Emiliano Zapata y La Revolución Mexicana
Emiliano Zapata y La Revolución Mexicana
Emiliano Zapata y La Revolución Mexicana
El estado de Morelos desde el siglo XVI era el principal productor de azú car en el país. A
finales del siglo XIX y principios del XX, las haciendas habían despojado a los campesinos
de sus tierras, lo que provocó levantamientos por parte de los campesinos. Por su parte,
los dueñ os de los ingenios azucareros invirtieron en maquinaria, haciéndola la tercera mas
moderna del mundo. Esto provocó que el estado de Morelos se convirtiera en el tercer
productor de azú car en el mundo.
Zapata nace el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco en una familia campesina que tenía
algo de tierra y ganado. No era un campesino pobre, pero tampoco se le podía considerar
un campesino rico. A sus 30 añ os tenía la confianza de los campesinos ya que en 1909 fue
elegido presidente del Consejo Comunal de Anenecuilco. Esto en el contexto de que a
principios de ese mismo añ o se realizó la elecció n de gobernador de Morelos, que ganó
Pablo Escandó n por medio de un fraude electoral ya que era el candidato de Porfirio Díaz.
Por medio del consejo comunal, Zapata dio la lucha legal por las tierras y el gobierno de
Escandó n, que era totalmente incapaz de darse cuenta de que el descontento de los
campesinos crecía, aumentó los ataques hacia estos, favoreciendo legalmente a los
terratenientes.
Posteriormente, los campesinos enviaron una carta al gobernador (mas bien en tono de
sú plica) para que los dejara sembrar los terrenos de Villa de Ayala, lo cual el gobernador
ignoró por completo. Ante esto, Zapata reunió a 80 hombres armados y tomaron las
tierras. Les pidió a los campesinos de Villa de Ayala que no intervinieran porque el
problema no era con ellos, sino con la hacienda. Después de esta victoria, los campesinos
de Villa de Ayala y de otros pueblos se unieron a Zapata y se generalizó este ambiente en el
que se empezó a repartir tierras a los campesinos. Má s adelante, en el contexto de la
rebelió n contra el gobierno de Díaz, Zapata decide sumarse, aunque con un programa
agrario radical. Debido a esto surge el Ejercito Libertador del Sur con una direcció n que se
elegía en los pueblos con la participació n del campesinado y el proletariado agrario.
A principios de 1911, Zapata contaba con má s de 1000 hombres armados y en mayo tomó
Cuautla con 4000 hombres. La idea de Zapata no era una rebelió n campesina local, sino
una revolució n que asegurara tierras y buenas condiciones de vida.
Plan de Ayala
Tras de la llegada de Madero al Gobierno, se veía clara la intenció n de éste de desarmar al
movimiento campesino y negociar con Díaz. Tres semanas después de la llegada de
Madero a la Presidencia, Zapata y Otilio Montañ o redactaron el Plan de Ayala firmado el
28 de noviembre de 1911, buscaba ser el programa político de la Revolució n campesina, y
de hecho en Cuernavaca, Morelos, Chilpancingo y Guerrero se llevó a cabo.
El Plan de Ayala desconoce a Madero como Presidente de la Repú blica, lo declara traidor
de la revolució n y llama a su derrocamiento. Esto debido a los tratos con Porfirio Díaz y
porque no cumple la promesa hacia los campesinos de repartir las tierras. Plantea que los
campesinos que hayan sido despojados de sus tierras, las recuperen y, lo má s importante:
la expropiació n de los bienes de los terratenientes y los enemigos de la revolució n.
La burguesía ha tratado de ocultar el papel que jugaron dirigentes como Emiliano Zapata
en la revolució n. En cambio realzan el papel de Carranza, Madero y Obregó n. Quienes
llevaron a cabo las transformaciones en la revolució n fueron las masas campesinas y
explotadas que se vieron representadas en el sur del país por Zapata.
Actualmente, los campesinos tienen ante sí una serie de problemas cuya mejor forma de
resolverlos es manteniendo un programa independiente de la burguesía y aliados con los
trabajadores de la ciudad.
La capacidad de lucha de los campesinos se vio reflejada en la revolució n, pero para hacer
una transformació n definitiva en favor de los explotados, es imprescindible su lucha del
lado de las masas explotadas de la ciudad, especialmente al lado del movimiento obrero.
Emiliano Zapata
Emiliano Zapata Salazar (Anenecuilco, Morelos, 8 de agosto de 1879-
Chinameca, Morelos, 10 de abril de 1919) fue uno de loslíderes
militares y campesinos má s importantes de la Revolució n mexicana y un símbolo de la
resistencia campesina en México. Como parte del movimiento revolucionario, estuvo al
mando del Ejército Libertador del Sur. También fue conocido como el «Caudillo del Sur».
Ideó logo e impulsor de las luchas sociales y las demandas agraristas, así como de justicia
social, libertad,igualdad, democracia social, propiedad comunal de las tierras y el respeto a
las comunidades indígenas, campesinas y obreras de México, víctimas de la oligarquía y
el latifundismo de los hacendados del Porfiriato.
Inicios
Emiliano Zapata Salazar nació en una familia campesina y fue hijo de Gabriel Zapata y
Cleofas Salazar.1 Su infancia se desarrolló en el contexto
del latifundismo porfirista en Morelos. Realizó sus primeros estudios con el
profesor Emilio Vera, quien había sido un viejo soldado juarista. Pronto trabajó
como labrador y arriero. En 1906 asistió a una junta de campesinos en Cuautla para
discutir la forma de defender sus tierras y las del pueblo frente a los hacendados
colindantes. Su rebeldía lo condenó a la leva (conscripció n), y en 1910 Zapata fue
incorporado al 9° Regimiento de Caballería, en Cuernavaca. Zapata fue asignado como
caballerango de Pablo Escandó n, Jefe del Estado Mayor de Porfirio Díaz, tras lo cual fue
trasladado a cumplir las mismas funciones bajo el mando de Ignacio de la Torre, yerno del
Gral. Porfirio Díaz, quien le tomaría especial afecto por su destreza y conocimiento con los
caballos.
