Cap 3 Entiende Las Trampas Vitales

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ENTIENDE LAS TRAMPAS VITALES

Dr. Edgar Rodríguez V.

Las trampas vitales tienen 3 características centrales que nos permiten reconocerlas.

RECONOCER LAS TRAMPAS VITALES

1. Son patrones o temas de toda la vida.


2. Son autodestructivas.
3. Luchan por sobrevivir.

Como dijimos en la primera lectura, una trampa vital es un patrón o un tema que
aparece en la infancia y se repite a lo largo de la vida. Este tema podría ser el abandono
o la privación emocional o cualquiera de los que describimos. El resultado final es que,
cuando somos adultos, “recreamos las condiciones más dolorosas de nuestra infancia”.

Una trampa vital es autodestructiva. Esta característica adversa y negativa hace que las
trampas vitales sean muy conmovedoras para los terapeutas que las observan. Un
ejemplo sería el caso de Pedro, que era abandonado una y otra vez, o el de Madeline,
de la que abusaban reiteradamente. Los pacientes se sienten atraídos por aquellas
situaciones que ponen en funcionamiento las trampas vitales. Un símil que podemos
encontrar en la naturaleza es el de las mariposas nocturnas que se sientes atraídas por
los destellos de luz. Una trampa vital daña el concepto que tenemos de nosotros
mismos, la salud, las relaciones con los demás, el trabajo, la felicidad, los estados de
ánimo, es decir, que se manifiesta en todos los aspectos de nuestra vida.

Dr. Edgar Rodríguez V. e-mail: erodriguez_vilchez@hotmail.com 1


Una trampa vital es activa y cuando se pone en funcionamiento intenta asegurar su
supervivencia. En nuestro interior, sentimos un fuerte impulso que nos lleva a
mantenerla. Esto ocurre porque el ser humano necesita pautas de comportamiento
que sean consistentes. Las trampas vitales son modelos que conocemos y aunque
nos perjudican, resultan cómodos y familiares. Además, son muy difíciles de
cambiar. Las trampas vitales se desarrollan en la infancia y nos permiten adaptarnos a la
familia de forma adecuada. Estos patrones eran útiles en nuestra infancia, el problema
es que continuamos repitiéndolos cuando ya no nos sirven en absoluto.

Cómo se desarrollan las trampas vitales

Varios factores contribuyen al desarrollo de las trampas vitales. El primero es el


temperamento, que es innato. Determina nuestra constitución emocional y la manera
en que estamos preparados para responder a los hechos y situaciones.

Al igual que otros rasgos innatos, el temperamento cambia y presenta una gran variedad
de emociones. A continuación, detallamos algunos ejemplos de rasgos que creemos que
son heredados.

POSIBLES DIMENSIONES DEL TEMPERAMENTO

Introvertido Extrovertido
Pasivo Agresivo
Emocionalmente monótono Emocionalmente intenso
Ansioso Tranquilo
Sensible Invulnerable

El temperamento se puede entender como la combinación de estas dimensiones y de


otras que todavía no conocemos. No obstante, la conducta puede cambiar según el
entorno, ya que si es seguro y protector puede hacer que un niño tímido se vuelva

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bastante extrovertido, pero si éste es nocivo, puede hacer que un niño relativamente
invulnerable sea sensible.

La herencia y el entorno nos conforman e influyen. Esta afirmación también es


aplicable a los rasgos puramente físicos, como la altura. Al nacer, tenemos un físico
determinado que se desarrolla en función del entorno: si estamos bien alimentados,
desarrollaremos nuestra altura potencial.

La influencia más importante es la familia, ya que sus dinámicas fueron las mismas de
nuestro mundo más precoz. Cuando en la vida adulta reproducimos la trampa vital, lo
que casi siempre repetimos es el drama de nuestra infancia familiar. Por ejemplo, Pedro
reproducía lo que vivió, el abandono de su madre y Madeline reproducía el abuso del
que fue objeto.

En la mayoría de los casos, la influencia de la familia es más intensa en la primera


infancia y progresivamente declina a medida que el niño crece. Hay otros factores que
también son importantes, como por ejemplo la relación con otros niños, la escuela, etc.,
pero no son tan decisivos como el ambiente familiar. Las trampas vitales aparecen
cuando el entorno de la primera infancia es destructivo.

