El Pecado y El Cristiano
El Pecado y El Cristiano
El Pecado y El Cristiano
UN ANÁLISIS DE I
CORINTIOS 3:1-4 Y DE TRES CONFESIONES ECLESIALES TRADICIONAL
Pág.
INTRODUCCIÓN 1
1.2.3.1 La justificación 28
1.2.3.2 La Santificación 29
1.3.2.1 La Justificación 36
2.1.1 Autor 45
2.1.2 Destinatarios 45
EVANGÉLICA DE COLOMBIA 77
3.1 COMPARACIONES 77
3.1.2 ¿En que medida es válido el uso del término carnal para referirse
a un creyente? 82
BIBLIOGRAFÍA 106
ANEXO 112
INTRODUCCIÓN
La Biblia afirma que cuando la persona cree, es una “nueva criatura” (II Corintios 5:17) capaz de alabar a
Dios en espíritu y en verdad (Juan 4:24). No obstante, con base en las pruebas escriturales, como por
ejemplo: Génesis 20:2, II Samuel 11, y Mateo 26:75, y en la observación de la vida cotidiana, se puede
aseverar que el creyente peca a pesar de haber creído. ¿Qué pasa con él? ¿Es o no es un cristiano? ¿Se
afecta su relación con Dios? ¿Es posible para él no tener pecado en su vida? Con el fin de dar claridad
bíblica a todas estas inquietudes, y teniendo en cuenta que este asunto ha afectado negativamente a la
Iglesia de Cristo, este trabajo trata el tema del pecado y el creyente, puesto que un verdadero convertido
debe andar conforme a los lineamientos dados por su Rey, y no como lo indican su propia naturaleza
caída y el mundo.
Para intentar una explicación sobre lo que sucede con un cristiano que peca, algunas congregaciones
cristianas, en especial aquellas que siguen las notas de la Biblia anotada de Scofield y las influenciadas
por Campus Crusade for Christ, han establecido en sus líneas doctrinales una postura conocida como el
cristiano carnal[1] . Dicho pensamiento afirma que un creyente es parte de la iglesia de Dios a pesar de
sus pecados, porque ya ha aceptado a Cristo como su Salvador, pero que le es necesario aceptar a Cristo
como el Señor de su vida.
El texto guía que se usa para defender la doctrina del cristiano carnal es I Corintios 3:1-4, en donde Pablo
utiliza este concepto. Otras confesiones cristianas como el Wesleyanismo y Calvinismo tradicionales, no
mantienen esta doctrina y dan un manejo distinto al problema del pecado en el creyente.
La expresión cristiano carnal rotula a un tipo de personas pero crea muchas dificultades como, por
ejemplo, cuando los creyentes comprometidos ven que hay un estilo de vida un poco más laxo, que les
permite vivir dentro de la Iglesia aún con comportamientos propios del mundo (I Juan 2:16). Además de
las implicaciones dentro de la Iglesia, esta clasificación hace evidente el descrédito del cristianismo
frente a quienes no son creyentes. ¿Qué clase de testimonio da una persona que se dice cristiana pero
que se comporta de manera indecorosa? Otras posturas con respecto al tema argumentan que lo que
sucede con un cristiano en tal condición es que realmente nunca ha llegado a creer, o que la salvación se
pierde por su comportamiento.
Al observar esta problemática que afecta a la Iglesia de Cristo, el presente trabajo presenta la relación
entre el pecado y el creyente, luego de la conversión. Se debe entender como relación la exposición de
un hecho que sucede, o la conexión que existe entre una cosa con otra[2]. Además busca explicar si un
cristiano, luego de creer, mantiene el pecado en su vida o le es quitada completamente su condición
pecaminosa.
Para apoyar el análisis del tema se presenta el problema del pecado en el creyente desde diferentes
ópticas, la católica, la calvinista y la wesleyana.
En primer lugar y debido a nuestro contexto espiritual, es importante conocer cómo maneja la Iglesia
Católica Romana el tema del pecado en el creyente. Aunque sus postulados parezcan diferentes al
compararlos con la Biblia, son los que la mayoría de los nuevos creyentes traen como base al llegar a
nuestras iglesias evangélicas. La Iglesia Católica Romana ha elaborado todo un sistema para la
clasificación y el manejo del pecado y establece diferencias de acuerdo con su objeto, con las virtudes a
las que se opone y con los mandamientos que quebranta. También los clasifica entre los que se refieren
a Dios, al prójimo o al mismo hombre, entre los pecados carnales o espirituales y, además, establece
diferencias tales como los de pensamiento, de palabra, de obra o de omisión[3]. No obstante, existen
tres clases de pecado que enmarcan la diversidad clasificatoria del Catolicismo: pecado original, pecado
mortal y pecado venial.
Para realizar la investigación dentro del Catolicismo se toma como fuente primaria el Catecismo de la
Iglesia Católica, por ser un documento reciente sobre sus posturas doctrinales. Este documento puso
por escrito las doctrinas que la Iglesia de Roma trató durante el Concilio Ecuménico Vaticano II, que fue
iniciado por el Papa Juan XXIII en el año de 1962.
El actual Papa de la Iglesia de Roma, Juan Pablo II, se refiere así al Catecismo de la Iglesia Católica: “Es
una exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas o iluminadas por la Sagrada
Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico”[4].
El Catecismo del Padre Astete es usado como fuente primaria de igual forma. Este escrito fue muy
difundido años atrás en los países latinoamericanos, y aún se mantiene en gran estima. Gaspar Astete
fue un sacerdote perteneciente a la comunidad conocida dentro del Catolicismo como la Compañía de
Jesús, y fue profesor de humanidades, teología moral y filosofía. Su obra más conocida, Doctrina
Cristiana y Documentos de Crianza o con su nombre popular, el Catecismo del Padre Astete, fue
publicada presumiblemente por primera vez en 1579. Astete escribió el catecismo para que los
estudiantes pudieran acceder de manera fácil a la doctrina de la Iglesia Católica por dos razones: debido
a la proliferación de catecismos en el siglo XVI, y a que en el Concilio de Trento se ordenó que se
enseñara en cada iglesia la fe católica de manera clara[5].
En segundo lugar, en el presente trabajo se consideran sólo las dos posturas tradicionales más
importantes dentro del Protestantismo latinoamericano: el Calvinismo y el Wesleyanismo. Estas dos
posturas agrupan, en cierta medida, las bases de muchas congregaciones actuales en Colombia. Además
de ser posturas tradicionales importantes, se estudian por tener entre ellas un acercamiento teológico
diferente con respecto al pecado y a la teología de la salvación.
El Calvinismo se refiere algunas veces a las enseñanzas específicas de Calvino, y otras al sistema de las
iglesias protestantes conocidas históricamente con el nombre de Reformados, a diferencia de los
Luteranos. También se denomina de esta forma al cuerpo de conceptos teológicos, éticos, filosóficos,
sociales, y políticos que está bajo la influencia de Calvino, el cual se levantó luego del movimiento de La
Reforma y ha dejado una huella permanente en la iglesia[6]. Este sistema de pensamiento deriva
especialmente en cinco planteamientos claves conocidos como Las Doctrinas de la Gracia: la total
depravación del hombre, la elección incondicional, la expiación limitada, la gracia irresistible y la
perseverancia de los santos[7].
El Calvinismo considera que el pecado en el creyente debe ser erradicado. Su postulado es que la
persona, al llegar a creer, es liberada de la esclavitud del pecado pero en ella permanece una tendencia
al mismo que le incita a volver a caer en su mal camino (Gálatas 5:16-17). Para el Calvinismo el proceso
de la santificación es ese desarrollo espiritual que sucede desde el mismo momento de la conversión
hasta la muerte. Este proceso nunca acaba durante la vida del hombre y llega a su perfección sólo hasta
llegar a la presencia de Dios. En la santificación progresiva, que así es llamada, actúan tanto el Espíritu
Santo como el creyente, quien debe esforzarse por hacer morir lo terrenal que habita en él, para quitarle
fuerza al poder del pecado y provocar las virtudes espirituales.
Para el Calvinismo siempre habrá pecado en el creyente, aunque no con todo el poder que poseía antes
de ser convertido. Esta doctrina considera que en este proceso no se compromete la salvación, pues
quien ha llegado a creer verdaderamente nunca caerá de la gracia de Dios.
Para el estudio del Calvinismo se toman dos fuentes principales de investigación: la obra cumbre de Juan
Calvino, Institución de la Religión Cristiana, que se publicó por primera vez en el año de 1536[8]. Con
este escrito Calvino se ubicó a la vanguardia como pensador del protestantismo, puesto que su obra
sistematizó la doctrina cristiana. La segunda fuente principal de consulta es la Teología Sistemática de
Louis Berkhof, por ser el texto preferido de los estudios en muchos seminarios teológicos, tanto
norteamericanos como extranjeros, el cual fue publicado por primera vez en 1934[9].
La otra postura dentro del Protestantismo que trata este estudio es el Wesleyanismo, la cual está basada
en la obra del pastor Juan Wesley, quien mostró la esencia de sus creencias a través de sus sermones.
Wesley no escribió una teología sistemática que consignara todas sus ideas, mas bien desarrolló su
pensamiento de alcanzar a los hombres para Cristo mediante sus predicaciones, y puso todo su empeño
en el evangelismo.
La doctrina clave del Wesleyanismo con respecto al problema del pecado en el hombre es la entera
santificación, y emplea el versículo de Hebreos 12:4, “...sin santidad nadie verá a Dios”, como
justificación de sus postulados. Plantea que la entera santificación se da en un instante, tal como la
salvación, que además consiste en participar de la naturaleza de Dios, y que quita el pecado innato del
corazón del hombre, el cual se llena con amor perfecto para con Dios[10].
El Wesleyanismo define el pecado como la trasgresión a la ley de Dios, a la revelación del carácter mismo
de Dios. Afirma, igualmente, que los hombres nacen con el pecado original y necesitan aceptar el regalo
del amor de Cristo.
De acuerdo con el Wesleyanismo, después de que una persona cree puede alcanzar la perfección
cristiana, la cual se define como un estado en el que el creyente puede llegar a no pecar. Pero el
empeño del hombre por agradar a Dios no termina con lograr dicho estado, sino que debe seguir
creciendo en amor. Según esto, el creyente que no posee la perfección cristiana, debe luchar por
alcanzarla y, quien la tiene, debe velar por mantenerla. La salvación puede perderse por no perseverar
en una vida que agrada a Dios.
El libro de Leo George Cox, titulado El Concepto de Wesley sobre la Perfección Cristiana, es usado
ampliamente por la manera directa y clara en la que trata los puntos del Wesleyanismo. Igualmente, el
libro de Wesley Duewel, titulado Dios te ofrece su gran Salvación, se emplea por mostrar claramente los
enunciados básicos del Wesleyanismo, entre ellos el del pecado que mora en el hombre.
Esta investigación no pretende desarrollar un tratado sobre todos los aspectos de la teología propia de
cada una de las tres posturas consideradas anteriormente, ni su desarrollo histórico. Antes bien, se
limita al estudio de aquellas partes de su teología en las que se observa con mayor claridad la relación
entre el pecado y el creyente.
Después de revisar las diferentes posturas eclesiales tradicionales que se refieren al tema del pecado en
el creyente, es indispensable abordar el texto bíblico, el cual determina los aciertos y desaciertos de
cada postura. Por esta razón, la confiabilidad de cada planteamiento sólo se logra en tanto que sea
analizada a partir de la Escritura misma.
Aunque existen otros textos que ayudarían en esta discusión, el texto bíblico tomado como base para
este trabajo es el de I Corintios 3:1-4. Allí, Pablo trató a los corintios no como a espirituales o guiados
por el Espíritu, sino como a carnales que se dejan guiar por la carne, aunque también los llamó
hermanos. El texto mencionado se aborda en el capítulo dos del presente trabajo, en el que se emplean,
además de la versión en griego, los comentarios de diferentes autores que manejan posturas sobre las
cuales se desarrolla la investigación en el capítulo uno.
Además de I Corintios 3:1- 4, existen otras porciones de la misma carta que pueden dar indicios de cómo
Pablo manejo el tema del pecado en los corintios. Por ejemplo, el caso que aparece en el capítulo cinco
fue un episodio escandaloso para la naciente iglesia pues el mal era tal que Pablo lo describe como algo
que “...ni aún se nombra entre los gentiles”. Igualmente, y desde el inicio de la carta, ya se ven los
brotes de pecaminosidad en las filas de la iglesia, con la rivalidad entre grupos seguidores de diferentes
personas.
Finalmente, en el tercer capítulo se desarrollan las comparaciones entre las posturas expuestas en el
capitulo uno, con lo encontrado en la Biblia, y se analizan sus similitudes y diferencias. Adicionalmente
se presenta una propuesta sobre cómo se debe manejar el pecado en el creyente, según las bases
bíblicas.
Es pertinente aclarar que todas las citas bíblicas trascritas en el presente documento pertenecen a la
Santa Biblia, antigua versión de Casiodoro de Reina, revisada por Cipriano de Valera, revisión de 1960,
publicada por las Sociedades Bíblicas Unidas.
Todos los que siguen a Cristo deben considerar su estado delante de Él y cómo los afecta el pecado en su
cotidianidad. Saturnino Gamarra dice: “... en un cristiano la experiencia de Dios que excluye la
conciencia de pecado no es genuina, y la conciencia de pecado que no incluya la experiencia de Dios no
es cristiana”[11]. No se puede desligar la vida de un verdadero creyente con respecto a su
comportamiento delante de Dios, de los demás y de sí mismo. Por esto, es pertinente revisar cómo se
concibe el pecado por los diferentes enfoques teológicos que siguen a Cristo como Dios y Señor de la
salvación.
En el presente capítulo se analizan tres posturas teológicas que hablan sobre la relación entre el pecado
y el creyente. Una de ellas es el Catolicismo; en el ámbito del Protestantismo, se estudian el Calvinismo
y el Wesleyanismo. El orden de estudio es netamente cronológico de la siguiente forma: primero
apareció la iglesia Católica Romana establecida como tal en el año 1054 después de la ruptura que
existió entre oriente y occidente. Posteriormente, en el tiempo de la Reforma, surgió el reformador Juan
Calvino y su pensamiento denominado Calvinismo, es acogido por una parte de la nueva iglesia de la
época en Suiza. Por último, se trata el tema del pecado en el Wesleyanismo que surgió con Juan Wesley
a mediados del siglo XVIII.
Se considera en la actualidad que un católico es toda persona que reconoce la jurisdicción del Papa[12].
Luego del siglo XVI, el término católico se le asignó en su uso corriente a una parte de la iglesia de Cristo
que se encontraba bajo la jurisdicción de Roma. No obstante, es relevante aclarar que en su uso
genérico el término “católico” significa universal, pero en su uso sociológico habitual se asocia con la
Iglesia de Roma[13]. Además del nombre de Iglesia de Roma, también se le ha denominado Catolicismo
e Iglesia Católico Romana.
Es importante reconocer algunas de las bases teológicas del Catolicismo para poder entender mejor su
concepto sobre el pecado en el creyente. Su teología parte de dos fuentes principales: la Biblia y la
tradición. El Catolicismo considera que la tradición también es la Palabra de Dios, que se transmitió
oralmente desde el tiempo de Jesús y los Apóstoles, la cual se conoce como el magisterio de la
Iglesia[14]. Afirma también que se puede cooperar con la gracia[15] mediante la fe, las buenas obras y la
participación en los sacramentos:
La Iglesia afirma que para los creyentes los sacramentos de la nueva Alianza son necesarios para la
salvación (cf Cc. De Trento: DS 1604). La “gracia sacramental” es la gracia del Espíritu Santo dada por
Cristo y propia de cada sacramento. El Espíritu cura y transforma a los que lo reciben conformándolos
con el Hijo de Dios. El fruto de la vida sacramental consiste en que el espíritu de adopción deifica (cf. 2 P
1, 4) a los fieles uniéndolos vitalmente al Hijo único, el Salvador[16].
La salvación se obtiene no sólo por gracia, sino por el uso de sacramentos los cuales conceden gracias
especiales que unen al creyente más a Dios. Para el Catolicismo los sacramentos son “... gracias
exteriores instituidas por Nuestro Señor Jesucristo para darnos la gracia y las virtudes”[17].
Específicamente son siete: Bautismo, Confirmación, Penitencia, Comunión, Extremaunción, Orden
Sacerdotal y Matrimonio.
De igual forma dentro del Catolicismo se practica la Misa que, de acuerdo con su teología, es: “... el
mismo sacrificio de Jesucristo en la Cruz, que se ofrece todos los días a Dios sobre el altar, por medio del
ministerio del Sacerdote y bajo las especies de pan y vino”[18]. Lo que motiva el ofrecimiento de la
Misa es la expiación de los pecados y la petición a Dios de la obtención de bienes espirituales y
temporales. También, se puede realizar para honrar a los santos y pedir su intercesión y, finalmente, se
hace para ayudar a las almas que están en el Purgatorio para que sean libradas del tormento presente en
este lugar[19].
En lo que tiene que ver directamente con el pecado el Catolicismo sostiene que es una ofensa a Dios, una
falta contra la razón, la verdad, y la conciencia recta, que hiere la naturaleza del hombre y atenta contra
la solidaridad humana[20]. De igual forma, el pecado hace que el hombre pierda el dominio de las
facultades espirituales del alma sobre el cuerpo, y que la relación entre el varón y la hembra sea
sometida a tensiones dañinas[21]. El Catolicismo plantea que el hombre pecador está en una situación
no grata delante de Dios, y se concibe como la depositaria de Dios para ayudar al transgresor a que se
libre de la condenación. Por otro lado afirma que los pecadores pueden acceder a los canales de gracia
que el Catolicismo les ofrece, pero que no todos desean unirse a esa generosa gracia[22].
El Catolicismo sostiene que el problema del hombre se encuentra en su mismo corazón, pero que
aunque el pecado haya borrado la imagen de Dios, no lo ha destruido por completo[23]. Afirma
enfáticamente que en la vida cristiana no se puede olvidar el pecado porque el cristiano sigue
pecando[24].