El motivo por el que se incorporó a Emiliano Zapata al ejército fue el hecho de que había
raptado a una jovencita, ya que Zapata era conocido por ser un hombre muy enamoradizo
y con un atractivo físico.2 La acusació n la puso el padre de Inés Alfaro Aguilar, joven con
quien tiempo después Zapata tendría dos hijos: Nicolá s y Elena Zapata Alfaro. En la
fotografía en la que Zapata aparece junto al Gral. Pancho Villa sentado en la silla
presidencial, el niñ o má s pequeñ o que se asoma es Nicolá s. También segú n el historiador
Jesú s Sotelo Inclan, Zapata se casó con una joven de clase acomodada llamada Luisa
Merino y al caer la dictadura porfirista, el 20 de agosto de 1911 contrajo matrimonio con
la señ orita Josefa Espejo Sá nchez conocida como “La Generala” originaria de Anenecuilco,
hija de don Fidencio Espejo y Guadalupe Sá nchez Merino con quien procreó dos hijos má s.
El primero tuvo por nombre Felipe; éste nació en el cerro El Jilguero y murió a la edad de
cinco añ os, en uno de los tantos refugios que como familia tuvieron, luego de ser mordido
por una víbora de cascabel. La segunda hija fue Josefa; ella nació en Tlaltizapá n y un añ o
antes que su hermano Felipe murió a consecuencia de una picadura de alacrá n. Así Josefa
quedó sin hijos en poco tiempo. Sin embargo, Zapata tuvo má s hijos como es el caso
de Ana María Zapata, hija de Petra P. Torres.
En el mes de mayo de 1910 recuperó por la fuerza las tierras de Villa de Ayala, que eran
protegidas por el jefe de policía, José A. Vivanco, y que dejó en posesió n de los campesinos
del lugar. Por este hecho tuvo que escapar varias veces del gobierno, pues fue
declarado bandolero. Algunos meses después participó en la reunió n que se celebró en
Villa de Ayala, con objeto de discutir lo que después se convertiría en el Plan de Ayala.
Al triunfo del maderismo, Zapata no concibe el licenciamiento de sus tropas sin que a cada
uno se le otorgue la seguridad de tierras para sembrar a cambio de sus fusiles. Para él, la
guerra no terminaba con el derrocamiento del porfirismo, sino con la cristalizació n del
objetivo del pueblo campesino: la devolució n de las tierras robadas por los hacendados
millonarios.
Esto dio lugar a que Francisco Leó n de la Barra, presidente interno, lo considerara rebelde,
por lo que mandó fuerzas a someterlo: mil hombres bajo el mando de los
generales Victoriano Huerta y Aureliano Blanquet. Para agosto de 1911, Francisco I.
Madero acordó entrevistarse con Emiliano Zapata en Yautepec para buscar una solució n
pacífica en el conflicto suriano y con el fin de convencerlo de que licenciara sus tropas.
Mientras tanto, Zapata era fuertemente criticado por la prensa conservadora del país. En
la reunió n no se logró ningú n acuerdo, pues Madero no concebía la reforma agraria como
lo hacía Zapata. Madero creía que primero había que hacer una reforma política profunda,
mientras que para Zapata era prioritaria la devolució n de las tierras robadas por las
haciendas. A decir de Zapata, Madero había traicionado la revolució n. El gobierno federal
reiteró su decisió n de imponer el orden por la violencia, y Zapata se desplegó con sus
tropas a los límites entre el Guerrero y Puebla, escondiéndose del gobierno y generando
emboscadas a pequeñ os contingentes federales. En este periodo, Zapata se casó con Josefa
Espejo y el padrino de la boda fue el propio Francisco I. Madero.
Con Madero como presidente de la Repú blica, las diferencias no disminuyeron. Zapata se
entrevista con Madero en el Palacio Nacional, donde sostienen una fuerte discusió n.
Madero ofrece a Zapata una hacienda en el estado de Morelos "como pago a sus servicios a
la Revolució n", cosa que enfurece a Zapata que le contesta:
Dicho esto mientras con gesto amenazador, golpeó con fuerza su carabina .30-30 sobre el
escritorio de Madero.
El gobierno «convencionista»
El mismo mes, Emiliano Zapata, desde su cuartel general de Cuernavaca, promulgó la
entrega de tierras a los pueblos. Invitado por varios delegados de la Convenció n de
Aguascalientes, en la que los tres grupos má s importantes que participaron en
la Revolució n mexicana intentaron dirimir sus diferencias, Zapata no fue en persona al
citado evento, pero envió a una comisió n, integrada por Antonio Díaz Soto y Gama, quién
protagonizó el Incidente de La Bandera; y a Leobardo Galvá n Gonzá lez, un licenciado del
pueblo de Tepoztlá n, nacido en el barrio de Santo Domingo, en la actual calle de Aniceto
Villamar en un predio llamado "Coyulan" y ú nico morelense enviado por Emiliano Zapata a
Aguascalientes, que desempeñ ó un papel importante de negociació n para la asistencia de
la delegació n zapatista, negociaciones tanto con Lucio Blanco como con el mismo
general Francisco Villa, Paulino Martínez, Manuel J. Santibá ñ ez y Manuel Uriarte, quienes
quedaron en calidad de observadores hasta que la Convenció n optó por desconocer
a Venustiano Carranza. Así pues, Emiliano Zapata se unió con Francisco Villa y ambos
reconocieron a Eulalio Gutiérrez como presidente provisional de México, no así el
encabezado por Venustiano Carranza, lo que provocó la continuació n de la guerra civil. A
finales de noviembre, la poderosa Divisió n del Norte y el Ejército Libertador del
Sur entraron en la Ciudad de México.
