percepción y apetencia y cuyos atributos solo pueden venir
causados por sí misma (autocausados, puesto que es sustancia).
 Identidad de los indiscernibles. Dos cosas son idénticas si y solo si comparten las
mismas propiedades. A este principio se le llama con frecuencia «ley de
Leibniz».27 Dicho principio ha sido objeto de grandes controversias, en particular
de la filosofía corpuscular y la mecánica cuántica.
 Principio de razón suficiente. «Debe existir una razón suficiente (a menudo solo
por Dios conocida) para que cualquier cosa exista, para que cualquier evento se
produzca, para que cualquier verdad pueda obtenerse». (LL 717)
 Armonía preestablecida.28 «La naturaleza apropiada de cada sustancia hace que
lo que le ocurre a una corresponda a lo que le ocurre a las otras, sin embargo, sin
que actúen entre ellas directamente». (Discurso de metafísica, XIV). «Un vaso que
se cae se hace añicos porque “sabe” que ha tocado el suelo, y no porque el
impacto con el suelo lo compela a partirse».
 Continuidad. Natura non facit saltum. Un concepto análogo en matemáticas a este
principio sería el siguiente: Si una función describe una transformación o algo a lo
cual se aplica la continuidad, entonces su dominio y su rango serán
ambos conjuntos densos.
 Optimismo. «Indudablemente Dios siempre elige lo mejor». (LL 311).
 Plenitud. «El mejor de los mundos posibles actualizaría cada posibilidad genuina,
y el mejor de los mundos posibles contendrá todas las posibilidades, con nuestra
experiencia finita de la eternidad que no provee razones para disputar la
perfección de la naturaleza».
 Principio de conveniencia: o «la elección de lo mejor», que a diferencia de la lógica
que parte del principio de la necesidad, esta tiene como base la contingencia
(Monadología, 46).
Principio de razón suficiente[editar]
El principio de razón suficiente, enunciado en su forma más acabada por Gottfried Leibniz en
su Teodicea, afirma que no se produce ningún hecho sin que haya una razón suficiente para
que sea así y no de otro modo. De ese modo, sostiene que los eventos
considerados azarosos o contingentes parecen tales porque no disponemos de un
conocimiento acabado de las causas que lo motivaron.
Ahora debemos remontarnos a la metafísica, sirviéndonos del gran principio por lo común poco
empleado, que afirma que nada se hace sin razón suficiente, es decir que nada sucede sin que le fuese
imposible a quien conociera suficientemente las cosas, dar una razón que sea suficiente para
determinar por qué es esto así y no de otra manera. Enunciado el principio, la primera cuestión que se
tiene derecho a plantear será: por qué hay algo más bien que nada. Pues la nada es más simple y más
fácil que algo. Además, supuesto que deban existir cosas, es preciso que se pueda dar razón de por
qué deben existir de ese modo y no de otro

Gottfried Leibniz. Principios de la naturaleza, 7.

El principio de razón suficiente es complementario del principio de no contradicción, y su


terreno de aplicación preferente son los enunciados de hecho; el ejemplo tradicional es el
enunciado «César pasó el Rubicón», del cual se afirma que, si tal cosa sucedió, algo debió
motivarlo.
De acuerdo a la concepción racionalista, el principio de razón suficiente es el fundamento de
toda verdad, porque nos permite establecer cuál es la condición —esto es, la razón— de la
verdad de una proposición. Para Leibniz, sin una razón suficiente no se puede afirmar cuándo
una proposición es verdadera. Y dado que todo lo que sucede por algo, es decir, si todo lo que
sucede responde siempre a una razón determinante, conociendo esa razón se podría saber lo
que sucederá en el futuro. Este es el fundamento de la ciencia experimental.
Sin embargo, dados los límites del intelecto humano, hemos de limitarnos a aceptar que nada
ocurre sin razón, a pesar de que dichas razones muy a menudo no pueden ser conocidas por
nosotros.
Una de las consecuencias generales para la física del principio de razón suficiente fue
condensada por Leibniz en forma de aforismo: «En el mejor de los mundos posibles la
naturaleza no da saltos y nada sucede de golpe», lo cual vincula dicho principio con el
problema del continuo y de la infinita divisibilidad de la materia.