1.1.1 Las clases de pecados. El Catolicismo clasifica el pecado en tres grupos: original, mortal y venial.
De acuerdo con el Catolicismo, la división entre pecados mortales y veniales se desprende del texto de I
Juan 5:16-17: “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá y Dios le
dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el
cual yo digo que no se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte”. Igualmente, el
Catolicismo sostiene que esta división es posible porque la experiencia lo corrobora[25].
1.1.1.1 El Pecado Original. El Catolicismo declara que Dios creó al hombre en un estado de justicia
original: “La revelación nos da a conocer el estado de santidad y justicia originales del hombre y la mujer
antes del pecado: de su amistad con Dios nacía la felicidad de su existencia en el paraíso”[26]. Adán y
Eva no quisieron permanecer en ese estado, sino que desearon ser como Dios y quedaron sin los
privilegios de los que gozaban. Su pecado se transfirió a todos los demás hombres porque Adán era la
cabeza representativa de la humanidad; dicho pecado se llama pecado original[27].
Dado que toda la humanidad nace con pecado debido a la desobediencia de Adán, solamente por medio
el Bautismo se puede perdonar: “Por el bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos
de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su
misión”[28]. Pero, los demás males (los físicos y la concupiscencia, o inclinación al pecado) permanecen
aún después de la administración del sacramento[29]. Por lo anterior, no se puede desligar el pecado
cometido en el Edén cuando se habla del pecado y de la miseria en que viven los hombres. Todo pecado,
luego del original, es una nueva desobediencia a Dios y una clara falta de confianza en su bondad[30].
1.1.1.2 El pecado mortal. El Catecismo del Padre Astete afirma que el pecado mortal es cuando se hace,
se dice, se piensa o se omite algo contra la ley de Dios o la ley humana en materia grave, con plena
advertencia y pleno consentimiento[31]. De acuerdo con esta definición, el Catolicismo prosigue
explicando qué es materia grave de la siguiente forma:
La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven rico: “No
mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y
a tu madre” (Mc 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que
un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres es
más grave que la ejercida contra un extraño[32].
El Catolicismo sostiene que cuando el pecado mortal es cometido por ignorancia recibe una pena menor
a la correspondiente por el pecado mortal realizado con pleno conocimiento; es más grave el pecado
cometido por malicia o por elección deliberada del mal. Incluso, dicha ignorancia puede causar que el
pecado pase de ser mortal a venial. De igual forma, el pecado mortal en sí es disminuido por las
presiones externas, patologías o impulsos de la sensibilidad[33].
1.1.1.3 El pecado venial. El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere así a este tipo de pecado: “Cuando
no se observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley
moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento”[34]. El pecado es
venial porque enfría el fervor de la caridad y pone al infractor en predisposición para cometer pecado
mortal. La reiteración de un pecado venial puede convertirse en pecado mortal[35]. De esa manera,
estar en este pecado no le quita al pecador los privilegios de la gracia. En el pecado venial el pecador
está fuera de la ley pero no en contra de ella[36].
1.1.2 Las consecuencias del pecado. Las consecuencias se presentan de acuerdo a la clase de pecado
cometido. De los pecados graves son: en primer lugar, perder la comunión con Dios y de esa manera
quedar expuesto a la pena eterna[37], y en segundo lugar, que puede existir una pena temporal que
permanece en el pecador, a pesar de que esté liberado de la pena eterna. Esa pena debe ser vista, no
como castigo divino, sino como una consecuencia del pecado que se va a hacer realidad en el pecador
en esta vida, o luego de la muerte en el Purgatorio[38].
Los católicos no son tan contundentes para afirmar que el pecador puede perder su derecho a la
presencia de Dios, Hardon afirma: “Pequeños o grandes pecados, aún los grandes crímenes, no separan
al católico del cuerpo de la Iglesia. Su condición pecaminosa ciertamente lo priva de la vida de la gracia
de su alma y si muere en esa condición no será salvo. No obstante él sigue como miembro de la Iglesia,
aunque como miembro pecador, y entró a la Iglesia por el rito del bautismo”[39]. Adicionalmente
anotan que la culpa es la que lleva al pecador a volverse a Dios, pero de acuerdo a sus postulados la
culpa que surge después del pecado está afectada por el mismo pecado original, el cual la puede hacer
parecer mayor de lo que verdaderamente es[40].
La consecuencia del pecado original radica en el deterioro del alma y el cuerpo de quien lo posee, y
queda privado de la justicia y santidad sobrenaturales y, además de tener la concupiscencia en su ser, su
libre albedrío queda debilitado[41]. No obstante, el morir en este pecado no llevará al pecador al
infierno, a menos que se le añada un pecado personal mortal[42].
Si el pecado cometió fue venial, entonces al pecador se le “... impide el progreso del alma en el ejercicio
de las virtudes y de la práctica del bien moral”[43]. Adicionalmente, disminuye la gracia al resistir la
inspiración del Espíritu Santo, por lo que el pecador merece penas de carácter temporal. La pena
temporal, que puede llegar no sólo por los pecados veniales sino también por los mortales, se puede
aminorar con ciertas obras de penitencia como oraciones, limosnas y ayunos.
El Catolicismo asegura que Cristo sí pago la cuenta por los pecados de los hombres, pero les permite
ciertos sufrimientos en esta vida, o en el Purgatorio, para purgar las consecuencias temporales de sus
desvíos. De acuerdo con esta doctrina, el excedente de los sufrimientos de Jesús y de los santos, junto
con los de la virgen María, fue almacenado en las arcas de la Iglesia luego de haber hecho frente a las
demandas inmediatas. El sacerdote ahora tiene acceso a ese tesoro y lo administra para dar a los
pecadores la liberación de los sufrimientos a través de las indulgencias[44].
Las indulgencias son una gracia por la cual la Iglesia concede el perdón de la pena temporal que se debe
pagar por los pecados, ya sea en está vida o en el Purgatorio. Existen dos clases de indulgencias: las
plenarias, que perdonan toda la pena temporal, y las parciales, que lo hacen en parte[45]. Para ganar
indulgencias se debe hacer lo que la Iglesia manda a través de la Penitencia.
Los que no alcanzan a librarse de toda la pena temporal por sus pecados deben pagarla en el Purgatorio,
donde van las almas de los justos por un tiempo[46]. De acuerdo con lo anotado, es muy probable que
todos los hombres vayan allí como consecuencia del pecado. Los que no lo hacen, por lo general, son
elevados a la categoría de santos[47]. Los creyentes que queden en la tierra y crean que sus hermanos
en la fe permanecen en el Purgatorio, pueden transmitirles el pago de sus deudas a través de buenas
obras ofrecidas a Dios, para que se les aminore dicha pena temporal[48].
1.1.3 La solución al pecado. Según los conceptos anteriores se puede afirmar que todos los hombres
tienen algún tipo de pecado, por lo menos el original. El Catolicismo concibe que Jesucristo estableció el
Bautismo para quitar el pecado original[49]. Ratzinger sostiene que: “La Iglesia no conoce otro medio
que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no
descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer “renacer de agua y del espíritu” a todos los que
pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo ...”[50].
Por otro lado, dependiendo del pecado el infractor debe actuar de una u otra forma. El Catolicismo ha
creado un sistema para su absolución. Dicho sistema se conoce como la Confesión y la Penitencia.
La Confesión es un reconocimiento expreso y personal de todos los pecados graves cometidos por el
pecador, después del Bautismo o desde la última confesión, ante un sacerdote autorizado. La confesión
se debe hacer por lo menos una vez al año. Debe ser secreta, pero en un estado real de
arrepentimiento. El pecador debe confesar todos los pecados hasta donde la memoria le permita
recordarlos[51].
El sacramento de la Penitencia consiste, además de la Confesión, en el acto de recibir la absolución y
hacer un acto de Penitencia. Este sacramento es considerado necesario para la salvación de las personas
luego de haber caído, así como lo es el Bautismo para aquellos que no han sido regenerados[52]. Los
actos de Penitencia son: privados, como la contrición, que es un dolor por haberle fallado a Dios; y
también, públicos, como los actos de satisfacción. Por ejemplo, si alguien roba, debe devolver lo robado.
Pero, además, los católicos afirman que: “Liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la
plena salud espiritual. Por tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados: debe “satisfacer” de
manera apropiada o “expiar” sus pecados. Esta satisfacción se llama también penitencia”[53]. Así, debe
cumplir con algún requerimiento dado por el sacerdote consistente en oraciones, ofrendas, servicio a los
demás, privaciones, sacrificios u otras obras.
Cuando un pecado es mortal, es necesario el sacramento de la Penitencia, en tanto que para el perdón
de los pecados veniales pueden ser expiados a través de la comunión y la confesión anual mínima
establecida. Los pecados veniales también son perdonados cuando el agresor realiza cualquier acto de
piedad, con espíritu de penitencia[54].
1.1.4 El concepto de salvación. De acuerdo con la Iglesia Católica Romana, una persona se salva si es
bautizada y si obedece las enseñanzas del Papa. Los creyentes que vivieron antes de la venida de Jesús
se salvaron por la fe depositada en el Mesías que iba a venir. Los que no han oído de la Iglesia se salvan
si han cumplido la ley natural[55].
El concepto de salvación está íntimamente ligado con las doctrinas concernientes a la santificación y a la
justificación. El Catolicismo declara que esas doctrinas se manejan bajo la misma acción de Dios, en un
mismo momento, cuando Él hace santa y justa a una persona, las dos realidades van juntas[56].
La justificación es la real remisión de pecados. Es el tránsito del estado en que los hombres nacen (el
pecado original trasmitido por ser hijos de Adán) a un estado de gloria y adopción divina. La justificación
le quita al alma todo pecado que haya cometido, y reina a cambio el amor a Dios y al prójimo[57]. Aún
así, queda en el hombre pecado venial, además de que el diablo queda con cierto dominio sobre él[58].
Prosiguiendo con la idea anterior, se puede obtener la justificación de dos maneras: mediante el
Bautismo (de infantes o adultos que hayan cometido pecados personales) o la absolución sacramental, al
participar de la Comunión en la Misa, o al ser exculpados mediante la Penitencia[59].
Debido a los conceptos que manejan en el Catolicismo, se podría decir que existe una especie de
“santificación progresiva”. Esto va en la misma dirección por lo planteado por Liege cuando afirma: “El
orden de santidad de Cristo es descubierto por el cristiano progresivamente. La sensibilidad al pecado
crece al compás de la vida con Cristo”[60]. Ese progreso se da luego de la santidad obtenida en el
Bautismo por ejercitar una vida grata a Dios. Adicionalmente, Cristo desea que el feligrés llegue al límite
del esfuerzo.
De acuerdo con la doctrina del Catolicismo, son pocos los que llegan a ser librados del pecado
completamente. No obstante, existen creyentes que no cometen pecado mortal. Como dice Berscht:
“Quien, como justificado, vence la tentación al pecado (grave) conserva no sólo la relación de obediencia
que hasta ahora ha presentado a Dios (de modo que sale de la tentación idéntico a como era cuando se
vio inducido a ella), sino que profundiza su obediencia de fe, y le da una decisión más radical”[61].
Aquellos que no cometen pecado mortal están a punto de convertirse en santos por sus acciones. Con
ellas acumulan indulgencias en las arcas de la Iglesia. Después de su muerte y de algunos ritos de
entronización, llegan a ser parte del santoral, al que los demás creyentes pueden acudir para solicitar la
liberación de sus propios castigos temporales. Como se puede evidenciar, es un escaso grupo el que
goza de la plenitud de la presencia viva de Cristo en su vida, y ello se le mostrará por revelación directa
de Dios[62].
Resumiendo la postura del pecado desde la óptica del Catolicismo, se puede expresar que los creyentes
siguen pecando, ya sea cometiendo pecados veniales o mortales, solamente los santos no cometen
pecados mortales. Por esta causa, los creyentes pierden su posición de beneplácito ante Dios. Para salir
de ese estado deben acudir a la Confesión y el cumplimiento de la Penitencia. Aunque la culpa es la que
hará que los creyentes se vuelvan a Dios, de acuerdo a sus postulados, esta condición es viciada por el
mismo pecado y es inferior a lo que realmente parece. De todos modos, el Catolicismo considera que el
arrepentimiento es necesario para liberar al infractor de la pena eterna, pero no de la pena temporal
que deberá ser cubierta por el creyente mediante buenas obras o por su estadía en el Purgatorio.
Un calvinista es aquel creyente en Cristo que mantiene dentro de sus posturas doctrinales las conocidas
como doctrinas de la gracia. Palmer las describe así:
1. Total depravación del hombre: significa que el hombre natural nunca puede hacer ningún bien que
sea fundamentalmente agradable a Dios.
2. Elección incondicional: Dios elige a su Iglesia no basado en lo que el hombre piensa, dice, hace o es.
3. Expiación limitada: Cristo quitó la culpa de los pecados a un número limitado de personas.
4. Gracia irresistible: cuando Dios ha escogido, por su gracia, a algunos para que se salven, y cuando
envía a su Espíritu para que los transforme de seres odiosos a seres amantes, nadie puede resistirle.
5. Perseverancia de los santos: los creyentes perseveran en la confianza en Cristo como salvador[63].
El Calvinismo afirma que el pecado hace que el infractor se aparte de Dios. El pecado consiste en no
creer en lo que Dios dice que se debe o no hacer, y además, en fallar al cumplir sus mandatos[64]. Para
explicar el tema del pecado en el creyente, se considerarán los siguientes puntos: el pecado original,
pecados diferentes al original, y el concepto de salvación.
1.2.1 El pecado original. Al hablar sobre el pecado original Berkhof sostiene: “La esencia de aquel
pecado consiste en el hecho de que Adán se colocó en oposición a Dios, en que rehusó someter su
voluntad a la de Dios, en impedir que Dios determinara el curso de su vida y en que activamente intentó
quitar el asunto de las manos de Dios y determinar el futuro por sí mismo”[65]. Dicho pecado, no
solamente le quitó unos privilegios a Adán, sino que hizo que sus descendientes nacieran con una
corrupción y perversión que llegan a toda parte del alma, por ser la cabeza representativa de la
humanidad[66].
Calvino denomina depravación al pecado original. De allí el nombre de la total depravación del hombre
acuñada por los calvinistas. Esta hace a los seres humanos culpables de la ira de Dios y tendenciosos al
mal. Por ese pecado, dice Boettner, el hombre está inclinado, incapacitado y opuesto a todo bien e
inclinado a todo pecado[67], y que todo lo que hace está potencialmente contaminado de pecado. Esto
no significa que el hombre no pueda hacer algún bien, sino que está incapacitado para llegar a Dios por
sus propios medios. Por esta última razón, algunos prefieren llamarla la doctrina de “incapacidad total”
en lugar de “depravación total”[68].
Palmer asevera que “... el no regenerado no puede hacer lo que es verdaderamente bueno”[69]. De esa
manera el pecado domina al hombre, es su amo, y no le queda otra alternativa diferente que pecar
siempre. Por ello, el pecado original hace que los hombres no puedan hacer el bien, no puedan
entenderlo y no puedan desearlo. Sin embargo, no hacen tanto mal como pudieran ya que Dios
mantiene una gracia común sobre todos, que les retiene de llegar a extremos en su pecado[70].
El Calvinismo sostiene que su doctrina es la que verdaderamente toma en serio el ingreso del pecado al
mundo, y que está claramente explicada en la Escritura. Basan toda su teología en la depravación total,
pues sin un entendimiento claro de lo que significa, no se podrán sustentar las otras cuatro doctrinas de
la gracia. Para el calvinista la actual situación del mundo es una clara muestra de lo que es capaz la
depravación del hombre[71].
1.2.2 Otros pecados. Calvino no sólo disertó acerca del pecado original, sino también se refirió a otros
pecados, y trató de ubicarlos por clases, dependiendo de la ofensa y de su impacto. En la Institución de la
Religión Cristiana se asevera que hay pecados ocultos y públicos, además de leves o graves, según esta
explicación:
1. Los pecados ocultos: son pecados que no causan escándalo, se deben reprender en la Iglesia
haciéndolo con cada uno en particular (Mateo 18:15).
2. Los pecados notorios: son pecados que causan alboroto y son notorios en la comunidad. A aquellos
que los causan se les debe reprender delante de los demás, para que sirva de testimonio (I Timoteo
5:20).
3. Faltas leves: aunque Calvino no las muestra de manera clara, se pueden definir como pecados que no
son exagerados en su acción. También los llama ligeros.
4. Faltas graves: son aquellos pecados escandalosos que hacen que el nombre de Cristo sea tomado a
menos; el pecador debe ser amonestado fuertemente por la Iglesia en caso de cometerlas[72].
A pesar de las divisiones anteriores, el Calvinismo asegura en su doctrina que todo pecado, desde el
original hasta cualquiera cometido, merece el castigo de Dios. No importa la envergadura, el escándalo
que pueda producir o lo sutil que parezca. Calvino argumenta que de existir pecados mortales y
veniales, los pecados de los creyentes se deberían considerar como veniales, no porque la naturaleza
misma del pecado así lo considere, sino porque son perdonados a través de la misericordia de Dios[73].
1.2.3 Concepto de salvación. Una persona es salva, de acuerdo con el Calvinismo, cuando cree que la
obra ofrecida por Cristo en la cruz es para ella, y cuando reconoce que es sólo por la misericordia de
Dios, de esta forma solo es receptora y no hacedora. En el acto mismo de la salvación, primero actúa el
Espíritu Santo en la persona, quien le da vida para que pueda creer, y así, pueda responder al
ofrecimiento de salvación. Cuando alguien llega a creer, sus pecados le son perdonados y queda libre del
yugo de la esclavitud del pecado. Con el fin de ampliar esos conceptos, se desarrollarán de forma
separada el concepto de la justificación y el de la santificación, ya que en el momento de la conversión la
persona es declarada justa y hecha santa.
