La Civilización Del Occidente Medieval (PDFDrive)

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JACQUES LE GOFF

LA CIVILIZACION
DEL OCCIDENTE
MEDIEVAL
Jacques le Goff
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LAS GRANDES CIVILIZACIONES
COLECCIÓN DIRIGIDA POR RA YMOND BLOCH
LAS GRANDES CIVILIZACIONES
COLECCIÓN DIRIGIDA POR RA YMOND BLOCH
LA CIVILIZACIÓN
DEL OCCIDENTE MEDIEVAL
JACQUES LE GOFF

LA CIVILIZACION
DEL

OCCIDENTE
MEDIEVAL
Traducción de J. de C. SERRA RA.FOLS

246 HELIOGRABADOS
8 LÁMINAS EN COLORES
71 MAPAS Y PLANOS

EDITORIAL JUVENTUD, S. A.
PROVENZA, IOI - BARCELONA
U1 rtll lú 11 original de esta obra ha sido publicada por B. ARTHAUD, Parls,
1011 d lilulo de LA CIVILISATION DE L'OCCIDENT MÉDIÉVAL

© B. ARTHAUD, París, 1965

© EDITORIAL JUVENTUD, Barcelona (España), 1969

Primera edición

DEPÓSITO LEGAL, B. ~0.704 - 1969

'IJUESTRO NóM. DE EDICIÓN: 4.358

IMPRESO EN ESPAÑA
PRINTED IN SPAIN

Ta.lleres Grd/lcos . Á.J!1iSt!n Núñez - Pa-rls, 208 - Barcelona


CAPÍTULO DE GRACIAS

L LEVAR a cabo una obra como la presente ha de suscitar por fuerza


en el autor numerosas deudas de gratitud. Tentativa de síntesis, se
aprovecha de numerosos trabajos, a cuyos creadores no puedo mani-
f1:star mi agradecimiento sino aquí, ya que esta colección tiene como norma
f>resentarse aligerada de referencias a pie de página. Por otra parte, la
/Jibliografía que he recogido en la medida de lo posible es muy sumaria y
excluye especialmente los artículos publicados en revistas. Aquellos que
observen préstamos en tal frase o en tal párrafo d'e mi obra sepan bien
r¡ ue tan sólo la necesidad ha convertido en muda una gratitud que experi-
mento profundamente. ·
La ferviente y eficaz amistad de Bronislaw Geremek, Witold Kula,
Cuy Palmade, Ruggiero Romano y Alberto Tenenti ha servido para mí
de gran ayuda en diversas etapas del libro: en su concepción, su redacción,
su corrección. Mucho les debo. Les doy gracias d~ todo corazón.
La señora Omodeo, de la Biblioteca Nacional de Florencia, me ha
hecho partícipe de su incomparable conocimiento de la iconografía medie-
val, y algunas de las más curiosas ilustraciones de este libro son debidas a
la amabilidad con que me las ha dado a conocer.
Dos colaboradores amistosos, la señora Maryse Mane y André Vauchez,
agregado de la Universidad, antiguo alumno de la Escuela Normal Supe-
rior, me han prestado una ayuda preciosa para la confección de la Crono-
logía y del indice. Y, para algunos mapas, he contado con la colaboración
del Padre ]ean Décarreaux y del Padre Ephrai·m Longpré, lo cual en una
obra de este tipo no supone en absol1J,to una aportación secundaria. Doy las
gracias igualmente a la señorita Denise Certier y a Michel Arnaud, alumno
de la Escuela Normal Superior, los cuales me han proporcionado una ayuda
de última hora que aprecio por ello tanto más.

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LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

La ilustración, que no significa una decoración exterior, sino que for-


ma cuerpo con el texto, ha sido, como en los restantes volúmenes de esta
colección, objeto de especiales cuidados. Es tanto como decir que doy las
gracias vivamente a todos los bibliotecarios y conservadores de los museos
que me han proporcionado una parte de esas imágenes, acompañándolas a
veces de datos sumamente útiles, y asimismo a la señora Champinot, que se
ha encargado de reunir esta iconografía.
Sería de todo punto imposible enumerar a todos los colaboradores de
las Éditions Arthaud que han confeccionado conmigo este libro. Es preciso,
sin embargo, que haga constar aquí su devoción, su competencia y su ama-
bilidad. Hemos trabajado juntos en un ambiente que me ha servido de
constante ayuda. Debo citar ante todo a la señora Nicole Evrard. Este libro
-por lo menos en todo lo que pueda contener de acertado- es suyo en
tanta proporción como mío.
Que se me permita, en fin, manifestar mis sentimientos de gratitud
hacia dos colabm:aciones más difusas, pero no por ello menos esenciales.
He elaborado -desde hace tres años- gran parte de las ideas que aquí
presento en el cuadro de mi seminario de la VI Sección de la "École Pra-
tique des Hautes Études"', medio ambiente incomparable para la investi-
gación colectiva, las confrontaciones fecundas, los cambios de ideas fructuo-
sos. Sé perfectamente cuánto debe este libro a todos los que me han permi-
tido, en el transcurso de estos tres años, aprovecharme de su ciencia, de su
inteligencia, de sus críticas.
El nacimiento de esta obra ha exigido, no se dude de ello, trabajo y
paciencia. Mi esposa ha sido, en el pleno sentido de la palabra, mi más
perfecta colaboradora.
ADVERTENCIA DEL EDITOR

E STA obra es el tercer volumen de la colección Las Grandes Civiliza-


ciones. Sus dos primeros corresponden a La civilización romana, de
Pierre Grima[, y La civilización griega en la época arcaica y clásica,
de Franr;ois Chamoux.
La colección viene a responder a una aspiración nueva. El afán por
una lectura agradable, la ineludible necesidad de síntesis )1 las amplias
visiones de conjunto se conjugan actualmente en todos los lectores con un
anhelo de precisión, la exigencia de un contacto dáecto con los testimonios
escritos y los monumentos y también con el deseo de un guía que les invite
al análisis y les oriente hacia investigaciones más especializadas. Nos hemos
esforzado, pues, en dirigirnos a aquellos investigadores que por su talento
como escritores, su amplia cultura y la práctica de una larga enseñanza nos
parecieron más aptos para llevar a buen término la solución de un pro-
blema tan complejo. Nuestro propósito se cifra en reunir, dentro de los
volúmenes de esta colección, todo lo que habitualmente se encuentra dis-
perso en obras de múltiples géneros: ensayos, biografías, atlas históricos,
álbumes de fotografías, repertorios, diccionarios, etc. Naturalmente, no se
trata, que quede ello bien claro, de un compendio, de una simple adición,
sino de una razonada elección que permita al lector, dirigido por el verda-
dero maestro que es el director de la colección, tomar contacto con los docu-
mentos de toda índole de donde ha partido el autor para elaborar su sín-
tesis, es decir, lo esencial, la vida y el alma del libro y de la civilización
estudiada.
La ilustración, que comprende 246 fotografías en negro y 8 láminas
a todo color, ha sido agrupada por cuadernos, correspondientes a los temas
principales del texto. Cada uno de dichos cuadernos (al igual que cada

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LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

mapa o cada plano) va seguido inmediatamente por las leyendas (en cursi-
va) que subrayan el interés de los documentos. Setenta y un mapas y pla-
nos, insertos en el texto o agrupados en atlas, permiten al lector situar los
acontecimientos en su contexto geográfico o seguir, en una misma página,
por ejemplo, la evolución de las ciudades y la de la arquitectura durante
la Edad Media.
Por otro lado, el conjunto del texto ha sido distribuido en tres partes:
I) Los cuatro primeros capítulos de la obra presentan al lector la evo-
lución histórica en su conjunto.
2) Vienen a continuación seis capítulos consagrados a la civilización,
especialmente en lo que se refiere al período que se extiende del siglo X
al XIII.
3) Un diccionario histórico y biográfico, incluido al final del volu-
men, permite referirse al texto sobre tal ó cual punto particular, y asimismo,
lo cual supone una importante innovación, proporciona precisiones y expli-
caciones compleme.ntarias sobre gran número de personajes, nociones, ins-
tituciones, monumentos evocados en el texto y la cronología o que figuran
en alguna ilustración (la cita a los artículos-complemento del diceionario
aparece señalada en el texto por medio de un asterisco).
El volumen se completa con 68 páginas de tablas cronológicas, cuyas
diversas columnas hacen resaltar las concordancias entre los hechos mili-
tares y políticos y los hechos de civilización ocurridos en Occidente y en el
resto del mundo. Esta cronología abarca desde mediados del siglo IX a los
comienzos del XIV, correspondiendo de esta manera al período de civili-
zación más particularmente estudiado por el autor. Los datos relativos a
la Alta Edad Media y los siglos XIV-XV se encontrarán en la cronología de
los dos volúmenes de la colección que preceden al presente.
En fin, una bibliografía de orientación permite a los lectores que lo
deseen -estudiantes entre otros- profundizar en el estudio de una cues-
tión determinada.
PREFACIO

L AS civilizaciones del mundo clásico, ilustradas por la ciencia y el talen-


to de Pierre Grimal y de Fran~ois Chamoux, han sido el objeto de
los primeros volúmenes de la presente colección. ]acques L(J Goff
hace revivir ahora ante nuestros ojos La civilización del Occidente medie-
val. Creo que este libro suscitará un amplio interés.
En la época en que vivimos,- la humanidad parece encontrar para los
progresos de la ciencia aplicaciones divergentes, y aun contradictorias, algu-
nas perniciosas y funestas (y nadie ignora adónde tales aplicaciones pueden
conducir al mundo), otras felices y benéficas. Entre éstas hay que colocar
en primera fila el sensible avance del conocimiento histórico. No ha de
olvidarse que la toma de conciencia de su pasado puede ayudar al hombre
en sus esfuerzos por dominar su destino presente y su próximo porvenir.
Mucho se ha escrito, y creo que con causa justificada, sobre las con-
quistas de la historia en la época contemporánea. El tiempo "vuelto a
encontrar" se nos aparece hoy día con una densidad y una plenitud des-
conocidas para las generaciones que nos precedieron. Los q,spectos político,
militar y diplomático del pasado embargaban, hasta finales del último siglo,
la atención exclusiva del investigador, y, como consecuencia de ello, eran
los únicos conocidos por el gran público. Por fortuna, este marco excesiva-
mente limitado de la investigación tradicional ha sido roto. La historia se
ha extendido en profundidad, y tras los hechos de aquellos que parecían
dirigir el juego se nos muestran ahora las duras realidades colectivas de
cada sociedad, de cada civilización. Se ha pasado del nivel de los hechos al
de las infraestructuras, disimuladas, pero eficaces y presentes. Frente al
desarrollo prodigioso de las ciencias llamadas exactas, este paso representa
también, en el orden del conocimiento, un enriquecimiento 'capital.
Para llegar a esta resurrección de un pasado infinitamente complejo,

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LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

métodos nuevos han venido a añadirse a los procedimientos tradicionales


de la investigación. El historiador dispone de esta manera de una gama de
instrumentos diversos y más adecuados. Claro está que su posesión no le
libra de encontrarse ante un trabajo difícil, incluso terriblemente difícil,
podríamos decir, dado que esta nueva apertura a todos los aspectos de la
vida exige de él una incesante gimnasia del espíritu al enfrentarlo a las
perspectivas más variadas. Hombres como Marc Block y Henri-Irénée Mar-
rou han sacado a plena luz las duras exigencias, las penosas necesidades del
oficio de historiador. En la actualidad, toda síntesis reposa sobre el cono-
cimiento de la inmensa masa de los trabajos anteriores. Y para contar con
alguna probabilidad de éxito hay que añadir a ello un espíritu crítico
constantemente despierto y una profunda simpatía, en el pleno sentido de
la palabra, por el objeto estudiado. Mas ese tiempo y esos esfuerzos no
deben juzgarse como mal empleados: después de haber olvidado delibera·
damente el presente para intentar bañarse por segunda vez en el mismo
rio, el histori·q,dor lo ve renacer en el acto ante él, distinto, ensanchado
y con nuevas dimensiones.
La civilización medieval, acaso más que ninguna otra, se ha visto
enriquecida hasta un grado sorprendente por este ensanchamiento del cam-
po de la investigación. Y ]acques Le Goff, rindiendo un justo homenaje
a sus maestros pasados y presentes, que fueron, o que son, hombres al mismo
tiempo que historiadores, nos hace visibles en su obra las inmensas con-
quistas ya alcanzadas. Cierto que la Edad Media, al renacer de este modo
en las estructuras de su vida biológica y material, tanto como de su vida
mental, ha perdido algunos de los colores excesivamente brillantes con
los que había sido adornada con frecuencia. Quizá pueda pensarse que el
cuadro se ha ensombrecido demasiado y que a la visión realista y sombría
de ]acques Le Goff podrían oponerse, tal como teme el propio autor, re-
cuerdos más serenos, extraídos de los logros de la vida artística, espiritual
o religiosa. Por mi parte, no lo creo así. Cuando el espíritu del autor es
implacablemente crítico y sabe reducir a sus justos términos las leyendas
doradas, yo no lo juzgo menos ampliamente abierto a todos los valores.
La lealtad con la cual busca poner en su debido lugar, estableciendo sus
relaciones respeáivas, las div·ersas ramas de la actividad humana es siem-
pre digna de elogio. Si los colores sombríos predominan sobre los claros,
sz las quejas y los gemidos ahogan ligeramente los cantos y los gr.itas de
alegría, ¿hay verdaderamente motivo para extrañarse de ello? El balance
de bienes de otras civilizaciones no parece, en realidad, mejor.

RA YMOND BLóCH
INTRODUCCIÓN

L A rueda de la Fortuna, ese símbolo tan caro al Occidente medieval, gira


también para las épocas e, incluso, para las civilizaciones. La. ideali-
zación del recuerdo transforma igualmente el pasado colectivo. El
mito de la «Edad Dorada>> surge con facilidad en favor del ayer: los fran-
ceses del siglo xrv evocaban con nostalgia el «buen tiempo de monseñor
San Luis)). Después, la idealización deja lugar con frecuencia a la denigra-
ción y al olvido. Más tarde, el descubrimiento de nuevos documentos, la
perspectiva creada por el tiempo, los puntos de vista inéditos, las varia-
ciones de la moda modifican aún más la imagen del pasado y hacen dar
otra vuelta a la rueda. Las leyendas doradas y las leyendas negras se suce-
den unas a otras.
La Edad Media ha empezado a recorrer ese siclo de la mirada histó-
rica. El Renacimiento y la época clásica la habían visto cubierta de tintes
sombríos. Era el tiempo del arte llamado «gótico>>, de la barbarie escolás-
tica. Los ingleses encontraron una buena fórmula para definirla: the dark
ages, la edad de las tinieblas. La Revolución de 1789, que puso fin en
Francia a los derechos ((feudales)) y significó su toque de agonía en toda
Europa, concedió a la Edad Media política y social, identificada con el
régimen feudal, un contenido igualmente despreciable. El adjetivo «feudal))
adquirió un sentido peyorativo. Fue el romanticismo quien empezó a ha-
cer girar la corriente. El amor por las ruinas se trasladó de los templos
antiguos a los castillos arruinados y a las catedrales inacabadas. La pasión
por esos objetos de ensueño creció hasta el punto de pretender restaurar-
los, embellecerlos, rehacerlos, o, allí donde apenas habían sido esbozados,
construirlos por completo. El sabio Viollet-le-Duc tuvo sus émulos menos
felices. El Rin, admirado, intentó ocultar en sus reflejos las siluetas in-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

congruentes de Burgs-ersatz y las falsas torres de la catedral de Colonia.


Lo medievalístico reemplazó a lo medieval. El neogótico sedujo por entero
al clero, a la burguesía y a los americanos. El género trovador, las novelas
de Walter Scott, Quasimodo y Aymerillot entronizaron la Edad Media
en la literatura y el imprevisto Verlaine inventó una «Edad Media enor-
me y delicada». Lo mejor, lo mediocre y lo peor se nutrieron en las fuentes
medievales: el Keats de La bella dama sin misericordia, el Tennyson de
La muerte de Arturo, el Péguy de los falsos Misterios, el Edmond Rostand
de La Princesa Lejana. El Delacroix, por otra parte no siempre inspira-
do, de La entrada de los cruzados en Constantinopla o de La batalla de
Taillebourg abrió un camino peligroso a los prerrafaelistas y, ¡ay!, tam-
bién a Laurens (J. P.) y a Luminais (Evaristo-Vital), autor de ciertos
Enervés de ]umieges, desaparecidos con las viejas ediciones del Larousse.
El brío de Il Trovatore y los esplendores wagnerianos difícilmente conse-
guían ahogar los sonidos menos felices del Etienne Marcel de Saint-Saens
o del Sigurd. de Reyer. Todas las opiniones políticas descubrían su ideal
en esos tiempos felices: los ingleses tradicionalistas en la Carta Magna,
los ingleses no conformistas en Robin Hood, los franceses de la derecha
en San Luis, los franceses de la izquierda en el gran Ferré, los france-
ses de todas las tendencias en Juana de Arco. La burguesía liberal del
siglo XIX buscaba su modelo -con Augustin Thieny- en el movimiento
comunal y los fascistas del siglo xx lo hallaban en las instituciones corpo-
rativas.
Cada una de las naciones identificaba su nacionalismo con su histo-
ria medieval. Eran la Francia de los cruzados y de las catedrales, la Ale-
mania de Federico Barbarroja, de los Caballeros Teutónicos y de los Maes-
tros Cantores, la España del Cid, la Italia del Dante y de Marco Polo.
La Leyenda Dorada está alcanzando en la actualidad a los países del Este.
La Polonia popular se entusiasma con el Millenium, que la retrotrae a los
tiempos de la dinastía de los Piasts, y la Checoslovaquia socialista se descu-
bre a sí misma en el siglo 1x, durante el Imperio de la Gran Moravia.
El siglo xx ha venido a enriquecer la pasión por la Edad Media con
nuevas adquisiciones en el dominio de la sensibilidad, de la técnica y del
pensamiento.
El descubrimiento del arte negro y el gusto por las estéticas primi-
tivas han convertido a nuestros contemporáneos en más sensibles a las
armonías severas del arte románico, a las bellezas bizarras que luchan con-
tra el abrazo de lo material -piedra, madera, metal precioso-- de la Alta
Edad Media. Creen poder encontrar la simplicidad de aquellos tiempos
INTRODUCCiúN

limpiando, desnudándolos hasta la piedra, los edificios que los hombres


de la Edad Media habían cubierto d.e bordados y de tapices y a los que ha-
bían dado colorido con pinturas llamativas y orfebrería rutilante. El resul-
tado puede ser a veces muy bello y emocionante para nuestra sensibilidad
de hombres del siglo xx. Históricamente, sin embargo, es más falso que la
mayor parte de las reconstrucciones del escrupuloso y erudito Viollet-
le-Duc.
El interés fecundo por el desarrollo de las técnicas ha incitado, por
otra parte, a los numerosos admiradores de la Edad Media a dotar a esta
época de un genio inventivo que ningún otro período de la historia habría
sido capaz de igualar. Soy el primero en felicitarme al ver como la com-
prensión de la historia medieval se ilumina con una de las más preciosas
luces que puede prestar la ciencia del desenvolvimiento de las sociedades y
las civilizaciones. No olvido que Marc Bloch, a quien todo medievalista
moderno debe saludar al comienzo de su trabajo, ha escrito sobre los
inventos medievales páginas tras las cuales no se puede ya hablar de ese
tiempo en los términos utilizados antes de él. No obstante, me gustaría que
se reconociese que, tal como lo enseña también Marc Bloch, la Edad Media
más bien ha difundido técnicas que las ha inventado. Por lo demás, el his-
toriador ve en ello un fenómeno mucho más importante y significativo que
el descubrimiento, con frecuencia sin porvenir, de un invento aislado, ob-
jeto de curiosidad y no de historia, puesto que el verdadero objeto histórico
debe, si no transformar, por lo menos sí cambiar, mediante su acción en
extensión y en profundidad, las .estructuras de una sociedad. El coro de
alabanzas que se eleva en honor a un «Popov» medieval me parece un
desquite por entero risible.
En fin, animado por la renovación católica y más ampliamente reli-
giosa, promovida a finales del siglo XIX y del siglo xx, el pensamiento
medieval se ha visto repentinamente revalorizado. Claro que en este aspec-
to, de la misma manera que el gótico cede aún el paso al románico, no era
tanto la Edad Media considerada como «época de la fe» la que se veía
glorificada, sino una Edad Media más moderna, que, de San Anselmo a
Abelardo y a Santo Tomás de Aquino, habrían descubierto el racionalismo
moderno, no el racionalismo reseco del Aufkliirung y del positivismo, sino
un racionalismo abierto, iluminado, definido por el famoso fides quaerens
intellectum. También respecto a esta cuestión me felicito de ver a la Igle-
sia hacer del tomismo, que el obispo de París había condenado particu-
larmente en i 277, su filosofía oficial. De esta manera adopta una doctrina
sin duda alguna más rica que la ideología en la que se inspiraba el S)1llabus
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

de Pío IX. Al mismo tiempo, quisiera también que no se cometiese en


esto el pecado mayor de anacronismo. Doble anacronismo, además, porque
el tomismo del siglo xx es un neotomismo, más cercano al neogótico que
el pensamiento del Doctor Angélico, y porque la interpretación que se hace
normalmente del fides quaerens intellectum es un contrasentido.
En resumen, si se presta crédito a los numerosos turiferarios que ha
suscitado en nuestra época, la Edad Media lo ha inventado todo: la ojiva
y la perspectiva y, por tanto, el arte moderno; el molino de agua y, por
consiguiente, el maquinismo; la letra de cambio, lo cual viene a decir que
también el capitalismo; la dialéctica, madre del pensamiento progresista;
el amor -Dionisio de Rougement lo ha afirmado, según Engels-; y, en
fin, incluso la muerte, lo que, por otro lado, es generalmente admitido,
según los bellos estudios de Alberto Tenenti .
La Edad Media presentada en este libro es más modesta.
Naturalmente, no es que yo pretenda volver a la Edad Media oscura
y oscurantista de la edad clásica. El siglo y medio que acaba de transcu-
rrir ha revelado, gracias especialmente al trabajo de los historiadores, de
los archiveros, de los arqueólogos y de los filólogos, una Edad Media
en verdad apasionante. Las técnicas más modernas de la investigación, las
cuales, por otra parte, enriquecen a cada momento su imagen, nos revelan
rastros y monumentos de ella que se podían creer borrados para siempre.
La arqueología, tras habernos restituido sus vestigios más nobles, esto es,
sus obras de arte, nos descubre hoy día aspectos menos estéticos, pero no por
ello menos cautivadores, de eso que los investigadores polacos, que han
hecho de su estudio una ciencia mayor, llaman la cultura material: ar-
queología de los lugares de habitación, de las técnicas rurales y artesana-
les, de la alimentación ... Si bien el procedimiento del carbono 14, el cual
no permite siempre establecer una cronología detallada, resulta menos
revelador para esta edad que para los períodos anteriores, el análisis
químico de los metales, el estudio de los pólenes fósiles -polinología-
y de los restos vegetales -dendrología-, la fotografía aérea, todas estas
ciencias precisan y enriquecen nuestro conocimiento de la Edad Media
y vienen a relevar a las tradicionales: epigrafía, paleografía, diplomática.
Cierto que estas últimas no han dicho aún su última palabra, pero han
quedado un poco anticuadas, puesto que no han hecho sino legarnos una
imagen de la civilización de «lo escrito)) que no representa más -que la
capa, superior si se quiere, pero superficial al fin, de la cultura medieval
y ofrecen, además, el peligro de enmascararnos su rudeza. Las escrituras
han dejado de expresar toda la realidad medieval. De esta manera, una

16
INTRODUCCióN

nueva Edad Media se halla en camino de nacer. . ., de renacer, estaría me-


jor expresado.
La arqueología agraria vuelve a encontrar los campos abandonados,
las aldeas despobladas, y, allí donde no queda ninguna piedra, descubre
las vicisitudes de la habitación humana, ligada al flujo y reflujo de la
demografía, a las mutaciones de las economías, a las crisis de las sociedades.
Lost villages, aldeas perdidas de Inglaterra; Wüstungen, abandono de es-
pacios cultivados en Alemania .. . Se pone de manifiesto incluso el rastro
del progreso de los pastos, el retroceso del campesino y del campo, pro-
ducto de la crisis de la feudalidad medieval.
Una Edad Media sin textos y sin inscripciones hace su aparición en
el seno de la historia. Y no se contenta con completar la imagen de la
Edad Media erudita que se conocía, sino que modifica dicha imagen en
profundidad, al poner a aquélla en el lugar que le correspondía, es decir,
en la epidermis, el barniz superficial. Las nuevas fuentes permiten pe-
netrar hacia las raíces.
Los textos nos hablan del reino de la espada y del prest1g10 del
herrero en la civilización medieval. Pero el análisis químico realizacio en
el laboratorio nos abre los secretos de los metalúrgicos merovingios y nos
explica por qué sus armas lograban vencer.
La climatología histórica halla un eminente auxiliar en las crónicas
que señalan las intemperies, las largas sequías, los avances del frío, los re-
calentamientos insólitos, pero únicamente las investigaciones -como las
efectuadas por los glaciólogos, que han probado, por el método del carbo-
no 14, que el bosque fósil cuyos restos han sido descubiertos por el retro-
ceso actual del glaciar de Aletsch data del siglo x1 y que dicho bosque
fue aplastado por el avance del glaciar hacia 1270- nos permiten fechar,
cartografiar y, por lo tanto, estudiar a partir de bases seguras fenómenos
que van más allá de los «hechos diversos» de los cronistas.
De este modo, la Edad Media se encuentra más aún en el futuro
-en la aplicación de las nuevas técnicas de sondeo y de resurrección del
pasado- que en el pasado mismo.
La Edad Media de los últimos descubrimientos, acabamos de verlo,
no es la misma que la Edad Media de los nobles aspectos revelada por la
historiografía tradicional, de la cual ha partido la leyenda dorada de la
época medieval. Es una Edad Media de. las profundidades, de los funda-
mentos, de las estructuras. Se ha llegado a aplicarle, en sus formas más
modernas, los métodos utilizados para el estudio de las civilizaciones sin
escritura, ya sean prehistóricas o más recientes. Ciertamente, no se trata
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

de olvidar que la Edad Media, o mejor, una pequeña élite medieval, sabía
también escribir, pero esa Edad Media esencial está más cerca de la ver-
dad de una época en la que la inmensa mayoría -illiteratus, «iletrado», era
sinónimo, como veremos, en un sentido más o menos amplio, de laico,
noble o campesino- permanecía analfabeta.
Esa Edad Media de las profundidades es la que yo intento presentar
en este libro. Mi propósito, por lo tanto, puede considerarse en los antí-
podas del que suscitó, por ejemplo, la reciente obra, excelente por otra
parte, de Léopold Génicot: Les Lignes de faite du Mayen Age.
Intentaré presentarla y, si es posible, explicarla en su conjunto, abar-
cando todos sus niveles, solidarios los unos de los otros, y sus expresiones
más altas, que clavan sus raíces en un terreno ingrato.
Utilizaré, hasta el punto en que me sea posible, las enseñanzas de
las ciencias hermanas de la historia, apropiadas, me parece, para discernir
y hacer comprender mejor una sociedad y una civilización que los métodos
de una historia ligada a la ideología de las clases dominantes tradicionales,
aristocracia y burguesía, idealiza excesivamente. Ellas me parecen m.ás aptas
aún que la sociología, la antropología y la etnología, para iluminar el es-
tudio de la civilización del Occidente medieval.
Por un momento me sentí tentado a describir esta civilización como
la de una de esas sociedades que hoy en día llamamos subdesarrolladas.
Hoy eso sería, a mi entender, hablar por imagen y falsear la verdad. Por-
que, ¿qué civilización contemporánea, por muy desarrollada que sea, puede
considerarse superior a la civilización medieval? Si el Occidente medieval
nos parece, y en efecto lo ha sido, atrasado en relación con la China, la
India, el Islam o el Bizancio de la Edad Media, es cuestión de grado y no
de naturaleza. En todas las partes del mundo, el nivel de las técnicas, de
las estructuras económicas, de la organización social es el mismo. En un
lado existe más riqueza, brillantez y refinamiento y en el otro más miseria
y rudeza, pero la esencia es siempre idéntica. Fue preciso esperar la revo-
lución industrial para que se instaurase una verdadera diferencia de natu-
raleza entre los países alcanzados por ella y los que escaparon a su influjo.
La noción de subdesarrollo presenta también un matiz económico que
considero insuficiente para definir la civilización medieval. No es que las
estructuras económicas del Occidente medieval no me parezcan funda-
mentales. Me esforzaré en presentar ese mundo rural, en el que la tierra
es esencial -Georges Duby ha escrito, de un modo restrictivo, creo: «En
la civilización de ese tiempo, el campo lo era todo»-, en que la posesión
de la tierra es capital para definir el rango social.

18
INTRODUCClóN

Ahora bien, si no hay razón alguna para negar a esta sociedad el


l'pft.cto de «feudal», es preciso al mismo tiempo comprender que la feu-
dalidad, que corresponde, cierto es, a una estructura económica, no se
l'o nfunde con ella. Marx y Engels, que están muy lejos de ser sospechosos
d · minimizar el papel de la economía en una civilización, han subrayado
q ne las estructuras familiares, por ejemplo, quizá definiesen la sociedad
f ·udal en tanto grado como las relaciones de producción.
Es claro que eso equivale a equiparar la sociedad feudal a las socie-
dades primitivas y legitimar el recurso a ciencias especializadas en el estu-
dio de tales sociedades.
Intentaré, en consecuencia, revalorizar todo cuanto la civilización me-
dieval tiene de primí ti vo y esclarecer sus estructuras en la disposición de
la vida material, de la vida biológica y de la vida mental. En tales socie-
dades, la dependencia en relación a la naturaleza y a la fisiología es es-
trecha. Los regímenes alimenticios, el estado sanitario -me refiero al
régimen de enfermedades- presentan mayor peso que en las sociedades
modernas. La interdependencia entre el terreno natural y físico y de las
mentalidades es en ellas más acentuada. Me esforzaré en investigar fre-
cuentemente, si no siempre, la repercusión de las condiciones exteriores
sobre las mentalidades y la determinación de los comportamientos por las
motivaciones mentales. Como los primitivos, los hombres de la Edad Me-
dia pueden antojársenos con frecuencia irracionales, pero, como Claude
Lév i-Strauss ha hecho notar, el pensamiento salvaje tiene también sus
razones: diferentes, sí, pero muy a menudo más estrictas y más apremian-
tes que las de nuestra flexible razón. No separar lo objetivo de lo mental
es una exigencia que me parece esencial para la comprensión de la civili-
zación medieval.
A mi entender, la sociedad del Occidente medieval se aproxima par-
ticularmente a las sociedades primitivas por una cierta atemporalidad. Y no
por lo que se ha dado en llamar «indiferencia al tiempo», concepto que creo
menos real de lo que se ha afirmado, sino por la lentitud de su vida colec-
tiva. Se trata de una sociedad rural que cambia muy lentamente, que vive,
según la expresión de Fernando Braudel, en la larga duración y que se
expresa mejor en el folklore que en la historia. Si Carlomagno aparecía
como tan próximo a los ojos de los cruzados o a los contemporáneos de San
Luis, no es porque ellos ignorasen la cronología, sino porque la cronolo-
gía los ignoraba a ellos, puesto que, entre la época de Carlomagno y su
tiempo, pocas cosas habían cambiado en el fondo; menos, desde luego,
que entre 1900 y 1964. Si alguien se asusta por la asimilación de la civili-
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES l A 11

l. UN CASTILLO MEDIEVAL: CHATEAD· racterísticos: "les Ventes" ("venta") de-


GAILLARD (LES ANDELYS, EURE). signa en este caso un trozo de bosque
Esta fortaleza, un p1ano de la cual po- conquistado para el cultivo) y "le
drá verse en el Diccionario de términos Haut-Bois". La roturación data proba-
incluido al final de este libro, nos es blemente del siglo XIII . (Les Ventes y
bien conocida por los textos. Según Le Haut-Bois, distrito y municipio de
ellos, impresionó a sus contemporáneos Evreux.)
por su situación, su fuerza, las circuns-
tancias de su construcción y de su des- 3· POBLACIONES RECONSTRUIDAS: BOY·
NES.
trucción, que se sucedieron rápidamen-
te. Levantada a partir de n96 por Ri- El origen de Boynes, una de esas aglo-
cardo Corazón de León, como una meraciones entre aldea y ciudad, es an-
amenaza avanzada contra el rey de terior al siglo XII. Se conserva toda-
Francia, el castillo fue tomado y des- vía una construcción de este siglo, con
truido hacia I202 por Felipe Augusto, una cripta románica. Pero su engran-
quien le había dado el nombre de decimiento decisivo tiene lugar duran-
Gaillard, término que significa en fran- te el siglo XIII: es el momento de la
cés "petulante';, según el cronista Guil- construcción de la iglesia actual y de
laume le Breton. Su destrucción cons- las fortificaciones, erigidas de acuerdo
tituyó el pr.eludio a la conquista de con un plano cuadrangular, que impo-
N ormandía. La situación de los casti- ne también sus líneas directrices a la
llos, llamados fuertes o roqueros, nos cuadrícula de las calles. (Boynes, Loi-
dan preciosas indicaciones sobre las ru· ret, distrito y municipio de Pithiviers.)
tas medievales: en general, controlan
un lugar de paso importante, estratégi- 4· VILLAS NUEVAS: UNA «BASTIDA», RA·
BASTENS-DE-BIGORRE.
co o comercial, con frecuencia una y
otra cosa a la vez. En el año I 306, Guillaume de Rabas-
tens (un albigés), senescal de Bigorre,
.ll. ROTURACIONES MEDIEVALES Y CAMI- funda esta villa nueva. Constituye a
NOS: «LES VENTES» Y «LE HAUT-BOIS». la vez un centro económico, un pun-
La vía romana que cruza el Itón y se to de apoyo militar, tan necesario en
dirige hacia Evreux no determinó la el momento en que Felipe el Hermo-
roturación, pero fue utilizada como vía so emprende insidiosas campañas con-
de acceso a las aldeas establecidas en tra los ingleses con objeto de ir mi-
el frente de roturación. Presentan la nando sus posesiones gasconas, y un
forma típica de aldea-calle. Las casas bastión administrativo y político. La
prolongan sus bandas de terreno culti· parcelación actual, que prolonga las
vado perpendicularmente a la línea de calles de la villa, conserva la parcela-
partida (la calle). Llevan nombres ca- ción medieval. La fotografía aérea hace

.20
EPfGRAI<"ES DE LAS ILUSTRACIONES 1 A 11

resaltar los trazos bien netos, caracteris- fotografía se halla cerca del monaste-
ticos del cultivo "en caballones'', de las rio de San Lorenzo de Carboeiro (si-
elevaciones formadas con ocasión del glos XI-XII), hoy en ruinas.
laboreo. Hacía r306, las tierras más
productivas se encontraban ya ocupa- 7· UNA CIUDAD MEDIEVAL: LA «CITÉ»
das y, por lo tanto, la "villa nueva'' DE CARCASONA.
hubo de revalorizar los terrenos de in- Conseguida por el rey de Francia en
ferior calidad. Testimonio del extremo r229, después de la Cruzada de los Al-
aprovechamiento para el cultivo en una bigenses, Carcasona p·asa a ser asiento
región donde el crecimiento demográ- de un senescalato real. Como todas las
fico no se detuvo, como en otras, al co- ciudades de la época, fue fortificada
mienzo del siglo XIV. (Rabastens-de- bajo San Luis (I226-r270) y Felipe III
Bigorre, Hautes-Pyrénées, cabeza de (r270-I285), mas con un particular cui-
cantón, distrito de Tarbes.) dado, a causa de los peligros que la
amenazaban por todas partes: heréti-
5· ABADÍA, ALDEA Y ROTURACIÓN: SAINT- cos y languedocianos, catalana-arago-
JEAN-AUX-BOIS. neses, ingleses (el Príncipe Ne gro la
Fue una fundación religiosa la que dio sitió sin resultados en r356) y en el si-
origen en este caso a la roturación. glo XIV, las Grandes Compaílías tra-
En I I 52, la r.eina A de laida, viuda de tan de apoderarse de ella. Sirvió de
Luis VI, funda una abadía de benedic- modelo para las grandes fortificaciones
tinos (convertida más tarde, en r634, francesas construidas en la orilla dere-
en priorato de canónigos agustinianos). cha del Ródano durante el siglo XIV
A su alrededor, lenta y concéntrica- para enfrentarlas al Imperio. Fue res-
mente, se desarrollaron una aldea y su taurada en el siglo XIX por Viollet-le-
calvero. (Saint-] ean-aux-Bois, O is.e, dis- Duc. Para las murallas del siglo XIII
trito y municipio de Compiegne.) se habían utilizado los restos de los mu-
ros visigóticos del V.
6. UN CAMINO MEDIEVAL: CAMINO DE
SANTIAGO, ENTRE ORENSE Y SANTIAGO 8. UN PUERTO MEDIEVAL: AIGUES-MOR-
DE COMPOSTELA. TES.

Este "camino" es, en realidad, una ruta Aigues-Mortes, como otros lugares, na-
o vía. Sin embargo, esta última no sue- ció de la asociación entre la función
le ser durante la Edad Media más que comercial y el ideal religioso. Construi-
un simple camino, raramente p·avimen- do por San Luis siguiendo el plan re-
tado, salvo cuando aprovecha un tra- gular de las "bastides" de la época,
mo de vía romana, o cuando cruza o se Aigues-Mortes sirvió de puerto de em-
acerca a un puente, a una ciudad, a barque a las fuerzas de la cruzada, pero
un monasterio ... El que representa la también de punto de salida .al Mecf,ite-

21
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 1 A 11

rráneo para el reino de Francia, en 10. UNA ABADÍA CISTERCIENSE: FON-


una época en que las costas del Lan- TENAY (cóTE-D'oR).
guedoc y de la Provenza no le pertene-
Fundada en I I z8 por San Bernardo,
cían. Continuó siendo una plaza co-
puede ser juzgada, en consecuencia,
mercial muy activa durante los siglos
como nieta de Citeaux e hija de Clair-
XIV y XV. La decadencia de Aviñón,
vaux. La iglesia, sencilla hasta la aus-
de la que fue el antep·u erto, y la asi-
teridad, fue edificada de IIJO a II47,
milación de Montpellier (z349) y de fecha en la cual fue solemnemente con-
Marsella (z48z) a Francia le fueron fa- sagrada por el papa Eugenio III, amigo
tales y determinaron su decadencia. de San Bernardo. Entre las construccio-
nes monásticas, conservadas en parte,
9· UN PUENTE MEDIEVAL: EL PUENTE se encuentra (en la ex trema d erecha,
SAINT-BÉNÉZET EN AVIÑÓN. entre los árb oles) una herrería de 53
La construcción de los puentes en pie- por z3,50 metros, construida a finales
dra está ligada (Ll desarrollo del comer- del siglo XII en el mismo estilo que el
resto de las edificaciones.
cio. Sin embargo, todas las gentes que
frecuentaban la ruta: peregrinos, mer-
11. UNA ABADÍA CISTERCIENSE : RIE-
caderes, clérigos, soldados, se benefi-
VAULX (YORKSHIRE).
ciaban de ellos. Su construcción fue,
pues, considerada como una obra pía, Si el asiento de Rievaulx, fundado
a menudo promovida por la Iglesia o en I I 3I sobre un pequeño valle (Vale
por cofradías especiales, los hermanos of Pickering) regado por el R ye (Rye
"pontífices". A ello se debe la frecuen- Vale), en medio de las landas del York-
te presencia de una capilla edificada shire, es una típica muestra del deseo
sobre el puente. Siendo los gastos de de aislamiento profesado por los pri-
meros cisterciens.es, su rápido enrique-
construcción bastante considerables,
cimiento, debido, como en la mayor
era preciso suscitar la generosidad de
parte de las abadías cistercienses ingle-
las poblaciones y emprender, al igual
sas, a la cría de los carneros y a la ven-
que para la edificación de las iglesias, ta de la lana, permitió elevar impo-
campañas de recaudación. Los mila- nentes edificaciones muy alejadas ya
gros acudían muchas veces en auxilio de la simplicidad de Fontenay. La gran
de la empresa. En este caso, un adoles- iglesia cruciforme, actualmente en rui-
cente llamado Bénézet llevó a buen nas, pertenece por sus características
término la obra, en IIJ7, a fuerza de esenciales al primer período del góti-
propaganda y de milagros. En I z84 re- co inglés (finales del siglo XII - prime-
cibió sepultura en su propio puente y ra mitad del XIII), denominado early
está considerado como un santo. english.
INTRODUCCIÓN

zación medieval a una civilización primitiva, lo que no significa en modo


alguno despreciarla, que acepte por lo menos ver en ella una de esas
civilizaciones que André Varagnac llama cctradicionalesn.
¿Será necesario añadir que, al hacer retroceder a la civilización me-
dieval al puesto del que la moderna leyenda dorada la ha sacado de forma
desconsiderada, en mi opinión, para acercarla excesivamente a nosotros, no
me disimulo, ni querría disimular a los lectores de este ensayo, que ella
tiene por derecho un lugar en la historia del progreso, si se cree -como lo
hacía ella misma en un sentido de la historia- que no se ha mantenido
inmóvil ni en el tiempo ni en el espacio?
De que ha sido una época progresista se pueden dar múltiples formu-
laciones, incluso dentro de las más tradicionales, tanto si se piensa con
unos que el cristianismo ha significado un progreso decisivo sobre el paga-
nismo, como si se cree con otros -¿y por qué no los mismos?- que el
feudalismo ha supuesto una etapa positiva entre la esclavitud y el capi-
talismo.
Si uno desea colocarse en esta óptica evolucionista, será preciso, evi-
dentemente, entrar en más detalles y matices, evaluar, tal como intentaré
bosquejar más adelante, la innegable regresión que ha constituido para
el mundo occidental la Alta Edad Media barbarizada y apreciar si esas
destrucciones y ese retroceso eran necesarios para el vuelo que se dibuja
durante la Edad Media y que desembocará en el mundo moderno. La
Edad Media -después de San Agustín- se ha planteado el problema y,
a su manera, es decir, en una perspectiva de historia religiosa, de historia
de la salvación, ha optado por una respuesta optimista.
Que la civilización medieval haya evolucionado entre el siglo v y el xv
no pienso negarlo en manera alguna. Intentaré, no solamente en el dibujo
del trazado cronológico del Occidente medieval por el que comenzará esta
obra, sino asimismo en la parte en apariencia más estática consagrada a la
civilización misma, subrayar esas evoluciones y, ¿por qué no decirlo?, esos
progresos. La civilización medieval no sólo cambia -aunque con lenti-
tud-, sino que conoce aceleraciones, retrocesos. Se habla con frecuencia,
a este propósito, un poco inconsideradamente a veces, es verdad, de un
Renacimiento carolingio, de un Renacimiento del siglo xu -Roberto
López ha planteado incluso la cuestión (Still Another Renaissance'!) de
un Renacimiento durante el siglo X--'-, con mayor seguridad de una crisis
y, en todo caso, de una coyuntura. Por otro lado, he escogido para analizar
esta civilización un período limitado, aunque largo, que va de las proximi-
dades del año mil al comienzo del siglo XIV. Fase de desarrollo, de crecí-

23
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

miento, en el que la diferencia entre el punto de partida y el de llegada


es rieta en todos los dominios, pero en el que, mirado en profundidad, las
estructuras me parecen lo suficientemente estables para permitir consi-
derar, a su nivel, la cronología como prescindible.
Me guardaré bien, igualmente, de poner en escena durante este pe-
ríodo un sujeto abstracto, o colectivo, de la historia medieval, esos «hom-
bres de la Edad Media>> con demasiada reiteración invocados y de los que
Lucien Febvre se ha burlado justamente por la buena razón de que no
han existido jamás. Me esforzaré siempre en distinguirlos de acuerdo con
las categorías sociales, más notablemente diferenciadas, como se sabe, que
en la mayor parte de las sociedades contemporáneas. Pero me interesaré de
un modo particular en aquello que juzgo colectivo, si no general, dentro
de la civilización medieval. El carácter, primitivo que me parece reconocer
en esta sociedad justifica precisamente a mis ojos la aprehensión de men-
talidades -si no de condiciones económicas y sociales- menos diferencia-
das de lo que los métodos de la historia tradicional harían resaltar.
Insistiré, en fin, sobre la movilidad espacial de esta sociedad que,
de esta forma, compensaba un cierto inmovilismo en el tiempo. Marc Bloch
ha hablado, con respecto a ello, de una especie de movimiento browniano
y acaso sea conveniente subrayar a este propósito la ceguera de los juristas,
que han creado el mito de los «siervos de la gleba>J, y el error cometido
con frecuencia cuando se imagina a las sociedades rurales tan poco dis-
puestas a trasladarse como a transformarse. La sociedad medieval ha sido
seminómada. La necesidad de tierra, las vicisitudes guerreras, las inquie-
tudes religiosas, todo la empujaba a moverse.
Se extrañará no encontrar en esta sociedad medieval tantos de esos
mercaderes, intelectuales y burgueses como se ha pretendido desde hace
algún tiempo hacer pulular en las obras consagradas al mundo medieval.
Ello se debe a que, antes del siglo XIV, es decir, dentro del cuadro crono-
lógico esencial de este ensayo, eran poco numerosos y poco importantes.
Las ilustraciones reforzarán, aún más, sin duda, esta impresión. La icono-
grafía, en efecto, se halla en toda sociedad en poder de las clases dirigen-
tes y evoluciona, como la mayor parte de las expresiones literarias o artÍs·
ticas de una sociedad, con un cierto retraso, con una cierta diferencia res-
pecto a las estructuras económicas y sociales, incluso respecto a las políti-
cas. El clero y la aristocracia concedieron su lugar a los campesinos, dentro
de la iconografía medieval, no solamente a causa de su número, sino por-
que, en la ideología dominante, importaba manifestar, mediante el arte,
esta imagen de una sociedad jerarquizada pero solidaria y armoniosa, que

24
INTRODUCCIÓN

había interés en oponer a eventuales reivindicaciones o revueltas. El bur-


gués, el mercader, el universitario, en cambio, se han abierto difícilmente
el camino hacia la representación figurada. Es verdad que tomarán su des-
quite destruyendo el arte simbólico y sacra! de la Edad Media, substituyén-
dolo por el realismo dél retrato. Pero eso no ocurrirá sino después del
siglo xm. Las ilustraciones, que se han situado tan próximas como ha sido
posible al texto, tienen, por esas mismas ausencias, un valor documental.
Más todavía, el lector corre el peligro de juzgar que me he inclinado
con exceso en mi cuadro hacia los colores sombríos y, debido a ello, soñar
por oposición con delicia y credulidad en la imagen encantadora que la
leyenda dorada ha insinuado en su espíritu. Quizá caiga en la tentación
de exorcizar mi Edad Media de hambres, de epidemias, de atrocidades, de
groserías, para volver a encontrar una Edad Media de cantos sublimes, de
catedrales maravillosas, de santos admirables. Solamente quisiera que éstos,
que han existido, en efecto, como excepciones, no le oculten el resto, que
era, en definitiva, lo común.
Si me permite un consejo muy trivial, diré al lector que, frente a
esas tentaciones de evasión hacia una Edad Media transfigurada, se pre-
gunte honestamente si le satisfaría, por la virtud de un Merlín o de un
Oberón, verse transportado a aquel tiempo y vivir en él. Que piense que
las gentes de la Edad Media -y en este aspecto puede decirse, sin temor
a engaño, que todas las gentes de la Edad Media- no han soñado, por su
parte, más que en huir de su tiempo y ganar un más allá, el cielo, y que,
entre tantos terrores que los hacían temblar, el menor era el temor de la
muerte -la muerte, la gran ausente de la iconografía medieval antes del
siglo XIV.
PRIMERA PARTE
J J

LA EVOLUCION HISTORICA
CAPfTULO I
~ ~

LA INSTALACION DE LOS BARBAROS


(SIGLOS v-vrr)

E L Occidente medieval nació sobre las ruinas del mundo romano. En


él encontró a la vez apoyo y dificultad. Roma fue al mismo tiempo
su nodriza y el agente de su parálisis.
Para comenzar, Roma legó a la Europa medieval la dramática alter-
nativa simbolizada por la leyenda de sus orígenes: la Roma encerrada
del pomerium y del templum triunfando sobre la Roma sin límites, sin
murallas, vanamente bosquejada por el infortunado Remo.
Puesta por Rómulo bajo el signo del encierro, la historia romana,
aun en sus éxitos, no es más que la historia de una grandiosa clausura.
La Ciudad reúne en torno a ella un espacio dilatado por las conquistas
hasta un perímetro óptimo de defensa, que ella misma se encarga, en el
siglo 1, de encerrar detrás del limes, verdadera muralla de China del mun-
do occidental. En el interior de esa muralla, Roma explota y beneficia
sin crear: ninguna innovación técnica desde la época helenística; una
economía alimentada por el pillaje, a la que las guerras victoriosas propor-
cionan la mano de obra servil y los metales preciosos, extraídos de los
tesoros reunidos por el Oriente. Se distingue en las artes conservadoras:
la guerra siempre defensiva, pese a las apariencias de conquista; el dere-
cho, que se levanta sobre el andamiaje de los precedentes y se precave
contra las innovaciones; el sentido del Estado, que asegura la estabilidad
de las instituciones; la arquitectura, arte por excelencia de la habitación.
Esta obra maestra de inmovilismo que ha constituido la civilización
romana fue atacada, en la segunda mitad del siglo u, por la erosión de
las fuerzas de destrucción y de renovación.
La gran crisis del siglo m zapa el edificio, la unidad; del mundo romano
se deshace : el corazón, Roma e Italia, se esclerosa, no irriga ya a los niiem-
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

bros que tratan de vivir con una vida propia. Las provincias se emanci-
pan primero, después se hacen conquistadoras. Hispanos, galos y orien-
tales invaden el Senado. Los emperadores Trajano y Adriano son de origen
hispano, Antonino de ascendencia gala y, bajo la dinastía de los Severos,
los emperadores son africanos y las emperatrices, sirias. En el año 212, el
edicto de Caracalla concede el derecho de ciudadanía romana a todos los
habitantes del Imperio. Tanto como el éxito de la romanización, esta as-
censión provincial manifiesta el crecimiento de las fuerzas centrífugas. El
Occidente medieval heredará esta lucha: ¿unidad o diversidad, cristian-
dad o naciones?
Hay todavía un desequilibrio más profundo: el Occidente pierde su
sustancia en provecho del Oriente. El oro que paga las importaciones de
lujo huye hacia el Este, productor e intermediario, cuyos mercaderes, ju-
díos y sirios, monopolizan el gran comercio. Las ciudades de Occidente
sufren de anemia mientras las de Oriente prosperan.
La fundación de Constantinopla, la Nueva Roma, llevada a cabo por
Constantino (324-330), materializa esta pendiente del mundo romano hacia
el Oriente. En consecuencia, la división estigmatizará también al mundo
medieval. Los esfuerzos de unión entre el Occidente y el Oriente no resis-
tirán a una evolución a partir de este momento divergente. Y el cisma
quedará inscrito entre las realidades del siglo IV. Bizancio no hará sino
continuar a Roma y, bajo las apariencias de la prosperidad y del prestigio,
perseguirá tras sus murallas hasta 1453 la agonía romana. El Occidentt;!,
empobrecido, barbarizado, habrá de rehacer las etapas de un vuelo que le
abrirá, al final de la Edad Media, los caminos del mundo entero.
Y lo que es más grave todavía, la fortaleza romana de la que partían
las legiones a la captura de prisioneros y de botín, se verá asediada y, bien
pronto, forzada. La última gran guerra victoriosa data de Trajano, y el oro
de los dacios, obtenido después del 107, supondrá el último alimento sus-
tancioso para la prosperidad romana. Al agotamiento exterior se añade el
estancamiento interior y, ya desde un principio, se origina la crisis demo-
gráfica que torna aguda la penuria de la mano de obra servil. En el siglo n,
Marco Aurelio logra mantener el asalto bárbaro en el Danubio; muere
allí en el 180. El siglo m, por su parte, presencia un asalto general a las
fronteras del limes. Se apacigua, al fin, menos por los éxitos militares de los
emperadores ilirios de fin de siglo y de sus sucesores que por la calma
momentánea determinada al acoger a los bárbaros como federados y aliados
y admitirlos en el ejército o en las fronteras interiores del Imperio: prime-
ros bosquejo~ de una fusión que caracteriza a la Edad Media.
LA INSTALAClóN DE LOS BARBAROS

Los emperadores creen conjurar el destino abandonando los dioses


tutelares que han fracasado por el Dios nuevo de los cristianos. La reno-
vación constantiniana semeja justificar todas las esperanzas: bajo la égida
del Cristo, la prosperidad y la paz retornan. No se trata sino de un breve
respiro. El cristianismo se muestra, en realidad, como un falso aliado de
Roma. Las estructuras romanas no significan para la Iglesia más que un
marco en el cual moldearse, un fundamento sobre el que apoyarse, un ins-
trumento para afirmarse. Religión de vocación universal, el cristianismo
duda en encerrarse dentro de los límites de una civilización dada. Cierto
que será el principal agente de transmisión de la cultura romana al Occi-
dente medieval. Cierto que heredará de Roma y de sus orígenes históricos
la tendencia a replegarse en sí mismo. Pero, frente a esta religión cerrada,
la Edad Media occidental conocerá también una religión abierta y el diá-
logo de las dos caras del cristianismo dominará esa edad intermedia.
Economía cerrada o economía abierta, mundo rural o mundo urbano,
fortaleza única o casas diversas, el Occidente medieval empleará diez siglos
en resolver tales alternativas.

Si bien la crisis del mundo romano durante el siglo m constituye el


comienzo del trastorno del cual iba a nacer el Occidente medieval, es legí-
timo considerar las invasiones bárbaras del siglo v como el acontecimiento
que precipita las transformaciones, les infunde un giro catastrófico y modi-
fica profundamente su aspecto.
Las invasiones germánicas no suponen, en el siglo v, una novedad para
el mundo romano. Aun sin remontarse a los cimbrios y a los teutones, ven-
cidos por Mario en los comienzos del siglo n antes de J. C., es preciso recor-
dar que, desde el reinado de Marco Aurelio (161-180), la amenaza germá-
nica pesaba de un modo permanente sobre el Imperio. Las invasiones
bárbaras son uno de los elementos esenciales ele la crisis del siglo m. Los
emperadores galos e ilirios de finales del siglo m contuvieron durante un
tiempo el peligro. Pero -para limitarnos a la zona occidental del Impe-
rio- la gran incursión de los alamanes, de los francos y otros pueblos ger-
mánicos, que, en el año 276, saquean la Galia, la Hispania y la Italia del
Norte, prefigura la gran invasión del siglo v. Su aventura deja heridas mal
cicatrizadas -campiñas devastadas, ciudades arruinadas-, precipita la evo-
lución económica -decadencia de la agricultura, repliegue urbano-, la
reces ión demográfica y las transformaciones sociales: los campesinos deben
colocarse bajo el patronato cada vez más pesado de los grandes propietarios,

31
LA CIVILIZACiúN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

o 200 400 6ookm


i---==oi.--.t=:=...-"==~
SIGLO--IV---~--
l. EL MUNDO ROMAN -
O A FINALES DEL 1

ESLAVOS

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os TROGODOS
f<'
'(;ÉPIDOS

VISIGODOS
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

que pasan a convertirse asimismo en jefes de bandas militares, y la situa-


ción del colono se acerca cada vez más a la del esclavo. Y, a veces, la miseria
de los agricultores desemboca en revolución : circoncelios africanos, bagau-
dos galos e hispanos, la revuelta de los cuales se hace endémica durante los
siglos IV y v.
De la misma manera, aparece en Oriente un pueblo bárbaro que reco-
rrerá su camino y desempeñará en Occidente un papel capital: los godos.
En 269 se ven contenidos por el emperador Claudio II en Nisch, pero
ocupan la Dacia y su brillante victoria sobre el emperador Graciano, el g de
agosto de 378, si bien no ha sido el acontecimiento decisivo pintado con
terror por tantos historiadores «romanófilos)) («Podríamos detenernos aquí
-escribe Víctor Duruy-, ya que de Roma no queda n ada: creencias,
instituciones, curia, organización militar, artes, literatura, todo ha desapa-
recido))), es, por lo menos, el trueno anunciador de la tempestad que va
a sumergir el Occidente romano.
Gracias a la historia de Jordanes, tendenciosa, desde luego, puesto que
él mismo es de origen bárbaro, y tardía, puesto que escribe a m ediados del
siglo VI, nos hallamos mejor informados sobre los godos que sobre el resto
de los pueblos invasores. Jordanes utiliza una documentación escrita y oral
seria. En particular, ha tenido en cuenta la Historia de los Godos, perdida
para nosotros, de Casiodoro. Los historiadores y los arqueólogos confirman
en líneas generales los «Wanderungen)) realizados por los godos según Jor-
danes, desde Escandinavia al mar de Azov, a través del Mecklemburgo, la
Pomerania y las marismas del Pripet. ~acia 230, han fundado un estado en
Rusia meridional. «De la isla de Scanzia (Suecia) -escribe Jordanes-, que
es una especie de fábrica de pueblos o, si se prefiere, de matriz de naciones,
fue de donde salieron los godos con su rey, llamado Berg. Después de haber
avanzado hasta las estancias de los Ulmeruges (Pomerania oriental), cre-
ciendo sin cesar sus pueblos, decidieron los godos, bajo el reinado de su
quinto rey, después de Berg, empujar hacia adelante su ejército, seguido
por las familias, para buscar más vastas estancias y territorios más conve-
nientes. Y, de esta manera, los godos llegaron a la Escitia. La gran fertili-
dad de la región sedujo al ejército; pero después de que una mitad hubo
pasado, el puente que había permitido cruzar el río se hundió, de tal forma
que ya no les fue posible avanzar ni retroceder, pues ese país est~ lleno de
marismas movedizas que lo rodean a la manera de un abismo.))
Las causas de las invasiones nos importan poco. Crecimiento demo-
gráfico y atracción de territorios más ricos, motivos invocados por Jordanes,
no pudieron intervenir sino a continuación de un impulso inicial, que bien

34
LA INST ALACióN DE LOS BÁRBAROS

pudo haber sido un cambio de clima, una baja de la temperatura que, de


Siberia a Escandinavia, hubiese reducido los terrenos de cultivo y de pas-
tor eo de los pueblos bárbaros y, uno empujando al otro, los hubiesen puesto
en movimiento hacia el Sur y el Oeste, hasta los Finisterres occidentales: la
Bretaña, que sería más tarde Inglaterra; la Galia, que se convertiría en
Francia; la Hispania, el sur de la cual tomaría el nombre de los vándalos
(Andalucía), e Italia, que no mantendría sino en su parte norte el nombre
de sus invasores tardíos, la Lombardía.
Ciertos aspectos de esas invasiones nos interesan mucho más.
En primer término, toman casi siempre la forma de una huida hacia
adelante. Los invasores son fugitivos perseguidos por alguien más fuerte o
más cruel que ellos. Su crueldad es, con frecuencia, motivada por la deses-
peración, sobre todo cuando los romanos les niegan el asilo que ellos piden
a menudo pacíficamente.
San Ambrosio, a finales del siglo IV, advierte perfectamente esas inva-
siones en cadena: «Los hunos se han precipitado sobre los alanos, los ala-
nos sobre los godos, los godos sobre los taifas y los sármatas; los godos,
arrojados de su patria, nos han rechazado, a su vez, en Iliria. ¡Y esto no ha
acabado todavía!»
· En cuanto a Jordanes, subraya que, si los godos tomaron las armas
contra los romanos en el año 378, se debió a haber sido acantonados en un
territorio exiguo y sin recursos, donde los romanos les vendían a precio de
oro carne de perro y de animales repugnantes, haciéndose entregar a sus
hijos como esclavos a cambio de un poco de alimento. Fue el hambre quien
los armó contra los romanos. Frente a los bárbaros, se da, en efecto, una
doble actitud tradicional entre los romanos. Unas veces, según las circuns-
tancias y los hombres, se mostraban dispuestos a acoger a los pueblos que
se acumulaban a sus puertas y, a través del estatuto de federados, respe-
taban sus leyes, sus costumbres y su originalidad. De este modo, desarma-
ban su agresividad y hacían de ellos en su provecho soldados y campesinos,
paliando la crisis de la mano de obra militar y rural.
Los emperadores que practicaron esta política no gozaron de buena
reputación entre los tradicionalistas, para quienes los bárbaros se hallaban
más cerca de las bestias que de los hombres. He aquí la segunda actitud,
que fue la más frecuente.
((Constantino -dice el historiador griego Zósimo- abrió la puerta a
los bárbaros ... Ello fue la causa de la ruina del Imperio.»
Ammiano Marcelino, por su parte, denuncia la ceguera de Valente
que, en el año 376, organiza el paso del Danubio por los godos. ((Se despa-

35
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

charon numerosos agentes, encargados de procurar medios de transporte a


ese pueblo feroz. Se tuvo buen cuidado en que ninguno de los futuros des-
tructores del Imperio romano fuese atacado por enfermedad mortal, ni se
quedase en la otra orilla. .. ¡Y todo ese cuidado, toda esa confusión para
terminar con la ruina del mundo romano l » Y lo mismo se censuraba a
Teodosio, gran amigo de los godos, amator generis Gothorum, según frase
de Jordanes.
Ciertos de esos bárbaros adquirieron un renombre especial de fealdad
y de crueldad. Veamos, por ejemplo, a los hunos en la célebre descripción
de Ammiano Marcelino: «Su ferocidad va más allá de todo lo imaginable:
con la ayuda del hierro, trazan profundas cicatrices en las mejillas de los
recién nacidos, a fin de destruir todo germen de bozo ; de esta manera,
envejecen imberbes y sin gracia, semejantes a eunucos. Tienen el cuerpo
rechoncho, los miembros robustos, la nuca grosera. Su anchura de espaldas
los convierte en terroríficos. Se diría que son animales bípedos o esas figu-
ras mal talladas, en forma de troncos, que guarnecen los parapetos de los
puentes ... Los hunos no cuecen ni sazonan sus alimentos. Se nutren única.
mente de raíces salvajes o de la carne cruda del primer animal que encuen-
tran a mano, recalentándola tan sólo durante cierto tiempo en la grupa de
su caballo, sosteniéndola entre -sus piernas. No tienen lugar en que abri-
garse .. . Las casas no son empleadas entre ellos, como tampoco las tumbas . ..
Se cubren de lienzo o de pieles de rata de los bosques, cosidas conjuntamen-
te. No cuentan con un traje para el interior y otro para salir. Una vez que
se han endosado su túnica de un color desvaído, no se la quitan hasta que
se cae de vieja ... Podría creérselos clavados sobre sus caballos ... No echan
pie a tierra ni para comer, ni para beber. Duermen inclinados sobre el
magro cuello de su montura, donde reposan a su gusto . .. »
Y los lombardos, en el siglo v1, llegarán, incluso después de tantas atro-
cidades, a señalarse por su ferocidad. «Salvajes con un salvajismo peor que
toda la salvajería germánica.»
Los autores de tales textos son, sobre todo, paganos que, como herede-
ros de la cultura grecorromana, sienten odio hacia el bárbaro que extermina
desde fuera y desde dentro esta civilización, destruyéndola o envi1eciéndola.
No obstante, muchos cristianos, para los cuales el Imperio romano fue la
cuna providencial del cristianismo, experimentan la misma repulsión por
los invasores. Así, San Ambrosio ve en los bárbaros a enemigos des·provistos
de humanidad y exhorta a los cristianos a defender con las armas «la patria
contra la invasión bárbara». El obispo Synesio de Cirene llama a los inva-
sores escitas «símbolo de barbarie» y les aplica el verso de la Ilíada en el
LA INST ALAClóN DE LOS BÁRBAROS

que Homero aconseja «arrojar a esos perros malditos que arrastra el Des-
tino».
De todas maneras, otros textos hay que suenan de una manera diferen-
te. San Agustín, pese a deplorar las desgracias de los romanos, se niega a
ver en la conquista de Roma por Alarico, llevada a cabo en el año 410,
otra cosa que un hecho doloroso como la historia romana ha visto tantos,
y subraya que, al contrario de la mayor parte de los generales romanos ven-
cedores, que han manchado su reputación con el saqueo de las ciudades
conquistadas y el exterminio de sus habitantes, Alarico ha aceptado consi-
derar las iglesias cristianas como asilos y las ha respetado. «Todas las devas-
taciones, los asesinatos, los saqueos, los incendios y los malos tratos que se
han cometido en ese desastre tan reciente de Roma no son sino la conse-
cuencia de las costumbres practicadas en la guerra. Pero esto que ha acon-
tecido por primera vez, el hecho de que ese salvajismo bárbaro, por un pro-
digioso cambio del aspecto de las cosas, se haya mostrado tan dulce hasta
el punto de escoger y designar, para llenarlas con representantes del pueblo,
las más vastas basílicas, dentro de las cuales nadie sería acometido, de donde
nadie sería arrancado, adonde muchos serían conducidos para su liberación
por enemigos compasivos, de donde nadie sería llevado en cautividad ni
aun por los más crueles enemigos: esto, en nombre del Cristo, es a los
tiempos cristianos a lo que hay que atribuirlo ... »
Ahora bien, el texto más extraordinario procede de un simple monje,
que, como tal, no tiene las razones de los obispos aristócratas para tratar
con circunspección el orden social romano. Hacia el 440, Salviano, que se
intitula a sí mismo ((Sacerdote de Marsella» y que es monje en la isla de
Lerin, escribe un tratado, Del Gobierno de Dios, que es una apología de la
Providencia y un ensayo de explicación de las grandes invasiones.
Para él, la causa de la catástrofe es interior. Son los pecados de los
romanos -incluidos los cristianos- los que han destruido el Imperio, y
son sus vicios quienes los han entregado a los bárbaros. ((Los romanos eran
contra sí mismos enemigos peores aún que sus enemigos del exterior, pues,
aunque los bárbaros los hubiesen ya vencido, se destruían todavía más por
sí mismos.»
Por otro lado, ¿qué se puede reprochar a esos bárbaros? Ellos ignoran
la religión. Por lo tanto, si pecan es inconscientemente. Su moral, su cultu-
ra es otra. ¿Por qué condenar una cosa sólo porque es diferente?
(<El pueblo sajón es cruel; los francos, pérfidos; los gépidos, inhumanos;
los hunos, impúdicos. Sin embargo, sus vicios, ¿pueden considerarse tan
culpables como los nuestros? ¿La impudicia de los hunos es tan criminal

37
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

como la nuestra? ¿La perfidia de los francos tan censurable como la nues-
tra? ¿Un alamán borracho es tan vituperable como un cristiano borracho?
¿La bellaquería en un huno o en un gépido puede resultar sorprendente,
sabiéndole ignorante de que la bellaquería sea una falta? ¿Un alano rapaz
es tan condenable como un cristiano rapaz? ¿El perjurio en un franco
puede juzgarse inaudito, cuando él piensa que el perjurio es un recurso
ordinario y no un crimen?»
Y sobre todo -por encima de sus opiniones personales, que pueden
ser discutibles-, Salviano nos da razones profundas del éxito de los bárba-
ros. Sin duda alguna, existe una superioridad militar por su parte. La exce-
lencia de la caballería bárbara presta todo su valor a la superioridad del
armamento. El arma de las invasiones es la espada larga, cortante y pun-
tiaguda, arma de filo, cuya terrible eficacia es la fuente real de las exage-
raciones literarias de la Edad Media: cascos cortados, cabezas y cuerpos
hendidos en dos, a veces, incluso, comprendido el caballo. Ammiano Mar-
celino anota con horror un hecho de armas de esta clase, desconocido por
los romanos. Pero había bárbaros en los ejércitos romanos y, pasada la sor-
presa de los primeros choques, una superioridad militar pronto se ve com-
partida por el adversario.
La verdad es que los bárbaros se beneficiaron de la complicidad, activa
o pasiva, de la masa de la población romana. La estructura social del Impe-
rio romano, en el que las capas populares se sentían más y más aplastadas
por una minoría de ricos o de poderosos, explica el éxito de las invasiones
bárbaras. Escuchemos a Salviano: «Los pobres son despojados, las viudas
gimen, los huérfanos son pisoteados, hasta tal punto que muchos de entre
ellos, comprendidas gentes de buen nacimiento y que han recibido una
educación superior, se refugian entre los enemigos. Para no perecer bajo
la persecución pública, van a buscar entre los bárbaros la humanidad de
los romanos, porque no pueden soportar más, entre los romanos, la inhuma-
nidad de los bárbaros. No se parecen en nada a los pueblos entre los que
buscan refugio. Sus maneras son distintas, no conocen su lenguaje y, me
atrevo a decirlo, carecen asimismo del olor fétido que impregna los cuerpos
y los vestidos de los bárbaros. Prefieren, sin embargo, plegarse a esa deseme-
janza de costumbres mejor que sufrir entre los romanos la injusticia y la
crueldad. Emigran, pues, hacia los godos o hacia los bagaudos o hacia los
otros bárbar'os que dominan en todas partes. Y no tienen motivo alguno
para arrepentirse de este destierro. Porque prefieren vivir libres bajo una
apariencia de esclavitud, que ser esclavos bajo una apariencia de libertad.
El nombre de ciudadano romano, antaño no sólo muy estimado, sino inclu-
LA INST ALACióN DE LOS BARBAROS

so pagado a alto precio, es hoy día repudiado y despreciado. Y no solamente


se le considera como de poco valor, sino que le juzga abominable ... De
ahí viene que aun los que no huyen hacia los bárbaros se ven de todas
formas obligados a hacerse bárbaros, como ocurre con la mayoría de los
hispanos y una parte notable de los galos y con todos aquellos a quienes,
sobre la extensión del mundo romano, la iniquidad romana obliga a dejar
de ser romanos. Hablemos ahora de los bagaudos, que, despojados por jueces
injustos y sanguinarios, apaleados, muertos, tras haber perdido el derecho
de la libertad romana, han perdido también el honor del nombre romano.
Y los llamamos rebeldes, hombres perdidos, cuando somos nosotros quienes
les hemos obligado a convertirse en criminales.»
Todo queda dicho en esas frases: la convivencia entre el bárbaro y el
sublevado, el godo y el bagaudo, y la evolución de las masas populares roma-
nas, que las barbariza antes de que los bárbaros hayan llegado. El erudito
que ha pretendido que «la civilización romana no ha muerto de su bella
muerte», sino que «ha sido asesinada>>, ha dicho tres cosas contrarias a la
verdad, porque la realidad es que la civilización romana se ha suicidado y
que ese suicidio no ha tenido nada de bello. Por otra parte, no ha muerto
a causa de él, dado que las civilizaciones no son mortales, y la romana, a
través de los bárbaros, ha sobrevivido durante la Edad Media y aun más
allá de ella.
A decir verdad, la instalación de algunos bárbaros en el suelo romano
se había efectuado a satisfacción de todos. El panegirista de Constando
Cloro, a principios del siglo IV, declara: «El camavo labra para nosotros.
Él, que nos ha arruinado durante tanto tiempo con sus pillajes, se ocupa
ahora de enriquecernos. Helo aquí vestido como un campesino que se ago-
ta trabajando. Frecuenta nuestros mercados y lleva a ellos sus bestias para
venderlas. Grandes espacios incultos en el territorio de Amiens, de Beau-
vais, de Troyes, de Langres reverdecen ahora gracias a los bárbaros.» La
misma forma de expresarse encontramos en otro galo, el retórico Pacatus,
que en el año 389 acudió a Roma para pronunciar el panegírico de Teo-
dosio. En su discurso felicita al emperador por haber hecho de los godos,
en otro tiempo enemigos de Roma, campesinos y soldados a su servicio.
En medio de las desgracias, espíritus clarividentes perciben la única
solución viable para el porvenir: la fusión entre bárbaros y romanos. El
retórico Temistius, al final del siglo IV, J:'lredice: «De momento, las heridas
que los godos nos han infligido están todavía recientes. Mas pronto tendre-
mos en ellos compañeros de mesa y de combate y ellos participarán en
nuestras funciones públicas.»

39
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIE V AL

Palabras demasiado optimistas, porque si, a la larga, la realidad llegó


a parecerse al cuadro excesivamente idílico de Temistius, fue con la dife-
rencia notable de que los bárbaros vencedores admitieron a su lado a los
romanos vencidos.
De todas maneras, la asimilación de los dos grupos se vio desde un
principio favorecida por determinadas circunstancias.
Los bárbaros que se instalaron durante el siglo ven el Imperio romano
no eran esos pueblos jóvenes pero salvajes, apenas salidos de sus bosques
o de sus estepas, que nos pintan sus detractores de la época o sus admira-
dores modernos. Si bien no eran, como Fustel de Coulanges ha pretendido
con evidente exageración, los restos de una raza debilitada, «desgarrada por
sus largas luchas interiores, enervada por una serie de revoluciones sociales
y que había perdido ya sus instituciones>>, habían evolucionado mucho, sin
embargo, gracias a los desplazamientos, con frecuencia seculares, que habían
acabado por lanzarlos sobre el mundo romano. Habían visto mucho, apren-
dido mticho y retenido no poco. Sus caminos los habían puesto en contacto
con culturas y civilizaciones de las cuales habían tomado costumbres, artes
y técnicas. Directa o indirectamente, la mayor parte de ellos habían recibi-
do la influencia de las culturas asiáticas, del mundo iranio y del mismo
mundo greco-romano, especialmente en su parte oriental que, en vías ya de
convertirse en bizantina, seguía siendo la más rica y la más brillante.
Ellos aportaron al Occidente técnicas metalúrgicas refinadas: adamas-
cado, técnicas de orfebrería, el arte del cuero y el arte admirable de las
estepas y sus motivos animales estilizados. Con frecuencia se habían senti-
do seducidos por la cultura de los imperios vecinos y habían concebido por
el saber y el lujo una admiración sin duda torpe y superficial, pero no
exenta de respeto.
Los hunos de Atila* distan mucho de ser los salvajes pintados por
Ammiano Marcelino. Cierto que hay elementos de leyenda en la imagen
de la corte de Atila abierta a los filósofos. No obstante, es notable el hecho
de que, en el 448, un médico galo reputado, Eudoxio, comprometido por
sus relaciones con los bagaudos, se refugie entre los hunos. El mismo año, un
embajador romano de Constantinopla en la corte de Atila, Prisco, encuen-
tra allí a un romano de Mesia que, prisionero, ha iniciado una nueva vida
con sus amos, se ha casado con una mujer bárbara y que le ensalza la orga-
nización social de los hunos en comparación con la del mundo romano.
Jordanes, que escribe más tarde, en el siglo vr, dice de los godos con
evidente parcialidad: «Esta nación tuvo por rey a Zalmoxes, filósofo cuya
(") Para las palabras seguidas de asterisco, véase diccionario al final del libro.
r. MINIATURA ROMÁNICA: LA TEMPES-
TAD.

Esta miniatura pert.enece al célebre


evangeliario de la abadesa Huida de
J\!leschede, que fu.e realizado en Colo-
nia durante el jJrimer cuarto del si-
g lo XI. Ilustra la escena evangélica de
j esús y los apóstoles en medio de la
tempestad (Nfoteo, 8, 2; -27 ), escena
muy apreciada jJor las gentes de la
Edad Media, sensibles a los p.e ligros
del mar y a su simbolismo. Pero el
111.ayor valor de la escena radica en su
realismo, caracterís tico del estilo "pin-
toresco" e ''.impresionista" de la Escue-
la de Colon'ia. Los co lores (azul fJ'i-
zarra, rojo ladrillo, blanco) revelan en
el artista un gusto muy individualiza-
do. El "espíritu románico" imjJregna
toda la composición, deformada jJara
alcanzar los límites del cuadro . El lijJo
de las figuras se relaciona todavía con
.e l estilo arcaizante de la tradición ca-
rolingia y otoniana. (Darmstadl, Bi-
blioteca Nacional, Códice I640.)
LA INSTALACióN DE LOS BARBAROS

ciencia prodigiosa testimonian la mayor parte de los analistas. Ya antes


contaron con hombres de gran saber: Zeutas, después Dicenio ... Los go-
dos no están faltos, pues, de profesores para aprender la filosofía. Por otra
parte, fueron siempre más cultos que la mayor parte de los bárbaros. Igua-
laban casi a los griegos, según Dión, que ha escrito su historia en lengua
griega.»
Además, otro acontecimiento capital había transformado la fisonomía
de los invasores bárbaros. Si bien una parte de ellos había continuado
siendo. pagana, otra parte, y no la menor, se había convertido al cristianis-
mo. Ahora bien, por un curioso azar, que daría lugar a graves consecuen-
cias, esos bárbaros convertidos -ostrogodos, visigodos, burgundos, vánda-
los y más tarde lombardos- lo habrían sido al arrianismo, doctrina que,
a partir del concilio de Nicea, había quedado definida como herejía. Ha-
bían sido, en efecto, cristianizados por «el apóstol de los godos» Ulfila *,
nieto de capadocios cristianos, hechos prisioneros por los godos en el
año 264. El niño «goticizado» había sido enviado en su juventud a Cons-
tantinopla, donde había sido ganado por el arrianismo. Al regresar como
obispo misionero cerca de los godos, tradujo para su edificación la Biblia
al gótico, logrando con ello un pueblo de heréticos. De esta manera, lo que
pudo haber significado un lazo religioso, supuso, por el contrario, una
causa de discordia y originó ásperas luchas entre bárbaros arrianos y ro-
manos católicos.
Quedaba la atracción ejercida por la civilización romana sobre los
bárbaros. No solamente los jefes bárbaros llamaron a romanos para que
les sirvieran de consejeros, sino que procuraron con frecuencia imitar las
costumbres romanas y decorarse con títulos romanos: cónsules, patricios, etc.
Se presentaban no como enemigos, sino como admiradores de las institu-
ciones romanas. Como máximo, se les podía tomar como usurpadores. No
eran más que la última generación de aquellos extranjeros, hispanos, ga-
los, africanos, ilirios, orientales, que, poco a poco, habían escalado las
más altas magistraturas, incluso la púrpura imperial. Más aún: ningún
soberano bárbaro osó nombrarse a sí mismo emperador. Cuando Odoacro
depuso en el año 476 al emperador de Occidente, Rómulo Augústulo,
envió al emperador Zenón de Constantinopla las insignias imperiales, con
la indicación de que un solo emperador bastaba. «Admiramos los títulos
concedidos por el emperador más que l"os nuestros», escribe un rey bár-
baro a un emperador romano. El más poderoso de todos esos reyes, Teo-
dorico, toma el nombre romano de Flavio y escribe al emperador: Ego
qui sum servus vester et filius, «Yo que soy vuestro siervo y vuestro hijo»,
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

y le declara que su sola ambición es hacer de su reino «una imitación del


vuestro, una copia de vuestro imperio sin rival». Es preciso esperar al
año 800 y al advenimiento de Carlomagno para que un jefe bárbaro ose
llamarse emperador.
De este modo, cada uno de los campos parecía haber recorrido el
camino para acudir al encuentro del otro. Los romanos decadentes, bar-
barizados, del interior se rebajan hasta el nivel de los bárbaros desbastados,
pulimentados, del exterior.
Así, pues, quede bien claro que no se puede ver en las invasiones
bárbaras un episodio de instalación pacífica o, como se ha llegado a decir,
un poco en broma, un fenómeno de «desplazamientos turísticos».
Con seguridad, aquellos tiempos fueron, ante todo, tiempos de confu-
sión. Confusión nacida ya, desde un principio, de la mezcolanza misma de
los invasores. En el curso de su camino, las tribus y los pueblos habían com-
batido entre sí, se habían sojuzgado los unos a los otros y se habían
entremezclado. A veces formaban confederaciones efímeras, como los hu-
nos, que englobaban en su ejército restos de ostrogodos, de alanos, de
sármatas vencidos. Roma probó lanzar a los unos contra los otros e intentó
romanizar apresuradamente a los primeros llegados, a fin de hacer de ellos
un instrumento contra los siguientes, que se habían mantenido más bár-
baros. El vándalo Estilicón, tutor del emperador Honorio, enfrenta al
usurpador Eugenio y a su aliado franco, Argobasto, un ejército de godos,
de alanos y de caucásicos.
Acontecimientos menores, pero significativos, que ocupan un frente
esencial, el del Danubio medio, de Passau a Klosterneuburgo, llenan esa
historia ejemplar que es la Vida de San Severino, que vivió en la segunda
mitad del siglo v, tal como la cuenta su discípulo Eugippius. Severino,
venido de Oriente, pero latino, intenta organizar en torno a los restos de
las poblaciones romanas de la Nórica ripuaria, con la ayuda de la tribu
germánica de los rugas y de sus «reyes>>, la resistencia a la presión de otros
invasores, prestos a forzar el paso del río, alamanes, godos, hérulos, turin-
gios ... El monje-ermitaño va de una a otra de las ciudades fortificadas, en las
cuales se ha refugiado la población romana y ruga. Lucha contra la here-
jía, el paganismo, el hambre. Opone a las incursiones de los bárbaros las
armas espirituales, ya que le faltan las materiales. Pone en guardia a los
habitantes contra las imprudencias: salir de los campos fortificados para
recoger los frutos o hacer la siega supone exponerse a ser muerto o hecho
prisionero por el enemigo. Mediante la palabra, mediante milagros, me-
diante el poder de las reliquias de los santos, intimida o doblega a los bár-
LA INST ALAClóN DE LOS BARBAROS

baros. No se hace ilusiones. Cuando gentes optimistas o inconscientes le


ruegan que les consiga del jefe rugo el derecho de comerciar, responde:
«¿Para qué pensar en mercancías para lugares de los que ningún mer~
cader podrá regresar?n Eugippius describe de modo maravilloso la con-
fusión de los acontecimientos, afirmando que la frontera del Danubio
se halla de manera permanente envuelta en la confusión y en situación
ambigua: Utraque Pannonia ceteraque confinia Danuvii rebus turbaban-
tur ambiguis. Toda organización militar, administrativa y económica desa-
parece. El hambre se enseñorea del país. Mentalidades y sensibilidades se
tornan cada vez más groseras, supersticiosas. Y, poco a poco, llega lo ine-
luctable. Las fortalezas caen una a una en manos de los bárbaros y, final-
mente, después de la muerte del hombre de Dios que había llegado a con-
vertirse en jefe absoluto de esos grupos de desamparados, Odoacro decide
la deportación a Italia de los supervivientes. Los deportados llevan con
ellos los despojos de Severino y acaban por instalar esta reliquia en un
monasterio cerca de Nápoles. Tal es, tal será durante decenios, el final fre-
cuente de las res ambiguae de las invasiones.
Confusión aumentada por el terror. Incluso teniendo en cuenta las
exageraciones, las narraciones de matanzas, de devastaciones que llenan la
literatura del siglo v, no dejan lugar a duda sobre las atrocidades y las
destrucciones que acompañaban los «paseos)) de los pueblos bárbaros.
He aquí, después de la gran invasión del 417, la situación de la Galia,
según Orens, obispo de Auch: «Véase de qué súbita forma la muer-
te ha pesado sobre el mundo entero, hasta qué punto a violencia de
la guerra ha aplastado a los pueblos. Ni las inextricables regiones de los
espesos bosques o de las altas montañas, ni la corriente de los ríos de
rápidos remolinos, ni el abrigo que constituye para las ciudadelas su
situación, para las ciudades sus murallas, ni la barrera que forma el mar,
ni las tristes soledades de los desiertos, ni los desfiladeros, ni siquiera las
cavernas ocultas por sombrías rocas han podido escapar a las manos de
los bárbaros. Muchos perecieron víctimas de la mala fe, muchos del perju-
rio, muchos denunciados por sus conciudadanos. Las emboscadas han cau-
sado mucho daño, mucho también la violencia popular. El que no ha sido
domado por la fuerza lo ha sido por el hambre. La madre ha sucumbido
miserablemente con sus hijos y su esposo; el amo ha caído en servi-
dumbre al mismo tiempo que sus siervos. Algunos han sido pasto de los
perros. Muchos han sido víctimas de sus casas en llamas, que les han ser-
vido de pira funeraria. En las ciudades, los dominios, las campiñas, las
encrucijadas de los caminos, en todas partes, aquí y allá, a lo largo de las

43
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 12 A 20

12 . . UN TESTIMONIO DE LA CRISTIANIZA- tera) y el espíritu (sensus), recordando


ClÓN; LA PIEDRA DE JELLING. el texto de San Pablo: la letra mata,
Si bien el cristianismo determinó siem- pero el espíritu vivifica (JI Corintios,
pre en el país en que fue introducido 3, 6), alusión a la exégesis evangélica,
transformaciones culturales decisivas, aquí reducida a la pareja littera-sensus
con frecuencia se vio obligado a pe- en lugar de los cuatro sentidos. La ins-
netrar poco a poco, coexistiendo con cripción recuerda que las autoridades
las tradiciones paganas. Así, esta pie- no son sino la llave para ir más allá de
dra de tres caras representa en una de la letra, a fin de alcanzar el espíritu.
ellas a un monstruo legendario en lu- (Douai, Biblioteca Municipal, manus-
cha con una serpiente, y en otra una crito 250, fol. 2.)
inscripción en caracteres rúnicos, se-
14. IMPORTANCIA DE LAS REGLAS MO-
gún la cual, "Harald, rey de los dane-
NÁSTICAS: SANTA RADEGUNDA.
ses, elevó esta piedra en memoria de
Esta miniatura, incluida en un ma-
dre". Sobre 'ª
Gorm, su padre, y d.e Thyra, su ma-
t.ercera cara, la que apa-
rece en la fotografía, fue esculpida, si-
nuscrito hallado en el monasterio de
Sainte-Croix de Poitiers y correspon-
guiendo el modelo de los ídolos, la más diente a finales del siglo XI, represen-
antigua representación de Cristo cono- ta a la fundadora del monasterio "en
cida en Dinamarca (finales del siglo X). majestad", encuadrada por una déco-
(]elling, Dinamarca, norte de ]utlan- ración que simboliza al monasterio
dia.) como mansión sagrada. Radegunda (ha-
cia 520-587) fue una de esas prince-
13. UNA «AUTORIDAD» MEDIEVAL: SAN sas merovingias que se refugia en el
AGUSTÍN. claustro para huir de los horrores y los
Más o menos deformado, San Agustín peligros de la ép'oCa. Esclava turingia
es, probablemente, el autor, si no más que llegó a ser la quinta esposa de Clo-
leído, por lo menos .el más evocado du- tario I, fundó en Poitiers un monaste-
rante la Edad Media. En esta miniatu- rio femenino, que regentó como aba-
ra, perteneciente a un manuscrito de desa y en el que reunió una colección
la abadía de Marchiennes en el Scarpa, excepcional de reliquias, la más pre-
fundada por San Amancio en el · si- ciosa de las cuales fue un fragmento
glo VII, el santo se muestra con sus de la Vera Cruz (de ahí .el nombre del
vestiduras de obispo, entronizado y ro- monasterio), enviada desde Constanti-
deado de medallones con los retratos nopla por el emperador ]ustino JI.
de los patronos de la abadía. En su (Los donativos de reliquias constituían
mano hay un libro en el que dos ins- uno de los más importantes instrumen-
cripciones oponen los res y [os verba: tos de la diplomacia bizantina.) Como
las cosas y las palabras, y la letra (lit- la más notable de sus realizaciones, Ra-

44
13 14
16
19
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 12 A 20

degunda impuso, no sin dificultad, a ria l. La influencia bizantina es muy


sus monjas la regla de San Cesáreo de clara (Otón lI estaba casado con una
Arles, que sostiene en la miniatura, lo princesa griega, Theófana): trono, dia-
cual viene a subrayar la importancia dema, vestido, globo con la cruz, cetro .
de la organización monástica en un No obstante, el emperador no preten-
momento en que la regla de San Be- de la supremacía sino en Occidente.
nito no había sido todavía difundida. Las cuatro mujeres (invisibles en el
Las miniaturas de este manuscrito, que grabado) que representan a las nacio-
pertenecen al estilo de los frescos con- nes, si no sujetas, por lo menos satélites
temporáneos suyos en la cripta de la del Imperio, aparecen designadas como
iglesia de Saint-Savin-sur-Gartempe, la Germanía, la Francia, la Italia y la
manifiestan las influencias meridiona- Alemania. (Chantilly, Museo Candé.)
les sobre el gran centro artístico y
religioso de Poitiers, uno de los princi- 17. LA CRISTIANIZACIÓN: UN MJLAGRO

pales hogares del arte románico. (Poi- DE SAN BENITO.

tiers, Biblioteca Municipal, manuscri- CafJitel del coro, en el monasterio de


to 250.) Fleury (Saint-Benoit-sur-Loire ). Data,
probablemente, del período rn67-I rn8.
15. RESTAURACIÓN DEL IMPERIO: CAR- Es, verosímilmente, obra del monje
LOMAGNO. Hugo de Santa María, que dejó su
El emperador se muestra .e n su trono, nombre sobre muchos capiteles. La es-
con la corona y el cetro . La miniatura cena, tomada del segundo libro de los
se encuentra en un manuscrito del si- Diálogos de Gregario el Grande, narra
glo X, que contiene lo esencial de la un milagro que se puede suponer como
legislación carolingia: capitulares, ley acaecido a finales del siglo XI, en el
sálica, ley de los ripuarios, ley de los período en que la Iglesia lucha con-
alemanes, ley de los bávaros. (París, tra la clase feudal y se presenta como
Biblioteca Nacional, manuscrito lati- la sostenedora del p·u eblo contra los
no 9654, fol. A v.) señores. Un bandolero ( qu.e reviste aquí
la figura de un caballero, con la cota
16. RESTAURACI·ÓN DE LA IDEA IMPERIAL de mallas y la espada, su caballo y su
EN EL SIGLO X: OTÓN 11. escudo atados a un árbol) pretende ro-
En esta miniatura, arrancada a un ma- bar a un campesino, qui.e n le dice que
nuscrito de las obras de Gregario el ha confiado todos sus bienes a San Be-
Grande, ejecutado antes de 983 por el nito. El bandido se hace conducir has-
arzobispo de Tréveris, Egberto, puede . ta el santo, que está leyendo en su cel-
verse un ejemplo de la propaganda ico- da. En su presencia, los cordeles que
nográfica llevada a cabo por los Oto- sujetaban al campesino caen por sí so-
nes en favor de la restauración impe- los. El bandolero se arrodilla a los p·ies

45
EPiGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES u A .20

de San Benito y se convierte. (Saint-Be- 19. UN SOBERANO BÁRBARO: CHILDE-


nolt-sur-Loire, Loiret, iglesia abacial.) ruco I .

18 . LA CRISTIANIZACIÓN: UN MILAGRO
Facsímil en galvanoplastia del sello
DE SAN MARTÍN.
anular, desaparecido, de Childerico I
(muerto entre el 48r y el 482). Fue
San Martín debe su extraordinaria po- encontrado en su tumba (Tournai)
pularidad a la buena publicidad que le
en r653 . El padre de Clodoveo se llama
prestaron su biógrafo Sulpicio Severo,
a sí mismo en la inscripción el rey
a comienzos del siglo V, y los clérigos Childerico. No obstante, no era sino el
de Tours, deseosos de atraers.e los do-
jefe de los francos salios, considerado
nativos y los peregrinos. Su recuerdo
por los romanos como confederado
ha quedado particularmente unido a
suyo. Int.enta parecer romanizado, pero
la evangelización de las zonas rurales.
el dibujo es bárbaro. Las característi-
Helo aquí representado sobre un ca-
cas son militares, como en la coraza y
pitel, en la nave de la iglesia abacial
la lanza, o bien tradicionales como los
de la Magdalena, Vézelay, edificada
largos cabellos que caen sobre sus hom-
entre rr20 y rr40. La escena es típica,
bros, del modo utilizado tan sólo por
tal como la relata la Leyenda dorada:
los miembros de la familia "real''.· (Pa-
«Como fuese que San Martín quisiera
rís. Biblioteca Nacional, Gabinete de
derribar un pino consagrado al Diablo,
las Medallas.)
en presencia de una multitud de cam-
pesinos, uno de éstos le dijo: "Si tienes
.20. UN SOBERANO BÁRBARO: ALARl-
verdaderamente confianza en tu Dios,
CO II.
permítenos derribar este árbol y ha-
cerlo caer sobre ti." En el momento en El sello-anillo de A !arico II (484-507 ),
que el árbol se hallaba a punto de caer, rey de los godos (Rex Gothorum en la
Martín hizo el signo de la cruz. Y el inscripción), es más romano de factu-
drbol, desviándose hacia el otro lado, ra. Se sabe que el autor del Breviario
estuvo a punto de aplastar a los cam- se esforzó en recoger todo lo que podía
pesinos que se hallaban presentes y que, ser salvado de la herencia romana.
ante tal milagro, se convirtieron a la (Viena, Kunstgeschichtliche Sammlun-
fe.» (Vézelay , Yonne, iglesia abacial.) gen.)
LA INST ALACióN DE LOS BÁRBAROS

rutas, reina la muerte, el sufrimiento, la destrucción, el incendio, el duelo.


Una sola pira ha reducido en humo a la Galia entera.
Y en la Hispania, según las palabras del obispo Idacio:
«Los bárbaros se desencadenan sobre las Hispanias. El flujo de la
epidemia hace igualmente estragos. La tiranía de los exactores roba los
recursos y las fortunas ocultas en las ciudades y la soldadesca las agota.
El hambre asuela el país, un hambre tan atroz que, bajo su imperio, los
hombres devoran carne humana. Madres hay que dieron muerte a sus hijos,
los cocieron y se alimentaron de sus cuerpos. Las bestias, acostumbradas a
los cadáveres de los que habían perecido por el hambre, por el hierro,
por la epidemia, matan incluso a los hombres sanos. No contentas con
haberse hartado de la carne de los cadáveres, atacan a la especie huma-
na. De esta manera, los cuatro azotes del hierro, del hambre, de la epi-
demia y de las bestias hacen estragos por todas partes en el mundo
entero, y las predicciones del Señor por sus profetas se encuentran rea-
lizadas.»
Tal es la macabra coyuntura en que comienza la historia del Occi-
dente medieval. Se mantendrá a lo largo de diez siglos. El hierro, el hambre,
la epidemia, las bestias, tales serán los siniestros protagonistas de esta his-
toria. Ciertamente, no han sido sólo los bárbaros quienes los han traído
con ellos. El mundo antiguo los había conocido ya. Pero tendían a volver
con gran fuerza desde el momento en que los bárbaros los hubieron des-
encadenado. Y a este desencadenamiento de la violencia le habían infun-
dido los bárbaros una fuerza inaudita. La larga espada de las grandes in-
vasiones, que será igualmente la de los caballeros, extiende desde este
momento su sombra mortal sobre Occidente. Antes de recomenzar lenta-
mente la obra constructora, un frenesí de destrucción se apodera por
largo tiempo de Occidente. Los hombres del Occidente medieval son, sin
duda alguna, hijos de esos bárbaros, semejantes a los alanos pintados por
Ammiano Marcelino: «Este placer que los espíritus dulces y pacíficos
encuentran en un ocio estudioso lo ponen ellos en los peligros y en la
guerra. A sus ojos, la suprema felicidad es la pérdida de la vida en el
campo de batalla. Morir de vejez o por un accidente es un oprobio y una
cobardía que cubren de horrorosos ultrajes. Matar a un hombre es un
heroísmo para el cual no tienen bastantes elogios. El más glorioso trofeo
consiste en la cabellera arrancada a uh enemigo, ocupando un lugar deco-
rativo en el caballo de guerra. No se ve entre ellos ni templo ni san-
tuario, ni aun un nicho cubierto de paja. Una espada desnuda clavada
en tierra, según el rito bárbaro, ha pasado a ser el emblema de Marte

47
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

y ellos la honran devotamente como a la soberana de las regiones que re-


corren.»
Pasión de la destrucción que el cronista Fredegario, en el siglo VII,
expresa por boca de la madre de un rey bárbaro, exhortando a su hijo:
«Si quieres alcanzar el éxito y hacerte un renombre, destruye tod'o cuanto
los otros hayan edificado y acuchilla al pueblo entero que hayas vencido;
porque tú no podrás jamás elevar un edificio superior a los construidos
por tus predecesores y no hay más bella hazaña sobre la cual puedas ele-
var tu nombre.))
* * *
Tan pronto con el ritmo de lentas infiltraciones y de progres10n más
o menos pacífica, tan pronto en bruscos impulsos, con su secuela habitual
de luchas y de mortandades, la invasión de los bárbaros modificó profun-
damente, entre los comienzos del siglo vm, el mapa político de Occidente,
que se encontraba bajo la autoridad nominal del emperador bizantino.
De 407 a 429, una serie de incursiones devastan Italia, la Galia y la
Hispania. El episodio más espectacular es el sitio, la toma y el saqueo de
Roma por Alarico y sus visigodos en el año 410. La caída de la Ciudad
Eterna sumió en el estupor a muchos. «Mi voz se ahoga y los sollozos me
interrumpen mientras dicto estas palabras -gime San Jerónimo desde Pa-
lestina-. La ciudad que ha conquistado el universo, ha sido conquistada
a su vez.>> Los paganos acusan a los cristianos de ser la causa del desastre
por haber expulsado de Roma a sus dioses tutelares. San Agustín toma
pretexto del acontecimiento para definir en la Ciudad de Dios las relacio-
nes entre la sociedad terrestre y la sociedad divina. Disculpa a los cris-
tianos y reduce el acontecimiento a sus verdaderas dimensiones: un hecho
trágico que se renovará -esta vez sin efusión de sangre, sine ferro et
igne- en el año 455, con Genserico y sus vándalos.
Vándalos, alanos y suevos saquean la Península Ibérica. La breve ins-
talación de los vándalos en el sur de la Hispania bautiza, sin embargo, de
manera definitiva a la Andalucía. Desde el 429, los vándalos, los únicos
bárbaros que poseían una flota, pasan al Africa del Norte y conquistan las
provincias romanas de Africa, es decir, Túnez y Argelia oriental.
Después de la muerte de Alarico, en el 412, los visigodos refluyen
desde Italia sobre la Galia. En el 414 pasan a la Hispania, d~ donde se
repliegan en el 418, para instalarse en Aquitania. En cada uno de estos
estadios, la diplomacia romana no ha cesado de actuar. Es el emperador
Honorio quien desvía hacia la Galia al rey visigodo Ataúlfo. Éste se casa
2. LOS R EINOS BARBAROS EN EL SIGLO VI
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El Occidente toma forma . Sin embargo, el domin io de se dividirán . Tras los visigodos y los ostrogodos, tas reali-
suevos, vándalos y burgundos será efímero . Los francos dades se llaman España e Italia.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

en Narbona, el Lº de enero del 414, con una hermana del emperador:


Gala Placidia. Es él también quien, después del asesinato de Ataúlfo en
Barcelona, en el 415, incita a los visigodos para que vayan a disputar
la Hispania a los vándalos y a los suevos. Más tarde, los dirige hacia Aqui-
tania.
La segunda mitad del siglo v ve el cumplimiento de cambios decisivos.
En el Norte, bárbaros escandinavos, anglos, jutos y sajones, tras una
serie de expediciones en la Bretaña (la Gran Bretaña), la ocupan entre
los años 441 y 443. Una parte de los bretones vencidos pasa el mar y
vienen a instalarse en la Armórica, que a partir de entonces se convertirá
en la Bretaña.
No obstante, el acontecimiento más importante, si bien efímero, es
la creación del Imperio huno por Atila *. Él es quien inicia la cadena.
En primer lugar, tal como hará Gengis Kan ocho siglos más tarde, Atila
unihca hacia el año 434 las tribus mongolas llegadas a Occidente. Después
bate. y absorbe a otros pueblos bárbaros, mantiene con Bizancio relaciones
ambiguas, ilustrándose con su civilización, vigilándola como una presa
-igual que Gengis Kan más tarde con respecto a la China-, dejándose
finalmente persuadir, después de haber realizado una tentativa en los
Balcanes, en el año 448, para lanzarse sobre la Galia, donde el romano
Aecio, gracias sobre todo a los contingentes visigóticos, lo detiene, en 451,
en los Campos Cataláunicos. El Imperio huno se deshace y, desde el 453,
las hordas retroceden hacia el Este, camino de la muerte. De él no que-
dará en la historia, según las palabras de un oscuro cronista del siglo 1x,
más que el nombre de «el Azote de Dios».
Tiempos confusos, con personajes y situaciones extrañas.
Una hermana del emperador Valentiniano III, Honoria, toma por
amante a su intendente. Irritado por ello, su augusto hermano la castiga
desterrándola a Constantinopla. La princesa, por temperamento y por des-
pecho, hace llegar a manos de Atila un anillo que la compromete como
su futura esposa. Valentiniano se apresura a casar a su hermana antes de
que el huno reclame a su prometida y, con ella, la mitad del Imperio
como dote.
Regresando de la Galia, Atila se precipita sobre la Italia del Norte
en 452, toma Aquilea y se lleva cautiva una parte de la población. Seis
años más tarde, los prisioneros, a los que se creía muert0s, regresan. Mu-
chos encuentran a sus mujeres casadas nuevamente. El obispo, apurado,
recurre al papa León el Grande, que pronuncia su sentencia: los repatria-
dos deben recobrar mujeres, esclavos y bienes. Pero las mujeres casadas en
LA INST ALACióN DE LOS BARBAROS

segundas nupcias no serán castigadas, salvo si se niegan a volver con


su primer esposo. De hacerlo así, serán excomulgadas.
Sea como sea, el emperador ha establecido un nuevo pueblo en el
Imperio: los burgundos, por un tiempo instalados en Worms. Desde allí,
han intentado invadir la Galia, pero han sufrido una sangrienta derrota
a manos de Aecio y de sus mercenarios hunos. El episodio del año 436,
en que su rey Gunter encontró la muerte, será el punto de partida para
la epopeya de los Nibelungos j('. En el 443, los romanos les conceden la ocu-
pación de la Saboya.
Los visigodos de Eurico reanudan en el 468 la conquista de la His-
pania, que llevan a término en diez años.
Y en ese instante surgen Clodoveo y Teodorico.
Clodoveo * es el jefe ele la tribu franca de los salios, la cual, en el
transcurso del siglo v, se ha trasladado primero hasta Bélgica y, después,
al norte de la Galia. Clodoveo reúne en torno de él a la mayor parte de
las tribus francas, somete la Galia del Norte, gracias a su triunfo sobre el
romano Siagrius, conseguido en el 486, en Soissons, convirtiendo esta última
ciudad en su capital. Más tarde rechaza una invasión de los alamanes,
venciéndolos en la batalla de Tolbiac. Conquista, por último, en el 507,
la Aquitania a los visigodos, cuyo rey, Alarico II, es derrotado y muerto
en Vouillé. Cuando fallece, en el 511, los francos son ya los amos de
toda la Galia, con excepción de la Provenza.
Los ostrogodos, en efecto, habían terminado, finalmente, por caer so-
bre el Imperio. Bajo el mando de Teodorico ,¡:, atacaron a Constantinopla
en el 487. Sin embargo, se vieron desviados hacia Italia, que fue conquis-
tada en el 493. Instalado en Rávena, Teodorico reina sobre ella durante
treinta años y, si es que los panegiristas no han exagerado demasiado, su
reinado hizo conocer a Italia, auxiliado en el gobierno por consejeros ro-
manos, Liberio, Casiodoro, Simmaco, Boecio, una nueva edad de oro.
Por otra parte, gracias a haber vivido desde los ocho a los dieciocho años
en la corte de Constantinopla, retenido en ella como rehén, Teodorico es
el más logrado, el más seductor de los bárbaros romanizados. Restaurador
de la pax romana en Italia, no toma partido hasta el año 507 contra Clo-
doveo, al que prohíbe añadir la Provenza a la Aquitania, tomada a los
visigodos. No desea de ningún modo ver al franco llegar hasta el Medi-
terráneo.
A comienzos del siglo VI parece asegurada la partición de Occidente
entre los anglosajones, que imperan aislados sobre la Gran Bretaña, sin
ningún lazo con el continente; los francos, que poseen la Galia; los burgun-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

dos, conhnados en la Saboya; los visigodos, amos de la Hispania; los ván-


dalos, instalados en África, y los ostrogodos, que dominan Italia.
En el año 476 se produce un hecho singular que, no obstante, pasa
casi inadvertido. Un romano de Panonia, Orestes, que ha sido secre-
tario de Atila, reúne después de la muerte de su dueño los restos desper-
digados de su ejército, esquiros, hérulos, turquilingos, rugos, y los pone al
servicio del Imperio en Italia. Convertido en dueño del ejército, se apro-
vecha de su poder para deponer, en el 475, al emperador Juio Nepote y
hacer proclamar en su lugar a su hijo, joven todavía, llamado Rómulo.
Sin embargo, al año siguiente, el hijo de otro favorito de Atila, el esquiro
Odoacro, a la cabeza de un nuevo grupo de bárbaros, se levanta contra
Orestes, lo mata, depone al joven Rómulo y envía las insignias del empe-
rador de Occidente al emperador Zenón de Constantinopla. El aconteci-
miento no parece haber emocionado en demasía a los contemporáneos .
Cincuenta años más tarde, un ilirio que se halla al servicio del emperador
de Bizancio,. el conde Marcelino, comenta en su crónica: «Odoacro, rey
de los godos, conquista Roma ... El Imperio romano de Occidente, que
Octavio Augusto, el primero de los emperadores, había comenzado a re-
gir en el año 709 de Roma, ha perecido con el pequeño emperador
Rómulo.))
El siglo v ha visto la desaparición de los postreros grandes personajes
al servicio del Imperio de Occidente: Aecio, «el último de los romanos)),
asesinado en el 545; Siagrio, entregado por los visigodos a Clodoveo, que
lo hace decapitar en el 486; los bárbaros Estilicón, patricio y tutor ván-
dalo del emperador Honorio, ejecutado por orden de su pupilo en el 408;
Ricimerio, un suevo, que posee también el título de patricio, amo del
Imperio de Occidente hasta su muerte, acaecida en el 472; Odoacro, en
fin, atraído a una emboscada por Teodorico y muerto por la propia mano
del ostrogodo en el 493.
Hasta entonces, la política de los emperadores de Oriente se había
limitado a intentar contener los daños: impedir a los bárbaros tomar
Constantinopla, comprando su retirada a precio de oro, desviándolos hacia
la parte occidental del Imperio, contentándose con un vago acatamiento
de los reyes bárbaros, a los cuales se prodigan los títulos de patricio o de
cónsul, a fin de tenerlos satisfechos, tratando de apartar a los invasores del
Mediterráneo. El Mare Nostrum no es solamente el centro dd mundo
romano, sino que sigue siendo la arteria ineludible de su comercio y de
su aprovisionamiento. Una ley promulgada por Constantinopla en 419
castigaba con la muerte a quien osara enseñar a los bárbaros «las cosas
LA INST ALACióN DE LOS BARBAROS

del man> . Teodorico, como hemos visto, se hará eco ele esta tradición y
negará a Clodoveo el acceso al Mediterráneo, apoderándose de la Pro-
venza. No obstante, los vándalos habían invalidado tales pretensiones al
construir la flota que les permitió conquistar el África y asolar a Roma
en el 455.
La política bizantina cambia de rumbo con el advenimiento de Jus-
tiniano, acontecimiento que tiene lugar en el 527, un año después de la
m uerte de Teodorico en Rávena. La política imperial abandona entonces
su proverbial pasividad para pasar a la ofensiva . .Justiniano pretende re-
conquistar si no toda la zona occidental del Imperio Romano, al menos
Jo esencial de su dominio mediterráneo. Por un momento parece alcanzar
su propósito. Los generales bizantinos liquidan el reino vándalo de Africa
(533-534), destruyen, aunque con mayores dificultades, la dominación gótica
en Italia (536-555) y arrebatan en el año 554 la Bética a los visigodos de la
Hispania. Éxitos efímeros que sólo contribuyen a debilitar aún más a Bizan-
cio frente a los peligros orientales, que agotan por completo a Occidente,
sobre todo a partir del 543, en que la peste negra añade sus estragos a los de
Ja guerra y el hambre. La mayor parte del territorio italiano, con las solas
excepciones del exarcado de Rávena, Roma y sus alrededores y el extremo
sur de la península, se pierde entre 568 y 572 ante el empuje de unos
nuevos invasores, los lombardos, rechazados hacia el Sur por una nueva
invasión asiática, la de los ávaros. Por otra parte, los visigodos reconquis-
tan la Bética a finales del siglo VI. En fin, el Africa del Norte será con-
quistada a partir del 660 por los árabes.
El hecho de mayor trascendencia del siglo vrr --incluso en lo que
respecta al Occidente- es el nacimiento del Islam y la consecuente con-
quista árabe. Más adelante podremos ver la enorme influencia que revistió
para la cristiandad la formación del mundo musulmán. No examinaremos
aquí sino el contragolpe asestado por el Islam, que modificó de manera
extraordinaria la carta política del Occidente.
La conquista árabe comienza por arrancar el Mogreb a la cristiandad
occidental. Inunda después a España, fácilmente conquistada a los visigo-
dos, entre los años 711 y 719, con excepción del Noroeste, donde los cristia-
nos consiguen hacerse independientes. Domina por escaso tiempo Aqui-
tania, en particular la Provenza, hasta que Carlos Martel * la detiene en el
año 732, en Poitiers, y los francos l'a rechazan al sur de los Pirineos, tras
los cuales se repliega después de la pérdida de Narbona, en el 759.
El siglo vm constituye, en efecto, el siglo de los francos. La expansión
de los francos en Occidente, a despecho de algunos fracasos, como el sufrido

53
LA CIV ILIZACION DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

ante Teorlorico, por ejemplo, se hace regular a partir de Clodoveo. El golpe


maestro de Clodoveo consistió en convertirse, juntamente con todo su
pueblo, no al arrianismo, como los restantes reyes bárbaros, sino al cato-
licismo. De esta manera puede poner en juego la influencia religiosa
y beneficiarse del apoyo, si no del papado, todavía débil, por lo menos de
la poderosa jerarquía católica y del no menos poderoso monaquismo. Du-
rante el transcurso del siglo v1, en el período comprendido entre el 523
y el 524, los francos han conquistado el reino de los burgundos. Poco más
L,.farde, en el 536, se apoderan de la Provenza.
A la muerte de Clodoveo, las particiones del reino y las rivalidades
entre sus descendientes retardan la expansión franca. A principios del
siglo vrn llega incluso a parecer comprometida, a causa de la decadencia
de la dinastía merovingia -que pasó a la leyenda incorporada a la ima-
gen de los reyes holgazanes- y del clero franco. Por otra parte, los fran-
cos han dejado de ser para entonces los únicos ortodoxos en la cristiandad
occidental. Visigodos y lombardos han abandonado el arrianismo por el
catolicismo. El papa Gregorio Magno (sgo-604) ha emprendido la conver-
sión ele los anglosajones, confiándola al monje Agustín y a sus compañe-
ros. La primera mitad del siglo vm ve, gracias a Villibrocl y a Bonifacio,
penetrar el catolitismo en Frisia y en Germanía.
Sin embargo, gracias a estas mismas circunstancias, los francos reco-
bran todas sus posibilidades. El clero se reforma bajo la dirección de
Bonifacio, y la dinastía, joven y emprendedora, ele los carolingios reem-
plaza a la cansada dinastía merovingia.
Cierto que los mayordomos carolingios de palacio detestaban desde
hacía decenas el verdadero poder entre los francos. No obstante, el hijo
de Carlos Martel, Pepino el Breve, supo salvar el obstáculo dando todo
su contenido al liderazgo católico de los francos . En primer lugar, con-
cluyó con el papa una alianza favorable a las dos partes. Reconoció al pon-
tífice romano el poder temporal sobre una parte de Italia, que se exten-
dió en torno a Roma. Apoyándose sobre un falso documento, forjado por
la cancillería pontificia entre los años 756 y 760, la pretendida donación
de Constantino, nació el Estado pontificio o Patrimonio de San Pedro,
que fue el fundamento del poder temporal del papado, ese pader que
desempeñará tan gran papel en la historia política y moral del Occidente
medieval. A cambio, el papa reconoce en el 751 a Pepino el títuld de rey
y viene a consagrarlo en 754, el mismo año en que aparece el Estado ponti-
ficio. Quedaban así asentadas las bases que en medio siglo permitirían a
la monarquía carolingia agrupar bajo su dóminio a la mayor parte del
LA INSTALACIÓN DE LOS BARBAROS

Occidente cristiano y restamar después en provecho propio el Imperio


de Occidente.
Durante los cuatro siglos que separan la muerte de Teodosio (395)
de la coronación de Carlomagno (800), había nacido en Occidente un
mundo nuevo, surgido lentamente de la fusión del mundo romano con el
mundo bárbaro. La Edad Media occidental había tomado forma.

