Revisión de La Novela Sentimental
Revisión de La Novela Sentimental
Revisión de La Novela Sentimental
Bibliófilos espaüoles, 1885); S. Gru GAYA, a las de DIEGO DE SAJ.....- PEDRO (Madrid,
Clásicos Castellanos, 1950); B.'-RBARA MATUI..KA en The Novels of Juan el' FlOYes
ancl tlteir et~ropean diffttsion (New York, 1931). Conviene aüadir, al menos, el
primero de los dos espléndidos estudios de MARiA RosA LIDA, dedicados a Juan Ro-
dríguez (N R FH, 1952, VI, 313 y ss.); A. KRAUSF., Apunt' bibliográfico sobre Diego
d• San Pedro ( RFE, 1952, 126-3o); E. W. OI.MSTED,"'Story of Grisel and Mirabella
(Hom. a Pidal, II, ;\69-373). Como visiones criticas de conjuuto, vid. también
A. KRAUSE, El tractado novelistico de D. de San Pedro ( Bulletin Hispanique, 1952,
245-75) y B. WARDROPPER, El mu1ulo sentime11tal ele la Cárcel ele Amor (RFE,
1953, 168-193·
1 La deuda cervantina a San Pedro es visible en algunos episodios del Quijote
(Marcela, Cardenio, Dorotea) y en el tono de varias •Novelas•, en particular El
amante liberal (Fid. :\lENÉXDEZ Y PELAYO, ob. cit.). GIANNINI localizó la huella
de la Cárcel sobre El cortesano en la defensa de las mujeres y el elogio de Isabel
la Católica (La Cárcel de Amor y El Cortesauo de Castiglíone, cu RHi, 1919, 547).
Ariosto se inspira en el Grisel para su episodio de Ginebra en el Orlando furioso y
·Lope tiene presente la misma obra en los dos primeros actos de La ley ejecutada
(OUtSTED, art. cit.). Una serie de elementos de iYienina e mo¡::a denuncian inequi-
vocamcnte la lectura de San Pedro, aparte de concomitancias expresivas: encuentro
de Menina en el monte, muerte repentina de un ruiseñor y llanto la hermana del. de
Cavalleiro renuten a otros tantos pasajes paralelos de la Cárcel o el Arnalte (E.
BucETA, Algu11as relaciones de la Me11ina e mo¡::a con la literatura española, especial-
mmte con las tzovelas de D. de S. P., en Revista del Ayuntamiento ele Madrid, 1933,
X, 300 y SS.
rios que ves quiero iufonnarte,' la causa de mi prisión quiero que sepas,
que me delibres quiero pedirte& -oímos a Leriano, complicando en la
acción al autor desde las primeras páginas de la Cárcel, cárcel que, por
cierto, se quiso identificar con el castillo de Peñafiel, de cuya fortaleza era
alcalde San Pedro-). El autobiogx:afismo de Grimalte y Gradissa asoma
ya en la primera página: «Comienza uu breve tratado compuesto por
Johan de Flores, el qual por la siguiente obra mudó su nombre en Gri-
malte&. Juan de Cardona, autor del Tratado Uamado de amor, nos descubre
al principio de la obra el nombre verdadero de personajes y lugares 1 •
Se recrea literariamente una historia de amor, estirándola y apurándola
góticamente hasta lo inverosímil y extraordinario, a lo ejemplarmente
inimitable; una lústoria propia o couvivida; o una historia -y éste es el
caso del «tratado compuesto po~ Juan de Flores&, ya citado- que arranca
de otra historia literaria: <cla inveucióu del cual [tratado] es sobre la
Fiometa... ». Y como en· la Ft"ammetta, larga elegía boccaccesca, el tono
quejumbroso se da con invariable insistencia en todas y cada una de estas
obras: viene determinado, como veremos, por una de las premisas del
amor cortés, convención esencial a la materia erótica de este género. En
vez del áxúmo esforzado que sihgulariza a los héroes de caballerías, estos
amadores hablan de lágrimas, las vierteu como doncellas, suspiran.
