La Revolución Mexicana
La Revolución Mexicana
La Revolución Mexicana
XX
Es un domingo 20 de noviembre de 1910. Porfirio Díaz, conocido por el pueblo que le adversa
como “el llorón de Icamole” dada la manera en que terminó su discurso en la cámara de diputados
de 1874, gobierna México con puño firme desde hace casi 35 años. Y aunque el país ha prosperado
económicamente, lo ha hecho dejando en el olvido a las masas campesinas empobrecidas y
negándole a la oposición cualquier acceso a las instituciones del Estado.
Soplan los primeros vientos de cambio. No hace mucho, el periodista estadounidense James
Creelman, de la revista “The Pearson’s Magazine”, ha entrevistado a Porfirio Díaz, que le ha
asegurado que no se presentará a la reelección.
Se trata de una declaración destinada a calmar a los inversores extranjeros, nada más. Pero los
partidos de oposición cruzan los dedos y una voz los convoca a organizarse, a ganar las venideras
elecciones: se trata del empresario y político Francisco Ignacio Madero, nacido en Coahuila en
1873 y fundador del Partido Nacional Antirreeleccionista.
En ese mismo documento se declaran nulas las elecciones recién celebradas, así como los cargos
de presidente, vicepresidente, la Corte Suprema de Justicia y diputados y senadores, y se anuncia
al propio Madero como presidente provisional de México y “Jefe de la Revolución”. El alzamiento,
al que se invita también al Ejército Federal, tendría lugar el próximo 20 de noviembre.
El 19 de octubre, Madero abandona Texas y cruza el río Bravo para volver a México, donde es
recibido por un grupo reducido de voluntarios y exmilitares. Pero tras unas pocas escaramuzas,
Madero se retira nuevamente a Estados Unidos, esta vez a la ciudad de Nueva Orleans, donde
espera reagrupar sus fuerzas y consolidar una estrategia. Cuál será su sorpresa al enterarse de que
mucha más gente ha respondido a su llamado, en las zonas rurales de Chihuahua, Sonora, Durango
y Coahuila. La Revolución Mexicana da sus primeros y débiles pasos.
Es así que llega el 20 de noviembre y se producen 13 levantamientos en contra de Porfirio Díaz:
uno en Durango, que toma la cárcel municipal y libera a los presos para sumarlos a su causa, ocho
en Chihuahua, tres en Veracruz y otro en San Luis de Potosí. Y en la ciudad de Guerrero, al día
siguiente, se produce el primer enfrentamiento entre revolucionarios y tropas federales, a medida
que la lucha armada se extiende a siete de los estados de la República. Entre los alzados están los
líderes Pascual Orozco, Francisco “Pancho” Villa, Salvador Alvarado, Emiliano Zapata y varios más.
Confrontado con este nuevo panorama, Madero decide volver al país a través de Ciudad Juárez,
con el propósito de asumir la jefatura del movimiento. Al mando de unos 800 alzados, ataca la
ciudad de Casas Grandes, en Chihuahua pero es derrotado y herido en un brazo, y otros líderes
revolucionarios deben acudir en su apoyo. Pero eso poco importa: el alzamiento se ha convertido
ya en rebelión y abarca prácticamente al país entero, y suma a sectores obreros, ferroviarios,
mineros, rancheros, artesanos e incluso algunos sectores políticos que nunca fueron demasiado
afines a Madero.
El gobierno de Díaz intenta apagar el fuego, suspendiendo las garantías individuales y extendiendo
a los maderistas una invitación a un diálogo político. En Nueva York, Estados Unidos, se reúnen los
dos bandos a conferenciar, y la Junta Revolucionaria envía al gobierno sus exigencias: decretar la
no reelección, destituir al vicepresidente, garantizar la libertad política y retornar al cauce
democrático.
Varias de estas exigencias son implementadas por el gobierno, en parte gracias a la insistencia de
su delegado en las negociaciones, José Ives Limantour. Pero a juicio de Madero son muy pocas, así
que el bando revolucionario se empeña en lograr la renuncia de Díaz y de Corral. Y aunque el
gobierno está dispuesto a ceder la vicepresidencia, no hace lo mismo con el mandato de Díaz.
Finalmente, el 7 de mayo de 1911 se publica en el diario La Nación un comunicado del gobierno,
que informa sobre el fracaso de las negociaciones.