Ese mundo medieval resulta, pues, del encuentro y la íntima umon


de dos mundos en evolución el uno hacia el otro, de una convergencia
entre las estructuras romanas y las estructuras bárbaras que se hallaban
en proceso de transformación.
El mundo romano, a partir del siglo m, por lo menos, se alejaba cada
vez más de sí mismo. Construcción esencialmente unitaria, se fragmentaba
sin cesar. A la gran división que separaba el Occidente del Oriente se
añadía el aislamiento creciente entre las diversas partes del Occidente ro-
mano. El comercio, que era sobre todo interior, interprovincial, declinaba.
Las producciones agrícolas o artesanales destinadas a la exportación al
resto del mundo romano, el aceite mediterráneo, la vidriería renana, la
cerámica gala, restringían su área de difusión. El numerario se rarificaba
y se deterioraba. Las superficies cultivadas se abandonaban cada vez en
mayor número. Los agri deserti, los campos abandonados, se multiplicaban.
Así se iba esbozando la fisonomía del Occidente medieval: la atomización
en células, replegadas sobre sí mismas entre «desiertos», bosques, páramos y
baldíos. «Entre los escombros de las grandes ciudades, únicamente grupos
dispersos de miserables poblaciones, vestigios de las calamidades pasadas,
testimonian aún ante nosotros los nombres de otros tiempos», escribe Oro-
sio al comienzo del siglo v. Ese testimonio -entre tantos-, confirmado
por la arqueología, viene a subrayar un hecho capital: la decadencia
urbana, acelerada por las destrucciones ocasionadas por las invasiones bár-
baras. Sin duda, no es éste más que un aspecto entre las consecuencias
generales de la violencia mostrada por los invasores, que destruyeron,
arruinaron, empobrecieron, aislaron y redujeron cuanto hallaron en su ca-
mino. Sin duda, las ciudades, a causa de ~a atracción y la provocación ejer-
cida por sus riquezas acumuladas, suponían una presa escogida. Ellas fue-
ron las víctimas más pesadamente heridas. Ahora bien, el hecho de que no
(ueran capaces de rehacerse se debió a que la evolución apartaba de ellas
a la población subsistente. Y esta huida de los ciudadanos no era sino
una consecuencia de la huida de las mercancías, que no acudían ya a

55
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

alimentar el mercado urbano. La población urbana constituye un grupo


de consumidores que se alimenta de importaciones. Cuando la evasión
del numerario deja a las gentes de las ciudades sin poder de compra,
cuando los caminos comerciales cesan de irrigar los centros urbanos, los
ciudadanos se ven obligados a refugiarse cerca de los lugares de produc-
ción. Es la necesidad de alimentarse la que explica, ante todo, la emigración
del rico a sus tierras, el éxodo de los pobres hacia los dominios de los
ricos. Las invasiones bárbaras, al desorganizar la red económica y dislocar
las rutas comerciales, precipitan la ruralización de las poblaciones. Sin
embargo, no son ellas quienes la crean.
Hecho económico, hecho demográfico en primer lugar; la ruralización
es al mismo tiempo un hecho social que modela el aspecto de la sociedad
medieval. El aspecto fiscal de esta evolución ha llamado particularmente
la atención de los contemporáneos y, tras ellos, de numerosos historiadores
del Bajo Imperio. Al trasladarse al campo, los ciudadanos habían huido de
las exacciones de los perceptores; mas, cayendo de Escila en Caribdis, los
ciudadanos pobres pasaron a estar bajo la dependencia de los grandes pro-
pietarios, convirtiéndose en esclavos rurales.
«Y he aquí lo que es más grave y más escandaloso -escribe Salviano- :
Cuando aquellos de quienes hablamos pierden sus casas y sus tierras a
consecuencia de un bandidaje o se ven expulsados de ellas por los per-
ceptores, se refugian en los dominios de los poderosos. Pero, al hacerlo,
se convierten en colonos de los ricos. Siguiendo el ejemplo de aquella
mujer, todopoderosa y al mismo tiempo malvada, que tenía la reputación
de trocar a los hombres en bestias, todas las gentes que se instalan en
los dominios de los ricos sufren una metamorfosis, como si hubiesen be-
bido en la copa de Circe. Porque los ricos pronto comienzan a considerar
como de su propiedad a aquellos que acogieron en sus tierras como extran-
jeros que no les pertenecían. Y esos seres libres por derecho se transfor-
man en esclavos.» El hecho que nos importa se encuentra ahí. La expli-
cación, aparte los otros aspectos de la verdad que contiene, traiciona sobre
todo la obnubilación antifiscal, rasgo de una mentalidad que, como sabe-
mos, no es exclusiva de los espíritus medievales y oculta con excesiva
frecuencia las causas reales y más profundas. La desorganización que ori-
ginan los cambios multiplica el hambre. Y el hambre, a su vez, empuja
a las masas hacia el campo y las somete a la servidumbre de los donadores
de pan, los grandes propietarios.
En esta ruina de la red comercial antigua, la primera víctima es la vía
romana. La ruta de la Edad Media, que, desde el punto de vista material,
LA INST ALAClóN DE LOS BÁRBAROS

será más bien un camino, seguirá otros derroteros y nacerá más tarde. En el
intervalo, entre los desierfos que la vía terrestre no logra ya cruzar, única-
mente subsistirán los caminos naturales, es decir, los ríos navegables. De ahí
nace el recorrido a lo largo de las arterias fluviales de la anémica red de cir-
culación que posee la Alta Edad Media y, al mismo tiempo, el cambio del
mapa urbano, tal como lo ha descrito de manera perfecta Jean Dhondt:
«Desde el final de la época romana, la circulación por las vías terrestres
deja lugar a la circulación por el agua, lo cual trae consigo un desplaza-
miento correlativo de la vida urbana ... Las ciudades situadas en un cruce
de caminos, con exclusión ele una vía fluvial, decaen irremisiblemente. Por
ejemplo, Cassel y Bavai, importantes nudos terrestres durante la época roma-
na, se desvanecen. Asimismo, Tongres, que a lo largo del siglo v va per-
diendo poco a poco su importancia hasta ceder el predominio a Maestricht,
sobre el Mosa. Pero hay que añadir que no todas las vías fluviales, ni siquie-
ra las principales, consiguieron llegar al rango de arterias de comunicación.
Las invasiones continuadas al este y en el centro de Europa, singularmente
la invasión de los ávaros, las incursiones de los eslavos, la resistencia de los
sajones y otros pueblos de Germanía a la cristianización descalifican para
este fin al Danubio, al Vístula, al Oder y al Elba, limitando incluso el papel
del Rin. La mayor ele las vías es la que, por el Róclano, el Saona, el Mosela
y el Mosa une el Mediterráneo con el canal de la Mancha y el mar del
Norte. La cristianización de Inglaterra en el siglo vn y la desviación hacia
el Oeste del tráfico escandinavo, dificultado por la invasión ávara, hacen del
litoral comprendido entre el Sena y el Rin un lugar privilegiado para el
paso de los hombres -peregrinos hacia Roma especialmente- y de las
mercancías. Así se explica la fortuna disfrutada del siglo vn al 1x por los
puertos de Quentovic, en la desembocadura de la Cancha, y de Duurstede,
en la desembocadura del Rin. Marsella y Arles, activos en la éporn mero-
vingia, declinan a partir del año 670, debido a que las vías terrestres alpi-
nas disfrutan de un renacimiento promovido por la pacificación de la Italia
del Norte tras la instalación en ella de los lombardos, que reanimarán tam-
bién la vía del Po . El Sena, el Loira y el Garona serán igualmente vías
frecuentadas, que dan vida a Ruán y París, Orleáns y Tours, Tonlouse y
Burdeos, pese a que su desemboc~dura marítima reviste una importancia
secundaria, dado que afluyen a un océano en el que se temía más y más
aventurarse. En contraposición, la conquista árabe hará del Ebro y del
Duero fronteras, y de sus valles despoblados, verdaderos (<desiertos» .
Ahora bien, no debe creerse que esta circulación, casi exclusivamente
fluvial , fuese vehículo de un importante comercio. Tan sólo algunos pro-

.57
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

duetos de primera necesidad, como la sal, cuyo transporte a lo largo del


Mosela, de Metz a Tréveris, efectuado por un batelero soñoliento, reclama,
según Gregario de Tours, el socorro milagroso de San Martín, o bien que
los monjes de Noirmoutier la exporten hacia el continente; o productos
convertidos casi en artículos de lujo, como el vino o el aceite, de los que
San Filiberto, abad de Jumicges a finales del siglo vn, recibe un cargamento
enviado por sus amigos de Burdeos; u objetos preciosos, en particular teji-
dos de precio y especias, que los mercaderes orientales, a los que se deno-
mina «sirios» -pese a que son judíos en su mayoría-, traen a Occidente
o, establecidos en la cristiandad, reciben de sus compatriotas. La historia
monetaria de este período testimonia la rarificación y la fragmentación de
los cambios. La moneda de oro circula apenas. Cuando es acufiada, como
hacen los soberanos merovingios, por ejemplo, se trata más bien de una
cuestión dc.r prestigio, de la voluntad de ejercer una prerrogativa soberana,
que dé la respuesta a una necesidad económica. La multiplicación de los
talleres moneta.rios, lejos de ir unida a cambios activos, subraya el débil
radio de difusión de la moneda, que en cierta manera debe producirse
sobre el terreno, como los demás objetos imprescindibles para una vida
económica aún fragmentada.
Hecho social, la ruralización no es más que un aspecto, el más espec-
tacular si se quiere, de una evolución que imprimirá a la sociedad del Occi-
dente medieval un carácter esencial, carácter que quedará incrustado en las
mentalidades por mucho más tiempo todavía que en la realidad material:
la compartimentación profesional y social. La repulsión ante ciertos oficios
y la movilidad de la mano de obra rural habían llevado a los emperadores
del Bajo Imperio a hacer obligatoriamente hereditarias ciertas profesiones
e incitar a los grandes propietarios para que uniesen a la tierra los colonos
destinados a reemplazar a los esclavos, cada vez menos numerosos. Era pre-
ciso mantener en su lugar a los hombres necesarios para una economía
que no podía nutrirse de aportaciones exteriores y que se congelaba
sobre el terreno. Uno de los últimos emperadores de Occidente, Mayoriano
(457-461), deplora «los engaños empleados por todos esos hombres que no
quieren permanecer en el estado en que han nacido». La cristiandad medie-
val considerará como un pecado grave el deseo de escapar a su propio estado.
Tal padre, tal hijo, será la ley de la Edad Media occidental, heredada del
Bajo Imperio romano. Permanecer se opondrá a cambiar y, sobre todo, a
hacer fortuna. El ideal estribará en una sociedad estable, en un manere.
Sociedad estratificada, compartimentada horizontalmente.
Los invasores bárbaros penetraron o se instalaron por la fuerza en
LA INST ALACióN DE LOS BÁRBAROS

medio de esos estratos sin grandes dificultades . En primer lugar, porque


habían dejado de ser nómadas hacía ya largo tiempo, deteniéndose con fre-
cuencia. únicamente las presiones exteriores -cambios de clima, empuje
de otros pueblos-, acrecentadas tal vez por la evolución interna, habían
vuelto a ponerlos en marcha. Repitámoslo: los invasores eran sedentarios
fugitivos.
Sin duda guardaban de su nomadismo, relativamente próximo, hábitos
cuyo eco se prolongará eficazmente a lo largo de toda la Edad Media. Para
repetir la feliz fórmula de Marc Bloch, el <<nomadismo de los hombres»
había sido sustituido por un seminomadismo. Los cultivos temporales se
desplazaban en el interior de un cierto perímetro, por roturaciones margi-
nales o, mejor todavía, por tierras descuajadas, por cultivos sobre tierras
quemadas o chamiceros y por rotación de los campos. Cualquiera que sea
el sentido que se dé a la famosa frase de Tácito al hablar de los germanos
del siglo I: Arva per annos mutant et superest ager, indica netamente que
la mutación de cultivos y la permanencia en un terruño van aparejadas.
Sin duda también la ganadería ocupa un lugar privilegiado en la eco-
nomía bárbara, puesto que no constituye tan sólo un tipo de riqueza que
se puede transportar con facilidad en eventuales desplazamientos, sino que
es, al mismo tiempo, un signo visible de fortuna y, si se presenta la ocasión,
un medio de cambio. Se ha observado, por ejemplo, que sobre ciento cin-
cuenta casos de robo previstos por la ley sálica de comienzos del siglo vr,
setenta y cuatro se refieren a los animales domésticos. Cuando, ya en la
Edad Media, la tierra pase a ser la base principal de la riqueza, el campe-
sino permanecerá unido a su vaca, a su cerdo, a su cabra por lazos que,
yendo más allá de la utilidad económica, manifestarán un rasgo de menta-
lidad residual. En ciertas regiones, la vaca seguirá considerándose durante
largo tiempo como una moneda, una unidad de evaluación de la riqueza
y de los cambios.
Incluso se ha llegado a afirmar que el apego a la propiedad individual
rural, en la época inmediatamente posterior a las invasiones, se hallaba
más desarrollada entre los bárbaros que entre los romanos. El capítulo 27
sobre los robos -De furtis diversis- de la ley sálica se muestra minuciosa-
mente severo en lo que se refiere a los atentados contra esta propiedad:
entrada de ganado en los cultivos ajenos, siega de heno en un prado, ven-
dimia de una viña, roturación de un campo ... El apego del pequeño labra-
dor bárbaro a su propiedad personal, a su alodio, era tanto mayor cuanto
que deseaba afirmar su independencia por medio de él, actitud normal
por parte de un colono instalado en país conquistado y que quiere mani-

59
LA CIVILIZACION DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

festar su superioridad sobre la masa indígena, sometida a los grandes pro·


pietarios. Cierto que la mayor parte de los alodios - habrá alodios poseídos
por los vencidos al igual que por los vencedores- serán poco a poco absor-
bidos por la gran propiedad feudal, característica de la Edad Media. Pero,
al nivel del usufructo, si no de la propiedad, se encontrarán a lo largo de
toda la época medieval - en las costumbres, en los penitenciales y los ma-
nuales de los confesores- síntomas de la importancia que revisten los
delitos, los pecados rurales. Y el campesino jamás soportará de peor gana la
dominación del señor que cuando éste cruce descuidadamente la tierra de
su siervo o de su arrendatario a la cabeza de su jauría de caza. Porque la
humillación acrecienta el daño material.
En fin, queda claro que los grupos bárbaros que se instalaron, de
grado o por fuerza , sobre el territorio romano no formaban ya, si es que lo
habían formado alguna vez, sociedades igualitarias. El bárbaro podrá trata!.
en lo que respecta al vencido, de prevalecerse de su cualidad de libre, tanto
más cara al colono cuanto que es un pequeño colono. La realidad es que,
antes de la invasión, una diferenciación social ya avanzada ha creado entre
los invasores categorías, si no clases. Hay poderosos y hay débiles, hay ricos
y hay pobres, que se transformarán fácilmente en grandes y pequeños pro-
pietarios u ocupantes en la tierra conquistada. Las distinciones jurídicas
que establecen los códigos de la Alta Edad Media pueden crear la ilusión
de que existe un foso entre los bárbaros, todos ellos libres y cuyos esclavos
serían extranjeros sometidos, y los descendientes de romanos, jerarquiza-
dos en libres y no libres. La realidad social es más fuerte y los separa rápi-
damente en potentiores, poderosos, de origen bárbaro o romano, y humilio-
res, humildes, procedentes de los dos grupos.
Gracias a esta división, reforzada por la tradición de una coexistencia
que, en ciertas regiones, se remontaba al siglo m, la instalación de los bár-
baros pudo ser seguida con cierta facilidad de una fusión más o menos
completa . Es inútil, salvo en limitado número de casos, buscar la marca
étnica en los vestigios de los tipos de explotación rural durante la Alta
Edad Media. En este campo y, más que ningún otro, en el de las perma-
nencias, de larga duración, sería absurdo reducir las causas de diversidad
al contraste entre las tradiciones romanas y las costumbres bárbaras. Los
factores geográficos y la diversificación originada por una historia que se
remonta al neolítico han constituido probablemente una herencia más
determinante. Lo que importa y lo que se percibe claramente es el mismo
movimiento de ruralización y de progreso de la gran propiedad, que arras-
tra al conjunto de la población.

60
LA INST ALACióN DE LOS BARBAROS

La toponimia puede servirnos de excelente testimonio. Tomemos, por


ejemplo, la francesa. Observemos previamente, sin embargo, que los nom-
bres propios pueden inducirnos a error, dado que se extendió rápidamente
entre los galo-romanos la moda ele dar a los niños nombres germánicos. Por
su parte, los invasores, si bien ejercieron una influencia sobre el vocabula-
rio, y de manera más limitada sobre la sintaxis (verbigracia, se adoptó el
orden determinante+ determinado, tal como en Carlepont, de Caroli ponte,
y no el inverso, como en Pontoise, Ponte Isarae), en lugar de imponer su
lengua, adoptaron el latín, o mejor el bajo latín en evolución, que se vulga-
rizaba de la misma manera que la economía se ruralizaba.
El hecho toponímico más importante de la época es la multiplicación
en la Galia, la futura Francia, de nombres que incluyen los vocablos cccoµrt))
y ccville)), los cuales, precedidos indiferentemente de un nombre galo-roma-
no o germánico, manifiestan el progreso de la gran propiedad: curtís (sobre
todo en Lorena y en Artois-Picardía), o villa (en las mismas regiones, en la
isla de Francia y en Beauce). En la etimología de Martinville [Martin i
Villa (Vosgos)] o de Bouzonville [Bosoni Villa (Mosela, Meurthe-et-Moselle,
Loiret)], no es el galo-romano Martín o el germánico Boson lo que importa,
sino el villa, que designa la gran propiedad a que uno y otro han dado .
su nombre.
Ciertamente, la fusión tropezó con obstáculos. Los más importantes
-hasta su conversión al catolicismo- fueron el paganismo y sobre todo
el arrianismo, y el escaso número de los invasores. Sin duda, según la expre-
sión de Marc Bloch, cela acción de una civilización sobre otra no se mide,
necesariamente, por la importancia numérica de los respectivos pueblos».
Sobre todo después de haberse dividido en pequeños grupos instalados en
el territorio romano, el deseo que sentían los pueblos bárbaros de guardar
las tradiciones y las costumbres a las que estaban unidos, se acrecentó sin-
gularmente por el temor a verse numéricamente sumergidos en las anti-
guas poblaciones. El único pueblo para el que se dispone de una evalua-
ción verosímil es el de los vándalos de Genserico al embarcar para África
en 429. Eran ochenta mil. Ni los visigodos, ni los francos, ni ningún otro
grupo de invasores debió de pasar de las cien mil personas. La suposición
de que el conjunto de los bárbaros, después de su instalación en el Occi-
dente romano, representaba el 5 por lOO de la población total, no debe
de estar lejos de la verdad.
Asimismo, los bárbaros tuvieron la tendencia, por lo menos al prin-
cipio, de rehuir las ciudades en las que la absorción era más de temer, aun-
que las ((capitalesn de los reinos bárbaros -Braga, capital del primer rey

61
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

bárbaro católico, el suevo Requiario (448-456); Tolosa, Barcelona, Mérida,


Toledo, capitales visigodas; Tournai, Soissons, París, capitales francas;
Lyón, capital burgunda; Rávena, capital del ostrogodo Teodorico; Pavía,
Monza, capitales lombardas- alcanzaron sin duda una considerable pro-
porción de habitantes bárbaros. Por otra parte, ciertos reyes bárbaros, los
francos especialmente, prefirieron residir en sus grandes dominios, en sus
villae, que vivir en «palacios» urbanos. También ellos se ruralizaron y
adoptaron el régimen de vida del gran propietario rural. En el campo se
llegó al caso de que los nuevos ocupantes permaneciesen agrupados en una
aldea cuya toponimia conserva su recuerdo. Así ocurre en Aumenancourt
(Mame), que recuerda a los alemanes; Sermaise (Seine-et-Oise), a los sár-
matas; Francoville (Seine-et-Oise), a los francos; Goudourville (Tam-et-
Garonne) o Villegoudou (Tarn), a los godos. Más interesantes todavía son
los topónimos de Flandes, Lorena, Alsacia, el Franco Condado, en los que
se encuentra el sufijo colectivo ing, que designa el círculo de personas, la
«familia» de un jefe y gran propietario franco, alamán o burgundo. Por
ejemplo, Racrange (Mosela), derivado de Racheringa: las gentes de Racher.
También, y sobre todo, hallamos numerosos «fere», fara, cuyo significado
es entre los francos, los burgundos, los visigodos y los lombardos, el de clan
familiar germánico. Éste hubo de instalarse en grupo para mantener su
cohesión: La Fere (Aisne), Fere-Champenoise (Mame), Lafavre (Isere), La
Fare (Bocas del Ródano, Altos Alpes, Vaucluse), y los «fara» italianos.
El deseo de los bárbaros de conservar su originalidad se evidencia tam-
bién en la legislación de la Alta Edad Media, donde aparece ese principio
tan contrario a la tradición jurídica romana: «el particularismo de las
leyes». En los reinos bárbaros, las leyes no son valederas para todos los habi-
tantes del territorio por igual, sino que cada persona es juzgada según la
costumbre jurídica del grupo étnico al que pertenece: el franco según
la tradición franca, o según la tradición de su grupo franco -el salio, por
ejemplo-; el burgundo, según la costumbre burgunda; el romano, según
la ley romana. Esto da lugar a extraordinarias diferencias: la violación de
una virgen es castigada con la pena de muerte entre los romanos, y con
una multa entre los burgundos. En cambio, la mujer casada con un esclavo
era considerada por la ley romana como una' concubina, pero que conser-
vaba su condición de mujer libre, mientras que la ley sálica la reducía a la
servidumbre. Ante el peligro de que estas diferencias creasen una gran
confusión en los nuevos estados, se realizó a comienzos del siglo v un inten-
so esfuerzo en la redacción de las leyes. Los fragmentos que se conservan
son de naturaleza muy diversa, y algunos seredactaron posteriormente.
LA INSTALAClóN DE LOS BÁRBAROS

El edicto de Teodorico presenta la nota original de no basarse en los


«particularismos» de las leyes y de querer imponer la misma jurisdicción a
todas las «naciones» -la romana y las bárbaras- que estaban bajo su domi-
nio. El ostrogodo Teodorico el Grande es, en verdad, el último heredero
de la tradición romana de Occidente.
La ley sálica, redactada en latín bajo Clodoveo, pero que ha llegado
hasta nosotros a través de un texto de finales del siglo vm sobrecargado de
adiciones y acaso de correcciones, codificaba las costumbres de los francos
salios.
La célebre ley Gombetta (lex Gundobada), promulgada por Gonde-
bodo, rey de los burgundos, fallecido en 516, y escrita en latín, definía las
relaciones entre los propios burgundos y entre éstos y los romanos. Las cos-
tumbres de los visigodos fueron codificadas, primero por Eurico (466-485)
y después por Leovigildo (568-586). En un palimpsesto de la Biblioteca
Nacional de París se han descubierto fragmentos del código de Eurico, y
otros, del código de Leovigildo, se han podido reconstituir gracias a un
código posterior que los cita como lex antiqua.
El edicto de Rotario para los lombardos (643) fue ampliado por varios
sucesores.
De los alamanes conservamos un pactus del siglo vu y una Lex A lama-
norum de comienzos del vm, influida por la legislación franca, así como la
Lex Baiuvariorum fue impuesta a los bávaros a mediados del siglo vm por
sus protectores francos .
La codificación y la redacción de las leyes constituían una gran nece-
sidad para los bárbaros, a varios de cuyos reyes pareció también necesaria
una nueva legislación destinada a los romanos. Estas leyes fueron, en gene-
ral, adaptaciones y simplificaciones del código teodosiano del año 438, como
vemos en el Breviario de Alarico (506) de los visigodos, y la Lex romana
Burgundiorum de los burgundos.
La diversidad jurídica no fu e tan grande como se podría creer, primero
porque las leyes bárbaras de los diversos pueblos se parecían mucho; segun-
do, porque en cada reino hubo un código que se impuso a los demás, y
tercero, porque la influencia romana, que se dejó sentir con más o menos
intensidad desde un principio -por ejemplo, entre los visigodos-, tuvo
tendencia a prevalecer debido a su superioridad. La influencia de la Igle-
sia, sobre todo después de fa conversión de los reyes arrianos, y las tenden-
cias unificadoras de los carolingios a fines del siglo vm y comienzos del 1x,
contribuyeron a provocar un retroceso, una desaparición de Ja particula-
ridad de las leyes en provecho de su territorialidad. Desde el reinado del
LA CIVILIZACiúN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

visigodo Recesvinto (649-672) -para citar un ejemplo-, el clero obligó al


soberano a publicar un nuevo código, aplicable tanto a los visigodos como
a los romanos.
No obstante, la legislación particularista de la Alta Edad Media refor-
zó durante toda la Edad Media la tendencia a la división que, como hemos
visto, tenía sus raíces en la fragmentación de la economía y de la ocupa-
ción y explotación de la tierra. La mentalidad de capilla, el espíritu de
campanario, se incrementaron en la Edad Media. A veces se apelaba abier-
tamente al particularismo jurídico de la Alta Edad Media. En los siglos x
y xr todavía se invoca la ley Gombetta en las cartas cluniacenses, para jus-
tificar el estatuto personal que, de hecho, se fundaba en costumbres locales.
En las actas de Módena del siglo XII vemos la oposición que reinaba entre
indígenas romana lex viventes (que viven bajo la ley romana) y una colo-
nia francesa o normanda, probablemente la portadora de las leyendas artu-
rianas representadas en las esculturas de la catedral románica, y clasificada
como salica lege viventes (los que viven bajo la ley sálica) .

Sin duda, los bárbaros adoptan, en la medida de sus posibilidades,


todo lo bueno que el Imperio Romano les lega, especialmente en el domi-
nio de la cultura, como veremos, y en el de la organización política.
Pero en ambos aspectos precipitan y agravan la decadencia iniciada
durante el Bajo Imperio. Convierten la decadencia en regresión. Amalga-
man una triple barbarie: la suya, la d el decrépito mundo romano y la de
las viejas fuerzas primitivas anteriores al barniz romano y liberadas por la
disolución de ese barniz por efecto de las invasiones. Ante todo, la regresión
es cuantitativa. Destruyen vidas humanas, monumentos, material económi-
co... Caída demográfica, pérdida de tesoros de arte, destrucción de cami-
nos, de talleres, de depósitos, de sistemas de irrigación, de cultivos. Esta
destrucción es continua, pues las ruinas de los monumentos antiguos son
canteras de las que se extraen piedras, columnas, ornamentos. Incapaz de
crear, de producir, el mundo bárbaro «vuelve a utilizar». En este mundo
empobrecido, mal alimentado, debilitado, una calamidad natural completa
la obra iniciada por los bárbaros. A partir del año 543, la peste negra, que
llega de Oriente, devasta Italia, España y gran parte de la Galia. Su labor
destructora dura más de medio siglo. Después de ella está el fondo del
precipicio, el trágico siglo vn, que casi inspira el deseo de resucitar la vieja
expresión dark ages. Dos siglos después, Pablo Diácono evocará con acento
LA INSTALACióN DE . LOS BÁRBAROS

patético el horror del azote en Italia: «Dominios y ciudades repletas hasta


entonces de multitud de hombres se hundieron en un solo día en el más
profurido silencio, tan general fue la huida. Los hijos abandonaban los
cadáveres de sus padres sin darles sepultura; los padres dejaban a sus espal-
das las humeantes entrañas de sus hijos. Si por excepción se rezagaba
alguien para sepultar a sus muertos, se condenaba a quedar él mismo sin
sepultura ... El tiempo había retrocedido al silencio ·anterior a la aparición
del primer hombre: ni voces en los campos, ni ruido alguno en los esta-
blos ... Las cosechas esperaban en vano a los segadores, los racimos colgaban
de las vides en la proximidad del invierno. Los campos se habían conver-
tido en cementerios y las casas de los hombres en cubiles para las bestias
salvajes ... »
Regresión técnica que va a dejar al Occidente medieval desprovisto de
todo durante largo tiempo. Se ha olvidado el modo de extraer, transportar
y trabajar la piedra, y ésta desaparece para ceder su puesto a la madera, que
vuelve a ser el material más importante. En Renania desaparece el arte
del vidrio con el natrón, que deja de importarse del Mediterráneo. después
del siglo vr, o es un producto de baja calidad fabricado en los bosques próxi-
mos a Colonia en simples cabañas .
. Regresión del gusto, como veremos, y de las costumbres. Los peniten-
ciales de la Alta Edad Media -castigos aplicables a cada especie de peca-
do- pueden figurar en las secciones más infernales de las bibliotecas. No
sólo resurgen los viejos fondos de las supersticiones campesinas, sino que
se desbocan todas las aberraciones sexuales y se extreman las violencias:
agresiones, sangre, glotonería, embriaguez. Un libro célebre que únicamen-
te ha añadido a la fidelidad a los documentos una hábil presentación litera-
ria, los Récits des temps mérovingiens, de Agustín Thierry, basado en las
mejores fuentes y sobre todo en la documentación de Gregorio de Tours,
nos tiene familiarizados desde hace más de un siglo con el desencadena-
miento de la violencia bárbara, acrecentada por el hecho de que su alta
jerarquía asegura a sus protagonistas una relativa impunidad. únicamente
la prisión y la muerte ponen freno al ímpetu de esos príncipes y prin-
cesas francos, cuyo gobierno fue definido por Fuste! de Coulanges con una
frase célebre: «Un despotismo frenado por el asesinato.>>
«En aquellos tiempos se cometieron muchos crímenes; todos veían
la justicia en su propia voluntad», escribe Gregorio de Tours.
El refinamiento de los suplicios inspiró largo tiempo a la iconografía
medieval. Los sufrimientos que los romanos paganos no habían impuesto
a los mártires cristianos, los francos católicos los impusieron a los suyos.

6
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

ccEs corriente cortar las manos, los pies, la extremidad de la nariz; se sa-
can los ojos, se destroza la cara con hierros ardientes, se clavan palillos
puntiagudos bajo las uñas de las manos y los pies. Cuando las llagas,
después de haber expulsado el pus, comienzan a cerrarse, se las vuelve a
abrir. Si conviene se llama a un médico para que diga si la víctima está
curada y se le puede aplicar un suplicio más largo.» San Ligero, obispo
de Autun, cae en manos de su enemigo, el mayordomo de palacio de
Neustria Ebroin, el año 677. Se le corta la lengua, se le sajan las mejillas
y los labios, se le obliga a andar descalzo por una piscina sembrada de
piedras agudas e hirientes como clavos, se le sacan los ojos. También se
da muerte a Brunehaut, torturándolo durante tres días y atándolo, final-
mente, a la cola de un caballo indómito que fue azotado hasta que se
desbocó ...
El frío lenguaje de los códigos es impresionante. Está traído de la
ley sálica. ccArrancar una mano, un pie, un ojo o la nariz, ioo sueldos;
pero solamente 63 si la mano queda colgando. Arrancar el dedo pulgar,
50 sueldos; pero sólo 30 si queda colgando. Arrancar el índice (el dedo
que sirve para tirar con el arco), 35 sueldos. Otro dedo, 30 sueldos; dos
dedos a la vez, 35 sueldos; tres dedos al mismo tiempo, 50 sueldos.»
Regresión de la administración y de la majestad regia. El rey franco,
entronizado mediante su elevación sobre el pavés, lleva por toda insignia,
no el cetro ni la diadema, sino una simple lanza, y como signo distintivo,
la larga cabellera: rex crinitus. Es un rey melenudo como Sansón, al que
siguen de ciudad en ciudad algunos escribas, una serie de domésticos
esclavos y su llamada guardia de antrustions. Esta comitiva ostenta títulos
sonoros extraídos del vocabulario del Bajo Imperio. El jefe de los pala-
freneros es <cconde de los establos» o condestable; los guardias de corps,
c<condes del palacio»; el grupo de soldados borrachos y de rudos clérigos,
hombres c<magníficos» o c<ilustres». Los impuestos no se cobran, la riqueza
del rey consiste en varias cajas de piezas de oro, abalorios y joyas que sus
mujeres, sus concubinas, sus hijos legítimos y sus bastardos se disputan
cuando él muere, del mismo modo que se reparten las tierras e incluso
el reino.
¿Y la Iglesia?
En el desorden <le las invasiones, obispos y monjes -como San Seve-
rino- llegaron a ser jefes, en diversos aspectos, de un mundo -desorga-
nizado: a su misión religiosa habían añadido la función política, pues
negociaban con los bárbaros; la función económica, distribuyendo víveres
y limosnas; la social, protegiendo a los pobres contra los poderosos, e

66
LA INSTALAClóN DE LOS BÁRBAROS

incluso la militar, organizando la resistencia o luchando con las armas


espirituales allí donde las materiales ya no existían. Las circunstancias las
había iniciado en el ejercicio del clericalismo, aprovechando la confusión
reinante en los poderes. Mediante la disciplina penitencial, la aplicación
de la legislación canónica (el comienzo del siglo VI es la época de los con-
cilios y de los sínodos, a la vez que de la codificación civil), trataron de
luchar contra la violencia, de dulcificar las costumbres. Los «Manuales»
de San Martín de Braga, que fue nombrado en el año 579 arzobispo de la
capital del reino suevo, exponen, el uno -De correctione rusticorum--'-
un plan de corrección de las costumbres campesinas, y el otro -la Formu-
la vitae honestis, dedicada al rey Mirón- el ideal moral de los príncipes
cristianos. Su éxito se prolongó durante toda la Edad Media.
Pero los mismos jefes eclesiásticos, barbarizados o incapaces de luchar
contra la barbarie de los poderosos y del pueblo, son responsables de una
regresión de la espiritualidad y de la práctica religiosa: juicios de Dios,
desarrollo inaudito del culto de las reliquias, incremento de tabúes sexuales
y alimenticios... En todo ello, la tradición bíblica más primitiva se alía
con las costumbres bárbaras. «Cocido o crudo -ordena un penitencial
irlandés-, rechaza todo lo que haya contaminado una sanguijuela.»
La Iglesia persigue su propio interés, sin que le preocupe la razón
de los Estados bárbaros como no le había preocupado la del Imperio
romano. Mediante donaciones arrancadas a los reyes, a los poderosos e
incluso a los humildes, acumula tierras, rentas, exenciones, y, en un mun-
do en que el afán de atesorar riquezas esteriliza cada vez más la vida
económica, la producción carga con las consecuencias más graves. Los
obispos, casi todos grandes propietarios, tienen un poder ilimitado en
sus ciudades, en sus circunscripciones episcopales, y procuran tenerlo en todo
el reino. San Avito, obispo de Vienne, que ejerce a principios del siglo v1
una verdadera primacía en el reino burgundo, favorece los proyectos ex-
pansionistas del franco Clodoveo, convertido al catolicismo, contra los re-
yes burgundos arrianos. Cesáreo de Arles es detenido por Alarico en el
año 505 y convocado por Teodorico en Rávena el 51.2 para justificar su
actividad contra el rey arriano. Dijera o no San Remi a Clodoveo al
bautizarlo: «Inclina la cabeza, orgulloso sicambron, es evidente que, tan-
to a él como a sus sucesores, quería someterlos al yugo de la Iglesia, iden-
tificándolo con el de Dios. San .Eloy utiliza su prestigio y su habilidad
de orfebre para captarse el favor de Dagoberto. San Ligero, como hemos
visto, manifiesta tales ambiciones políticas, que Ebroim lo somete a mar-
tirio. Los obispos, con Gregorio de Tours a la cab~za, predican la resis-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

tencia ·contra el pago de los impuestos, ya que tales pagos mermarían los
ingresos de las iglesias. Así, privan a los reyes de los medios de gobernar,
aunque, por otra parte, desean un gobierno fuerte, al que poder utilizar
en interés de la religión y de la Iglesia.
Al fin, no queriendo servirse mutuamente, reyes y obispos se neutra-
lizan y paralizan: la Iglesia busca el modo de gobernar el Estado y los
reyes tratan de dirigir a la Iglesia. Los obispos se erigen en consejeros y
censores de los soberanos en todos los dominios y se esfuerzan por trans-
formar en leyes civiles los cánones de los concilios, mientras los reyes, in-
ch.isó después de abrazar la religión católica, nombran obispos y presiden
concilios. En el siglo VII, las asambleas conciliares se convierten en España
en verdaderos parlamentos del reino visigótico e imponen una legislación
antisemita que aumenta las dificultades económicas y el descontento de
las poblaciones, las cuales acogerán a los musulmanes, si no con simpatía,
por lo menos sin hostilidad. En la Galia, la interpenetración de los dos
poderes, a pesar de los esfuerzos de los reyes francos, que confían los cargos
de su casa y de su gobierno a elementos laicos, y no obstante la brutalidad
de Carlos Martel, que confiscó parte de los inmensos dominios eclesiás-
ticos, es tal, que la decadencia de la monarquía merovingia y del clero
franco se producen paralelamente. Antes de ir a evangelizar Germanía,
San Bonifacio habrá de reformar al clero franco. Éste será el comienzo
del renacimiento carolingio.
La Iglesia sufrirá, incluso durante este período, por lo menos en
ciertas regiones, verdaderos eclipses: retorno de poblaciones al paganismo
(Inglaterra en los siglos v y vr); vacantes de larga duración en sedes episco-
pales. En las listas episcopales hay una laguna que abarca: en Périgueux,
desde el año 675 al siglo x; en Burdeos, desde el 675 al 814; en Chalons,
desde el 675 al 779; en Ginebra, desde el 650 al 833; en Arles, desde
el 683 al 794; en Tolón, desde el 679 al 879; en Aix, desde el 596 al 794;
en Embrun desde el 677 al 828; en Béziers, Nimes, Uzes, Agde, Mague-
lónrie, Carcasona y Elna, desde fines del siglo VII al año 788.
· Retorno del paganismo, lucha de clases entre los clérigos y los gue-
rreros, paralización recíproca del poder real y del poder clerical: también
esto anuncia la Edad Media. Y acaso, sobre todo, la tendencia de la Igle-
sia a instaurar un clericalismo cuya única preocupación sea apartar la
cristiandad de las cosas de este mundo. El pontificado de Gregorio el
Grande* (590-604), el más glorioso de este período, es también el más sig-
nificativo. Este antiguo monje, elegido papa durante una epidemia de
peste negra en Roma, supone que tanta calamidad anuncia el fin del

68
LA INST ALACióN DE LOS BÁRBAROS

mundo, y considera que el deber de todos los cristianos es hacer peni-


tencia, apartarse qe las cosas humanas y prepararse para la otra vida.
Trata de extender la cristiandad, de convertir a los anglosajones y a los
lombardos, pero sólo para cumplir sus deberes de pastor a quien el Cristo
del Juicio Final pedirá cuentas del cuidado de su rebaño. Los modelos
que propone en su obra de edificación espiritual son San Benito (es decir,
la renunciación monástica) y Job, es decir, la pobreza integral y la resig-
nación. «¿Para qué seguir cosechando cuando el que cosecha no puede
sobrevivir? Que cada cual considere la brevedad de su vida y entonces
comprenderá que lo poco que tiene le basta.» Estas palabras del pontífice
tendrán gran influencia sobre el espíritu medieval, y son también dignas
del principio de la Edad Media, época de desprecio a este mundo y de
oposición a las cosas terrenales.
Se observa que el Occidente pareció deslizarse por una pendiente
a partir del Bajo Imperio romano. En el debate clásico de los historiado-_
res por saber si la Alta Edad Media ha sido el epílogo del mundo antiguo
o el comienzo de una vida nueva -pero ¿acaso toda época no es o casi es
una transición?-, con frecuencia parece que la continuidad triunfó sobre
la ruptura; pero el punto de llegada quedó tan lejos del punto de par-
tida, que los propios medievales experimentaron desde el siglo vm al XVI
la necesidad de volver a Roma, al advertir hasta qué extremo la habían
abandonado. En cada renacimiento medieval los clérigos manifiestan, más
qu e la nostalgia de la antigüedad, el sentimiento de ser otros. En volver
a Roma no piensan nunca seriamente. Cuando sueñan en un retorno, éste
tiene por meta el seno de Abraham, el paraíso terrenal, la casa del Padre.
Restituir a Roma a la tierra es para ellos simplemente restaurarla, tras-
ladarla: translatio imperii, translatio studii. Hay que trasladar el poder,
la ciencia, que en los comienzos de la Edad Media estaban en Roma; hay
que llevarlos a otras sedes, así como en otro tiempo se habían trasladado
de Babilonia a Atenas y después a Roma. Renacer es volver a partir, no
regresar. La primera de estas partidas se produjo en los tiempos carolin-
gios, a fines del siglo vm.
CAPfTULO II

LA TENTATIVA
DE ORGANIZACIÓN GERMÁNICA
(SIGLOS VIII-X)

E STE nuevo renacimiento se inicia, en primer lugar, en el espacio.


Claro está que, desprovistos de flota como se hallan, los carolingios
no podrán, ni soñarán, en reconquistar la Gran Bretaña, donde el _
reino de Mercías consiguió, a finales del siglo vm, englobar los pequeños
reinos anglosajones que se extendían entre el Humber y el canal de la
Mancha. Su rey Offa (757-796) se trata de igual a igual con Carlomagno,
antes, verdad es, de que éste haya ceñido la corona imperial, e intercam-
bian presentes en señal de reconocimiento recíproco. Tampoco los caro-
lingios emprenderán ninguna acción contra la España musulmana. Y, du-
rante cierto tiempo, deben respetar, además, el poder temporal del papa,
asentado en el nuevo Estado pontificio que ellos han contribuido tan pode-
rosamente a crear.
Dentro de los límites señalados, la reconstitución de la unidad occi-
dental que pretenden los carolingios se desarrolla en tres direcciones:
al S~deste en Italia; al Sudoeste, en dirección a España, y al Este en Ger-
man1a.
Pepino el Breve, aliado del papa, encamina la política carolingia ha-
cia Italia. La primera expedición contra los lombardos se lleva a cabo
en el 754, la segunda en el 756. Al fin, en el año 744, Carlomagno cap-
tura al rey Didiero en Pavía y le arrebata la corona de Italia, que él ciñe.
No obstante, se ve obligado a luchar para imponerse en el norte de la
península, mientras los duques lombardos de Spoleto y Benevento esca-
pan de hecho a su influencia.
Será también Pepino quien dé el impulso hacia el Sudoeste, recon-
quistando Narbona a los musulmanes en el año 759. No obstante, la leyen-
da unirá el nombre de Carlomagno a la reconquista de la ciudad, puerto
LA TENTATIVA DE ORGANIZACióN GERMANICA

todavía de una cierta actividad. La Gesta de Guillermo de Orange se hará


eco de esta leyenda: «Carlos, al oírlo, con la sangre alterada, pregunta:
"Mi buen señor de Naime, ¿cómo se llama esta ciudad?" "Señor -respon-
de él-, tiene por nombre Narbona ... No hay fortaleza más poderosa en
el mundo. Los fosos tienen más de veinte toesas de ancho y otro tanto de
profundidad y las olas del mar penetran en esos fosos. Un gran río, el
Aude, rodea las murallas. Por él entran los grandes navíos que acarrean
el hierro y las galeras cargadas de bienes de los que se enriquecen las
gentes de la buena ciudad ... " Oyéndolo Carlos, se echa a reír. "¡Oh Dios,
qué feliz encuentro! --dice el rey de probado valor-. ¿Es ésta la Nar-
bona de la que tanto se me ha hablado, la más soberbia ciudad de His-
pania? ... " .>> Y el joven Aimeri, que toma la ciudad para Carlos, recibe el
sobrenombre de Aimeri de Narbona.
Más tarde, en el 801, Carlomagno aprovechará las querellas internas
de los musulmanes y conq4istará Barcelona. Se creó entonces en España
una marca que comprendía de Cataluña a Navarra, cosa que consiguió,
sobre todo, gracias al conde Guillermo de Tolosa, quien llegaría a ser el
héroe de los cantares de gesta correspondientes al ciclo de Guillermo de
Orange. En el 806 se retira a la abadía de Gellone, que él había fundado ..
Desde entonces se le llamó ((Conde Guillermo del Desierto)). Su retirada
dará tema a la gesta del Monacato de Guillermo. Pero los carolingios no
disfrutarían siempre de la misma fortuna en su lucha contra los musul-
manes y contra los pueblos .pirenaicos. En el 778, Carlomagno toma Pam-
plona, no se atreve a atacar Zaragoza, reconquista Huesca, Barcelona y
Gerona y, renunciando a Pamplona, a la que asuela, se dirige hacia el
Norte. Los montañeses vascos, deseando apoderarse del bagaje de los fran-
cos, tienden una emboscada a su retaguardia. El 15 de agosto del año 778,
los vascos aniquilan en el desfiladero de Roncesvalles a las tropas man-
dadas por el senescal Eggihard, el conde palatino Anselmo y el prefecto
de la marca de Bretaña, Roldán. Los Anales reales carolingios silencian
absolutamente la derrota. Un cronista anota para el año 778: ccEn este
año, el señor rey Carlos marchó a España y sufrió allí un gran desastre.»
Mas los vencidos fueron transformados en mártires y sus nombres se per-
petuaron. Y la Chanson de Roland constituyó su desquite.
Al Este, Carlomagno inaugura una tradición de conquista en la que
se mezclan muertes y convei:siones, preludio de esa cristianización por la
fuerza que la Edad Media iba a practicar durante tan largo tiempo. En
primer lugar, del 772 al 803, a lo largo del mar del Norte, los sajones
fueron penosamente conquistados en una serie de campañas, en las que se
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

alternaban las victorias aparentes y las revueltas de los pretendidos ven-


cidos, la más espectacular de las cuales fue la dirigida, en el 778, por
Widukind. Al desastre experimentado por los francos en el Süntal res-
pondió una represión feroz: Carlomagno hizo decapitar en Verden a cua-
tro mil quinientos sublevados.
Auxiliado por los misioneros -toda herida inferida a uno de ellos
y toda ofensa a la religión cristiana eran castigadas con pena de muerte,
en virtud de una orden capitular, promulgada con objeto de apoyar la con-
quista- y sus soldados, conducidos año tras año al país, los misioneros bau-
tizando, los soldados saqueando, incendiando y matando, el rey deportando
en masa, Carlos acabó por reducir a los sajones. Una vez logrado, fueron
fundados obispados en Brema, Münster, Paderborn, Verden y Minden.
El horizonte germánico, principalmente el sajón, había atraído a Car-
lomagno hacia el Este. En consecuencia, abandonó el valle del Sena, donde
se habían fijado los merovingios en París y sus alrededores, y marchó hacia
las regiones dd Mosa, del Mosela y del Rin. Perpetuo nómada, frecuentó,
no obstante, con mayor gusto las ciudades reales de Heristal, Thionville,
Worms y, sobre todo, Nimega, Ingelheim y Aquisgrán, en cada una de las
cuales se hizo construir un palacio. El de Aquisgrán tomó de todas mane-
ras una cierta preeminencia sobre los demás, por el carácter particular de
su arquitectura, las numerosas ocasiones que en él se detuvo Carlomagno
y la importancia de los acontecimientos de los que fue teatro.
Sin embargo, la Alemania del Sur retuvo también en grado sumo la
atención del rey franco, que no pasó prácticamente ningún verano sin batir-
se -aunque sine hoste, «sin enemigo», hacen notar como característica
excepcional los analistas-, o mejor, sin organizar y conducir, ya que raras
veces parece haber participado personalmente en el combate, el ejército
de caballeros, cuya eficacia, fundada en su destreza con el caballo, en su
excelente manejo de la espada y en el conocimiento del terreno de lucha,
se había preocupado de desarrollar al igual que su abuelo y su padre. La
cría del caballo, el desarrollo de la metalurgia (por la explotación de un
número considerable de yacimientos superficiales, cuyo recuerdo ha per-
durado en la toponimia: numerosas «Ferrieres» datan de la época carolin-
gia) y la colaboración de los . geógrafos sentaron asimismo la base de los
éxitos militares obtenidos por Carlomagno.
La conquista de Baviera fue la de un país ya cristiano y teóriGamente
vasallo de los francos desde la época de los merovingios. Tassilón, duque en
el año 748, se sirvió de los lombardos contra los francos e hizo de Ratisbona
una de las más lujosas capitales bárbaras. Vencedor de los lombardos y
~· IMPERIO CAROLINGIO, BIZANCIO Y EL ISLAM A PRINCIPIOS DEL SIGLO IX
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~Imperio de Carlomagno


8Islam
. Imperio bizantino

Parece no haber más que tres colosos. el menos brillante de contacto - y de conflictos- es el Mediterrá neo, inter-
de los cu.a/es es, con gran diferencia, el carolingio. La zona puesto entre ellos.
EP1GRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 21 A 29

21. CCYO SOY LA PUERTA Y TODO AQUEL que, desde hace siglos, han caído en el
QUE ENTRA P OR MÍ SER Á SALVADOll: PÓR- umbral al término de su peregrinación.
TICO DE LA G LORIA DE S ANTI AGO DE COM- (Santiago de Compostela, Catedral.)
POSTELA.
22 . LA JERUSALÉN CELESTE.
Del románico al gótico, las portadas de
las iglesias se abren ampliamente y, A partir del siglo IX se extiende el
en las mayores, se ornamentan con ri- tema de la Jerusalén celeste. Pero, an-
tes de convertirse en "la ciudad de
queza. La catedral románica de San-
ensueño'', es la réplica de la Jerusalén
tiago de Co m postela, reconstruida
terrestre, de la Iglesia del Santo Sepul-
entre los años Io78 y I I22 en sus as-
cro. El Apocalipsis había sido ya muy
pectos esenciales, constituye la culmi-
po pu.lar en España desde el siglo V ll.
nación de la serie de grandes iglesias
El comentario que a-él dedicó el Beato
de peregrinación, un jalón capital d.e
de Liébana, en el 784, tuvo una difu-
las cuales es Saint-Sernin de Toulouse .
sión extraordinaria. El manuscrito de
El pórtico de la Gloria, construido en
ese comentario, redactado a mediados
la segunda mit·ad del siglo XII, se en-
del siglo XI en la abadía de San Severo
cuentra en la linea de las grand es por- de las Landas, es famaso por sus admi-
tadas románicas de Vézelay, A utun, rables miniaturas. La representada en
Conques y Moissac. Su autor, el maes- la ilustración ha sido comparada por
tro Mateo , es el heredero de la técnica Caro[ H eitz a la iglesia alta de la aba-
escultórica leon esa. La portada central día carolingia de Corvey. Grupos de
'representa la Igl esia de Cristo. En el tres arcos rodean un cuadrado. Tema
tímpano aparece el Cristo redentor en- capital para la sensibilidad urbana es
tre dos ángeles turiferarios y los cuatro la formación del complejo emocional
evangelistas. A derecha e izquierda se que preparó las Cruzadas y la espiri-
encaran cuatro profetas y cuatro após- tualidad escatológica. (París, Biblioteca
toles. En la columna central, bajo un Nacional, manuscrito latino 8878, fo-
capitel representando a la Trinidad, lio 207, reverso, y 208.)
Santiago con el largo bastón de pe-
regrino y una filacteria en la cual 23. CABALLEROS A LA CRUZADA.
puede leerse: Misit me Dominus ("El La Iglesia multiplica las representacio-
Señor me envía"). Debajo, una colum- nes de caballeros que parten a la Cru-
na esculpida en forma del árbol de zada. El tema es particularmente apro-
J esé y una estatua arrodillada, el popu- piado para la decoración de una capi-
lar "Santo dos Croques", considerado lla de templarios. Este fresco, q.ue data,
como el propio maestro Mateo. La co- probablemente, de II70-II80, presenta
lumna y su pedestal se hallan desgas - a unos caballeros acompañados de un
tados por los dedos de los peregrirws, pequeíio músico, con una viola y un

74
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29
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 21 A 29

arco. Salen de una ciudad de cruzados mino hacia Clermont, donde predicará
para lanzarse contra los sarracenos. La la I Cruzada el 27 de noviembre, y con-
escena reproduce quizás un episodio de sagra la nueva iglesia, elevada por el
la victoria obtenida en n63 sobre Nu- abad Rugo (Cluny Ill). Los viajes de
redin en la llanura de la Boquea, al consagración, que el papa efectuaba ro-
pie del "krak" o castillo de los caba- deado de cardenales, obispos y abades,
lleros. (Cressac, Charente, Capilla de revistieron gran importancia para La di-
los templarios.) !usión de ciertos planos, estilos y temas
artísticos. (París, Biblioteca Nacional,
24. UN EMPERADOR: FEDERICO I BAR- manuscrito latino 17716, fol . 91.)
BARROJA.

Esta miniatura, pintada entre 1188 y 26. MONJES ROTURADORES.

n89 y perteneciente a un manuscrito Los monjes no tomaron tan gran parte


de la Historia de la Primera Cruzada, en las roturaciones como se ha dicho
obra de Roberto de Saint-Rémy, es un frecuentemente. De todas maneras, su
ejemplo de la propaganda iconográfica actividad en este dominio no es de
eclesiástica. En ella se ve al prior En- despreciar. En este manuscrito de Ci-
rique de Schafllarn ofreciendo la obra teaux, aproximadamente del I I 15, las
a Federico Barbarroja. EL emperador Moralia in Job de Gregario el ,Gran-
es puesto indirectamente al servicio de (véase il. 105), un monje derriba
del papado por .el camino de la Cru- un árbol, al que un campesino (pro-
zada. La cruz corona el globo, insig- bablemente un asalariado, puesto que
nia imperial, cubre el pecho, decora el los cistercienses no tienen siervos en
escudo. La inscripción exalta la acción esta época) poda las ramas. Obsérvese
del emperador contra Saladino. (Roma, la habilidad, muy románica, con que se
Biblioteca Vaticana, Códice Vaticano aprovecha la inicial ] para contener el
Latino núm. 2001, fol. 1, reverso.) tema. (Dijon, Biblioteca Municipal,
manuscrito 173, fol. 41.)
25. LA CONSAGRACIÓN DE UNA IGLESIA:
CLUNY. 27. AL FINAL DE LA EDAD MEDIA: LA SO-
CIEDAD MONÁRQUICA.
Cluny sabía muy bien imponerse a sus
filiales. Esta colección histórica y li- En 1450, Carlos VII ha reconquistado
túrgica fue compuesta hacia n80-n90 prácticamente toda Francia y asentado
por el prior cluniacense de Saint-Mar- la autoridad monárquica. En el mismo
tin-des-Champs en París. Contiene, ade- año, el condestable de Richemont, que
más de los usos litúrgicos; la narración ha aíiadido la Bretaña (en la miniatu-
de los grandes acontecimientos ocurri- ra lleva sus armas) al dominio real, en-
dos en el monasterio. En el año 1095, carga este manuscrito del Árbol de las
el papa Urbano JI se detiene en su ca- Batallas a un copista, con motivo de

75
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 21 A 29

la reedición de Cherburgo. El rey en Marcos simbólico, puerta de la rique-


su trono preside los tres estados de la za y la aventura, abierta sobre un
sociedad. En lo alto, en torno al papa, Oriente que los turcos no disputaban
que superpone su autoridad a la del todavía a los venecianos. (Oxford, ma-
rey, el clero: cardenales, obispos, mon- nuscrito Bodleian 264, fol. 2r8.)
jes, clérigos. En el centro, el soberano
con el delfín, el futuro Luis XI, a su 29. AL FINAL DE LA EDAD MEDIA: UN

derecha y Richemont a su izquierda~ PRÍNCIPE.

rodeado de la aristocracia militar. Aba- A mediados del siglo XV, los príncipes
jo, el tercer estado, burgueses a la iz- se habían convertido -tanto, si no
quierda, mercaderes y campesinos a la más, que la Iglesia- en los grandes
derecha. (París, Biblioteca del Arsenal, mecenas: Fiero della Francesca adquie-
manuscrito 2695, fol. 6.) re su reputación en la corte de Federi-
co de Montefeltre, duque de Urbino,
28. AL FINAL DE LA EDAD MEDIA: VENE- y, más tarde, .en la de los Este, señores
CIA, PUERTA DEL ORIENTE . de Ferrara. En r4y pinta este retrato
El libro de Marco Polo (el Millón o el (firmado y fechado) de Sigismondo
Libro de las Maravillas; cuando su Pandolfo Malatesta, señor de Rimini.
autor lo dictó, entre I298 y I 3or, mien- Malatesta fue uno de los primeros
tras se hallaba en la prisión de Géno- príncipes del Renacimi.ento. Soldado
va, donde fue encerrado después de la de aventura, condotiero libertino, cruel,
derrota de los venecianos en Curzola, refinado, encargó a Alberti la construc-
le llamó más modestamente -o más ción en Rimini de una capilla dinás-
orgullosamente- la Descripción del tica en el interior de una iglesia fran-
Mundo) fue uno de los grandes libros ciscana inacabada. Es el templo de los
de aventuras escritos al final de la Malatesla, elevado en su honor y el de
Edad Media, que lo consideró como su amante Isotta de Rimini más que
una obra de ficci ón. La miniatura, qu e en honor de Dios. El retrato de Sigis-
forma parte de un manuscrito de mondo, seguido de dos lebreles (sólo
Oxford, preparado e iluminado ha- uno de ellos visible en el grabado),
cia I400, decora el comienzo del li bro arrodillado ante su jJatrón San Segis-
«Ci commence li livres du graunt Caam mundo de Borgoña, está realizado se-
(el Gran Kan mogol) qui parole de la gún el sistema espacial propio del Re-
Graunt Armenie, de Perse ... » Repre- nacimiento. El príncipe ocupa el cen-
senta a Venecia, sus barcos mercantes, tro, "rodeado de un vacío augusto"
su aristocracia comercial y fastuosa, sus (Henri Focillon), destacando su perfil,
monumentos respfandecientes, sus es- con la individualidad ele sus rasgos, en-
cenas urbanas familiares en la Piazzet- tre las dos columnas albertinianas.
ta (a la izquierda), su León de San (Rimini, Ternpio Malatestiano.)
LA TENTATIVA DE ORGANIZACióN GERMANICA

momentáneamente de los sajones, Carlomagno marchó sobre Baviera en


el 787. Gracias al apoyo del papa que había excomulgado a Tassilón, y al
de un fuerte partido conseguido comprando al clero bávaro, obtuvo sin
combate la sumisión de Tassilón, que se rindió en el 788. Carlomagno se
desembarazó de la familia ducal bávara haciendo tonsurar a Tassilón, al
que encerró primero en Jumieges y, más tarde, en Worms, y obligando a
profesar a su mujer, sus dos hijos y sus dos hijas. El obispo Arno de Salz-
burgo, que ayudó a Carlos a integrar el país y la Iglesia de Baviera en la
Iglesia y el Estado francos, fue designado arzobispo en el año 798.
Pese a esta integración, la nueva provincia bávara continuaba expues-
ta a las incursiones de los ávaros, pueblo de origen turco-tártaro, procedente
de las estepas asiáticas como los hunos. Englobando en sí a un cierto núme-
ro de pueblos eslavos, habían fundado un imperio con centro en el Danu-
bio medio, desde la Carintia a la Panonia. Saqueadores profesionales, habían
conseguido, gracias a sus expediciones, un enorme botín y lo habían acumu-
lado en su cuartel general, que conservaba la forma circular de las tiendas
mongolas: 'el Ring. Estas riquezas constituyeron, sin duda, un atractivo
no desdeñable para los francos, cuyos soberanos buscaban siempre -al
igual que los romanos- extraer de sus conquistas una parte notable de los
recursos necesarios al reino. En el año 791, una campaña hábilmente pre-
parada, que hacía converger tres ejércitos francos, dos venidos del Oeste
y progresando a lo largo de cada una de las orillas del Danubio y el otro
aportado desde Italia por Pepino, hijo de Carlomagno, fracasó a causa de
una epidemia, que mató un elevado número de sus caballos. En el 796,
Carlomagno se apoderó del Ring. El principal jefe ávaro, de nombre Tun-
dun, se sometió y se convirtió al cristianismo. Bautizado en Aquisgrán,
tuvo a Carlomagno por padrino. El soberano franco se anexionó entonces
la parte occidental del imperio ávaro, entre el Danubio y el Drave.
Hasta aquel momento, el Estado carolingio había pisado apenas el mun-
do eslavo. Tan sólo algunas expediciones hacia el curso inferior del Elba,
y aún más allá después de la conquista de Sajonia, habían rechazado o
englobado a ciertas tribus eslavas. La victoria sobre los ávaros hizo entrar
en el mundo franco a eslovenos y croatas.
Carlomagno se enfrentó al fin con los griegos. Sin embargo, este con-
flicto presentaba caracteres muy particulares. Su significación especial le
venía dada por un acontecimiento ocurrido en el año 800, que prestó nue-
vas dimensiones a las empresas de Carlomagno: el rey franco había sido
coronado emperador por el papa de Roma.
El restablecimiento del Imperio de Occidente parece haber sido una

77
8
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

idea pontifical y no carolingia. La principal preocupación de Carlomagno


consistía en consagrar la división del antiguo Imperio romano en un Occi-
dente, del cual él sería el jefe, y un Oriente que no pensaba disputar al
basileus bizantino. No obstante, se obstinaba en no reconocer a éste un
título imperial que evocaba una unidad desaparecida. En los Libri Karolini
del 792 se presenta como «rey de las Galias, de Germanía, de Italia y de
las provincias vecinas», mientras que nombra al basileus como «el rey que
reside en Constantinopla». Señalar esta igualdad y su independencia le
parece tanto más necesario cuanto la virulencia iconoclasta de Bizancio ha
vuelto a convertir a los francos, como en la época de Clodoveo, en los cam-
peones de la ortodoxia. Por otra parte, quiere así protestar contra el segun-
do Concilio de Nicea, celebrado en el 787, que pretendió regular la cues-
tión de las imágenes para la Iglesia universal.
Ahora bien, en el año 799, el papa León III comprendió que podría
obtener una triple ventaja por el hecho de conceder la corona imperial a
Carlomagno. Aprisionado y perseguido por sus enemigos romanos, tenía
necesidad de ver restaurada su autoridad, de hecho y de derecho, por otra
autoridad que se impusiera a todos sin lugar a disputa: es decir, la de un
emperador. Jefe de un Estado temporal, el Patrimonio de San Pedro, desea-
ba que el reconocimiento de esta soberanía temporal fuese corroborada por
un rey superior a todos los demás, tanto en título como en poder efectivo.
Por último, pensaba, lo mismo que gran parte del clero romano, que, al
hacer de Carlomagno un emperador para todo el mundo cristiano, com-
prendido Bizancio, constituiría un excelente medio . de luchar contra la
herejía iconoclasta y establecer la supremacía del pontífice romano sobre
toda la Iglesia.
Carlomagno se dejó arrastrar a esta coronación con alguna repugnancia.
Creyéndose «rey coronado por Dios», rex a Deo coronatus, juzgaba acaso
superfluo el gesto del papa, un hombre que no era considerado por todos
como el vicario de Cristo. Rey de los francos ante todo, no se sentía más que
medianamente seducido por una ceremonia que le transformaba en rey
de los romanos y, más concretamente, de esos habitantes de la Roma del 800,
ya por entero desprovista del prestigio de la Roma antigua. A pesar de ello,
terminó por dejarse convencer y fue coronado el 25 de diciembre del
año 800. Sin embargo, no se enfrentó con Bizancio sino para obligarle a
reconocer su título y la igualdad de su categoría. Habiendo fracasado las
negociaciones diplomáticas, comprendido un proyecto de matrimonio con
la emperatriz Irene, inició una serie de operaciones en el norte del Adriá-
tico, en los confines de los dos Imperios. También en este caso la falta de
4. HACIA EUROPA: PARTICIONES DEL IMPERIO CAROLINGIO

Tratado de Verdún (843)


~ Reino de Carlos el Calvo
k//j Reino de Lotario
DIIO Reino de Luis el Ge1mánico
- - - Tratado de Meersen (870)
(Partición de la Lotaringia entre Carlos
el Calvo, Luis el Germánico y Luis JI)
- Tratado de Ribemont (880)

París

U S T

Bourges
Poitiers

AQUITANI

79
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

navíos le procuró un fracaso ante las escuadras griegas. No obstante, su


superioridad militar en tierra le permitió apoderarse de Friul, de la Car-
niola, de Istria, y, sobre todo, de Venecia, la cual había intentado vana-
mente mantenerse neutral, a fin de salvaguardar su naciente comercio.
Finalmente, en el año 814, se llegó a un acuerdo, apenas unos meses antes
de la muerte de Carlomagno. Los francos accedieron a devolver Venecia,
aunque conservaron para sí las tierras situadas al norte del Adriático, y el
basileus reconoció a Carlomagno su título imperial.
Dueño de tan vasto territorio, Carlomagno se ocupó siempre de admi-
nistrarlo y gobernarlo con eficacia. Si bien los grandes oficiales, los conse-
jeros y los senetarios que componían la corte del soberano eran aproxima-
damente los mismos que bajo los merovingios, su número se había acrecen-
tado considerablemente y, sobre todo, se procuraba que fueran más instrui-
dos. Pese a que los actos gubernamentales continuaban siendo en su mayo-
ría orales, se estimuló el uso de la escritura, y una de las principales finali-
dades del renacimiento cultural, del que se hablará más adelante, estribó
en perfeccionar el bagaje profesional de los oficiales reales. De manera par-
ticular -como es bien sabido-, Carlomagno se esforzó por hacer sentir
su autoridad en todo el reino franco, desarrollando los textos administra-
tivos y legislativos y multiplicando los enviados personales, es decir, los
representantes del poder central.
El instrumento escrito de este poder fueron las capitulares u ordenan-
zas, tan pronto particulares a una región, como las capitulares de los sajo-
nes, tan pronto generales, como la capitular de Herstal (o Heristal), sobre
la reorganización del Estado (779), la capitular De villis, sobre la adminis-
tración de los dominios reales, o la capitular De litteris collendis, sobre la
reforma de la instrucción. El instrumento humano estuvo integrado por
los missi dominici, grandes personajes laicos o eclesiásticos, enviados en
misión anual de vigilancia a los delegados del soberano -los condes y, en
las fronteras, los marqueses o los duques- o de reorganización administra-
tiva. En un grado superior, una asamblea general reunía una vez por año
(a finales de invierno) en torno al soberano a los principales representantes
de la aristocracia eclesiástica y laica del reino. Esta especie de Parlamento
aristocrático -la palabra populus que lo designa no debe inducirnos a
error- que sirvió a Carlomagno para asegurarse la obediencia de sus súb-
ditos, habría de ser utilizado, más tarde, para imponer a sus débiles suce-
sores la voluntad de los grandes del reino.
La grandiosa construcción carolingia, en efecto, iba a desmoronarse
rápidamente en el curso del siglo 1x, bajo los golpes conjugados de los ene-

80
LA TENTATIVA DE ORGANIZACIÓN GERMANICA

migos exteriores -nuevos invasores- y de los agentes internos de desin-


tegración.
* * *
Los invasores se presentan procedentes de todos los horizontes. Los más
peligrosos arriban por mar, al Norte y al Sur.
Llegan del Norte los escandinavos, a los que se llama simplemente
hombres del norte o normandos, o aun vikingos. Su primer propósito es
se ncillamente saquear. Asuelan las costas, remontan los ríos, se arrojan sobre
las ricas abadías, incluso, a veces, sitian las ciudades. No debe olvidarse que
la expansión escandinava se produce lo mismo hacia el Este que hacia el
Oeste. Se sabe con seguridad que los suecos o varengos colonizan económi-
camente Rusia, dominando el comercio que la cruza. Asimismo, en el
aspecto político, acaso sean ellos quienes suscitan los primeros esbozos de
los diversos estados. Al Oeste, los noruegos se encarnizan sobre Irlanda, los
daneses sobre las regiones bañadas por el mar del Norte y La Mancha. Des-
de el año 809, la travesía ele La Mancha deja de ser segura. Después del 834,
las incursiones normanas, centradas particularmente sobre los puertos de
Quentovic y de Duurstede, en las desembocaduras comerciales del Escalda,
del Mosa y del Rin, se hacen anuales y comienza a dibujarse una fase de
instalación. Se trata todavía de contar con bases más cercanas y más estables
para las expediciones de pillaje. En el año 839, un jefe normando funda un
reino en Irlanda y establece su capital en Armagh. En el 838, el rey de
Dinamarca solicita del emperador la cesión del país de los frisones. A pesar
de la negativa de Luis el Piadoso, los normandos ocupan la región de Duur-
stede. Señalemos algunos hechos importantes: en el 841, saqueo de Ruán;
en el 842, destrucción de Quentovic; en el 843, saqueo de Nantes; en
el 844, los normandos se aventuran hasta La Coruña, Lisboa y Sevilla;
en el 845 figuran entre sus presas Hamburgo y París, saqueado este último
por las tripulaciones de ciento veinte navíos, mandados por el Ragnar Lod-
brok de las sagas o poemas escandinavos; en el 859 alcanzan Italia y llegan
hasta Pisa. Ésta será su última incursión, geográficamente hablando. Entre
las víctimas de sus innumerables depredaciones se incluye Aquisgrán, don-
de, en el 881, incendian la tumba de Carlomagno. Al fin, como los invasores
que les precedieron, piensan en instalarse, en establecerse de manera defi-
nitiva, en reemplazar el· pillaje por el cultivo y el comercio.
Por la paz de Wedmore, firmada en el año 878, Alfredo el Grande*
les reconoce una parte de Inglaterra, de la cual toman posesión a partir
de 980, bajo el mandato de Svend y su hijo Cnud el Grande* (1019-1035).

81
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

Pero son los normandos establecidos en el norte de la Galia (región a la cual


dieron su nombre una vez que Carlos el Simple la hubo concedido, en
el 911, a su jefe Rolón por el tratado de Saint-Clair-sur-Epte) los que se des-
parraman por Occidente y dejan en él señales duraderas. En 1066, con-
quistan definitivamente Inglaterra y, a partir de 1029, se instalan en la Ita-
lia del Sur y en Sicilia, donde fundan uno de los Estados más originales del
Occidente medieval. Sus representantes aparecerán en el Imperio bizan-
tino, en Tierra Santa, formando parte de las Cruzadas.
En cuanto al Sur, el ataque provino de los musulmanes de IfriquiªJ
Tuvo lugar después de que una dinastía árabe, la de los Aglabidas, se inde-
pendizó prácticamente del califato y construyó una flota. Los piratas ifri-
quianos aparecieron en Córcega hacia el año 806. Más tarde, a partir del 827,
emprendieron la conquista de Sicilia y, en menos de un siglo, se hicieron
dueños de ella, a excepción de algunas pequeñas zonas que quedaron en
manos de los bizantinos o de los indígenas. Todos los centros importantes
habían caído. en su poder: Palermo (831), Mesina (843), Enna (859), Sira-
cusa (878), Taormina (902). Desde Sicilia se lanzan sobre la península ita-
liana, sea por medio de incursiones de pillaje, la más espectacular de las
cuales fue aquella en cuyo curso saquearon San Pedro de Roma (846), sea
para formar cabezas de puente, tales como Tarento o Bari, de donde los
desalojó el emperador bizantino Basileo I en el año 880. A la ofensiva de los
Aglabidas corresponden en el extremo oeste del Mediterráneo nuevos ata-
ques de los musulmanes españoles contra la Provenza, la Liguria y la Tos-
cana, donde establecen también una cabeza de puente «sarracena» en Fraxi-
netum, cerca de Saint-Tropez.
De este modo, mientras los carolingios establecían su dominio sobr~
la mayor parte del continente, los mares aparentaban escaparse a él. Inclu-
so en tierra, una nueva invasión procedente de Asia, la de los húngaros,
pareció amenazarlos por un momento. _J
La invasión magiar se desarrolla siguiendo el esquema habitual. En el
transcurso del siglo vu, los húngaros se instalan en el Estado de los kazares,
turcos convertidos al judaísmo y establecidos en el bajo Volga, donde con-
trolan el muy próspero comercio entre Escandinavia, Rusia y el mundo
musulmán. Hacia la mitad del siglo IX, otros turcos, los petchenegues, des-
baratan el imperio kazar y expulsan hacia el Oeste a los húngaros. A los
ojos de los occidentales, los húngaros recuerdan extraordinariamente a los
hunos. La misma vida a caballo, la misma superioridad militar de sus arque-
ros, la misma ferocidad. Avanzan hacia las llanuras y las estepas del Danu-
bio medio, en parte despobladas a causa de la destrucción del Imperio ávaro
LA TENTATIVA DE ORGANIZAClóN GERMÁNICA

llevada a cabo por Carlomagno. A partir del 899 se lanzan en mortales y


destructoras expediciones sobre Venecia, Lombardía, Baviera y Suabia. Al
comienzo del siglo rx destruyen el Estado de la Gran Moravia y pronto
realizan incursiones por Alsacia, Lorena, Borgoña, el Languedoc ... Entre
sus principales víctimas figuran Pavía, tomada en el 924, donde incendiaron
«cuarenta y cuatro iglesias», y Verdún, arrasado por el fuego en el 926.
Ciertos años resultan particularmente desastrosos: en el 926 pasean su
afán destructor desde las Ardenas a Roma; en el 937 devastan una gran
parte de Alemania, Francia e Italia; en el 954 llegan hasta Cambray al
Oeste, hasta Lombardía al Sur. Al fin, en el 955, el rey de Germania, Otón,
les inflige una cruel derrota en la batalla del Lechfeld, cerca de Ausburgo.
Su fuerza quedará quebrantada para siempre. Ellos cierran la curva de la
historia de los invasores bárbaros: renuncia al pillaje, sedentarización, cris-
tianización. Hungría nace a finales del siglo x.
Pero la invasión húngara ha ayudado a nacer un nuevo poder en
Occidente: el de la dinastía otónida, que restaura en el 962 el poder impe-
rial, abandonado por los carolingios, cuya primacía fue minada más por
una decadencia interna que por los asaltos exteriores.

* * *
A pesar de sus esfuerzos para hacerse cargo de la herencia política y
administrativa romana, los francos no habían logrado adquirir el sentido
del Estado. El reino era considerado por los reyes francos como de su pro-
piedad en el mismo grado que sus dominios y sus tesoros. En consecuencia,
no tenían el menor escrúpulo en alienar alguna parte de él. Por ejemplo,
cuando Chilperico se casa con Galesvinta, hija del rey visigodo Atanagildo,
ofrece a la joven, al día siguiente de su matdmonio, como «presente de
boda», cinco ciudades de la Galia meridional, entre ellas Burdeos. Y puesto
que el reino les pertenece, los reyes francos acostumbran repartirlo entre
sus herederos. De vez en cuando, la fortuna, la mortalidad infantil o la
debilidad mental reagrupan de nuevo los Estados francos bajo dos o un
solo rey. Así Dagoberto, apartando del trono a su primo imbécil Cariberto,
reina solo de 629 a 639. Y la muerte prematura d.e su hermano Carlomán,
favorito de su padre Pepino el Breve, deja a Carlomagno como único amo
del reino franco a partir del 771. Ahora bien, la restauración del Imperio
no priva, en cambio, a Carlomagno de repartir a su vez su reino entre sus
tres hijos, reparto que efectúa en ocasión de la Ordinatio de Thionville
en el año 806. Sin embargo, nada se decía en la Ordinatio sobre la corona
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

H Casas o 100 200 300 1T

5. OPOLE. (De Les Origines des villes polo- 6. TRELLEBORG. (Según el atlas Wester-
naises, maqueta de reconstrucción.) mann, reconstrucción sobre el terreno.)

7. HAITHABU. (Según el atlas Westermann, plano según las excavaciones.) -+

5· 6. 7. NACIMIENTO DE CIUDADES EN LOS LÍMITES DE LA CRISTIANAD, HACIA EL AÑO MIL:


«GROD» Y « \VIK»

En los países eslavo y escandinavo, los núcleos y guerrero (es el momento de la conquista de
urbanos cumplen todavía una función más mi- Inglaterra por los daneses) inspira el plano de
litar que económica. las casas, asimismo de madera, en forma
Opole (5), es la Silesia polaca, es un grod es- ele barco, cada una ele las cuales alberga, proba-
lavo, edificado en madera. Su emplazamiento blemente, a la tripulación ele un navío.
insular y el recinto fortificado manifiestan pre- Haithabu (7), en el istmo de Jutlandia, es,
ocupaciones defensivas. El río constituye exce- por el contrario, un wik comercial fortificado,
lente vía económica. Trelleborg (6), en la isla gran centro de tránsito en una de las princi-
danesa de Seeland, es un campo vikingo, una pales vías de comunicación. Hacia el año mil,
de las bases de partida de los normandos. Con unía el mundo del Báltico con el Noroeste
una situación estratégica, el espíritu marítimo occidental.

imperial. El azar interviene ahora, y, en el año 814, la desaparición de Car-


lomagno, al que sus hijos Pepino y Carlos habían precedido en la muerte,
deja a su tercer hijo, Luis, como único heredero del reino. Bernardo, sobri-
no de Carlomagno, que había recibido el reino de Italia de su tío, lo con-
serva en su poder, pero presta juramento de fidelidad a Luis en Aquisgrán.
Hacia el 81 7, Luis el Piadoso intenta regular el problema de su sucesión
LA TENT ATIVA DE ORGAN IZACióN GERMANICA

LA SCHLEI

-'$- - - Barcos funerarios


~ - - Túmulos funerarios
1 _ _ Piedras ii'.micas

~-Emplazamiento en el siglo IX
~-Ensanche después del 900
::= __ Zona de tumbas con sarcófagos
111111 _ _ Zona de twnbas en forma de choza
f __ Barrio de los art~sanos

o 500 I km.
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

conciliando la tradición del reparto con su preocupación por la unidad im-


perial. Por medio de una Ordinatio, reparte el r eino entre sus tres hijos,
aunque asegurando la primacía imperial para su primogénito, Lotario. El
nacimiento tardío de un cuarto hijo, Carlos, al que Luis quiso dar también
su parte correspondiente, puso en entredicho la Ordinatio de 817. Rebe-
lión de los hijos contra el padre, lucha de los hijos entre sí, nuevas particio-
nes ... Todas esas peripecias llenan el reinado de Luis el P iadoso, que
pierde en ellas toda su autoridad. Después de su muerte, acaecida en el 840,
continúan las particiones y las luchas. En el 843 se lleva a cabo la Partición
de Verdún. Lotario, el hijo mayor, recibe un largo corredor, que va del mar
del Norte al Mediterráneo e incluye Aquisgrán *, símbolo del Imperio
franco. Le corresponde asimismo Italia, es decir, la protección de Roma.
Luis toma para sí los territorios del Este y pasa a llamarse Luis el Germá-
nico. Carlos, llamado el Calvo, los países del Oeste. En el 870, Carlos el
Calvo y Luis el Germánico se reúnen en Meersen y se r eparten la Lota-
ringia, con excepción de Italia, que queda en poder de Luis II, hijo de
Lotario I y nominalmente emperador. Después de una nueva partición en
Ribemont (880 ), que hace bascular la adjudicación de la Lotaringia al
Este, hacia la Francia oriental, la unidad del Imperio parece restablecerse
momentáneamente bajo Carlos el Gordo, tercer hijo de Luis el Germánico,
que es nombrado sucesivamente emperador y rey de Italia (881), único rey
de Germanía (882) y, por último, rey de la Francia occidental (884). No
obstante, después de su muerte (888) se inicia la rápida quiebra de la uni-
dad carolingia. El título imperial no vuelve a ser ostentado, a excepción
del carolingio Arnulfo (896-899), sino por reyezuelos italianos. Al fin, desa-
parece en el año 924. La realeza de Francia occidental, que de nuevo se
ha transformado en electiva, hace alternar a reyes carolingios con reyes
pertenecientes a la familia de Eudo, conde de Francia, es decir, de la Isla
de Francia, héroe de la resistencia de París contra los normandos (885-886).
En Germanía, la dinastía carolingia se extingue con Luis el Niño (911), y
la corona real, concedida también electivamente por los grandes, recae en
el duque Conrado de Franconia primero y, después, en el duque de Sajonia,
Enrique I el Pajarero. Su hijo, Otón I, será el fundador de un nuevo tron-
co imperial.
Todas estas particiones, estas luchas, esta confusión, por rápido que
fuera su desarrollo, dejaron sobre el mapa y sobre la Historia señales
duraderas.
En primer lugar, la partición de Verdún, efectuada por ciento veinte
expertos en el año 843, que aparentemente prescindía de todas las fronteras

86
LA TENTATIVA DE ORGANIZACIÓN GERMÁNICA

étnicas o naturales, corresponde, en realidad, a consideraciones económi-


cas, como Roger Dion ha demostrado de un modo admirable. Se trataba de
asegurar a los tres hermanos una participación en cada una de las grandes
zonas vegetales y económicas que forman horizontalmente Europa, «los
grandes pastos de las Marschen, las salinas y los olivos de Cataluña, Proven·
za e Istria». El problema de las relaciones entre Norte y Sur, entre Flandes
e Italia, entre la Hansa y las ciudades mediterráneas, esto es, las vías alpes·
tres, la vía renana, la vía del Ródano, revisten una gran importancia. La
cuestión de esos ejes Norte-Sur se plantea en una Europa en formación que
no está centrada en el Mediterráneo y en la que la circulación se orienta
sobre todo «perpendicularmente a las zonas de vegetaciónn, que se estrati·
fican de Este a Oeste.
Después se inicia el dibujo de las futuras naciones: la Francia occi-
dental, que será Francia y que comienza a anexionarse al Sur esa Aquitania
que por tan largo tiempo se mantuvo diferenciada e individualizada en
reino; la Francia oriental, que se convertirá en la Germanía y que, no
teniendo, salvo por el Norte, frontera natural, se verá tentada a extenderse
por el Oeste más allá incluso de la Lotaringia, destinada a ser manzana de
la discordia durante siglos entre Francia y Alemania, herederas de la riva-
lidad de los nietos de Carlomagno; hacia el Sur, el espejismo italiano e
imperial conservará hasta muy tarde su seducción (Sehnsucht nach Süden
alternando o combinándose con el Drang nach Osten, que se esboza tam·
bién en las marchas contra los eslavos), esa Italia que continúa siendo en
sus vicisitudes un reino amenazado por las pretensiones imperiales germá-
nicas y las ambiciones temporales de los papas.
Y, al mismo tiempo, la fragilidad de formaciones políticas intermedias:
el reino de Provenza, el reino de Borgoña, la Lotaringia, condenados a ser
absorbidos, a despecho de algunos brotes medievales. Tales formaciones
continuarán apareciendo hasta los angevinos en Provenza y los grandes
duques de Borgoña.
Pero el principal resultado de esas crisis políticas consiste en haber favo·
recido, lo mismo que las invasiones, una división de la autoridad y del
poder imperiales más revelador y, desde el punto de vista inmediato por
lo menos, más importante que el fraccionamiento político de los reinos.
Los grandes se apoderan, cada vez en mayor grado, del poder económico,
de la tierra y, a partir de esta base, de los poderes públicos.
El Concilio de Tours, al final del reinado de Carlomagno, hace constar:
«Por diversas razones, los bienes de los pobres han quedado, en algunos
lugares, fuertemente reducidos. Es decir, los bienes que son conocidos como
LA CIVILIZACIÓN m;L OCCIDENTE MEDIEVAL

propiedad de hombres libres, pero que viven bajo la autoridad de pode-


rosos magnates.» Los nobles, tanto eclesiásticos como laicos, van transfor-
mándose poco a poco y cada vez con mayor fuerza en los nuevos amos. Los
monasterios, cuyos abades pertenecen, por otra parte, a las grandes fami-
lias de magnates, poseen una inmensa cantidad de bienes raíces. Ellos son
los que, dejando aparte los dominios reales, conocemos mejor, porque de
su administración, más ordenadamente llevada por los clérigos, han que-
dado testimonios escritos. A comienzos del siglo IX, Irminón, abad de Saint-
Germain-des-Pres, ordena redactar un inventario de los dominios de la
abadía y de las rentas que han de serle pagadas por los arrendatarios, esto
es, un políptico. En él se describen veinticuatro dominios (que no consti-
tuyen la totalidad, puesto que se ha perdido una parte del documento),
diecinueve de los cuales se sitúan en torno a París, entre Mantes y Chateau-
Thierry. Esos dominios se corresponden con frecuencia con algún muni-
cipio actual, pero su superficie era muy variable (398 hectáreas de tierras
cultivadas para la villa de Palaiseau y 76 tan sólo para la Nogent l'Artaud;
si bien en esta última se criaban mil cerdos y en la primera únicamente
cincuenta).
Un poder económico semejante ha de dar lugar, por fuerza, al acapa-
ramiento de los poderes públicos por los grandes propietarios. El proceso se
intensifica gracias a un proceso instituido o, al menos, favorecido por Car-
lomagno y sus sucesores, con la esperanza de llegar a resultados completa-
mente diferentes. En efecto, a fin de asentar el Estado franco, Carlomagno
multiplicó las donaciones de tierras -o beneficios- en favor de los perso-
najes cuya fidelidad deseaba asegurarse. Así los obligaba a prestarle jura-
mento y a someterse a su vasallaje. Mediante esos lazos personales, creía
poder afirmar la solidez del Estado. Con objeto de que el conjunto de la
sociedad o, en todo caso, aquellos de sus representantes que ostentaban
algún poder, se viese ligada al rey o al emperador por una red tan tupida
como fuese posible de subordinaciones personales, animó a los vasallos rea-
les a hacer entrar en el vasallaje a las personas sometidas al suyo. Las inva-
siones reforzaron esta evolución, porque el peligro empujó a los débiles a
ponerse bajo la protección de los poderosos y porque, a cambio ele la cola-
ción de beneficios, los reyes exigieron de sus vasallos una ayuda militar.
A partir de mediados del siglo x, el término miles -soldado, caballero-
toma con frecuencia el lugar de vassus para distinguir al vasallo: Un cam-
bio capital conduce al mismo tiempo a la herencia de los beneficios. La
costumbre se instaura en la práctica y se ve reforzada, en el año 877, por
la capitular de Quierzy-sur-Oise, por la cual Carlos el Calvo, que se dis-

88
LA TENTATIVA DE ORGANIZAClóN GERMÁNICA

ponía a partir en expedición hacia Italia, dio seguridades a sus vasallos de


que serían salvaguardados los derechos de los hijos jóvenes o ausentes cuyo
padre muriese a la herencia del beneficio paternal. Los vasallos, gracias a
la herencia de los beneficios, se constituyeron más sólidamente en clase
social.
Al mismo tiempo, las necesidades económicas y militares que permi-
tían formar iniciativas al gran propietario, o incluso le obligaban a ello,
sobre todo si se trataba de un conde, duque o marqués, comenzaron a hacer
del señor un telón entre sus vasallos y el rey. Ya desde el 811, Carlomagno
se lamenta de que algunos rehúsen el servicio militar con el pretexto de
que su señor no ha sido llamado y de que ellos deben quedarse cerca de él.
Aquellos de los grandes que, como los condes, se hallaban investidos de
poderes derivados de su función pública presentaron con frecuencia la ten-
dencia a confundirlos con los derechos que poseían, en tanto que señores,
sobre sus vasallos, mientras que los otros, siguiendo su ejemplo, los usurpa-
ban cada vez más. Sin duda, el cálculo carolingio no estaba totalmente
equivocado. Si entre los siglos x y xm, los reyes y emperadores lograron
conservar algunas prerrogativas soberanas, lo debieron sobre todo a que los
grandes, convertidos en sus vasallos, no pudieron sustraerse a s.us deberes,
aceptados por el juramento de fidelidad.
Ahora bien, puede percibirse claramente la importancia decisiva que
lo ocurrido en la época carolingia reviste para el mundo medieval. En lo
sucesivo, cada hombre va a depender más o menos de su señor, y ese hori-
zonte próximo, ese yugo tanto más pesado cuanto se ejerce en un círculo
más estrecho, estará fundado en el derecho. La base del poder se centrará
en la posesión de la tierra y el fundamento de la moral estribará en la fide-
lidad, en la fe, que reemplazará durante largo tiempo a las virtudes cívicas
greco-romanas. El hombre antiguo debía ser justo o recto. El hombre medie-
val tendrá que ser fiel. Los malvados serán desde ahora los que falten a esa
fidelidad.
.... •. *
Puesto que no existe ya un sentido del Estado, cuando el rey de Ger-
manía, Otón 1, sube al trono (g36), bien resuelto a afirmar su poder, no ve
otro medio de alcanzarlo que atraerse a los duques haciendo de todos ellos
sus vasallos. «Le dieron sus manos y le prometieron fidelidad y ayuda con-
tra todos sus enemigos», escribe el cronista Widukind.
Sin embargo, su promesa no les priva de volverse contra Otón, que
deshace su coalición en Andernach (g39), se impone en Lorena (g44), deci-

89
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

de como árbitro, entre el robertino y el carolingio, quién ha de ocupar el


trono de Francia en el sínodo de Ingelheim (948), se hace nombrar rey de
Italia (95 I) y, por último, aureolado por sus victorias sobre los húngaros en
el Lechfeld y sobre los eslavos en la orilla del Recknitz (955), es coronado
emperador en San Pedro de Roma por Juan XII, el 2 de febrero de 962.
Otón 1 reanuda inmediatamente la política carolingia de Carlomagno ·
y de Ludovico Pío. Un pacto, firmado en el 962, renueva las relaciones
entre el emperador y el papa. El emperador garantiza de nuevo el poder
temporal del papa sobre el Patrimonio de San Pedro, pero, a cambio, exige
que ningún papa pueda ser elegido sin su consentimiento. Durante un siglo,
él y sus sucesores usarán y abusarán de su derecho hasta llegar a deponer
a aquellos papas que no les placen. A pesar de todo, Otón 1, siguiendo en
esto el ejemplo de Carlomagno, no ve en su Imperio más que el Imperio de
los francos, limitado a los países que le han reconocido como su rey. Las
campañas que emprende contra los bizantinos no aspiran más que a obte-
ner el reconocimiento de su título, lo cual consigue en el 972, por medio
de un tratado que se sella con el matrimonio entre su hijo primogénito y
la princesa bizantina Theophana. Otón 1 respeta igualmente la indepen-
dencia del reino de Francia occidental.
La evolución que se comprueba bajo sus dos sucesores no busca más
que engrandecer el título imperial, sin pensar en transformarlo en domina-
ción directa.
Otón 11 (973-983) reemplaza el título de Imperator A ugustus, osten-
tado habitualmente por su padre, por el de ((emperador de los romanos»,
Imperator Romanorum. Su hijo Otón 111*, influido por la educación reci-
bida de su madre bizantina, se instala en Roma en el año 998 y proclama
la restauración del Imperio romano, Renovatio Imperii Romanorum, en
una bula, en la que figuraban, a un lado, la cabeza de Carlomagno y, al
otro, una mujer con lanza y escudo, A urea Roma. Su sueño se teñía de uni-
versalismo. Una miniatura lo presenta en majestad, recibiendo los presen-
tes de Roma, la Germania, la Galia y la Eslavia. No obstante, su actitud
con respecto a sus vecinos del Este pone de manifiesto la flexibilidad de sus
concepciones. En el año 1000 reconoce la independencia de Polonia. Gnien-
zo es elevado al arzobispado polaco y el duque Boleslao el Valiente recibe
el título de cooperador del Imperio. El mismo año concede también la inde-
pendencia a Hungría, cuyo príncipe Esteban, una vez bautizado, se reviste
la corona real.
Durante un breve período de concordia, el sueño otoniano parece pró-
ximo a realizarse gracias a la unidad de aspiraciones entre el joven empe-

90
LA TENTATIVA DE ORGANIZACióN GERMÁNICA

rador y el papa Silvestre II, el sabio Gerbert, propicio a esta restauración


imperial y romana. Pero el sueño debía desvanecerse bien pronto. El pue-
blo de Roma se subleva contra Otón III. El emperador muere en enero
de 1002; Silvestre II, en mayo de ioo3. Enrique II se contenta con volver al
Regnum Francorum, al Imperio asentado sobre el reino franco, transfor-
mado ya en Alemania.
Sin embargo, los otónidas habrán legado a sus sucesores la nostalgia
romana y una tradición de subordinación del papa al emperador, de la cual
habrá de nacer la querella entre el sacerdocio y el Imperio. Dicha querella
constituye una renovación de la antigua lucha entre guerreros y clérigos,
que la clericalización realizada bajo los carolingios -varios obispos llega-
ron a gobernar en el siglo IX; Jonás de Orleáns, Agobardo de Lyón, Hinc-
mar de Reims, por ejemplo- y el equilibrio alcanzado bajo los otónidas
no han conseguido hacer desaparecer.

