La Guerra Leida

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Humanidades

Barthélémy Courmont

La guerra:
una introducción

El libro de bolsillo
Historia
Alianza Editorial
TíTULO ORIGINAL: La guerre
TRADUCTORA: Magalí Martínez Solimán

Diseño de cubierta: Ángel Uriarte


Ilustración de cubierta:@ Capture Euronews/SIPA PRESS

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© Armand Colin, París, 2007


© de la traducción: Magalí Martínez Solimán, 20 lO
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Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15;
28027 Madrid; teléfono 91 393 88 88
www.alianzaeditorial.es
ISBN: 978-84-206-7686-9
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En memoria de mi bisabuelo,
Adrien Delattre, y de sus seis hermanos,
todos ellos supervivientes del infierno de Verdún.
1.a acción de guerra reviste esencialmente el carácter de
lo contingente. El resultado que persigue depende del
enemigo, que es variable por excelencia.

CHARLES DE GAULLE, El filo de la espada


Introducción: ¿Qué es la guerra?

Las guerras son gentes que no se conocen y


que se matan unas a otras porque otras
gentes que sí se conocen muy bien no con-
siguen ponerse de acuerdo.
PAUL VALÉRY

A lo largo de su historia, la guerra ha llevado diver-


sos mantos, ha recurrido a todo tipo de armas,
convencionales o no, y ha conocido toda suerte de
beligerantes. Algunas se prolongaron abarcando va-
rias generaciones sucesivas, mientras que otras, por
el contrario, se resolvieron en unos cuantos días. Al-
gunas involucraron a toda la humanidad, mientras
que en otras sólo intervino un puñado de belige-
rantes. Por último, el cómputo de víctimas de algu-
nas guerras se cuenta por millones, mientras que
otras no fueron más que simples expediciones con
nulas o escasas pérdidas.
A pesar de estas variaciones, se imponen algu-
nos fundamentos. La estrategia militar, que podría
traducirse por el arte de la guerra, en oposición a la
gran estrategia desarrollada en el mundo anglo-
sajón (que es más global), está estrechamente vin-
culada a ella. Las estratagemas constituyen sus arti-

11
12 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

mañas. La victoria es su objetivo último. Pero sus


armas, sus actores, sus métodos y su importancia
no han dejado de evolucionar, imponiendo a la his-
toria de la humanidad la guerra como auténtico in-
dicador del estado de las relaciones internacionales
en el\momento en que se produjeron. Trazar un pa-
norama de la guerra en la historia equivale por lo
tanto a interrogarse acerca de los derroteros que
ésta ha tenido, de las diferencias entre culturas, de
los niveles de progreso y desarrollo técnico de algu-
nas civilizaciones con respecto a ofras en distintos
momentos de la historia, y del lugar que se concede
a la guerra en las sociedades.

La guerra es la oposición, frontal o no, de al menos


dos beligerantes, de fuerza igual o asimétrica, que
desemboca en enfrentamientos que pueden revestir
distintas formas, con el objetivo, según Carl von
Clausewitz, de «obligar al adversario a acatar nues-
tra voluntad». Por muy genér4;a que sea, esta defi-
nición no nos aclara los fundamentos de la guerra,
sus razones ni los elementos que justifican su utili-
zación. Por otra parte, también conviene pregun-
tarse cuáles son los orígenes de la guerra en las civi-
lizaciones.
El antropólogo estadounidense Marvin Harris
(1927-2001) ha propuesto una teoría sobre los orí-
genes de la guerra en las sociedades sin Estado y tri-
bales, y por consiguiente anteriores en su desarrollo
a la creación de las primeras manifestaciones del
wncom JCCIÓN 13

Estado como tal. De este planteamiento inventarió


ruatro grandes teorías acerca del origen de la guerra:

¡ • la guerra como solidaridad;


• la guerra como juego;
• la guerra como naturaleza humana;
• la guerra como continuación de la política.

Según esto, hacemos la guerra para garantizar la


cohesión social de un grupo, para materializar la com-
petencia con otros grupos, para permitir que se ex-
presen las pulsiones humanas y/o para perseguir
objetivos políticos.
La primera teoría explica el concepto de guerra
al servicio del desarrollo, tanto político como social
y económico, de las sociedades que entran a com-
petir unas con otras.
La segunda, aunque discutible, halla eco en el
deporte como sustituto de la guerra en las socieda-
des contemporáneas. Los pueblos que se hallan en
el campo de juego de un acontecimiento deportivo
supuestamente ya no hacen la guerra, sino que sus-
tituyen al combatiente tradicional por el campeón
deportivo.
La tercera teoría, que retoma la idea de un esta-
do natural que desarrolló el filósofo inglés Thomas
Hobbes (1588-1679), según la cual los seres huma-
nos tienen tendencia a vivir en «una guerra de to-
dos contra todos», en un estado de naturaleza asi-
milado a un estado de guerra, invita a interrogarse
14 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

sobre los parapetos que permiten limitar la guerra,


controlando a quienes podrían sentir la tentación
de recurrir a ella: los hombres.
Para algunos, la guerra es, pues, un estado natu-
ral, mientras que la paz sería algo negociado o im-
puesto, y sólo traduciría un periodo transitorio en
el transcurso del cual se prepararía un futuro con-
flicto, que se basaría en el anterior. Las dos guerras
mundiales y el sentimiento de revancha que se de-
sarrolló en Alemania entre los dos conflictos son
buen ejemplo de ello.
Para otros observadores, que se inspiran en la
teoría malthusiana, la guerra permitiría detener el
crecimiento demográfico mundial. Sin embargo, se
observa que los conflictos no han estado necesaria-
mente vinculados a importantes aumentos de la
población, e incluso a veces se sumaron a periodos
de crisis demográfica de sociedades afectadas por
epidemias o hambrunas, lo que ocurrió, por ejem-
plo, en el siglo XIV en Francia, donde los historiado-
res estiman que la población se redujo a la mitad,
debido a la acción conjunta de la peste negra -que
se extendió al conjunto de la Europa occidental-,
de la Guerra de los Cien Años y de las múltiples
hambrunas reiteradas en las zonas rurales. Otro lí-
mite del enfoque malthusiano de la guerra se ob-
serva en el hecho de que los largos periodos de paz
generan a veces una estabilización de la población,
mientras que las guerras mortíferas provocan un
baby-boom (como sucedió una vez acabada la Se-
INTRODUCCIÓN 15

gunda Guerra Mundial). Por lo tanto, es difícil ver


en la guerra una fatalidad. Más bien sería una elec-
ción, ya sea ésta deliberada o dependa de múltiples
factores imperativos, basados en las sociedades en
su conjunto o en un grupo restringido de decisores.
Por lo tanto, se puede optar por hacer la guerra tan-
to como se puede_optar por evitarla, sin que se im-
ponga ninguna forma de predestinación.
La cuarta teoría de Harris retoma los términos
que definió Carl von Clausewitz a principios del si-
glo XIX y que imponen un vínculo permanente en-
tre la guerra y las opciones políticas. Según Clau-
sewitz (p. 58):

Cuanto menor es el sacrificio que le exigimos al adversa-


rio, más cabe esperar que los esfuerzos que haga para ne-
gárnoslo sean débiles. Pero cuanto más débiles sean esos
esfuerzos, más podrán serlo los nuestros también. Ade-
más, cuanto menos importante sea nuestro objetivo po-
lítico, menor será el valor que le demos y más dispuestos
estaremos a abandonarlo: razón añadida para atenuar
nuestros propios esfuerzos.

Es también Clausewitz quien nos recuerda que


«nadie comienza una guerra, o, más bien, ninguna
persona razonable debería iniciar una guerra sin
estar segura de una cosa: ¿qué pretendemos conse-
guircon esa guerra y cómo llevarla a cabo?». Antes
de lanzarse a la guerra, los beligerantes siempre se
preguntan cuáles son los objetivos que se persi-
guen, y precisamente por eso la guerra se convierte
16 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

en una «continuación de la política por otros me-


dios». La guerra sería, pues, la última opción cuando
las demás no han sido lo suficientemente eficaces,
aunque no deja de ser una opción política.

Algunas guerras se han saldado con la eliminación


total de uno de los beligerantes, mientras que otras
tenían objetivos mucho más limitados. A este res-
pecto, conviene observar que, en algunos casos, se
advierte un desequilibrio entre las intenciones de
los beligerantes, algunos de los cuales están involu-
crados en una guerra total cuya derrota significaría
su eliminación, mientras que otros se contentarían
con operaciones exteriores, de bazas mucho más li-
mitadas. Veremos que ese desequilibrio es cada vez
más frecuente en los conflictos contemporáneos en
los que se enfrentan actores asimétricos, es decir,
con un nivel de fuerzas desequilibrado.
De hecho, como señala Charles de Gaulle en la
cita al principio de esta obra, la guerra depende no
sólo de sus propios objetivos y fuerzas, sino tam-
bién de las capacidades del adversario, de sus estra-
tegias y de su nivel de compromiso. Incluso en una
situación de desequilibrio manifiesto de las fuerzas
en juego, el resultado de la guerra nunca está deci-
dido antes de que ésta comience.
Ésta es la razón por la cual se impuso enseguida
la necesidad de conocer el nivel de las fuerzas del
adversario, el estado de sus tropas, los puntos débi-
les de sus dispositivos, el grado de su determina-
INTRODUCCIÓN 17

ción y, en su caso, sus armas secretas. Por ello, para-


lelamente a la evolución del arte de la guerra, se ha
ido desarrollando la información, un elemento in-
dispensable que permite afrontar la batalla en las
mejores condiciones posibles. El conocimiento del
terreno, del adversario, de las condiciones meteoro-
lógicas, geográficas e incluso sociales, se han puesto
al servicio de los beligerantes. Los primeros estrate-
gas de la Antigüedad clásica ya se percataron de la
importancia de la información, tendencia que se ha
ido acentuando, sea cual sea la naturaleza del ad-
versario. Este aspecto es fundamental en el caso de
los grupos no estatales, para los que la información
es un tema más sensible que para los Estados, por
ser su capacidad de conocimiento más limitada.
Los parámetros de la victoria evolucionaron al
mismo tiempo que la potencia de choque de los
beligerantes. La muerte o la captura del jefe se per-
cibían como el objetivo de la batalla clásica anti-
gua, y esta idea se perpetuó a lo largo de la Edad
Media: una vez decapitado el ejército, éste abando-
naba el combate. Progresivamente se fue impo-
niendo la idea de cortar el vínculo entre los com-
batientes y las estructuras de mando, porque un
ejército carente de mando en la batalla estaba abo-
cado a la derrota. John Warden (p. 65) explica a
este respecto que:

Al igual que la muerte del rey en el campo de batalla sig-


nificaba que sus ejércitos habían sido vencidos, aislar
/8 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

una estructura de mando en una guerra moderna con-


duce a una rápida derrota de las fuerzas que de ella de-
penden.

Así, a medida que la guerra evolucionaba, se de-


sarrolló la idea de que los actores de un conflicto se
presentan en forma de círculos, cada uno de los
cuales encarna los diferentes niveles de implicación
y de vulnerabilidad. Estos círculos pueden evolu-
cionar a lo largo de un conflicto y el centro (que
suele ser el objetivo a alcanzar) puede a su vez des-
lizarse, incluso desmultiplicarse. El arte de la guerra,
desde el punto de vista de la victoria, consiste en
saber en cada momento dónde se sitúa el centro
de gravedad del adversario, para evitar centrar los
esfuerzos en blancos de menor importanci~. Se-
gún Warden:

A cada nivel de la guerra le corresponden uno o varios


centros de gravedad. Si se consideran varios centros de
gravedad, el esfuerzo debe aplicarse a cada uno de ellos si
se pretende desplazar el objeto.

En el mundo anglosajón, se considera que el


centro de gravedad puede explicarse a través de la
trinidad clauswitziana, compuesta por tres concep-
tos claramente diferenciados:

• las fuerzas armadas;


• el pueblo;
• el gobierno.
INTRODUCCIÓN 19

John Warden considera que los diferentes com-


ponentes de un actor en un conflicto se reparten en
cinco círculos, que constituyen otras tantas «capas»
que el beligerante tiene que tener en cuenta si quie-
re alcanzar la victoria final. Estos cinco círculos
(véase página siguiente) definen el dispositivo de
un actor en un conflicto, cualquiera que sea la in-
tensidad y la naturaleza de éste. Es posible describir
los diferentes círculos de la siguiente forma:
El círculo exterior (fuerzas desplegadas) es el de
la confrontación directa entre los dos beligerantes
y encarna al mismo tiempo las acciones ofensivas y
defensivas. Los otros círculos, cuando se alcanzan,
pueden incidir en el desarrollo del conflicto. Todas
las estrategias militares de la historia, aunque esta-
blecidas sobre la base de una confrontación entre
los círculos exteriores, han tratado de alcanzar los
demás círculos, con el fin de conseguir la victoria
de la manera más rápida posible y con el menor
coste.

En la actualidad existen dos maneras genéricas de


hacer la guerra: la guerra de desgaste o de atrición y
la guerra de maniobras (H. T. Hayden, p. 49).
• La guerra de desgaste se ha impuesto desde la
Segunda Guerra Mundial en la estrategia estado-
unidense y se ha extendido a las grandes potencias.
Es una manera muy matemática de hacer la guerra.
En ella, todo está calculado: el número de unidades,
la moral de las tropas, su entrenamiento y el efecto
20 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Fuerzas desplegadas
Población
Infraestructura
Funciones orgánicas -----t'--+-,.!IM!Iii
esenciales
Dirección

El modelo de los cinco círculos de Warden

EL DISPOSITIVO DE UN ACTOR EN UN CONFLICTO

Círculo Descripción
Dirección Autoridad, gobierno
Funciones orgánicas esen- Recursos energéticos, trans-
ciales misiones
Infraestructuras Red industrial, transportes:
su parálisis conlleva la de los
centros urbanos y la de las
fuerzas armadas
Población Puede verse afectada directa o
indirectamente (moralmente)
Fuerzas desplegadas Fuerzas militares: proteger
sus círculos interiores y pe-
nctrar en los del adversario
INTRODUCCIÓN 21

sorpresa de un ataque. La guerra de desgaste sepa-


rece en muchos aspectos a las reglas de la caballería,
y en este sentido da la sensación de que la historia
se repite, porque las grandes potencias consideran
que las reglas son una de las características de la
guerra, y que ésta no puede ser desordenada. Pero
la guerra no se limita precisamente a una simple re-
lación virtual de fuerzas, del mismo modo que las
victorias no son el resultado de una fórmula mate-
mática, por mucho que ésta se esfuerce por integrar
el máximo posible de elementos. Clausewitz consi-
deraba que la guerra de desgaste era exclusiva de los
Estados, lo que significa que, para él, sólo los Esta-
dos pueden hacerse la guerra y que cualquier otra
forma de enfrentamiento no encaja en esa catego-
ría. Martín van Creveled (p. 116) explica por su
parte que la guerra total es consecuencia lógica de
la guerra de desgaste, pues los beligerantes ponen
en funcionamiento todos los medios de los que dis-
ponen para imponerse de manera disimétrica. A la
guerra de desgaste privilegiada por los Estados que
disponen de una potencia de fuego importante se
opondría, pues, la lógica de una estrategia de ro-
deo, que se expresa a través de la guerra de guerri-
llas, del terrorismo o de técnicas asimétricas, que
consisten en rechazar las reglas del combate y uti-
lizar medios rudimentarios para dañar los sofisti-
cados ejércitos del adversario.
• La guerra de maniobras puede definirse como
la utilización de las fortalezas propias contra las de-
22 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

bilidades del adversario. Por extensión, esta estrate-


gia supone igualmente golpear ahí donde el enemi-
go menos se lo espera y en el momento oportuno.
El desembarco aliado en las costas de Normandía el
6 de junio de 1944, en un lugar considerado impo-
sible por las líneas defensivas alemanas, es un per-
fecto ejemplo de ello. El resultado de la guerra de
maniobras se calcula por el número de soldados
enemigos capturados. Poco importan los territo-
rios conquistados; mientras la capacidad del adver-
sario no haya sido diezmada, no hay motivo para
alegrarse ni para considerar que los objetivos de
guerra se hayan alcanzado. Llegados a ese punto,
sólo importa la astucia, puesto que sólo ella brinda
la posibilidad de conseguir aventajar a un enemigo
demasiado fuerte.

Existen muchas maneras de abordar el difícil tema


de la guerra, y proponer en un pequeño formato
como éste una visión exhaustiva de este fenómeno
sería un empeño inútil. Numerosos estudios se han
detenido en las distintas escuelas de pensamiento
teórico sobre la guerra, mientras que otros la abor-
dan desde el punto de vista de su evolución históri-
ca. Aquí proponemos combinar ambos aspectos,
estudiando la transformación progresiva de la gue-
rra y, al mismo tiempo, la evolución en la reflexión
tanto sobre sus causas como sobre sus objetivos.
l. La guerra y su evolución en la historia

Es más fácil hacer la guerra que la paz.


GEORGES CLÉMENCEAU

Según el adagio, la guerra es supuestamente tan


vieja como las civilizaciones. Las grandes páginas
de la historia de la humanidad las han escrito con
frecuencia las guerras y la manera decisiva en la que
éstas han recompuesto el paisaje político y social de
las civilizaciones. Las victorias militares fueron con
frecuencia incluso el acto fundacional de las civili-
zaciones y se convirtieron en mitos que permitie-
ron sublimar las virtudes de un Estado, de un gru-
po étnico, de una cultura o de una religión, y su
capacidad para imponerse en un entorno hostil,
frente a unos adversarios asimilados bien a bárba-
ros, bien a potencias rivales movidas por malas in-
tenciones.
Con la evolución de los actores y de los medios
bélicos (tanto las armas como las estrategias), ade-
más de la implicación de los Estados, la guerra ha
conocido transformaciones profundas a lo largo de

23
24 I.A GUERRA UNA INTRODUCCIÓN

la historia, a veces resumidas bajo el término de


«Revolución en los Asuntos Militares».

La guerra en la Antigüedad

Todas las civilizaciones clásicas han extendido su


ámbito de influencia a través de victorias militares
y modernizando los ejércitos que les iban a permi-
tir asentar su hegemonía. El antiguo Egipto y las ci-
vilizaciones orientales a comienzos de la Edad An-
tigua (II milenio a. C.) utilizaban para sus ofensivas
el carro, considerado entonces el arma suprema y
prerrogativa de los nobles y de los poderosos. A
modo de refuerzo, los soldados de infantería se pro-
tegían detrás de sus escudos y utilizaban armas
arrojadizas (generalmente arcos, pero también hon-
das) para golpear a distancia, y armas de choque
(lanzas y espadas) en el caso de combates a mayor
proximidad. Esta combinación de los dos tipos de
armas fue constante a lo largo de toda la Antigüe-
dad, imponiéndose incluso como regla de la guerra
mucho más allá de aquel periodo. También fue a
comienzos de la Edad Antigua cuando aparecieron
los medios de protección (coraza y casco, de cuero
o de metal, primeras fortificaciones ... ). El dominio
de la técnica del bronce permitió por su parte per-
feccionar las armas y las protecciones.
La Grecia clásica se hizo famosa por la sublima-
ción de la guerra. Verdadera leyenda fundadora
1 LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 25

de la civilización griega, relatada por Homero en


La Ilíada (primera epopeya escrita en griego), la gue-
rra de Troya mantiene divididos a los historiadores
en cuanto a su autenticidad. Los héroes de aquella
larga guerra -Aquiles, Héctor, Helena, Paris, Mene-
lao y Agamenón- se cuentan entre los mitos funda-
cionales de la Grecia clásica y nos recuerdan que
cada civilización halla sus orígenes en referencia a
una guerra, sobre todo cuando ésta permite asentar
definitivamente la hegemonía del vencedor. Las
Guerras Médicas, que enfrentaron en dos ocasiones
a griegos y persas a principios del siglo va. C., vehi-
cularon el mito homérico en la civilización griega.
Pero hubo otros mitos, a veces discutidos, que jalo-
naron la historia militar de Grecia. La carrera de Fi-
lípides con ocasión de la batalla de Maratón duran-
te las Guerras Médicas, en 490 a. C. (que dará su
nombre a la célebre prueba deportiva), o la batalla
de las Termópilas, en 480 a. C., y la resistencia de un
puñado de espartanos frente a un ejército superior
en número, se celebraron como los acontecimien-
tos militares más importantes de aquel periodo.
Desde cl. punto de vista táctico, la verdadera apor-
tación de la Grecia clásica al arte de la guerra fue la
aparición en el siglo vn a. C. de la falange lacedemo-
nia y la organización en grupos de los soldados de
infantería, lo cual se convertirá en el elemento cen-
tral de la batalla. La falange se perfeccionará poste-
riormente y los romanos introducirán la legión (sol-
dados de infantería armados de espada y lanza).
26 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

LA ARTHASHASTRA

Probablemente redactada en el siglo rv a. C. por


Kautiliya, esta obra en sánscrito es un gigantesco
fresco en quince volúmenes, diez de los cuales tratan
de la diplomacia y de la guerra. Proporciona indica-
ciones muy valiosas acerca de las estrategias milita-
res de la India antigua y desarrolla ampliamente los
sistemas de alianzas y las estrategias de cerco contra
las fuerzas del adversario. Esta reflexión, destinada al
uso del príncipe, puede compararse con la de Nico-
lás Maquiavelo y tuvo una considerable influencia en
los estrategas indios.

También es en Grecia, con las Guerras Médicas y


luego con la Guerra del Peloponeso, donde se estre-
na en la historia el concepto de guerra entre dos ci-
vilizaciones poderosas; por lo general, en conflictos
anteriores el enfrentamiento se había producido
entre una civilización avanzada y unos adversarios
considerados bárbaros, mal armados, mal organi-
zados y mal preparados. Los objetivos políticos de
la guerra hacen su aparición al mismo tiempo que
se plantea la cuestión de la estrategia y de la re-
flexión sobre el desarrollo de las hostilidades. Como
explica el historiador Tucídides:

Creer en el carácter inevitable de un conflicto puede


convertirse en una de sus principales causas, porque
cada bando, convencido de que aquél terminará en gue-
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 27

rra armada con el campo opuesto, se lanza a unos prepa-


rativos militares que, en el otro bando, se interpretan
como la confirmación de sus peores temores.

La guerra se hace así menos espontánea, y tanto


los políticos como sus satélites militares en el cam-
po de batalla (ambos perfiles suelen confundirse)
empiezan a pensar en las consecuencias de la gue-
rra y en las condiciones de su desarrollo, diseñando
estrategias que permiten garantizar la victoria o,
por el contrario, evitar el enfrentamiento. Con los
conflictos de la Grecia clásica, la guerra se politiza,
se teoriza, y la estrategia se convierte en pieza clave
de la misma.

TucfDIDES (c. 460-c. 399 a. C.)

;,,,Es, con Polibio, uno de los grandes historiadores de


1 la Grecia antigua. La guerra del Peloponeso, en la que
relata el conflicto entre Atenas y Esparta entre 431 y
'404 a. C., y más concretamente su «transcripción» de
·. un discurso de Pericles sobre el dominio marítimo
de Atenas, es el primer gran texto de estrategia mili-
tar en Occidente y.sigue siendo hoy en día uno de los
tratados más estudiados.

La guerra conoce una nueva fase con Alejandro


Magno (356-323 a. C.) y las conquistas macedóni-
cas. Es en esta época cuando se desarrolla la idea de
que la guerra es el mejor medio para consolidar la
tiranía. Según Aristóteles en su Política, el tirano
28 LA GUERRA; UNA INTRODUCCIÓN

hace la guerra «para privar a sus sujetos de distrac-


ciones e imponerles constantemente la necesidad de
un jefe». Esta interpretación de la tiranía en la Gre-
cia clásica nació inicialmente de la necesidad de re-
unirse en torno a un solo hombre cuando el equili-
brio de la ciudad estaba amenazado desde el exterior.
La guerra se convierte en uno de los instrumentos
de la tiranía y, por consiguiente, del poder político.
En tiempos de guerra, el conjunto de los poderes se
agrupaba, poniéndole sordina al principio mismo
de democracia, para permitir una reacción más co-
herente. Toda forma de debate público quedaba en-
tonces temporalmente suspendida hasta que se res-
tableciera el orden y desapareciera la amenaza.
Aristóteles critica aquí al tirano en dos aspectos.
Por una parte, el hombre fuerte del régimen desea
hacer la guerra con el fin de desviar la atención de
sus conciudadanos hacia otros ámbitos en nombre
de la unidad nacional que él encarna. Esto puede
resultarle muy útil si está bajo sospecha por co-
rrupción o se ve acusado de mala gestión de los
asuntos de la ciudad. Por otra parte, la guerra le
permite imponerse como jefe indiscutido, ofrecién-
dole al mismo tiempo perpetuarse en el poder. Aris-
tóteles había comprendido que al jefe le interesa
enormemente mantener una amenaza que le per-
mita permanecer en el poder, y el hecho de multi-
plicar las guerras puede aportarle, si no la prosperi-
dad para su país, al menos la perpetuidad de su
poder. Del mismo modo, cuanto mayores son las
J. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 29

amenazas, más se extiende su poder, consecuencia


lógica de la convergencia de prerrogativas que os-
tenta. El filósofo griego, cuya influencia se extendió
ampliamente por el Occidente cristiano, marcó los
hitos de la estrecha relación guerra-poder.
Desde el punto de vista técnico, los macedonios
llegaron a dominar rápidamente el arte de la guerra,
primero con el orden oblicuo de las falanges -que
les permitía desequilibrar las fuerzas enemigas-, y
luego con la movilidad de las fuerzas (la infantería
ligera y sobre todo la caballería, en la que los grie-
gos se apoyaban bastante poco), que les permitía
desplazarse más deprisa.
Con Alejandro Magno, la pericia militar mace-
donia llega a su cúspide. Primer conquistador a es-
cala mundial (conducirá a sus ejércitos hasta orillas
del Indo), el rey y general en jefe se llenó de gloria
en los campos de batalla desarrollando la técnica
del cerco llamada «del martillo (caballería) y del
yunque (infantería)». Pero también supo adaptarse
a las fuerzas de sus adversarios, corno ocurrió en la
batalla de Gaugarnela, en 331 a. C., donde consi-
guió vencer las fuerzas superiores en número de
Darío 111, haciéndole creer a éste que su ejército era
más numeroso y simulando estrategias de cerco
(Arriano). La astucia se elevaba al rango de táctica
militar y el genio del general en jefe resultaba deci-
sivo en la batalla.
Alejandro también era consciente de la impor-
tancia de la guerra psicológica. Por ello había pe di-
30 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

do a sus armeros que fabricaran armaduras muy


grandes, las cuales eran abandonadas intenciona-
damente tras el paso del ejército macedonio con el
fin de que las fuerzas enemigas las encontraran y
pensaran que sus soldados eran gigantes. El con-
quistador, muerto a los 33 años de edad, fue cele-
brado durante mucho tiempo como uno de los je-
fes militares más insignes de la Antigüedad.

La guerra en el Imperio Romano

Con la civilización romana, la guerra experimenta


una nueva gran revolución, con la formación de
ejércitos organizados y el refuerzo de las legiones,
que sustituyen a las falanges y dan mayor protago-
nismo a la espada para reforzar la movilidad. Pero
esta revolución no es una transformación profunda,
pues Roma perpetúa bajo la República y luego bajo
el Imperio el protagonismo del soldado de infantería
que ya tenía en Grecia (en China, por aquella misma
época, la caballería es el componente esencial de las
fuerzas armadas). Si las falanges griegas tenían por
objetivo buscar el contacto con los grupos enemigos,
aprovechándose luego de su fuerza bruta para aplas-
tarlos, las legiones romanas eran todavía más bruta-
les. Ya no buscaban, como los griegos, el contacto
con sus lanzas, sino que se acercaban todavía más al
adversario para librar un combate cuerpo a cuerpo
con elgladius, porque estaban seguros de la superio-
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 31

ridad de sus ejércitos y de sus combatientes, que les


ofrecían una ventaja disimétrica. Esta tradición clá-
sica ha dejado su huella en Europa.
Con la reforma de Mario, en 108 a. C., se impone
el ejército profesional, pero será sobre todo con las
conquistas de Julio César (c. 100-44 a. C.) cuando el
ejército de la República -y unos años más tarde, el del
Imperio- conozca su mayor evolución, con el apoyo
de aliados que, poco a poco, ingresan en las legiones
(con la posibilidad de obtener la ciudadanía roma-
na). El ejército romano se convierte de este modo en
un ejército imperial de múltiples orígenes.

LAS GUERRAS PÚNICAS

En tres ocasiones, entre 264 y 146 a. C., Roma y Car-


tago se enfrentaron, produciéndose al final de la ter-
cera guerra la destrucción de la rival de Roma y la
afirmación de la hegemonía de la República romana
en toda la cuenca del Mediterráneo. La Segunda
Guerra Púnica (218-202 a. C.) vio el enfrentamiento
del cartaginés Anibal Barca -cuyos elefantes atrave-
saron los Pirineos y los Alpes- con Escipión el Afri-
cano, que resultó el vencedor tras la batalla de Zama
en 202 a. C. Aquella guerra fue admirablemente rela-
tada por Polibio (c. 202-c. 120 a. C.). La Tercera Gue-
rra Púnica, que resumió Catón con su célebre frase
«hay que destruir Cartago» [Carthago delenda est!],
se saldó con una expedición romana que acabó por
completo con su rival.
32 LA GUERRA: UNA INTRODUCCJ(JN

Desde el punto de vista político-estratégico, Roma


extiende su influencia en la cuenca del Mediterrá-
neo a través de la utilización de la fuerza e impo-
niendo a sus adversarios la disciplina, el entrena-
miento y la organización de sus tropas. La victoria
final en las Guerras Púnicas contra Cartago fue a
este respecto ejemplar. También es la civilización
romana la que introduce el principio del acto de
guerra (casus belli) y las condiciones de la declara-
ción de guerra, lo que otorga a ésta la categoría de
opción política de los Estados.
Tras los periodos de conquistas, también es en la
civilización romana donde se desarrolla la idea de
que la guerra es necesaria para garantizar la paz,
contenida en el proverbio Si vis pacem, para bellum
(«Si quieres la paz, prepara la guerra»). Porque con
la Pax Romana se introduce la necesidad de man-
tener pacificadas las fronteras del Imperio (contra
los ataques bárbaros) y en el interior de un inmen-

SALUSTIO (C. 86-C. 35 A. C.)

Junto con César y Tácito, Salustio es uno de los tres


grandes historiadores de la República romana, y su
influencia se extiende hasta los primeros años del
Imperio. Próximo a César durante la guerra civil, fue
uno de los primeros historiadores que se interesaron
J por la guerra de guerrillas y por las tácticas que debe
emplear el débil frente al fuerte.
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 33

so territorio a veces difícil de gestionar y expuesto a


guerras civiles. La guerra para garantizar la paz fue
el leitmotiv de Roma durante varios siglos, e impu-
so una nueva concepción de los objetivos de la gue-
rra: mantener más que conquistar.

Tras un largo periodo de paz, las legiones romanas


resultaron, sin embargo, ser ineficaces frente a los
ataques cada vez más reiterados de los bárbaros.
Más allá de los problemas internos del Imperio Ro-
mano, en buena medida causantes de su caída, con-
viene observar, desde un punto de vista más opera-
tivo, que los éxitos de los bárbaros están en parte
relacionados con la rapidez de sus ataques contra
las ciudades y las guarniciones romanas. La utiliza-
ción de la caballería, frente a unas legiones bien es-
tructuradas, pero demasiado compactas, de escasa
movilidad y fácilmente visibles, permitió a losad-
versarios de Roma multiplicar los éxitos llevando a
cabo ataques relámpago. Por lo tanto, si los bárba-
ros consiguieron vencer a Roma, no fue gracias a su
superioridad numérica. Las tropas que acabaron
con el Imperio nunca fueron excesivamente nume-
rosas, como mucho entre 10.000 y 30.000 hombres
(por ejemplo, Genserico contaba con unos 16.000
visigodos en África, y había unos 18.000 en la coa-
lición de tres ejércitos que luchó en Adrianópolis,
en 378). Los romanos, que habían garantizado du-
rante casi un milenio sus éxitos gracias a la infan-
tería, tuvieron que doblegarse por no haber sabido
34 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Los BÁRBAROS Y LA GUERRA

Contrariamente al Imperio Romano, que consiguió


imponer una paz duradera, la guerra siempre estaba
presente en la comunidad de los pueblos bárbaros.
En aquellas culturas, la función del hombre libre era
ser soldado, y la guerra era tanto un medio de super-
vivencia como de expansión. La civilización bárbara
se caracterizaba por la guerra, que estaba presente
tanto en el ámbito público como en el privado. Así,
por ejemplo, con ocasión de la boda de Recaredo con
la hija de Chilperico, este último les regala 4.000 sol-
dados. La onomástica también nos lo recalca: Gerardo
(Ger-Hard: «lanza fuerte»), Luis/Clovis (Chlodo-weg:
«combate glorioso»), Clotilde (Chlodo-hildis: «batalla
de gloria»). En la descripción que de los distintos pue-
blos bárbaros se hace desde Roma, también se nos
presentan como guerreros; los «civilizados» se distan-
ciaban de estas consideraciones, máxime cuando la
guerra la llevaban a cabo, en gran parte, los aliados de
Roma.

evolucionar y adaptarse a unas tropas más ligeras


y móviles.
La táctica que utilizaban los bárbaros era más
bien rudimentaria porque entre sus tropas reinaba
la indisciplina. Su procedimiento predilecto consis-
tía en formar una cuña y abalanzarse de repente so-
bre el adversario para destrozarlo mediante un
asalto único. Si el enemigo resistía, se batían en re-
tirada porque la lucha cuerpo a cuerpo nunca les
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 35

resultaba favorable debido a la escasez de sus armas


ofensivas (aparte del hacha de guerra y de la lanza
con garfio). Su técnica de la poliorcética era deplo-
rable (como lo atestigua el cerco de Roma en 536
mediante torres de madera que los asediados no
tardaron en incendiar). Además, el avituallamiento
les planteaba numerosos problemas, y, como se
desplazaban con mujeres y niños en carros, sumo-
vilidad era reducida.

Otro ejemplo de esas «guerras relámpago», más re-


ciente pero que se inspiraba en los métodos de los
bárbaros, fue el origen de los éxitos de los caballe-
ros mongoles en Asia Central, que les permitió lle-
gar hasta las orillas del Danubio. El número de sol-
dados que participaron en las razias inspiradas por
Gengis Kan (c. 1155-1227) y su entorno a principios
del siglo xm era limitado, según los relatos de varias
epopeyas; sin embargo, los mongoles fueron enla-
zando un éxito tras otro y conquistaron las ciuda-
des árabes y europeas una tras otra, aplastando a
poblaciones mucho más numerosas y que dispo-
nían de un material al menos igual de eficaz, y en
cualquier caso claramente más sofisticado. La uti-
lización de la caballería, unida al uso del arco (que
permitía evitar al máximo el contacto con el ad-
versario), fueron las claves del éxito de las hordas
mongolas; pero fue sobre todo la rapidez de los
asaltos, librados en oleadas sucesivas, y la deter-
minación de unos clanes dispuestos a morir por
36 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

su jefe las que seguramente expliquen las victorias


de Gengis Kan y sus sucesores. Finalmente, una vez
que dominaban el terreno, los mongoles se libra-
ban al saqueo y a la masacre; de hecho Gengis Kan
«erigió el terror como sistema de gobierno y lama-
sacre como institución metódica» (Grousset, p. 31 O).
En los métodos de asedio y de ataque, la relación
desequilibrada de las fuerzas obligaba a los mon-
goles a dar rodeos para alcanzar sus fines. Los mongo-
les perpetuaron el vínculo existente entre el guerrero
y el bárbaro, frente a las civilizaciones que rechaza-
ban cada vez más la guerra y preferían que se impu-
siera la paz.
Progresivamente las tropas mongolas se fueron
haciendo más importantes y, al final de la vida del
gran conquistador, el número de sus hombres ha-
bía alcanzado proporciones nunca igualadas en
aquella época. El novelista japonés Yasushi Inoue
(p. 216) observa que:

En la primavera del año 1219, Gengis Kan abandonó su


campamento encabezando un ejército de doscientos
mil hombres que, cual inmensa horda en plena migra-
ción, avanzaba con la amenazadora potencia de una
marejada.