Alcanzó así fama nacional el movimiento zapatista como la otra cara de la moneda entre
los campesinos surianos y los del norte. En su estancia en la capital, las tropas tuvieron
una actitud má s que pacífica: obtuvieron recursos mediante limosnas y evitaron los robos
y asaltos de algunos bandidos que ensuciaban su nombre haciéndose llamar zapatistas.
El 4 de diciembre de ese añ o Villa y Zapata tuvieron la célebre entrevista de Xochimilco,
lográ ndose una alianza militar entre ambos ejércitos. Villa aceptó en cambio el Plan de
Ayala, a excepció n de sus acusaciones a Francisco I. Madero, quién había sido su redentor
y se obligó a dar armas a Zapata.
En marzo expidió la ley administrativa para el estado, reabrió escuelas, creó instituciones
para reiniciar la producció n de alimentos del campo y continuó la guerrilla en zonas
periféricas y de frontera. Sin embargo, en octubre del mismo añ o entró a Morelos el
general Pablo Gonzá lez Garza, apoderá ndose del territorio. Para 1918, Emiliano Zapata
era, al igual que Francisco Villa lo sería en 1920, un guerrillero con poco futuro, pues ante
las constantes batallas y lo escaso de las municiones, la muerte de los cabecillas y la ley
agraria de Carranza, que apaciguó la causa suriana, su movimiento, indudable
manifestació n del descontento campesino, no llegó a consolidarse como una verdadera
organizació n político-militar. Siendo una rebelió n de masas campesinas, se limitó a
realizar su guerra de guerrillas a partir de 1918
Muerte de Zapata
La guerra por parte del gobierno tomó perfiles despiadados en el norte. El gonzalista Jesú s
Guajardo le hizo creer a Zapata que estaba descontento con Carranza y que estaría
dispuesto a unirse a él. Zapata le pidió pruebas y Guajardo se las dio al fusilar a
aproximadamente 50 soldados federales, con consentimiento de Carranza y Pablo
Gonzá lez, y ofrecerle a Zapata armamento y municiones para continuar la lucha. Así,
acordaron reunirse en la Hacienda de Chinameca, Morelos, el 10 de abril de 1919. Zapata
acampó con sus fuerzas a las afueras de la hacienda, y se acercó a la misma acompañ ado
ú nicamente por su escolta de 100 hombres. Al cruzar el dintel, un ordenanza apostado a la
entrada, tocó con su clarín la llamada a honores. É sta fue la señ al para que los tiradores,
escondidos en las azoteas, abrieran fuego contra Zapata, que alcanzó a sacar su pistola,
pero un balazo se la tumbó . No pocos condenaron el procedimiento. Ademá s, esto dio
lugar a que, una vez muerto, Zapata se convirtiera en el apó stol de la revolució n y símbolo
de los campesinos desposeídos. El movimiento continuó , aunque ya con menos intensidad,
y los zapatistas acordaron nombrar a Gildardo Magañ a Cerda jefe delEjército Libertador
del Sur. É l sería el ú ltimo, pues casi un añ o después, los antiguos compañ eros de Zapata se
integrarían al gobierno aguaprietista, aunque algunos de ellos serían asesinados por el
mismo gobierno.
Entre la gente comú n del estado de Morelos, que se negaba a dar crédito a la muerte de
Zapata, circulaba la creencia de que no era su caudillo el que había sido asesinado por
Guajardo. Se decía que le hacía falta un lunar, que si Zapata era má s alto o má s moreno. Se
decía que no era posible que, si Zapata había escapado a tantas emboscadas y siempre
había tenido tan buen olfato para los engañ os, hubiera caído de esta manera. Se decía que
Zapata había mandado en su lugar a uno de sus compadres, con quien compartía un gran
parecido. Desgraciadamente la identificació n del cadá ver de Zapata por parte de antiguos
compañ eros de armas y gente cercana fue contundente: el cadá ver correspondía al
caudillo del sur.
Las leyendas llevaron a Zapata hasta el Lejano Oriente, donde un compadre á rabe le habría
ofrecido protecció n; segú n esa leyenda, Zapata se había embarcado en Acapulco para huir
a Arabia. Otros má s aseguraban que en las noches de luna, se le podía ver cabalgando
cerca de Anenecuilco, el sitio de su nacimiento. También allí ubicaban, décadas después, a
un anciano encerrado en una casa, que aseguraban era Zapata.
Hace algú n tiempo, se publicó un texto que cuestiona la versió n oficial de la muerte de
Zapata en la Hacienda de Chinameca.4 Hasta la fecha no ha habido una respuesta pú blica,
con argumentos, ni siquiera de historiadores profesionales, que refute este
cuestionamiento a la versió n oficial.
Zapata es el autor de la famosa frase «Es mejor morir de pie que vivir toda una vida
arrodillado». Dolores Ibá rruri, «La Pasionaria», ciertamente la popularizó .
Museos
Ruta de Zapata
Cuautla : En este lugar se puede visitar la antigua estació n de ferrocarril que sirviera de
cuartel zapatista, el palacio municipal donde fuera velado su cadá ver, la plazuela del sur
donde descansan sus restos debajo de una estatua en su honor, la má quina 279 que
sirviera durante la época revolucionaria.
Anenecuilco: cuenta con la casa museo Zapata, museo innovador, que cuenta con el cuarto
donde naciera Don Emiliano Zapata
Chinameca: restos del Casco de la ex-hacienda donde fuera acribillado, cuenta con un
museo con fotografías.
En México fue conocido como el “Atila del sur” pues encabezó la lucha agraria en su Estado
natal de Morelos, en el sur del país. A él se le atribuye el lema “la tierra es de quien la
trabaja”. Héroe nacional, venerado por el campesinado mexicano. Sus adversarios
consideraban que era simplemente un bandido roba-vacas que, con sus salvajes
huestesarmadas, amenazaba vidas, honor, propiedades y a la misma civilizació n.
Con el paso del tiempo, Zapata se convirtió en héroe; los defectos del caudillo quedaron
difuminados, olvidados, transformados por la pluma del poeta, la mano del muralista o las
elocuentes palabras del político.