Cuando el sueño romano del año I ooo se desvanece, está ya próxima


a producirse una renovación: la del Occidente entero. Su brusco b.rote
hace del siglo XI el siglo del verdadero nacimiento de la Cristiandad occi-
dental.
Un vuelo tal no podía desarrollarse sino sobre bases económicas, que
se presentaron antes de lo que suele creerse comt'.i nmente. Puede pensarse
que, si hubo realmente un renacimiento carolingio, se trató en un principio
de un renacimiento económico. Renacimiento, como el de la cultura, limi-
tado, superficial, frágil y, todavía en mayor grado que este último, casi arrui-
nado por las invasiones y los saqueos normandos, húngaros y sarracenos del
siglo IX y comienzos del x, que retardaron, sin duda alguna, en uno o
dos siglos el renacimiento de Occidente, al igual que las invasiones de los
siglos IV y v habían precipitado la decadencia del mundo romano.
Resulta más fácil de descubrir ciertos signos de una renovación del
comercio durante los siglos vm y IX: apogeo del comercio frisio y del puer-
to de Duurstede; reforma monetaria de Carlomagno, de la que hablare-
mos más adelante; exportación de un tipo de tejido, probablemente flamen-
co, pero que se llamaba entonces frisio, esas paWa fresonica que Carlomag-
no envía como presente -al califa Harún-al-Rachid.
Dentro de esta economía esencialmente rural, muchos indicios permi-
ten deducir que se ha conseguido una mejora en la producción agrícola:
fracciones de propiedad que provienen sin duda de roturaciones; aparición

91
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

de un nuevo sistema de tiros y yuntas, cuya primera representación cono-


cida se encuentra en un manuscrito de Tréveris, aproximadamente del
año 800; reforma del calendario efectuada por Carlomagno, que da a los
meses nombres evocadores de un progreso en las técnicas de cultivo. Las
miniatura3 que reproducen los trabajos de los meses cambian radicalmente,
abandonando los símbolos de la antigüedad por escenas concretas, en las
cuales se ensalza la maestría técnica del hombre: «El hombre y la natura-
leza son ahora dos cosas. Y el hombre es el amo.»
Con mayor seguridad, hayan sido o no las invasiones del siglo IX res-
ponsables de un nuevo retroceso o de un simple estancamiento económico,
el progreso es netamente perceptible durante el siglo x. Un congreso de
medievalistas americanos consagrado a la época que nos ocupa, ha señala-
do al siglo x como un período de novedades decisivas, especialmente en el
terreno de los cultivos y de la alimentación. Según la opinión de Lynn
White, la introducción masiva de plantas ricas en proteínas -legumbres
tales como· habas, lentejas y guisantes-, dotadas, por lo tanto, de un poder
energético elevado, fue lo que dio a la humanidad occidental la fuerza
necesaria para edificar catedrales y roturar amplias extensiones. The Xth.
century is full of beans, concluye humorísticamente el medievalista ameri-
cano. Roberto López, por su parte, se pregunta si no será preciso admitir
la existencia de un nuevo Renacimiento correspondiente al siglo x. El
comercio escandinavo se desarrolla (las plazas comerciales, los wiks, como el
de Haithabu en el istmo de Jutlandia, suplantan a los campos militares como
Trelleborg, en la isla danesa de Seeland); la economía eslava se ve estimu-
lada por el doble aguijón del comercio normando y del tráfico judeo-árabe,
a lo largo del camino que une Córdoba con Kiev a través de la Europa cen-
tral; .el país del Mosa y la Renania inauguran su progreso; la Italia del
Norte alcanza una prosperidad extraordinaria; el mercado de Pavía pre-
senta un carácter verdaderamente internacional, y Milán, cuyo progreso ha
analizado magistralmente Cinzio Violante, conoce un alza de los precios,
«síntoma de un salto adelante de la vida económica y social».
Este despertar del Occidente medieval, ¿a quién y a qué debe atri-
buirse? Si admitimos la hipótesis de Maurice Lombard, habremos de acha-
carlo al contragolpe dado por la formación del mundo musulmán, mundo
de metrópolis urbanas consumidoras, que suscitan en el Occidente bár-
baro una producción creciente de materias primas con el fin de exportar-
las hacía Córdoba, Kairuán, Fustat-El Cairo, Damasco, Bagdad: madera,
hierro (las espadas francas), estaño, miel y esa mercancía humana, los es-
clavos, de los que Verdún es, en la época carolingia, un gran mercado.
LA TENTATIVA DE ORGANIZACióN GERMANICA

Hipótesis, pues, de la llamada exterior, que haría caer, además, por tierra
la célebre teoría de Henri Pirenne, que atribuía a la conquista árabe el
cierre del Mediterráneo y el colapso del comercio occidental, mientras que,
en la opinión de Lombard, sería el motor del despertar económico de
la cristiandad occidental. Si aceptamos, por el contrario, la tesis de Lynn
White, se debería a los progresos técnicos alcanzados en el suelo mismo
de Occidente: al progreso agrícola, en primer lugar, que -con el arado
de ruedas y de vertedera, los progresos de la alternancia trienal de cose-
chas, que permite especialmente incluir las famosas legumbres ricas en
proteínas y la difusión del tiro moderno- aumenta las superficies cultiva-
das y los rendimientos; al progreso militar también, que, gracias a la in-
vención del bocado, que permite gobernar el caballo, da nacimiento a
una nueva clase de guerreros, los caballeros, clase que se identifica con
la de los grandes propietarios, capaces de introducir en sus dominios los
útiles y las técnicas nuevas. Explicación, por tanto, mediante el desarrollo
interno. Tal explicación ilumina, además, el desplazamiento del centro
de gravedad del Occidente hacia el Norte, país de las llanuras y de los
grandes espacios en donde se pueden desplegar las labores profundas y
las cabalgatas hasta perder el aliento.
La verdad sin duda se encuentra en el hecho de que la rápida ascen-
sión de la nobleza -propietarios agrícolas y caballeros al mismo tiempo-
crea una clase capaz de aprovechar las posibilidades económicas que se le
ofrecen: la explotación creciente del terreno y de los mercados aún limi-
tados. Sin embargo, abandonan en manos de algunos especialistas -los
primeros mercaderes occidentales- una parte de los provechos que de
ellos saca el mundo cristiano. Podemos sentirnos tentados a pensar que
las conquistas de Carlomagno y sus empresas militares, en Sajonia, Ba-
viera y a lo largo del Danubio, en Italia del Norte y hacia Venecia, más
allá de los Pirineos en fin, trataban de establecer contacto con las zonas
de cambio y trataban también de englobar los caminos del comercio rena-
ciente. Asimismo, el tratado de Verdún pudo ser, al mismo tiempo, un
reparto en segmentos de las rutas y de las bandas de cultivo. Pero, después
del año mil, las cosas toman aire de seriedad. La Cristiandad medieval
entra verdaderamente en escena. -

9
CAPfTULO III

LA FORMACIÓN DE LA CRISTIANDAD
(SIGLOS XI-XIII)

H AY un célebre pasaje del cronista borgoñés Raúl Glaber: «Al apro-


ximarse el tercer año que siguió al año mil, se vio en casi toda la
tierra, pero sobre todo en Italia y en la Galia, reedificar las cons-
trucciones de las iglesias. Aunque la mayor parte, muy bien construidas,
no tuviesen ninguna necesidad de ello, una verdadera emulación empujaba
a cada una de las comunidades cristianas a querer poseer una más suntµosa
que la de sus vecinos. Hubiérase dicho que el mundo mismo se sacudía
para despojarse de su vetustez y se revestía por todas partes con un blanco
manto de iglesias. Así, casi todas las iglesias de las sedes episcopales, las
de los monasterios consagrados a toda clase de santos, incluso las pequeñas
capillas de las aldeas, fueron reconstruidas más hermosas por los fieles.»
He aquí el signo exterior más visible del empuje que la Cristiandad
experimenta alrededor del año iooo. Ese gran movimiento de construc-
ción desempeña un papel principal en los progresos conseguidos por el
Occidente medieval entre los siglos x y XIV. En primer término, por su
función de estimulante económico. La producción en gran escala de ma-
terias primas (piedra, madera, hierro), la puesta a punto de técnicas nue-
vas y la fabricación de herramientas para la extracción, el transporte, la
elevación de materiales de tamaño y peso considerables, el reclutamiento
de la mano de obra, el financiamiento de los trabajos, todos estos elementos
han hecho de las obras de construcción (y no solamente de las catedrales,
sino también de las innumerables iglesias de todas dimensiones, de las
construcciones destinadas. a usos económicos, como puentes, granjas, al-
macenes, y de las casas de gentes ricas, que, cada vez con mayor frecuencia,
son edificadas en piedra) el centro de la primera, y casi única, industria
medieval.

95
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Ahora bien, este impulso de la construcción no es un fenómeno ais-


lado. Responde a diversas necesidades, la principal de las cuales es la
urgencia de buscar alojamiento a una población siempre creciente. Cierto
que existe ineludiblemente una relación directa entre las dimensiones
de las iglesias y la cifra de los fieles. Motivos de prestigio y de devoción
intervienen igualmente en favor de la búsqueda de la grandiosidad. Sin
embargo, no puede dudarse que el deseo de dar cabida a un pueblo cris-
tiano más numeroso en los edificios consagrados al culto influyó de ma-
nera capital.
En este desarrollo de la Cristiandad, resulta muy difícil discernir
entre la causa y el efecto, puesto que la mayor parte de los aspectos de
ese proceso se produjeron a la vez. Más difícil aún es designar la causa
primera y decisiva del mismo. Pero, al menos, sí se puede negar ese papel
a ciertos factores que han sido invocados con frecuencia para explicar la
iniciación del desarrollo occidental. Por ejemplo, el crecimiento demo-
gráfico no {ue en realidad otra cosa que el primero y más espectacular
resultado de ese progreso. Lo mismo ocurre con la relativa pacificación
que se instaura en el siglo x: fin de las invasiones, progreso de las institu-
ciones en pro de la paz, que reglamentan la guerra, limitando los perío-
dos de actividad militar y poniendo a ciertas categorías de población no
combatiente (clérigos, mujeres, niños, campesinos, mercaderes y, en oca-
siones, animales de trabajo) bajo la protección de garantías juradas por
los guerreros. (En el Sínodo de Charroux, celebrado en 989, se funda la
primera organización destinada a hacer respetar la tregua de Dios.) Esta
disminución de la inseguridad no es sino una consecuencia del deseo sen-
tido por amplias capas de la sociedad cristiana de proteger el naciente
progreso. ccTodos se hallaban bajo el efecto del terror originado por las
calamidades de la época precedente y atenazados por el temor de verse
arrancar en el porvenir las dulzuras de abundancia>>, dice acertadamente
Raúl Glaber para explicar el movimiento pacifista al que asiste en la
Francia de comienzos del siglo x1. La protección especial concedida a los
campesinos, a los comerciantes, al ganado y a las bestias de transporte es
muy significativa: la presión del progreso económico hace retroceder a las
armas e impone un desarme limitado y controlado.
No obstante, el origen de ese progreso debe ser buscado en la tierra,
que, en la Edad Media, constituye la base de toda la economía. A partir
del momento en que la clase dominante se ruraliza, en que se convierte
en un estamento de grandes propietarios, en el que el vasallaje, al hacer
pasar el estatuto del vassus de inferior a privilegiado, se acon1paña la

g6
8. EUROPA HACIA EL A~ O 1000

g •Novgorod
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REINO

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DE NORUEGA
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DE ESCOCIA

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Más fra gm ent ada, es ya más rica en nuevos Estados cristianos


LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Villeneuve

9. EL BOSQUE DE RAMBOUILLET ro. BOSQUE DE SAINT-DENIS


(Según G. Duby y R. Mandrou : Histoire de (Según M. Bloch: Les caracteres originaux de
la civilisati.9.n fran~aise.) 1 l'histoire rurale fran~ai se.)

9, 10, 11, 12. ROTURACIONES EN LA !LE-DE-FRANGE Y EN LOS CONFINES GERMANO-ESLAVOS

Las roturaciones han agujereado, sobre todo delatan la organización de la población a lo


entre los años 1050 y 1250, el manto forestal largo de un camino o de una calle y la rotu-
del Occidente. El croquis del bosque de Ram- ración por estrechas bandas paralelas, perpen-
bouillet (9) ilustra el trabajo de las roturacio- diculares al eje de la aldea: estructura llama-
nes medievales subrayado por la toponimia da «en espina de pezn. El territorio de Bois-
(tanto técnica: Les Essarts, les Essartons, Saint·Denis (Aisne) (zo) conserva en su parte
como humana: Villeneuve, Rue Neuve. La marginal restos del bosque, transformados en
intervención de la realeza se revela en el vo- bosquecillos.
cablo Les Essarts-le-Roi). Los restantes croquis

mayor parte de las veces con la atribución de un beneficio, que consiste


casi siempre en un terreno; la aristocracia terrateniente suscita un pro-
greso en la producción agrícola. Esto no significa que los nobles -a ex-
cepción de ciertos grandes cargos eclesiásticos y de altos funcionarios caro-
lingios- se hayan interesado directamente en la explotación de sus domi-
nios. Pero los censos y los servicios que exigían a la masa campesina inci-
taron a ésta, a fin de satisfacerlos, a una cierta mejora en sus métodos de

98
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

rr. ALTHEIM n. ]ABLONOW


(Según fil atlas Westermann) (Según fil atlas Westamann)

Dos aldeas de roturación ( II y 12), caracterís- to de favor concedido a los colonos de las re-
ticas de la colonización germánica en el Este: giones de roturación, que reciben un lote de
Altheim (II), cerca de Leipzig, en una región tierra llamado «manso forestal» (Waldhufe).
completamente desmontada, es una aldea de El bosque se ha conservado fragmentariamen·
pastos (Angerdorf). La calle principal se en- te en los límites de la zona roturada . En am·
sancha en el centro a fin de dejar espacio a bos casos pueden advertirse los huertos adjun-
un parque para el ganado. Jablonow (12), cer· tos a cada una de las casas y las zonas de pas-
ca de Zagan (Polonia occidental), «la aldea tos que complementan una economía en la
de los manzanos», en alemán Schoenbrunn, cual 5e combinan cultivo, cría de ganado y
«la bella fuente», es una aldea de cortijos fo. la explotación del bosque residual.
restales (Waldhufendorf), que recuerda el tra·

trabajo. Yo imagino que los decisivos progresos que darían lugar a lo que
se ha denominado la «revolución agrícola» de los siglos x-xm comenzaron
humildemente en la época carolingia y se desarrollaron con lentitud has-
ta las proximidades del año 1200-, época en la cual experimentaron una
considerable aceleración.
Por otra parte, no hay que descartar la hipótesis de que la sedenta-
rización de los bárbaros haya conducido a los nuevos amos hacia una

99
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

verdadera política de revalorización. La historia de los primeros duques


de Normandía, la del canónigo Dudon de San Quintín, en el siglo XI,
nos enseñan cómo los normandos, durante el primer siglo de su instala-
ción en Normandía, se convierten en agricultores dirigidos por sus duques
y ponen sus instrumentos agrícolas de hierro, especialmente los arados,
bajo la protección ducal.
La lenta difusión de la rotación trienal trae consigo el aumento de su-
perficie cultivada (se deja reposar un tercio, en lugar de la mitad de la
tierra), variar los tipos de cultivo, luchar contra las dificultades meteo-
rológicas, acudiendo al cultivo de los cereales de primavera cuando la co-
secha de los de otoño ha sido deficitaria (o a la inversa). La adopción del
arado disimétrico con ruedas y vertedera y el empleo creciente del hierro
en los instrumentos agrícolas permite labores más profundas y repetirlas
con mayor frecuencia. Gracias a ello se mejoran las superficies cultivadas,
los rendimientos, la variedad de la producción y, como resultado, la ali-
mentación.
U na de las primeras consecuencias de todas estas mejoras fue el aumen-
to de la población, que se dobló probablemente entre los siglos x y xrv.
Según J. C. Rusell, la población de la Europa occidental pasó de i4,7 mi-
llones, hacia el 600, a 22,6 millones en el 950 y a 54,4 antes de la Gran
Peste de i348. Para el conjunto de Europa, M. K. Bennet señala un
crecimiento desde 27 millones hacia el 700, a 42 en el año 1000, y 73
en el 1300.
Este desarrollo demográfico fue decisivo, a su vez, para la expansión
de la cristiandad. Las condiciones del sistema de producción feudal, capa-
ces de suscitar un cierto avance en la técnica, pero que impedían en rea-
lidad sobrepasar un nivel mediocre, no permitían progresos cualitativos
de la producción agrícola, suficientes para responder a las necesidades na-
cidas del crecimiento demográfico. El aumento de los rendimientos y del
poder nutritivo de las cosechas continuaba siendo escaso. El sistema agrí-
cola -insistamos en ello- excluía un cultivo verdaderamente intensivo.
Quedaba, por tanto, el solo recurso de aumentar el espacio cultivado.
El primer aspecto que presentó la expansión de la Cristiandad entre los
siglos x y XIV fue un intenso movimiento de roturación. Su cronología es
difícil de establecer, dado que los textos son poco numerosos antes del
siglo xn, y la arqueología rural se encuentra poco avanzada. Resulta asi-
mismo dificultoso conocer la forma en que se practicaba, ya que la fiso-
nomía del paisaje medieval con frecuencia se ha visto borrada o modificada
por las épocas posteriores. También la interpretación de sus logros es deli-

1.00
LA FORMAClóN DE LA CRISTIANDAD

cada. Según Georges Duby, «la actividad de los pioneros, que, durante
dos siglos, se mantuvo de una forma tímida, discontinua y muy dispersa,
pasó a ser, a la vez, en las cercanías del año 1150, más intensa y más
concordante». Para un sector capital, el de los cereales, el período más
importante de la conquista agraria se sitúa entre los años 11 oo y 1150,
como nos enseña la polinología: la proporción del polen de trigo en los
residuos florales se acrecienta considerablemente durante esta primera mi-
tad del siglo xn.
Lo más frecuente es que los campos nuevos no sean sino una exten-
sión de terrenos antiguos, «Un progresivo ensanchamiento de los calveros»,
ganado al cinturón de terrenos incultos y pastos que los rodean. Las tie-
rras roturadas, conseguidas por medio de incendios, hacían retroceder la
zona de matorrales, pero atacaban raramente a los bosques, tanto por
falta de herramientas apropiadas (el principal instrumento de las rotura-
ciones medievales era la azuela más que el hacha), como por el deseo de
los señores de conservar sus terrenos de caza y de las comunidades aldea-
nas de no destruir los recursos forestales esenciales en la economía me-
dieval. La conquista del suelo se llevó a cabo también mediante la dese-
cación de pantanos y formación de «polders». En Flandes, pronto y fuer-
temente influido por el progreso económico, el sistema comienza hacia el
año 11 oo, con la construcción de pequeños diques en numerosos lugares.
En ocasiones, sin embargo, las roturaciones llevaban a la conquista
de tierras nuevas, a las que acompañaba la fundación de nuevas aldeas.
Insistiremos más tarde en este fenómeno, cuyos aspectos sociales revisten
una importancia particular.

Paralelamente a esta expansión interior, la Cristiandad recurrió a una


expansión exterior. Parece incluso que haya concedido primeramente su
preferencia a esta última, encontrando más fáciles las soluciones militares
que las soluciones pacíficas de revalorización de la propia tierra.
Así nació un doble movimiento de conquista, que dio lugar a la expan-
sión de las fronteras de la Cristiandad en Europa y a largas expediciones
a los países musulmanes: las Cruzadas. La extensión de la Cristiandad en
Europa, que había experimentado un fuerte impulso en el siglo vm y se
había proseguido durante· los siglos IX y x, había pasado a ser casi por
completo una exclusiva de los alemanes, que ocupaban las marcas cris-
tianas fronterizas a los paganos del Norte y del Este. Resultó de ello una
mezcla de motivos religiosos, demográficos y nacionales que confirió al

101
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

movimiento, a partir del siglo XI, caracteres muy particulares. El aspecto


que se tomó finalmente dominante fue un enfrentamiento entre germanos
y eslavos, durante el cual los motivos religiosos pasaron a segundo plano,
puesto que los alemanes no vacilaron en atacar a sus vecinos, incluso cuan-
do éstos se habían convertido al cristianismo. Ya en el siglo IX, el príncipe
moravo Rostislav hubo de llamar a Cirilo y Método a su Estado a fin de
contrarrestar la influencia de los misioneros alemanes.
La cristianización de esos pueblos se opera lentamente y no sin retro-
cesos. San Adalberto, arzobispo de Praga a finales del siglo x, estima que
los checos han vuelto al paganismo, especialmente a la poligamia. Después
de la muerte de Mesco II (1034), una violenta insurrección de las clases
populares polacas se acompaña con un retorno al paganismo. En 1060,
el rey de Suecia Steinkel, aunque cristiano, se niega a destruir el viejo
templo pagano de Upsala. A finales del siglo XI, el rey Sweyn favorece una
breve reaparición de los sacrificios sangrientos, lo que le vale el sobrenom-
bre de Blotsweyn. Y Lituania, después de la muerte de Mindogas ( 1 ¡,¡63),
bautizado en 1251, vuelve al culto de los ídolos.
Pero, hacia el año 1000, una nueva serie de Estados se convierten al
cristianismo, ensanchando la cristiandad hacia el Norte y el Este: la Polo-
nia de Mesco, en el 966; en el 985, la Hungría de Vaik, que cambia su
nombre por el de Esteban (San Esteban) y asciende al trono en 1001; la
Dinamarca de Harald del Diente Azul (950-986); la Noruega de Olaf Tryg-
gveson (969-1000), y la Suecia de Olaf Skortkonung.
Es verdad que, al mismo tiempo, Vladimiro, príncipe de Kiev, recibe
el bautismo de Bizancio (988), de la misma manera que lo habían recibido
nn siglo antes el búlgaro Boris y los servios. A causa de esta circunstancia,
el cisma de 1054 separaría de la Cristiandad romana toda la Europa bal-
cánica y oriental.
Los prusianos no serán convertidos hasta el siglo xu y su conversión
será la base sobre la que se asentará el Estado alemán de los Caballeros
Teutónicos, imprudentemente llamados en 1226 por el duque polaco Con-
rado de Mazovia y Cujavia. Los lituanos no lo serán sino después de la
unión de Polonia con Lituania, conseguida en 1385, gracias al matrimonio
de Jegelón, ya convertido, con la pola:ca Hedwige. De ellos nace el rey
Ladislao de Polonia y Lituania, bautizado el 15 de febrero de 1386 en
Cracovia. ·
Al mismo tiempo que se llevan a cabo estas anexiones a la Respublica
Christiana, debidas a la evangelización de los pueblos paganos, importantes
migraciones en el interior de la Cristiandad han modificado profunda-

102
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

mente el mapa de Occidente. La más importante es, sin duda, la coloniza-


ción alemana del Este. Ella contribuyó a ganar para el cultivo nuevas
regiones, a densificar y transformar la red urbana. Volveremos más tarde
a hablar de ello. La expansión germánica es también importante desde el
punto de vista político. Los éxitos más espectaculares en este dominio
son los obtenidos por Alberto el Oso, que, en 1150, es nombrado margrave
de la nueva marca del Brandeburgo, y por los Caballeros Teutónicos,
que conquistan Prusia entre 1226 y 1283.
La expansión escandinava no es menos impresionante. Se prolonga
en el siglo x hacia Islandia . Groenlandia y acaso América, donde es posible
que los cmormandos)) hayan desembarcado, hacia el año lOOO, en Vinland.
Los escandinavos obtuvieron grandes éxitos en Inglaterra. A finales del
siglo x, su rey Svend se apoderó de la isla. Después de su muerte (1014),
su hijo Cnut el Grande reinó sobre Inglaterra, Dinamarca, Noruega y
Suecia. Tras su desaparición (1035), el anglosajón Eduardo el Confesor
liberó a Inglaterra de los daneses. Sin embargo, fue de nuevo conquistada
a partir de otra base escandinava, Normandía. Y en 1066, Guillermo el
Bastardo 'x', duque de Normandía, conquistará definitivamente Inglaterra
en una sola batalla, sostenida en Hastings.
Pero otros normandos han llegado más lejos. Saliendo de la zona sep-
tentrional, se instalan en el Mediterráneo. Desde comienzos del siglo XI, na-
cen en Italia del Sur principados normandos. Roberto Guiscard * se apo-
dera de la Campania, bate a las tropas pontificias, obliga al papa Nicolás Il
a reconocer sus derechos (1059), toma Sicilia a los musulmanes (1060-1061)
y expulsa a los bizantinos de Italia, arrebatándoles sus últimas plazas, Reg-
gio y Bari (1071). I ncluso, entre 1081 y 1083, envía a su hijo Bohemnond
a saquear el Epiro y la Tesalia. Se funda un reino normando de las Dos
Sicilias, una de las creaciones políticas más originales de la Edad Media.
En la segunda mitad del siglo xn, el viajero musulmán Ibn Jobair que-
da maravillado ante el espectáculo de la corte de Palermo, en donde se
codean normandos y sicilianos. El latín, el griego y el árabe son las tres
lenguas oficiales de la cancillería real. Este reino normando significará
para la cristiandad un modelo político -en el que se definía una monar-
quía feudal, aunque moderna- y cultural: centro de traducción del grie-
go y del árabe, hogar de fusión del que son aún testimonio las magníficas
iglesias de Cefalú, Palermo ·y Monreale, que combinan en síntesis origi-
nales las soluciones gótico-románicas con las tradiciones bizantina y musul-
mana. En este medio ambiente va a forjarse la más curiosa y seductora
personalidad de la Cristiandad medieval: el emperador Federico II.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

La expansión francesa, por su parte, no es menos vigorosa. Su cuna


radica en la Francia del Norte. El crecimiento demográfico ha llegado a
su más alto grado en sus llanuras, donde la revolución agrícola ha produ-
cido resultados extraordinariamente eficaces. La Francia del Norte coloniza
a la Francia del Mediodía, aprovechando la cruzada contra los albigenses,
finalizada por el Tratado de París ( 1229), que prepara la anexión del
Languedoc a la Francia de los Capetos, anexión que se realiza a la muer-
te de Alfonso de Poitiers, hermano de San Luis ( 1271 ). Los franceses siguen
a otro hermano de San Luis, Carlos de Anjou, en la conquista del reino de
las Dos Sicilias, que fue arrancado a los descendientes de Federico II, su
bastardo Manfredo, derrotado en Benevento (1266), y su nieto Conradino,
batido en Tagliacozzo ( 1268). Sin embargo, Sicilia se libera de Carlos de
Anjou después de las Vísperas Sicilianas de 1282 , para pasar a manos de
Cataluña y Aragón.
La emigración francesa se centra principalmente sobre España. En
efecto, uno de los mayores logros de la expansión cristiana entre los siglos x
y xrv es la reconquista de casi toda España a los musulmanes, obtenida por
los reyes cristianos con la ayuda de los mercenarios y caballeros, en su mayo-
ría franceses, trasladados al otro lado de los Pirineos. Entre estos auxiliares
de la Reconquista desempeñaron un papel de primer plano los monjes clu-
niacenses franceses, que se encargaron también de mantener el auge de la
peregrinación a Santiago de Compostela.
No obstante, la Reconquista no constituyó una serie ininterrumpida
de éxitos. Tuvo también sus reveses -como la destrucción en el año 997 de
la basílica de Santiago de Compostela a manos del famoso Al-Mansur, el
Almanzor de los cantares de gesta, o la derrota infligida en Alarcos por
otro Al-Mansur, el año 1195, al rey de Castilla-, éxitos sin continuación,
como la efímera toma de Valencia por Fernando 1 en 1065, renovada en 1094
por Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid*, y largos períodos de interrupción. Las
etapas decisivas son franqueadas en 1085 con la toma de Toledo por Alfon-
so VI de Castilla y la conquista de la extensa zona comprendida entre el
Duero y el Tajo, en 1093, con la toma de Santarem, Cintra, Lisboa, después
perdidas y definitivamente reconquistadas en 1147. La fecha más señalada
es el 16 de julio de l .in2, cuando los reyes de Castilla, Aragón y Navarra
alcanzaron sobre los musulmanes almohades una brillante victoria en Las
Navas de Tolosa. De todos modos, los frutos de Las Navas, que quebran-
taron la resistencia musulmana, no fueron cosechados sino mucho más tar-
de. En 1229, Jaime 1 de Aragón se apodera de Mallorca; en 12 38, de Valen-
cia, y en 1265, de Murcia. A partir de entonces, aragoneses y catalanes tienen

104
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

ante sí una vocación marítima. La toma de Sicilia (1282) viene a confirmar-


la. En i 248, los castellanos se apoderan de Sevilla. A finales del siglo xm, los
musulmanes españoles quedan confinados en el pequeño reino de Granada,
que brillará con luz singular durante el siglo XIV gracias al embellecimiento
de su Alhambra.
La Reconquista española va acompañada por una labor sistemática de
repoblamiento y de revalorización del país devastado por la guerra. La repo-
blación sigue de inmediato a cada etapa de la reconquista, ofreciendo a los
españoles del Norte y a los cristianos extranjeros, primordialmente a los
franceses, un terreno especialmente favorable para su instalación.
Desde mediados del siglo XI, la Reconquista española había tomado
un carácter de guerra religiosa (un hecho desconocido hasta aquel instante),
que preparaba el camino a las realidades militares y espirituales de las Cru-
zadas. Más tarde, la colonización francesa en el mediodía de Francia y en
el reino de las Dos Sicilias y la colonización alemana en Prusia se revestirán
oficialmente con el nombre de Cruzada.
Ahora bien, ese fenómeno de ampliación -y de degeneración al mis-
mo tiempo- de las Cruzadas, que permite colocar en el contexto de la
expansión occidental producida desde mediados del siglo XI hasta finales
del xm empresas en apariencia aisladas y diversas, no debe ocultarnos que
las Cruzadas por excelencia fueron las de Tierra Santa. Si alcanzaron, en
definitiva, resultados mediocres y, en lo que se refiere a Occidente, más
nefastos que felices, no dejaron menos por ello de constituir, gracias al eco
psicológico que levantaron, la avanzada del movimiento expansivo de la
Cristiandad medieval.
Sin olvidar, pues, el papel esencial representado en la iniciación de
las Cruzadas por las causas materiales, en mayor grado demográficas que
directamente económicas, es preciso conceder una atención especial al con-
texto mental y emocional de las Cruzadas, tal como ha sido admirablemente
analizado por Paul Alphandéry y Alphonse Dupront.
Sin duda, las Cruzadas * -incluso aunque esta impulsión no hubiese
sido ni claramente formulada ni experimentada por los cruzados- parecie-
ron a los caballeros y a los campesinos del siglo xrr un buen exutorio para
el exceso de población occidental. El deseo de apoderarse de las tierras, las
riquezas y los feudos de Ultramar suponía un cebo primordial. Sin embar-
go, las Cruzadas, incluso antes de haber quedado saldadas por un fracaso
completo, no alcanzaban a mitigar la sed de tierras que abrasaba a los occi-
dentales y éstos se vieron obligados a buscar de inmediato en Europa, sobre
todo en la expansión agrícola, la solución que el espejismo ultramarino no
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

les había aportado. Frente de combates, la Tierra Santa no fue esa casa de
empréstitos -buenos o malos- que algunos historiadores, engañados y a
menudo engañadores, han descrito con tanta complacencia. Las Cruzadas
no han proporcionado a la Cristiandad ni un crecimiento comercial como
el nacido de sus relaciones anteriores con el mundo musulmán y el desarro-
llo interno de la economía occidental, ni las técnicas y los productos, sumi-
nistrados por otras vías, ni el bagaje intelectual, facilitado por los centros
de traducción y las bibliotecas de Grecia, Italia (Sicilia, ante todo) y Espa-
ña, donde los contactos eran mucho más estrechos y fecundos que en Pales-
tina, ni siquiera ese gusto por el lujo y esas muelles costumbres que ciertos
moralistas morosos de Occidente han reputado como la dote del Oriente y
el regalo envenenado de los infieles a los cruzados, cándidos y sin defensa
ante los encantos y las encantadoras del Oriente . Cierto que los beneficios,
extraídos en su mayor parte, no del comercio, sino del alquiler de los navíos
y de los préstamos concedidos a los cruzados, permitieron a ciertas ciuda-
des italianas -Génova y más aún Venecia- enriquecerse r ápidamente.
Ahora bien, ningún historiador serio puede creer ya que las Cruzadas hayan
suscitado el despertar y el vuelo del comercio de la Cristiandad medieval.
Por el contrario, podemos pensar que contribuyeron al empobrecimiento
del Occidente, en particular de la clase social caballeresca; que, lejos de
forjar la unidad moral de la Cristiandad, coadyuvaron fuertemente a enve-
nenar las oposiciones nacionales nacientes (basta, entre otros testimonios,
leer la narración de la II Cruzada escrita por Eudes de Deuil, monje de
Saint-Denis y capellán del capeto Luis VII, donde el odio entre alemanes
y franceses se exaspera en cada episodio, o recordar cuáles fueron en Tierra
Santa las relaciones de Ricardo Corazón de León con Felipe Augusto, por
ejemplo, o con el duque de Austria, quien se apresurará a apresarlo a su
regreso); que excavaron un foso definitivo entre Occidente y los bizantinos
(de Cruzada en Cruzada se acentúa la hostilidad entre latinos y griegos,
hostilidad que culminará durante la IV Cruzada, con la toma de Constan-
tinopla por los cruzados en i 204); que, lejos de dulcificar las costumbres, el
furor de la guerra santa indujo a los cruzados a los peores excesos, desde los
. pogroms perpetrados en su camino hasta las matanzas y saqueos (la de Jeru-
salén, por ejemplo, ocurrida en el I 099, o la de Constantinopla, en el i 204,
cuyas narraciones se pueden leer tanto en los cronistas cristianos como en
los musulmanes y los bizantinos); que el financiamiento de la Cruzada fue
el motivo o pretexto para un aumento de la fiscalidad pontificia y la prác-
tica inconsiderada de la concesión de indulgencias; y, por último, que las
órdenes militares, impotentes para defender y conservar la Tierra Santa, se

106
13. LAS PRIMERAS CRUZADAS

-
-~

~
J.& Cruzada (1096-l099)
2.ª Cruzada (1147-1148)
s.~ Cruzada (1189-11,i]2)
=""""'"
OOC> o}:>

~Imperio latino de Constan-


~ Islam tinopla
~:::;:;:::::1 Reino franco de Jerusalén

Más que la efímera epopeya de Tierra Sant a, lo que llama Oriente y Occidente, el mundo bizantino convertido ya
la atención son las rutas marítimas y terrestres y, entre en piel de zapa.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

replegaron sobre Occidente y se entregaron en él a toda clase de exaccio-


nes financieras y militares. He aquí, de hecho, el costoso pasivo de estas
expediciones. No veo otra cosa como fruto positivo de las Cruzadas que el
albaricoque traído de Palestina por los cristianos.
La único que resta del efímero establecimiento de los cruzados en
Palestina es el hecho de haber sido el primer caso de colonialismo europeo
y de que, a título de precedente, está lleno de enseñanzas para el historia-
dor. Sin duda, Foucher de Chartres ha exagerado ligeramente en su crónica
la amplitud del movimiento de colonización en ultramar, pero la descrip-
ción que hace de la psicología y del comportamiento del colono cristiano
no es por eso menos ejemplar.
«Considerad y reflexionad en vuestro interior de qué manera en nues·
tro tiempo Dios ha transformado el Occidente en Oriente; nosotros, que
hemos sido occidentales, hemos llegado a ser orientales; el que era romano
o franco se ha convertido en galileo o habitante de Palestina; el que habi-
taba Reims ·o Chartres se ve ciudadano de Tiro o de Antioquía. Hemos
ya olvidado los lugares de nuestro nacimiento, que son ya desconocidos para
muchos de nosotros o, por lo menos, no hemos oído hablar más de ellos.
Algunos de entre nosotros poseen ya en este país casas y servidores, que le
pertenecen como por derecho hereditario; tal otro se ha casado con una
mujer que no es su compatriota, una siria o una armenia, o incluso una
sarracena que ha recibido la gracia del bautismo; tal otro tiene en su casa
a su yerno, a su nuera, a su suegro o su hijastro; éste se halla rodeado de
sus sobrinos e, incluso, de sus sobrinos segundos; el uno cultiva viñas, el
otro campos; hablan diversas lenguas y todos han llegado a entenderse.
Los idiomas más distintos entre sí son ahora comunes a una y otra nación
y la corifianza acerca las razas más alejadas. Ha sido escrito, en efecto: "El
león y el buey comen en un mismo pesebre." El que era extranjero es ahora
indígena, el peregrino se ha transformado en habitante; de día en día,
nuestros padres y nuestros parientes vienen a reunirse aquí con nosotros,
abandonando los bienes que poseían en Occidente. Los que eran pobres en
su país, aquí Dios los hace ricos; los que no contaban más que con unos
cuantos escudos, poseen ya un número infinito de bizantinos (besants ); los
que no tenían más que una alquería, Dios les ha dado aquí una villa. ¿Por
que ha de regresar a Occidente el que encuentra un Oriente tan favorable?
Dios no quiere que aquellos que, llevando su cruz, se han consagrado a
seguirlo caigan aquí en la indigencia, lo cual, como bien se ve, es un mila-
gro inmenso, que el mundo entero debe admirar. ¿Quién ha oído decir
algo semejante? Dios desea enriquecernos a todos y llamarnos a Él como

108
14. LAS CRUZADAS DEL SIGLO XIII
e:

~ 4.• Cmzada (1202-1204)


==-1> 5.• Cmzada (1217-1221 )
- 6." Cruzada (1228-1229)
- 7." Cruzada (1248-1254)
- - - 8." Cruza da (1270)
~ Imperio latino de Oriente
~Islam
¡:;:;:;::;:;:3 Reino franco de J erusalén

La:; ruta:; del mar los han llevado . Sin embargo, no los mueve más que la codicia o sueños aislados
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

amigos caros a su corazón; pues quiere que nuestra voluntad se conforme a


la suya y obremos con un corazón dulce y humilde como a Él le plazca, para
reinar felizmente con ÉL>>
Cuando en io95 Urbano II "'', desde Clermont, prende la mecha de la
Cruzada, y cuando en i 146 San Bernardo la reanimó, desde Vézeley, ambos
pensaban en transformar la guerra endémica que padecía Occidente en
una causa justa: la lucha contra los infieles. Pretendían purgar a la Cris-
tiandad del escándalo que suponía los combates entre correligionarios, pro-
porcionar al ardor belicoso del mundo feudal un exutorio loable, señalar
a la Cristiandad la gran finalidad, el gran designio necesario para forjar la
unidad de corazón y de acción que le faltaban. Y, seguramente, la Iglesia
y el papado creían, por intermedio de la Cruzada, cuya dirección espiritual
asumían, alcanzar el medio de dominar en el mismo Occidente a esa Respu-
blica Christiana, conquistadora pero turbulenta, dividida contra sí misma
e impotente para absorber su propia vitalidad. '
El gran proyecto fracasó. Mas la Iglesia había sabido responder a una
esperanza y consiguió hacer del espíritu de Cruzada el catalizador de los
vagos deseos y de las sordas inquietudes del Occidente. Una larga prepa-
ración de la sensibilidad y de las mentalidades había formado los corazones
occidentales para la búsqueda de la Jerusalén celestial. La Iglesia había
enseñado a los cristianos que esta imagen ideal se hallaba encarnada y que
a través de la Jerusalén terrestre, la otra Jerusalén podía ser alcanzada. La
sed de vagabundeo que abrasaba a esos cristianos a quienes las realidades
de la tierra se mostraban impotentes para fijar en el suelo, se veía de repen-
te apagada por un peregrinaje del cual se podía esperar todo: la aventura,
la riqueza, la salvación eterna. La Cruz significaba todavía en Occidente,
no un símbolo de sufrimiento, sino de triunfo. Al fijarla en el pecho de
los cruzados, la Iglesia daba por fin a este estandarte su verdadera signifi-
cación y le restituía la función que había llenado en la época de Constan-
tino y entre los primeros cristianos.
Las diversas clases sociales se encontraban de nuevo en la Cruzada,
aunque para animar ardores paralelos y convergentes. El ejército de los
caballeros aparecía doblado por el ejército de los pobres. La Cruzada de
los pobres, la más inspirada, que partió la primera, dio muerte por el cami-
no a gran número de judíos, se desbandó poco a poco y acabó por perecer
bajo los golpes del hambre, de las enfermedades y de los turcos, antes de
haber alcanzado su objetivo: la Ciudad Santa. Y el espíritu de la Cruzada
se mantuvo mucho más en los medios sociales humildes, que experimenta-
ban con mayor fuerza su espiritualidad, su mitología. A comienzos del

110
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

siglo xrn, la ((Cruzada de los niños» -de los campesinos jóvenes- encarnó
la permanencia de ese atractivo.
Los ecos sucesivos, la rápida degeneración de la mística que impul-
saba a las Cruzadas en política y, bien pronto, en escándalo, no consiguie-
ron, sin embargo, durante largo tiempo, ahogar esa gran inquietud. La
llamada de ultramar, del ((pasaje», removió a todo lo largo del siglo xn, y
años más allá, las imaginaciones y las sensibilidades de los '?ccidentales, que
no lograban encontrar en su país el sentido de su destino colectivo e indi-
vidual.
1099: Jerusalén cae en manos de los cristianos. Un imperio latino se
establece en Tierra Santa, pero pronto se ve amenazado. En 1148, Luis VII
y Conrado II se sienten impotentes para socorrerlo. A partir de ese momen-
to, el mundo cristiano de Palestina es una piel que se contrae y disminuye
sin cesar. Saladino reconquista Jerusalén en 1187. Ricardo Corazón de León
multiplica sus proezas con ocasión de la III Cruzada (1189-1192), mientras
que Felipe Augusto;,.:, se apresura a regresar a su reino. La IV Cruzada es
desviada por los venecianos sobre Constantinopla y crea otro efímero impe-
rio latino (1204-1261), que ocupa Constantinopla y Grecia. Federico II *,
bajo la excomunión del papa, obtiene por medio de negociaciones en 1229
la restitución de Jerusalén, pero vuelve a ser ocupada por los musulmanes
en 1244. Tan sólo algunos idealistas se muestran entonces capaces de con-
servar el espíritu de Cruzada. San Luis es uno de ellos. Entre la consterna-
ción de casi todos los miembros de su familia -empezando por su madre,
Blanca de Castilla- y de sus consejeros, consigue reunir un ejército de
cruzados, la mayor parte de los cuales le siguen más por devoción personal
al rey que por amor a Cristo. Su primera expedición comienza en 1248 y
se prolonga hasta 12 54, pero es para caer prisionero de los infieles. La segun-
da se inicia en 1270 y se dirige a Egipto, pero para morir delante de Túnez.
Hasta finales del siglo xv, y más tarde todavía, se hablará con frecuen-
cia de iniciar una nueva Cruzada. Pero ya no se iniciará jamás.

En la misma época en que Jerusalén acaparaba las imaginaciones occi-


dentales, otras ciudades ;,.:,, más realistas y con mayor porvenir terrestre, se
desarrollaban en Occidente.
La mayor parte de esas ciudades existían ya antes del año 1000. La
fundación de algunas de ellas procedía de la antigüedad o se perdía en leja-
nos tiempos. Incluso en los países bárbaros tardíamente cristianizados, la

111
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

GOLFO DE G2NOV A

i5. GENOVA
(Según Y . Renouard: Les Villes d 'ltalia au Moyen Age, mrsu publicado por el C. D . U.)

15. 16. LAS CIUDADf:S EN EL APOGFO llFL SICLO X lll: UN PUERTO ITAl.IANO, UNA CAPITAL

Génova (r5) sufre una gran transform ación en- mero en piratas, que realizan incursiones lu-
tre mediados del siglo x y mediados del xn. crativas, después en mercaderes, que se enri-
El recinto del siglo x, construido en período quecen con las Cruzadas. Un segundo recinto,
defensivo con ocasión de las incursiones de los levantado a partir de ll55-ll56, engloba ya
sarracenos, engloba el castrum fe udal, o cas- el burgus, centro económico que se extiende
tillo, y la ciudad episcopal, la civitas, con la hacia el None , a lo largo del mar y centro
catedral de San Lorenzo, dej ando fuera el político en torno al PalaC'io Comunal_ Por
burgus con la otra catedral, San Siro_ Duran- otra parte, a partir de 1122, la comuna se
te los siglos XI y xn, Génova toma la ofensiva identífica con la compagna, .que agrupa a
y sus marinos se convierten sucesivamente pri- todos los ciudadanos, nobles o no, implicados

región de los escandinavos, de los germanos o de los eslavos, las ciudades


medievales eran la prolongación de ciudades primitivas: grods eslavos, wiks
nórdicos. Escasas son las fundaciones urbanas efectuadas ex nihilo durante
la Edad Media. El mismo Lübeck se remonta más allá de los actos funda-

1 l.:?
..
LA FO RMACióN DE LA CRISTIANDAD

~ St-Martin des Champs


~
r6ª·
Les Halles¡a
Les I~ocents Al
StfOpportune
Grand Chatelet

Recinto de comienzos del siglo xu - ------ -


Recinto de Felipe-Augusto

16. PAR!S
(Segri11 G. Duby y R . iHandrou, op. cit.)

en el come rcio marítimo. La importancia de donde los monjes-banqueros guardan el teso-


éste viene subrayada por el Palacio d e la ro real). Corresponde también al nacim iento
Aduana. de una ci udad uni versitaria en la orilla iz-
París (I6) es encerrado por Felipe-Augusto quierda, el Barrio Latino. Por último, el viejo
(1179-1223) en un nuevo recinto . Como todas corazón de Ja ci udad, la isla de la Cité, reun ió
las ci udades ímportantes de Occidente, crece el centro ep iscopal en torno a la nueva cate-
considerablemente en el transcurso del si- dral de Notre -Dame y la capital política en
g lo x n . Pero ese crecimi ento no es debido tan torno al Palais Royal. Las abadías, primitiva-
sólo al desarrollo de la fun ción económica , lo- mente situadas lejos del núcleo urbano , que-
ca li zada en la orilla d erecha del Sena (Halles, dan ahora englobadas p or él o amenaza-
plaza de la Greve, a la vez lonj a de contrata- das por el nuevo reci nto: Saint-Martin -des-
ción de la mano de obra y puerto de desem- Champs, Saint-Germai n-cles- Prés, Sainte-Gen e-
barco de las mercancías, torre d el Temple, vieve, Saint-Victor.

cionales de Adolfo de Schauenburg (1143) y de Enrique el León (1158).


Sin embargo, a pesar de esta continuidad, que es el caso más frecuente,
¿puede afirmarse que las ciudades medievales son las mismas que sus ante-
pasadas?

J 13
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

En el mundo romano, las ciudades constituían un centro político y


administrativo, militar y, sólo de manera secundaria, económico. Durante
la Alta Edad Media, reducidas a un rincón de sus antiguos recintos, dado
que éstos resultaban excesivamente amplios para sus necesidades, habían
quedado limitadas casi de modo exclusivo a la función política y adminis-
trativa, atrofiada a su vez. Las mayores de entre ellas debían su importan-
cia relativa, en general, más a la presencia de un obispo que a la de un
soberano (voluntariamente itinerante y «lugareñon) o de un alto funcio-
nario (existían en escaso número y, a excepción de los palaciegos, no se
rodeaban de un círculo demasiado amplio de acompañantes). Religión en
principio urbana, el cristianismo se encargó de mantener en Occidente la
continuidad urbana. Y si la ciudad episcopal conserva una cierta fun-
ción económica, es aquella, bien simplificada, que desempeñan los gra-
neros del obispado o de los monasterios (establecidos en ]a ciudad), en los
cuales se almacenan los víveres venidos de los campos circundantes y que,
a cambio de servicios más que de dinero y, en tiempos de escasez, gratui-
tamente, son distribuidos entre la mayor parte del pequeño grupo de habi-
tantes.
Henri Pirenne ha demostrado magníficamente que la ciudad medieval
nace y se desarrolla a partir de su función económica. La renovación de los
cambios la crean. Los mercaderes se encargan de ensancharla. La falsa con-
tinuidad del hecho urbano correspondiente al primer milenario de la Edad
Media se revela en que la ciudad medieval se instala al lado del núcleo
antiguo. Es una ciudad de arrabal, un podgrozie eslavo, un portus occi-
dental. Por otra parte, incluso allí donde se ha mantenido una continuidad,
las más importantes ciudades medievales han sido, en general, sucesoras, no
de grandes, sino de pequeñas ciudades de la Antigüedad o de la Alta Edad
Media. Venecia, Florencia, Génova, Pisa, aun Milán (insignificante hasta el
siglo IV y eclipsada por Pavía entre los siglos vu y XI), París, Brujas, Gante,
Londres, por no hablar de Hamburgo o de Lubeck, son verdaderas creacio-
nes medievales. Con la sola excepción de las ciudades renanas (Colonia,
Maguncia) y, sobre todo, de Roma (que, no obstante, durante la Edad Media
no es otra cosa que un gran centro religioso, como un Santiago de Com-
postela en el que la población permanente fuese más numerosa), las ciuda-
des romanas más florecientes han desaparecido o han pasado a un segun-
do plano.
Ciudades nacidas del despertar comercial, pero también del progreso
agrícola del Occidente, que empezaba a alimentar mejor en víveres y en
hombres a los centros urbanos. No queda otro recurso que atribuir el naci-
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

miento y el progreso de las ciudades medievales a un complejo conjunto


de estímulos y, en particular, a grupos sociales diversos. «¿Nuevos ricos o
hijos de ricos?» Tal fue la pregunta planteada, después de Pirenne, en un
célebre debate dirigido por Lucien Febvre. Cierto que las ciudades han
atraído a los homines novi, advenedizos escapados a la esclavitud de la
tierra, venidos de las familiae monásticas, desprovistos de prejuicios, dis-
puestos a emprender y a ganar. Pero con ellos, mezclados a ellos o espoleán-
dolos, especialmente prestándoles el dinero que eran los únicos en poseer
al principio, llegan los miembros de las clases dominantes. La aristocracia
de los grandes propietarios, el clero, representó un papel determinante.
Una categoría como la de los ministeriales, agentes señoriales surgidos en
su mayor parte de la esclavitud o de la servidumbre, pero elevándose más
o menos rápidamente hacia las capas superiores de la jerarquía feudal,
desempeñaron, sin duda alguna, una función importante en el progreso
urbano. Las regiones más fuertemente urbanizadas del Occidente medieval
- si no tomamos en cuenta aquellas en que una tradición greco-romana,
bizantina o musulmana había dejado bases más sólidas (Italia, Provenza,
Languedoc, España)- son regiones a las que convergen grandes rutas comer-
ciales (Italia del Norte, en la confluencia de las vías alpestres y las rutas
marítimas mediterráneas; Alemania del Norte y Flandes, adonde llega el
comercio del Este; Francia del Nordeste, adonde acuden a las ferias de la
Champagne, sobre todo durante los siglos xii y xm, mercaderes y produc-
tos del Norte y del Sur). Pero esas regiones son, al mismo tiempo, las que
poseen las llanuras más ricas, las que disfrutan de los progresos más segu-
ros de la rotación trienal, las que emplean con mayor extensión el arado y
el caballo de labor. En la estrecha relación ciudad-campo de la Edad Media,
es aún muy difícil distinguir entre causa y efecto. Las ciudades han tenido
necesidad de un medio rural favorable para nacer. Sin embargo, a medida
que se fu eron desarrollando, ejercieron sobre el terreno circundante, dila-
tado a la medida de sus exigencias, una atracción cada vez mayor. Grupo
de consumidores, que no participa más que de modo accidental en la pro-
ducción agrícola (no existen verdaderos campos en el interior de la ciudad
medieval, pero sí huertos, parrales, etc., que han desempeñado un papel
no desdeñable en la alimentación de los ciudadanos), la población urbana
tiene necesidad de ser nutrida. En torno a las ciudades, las roturaciones
se extienden y los rendimientos se elevan, tanto más cuanto que, de sus
arrabales rurales, la ciudad no obtiene exclusivamente víveres, sino que
saca también hombres. La emigración del campo a la ciudad, entre los
siglos x y xrv, supone uno de los fenómenos mayores de la Cristiandad. Lo
115
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

_ Muro romano
J& Portus del Rin
llJ Muro del siglo x:

t Ensanche
hasta 1106
Muro de 1106
Ensanche
hasta 1180
.Muro de 1180

O Puerta

r7. COLONIA. (Según el atlas Westermann.)

+- 18. KALISZ (Según Les Origines des villes polonaises.)


r. Grod polaco primitivo. - 2 Portus. - J. Vieja ciudad pola-
ca. - 4. Vieja ciudad alemana.

20. EL MERCADO DE LüBECK-+


(Según el atlas Westermann)
I. Armeros. - 2. Carniceros. - J. Panaderos. - 4. Fabricantes
de cinturones. - 5. Cambistas. - 6. Zapateros. - 7. Espe"cieros.
- 8. Fabricantes de agujas. - 9. Fabricantes de fi eltros. -
ro. Comerciantes en arenques. - 11. Merceros. - r2. Ceca.
- IJ. Orfebres. - r4. Cocineros. - 15. Fabricantes de sillas de
montar. - r6. Cortadores de paños. - r7. Curtidores.

110
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

r9. LVBECK (Según el atlas Westennann.) w. EL MERCADO DE L VBECK

17 , 18 , 19, 20. CIUDADES DE EUROPA EN SU APOGF.O (SIGLO Xlll Y COMJENZOS DEL XIV)

El papel de Ja función económica en el desa· En el caso de Lübeck (r9), se trata de una


rrollo de estas tres ciudades de la Europa cen· creación decidida en el año 1159 por el duque
tral (Colonia, Liibeck, Kalisz) puede verse da· de Sajonia, E nriqu e el León, que desea atraer
ramente en sus planos. a la ciudad a los m ercaderes de la zona báltica
En Colonia (r7), la actividad económica se y eslava. Se apoya en el wik fundado en 1143
despierta pronto. A partir del siglo x, sus for- por el conde Adolfo de Schauenburg en torno
tificaciones engloban, al este de Ja ciudad ro· a la catedral y sobre el castillo elevado por el
mana, en Ja orilla del Rin, un nuevo banio mismo señor aprovechando el emplazamiento
surgido alrededor de su mercado. En 11o6, de un antiguo grod eslavo. Desde 1230, Ja ciu-
nuevas murallas protegen a los dos ~arrias na· dad está fortificada en el interior del períme-
ciclos al Norte y al Sur, a lo largo del Rin. tro máximo, delimitado por el Trave y el
En 1180, la ciudad alcanza, por último, su vVakenitz, en los que se establecen puertos y
desarrollo medieval máximo y absorbe las vie- molinos activos. El centro de la ciudad está
jas iglesias de San Severino (348), San Pan· ocupado por el mercado (20), que se halla
taleón (866) y San Gereón (siglo rv). por entero en manos de los· mercaderes, ·con
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

sus tiendas, las calles de comerciantes y ar - tablecimientos: el viejo grod eslavo destina-
tesanos especiali zados, la Casa de la Ciudad do a la defensa (siglos x1-xu), con la iglesia co-
y la iglesia de Santa María (Kaufmanns-Kirche: legial, pronto rodeada al Este por un arrabal
la iglesia de los mercaderes, característica de las (podgrodzie) que d esemp eña una función eco-
ciudades hanseáticas) . .Ciud ad abierta al co- nóm ica sobre el río. Después aparece sucesi -
mercio lejano, se coloca rápidamente a la ca- vamente, en el siglo x11, un a viej a ciudad
beza ele la Hansa. En ausencia ele monasterios (stare miasto), emplazada al Norte, y, en
antiguos, bien pronto (1225- 1227) dominicos y el xm, una ciudad de locatio, que di sfruta d el
franciscanos se establecen en ella con gran po- derecho alemán. La situació n de esta última
derío. en una encrucijada de caminos fluviales y te-
El caso de Kalisz (Polonia) (r8) es más com- nestres y sus instituciones permi ten a la acti-
plejo. Se pueden distinguir en ella cuatro es- vidad económica desarroll arse plenamente.

que es seguro, en todo caso, es que, con los diversos elementos humanos que
recibe, la ciudad forja una sociedad nueva. Y esta sociedad pertenece tam-
bién a la sociedad «feudaln, a la cual solemos imaginar demasiado rural.
La ciudad, en su conjunto, se constituye en Señoría. El arrabal rural que
ella crea, imponiéndole un poder -el ban ( l ) - de tipo feud al, corre pare-
jas con la evolución d e la Señoría hacia lo que se ha denominado la Seigneu-
rie banale, fundada también sobre el ejercicio del ban y sometida a la
influencia de los «feudales», que a veces disponen en ella -como en Ita-
lia- de una residencia. Sus personajes más sobresalientes imitan el género
de vida de los nobles. Se hacen construir casas de piedra y elevan esas torres
que, si bien sirven para la defensa y el almacenaje de los víveres, son
también más que nada un signo de prestigio. Cierto que la sociedad
urbana es minoritaria en un mundo que continúa siendo primordialmente
rural.
Daniel Thorner, en su modelo de economía campesina, que puede apli-
carse al Occidente medieval, estima que a un conjunto dentro del cual
más del 50 por 100 de la población activa es tá empleada en la agricultura,
corresponde un 5 por lOO de población urbanizada. Pero, poco a poco, esta
sociedad urbana consigue que sus propios impulsos sustituyan a los santo y
seña venidos del campo. La Iglesia percibe ese cambio con segura intuición.
En el siglo xn todavía es la voz de los monjes, de un Pedro el Venerable de
Cluny, de un San Bernardo de Citeaux, principalmente, la que indica el
camino a la Cristiandad. Con todo, San Bernardo se ve forzado a predicar
su Cruzada en Vézelay, ciudad híbrida y ciudad nueva en torno a su mo-
nasterio, y a intentar vanamente en París apartar de las seducciones urba-
nas la población estudiantil, a la cual desea hacer volver al desierto, a la
escuela del claustro. En el siglo xm, los directores espirituales -dominicos ·
(1) El francés ha conservado para los arrabales la denominación banlieue, lugar sometido
a un ban. - N . del T.

11 8
LA FORMACIÓN DE LA CRISTIANDAD

y franciscanos- se instalan en las ciudades y, desde las cátedras de sus igle-


sias o de las universidades, gobiernan a las almas.
Ese papel de guía, de fermento , de motor, asumido desde ese instante
por la ciudad, se afirma en primer lugar en el orden económico. Ahora
bien, aunque, en un principio, la ciudad es sobre todo un lugar de cambios,
un nudo comercial, un mercado, su función esencial desde ese punto de
vista consiste en su actividad de producción. Es un taller. Y, cosa más im-
portante, en .ese taller se establece ya la división del trabajo. El dominio
rural de la Alta Edad Media, incluso cuando poseía una cierta especiali-
zación técnica artesanal, concentraba todas las funciones de la producción.
Una etapa intermedia puede quizás encontrarse en los países eslavos -Po-
lonia y Bohemia, especialmente-, donde, entre los siglos x y xm, los gran-
des propietarios alojan a los especialistas, palafreneros, herreros, ceramistas,
carreteros, en aldeas particulares (la toponimia conserva aún hoy día el
recuerdo: por ejemplo, en Polonia Szewce [sutores]). De acuerdo con la
definición de Aleksander Gieysztor, «se trata de aldeas sometidas a la auto-
ridad del castellano ducal y habitadas por artesanos, los cuales, aun debien-
do a la práctica de la agricultura lo esencial de su subsistencia, estaban
obligados a prestaciones artesanales especializadas». No obstante, es en las
ciudades donde esta especialización se lleva hasta el extremo. El artesano
deja entonces de ser al mismo tiempo y de manera primordial un labrador.
El «burgués)) deja de ser también, y ante todo, un propietario rural.
De todas formas, no se debe exagerar el dinamismo y la autonomía de
los nuevos oficios. Dificultades económicas (las materias primas proceden
en su mayor parte de los dominios rurales) e institucionales (a través de
los derechos feudales, especialmente las tasas, los señores limitan, se apo-
deran en parte de productos y cambios, a pesar de las franquicias obtenidas
por las ciudades) hacen que los ((feudales)) controlen la actividad económi-
ca. Las corporaciones .x, que encuadran a los nuevos oficios son ante todo,
tal como los ha definido con acierto Gunnar Mickwitz, monopolios que
eliminan la concurrencia y frenan la producción. La especialización lleva-
da hasta el extremo (basta con abrir el Livre des Métiers escrito por Etien-
ne Boileau hacia las postrimerías del reinado de San Luis, entre 1260 y 1270,
donde se reglamentan las corporaciones parisienses, para quedar sorpren-
dido, por ejemplo, ante el número de oficios que trabajan el hierro: vein-
tidós sobre un conjunto de · ciento treinta) es, si no la causa, por lo menos
un signo de la debilidad que aflige a la nueva economía, una economía
limitada casi en exclusiva a la satisfacción de las necesidades locales. Raras
son las ciudades que trabajan para la exportación. únicamente los tejidos,

119
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

en la Europa del Noroeste, Flandes sobre todo, y en la Italia del Norte,


gracias a la fabricación de géneros de lujo y de semilujo (tejidos finos, sede-
rías, etc.), alcanzan dimensiones casi propias de una industria y estimulan
producciones anejas, en particular las de las plantas tintóreas, entre las
cuales el glasto o pastel ocupa un lugar preferente a partir del siglo xm.
Queda la construcción, que constituye un caso especial.

* * *
Pero las ciudades hacían también el oficio de centros de intercambio
comercial. Una literatura tradicional, sobre todo a partir de Pirenne, les
ha reconocido justamente este título, si bien exagerando un poco su impor-
tancia, ya que dicho comercio se alimenta durante largo tiempo ünicamen-
te de los productos de lujo (tejidos, pastel, especias) o de primera necesidad
(sal). Las mercancías pesadas (granos, madera) no entran en él sino con
gran lentitud. Unas cuantas plazas se bastan para asegurar la venta de
aquellos productos y las prácticas rudimentarias -en particular el cambio
de moneda- que las acompañan. Las ferias de la Champagne, en los
siglos xn y xrn, son en principio su hogar principal. Poco a poco se incor-
poran al tráfico puertos y ciudades de Italia y de Alemania del Norte. Los
italianos, venecianos, genoveses, pisanos, amalfios, astesanos, milaneses, sie-
neses y, pronto, florentinos obran de forma más o menos aislada, dentro del
cuadro de sus ciudades, al igual que las gentes de Amiens y de Arras. En
el Norte, por el contrario, una vasta organización comercial, que adquiere
también con rapidez un extraordinario poder político, domina los cambios
en un amplio radio de acción: la Hansa. Sus orígenes pueden ser fijados
en la paz pactada en 1161, bajo la égida de Enrique el León, entre alema-
nes y gotlandeses. De ella nació la comunidad de mercaderes alemanes esta-
cionales de Gotland (universi mercatores imperii Romani Gotlandiam fre-
quentantes), que, a finales del siglo xm, extiende su influencia desde Flan-
des e Inglaterra hasta la Rusia del Norte. «Por todas partes, los alemanes
eliminan a sus competidores, particularmente en el Báltico, pero también
en el mar del Norte, llegando hasta privar el paso de los estrechos daneses
hacia el Oeste a los gotlandios y, hacia el Este, a los frisones, flamencos e
ingleses, acaparando incluso el tráfico entre Noruega e Inglaterra.>> Así des-
cribe a la asociación, tal como era hacia 1300, su más reciente "historiador,
Philippe Dollinger.
Hacia la misma época, las relaciones entre los dos grupos que dominan
el gran comercio, los hanseáticos al Norte y los italianos en el Sur, ex peri-

120
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

mentan un cambio. En lugar de comunicarse a lo largo de las vías terres-


tres, largas, costosas y sin cesar amenazad as, en especial las que conducen a
las ferias de la Champagne, establecen un contacto directo y regular por
mar. Flotas mercantes unen a Génova y Venecia con Londres y Brujas y,
más allá, con las costas bálticas y su interior. El modesto comercio medie-
val, limitado en la Alta Edad Media a las vías fluviales, se desarrolla poco
a paco a lo largo de las rutas terrestres entre los siglos x y xrv y se aventura
en los mares, desde Alej andría a Riga, por las rutas del Mediterráneo, del
Atlántico, de la Mancha, del mar del Norte y del Báltico, preparando así
la expansión comercial de la Europa moderna.
Apoyado en las ciudades, ese gran comercio naciente favorecía al mis-
mo tiempo otros dos fenómenos de primordial importancia.
En primer lugar, completaba, por medio del establecimiento de fac-
torías en tierras lej anas, la expansión de la Cristiandad medieval. En el
Mediterráneo, el engran decimiento genovés y veneciano sobrepasaba incluso
el cuadro de una colonización comercial. Los venecianos, que habían obte-
nido de los emperadores de Constantinopla una serie de privilegios cada
vez más exorbitantes (g92, 1082), fundan, después de la IV Cruzada (uw4),
un verdadero imperio colonial que cubre las costas del Adriático, Cr.e -
ta, las islas jónicas y egeas (especialmente Negroponte, es decir, Eubea).
En los siglos xrv y xv incluirá, además, Corfú y Chipre. Los genoveses,
por su parte, hacen de sus establecimientos en la costa del Asia Menor
(Focea, gran productora de alumbre, esencial coni.o mordiente para la in-
dustria textil) y del norte del mar Negro (Caffa) sólidos puntos de ar oyo
para un drenaje de los gé neros y de los hombres (esclavos domésticos de
ambos sexos).
Hacia el Norte, la Hansa establece a sus mercaderes en terriLorio cris-
tiano, Brujas, Londres, Bergen, Estocolmo (fundado en i251 ), pero tam-
bién, más al Este, en zonas paganas (Riga, 120 i) u ortodoxas (Novgorod).
La colonización mercantil sobrepasa la colonización urbana y rural alema-
nas y, tan pronto pacífica como belicosa, se asegura privilegios que, por
encima del provecho económico, establecen una verdadera superioridad
étnica. Por ejemplo, en un tratado de comercio, suscrito en i229 entre el
príncipe de Smo1ensk y los comerciantes alemanes, se lee: «Si un ruso
que sea deudor de otro ruso compra a crédito a un tratante alemán, el ale-
m~í.n disfrutará d e prioridad para percibir su crédito.» Igualmente, si un
ruso y un alemán llegan al mismo tiempo a un relevo de carga, de trans-
parte (volok) de mercancías, el alemán pasará antes que el ruso, a menos
que éste sea un habitante d e Smolensk. En tal caso, se echará a suertes

121
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

entre los dos prioritarios. La forma comercial de la colonización habituará


a los occidentales a un tipo de colonialismo que les valdrá los éxitos y, más
tarde, los fracasos que tan bien se conocen.
Motor de la expansión geográfica, el gran comercio revistió también
una extraordinaria importancia en otro fenómeno del que fueron teatro
asimismo las ciudades: el desarrollo de la economía monetaria. Centros de
consumo y de cambio, las ciudades se vieron obligadas a servirse cada vez
más de la moneda para nivelar sus transacciones. El estadio decisivo se
produce en el siglo XIII. Florencia, Génova, Venecia, los soberanos españo-
les, franceses, alemanes e ingleses deben acuñar, para responder a estas nece-
sidades, primero piezas de plata de valor elevado, los gruesos; después pie-
zas de oro (el florín florentino data de 1252, el escudo de San Luis de 1263-
1265, el ducado veneciano de 1284). Roberto López ha llamado al siglo XIII
(<el siglo del retorno al oro».
Examinaremos más adelante las consecuencias de esta preponderancia
creciente de la economía monetaria sobre la economía natural. Al introdu-
cirse en los campos, modificando la renta rural, será un elemento decisivo
en la transformación del Occidente medieval. Las reformas monetarias de
Carlomagno habían sido realizadas en medio de la indiferencia y la igno-
rancia generales, si se exceptúa a un pequeño grupo de consejeros reales.
Las mutaciones monetarias -las primeras devaluaciones de Occidente-,
llevadas a cabo por Felipe el Hermoso a finales del siglo XIII y en los pri-
meros años del XIV, levantaron, en cambio, la protesta de casi todas las
clases sociales y, en las ciudades, emociones populares y motines. Cierto que
la masa campesina no ve todavía muchas piezas de oro, e incluso pocas de
plata gruesa, pero maneja ya, cada vez en mayor cantidad, los sueldos, y
participa, aunque todavía de lejos, en esta evolución capital que hace entrar
el dinero en la vida cotidiana de los occidentales.

Los indicios del urbanismo no son menores en los campos intelectuales


y artísticos. Sin duda, el ambiente monástico sigue siendo durante el siglo XI
y, aunque en menor escala, el xn, el más favorable al desenvolvimiento de
la cultura y del arte. La espiritualidad mística y el arte románico se des-
arrollan de modo casi exclusivo en el seno de los conventos. Cluny y la
gran iglesia del abad Rugues (1049-1109) simbolizan esta preeminencia
monástica en el alborear de los tiempos nuevos. Citeaux, sus hijas y sus
nietas la continuarán por otros medios.

122
LA FORMACIÓN DE LA CRISTIANDAD

La translatio cultural que hará pasar la primacía de los monasterios


a las ciudades se percibe bien en dos dominios: la enseñanza y la arqui-
tectura.
En el curso del siglo XII, las escuelas urbanas toman de manera decisi-
va la delantera sobre las escuelas monásticas. Nacidos de las escuelas epis-
copales, los nuevos centros escolares se liberan de ellas mediante el reclu-
tamiento de maestros y alumnos y la cuidadosa elección de sus programas
y sus métodos. La escolástica * es un producto de las ciudades, que se ense-
ñorea de las nuevas instituciones: las universidades * y corporaciones inte-
lectuales. El estudio y la enseñanza se convierten en un nuevo oficio, uno
más entre las numerosas actividades que se especializan en el «tallern
urbano. El nombre es por lo demás significativo: universitas viene a ser lo
mismo que corporación. Las universidades no son otra cosa que corpora-
ciones de maestros y estudiantes: universitates magistrum et scolarium, con
sus diversidades y sus matices, desde Bolonia, en la que reinan los estudian-
tes, a París, donde dominan los maestros. El libro ha dejado de ser un ídolo
y se considera como un simple instrumento. Como cualquier otra herra-
mienta, tiende a ser fabricado en serie y se hace el objeto de una produc-
ción, de un comercio.
El arte románico *, producto y expresión del impulso tomado por la
Cristiandad después del año 1000, se transforma en el curso del siglo XII.
Su nuevo aspecto, el gótico*, es un arte urbano. Arte de catedrales surgidas
del cuerpo ciudadano, que lo subliman y lo dominan. La iconografía de
las catedrales es la expresión de la cultura urbana : la vida activa y la vida
contemplativa buscan en ella un equilibrio inestable; las corporaciones
ornamentan la iglesia con vidrieras; el saber escolástico se despliega en su
interior. Las iglesias de las zonas campesinas se esfuerzan por reproducir,
aunque con menor valor artístico y con recursos materiales mucho m-ás limi-
tados, el plano catedralicio de la ciudad modelo o, al menos, uno de sus
elementos más significativos: campanario, torre, tímpano. Construida para
albergar a un pueblo nuevo, más numeroso, más humano y más realista,
la catedral procura, sin embargo, recordarle la vida rústica, próxima y bene-
factora. El tema de los meses, cuadro de los trabajos rústicos, sigue siendo
uno de los ornamentos tradicionales de la iglesia urbana.

La Iglesia participa en ese progreso de la Cristiandad ocupando un


primer plano, si bien no ha representado directamente en el desarrollo

12 3
21. LA ORDEN DE CLUNY EN LOS SIGLOS X Y XI

ffTIEt&r York•

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de densidad

En 1.109, la Orden comprende


1184 CMas, de las cuales 888
están establecidas en Francia
LA FORMACióN DF. LA CRISTIANDAD

económico el papel esencial que tan a menudo se le ha atribuido con evi-


dente exageración, basándose especialmente en las opiniones de Monta-
lembert.
Georges Duby ha subrayado que los monjes tuvieron una actuación
muy borrosa en lo que respecta a las roturaciones, porque «los clunia-
censes, benedictinos que observaban la antigua regla, llevaban una vid.a
de tipo señorial y, por lo tanto, ociosa», mientras que las órdenes nuevas
del siglo xn, por su parte, cese establecieron en calveros ya, por lo menos,
parcialmente existentes» y se interesaron sobre todo en la ganadería. En
consecuencia, se preocuparon relativamente poco de extender los campos.
Además, <ca causa del cuidado que pusieron en proteger su desierto y en
mantener a distancia a los campesinos, las abadías del nuevo estilo con-
tribuyeron más bien a proteger ciertos islotes forestales contra las em-
presas de roturación, que, a no ser por ellas, los habrían reducido».
No obstante, por lo que se refiere a la economía misma, la Iglesia r
se mostró extremadamente eficaz. En la fase inicial empleó todos los re-
cursos de que sólo ella disponía. Durante la época de tesaurización de la
economía, ella había atesorado más riquezas que ningún otro estamento.
Y, a partir del año lOOO, cuando el crecimiento económico y, en particu-
lar, el desarrollo de la construcción exige un financiamiento que el juego
normal de la producción no puede proporcionar, se apresura a poner en
circulación los tesoros acumulados. Sin embargo, su actuación se lleva a
cabo en una atmósfera de milagros, cuya vestidura taumatúrgica no debe
ocultarnos las realidades económicas. Si un obispo o un abad desean en-
grandecer o reconstruir su catedral, su monasterio, el milagro hace su
inmediata aparición para descubrir el tesoro enterrado que le permitirá,
si no rematar, al menos iniciar su empresa. Tal ocurre, por ejemplo, unos
años antes de terminar el primer milenio, con el obispo de Orleáns, Arnul,
que sueña con reconstruir cede manera magnífica» la iglesia de la Santa
Cruz. «Se vio favorecido -escribe Raúl Glaber- con un estímulo divino
manifiesto. Un día en que los albañiles sondeaban la firmeza del terreno
con objeto de escoger el emplazamiento adecuado para los muros de la
basílica, descubrieron una gran cantidad de oro. Al juzgarle perfectamente
suficiente para cubrir todos los gastos de la reconstrucción del santuario, a
pesar de la importancia de éstos, tomaron el oro descubierto por casualidad
y lo llevaron intacto al obispo. Éste dio gracias al Dios todopoderoso por el
presente que le hacía, lo tomó y lo confió a los vigilantes de los trabajos, con
la orden de consagrarlo íntegramente a la construcción de la iglesia. Según
se cuenta, ese oro se debía a la previsión de San Evarco, antiguo obispo de

125
11
22. LA ORDEN DE ClTEAUX DURANTE LOS SIGLOS XII Y Xlll

o
Melrose II36

Mellifont o~
1142 ~

0
Sobrado
II42

o Clairva ux - 80 filiales
• Citeaux - 28 filiales
• Morimond - 28 filiales
.t. Pontigny - 16 filiales
& La Ferté - 5 filiales

~ Zona de den~idad monástica


En tata(; 525 abadías a finales
del siglo XII y 694 a finales del
siglo XIII
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

la misma sede, que lo había ocultado allí en previsión de que algún día se
emprendiese la reconstrucción.»
Llega una época -siglos xr-xn- en que los judíos no son ya capaces
de abarcar la totalidad de los negocios de tipo bancario, que hasta entonces
habían monopolizado. Los mercaderes cristianos no han adquirido todavía
el relieve de que disfrutarán más tarde. Los monasterios se encargan en-
tonces, como lo ha demostrado con toda exactitud Robert Génestal, de
actuar como «establecimientos de crédito».
A lo largo de ese período, la Iglesia protege al m r ·ader y le ayuda a
vencer el prejuicio que inspira, motivador del despre io por parte de la
clase señorial ociosa. La Iglesia toma sobre sí la tarea d rehabilitar una
actividad de la cual depende el progreso económico. Y conv i. ·ne el trabajo-
castigo, definido por el Génesis -«el hombre caído deb , por penitencia,
ganar su pan con el sudor de su frente»-, en un valor para h salvación.
Y, lo que es más importante, se adapta a la evolución de la sociedad y
le proporciona las palabras de orden espiritual que estaba precisando. Así
se ha demostrado en las Cruzadas. La Iglesia ofrece precisamente los sueños
que pueden servir como contrapeso necesario a las difíciles r alidades. Du-
rante todo el período, cuando la prosperidad se reconstruye ,lentamente,
cuando el dinero fluye con facilidad, cuando la riqueza se onvicrt en un
cebo cada vez más seductor, asegura, tanto a los que triunfan y se inquietan
en su triunfo -no hay que olvidar que el Evangelio manifiesta serias dudas
sobre la posibilidad de que el rico entre en el reino de los ·iclos- , como
a los que permanecen oprimidos, una válvula ideológica: la a pologfa de la
pobreza.
El movimiento que comienza a precisar sus contornos en l siglo XI, ·
que bosqueja reformas, multiplica las aproximaciones a un retorno de la
simplicidad evangélica (vita vere apostolica), inspira una reforma del clero
en el sentido comunitario -la reforma canónica, que renueva la institu-
ción de los cánones, imponiendo la regla llamada de San Agustín- , se dila-
ta a finales del siglo XI y comienzos del xn. Al mismo tiempo, da nacimien-
to a nuevas órdenes*, que afirman la necesidad de retirarse al «desierto»
para volver a encontrar en la soledad los verdaderos valores de los que el
mundo occidental parece alejarse sin cesar, pero que perpetúan, transfor-
mándola, la tradición benedictina y su ejemplo económico al ensalzar el
trabajo manual y al organizar otras formas de actividad económica, en las
que se combinan los nuevos métodos de cultivo (barbecho trienal), el recur-
so más intenso a la ganadería productora de lana y aprovisionadora de la
industria textil y la adopción de las innovaciones técnicas (molino, forjas).
23 . LA ORDEN DOMINICA EN 1303

Las universidades de la orden (Stuclia gene- t es), hacen el oficio de capitales. La vocación
l'alia) , la principal de las cua les es Paris (cada intelectual de la orden, sin ser excl usiva, se
"jnovincia" /nted e enviar a ella tres estudian· afianza.

DIECIOCHO PROVINCIAS
r. Espmia (29 conventos de hombres más 6 de cia (26 más 2) . - I2. Grecia (4: dos en la Ma -
mujeres).-2 . Toulou se (25 más 3).-3. Fran- rea franca, uno en Eubea y uno en la Crim ea
cia (58 más 7) . - 4. Lombardia inferior (35 veneciana.). - r3 . Tierra Santa (Chi/1re, 3). -
más r3). - 5. Toscana (25 más n ) . - 6. Si- I4. Aragón (r4 más 2). - r5. Boh emia (2I
cilia (35 más 4). - 7. Hungría (33 más 3). - más 6) . - z6. Provenza (r4 más 2). - z7. Lom-
8. T eutonia (.¡9 más 65). - 9. Anglia (75 de /1ardía superior (22 más 5). - r8. Sajonia (de
hombres). - IO. Polonia (32 más 3). - II . Da- Bre111a a Riga, 47 más 9).

El modelo procede ele Italia y, probablemente a través de los monjes


griegos basilios, asentados en el Lacio, Calabria y Sicilia, va a beber en la
gran fuente del monaquismo bizantino y oriental. Desde el siglo x, San Nilo
de Grottaferrata, en primer lugar, después San Romualdo, fundador de
los Camándulos, cerca de Rávena (1012), y, por último, San Juan Gualber-
to, fundador hJ.cia el 1020 d el monasterio de Valumbroso en la Toscana,
24. LA · ORDEN FRANCISCANA HACIA 1344

Familia Cismontana XII


Familia Ultramontana I2

El fenómeno franciscano se produce en primer con más f1rofusión. Habría que añadir las vi-
lugar en Italia y es allí donde sigue dándose carías misioneras al Este, hasta la China .

I. FAMILIA CISMONTANA: DIECISIETE PROVINCIAS


r. San Francisco (Asís). - 2. Marcas_.:_ 3. Ro- les). - I I . Penne. - r2. Monte Sant'Angelo
ma. - 4. Toscana. - 5. Bolonia. - 6. San An- (Monte Gargano). - r3. Apulia. - r4. Cala-
tonio (Padua) . - 7. Milán. - 8. Genova . - bria. - r5. Sicilia. - r6. Romanía. - r7. Tie-
9. Da/macia. - IO. Tierra de Labur (Nápo- rra Santa.

!l. FAMILIA ULTRAMONTANA: DIECISIETE PROVINCIAS


r. Santiago (de Compostela). - 2. Castilla. - II . Dacia. - r2. Colonia. - r3. Estrasburgo.
3. Aragón. - 4. Aquitania. - 5. Provenza. - r4. Sajonia. - r5. Austria. - r6. Bohe-
:...- 6. Borgoña. - 7. Tours. - 8. Francia. - mia. - r7. Hungría.
9. Inglaterra. - ro. Hibernia (Irlanda). -

inspiran las grandes fundaciones de las órdenes nuevas en torno al año i 150.
Ellos son los creadores de- los «monjes blancosn, que se levantan frente a
los «monjes negrosn tradicionales, los benedictinos. Etienne de M uret funda
la orden de Grandmont en io74; San Bruno, la Gran Cartuja (la Grande
Chartreuse) en 1084; Roberto de Molesmes, Citeaux en 1098; Roberto de

129
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Arbrissel, Fontevrault en 1101; San Norberto, Prémontré en 1120. La opo-


sición entre el antiguo y el nuevo monaquismo puede verse simbolizada en
la polémica sostenida por el cluniacense Pedro el Venerable*, abad de
Cluny (1122-u56), y el cisterciense San Bernardo*, abad de Clairvaux
(1115-1154). A los adeptos de una espiritualidad cuyo elemento esencial es el
servicio divino, el opus Dei, y al cual el rebaño de los siervos permite a los
monjes dedicarse, se oponen los fervientes de una mística que une la ora-
ción y el trabajo manual, practicado por los monjes al lado de los conversos
o hermanos laicos. Los religiosos animados de una sensibilidad nutrida en
el esplendor de las iglesias, en la luminosidad de la liturgia, en la pompa
de los oficios divinos, se enfrentan con los monjes apasionados de la senci-
llez, de las líneas puras sin ornamentos. Frente al barroco románico, que se
complace en los revestimientos suntuosos y las bizarrías de una ornamen-
tación torturada -la supuesta simplicidad románica es una creación her-
mosa, pero anacrónica, del siglo xx-, Citeaux acoge con fervor al gótico
naciente, más .riguroso, más ordenado, que prescinde del detalle en favor
de lo esencial.
Ciertos personajes que se mantienen aparentemente al margen, anar-
quistas de la vida religiosa, nutren durante todo este período las aspiracio-
nes de las masas hacia la pureza. Se trata de los ermitaños, mal conocidos
todavía, que proliferan por toda la Cristiandad. Son roturadores y viven
ocultos en los bosques, en donde se ven asaltados por los visitantes. Acos-
tumbran establecerse en los lugares apropiados, a fin de ayudar al viajero
a encontrar el buen camino, a cruzar un vado o un puente. Modelos no
corrompidos por la política del clero organizado, son los directores espiri-
tuales de los ricos y de los pobres, de las almas en pena y de los amantes.
Con su bastón, símbolo de fuerza mágica y de la vida errante, con sus pies
desnudos y sus vestidos confeccionados con las pieles de las bestias, invaden
el arte y la literatura. Ellos encarnan las inquietudes de una sociedad que,
en medio del crecimiento económico y sus contradicciones, busca el refugio
de una soledad, preocupada, sin embargo, por el mundo y sus problemas.
No obstante, el desarrollo y el éxito de las ciudades rechazan hasta un
segundo plano al antiguo y al nuevo anacronismo, a las comunidades mo-
násticas y a los solitarios ligados a una sociedad rural y feudal. Procurando
siempre adaptarse, la Iglesia segrega un nuevo género de órdenes nuevas:
las mendicantes, aunque no sin dificultad, no sin crisis. Hacia 1170,. Pedro
Valdo, mercader de Lyón, y sus discípulos, «los pobres de Lyón», que reci-
birán el nombre de valdenses, llevan tan lejos su crítica de la Iglesia que
acaban por salirse de ,ella. En 1206, el hijo de un rico mercader de Asís*,
LA FO RM AC ióN DE LA C RISTIANDAD

Francisco, parece a punto de seguir el mismo camino. El grupo que se


reúne en torno de él, al principio doce c< hermanos», «frailes menores », tiene
como úni ca preocupación convertirse, med iante la práctica de la humildad
y de la pobreza absoluta y eligiendo corno medio de vida la mendicidad, en
un fermento de pureza en medio de un mundo corrompido. La Iglesia se
inquieta ante tanta intransigencia. Los papas (Inocencio III, Honorio III,
Gregorio IX), la curia romana y los obispos pretenden im1 oner a Francisco
y a sus compañeros una regla, con objeto de hacer de ellos una orden inser-
ta en el gran orden de la Iglesia. El desgarramiento de Francisco de Asís,
cogido entre su ideal desnaturalizado y su adhesión apasionada a la Iglesia
y a la ortodoxia, resulta dramático. Al fin acepta, pero se retira del mundo.
En la soledad de La Verna, los estigmas que recibe poco antes de su muer-
te ( i 226) constituyen la coronación, el rescate y la recompensa de sus angus-
tias. Cuando él fallece , su orden se ve durante largo tiempo perturbada por
la lucha entre los adeptos de la pobreza absoluta y los partidarios de un
acomodo con el mundo. El papado apoya a los moderados contra los extre-
mistas, que, con el nombre de ccfratricelos» o ccespirituales», acaban tam-
bién por abandonar la Iglesia. Hacia la misma época en que la iniciativa
de San Francisco daba nacimiento, a pesar de él, a la orden de los hermanos
menores, que serían llamados más tarde franciscanos, un canónigo de la
nobleza española, Domingo de Guzmán ':., aceptaba con mayor facilidad
que el papado impusiese una regla al pequeño grupo de predicadores que
había reunido con el fin de hacer vo lver a los heréticos a las vías de la orto-
doxia. Para ello se servirían de la palabra y también del ejercicio de la
pobreza. Contemporáneos, los menores y los predicadores -que serán deno-
minados dominicos- son la sustancia de las órdenes mendicantes, que inte-
gran, en el siglo xm, la nueva milicia de la Iglesia. Su originalidad y su
virtud consisten en dirigirse deliberadamente al medio social urbano. Por
la predicación, por la confesión, por el ejemplo, intentan dar a esta sociedad
nueva las contestaciones que necesita para sus nuevos problemas. Trasladan
los conventos desde los desiertos al seno de las multitudes. El mapa de las
casas franciscanas y dominicas, a finales del siglo xm, es el mapa urbano
de la Cristiandad. Y, aunque no sin dificultad, han trocado sus cátedras con-
ventuales en cátedras universitarias, en las que se instalan y brillan con una
luz incomparable. Tomás de Aquino y Buenaventura, maestros de la Uni-
versidad de París, son el. primero un dominico y el segundo un franciscano.
No obstante, a despecho de esas adaptaciones y de esos éxitos, la Igle-
sia sigue la evolución de la Cristiandad, pero ya no la guía, como había
hecho durante la Alta Edad Media. Desde finales del siglo xu, las órdenes
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

«nuevas» -Citeaux y Prémontré- se han negado a sí mismas y han sido


sobrepasadas. Ni siquiera los mendicantes consiguen un asentimiento uná-
nime. En una sociedad en que el trabajo se ha transformado en el valor
básico, no es tarea fácil lograr que se admita a unos individuos que viven
de la mendicidad. Universitarios y escritores -intérpretes, sin duda, de un
público más popular- lo reprochan duramente a los hermanos. Y así,
Guillermo de Saint-Amour, maestro parisiense, y Juan de Meung, en la se-
gunda parte de su Roman de la Rose, acusan con vehemencia a las nuevas
órdenes. Tomás de Aquino y Buenaventura deben echar mano a todos sus
recursos para replicarles. A los ojos de una parte del pueblo, dominicos y
franciscanos pasan a ser el símbolo de la hipocresía. Los primeros excitan,
además, odios suplementarios a causa de haberse colocado a la cabeza de la
represión de la herejía y por su intervención en los tribunales de la Inqui-
sición. Un motín popular termina con el asesinato en Verona del primer
C<mártirn dominico, San Pedro Mártir. La propaganda de la orden multi-
plica su imagen, coronada por el cuchillo clavado en el cráneo (1252).
Los sínodos de la Alta Edad Media señalaban el rumbo a la sociedad
Cristiana. Los concilios ele los siglos xn y xm, por el contrario, siguen la evo-
lución de la misma. El más célebre y el más importante entre ellos, el
IV Concilio ele Letrán ( i 215), que organiza la enseñanza e instituye la
comunión pascual obligatoria, supone ya un aggiornamento, una puesta al
día. El siglo xm es el siglo ele la laicización, más aún que el de las catedra-
les y las Summas escolásticas. En 1277, el obispo de París, Etienne Tempier,
en un syllabus donde rechaza doscientas diecisiete proposiciones, intenta
poner freno a la evolución intelectual, lo mismo que hace el arzobispo
ele Cantorbery, el dominico Roberto Kilwardby en un documento similar.
Sin distinción, condenan el amor cortesano y el relajamiento ele las costum-
bres, el uso inmoderado de la razón en la teología, el incentivo de una cien-
cia experimental y racional. Ese dique de contención será eficaz en la medi-
da en que se dirija contra las tendencias vanguardistas que no se apoyan
sobre infraestructuras suficientemente firmes. Pero, sin eluda, pone de mani-
fiesto al mismo tiempo que la Iglesia, aunque no todos los clérigos aproba-
ban esas condenaciones, ha llegado a ser, más que retardada, C<reaccionaria».
Es verdad que su monopolio ideológico se había visto gravemente ame-
nazado. Desde las primeras manifestaciones, que se presentan en torno al
año looo, del crecimiento occidental, la oposición al liderazgo eclesiástico
surge a la luz del día. Herejías * limitadas. Leutard, campesino de la Cham-
pagne, que predica un evangelio poco ortodoxo a los habitantes de Vertus
y de sus alrededores, los heréticos italianos de Monforte, los de Milán,
U. PINTURA ROMÁNICA: MARTIRIO DE
SANTA MARGARITA.

Detalle del frontal de un altar de ma-


dera pintada. Data del siglo XII y se
encontró en la iglesia catalana de Vi-
laseca. Es característico de la sensibi-
lidad y de la estética románicas. El
gusto por la violencia, particularmen-
te vivo en España, que se complace en
la representación de escenas de marti-
rio, se combina con un sentido extra-
ordinario de la composición, destinado
a poner de relieve el elemento esen-
cial, es decir, la significación psicológi-
ca y espiritual. de la escena. El arte es
narración y lección. A la contorsión
del verdugo, con el único ojo visi ble
encendido de rabia, se opone la sere-
nidad de la santa, con los ojos e.erra-
dos. El arma y la sangre se hacen bien
pal.entes. Pero, jJor encima del cuadro,
Dios y el paraíso están presentes en la
paloma del Espíritu Santo, la aureola
de la santidad y de la recompensa y el
ges to de jJlegaria y de confianza. ( Vic,
Museo Episcopal.)
LA FORMACIÓN DE LA CRISTIANDAD

estrechamente ligados al movimiento urbano y agrupados en la Pataria, y


tantos otros agitan sólo de manera temporal una ciudad o una región. Lo
mismo ocurre con las herejías intelectuales de un Roscelin, de un Abelar-
do * (si es que fue herético en realidad), de su discípulo Arnaldo de
Brescia *, que hace salir la herejía de las escuelas para lanzarla a las calles
de Roma, donde amotina al pueblo contra el papa. Todos ellos no turban
más que círculos restringidos. La Iglesia, por su parte -a menudo apoyada
por los príncipes, que le prestan gustosos el socorro de su «brazo secularn-,
reacciona con rapidez y vigor. En el año 1022 se encienden en Orleáns las
primeras hogueras para los heréticos.
Pero pronto un más vasto y más peligroso movimiento comienza a
formarse y a extenderse. Inspirado por las herejías orientales, y relacionado
con los bogomilos de los Balcanes, avanza a lo largo de las rutas por Italia,
por Francia, por Europa central. Agrupa coaliciones de grupos sociales hete-
rogéneos. Una parte de la nobleza, nuevos burgueses, artesanos -sobre todo
las clases urbanas- crean movimientos más o menos ligados los unos a los
otros bajo nombres diversos. El que disfrutó de fortuna fue el de los cata-
ros. Los cataros son maniqueos. Para ellos existen dos principios igualmen-
te poderosos: el Bien y el Mal. Y el Dios bueno es impotente frente al
príncipe del mal, que, para unos, es un Dios igual a él y, para otros, un
diablo inferior, pero rebelado con éxito. El mundo terrestre y la materia
que lo compone son las creaciones del Dios malo. La Iglesia católica es una
Iglesia del mal. Frente al mundo, frente a su organización, que es la socie-
dad feudal, y frente a su guía, que es la Iglesia de Roma, no puede haber
más que una actitud de negación total. El catarismo se organiza pronto en
forma de Iglesia, con sus obispos y con su clero, los perfectos, e impone a
sus adeptos ritos especiales. Constituye una anti-Iglesia, un anti-catolicismo.
No carece de puntos de contacto, incluso de ligámenes, con los restantes
movimientos heréticos del siglo xm -valdenses, espirituales- y, sobre
todo, con el movimiento más difundido que se halla en los confines entre
la ortodoxia y la herejía y que, del nombre de su inspirador, el monje
calabrés Joachim de Flore .:', ha sido llamado joaquimismo. Los joaquimitas
sostienen la existencia de tres épocas: la de la Ley o del Antiguo Testa-
mento, que ha sido reemplazada por la de la Justicia o del Nuevo Testa-
mento . Ésta se ve corrompida y dirigida por la Iglesia actual y debe desapa-
recer para dar lugar al reino del Amor y del Evangelio eterno. Su milena-
rismo se expresa incluso en la espera de una fecha determinada, que seña-
lará el fin de la sociedad y de la Iglesia corrompida y el advenimiento del
orden nuevo: i260. Pasada esta fecha, muchos creyeron que había llegado

1 33
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

la era joaquimita con la elevación al pontificado de un papa que compartía


sus ideas: Pedro de Morona, que toma el nombre de Celestino V* (1294).
Pontificado efímero. Celestino V se ve forzado a abdicar al cabo de algunos
meses y es encerrado en un convento, donde muere pronto, no sin que su
sucesor, Bonifacio VIII, deje de hacerse sospechoso de haber sido cómplice
en su desaparición. El final de ese movimiento que, según las palabras del
Dante, fue «el gran negativoll, es, después de 1277, el símbolo de un giro
en la historia de la Cristiandad.
A finales del siglo xm, la Iglesia había triunfado, ya que, al fracasar
los medios tradicionales y pacíficos contra el catarismo y las herejías veci-
nas, había recurrido a la fuerza. En primer término, la guerra. Fue la cru-
zada contra los albigenses, terminada por el Tratado de París ( 1229) con
la victoria de la Iglesia, apoyada por la nobleza de la Francia del Norte y,
al fin, tras muchas reticencias, por el rey de Francia. Después, la represión,
organizada por una institución nueva: la Inquisición. En el plano mate-
rial, aunque a través de grandes dificultades, la Iglesia había ganado prác-
ticamente la partida al comienzo del siglo XIV. Sin embargo, la había per-
dido ante el juicio de la Historia.

* * *
Las grandes herejías de los siglos XII y XIII han sido definidas a veces
como herejías «antifeudalesll. Quizás en el análisis del detalle histórico esta
denominación sea discutible, pero es válida dentro del cuadro de una expli-
cación global.
Al poner en entredicho la estructura misma de la sociedad, tales here-
jías se oponían a lo que constituía su fondo: la feudalidad *.
Con frecuencia se han tomado como opuestos los términos feudalidad
y movimiento urbano. La forma política del movimiento urbano, el movi-
miento comunal, va, en efecto, dirigida en muchas ocasiones contra los seño-
res, en particular contra los grandes dignatarios eclesiásticos. Algunos obis-
pos perecen víctimas de las revueltas comunales. Así sucedió en Laón, por
ejemplo, durante el año 1112, en el curso de un motín que Guibert de
Nogent nos ha narrado de manera conmovedora. La vida urbana se nutre
de la actividad artesanal y comercial, mientras que la feudalidad vive del
dominio de la tierra. La mentalidad urbana, por lo menos en un principio,
es igualitaria, como surgida de solidaridades horizontales que unen a gen-
tes pares en torno a un juramento. La mentalidad feudal, por el contrario,
se refracta en el sentimiento de una jerarquía y se expresa en solidaridades

134
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

v rticales, cementadas por el juramento de fidelidad prestado por los infe-


riores a los superiores.
Feudalización y movimiento urbano son, en realidad, dos aspectos de
un a misma evolución, que organiza al mismo tiempo el espacio y la socie-
dad . Volviendo a la terminología de Daniel Thorner, la sociedad del Occi-
dente medieval es una sociedad campesina. Como toda sociedad campesina,
lleva consigo un cierto porcentaje -minoritario- de ciudades. En el caso
particular de la Cristiandad occidental, ha sido dominada por una super-
structura, definida por el término de feudalidad.
Feudalidad en germen, corno hemos visto, en los tiempos carolingios,
pero que se expande de modo extraordinario en torno al año lOOO. Pro-
duce variedades diferentes según las regiones, desigualdades cronológicas
según los países. Bien estructurada en Francia y en Alemania, no conoció
una perfecta organización en Italia, donde la persistencia de las tradiciones
antiguas y la participación precoz de los señores en la vida urbana frenaron
su desarrollo. Más inacabada aún queda en España, donde las condiciones
especiales planteadas por la Reconquista dieron a los reyes, caudillos de
esa Reconquista, poderes que limitaron la preponderancia de los señores y
donde las franquicias concedidas a los combatientes y a los colonos de la
repoblación salvaguardaron libertades magistralmente estudiadas por Clau-
dio Sánchez Albornoz. En cuanto a Inglaterra, al reino normando de las
Dos Sicilias, a Tierra Santa, disfrutaron de una feudalidad «importada», a
veces más rigurosa y más próxima a ciertos modelos teóricos que en otros
lugares, pero también más frágil. En los países eslavos y escandinavos, sus
tradiciones peculiares produjeron otros matices feudales.
En este esquema, que no pretende sino situar la feudalidad dentro de
la evolución sufrida por el Occidente entre los siglos x y x1v, nos contenta-
remos con resumir su implantación, para lo cual seguiremos a Franc;;ois
Ganshof, su desarrollo en una sola región, el Maconnais (1), según Georges
Duby, y sus períodos tal como los ha visto Marc Bloch.
La feudalidad es primeramente el conjunto de lazos personales que
unen en una jerarquía a los miembros de las clases dominantes. Tales lazos
se apoyan en una base «real»: el beneficio que el señor concede a. su vasallo
a cambio de un cierto número de servicios y de un juramento de fidelidad.
En sentido estricto, la feudalidad estriba en el homenaje y el feudo.
El señor y su vasallo se comprometen entre sí por el contrato de vasa-
llaje. El vasallo presta homenaje a su señor. Los más antiguos textos en que

(1) Región de Macon, departamento de Sft0ne·et·Loire, al norte de Lyón . - N. del T.

