Clase 09
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Clase 09
DIÁLOGOS
El diálogo es una parte más que compone la trama, y también contribuye a su desarrollo. Entre
sus funciones están:
Ø Develar rasgos del personaje tales como su estado de ánimo o carácter.
Ø Proporcionar información sobre el desenvolvimiento de la acción o mantener la
atención del lector.
Ø Generar conflictos.
Ø Revelar información para los personajes.
Ø Avanzar la acción.
El diálogo debe entenderse como la forma de expresión de los personajes que ayuda a su
caracterización. En consecuencia, cada personaje debe reflejar en sus frases sus sentimientos,
su ánimo y sus motivaciones.
Ø Evitar los diálogos estereotipados y que todos los personajes hablen igual.
Ø Evitar los diálogos sobre explicativos, repetitivos o triviales. Reducir el relleno.
Ø En ningún diálogo es necesario decirlo todo: lo implícito tiene un gran valor. Los
personajes pueden hablar entre líneas.
Ø Dejar que las frases de un personaje provoquen reacciones en otro: desconcierto, ira,
frustración, risa, venganza. Que las palabras lleven a los hechos.
Ø Escucha a la gente hablar y aprende de ello. Permite que se rompa la unidad del diálogo,
como ocurre en la realidad, en casi toda conversación.
Ø Reescribe siempre los diálogos. Una buena forma de corregirlos es leyéndolos en voz
alta, mejor si es a dos voces.
¿Dónde vas?, preguntó Juan nervioso. De compras, contestó María mientras iba
hacia la puerta. Otra vez no. Se plantó ante ella para cortarle el paso. Has
agotado el crédito de la tarjeta.
El párrafo anterior es confuso porque no presenta un discurso claro. Es difícil distinguir cuándo
interviene cada uno de los personajes y cuándo lo hace el narrador.
El segundo ejemplo es gráficamente correcto, ya que utiliza un párrafo aparte para presentar
cada parlamento de cada personaje según avanza la conversación. Sin embargo, el material
narrativo intercalado entre las citas directas es, como explicaremos a continuación, casi del
todo inútil.
«Juan preguntó nervioso» es una acotación narrativa explícita. Podrías escribir «preguntó
Juan muy nervioso» o incluso «preguntó Juan, tan nervioso que su voz temblaba», pero eso
no hará la historia más sutil. ¿Cómo puedes transmitir el estado de ánimo de Juan, sin decirlo
al lector directamente? Por inferencia. Es decir, mencionando un detalle que evoque en la
mente del lector la imagen de una persona nerviosa.
Por ejemplo:
—¿Do… dónde vas? —Juan se levantó.
—¿Dónde vas? —balbuceó Juan mirando sus zapatos.
Tras una espiración profunda, Juan se atrevió. —¿Dónde vas?
Pero no:
Juan se levantó de la silla en la que estaba y respiró hondo. Sabía que su
enfrentamiento con María debía ser en ese momento o nunca tendría lugar.
—¿Dónde vas? —tartamudeó nerviosamente, mirando sus zapatos.
La mesura es la clave. Con un simple detalle el lector comprenderá lo que buscas decir. Ser
demasiado prolijo en las explicaciones es tan poco recomendable como ser demasiado explícito.
El lector es el encargado de completar la obra, si explicamos todo con pormenores no estamos
dando lugar a que el lector imagine y recree aquello que se narra con libertad y usando su
imaginación, lo que puede hacer que pierda el interés en la historia.
EXPRESIONES Y MODISMOS
Cuando se trata de escribir diálogos realistas, muchos escritores se quedan en el uso de jergas,
dialectos o modismos. Desde luego esas cosas son importantes, pero es igual de importante
(o incluso más) ajustar el habla característica de cada personaje a su contexto y biografía.