BIOGRAFIA:
Revolucionario mexicano:
A la vez existía otra figura revolucionaria en aquel tiempo, la de Villa, en la zona Norte, que
se lanzó primero al bandidaje y casi siempre luchó en apoyo de algú n hacendado,
buscando poder y riquezas personales; sin embargo, Zapata, má s honrado, siempre estuvo
al lado del pueblo, intentando conseguir su causa. El Estado zapatista, conseguido después
de la revolució n de Madero, se localizo en el sur -en Morelos- , donde, a diferencia del
norte, ya existía una conciencia proletaria, aú n sin madurar, pero que comenzaba a dar
frutos, a la par que la unidad e independencia del ejército de Zapata eran mucho má s
evidentes que las del de Villa en el norte.
Al poco tiempo, Madero comenzó a reprimir y limitar las concesiones del Estado de
Morelos, ya que se le escapaba de las manos al no poder consolidar el poder burgués que
deseaba. Zapata insistió en las reivindicaciones y finalmente rompió con la
contrarrevolució n burguesa disfrazada de revolució n.
En 1913, Huerta tomó el poder, y en 1914, la alianza Zapata, Villa y Carranza lo derribó .
Carranza intentó frustrar la revolució n nuevamente y los otros dos atacaron y ocuparon la
capital mexicana a fines de 1914.
Emiliano Zapata
(San Miguel Anenecuilco, México, 1879 - Morelos, 1919) Revolucionario mexicano. En el
complejo desarrollo de la Revolució n mexicana de 1910, los llamados líderes agraristas
recogieron las justas aspiraciones de las clases rurales má s humildes, que se habían visto
abocadas a la miseria por una arbitraria política agraria que los desposeía de sus tierras.
De todos ellos, Emiliano Zapata sigue siendo el má s admirado.
Frente a la ambició n sin escrú pulos o la inconsistencia ideoló gica de Pancho Villa o Pascual
Orozco, y frente a una idea de revolució n má s ligada a la guerra por el poder que a la
transformació n social, Emiliano Zapata se mantuvo fiel a sus ideales de justicia y dio
absoluta prioridad a las realizaciones efectivas. Desgraciadamente, esa misma firmeza y
constancia frente a los confusos vientos revolucionarios determinaron su aislamiento en el
estado de Morelos, donde acometió fecundas reformas desde una posició n de virtual
independencia que ningú n gobierno podía tolerar. Su asesinato, instigado desde la
presidencia, conllevó la rá pida disolució n de su obra y la exaltació n del líder, que entraría
en la historia como uno de los grandes mitos revolucionarios del siglo XX.
Biografía
Miembro de una humilde familia campesina, era el noveno de los diez hijos que tuvieron
Gabriel Zapata y Cleofá s Salazar, de los que só lo sobrevivieron cuatro. En cuanto a la fecha
de su nacimiento, no existe acuerdo total; la má s aceptada es la del 8 de agosto de 1879,
pero sus bió grafos señ alan otras varias: alrededor de 1877, 1873, alrededor de 1879 y
1883. Emiliano Zapata trabajó desde niñ o como peó n y aparcero y recibió una pobre
instrucció n escolar. Quedó huérfano hacia los trece añ os, y tanto él como su hermano
mayor Eufemio heredaron un poco de tierra y unas cuantas cabezas de ganado, legado con
el que debían mantenerse y mantener a sus dos hermanas, María de Jesú s y María de la
Luz.
Una de las causas de Revolució n mexicana fue la nefasta política agraria desarrollada por
el régimen de Pofirio Díaz, cuya dilatada dictadura da nombre a todo un periodo de la
historia contemporá nea de México: el Porfiriato (1876-1911). Al amparo de las inicuas
leyes promulgadas por el dictador, terratenientes y grandes compañ ías se hicieron con las
tierras comunales y las pequeñ as propiedades, dejando a los campesinos humildes
desposeídos o desplazados a á reas casi estériles. Se estima que en 1910, añ o del estallido
la Revolució n, má s del noventa por ciento de los campesinos carecían de tierras, y que
alrededor de un millar de latifundistas daba empleo a tres millones de braceros.
Tal política condenaba a la miseria a la població n rural y, aunque era un mal endémico en
todo el país, revistió particular gravedad en zonas como el estado de Morelos, donde los
grandes propietarios extendían sus plantaciones de cañ a de azú car a costa de los
indígenas y los campesinos pobres. En 1909, una nueva ley de bienes raíces amenazaba
con empeorar la situació n. En septiembre del mismo añ o, los alrededor de cuatrocientos
habitantes de la aldea de Zapata, Anenecuilco, fueron convocados a una reunió n
clandestina para hacer frente al problema; se decidió renovar el concejo municipal, y se
eligió como presidente del nuevo concejo a Emiliano Zapata.
La Revolución mexicana
La política agraria y las abismales desigualdades sociales que trajo consigo el Porfiriato
figuran entre las causas profundas de la Revolució n mexicana, pero su detonante
inmediato fue la decisió n de Porfirio Díaz de presentarse a las elecciones de 1910. Tales
"elecciones" eran en realidad una farsa pseudodemocrá tica para prolongar otros seis añ os
su mandato; el viejo dictador, tras reprimir y eliminar la libertad de prensa y cualquier
atisbo de disidencia política, mantenía el formalismo de hacerse reelegir perió dicamente.
Con ese rango tomó en mayo la ciudad de Cuautla, punto de partida para extender su
poder sobre el estado, y procedió a distribuir las tierras en la zona que controlaba. En el
resto del país, mientras tanto, se extendía y triunfaba rá pidamente la Revolució n: el
ejército del dictador fue derrotado en apenas seis meses. En mayo de 1911, Porfirio Díaz
partió al exilio después de traspasar el poder a Francisco Leó n de la Barra, que asumió
interinamente la presidencia (mayo-noviembre de 1911) hasta la celebració n de las
elecciones.