1 35
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

se encuentra la palabra conciernen al condado de Barcelona ( l 020); al con-


dado de Cerdaña (1035), al Languedoc oriental (1033) y al Anjou (1037). Se
extiende por Francia en la segunda mitad del siglo XI y aparece por pri-
mera vez en Alemania en 1077. El vasallo pone sus manos juntas sobre las
del señor, que las cierra en torno a ellas, y manifiesta su voluntad de darse
al señor siguiendo una fórmula del género: «Señor, me convierto en vues-
tro hombre» (Francia, siglo xm). Pronuncia en seguida un juramento de
fidelidad, le da su fe. A veces añade, como ocurre en Francia, el beso que le
convierte en un «hombre de boca y de manos» . Como consecuencia del
contrato de vasallaje, el vasallo ha de prestar a su señor el consiliwn -es
decir, el consejo, que consiste en la obligación general de participar en las
asambleas reunidas por el señor y en la particular de administrar justicia
en su nombre- y el auxilium, la ayuda, esencialmente militar y eventual-
mente financiera. El vasallo debe, pues, contribuir a la administración, a
la justicia y al ejército señoriales. En contrapartida, el señor se obliga a
proteger a su vasallo. Contra el vasallo infiel, «felónn, el señor, por regla
general apoyado en la opinión de su consejo, puede pronunciar sanciones,
la principal de las cuales es la confiscación del feudo. Inversamente, el
vasallo puede «desafiarn, esto es, retirar su fe al señor que falte a sus com-
promisos. En teoría, el «desafío», que se instaura por primera vez en Lota-
ringia a finales del siglo XI, debe acompañarse de una proclamación solem-
ne y de la renuncia al feudo.
Como puede observarse, los elementos esenciales giran alrededor del
«feudo» *. La palabra nace en el oeste de Alemania a comienzos del siglo XI
y se extiende a finales del mismo siglo bajo su acepción técnica, aunque
sin ser empleada en todas partes con ese sentido preciso. En realidad, el
térmipo es más bien una creación de los juristas e historiadores modernos
que un vocablo de la época. Reviste, en cambio, más importancia el hecho
de que el feudo sea con preferencia una tierra. Así se asienta la feudalidad
sobre su base rural y se pone de manifiesto que se trata, en su principio, de
un sistema de posesión y explotación de la tierra.
La concesión del feudo al vasallo se lleva a cabo en el transcurso de
una ceremonia, la investidura, que consiste en un acto simbólico, la entre-
ga de un objeto (estandarte, anillo, cetro, vara, cuchillo, guante, puñado
de paja, etc.). Seguía en general la fe y el homenaje. Antes del siglo xm,
no fue consignada en una acta más que en ocasiones excepcionales. Feuda-
lidad, mundo del gesto, no de la escritura. La evolución más importante
que experimenta el feudo se basa en que, mientras en sus comienzos el
señor poseía sobre él un derecho asimilable a la nuda-propiedad _romana
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

y el vasallo un derecho comparable al usufructo, a partir del siglo XI el


derecho del vasallo va considerablemente más allá del derecho del usufruc-
tuario. Se aproxima al derecho de propiedad sin alcanzarlo, pese a que la
palabra proprietas sea pronunciada ya durante los siglos XII y XIII, en tanto
que el derecho del señor se aleja de él y es designado por la palabra domi-
nium . El sistema feudal excluye más o me nos, por lo tanto, la noción de
propiedad definida con el poder de usar y ab usar. Desde este punto de vis-
ta, la economía monetaria y, de manera general, el sistema d e posesión
urbano -particularmente en lo que concierne a los bienes mobiliarios,
que tenderán a prevalecer sobre los bienes inmobiliarios- se opondrán al
sistema feudal. Ahora bien, precisamente en la medida en que la tierra
sigue siendo la base de la economía medieval, el burgués, que tra ta d e
adquirir señorías, permanece en una falsa posición hasta que, al final de la
Edad Media, la señoría se disocie del feudo.
El factor que asegura la posesión creciente del vasallo sobre su feudo
es, con toda evidencia, el carácter hereditario del feudo, pieza esencial del
sistema feudal. Esta evolución se produce pronto en Francia, hacia el siglo x
y comienzos del XI, y más tardíamente en Alemania y en Italia del Norte,
donde es precipitada por Conrado II en el año io37. En Inglaterra no se ·
generalizará hasta el siglo XII.
Aparte el caso en que se rompa el contrato de vasallaje, sólo la plura-
lidad de compromisos de un mismo vasallo da lugar al juego político den-
tro del sistema feudal. La mayoría de los vasallos son hombres de varios
señores. Y esta situación, suscitadora a veces de conflictos, les permite tam-
bién con frecuencia conceder al que más ofrece de sus señores una fidelidad
preferente. Con objeto de precaverse contra la anarquía que podía resultar
de este sistema, los señores más poderosos intentaban, aunque sin conse-
guirlo siempre, que sus vasallos les prestasen un homenaje preeminente,
superior al concedido a los otros señores: el homenaje «ligio». Los sobera-
nos, especialmente, pretendían obtenerlo de todos los vasallos de sus reinos.
Sin embargo, se trata aquí de un sistema distinto al feudal: el sistema
monárquico. Volveremos a encontrarlo en el camino ele las transformacio-
nes históricas.
El mayor interés que presenta el estudio sumario de una feudalidad;
regional, como el que Georges Duby ha efectuado sobre la región de Macon
durante los siglos xr y xn, es enseñarnos la manera en que el sistema feudal,
tal como acabamos ele describirlo abstracta y esquemáticamente, se funda
sobre una explotación de la tierra por intermedio de la jerarquía feudal
-señores y vasallos- que domina sobre la clase campesina y desborda el

137
LA CIVILIZACJé>N DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

cuadro del contrato de vasallaje para asegurar a cada señor, grande o peque-
ño, sobre su señoría o sobre su feudo, un conjunto de derechos extremada-
mente amplios. La explotación rural, el dominio, es la base de una organi-
zación social y política: la señoría.
Georges Duby ha insistido particularmente sobre un hecho capital, de
ningún modo exclusivo de la región de Macon. El centro de la organiza-
ción feudal se halla en el castillo ·"t.. Uno de los mayores fenómenos de la
Historia occidental desde el siglo x al xn es la aparición de castillos, cuyo
aspecto militar no debe ocultarnos su significación mucho más amplia.
A finales del siglo x, la estructura social de la región de Macon es toda-
vía, al menos en su aspecto superficial, la misma que en la época carolin-
gia. La principal frontera establecida es la que separa a los libres de los
siervos, y muchos campesinos son todavía libres. El poder condal, expre-
sión del poder político, parece todavía respetado. Sin embargo, la situación
cambia rápidamente y la feudalidad hace su instalación. No es que el feudo
se extienda. demasiado por la región. Pero el castillo pasa a ser el centro
de una señoría, que absorbe poco a poco todos los poderes: económico,
judicial y político. En el año 971 aparece por vez primera el título de
caballero y en el 986 nace el primer tribunal privado, el de la abadía de
Cluny. En el 988, un señor, el conde de Chalon, establece las primeras exac-
ciones sobre los campesinos, lo mismo libres que siervos. La primera men-
ción de una corte vicaria! independiente de un señor data de i 004, y de
1019 la última sentencia emitida por una corte condal contra un castellano.
A partir de 1030 se instaura el contrato de vasallaje y, en io32, el término
nobilis desaparece para ceder el lugar a miles. Mientras que el conjunto de
los campesinos, con sólo algunas excepciones -alodieros, ministeriales-,
ve uniformarse su condición en el seno de una vasta clase, la de los «villa-
nosJJ, se va forjando una jerarquía dentro del grupo señorial. Hacia io75,
la caballería, «en un principio clase de fortuna y de género de vida>>, ha
pasado a ser <<Una casta hereditaria, una verdadera noblezaJJ. Hay en ella,
de todas formas, dos escalones según «la repartición del poder sobre los
humildesJJ. La más elevada es la de los señores del castillo ( domini, caste-
llani), que ejercen sobre un territorio de cierta importancia el conjunto de
los poderes públicos (el antiguo ban real). En segundo lugar, están los sim-
ples caballeros, «que no tienen tras de ellos más que un pequeño número
de dependientes personales». Desde su castillo, el señor domina ·sobre un
territorio en el que ostenta todos los poderes, privados y públicos. Es la
señoría llamada <CbanalJJ (pese a que el término bannus sea en esta época
bastante raro).
LA FORMAClóN DE LA CRISTIANDAD

Alrededor de 1160 comienzan a esbozarse nuevos cambios, y entre


1230 y 1250 se constituye otra sociedad feudal. «La castellana deja de
ser la pieza maestra en la organización de los poderes banales.» En primer
lugar, se disuelve más o menos en una nivelación de la nobleza que per.
mite a las «casas fuertes» de los pequeños caballeros aldeanos elevarse sobre
cerros y, a comienzos del siglo xm, duplicar la serie de castillos roqueros
construidos en los siglos XI y XII. La castellanía se ve atacada desde abajo
y desde arriba. Desde abajo, a causa de un aflojamiento progresivo de la
dominación ejercida por los señores sobre los villanos (manants). Desde
arriba, gracias a la pérdida que sufren los castellanos de una parte de sus
poderes en provecho de una exigua minoría de nuevos poderosos: los gran·
des señores, los príncipes y, sobre todo, el rey. En 1239, la región de
Macon queda anexionada al dominio real y la feudalidad clásica llega a su
término.
Marc Bloch ha distinguido dos «edades feudales». La primera, que se
extiende hasta mediados del siglo XI, corresponde a la organización de un
espacio rural más o menos estable y en el que los cambios son débiles e irre·
guiares, la moneda escasea y el salario es casi inexistente. El segundo se
origina con las grandes roturaciones, la renovación del comercio, la difu·
sión de la economía monetaria y la superioridad creciente del comerciante
sobre el productor.
Georges Duby ha encontrado esta división en la región de Macon,
si bien sitúa un siglo más tarde, hacia el 1160, la charnela entre los dos
períodos, «el momento en que los tiempos de los feudos, de los cen·
sos y de los principados feudales sucede al de las castellanías indepen·
dientes».
Los historiadores han descrito la evolución y las fases de la feudalidad
medieval por referencia a la evolución económica. Georges Duby opina
que «a partir de mediados del siglo XI, el movimiento social y el movimien·
to económico presentan direcciones opuestas: el uno, que va disminuyendo
de fuerza, se dirige hacia la formación de clases, de grupos cerrados; el
otro, que se acelera, prepara una liberación, una suavización de todos los
cuadros sociales». En el fondo, esta opinión de Duby coincide con la de
Marc Bloch. No estoy de acuerdo totalmente con ellos. A mi entender, es
posible que ambos movimientos vayan durante más largo tiempo en el
mismo sentido. La señoría· feudal organiza la producción y, de buena o
de mala gana, la transmite a ese grupo de ciudadanos, mercaderes y bur-
gueses que dependen de ella. Claro es que, a la larga, el progreso de la
burguesía urbana mina la feudalidad. Sin embargo, aún está lejos, a fina-

1 39
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE l'vlEDIEVAL

les del siglo xm, de dominarla, incluso en lo que respecta al plano eco-
nómico. Será preciso esperar siglos para que la distancia creciente entre el
poder económico y la debilidad social y política de las capas superiores
urbanas produzca las revoluciones burguesas de los siglos xvn y xvm.
Queda por decir que la evolución económica ayuda a una gran parte
de la clase campesina a mejorar su suerte . En las tierras recién roturadas,
los «huéspedes» campesinos obtienen franquicias y libertades que se hacen
sensibles de modo especial bajo el aspecto urbano o semiurbano de las
«villanuevas», «villafrancas» o «bastidas», para no referirnos más que a
la terminología francesa y, en general, neolatina. En el conjunto de las
tierras occidentales se generaliza durante el siglo xm un movimiento de
liberación que mejora la condición jurídica de los campesinos, si no su
situación material. La limitación de las exacciones señoriales, con la susti-
tución del trabajo personal obligatorio y gratuito por una redención las
más veces fija, llamada «censo», la determinación de una cantidad fija
para las principales redenciones -«talla abonada»-, determinación que se
efectúa mediante «cartas» -el escrito que viene a relevar al gesto co-
labora, por lo menos al principio, en la liberación social-, son el signo
y el instrumento de una cierta promoción de las capas campesinas, en
particular de la más afortunada, la de los «labradores» propietarios de
su yunta y de sus herramientas, frente a la masa de los «peones» o «bra-
ceros».
Por el contrario, esa evolución económica, sobre todo a partir del
siglo xm, no favorece a la pequeña y mediana caballería, que se carga de
deudas con mayor velocidad que se enriquece y ha de vender una parte
de sus tierras. Por lo que se refiere a la región de Macon, el último préstamo
concedido por caballeros data de 1206. A partir de 12 30, los pequeños caba-
lleros alodiales se hacen pagar su homenaje, transforman sus alodios en
feudos y, a excepción en general de la reserva, venden parcela tras parcela
de su herencia. Los beneficiarios de la situación son, en primer término, los
señores más poderosos, pues, si bien muchas veces no son más ricos en
numerario, pueden tomar dinero a préstamo fácilmente; en segundo lugar.
las iglesias, sobre todo las iglesias urbanas que, a través de las limosnas,
llevan a cabo un drenaje de la moneda, y, finalmente, los no-nobles enrique-
cidos, entre los que se cuentan algunos campesinos, aunque en su mayoría
son burgueses. La crisis que comienza a afectar las rentas de los señores, la
«renta feudal», desembocará en el siglo x1v en una crisis general, que cons-
tituirá, en su esencia, una crisis de la feudalidad.
LA FORMAClóN DE LA CRISTIANDAD

* * *
A ese nivel de la evolución histórica que se llama política, los fenó-
menos se nos muestran con frecuencia complejos, perdidos en el detalle de
los hombres, de los acontecimientos y de los textos de los historiadores, tan
a menudo seducidos por esas apariencias y esas apariciones superficiales. La
historia política del Occidente medieval resulta especialmente complicada,
debido a que refleja una extremada división, originada por la fragmenta-
ción de la economía y de la sociedad y por la acumulación de los poderes
públicos en manos de los jefes de esos grupos más o menos aislados, una de
las principales características, como se ha visto, de la feudalidad. Ahora
bien, la realidad medieval del Occidente no está integrada tan sólo por
esa atomización de la sociedad y de su gobierno, sino también por la con-
fusión horizontal y vertical de los poderes. Entre esa multiplicidad de seño-
res, la Iglesia y las iglesias, las ciudades, los príncipes y los reyes, los hom-
bres de la Edad Media acaban por no saber bien de quién dependen políti-
camente. Incluso en los campos de la administración y la justicia, los
conflictos de jurisdicción que llenan la historia medieval patentizan bien .
a las claras esta complejidad.
Puesto que conocemos el final de la historia, podemos tomar como hilo
conductor para su estudio la transformación de los Estados.
Pasado el áño 1000, dos personajes parecen encargarse de guiar a la
Cristiandad: el papa y el emperador. El conflicto entre ambos va a ocupar
el proscenio histórico a lo largo de todo el período. Teatro de ilusiones,
tras el cual se desarrollarán los hechos verdaderamente importantes.
Después de la muerte de Silvestre 11 ( 1003), el papado no hace un
papel demasiado brillante. No obstante, pese a tener que doblegarse bajo
los golpes asestados por los señores del Lacio, primero, y, a partir de 1046,
por los emperadores alemanes, no tarda en recuperarse. Más aún, al mismo
tiempo libera a toda la Iglesia de la intervención de los señores laicos. La
llamada reforma gregoriana, que toma su nombre de Gregorio VII* (1073-
1085), no supone más que el aspecto exterior del gran movimiento que
retrotrae por aquel entonces a la Iglesia hacia sus fuentes de origen. Lo
que se intenta es restaurar, frente a la clase de los guerreros, la autonomía
y el poder de la clase clerical, que debe renovarse y delimitarse por sí
misma. De ahí nace la lucha contra la simonía y la lenta implantación
del celibato eclesiástico. De ahí surge una tentativa de asegurar la inde-
pendencia del papado, reservando la elección del pontífice a los cardenales

lll
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

(decreto de Nicolás II, 1059). De ahí se originan especialmente los esfuerzos


para sustraer el clero a la influencia de la aristocracia laica, para arrebatar
al emperador y, más allá de él, a los señores, el nombramiento y la inves-
tidura de los obispos y para someter el poder temporal al poder espiritual,
haciendo que la espada temporal se humille ante la espiritual o, incluso,
entregando ambas al papa.
Gregario VII aparenta haber triunfado cuando consigue humillar al
emperador Enrique IV en Canosa (1077). Mas el penitente imperial to-
mará pronto su desquite. Urbano II *, más prudente, prosigue la obra
de una forma más profunda y recurre al expediente de la Cruzada para
agrupar a la Cristiandad bajo su autoridad. Un compromiso se firma
en Worms en el año 1122: el emperador abandona en manos del papa
la investidura «por el báculo y el anillan y promete respetar la libertad
de las elecciones y de las consagraciones, pero conserva la investidura «por
el cetro» respecto al poder temporal de los obispados.
La lucha, que reviste una u otra forma, se reanima con Federico I
Barbarroja* (1152-1190). Después de haber tenido que postrarse en Ve-
necia ante Alejandro III, exactamente un siglo después de Canosa (1177),
vuelve a obtener, por la paz de Constanza (1183), las partes esenciales de
su dominio en Italia y, con ello, uno de sus medios de presión sobre el
papado. El conflicto entre el sacerdocio y el Imperio alcanza su paroxis-
mo con Federico II, que reina en la primera mitad del siglo xm. Los
papas Inocencia III 'ii< (muerto en 1216), Gregario IX (1227-1241) y prin-
cipalmente Inocencia IV ( 1243-1254) se opusieron al emperador con for-
tuna diversa. Por último, el papado parece vencer de manera definitiva.
Federico II, excomulgado y depuesto en el Concilio de Lyón (1245), com-
batido casi por todos en Alemania y en Italia, muere en 1250, dejando
el Imperio sumido en la anarquía del Gran Interregno (1250-1273). No
obstante, al encarnizarse contra un ídolo con pies de barro, contra un
poder anacrónico como es el del emperador, el papa ha olvidado --e m-
cl uso a veces favorecido- el surgimiento de un nuevo poder, el de los
reyes.
La oposición entre el más poderoso de ellos, el rey de Francia Feli-
pe el Hermoso*, y el papa Bonifacio VIII*, termina con la humillación
del pontífice, que es abofeteado en Agnani ( 1303), y con el destierro,
mejor aún, la «cautividad», del papado en Aviñón (1305-1376). '.El enfren-
tamiento entre el papa Juan XXII y el emperador Luis de Baviera, en
la primera mitad del siglo x1v, no supondrá sino una supervivencia de
estas luchas, que permitirá a los partidarios de Luis, en particular a Mar-

142
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

l 1i o ele Paclua, con su Defensor pacis ( 1324), definir una nueva Cristiandad
<n que el poder temporal y el poder espiritual quedarán netamente sepa-
1·aclos. La defensa del carácter laico d e los poderes alcanza con él la cate-
wi rf a de ideología política. El último gran partidario de la confusión de
los poderes y, a la vez, el último gran hombre de la Edad Media, a la
q 11 c ha resumido en su obra genial, el Dante, ha muerto con la mirada
lija en el pasado en el año 1321.

* * *
Ni siquiera los más fuertes de entre los Estados y monarquías here-
deros del poder político que se constituyen entre los siglos XI y XIV pueden
considerarse asegurados dinásticamente, ni definidos desde el punto de
vis ta territorial. Para no presentar más que un ejemplo, todo el Oeste de
la Francia ele la época es -y seguirá siéndolo hasta el siglo xv- una
balanza entre Francia e Inglaterra. No obstante, el porvenir se esboza ya
en la formación de conjuntos territoriales, que, a través ele una serie de
avances y retrocesos, de metamorfosis continuadas, se encaminan hacia
Ja integración de las pequeñas células medievales. Los soberanos han sido
los rapsodas de la Cristiandad medieval.
Tres realizaciones positivas ocupan el primer plano.
Después de la conquista normanda (1066), Inglaterra es la primera
en ofrecer, bajo Enrique 1 (1110-1135) y, sobre todo, bajo el Plantagenet
Enrique 11 * (1154-1189), la imagen de una monarquía centralizada. A par-
tir de 1085, el Libro del Juicio Final, el Domesday Book, compila las pose-
siones y los derechos reales y proporciona una base incomparable a la auto-
ridad del rey. Sólidas instituciones financieras (la Corte del Exchequer por
ejemplo) y funcionarios estrechamente dependientes del trono (los sheriffs)
completan esta obra. U na grave crisis estalla a comienzos del siglo xm y
se mantiene durante decenios. Juan Sin Tierra se ve obligado a aceptar que
el poder real sea limitado por la Carta Magna (1215). Después de la
revuelta de la pequeña nobleza, dirigida por Simón ele Montfort, las Pro-
visiones de Oxford vigilan todavía más estrechamente a la monarquía.
Sin embargo, Eduardo 1 (1272-1357) e incluso Eduardo 11 (1307-1327) sa-
ben restaurar el poder real al aceptar un control parlamentario, que fuerza
a nobles, eclesiásticos y burgueses de las ciudades a colaborar con el Go-
bierno. Las guerras entabladas, victoriosas sobre los galeses, desgraciadas
contra los escoceses, han traído consigo a los ingleses un armamento y
tácticas nuevas y han hecho participar a una parte del pueblo lo mismo

1 43
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

en la acc10n militar que en el gobierno local y central. Al principio del


siglo x1v, Inglaterra es la más moderna, la más estable de las naciones
cristianas, la cual permitirá a ese pequeño Estado, que cuenta con poco
más de cuatro millones de habitantes, conseguir, al iniciarse la Guerra de
los Cien Años, brillantes victorias sobre el coloso francés, a despecho de los
catorce millones de habitantes de éste.
La Francia de comienzos del siglo x1v no carece, con todo, de pres-
tancia. Sus progresos bajo la monarquía de los Capetas han sido más len-
tos, pero acaso más seguros. Entre la elección de Rugo Capeto (987) y el
advenimiento de Luis VII (1137), los débiles monarcas Capetas ven sus
fuerzas absorbidas por las luchas oscuras y siempre renacientes contra los
pequeños señores, llenos de rapacidad', atrincherados en sus castillos de
la Isla de Francia. Por otra parte, quedan empequeñecidos ante sus gran-
des vasallos, el más poderoso de los cuales, el duque de Normandía, añade
a su ducado en el año 1066 el reino inglés y, más tarde, a mediados del
siglo xn, los vastos dominios de los Plantagenets. No obstante, desde 1214,
Francia ha demostrado su adhesión a su rey y su cohesión cara a la ame-
naza del emperador alemán, que debe retroceder. Sobre el engrandeci-
miento del poder real, una vez purgado de sus buitres reales, los Capetas
fundan su creciente poder. Los progresos son ya visibles bajo Luis VII
(1137-1180), se hacen relampagueantes durante el reinado de Felipe Augus-
to* (1180-1223) y se extienden y se consolidan por obra de Luis VIII
(1223-1226), Luis IX* (San Luis) (1226-1270), Felipe el Atrevido (1270-
1285) y Felipe el Hermoso* (u~85-1314). La base financiera del poder real
francés continúa siendo débil. El rey extrae la parte más importante de
sus recursos de su dominio, es decir, «vive de lo suyo», pero tiene ya
en su mano la administración. conseguida mediante la institución, lle-
vada a cabo por Felipe Augusto, de las «bailías» o «senescalatos» y de los
«prebostes» y mediante el ensanchamiento y la especialización del Consejo
de la Corte del rey, tanto en el dominio de las finanzas como en el de
la Justicia, sobre todo en este último. El Parlamento organizado por Felipe
el Hermoso en 1303 atrae hacia sí un número creciente de litigios gra-
cias al éxito ininterrumpido de la «apelación» al rey. Lo mismo que
ocurre en Inglaterra, los Estados Generales, compuestos de prelad;os, ba-
rones y burgueses ricos de las «buenas ciudades», reunidos por primera vez
por Felipe el Hermoso, representan más una ayuda que una limitación de
poder para el rey y sus consejeros los «legistas», formados en las universi-
dades e imbuidos del Derecho romano, puesto al servicio del soberano, «em-
perador en su reino».

144
215. FRANCIA AL ADVENIMIENTO DE FELIPE AUGUSTO (t t8o)

m
Feudos móviles Dominio indirecto

-
[[] de la Corona del rey de Aragón
Dominio directo Bcauvajs • Señorío eclesiástico
del rey de Inglaterra ·
Dominio indirecto
OIIJJ del rey de Inglaterra

1 45
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

En 1315, después de la muerte de Felipe el Hermoso, se produce


una reacción feudal. No obstante, el cambio de dinastía, el reemplazamien-
to de los Ca petos por los Valois ( 1328), se efectúa sin dificultad. Lo más
que se puede admitir es que la nueva dinastía parece más abierta a las
influencias medievales, aún muy fuertes en la corte de París.
Es el papado quien logra la tercera realización fructuosa de la mo-
narquía centralizadora. Tal éxito debe muy poco al poder temporal del
papa, a la base territorial que le ofrece el pobre Patrimonio de San Pedro.
Asegurando su poder sobre los obispos, drenando los recursos financieros
de la Iglesia -no sin provocar en Inglaterra y en Francia, por ejemplo,
vigorosas protestas-, poniéndose a la cabeza de la codificación del Derecho
canónico, el papado se convierte, durante el siglo xn y sobre todo durante
el xm, en una monarquía supranacional eficaz. No sólo resistirá al des-
tierro de Aviñón, sino que afirmará su poder sobre la Iglesia. Yves Re-
nouard ha podido justamente sostener que Aviñón suponía para esta mo-
narquía un mejor centro geográfico que la excéntrica Roma.
Los éxitos de la unificación monárquica son menores en la penín-
sula Ibérica, donde, a despecho de ciertas uniones pasajeras, los reinos se
mantienen separados. Portugal (reino desde 1140), Navarra, Castilla, que
absorbe a León a partir de 1140, y Aragón (sin contar la persistencia del
dualismo Aragón-Cataluña, bajo la unión política obtenida en 1137) pa-
recen formaciones duraderas. Ahora bien, cada uno de esos reinos realiza
en sus fronteras, cambiantes de acuerdo con los progresos de la Recon-
quista y las combinaciones dinásticas, notables progresos en la centraliza-
ción. En Castilla, el reinado de Alfonso X el Sabio* (1252-1284) es la
época en que se efectúa la redacción del gran código de las Siete Partidas
y, gracias al favor real, el progreso de la Universidad de Salamanca. La
Corona de Aragón, que, siguiendo el impulso de los catalanes, se apasiona
por sus horizontes mediterráneos, se convierte en una gran potencia bajo
Jaime el Conquistador (1213-1276). Después de la partición del reino
(1.262) florece el reino de Mallorca, con su capital Perpiñán y sus ciu-
dades de Mallorca y de Montpellier, en donde los reyes residen gustosa-
mente. Además, las condiciones especiales de la Reconquista y de la re-
población de la península Ibérica han permitido al pueblo, gracias a las
muy vivaces asambleas locales y a las Cortes, que funcionan desde me-
diados del siglo xm en todos los reinos, participar ampliamente en el
gobierno.
El fracaso de la concentración monárquica es más manifiesto en Ita-
lia y en Alemania. En Italia, el poder temporal de los papas en el centro

146
26. FRANCIA AL ADVENIMIENTO DE FELIPE VI DE VALOIS (13•28)

r.::::::mReino directo
~ del rey de Francia
r::m:::J Feudos de la Corona
~deFrancia

rnm Feudos del rey de Inglaterra


LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

de la península y la autoridad imperial en el Norte impiden que se opere


la unión territorial. El juego de las facciones, de los partidos, entre las ciu-
dades o en el interior de cada ciudad, se ordena más o menos alrededor
de los mil episodios que presenta la lucha entre güelfos* y gibelinos *.
En el Sur, el reino de Nápoles o de las Dos Sicilias, a pesar de los esfuerzos
de los reyes normandos, alemanes (en el 1224 Federico II funda en Ná-
poles la primera Universidad del Estado, y en el 1231 domina a la sociedad
feudal mediante las constituciones de Melfi) y angevinos, ve sucederse de-
masiadas dominaciones extranjeras para alcanzar una administración
sólida.
En Alemania, el espejismo italiano aleja a los emperadores de las
realidades germánicas. Puede parecer que Federico Barbarroja*, sobre
todo cuando consigue triunfar en 1181 del más poderoso señor alemán,
Enrique el León*, duque de Sajonia y de Baviera, impone a los feudales
la autoridad real. Pero las querellas dinásticas, las guerras entre los pre-
tendientes a la Corona, el interés reciente por una Italia cada vez más
rebelde, conducen, con el Gran Interregno (1250-1273), al fracaso de la
centralización monárquica. Las únicas fuerzas políticas que se mantienen
vivas en la Alemania de finales del siglo xm son -en las fronteras de
la colonización al Norte y al Este- las ciudades de la Hansa y las casas
principescas antiguas o recientes. En 1273, un pequeño príncipe alsacia-
no, Rodolfo de Habsburgo *, se ciñe la corona imperial y aprovecha su
paso por el trono para poner en el Sudeste, en Austria, Estiria y Carintia,
las bases de la fortuna futura de su dinastía.
Al Este y al Norte, las disputas dinásticas, el fraccionamiento feudal
y la imprecisión de las fronteras se oponen a la autoridad del poder cen-
tral, minado, además, por la colonización germánica.
A comienzos del siglo x1v, después de varios altibajos, la realeza da-
nesa aparenta haber triunfado al fin de los señores feudales. Sin embargo,
el rey es tan póbre que, en 1319, debe empeñar su país como prenda a
su acreedor, el conde de Holstein. En Suecia, la sucesión al trono se ha
transformado en electiva durante el siglo xm, pero la familia de los Fol-
kungar, con Magnus Laduslas (1274-1290) y después con Magnus Erinsen
(1319-1332), consigue imponerse durante algún tiempo. Noruega parece
la más favorecida en este aspecto. Haakón V el Viejo ( i 217-1263) destruye
el poder de la aristocracia laica y eclesiástica y convierte la monarquí.a en
hereditaria.
En cuanto a Polonia, la monarquía termina con Boleslao el Atrevido,
coronado en Gniezno el día de Navidad de io76. La dinastía de los Piasts
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

continúa, no obstante, dominando el país, si bien ostentando el título de


duques. Algunos de ellos, como Boleslao Boca-Torcida (110.2-1138) y Mesco
el Viejo, después de 1173, no han olvidado las preocupaciones unificadoras.
Mas también aquí las revueltas de los feudales laicos y eclesiásticos, direc-
ta o indirectamente apoyados no sólo por los alemanes, sino igualmente
por los checos y los húngaros, transforman a Polonia en un grupo de duca-
dos independientes, cuyo número aumenta en el transcurso del siglo xm.
En 1.295, Przemysl de Gran Polonia restaura en provecho propio el reino
polaco, pero, después de él, dos reyes de Bohemia toman el título de rey
de Polonia y será preciso esperar la consagración, celebrada en Cracovia
en esta ocasión (13.20), de un pequeño señor de Cujavie, Ladislao el Breve,
para que se afirme la Corona regni Poloniae. Su hijo será Casimiro el
Grande (1333-1370). Entre tanto, Conrado de Moravia ha llamado a los
Caballeros Teutónicos para que acudan en su auxilio contra los prusianos,
y los teutónicos, apoyados en los nuevos obispados de Thorn (Torun),
Kulm (Chelmno) y Marienwerder, fundan un Estado alemán. Después
de la conquista de Prusia, invaden en 1309 la Pomerania de Gdansk y
hacen de su castillo de Marienburg (Malbork) una verdadera capital.
El caso de Bohemia es todavía más complejo. A finales del siglo xn, en
el año 1198, Otakar I (119.2-1.230) se hace coronar rey y establece el carác-
ter hereditario de la Corona en la dinastía de los Przemyslidas. Pero los
reyes de Bohemia actúan también como príncipes del Imperio y se de-
dican en Alemania a un juego peligroso. Otakar II (1.253-1.278), que me-
rece el sobrenombre de Rey de Oro por el fasto de su corte, no se con-
tenta con su cargo de elector del Imperio y solicita para sí mismo la corona
impedal. Por medio de la conquista, añade Austria, la Estiria, la Carintia
y la Carniola a sus territorios de Bohemia y Moravia. Mas pronto choca con
Rodolfo de Habsburgo, que, elegido en su lugar, lo aplasta en la batalla
de Dürrikrut (1.278). El sueño de la Gran Bohemia ha terminado, aunque
no el sueño alemán. En el siglo XIV, un rey de una nueva dinastía extran-
jera, Carlos de Luxemburgo, el emperador Carlos IV, conseguirá realizarlo.
Entre tanto, la única realidad es la creciente colonización de Bohemia por
los inmigrantes germánicos.
En Hungría, las numerosas querellas de sucesión suscitadas durante los
siglos XI y xu habían debilitado a los Arpadios, descendientes de San Es-
teban, que, a pesar de todo, supieron aumentar su reino en Transilvania,
Eslovenia y Croacia, frente a los alemanes y, sobre todo, los bizantinos,
que se habían sentido, por un momento, tentados por la anexión de Hun-
gría. Bela III (1173-1196), casado con una hermana de Felipe Augusto;

149
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

parece asentar sólidamente la monarquía. Sin embargo, la clase ascen-


dente de los feudales impone en lllll.I? a su hijo Andrés II una Bula de
Oro, a la que se ha llamado impropiamente la Carta Magna de Hungría,
puesto que más que asentar las libertades nacionales, asegura la suprema-
cía de los nobles, que conducen rápidamente el país a una completa
anarquía. La muerte del último de los Arpadios, ocurrida en 1301 , origina,
además, una crisis que había de imponer a Hungría una dinastía ex-
tranjera.
El primero de agosto de l ¡¡91, los hombres del valle de U ri, la libre
comunidad del valle de Schwyz, y la asociación de los hombres del bajo
valle de Nidwalden se juramentaban en una liga perpetua contra la ame-
naza habsburguesa. Tales ligas eran muy numerosas entre las comunida-
des urbanas o montañesas. Era difícil prever que ésta había de ser el nú-
cleo fundador de una organización política original: la Confederación hel-
vética. El 15 de noviembre de 1315, en Morgarten, la liga consiguió sobre
Leopoldo de Habsburgo una completa victoria. La fortuna militar de los
suizos se anunciaba al mismo tiempo que su porvenir político.

En este momento en que la Cristiandad occidental alcanza su apogeo,


pero se apresta a afrontar una crisis y una profunda transformación, pode-
mos preguntarnos a qué formas y a qué fuerzas corresponderá tomar el
relevo de la feudalidad, que, fuerte todavía desde el punto de vista eco-
nómico y social, declina ya políticamente. Podría pensarse que tal privi-
legio corresponde a las ciudades, la prosperi~ad de las cuales crece de
modo ininterrumpido, cuyo brillo cultural es incomparable y que, al lado
de sus éxitos económicos, artísticos, intelectuales y políticos, consiguen
también grandes triunfos militares. Desde 1176, las más precoces entre
ellas, las ciudades de Italia del Norte, habían infligido en Legnano a Fe-
derico Barbarroja un desastre que dejó estupefacto al mundo feudal. Y en
1302, la «ralean de las ciudades flamencas destrozó, en Courtrai, a la flor
de la caballería francesa, que abandona en sus manos las quinientas es-
puelas de oro que bautizaron la batalla. Génova, Florencia, Milán, Siena,
Venecia, Barcelona, Brujas, Gante, Yprés, Brema, Hamburgo, Lübeck, es
a ellas a quienes parece pertenecer el porvenir. Y, no obstante, la Europa
moderna no se construirá en torno a las ciudades, sino alrededor de los
Estados. La base económica de las ciudades no será suficiente para asen-
tar un poder político de primer orden, ni siquiera para fundar una fuerza
LA FORMACióN DE LA CRISTIANDAD

económica de importancia. A medida que el gran comercio cesa de apo-


yarse en las mercancías de lujo para centrarse sobre las materias pesadas
(cereales en primer lugar), el centro urbano va dejando de presentar las
dimensiones requeridas. Ya a finales del siglo xm, las ciudades no con-
siguen imponerse sino encuadrándose en confederaciones urbanas, como en
el caso de la Hansa, o reuniendo en torno de ellas arrabales rurales, que
ocupan un territorio cada vez más amplio. Tal es la solución flamenca
(Brujas y Gante extraen tanta fuerza de su «franco» como del comercio
lejano) y, sobre todo, la italiana. Las ciudades de Liguria, de Lombardía,
de Toscana, de Venecia y de Umbría se guarnecen de un contado esencial.
La más urbanizada quizá de todas ellas, Siena, donde la banca goza de
sus más gloriosos momentos en época anterior (siglo xm), expresa de ma-
nera perfecta en su arte esta necesidad que la ciudad siente del campo.
Los frescos del Palacio Municipal, en los que Ambrogio Lorenzetti repre-
senta, entre 1337 y 1339, en honor de sus conciudadanos, El Buen y el
Mal Gobierno, pese a que la ciudad se halla cerrada por murallas y erizada
de torres y de monumentos, no la separan de su campiña, de su indispen-
sable contado. Venecia no se prolongará sino por su Terra Ferma. Acaso
fuese difícil preverlo en el año 1 300. Pero el tiempo de los islotes, de los
puentes, de las pequeñas células está en camino de desaparecer, al mis-
mo tiempo que la feudalidad. Comienza a imponerse un tipo distinto de
organización del espacio: el de los Estados territoriales. Las gentes pers-
picaces de la época perciben ya esta realidad en su forma demográfica.
Pierre Dubois estima que el rey de Francia es el más poderoso soberano
de la Cristiandad puesto que es el que cuenta con mayor cantidad de
súbditos, y Marsilio de Padua hace de la población una de las fuerzas
principales de los Estados modernos. Ahora bien, ese número no puede
subsistir si no es sobre una gran superficie y el progreso empieza a recla-
mar la unificación de grandes extensiones.
CAP!TULO IV

LA CRISIS DE LA CRISTIANDAD
(SIGLOS XIV-XV)

S I bien la mayor parte de los Estados cristianos_, al principio del siglo XIV,
se mueven todavía dentro de fronteras cambiantes, la Cristiandad en
su conjunto se encuentra ya estabilizada. Como ha afirmado A. Lewis,
es el «fin de la frontera)). La expansión medieval ha terminado. Cuando
se reemprenda de nuevo, a finales del siglo xv, se tratará ya de un fenó-
meno distinto. Inversamente, el tiempo de las grandes invasiones parece
haber terminado. Las incursiones mongolas de 1241 -1243 dejaron en Polo-
nia y en Hungría terribles señales, sobre todo en este último país, donde
la invasión de los cumanos, empujados por los mongoles, acrecentaron la
anarquía y dieron a los húngaros un rey, Ladislao IV (1272-12 90), medio
cumano y medio pagano. El papa Nicolás IV predicó una cruzada contra
él. Sin embargo, no se trata sino de incursiones, después de las cuales las
heridas se cicatrizan pronto. En la Pequeña Polonia, Silesia, se produce,
después del paso de los tártaros, una nueva oleada de roturaciones y de
crecimiento agrícola y urbano.
Pero en el viraje de los siglos xm-xrv, la Cristiandad no solamente
se detiene, sino que retrocede. Ya no hay nuevas roturaciones ni conquis-
tas del suelo. Incluso las tierras marginales, ganadas para el cultivo bajo
la presión demográfica y la preocupación por la expansión, quedan aban-
donadas porque sus rendimientos son excesivamente débiles. La desfores-
tación se anuncia en algunos lugares. Comienza el abandono de los cam-
pos y aun de las aldeas -los Wustungen, por ejemplo, estudiados por
Wilhelm Abel y sus discípulos-. La construcción de las grandes catedrales
se interrumpe, antes de que éstas sean acabadas. La curva demográfica co-
mienza a bajar. El alza de los precios se detiene y se inicia una depresión.

1 53
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

* * *
Al lado de estos grandes fenómenos de conjunto, otros acontecimien-
tos - algunos de los cuales han llamado la atención de los contemporá-
neos, mientras otros sólo han revestido su significación a los ojos de los
historiadores modernos- anuncian que la Cristiandad se halla en ple-
na crisis.
Una serie de huelgas, de motines urbanos, de revueltas, cuya mayor
virulencia se produce en Flandes, estallan en el último tercio del siglo xm
(en Brujas, Douai, Tournai, Provins, Ruán, Caen, Orleáns y Béziers en
el año 1280; en Toulouse, en 1288; en Reims, en 1292; en París, en 1306).
En 1302, en las regiones de la actual Bélgica, los disturbios desembocan en
un levantamiento casi general. Según el cronista liejés Hocsem: «Este año,
el partido popular se subleva en casi todas partes contra los grandes. En
Brabante, esa sublevación fue ahogada, pero en Flandes y en Lieja, las
fuerzas populares dominaron durante largo tiempo.»
En 1284, las bóvedas de la futura catedral de Beauvais, levantadas has-
ta cuarenta y ocho metros de altura, se derrumban. El sueño gótico ya no
se elevará nunca más alto. Los trabajos de muchas catedrales se detienen:
la de Narbona en 1286, la de Colonia en 1322. Siena alcanzará el límite de
sus posibilidades en 1366.
La desvalorización de la moneda -las mutaciones monetarias-
comienza. La Francia de Felipe el Hermoso (1285-1314) conoce varias, las
primeras de la Edad Media. Las bancas italianas, en especial las florenti-
nas, sufren en 1343 bancarrotas catastróficas. Los Bardi, los Peruzzi, los
Acciaiuoli, los Bonaccorsi, los Cochi, los Antellesi, los Corsini, los Da Uzza-
no, los Perendoli y, añade el cronista florentino Giovanni Villani, «muchas
otras pequeñas compañías y artesanos privados» se vieron arrastrados en el
movimiento.
Claro está que estos síntomas de crisis se manifiestan en los sectores
más frágiles de la economía: en las ciudades, donde la economía textil
había tomado tanto vuelo que se hallaba a merced de una baja en el poder
de compra de la clientela rica para la que producía y exportaba; en el ramo
de la construcción, donde los enormes medios que se habían de poner en
juego se encarecían a medida que la mano de obra, las materias primas y
los capitales encontraban empleo en otros sectores más productivos; en el
dominio de la economía monetaria, donde los errores en el manejo del
bimetalismo, consecutivo a la reanudación de la acuñación en oro, y las

1 54
~7 · EL OCCIDENTE A PRINCIPIOS DEL SIGLO XIV

Dominio de las órdenes


[[[]]] teutónicas
~ Imperio bizantino- a
lllM comienzos del siglo x1v
¡¡:¡¡:¡¡:¡ Dominio otomano
tttttt:! hacia 1350
~ Posesiones de los reyes
de Inglaterra
~ Posesiones de los
Habsburgo
Í;l'I Posesiones venecianas
Ciudades hanse..-lticas

DE LOS
MERÍNIDAS
ZAYANIDAS

~~

En plena evolución entre la retirada musulmana en el stir de España y la reducción del Imperio bizantino ame·
nazado por los turcos.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

imprudencias de los banqueros, solicitados por los príncipes cada vez más
ávidos de subsidios y cada vez más llenos de deudas, acrecentaban las difi-
cultades inherentes a una forma de economía con la cual ni siquiera los
especialistas estaban muy familiarizados.
En monnaies est la chose mout obscure.
Elles vont haut et bas, on ne sait que faire; ·
Quand on croit gagner, on trouve le contraire ( i)
escribe Gillis Li Muisis, abad de Saint-Martín de Tournai, a comienzos del
siglo XIV.
La crisis se manifiesta en toda su amplitud cuando alcanza el nivel
esencial de la economía rural. Durante el período 1315-1317, una serie de
factores meteorológicos adversos, que trajeron consigo malas cosechas, die-
ron lugar al alza de los precios, al retorno del hambre general, casi desa-
parecida de Occidente -del Extremo Occidente por lo menos- en el
siglo xm. En Brujas, dos mil personas, entre una población de treinta y
cinco mil, perecen de hambre.
La disminución de la resistencia física consecutiva al recrudecimiento
de la subalimentación debió de desempeñar un importante papel en los
estragos que causó la Gran Peste, a partir de 1348, y que hizo caer brutal-
mente la curva demográfica, ya decadente, y transformó la crisis en una
catástrofe general.
Sin embargo, resulta bien patente que la crisis es anterior al azote, el
cual no hizo sino exagerarla, y que sus causas han de buscarse en el fondo
mismo de las estructuras económicas y sociales de la Cristiandad.
La disminución de la renta feudal, los trastornos originados por la
parte creciente en moneda que los campesinos han de incluir al pagar sus
censos, ponen en peligro los fundamentos del poder feudal.

* * *
Por fundamental que sea, la crisis no entraña una depresión de toda
la economía occidental y no "afecta por igual ni a todas las categorías ni a
todos los individuos.
Mientras tal o cual sector geográfico o económico se ve afectado por
ella, se dibuja el crecimiento de un nuevo sector, que reemplaza y tom-
pensa las pérdidas vecinas. La industria de los tejidos de lujo tradicionales,
(1) Con las monedas, la cosa es muy oscura . - Tan pronto están arriba como abajo, no
se sabe qué hacer. - Cuando uno cree ganar, se encuentra con todo lo contrario.
LA CRISIS DE LA CRISTIANDAD

la vieille draperie, la vieja pañería, queda duramente afectada por la crisis,


y los centros en que ella dominaba declinan. Mas, a su lado, surgen nuevos
centros que se consagran a la fabricación de paños menos preciosos, desti-
nados a una clientela menos rica y menos exigente: es el triunfo de la
«nueva pañería>>, de los satenes, de los fustanes a base de algodón. Si una
familia quiebra, otra cercana ocupa su lugar.
Tras un momento de confusión, la clase feudal termina por adaptarse.
R eemplaza ampliamente el cultivo por la ganadería, más r emuneradora, y,
a causa de ello, transforma el paisaje rural, multiplicando los cercados de
ganado. Modifica las costumbres de explotación agrícola, la n aturaleza de
los pagos y la manera de efectuarlos. Inicia el manejo de las monedas ver-
daderas y, al mismo tiempo, de las monedas de cuenta, cuyo hábil uso le
permite hacer frente a las mutaciones monetarias. No obstante, es seguro
que únicamente los más poderosos, los más hábiles o los más afortunados
consiguen prosperar allí donde la mayoría se arruina.
Es seguro también que la caída demográfica, agravada por la peste,
debilita la mano de obra y la clientela, pero los salarios suben y los super-
vivientes son, en general, más ricos.
Y es seguro, en fin, que la feudalidad, atacada por la crisis, recurre a
la solución a que se suelen inclinarse las clases dominantes cuando se ven
amenazadas: la guerra. El ejemplo más notable es la Guerra de los Cien
Años, confusamente buscada por la nobleza inglesa y francesa como una
solución a sus dificultades. Pero, como siempre, la guerra acelera el pro-
ceso y, por encima de los muertos y de las ruinas -que, por otra parte, tam-
poco conviene exagerar-, da nacimiento a una economía y una sociedad
nuevas.
La crisis del siglo xrv se salda, pues, rápidamente por una transforma-
ción del mapa económico y social de la Cristiandad. Favorece y acentúa la
evolución anterior hacia la centralización del Estado. Prepara la monarquía
francesa de Carlos VII y Luis XI, la realeza inglesa de los Tudor, la unidad
española de los Reyes Católicos, el advenimiento casi general, pero más
señalado en Italia, del «príncipe». Suscita nuevas clientelas, burguesas prin-
cipalmente, para unos productos y un arte que quizá tiendan hacia la fabri-
cación en serie -la imprenta permitirá incluso esta tendencia en el campo
intelectual-, pero que corresponden, con un grado de calidad aún bastan-
te aceptable por término medio, a un aumento del nivel de vida de las capas
sociales nuevas y a un mejoramiento del bienestar y del interés por el arte.
Y da nacimiento a la sociedad del Renacimiento y de los tiempos
modernos, más abierta y mucho más feliz que la asfixiante sociedad feudal.

157
1;1
"I
SEGUNDA PARTE

LA CIVILIZACIÓN MEDIE VAL


CAPITULO V

CLARIDADES EN LA NOCHE
(SIGLOS V-IX)

E N la historia de las civilizaciones, lo mismo que en la de los individuos,


la infancia constituye un período decisivo. Y muchos factores, si no
todos, se originan entonces. Entre los siglos v y x nacen los hábitos
de pensar y de sentir, los temas, las obras que formarán e informarán las
futuras estructuras de la mentalidad y la sensibilidad medievales.
En primer lugar, la disposición misma de esas estructuras nuevas. Es
bien conocido que en cada civilización existen capas diferentes de cultu·
ra, debidas, por una parte, a las categorías sociales y, por otra, a las apor·
taciones históricas. Al mismo tiempo que esta estratificación, nuevas com-
binaciones, reuniones y mezclas constituyen también síntesis nuevas.
Esto se hace particularmente sensible en la Alta Edad Media occiden-
tal. Y la más evidente novedad de la cultura consiste en las relaciones que
se establecen entre la herencia pagana y la aportación cri stiana, suponiendo
(lo cual, como es sabido, está muy lejos de la verdad) que una y otra hayan
formado entonces un todo coherente. Lo que sí es cierto es que ambas, por
lo menos a nivel de las capas instruidas, habían llegado a un grado de homo-
geneidad suficiente para que podamos considerarlas como compañeras en
el juego.
Pero ¿debemos concluir que eran adversarios? El debate, el conflicto
entre la cultura pagana y el espíritu cristiano ha llenado, primero, la lite-
ratura paleocristiana; después, la de la Edad Media, y, más tarde todavía,
gran número de trabajos modernos consagrados a la historia de la civiliza-
ción med,ieval. Y, verdaderamente, los dos pensamientos y las dos sensibi-
lidades se oponían entre sí como hoy día se oponen la ideología marxista y
la ideología burguesa. La literatura pagana en bloque supuso un problema
para la Edad Media cristiana. Sin embargo, en el siglo v la cuestión está ya

i6i
LA CIVILIZACiúN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

resuelta de hecho. Hasta el siglo x1v habrá extremistas de las dos tendencias
opuestas: los que proscriben el uso y hasta la lectura de los autores anti-
guos y los que se aprovechan de ellos ampliamente de manera más o menos
ingenua. La coyuntura favorecerá alternativamente a unos y a otros. Pero
la actitud fundamental fue señalada por los Padres de la Iglesia y perfec-
tamente definida por San Agustín al declarar que los cristianos debían uti-
lizar la cultura antigua al igual que los judíos habían usado los despojos
de los egipcios. «Si los filósofos (paganos), sobre todo los platónicos, han
emitido por azar verdades útiles a nuestra fe, no solamente no hay por qué
temer a esas verdades, sino que es preciso arrancarlas para nuestro uso a
esos ilegítimos detentadores», lo mismo que los israelitas trajeron de Egipto
vasos de oro y plata y objetos preciosos, que utilizarían más tarde para cons-
truir su tabernáculo. Este programa De doctrina cristiana, que será en la
Edad Media un lugar común, abre de hecho las puertas a toda una gama
de utilizaciones de la cultura grecorromana. Los hombres de la Edad Media
seguirán con frecuencia al pie de la letra el texto de San Agustín, es decir,
no utilizarán más que materiales aislados, por ejemplo, las piedras de los
templos destruidos, pero a veces esos materiales serán de la mayor impor-
tancia, como columnas de templos convertidos en pilares de catedrales.
Incluso se dará el caso de aprovechar un templo completo. El Panteón de
Roma, transformado en iglesia al comienzo del siglo vn, pasará a ser un
edificio cristiano al precio de pequeñas transformaciones y de un ligero
enmascaramiento.
En cambio, resulta muy difícil apreciar en qué medida ha pasado a la
Edad Media el bagaje mental -vocabulario, nociones, métodos- de la
Antigüedad. El grado de asimilación, de metamorfosis, de desnaturalización
varía de un autor a otro y, a menudo, un mismo autor oscila entre esos dos
polos que señalan los límites de la cultura medieval: la huida horrorizada
ante la literatura pagana y la admiración apasionada que conduce a exten-
sas copias. Ya San Jerónímo había dado el ejemplo de esas oscilaciones.
Abandonándose por regla general a largas citas de autores paganos, de las
cuales se halla tan nutrido como de la Biblia, se oye un día llamar en sueños
por Dios, que le dice severamente: « ... Ciceronianus es, non christianus»,
«Ciceroniano eres, que no cristiano» . Alcuino tendrá, a propósito de Virgi-
lio, el mismo sueño. Pero San Jerónimo llega también al mismo compro-
miso que San Agustín: que el autor cristiano debe utilizar a sus modelos
paganos como los judíos del Deuteronomio utilizan a las prisioneras de
guerra, a las que cortan el cabello y las uñas y les dan nuevos vestidos antes
de convertirlas en sus .esposas.

~.•6~
CLARIDADES EN LA NOCHE

En la práctica, los clérigos medievales encontrarán muchos medios de


aprovechar los libros «paganos», satisfaciendo fácilmente su conciencia.
Así, en Cluny, el monje que en la biblioteca consultaba un manuscrito de
un autor antiguo debía rascarse la oreja con un dedo, de la misma manera
que un perro se rasca con su pata, «pues .con perfecto derecho el infiel es
comparado con ese animal)).
Hay que decir que, si bien un compromiso tal salvaguardó una cierta
continuidad de la tradición antigua, sin embargo la desfiguró lo suficiente
para que la élite intelectual experimentara en diversas ocasiones la necesi-
dad de un verdadero retorno a las auténticas fuentes antiguas. Tales retor-
nos son los renacimientos que se producen en la Edad Media: en la época
carolingia, en el siglo xu, en el albor del gran Renacimiento en fin.
Pero debe recordarse, sobre todo, que la doble necesidad sentida por
los autores de la Alta Edad Media occidental de utilizar el irreemplazable
bagaje intelectual del mundo grecolatino y de fundirlo en moldes cristia-
nos creó, o al menos favoreció, hábitos intelectuales muy nocivos: la defor-
mación sistemática del pensamiento de los autores, el perpetuo anacronis-
mo, la utilización de citas separadas de su contexto. El pensamiento antiguo
sobrevive en la Edad Media, pero a costa de ser atomizado, deformado,,
humillado por el pensamiento cristiano. Obligado a recurrir a los servicios
de su enemigo vencido, el cristianismo se vio también forzado a hacer que
este esclavo prisionero que trabaja para él borre de su memoria las tradi-
ciones que le son propicias. Pero, por esta misma razón, se vio arrastrado a
una atemporalidad del pensamiento. Las verdades no podían ser más que
eternas. Santo Tomás de Aquino, en el siglo xm manifestará aún que lo
que han querido decir los autores dentro de un contexto dado importa
poco. Lo esencial es lo que han dicho y se puede utilizar como convenga.
Roma no estaba ya en Roma. La translatio -la traslación, la transferen·
cia- inauguraba la gran confusión medieval. Ahora bien, esta confusión
era la condición de un orden nuevo.

* * *
También en esta ocasión, la Antigüedad decadente había facilitado el
trabajo a los clérigos cristianos de los primeros siglos medievales. Todo lo
que la Edad Media conoció de la cultura antigua le había sido legado por
el Bajo Imperio, que había mordisqueado, empobrecido, disecado la litera-
tura, el pensamiento y el arte grecorromanos, hasta tal punto que la bar-
barizada Alta Edad Media pudo asimilarlos fácilmente.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

No fue de Cicerón o de Quintiliano de donde los clérigos de la Alta


Edad Media tomaron su programa científico y educativo, sino de un retó-
rico de Cartago, Martianus Capell~. que, en los comienzos del siglo v, defi-
nió las siete artes liberales en su poema Las nupcias de Mercurio y de la
Filología. Tampoco fue de Plinio o de Estrabón, inferiores de todas formas
a Ptolomeo, de donde sacaron su saber geográfico, sino de un mediocre com-
pilador del siglo m -comienzo de la decadencia-, Julianus Solinus, que
legará a la Edad Media un mundo de prodigios y de monstruos: Las mara-
villas del Oriente. La imaginación y el arte, sin duda, ganarán en el mismo
grado que perderá la ciencia. La zoología de la Edad Media será la del
Physiologus, obra alejandrina del siglo n, traducida al latín precisamente
en el siglo v, donde toda la ciencia se esfuma en poesía fabulosa y en lección
moralizadora. Los animales quedan transformados en símbolos, pero la
Edad Media sacará de ellos sus bestiarios y también en este punto la sensi-
bilidad zoológica medieval se nutrirá de la ignorancia científica, Y, lo que
es más grave, esos retóricos y esos compiladores proporcionarán a los hom-
bres de la Edad Media un saber en migajas. Vocabularios, versos mnemo.
técnicos, etimologías (falsas), florilegios ... , el Bajo Imperio transmitirá a la
Edad Media un bagaje mental e intelectual elemental. Es la cultura de las
citas, de los trozos escogidos, de los «digestos».
¿Acaso no ocurre lo mismo con la parte cristiana de la cultura? La
doctrina cristiana es primero y esencialmente la Sagrada Escritura. Y la
sacra página se convertirá en la base de toda la cultura medieval. Entre el
texto y el lector se interpondrá, además, un doble telón. Porque el texto
está considerado como muy difícil. Es tan rico y tan misterioso que se hace
preciso explicarlo a diversos niveles, según los sentidos que contiene. De
esta concepción sacan una serie de claves, de comentarios, de glosas, tras
las cuales el original comienza a desvanecerse. El Libro sucumbe bajo la
exégesis. Al llegar el siglo xv1, la Reforma sentirá, y con razón, la sensación
de redescubrirlo.
Por otra parte, el texto es también muy largo y debe ser puesto al
alcance de todos en extractos, sea por medio de citas, sea por paráfrasis. La
Biblia se transforma en una colección de máximas y anécdotas.
Los mismos Padres de la Iglesia pasan a ser materia prima cuya sus-
tancia se extrae mejor o peor. Las verdaderas fuentes del pensamiento cris·
tiano medieval son tratados y poemas de tercero o cuarto orden, cemo la
Historia contra los paganos, de Orosio, discípulo y amigo de San Agustín,
que transforma la Historia en apologética vulgar; la Psychomachia, de Pru·
dencio, que reduce la vida moral a un combate entre vicios y virtudes, o
CLARIDADES EN LA NOCHE

el Tratado de la vida contem plativa, de Julianus Pomerius, que enseña el


desprecio del mundo y de las actividades seculares.

* * *
No basta comprobar esta regresión intelectual. Lo que importa es ver
claramente que se trata de una necesaria adaptación a las condiciones socia-
les de la época. El tiempo en que ciertos aristócratas, paganos o cristianos
- como Sidonio Apolinar-, se complacían en los juegos de una cultura
acaso refinada, pero reducida a una clase social moribunda, ya ha pasado.
Los escritores barbarizados escribían para un público nuevo. Como dice
con acierto R. R. Bolgar a propósito de los sistemas de enseñanza de San
Agustín, Marcianus Capella y Casiodoro, «la mayor virtud de las nuevas
teorías consistía, posiblemente, en intentar proporcionar una alternativa
razonable al sistema de Quintiliano, ya que el mundo en el cual había flore-
cido el arte oratorio estaba extinguiéndose y la nueva civilización destina·
da a reemplazarlo había de ignorar las asambleas populares y los triunfos
del foro. Los hombres de los siglos venideros, cuyas vidas tendrían por cen-
tro la casa solariega y el monasterio, se habrían visto altamente perjudica;
dos si la educación tradicional de la que habían de depender les hubiese
propuesto un ideal que no hubiesen sido capaces de comprender, es decir,
si Capella y San Agustín no hubiesen reemplazado a Quintiliano» .
Resulta emocionante ver a los más cultivados y los más eminentes
representantes de la nueva élite cristiana, conscientes de su inferioridad
cultural ante los últimos puristas, renunciar a lo que conservan todavía o
podrían adquirir de refinamiento intelectual, para ponerse a la altura de
sus fieles. Rebajarse para conquistar, tal fue la postura que eligieron. Si
tal postura no nos satisface, no por ello debemos considerarla menos im-
presionante. Ese adiós a las letras antiguas, pronunciado las más veces
con pleno conocimiento de causa, no es el aspecto menos conmovedor que
presenta la abnegación de los grandes jefes cristianos de la Alta Edad
Media. Al comienzo del siglo VI, en el prefacio de una nueva edición de sus
obras poéticas, Avito, obispo de Vienna, anuncia a su h ermano que renun-
cia a ese género, «ya que muy pocos comprenden la medida de las sílabas».
En la misma época, Eugippius duda en publicar la Vida de San Severino
porque teme que «la oscuridad de su elocuencia prive a la multitud de
comprender los hechos admirables» que narra. Cesáreo de Arles desarrolla
también esa actitud: «Pido humildemente que los oídos de los letrados
soporten sin quejarse mis rústicas expresiones, a fin de que todo el rebaño
EP1GRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 30 A 46

30 y 31. BARBARIZACIÓN DEL ARTE RO- de los principales "preceptores" de la


MANO: LOS DÍPTICOS DE ESTILICÓN Y DE Edad Media. Esta miniatura de un ma-
BOECIO. nuscrito de Cantorbery, que data de
Los grandes personajes romanos del mediados del siglo XII, representa a
Bajo Imperio solían ofrecer como re- Boecio como músico . La música pues-
cuerdo a sus amigos, con motivo de las ta al servicio de Dios siguió si endo, du-
diversas ceremonias de su vida públi- rante toda la Edad l\!l edia, más que un
ca (sobre todo al acceder a un cargo arte, un instrumento suprem o de cultu-
consular), dípticos de marfil. Su uso ra y de formación es piritual, al igual
perduró en Bizancio, pero la Iglesia se que lo había sido en la Antigüedad
encargó de cristianizarlos en Occiden- griega y en San Agustín. Boecio es un
te. El de Estilicón (il. 30) se aprovecha teórico, "menos músico que matemáti-
para las tapas de encuadernación y el co y acústico" (] acques Chailley ). La
de Boecio (il. 30) fue utilizado con fi- miniatura lo representa ensayando los
nes litúrgicos. Estilicón, amo de la mi- sonidos en el instrumento ex peri men-
licia en el 385, tutor del emperador tal de los griegos, el monocordio (de
Honorio, se nos presenta como un bár- una sola cuerda). La notación A BCD
baro romanizado. El poeta Claudiano E F G (conservada por los sistemas de
lo pinta como un nuevo Fabricius, un solfeo anglosajones) es probablemente
nuevo Paulo Emilio. Conserva el ar- posterior a Boecio. La Edad Media
mamento bárbaro, clave de su ascen- repitió durante siglos las teorías mu-
sión: la lanza, la espada, el escudo. El sicales de Boecio, mientras la músi-
ministro cristiano del arriano Teodo- ca viviente evolucionaba ignorándolas.
rico lleva encima una inscripción en (Cambridge, University Library, ma-
que figura su nombre. Un siglo (hacia nuscrito Li 3, r2, fol. 6r vuelto.)
el 400 - hacia el 500) separa las dos
33· UNA BIBLIOTECA DE LA ALTA EDAD
obras. Comparándolas, puede apreciar-
MEDIA Y UN ((FUNDADOR» : CASIODORO.
se, desde la finura al empaste, la bar-
barización del arte romano decadente. Esta miniatura, incluida en un célebre
(Il. 30. Tesoro de la catedral de Mon- manuscrito de la Biblia, confeccionado
za; il. 31. Prescia, Muse o Cívico Cris- a finales del siglo VII o a comienzos
tiano.) del VIII, representa a Casiodoro bajo
los rasgos del profeta Esdra copiando
32. UN ((FUNDADOR» DE LA EDAD MEDIA: las Sagradas Escrituras. Es la imagen
BOECIO MÚSICO. típica de un copista ante la biblioteca
La iconografía, que lo ha representado de su monasterio, especie de wfre con
con frecu.e ncia, se ha hecho eco de la objetos preciosos. Recuerda la labor
influencia y del prestigio del filósofo efectuada por Casiodoro en Vivarium
(ejecutado en el año 524 ), que fue uno respecto a la copia y la conservación

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EP1GRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 30 A 46

de manuscritos. (Florencia, Biblioteca a los cabujones de colores vivos. (Mon-


Medicea Laurentiana, manuscrito Laur. za, t.esoro de la catedral.)
Amiatino I, fol. 5.)
37· UNA JOYA BÁRBARA: LA FÍBULA DE
34· UN «FUNDADORn DE LA EDAD MEDIA: ORO DE LINON.
ISIDORO DE SEVILLA. Hermoso ejemplar de joya bárbara (se-
Pertenece esta miniatura a un manus- gunda mitad del siglo VII), tanto por
crito de las Etimologías de Isidoro eje- la materia en él emjJleada, oro macizo
cutado en la abadía bávara de Prüf.e- ornamentado con granates, como por
ring antes de n65. En ella puede verse el estilo de los entrelazados y el sim-
a Isidoro conversando con un discípu- bolismo que cristianiza los elementos
lo. El libro que el prelado sostiene so- paganos del objeto (rueda solar, más-
bre sus rodillas es el elemento esencial. caras de monstruos alternando con los
La inscripción de la parte baja reco- dragones entrelazados en el br.azo) e
mienda el copista a la misericordia di- inserta entre ellos la Santa Faz, de lí-
vina. (Munich, Biblioteca del Estado neas completamente bárbaras, el Cris-
bávaro, Clm z303z, fol. z.) ma, en el que la P griega se ha latini-
zado en R, el Alfa y la Omega. "Desde
35· UN MAESTRO INSPIRADO DE LA EDAD este momento, el a,rte animalístico bár-
MEDIA: GREGORIO EL GRANDE. baro ha perdido su carácter filactérico
La miniatura forma parte del célebre pagano y entra, como elemento decora-
Antifonario de Hartker, compuesto en tivo, en el arte cristiano" (E. Salin).
la abadía de Saint-Gal/ en el siglo X, (París, Biblioteca Nacional, Gabinete
documento precioso para la historia de de las Medallas, núm. 278z .)
la notación musical. El papa está re-
presentado transmitiendo a un copista 38. ARTE ANIMALÍSTICO VIJ<.INGO: UNA
cuanto le dice al oído la paloma que CABEZA «BARROCAn DE O SE BERG.
simboliza al Espíritu Santo. El trono y Se trata de una de las cabezas de ani-
la arquitectura son el símbolo del pa- males esculpidas y de uso desconocido
lacio pontificio. (Saint-Gall, Bibliote- (acaso llevadas en las procesiones reli-
ca abacial.) giosas) encontradas con el buque y el
tesoro funerario de Oseberg, en la ori-
36. EL GUSTO BÁRBARO: TAPA DE EN- lla del fiordo de Oslo. El conjunto debe
CUADERNACIÓN DE LA REINA TEODOLINDA. datar de principios del período vikin-
Una de las más bellas piezas ejecutadas go, al final del siglo VIII o comienzos
para el tesara acumulado por la reina del IX . Por el refinamiento de su tra-
lombarda (siglo VII) en la catedral de bajo y el sentido de los efectos en re-
M onza. El gusto bárbaro ha aprovecha- lieve, la que nos ocupa ha sido atribui-
do los camafeos antiguos para unirlos da a un artista desconocido, bautizado
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 30 A 46

con el nombre de "el Maestro del ba- cale. La obra se llevó a cabo entre los
rroco de Oseberg", que pudo haber re- mios 78I y 78 3 en la diócesis de Ma-
cibido influencias extranjeras en un yenza. Obra de lujo, está escrito sobre
momento en que los vikingos, por me- pergamino empurpurado, en uncia/es
dio de sus expediciones, habían toma- doradas, excepto la dedicatoria en mi-
do ya contacto con una parte de Euro- núsculas carolinas. Los folios, a dos co-
pa. (Museo de los barcos vikingos, lumnas, van rodeados por una orla de
Bygdo, Noruega.) [Ja/metas y ornamentos geométricos.
(París, Biblioteca Naciona l, n. adq.
39· ARTE IRLANDÉS : EL LIBRO DE KELLS. [at. I20J.)
El libro de Kells, contemporáneo de
las esculturas de Oseberg (comienzos 41. UNA MINIATURA CARO'LINGIA: EL SA·

del siglo IX), ha sido también califi- CRAMENTAL DE MARMOUTIER.

cado de: "obra maestra barroca" del Escrito jJor el abate Rainaud de Mar-
arte irlandés. Presenta asimismo seme- moutier, el sacramental, que contiene
janzas con las obras continentales. Pro- las plegarias de la misa privativas del
bablemente fu e iniciado jJor los mon- oficiante, es uno de los productos más
jes irlandeses en la isla escocesa de notables de la escuela caligráfica de
I ona y terminado más tarde en Kells, Tours, en los tiempos del abad Vivia-
donde los monjes se habían refugiado no (844-By). La inspiración clerical y
huyendo de los vikingos. Exagera hasta el estilo arcaizante son característicos
el paroxismo la afición de los miniatu- de la época carolingia. Pequeííos per-
ristas irlandeses a la abundancia de sonajes en oro (el abad Rainaud, de
entrelazados. Sin embargo, al lado de mayor tamaño, apoyado en su báculo,
esta exuberancia ornamental se mani- bendice al pueblo) se destacan sobre
fi.esta, al igual que en el arte carolin- un fondo verde. En los ángulos, las vir-
gio, una tendencia figurativa. En esta tudes cardinales: Prudencia, Fortaleza,
decoración de la primera palabra del justicia y Templanza, atribuidas al
Evangelio de San Marcos, un pequeño abad. (A utun, Biblioteca Municipal,
personaje (que se repite en el libro) manuscrito I9 bis, fol. I7J·)
aparece en el ángulo superior derecho.
(Dublín. Trinity College Library.) 42. GRANDES HOMBRES DEL RENACIMIEN-
TO CAROLINGIO: ALCUINO Y RABÁN MAUR.
40. UN MANUSCRITO CAROLINGIO: EL En esta miniatura que encabeza un ma-
EVANGELIARIO DE CARLOMAGNO. nuscrito de los Loores de la Santa
El más antiguo manuscrito carolingio Cruz, escrito por Rabán Maur y carac-
es el propio evangeliario de Carlomag- terístico de la devoción carolingia, el
no, escrito, por orden suya y de su es- autor, presentado por A/cuino, entrega
posa Hildegarda, por d copista Godos- su libro a Otgar, arzobispo de Magun-

168
EP!GRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 30 A 46

cia, sentado en su trono. El manuscri- representantes del renacimiento caro·


to, de comienzos del siglo XI, proviene lingio, Teodulfo, obispo de Orleáns.
de la abadía de Fulda, de la cual fue Manifiesta las influencias bizantinas
abad Rabán Maur. (Viena, Biblioteca sobre el arte carolingio. Su tema, el
Nacional, Códice 652, fol. r.) Arca de la Alianza, testimonia el gusto
de la época por el Antiguo Testamen·
43 y 44· DECADENCIA DEL ARTE CARO· to. (Germigny -des-Prés, Loiret.)
LINGIO. ANDRÓMEDA EN EL SIGLO IX Y EN
EL AÑO 1000. 46. UNA GRAN IDEA CAROLINGIA: LA CA·
PILLA IMPERIAL DE AQUIS CRÁN .
He aquí una miniatura representando
en forma humana la constelación de Entre .el 796 y el 805 (fecha en que la
Andrómeda en dos manuscritos de los consagró el papa León III), Carlomag-
Fenómenos de Aratos. El primero per- no hizo edificar una cap•illa para su
tenece a la época carolingia, probable- palacio de Aquisgrán, ciudad que de-
mente copiado en Reims, al comienzo seaba convertir en su capital. Enco-
del siglo IX. El segundo ha sido ilu- mendó su construcción a Eudes de Met z
minado muy probablemente por Od- sobre el modelo de San Vital de Ráve-
bert, abad de Saint-Bertin en Saint na, pero, sobre todo, juxta Sapientissi-
Omer (986-roo7 ). En el siglo IX, el mi Salomonis exemplum, al ejemp.ZO
modelado, la anatomía, el rostro atraen de Salomón, es decir, a imitación de los
la atención del miniaturista. Hacia el monumentos de Jerusalén. L evantada
año rooo, los elementos realistas han sobre una planta cuadrada, adornada
desaparecido. El dibujo es tosco. Sólo con columnas antiguas procedentes de
cuenta la forma y aparece un nuevo Rávena y del Oriente y basada sobre
drapeado, más rígido, del vestido. Es- la cifra 8, símbolo de la Resurrección,
tamos en el alba del arte románico debía encamar la ciudad de la Concor-
(Il. 43. Leyden, Biblioteca de la Uni- dia perfecta. El trono del emperador
versidad, manuscrito voss latino, fol . 30; ocupaba en ella un lugar central. En
il. 44, Boulogne-sur-Mer, Biblioiteca la bóveda, un gran mosaico represen-
Municipal, manuscrito r88, fol. 24r.) taba a Cristo y a los veinticuatro ancia-
nos del Apocalipsis. En II65, Federico
45· EL ARTE CAROLINGIO Y BIZANCIO: Barbarroja, que había obtenido la ca·
MOSAICO DE GERMIGNY-DES-PRÉS. nonización de Carlomagno, hizo "ele-
Este mosaico, muy restaurado, consti- var" solemnemente sus restos y adornó
tuye uno de los escasos mosaicos caro- la capilla con una gran lámpara en for-
lingios existentes. Ornamenta la media ma de corona de luz, destinada, como
cúpula del ábside en la iglesia de Ger· lo precisa una inscripción, a ilustrar
migny-des-Prés, construida a principios esta imagen de la Jerusalén celeste.
del siglo IX por uno de los principales (Aquisgrán, Cúpula.)
LA CIVILIZACION DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

del Señor pueda recibir el alimento celestial en un lenguaje sencillo y sin


elevación. Puesto que los ignorantes y los sencillos no pueden elevarse a
la altura de los letrados, que los letrados se dignen bajarse hasta su ignoran-
cia. Los hombres instruidos pueden comprender lo que ha sido dicho para
los sencillos, mientras que los sencillos no son capaces de aprovechar lo que
se diría a los cultos.» Y, a continuación, repite la frase de San Jerónimo:
«El predicador debe suscitar en mayor grado las quejas que los aplausos.»
Sin duda, en ambos casos se trata de subyugar, de dominar. Pero los medios
y los caminos han cambiado. Y esta mutación de la sensibilidad y de la pro-
paganda que se efectúa de la Antigüedad a la Edad Media es lo que define
una nueva sociedad.
Mutación intelectual también que, por encima de la barbarización,
alcanza o intenta alcanzar valores no menos importantes que los del mundo
grecorromano. Cuando San Agustín declara que es preferible «Verse censu-
rado por los gramáticos que no poder ser comprendido por el pueblo» y
que hay que pre~erir las cosas, las realidades, a las palabras, las res a las
verba, está definiendo un utilitarismo, incluso un materialismo medieval
que había de alejar a los hombres, no sin acierto, de una cierta logomaquia
antigua. Los hombres de la Edad Media se muestran poco exigentes sobre
el estado de los caminos con tal que éstos lleguen a su término. De esa
manera el camino medieval, a través de sus desvíos, entre el polvo y el
barro, conduce siempre al puerto.
El trabajo que se había de realizar era inmenso. Cuando se leen los
textos jurídicos, los cánones de los sínodos y de los concilios, los artículos
de los penitenciales de la Alta Edad Media, no se puede dejar de admirar
la amplitud de la tarea que se presentaba a los dirigentes de la sociedad
cristiana. Precariedad de la vida material, barbarie de las costumbres, penu-
ria de todo bien, económico o espiritual. Esa enorme desnudez exigía almas
fuertes, desdeñosas de los refinamientos, tan sólo deseosas de triunfar.
Esta época fue también, cosa que se tiene demasiada tendencia a olvi-
dar, la de las grandes herejías, o, mejor dicho, de las grandes dudas doctri-
nales, puesto que la ortodoxia, que se nos aparece como fijada gracias a una
ilusión retrospectiva, se hallaba lejos de estar definida. No es este lugar
apropiado para apreciar cuáles podrían haber sido las consecuencias del
triunfo de las grandes corrientes del arrianismo, del maniqueísmo, del pela-
gianismo, del priscilianismo, para citar sólo los más conocidos movimieatos
religiosos que animaron el Occidente de los siglos v y vr. Puede afirmarse
con cierta aproximación que el éxito de la ortodoxia fue provocado por
el hallazgo de una via media entre el simplicismo arrianista o maniqueísta

170
CLARIDADES EN LA NOCHE

y la sutilidad pelagiana o prisciliana. La cuestión parece resumirse en la


actitud adoptada ante el libre arbitrio y la gracia. Si el cristianismo se
hubiese inclinado hacia la estricta doctrina de la predestinación, como
pretendían los maniqueos, el peso del determinismo divino hubiese gra-
vitado pesadamente sobre Occidente y éste hubiese quedado entregado
sin defensa a las clases dominantes, que no habrían dejado de procla-
marse las intérpretes de la omnipotencia divina. Si, por el contrario, hu-
biese triunfado el pelagianismo, instaurando la supremacía de la elección
humana e individual, sin duda la anarquía hubiese inundado aquel mun-
do. Pero es evidente que el Occidente carecería de facultad de elección.
La esclavitud se agotaba, pero era preciso no dejar a toda aquella gente
sin trabajo. Sus herramientas eran escasas, pero perfectibles. El hombre de
la Alta Edad Media debió de sentir que, por modesto que fu ese, podía
ejercer una cierta influencia sobre la Naturaleza. La institución mon ástica,
que expresa tan exactamente esta época, integra la huida del mundo con
la organización de la vida económica y espiritual. El equilibrio entre la
Naturaleza y la gracia que se instaura traduce los límites del poder y de
la impotencia del hombre de esta época. Y, sobre todo, dej a abier ta la
puerta a futuros desarrollos.
Construida para alcanzar el fin del mundo, la sociedad de la Alta
Edad Media se ha procurado, sin advertirlo, las estructuras propias para
posibilitar, cuando llegue el momento, el gran vuelo ele la hum.anidad
occidental.

El aspecto de la civilización no cambia brutalmente con las grandes


invasiones. A despecho de los saqueos y las destrucciones, Jos hogares tra-
dicionales de la cultura cesan raramente de existir y de expandir su luz
en un solo día. Incluso la gran víctima de los tiempos nuevos, la ciudad,
sobrevive más o menos tiempo, con mayor o menor fortuna.
Las ciudades que conservan alguna vitalidad lo deben en ocasiones
al mantenimiento de una cierta función económica, antigua o nueva, ligada
principalmente a la importación de productos de lujo, a la presencia de
mercaderes orientales a los que se llama «sirios», pero que son en su
mayoría judíos, o a la atracción que conservan sobre los peregrinos. De
esta manera Roma, Marsella, Arles, Narbona y Orleáns siguen siendo puer-
tas del Oriente. Sin embargo, los centros urbanos más importantes son
aquellos que sirven de residencia a los nuevos reyes bárbaros y, más aún,
aquellos que son sedes de obispados y de peregrinaciones renombradas.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

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Confesionarios
CLARIDADES EN LA N OCHE

28. SAINT-GALL (Según el atlas Westermann)


1. Paraíso. - 2 . Fuent es bautismales . - 3. Ambón. - 4. Coro.
- 5. Scriptorium (r. o). Biblioteca (2.0) . - 6 Sacristía (r.o).
Ornamentos (2.0). - 7. Sala capitular. - 8. Locutorio . -
9. Locut01·io destinado a los j10/Jres. - ro. Bodega (r.o). Al-
macén (2.0). - II. Calefactorio (r .o). - Dormitorio (2.0).
- r2. Refectorio (r.o). Vestuario (2. 0). - r3. Cocinas. -
r4. Baños. - r5. Fábrica de cerveza. - r6. Horno de pan.
- r7. Economatos. - r8. Casa para los sangrados. - r9. En-
fermería . Farmacia - 20 . H erboristería . - ::u. Jardineros . -
.n. Corral. - 23 . Graneros. - 24. Muelas. - 25. M orteros.
- 26. Torrecilla para la m alta . - 27. Palafreneros. - 28 . Va-
queros. - 29. Domésticos. - 30. Corderos. - JI . Ce1·dos . -
p. Cabras. - 33. Caballos. - 34. Vacas . - 35. Letrinas.

2·8, 29, 30. MONASTERIOS: SAINT-GALL, FONTENAY, CLUNY

Los monasterios medievales deben satisfacer todas las necesi-


dades de los monjes y sus dependientes. Son, en todas las épo-
cas, microcosmos independientes. El plano de Samt-Gall (28)
conservado en la biblioteca del monasterio es probablemente
un proyecto presentado al abad Gozberto en el añ o 820. Su
interés teórico es, por lo tanto, muy grande. En torno a la
iglesia de dos ábsides (plano que conoció una gran difusión
en Aleman ia occidental desde la época caroli ngia; si n embar-
go, en este caso fue construido un solo ábs ide) se extiende
una gran ccvillan del tipo de los palacios carolingios, en la
que pueden observarse las ccescuelas» exteriores previ stas, a
pesar de las disposiciones del Sínodo de Aquisgn\ n de 8 1·7,
que ordenó su cierre. El bien ordenado plano de Fonte-
nay (29) (véase il. ro) equilibra entre las co nstrucciones de
dedicación religiosa y las de destino económico (especialmente,
a la derecha, la forja o herrería, situada a la ori lla del río) .
In cl uso sobre el plano, resalta la. sim pli cidad de la iglesia
con ábside. Véase, por último, seg ún la reconstrucción del
arqueólogo e historiador am ericano Kenn eth Conant, el pla-
no de Cluny (30) al final de la época románica. Representa al
monasterio con la inmensa igles ia del abad Rugues (1049-
1109), comenzada en 1088. En ella quedan restos de la iglesia
an terior (Cluny II, consagrada en 991 y agrandada por San
Odilón entre 994 y 1048, para reemplazar, a su vez, a la mo-
desta iglesia de Cluny I, erigida entre el 9 15 y el 927). Me-
día 187 metros de longitud . El plano indica el predominio de
las construcciones religi osas en una casa más preocupada por
el opus Dei que por el trabajo manual. Señala asi mismo, con
sus amplios establos bien provistos de caballos, la feudaliza-
ción de los abades y de los monjes. La rica abadía se protege
tras una sólida muralla.

173
LA CIVILI ZACióN DEL OCCIDENTE 1\-lEDIEVAL

Las cortes bárbaras suscitan la instalación de las industrias de lujo:


construcciones en piedra, tejidos y orfebrería, aunque la mayor parte de
los tesoros reales y episcopales se forman principalmente de objetos im-
portados, bizantinos en primer lugar. Se presiente ya la atracción que so-
bre los artistas ejercerán Pavía bajo Liutprand (712-744), Monza en los
tiempos de la reina Teodolinda (transición del siglo 1v al vn), Toledo
desde el reinado de Recaredo (586-601) a la conquista musulmana (71 1),
París y Soissons bajo Jos merovingios. No obstante, la regresión de las téc-
nicas, de los medios económicos, del gusto, es sensible en todas partes.
Todo se empequeñece. Los edificios son las más veces de madera. Los
construidos en piedra están hechos, a menudo, con los restos de anti-
guos monumentos en ruina y sus dimensiones son pequeñas. Lo esencial
del esfuerzo estético se ejerce en la decoración, que sirve para ocultar la
indigencia de las técnicas de construcción. El arte de tallar las piedras,
la escultura en bulto, la representación de la figura humana desaparecen
casi enteramente. En contraposición, los mosaicos, los marfiles, las telas,
las piezas de orfebrería brillan y satisfacen el gusto bárbaro por el oropel.
Arte con frecuencia confinado en los tesoros de los palacios o de las iglesias,
enterrado incluso en las sepulturas. Triunfo de las artes menores, que
produce, por otra parte, obras maestras, en las que se manifiesta la habi-
lidad metalúrgica de los artesanos y de los artistas bárbaros y la seducción
del arte estilizado de las estepas. Obras maestras frágiles, la mayor parte
de las cuales no han llegado hasta nuestros días, pero de las que posee-
mos testimonios preciosos y magníficos: fíbulas, hebillas de cinturones,
puños de espada. Las coronas de los reyes visigodos, el frontal de cobre de
Agilulfo, los sarcófagos merovingios de Jouarre, tales son algunas de las
raras joyas que se conservan aún de esos siglos.
Pero los soberanos, particularmente los merovingios, comienzan a so-
lazarse cada vez más en sus casas de campo, donde están fechadas la mayor
parte de sus actas. Si se ha de creer a las listas episcopales, muchas ciudades
quedan, tal como hemos visto, sin obispos durante períodos más o menos
largos. Leyendo a Gregorio de Tours*, la Galia del siglo v1 se nos aparece
aún fuertemente urbanizada, dominada por ricas ciudades episcopales:
Soissons, París, Sens, Tours, Orleáns, Poitiers, Burdeos, Toulouse, Lyón,
Vienne, Arles ... En la España visigótica, Sevilla, bajo los obispados de los
hermanos Leandro (579-600) e Isidoro (600-636), constituye un brillante
foco de cultura. Mas el gran centro de la civilización de la Alta Edad
Media es el monasterio y, cada vez en mayor grado, el monasterio aislado,
el monasterio rural. Gracias a sus talleres se convierte en un conservatorio

174
CLARIDADES EN LA NOCHE

de las técnicas artesanales y artísticas, y mediante su scriptorium-biblioteca,


en un mantenedor de la cultura intelectual. Sus dominios, sus aperos, su
mano de obra, integrada por monjes y dependientes, hacen de él un centro
de producción, un modelo económico y, con toda seguridad, un hogar de
la vida espiritual, con frecuencia asentado sobre las reliquias de un santo.
Sería absurdo negar la atracción y la irradiación de los centros mo-
násticos. Y hay que subrayar que, mientras se organiza la nueva sociedad
cristiana urbana en torno al obispo y, todavía más, alrededor de las parro-
quias que se forman lentamente en el interior de las dió cesis (las dos
palabras han sido probablemente sinónimas durante un cierto tiempo), en
tanto que la vida religiosa se instala también en las residencias campestres
de la aristocracia rural y militar, que funda sus capillas privadas de las
cuales nacerá la Eigenkirche feudal, los monasterios hacen penetrar lenta-
mente el cristianismo y los valores de que éste es vehículo en el mundo
campesino, hasta entonces poco afectado por la nueva religión, mundo de
las largas tradiciones y de las permanencias, pero que pasa a ser el mundo
esencial de la sociedad feudal. La hagiografía y la iconografía (con frecuen-
cia posterior) impiden que nos equivoquemos. En el período de la evan-
gelización urbana, el acto esencial del santo conversor es la destrucción de
los ídolos, esto es, de las estatuas de los templos. Del siglo v al IX, en el
medio ambiente rural, esa tarea consiste en la destrucción de los ídolos
naturales: el derribo de un árbol sagrado, el bautismo de una fuente,
la imposición de la cruz sobre un altar rústico. Mas, al mismo tiempo, la
preeminencia del monasterio pone de manifiesto la precariedad que aflige
a la civilización del Occidente medieval. Civilización de puntos aislados,
de oasis de cultura en medio de extensos «desiertos», ele bosques y de
campos reintegrados al baldío o ele campos apenas rozados por la cultura
monástica. La desorganización de las redes de comunicación y de inter-
cambio del mundo antiguo ha restituido la mayor parte del Occidente al
mundo primitivo de las civilizaciones rurales tradici.o nales, ancladas en la
prehistoria, apenas tocadas por el barniz cristiano. R esurgen las viejas
costumbres, las viejas técnicas de los iberos, de los celtas, de los ligures.
Y donde los monjes creen haber vencido al paganismo grecorromano, en
realidad han favorecido la reaparición de un fondo mucho más antiguo,
cuyos demonios son más taimados, y que sólo en apariencia se halla some-
tido a la ley cristiana. El Occidente ha sido devuelto al salvajismo. Y ese
salvajismo aflorará, hará irrupción de cuando en cuando a todo lo largo
de la Edad Media. Nos ha siclo preciso señalar previamente los límites de
la acción monástica. Es esencial ahora evocar su fuerza y su eficacia.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

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29. FONTENAY. (Según L. Btfgule)
r. Sala capitular. - 2. Pequ eño calefactorio. 5. Conserjería. - 6. Horno de pan. - 7. Palo·
; . Gran calefactorio. - 4. Lavabo. - m ar . - 8. Enfermería . - 9. Bodega .

30. CLUNY .. (Según Kerm et h Conant, in Speculum, r964) ~


r. Nártex. - 2. Capilla de San M iguel. - - r2. Bodega . - r3. Lugar para la ropa blan
3. Sacristía. - 4. Scriptorium. - 5. Cabecera ca. - r4. Horno de pan'. - r5. Lavabos. -
originaria de Cluny II. - 6. Sala capitular. - r6. Capi llas. - r7. Claustros. - rB . Patios.
7. Locutorio. - .8. Dormitorio . - 9. Refecto· - r9. Puertas o portones. - 20. Establos. -
ria. - ro. Antigua enfermeda . - II. Cocina. 2 r. Letrinas.

Limitémonos a enumerar algunos testimonios entre tantos nombres


como la hagiografía y la historia han hecho ilustres. En los tiempos de la
cristianización urbana: Lérins. Cuando se profundiza la acción en las
campiñas: Monte Cassino y la gran aventura benedictina. Para ilustrar
CLARIDADES EN LA NOCHE

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1 77
16
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

los caminos de la Cristiandad durante la Alta Edad Media: la epopeya


monástica irlandesa. Y, por último, en los tiempos en que el mov1m1ento
de cristianización se dilata hasta las fronteras: el papel representado por
los monasterios en la evangelización durante los siglos vm y IX, continua-
ción, por otra parte, de la corriente irlandesa.
Lérins se encuentra íntimamente ligado al desenvolvimiento de ese
gran hogar de cristianización que fue la Provenza de los siglos v y v1. Pierre
Riché ha reconocido recientemente que Lérins significa más una escuela
de ascética que de formación espiritual. Los clérigos eminentes que acu-
dían para hacer en él estancias más o menos prolongadas le pedían quizá
una cultura bíblica, pero se trataba más bien de una <<meditación espi-
ritual de la Biblia que de una docta exégesis». Su primer abad, Hono-
rato, que llegó a Lérins después de permanecer algún tiempo en Orien-
te, informa el medio ambiente leriniano en estrecha colaboración con Ca-
siano, procedente asimismo de Oriente y fundador de San Víctor de
Marsella. Entre · los años 430 y 500, Lérins verá traspasar sus umbrales
a casi todos los grandes nombres de la Iglesia provenzal: Salviano, Euquer
de Lyón, Cesáreo de Arles'~, Fausto de Riez, los inspiradores de los grandes
sínodos provenzales, cuyos cánones han marcado tan profundamente el
cristianismo occidental. •
La acción de San Benito de Nursia * que irradia desde el Monte Cas-
sino, a partir del 529, aproximadamente, es más profunda todavía. Se
debe en primer término a que la persona misma de Benito, gracias sobre
todo a que Gregorio el Grande consagra un libro entero de sus Diálogos
a los milagros del santo, los cuales gozarán durante toda la Edad Media
de un favor extraordinario, será familiar a las gentes de la época. Lós humil-
des milagros de la vida activa, de la vida cotidiana y de la vida espiritual
que forman la leyenda dorada benedictina, pondrán lo sobrenatural casi al
alcance de todas las manos. En segundo lugar, y en más alto grado, a que
San Benito, por medio de la regla que probablemente ha escrito, que sin
ninguna duda ha inspirado y que desde el siglo vn figura bajo su nombre,
ha sido el verdadero fundador del monaquismo occidental. Sin ignorar y
mucho menos menospreciar la tradición monástica oriental, procura ol-
vidar las exageraciones ascéticas. Los comportamientos que prescribe su
regla, su espiritualidad, la sensibilidad que contribuye a formar son mila-
gros de moderación y de equilibrio. San Benito reparte armoniosamente
el trabajo manual, el trabajo intelectual y la actividad más propiamente
espiritual dentro de la jornada monástica. Enseñará de esta manera al
monaquismo benedictino, que del siglo VI al XI disfrutará de un inmenso
CLARIDADES EN LA NOCHE

éxito en Occidente y que, más tarde, coexistirá con las nuevas órdenes, la
triple vía de la explotación económica, la actividad intelectual y artística
y la ascesis espiritual. Después de él, los monasterios se transformarán en
centros de producción, en lugares de redacción y de iluminación de ma-
nuscritos y en focos de irradiación religiosa. Concilia la autoridad del
abad con la dulzura de la fraternidad, que facilita la obediencia. Ordena
la simplicidad, pero sin exageración ni en el ascetismo ni en la pobreza.
«Si se da el caso -dice la regla- de que se encargue a un hermano
cosas difíciles o imposibles, recibirá con toda mansedumbre y obediencia
la orden que le haya sido dada. Sin embargo, si cree que el peso de la
carga sobrepasa por completo la medida de sus fuerzas, explicará a su supe-
rior las razones de su impotencia, pero lo hará con paciencia y moderación
y sin mostrar ni orgullo, ni resistencia, ni contradicción.» Y más adelante:
«Se hará como está escrito: Cada uno recibirá según sus necesidades (A et
4, 35). Con ello no queremos decir que se haga acepción de personas
-lo cual no quiere Dios-, sino que se tenga miramiento con las enfer-
medades. El que tenga necesidad de menos dará gracias a Dios y no se
entristecerá por ello en manera alguna: aquel que necesite más, se humi-
llará en su necesidad y no se enorgullecerá de ningún modo por la mis~ri­
cordia que se le hace. De esta forma, todos los miembros vivirán en paz. »
Recomienda por encima de todo «la discreción, esta madre de virtudes».
La moderación, la temperantia antigua, se reviste con San Benito de una
vestimenta cristiana. Y todo esto se decía en el siglo vr. Cuando se piensa en
toda la violencia que se desencadenará todavía durante esa Edad Media
salvaje, uno se siente inclinado a pensar que la lección de San Benito no
fue bien escuchada. No obstante, hay que preguntarse a qué extremos
se habrían dejado llevar los hombres de la Edad Media si esta grande y
dulce voz no hubiese sonado en el umbral de aquellos siglos.
Bien diferente es el espíritu del monaquismo irlandés. En los primeros
años del siglo v, San Patricio*, llevado muy joven a Irlanda por los piratas
y vendido como esclavo, se convierte al cr istianismo, evangelizando el país
al propio tiempo que hacía de pastor. Desde entonces, Irlanda pasará a ser
la Isla de los Santos. Los monasterios se multiplican en ella y, a imitación
del cenobismo oriental, constituyen verdaderas ciudades monásticas, con
las cabañas de los solitarios agrupadas en torno a la del abad. Estos mo-
nasterios se convertirán en semilleros de misioneros. Entre los siglos v-rx,
se extienden por las vecinas Inglaterra y Escocia y, más tarde, por el con-
tinente. Con ellos llevan sus usos, sus ritos personales: una tonsura espe-
cial, un calendario pascual original que el papado reemplazará al fin con

179
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

muchas dificultades por el cómputo romano y su pasión incansable por las


fundaciones monásticas, desde las cuales se lanzan al asalto de los ídolos
y de las costumbras paganas y a la evangelización de las campiñas. Algunos,
como San Brendán, van a buscar el desierto en el océano. Los ermitaños
irlandeses pueblan los solitarios islotes. Los arrecifes se llenan de santos
que se enfrentan «al peligro del marn. La odisea legendaria de Brendán
atormentará las imaginaciones de todo el Occidente medieval. -
Durante los siglos VI y vu, Irlanda exportará ciento quince santos a
Alemania, cuarenta y cinco a Francia, cuarenta y cuatro a Inglaterra, trein-
ta y seis a Bélgica, veinticinco a Escocia y trece a Italia. El hecho de que
la mayor parte pertenezcan más a la leyenda que a la Historia y de que
su recuerdo esté estrechamente mezclado con el folklore, demuestra mejor
que nada, como hace notar Bernard Guillemain, el profundo surco exca-
vado por ese monaquismo cercano al fondo primitivo en lo más hondo de
las mentalidades y de las sensibilidades medievales.
El más célebre de esos santos es Columbano *, que, entre 590 y 615,
funda Luxeuil y . Bobbio, mientras su discípulo Gall da su nombre a otro
monasterio, destinado a tener una gran irradiación. Columbano da una
regla original a esas fundaciones y a otras que las siguen, regla que, du-
rante un tiempo, parece poner en entredicho la de San Benito.
El espíritu irlandés no tiene nada de la moderación benedictina. Favo-
recido en sus extremos por los rigores nórdicos, rivaliza sin dificultad con
las extravagancias del ascetismo oriental. Cierto que la regla de Colum-
bano se basa en la plegaria, el trabajo manual y el estudio. Pero el ayuno
y las prácticas ascéticas se añaden a ella sin concesiones. Entre ellas, las
que con mayor fuerza han herido la imaginación de las gentes de la época
fueron el crosfigill, la plegaria prolongada con los brazos en cruz (se cuen-
ta que San Kevin de Glendalugh permaneció siete años apoyado en una
tabla en posición de crosfigill, sin dormir ni de día ni de noche y de tal
manera inmóvil que los pájaros anidaron en sus manos); el baño en un
río o en un estanque casi helado, acompañado de la recitación de los sal-
mos; la privación del alimento (una sola comida, en la que no se com-
prendía jamás carne, figuraba en los monasterios columbanos).
La misma extravagancia, el mismo rigor torturado vuelve a encon-
trarse en los penitenciales que, según Gabriel Le Bras, «son testimonio del
estado social y moral de un pueblo todavía semipagano y para el eual
los monjes apóstoles soñaban un ideal ascético». Tales penitenciales hacen
revivir en todo su rigor tabúes bíblicos cercanos a las viejas interdicciones
célticas. Y de la misma manera, antes de adulterarse, el arte irlandés -cru-
CLARIDADES EN LA NOCHE

ces de piedra y miniaturas- se caracteriza, de acuerdo con la definición


de Frarn;:ois Henry, por «un gusto prehistórico por cubrir las superficies,
la negación de todo realismo y un riguroso tratamiento abstracto de la
forma, sea humana o animal». El arte irlandés será una de las fuentes del
románico ... y de sus singularidades. Sus entrelazados inspirarán una de las
tendencias más persistentes en la estética y el gusto medievales.
Los monjes irlandeses participarán, en fin, en el gran movimiento de
cristianización de la Germania y de sus confines, que se realizará en los
siglos vn y vm y que se apoyará con frecuencia en fundaciones monásticas.
Así Saint-Gall (fundación de Gall hacia 610) abre paso a Saint-Bavon de
Gante (fundación de San Amancio hacia 630), a Saint-Emmeran de Ratis-
bona (fundación de Emmerancio sobre el 650), a Echterbach (fundación
de Willibrod alrededor del 700), a Reichenau (fundación de Pirmin
en el 724), a Fulda (fundada por Sturm a instigación de San Bonifacio en
el 744), a Corvey -la nueva Corbie- fundada en el 822. Del siglo val XI,
en todos los frentes de la evangelización, en las ciudades, en los campos,
fuera de las fronteras de la Cristiandad, los monasterios han representado
un papel capital.
* * *
Aparecerán también hombres que, por su saber, serán los faros que
iluminarán durante largo tiempo, del siglo v al vm, la noche medieval.
K. Rand los ha denominado los «fundadores de la Edad Median . El papel
de todos, o casi todos ellos, ha sido conocer lo esencial de la cultura anti-
gua, recogerla bajo una forma asimilable para los espíritus medievales y
proporcionarle la vestidura cristiana necesaria. Cuatro nombres descuellan
sobre los demás: Boecio (hacia 480-524), Casiodoro (hacia 480-573), Isidoro
de Sevilla (hacia 560-636) y Beda (hacia 673-735).
La Edad Media debe a Boecio * todo cuanto sabe sobre Aristóteles antes
de mediados del siglo xn, la Logica vetus, la vieja lógica, y, «en dosis asi-
milables, las categorías conceptuales y verbales, que sentarán las primeras
bases de la escolástica» . Así la definición de la naturaleza de los seres:
natura est unam quamque rem infonnans specifica differentia, «la natu-
raleza de cada cosa es la diferencia específica que la informan, y la de la
persona: reperta personae est definitio: naturae rationabilis individua subs-
tancia, «substancia individual de naturaleza racional». Abelardo dirá acerca
de Boecio: «Ha construido de manera inexpugnable nuestra fe y la suya.»
La Edad Media le debe asimismo el puesto de excepción que concede a
la música. Mediante ella, se enlaza con el ideal griego del µ.01.icrtY.o:; av-Í'¡p.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

A Casiodoro * y a sus Institutiones divinarum et saecularium littera-


rum, los hombres de la Edad Media deben los esquemas de los retóricos
latinos introducidos en la literatura y la pedagógía cristiana. Él es quien
fija a los monjes del convento de Vivarium una tarea que la Edad Media
no volverá a descuidar: la copia de los manuscritos antiguos. Obra esencial
de conservación y de tradición, en la que se inspirarán los scriptoria mo-
násticos.
El legado de Isidoro de Sevilla*, «el más ilustre pedagogo de la Edad
Media», consiste en establecer, particularmente a través de sus Etimologías,
el programa de las siete artes liberales, el vocabulario de la ciencia, la
creencia en que los nombres son la clave de la naturaleza de las cosas,
la afirmación repetida de que la cultura profana es necesaria para la buena
comprensión de las Escrituras. La pasión enciclopédica por él iniciada obse-
sionará a los clérigos medievales.
Beda *, en fin, constituye la expresión más acabada de la multiplici-
dad de sentidos que presenta la Escritura, la teoría de los cuatro sentidos
en que se funda toda la exégesis bíblica medieval, como lo ha explicado
magníficamente Henri de Lubac, y la orientación, a través de las necesi-
dades de la exégesis bíblica y del cómputo eclesiástico, hacia la astronomía
y la cosmografía. Pero Beda, como la mayor parte de los letrados anglosajo-
nes de la Alta Edad Media, se pone más resueltamente de espaldas a la
cultura clásica y hace penetrar a la Edad Media en una vía independiente.

Pierre Riché ha demostrado que el Renacimiento carolingio no fue


sino la culminación de una serie de pequeños renacimientos, que, después
del 680, se habían manifestado en Corbie, en San Martín de Tours, en
Saint-Gall, en Fulda, en Bobbio, en York, en Pavía, en Roma . .. Su tesis nos
permite reducir a sus verdaderas dimensiones este Renacimiento con fre-
cuencia demasiado encarecido.
En primer lugar, no es un movimiento creador. Su progTama escolar
no hace más que prolongar el de las escuelas religiosas anteriores: «Que
en cada obispado y en cada monasterio se enseñen los salmos, las notae (la
estenografía), el canto, el cómputo, la gramática y que se utilicen libros
cuidadosamente corregidos.»
La cultura de la corte carolingia es la misma de los reyes bárbaros,
de un Teodorico o de un Sisebuto. A menudo se reduce a los juegos pue-
riles que seducen a los bárbaros. Proezas verbales, acertijos, «embustes»
CLARIDADES EN LA NOCHE

científicos, semejantes a nuestros concursos radiofónicos y a la página de


pasatiempos de los semanarios. La Academia real no va más allá de los
esparcimientos de sociedad, del cenáculo provincial en torno al príncipe,
al que se divierten en llamar tan pronto David como Homero. El empe-
rador, que sabe leer -lo cual ya significa mucho para un laico-, pero no
escribir, se entretiene como un chiquillo haciéndose fabricar un alfabeto
de gruesas letras, que trata de descifrar por las noches, palpándolas con sus
dedos debajo de la almohada. El entusiasmo por la antigüedad se limita
con frecuencia a intentar penetrarla a través de Casiodoro o de Isidoro de
Sevilla.
Como ha demostrado muy bien Aleksander Gieysztor, los límites del
Renacimiento carolingio vienen dados, básicamente, por las necesidades
superficiales de un pequeño grupo social, a las cuales responde.
Por ejemplo, debe asegurar un mínimo de cultura a ciertos altos fun-
cionarios. A pesar de la intención manifestada por la legislación carolingia
de abrir en todos los obispados y en todos los monasterios una escuela, Luis
el Piadoso no opone resistencia alguna a Benito de Aniana, que quiere
cerrar las escuelas exteriores de los monasterios a fin de salvaguardar a los
monjes de la corrupción extranjera, es decir, a fin de mantener el monopo-
lio cultural del clero.
Para este pequeño grupo, la cultura, aparte ser una diversión, signi-
fica más un objeto de delectación estética y, sobre todo, un instrum nto de
prestigio, que un medio de instruirse y de administrar. Si puede aprove-
charse para gobernar, es impresionando al vulgo, no instruyé ndolo.
Los manuscritos pasan a ser cada vez en mayor grado objetos de lujo,
desprovistos de todo uso utilitario, comprendido el intelect ual. Se contem-
plan más que se leen. La reforma de la escritura que instaura la miniatura
carolina está dirigida hacia la caligrafía, preocupación de no-intelectuales,
incluso de incultos.
La cultura carolingia es un lujo, como el gusto por las telas preciosas
o las especias. Con todo, no hay duda de que el Renacimiento carolingio
signihcó una etapa en la constitución del bagaje intelectual y artístico del
Occidente medieval.
Varias de sus producciones han venido a aumentar el acervo cultural
de los hombres medievales. Los manuscritos corregidos y enmendados de
los autores antiguos sirvieron más tarde para una nueva difusión de los
textos de la Antigüedad. Las obras originales integraron una nueva capa
del saber, superpuesta sobre la de la Alta Edad Media y a disposición de
los clérigos de los siglos futuros.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Alcuino • representa una etapa en la elaboración del programa de las


artes liberales. Ravan Maur *, hijo espiritual de Alcuino, abad de Fulda,
después arzobispo de Maguncia, «preceptor de la Germania», lega a la Edad
Media una enciclopedia, De universo, y un tratado de pedagogía, De ins-
titutione clericorum (plagio del De doctrina christiana de San Agustín, al
cual reemplazará para un gran número de lectores medievales). Los libros
de Ravan Maur figurarán en la biblioteca básica de los clérigos de la Alta
Edad Media, al lado de Casiodoro y de Isidoro. El siglo xn descubrirá al
genial y oscuro Juan Escoto Erígeno.
Aureolados con el prestigio de Carlomagno, el más popular de todos
los hombres en la Edad Media, los autores carolingios suministrarán una
de las series de «autoridades» intelectuales. Igualmente, ciertos monumen-
tos de la época, el más célebre de los cuales es la capilla del palacio de
Aquisgrán, serán un modelo imitado con frecuencia.
Pese a que sus realizaciones hayan quedado muy alejadas de las aspi-
raciones y pretensi.ones que ostenta, el Renacimiento carolingio comunicará
a los hombres de la Edad Media, a través de sus slogans superficiales, salu-
dables pasiones: el gusto por la calidad, por la corrección, por la cultura
humanística, aunque frustrada, y la idea de que la instrucción es uno
de los deberes esenciales y una de las fuerzas principales de los Estados
y de los príncipes.
¿Cómo no reconocer que el Renacimiento carolingio ha producido
también auténticas obras maestras, esas miniaturas en las que reaparece el
realismo, la afición a lo concreto, la libertad del dibujo, el brillo del color?
Al contemplarlas, se comprende que, después de habernos mostrado
excesivamente indulgentes, no hemos de ser tampoco demasiado severos con
el Renacimiento carolingio. De la misma manera, el vuelo económico de
los siglos vm-Ix supuso, sin duda alguna, un desamarre abortado, ya que
pronto retrocedió o quedó prematuramente roto, pero fue, de hecho, la
primera manifestación de un más largo y profundo Renacimiento, el que
se afirmará del siglo x al XIV.
CAPfTULO VI

ESTRUCTURAS ESPACIALES
Y TEMPORALES
(SIGLOS x-xm)

C
UANDO el joven Tristán, que había huido de los mercaderes piratas
noruegos, llegó a las costas de Cornualles, «subió con gran esfuerzo
al acantilado y vio, más allá de la landa abarrancada y desierta, un
bosque que se .e xtendía sin fin». Pronto de ese bosque sale un grupo de
cazadores y el muchacho se une a la tropa. «Entonces se pusieron en cami-
no platicando, hasta que descubrieron al fin un rico castillo. Estaba rodeado
por prados, huertos, aguas corrientes, pesquerías y tierras de cultivo.»
El país del rey Marc no es una tierra de leyenda, producto de la ima-
ginación del trovador. Por el contrario, es la realidad física del Occidente
medieval. Un gran manto de bosques y de landas, matizado ele calveros
cultivados, más o menos fértiles, tal es el rostro de la Cristiandad, seme-
jante a un negativo del Oriente musulmán, mundo de oasis entre desier-
tos. Mientras que en Oriente el bosque es escaso, en Occidente abunda.
Allí los árboles significan la civilización, aquí la barbarie. La religión naci-
da en Oriente al abrigo de las palmeras crece en Occidente en detrimento
de los árboles. Refugio de los genios paganos, los monjes, santos y misione-
ros los derriban de modo implacable. Todo el progreso en el Occidente
medieval se basa en la roturación, en la lucha y la victoria sobre la maleza
los arbustos y, si es preciso y el equipo técnico y el valor lo permiten, sobre
la selva, el bosque virgen, la <<gaste forét» de Perceval, la selva oscura del
Dante ;e,_ Ahora bien, la realidad palpitante es un conjunto de calveros más
o menos extensos, células económicas, sociales, culturales. Por largo tiempo,
el Occidente medieval no será sino un conglomerado, una yuxtaposición
de dominios, de castillos y de ciudades surgidas en medio de extensiones
incultas y desiertas. El desierto occidental es el bosque. En él se refugian
los adeptos volutarios o involuntarios de la fuga mundi: ermitaños, enamo-
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

rados infelices, caballeros andantes, bandoleros, proscritos. Así San Bruno


y sus compañeros en el ((desierto» de la ((Grande Chartreuse», así San Ro-
berto de Molesme y sus discípulos en el «desierto» de Citeaux, así Tristán
e !solda en el bosque del Morois. (((Volvamos al bosque, que nos protege
y nos guarda. Ven, !solda, amada mía ... Entraron, pues, en las altas hier-
bas, y los brezales y los árboles cerraron sobre ellos sus ramas, haciéndoles
desaparecer tras las frondas.») También el aventurero Eustaquio el Monje,
precursor y acaso modelo de Robín Hood, se oculta a comienzos del siglo xm
en el bosque del Boulonnais. Mundo del refugio, el bosque tiene sus atrac-
tivos. Para el caballero, es el mundo de la caza y de la aventura. Perceval
descubre en él «las cosas más bellas que existan» y un señor aconseja a
Aucassin, enfermo de amor por N icoletta: <<Montad a caballo e id a dis-
traeros a todo lo largo de este bosque. Veréis hierbas y flores, oiréis cantar
a los pájaros. Acaso éscucharéis bellas palabras con las que os encontraréis
consolado.» Para los labradores y todo el pequeño pueblo laborioso, signifi-
ca una fuente de provecho. En él van a pacer los rebaños; en él, sobre todo,
engordan durante el otoño los cerdos, riqueza del pobre campesino, que,
después de la montanera, mata su cerdo, promesa de subsistencia, si no de
comilona, para el invierno. Él proporciona los árboles, indispensables en
una economía por largo tiempo desprovista de piedra, hierro y carbón
mineral. Casas, útiles, chimenea, hornos y forjas no pueden existir, no pue-
den trabajar si no es por medio de la madera o del carbón vegetal. En él
se recogen los frutos silvestres, que suponen para la alimentación primiti-
va del rústico una nutrición suplementaria esencial y, en época de carestía,
la única posibilidad de sobrevivir. En él se recolecta la corteza de las enci-
nas empleada para el curtido, las cenizas de los matorrales aprovechada
para el lavado y la tintorería y, en particular, los productos resinosos nece-
sarios para las antorchas y los cirios y la miel de los enjambres silvestres, tan
buscada en un mundo privado de azúcar. A principios del siglo XII, el cro-
nista francés anónimo -Gallus Anonymus-, establecido en Polonia, al
pregonar las ventajas de ese país, cita, inmediatamente después de la salu-
bridad <lel aire y la fertilidad del suelo, la silva mellif lua, es decir, la abun-
dancia de bosques ricos en miel. Todo un pueblo de pastores, leñadores,
carboneros (Eustaquio el Monje, el «bandido del bosque», lleva a cabo,
disfrazado de carbonero, una de sus depredaciones de mayor éxito), recolec-
tores de miel, vive del bosque y ayuda a vivir a los demás. Ese pueblo
humilde actúa también, si la ocasión se presenta, como cazador furtivo,
porque, en principio, el producto de la caza está reservado a los señores.
Y desde el más bajo al más alto de éstos defienden celosamente sus derechos

186
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

sobre las riquezas del bosque. Los guardas forestales vigilan sin cesar a
los villanos merodeadores. Los soberanos son los mayores poseedores de
bosque dentro del reino y se emplean enérgicamente en conservar su domi-
nio. Los barones ingleses sublevados imponen a Juan Sin Tierra, al mismo
tieµipo que la Carta Magna política (1215), una Carta de los Bosques espe-
cial. Y cuando, en 1332, Felipe VI de Francia hace redactar un inventario
de los derechos con los que quiere fundar en el Gatinais una viudedad para
la reina Juana de Borgoña, hace redactar aparte una «to.roa de posesión»
de los bosques, cuyos provechos constituirán el tercio del total que alcanzan
los productos de ese dominio.
No obstante, el bosque está también lleno de amenazas, de peligros,
imaginarios o reales. Forma el inquietante horizonte del mundo medieval.
Lo rodea, la aísla, lo ahoga. Levanta entre las señorías, entre los diversos
países, una frontera natural, el no man's land, la tierra de nadie por exce-
lencia. De su ccopacidadn temible surgen bruscamente los lobos hambrien-
tos, los bandidos, los caballeros saqueadores.
A comienzos del siglo xm, en Silesia, dos hermanos se mantienen du-
rante años en el bosque de Sadlno, del que salen periódicamente par a robar
a los pobres campesinos de la vecindad, impidiendo al duque Enriqu e el
Barbudo que pueda establecer allí ninguna aldea. El sínodo de Santiago
de Compostela deberá, en 1114, dictar un canon para organizar la cacería
de lobos. Todos los sábados, excepto la víspera de Pascuas y d e Pentecostés,
presbíteros, caballeros y campesinos que no se hallen ocupados en sus faenas
son requeridos para la destrucción de los lobos errantes y la colocación de
trampas y se impone una multa a quienes se nieguen a prestar este servicio.
La imaginación medieval, apoyada en un folklore in memor ial, con-
vierte fácilmente en monstruos a esos lobos devoradores. ¡En cuántas hagio-
grafías encontramos el milagro del lobo alimentado por el sa nto, como en
el caso de Francisco de Asís subyugando a la cru el bestia de Gubbio ! De
todos los bosques surgen los hombres-lobo, los lobos-duende, en los que la
imaginación medieval confunde a la bestia y el hombre semisalvaje. A veces,
el bosque alberga monstruos todavía más sanguinarios, legados a la Edad
Media por el paganismo: tal la «tarascan provenzal, domada por Santa
Marta. De esta manera, por encima de esos terrores bien reales, los bosques
se transforman en un universo de leyendas maravillosas y terroríficas. Bos-
que de las Ardenas, con el jabalí monstruoso, refugio de los Cuatro Hijos
de Aymon, en donde San Humberto pasó de cazador a ermitaño y San
Teobaldo de Provins de caballero a ermitaño y carbonero. Bosque de Bro-
celianda, teatro de las brujerías de Merlín)'. de Viviana. Bosque de Oberón,
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

donde Huón d e Burdeos sucumbe a los encantamientos del enano. Bosque


de Odenwald, donde Sigfrido termina su trágica cacería bajo los golpes de
Hagen. Bosque de l\fans, por el que vaga lamentablemente Berta la del
«gran pie» y en el que el desgraciado rey de Francia Carlos VI caerá víc-
tima de la locura.

