Pueblos Indigenas
Pueblos Indigenas
Pueblos Indigenas
de nueva Constitución
Pueblos Indígenas
Sebastián Donoso R.
Profesor Derecho UC
Integrante de la Comisión de Medioambiente
Foro Constitucional UC
(i) Porque, de aprobarse, sería la primera constitución en más de 200 años de historia
constitucional que reconoce a los pueblos indígenas.
(ii) Porque, además de lo anterior, ha sido elaborada con la participación de los propios
pueblos indígenas a través de 17 escaños reservados.
3
Establecen las Autonomías Territoriales Indígenas (ATI) como entidades
territoriales que forman parte de la organización del Estado y que están dotadas
de autonomía política, administrativa y financiera. Reconocen además a Rapa Nui
como territorio especial.
Consagran el derecho de los pueblos indígenas a las tierras, los territorios y los
recursos, incluyendo la reparación como un criterio orientador de la protección
de las tierras y la restitución como mecanismo preferente de reparación.
Reconocen a Chile como un Estado plurilingüe en que los idiomas de los pueblos
indígenas serán oficiales en sus territorios. Reconocen asimismo los símbolos y
emblemas de los pueblos indígenas.
Luego de enunciar esta síntesis, no puede caber duda de que los aspectos vinculados a
pueblos indígenas tienen un rol protagónico en la propuesta de nueva constitución y le
confieren un sello o impronta inconfundiblemente indígena. Desde este punto de vista,
la afirmación que se ha hecho en orden a que estamos en presencia de una propuesta
de ‘constitución indígena’ no es más que una descripción de lo que es y no implica per
se un juicio de valor respecto a si la constitución es buena o mala en atención a dicha
característica.
4
Es necesario clarificar, eso sí, que el descriptor ‘constitución indigenista’ es equívoco. El
concepto ‘indigenista’ o ‘indigenismo’ se aplica a una doctrina o ideología panamericana
que tuvo su apogeo entre 1950 y 1970 y que buscaba denunciar la “opresión del indio”,
articular políticas de superación de esa opresión y manifestar el carácter mestizo del
continente americano. De acuerdo con este movimiento, las políticas públicas hacia
los pueblos indígenas debían concentrarse en 3 áreas: educación, arte y artesanía,
y agricultura. Dada la orientación de esta ideología y el hecho que sus principales
precursores no eran indígenas, el ‘indigenismo’ o ‘política indigenista’ fue muy criticada
y hoy se considera superada.
En las secciones que siguen se intentará dar una opinión sobre las normas de la propuesta
de constitución que se refieren a pueblos indígenas y en particular sobre su aptitud para
cumplir los dos objetivos recién mencionados.
2. Plurinacionalidad e Interculturalidad
2.1 Plurinacionalidad
5
Dicho lo anterior, la propuesta parece delinear el principio de plurinacionalidad
conforme a los siguientes elementos:
6
De lo anterior se desprende que, como ya se dijo, el reconocimiento de la
plurinacionalidad es una opción política entre varias posibles, y como tal debe
evaluarse. Al respecto, cabe hacer al menos las siguientes dos observaciones.
7
2.2 Interculturalidad
3. Catálogo de derechos
Deber del Estado. El Estado tiene el deber de respetar, promover, proteger y garantizar
el ejercicio de la libre determinación y los derechos colectivos e individuales de los
cuales son titulares los pueblos y naciones indígenas (artículo 5° N°3).
8
Titularidad de derechos colectivos. Los pueblos y naciones indígenas son
titulares de derechos fundamentales colectivos (artículo 18 N°2).
→ Salud. Los pueblos y naciones indígenas tienen derecho a sus propias medicinas
tradicionales, a mantener sus prácticas de salud y a conservar los componentes
naturales que las sustentan (artículo 44).