Pero antes de alcanzar estos éxitos, el que se lla-


maba Temujin cuando aún no era Gengis Kan diri-
gía apenas un clan minúsculo.
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 37

MAURICIO (539-602)

Emperador bizantino a partir de 582, sucesor de Ti-


berio 11, Mauricio redactó hacia el final de su vida el
Strq,te¡j~, tratado estratégico fundamental en el q..:ie"
Se"detiene extensamente en las posibles tácticas de
los adversarios de Bizancio, en particular en las de los
pueblos nómadas. También fue el primero que pro-
puso, con el fin de reforzar la defensa del Imperio, un
sistema de distribución de tierras a los soldados,
creando de aquel modo ejércitos directamente vincu-
lados al poder imperial que darían la voz de alerta en
caso de ataque extranjero. Bizancio, un imperio
muy poblado y que había basado su reputación
en sus conquistas, empezará, tras la muerte de Mau-
ricio, a concentrarse en la defensa de sus fronteras y
perpetuará esta práctica hasta su desaparición en el
siglo xv; paralelamente, la flota bizantina impondrá
su ley en el Mediterráneo.

La guerra en la Edad Media

La primera mitad de la Edad Media no está marca-


da por batallas legendarias ni por conflictos que re-
definan el mapa político de Occidente. Se mantiene
la idea de imperio, aun cuando éste se tambalea de-
bido a una multitud de pequeños reinos que se en-
frentan entre sí. La guerra también está omnipre-
sente y se caracteriza por la estrecha relación que
mantienen señores y guerreros. La segunda parte
3R LA GUERRA' UNA INTRODUCCIÓN

de la Edad Media, a partir del siglo XII, el siglo de la


caballería, está en cambio jalonada de batallas y
guerras importantes, de consecuencias duraderas.
Es el periodo de las cruzadas y el del carácter sagra-
do que se confiere a la guerra.

LA EXPANSIÓN DEL ISLAM DE LOS PRIMEROS AÑOS

Inmediatamente después de la muerte de Mahoma


en 632, la expansión del islam fue muy rápida y estu-
vo particularmente basada, y organizada, en torno a
conquistas militares. En unas cuantas décadas se for-
mó un verdadero imperio, cuyos combatientes eran
reclutados siguiendo el criterio de su vocación reli-
giosa. La mayoría eran voluntarios y procedían de
pueblos nómadas. Es la primera vez que se desarro-
lla, a gran escala, una conquista militar guiada por
aspectos religiosos. El concepto de yihad («guerra
santa») hace su aparición, así como el del shahid
(«mártir de la fe»). Los guerreros musulmanes con-
siguen deslumbrantes victorias, aplastando en parti-
cular a los bizantinos en la batalla de Yarmuk en 636,
y extienden rápidamente su influencia por todo
Oriente Medio.

Las cruzadas son un eco de la yihad del mundo


musulmán -que, a partir del siglo VII, extiende su in-
fluencia-, y se imponen en un Occidente medieval
en el que la religión cristiana está omnipresente, así
como el principio de la guerra santa. Los objetivos
políticos también están muy presentes, ya sea la riva-
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 39

lidad entre las dos iglesias cristianas o la «exporta-


ción» de las diferencias entre los príncipes occiden-
tales. Pero es la confrontación entre dos civilizaciones
lo que marca todo el periodo. Comienza con la bata-
lla de Poitiers (victoria de Carlos Martel sobre los
árabes en 732), continúa con las cruzadas y no ter-
minará hasta la conclusión de la Reconquista en la
Península Ibérica, que marcará el final de la Edad
Media. La guerra adquiere tintes religiosos, casi mís-
ticos (ilustrados por la búsqueda del Santo Grial), y
el fanatismo se superpone a la estrategia militar (por
ejemplo, en la denominada «Cruzada de los niños»,
realizada por civiles).

LAS CRUZADAS

Entre los siglos xr y xm, bajo la égida del Papa, los


reinos occidentales llevaron a cabo, con el fin de libe-
rar Jerusalén, tomada por los turcos en 1078, nueve
cruzadas que simbolizaron la lucha armada entre
Occidente y el mundo islámico (turcos y árabes).
Aquellas cruzadas fueron igualmente la ocasión para
que se manifestasen las rivalidades existentes entre
los príncipes occidentales (en particular, Ricardo
Corazón de León de Inglaterra y Felipe Augusto de
Francia), para hacerse con las riquezas de la Europa
mediterránea (saqueo de Constantinopla en 1204),
para atacar a las naciones paganas (Lituania) y a los
grupos religiosos que el Papa no reconocía (por
ejemplo, los albigenses) y para liberar España (la Re-
conquista se considera una cruzada).
40 LA GUERRA UNA INTRODUCCIÚN

En torno al año 1000, el término latín miles ( «gue-


rrero») se extiende por Occidente y designa a los
guerreros a caballo, también llamados caballeros.
En seguida el miles se convierte en vasallo (vassus)
de un señor, el cual le garantiza su protección y la de
sus tierras a cambio de estar a su servicio. El guerre-
ro desempeña de este modo un papel esencial en el
sistema feudal y se multiplican las guerras entre se-
ñores. La Iglesia trata de limitar sus efectos impo-
niendo, a partir del siglo x, la paz de Dios y la tregua
de Dios, cuyo objetivo es luchar contra la privatiza-
ción de la guerra y definir sus límites. A este respec-
to, las cruzadas se inscriben en una lógica unifi-
cadora por parte de una Iglesia preocupada por
pacificar Occidente. La confirmación de la paz de
Dios por parte del papa Urbano II en el Concilio

LA CABALLERÍA

Verdadero símbolo de la guerra en la Edad Media, la


caballería encarna la práctica de la guerra por parte
de una élite entrenada que acata un conjunto de re-
glas codificadas que prohíben que los no iniciados
luchen contra los caballeros. La guerra se convierte
en asunto de un número limitado de combatientes,
bien armados y protegidos con pesadas armaduras,
que cuentan con el apoyo de tropas encargadas de las
tareas más pesadas. Si la batalla de Bouvines (1214)
representa la edad de oro de la caballería, en Crécy
(1346) las campanas doblaron por su fin.
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 41

de Clermont en 1095, paralelamente a la predica-


ción de la Primera Cruzada, es su ejemplo más evi-
dente (Barthélémy). Sin embargo, los señores con-
servan sus poderes a lo largo de la Edad Media y
hasta el final de la Guerra de los Cien Años no se
consolidan los reinos, pasando entonces la guerra a
ser un auténtico asunto de Estado.

La Edad Media también se caracteriza por nuevas


técnicas y nuevos tipos de protecciones. Las ciuda-
des se fortifican y los señores se encierran en torres
altamente protegidas. Los medios de asedio viven
su edad de oro y la guerra se traduce con frecuencia
en la toma de ciudades amuralladas o de fortalezas.
También evoluciona el armamento. La ballesta, uti-
lizada desde la Antigüedad con formas variadas, re-
cobra, tras una época de relativo desuso, su impor-
tancia con la Guerra de los Cien Años. He aquí una
descripción de la ballesta que ofrece un contempo-
ráneo:

Se trata de un arco bárbaro, totalmente desconocido


para los griegos. El que tiende este instrumento de gue-
rra, particularmente potente, debe mantenerse por así
decirlo inclinado hacia atrás con ambos pies en el arco y
tirar hacia sí de la cuerda con gran esfuerzo [... ]. En el
centro se halla una ranura[ ... ] por la que se lanzan saetas
de toda clase [... ]; con su impulso, las saetas son capaces
de atravesar un escudo, de perforar una coraza de hierro
grueso (ésa es la acción de la ballesta, una acción realmen-
te diabólica). (Citado por Ph. Contamine, p. 166).
42 LA GUERRk UNA INTROOUCCIÚN

El propio Papa compartía estas opiniones y la


ballesta fue considerada oficialmente anatema en
1139. Esto no impidió el desarrollo del arma, y el
rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León fue he-
rido de muerte en 1199 en Chalus por la saeta de
una ballesta. La contribución de la ballesta en el
campo de batalla se basa esencialmente en la preci-
sión que le ofrece a quien la utiliza, aportando al
mismo tiempo un refuerzo de su capacidad de des-
trucción.

La Guerra de los Cien Años marca el final de la


Edad Media y la vuelta a la guerra entre Estados
(aunque con frecuencia adquiere el aspecto de una
guerra civil y de un enfrentamiento entre señores
particularmente en Francia, entre armagnacs y bor-
goñones). También supuso el fin de la caballería,
perforó las fortalezas con la introducción de la arti-
llería y enfrentó a ejércitos nacionales. La guerra
volvía a ser un asunto de príncipes y no de unos
cuantos señores aislados.
La contribución de la guerra medieval ha sido fi-
nalmente decisiva en la definición de las guerras
asimétricas, que durante la Antigüedad fueron me-
nos eficaces, pues la batalla se limitaba en la mayo-
ría de los casos a una lucha cuerpo a cuerpo en la
que el beligerante mejor armado y que disponía del
mayor número de combatientes solía contar con
una ventaja decisiva. Sin embargo, en la misma
época, los estrategas chinos fueron los primeros
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 43

LA GuERRA DE ws CIEN AÑos (1337-1453)

El conflicto más largo de la historia de la humanidad,


interrumpido por treguas más o menos duraderas,
enfrentó a Francia y a Inglaterra durante 116 años. La
Guerra de los Cien Años, iniciada oficialmente por
una disputa en relación con la sucesión al reino de
Francia, pero inevitablemente vinculada a la crisis de-
mográfica que sufrió Occidente en el siglo XIV, tuvo
lugar de forma exclusiva en el continente, se vio mar-
cada por el Gran Cisma de Occidente (con el traslado
del Papado a Aviñón), estuvo ensombrecida por la
peste negra y condicionada por los hitos que supusie-
ron los grandes avances de armamento, como el arco
o la artillería. En esta guerra abundan las grandes figu-
ras históricas. Carlos V, Du Guesclin, Juana de Arco,
Carlos VII y Luis XI por parte francesa; Eduardo III,
su hijo el Principe Negro, Enrique V y el duque de
Bedford por parte inglesa, así como el borgoñón Juan
sin Miedo, por citar sólo a unos cuantos. La guerra
concluyó de manera oficial col). el tratado de paz de
Picquigny en 1475, aunque los ingleses no fueron ex-
pulsados definitivamente del continente (a excepción
de Calais) hasta 1453, año en que terminaron las hos-
tilidades. Esta guerra entre dos potencias occidentales,
con tintes fratricidas de guerra civil, desembocó en la
creación de dos naciones independientes y unificadas,
y puso fin a la Edad Media.

que comprendieron que la victoria no dependía


únicamente de la relación de fuerzas, sino que po-
dían ganarse batallas mediante el engaño, la astucia
44 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

y a veces incluso con fuerzas en todo punto inferio-


res a las del adversario. En Occidente habrá que es-
perar a las grandes contiendas de la Edad Media
para que estas teorías se lleguen a explotar en el
campo de batalla.
El 11 agosto de 1346 en Crécy, y luego en el año
1356 en Poitiers, los ingleses aplastan a los franceses
gracias a nuevos medios de combate, sorprendente-
mente sencillos. Como explica Michel Mollat, al prin-
cipio de la Guerra de los Cien Años:

Al cuerpo expedicionario inglés, compuesto en gran me-


dida por mercenarios, el ejército francés oponía el tu-
multuoso caos de los contingentes feudales. Desde el
principio de la acción, el disparo preciso y rápido de los
arqueros ingleses rompía los ataques, admirables pero
vanos, de los caballeros franceses; estos últimos queda-
ron diezmados antes del asalto del adversario (p. 24).

Los ejércitos que se enfrentan son muy diferen-


tes: en Francia, el soberano recluta a feudatarios y
vasallos por igual. Los nobles son reclutados con
sus contingentes y reciben soldadas. Pero la movili-
zación es lenta y carece de espíritu de adhesión y de
voluntad. Las comunidades rurales y las ciudades
proporcionan gentes de a pie que no son comba-
tientes ardientes. Además, el rey recurre a mercena-
rios, como los ballesteros genoveses. En Inglaterra,
este tipo de leva feudal desaparece desde el princi-
pio de la guerra. El reclutamiento de caballeros vo-
luntarios se generaliza, y nacen así los contratos de
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 45

endenture con el soberano. También se recurre a


contingentes gascones y a mercenarios, entre ellos
los ballesteros galos, mejores tiradores que los ge-
noveses. Además, a diferencia de las fuerzas france-
sas, en las que el orden jerárquico tiene efectos ne-
gativos, los combatientes ingleses se ven incitados a
utilizar estratagemas para ser más eficaces sobre el
terreno y a hacer que la debilidad de su equipo se
convierta en un arma. Froissart, que fue testigo de
la debacle de Crécy cuando no tenía más que nueve
años de edad, explica:

Los soldados ingleses que iban a pie avanzaban y se cola-


ban entre los señores, que no podían valerse ni de sus ca-
ballos ni de sí mismos [... ] y los mataban como moscas,
sin que ellos opusieran apenas resistencia. (p. 160)

Al final de aquel día habían muerto 1.500 solda-


dos franceses frente a 100 combatientes ingleses.
En Azincourt, el 25 octubre de 1415, el éxito de
los hombres de Enrique V, que aplastaron a la caba-
llería de Carlos VI, infinitamente más numerosa,
mejor armada, entrenada y educada en el arte de la
guerra, marcó, todavía más que Crécy y Poitiers, un
verdadero hito en la historia de las guerras en Euro-
pa, y fue el toque de campanas por la muerte de la
«clase» de los caballeros. Georges Duby señala a este
respecto que, «floreciente en el siglo xm y en la pri-
mera mitad del siglo XIV, la institución iniciará en-
tonces su decadencia; después de 1450, de ella no
quedan más que algunas huellas» (p. 77).
46 LA GUERRA UNA INTRODUCCIÓN

Las consecuencias de la derrota de Azincourt


fueron enormes, desde el punto de vista tanto his-
tórico como militar. En efecto, a consecuencia de
esta batalla, Carlos VI, apodado «el rey loco», tuvo
que aceptar a Enrique V como su sucesor legítimo,
lo que marcó el final del reino de Francia (hubo
que esperar al episodio de Juana de Arco para que
Carlos VII, hijo de Carlos VI, fuera coronado en
Reims). Desde el punto de vista militar, esta derro-
ta francesa acentúa la decadencia de la caballería y
la introducción en el campo de batalla de nuevas
armas, más manejables y que todo el mundo podía
usar. Se trata de los arcos, que utilizan los campesi-
nos enrolados en la campaña inglesa y que le gran-
jean a Enrique V un éxito que lo convertirá más
tarde en héroe shakespeariano. El arco, más fácil y
más barato de fabricar que la ballesta -más precisa
y sofisticada-, permitió a los ingleses evitar el com-
bate cuerpo a cuerpo con los caballeros franceses,
que cayeron bajo las flechas sin siquiera llegar a
combatir. Peor aún: fue la enorme cantidad de sol-
dados en las filas francesas lo que favoreció en gran
medida a las tropas inglesas. Alain Demurger co-
menta a este respecto que «los efectivos demasiado
numerosos no pudieron desplegarse en un campo
de batalla angosto» (p. 101). Fue así como la rela-
ción de fuerzas favorable a los franceses resultó ser
un inconveniente fatal.
Sólo unos años más tarde, durante el reinado de
Carlos VII, los franceses decidieron dotarse de ar-
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 47

queros comparables a los contingentes ingleses. El


cronista Jouvenel des Ursins podía entonces relatar
que «en poco tiempo, los arqueros de Francia al-
canzaron semejante dominio del arco que supera-
ron a los ingleses en el tiro certero» (p. 396). Los
efectos fueron sumamente significativos: quedaron
superadas las experiencias de Crécy, Poitiers y Azin-
court y el ejército francés estuvo en condiciones de
vencer al inglés. Este descubrimiento de nuevos
medios de combate le brindó a Francia el éxito de-
finitivo en el conflicto más largo de la historia, al
tiempo que cerraba el periodo histórico más dilata-
do, la Edad Media, que en opinión de la mayoría de
los expertos terminó al mismo tiempo que la Guerra
de los Cien Años, en 1453.
A lo largo del siglo xv, la artillería adquiere impor-
tancia en el campo de batalla por dos razones. Por
una parte, se desarrolla la metalurgia, especialmente
en Francia. Por otra parte, el rey Carlos VII compren-
de rápidamente la ventaja decisiva que puede sacar de
la utilización de esta nueva arma y se rodea de los me-
jores artilleros para constituir un arsenal totalmente
desproporcionado con respecto del que disponen los
ingleses. La última victoria de la Guerra de los Cien
Años, en Castillon, en 1453, se debe fundamental-
mente a la utilización de los cañones que fabrican
Bessonneau, Giribault y los hermanos Bureau.
Paralelamente a los últimos sobresaltos de la
Edad Media en Francia, la península italiana ya tie-
ne la mirada puesta en el Renacimiento y la guerra
48 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

no se libra de las profundas mutaciones de los si-


glos xv y xvr. Nicolás Maquiavelo escribió con res-
pecto al arte de la guerra:

Siendo la primera cosa necesaria en la guerra encontrar


hombres, hay que ocuparse primero de lo que denomi-
namos la leva, y que yo llamaría elite[ ... ]. Cualquier Es-
tado debe conseguir sus tropas en su propio país. (Del
arte de la guerra)

NICOLÁS MAQUIAVELO (1469-1527)

Ha sido El prlncipe la obra de Nicolás Maquiavelo que


más importante eco ha tenido en la política en Occi-
dente. Pero al final de su vida, el que fue consejero de
los príncipes de Florencia redactó un Arte de la guerra
en el que considera que las milicias deben preferirse a
los mercenarios en los conflictos modernos.

Al convertirse en asunto de Estado, la guerra su-


pone tomar una gran decisión y preparar adecua-
damente las tropas antes de cualquier tentativa be-
licosa. Europa entra en la era moderna, y la guerra
también.

La guerra moderna

Si bien la época moderna comienza con el Renaci-


miento y las expediciones italianas, enseguida se
sume en el inmenso marasmo de las guerras de re-
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 49

ligión, auténtica guerra civil a escala europea. Mien-


tras que algunos Estados futuros como Alemania e
Italia siguen fragmentados en múltiples reinos y
principados, se desarrollan las primeras grandes po-
tencias europeas y, con ellas, ejércitos muy sólidos y
voluminosos.
En Europa occidental, al coincidir los comienzos
de la era moderna con los grandes descubrimien-
tos, las reformas en el arte de la guerra se orientan
rápidamente a la marina. Con la Armada Invenci-
ble, la muy católica España de Felipe II pretendía
conquistar a la anglicana Inglaterra de Isabel I en
1588, pero Francis Drake, comandante de la flota
real británica, acabó con la gran flota española, mal
preparada para los combates en el Canal de laMan-
cha, lo cual marca el principio de la hegemonía bri-
tánica en los mares.
Con la marina y la creación de cuerpos expedi-
cionarios, la guerra se exporta y se pone al servicio
de la sed de conquista de las grandes potencias eu-
ropeas. También se traduce en masacres de pobla-
ciones consideradas inferiores, como ocurrió en
América Central y del Sur. Aunque los españoles y
los portugueses fueron los primeros en interesarse
por las expediciones a ultramar, los holandeses y
sobre todo los ingleses tomaron enseguida el relevo,
basándose en la fuerza de su todopoderosa marina,
capaz de atacar navíos que transportaban riquezas
procedentes del Nuevo Mundo y de garantizar la
seguridad de sus propias rutas marítimas. Aquellas
50 LA GUERRk UNA INTRODUCCIÓN

expediciones se extienden más tarde a África y Asia:


a partir de entonces, la guerra se pone al servicio de
la colonización del mundo por parte de las poten-
cias occidentales. También es uno de sus motores,
porque sin los desproporcionados medios técnicos
y la ventaja estratégica de las potencias europeas, las
conquistas no habrían sido posibles.
Con respecto a los avances en la marina, los
franceses no se quedaron a la zaga. El cardenal Ri-
chelieu (1585-1642) había comprendido la impor-
tancia de la marina y de las infraestructuras por-
tuarias. En lo que se refiere a la flota marítima,
consideraba que «la potencia de las armas requiere
no sólo que el rey sea bastante fuerte en la tierra: re-
quiere además que sea poderoso en la mar» (Testa-
ment politique). No obstante, Francia nunca conse-
guirá recuperar el retraso que tiene en los mares
con respecto a Inglaterra, en particular debido a la
necesidad de invertir igualmente en las fuerzas te-
rrestres. Además, en el siglo xvm también rivalizan
en los mares Holanda, Francia e Inglaterra, y los in-
gleses sólo consolidan su supremacía después de la
batalla de Trafalgar (1805).
La manera de hacer la guerra cambia al mismo
tiempo que van evolucionando los Estados-nación.
A principios del siglo xvu, el rey sueco Gustavo Adol-
fo 11 (1594-1632) busca la batalla frontal, aparecien-
do de manera progresiva la idea de «batalla decisiva»,
que habrá de determinar el resultado de una guerra.
La guerra de las naciones es la de los príncipes que
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 51

las controlan, y los enfrentamientos se libran en un


campo de batalla. Pero la guerra se convierte en el
elemento central de las relaciones internacionales
entre los Estados, sobre todo con la Guerra de los
Treinta Años, primer conflicto en el que está impli-
cada la casi totalidad de los países europeos.

LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS (1618-1648)


Iniciada como enésima guerra de religión (entre ca-
tólicos y protestantes), la Guerra de los Treinta Años
evoluciona progresivamente hacia un conflicto de
intereses entre Francia y Austria, e implica a la mayo-
ría de las potencias europeas, a excepción de Inglate-
rra y de Rusia. Esta guerra particularmente cruenta y
destructora (sobre todo en Alemania) desemboca en
el tratado de Westfalia, firmado en 1648, que dibuja
una nueva etapa política en Europa, en la que los Es-
tados reciben un nuevo trazado. Se abre así una nue-
va era en la historia europea, marcada por la hege-
monía de Francia en el continente, que perdurará
hasta la batalla de Waterloo en 1815.

La dominación continental francesa en Europa


se refuerza lo largo del siglo xvm. La batalla de Fon-
tenoy -magníficamente contada por Voltaire en su
tratado sobre El siglo de Luis XV- enfrentó a las
fuerzas francesas contra una coalición de Estados
europeos elll mayo de 1745. Se saldó con una victo-
ria francesa, que supuso la conquista de los Países
Bajos austríacos y el desenlace de la Guerra de Suce-
52 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

sión de Austria ( 1740-1748). Fue con ocasión de esta


batalla cuando se le atribuye al Conde de Anterroches
la famosa cita: «¡Señores ingleses, disparen ustedes
primero!», aun cuando fueron de hecho los franceses
los que así lo hicieron y consiguieron la victoria.
La guerra es entonces un asunto de caballeros, y
aunque son las poblaciones europeas las que sufren
en especial sus efectos (debido, sobre todo, a las
hambrunas que casi siempre acompañan a los con-
flictos), resulta ser un asunto de una ínfima mino-
ría que se apoya en unas fuerzas muy numerosas
(casi 50.000 hombres por parte francesa en Fonte-
noy) puestas a su servicio.
Aunque la batalla simboliza la guerra moderna,
también se desarrolla la defensa. Para prevenir las
invasiones y los daños de las guerras, las naciones
europeas tratan de protegerse. Después de las trans-
formaciones de Vauban (1633-1707), a lo largo del
siglo xvm prosiguen las obras de fortificación. Se-
gún Lazare Carnot (1753-1823):

Las fortalezas no se distribuyen al azar en una frontera;


forman un enorme conjunto en el que todas las partes
están relacionadas entre sí y con el sistema general de la
guerra. [... ] las fortalezas evitan la necesidad de tener
siempre a la totalidad del ejército activo en pie de guerra,
porque, al detener el primer impacto del enemigo, dejan
tiempo para agrupar las fuerzas.

Las fortificaciones refuerzan de este modo la


idea de frontera entre los Estados.
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 53

Con su planteamiento teórico, Jacques de Gui-


bert (17 43-1790) fue uno de los estrategas más
perspicaces de finales del siglo xvm y profetizó la
era de los grandes ejércitos nacionales que primero
la Revolución Francesa y luego el Imperio contri-
buyeron a establecer. Defendió la idea de un «solda-
do-ciudadano» implicado en la guerra y desarrolló
el principio de concentración de fuerzas en que se
inspiró Napoleón l. En su opinión,

La ciencia de la guerra moderna, perfeccionándose, acer-


cándose a los verdaderos principios, conseguiría hacerse
más sencilla y menos difícil. Entonces los ejércitos, me-
jor constituidos y más maniobreros, serían menos nu-
merosos. (Écrits militaires.)

Este principio fue el que condujo a la profunda


reorganización de las fuerzas armadas en los albo-
res del siglo XIX.

Con la Revolución Francesa, la guerra pasa de las


manos de los príncipes a la de los ciudadanos. La
batalla de Valmy (20 de septiembre de 1792) es el
símbolo de la agrupación de las fuerzas de todo un
pueblo frente a la voluntad de los príncipes extran-
jeros (los prusianos, aliados de los austríacos).
En Valmy, el general Fran<;ois Kellerman ( 1735-
1820) parece ser que declaró: «Camaradas, éste es el
momento de la victoria; dejemos avanzar al enemi-
go sin disparar un solo fusil y carguemos contra él
con nuestras bayonetas», antes de celebrar la victo-
54 LA GUERRA UNA INTRODUCCI(lN

ria con gritos de «¡Viva la nación!». La guerra se


convierte en una cuestión de masas populares deci-
didas a alcanzar la victoria. Lazare Carnot, que co-
mandaba las fuerzas francesas (Ejército del Norte),
también supo convertir el impulso popular en ejér-
cito de masas, con una ofensiva multitudinaria, ba-
yoneta en mano. Esta nueva táctica de combate se
perpetuará durante las guerras napoleónicas, y la
búsqueda de efectivos masivos constituye la princi-
pal revolución en los asuntos militares de finales
del siglo xvm.
En Francia, el final del periodo revolucionario
está marcado por la llegada al poder de un estrate-
ga militar considerado el mayor genio militar oc-
cidental desde Alejandro Magno: Napoleón Bona-
parte. Bonaparte, que se había distinguido en la
campaña de Italia y con ocasión de una expedi-
ción a Egipto, llega a cónsul y luego se hace pro-
clamar emperador en 1804. Paralelamente, libra la
guerra contra las monarquías europeas. Aunque
su genio se expresa en el campo de batalla y per-
mite al ejército imperial cosechar grandes victo-
rias, también se traduce en escritos sobre la políti-
ca y la guerra. -Consciente de la importancia de la
movilidad y de la necesidad de golpear al adversa-
rio en sus puntos débiles, Napoleón I consideraba
en particular que:
El arte de la guerra consiste, con un ejército inferior, en
tener siempre más fuerzas que el enemigo en el punto
que se ataca o en el punto que se es atacado; pero este
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 55

arte no se aprende en los libros ni a través de práctica; el


genio militar es en realidad el tacto en el mando.

En su apogeo en 1812, el ejército reclutado por


Napoleón I (la Grande Armée) conoció su más im-
portante revés en Rusia, antes de empezar a hundirse
poco a poco en una lógica de la derrota para acabar
desapareciendo. Con más de 100.000 hombres, Na-
poleón I se adentró fácilmente por la inmensidad de
las llanuras rusas hasta llegar a Moscú, donde se en-
contró con una ciudad arrasada y, además, en llamas.
Como no le quedaba más remedio que retroceder, la
Grand Armée quedó expuesta a los rigores del clima
ruso, así como a reiterados ataques por parte de hor-
das que acosaron a las fuerzas imperiales en diversos
puntos y que poco a poco fueron debilitando su re-
sistencia. Al final, el ejército quedó totalmente diez-
mado sin llegar a haber librado ninguna «batalla»,
bajo los insistentes golpes de las fuerzas rusas que,
sin embargo, eran claramente inferiores en número
y disponían de medios rudimentarios. El genio mili-
tar de los generales franceses no fue capaz de resistir
y al final tuvieron que resignarse a aceptar la debacle
en un terreno hostil que a ellos les resultaba desco-
nocido pero a sus adversarios no.
Los rusos utilizaban unidades irregulares, como
cosacos o campesinos, que tenían las mismas fun-
ciones que los guerrilleros españoles a los que tam-
bién tuvieron que enfrentarse los franceses. El pri-
mer europeo que escribió sobre el fenómeno de la
56 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

-
guerrilla y lo analizó fue, por cierto, el ruso Denis
Vasilievich Davidoff (1784-1839), oficial de caba-
Hería, que propuso la formación de cuerpos de co-
sacos cuyo cometido era hostigar a las tropas y la
logística del ejército napoleónico en su retirada. La es-
trategia de rodeo y de no presentar batalla por par-
te de los rusos resultó sumamente eficaz.

CARL VON CLAUSEWITZ (1780-1831)

El general prusiano, famoso estratega y teórico de la


guerra, ha desarrollado en su obra De la guerra el
principio de la guerra total, basándose en su expe-
riencia en las guerras napoleónicas, la evolución de
los conflictos entre las grandes potencias europeas y
la implicación total por parte de las naciones. Sus
teorías, todavía muy estudiadas hoy en día, se han
visto confirmadas con los conflictos del siglo XIX y
sobre todo con las dos guerras mundiales, que mar-
caron el apogeo de la guerra total.

Las guerras napoleónicas no sólo transformaron


la manera de hacer la guerra, sino que tuvieron
efectos considerables en las sociedades europeas.
Clausewitz considera a este respecto que las guerras
de masas son guerras «con un fin absoluto». A las
grandes batallas decisivas se suma la utilización del
terror con el fin de destruir totalmente la capacidad
de resistencia del adversario. La guerra cambia de
rostro y poco a poco se hace total, especialmente
J. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 57

con el perfeccionamiento de las armas, la multipli-


cación de los bombardeos y la posibilidad que se
ofrece a los beligerantes de alcanzar una victoria
definitiva. Esta práctica de la guerra se continúa en
la primera mitad del siglo xx y alcanza su paroxis-
mo con las dos guerras mundiales. También en el
siglo XIX se institucionaliza el servicio militar obli-
gatorio en todas las potencias, estrechándose así el
vínculo existente entre ejército y nación.

HENRI DE }OMINI (1779-1869)

El suizo Antoine Henri, barón de Jomini, sirvió en el


ejército napoleónico antes de pasarse al bando ruso;
publicó para el zarévich Alejandro su Compendio del
arte de la guerra. Es, junto con Clausewitz, uno de los
mayores teóricos de la guerra del siglo XIX.

Los Estados-nación europeos nacidos de la nue-


va concepción de la guerra siguen rivalizando en
ultramar, y su superioridad técnica les permite
constituir gigantescos imperios a partir de su hege-
monía bélica a civilizaciones que están menos avan-
zadas en ese aspecto. La Primera Guerra del Opio
en el siglo XIX -que le impone al Imperio chino un
tratado comercial con los europeos en 1842- cons-
tituyó una victoria fácil para unos cuantos cañone-
ros británicos contra los cuales los ejércitos chinos
no tuvieron más remedio que darse por vencidos.
La Segunda Guerra del Opio, en 1859, también la
58 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

vencieron los europeos, pero en esa ocasión vie-


ron cómo eran destruidos varios cañoneros por
parte de los chinos, que habían recurrido a merce-
narios europeos para oponer una resistencia más
eficaz.
A partir de 1868, con el advenimiento de la era
Meiji, Japón se sitúa a la altura de las potencias oc-
cidentales modernizando su aparato de Estado y
sus capacidades técnicas, en particular en el ámbito
militar. Tokio se convierte así en la primera poten-
cia «no blanca» que impone su pericia militar y con
un poderío armamentístico que la sitúa al mismo
nivel que los grandes imperios coloniales, para lan-
zarse su vez a la aventura colonial. La guerra contra
Rusia (1904-1905) es la primera victoria en la era
moderna de una nación asiática contra una poten-
cia europea, y crea en Japón un sentimiento de or-
gullo nacional exacerbado que conducirá a las ten-
taciones hegemónicas de Tokio en el Este asiático, a
una conquista inusualmente violenta de China y a
la guerra en el Pacífico.
La revolución industrial introduce nuevas ar-
mas, como los fusiles de repetición, que permiten a
los europeos masacrar a un gran número de indíge-
nas con efectivos limitados en todos los continen-
tes. Sin embargo, estas nuevas armas no garantizan
la victoria. Los acorazados de las grandes potencias
podían bombardear impunemente ciudades y pue-
blos costeros, pero, una vez en el interior del terri-
torio, era preciso avanzar a pie con caballos y mu-
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 59

las. Era en aquellos momentos cuando, lejos de su


base, aunque confiadas por la sensación de seguri-
dad que les daban las armas modernas, las fuerzas
europeas resultaban más vulnerables. Parecía algo
extraordinario que una fuerza imperial sufriera de-
rrotas, pero era algo posible si sus adversarios la su-
peraban numéricamente. Fue lo que sucedió con
los estadounidenses, que sufrieron una derrota san-
grante frente a una coalición de tribus indias en
Little Big Horn (1876). También los británicos su-
frieron una humillante derrota en Isandhlwana en
1879 frente a los zulúes. Pero la mayor debacle de
un ejército colonial sigue siendo Adua en 1896: las
tropas invasoras italianas, que contaban con 20.000
hombres bajo las órdenes del general Baratieri, fue-
ron aplastadas por 100.000 etíopes que consiguie-
ron la victoria y su independencia.

La guerra total en el siglo xx

Si los dos conflictos mundiales del siglo xx marca-


ron el apogeo de la guerra total, la guerra civil esta-
dounidense, más conocida con el nombre de Gue-
rra de Secesión (1861-1865), perfiló sus premisas.
Leva masiva de tropas, bombardeo de ciudades,
propaganda y discursos generadores de odio contra
el adversario para la movilización de la población
nacional, y utilización de trincheras fueron sus par-
ticularidades.
60 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

LENIN Y EL EJÉRCITO REVOLUCIONARIO

Vladimir Ilich Ulianov, apodado Lenin (1870-1924),


no sólo fue el primer dirigente de la Unión Soviética
sino también un teórico de la guerra revolucionaria,
en particular durante la revolución fallida de 1905. A
este respecto, desarrolló varias teorías sobre la guerra
de guerrillas, sobre todo en relación con la autosufi-
ciencia del ejército revolucionario, las capacidades
de ataque incluso sin armas, el cerco de las poblacio-
nes y la organización de las estructuras necesarias.
Lenin sigue siendo hoy en día uno de los principales
teóricos de la guerra de guerrillas.