Sin embargo, si bien es cierto que la mayor parte de los hombres del
Occidente medieval no tienen otro horizonte, a veces durante toda su vida,
que el lindero de un bosque, no hay por qué imaginar a la sociedad medie-
val como un mundo de sedentarios, de inmóviles, de uncidos a su rincón
de tierra, limitado por el bosque. La movilidad de los hombres medievales
ha sido, por el contrario, extrema, desconcertante.
El hecho se explica fácilmente. La propiedad, como realidad material
o psicológica, es casi desconocida durante la Edad Media. Desde el campe-
sino al señor, cada individuo, cada familia, no ostenta sino derechos más
o menos extensos de posesión provisional, de usufructo. No sólo tiene por
encima de él un amo o un interesado más poderoso que puede privarlo de
su tierra -tenencia campesina o feudo señorial- por la violencia, sino
que el Derecho mismo reconoce al señor la posibilidad legítima de arreba-
tar al siervo o al vasallo su tierra, a condición de concederle otra equivalen-
te, en ocasiones muy alejada de la primera. Señores normandos que se tras-
ladan a Inglaterra, caballeros alemanes que se instalan en el Este, nobles
de la Isla de Francia que conquistan un feudo, ya en el Mediodía, a fa-
vor de la cruzada contra los albigenses, ya en España, según el ritmo de la
Reconquista, cruzados de todo pelaje que se reservan un dominio en Morea
o en Tierra Santa, todos se expatrian sin duelo, ya que apenas pueden decir
que tienen una patria. El campesino, cuyos campos no son otra cosa que una
concesión más o menos revocable del señor y que a menudo los ve redistri-
buidos entre la comunidad aldeana de acuerdo con la rotación de los culti-
vos y de los campos, no se siente ligado a la tierra sino por la voluntad
señorial, a la que escapa gustosamente, por la huida primero, por la eman-
cipación jurídica más tarde. Individual o colectiva, la emigración campe-
sina constituye uno de los grandes fenómenos de la demografía y de la
sociedad medievales. En su camino, caballeros y campesinos encuentran a
los clérigos en viaje regular o en ruptura con su convento -todo ese mun-
do de los monjes vagabundos contra los que concilios y sínodos legislan en
vano-, a los estudiantes en marcha hacia las escuelas o las universidades
célebres -¿no dice un poema del siglo xu que el escolar está destinado

188
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

obligatoriamente al destierro (terra aliena)?-, a los peregrinos y a los vaga-


bundos de toda clase.
Por otra parte, y en lo que se refiere a la mayoría, no solamente ningún
interés material los retiene en su casa, sino que el espíritu mismo de la reli-
gión cristiana los empuja hacia los caminos. El hombre no es más que un
peregrino perpetuo en esta tierra de exilio, tal es la enseñanza de la Iglesia,
que apenas tiene necesidad de repetir las palabras del Cristo: «Déjalo todo
y sígueme.» Tan numerosos son los que poseen muy poco o nada, que es
concebible verlos partir alegremente. Su magro equipaj e cabe en la alforja
del peregrino. Los menos pobres llevan algunas monedas, en aquel tiempo
escasas, en su bolsillo. Los más ricos, un cofrecillo en el que encierran lo
más valioso de su fortuna, un pequeño número de objetos preciosos. Cuan-
do los viajeros o los peregrinos comiencen a embarazarse con un nutrido
equipaje -el señor de Joinville y su compañero, el conde de Sarrebruck,
parten en 1248 para la Cruzada cargados de cofres que transportan por
medio de carretas hasta Auxonne y en barcos, por el Saona y el Ródano.
hasta Arles-, el espíritu de Cruzada y el gusto por el viaje desaparecerán
por completo, la sociedad medieval se convertirá en un pueblo sedentario,
y la Edad Media, época de marchas y de cabalgatas, se hallará a punto de
terminar. No es que la Baja Edad Media ignore la vida nómada. Pero, a
partir del siglo x1v, los errantes son considerados ya como vagabundos, hom-
bres malditos. Si antes eran seres normales, ahora la normalidad se trans-
fiere a los sedentarios. Mas, esperando ese cansancio, toda la Edad Media
itinerante pulula y se reencuentra a cada momento en la iconografía. El
instrumento pronto convertido en simbólico de esos nómadas es el bastón,
el bastón en forma de letra griega tau, sobre el cual se apoyan al caminar,
encorvados, el ermitaño, el peregrino, el mendicante y el enfermo. Pueblo
inquieto que simbolizan aún los ciegos*, como los del romance: «Sucedió
un día que por un camino, cerca de Compiegne, marchaban tres ciegos,
sin nadie para conducirlos y mostrarles el camino. Tenían los tres una
escudilla de madera e iban los tres pobremente vestidos. Seguían de esta
manera el camino de Senlís.» Pueblo inquietante a la vez, del que la Igle-
sia y los moralistas desconfían. Incluso el peregri naje, que cubre con fre-
cuencia el simple vagabundeo, la vana curiosidad -forma medieval del
turismo-, se hace ampliamente sospechoso. Ya en el siglo xn, Honorius
Augustodunensis * se inclina a condenarlo, a desaconsejarlo. «¿Hay algún
mérito -pregunta el discípulo del Elucidarium- en ir a Jerusalén o en
visitar otros lugares sagrados?» Y el maestro contesta: «Más vale dar a
los pobres el dinero que habría de gastarse en el viaje.>> La única peregri-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

nac10n que adm ite es la que tiene por causa y objeto la penitencia. Muy
pron to, en efecto, lo cual es bien significativo, la peregrinación deja de ser
u n acto de deseo para convertirse en un acto de penitencia. Con ella se
sanciona todo pecado grave. Significa una punición, no una recompensa. En
cuanto a quienes la realizan c<por curiosidad o pequeña gloria - sigue di-
ciendo el maestro del Elucidarium-, el único provecho que sacan de ello
es haber visto lugares agradables o bellos monumentos, o bien recoger la
pequeña gloria que deseaban». Los errantes son desgraciados y el turismo
una vanidad.
La lastimosa realidad de la peregrinación -sin llegar al caso trágico de
los cruzados que perecen de hambre por el camino o asesinados por los
infieles- concuerda muy a menudo con la historia de aquel pobre hombre
relatada en Leyenda dorada. ccHacia el año del Señor 1100, un francés
iba a Santiago de Compostela con su mujer y sus hijos, en parte por huir
del contagio que asolaba su país, en parte por contemplar la tumba del
santo. En la ciudad de Pamplona murió su mujer y el hostelero lo despojó
de todo su dinero, arrebatándole también la burra sobre la cual transporta-
ba a sus hijos. Tomó entonces el pobre padre a dos de sus hijos sobre sus
hombros y llevó los otros de la mano. Un hombre que pasaba con un asno
tuvo piedad de él y le entregó su asno, a fin de que pudiese montar a sus
hijos sobre la grupa de la bestia. Llegado a Santiago de Compostela, el fran-
cés vio al santo, el cual le preguntó si lo reconocía. Después le dijo : c<Soy
el apóstol Santiago. Y fui yo quien te dio el asno para venir aquí. Igualmen-
te te daré otro para regTesar. .. »
¡Mas cuántos peregrinos carecieron incluso del socorro de un asno mi-
lagroso ... 1
No faltaban, en efecto, las pruebas, ni los obstáculos que se oponían a
los desplazamientos. Cierto que la vía fluvial se utiliza siempre que resulta
posible. Pero quedan muchas tierras que es preciso cruzar. La excelente
red de caminos romanos ha desaparecido casi por completo, arruinada por
las invasiones, falta de cuidados y, por otro lado, mal adaptada a las nece-
sidades de la sociedad medieval. Para ese pueblo de peatones y de caba-
lleros, en el que los transportes se hacen sobre todo a lomo de bestias de
carga o d e carretas arcaicas, para ese pueblo que no tiene prisa - se desvía
de su ruta sin esfuerzo, ya para evitar el castillo de un caballero saqueador,
ya para visitar cualquier santuario próximo-, la vía romana, recta, pavi-
mentada, camino de soldados y de funcionarios, no presenta gran interés.
Prefiere ir a lo largo de las sendas, de los caminos, de una red de itinerarios
diversos que varían entre algunos puntos fijos: ciudades de feria, lugares

190
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

de peregrinación, puentes, vados o gargantas. ¡Cuántos obstáculos se han


de franquear l El bosque, con sus peligros y sus terrores, surcado sin embar-
go de pistas: N icoletta, «siguiendo los viejos senderos del espeso bosque,
llega a una ruta donde se cruzan los siete caminos que discurren por el
paísn; los bandidos, caballeros o villanos, emboscados en un rincón de un
bosque o en lo alto de una roca: Joinville, al descender por el Ródano,
observa «la Roca de Glun, ese castillo que el rey había hecho derribar
porque el señor llamado Roger había sido acusado de despojar a los pere-
grinos y los mercaderesn; las tasas innumerables que gravan las mercancías,
que incluso, a veces, recaen sobre los simples viajeros, en los puentes, en
los desfiladeros, en los ríos; el mal estado de las rutas, en las cuales es tan
fáci l atascarse, que conducir una carreta de bueyes requiere la competencia
de un hombre de oficio.
Un héroe de cantar de gesta, como el Bertrand de Charroi de Nzmes,
sobrino de Guillermo de Orange, queda en ridículo cuando pretende dis-
frazarse de carretero. La ruta medieval es desesperadamente larga, deses-
peradamente lenta. Si se sigue a los viajeros que viajan con mayor veloci-
dad, los mercaderes, se comprueba que las etapas varían entre los 25 y los
60 kilómetros por día, según la naturaleza del terreno. Se precisan, dos
semanas para ir de Bologne-sur-Mer a Aviñón, veintidós días de las ferias
de Champagne a Nimes, once días de Florencia a Nápoles. Y, no obstante,
la sociedad medieval se agita sin cesar «en una especie de movimiento
browniano, a la vez perpetuo e inconstante», como ha dicho Marc Bloch.
Casi todos los hombres de la Edad Media evolucionan contradictoriamente
entre estas dos dimensiones: los horizontes cerrados del calvero en que
viven y los horizontes lejanos de la Cristiandad entera. Cada cual puede
decidir repentinamente partir de Inglaterra hacia Santiago de Compostela
o hacia Toledo, como esos clérigos ingleses del siglo xn, ávidos de la cultura
árabe; de Aurillac a Reims; de Vic, en Cataluña, a Rávena y a Roma,
como hace Gerbert al final del siglo x; de Flandes a San Juan de
Acre, como tantos cruzados; de las orillas del Rin a las del Oder o el
Vístula, como tantos colonos alemanes. Los únicos que pueden considerarse
aventureros, a los ojos de los cristianos medievales, son aquellos que fran-
quean las fronteras de la Crisüandad: misioneros o mercaderes, que des-
embarcan en África o en Crimea o desaparecen en Asia.
Más rápida es la ruta del mar. Cuando los vientos son favorables, un
navío puede hacer hasta 300 kilómetros en un día. Ahora bien, los peligros
son mayores aún que en tierra. La rapidez ocasional puede quedar compen-
sada por súbitas calmas chichas o por vientos y corrientes contrarios.
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

Embarquémonos, por ejemplo, con Joinville en dirección a Egipto.


«En el mar nos pasó una cosa maravillosa: nos hallábamos ante una mon-
taña completamente redonda, en las costas de Berbería. Era la hora de las
vísperas. Navegamos toda la noche y bien pensamos haber hecho por lo
menos cincuenta leguas, cuando, al día siguiente, nos encontramos de nue-
vo ante la misma montaña. Y esto nos ocurrió por dos o tres veces.»
Y aun esos retrasos carecen de importancia si se comparan con el riesgo
de los piratas y las tempestades. Joinville descubre pronto la loca temeri-
dad de los «mercaderes aventureros»: ((No pude por menos de reflexionar
que es bien insensato el que osa ponerse en tal peligro con bienes ajenos o
en estado de pecado mortal; pues uno se duerme por la noche sin saber
si al día siguiente por la mañana no se encontrará en el fondo del mar.»
Pocos clisés han obtenido mayor éxito durante la Edad Media que
el de la nave en la tempestad, episodio cargado de una realidad vivamente
experimentada. Ningún incidente reaparece con más regularidad en la
vida de numerosos santos que el de una travesía real o simbólica, repre-
sentada en multitud de miniaturas y vidrieras. Ningún milagro está más
extendido que el de la intervención de un santo para apaciguar una tem-
pestad o resucitar a un náufrago. Veamos el de San Nicolás, relatado en la
Leyenda dorada de Jacques de Voragine: ((Cierto día, encontrándose en
peligro en el mar, unos marineros rogaron así con lágrimas en los ojos:
" ¡Nicolás, siervo de Dios, si es verdad lo que nos ha sido dicho de ti, haz
que lo experimentemos ahora 1" En el acto apareció ante ellos alguien que
tenía la figura del santo y les dijo: "¡Me habéis llamado 1 ¡Aquí estoy 1"
Y comenzó a ayudarlos en el manejo de las velas y las maromas y los res-
tantes aparejos del barco. E inmediatamente cesó la tempestad.»
Pero es preciso ahora discernir a través de qué resortes el bosque, el
camino y el mar conmueve la sensibilidad de los hombres de la Edad Media.
Más que por sus aspectos verdaderos, por sus peligros reales, los emocionan
por los símbolos que contienen. El bosque representa las tinieblas o, como
en la chanson d'enfance del Minnesiinger Alejandro el Errante -der wilde
Alexander-, el siglo con sus ilusiones. El mar es el mundo y sus tentacio-
nes. El camino simboliza la búsqueda y la peregrinación.

Los hombres de la Edad Media entran en contacto con la realidad


física por intermedio de abstracciones místicas y pseudocientíficas.
La Naturaleza se reduce para ellos a los cuatro elementos que campo-
III. l':S CUl.TlJRA RO:ll1Í.NICA: LA VIRGEN
Y EL N l.ÑO .

La escultura en madera disputa en el


siglo Xfl la p-rimacía a la escultura en
jJi edra. La policromía se ha conserva-
rlo a veces hasta nuestros días . Ella nos
da el mejor testimonio del gusto romá-
nico. El tema ele la Virgen con el Niño
disfruta de una gran difusión con lo
extensión del culto mariano. Virgen en
majestad, sentada en su trono, expresi-
va pero rígida, bien diferente de las
Vírgenes de misericordia, más humil-
des y más naturales, que se impondrán
en el siglo XIV. El. Museo de Arte de
Cataluña, en Barcelona, guarda algu-
nos ele los más bellos ejemplares de
madonas románicas. (Barcelona, 111 u-
se o de Arle de Catalui"írt.)
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEIVIPORALES

nen tanto el universo como el hombre, universo en miniatura, microcosmos.


Tal como lo explica el Elucidarium, el hombre corporal está formado por
los cuatro elementos. «Por eso se le llama microcosmos, es decir, mundo en
reducción. Está, en efecto, compuesto de tierra: la carne; de agua: la san-
gre; de aire: el aliento; de fuego: el calor.»
De los más sabios a los más ignorantes, ostentan una misma visión del
universo, progresivamente degradada. En una cristianización más o menos
extraída de viejos símbolos y mitos paganos, se personifican las fuerzas de
la Naturaleza en una extraña cosmografía: A la manera de los cuatro ele-
mentos, los cuatro ríos del paraíso, los cuatro vientos de las innumerables
rosas de los vientos que figuran en los manuscritos, interponen su imagen
entre las realidades naturales y la sensibilidad humana. Será preciso, como
veremos, que los hombres de la Edad Media recorran un largo camino para
volver a encontrar, más allá del telón del simbolismo, la realidad física del
mundo en que viven.
La amplitud de esos movimientos, de esas migraciones, de esas agita-
ciones, de esos viajes es, en realidad, singularmente restringida. El hori-
zonte geográfico se limita a un horizonte espiritual, el de la Cristiandad.
Más que la imprecisión de los conocimientos que pasean los doctos en mate-
ria de cosmografía -se admite en general que la Tierra es redonda y se
halla inmóvil en el centro del Universo, y se imagina, siguiendo en esto a
Aristóteles, un. sistema de esferas concéntricas; a partir de los comienzos
del siglo xm, el sistema se hace más complicado y más cercano a la realidad
del movimiento de los planetas según Ptolomeo-, resulta notable la fan-
tasía que informa a la geografía medieval más allá de Europa y ele Ja cuenca
mediterránea. Y más notable todavía es la concepción teológica que inspira
hasta el siglo xm la geografía y la cartografía cristianas. Por regla general,
la ordenación de la Tierra está determinada por la creencia de que Jeru-
salén es el ombligo del mundo. El Oriente, que los mapas sitúan la ma-
yoría de las veces en la parte alta, en el lugar de nuestro Norte, culmina
en una montaña (recientemente identificada con el Tak.t-i-Sulaymán, en el
Azerbaiyan), en la que se encuentra el paraíso terrenal y de la que salen
los cuatro ríos paradisíacos: el Tigris, el Éufrates, el Pisón, ordinariamente
identificado con el Ganges, y el Geón, que corresponde al Nilo. Los vagm
conocimientos que los cristianos poseen de esos ríos presentan algunas difi-
cultades. Se las salva fácilmente. Por ejemplo, se asegura que las fuentes
conocidas del Tigris y el Éufrates no son las fuentes originales, las cuales
se hallan en el flanco de la montaña del Edén. Lo que ocurre es que sus
aguas se pierden largamente en las arenas de los desiertos antes de volver
!.A CLVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

a reaparecer. En cuanto al Nilo, Joinville, en su narración de la VII Cru-


zada en Egipto, atestigua que los musulmanes, detenidos por las cataratas,
no han logrado remontarlo hasta su fuente, maravillosa, pero real.
«Conviene ahora hablar del río que cruza Egipto y viene del paraíso
terrenal.. . En el lugar por donde el Nilo penetra en Egipto, las gentes,
acostumbradas a este trabajo, lanzan por la noche sus redes desplegadas al
río. Y cuando llega la mañana, encuentran en ellas los productos preciosos
que el río trae al país: jengibre, ruibarbo, maderas de áloe y canela. Se
dice que esas especias proceden del paraíso terrenal, arrancadas por el vien-
to de los árboles del paraíso, como las ramas secas que el viento derriba en
el bosque ... Se dice también en el país que el «sudán» (sultán) de Babilo-
nia intentó varias veces averiguar de dónde viene el río y que envió a gentes
con este objeto ... Éstas contaron que habían buscado la fuente del río y
que habían llegado a un gran cerro de rocas talladas, imposible de escalar.
De ese cerro caía el río. Y les pareció que lo alto de la montaña estaba
cubierto por una . gran cantidad de árboles ... »
El océano índico, que se imagina cerrado, es el gran receptáculo de
los sueños donde se expanden los deseos insatisfechos de la Cristiandad,
pobre y embridada: sueños de riqueza, ligados a las islas de los metales
preciosos, de las maderas raras, de las especias. Marco Polo * ve en él a un
rey desnudo, cubierto de piedras preciosas. Sueños fantásticos, poblados de
hombres, de animales fabulosos y de monstruos. Sueños de opulencia y
extravagancia, forjados por un mundo pobre y limitado. Sueños de una
vida diferente, de la destrucción de los tabúes, de la libertad frente a la
moral estricta impuesta por la Iglesia. Seducción de un mundo de aberra-
ción alimenticia, de la coprofagia, del canibalismo, del nudismo, de la poli-
gamia, de la libertad y del desorden sexuales. Lo más curioso es que, cuando
un cristiano se atreve excepcionalmente a llegar hasta allá, encuentra, en
efecto, maravillas. Marco Polo ve hombres provistos de cola, «gruesa como
la de un perro», y unicornios, que quizá sean rinocerontes, pero que le
decepcionan: «Es una bestia asquerosa y muy desagradable de ver. No es en
manera alguna como la describimos desde aquí, cuando pretendemos que
se deja llevar por el cabestro por una muchacha.>>
Los hombres de la Edad Media, que han recogido la tradición de los
geógrafos de la Antigüedad, dividen la tierra en tres partes: Europa, Asia
y Africa. Ahora bien, cada una de ellas tiende a identificarse con un área
religiosa. El peregrino inglés que escribió un Itinerario de la lll Cruzada
afirma: «Así dos partes del mundo asaltan a la tercera. Y Europa, que, a
pesar de todo, no reconoce en su totalidad el nombre de Cristo, debe batirse

1 94
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

con las otras dos.>> Esta Europa, que la presencia musulmana en España
priva de identificar por completo con la Cristiandad, continúa siendo, por
este motivo, para los occidentales una noción incómoda, pedante, abstracta.

La realidad es la Cristiandad. En función de ella, el cristiano de la


Edad Media define al resto de la humanidad y se sitúa a sí mismo con rela-
ción a los demás. En primer lugar, con relación a Bizancio.
Después de io54, el bizantino se identifica con el cismático. Pero, aun-
que ese agravio de separación, de secesión, es esencial, los occidentales no
alcanzan a definido con exactitud o, por lo menos, a designarlo bien. Por-
que, a pesar de las divergencias teológicas -en particular la cuestión del
Filioque: los bizantinos rechazan la doble procedencia del Espíritu San-
to, limitándola a la del Padre y negando la del Hij0-, a pesar, sobre todo,
del conflicto institucional -el patriarcado de Constantinopla se niega a
reconocer la supremacía del papa-, los bizantinos son también cristianos.
Ya a mediados del siglo xn, en ocasión de la II Cruzada, vemos a un faná-
tico occidental, el obispo de Langres, soñar la toma de Constantinopla y
empujar al rey de Francia, Luis VII, a declarar que los bizantinos no son
«cristianos de hecho, sino sólo de nombren y culpables de h erejí as. Una
gran parte del ejército de los cruzados consideraba que «los griegos no eran
en manera alguna cristianos y que matarlos suponía una bagatela>>. Tal
antagonismo constituía el resultado de alejamiento que, a partir del siglo rv,
se había convertido en un verdadero foso. Unos y otros habían dejado de
comprenderse, especialmente por parte de los occiden¡ales, los cuales, inclu-
so los más sabios de ellos, ignoraban el idioma griego, graecwn est, non
legitur.
La incomprensión se fue transformando poco a poco en odio, hijo de
la ignorancia. Con respecto a los griegos, los latinos experimentan una mez-
cla de envidia y de desprecio, que nace del sentimiento más o menos oculto
de su propia inferioridad. Los latinos achacan a los griegos el ser amanera-
dos, cobardes, mentirosos. Les reprochan principalmente ser ricos. Es el
sentimiento reflejo del guerrero bárbaro y pobre ante el rico civilizado.
En el año 968, el lombardo Liutprancl, obispo de Cremona, enviado
por el emperador alemán Otón 1 a Constantinopla, regresó lleno de odio
su corazón, odio nacido ele la poca consideración que se le había manifes-
tado. ¿Acaso el «basileusn N icé foro no le ha dicho a la cara: «No sois roma-
no, sino lombardo»? A lo que él contesta: c<Rómulo era un fratricida. La

195
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Historia lo prueba. Y dice también que él abrió un asilo para acoger a los
deudores insolventes, a los esclavos fugitivos, a los asesinos, a los condena-
dos a muerte y que se rodeó de una multitud de gentes de esa clase, a los
que llamó romanos. Nosotros, lombardos, sajones, francos, loreneses, báva·
ros, suevos, borgoñones, despreciamos a esa gente, hasta tal punto que, cuan·
do montamos en cólera, no tenemos para nuestros enemigos otro insulto
que esa palabra: " ¡Romano 1" Porque en ese solo nombre de romano se
comprende toda bajeza, toda cobardía, toda concupiscencia, todo desorden,
toda mentira, peor todavía, un resumen de todos los vicios ... » Y añade el
agravio religioso, anterior al cisma: <CTodas las herejías han nacido entre
vosotros, han logrado éxito entre vosotros. Nosotros, los occidentales, las
hemos yugulado, las hemos aniquilado.» Para rematar la humillación,
he aquí que, a su partida, Liutprand se ve despoj ado por los aduaneros
bizantinos de cinco capas de púrpura, cuya exportación estaba prohibida:
sistema incomprensible para un bárbaro, que vive en medio de una orga-
nización económica rudimentaria. Y el insulto brota de nuevo: <CEsas gen-
tes son blandas, afeminadas, de mangas anchas, tocadas con tiaras y tur-
bantes, mentirosos, castrados, indolentes, van vestidos de púrpura. Pero hé-
roes, hombres llenos de energía, conocedores de la guerera, llenos de fe y
de caridad, sumisos a Dios, llenos de virtudes, no los hay en absoluto en-
tre ellos.»
El pretexto oficial para que el ejército occidental de la IV Cruzada
se apreste, en 1.203, a tomar Constantinopla estriba en que el emperador
Alexis III es un usurpador, pero los eclesiásticos han de calmar los escrú-
pulos religiosos de ciertos laicos mbrayando el carácter cismático de los
bizantinos: <CLos obispos y los clérigos del ejército celebraron consejo -es.
cribe el cronista Roberto de Clarí- y juzgaron que la batalla era legítima
y que se podía atacarlos, dado que antiguamente obedecían la ley de
Roma y ahora ya no la obedecían. Por lo tanto, dijeron los obispos, ata-
carlos no era pecado, sino muy al contrario, obra de gran piedad.»
Cierto que la unión de las Iglesias, es decir, la reconciliación de Bi-
zancio ·c on Roma, se mantiene casi constantemente sobre el tapete y sin
cesar tienen lugar negociaciones, con Alexis I en 1089, con Juan II en 1141 ,
con Alexis III en 1197 y con la mayoría de los emperadores a partir de
mediados del siglo xm y hasta 1453· La unión parece incluso realizada en
el Concilio de Lyón de 1274 y, una última vez aún, en el Concilio de Flo-
rencia de 1439· Pero los ataques dirigidos contra el Imperio bizantino por
los normandos de Roberto Guiscard en 1081 y de Bohemond en u 85, y la
toma de Constantinopla por los occidentales el 13 de abril de 1204, no
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

permiten conseguirlo. El fracaso de la unión de las Iglesias proviene de


una hostilidad fundamental entre los que se llamaban mutuamente, con
injurioso afán, latinos (y no cristianos), griegos (y no romanos). Incom-
prensión de los rudos bárbaros, que oponían su simplicidad a la sofistica-
ción de una civilización informada por el ceremonial, de una educación
secular congelada en etiqueta. En I 097, durante la recepción concedida a
los cruzados lorenos por Alexis I, uno de aquéllos, irritado por tanta eti-
queta, se sienta en el trono del ccbasileus», ccencontrando que no era conve-
niente que un solo hombre pudiese sentarse cuando tantos valientes gue·
rreros permanecían en pie».
Las mismas reacciones encontramos entre los francos de la II Cru-
zada. Impaciencia de Luis VII y de sus consejeros ante las maneras de los
enviados bizantinos y el lenguaje ampuloso de sus arengas. El obispo de
Langres, sintiendo compasión por el rey y no pudiendo soportar las largas
frases del orador y del intérprete, les dice: ce Hermanos, haced el favor de
no hablar con tanta frecuencia de la gloria, la majestad, la sabiduría y la
religión del rey. Él se conoce y nosotros le conocemos también. Decidle,
pues, más rápidamente y sin tantos rodeos qué es lo que queréis.»
Oposición asimismo en las tradiciones políticas. Los occidentales, para
quienes la primera virtud es la fe --la buena fe del feudal- , ta han de
hipocresía los métodos bizantinos, impregnados de la razón de Estado.
ccPues, entre ellos -escribe aún Eudes de Deuil, el cronista franco de la
II Cruzada-, es opinión generalmente admitida qu e no se puede re-
prochar a nadie el perjurio que comete por la causa del Imperio sagrado.>>
A este odio latino corresponde el desprecio griego. Ana Comnena,
hija del emperador Alexis, que ha visto a los occidenLal s de Ja I Cru-
zada, los pinta como bárbaros groseros, charlatanes, orgullosos, versátiles.
Son_ guerreros, y los griegos, que prefieren la n egociac ión y a los que repugna
la pelea, se muestran refractarios a la guerra santa y se sienten, como Ana,
llenos de horror ante todos esos eclesiásticos, obispos y presbíteros, que se
entregan en persona al combate. ¿Cómo se puede ser a la vez un hombre
de Dios y ccun hombre de sangre, que respira el homicidio»? Pero lo que
mayor horror inspira a los bizantinos es la codicia de los occidentales, ccdis-
puestos a vender mujer e hijos por un óbolo».
La riqueza de Bizancio es, en fin, el último reproche y la primera
codicia de los latinos. Todos los cronistas de las primeras Cruzadas que
pasan por Constantinopla dan de ella una descripción que deslumbra,
inspirada por la admiración. Para esos bárbaros, que viven miserablemente
en fortalezas primitivas o en aldeas miserables -las ccciudadesn occiden-

197
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

tales no cuentan más que con algunos millares de habitantes y el urba-


nismo es totalmente desconocido en ellas-, Constantinopla, con su pro-
bable millón de habitantes, sus riquezas monumentales y sus almacenes
- los cruzados resultan enternecedores cuando Eudes de Deuil nos los mues-
tra haciendo su shopping ( l) o recibiendo a los mercaderes griegos incluso
en sus tiendas de campaña: «Así comprábamos una camisa por menos de
dos dineros, y treinta camisas por tres sueldos menos un marco»-, repre-
senta la revelación de la ciudad. En 1097, Foulcher de Chartres, entre
tantos otros, abre desmesuradamente los ojos ante el espectáculo: « ¡Qué
noble y bella ciudad es Constantinopla! ¡Cuántos monasterios y palacios,
construidos con un arte admirable, se ven en ella! ¡Cuántas obras admi·
rables se pueden contemplar ostentadas en las plazas y en las calles 1 Sería
demasiado largo y fastidioso exponer con detalle la abundancia de riquezas
de todo tipo, de oro, de plata, de telas de mil clases y de santas reliquias
que se encuentran en esa ciudad, a la que, en todo momento, numerosos
navíos traen todas las cosas necesarias a los deseos de los hombres ... »
Suprema atracción, las reliquias. He aquí el inventario, hecho por
Roberto de Clarí, de las halladas por los cruzados de uw4 en una sola
iglesia, la Virgen del Faro: «Se encontraron en ella dos fragmentos de
la Vera Cruz, tan gruesos como la pierna de un hombre y tan largos como
una media toesa. Y se encontró también el hierro de la lanza con la que
fue herido el costado de Nuestro Señor y los dos clavos con que clavaron
sus manos y sus pies. Y se encontró también, en una botellita de cristal,
una gran parte de su sangre. Y se encontró también la túnica que había
llevado y de la que fue despojado cuando lo llevaron al Calvario. Y se
encontró también la corona bendita con la que fue coronado, que era de
juncos marinos, tan puntiagudos como hierros de leznas. Y se encontró
también el vestido de Nuestra Señora y la cabeza de monseñor San Juan
Bautista y tantas otras reliquias que no podría describirlas.» Botín de
calidad para los ladrones piadosos, que guardarán su presa, y para los
ávidos saqueadores, que la venderán muy cara.
Incluso para los occidentales que no han contemplado sus maravillas,
Bizancio significa durante la Edad Media la fuente de casi toda riqueza.
Las más valiosas importaciones latinas vienen de él, ya sea Bizancio el
productor o el distribuidor. De allí proceden las telas preciosas -la seda
sigue siendo durante largo tiempo un secreto exclusivo de Bizancio, arran-
cado por él a la China en el transcurso del siglo vr-, de allí la moneda

(1) En inglés en el original: ir de compras. - N. del T .

198
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

de oro, que se mantiene inalterable hasta finales del siglo XI y a la que los
occidentales llamarán simplemente el bizantino, el besant, ese «dólar de
la Edad Media)).
Y ante esas riquezas, ¡cuántas tentaciones 1
En el dominio espiritual, el Occidente puede aún contentarse con
tomar cosas a préstamo, a veces con gratitud y deslumbramiento. Los
teólogos occidentales del siglo xu descubren o, mejor, redescubren la teo-
logía griega y algunos saludan esa luz que llega de Oriente : Orienta/e lu-
m en. Alain de Lille añade incluso con humildad: Qui· latin itas penuriosa
est ... «Pues la latinidad es indigente ... ))
Se puede aún intentar rivalizar con Bizancio. Una de las actitudes
más curiosas que adopta el Occidente medieval al tratar d e liberarse
de la realidad y del mito bizantinos consiste en esa humillación que le in-
fringe imaginativamente. Tal ocurre en la asombrosa canción de gesta
del Pelerinage d:e Charlemagne, escrita en la segunda mitad del siglo x r.
Carlomagno, al regresar de Jerusalén con sus doce pares, pasa por Cons-
tantinopla, donde es fastuosamente acogido por el rey Hugón. Tras un
magnífico festín, el emperador y sus compañeros, un poco bebidos, se en-
tretienen en su cámara en «gabarn , es decir, en hacer gala de relatos ima~
ginarios en los que cada uno se ingenia para alabar una proeza extraor-
dinaria. La burla, el gab, es la forma grosera del humor cab alleresco. En
el poema, los gabs de los francos ridiculizan, como puede suponerse, al rey
Hugón y a sus griegos. Especialmente, Roldán se compromete a h ace r sonar
el cuerno con tanta fuerza como para que a Hugón se le po ngan los pelos
de punta. El incidente no supondría sino una broma d e mal gusto sin
consecuencias, a no ser porque un espía bizantino, ocul to tras una co-
lumna, lo ha escuchado todo y se apresura a r eferirlo al r ey Hugón. Éste,
furioso, desafía a sus huéspedes para que pongan en obras sus jactancias.
La intervención divina permite a los francos cumpli r en efecto sus gabs
y el rey Hugón, vencido, se declara «el hombre )), el vasallo, de Carlomagno
y ordena se dé una gran fiesta. en la que los dos emperadores ostentan
sendas coronas de oro.
Sin embargo, ese tipo de desahogos poéticos no podían bastar para
satisfacer tantas envidias y rencores acumulados. La envidia latina contra
los bizantinos culmina en el asalto del 13 de abril de 1204, con matanza
atroz de hombres, mujeres y niños, saqueo en el que se sacia por fin la
envidia y el odio. «Desde la creación del mundo, jamás se había obtenido
semejante botín en una ciudad)), dice el historiador de los cruzados Ville-
hardouin. Y el cronista bizantino N icetas Coniatés añad,e: «Los mismos
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

sarracenos son buenos y compasivos en comparación con esas gentes que


llevan la cr uz de Cristo en la espalda.»

* * *
La hostilidad hacia los bizantinos no dejaba de producir cierta cns1s
de conciencia entre los cristianos medievales que se hallaban en más ín-
timo contacto con ellos. Frente a los musulmanes, por el contrario, parece
que no existía problema. El musulmán es el infiel, el enemigo elegido,
con el cual no puede ni soñar en pactar. Entre cristianos y musulmanes,
la antítesis es total. Así la define el papa Urbano II al predicar en Cler-
mont la 1 Cruzada en 1095: «¡Qué vergüenza no sería para nosotros si
esta raza infiel, tan justamente despreciada, degeneración de la dignidad
humana y vil esclava del demonio, triunfase del pueblo elegido de Dios
todopoderoso ... ! A un lado estarán miserables privados de los verdaderos
bienes, al otro hombres colmados de verdaderas riquezas. De un lado com-
batirán los enemigos del Señor, del otro sus amigos.» Tal como afirma el
papa, los cristianos ven en los musulmanes una raza de «Subhombres». En
el cantar de gesta Aliscans, el poeta, refiriéndose a Viviano moribundo,
exclama:
Quinze blessures a par le corps béantes,
Un Sarrasin mourrait de la moins grande.

(Quince heridas tiene abiertas en el cuerpo, un sarraceno moriría de


la más pequeña de ellas.)

Mahoma es uno de los más terribles espantajos de la Cristiandad


medieval. Atormenta las imaginaciones cristianas en una visión apocalíp-
tica. Su nombre no aparece- sino con referencia al Anticristo. A mediados
del siglo xu, el abad de Cluny, Pedro el Venerable, lo sitúa en la jerar-
quía de los enemigos de Cristo, entre Arrio y el Anticristo. Joachim de
Flore'", a finales del mismo siglo, afirma que Mahoma «prepara el Anticris-
to igual que Moisés preparó a Jesús». Una caricatura de Mahoma que orna-
menta el margen de un manuscrito de 1162 -una traducción latina del
Corán- lo representa en forma de monstruo .
No obstante, la historia de las actitudes que adoptan los cristianos
medievales con relación a los musulmanes está llena de variaciones y de
matices. Cierto que Alvaro de Córdoba, en el siglo 1x, ve en Mahoma a la
Bestia del Apocalipsis. Pero Paschase Radbert, aun haciendo especial men-

200
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

ción del antagonismo fundamental (que afronta muy bien desde el punto
de vista geográfico) existente entre la Cristiandad, la cual debería exten-
derse sobre el mundo entero, y el Islam, que le ha arrancado una vasta
extensión de la tierra, distingue cuidadosamente entre los musulmanes,
que han recibido el conocimiento de Dios, y los gentiles, que lo ignoran
todo sobre Él. H asta el siglo XI, las peregrinaciones cristianas a Palestina,
conquistadas por los musulmanes, se efectúan pacíficamente. Tan sólo entre
algunos teólogos se perfila ya una imagen apocalíptica del Islam. El panora-
ma cambia por completo en el transcurso del siglo XI, cuando toda una pro-
paganda que trae a primer plano los odios cristianos contra los secuaces de
Mahoma, prepara y organiza las Cruzadas. Los cantares de gesta son el testi-
monio de ese momento, en que se mezclan los recuerdos de la simbiosis islá-
mico-cristiana conseguida en las fronteras de los dos dominios y la afirma-
ción desde ahora de una confrontación sin piedad. En Mainet, que consti-
tuye la gesta del pequeño Magno, es decir, de Carlomagno niño, se ve al
héroe servir al rey sarraceno de Toledo y recibir de él el título de caballero,
como un eco de las realidades españolas histórico-legendarias, encarnadas en
el Cid. Pero al mismo tiempo, tanto Carlomagno como la mayor parte de
los héroes se presentan en los cantares de gesta animados de un solo deseo:
batirse contra el sarraceno y humillarlo. Toda una mitología, que se re-
sume en el duelo entre el caballero cristiano y el musulmán, r ina en
adelante. La lucha contra el infiel se convierte en el último fin del ideal
caballeresco. El infiel, por otro lado, es considerado d esde enton ces como
un pagano, un pagano endurecido, que se ha negado el finitivamente a
la verdad, a la conversión. En la bula de convocatori a del IV Concilio
de Letrán ( 1213), Inocencio III llama a los cristianos a la ruzada contra
los sarracenos, a los que trata de paganos, y Joinville el nomina constante-
mente al mundo musulmán como la pa"iennie, la pagani lad.
Y, no obstante, a través de ese telón corrido entre cristianos y musul-
manes, que parece no levantarse si no es para combatir, a través de ese
frente guerrero, los intercambios, las corrientes pacíficas continúan e in-
cluso se amplifican.
Intercambios comerciales en primer término. El papado nada logra
con decretar el embargo sobre las mercancías cristianas destinadas al mun-
do musulmán. El contrabando sobrepasa tales prohibiciones. Los papas
terminan por admitir derogaciones, brechas en ese bloqueo con que los
cristianos padecen más que los musulmanes, y llegan incluso a conceder
licencias. Los venecianos se muestran maestros en el juego. En 1198, por
ejemplo, tras convencer al papa de que, desprovistos como están de re-

201
18
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 47 A 73

47. GEOG RA F Í A MEDIEVAL: LOS TRES 49· TEOLOGÍA DE LOS ELEMENTOS: SIM-
CONTINENTES . BOLISMO Y VIDA DE LA PIEDRA.

La personificación de África, Asia y La piedra ha desempeñado un papel


EurojJa ha sido un tema favorito de la de primera línea dentro del simbolis-
iconografía románica, a cuya populari- mo cristiano (en especial se utiliza la
dad han contribuido seguramente las comparación entre la piedra y la Igle-
Cruzadas. Estas estatuitas de bronce sia). El C1 istianismo ha heredado, sin
dorado y cincelado que adornan la duda alguna, en este dominio algunas
base de un candelabro pascual fueron de las concepciones hilozoístas griegas,
fundidas por separado hacia el I I70. de acuerdo con las cuales la materia es-
Bello ejemplar procedente de la re- taba animada de vida. La miniatura
gión del Afosa, que exportó e irra- pertenece al famoso manuscrito del co-
dió su arte por toda la Cristiandad a mentario al Apocalipsis de Beatus, es-
finales del siglo XI y en el transcur- crito .en la abadía de Saint-Sever en el
so del XII, gracias a la incompara- siglo XI (véase il. 89). Ilustra el co-
ble maestría que· poseían sus talleres mentario al Libro de Daniel hecho por
en las artes del metal. (Hildesheim, San jerónimo, al cual se ajusta, por
Cúpula.) razón de su carácter escatológico, el co-
mentario de Beatus. Daniel comenta
48. COSMOGRAFÍA MEDIEVAL: EL AIRE Y el sueño de Nabucodonosor (Daniel 2,
LOS VIENTOS. JI-45), que ha visto una piedra caída
de una montaña golpear la estatua del
Esta miniatura del Liber pontificalis
coloso de pies de barro, romperla y
de Reims (colección del siglo XII don- convertirse en una montaíia que llena
de se reseñan las funciones litúrgicas toda la tierra. La piedra anuncia el rei-
del obispo, perteneciente al capítulo no de Dios, que destruirá los reinos te-
de la catedral) demuestra que el moti-
rrestres, hechos de hierro, de bronce,
vo oriental de los personajes radiales
de plata y de oro, pero cuyos pies son
inscritos en una esfera ha sido imitado
de barro. (París, Biblioteca Nacional,
por la ciencia álegórica de la Edad Me-
manuscrito latino 8878, fol. 5I vuelto.)
dia. En la miniatura, el aire, fuente de
toda armonía, rodeado de Orfeo, de Pi-
tágoras y de Arión, se inscribe en un 50. TEOLOGÍA DE LOS ELEMENTOS : EL
AGUA. LOS CUATRO RÍOS DEL PARAÍSO.
círculo que contiene en medallones la
representación de las nueve Musas. El tema de los cuatro ríos del Paraíso
Con las manos y los pies sujeta las aparece por vez primera en un mosai-
cabezas aladas de los cuatro vientos. co de San juan de Letrán (Roma) a co-
(Reims, Biblioteca Municipal, núme- mienzos del siglo IV. A partir del si
ro 672 .) glo XI, la representación se hace más

202
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49

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52
55
62
66
68
EPÍGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 47 A 73

frecuente y los ríos son personificados la selva". (Munich, Biblioteca del Es-
a la manera de los dioses-fuentes anti- tado bávaro, Clm 4660, fol. 64 vuelto.)
guos (véase il. 84 y lám . en colores VII).
Su simbolismo se enlaza evidentemente 52. CARTOGRAFÍA MEDIEVAL: EL MUNDO

con el mito del paraíso terrestre, pero EN EL SIGLO XIII .

también con el poder salvífica del agua, Ejemplar característico de la cartogra-


fuente de vida. Reciben su virtud del fía medieval. Mapa en forma de rueda,
donde los tres continentes aparecen dis-
Salvador (véase il. 84 ), es decir, de Cris-
to, simbolizado aquí en el centro por puestos en forma de T en torno al
el Cordero. Esta placa de cobre, em- Mediterráneo central. ] erusa lén, "om-
pleada como cubierta de un evangelia- bligo del mundo", ocupa el centro. El
rio, es producto del arte de la región delparaíso t.errenal se encuentra en el ex-
Masa y data del siglo XII. Ha sido atri- tremo superior, con la región donde
buida a Godefroid de Claire de Huy están encerrados Gag y Magog, a la
(véase il. III). (París, Museo de Cluny.) izquierda. Europa ha resultado privi-
legiada gracias a la coloración. La figu-
51. EL SENTIMIENTO DE LA NATURALE- ración es urbana, hasta el pun to de
ZA: «LA BELLA SEL VA». hacerlo parecer una curiosa colección
La miniatura ornamenta un manuscri- de ciudades, fruto de la mentalidad
to de los Carmina Burana, colección histórico-geográfica cristiana. En Euro-
de poemas goliardescos compuesto en pa figuran Roma, A tenas, Constanti-
el curso del siglo XIII y procedente del nopla y París (el majJa ha sido dibu-
monasterio bávaro de Benediktbeuern jado en Saint-Denis ). En A frica, una
en Baviera. La mayor parte de los can- ciudad anónima en el Norte y, en
tos están escritos en latín y algunos, Egipto, Alejandría y Babilonia de Egip-
muy pocos, en lengua vulgar alemana, to (El Cairo). En Asia, ] erusalen, Na-
como el poema lírico -complemento a zaret, Damasco, A ntioq nia, Troya, La
un elogio en latín del verano y de Ve- Meca, Babilonia y Nínive. Alrededor,
nus- que ilustra esta miniatura. El en los hemicírculos, los Doce Vientos,
sentimiento completamente profano de orientados según los puntos cardinales.
la naturaleza no se acompaña, sin em- El majJa ilustra un manuscrito ele las
bargo, de una ejecución realista. En ese Chron iqu cs de Saint-Denis, escrito en
bosque mágico, bajo los árboles extra- fran cés a finales del reinado de San
ñamente estilizados, cohabitan el caba- Luis, a jJetición d.el rey, por el monje
llo, el león, el ciervo, la liebre y toda Primal, que ofreció el libro a Feli-
una población de pájaros. La miniatu- pe III hacia I275· Carlos V, que poseyó
ra ha recibido el nombre de la Bella el manuscrito, lo hizo copiar. (París,
Selva y de ella se ha dicho que exjJre- Biblioteca Sainte-Genevieve, manuscri-
saba los más antiguos "murmullos de to 782, fol. 374 vuelto.)
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 47 A 73

53· LOS PELIGROS DE LA RUTA: EL 55· LOS PAGANOS: LLEGADA DE SAN


BUEN SAMARITANO. ADALBERTO AL TERRITORIO DE LOS PRU-

Esta miniatura decora un rico manus- SIANOS.

crito, el Codex aureus o evangeliario Probablemente ejecutado hacia n75


de Enrique III, escrito en Renania a por artistas mos.eleses, o formados en
petición de los emperadores Conra- la región del Masa, e insp-irándose en
do JI y Enrique III hacia Io36 y ofre- la puerta de Hildesheim, ese tablero de
cido por este último a la catedral de una puerta de bronce perteneciente
Spira, fundada por su padre. La ilus- a la catedral de Gniezno representa a
tración del Evangelio sirve de pretex- San Adalberto desembarcando en Pru-
to para anécdotas y lecciones morales. sia para convertir a los paganos. El
En este caso la parábola del Buen Sa- obispo de Praga, descorazonado por la
maritano ilustra los p~e ligros corridos mala voluntad de sus ovejas, se había
durante los viajes: las asechanzas de retirado a Roma. Más tarde, había pe-
los ladrones suponen una realidad co- dido permiso al papa para evangeli-
tidiana para el 'viajero medieval. Re- zar a los feroces prusianos. Murió már-
presenta al mismo tiempo una imagen tir en Prusia, en el año 997, y la evan-
de la condición del hombre, asaltado gelización de los paganos no fue reali-
por las tentaciones y los pecados. En la zada sino por los Caballeros Teutóni-
vidriera de Sens en que figura asimis- cos, ya en el siglo XIII. El príncipe po-
mo la escena, la víctima se halla desig- laco Boleslao el V aliente compró las
nada con el nombre de Homo, el Hom-
reliquias de San Adalberto a los pru-
bre. (Bibliot eca del Escorial. Codex sianos y las depositó en Gniezno, la
Aureus, Cod. Vetrinas r7.)
metrópoli religiosa de Polonia. Los
checos se apoderaron de ella y la lleva-
54· EL INFIEL: UN SARRACENO. ron a Praga. No obstante, en la segun-
La lucha contra el infiel constituye el da mitad del siglo XII, el príncipe
deber del caballero, particularmente a Mesco el Viejo, buscando la manera de
partir del siglo XI. El infiel por anto- luchar contra la anarquía que reinaba
nomasia es el musulmán, cuya colora- en Polonia, se sirvió del culto a San
ción morena es exagerada a veces, como Adalberto como de un instrumento
en la presente ilustración, hasta el ne- para suscitar el patriotismo polaco y
gro, color del Diablo. El signo distin- la restauración de la monarquía. Se
tivo de su vestidura es con frecuencia representa aquí el tema del viaje de un
el turbante, que jJres.enta formas diver- santo en un navío y el grupo de los pa-
sas (véase ilustración 56). (Pernes-les- ganos con sus aditamentos correspon-
Fontaines, Vaucluse, Torre Ferrande, dientes: armamento, cabellos largos y
hacia r27 5.) bigotes. (Gnienzo, catedral.)
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 47 A 73

56. LOS I NFIELES : UN CABALLERO DE . del realismo de los detalles, expresa,


LA RECONQUISTA Y UN MORO . por la monstruosidad de sus dimensio-
Este bajo relieve del siglo XII, que se nes, la impresión de pesadilla que la
conserva en una casa particular de Tu- mayor parte de las gentes de la Edad
dela, procede sin duda de la colegiata Media experimentaban ante la evo-
vecina y encarna el ideal de los caba- cación del episodio bíblico. (Viena,
lleros cristianos de la Reconquista. Un Kunsthistorisch es Mnseum.)
caballero montado sobre un robusto
59· PERMANENCIA DE UN «E'X.EMPLUM»
caballo, vestido con la cota de mallas y
MEDIEVAL: LA PARÁBOLA DE LOS CIEGOS.
protegido por su escudo y por un yel-
mo cónico, blande una pesada espada Escena pintada en I568 por Pieter
en disposición de enfrentarse con un Breughel el Viejo (una copia bastante
musulmán, el cual se arrodilla sumiso. inferior de ese cuadro, realizada jJor
(Tudela, casa particular.) su hijo, se conserva en el Museo del
Louvre de París). En ella ha expresado
57· EL ANTISEMITISMO: UN JUDÍO LAPI- todo el horror de la Edad Media ante
DANDO A SAN ESTEBAN. los ciegos: realidad física y social de
El antisemitismo, que se formó viru- los enfermos e impedidos, abandona-
lento en O ccidente a jJartir del si- dos a la vagancia, tras la cu4l desapa-
glo XI, particularmente con las Cru- rece casi por completo la lección mo·
zadas, trató de buscarse una justifica- ral. (Nápoles, Museo Nazionale.)
ción, ya sea acusando de atrocidades a
60. OBSESIONES MEDIEVA i. ES: TENTA·
los judíos de la época, ya sea revalori-
CIONES DE SAN ANTONl .
zando las escenas del Evangelio que
parecían requerir la venganza de los Las tentaciones de San A nlonio pare-
cristianos de la Edad Media. El perso- cen haber sido rechazarlas largo ti em jJO
naje de la ilustración pertenece a un por el arle medieval, aunr¡ue la Leyen·
grupo de cuatro judíos lapidando a da dorada las haya evocado. Las va-
San Esteban. Las estatuillas, en bronce riantes sobre el lema del ermitaño
dorado, fueron fundidas hacia I208 asaltado jJor demonios, machos y hem-
para adornar una escudilla de plata bi- bras, se desborda durante los si-
zantina, traída de la Cruzada por el glos XIV y XV con el desencadena·
arzobispo de Halberstadt (Halberstadt, miento de la lucha contra la hechice-
catedral.) ría. Intérprete de las obsesiones medie-
vales, jerónimo Bosch añade a ellas
58. CULMINACIÓN DE UNA PESADILLA una imaginación y un delirio total-
MEDIE VAL: LA TORRE DE BABEL. mente nuevos. Como lo ha visto acer-
Pieter Breughel el Viejo pintó en I563 tadamente ]urgís Baltrusaitis, se alían
esta Torre de Babel que, a desjJ-echo en sus pinturas cuerpos vivientes y ma·
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 47 A 73

terias inorgánicas: "El hierro, la arci- dos momentos de esas aventuras: La


lla, la madera se confunden con la car- vida feliz en el paraíso (il. 62) y La fal-
ne." Bosch da las más insoportables ta (il. 63). Ambas esculturas en bronce
prolongaciones a la unión del hombre ( I z86) adornan las puertas de la cate-
con la bestia o la planta, que la ima- dral que el rey normando de Sicilia,
ginación medieval había ya realizado Guillermo II ( n66-II89 ), hizo colocar
(cuadro de r490). (Madrid, Museo del en su residencia de Monreale, cerca de
Prado.) Palermo. El autor es el mismo que la-
bró la puerta de bronce que figura en
61. EMBELLECIMIENTO DE UN SUEÑO ME- la catedral de Pisa ( I I 80), Bon nano
DIEVAL: EL PAÍS DE JAUJA O DE COCAÑA. Pisano. A diferencia de las puertas de
bronce del Norte, las italianas imitan
Este cuadro, pintado por Pieter Breu-
a las bizantinas. (Monreale, catedral.)
ghel el Viejo en I567, combina dos te-
mas medievales: el del país de Jauja o
de Cocaña, del hambre satisfecha sin 64. LA INICIACIÓN DE LA HISTORIA HU-
MANA : ADÁN Y EVA Y LA SERPIENTE.
trabajo, del hart'azgo, y el de los tres
estados de la sociedad. Un clérigo, un No sólo el material, sino también el
guerrero y un campesino, una vez har- tema explican la brutalidad de esta es-
tos, du.ermen la siesta echados debajo cena. En ella se ha tratado de subrayar
de una mesa. Huevos, cerdo, tarta, aves el pecado, "el mal". El hombre se ve
o caza, esta utopía gastronómica sigue aplastado por el enemigo, exterior e in-
siendo muy campesina. (Munich, Pina- terior (entre zo67 y no8 ). (Saint-Be-
coteca.) noit-sur-Loire, capitel del brazo sur del
pequeño crucero.)
6J? y 63. LA INICIACIÓN DE LA HISTORIA
HUMANA: ADÁN y EVA. 65. LA HISTORIA SAGRADA: EL ÁRBOL
DE JF,.SÉ.
Pocos ternas han disfrutado de mayor
éxito durante la Edad Media que las La profecía de Isaías (II, z-3): "Y una
aventuras de Adán y Eva. Ellas permi- rama saldrá del tronco de Jesé y de su
ten decir y mostrar aquello que es más raíz nacerá una flor y el Espíritu del
esencial: el nacimiento de la historia, Señor reposará en él'', ha permitido
los comienzos del hombre y del huma- crear una visión de la Historia Sagra-
nismo, las relaciones entre el hombre da propia para satisfacer a la Iglesia.
y Dios, la felicidad y la desgracia, el Jesé engendra los reyes de Judd, de los
pecado, con su sanción, pero también que sale María, que da nacimientO a
con su seducción, el cuerpo humano en Jesús. Los profetas anuncian el acon-
su desnudez y el mds bello cuadro del tecimiento. De esta manera el Antiguo
mundo: el paraíso terrenal. He aquí y el Nuevo Testamento quedan unidos.

206
EP!GRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 47 A 73

La realeza divina se alía con la reale- simbolismo tipológico, uno de los pri.
za terrestre, que recibe de ella inspira- meros ejemplos desarrollados del cual
ción y brillo. Según Emile Mdle, fue es el pie de cruz de Saint-Denis (véa-
Suger quien lanzó la moda del tema, se il. III). Tal simbolismo alcanzó una
inspirado acaso en un drama litúrgico popularidad extraordinaria desde prin-
muy popular a comienzos del siglo XII: cipios del siglo X IV, gracias a la difu-
Drama de los profetas de Cristo, que sión y la ilustración de dos obras que
aparece por primera vez en un ma- exponían toda la Historia Sagrada con
nuscrito de Saint-Martial de Limoges ayuda de este método: la Biblia de los
y data aproximadamente de I IOO (Pa- pobres y el Espejo de la salvación hu-
rís, Biblioteca Nacional, manuscrito la- mana. En el Espejo, cada hecho del
. tino IIJ9)· En el drama, que solía re- Nuevo Testamento viene anunciado
presentarse en Navidad, Isaías pronun- por tres "tipos". No alcanzando a ve-
ciaba su profecía sobre la descenden- ces la Historia Sagrada para propor-
cia de Jesé. Aquí, en una miniatura cionar estas prefiguraciones, el Espejo
de la segunda mitad del siglo XII, que r.ecurre a · za historia profana de la A n-
figura en un manuscrito de las Louan- tigüedad. La ilustración representa un
ges de la Sainte Croix de Raban Maur, fragmento de una miniatura que f or-
Jesé, del que salen David, María y je- ma parte de un manuscrito del Specu-
sús, coronado por el Espíritu Santo, se lum humanae salvationis, copia hecha
halla rodeado por Ezequiel, la Sibila, hacia IJ36 de un manuscrito de la aba-
Salomón, Abacuc, Daniel, San j uan día de Weiszenau, p.e rteneciente al
Bautista, Isaías y Sofonías. (1.Jouai, Bi- monasterio de Kremsmünster. En él fi-
blioteca Municipal, manuscrito 340, guran dos tipos de la Virgen: la hija
fol. II .) de ]efté y Semíramis en el jardín sus-
pendido. Se relaciona con el tema del
66. HISTORIA PROFANA DE LA ANTIGÜE- jardín cerrado, símbo lo de la virgini-
DAD Y SIMBOLISMO TIPOLÓGICO. dad. Semíramis se vuelve hacia él,
A partir de mediados del siglo XII, eri como María, en su vida contemplati-
un momento en que la Iglesia se ve va, se vuelve hacia la ciudad celeste.
obligada a luchar contra el catarismo, (Viena, Biblioteca Nacional, códice
herejía que rechaza en todo o en par- SN 26r:2, fol. 8 vuelto.)
te el Antiguo Testamento, se desarro-
lla una forma de simbolismo hast a 67. UN HÉROE ANTIGUO ADOPTADO Y
ADAPTADO POR LA EDAD MEDIA: ALEJAN-
entonces discreto, que pone en rela-
DRO EN BATISCAFO.
ción los hechos anteriores a la encar-
nación de ] esucristo, los "tipos", con La Antigüedad pagana, expulsada de
los hechos homólogos del Nuevo Tes· la Historia por el cristianismo, reapa-
lamento, o "antitipos". Es el llamado rece en la Edad Media con la novela
EP!GRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 47 A 73

de aventuras. El héroe más popular de la narración de la caída de Troya, al


las novelas antiguas fue Alejandro, comienzo del canto II. (Nápoles, Bi-
convertido en un superhombre, explo- blioteca Nacional, manuscrito latino 6,
rador de las maravillas de la tierra, el fol. 55.)
mar y el cielo. Esta miniatura de La
verdadera historia del buen rey Ale- 69 y 70. LAS LEYENDAS GERMÁNICAS EN

jandro (finales del siglo XIII) ilustra LA CRISTIANDAD: LA LEYENDA DE SIGURD

«comment Alíxandres se fet caler en la EN NORUEGA Y EN ESPAÑA.

mer en i tonnel de voirre», es decir, Las rutas, el comercio y las peregrina-


cómo se hizo descender hasta el fondo ciones han propagado los mismos temas
del mar en un tonel de vidrio para de un extremo a otro de la Cristian-
escrutar sus secretos. (Bruselas, Biblio- dad. La leyenda pagana escandinava
teca Real, manuscrito I ro40, fol. 70 de Sigurd Favn es bano se encuentra lo
vuelto.) mismo en los montantes de la puerta
de una iglesia en madera de Hylestad,
68. LA HISTORIA ANTIGUA EN LA EDAD Noruega (hacia I2oo), que esculpida
MEDIA: DIDO Y ENEAS. en piedra en el pórtico de la iglesia
La mitología medieval reserva un lu- protogótica de Santa María la Real en
gar para Virgilio, si bien lo hace de sobre un camino de la Reconquista, en
manera burlesca (al igual que un Aris- mino de Santiago de Compostela que
tóteles), como ocurre en un fabliau sobre un camino de la Reconquista, en
que lo presenta víctima de una coque- la cual participaron Sigurd ] orsalafak,
ta (capitel de la Trinidad de Caen), o rey de Noruega, y Carlos de Dinamar-
lo convierte en un precursor del cris- ca, pariente del rey de Aragón, Alfon-
tianismo, basándose en su .Égloga IV. so el Batallador. El episodio de Hyles-
De este ú ltimo modo aparece a veces tad que se ve en la ilustración es aquel
inserto en el árbol de Jesé. Su obra en que Sigurd, vestido de caballero, da
será bien acogida en las escuelas de muerte al herrero (personaje admirado
Chartres, especialmente durante los si- y maldito a la vez). En Sangüesa, Si-
glos XI y XII, como una Summa filo- gurd mata al dragón Fafn.er y entrega
sófica, una enciclopedia poética. Por el corazón del monstruo al herrero Re-
ejemplo: en un scriptorium de Bene- gin, el cual forja con él su espada.
vento, en el sur de Italia, se han en- (Il. 69: iglesia de Hylestad, Setesdal,
contrado, sólo para el período de los Noruega. Il. 70: iglesia de Santa María
siglos X-XII, ocho manuscritos de Vir- la Real, Sangüesa, Navarra, España.)
gilio con glosas. Sobre este manuscrito,
glosado de La Eneida, que data del si- 71. UN HÉROE MEDIE VAL : CARLOMAGNO.

glo X y procede del mencionado scrip- De todos los personajes del pasado me-
torium, se ve a Eneas haciendo a Dido dieval, es Carlomagno el que ha goza-

208
EPtGRAFES ·DE LAS ILUSTRACIONES ·47 A 73

do de mayor popularidad en toda la D ebido a esto, la escena ha sido repre-


Cristiandad. En este manuscrito de las sentada con frecuencia. En esta minia-
Crónicas de Saint-Denis, terminado ha- tura, correspondiente a un manuscrito
cia I:J7 5 (véase il. 5:2 ), la miniatura ilus- que narra la vida de San Dionisia, eje-
tra el comienzo del episodio de Ron- cutado en el scriptorium de la abadía
cesvalles. Carlomagno envía al traidor en n50, aparecen representados los
Canelón cerca de los dos reyes sarra- actos esenciales: Dios, bajo la forma de
cenos de Zaragoza: Marsilio y Baligan- la paloma del Espíritu Santo, lleva la
do. Los artistas obtienen su inspiración Santa Ampolla, con la cual San Remis
de las narraciones que, en tiempo de consagra al rey, que es también coro-
las Cruzadas, se habían hecho sobre nado. (París, Biblioteca Nacional, nue-
Carlomagno, el primer cruzado (Viaje vas adquisiciones francesas, ro98, fo-
a Oriente, compuesto por un monje de lio 50.)
Saint-Denis hacia II:J4) y que, en la
época de la Reconquista, habían desa- 73· LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA: LAS
rrollado el episodio de Roncesvalles GRANDES CRÓNICAS DE FRANCIA.
(Crónica del Pseudo-Turpín, extraída Los monjes de Saint-Denis ayudan a
entre II 40 y r r 50 del Libro de Santia- los Capetas por diversos procedimien-
go). Un monje de Aquisgrán las reunió tos, especialmente redactando una his-
por orden de Fed erico Barbarroja. Las toria nacional, centrada en la monar-
leyendas de Rolando y de Carlomagno quía y mantenida al corriente de la ac-
aparecen gráficamente relatadas en una tualidad. Esta miniatura se encuentra
vidriera ofrecida por el gremio de pe- dos veces (fol. r y, en la ilustración, fo-
leteros a la catedral de Chartres (si- lio p6 vuelto) en el manuscrito termi-
glo XIII). (París, Biblioteca Sainte-Ge- nado en Saint-Denis hacia n75, y cuya
nevieve, manuscrito 77 r.) narración llega hasta la muerte de Fe-
lipe Augusto (véase ils. 52 y 7r). Ade-
72. UN EPISODIO DE HISTORIA NACIO- más, reproduce en forma de apéndice
NAL : EL BAUTISMO DE CLODOVEO . las Enseñanzas de San Luis, a la ca-
No existe ningún acontecimiento que beza de las cuales figura esta escena. El
haya sido más importante para los re- redactor, el monje Primat, seguido del
yes de Francia (los Capetas pretendían abad de Saint-Denis, Mathieu de Ven -
descender de sus predecesores carolin- dóme, y tres monjes, ofrece el manus-
gios y merovingios y, más allá de ellos, crito a Felipe Ill, asistido de sus con-
del troyano Francus) que el bautismo sejeros laicos. (París, Biblioteca Sainte-
de Clodoveo, determinante del triunfo Genevieve, manuscrito 782, fol. 326
conseguido por los soberanos francos. vuelto.)

209
LA CIVll.IZAClóN D:EL OCCIDENTE MtDIEV AL

cursos agrícolas, no pueden vivir si no · es ·del comercio, obtienen · de lrto-


cencio 111 la autorización para comerciar cccon el sultán de Alejandría»,
a excepción, claro está, de ciertos productos estratégicos, incluidos por el
papado en una lista negra impuesta a la Cristiandad: hierro y armas,
pez, alquitrán, madera de construcción, barcos.
Intercambios intelectuales también. No es que los intelectuales cris-
tianos sientan la tentación de pasarse al otro lado. únicamente Abelardo •
ha pensado por un momento en ello, desalentado, al parecer, por la perse-
cución organizada contra él por San Bernardo y Guillermo de Saint-Thier-
ry. ccCaí -confiesa- en una tal desesperación que ya me disponía a dejar
la Cristiandad para irme entre los paganos y asegurarme, mediante el pago
de algún tributo, una vida tranquila y cristiana en medio de los enemigos
de Cristo.» Pero, en el punto culminante de las Cruzadas, la ciencia árabe se
desborda sobre la Cristiandad y, si no lo suscita, nutre por lo menos lo
que se ha dado en llamar el Renacimiento del siglo xn. A decir verdad,
lo que los árabes aportan a los sabios cristianos es, en · su mayor parte, la
ciencia griega atesorada en las bibliotecas orientales. Los sabios musulma-
nes la ponen en circulación y la llevan hasta el extremo del Islam occi-
dental, España, adonde los clérigos cristianos acuden ávidamente a res-
pirar, a medida que se desarrolla la Reconquista. Toledo, conquistada por
los cristianos en 1085, se convierte en el polo de atracción de esos sedientos,
que son, por lo menos durante la primera época, casi siempre traductores.
La moda de la ciencia musulmana ha llegado a tal extremo en la Cris-
tiandad, que Adelardo de Bath declara que, para imponer sus ideas perso-
nales, ha debido atribuirlas con frecuencia a los árabes.
:Más todavía. En Tierra Santa, lugar principal de la confrontación
guerrera entre cristianos y musulmanes, se establecen rápidamente rela-
ciones de coexistencia pacífica. Es un cronista musulmán, el español lbn
Jobair, quien lo afirma, por otra parte, con admiración escandalizada, en
ocasión de un viaje a Palestina realizado en 1184: ccLos cristianos obligan
a los musulmanes, en su territorio, a pagar una tasa, que es aplicada con
toda buena fe. Esos mercaderes cristianos, a su vez, pagan en la zona mu-
sulmana por sus mercancías. El buen acuerdo entre ellos es perfecto y la
equidad es observada en todas las circunstancias. Mientras las gentes de
guerra se ocupan en su guerra, el pueblo permanece en paz.,. La sittlación
del país, desde este punto de vista, es tan extraordinaria que el discurso
no sería capaz de agotar la materia. ¡Que Dios exalte la palabra del Islam
con su favor l »

!l 10
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

* * *
Al lado de esos especiales <<paganos» que son los musulmanes y ante
los cuales la única actitud oficial cristiana puede ser la guerra santa, otros
paganos, los que todavía adoran ídolos, se presentan de una manera com-
pletamente distinta: como posibles cristianos. Hasta finales del siglo xm,
cuando ya la Cristiandad se encuentra casi definitivamente constituida en
Europa al oeste de Rusia, de Ucrania y de los Balcanes, un trabajo mi-
sionero casi incesante dilata el mundo cristiano. U na vez convertidos a la
ortodoxia católica los invasores arrianos -visigodos y lombardos especial-
mente- y, más tarde, al comienzo del siglo VII, los anglosajones paganos,
ese frente de evangelización, como hemos visto, se sitúa al este y al norte
de Europa, tendiendo a confundirse con la expansión germánica. Cristia-
nizada de manera más o menos pacífica la Germania occidental por los
misioneros anglosajones, el más ilustre de los cuales fue San Bonifacio ""
(Winfrid), los carolingios (comenzando por Carlomagno, cuya conducta con
respecto a los sajones es típica) inauguran una tradición de cristianización
belicosa y forzada. La actitud defensiva de los carolingios frente a los
paganos subsiste todavía hasta el 955, año en que se produce la doble
victoria de Otón I sobre los magiares y los eslavos del Este y a partir de la
cual se inicia una prolongada política agresiva por parte de los germanos,
que proceden a la conversión de los paganos por la fuerza. A principios
del siglo xr, Bruno de Querfurt reprocha a Enrique II, rey de Germania,
no coronado aún emperador, el hecho de guerrear contra cristianos, los po-
lacos, y olvidarse de los lutecios paganos, a los que conviene, según la pa-
labra del Evangelio, forzar por las armas a entrar en la Cristiandad. A par-
tir de ahora, el compelle intrare pasa a ser la consigna ante los paganos,
a los cuales se aplica con facilidad el apelativo de bárbaros. El cronista
Gallus Anonimus, en el siglo XII, al situar geográficamente a Polonia, es-
cribe: «Hacia el mar septentrional, tiene por vecinas tres naciones de
bárbaros, la Seleucia (país de los lutecios), la Pomerania y la Prusia, contra
las cuales el duque de Polonia combate sin cesar, a fin de convertirlas a la
fe. Pero no ha conseguido arrancar la perfidia de su corazón por la espada
de la predicación ni extirpar su raza de víbora por la espada de la matanza.»
En efecto, frente a ese proselitismo conquistador, las resistencias son
fuertes y los despertares del paganismo numerosos y violentos. En el año
973, una gran insurrección eslava, en el país de los veletas y de los obo-
dritas, desbarata toda la organización eclesiástica entre el Elba y el Oder;

211
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

en 1038 se produce la sublevación popular polaca a favor del paganismo;


en 1040 llega para Hungría la ocasión de apostatar. Y Gallus Anonimus
subraya : «Los príncipes de estas naciones bárbaras vencidos en el combate
por el duque de Polonia se refugian a menudo en el bautismo, pero, en el
momento en que rehacen sus fuerzas, abjuran de la fe cristiana y reanudan
la guerra contra los cristianos.» La predicación cristiana obtuvo casi siem-
pre un fracaso cuando trató de dirigirse a los pueblos paganos y de per-
suadir a las masas. En general, no triunfó sino cuando supo conquistarse
a los jefes y a los grupos sociales dominantes. Para los bizantinos y los
musulmanes, la integración en la Cristiandad romana hubiera significado
una pérdida cultural, la degradación a una cultura inferior. Para los pa-
ganos, en cambio, entrar en la Cristiandad suponía una promoción. Así
lo comprendieron el franco Clodoveo a principios del siglo VI, el normando
Rollón en el 911 , el polaco Mesco en el 966, el húngaro Vaik (San Esteban)
en el 985, el danés Harald del Diente Azul (950-986), el noruego Olaf
Triggveson (997-1000). Por otra parte, las revueltas paganas toman forma,
con frecuencia, de insurrecciones sociales. Las masas retornan al paganismo
por hostilidad contra sus dirigentes cristianizados, que disponen, como nor-
ma, de fuerzas suficientes para reprimir rápidamente esas sublevaciones.
De esta manera, la <mueva Cristiandad» medieval, contrariamente a la
Cristiandad primitiva, largo tiempo integrada en su mayoría por gentes
humildes, que habían acabado por imponer su fe al emperador y a una
parte de las clases dirigentes, era una Cristiandad que había empezado por
arriba y había sido convertida por la fuerza . No conviene perder nunca
de vista esta mutación sufrida por el cristianismo en la Edad Media. En
ese mundo de violencia, la primera violencia estuvo constituida par la
conversión. Para esos hábiles jefes, que reconocieron el poder de promo-
ción del cristianismo, la única duda estribó a veces en la elección entre
Roma y Constantinopla. Mientras que polacos y húngaros, directa o indi-
rectamente, se decidieron por Roma, rusos, búlgaros y servios se inclinaron
por Bizancio. Una curiosa lucha de influencias se entabló en la Gran
Moravia durante el siglo IX: el episodio de Cirilo y Método y el original
ensayo de un cristianismo romano con una liturgia eslava. Tentativa tan
efímera como el Imperio de la Gran Moravia. El catolicismo romano se
impondría por fin en Moravia y en Bohemia con el Estado feudal de los
Przemyslidas. ·
Estabili zada al norte de la cuenca occidental del Mediterráneo, donde,
si bien consiguió rechazar a Bizancio y al Islam de España, Sicilia e Italia
del Sur, fracasó en el siglo xm en lo que respecta a Grecia y Palestina,

21.2
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

la Cristiandad occidental se fijó , pues, durante ese mismo siglo xm, desde
Lituania a Croacia.

Fue entonces cuando esa Cristiandad descubrió, entre los musulmanes


y los bárbaros, una tercera especie de paganos: los mongoles. El mito mon-
gol es uno de los más curiosos de la Cristiandad medieval. Los cristianos
de la Europa Central, de la Pequeña Polonia, de la Silesia y de Hungría
no podían dejar de reconocer en aquellos a los que llamaban tártaros y que
los habían asolado en destructoras incursiones, a paganos puros y simples,
que podían figurar entre los más crueles que las invasiones orientales em-
pujaran hacia el Oeste. (Haciéndose eco de su terror, el cronista Mateo
París escribe: ccSon seres inhumanos y semejantes a bestias, que más bien
deben denominarse monstruos que hombres, que tienen sed de sangre y
que la beben, que buscan y devoran la carne de los perros e incluso la carne
humana.»)
En el resto de la Cristiandad, por el contrario, entre los príncipes, los
clérigos y los mercaderes., los mongoles hicieron nacer extraños sueños. Se les
imaginó, no sólo dispuestos a convertirse al cristianismo, sino ya convertidos
en secreto y sin aguardar más que una ocasión para declararlo. El mito
del Preste Juan, por ejemplo, ese misterioso soberano cristiano, situado
durante el siglo xm en Asia (antes de serlo en África, durante el xv), na-
cido en las imaginaciones occidentales a favor de vagas noticias recogidas
sobre los pequeños núcleos de cristianos nestorianos que habían sobre-
vivido en Asia, fue a recaer sobre los mongoles, a los que se creyó ya ga-
nados por él al cristianismo. Un gran sueño se desarrolló a partir de esta
ilusión: el de una alianza entre cristianos y mongoles, que, al oprimir al
Islam en su abrazo, terminaría por destruirlo o convertirlo y haría, al fin,
reinar la verdadera fe sobre toda la tierra. Tal fue la inspiración de las
misiones enviadas a mediados de siglo a los mongoles: dos encomendadas
a los dominicos y dos a los franciscanos por el papa Inocencio IV en 1245,
una embajada despachada en 1249 por San Luis y aun en 1253 una misión
dominica y la del franciscano flamenco Guillermo de Rubruk. Dos precio-
sas narraciones de viajes nos han quedado de esas aventuras, la de Gui-
llermo de Rubruk y la de otro franciscano, el italiano Juan de Plan Car-
pin. Embajadas de la gran esperanza, que terminaron en inmensas decep·
ciones. Decepción de San Luis, que nos relata J oinville: «El rey se arre-
pintió mucho de haber enviado mensajeros y presentes.» Decepción de
Marco Polo, que intentó justificar, hacia finales de siglo, las esperanzas
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

puestas en la conversión de los mongoles y explicar su fracaso: <<Si hom·


bres hábiles en predicarles nuestra fe hubiesen sido enviados por el papa,
el Gran Kan se habría hecho cristiano, porque es tenido por cierto que
tenía gran deseo de serlo.>>
Explicación basada en la mediocridad de los individuos, que permite
al sueño sobrevivir, pero que no llega a engañar. Por otra parte, y en la
misma página, Marco Polo pone en boca del Kan Gubilai un discurso en
que el soberano mongol explica muy bien la incompatibilidad existente
entre las estructuras sociales y políticas de los tártaros y el cristianismo.
El mito mongol suscitará alrededor del 1300 algunas expediciones más.
Una serie de misiones, entre las que destacan las de Juan de Monte Corvino
y del franciscano Odorico de Pordenone, consiguieron incluso la formación,
aunque efímera, de pequeñas cristiandades asiáticas. La Cristiandad me-
dieval continuó siendo europea, pero se había aventurado hasta los confines
del mundo. «Los tártaros -escribe Joinville- eran originarios de una
gran llanura de arena inculta y estéril. Esta llanura empezaba en una
cadena de peñascos maravillosos, que forman los confines del mundo por
el lado de Oriente y que nadie ha atravesado jamás, según testimonio de
los tártaros, quienes aseguran que allí se encuentran constreñidos los pue-
blos de Gog y de Magog, los cuales deben venir al llegar el fin del mundo,
cuando aparezca el Anticristo para destruirlo todo.»
Así, la Cristiandad, aun fracasando en Asia y en A.frica (donde los pri-
meros misioneros franciscanos recibieron la muerte a manos de los musul-
manes), encontraba, por encima de sus experiencias, las fronteras de un
mundo imaginario, cuya geografía seguirá siendo exacta a la de la Biblia.

* * *
La Cristiandad del siglo xm parecía querer salir de sus fronteras. Ha-
bía empezado a sustituir la idea de Cruzada por la de misión y daba la
impresión de expandirse sobre el mundo.
No obstante, continuaba siendo el cerrado mundo de una sociedad
que puede anexionarse por la fuerza nuevos miembros ( compelle intrare ),
pero que excluye a los demás y se define por un verdadero racismo reli-
gioso. La pertenencia o no pertenencia al cristianismo es el criterio de
sus valores y de sus comportamientos. La guerra, que supone un mal si se
lleva a cabo entre cristianos, se convierte en un deber cuando es dirigida
contra los no-cristianos. La usura, que está prohibida para los cristianos,
está permitida a los infieles, es decir, a los judíos. Porque los otros, todo
ese mundo confuso de paganos, que la Cristiandad rechaza o contiene
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

fuera de sus fronteras, habitan también en su seno y son objeto de exclu-


siones que examinaremos más tarde.
Aquí nos limitaremos a definir en sus particulares perspectivas esta
Cristiandad medieval que, entre las dos direcciones del cristianismo, la
de religión cerrada, propiedad del pueblo elegido y nacida del Antiguo
Testamento, y la de religión abierta, con vocación universal, trazada por el
Evangelio, se ha encerrado en el particularismo. Sirvámonos otra vez de
ese breviario del cristiano medio del siglo XII, el Elucidarium. El discípulo
plantea, en efecto, a partir de los dos textos paulinos, el problema del
cristianismo como religión abierta o cerrada: «Porque está escrito: El
Cristo ha muerto por los impíos» (Rom 5, 6) y «Por la gracia de Dios,
ha sufrido la muerte por todos» (Heb 2, g). «¿Su muerte ha sido bené-
fica para los impíos?», pregunta el discípulo. Y el maestro contesta: «El
Cristo ha muerto sólo para los elegidos.» Y en seguida acumula las citas
que excluyen la posibilidad de que el Cristo haya muerto «para todos».
La tendencia de la Cristiandad hacia la clausura se · nos muestra bien
clara en su comportamiento en relación con los paganos. Ya antes de Gre-
gorio el Grande, los monjes irlandeses se habían negado a evangelizar a
sus detestados vecinos anglosajones, a los cuales deseaban confinar en el
infierno, a fin de no exponerse a encontrárselos en el paraíso. El mundo
pagano supuso durante largo tiempo una gran reserva de esclavos para el
comercio cristiano, ya fuese ejercido éste por mercaderes cristianos o por
mercaderes judíos en territorio cristiano. La conversión, que secaba tan
fructuoso mercado, no se inició sin vacilaciones. Anglosajones, sajones, es-
lavos -estos últimos dieron su nombre al ganado humano de la Cristian-
dad medieval- aprovisionaron la trata medieval antes ele verse integrados
en la Cristiandad y protegidos, gracias a ello, contra la esclavitud. U no de
los mayores reproches que formula, a finales del siglo x, el obispo de Pra-
ga, Adalberto, a sus ovejas, a las que acusa de haber vuelto al paganismo,
es el de vender esclavos cristianos a los mercaderes judíos de esclavos. Un
no-cristiano no es un verdadero hombre. Sólo un cristiano, por lo tanto,
puede gozar de todos los derechos humanos, entre ellos la protección con-
tra la esclavitud. Los concilios de los siglos XII y xm recuerdan sin cesar
la prohibición que afecta a los cristianos de servir como esclavos o criados
a los judíos y los sarracenos. La actitud cristiana, en esta materia, pone de
manifiesto el particularismo cristiano, la solidaridad primitiva del grupo y
la política correlativa del apartheid ( 1 ), con respecto a los grupos exteriores.

(1) En inglés en el origínal: segregación. - N. del T.

215
LA . CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Otro breviario del cristiano medieval, un catecismo del siglo xm,


señala como primer precepto: «Tu Dios es único. No invocarás en vano
el nombre de tu Dios.» La Cristiandad medieval, celosa de su Dios, se
encuentra muy lejos del ecumenismo.
Y, sin embargo, esta sociedad cerrada, opaca y hostil a los demás, actuó,
a pesar de sí misma, como una esponja, como un campo fertilizado por las
infiltraciones extranjeras. Por ejemplo, al nivel de la técnica, se vio trans-
formada por préstamos, tales como el del molino, de agua o de viento, ve-
nido de Oriente. En el plano económico, se mostró por largo tiempo pa-
siva ante Bizancio y el Islam, recibiendo de Constantinopla o de Alejandría,
para su alimentación o su vestido, todo cuanto iba más allá de sus necesi-
dades elementales: telas preciosas, especias ... Se despertó a la economía
monetaria por instigación del oro bizantino, el «besant», y de la moneda
musulmana, el dinar de oro y el dirhem de plata. Su arte, desde los motivos
de las estepas, que inspiran toda la orfebrería bárbara, hasta las cúpulas
y los arcos apuntados, venidos de Armenia, de Bizancio o de Córdoba, no
es original. Su ciencia, extraída por intermedio de los árabes de las fuentes
griegas, necesitó nutrirse con préstamos. Si supo encontrar en su interior
los resortes que le permitieron liegar a ser una fuerza creadora primero,
después un modelo y un guía, fue en principio discípula, tributaria de todo
ese mundo al que despreciaba y condenaba, del paganismo de la Antigüe-
dad, del paganismo de los otros pueblos que la nutrieron y la instruyeron
durante el largo período en que fue pobre y bárbara y creyó poder encerrar-
se en sus orgullosas certidumbres.

Ese mundo cerrado en la tierra, esa Cristiandad enmurallada aquí aba-


jo, se abría ampliamente hacia lo alto, hacia el cielo. Material y espiritual-
mente no hay compartimientos estancos entre el mundo terrestre y el más
allá. Sin duda, existen grados, que representan fosos que se han de fran-
quear, saltos que se han de dar. Pero la cosmografía y la ascesis mística
manifiesta por igual que, siguiendo las etapas a lo largo de una ruta, de la
gran ruta de la peregrinación del alma, del itinerario, para usar el término
elegido por San Buenaventura, se llega a Dios.
El universo es un sistema de esferas concéntricas: tal es la concepción
general, si bien las opiniones se dividen sobre el número y la naturaleza
de tales esferas. Beda (siglo vm) consideraba que siete cielos rodean a la
tierra -nuestro lenguaje familiar habla" todavía de transportarnos al sépti-

216
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

mo cielo-. Son el aire, el éter, el olimpo, el espacio inflamado, el firmamen-


to de los astros, el cielo de los ángeles y el cielo de la Trinidad. La herencia
griega es evidente en la cosmografía de Beda, incluso en su terminología.
La cristianización de esta concepción conduce a una simplificación de la
que es testimonio, en el siglo xn, el Elucidarium de Honorius Augustodu-
nensis, que distingue tres cielos: el cielo corporal visible, el cielo espiri-
tual que habitan las sustancias espirituales, es decir, los ángeles, y el cielo
intelectual, en el que los bienaventurados contemplan cara a cara a la San-
tísima Trinidad. Sistemas más científicos recogen el esquema de Aristóteles,
que hacía del universo una disposición compleja de cincuenta y seis esferas.
Los escolásticos añadían una esfera suplementaria exterior, la del «primer
motorn, desde la cual Dios pone en movimiento el conjunto del sistema.
Algunos, como el obispo de París, Guillermo de Auvernia, en la primera
mitad del siglo xm, imaginan por encima del primer motor una nueva esfe-
ra, un empíreo inmóvil, residencia de los santos.
Lo esencial es que, pese al cuidado de los teólogos y la Iglesia por afir-
mar el carácter espiritual de Dios, el vocabulario permite a los cristianos
representarse a Dios concretamente. Existe la doble preocupación de sal-
vaguardar esta inmaterialidad divina y de no chocar con las creencias inge- ·
nuas en una realidad de Dios. Se habla de la realidad sustancial de Dios,
lo cual resulta demasiado equívoco para satisfacer a la vez la ortodoxia doc-
trinal y los hábitos mentales de la masa. Honorius constituye un buen tes-
timonio de esta voluntad de conciliación, algo delicada.
«¿En dónde habita Dios?», pregunta el discípulo.
«En todas partes en potencia; en el cielo intelectual en sustancia», res·
ponde el maestro.
Pero el discípulo vuelve a la carga:
<<¿Cómo puede afirmarse que Dios está todo entero y siempre en todas
partes al mismo tiempo y también que no está en ninguna parte?»
«Es que Dios -responde el maestro- es incorporal y, por consiguien-
te, no localizado, illocalis.>>
Y con esto se contenta el discípulo, que sabe, además, que Dios está
en sustancia en el cielo intelectual.
Ahora bien, para la masa, Dios existe corporalmente tal como la icono-
grafía cristiana lo representa bien pronto. Los cristianos de la Edad Media
han heredado del judaísmo esta imagen material de Dios. Cierto que ese
Dios no se manifiesta a los hombres. «Tú no puedes ver mi faz -dice a Moi-
sés-, porque el hombre no puede contemplarme y seguir viviendo» (Éxo-
do, 33, .<.10). Pero los antiguos judíos imaginaban a Dios sentado en un trono,
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE .MEDIE VAL

observando a los hombres desde lo alto del cielo. Y cuando, en el Génesis,


se dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, los judíos -y,
más tarde, la mayor parte de los cristianos medievales- entendieron que
ese parecido era, en primer lugar, físico, por lo cual se representaban a Dios
bajo rasgos humanos.
El cristianismo, particularmente después del Concilio de Nicea (325),
ofreció a la adoración de los fieles un Dios a la vez uno y trino, la Santísima
Trinidad, que, aparte las dificultades teológicas que provocó (numerosos
teólogos, en el Occidente medieval, cayeron en las herejías antitrinitarias,
y el trinitarismo constituyó una de las principales causas de la hostilidad
albergada contra el cristianismo romano por otras religiones a pesar de
todo próximas a él, como la ortodoxia bizantina), planteó a la masa un
enigma correspondiente al misterio teológico. El tema trinitario ejerció su
atracción especialmente en los medios teológicos eruditos, ya que el pueblo
sólo parece haber recibido un eco limitado del mismo.
Del mismo modo, la devoción al Espíritu Santo parece cosa privativa
de los doctos, por lo menos antes de la Baja Edad Media, en la cual se
multiplicaron las cofradías y los hospitales puestos bajo la invocación del
Espíritu Santo.
Abelardo funda, en 1122, un monasterio dedicado al Espíritu Santo,
al Paráclito «consolador», lo que le hace objeto de vivos ataques. «Esta
apelación fue acogida por muchos con extrañeza e incluso atacada con
violencia, so pretexto de que no estaba permitido consagrar una iglesia
exclusivamente al Espíritu Santo, como tampoco a Dios Padre, sino que
era preciso, siguiendo la tradición antigua, dedicarla sea al Hijo solo, sea a
la Trinidad.»
Las universidades celebraban, con ocasión de la solemne apertura de
sus cursos, una misa del Espíritu Santo, inspirador de las artes liberales.
Pero esta devoción se inscribe también en una piedad trinitaria muy orto-
doxa, muy equilibrada, patrimonio de un medio culto. Los estatutos de
Oxford anteriores a 1350 prescriben, por ejemplo:
«Como sea que la buena marcha de todos los asuntos depende de la
estima que Dios presta a sus comienzos y ninguna buena construcción sub-
siste allí donde Cristo no es el fundamento, los maestros ordenan, de común
acuerdo, que cada año, el primer día de la reapertura del curso, después
de San Miguel, todos los maestros regentes se reúnan para hacer celebrar
una misa del Espíritu Santo [ .. .] y que el último día de cada trimestre
hagan celebrar solemnemente una misa de la Trinidad y acciones de
gracias.»

!.U8
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

Para ciertos grandes místicos, como Guillermo de Saint-Thierry, la


Trinidad supone el centro de la vida espiritual. La ascesis consiste en un
itinerario a través del cual el hombre llega a encontrar la imagen de Dios,
obliterada por el pecado. Las tres personas de la Trinidad corresponden a
tres vías, a tres medios de ese progreso espiritual, cuyo proceso es, sin em-
bargo, uno. El Padre preside la vía de la memoria; el Hijo, la de la razón;
el Espíritu, la del amor. Así, el misterio trinitario se interioriza, informan-
do las facultades del alma, al mismo tiempo que supernaturaliza el dina·
mismo espiritual.
Como desquite, en ciertos medios populares, la devoción al Espíritu
Santo se degrada en culto a la santa inspiración o a la santa paloma, avata·
res de la tercera Persona de la Trinidad.
La devoción popular, poco familiarizada con la Trinidad o el Espíritu
Santo, que percibían mejor los teólogos o los místicos, oscilaba entre una
visión puramente monoteísta de Dios y un dualismo imaginativo, que va
del Padre al Hijo.
La sensibilidad y el arte medievales no triunfaron fácilmente del anti-
guo tabú judío que prohibía la figuración realista, es decir, antropomorfa,
de Dios. Dios fue, en un principio, representado por símbolos, que se pro·
longaron en la iconografía y probablemente en el psiquismo, una vez que
se hubieron asentado las imágenes humanas de Dios.
Esas representaciones simbólicas de Dios presentan bien pronto la ten·
dencia a designar de manera independiente al Padre o al Hijo, más que a
la persona divina en su unidad.
Así la mano que surge del cielo, saliendo de una nube, pertenece por
regla general al Padre. Supone en su origen un signo de mando. La misma
palabra hebrea iad significa, a la vez, mano y poder. Esta mano, que podrá
llegar a ser un signo parlante en tal o cual escena o dulcificarse en un gesto
de bendición, se mantiene ante todo como una materialización de la ame·
naza suspendida siempre sobre el hombre. La quirofanía se rodea siempre
de una atmósfera de respeto sagrado, si no de espanto. Los reyes medieva-
les, que han heredado de ella su mano de justicia, se beneficiaban del poder
intimidatorio de esta mano divina.
En cuanto al Cristo, en el cristianismo primitivo aparece con mayor
frecuencia representado bajo la forma del cordero, portando la cruz o el
estandarte de la Resurrección. Sin embargo, esta representación abstracta
fue bien pronto puesta en entredicho, dado que ocultaba la humanidad,
carácter esencial del Cristo. El liturgista Guillermo Durand, obispo de
Mende, testimonia en el siglo xm esta actitud llena de sentido. «Porque
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

San Juan Bautista señala con el dedo a Cristo y dice: He aquí el Cordero
de Dios, algunos representan a Cristo bajo la apariencia de un cordero.
Pero, por ser Cristo un hombre real, el papa Adriano declara que debemos
representarlo bajo la forma humana. No es, en efecto, el Cordero el que
debe aparecer sobre la cruz. Mas luego de haber figurado al Hombre, nada
se opone a que se figure también el Cordero, sea en la parte baja, sea en el
reverso de la Cruz.»
Insistiremos sobre esta humanidad de Cristo, fundamento de un huma-
nismo liberador. Fue un elemento esencial en la evolución del Occidente.
De todas maneras, el antropomorfismo divino se mostró por largo tiem-
po a favor de Dios Padre. En la lucha contra el arrianismo sostenida del
siglo v al VII, el deseo de insistir sobre la divinidad de Cristo llevó casi a
confundir el Hijo con el Padre. La época carolingia, más inclinada a las
manifestaciones del poder que a las expresiones de humildad, dejó en la
sombra todo aquello que podía tomarse como una debilidad por parte de
Cristo: los episodios amables de su vida, su intimidad con los pobres y los
trabajadores, los aspectos realistas y sufrientes de su Pasión ...
Dios, Padre o Hijo, o Padre e Hijo a la vez, junger Mensch und alter
Gott, «Hombre joven y viejo Dios», como dice Walther von der Vogelwei-
de, se transforma en el Dios de majestad. Dios que se presenta sobre su
trono como soberano (Pantocrátor), aureolado con la mandorla, y que eleva
a su más alto grado la herencia del ceremonial imperial que el cristianismo
triunfante del Bajo Imperio le había atribuido. Dios, cuyo poder se mani-
fiesta en la Creación (el Génesis eclipsaba en la teología, los comentarios
religiosos y el arte a todos los demás libros de la Biblia), en el Triunfo
(el Cordero y la Cruz se convierten en los símbolos de la gloria y no de la
humildad), en el Juicio (desde el Cristo del Apocalipsis, con el puñal entre
los dientes, hasta el Juez de los tímpanos románicos y góticos).
Dios ha pasado a ser un señor feudal: el Dominus. Los Libri Carolini
copiaban, para darle todo su valor de referencia al estado social exis-
tente, una frase de San Agustín: «El Creador es llamado Creador en rela-
ción a sus criaturas, como el amo es llamado amo en relación a sus servi-
dores.»
Los poetas del siglo rx hacían de Dios el dueño de la fortaleza celes-
te, que se parecía extrañamente al palacio de Aquisgrán.
Ese Dios de majestad es el Dios de los cantares de gesta, expresión de
la sociedad feudal: «Damediem> ( Dominus Deus ), el Señor Dios y, más
explícitamente todavía:

220
IV. TAPICERÍA ROMÁNICA: EL MES DE
ABRIL.

Tapiz del siglo XII, encontrado bajo


el jJiso de la iglesia de Baldishol, en
Hedmark, uno de los escasos ejempla-
res supervivientes del arte del tejido
en esta época. Tejido y bordado eran
considerados como artes nobles en lo
que respecta a las mujeres (véase el
bordado llamado Tapicería de la reina
Matilde ), al igual que la orfebrería, la
metalurgia y la escultura en madera lo
eran para los hombres. Las "sagas" ha-
cen mención con frecuencia a las accio-
nes heroicas inmortalizadas por el arte
d el tejido. En el presente ejemplar, el
tema sirve de testimonio a la difusión
de los meses por toda la Cristiandad.
Abril es el mes de la renovación y de
los seífores. La composición es tola/-
mente romdnica. La técnica y la orna-
mentación manifiestan la originalidad
de las tradiciones nórdicas. (Oslo, Mu-
seo de A rtes Decorativas, /{ unslindus-
triemuseet.)
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

Yo os conjuro, por el Dios de majestad ... ,


Yo os conjuro a que me saludéis,

dice Oberón a Huón de Burdeos. Y, satisfecho, continúa:

jamás saludo fue, en verdad,


Recompensado por el Dios de majestad
Mejor que el tuyo lo será, ¡Dios es testigo!

Todo el vocabulario del Cur Deus Homo de San Anselmo*, que data
de finales del siglo xr, es feudal. Dios se nos muestra como un señor feudal,
que manda sobre tres categorías de vasallos: los ángeles, que tienen sus
feudos a cambio de un servicio fijo y perpetuo; los monjes, que sirven con
la esperanza de recuperar la herencia perdida por sus padres felones, y
los laicos, hundidos en una servidumbre sin esperanza. Todos ellos deben
a Dios el servitium debitum, esto es, el servicio del vasallo. En su compor-
tamiento con referencia a sus súbditos, Dios busca la conformidad a su
honor señorial. El Cristo ofrece su vida ad honorem Dei, el castigo del peca-
dor es deseado por Dios ad honorem suum.
A decir verdad, más que un señor feudal, Dios es un rey - R ex, es
decir, más todavía que Dominus-. Esta soberanía real de Dios es lo que ins-
pira el templo prerrománico y románico concebido como un palacio regio,
surgido de la rotonda real irania para converger hacia la cúpula, o el {1bside,
donde truena el Pantocrátor. Esa misma soberanía mod Ja Ja i onografía
del Dios de majestad con sus atributos reales: el trono, el sol y la luna, el
Alfa y Omega, insignias del poder universal; la corte de los an cianos del
Apocalipsis o de ángeles, y a veces también la corona.
Esta visión real y triunfante de Dios no exceptúa en modo alguno a
Cristo. Es el Cristo del Juicio final, que conserva en su fl a nco al descubierto,
como un signo de victoria sobre la muerte, Ja ll aga de la crucifixión. Es el
Cristo en la Cruz, pero ostentando la corona, el risto de las monedas rea-
les, todavía en el siglo xm con la significativa leyenda del escudo de San
Luis de Francia: Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat, Cristo
vencedor, rey, emperador. Concepción monárquica de Dios, que, lejos de
ser tan sólo un tipo de devoción - la de sujetos más que vasallos-, ha
causado un impacto sobre la sociedad política del Occidente medieval. Los
reyes y los emperadores, imágenes de Dios en la tierra, encontrarán en la
Iglesia una ayuda poderosa para vencer precisamente a una concepción feu-
dal que se esforzaba por paralizarlos. ¿Será necesario, en fin, siguiendo a

221
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Norman Cohn, buscar tras ese Dios autoritario una imagen psicoanalítica
del Padre, cuyo peso, ya sea el de su tiranía o el de su bondad, puede expli-
car tantos complejos colectivos de los hombres de la Edad Media, hijos obe-
dientes o hijos rebeldes seguidores del Anticristo, prototipo del hijo rebelde?
De todas formas, al lado del Dios monarca, un Dios-hombre, de una
humanidad humilde y cotidiana, se abre camino lentamente en las almas
Ese Dios próximo al hombre no podía ser el Padre, ya que Éste, incluso
bajo la forma paternalista del buen Dios, queda demasiado lejano. Y todo
lo más puede parecer condescendiente. Por lo tanto, es el Hijo. La evolu-
ción de la imagen del Cristo en la devoción medieval no reviste caracteres
de sencillez. La i<;:onografía primitiva era ya por sí misma bastante com-
pleja. Al lado del Cristo-Cordero había aparecido pronto un Cristo antro-
pomorfo: Cristo-Pastor, Cristo-Doctor, jefe de una secta a la que ha de
guiar y enseñar en medio de las persecuciones. La Cristiandad medieval,
que tiende, como hemos visto, a reducir el Cordero a un atributo de Cristo-
Hombre, que deja caer en desuso la imagen del Buen Pastor y guarda, en
cambio, el tipo del Cristo maestro, ha multiplicado los símbolos y las ale-
gorías cristológicas: molino y prensa místicas, que significan el sacrificio
fecundate de Jesús; Cristo cosmológico, heredero del simbolismo solar,
apareciendo, como en una vidriera de Chartres (siglo XII), en el centro de
una rueda; símbolos de la viña y del racimo de uvas; símbolos animalísti-
cos del león o del águila, signos de poder; o del unicornio, signo de pureza;
o del pelícano, signo de sacrificio; o del fénix, signo de la resurrección y de
la inmortalidad.
La aparición de Cristo en la piedad y la sensibilidad medievales ha
seguido otras vías esenciales. La primera estriba, sin duda alguna, en la
vía de la salvación. En el mismo momento (siglos VIII y 1x) en que la huma-
nidad de Cristo sufre un eclipse, se desarrolla un culto al Salvador que
invade la liturgia y la arquitectura religiosa. El denominado templo-pór-
tico de la época carolingia, al que se ha considerado con justeza como el
punto de partida para el desarrollo de la fachada, de la cara occidental
(el Westwerk) de las iglesias románicas y góticas, responde a la expansión
de ese culto al Salvador. El templo-pórtico sirvió para encuadrar la litur-
gia de la Resurrección y de otra liturgia enlazada con ella, la del Apocalip-
sis. Constituyó la representación monumental de la Jerusalén celeste, con-
fundida con la terrestre en una de esas ósmosis tan típicas de la mentalidad
y de la sensibilidad medievales en las que se funden realidades celestes y
terrestres. Ahora bien, el Cristo-Salvador de la época carolingia está toda-
vía unido a una piedad encerrada en sí misma. Y el tipo dominante de
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

templo es entonces una iglesia cerrada, circular, octogonal, basílica con


doble ábside, que, más allá del arte carolingio, se prolonga en el arte oto-
niano e incluso en las grandes iglesias imperiales renanas de la época
románica.
A partir del siglo xn, el Cristo-Salvador abre más ampliamente sus
brazos a la humanidad. El Cristo se convierte en la puerta por la cual se
accede a la Revelación y a la Salvación. Suger, el constructor de Saint-
Denis *, dice que Cristo es la verdadera puerta: Christus janua vera.
«¡Oh!, Vos que habéis dicho: "Yo soy la puerta y todo aquel que entre
por Mí será salvado" -se dirige a Cristo Guillermo de Saint-Thierry- .
Mostradnos con evidencia de qué residencia sois Vos la puerta, en qué
momento y cuáles son aquellos a quienes la abriréis. La casa de la que Vos
sois la puerta es ... el Cielo que habita vuestro Padre.»
Así, el templo, símbolo de la casa celestial, acceso al cielo, se abre
ampliamente. La puerta absorbe toda la fachada: tímpanos románicos, Pór-
tico de la Gloria de Santiago de Compostela *, grandes pórticos góticos ...
Ese Cristo más próximo al hombre puede todavía acercársele más,
tomando la forma de un niño. El éxito de Jesús niño, que se afirma durante
el siglo xrr, va parejo con el de la Virgen-Madre. Volveremos a examii1ar las
circunstancias que sostienen ese éxito y lo hacen irresistible. Homb re que
restaura al hombre, Cristo se convierte en el nuevo Adán al lado de la Vir-
gen, nueva Eva.
Mas, ante todo, de manera paulatina, va tomando preponderancia el
Cristo sufriente, el Cristo de la Pasión. La crucifixión, representada cada
vez con mayor frecuencia, cada vez con mayor realismo, conserva induda-
blemente elementos simbólicos, pero estos elementos se inclinan ya hacia la
nueva significación de la devoción al Crucificado. Tal ocurre con el enlace
entre Adán y la crucifixión. La iconografía es testimoni.o de ello: cráneo de
Adán representado al pie de la Cruz, leyenda de la Santa Cruz construida
con la madera del árbol plantado sobre la tumba de Adán. Siguiendo la evo-
lución de la devoción a la misma Cruz, se podría asimismo reconocer la for-
ma en que, de símbolo triunfal -todavía co nserva este sentido para los cru-
zados de finales del siglo XI- , pasa a ser símbolo de humildad y de sufri-
miento, Simbolismo que a menudo tropieza con resistencias en los medios
populares, especialmente entre los grupos heréticos, que, bajo la influencia
directa de los orientales, de los bogomilos, por ejemplo, o por coincidencia
fortuita con una tradición herética, se niegan a venerar un trozo de madera,
símbolo de un suplicio infamante reservado a los esclavos, insoportable e
inconcebible humillación de un Dios. Por un curioso rodeo, Marco Polo

223
I.A CIVIUZ ACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

encontrará esa misma hostilidad en el Gran Kan mongol, el cual, influido


por el cristianismo nestoriano asiático, rechaza ante todo ese sacrilegio que
co mete el catolicismo occidental. «No admite a ningún precio que se lleve
ante é l la Cruz, porque sobre ella sufrió y murió un hombre tan grande
co mo Cristo.>> Crimen literalmente de lesa majestad del que el pueblo,
unido a formas tradicionales de piedad y más lento en la adopción de men-
talidades y sensibilidades nuevas, se resiente con frecuencia.
La devoción al Cristo Sufriente crea nuevos símbolos, nuevos objetos
de piedad. A partir del siglo xm aparece -junto a la veneración por las
reliquias de la Pasión- el culto a los instrumentos de la Pasión. Esos ins-
trumentos no sólo presentan un aspecto concreto, realista, sino que, además,
ponen de manifiesto la sustitución de las insignias monárquicas tradiciona-
les por otras nuevas. Desde este momento, la realeza del Cristo es ante todo
la del Cristo coronado de espinas, anunciador del tema del Ecce Hamo,
que invadirá la espiritualidad y el arte del siglo xrv.
Por último, esta preeminencia del Cristo Sufriente se integra en una
evolución que trae a primer plano toda la vida humana de Cristo. Surgen
en el arte del siglo xm ciclos realistas, que recuerdan, desde la Anunciación
a la Ascensión, la existencia terrestre de Dios hecho Hombre. Tales ciclos
deben mucho al gusto creciente por las «historias» y a la evolución de las
representaciones teatrales de los misterios. El siglo XIV todavía acentuará
más esa tendencia y sabida es la importancia iconográfica que reviste el
ciclo de la vida de Cristo pintado por Giotto en la capilla de la Arena, en
Padua (1304-1306).
Más adelante veremos el testimonio decisivo de una sensibilidad nue-
va, expresión de una sociedad nueva, que determina en el siglo xm, y más
aún en el XIV, la aparición del retrato individual. El primer retrato de la
Edad Media fue el de Cristo. El arquetipo parece ser el Santo Volto de
Lucques. San Lucas, retratista de Cristo antes de serlo de la Virgen, pasará
a ser, en el siglo xv, el patrón de los pintores.