9
→ Aguas. La Constitución reconoce a los pueblos y naciones indígenas el uso
tradicional de las aguas situadas en territorios indígenas o autonomías territoriales
indígenas. Es deber del Estado garantizar su protección, integridad y abastecimiento
(artículo 58).
10
4. Autonomías Territoriales Indígenas
Uno de los aspectos que más resalta en la propuesta de nueva constitución es la creación
de las Autonomías Territoriales Indígenas o ATI, a las que el artículo 190 vincula
estrechamente con los derechos de autodeterminación y autonomía y con el principio de
plurinacionalidad.
En la propuesta, las Autonomías Territoriales Indígenas o ATI tienen los siguientes rasgos
distintivos:
La ley deberá además establecer las competencias exclusivas de las ATI y las
compartidas con las demás entidades territoriales (regiones autónomas y comunas
autónomas), debiendo tener aquellas competencias y financiamiento necesarios para
el adecuado ejercicio del derecho de libre determinación de los pueblos indígenas
(artículo 235).
11
Concretamente, las ATI se traducirán en territorios delimitados geográficamente en
que las autoridades indígenas respectivas ejercerán las competencias que una ley por
dictarse les reconozca.
La creación de las ATI es tal vez una de las figuras más relevantes incluidas en la propuesta
de nueva constitución. Requiere, pues, un escrutinio detallado para determinar si es
una figura adecuada a la realidad de nuestra sociedad y al tipo de convivencia que
queremos construir. Si hay algo que caracteriza a Chile, es la existencia de territorios
compartidos, población mixta y una mayoría abrumadora de población indígena
urbana. La pregunta que cae de cajón, entonces, es qué sentido tiene establecer ATI en
un país con esas características. Salvo el caso de Rapa Nui, es difícil o casi imposible
encontrar en nuestro país un territorio cuyas características hagan razonable y viable
la creación de ATI. Por eso, lo que tenía sentido era examinar si, extraordinaria y
excepcionalmente, alguna sección del territorio reúne las características que ameriten
el establecimiento de un estatuto autonómico o semi autonómico. La propuesta de
nueva constitución, en cambio, optó por instalarse en el extremo opuesto y asumir
que todos los pueblos indígenas de Chile podrán constituir esta figura, aunque las
características de sus respectivos territorios no sean adecuadas a ella.
En primer término, no se sabe con certeza cómo serán establecidas, pues sólo se dice
que una ley creará un procedimiento para su constitución pero dicha ley bien podría
establecer que su constitución sea por vía administrativa, como incluso se propuso
en algún momento por una norma que fue finalmente rechazada por el pleno de la
Convención Constitucional. Al respecto, dada la relevancia de esta materia, tanto
el procedimiento mismo de constitución como la creación de cada ATI específica
debieran ser autorizadas por ley tras un debate democrático.
Tampoco se han establecido sus competencias, pues la norma respectiva indica que
la ley deberá establecerlas agregando como único criterio orientador el que las ATI
deberán tener aquellas competencias y financiamiento necesarios para el adecuado
ejercicio del derecho de libre determinación de los pueblos indígenas. Al respecto,
debe recordarse que las propuestas iniciales relativas a las ATI -rechazadas por el pleno
de la Convención Constitucional- les asignaban múltiples atribuciones, incluyendo la
fijación de impuestos y autorizaciones especiales para el desarrollo de actividades.
12
Por lo mismo, es difícil prever el alcance que podrían tener tanto las competencias de
las ATI como los requerimientos de financiamiento que implicarán aquellas.
Por otra parte, no está claro cómo se delimitarán territorialmente las ATI. La norma
genérica de las entidades territoriales (artículo 187) establece que su delimitación
deberá considerar criterios objetivos en función de antecedentes históricos,
geográficos, sociales, culturales, ecosistémicos y económicos. Sin embargo, la norma no
se hace cargo del hecho que más de un 75% 1 de la población indígena es urbana, lo que
plantea un cuestionamiento de fondo a las ATI como espacio de autodeterminación.