Las mónadas[editar]

Primera página del manuscrito de la Monadología.

La contribución más importante de Leibniz a la metafísica es su teoría de las mónadas, tal


como la expuso en la Monadología. Las mónadas son al ámbito metafísico, lo que los átomos,
al ámbito físico/fenomenal; las mónadas son los elementos últimos del universo. Son «formas
del ser substanciales» con las consiguientes propiedades: son eternas, no pueden
descomponerse, son individuales, están sujetas a sus propias leyes, no son interactivas y
cada una es un reflejo de todo el universo en una armonía preestablecida (un ejemplo
históricamente importante de pampsiquismo).
Las mónadas, sin entrar en un gran misterio, son sustancias simples. Además, no
tienen extensión, el primer accidente de la materia, cada mónada es una sustancia espiritual,
cada mónada tiene un apetito, y cada mónada, como se dijo, se desarrolla según su ley
interior.
Las mónadas son centros de fuerza;29 la substancia es fuerza, mientras el espacio, la materia,
y el movimiento son meramente fenomenales. El espacio es fenoménico y no absoluto, 30 sino
relativo, y consiste en la percepción de las relaciones espaciales entre unas mónadas y otras
(o conjunto de ellas). Así, la espacialidad se da cuando percibo que una silla está frente a una
mesa, la mesa en el centro de las paredes de la habitación, la ventana en una de ellas, etc.
No puede ser absoluto porque no hay una razón suficiente para considerar que el universo
está situado en un área y no en otra. En cuanto a la materialidad o extensión de las mónadas,
no existe porque entonces habríamos de aceptar que un objeto, al dividirse en dos por algo
externo, está siendo modificado por una causa ajena a sí, lo que entraría en contradicción con
la autocausación inherente de la sustancia. Esto se resuelve, en lo que al mundo fenoménico
concierne (es decir, el mundo de las ciencias naturales), con el principio de armonía
preestablecida, en la que todo sucede según un orden simultáneo y coherente de «reflejos».
La esencia ontológica de una mónada es su simpleza irreductible. A diferencia de los átomos,
las mónadas no poseen un carácter material o espacial. También difieren de los átomos en su
completa independencia mutua, de modo que las interacciones entre mónadas son solo
aparentes. Por el contrario, en virtud del principio de la armonía preestablecida, cada mónada
obedece un conjunto particular de «instrucciones» preprogramadas, de modo que una
mónada «sabe» qué hacer en cada momento (Estas «instrucciones» pueden entenderse
como análogas a las leyes científicas que gobiernan a las partículas subatómicas). En virtud
de estas instrucciones intrínsecas, cada mónada es como un pequeño espejo del universo.
Las mónadas son necesariamente «pequeñas»; p. ej., cada ser humano constituye una
mónada, en cuyo caso el libre albedrío se torna problemático. Igualmente, Dios es una
mónada, y su existencia puede inferirse de la armonía prevaleciente entre las mónadas
restantes; Dios desea la armonía preestablecida.
Se supone que las mónadas se han deshecho de lo problemático:

 de la interacción entre la mente y el cuerpo (véase el problema mente-cuerpo que


surge en el sistema de Descartes);
 de la falta de individuación inherente al sistema de Spinoza, el cual presenta a las
criaturas individuales como meramente accidentales.
La monadología fue vista como arbitraria, excéntrica incluso, en la época de Leibniz y desde
entonces.
Existencia de Dios[editar]

Placa de Gottfried Wilhelm Leibniz en Leibniz-Schule, Berlín.