1.2.3.1 La justificación. Berkhof la define como: “Un acto judicial de Dios en el cual él declara, sobre la
base de la justicia de Jesucristo, que todas las demandas de la ley están satisfechas con respecto al
pecador”[74]. Es Dios quien, como dice Pablo, hace la obra de la justificación (Romanos 8:33). Es un
acto judicial mediante el cual el pecador se declara libre de las exigencias de la ley, y se hace necesario
porque la ley ha sido violada. Resulta una equivocación declarar que la justificación es una infusión de
santidad en el creyente y, además, no significa que la lucha interior con el pecado desaparezca después
de creer.
1. Perdón de todos los pecados; tanto los que se han cometido como los que se cometerán.
2. Librarse de la relación con la ley como regla de esclavitud, la que se cambia por una nueva bajo el
Espíritu.
1.2.3.2 La Santificación. Es otro de los privilegios que se reciben al llegar a ser de Cristo. De acuerdo con
el Catecismo Menor de Westminster la santificación es: “... aquella obra de la libre gracia de Dios, por la
cual sus elegidos son renovados según la imagen de Dios, y son capacitados más y más, a morir al pecado
y a vivir para la justicia”[78]. Así pues, está definición muestra varios aspectos con respecto a la creencia
calvinista de la santificación: en primer lugar que Dios es quien la efectúa. En segundo lugar la gracia es
el medio por el cual Dios santifica, y que dicha gracia restaura al creyente a la imagen del que lo creo.
Por último, la santificación es sobre toda la persona, y tiene como efecto morir al pecado y vivir para la
justicia.
Es importante considerar, dentro de esta doctrina calvinista, que la santificación es progresiva y que no
será completa en esta vida. Así lo expresa Boyce:
It is not sanctification to be complete in this life. It is not, like justification, a single act, but is a
continuous process. The work goes on throughout the lifetime of the believer, nor is it completed before
death. This is manifest from the frequent exhortations to santification addressed to those who are
already believers in Christ, and actually called saints ... It is also shown by the warnings, about the danger
of backsliding, addressed to christian believers ... christians are not presented in the New Testament as
completely pure and holy, but, on the contrary, the very best of them acknowledge the existence of
sinful tendencies and pronounce any idea of freedom from the presence of sin to be a delusion[79].
[La santificación no será completa en esta vida. Esta no es, como la justificación, un acto único, sino es un
proceso continuo. La obra va a través del tiempo de vida del creyente, no es completa antes de la
muerte. Esto se manifiesta en las continuas exhortaciones a la santificación dirigidas a aquellos quienes
aún son creyentes en Cristo y actualmente se llaman santos ... Esto también se ve en los avisos contra el
peligro de caer, dirigidos a los creyentes cristianos ... los cristianos no son presentados en el Nuevo
Testamento como completamente puros y santos, pero, por el contrario, los mejores de ellos reconocen
la existencia de tendencias pecaminosas y declaran que la idea de la libertad de la presencia del pecado
es una ilusión.]
En dicho proceso, el creyente debe luchar contra sus propias tendencias pecaminosas. Calvino enuncia:
“Es por esto por lo que, sintiéndose así divididos en ellos mismos por afectos contrarios, fuerzan su
naturaleza lamentando mucho a lo que ella les obliga”[80]. Entonces hay una continua pugna entre la
carne y el espíritu, en la que el creyente se duele por ver su situación.
El Calvinismo anota que la santidad completa, o la liberación del pecado, solo se dará luego de la muerte.
Asegura Calvino que: “... por grande que sea la santidad de los hijos de Dios, es tal su condición, que
mientras viven en este cuerpo mortal, no pueden aparecer delante de Dios si no ha habido remisión de
sus pecados puesto que siempre son unos pobres pecadores”[82]. Dicho sistema doctrinal brinda
algunos ejemplos tomados de la Biblia para decir que el creyente falla, como David quien, siendo
“cabeza de la justicia”, hizo derramar sangre inocente para satisfacer su propio deseo carnal, como
sucedió en su relación con Betsabé.
Para el continuo caminar por la senda del Espíritu y no de la carne, además del constante hacer morir lo
terrenal en el creyente, el Calvinismo apunta a que es necesaria la disciplina en la Iglesia. Afirma que la
doctrina salvadora de Cristo es el eje de la Iglesia, y la disciplina es la que ayuda a que cada creyente se
mantenga en ese eje y en el lugar indicado[83]. El Calvinismo indica que la disciplina y la amonestación
ayudan al creyente a crecer en la fe, y le redarguyen de su falta. Cuando la disciplina es pública, llama la
atención a los corregidos, y los no corregidos aprenden a no decaer en el camino de la fe[84].
Dentro de la doctrina calvinista se practica que al creyente que se comporta como impío y vive en forma
escandalosa, se le debe disciplinar no administrándole la Santa Cena, además no se le debe considerar
como creyente, y los demás no se deben juntar con él. Se puede llegar incluso hasta la excomunión. Así
lo explica Calvino:
A pesar de considerar todo pecado como un distanciamiento de Dios, Calvino describe que de poder
hacer división entre pecados mortales y veniales, todos serían veniales por la misericordia divina[86].
Los verdaderos creyentes aunque pequen, se arrepentirán y no perderán la salvación. No obstante, a
aquellos que vivan en pecado de manera escandalosa, no sólo se les debe privar de la Cena del Señor,
sino que deben ser tratados como si no fueran creyentes, poniendo en tela de juicio su real conversión.
El Wesleyanismo mantiene la doctrina de la “entera santificación” como una de sus posturas doctrinales
principales. Duewel la explica así:
Es más que simplemente tener interés en las cosas espirituales, más que la fidelidad en la oración y la
lectura de la Palabra de Dios. Es más que evitar ceder voluntariamente a la tentación.
Todo cristiano debe vivir una vida de separación de pecados en todas sus formas externas. La vida
exterior del cristiano renacido que no ha sido lleno del Espíritu Santo debe ser tan santa como la de una
persona enteramente santificada. Es en la vida interior, fuera de la vista de otros, que la purificación, la
plenitud, y el poder del Espíritu se realizan. La novedad en una persona ya crucificada con Cristo
santificada completamente es una novedad interior de amor, limpieza, victoria y poder[87].
Al hacer referencia sobre el tema particular del pecado, el Wesleyanismo lo define como la trasgresión
de la ley de Dios, quien en sus leyes muestra su amor y la expresión de su carácter. El pecado es una
violación a la relación de amor de Dios con el hombre, o con los otros seres creados. Para el
Wesleyanismo el pecado incluye un agente volitivo de la trasgresión a la ley conocida de Dios[88]. No
atribuye pecado a aquellas situaciones en donde no hay un principio ético envuelto, o a aquellas en las
que no hay opción de evitarlas, porque de esa manera se ubicaría la acción de pecar en el campo
netamente determinista[89].
1.3.1 El pecado original. Wesley concebía que el hombre era perfecto en su estado original, aunque no
explica cómo ese ser perfecto pudo caer en el mal, como de hecho sucedió[90]. La caída de Adán
arrastró consigo a toda la humanidad. En Adán mueren todos, así que los cuerpos de la humanidad se
volvieron mortales, las almas de ellos murieron y fueron separadas de Dios. Entonces, los hombres
nacen con naturaleza pecaminosa y por lo tanto, son hijos de ira sujetos a la muerte eterna[91].
Wesley sostiene que cuando el hombre cae, la parte moral de la imagen de Dios que posee, se pierde. La
imagen de Dios en el hombre le ha dado entendimiento, inmortalidad y dominio sobre las cosas
creadas[92]. El hombre pierde la parte moral pero la espiritual queda desfigurada y no destruida.
A pesar de que el hombre no es capaz de llegar a Dios, porque perdió su imagen moral, Dios le ha dejado
cierta medida de gracia para que lo pueda conocer. Si esta gracia es cultivada, hará que el deseo de
conocerle crezca más y más[93]. Dicha gracia, conocida como “gracia preveniente”, puede estar en la
persona por diversos factores, por ejemplo, por las oraciones de los hijos de Dios. Por medio de estas
oraciones se prepara el alma de la persona para recibir la gracia salvadora de parte de Dios. Toda la
gracia ya sea común, preveniente, santificadora o salvadora, proviene de Dios[94].
Finalmente, se puede anotar que este sistema considera al hombre sin capacidad y sin esperanza de
llegar a Dios por sí mismo. El hombre tiene la naturaleza corrompida, está espiritualmente muerto,
muerto en el pecado, carente de la vida de Dios. Cox cita a Wesley para mostrar lo que éste pensaba de
la corrupción de la naturaleza humana:
En Adán todos murieron, toda la humanidad, todos los hombres que descienden de Adán. El resultado
natural de esto es que cualquiera que desciende de él, viene al mundo espiritualmente muerto, muerto a
Dios, totalmente muerto en el pecado; totalmente carente de la vida de Dios, carente de la imagen de
Dios, de toda esa justicia y santidad en que Adán fue creado. En lugar de esto, todo hombre nacido
ahora en el mundo, lleva ahora la imagen del diablo en el orgullo y lo voluntarioso; la imagen de la
bestia, en los apetitos y deseos sensuales[95].
1.3.2 El concepto de salvación. Una persona es salva por la obra de Cristo en la cruz y esa salvación es
efectiva en el momento de creer. Para el Wesleyanismo existen dos momentos de crisis en la fe: en
primer lugar, existe el momento de la justificación, en donde la persona es perdonada y recibe la nueva
vida en Cristo, el creyente percibe la llenura del gozo por la salvación obtenida. En segundo lugar, el
creyente siente la convicción, por el Espíritu Santo, de que aún es inmundo debido a que queda un
remanente pecaminoso en él, por lo que necesita la obra de la gracia llamada “entera o perfecta
santificación”, en la que su naturaleza interior es limpiada por el Espíritu Santo[96].
1.3.2.1 La Justificación. Wesley aduce que la justificación es por fe, y la define como el perdón presente
de los pecados y el ser aceptado por Dios. Pero la fe debe ser verdadera, condición que sólo se da si ha
pasado por el arrepentimiento y la convicción. De igual forma considera que la base de la justificación es
la obra de Cristo y no ninguna obra humana. Todos los pecados pasados, sean de obra, de pensamiento
o de palabra, han sido perdonados. La justificación se mantiene siempre que se mantenga la fe, pero la
fe se puede perder, según Wesley, y de esa manera la justificación.
Al ser justificado un pecador, ya no está bajo la condición de condenación por sus pecados, sino que
entra en una relación de justicia ante Dios. Todo lo que debía por el pecado ha sido cancelado por la
obra de Cristo y es ahora un hijo de Dios. Los pecados que son remitidos son los del pasado, y ahora al
creyente jamás se le tomarán en cuenta[97].
Un creyente justificado puede pecar intencionalmente y aún así sus pecados no son necesariamente
imperdonables. Es un error considerar que una persona que ha sido justificada no pueda pecar. Lo hace,
pero puede volver a la comunión con Dios por el arrepentimiento[98].
Wesley sostiene que: “Es un hecho innegable que algunos de los que han nacido de Dios, según el
testimonio, no sólo han podido pecar, sino que de hecho han cometido pecados, aún graves y exteriores,
han quebrantado las leyes de Dios, claras y conocidas, hablando y haciendo lo que sabían que Él había
prohibido”[99]. Si el creyente indudablemente peca ¿Qué le sucede? El creyente pierde la gracia que le
ha sido dada para ser salvo, por lo que pierde su salvación[100].
1.3.2.2 La perfección cristiana. Aún cuando Wesley no marcó claramente las líneas divisorias entre la
santificación y la justificación, sí especificó que la santificación se da gradualmente, de manera que es
posible llegar desde un punto inicial hasta un estado de perfección. El Wesleyanismo declara que en la
santificación inicial el creyente es capaz de vivir sin cometer pecado. Cox anota: “... esta obra inicial hace
a la persona suficientemente perfecta como para no cometer pecado”[101]. En este momento el
creyente ya es santo pues participa de la santidad de Cristo. La santificación progresiva se presenta
antes y después de la entera santificación. Antes de darse la perfección existió un crecimiento en la
santidad del creyente, luego de ella, los creyentes son limpiados totalmente y se crece en amor[102]. Un
ejemplo con el que se explica este hecho es el de un niño en el vientre de la madre, pues dentro del
vientre está creciendo y luego que nace sigue creciendo; el alumbramiento sería la entera santificación o
también llamada segunda obra de gracia[103].
Cox provee una explicación más amplia de la santificación cuando se refiere al aspecto negativo, o lo que
tiene que ver con el pecado en la santificación: “La justificación libra de la culpa del pecado, aunque uno
se aproxima gradualmente a este momento. La santificación libra del “poder” del pecado en otro
momento más tarde. Cuando “morimos al pecado” nos aproximamos más a este último momento. Pero
llega el tiempo cuando uno está muerto al pecado, cuando su corazón es puro, y es cuando únicamente
ese amor puro llena el corazón”[104].
Ahora bien, la perfección no quiere decir que la persona no tenga que cumplir con la ley. El creyente que
ha llegado a ese estado debe mantener una actitud vigilante a través de la lectura de la Biblia, la
realización de ayunos, el mantenimiento de la templanza y la participación en la Cena[105]. La
perfección no incluye el estar libre de la ignorancia, de tentaciones, o incluso de equivocaciones. El
perfecto posee un corazón lleno de amor a Dios, y en ese momento no tiene pecado. A pesar de que la
perfección es algo dado por la fe e instantáneamente, tampoco quiere decir que el creyente no deba
buscarla, puesto que debe disciplinarse en cumplir los mandamientos, llevar la cruz cada día y negarse a
sí mismo de continuo[106].
¿Puede pecar un creyente que ha tenido la experiencia de la segunda obra de gracia o perfección? La
respuesta dada por Duewel es que, a pesar que se ha sido perfeccionado, el creyente aún es humano y
presenta algunas razones:
En cuanto a los pecados, el Wesleyanismo asegura que no son pecados aquellas flaquezas o debilidades
que se realizan sin intención, surgen por una debilidad y no por un acto deliberado. El pecado es tal
porque se comete deliberadamente en contra de la ley de Dios[108], y para no pecar se debe
permanecer en la fe, en el amor y en la oración[109]. Aunque en la vida de un creyente puedan darse
trasgresiones involuntarias, las tales no se consideran pecado[110]. Cox lo explica de la siguiente
manera:
El recién convertido así como el más débil de los hijos de Dios ha terminado con esta clase de pecado.
En tanto él posea esta fe viviente, no traspasa voluntariamente una ley conocida de Dios ... Los pecados
del santificado tampoco se refieren a esa pecaminosidad que permanece en el creyente después de la
justificación, pero que es purificada en la experiencia de la entera santificación. Wesley considera “el
pecado en los creyentes” como algo muy real ... Esta clase de pecado está presente en el creyente que
ha sido santificado inicialmente, pero ya no permanece en el que está enteramente santificado. El
enteramente santificado puede perder su estado de gracia y retroceder a la pecaminosidad del creyente,
pero mientras que conserve esta “segunda gracia” está libre de esta segunda clase de pecado. Pero
Wesley vio una tercera clase de pecado a la que llamó “pecados” de ignorancia, “pecados” de flaqueza o
errores. Estos pecados son compatibles con el perfecto amor y el cristiano completamente santificado
los experimenta constantemente[111].
Lo importante es tener en cuenta que el creyente lucha en contra de los pecados, algunos lo pueden
llevar a perder la salvación, y otros lo pueden conducir del estado de entera santificación a volver a ser
creyente sin esta gracia. Mientras viva en la entera santificación se presentaran flaquezas de la carne o
faltas por ignorancia. Para el Wesleyanismo las flaquezas del cuerpo son debilidades normales que
afrontan todos los seres y son diferentes a la concupiscencia carnal, y no deberían considerarse como
pecado[112].
2. ESTUDIO DE I CORINTIOS 3:1-4
La carta de I Corintios tiene relevancia para el tema del pecado debido a la lucha que los creyentes de
Corinto tuvieron en este aspecto. Su lucha se hace evidente a través de las diferentes exhortaciones que
el apóstol Pablo les hace por sus comportamientos. Desde el mismo inicio de la carta, los corintios son
reconvenidos para que no continúen apoyando a los distintos líderes que se habían levantado, porque
esto acarreaba la formación de diferentes grupos en la iglesia (1:10-17). Además, les exhorta sobre
diferentes clases de pecados que estaban cometiendo, como por ejemplo desordenes sexuales (5:1-13),
conflictos entre los hermanos (6:1-11), falta de misericordia con los débiles (8:1-13 y 10:23-33), y
participación en la Santa Cena de forma indigna (11:27-34), entre otros.
Llama la atención el hecho de que, hacia el capítulo tres de la carta, el apóstol se refiere a los corintios de
una forma diferente a como lo venía haciendo. Al inicio fueron llamados “santificados en Cristo” (1:2),
en 29 oportunidades son denominados “hermanos”, también “amados” en tres ocasiones, y en dos
momentos los llama “santos”. Sólo en 3:1-4, los denomina “carnales”, punto en el que Pablo retoma el
tema de las divisiones, planteado con anterioridad en el capítulo uno.
Este texto es clave para analizar la relación del pecado con el creyente, pues a partir de allí se suscitan
varias preguntas:
1. ¿Existe diferencias de “clase” entre los cristianos, de manera que unos sean espirituales y otros
carnales?
2. ¿Un creyente puede comportarse como un simple hombre que no conoce a Dios?
Además, el texto de I Corintios 3:1-4 ha generado confusión en algunas iglesias que se han familiarizado
con la Biblia anotada de Scofield, cuya nota en este punto sostienen lo siguiente:
Pablo divide a los hombres en tres clases principales: psuquikos, “de los sentidos” (Stg 3:15, Jud 19), o
“natural”; esto es, el hombre adámico, no renovado por el nuevo nacimiento (Jn 3:3,5); pneumatikos,
“espiritual” es decir, el hombre que ha sido renovado, que está lleno del Espíritu y anda en el Espíritu, en
plena comunión con Dios (Ef 5:18-20); y sarquikos, “carnal”, es a saber, el hombre renovado que anda
“según la carne” y permanece como un niño en Cristo (1 Cor 3:1-4). El hombre natural puede ser
erudito, apacible, elocuente y fascinante, pero el contenido espiritual de las Escrituras le es
absolutamente oculto; mientras que el cristiano carnal es capaz de comprender solamente las verdades
más sencillas (la “leche”) de la revelación bíblica (1 Cor 3:2)[113].