En efecto, aunque la propuesta no lo señala expresamente, se subentiende que las
ATI son entidades territoriales que debieran constituirse en espacios eminentemente
rurales en que existe alta concentración de población indígena, lo que por definición
excluye a los centros urbanos en que reside la mayor parte de la población indígena
pero en convivencia con una mayoría de población no indígena.
Tampoco está claro quién podrá solicitar su creación, pues sólo se dice que el
procedimiento de constitución deberá iniciarse a requerimiento de los pueblos
indígenas interesados a través de sus autoridades representativas. Con esta definición,
sin embargo, en un extremo podría solicitar la constitución de una ATI una sola
organización indígena para un micro espacio territorial; en el otro, podría requerirlo
un pueblo indígena completo. En ambos casos, pero sobre todo en la segunda hipótesis,
se plantea el problema recién visto respecto a la situación de la población indígena
urbana.
Además, existe la duda respecto a si las ATI y sus autoridades poseerán potestades
públicas tal como otras instituciones similares y, por lo mismo, si se regirán por
todas las reglamentaciones legales y administrativas correspondientes. De ser así,
por ejemplo, debiesen cumplir con las normas pertinentes en materia de probidad y
transparencia, o asumir responsabilidades en el campo penal, al ser asimilables a los
funcionarios públicos.
Por último, dos preguntas adicionales surgen respecto a lo anterior: por un lado, si es
posible que el Estado se comprometa a financiar de forma permanente instituciones
respecto a las cuales no existe claridad sobre su forma de constitución y el ámbito de sus
competencias; por otro, dicho compromiso de financiamiento es doblemente complejo
en el caso que dentro de las competencias de las ATI se incluyeran atribuciones que
entran en conflicto con las que tiene el nivel central, regional o comunal.
13
5. Tierras, territorios y recursos
Derecho a la protección y vínculo especial de los pueblos indígenas con sus tierras,
territorios y recursos. Los pueblos y naciones indígenas y sus integrantes tienen
derecho al reconocimiento y protección de sus tierras, territorios y recursos, en su
dimensión material e inmaterial y al especial vínculo que mantienen con aquéllos
(artículo 34).
14
El Estado reconoce y promueve el buen vivir, que se define como una relación de
equilibrio armónico entre las personas, la naturaleza y la organización de la sociedad.
Los pueblos y naciones indígenas y sus integrantes tienen un vínculo especial con
sus tierras, territorios y recursos.
Respecto al derecho de los pueblos y naciones indígenas a las tierras, territorios y recursos
en particular, la norma incluida en la propuesta (artículo 102) tiene los siguientes
elementos:
Establece el derecho de los pueblos y naciones indígenas a utilizar los recursos que
tradicionalmente han usado u ocupado, que se encuentran en sus territorios y sean
indispensables para su existencia colectiva.
En primer lugar, se trata de una norma con muy mala técnica legislativa, que confunde
conceptos y mezcla estándares establecidos en regulaciones domésticas e instrumentos
internacionales de distinta naturaleza.
En lo sustantivo, tal como se explica a continuación, esta norma no constituye una
adecuada garantía al derecho de propiedad de las personas y pueblos indígenas, y dadas sus
características también constituye una amenaza al derecho de propiedad de las personas
no indígenas.
15
El Estado reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y naciones indígenas a sus
tierras, territorios y recursos, pero no define ni explica el alcance de ninguno de estos
conceptos, y por tanto queda sujeto a una amplia interpretación sobre cuál es su alcance.
Particularmente sensible es la falta de definición del concepto de ‘recursos’, pues a
diferencia de los conceptos ‘tierras’ y ‘territorio’ (que cuentan con una definición legal
y aproximación conceptual en la Ley N°19.253 y Convenio 169, respectivamente) no es
posible encontrar en un nuestro sistema legal una referencia normativa que lo dote de
contenido y permita interpretar su alcance.