La victoria del Norte industrializado frente a un


Sur rural y esclavista marcó un hito en la historia de
Estados Unidos y simbolizó el paso a la era indus-
trial, teniendo en cuenta que el Norte había venci-
do gracias a un armamento más perfeccionado que
el del Sur, en particular la artillería (aunque el Sur
causó daños importantes utilizando los famosos
cañones tipo Napoleón). Asimismo, la Guerra de
Secesión causó pérdidas importantes entre los ci-
viles y sigue siendo hoy en día el conflicto más
mortífero de la historia estadounidense. Por últi-
mo, aunque una de las consecuencias de la con-
tienda fue la consolidación de la potencia estado-
unidense, también originó el desarrollo de la
marina. El almirante Alfred Mahan (1840-1914)
fue a este respecto decisivo gracias a sus teorías so-
J. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 61

bre la importancia de ser una potencia marítima y


al prestigio de que gozaba ante Theodore Roose-
velt (presidente estadounidense entre 1901 y 1909).

En Europa, la guerra franco-prusiana de 1870-1871


marca el inicio de la era de las guerras totales a gran
escala. La dolorosa derrota militar francesa (simbo-
lizada por la humillante pérdida de Alsacia y de Lo-
rena) supone el fin del Imperio de Napoleón III, el
marasmo de la Comuna y la instauración de la Ter-
cera República. Del lado prusiano, esta victoria
marca el despertar de Alemania, su reunificación y
su entrada en el círculo restringido de las grandes
potencias. El II Reich nacido de la victoria domina-
rá la Europa continental hasta la víspera de la Pri-
mera Guerra Mundial. La rivalidad entre las dos
naciones, lejos de debilitarse, irá intensificándose
de manera progresiva, lo que conducirá a los con-
flictos de la primera mitad del siglo xx.
Aunque las fuerzas prusianas supieron movilizar
tropas superiores en número a las de Francia (en una
relación de 1 a 2) y consiguieron aplastar al adversa-
rio, en el campo de batalla fue sobre todo la pericia
de los prusianos la que les dio ventaja. Desde el pun-
to de vista técnico, la artillería impuso su superiori-
dad en los combates, gracias en particular a los obu-
ses prusianos de la empresa Krupp. La guerra de
atrición, cuyo objetivo es aplastar al enemigo -tanto a
sus fuerzas militares como a la población civil (aun-
que esto todavía es algo limitado antes de la Segunda
62 LA GUERRA UNA INTRODUCCIÓN

Guerra Mundial)-, nace ahora y se perpetúa con los


dos conflictos mundiales.

La Primera Guerra Mundial es el resultado de las ri-


validades cada vez más profundas que se advierten
a principios del siglo xx entre las grandes potencias
europeas. Han de pasar unos cuantos años para de-
nominar a este conflicto corno «Primera Guerra Mun-
dial», en referencia a la Segunda Guerra Mundial.
En su momento, se hablaba de la «Gran Guerra» o
de la der des ders'. Inicialmente europea, la contien-
da se extendió a las colonias, y luego contará con las
contribuciones de Japón y de Estados Unidos. Por
último, paralelamente a los combates que tienen
lugar en Europa, en Oriente Medio se enfrentan
árabes y turcos; el fin de las hostilidades marcará la
desaparición del Imperio Otomano. Por primera
vez en la historia, la guerra es mundial.
Desde el punto de vista táctico, la Primera Gue-
rra Mundial se caracteriza por la coexistencia de
dos tendencias totalmente opuestas que se sucedie-
ron a lo largo del conflicto. La guerra de movimien-
to, que se impuso en 1914 y volvió a aparecer al fi-
nal de las hostilidades en 1918, caracteriza las
grandes ofensivas terrestres y la voluntad de aplas-
tar al adversario asestándole un golpe definitivo. La
guerra de posiciones, o guerra de desgaste, es la que,
* En lenguaje cotidiano francés, la derniere des dernieres, es de-
cir, la «última de las últimas» guerras, según se proclama en Eu-
ropa una vez finalizado el conflicto [N. de la T.].
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 63

THOMAS E. LAWRENCE (1885-1935)

Más conocido con el apodo de «Lawrence de Ara-


bia», este oficial de los servicios de info~mación bri-
tánicos participa en la Primera Guerra Mundial en
Oriente Medio y desempeña un papel importante
en el derrocamiento del Imperio Otomano. Adepto
de la estrategia del débil que se aprovecha de las ven-
tajas del fuerte [du faible au fort], publicó Los siete
pilares de la sabiduría, obra en la que desarrolla su vi-
sión de la guerra de guerrillas.

a partir de 1915, caracteriza el posicionamiento en


un punto fortificado (generalmente trincheras).
Aunque la guerra de movimiento se caracterizó por
avances más grandes, fue efectivamente la guerra
de posiciones la que simbolizó este conflicto. Du-
rante la mayor parte de las hostilidades, los ejércitos
acampan en trincheras, lanzan ofensivas con vistas
a tomar las líneas defensivas del adversario y, en de-
finitiva, conquistan muy poco terreno. Entre 1915 y
1918, la guerra se paraliza y la moral de las tropas se
hunde debido a la dureza de las condiciones de vida
y de combate en el frente.
Con ocasión de la Primera Guerra Mundial apa-
recen en el campo de batalla nuevas armas. El carro
de asalto viene a reforzar a las tropas terrestres en la
guerra de trincheras y alcanzará su edad de oro en
la Segunda Guerra Mundial. El submarino, heredero
de unas técnicas desarrolladas a lo largo del siglo XIX
64 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

(y en parte experimentadas durante la Guerra de Se-


cesión), se utiliza en alta mar. Por último, el avión,
una invención reciente, se utiliza en los campos de
batalla para bombardear las líneas del adversario, y
se registran también los primeros combates aéreos.

LABATALLADEVERDÚN(21 febrero-19diciembre 1916)

Verdadero símbolo del sacrificio humano en la Pri-


mera Guerra Mundial, la batalla de Verdún se saldó
con la muerte de más de 300.000 soldados, 500.000
heridos (más o menos el mismo número en cada
bando) y una victoria francesa (con resultados mili-
tares menores) bajo el mando del general Philippe
Pétain y luego del general Robert Nivelle. Esta batalla
se caracterizó en especial por la utilización masiva de
la artillería, que causó el 80o/o de las pérdidas, y sigue
siendo el ejemplo más significativo de la «batalla de
atrición», cuyo objetivo consiste en aplastar al adver-
sario de una manera decisiva.

Tras la Primera Guerra Mundial, los estrategas se


interrogaron acerca del desarrollo de batallas en el
transcurso de las cuales morían millones de hom-
bres. El estratega británico Basil Liddell Hart (1895-
1970) fue en este contexto uno de los primeros que
comprendió la importancia de la estrategia indirec-
ta y que preconizó en sus obras la fuerza mecaniza-
da. A su teoría se adhirió enseguida un joven oficial
francés, Charles de Gaulle, que impuso a su vez una
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 65

nueva visión de la guerra en los años que precedie-


ron al estallido de la Segunda Guerra Mundial. En
su obra Le fil de l'épéc (El filo de la espada), publica-
da en 1932, De Gaulle analiza minuciosamente el
factor de la información, que, de haber sido utiliza-
do de manera más sistemática, habría permitido re-
ducir notablemente el número de pérdidas. El con-
cepto de «guerra inteligente» sustituía poco a poco
al de «carnicería», característica propia de la der des
ders. De Gaulle considera que los oficiales franceses
utilizaron malla información en el campo de bata-
lla. Así:

Nuestras unidades, que pasaron por alto informarse


acerca del enemigo, puesto que todo lo que podían saber
de él no modificaría su forma de proceder, lo alcanzaron
por lo general en dispositivos poco favorables para ellas.
Las vanguardias, implicadas a fondo, fueron por lo gene-
ral destruidas antes de que la artillería hubiera podido
estar en situación de apoyarlas y sin que el grueso de las
tropas hubiera tenido tiempo de organizarse para el
combate (p. 128).

Al joven oficial francés también le preocupaba


en aquella época, marcada por el rearme de la Ale-
mania nazi, el inmovilismo francés en materia de
modernización de las fuerzas armadas. En una car-
ta dirigida el 14 enero de 19 35 al ministro de la
Guerra Paul Reynaud, Charles de Gaulle hace refe-
rencia a los progresos que se observan en Alemania
en materia de armamento y explica que «Francia
66 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

no sólo no está jugando la única carta eficaz de la


que podría disponer con respecto al rearme ale-
mán, sino que esa carta la está jugando el Reich».
Francia, considerada primera potencia militar mun-
dial en la década de 1930, y que goza del apoyo de
otra gran potencia, el Reino Unido, no calibra ple-
namente el rearme alemán y las veleidades belicis-
tas de Berlín.
Ya en su obra Vers l'armée de métier (Hacia un
ejército profesional), publicada en 1934, Charles de
Gaulle proclamaba las virtudes de la técnica en el
campo de batalla, y dedicaba un capítulo entero a la
modernización de los ejércitos para mejorar su efi-
cacia. Buscando la disimetría a través de la técnica y
constatando los esfuerzos emprendidos en Alema-
nia que iban en esa dirección, De Gaulle señalaba
en aquella época que:

Antaño las tropas eran hombres vinculados los unos a


los otros, organizados de tal modo que la cohesión de los
músculos y de los corazones se garantizara de la mejor
manera posible; hoy en día son máquinas que conjugan
sus efectos y unos equipos formados para manejarlas.

A pesar de sus esfuerzos, Charles de Gaulle no


conseguirá convencer a las autoridades francesas
de la década de 1930, que todavía soñaban con un
ideal de paz universal, de que era precisa la mo-
dernización y de que la paz debía pasar por un
rearme completo, recurriendo a las técnicas más
avanzadas, en particular en lo referente a la artille-
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 67

ría y a los blindados. Paul Reynaud, el único con-


vencido de la tesis del coronel De Gaulle, se esfor-
zará por defender ante el Parlamento la creación
de un «cuerpo acorazado», pero en vano. En 1935,
el mariscal Pétain compartía las opiniones de De
Gaulle, pero la desavenencia entre los dos hom-
bres, ya consumada, no hará sino debilitar el dis-
curso del joven coronel, que permanecerá en la
sombra hasta junio de 1940.

En aquella misma época, al otro lado del Rin, los


discursos que preconizan la mejora de las capacida-
des técnicas de las armas determinarán la política
de rearme del 111 Reich. Los alemanes sacarán pro-
vecho de su progreso en este ámbito en mayo de
1940, cuando aplastan a las fuerzas francesas me-
diante el uso de una implacable movilidad de sus
tropas. La Blitzkrieg («guerra relámpago», que com-
bina el efecto sorpresa, la movilidad y la brutalidad
del ataque), puesta a punto por el general Heinz
Guderian (1888-1954) a finales de la década de
1930, y que prevé la coordinación de blindados y
aviones, traspasa las líneas de defensa del adversa-
rio y determina en unos cuantos días de combate el
desenlace del conflicto. La guerra relámpago conti-
nuará un año más tarde, con ocasión de la ofensiva
en el Este (Operación «Barbarroja»), antes de ser fi-
nalmente detenida en la Unión Soviética.
La guerra total es la de las naciones, la de las m a-
sas. Eso significa que unos dirigentes avezados en el
68 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

arte de manejar a las poblaciones consiguen movi-


lizar al conjunto de las naciones y lanzar a sus paí-
ses a unas guerras totales. El auge de los totalitaris-
mos convertidos en potencias en la década de 1930
fue revelador de esta tendencia, que analizó des-
pués de la guerra la filósofa Hannah Arendt ( 1906-
197 5). El general alemán Friedrich von Bernhardi
(1849-1930) también había hecho hincapié por su
parte, incluso antes del estallido de la Primera Gue-
rra Mundial, en las masas y en la capacidad de los
dirigentes políticos para manipularlas y para llevar-
las al frente, explicando de paso que «evidentemen-
te es la leva masiva la que dará a la próxima guerra
su aspecto particular» ( 1913).
Aunque la manipulación de las masas ya era
perceptible antes de que comenzaran las hostili-
dades, la gran novedad -y sin duda la más dramá-
tica- de la Segunda Guerra Mundial es el hecho de
que los civiles, a partir de ese momento, se con-
vierten en blancos, en la misma medida -y a veces
incluso en mayor proporción- que los militares.
Así, los nazis deportan a poblaciones enteras por
razón de su pertenencia a un grupo religioso; en
todos los países ocupados se desarrollan distintos
movimientos de liberación nacional, constituyen-
do verdaderos ejércitos secretos que libran una
guerra sin cuartel; y las ciudades se convierten en
el objetivo de los bombardeos, con un saldo de pér-
didas humanas catastrófico. Las muertes se cuentan
a veces por cientos de miles de personas a conse-
l. LA GUERRA Y SU EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA 69

cuencia de los bombardeos aéreos, algunos de los


cuales causan más pérdidas que los conflictos más
mortíferos de la historia (Dresde, Hamburgo, To-
kio, Coventry o los dos bombardeos atómicos). El
número total de víctimas de la Segunda Guerra
Mundial se estima por encima de 60 millones, ¡de
los cuales una gran mayoría eran civiles!

WILLIAM MITCHELL (1879-1936)

El estratega estadounidense William Mitchell es,


junto con el italiano Giulio Douhet (1869-1921),
uno de los primeros teóricos de la guerra aérea. Par-
tidario del bombardeo estratégico, sus teorías se lle-
varán a la práctica con ocasión de la Segunda Guerra
Mundial. La creación de la US Air Force después del
final de la contienda consagra su visión del papel de
la aviación en los conflictos contemporáneos.

La Segunda Guerra Mundial fue el ejemplo más lo-


grado de la guerra total, y los bombardeos en masa
fueron su símbolo. La determinación casi fanática
del 111 Reich, parapetado en las ruinas de Berlín en
abril de 1945 y negándose a detener los combates,
es significativa del grado que alcanza la guerra. An-
tes que aceptar la humillación de la derrota, Hitler
prefiere arrastrar con él a la destrucción a todo el
pueblo alemán. Este mismo tipo de extremismo ya
se había manifestado del lado soviético en Stalin-
grado (1942-1943), verdadero hito de la guerra en
70 LA GUERRk UNA INTRODUCCIÚN

el frente oriental y en el transcurso de la cual los so-


viéticos se jugaron el todo por el todo, convencidos
de que una derrota significaría el fin de las hostili-
dades y el fin de la Unión Soviética. El mariscal
Georgi Zukov (1896-1974) practicó en este enfren-
tamiento la técnica del cerco con maniobra de pin-
za (al precio de un inmenso sacrificio humano),
imponiendo a las fuerzas alemanas la defensa y cor-
tando progresivamente todas las vías de aprovisio-
namiento que tenían. Los alemanes, privados de
municiones y de alimentos, acabaron por rendirse.
Por su parte, la determinación de los combatien-
tes japoneses dispuestos a todo para impedir el inexo-
rable avance de las fuerzas estadounidenses -hecho
que ilustran los kamikazes arrojando sus aviones
sobre los navíos enemigos- fue el último acto de
una guerra total. La decisión de utilizar el arma nu-
clear contra Japón en 1945, en Hiroshima (6 agos-
to) y luego en Nagasaki (9 agosto), aunque venga
justificada por múltiples factores, quedó legitimada
por el rechazo a continuar las hostilidades contra
unos combatientes dispuestos a luchar hasta exha-
lar el último aliento y a arrastrar a toda su nación a
la destrucción.
BALANCE DE VÍCTIMAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
País Militares Civiles Total
URSS 13.700.000 7.700.000 21.300.000
China 1.324.000 10.000.000 11.324.000
Alemania 3.250.000 3.810.000 7.060.000
Polonia 320.000 5.500.000 5.820.000
Indonesia - 4.000.000 4.000.000
japón 1.300.000 700.000 2.000.000
Yugoslavia 300.000 1.400.000 1.700.000
Rumanía 520.000 465.000 985.000
Hungría - - 750.000
Grecia - - 574.000
Francia 211.000 330.000 541.000
Austria 380.000 145.000 525.000
Italia 330.000 80.000 410.000
Checoslovaquia - - 400.000
Reino Unido 326.000 62.000 388.000
Estados Unidos 293.000 - 293.000
Países Bajos 198.000 12.000 210.000
Bélgica 76.000 12.000 88.000
Finlandia - - 84.000
Canadá 45.000 - 45.000
India 87.000 1.500.000 1.587.000
Australia 29.000 - 29.000
Albania - - 28.000
España 12.000 10.000 22.000
Bulgaria 19.000 2.000 21.000
Nueva Zelanda 12.000 - 12.000
Noruega - - 10.262
Norte de África 9.000 - 9.000
Luxemburgo - - 5.000
Dinamarca 4.000 - 4.000
N. 0 TOTAL DE VfCTIMAS 30.868.000 56.125.262

FUENTE: Histoire: le Monde de 1939 a nos jours, colección ). Marseille, París,


Nathan, 1998.
2. Guerra Fría y conflictos de baja intensidad

Los militares adoptan el arma nuclear como


el arma perfecta para la lucha a muerte y sin
sospechar que pertenece a otra especie;
sin adivinar que su empleo privaría a la
propia lucha a muerte de su secular sentido
político.
General LuciEN PmRIER

Si la bipolaridad caracterizó el periodo 1945-1991,


el arma nuclear fue su símbolo. A lo largo de la
Guerra Fría, el arma suprema fue el origen de la ca-
rrera armamentista más importante de toda la his-
toria entre Washington y Moscú, así como de la
proliferación que afectó a muchos Estados atraídos
por su capacidad disuasoria; pero también fue la
máquina que permitió evitar una guerra de gran
envergadura entre las dos superpotencias rivales.
Conscientes del carácter apocalíptico de una con-
frontación armada en la que se utilizara armamen-
to nuclear, los dos adversarios evitaron siempre una
escalada que pudiera llegar demasiado lejos y de ese
modo consiguieron mantener durante varias déca-
das un equilibrio basado en el terror. Para numero-
sos analistas, la Guerra Fría fue la «Tercera Guerra
Mundial», aunque jamás se manifestó a través de
una confrontación armada entre las dos potencias.

72
2. GUERRA FRfA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 73

A consecuencia de este equilibrio del terror, la gue-


rra evoluciona hacia la defensa, término que encar-
na la tendencia de las grandes potencias a perseguir
objetivos con vistas a mantener su integridad na-
cional, pero sin pretender sistemáticamente el en-
frentamiento. El signo de los tiempos es que lama-
yoría de los ministerios de la Guerra se convierten
en ministerios de Defensa.

NICHOLAS SPYKMAN, HEARTLAND Y RIMLAND

El politólogo estadounidense Nicholas Spykman


(1893-1943) fue quien concibió la teoría del rimland
(«anillo marítimo») y del heartland («potencia conti-
nental»), dos entidades que presentan sistemas de ar-
mas y estrategias diferentes. Para Spykman, el rimland
tiene la ventaja de que permite rodear al heartland,
obligándolo con ello a adoptar una postura defensiva.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Washington
retomó ampliamente esta teoría -que se basaba en la
potencia de naciones como la Alemania nazi o la
Unión Soviética frente al Reino Unido y a Estados
Unidos- para su estrategia de contención del comu-
nismo. La teoría contribuyó en gran medida al desa-
rrollo de las capacidades marítimas y aéreas.

En este contexto, los conflictos de baja intensidad


-de los que conviene recordar en cualquier caso que
no son menos mortíferos- tomaron el relevo y ca-
racterizaron esta «Tercera Guerra Mundial», creando
en las grandes potencias la ilusión de la «guerra im-
74 LA GUERRA: liNA INTRODUCCIÓN

posible», pero confirmaron al mismo tiempo la im-


probabilidad de la paz, dándole la vuelta a la célebre
fórmula de Raymond Aron.¡ Los soviéticos y los esta-
dounidenses no se enfrentaron directamente porque
sabían que las consecuencias de ello serían irrepara-
bles, pero tampoco consiguieron transformar el arma
nuclear en la tan anhelada arma de paz. La bomba
atómica, arma del apocalipsis, consiguió evitar el en-
frentamiento directo, pero abrió nuevas perspectivas
'n materia de conflictos de baja intensidad y de gue-
tra asimétrica, cuyos efectos serán duraderos. La
Guerra Fría fue, pues, un periodo al mismo tiempo
de paz entre las grandes potencias y de despertar de
los conflictos periféricos en los que estaban en juego
aspectos más limitados.

RAYMOND ARON ( 1905-1983)

Periodista, sociólogo, filósofo y politólogo francés,


fundador de la revista Commentaire, fue uno de los
principales teóricos de las relaciones internacionales
durante la Guerra Fría. Sus obras Paz y guerra entre las
naciones {1962) y Pensar la guerra, Clausewitz {1976),
influidas por Clausewitz y Max Weber, son textos de
referencia. En su opinión, los Estados recurren a la
guerra por tres razones: la potencia, la seguridad y
la gloria. Es autor de la célebre cita «Paz imposible,
guerra improbable» que caracteriza la bipolaridad
de la Guerra Fria y el factor nuclear en las relaciones
internacionales.
2. GUERRA FRÍA Y CONHJCTOS DE BAJA INTENSIDAD 75

Paz imposible, guerra improbable

La utilización de la bomba atómica en Hiroshima y


en Nagasaki transformó para siempre nuestra for-
ma de ver el mundo, además de darle un toque final
al conflicto más mortífero de toda la historia. Al re-
currir al arma suprema, de la que entonces ostenta-
ba el monopolio, Estados Unidos abrió una nueva
era en las relaciones internacionales y en la historia
de la guerra.
El principal argumento que esgrimieron las
autoridades estadounidenses para justificar la elec-
ción de la opción nuclear, descartando otras estrate-
gias, era el ahorro de vidas humanas en la situación
de desembarco en las costas japonesas, que habría
tenido como consecuencia la pérdida de cientos de
miles de soldados estadounidenses, sin contar los
civiles japoneses. Varios estudios estimaron, en fun-
ción de diferentes escenarios de invasión, las pérdi-
das humanas que causaría un desembarco en el ar-
chipiélago, tomando como referencia y como base
de cálculo los combates en el archipiélago de Oki-
nawa, los primeros que se libraron en territorio ja-
ponés. La opción elegida -conocida con el nombre
de operación «Olympic»- preveía un desembarco
en Kyushu en noviembre de 1945 y luego un avance
por tierra en dirección este hasta llegar a Tokio. Se
estimaba en unas 500.000 el número de víctimas
estadounidenses, dato que luego se revisó a la baja
pero que resultaba totalmente inaceptable tanto
76 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

para las autoridades como para la opinión pública.


En semejantes condiciones, la Casa Blanca no podía
rechazar por completo la existencia de un arma que
permitía precisamente reducir de manera clara el
número de víctimas estadounidenses (Courmont,
2007b). Paradoja de la nueva arma, su carácter des-
tructivo se presentó como la mejor respuesta a la
guerra total por su capacidad de aniquilar cualquier
forma de resistencia del adversario y de poner fin a
las hostilidades. El arma nuclear se mostró desde el
primer momento como un arma de terror, y se ads-
cribió al grupo de los bombardeos estratégicos, cuyo
objetivo era aterrorizar a las poblaciones con el fin de
provocar la rendición del enemigo. Algunos expertos
la califican de «arma terrorista», por ser el terror el
objetivo último de las bombas atómicas.
Desde el punto de vista estratégico, la utilización
de la bomba atómica ofreció a las autoridades esta-
dounidenses la posibilidad de plantear una nueva
manera de hacer la guerra y de concebir una rela-
ción diferente con las potencias rivales. El adveni-
miento del arma nuclear se considera una revolu-
ción en los asuntos militares, en el sentido de que
amplía el desequilibrio entre los Estados que la tie-
nen y los que no tienen acceso a ella, creando una
situación de disimetría que, aunque entonces bene-
ficiaba a Washington, también resultó ser el ele-
mento decisivo en la motivación de los Estados lla-
mados «proliferantes». Esta disimetría se acompaña
inmediatamente de una disimetría política, al im-
2. GUERRA FRIA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 77

ponerse la idea del arma nuclear como arma de no


utilización -y ello incluso antes de Hiroshima en la
mente de quienes se oponían a su uso-, lo que inau-
guró el periodo denominado «de disuasión». Uno de
los objetivos de los dirigentes estadounidenses con la
utilización de la bomba atómica era disuadir a po-
tenciales adversarios de que intentaran provocar un
nuevo conflicto. Entre estos potenciales adversarios,
la Unión Soviética se llevaba la palma de aquellos an-
tiguos aliados que habían pasado a ser molestos, in-
cluso indeseables. En cierto modo, la bomba atómica
fue al mismo tiempo un arma de anticipación de la
Guerra Fría y uno de los elementos responsables de
la carrera armamentista, por las ventajas decisivas
que presentaba. En este sentido, en las relaciones en-
tre las grandes potencias, inauguró indiscutiblemen-
te una nueva era (Boniface y Courmont).
Sin embargo, en los planes estratégicos estado-
unidenses inmediatamente posteriores al final de la
Segunda Guerra Mundial, el arma nuclear no ocu-
paba el centro de las preocupaciones estratégicas, a
pesar de la enorme ventaja que ofrecía a sus diri-
gentes. Sólo a partir de 1947, cuando parecía que la
Guerra Fria había entrado en una fase activa -en
particular a consecuencia de las crisis griega e iraní,
así como del discurso de Churchill en Fulton, en
marzo de 1946, en el que el ex primer ministro bri-
tánico hablaba por primera vez en público de la
existencia de un «telón de acero»- la administra-
ción Truman definió una doctrina de utilización de
78 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

lo nuclear susceptible de darle preferencia en el


caso de confrontación con los soviéticos. Durante
todo el periodo del monopolio nuclear estadouni-
dense, que terminó con el primer ensayo soviético
en 1949, sus dirigentes siempre consideraron el
arma nuclear como un arma de último recurso, una
vez que todas las demás opciones hubiesen resulta-
do ineficaces. Sin embargo, a medida que la amena-
za soviética se hacía cada vez más real (como suce-
dió con ocasión de las crisis de Praga y de Berlín en
1948), el arma nuclear se percibió cada vez más
como un medio susceptible de disuadir a los sovié-
ticos de su afán por oponerse a los planes estado-
unidenses y, por consiguiente, como un arma polí-
tica que permitía evitar la guerra.
El estratega estadounidense Bernard Brodie (1910-
1978), autor de TheAbsolute Weapon (El arma abso-
luta), publicada en 1946, fue uno de los principales
especialistas en cuestiones estratégicas a principios
de la era nuclear. Fue sobre todo uno de los prime-
ros que comprendió la ventaja decisiva con que con-
taba quien poseyera esta arma, sin necesidad de tener
que utilizarla. A condición de que se definiesen las
reglas de su utilización. Así, en 194 7, la estrategia
nuclear estadounidense se concibió a tres niveles.
En la cúspide de la estructura de toma de decisio-
nes, el National Security Council (NSC) definía,
bajo la dirección del presidente, los objetivos de la
seguridad nacional y las reglas referentes a la utili-
zación de armas nucleares (Poirier).
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 79

En agosto de 1949, la Unión Soviética hizo esta-


llar su primera arma nuclear. La noticia fue recibida
con estupefacción por Washington, cuyos servicios
de información habían detectado su ensayo. En res-
puesta a lo que inmediatamente se interpretó como
una amenaza que anunciaba una confrontación mi-
litar a gran escala, los estadounidenses se lanzaron a
la puesta a punto de un arma todavía más poderosa
de hidrógeno: la bomba termonuclear (más común-
mente denominada bomba H). A partir de entonces,
la estrategia nuclear de Estados Unidos se convirtió
en una auténtica carrera armamentista, cuyo objeti-
vo era conservar a cualquier precio la ventaja sobre la
Unión Soviética. Por su parte, Moscú se esforzó por
reducir lo máximo posible dicho desequilibrio. Aque-
lla tendencia que se conoció con el nombre de «carre-
ra armamentista» fue una de las características más
significativas de la Guerra Fría.
El número de armas que poseían unos y otros
aumentó de forma exponencial hasta alcanzar unos
niveles que podríamos definir como irracionales, ya
que para garantizar una disuasión en el sentido es-
tricto de la palabra, las dos superpotencias no nece-
sitaban aq~ellas cantidades de armas. Tan disparata-
da carrera armamentista sólo se puede comprender
si nos situamos en la perspectiva de un combate nu-
clear que multiplicaría los objetivos que habría que
alcanzar si estallaba una guerra nuclear larga. En
1948, los estadounidenses identificaron 30 objetivos
en la Unión Soviética en caso de enfrentamiento; ese
80 LA (JlJERRA: UNA INTRODUCCIÓN

número pasó a 300 en 1956, a 2.000 en 1960, a 3.500


en 1961,a8.000en 1962,a25.000en 1968y a 35.000 en
1976. Por lo tanto, ya no se trataba exactamente de
una lógica de disuasión, sino de la determinación
de los objetivos y de la preparación de las fuerzas
para una hipotética guerra nuclear. El estratega esta-
dounidense Herrnan Kahn, en un libro que se publi-
có en 1963 en Estados Unidos titulado On Escalation
(En escalada), diferenciaba veintitrés grados en la es-
cala del combate nuclear, que iba desde la guerra nu-
clear local de demostración hasta la «guerra espas-
módica» o «guerra insensata». También fue uno de los
primeros que contempló la posibilidad de una gue-
rra nuclear en la que el arma suprema se convertiría
en una simple arma de uso, con resultados apocalípti-
cos para los dos beligerantes (y sus aliados).
La adquisición por parte de la Unión Soviética
del arma nuclear, al tiempo que lanzaba a las dos
potencias rivales a una carrera armamentista en la
que competían tanto por la cantidad corno por la na-
turaleza del armamento, también tuvo consecuen-
cias progresivas sobre las doctrinas de uso de estas
armas, y así fue corno las armas nucleares se acaba-
ron convirtiendo en las características de la Guerra
Fría, tanto por el grado último de destrucción que
ofrecían corno por las perspectivas de no utiliza-
ción, y que hacían que la guerra resultara improba-
ble. Las doctrinas de uso que formularon Estados
Unidos y la Unión Soviética fueron un síntoma de
las angustias y de lo que estaba en juego en aquel
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 81

momento. Su evolución traduce una toma de con-


ciencia recíproca en la necesidad de bloquear en la
mayor medida posible las situaciones en las que se
pudiera considerar legítimo recurrir al arma supre-
ma. Si la Guerra Fría no degeneró en un verdadero
conflicto armado y directo entre las dos principales
potencias, fue gracias a la capacidad de destrucción
de las armas nucleares.

LA CRISIS DE CUBA

Sin duda el mundo no ha estado nunca tan cerca de la


guerra nuclear como con ocasión de la crisis de los
misiles de Cuba. Esta crisis de 1962 suele citarse como
el momento más crítico de la Guerra Fría, y son más
de cuarenta años los que este mito se lleva cultivando
hábilmente. Pero si la observamos con detalle, se ad-
vierte que ni a Washington ni a Moscú les interesaba
actuar de manera precipitada, y que si se compara con
otras situaciones, la crisis de los euromisiles (que vere-
mos más adelante) estuvo aparentemente más cerca
de desembocar en un enfrentamiento bélico. Aun así,
la crisis de Cuba constituye un acontecimiento im-
portantísimo en la confrontación Este-Oeste, y tuvo
múltiples consecuencias. Fue en particular a raíz de
esta crisjs cuando las superpotencias comprendieron
que, más allá de sus divergencias, compartían un ob-
jetivo supremo: evitar un enfrentamiento directo que
se traduciría en una guerra mundial, esta vez nuclear.
Así pues, la crisis de Cuba marcó el comienzo de lo
que los expertos estadounidenses y soviéticos deno-
minaron en seguida da distensión».
82 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Tras la crisis de los misiles de Cuba y la entrada en el


club de las potencias nucleares de dos nuevos miem-
bros -Francia {1960) y China {1964), que se suma-
ban a las tres ya presentes en él (el Reino Unido había
ingresado en 1952)-, las grandes potencias se pusie-
ron de acuerdo sobre la adopción de medidas que
permitieran limitar los riesgos de proliferación. Con
la firma de tratados multilaterales, la Guerra Fría en-
tró en un periodo caracterizado por una actitud más
razonable basada en la necesidad de regular las reser-
vas nucleares y la proliferación de materiales sensi-
bles. Paralelamente, las dos superpotencias (Estados
Unidos y Unión Soviética) aceptaron a principios de
la década de 1970 emprender la vía del desarme bila-
teral, cuyos efectos todavía están vigentes hoy en día
a pesar del fin de la bipolaridad.
El Tratado de No Proliferación de Armas Nu-
cleares (TNP) firmado el 1 de julio de 1969, des-
pués de diez años de negociaciones, y en vigor
desde el 5 de marzo de 1970, es el más antiguo de
los tratados de control de armamento. Su objetivo
consiste en limitar lo máximo posible el número
de potencias nucleares, las cuales no tienen dere-
cho, en virtud de este tratado, a prestar asistencia
a otros Estados en sus investigaciones nucleares
mediante una transferencia de tecnología. Como
contrapartida, los Estados que firman el tratado
no tienen derecho a practicar investigaciones nu-
cleares ni a enriquecer uranio con vistas a la fabri-
cación de armas.
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 83

LA POLEMOLOGÍA

Disciplina fundada después de la Segunda Guerra


Mundial por el sociólogo francés Gaston Bouthoul
(1896-1980), y que significa literalmente «ciencia de
la guerra», la polemología estudia las condiciones en
las cuales pueden darse los conflictos, analizando los
contextos culturales, económicos, políticos y demo-
gráficos de los mismos. La aparición de armas nu-
cleares acentuó el fenómeno de la ciencia de la gue-
rra, puesto que a partir de ésta los discursos y los
posicionamientos concretos adquieren un carácter
tan decisivo como la propia batalla.