EJEMPLOS DE ENTORNOS DESTRUCTIVOS


EN LA PRIMERA INFANCIA

1. Uno de tus padres te maltrataba y el otro tenía una actitud pasiva e


indefensa.
2. Tus padres fueron distantes emocionalmente y esperaban mucho de
ti.
He aquí algunos ejemplos:
3. Tus padres discutían todo el tiempo. Estabas siempre en el medio.
4. Uno de tus padres estaba enfermo o deprimido y el otro estaba
ausente. Te convertiste en el cuidador.
5. Te aferrabas a uno de tus padres. Esperaba que te comportaras como
el sustituto del esposo(a).
6. Uno de tus padres tenía miedo a la soledad y se aferraba a ti
sobreprotegiéndote.
7. Tus padres te criticaban. Las cosas que hacías nunca estaban bien
hechas.
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8. Tus padres teV.mimaban.
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No teerodriguez_vilchez@hotmail.com
ponían límites.
9. Tus amigos o compañeros te rechazaron o te sentías diferentes a
ellos.
Las influencias destructivas de nuestra infancia interaccionan con nuestro temperamento
y conforman las trampas vitales. Nuestro temperamento puede determinar sólo de
manera parcial la manera en que nos trataron nuestros padres. Por ejemplo, es frecuente
que no todos los niños de una misma familia sean maltratados, solo uno es el elegido.
Nuestro temperamento determina en cierta medida cómo respondemos a este trato. A
pesar de que tengan el mismo entorno, dos niños pueden reaccionar de forma muy
diferente: ambos pueden ser maltratados, pero quizá uno reaccionará de manera pasiva,
mientras que el otro luchará en contra.

QUÉ NECESITA UN NIÑO PARA CRECER

Nuestra infancia no tiene que ser perfecta para que seamos unos adultos razonables bien
adaptados. Tal como el Doctor W. Winnicott afirmaba, sólo tiene que ser
“suficientemente buena”. Un niño tiene ciertas necesidades primordiales como
seguridad básica, relación con los demás, autonomía, autoestima, autoexpresión y
límites realistas. Si estas necesidades
QUÉ se satisfacen,
NECESITAMOS PARA el CRECER
niño crece psicológicamente, pero
si hay un déficit grave, aparecen los problemas. Nosotros denominamos a estos déficits
con el nombre de trampas vitales.
1. Seguridad básica.
2. Relación con los demás.
3. Autonomía.
4. Autoestima.
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5. Autoexpresión.
6. Límites realistas.
La seguridad básica (trampas vitales: abandono y desconfianza, y abuso)

Algunas trampas vitales son más importantes que otras, como por ejemplo las que
afectan a la seguridad básica. Ésta puede aparecer a una edad tan temprana que incluso
un recién nacido puede tenerla. Un aspecto absolutamente primordial para un bebé es
sentirse seguro, ya que se trata de una cuestión de vida o muerte.

El trato que la propia familia da al niño puede provocar la trampa vital que afecta a la
seguridad básica. La amenaza del abandono o del abuso proviene de las personas que
son más íntimas, de aquellas que se supone que nos quieren, cuidan y protegen.

Las personas que han sido objeto de abusos o abandonadas de niños son las más
dañadas. Creen que en cualquier momento una desgracia puede ocurrir, como por
ejemplo, que la persona que quieren les haga daño o les abandone. Se sienten
vulnerables y frágiles. Es fácil romper su equilibrio. Su estado de ánimo se caracteriza
por la intensidad y por cambiar con facilidad, además son impulsivos y
autodestructivos.

Un niño necesita la seguridad de un ambiente familiar estable, un hogar seguro donde


los padres estén presentes de manera previsible, tanto física como emocionalmente.
Nadie es despreciado, las discusiones se establecen dentro de los límites razonables y
nadie muere o deja al niño solo durante mucho tiempo.

Pedro, el hombre que describíamos en el primer escrito y que nos explicaba que su
mujer tenía aventuras con otros hombres, no tuvo un hogar estable en su infancia. Su
madre era alcohólica.

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Pedro: algunas noches no volvía a casa. Sencillamente no aparecía. Todos sabíamos
donde estaba, aunque nadie quería hablar de ello. Y cuando estaba en casa, estaba
bebida, tenia resaca o volvía a beber.

Si alguno de tus padres tuvo adicción grave al alcohol, probablemente tu necesidad de


seguridad no fue satisfecha en su totalidad. Podríamos decir que Pedro en su vida adulta
fue un adicto a la inestabilidad. Sentía una gran atracción por las mujeres inestables.