El Plan de Ayala
Tras la caída de la dictadura de Porfirio Díaz, y ya durante la presidencia interina de Leó n
de la Barra, surgieron prontamente las discrepancias entre Zapata, quien reclamaba el
inmediato reparto de las tierras de las haciendas entre los campesinos, y Francisco
Madero, que por su parte exigía el desarme de las guerrillas. Finalmente, Zapata aceptó el
licenciamiento y desarme de sus tropas, con la esperanza de que la elecció n de Madero
como presidente abriera las puertas a la reforma.
Pero, pese al triunfo revolucionario, buena parte de la maquinaria del régimen seguía en
manos de antiguos porfiristas (comenzando por Leó n de la Barra), que ocupaban altos
cargos en la administració n y en el teó ricamente vencido ejército. Cuando, en julio de
1911, gran parte de los zapatistas habían entregado las armas, empezó el acoso del
ejército sobre los campesinos y luego sobre el propio Zapata, que escapó por poco a su
detenció n; a lo largo de aquel verano, las tropas gubernamentales echaron por tierra la
obra de Zapata, pero su acció n unió en su contra a los campesinos que, tomando de nuevo
las armas, recuperaron posiciones y resultaron a la postre fortalecidos.
Mientras tanto, en el resto del país, la traició n del usurpador Huerta suscitó el uná nime
rechazo de los revolucionarios. El gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, se erigió
en el líder de los constitucionalistas, cuyo primer objetivo era expulsar a Huerta y
restablecer la legalidad constitucional; Carranza obtuvo el apoyo de Pancho Villa, que
lideraba a los revolucionarios agraristas del norte. Entre ambos lograron derrotar a
Victoriano Huerta en julio de 1914.
El apoyo de Zapata había sido má s tácito que efectivo, pues exigía a Carranza la aceptació n
del Plan de Ayala, que no llegó a producirse. Por otra parte, las campañ as contra Huerta
habían provocado numerosas fricciones entre figuras de tan distinto ideario y condició n
como Venustiano Carranza, un político procedente de la abogacía, y Pancho Villa, un
popular bandolero convertido en revolucionario. Vencido Huerta, el país quedaba en
manos de tres dirigentes escasamente afines.
El aporte de algunos intelectuales, como Antonio Díaz Soto y Gama y Rafael Pérez Taylor,
dio solidez ideoló gica al movimiento agrarista, y ello permitió a los zapatistas organizar
administrativamente el espacio que controlaban. En este sentido, el gobierno de Zapata
creó comisiones agrarias, estableció la primera entidad de crédito agrario en México e
intentó convertir la industria del azú car de Morelos en una cooperativa. William Gates,
enviado de Estados Unidos, destacó el orden de la zona controlada por Zapata frente al
caos de la zona ocupada por los carrancistas.
Últimos años
Sin embargo, la guerra proseguía; en 1915, la derrota de Villa permitió que Carranza
centrara sus ataques contra Zapata, que por su dedicació n exclusiva a Morelos carecía de
proyecció n nacional. En febrero de 1916, Zapata autorizó conversaciones entre
representantes suyos y el general Pablo Gonzá lez, a quien Carranza había encomendado la
recuperació n de Morelos. Estas conversaciones terminaron en fracaso y, al frente de sus
tropas, Gonzá lez se adentró en Morelos. En junio de 1916 tomó el cuartel general de
Zapata, el cual reanudó la guerra de guerrillas y logró recuperar el control de su estado en
enero de 1917.
Tras esta nueva victoria, Zapata, que preveía erró neamente la inmediata caída de
Carranza, llevó a la prá ctica un conjunto de avanzadas medidas políticas, agrarias y
sociales, tanto para incrementar su base en Morelos como para buscar apoyos en el resto
de México. En diciembre de 1917, Carranza ordenó a Pablo Gonzá lez una nueva ofensiva,
que tomó ahora otro talante, buscando la negociació n y la aceptació n de las nuevas leyes
del gobierno, pero los avances fueron exiguos.
Ante la imposibilidad de acabar con el movimiento y la amenaza que Zapata suponía para
el gobierno federal (en la medida en que radicales de otros estados podían seguir su
ejemplo), Carranza y Gonzá lez urdieron un plan para asesinar a Zapata. Haciéndole creer
que iba a pasarse a su bando y que les entregaría municiones y suministros, el coronel
Jesú s Guajardo, que dirigía las operaciones gubernamentales contra él, logró atraer a
Zapata a un encuentro secreto en la hacienda de Chinameca, en Morelos. Cuando Zapata,
acompañ ado de diez hombres, entró en la hacienda, los soldados que fingían presentarles
armas lo acribillaron a quemarropa.
Pablo Gonzá lez trasladó el cuerpo a Cuautla y ordenó fotografiar y filmar el cadá ver para
evitar que se dudase de su muerte. Pero, igualmente, muchos de sus paisanos y
correligionarios no creyeron que hubiera muerto. Unos decían que era demasiado listo
para caer en la trampa y que había enviado a un doble; otros encontraban a faltar una
característica en el cadá ver exhibido.
Pobre paisano, huérfano y habiendo recibido muy poca educació n cuando estalla la
Revolució n mexicana en 1910, Francisco Villa, llamado Pancho Villa, se refugió durante
varios añ os en las montañ as después de haber asesinado al propietario de la hacienda
donde trabajaba.
Logra escapar a los Estados Unidos, después del asesinato de Madero, regresa a México y
forma un nuevo ejército revolucionario, la Divisió n del Norte, en 1913.
Con sus tropas sostiene la lucha de Venustiano Carranza y Emiliano Zapata contra Huerta,
quien se había impuesto como dictador. Juntos, lo hacen caer en 1914; pero después de la
victoria de esta segunda revolució n, Villa y Zapata se sienten engañ ados por Carranza y
retoman las armas contra éste ú ltimo.
Esta vez, la suerte no está de su lado: Á lvaro Obregó n derrota las tropas de Villa y
Carranza consolida su poder, obteniendo el reconocimiento oficial de los Estados Unidos
para su gobierno.