El TNP se refiere a la proliferación de armamen-


to tanto en la que podríamos denominar horizontal
como vertical; en este sentido, es el más completo y
el más importante de todos los tratados internacio-
nales de desarme y de control de armas nucleares.
En el momento de su firma, eran cinco los países
que tenían armas nucleares, es decir, eran potencias
nucleares. En 1974, India hizo un ensayo con un
dispositivo nuclear sin por ello inscribirse como
potencia nuclear de pleno derecho. Hubo que espe-
rar a 1998 para que dos Estados -India y Pakistán, a
raíz de sus ensayos- se convirtieran en auténticas
potencias nucleares, y a 2006 para que Corea del
Norte realizara su primer ensayo. Paralelamente, Is-
rael ha desarrollado capacidades nucleares, aunque
nunca ha realizado el menor ensayo. El TNP se ha
84 LA GUE~RA: UNA INTRODUCCIÓN

visto complementado mediante otros tratados, in-


ternacionales y regionales, cuyo objetivo sigue sien-
do el de limitar los riesgos de guerra nuclear (véase
el último capítulo).
Un último aspecto de la «no guerra» durante la
Guerra Fría, arbitrada por la disuasión nuclear, fue
que los bloques ideológicos se organizaron militar-
mente en sistemas de alianzas, imponiendo la idea
de una guerra automáticamente generalizada en el
caso de que estallara una crisis entre dos beligeran-
tes. La Organización del Tratado del Atlántico Nor-
te (OTAN) y el Pacto de Varsovia se crearon el 4 de
abril de 1949 (la OTAN, con 12 Estados miembros
iniciales, que han pasado a 26 en la actualidad) y el
14 mayo de 1955 (8 Estados eran los miembros del
Pacto de Varsovia), respectivamente, creando de fac-
to los dos ejércitos más importantes de toda la his-
toria. La guerra se convierte en una lógica de blo-
ques en la que cada uno prepara sus estrategias y
potencialidad militar en función de los movimien-
tos y de las capacidades del otro. Los planes de en-
frentamiento de la Guerra Fría responden todos a
la lógica de una confrontación a gran escala en la
que Europa sería supuestamente el gigantesco cam-
po de batalla. Como cada uno de los dos bloques
dispone de capacidades nucleares, la guerra se hace
progresivamente más improbable y el equilibrio
del terror se impone a partir de entonces como un
paradójico factor pacificador en Europa.
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 85

La Guerra de Corea, China y la vuelta


a la guerra de guerrillas

El primer gran conflicto periférico (es decir, que in-


volucra a las potencias pero no en su territorio) de
la Guerra Fría fue la Guerra de Corea, entre 1950 y
1953. La península coreana, que Japón había ocu-
pado en 191 O, había sido liberada simultáneamente
en 1945 por estadounidenses y soviéticos, que di-
bujaron una línea de demarcación de sus zonas de
influencia en el paralelo 38°. Cada una de las dos
grandes potencias instaló un régimen amigo, reti-
randa poco a poco sus tropas al terminar las hosti-
lidades. Pero, contrariamente a los países europeos,
la suerte de las dos Coreas no era al parecer la preo-
cupación principal de los dos gigantes, en particu-
lar de Washington, ya que los dirigentes estadouni-
denses deseaban acelerar la retirada de las fuerzas
de ocupación. Dean Acheson, en un discurso que
pronunció el 12 enero de 1950, tampoco incluía a
Corea en el perímetro defensivo de Estados Unidos
en Asia, lo que significaba que la península no cons-
tituía una prioridad para Washington en la misma
medida que Japón. El régimen comunista de Pyon-
gyang, reforzado por la bomba atómica soviética y
la llegada al poder de los comunistas en China unas
semanas antes, aprovechó la ocasión para intentar
ocupar el conjunto del territorio sin temor a repre-
salias masivas. Así, el 25 junio de 1950 las tropas
norcoreanas cruzaron el paralelo 38°. Había estalla-
86 LA (;(/ERRA' UNA INTRODUCCIÓN

do la Guerra de Corea, que duró tres años y provo-


có la muerte de millones de personas. También fue
la primera gran crisis de la Guerra Fría en la que se
evocó la utilización de las armas nucleares.
Estados Unidos envió a Corea un ejército bajo el
mandato de la ONU (en aquella época la Unión So-
viética practicaba la política de «silla vacía» en el
Consejo de Seguridad, mientras Taipei representa-
ba a China, lo que le permitió a Washington legiti-
mar su intervención) y restableció la situación mi-
litar hasta que «voluntarios» chinos vinieron a
prestar su apoyo a los norcoreanos. Gracias a aque-
lla ayuda masiva, se consiguió rechazar el avance de
las tropas de la coalición bajo mandato de la ONU;
fue entonces cuando el conflicto dio un giro total-
mente distinto, debido al apoyo manifiesto que
China prestó a Corea del Norte.
Ante aquella acometida, las tropas estadouni-
denses retrocedieron hacia el sur; Seúl, la capital de
Corea, situada cerca de la frontera, cayó en manos
de los norcoreanos. El general en jefe estadouni-
dense Douglas MacArthur propuso entonces que se
extendiera el conflicto a China, ya que era allí don-
de tranquilamente se preparaban sus enemigos, sin
temer el ataque de las tropas de la coalición. Llegó
incluso a hablar de la posibilidad de utilizar armas
nucleares como refuerzo de las armas convenciona-
les. El presidente Truman rechazó categóricamente
aquella opción: no quería extender el conflicto a te-
rritorio chino y correr el riesgo de que la Unión So-
2. GUERRA FRfA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 87

viética interviniera en él con el pretexto de la soli-


daridad entre países del bloque comunista, lo que
habría sumido al mundo en una tercera guerra
mundial de carácter nuclear.
Durante la Guerra de Corea a principios de la
década de 1950, el papel de China fue decisivo.
Mao, que consideraba que las fuerzas de la ONU
podían representar una amenaza para el futuro de
la China comunista, había encargado al ejército que
reclutara voluntarios, por lo que no tardó en situar
a 250.000 hombres en la frontera coreana, frente a
las tropas bien armadas pero dispersas de una coa-
lición desordenada. Repitió en cierto modo el ejem-
plo de la Segunda Guerra Mundial y, extrañamente,
pudo utilizar una guerra exterior (aunque cercana)
para movilizar el conjunto de los recursos de Chi-
na, como si hubiese sido ésta la que hubiera sido in-
vadida. Las fuerzas chinas disponían de un material
totalmente anticuado, heredado en gran parte del
arsenal que los japoneses habían dejado unos años
antes, al que venía a sumarse el armamento que le
proporcionaba la Unión Soviética, que, aunque
más moderno, era relativamente escaso. El efecto
de masa del ejército chino -una especie de legión
de civiles en armas- se tradujo en el rechazo de la
ofensiva de la ONU. Ahora bien, de lo que no cabe
duda es de que la retirada de las fuerzas de la ONU
no se explica por la fortaleza china, sino por la im-
posibilidad de hacer frente a lo que testigos directos
denominaron «gigantescas oleadas humanas», en
88 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

su mayoría desarmadas, pero con gran determina-


ción y cada vez más numerosas. Antes que matar a
decenas de miles de chinos, cosa que técnicamente
era «factible» para una potencia como Estados Uni-
dos, las fuerzas de la coalición prefirieron retirarse de
la manera más honrosa posible.
En Corea del Norte, la consecuencia de aquella
guerra fue la consolidación del régimen de Kim il-
Sung, cuyo hijo Kim Yong-il todavía hoy ostenta el
poder, y el refuerzo de la estrategia Juche, basada
en la autonomía política y militar e inspirada en el
maoísmo.
La Guerra de Corea fue una ocasión para medir
el riesgo de la leva de efectivos en masa que practicó
la China de Mao y contra la cual ni las armas más
perfeccionadas podían resultar eficaces. El total de
bajas fue mucho mayor en las filas chinas y norco-
reanas que en el bando de las fuerzas coaligadas
(aun cuando se conocen mallos datos de las bajas
de Beijing y Pyongyang), pero el mayor número de
efectivos operó a favor de las fuerzas comunistas.
Esta guerra también permitió medir en el exterior
la contribución estratégica de Mao Zedong (1893-
1976) a la guerra de guerrillas.

Para Mao, la guerra de guerrillas -también conoci-


, da con el nombre de «guerra móvil~- se apoyaba en
'-un Ejército Rojo que contaba con un armamento y
una formación ridículos, pero formado en buena
parte por campesinos pobres motivados por las
2. GUERRA FRIA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 89

pasiones revolucionarias y que creían en el ideal co-


munista. Gracias a importantes esfuerzos y estrate-
gias que rechazaban el combate directo -en combi-
nación con grandes ofensivas- pudo ganar la guerra
civil contra las fuerzas nacionalistas de Chang Kai-
Check (1887-1975), que acabaron refugiándose en
Taiwán en 1949, después de que los comunistas hu-
bieran controlado la China continental en su con-
junto. El papel de los guerrilleros «voluntarios»
chinos en la Guerra de Corea inspirará los movi-
mientos revolucionarios que surgieron en los im-
perios coloniales y en América Latina en las déca-
das siguientes, marcando la gran vuelta de la guerra
de guerrillas, su teorización y puesta en práctica
frente a las grandes potencias militares. Las tácticas
de la guerra de guerrillas, que posteriormente se
multiplicarán, se basan en la emboscada, el sabotaje
y la inteligencia (es decir, el conocimiento del terre-
no yderadversario). Porque su objetivo consiste en
prolongar los conflictos en el tiempo (se trata de
una estrategia de subsistencia) y aprovechar el mo-
mento propicio para pasar a la ofensiva.
La teoría maoísta de la guerra del pueblo se di-
vide por su parte en tres fases: en primer lugar, los
guerrilleros consiguen el apoyo de la población
mediante la difusión de propaganda; la segunda
fase es la del recrudecimiento de los ataques contra
el poder militar y las instituciones vitales; y la ter-
cera privilegia el combate convencional para to-
mar las ciudades, derrocar al gobierno y por últi-
90 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

mo controlar el país. Inspirándose ampliamente en


la obra de Sun-tzu {véase el recuadro de la página
159), la guerra del pueblo de Mao Zedong -una es-
pecie de guerra de guerrillas aplicada a las desequi-
libradas relaciones de fuerzas que había creado la
Guerra Fría- se impondrá como una nueva mane-
ra de hacer la guerra.
Habrá que esperar a mediados de la década de
1960 y al primer ensayo nuclear chino {1964) para
que las relaciones entre las potencias occidentales y
Beijing se normalicen progresivamente. Al conver-
tirse en una potencia militar, China veía cómo se
alejaban los riesgos de confrontación militar con
las grandes potencias y cómo la disuasión entraba
en juego.
Finalmente, una situación que se planteó con
ocasión de la Guerra de Corea -la utilización del
arma nuclear contra los voluntarios chinos- habría
tenido efectos desastrosos que habrían conducido a
la tercera guerra mundial. A fin de cuentas, fue el
cambio de dirigentes casi simultáneo en Washington
(Eisenhower sustituye a Truman en enero de 1953)
y en Moscú (Stalin muere en marzo de 1953) lo
que aceleró el final de las hostilidades y condujo a
una situación de statu quo con una línea de de-
marcación que sigue vigente hoy en día.
Retrospectivamente, la Guerra de Corea fue la
confirmación de la lógica de los bloques y de que el
periodo de la Guerra Fría iba a ser de larga dura-
ción, como así ocurrió. Finalmente, aunque fue la
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 91

primera guerra de este periodo, abrió una nueva


era de conflictos de baja intensidad en los que las
superpotencias estaban implicadas pero a través de
aliados interpuestos. Esta guerra por poderes fue una
de las principales características de la Guerra Fría.

Las guerras de descolonización

Si hay un tema en el que Washington y Moscú estu-


vieron de acuerdo, sin duda fue la descolonización
que las dos superpotencias auspiciaron desde fina-
les de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo,
esto no les impidió combatir a una contra otra a
distancia, ya fuera apoyando militarmente a deter-
minados imperios coloniales o a movimientos de
liberación nacional, o bien, por último, tratando
de suplantar a las antiguas potencias coloniales con
vistas a garantizar su liderazgo en regiones en las
que su presencia era escasa.
Las guerras de descolonización son un perfecto
ejemplo de luchas asimétricas en las que algunas
potencias occidentales -en decadencia evidente
después de la Segunda Guerra Mundial, pero que
disponían de medios militares importantes- se en-
frentan a grupos armados y decididos que comba-
ten en nombre de la liberación nacional. En este en-
frentamiento tenemos, por un lado, a los imperios
que combaten para defender sus intereses y de
acuerdo con formatos que son propios del pasado;
92 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

y por otro, a los movimientos independentistas, que


reclutan nuevos combatientes gracias al elemento
libertador. Este desequilibrio en los objetivos bene-
ficia a los combatientes, militarmente más débiles
pero que tienen unos objetivos reales. Obsérvese
que esta tendencia, aunque haya surgido a tenor de
las guerras de descolonización, parece aún seguir
vigente en la actualidad, tal y como explica Fran<¡:ois
Géré en un artículo publicado en Libération el 25 de
septiembre de 2001, es decir, dos semanas después
de los atentados delll-S en Nueva York y Washing-
ton; en este contexto, «los occidentales creen que
gozan de una superioridad militar, pero sus adver-
sarios, cuyo objetivo político está claramente defi-
nido, consiguen vencer recurriendo a la guerra de
guerrillas». Por supuesto que las acciones de las
fuerzas de liberación nacional contaban frecuente-
mente con apoyo exterior, pero aun así fue la activi-
dad de las guerrillas lo que, en el terreno, causó
grandes dificultades a los ejércitos de las potencias
coloniales.
El trauma de la Segunda Guerra Mundial y la di-
ficultad que experimentaron las potencias colonia-
les para contener los ataques en su propio territorio
(la mayoría de ellas incluso habían estado anexio-
nadas) precipitaron la descolonización. Los movi-
mientos de liberación nacional multiplicaron las
proclamaciones de independencia y los imperios
coloniales siguieron varias vías en respuesta. Una
de ellas fue la guerra. Francia estuvo directamente
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 93

implicada en dos guerras de descolonización im-


portantes y particularmente mortíferas: Indochina
y Argelia.
El envío de fuerzas a Indochina, en los meses
posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial y
después de la declaración de independencia por
parte del líder vietnamita Ho Chi Minh, se presentó
inicialmente como una expedición colonial, pero se
prolongó en el tiempo ante la incapacidad de re-
componer la unidad de las colonias francesas del
Sudeste Asiático, obstaculizada por la ocupación ja-
ponesa.

La Conferencia de Bandung (Indonesia), en 1955,


fue el primer signo del deseo de los Estados llama-
dos del Tercer Mundo (según la fórmula del econo-
mista francés Alfred Sauvy, 1898-1990) de unirse
frente a la lógica bipolar y de constituir un «tercer
polo», además de un llamamiento a la independen-
cia de todos los pueblos todavía colonizados. Invi-
tados por el presidente indonesio Sukarno, los
grandes actores de este encuentro fueron el indio
Nehru, el egipcio Gamal Abdel Nasser y el chino
Chu En-lai. Bandung marcó un giro en la percep-
ción de las metrópolis coloniales y fue como una
señal de esperanza para los pueblos que pensaban
que la lucha contra los imperios estaba abocada al
fracaso. En los años que siguieron a la Conferencia,
se crearon numerosos Estados después de que hu-
bieran negociado su independencia con la metró-
94 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

polis, y otros siguieron luchando, con éxito. Las dé-


cadas de 1950 y 1960 estuvieron marcadas por la
multiplicación de los conflictos de baja intensidad
en las antiguas colonias, que, progresivamente, fue-
ron consiguiendo todas ellas su independencia.

En cuanto a la crisis de Suez, comenzó con la deci-


sión, el26 julio de 1956, del presidente egipcio Ga-
ma! Abdel Nasser de nacionalizar el canal, propie-
dad conjunta de Francia y Reino Unido desde que
se iniciaran las obras a mediados del siglo XIX. Es
interesante remarcar la coincidencia de los histo-
riadores en reconocer que Suez marcó el final de la
herencia colonial del siglo XIX (con la notable ex-
cepción de Hong Kong y de Macao, que fueron de-
vueltas a China en 1997 y 1999 respectivamente, y
que cerraron el paréntesis abierto con ocasión de
las Guerras del opio), un año después de la Confe-
rencia de Bandung. París y Londres, cuya preocu-
pación era que se respetara su derecho de propie-
dad del canal, decidieron organizar una operación
militar y enviaron tropas a la región para ocupar la
zona, con el apoyo de Israel. La idea rectora de esta
coalición circunstancial era humillar a Nasser y
acallar sus sueños de panarabismo, pero la opera-
ción se volvió rápidamente en contra de quienes la
habían promovido.
Mientras las tropas franco-británicas desembar-
caban en Port Said el5 noviembre de 1956, el ma-
riscal soviético Bulganin envió una nota a Eden,
2. GUERRA FRfA Y CONR"ICTOS DE BAJA INTENSIDAD 95

Guy Mollet y David Ben Gurion -respectivamente


primeros ministros británico, francés e israelí- en la
que decía que la Unión Soviética estaba dispuesta a
utilizar todas las formas modernas de destrucción si
no se ponía fin a la expedición contra las fuerzas
egipcias de Nasser. Precisaba que su país no tenía
ninguna necesidad de enviar la flota ni la fuerza aé-
rea, sino que podría recurrir a otros medios, tales
como misiles balísticos que transportaban armas

LA GUERRA DE LOS SEIS DíAS

La Guerra de los Seis Días, que se desarrolló entre el


5 y el11 de junio de 1967, enfrentó a Israel y a una
coalición de la Liga Árabe formada por Egipto, Jor-
dania, Siria e Irak. El conflicto estalló como conse-
cuencia de un ataque preventivo de Israel contra sus
vecinos árabes. La noche de la primera jornada de
guerra, la mitad de la aviación árabe había sido des-
truida, y al cabo de seis días, los ejércitos egipcio, sirio
y jordano estaban derrotados. En menos de una sema-
na, el Estado hebreo triplicó su superficie: Egipto per-
dió la franja de Gaza y la península del Sinaí; Siria, los
altos del Galán; y Jordania, Cisjordania. Esta guerra
relámpago, que demostró la superioridad militar
aplastante de Israel sobre sus vecinos, tuvo conse-
cuencias fundamentales para la región. Fue el origen
de la Guerra del Yom Kipur, en 1973, y también de la
ocupación de Jordania y de la franja de Gaza, cuyos
efectos todavía perduran en la actualidad.
96 LA GUERRA: UNA INTRODUCCI()N

nucleares, si llegara a ser necesario. Dado que Esta-


dos Unidos, que no quería contradecir su condena al
colonialismo, no se ofreció a garantizar la seguridad
de Francia y del Reino Unido, al final franceses y bri-
tánicos optaron por ceder. Más tarde, el mariscal
Bulganin reconoció que los soviéticos no habrían
consumado su amenaza, pero la capacidad nuclear
de Francia todavía era nula, y el Reino Unido no se
podía permitir una crisis de semejante envergadura
sin el apoyo de Washington. La crisis de Suez fue
pues un hito político en el margen de maniobra de
las potencias coloniales, que a partir de aquel mo-
mento se mostraron incapaces de hacer frente a las
veleidades independentistas de las antiguas colonias
porque no gozaban de apoyo directo de las dos su-
perpotencias. La bipolaridad permitió, por tanto, li-
mitar los riesgos de una guerra a gran escala, pero
inspiró los movimientos de liberación nacional y
tuvo indirectamente un efecto multiplicador de los
conflictos de baja intensidad.

Sobre el terreno, las potencias coloniales experi-


mentaron dificultades para combatir a un enemi-
go con frecuencia invisible, que contaba con el
apoyo de una parte importante de la población y
que eludía los métodos de guerra tradicionales.
Raymond Aron, de visita en Indochina unas se-
manas antes de la batalla de Dien Bien Phu, se pre-
guntaba cuál podría ser la estrategia de las fuerzas
francesas frente a los rebeldes del Viet Minh, que,
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 97

aun contando con las armas que les facilitaba Chi-


na, daban la sensación de estar mucho peor prepa-
rados:
El general Navarre me había esbozado su plan; presen-
tando batalla contra los «viet» en circunstancias aparen-
temente desfavorables para nuestro cuerpo expediciona-
rio, contaba con poner a prueba y desgastar algunas de las
divisiones que el Viet Minh había reclutado con la ayuda
de los chinos. Las tropas francesas, incluso las aquejadas
del «mal amarillo», mantenían cierta superioridad sobre
las de los «viet» en campo abierto o en la batalla clásica.
Pero una vez debilitado el ejército del Viet Minh, o inclu-
so fuera de combate, quedaría la guerrilla, y a ésta no po-
dría eliminarla el ejército en ningún caso; era un asunto
de ámbito político vencerla o acomodarse a ella (p. 363).

El resultado de la batalla no fue el esperado,


pero, más allá de esta sencilla constatación, convie-
ne señalar que los estrategas franceses sí tenían da-
ro que se encontrarían con una oposición feroz por
parte de los guerrilleros vietnamitas, y que por ello
no podían pronunciarse en cuanto al resultado del
conflicto.

Francia tuvo que enfrentarse al mismo problema de


la guerrilla en Argelia. La victoria militar en sí no
planteaba ningún problema, porque además la co-
lonia estaba situada cerca de la metrópolis, contra-
riamente a lo que ocurría con Indochina, y además
Francia contaba con un arsenal armamentístico
más poderoso. En ocho años de guerra, los argeli-
98 LA GUERRA

LA GUERRA DE GUERRILLAS

El principio de la guerra de guerrillas -ampliamente


experimentado a lo largo de la década de 1960 en
Sudamérica sobre todo- consiste en disputarle el po-
der a la autoridad vigente utilizando medios poco
sofisticados y reclutando guerrilleros entre los civi-
les. Sin embargo, la guerrilla -término de origen es-
pañol- nació mucho antes: la primera vez en que di-
cho término aparece fue en la Península Ibérica para
denominar la resistencia a la ocupación napoleóni-
ca. A lo largo de todo el siglo XIX habría de hacer for-
tuna en América Latina durante las luchas por su in-
dependencia, para imponerse más tarde en todo el
planeta. En China, Mao Zedong recurrió amplia-
mente a la guerra de guerrillas e incluso le dedicó
toda una obra inspirada en Sun-tzu y en otros
grandes autores clásicos chinos, la cual ejerció gran
influencia en todos los guerrilleros marxistas del si-
glo xx. Con la revolución cubana de la década de
1950 nació la idea de una guerrilla ofensiva quepo-
día exportarse a los países vecinos. Junto a Fidel
Castro, algunos de sus discípulos teorizaron acerca
de la guerra de guerrillas, alabando sus méritos y su
capacidad para derrocar dictaduras. El más célebre
de los «nuevos testamentos» de esta táctica es La
guerra de guerrillas, escrita por el Che Guevara en
1959; en ella se indica que un ejército popular pue-
de vencer a un ejército regular cualesquiera que
sean los métodos de que dispongan los «comba-
tientes de la libertad».
2. GUERRA FR{A Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 99

nos practicaron sistemáticamente una estrategia


asimétrica para incitar a las fuerzas francesas a que
dudaran de su capacidad para mantener el orden.
La guerra de descolonización se llegó a convertir
incluso en una crisis política, de modo que a Fran-
cia -a pesar de disponer de medios militares infini-
tamente superiores a los de su adversario- no le
quedó más opción que retirarse. En cierto modo, el
fin de la Argelia colonial fue impuesto por la pobla- .
ción de la metrópolis, harta de que aquella guerra
se prolongara, sobre todo a partir del momento en
que tuvieron que participar reclutas.

La imagen también tuvo su importancia en las ope-


raciones contra los insurrectos, los cuales intenta-
ban atraer la atención del mundo y suscitar la inter-
vención de las grandes potencias para defender su
causa. Las ejecuciones y torturas fueron eficaces
desde el punto de vista militar, pero fueron mucho
mayores sus efectos nefastos al escandalizar a la
opinión pública, tanto en Francia como en otros
países. Una de las particularidades de las guerras de
descolonización fue, pues, el desfase existente entre
el dominio militar de las potencias coloniales frente
a unos movimientos de liberación nacional muy
resueltos pero mal equipados y poco preparados
para el combate, y el repliegue sistemático de las me-
trópolis, que auguraba la declaración de indepen-
dencia. Los combatientes independentistas siempre
luchaban con el mismo objetivo: hacer que el con-
/00 LA GUERRA: UNA INTRODUCCJ(JN

flicto durara el mayor tiempo posible con el fin de


desgastar al adversario y, sobre todo, de hastiar a la
opinión pública. Constituyó un elemento decisivo
el que, después de la Segunda Guerra Mundial, los
imperios coloniales fueran prácticamente en su
mayoría democracias, en las que los objetivos béli-
cos cada vez resultaban más difíciles de justificar
ante unas opiniones públicas consternadas por la
imagen negativa de unas guerras injustas.
Las últimas guerras de descolonización enfren-
taron a Portugal con los movimientos de insurrec-
ción de Mozambique y Angola en la década de
1970. Allí también el peso de la opinión pública re-
sultó decisivo en un momento bisagra de la historia
de Portugal, que volvía a descubrir la democracia
después de décadas de dictadura bajo el régimen
autoritario de Salazar ( 1889-1970).

Vietnam

Antes de Vietnam, el ejército estadounidense nunca


había perdido una guerra y siempre había aplasta-
do a sus enemigos utilizando su potencia de fuego.
Las experiencias del pasado consolidaron esta doc-
trina, que se centraba en la guerra convencional.
Además, todos los estrategas estadounidenses te-
nían claro que el principal enemigo eran las divi-
siones blindadas de la Unión Soviética, y que el tea-
tro principal de una futura guerra habría de ser
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 101

Europa y no un pequeño país de la península indo-


china.
El ejército estadounidense estaba presente en
Indochina desde 1946, dando apoyo económico y
tecnológico a las fuerzas coloniales francesas. Tras
la marcha de los franceses, siguió reforzando su
presencia en Vietnam del Sur a lo largo de la dé-
cada de 1950. Para los estadounidenses, el enemi-
go se hallaba fuera de Vietnam del Sur y no en el
interior del país, cuya población, consideraban,
les era favorable, lo que en parte era cierto. Pro-
gresivamente fueron obligando a los survietna-
mitas a adoptar una copia exacta de las estructu-
ras de su ejército, dentro de los límites de ::.us
posibilidades presupuestarias. A principios de la
década de 1960, el presidente John F. Kennedy
quiso reforzar la capacidad estadounidense para
combatir la insurrección. Morton Halperin defi-
nió la filosofía del ejército de tierra propuesta por
Kennedy; consistía en abrir el campo de opera-
ciones a intervenciones más «ligeras», utilizando
material de otro tipo aunque manteniendo la im-
portancia de las armas pesadas, tal como si se
produjera un enfrentamiento convencional en
Europa (Halperin, p. 34).
Los problemas que encontraron las unidades es-
tadounidenses -en particular la presencia de rebel-
des incluso dentro del territorio de Vietnam del
Sur- se pudieron apreciar enseguida in situ. La ba-
talla de Ap Bac, en enero de 1963, marcó la pauta
/02 LA GUERRA UNA INTRODUCCIÓN

del tipo de guerra a la que los estadounidenses se


iban a enfrentar en Vietnam.
Un grupo de vietcong, atrincherados junto al
pueblo de Ap Bac, dispararon sobre un batallón de
la Garde civile', que se batió en retirada atropellada-
mente. El asesor estadounidense que supervisaba la
operación solicitó refuerzos, pero los helicópteros
norteamericanos que llegaron se posaron demasia-
do cerca de las líneas enemigas, y cinco de ellos fue-
ron abatidos. Algunos aviones Sky raider arrojaron
napalm sobre la zona para «limpiar» las posiciones
del adversario, pero en vez de alcanzar a los vietcong
hicieron blanco en el pueblo vecino. Entre tanto, va-
rios vehículos de transporte de tropas avanzaron
para salvar a los pilotos de aparatos abatidos, pero
fueron atacados con granadas y tuvieron que retirar-
se. Se ordenó entonces que un comando de paracai-
distas entrara en acción, pero saltaron demasiado
cerca de las posiciones de los vietcong, con las de-
sastrosas consecuencias que cabe imaginar. Ni si-
quiera la llegada de la 7.a División de Infantería
survietnamita consiguió mejorar las cosas, en bue-
na parte debido a la falta de cooperación entre la
infantería y los paracaidistas. Durante la noche si-
guiente, en medio del silencio, los vietcong se reple-
garon después de haber sufrido tan sólo 18 bajas.
Lo más sorprendente fue que el informe del general
* Grupo creado por la autoridad colonial francesa en 1888, for-
mado por vietnamitas y que desarrollaba funciones de policía
rural [N. del E.].
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 103

estadounidense Harkins consideraba que Ap Bac


había sido una victoria para las unidades de Viet-
nam del Sur porque éstas habían conseguido tomar
la posición enemiga.
El enemigo resultaba invencible para un ejército
que disponía de pocos medios, como era el caso del
de Vietnam del Sur, pero la llegada de tropas esta-
dounidenses no cambió para nada la situación.
Desde el principio de las hostilidades, los soldados
norteamericanos ignoraban quién era el enemigo y
dónde se situaba la fínea del frente. El coronel Da-
víéfHackworth describió sus primeras experiencias
en Vietnam en 1965; en su opinión, la mayor difi-
cultad era enfrentarse a un adversario totalmente
invisible pero del que sabían que observaba cada
uno de sus movimientos, a la espera de la ocasión
propicia para atacar (p. 464). Las características de
la guerra de Vietnam quedaron definidas inmedia-
tamente después de la llegada de los primeros GI'.
La estrategia de los vietcong seguía los tres nive-
les de los que hablaba Mao: primero la creación de
unas bases de apoyo a través del proselitismo entre
la población; luego la guerra de guerrillas, y final-
mente, cuando la situación se inclinaba a su favor,
una operación convencional. La experiencia del
coronel Hackworth se integra en la fase dos, cuan-
do el enemigo sólo luchaba si era eso lo que desea-
* Siglas por las que se conoce a los soldados estadounidenses que
lucharon en la Segunda Guerra Mundial (de Government Issued,
«reglamentario>>, en referencia a su equipamiento) [N. de la T.].
104 LA GUERRA: IJNA INTRODUCCIÓN

ba, sin que los estadounidenses pudieran obligarlo


a enfrentarse a ellos. Al principio de la guerra, el
ejército norvietnamita trató de luchar de tú a tu,
pero sufrió una aplastante derrota en la Drang, en
noviembre de 1965, mostrándose inferior a los es-
tadounidenses en cuanto a movilidad y a potencia
de fuego. El general Vo Nguyen Giap (nacido en 1911)
comprendió perfectamente la lección de aquella
derrota y cambió de estrategia, optando por la fase
dos descrita por Mao Zedong. Como los comunistas
no podían vencer a Estados Unidos de manera simé-
trica, decidieron practicar la guerra de guerrillas.
Pero esta guerra no puede ser considerada una
guerra revolucionaria, porque no hubo un levanta-
miento en masa de la población civil. En el caso de
Vietnam, la guerrilla era una estrategia asimétrica
apoyada por el Estado y por el régimen imperante.
En este sentido, cabe comparar la primera guerra
de Indochina entre vietnamitas y franceses -que
puede definirse como una guerra revolucionaria-
con la segunda guerra entre estadounidenses y viet-
namitas, en la que la guerrilla formó parte inte-
grante de la estrategia de un Estado. El general
Giap, vencedor de Dien Bien Phu en mayo de 1954,
fue uno de los más brillantes estrategas de la guerra
de guerrillas vietnamita contra las tropas estado-
unidenses, y rechazó casi siempre el combate fron-
tal al tiempo que llevaba a cabo una guerra de ro-
deo antes de lanzar la ofensiva decisiva sobre Saigón
en abril de 1975. Las órdenes de Giap a sus hombres
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 105

con ocasión de aquella ofensiva («rapidez, audacia y


victoria segura») suponen una ruptura total con la
estrategia de paciencia aplicada durante diez años de
conflicto, y confirman la aportación teórica de Mao
Zedong y de las tres fases de su guerra móvil.
Por otro lado, la elección de la guerra de guerri-
llas no fue sin embargo algo totalmente espontáneo
por parte de los vietcong. La segunda gran ofensiva
de éstos, y la más importante de toda la guerra, co-
nocida con el nombre de «ofensiva del Tet», tuvo
lugar en 1968. Desde el punto de vista militar y hu-
mano, fue un verdadero desastre para los comunis-
tas, que perdieron hasta 100.000 hombres. Tras
aquella aplastante derrota, las fuerzas comunistas
se replegaron y pusieron en práctica la guerra de
guerrillas. Sin embargo, desde el punto de vista es-
tratégico, la ofensiva del Tet fue un éxito para los
comunistas, que además de borrar la humillación
sufrida en combates anteriores, supuso una desmo-
ralización progresiva entre las tropas estadouni-
denses, que poco a poco se fueron desmotivando.
En 1972, los líderes de Vietnam del Norte estimaron
que una ofensiva terrestre convencional contra el Sur
podría brindarles fácilmente la victoria; enviaron
doce divisiones, pero volvieron a sufrir una aplastan-
te derrota frente al ejército de Vietnam del Sur, que
contó con el apoyo de las fuerzas aéreas estadouni-
denses. Las divisiones norvietnamitas no consiguie-
ron tomar Saigón hasta 1975, de resultas de una nue-
va ofensiva.
106 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Estados Unidos siempre reaccionó bien ante los


ataques convencionales de los vietcong, porque
aquello correspondía a una guerra de desgaste, es-
trategia que conocían perfectamente. Sin embargo,
nunca consiguieron encontrar una estrategia eficaz
para vencer a la guerrilla. Aunque en 1966 empeza-
ron a enviar al combate carros y vehículos de trans-
porte de tropas, éstos resultaron ser totalmente ine-
ficaces en la selva, además de no tener ningún
adversario identificado al que combatir. Tan sólo
los marines adoptaron una verdadera estrategia an-
tiguerrilla, en particular gracias a las experiencias
adquiridas en América Latina; la estrategia deno-
minada Combined Action Platoons (CAP, «peloto-
nes de acción combinada») sí resultó muy eficaz.
Sir Robert Thomson, general británico y héroe
de la victoria en Malasia durante la Segunda Guerra
Mundial, no tenía una opinión positiva de la movi-
lidad estadounidense y consideraba que el hecho de
abandonar sistemáticamente el campo de batalla
recurriendo a helicópteros era un error. La potencia
de fuego estadounidense no había resultado dema-
siado útil en los combates en un medio hostil,
mientras que la utilización de los bombarderos pe-
sados B-52 había tenido más bien un impacto psi-
cológico sobre los dos protagonistas que un verda-
dero peso militar. Los B-52 empezaron a soltar
bombas clásicas, luego napalm y finalmente bom-
bas de fragmentación. Era imposible alcanzar uni-
dades pequeñas de aquel modo. La artillería tam-
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 107

bién resultó ineficaz, porque los vietcong utilizaban


la táctica de acercarse mucho a las líneas estadouni-
denses para que éstas no pudieran utilizar la artille-
ría sin peligro para sus propias tropas. Los regimien-
tos de artillería recibían sus stocks de obuses aunque
no tuvieran un blanco, por lo que tiraban indiscri-
minadamente y a veces sin excesivo motivo. Esta uti-
lización masiva de las municiones costó entre 2.000
y 3.000 millones de dólares, generó un gran número
de refugiados y puso en manos de los adversarios
aquellas municiones que no habían hecho explosión
(unas 27.000 bombas anuales), que luego los vietcong
utilizaron como trampas: de esta manera murieron
unos 1.000 soldados estadounidenses.
La mayor derrota americana fue, sin embargo, la
de los medios de comunicación y la de la percep-
ción del conflicto en Estados Unidos. Los reporte-
ros de guerra filmaron encarnizados combates en
las ciudades, que hasta entonces se consideraban
los lugares más seguros de Vietnam. Pero ante todo,
revelaron a la población estadounidense que sus
autoridades habían mentido al decir que los vietcong
estaban prácticamente derrotados. La fotografía de
Eddie Adams en la que se ve al general de la policía
survietnamita Nguyen Ngoa Loan ejecutando a un
prisionero con su revólver tuvo efectos de mayor
trascendencia que la propia ofensiva militar (Eric
Durschmied). Mientras el general Westmoreland
declaraba a los periodistas que las fuerzas estadouni-
denses habían conseguido grandes victorias, aquella
108 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

fotografía macabra aparecía en la primera plana de


todos los grandes diarios del mundo: los comunis-
tas de Vietnam habían ganado la guerra mediática,
a pesar de perder todas las batallas in situ. Incluso la
ofensiva del Tet -que resultó nefasta para los vietcong,
ya que sufrieron tantas pérdidas que prácticamente
cesaron su actividad-, aun siendo una victoria mili-
tar estadounidense, marcó un verdadero giro con
respecto al apoyo de la opinión pública del que goza-
ban las fuerzas armadas.