16
Por último, es importante precisar que la norma se refiere siempre a los derechos de
los ‘pueblos y naciones’ indígenas, con lo que otorga protección sólo a la propiedad
colectiva y deja desprotegida la propiedad individual de las personas indígenas.
Dado todo lo anterior, no es posible cuantificar el alcance territorial que podrían tener
estas normas, precisamente por la falta de definición y confusión entre los conceptos
de ‘tierras’, ‘territorios’ y ‘recursos’. Lo que está claro es que la norma permite la
interpretación más extensiva, es decir, que las tierras que podrían ser abarcadas por estos
derechos (incluyendo la restitución) son todas las que alguna vez han sido poseídas u
ocupadas por los pueblos indígenas y que hoy no lo están.
Como se mencionó más arriba, la Ley Indígena faculta hoy a la Conadi para “financiar
mecanismos que permitan solucionar problemas de tierras” y esto se traduce en que
las comunidades indígenas compran tierras directamente a particulares con fondos de
Conadi. El actual mecanismo no es un mecanismo de restitución, pues los particulares
no están obligados a vender, aunque ha sido muy criticado porque genera incentivos
perversos a las tomas y a la violencia para forzar a los propietarios a vender. Además,
en muchos casos las tierras compradas no son las tierras ‘ancestrales’ y por tanto no
hay una lógica de restitución envuelta sino más bien de compensación. En cambio, lo
que hace esta norma incluida en la propuesta es poner en las manos del Estado -y de las
comunidades indígenas- la expropiación como mecanismo de restitución de las tierras
que se estiman afectadas, lo que podría reforzar los incentivos perversos y precarizar
gravemente el derecho de propiedad de las personas no indígenas. No hay dudas de que
existen cuestiones históricas de tierras que requieren un abordaje jurídico para hacerse
cargo de ellas, y que el sistema que actualmente existe en la Ley Indígena debe ser
reemplazado. Pero debe ser reemplazarlo por un mecanismo institucional que garantice
adecuadamente los derechos de todo los involucrados, que sea sustentable en el largo
plazo y que no genere nuevos incentivos a la violencia y las tomas.
Por lo mismo, preocupa especialmente el impacto que pueda tener esta norma en la
convivencia y en la paz. Como ya se dijo, esta norma podría tener consecuencias muy
graves pues podría significar un nuevo incentivo a las tomas de predios y la violencia
como una forma de forzar la expropiación. Y no es necesario tener mucha imaginación
para anticipar cómo podría lo anterior agravar una situación que ya es extremadamente
delicada en la zona centro-sur.
17
y restitución de tierras indígenas. Esta Comisión Territorial Indígena, cuya integración
se detalla en la misma norma, funcionará durante cuatro años, prorrogables por otros
dos. El primer y principal comentario que debe hacerse a esta norma transitoria es que
la implementación de una materia tan importante y sensible como la regulada por el
artículo 102 de la propuesta debió haber sido encomendada a la ley, cuya formación
quedaría así entregada a un órgano de deliberación democrática e integración pluralista.
Entregar la implementación de esta norma a la voluntad del gobierno de turno podría
tener graves consecuencias respecto a la legitimidad de las decisiones que aquél adopte
en una materia tan sensible para la paz, buena convivencia y desarrollo.
18
La Corte Suprema conocerá y resolverá las impugnaciones deducidas en contra
de las decisiones de la jurisdicción indígena.