Frente a Dios, un pod eroso personaj e, que le disputa el poder en los


cielos y en la tierra: el Demonio.
Satán no tiene durante la Alta Edad Media un papel de primer plano
y todavía menos una personalidad acusada. Nace con nuestra Edad Media y
se afirma en el siglo xr. Es una creación de la sociedad feudal. Con sus
satélites, los ángeles r ebeldes, constituye el tipo mismo del vasallo felón,
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

del traidor. El Demonio y el Buen Dios, he aquí la pareja que domínará


la vida de la Cristiandad medieval. La lucha entre ambos explica a los ojos
de los hombres de la Edad Media todo el desarrollo de los acontecimientos.
Claro está que, según la ortodoxia cristiana, Satán no es el igual de
Dios, sino una criatura, un ángel caído. La gran herejía de la Edad Media
será, bajo formas y nombres diversos, el maniqueísmo. Ahora bien, el pun-
to clave del maniqueísmo estriba en la creencia en dos dioses, un dios del
bien y un dios del mal, este último creador y amo de esta tierra. El gran
error del maniqueísmo, de acuerdo con la ortodoxia cristiana, consiste en
poner en un mismo plano a Dios y a Satán, al Demonio y al Buen Dios. Y así
un teólogo como San Anselmo trata con tanto cuidado de evitar todo cuanto
pueda asemejarse al maniqueísmo que rechaza de manera categórica una
creencia tradicional, la del justo poder del Demonio sobre el hombre
- los derechos del Diablo-. Pese a ello, todo el pensamiento, todo el com-
portamiento de los hombres de la Edad Media se hallan dominados por un
maniqueísmo más o menos consciente, más o menos sumario. Para ellos, de
un lado está Dios; del otro, el Demonio. Esta gran división domina toda ]a
vida moral, la vida social, la vida política. La humanidad se ve dividida
entre esos dos poderes que no conocen ni el compromiso ni las aproxima-
ciones. Un acto es bueno: procede, por tanto, de Dios; el otro es malo:
viene, pues, del Demonio. En el día del Juicio final, los buenos irán al
Paraíso, los malos serán arrojados al Infierno. Si la Edad Media ha conocido
el Purgatorio, se ha negado a reconocerlo. Le ha faltado esa base esencial
para una dosificación del juicio, forzada por su maniqueísmo latente hacia
la intolerancia. La bipartición de la humanidad en el tímpano ele las cate-
drales supone la imagen implacable de esta intolerancia.
Negro y blanco. He aquí, sin medias tintas, la úni ca realidad para los
hombres medievales. Además, ¿acaso el negro no es el olor del Demonio
y el blanco el color de los ángeles, servidores fi eles de Dios? En la Leyenda
dorada, San Juan el Limosnero narra la edificante historia de ún hombre
llamado Pedro: C<Pedro cayó enfermo y tuvo una visió n. Se vio a sí mismo
compareciendo ante el tribunal supremo y en uno de los platillos de la
balanza, diablos completamente negros ponían sus pecados, mientras que,
al otro lado, se mantenían tristemente los <ingeles vestidos de blanco .. . »
Los hombres de la Edad Media se ve n, pues, constantemente divididos
entre Dios y Satán. Éste no es menos real que aquél, incluso se muestra
menos avaro en sus encarnaciones y en sus apariciones. Ciertamente, la ico-
nografía lo representa bajo una forma simbólica. Es la serpiente del peca-
do original que se interpone entre Adán y Eva. Es el Pecado, pecado de la
LA CIVTLIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

carne o del espíritu, separados o unidos, símbolo del apetito intelectual o


del apetito sexual. Pero, sobre todo, aparece bajo diversos aspectos, más o
menos antropomórficos, y a cada instante cada hombre de la Edad Media
corre el peligro de verlo manifestarse. Tal es el contenido de esa terrible
angustia que los atenaza sin tregua: ¡verlo aparecer! Todos y cada uno
se saben constantemente espiados por «el antiguo enemigo del género hu-
mano».
Suele mostrarse bajo dos especies, residuo probable de un doble ori-
gen, como seductor, revistiéndose de engañadoras y atrayentes apariencias,
o como perseguidor, ofreciéndose bajo su aspecto terrorífico.
Las más de las veces se presenta seductor a los hombres, cuya fuerza
no puede vencer sino por el engaño: producto de la mentalidad feudal,
para la cual, lo mismo en la vida moral que en la vida militar, el valiente
no puede ser abatido sino por la traición.
El disfraz más corriente del Demonio consiste en tomar la apariencia
de una muchacha·de gran belleza. No obstante, la Leyenda dorada abunda
en narraciones de peregrinos ingenuos o desfallecientes que sucumben ante
el Demonio aparecido como falso Santiago.
El Demonio perseguidor, por el contrario, desdeña, en general, disfra-
zarse y se manifiesta ante sus víctimas bajo su propio y repulsivo aspecto. El
monje Raúl Glaber le vio ccuna noche, antes del oficio de maitines», en
el monasterio de Saint-Léger, de Champeaux, a comienzos del siglo xr. «Vi
surgir al pie de mi cama una especie de enano, horrible a la vista. Era, has-
ta donde pude juzgar, de mediocre estatura, con el cuello delgado, el rostro
demacrado, los ojos muy negros, la frente arrugada y crispada, las narices
repulgadas, la boca saliente, los labios gruesos, el mentón huidizo y muy
estrecho, la barba de chivo, las orejas peludas y puntiagudas, los cabellos
erizados en maleza, los dientes de perro, el cráneo puntiagudo, el pecho
hinchado, una joroba en la espalda, las nalgas trémulas, vestimentas sór-
didas.» Ese último detalle confiere a la visión de Raúl Glaber una segura
originalidad. El diablo perseguidor va, como norma, completamente des-
nudo. Con las mujeres, usa más bien de la fuerza que del engaño, pero, de
todas maneras, recurre fácilmente a éste si con aquélla ha fracasado. Así
actúa con Santa Justina, según la Leyenda dorada. «Tomó entonces la for-
ma de un hermoso joven, se aproximó a la cama donde estaba acostada y
quiso echarse sobre ella para besarla. Pero Justina, adivinando el espíritu
maligno, lo rechazó con un signo de la cruz. Entonces el Diablo, con el
permiso de Dios (reconozcamos en esta fórmula el cuidado de evitar todo
maniqueísmo), la abrumó de fiebre ... »

226
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

Las desgraciadas víctimas, tanto femeninas como masculinas, de Satán


son, por regla general, una presa para los apetitos sexuales de los demo-
nios: demonios íncubos, o masculinos, y súcubos, o femeninos.
Las víctimas de elección sufren los asaltos repetidos de Satán, que usa
contra ellos de todas las artimañas, de todos los disfraces, de todas las tor-
turas. La más célebre de esas heroicas víctimas del Diablo es San Antonio.
Sus tentaciones continuarán siendo más allá de la Edad Media una fuente
de inspiración para la fantasía desatada de los pintores y de los escritores,
desde Jerónimo Bosch a Flaubert.
Disputado aquí en la Tierra entre Dios y el Diablo, el hombre es,
por último, a su muerte objeto de una última y decisiva disputa. El arte
medieval ha representado hasta la saciedad la escena final de la existencia
terrestre, en la que el alma del difunto se ve casi descuartizada entre Satán
y San Miguel antes de ser conducida por el vencedor hacia el Paraíso o el
Infierno. Advirtamos que para evitar nuevamente la caída en el maniqueís-
mo, el adversario del Diablo no es Dios, sino su lugarteniente. Pero seña-
lemos sobre todo que esta imagen, en la cual se cierra la vida del hombre
medieval, subraya la pasividad de su existencia. Ella es la más alta y más
penetrante expresión de su alienación.
Los poderes sobrenaturales de que gozan Dios y Satán no les están
reservados exclusivamente. Ciertos hombres se encuentran dotados en cier-
ta medida de ellos. Una de las capas superiores de la humanidad medieval
se halla integrada por individuos provistos de dotes sobrenaturales. La tra-
gedia de la existencia de la masa común se basa en no poder distinguir con
facilidad entre los buenos y los malos, en verse constant mente engañada,
en participar en ese espectáculo de ilusiones y de equívo ·os que es la esce-
na medieval. J acques de Voragine recuerda en la Leyenda dorada las pala-
bras de San Gregorio Magno: «Los milagros no hacen al santo. No son más
que su signo.» Y precisa: «Se pueden hacer milagros sin tener el Espíritu
Santo, pues los malos mismos han podido alabarse de hacer milagros.»
Los hombres de la Edad Media no dudaron de que no solamente el
Diablo puede, como Dios (con su permiso, claro está, pero el hecho no cam-
bia en nada al efecto producido sobre el hombre), realizar milagros, sino
que, además, esta facultad aparece también asociada a ciertos mortales, para
bien o para mal. Y nace toda la equívoca dualidad de la magia negra y de
la magia blanca, cuyos productos son, normalmente, imposibles de percibir
para el vulgo. Es la pareja antitética de Simón el Mago y de Salomón el
Sabio. De un lado, la tropa maléfica de los brujos; del otro, la tropa bendita
de los santos. Por desgracia, los primeros suelen presentarse como santos
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

disfrazados. Pertenecen a la grande y embaucadora familia de los pseudo-


profetas. Cierto que, al ser desenmascarados, pueden ser puestos en fuga
mediante un signo de la cruz, una invocación oportuna, una plegaria idó-
nea. Pero, ¿cómo desenmascararlos? Precisamente, una de las tareas esen-
ciales de los verdaderos santos consiste en reconocer y expulsar a los hace-
dores de falsedad o, mejor, de milagros malignos, los demonios y sus satélites
terrestres, los brujos. San Martín pasaba por ser un maestro en esa materia.
«Br-illaba por su habilidad en reconocer a los demonios -dice la Leyenda
dorada-. Los descubría bajo todos sus disfraces.n La humanidad medieval
está plagada de posesos, víctimas desgraciadas de Satán, oculto en su cuerpo,
o de los maleficios de los brujos. únicamente los santos pueden salvarlos,
obligando a sus perseguidores a abandonarlos. El exorcismo es la función
esencial de los santos. La humanidad medieval comprende una masa de
poseídos, de hecho o en potencia, acosados entre una minoría de malos y
un grupo escogido de buenos hechiceros. Anotemos aún que, si bien los
buenos brujos .se reclutan especialmente entre el grupo clerical, algunos
laicos eminentes pueden deslizarse entre ellos. Es el caso, por ejemplo, vol-
veremos a hablar de él, de los reyes hacedores de milagros, de los reyes
taumaturgos, que testimonian un aspecto arcaico de la lucha entre sacer-
dotes y guerreros. Algunos de ellos, más hábiles, más fuertes o más afortu-
nados, consiguieron apropiarse de una parte del poder que poseían los
buenos brujos. En ellos se realiza el tipo del rey-sacerdote. Su escaso núme-
ro y su relativo fracaso demuestran que la sociedad medieval pertenece
solamente al tipo semiprimitivo.

* * *
Dentro de esta sociedad. los hombres cuentan, a decir verdad, con pro-
tectores más vigilantes y más asiduos que los santos o los reyes curanderos,
a los cuales no siempre tienen la fortuna de encontrar en todo momento .
Esos auxiliares infatigables son los ángeles *. Entre el cielo y la tierra exis-
te un vaivén incesante. A la cohorte de los demonios, que caen sobre los
hombres cuyos pecados los atraen, se opone la cohorte vigilante de los ánge-
les. Desde la tierra al cielo se alza la escalera de Jacob, por donde suben
y bajan sin cesar en dos columnas las celestes criaturas. La que sube sim-
boliza la vida contemplativa; la que desciende, la vida activa. Con la ayuda
de los ángeles, los hombres ascienden por esa escalera. Su vida no es otra
cosa que esta escalada, interrumpida por constantes caídas y recaídas. El
Hortus deliciarum de Herrada de Landsberg enseña que ni siquiera los
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

mejores de entre los hombres son capaces de alcanzar en esta vida el últi-
mo peldaño, mito de Sísifo cristianizado, que materializa la experiencia
engañosa, aunque embriagadora, de los místicos. «Dios - reconoce Jean de
Fécamp- no puede ser visto directamente. La vida contemplativa, que
comienza aquí abajo, no llegará a la perfección sino en el instante en que
Dios sea visto cara a cara. Cuando el alma dulce y simple, elevándose en la
especulación y franqueando las ligaduras de la carne, contempla las cosas
celestes, no puede permanecer largo tiempo por encima de sí misma, pues
el peso de la carne la atrae hacia la tierra. Aunque se encuentre deslum-
brada por la inmensidad de la luz que reina en lo alto, pronto es llamada
a sí misma. Sin embargo, recoge de todas maneras un gran provecho de lo
poco que ha podido saborear de la dulzura divina. Y pronto, embargada de
un violento amor, se apresura a reemprender su vuelo ... »
Cada cual tiene un ángel dedicado a su exclusivo servicio. La tierra
de Ja Edad Media se halla ocupada por una doble población: los hombres
y sus compañeros celestes. Mejor dicho, de una triple población, dado que,
a la pareja del hombre y del ángel, se añade el mundo de los demonios al
acecho.
Ésta es la alucinante compañía que nos presenta el Elucidariu:m: de
Honorius Augustodunensis:
«-Los hombres, ¿tienen ángeles guardianes?
»-Cada alma, en el momento de ser infundida en un cuerpo, es con-
fiada a un ángel, que debe incitarla siempre al bien y comuni ar todas sus
acciones a Dios y a los ángeles en los cielos.
»-¿Los ángeles permanecen constantemente en la tierra con aquellos
a los que guardan?
>>-Si es preciso, acuden en su ayuda, sobre todo si h an sido invitados
a ello por medio de oraciones. Su venida es inmedi ata, ya que en un ins-
tante pueden descender del cielo a la tierra y regresar al cielo.
»- ¿Bajo qué forma se aparecen a los hombres?
»-Bajo la forma de un hombre. Porque el hombre, que es corporal,
no puede ver a los espíritus. Toman, pues, un cuerpo aéreo, que el hombre
puede oír y ver.
»-¿Existen demonios que acechan a los hombres?
»-En cada vicio mandan d emonios, que tienen a innumerables otros,
bajo sus órdenes, que incitan sin cesar a las almas al vicio y comunican las
malas acciones de los hombres a su príncipe ... »
De este modo, los hombres de la Edad Media viven bajo ese doble
espionaje constante. Jamás pueden estar solos. Ninguno es independiente.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Todos se encuentran atrapados en una red de dependencias terrestres y


celestes.
Por otra parte, la sociedad celeste de los ángeles no es más que la ima-
gen de la sociedad terrestre, o mejor, como creen los hombres de la Edad
Mecl;ia, ésta no es más que una imagen de aquélla.
El obispo Gerardo de Cambrai y de Arras afirma en 1205 : «El Rey
de los reyes organiza en órdenes distintos lo mismo a la sociedad celeste y
espiritual que a la sociedad terrestre y temporal. Reparte según un orden
maravilloso las funciones de los ángeles y de los hombres. Fue Dios quien
estableció las órdenes sagradas en el cielo y en la tierra.»
Esta jerarquía angélica, cuyo origen se remonta a San Pablo, fue ela-
borada por el pseudo-Dionisio Areopagita, cuyo tratado De la jerarquía
celeste tradujo Scoto Erígeno al latín en el siglo rx. Sin embargo, no pe-
netró la teología y la espiritualidad occidentales sino en la segunda mitad
del siglo xn. Su éxito será inmenso. Se impone a los universitarios del si-
glo xm 1 con Alberto Magno * y Tomás de Aquino* a la cabeza. El Dante'"
está asimismo impregnado de ella. Su teología mística se degrada fácilmente
en una imaginería popular, que le asegura una resonancia extraordinaria.
Esta concepción paralizante, que impide a los hombres trastocar el
edificio de la sociedad terrestre sin hacer vacilar al mismo tiempo a la
sociedad celeste, que aprisiona a los mortales en las mallas de la red
angélica, añade al peso de los amos terrestres sobre los hombros de los
humanos la pesada carga de la jerarquía angélica: serafines, querubin es
y tronos, dominaciones, virtudes y potestades, principados, arcángeles y
ángeles. Los hombres de la Edad Media forcejean entre las garras de los
demonios y la traba que suponen esos millones de alas que baten en la
tierra como en el cielo y hacen de la vida una pesadilla de palpitaciones
aladas. Porque la cuestión no estriba en que el mundo celeste sea tan real
como el terrestre, sino en que ambos constituyen uno solo, en una inextri-
cable mezcolanza que aprisiona a los hombres en las redes de un sobre-
natural viviente.

A esta confusión -o, si se quiere, a esta continuidad espacial, que


confunde, qu e une el cielo y la tierra- corresponde una análoga conti-
nuidad temporal: el tiempo no es más que un momento de· la eternidad.
Pertenece por entero a Dios y no puede ser más que vivido. Apoderarse
de él, medirlo, sacarle partido o ventaja supone un pecado. Desviar una
parcela de él significa un robo.
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

Este tiempo divino es continuo y lineal, por completo diferente del


tiempo de los filósofos y sabios de la antigüedad grecorromana, que, si bien
no profesaban todos el mismo, se hallaban todos más o menos tentados
por un tiempo circular, siempre recomenzado, tiempo del Eterno Retorno.
Sin duda, ese tiempo, a la vez perpetuamente nuevo, excluyente de toda
repetición y, por lo tanto, de toda ciencia -nadie puede bañarse dos ve-
ces en el mismo río-, y perpetuamente semejante a sí mismo, ha dejado
su huella en la mentalidad medieval. La supervivencia más evidente y la
más eficaz, entre todos los mitos circulares, es la rueda de la Fortuna. El
que es grande hoy día, mañana se verá rebajado; el que es humilde en el
presente, la rotación de la Fortuna lo llevará pronto al pináculo. Sus va-
riantes son múltiples. Todas vienen a decir, bajo una u otra forma, lo
mismo que una miniatura italiana del siglo x1v: Sum sine regno, regnabo,
regno, legnavi, «Estoy sin reino, reinaré, reino, he reinado». La imagen
procede, sin duda, de Boecio y goza en la iconografía medieval de un
extraordinario favor. Las enciclopedias, escritas o figuradas, de los si-
glos XII y xm le procuran un pedestal: Honorius Augustodunensis, el Hor-
tus deliciarum, el Album de Villard de Honnecourt, la Somme le Roi.
En esta ültima se subraya el éxito que le asegura el diseño de las iglesjas
góticas, «esas iglesias catedrales, esas abadías reales, donde se halla la Dama
de la Fortuna, que hace pasar las cosas de arriba abajo con mayor rap idez
que un molino de viento». La rueda de la Fortuna es el arm azó n ideológico
de los rosetones góticos. Explícitamente en la catedral de Amiens *, en
San Esteban de Beauvais, en la catedral de Basilea, en tantos otros lugares.
Estilizada, en todas las producciones del siglo xm. Volv r mos a hablar
de ella, símbolo y expresión de un mundo en el que re.in a la inseguridad
y en el que el ejemplo de esa inseguridad sirve como lección de resigna-
ción, de inmovilismo.
El mito descorazonador y reaccionario de la ru eda de la Fortuna
ocupa un lugar distinguido en el mundo m ntal del Occidente medieval.
Mas, de todos modos, no ha conseguido evitar que el pensamiento me-
dieval se negase a girar sin término y di era al tiempo un sentido, un
sentido no giratorio. La Historia tiene un principio y un fin, he aquí la
afirmación esencial. Ese principio y ese fin son, al mismo tiempo, positivos
y normativos, históricos y teológicos. Tal es la causa de que toda crónica,
en la Edad Media occidental, comience por la Creación, por Adán. Y aun-
que, por humildad, se detenga en la época en que escribe el cronista, se
sobrentiende siempre como verdadera conclusión el Juicio Final. Como
se ha dicho, toda crónica medieval es un «discurso sobre la Historia uni-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

versal>> . De acuerdo con el genio del cronista, puede hacer de ese encua-
drami ento una causalidad profunda o una contracción formal de expo-
sición. Incluso en el primer caso, puede verse utilizada -inconsciente-
mente o no- como un instrumento pasional. Otón de Freising, por ejem-
plo, a mediados del siglo xu, se sirve de esta orientación de la duración
para demostrar el carácter providencial, según él, del Sacro Imperio Ro-
mano-germánico . En cualquier caso, el lector moderno queda, por regla
general, admirado ante el contraste que presenta la ambición de esta refe-
rencia global con la mezquindad del horizonte concreto de los cronistas
e historiadores medievales. El ejemplo de R aúl Glaber, al comienzo del
siglo XI, llama especialmente la atención, aunque podrían citarse docenas
de otros nombres. Y al iniciar su crónica, censura a Beda y a Pablo Diá-
cono por haber relatado solamente «la historia de su propio pueblo, de
su patrian. Él, por su parte, afirma que se propone «relatar los hechos
acaecidos en las cuatro partes del mundo>>. Y, sin embargo, en la misma
página, declara: que establecerá «la sucesión de los tiempos» a partir de
las fechas en que comienzan los reinados del sajón Enrique II y del Ca-
peto Roberto el Piadoso. Pronto, el horizonte de sus Historias se cons-
triñe hasta quedar reducido a lo que ha podido ver de la Borgoña, donde
ha pasado la mayor parte de su vida; de Cluny, donde ha escrito lo esen-
cial de aquéllas. Todas las imágenes que la Edad Media occidental nos
ha dejado de sí misma están construidas según ese modelo. Grandes pla-
nes encerrados en un estrecho marco -los calveros de que hablábamos más
arriba-, que de repente se ensanchan, en fulgurantes tra1.1ellings hasta
el infinito, a las dimensiones del universo y de la eternidad. Esta referencia
global constituye el más bello aspecto del totalitarismo medieval.
El tiempo, pues, para los clérigos de la Edad Media y para aquellos
a quienes se dirigen, es Historia. Y esta Historia tiene un sentido. Ahora
bien, el sentido de la Historia sigue la línea descendente de un declive.
En la continuidad de la Historia cristiana intervienen diversos factore s
de periodización, entre los cuales uno de los que obran con mayor fuerza
es el esquema que calca la distribución del tiempo sobre la división de la
semana. Esta vieja teoría judía pasa a la Edad Media a través de San Agus-
tín, Isidoro de Sevilla y Beda. La Edad Media la acepta en todos los niveles
del pensami ento, lo mismo en la vulgarización doctrinal de Honorius
Augustoclunensis *, que en la alta teología de Tomás de Aquino. Las mi-
niaturas del Liber Floridus, de Lamberto de Saint-O mer, escrito en torno
a 1120, ponen de manifiesto la popularidad de esta concepción. El macro-
cosmos -el universo- pasa, al igual que el microcosmos que es el hom-
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

bre, por seis edades, siguiendo los seis de la semana. La enumeración


habitual distingue: la creación de Adán, la ley de Noé, la vocación de
Abraham, la realeza de David, el destierro de Babilonia y el advenimiento
de Cristo . Igualmente las seis edades del hombre son: la infancia, la ado-
lescencia, la juventud, la edad madura, la vejez, la decrepitud (cuyos tér-
minos, según Honorius, vienen a ser: 7 años, 14 años, 21 años, 50 años,
70 años, 100 años o la muerte).
La sexta edad, a la cual ha llegado el mundo, corresponde a la de-
crepitud. Pesimismo fundamental impregna todo el pensamiento y toda
la sensibilidad medievales. Mundo limitado, mundo moribundo. Mundus
senescit, el tiempo presente es la vejez del mundo. Esta creencia, legada
por la reflexión del cristianismo primitivo en medio de las tribulaciones
del Bajo Imperio y de las grandes invasiones, se conserva aún viva en
pleno siglo XII. Otón de Fleising escribe en su Crónica: «Vemos el mundo
desfallecer y exhalar, por decirlo así, el último suspiro de la extrema vejez.»
Este leitmotiv va más allá de la repetición trivial de un lugar común sobre
la decadencia del presente hasta el recuerdo de un pasado glorioso, joven
y pleno de virtud. Laudator temporis acti. La Edad Media no lo es por
abandono a una tradición mental y literaria. Lo es por referencia a ~na
creencia esencial. Con este pensamiento, toma toda su fuerza el comienzo
de la Vida de San A lexis, lo mismo en su relación del siglo XI:

Bueno fue el siglo en los tiempos de los antiguos,


En él había fe, justicia y amor,
Creencia también, de la cual queda bien poco;
Todo está cambiado, perdido ha su color;
Y a no será tal como fue para nuestros abuelos,
En el tiempo de Noé y en el tiemjJo de Abrahain
Y de David a quien Dios amaba tanto.
Bueno fue el siglo, ya no tendrá tal valor:
Viejo es y débtl, todo va declirumdo,
Ha empeorado, pues ya no obra el bien.

que en su versión «feudalizada» del siglo x11:

Bueno fue el siglo en los tiemjJos de los antiguos,


En él había fe, justicia y amor,
Creencia también, de la cual queda bien poco;
Y tan cambiado que perdido ha su valor;

233
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Ya no será tal como fue para nuestros abuelos.


El bien falta en él, no puede haber vigor.
No guarda fe la mujer a su varón
Ni el vasallo a su legítimo señor;
A sabiendas, perdemos a nuestro señor.
Débil es la vida, no durará largos días.
En el tiempo de Noé y en el tiempo de Abraham
Y en el de David, a quien Dios amaba tanto.
Bueno fue el siglo, ya no tendrá tal valor,
Ha empeorado, pues el bien va muriendo;
No guarda fe el padre a su hijo,
Ni el ahijado tamjJoco a su padrino,
Y los señores engañan a su mujer,
Los ordenados [los clerigos] llevan mal la ley:
De Dios se van transgrediendo los santos mandamientos
Y de, la Iglesia, hija de jerusalén,
Cada vez más se van debilitando;
La fe del siglo desfallece por entero;
Débil es la vida, no durará largo tiempo .

Y la modificación del siglo xrn, que concede un lugar a los nuevos


ricos, los arrastra también hacia una catástrofe todavía más cierta y más
próxima:
Alegría y gozo desfallecen por entero:
Bajo el cielo no hay hombre que riqueza haya tantti
Que no tema el tiempo de l mañana:
El fin es próximo, según mi conocimientO.

El mismo tañido de campana en los medios goliárdicos. El célebre


poema de los Carmina Burana: Florebat olim studium ... es una lamen-
tación sobre el presente. E. R. Curtius lo parafrasea así: «La juventud no
quiere apre nder nada más, la ciencia está en decadencia; el mundo entero
marcha ele cabeza ; ciegos conducen otros ciegos ( i) y los precipitan en el
abismo; los pájaros se lanzan a l aire antes de haber aprendido a volar;
(1) Tal es el tema d el [a llluso cuadro de Breughcl. Digamos aquí, de una vez por todas,
que los elementos ese ncia les de las obsesiones que atormentaban a los hombres de la Edad
Media se encuentran e n dos grandes artistas crono lógicamente posteriores; Bosch (hacia 1450-
1516) y Breughel (hacia 1!) ~5- 1 569). Sin menospreciar todo lo que su pintura debe a las capas
inferiores de las mentalidades y de las sensibilidades de su época, debe subrayarse que la obra
de ambos puede considerarse com o un resumen de la mitología y del fo lklore medievales .

234
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

el asno toca la lira, los bueyes danzan, los mozos de labor se alistan en el
ejército. En cuanto a los Padres de la Iglesia, San Gregorio, San Jerónimo,
San Agustín o San Benito, el padre de los monjes, se puede encontrarlos
en la taberna, ante el tribunal o en la pescadería. María no quiere oír
hablar de la vida contemplativa ni Marta de la vida activa. Lea es estéril,
Raquel tiene los ojos legañosos. Catón frecuenta los figones y Lucrecia se
convierte en una ramera. Cuanto antes se había odiado, ahora recibe ala-
banzas. Todo se ha salido de sus vías.»
De la misma manera, en el marco de una Historia urbanizada y abur-
guesada, Dante, el gran reaccionario en quien se resume la Edad Media,
pone en boca de su antepasado Cacciaguida la lamentación sobre la deca-
dencia de las ciudades y de las familias.
El mundo mengua al envejecer, se empequeñece, como «una capa
que se encoge rápidamente» y en torno a la cual «el Tiempo gira con
sus tijeras>>, para usar las palabras del Dante. Lo mismo ocurre a los
hombres. Al discípulo del Elucidarium que le pide detalles sobre el fin
de los tiempos, el maestro dice: «Los cuerpos de los hombres serán más
pequeños que los nuestros, de la misma manera que los nuestros son más
pequeños que los de los antiguos.» «Los hombres de otros tiempos . erap
bellos y grandes -escribe Guiot de Provins a principios del siglo xm- .
Ahora son niños o enanos.» Como en una pieza de lonesco o de 13cckett,
los actores de la escena medieval tienen la impresión de acha¡ arrarse sin
cesar hasta el inminente advenimiento de este «Final de partida».
No obstante, en ese proceso irreversible de decadencia, en ese sentido
único de la Historia, hay, si no cortes, al menos algunos mom ntos privi-
legiados.
El tiempo lineal se halla cortado en dos por un punto cntral: la En-
carnación. Dionisio el Pequeño funda, en el siglo vr, la cronología cris-
tiana, que progresa negativa y positivamente en torno al nacimiento de
Jesús: antes y después de Jesucristo. Cronología impregnada de toda una
Historia de la salvación. El destino de los hombres es absolutamente dife-
rente según hayan vivido a un lado o a otro de este acontecimiento central.
Antes de Cristo, ninguna esperanza para los paganos. Tan sólo los justos
que esperaban en el seno de Abraliam y a quienes el Cristo ha ido a libe-
rar descendiendo a los Limbos serán salvados. Y eso que el tema del des-
censo de Jesús a los Limbos no aparece más que en el Evangelio apócrifo
de Nicodemos y no se extiende sino muy tardíamente, en el siglo xm,
principalmente bajo la influencia del Espejo histórico, de Vicente de Beau-
vais, y de la Leyenda dorada, de Jacques de Voragine.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Dejando aparte la casa de los justos del Antiguo Testamento, única-


mente alcanzan la salvación ciertos personajes aislados de la Antigüedad
a quienes su popularidad ha arrancado del infierno por la puerta falsa
de una santa leyenda.
El más popular de los héroes antiguos es Alejandro Magno, inspira-
dor de todo un ciclo romántico, explorador -en batiscafo- del fondo de
los mares, explorador también de los cielos, adonde fue conducido por dos
grifos. A su lado, Trajano debe su salvación a un gesto misericordioso
narrado en la Leyenda dorada . «Había en otro tiempo en Roma un empe-
rador pagano llamado Trajano que, aunque pagano, había mostrado una
gran bondad. Se cuenta que, un día en que se disponía a partir para una
guerra, una viuda acudió a su encuentro, bañada en lágrimas, y le dijo:
"¡Te suplico que vengues la sangre de mi hijo, muerto injustamente!"
Trajano contestó que, si regresaba vivo de la guerra, vengaría la muerte
del joven. Mas la viuda: "Y si tú mueres en la guerra, ¿quién me hará
justicia?" Y Trajano: "¡El que reine después de mí 1" Y la viuda: "Pero
tú, ¿qué provecho obtendrás de ello si es otro el que me hace justicia?"
Y Trajano: "Ningún provecho." Y la viuda: "¿No vale más que me hagas
justicia tú mismo, de manera que te asegures la recompensa de tu buena
acción?" Y Trajano, movido de piedad, descendió de su caballo y se ocupó
de vengar la muerte del inocente.
»Se cuenta también que un hijo de Trajano, recorriendo a caballo las
calles de la ciudad, había dado muerte al hijo de una pobre mujer: en
vista de lo cual, el emperador dio por esclavo su propio hijo a la madre
de la víctima y dotó magníficamente a esta mujer.
»Ahora bien, como un día Gregorio (Gregario el Grande) pasaba por el
Foro de Trajano, le vino al recuerdo la justicia y la bondad de ese antiguo
emperador: de tal forma que, al llegar a la basílica de San Pedro, lloró
amargamente y rogó por él. Y he aquí que una voz de lo alto le contestó:
"Gregorio, he acogido tu demanda y librado a Trajano de la pena eterna.
¡Pero guárdate bien de venir otra vez a rogarme por ningún condenado 1"
Según Damasceno, la voz dijo simplemente a Gregario: "Atiendo tu ple-
garia y perdono a Trajano." Este punto está completamente fuera de duda,
pero no hay conformidad en los detalles que lo rodean. Los unos pretenden
que Trajano fue nuevamente llamado a la vida, de manera que pudiese
hacerse cristiano y obtener así su perdón. Otros aseguran que el alma
de Trajano no fue librada por completo del suplicio eterno, sino que su
pena fue simplemente suspendida hasta el día del Juicio Final. Otro5
más sostienen que el castigo de Trajano fue únicamente dulcificado, a
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES
~
petición de Gregorio. Otros afirman que éste no rogó por Trajano, sino
que lloró por él. Otros todavía estiman que Trajano fue eximido de la
pena material, que consiste en ser atormentado en el infierno, pero no
fue exceptuado de la pena moral, que consiste en ser privado de la vista
de Dios.»
Larga narración que, a través de sus variantes y el d esarrollo de una
larga casuística sobre la salvación, manifiesta la dificultad con que, aun
de modo excepcional, podía un personaje verse admitido durante la Edad
Media en el seno del buen sentido de la Historia.
Beneficiario de un salvamento semejante, Virgilio, gracias a la cuarta
égloga, se convierte en un profeta. Así lo encontramos en una miniatura
alemana del siglo xn, incluido en el árbol de J essé.
Salvo estas excepciones, los personajes de la Antigüedad desaparecie-
ron en la damnatio memoriae, en la destrucción de los ídolos, en la supre-
sión de esa aberración histórica, la Antigüedad pagana, que la Cristiandad
medieval realizó tan completamente como le fue posible, al igual que
derribó los monumentos paganos, con la sola limitación que le imponía
su ignorancia y su pobreza técnica, las cuales obligaban a transformar para
su uso una parte de esos templos normalmente destinados a la destrucción. ·
El «vandalismo» de la Cristiandad medieval, que se ejerció lo mismo a
costa del paganismo antiguo que de las herejías medievales -cuyos libros
y monumentos aniquiló implacablemente-, no es más que un a forma
de ese totalitarismo histórico que le hizo arrancar todas las malas hierbas
crecidas en el campo de la Historia.
Cierto que una pléyade de sabios antiguos - cuyos nombres se han
convertido en simbólicos: Donato (o Prisciano), Cicerón, Pitágoras, Pto-
lomeo, Euclides, al cual hay que añadir Boecio- personifica n a veces en
los pórticos de las iglesias, la de Chartres, por ejemplo, a las siete artes
liberales, pero cuando Aristóteles o Virgilio - aparte la excepción que
hemos señalado más arriba- es(;apan de ese ostracismo y se deslizan en
la iconografía de las iglesias medievales lo hace n siempre con el aspecto
ridículo que les prestan las anécdotas inventadas a su cuenta: Aristóteles
sirve de montura a b 1oven india Carnpaspe, a la que hace una corte de
viejo verde; Virgilio queda suspendido en la canasta donde le deja expues-
to a las burlas del público la dama romana que le había dado una cita en-
gañadora.
De esta Historia antigua suprimida no queda, en definitiva, más que
una sola figura simbólica: la Sibila, anunciadora de Jesucristo, que de-
vuelve a la Antigüedad extraviada su sentido histórico.

lll
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Historia cristiana, a la que, en la segunda mitad del siglo xu, Pedro


Comestor - Pedro el Comedor- da su forma clásica en su Historia sco-
lastica, en la cual se trata deliberadamente a la Biblia como una Historia.
Historia sagrada, que comienza con un acontecimiento primordial:
la Creación. Ningún libro de la Biblia ha obtenido tanto éxito ni ha sus-
citado tantos comentarios como el Génesis o, mejor todavía, como el co-
mienzo del Génesis, concebido como una historia semanal, el Hexaemeron.
Historia natural, en la que aparecen el cielo y la tierra, los animales y las
plantas. Historia humana, sobre todo, con sus protagonistas, que serán los
soportes y los símbolos de la humanidad medieval: Adán y Eva. Historia,
en fin, determinada por el dramático accidente del que surgirá todo lo res-
tante: la tentación y el pecado original.
Historia que, sin embargo, se divide de inmediato en dos grandes
ramas: Historia sagrada e Historia profana, cada una de ellas dominada
por un tema principal. En la Historia sagrada, la nota sobresaliente es un
eco: el Antiguo ·Testamento, anuncio del Nuevo, en un paralelismo lle-
vado hasta el absurdo. Cada episodio, cada personaje del Antiguo prefigura
a los correspondientes del Nuevo. Tal Historia desemboca en la iconografía
gótica, se extiende por los pórticos de las catedrales, en el frontispicio de
los Precursores, en las grandes figuras paralelas de los profetas y los após-
toles. Ella es la encarnación temporal de esta estructura esencial de la men-
talidad del Medievo: estructura por analogía, por eco. No existe realmente
sino aquello que recuerda a algo o a alguien, aquello que ya ha existido
alguna vez.
En la Historia profana, el tema fundamental es la transferencia del
poder. El mundo, en cada época, tiene un solo corazón al unísono del cual
y bajo el impulso del cual vive el resto del universo. Fundado sobre la
exégesis orosiana del sueño de David, la sucesión de los imperios, de los
babilonios a los medas y los persas, más tarde a los macedonios y, después
de ellos, a los griegos y a los romanos, el tema es el hilo conductor de la
filosofía medieval. Procede en un doble nivel: el del poder y el de la
civilización. Su transferencia del poder, translatio imperii, es ante todo
una transferencia del saber y de la cultura, translatio estudii.
Mas es ta tesis simplista no se contenta con deformar la Historia, sino
que acentúa el aislamiento de la civilización cristiana, rechazando las
civilizaciones contemporáneas, la bizantina, la musulmana, las asiáticas.
Se pliega a todas las pasiones, a todas las propagandas.
Otón de Freising señala el Sacro Imperio Romano-Germánico como
su coronamiento. El poder supremo ha pasado «de Roma a los griegos, de
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

Jos griegos a los francos, de los francos a los lombardos, de los lombardos
a los germanos».
Chrétien de Troyes lo transporta a Francia, en los célebres versos
del Cliges:
Por los libros que tenemos
Conocemos los hechos de los antiguos
Y del mundo que fue en otro tiempo.
Los libros nos han enseñado
Que Grecia tuvo en caballería
Y en clerecía el primer premio.
Después lo tuvo Roma en caballería
Y de la clerecía la suma,
Que ahora posee Francia.
Dios quiera que se mantenga en ella,
Y que el lugar tanto la conforte
Que jamás salga de Francia
La gloria que en ella se ha fijado.

Ricardo de Bury, por su parte, en el siglo x1v, la traslada a Inglaterra:


«La admirable Minerva hace el recorrido de las naciones humanas y pasa
de un extremo al otro del universo, a fin de darse a todos los pueblos. He-
mos visto ya que ha pasado por los indios, los babilonios, los egipcios y los
griegos, los árabes y los latinos. Ha abandonado ya Atenas, ha dejado Roma,
olvidado París y acaba de llegar felizmente a la Gran Bretaña, la más ilus-
tre de las islas, microcosmos del universo .. . »
Cargada de pasión nacionalista, la concepción de la lranslatio inspira,
sobre todo, a los historiadores y a los teólogos medievales la creencia en el
predominio del Occidente. Este movimiento de la Historia desplaza sin
cesar y cada vez más el centro de gravedad del mundo, desde el Oriente
hasta el Occidente, lo cual permite al normando Orderic Vital, en el si-
glo xn, hacer participar a sus compatriotas normandos en la preeminencia.
Otón de Freising escribe: <<Todo el poder y la sabiduría humanas, nacidas
en Oriente, han comenzado a rematarse en Occidente.» Y Rugo de Saint-
Victor asegura: «La Divina Providencia ha ordenado que el gobierno
universal, que, al principio del mundo, se hallaba en Oriente, se traslade
hacia Occidente, a medida que los tiempos se acercan a su cumplimien-
to, para advertirnos que se acerca el fin del mundo, pues el curso de los
acontecimientos ha llegado ya al extremo del universo.»

239
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Concepción simplista y simplificadora, que tiene, a pesar de todo,


el mérito de establecer una relación entre la Historia y la Geografía -loca
simul et tempora, ubi et quando gestae sunt, considerare oportet-, cchay
que considerar a la vez los lugares y los tiempos, es decir, dónde y cuándo
se han producido los acontecimientos», escribe Rugo de Saint-Victor, y el
de conceder valor a la unidad de la civilización.
A la escala más reducida de una Historia nacional, los clérigos de la
Edad Media y, con ellos, su público retendrán los acontecimientos que
hacen progresar a su país en el sentido general de la Historia, que lo hacen
participar más estrechamente en la Historia esencial de la salvación. Así,
para Francia, se señalan tres momentos culminantes: el bautismo de Clo-
doveo, el reinado de Carlomagno y las primeras Cruzadas, vistas como una
gesta francesa, Gesta Dei per francos. En el siglo xm, San Luis tomará en
su mano la continuación de esta Historia providencial francesa, aunque en
un contexto mental diferente, ya que el santo rey, si bien supone un nuevo
momento en una Historia discontinua, que olvida los episodios no signifi-
cativos para situar unos a continuación de otros los sucesos esenciales, se
inserta también en una nueva trama histórica continua, la de las Chroni-
ques royales de Saint-Denis.
Mas ni siquiera esta Historia cristianizada y occidentalizada es capaz
de difundir en la Cristiandad medieval una alegría optimista. La frase de
Rugo de Saint-Víctor, citada anteriormente, lo expresa con toda claridad:
la etapa es un final, el signo de la aproximación inminente del fin de la
Historia.
De hecho, el esfuerzo histórico esencial de los pensadores cristianos
medievales consiste en intentar frenar la Historia, en detener su caída. La
sociedad feudal -con sus dos clases dominantes, caballería y clerecía, como
dice Chrétien de Troyes- se considera como el fin de la Historia, al igual
que Guizot verá en el triunfo de la burguesía, durante el siglo xrx, el coro-
namiento de la evolución histórica.
Detención de la Historia que los escolásticos tratarán de consolidar y
fundamentar en la razón, sosteniendo que la historicidad es algo falaz, peli-
groso, y que lo único que cuenta es la eternidad intemporal. El debate entre
los partidarios de una verdad progresivamente revelada ( Veri tas fi lía tem-
poris, cela verdad es hija del tiempo)), habría dicho Bernardo de Chartres)
y los defensores de una verdad inmutable llena todo el siglo xn. Rugo de
Saint-Victor, por ejemplo, se opone vivamente a la tesis de Abelardo, según
la cual se exigía aun a los justos del Antiguo Testamento el conocimiento
explícito de la encarnación de Cristo. Saint-Victor insiste en la Historia
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

dispensationis temporalis Divinae ProVidentiae. El plan providencial se


desarrolla para él en el tiempo. Pero, un siglo más tarde, Santo Tomás de
Aquino dirá todavía que la Historia de las doctrinas es inútil. Sólo interesa
la parte de verdad que pudo contenerse en ellas. Argumento en parte
polémico, sin duda, que permite al Doctor Angélico tomar lo que quiere
de Aristóteles, desechando toda discusión sobre su inserción en un conjunto
pagano. Mas también tendencia profunda de una búsqu eda de la verdad
en la inmutabilidad, de un esfuerzo por evadirse de un tiempo histórico
movible.
Frente a esas dos tendencias, esto es, un historicismo decadente que
conduce al pesimismo histórico y un optimismo intemporal que se interesa
únicamente en las verdades eternas, emergen a la luz del día tímidos esfuer-
zos por revalorizar el presente y el futuro.
El más importante de esos esfuerzos es el que, aun aceptando el esque-
ma de las edades del mundo y el diagnóstico de vejez atribuido al presente,
subraya Ias ventajas de una tal vejez. Así, Bernardo de Chartres escribe:
«Cierto que somos enanos encaramados en las espaldas de gigantes, pero
por eso mismo alcanzamos a ver más lejos que ellos.» La frase hace girar
hábilmente en beneficio del presente la imagen del empequeñeci~iento
histórico. Y San Buenaventura, en un pensamiento que Pascal volverá a
utilizar más tarde, aceptará también la imagen de las edades y de la vejez
del mundo para subrayar el acrecentamiento de los conocimientos huma-
nos que de ella resulta.
¿Será éste, por lo tanto, todo el sentimiento de progreso del que la
Edad Media haya sido capaz?
Al examinar el empleo de los términos modernus, moderni, moderni-
tas, se percibe que algo está a punto de cambiar durante el siglo xn en la
concepción del tiempo, en la consciencia hi stórica. Cierto que tales térmi-
nos tienen principalmente un sentido neutro. Des ignan a los contempo-
ráneos, en una extensión de presente que Walt.er Map evalúa en cien
años, en contraposición a los antiquí que los han precedido. Mejor toda-
vía, tanto el término como el hecho se hacen las más veces sospechosos,
como observa Walter Map también: ce Toda época ha sentido desagrado
por su propia modernidad y cada edad ha preferido aquellas que la pre-
cedían.» Volveremos a encontrar esta aversión de la Edad Media por la
novedad.
Y, no obstante, la modernitas, los moderni del siglo xn se afirman cada
vez más con un orgullo que se advierte poderosamente desafiante ante el
pasado, pletórico de promesas para el futuro. Se acerca el tiempo en que
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

el término constituirá un programa, una afirmación, una bandera. El


IV Concilio de Letrán ( 1215) sancionará un aggiornamento del compor-
tamiento y de la sensibilidad cristianas que abrirá las puertas a una moder-
nidad, si no a un modernismo consciente de sí mismo. Las órdenes mendi-
cantes serán las campeonas de ese cambio de valores. Así lo afirmarán los
Anales de Normandía en el año 1215: «Esas dos órdenes -menores y
predicadores- fueron acogidas por la Iglesia y el pueblo con una gran
alegría, a causa de la novedad de su regla.» Sin embargo, esta puesta en
marcha de la Historia, ese nuevo movimiento no habría sido posible a no
ser por el florecimiento de nuevas actitudes frente al tiempo, surgidas de
la evolución, ya no del tiempo abstracto de los clérigos, sino de los tiempos
concretos, cuya red rodeaba a los hombres de la Cristiandad medieval.

Marc Bloch .ha encontrado una fórmula eficaz para resumir la actitud
que los hombres de la Edad Media adoptaron frente al tiempo: «Una vasta
indiferencía».
Esta indiferencia se manifiesta, por ejemplo, en los cronistas, avaros de
fechas -dotados como están de una insensibilidad a la cifra precisa, sobre
la cual insistiremos-, que sustituyen por vagas expresiones: «en aquel
tiempo», «entre tanto», «poco después» ...
Y, en el nivel de la mentalidad colectiva, una confusión temporal bási-
ca mezcla pasado, porvenir y futuro . La confusión se manifiesta de manera
muy particular en la persistencia de ciertas responsabilidades colectivas,
expresión clara de primitivismo. Todos los hombres vivientes son respon-
sables de la falta de Adán y de Eva, todos los judíos contemporáneos son
responsables de la Pasión de Cristo, todos los musulmanes son responsables
de la herejía de Mahoma. Como no ha dejado de observarse, los cruzados
de finales del siglo XI no creían que su misión se dirigiese a castigar a los
descendientes de los verdugos de Jesucristo, sino a los verdugos mismos.
Así, en el arte, en el teatro, el anacronismo de los vestidos -que, como es
sabido, se mantendrá durante largo tiempo- demuestra no solamente la
mezcla de las épocas, sino más aún el sentimiento, la creencia de los hom-
bres de la Edad Media en que todo cuanto es fundamental para la huma-
nidad le es contemporáneo. A través de los milenios, la liturgia hace revivir
cada año, en una extraordinaria condensación, la Historia sagrada. Men-
talidad mágica, que hace del pasado presente, porque la trama de la Histo-
ria es la eternidad.
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

No obstante, la Encarnación implica una necesaria datación. Al ser


dividida la Historia en dos épocas por la vida de Jesucristo, al fundarse toda
la religión cristiana sobre este acontecimiento, resulta de ello una inclina-
ción, una sensibilidad esencial a la cronología. Sin embargo, esta cronología
no está ordenada a lo largo de un tiempo divisible en momentos iguales,
exactamente medibles, lo que llamamos un tiempo objetivo o científico.
Se trata, por el contrario, de una cronología «significativa». La Edad Media,
tan ávida de fechar como podamos estarlo nosotros, no lo hace según las
mismas normas ni las mismas necesidades. Lo que a ella le importa señalar
en el tiempo difiere de lo que nos importa a nosotros. Admitida esta dife-
rencia, esencial sin duda alguna, creo que, lejos de ser indiferentes al tiem-
po, los hombres de la Edad Media se mostraban singularmente sensibles a
él. Cuando no son más precisos, se debe simplemente a que no sienten la
necesidad de serlo, dado que el hecho que se evoca no tiene precisión de
una cifra. Ahora bien, una referencia al tiempo falta muy raras veces. Tal
ocurre en los cantares de gesta. En Mainet, el joven Carlomagno, héroe del
poema, ataca a su enemigo Bradamante en un día de San Juan:
Barones, fue un día de fiesta de San juan
Cuando Mainet bajó cerca de la tienda de Bradamante.
¿Alusión a la espada Alegre del joven, cuyo pomo contiene una reli-
quia, un diente de San Juan? ¿Evocación más o menos consciente de los
ritos celebrados en la noche de San Juan y del papel que en los mismos
representan los jóvenes? Sea lo que fuere, el poeta se ha preocupado de
fechar.
Adenet el Rey, al comienzo de Berthe au grand pied, cuenta cómo ha
leído las aventuras de su heroína en Le livre aux histoires, que encontró
en la abadía de Saint-Denis:
En París, la ciudad, estaba yo un viernes.
Como era viernes, me vino el pensamiento
De que, para invocar a Dios, iría a Saint-Denis .. .
En Saint-Denis m e quedé desde entonces hasta el martes.
De hecho, esas notaciones, que son en este caso las del día, dependen
de diferentes sistemas de referencias cronológicas, que coexisten en la men-
talidad de los hombres de la Edad Media. La realidad es que no existe un
tiempo, una cronología unificada. Una multiplicidad de tiempos, tal es la
realidad temporal para el espíritu medieval.

243
LA CIVILIZACIÓN Dl"..L OCCIDENTE MEDIEVAL

Pero retengamos en primer lugar esa necesidad cronológica, que en


ningún otro campo es tan fuerte como en la Historia sagrada.
Todo lo que se refiere a Cristo está señalado por una exigencia de me-
dida temporal. Así, en el Elucidarium, la cronología de la vida terrestre
de Jesús aparece expuesta en detalle: la gestación de María: Cur novem
menses fuit clausus in utero? (¿Por qué permaneció nueve meses encerrado
en la matriz?); el momento de su nacimiento: Qua hora natus est? (¿En
qué hora nació?); la duración de su existencia oculta: Quare in triginta
annis nec docuit nec signumfecit? (¿Por qué durante treinta años no enseñó
ni se manifestó?); la prolongación de su muerte física: Quot horas fuit
mortuus?: Quadraginta (¿Cuántas horas estuvo muerto?: Cuarenta).
De la misma manera, el tiempo de la Creación exige una cronología
exacta. Cronología hebdomadaria de la Creación; pero, asimismo, cómputo
preciso de la Caída.
cc"¿Cuánto tiempo permanecieron (Adán y Eva) en el paraíso?" "Siete
horas." "¿Por qué no más largo tiempo?" "Porque, desde el momento en
que la mujer hubo sido creada, traicionó en seguida; a la hora de tercia,
el hombre, que acababa de ser creado, impuso nombres a los animales; a
la hora de sexta, la mujer, apenas formada, gustó inmediatamente del fruto
prohibido y tendió la muerte al hombre, que, por amor a ella, comió de él;
y pronto, a la hora de nona, el Señor los expulsó del paraíso ."»
Uso bastante extraño de la fecha, que hace datar la Creación y calcu-
lar las duraciones más o menos simbólicas de la Biblia. Al mismo tiempo
que llevan hasta su límite la exégesis alegórica, los hombres de la Edad
Media exageran su cuidado de tomar al pie de la letra las noticias de las
Escrituras. Especialmente todo cuanto figura en los ccLibros históricos» es
considerado como un hecho real y fechado. Las crónicas universales comien-
zan por esas fechas, manifestando así una verdadera obsesión cronológica.
Mas, por otro lado, no existe unanimidad en lo que se refiere a esta crono-
logía. J acques de Voragine lo confiesa ingenuamente cuando escribe: ccNo
se está de acuerdo sobre la fecha del nacimiento de Nuestro Señor J esucris-
to en la carne. Los unos dicen que tuvo lugar 5.228 años después del naci-
miento de Adán, otros que ocurrió 5.900 años después de este nacimiento.»
Y añade prudentemente: ccFue Método el primero en fijar este período en
6.ooo años; pero lo ha encontrado más por inspiración mística que por
cálculo cronológico.»
En efecto, la cronología medieval propiamente dicha, los medios para
medir el tiempo, para conocer la fecha o la hora, los instrumentos cronomé-
tricos son en extremo rudimentarios. La continuidad con el mundo greco-

244
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

latino es en este aspecto absoluta. Los instrumentos de medida del tiempo


continúan estando ligados a los caprichos de la Naturaleza (como el cuadran-
te solar, cuyas indicaciones no pueden producirse, por definición, sino du-
rante el día y en tiempo soleado) o están basados en la medida de segmentos
temporales tomados sin referencia a una continuidad, como el reloj de are-
na, la clepsidra y todos esos sustitutivos del reloj, inaptos para medir un
tiempo datable, reducible a cifras, pero adaptados a la necesidad de medir
jalones de tiempo concretos: candelas que dividen la noche en tres perío-
dos y, para los tiempos cortos, plegarias, según las cuales se define el tiempo
de un Miserere o de un Pater.
Instrumentos sin precisión, a merced de un incidente técnico impre-
visible: nube, grano de arena demasiado grande, hielo .. . malicia de los
hombres, que alargan o acortan la candela, precipitan o prolongan la reci-
tación de la plegaria. Y, al mismo tiempo, sistemas variables de contabilidad
del tiempo.
El año comienza en fechas diferentes en los diversos países de acuerdo
con la tradición religiosa que posean, haciendo partir la redención de la
humanidad -y la renovación del tiempo, por tanto- de la Natividad, de
la Pasión, de la Resurrección de Jesús, incluso de la Anunciación. Y de este
modo, una serie de c<estilosll cronológicos coexisten en el Occidente medi e-
val. El más extendido de ellos es el que hace comenzar el año en Pascua. El
que triunfaría en el porvenir, es decir, el primero de enero, la Circuncisión,
se hallaba por entonces muy poco extendido. El día comienza as imismo en
momentos variables: al ocaso del sol, a medianoche. a mediodía. Las horas
son desiguales. Se mantienen las viejas horas romanas más o m nos cristia-
nizadas: en primer lugar, maitines (hacia medianoche); despu és, en inter-
valos aproximados de tres horas actuales: laudes (las 3), prima (las 6), ter-
cia (las g), sexta (mediodía), nona (las 15), vÍSperas (las 18) y completas
(las .21 ).

En la vida cotidiana, los hombres de la Edad Media se sirven de seña-


les cronológicas tomadas a diferentes universos socio-temporales, que les vie-
nen impuestos por las diversas estructuras económicas y sociales. Nada, en
efecto, tractuce mejor la estructura d e b. sociedad medieval que los fenó-
menos metrológicos y los conflictos que se cristalizan en torno a ellos. Las
medidas - en el tiempo y en espacio- suponen un instrumento de domi-
nación social de una extraordinaria importancia. Quien las domina refuer-
za singularmente su poder sobre la sociedad. Y esta multiplicidad de los

245
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

tiempos medievales se refleja en las luchas sociales de la época. Al igual


que en los campos y en las ciudades se disputa en torno a las medidas de
capacidad - que determinan raciones y niveles de vida- unas veces a favor
y otras en contra de las medidas del señor o de la ciudad, la medida del
tiempo será el objeto de luchas para tratar de arrancarla en lo posible a las
clases dominantes: clero y aristocracia. De la misma manera que la escri-
tura, la medida del tiempo continuará siendo, durante gran parte de la
Edad Media, patrimonio de los poderosos, uno de los elementos de su poder.
La masa no posee su tiempo. Es incapaz incluso de determinarlo. Obedece
a los tiempos impuestos por las campanas, las trompetas y los olifantes.
Ahora bien, el tiempo medieval es, en primer término, un tiempo
agrícola. En un mundo donde la tierra es lo esencial, donde la casi totalidad
de la sociedad vive de ella, en la opulencia o la miseria, la primera referen-
cia cronológica ha de ser por fuerza una referencia rural.
Ese tiempo rural es, en principio, el de la larga duración. El tiempo
agrícola, el tiempo campesino es un tiempo de esperas y de paciencias, de
permanencias, de vueltas a empezar, de lentitudes y, si no de inmovilismo,
por lo menos sí de resistencia al cambio. No referido a acontecimientos,
escapa a la necesidad de la fecha. O mejor, sus fechas oscilan dulcemente
al ritmo de la naturaleza.
Porque el tiempo rural es un tiempo natural. Sus grandes divisiones
son el día y la noche y las distintas estaciones. Tiempo contrastado, que ali-
menta la tendencia medieval al maniqueísmo: oposición de la sombra y la
luz, del frío y del calor, de la actividad y de la ociosidad, de la vida y de
la muerte.
La noche está llena de amenazas en ese mundo en que la luz artificial
es rara (las técnicas de iluminación, incluso durante el día, no progresarán
sino en el siglo xm, con el auge del vidrio plano), peligrosa, provocadora
del incendio en un mundo de madera -sobre esta materia, basta leer,
entre otras mil, la narración que hace Joinville del incendio declarado por
la noche en la cámara de la reina de Francia, a bordo del navío que la trae
con San Luis de Tierra Santa-. Además, está acaparada por los poderosos:
cirios de los clérigos y antorchas de los señores, que eclipsan los pobres
candiles del pueblo.
Contra las amenazas humanas, las puertas se cierran y la ronda, en las
iglesias, los castillos y las ciudades, vigila con celo. La legislación medieval
castiga con un vigor extraordinario los delitos y los crímenes cometidos
durante la noche. La noche es la gran circunstancia agravante de la justi-
cia medieval.
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

Y, sobre todo, la noche es el tiempo de los peligros sobrenaturales.


Tiempo de la tentación, de los fantasmas, del Diablo.
A comienzos del siglo XI, el cronista alemán Thietmar multiplica las
historias de aparecidos, afirmando seriamente su autenticidad: ccDe la
misma manera que Dios ha dado el día a los vivos, ha dado la noche a los
muertos.» La noche pertenece a los brujos y a los demonios. En desquite,
es el momento privilegiado del combate espiritual para los monj es y los
místicos. La vigilia, la oración nocturna son ejercicios eminentes. San Ber-
nardo recuerda la palabra del salmista: ce En medio de la n oche me he
levantado para glorificarte, Señor.»
Tiempo de lucha y de victoria, toda noche recuerda la noche simbó-
lica de Navidad. Abramos de nuevo el Elucidarium por el capítulo que se
refiere a Cristo: ce" ¿A qué hora ha nacido?" "En medio de la noche .. . "
"¿Por qué durante la noche?" "Para llevar la luz de la verdad a aqu ellos
que andan errantes por la noche del error. "»
En la poesía épica y lírica, la noche es el tiempo de la angustia y de
la aventura. Y con frecuencia aparece unida a otra especie de oscur idad :
el bosque. El bosque y la noche combinados significan el súmmum de la
angustia medieval. Así, cuando Berta se halla extraviada:

La dama estaba en el bosque, cuán duramente lloraba ...


Cuando la noche llegó, comenzó a sollozar ...
¡Ah, noche, qué larga eres! Mucho se te ha de temer.

A lo cual hace eco, en un momento en que el tema se ha convertido


ya en un lugar común ligeramente dulzón, Chrétien de Troyes en Yvain:

Y la noche y el bosque le causan


Grande enojo ...

En contraposición, todo lo que es ccclaro» - una palabra clave en la


literatura y en la estética medievales- es bello y bueno: el sol que res-
plandece sobre las armaduras de los guerreros y sobre sus espadas, la clari-
dad de los ojos azules y de los cabellos rubios de los jóvenes caballeros ...
«Bello como el día»: la expresión n o ha sido nunca tan profundamente
sentida como durante la Edad Media. Y el deseo va tan lejos que Lodina,
impaciente por volver a ver a Yvain, formula: cqQue haga de la noche día!»
Otro contraste: el de las estaciones. A decir verdad, el Occidente me-
dieval sólo conoce dos estaciones : el invierno y el verano. Si alguna vez

247
LA CIVILIZACIÓN DEL- OCCIDENTE MEDIEVAL

aparece la palabra primavera, es en la poesía erudita, como la de los Goliar-


dos *. Por ejemplo, el poema 011inia sol temperat -el sol acaricia todas
las cosas- magnifica ccel poder de la primavera», veris auctoritas, mientras
que otro de ellos opone entre sí primavera e invierno:

Ver etatis labitur,


Hiemps nostra properat.

(La primavera de la vida se desvanece,


Nuestro invierno se acerca.)

Sin embargo, también en este caso el confrontamiento se establece tan


sólo entre dos estaciones, aunque éstas suelen ser habitualmente el verano
y el invierno. Por otra parte, el verano es, en lengua vulgar, el tiempo de
la renovación, la primavera de la poesía latina. María de Francia, en el
canto de Laostic, habla cede una tarde de verano, cuando los bosques y los
prados reverdecen y los vergeles están floridos».
La oposición invierno-verano constituye uno de los grandes temas del
Minnesang *. La Sommerwonne, cela voluptuosidad del verano», se opone
a la Wintersorge, c<el enojo del invierno» . En un célebre poema, vValther
von der Vogelweide * canta al verano que «ahuyenta y arrincona el invier-
no de la triple preocupación»: la desaparición de los colores, el silencio de
los pájaros, el fin de los goces al aire libre. Del mismo modo que el día lo
hace con la noche, el verano disipa la ccangustia», Anger, fruto del invierno,
como canta Conrado von Würzburg:

Sumerzit
fraude git.

(El verano
da la alegría.)

Neidhart, más próximo a la mentalidad campesina, ordena al invierno


que se retire, como se hacía en ciertos ritos de las fiestas folklóricas: ccVete,
invierno, huye, porque tú haces daño.»
La personificación del verano en el Minnesang es el mes de mayo, mes
de la renovación, lo cual viene a confirmarnos la ausencia de la primavera
o, mejor aún, su absorción por el verano:
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

Messire Mai, a vous le prix,


Honni soit l'hiver.
(Señor mayo, para ti el premio.
¡Maldito sea el invierno!)
dice uno de los primeros poemas del Minnesang.
El «Sentimiento de mayo» reviste tanta fuerza en la sensibilidad medie-
val que el Minnesang llega a crear un verbo especial para definirlo: «es
maiet)), «hace mayo)), verbo de la libertad y de la alegría.
Nada expresa mejor ese tiempo rural de la Edad Media que el tema
de los meses, repetido por todas partes: tanto en la escultura (tímpanos de
las iglesias) como en la pintura (frescos y miniaturas), y en la literatura,
donde informa un género poético especial. Los doce meses vienen repre-
sentados por las respectivas ocupaciones rurales que en ellos se realizan:
desde la poda de los árboles a la montanera del cerdo, su matanza en el
lindero del invierno y las comilonas que esta matanza permite junto a la
chimenea. En el tratamiento del tema pueden aparecer variantes, unidas a
tradiciones iconográficas o a diferencias geográficas de la economía rural.
La recolección es, con frecuencia, más tardía en los ciclos septentrionales,
y las ocupaciones vitícolas no figuran siempre en ellos. En la poesía, se ha
observado, por ejemplo, que el mes de abril ocupa a menudo en Francia
el lugar de mayo en Alemania. En consecuencia, se ha atribuido a una
influencia francesa el poema de Heinrich von Veldeke que canta abril:
In den Aberillen so die Blumen springen

en vez del mayo habitual en el Minnesang.


No obstante, por todas partes el ciclo sigue basindose fundamental-
mente en los trabajos rústicos, si bien es preciso distinguir casi siempre en
el interior de dicho ciclo campesino, de esta sucesión rural, un hiatus -en
abril y mayo-, una incursión cortesana, señorial. Se trata de la cabalgata
del señor, del joven señor en general, joven como la renovación del tiem-
po. Se trata, en una palabra, de la cacería feudal. De esta manera, un tema
de clase social se desliza en el tema económico.

Ello se debe a que al lado del tiempo rural, o mejor, coexistentes con
él, otros tiempos sociales se imponen: el tiempo señorial y el tiempo
clerical.

249
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

El tiempo señorial es, en un comienzo, un tiempo militar. Señala en


el año el período en que recomienzan los combates, cuando se exige el ser-
vicio del vasallo. Es el tiempo de la hueste.
Es también el tiempo de los pagos campesinos. Los mojones del año,
como vamos a ver, están constituidos por las grandes fiestas. Entre ellas hay
algunas que catalizan la sensibilidad del tiempo dentro de la masa campe-
sina: los vencimientos feudales , cuando han de pagarse las rentas o censos,
sea en especie, sea en dinero. Los plazos varían según las regiones y según
los dominios. Sin embargo, una época se distingue particularmente en esta
cronología de los pagos : el final del verano, en que se lleva a cabo la parte
esencial del descuento señorial sobre las cosechas. La gran fecha del «tér-
mino» es San Miguel (29 de septiembre), en ocasiones sustituido por el día
de San Martín (11 de noviembre).

,¡¡, * *
Pero el tiempo medieval es, sobre todo, un tiempo religioso y clerical.
Tiempo religioso porque el año es, en principio, el año litúrgico. Aho-
ra bien, y es ésta una característica primordial en la mentalidad medieval,
el año litúrgico, que sigue el drama de la Encarnación y la historia de Jesu-
cristo, desde el Adviento a Pentecostés, ha sido rellenado poco a poco de
momentos, de días significativos, tomados a otro ciclo, el de los santos. Las
fiestas de los grandes santos han venido a intercalarse en el calendario cris-
tológico y la fiesta de Todos los Santos ( 1 de noviembre) se ha convertido,
al lado de Navidad, Pascua, Ascensión y Pentecostés, en una de las más
grandes fiestas del año religioso. Lo que refuerza la atención que las gen-
tes de la Edad Media prestan a tales fiestas, lo que les confiere definiti·
vamente su carácter de fecha, es que, aparte las ceremonias religiosas espe-
ciales y con frecuencia espectaculares que las señalan, son los hitos de la
vida económica: fechas de los pagos agrícolas, días de fiesta para los arte-
sanos y los obreros.
Tiempo clerical, porque el clero, gracias a su cultura, domina la medi-
da del tiempo. únicamente él tiene necesidad, a causa de la liturgia, de
medir el tiempo. Y sólo él es capaz de hacerlo, por lo menos de una forma
aproximada. El cómputo eclesiástico se basa, en primer término, en el
cálculo de la fecha de Pascua, para llevar a cabo el cual la Alta Edad Media
se debatió largo tiempo entre un método irlandés y un método romano.
Dicho cálculo supuso la base para los primeros progresos en la medida del
tiempo. Sobre todo, el clero es el amo de los indicadores del tiempo . El
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

tiempo medieval se halla regido por las campanas. Los toques dados por los
clérigos, por los monjes, por la servidumbre de los conventos, son los únicos
puntos de referencia en toda la jornada. El toque de las campanas hace
conocer el único tiempo cotidiano que puede ser medido aproximadamen-
te: el de las horas canonicales, por el cual todos los hombres se regulan.
La masa campesina se encuentra hasta tal punto sometida a ese tiempo cle-
rical, que el universitario Juan de Garlande, a comienzos d el siglo xrn, da
de campana la fantasiosa pero reveladora etimología siguiente: «Campane
dicuntur a rusticis qui habitant in campo, qui nesciant judicare horas
nisi per campanas. » (Las campanas reciben su nombre de los campe-
sinos que habitan la campiña y no saben conocer las horas sino por medio
de ellas.)
Tiempo agrícola, tiempo señorial, tiempo clerical: lo que caracteriza
en definitiva todos estos tiempos es su estrecha dependencia del tiempo
natural.
Esta característica, tan evidente para el tiempo agrícola, lo es también,
si se piensa en ello, para los otros dos. El tiempo militar está fuertemente
ligado al tiempo natural. Las operaciones guerreras no comienzan sino con
el verano y acaban con él. Una vez transcurridos los tres meses del servicio
obligatorio en la hueste, se produce la desbandada de los ejércitos feudales.
La constitución del ejército aristocrático medieval, basado en la caballería,
acentúa esta dependencia. U na capitular de Pepino el Breve (751) sancio-
na la evolución. La hueste será desde ahora reunida en mayo y no en abril ,
con objeto de permitir a los caballos nutrirse en los prados r verdecidos.
La poesía cortesana, que toma su vocabulario de la caballería, llama al
tiempo en que el amante corteja a su dama «el servicio ele verano».
El tiempo clerical, por su parte, no está menos so rn ticlo a ese ritmo.
No sólo la mayor parte de las grandes fiestas re 1igiosas ree mplazan a fiestas
paganas que se hallan, a su vez, en relación directa co n el tiempo natural
-la Navidad, para dar el ejemplo más conocido, fu e ftj ada para sustituir
una fiesta del Sol en el momento del solsticio- , sino que, lo que es más
importante, todo el año litúrgico se adapta a l r itmo natural de los trabajos
agrícolas. El año litúrgico ocupa, de Adviento a Pentecostés, el período del
reposo de los campesinos. En contraposición, el verano y una parte del oto-
ño, momento de la máxima actividad agraria, quedan libres de grandes fies-
tas, si se exceptúa la pausa de la Asunción de la Virgen María, el 15 de
agosto, fiesta que, por otro lado, no se afirma sino muy lentamente, no entra
en la iconografía hasta el siglo xu y no parece imponerse más que en el xm.
J acques de Voragine testimonia un hecho significativo: el traslado de
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

la fecha en que se celebraba primitivamente la fiesta de Todos los San-


tos, desplazamiento que se lleva a cabo con objeto de no entorpecer el
calendario agrícola. Esta fiesta, proclamada en Occidente por el papa Boni-
facio a comienzos del siglo vn, había sido fijada entonces en el i 3 de mayo,
al ejemplo de Siria, donde la fiesta había aparecido ya en el siglo IV, en el
cuadro de una Cristiandad esencialmente urbana. A finales del siglo vm,
fue transferida al primero de noviembre.
El motivo fue, según dice la Leyenda dorada, que «el papa juzgó mejor
que la fiesta fuese celebrada en un momento del año en que estando ya
terminadas las vendimias y las cosechas, los peregrinos pueden encontrar
más fácilmente cómo nutrirse». Este período que abarca del siglo VIII al IX,
que es el mismo en que Carlomagno da a los meses nuevos nombres
que evocan en general los trabajos rurales, parece ser el momento deci-
sivo en que se remata, como hemos visto, la ruralización del Occidente
medieval.
El carácter fundamental de esta dependencia de las estructuras tem-
porales de la mentalidad medieval -mentalidad de una sociedad rural pri-
mitiva- con respecto al tiempo natural, en parte alguna se manifiesta me-
jor que en los cronistas. Entre los acontecimientos que consideran más
importantes, anotan todo cuanto se sale de lo normal en relación al orden
natural: malas rachas climáticas, epidemias, hambres ... Estas anotaciones,
tan preciosas para el historiador de la economía y de la evolución social, son
debidas directamente a la concepción medieval del tiempo como dura-
ción natural.
Esta dependencia del tiempo medieval con relación al tiempo natural
se encuentra incluso en el mundo del artesanado y del comercio, más desli-
gado en apariencia de esta servidumbre. En el mundo de los oficios, los con-
trastes entre día y noche, invierno y verano influyen de manera decisiva
sobre la reglamentación corporativa. La prohibición habitual de trabajar
por la noche deriva de ellos en gran medida. Muchos oficios tienen un ritmo
de actividad diferente en invierno que en verano. A finales del siglo XIII,
por ejemplo, los albañiles perciben salarios cuyo montante difiere según se
trate de la estación muerta o del buen tiempo. Por lo que toca al universo
de la actividad comercial, la navegación mercante queda inmovilizada du-
rante el invierno, por lo menos hasta el final del siglo xm, cuando se extien-
de el uso de la brújula y del timón de codaste o charnela. Incluso e·n el
Mediterráneo, los navíos se detienen y permanecen en el fondeadero desde
comienzos de diciembre a mediados de marzo. En los mares septentrionales,
la estadía es con frecuencia mucho más larga todavía.
EP1GRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 74 A 91

74· EL DEMONIO DEVORADOR DE HOM- elegidos hacia el Paraíso y hacia el I n-


BRES. fierno a los condenados, vigilados por
El Demonio, que aparece en la icono- la burlona cohorte de los diab los. En
grafía medieval en proporción a las an- una parte de la escena que no aparece
gustias constantes que inspira, no se en la ilustración se ve a los elegidos
halla más dramáticamente presente en conducidos por un franciscano (presti-
ningún lugar que en los capiteles de la gio de la orden en la sociedad) y un rey
iglesia románica de Saint-Pierre de (prestigio de San Luis y propaganda
Chauvigny (siglo XII). El monstruoso monárquica). La gracia angélica triun-
Demonio que aprisiona con sus garras fa aquí en una obra del gótico florido,
a su presa humana y se dispone a tra- correspondiente a finales del siglo XIII
garla, se encuentra cercano a los dioses- (hacia I28o ). (Bourges, tímpano del
lobo devoradores del folklore campesi- pórtico central en la catedral de Saint-
no. El tema fue legado al arte románi- Etienne.)
co por los monjes irlandeses. En el Poi-
76. EL DEMONIO TENTADOR.
tou, acaso se haya visto contaminado
por la leyenda de la Grande Goule, La acción primordial del demonio es
el dragón que devoraba en Poitiers a la tentación, que atenta contra el libre
las religiosas de Radegunda, hasta que albedrío del hombre. La tentaaión tie-
la santa puso fin a sus hazañas. (Chau- ne sus héroes: los santos. Su prototipo
vigny. Vienne, igl esia de Saint-Pierre.) es San Antonio, que asist e aquí, aterro-
rizado, al suplicio de un condenado
75· EL TÉRMINO DE LA HISTORIA INDIVI· martirizado por tres demonios (véase
DUAL Y COLECTIVA: EL JUICIO FINAL. il. 60 ). (V ézelay, iglesia abacial de la
Toda la vida del cristiano se ordena Magdalena, capitel de la nave, entre
hacia ese instante decisivo : el Juicio II20 y n40.)
Final . Sin embargo, el tema no apa-
rece ampliamente representado hasta 77· LOS IN TRUMJ':NTOS DEL DIABLO: LA
MÚSICA PROFANA Y LA MUJER.
el advenimiento del arte gótico, en es-
pecial en .el tímpano de las catedrales La iconogra fía medieval se complace
del siglo XIII. La ordenación gótica lo en multiplicar dentro de las iglesias las
presenta en dos niveles: abajo, la re- rejJresentaciones del diab lo, incansab le
surrección, garantía de esperanza, que en asaltar al hombre con tentaciones
significará, además, para los artistas rejJetidas. También en Vézelay, el De-
góticos la ocasión de ensayarse en el monio jJresenta dos de sus instrumen-
desnudo (a veces maravillosamente lo- tos favoritos: la música profana y la
grado, como en Rampillon) y, en la mujer, incitadoras ambas de la lujuria.
parte superior, el Juicio, que preside (V ézelay, iglesia de la Magdalena, ca-
San M iguel, cuya balanza enviará a los pitel de la nave, entre n20 y n40.)

253
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 74 A 91

78. LA MUJER, INSTRUMENTO DEL DIA- lidad, más impresionada por el Cristo
BLO . sufriente que por el Dios triunfante,
De todas las tentaciones del Diablo, y a una propaganda, particularmente
la mujer es la más diabólica. En la viva en la Italia del N orle, hogar, en
ilustración, .el Diablo la presenta a San esta segunda mitad del siglo XII, de la
Benito, que se defenderá de la tenta- herejía del catarismo, que negaba las
ción haciendo rodar su cuerpo desnu- realidades y los símbolos de la Cruz.
do sobre ortigas (véase il. I56), bajo la Aquí, en la catedral de Parma, el gran
forma insidiosa de una compañera ves- Benedetto Antelami, en quien culmi-
tida, que, a primera vista, no tiene nará la escultura lombarda después de
nada de seductora. Este capitel de Wiligelmo (Módena, Io99), esculpe en
Fleury se debe probablemente a Ru- I IJ8 su Descendimiento. Sobre un fon-

gues de Sainte-1\forie (véase il. 17) y es, do de follajes nielados, se destaca una
por lo tanto, anterior a no8. (Saint- composición todavía muy bizantina.
Benóit-sur-Loire, iglesia abacial, capi- El tema del descendimiento de la
tel de la nave.) Cruz cobra un gran auge en Bizancio
a partir del siglo X. El conjunto, con
79· LAS VÍCTIMAS TERRESTRES DEL DE- sus diversas escenas, debe mucho al
MONIO: UNA POSESA. drama litúrgico de la Pasión, cada vez
Una de las más grandes misiones de más representado. (Parma, catedral.)
los santos consiste en curar a los po-
sesos, librándolos del Demonio, que, al 81 y 82. DIOS SUFRIENTE Y DIOS TRIUN-
FANTE.
introducirse en sus cuerpos, se apodera
de su alma. La técnica de la repulsión Desde finales del siglo XII, los dos te-
es el exorcismo, reservado a los santos mas coexisten en la iconografía: Dios
o a clérigos especializados, los e:wrcis- triunfante en su trono, Dios sufriente
tas. Sobre uno de los vanos de la puer- en la Cruz. Tal sucede en estas dos
ta de bronce de la basílica de San Zenón cubiertas de evangeliarios, que datan
de Verana, obra germánica de finales del siglo XIII, adornados con figuras
del siglo XI (véanse ils. 62 -63), el san- esmaltadas en relieve, en las que se
to obispo libera del demonio a una manifiesta la maestría del arte lemosín.
princesa poseída. (Verana, basílica de Los cabujones prolongan el gusto bár-
San Zenón.) baro por las cosas coloridas y el oropel.
En una de ellas (il . 82), el Cristo en ma-
80. DIOS: EL CRI STO SUFRIENTE DEL jestad aparece coronado por los símbo-
DESCENDIMIENTO. los evangélicos de San Mateo y de ·san
La representación de la Crucifi xión en juan. En la otra, la fusión entre los dos
sus diversos episodios corresponde, a temas resulta muy atrayente: el Cristo
la vez, a una evolución de la sensibi- crucificado se muestra al mismo tiem-
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EP!GRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 74 A 91

po coronado . A sus pies, la Virgen y Padre (en lo alto), el cielo con el sol y
Sa n juan son testimonio también de la luna (a derecha e izquierda) y la
u na inspiración iconográfica más re- tierra, vivificada por el agua -Fons
ciente (il. 81). (París, Museo de Cluny.) vitae, fu en te de la vida- y personifi-
cada por una mujer que emerge semi-
83. EL DIOS DE LOS TEÓLOGOS: LA TRI- desnuda. La vida se m uestra, además,
NIDAD. simbolizada por los cuatro ríos del Pa-
H as ta las postrimerías de la Edad Me- raíso, en figura feme nina (l o cual es
dia, la Trinidad no conoce una gran excepcional), y los sím bolos de los cua-
jw pu laridad en la iconografía de Occi- tra evangelistas, ríos místicos de la pa-
d ente. Las representaciones simbólicas labra de Cristo . La miniatura es co-
por intermedio de tres personajes o mentada por el versículo de San Juan
tres ángeles uno al lado del otro (por (7, 17 ): "Si alguien tiene sed, que beba
ejemplo, en el salterio de San Luis, Pa- y que tenga la vida eterna." (Mu-
rís, Biblioteca Nacional, manuscrito nich, Biblioteca del Estado Bávaro,
latino 10525, fol. 7 vuelto) no se man- Clm 4454, fol. 20 vuelto.)
tienen en él como en el Oriente orto-
doxo. La que triunfa es la composición 85. UN REY TAUMATURGO: EDUARDO EL

superpuesta al Padre de más edad, al CONFESOR.

H ijo más joven y al Espíritu Santo Los reyes medievales intentaron hacer-
bajo la fo rma de paloma como en esta se reconocer un poder milagroso de cu-
vidriera del siglo XIII. (Marburgo, igle- ración. Los reyes de Francia, al curar
sia de Santa Elisabet.) las escrófulas, parecen hab er obtenido
más éxito que los reyes de I nglaterra .
84. CRISTO SALVADOR: EL CRISTO EN No obstante, en el siglo ./11 I , la pro-
EL ÁRBOL DE LA VIDA. paganda inglesa cons1:gu ió que se atri-
El culto al Salvador se afirma desde la buyese ese poder a Eduardo el Confe-
época carolingia. En esta miniatura sor, no como rey, sino como santo. En
que ilustra un evangeliario encontrado las vidrieras del siglo X III que ador-
en el tesoro de la catedral de Bamberg nan la abadía bened ictina de Fécamp,
y que fue ejecutado en la abadía de los milagros de San Eduardo figuran
Reichenau a principios del siglo XI, la al lado de los de San Luis curando los
representación del Cristo Salvador reú- leprosos. La ilustración, una miniatu-
ne diversos temas habitualmen te sepa- ra incluida en un manuscrito del si-
rados. Cristo Salvador del Mun do apa- glo X III, La Estoire de seint Aedward
rece en el Paraíso, con los atributos de l e R ei, presenta a Eduardo el Confe-
la victoria: el árbol de la vida y el glo- sor curando a una mujer escrofulosa.
bo del Universo. Sostiene en equili- (Cambridge, Biblioteca Universitaria,
brifJ el firmamento donde reina Dios manuscrito E D III S. 9.)

255
EPlGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 74 A 91

86. LOS .{NGELES: ÁNGELES DE LA RE- 88. LOS ÁNGELES: EL ARCÁNGEL DE LA


SURRECCJÓN. ELECCIÓN ETERNA, SAN MIGUEL.

Los ángeles son los intermediarios en- San Miguel cumple en la Edad Media
tre Dios y el hombre. En el jJresente diversas funciones. Santo militar (com-
caso, lo llaman a la Resurrección: batiendo contra el dragón), honrado
"Y los siete ángeles, que tenían siete en las alturas (del Monte Cargan o al
trompetas, se dispusieron a tocarlas" Mont-Saint-Michel, pasando por todas
(Apocalipsis, 7, 6). Se trata de un de- las capillas situadas en lugares eleva-
talle de los frescos que fueron pinta- dos, que le estaban dedicadas desde la
dos hacia I2oo por el maestro de Llu- época carolingia), acabó por especiali-
fª en el coro de la iglesia de Sant zarse como presidente del tribunal en
Pau de Narbona, Casserres, en Cata- el juicio Final. Pesa las almas en la ba-
luña. (Solsona, Museo Arqueológico lanza y cuida de que el diablo no la
Diocesano.) haga inclinarse indebidamente hacia el
lado malo. Es el último aliado del hom-
87. LOS ÁNGELES ·: EL ÁNGEL EXTERMI- bre en el umbral de la Eternidad, sa-
NADOR. biendo, si es preciso, dar el golpe ne-
cesario para "hacer inclinar la pesada".
Los jinetes del Apocalipsis fueron re-
El pesador de almas fue pintado du-
jJresentados ya en un capitel de la to-
rante el siglo XIII por el maestro de
rre-pórtico de Saint-Benoit-sur-Loire,
Soriguerola en este panel, procedente
al comienzo del siglo XI. El texto del
de uno de los lados de un altar que fi-
Apocalipsis (6, 8): "He aquí el caba-
gura en una iglesia situada en el valle
llo pálido; y el que lo montaba tenía
de Ribas, Cataluña. (Vich, Museo Epis-
por nombre Muerte y el infierno lo se-
co jJa l.)
guía; y se le dio poder en las cuatro
partes del mundo para dar muerte por
la espada, el hambre, la muerte y las 89. LA ANGUSTIA DE LA SALVACIÓN: EL
TEMIDO TIEMPO DEL ANTICRISTO.
bestias salvajes", experimentó, a través
de la evolución de la iconografía, cam- Al Anticristo nace en el cristianismo
bios sensibles. Como en este capitel de de una larga tradición que se remonta
Saint-Nectaire (siglo XII), acaba por al Apocalipsis. Parece proceder de una
no quedar sino un jinete blandiendo elaboración de la primera bestia o del
tres flechas, que representan la guerra, dragón del Apocalipsis. El comentario
el hambre y la epidemia (en latín mor- de Beatus de Liebana, redactado a fi-
talitas evocado por mors). Por último, nales del siglo VIII (véase il. 22); y sus
el jinete se metamorfosea en un án- ilustraciones hacen de él un personaje
gel, el ángel exterminador. (Iglesia de en figura humana, al que la Edad Me-
Saint-Nectaire, Puy-de-Dóme .) dia teme constantemente ver aparecer.
EPÍGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 74 A 91

Los horrores que ha de cometer están victoria sobre la muerte. Cristo apa-
imaginados sobre el modelo de las ca- rece en la actitu d tradicional de ma-
lamidades m edievales. Por ejemplo, jestad y la resurrección de los huma-
esta miniatura del B eatus de San Se- nos subraya el h echo de que la Pasión
vero (siglo XI) destruye una ciudad y ha significado la R edención de la hu-
despu és da muerte a sus habitantes. El manidad. (Zw ettl, A ustria, Biblioteca
tex to d el Apocalipsis que insjJiró, a tra- del Monasterio Cisterciense, Códice
vés de Beatus, esta escena es el pasa- 204, fol. 83.)
je (II, I-IJ) en que la bestia (conver-
tida aquí e n el Anticristo) da muerte 91. LA ANGUSTIA DE LA S AL VA CIÓN : LA
a los dos testimonios de Dios, llamados RESURRECCIÓN DE LOS MUERTO S .
Elías y Enoc por B eatus, y a los que Ese libro de perícopas (o evange liario ),
se u nía toda una tradición escatológica. que contiene los pasajes del Evange lio
Obsérv ese la representación obsesiva de leídos en la misa, fue ejecutado duran-
las armas mortíferas, sobre todo la es- te los primeros años del siglo XI en la
pada. Es el tiempo en que la Iglesia abadía de Reichenau. Estaba d estina-
trata de 1:mponer las instituciones de do al emperador Enrique II, quien lo
paz. (París, Biblioteca Nacional, ma- . ofreció a la iglesia abacial de San Es-
nuscrito latino 8878, fol. I 55.) teban, Barnb erg, consagrada en I 020.
Los muertos surgen de sus tum bas a
90. LA ANGUSTIA DE LA SALVACIÓN: EL la llamada para el juicio Final d e los
CRISTO SALVADOR. cuatro ángeles tocadores ele tuba, es-
El culto al Salvador se acom pafía du- coltados por los Cu al.ro Vientos. E l
rante el siglo XIII d e una devoción pintor de R eichenau, mny personal,
destinada a gozar de una gran pojJUla- ha modificado num erosos detalles, con-
ridad: la devoción a los instrumentos vertidos en tradicio1wles a jJartir de él.
de la Pasión: la cru.z:, los clavos, la es- Por ejemplo, Ita ves tid o a los muertos,
ponja, la lanza. Ese tema doloroso se que se muestran d emuelas en las repre-
combina en esta miniatura de un sal- sentaciones habituales de esta escena.
terio checo o polaco, que data de co- (Mu nich lliblioleca d el Estado Báva-
mienzos del siglo XIII, con el de la ro, Clm 1152, fol. 57.)

257
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

El tiempo medieval comienza a cambiar -lentamente todavía- en el


curso del siglo XIV. El éxito del movimiento urbano, los progresos de la
burguesía de comerciantes y de empresarios, que experimentan la necesi-
dad de medir más exactamente el tiempo del trabajo y las operaciones
comerciales -bancarias sobre todo, con el desarrollo de la letra de cam-
bio-, rompen y unifican los tiempos tradicionales. Ya en el siglo XIII, el
grito o la trompa del vigilante indicaba el comienzo de la jornada y pronto
la campana del trabajo aparece en las ciudades comerciales, en particular
las ciudades con industrias textiles de Flandes, Italia, Alemania ... Además,
el progreso técnico, sostenido por la evolución de la ciencia que criticaba
la física aristotélica y tomista, rompe el tiempo y lo hace discontinuo, per-
mitiendo la aparición de los relojes medidores de la hora en el sentido
moderno, es decir, como la veinticuatroava parte del día. Cierto que el reloj
de Gerbert, construido hacia el año 1000, no era aún más que un reloj de
agua, tal como el que describe todavía el rey de Castilla Alfonso el Sabio
en el siglo XIII, si bien éste más perfeccionado. Sin embargo, es al final de
este mismo siglo cuando se lleva a cabo el progreso decisivo con el descu-
brimiento del mecanismo de escape, del cual nacen los primeros relojes
mecánicos que se extienden por Italia, Alemania, Francia e Inglaterra y,
más tarde, por toda la Cristiandad durante los siglos XIV y xv. El tiempo se
laiciza. U 11 tiempo laico, el de los relojes de las torres o atalayas, se afirma
frente al tiempo clerical de las campanas de las iglesias. Mecanismos frági-
les todavía, que se descomponen con frecuencia y que continúan siendo
tributarios del tiempo natural hasta el punto de que el comienzo de la jor-
nada varía de una ciudad a otra y parte muy a menudo del momento, siem-
pre variable, del orto y el ocaso del sol.
Sin embargo, el impulso es lo suficientemente fuerte para que incluso
Dante -laudator temporis acti- perciba que una manera de medir el
tiempo se halla en vías de desaparición y, con ella, toda una sociedad, la
de nuestra Edad Media.
Todavía Cacciaguida se lamenta sobre ese tiempo difunto:

Fiorenza, dentro della cerchia antica,


ond' ella toglie ancora e terza e nona,
si stava in pace, sobria e pudica.

(Florencia, en el interior del círculo de sus antiguas murallas, donde


se conservaba aún el reloj que daba la tercia y la nona, vivía en paz, sobria
y virtuosa.)
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

* * *
Ahora bien, antes de esa gran sacudida, lo que importa a los hom-
bres de la Edad Media no es lo que cambia, sino lo que perdura. Como
se ha dicho, «para el cristiano de la Edad Media, sentirse existir significa-
ba sentirse ser, y sentirse ser suponía sentirse no cambiar ... , sentirse sub-
sistir». Significaba, sobre todo, sentirse dirigido hacia la eternidad. Para
él, el tiempo esencial era el tiempo de la salvación.
Entre el cielo y la tierra, tan estrechamente unidos uno al otro, tan
inextricablemente incluso mezclados, existe no obstante en el O ccidente
medieval una extraordinaria tensión. El ideal de ganar el cielo desde
aquí abajo se contrapone en los espíritus, los corazones, los comporta-
mientos, al violento y contradictorio deseo de hacer descender el cielo a
la tierra.
El primer movimiento es el de la huida del mundo: fuga mundi,
en cuya aparición dentro de la sociedad cristiana se conoce perfectamente.
Implícita en la doctrina, no se encuentra sociológicamente hasta el mo-
mento en que, ganada ya la partida en el mundo, los seres exigentes co-
mienzan a manifestar, para sí mismos y para sus hermanos, la protesta,
sin cesar recomenzada desde el siglo 1v, del eremitismo. El gran ejemplo
lo da el Oriente, Egipto. Las Vitae Patrum, las vidas de los Padres del
desierto, disfrutan a través de toda la Edad Media occidental de un éx ito
extraordinario. El desprecio del mundo, el conternjJlus mundi, co nstituye
uno de los grandes temas de la mentalidad medieval. Y no es sólo la dote
de los místicos, de los teólogos (hacia finales del siglo XH, antes de ser
nombrado papa, Inocencio 111 escribe un tratado, D e contemptus rnundi,
que puede considerarse como la quintaesencia ideológica ele ese sentimien-
to), de los poetas (nombremos, entre tantos otros, los poemas ele Walther
von der Vogelweide, ele Conrado von Würsburg y de otros Minnesiinger,
sobre Frau Welt, el mundo personifi cado en una mujer ele engañosos atrac-
tivos, seductora vista de espaldas, repulsiva vista de frente). Está también
profundamente enraizado en la sensibilidad común.
Esta tendencia profunda, que no todos consiguen realizar durante su
vida, se encarna en algunos seres excepcionales que se presentan como
ejemplos, como guías: los ermitaños. Ya desde sus comienzos, en Egipto,
el eremitismo había dado nacimiento a dos corrientes: el de la soledad
individual, expresada por un San Antonio, y el de la soledad en común
dentro de los monasterios, corriente cenobítica representada por un San

259
LA CIVILIZACióN DEL O CCIDENTE MEDIEVAL

Pacomio. El Occidente medieval conoce esas dos corrientes, pero sólo la


primera consigue una verdadera popularidad. Cierto que las órdenes ere-
míticas, como los cartujos y los cistercienses, gozaron durante un cierto
tiempo de un prestigio espiritual superior al de los monjes tradicionales,
más mezclados en el mundo, los benedictinos, incluso los reformados en
torno a Cluny. Los monjes blancos -su hábito blanco es una verdadera
bandera, símbolo de humildad y de pureza, dado que exige una tela
cruda, no teñida- se oponen a los monjes negros y ejercen en su origen
una seducción superior sobre el pueblo. Pero pronto se unen en la sus-
picacia popular al conjunto de los monjes e incluso al de los clérigos secu-
lares. El modelo es el ermitaño aislado, verdadero realizador a los ojos de
la masa laica del ideal solitario, la más elevada manifestación del ideal
cristiano.
Verdad es que hay una coyuntura del eremitismo. Ciertas épocas son
más fértiles en ermitaños. En el mismo instante en que el mundo occi-
dental se desprende del estancamiento que padeció durante la Alta Edad
Media y se encamina por una senda rica en realizaciones: demográficas,
económicas o sociales (desde el fin del siglo x al final del siglo xu), se pro-
duce como contrapunto, para realizar un equilibrio, si no una protesta,
contra esos éxitos mundanos, una amplificación de la gran corriente ere-
mítica, nacida, sin duda, en Italia, al contacto, a través de Bizancio, con
la gran tradición eremítica y cenobítica oriental. Ejemplos de ella son
San Nilo de Grottaferrata, San Romualdo, fundador, a principios del si-
glo XI, de los camaldulenses, cerca de Florencia; San Juan Gualberto y su
comunidad de Vallumbrosa.
Movimiento que culmina en las órdenes de Prémontré, de Grand-
mont, de la Cartuja, de Citeaux, pero que, al lado de grandes realizacio-
nes, engloba otras más modestas, como la de Roberto d'Arbrissel en Fonte-
vrault. Movimiento, sobre todo, que da lugar a esos innumerables soli-
tarios -ermitaños, reclusos y reclusas- que, menos ligados a una regla,
a un sistema eclesiástico, más cercanos a un cierto ideal anárquico de la
vida religiosa, más fácilmente confundidos por el pueblo con los hechi-
ceros o, por lo menos, más fácilmente convertidos por él en santos, pueblan
los desiertos, es decir, los bosques de la Cristiandad. El ermitaño es el
modelo, el confidente, el maestro por excelencia. Hacia él se vuelven las
almas en pena, los caballeros, los amantes atormentados por alguna falta.
Los cantares de gesta y los romances los hacen surgir en cada rincón del
bosque, como el viejo Ogrin consultado por Tristán e !solda.
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

El ermitaño Ogrin mucho los sermonea,


De arrepentirse les da consejo.
El ermitaffo les repite con frecuencia
Las profecías de la Escritura
Y les recuerda sin cesar
El Juicio de Dios.