El Dios de Leibniz no es el Motor inmóvil de Aristóteles, la Natura naturans de Spinoza, ni


el Gran Ser de Newton o el Espíritu Universal en Hegel; sino «un Dios vivo y personal que se
revela tanto al corazón como a la razón», tratando así de fundamentar racionalmente al Dios
cristiano con sus atributos clásicos.31 Dentro de la filosofía de Leibniz se pueden encontrar
cuatro tipos de argumentos respecto a la existencia de Dios:32

1. El argumento ontológico y/o modal;31


2. el argumento cosmológico;
3. el argumento de las verdades eternas;
4. el argumento de la armonía preestablecida (o argumento
fisicoteológico según Kant).
Leibniz sostuvo que el concepto de Dios es posible 33 y escribió varias formulaciones
del argumento ontológico de San Anselmo en sus obras y cartas. En
su Monadología escribió:34
(41) “De donde se sigue que Dios es absolutamente perfecto, no siendo la perfección sino la magnitud
de la realidad positiva, tomadas precisamente, dejando aparte los límites o linderos en las cosas que los
tienen. Y donde no hay ningún límite, es decir, en Dios, la perfección es absolutamente infinita”.

(44) “Pues si alguna realidad hay en las Esencias o posibilidades o bien en las verdades eternas, es
preciso que dicha realidad esté fundada en algo existente y Actual, y, por consiguiente, en la Existencia
del Ser necesario, en el cual la Esencia encierra la Existencia, o en el cual ser posible basta para ser
Actual.
(45) Así, sólo Dios (o el Ser necesario) goza del siguiente privilegio: es preciso que exista, si es posible.
Y como nada puede impedir la posibilidad de lo que no tiene ningún límite, ninguna negación, y, por
consiguiente, ninguna contradicción, esto solo basta para conocer la Existencia de Dios a priori…”.

Monadología § 41, 44, 45 (1714)

Además, Leibniz formuló un argumento cosmológico de la contingencia a favor de


la existencia de Dios con su principio de razón suficiente en su Monadología.
«No se puede encontrar ningún hecho que sea verdadero o existente, ni ninguna proposición
verdadera», escribió, «sin que haya una razón suficiente para que sea así y no de otra manera, aunque
no podemos conocer estos motivos en la mayoría de los casos». Formuló el argumento cosmológico
sucintamente: «¿Por qué hay algo en lugar de nada? La razón suficiente [...] se encuentra en una
sustancia que [...] es un ser necesario que lleva la razón de su existencia dentro de sí mismo». 35

Este argumento es uno de los argumentos cosmológicos más populares en filosofía de la


religión y ha sido reformulado por Alexander Pruss36 y William Lane Craig.37 Filósofos
como Kant y Bertrand Russell criticaron ambos argumentos respectivamente.31
El argumento de las verdades eternas se apoya también en el principio de razón suficiente:
"las verdades eternas no tienen en sí mismas la razón de su existencia y, por tanto, ésta debe
buscarse en el Ser Supremo. [...] La razón suficiente de las verdades eternas es Dios mismo,
ya que el conjunto de todas ellas no es otra cosa que el propio entendimiento divino". 38 El
argumento de la armonía preestablecida se basa en la armonía de la mónadas: "según
Leibniz, el mundo y cada una de las criaturas que lo componen se desarrollan con sus propias
fuerzas, pero estas últimas fueron creadas y elegidas por Dios de modo necesario para
preestablecer la mejor organización del mundo". 39

La Teodicea y el optimismo[editar]

Página del título de Théodicée en una versión de 1734.