•Hacia el fin de la Edad 1\ledia -escribe Huizinga- era una amarga
melancolía el tono fundamental de la vida., y una solemuidad profana
cualquiera resultaba ocasión propicia para derramar un mar de lágrimas 2 •
No se trata de una debilidad individual; es más bieu la exhibición, a
veces multitudinaria, arrogaute, de una como superabundancia psíquica.
•Tendió muy sin piedat las muy lindas manos suyas, en grand estrago de
sus cabellos, hilos de oro pere9ientes, tyrando dellos muy sin dolor,
firiendo en el real visaje, plegando las blancas manos, botando el gra~ioso
cuello, llorando, gymiendo, agremente sospirando, haziendo las bas-
cas, fasta obmudecida caer en el rico estrado syn sentido& (Siervo,
66) .. Esta misma obra, inauguradora del género, nos provee . de
innumerables ejemplos más: <<Como yo el syn ventura pade<;ieute
por amon> (47); «dando fuertes gemidoS)) (52); «diciendo con muchas lá-
grimas• (52); Lamidoras, <<el triste&, «con gran tristor viene en muy
esquivo clamor y sospirar y doloroso llanto• (59}; •el dessentido Ardan-
lier añadió las afortunadas quexas al triste e amargoso llanto& (e2);
1 J!id. en E. nua-;rA, a1·t. cit., pp. 295-299, una caracterización general y breve
de este género novellstico. Recoge la sospecha de D. Marcelino respecto al carácter
autobiográfico de los an1ores que San Pedro atribuye a I.eriano.
• El oto1io de la Edad Media. Madrid, 1934, vol. I, pp. 46 y 19.
<<el dessentido Lamidoras, bañado en lágrimas ... (64); << ... todos los gen-
tiles galanes, graciosas e lindas damas, que eran en continuo lloro>> (69).
Arnalte y Leriano se compadecen de sí mismos: <<¡O alma triste, fiel com-
pañera mía! ¿para qué morada tan entristecida te escogiste?>) ( Arnalte, 29);
«Yo soy el más sin ventura de los demás ·desaventurados. Las aguas rever-
decen la tierra y mis lágrimas nunca tu esperanza, la cual cabe en los
campos y en las yervas y árboles, y no puede caber en tu corazón» (Cár-
cel, 186). En el Grisel, cuando la reina abandona su esperanza de conseguir
el indulto de la pena capital, impuesta a Mirabella por sus amores secretos,
se retira y llora con sus damas. Flores no tiene empacho en la hipérbole,
ya que se trata de un correlato formal de magnitudes afectivas, no sus-
ceptibles de peso y medida: <<eran quinze mil donzellas vestidas de luto,
las quales con llantos diversos y mucha tristeza ayudavan a las tristes
lágrimas d~ la madre y desconsolada Reyna ... >> (358). El luto externo
acompaña -como en el ejemplo precedente- al externo: Arnalte habla
del <<triste color de todas mis ropas>> (47) y del <<mucho e muy doloroso
luto» que hizo traer, <<de lo cual a mis criados e a mi vestir fize» (66); o
de ciertos cortesanos con <<los rostros cubiertos de dolor, y los cuerpos de
luto muy trabajoso>> (5). Lamidoras llega <•a la gran c;ibdat de Colonia,
donde a los XXI días, cubierto de luto>>, ve al Emperador (Siervo, 66).
Estas novelas presentan una simpática aproximación a la psicología
femenina, una introducción curiosa en el proceso erótico, ya que parece
exagerado· afirmar, como se ha hecho, que la novela sentimental nos
traza <<tula anatomía de la pasión amorosa>>; se bucea sobriamente en el
trasfondo misterioso del alma de una mujer. I,o peculiar y propio de la
coquetería -mantiene Simmel- consiste en producir agrado -esto es,
satisfacción ante lo meramente contemplado- y deseo o ansia de domi-
nio mediante síntesis y antítesis, ofreciéndose y negándose, diciendo que
sí y diciendo que no alternativamente, contraponiendo posesión y no
posesión, dándose aparentemente y negándose a la postre, como con-
firmando con una conducta equívoca y zigzagueante una idea de raíz
platónica que entendía el amor como un estadio intern1edio entre la
posesión y la no posesión.