19
Por otra parte, y como regla general, el derecho consuetudinario debiera aplicarse
como fuente de derecho sólo en los juicios entre personas indígenas pertenecientes a
un mismo pueblo. Aunque las normas incluidas en la propuesta de nueva constitución
nada dicen sobre esto, se trata de un principio básico que surge de la naturaleza misma
del derecho consuetudinario. Excepcionalmente, hay ciertos casos en que el derecho
consuetudinario debe ser considerado, junto con las reglas generales, en los juicios
entre personas indígenas y no indígenas, como ocurre hoy en los juicios relacionados
con tierras indígenas, en que además existe un procedimiento especial, tal como
ya está establecido en la Ley 19.253 de 1993 o ‘Ley Indígena’. Pero se trata de una
regla especialísima que tiene justificación dado el contexto histórico-jurídico de los
conflictos sobre tierras en nuestro país.
No hay razones para excluir ex ante materia alguna del ámbito de aplicación del
derecho consuetudinario indígena y por tanto de la consideración de este último en
la administración de justicia. Ciertamente el ámbito penal no es la excepción a lo
anterior. De hecho, hay normas expresas tanto en el derecho internacional como en el
derecho doméstico que obligan a considerar la costumbre o derecho consuetudinario
indígena en materia penal, como los artículos 8 a 10 del Convenio 169 de la OIT
sobre pueblos indígenas y el artículo 54 de la Ley Indígena. Esto se extiende incluso
al reconocimiento de los métodos a los que recurren tradicionalmente los pueblos
indígenas para la represión de los delitos cometidos por sus miembros, obviamente
en la medida que esos métodos existan y se encuentren vigentes en la actualidad.
Dicho lo anterior, es preciso reconocer que la aplicación del derecho consuetudinario
de los pueblos indígenas en materia penal plantea cuestiones que son muy complejas,
ejemplo de lo cual es que la costumbre mapuche permite la autotutela, lo que pugna
visceralmente con principios que son fundamentales en el derecho en general y muy
especialmente en el derecho penal.
Más allá de una discusión teórica sobre el fundamento y alcances del pluralismo jurídico
como doctrina, lo relevante es que la aplicación del derecho consuetudinario de los
pueblos indígenas debe respetar los derechos humanos consagrados en la Constitución
y en los tratados internacionales, entre los cuales ciertamente está la igualdad ante la ley
y la garantía de no discriminación. Eso incluye el respeto de principios básicos como los
que están en la base del derecho penal, como por ejemplo el que ninguna persona puede
ser juzgada por un tribunal que no esté establecido con anterioridad a la comisión del
delito. Adicionalmente, para garantizar lo anterior es muy importante que las decisiones
de las autoridades de los pueblos indígenas al ejercer jurisdicción puedan ser revisadas
por la Corte Suprema, tal como se establece en la propuesta. Lo anterior evidencia que
los sistemas jurídicos de los pueblos indígenas no pueden coexistir ‘en un plano de
igualdad’, pues precisamente debe existir un órgano jerárquicamente superior que vele
porque las decisiones de las jurisdicciones indígenas no sean contrarias a los derechos
humanos. En esto, podría decirse que las normas incluidas en la propuesta de nueva
20
constitución incurren en una contradicción, porque por un lado se establece que los
sistemas jurídicos de los pueblos indígenas coexisten en un plano de igualdad con el
Sistema Nacional de Justicia, y por otro se entrega a la Corte Suprema - máximo tribunal
del Sistema Nacional del Justicia - la potestad de conocer y resolver las impugnaciones
deducidas en contra de las decisiones de las jurisdicciones indígenas.
7. Escaños Reservados
Podrán votar por estos escaños solo quienes pertenezcan a los pueblos y naciones
indígenas y que formen parte de un registro especial denominado Registro
Electoral Indígena. Este registro será elaborado y administrado por el Servicio
Electoral sobre la base de los archivos que conservan los órganos estatales, de
los que posean los pueblos y naciones indígenas sobre sus miembros y de las
solicitudes de ciudadanos y ciudadanas que se autoidentifiquen como tales, en los
términos que indique la ley.