En su intento de demostrar que Carranza no controla el país, y con el fin de poner contra el
dictador al presidente norteamericano Wilson, Villa ataca el territorio norteamericano del
Nuevo México y asesina 16 ciudadanos americanos (1916).
Wilson envía un ejército bajo el mando del general Pershing al norte de México para
terminar con Pancho Villa; pero el conocimiento del terreno y el sostén de la població n
paisana permiten a Villa y sus tropas resistir durante cuatro añ os, en una guerra a medio
camino entre la guerrilla y el bandidismo.
Perdido desde entonces su poder político y militar, Villa fue asesinado en 1923; la misma
suerte había corrido, cuatro añ os antes, Emiliano Zapata. Pese a la justicia de sus
reivindicaciones (se calcula que, en 1910, un millar de terratenientes daba empleo a tres
millones de campesinos sin tierras), ni siquiera sus ideales sobrevivieron a su fracaso. Los
sucesivos presidentes se reclamaron herederos de la Revolució n, pero Venustiano
Carranza y sus inmediatos sucesores (Á lvaro Obregó n y Plutarco Elías Calles, que
dominaría la escena política hasta 1936) se limitaron a domesticarla, sin llegar nunca a
emprender una verdadera reforma agraria.
Biografía
Pancho Villa nació en la hacienda de Río Grande, perteneciente al pueblo de San Juan del
Río, en el estado mexicano de Durango, el 5 de junio de 1878. En realidad, el niñ o que
nació en la hacienda de Río Grande se llamó Doroteo Arango; Pancho Villa nacería má s
tarde, cuando Doroteo se echó al monte y la necesidad lo llevó a cambiarse de nombre. Su
padre, Agustín Arango, murió pronto, y la herencia que recibió su hijo Doroteo consistió en
ser el má ximo responsable de su familia, compuesta por su madre y cuatro hermanos, dos
varones y dos hembras. Desde niñ o tuvo que trabajar duro; jamá s fue a la escuela y nunca
nadie se ocupó de educarlo.
A los dieciséis añ os mató a un hombre. Todas las versiones sobre el caso coinciden en tres
puntos: por una parte, en que el muerto era un personaje de cierta relevancia, al menos de
mucha mayor relevancia que Doroteo Arango; por otra, en que había intentado forzar a
una de las hermanas Arango; finalmente, en que Doroteo escapó y se refugió en el monte a
resultas de este hecho.
A partir de estas coincidencias, la leyenda empieza a actuar: el muerto podía haber sido un
funcionario gubernamental, un hacendado, un capataz o el propietario de unas tierras que
los Arango trabajaban como medieros; Doroteo llegó a tiempo para ver el asalto contra su
hermana, fue a buscar un arma y disparó antes de que se consumara la violació n, o bien
ésta se consumó y al muchacho no le quedó otro remedio que vengarse.
El hecho de haber cometido un asesinato no ponía fuera de la ley por mucho tiempo a un
mexicano de 1894, aunque el matador fuera un "pelado" y la víctima un personaje
relevante. Pero la vida en las montañ as tampoco era fácil y había que robar para
sobrevivir. Y ese delito se perseguía con dureza, sobre todo cuando un antiguo peó n tenía
la osadía de robar ganado a los hacendados ricos.
Doroteo Arango, a cuya cabeza se había puesto precio, cambió de nombre y adoptó el de
Pancho Villa, un nombre como cualquier otro pero con alguna peculiaridad, pues, si bien
hay muchos Panchos en México, el apellido era el que debería haberle correspondido si su
abuelo Jesú s Villa hubiera reconocido como legítimo a Agustín, su padre. Acababa de nacer
Pancho Villa, un hombre con una legitimidad recuperada por la fuerza, que rá pidamente se
convirtió en un bandido generoso, en una especie de Robin Hood mexicano. Era el "amigo
de los pobres", como recoge John Reed en su libro México insurgente; sus hazañ as se
difundían oralmente con rapidez y se convertían en letras de los corridos que se cantaban
en las haciendas, las plazas y las cantinas.
Así las cosas, se le atribuían todo tipo de gestas o de delitos, segú n la ó ptica de cada cual,
independientemente de su simultaneidad en el tiempo o de su distancia en el espacio.
Hacia 1900 se estableció en el estado de Chihuahua, donde terratenientes y empresarios,
al amparo de inicuas leyes, incrementaban sus grandes propiedades con nuevas y mejores
tierras.
La Revolución mexicana
En el arranque de la Revolució n nexicana confluyeron las diversas fuerzas que había
concitado en su contra la férrea dictadura de Porfirio Díaz, particularmente favorable a la
oligarquía agraria, los privilegios de la Iglesia (interrumpida la diná mica reformista que
había ensayado Benito Juá rez) y las inversiones extranjeras. La longeva dictadura de Díaz
da nombre y fechas a todo un periodo de la historia de México: el Porfiriato (1876-1911),
que tuvo en la pacificació n del país y en el desarrollo econó mico sus vertientes positivas;
en el extremo opuesto, incrementó brutalmente las desigualdades sociales (especialmente
en el campo, a causa de una nefanda política agraria que puso las tierras en manos de
grandes compañ ías y latifundistas) y eliminó toda posible disensió n política, reduciendo
las instituciones de la Repú blica a meras marionetas que el dictador manejaba a su antojo.
El Plan de San Luis incluía asimismo un llamamiento a alzarse en armas contra el dictador
el 20 de noviembre de 1910. La presió n a la que estaba sometida la sociedad mexicana
estalló y se generalizaron los alzamientos. Madero, pese a sus vacilaciones, se convirtió en
el aglutinador de la rebelió n, y uno de sus hombres de confianza, Abraham Gonzá lez, invitó
a sumarse a la rebelió n a Pancho Villa, el "amigo de los pobres", de esos pobres que se
habían levantado.