Esta táctica inconsciente tiende a sembrar el desconcierto, la estupe-
facción, la confusión psicológica del pretendiente, con objeto de mantener
y provocar a la vez la iniciativa en una danza alternante; luego, distra-
yendo intencionadamente la atención en un objeto secundario y de suyo
indiferente -un libro, un perro, unas flores- a fin de no declararse
objeto de asedio o de reconocer el asedio mismo 1 .
1c ... Y quiero traer en ejemplo el pavón, que aún no contento con la beldad
de su plumaje, pone eu rueda las sus doradas plumas por wás aplacer a una sin
comparación tan fea ave como es la pa...-a, y aún esta quiere ser muy rogada, y en
pago de cuanto se traballa por la plazer, tanto más ella se desvia de mirarle y por
semellaute la mayor parte de las fembras quieren ser rogadas.t (Grisel, 347).
i ... do
que el corazón alli sintió, pues contemplar non se puede, dezir non lo
. debo~ ( Arnalle, 6o). «l\Ii mano especificar no sabeo y •a nú no es posible de lo
escribir (Grimalte, 396 y 408).
z Tan profuso, intrincado campo crítico parece haberlo roturado en primer
lugar la bibliografía alemana: Fraumdienst und Vassallitiit, famoso artículo de
WECHSI.ER, apareció en 1902, en la benemérita Zeitschrift fiir Franz. Sprache 11.
Literatur. Encuentro básicamente orientadores, entre otros, los siguientes trabajos:
RODIÚGUEZ LAPA, LiyiJes ... Lisboa, 1929, cap. I, ~A cultura trovadoresca•>; M. LOT
BORODINE, Sttr les origines et les fins du service d'amour, en Méla,zges ]eam·oy.
Parfs, 1928, 224-242; R. BEZZOI.A, Les origines et la formation de la litlérature
courtoise en Occidmt. París, 1944; P. BEI.PERRON, La joie d'amour, contribution
d l'étztde des troubadours et de l'amour courtois. París, I948. Sobre ·el ámbito socio-
politico de su nacimiento, vid. la bella presentación de P. SALINAS en jorge Man-
riqtte o Tradiciótl y originalidad. Buenos Aires, 1947. Mención aparte merecen los
trabajos del hispanista americano ÜTIS H. GimEN, quien lia centrado con ahínco
y finura su investigación en la literatura española: Courtly Love in Spanish Can-
cioneros, P)jfLA, 1949; El amor cortés en _Quevedo. Zaragoza, 1955; pero aparecido
antes, 1952, en Colorado; y, finalmente, la reestructuración y ampliación en su
libro Spain a11d the JVestern Tradition, vol. l, l!r1adison, 1963, pp. 72-132.
Historia social de la Literah1ra y del Arte. Madrid, 1962, 2."' ed. pp. 220-24.
1
afirmación del n1undo, propia de una sociedad que nace después del caos
-invasiones bárbaras y descomposición del Imperio de Occidente-.
y crea sus propias formas de convivencia.
El mismo Hauser ha señaiado que la cultura cortesana medieval es
una cultura específicamente femeuina, y no sólo por la participación
decisiva de la mujer en la vida espiritual e intelectual, siuo pox:que los
hombres ~igue11 conscientemente el modo de pensar y de sentir femeninos.
Al constituir la mujer una fuerza ética, un principio educativo y la
célula madre de toda convivencia social, se. hace también objeto de cor-
tejo, fuente y argumento de arte, público cualificado de la poesía. Antes
· había sido objeto de botín; ahora es destino y modelo de toda cortesía.