Un niño que se siente seguro puede relajarse y confiar. La seguridad es un sentimiento


esencial que más allá de cualquier influencia externa. Sin este sentimiento, pocas cosas
son posibles, ya que no podemos continuar con otros aspectos relativos a nuestro
desarrollo personal. Se dedica tanta energía a las preocupaciones relativas a la seguridad
que queda muy poca para emprender otras tareas.

Las situaciones de inseguridad infantiles son las más peligrosas para reproducir porque
conducen de una relación autodestructiva a otra o se evitan del todo, tal como Madeline
hizo después del instituto.

Las relaciones con los demás (trampas vitales: privación emocional y exclusión
social)

Para desarrollar la capacidad de relacionarnos, necesitamos amor, atención, empatía,


respeto, cariño, comprensión y una guía para seguir. Requerimos estos elementos tanto
de nuestra familia como de nuestros amigos y compañeros.

Hay 2 maneras de relacionarse con los demás. La primera implica intimidad y se suele
establecer con la familia, con la pareja y los buenos amigos, que son nuestros vínculos
emocionales más cercanos. En las relaciones más íntimas, sentimos este tipo de unión
que ya establecimos con nuestra madre o padre. La segunda manera incluye nuestras
relaciones sociales. Se trata de un sentimiento de pertenencia, de encajar en la sociedad.
Este tipo de relaciones se establece en círculos de amigos o en la comunidad.
Los problemas de relación pueden ser sutiles. A pesar de que aparezca que te adaptas
bien, que tengas una familia, un único amor o formes parte de la comunidad, es posible
que en el fondo de tu corazón, en tu interior, te sientas distanciado de los demás. Quizá
te encuentres muy solo y anheles un tipo de relación que no tienes. Sólo alguien astuto
se percataría de que no te relacionas con las personas que están a tu alrededor.

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Mantienes cierta distancia y no permites que nadie se acerque demasiado a ti. Por otro
lado, tus problemas pueden ser más extremos: puedes ser un solitario, es decir, una
persona que siempre ha permanecido sola.

David, el hombre que describíamos en el primer capítulo y que estaba descontento con
todas las mujeres, tenía serios problemas de intimidad: la esquivaba y sólo se
relacionaba superficialmente con las personas próximas a él. En los momentos iniciales
de la terapia, no pudo nombrar a ninguna persona cercana.

David creció con un vacío emocional. Apenas conoció a su padre y su madre era fría y
distante, lo que provocó que tuviera carencias tanto en la comunicación de sentimientos
como el afecto físico. Sabemos que hay 3 tipos de privación en la infancia: cuidado
emocional, empatía y guía. David tuvo carencias en los 3 ámbitos.

Si tienes problemas en las relaciones con los demás, la soledad es un problema para ti.
Quizá crees que nadie te conoce en profundidad ni te quiere o que estás aislado del
mundo y que no encajas en ningún sitio. Sientes un gran vacío en tu vida, a pesar de la
necesidad que tienes de relacionarte con los demás.

Autonomía: el funcionamiento independiente (trampas vitales:


Dependencia y vulnerabilidad)

La autonomía es la habilidad de separarnos de nuestros padres y de funcionar con


independencia en el mundo, tal como hacen las personas de nuestra edad. Es la
capacidad de comportarse como un individuo con una identidad propia, de dejar nuestra
casa y de tener una vida con nuestros objetivos e instrucciones, sin depender del soporte
o dirección de nuestros padres.

Si creciste en una familia que fomentaba la autonomía, tus padres te mostraron las
habilidades para ser autosuficiente, te estimularon a aceptar las responsabilidades y te
enseñaron a realizar juicios correctos.

Te alentaron a aventurarte en la vida y en la interacción con tus compañeros. Más que


sobreprotegerte, te mostraron que el mundo es seguro y la manera de resguardarte en él.

Sin embargo, quizá creciste en un ambiente menos saludable donde se te fomentó la


dependencia. Es posible que tus padres no te enseñaran las habilidades para ser
autosuficiente y que lo hicieran todo por ti, impidiéndote hacer las cosas por ti mismo.

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Puede que te inculcaran que el mundo es peligroso y que constantemente te adviertan
sobre las amenazas y el riesgo de contraer posibles enfermedades. Probablemente no
dejaron que buscaras tus inclinaciones naturales y te enseñaron a desconfiar de tus
propios juicios para funcionar en la vida.