La Guerra de Vietnam no se limitó a las fronteras de


los dos Estados rivales, sino que rápidamente se des-
bordó afectando a sus vecinos. Laos sirvió regular-
mente de lugar de repliegue para los vietcong, en
particular durante las fases de intensivos bombar-
deos estadounidenses contra Vietnam del Norte (la
ciudad de Hanoi fue un objetivo en varias ocasiones,
y el célebre puente que construyó Gustave Eiffel a fi-
nales del siglo XIX fue bombardeado nada menos que
75 veces). Pero fue sobre todo Camboya la que pagó
el mayor precio por su proximidad geográfica a Viet-
nam, y en particular al delta del Mekong.
Ya desde mediados de la década de 1960, el reino
de Camboya, solidario con Occidente, se mostró
sin embargo muy crítico con la presencia estado-
unidense en Vietnam. El rey Norodom Sihanuk
(nacido en 1922), héroe de la independencia de su
país, próximo a París y a Beijing, multiplicó sus crí-
ticas contra Washington y fue derrocado por un
2. GUERRA FR(A Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 109

golpe de Estado en 1970 que orquestó el general


Lon Nol (1913-1985), y que contó con el apoyo de
Estados Unidos. El nuevo jefe del Estado entró en la
guerra del lado de Washington contra Vietnam del
Norte, provocando así un alzamiento todavía más
violento en su propio país, apoyado por los vietcong
y por Sihanuk desde su exilio en Beijing. Durante
cinco años se desarrolla una guerra civil de insólita
violencia; los rebeldes -conocidos con el nombre
de jemeres rojos- se hacen cada vez más fuertes en
las zonas rurales, practican la guerra de guerrillas
contra unos ejércitos mejor equipados y gozan de la
simpatía de la mayoría de la población; luego, si-
guiendo el principio de la guerra móvil de Mao Ze-
dong, se lanzan contra el enemigo para asestarle un
golpe decisivo y toman Phnom Penh el 17 abril de
1975, antes incluso de la caída de Saigón.
La historia de Camboya en los años posteriores
no es menos trágica. El nuevo amo del país, Saloth
Sar, más conocido como Pol Pot ( 1925-1998), impi-
dió el regreso de Sihanuk, creó un gobierno revolu-
cionario e impuso una colectivización de las tierras
que pasaba por la evacuación de todas las ciudades.
Durante cuatro años, los camboyanos vivieron ais-
lados del mundo y un tercio de la población murió
a consecuencia de los malos tratos, la hambruna o
sencillamente ejecutada por la «utopía mortífera»
(Yathay Pin) de Pol Pot y de sus jemeres rojos.
El desenlace de la situación está en consonancia
con un país a la deriva. En 1978 Camboya inició la
/JO LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

guerra contra Vietnam con el fin de recomponer el


antiguo imperio jemer, que se extendía hasta el del-
ta del Mekong. A pesar del apoyo prestado por Chi-
na a los jemeres rojos -y de una guerra entre China
y Vietnam que se saldará con una nueva victoria de
Hanoi-, las fuerzas vietnamitas invadieron Cambo-
ya, expulsaron a sus dirigentes, que vuelven a reple-
garse en la guerrilla, y estabilizaron (algunos dirán
«colonizaron») el país, que tardará aún una genera-
ción en salir definitivamente del caos. El genocidio
de Camboya fue una de las páginas más oscuras de
la historia del siglo xx desde la Segunda Guerra
Mundial y el Holocausto.

La guerra de Vietnam y su trágico epílogo en Cam-


boya fue no sólo la prueba del fracaso de las estra-
tegias militares occidentales contra unos comba-
tientes asimétricos, sino también y sobre todo la
demostración a gran escala de los efectos del des-
bordamiento de un conflicto a la vez poscolonial,
ideológico y de carácter étnico para algunos de sus
actores. Este tipo de guerra no habría sido posible
sin la incesante intervención de las dos superpoten-
cias, que se hicieron la guerra a distancia, una em-
pantanada in situ y la otra apoyando a algunos de
los beligerantes, y por ello está íntimamente ligada
al principio mismo de la Guerra Fría y de su bipo-
laridad ideológica. Desde el punto de vista humani-
tario, aquella guerra fue una catástrofe, tanto en
Vietnam como en Camboya, que las imágenes de
2. GUERRA FRfA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 111

los bombardeos de los pueblos y de la boat people'


han difundido por todo el mundo.

Afganistán

En diciembre de 1979, las dificultades con que se


encontró el régimen comunista de Afganistán (que
había llegado al poder un año antes) en su lucha
contra los movimientos tradicionalistas apoyados
por Teherán (que acaba de hacer su revolución islá-
mica) impusieron una intervención militar de la
Unión Soviética, entonces Estado limítrofe suyo.
Esta guerra, que a menudo se presenta como una
invasión soviética, también se entiende como el de-
seo de Moscú de extender su influencia hasta el
océano Índico, y se explica finalmente por la nece-
sidad de hallar nuevas vías de aprovisionamiento
de crudo, después de la segunda crisis del petróleo
causada por Irán.
Con la ayuda de unas fuerzas armadas superio-
res en cuanto a medios, el Ejército Rojo conquistó
con facilidad las ciudades del país, expulsando a los
muyaidines hacia las montañas. La causa parecía
perdida para los combatientes afganos, pues éstos

* Término utilizado para referirse a los refugiados que huyen


de forma masiva de un país, utilizando cualquier tipo de em-
barcación. El término comenzó a utilizarse para describir la si-
tuación de los miles de vietnamitas que abandonaron el país
tras el éxito de los comunistas [N. del E.].
/12 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

sólo disponían de medios limitados y habían perdi-


do el control del territorio. Sin embargo, a fuerza de
voluntad y utilizando estratagemas en cascada para
provocar a los soviéticos en un terreno desfavora-
ble, consiguieron invertir la tendencia y acabaron
por conseguir la victoria y expulsar al Ejército Rojo
de Afganistán en 1989, después de diez años de en-
carnizados combates. Y eso que la relación de fuer-
zas estaba particularmente desequilibrada a favor
de Moscú: en 1984, el Ejército Rojo llegó a tener
hasta 250.000 hombres en Afganistán (tuvo 14.000
muertos y 75.000 heridos en total). Además, los so-
viéticos disponían de un material mucho más eficaz,
y la proximidad de su territorio hacía que los proble-
mas de avituallamiento no resultaran tan difíciles
como en el caso de los estadounidenses en Vietnam.
Por otra parte, mientras Estados Unidos tuvo que
hacer frente a una opinión pública cada vez más hos-
til al conflicto y a las vacilaciones de sus dirigentes,
los soviéticos tenían a su favor un régimen autorita-
rio. Pero todos estos elementos no fueron suficientes
para obtener la victoria.
Sobre el terreno, la guerra de Afganistán puede
compararse en muchos aspectos con la de Vietnam,
tanto por sus resultados como por la ayuda que re-
cibieron los combatientes afganos: éstos contaron
con una ayuda exterior que les aportaba el mínimo
necesario para mantener las hostilidades. Como ex-
plica el ruso Artyom Borovik (p. 11 ), «no cabe duda
de que, sin la ayuda de Estados Unidos, Pakistán,
2. GUERRA FRÍA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD 113

China y Egipto, la resistencia armada afgana no ha-


bría tenido medios suficientes para luchar». Ade-
más, así como Estados Unidos tuvo que retirarse de
Vietnam debido a que la opinión pública era hos-
til a la prolongación de la guerra, también los so-
viéticos perdieron en el frente político, ganándose
la firme condena de la comunidad internacional
antes de retirarse definitivamente ante las presiones
internacionales de una u otra naturaleza, que acaba-
rían por marcar el final del régimen poco después.
Sea como fuere, hay que reconocerles a los afganos
su capacidad para combatir a un adversario más po-
deroso en todos los sentidos y para hacer que se tam-
baleara un imperio bien conocido por su rigor.

La guerra de Afganistán fue el último conflicto li-


bracio a distancia entre Estados Unidos y la Unión
Soviética, y en muchos aspectos se nos antoja
como una revancha de la derrota estadounidense
en Vietnam. Los estadounidenses supieron apo-
yarse en los muyaidines afganos que lucharon
contra la ocupación soviética, les proporcionaron
armas y, siguiendo el ejemplo de los soviéticos en
Vietnam, perturbaron los planes de su adversario
sin estar directamente implicados en las hostilida-
des. Esta guerra marcó la inexorable debacle del
imperio soviético, que, dos años después de su re-
tirada definitiva de Afganistán, dejó de existir, por
lo que este conflicto se convirtió en el último de la
Guerra Fría.
3. Los conflictos después de la Guerra Fria

La guerra sería un don de Dios si sólo matara


a los profesionales.
JACQUES PRÉVERT

Algunos politólogos vieron en el final de la Guerra


Fría, marcada por la bipolaridad y la amenaza de una
guerra planetaria (y apocalíptica), el «fin de la histo-
ria» (Fukuyama), por no decir el fin mismo de la
guerra, confundiéndose en este contexto ambos ele-
mentos. Pero aunque el final de la Guerra Fría supu-
so la victoria de Estados Unidos y consagró el mode-
lo de la economía de mercado, que se impuso al del
comunismo, no se manifestó por el final de la gue-
rra, a pesar de las esperanzas que nacieron con la
guerra del Golfo en 1991. Por el contrario, en la dé-
cada de 1990 se multiplicaron los conflictos, que
afectaron incluso a regiones en las que no habrían
podido darse durante la Guerra Fría, como en los
Balcanes. La guerra no celebró su regreso con el final
de la bipolaridad -que, hemos visto, no consiguió
impedirla- y volvió a dejar su huella donde se pensa-
ba que estaba definitivamente erradicada.

JJ4
3. LOS CONFLICJUS DESPUÉS DE LA GUERRA FRfA 115

No obstante, la década de 1990 había empezado


bajo los mejores auspicios. Después de la guerra del
Golfo, en la que triunfó la multipolaridad (la guerra
se libró con un mandato de la ONU para liberar a un
Estado agredido por otro), el presidente estadouni-
dense George H. Bush habló el 6 marzo de 1991 de
un «nuevo orden mundial», en el que se impondría
el derecho internacional, aportando la ONU y las gran-
des potencias las garantías correspondientes a través
de sanciones. Volvía de esta manera la «guerra justa»,
con un trasfondo de euforia tras la deslumbrante
victoria del derecho internacional con ocasión de la
guerra contra el régimen de Sadam Husein.

LA GUERRA JUSTA

;· La «guerra justa» no es un concepto del periodo pos-


terior a la Guerra Fría. Ya hay referencias a ella en Ci-
. cerón (106-43 a. C.), San Agustín (354-430) y Santo
Tomás de Aquino (1225-1274), quienes le aportaron
un elemento moral de corte religioso. A finales de la
.. década de 1970, el filósofo Michael Walzer teorizó
·.· . esta doctrina ( 1977), que tuvo gran éxito después del
final de la bipolaridad. La teoría de la guerra justa
,,,puede dividirse en tres categorías: el ius ad beUum,
~·;1,gue se refiere en particular a las causas de la guerra;
~- .el ius in bello, que se refiere a la justicia del compor-
:iJamiento de los distintos intervinientes durante el
:;,:conflicto; y el ius post bellum, que se refiere a la fase
i'"'.rminal y a los acuerdos de paz, que deben ser equi-
...
·;:tativos para todas las partes.
,,
116 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Si la Guerra Fría había estado marcada por


conflictos de baja intensidad, que sirvieron de
«campo de batalla» de la oposición Este-Oeste, su
final inaugura un periodo, todavía hoy vigente, de
desequilibrio permanente de las capacidades mili-
tares entre las grandes potencias y los actores (Es-
tados o no) susceptibles de tratar de cuestionar su
liderazgo. Fue este desequilibrio el que alimentó las
tesis del fin de la historia en el ámbito de la guerra,
quedando expuesto cualquier intento de cambio
radical del nuevo orden social a la potencia de fue-
go de las grandes naciones, unidas por el mismo
objetivo de mantener su hegemonía.
Sin embargo, este periodo estuvo marcado por
la multiplicidad de actores asimétricos, que desa-
rrollaban estrategias de rodeo a menudo herederas
de las técnicas de la guerra de guerrillas, y que con-
seguían, utilizando medios limitados, atacar a las
mayores potencias militares del planeta.

La Guerra del Golfo

Desde el punto de vista de la coalición encabezada


por Washington (más de un millón de hombres en
total, la mitad de los cuales pertenecían a las fuerzas
estadounidenses), la Guerra del Golfo fue un esce-
nario perfecto y la ocasión de hacer una demostra-
ción de fuerza a gran escala. En efecto, Sadam Hu-
sein cometió un error de juicio y condujo a los
3. LOS CONFLICfOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRfA 117

estadounidenses y a sus aliados a una guerra terres-


tre del tipo air land battle («batalla aire-tierra»),
para la cual Estados Unidos y la OTAN llevaban
preparándose desde la Segunda Guerra Mundial en
sus planes de enfrentamiento contra las fuerzas del
Pacto de Varsovia. Desde luego, aquello no eran las
llanuras alemanas, pero el desierto del Golfo Pérsi-
co resultó ser más apto para una guerra mecaniza-
da, y permitió con ello la realización de un gigan-
tesco ensayo de las capacidades militares aéreas y
terrestres de la coalición. En aquella guerra con tin-
tes de gran ensayo general, los iraquíes «interpreta-
ron» el papel de la Unión Soviética, cuando en rea-
lidad disponían de un equipamiento mucho menos
sofisticado y se guiaban por una doctrina todavía
más rígida. Dado que no explotaron el éxito inicial
de la invasión de Kuwait y que no continuaron su
ofensiva contra Arabia Saudí, entonces sin defensa,
dejaron la iniciativa a los estadounidenses: en agos-
to de 1990 comenzó la operación «Escudo del De-
sierto» por parte de los aliados para proteger a Ara-
bia Saudí, a la que siguió, a partir del 16 enero de
1991, la operación «Tormenta del Desierto». Fue en
aquel momento cuando perdieron una guerra que
ni siquiera habían empezado.
Frente al que fue presentado como el cuarto
ejército del mundo, se organizó una coalición de
importancia sin par, en la que participaron prácti-
camente todas las potencias del planeta. La podría-
mos denominar «la edad de oro» del multilateralis-
118 LA GUERRA UNA INTRODUCCIÓN

mo, pues esta situación parece poco probable que


se repita. Desde el primer momento se comprobó
que los iraquíes -que habían optado por una opo-
sición frontal- no tenían ninguna oportunidad, y
que aunque hubiesen ofrecido una resistencia más
dura, ésta sólo habría servido para prolongar las
hostilidades durante algunas semanas, pues lapo-
tencia de fuego de la coalición era incomparable-
mente mayor. Los iraquíes, sin embargo, sí que ha-
brían podido aprovechar la ventaja del terreno para
entorpecer la llegada de las tropas de la coalición, la
cual se realizó de una forma escalonada a lo largo
de varios meses. De hecho, Irak no pensaba que la
coalición rápidamente organizada después de la in-
vasión por sorpresa de Kuwait pudiera llegar a
transformarse en un ejército gigantesco y que el in-
cumplimiento del ultimátum impuesto por la ONU
( 15 de enero de 1991) para liberar el emirato del
Golfo fuera a conducir a una guerra relámpago de
una insólita violencia de fuego. Desde el principio
del conflicto, las fuerzas aéreas se encargaron de
descabezar los centros de mando iraquíes y de eli-
minar cualquier resistencia antes de lanzar la ofen-
siva terrestre, la cual apenas duró unos días (la ope-
ración «Sable del Desierto» duró un total de 100
horas).
La guerra se desarrolló en dos fases e inauguró
una nueva doctrina, conocida con el nombre de
«Doctrina Powell» (apellido del general Colin Powell,
nacido en 1937 y jefe del Estado Mayor de los ejér-
3. LOS CONFLICIUS DESPUÉS DE LA GUERRA FRiA 119

citos estadounidenses en 1991 antes de ocupar el


cargo de secretario de Estado entre enero de 2001 y
enero de 2005). La primera fase, los bombardeos
aéreos, fue la más larga, la más violenta y la más im-
portante. La segunda fase, la operación terrestre,
fue en principio una mera formalidad, puesto que
las capacidades defensivas del adversario ya estaban
aniquiladas. Poner en práctica esta doctrina requi-
rió un excelente nivel de información acerca del es-
tado de las fuerzas del adversario, su posición y sus
estrategias. Irak pertenecía precisamente a esos Es-
tados cuyas fuerzas eran perfectamente conocidas
por los miembros de la coalición, lo que facilitó el
trabajo de identificación y de eliminación de los
blancos, aunque se recurrió a medios despropor-
cionados. Desde el punto de vista militar, la guerra
del Golfo supuso el triunfo de la tecnología y de la
superioridad del material, pero también de la utili-
zación de fuerzas armadas muy numerosas con el
fin de aplastar al adversario en los primeros días del
conflicto.
Estados Unidos sigue celebrando hoy en día esta
victoria, que sirvió para confirmar su superioridad
en el mundo. Sin embargo, aunque Kuwait fue libe-
rado, Sadam Husein siguió en el poder aun después
de haber finalizado las hostilidades. El ejército ira-
quí había tratado de hacer la guerra a la manera oc-
cidental y fracasó estrepitosamente. Sólo en el últi-
mo momento, un vez puesta en marcha la operación
terrestre, los iraquíes se dieron cuenta de que la re-
120 LA GUERRA' UNA INTRODUCCIÓN

tirada era la única opción para poder salvar las uni-


dades más importantes, como la Guardia Republi-
cana. Los iraquíes cometieron todos los errores
posibles en una guerra, y su derrota fue, por lo tan-
to, inevitable.

LA GUERRA LIMPIA

Este concepto, inicialmente utilizado por los milita-


res para suavizar las reticencias de las poblaciones a
sufrir pérdidas humanas en las operaciones exterio-
res (en particular durante la guerra de Vietnam), lo
retomaron los medios de comunicación después de
la Guerra del Golfo para definir los conflictos en los
que dichas pérdidas (civiles y militares) podrían ten-
der a un nivel cero gracias a la utilización de medios
tecnológicos sofisticados. Si la guerra de Kosovo se
consideró el paradigma de la estrategia de cero muer-
tos, los conflictos posteriores, en particular el de
Irak, pusieron de manifiesto sus límites.

Finalmente, desde el punto de vista estratégico,


la Guerra del Golfo se presentó como la victoria de
las democracias sobre los regímenes autoritarios,
que Washington asimiló después del final de la
Guerra Fría a «Estados canallas» [rogue S tates].
También fue una demostración de fuerza que per-
mitió «tranquilizar» a las potencias occidentales
con respecto a su avance tecnológico. Con cierto
humor sarcástico, Emmanuel Todd señala que:
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 121

La liberación de Kuwait definió una opción posible: me-


terse en el máximo número posible de conflictos contra
potencias militares ridículas, designadas mediante la ex-
presión «Estado canalla», que resume su malignidad y su
escasa estatura, para «poner de manifiesto» la fuerza de
Estados Unidos. (pp. 156-157)

Los «Estados canallas» fueron, pues, supuesta-


mente la justificación de la potencialidad que al-
canzó Estados Unidos en la década de 1990. Pero
una justificación sabiamente concebida en Was-
hington para sublimar mejor el liderazgo estado-
unidense. Bien es cierto que, en un contexto político
interno marcado por cierto rechazo del aislacionis-
mo -algo prácticamente crónico en la historia de la
política exterior estadounidense-, la identificación
de un adversario tan débil como molesto sólo po-
día legitimar una «hiperpresencia» estadounidense
y de hecho «poner de manifiesto la fuerza de Esta-
dos Unidos».
Nada mejor que esto para convertir el interven-
cionismo estadounidense en un sueño accesible
con un menor coste y aceptable, por tanto, incluso
para los más escépticos. Nada mejor también para
internacionalizar cierta visión normativa de las re-
laciones internacionales, en las que se apela a los
valores del libre cambio y de la democracia (Cour-
mont, 2007a).
122 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Revolución en los Asuntos Militares (RAM)

La otra gran consecuencia estratégica del éxito ful-


minante de la Guerra del Golfo fue la sublimación
en Estados Unidos de la Revolución en los Asuntos
Militares (RAM), que consagraba la tecnología en
su totalidad.La RAM puede interpretarse como la
búsqueda constante de una situación de disimetría,
es decir, de un desequilibrio resultante de los avan-
ces tecnológicos de uno de los beligerantes, que su-
puestamente le ofrece a quien dispone de ellos una
• -~ ventaja significativa incluso antes de que se haya
iniciado la guerra. Semejante desequilibrio garanti-
zaría una victoria, bien por disuasión (cuando el
débil rechaza involucrarse en una guerra que tiene
perdida de antemano), bien por la posibilidad de
aplastar las capacidades de resistencia del débil re-
curriendo a bombardeos precisos y a informacio-
nes que permiten identificar todos los dispositivos
del enemigo. /
Estados -Unidos había vivido la experiencia de la
disimetría con ocasión de la Segunda Guerra Mun-
dial. En cuatro años, el ejército estadounidense se
convirtió en el más poderoso del planeta, resultan-
do decisivo en dos frentes simultáneamente, cosa
que ningún otro Estado fue capaz de hacer durante
las dos guerras mundiales. Esta potencia se debía
principalmente a la contribución de la tecnología,
que ofrecía a las fuerzas estadounidenses armas fia-
bles y fáciles de fabricar. Así, por ejemplo, la estruc-
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 123

tura de un Sherman era mucho más sencilla que la


de los Panzer V y VI alemanes, sus adversarios di-
rectos en los campos de batalla europeos. Aunque
menos sofisticadas, las armas estadounidenses, más
numerosas y más fáciles de fabricar (cosa que re-
presentaba un esfuerzo industrial considerable),
fueron decisivas. Por su parte, la guerra del Pacífico
se ganó gracias a la combinación barco-avión, como
ilustraron los numerosos portaviones que participa-
ron en el conflicto. Por lo tanto, gracias a los consi-
derables medios militares desarrollados en Estados
Unidos durante la contienda, los generales estado-
unidenses pudieron lanzarse a unas ofensivas arries-
gadas en Europa y en el Pacífico.
Desde el punto de vista teórico, fueron los sovié-
ticos los que, en la década de 1960, inventaron el
concepto de Revolución en los Asuntos Militares
para calificar las profundas transformaciones de su
doctrina de defensa suscitadas por la llegada masi-
va de las armas nucleares y, sobre todo, por el desa-
rrollo de los misiles balísticos programados en
aquel periodo. Las múltiples evoluciones de la gue-
rra, citadas en el primer capítulo, se consideran re-
trospectivamente revoluciones en los asuntos mili-
tares, pero la nueva manera de hacer la guerra
procedía entonces más de la constatación de una
nueva forma de disimetría que de una elección de-
liberada, la cual posteriormente se habría podido
llevar a la práctica gracias a nuevas técnicas. Justo
antes del desmembramiento del bloque comunista,
124 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

los soviéticos procedieron a otra RAM, nacida de


una voluntad política y no de una revolución tec-
nológica, que consistía en sustituir la cantidad por
la calidad. Pero aquella revolución nunca llegó a
producirse.
Hoy en día, la esperanza de quienes defienden el
principio de una RAM es que la nueva tecnología
desarrollada en Estados Unidos sea capaz de impo-
nerse en todos los conflictos, en algunos incluso
sin que se vierta una sola gota de sangre estado-
unidense. Para ello, las autoridades han asignado
fondos mayores a los servicios de información, en
detrimento de las fuerzas armadas propiamente
dichas, reduciéndose permanentemente los presu-
puestos militares a lo largo de la década de 1990.
Han sido las fuerzas especiales las que se han bene-
ficiado en mayor medida del nuevo reparto presu-
puestario, de modo que han conocido un creci-
miento importante a lo largo de los últimos años.
Estos esfuerzos han tenido como efecto -algo que
algunos expertos critican- que desaparezca la dis-
tinción entre información y ejército. Así, Robert
Kaplan explica que «el incremento de la potencia
de las fuerzas especiales bien podría ser el factor re-
velador de la desaparición de la distinción entre el
ejército y los servicios de información» (p. 109).
Después de los atentados del 11 de septiembre
de 2001 y luego de la intervención militar en Afga-
nistán y en Irak, el presupuesto estadounidense de
defensa ha vuelto a incrementarse y representa no
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 125

menos de la mitad del conjunto de los gastos de de-


fensa del planeta. Observemos que una parte consi-
derable de este presupuesto se destina a fondos de
investigación y desarrollo, lo que permite a las in-
dustrias estadounidenses no sólo desarrollar tecno-
logías de doble uso (civil y militar), sino también
concebir nuevos sistemas de armas, cada vez más
eficaces.
La RAM estadounidense es muy prometedora,
pero los beneficios no son los mismos para todo el
mundo. De hecho, aunque prácticamente se ha
convertido en un dogma en los círculos militares y
políticos, al parecer nadie se pone de acuerdo sobre
las promesas futuras. Así, existen hoy en Estados
Unidos cuatro tipos de escuelas que proponen dife-
rentes orientaciones de la RAM, a saber:

• la escuela del sistema de sistemas ( the system


of systems school);
• la escuela del conocimiento dominante de los
campos de batalla (dominant battle space
knowledge school);
• la escuela del alcance y del poder globales
(global reach, global power school);
• la escuela de la vulnerabilidad (vulnerability
school).

• La primera escuela considera que los ordena-


dores seguirán haciéndose cada vez más eficaces y
permitirán crear una red capaz de integrar todos
126 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

los sistemas existentes. Gracias a este avance infor-


mático, las municiones acabarán siendo más efica-
ces porque se gestionarán de manera más centrali-
zada. Hay quien habla de la posibilidad de una
guerra gestionada exclusivamente desde un centro
de mando, a la manera de un videojuego.
• La segunda escuela retoma las ideas que pro-
pone la primera, añadiéndole la convicción de que
se mejorarán los detectores, haciendo más transpa-
rente el campo de batalla. Esto permitirá poner fin
al problema que tanto ha molestado a los ejércitos
desde su origen, es decir, lo que Clausewitz deno-
minaba la «fricción». Si esta escuela está en lo cier-
to, la guerra alcanzaría un nivel todavía desconoci-
do. Las dos escuelas citadas suelen contar con el
apoyo del Ejército de Tierra estadounidense.
• La tercera escuela (global reach, global power
school) considera que se construirán nuevas plata-
formas que permitirán destruir en muy poco tiem-
po cualquier blanco situado en cualquier lugar del
mundo. Esta tendencia por lo general cuenta con el
respaldo del Ejército del Aire estadounidense, que,
después de la Guerra del Golfo, se esfuerza por de-
mostrar que se puede ganar una guerra sin correr el
riesgo de perder una sola vida humana sobre el te-
rreno. A este respecto, la campaña de Kosovo en 1999
vino a reforzar a los defensores de esta teoría, pues
las fuerzas de la OTAN no sufrieron ni una sola pér-
dida en tres semanas de conflicto. Algunos militares
también están convencidos de que, en el futuro, el
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 127

ejército estadounidense será capaz de transportar a


sus soldados y sus armas a cualquier lugar del globo
más rápidamente que hoy. Entre quienes defienden
los argumentos de esta escuela se hallan también
los marines, e incluso en la actualidad el Ejército de
Tierra empieza a adherirse a ella, como evidencia el
esfuerzo que está realizando con vistas a aligerar las
divisiones blindadas.
• La cuarta escuela (vulnerability school) esto-
talmente diferente de las anteriores. Mientras que
las tres primeras son optimistas con respecto al fu-
turo de las capacidades estadounidenses, ésta, por
el contrario, es más bien pesimista. Cita el argu-
mento de la proliferación de armas químicas, bio-
lógicas y nucleares y la capacidad de éstas para anu-
lar la potencia tecnológica estadounidense. Además,
subraya que hoy en día la tecnología civil va por de-
lante de la militar, y no a la inversa, como todavía
sucedía hace diez años. Aprovechando la comercia-
lización de las últimas innovaciones, algunos ene-
migos podrían procurarse con facilidad la alta tec-
nología necesaria para tener una mayor capacidad
de dañar al adversario. Esta escuela es la única que
habla de asimetría y se esfuerza por insistir en el he-
cho de que existen múltiples peligros, de que el
ejército estadounidense no está preparado y de que
la RAM no podrá hacer nada para cambiar las co-
sas. En términos generales, las tesis de la vulnerabi-
lity schoollas defienden oficiales que ya no están en
activo -por lo que pueden expresarse libremente- y
128 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

cuentan con una gran experiencia práctica, pero a


los que se les suele hacer poco caso.

Algunos expertos se muestran muy escépticos en


cuanto a la capacidad de la RAM para imponer una
nueva era de conflictos y no dudan en compararla
con la blitzkrieg alemana. En efecto, al igual que la
estrategia de Guderian, la RAM es fundamental-
mente ofensiva, no tiene ningún capítulo defensivo,
y aun menos una propuesta referente a la ocupa-
ción del territorio, elemento sin embargo esencial
en la gran estrategia que permite convertir la victo-
ria militar en un hecho duradero. Los conflictos de
baja intensidad del periodo posterior a la Guerra
Fría y los problemas de seguridad que surgieron
tras elll de septiembre -y que veremos en el capí-
tulo siguiente- confirman al parecer estos temores.

Somalia y Chechenia: la desbandada del poderoso

Una vez terminada la rivalidad de la Guerra Fría y


superados los conflictos periféricos, los estadouni-
denses y los rusos han mantenido su implicación
militar (situándose Estados Unidos a este respecto
claramente por delante, en particular gracias al es-
tado de sus fuerzas frente al arsenal algo ruinoso de
Rusia después del final de la bipolaridad). Moscú se
involucró sin embargo en un conflicto de baja in-
tensidad en Chechenia, provincia del Cáucaso en la
l. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 129

que los movimientos independentistas adquirieron


gran preponderancia desde el final de la Guerra
Fría. Fue una operación difícil que puso en aprietos
a las fuerzas armadas rusas, a pesar de su considera-
ble ventaja. Washington no se quedó atrás, en par-
ticular con ocasión de la campaña de Somalia, que
se saldó con un balance cuando menos mediocre y
dejó traslucir la vulnerabilidad de las fuerzas espe-
ciales estadounidenses frente a actores asimétricos.

La operación estadounidense en Somalia resultó


ser diametralmente opuesta a la experiencia adqui-
rida durante la Guerra del Golfo. Esta última les ha-
bía hecho creer a los estadounidenses que eran in-
vencibles, e incluso tal vez les permitió olvidar el
fracaso de Vietnam. La intervención en Somalia co-
menzó con un primer desembarco retransmitido
en directo por varios medios de comunicación, lo
que ponía claramente de manifiesto que los estado-
unidenses no esperaban encontrar ninguna resis-
tencia en las playas. Aquella operación, que empezó
bien, terminó trágicamente el3 de octubre de 1993.
Aquel día, los estadounidenses enviaron a la flor y
nata de sus fuerzas especiales, los Rangers y la Delta
Force, para capturar a los lugartenientes del jefe mi-
litar somalí Mohamed Farrah Aidid. La operación
se saldó con 18 estadounidenses muertos y 70 gra-
vemente heridos. Fueron los somalíes los que eli-
gieron el lugar del enfrentamiento, a saber, la ciu-
dad de Mogadiscio, un lugar cerrado en el que la
130 LA GUERRA UNA INTRODUCCIÓN

potencia de fuego de los estadounidenses quedó to-


talmente frenada. De hecho, aquella misión inicial-
mente concebida como una acción de comandos
resultó ser una operación de salvamento de solda-
dos estadounidenses atrapados en las calles de la
capital somalí después de que su helicóptero hubie-
ra sido abatido por los rebeldes dirigidos por Ai-
did. Después de aquella derrota, Estados Unidos
retiró sus fuerzas de Somalia, tomando entonces el
relevo una misión de mantenimiento de la paz bajo
el mandato de la ONU y garantizada por los Cascos
Azules, que a su vez se retiró al cabo de dos años (y
con un balance humano muy negativo, pues murie-
ron más de 150 cascos azules).
El fracaso de la operación militar estadouniden-
se en Somalia en octubre de 1993 suscitó precipita-
damente los primeros cuestionamientos acerca de
la aptitud de las fuerzas especiales para garantizar el
grueso de las operaciones militares utilizando un
número limitado de combatientes y basándose en
unos medios tecnológicos sofisticados. Las difi-
cultades encontradas en Mogadiscio fueron reve-
ladoras de lo que supone librar una guerra en una
ciudad contra un adversario que conoce perfecta-
mente el terreno, que sabe utilizar todos los medios
de que dispone para compensar su escasa capaci-
dad y que convierte la ventaja tecnológica de su
enemigo en un inconveniente (Jean-Louis Dufour,
2002). A pesar de la profesionalidad de sus fuerzas
especiales y de la ventaja disimétrica del armamen-
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 131

to de éstas, Washington no consiguió vencer a un


adversario compuesto por un puñado de comba-
tientes escasamente armados, que contaban con el
apoyo de una población hostil a la presencia esta-
dounidense.

Tras la desaparición de la Unión Soviética, Rusia


también vivió la dolorosa experiencia de un con-
flicto empantanado en lo que cabría denominar el
«lodazal checheno». El 6 de marzo de 1996, con
ocasión de una razzia contra Grozni, el general che-
cheno Dudayev utilizó entre 600 y 1.000 hombres
bajo el mando de Shamil Basáyev. Los objetivos
eran los edificios del Ministerio del Interior, la sede
del Gobierno, el edificio de la emisora de televisión,
la refinería de petróleo y el hospital. Las unidades
rusas respondieron utilizando toda su potencia de
fuego (blindados, artillería, helicópteros ... ), pero
quedó patente la falta de coordinación entre lastro-
pas federales.
A lo largo de los meses siguientes, los enfrenta-
mientos estallaron de forma intermitente. El gran
acontecimiento fue la muerte del general Dudáyev,
que algunos analistas consideraban el alma del sis-
tema de resistencia checheno. Sin embargo, lejos de
perder el control de la situación, el sistema total-
mente descentralizado de la resistencia se recons-
tituyó rápidamente, y los chechenos se prepararon
para reconquistar la capital. Incluso hubo «volun-
tarios» que se alistaron en las milicias prorrusas
132 LA GUERRk UNA INTRODUCCIÓN

con el fin de ofrecer información a los rebeldes sobre


las tácticas y la localización de las fuerzas rusas.
En agosto de 1996, los chechenos retomaron
Grozni bajo el mando táctico de Shamil Basáyev;
1.500 combatientes entraron en la capital contando
con camiones y vehículos 4 x 4 como único medio
de transporte. Empezaron atacando los puestos de
control y luego se posicionaron en las interseccio-
nes de la ciudad para espiar los movimientos rusos.
Otra parte de los guerrilleros se desplazó a pie entre
las ruinas e incluso por las alcantarillas. Al darse
cuenta de que la situación estaba a punto de esca-
párseles de las manos, los rusos optaron por recu-
rrir a la fuerza y replicaron lanzando salvas de misi-
les, a las que se sumaron carros de combate, fuego
de artillería y algunos helicópteros. Los puestos de
guardia encargados de controlar los almacenes lo-
gísticos (de municiones, avituallamiento, vehícu-
los ... ) se hallaron simultáneamente bajo el fuego de
los chechenos, que por primera vez utilizaron me-
dios importantes: morteros, ametralladoras y gra-
nadas. Los rusos enviaron tropas de refuerzo para
romper el asedio checheno de Grozni, pero los es-
fuerzos resultaron vanos. Los combates fueron ex-
tremadamente intensos, pero la falta de voluntad
política en Moscú condujo a una victoria de los in-
dependentistas, muchísimo más decididos.
Se puede considerar que la segunda guerra en
Chechenia fue provocada a conciencia por quienes
cabría llamar los hombres del «partido de la gue-
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 133

rra», los cuales estaban presentes tanto en el campo


ruso como en el checheno. Entre los rusos, el «par-
tido de la guerra» incluía a una parte de la clase po-
lítica y a una amplia representación de los «minis-
terios de las fuerzas» (ministerios de Defensa y de
Interior, el Servicio Federal de Seguridad, el Servi-
cio Federal de Fronteras y el Servicio de Informa-
ción Exterior). Por otra parte, la población rusa,
hostil a la primera guerra, cambió de opinión tras
la humillación de la derrota de 1996 y a raíz de los
atentados de Moscú en 1999 que causaron la muer-
te de cientos de personas. Ese mismo año, aprove-
chando un apoyo masivo de la opinión pública, las
fuerzas armadas rusas se lanzaron a una segunda
guerra. Son numerosos los indicios que señalan
que, ya desde 1996, el «partido de la guerra» ruso se
dedicó a preparar la revancha.
Lo mismo ocurrió entre los chechenos, donde
los partidarios de reanudar los combates se radica-
lizaron en el periodo de entreguerras. Entre 1996 y
1999, Chechenia vivió una fase de caos durante la
cual personalidades como Shamil Basáyev, Movladi
Udugov, Zelimjan Yanderbiev, Vaja Arsanov y el
«comandante» Jattab (los cinco, miembros de la es-
fera de influencia de los mercenarios islamistas)
contribuyeron considerablemente a la desestabiliza-
ción de la pequeña república del norte del Cáucaso.
La relación de fuerzas era totalmente despropor-
cionada. Según los analistas rusos, la ratio entre ru-
sos y chechenos era de 30 soldados y un blindado
/34 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

por cada guerrillero checheno. ¿Cómo consiguie-


ron los independentistas romper el embate de la
«apisonadora» rusa? La decisión de las fuerzas che-
chenas de resistir en el centro de la ciudad mientras
todos los estrategas rusos pensaban que los comba-
tes se liberarían en las montañas se explica sencilla-
mente por el hecho de que el entorno táctico les era
favorable (edificios de cemento, sótanos, refugios,
red de calles ... ). Los chechenos llevaban desde 1996
preparándose por si Grozni volvía a ser asediada, lo
que provocó un segundo lodazal casi insuperable
para las fuerzas rusas, a menos que lanzaran ofensi-
vas a gran escala, con lo que corrían el riesgo de ex-
ponerse a las críticas de la comunidad internacional.