Ovidio vefa en el amor una enfermedad que priva al hombre de cono-
cimiento, paraliza su voluntad y le hace vil y miserable. Lo cortesano
nos ofrece ahora a la ntujer como ser esquivo e inaccesible, y al hombre
languideciendo por amor, abandonándose voluptuosamente a la pena
en un a modo de exhibicionismo masoquista de su sentimiento 1• El cam-
bio no es concebible sin el Cristianismo; ni sin que conduzca, en manos
de artista, a expresiones heréticas 1 • ·
Lot-Borodine ha resumido en tres los ingredientes fundamentales y
esenciales del amor cortés: I} ü'amour vertu•, el amor como principio
moral, como sentimiento ennoblecedor del individuo; 2} el amor como
sentimiento desipteresado y gratuito, como fin de si mismo: se ama por.
amar; 3) el amor cortés ha de mantener siempre la supremacía absoluta
del amádo sobre el amante 3 • ·
profano parece estar calcado del divino~. concluye (pp. 229 y 234 especialmente)
B:EZZOI.A, ob. cit., mantiene también el influjo de San Bernardo y estudia el traslado
a lo profano de ciertos conceptos de la espiritualidad cristiana del tiempo. DÉNIS
DE RouGEMONT sostiene el heretismo albigense de los trovadores (en L'amouY
et l'Occident. Parls,. 1939), refutado brillantemente por BEI.PERRON, ob. cit.,
pp. 220 y ss.
1 Ob: cit., p.
• Vid, por ejemplo, A. J. DENOMY. The Heresy of Courtly Love. New York,
1947· Es curioso que, con independencia absoluta respecto de Denomy y con méto-
do y objeto totahnente diferentes, VICENTE Risco llegue el mismo año a conclusio-
nes semejantes en su Biografía de Satanás. Barcelona, 1947: cEl amor cortés es,
en manos del diablo, uno de los más poderosos instrumentos de paganizadón de la
vida, de introducción paulatina de lo profano y mundano, del naturalismo• (p. 150).
Pero sohre esto volveremos más adelante.
1 Ob. cit., p. 223.
Por boca de Leriauo conocemos que San Pedro había meditado en los
problemas de honra, o, al menos, que no se satisfacía con la versión
estereotipada que ofrece el teatro. Así, cuando el infortunado Leriano
pronuncia las veinte razones por las que «los hombres son obligados a
las mujeres•, en la undécima nos tropezamos con el eticismo de Alarcón.
También San Pedro sabe que honra y virtud son una misma cosa, aunque
transija con la versión social y tópica de la fama. «Las mujeres -dice-
nos cha zen onrrados: con ellas se alcanc;an grandes casamientos con
muchas ba:.ziendas y rentas. Y porque alguno podría responderme que la
onrra está.en la-virtud y no en la riqueza, digo que también causan lo
uno como~lo otro• (r98).
Pero nos resta, como habrá advertido el lector, el tercero y más
denso -por lo menos el más trascendente desde el punto de vista ideo-
lógico-- de los elementos asignados al amor trovadoresco: aquel por el
que el amante rit1de un vasallaje místico a su dama, por el que reconoce
y declara su inferioridad absoluta frente al amado. y este elemento
cobija, a SU vez, subtcmas nláS O lllCllOS importantes; la belleza· como
determinadora de ese amor; el amor concebido como servicio de la cdes-
ordeuada orden de amon, al decir de San Pedro; la inaccesibilidad de la
amada; la «religión de amon o culto de la amada,
Una larga tradición.neoplatónica -sin que el amor cortés sea plató-
nico, como decíamos- asumen nuestros novelistas del xv cuando, cada
uno a su modo, nos señalan a la hermosura como fuente de su mal de
amores, o que, implícitamente, nos recuerden que amor es deseo de lo
bello. Sabemos que Liessa era «gentil&; sabemos que las servidoras de
Liessa eran «lindas damas•, como su señora (Siervo, 54-5}. A Arnalte
le cómplace particularmente la imagen, ya un poco romántica, de Lucenda:
«Y como la rubira dellos. [los cabellos] tan grande fuere e las muchas
lágrimas del rostro más le encendiesen y aclarasseu, tenía su grande
hermosura con estraña color matizada,>. Grisel, en fin, nos confiesa
paladinamente lo que otros ejemplos silencian, esto ·es, que la belleza
arrastra fatalmente al amor: «...assí como su edat cr~a, crec;ian y dobla-
van las gracias de su beldat en tanto grado, que cualquiere hombre dis-
puesto a amar, así como la mirasse le era forc;ado de ser preso de su amor,
y tan en stremo la amavan que por su causa venían a perder las vidas•
(Grisel, 334).