El ermitaño supone para los hombres de la Edad Media el refugio del


ideal cristiano cuando la Iglesia aparenta traicionarlo. Recordemos, por
ejemplo, a Walther van der Vogelweide que, tras haber vilipendiado a los
Pfaffen -los cccuras»-, les opone el ermitaño que llora por la Iglesia y
por su papa demasiado joven (Inocencia III) y suplica al Señor que ayude
a la Cristiandad.
Da weinte ein klosenaere ...
(Allí lloraba un ermitaño ... )

Ermitaños que acaban a veces por convertirse en agitadores espiritua-


les y, a menudo, incluso en agitadores populares, transformados en predi-
cadores itinerantes, apostados en los lugares de paso de las rutas, en ru i-
jadas en el bosque, puentes, y que, finalmente, acaban por aband nar el
desierto para predicar en las plazas públicas de las ciudades, co n gran escán-
dalo de algunos, por ejemplo, del clérigo de Chartres, Payen Bolotin, que
escribe, a principios del siglo xn, un poema contra esos «falsos erm itaños »,
mientras el célebre canonista Yves de Chartres alaba la vida cenobítica en
oposición al ermitaño Rainaud, partidario de la vida solitaria.
Sin embargo, a lo largo de la Edad Media, aparte esos momentos de
fama y de popularidad del eremitismo, hay un a gra n presencia y una
atracción continuadas de los solitarios. La i onograf ía los representa tal
como son en la realidad, protesta viviente de una ostentación salvaje fren-
te a un mundo que triunfa, se instala, se civiliza. Con los pies desnudos,
vestidos de pieles sin curtir - de cabra, por regla general-, en la mano
el bastón en forma de tau, bastón del peregrino e instrumento de magia
y de salvación -el signo tau hecho con ese bastón sirve de protección a
imitación del signo salvador anunciado por Ezequiel (g, 6: ce perdona a
todo aquel que lleva el signo tau») y el Apocalipsis (7, 3)-, ejercen su
seducción siguiendo el ejemplo de su patrón San Antonio, el gran ven-
cedor de todas las tentaciones, y, por encima de él, del iniciador de la espi-
ritualidad del desierto, San Juan Bautista.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

No todos pueden hacerse ermitaños, claro está. Pero muchos intentan


realizar, por lo menos simbólicamente, ese ideal que se les aparece como
una garantía de salvación. El uso de revestir el hábito monástico in articulo
mortis, frecuente entre los grandes, pone bien de manifiesto ese deseo de
identificarse con el modelo de la perfección monástica y. más precisamen-
te, con la eremítica. La retirada del mundo de un caballero para hacerse
ermitaño es también uno de los grandes temas de los cantares de gesta,
que reproducen · con frecuencia el episodio de la toma de hábito monás-
tico por el caballero moribundo. La más célebre de estas ceremonias es
la de Guillermo de Orange. El ejemplo es seguido por la clase de los
grandes comerciantes. El dux de Venecia, Sebastiano Ziani, convertido
por el comercio en proverbialmente rico -se decía c<rico como Ziani»-,
se retira en el año 11 78 al monasterio de San Giorgio Maggiore, al igual
que lo hará más tarde, en 1229, su hijo, Piero Ziani, que fue también
dux. El gran banquero sienés Giovanni Tolomei funda en 1313 el mo-
nasterio del monte Oliveto Maggiore, en el cual se encierra para esperar
la muerte. A comienzos del siglo x1, San Anselmo escribe a la condesa
Matilde de Toscana: ce Si sentís que la muerte os es inminente, entregaos
enteramente a Dios antes de abandonar esta vida y, para ello, tened siem-
pre un velo preparado en secreto junto a vos.n
A veces, la llamada del desierto, a la que puede estar mezclada un
cierto gusto por la aventura, y aun por el exotismo, afecta también a
un hombre del pueblo. Así ocurre, por ejemplo, al marino de San Luis,
cuya repentina vocación al regreso de Tierra Santa nos relata Joinville:
«Después de habernos provisto de agua fresca y otras cosas de las que
teníamos necesidad, dejamos la isla de Chipre. Llegamos después a otra
isla que se llama Lampedusa, donde tomamos una huena cantidad de co-
nejos; encontramos en ella una ermita antigua en medio de las rocas, con
un jardín que habían arreglado los ermitaños que la habían habitado;
en otros tiempos se veían en él olivos, higueras, cepas de viña y otros
árboles todavía; por en medio corría un riachuelo alimentado por una
fuente. El rey y yo nos fuimos hasta el extremo del jardín y vimos
bajo la primera bóveda un oratorio blanqueado con cal y una cruz de
tierra roja.
»Entramos bajo la segunda bóveda y encontramos dos cuerpos huma-
nos cuya carne estaba descompuesta; las costillas se mantenían todavía
juntas y los huesos de las manos estaban colocados sobre el pecho; estaban
acostados del lado del Oriente, a la manera como se entierran los cuerpos
en la comarca.
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

»Al embarcarnos, uno de nuestros marineros faltó a la llamada; el


piloto pensó que se había quedado en la isla para ser ermitaño y, por eso,
Nicolás de Soisy, que era sargento mayor del rey, dejó tres sacos de ga-
lleta en la orilla, a fin de que los encontrase y viviese de ellos.»
Por último, para aquellos que no son capaces de esta penitencia final,
la Iglesia prevé otros medios de asegurar su salvación. Consisten éstos en
la práctica de la caridad, de las obras de misericordia, ele las donaciones
y, para los usureros y todos aquellos cuya riqueza haya sido mal adquirida,
la restitución post mortem. De esta forma, el testamento pasa a ser un
pasaporte para el cielo.
De no tener bien presentes en el espíritu la obsesión por la salvación
y el temor al infierno que animaba a los hombres de la Edad Media, jamás
lograremos comprender su mentalidad y quedaremos atónitos ante este
voluntario despojo del esfuerzo de toda una vida codiciosa, ante esa renun-
cia al poder y a la riqueza que provoca una extraordinaria movilidad de
las fortunas y manifiesta, aunque sea in extremis, hasta qué punto los
más ávidos de bienes terrenos entre los hombres de la Edad Media acaban
por despreciar siempre el mundo. Ese rasgo de la mentalidad que se opone
a la acumulación de fortunas, contribuye a alejar a los hombres de la
Edad Media de las condiciones materiales y psicológicas del capitalismo.·

De todos modos, esta huida desesperada del mundo no fue la ünica


aspiración de los hombres de la Edad Media hacia la felicidad de la sal-
vación, de la vida eterna.
Otra corriente igualmente poderosa arrastró a mu hos de ellos hacia
otra esperanza, hacia otro deseo: la realización en la tierra de Ja felicidad
eterna, el retorno a la edad de oro, al paraíso perdido. Esa corriente es la
del «milenarismo», el sueño de un millenium - de un período de mil
años, de hecho, la eternidad- instaurado o, mejor aún, restaurado en
la tierra.
El proceso histórico de esta creencia es complejo. El milenarismo es
un aspecto de la escatología cristiana que se inserta en la tradición apo-
calíptica y se halla estrechamente unido al mito del Anticristo.
En primer lugar, se forma y se enriquece lentamente sobre el fondo
del Apocalipsis. No cabe duda de que el Apocalipsis evoca terribles tribu-
laciones, pero ese clima dramático desemboca en un mensaje de esperanza.
El Apocalipsis nutre una creencia optimista. Es la afirmación de una reno-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

vación decisiva: Ecce nova facio omnia. (<He aquí -dice Dios en el día del
Juicio Final- que hago todas las cosas nuevas.» Y, sobre todo, se realizará
entonces la visión del autor del Apocalipsis: la Jerusalén celeste bajará
sobre la tierra. Et ostendit mihi civitatem sanctam ]erusalem, descenden-
tem de caelo a Deo. (<Y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, descendiendo
del cielo, enviada por Dios.» Esta visión se acompaña de todo el resplandor
de esas claridades cuya fuerte seducción sobre los hombres de la Edad Me-
dia hemos visto.
La Jerusalén celeste se muestra habentem claritatem Dei, et lumen
ejus simile lapidi pretioso tanquam lapidi jaspidis, sicut crystallum, «con
la claridad de Dios, y su luz se parece a una piedra preciosa, como el jaspe,
semejante al cristal». Et civitas non eget sale, neque luna, ut luceant in ea:
nam claritas Dei illuminavit eam et lucerna ejus est Agnus. «Y la ciudad
no está falta ni de sol ni de luna, sino que brillan en ella; pues la cla-
ridad de Dios la ha iluminado y su lámpara es el Cordero.>i
No obstante, en ese proceso que ha de acabar con la victoria de Dios
y la salvación del hombre, las tribulaciones que se desencadenan en la tierra
durante la fase preliminar acaparan pronto la atención de los hombres
de la Edad Media. E intervienen otros textos, tomados del Evangelio:
Mateo 24; Marcos 13 y Lucas 21. Es la descripción de los acontecimien-
tos que deben preceder a la venida del Hijo del Hombre. Tomemos de
Mateo el terrible anuncio: Consurget enim gens in gentem, et regnum
in regnum, et erunt pestilentiae, et fames, et terraamotus per loca: haec
autem omnia initia sunt dolorum. «Las gentes se levantarán las unas con-
tra las otras, los reinos los unos contra los otros, y habrá epidemias y ham-
bres y terremotos aquí y allá: y no será más que el comienzo del tiempo de
los sufrimientos, de la abominación de la desolación.»
Este anuncio del fin de los tiempos por las guerras, las epidemias,
el hambre, parece muy próximo a los hombres de la Alta Edad Media.
Las matanzas de las invasiones bárbaras, la Gran Peste del siglo VI, las
terribles hambres que se repiten de vez en cuando, mantienen la angustio-
sa espera. Temor y esperanza mezclados, pero, principalmente y cada vez
en mayor grado, miedo, terror pánico, espanto colectivo. El Occidente me-
dieval constituye, en esa espera de la salvación, el mundo del miedo ine-
ludible. Marquemos algunos jalones en esta larga historia de un miedo
elaborado doctrinalmente poco a poco y, de generación en generacitm,
visceralmente vivido.
Al término de la Gran Peste del siglo VI, cuando el recrudecimiento
del azote engendró la creencia en la proximidad inminente del Juicio
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

Final, Gregorio el Magno, designado en 590, en plena epidemia, sucesor de


una serie de pontífices impotentes (¿acaso no ha perseguido a uno de ellos
el populacho de Roma, según el Líber Pontificalis, con el clamor Pestilen-
tia tua tecum. Fames tua tecum. «Que tu peste, que tu hambre caigan so-
bre tin ?), lega a la Edad Media una espiritualidad de fin del mundo, ba-
sada en una apelación a la gran penitencia colectiva.
Pero, en medio de ese tejido de acontecimientos terribles, un episodio
comienza a pasar paulatinamente al primer plano: el del Anticristo. El
personaje se encuentra en germen en la profecía de Daniel, en el Apo-
calipsis, en las dos epístolas de San Pablo a los Tesalónicos. Santa Irene
a finales del siglo n , Hipólito de Roma a comienzos del m , Lactando, en
fin, a principios del 1v, le han dado figura e historia. Anotemos que todas
esas predicciones catastróficas se han forjado en el seno de acontecimien-
tos históricos penosos: la guerra judía, la crisis económica de finales del si-
glo I y el Apocalipsis de Juan, la gran crisis del mundo romano en el
siglo m, la peste negra en el VI. Resumamos el episodio. En la víspera del
fin de los tiempos, un personaje diabólico vendrá a desempeñar el papel
directivo en las catástrofes e intentará arrastrar a la humanidad hacia la
condenación eterna. El Anticristo es la antítesis de Cristo. A él se opondrá
otro personaje que intentará reunir bajo su dominio al género humano,
a fin de llevarlo por el camino de salvación -será el Emperador d 1 Fin
del Mundo-. Y el Anticristo será por fin derribado por Cristo, bajado
nuevamente a la tierra.
La figura del Anticristo fue puesta de relieve en el si fo vm por un
monje llamado Pedro, que la saca de un opúsculo griego del siglo vu, atri-
buido por él a un personaje llamado Método. Más tarde, en el siglo x,
Adson lo resucita para la reina Gerberga, esposa de Luis IV de Ultramar,
y, después del año iooo, por Albuino, que aclimaf" a n Occidente las pre-
dicciones de la Sibila de Tibur, originadas en los siglos rv y v en un medio
ambiente bizantino.
El Anticristo pasa a ser desde este momento el héroe privilegiado de
los teólogos y de los místicos. Frecuenta Clun y co n el abad San Odón, al
comienzo del siglo x, y con el monj e poeta Bernardo de Morval, a mediados
del siglo XII. Encuentra un terreno particul armente bien abonado en la
Alemania del siglo XII, gracias a Anselmo de Havelberg, a Geroh de Rei-
chersberg, a Otón de Freising, a Hildegarda de Bingen *. La santa religiosa
lo ve en sueños como una reproducción de Satán: «U na bestia con cabeza
monstruosa, de un negro de carbón, con los ojos llameantes, orejas de
asno y cuyas mandíbulas desencajadas estabanarmadas .d~ . garfiDs ·de hierr.o.i>
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

·La mayor importancia del Anticristo y de su adversario, el Emperador


del Fin de los Tiempos, estriba en que se prestan a todo tipo de manipu-
laciones religiosas y políticas y seducen en tanto grado a las masas popu-
lares como a los clérigos. En un mundo donde el duelo, como veremos
más tarde, es una imagen preponderante de la vida espiritual, la idea de
un adversario singular de Cristo y su fácil aplicación que tienen los episo-
dios de la historia del Anticristo a situaciones reales favorecen la adopción
de la creencia por el pueblo. Y muy pronto, a partir del siglo xn por lo
menos, el gran género publicitario de la Edad Media, el teatro religioso,
se apodera del personaje y lo hace familiar a todos. El Ludus de Antichris-
to, el Juego del Anticristo, del que poseemos (en un manuscrito encon-
trado en la abadía de Tegernsee, Baviera, que data de la segunda mitad
del siglo xn) una versión inglesa y otra alemana particularmente intere-
santes, fue representado en toda la Cristiandad. Sin embargo, la pareja
esencial es la que forman el Anticristo y su enemigo, el rex justus, el «rey
justol>. Intereses; pasiones, propaganda se apoderan de los personajes ilus-
tres de la escena medieval y, según las necesidades de tal o cual causa,
son identificados por sus partidarios con el rey justo o con el Anticristo.
Propagandas nacionales, que hacen en Alemania de Federico Barbarroja y
de Federico II el buen Emperador del Fin del Mundo, mientras que, apo-
yándose en un pasaje de Adson, los panegiristas de la realeza de Francia
profetizan la reunión de la Cristiandad bajo un monarca francés, propa-
ganda de la que se beneficia especialmente Luis VII en el momento de
la II Cruzada. Inversamente, los güelfos, partidarios del papa, hacen de
Federico II el Anticristo, mientras que, aun en el trono de San Pedro,
lo será Bonifacio VIII para sus adversarios laicos. Conocida es la fortuna
de que ha gozado ese instrumento publicitario durante los siglos xv y xv1.
Tanto Savonarola para sus enemigos, como el papa romano para los refor-
mados, recibirán el epíteto de Anticristo.
Propagandas sociales también, que verán el salvador del fin del mun-
do en diversos agitadores políticos. Así, a principios del siglo xm, Balduino
de Flandes, emperador latino de Constantinopla, fue considerado en Occi-
dente como «Un personaje sobrehumano, criatura fabulosa, mitad ángel,
mitad demonio».
La mayor parte de los leyendas forjadas en torno a un personaje his-
tórico proceden del mito del «emperador dormido», eco del mito oriental
del «emir ocultm>. Barbarroja, Balduino, Federico II, no mueren para la
masa ávida de sueños milenarios. Duermen en una caverna o viven dis-
frazados de mendigos, esperando el momento de despertarse o de revelarse

266
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

para conducir a la humanidad hacia la dicha. Agitadores revolucionarios


se adornan asimismo con esta aureola. Así acontece con Tanchelm en Ze-
landia y en Brabante, hacia el año 11 IO . Vestido de monje, comienza sus
predicaciones en pleno campo. Se cuenta que las multitudes venían a es-
cuchar, como si se tratara de un ángel del Señor, a este hombre de extra-
ordinaria elocuencia. Tenía la figura de un santo, y no se debe al azar el
que sus mortales enemigos del Capítulo de Utrecht se quejasen de que
«el Diablo se haya revestido con la apariencia de un ángel de luzn. Es
preciso, para comprenderlo, leer la historia de Tanchelm en la carta del
Capítulo de Utrecht de 1112 o en el libro de Norman Cohn sobre la Quete
du Millenium. Y lo mismo ocurre aún en 1251, con ocasión del movimiento
de los pastorales suscitado en Francia, respecto al jefe del movimiento, un
monje apóstata a quien llaman el Maestro de Hungría. A veces, simples
usurpadores se hacen pasar por esos Mesías terrestres, cuyo despertar es
aguardado. Al igual que los falsos Dimitri de la Rusia del tiempo de los
Desórdenes, o los falsos Luis XVII en la Francia de los comienzos del
siglo xrx, surgen falsos emperadores. El más célebre de ellos es, a princi-
pios del siglo xm en Flandes y en Hainaut, el falso Balduino, qu no es
otra cosa que un ejemplar del personaje-tipo que ya hemos d s rito: un
ermitaño mendicante que se convierte en «Un príncipe y un s:tnto, tan
reverenciado que el pueblo besaba sus cicatrices, testimoni d su largo
martirio, se peleaba por uno de sus cabellos o por un jirón d sus v stidos
y bebía el agua de su baño, como se había hecho con Ta n h lm algunas
generaciones atrás».
Al fin, en 1225, mientras un hambre terrible caus:i ba v rclacleros estra-
gos, recibió ele sus fieles el título de emperador.
La Iglesia, si bien la mayor parte de las v s on scaso éxito, se
preocupó de denunciar en esos agitadores, ya s a a l Anti ri.sto mismo, ya
a uno de los pseudoprofetas que, según el mi smo Eva ngelio y los textos
milenarios, debían acompañar a aquél y s du ir ·tl pueblo por medio
de falsos milagros.
La corriente milenaria es compl ja. U na de sus primeras consecuen-
cias es que polariza la sensibilidad de la épo a en torno a ciertos fenóme-
nos que llegan a ser esenciales para la mentalidad medieval.
En las primeras páginas de la Leyenda dorada, Jacques de Voragine
enumera los signos anunciadores de la venida del Anticristo y de la apro-
ximación del fin del mundo:
«Las circunstancias que precederán al Juicio Final son de tres clases:
signos terribles, la impostura del Anticristo y un inmenso incendio.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

»Los signos que deben preceder el Juicio Final son cinco, puesto que
San Lucas dice: "Habrá signos en el sol, en la luna y en las estrellas; en
la tierra las naciones estarán consternadas, y el mar hará un ruido terrible
por la agitación de sus olas." Cosas todas de las que se hallará el comen-
tario en el Libro del Apocalipsis. San Jerónimo, por su parte, ha encon-
trado en los anales de los Hebreos quince signos anunciadores del Juicio
Final: el primer día, el mar se elevará cuarenta codos por encima de las
montañas y se quedará inmóvil como un muro; el segundo día descenderá
tan bajo que apenas se podrá verlo; el tercer día, monstruos marinos apa-
recerán entre las olas y lanzarán rugidos que se elevarán hasta el cielo;
el cuarto día, el agua del mar quemará; el quinto día, los árboles y todos
los vegetales segregarán un rocío sangriento; el sexto día, los edificios se
hundirán; el séptimo día, las piedras se quebrarán en cuatro partes que
chocarán entre sí; el octavo día tendrá lugar ·un temblor de tierra uni-
versal, que derribará sobre el suelo a hombres y a bestias; el noveno día,
la tierra se nivelará, reduciendo a polvo montañas y colinas; el décimo
día, los hombres saldrán de las cavernas y errarán como insensatos, sin
poderse hablar; el undécimo día, las osamentas de los muertos saldrán de
las tumbas; el duodécimo día, las estrellas caerán; el decimotercer día,
todos los seres vivientes morirán para resucitar en seguida con los muer-
tos; el decimocuarto día, el cielo y la tierra quemarán y el decimoquinto
día habrá un nuevo cielo y una nueva tierra, y todos resucitarán.
»En segundo lugar, el Juicio Final será precedido por la impostura del
Anticristo, que intentará engañar a los hombres de cuatro maneras:
t.º, por una falsa exposición de las Escrituras, en las que tratará de
probar que él es el Mesías prometido por la Ley; 2 .º, por la realización
de milagros; 3. 0 , por la distribución de presentes; 4. 0 , infligiendo su-
plicios.
»En tercer lugar, el Juicio Final será precedido de un violento incen-
dio, provocado por Dios para renovar el mundo, para castigar a los con-
denados y para sacar a la luz el tropel de los elegidos.»
Dejemos de lado de momento los acontecimientos sociales y políticos
ligados al Anticristo. Retengamos tan sólo el extraordinario cortejo de
prodigios geográficos y meteorológicos que acompaña en esta narración
ejemplar la llegada del último Día. En ella se encuentran todos los pro-
digios de la tradición grecorromana, ligados lo mismo al mundo uraniano
que al mundo ctoniano, y en ella se nutre la excepcional sensibilidad que
presentan los hombres de la Edad Media a esos «signos» naturales, porta-
dores para ellos de .tantos .espantos y promesas. _Los _cometas, las lluvias
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

de fango, las estrellas fugaces, los temblores de tierra, las altas marejadas,
desatan un terror colectivo, más que por el cataclismo natural, por el fin
del mundo que puede anunciar.
Mas esos signos constituyen también, por encima del período de prue-
bas y del terror, un mensaje de esperanza, una señal de la resurrección
final. Por lo tanto, el tiempo medieval es un tiempo d el temor y de la
esperanza.
Tiempo de la esperanza, porque el mito milenario se precisa y se
carga de sueños revolucionarios. Tal como hemos visto, anima movimien-
tos populares más o menos efímeros. A comienzos del siglo xm, un monje
calabrés, Joaquim de Flore*, le da un contenido explosivo que manten·
drá en ebullición, durante todo un siglo, a una gran parte del clero regular
y de las masas laicas. La doctrina de Joaquim se basa en una división
religiosa de la Historia, en competencia con la división más ortodoxa de
las seis edades. La Historia, según Flore, se divide en tres épocas: ante
legem, sub legem y post legem, edades del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, del Antiguo Testamento, que ya se ha cumplido; del Nuevo, que
se está cumpliendo, y del «Evangelio eterno», anunciado por el Apoca-
lipsis, que se halla en vísperas de cumplirse. Joaquim de Flore señala
incluso una fecha para el acontecimiento -¡esa Edad Media, tan ávida
de fechas!-, el año 1260. El punto capital en la doctrina joaquimita
estriba en que su contenido sea profundamente subversi.vo. Para .Joaquim
y sus discípulos, en efecto, la Iglesia está püdrida y será condenada en el
mundo existente. Debe, por lo tanto, ceder su puesto a un a Iglesia nueva,
una Iglesia de los Santos, que repudiará la riqueza y hará r inar Ja igualdad
y la pureza. La consecuencia esencial del movimiento fue que, desdeñando
sus infinitas sutilidades teológicas y su misticismo, muy rctrógTado en el
fondo, la multitud de sus discípulos, clérigos y Jai os, no retuvieron de la
doctrina joaquimita sino esta profecía anticlerical, antikudal e igualita-
ria. La resonancia que alcanza es tal que San Luis, siempre atento a los
movimientos religiosos, antes de embarcarse para Tierra Santa sostiene
una franca conversación con un franciscano joaquimita, Hugo de Digne,
el cual atrae a Hyeres, adonde se ha retirado, grandes muchedumbres de
adeptos. El joaquimismo, que a mediados de siglo perturba aún a la Uni-
versidad de París, sobrevive, como es sabido, al año 1260 y anima a un
grupo franciscano, bien pronto declarado herético: los espirituales, lla-
mados más tarde fraticellos. Uno de ellos, Pedro-Juan Olive, escribe a fina-
les del siglo xm un comentario del Apocalipsis. Otro, Jacopone da Todi *,
compone los La.u di, cumbre de la poesía religiosa medieval.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

El milenarismo joaquimita procede, en realidad, de una antigua co-


rriente que reaparece en el siglo xm: la creencia en una Edad de oro
igualitaria, ignorante de todo gobierno, de toda división en clases sociales.
Juan de Meung * la hace resurgir en la segunda parte de su Roman de la
Rose*. No estará de más leer ese largo y magnífico texto. Recordemos sus
enunciados principales:
«Antaño, en el tiempo de nuestros primeros padres y de nuestras pri-
meras madres, como testimonian los escritos de los Antiguos, se amaban
los hombres con un fino y leal amor y no por ambición y deseo de rapiña,
y la bondad reinaba en el mundo ...
nLa tierra no estaba entonces cultivada, sino como Dios la había
adornado, y producía por sí misma aquello de lo que cada uno necesitaba
para su subsistencia.>>
Tema casi rousseauniano de la felicidad original, fundada en la
igualdad.
ccNingún rey ·ni príncipe había arrancado aún criminalmente el bien
de otro. Todos eran iguales y no tenían nada propio; conocían bien esta
máxima de que jamás el amor y la autoridad se hicieron compañía o habi-
taron juntas; están desunidas por aquel que domina.>>
Del mismo modo se desarrolla la crítica del orden social y político:
ccLos antiguos se hacían compañía, exentos de toda cadena y de toda
obligación, tranquilamente, honestamente, y no habrían dado su libertad
por todo el oro de Arabia o de Frigia. No había peregrinaciones en ese
tiempo: nadie salía de su país para ir a explorar tierras extranjeras;
Jasón todavía no había construido sus navíos y pasado el mar para con-
quistar el Vellocino de Oro ...
nNo obstante, vino Barat ( 1 ), lanza en ristre, junto con Pecado y Des-
gracia, que no tienen cuidado de suficiencia; Orgullo, que la desdeña
igualmente, apareció con su cortejo: Codicia, Avaricia, Envidia y todos
los demás vicios. Ellos hicieron salir la Pobreza del Infierno, en donde ha-
bía vivido tan largo tiempo que nadie sabía nada de ella. ¡Maldito sea
. el día execrable en que la Pobreza vino a la tierra! ...
· nBien pronto esos malhadados, locos de rabia y de envidia por ver a
los hombres felices, invadieron toda la tierra, sembraron discordias, enre-
dos, diferencias y litigios, querellas, disputas, guerras, maledicencias, o!lios
y rencores; y como estaban locos por el oro, hicieron desollar la tierra para
sacar de sus entrañas sus tesoros ocultos, metales y piedras preciosas .. .

(1) Engaño.
ESTRUCTURAS ESPACIALES Y TEMPORALES

»Desde aquel momento en que el género humano fue presa de esta


banda, cambió su pr imera manera de vivir: los hombres comenzaron a
llevarse mal; se convirtieron en falsos y tramposos, se adhirieron a sus
propiedades, se repartieron la tierra misma y, para la partición, levantaron
mojones, y lucharon entre ellos, llevándose cada uno lo que podía: los
más fuertes se quedaron con las partes mayores .. . »
Y he aquí el nacimiento de la autoridad política.
«Entonces precisó buscar a alguien, a cuya autor idad nadi e se atre-
viese a oponerse, para que guardase las cabañas, detuviese a los malhecho-
res e hiciese justicia a los que se quejasen; entonces se re uní ron para
elegirlo. Escogieron entre ellos un gran villano, el más hues udo, el más
robusto y el más fu erte que pudieron encontrar, y lo hiciero n prln ipe y
señor. Éste juró guardar la justicia y defender sus cabañas, si ada uno
personalmente le daba algo de sus bienes para vivir, y ellos consint ieron ...
Fue preciso reunir de nuevo al pueblo e imponer una contribució n a cada
uno, a fin de proporcionar sargentos al príncipe. Se com promet í ron en-
tonces en comunidad, le pagaron rentas y tributos y le concedieron vastos
terrenos. Éste es el origen de los reyes, de los príncipes t ·rr itor ia 1 s ...
»En ese momento, los hombres amasaron tesoros. Co n el oro y la ¡ lata,
metales preciosos y maleables, fabricaron vajilla, monedas, bro h s, ani-
llos, cinturones . .. ; con el hierro resistente forj aron arm as, u hill s, ala-
bardas, espadas, lanzas y cotas de malla para batall ar o n sus v · inos. Al
mismo tiempo elevaron torres y palestras y muros o n pi 1ra s bie n talla-
das; fortificaron ciudades y castillos y construyero n gra nd s palac ios escul-
pidos, pues los que detentaban esas riquezas ten ía n gran t. ·in r de que les
fuesen sustraídas furtivamente o por la fu er za. F u ro n desde entonces más
de compadecer esos hombres de desgracia, pero no w viero n ya ninguna
seguridad desde el día en que se apropi aro n ¡ or oncupiscencia de lo
que antes era tan común como el aire y el so l. »
De esta forma, el milenarismo, que csp ra 1 r torno de la Edad de
Oro, es la forma medieval de la cree n ia en el ad venimiento de una so-
ciedad sin clases, en la que, debilitado com¡ 1 t uncnte el Estado, no habrá
ya nuevos reyes, ni príncipes, ni señores.
Hacer descender el ciclo sobre la tierra, a traer aquí abajo la Jeru-
salén celeste, tal fue el suefío de muchos en el Occidente medieval. Si he
querido extenderme -aunque simplificándolo demasiado- en la evoca-
ción de ese mito, se debe a que, pese a permanecer oculto y verse com-
batido por la Iglesia oficial, trastornó los espírius y los corazones y a que
su estudio nos revela los más profundos caracteres de las masas populares
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

medievales, sus angustias económicas y fisiológicas frente a esas constantes


de su existencia: la sujeción a los caprichos de la Naturaleza, a las ham-
bres, a las epidemias; sus revueltas contra un orden social que aplasta a
los débiles y contra una Iglesia beneficiaria y garante de ese orden; sus
sueños: sueño religioso, que atrae el cielo hasta la tierra y entrevé la es-
peranza, pero sólo al término de terrores indecibles.
El deseo punzante que manifiesta de ir ((al fondo del infinito para
encontrar algo nuevo», ecce fecit omnia nova, no llega a imaginar, sin
embargo, un mundo verdaderamente nuevo. La Edad de Oro de los hom-
bres de la Edad Media no es más que un retorno a los orígenes. Su por-
venir estaba detrás de ellos y, por lo tanto, caminaban volviendo atrás la
cabeza.
CAPfTULO VII

LA VIDA MATERIAL
(SIGLOS x-xm)

E L Occidente medieval es un mundo equipado mediocremente. Casi


nos sentimos inclinados a decir sub-equipado No obstante, repitá-
moslo, hablar a propósito de él, de sub-equipo, de sub-desarrollo, no
resulta admisible. Porque, si bien el mundo bizantino, el mundo musul-
mán y la China lo superan por aquel entonces, en cuanto al brillo de su
economía monetaria, a su civilización urbana, a su producción de lujo, 1
nivel de sus técnicas, sin embargo, es igualmente mediocre. Cierto que la
Alta Edad Media padeció incluso una cierta regresión a este r sp Lo en
relación con el Imperio romano, pero, inversamente, progresos L· n lógi-
cos importantes surgen y se desarrollan a partir del sigl x r. • ntr Los si-
glos v y xrv, empero, la invención es escasa. De todas formas, 1 progreso,
que en sus aspectos esenciales es más cuantitativo qu cu:lli(i at·ivo, no nos
parece desdeñable. Más que innovaciones, lo que hay s difusión ele útiles,
de máquinas, de técnicas conocidas desde la antigii dad , pero que se ha-
bían convertido más o menos en rarezas o curiosidades. Tal es el aspecto
positivo de la evolución técnica en el O cc i.clcnte medieval.
Los dos «inventos medievales» más es¡ t::icul ares y revolucionarios
databan de la antigüedad , mas, para el hist r iador, su fecha de nacimiento
coincide con la de su difusión, no con la d su descubrimiento. Esta fecha
pertenece a la Edad Media. El molino de agua es conocido en Iliria desde
el siglo u antes de Jesucristo y en Asia Menor desde el siglo 1 antes de Jesu-
cristo. Existen asimismo en el mundo romano: Vitrubio lo describe y su
descripción nos demuestra que los romanos habían aportado a los primeros
molinos de agua un perfeccionamiento notable al reemplazar las. ruedas
horizontales primitivas por ruedas verticales, con un engranaje que unía
el eje horizontal de las rued·as al eje vertical de las muelas. Sin embargo, el
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

molino de mano accionado por esclavos o animales sigue siendo la regla co-
mún. En el siglo IX, el molino está ya extendido por Occidente: cincuenta y
nueve son mencionados en el políptico de la rica abadía de Saint-Germain-
d es-Prés. No obstante, en el siglo x, los Anales de San Bertín describen
como un «espectáculo admirable para nuestro tiempo» la construcción
ordenada por el abad de un molino de agua, cerca de Saint-Omer. La ex-
pansión del molino hidráulico se sitúa entre los siglos XI y XIV. En un
barrio de Ruán existen dos molinos en el siglo x, aparecen cinco más en
el XII, otros diez en el xm y todavía catorce en el XIV.
Del mismo modo, el arado medieval deriva casi con toda certeza del
arado de ruedas, descrito por Plinio el Viejo en el siglo 1. Se expande y se
perfecciona lentamente durante la Alta Edad Media. Los estudios filoló-
gicos nos muestran como una cierta difusión del arado por los países es-
lavos, por ejemplo, en Moravia, antes de la invasión húngara de los comien-
zos del siglo x, y acaso también para todo el conjunto de los países eslavos
antes de la invasión ávara de 568, puesto que el vocabulario que se refiere
a ese arado es común a las diferentes ramas eslavas y, pür lo tanto, anterior
a su separación, consecutiva al avance de los ávaros, Sin embargo, aún en el
siglo rx, es difícil decir a qué género de instrumento corresponden las
carrucae, citadas en las capitulares y los polípticos carolingios. Lo mismo
acontece en lo que se refiere a la pequeña herramienta. El cepillo de
carpintero, verbigracia, cuya invención ha sido atribuida con frecuencia
a la Edad Media, era conocido desde el siglo 1.
Por otra parte, parece que un buen número de «invenciones medieva-
les» que no son herencia grecorromana proceden de préstamos orientales.
Sin existir una prueba concreta de ello, el hecho es verosímil para el
molino de viento, conocido ya en China; más tarde, en el siglo VII, en Per-
sia y señalado en España en el x. No aparece en el resto de la Cristiandad
sino a finales del XII. De todas formas, la localización de los primeros mo-
linos de viento señalados actualmente en una zona limitada en torno a La
Mancha (Normandía, Ponthieu, Inglaterra) y las diferencias de tipos entre
el molino oriental, desprovisto de alas, pero habilitado con altas aspilleras,
que concentran la acción del viento sobre grandes ruedas verticales, el
molino occidental de cuatro largas alas y el mediterráneo de numerosos
lienzos triangulares, tensados mediante un conjunto de cuerdas, como se
ven todavía en M ykonos. o en Portugal, no hacen imposible la aparición
independiente del molino de viento en esas tres zonas geográficas.
Ahora bien, cualquiera que sea la importancia que reviste la difusión
de esos progresos tecnológicos, lo que caracteriza a pesar de todo al uni-

~7 4
LA VIDA MATERIAL

p . SAINT-AUBERT-SUR-ORNE 32. ERAS Y HUBERT -FOLIE


(Según M. Bloch, op. cit.) (Calvados). (Según M. Bloch, op. cit.)

31, 32. DISTRIBUCIÓN DEL TERRENO EN LA ZONA DEL BOSQUECILLO Y EN LA ZONA J)EJ, LJ, ANO

En el célebre verso del poeta normando Wace ne); a la derecha ( 32), un paisaje caracterís-
(hacia 1170) se nombran los dos grandes tipos tico de la llanura de Caen: Bras y I-Iubert-
de paisaje rural comunes en la Normandía Folie (Calvados). Los roq uis, que siguen pla-
medieval: el llano, con los campos abiertos y nos trazados a comienzos del siglo xvm, mues-
alargados, y el bocage, o bosquecillo, con los tran có mo se hab la conse rvado hasta entonces
campos irregulares. A la izquierda (JI), un la ext rema divi sión medieval.
paisaje de bocage: Saint-Aubert-sur-Orne (Or-

verso técnico del Occidente medieval es, más que su falta de genio inven-
tivo, su carácter rudimentario. Toda una serie de insuficiencias, de des-
ventajas, de estrecheces técni cas, he aquí lo que, en primer lugar, impide
al Occidente medieval salir de su estado primitivo.
De esta pobreza, de este estancamiento técnico, son, con toda eviden-
cia, ampliamente responsables las estructuras sociales y las mentalidades.
U na minoría dominante de señores laicos y eclesiásticos es la única
que puede experimentar y satisfacer deseos de lujo a los que provee por
medio de la importación de productos extranjeros, procedentes de Bizan-

~75
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

cio o d el mundo musulmán (telas preciosas, especias), que se procura sin


n eces idad de preparación artesanal o industrial (productos de la caza para
la nutrición o el vestido: pieles) o pide en pequeñas cantidades a algunos
especialistas (orfebres, herreros). La masa, sin proporcionar a los señores
una mano de obra tan barata y tan fácilmente explotable como los esclavos
antiguos, es aún lo bastante numerosa y lo bastante sumisa a las exigen-
cias económicas para permitir vivir bien a las clases superiores y vivir ella
misma más o menos miserablemente con la utilización de un instrumental
rudimentario. No pretendemos decir con esto que el dominio de la aris-
tocracia laica o clerical no haya tenido más que aspectos negativos e inhi-
bidores en el campo de la técnica. En algunos sectores, sus deseos o sus
gustos han favorecido un cierto progreso. La obligación impuesta al clero,
sobre todo a los monjes, de sostener las menores relaciones posibles, com-
prendidas las económicas, con el exterior, y particularmente el deseo de
liberarse de los trabajos materiales para dedicarse por entero al opus Dei,
a las ocupaciones propiamente espirituales (oficios, oraciones), su vocación
de caridad, que los obligaba a atender a las necesidades económicas, no
solamente de su numerosa familia, sino también de los pobres y los men-
digos forasteros, por medio de distribuciones de víveres, los indujeron a
desarrollar un cierto equipo técnico. Ya se trate de los primeros molinos,
de agua o de viento, ya del progreso d~s- rurales, las órdenes
religiosas se encuentran a menudo en vanguardia. No se debe a la casua-
lidad el que, aquí o allá, durante la Alta Edad Media, se atribuya la
invención del molino hidráulico al santo que lo ha introducido en la re-
gión, por ejemplo, a Orens d'Auch, que hace construir un molino en el
lago de Isaby (siglo Iv), o a Cesáreo de Arles, que establece uno en Saint-
Gabriel, en la Duranc;:ole (siglo vI).
Por su parte, la evolución del armamento y del arte militar, esencia-
les en una aristocracia guerrera, trae consigo el progreso de la metalur-
gia y de la balística.
La Iglesia, como hemos visto, hace progresar la medida del tiempo a
causa de las necesidades del cómputo eclesiástico, y la construcción de las
iglesias -los primeros grandes edificios de la Edad Media- da un im-
pulso al progreso técnico, no sólo en cuanto a las técnicas de la construcción,
sino también en lo que respecta a las herramientas, a los transportes y a
las artes menores, como la vidriería.
No obstante, la mentalidad de las clases dominantes es antitécnica.
Durante la mayor parte de la Edad Media, hasta el siglo xm y aún más
allá; aunque en menor medida, el útil, el instrumento, el trabajo en sus
LA VIDA MATERIAL

aspectos técnicos no aparece en la literatura o en el arte si no es para servir


como símbolos. Así debemos a las alegorías cristológicas del molino o de
la prensa mística, al carro de Elías, las representaciones del molino, de la
prensa y de la carreta, que nos ofrece especialmente el Hortus de(~~jarum
del siglo xn. Tal útil sólo se muestra como atributo simbólico de un
santo. Las leznas del zapatero figuran con bastante frecuencia en la icono-
grafía medieval gracias al hecho de que forman parte de los suplicios tra-
dicionales infligidos a ciertos mártires, como San Benigno de Dijon, o in-
cluso a los santos patronos de los zapateros, Crispín y Crispiniano. Hecho
significativo entre otros muchos: Santiago el Menor es representado hasta

33, 34:· SURCOS MEDIEVALES EN UN PAISAJE DE «OPENFIELD»

Weston . Pinkney (Northants, Inglaterra) cons- qué se consignan Jos nombres de Jos poseedo·
tituye un ejemplo privilegiado de openfield res, escritos en cada banda de terreno. A la
medieval, con s.u cuadrícula de crestas y de derecha (34), el mismo paisaje según una fo .
surcos (ridge-and-furrow). A la izquierda (33), tografía aérea, donde parece resucitar el tra-
un croquis sacado de un plano trazado en 1593 zado de Jos campos medievales.
por el All' Souls' College de Oxford y en el

33. WESTON PINKNEY 34· WESTON PJN[(NEY


(Según la obra de Beresford: Lost villages of (Fotografía aérea, según Bercsfo rd . Ibld.)
England.)
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

el siglo XIV con el bastón de batanero de que se había servido uno de sus
verdugos para romperle el cráneo en Jerusalén. Al final de la Edad Media,
el bastón de batanero, instrumeno de martirio, se substituye -ya que la
sociedad y la mentalidad han cambiado- por un útil de oficio, el arquete
triangular, especie de peine para cardar.
No cabe duda de que en ningún sector de la vida medieval aparece más
claro y obra con mayor fuerza antiprogresiva, otro rasgo de la mentalidad
de la época, el horror a las <<novedades», que en el dominio técnico. Inno-
var significaba en él, más aún que en los demás, una monstruosidad, un
pecado. Ponía en peligro el equilibrio .económico, social y mental. Y las no-
vedades, como veremos, al producirse en beneficio del señor, se estrellaban
contra la resistencia, violenta o pasiva, de las masas.
Durante largo tiempo, la Edad Media occidental no ha compuesto
un solo tratado técnico, puesto que tales cosas eran indignas de figurar en
un escrito o bien guardaban un secreto que no convenía difundir.
Y cuando, a principios del siglo xn, el monje alemán Teófilo escribe
el De diversis artibus, que pasa con razón por ser el primer tratado tecno-
lógico de la Edad Media, se preocupa menos de instruir a los artesanos y
artistas que de demostrar que la habilidad del técnico es un don de Dios . ..
Los tratados ingleses del siglo xm sobre la agricultura, los manuales de
Housebondrie, el más célebre de los cuales fue el de Walter de Henley,
o la Fleta, no son todavía más que compendios de consejos prácticos. Será
preciso esperar al Ruralium commodorum opus del boloñés Pietro de
Crescenzi, a c · ienzos del siglo XIV, para que se reanude la tradición
de los agrónomos manos. Las pretendidas obras técnicas anteriores no
son más que compilacio s-eruditas, con frecuencia pseudo-científicas y sin
gran valor documental para la historia de las técnicas. Tales el diccionario
de Alejandro Neckham, el De vegetalibus de Alberto Magno* e incluso
las Regule ad custodiendam terras, que Roberto Grosseteste compuso hacia
el año I 240 para la condesa de Lincoln.

La pobreza del equipo técnico medieval se manifiesta de un modo


especial en esos aspectos básicos que son el predominio del útil sobre la
máquina, la escasa eficacia de las herramientas, la insuficiencia de instru-
mentos y de técnicas rurales, que no producen más que débiles rendimien-
tos, y la mediocridad del equipo ·energético, de los transportes y de las
técnicas financieras y comerciales.
LA VIDA MATERIAL

El maqmmsmo no logró prácticamente ningún progreso cualitativo


durante la Edad Media. La mayoría de las máquinas en uso por aquel
entonces habían sido descritas ya por los sabios de la época helenística,
principalmente por los alejandrinos, quienes muchas veces esbozaban tam-
bién su teoría científica. En particular, el Occidente medieval apenas si ha
introducido modificación alguna en los sistemas de transmisión y de trans-
formación de los movimientos. Cinco de las «cadenas cinemáticasn : tornillo,
rueda, rueda dentada, trinquete y polea, eran conocidas ya en la Antigüe-
dad. Sólo la última de ellas, la manivela, parece ser un invento medieval.
Aparece durante la Alta Edad Media formando parte de mecani smos
simples, como la muela giratoria descrita en un salterio de U trecht, a me-
diados del siglo IX. Sin embargo, no parece haberse extendido hasta las pos-
trimerías de la Edad Media. En todo caso, su forma más eficaz, el sistema
biela-manivela, no se encuentra sino a finales del siglo x1v. Es verdad qu e
muchos de esos mecanismos o de esas máquinas que la Antigüedad .no h abía
conocido con frecuencia sino como curiosidades o juguetes -como los au tó-
matas alejandrinos, por ejemplo- se difundieron y adquirieron su verda-
dera eficacia en el curso de la Edad Media. La innegable habilidad empírica
de los trabajadores medievales les permitió también suplir más o menos a
su ignorancia. Así la combinación de un árbol dentado y de un r esorte que
permitía accionar útiles de percusión, tales como martillos y mazos, reem-
plazó en cierta medida al sistema biela-manivela, aún desconocido.
¿Es posible, si no explicar a través de la mentalidad med ieva l este estan-
camiento de las técnicas de transformación del movimiento, a l me nos enla-
zarlo con ciertas concepciones científicas y teológicas? La n1 cánica aristo-
télica, a pesar de los trabajos de Jordanus N emorar ius y de su escuela en el
siglo xm, no constituyó la aportación científi ca rn{is fecunda del filósofo,
aunque es preciso no atribuir a Aristóteles, corno lo hacía la Edad Media,
el tratado De mechanica, cuyo autor sigu e siendo el "sconocido. Pero, en el
siglo XIV, los sabios que criticaban con m i1s o me nos vigor la física, y más
especialmente la mecánica aristotélica, tales co mo Bradwardine, Ockham,
Buridan, Oresmo, los teóricos del irn fJetus, pe rmanecieron como Aristóteles
prisioneros de una concepción metafísica q ue viciaba la base de su dinámi-
ca. El impetus, como la virtus im pressa, se sigue concibiendo como una
«virtud>i, una «potencia motr izn, noción metafísica de la que se hace salir
el proceso del movimiento. Por otro lado, son siempre cuestiones teológicas
las que se hallan en las bases de esas teorías del movimiento.
Un ejemplo significativo de esta concepción nos lo proporciona en 1320
Fran~ois de la Marche, quien se pregunta «Si hay en los Sacramentos algu-

279
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

na virtud sobrenatural que les sea formalmente inherentén. Lo cual le


sugiere a su vez el problema de saber «si en un instrumento artificial puede
residir (o bien puede recibirla de un agente exterior) una virtud inherente
al mismo». Estudia así el caso de una piedra violentamente lanzada al aire
y edifica con ello, como se ha dicho justamente, «las bases de la física del
iinpetus)). Ese handicap teológico y metafísico se coaliga con una cierta indi-
ferencia con referencia al movimiento, que no parece ser más que una
indiferencia al tiempo -aunque los dos se hallan enlazados, ya que, para
Santo Tomás de Aquino como para Aristóteles, ccel tiempo es el número
del movimiento))-. Dicha indiferencia es característica de la mentalidad
medieval. Los hombres de la Edad Media no se interesan por aquello que
se mueve, sino por aquello que permanece estable. Lo que buscan es el
reposo: quies. Por el contrario, todo cuanto es inquietud, búsqueda, les
parece vano -tal es el epíteto comúnmente unido a esas palabras- y un
poco diabólico.
No exageremos, empero, la incidencia de esas doctrinas y de esas ten-
dencias en el estancamiento de las técnicas.
La debilidad de las máquinas medievales depende más bien de un
estado tecnológico general, ligado a una particular estructura económica y
social.
Cuando se logran ciertos perfeccionamientos, como los efectuados en
los tornos, o bien son tardíos, como ocurre con el sistema del torno de mani-
vela, el cual comienza a utilizarse hacia i280, dentro del cuadro de la crisis
industrial que padece la industria textil de lujo (todavía se trata, en ausen-
cia del pedal, que no nacerá sino con el sistema ele biela-manivela, de un
torno accionado a mano, trabajando la hiladora las más de las veces de pie);
o bien su empleo queda limitado al trabajo ele materias ele escasa duración,
lo cual explica el que conservemos tan pocos objetos torneados de la Edad
Media. El torno del ceramista venía de la prehistoria, el torno de pértiga
existía en la Antigüedad clásica. El torno de polea y a doble pedal que se
representa en una vidriera de Chartres * del siglo xm puede considerarse,
todo lo más, como un perfeccionamiento, de alcance restringido, conseguido
en la época medieval. .
El empleo de aparejos de levantamiento y de fuerza se vio estimulado
por la expansión de la construcción, especialmente de iglesias y castillos.
No obstante, el plano inclinado fue, sin duda alguna, el método de eleva-
ción de materiales normalmente usado. Las máquinas elevadoras, que no
difieren gran cosa, por lo menos en Sl1S. princ:ipios básicos, de las máquinas
antigu<l..s .,-'-tor11os simples con polea de llamada, grúas de caja de ardi!Ja-

.:¡80
LA VIDA MATERIAL

siguen siendo simples curiosidades o rarezas que únicamente los príncipes,


las ciudades y las fábricas, es decir, las rentas eclesiásticas podían aprove-
char. Una muestra de ello es el conocido ingenio denominado «vasa)) del
cual se servían en Marsella para botar los navíos al agu a. A finales del
siglo xn, el monje Gervasio se maravilla ante el talento del arquitecto
Guillermo de Sens, que hace venir desde Caen su piedra famosa para recons-
truir la catedral de Cantorbery, destruida por un incendio en 1174. «Cons-
truyó ingeniosas máquinas para cargar y descargar los navíos y para levan-
tar las piedras y el mortero.)) Pero, ¿qué eran esas máquinas sino meras
curiosidades? Curiosidad también la grúa en caja de ardilla, una sola para
cada lugar, que en el siglo x1v forma parte del equipo de ciertos pu ertos y
que pareció lo bastante maravillosa a sus contemporáneos como para figurar
en varios cuadros. De la que Brujas se hizo construir, una de las primeras,
se pueden ver aún hoy en día ejemplares restaurados en Luneburgo o
Gdansk. Curiosidad también el primer gato para levantar pesos, conocido
a través de un dibujo de Villard de Honnecourt, que data de la primera
mitad del siglo xm.
Antes de la invención de las armas de fuego, la artillería no hace sino
prolongar la artillería helenística, ya perfeccionada por los rom anos. Más
que la balista o la catapulta, es el escorpión u onagro, descrito por Ammia-
no Marcelino en el siglo 1v, el antepasado de los trabucos y maganeles
medievales. El trabuco lanzaba los proyectiles por encima de las al tas mura-
llas, mientras que el maganel, que además se podía r egular mejor, enviaba
sus balas a menor altura pero a mayor distancia. Sin embargo, el principio
de todas ellas continuaba siendo el de la honda.
La palabra máquina, por lo demás (al igual que en l Bajo Imperio,
en el que los ingenieros militares eran denominados rnechanici), no se apli-
caba en el Occidente medieval sino a los ingenios d asedio, en general
desprovistos de toda ingeniosidad técnica, tal com o el qu e describe confu-
samente Suger en su Vie de Louis VI le Gros, co n ocas ión del ataque lleva-
do a cabo por el príncipe contra el castill o ele Go urnay en 1107.
c<Sin interrupción, se .disponen los inge ni os ele guerra para arruinar el
castillo: se levanta una alta máquina, que do mina con sus tres pisos a los
combatientes, destinada a sobrepasar el castillo e impedir así a los arquero~
y ballesteros de la primera línea circular o mostrarse en el interior. En
consecuencia, los sitiados, incesanteme nte combatidos día y noche por esos
ingenios, no podían mantenerse e n sus murallas, buscaban prudentem,ep-
te situarse al abrigo en . aguj eros hechos bajo tierra y, haciendo disparar
insidiosamente a sus : arqueros¡ anticipaban .eL peligro de muerte co1Ticio
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

por los que los dominaban desde la primera almena del ingenio. A esta
máquina, que se elevaba en el aire. se unía un puente de madera que, alar-
gándose lo bastante en altura, debía, al descender un poco sobre el muro,
proporcionar una entrada fácil a los combatientes, los cuales descenderían
por allí .. . »
Queda por hablar de la utilización para diversos usos artesanales, a
veces industriales, del molino hidráulico. En él se encuentra -con el sis-
tema moderno de uncir a los animales- el gran progreso técnico de la
Edad Media.
* * *
La Edad Media es el mundo de la madera. La madera constituía enton-
ces el material universal. Se trata todavía con frecuencia de una madera de
mala calidad o, en todo caso, de una madera cuyas piezas son de dimensio-
nes restringidas y mediocremente trabajadas. Los grandes maderámenes de
una sola pieza que se utilizan en la construcción de los edificios, en los más-
tiles de los navíos, en las armaduras -el «merrain»-, difíciles de cortar y
labrar, son materiales caros, si no de lujo.
Suger, que, a mediados del siglo xn, busca árboles de diámetro bas-
tante grande y lo suficientemente altos para la armadura de Saint Denis *,
considera como un milagro el hecho de encontrar la madera de sus deseos
en el valle de Chevreuse.
Un milagro del mismo tipo se atribuye a comienzos del siglo x1v a San
Yves. La madera misma es considerada como algo precioso. Un tronco de
gran altura es cosa lo bastante rara como para que sea necesario un milagro
a fin de no malgastarlo en un error de medición.
«San Yves, habiendo observado que la catedral de Tréguier amenaza-
ba ruina, acudió a visitar al poderoso y magnífico señor de Rostrenen y le
expuso las necesidades de la iglesia. El señor [ ... ] concedió entre otras cosas
toda la madera precisa, la cual podría ser encontrada en sus bosques. El
santo envió leñadores para cortar y transportar los árboles más bellos y más
deseables ... Los «merrains» destinados a esta obra pía y sagrada fueron tala-
dos y transportados [ ... ]. Cuando el hábil arquitecto en jefe designado por
el santo hubo tomado las dimensiones de la iglesia, hizo cortar las vigas
siguiendo las reglas geométricas, con las medidas que le parecieron con-
venientes. Pero sucedió que los «merrains» resultaron demasiado -cortos.
Se lamenta, se arranca los cabellos[ ... ]. Rojo de confusión, toma una cuerda
entre sus manos y va al encuentro del santo, se echa a sus pies y, entre gri-
tos, lágrimas y gemidos, le dice: «¿Qué puedo hacer? ¿Cómo me atreveré
LA VIDA MATERIAL

todavía a comparecer ante ti? ¿Cómo podré sufrir un tal deshonor y repa-
rar el inmenso daño que he causado a la iglesia de Tréguier? He aquí mi
cuerpo, mi cuello y esta cuerda. Castígame por haber perdido e inutilizado
con mi negligencia, haciéndoles dos pies demasiado cortos, los «merrains»
procurados por tus cuidados.»
Y el santo lo consuela y alarga milagrosamente las vigas hasta la lon-
gitud necesaria.
La madera es materia tan preciada durante la Edad Media, con los
productos de la tierra, que pasa a ser el símbolo de los. bienes terrenos.
Entre las almas que van al purgatorio, la Leyenda dorada cita aque-
llas que se llevan consigo al morir «la madera, el heno y la estípula», es
decir, que, a pesar de adorar a Dios, se sienten aún unidos a los bienes de
la tierra.
Si bien pronto se torna difícil encontrar troncos de gran talla, la made-
ra sigue siendo, de todas formas, el producto más común en el Occidente
medieval. El Roman de Renart * lo testimonia. La zorra y sus compañeros,
siempre a la búsqueda de los bienes materiales que precisan, cuentan con
un solo recurso hasta la · saciedad: la madera. «Encienden un gran fuego,
pues los leños no faltan.» La madera proporciona incluso al· Occidente
medieval uno de sus principales productos de exportación, reclamado por
el mundo musulmán, en el que, por el contrario, como es sabido, el <trbol
(salvo en los bosques del Líbano y del Mogreb) es raro. La madera fue el
mayor viajero -utilizando también, tanto como era posible, por flotación
o por barco, la vía del agua- de la Edad Media occidental.
Otro producto de exportación hacia Oriente, a partir de la época caro-
lingia, fue el hierro, o, mejor, las espadas (las espadas francas abundan en
las fuentes musulmanas de la Alta Edad Media). En este caso, se trata ya
de un producto de lujo, un producto trabajado, fruto de la habilidad de
los herreros bárbaros, expertos, como hemos visto, en las técnicas metalúr-
gicas procedentes, a través de la estepa, del Asia central, el mundo de los
metales. El hierro, en contraposición a la madera, escaseaba en el mundo
o::-cidental de la Edad Media.
No ha de extrañarnos, pues, el saber que en el siglo vrn, el hierro
era lo bastante raro como para que el rey lombardo Didier, según cuenta
el monje de Saint-Gall, al divisar desde lo alto de las murallas de Pavía,
en el año 773, el ejército de Carlomagno cubierto de hierro, exclame, estu·
pefacto y aterrorizado: O ferrum! heu ferrum! «¡Oh el hierro! ¡Ay el
hierro! » Aún más. En pleno siglo xm, el franciscano Bartolomé el Inglés
define el hierro en su enciclopedia De proprietatibus rerum como una
LA CIVILIZACióN . DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

materia preciosa : «Desde numerosos puntos de vista, el hierro es más útil


al hombre que el oro, aunque los seres llenos de concupiscencia deseen más
el oro que el hierro. Sin el hierro, el pueblo no podría defenderse de sus
enemigos, ni hacer prevalecer el bien común; los inocentes aseguran su
defensa gracias al hierro y la impudencia de los malos es castigada gracias al
hierro. Todo trabajo manual pide el empleo del hierro y sin él nadie
podría cultivar la tierra ni construir una casa.>>
Nada prueba mejor el alto valor alcanzado por el hierro durante la
Edad Media que la atención que le presta San Benito, señor tanto de la
vida material como de la vida espiritual medievales. Consagra un capítulo
entero de su Regla, el veintisiete, al cuidado que los monjes deben prestar
a las ferramenta, las herramientas que posee el monasterio. El abad no debe
confiarlas más que a los monjes cccuya vida y cuyas manos les den una com-
pleta seguridad». Estropear o perder esos instrumentos se juzga como una
falta grave a la Regla y merece un severo castigo.
Entre los milagros de San Benito que más llamaron la atención de los
hombres dela Edad Media, después de que Gregorio el Grande se los hubo
legado como una enseñanza fundamental, continuada hasta Jacques de
Voragine, hay uno -a veces atribuido a Salomón, lo cual nada tiene de
particular, dado que éste es para la Edad Media el gran maestro de los
secretos técnicos y científicos-, ya operado en el Antiguo Testamento por
Eliseo (II Reyes, 6, 5-7), que pone claramente de relieve la estimación
que sentía por el hierro el mundo medieval. Leamos la narración en la
Leyenda dorada:
((Cierto día, segaba un hombre las zarzas cerca del monasterio, cuando
el hierro de su hoz se separó del mango y cayó en un abismo sin fondo, de
lo cual el hombre se afligió sobremanera. Pero San Benito puso el mango de
la hoz en el caño de la fuente y pronto el hierro, saliendo de la roca, flotó
hasta el mango.>>
En su crónica de los primeros duques de Normandía, escrita a prin-
cipios del siglo XI, Dudón de Saint-Quentin señala el aprecio que esos prín-
cipes tenían por los arados y las ejemplares penas que habían dictado contra
el robo de esos instrumentos .. Por su parte, el poeta de Arras, Juan Bodel,
en su fábula Le vilain de Farbu, escrita a finales del siglo xu, cuenta que
un herrero había colocado delante de su puerta .un hierro candente para
cazar a los incautos; Y un villano que pasa pide a su hijo que se apodere de
él, ya que un trozo de. hierro es una buena ganga. Además, la mayor parte
de la_ débil producción. de hierro e.staba destinada al armamento, al uso
militar. Así lo que quedaba para los. hierros. de los arados, las _hojas de.Jas
LA VIDA MATERIAL

hoces y guadañas, las partes metálicas de las palas, azadas y otros útiles, no
era más que una débil porción de una producción ya deficiente. Va aumen-
tando progresivamente a partir del siglo IX, cierto, mas para el conjunto
de la Edad Media siguen siendo valederas las indicaciones de los inventa-
rios carolingios, que, después de haber enumerado algunos instrumentos
de hierro, menciona en bloque el grueso de los útiles agrícolas bajo la
rúbrica: Ustensilia lignea ad ministrandum sufficienter, «Útiles de madera
en número suficiente para el laboreo». Todavía se ha de observar que una
gran parte de los útiles de hierro, o con elementos de hierro, servían para
el trabajo de la madera: hachas, doladeras, podaderas, taladros . .. No hay
que olvidar, en fin, que, entre esas herramientas, dominan los instrumentos
de talla y eficacia restringidas. El útil esencial, no solamente del ebanista o
del carpintero, sino incluso del leñador medieval, es uno muy antiguo y
muy modesto, la azuela, el instrumento de las grandes roturaciones medie-
vales, llevadas a cabo más bien a costa de la maleza y los arbustos que del
bosque propiamente dicho, ante el cual las herramientas resultaban las
más veces impotentes.
N ada de extraordinario tiene, por tanto, que el hierro sea, como h emos
visto, objeto de atenciones que llegan hasta hacerlo ocasión de milagro.
Nada de asombroso que el herrero sea reputado desde la Alta Edad Media
como un personaje extraordinario, con un prestigio cercario al del brujo.
Sin duda alguna, debe sobre todo esta aureola a su actividad el forjador de
armas, de fabricante de espadas, y a una creencia qu e le co nv icrte, junta-
mente con el orfebre, en un ser sagrado, legado por la trad ición bárbara
escandinava y germánica al Occidente medieval. Las sagas 'r.' glorifican a
esos herreros en posesión de un poder superior : Alberico y Mimo, el mis-
mo Sigfrido, que forja la espada Nothung, la espada sin par, y Vieland, al
que la saga de Thidrek nos presenta en plena tarea: «El rey dijo: "La
espada es buena." Y la quiso para él. Wicland respondió : "No es aún lo
bastante buena. Es preciso que sea mejor y 110 me detendré hasta lograr-
lo" ... Wieland vuelve a su forja, toma una lima, pulveriza la espada y mez-
cla harina con ella. Deja que pájaros domes ticados ayunen tres días y
después les da de comer esa m ezcla. Pone en el horno de su forja los excre-
mentos de los pájaros, los funde, hace salir del hierro toda la escoria que
contenía todavía y forja en seguida una nueva espada. Ésta era más peque-
ña que la primera [ ... ]. Podía sos tenerse muy bien en la mano. Las prime-
ras espadas que Wieland había fabricado eran más grandes que las usuales.
El rey buscó de nuevo a Wieland, contempló la espada y dijo que era la
.más cortante y la mejor que había visto jamás.. Volvieron al río. Wieland
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

tomó un copo de lana de un grueso de tres pies y de la misma longitud y


lo tiró al río: metió tranquilamente la espada en el agua; el copo fue lleva-
do por la corriente contra el filo de la hoja y la espada cortó el copo tan
finamente como la misma corriente de agua ... »
¿Se ha de buscar ese sentido medieval de los materiales en la evolu-
ción que sufre el personaje de San José desde el faber ferrarius, herrero
que la Alta Edad Media tenía tendencia a ver en él hasta convertirse en la
encarnación de la humana condición en una Edad Media de madera: un
carpintero? Acaso haya que pensar también en una posible influencia de
una mentalidad ligada a un simbolismo religioso sobre la evolución de las
técnicas. En la tradición judaica, la madera es el bien, el hierro es el mal.
La madera simboliza el verbo vivificante; el hierro, la carne pesada. El
hierro no debe ser empleado solo. Ha de estar siempre unido a la madera,
la cual lo libera de su nocividad y lo hace servir para el bien. Así, el arado
es un símbolo de Cristo labrador. Los útiles medievales son, pues, esen-
cialmente de madera y, consecuentemente, de débil potencia y de resisten-
cia mediocre.
Por otro lado, el material que, durante la Edad Media, rivaliza con
la madera no es el hierro, que no proporciona, en general, sino muy escaso
apoyo -hojas de las herramientas, clavos, herraduras, tirantes y cadenas
que refuerzan los muros-. Es la piedra.
La madera y la piedra, he aquí la pareja básica de materiales empleada
en la técnica medieval. Los arquitectos son, a la vez, carpentarii y lapidarii,
«carpinteros y albañiles>J. Los obreros de la construcción son calificados a
menudo de operarii lignorum et lapi·dum, «obreros en madera y en pie-
dra>l. Sin embargo, la piedra constituye por largo tiempo un lujo en rela-
ción a la madera. A partir del siglo x1, el gran crecimiento de la construc-
ción, fenómeno esencial del gran desarrollo económico medieval, consiste
con frecuencia en reemplazar una construcción de madera por una cons-
trucción de piedra. La sustitución se efectúa en iglesias, puentes, casas. La
piedra, comparada con la madera, supone un material noble. Poseer una
casa de piedra es signo de riqueza y de poderío. Dios y la Iglesia, los seño-
res en sus castillos, son los primeros en disfrutar de ellas, pero pronto, como
un signo de la ascensión de los más ricos burgueses, éstos comienzan tam-
bién a construirlas. Las crónicas urbanas mencionan cuidadosamente esta
manifestación del progreso urbano y de la clase social que domina ·1as ciu-
dades. Las palabras de Suetonio, según las cuales Augusto se gloriaba de
haber encontrado una Roma de ladrillo y de haberla dejado de mármol.,
es aprovechada por algún cronista de la Edad Media, que la aplica a los
LA VIDA MATERIAL

grandes abades constructores de los siglos XI y xn, si bien el ladrillo y el


mármol son reemplazados por la madera y la piedra. Encontrar una iglesia
de madera y dejarla de piedra, tal es el progreso, el honor, el éxito en la
Edad Media. Uno de los grandes progresos técnicos de la Edad Media
consiste en volver a descubrir la bóveda de piedra e inventar nuevos siste-
mas de bóvedas. Respecto a ciertos grandes monumentos del siglo XI, actual-
mente en ruinas, el problema estriba en saber si habían pasado ya de la
cubierta de madera a la cubierta de piedra. Así, la abadía de Jumieges
supone todavía, desde este punto de vista, un enigma para los historiadores
de las técnicas y del arte. Incluso en los edificios construidos con bóvedas
de piedra, la intervención de la madera en ciertos elementos, especialmente
en las armaduras de las cubiertas, sigue siendo considerable. De este par-
ticular se deriva su vulnerabilidad ante el fuego. Es un incendio originado
en la armadura el que destruye, en i 174, la catedral de Cantorbery. El
monje Gervasio nos narra cómo el fuego, después de haberse iniciado lenta-
mente bajo la techumbre, se declaró de repente: Vae, vae, ecclesia ardet!
«¡Ay, ay, la iglesia arde!» Las placas de plomo de la techumbre se funden,
las vigas calcinadas caen sobre el coro y extienden el fuego a la sillería.
«Las llamas, alimentadas por toda esta masa de madera, se elevaron a .quin-
ce codos de altura y consumieron los muros y más aún las columnas de la
iglesia.» Los eruditos nos han dado la larga lista de las iglesias medievales
incendiadas a causa de la armadura de vigas que sostenía la techumbre.
Jules Quicherat enumera, sólo en la Francia del Norte, las catedrales de
Bayeux, Mans, Chartres, Cambrai, las iglesias abaciales de Mont-Saint-Mi-
chel, Saint-Martin de Tours, Saint-Vaast de Arras, Sa i.nt-Riquier de Cor-
bie, etc.
El tiempo, que todo lo idealiza, idealiza también el pasado material,
no dejando subsistir más que los materiales duraderos y borrando los pere-
cederos, es decir, la mayor parte.
La Edad Media fue para nosotros una gloriosa colección de piedras:
catedrales y castillos. Mas esas piedras no representan sino una ínfima parte
de lo que existía. Algunos restos han quedado d e un cuerpo de madera y
de materiales más humildes y deleznables : paja, barro, argamasa. Nada
puede ilustrar mejor la creencia fundame ntal de la Edad Media en la sepa-
ración del alma y el cuerpo y en la supervivencia solamente del alma. Lo
que ella nos ha dejado -una vez su cuerpo convertido en polvo- es su
alma, encarnada en la piedra durable. No obstante, esta ilusión producida
por el tiempo no debe engañarnos.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Donde esa mediocridad del equipo técnico reviste mayor gravedad es


en el sector rural. La tierra y la economía agraria son, en efecto, la base
esencial de la vida material en la Edad Media y de todo cuanto ella condi-
ciona: riqueza, poder social y poder político. Ahora bien, la tierra medie-
val se muestra avara porque los hombres no saben sacarle provecho.
En primer término, porque sus instrumentos son rudimentarios. La
tierra está mal trabajada. Las labores son poco profundas. El arado antiguo,
más adaptado a los suelos superficiales y a los terrenos accidentados de los
terrenos mediterráneos, subsiste largo tiempo y en muchos lugares. Su reja
simétrica, en ocasiones revestida de hierro pero con más frecuencia simple·
mente de madera endurecida al fuego, más bien araña que excava la tierra.
El arado de reja disimétrica y vertedera, con juego delantero móvil, pro-
visto de ruedas y arrastrado por una yunta más vigorosa, cuyo uso se difun-
de en el curso de la Edad Media, representa un progreso ciertamente con-
siderable. Pero los suelos pesados, arcillosos, los más fecundos cuando se
hallan bien trabajados, oponen a los útiles medievales una obstinada resis-
tencia. La intensificación del laboreo conseguida en la Edad Media resulta
más de una repetición del trabajo que de un perfeccionamiento de las
herramientas. La práctica de efectuar tres labores se va extendiendo y, en
el Umbral del siglo XIV, se pasa a cuatro. Sin embargo, los trabajos com-
plementarios siguieron siendo necesarios, aunque también ellos presentaban
una amplitud limitada. Después de la primera labor, se aplastaban los
terrenos con la mano, como lo enseña una miniatura del salterio inglés
de Luttrell, a comienzos del siglo XIV. La escarda, que no se realizaba en
todas partes, empleaba para cortar cardos y malas hierbas, según el mis-
mo salterio de Luttrell, útiles rudimentarios: hoces y horcas enmangadas
en un palo. El rastrillo, una de cuyas primeras representaciones aparece
en el bordado de finales del siglo XI denominado «tapicería» de Bayeux,
se extendió durante los siglos xn y xm. De vez en cuando se precisa tra-
bajar profundamente el campo con la azada. De todo ello resulta que la
tierra, mal cavada, mal removida, mal aireada, no se reconstituía rápida-
mente en sustancias fertilizantes.
Esta carencia de herramientas habría podido ser remediada en una
cierta medida mediante el enriquecimiento del terreno con abonos. Mas la
debilidad de la agricultura medieval en este sector es todavía más visible.
Naturalmente, no existen los abonos químicos artificiales. Se cuenta,
pues, tan sólo con los abonos naturales, muy insuficientes. La causa prin-
V. VIDRIERA O ÓTICA: ENTIERRO DE LA
NODRI Z A BRITONIS.

Fragmento de vidriera en la catedral


de Cantorbery (tramo norte de la ca-
pilla de la Trinidad, sexta ven tana).
Escapada a las destrucciones de la Re-
forma, es un testimonio de la perfec-
ción alcanzada por los vidrieros góti-
cos a comienzos del siglo XIII. El arte
de la composición, .el tornasol y la ar-
monía de los colores, la expresión de
los rostros, demuestran con claridad
que la vidriería ha llegado a ser, en la
época gótica, el campo por excelencia
de la pintura. El terna no es menos in-
teresante. Rep,resenta los funerales de
una mujer fallecida durant.e una epi-
demia. Una inscripción saca la mora-
leja de la escena: Nutricis Funis Reli-
q uis su a Flagra Miniatur (" la misma
muerte sufrida por la nodriza amena-
za a cada uno de los supervivientes").
Sin embargo, para el artista era más
esencial el efecto estético que la lec-
ción. (Cantorbery, catedral.)
LA VIDA MATERIAL

cipal de esta insuficiencia radica en la escasez del ganado, escasez debida


a causas secundarias, como los destrozos producidos por las epizootias, pero,
sobre todo, derivada del hecho de que los prados ocupan un segundo
plan, después de los campos, los cultivos y las necesidades de alimentación
vegetal. La carne era proporcionada en parte por la caza. Por otra parte,
los animales que viven bien en el bosque y de los productos del bosque, cer-
dos y cabras, son los criados con más gusto. Como es lógico, su abono se
pierde en su mayoría. En cuanto a los otros, el abono es recogido cuidado-
samente, pero sólo en la medida que lo permite el nomadismo de los reba-
ños, que pastan la mayor parte del tiempo al aire libre y son raramente
estabulados. Los excrementos de las palomas son aprovechados al máximo.
Un pot de fiente (una vasija de estiércol) supone una renta valiosa, debida
a veces al señor por el arrendatario. Inversamente, ciertos agentes señoriales
privilegiados, como los prebendados, que administran ciertos dominios
(Münchweyer, Alemania, en el siglo xn), reciben como salario por la tierra
de sus feudos «el estiércol de una vaca y de su ternero y las barreduras de
la casa)).
Los abonos vegetales proporcionan un refuerzo notable: ti rra arci-
llosa, hierbas y hojas muertas, la paja que los animales han dej ado sin
comer cuando llega la nueva siega, ya que, como puede ob8ervarse en
numerosas miniaturas y esculturas de la época, la siega d ' l trigo, efec-
tuada con guadañas y hoces, se hacía próxima a la esp iga o, n odo caso,
a menos de media altura del tallo, a fin de dejar la mayor :rnLidad posible
de paja para la nutrición del ganado primero, y como abono, después. En
fin, los abonos quedaban con gran frecuenci a r s TV:1dos para Jos cultivos
delicados o especulativos, esto es, a los cercados, rcados ele viñas o cerca-
dos de huertas. Se da en el Occidente medieval un flagrante con traste en-
tre las pequeñas parcelas dedicadas a la huerta o jarcl ín, las cuales acaparan
la parte esencial del refinamiento rural, y las grandes superficies, abando-
nadas a las técnicas rudimentarias.
Como resultado de esta insufici ncia de herramientas y ele esta escasez
de abono, el cultivo, en vez de ser intensivo, era en amplia medida exten-
sivo. Incluso dejando aparte el período - siglos xr al XIII- en que el cre-
cimiento demográfico trajo consi go un aumento por medio de roturaciones
de la superficie cultivada, la agricultura medieval fue itinerante hasta un
grado notable. Por ejemplo, en 1116, los habitantes de una aldea de la
Isla de Francia reciben autorización para roturar ciertas partes de un bosque
real, si bien con la condición de «que cultiven y recojan los frutos durante
dos temporadas únicamente y después se vayan a otras partes del bosque».
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

La artiga o cultivo en chamicera, que implica un cierto nomadismo agrí-


cola, se encuentra ampliamente extendido en los terrenos pobres. Incluso
en las roturaciones son a menudo cultivos temporales, como los essarts, que
invaden la toponimia francesa medieval y la alusión a los cuales tanto se
reitera en la literatura cuando se trata del campo. e<La zorra se fue a un
essart ... »
La consecuencia es que la tierra, mal trabajada y poco abonada, se ago-
ta pronto. Por lo tanto, se hace preciso dejarla reposar con frecuencia para
que se reconstituya, lo cual da lugar a la práctica, tan extendida, del bar-
becho. Sin duda constituye un progreso, conseguido entre los siglos IX y XIV,
el hecho de que se reemplace en muchos lugares el barbecho bienal por el
trienal. Ello determina que la tierra no permanezca improductiva sino un
año de cada tres, en lugar de un año de cada dos. O, lo que viene a ser lo
mismo, se aprovechan dos tercios de la superficie cultivada, en vez de bene-
ficiarse solamente la mitad. Ahora bien, el barbecho trienal parece haberse
extendido con mayor lentitud y menos comúnmente de lo que se ha dicho.
En los climas mediterráneos y en los terrenos pobres, el barbecho bienal
persiste. El autor inglés del tratado de agronomía la Fleta (siglo xm) acon-
seja prudentemente a sus lectores que prefieran una buena cosecha cada
dos años que dos mediocres cada tres. En una región como el Lincolnshire
no existe ningún ejemplo seguro de barbecho trienal antes del siglo XIV.
Y en el Forez, a finales del siglo xm, las tierras no han dado una buena
cosecha sino tres veces en treinta años.
Añadamos que otros factores, que más tarde examinaremos, contribu-
yen aún a disminuir la productividad de la tierra medieval. Por ejemplo,
la tendencia de los dominios medievales a la autarquía, a la vez consecuen-
cia de realidades económicas y un rasgo propio de la mentalidad de aquel
tiempo. Tener que recurrir al exterior, no producir todo cuanto se necesita,
no significa tan sólo una debilidad, sino también un deshonor. En el caso
de las propiedades monásticas, la preocupación por evitar todo contacto con
el exterior se deriva directamente del ideal espiritual de soledad. El aisla-
miento económico es la condición previa para la pureza espiritual. Incluso
la moderada regla de San Benito lo recomienda. Y así, en el capítulo LXVI
anuncia: «Que el monasterio, siempre que sea posible, esté organizado de
tal modo que pueda producir todo lo necesario: agua, molino, hue_rta y
diversos oficios, de manera que los monjes no estén obligados a salir al exte-
rior, lo cual es desastroso para sus almas.» Y cuando los cistercienses cons-
truyen molinos para el pueblo, San Bernardo amenaza con ordenar su des-
trucción, por considerarlos centros de relaciones, de contactos, de reuniones
LA VIDA MATERIAL

y, peor todavía, de prostitución. Ahora bien, estos prejuicios de conciencia


se asientan sobre bases materiales. En un mundo donde los transportes son
caros y aleatorios y la economía monetaria, condición indispensable de los
cambios, poco desarrollada, producir todo aquello de que se tiene necesidad
resulta un buen cálculo económico. La consecuencia natural es que el poli-
cultivo domina en la economía rural medieval, lo cu al viene a significar que
las condiciones geográficas, edafológicas y climáticas de la producción están
ampliamente desatendidas. La viña, por ejemplo, es objeto de explotación
bajo los climas más desfavorables, muy al norte de su límite de cultivo
actual. Se la ve, por ejemplo, en Inglaterra, la región parisiense posee
un gran viñedo y Laón ha podido ser calificada como la cccapital del vino»
durante la Edad Media. Las tierras pobres son puestas en cultivo y se hace
producir tal o cual especie determinada en terrenos totalmente inaptos
para ella.
El resultado de todo ello es la exigüidad de los rendimientos agrícolas.
En la época carolingia, tales rendimientos debieron de ser próximos a 2
(2'7, en el dominio real de Anappes, Francia, departamento del Norte, a
comienzos del siglo Ix). Incluso a veces se elevaban apenas por encima de 1,
es decir, de la recuperación pura y simple de la semilla empleada. Un pro-
greso notable se produce entre los siglos XI y XIV. No obstante, las cose has
siguen siendo malas. Los agrónomos ingleses d el siglo xm as guran que las
tasas normales eran de 8 para la cebada, 7 para el cent no, 6 para las legu-
minosas, 5 para el trigo y 4 para la avena. La reali lad ¡ ar haber sido
menos brillante. En las buenas tierras del obispado de Win hcst r, las tasas
son 3'8 para el trigo y la cebada y 2'4 para la avena. 1 a proporción de 3 6 4
por 1 aparenta haber sido la regla general para l trigo.
La variabilidad de esos rendimientos es as imismo nsiderable, al me-
nos en lo que se refiere a un terreno con resp LO a otro. En la montaña se
mantiene a un nivel poco diferente de l de la época carolingia, 2 por 1; en
Provenza se eleva a 3 ó 4; en ciertas llanuras de limos, el Artois, por ejem-
plo, puede elevarse por encima de 10 y ll egan incluso hasta 18, es decir,
aproximarse a los rendimientos act uales de las tierras mediocres. De la
misma manera, lo cual es más gTave todavía, las variaciones pueden ser muy
considerables de un año a otro. En Roqueloire, Artois, el trigo que sólo pro-
duce 7'5 por 1 en el año 1319, rinde Il'6 por 1 en 1321. En fin, sobre un
mismo dominio, el rendimie nto difiere mucho de un producto a otro. En
una granja de la abadía de Ra msey, el rendimiento de la cebada oscilaba
entre 6 y 11, mientras que el de la avena excedía apenas a la semilla.
LA CIVlLIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Si bien en el dominio de las fuentes de energía se ha manifestado un


progreso notable con la difusión de los molinos -sobre todo el molino
hidráulico, con las diversas aplicaciones de la energía hidráulica: batanes,
molinos para el cáñamo, para las cortezas curtientes, para la fabricación de
la cerveza, para afilar-, hemos de observar que la cronología de la aparición
y de la difusión de esos ingenios debe ser establecida con prudencia. Los
batanes, por ejemplo, experimentan durante el siglo XIII una verdadera
regresión en Francia. Inglaterra no conoce un verdadero progreso a su res-
pecto hasta finales del siglo XIII, cuando se ha visto en ellos el instrumento
de una verdadera «revolución industrial». En Italia no se extiende con la
misma rapidez por todas partes. Florencia, durante los siglos xm y XIV,
envía sus paños a Prato para que sean allí batanados. En Alemania, la pri-
mera mención .del batán (Spira) no data sino de 1223 y parece haber sido
excepcional hasta el siglo XIII. Los molinos más importantes para el desarro-
llo industrial no surgen sino hacia el final de nuestro período. El molino
para el hierro o forja es una rareza antes del siglo XIII . El señalado en 1104
en Cataluña, en Cardedeu, no es seguro, aunque la importancia de las llama-
das «farguesn catalanas, en la segunda mitad del siglo xn, se encuentre
acaso unido a la difusión del empleo de los saltos de agua para esta aplica-
ción. La primera mención segura es de 1197, en el monasterio de Soroe,
Suecia. Los molinos de papel, atestiguados desde 1238 en Játiva, España, no
se extienden en Italia antes de finales del siglo XIII (Fabrino, 1268). El pri-
mer molino de papel francés es de 1338 (Troyes), el primero alemán de 139º
(Nuremberg). La sierra hidráulica supone todavía una curiosidad cuando
Villard de Honnecourt la dibuja en su álbum hacia i240. El molino hidráu-
lico se sigue empleando con preferencia para la molturación del grano. Des-
de finales del siglo XI, en 1086, el Domesday Book permite señalar la exis-
tencia de 5.624 de esos molinos hidráulicos en Inglaterra.
A pesar de todos los progresos realizados en los siglos xn y XIII por la
energía hidráulica y la energía eólica, la parte más esencial del trabajo
en el Occidente medieval es proporcionado todavía por el hombre y por
los animales.
No puede ponerse en duda que, en este campo, se consiguen impor-
tantes avances. El más espectacular y el más rico en consecuencias de ellos
es, sin discusión, lo que se ha denominado, siguiendo al comandante
Lefebvre des Noettes y a M. Haudricourt, «el tiro o atelaje moderno»,
LA VIDA MATERIAL

mi conjunto de progresos técnicos que permitieron, hacia el año 1000,


aprovechar mejor la tracción de sangre y aumentar el rendimiento del
trabajo de los animales. Esas innovaciones facilitan sobr e todo el enipleo
preferente del caballo como animal de tiro y de labor. Más rápido que
el buey, el caballo es capaz de acelerar y multiplicar los trabajos, de arar
y rastrillar.
El tiro antiguo, que apoyaba todo el peso sobr e el cuello del animal,
le comprimía el pecho y tornaba difícil su respiración, fatigándolo rápida-
mente. La ventaja del tiro moderno consistió esencialmente en trasladar el
esfuerzo de la tracción sobre los hombros, completando el collar con la
herradura con clavos, que ayudaba a la progresión del animal y protegía
sus cascos, y con el tiro en fila, que le consentía arrastrar cargas pesadas.
ESa ventaja fue capital para la construcción de los grarides edificios reli-
giosos y civiles.
La primera representación segura que tenemos de un collar de hom-
bros -elemento decisivo del tiro moderno'- se encuentra en un manus-
crito de la Biblioteca Municipal de Tréver is, que data aproximadamente
del año 800. Sin embargo, la nueva técnica no se extendió hasta los siglos
XI y XII.
Además, se ha de tener presente que la talla y el vigor de los animales
de labor medievales era netamente inferior a la de las bestias a tu l s. El
caballo de labor es, en general, de raza más pequeña que el ab:ül o de bata-
lla, el pesado destrero que debe soportar sobre su lomo, uand no un capa-
razón, por lo menos un caballero pesadamente armado, y qn este peso
puede desempeñar un papel importante en la car a d aba lJ ría. Volvemos
a hallar aquí la primacía del elemento militar y gu rr r s brc el económi-
co y productor. El retroceso del buey ante el aballo no fue , ni mucho
menos, general. Cierto que las ven tajas del :1ba ll o ra n tales que, ya
en 1095, Urbano II, al proclamar en Cl rmon t h . tregua de D ios con vistas
a la I Cruzada, ponía bajo la protección di vi na a los caballos de labor y
de rastrillo: equi aran tes, e qui de qu i bus hercant. Cierto que la superiori-
dad del caballo era reconocida d esde l siglo x u entre los eslavos, hasta
el punto de que, según la crónica de Hel mo ld, se medía el terreno por el
trabajo que podían llevar a cabo en un día un par de bueyes o un caballo
y, en Polonia, por la misma época, un caballo de labor tenía un precio
equivalente al de dos bueyes. Cierto que los agrónomos modernos han calcu-
lado que el buey medieval, teniendo en cuenta la inferioridad de su rendi-
miento, resultaba, por un día de trabajo, un 30 3 más caro que un caballo.
A pesar de todas estas circunstancias, muchos campesinos y señores retroce-

~93
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

dían ante dos desventajas manifiestas del caballo: su precio nominal ele-
vado y las dificultades para nutrirlo con avena. Walter de Henley, en su
Traité de Housebondrie, escrito en el siglo xm. recomienda elegir, antes
que al caballo, al buey, cuya alimentación es menos costosa y que, aparte
su trabajo, proporciona también carne. Si bien en Inglaterra, tras un neto
progreso del caballo, ocurrido a finales del siglo xn, particularmente en la
zona del Este y del Centro-Este, parece detenerse su avance en el siglo xm,
probablemente a causa de un retorno al trabajo directo y a las prestaciones
en servicios de los campesinos; si bien en Normandía el laboreo por medio
de caballos aparenta ser habitual en el siglo xm, como lo testimonia en su
registro de visitas (1260) el arzobispo de Ruán, Eudes Rigaud, que hace
incautar los caballos que ve ocupados en labrar durante la fiesta de San
Matías; si bien debía ser así en las tierras de los señores de Audenarde,
dado que únicamente el caballo aparece en las ilustraciones del Vieil Ren-
tier hacia 1275, no sólo el buey sigue siendo el amo del terreno en el Sur y
las regiones mediterráneas, donde la avena es difícil de cultivar, sino que
también se encuentran bueyes de labor en Brie, Borgoña, a mediados del
siglo xm ( 1274). Para conocer lo que representa el precio de un caballo
para un campesino -incluso en una región privilegiada como el Artois,
hacia 1200- convendría leer el fabliau de .Juan Bodel, Los dos caballos,
donde se oponen el caballo «bueno para el arado y el rastrillo» y el «magro
rocín».
Al lado del caballo y del buey, no hay que olvidar que el Occidente
medieval, incluso fuera de la zona mediterránea, concede al asno una parti-
cipación no desdeñable en los trabajos rurales. Así, encontramos que un
documento orleanés, que enumera los animales de labor, especifica «sea
buey, sea caballo, sea asno». Y un texto de la región de la Brie, fechado
en 1274, dice que los campesinos dedicados a la obligación del laboreo
deben <<Uncir con bueyes, caballos y asnos». En fin, la humilde y normal
realidad medieval del trabajo de los animales es, como en el Pesebre, la
presencia del buey y del asno.
Más todavía, la energía humana sigue siendo fundamental. En el cam-
po, en el artesanado, incluso en la navegación, donde el uso de la vela no
significa más que una débil ayuda al esfuerzo del remo, es decir, del hom-
bre, el trabajo manual humano continúa siendo la fuente principal de
energía. ·
Ahora bien, la productividad de esas fuentes humanas de energía, a
las que Cario Cipolla ha llamado los «convertidores biológicos», era bas-
tante reducida, puesto que la clase de los productores, como veremos, coin-

294
LA VIDA MATERIAL

cidía aproximadamente con la categoría social mal alimentada, si no subali-


mentada. Los convertidores biológicos suministraban, según K. M. Mather
y C. Cipolla, por lo menos el 80 3 de la energía en la sociedad medieval
pre-industrial, pero la disponibilidad de energía que provenía de ella era
débil : 10.000 calorías aproximadamente por día y por persona (100.000 en
una sociedad industrial actual). No debe extrañarnos que el capital huma-
no sea precioso para los señores medievales, hasta el punto de que algunos
de ellos, en Inglaterra, por ejemplo, imponen una tasa especial a los jóve-
nes campesinos aún solteros. La Iglesia, a pesar de su tradicional exaltación
de la virginidad, se encarga de recalcar cada vez con mayor fuerza la frase
((Creced y multiplicaos», slogan que responde primariamente a las estruc-
turas técnicas del mundo medieval.
Las mismas insuficiencias en el dominio de los transpor tes. Tampoco
en este capítulo se puede olvidar la importancia de la energía humana. Sin
duda las prestaciones de transporte, reminiscencia de la antigua esclavitud,
se hacen cada vez menos numerosas y parecen desaparecer después d 1
siglo xu. Pero aún en el siglo XI, por ejemplo, los monjes de Saint-Vanne
exigen de sus siervos domiciliados en Laumesfeld, Lorena, ((la obliga-
ción de transportar trigo en una distancia de seis millas sobre sus hom-
bros» o, mejor aún, sobre su cuello, su nuca, como dice el texto latino:
cum colla.
Los trabajos de acarreo impuestos a las diversas clas s d la so iedad
como penitencia o como obra pía para la construcción d las at drale~ no
tienen solamente un aspecto psicológico y espiritual. Tien ·n tamb ién un
significado técnico y económico.
El año 1145 presencia en Normandía un a explosión el esta forma par-
ticular de devoción. Entre los numerosos testimonios qu poseemos de ella,
es famoso el prestado por Roberto de Torigny uando se refiere a la cons-
trucción de la catedral de Chartres: ((Este año - y en primer lugar en
Chartres- hubo hombres que se dedi aro n a ll evar sobre sus espaldas
carretones cargados de piedras, de madera, de comida y de otros productos
para la obra de la iglesia, cuyas torres se construían entonces .. . Pero ese
fenómeno no se produjo solamente allí, sino también en casi toda la Isla de
Francia y la Normandía y en muchos otros lugares ... » El abad Haimon
describe para el mismo año un espectáculo parejo en Saint-Pierre-sur-Dives,
Normandía: «Reyes, príncipes, hombres poderosos en el siglo y cargados
de honores y riquezas, hombres y mujeres de noble nacimiento inclinaban
sus cuellos orgullosos e hinchados para uncirse a las can-etas y arrastrarlas
con su carga de vino, trigo, aceite, cal, piedras, madera y otros productos
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

necesarios al mantenimiento de la vida o a la construcCión de las iglesias,


hasta el asilo de Cristo, a la manera de los animales ... » La misma narración
hallamos en la crónica del Mont-Saint-Michel, en la crónica de Ruán y en
muchas otras. Acaso la campaña del transporte humano llevada a cabo
en este año de 1145 haya constituido, por su amplitud y por la participa-
ción en ella de todas las clases de la sociedad, una excepción. «Quien no ha
visto estas escenas, no tendrá jamás ocasión de verlas semejantes», escribe Ro-
berto de Torigny. A pesar de esta opinión, volvemos a encontrarlas, si bien a
escala más restringida, aunque de manera tan espectacular a causa de sus
actores, en el siglo xm, con San Luis, sea en Tierra Santa, sea en la abadía
de Royaumont, donde el rey y sus hermanos, de buen o mal grado estos
últimos, acarrean los materiales.
Por lo tanto, queda bien claro que el acarreo seguía siendo un medio
de transporte esencial. El mal estado de los caminos, el número limitado de
carretas y de carros, la ausencia de vehículos cómodos -la carretilla, que
apareció sin duda. en las obras de construcción durante el siglo xm, no se
propagó hasta finales del x1v; además, parece haber sido al principio de
difícil manejo- y el elevado precio de las carretas lo mantenían en primer
plano. Acarreo a hombros humanos, que las miniaturas nos presentan
encorvados bajo los tableros, los capazos, las banastas. Y acarreo también
por animales. Al lado de las bestias de tiro, a las que en ocasiones vemos
honradas después de haber penado, como los bueyes de piedra de las torres
de la catedral de Laón, las bestias de carga han desempeñado un papel capi-
tal en los transportes medievales. No sólo el mulo y el asno siguen siendo
irreemplazables para cruzar las montañas, sino que el acarreo a lomo des-
borda ampliamente las regiones en que las condiciones del relieve parecen
imponerlo. En los contratos estipulados en el año 1296 durante las ferias
de la Champagne entre los mercaderes italianos compradores de paños y de
telas y los transportistas, vemos a éstos comprometerse a «conducir (las
mercancías) con sus bestias a Nimes, en un plazo de 22 días, sin carreta».
También figuran ccdiez balas de paños de Francia que (el transportista) ha
prometido conducir y llevar a Savona por los rectos caminos de monseñor
el rey de Francia y de monseñor el rey Carlos y la Riviera de Génova,
haciendo etapas todos los días sin carreta, en un plazo de 35 días ... ».
El vocabulario de la metrología nos informa asimismo sobre la impor-
tancia del acarreo: en Francia, por ejemplo, la sommée ( i) supone para
la sal una medida de base.
(1) Sommée, peso que puede transportar una bestia de carga, de somme en francés.
-N. del T.

296
LA VIDA MATERIAL

* * *
Los transportes marítimos, a despecho de ciertos perfeccionamientos
técnicos no despreciables, continúan resultando insuficientes, ya sea porque
esas mejoras no hayan producido todo su efecto antes d el siglo x1v -o quizá
más tarde-, ya sea que su importancia fuese bastante limitada.
En primer lugar, el tonelaje de las flotas de la Cristiandad occidental
es mediocre. Los buques son pequeños, incluso después del aumento de los
tonelajes en los siglos xn y xm, particularmente en el Norte, donde los
navíos han de transportar productos voluminosos, granos y madera, por lo
que aparece la kogge o coca hanseática, mientras que, en el Mediterráneo,
Venecia construye galeras o, mejor, galeas -galea da mercato- de mayo-
res dimensiones. ¿Podemos avanzar algunas cifras? Una capacidad superior
a las 200 toneladas parece excepcional.
Mediocre también el número de buques. Los C<grandes» navíos son
pocos. Los convoyes que Venecia -la mayor potencia marítima ne la épo-
ca- arma a partir del comienzo del siglo XIV, uno o dos por año, para
enviarlos hacia Inglaterra y Flandes, no comprendían más allá de dos o tres
galeras. El número total de galea da mercato en servicio en las tres princi-
pales rutas de comercio durante los años veinte del siglo XIV es, aproxima-
damente, de 25. En i 328, por ejemplo, 8 de ellas tienen por d süno Ultra-
mar, es decir, Chipre y Armenia; 4, Flandes; 10, la Romanía, esto es, el
Imperio Bizantino y el mar Negro. En agosto de 131 5, cuando el Gran
Consejo, alarmado por las noticias recibidas, ordena a sus nav!os del Medi-
terráneo formarse en convoy, exceptúa de su orden a los grandes navíos,
dado que su lentitud les hace poco aptos para navegar en formación. Estos
grandes navíos son g. Por otro lado, el desplazam iento de los buques viene
limitado por una ordenanza, ya que deben ser fácilmente adaptables a las
finalidades militares, para lo cual no han de verse estorbados por su tamaño
y su consecuente lentitud. Frederic C. Lane ha calculado que, en 1 335, los
26 navíos de un tonelaje medio de 150 toneladas que constituían los con-
voyes venecianos representaban 3.900 toneladas. Si se aplica a esa cifra el
coeficiente 10, aproximadamente valedero para todo el siglo XVI, el conjun-
to de la flota veneciana se elevaría poco más o menos a 40.000 toneladas.
La introducción del timón de charnela, que progresa en el curso del
siglo xm y forma más manejables los navíos, no ha revestido probablemen-
te la importancia que se le ha querido conceder. En cuanto al uso de la
brújula, que determina el levantamiento de mapas más exactos y que per-

297
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

mite la navegación durante el invierno, no comienza sino después de 1280.