Las hostilidades se reanudan de inmediato, y esta vez no lo hacen bajo el control absoluto de
Madero. Durante el 8 y el 9 de mayo de 1911 se produce un ataque contra Ciudad Juárez, bajo el
mando de “Pancho” Villa y Orozco y en contra de las órdenes de Madero.
El 10 ya la ciudad está bajo control de los rebeldes, quienes proceden de inmediato a nombrar un
gobierno interino, a la cabeza del cual estaba Madero, y en cuyo consejo de Estado figuran
nombres como el de Venustiano Carranza y José María Pino Suárez.
Una nueva pausa en el combate es decretada durante cinco días por el gobierno revolucionario el
17 de mayo, extensiva al país entero y, al término de dicho período, se anuncia la paz con el
gobierno de Díaz, mediante la firma de los Tratados de Ciudad Juárez. Tanto Díaz como su
vicepresidente aceptan renunciar a sus cargos, cosa que hacen el 25 de ese mismo mes. Porfirio
Díaz abandona México hasta el final de sus días. La Revolución Maderista llega a su fin.
El inicio del zapatismo
Madero y de la Barra compiten continuamente por la autoridad. Y cuando este último anuncia las
medidas, un tanto apresuradas, para el desarme de las fuerzas rurales revolucionarias, se
encuentra con una importante oposición en la figura de Emiliano Zapata, quien exige que se
cumplan primero el reparto y la restitución de tierras que Madero había prometido en su Plan de
San Luis. Los campesinos, alzados en armas, no están dispuestos a retornar dócilmente a la
marginalidad y la pobreza.
Madero intenta negociar con el ejército zapatista y, cuando parece lograrlo, de la Barra ordena al
general Victoriano Huerta que las reprima violentamente. Nadie puede suponer el costo que
aquello tendrá para el futuro del país. Las fuerzas de Emiliano Zapata se repliegan en la serranía de
Puebla y Guerrero, y anuncian al pueblo de Morelos la creación del Ejército Libertador del Sur, así
como sus intenciones de combatir a los “traidores científicos” que quieren retomar el poder.
Dentro del nuevo gobierno, las fuerzas armadas campesinas cuentan con el apoyo de algunas
facciones, que defienden su derecho a no deponer las armas hasta sentirse satisfechos con lo
obtenido. Esto trae consigo cierta inestabilidad política, que motiva a otros sectores
revolucionarios a reemprender la lucha.
El 1 de agosto se anuncia el Plan de Texcoco, firmado por Andrés Molina Enríquez, en el que se
desconoce al gobierno; y el 31 de octubre ocurre lo mismo con el Plan de Tacubaya, firmado por
Paulino Martínez, un futuro ideólogo del zapatismo, quien acusa a Madero de haber traicionado la
causa.
El gobierno de Madero
Madero entonces cruza una línea peligrosa: envía a Morelos una comitiva para pedir a Emiliano
Zapata la desmovilización de su ejército, cosa a la que el líder revolucionario se niega a menos que
se cumplan ciertas condiciones: el gobernador del Estado debe ser removido del cargo, las tropas
federales retiradas, las fuerzas zapatistas deben recibir un indulto y se debe establecer una ley
agraria que mejore la condiciones de vida de los campesinos y la clase rural.
Madero se niega a cumplir esos términos y envía al ejército tras Zapata, quien logra escapar al
estado de Puebla y desde allí anunciar el Plan de Ayala, acusando a Madero de dictador, de estar
en contra de la voluntad del pueblo y de haberse aliado con los hacendados feudales. Zapata
proclama como nuevo jefe de la Revolución a Pascual Orozco y, en caso de que no acepte, se
postula a sí mismo para el cargo.
Es así que Madero pierde el respaldo revolucionario. En 1912, Pascual Orozco, gobernador de
Chihuahua, anuncia el Plan de la Empacadora (llamado así porque se firma en el edificio de una
empresa empacadora), también llamado Plan Orozquista: un documento en el que critica
severamente al gobierno de Madero y bajo la consigna de “Reforma, libertad y justicia”, propone
un camino distinto, más atrevido, más revolucionario.
Junto a él se alzan diversos militares del antiguo ejército revolucionario, quienes desconocen el
gobierno y se enfrentan con éxito a sus fuerzas, a la cabeza de las cuales está nuevamente el
ingeniero y militar Victoriano Huerta, por designación del propio Madero.
Ese mismo año se alzan contra Madero los sectores conservadores, algunos de los cuales ya han
fracasado en 1911 en un brevísimo intento por desconocer a Madero e impedir los cambios de su
gobierno, conocido como el Plan de la Soledad, a cargo de Bernardo Reyes.