Si belleza implica amor, éste requiere vasallaje: maneras, disciplina,
servicio en la «desordenada orden de amon. Padrón acentúa en el título
de su obra el carácter deliberado· de su vasallaje, o juega eutrapélica y
pedantcmentc con el concepto de servicio: oE ya era a la sazón quien de
placer entendía de los amadores ser más alegre y bien afortunado amador,
1 Vid. más ejemplos en GRimN, Courtly Love ... , ob. cit., 230, y su Queved9,
cit., p. g6.
2 Vid. C. S. LEWIS, Tlze Allegory of Love, A Study in Medieval Tradition.
Oxford, 1936. .
' He aqui unos cuantos ejemplos de este género paródico de •tenaz arraigo
en las letras hispánicast, segúul\1. RosA LIDA (NRFH, 1952, 319): Las Misas d11
amor, de Suero de Ribera y Juan de Dueñas; la Letanía y los Salmos penitencia-
les, de Diego de Valera; el ;'i!iserere, de Francisco de Villalpaudo; el Serm6n d1
amores, de 1\Iosen Ga~ul; La Tligilia de la enamorada muerta, de Juan del Enzina;
otro Sermón ele amorl's, de Cristóbal de Castillejo. un· Wiártir de amon tópico f~e
sientpre Macias, en poesia, novela y teatro.
fu si bele e si bien feitefCom Dieus meismes l'avoit feite•; ceJa la fist Deus
de sa main nue f Por Nature feire musen). En ~1 provenzal «Breviari
d' Amoun (s. xrv) se representa así el Arbol del Amor: en un supremo
círculo, Dios, fuente de todo lo bueno; abajo, la Naturaleza, que Dios
instituyó para regir a sus criaturas. Mucho antes escribe su «cosmogonía
platonizante•, como Curtius la llama, el último pensador y poeta del
xn, Alauus de Lille (II28-r202), el «Doctor Universalis• que intenta
articular en el orden de Dios las fuerzas e impulsos vitales. Alauus expone
en su PlatJctus Naturae ideas que encontramos trescientos años después
en La Celestit,a. La Natura -escribe- ha creado al hombre a imagen
del macrocosmos. El cosmos es un estado sublime donde Dios gobierna
como eterno emperador. La Naturaleza se reconoce discípula sumisa de
Dios. La .obra de ésta es perfecta, e imperfecta la de aquélla. El hombre
recibe su nacimiento por medio de la Naturaleza, y su renacimiento por
Dios. Y apostilla Curtius: oEn Alanus, la Naturaleza se concibe como
instancia media entre Dios y ~1 hombre, pero se subordina humildemente
a Dios• 1 •
Pues bien, tanto el texto del embriagado Calisto, del que hemos
partido, como otros que ahora, sin más comentario, van a seguirle,
pertenecen al mismo linaje de pensamiento que el de Alanus: Dios,
creador de belleza; Dios criador mediante una Naturaleza delegada.
Así, Celestina elogia a Calisto, ·asegurando que minguna mujer lo ve
que no alabe a Dios, que assí lo pintó• (auto IV); Calisto se pregunta,
aludiendo a 1\!elibea, si «crió Dios otro mejor cuerpo&; poco después,
arrebatado por la belleza de su diosa,· comprueba que .toda natura se
reunió por la hacer perfecta• (auto VI); Celestina asegura que las penas
de amor «las obra natura, y la natura ordenóla DioSt (auto IV).