Carolfue sobreprotegida en la niñez. Sus padres le advertían constantemente sobre las


amenazas porque estaban siempre preocupados por el peligro. Le enseñaron a sentirse
vulnerable en el mundo.

Sus padres no tenían intención de hacerle daño: simplemente eran miedosos e


intentaban protegerla. Los adres que sobreprotegen a sus hijos suelen ser bastante
cariñosos. Carol tenía la vulnerabilidad como trampa vital. No tenía la habilidad de ser
autónoma, temía salir fuera de casa y era incapaz de llevar su vida con normalidad.

El hecho de sentirse lo suficientemente seguro para aventurarse en el mundo es uno de


los aspectos de la autonomía. Los otros se refieren a la competencia de afrontar las
tareas cotidianas y a tener un concepto de uno mismo diferente a los demás. No
obstante, se ha de tener en cuenta que estos 2 últimos aspectos se relacionan más con la
dependencia que con la vulnerabilidad.

Si la trampa vital de la dependencia te describe, fracasas en la adquisición habilidad


para funcionar en el mundo. Quizás tus padres te sobreprotegían, tomaban las decisiones
por ti y asumían tus propias responsabilidades. Incluso de forma sutil te perjudicaban,
criticándote cada vez que hacías algo por ti mismo. Como consecuencia, no eres capaz
de enfrentarte a la vida de un modo competente si no tienes la guía, el consejo y el
apoyo de aquellas personas que crees más fuertes y más sabias que tu. Si dejas a tus
padres-muchos nunca lo hacen-, te implicas en una relación con otra figura paternal, ya
sea tú pareja o tu jefe, que asume el rol de tus padres.

Muchas veces las personas dependientes se ven a si mismas como inmaduras o


apegadas. No se observan en ellas una identidad separada de la de sus padres o pareja.
El estereotipo es la mujer que está completamente absorbida por la vida de su marido y
pierde el sentido de su propia identidad. Hace todo lo que él dice. No tiene amigos,
intereses u opiniones propias. Cuando habla, se refiere sólo a su marido.

Sentirse lo suficiente seguro para aventurarse en el mundo, ser competente y adquirir un


concepto de quién somos son los componentes de la autonomía.

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La autoestima (trampas vitales: imperfección y fracaso)

La autoestima procede del sentimiento interno de que somos dignos en nuestras vidas
personales, sociales y laborales. Surge de sentirnos queridos y respetados en la infancia
por nuestra familia, amigos y en la escuela.

Idealmente, todos tendríamos que haber tenido infancias que apoyaran nuestra
autoestima, haber recibido amor y aprecio de nuestra familia, aceptación de los
compañeros y apoyo en la escuela. Deberíamos haber recibido alabanzas y nos tendrían
que haber animado sin una excesiva crítica o rechazo.

Sin embargo, puede que éste no sea tu caso. Quizás tenías un padre o un hermano que
constantemente te criticaba o creías que nada de lo que hacías era aceptable y que no te
querían. Puede que tus compañeros te rechazaran y te hicieran sentir que eras poco
aceptado. O tal vez, te sentiste como un fracasado en la escuela o en los deportes.

Ya en la edad adulta, te puedes sentir inseguro sobre ciertos aspectos de tu vida y no


tener confianza en aquellas áreas donde te sientes vulnerable, como las relaciones
íntimas, las situaciones sociales o el trabajo. En estas áreas te sientes inferior con
respecto a las otras personas. Eres hipersensible a la crítica y al rechazo y los retos te
preocupan tanto que los evitas o te enfrentas incorrectamente a ellos.

Hay dos trampas vitales que afectan a la autoestima: la imperfección y el fracaso. Éstas
se manifiestan con sentimientos de infravaloración en el plano personal y laboral. El
fracaso como trampa vital implica sentirse insatisfecho en el rendimiento y en el trabajo,
ya que existe la creencia de que se tiene menos éxito, aptitudes o inteligencia que sus
compañeros. La imperfección como trampa vital comporta un sentimiento de que eres
inherente imperfecto, es decir, cuanto más te conozcan, menos te van a querer. La
imperfección muchas veces acompaña a otras trampas vitales. De los 5 pacientes que
mencionamos en el primer capítulo, 3 –Madeline y David - tenían este sentimiento,
además de sus trampas vitales principales.