Estas iglesias toman parcialmente el concepto que presenta la nota de Scofield, cuando se refiere a
“carnal”, puesto que afirma que es un “hombre renovado que anda según la carne”. Es más, hacen una
ampliación al describir al carnal como un creyente que “ha recibido a Cristo pero que vive en derrota
porque confía en sus propios esfuerzos para vivir la vida cristiana”[114]. Además, y de acuerdo con este
acercamiento doctrinal, un creyente carnal se caracteriza por no haberse entregado por completo a
Cristo y porque su comportamiento es igual al de un no creyente. El creyente carnal ha aceptado a
Cristo como su Salvador, pero no como su Señor[115].
Se hace imperativo ir al texto mismo para responder a algunas inquietudes, entre ellas: ¿Cómo fue el
trato de Pablo con aquellos hermanos que tenían algunos inconvenientes en su vida diaria en relación
con el pecado? ¿Por qué los denomina carnales y qué implicación tiene hacer esto? ¿Han perdido su
salvación? ¿Llamarlos carnales es una forma de disciplina?
No obstante, vale la pena aclarar que el tema del pecado en el creyente no puede ser abarcado en su
totalidad por este texto de I Corintios 3:1-4. Sin embargo, debido a la problemática de la iglesia de
Corinto en relación con el pecado, y al manejo dado al texto por algunos creyentes, resulta necesario un
estudio serio del pasaje.
Pablo había fundado la iglesia de Corinto luego de su paso por Atenas, según atestigua Hechos 18:1-7. La
carta de I Corintios es una de las conocidas como grandes epístolas, junto con Romanos, II Corintios y
Gálatas[116].
2.1.1 Autor. Existen evidencias internas y externas acerca de la autoría de Pablo de I Corintios. En
cuanto a las internas, él se menciona como su autor en varios sitios (1:1, 12, 13; 3:4,5,22; 16:21). Pablo
se identifica en la fórmula introductoria (1:1-3) como apóstol de Jesucristo y junto con Sóstenes, se
declaran como los remitentes de la carta. Adicionalmente en los saludos finales (16:21), Pablo aclara
que él escribe de su propia mano. Con relación a las evidencias externas que identifican la carta como
paulina, Clemente de Roma en el año 95 d.C. escribía a los corintios teniendo presente el tema de los
partidos que se habían levantado en Corinto[117]. Además, aparecen referencias a la carta en la epístola
de Bernabé (aprox. 132 d.C.), en la Didaqué (aprox. 90 d.C.), y en Diálogo de Justino Mártir (aprox. 150
d.C.). Por su parte, Marción (aprox. 140 d.C.) consideró la carta como parte del canon, y en el Código
Muratoriano (aprox. 170 d.C.) se declaró que ambas cartas a los corintios pertenecían a Pablo.
Finalmente, también ha sido citada ampliamente por Clemente de Alejandría (aprox. 180 d.C.)[118].
2.1.2 Destinatarios. Pablo menciona a los receptores de la carta en el v. 2, “... a la iglesia de Dios que
está en Corinto”. Esta iglesia fue fundada por Pablo, así lo atestigua Hechos 18:1-7. Estaba constituida
por gentiles y judíos de diferentes clases socio-económicas; era una iglesia en donde confluían la riqueza
y la pobreza (7:17 y 11:21). Probablemente los judíos constituían la minoría con respecto a los gentiles,
quienes tenían conceptos helenísticos del mundo y del comportamiento ético[119].
Los contactos de Pablo con sus destinatarios tuvieron lugar en más de una ocasión como lo atestiguan
varias referencias bíblicas: Hechos 18:1-3; I Corintios 5:9, 7:1, 16:17-18; II Corintios 2:1-4, 7:14, 10:1, 10,
11:12-15; II Timoteo 4:20[120].
2.1.3 La ciudad de Corinto. Esta fue fundada nuevamente en el año 44 a.C. por Julio César, debido a su
ubicación estratégica para el comercio, puesto que poseía dos puertos, uno por el oeste hacia el mar
Adriático y el otro en dirección al Egeo. El comercio hizo muy prospera a la ciudad de Corinto y la
abundancia de dinero facilitó el surgimiento de los vicios, la fornicación y la idolatría[121].
La lengua oficial de la ciudad de Corinto era el latín y la de uso común era el griego. Toda una reunión de
culturas se unía en la ciudad: griegos, romanos y orientales. Lo que la llevó a tener un alto nivel de
competitividad, pragmatismo y pluralismo[122].
2.1.4 Ocasión y propósito. Indudablemente el Espíritu de Dios guiaba a Pablo a escribir sus cartas, con el
fin primordial de establecer a los destinatarios en la doctrina y darles pautas relacionadas con aspectos
que afectaban la vida en comunidad. En la carta de I Corintios resulta claro, desde el inicio del texto, el
deseo que tuvo Pablo de que la iglesia se mantuviera unida y no continuara en las contiendas y divisiones
en que se hallaba. Además de esto, el apóstol quería llamar la atención a la comunidad de Corinto por
su falta de firmeza frente a los desórdenes de los hermanos, en especial el problema mostrado en I
Corintios 5, donde se menciona a un incestuoso al que no se había disciplinado por su comportamiento.
A lo largo de la carta Pablo respondió a preguntas que le fueron hechas mediante carta (7:1), o en
persona (16:17). Aun cuando el apóstol contestó a las inquietudes de los corintios, tras sus
recomendaciones siempre existió el propósito de cimentarles teológicamente[123].
Otra idea que se puede apreciar en la carta es que existía una actitud de oposición entre el apóstol y la
iglesia, o por lo menos con una parte de ella. Esto se puede observar en pasajes tales como I Corintios
4:18: “Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros”, el cual se encuentra
en un contexto claro de defensa de su apostolado. A pesar de la oposición, la actitud no había llegado a
extremos entre las partes, sin embargo este problema se estaba generalizando en toda la iglesia y se
unía a otros de carácter social[124].
Tal vez no sólo se estaba dudando de la situación apostólica de Pablo, sino que, además, se estaba
tratando de cambiar el evangelio hacia el helenismo. El punto clave de la discusión consistía en saber el
significado de ser espiritual, pues ellos se consideraban a sí mismos como tales, pero dudaban que el
apóstol lo fuera. Por lo tanto el propósito central de la carta era la defensa del apostolado paulino y su
crítica a los espirituales[125]. No obstante, se pueden dilucidar otros propósitos secundarios tales
como: combatir el dualismo helenístico, afrontar la escatología realizada[126], incentivar la unidad de la
iglesia y responder a las preguntas hechas por la comunidad de Corinto[127].
2.2.1 Delimitación del texto y del contexto inmediato. Los de Cloé le llevaron información sobre las
contiendas que se habían levantado entre ellos en favor de uno u otro líder (1:11) y Pablo explicó a los
receptores de su carta lo equivocados que estaban al permitir esta disputa, y ni aún él mismo quiere ser
tomado como tal. Posteriormente, el apóstol exaltó la sencillez de las gentes que habían recibido el
evangelio diciendo: no a sabios “sino a lo necio del mundo escogió Dios”, para que la gloria sea sólo para
Él (1:26-2:5).
El discurso continúa alabando la sabiduría, pero no la de este mundo, sino la divina, la sabiduría en
misterio que ha sido revelada, la cual es predicada por el apóstol y entendida por los verdaderos
espirituales, los que no son juzgados sino los que juzgan claramente (2:6-16).
Después de exponer que los que son de Dios tienen la mente de Cristo, y de haber explicado que el
hombre natural no puede percibir las cosas que son espirituales, Pablo introduce el pasaje de estudio
con “Kavgw,( avdelfoi,” (Así que yo, hermanos). La palabra Kavgw, está compuesta por la partícula kai,, y
el pronombre personal de primera persona singular evgw,. La partícula es usada en este lugar como
conjunción explicativa, pues aplica lo que acaba de decir sobre los naturales y espirituales entre los v.
2:6-16. Hanna adiciona que cuando funciona como explicativa se le coloca una coma después[128]. La
aparición del pronombre evgw, hace que la atención se centre nuevamente en el apóstol luego de haber
estado usando el pronombre plural singular h`mei/j (nosotros)[129]. Otro indicativo para dar inicio a la
perícopa es el vocativo avdelfoi, (hermanos), con el que el apóstol quiere llamar la atención a toda la
iglesia y no sólo a una parte de ella. Pablo usa esa misma manera de iniciar un párrafo en 2:1[130].
Habiendo discurrido sobre el tema de las divisiones, el evangelio revelado y acerca de quién es
verdaderamente espiritual, Pablo comienza a explicarles que no podía hablarles como a tales (3:1). Tal
vez no estaban cumpliendo en sus vidas las implicaciones que el término denota. El apóstol observó la
necesidad de darles un alimento infantil a cambio del alimento sólido que ya deberían tomar, en razón
de su supuesta condición de madurez.
Entre los v. 1-4, Pablo rebate la supuesta espiritualidad corintia. El apóstol los llamó “carnales”, todo lo
contrario a lo que ellos se creían. Empleó además lenguaje simbólico para describir la manera cómo los
veía y cómo debía alimentarlos. Se cierra la perícopa de 3:1-4 cuando, desde el v. 5 en adelante, Pablo
inicia la explicación de que, aunque en el ministerio cristiano todos tienen una labor, Dios es el que da el
crecimiento (3:7). Luego presenta una pregunta retórica a la que da respuesta: dicha pregunta surge de
lo que se presenta en el v. 4, acerca de apoyar a diferentes líderes en la iglesia. En este nuevo pasaje
3:5-17 Pablo empieza a mostrar lo que es un ministerio cristiano verdadero, que consiste en depender
sólo de Dios y no de los hombres. A pesar de que Dios coloque en un lugar varios hombres para el
levantamiento de su obra, ninguno puede considerarse mayor que el otro. Es vano buscar la sabiduría
humana y no la divina, la primera se debe dejar, la segunda se recibe al prescindir de la que brinda este
mundo (3:18-20). Posteriormente, Pablo proclama que su ministerio es legítimo (4:1-21).
Resumiendo, el pasaje de 3:1-4 continua el argumento que Pablo da en contra de las divisiones y de la
mal llamada espiritualidad, de esta forma los cambios presentados dan la entrada a la perícopa. A partir
del v. 5 Pablo amplía y aclara que nadie es mayor que otro entre los que trabajan en la obra de Dios.
(Ver bosquejo en el Anexo).
2.2.2 Definición del texto. En esta sección se presenta el texto de I Corintios 3:1-4 en griego, lo mismo
que una traducción realizada por quien escribe este documento, además de los problemas de crítica
textual que aparecen en este pasaje. El texto griego usado corresponde a la versión Nestle-Aland de la
edición 27 extraído del programa Bible Works 5.0[131].
1 Kavgw,( avdelfoi,( ouvk hvdunh,qhn lalh/sai u`mi/n w`j pneumatikoi/j avllV w`j sarki,noij( w`j nhpi,oij
evn Cristw/|. 2 ga,la u`ma/j evpo,tisa( ouv brw/ma( ou;pw ga.r evdu,nasqe. avllV ouvde. e;ti nu/n
du,nasqe( 3 e;ti ga.r sarkikoi, evste. o[pou ga.r evn u`mi/n zh/loj kai. e;rij( ouvci. sarkikoi, evste kai. kata.
a;nqrwpon peripatei/te; 4 o[tan ga.r le,gh| tij( VEgw. me,n eivmi Pau,lou( e[teroj de,( VEgw.
VApollw/( ouvk a;nqrwpoi, evste;
1 Y yo, hermanos, no pude hablaros como espirituales sino como carnales, como chiquillos en Cristo. 2
Os dí a beber leche, no alimento sólido, porque todavía no podías. Y ni aún ahora podéis, 3 porque aún
sois carnales. Porque donde en vosotros [hay] celo y contienda ¿no sois carnales y andáis como
hombres? 4 Porque cuando alguno dice, yo estoy con Pablo y otro, yo con Apolos ¿no sois hombres?
Existen dos datos en el aparato crítico del texto griego de las Sociedades Bíblicas[132]:
1. En el v. 2, algunos manuscritos omiten el adverbio e;ti (aún). La amplitud de los textos en los que
aparece es superior y mucho más fuerte.
Por lo observado, el contexto del pasaje se encuentra dentro de la respuesta que Pablo dio a los
informes llevados a él. En toda esta división, y de manera general en la carta, el apóstol hizo una defensa
de su apostolado y criticó directamente a los que se auto-denominan “espirituales”. La perícopa estudia
el debate al que se dio inicio desde el comienzo de la carta. Pablo observó la incoherencia entre
llamarse espirituales y estar divididos. El apóstol les dijo que seguían pensando como simples seres
humanos[133].
2.3.1 Diagrama estructural. A continuación se presenta el diagrama de la perícopa de estudio para
entender cómo están relacionadas las oraciones del texto, además de mostrar cómo se relacionan
semánticamente las cláusulas y oraciones:
1 avdelfoi,( Exclamación
Hermanos
avllV
sino
como carnales
leche os di a beber,
ga.r
porque
todavía no podíais
avllV
pero
porque
ga.r
porque
todavía en vosotros
zh/loj
celo
kai.
e;rij(
disensión
kai.
4 ga.r
porque
o[tan...le,gh| tij( Explicación
otro yo de Apolos
El texto de estudio se inicia con una afirmación “y yo ... no pude hablaros como a espirituales” (Kavgw,
( ... ouvk hvdunh,qhn lalh/sai u`mi/n w`j pneumatikoi/j,). El apóstol expuso a los corintios el eje central
de su discurso: no poder hablarles como a espirituales. Se muestra la simultaneidad en el hecho de que
les hablara “como a carnales, como chiquillos en Cristo” (w`j sarki,noij( w`j nhpi,oij evn Cristw) lo cual es
anticipado por la partícula adversativa “sino” (avlla).. La exclamación “hermanos” (avdelfoi,) inicia el
gráfico a través del cual Pablo les indicó su condición de ser participes de la gracia, pero les llamó la
atención para que se centren en lo que les va a decir.
Posteriormente, se indica el evento mediante el cual el apóstol declaró lo que hizo con los de Corinto:
“os dí a beber leche, no alimento sólido” (ga,la u`ma/j evpo,tisa( ouv brw/ma). El apóstol les enfatizó
que aún no podían: “porque todavía no podíais. Y ni aún ahora podeís” (ou;pw ga.r evdu,nasqe. avllV
ouvde. e;ti nu/n du,nasqe). Posteriormente se sirvió de la partícula “porque” (ga.r) para explicar lo que
estaba sucediendo con ellos: “aún sois carnales” (e;ti ... sarkikoi, evste). Y nuevamente usó la misma
partícula ga.r (cuatro veces en la perícopa) para expresarles la causa de su carnalidad: había celo y
disensión o[pou ... evn u`mi/n zh/loj kai. e;rij.
La pregunta retórica “¿No sois carnales y andáis como hombres?” (ouvci. sarkikoi, evste kai. kata.
a;nqrwpon peripatei/te;) da continuidad a lo dicho anteriormente y proveyó una explicación de cuál es
la razón de por qué se comportaban como hombres: “Porque cuando alguno dice, yo estoy con Pablo y
otro, yo con Apolos” (o[tan ga.r le,gh| tij( VEgw. me,n eivmi Pau,lou( e[teroj de,( VEgw. VApollw). Para
finalizar, empleó otra pregunta retórica con el fin de enfatizar que su comportamiento era el de simples
hombres: “No sois hombres” (ouvk a;nqrwpoi, evste;).
2.3.2 Análisis gramatical y comentarios por frases. Como se indicó anteriormente, aparecen palabras
que indican una nueva perícopa de estudio. Estas son: Kavgw,( avdelfoi. La primera palabra llama la
atención al apóstol y la segunda a los remitentes de la carta, a quienes llama “hermanos”.
Luego se encuentra una afirmación clara de lo que Pablo les quiere transmitir a los corintios: a ellos no
les pudo hablar como a espirituales. Sucesivamente, el apóstol continua presentando las razones por las
cuales no les pudo hablar de esa manera. Hay dos preguntas retóricas dentro del texto, que por sus
partículas de inicio ouvci. y ouvk esperan una respuesta positiva. Se resalta también el uso de las
palabras sarki,noij, nhpi,oij, sarkikoi,., a;nqrwpoj para calificar a los que se consideran pneumatikoi/j.
1 Kavgw,( avdelfoi,( ouvk hvdunh,qhn lalh/sai u`mi/n w`j pneumatikoi/j
Pablo usó la palabra Kavgw ( kai, + evgw,) ocho veces en esta carta. En todas las oportunidades quiso
llamar la atención sobre sí mismo. En I Corintios 2:1 y en ésta cláusula, se ha traducido por diversas
versiones como “así que yo” o “de manera que yo”. Como se ha indicado, el discurso no se desvincula de
lo que ha venido tratando desde el inicio de la carta sobre las divisiones y en especial del contexto
inmediato de 2:6-16.
Continua con el vocativo avdelfoi, (empleado con mayor presencia en este libro: 22 veces), con el fin de
mostrar a la comunidad corintia su relación filial con él. A pesar de las dificultades por las que estaban
pasando, seguían siendo hermanos y con ello les estaba comunicando su sentimiento solidario. Por otro
lado, Pablo usó este vocativo sin identificar a un grupo especial dentro de la iglesia, mas bien quería
referirse a su totalidad. Quizá el problema recaía en algunos, pero los demás se habían contaminado con
los comportamientos inadecuados.