El hecho, pues, de que la inspirada sinrazón de Calisto le lleve a piropos
teológico-blasflematorios («Melibeo soy, a Melibea adoro•) no hace sino
inscribirla en la misma línea medieval, cortés y paródica a que nos hemos
referido, y que cuenta en su haber con el «tópico~> trovadoresco, según el
cual la amada, al igual que Dios a sus santos en el Paraíso, podía propor-
cionar la beatitud mediante la mera contemplación genuflexa. Tópico
trovadoresco, decimos, y también de la novela sentimental, que precede a
La Celestina. Y añadamos todavía un último ejemplo. El autor advierte
a Laureola: «Mira en que cargo eres a Leriano, que aún su passión te haze
servicio; pues si la remedias te da causa que puedas hazer lo mismo
que Dios, porque no es de menos estima redemir quel criar, assí que harás ·
Evasión y novela
1 Vid. en MATULKA, ob. cit., p. 8 y ss., una revisión completa, desde el Calila,
de las reprobaciones y defensas de la mujer, en particular las del siglo xv. En nuestra
literatura, Padrón parece haber sido el primero en dotar la disputa sobre las cuali-
dades de mujeres y hombres de un marco narrativo en forma de fábula, a la manera
de Ovidio. Como el procedimiento constituia una novedad, recogen el tema San
Pedro en sus dos obras y Juan de !:'lores en el Grisel, integrándolo en la narración
o vinculándolo a los caracteres. (Vid. :M. R.LIDA, art. cit., N R F/1, 1954, 16). La
dependencia de la obra de San Pedro y Plores a la de Padrón es más patente por
dos elementos, seünlados ya por Amador de los Ríos: inserción de poesías cortesa-
nas y ficción alegórica como introducción y cuadro general de la ficción.
en cierta medida, del hombre, del hombre que se ha alejado para enmarcar-
la idealmente -para hacerla paisaje- y poder contemplarla. Nuestros
escritores se pierden en ella. La evitan de varios modos: acogiéndose a
un clisé culto, con preferencia alegórico; reduciéndola a mera impresión
sujctivn, en la que angustiosamente provocan referencias humanas para
no perder pie; nnitluilándola bajo wta proyección sujetiva: ·
Bn el Siervo -donde, por cierto, M. Rosa Lida comprobó la auseucia
del sentimiento de la Naturaleza 1- tropezamos con una muestra
perfecta de destrucción del objeto por proyección afectiva y a la vez.
de alegorización de la Naturaleza. •El lindo arrayán- escribe Padrón-
consagrado a la deesa Venus, que era en la espa!)iosa vía de bien amar.
en· punto que sobre mí tendió las verdes ramas, fue despojado de su
vestidura; e la verde oliva, consagrada a 'a deessa Minerva, que era en la
angosta senda, la qual es la vida contemplativa de no amar, non padeció
más verdes fojas; e-el ruyseñor que a la sazón cantava, trocó el breve con
el triste atrono; las ledas aves gritaderas mudaron los sus dul~es cantos en
gritos e passibles lays; todas las criaturas que eran en verso de mi pa-
d~íerou eclypsyl) (47). Este imperio soberano de lo afectivo, que es el
modo romántico, y que, como en los románticos, restauradores de lo
popular, llega a convertir la Naturaleza en interlocutor confidente.
nos ofrece otro ejemplo expresivo: 4ILas voces que escomen~arou a dar
ponían tal tristeza en los ánimos que parescía el_sol scurecerse y el cielo
querer dello tomar sentimiento!) (Grisel, 355).
Este involuntario fraude, o digamos trueque de descripción por impre-
sión empareja casi siempre con la inseguridad de trazo y un miedo a
sentirse solos en medio de la Naturaleza traducido por la búsqueda
angustiosa de referencias humanas. Subrayo las palabras que trascriben
la impresión sujetiva, las referencias humanas y las expresiones que
constituyen como un burdo embrión descriptivo. «E siguiendo el arte
plazible de los caradores, andando por los tenebrosos valles en guarda del
peligroso passo que vedaba a los cavalleros andantes, trasponiendo los
collados en pos de los salvajes ... » (Siervo, 57). <cY cuando el largo caminar
entre ella y nú mucha tierra entrepuso, halléme en un gran desierto.
el qual de estra1ia soledad y temeroso espanto era poblado ( Arnalte, 3-4).
Andando algunos días sin poder hallar algtma persona, eu la mayor espe-
ra de aquella montaña o ct¡,asi en las aldas de aquella vi estar unos pastores
en una roca o cttasi así como una casica, que tenían cargo de pasturar
ganados ... y así yo anduve muchos días perdido eu la texidura de los
1Arl. cit., NRFH, 1954, p. 24, nota 16: •No veo en sus páginas sentimiento
de la naturaleza..... '
De la literalttra a la Historia
,•