Madeline es la paciente cuyo padrastro abusó sexualmente de ella. Es muy común que
la desconfianza, el abuso y la imperfección vayan unidos. Los niños casi siempre se
culpan a sí mismos del abuso, sienten que fueron muy malos, que lo merecían o que
eran indignos de amor.

Salia, que salía con una mujer distinta cada vez, tenía profundos sentimientos de
imperfección. Encubría estos sentimientos adoptando una actitud reservada y de
superioridad.

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Las lesiones que afectan a nuestra autoestima nos hacen sentir vergüenza, que es la
emoción predominante en esta esfera. Si tienes la imperfección o el fracaso como
trampa vital, vives la vida con la constante vergüenza de ser como eres.

La autoexpresión (trampas vitales: subyugación y normas inalcanzables)

La autoexpresión es la libertad de expresar nuestras necesidades, sentimientos e


inclinaciones naturales. Implica la creencia de que nuestras necesidades cuentan como
las de las otras personas y que somos libres de actuar espontáneamente sin una
inhibición desmesurada. Asimismo, las personas que se autoexpresan se conceden
tiempo para divertirse y jugar, en vez de dedicarse a trabajar y competir sin parar.

Si el ambiente de la infancia favorece la autoexpresión, se nos estimula a descubrir


nuestros intereses y preferencias naturales. Esto significa que nuestras necesidades y
deseos se tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones y que se nos permite expresar
emociones, como la tristeza y la ira, con tal de que no dañen seriamente a los demás. Si
nos dejan estar juguetones y desinhibidos, se nos alienta a mantener el equilibrio entre
el juego y el trabajo. Éstos son los valores razonables.

Si creciste en una familia que desalentaba la autoexpresión, te castigaron o hicieron que


te sintieras culpable cada vez que expresabas tus necesidades o sentimientos, de modo
que las preferencias de tus padres prevalecieron sobre las tuyas. Te hicieron sentir
impotente y te avergonzaron cuando actuabas de forma juguetona o desinhibida.

El trabajo y los éxitos eran lo más importante, en detrimento de la diversión y del


placer. Tus padres no estaban satisfechos si no hacías las cosas con perfección.

Carlos creció en un ambiente que dañó su autoexpresión. Su padre era crítico y


controlador, mientras que su madre estaba frecuentemente deprimida y enferma.

CARLOS: mi padre nunca estuvo satisfecho de mí. Siempre intentaba cambiarme,


diciéndome cómo debía ser. Mi madre estaba casi siempre enferma y yo intentaba
cuidarla lo mejor que podía.

La identidad de Carlos no importaba demasiado y sus padres lo utilizaban para sus


propios fines. Aprendió a aplazar sus necesidades por temor a que su padre se enfadara
o su madre se deprimiera. Su infancia fue triste y sin intereses: “Me siento como si
nunca hubiera sido un niño”.

Hay 3 signos de que la autoexpresión está restringida. El primero es que te acomodas


demasiado a otras personas. Siempre intentas agradar a todo el mundo y eres humilde,

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casi como un mártir. No pareces interesado en tus propias necesidades y no soportas que
nadie sufra, sacrificas tus propios deseos para ayudarles. Puedes hacer tanto por las
personas que incluso te sientes culpable de estar contigo. Cuando todo lo que das no es
apreciado, es posible que sientas debilidad, pasividad o resentimiento. Estás a merced
de las necesidades de las otras personas.

Un segundo signo es que estás demasiado inhibido y controlado. Puedes ser un


trabajador compulsivo, cuya vida gire alrededor de la profesión u otras tareas. Quizás te
esfuerzas para tener una apariencia perfecta, para hacer las cosas correctamente o para
mantenerlo todo ordenado y limpio.

Es posible que lleves una vida emocionalmente monótona y que suprimas las reacciones
naturales a los acontecimientos, ya sea por que sientes que tienes que hacer lo otros
desean o porque tienes que cumplir con tus elevadas expectativas. Tienes la sensación
de que no te diviertes en la vida y que ésta es sombría y triste. Por alguna razón, no
puedes divertirte, relajarte o sentir placer.

El último signo de que la autoexpresión está restringida es la ira no expresada. El


resentimiento crónico puede estar a flor de piel y seguir de forma inesperada, casi sin
control. Quizás te sientes deprimido, atrapado en una rutina no recompensada o vacía.
Haces todo lo que tienes que hacer, pero no obtienes de ello ningún placer.