Enseguida Pancho Villa se unió a Madero en su lucha contra la dictadura de Porfirio Díaz, y
demostró una habilidad innata para la guerra. Aprovechando su conocimiento del terreno
y de los campesinos, formó su propio ejército en el norte de México. Casi dos décadas en
las montañ as, burlando a todos los que le perseguían y desconfiando de aquellos que
podían traicionarlo, fueron su escuela guerrillera. Para unos, Pancho Villa apoyó la causa
revolucionaria para que quedaran olvidados sus delitos; para otros, lo hizo porque no
podía dejar de luchar junto a los suyos. El hecho es que, después de todos esos añ os de
bandolerismo, la fortuna de Villa ascendía a poco má s de 350 pesos; mucho má s valor
tenían su carisma y su poder de convocatoria.
La rebelión de Orozco
Sin embargo, la situació n no estaba ni mucho menos consolidada. Al temor de una
contrarrevolució n conservadora había que sumar las exigencias de otros revolucionarios
agraristas que habían apoyado a Madero: Emiliano Zapata, líder de la rebelió n en el sur, y
Pascual Orozco, protagonista con Pancho Villa de la toma de Ciudad Juá rez. Frente a la
prudencia y moderació n reformista de Madero, ambos exigían la inmediata ejecució n de la
reforma agraria prometida en el Plan de San Luis.
Pero Victoriano Huerta no estaba tan seguro de poder convertir a Villa en lo que él
entendía por respetable ciudadano, má xime después de esa victoria sobre Orozco;
sospechaba que Villa estaba de algú n modo implicado en la rebelió n de Orozco en defensa
de las aspiraciones sociales del campesinado, que Madero había postergado. Huerta acusó
a Villa de insubordinació n por no haber obedecido una orden suya y lo hizo comparecer
ante un consejo de guerra, el cual decidió en quince minutos que debía ser fusilado.
Algunas versiones aseguran que tal orden especificaba que Villa debía devolver a su
legítimo propietario, un personaje local, un caballo pura sangre del que se había adueñ ado,
mientras que otras hablan vagamente de una orden transmitida por telégrafo y que Villa
negó haber recibido.
La intervenció n de Gustavo Adolfo Madero, hermano del presidente y miembro del estado
mayor de Huerta, impidió que la sentencia se cumpliera, pero Villa fue internado en la
prisió n de la capital. Aprovechó la ocasió n para aprender a leer y escribir y en noviembre
de 1912 protagonizó una fuga sospechosa: por una parte, Huerta se mostraba cada vez
má s poderoso y, por otra, sectores opuestos a este general reclamaban una investigació n
sobre el consejo de guerra a Villa; en estas condiciones, nada podía ser menos conflictivo
que la salida del escenario de Villa, el cual, sin ningú n tipo de problemas, se refugió en la
població n estadounidense de El Paso.
Gobernador de Chihuahua
En aquel fuego cruzado entre reaccionarios porfiristas y revolucionarios agraristas, el
gobierno de Madero parecía destinado a sucumbir. Y cayó de la mano de un personaje de
mezquina doblez: su hombre de confianza, el general Victoriano Huerta. En febrero de
1913, con la connivencia de Estados Unidos, Huerta depuso a Madero (al que mandó
asesinar) y se hizo con el poder. Pancho Villa, que siempre había sido fiel a Madero,
regresó en abril a territorio mexicano con cuatro acompañ antes, tres caballos y un poco de
azú car, sal y café. Al cabo de un mes ya había reunido a tres mil hombres, con los que inició
la lucha contra Victoriano Huerta; a lo largo de 1913 liberó el estado de Chihuahua, al que
seguiría luego todo el norte del país.
En su zona, Villa llevó a la prá ctica dos de sus ambiciosos proyectos: la creació n de
escuelas (só lo en Chihuahua capital fundó má s de cincuenta) y el establecimiento de
colonias militares. Consideraba que "los ejércitos son los má s grandes apoyos de la tiranía"
y que los soldados debían trabajar en colonias agrícolas o industriales tres días a la
semana ("só lo el trabajo duro produce buenos ciudadanos"); el resto del tiempo lo
dedicarían a la instrucció n militar propia y a instruir a su vez a los ciudadanos.
El comercio se reavivó , pero la plata y el papel moneda oficial seguían ocultos. Dos
decretos consecutivos lograron hacer que afloraran los capitales. Por el primero, se
condenaba a prisió n a quien hiciera circular otra moneda que no fuera la villista; por el
segundo, se fijó un día a partir del cual no se cambiaría má s plata acuñ ada ni moneda
mexicana. Como la posició n de Villa se fortalecía en el terreno político y militar, el cambio
se efectuó , su moneda fue aceptada y Villa pudo comprar suministros con la moneda
oficial que había obtenido a cambio de la suya.
Ello no impidió el triunfo revolucionario. Pancho Villa tomó Zacatecas en junio de 1914,
victoria decisiva que abría el camino a Ciudad de México; Victoriano Huerta firmó la
renuncia y partió al exilio. La toma de Zacatecas, efectuada por Villa contrariando las
ó rdenes de Carranza, que quería evitar que Villa se acercase a la capital, tuvo como
consecuencia serias fricciones entre los dos dirigentes, resueltas con la firma del pacto de
Torreó n. Entre otras cosas, se acordaba que Carranza, al asumir el poder, establecería un
gobierno con civiles tanto villistas como carrancistas y que ningú n jefe podría ser
candidato a la presidencia. Ello obstaculizaba las ambiciones políticas de Carranza.
El distanciamiento entre Carranza y Villa se hizo especialmente visible cuando, en agosto
de 1914, los constitucionalistas entraron en Ciudad de México y el general carrancista
Á lvaro Obregó n taponó la entrada de villistas y zapatistas. Obregó n, que intentó una
aproximació n entre Carranza y los villistas, fue hecho prisionero por Villa, que llegó a
condenarlo a muerte para finalmente indultarlo.