Como mencioné arriba, dos personajes que no se parecen en nada no pueden hablar y
expresarse de la misma forma. Toda su historia condiciona su lenguaje: su lugar de origen, su
educación, la familia a la que pertenece, su medio social… Todos esos factores deben matizar
el habla de cada uno de los personajes para que sus diálogos suenen reales. Incluso dos
hermanos no hablan igual, pueden compartir los mismos conceptos de ciertas palabras o
frases, pero su manea de expresarse jamás será igual.
Imaginemos una escena entre dos personajes originarios de Torreón en la que el autor insiste
en mostrar los modismos del lugar para “dar a conocer” ciertos términos. Si se abusa de estas
palabras, la escena puede terminar en una perorata indescifrable para el lector, como esta:
—¡Quiubole!
—¿Qué pasó, pues?
—¿Andas tirando la vaca, o qué?
—Ande no…
—Ay sí mira nada más… Pura barra contigo.
—Oh… Mejor píchame un lonche.
Como podemos ver en el ejemplo, si abusamos de este recurso el lector se quedará en la forma
del diálogo, dejando de prestar atención al fondo que, a fin de cuentas, es lo que importa. O
peor aún, habrá quienes intenten buscar el significado de las palabras, y para cuando lo hagan
habrán perdido el hilo de la historia.
La clave de un buen diálogo, especialmente cuando se van a usar vocablos de ciertas regiones
o modismos, es hacer que el estilo de cada personaje se diferencie lo suficiente para que resulte
identificable; pero no tan extremo que el lector preste más atención a las palabras que se dicen
que a la intención de las mismas.
Con base en el listado de características que realizamos durante la creación del personaje,
podremos responder las siguientes preguntas que es necesario considerar:
Ø ¿El es personaje conciso o prolijo al hablar?
Ø ¿Utiliza palabras que no entiende plenamente?
Ø ¿El personaje tiene la influencia de diferentes regiones (por ejemplo, una persona de
la Ciudad de México que ahora vive en Mérida)?
Ø ¿Está acostumbrado a hablar en público?
Ø ¿El personaje tiene alguna muletilla o frase que repite mucho por hábito? Por ejemplo
¿Sabes?, excuso decirte, digo, este, etc.
Ø ¿Ejerce diferentes roles que hace que se exprese de diferentes maneras en distintas
situaciones? Por ejemplo, es profesor y habla diferente a sus alumnos que a sus colegas
de profesión; es jefe y habla de distinta manera a sus empleados y a su esposa.
Hay palabras o modismos que marcan generaciones, y estas pueden ayudarnos a hacer
distintivos a los personajes y su entorno; incluso puede haber un grupo de personajes que
usen la misma palabra o frase parea determinar su pertenencia a un grupo específico o a un
sector de la población.
Nuevamente debemos recurrir a la lista de características que nos ayudó a crear a los
personajes para que su forma de hablar sea congruente con su perfil. Si tenemos por ejemplo
un vagabundo que en su juventud fue un estudiante de filosofía, por supuesto que sus diálogos
irán cargados de una profundidad que los de un Ejecutivo que llegó a un puesto por “dedazo”
jamás tendrán; de entrada podría parecer absurdo o ridículo pero este rasgo es lo que hará
que el lector se interese en saber ¿por qué el vagabundo habla de esa forma? ¿Será el clásico
“loquito” que profetiza porque está alucinando? ¿O es alguien que puede conocer los secretos
de la historia y nadie le presta atención?
y cultural del personaje se tiene que ver reflejado en la manera de hablar, así como la edad y
la época en que está situada la historia. Un niño de 6 años que vivió en el siglo pasado, no
habla como un niño de 6 años en la actualidad.
REFLEJO DE LA PSICOLOGÍA
Así como los personajes tienen que actuar de acuerdo a su psicología, también tienen que
hablar de acuerdo a ella. Los diálogos necesitan reflejar el carácter de cada quien, las emociones
guardadas y también las que desea expresar. Si es un personaje que oculta su pasado, sus
parlamentos no serán claros ni honestos, evitará a cualquier costo hablar de su vida y sus
conversaciones siempre serán triviales.