El término «optimismo» es utilizado aquí en el sentido de «óptimo», y no en el más común de


la palabra, es decir, «estado de ánimo», contrario al pesimismo.
La Teodicea intenta justificar las evidentes imperfecciones del mundo, afirmando que se trata
del mejor de los mundos posibles. Tiene que ser el mejor y más equilibrado de los mundos
posibles, ya que fue creado por un Dios perfecto. En Rutherford (1998) se encuentra un
estudio académico detallado acerca de la Teodicea de Leibniz.
La concepción de «el mejor de los mundos posibles» se justifica por la existencia de un Dios
con capacidad ordenadora, no moral sino matemáticamente. Para Leibniz, este es el mejor de
los mundos posibles, sin entender «mejor» de un modo moralmente bueno, sino
matemáticamente bueno, ya que Dios, de las infinitas posibilidades de mundos, ha encontrado
la más estable entre variedad y homogeneidad. Es el mundo matemática y físicamente más
perfecto, puesto que sus combinaciones (sean moralmente buenas o malas, no importa) son
las mejores posibles. Leibniz reescribe al final de este libro una fábula que viene a simbolizar
esto mismo: la perfección matemática de este mundo real frente a todos los mundos posibles,
que siempre se encuentran en la imperfección y descompensación de hetereogeneidad y
homogeneidad, siendo el infierno el máximo homogéneo (los pecados se repiten eternamente)
y el paraíso el máximo heterogéneo.
La afirmación de que «vivimos en el mejor de los mundos posibles» le atrajo a Leibniz
numerosas burlas, especialmente de Voltaire, quien lo caricaturizó en su novela
cómica Cándido, al introducir el personaje del Dr. Pangloss (una parodia de Leibniz) quien
repite la frase como un mantra cada vez que el infortunio caía sobre sus acompañantes. De
ahí proviene el adjetivo «panglosiano», para describir a alguien tan ingenuo como para creer
que nuestro mundo es el mejor de los mundos posibles.
El matemático Paul du Bois-Reymond escribió, en sus Pensamientos de Leibniz sobre la
ciencia moderna, que Leibniz pensaba en Dios como un matemático.
Como se sabe, la teoría de máximos y mínimos de las funciones está en deuda con él por el progreso,
gracias al descubrimiento del método de las tangentes. Pues bien, concibe a Dios en la creación del
mundo como un matemático resolviendo un problema de mínimos, o más bien, en nuestra fraseología
moderna, un problema en el cálculo de las variaciones — siendo la cuestión determinar, entre un
número infinito de mundos posibles, aquel en el cual se minimiza la suma del mal necesario.

Una defensa cautelosa del optimismo de Leibniz recurriría a ciertos principios científicos que
emergieron en los dos siglos desde su muerte y que están ahora establecidos: el principio de
mínima acción, la ley de conservación de la masa y la conservación de la energía.

Teoría del conocimiento[editar]


Las mónadas tienen percepciones. Pueden ser claras u oscuras. Las cosas tienen
percepciones sin conciencia. Cuando las percepciones tienen claridad y conciencia y a un
tiempo van acompañadas por la memoria, son apercepción, propia de las almas. Las humanas
pueden conocer verdades universales y necesarias. Así, el alma es espíritu. En la cumbre de
la escala de las mónadas está la divina. Una buena fuente para profundizar esto último se
encuentra en la Monadología.
Leibniz distingue entre verdades de razón y verdades de hecho. Las primeras son necesarias.
Las segundas no se justifican a priori, sin más. «Dos y dos son cuatro» es una verdad de
razón. «Colón descubrió América» es una verdad de hecho, porque pudo haber sido de otra
manera, es decir, «Colón no descubrió América». Pero Colón descubrió América porque ello
estaba en su ser individual, Colón (mónada). Las verdades de hecho están incluidas en la
esencia de la mónada. Pero solamente Dios conoce todas las verdades de hecho, porque en
su omnisciencia y omnipotencia no puede haber distinciones de verdades de razón y de hecho
de cada mónada. Solo Dios puede comprender las verdades de hecho, pues ello presupone
un análisis infinito.
Leibniz, en el orden del conocimiento, afirmará un tipo de innatismo. Todas las ideas sin
exclusión proceden de la actividad interna que le es propia a cada mónada. Las ideas, por
ello, son innatas. Leibniz se opondrá a Locke y a todo el empirismo inglés.

También podría gustarte