Chechenia es, todavía más que Somalia, el ejemplo


manifiesto de conflictos modernos en los que se en-
frentan una potencia militar de primer rango y
unos milicianos con gran determinación, y en los
que resulta muy difícil que la victoria se convierta
en algo duradero y que la estabilidad quede garan-
tizada una vez concluido el conflicto.

Bosnia-Herzegovina y Ruanda:
guerra y acción humanitaria

La guerra de Bosnia-Herzegovina, iniciada en 1992,


fue consecuencia directa del desmembramiento de
la antigua Yugoslavia. Se explica fundamentalmen-
3. LOS CONFLIClUS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 135

te por la coexistencia de comunidades étnicas y re-


ligiosas diferentes que se enfrentaron entre sí. En
1991, la comunidad serbia de Bosnia representaba
el31,3% de los 4,3 millones de habitantes de la re-
pública; los bosnios (musulmanes) representaban
el43, 7%, y los croatas, el17 ,3%. Un referéndum so-
bre la autodeterminación, celebrado el 29 de febre-
ro de 1992 y boicoteado por la población serbia,
arrojó un 62,78% de votos a favor de la indepen-
dencia, proclamada por el Parlamento bosnio el
5 de abril de 1992. Unos días más tarde, la Repúbli-
ca Serbia de Bosnia -la entidad política de los ser-
bios de Bosnia dirigida por Radovan Karadzic (na-
cido en 1945 )- declaraba a su vez su independencia.
A pesar de los esfuerzos de diálogo de la comuni-
dad internacional, la guerra civil se hizo inevitable.
El comienzo de las hostilidades está marcado
por el asedio que los serbios de Bosnia sometieron
a Sarajevo y por un bloqueo completo en torno a la
capital de la antigua provincia yugoslava. Se puso
así en marcha una guerra de desgaste en la que las
poblaciones civiles se verán gravemente afectadas.
Paralelamente, las fuerzas serbias de Bosnia toma-
ron la mayoría de las grandes ciudades bosnias y
practicaron lo que la comunidad internacional de-
nunciará más tarde como una limpieza étnica, es
decir, la práctica sistemática de la eliminación de
las poblaciones civiles del otro bando. El ejército
de los serbios de Bosnia, bajo el mando de Ratko
Mladic (nacido en 1942), practicó saqueos, violacio-
/36 LA GUERRA: UNA JNTRODUCCJ(JN

nes y masacres de insólita brutalidad, lo que obligó


después del final de las hostilidades a acusar a Mla-
dic de genocidio y crímenes contra la humanidad.
El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yu-
goslavia (TPIY) reprocha en particular a Mladic su
implicación en la masacre de Srebrenica, entre ell3
y ell6 de julio de 1995, en la que más de 8.000 bos-
nios fueron ejecutados. Por su parte, ni los croatas
ni los bosnios musulmanes están totalmente libres
de culpa, lo que dificulta una lectura objetiva del
conflicto interétnico al que se libraron tres comuni-
dades exacerbadas por el discurso del odio de algu-
nos de sus dirigentes y animadas por un deseo de
venganza que la guerra no hará sino amplificar.

Para las fuerzas de la comunidad internacional en


juego -tanto si actuaban en el marco de la ONU
(Cascos Azules) como en el de la OTAN-, la guerra
de Bosnia se convirtió rápidamente en una catás-
trofe humanitaria, al ser las poblaciones civiles su
blanco principal, y porque las milicias que agrupa-
ban a los combatientes no respetaron ninguna re-
gla de conducta y cometieron actos de pura barba-
ríe. Con Bosnia-Herzegovina, la guerra se impone
de manera duradera en el terreno de la acción hu-
manitaria; y aunque para las Organizaciones No
Gubernamentales (ONG) éste no sea su primer
conflicto, éstas hacen hincapié en los riesgos de ge-
nocidio y en los éxodos masivos por parte de la po-
blación civil.
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE I.A GUERRA FRÍA 137

A partir de marzo de 1994, croatas y bosnios


(musulmanes) firman un acuerdo de paz yelmo-
saico imposible de gestionar que era el conflicto in-
terétnico se convierte en una confrontación directa
entre dos beligerantes. Los Cascos Azules, cuyo
mandato consistía hasta aquel momento en garanti-
zar el mantenimiento de la paz, se muestran incapa-
ces de impedir la masacre de Srebrenica, y la OTAN
reacciona tomando como objetivo a los serbios de
Bosnia, provocando con ello el final de las hostilida-
des. Los acuerdos de Dayton, firmados el 21 de di-
ciembre de 1995 entre Izetbegovic (bosnio), Tudjman
(croata) y Milosevic (serbio), ponen fin a la guerra.
Para la comunidad internacional, implicada desde el
principio de las hostilidades, es la guerra de Bosnia.

En total, el conflicto duró tres años y se saldó con


más de 100.000 víctimas, la mitad de ellas civiles.
Supuso un triste retroceso para una Europa que
pensaba que se había librado definitivamente de la
guerra desde que acabara la Guerra Fría. Se genera-
lizó entonces el término «balcanización», que des-
cribe el desmembramiento de la antigua Yugoslavia
y las difíciles relaciones entre las distintas comuni-
dades que componían el Estado de Tito. La guerra
civil celebró su regreso a Europa con unas masacres
organizadas, que el descubrimiento posterior de fo-
sas ha permitido revelar.
Pero aunque la guerra de Bosnia contribuyó con
su siniestro lote de fosas, ningún conflicto reciente
/38 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÜN

iguala el grado de barbarie alcanzado con ocasión


de los acontecimientos ocurridos en Ruanda.
La guerra no ha desaparecido con el final de la
Guerra Fría, ni la barbarie tampoco lo ha hecho. Al
igual que Bosnia, Ruanda simboliza un inquietante
revés de la historia para todos aquellos que habían
anunciado prematuramente su fin.

Los CAscos AzuLES

La fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU,


más conocida con el nombre de Cascos Azules (debi-
do al color de los cascos de los soldados que operan
bajo su autoridad), puede ser enviada a una zona de
conflicto para proteger a la población civil o también
para servir como fuerza de interposición. La primera
fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU fue
enviada en 1948 con la misión de vigilar la tregua de
la primera guerra árabe-israelí. Aquellas tropas no
iban armadas y sólo estaban allí en calidad de obser-
vadores. La primera intervención armada tuvo lugar
en 1956 con ocasión de la crisis de Suez. Desde 1992,
esta fuerza depende del Departamento de Operacio-
nes de Mantenimiento de la Paz, y se la envia regu-
larmente a las zonas en las que existen conflictos con
un mandato de la ONU para cumplir misiones que
varían según la situación, pero que suelen limitarse a
la interposición entre los rivales con el fin de evitar
un estallido de la violencia, con los consiguientes
efectos desastrosos que ello tendría sobre la pobla-
ción civil.
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 139

Dividida en dos comunidades étnicas, los hutus y


los tutsis, Ruanda se sumió en la violencia en unas
cuantas horas, después del atentado contra el presi-
dente (hutu) Juvenal Habyarimana el6 de abril de
1994 en Kigali. Todavía no se han aclarado las razo-
nes ni se ha identificado a los autores de ese atenta-
do, pero fue inmediatamente utilizado como pre-
texto para combatir al Frente Patriótico Ruandés
(FPR), compuesto por tutsis contrarios al régimen.
Las milicias Interahamwe (con miembros del parti-
do presidencial, el MNRDD) e Impuzamugambi
(procedente de la Coalición para la Defensa de la
República, una organización étnico-nacionalista)
se encargaron de la limpieza étnica y de atacar a las
poblaciones civiles.
El genocidio de Ruanda se produjo entre el 6 de
abril y el 4 de julio de 1994. La ONU estima que
800.000 personas -más de un millón según otras
fuentes, en su mayoría tutsis- murieron durante
esos tres meses; aquellos hutus que apoyaron a los
tutsis también murieron asesinados por traicionar
la causa hutu. Se trata del genocidio más rápido de
la historia. Más allá de las vertiginosas cifras, el gra-
do de barbarie al que se entregaron los verdugos es
también el elemento que convierte las masacres de
Ruanda en uno de los episodios más oscuros de la
historia de la segunda mitad del siglo xx, junto con
el genocidio de los jemeres rojos en Camboya en la
década de 1970. La población utilizó fundamental-
mente machetes, azadas y mazos con clavos, acle-
/40 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

más de cualquier tipo de herramientas y objetos


que se convirtieron en armas improvisadas. La co-
munidad internacional tardó en reaccionar, y cuan-
do la ONU por fin emitió el mandato de la «Opera-
ción Turquesa», operación militar organizada por
Francia con vistas al cese de las hostilidades, ya era
demasiado tarde.

LA GUERRA CIVIL

La guerra civil es un conflicto interno que opone a


una parte de la población contra la otra. Su origen
suele hallarse en las diferencias étnicas, religiosas, so-
ciales, geográficas o políticas existentes. Las primeras
guerras civiles conocidas son las que vivió Roma a
partir del siglo I a. C. (destacando la que enfrentó
a César contra Pompeyo), y han marcado la historia
de todos los continentes, resultando ser a veces más
mortíferas que los conflictos tradicionales entre Esta-
dos. Las guerras de religión en Europa, la guerra civil
española, las revueltas campesinas en China y los con-
flictos étnicos en el África subsahariana son los ejem-
plos más frecuentemente citados de guerras civiles.

Kosovo

El50. 0 aniversario de la inicial Alianza Atlántica, en


abril de 1999, fue doblemente histórico. Marcado
por la ampliación hacia el Este y la integración de
tres antiguos miembros del Pacto de Varsovia (Po-
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 141

lonia, la República Checa y Hungría), también, y


sobre todo, presenció por primera vez la participa-
ción de la OTAN en un conflicto, el de los Balcanes.
La guerra de Kosovo es el ejemplo más reciente
de una guerra asimétrica, que enfrentó a la OTAN
-la mayor, la mejor armada y la mejor organizada
de todas las alianzas militares- contra lo que que-
daba de las fuerzas yugoslavas, que disponían de
un armamento bastante obsoleto. La guerra costó
4.000 millones de dólares, siendo la campaña mi-
litar más cara de la historia si tomamos como re-
ferencia la suma gastada para destruir un kilo de
material del adversario. Algunas estimaciones se-
ñalan que el conflicto salió todavía más caro y su-
gieren que fueron 8.000 millones de dólares (otras
presentan cifras aún más elevadas) los que se gas-
taron durante las operaciones, que sólo duraron
unas diez semanas aproximadamente.
Los aprendizajes geoestratégicos de la guerra de
Kosovo, que se caracterizó por las numerosas críti-
cas con respecto a cómo se condujeron las opera-
ciones, orquestadas exclusivamente a través de ata-
ques aéreos, no son únicamente de tipo humanitario,
sino que confirman la evolución de las relaciones
transatlánticas en materia de seguridad.
En este nuevo entorno, la Alianza Atlántica hubo
de hacer frente a las presiones de los europeos, que
desean un mejor equilibrio en la toma de decisio-
nes, así como a las de un creciente número de con-
servadores en el Congreso de Estados Unidos, algu-
142 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

nos de los cuales manifiestan su hostilidad a


cualquier reforma de la OTAN, mientras que otros
abogan por una redefinición de las alianzas en la
que Estados Unidos podría garantizar más fácil-
mente el liderazgo.
Sin embargo, los expertos que han estudiado las
lecciones extraídas de las operaciones de Kosovo se
han esforzado sobre todo por analizar las conse-
cuencias políticas del conflicto, marcadas por el
desajuste existente entre los intereses estadouniden-
ses y los de sus aliados europeos. Éstas también han
permitido poner de manifiesto el desequilibrio téc-
nico que existe en el propio seno de la Alianza -ya
sea presupuestario, técnico o estructural- que acaba
siempre favoreciendo a Estados Unidos. Paradójica-
mente, los intereses del «superaliado» estadouni-
dense estaban menos expuestos en esta crisis, y sin
embargo fue Washington quien asumió una vez más
el grueso de las operaciones durante todo el conflic-
to. Por otro lado, la guerra de Kosovo también ha
sido rica en enseñanzas en lo referente a la guerra
asimétrica, por la utilización de engaños simples
pero eficaces cuyo efecto fue limitar las pérdidas, si-
tuándolas claramente por debajo de las estimaciones
de los aliados.

Justificada por los riesgos de catástrofe humanita-


ria en esta provincia albanófoba de Serbia, la opera-
ción «Fuerza Aliada» llevada a cabo por la OTAN
en Kosovo entre el 24 de marzo y el 9 de junio de
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 143

1999 se ejecutó exclusivamente a través de ataques


aéreos y respetó el compromiso de «cero muertos»
que deseaba Bill Clinton. Durante toda la guerra,
los aliados utilizaron exclusivamente la capacidad
aérea para combatir a las fuerzas yugoslavas, de-
mostrando por primera vez que era posible ganar
una guerra a distancia sin poner en peligro a los
soldados. La OTAN disponía de una impresionante
panoplia de aviones, misiles, bombas y satélites que
fueron utilizados en las operaciones.
Esta guerra también reveló los límites de la
ONU, menos eficaz que la organización estructural
de la OTAN e incapaz de alcanzar un consenso que
permitiera una intervención eficaz en la gestión de
determinadas crisis.
Por último, la operación «Fuerza Aliada» puso de
manifiesto profundas divergencias de opinión en el
seno de la Alianza, en particular entre estadouniden-
ses y europeos, las cuales constituyeron posterior-
mente uno de los principales desafíos político-estra-
tégicos de principios del siglo XXI, acentuadas por las
disonancias observadas durante la guerra en Irak.
La «no guerra» de Kosovo es la denominación
popular del conflicto, lo que subraya el hecho de
que, en el plano jurídico, ninguno de los países ata-
cantes había declarado formalmente la guerra. Así,
una de las particularidades de esta guerra era que
no lo era. Es lo que reivindicaba el general Wesley
Clark: «No era una guerra propiamente dicha» (ci-
tado en Ignatieff, p. 3). Los líderes de la Alianza no
144 I,A GUERRA: liNA INTRODUCCIÓN

consideran que la diplomacia coercitiva sea una


guerra. Anthony H. Cordesman llegó a la misma
conclusión después de la contienda: «Una de las
lecciones de la guerra moderna es que a la guerra ya
no se la puede llamar guerra» (p. 9).
Sobre el terreno, esta guerra se caracterizó por
una victoria rápida de los aliados, pero, a pesar de
los bombardeos intensivos, los daños del lado ser-
bio fueron limitados. Los estadounidenses desple-
garon sus sistemas de armas más perfeccionados
contra un pequeño país que disponía de muy pocos
equipos modernos. Pero lo que resulta sorprenden-
te es el hecho de que aquellos equipos modernos no
cumplieran con lo que de ellos se esperaba, lo cual
se explica por la negativa de las fuerzas ser bias (o
yugoslavas) a hacer la guerra: Belgrado hizo un uso
importante de los engaños, se negó a utilizar sus ra-
dares (que habrían sido fácilmente detectados y por
lo tanto destruidos por la OTAN) y, a pesar de la
derrota, más política que militar, se jactó tras el fi-
nal de las hostilidades de una destrucción mínima
de su arsenal militar.
La «no guerra» se explica también por la negati-
va de los serbios a lanzarse a un conflicto perdido
de antemano frente al mayor ejército del mundo.
De hecho, si la OTAN se hubiese tenido que resig-
nar a enviar tropas terrestres, como se planteó en
un momento dado, la guerra habría tomado un
giro totalmente distinto y las pérdidas habrían po-
dido ser muy importantes. El conocimiento del te-
3. LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA 145

rreno, la determinación a defender el territorio na-


cional y el efecto sorpresa provocado por un arsenal
mejor mantenido de lo previsto habrían podido
constituir una suma de elementos que hubiesen
convertido aquella guerra en un lodazal.
Por lo tanto, la guerra se ganó en el terreno polí-
tico, logrando las fuerzas de la OTAN que se tamba-
leara el poder yugoslavo, sobre todo cuando fueron
bombardeados emplazamientos importantes en
Belgrado, lo que generó un efecto de decapitación y
sobre todo de terror en una población civil que se
negaba a sufrir el infierno de los bombardeos a cau-
sa de la suerte de la provincia de Kosovo.

Con la guerra de Kosovo, las fuerzas serbias hicie-


ron gala de la capacidad de la asimetría para rivali-
zar con alianzas militares más poderosas, propor-
cionando de este modo la prueba de que no hay
enemigo pequeño. La experiencia de esta guerra se
producía después de una sucesión de otras guerras
asimétricas, y puso de manifiesto la incapacidad de
la tecnología para responder a todos los problemas
a la hora de resolver los conflictos, abriendo así una
nueva era en la historia de dichos conflictos, que los
acontecimientos posteriores alll de septiembre no
han hecho sino confirmar.
4. Los nuevos rostros de la guerra:
¿La guerra sin fin?

La paz no es barata, pero la guerra tiene un


coste infinitamente mayor.
SHJMON PERES

Si un mundo bipolar tiene por efecto simplificador


identificar al adversario de manera natural situán-
dolo en el otro campo, y un mundo multipolar
convierte a cualquier otro Estado tanto en un po-
tencial adversario como en un aliado ocasional, un
entorno marcado por la hegemonía de un solo ac-
tor presencia la multiplicación de diferentes cate-
gorías de oponentes. Más precisamente, es en un
mundo unipolar donde cristalizan y se manifiestan
las oposiciones contra un mismo actor, incluso por
razones en ocasiones totalmente contrarias. El im-
perio-mundo se convierte así en el blanco de todos
los tipos de enfrentamiento.

Así como la Guerra Fría ha sido calificada de «Ter-


cera Guerra Mundial», la guerra contra el terroris-
mo suele asimilarse a la «Cuarta Guerra Mundial»,
en virtud del alcance planetario de sus efectos. Se

146
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN? 147

habla también de «guerra sin fin» para describir la


lucha de larga duración contra el terrorismo trans-
nacional, pues éste es susceptible de regenerarse y
de reproducirse de manera permanente (Bruno
Tertrais). La guerra celebra su regreso (Dario Bat-
tistella) y tiene ante sí un radiante futuro porque,
cualquiera que sea el sistema que marque las rela-
ciones internacionales, halla una vía para expresar-
se. Los intentos por limitar -incluso por prohibir la
guerra- no le afectan, y aunque los medios cam-
bian, son sobre todo los actores de los conflictos los
que -en un contexto que calificaremos de «post-
post -Guerra Fría»- se han visto profundamente
modificados. Los Estados siguen presentes, pero
tratan hoy en día de ocupar otros espacios para ex-
presar sus divergencias, privilegiando el soft power y
el poder de la influencia sobre el de las armas.
Así las cosas, los actores no estatales se imponen
ahora como principales artesanos de los conflictos
armados. La guerra se convierte en medio de expre-
sión de los débiles. Finalmente, y como consecuen-
cia directa de estas transformaciones, la línea del
frente desaparece poco a poco, y el concepto de re-
pliegue estratégico -que designaba a los territorios
que se consideraban protegidos de cualquier ataque-
al parecer es ahora cosa del pasado. La guerra se im-
pone pues como un desafío a la seguridad y afecta a
todos los Estados. La guerra sin fin es supuesta-
mente la guerra sin límite, sin territorio y sin nacio-
nalidad.
148 LA GUERRA: UNA JNTRODlJCCI(lN

Irak

La guerra de Irak perdurará sin duda como símbo-


lo de los conflictos de principios del siglo XXI y
como un referente de los enfrentamientos fuerte/
débil: una confrontación militar fácilmente gestio-
nada por la coalición liderada por Washington en la
primavera de 2003 contra un adversario disperso y
mal equipado; dificultades para definir los objeti-
vos de la invasión (armas de destrucción masiva, te-
rrorismo o naturaleza del régimen de Sadam Hu-
sein); dificultades para convencer a la opinión
pública y a la comunidad internacional; y, por últi-
mo, una situación de guerra de guerrillas perma-
nente (incluso de guerra civil) que hace que la paci-
ficación de Irak resulte prácticamente imposible.

Con un acceso más fácil a las tecnologías, a la peri-


cia y a los recursos (en particular debido al derrum-
bamiento de la Unión Soviética, que produjo una
fuga de cerebros y una mayor disponibilidad de
materias diversas), y con el temor de que países
enemigos se hicieran con las armas más devastado-
ras (que otros ya tenían), la proliferación horizon-
tal se convirtió, después de la Guerra Fría, en una
preocupación fundamental para los dirigentes esta-
dounidenses y, en lo referente a Irak, casi en una
obsesión. La Resolución 687 del 3 de abril de 1991
le exigía a Irak que destruyera sus armas químicas,
bacteriológicas y biológicas, así como sus misiles de
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRk ¿LA GUERRA SIN FIN' 149

alcance balístico superior a 150 km, y que renun-


ciara a adquirir o a construir armas nucleares. El
desarme de Irak era la condición fundamental para
levantar el embargo establecido por la ONU. Aque-
lla Resolución instituía además una comisión en-
cargada de vigilar y de verificar la destrucción o la
eliminación de las armas de destrucción masiva y
de los misiles balísticos, así como de vigilar a largo
plazo a Irak para asegurar que seguía respetando las
obligaciones derivadas de la Resolución 687. Entre
1991 y 1998, esta comisión, conocida con el nom-
bre de UNSCOM, realizó una labor bastante eficaz,
ya que parece ser que procedió a la destrucción de
40.000 armas químicas, de más de 700 toneladas de
materiales químicos diversos y de un centro de pro-
ducción de bacilos del carbunco y de un sistema de
misiles (Boniface y Courmont).
En 1998, a consecuencia de las reiteradas trabas
que Sadam Husein ponía a las investigaciones de la
UNSCOM, Estados Unidos y el Reino Unido lanza-
ron una ofensiva «relámpago», entre el16 y el20 de
diciembre, con una sucesión de bombardeos y el
lanzamiento de misiles para destruir los objetivos
asociados al programa iraquí de armas de destruc-
ción masiva y, por supuesto, para debilitar el régi-
men y limitar su capacidad de provocar daños. A
pesar de esta razzia aérea, y aunque Irak no dispu-
siera de un programa de armamento que la ONU
conociera, Washington se mantuvo en su línea; así,
un informe de agosto de 2000 redactado por la CIA
/50 LA GUERRk UNA INTRODUCCIÓN

señalaba que Irak había reconstruido desde finales


de la Guerra del Golfo una parte importante de su
infraestructura de producción química para uso
industrial y comercial (que se podía desviar hacia
un uso militar), así como fábricas de producción de
misiles (aunque el informe no precisaba nada en
particular sobre actividades nucleares de Bagdad).
Se decía que el esfuerzo de reconstrucción se había
iniciado después de la operación «Zorro del De-
sierto». Lo que sigue es sobradamente conocido:
durante las semanas que siguieron a los atentados
delll de septiembre de 2001, Irak fue con creciente
frecuencia el blanco de las críticas de la administra-
ción Bush, y, a pesar de la situación de bloqueo in-
édita en un contexto de post-Guerra Fría que se
produjo en el Consejo de Seguridad de la ONU
acerca de la decisión de implicar a la fuerza militar,
una coalición encabezada por Washington se lanzó
al ataque en marzo de 2003.

La guerra de Irak constituye un precedente en lo re-


ferente a los elementos que justifican el empleo de la
fuerza. Y así, después de fracasar el intento de movi-
lización de los Estados miembros del Consejo de Se-
guridad de la ONU respecto a la proliferación de ar-
mas de destrucción masiva (ADM) en la que Irak
estaría implicado, se apeló al concepto de «democra-
cia» para justificar el derrocamiento del régimen
dictatorial de Sadam Husein. Esta idea se difundió
ampliamente a través de los medios de comunica-
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN'' 151

ción en el momento de la liberación del país, en par-


ticular con las imágenes del derribo de estatuas del
jefe de Estado, que recordaban las de Lenin en 1991.
Estados Unidos se posicionó como liberador del
pueblo iraquí, y George W. Bush incluso consideraba
que la implantación de la democracia en Irak tendría
un efecto de contagio en el conjunto de la región.
De paso, anunció un amplio despliegue estraté-
gico estadounidense en Oriente Medio con el obje-
tivo, entre otros, de resolver la cuestión palestino-
israelí a través de una «hoja de ruta». Obviamente,
se trataba más bien de un mensaje dirigido a los re-
gímenes hostiles, pues Estados Unidos había asu-
mido la misión de imponer la democracia, supe-
rando así ampliamente el marco de sus intereses
nacionales como justificación de los compromisos
exteriores. Aunque la campaña que se desarrolló en
Irak fue, desde el punto de vista de la seguridad, un
fracaso, tampoco permitió hacerse con las armas de
destrucción masiva. Uno de los elementos que jus-
tificó el envío de tropas a Irak y el inicio de las hos-
tilidades en marzo de 2003 fue que existían stocks
ilícitos de ADM, que incumplían la Resolución
1.441 del Consejo de Seguridad de la ONU, adopta-
da el 8 de noviembre de 2002, que obligaba a Irak a
cooperar so pena de sufrir «graves consecuencias».
Este argumento, que criticaron duramente quienes
se oponían a la guerra, fue progresivamente objeto
de investigaciones que desmintieron las pruebas que,
según la administración Bush, existían.
!52 LA GliERRk UNA INTRODUCCIÓN

La guerra duró apenas unas semanas. El 1 de mayo de


2003, el presidente estadounidense George W. Bush
declaraba el final de las operaciones militares con-
vencionales en Irak. Sin embargo, más de cuatro
años después del derrocamiento del régimen de Sa-
dam Husein, los problemas de seguridad continua-
ban siendo una preocupación fundamental para las
tropas de la coalición. La guerrilla en Irak seguía re-
presentando un obstáculo para la estabilización del
país. La detención de Sadam Husein el 13 de di-
ciembre de 2003 no puso fin a la resistencia, prueba
manifiesta de que no está centralizada y organizada.
De hecho, la desaparición del dictador tuvo un efec-
to contrario al que esperaban las autoridades estado-
unidenses. Así, a la guerra fácil le ha sucedido una
paz difícil y una seguridad que lo es todavía más.
Situada bajo el signo de la guerra contra el terro-
rismo, la campaña militar en Irak tuvo el desolador
efecto de cristalizar las tensiones y de servir de ver-
dadero campo de batalla para el terrorismo inter-
nacional, al introducirse combatientes extranjeros
entre los elementos de la resistencia iraquí. Algunos
observadores temen además que el caos iraquí se
propague por todo Oriente Medio, creando así una
situación de «iraquización» comparable a la «balca-
nización» en Europa a mediados de la década de 1990.
La degradación de la seguridad en la franja de Gaza
y en Palestina es, a este respecto, significativa del
riesgo de que se propague por la región una situa-
ción de guerra civil imposible de gestionar.
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¡,LA GUERRA SIN FIN'' 153

Desde el punto de vista estratégico, dos elemen-


tos quedaron de manifiesto con ocasión de la cam-
paña iraquí: los ataques preventivos (aunque no
eran en absoluto nuevos, sí que es inédito el papel
que desempeñaron en el dispositivo estadouniden-
se) y la «Doctrina Rumsfeld». Los ataques preventi-
vos consisten en reducir los riesgos procedentes de
países considerados hostiles y que tratan de procu-
rarse medios para reforzar su capacidad de causar
daños. Entre los medios más sensibles figuran la
proliferación de armas de destrucción masiva y el
apoyo a grupos terroristas. Partiendo del principio
de que algunos regímenes son decididamente hos-
tiles a Estados Unidos y no vacilarían, llegado el
caso, en recurrir a todo tipo de medios para atacar
los intereses norteamericanos, la administración
Bush consideraba que la mejor manera de reducir
el riesgo era combatir esos regímenes antes de que
se convirtieran verdaderamente en una amenaza.
Eso fue lo que ocurrió en Irak.
En cuanto a la «Doctrina Rumsfeld», que lleva el
nombre del que fuera secretario de Defensa estado-
unidense entre enero de 2001 y diciembre de 2006,
se basa en la utilización de fuerzas militares de gran
movilidad y en número limitado, y en la decapita-
ción de los centros de mando del adversario con el
fin de conseguir la victoria con un coste mínimo y
en unos plazos de tiempo reducidos. La guerra se
convierte así en una operación de comando a gran
escala, en la que el despliegue de fuerzas sigue sien-
/54 LA GUERRA: UNA INTRODUCC'IÓN

do muy limitado. Esta doctrina rompe con la Doc-


trina Powell de la guerra del Golfo, que preveía la
utilización de la fuerza en una cantidad despropor-
cionada con el fin de aplastar al adversario bajo un
diluvio de fuego.
Sin embargo, aunque esta doctrina constituyó un
éxito militar, porque se basaba en gran medida en las
capacidades de las que dispone Washington, no per-
mite ejecutar la misión con éxito si se prolonga en el
tiempo; el recrudecimiento de la violencia en Irak es
la triste respuesta a la misma.
La mayor lección de la guerra de Irak sigue sien-
do, por lo tanto, el carácter indispensable de que
exista estabilidad una vez acabado el conflicto, aun
cuando éste haya concluido con una fácil victoria
militar. Las guerras contemporáneas ya no pueden
comprenderse exclusivamente como una interven-
ción armada, sino que comportan un elemento de
estabilización y de refuerzo de la seguridad que re-
sulta difícil de garantizar, aunque es esencial para
conseguir una paz duradera.

El ejemplo de la guerra de Afganistán también po-


dría traerse aquí a colación. Tras una victoria mili-
tar rápida a finales de 2001, las fuerzas de la coali-
ción conducida por Estados Unidos y capitaneada
por la OTAN se enfrentan a una situación de segu-
ridad precaria, pues las facciones aliadas de los tali-
banes (oficialmente expulsados del poder en 2001)
siguen activas y practican la guerra de guerrillas.
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN' 155

Como en el caso de Irak, pero con un riesgo aún


mayor teniendo en cuenta la organización más
coherente que demuestran tener los talibanes,
Afganistán se sume cada vez más en el caos y po-
dría presenciar el regreso al poder de sus antiguos
dirigentes ante las vacilaciones de una coalición
internacional a la que mueven las buenas inten-
ciones pero que sufre el hastío de una guerra sin fin.
Ésta es sin duda la principal lección de esos con-
flictos interminables que nos remiten a la experien-
cia de Vietnam: el fuerte acaba agotándose y ve
cómo se diluye el apoyo de la opinión pública a la
guerra, mientras que el débil sigue con su determi-
nación hasta el final y acepta el principio de una si-
tuación de guerra permanente.

La guerra asimétrica

Una de las grandes tendencias de los conflictos con-


temporáneos es la multiplicación de los conflictos
asimétricos. Desde el punto de vista estratégico, la
simetría se entiende como el combate en igualdad
de armas, mientras que la disimetría es la búsqueda
por parte de uno de los combatientes de una supe-
rioridad cualitativa y/o cuantitativa.
La asimetría es el procedimiento inverso: consis-
te en explotar todas las debilidades del adversario
para causarle el mayor perjuicio posible; la asime-
tría rechaza las reglas de combate que impone el
/56 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

adversario, haciendo de ese modo que todas las


operaciones resulten absolutamente imprevisibles.
Esto supone al mismo tiempo la utilización de fuer-
zas que no están previstas para ese fin -y que, sobre
todo, son insospechadas (como los civiles)-, el uso
de armas contra las cuales los medios de defensa no
siempre están adaptados (armas de destrucción
masiva), el empleo de métodos que rechazan la
guerra convencional (guerrilla, terrorismo), de lu-
gares de enfrentamiento imprevisibles (centros de
las ciudades, lugares públicos) y del efecto sorpresa,
siendo esta última característica la más importante.
Utilizando medios técnicamente sencillos, la asi-
metría puede considerarse como el arma del pobre,
en la medida en que permite que múltiples actores
que no disponen más que de medios muy limitados
tengan una capacidad de perjuicio considerable.

Este estudio sobre la guerra ha abordado hasta aho-


ra sobre todo la evolución de los conflictos en Occi-
dente, lo cual se explica básicamente por las múlti-
ples revoluciones del arte de la guerra que se han
desarrollado en esta región del mundo desde la An-
tigüedad. Sin embargo, otras civilizaciones han
destacado en el combate, especialmente en lo que se
refiere a conflictos asimétricos y a la teorización de
este tipo de enfrentamiento. La guerra no es una ex-
clusiva de Occidente, y aunque éste ha producido
numerosas estrategias, las estratagemas ideadas por
otras civilizaciones no dejan por ello de ser igual-
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN'' 157

mente obras maestras del arte de la guerra. Merece


la pena citar aquí el caso de China.
En el caótico periodo de los Reinos Combatien-
tes, durante los siglos v y IV a. C., después de la obra
de Sun-tzu, hubo otros teóricos chinos que se dedi-
caron a redactar estudios sobre la guerra. Shang

LA GRAN MURALLA CHINA

Los vestigios más antiguos de la Gran Muralla china


se remontan al periodo de los Reinos Combatientes
y delimitaban las fronteras entre las naciones rivales;
sin embargo, fue fundamentalmente debido a la ac-
tuación de las dinastías imperiales cuando se instau-
ró una politica defensiva que permitía protegerse de
las invasiones procedentes del norte. Tras varios si-
glos de olvido, la dinastía Ming ( 1368-1644) reactivó
esta politica defensiva y ordenó la construcción de la
muralla con su forma actual. Verdadero símbolo de
la politica centralizada china, desconfiada con res-
pecto al exterior y preocupada por proteger el impe-
rio de su entorno medio, la Gran Muralla no impidió
que los manchúes (dinastía Qing) derrocaran a los
Ming, ni tampoco las múltiples invasiones que su-
frió China en los siglos XIX y xx.
En términos más amplios, la Gran Muralla china
simboliza los intentos defensivos que, desde las forti-
ficaciones romanas hasta la Línea Maginot, pasando
por Bizancio, han tratado de poner en práctica dis-
tintas civilizaciones, con resultados generalmente
moderados, e incluso contraproducentes.
/58 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Yang, contemporáneo de Sun-tzu y su guerra de-


fensiva, o Sima Qian (finales del siglo n a. C.) y sus
biografías de generales para uso de sus sucesores,
marcaron la historia de la guerra en la civilización
china. Sus puntos de vista hacían hincapié en las es-
trategias de rodeo cuando no se daban las condi-
ciones para la victoria.
Para los teóricos chinos de la guerra, aunque la
victoria sigue siendo el objetivo último -igual que
en Occidente-, los medios para alcanzarla son múl-
tiples y pasan en particular por la paciencia y el
análisis riguroso de los puntos fuertes y débiles del
adversario. Así las cosas, incluso el débil tiene opor-
tunidades contra el fuerte, siempre y cuando sepa
evitar el combate si es que lo tiene perdido de ante-
mano, y lance sus ataques en el momento y en el lu-
gar adecuados.
Sun-tzu también fue uno de los primeros estra-
tegas en plantearse qué es «lo que hay que haber
previsto antes del combate», convirtiendo de esa
manera los preparativos y la información en una
de las claves para la victoria. En su opinión, un ge-
neral debe saber cinco cosas antes de comenzar la
batalla:

• si se puede combatir y cuándo dejarlo;


• si hay que comprometerse mucho o poco;
• mostrarse agradecido tanto con los soldados
rasos como con los oficiales;
• aprovechar todas las circunstancias;
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN' 159

• que el soberano apruebe todo lo que se haga


para servirle y aumentar su gloria.