Estas normas implican que, de aprobarse la propuesta de nueva constitución, los escaños
reservados deberán implementarse conforme a 3 condiciones o requisitos: (i) en órganos
colegiados, es decir, aquellos que están compuestos por una pluralidad de personas, lo
que excluye los órganos o instituciones de carácter unipersonal; (ii) de representación
popular, es decir, en que los representantes son elegidos por voto popular; y (iii) a nivel
nacional, regional y local, es decir, en todos los órganos colegiados y de representación
popular que existan en esos tres niveles.
21
representación popular: (i) Congreso de Diputadas y Diputados (artículo 252); (ii)
Cámara de las Regiones (artículo 254); y (iii) la Asamblea Constituyente (artículo
387). Sin embargo, aplicando las condiciones y requisitos ya mencionados, también
debieran establecerse escaños reservados para pueblos indígenas en los Concejos
Municipales, en las Asambleas Regionales y en cualquier otro órgano colegiado de
representación popular que se cree por ley en aplicación de las normas de la nueva
constitución.
Sólo podrán votar por los escaños reservados quienes pertenezcan a los pueblos
indígenas reconocidos por la nueva constitución o la ley y que hayan acreditado esa
calidad, lo que la propuesta resuelve creando un Registro Electoral Indígena que
será administrado por el Servicio Electoral. Eso implica que una ley especial deberá
establecer cómo se construye este Registro Electoral Indígena, para lo cual tendrá
que considerar como mínimo los elementos que se indican en el N°2 del artículo
162.
En relación con los criterios enunciados en esta norma para establecer escaños
reservados, cabe analizarlos separadamente:
22
siendo preferible por tanto que los escaños reservados se consideren dentro
del número total de integrantes del Congreso y no en adición al mismo.
Por último, es importante tener presente que los escaños reservados no son un fin en sí
mismo, sino un mecanismo de corrección que permite asegurar el derecho de los pueblos
indígenas a participar plenamente -si así lo desean- en la vida política del país. En la
medida que el sistema de partidos lograr canalizar adecuadamente la representación
de los intereses de los pueblos indígenas a través de las respectivas listas de candidatos,
los escaños reservados tienden a perder sentido como mecanismo. Ésa es la discusión
que se está planteando hoy en países como Nueva Zelandia, que si bien cuenta con
escaños reservados para el pueblo maorí en proporción a la cantidad de personas que
se reconocen como tales en el censo de población, también ha ido abriendo espacios
para representantes de sus intereses en el sistema de partidos políticos que accede a
los asientos regulares. Por eso hoy se está empezando a debatir cuánto sentido tiene
mantener los escaños reservados y por cuánto tiempo más.
8. Consulta y consentimiento
Entre las normas que se relacionan con pueblos indígenas en la propuesta de nueva
constitución, uno de los temas más importantes es la regulación sobre cuándo una
decisión estatal requiere consulta previa o el consentimiento de aquéllos.
23
A este tema se refieren dos normas ubicadas en secciones distintas de la propuesta:
Norma sobre consulta previa: los pueblos y naciones indígenas tienen derecho a
ser consultados previamente a la adopción de medidas administrativas y legislativas
“que les afectasen, agregando que el Estado garantiza los medios para la efectiva
participación de aquéllos, a través de sus instituciones representativas, de forma
previa y libre, mediante procedimientos apropiados, informados y de buena fe
(artículo 66 del capítulo II sobre ‘Derechos Fundamentales y Garantías’).
Este es un tema de la máxima relevancia por dos razones. Primero, porque estas normas
se refieren a un derecho consagrado a los pueblos indígenas en el Convenio 169 de
la OIT y en la Declaración de Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos
indígenas, por lo que la norma constitucional debiera ser consistente con sus estándares.
Segundo, porque la forma en que se regule este derecho incide directamente en toda la
actividad legislativa y administrativa del país, con consecuencias muy relevantes tanto
para proyectos públicos como privados.