Si el personaje es alguien que se ha convertido en un maestro del engaño, sus palabras sonarán
a verdad, y tendrá poder de convencimiento sobre casi todos los demás.
La construcción psicológica del personaje nos dará el tono y el modo de hablar de cada uno
de ellos, misma que va de la mano con las características socio-culturales. Es importante que
los rasgos de carácter que hacen a cada personaje único se vean no sólo en sus acciones, sino
también en su forma de hablar. Se trata de conformar un todo con las piezas que separamos
al momento de elegir las características internas y externas del personaje; así como una
historia se compone de varios elementos, los personajes de igual manera se van formando con
diversos elementos y la suma de todos ellos da como resultado la personalidad, misma que
debe estar reflejada en acciones y palabras.
Para responder a esta pregunta vamos a considerar algunos conceptos básicos del
funcionamiento de nuestro sistema nervioso. El sistema de recompense y castigo de nuestro
cerebro regula todo lo que hacemos. Debemos tomar en cuenta que para cada persona es
diferente lo que es una recompensa o un castigo, dependiendo de su genética y experiencias.
El siguiente ejemplo es una manera sencilla de pensar acerca de la secuencia del
comportamiento:
Primero nos encontramos con una señal o un estímulo. En segundo lugar nuestro cerebro
interpreta esta señal estímulo como una amenaza o una necesidad psicológica (ansiedad). En
el tercer paso la amenaza o deseo nos genera una motivación/impulso para actuar, y esta
acción puede ser una reacción automática o una respuesta meditada. Finalmente hay un
resultado o consecuencia que puede ser una recompensa, un castigo, o una retroalimentación
neutral:
Este mismo scenario pueder resultar en un castigo o una retroalimentación neutral. Podemos
elegir no hablar con la persona, o el resultado puede ser un rechazo. Mientras que el responder
a una necesidad psicológica es muy útil, por lo general el comportamiento relacionado con la
amenaza es lo que hace que los personajes sean fascinantes.
Cuando nos encontramos con un estímulo, esto evoca una respuesta en el sistema emocional
regulatorio del cerebro que genera una reacción emocional, mientras que manda una señal a
la parte del cerebro encargada de la toma de decisiones. Esta señal dice algo así como “Por
favor selecciona estrategias ya sea para incrementar o disminuir mi estado emocional actual.”
Basándonos en lo que nos dice la parte del cerebro encargada de la toma de decisiones, nos
podemos calmar o bien escalar la tensión para eliminar la amenaza. Este proceso no está
Como resultado, el ser humano no toma decisiones racionales cuando la amenaza es muy
grande. Actuamos con base a una rápida evaluación que combina nuestra reacción por defecto
de pelear/huir/congelarnos. Es bastante útil pensar en esto cuando estamos determinando
las acciones del personaje tanto en momentos específicos como en general. ¿Es una persona
que por lo regular pelea, sale huyendo, o se congela ante las situaciones? En la escena en
particular que se está escribiendo, ¿el personaje elegirá la reacción por defecto, o la naturaleza
de la amenaza lo hará reaccionar de diferente manera?
Por naturaleza los seres humanos evitamos el dolor. Através de la evolución nuestros cerebros
fueron diseñados para ayudarnos a sobrevivir y pasar nuestros genes. Esto significa que hace
miles de años la gente que sobrevivió fue la que siempre estaba observando y revisando su
hábitat para descubrir amenazas. Hemos desarrollado una tendencia para buscar el peligro.
Siempre estamos al pendiente para no repetir errores del pasado, y preparándonos para lidiar
con las amenazas del futuro que también queremos evadir. En resumen, no vivimos en el día
a día, y es importante que nuestros personajes tengan esta tendencia como cualquier otro ser
humano.