Pablo mostró con la negación ouvk, su imposibilidad de poder referirse a ellos como espirituales. Ahora
les niega ese calificativo con el que en 2:13-15 les había hecho referencia a que eran los que entendían lo
referente a Dios. El adjetivo pneumatikoi/j en su forma masculina plural solo aparece tres veces en el
Nuevo Testamento: aquí en I Corintios 3:1, en 2:13 y en Romanos 15:27. Este adjetivo sucede 26 veces
en cualquier forma en las cartas de Pablo y no aparece en las demás partes del Nuevo Testamento. El
significado que trasmite es que pertenece a Dios, viene de Dios, o no es humano. Esto es corroborado
por Coenen cuando dice que hace referencia al que pertenece al espíritu, a la esfera celeste en contra de
la terrestre, o que se refiere al que conoce las cosas divinas conferidas por el Espíritu[134].
En el desarrollo de las cartas paulinas, el apóstol ha enseñado que los que han llegado a ser creyentes, y
tienen vida nueva, andan de acuerdo al Espíritu, como lo explica en Romanos 8:9: “Mas vosotros no vivís
según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, no es de él”. De acuerdo con Pablo, todos los cristianos son espirituales porque
tienen el Espíritu como residente y dueño (I Corintios 6:19, Gálatas 4:6). No obstante, algunas veces se
comportan de forma inmadura. En relación con lo anterior Fee afirma:
Al decir “... no pude hablaros como espirituales”, Pablo parece dar cabida a pensar que existen cristianos
“no espirituales”, cosa que es verdadera y falsa a la vez. Es falsa en el sentido de que el Espíritu es el
factor crucial que determina si uno es o no creyente; uno no puede ser cristiano y estar privado del
Espíritu (cf. Romanos 8:9, Gal 3:2-3, Tito 3:5-7). Por otra parte, los corintios están involucrados en
muchas formas de conducta no cristiana; en ese sentido son “no espirituales”, no porque carezcan del
Espíritu sino porque están pensando y viviendo como los que carecen de él[135].
Esta frase se inicia con avlla,, que es una conjunción adversativa empleada por el apóstol para mostrar el
contraste entre los pneumatikoi/j (espirituales), y los sarki,noij (carnales).
El adjetivo sarki,noij aparece en el Nuevo Testamento en cuatro ocasiones. Por ejemplo en II Corintios
3:3, el apóstol escribió: “... siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no
con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”.
En este versículo se identifica la palabra de estudio con la composición física del corazón. También
aparece en Romanos 7:14 y en Hebreos 7:16.
La raíz de sarki,noij es sa.rx que significa “carne”, natural o proveniente de la tierra; aparece en el
Nuevo Testamento en 147 oportunidades y en las cartas de Pablo en 91. El sufijo -i,noj se usa para la
formación de adjetivos a partir de un sustantivo, indica de lo que algo está hecho[136]. Entonces se
puede afirmar que los sarki,noij son aquellos de composición carnal y que pertenecen al ámbito terrenal.
También la raíz sa.rx se encuentra en 10 ocasiones en las cartas de Pablo para mostrar un contraste
entre lo que es de Dios y lo que no lo es (Romanos 8:4-5, 10, 13, I Corintios 5:5, Gálatas 3:3, 4:29, 5:16-
17, 6:8, Filipenses 3:3). Por ejemplo en Gálatas 5:16-17 Pablo afirma: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y
no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es
contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. Aquí el apóstol indicó
que la carne es la enemiga del Espíritu y la carne exige que los creyentes le obedezcan, para de esa
manera llevarlos a hacer actos pecaminosos (evpiqumi,a, deseo). Así, se puede aclarar que los sarki,noij
de la carta a los corintios son creyentes que se estaban dejando impulsar por sus deseos pecaminosos.
El pecado en ellos causó que estuvieran “alimentando” la carne para mantener prácticas que estaban en
contra de Dios.
Después de llamarlos carnales, el apóstol les dice que son w`j nhpi,oij evn Cristw/| “como chiquillos en
Cristo”. Esta frase está en aposición, lo que significa que el apóstol hace una explicación de lo que les
dijo al llamarlos sarki,noij. (Ver diagrama estructural el la pág. 53, para apreciar la simultaneidad entre
las dos clausulas: w`j sarki,noij y w`j nhpi,oij evn Cristw/|). La palabra nhpi,oij puede ser traducida por
“inmaduro” o ” tonto”. Aquí el propósito de Pablo era decirles que no se estaban comportando en
forma apropiada en relación con la edad que deberían tener[138]. No obstante, están evn Cristw/| esto
es, eran creyentes. La clausula “niños en Cristo” denota un llamado a la madurez y al progreso, ellos no
estaban muertos, sino que son niños o inmaduros. El apóstol quiere que lleguen a la madurez y usó estas
palabras a manera de disciplina.
En esta frase Pablo empleó el termino ga,la, que se encuentra en cinco ocasiones en el Nuevo
Testamento, pero es de resaltar principalmente el texto de Hebreos 5:12-13: “Porque debiendo ser ya
maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los
primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche,
y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia,
porque es niño”. La leche representa los inicios del evangelio, la predicación básica de la verdad de
Cristo, la cual se brinda a los recién convertidos[139].
Pablo contrastó el alimento sólido (brw/ma) con la leche (ga,la). Con esta terminología el apóstol no
intentó mostrar un tipo de conocimiento escondido que tienen solamente un grupo especial en la iglesia,
sino que brw/ma, representa la madurez que deberían tener los de Corinto. La siguiente explicación
aclara el uso metonímico de estos términos:
... hay que entender las imágenes de “leche” y “vianda” a la luz de la antítesis. El argumento de 2:6-16
implica que para Pablo el evangelio del Crucificado es a la vez “leche” y “vianda”. Como leche es la
buena nueva de salvación; como vianda, la comprensión de que toda la vida cristiana se fundamenta en
la misma realidad; y los que tienen el Espíritu deberían entender de ese modo el “misterio”. De manera
que los corintios no necesitan un cambio de alimentación, sino un cambio de perspectiva[140].
La gente de la iglesia de Corinto había olvidado lo sencillo del evangelio y se estaban deslumbrando por
algún tipo de superioridad, ya sea retórica (2:1-4), filosófica (1:18-25, 3:18-19) o aún por las
manifestaciones externas de algunos (14:20).
Continuando el apóstol con su explicación, les presentó la causa por la cual había tenido que darles
leche: la incapacidad en los corintios de tomar el alimento sólido: todavía no (ou;pw, es un adverbio
temporal negativo) podían (evdu,nasqe) tomarlo porque eran niños.
En esta cláusula el apóstol les explicó la razón por la que ellos sólo podían tomar leche: aún eran
carnales, lo que ratifica que su estado de inmadurez permanece. Pablo cambió la palabra del v. 1 de
sarki,noij, por sarkikoi, (carnales). El adjetivo sarkikoi, aparece en el Nuevo Testamento en siete
ocasiones (Romanos 15:27, I Corintios 3:1,4; 9:11, II Corintios 1:12, 10:4, I Pedro 2:11). El significado en
dichos textos hace referencia a lo que pertenece a la carne, o de condición carnal. Un ejemplo es II
Corintios 10:4: “... porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas”, Pablo contrastó las armas de la carne con las que provienen de Dios.
Así mismo se puede corroborar el sentido de la palabra por su raíz sa.rx y su sufijo -iko,j. Este sufijo
denota una relación ética con la idea que tiene la raíz, perteneciente a lo que la raíz representa[143].
Indica que no es simplemente su composición sino que su comportamiento es conforme a la carne. El
cambio que hizo Pablo de la palabra sarki,noij,,,, del v. 1, por sarkikoi, aumenta la magnitud de la
exhortación: mientras en el v. 1 les dijo que son de carne, ahora en el v. 3 enfatizó que su conducta es
conforme a la carne.
Tanto sarki,noij como sarkikoi, deben observarse en el contexto específico que se está tratando. Lo más
relevante en este pasaje de I Corintios 3:1-4 es que sarki,noij, sarkikoi, y en 2.14 yuciko.j deben
entenderse como palabras que se quieren contrastar con pneumatikoi/j. Es claro que el cambio de
sarki,noij a sarkikoi, no se debe tomar como un simple uso de sinónimos, y aquí el apóstol enfatiza que lo
significativo no es que tengan composición carnal sino que su conducta es completamente mundana.
El apóstol les dijo las razones por las cuales debió llamarlos carnales; ellos estaban mostrando a través
de su comportamiento que no eran espirituales. Pablo quiso identificar claramente las conductas
pecaminosas de los de Corinto, ya que estas eran las que estaban causando el partidismo que combatía
desde el capítulo uno. Las dos características enunciadas zh/loj y e;rij tienen relación con su clamor e
interés por ellos mismos. Sus disputas por apoyar o no a un líder manifestaban rivalidades entre los
unos y los otros.
La palabra zh/loj puede significar un ardiente deseo o ferviente sentimiento. En varios lugares de la
Escritura tiene una connotación positiva (Romanos 10:2, II Corintios 7:11, 9:2, 11:2), pero es claro que el
contexto aquí lo muestra como algo mal dirigido. Este celo es el deseo de levantar su propia posición o
estima respecto a los demás. Por su parte, e;rij (en II Corintios 12:20, Gálatas 5:20 y I Timoteo 6:4) hace
alusión a conflictos derivados de la rivalidad y de la discordia, y es exactamente lo que se presenta
cuando hay un zh/loj netamente humano[144].
El celo (zh/loj) y la disensión (e;rij) hacen parte de la lista de obras de la carne que Pablo mencionó en la
carta a los Gálatas 5:19-21: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os
amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de
Dios”. Además, en la carta a Santiago 3:14-16, se anota que cuando estos dos pecados aparecen hay
“perturbación y toda obra perversa”. Los creyentes de Corinto estaban permitiendo en su vidas dos
comportamientos que son pecaminosos, de acuerdo con la enseñanza del Nuevo Testamento (cf.
Romanos 13:13, Gálatas 5:20, I Timoteo 6:4).
ouvci. sarkikoi, evste kai. kata. a;nqrwpon peripatei/te;
Aquí el apóstol ratificó lo que ya había dicho al inicio del verso: los corintios son carnales. Los pecados de
celo y disensión son el eje central de la exhortación paulina pues están ubicados en medio de estas
cláusulas donde fueron identificados como carnales: al inicio del verso en forma de afirmación, y ahora
de interrogación. Probablemente Pablo usó la retórica para demostrarles que también manejaba esa
manera de expresión, pues los corintios le criticaban su falencia en este ámbito (cf. I Corintios 1:17, 2:1-
5, 13).
El inicio de la pregunta con ouvci. espera una respuesta positiva. Los corintios eran carnales, y además
Pablo les aclaró que ser sarkikoi, es comportarse como simples hombres, kata. a;nqrwpon peripatei/te.
La preposición kata. con el acusativo a;nqrwpon significa literalmente “de acuerdo a los hombres” y se
contrasta con kata. pneu/ma (conforme al Espíritu) que es como ellos deberían estar andando (cf.
Gálatas 1:11-12: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según
hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”).
Es relevante ampliar el concepto de “andar como hombres”; esta combinación está presente en el Nuevo
Testamento en siete ocasiones así:
Resumiendo, el comportamiento de los corintios era como el de hombres cuya conducta, se asemejaba
más a aquellos que no conocían a Dios, y que vivían en sus pecados[146].
4 o[tan ga.r le,gh| tij( VEgw. me,n eivmi Pau,lou( e[teroj de,( VEgw. VApollw/(
Aunque en este versículo el apóstol retoma el tema de 1:10-12, y se nombran sólo a Pablo y a Apolos, no
se debería considerar que por esta razón no se está combatiendo toda facción que se haya levantado. Es
probable que lo que ha venido tratando anteriormente esté más relacionado con los posibles seguidores
de Apolos.
La conjunción ga.r muestra la continuidad del discurso y da inicio a la explicación de por qué el apóstol
les dice que “andan como hombres”. El uso repetitivo de esta conjunción indica la unión de todo el
argumento de por qué el apóstol tuvo que darles “leche” y no “alimento sólido”. Lo que hizo Pablo fue
ampliar y dar claridad sobre cuáles eran las razones de esa alimentación.
Cuando se usa la partícula o[tan con el modo subjuntivo en presente, en este caso le,gh|, significa que la
acción sucede indefectiblemente[147]. De hecho, lo están haciendo, están levantando entre ellos un
excesivo celo por personas, lo que no es un comportamiento adecuado para un creyente que se
considera espiritual.
ouvk a;nqrwpoi, evste;
Esta nueva pregunta retórica cierra la perícopa. Pablo volvió a decirles que viven como hombres, como
personas comunes y no como creyentes comprometidos. Parece que los corintios no habían entendido
que su comportamiento era típicamente de hombres, por lo que el apóstol cierra el pasaje con esta
nueva reconvención. La construcción de la pregunta exige una respuesta positiva.
2.3.3 Conclusiones teológicas. La iglesia de Corinto presentaba diferentes problemas, a los que Pablo
dio solución desde el inicio de la carta. Sin lugar a dudas, el más importante era su disputa con Pablo,
con respecto a que él no era espiritual como ellos sí creían serlo.
1. Pablo les declara carnales, 3:1. Pablo había recibido el informe de los de Cloé sobre su
comportamiento sectario, una actitud que el apóstol rechaza colocándose él mismo al nivel de los otros
que trabajan en la obra de Dios. En toda la primera parte de la carta (1:10-4:21) Pablo describe y ataca a
los diferentes grupos que se habían formado en Corinto; un comportamiento que no es correcto para
aquellos que se auto-consideraban espirituales.
En esta perícopa el apóstol es tajante con sus comentarios frente a los de Corinto. Después de describir
en el capítulo dos que los espirituales son los que comprenden las cosas de Dios y que los naturales no lo
hacen, les dice que ellos andan como simples hombres. Su comportamiento no es precisamente el de un
espiritual, quien debería entender que tanto el que siembra como el que cosecha son lo mismo y todos
sirven a Dios.
Pablo no los llama directamente yuciko.j, que es el término que aparece en 2:14 para describir al que no
es espiritual y que no conoce a Dios. Pero tampoco se puede referir a ellos como pneumatikoi/j, por lo
que el apóstol emplea términos diferentes para describir su condición carnal sarki,noij y sarkikoi,.
Aunque estos han sido traducidos de la misma manera, sarkikoi, describe no sólo la composición de
carne, sino el hecho de ser controlado por ella o estar viviendo según el mundo. Son creyentes pero
están comportándose de forma contraria a como se comportaría un pneumatikoi/j.
Una traducción más acertada para la palabra sarki,noij es “inmaduros”: ellos no pueden recibir toda la
sabiduría como los que son maduros (2:6). Pablo poseía la sabiduría de Dios, que por obvias razones es
superior a la sabiduría del mundo, pero los corintios son inmaduros porque habían sido deslumbrados
por la sabiduría mundana. Sin embargo, no se puede decir que la sabiduría que Pablo predicaba era sólo
para algunos, sino que los maduros son los que reciben de buena gana el conocimiento de Dios y no lo
subordinan a la falsa filosofía humana. En tanto que los inmaduros, permiten que dentro de ellos se
aniden partidismos que defienden cada uno maneras de pensar simplemente humanas.
2. Alimento propio para los carnales, 3:2-3a. Los de Corinto se consideraban a sí mismos espirituales y
Pablo en diferentes lugares de la carta empleó la ironía con respecto a su apelativo (1:20, 3:18, 5:1, 8:2,
14:37). Aquí en 3:1-4 les dijo de manera directa que no les podía hablar como a creyentes maduros que
han aprendido a tomar alimento sólido, sino como a niños que requieren que se les enseñe las mismas
cosas (el evangelio de forma sencilla), porque no estaban en capacidad de asimilar los conocimientos
más elaborados de la verdadera fe. Con esto, Pablo no quería dar la impresión de que exista un
conocimiento especial que sólo los maduros poseen y que les es velado a los demás. Hodge expone: “La
verdad importante es que no hay dos clases o grupos de doctrinas, una forma de fe superior y otra
inferior, una para los eruditos y otra para los indoctos; no hay ninguna parte del evangelio que estemos
autorizados a ocultar al pueblo”[148]. El asunto principal radica en que los de Corinto se estaban
comportando como hombres y necesitaban orientar su creencia para seguir adecuadamente la vida
cristiana; no necesitaban cambiar su comida, pues el evangelio es el mismo, necesitaban cambiar su
manera de ver la fe[149].
3. Evidencias de carnalidad, 3:3b-4. Los corintios eran carnales o inmaduros, creyentes que estaban
permitiendo que se anidara el celo por los líderes, lo que los llevaba a disputas entre ellos. Eran
creyentes que no habían querido aceptar la igualdad de todos los que trabajan en el Reino y que habían
colocado a personas como iconos para ser exaltados. Al proceder de esta forma, los creyentes de la
iglesia se ubicaban dentro de uno u otro grupo de seguidores, unos mayores que serían los espirituales y
otros que no lo serían. Además de las mencionadas brechas sociales y económicas, estaban colocando
una brecha adicional, unos se creían más que los otros, viviendo en un estado superior que el de los
demás.
El pecado de los corintios se estaba manifestando en su divisionismo; además, los espirituales creían que
ya estaban viviendo en un estado de plenitud con Dios, sin importar lo que hicieran con el cuerpo pues
su espíritu estaba en concordancia con el de Dios. Pero no era así, ellos estaban permitiendo que en la
iglesia hubiese fornicación la que ni aún se nombraba entre los gentiles; otros pensaban que el hombre
debería apartarse de la mujer para que quizá a través de su estado de abstinencia sexual lograran ser
más espirituales. Otros criticaban a Pablo por su discurso, puesto que le faltaba la retorica que sí usaban
otros y que les daba más prestigio. Otros se creían superiores porque manejaban ciertos dones que los
demás no tenían, como el don de lenguas. En todos los pecados en que se movían los espirituales,
existía un deseo de exaltación, de sentirse superiores a los demás, de enorgullecerse, de hacer las cosas
como ellos pensaban y no como Dios lo quería.