Los límites realistas (trampa vital: grandiosidad)

Los problemas de los límites realistas son completamente distintos a los de la


autoexpresión. Cuando no te permiten expresarte, te controlan demasiado, suprimes tus
propias necesidades y atiendes a las preferencias de los demás. Como límites realistas,
atiendes tanto a tus propias necesidades que no haces caso a al de las otras personas.
Puedes hacerlo hasta tal punto que los demás te ven como egoísta, exigente,
controlador, egocéntrico y narcisista. Seguramente tienes problemas de autocontrol y tu
impulsividad te acarrea dificultades para conseguir objetivos a largo plazo, ya que
esperas gratificaciones inmediatas. No toleras la rutina o las tareas aburridas. Aprendiste
que eras especial y que tenías derecho a hacerlo todo a tu manera.

Tener límites realistas significa “poner límites realistas a tu propia conducta, tanto
internos como externos”. Esto incluye la capacidad de entender y de tener en cuenta las

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necesidades de los demás y de mantener un equilibrio justo entre las propias
necesidades y las de los demás, aparte de ejercitar el suficiente autocontrol y disciplina
para alcanzar nuestros objetivos y evitar el castigo de la sociedad.

Si nuestros padres establecieron límites realistas, remarcaron las consecuencias de


nuestra conducta, lo que reforzó nuestro autocontrol y autodisciplina realista. Esto
significa que no fueron demasiados permisivos ni permitieron una excesiva libertad, por
tanto, nos enseñaron a ser responsables. Asimismo, nuestros padres nos ayudaron a
aceptar la perspectiva de los demás y a ser sensibles con sus necesidades. Aprendimos a
no perjudicar a las personas innecesariamente y a respetar sus derechos y libertad.

Pero quizás no te fomentaron unos límites realistas. Tus padres pudieron ser
excesivamente indulgentes y permisivos y te dieron todo lo que querías. Premiaban tu
conducta manipuladora siempre que tenías una rabieta para conseguir algo. No te
controlaron adecuadamente y permitieron que expresaras tu ira sin ninguna restricción.
Nunca aprendiste la noción de reciprocidad ni te estimularon a tener en cuenta los
sentimientos de los demás. No te enseñaron autodisciplina ni autocontrol. Todos estos
errores pueden ser el origen de la trampa vital de la grandiosidad.

Es un escenario alternativo, quizás tus padres fueron emocionalmente fríos y no te


dieron el afecto necesario. Puede que fueras muy criticado y devaluado, y que
desarrollaras la grandiosidad para maquillar o escapar de la privación y la devaluación.

La grandiosidad puede estar dañando tu vida, ya que tu pareja, tus amigos o tu jefe
pueden terminar hartos de tu conducta y dejarte. Si tus problemas de límites incluyen
dificultades de autodisciplina y control, incluso tu salud puede estar afectada: podrías
fumar demasiado, volverte adicto a las drogas, hacer muy poco ejercicio o comer
compulsivamente. Incluso podrías ser arrestado por cometer actos delictivos, tales como
asaltar a alguien o conducir bebido. Las faltas de autodisciplina pueden impedir que no
logres tus objetivos porque no eres capaz de hacer el trabajo necesario.

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Las personas con problemas de límites tienden a ser muy culpables. Incluso no
reconocen que ellos mimos sean los causantes de sus problemas y culpan a los demás.
Además es muy poco probable que alguien con un problema de límites esté leyendo este
libro, ya que creen que son las otras personas las que tienen las dificultades, no ellos.
Sin embargo, la mayoría de las personas que lean este libro probablemente estén
comprometidas con alguien con problema de límites. Ninguno de los 5 pacientes del
primer capítulo tenía relaciones autodestructivas con personas que sí tenían problemas
de límites.
Resumen
A continuación encontrarás un recuadro que incluye todas las trampas y sus categorías
correspondientes:

LAS ONCE TRAMPAS VITALES


I. Seguridad básica
1. Abandono.
2. Desconfianza.

II. Relación con los demás


3. Privación emocional.
4. Exclusión social.

III. autonomía
5. Dependencia.
6. Vulnerabilidad.

IV. Autoestima
7. Imperfección.
8. Fracaso.

V. autoexpresión
9. Subyugación.
10. Normas inalcanzables.

VI. Límites realistas


11. Grandiosidad.

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