24
(artículo 191 N°2), con lo cual la adopción de toda medida por parte de las
entidades territoriales “en aquellas materias o asuntos que les afecten en sus
derechos” quedaría supeditada a que se obtenga dicho consentimiento. Así, las
normas propuestas confunden los estándares de consulta y consentimiento.
(ii) Segundo, las normas propuestas son inconsistentes con el Convenio 169 de
la OIT del cual Chile es parte, según el cual la consulta indígena procede cuando
se va a dictar una medida que es ‘susceptible de afectar directamente’ a los
pueblos indígenas. Sin embargo, ambas normas omiten la palabra ‘directamente’.
En un país en que casi el 13% de la población declara pertenecer a pueblos
indígenas y se distribuye a lo largo y ancho de todo el territorio nacional, toda
decisión estatal les afecta como afectaría a cualquier ciudadana/o. El sentido de
la consulta indígena, en cambio, es que se sometan a consulta las medidas que
sean susceptibles de afectarles directamente, es decir, en su calidad de pueblos
indígenas. La propuesta omite esta calificación lo que por un lado genera una
inconsistencia con el estándar que establece el Convenio 169 y por otro el
consecuente problema de implementación e interpretación. En efecto, dada
la redacción propuesta y la ubicación de ambas normas, se podría argumentar
que toda medida estatal, sin excepción, deberá ser sometida a consulta previa a
los pueblos indígenas. El artículo 66 se refiere a las medidas administrativas o
legislativas que les afectasen, y esa amplitud lo hace aplicable a toda la actividad
administrativa y legislativa de los órganos de la administración del Estado, tanto
a nivel central como descentralizado. Por su parte, el artículo 191 N°2 se propone
como un mecanismo de participación en las entidades territoriales en el Estado
regional, por lo que será exigible ante todas aquellas decisiones que se adopten
“en materias o asuntos que les afecten en sus derechos” por parte de las regiones
autónomas, comunas autónomas y autonomías territoriales indígenas a lo largo y
ancho del territorio nacional.
(iii) Tercero, y no menos importante, el artículo 191 N°2 establece que los pueblos
y naciones indígenas deberán ser consultados y otorgarán el consentimiento
libre, previo e informado en aquellas materias o asuntos que les afecten en sus
derechos reconocidos en esta constitución. Esto significa que el deber de las
entidades territoriales (regiones autónomas, comunas autónomas y autonomías
territoriales indígenas) no se agota en el desarrollo de un proceso de consulta
que tenga por finalidad llegar a un acuerdo o lograr el consentimiento (como
prescriben tanto el Convenio 169 de la OIT como la Declaración de Naciones
Unidas sobre derechos de los pueblos indígenas) sino que exige el otorgamiento
del consentimiento como un resultado objetivo de la consulta. Esta exigencia
del consentimiento como un resultado objetivo de la consulta no existe como tal
25
en el Convenio 169 3 y sólo está acotada a casos muy puntuales en la Declaración
de Naciones Unidas (reasentamiento de los pueblos indígenas de sus tierras o
territorios; realización de actividades militares y almacenamiento o eliminación
de materiales peligrosos en sus tierras o territorios), por lo que siempre se ha
entendido e interpretado como una regla excepcional. Sin embargo, la norma
incluida en la propuesta no hace ninguna de estas distinciones y por tanto no queda
más que interpretar que toda medida que se prevea por las entidades territoriales y
que pueda afectar a pueblos indígenas en sus derechos requerirá el consentimiento
previo de los mismos. Lo anterior es así porque el parámetro para hacer exigible la
consulta y obtención del consentimiento es la afectación a derechos, y cualquier
decisión que se adopte, por nimia que sea, tiene el potencial de afectar derechos.
3 El artículo 16 del Convenio 169 -como regla general- exige el consentimiento para el caso
del reasentamiento, pero luego regula los procedimientos que deberán observarse para proceder
con el reasentamiento en caso que no pueda obtenerse dicho consentimiento.
26