Pablo reconoció que los corintios son hermanos en la fe y él deseaba que dejaran de pensar como la
gente del mundo[150]. Fee expone: “Las personas espirituales deben andar en el Espíritu. Si hacen lo
contrario, serán carnales y se les pide que desistan de ello. El seguir siendo carnales no es una de las
opciones”[151]. El apóstol los exhortó a no seguir de la misma forma; no les estaba diciendo que
continuaran en su estado de carnalidad. Pablo los confrontó con su pecado de orgullo, falta de sumisión
a su apostolado y divisionismo.
Se puede reconocer por el pasaje en mención que existen dentro de la iglesia creyentes que permiten
que el pecado se anide en sus vidas. Este los lleva a no someterse a las personas a quienes Dios les ha
dado autoridad, o a pensar que su forma de actuar es mejor que la que Dios demanda. En este caso, los
diferentes grupos que se levantaban podían estar exaltando buenas capacidades en cada uno de sus
líderes: Pablo por su llamado entre los gentiles (Hechos 13:46), Pedro por su celo judío de pureza
(Hechos 10:28), Apolos por su elocuencia (Hechos 18:24). Pero lo que puede parecer bueno se convierte
en un celo incorrecto que hace que los respectivos seguidores se vean unos superiores a otros. El
pecado de creerse superior espiritualmente crea un dualismo entre lo espiritual y lo terrenal: un
espiritual puede llegar a creer que como ahora vive en el Espíritu, y está más cerca de Dios, la carne y lo
terrenal no importan. Llegan a enceguecerse de tal manera que se comportan como cualquier incrédulo.
También es importante concluir que esa falsa superioridad era una muestra de su inmadurez. Se debe
aclarar que siempre hay “inmaduros” en la iglesia. Son aquellos recientemente convertidos, pero hay
creyentes que no crecen de la manera correcta, lo que se considera como una falta. Su inmadurez se
hace manifiesta de alguna forma pecaminosa y en este caso por su celo desmedido por algunos líderes.
El apóstol Pablo no patrocinó el hecho de que los creyentes permanecieran en ese estado sino que les
aclara que es mejor ser espiritual.
2.3.4 Comparación con la literatura paulina y con otras epístolas. Varias de las ideas del pasaje de I
Corintios 3:1-4 se pueden encontrar en otras de las cartas de Pablo, en especial en la carta a los Gálatas.
Allí Pablo atacó a los judaizantes que intentaban inducir a los nuevos creyentes a circuncidarse y a seguir
el ritualismo judío; dicho grupo se veía superior a los demás y se sentía como el verdadero elegido de
Dios. Si el apóstol no hubiese contrarrestado está postura, el cristianismo se hubiera conocido como una
forma de judaísmo[152].
La similitud que se encuentra con el problema de corintios radica en que en la carta a los Gálatas los
judaizantes eran los que se consideraban “espirituales” o superiores. Era un grupo de fariseos que se
impresionaron con el mensaje de la resurrección de Cristo y con la narración de sus milagros. Se unieron
a los que seguían a Jesús, pero en el fondo permanecían legalistas en su vida judía, pues creían que hacía
falta algo más que sólo fe para ser salvos y que era necesario cumplir las diversas ceremonias judías, en
especial la circuncisión[153]. En I Corintios, los “espirituales” hacía referencia a un grupo que se
comportaba con orgullo frente a los demás; consideraban que Pablo no tenía el manejo de la sofía, como
seguramente sí lo tenía Apolos. Además, creían que Pablo debería dedicarse solamente al ministerio
pues para ellos era deshonroso que se dedicara a trabajar en la elaboración de carpas[154]. Tanto los
“espirituales” de Corinto como los nombrados en la carta a los Gálatas, se veían a sí mismos superiores a
los demás en las respectivas iglesias y criticaban el apostolado paulino. Su inmadurez consistía en que
no podían entender el evangelio de la gracia, libre de las ataduras rituales judías.
Tanto en I Corintios como en Gálatas, Pablo consideraba que los que crearan este tipo de división dentro
de la iglesia, eran cristianos “inmaduros”, que tenían una alta ambición personal de mostrarse como los
depositarios de una sabiduría o comportamiento superior dentro de la iglesia.
También se puede ver similitud de la idea de I Corintios 3:1-4 con la carta a los Efesios en el pasaje de
4:11-16:
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y
maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes,
llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar
emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo
en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por
todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su
crecimiento para ir edificándose en amor.
En esta porción los “niños fluctuantes” son aquellos que se habían dejado engañar por diversas
doctrinas. Con el propósito de que no se queden en ese estado infantil, Cristo ha colocado a los
apóstoles, pastores y maestros en la iglesia. Dios no desea que los creyentes se queden en un estado de
inmadurez; pretende que crezcan a la “medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Pablo no veía con
buenos ojos un estado de niñez fluctuante en los creyentes; ellos deben ser nutridos para evitar el
desvío. Pablo confronta y además defiende el ministerio de los que Dios ha designado para tal fin.
En Efeso los “espirituales” podrían ser aquellos que se habían dejado influenciar por los diversos
movimientos filosóficos de la época como el Estoicismo, el Hedonismo, Escepticismo, Eclecticismo y
Neoplatonismo[155]. Otra posibilidad es que, antes de creer, hayan participado de esos grupos, lo cual
los pudo llevar a su enfrentamientos entre diferentes facciones que apoyaban una u otra linea de
pensamiento recibida, porque se presentaba de manera encubierta o con supuestos buenos propósitos.
Al igual que en la I Corintios, los supuestos “espirituales” estaban desviando a la congregación, y ellos
mismos se convertían en niños fluctuantes o creyentes inmaduros.
Es claro que Pablo no permitía que ningún grupo de personas en la iglesia se colocara en una postura
superior a los demás. Todos eran iguales a los ojos de Dios, y tenían el mismo conocimiento salvador.
Dios había establecido personas que llevaran su Palabra y obra, pero debería ser Él quien los colocara y
no una auto-coronación, por linaje, conocimiento o por seguir alguna corriente de pensamiento
diferente.
También se puede encontrar la idea de no aceptar el pecado en el creyente en el texto de Romanos 8:5-
13:
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las
cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni
tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según
la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de Él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa
del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos,
no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas
si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
Aquí el apóstol Pablo declaró que quien tuviese el Espíritu debía de ocuparse de Él, pues quien se ocupa
de la carne está en enemistad contra Dios. Al igual que en Corinto, Pablo no está dando tregua al pecado
en el creyente; dejó suficientemente claro que quien se ocupa de la carne, no participa de las cosas de
Dios. Por eso les dice a los creyentes que deben hacer morir lo terrenal en ellos, que un estado de
carnalidad no es una opción para vivir la vida cristiana. Un creyente inmaduro es aquel que piensa que
es correcto creer y vivir conforme a la carne, no ha entendido que el Espíritu de Dios es quien está en él
y que mediante su poder, y no por las obras de su carne, debe mortificar el pecado. Así como sucedió en
Corinto, Pablo no patrocinó el pecado en el creyente y, específicamente en Romanos, los insta a dejarlo.
También el mismo argumento de la inmadurez se puede observar claramente en el texto de Hebreos
5:12-13:
Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para
oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a
enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que
tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en
la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez,
para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
La mención de la inmadurez es clara, ya que ellos deberían ser maestros pero el autor de Hebreos les
dice que ellos deben recibir leche. Aquí el problema es que los cristianos se han estancado y no pueden
tomar comida sólida. Bruce explica que el contraste entre estos dos alimentos, la leche y la comida
sólida, tenía uso común en la naciente iglesia, así como en la filosofía moral griega[156]. El problema con
los hebreos residía en que crecer en el conocimiento les obligaba a romper con sus lazos antiguos, lo que
incluía dejar todo el sistema sacerdotal. La similitud con el pasaje de I Corintios 3:1-4 consiste en que
aquí tampoco estaban teniendo el crecimiento necesario para recibir alimento sólido, los hebreos
también se han mantenido en un malsano estado de niñez.
Se puede decir que el estado de “inmadurez” en un creyente, no debe ser el modo corriente de vida.
Mantenerse en ese período sería pecaminoso ya que Pablo explica que los inmaduros (sarkikoi,) son los
que se comportan como hombres (kata. a;nqrwpon peripatei/te). Con el uso de este lenguaje de “niños”
y “carnales”, se dio a entender a los creyentes acerca de su incapacidad de recibir toda la sabiduría del
evangelio. En el texto de estudio, la inmadurez era manifiesta por el celo y la disensión; dichos
comportamientos son considerados pecaminosos en el Nuevo Testamento. Por otro lado, aquellos que
tienen el Espíritu de Dios deben vivir conforme a Él y nutrirse del evangelio. Aunque exista un período,
normal en la vida de todo cristiano, en que aún es un “bebe en Cristo”, es incorrecto permanecer en él.
El creyente verdadero debe propender por crecer hacia la madurez.
3. COMPARACIONES Y PROPUESTA PARA LA IGLESIA EVANGÉLICA DE COLOMBIA
En el capítulo uno del presente trabajo se expuso la manera cómo la iglesia Católica Romana; y las
posturas del Calvinismo y el Wesleyanismo, dentro del Protestantismo, conciben el pecado en el
creyente. En el capítulo dos se presentó la exegesis del pasaje clave de esta investigación, I Corintios 3:1-
4. Este tercer capítulo tiene el propósito de comparar lo enunciado por cada una de las posturas con el
manejo del pecado dado por Pablo en el texto específico. Finalmente, es menester presentar una
propuesta sobre cómo manejar el pecado de acuerdo a los postulados paulinos.
3.1 COMPARACIONES
Para realizar la comparación en igualdad de condiciones, entre las posturas mencionadas y el manejo de
Pablo con los creyentes en I Corintios 3:1-4, se empleará la metodología de resolver preguntas que se
desprenden de las conclusiones obtenidas en el capítulo anterior.
3.1.1 ¿Peca un creyente? De acuerdo con el texto de estudio se puede responder afirmativamente. Los
de Corinto estaban manteniendo cierto partidismo y lucha por defender a sus líderes. La actitud de celo
y contienda no es correcta desde el punto de vista cristiano, tal y como lo demuestra Romanos 13:13:
“Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en
contiendas y envidia”. De igual forma Gálatas 5:16-21 llama la atención sobre este particular:
Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es
contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo
que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la
carne que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos,
celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas
semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que
practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Con respecto al pecado en el creyente, tanto el Catolicismo como el Calvinismo consideran que el
cristiano sigue pecando. No obstante, el Wesleyanismo es el único acercamiento teológico que afirma
que en algún momento un creyente puede llegar a no pecar, y al estado en el que no se peca lo
denominan “perfección cristiana”. Tal posición sostiene que el cristiano vence las inclinaciones al mal,
que pueden quedar en su vida después de creer, y que su corazón se llena de amor hacia Dios y hacia sus
semejantes, de tal manera que ningún pecado puede existir[157]. Así lo expresó Wesley en su sermón
sobre “La circuncisión del corazón”:
... esa circuncisión del corazón que ha de recibir la alabanza de Dios. Haremos observar en general, que
es la disposición habitual del alma, llamada en la Sagrada Escritura santidad. Que significa literalmente
estar limpio de pecado: de toda inmundicia de carne y de espíritu; y por consiguiente estar dotado de
todas las virtudes que tenía también Jesucristo; estar renovados en el espíritu de nuestra mente, hasta
ser perfectos como nuestro Padre que está en el cielo es perfecto[158].
Con respecto a este punto ha existido una gran disputa entre el Wesleyanismo y el Calvinismo, el cual
considera que los creyentes siempre pecan y no dejarán de hacerlo sino en el estado de gloria, es decir,
cuando lleguen a la presencia de Dios. De esa forma, la diferencia entre estas dos posturas radica en que
el Wesleyanismo considera que se puede dejar de pecar, mientras que el Calvinismo asevera que es
imposible dejar de pecar. Así se expresa Calvino hablando de los creyentes: “... siempre son unos
pobres pecadores”[160].
Por otro lado, el Catolicismo no sólo declara que el creyente sí peca, sino que diferencia los pecados
cometidos entre pecados mortales y veniales. El creyente comete siempre alguna de estas clases de
pecado; solamente se considera que los “elevados” a la categoría de santos no cometieron pecados
mortales[161]. Por su parte, el Calvinismo y Wesleyanismo, siempre se han opuesto a esa clasificación
de pecados que coloca a unos como más gravosos que otros ante los ojos de Dios. Para estas doctrinas
protestantes todo pecado es digno de ser condenado debido a que Dios es Santo y que todo pecado
constituye una ofensa a su carácter.
Sin embargo, en la práctica evangélica se maneja cierta diferencia en la que parecen existir distintos
tipos de pecados, pues cada uno de ellos no se tratan de la misma forma. Por ejemplo el pecado de la
mentira se considera menos grave que el asesinato. Parece que se presentan diferencias semejantes a
las que marca el Catolicismo entre pecado mortal y venial, aunque no se denominan de esta forma. Por
ejemplo Calvino consideraba que el creyente comete pecados ocultos, notorios, faltas leves y faltas
graves[162]. También el Catecismo de Westminster afirma: “¿Son todas las trasgresiones de la ley
igualmente detestables? Algunos pecados, en sí mismos, y por diversos agravantes, son más detestables
a la vista de Dios que otros”[163]. De forma similar, el Wesleyanismo hace diferencia entre flaquezas y
pecados intencionales. Por supuesto el concepto del pecado y sus consecuencias varían drásticamente
entre el Catolicismo y el Protestantismo.
Para el Catolicismo el pecado traerá consecuencias eternas y temporales. Como solución a las
consecuencias eternas presentan la obra de Cristo como única opción, pero existirán penas temporales
que el creyente deberá pagar mientras viva, y luego de la muerte, en el Purgatorio. Este postulado es
rechazado por el Calvinismo y el Wesleyanismo ya que uno de los pilares de su fe es la salvación por
gracia dada gratuitamente al pecador, como un regalo inmerecido de Dios, sin que éste deba pagar para
ser salvo. No obstante, estas doctrinas protestantes sí consideran que el pecado puede traerle
consecuencias al pecador, pero es diferente que existan consecuencias, a que tenga que pagar una pena
temporal que no fue cubierta por la obra de Cristo en la cruz.
Frente a la doctrina de la pena temporal en el Purgatorio marcada por el Catolicismo, se debe anotar que
el testimonio bíblico no la concibe de la misma manera. El Catolicismo basa su doctrina en
interpretaciones erróneas de los textos de I Corintios 3:15 y I Pedro 1:7 en los que se habla de un fuego
purificador, además de hacer uso del libro apócrifo de II Macabeos 12:46 y de valerse de la tradición de
la iglesia[164]. Para el Catolicismo el alma es agradable a Dios, pero debe ser purificada de lo malo que
pueda tener. Su purificación empieza con el Bautismo, sigue mediante los sacramentos y las buenas
obras, y termina en el Purgatorio. También esta doctrina sostiene otras ideas propias de la Iglesia
Católica, tales como la Penitencia y las Indulgencias[165]. Sin embargo, el Protestantismo rechaza tal
enseñanza pues la considera más una necesidad filosófica de su sistema, en el que la salvación es algo
que llega al alma, más como un accesorio que como una necesidad.
Como conclusión, se puede decir que los creyentes sí pecan, como se demostró por el texto de estudio.
Todas las posturas teológicas estudiadas consideran que los creyentes pecan, aunque para el
Wesleyanismo hay un estado, denominado la “perfección cristiana”, en donde se puede llegar a no
pecar. Finalmente es importante resaltar que dentro del Catolicismo existe una clasificación de
pecados y el creyente debe sufrir una pena temporal en el Purgatorio para pagarlos; ambas posiciones
son condenadas por el Protestantismo debido a la ausencia de un asidero bíblico claro.
3.1.2 ¿En qué medida es válido el uso del término carnal para referirse a un creyente? Considerando el
análisis realizado en el capítulo anterior, se puede afirmar que Pablo usó el término para referirse a los
creyentes de Corinto. Sirviéndose del contexto en el que aparecía el pasaje de estudio, se llegó a la
deducción de que la mejor traducción para las palabras sarki,noij y sarkikoi, es “inmaduros”,
especialmente por el antecedente desde el versículo 2:6 y por la cláusula “como chiquillos en Cristo” que
se encuentra en aposición a “como a carnales” (3:1). Con esto en mente, es necesario aclarar que hay
dos eventos por los cuales un creyente puede recibir este calificativo:
2. Cuando exista un comportamiento pecaminoso. Como se indicó, el apóstol no podía darles “alimento
sólido” porque estaban siendo inmaduros por su manera de actuar, evidenciado en el celo y la disensión.
El término empleado por Pablo a manera de exhortación se encuentra en el texto de estudio de I
Corintios 3:1-4.
Comparando estos conceptos con las posturas estudiadas, se puede decir que todas consideran a un
creyente como inmaduro tanto en el inicio de su recorrido cristiano, como cuando comete algún pecado.
Por ejemplo en el Catolicismo, cuando un creyente peca, está en estado de inmadurez; sin embargo, si
los pecados cometidos han sido veniales no sería visto como inmaduro pues estos no le quitan su estado
de plena gracia para con Dios. De igual forma, Wesley sostiene en sus sermones que los “niños en
Cristo” están en parte santificados de acuerdo a la medida de su fe[166], mientras que el Calvinismo
considera que un creyente siempre peca mientras viva, y que todo cristiano en alguna medida es
carnal[167].
Considerando la pregunta anterior del pecado en el creyente, y esta sobre el uso del término “inmaduro”
o “carnal”, se podría pensar que las diferentes confesiones eclesiales permiten este tipo de
comportamiento, pero no es así: en el Catolicismo es necesario que la persona salga del estado de
pecado, aún cuando sus pecados sean solamente veniales; el feligrés debe hacer los actos de penitencia
o piedad o la confesión de sus faltas para que su estado no empeore ni siga expuesto a la pena
eterna[168]. Por su parte, las posturas del Calvinismo y Wesleyanismo dentro del Protestantismo
tampoco permiten que el creyente permanezca en su estado de pecado: en el Calvinismo no se tolera
que el creyente se comporte como un impío, de manera que se le debe amonestar para que cambie su
forma de vida a la que Dios desea[169]. En el Wesleyanismo los creyentes deben luchar por llegar a la
“perfección cristiana” pues es el deseo de Dios[170].