En 1912 el nuevo alzamiento es encabezado por Félix Díaz, un sobrino del propio Porfirio Díaz, en
el estado de Veracruz el 16 de octubre. Su movimiento carece del apoyo esperado y el 23 de
octubre ya se encuentra encarcelado y sentenciado a morir, sentencia que posteriormente le es
conmutada por una cadena perpetua.
Esta traición toma desprevenidos a Madero y a Pino Suárez, su vicepresidente. Ambos son
capturados, obligados a renunciar a sus cargos y posteriormente asesinados. Victoriano Huerta
asume entonces las riendas del gobierno, acción por la que fue conocido como “el usurpador”. Su
gobierno, aliado con los grandes hacendados y con la Iglesia, suprime la democracia y se propone
apaciguar a la fuerza al país, en contra de los sectores revolucionarios.
La Revolución constitucionalista
Otros, como Pascual Orozco, cambian de bando y apoyan a Huerta, por lo que las tropas
revolucionarias de Chihuahua son comandadas por Francisco “Pancho” Villa, quien cuenta con el
apoyo de las clases populares. También hay alzamientos en Durango, Zacatecas, Coahuila. Emiliano
Zapata, por su parte, emprende en solitario una lucha contra Huerta desde el 4 de marzo.
Para ello utilizan como pretexto el llamado “Incidente de Tampico”, un altercado marítimo menor
entre marinos estadounidenses y la guarnición federal mexicana en Tampico, Tamaulipas, que ha
tenido lugar el 9 de abril de 1914. La ocupación estadounidense se concreta en dos días de lucha,
se prolonga durante siete meses y finalmente entrega el mando del puerto a las fuerzas leales a
Venustiano Carranza.
El gobierno de Carranza no trae consigo la tan esperada paz en México, sino el resentimiento de
“Pancho” Villa, quien lo acusa de manejos arteros durante la toma del poder, dado que Carranza lo
ha excluido de los Tratados de Teoloyucán, el pacto que permite el fin pacífico del gobierno de
Huerta.
Reunidos el 8 de julio, Carranza y Villa han firmado el Pacto de Torreón, en el que establecen
acuerdos sobre la conducción del ejército revolucionario. Pero este acuerdo no impediría que las
dos facciones se distancien prontamente y emprendan un conflicto sangriento en la siguiente
etapa de la Revolución Mexicana.
Mientras tanto, en Veracruz, Carranza gobierna de facto al país, que se divide entre fuerzas
constitucionalistas (al mando de Carranza) y fuerzas convencionistas (al mando de Villa, pues
Zapata se limita a defender y aislar su territorio).
La guerra civil no se hace esperar y en marzo de 1915 se dan las primeras batallas, pero pronto la
superioridad del ejército constitucionalista se hace notar, especialmente bajo el mando de Álvaro
Obregón. Así, en octubre de 1915 ya Estados Unidos reconoce de facto al gobierno de Carranza (lo
cual ocasiona una serie de ataques vengativos del ejército Villista en contra de bienes y ciudadanos
estadounidenses), y a finales de 1916 la victoria del bando constitucionalista es una realidad.
Para muchos estudiosos de la Revolución Mexicana, el año de 1917 marca el final de una
sangrienta etapa de transformaciones políticas, sociales y económicas en el país. Y esto se debe a
que el triunfo de Carranza trae consigo la promesa de una refundación del país: una nueva
Constitución nacional, redactada casi íntegramente por las fuerzas carrancistas en la ciudad de
Querétaro, aunque muchas de las demandas de los sectores villistas y zapatistas son, a su modo,
tomadas en cuenta. La Constitución Mexicana de 1917 es el resultado de estas gestiones.
De 1920 a 1928, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles gobiernan México uno después del otro.
Durante el mandato de Calles se produce la Guerra Cristera (de 1926 a 1929), un levantamiento
armado en defensa de los privilegios de la Iglesia, fuertemente atacados por el gobierno
revolucionario.
Este sangriento conflicto finaliza durante la presidencia de Emilio Portes Gil, ya que Álvaro
Obregón, reelecto para el cargo en 1928, es asesinado antes de asumir el mandato por un fanático
católico en un restaurante de la Ciudad de México. Tras su muerte, el “Jefe máximo de la
Revolución”, Plutarco Elías Calles, dará un célebre discurso en el que anuncia el fin de la “etapa de
los caudillos” y el inicio de la “etapa de las instituciones”.