SuN-TZU (siglo IV a. C.)

Sun-tzu (Sun Zi) fue uno de los primeros teóricos de


la guerra, en tiempos de la China de los Reinos
Combatientes. Convencido de que «la guerra es un
asunto de vital importancia para el Estado», redactó
El arte de la guerra, auténtico manual sobre la estra-
tegia de rodeo (o estrategia indirecta), que se tradujo
al francés [y al castellano] en el siglo XVIII y que
Mao Zedong recuperó después de la victoria de los
comunistas en 1949, constituyéndose en un auténti-
co libro de cabecera para los teóricos de la guerra de
guerrillas y de las estrategias de rodeo. Esta obra so-
., bre la guerra, que cuenta con 2.300 años de antigüe-
dad, aún hoy en día es una de las más estudiadas en
los círculos estratégicos.

Pero aunque China fue una de las primeras civiliza-


ciones que se interesó por las cuestiones de estrate-
gia, no fue la única. El islam de los primeros tiem-
pos se caracterizó por la estrategia indirecta de un
pueblo que disponía de medios rudimentarios,
pero que consiguió vencer rápidamente a sus ad-
versarios y extender su influencia. Los mongoles -de
cuyos métodos de combate ya hemos hablado-, los
otomanos y los pueblos de África, en particular
frente a los conquistadores occidentales, también
160 LA O U ERRA: UNA INTRODUCCIÓN

desarrollaron estrategias asimétricas. Y Occidente


no fue una excepción a la regla según la cual los
conflictos asimétricos se desarrollan en paralelo a la
búsqueda de la superioridad con respecto al resto
de los actores de los conflictos. Como hemos dicho
anteriormente, grandes batallas de la Edad Media
como la de Azincourt fueron la ilustración más
destacada de este hecho. Si la guerra se ha impuesto
de manera permanente en la historia de las civiliza-
ciones, la guerra asimétrica también ha estado
siempre omnipresente.

El lugar de la asimetría en los conflictos contempo-


ráneos es consecuencia directa de la búsqueda de di-
simetría por parte de las potencias. A partir del mo-
mento en que los grandes ejércitos del mundo se
basan casi exclusivamente en la tecnología y tratan
de aventajar a sus adversarios incluso antes de que
comiencen las hostilidades, quienes les son hostiles
pueden elegir entre aceptar la derrota (lanzándose a
una confrontación directa) o, por el contrario, recu-
rrir a estrategias de rodeo con el fin de resistir y de
perturbar a los más poderosos. La asimetría se plan-
tea de este modo como la respuesta a la Revolución
en los Asuntos Militares y sus certidumbres, así como
la confirmación de las palabras de Charles de Gaulle
citadas como presentación de esta obra.
En Estados Unidos, la asimetría suele conside-
rarse un esfuerzo del débil con el fin de obtener una
capacidad de perjuicio superior con un coste míni-
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN? 161

mo, situándose con ello en una posición de igual a


igual con el poderoso. Las armas de destrucción
masiva en manos de Estados débiles, y ocasional-
mente de grupos armados no estatales, se entien-
den como un componente asimétrico del arsenal
del que disponen dichos Estados, puesto que les
permiten adquirir lo que no podrían conseguir por
otros medios. Ante la amenaza de que se acelere la
proliferación de este tipo de armas, la solución que
proponen los círculos influyentes de Washington
consiste en recurrir a ataques preventivos antes de
que los enemigos consigan alcanzar sus objetivos.
Pero esta estrategia, que ya ha mostrado sus limita-
ciones en Irak, es todavía más ineficaz contra acto-
res no estatales, por la sencilla razón de que es difícil
saber dónde atacarlos. De ahí la necesidad de refor-
zar los dispositivos de seguridad con el fin de prote-
gerse de ataques de este tipo, aunque algunos analis-
tas lo perciben como señal de una seguridad ilusoria.
En el polo opuesto de esta reflexión se impone la
idea de que la asimetría -cualquiera que sea su for-
ma- es el privilegio del débil, que trata de vencer al
más poderoso. Los actores asimétricos:

Actúan, se organizan y piensan de manera diferente para


maximizar sus propias ventajas, explotar las debilidades
del adversario, detener la iniciativa o conseguir una ma-
yor libertad de acción. [... ] [La asimetría] puede incluir
métodos, tecnologías, valores, modos de organización y
plazos diferentes, o una combinación de estos últimos.
(Steven Metz y Douglas Johnson).

162 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Frente a potencias que no pueden incumplir un


conjunto de reglas morales y de compromisos inter-
nacionales que ellas mismas han auspiciado, los Es-
tados débiles y sobre todo los grupos armados no es-
tatales gozan de una mayor libertad de acción. Lo
que no les está permitido a las democracias sí lo está
para las dictaduras, y lo que no pueden hacer unas
fuerzas armadas organizadas, algunos grupos dis-
persos lo llevan a cabo sin miramiento alguno. En es-
tas condiciones -ya sea ejecutada por un Estado o
por unos terroristas, y se ejerza en forma de guerra
de guerrillas o a través de la utilización de armas de
destrucción masiva-, la guerra asimétrica es el arma
del débil (Courmont y Ribnikar). Para las grandes
potencias, es un auténtico desafío conseguir detener
la progresiva intensificación de los conflictos asimé-
tricos, uno de cuyos modos de actuación es el terro-
rismo transnacional.

El terrorismo: ¿una nueva guerra?

Aunque el terrorismo no es un hecho inédito, no


queda más remedio que reconocer que, a partir del
11 de septiembre, ha adquirido una forma hasta
entonces desconocida, en particular por sus resul-
tados. Hoy hablamos de «guerra contra el terroris-
mo» para definir los medios desplegados con el fin
de responder a lo que se interpreta como la princi-
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA ¿LA GUERRA SIN FIN' 163

pal amenaza contemporánea contra la seguridad.


Sin embargo, ¿se ha inaugurado una nueva era,
cualquiera que sea su definición, o por el contrario
el terrorismo, recurriendo a instrumentos idénticos
a los que utilizó en el pasado, no ha hecho más que
superar un nuevo umbral de destrucción, pero sin
cambiar de naturaleza? ¿Dónde se sitúa la frontera
entre la guerra y el terrorismo? ¿En los medios, los
objetivos o los resultados?

Los ATENTADOS DEL 11 SEPTIEMBRE DE 2001

Los ataques terroristas que golpearon el World Trade


Center en Nueva York y el Pentágono en Washington
elll de septiembre de 2001 no son estrictamente ac-
tos de guerra, en particular porque fueron cometi-
dos por grupos no estatales. Sin embargo, fueron
analizados como tales, y la ONU dio luz verde a una
respuesta militar (contra Afganistán, país del que se
sospechaba que daba cobijo a grupos terroristas, en
particular a Al Qaeda). Este doble acontecimiento
fue el preludio de la guerra contra el terrorismo,
inaugurando, en este sentido, una nueva era en las
relaciones internacionales, que algunos califican de
«guerra sin fin».

Por su propia definición, el terrorismo tiene por


objetivo atemorizar a las poblaciones y a las autori-
dades, que se convierten ambas en blanco de los te-
rroristas, sin que necesariamente se haya de provo-
car una destrucción masiva. El diccionario francés
164 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Le Petit Robert apunta que el terrorismo es el «em-


pleo sistemático de medidas de excepción, de la vio-
'!
lencia, para alcanzar un objetivo político». Los oríge-
nes históricos de este término hacen referencia a una
política que en Francia designa el periodo que siguió
a la caída de Robespierre, «el Terror» ( 1793-1794).
En muchos sentidos, cabe considerar que el terro-
rismo es, al igual que la guerra, una forma de «conti-
nuación de la política por otros medios». Pero seme-
jante asimilación resulta peligrosa, puesto que tiende
a legitimar al terrorismo y situarlo al mismo nivel
que la guerra, cuya práctica es exclusiva de los Esta-
dos. Más bien deberíamos decir que el terrorismo es
un medio de guerra que se reserva a los grupos no es-
tatales, cualesquiera que sean su poder y su estructu-
ra. Donde nunca hubo o ya no hay Estado, no se res-
peta el derecho, y por lo tanto el terrorismo es una
forma ilegal de guerra, sin regla alguna.
Es innegable, y el ejemplo del 11-S lo pone da-
ramente de manifiesto, que los medios de que dis-
ponen las organizaciones terroristas han evolu-
cionado progresivamente, en buena parte como
consecuencia de una diversificación de sus fuentes
de financiación -lo que ha permitido presenciar la
aparición de verdaderas «multinacionales» del cri-
men- y de las medidas contraterroristas, que tam-
bién han evolucionado notablemente. Aun así, los
objetivos que buscan los terroristas siguen siendo
los mismos. Como observaba en 2001 Paul Rodgers
(miembro del Centro para la Protección de la In-
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ;.LA GUERRA SIN FIN? 165

fraestructura Nacional del FBI) en un informe para


el Departamento de Estado estadounidense, «aun-
que sus objetivos y medios hayan evolucionado a lo
largo de la historia, los principales efectos del terro-
rismo -el miedo, el pánico, la violencia y el desor-
den- apenas han cambiado». Por lo tanto no hay
nada nuevo -excepto el resultado «masivo» y la res-
puesta militar- en el caso de los atentados del 11-S.
Los objetivos, el reclutamiento, la preparación y los
medios utilizados son en todos los aspectos seme-
jantes a otros ataques terroristas.

LA GUERRA DE CIVILIZACIONES

En un contexto posterior a la Guerra Fría, los politó-


logos se interrogaron sobre el futuro de la guerra.
Uno de ellos, el estadounidense Samuel Huntington,
desarrolló a finales de la década de 1990 una contro-
vertida tesis sobre un futuro choque de las civiliza-
ciones caracterizado por enfrentamientos entre los
diferentes polos culturales en los que se jugaría la su-
premacía mundial. Algunos vieron en los atentados
del 11 de septiembre de 2001 el indicio de este cho-
que de civilizaciones. Otros consideran en cambio que
se trata de una tesis racista y peligrosa que alimenta
los discursos de los extremistas radicales de todo tipo,
y que los ataques terroristas contra Nueva York y
Washington son ejemplo de ella. Los debates sobre
esta delicada cuestión constituyen uno de los princi-
pales focos de los estrategas de principios del siglo xxr.
166 LA GUERRAc UNA INTRODUCCIÓN

Existen múltiples formas de terrorismo, que se dis-


tinguen por sus objetivos políticos, sus medios y las
redes que están a su disposición. Así, hay grupos que
están confinados geográficamente, mientras que otros
-bien porque sus medios se lo permiten o porque la
causa que defienden es más mesiánica- se muestran
más universalistas. A lo largo de estos últimos años
se han realizado numerosos estudios sobre el terro-
rismo que presentan una imagen general de los dife-
rentes grupos. El terrorismo transnacional (es decir,
aquel que supera las fronteras nacionales) es el más
innovador.
La principal consecuencia derivada de esta inten-
sificación del terrorismo transnacional es la «reloca-
lización» de la guerra para las grandes potencias.
Aunque los conflictos se han alejado progresivamen-
te del territorio nacional para presentarse ya exclusi-
vamente como operaciones exteriores, el terrorismo
hace acto de presencia en el interior de los Estados
y pulveriza la teoría de los cinco círculos de War-
den, invitándonos a volver a pensar la manera de
concebir -y por lo tanto de hacer-la guerra.
Mientras la amenaza es la capacidad -si se ex-
presa haciendo uso de todas sus posibilidades- de
causar daños al adversario que son susceptibles
de derrocado, de invadirlo o de destruirlo de ma-
nera definitiva, inversamente, el riesgo no está iden-
tificado ni en su origen ni en la forma que puede
adquirir cuando se manifieste. Sólo se conoce la
existencia del adversario y, en algunos casos, sus in-
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¡,I.A GUERRA SIN FIN? 167

tenciones. La zona de riesgo representa un poten-


cial de escalada de la violencia y de desestabiliza-
ción, pero sin que se identifiquen las raíces del mal
ni el desenlace una vez estallada la crisis.

Teniendo en cuenta estas diferencias, ¿debe consi-


derarse el terrorismo un riesgo o debe asimilarse a
una amenaza? El problema, planteado en estos tér-
minos, no es políticamente neutro en ningún caso.
Considerar que el crimen organizado y el terroris-
mo constituyen hoy en día una amenaza es plantear
transferencias de competencias en la lucha contra
los grupos criminales y terroristas, y una evolución
de la legislación a aplicar. Se han alzado numerosas
voces que sostienen que los atentados del 11-S co-
locaron a Estados Unidos en una situación equiva-
lente a la que ya vivieron después del ataque japo-
nés de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, es
decir, en una situación de guerra y de legítima de-
fensa. El carácter criminal del ataque terrorista
¿debe conllevar necesariamente por ello el reconoci-
miento de la condición de combatiente a su autor?
Además, si el concepto de amenaza se basa en la in-
terpretación de un texto con valor legislativo, resul-
ta mucho más difícil precisar el significado del te-
rrorismo o del crimen organizado, que no son
objeto de definiciones unívocas.
Reconocer a las organizaciones terroristas y cri-
minales la calidad de actores estratégicos equivale a
atribuirles al mismo tiempo la hostilidad y la racio-
168 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

nalidad operativa suficientes para desarrollar una es-


trategia (es decir, el comportamiento general de la
guerra), las cuales pueden considerarse como consti-
tutivas de una agresión potencial, y por lo tanto de
una verdadera amenaza en el sentido de la defensa.
Aunque las guerras asimétricas (y su ejecución
por parte del terrorismo) no son un hecho nuevo,
sería presuntuoso creer que pueden desaparecer en
un futuro próximo. Las medidas antiterroristas que
ha adoptado Estados Unidos -al igual que otros
muchos Estados- no podrán impedir el desarrollo
de medios asimétricos, al tiempo que el avance tec-
nológico ofrecerá una fuerza adicional y permitirá
incrementar el desequilibrio entre los distintos ac-
\tores de las relaciones internacionales.¡Además, ¿es
_._. · la respuesta militar la solución o, por el contrario,
cabe el riesgo de que .ta exacerbe todavía más el
sentimiento de frustración?
Por consiguiente, quedan esfuerzos por realizar
en el ámbito de los medios mismos de lucha. Como
explica Paul Pillar, agente de los servicios de infor-
mación estadounidenses, encargado de la región
del Próximo Oriente y del sur de Asia, ante el Con-
sejo Nacional de Información:

Unas armas modernas manejadas con precisión confie-


ren a la potencia militar un carácter menos burdo y más
útil como instrumento de la lucha antiterrorista, pero es
una baza que todavía se juega en raras ocasiones y como
es debido. (Departamento de Estado, EE.UU., 2001)
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN' 169

¿Guerra o apocalipsis?

Con las armas de destrucción masiva (químicas,


biológicas, nucleares), la guerra se asemeja a veces
al apocalipsis. Las armas químicas aparecieron en el
transcurso de la Primera Guerra Mundial, y ambos
bandos las usaron ampliamente entre 1915 y 1918.
Aunque no se utilizaron durante la Segunda Guerra
Mundial, se siguió investigando en ellas y numero-
sos países conservaron o adquirieron reservas im-
portantes de las mismas, a pesar de la firma ya en
1925 del protocolo de Ginebra que prohibía su uti-
lización (pero no su fabricación ni su posesión).
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión
Soviética crearon arsenales importantes, de varios
cientos de miles de toneladas. Desde 1945, las ar-
mas químicas se han utilizado en conflictos perifé-
ricos, en particular por parte del régimen de Sadam
Husein durante la guerra Irán-Irak y contra los
kurdos iraquíes en Halabja en 1987-1988.
El 13 de enero de 1993 se firmaba en París el
convenio que prohibía las armas químicas. Éste
prevé su prohibición total y la destrucción de los
stocks existentes. Para garantizar esta prohibición,
se dota de importantes poderes de inspección a la
Organización Internacional para la Prohibición de
las Armas Químicas (OPAQ), con sede en La Haya.
Es la primera vez que se prohíbe una categoría en-
tera de armas, y esta prohibición se acompaña de
un verdadero procedimiento de ratificación. Pero a
170 LA GUERRA; liNA INTRODUCCIÓN

fecha de hoy son muchos los Estados que no han


firmado el tratado.

La amenaza de una guerra librada con armas bioló-


gicas o bacteriológicas podría convertirse en uno de
los mayores peligros que acechan el planeta. Las ar-
mas biológicas, junto con las armas químicas, pue-
den convertirse en una de las principales preocupa-
ciones de los responsables civiles y militares de la
seguridad, así como de la opinión pública. Y es que
tienen todo lo que hay que tener para generar una
gran inquietud. En primer lugar, son indiscrimina-
das: atacan tanto a personas adultas como a niños, a
hombres como a mujeres, a civiles como a militares.
También es de subrayar el carácter clandestino de su
utilización. Y, por último, generan miedo, todavía
más que las otras armas, porque atacan a la salud,
principal factor de angustia en el mundo occidental.
Desde la Antigüedad hasta la Edad Media, exis-
ten múltiples ejemplos de envenenamiento de po-
zos de agua durante los asedios a las ciudades, de
flechas envenenadas o de cadáveres infectados arro-
jados al centro de las poblaciones asediadas con el
fin de desencadenar mortíferas epidemias. En el si-
glo XIX, los ingleses utilizaron mantas contamina-
das de viruela para diezmar a las tribus indias en
Pensilvania y en Ohio. Y a lo largo de la Segunda
Guerra Mundial, Japón utilizó armas biológicas en
los bombardeos de ciudades chinas y realizó expe-
rimentos con prisioneros de guerra.
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN? 171

Las armas biológicas deberían destronar a las ar-


mas químicas en la escala de las preocupaciones.
Primero porque son mucho más fáciles de producir
y de conseguir; además, las armas químicas siempre
han tenido efectos militares limitados y por lo tanto
no pueden considerarse armas de destrucción ma-
siva como tales. La utilización de armas biológicas
provocaría daños mucho más importantes. Los
programas de dichas armas son además muy difí-
cilmente identificables con respecto a otros proyec-
tos biológicos civiles, y pueden bastar cantidades
muy pequeñas de sustancias. Por último, las armas
biológicas son más baratas y más fáciles de fabricar
que las armas químicas.
En 1972 se redactó un acuerdo sobre la prohi-
bición de diseño, elaboración y almacenamiento
de armas bacteriológicas o tóxicas, pero se sospe- ·¡
cha que algunos países firmantes no han destrui-
do sus stocks; además, este acuerdo no afecta a los
actores no estatales, que representan el principal
riesgo en este ámbito.
Dejando intencionadamente a un lado las ame-
nazas «convencionales», es decir, las que utilizan
medios que no son objeto de prohibición a nivel in-
ternacional, los think tanks (grupos de trabajo o
«laboratorios de ideas») estadounidenses se han in-
teresado, desde la desaparición de la Unión Soviéti-
ca, por el riesgo de que unos actores no estatales se
provean de armas de destrucción masiva. De ahí
que el tema de una amenaza asimétrica que utilice
172 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

armas de destrucción masiva haya sido objeto de


informes detallados con el fin de determinar los
orígenes de la amenaza y su posible proliferación.
Bien es cierto que, en teoría, semejantes armas se
convertirían en auténticas amenazas si cayeran en
manos de grupos terroristas que no tienen ningún
reparo en utilizarlas. El peligro de que unos actores
no estatales consigan este tipo de armas se ha refor-
zado después de los atentados del 11-S; Washington
considera que el objetivo de los grupos terroristas
es provocar un número importante de víctimas y
de esa manera optimizar los resultados. Esta lectura
de los conflictos asimétricos es la que, como hemos
visto, se ha terminado imponiendo en Estados Uni-
dos y constituye el capítulo más delicado de la lu-
cha contra el terrorismo.

Ya que la posibilidad de que grupos no estatales dis-


pongan de misiles balísticos es actualmente casi
nula, y la utilización de armas nucleares por parte
de los terroristas sólo es posible de una manera to-
talmente asimétrica y recurriendo a medios técni-
camente limitados, lo que en el fondo se plantea es
'"' la cuestión de la amenaza de la «maleta» nucle_a¡-, en
otras palabras, el transporte a un lugar definido de
una carga nuclear, de modo que se puedan generar
efectos devastadores con un coste mínimo. Seme-
jante panorama, cuya posibilidad sigue siendo no
obstante muy limitada, constituye la amenaza más
real en materia de terrorismo nuclear, porque es la
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: i.LA GUERRA SIN FIN' 173

más fácil de ejecutar. Además, permitiría provocar


un efecto sorpresa, mientras que un misil balístico
tendría grandes probabilidades de ser interceptado
antes de alcanzar su objetivo.
Los atentados del ll-S han permitido vislum-
brar otra amenaza que, por su parte, podría ser
mucho más creíble: el ataque a una central nuclear.
En efecto, cuando se está construyendo una central
para uso civil, las medidas de seguridad se esfuer-
zan por tener en cuenta el riesgo que suponen los
aviones privados que, por diversos motivos, po-
drían caer sobre el edificio. Por lo tanto, las centra-
les están a priori protegidas contra este tipo de pro-
blema. Contra los aviones militares no se ha
adoptado ninguna medida, pues se considera que
los riesgos son mucho más limitados, ya que las
centrales se suelen construir fuera de los pasillos
habitualmente utilizados por dichos aviones para
sus maniobras de despegue y aterrizaje. Pero no se
ha previsto nada para el caso de un ataque delibera-
do. Tampoco existe protección alguna contra el
riesgo de que un avión civil caiga sobre un reactor
nuclear, pues se considera tan pequeño este riesgo
que no es preciso tenerlo en cuenta. Sin embargo,
aunque el riesgo accidental es efectivamente escaso,
¿qué ocurriría en el caso de un acto terrorista? El
avión que el 11 de septiembre cayó en Pensilvania
no pudo alcanzar su blanco -que para algunos ex-
pertas era la Casa Blanca- gracias a que la rebelión
de los pasajeros a bordo permitió evitar la carnice-
174 LA GUERRA: UNA INTRUDlJCCIÓN

ría. Pero otros sospechan que los terroristas lo que


en realidad querían era dirigirse hacia una central
nuclear, provocando de ese modo una catástrofe
nuclear comparable a la de Chernobil (Boniface y
Courmont). Es probable que, en la guerra sin cuar-
tel que libran las organizaciones terroristas trasna-
cionales, no se descarten escenarios apocalípticos
de este tipo.

¿Prohibir la guerra?

La paz de Dios, la tregua de Dios, los convenios de


Ginebra, la instauración de un derecho de la gue-
rra ... : en todas las épocas los poderosos se han es-
forzado por definir un marco para los conflictos, ya
fuera religioso, legal o político. Aunque el derecho
de la guerra apareció ya en la Antigüedad, el respeto
a los civiles y a los heridos, que delimitaba el marco
de los actores del conflicto y distinguía a los com-
batientes de los civiles, tardó más tiempo en quedar
establecido. Las grandes religiones desempeñaron
muy pronto un papel importantísimo en las reglas
del combate, y tanto la Biblia como el Corán impu-
sieron el respeto al adversario. También encontra-
mos en otras civilizaciones la imposición de una
obligación a los beligerantes para que no superaran
un determinado marco moral.
Hemos visto anteriormente que en la Edad Me-
dia algunas armas estaban prohibidas, que los com-
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN"> 175

batientes tenían que respetar las reglas de la caba-


llería y que la cristiandad imponía la paz y la tregua
de Dios, prohibiendo los combates en determina-
das épocas.
En el siglo xvn el holandés Hugo Grotius ( 1583-
1685) fue el primero en codificar el derecho de la
guerra a partir de sus reflexiones sobre el derecho
internacional. Fue también el primero en plantear-
se el fenómeno de la guerra justa, abriendo así el ca-
mino hacia una amplia reflexión sobre los objetivos
de la guerra y los medios para limitarla, o incluso
para prohibirla.

EL PACTO BRIAND-KELLOGG

Firmado por las grandes potencias en París el 27 de


agosto de 1928, el pacto entre Aristide Briand (minis-
tro de Asuntos Exteriores francés) y Frank B. Kellogg
(secretario de Estado estadounidense) anunciaba la
renuncia definitiva a la guerra como política nacio-
nal. Se trataba del primer intento de ilegalización de
la guerra y de renuncia al planteamiento clausewi-
tziano de la misma, desligándola de esta manera de la
política. Este tratado, sin embargo, no impidió el es-
tallido de la Segunda Guerra Mundial.

Uno de los avances más importantes del derecho


de la guerra fue la aprobación de los convenios de
Ginebra. El suizo Henri Dunant (1828-1910), ho-
rrorizado por las atrocidades que vio en la batalla de
176 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

Solferino (24 de junio de 1859, en el contexto de la


campaña de Italia de Napoleón III), propuso una
reglamentación internacional del trato debido a los
heridos. La conferencia diplomática de 1864 adop-
tó en Ginebra un convenio que marca el nacimien-
to oficial del derecho internacional humanitario, y
el primer éxito del Comité Internacional de la
Cruz Roja (CICR), fundado por Dunant en 1863.
El convenio ordenaba a los beligerantes que respe-
taran y cuidaran a los militares heridos o enfer-
mos sin discriminación alguna. Desde entonces,
las ambulancias y los hospitales están en teoría a
salvo de cualquier acto hostil y se reconocen per-
fectamente gracias al símbolo de la cruz roja sobre
un fondo blanco. La Primera Guerra Mundial
brindó la ocasión de medir a gran escala el alcance
de este convenio, que los beligerantes respetaron,
exceptuando algunos errores.
Los horrores de la Segunda Guerra Mundial sus-
citaron la necesidad de reforzar los convenios sobre
el trato debido a civiles, heridos y prisioneros de
guerra. El12 de agosto de 1949 se firmaron en Gi-
nebra tres convenios: el que exigía mejorar la suerte
de los heridos, enfermos y náufragos de las fuerzas
armadas en la mar; el relativo al trato debido a los
prisioneros de guerra; y el relativo a la protección
de las personas civiles en tiempos de guerra.
En 1977 se firmaron dos protocolos adicionales
a los convenios de Ginebra. El primero se refiere a
la protección de las víctimas durante los conflictos
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN"> 177

internacionales, y el segundo aborda la protección


de las víctimas en las guerras civiles. En este conve-
nio se hace referencia al conflicto armado no inter-
nacional, a diferencia de los conflictos armados in-
ternacionales del primer protocolo adicional.
También fue después de la Segunda Guerra
Mundial cuando se juzgó por primera vez a crimi-
nales de guerra. En Alemania, entre el 20 de no-
viembre de 1945 y el1 de octubre de 1946, se cele-
bró el proceso de Núremberg contra 24 criminales
de guerra nazis, acusados entre otros delitos de
crímenes contra la humanidad. Por primera vez,
la suerte de los vencidos se ponía en manos de la
justicia internacional en lugar de quedar sometida
a la buena voluntad de los vencedores. Con un
formato parecido, en Japón se creó el tribunal mi-
litar de Tokio el 19 de enero de 1946 para juzgar a
los grandes criminales de guerra japoneses; 28 per-
sonas fueron procesadas.
A pesar de las limitaciones de estos procesos,
que no permiten poner freno a los crímenes de gue-
rra pero que sí tienen un mero valor ejemplarizante
(lo que ya es un progreso considerable), desde en-
tonces la idea ha progresado. En 1946, la ONU, para
que exista un tribunal de justicia con carácter inter-
nacional y permanente, crea el Tribunal Internacio-
nal de Justicia (TIJ), que cuenta con los instrumen-
tos necesarios para aplicar el derecho internacional
entre los beligerantes, aun cuando su actividad ju-
risdiccional siga dependiendo del consentimiento
178 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

de los Estados. El Tribunal Penal Internacional


(TPI) surgió como consecuencia del tratado firma-
do en Roma el17 de julio de 1998, y tiene por obje-
tivo juzgar los crímenes de guerra, es decir, aquellas
infracciones graves definidas como tales en los con-
venios de Ginebra.

Con la nuclearización del planeta y la bipolaridad,


las grandes potencias se pusieron de acuerdo ya en
la década de 1960 sobre la necesidad de limitar los
riesgos de guerra nuclear, conscientes de que ésta
tendría unos efectos catastróficos. El Tratado de No
Proliferación de Armas Nucleares (TNP) -el pri-
mero de los tratados que limitan la proliferación de
este tipo de armas- es la piedra angular de lo que se
conoce con el nombre de «control de armamentos»
(arms control). La tendencia a enmarcar jurídica-
mente las armas nucleares, a limitar su producción
y por consiguiente su utilización, prosiguió después
del final de la Guerra Fría, y el TNP cuenta con el
apoyo de otros tres tratados internacionales funda-
mentales. El 24 de septiembre de 1996, la ONU
anunciaba que estaba preparado para su firma el
CTBT (Comprehensive Test Ban Treaty, «Tratado de
Prohibición Total de Pruebas Nucleares»), que,
como su nombre indica, prohíbe todas las pruebas
de este tipo. El Missile Technology Control Regime
(«Régimen de control de tecnologías balísticas»),
creado ell6 de abril de 1987, tiene por objetivo im-
pedir que los Estados se doten de misiles balísticos
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN"' 179

que les permitan utilizarlos como vectores de ar-


mas de destrucción masiva. Por último, con el fin
de detener la producción de materiales fisibles sus-
ceptibles de ser utilizados para fabricar armas nu-
cleares, la comunidad internacional se interrogó
después del final de la Guerra Fría sobre la perti-
nencia de la firma de un tratado que prohíba la
producción de estos materiales; es el denominado
Fissile Material Cut Off Treaty («Tratado para la
Prohibición de Producción de Material Fisible» ).
Desde la década de 1960, paralelamente al esta-
blecimiento de tratados internacionales que limitan
las armas de destrucción masiva, se han creado nu-
merosas zonas exentas de armas nucleares (ZEAN)
en diferentes regiones del planeta. De este modo, la
proliferación nuclear es ilegal en numerosas regio-
nes y además se está viendo limitada poco a poco
desde el punto de vista jurídico, a pesar de la difi-
cultad que supone la implantación de estas zonas,
bien debido a las distancias que separan a los Esta-
dos que las integran, bien a las reservas expresadas
por las potencias nucleares. Los tratados de Tlate-
lolco ( 196 7, América Latina), Pelindaba ( 1964, Áfri-
ca), Rarotonga (1985, Oceanía) y Bangkok (1995,
Sudeste Asiático) conforman estas ZEAN. Las zonas
exentas de armas nucleares son escudos jurídicos
que frenan el desarrollo de nuclearización, pero sin
pretender eliminarla abiertamente. La novedad del
periodo posterior a la Guerra Fría radica en la vo-
luntad de llevar los asuntos nucleares ante la justi-
180 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

cia para ilegalizarlos. En dos ocasiones (primero la


OMS en 1993 y luego la ONU en 1994) se interpu-
sieron sendas demandas ante el Tribunal Interna-
cional de Justicia referentes a la licitud del empleo
de armas nucleares. Esta primera salva jurídica se
saldó con un fracaso a medias, puesto que el Tribu-
nal aún no ha considerado que este tipo de armas
sea ilegal. A pesar de ello, el paso de la simple vo-
luntad de deslegitimar las armas nucleares al deseo
de prohibirlas jurídicamente, desde finales de la
Guerra Fría, supone un destacado progreso.

Cabe interrogarse igualmente sobre la naturaleza


de los actores de un conflicto. La guerra, que a lo
largo de la historia se ha convertido en una exclusi-
va de los Estados antes de volver a abrirse a actores
no estatales, no podría hacerse hoy sin los sistemas
de alianzas, asociaciones y acuerdos de cooperación
entre naciones. La búsqueda de un multilateralis-
mo puede asociarse a la idea de que Estados Unidos
pretende compartir los costes políticos, económi-
cos y humanos de sus intervenciones exteriores con
los aliados más adecuados, porque éstos defienden
sus intereses propios.
Ya explicaba Tomás Moro (p. 171) que, «la Re-
pública de Utopía presta gratuitamente ayuda a sus
amigos, no sólo en el caso de una agresión armada,
sino a veces también para conseguir venganza y re-
paración por una injuria». Aunque en cierto modo
esto es lo que sucede hoy, resulta difícil imaginar
4. LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GUERRA: ¿LA GUERRA SIN FIN' 181

una situación en la que un Estado ayudara espontá-


neamente a otro sin que sus propios intereses estu-
vieran en juego de una manera o de otra. Por lo
tanto, el concepto de amistad en las relaciones in-
ternacionales está supuestamente relacionado con
el de interés.
Como primera potencia mundial indiscutida,
Estados Unidos se enfrenta a una elección en lo que
se refiere a su política exterior. ¿Debe aceptar el
multilateralismo, y, en caso afirmativo, cuál? Se di-
ría, a la luz de la evolución de estos últimos años,
que Washington ha elegido privilegiar a la OTAN
en detrimento de la ONU. Con su ampliación y con
la dirección de las operaciones en Kosovo, la OTAN
se ha mostrado a la altura de las expectativas esta-
dounidenses como principal organización de segu-
ridad y defensa europea, y en algunos aspectos supe-
rior a la ONU, pues le deja al gigante estadounidense
una mayor libertad de acción. Sin embargo, las op-
ciones de Estados Unidos, incluso en el marco de la
OTAN, podrían orientarse hacia un unilateralismo
en la toma de decisiones, aun a riesgo de herir la
sensibilidad de los aliados.
Garantizar un mejor reparto de la carga en el
seno de la OTAN y mantener esta alianza como
principal organización de seguridad europea son
las prioridades anunciadas. Pero se están alzando
muchas voces que reclaman una mayor autonomía
con respecto a la ONU así como con respecto a los
aliados, considerados a veces incapaces de tomar
182 LA GUERRA: UNA JNTRODUCCJ()N

decisiones adecuadas a la hora de solucionar las cri-


sis. Por su parte, la opinión pública parece mostarse
mayoritariamente favorable al multilateralismo,
aunque le cuesta comprender las obligaciones que
eso conllevaría si hubiera intervenciones que difí-
cilmente se podrían justificar como defensa de los
intereses nacionales.
La «nación indispensable» que definía Madelei-
ne Albright, secretaria de Estado de la segunda ad-
ministración Clinton, puede sin embargo entender-
se también como la nación indiscutible e insustituible
a la que no le queda más alternativa que intervenir
en la resolución de las crisis, aun cuando éstas no
amenacen directamente sus intereses vitales. Por con-
siguiente, es razonable considerar que el mundo es
hoy multipolar y que esto nos beneficia a todos,
aun cuando dicha multipolaridad esté desequili-
brada a favor de Estados Unidos, que de hecho es el
más potente de los polos.
Conclusión: el brillante futuro de la guerra

En una obra cuyo título resulta revelador, Philippe


Delmas se preguntaba a mediados de la década
de 1990 en qué condiciones la guerra, lejos de des-
aparecer definitivamente en el contexto que siguió
a la Guerra Fría, podía cobrar el nuevo aliento que
le brindaba la ausencia de bipolaridad. No queda
más remedio que constatar que los acontecimien-
tos le han dado la razón, y que, casi veinte años des-
pués de la caída del Muro de Berlín, la guerra cons-
tituye más que nunca la principal preocupación de
los Estados.
Pero ¿qué tipo de guerra tiene ante sí un futuro
brillante? La guerra total, del tipo de las dos guerras
mundiales, da la sensación de pertenecer al pasado
(aun cuando no conviene descartar la posibilidad
de que vuelva a surgir en el futuro). Hoy en día las
grandes potencias son conscientes de los desastro-
sos efectos que tendría un conflicto a gran escala, y,

183
184 LA GUERRA UNA INTRODUCCIÚN

si las tensiones persisten, al parecer no podrán con-


ducir a situaciones en las que el uso de la fuerza ar-
mada siga siendo la única opción posible. Además,
a las democracias les repugna recurrir a la fuerza,
más allá de operaciones exteriores con vocación
humanitaria o cuando se trata de aplicar el derecho
internacional (con los excesos que conocemos,
como los cometidos, en particular, en Irak), y no se
hacen la guerra entre sí (Spencer Weart). De este
modo, supuestamente las grandes potencias tratan
de protegerse más que de conquistar, y por ende
esto limita los riesgos de que se produzcan conflic-
tos. Sin embargo, aun cuando la Guerra Fría perte-
nece hoy a la historia, la fuerza de disuasión de las
armas nucleares sigue estando vigente, y lo seguirá
estando mientras no se hayan desplegado unos sis-
temas de protección fiables al cien por cien. Des-
pués de la Segunda Guerra Mundial, Bernard Ero-
die fue el primero que planteó la idea de que la gran
novedad de lo nuclear era la imposibilidad de pro-
tegerse de ello. A pesar de los esfuerzos realizados
con vistas a desarrollar sistemas antimisiles de todo
tipo, no queda más remedio que reconocer que esta
observación sigue estando plenamente vigente.
En cambio, nadie podría cuestionar que los con-
flictos de baja intensidad tienen ante sí una buena
perspectiva, y las dificultades de las grandes poten-
cias para conseguir ponerse sistemáticamente de
acuerdo sobre la actitud que deben adoptar en una
situación de crisis no hacen sino reforzar esta ten-
CONCLUSIÓN: EL BRILLANTE FUTURO DE LA GUERRA 185

dencia. Sin embargo, en la mayoría de los casos, es


muy probable que las potencias estén más o menos
asociadas a estos conflictos de baja intensidad, lo
que nos invita a considerar que la guerra asimétrica
tiene ante sí un brillante futuro.