Ante la negativa de los líderes agraristas a disolver sus tropas y reconocer su autoridad,
Carranza optó por retirarse a Veracruz y establecer allí su gobierno. En diciembre de
1914, habiendo dejado Carranza expedito el camino hacia la capital, Villa y Zapata
entraron en Ciudad de México al mando de las tropas de la Convenció n, y confiaron la
presidencia del gobierno revolucionario a Eulalio Gutiérrez y luego a Roque Gonzá lez
Garza. Pero tampoco los intereses de Villa y Zapata podían concordar, y las fisuras se
hicieron patentes; Zapata regresó al sur, y Carranza pudo tomar la iniciativa.
Villa confió excesivamente en las cualidades de sus "dorados" y de su Divisió n del Norte, y,
entre abril y julio de 1915, fue finalmente derrotado en cuatro grandes batallas entre
Celaya y Aguascalientes, batallas en las que llegaron a enfrentarse hasta cuarenta mil
hombres de cada uno de los bandos contendientes. En la tercera, una granada villista hizo
pedazos el brazo derecho del general Obregó n. Recuperada la capital, Carranza instaló de
nuevo en ella su gobierno.
De general a guerrillero
En julio de 1915, un derrotado Pancho Villa tuvo que retirarse hacia el norte, y su estrella
empezó a declinar. Regresó a Chihuahua, pero ya no como general en jefe de un poderoso
ejército, sino a la cabeza de un grupo que apenas contaba con mil hombres. En octubre de
1915, tras obtener el gobierno de Carranza el reconocimiento de los Estados Unidos, Villa
decidió jugar una carta arriesgada: atacar intereses estadounidenses para mostrar que
Carranza no controlaba el país y enemistarle con el presidente norteamericano, Woodrow
Wilson. Se trataba de provocar una intervenció n norteamericana que obligara a Carranza,
como representante del gobierno mexicano, a pactar con los invasores, para poder así
presentarse él mismo como jefe má ximo de la lucha patrió tica y recuperar el terreno
perdido.
El 10 de enero de 1916 los villistas pararon un tren, hicieron bajar a los dieciocho viajeros
extranjeros (quince de los cuales eran norteamericanos) y los fusilaron. Como el incidente
só lo dio lugar a protestas diplomá ticas, el 9 de marzo una partida al mando del propio
Villa se presentó a las cuatro de la madrugada en la població n estadounidense de
Columbus, mató a tres soldados e hirió a otros siete, ademá s de a cinco civiles, y saqueó e
incendió varios establecimientos.
Esta vez sí se produjo la intervenció n, pero fue definida como "punitiva", y en teoría
quedaba restringida a capturar a los rebeldes. Wilson envió un ejército bajo el mando del
general Pershing al norte de México para acabar con Pancho Villa; pero el conocimiento
del terreno y la cobertura que le daba la població n campesina le permitirían sostenerse
durante cuatro añ os, a medio camino entre la guerrilla y el bandolerismo. Aunque se
produjeron enfrentamientos entre villistas y norteamericanos, y entre norteamericanos y
constitucionalistas, la fuerza estadounidense se retiró de México en febrero de 1917 sin
mayores consecuencias.
Durante tres añ os sufrió numerosos atentados de los que salió ileso. Sin embargo, cuando
el 20 de julio de 1923 entraba en Parral con su coche acompañ ado de seis escoltas, fue
tiroteado y muerto desde una casa en ruinas por un grupo de hombres al mando de Jesú s
Salas. El asesinato fue instigado por el entonces presidente Á lvaro Obregó n (1920-1924) y
por su sucesor, Plutarco Elías Calles (1924-1928), temerosos del apoyo que Villa pudiera
brindar a Adolfo de la Huerta, que aspiraba a suceder a Obregó n en la presidencia.
El desarrollo de la cultura y el arte mexicano durante el siglo XX, estuvo indisolublemente
ligado al movimiento armado de la Revolució n Mexicana que no solo provocó profundos
cambios políticos al terminar con la dictadura de Porfirio Díaz, también hizo posible la
transformació n de la sociedad mexicana. Las manifestaciones de este cambio se
reflejaron prá cticamente en todos los aspectos de la vida social de nuestro país y de
manera muy explícita en las expresiones artísticas y culturales.
Las manifestaciones artísticas mexicanas en el siglo XX tuvieron como antecedentes
directo la obra del grabador, ilustrador y caricaturista político José Guadalupe Posada,
quién durante el régimen autoritario de Porfirio Díaz fue un duro crítico del sistema
político mostrado un mordaz sentido del humor y cuyo legado recogido y enriquecido por
los grandes artistas mexicanos, algunos añ os mas tarde. Posada realizó ilustraciones y
caricatura política en perió dicos de la época como el argos, La Patria, El Ahuizote y El Hijo
del Ahuizote, todos en oposició n al régimen autoritario de Porfirio Díaz.
Tras la muerte de Posada acaecida en 1913, fue Gerardo Murillo quien se encargo de
brindar un nuevo impulso a las actividades artísticas de la época.
Murillo había sido estudiante de la Escuela Nacional de Bellas Artes y logro obtener una
pensió n del gobierno de Porfirio Díaz para completar sus estudios en Europa, en donde
sus intereses políticos lo acercaron al partido socialista italiano.
A su regreso a nuestro país, Gerardo Murillo adoptaría el seudó nimo de Dr. Atl, que en
lengua ná huatl significa “agua” . murillo patrocino y orientó sobre los principios del
muralismo cargado con fuertes contenidos nacionalistas, a jó venes y brillantes pintores de
esa época que se consagrarían posteriormente como grandes muralistas , tal es el caso de
los llamados tres grandes del muralismo mexicano Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y
José Clemente Orozco. Murillo regreso eventualmente a Europa en donde escribió una
fuerte crítica acerca del fuerte golpe de Estado de Victoriano Huerta. En sus escritos
comparó a la Revolució n Mexicana con el socialismo bíblico, a fin de promover el
crecimiento del arte, la literatura y la ciencia en nuestro país. El Dr. Atl fue él mismo un
gran artista dedicando una gran parte de su obra a retratar los volcanes de México.