A estas alturas del estudio es importante abrir un espacio para aclarar el manejo que algunas creyentes
dan al término “carnal”. Este concepto hace referencia a un creyente que está derrotado porque
continúa confiando en su propia carne para vivir[171]; también sostiene que el creyente “carnal” ha
recibido a Cristo solamente como su Salvador y no como su Señor[172]. Estas afirmaciones no se
encuentran en la Escritura, y ninguna de las confesiones eclesiales estudiadas lo contemplan de esa
manera. Reisinger enumera varios problemas que surgen con el incorrecto acercamiento al tema del
cristiano carnal:
1. Corrompe muchas doctrinas de la fe cristiana: por ejemplo los oficios de Cristo en la vida del creyente;
ellos son profeta, sacerdote y rey. De considerar la postura del “cristiano carnal” como cierta, Cristo
sería el sacerdote y el profeta, pero no el rey del creyente.
3. Hace la santidad, la obediencia, el discipulado, y la sumisión a Cristo opcionales (cf. Juan 10:26-28;
14:21-23; 15:10; Tito 2:10-14; Hebreos 12:14; I Pedro 1:15, 16): El cristiano podría vivir sin compromiso
con Dios, teniendo la mirada en las cosas del mundo.
4. Desarrolla el antinomianismo y un falso estándar de lo que significa ser cristiano: el “cristiano carnal”
no se sujetaría a la ley de Dios y su vida mostraría un cristianismo tibio.
5. Desarrolla una falsa espiritualidad y un fariseísmo en los llamados “cristianos espirituales”: Los que
han llegado a “cierta” espiritualidad se sentirían superiores con respecto a los “cristianos carnales”, que
serían espiritualmente pobres o menos espirituales[173].
Desafortunadamente la exégesis empobrecida de estas iglesias hace que el empleo del término “carnal”
deba ser explicado cuando se usa en el contexto eclesial. Es correcto siempre que se esté refiriendo a un
creyente inmaduro o a uno que esté teniendo dificultades con algunos pecados, como en el caso de
estudio en Corinto a quien se amonesta llamandolo “inmaduro”. Pero es incorrecto usarlo para “crear”
un estado en el que el creyente no se esfuerce por vivir la vida cristiana y rebaje el estándar de
consagración cristiana.
3.1.3 ¿Cambia la condición del creyente cuando peca? Pablo llamó “hermanos” a la gente de Corinto a
pesar del pecado que estaban cometiendo. Sin embargo, cuando los llama carnales o inmaduros, les
está reconviniendo respecto a su lento progreso en la fe y en el conocimiento del evangelio. Cuando un
creyente maduro comete algún pecado hace que su condición cambie a inmaduro, y aunque sigue
siendo parte del Reino de Dios, debe alejarse de su falta para crecer en fe.
Dos de las confesiones eclesiales presentadas en este trabajo consideran que el creyente, aún cuando
peca, no pierde su condición de hijo de Dios: el Catolicismo y el Calvinismo. Para el Catolicismo un
hombre es parte de la iglesia desde que fue adherido a ella por medio del Bautismo, y si peca no pierde
su permanencia allí[174]. También el Calvinismo conceptúa que los verdaderos creyentes no dejan de
ser hijos de Dios cuando pecan, sino que el Espíritu les reconviene y de esa manera los creyentes
perseveran hasta el fin. Palmer lo explica de la siguiente forma:
... el cristiano quizá sufra derrotas momentáneas, pero el pecado nunca se enseñoreará de él por
completo. Siempre habrá lucha contra el pecado aunque se sienta débil. Y esto es así porque Dios no ha
retirado a su Espíritu Santo del cristiano. Así pues, el hecho de que el cristiano siga luchando contra el
pecado y a veces caiga no significa que un día Dios lo abandonará para que quede bajo el dominio
completo del pecado ... Así pues, una respuesta a este problema de las evidentes deserciones de la fe
cristiana es que algunos de los retrocesos que vemos quizá sean sólo temporales marchas atrás de un
cristiano que se tambalea, y quien, por la gracia del Espíritu Santo, llegará a su tiempo a reincorporarse a
la fe que parece haber negado[175].
En contraste, el Wesleyanismo considera que el pecado debe incluir un acto volitivo, entonces, cuando
un cristiano peca, pierde la gracia que le fue dada[176]. Sin embargo, Wesley también anotó en sus
sermones que el creyente tiene pecado, antes de la perfección cristiana, mientras se mantenga como
niño en Cristo porque es carnal y no ha madurado[177]. Por lo anterior se puede deducir que un
“inmaduro” o “carnal”, comete pecado por su inmadurez, y no pierde su salvación. También el pecado
puede afectar la “perfección cristiana”, pues quien la tenga y peque puede “caer” de dicho estado: “El
que goza de la perfección cristiana puede, sin embargo, errar, y también perderla, de lo cual tenemos
muchos casos”[178].
La condición de ser hijos de Dios, creyentes salvados del castigo eterno, no cambia sino únicamente bajo
las condiciones expuestas por el Wesleyanismo. Esta deducción puede dar la idea de laxitud con el
pecado en las confesiones eclesiales, pero esto dista de la realidad:
1. El Catolicismo aclara que quien peca aumenta su pena temporal, tanto mientras viva como en el
Purgatorio y se está exponiendo al castigo eterno[179]. Para disminuir su pena temporal debe realizar
obras, confesarse ante un sacerdote, y cumplir penitencias para ganar indulgencias.
2. El Calvinismo considera que cuando un creyente peca, está retardando su proceso de santificación,
está estancándose, o aún retrocediendo, en su peregrinaje cristiano. Dentro del Calvinismo no se
permite que la carnalidad de un creyente le lleve a comportarse como un impío, sino que a quien así se
conduzca se le debe amonestar tanto en privado como en público para que cambie su manera de vivir; si
continúa impenitente puede ser excomulgado:
Según el texto de estudio de I Corintios 3:1-4 se puede anotar que los de Corinto no dejaron de ser
creyentes a pesar de su pecado. Sin embargo, Pablo usa los términos sarki,noij y sarkikoi, como
exhortación para el cambio. Los creyentes fueron tratados como niños en Cristo, incapaces de tomar
alimento sólido.
Por su parte, las confesiones eclesiales estudiadas consideran que el creyente no pierde su salvación si
peca, aclarando que el Wesleyanismo sí presenta la pérdida de la salvación cuando un creyente peca
deliberadamente contra la ley de Dios[183]. Concluyendo, es importante aclarar que a pesar de no
perder la condición de creyente cuando se peca, sí se tienen consecuencias: en el Catolicismo se está
exponiendo al castigo eterno y aumentando la pena temporal que deberá pagar durante su vida terrenal
y luego en el Purgatorio. En el Protestantismo aquellos que pecan reciben amonestación, exhortación y
pueden llegar a ser excomulgados de la participación eclesial.
Se han considerado y comparado los diferentes acercamientos teológicos sobre el tema del pecado en el
creyente, con base en lo cual se puede deducir que todos consideran que un creyente peca en algún
momento. Cada una de las posturas varía en algún punto: por ejemplo, el Calvinismo considera que el
creyente siempre peca, mientras que el Wesleyanismo advierte que quienes han logrado la perfección
cristiana pueden no pecar. Por su parte el Catolicismo asevera que todos cometen pecados y que
solamente los “santos” no cometen pecados mortales. Así mismo, cada uno de estos planteamientos
desarrolla lo que le sucede al creyente cuando peca y explica si pierde o no su salvación.
La tradición evangélica ha considerado que el creyente debe acercarse cada día más a Dios: el
Calvinismo plantea la necesidad de que el creyente crezca en santidad, busque ser más puro cada día
para Dios y persiga la santidad como su meta. Por otro lado, aunque el Wesleyanismo considera la
perfección cristiana como el estado ideal, no deja al creyente allí sino que cada día lo insta a crecer en
amor hacia Dios. Además, su estado de perfección no le permite sentirse superior a los demás
hermanos. Mantener el pecado en la vida del creyente nunca se considera como una opción. También
es menester anotar que el Catolicismo considera que el creyente crece en el conocimiento de Dios con el
paso del tiempo, y eso lo hace más sensible frente al pecado; el creyente crece llevando una vida que le
agrada a Dios.
De acuerdo a lo anotado en los párrafos anteriores, ningún acercamiento teológico pretende o desea
mantener en el creyente un estado de inmadurez o carnalidad. Siempre pretenden que los creyentes
sean más puros a través de la santificación. Cada postura provee pautas para tratar el pecado en el
creyente con el fin de ser mejor para Dios. A continuación, se presenta una propuesta de manejo del
pecado basada en el texto de estudio, plasmando en primer lugar lo que debe hacer la iglesia y, después,
el infractor mismo.
3.2.1 Lo que la Iglesia debe hacer con el pecador. Según Wray, en la doctrina sobre la Iglesia se han
distinguido dos: la invisible y la visible[185]. Para este punto en particular, el autor quiere hacer
referencia a la iglesia visible, o al grupo de hermanos reunidos en un lugar específico conocido
comúnmente como iglesia local. En el Nuevo Testamento se puede apreciar cómo los apóstoles
establecieron iglesias locales (Hechos 14:21-23, I Timoteo 3:15, Tito 1:5). Además, se deben entender
algunas indicaciones específicas como dadas en un contexto de iglesia local (Juan 13:34-35, Romanos
12:5, I Corintios 12)[186]. Los creyentes siempre son unidos a una iglesia local (Hechos 9), y es allí en
donde deben recibir de sus hermanos las amonestaciones necesarias para cambiar. A continuación se
presentan pautas extraídas del texto de estudio de I Corintios 3:1-4, para que la iglesia amoneste a un
creyente que peca:
1. Tratar al pecador como hermano. Pablo inició su reconvención con el vocativo hermanos, un anuncio
a los de Corinto de su unión con el apóstol. En las iglesias pueden existir hermanos en la fe que se
consideran superiores a otros, que se comportan como los fariseos a los que Jesús mencionó en Lucas
18:10-12, mostrando un nivel espiritual más allá del que realmente tienen. Ellos tratan a los que pecan
como inferiores, los hacen sentir como poca cosa y olvidan la amonestación del apóstol en Gálatas 6:1:
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con
espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tu también seas tentado”.
A un creyente que peca no se le debería considerar como inconverso pero, si el pecado es escandaloso y
repetitivo, debe ser expulsado del cuerpo de creyentes, tal y como Pablo lo hizo en I Corintios 5:5: “... el
tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del
Señor Jesús”. En este último caso, el pecado era escandaloso e inmoral y Pablo no lo llama hermano sino
se refiere a aquel como “el tal”. Igualmente, en I Corintios 5:11 Pablo asevera: “Más bien os escribí que
no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente,
o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”. La iglesia no debería unirse con los que tengan un
comportamiento que muestre claramente su pecaminosidad.
Resulta importante considerar la diferencia entre los tipos de pecado: para las doctrinas del Calvinismo y
Wesleyanismo es claro que el pecado aleja al infractor de Dios y ofende el carácter santo del Creador.
No obstante, la iglesia le da un trato diferente a ciertos pecados, por ejemplo, no es lo mismo el chisme
que la lujuria. Parece que se dan las diferencias que muestra el Catolicismo entre pecados veniales y
mortales, pero sin denominarlos de esta forma. En el caso de I Corintios 3:1-4 ya se había concluido que
el pecado cometido por ellos era lo suficientemente molesto como para que el apóstol los reconviniera
públicamente. Pero no era tan grave como el que estaba cometiendo el infractor de I Corintios 5, a
quien se abstiene de identificarlo como a hermano.
El autor del presente trabajo considera que las iglesias deben llegar a la madurez necesaria para
reconvenir a los hermanos cualquiera que sea su pecado. No obstante, existen pecados que “manchan”
el nombre del evangelio hacia el exterior de la iglesia más que otros: los adulterios, la mentira y la
avaricia. Otros pecados hacen mucho daño dentro de la iglesia: el chisme, la murmuración, el orgullo, y
no permiten el fluir del amor de Dios entre los creyentes.
2. Reconvenir usando lenguaje sencillo y directo. El apóstol les comunicó a los corintios que no les podía
hablar como a espirituales, sino como a carnales. En la iglesia se debe confrontar a aquel que ha pecado
diciéndole que no se está comportándose como un creyente maduro, sino que es como un recién nacido
en Cristo (Hebreos 5:12). Esto debería incluir la repetición de ciertas doctrinas básicas de la vida
cristiana, como el arrepentimiento y la fe (cf. Marcos 1:15, Hechos 3:19, 20:21).
En este punto se debe recordar que no existe un lenguaje superior para algunos, “alimento sólido”, y
para otros un alimento más sencillo, la “leche”, sino que el creyente que peca debe cambiar su
perspectiva referente a la doctrina cristiana. El mismo evangelio puede ser leche o alimento sólido[187].
El comportamiento inmaduro de aquel que peca lo devuelve, en su peregrinaje cristiano, al lugar en que
tenía la necesidad de los primeros rudimentos (Hebreos 5:13-14).
3. Repetir la amonestación de ser necesario. Pablo expresó que les dio leche “... porque no podían y ni
aún ahora pueden”, queriendo indicar que anteriormente ya había amonestado a los de Corinto,
posiblemente en la carta mencionada en I Corintios 5:9-11[188]. Se debe continuar amonestando de la
misma forma mientras el pecado persista.
4. Hacer explicito el pecado cometido. Tal y como Pablo lo hizo, al infractor se le debe decir claramente
cuál es su pecado, evitando el lenguaje generalizado y empleando el directo. Los pecados de los
corintios, para el caso de estudio, eran el celo y la disensión. Y además de eso, Pablo les explica en el
verso cuatro cuáles eran las razones de su carnalidad que consistían en seguir a hombres antes que a
Dios (cf. I Corintios 5:11).
Se puede concluir este punto anotando que la iglesia debe volver a ejercitar la perdida disciplina
eclesiástica. Muchas congregaciones han olvidado este deber y, por lo tanto, están llenas de creyentes
impenitentes que se conforman a un estándar de vida cristiana que no está de acuerdo a los designios
divinos. El pastor puritano Richard Baxter se quejaba de esa situación en su época, lo que es igualmente
aplicable a la actual. Él lo expresaba así:
How many ministers are there ... that never cast out one obstinate sinner, nor brought one to public
confession and promise of reformation, nor even admonished one publicly to call him to such
repentance! But they think they do their duty, if they give them not the sacrament of the Lord´s
supper ... we leave them stated members of our churches ... and grant them all other communion with
the Church, and call them not to personal repetance for their sin. Is it not God´s ordinance that they
should be personally rebuked and admonished, and publicly called to repentance, and be cast out if they
remain impenitent?[189]
[¿Cuántos ministros hay ... que nunca echaron fuera a un obstinado pecador, no lo llevaron a la
confesión pública y a una promesa de cambio, ni aún lo reprendieron públicamente llamandole a tal
arrepentimiento! Pero ellos piensan hacer su tareas, si ellos no les dan el sacramento de la Cena del
Señor ... les permitimos quedarse como miembros de nuestras iglesias ... y les concedemos toda otra
comunión con la Iglesia, y no los llamamos a un arrepentimiento personal de sus pecados. ¿No es la
ordenanza de Dios que ellos deberían ser personalmente reprendidos y amonestados, y públicamente
llamados al arrepentimiento, y ser echados fuera si ellos se mantienen impenitentes?]
Es relevante para la iglesia de hoy volver a este tema de la disciplina eclesial, puesto que motiva a que
los creyentes se mantengan más alerta frente a sus propios pecados. El propósito y la necesidad de la
disciplina en la iglesia local se puede ver en los siguientes seis puntos:
1. Dar la gloria a Dios al obedecerlo en la disciplina que demanda (Mateo 18:15-19): la Biblia enseña que
la disciplina es una parte de la vida de la iglesia, por lo que al cumplir las indicaciones al respecto, ésta da
honor al autor de los preceptos escritos.
2. Restaurar al infractor (Gálatas 6:1): desafortunadamente, al usar el término “disciplina” en las iglesias,
se percibe como una acción no grata, muchas veces con la implicación de tener que abandonar la iglesia
o algún cargo eclesial. No obstante, la meta de la disciplina siempre debería ser restablecer al infractor a
una plena comunión con Dios y con la iglesia. A pesar de que la disciplina pueda ser mal recibida o
causar molestia al infractor, la congregación debe mantenerse en oración y esperar que Dios obre su
vida.
3. Mantener la pureza del cuerpo de creyentes y evitar la profanación de la Cena del Señor (I Corintios
11:27): nunca se podrá mantener la pureza de forma perfecta, la cizaña y el trigo crecen juntamente,
pero Dios requiere que no se abandone el intento de alcanzarla. De mantener ciertos comportamientos
pecaminosos en las iglesias sin la debida corrección, otros creyentes pensarán que son válidos dentro de
la vida cristiana, y así es posible que algunos de ellos tomen la Cena del Señor sin arrepentimiento.
4. Ser testimonio ante el mundo del honor que se le brinda a Cristo y a su enseñanza (II Corintios 2:9,
17): la iglesia de Cristo debe ser el ejemplo a imitar por el mundo. Si las congregaciones evitan ejercer el
mandato de la disciplina, el mundo verá la inconsistencia entre lo que la iglesia dice y lo que hace.
5. Disuadir a otros de pecar (I Timoteo 5:20): Cuando un infractor es amonestado, los demás creyentes
reciben instrucciones sobre sus propias acciones, y evitan caer en los mismos errores de sus hermanos.
6. Evitar que Dios se coloque en contra de una congregación (Apocalipsis 2:14-25): las iglesias del Señor
deben examinar su accionar con respecto a este mandato cuando estén pasando por situaciones difíciles.