La competición estratégica entre las grandes poten-


cias también tiene probabilidades de perdurar. A este
respecto, la relación entre China y Estados Unidos
podría, según la opinión de la mayoría de los obser-
vadores, imponerse como la rivalidad más impor-
tante entre dos grandes potencias a lo largo de las
próximas décadas. Sin embargo, la emergencia pací-
fica de China, aunque afecte parcialmente a los inte-
reses estadounidenses y se traduzca en un armamen-
to chino por el que Washington se muestra cada vez
más preocupado, no tiene por qué augurar necesa-
riamente una confrontación militar ineludible.
A mediados de la década de 1990, dos oficiales
del ejército del aire chino redactaron una obra que
desde entonces se ha traducido a todas las lenguas:
La Guerre hors limites [Guerra sin límites], (Qiao y
Wang). En ella proponen una amplia reflexión so-
bre el sentido que hay que darle a lo que algunos
consideran inevitable confrontación futura entre
China y Estados Unidos.
La guerra sin restricciones se impone en los ám-
bitos económico y financiero, relegando al soldado
a un papel secundario, incluso accesorio. La guerra
se convierte así en una cuestión de liderazgo más
186 LA GUERRA: UNA INTRODUCCIÓN

que de dominación. En Estados Unidos, Joseph Nye


desarrolló esta idea después de la Guerra Fría, plan-
teando que el hard power, que define el potencial de
agresión de los Estados (y por lo tanto la guerra),
debe dejar paso al soft power, que se basa en la capa-
cidad de influencia y de persuasión. Aunque en Es-
tados Unidos los debates sobre la preponderancia
de uno sobre otro siguen siendo apasionados, Chi-
na afirma abiertamente haber seguido la vía del soft
power, con lo que la guerra sin restricciones se tra-
duciría en una adaptación muy ágil de Beijing al
entorno internacional.
Una nueva forma de guerra fría marcaría enton-
ces la relación entre las dos grandes potencias, con
la oposición de dos modelos y una carrera arma-
mentista que, aunque sería mucho menos excesiva
que la que enfrentó a estadounidenses y soviéticos,
se mantendría no obstante a un nivel elevado. A
ello se añadiría (y en este sentido es en el que se
puede hablar de «una nueva forma de guerra fría»)
la competición económica, en la que Beijing rivali-
zaría con Washington, algo que Moscú nunca estu-
vo a la altura de poder competir.

El futuro de la guerra es, pues, supuestamente el de


la continuidad de los actos de violencia, que tam-
bién afectan a las poblaciones civiles; se recurre a
una panoplia de medios cada vez más importante
que abarca desde las armas más rudimentarias has-
ta los sistemas de armamento más sofisticados. Pa-
CONCLUSIÓN: EL BRILLANTE FUTURO DE LA GUERRA 187

GANDHI Y LA NO VIOLENCIA

Gandhi (1869-1948) fue el símbolo de la indepen-


dencia pacífica de la India. Verdadero apóstol de la
.no violencia, que consideraba superior a la violencia
(que a su vez consideraba superior a la cobardía),
opinaba que el rechaw de la violencia permitiría
deslegitimar la guerra, y que un solo hombre puede
provocar la caída de un imperio oponiendo la fuerza
. espiritual a la voluntad del tirano. Su obra superó
ampliamente las fronteras de la India y sigue llaman-
do la atención de los círculos estratégicos, aunque
:sólo resulta pertinente frente a las democracias, pues
las dictaduras no son receptivas a ella.

ralelamente, la guerra también halla su futuro en


medios indirectos, a veces no violentos, de hacerla.
Motivos suficientes para satisfacer a quienes desean
que la guerra ya no aparezca como una fatalidad en
la continuación de la política por otros medios,
pero también para decepcionar a quienes espera-
ban su desaparición total, pues la guerra seguirá
marcando de manera duradera las relaciones inter-
nacionales.
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Índice analítico

11-S ( 11 de septiembre de Alianza Atlántica, véase OTAN


2001), atentados, 92, 124, Alsacia, 61
128, 145, 150, 162-165, América Latina, 49, 89, 98,
167, 172-174 106, 170
Angola, 100
Acheson, Dean, 85 Aníbal Barca, general cartagi-
Adams, Eddie, 107 nés, 31
Adua, batalla (1896), 59 Anterroches, conde, 52
África, 33, 50, 140, 159 Ap Bac, batalla (1963), 101-103
Agamenón, 24 Aquiles, 25
Aidid, Mohamed Farrah, 129- Arendt, Hannah, 68
130 Aristóteles, 27-28
Al Qaeda, grupo, 163 árabes,35,39,62,95, 138
albigenses, 39 panarabismo, 94
Albright, Madeleine, 182 Arabia Saudí, 117
Alejandro I, zar de Rusia, 57 Argelia, 93, 97, 99
Alejandro Magno, 27, 29, 54 Armada Invencible, 49
Alemania, alemanes, 14, 22, armas biológicas/bacterioló-
49,51,65,70,73, 117,123, gicas, 127,148, 169-171
128, 177 armas de destrucción masiva
II Reich, 61 (ADM), 149-151,153,156,
III Reich, 66-67,69 161-163,169,171-172,179

197
/98 ÍNDICE DE NOMBRES

armas nucleares, 72-87, 90, blitzkrieg,67


95-96, 123, 127, 149, 169, boat people, 111
172,178-180, 184 bomba atómica, 74-77, 85
armas químicas, 127, 148- bomba termonuclear (bomba
150,169-171 H), 79
Aron, Raymond, 74,96 Boniface, Pascal, 77, 149, 174
Arriano, 29 Borovik, Artyom, 112
Arsanov, Vaja, 133 Bouthoul, Gaston, 83
Arthashastra, 26 Bouvines, batalla (1214), 40
Asia, 35, 50, 58, 85, 168, 179 Briand-Kellogg, pacto ( 1928),
Sudeste Asiático, 93 175
Austria, 51-53 Brodie, Bernard, 78, 184
Aviñón, 43 Bulganin, Nikolai, 94, 96
Azincourt, batalla ( 1415 ), 45- Bureau, hermanos, fábrica, 47
47, 160 Bush, George H., 115
Bush, Georg e W., ISO- 153
Balcanes, 114, 141
«balcanización», 13 7 caballería, caballeros, 21, 29-
Bandung, conferencia (1955), 30,33,35,38,40,42,44-46
93-94 Calais, 43
Bangkok, tratado ( 1995 ), 179 Camboya, 108-110,139
Baratieri, Oreste, 59 Canal de la Mancha, 49
bárbaros,23,26,32-36,41 Carlos V, rey de Francia, 43
Barbarroja, Operación Carlos VI, rey de Francia, 45-
(1941 ), 67 46
Barthélémy, Dominique, 41 Carlos VIl, rey de Francia, 43,
Basáyev, Shamil, 131-133 46-47
Battistella, Dario, 147 Carlos Marte!, rey de Francia,
Bedford, duque de, 43 39
Belgrado, 144-145 Carnot, Lazare, 52, 54
Ben Gurion, David, 95 Cartago, cartagineses, 31-32
Berlín, 69 Cascos Azules, 130, 136-138
crisis de 1948, 78 Castillon, batalla (1453), 47
Muro de Berlín, 183 Catón, 31
Bernhardi, Friedrich von, 68 centrales nucleares, 173-174
Bessonneau, fábrica, 47 César, Julio, 31-32, 140
Biblia, 174 Chalus, castillo, 42
Bizancio, bizantinos, 37-38, 157 C:hang Kai-Chek, 89
ÍNDICE DE NOMBRES 199

Chechenia, 128, 131-134 Crécy, batalla (1346), 40, 44-


Chernobil, 17 4 45,47
Chilperico, rey de los francos, Cruz Roja, véase CICR
34 Cruzadas, 38-41
China, 30, 42, 57-58, 82 Cruzada de los niños. 39
periodo de los Reinos Com- CTBT (Tratado de Prohibi-
batientes, 15 7, 159 ción Total de Armas Nu-
relación con Estados Unidos, cleares), 178
185-186 «Cuarta Guerra Mundial», 146
teóricos chinos, 157-159, 170 Cuba,
y la guerra de Corea, 85-90, crisis de los misiles (1962),
93-94,97-98,110,113,140 81-82
Chu En-lai, 93 revolución, 98
Churchill, Winston, 77
Cicerón, 115 Daría III, rey persa, 29
CICR (Comité Internacional Davidoff, Denis Vasilievich, 56
de la Cruz Roja), 176 Dayton, acuerdos (1995), 137
Cisjordania, 95 De Gaulle, Charles, 9, 16, 64-
Cisma de Occidente, Gran, 43 67, 160
Clark, Wesley, 143 Delmas, Philippe, 183
Clausewitz, Carl von, 12, 15, Demurger, Alain, 46
21,56-5~74, 126,175 Des Ursins, Jouvenel, 47
Clermont-Ferrand, concilio Dien Bien Phu, batalla ( 1954),
(1095), 40-41 96, 104
Clinton, Bill, 143, 182 Douhet, Giulio, 69
Combined Action Platoons Drake, Francis, 49
(CAP), estrategia antigue- Dresde, 69
rrilla, 106 Du Guesclin, Bertrand, 43
Contamine, Philippe, 41 Duby, Georges, 45
Corán, 174 Dudayev, Dzyojar, 131
Cordesman, Anthony H., 144 Dufour, Jean-Louis, 130
Corea, véase Guerra de Corea Dunant, Henri, 175-176
Corea del Norte, 83, 85-86, Durschmied, Eric, 107
88
Corea del Sur, 85-86 Eden, Anthony, 94
Courmont, Barthélémy, 76-77, Egipto,24,54,93-95, 113
149,162, 174 Eiffel, Gustav, 108
Coventry, 69 Eisenhower, Dwight, 90
200 (N DICE DE NOMBRES

Ejército Rojo, 88, 111-112 Francia, 140, 163-164, 175


Enrique V, rey de Francia, 43, Argelia, 97-99
45-46 crisis de Suez, 94-96
Escipión el Africano, 31 Edad Media, 14, 39, 42-47
España,39,49,55, 140 Edad Moderna, 50-52
Estados Unidos, 19, 61, 69, 73, en la Primera y la Segunda
81,109,114,160,165,168- Guerra Mundial, 62, 64-67
169,171-172,175 Guerra franco-prusiana (1870),
e Irak, 149,151-153 61
Guerra de Secesión estado- Indochina,92-93,96-97, 101-
unidense (1861-1865),59- 102, 104
60,64 potencia nuclear, 82
relación con los aliados Revolución Francesa y Napo-
europeos, 141-143, 151, león, 53-55
180-182 Frente Patriótico Ruandés
relaciones con China, 185-186 (FPR), 139
y Afganistán, 112, 154 Froissart, Jean, 45
y la bomba atómica, 75-80 Fulton, 77
y la Guerra de Corea, 85-88
y la Guerra del Golfo, 116- Gandhi, Mahatma, 187
121 Gaugamela, batalla (331 a.C.),
y la RAM, 122-128 29
y la Segunda Guerra Mundial, Gaza, 95, 152
62, 70 Gengis Kan, 35-36
yKosovo, 143-144 Genserico, rey visigodo, 33
y Somalia, 128-130 Géré, Fran'tois, 92
y Vietnam, 100-108, 112-113 Giap, Vo Nguyen, 104
Ginebra, Convenios de, 169,
falanges griegas, 25, 29-30 174-176,178
FBI (Federal Bureau of Inves- Giribault, fábrica, 47
tigation), 165 Gran Muralla china, 157
Felipe JI, rey de España, 49 Grand Armée, 55
Filípides, 25 Grecia, griegos, 24-27, 29-30,
Fissile Material Cut Off Trea- 41,77
ty (Tratado para la Prohi- Grotius, Hugo, 175
bición de Producción de Grousset, René, 36
Material Fisible), 179 Grozni, 131-132, 134
Fontenoy, batalla (1745), 52 Guderian, Heinz, 67, 128
fNDICE DE NOMBRES 201

guerra asimétrica, 16, 21, 42, Guerra de Sucesión de Aus-


74, 91, 99, 104, 110, 116, tria (1740-1748), 51-52
129, 141-142, 145, 155- guerra de posiciones, véase
162, 168,171-172, 185 guerra de desgaste
guerra civil, 42, 49, 59, 89, Guerra de Troya, 25
109, 135, 137, 140, 152 Guerra de Vietnam (1958-
Guerra de Afganistán, 1975), 100-113, 120, 129,
(1979-1989), 111-113 155
(2001- ), 124, 154-155, 163 Guerra del Golfo ( 1991), 116-
guerra de atrición, véase gue- 121
rra de desgaste Guerra del Peloponeso (431-
Guerra de Bosnia-Herzegovi- 404 a. C.), 26-27
na(l992-1995), 134-138 Guerra del Yo m Kipur ( 1973 ),
guerra de civilizaciones, 165 95
Guerra de Corea ( 1950- Guerra franco-prusiana
1953), 85-91 (1870-1871), 61
guerra de desgaste, 19, 21, 61- Guerra Fría, 72-148, 165, 169,
64, 106, 135 178-180, 183-184, 186
guerra de guerrillas, 32, 55- Guerra lrán-Irak, 169
56, 60, 63, 85, 88-90, 92, «guerra justa», 115, 175
97-98, 103-106, 109-110, <<guerra limpia», 120
116, 132, 134, 148, 152, <<guerra relámpago>>, 35, 95,
154,156,159,162 118, 149 ; véase también
Guerra de Indochina ( 1945- blitzkrieg
1954),93,96-97, 101,104 guerra total, 16, 21, 56, 59, 61,
Guerra de Irak (2003- ), 124, 67-70, 76, 183; véase tam-
143, 148-155, 161, 184; bién Primera Guerra Mun-
véase también Guerra del dial y Segunda Guerra
Golfo y Guerra Irán-Irak Mundial
Guerra de Kosovo (1999), Guerras del opio (siglo XIX),
120, 126, 140-145, 181 57-58
Guerra de los Cien Años Guerras Médicas (siglo V a.
(1337-1453), 14,41-44,47 C.), 25-26
guerra de maniobras, 19, 21- Guerras púnicas (siglos III-11
22,70 a.C.), 31-32
Guerra de Secesión estado- guerrilla, véase guerra de gue-
unidense (1861-1865), 59- rrillas
60,64 Guevara, Ernesto Che, 98
202 LA (il IERRAc UNA INTRODUCCIÓN

Guibert, Jacques de, 53 Interahamwe, grupo, I 39


Gustavo Adolfo Il, rey de Sue- Irak, 95
cia, 50 guerra con Irán, 169
Guerra del Golfo, 118-120
Habyarimana, Juvenal, 139 intervención estadouni-
Hackworth, David, 103 dense, 124, 143, 148-155,
Halabja, 169 161, 184
Halperin, Morton, 1O1 Irán, 77, 1Il, 169
Hamburgo, 69 <<iraquización», 152
Hanoi, 108, 110 Isabel I, reina de Inglaterra, 49
hard power, 186 Isandhlwana, batalla, 59
Harkins, Paul, 103 Islam, 38, 133, 159
Harris, Malvin, 12-13, 15 Israel. 83, 94-95, 138, 151
Hayden, H T., 19 Italia, 47-49,54, 59, 69, 176
heartland, 73 Izetbegovic, Alija, 137
Héctor, 25
Helena, 25 Japón, japoneses, 36, 58, 62,
Hiroshima, 69-70, 75, 77 85,177
Hitler, Adolfo, 69 Segunda Guerra Mundial,
Hobbes, Thomas, 13 70, 75,87,93, 167,170
Holanda, 49-51, 175 Jattab, comandante cheche-
Homero,25 no, 133
Hong Kong, 94 jemeres rojos, 109-11 O, 139
Hungría, 141 Johnson, Douglas, 161
Huntington, Samuel, 165 Jomini, Henri de, 57
Husein, Sadam, 115, 119, 140, Jordanía, 95
150, 152, 169 Juan sin Miedo (Juan I de
Borgoña), 43
Ignatieff, Michael, 143 Juana de Arco, 43,46
Imperio Otomano, véase Tur-
quía Kahn, Herman, 80
Impuzamugambi, grupo, 139 kamikazes, 70
Indi~26,83,93, 187 Kaplan, Robert, 124
indios norteamericanos, 59, Karadzic, Radovan, 135
170 Kautiliya, 26
Indonesia, 93 Kellerman, Fran<;:ois, 53
Inglaterra, véase Reino Unido Kellogg, Frank B., véase Briand-
Inoue, Yasushi, 36 Kellogg, pacto
ÍNDICE DE NOMBRES 203

Kennedy, John F., 101 Ming, dinastía, 157


Kim il-Sung, 88 Missile Technology Control
Kim Jong-il, 88 Regime (1987), 187
Krupp, fábrica, 61 Mitchell, William, 69
Kuwait, 117-119,121 Mladic, Ratko, 135-136
Kyushu, 75 Mogadiscio, 129-130
Mollat, Michel, 44
La Haya, 169 Mollet, Guy, 95
Lawrence, Thomas E, 63 mongoles, 35-36, 159
legiones romanas, 30-31, 33 Moro, Tomás, 180
Lenin, Vladimir l. Ulianov, Moscú,55,90, 133
60,151 Mozambique, 100
Liddell Hart, Basil, 64 m uyaidines, 111, 113
Liga Árabe, 95
Little Big Horn, batalla (1876), Naciones Unidas (ONU), 86-
59 87,115,118,130,136,138-
Lituania, 39 140, 143, 149-151, 163,
Lon No!, 109 177-178, 180-181; véase
Lorena, 61 también Cascos Azules
Luis XI, rey de Francia, 43 Nagasaki, 69-70, 75
Luis XV, rey de Francia, 51 Napoleón, cañones, 60
Napoleón Bonaparte, 53-57,
MacArthur, Douglas, 86 98
Macao, 94 Napoleón Ill, 61, 176
Maginot, Línea, 157 Nasser, Gama1 Abdel, 93-95
Mahan, Alfred, 60 Nehru, Sri Pandit Jawaharlal,
Malasia, 106 93
Mao Zedong, 87-90, 98, 103- Ngoa Loan, Nguyen, 107
105, 109, 159 Nivelle, Robert, 64
Maquiavelo, Nicolás, 26, 48 Nueva York, véase 11-S, aten-
Maratón, batalla (490 a. C.), 25 tados
Mario, Cayo, 31 N úremberg, juicios de ( 1946 ),
Mauricio, emperador bizan- 177
tino, 37 Nye, Joseph, 186
Meiji, dinastía, 58
Menelao, 25 Ohio, 170
Metz, Steven, 161 Okinawa, batalla (1945), 75
Milosevic, Slobodan, 137 Olympic, operación (1945), 75
204 LA GliERRk UNA INTRODIICCIÓN

OMS, (Organización Mun- Poitiers


dial de la Salud), 180 batalla (732), 39
ONG, (Organizaciones no batalla ( 1356), 44-45,47
Gubernamentales), 136 Poi Pot, 109
ONU, véase Naciones Unidas polemología, 83
OPAQ, (Organización In- Polibio, 27, 31
ternacional para la Prohi- Polonia, 140-141
bición de Armas Quími- Pompeyo, 140
cas), 169 Port Said, 94
Oriente Medio, 38, 62-63, Portugal, 49, 100
151-152 Powell, Colín, 118
OTAN (Organización del Praga, crisis de 1948, 78
Tratado del Atlántico Nor- Primera Guerra Mundial, 62-
te), 84, 117, 126, 136-137, 64,68,169,176
140-145, 154, 181 Príncipe Negro, 43
Prusia, 53, 56, 61
Pacto de Varsovia, 84, 11 7,
140 Qiao Liang, 185
Pakistán, 83, 112 Qing, dinastía, 157
Palestina, 151-152
panarabismo, 94 RAM (Revolución en los
París, convenio sobre prohi- Asuntos Militares), 24,
bición de armas químicas 122-128, 160
(1993), 169 Rarotonga, conferencia
paz de Dios, 40, 174 (1985), 179
Pearl Harbor, ataque (1941), Recaredo, rey visigodo, 34
167 Reconquista en la Península
Pelindaba, tratado (1996), Ibérica, 39
179 Reino Unido,
Península Ibérica, 39, 98 crisis de Suez, 94-96
Pensilvania, 170, 173 Edad Media, 39, 42-44
Peres, Shimon, 146 Edad Moderna, 49-51
Pétain, Philippe, 64, 67 en el periodo de entregue-
Phnom Penh, 109 rras, 64, 66, 73
Picquigny, tratado (1475), 43 Irak, 149
Pillar, Paul, 168 potencia colonial, 57, 59
Pin, Yathay, 109 potencia nuclear, 82
Poirier, Lucien, 72, 78 República Checa, 141
ÍNDICE DE NOMBRES 205

Reynaud, Paul, 65, 67 ShangYang, 157-158


Ribnikar, Darko, 162 Sihanuk, Norodom, 108-109
Ricardo Corazón de León, rey Sima Qian, 158
de Inglaterra, 39, 42 Sinaí, 95
Richelieu, Armand-Jean du Siria, 95
Plessis, cardenal, 50 soft power, 14 7, 186
rimland, 73 Solferino, batalla ( 1859), 176
Robespierre, Maximilien, 164 Somalia, 128-130, 134
Rodgers, Paul, 164 Spykman, Nicholas, 73
rogue states, 120 Srebrenica, masacre (1995 ),
Roma, romanos, 25, 30-35, 136-137
140, 157 Stalin, Iosif, 90
Tratado del Tribunal Penal Stalingrado, batalla ( 1942-
Internacional, 178 1943), 69
Roosevelt, Theodore, 61 Suez, crisis de (1956), 94-96,
Rumsfeld, Donald, 153 138
Rusia, 51, 55-58, 112, 128, Sun-tzu, 90, 98, 157-159
128; véase también Unión
Soviética Tácito, 32
y Chechenia, 131-134 Taipei, 86
Taiwán, 89
Saigón, 104-105, 109 Temujin, véase Gengis Kan
Salazar, António de Oliveira, Tercer Mundo, 93
lOO <<Tercera Guerra Mundial»,
Salustio, 32 72-73,87,90
San Agustín, 115 Termópilas, batalla (480 a.
Santo Tomás de Aquino, 115 C.), 25
Sarajevo, 135 terror, terrorismo, 21, 36, 56,
Sauvy, Alfred, 93 72, 76, 145-147, 152-153,
Segunda Guerra Mundial, 19, 156, 162-168, 172-174
62-63, 65, 67-71, 73, 77, equilibrio del terror, 73, 84
83, 87, 91-93, 100, 103, Tertrais, Bruno, 147
106, 110, 117, 122, 169- Tet, ofensiva (1968), 105, 108
170, 175-177, 184 Thomson, Robert, 106
Serbia, serbios, 13 7, 142, 144- Tiberio 11, emperador bizan-
145 tino, 37
República Serbia de Bos- Tlatelolco, tratado (1967), 179
nia, 135, 137 Todd, Emmanuel, 120
206 LA GUERRA: UNA INTRODUCC

Tokio, 58, 75
juicios de (1946), 177 Valmy, batalla (1792), 53
Trafalgar, batalla (1805), 50 van Creveld, Martin, 21
.,,
TNP (Tratado de No Prolife- Vauban, Sébastien Le Prest1
ración de Armas Nuclea- señor de, 52
res, 1969 ), 82-84, 178 Verdún, batalla (1916), 64
tregua de Dios, 40, 174-175 Viet Minh, 96-97
Tribunal Internacional de vietcong, 102-103, 105-109
Justicia (TIJ), 177, 180 Vietnam, véase guerra d
Tribunal Penal Internacional Vietnam
(TPI), 178 Vietnam del Norte, Il>4-10.:
Tribunal Penal Internacional 108-109
para la antigua Yugoslavia Vietnam del Sur, 101-103
(TPIY), 136 105, 107
Truman, Harry S., 77, 86,90 visigodos, 33
Tucídides, 26-27 Voltaire, Fran~ois Mari(
Tudjman, Franjo, 137 Arouet, 51
Turquía, turcos, 39, 62-63,
159 Walzer, Michael, 115
Wang Xiangsui, 185
Udugov, Movladi, 133 Warden, John, 17-20
Unión Soviética, 60, 73, 77, Washington, 90, 92, 161, 163,
95,100,117 165
Afganistán, 111-1 13 Waterloo, batalla (1815), 51
crisis de Suez, 95 Weart, Spencer, 184
en la Segunda Guerra Mun- Weber, Max, 74
dial, 67,70 Westfalia, tratado (1648), 51
fin de la Unión Soviética,
131, 148, 171 Yanderbiev, Zelimjan, 133
Guerra de Corea, 86-87 Yarmuk, batalla (636), 38
potencia nuclear, 79-80, 82, yihad, 38
169
UNSCOM (Comisión de la Zama, batalla (202 a. C.), 31
ONU para Irak), 149 ZEAN (Zonas Exentas de Ar-
Urbano II, 40 mas Nucleares), 179
US Air Force, 69 Zukov, Georgi, 70
Lista de recuadros

La Arthashastra ......................................................... 26
Tucídides.................................................................... 27
Las guerras púnicas................................................... 31
Salustio ...................................................................... 32
Los bárbaros y la guerra............................................ 34
Mauricio .................................................................... 37
La expansión del islam de los primeros años .......... 38
Las cruzadas.............................................................. 39
La caballería............................................................... 40
La Guerra de los Cien Años(l33 7-1453) ........ ......... 43
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) ............................. 48
La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) ............ 51
Carl von Clausewitz (1780-1831)............................. 56
Henri de Jomini (1779-1869) .................................. 57
Lenin y el ejército revolucionario............................. 60
Thomas E. Lawrence (1885-1935) ........................... 63
La batalla de Verdún (21 febrero-19 diciembre 1916). 64
William Mitchell (1879-1936).................................. 69
Nicholas Spykman, heartland y rimland.................. 73

207
208 LISTA DE RECUADROS

Raymond Aron ( 1905-1983) ..... ................. .............. 74


La crisis de Cuba ............................. .... ... ....... ... .... ..... 81
La polemología.......................................................... 83
La guerra de guerrillas.............................................. 95
La guerra de los seis días........................................... 98
La guerra justa........................................................... 115
La guerra limpia........................................................ 120
Los Cascos Azules...................................................... 138
La guerra civil............................................................ 140
La Gran Muralla China............................................. 157
Sun-tzu (siglo IV a. C.).............................................. 159
Los atentados del11 de septiembre de 2001............ 163
Las guerras de civilizaciones..................................... 165
El pacto Briand-Kellogg............................................ 175
Gandhi y la no violencia........................................... 18 7
Índice

Introducción: ¿Qué es la guerra?............................... 11


l. La guerra y su evolución en la historia................. 23
2. Guerra Fría y conflictos de baja intensidad......... 72
3. Los conflictos después de la Guerra Fría.............. 114
4. Los nuevos rostros de la guerra: ¿La guerra sin fin? 146
Conclusión: el brillante futuro de la guerra .............. 183

Bibliografía................................................................. 189
Índice analítico........................................................... 197
Lista de recuadros ...................................................... 207

209
1'
1
Massimo L.
Salvadori

Breve
historia del
siglo XX

H4236

El siglo xx ha sido el más largo de la Historia: nunca el mundo


había cambiado de manera tan rápida, profunda y amplia en
cien años. En esta BREVE HISTORIA DEL SIGLO XX, el autor,
a la vez que pasa revista a los hitos fundamentales del mismo,
plantea una sugerente reflexión sobre las grandes cuestiones
que lo distinguen de todas las épocas que lo precedieron. Si los
cambios políticos y geopolíticos sucedidos desde 1900 resultan
impresionantes, más lo son los derivados del desarrollo econó-
mico, y aún más las consecuencias del progreso científico y tec-
nológico. Centuria de violencias y tragedias nunca vistas, el
siglo xx ha sido también un período de emancipación, demo-
cracia, bienestar y conocimiento: el balance tiene tantos aspec-
tos brillantes como oscuros. El tiempo de la duda radical y de
la caída de los mitos, como el profesor MASSIMO L. SALVA-
DOR! califica al siglo xx, ha servido para hacer al ser humano
el árbitro de su propio destino. Y nos ha traído hasta el
momento presente, en que la Humanidad se halla ante una
dramática encrucijada entre la agresividad y el progreso civil.
Ricardo Artola
Ricardo Artola

La Segunda
Guerra
Mundial

H4250

Ningún acontecimiento del siglo xx ha sido tan analizado y


debatido como LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, de la
cual se han dado innumerables versiones contradictorias.
RICARDO ARTOLA proporciona en esta síntesis una ver-
sión global y equilibrada de la contienda, subrayando la
trascendencia del enfrentamiento entre la Alemania nazi y
la Unión Soviética. Además de la narración y el análisis del
conflicto y de sus hechos más destacados, la presente edi-
ción proporciona al lector un completo apartado de
Apéndices que recoge varios mapas de los diversos frentes,
una completa cronología comparada de los cuatro grandes
escenarios de la conflagración, un glosario donde se expli-
ca la actuación de los protagonistas -con especial atención
a Churchill, Stalin, Roosevelt y Tojo- y se aclaran términos
básicos del conflicto, y, por último, una descripción del
principal armamento utilizado, acompañado de ilustracio-
nes y de la explicación de su importancia en el contexto
bélico.
Charles Townshend

Terrorismo
Una breve
introducción

H4260

Una de las máximas preocupaciones de la sociedad occidental es


la amenaza de un terrorismo cuyo principal objetivo es que la
gente se sienta vulnerable. CHARLES TOWNSHEND desmenu-
za este fenómeno, ambiguo en su definición, alejándose de quie-
nes consideran que el terrorismo no tiene causas, sólo conse-
cuencias, y de que realizar un análisis del mismo supone com-
prensión o incluso compasión hacia los terroristas. TERRORIS-
MO. UNA BREVE INTRODUCClON desarrolla el tema desde
la aparición del término en la época del Terror francesa, pasan-
do por los atentados anarquistas que aplicaban «la propaganda
por la acción>>, su uso por <<movimientos de liberación nacional>>
(FLN argelino, IRA, ETA) o por grupos que lo consideraban nece-
sario para alcanzar la <<revolución>> (Brigadas Rojas, Ejército Rojo
alemán), hasta el terrorismo <<transnacionah> de hoy, cuyo mejor
ejemplo es Al Qaeda. El libro concluye planteando cuestiones
trascendentales para las sociedades democráticas, como el papel
a desempeñar por los medios de comunicación, y hasta dónde
han de llegar las medidas antiterroristas por parte del Estado sin
alterar los fundamentos de una sociedad de derecho.
Philip Jenkins

Breve
historia de
Estados
Unidos

H4263

Nación que suele suscitar las más encontradas reacciones, la


imagen de los Estados Unidos de América se compone, sin
embargo, en gran medida, de prejuicios y estereotipos. Esta
BREVE HISTORIA DE ESTADOS UNIDOS recorre el desarro-
llo histórico de este país desde los inicios de la colonización
hasta nuestros días, destacando no sólo los grandes aconteci-
mientos políticos y militares, sino también aspectos como la
diversidad regional, la pluralidad cultural e ideológica, la impor-
tancia de las minorías o la relevancia que tuvieron, en determi-
nados momentos, personajes y corrientes que hoy consideramos
marginales. En un relato ágil y brillante, PHILIP )ENKINS nos
muestra la vitalidad de la sociedad, la economía y la cultura nor-
teamericanas, planteando hasta qué punto se trata de una histo-
ria única y excepcional, alejada de sus raíces europeas. Esta
nueva edición de la obra actualiza sus contenidos y recoge las
consecuencias que el segundo mandato del presidente Bush ha
tenido en la economía del país, en su radicalización política y en
la imagen internacional de Estados Unidos.
Robert J. McMahon
Robert J. McMahon
La Guerra
La Guerra
Fría
Una breve
introducción

H4264

Con la derrota de las potencias del Eje y el fin de la Segunda


Guerra Mundial comenzaron a evidenciarse las profundas difc~
rencias existentes -ideológicas, políticas, socioeconómicas, geo~
estratégicas- entre los miembros de la coalición triunfante. Bajo
la amenaza real de un posible enfrentamiento nuclear, dos
modelos bien diferenciados de sociedad -la occidental capitalis~
ta, encabezada por Estados Unidos, y la soviética comunista,
abanderada por la Unión Soviética- trataron de imponer sus
criterios en un mundo sometido a un intenso proceso de cam~
bio tras la sangrienta conflagración mundial y el nacimiento de
la descolonización en los países del llamado Tercer Mundo.
ROBERT McMAHON realiza una detallada síntesis de este
periodo en LA GUERRA FRíA: UNA BREVE INTRODUCCION,
mostrando no sólo la evolución en sí de la contienda, con sus
diferentes periodos y crisis (Berlín, Corea, Cuba, Vietnam ... ),
sino atendiendo a las repercusiones y fisuras que hubo dentro de
cada bloque, y a la íntima relación que la política interior tuvo
en las decisiones tomadas por norteamericanos y soviéticos en el
ámbito internacional.

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