Dios puede colocarse contra ellas al no cumplir con este mandato divino[190].
3.2.2 Lo que el creyente debe hacer con el pecado. El estudio de I Corintios 3:1-4 es insuficiente para
hacer todo un tratado sobre este tema. Sin embargo, es claro por el verso dos: “Os di a beber leche, y
no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía”, que no era la primera vez que ellos
requerían esta alimentación. Seguramente, una anterior carta Pablo les había reconvenido por su
situación y ellos no cambiaron, ni recibieron la exhortación de una manera adecuada. Este punto es
parte del manejo que el creyente debe hacer con respecto a su pecado, por lo que a continuación se
presenta junto con otros dos adicionales:
1. Recibir la amonestación adecuadamente: como se indicó en el ítem anterior, la iglesia debe
amonestar a quien peca. Ante el llamado de atención el creyente debe recibir la amonestación de forma
que pueda cambiar su mal comportamiento. A continuación se indican las características de una
correcta recepción de la amonestación:
a. Con atención e interés de corregir la situación (Proverbios 15:32): los creyentes siempre deben
escuchar las indicaciones que les hacen sus hermanos. Además, por el amor que le tengan a Dios,
deberían estar dispuestos a corregir aquello por lo que son amonestados.
b. Con disposición al cambio (Lucas 17:3): el creyente que insiste en mantener su pecado muestra su
falta de compromiso con la causa del evangelio, y se comporta más como inconverso que como seguidor
de Cristo.
c. Con gratitud (Salmo 141:5): en el entendido que el creyente quiere agradar más a Dios, debe estar
agradecido con aquel que quiere que cada vez esté más cerca de él.
d. Con humildad (Salmo 119:71): esta actitud muestra un reconocimiento de los posibles errores
cometidos y dispone al creyente a arrepentirse y ser tratado por Dios[191].
No obstante, algunos creyentes reciben inadecuadamente una amonestación, lo cual puede tener alguna
de las siguientes características:
a. Rechazo (Proverbios 12:1): el creyente no acepta las observaciones hechas y por lo general se justifica
mencionando a otros infractores como ejemplos de su comportamiento. También puede “contra-
amonestar”, esto es exaltar una falla de quien lo corrige para minimizar su falta. Finalmente, puede
esconderse colocando su error como parte de un proceso del que Dios es conocedor y sobre el que tiene
el control; apela a que Dios conoce su debilidad y se escuda en ello.
b. Incomodidad (Proverbios 15:10): al creyente que no le gusta que les señalen sus fallas, puede incluso
tener actitudes contra quien lo corrige (II Crónicas 16:7-10, 25:14-16).
c. Aceptarla parcialmente (II Crónicas 18): el pecador puede tomar selectivamente cierta parte de la
amonestación y olvidar cambiar algún comportamiento pecaminoso que también le fue
descubierto[192].
2. Practicar el auto examen: la Escritura advierte que los seguidores de Cristo deben revisar su
comportamiento, por ejemplo. II Corintios 13:5 anota: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe;
probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a
menos que estéis reprobados?”. El auto examen debe incluir:
a. Oración y dependencia del Espíritu Santo (Salmo 139:23-24): la oración es un rasgo inseparable y
distintivo de la vida del cristiano; por medio de ella el creyente sincero pondrá en el Señor su deseo de
cambiar y clamará porque le muestre sus propios errores (I Juan 5:14).
b. Lectura de la Biblia: las Escrituras están colmadas de pasajes en donde se invita al creyente a
examinarse. También existen porciones bíblicas que indican mandatos y preceptos a cumplir. Un
creyente que desee tener su corazón más limpio para Dios deberá comparar sus intenciones con los
deseos de Dios[193]. Es de utilidad enfocarse en los textos apropiados para el escrutinio personal (cf. I
Corintios 10:11).
3. Practicar la mortificación del pecado. El uso de está terminología fue usado ampliamente por John
Owen en sus escritos, basado en especial en los textos de Colosenses 3:5 y Romanos 8:13. La
mortificación del pecado debe incluir:
a. Debilitar al pecado: se puede hacer de dos formas. Por un lado, evitando alimentarlo (Romanos
13:14). Si el creyente sabe que tiene alguna dificultad en una área específica de su vida debe evitar las
situaciones que generarían que dicho pecado aparezca. Por otro lado, puede debilitar el pecado
huyendo de los posibles momentos de caída (II Timoteo 2:22). Si la situación no pudo ser evitada por el
creyente, sino que sucedió sin que se lo propusiese, debe quitarse lo más pronto posible.
b. Luchar contra el pecado (Efesios 6:11): el creyente no puede fallar en usar los medios que Dios ha
dado para la derrota del pecado. Poner en duda que las armas dadas por Dios para la lucha no son
válidas o ciertas es atentar contra la misma fe y el evangelio.
c. Derrotar el pecado (Santiago 1:12, I Juan 5:4): en algunas oportunidades puede darse un éxito sobre
algún pecado en particular, pero dicho éxito debe incluir la continua victoria sobre el mal
comportamiento y la disposición de atacar cada vez en caso de que aparezca nuevamente el pecado. La
derrota continua de un pecado hace que el creyente se disponga cada día a crecer más en su santidad,
mortificando otros pecado[194].
CONCLUSIONES
El presente documento deja muy claro que el pecado no es ajeno al convertido a Cristo. El creyente
debe estar siempre vigilante para evitar retroceder en su caminar cristiano.
De igual forma, se ha expuesto que las tres confesiones eclesiales tradicionales estudiadas realizan su
propio planteamiento sobre la relación que existe entre el creyente y el pecado, y ocupan parte de su
teología en tratar el tema. A continuación se exponen las conclusiones puntuales de cada una de ellas:
1. El Catolicismo presenta al feligrés, todo aquel que es bautizado, una amplia gama de divisiones del
pecado, pero en esencia son de dos clases: mortales y veniales. Para que el creyente sea librado de
estos pecados, el Catolicismo ha creado el sistema de Confesión y Penitencia, que lo libera de las penas
eternas, pero no de las temporales.
Para el Catolicismo, el pecado acompaña a todo feligrés durante su vida, a pesar de su crecimiento en el
conocimiento de Dios, y solamente los que son considerados “santos” no cometen pecados mortales.
2. Para el Calvinismo, el pecado está siempre vigente en los seres humanos: los inconversos están
cautivos por el pecado, mientras que los creyentes reconocen que mora aún en ellos como un residente
constante. Afortunadamente su alcance no es tal como para que se convierta en dueño y señor de sus
vidas.
Dentro de los postulados del Calvinismo existe la convicción de que un verdadero creyente no pierde la
salvación a pesar de su pecado, lo cual no lo excusa para darle un trato permisivo. Los verdaderos
creyentes deben hacer morir todo pecado que quede en su ser, a pesar de que nunca logren el estado de
perfección.
3. Dentro del Wesleyanismo existe la doctrina de la perfección cristiana, un estado en el que el creyente
no comete pecados y al que es posible que pueda llegar. Sin embargo, la perfección cristiana no es
concebida como un motivo de vanagloria sino como un estado en el que se debe crecer mucho más en
amor a Dios.
Para el Wesleyanismo los que han creído pueden pecar en algún momento de manera tal que los efectos
del pecado pueden llevarlos a perder la salvación. Los creyentes deben estar alerta contra el pecado y,
en caso de fallar, pueden retornar a su salvación mediante el arrepentimiento.
Así mismo, el apóstol Pablo desarrolla lo que implica la lucha que debe enfrentar el creyente contra el
pecado. En este trabajo se trató específicamente el texto de I Corintios 3:1-4, en el que el apóstol llama a
los creyentes de Corinto carnales y no espirituales. De acuerdo a lo visto a partir del capítulo dos, se
puede concluir que:
1. Pablo en está perícopa continúa combatiendo lo que ya había comenzado a rechazar desde el inicio
de la carta en I Corintios 1:11, la división de la iglesia en facciones que apoyan a uno u otro líder. El
apóstol anota que este comportamiento les hace comportarse como hombres que no han conocido a
Cristo.
2. A pesar de la exhortación que hace Pablo al usar los adjetivos sarki,noij y sarkikoi,. y de indicarles las
razones por las que lo hace, no deja de llamarlos hermanos. Para el apóstol su relación filial no se había
perdido y seguían siendo participes de la salvación.
3. Pablo no llamo a los corintios pneumatikoi/j (espirituales) sino que usó dos adjetivos para describirlos
sarki,noij y sarkikoi,., lo que quiere decir que no sólo eran de carne en su composición sino que su
comportamiento era mundano. El cambio del adjetivo de sarki,noij en I Corintios 3:1 a sarkikoi,. en 3:3,
no debe entenderse como un simple uso de sinónimos, sino que el apóstol quería enfatizar la pobre
condición espiritual de los corintios.
4. La mejor traducción para los adjetivos sarki,noij y sarkikoi,. es “inmaduros”, porque se presentan en
contraste a telei,oij (maduros) de I Corintios 2:6. Por lo que la manera correcta de referirse a un
creyente que presente dificultades en su crecimiento cristiano, no es “carnal” sino “inmaduro”.
5. La leche representó el estado infantil en el que se encontraban los de Corinto, en tanto que el
alimento sólido representaba la madurez que debían tener. No debe entenderse este lenguaje como si
existieran dos evangelios, uno para los nuevos convertidos y otro para los creyentes maduros; el
problema no estaba en el mensaje sino en la perspectiva de los corintios, por lo que es incorrecto pensar
en niveles de espiritualidad en el cristianismo.
6. Pablo no está elaborando una doctrina llamada el “cristiano carnal”, en la cual el creyente puede vivir
sin someterse al señorío de Cristo. Lo que hace al llamarlos “carnales” es exhortarlos a cambiar su
comportamiento pecaminoso.
Por último, es relevante anotar la necesidad que tienen las iglesias cristianas de hacer más énfasis en
este tema dentro de sus congregaciones, pues existen errores en la manera como se ha abordado la
connotación de “carnal”. Siguiendo esta misma línea de acción, se hace imperativo que los pastores
aprendan acerca de la disciplina de la iglesia y empiecen a practicarla de acuerdo con los parámetros
dados por la Palabra de Dios. Cada hermano debe exhortar a quien no se está comportando
adecuadamente, siempre que sea necesario; además cada uno debe estar luchando contra su propio
pecado y creciendo en su cercanía con el Señor.
En relación con este último punto, el autor de este trabajo ha presentado en el capítulo tres algunos
lineamientos en relación con el procedimiento que debe llevar a cabo tanto el creyente cuando peca,
como la iglesia cuando sus miembros pecan.
Finalmente, la doctrina del “cristiano carnal” en la que se considera que se puede llegar a tener a Cristo
como Salvador, pero no como Señor, no se desprende del texto de estudio. Es más, tampoco se ha
observado tal desarrollo dentro de las tres confesiones eclesiales tradicionales estudiadas. Es penoso
observar cómo se ha levantado y perpetuado esta mala interpretación hasta tal punto que ha traído
mucha ligereza en el trato que los creyentes le dan a su pecado.
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ANEXO
Bosquejo de I Corintios
A continuación, el autor del presente trabajo expone su propio bosquejo de I Corintios, que ha sido
cotejado con los planteados por Fee[195], Kistemaker[196], Thiselton[197] y Vaughan[198]:
I. Pablo y sus lectores 1:1-9
- No a la idolatría 10:1-22
- La carne del mercado 10:23-11:1
[1] REISINGER, Ernest. Lord and Christ: the implications of Lordship for faith and life. New Jersey: P and
R, 1994. p. 81.
[2] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española. Tomo II, Edición 22. España: Real
Academia Española, 2001. p. 1935.
[3] RATZINGER, Joseph, et. al. Catecismo de la Iglesia Católica. Trad. José Manuel Estepa. et. al.
Colombia: Carvajal, 1992. p. 417.
[5] RESINER, Luis, ed. Catecismos de Astete y Ripalda. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1987. p.
45, 46, 48 y 51.
[6] WARFIELD, Benjamín. Calvin and Augustine. Filadelfia: Presbyterian and Reformed Company, 1956. p.
90.
[7] PALMER, Edwin. Doctrinas Claves. Trad. Josés María Blanch. Gran Bretaña: Robert MacLehose,
1976. p 11, 37, 68, 95 y 117.
[8] CALVINO, Juan. Institución de la Religión Cristiana. Trad. Cipriano de Valera. España: Felire, 1999. p.
xl.
[9] BERKHOF, Louis. Teología Sistemática. Trad. Felipe Delgado. Grand Rapids: Desafío, 1999. p. 1.
[10] BERNATE, Daniel. El Movimiento Wesleyano en Colombia. Armenia. 1979. Trabajo de grado
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[11] GAMARRA, Saturnino. Teología Espiritual. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994. p. 245.
[12] DELUMEAU, Jean. dir. El Hecho Religioso. Trad. Teresa López Pardina et al. España: Alianza, 1995.
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[15] HARDON, John. The Catholic Catechism: A Contemporary Catechism of the Teachings of the Catholic
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[36] BERSCHT, Ludwig. Penitencia y Confesión. Trad. José Cosgaya. Madrid: Fax, 1969. p. 44.
[60] LIEGE, P. Vivir como Cristiano. Trad. Federico Revilla. Andorra: Casal I, 1962. p. 8.
[67] BOETTNER, Loraine. La Predestinación. Trad. Manuel Gómez. Grand Rapids: Desafío, 1994. p. 56.
[75] BOYCE, James. Abstract of Systematic Theology. Philadelphia: American Baptist Publication Society,
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[78] CATECISMO MENOR CON VERSÍCULOS DE APOYO. Trad. Salvador Gómez. República Dominicana:
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[80] CALVINO, Juan. La Epístola del Apóstol Pablo a los Romanos. Trad. Claudio Gutiérrez. México: de la
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[87] DUEWEL, Wesley. Dios te ofrece su gran Salvación. Greenwood: Evangel Publishing House, 2000. p.
217.
[88] A pesar que la definición de pecado del Wesleyanismo se parece a la definición de Pelagio de
pecado, no deben considerarse iguales. Para Pelagio, la voluntad está libre en el sentido absoluto, pero
Wesley afirmó que el hombre nace con una naturaleza corrompida. El Wesleyanismo está entre Pelagio
y Agustín, entre el determinismo teológico y la autonomía humanística. En: CARTER, Charles. ed. A
Contemporary Wesleyan Theology. Vol I. Grand Rapids: Francis Ausbury, 1983. p. 64 y 265-276.
[89] PURKISER, W.T., TAYLOR, Richard y TAYLOR, Willard. Dios, Hombre y Salvación: Una Teología
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[92] COX, Leo George. El Concepto de Wesley sobre la Perfección Cristiana. Trad. Josué Mora. Kansas:
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[99] WESLEY, Juan. Sermones. Tomo I. Trad. Primitivo Rodríguez. Kansas: Beacon Hill, s.f., p. 300.
[100] WILLIAMS, Colin. La Teología de Juan Wesley: Una Investigación Histórica. Trad. Roy May y Fanny
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[105] WESLEY, Juan. La Perfección Cristiana. Trad. Mary Fawcet. Medellín: Unión, s.f. 30.
[106] Ibid., p. 56.
[113] SCOFIELD, C. I., Biblia Anotada de Scofield. Trad. Emilio Antonio Núñez. Nueva York: Oxford, 1996.
p. 1171. Énfasis del autor.
[114] BRIGHT, Bill. El Espíritu Santo: La Clave para una Vida Sobrenatural. Trad. Isabel Castillo de
Mendoza, Ana María Gordillo de del Conde y Evangelina Gómez de Bedolla. México: Vida para Todos,
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[115] REISINGER, Ernest. ¿What should we think of the Carnal Christian? Gran Bretaña: The Banner of
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[116] CARSON, D.A. Leyendo las Epístolas. En: CARSON, et. al. Nuevo Comentario Bíblico siglo veintiuno
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[122] THISELTON, Anthony. The First Epistle to the Corinthians: A Commentary on the Greek Text.
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[125] Ibid., p. 9.
[131] BUSHELL, Michael y TAN, Michael. BibleWorks 5.0. Estados Unidos: BibleWorks, 2002. [CD ROM]
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[137] BULTMANN, Rudolf. Theology of the New Testament, citado por THISELTON, Op. Cit., p. 288.
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[146] El verbo peripate,w en las cartas paulinas significa comportamiento. En: THISELTON, Op. Cit., p.
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[148] HODGE, Charles. Comentario de I Corintios. Trad. José María Blanch. Gran Bretaña: El Estandarte
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[155] MOSQUERA, Fernando. Exposición de Efesios: La Iglesia como Comunidad Alternativa. Bogotá:
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[156] BRUCE, F.F., La Epístola a los Hebreos. Trad. María Márquez y Catharine Feser. Buenos Aires:
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[165] McCARTHY, James. El Evangelio Según Roma. Trad. Dante Rosso. Grand Rapids: Portavoz, 1996.
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[167] REISINGER, Ernest. Lord and Christ: the implications of Lordship for faith and life. New Jersey: P
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[172] REISINGER. ¿What should we think of the Carnal Christian? Op. Cit. p. 3.
[173] REISINGER. Lord and Christ: the implications of Lordship for faith and life. Op. Cit., p. 96.
[184] REISINGER, Ernest. ¿What should we think of the Carnal Christian? Gran Bretaña: The Banner of
Truth Trust, 1997. p. 3.
[185] WRAY, Daniel. La Importancia de la Iglesia Local. Trad. Ed. Aquila. España: Peregrino, 2000. p. 10.
[189] BAXTER, Richard. The Reformed Pastor. Edimburgo: Banner of Truth Trust, 2001. p. 164.
[191] PEÑA, Marcos. Predicaciones Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo: ¿Cómo recibir la amonestación?
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[192] Ibid.
[193] RUIZ, Sergio. Predicaciones Iglesia la Gracia de Dios: La practica del auto-examen. Medellín: IGD,
2003. [cinta magnética de audio].
[194] OWEN, John. La Mortificación del pecado. Trad. Omar Ibañez y Thomas Montgomery. Graham:
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