En fin, la Edad Media ignora el cuadrante y el astrolabio náutico, instru-
mentos del Renacimiento.
* * *
Insuficiencia, por último, de la extracción minera. La escasa eficacia de
los ingenios de perforación y de lavado y la incapacidad técnica de evacuar
el agua limitan la extracción a los yacimientos superficiales o poco profun-
dos: hierro (a pesar de los progresos conseguidos a partir del siglo xn),
cobre y plomo (respecto a los cuales nos hallamos bien informados gracias
a un código minero de comienzos del siglo xm referente a la región de
Massa Marittima en Italia), carbón mineral (acaso conocido en Inglaterra
desde el siglo IX, mencionado en el Forez en 1095, pero que no comienza a
ser verdaderamente explotado sino en el siglo XIII), sal (pozos salados, minas
como las de Halle o de Wielicka y Bochnia en Polonia, cuya explotación
no parece remontarse más allá del siglo xm), estaño (producido principal-
mente en Cornualles y sobre cuya extracción nada se sabe), minas de oro y
de plata, que se revelan pronto como incapaces para atender la demanda de
una economía basada cada vez más en la moneda y cuya insuficiencia (pese
a la intensificación de la explotación, en Europa Central especialmente, en
Kutna Hora, Bohemia, por ejemplo) determina el hambre monetaria que
se padece a finales de la Edad Media y que sólo terminará con el aflujo de
metales americanos en el siglo XVI. Todos esos minerales se obtienen en
cantidad insuficiente y, en la mayor parte de los casos, son tratados con un
equipo y una técnica rudimentarios. Los hornos con fuelle -accionados
éstos por energía hidráulica- aparecen al final del siglo XIII en Stiria,
después, hacia 1340, en la región de Lieja. Los altos hornos de fines de la
Edad Media no alcanzan a revolucionar de inmediato la metalurgia. Sabido
es que será preciso esperar al siglo xvu para conseguir, y al xvm, para ver-
los difundidos, dos progresos decisivos: la aplicación de la hulla al trabajo
del hierro y el empleo del vapor para el bombeo del subsuelo.
Los adelantos técnicos más significativos en el dominio «industrialn no
afectan, en definitiva, sino a sectores particulares o, al menos, no funda-
mentales, Y, aun así, su difusión no se produce hasta finales de la Edad
Media. El más espectacular de todos ellos es, sin duda alguna, la invención
de la pólvora y de las armas de fuego. No obstante, su eficacia militar se
afirma lentamente. Durante el siglo XIV, e incluso después, los primeros
cañones siembran el terror en el adversario más por el estruendo que cau-
san que por su carácter destructor. Su gran importancia estribará en el

298
LA VIDA MATERIAL

hecho de que el desarrollo de la artillería suscita, a partir del siglo xv, un


gran progreso en la metalurgia.
La pintura al óleo, por su parte, conocida desde el siglo XII, pero sin
conseguir mejoras decisivas hasta finales del siglo XIV y comienzos del xv y
cuyo empleo no se estabiliza, siguiendo la tradición, sino con los hermanos
Van Eyck y Antonello da Messina, revoluciona mucho menos la pintura
que lo hace el descubrimiento de la perspectiva.
El vidrio, conocido en la Antigüedad, no reaparece como industria
hasta el siglo xm, principalmente en Venecia, y no toma la forma de una
producción industrial en Italia sino a partir del siglo xv1, de la misma
manera que el papel no triunfa definitivamente más que con la imprenta.
El vidrio, en la Edad Media, no se emplea, en realidad, más que en la
vidriera. El tratado de Teófilo, escrito a comienzos del siglo xn, pone de
manifiesto el auge que está en camino de adquirir en la Cristiandad.
Al mismo tiempo, este tratado de Teófilo, De diversibus artis, «el pri-
mer tratado técnico de la Edad Media», revela bien a las claras las limita-
ciones de la técnica medieval.
En primer término, se trata, en esencia, de una técnica al s rvi io de
Dios. Los procedimientos descritos por Teófilo son los que se n1pl 'an .en
los talleres monásticos y están, sobre todo, destinados a constru ir y a orna-
mentar la iglesia. El primer libro está consagrado a la pr par< ión de los
colores, es decir, a la iluminación y, accesoriamente, al Cr s o; l s gunclo
libro a las vidrieras, y el tercero a la metalurgia, ha icndo sp ial hincapié
en la orfebrería.
Es también una técnica de productos d e lujo. •n la industria textil,
por ejemplo, los artículos de primera necesidad so n pr du t s caseros. Los
talleres son tan sólo fábricas de telas de lujo.
Es, en fin, una técnica de artistas-artesa nos, qu aplican sus recetas a
una producción de piezas individual s, on la ayu la de un instrumental
rudimentario. Los técnicos y los inventor s d e la Edad Media son, en efec-
to, artesanos. No escapan tampoco a Ja r gla aquellos en quienes se ha
querido ver una selección intelectual, poseedora de técnicas sutiles: los
mercaderes italianos o hanseáticos, a pro¡ ósito de los cuales se ha llegado a
hablar de una ccsupremacía intelectual» . Sin embargo, ha de tenerse en
cuenta que, durante largo tiempo, el principal trabajo del mercader ha
consistido en desplazarse, para lo cual no es necesaria ninguna calificación
especial. El mercader no es otra cosa que uno más entre los «errantes» de
la ruta medieval. Se le llama en Inglaterra el piepowder, el «pie polvo-
riento», cubierto por el polvo de los caminos. Se nos muestra en la litera-

.1199
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

tura, verbigracia en la narración de Je han Bodel, Le souhait f ou (ce El deseo


locon) de finales del siglo xn, como un hombre que pasa meses fuera de su
casa, «para buscar su mercancían, y que regresa a ella ccgai et joyeux n, con-
tento y feliz, después de haber permanecido largo tiempo fuera de su país,
«fors de pai's» . A veces, si ese viajero es lo bastante rico, se las ingenia para
tratar la mayor parte de sus negocios en las ferias de la Champagne. Cuan-
do en sus negocios interviene un «intelectual» -mas esto únicamente en
la Cristiandad meridional-, es el notario quien redacta para él los contra-
tos, contratos en general muy sencillos y cuyo principal mérito estriba eri
servir de testimonio, al ejemplo de las cartas feudales. Ni siquiera la Iglesia,
que fuerza al mercader a servirse de una cierta complicación y una cierta
sutilidad al condenar bajo el nombre de usura todas las . operaciones de cré-
dito, consigue hacer progresar su técnica de una manera decisiva. Por otro
lado, esos dos instrumentos que señalan un progreso seguro en la práctica
comercial, si bien con una técnica restringida, la letra de cambio y la con-
tabilidad por partida doble, no se extiende sino a partir del siglo XIV. Las
técnicas comerciales y financieras de la Edad Media figuran entre las más
rudimentarias. La más importante, el cambio, se limita a un intercambio
de piezas: el cambio «manual».
Un solo técnico se eleva quizás a un grado superior: el arquitecto. Su
dominio es el único que presenta en la Edad Media un innegable aspecto
industrial. A decir verdad, el arte de construir no pasó a ser una ciencia ni
el arquitecto a ser considerado un sabio en toda la Cristiandad, y su pre-
ponderancia no comenzó sino a partir del arte gótico. Este arquitecto, que
se hace llamar «maestron, que trata incluso de hacerse llamar «maestro en
piedras» ( magister lapidum) como otros son maestros en artes o en decretos
(doctores en derecho) y que calcula según reglas, se opone al técnico-arte-
sano, el cual aplica recetas, y al albañil. La yuxtaposición, y a veces la opo-
sición, de los dos tipos de constructores se mantendrá, como es sabido, hasta
el final de la Edad Media. El debate revelador que opone el arquitecto
francés, para el cual no había «técnica sin ciencia»: A rs sine scientia nihil
est, a los albañiles lombardos, para quienes la ciencia no era más que la
técnica: Scientia sine arte nihil est, se sitúa sobre los trabajos de la catedral
de Milán, en el paso del siglo XIV al xv.
En fin, se ha de r ecordar que, si bien los artesanos medievales han dado
pruebas ciertas de habilidad, de audacia (ahí tenemos a las catedrales para
probarlo; y no solamente a ellas, puesto que Joinville queda maravillado
ante los almacenes de Saumur, «construidos a la manera de los claustros de
los monjes blancosn) y de genio artístico, las producciones de la Edad Media

300
LA VIDA MATERIAL

fueron, en general, y en contra de lo que se ha creído con excesiva frecuen-


cia, técnicamente de mala calidad. La Edad Media se vio obligada sin cesar
a reparar, reemplazar, reconstruir. Las campanas de las iglesias debían ser
refundidas a menudo. El hundimiento de construcciones, principalmente
de las iglesias, era frecuente. El derrumbamiento del coro de Beauvais *,
acaecido en 1284, resulta doblemente simbólico. Pone d e manifiesto, toda-
vía en mayor grado que la detención de la pujanza gótica, el destino común
a tantas construcciones medievales. Los informes sobre las reparaciones que
habían de efectuarse en las iglesias, especialmente en las catedrales, se con-
virtieron incluso en uno de los principales recursos económicos para los
arquitectos de finales del siglo xm. La mayor parte de las obras maestras
que se conservan de la arquitectura medieval deben el estar todavía en
pie a las reparaciones y restauraciones que los siglos posteriores r ealizaron
en ellas.
Queda por decir, con todo, que la Edad Media, que ha inventado poco,
que ha enriquecido escasamente la flora alimenticia -el centeno, principal
adquisición de la Edad Media, desaparecido ya casi por completo de Euro-
pa, no fue, en realidad, más que un enriquecimiento transitorio de la agri-
cultura-, marca una etapa en la conquista de la naturaleza por las técnic;:as
humanas. Cierto que incluso su más importante conquista, el molino - o,
mejor, lo cual es más esencial todavía, su difusión-, está uni b a los capri-
chos de la naturaleza: calmas en los vientos, estiaje de los ·urs s de agua
en el Mediodía, detención de los mismos en el Norte a ausa d l hielo.
Ahora bien, como ha señalado Marc Bloch: «Molinos movidos por el agua
o por el viento, molinos harineros, de cortezas cur ticnLcs, batanes, sierras
hidráulicas, martinetes de las forjas, collares de las aballerias, herraduras
de las bestias de carga, tiro en fila de las mismas, in luso el torno y tantos
otros progresos, que conducen uniformeme nte a un a utilización más eficaz
de las fuerzas naturales, inanimadas o no, y, por lo tanto, a ahorrar el tra-
bajo humano o, lo que viene a ser poco más o menos lo mismo, a asegurarle
un mejor rendimiento, ¿a qué se d eben? Acaso a que había menos hom-
bres; mas, sin duda alguna, a que el amo poseía menos esclavos.»
Esta ligazón del progreso humano con el progTeso técnico fue aprehen-
dida por algunos durante la misma Edad Media, pese a que ésta no inclu-
yese el progreso técnico en la escala de sus valores. U nos para deplorarlo,
como Guiot de Provins, a principios del siglo xm, quien se lamenta de que
en su tiempo, incluso en el dominio militar, los «artistas)) deben ceder el
paso a los «técnicos», los «caballeros» a los «ballesteros, los mineros, los ser-
vidores de las máquinas para lanzar piedras y los ingenieros>>. Otros, por el

3oi
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

contrario, para alegrarse de ello. Tal ocurre en particular con ese monje
de Clairvaux que, en el siglo xm, canta un verdadero himno al maquinis-
mo liberador.
Recordemos que, ante la aparición de los primeros molinos, un epi-
grama de la Antología había celebrado ese progreso. «¡Detened vuestras
manos, largo tiempo familiares con la muela, oh muchachas que en otro
tiempo triturabais el grano 1 ¡A vosotras corresponde ahora los largos sue-
ños, desdeñosos de los cantos con que los gallos saludan el nacimiento del
día! Porque lo que fue vuestro trabajo, Deméter lo ha encomendado a las
Ninfas.» Y ya el abate de Loches, en el siglo v, regocijábase al ver que el
molino abacial, al permitir «a un solo hermano realizar la tarea de muchos»
liberase de ese trabajo al resto del grupo monástico. Pero nuestro monje
de Clervaux se exalta verdaderamente en un contexto de aplicaciones indus-
triales, de rumores mecánicos, que hacen de su panegírico uno de los pri-
meros cantos a la gloria del maquinismo:
«Un brazo del' Aube, que atraviesa los numerosos talleres de la abadía,
suscita bendiciones por todas partes a causa de los servicios que presta. El
Aube sube allí para realizar un gran trabajo. Y si no acude todo entero, por
lo menos no permanece ocioso. Un lecho, cuyas curvas cortan en dos el cen-
tro del valle, ha sido abierto, no por la Naturaleza, sino por la industria de
los monjes. Por esta vía, el Aube transmite la mitad de sí mismo a la abadía,
como para saludar a los religiosos y excusarse por no haber venido todo
entero, puesto que no ha encontrado ese canal lo suficientemente ancho
para contenerlo.
»Cuando, a veces, el río desbordado precipita fue::ra de sus límites
ordinarios una agua demasiado abundante, se ve rechazado por un muro
que se le opone y bajo el cual se ve obligado a correr; entonces vuelve sobre
sí mismo y la onda que seguía su antiguo curso acoge con sus besos la onda
que refluye. De todas maneras, admitido en la abadía tanto como el muro
que hace funciones de portero le permite, el río se lanza primeramente
con impetuosidad en el molino, donde se mantiene muy ocupado y se da
mucho movimiento, tanto para triturar el trigo bajo el peso de sus muelas,
como para agitar los cedazos, a fin de separar la harina del salvado.
»Helo aquí ya en el edificio vecino. Llena la caldera y se abandona al
fuego, que lo cuece a fin de preparar con él una bebida para los monjes, si
por casualidad la viña ha dado a la industria del viñador la mala respu"esta
de la esterilidad y si, al faltar la sangre de los racimos, ha sido preciso suplir-
la por la hija de la espiga [la cerveza]. Pero el río no se da aún por cum-
plido. Los batanes, situados cerca del molino, llaman a sus aguas. Se ha
LA VIDA MATERIAL

ocupado en el molino de preparar la alimentación de los hermanos; está,


pues, en razón exigirle que ahora piense en su vestido. Él no lo contradice
ni se niega a nada de cuanto se le pida. Eleva o baja alternativamente esos
pesados pilones, esos mazos, si lo preferís, o, por mejor decir, esos pies de
madera (pues ese nombre expresa más exactamente el trabajo brincador de
los batanes), para ahorrar a los bataneros una gran fatiga. ¡Buen Dios!
¡Cuántos consuelos dais a vuestros pobres servidores para impedir que una
tristeza demasiado grande los abrume! ¡Hasta qué punto aligeráis las penas
de vuestros hijos que hacen penitencia para evitarles la sobrecarga del tra-
bajo! ¡Cuántos caballos se extenuarían, cuántos hombres fatigarían sus bra-
zos en los trabajos que hace por nosotros, sin ninguna pena por su parte,
ese río tan gracioso, al que debemos lo mismo nuestros vestidos que nuestros
alimentos! Combina sus esfuerzos con los nuestros y, después de haber
soportado el penoso calor del día, no espera de su trabajo más que un a
recompensa: el permiso de irse libremente después de haber cumplido
con todo celo todo lo que se le ha pedido. Después de que ha hecho girar
en un movimiento acelerado tantas rápidas ruedas, sale espumeante; diría-
se que se ha molido a sí mismo y que se torna más blando.
»Al salir de allí, entra en la curtiduría, donde, para prepar ar las mate-
rias necesarias al calzado de los hermanos, muestra tanta activid ad como
cuidado; se reparte en una cantidad innumerable de pequeños brazos y va
en su carrera trabajadora a visitar los diferentes serví ios, bus ando dili-
gentemente en todos lados a aquellos que tienen n e sidad d su ministerio
para cualquier cosa que sea, ya se trate de cocer, t'tmizar, ha er girar, tritu-
rar, regar, lavar o moler: ofreciendo su ayuda, sin den garla jamás ... »

* • •
La economía del Occidente medieval ti ne por único objeto la subsis-
tencia de los hombres. No va más allá. Si alguna vez aparenta sobrepasar
los límites de esa estricta necesidad, se debe, sin duda, a que la subsisten-
cia es una noción socioeconómica y no puramente material. El concepto de
subsistencia varía según las diversas capas sociales. La masa se satisface con
una subsistencia en el sentido estricto de la palabra, es decir, con lo necesa-
rio para vivir físicamente: alimentación en primer lugar, vestido y aloja-
miento después. La economía medieval será, en consecuencia, esencialmente
agraria, fundada en la tierra que proporciona lo necesario. Esta exigencia es
hasta tal punto la base de la economía medieval que, cuando se asienta la
Alta Edad Media, se esfuerza por establecer cada familia campesina -uni-
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MED.IEVAL

dad socioeconómica- en una porción-tipo de tierra, aquella que permite


la vida de una familia: el manso, terra unius familia e, como la denomi~
na Beda.
Para las clases sociales superiores, la subsistencia lleva consigo la satis-
facción de necesidades mayores. Debe permitirles mantener su rango, no
perder categoría. Los bienes que necesita para ellos le vienen proporciona-
dos, en una débil cantidad, por importaciones extranjeras y, en su inmensa
mayoría, por el trabajo de la masa.
Ese trabajo no tiene por finalidad el progreso económico, ni desde el
punto de vista individual ni del colectivo. Aparte sus fines religiosos y
morales -evitar la ociosidad que es la puerta abierta al Diablo, hacer peni-
tencia trabajando, humillar el cuerpo-, comporta asimismo ciertas fina-
lidades económicas: asegurar su subsistencia y la de aquellos pobres inap-
tos para procurársela por sí mismos. Todavía Santo Tomás de Aquino lo
declara así en su Summa Theologica: «El trabajo tiene cuatro finalidades.
Primeramente, y sobre todo, debe proporcionar el vivir; segundo, debe
hacer desaparecer la ociosidad, fuente de numerosos males; tercero, debe
refrenar la concupiscencia, mortificando el cuerpo; cuarto, permite hacer
limosnas ... »
El fin económico del Occidente medieval consiste en proveer a la neces-
sitas. Esta necesidad legitima la actividad, permite incluso la derogación de
ciertas normas religiosas. El trabajo dominical, por regla general prohi-
bido, será permitido en caso de necessitas. El sacerdote, por ejemplo, al
cual están vedados numerosos oficios, podrá ser autorizado a trabajar en
caso necesario para asegurar su subsistencia. Los ladrones por necesidad
se verán «excusados» por ciertos canonistas. Raimundo de Peñafort escribe
en su Summa, hacia el primer tercio del siglo xm: «Si alguien roba alimen-
tos, bebidas o vestidos a causa del hambre, de la sed o del frío que padece,
¿comete verdaderamente un robo? . .. No comete ni robo ni pecado si obra
así a causa de la necesidad.» No obstante, intentar procurarse más de lo
necesario supone pecado. Es la forma económica (una de las más graves) de
la superbia, del orgullo. El ideal económico fijado por Teodulfo en la épo-
ca carolingia, tan cuidadoso de señalar a los trabajadores los fines espiritua-
les de la actividad económica -diezmos, limosnas-, sigue siendo valedero
durante toda la Edad Media. Se ha de recordar a «todos los que se entregan
a los negocios y al comercio que no deben desear los provechos terrestres
más que la vida eterna ... Lo mismo que quienes se dedican al trabajo de
los campos y las otras labores para procurarse el alimento, el vestido y las res-
tantes necesidades deben dar diezmos y limosnas, igualmente los que practi-
LA VIDA MATERIAL

can el comercio para subvenir a sus necesidades deben hacer otro tanto.
Dios, en efecto, da a cada uno un oficio para que viva de él y cada uno debe
sacar de ese oficio, que le proporciona lo que es necesario para su cuerpo,
también el socorro para su alma, lo cual es todavía más necesarion.
Todo cálculo económico que vaya más allá de la previsión de lo nece-
sario será severamente condenado. Cierto que los señores territoriales, par·
ticularmente los de carácter eclesiástico, en especial los abades, que dispo-
nen de un personal mejor equipado desde el punto de vista intelectual, han
tratado de estudiar, de prevenir, de mejorar la productividad de sus tierras.
Desde la época carolingia, una serie de capitulares, polípticos e inventarios
imperiales o eclesiásticos -el más célebre de los cuales es el políptico que
hizo redactar a comienzos del siglo IX el abad de Saint-Germain-des-Prés,
Irminón- ponen de manifiesto este interés económico. A partir de las pos-
trimerías del siglo xn, después de que la obra escrita por Suger a mediados
de siglo sobre su gestión en la abadía de Saint-Denis puso de relieve el
carácter siempre empírico de su administración, los especialistas toman en
su mano la dirección de los grandes señoríos, sobre todo los eclesiásticos,
tales como las granjas de las más importantes abadías inglesas, donde el
reeve, el villano o villicus encargado de administrar la explotación, debía
presentar sus cuentas a los escribanos que venían a anotarlas el día de San
Miguel, antes de someterlas a la verificación de los auditores . Sin embargo,
se trata más bien todavía de continuar produciendo lo ne e::;ar io, adminis-
trando y calculando mejor ante la crisis que se anuncia, ¡ ara hacer fren te
también al progreso de la economía monetaria. La desconfianza hacia el
cálculo reinará aún por largo tiempo y habrá que esperar al siglo XIV, como
sabemos, para ver aparecer una verdadera atenc ión al aspecto cuantitativo
de las cuentas -en las estadísticas todavía gros ras de Giovanni Villani en
relación con la economía florentina, por ejem¡ lo- , atención también naci-
da, en definitiva, más de la crisis económica que amenaza a las ciudades y
obliga a contar que de un deseo de crecimiento económico calculado. En
pleno siglo xm, la célebre colección italiana de novelas el Novellino cons-
tituye un testimonio de este estado de espíritu hostil al censo, a la cifra.
«David rey, siendo rey por la Gracia de Dios, que de pastor de ganados le
había convertido en señor, sintió un día la preocupación de saber, a fin de
cuentas, cuál era el número de sus súbditos. Fue esto un acto de presun-
ción, que desagradó mucho a Dios, el cual envió su ángel, haciéndole decir
estas palabras: "David, has pecado. He aquí lo que dice tu Señor: ¿Qué
prefieres? ¿Permanecer por tres años en el infierno, o por tres meses en
las manos de tus enemigos, o bien someterte a juicio en las manos de tu
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 92 A 112

9~. ECONOMÍA RURAL: EL ARADO CON por un ayudante, empuja un arado al


RUEDAS. que van uncidas dos parejas de bueyes.
Esta escena, que figura en las puertas La imagen es totalmente realista. (Lon-
de bronce de la basílica de San Zenón dres, British M useum, add. manuscri-
de Verana (finales del siglo XI, véa- to 42 po, fol . z70.)
se il. 79 ), está considerada como la
95· ECONOMJA RURAL: LA VIÑA.
primera representación del arado con
ruedas. Su simbolismo es igualmente Encontramos aquí representados, a tra-
interesante: se trata de la muerte de vés t.odavía de una parábola evangéli-
Abel a manos de Caín. Abel, después ca, un cercado de viña y una prensa.
de la caída, se ha hecho agricultor. El La miniatura del Evangeliario de En-
trab ajo es, a la vez, beneficio y maldi- rique III (zo39, véase il. 53) ilustra el
ción. (Verana, Basílica de San Zenón.)' texto de San Mate o (2I, 33-39) sobre
los malos viñadores reclutados por el
93· ECONOMÍA RURAL: MOLINOS. padre de familia que ha plantado una
Entre los siglos XI y XIII, las explota- viña. (Biblioteca del Escorial, Codex
ciones rurales más prósperas se equi- Aureus, Cod. Vetrinas z7, fol. 46 recto.)
paron de molinos en principio hidráu-
licos y, más tarde, de viento. He aquí 96. ECONOMÍA RURAL: LA SIEGA.

un folio del políptico ilustrado cono- Aquí, por el contrario, las escenas de
cido por el Vieil Rentier, inventario de la siega, a despecho de su carácter en
los servicios y tributos debidos, ha- apariencia puramente realista, tienen
cia z275, al señor ] ehan de Pamele una significación alegórica. La minia-
d'Audenarde . En la parte alta, los ser- tura, ejecutada en la Renania m edia, a
vicios (un campesino ahechando) y tri- finales del siglo XII, está incluida en
butos (X sueldos por afio) proporcio- un manuscrito del Speculum Virginum,
nados por un molino de viento sobre "Espejo de las Vírgenes", de Conrado
su terrero. En la parte baja, tributo de Hirsau (nacido en zoz7 ). En ella se
(XVI sueldos por año) pagado por un nuestra la jerarquía esta blecida entre
molino hidráulico. (Bruselas, Bibliote- el matrimonio, la viudedad y la virgi-
ca rea l, manuscrito zz75, fol. z5.) nidad. A bajo, las esposas, auxiliadas
p·or sus maridos, no recolectan más de
94· ECONOMÍA. RURAL : UN TIRO DE treinta veces lo que han sembrado . En
BUEYES. el centro, las viudas, cuyo mérito es
El Salterio de Luttrel, escrito ha- superior, obtienen sesenta veces . la si-
cia I 340, nos da, gracias a sus ilustra- miente. Arriba, las doncellas, cuyo es-
ciones, noticias preciosas sobre la vida tado es el más meritorio, recogen ci.en
rural a comienzos del siglo XIV. Un veces la simíente. A pesar de todo, la
campesino acomodado, acompañado exageración de los rendimientos tradu-
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EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 92 A 112

ce la incesante preocupación del cam- tra la construcción d el Templo, según


pesino m edieval. (Bonn, Museo Nacio- las profecías de A geo (JI, II-20): eleva-
n al R enan o, núm. IJJ2 6.) ción a mano y co locación de las piedras
con utensilios elementales (martillo y
97· ECONOMÍA RURAL: LA VENDIMIA. pal.eta); d eterminación de la verticali-
Pese a la importancia del vino en toda dad mediante la plomada . (París, Bi-
la Cristiandad y los esfuerzos por culti- blioteca Nacional, m anuscrito latino 6,
var la viña tan al Norte como sea posi- tomo Ill, fol. 89 vuelto.)
ble, la economía rural sólo deja un am-
plio margen para la viña en los países 100 y 101. UNA I NDU STRIA Ml!:DIE VAL :

m eridionales. No siempre aparece como LA CONSTRUCCIÓN.

aquí en el ciclo de los Trabajos de los La edificación de la Torre de B abel ha


Meses. Esculpido por Benedetto Ante- dado ocasión para represen tar escenas
lami (véase il. 80) en el baptisterio de de construcción. Este manuscrit o de l
Parma (hacia n96), el tema representa De originibus de Raban Mau r, r¡ ue
a septiembre en la figura de un cam- data de I02 3 y fue copiado en la ab(!-
pesino dedicado a la vendimia. (Parma, día de Monte Cassino, es conle11tjJorrt-
baptisterio.) neo de la época en que cornieuza la
gran expansión de la 11.sl ru ·ción •y
98. TRABAJO DE LA MADERA : CONSTRUC- testimonia el d esp.e rtar de l esj;i ritu tec-
TORES DE NAVÍOS. nológico en la E drul M •rlia. Tres pro-
El trabajo de la madera y la construc- blemas técn icos de la ·onslmc ión se
ción de navíos han disfrutado de un nos muestrcm en la 111i11iatura : la talla
lugar importante en el artesanado y, de las piedras ( e11 t:Sle aso de l mármo l)
a v eces, en la industria medieval. La y el uso de la si "/'rtt (i l. io1 ), la cons-
escena bíblica que permitía su repre- trucción d e los awln.rn iajes (aún muy
sentación era la construcción del arca ru dim e11l arios) y ' l transport e de los
de Noé. En nuestra ilustración, los úti- inateri(! les ·011 la ay u d a de un marco
les ocupan un puesto destacado al la d o con 111migo (i l. roo). (Biblioteca del
de los artesanos en este d errame escul- M onaslerio de Mo nt e Cassino.)
pido de la puerta (reh echo en ép oca
1 U!I . E L P R OGRESO DE LA NAVEGACIÓN:
mod erna) de la capilla alta de la Sain -
EL TCMÓN DE CHARNE LA.
te-Chapelle (I246-I248) . (París, Sain te-
Chap elle.) Se llo de la ciudad hanseática de Elbing
(Elblag, Polonia), fundada en z237 du-
99· U NA IND USTRIA l\IEDIEV AL: LA CO NS- rante la conquista de Prusia por los
TRUCCIÓN. Caballeros Teutónicos y que fue, has-
Miniatura de la Biblia latina, llamada ta mediados del siglo XIV, el gran
Biblia de Noailles (siglo XII), que ilus- puerto de Prusia con preferencia a
EPiGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 92 A 112

Dantzig (Gdansk). En él figura por pri- mia, puesto que lleva notas cursivas en
mera vez ( I242) el timón de charnela. checo. Ilustran la preparación y la ven-
(H.amburgo, Archivos del Estado.) ta de diversos productos, acerca de los
cuales señala el texto las ventajas y los
103. PODERÍO DE LAS CORPORACIONES inconvenientes que pueden derivarse
DE MERCADERES: EL SELLO DE LOS BA- para la salud. La Edad Media ha he-
TELEROS DE PARÍS. cho un gran comercio y uso de la sal,
Desde finales del siglo XI se había principal medio de conservación de los
establecido en París una corporación alimentos. (París, Biblioteca Nacional,
de mercaderes para luchar contra la nuevas adquisiciones latinas r67 3, fo-
competencia de Ruán, que tendía a aca- lio 39.)
parar la parte esencial del comercio
por el Sena. En el año I r70 obtuvo 105. EXPANSIÓN DEL ARTE TEXTIL: LA

del rey el monopolio del control de la PAÑERÍA.

navegación en el Sena, entre los puen- El arte textil tomó en el curso del si-
tes de París y ·el puente de Mantes. glo XII un gran desarrollo, lo mismo
Abierta a todos los comerciantes, agru- en los talleres monásticos que en los
pó, a partir del siglo XIII, a toda la de ciertas ciudades (particularmente en
burguesía comercial de París y controló Flandes y en Italia), donde se fabrican
todo el comercio parisiense. Su lugar telas de lujo para la exportación. Esta
de reunión, el Locutorio de los Burgue- miniatura, dispuesta según el gusto ro-
ses, se convirtió en un centro político mánico del espacio enteramente ocu-
al mismo tiempo que económico. El pado, salvo la fantasía de ciertos des-
jefe de la cofradía fue un gran perso- bordamientos en torno a la inicial, la
naje con el que había de contar la rea- letra Q, ornamenta un manuscrito de
leza. A mediados del siglo XIV, en la las Moralia in Job, de Gregario el
persona de Etienne Marce /, intentó im- Grande, copiado en la abadía de Cz-
ponerse al soberano y al país. El sello teaux hacia I I I 5. En ella, los obreros
es de I2IO . (París, Biblioteca Naciona l, cardan la lana y extienden una pieza
Gabinete de las Medallas.) de paño (véase il. 26). (Dijon, Biblio-
teca Municipal, manuscrito r7 3, fol. 92
104. ALIMENTACIÓN URBANA: MERCADER
vuelto.)
DE CARNE SALADA.

Las miniaturas de este manuscrito ( co- 106. LOS MERCADERES Y LA USURA:

mienzos del siglo X V) del Tratado mé- COMERCIO Y MORAL.

dico, escrito por el moro espa·ñ ol A lbu- Puesto que todo préstamo con interés
casis (siglo X), han sido probablemen- era considerado como usura y, en con-
te ejecutadas en Italia, pero la obra secuencia, condenado, los comerciantes
debió de pasar rápidamente a Bohe- permanecieron durante largo tiempo
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 92 A 112

en una posición delicada con respecto Edad Media un papel "internacional",


a la Ig lesia. Un caso de conciencia que especialmente como mercado de la
se plantea frecuentemente en el si- miel. En los siglos X II-XIV, su cir-
glo XIII es el de saber si los comer- cunscripción fu e esencialm ente pari-
ciantes pueden hacer donativos y li- siense y regional (Champagne, Flan-
mosnas con sus ganancias ilícitas, con des, N ormandía, Orleáns, región del
sus beneficios usurarios. En esta Biblia A uxerre ). La feria tenía lugar en terre-
moralizada, escrita e iluminada en un no jJerteneciente a la jurisdicción de l
taller parisiense hacia el año I2 50, se abad de Saint-Denis . Sin embargo, el
ve a un franciscano y a un dominico día de la inauguración se elebraba
rechazando las limosnas ofrecidas por una procesión solemne que partía d e
unos usureros. (París, Biblioteca Na- Notre-Dame de París. El obisj;o d e Pa-
cional, manuscrito latino I I 560.) rís acudía a ella para dar su b enrh ió n
a los mercaderes. Tal es la escena re-
107. UNA PRIMERA MATERIA TINTÓREA presentada en este pontifical ll L si-
PARA EL ARTESANADO Y LA INDUSTRIA
glo XIV, procedente de Sens, arc h idi ó-
TEXTILES: LA HIERBA PASTEL. cesis de la que el obispo d e Pn rís es
La hierba pastel o glasto fue uno de sufragáneo. (París, Bibliot eca N a i n a l,
los principales colorantes utilizados por manuscrito latino 962, fol . 2 11.) .
el art.e sanado y la industria textiles en
la Edad Media. D esde el siglo XIII, 109. EL ARTE DEL MARJ'J l.: (;() 1'10 0: l L LO

algunas regiones, como la Picardía, se HISPANOÁRAllE.

especia lizaron en su cultivo y numero- Cofrecillo d e rnarfil Lnb rrulo e11. Cuen -
sos mercaderes de A miens hicieron for- ca en el añ o .ro2 >. Es n11. t •st irn onio de
tuna con sus comercios . Esos merca- la habilirlrul rl · los artistas hisf;ano-
deres, con sus sacos de hierba pastel, árab es y d e la acliina l ación en Occi-
han sido representados .en una arcada d ent e d e Los le 111 rts ori •11.lales : animales
del segundo piso de la capilla dedica- a.fro·11larlos, r·o111.bn.lcs ll e caballeros y
da a San Nico lás, llamada de la Encar- d e /J.c.1·1ir1s. /'tl.g re.rn.rlo e11. e l tesoro de la
nación, en la catedral de Amiens, rir:-rt, o,/11t.rlia rl • Sanl.o Domingo de Silos,
construida hacia I 300. f 11.e rletornrlo con esmaltes lemosinas
rlnmn le el siglo XII . (Burgos, Museo
108. UNA FERIA : EL «LEND IT » D.I•: JI rr¡ n eológico.)
SAINT-DENIS.
1 1 O. EL ARTE DE LOS BORDADORES : UN
La feria llamada del "Lendil'', r¡u e le-
BORDADO ISLANDÉS .
nía lugar jJor espacio de una quincena
del mes de junio entre Paris y Saiul - El bordado y la tapfrería gozan de una
Denis, se remonta a los alrededores del larga tradición entre los escandinavos
año 635. Ha desempeñado en la A lta (véase lám . .en co lor n. 0 IV) . Sobre esta
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 92 A 112

tajJicería islandesa del siglo XIII apa- dado una copia en miniatura de ella o,
recen bordadas escenas de la vida de mejor dicho, de su pie (30 centímetros
San Martín, escenas que testifican la de alto), ejecutada algunos años más
difusión de las técnicas y de las leyen- tarde por uno de los orfebres de Saint-
das. Los episodios siguen de cerca la D enis, el célebre: Godefroy de Claire.
Leyenda dorada: San Martín da la mi- Es un pilar cuadrado, revestido de es-
tad de su capa a un pobre; tiene una maltes y coronado por un capitel de
visión de Cristo vestido con esa mitad bronce dorado que reposa sobre una
de capa; después es bautizado; va al en- base en forma de semiesfera, adornada
cuentro de un ermitaño; resucita a un en su parte baja con cuatro figuras sen-
ahorcado; es ordenado coadjutor por tadas, en bronce dorado igualmente,
Hilario, obispo de Poitiers; resiste al que representan a los Evangelistas. Los
demonio, que se ha revestido de una esmaltes de la columna reproducen es-
forma femenina; regala en la sacristía cenas del Antiguo Testamento, prefi-
de la iglesia su capa completa a un guradoras del sacrificio del Salvador:
pobre desnudo; resucita a un niño; Moisés ante la serpiente de bronce,
exorciza a una vaca poseída; predica Isaac llevando la leña para el sacrificio,
un "sermón a los pájaros", y, por últi- Aarón trazando el signo salvador del
mo, muere )' su alma es conducida al Tau en la frente de los justos, Caleb y
cielo por dos ángeles. (París, Coleccio- ]osué transportando, suspendido de un
nes del Louvre en depósito en el Mu· palo, el racimo de Canaán. El capitel
seo de Cluny.) está adornado con figurillas de la tierra
y el mar, de Moisés con la serpiente de
111. EL ARTE DEL METAL: EL PIE DE
bronce y del centurión en el acto de
CRUZ DE SAINT-OMER.
proclamar la divinidad de jesucristo.
Los artistas de la región del Masa son, (Véase ilustración 66). (Museo de Saint-
en el período que comprende del si- Omer.)
glo XI al XIII, los más rejJutados en
las artes del metal (véanse ils. 47 y 55). 112. EL ARTE DEL METAL: UNA REJA

Suger, que tenía la pasión de la orfe- DEL SIGLO XIII.

brería (véanse, en el Diccionario, las Basílica románica de Sainte-Foy de


piezas del Tesoro de Saint-Denis), ha- Conques. Esta reja del coro atestigua
cia u40 hizo labrar para Saint -D enis, que la herrería ha alcanzado ya la
por un grupo de orfebres " lotaringios", maestría técnica y la elegante simpli-
es decir, de la región de Masa, una cidad de la época gótica. La reja fue
gran cruz de oro, destinada a señalar colocada para impedir al público el
el lugar en que, según la tradición, acceso al coro, en el cual se hallaban
había sido enterrado San Dionisia. Esta expuestas las ricas y famosas reliquias.
cruz ha desaparecido, pero nos ha que- (Conques, Iglesia de Sainte-Foy.)

310
LA VIDA MATERIAL

Señor?" David respondió: "Quiero ponerme en las manos de mi Señor.


Que haga de mí lo que le plazca." Ahora bien, ¿qué hizo Dios? Lo castigó
por su pecado, porque se había enorgullecido de poseer un muy gran núme-
ro ... Ocurrió un día que, mientras cabalgaba, Dav id vio al ángel de Dios
con una espada desnuda en la mano entregado a la muerte ... En el acto
David descabalgó y dijo: "Messer [Señor], perdón por Dios. No matéis a
los inocentes, sino matadme más bien a mí, que soy el que ha errado."
Entonces, por la bondad de estas palabras, Dios perdonó al pueblo y detu-
vo la matanza.»
En aquellas ocasiones en que se produjo un desarrollo económico en
el Occidente medieval -como aconteció del siglo x1 al XII, según hemos
visto-, tal desarrollo no fue otra cosa que la consecuencia de un crecimien-
to demográfico. Era preciso hacer frente a un mayor número de gentes que
debían ser nutridas, vestidas, alojadas. Las roturaciones y la extensión de
los cultivos fueron los principales remedios aportados para solucionar los
problemas causados por este excedente de población. El acrecentamiento
de la productividad por procedimientos intensivos (barbecho trienal, abo-
no, mejoras en el instrumental) no fue, por lo que respecta a la imen ión,
sino un aspecto secundario. La dimensión misma de las grand s iglesias
románicas y góticas respondía en primer término a la simple n sidad de
acoger a un pueblo cristiano más numeroso. Por otra parte, las xp l tacio-
nes monásticas, verdaderos pilotos y testimonios de la e on mía d la é¡ oca,
con frecuencia intensifican o aminoran su produ i n n (un ión de las
variaciones que se producen en la población monástica. Así, n antorbery,
durante la segunda mitad del siglo XII, las prestaci n s en es¡ e i.e ex igidas
a los. campesinos se reducen al mismo tiempo qu dism inuye el número de
monJeS.
Es lógico que esta indiferencia, in luso sla hostilidad, al desarrollo
económico se reflejase en el sector de la · nomía monetaria. Fuertes per-
sistencias se oponían a la expansión d tal s tor, que ostenta un espíritu
de lucro de tipo precapitalista.
La Edad Media, al igual que la Antigü edad, se sirvió durante largo
tiempo del préstamo de consumo como principal, como única forma de
préstamo, siendo casi desconocido el préstamo de producción. El interés
impuesto sobre el préstamo de consumo estaba prohibido entre cristianos y
era considerado pura y simplemente como usura, rechazada por la Iglesia.
Tres textos bíblicos (Éxodo 22, 25; Levítico 25, 35-37, y Deuterono-
mio 23, ig-20) condenan el préstamo con interés entre judíos, en reac-
ción contra las influencias de Asiria y de Babilonia, donde el préstamo de

311
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

cereales estaba muy desarrollado. Esas prescripciones, aunque poco respe-


tadas por los antiguos judíos, fueron adoptadas por la Iglesia apoyándose
sobre las palabras de Cristo: «Prestad sin esperar nada en devolución y
vuestra recompensa será grande» (Lucas 6, 34-35). De esta manera, s.e
dejaron de lado todos los pasajes en que Jesús, que no indicaba en esta
frase más que un ideal propuesto a los más perfectos de sus discípulos, hacía
alusión sin condenarlas a las prácticas financieras condenadas por la Iglesia
medieval como usurarias. La actitud de Jesús ante Mateo, perceptor o ban-
quero, hombre de dinero en todo caso, viene a corroborar ese aspecto indul-
gente de su doctrina respecto a la finanza. Sin embargo, tal actitud fue casi
totalmente ignorada o, al menos, pasada en silencio por la Edad Media.
Más aún, la Cristiandad medieval, después de haber condenado el préstamo
de consumo entre cristianos -otra prueba de su constitución como grupo
cerrado- y abandonado a los judíos el oficio de usureros (lo cual no privó
a las grandes abadías de la Alta Edad Media de desempeñar en cierta medi-
da el papel de «establecimientos de crédito>>), se opuso también durante lar-
go tiempo al préstamo de producción y, más generalmente, condenó como
usura todas las formas de crédito, estimulante si no condición indispensable
del desarrollo económico. Los escolásticos, siguiendo en esto a Santo Tomás
de Aquino, poco comprensivo, contrariamente a lo que se ha sostenido, con
respecto a los medios comerciales e imbuido de las ideas económicas de la
pequeña nobleza terrateniente de la que procedía, acudieron a Aristóteles
en demanda de ayuda. Resucitaron su distinción entre la economía de tipo
familiar autárquica, y la economía de tipo comercial crematística o, por
mejor decir, su distinción entre la crematística natural que se dirige a la
simple utilización de los bienes -a la subsistencia- y es, por lo tanto, ala-
bada, y la crematística monetaria, práctica contra la naturaleza y, en con-
secuencia, condenada. Tomaron asimismo de Aristóteles la afirmación que
el dinero no nació de manera natural y, por lo tanto, no puede dar a luz
otro dinero: Nummus non parit nummos. Toda operación de crédito que
comportase la percepción de un interés chocó durante mucho tiempo con-
tra ese dogma.
De hecho, todas las categorías sociales medievales se hallaban some-
tidas a fuertes presiones económicas y psicológicas que tenían por resulta-
do, si no por finalidad, oponerse a toda acumulación propicia a dar naci-
miento a un progreso económico. La masa campesina estaba reducid.a al
mínimo vital a causa de las deducciones efectuadas sobre el producto de su
trabajo por los señores, bajo la forma de la renta feudal, y por la Iglesia,
bajo la forma de diezmos y limosnas. La Iglesia misma dispendiaba una
LA VIDA MATERIAL

parte de sus riquezas en sostener el lujo de una minoría de sus miembros


-alto clero de los obispados, abades y canónigos- , esterilizaba otra para
mayor gloria de Dios en la construcción y ornam entación de las iglesias y
en la pompa litúrgica y empleaba el resto en la subsistencia de los pobres.
En cuanto a la aristocracia laica, se veía siempre invitada a dilapidar sus
excedentes en donaciones y limosnas y en manifestacio nes de. munificencia
a favor del ideal cristiano de la caridad v del ideal cab aller s o d e munifi-
cencia, cuya importancia económica fue bastante consid rabl . La di gnidad
y el honor de los señores estribaba en gastar sin tasa. El consumo y el ]erro-
che propios de las sociedades primitivas absorbían la casi tot'tlid ad d sus
rentas. Juan de Meung estaba en lo cierto al identificar y cond nar onjun-
tamente en la Roman de la rose ccmunificencia>l y «pobreza)) : la un a y la
otra, solidarias entre sí, paralizaban la economía medieval. Si alguna v z
se producía una acumulación, se trataba de un atesoramiento. Ateso rami en-
to que esterilizaba el capital en objetos preciosos y no tenía, aparte s11 (un-
ción de prestigio, sino una función económica no crediticia. L as vajillas
preciosas, los tesoros monetarios fundidos o puestos en circulación ·on o a-
sión de una catástrofe, no servían sino para satisfacer, en los 1110111 nLos
críticos, las más vigentes necesidades y no alimentaban una a t ivid :1 1,r 'gu-
lar y continua.
~' * *
La escasa eficacia de las técnicas de pro Iu ·i n r fo n a el a por 11 nos
hábitos mentales retrógrados, condenaba la 01101111:1 111 ti ·val al ·sLanca-
miento, a la sola satisfacción de las necesicl:id 's pri!llari:is y :i los gastos de
prestigio de la minoría. Los obstáculos al d ·s:1rrollo ·co nó111i co procedían
sobre todo del régimen feudal mismo, del ual d ·p ·11clfa Lambién, por otra
parte, el bajo nivel tecnológico. Claro stá qu · ·I sist rn a feudal no se redu-
ce a su aspecto dominical, pero re¡ osa sohr · 1111 111 odo de explotación eco-
nómica cuyo esquema, a través d e la · varia ion s geográficas y cronológicas,
es fundamentalmente el mi smo. El sist 111a feud a l consiste en esencia en
la apropiación por la clase se ñor ia l - clesi ;\sl ica y laica- de todo el exceso
de la producción rural, asegurada por la m::tsa campesina. La explotación se
lleva a cabo en condiciones qu e privan a los campesinos de medios para
contribuir al progreso econó mi co, sin qu e los beneficiarios del sistema dis-
fruten de posibilidades mucho mayores para invertir de manera productiva.
Ahora bien, tal y como he mos visto, la renta feudal, es decir, el con-
junto de rentas que la clase señorial extrae del trabajo de los campesinos,
no tiene siempre la misma composición ni el mismo valor. De acuerdo con
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

las épocas, la r elación varía entre las dos partes del señorío rural: el domi-
nio o reserva, directamente explotada por el señor -gracias a las prestacio-
nes gratuitas de una parte de los campesinos- y las tenencias o feudos, con-
cedidos a los villanos contra la prestación de servicios y el pago de contri-
buciones. Asimismo, la proporción varía entre las prestaciones en trabajo
y las rentas y entre las rentas en especie y las pagadas en dinero. Las posibi-
lidades de disponer de excedentes en especie o monetarios oscilaban tam-
bién considerablemente según las categorías sociales. Si bien la mayor parte
de los señores eran «ricos>>, es decir, tenían asegurada su subsistencia y el
capital superfluo necesario para mantener su rango, había también «caba-
lleros pobres», como aquel de que nos habla .Joinville, que parece incluso
incapaz de subvenir a sus necesidades y a las de su familia: «Entonces un
pobre caballero llegó en una barca con su mujer y los cuatro hijos que
tenía. Les hice comer en mi morada. Terminada la comida, llamé a los
gentileshombres que estaban presentes y les dije: "Hagamos una gran cari-
dad, y descarguemos a ese pobre hombre de sus hijos; que cada uno tome
el suyo, y yo tomaré también uno".» O ese Du Clusel, caballero de comien-
zos del siglo XIV, descubierto por Edouard Perroy, tan pobre que para poder
vivir tuvo que hacerse cura de la parroquia y notario de su aldea. Y a la
inversa, si bien la gran mayoría de los campesinos se mantenían difícilmen-
te en torno al mínimo vital, algunos alcanzaban una mayor comodidad.
Insistiremos más tarde sobre ello.
Esas variaciones en las formas de la explotación señorial no han pre-
sentado un sentido único. Cierto que los servicios -los servicios gratuitos-
tienden a retroceder e incluso a desaparecer durante los siglos XII y xm,
pero no ocurre así en todas partes. Sabemos que al este del Elba, en Prusia,
en Polonia y más allá en Rusia, se establece al final de la Edad Media una
<<segunda servidumbre», que durará hasta el siglo XIX. Cierto también que
los pagos en moneda se hacen cada vez más importantes en el curso de esos
mismos siglos XII y XIII en relación a los pagos en especie, hasta el punto de
representar, por ejemplo, en i279 el 76 3 de la renta feudal en el Bucking-
hamshire. Sin embargo, Georges Duby ha demostrado que en Cluny, espe-
cialmente después de i 150, la proporción de los productos de la tierra
aumentaba, por el contrario, en las rentas de los señoríos dependientes
de la abadía.
No obstante, en todas las regiones y en todas las épocas, al menos ·hasta
el siglo XIV, la clase señorial consume en gastos improductivos las rentas
que le asegura la masa campesina, casi reducida de este modo a la satis-
facción de sus necesidades primarias.
LA VIDA MATERIAL

Resulta ciertamente muy arduo establecer un presupuesto tipo para


el señor o el campesino. Los documentos son escasos e insuficientes, los
niveles de fortuna difieren en grado considerable, los mé tod os para apreciar
numéricamente los diferentes elementos de ese presup uesto son de fijación
difícil. De todas maneras, se ha logrado establecer con bastante verosimi-
litud el presupuesto de algunos grandes señores ingleses de fina les del
siglo xm y principios del XIV. La balanza entre los gastos - su bsistencia,
equipo militar, construcciones, gastos de lujo- y los ingresos deja apenas,
para los más ricos de entre ellos, posibilidades de in versión q ue varían
entre el 3 y el 6 3 de las rentas. En cuanto a éstas, se hall an así exclusi-
vamente constituidas por la renta feudal, es decir, la d educción sobre el
trabajo y la producción de los campesinos. Tan sólo a fi nales d l siglo xm
y durante el XIV la crisis de la renta feudal incita, como h mos visl , a los
señores para quienes es factibl e, a buscar r ecursos, no ya en la r r <tn iza-
ción de la explotación señorial, sino en el establecimien to de f ud s pJga-
dos en moneda (feudos de bolsa o feudos-renta), en los prove h miliLares
(rescates) y, más raramente, en una comercialización más omp l t a l los
excedentes agrícolas o en la compra de rentas.
En resumen, en las raras ocasiones en que los sefior par en ~avore­
cer el progreso económico, lo hacen, en cierta manera, a ¡ sn r l. ~ .ll os, pues,
manteniéndose dentro de la lógica del sistema feudal, a Li't an no n vistas
a un provecho económico, sino a una deducción fi scal, a u n el r ho f udal.
Cuando construyen un molino, una prensa, un horn 11 11'111 , s para obli-
gar a los campesinos de sus tierras a utilizarl o m di:rnL pn · o para que
obtengan la exención de su obligación d e r eal i. 7.:ir stas 1ar as ontra el
pago de una tasa. Cuando favorecen la constru ión d n n pu nte o de un
camino, el establecimiento de un mercado o de u na r ·r iJ, lo ha en asimis-
mo para obtener la percepción de derechos : alqu il r d JU stos, peajes, etc.
Inversamente, la masa campesina se v d spos ída le sus exced entes,
incluso a veces de lo necesario por las d du i n s de la ren ta fe udal. No
sólo ha de entregar al señor una parte notabl del fr u to de su trabajo bajo
la forma de rentas en especie o en d inero, sino que, además, su capacidad
de producción queda reducida por las exacciones del señor , que impone
prestaciones de trabajo obligator io o derechos d e exención de los servicios,
se reserva, en general, las mejores tierras y una gran proporción de los
abonos y procura asegurarse hasta la débil parte del presupuesto que el
campesino consagra a las diversiones, es decir, a frecuentar la taberna de
la aldea, la cual, al igual que la prensa, el molino o el horno, es un esta-
blecimiento comunal. Michael Postan ha calculado que, en la Inglaterra de
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

la segunda mitad del siglo xm, la renta feudal retenía el 50 3, o qmzas


algo más, del ingreso de los campesinos y que, en lo que respecta a las clases
no libres, tal porcentaje dejaba a cada aldeano apenas lo suficiente para
subvenir a su subsistencia y a la de su familia.
C uando un campesino se propone aumentar su tierra, no lo hace, en
general, con objeto de acrecentar directamente sus recursos, sino de poder
producir lo suficiente para nutrirse y pagar la renta feudal, disminuir la
necesidad de que se encuentra de vender a bajo precio una parte de su
recolección para pagar sus réditos al señor y limitar al mismo tiempo su
dependencia con respecto al mercado.
Y aun cuando, como veremos, existen categorías sociales más acomoda-
das entre la gente campesina, no se ha de creer por ello que una parte de
la clase rural -los llamados alodieros, poseedores de una tierra libre, de
un «alodion, sobre los cuales no pesan ni servicios ni derechos- escape al
sistema económico feudal. Sin embargo, esos alodieros, poseedores de una
pequeña tierra -los alodios son normalmente de pequeña extensión-, han
sido en la Edad Media más numerosos de lo que se ha creído con frecuen-
cia. En primer lugar, el número de alodios que escaparon al proceso de
feudalización ha sido más elevado de lo que se piensa. Además, el elodio
campesino -salvo en Inglaterra, donde, por otra parte, los freeholders se
diferenciaban poco de los alodieros- se reconstituyó parcialmente durante
los siglos xr y xn, si bien lo hizo de manera diversa : por los contratos de
«plantío» que ligaban a un campesino y a un señor para la constitución
de un viñedo poseído libremente; por la ocupación subrepticia, a favor de
la incuria de ciertos señores y de sus intendentes, de un pedazo de tierra,
que llegaba a ser considerado como un alodio al cabo de algunos años de
libre posesión; o aun por la habilidad de algunos campesinos para benefi-
ciar algunos baldíos libres, al margen de las roturaciones señoriales. Asi-
mismo, el adagio inventado por ciertos juristas más amantes de las teorías
que de las realidades: «No hay tierra sin señorn, resulta muchas veces falso
en lo que respecta a Francia y mucho más aún para ciertas regiones como
Italia, donde la continuidad urbana conservó en las proximidades inmedia-
tas de las ciudades «oasis ele independencia», según el término empleado
por Gino Luzzatto, o como España, donde las condiciones especiales de la
Reconquista mantuvi eron a cierta proporción de los ocupantes de las tierras
reconquistadas fuera de la dependencia señorial, o como ciertas zonas de
Polonia o de Hungría, donde la desorganización originada por la invasión
tártara de 1240-1243 permitieron emanciparse a ciertos campesinos. En
estos últimos países, las abadías cistercienses reconstituyen sus señorías con
LA VIDA MATERIAL

una cierta dificultad después de la tormenta. La ciudad de Sconewalde


(Schonwalde), perteneciente a la abadía de Hcnrykow, en Silesia, había
sido ocupada por un noble polaco, Pedro de Piotrowice, que instaló en ella
a un intendente, un villicus llamado Sibodo. Por espacio de cinco años, el
abad de Henrykow solicitó en vano del duque Bolcslao la restitución de la
ciudad. Cuando Pedro de Piotrowice se ve por fin obli gado a consentir en
ello, Sibodo resiste a su vez y el abad debe comprar su r Lirada en moneda,
aunque, a decir verdad, le bastaron 4 marcos, ya que i bocio todavía no
había roturado el bosque .
Ahora bien, la independencia de estos poseedores a locl ios no debe
ilusionarnos. Desde el punto de vista económico, sufrían tarnl i ·n la i mi-
nación del señor, dado que sobre su persona pesaban las orr s¡ ndientes
exacciones, ya fuesen directas, ya indirectas por intermed io el ' los d r hos
de justicia y de «ban» que poseía el señor de la comar a, y ' S s d r -
chos debían ser abonados por deducción sobre el produ to d ' s 11 tierra.
Y su dependencia del señor se ve intensificada aún más p r t' 1 h ·d1 de
que el señor domina el mercado local y, en mayor grado, 1 co njunto de
la economía regional.
Así, los alodieros no escapan tampoco a la explola ión ·co 116 111i ·a de la
clase señorial. Económicamente, no se distinguen gran cosa el e la niasa am-
pesina, la mayoría de la cual permanece expuesta, a cau sa d • la d ·ílu ·ción
de la renta feudal, a la pobreza y, a menudo, induso :i l:i i11di g· n ia, es
decir, a la insuficiencia misma de los productos el · pri 111 'l':i 11 · · ·s iciad, en
una palabra, al hambre.

1
El resultado de ese defectuoso equipo t ·niro, 1111ido a 1111.a estr uctura

social que paraliza el crecimiento económi 'O, ·s q 11c ·I kcidente medieval


se convierte en un mundo «al borde el 1 abis1110 », a111 ·11;1zado sin cesar por
el peligro de no poder atender a su s11bsis1 nci:1 , 1111 111undo en equilibrio
inestable.
El Occidente medieval es n rri111 -r 1 T111i110 un universo del hambre,
atenazado por el temor de pade ·r ia y, co n gr;in frecuencia, por el padeci-
miento mismo. En el folklore ca mres in o, los mitos de la comilona gozan
de una seducción particular. Tal, por ejemplo, el sueño del País de Cocaña
o de Jauja, que inspirará rnús tarde a Breughel, después de haber pasado a
ser, desde el siglo xrn, un importante tema literario, lo mismo en el roman'
ce francés Cocaigne que en el poema inglés The Land of Cockaygne. Los
milagros alimenticios de la Biblia, desde el maná en el desierto hasta la
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

multiplicación de los panes, desvelan las imaginaciones y se repiten en la


leyenda de la mayoría de los santos, como podemos observar en casi cada
página de la Leyenda dorada. Milagro de San Benito, evidentemente: ccUna
gran hambre asolaba toda la Campania. En el monasterio de San Benito,
los frailes se dieron cuenta un día de que no les quedaban más que cinco
panes. San Benito, viéndolos tan afligidos, les dirigió una indulgente amo-
nestación para corregirlos de su pusilanimidad. Después de lo cual, para
consolarlos, les dijo: "¿Cómo podéis estar apenados por una cosa tan poco
importante? Hoy os falta el pan, pero nada os prueba que mañana no lo
tengáis en abundancia." Ahora bien, al día siguiente, se encontró ante las
puertas de la celda de San Benito doscientos moyos de harina, sin que pudie-
se saberse, hasta el presente, a qué mensajero confió Dios el cuidado de
traerlos. A la vista de ese milagro, los frailes, dando gracias a Dios, apren-
dieron a no desesperarse por la escasez.>> Milagro de Santiago también, que
se encarga de nutrir al pobre peregrino: ccUn peregrino de Vézelay se vio
un día sin dinero. Y como le diese vergüenza mendigar, encontró bajo un
árbol, a cuya sombra se había dormido, un pan cocido en la ceniza. Ahora
bien, él había soñado, durante su descanso, que Santiago se encargaba de
alimentarlo. Y de ese pan vivió durante quince días, hasta que retornó a su
país. Y no es que se privase de comer de él a su gusto, dos veces por día,
sino que, al día siguiente, encontraba otra vez el pan entero en su saco.»
Milagro de Santo Domingo: ce Estando reunidos los frailes, en número de
cuarenta, vieron que sólo tenían para comer un pan muy pequeño. Santo
Domingo les dio orden de dividir ese pan en cuarenta partes. Y como cada
uno de los frailes tomase con alegría su pedazo, dos jóvenes exactamente
iguales entraron en el refectorio trayendo panes en los pliegues de sus
mantos. Dejaron los panes en la cabecera de la mesa, sin decir palabra, y
después desaparecieron, de tal manera que nadie supo ni de dónde habían
venido, ni cómo se habían marchado. Entonces Santo Domingo, extendien-
do las manos hacia sus hermanos, les dijo: "Y bien, mis queridos hermanos,
he aquí que tenéis de qué comer."n Todos estos milagros suelen tener por
objeto el pan, no sólo en recuerdo del milagro de Jesús, sino porque el
pan era el alimento fundamental de la masa. El milagro de las Bodas de
Caná, pese a hallarse revestido también de la autoridad de Jesús, no gozó
de una popularidad tan grande en una sociedad en la que durante largo
tiempo únicamente los estamentos superiores podían beber vino eri canti-
dad considerable. Sin embargo, los milagros pueden referirse a otros ali-
mentos simbólicos desde el punto de vista económico, como el de la única
vaca de un pobre campesino. ccMientras que él (San Germán) predicaba en
LA VIDA MATERIAL

Gran Bretaña, el rey de ese país le negó hospitalidad, así como a sus com-
pañeros. Pero un porquerizo, que regresaba a su casa, al ver a San Germán
y a sus compañeros agotados de hambre y de frío , los recogió en su morada
y mató para ellos el único ternero que poseía. Ahora bien, después de la
comida, San Germán hizo reunir todos los huesos del ternero bajo la piel y,
a su petición, Dios devolvió la vida al animal. »
Del mismo modo, cuando la inspiración cortesana de Minnesang cedió
su lugar, en la segunda mitad del siglo xm, a una vena realista, campesina,
los temas culinarios se multiplican y aparece un género de c<poemas de la
comilona», el Fresslieder.
Esta preocupación por el hambre volvemos a encontrarla, por contras-
te, entre los ricos. El lujo alimenticio, la ostentación de la ·comida, como
veremos, expresa -a ese nivel fundamental- un comportamiento de clase.
En efecto, los predicadores no se equivocaban al señalar a la glotonería
o, como se decía más a menudo durante la Edad Media, a la gula, como uno
de los pecados tí picos de la clase señorial.
El Roman de Renart * constituye, desde este punto d e vista, un docu-
mento extraordinario. Teatro, epopeya del hambre, nos pr senta a ccRe-
nart», el Zorro, a su familia , a sus compañeros, espoleados sin tr ·ua por la
llamada de sus vientres vacíos. El resorte de casi todas las ccramas» del ciclo
es el hambre, omnipresente y omnipotente, único móvil d ast ucia de Re-
nart. Robo de los jamones, de los arenques, de las anguilas, d l queso del
cuervo, cacería de las gallinas, de los pájaros. cc Era uando s termina el
verano y vuelve la estación invernal. Renart se hallaba nton es en su
casa. Habiendo examinado su despensa, tuvo un a cru 1 sorpresa al compro-
bar que no había nada de comer en ella ... » <cRenart, que se había puesto
en camino a primera hora, azuzado por el hambre ... >> ccLos dos se fueron
por un sendero, prontos el uno y el otro a desfall ecer, hasta tal punto les
aquejaba una cruel y enorme hambre. Ahora bien, por maravillosa aven-
tura, encontraron una hermosa anguila en la orilla del camino ... >> ccRenart
estaba en su casa de Malpertuis, sin provisiones ni víveres, de manera que
bostezaba de hambre y sufría mu cho su cuerpo . . . » ccRenart se encontraba
en su casa de Malpertuis, pero ¡hasta qué punto estaba triste y preocupa-
do su corazón! Porque no tenía el menor alimento. Estaba magro y débil,
tanto atormentaba el hambre sus tripas. Ve venir ante él a su hijo Rovel,
que llora de hambre, y a Hermelina, su mujer, igualmente hambrienta ... »
Del mismo modo, cuando en esta parodia de una gesta, Renart y sus
compañeros se transforman en barones, su primera preocupación es cele-
brar una buena comilona. Las miniaturas han inmortalizado el banquete de
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

los animales transformados en señores: «Dama Hersent los festejó con ale~
gría y les preparó para comer tanto como pudo: cordero asado, capones en
olla; trajo de todo en abundancia y los barones comieron ampliamente a
su gusto.»
Ya los cantares de gesta habían presentado gigantes de apetito desme-
surado -próximos al folklore campesino, antepasados de Pantagruel, her-
manos de los ogros-. El más célebre de ellos es el que aparece en Aliscans,
Renuart del «tinel)), el gigante de la glotonería fabulosa, que se traga un
pavo en dos bocados.
Esta obsesión alimenticia se pone de manifiesto, no sólo en la hagio-
grafía, como hemos visto, sino también en la genealogía de los reyes fabu-
losos. Un buen número de dinastías medievales tienen por antepasado
legendario a un rey-campesino, proveedor de alimentos, en el que se resu-
cita el mito de los reyes y héroes nutricios de la Antigüedad, Triptolemo o
Cincinnato. Y así encontramos entre los eslavos a Przemysl, antepasado de
los Przemyslidas ·de Bohemia, el cual, según el cronista Cosmas, fue arran-
cado de su arado para ser elevado a la dignidad de rey, como lo enseña un
fresco del comienzo del siglo xn en la iglesia de Santa Catalina de Znoimo;
a Piast, de quien nace la primera dinastía polaca y a quien Gallus Anony-
mus califica de labrador, arator, de campesino, agricola, e incluso de por-
querizo, qui etiam porcelluin nutriebat, lo cual le aproxima a los bretones
de Gran Bretaña, sobre los que la Leyenda dorada; nos dice: «San Germán,
por orden de Dios, hizo venir al porquerizo y a su mujer; y, con gran admi-
ración de todos, proclamó rey a ese hombre que lo había acogido ... (Erator
hospitalis, dice también Gallus Anonymus ele Piast.) Desde entonces, la
nación de los bretones está gobernada por reyes que provienen de una raza
de porqueroS.ll Y un poema del siglo rx decía acerca de Carlomagno:

He aquí al gran emperador


De la buena cosecha buen se1nbrador
Y sabio agricultor (prudens agrícola).

Quizás el aspecto más terrible de este reino del hambre sea su doble
característica de arbitrariedad y de ineluctabilidad. Arbitrariedad porque
el hambre está ligada a los caprichos de la naturaleza. La causa inmediata
del hambre es la mala cosecha, es decir, el desarreglo del orden natural:
sequía o inundaciones. Pero no es solamente que, de tarde en tarde, el rigor
excepcional del clima provoque una catástrofe alimenticia -un hambre-,
sino que, además, con bastante regularidad en todas partes, cada tres, cua-
LA VIDA MATERIAL

tro o cinco años, una penuria de granos da lugar a una escasez, de efectos
más limitados, menos dramáticos, menos espectaculares, pero, de todas ma-
neras, mortíferos.
En efecto, en cada ocasión adversa se inicia un ciclo infernal. Arranca,
como hemos dicho, en una anomalía climatológica, que trae como conse-
cuencia una mala cosecha. El subsiguiente encarecimi nto de los productos
acrecienta la indigencia de los pobres. Aquellos que no mueren ele hambre
quedan expuestos a otros peligros. El consumo de alimentos le mala calidad
-hierbas o harinas impropias para la alimentación, alimentos en malas
condiciones y, a veces, incluso tierra, sin citar la carne humana, que no hay
por qué achacar a la imaginación de algún cronista amigo d fabulas- da
lugar a enfermedades con frecuencia mortales o un estado d subalimenta-
ción propicio al desarrollo de dolencias que minan la salud y acaban por
matar. El ciclo se desarrolla así: desarreglo climático, carestía, a lza de pre-
cios, epidemia o, en todo caso, como se dice en la época, «mOrLand acl», esto
es, aumento del número de defunciones.
Lo que confiere en primer lugar a los caprichos <l la naturaleza su
resonancia catastrófica es la fragilidad de la técnica y la · on mía medie-
vales y, sobre todo, la impotencia de los poderes públi os. .lard está que
las hambres existían ya en el mundo antiguo, en el mundo r omano por
ejemplo. También en é l la debilidad de los rendimientos xpl i aba la
ausencia o, al menos, la mediocridad ele los ex d n L' S q 11 s hu hieran
podido almacenar para distribuir o para vencl r ' ll Li ·mp <I p ·nuri a. Pero
la organización municipal o del Estado sostenla, ni ·j< r o p ·or, un sistema
de almacenamiento y de distribución d e víver s. P ·11 s ·111 os e n la importan-
cia de los graneros, de los silos, harrea Jo 1nis11 10 ·11 las ci ud ades que
en las villae romanas. El buen mant nirni ·nto d 11na red ele caminos y
de comunicaciones y la unificación ad ministrativa permitían asimismo, en
una cierta medida, el transpor te de so · rros n víveres desde una región
ele abundancia o de suficiencia hasta una región de penuria.
De todo este sistema ape nas si q Ll ·da nada e n el Occidente medieval.
Insuficíencia de los transportes y de los caminos, multiplicidad de las
«barreras aduaneras>>: tasas y peajes percibidos por cada pequeño señor,
en cada puente, en cada punto obligado de paso, sin contar con la acción
de los bandidos o los piratas . ¡C uántos obstáculos a lo que se llamará en
Francia, hasta 1789, <da libre circulación de los granos>>! Cierto que los
grandes señores laicos y más aún los eclesiásticos -los ricos monasterios-,
los príncipes y, a partir del siglo xu, también las ciudades se preocupan del
almacenaje de víveres y, en tiempo de carestía o de hambre, hacen distri-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

buciones extraordinarias de esas reservas. Incluso, en ocasiones, intentan


importar víveres. Galberto de Brujas, por ejemplo, nos relata cómo el con-
de de Flandes, Carlos el Bueno, se esfuerza en el año 1125 por luchar con-
tra el hambre en sus Estados : ccPero el buen conde se empleaba en subve-
nir a las necesidades de los pobres por todos los medios, distribuyendo
limosnas en las ciudades y en las aldeas dependientes de él, fuese personal-
mente, fuese por medio de sus intendentes. Alimentaba cada día a cien
pobres de Brujas, entregándoles un gran pan a cada uno desde antes de la
Cuaresma hasta la nueva cosecha. Tomó las mismas disposiciones en sus
demás ciudades. El mismo año, el señor conde decretó que en la época de
la siembra, cualquiera que tuviese dos medidas de tierra debía sembrar
una de habas o de guisantes, pues este género de plantas es más temprano
y produce más rápidamente, lo cual permitiría sustentar más pronto a los
pobres, si el hambre y la carestía no cesaban en el año. De la misma mane-
ra, había hecho recomendaciones en todo su condado para remediar en el
porvenir las necesidades de los pobres, en la medida que fuese posible.
Reprochó su conducta vergonzosa a las gentes de Gante, que habían deja-
do a los pobres morirse de hambre ante su puerta, en lugar de darles de
comer. Prohibió la fabricación de cerveza para poder alimentar mejor a
los pobres. Ordenó, en efecto, hacer pan con la avena, a fin de que los
pobres pudiesen contar, por lo menos, con pan y agua . Tasó el precio del
vino en seis sueldos la cuarta, con objeto de detener la especulación de los
mercaderes, que así se verían obligados a cambiar sus existencias de vino
por otras mercancías, lo que permitiría hacer subsisür más fácilmente a los
pobres. Hizo tomar cada día de su propia mesa de qué alimentar a ciento
trece pobres . .. »
Este texto, además de presentarnos una de las escasas tentativas medie-
vales para ir más allá de la simple caridad mediante una política de soco-
rros alimenticios, nos recuerda, como tantos otros, dos hechos capitales. En
primer término, el omnipresente temor de que se repitan las malas cose-
chas. La previsión alimenticia no podía extenderse mucho más allá de un
año. La escasez de los rendimientos, la lenta introducción del barbecho
trienal, que permitía sembrar trigos de invierno, y la mediocridad de las
técnicas de conservación, permitían todo lo más asegurar la unión entre la
cosecha del año anterior y la nueva cosecha.
De la mala conservación de los productos, de su vulnerabilidad a
las destrucciones naturales o animales, tenemos innumerables testimonios.
Acaso carezca de importancia que la Edad Media no sepa conservar el vino,
que se vea precisada a consumir toda la cosecha del año o recurrir a proce-
LA VIDA MATERIAL

dimientos que alteran su sabor. En realidad, el problema no afecta sino al


gusto y, además, el vino, a pesar de su gran consumo, no es un producto
esencial a la subsistencia. Las quejas de Pedro Damián cuando cruza Fran-
cia en 1063 para presidir en calidad de legado del papa un concilio en
Limoges, son quejas de gran señor eclesiástico, tan inclinado como se quie-
ra al ascetismo: «En Francia reina por todas partes la costumbre de emba-
durnar de pez el interior de los toneles antes de llenarlos de vino. Los fran-
ceses dicen que esto sirve para darle coloración, pero a muchos extranjeros
les produce náuseas. Ese vino nos ha causado muy pronto comezones en la
boca.» Y observemos que, si bien el problema del agua potable no alcanzó
nunca la gravedad que reviste en los países semidesérticos o en las grandes
aglomeraciones modernas, no por eso dejó de plantearse en el Oc idente
medieval. El mismo Pedro Damián, asqueado del vino francés, añade: ((A ve-
ces, sólo con gran trabajo se puede encontrar en este país agua potable.>1
Los destrozos causados por las ratas se citan sin cesar en las crónicas
y en la leyenda. Los Anales de Basilea observan en i 271: ((Las ratas devas-
tan los trigos ; gran carestía.» Y la historia del Rattenfanger de Hamelin,
del flautista que, en i 284, tras haber librado a la ciudad de las ratas que la
infestaban, la despuebla asimismo de sus niños, mezcla temas folklóricos a
la lucha contra los nefastos roedores. Las crónicas nos informan, sobre todo,
de los daños que los insectos originan en los campos: invasiones, aunque
poco frecuentes, de langosta, que, después de las grandes nubes del año 873,
extendidas desde Alemania a España, no se encuentran más que en Hun-
gría y en Austria en el otoño de i 195, como observa el an alista d e Kloster-
neuburg; pululación de los saltamontes, que devas tan duran te dos años
(1309-1310), al decir de los Anales de Melk, los viü dos y las huertas de
Austria. Sin embargo, la acción de los insectos nocivos se ej erce todavía con
mayor eficacia sobre las cosechas almacenadas.
No obstante, la mayor catástrofe que podía producirse era la repeti-
ción, dos o, a veces, tres años consecutivos, de una mala cosecha.
Ahora bien, los textos, como el de Galberto de Brujas, nos enseñan
también que las víctimas habituales de esas hambres y de las epidemias que
con frecuencia las acompañan son las capas inferiores de la población, los
pobres.
Éstos, en efecto, cuyos excedentes quedan completamente absorbidos
por las exacciones de los señores, no están en condiciones de almacenar
nada. Y careciendo como carecen de dinero, incluso cuando comienza a
extenderse la economía monetaria, no pueden comprar víveres a los pre-
cios prohibitivos que alcanzan entonces los géneros.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Las medidas tomadas por ciertas autoridades para luchar contra los
a aparadores y los especuladores son escasas y las más veces ineficaces,
principalmente porque la importación de granos extranjeros, como hemos
visto, es difícil. Como ejemplo de estas medidas, recordemos que, en io25,
el obispo de Paderborn, Meinwerk . «en período de gran hambre envió a
comprar trigo a Colonia y lo hizo cargar en dos navíos, que lo llevaron al
país bajo, donde lo hizo distribuir».
Igualmente, Carlos el Bueno de Flandes castigó a los clérigos olvida-
dizos de sus deberes en lo que respecta a la distribución de limosnas alimen-
ticias en el tiempo de la gran escasez de i 125. «Sucedió que algunos comer-
ciantes del Mediodía trajeron en un navío una gran cantidad de granos.
Enterados de esto, Lamberto de Straet, caballero hermano del preboste de
San Donaciano, y su hijo, Boscardo, compraron a bajo precio todos esos
granos del Mediodía y, además, todos los diezmos de las colegiales y los
monasterios de San Winnoc, de San Bertín, de San Pedro el Grande y de
San Bavón. Sus graneros quedaron abarrotados de trigo y de toda clase de
granos; y, no obstante, los vendían tan caros que los pobres no podían
comprarlos.
»Las protestas de la multitud, y en particular las de los pobres, llega-
ron a los oídos del piadoso príncipe Carlos, el cual convocó al preboste y a
Lamberto, su hermano, y les preguntó qué cantidad de grano tenían en
sus graneros, reprochándoles su inhumanidad y su dureza y, sobre todo, su
crueldad para con los pobres. El preboste juró entonces al conde que tenía
apenas lo suficiente para sustentar a sus canónigos durante siete sema-
nas, y Lamberto de Straet que no tendría de qué alimentarse él y su fam i-
lia al cabo de un mes.
»Entonces el piadoso Carlos ordenó que le entregasen todo su grano
y que él se encargaría de alimentar durante la mitad de un año lo mismo
la colegial de San Donaciano, con el preboste y sus canónigos, que a Lam-
berto con su familia. Después el buen conde mandó a Tammard, su limos-
nero, que abriese todos los graneros del preboste y de Lamberto, que ven-
diese el grano al pueblo a un precio honesto, que lo entregase de balde, por
el amor de Dios, a los pobres y a los enfermos y, en fin, que reservase la
cantidad suficiente para la alimentación de la colegial de dicho preboste
y de su hermano Lamberto, con su familia, por el tiempo de un año [ .. .]
»Distribuidos los granos, cesó la carestía. Esos granos bastaron ·a la
ciudad de Brujas, a Ardenburg y a Udenburg durante un año.>>
Sin duda, el hambre es patrimonio del hombre. Es el rescate del pecado
original, como nos dice el Elucidarium. «El hambre es uno de los castigos

324
LA VIDA MATERIAL

del pecado original. El hombre había sido creado para vivir sin trabajar, si
así lo deseaba. Pero, después de la caída, no podía rescatarse sino con el
trabajo ... Dios, por lo tanto, le impuso el hambre para que trabajase bajo
la obligación de esa necesidad y para que pudiese por ese camino volver a
las cosas eternas.»
Sin embargo, puesto que la servidumbre, otra consecu encia del peca-
do original, se concentra en la clase de los siervos, el hambre se limita tam-
bién, salvo escasas excepciones, a la categoría de los pobres. Esta discrimina-
ción social de las calamidades, que caen sobre los pobres y se apartan de los
ricos, es tan normal en la Edad Media que todos se admiran cuando sobre-
viene un azote que hace estragos sin distinción entre todas las clases soc iales:
la peste negra. Sólo excepcionalmente el hambre llega a s r tal que haga
víctimas en todos los estamentos. Un raro ejemplo d e un a de es tas excep-
ciones es el dado por Raúl Glaber en io32: «Esta ester il idad vengadora
había nacido en las regiones del Oriente; devastó la r 'ia, ll egó a Italia
y, de allí, comunicada a la Galia, pasó cruzando este país a todos los pueblos
de Inglaterra. Como la falta de alimentos afectaba a la n a ión entera, los
grandes y los de la clase media compartían con los pobr s las palideces del
hambre. Y el latrocinio de los poderosos hubo de d ete n crs an te la miseria
universal.»
Fritz Curschmann, en su admirable libro sobre las lf arn/Jres m edievales
(Hungersniite im Mittelalter), ha reunido centenar s d t x tos de crónicas
que, hasta la gran hambre de 1315-1317, desarrollan sin tr YUa el fúnebre
cortejo de las malas rachas climáticas, de las ha111 br ·s y d las epidemias,
con sus episodios aterradores, comprendido el an i ba l ismo, y su inevitable
coronación, las mortandades, y sus víctimas d 1 ión, los pobres.
He aquí a mediados del siglo XI, para 1 s años 1032- 1 034, el célebre
texto de Raúl Glaber, monje de Cluny: ce• l ham bre comenzó a extender
sus destrozos y pudo temerse la casi complcLa l saparición del género huma-
no. Las condiciones atmosféricas se hi i 'ro n tan desfavorables que no se
encontraba tiempo apropiado para ninguna siembra. Sobre todo, a causa
de las inundaciones, no hubo ma n ra le hacer la recolección [ ... ]. Lluvias
continuas habían empapado la ti e rra entera h asta el punto de que, durante
tres años, no se logró abrir surcos capaces de recibir la semilla. En el tiem-
po de la recolección, las hi erbas salvajes y la nefasta cizaña habían cubierto
toda la superficie de los campos. Un moyo de semilla, cuando rendía más,
daba en la recolección un sextario, y ese mismo sextario producía apenas un
puñado. Si por azar se encontraba en venta algún alimento, el vendedor
podía a su gusto exigir por él un precio excesivo. De todas maneras, cuando

~s
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

hubieron acabado con las bestias salvajes y los pájaros, los hombres, bajo el
imperio de un hambre devoradora, empezaron a recoger para comerlas toda
clase de carroñas y de cosas horribles de expresar. Algunos, para escapar
de la muerte, recurrieron a las raíces de los bosques y a las hierbas de los
ríos. En fin, el horror se apodera del ánimo al hacer la narración de las
perversiones que reinaron entonces sobre el género humano. ¡Oh dolor!
Cosa raramente oída en el curso de las edades, un hambre rabiosa hizo que
los hombres devorasen carne humana. Los viajeros eran atacados por gen-
tes más robustas que ellos, sus miembros cortados, cocidos al fuego y devo-
rados. Muchas gentes que iban de un lugar a otro para huir del hambre y
que habían encontrado hospitalidad en su camino, fueron degollados duran-
te la noche y sirvieron de alimento a sus huéspedes. Muchos, enseñando un
fruto o un huevo a los niños, los atraían a lugares apartados, les daban
muerte y los devoraban. Los cuerpos de los muertos fueron desenterrados
en muchos lugares y sirvieron igualmente para aplacar el hambre .
»Se llevó entonces a cabo en la región de Macon una experiencia que
no había sido intentada, que sepamos, en parte alguna. Muchas gentes
extraían del suelo una tierra blanca que se parece a la arcilla, la mezclaban
con la harina o salvado que tenían y hacían con esa mezcla panes, gracias
a los cuales contaban con no morir de hambre. Esta práctica, por otra parte,
no aportaba más que la esperanza de salvación y un alivio ilusorio. No se
veían más que caras pálidas y demacradas; muchos presentaban la piel dis-
tendida por hinchazones; la misma voz humana se hacía aguda, parecida
a los débiles gritos de los pájaros moribundos. Los cuerpos de los muertos,
que su gran número obligaba a abandonar aquí y allá sin sepultarlos, ser-
vían de pasto a los lobos, que luego seguían por largo tiempo buscando su
pitanza entre los hombres. Y como no se podía, como hemos dicho, enterrar
a cada uno individualmente a causa del gran número de muertos, en cier-
tos lugares, hombres temerosos de Dios abrieron lo que se llama común-
mente osarios o fosas comunes, en las cuales eran arrojados los cuerpos de
los difuntos en número de quinientos o más, mientras quedase lugar, mez-
clados, semidesnudos o sin ningún velo. Las encrucijadas, los linderos de
los campos, servían también de cementerios. Si algunos oían decir que era
preferible trasladarse a otros lugares, eran muchos entre ellos los que pere-
cían de inanición por el camino.»
Incluso en el siglo xm, durante el cual parece que las grandes hambres
fueron menos frecuentes, prosigue la siniestra letanía. 1221 - 1223: «Hubo
lluvias torrenciales e inundaciones durante tres meses en Polonia, de lo
que resultó el hambre durante dos años y muchos murieron.» 1233: «Hubo
LA VIDA MATERIAL

grandes heladas y las cosechas se destruyeron; de lo que siguió una gran


hambre en Francia.» Y en el mismo año: «Hambre muy violenta en Livo-
nia, hasta el punto de que los hombres se comieron entre sí y descolgaron a
los ladrones de las horcas para devorarlos.» 1263: «Hubo una gran hambre
en Moravia y en Austria y muchos murieron a causa de ella; se comieron
raíces y cortezas de los árboles.» 1277: «Hubo en Austria, en Iliria y en
Carintia un hambre tal que los hombres comieron gatos, perros, caballos
y cadáveres.» 1280: «Hubo una gran carestía de todas las cosas, de granos,
de carne, de queso, de huevos, hasta el punto de que era difícil comprar
dos huevos de gallina por un dinero, cuando antes se compraban en Praga
cincuenta huevos por un dinero. Y no se pudo sembrar este año las semi-
llas de invierno, salvo en regiones muy alejadas de Praga; y allí donde se
pudo sembrar, no fue sino muy poco; también un hambre muy fuerte
se cebó sobre los pobres y muchos indigentes murieron de hambre.»
El hambre y los pobres se convirtieron en la llaga de las ciudad " hasta
el punto de que el folklore urbano imagina depuraciones de hambrientos
comparables, si bien bajo una apariencia más realista, a Ja leyenda de
Hamelin.
Véase, por ejemplo, esta historia genovesa, según un Nove'Llino del
siglo xm: «Hubo en Génova un gran encarecimiento ·ausado por una
penuria de víveres. Y había allí más vagabundos que en no importa q ué
ciudad de otra tierra. Se tomaron entonces algunas ga l azas, así orno a un
buen número de remeros, a los que se pagó; después s publicó un av iso
para que todos los pobres acudiesen a la ribera, donde re ibirían pan de
la comuna. Y vinieron tantos que fue maravilla . .. Todos se embarcaron.
Los conductores fueron activos. Forzaron el remo n 1 agua y desembar-
caron todo ese mundo en Cerdeña, donde había bastante de qué vivir. Allí
los abandonaron. De esta manera cesó, en Génova, ese gran encarecimiento.»

No olvidemos, por último, que el ganado se veía particularmente ata-


cado en ocasión de esas calamidades. Víctima ele sus propias escaseces y de
sus propias enfermedades (epizootias sin cesar repetidas), era además aba-
tido por los hombres en tiempos de hambre, en primer lugar porque éstos
deseaban guardar para sí mismos el alimento que reservaban normalmente
a los animales (la avena en particular), después porque su carne propor-
ciona un alimento a los hambrientos. Por otro lado, en estas ocasiones, la
Iglesia autoriza el consumo de carne durante la Cuaresma: «En ese tiempo
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

(hacia el año 1000) -escribe Adhémar de Chabannes-, el mal de los


ardientes se encendió entre los lemosinos... El obispo Audouin, viendo
durante la Cuaresma a los habitantes de Evreux víctimas de la escasez,
decidió, para evitar que muriesen de hambre, permitirles comer carne .»
En 1286, el obispo de París concedió asimismo a los pobres permiso para
comer carne en Cuaresma a causa de una intensa escasez.
Mundo al borde del hambre, mundo subalimentado y mal alimentado.
De ahí proviene ese cortejo del hambre, esas epidemias originadas por la
ingestión de alimentos impropios para el consumo y, sobre todo, la más
espectacular de entre ellas, el <cmal de los ardientes», causado por el corne-
zuelo de centeno -aunque también, probablemente, de otros cereales-,
que luego hace su aparición en Europa a finales del siglo x.
En 1090, cuenta Sigiberto de Gembloux: «Fue un año de epidemia,
principalmente en la Lorena occidental, pudriéndose muchos bajo el efecto
del "fuego sagrado'', que consumía el interior de su cuerpo, ennegrecién-
dose sus miembros como el carbón quemado, o bien morían miserable-
mente, o bien, amputados sus manos y sus pies atacados de putrefacción,
eran salvados para vivir aún más miserablemente ... »
En 1109, varios cronistas observan que la «epidemia ardiente» pesti-
lentia ignearia, «se ensaña de nuevo con la carne humana».
En 1235, según Vicente de Beauvais, cmna gran hambre reinó en Fran-
cia, sobre todo en Aquitania, hasta tal punto que los hombres comieron las
hierbas de los campos como animales. El precio de un sextario de trigo
subió entonces hasta cien sueldos en el Poitou. Y hubo una gran epidemia.
Los pobres fueron devorados por el "fuego sagrado" en tan gran número
que la iglesia de Saint-Maixent quedó llena de los que eran llevados a ella».
El «mal de los ardientes» <lío origen a una devoción particular, que
condujo a la fundación de una nueva Orden. Hemos dicho ya que el movi-
miento eremítico del siglo xr trajo a primera fila de la actualidad a San
Antonio. Ermitaños del Delfinado pretendieron, en el año 1070, haber reci-
bido de Constantinopla las reliquias del santo anacoreta. El «mal de los
ardientes» hacía estragos en aquel momento en la r egión. Las reliquias de
San Antonio adquirieron pronto la reputación de curarlos y el ccfuego sagra-
do» recibió el nombre de «fuego de San Antonio». La abadía que conser-
vaba los restos taumatúrgicos fue denominada Saint-Antoine-en-Viennois y
sus montes se extendieron hasta Hungría y Tierra Santa. Los anton.itas
(o antonianos) acogieron en sus abadías-hospicios a los enfermos y, en espe-
cial, a los atacados de la enfermedad del cornezuelo, y su gran hospital de
Saint-Antoine-en-Viennois se conoció como el hospital de los <cdesmem-
LA VIDA . MATERIAL .

bradosn: Su convento parisiense dio nombre al · arrabal de Saint-Antoine.


Resulta curioso saber que fue, si no fundado, al menos reformado en 1198
por Foulques de Neuilly, el famoso predicador que comenzó por tronar
contra los usureros y los acaparadores de víveres en tiempo de hambre y
acabó por predicar la Cruzada, esa Cruzada cuyos primeros fanáticos, al
final del siglo XI, son los campesinos diezmados por la epidemia del <Cfuego
sagrado» de 1094 y los restantes azotes de la época. Lo p bres campesinos
de la I Cruzada de 1096 procedían en su mayor part de l s regiones
más afectadas por esta calamidad: Alemania, los países re nanos, la Fran-
cia del Este.
Aparición del cornezuelo o tizón del centeno en Oc id nt , hambres,
«mal de los ardientes» generador de convulsiones, de alu ina i n s, acción
de los antoninos, fervor de la Cruzada popular, un compl jo 1 nd puede
aprehenderse el mundo medieval en sus males físicos, económi os, sociales·
y en sus reacciones más descabelladas y más espiritualizadas. V lv remos a
encontrar, a propósito de los regímenes alimenticios y d 1 ¡ :q 'I de l mi la-
gro en la medicina y la espiritualidad medievales, esos ni idos d mi eria,
de desarreglos y de esfuerzos que son el patrimonio de la r isti. ttd. 1 m die-
val en la profundidad de sus capas populares.
Porque, incluso fuera de esas épocas excepcioni1l s .al mi. lad, el
mundo medieval está condenado a todo un cortejo d ni' T 111 d:1 cl s, que
suman las desgracias físicas a las dificultades económi as y a h d s omposi-
ción de la sensibilidad y del comportamiento.
La mala alimentación, la mediocridad de b m li in a, que no sabe
hallar un equilibrio entre las recetas de bu na muj r y las t orías de los
pedantes, originan espantosas miserias físicas y una nt rlan dad propia de
país subdesarrollado. El promedio de vida s d b il, a.un cuando se calcule
sin tener en cuenta la espantosa mortalida l in(anLil, J s numerosos abortos
de mujeres mal nutridas y obligadas a trab:ijar dLiramente. El promedio
de vida, que se cifra hacia los 70-75 afios n las s icdacles industriales actua-
les, no debía de pasar mucho de 30 años n el Occidente medieval. Guiller-
mo de Saint-Pathus, al nombrar los t st imon íos prestados en el proceso de
canonización de San Luis, llama a un hombre de 40 años de avisé áge,
de edad avanzada, y a un hombre de 50 años homme de grand áge, es decir,
anciano. ·
La deficiencia física -sobre todo durante la Alta Edad Media- se
encuentra tanto entre los poderosos como entre los humildes. Los esqueletos
de los guerreros merovingios han revelado graves caries dentarias, conse-
cuencia de una mala alimentación; y la mortalidad infantil no perdona a
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

las familias reales. San Luis perdió a varios de sus hijos en la primera edad
de la vida o muy jóvenes. No obstante, la mala salud y la muerte precoz
eran la dote de las clases pobres a las que la explotación feudal forzaba a
vivir al borde del límite alimenticio y a las que una mala cosecha precipi-
taba en el abismo del hambre, tanto menos soportada cuanto que los orga-
nismos eran mucho más vulnerables. Tal es la causa de que en el capítulo
de los milagros se haga resaltar siempre el papel de los santos curanderos y
nutridores. En este aspecto, nos limitaremos a trazar simplemente el lamen.
table cuadro de las grandes enfermedades medievales, cuya relación con
una alimentación insuficiente y de mala calidad es evidente.
La más extendida y la más mortífera de las enfermedades endémicas
medievales fue, sin duda, la tuberculosis, correspondiente probablemente
a esa cclanguidezn a la que tantos textos hacen mención.
Las enfermedades de la piel ocupan asimismo un lugar destacado, en
primer término la terrible lepra, de la que volveremos a hablar más tarde.
Pero también los abscesos, las gangrenas, la sarna, las úlceras, los tumores,
los chancros, el eczema (el fuego de San Lorenzo), la erisipela (el fuego de
San Silvano) se nos muestran representados en las miniaturas, en los textos
piadosos. Dos figuras lastimosas llenan la iconografía medieval: Job (santi-
ficado en Venecia, donde existe una iglesia de San Giobbe, y en Utrecht,
donde se construyó un hospital del Santo Job), cubierto de úlceras, rascán-
dose sus llagas con un cuchillo, y el pobre Lázaro, sentado a la puerta del
mal rico, con el perro que lame sus abscesos, en una imagen en la que la
enfermedad y la pobreza se unen con toda justicia.
Los lamparones o escrófulas, úlceras con frecuencia de origen tubercu-
loso, son hasta tal punto representativas de las dolencias medievales, que la
tradición hace que sean curadas por los reyes de Francia, dotados de un
poder curativo.
Las enfermedades carenciales y las deformaciones no son menos nume-
rosas. El Occidente medieval está lleno de ciegos, con los ojos agujereados
y las cuencas vacías, perdidos en el terrible cuadro de Breughel, lisiados,
jorobados, aquejados de bocio, cojos, paralíticos ...
Las enfermedades nerviosas forman, a su vez, una categoría impresio-
nante: epilepsia (o mal de San Juan), danza de San Vito, contra la cual se
invoca también a San v\Tilibrando, quien preside en Echternach, durante
el siglo xm, una SjJringprozession, una danza procesional en los límites ·de
la brujería, del folklore y de la religiosidad morbosa. Con el mal de los
ccardientesn se penetra todavía más en el mundo de la descomposición y de
la locura. Locuras pacíficas o furiosas de los lunáticos, de los frenéticos, de
LA VIDA MATERIAL

los insanos, ante las cuales la Edad Media duda entre una repulsión, que
se intenta apaciguar con una terapéutica supersticiosa (el exorcismo de los
poseídos), y una tolerancia simpática, que desemboca en el universo de las
cortes (bufón de los señores y de los reyes), del juego (fous, alfiles del
ajedrez) y del teatro (el joven campesino loco -el dervé- del jeu de la
feuillée, juego de la enramada, y que, en el siglo xm, anuncia las farsas de
la Edad Media agonizante). La Fiesta de los locos prepara la desenfrenada
cabalgata del Renacimiento, en la que los dementes retozan desde la Nave
de los locos hasta las comedias de Shakespeare, esperando hundirse en la
represión de la edad clásica, en «el gran encierro» de los hospital s-prisio-
nes, denunciados por Michel Foucault en su Histoire de la folie.
Y en la fuente misma de la vida, las innumerables enfermedades de
la infancia, que tantos patrones se esfuerzan por aliviar: mundo d 1 sufri-
miento y de la angustia infantiles; del dolor de dientes, qu ali via San
Agapito; de las convulsiones, curadas por San Cornelio, San ill s y mu-
chos otros; del raquitismo, que remedian San Aubin, San Fia r , San Fer-
mín, San Macaría; de los cólicos, que San Agapito cura tambi ·n, en com-
pañía de San Ciro o de San Germán d' Auxerre.
Es preciso meditar sobre esta fragilidad física, sobre es t rr n psico-
lógico propicio a mantener, en bruscas floraciones de crisis 1 tiv, s, las en-
fermedades del cuerpo y del alma, las extravagancias de la r Ji iosidad. La
Edad Media ha sido campo abonado para los grandes t rror s y l ~s randes
penitencias físicas colectivas, públicas. A partir de 1 150, 1 s rt jos de los
portadores de piedra a las obras de las catedrales s · d ti n ·n p riód icamen-
te para las sesiones de confesión pública y de Aagcla ión r fpro a. En 1260,
una nueva crisis provoca una marea de fl agelan t s n Italia. después en el
resto de la Cristiandad, esperando a que la .ran P st de 1348 desencadene
las alucinantes procesiones que la imaginac ión de un Ingmar Bergman ha
sabido reproducir en el cine contemporán o en su película E l séptimo sello.
Al nivel mismo de la vida cotidiana, los organismos subalimentados, mal
alimentados, están ·predispuestos a todos los desvaríos del espíritu: sueños,
alucinaciones, visiones. El Diablo, los ángeles, los santos, la Virgen, Dios
mismo, pueden aparecerse en cualquier instante. Los cuerpos están prestos
a percibirlos y arrastran los espíritus a aceptarlos.

El Occidente medieval vive bajo la perpetua amenaza de traspasar


ese límite. Las insuficiencias de la técnica y del equipo crean embotella-
mientos, tan pronto como los hechos se apartan de las .condicio.nes norma-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

les. En la región de Worms (1259), una cosecha excepcionalmente abun-


dante de vino choca con la escasez de recipientes para conservarlo, «tanto
es así que los recipientes se vendían más caros que el vino». En 1304, Alsa-
cia recoge una cosecha tan especialmente generosa de cereales y de vino que
provocó el hundimiento de los precios locales, tanto más cuanto que la
fabricación del pan se veía casi paralizada por la disminución de caudal de
los ríos y la impotencia de los molinos, reducidos a la inactividad; que el
transporte del vino por el Rin, cuyas aguas estaban tan bajas que podía
vadearse en muchos lugares entre Estrasburgo y Basilea, se hacía imposible,
y que la insuficiencia y el crecido coste de los transportes terrestres no per-
mitía suplir la falta del río.
Ya hemos visto que, a despecho de los progresos obtenidos gracias al
nuevo arado, al barbecho trienal, a la multiplicación de las labores y a la
escarda, el límite de la fecundidad de la tierra se alcanzaba pronto. Los
rendimientos seguían siendo bajos y los hombres de la Edad Media se veían
obligados a buscar un aumento de recursos más en la expansión de la super-
ficie cultivada que en la elevación del rendimiento. La agricultura medie-
val estaba condenada a ser extensiva.
Ahora bien, esta explotación devoradora de espacio era al mismo tiem-
po destructora de riqueza. Y el hombre era incapaz de reconstituir esas
riquezas que destruía o, al menos, de esperar que se reconstituyesen natu-
ralmente.
Las roturaciones, especialmente la roza, eliminadora de <<tierra en
reservan, agotaba el terreno y malgastaba esa riqueza en apariencia ilimi-
tada del mundo medieval: el bosque.
Un texto, entre muchos otros, nos enseña hasta qué punto la economía
medieval se tornó rápidamente impotente frente a la Naturaleza, porque
la respuesta de ésta a un progreso técnico que, excepcionalmente, la vio-
lenta, consiste en el agotamiento que hace retroceder ese progreso. En el
territorio de Colmars, en los Bajos Alpes franceses, los cónsules de la ciudad
ordenaron, a finales del siglo xm, el derribo de las serrerías hidráulicas, que
provocaban la desaparición de los bosques de la región. Esta medida tuvo
como consecuencia la invasión de los bosques por una multitud de «gentes
pobres e indigentes», horr¡,ines paujJeres et nichil habentes, armados de
sierras de mano, que hacían «Cien veces más estragos». Los textos y las
medidas se multiplican para proteger los bosques, cuyo retroceso y desapa-
rición no solamente provóca una disminución de lós recursos esenciales,
madera, caza, miel salvaje, sino que, además, en ciertas regiones y en cier-
tos terrenos -sobre todo en los países mediterráneos- incrementa los efec-

33~
LA VIDA MATERIAL

tos del arrastre de tierras a proporciones a veces catastróficas. En el borde


meridional de los Alpes, desde la Provenza a la Eslovenia, se organiza, a
partir de i 300, la protección de los bosques. La asamblea general de los
hombres de Folgara, en el Trentino, reunida el 30 d e marzo de i 315 en
la plaza pública, proclama:
«Si alguien es sorprendido cortando madera en 1 mon te "desde la
Galilene" hasta el camino de los de Costa que condu e al monte, y desde
la cima hasta el llano, pagará cinco sueldos por tron o.
»Que nadie se atreva a cortar troncos de alerce para ha er carbón en
ese monte, bajo pena de cinco sueldos por tronco.>>
El hombre no es el único culpable de esta destruc ión . •l ganado
errante entre los campos o los prados resulta asimismo d v stad r. Y se
multiplican las «prohibiciones>>, los lugares vedados a la su lta y al pasto-
reo de los animales, sobre todo de las cabras, esos grandes en mi de los
campesinos medievales.
Y así se dice en Folgara, por ejemplo:
«Si alguien es encontrado en las viñas con un r ebañ ele ahr:1s o de
corderos, pagará veinte sueldos por todo el rebaño, y cin o s11 lelos si s en
otro lugar. Si alguien es descubierto fuera del camino púb l i .o y 1 11 zando
1

el prado de otro con bueyes o vacas uncidas a un carr , p:1iará in o suel-


dos por pareja de animales.>>
Los acontecimientos que han sido descritos con crisis
del siglo XIV se anuncian por el abandono de las ti ras de las
tierras marginales en las cuales había venido a mor ir h ol
ciones nacida del crecimiento demográfico. D sel fi n:tl ·.-; r1 1 sigl xm, en
Inglaterra especialmente, las tierras incapaces el r .onsti tn irs , uyos débi-
les rendimientos se convierten en infer iores al míni mo · onómico, quedan
abandonadas ... Las landas y los matorra les ton nn nu vainc nte posesión de
ellas. No es que la humanidad medieval r tr da ti sus bases de partida.
Lo que ocurre es que no puede ensan b ar mo quisiera las zonas culti-
vadas. La naturaleza le ofrece un a r es ist n ia vi ctor iosa y, a veces, le obliga
a una retirada. Y esto acontece desde lnglat rra a la Pomerania, donde los
textos nos hablan, en el siglo XIV, d e «casas de labranza recubiertas por ·la
arena arrastrada por el viento y, a causa de eso, abandonadas o, en todo
caso, con las tierras incultas».
Agotamiento de la tierra : he aquí el principal peligro para la econo-
mía medieval, esencialmente rural.
Igualmente, cuando comienza a dibujarse una expansión de 1a etonoc
mía monetaria, choca ésta bien pronto, entre otras . dificultades, con una

333
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

limitación natural: el agotamiento de las minas. A pesar de haberse reanu-


dado la acuñación del oro en el siglo xm, el metal más importante sigue
siendo la plata. Ahora bien, el final del siglo xm ve el declive de las minas
tradicionales, las del Derbyshire y el Devonshire, el Poitou y el Macizo
Central, Hungría, Sajonia. También en este caso las dificultades son prin-
cipalmente de tipo técnico. La mayor parte de las viejas explotaciones
habían alcanzado ya un nivel en que el peligro de inundación se tornaba
demasiado grande. El minero se veía impotente ante la invasión del agua.
A veces ocurría, pura y simplemente, que los filones habían quedado
agotados.
Alfonso de Poitiers, hermano de San Luis, preocupado por amasar
metal precioso con vistas a la Cruzada de Túnez, se queja en 1268 a su
senescal de Rouergue de la «tan escasa cantidad de plata» producida por
la mina de Orzeals. Y ordena, por lo tanto, instalar en ella todo el equipo
técnico posible: molinos hidráulicos o de viento o bien, a falta de ellos,
caballos y brazos, aumentar el número de obreros, etc. Todo en vano ...
Cierto que nuevas minas tomarán el relevo en Bohemia, en Moravia,
en Transilvania, en Bosnia, en Servia ... Pero su producción no bastará a las
necesidades de la Europa cristiana de finales del siglo xv. La Cristiandad
sufre «hambre monetaria». El oro y, sobre todo, la plata de América ven-
drán a saciarla en el siglo siguiente.
último límite: el agotamiento de los hombres. La economía occiden-
tal tardará mucho tiempo en padecer la falta de mano de obra. Claro está
que el siervo fugitivo es activamente buscado por su amo y que las nuevas
órdenes religiosas del siglo xn -cistercienses a la cabeza- intentarán
paliar la ausencia de siervos mediante la institución de los conversos, de
los hermanos legos. Pero en ello no ha de verse sino la búsqueda de una
mano de obra lo más barata posible, no una verdadera penuria de brazos.
El número de mendigos y la estima en que se les tiene -franciscanos y
dominicos convierten a la mendicidad en un valor espiritual- testifica la
existencia de una holganza socorrida y honrada. En la segunda mitad del
siglo xm, con Guillermo de Saint-Amour, con Juan de Meung, aparecen
los primeros ataques contra ese género de mendigos válidos. La detención,
después la regresión demográfica, hace menos numerosa, más cara, la mano
de obra campesina, que la emancipación de los siervos había ya rarificado
y encarecido. Muchos señores inician entonces una reconversión de sus
tierras hacia la ganadería, que necesita de pocos obreros. La Gran Peste
de 1348 eleva hasta un grado catastrófico el retroceso demográfico y la crisis
de mano de obra aparece algunos decenios más tarde. Por todas partes se

334
LA VIDA MATERIAL

oyen quejas contra la rarefacción de los hombres, que lleva consigo el aban-
dono de nuevas tierras de cultivo. Examinemos un texto entre centenares,
publicado en Brandeburgo (1372): «Como se sabe, la peste y la mortandad
han sido tan violentas que se han llevado la mayor parte de los cultivado-
res, de tal forma que hoy día son muy escasos y raros y la mayor parte de
las tierras permanecen incultas y desiertas.» El campesino, subalimentado,
diezmado por las epidemias, fallaba también, a fin de cuentas, en la econo-
mía medieval. El handicap demográfico suponía el último freno para un
mundo «al borde del límite».
Esa inseguridad material explica en gran parte la inseguridad mental
en que vivieron los hombres de la Edad Media. Lucien Febvre ha formula-
do una invitación para que se escriba una historia del sentimiento de segu-
ridad, aspiración fundamental de las sociedades humanas. u p ti ión no
ha sido aún atendida. Si así se hiciese, la Edad Media oc id ntal t ndría
que figurar en ella con un capítulo negativo, dado que sus hom br s hubie-
ron de refugiarse, en definitiva, en la única seguridad ele la r 1igión . Segu-
ridad en la tierra, gracias al milagro que salva al obr ro vf Lima de un
accidente del trabajo: albañiles caídos de los andamios ¡u un santo sos·
tiene milagrosamente en su caída o resucita una vez n ti 1Ta; 'lllOlineros
o campesinos atrapados por la rueda del molino a los que nna iJJl 'rv nción
milagrosa arranca de la muerte; leñadores, como el ompa ~ ro d 1 santo
ermitaño lemosina del siglo x1, Gaucher d'Aureil, qu . n 1 instante de
ser aplastado por la caída de un árbol, se encuentra sano y salvo gracias a
la milagrosa curvatura del tronco, llevada a cabo por Dios :ucncli ndo a la
plegaria del bienaventurado leñador. El milagro, en l::t fübd Media, ocupa
el lugar de la seguridad social.
Seguridad, sobre todo, en el más allá, don] el paraíso promete a los
elegidos una vida libre al fin de miedos, de sor¡ r sas desagradables y de
muerte. Y, no obstante, aun en ese aspe to, ¿quién puede estar seguro de
salvarse? El temor del infierno prolonga la inscguri !ad terrestre.

No vamos a afirmar que la vida material no haya conocido en la Edad


Media ciertos progresos. Sin aspirar a las precisiones de las épocas moderna
y contemporánea, a la vez por falta de datos cuantitativos precisos y porque
la economía feudal se presta poco a los métodos estadísticos, elaborado§ para
medir evoluciones económicas, si no capitalistas, al menos sí monetarias,
se puede esbozar una coyuntura económica medieval. En ella se di&~ie:r:ne

335
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

una larga fase de expansión que, en una cierta medida, se corresponde con
una mejora del bienestar.
Recordemos las bases de este crecimiento. Crecimiento demográfico en
primer término. La población de Occidente se duplica entre el final del
siglo x y la mitad del xrv. De acuerdo con los datos de J. C. Russell, la Euro-
pa occidental habría pasado de 22 millones y medio de habitantes hacia 950,
a 54 millones y medio en la víspera de la peste negra de 1348. El conjunto
de Europa, según M. K. Bennet, aumentó desde 42 millones hacia el
año 1000 a 73 millones en 1300. El crecimiento demográfico parece haber
sido particularmente intenso en torno al 1200. Los índices de crecimiento
calculados por Slicher van Bath para períodos de 50 años son de 109,5
para 1000-1050, 104,3 para 1050-1100, 104,2 para 1100-1150, 122 para 1150-
1200, 113,1 para 120o-u¡50 y 105,8 para 1250-1300. La población de Fran-
cia habría progresado de 12 a u millones entre 1200 y 1340, la de Alemania
de 8 a 14, la de Inglaterra de 2,2 a 4,5. Esta fase de crecimiento se encuadra
entre dos períodos de recesión demográfica, durante los cuales la población
europea habría caído aproximadamente de 67 millones hacia el año 200
después de Jesucristo hasta 27 millones en el 700, y de 73 millones alcan-
zados hacia 1300 a 45 millones sobre el 1400. Notemos que la cifra máxima,
a comienzos del siglo xrv, sobrepasa muy poco a la que corresponde al perío-
do de prosperidad romana de finales del siglo n. La Edad Media demográ-
fica parece definirse cuantitativamente por un simple recobro de lo perdido.
La misma evolución se presenta en la producción agrícola, en los pre-
cios, en los salarios.
Una evaluación numérica de la producción agrícola del Occidente
medieval es imposible, al menos en el estado actual de la ciencia histórica.
Sólo un índice, fragmentario y grosero, puede ser seguido en parte: el
aumento de los rendimientos, del que ya hemos hablado. Ahora bien, ¿se
puede comparar, para el trigo, por ejemplo, la cifra de 2,7 dada para Anap-
pes en 810 con la de 4 en 1155-1156 calculada por Georges Duby para dos
dominios de Cluny, o con la de 5, indicada por el A nonymous H u~bandry
inglés del siglo xm, o con la media de 3,7 establecida por J. Titow para las
granjas del obispado de Winchester entre 1211 y i299? Por otra parte, no
olvidemos que, con toda segurídad, la extensiórt de las superficies cultivadas
ha contribuido en mayor grado que la intensificación de los cultivos al cre-
cimiento de la producción agrícola. ·
Con respecto a los precios, los índices resultan rrtás valiosos. De momen-
to, no contamos con curvas de precios anteriores a i 200 y, para Inglaterra,
a i 160. Si se toma por índice loo el nivel de los precios del trigo durante
LA VIDA MATERIAL

el período 1160-1179, ese índice se eleva, según los cálculos de Slicher van
Bath, basados en los datos de lord Beveridge, a 139,3 ( 1180-1199), 203
(1200-1219), 196, 1 (1200-1239), 214,2 (1240-1259), 262,9 (1260-1279),
279,2 (1280-1299), con una extrema desviación (324,7) durante el período
1300-1319, ocasionada por la gran hambre de 1315-1316, y una relativa
caída a 289,7 en 1320-1339 (relativa con respecto a la subida anormal del
período precedente). Estos datos ponen en evidencia lo que Michael Pastan
ha llamado una ((Verdadera revolución de los precios».
Los salarios indican un progreso semejante. En Inglaterra, los salarios
reales pasan del índice ioo para el período 1251-1300 al índ ice J05,1 en el
período 1301 -1350 para los obreros agrícolas y de ioo a 109,4 para los
leñadores.
Pero el alza de esos salarios sigue siendo débil y, a pesar de un notable
crecimiento del estamento asalariado, los obreros pagados forman todavía
una minoría en la masa trabajadora.
Esta observación, que no pone en tela de juicio la realidad de un cre-
cimiento económico entre los siglos x al xrv, manifiesta, de todas maneras,
la necesidad de confrontar esta coyuntura con la evolución de las estruc-
turas económicas y de las estructuras sociales, es decir, con lo q u se deno-
mina tradicionalmente el paso de la economía-natural a la economía-dinero
y la evolución de la renta feudal.

* * *
Hace un siglo, Bruno Hildebrand dividió b cvoln ión onóm ica de
las sociedades en tres fases: Naturalwirtschaft , ' Lrlwirlschaft y Krerlit-
wirtschaft -economía natural o de truequ e, e onomía monetaria y econo-
mía de crédito-. Alfons Dopsch, por su part: , n su exce lente libro publi-
cado en 1930: Econornie-nature et éconornie-argent clans l' histoire mon-
cliale, impuso este vocabulario o, por lo rn nos, planteó el problema a los
medievalistas. Se trata, pues, de aprec iar el papel d ese mpeñado por la mo-
neda en la economía. Cuando ese ¡ apcl es insignificante, estaremos frente
a una economía de trueque, en la que prod ucción, consumo y cambios no
necesitan la intervención de la moneda, si no es excepcionalmente. Por el
contrario, si ésta es esencial para el funcionamiento de la vida económica,
nos hallamos ante una economía mon etaria. ¿Cuál de ellas predomina en
el Occidente medieval?
Hagamos primero, con Henri Pirenne y Marc Bloch, algunas distin-
ciones necesarias. En primer lugar, el trueque ha tenido una participación

337
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

bastante débil en los cambios medievales. Por economía natural se ha de


entender en el Occidente medieval una economía en que los cambios, todos
los cambios, quedaban reducidos al mínimo estricto. Por lo tanto, economía
de trueque o natural será, en este caso, aproximadamente sinónima de eco-
nomía cerrada. El señor y el campesino pueden satisfacer sus necesidades
económicas dentro del propio dominio. Más aún, en el caso del campe-
sino, sin salir del cuadro doméstico: la alimentación le es proporcionada
por la huerta situada junto a la casa y por la parte de la cosecha de su feudo
o arrendamiento que le queda después de la entrega correspondiente al
señor y del diezmo de la Iglesia; el vestido está confeccionado por las muje-
res en la casa, las herramientas básicas -muela de mano, torno también
de mano, telar- son familiares.
Si alguna vez en los textos los arrendamientos vienen indicados en
dinero, no quiere eso decir que se abonasen en efecto con moneda. La eva-
luación monetaria no estaba forzosamente ligada a un pago en dinero. La
moneda no er~ más que una referencia, «servía de medida para el valor»,
era una apreciación, una evaluación, como dice un pasaje del Cantar del
mío Cid a propósito de ciertos pagos en mercancías. Sin duda alguna, esta
supervivencia de un vocabulario monetario no dejaba de tener su impor-
tancia. Como en tantos otros dominios, ese resto de la herencia antigua no
es, en definitiva, sino el testimonio de una regresión. No hay mayor razón
para tomar como <cdinero contante» las menciones de moneda en los textos
medievales que para considerar las expresiones paganas conservadas en la
literatura cristiana medieval como ajustadas a una realidad. Cuando el mar
es llamado Neptuno o cuando un caballo, prometido por los monjes de
Saint-Pere de Chartres en el año i 107 a un cierto Milon de Leves, está
tasado en el acta en veinte sueldos, se trata en el primer caso de una cos-
tumbre del lenguaje y, en el segundo, de una precisión sobre el valor del
caballo, objeto de la transacción. Lo que ocurre simplemente es que las
evaluaciones monetarias, al no haber sido combatidas por la Iglesia con el
mismo celo que las expresiones que conservan el recuerdo del paganismo,
han sobrevivido con mayor facilidad. Marc Bloch ha señalado un notable
texto de Passau en el que la palabra ((precio» está paradójicamente emplea-
da para designar el equivalente en especie de una cantidad de moneda.
Está claro, en fin, que la moneda no llegó a desaparecer jamás por com-
pleto en el Occidente medieval. No solamente la Iglesia y los señores dis-
pusieron siempre de un cierto caudal monetario para la satisfacción de sus
gastos de prestigio, sino que ni siquiera los campesinos eran capaces de vivir
sin efectuar alguna compra en moneda: la sal, por ejemplo, que no pro-
LA VIDA MATERIAL

dudan, que no recibían y que raramente podían proporcionarse mediante


trueque, debía ser adquirida con moneda. Sin embargo, aun en este último
caso es más que probable que los campesinos, y en mayor grado todavía los
pobres, obtuviesen las escasas piezas de moneda que necesitaban más me-
diante las limosnas que por la venta de sus productos. En tiempo de cares-
tía, cuando la falta de numerario se hacía sentir con mayor crueldad para
los pobres, las distribuciones de dinero acompañaban siempre las distribu-
ciones de víveres. Así procedió el conde de Flandes Carlos el Bueno en
ocasión de la gran hambre de 1125: «En todas las ciudades y aldeas por
que pasaba, una multitud se agolpaba cada día en torno de él y les distri-
buía con sus propias manos alimentos, dinero y vestidos.» U na vez que el
hambre se alejó y llegó el tiempo de una nueva y buena cosecha, el obispo
de Bamberg dio a los pobres, el 25 de julio, «un dinero y una hoz, el ins-
trumento de trabajo y el viático».
Alguien ha hecho observar que la extensión de la economía monetaria
ha sido mayor de lo que pudiera parecer a primera vista sí se toman en
cuenta dos fenómenos muy extendidos en el Occidente medieval: la cos-
tumbre de atesorar objetos de lujo, piezas de orfebrería, como r servas mo-
netarias, y la existencia de monedas no metálicas.
Es verdad. Carlomagno vendió una parte de sus manus rilos más pre-
ciosos para socorrer con su importe a los pobres. Demos un 'j mplo más,
entre los centenares que se podrían citar: en 1 1 !)7, un mon j a lemán
encuentra a otro caminando con gran prisa: «Habié nd ol ¡ r •nn tado hacia
dónde corría, me responde: "Voy a cambiar. Antes de la r ol ·c ión, nos
hemos visto precisados, para alimentar a los pobr s, a matar nuestro ganado
y empeñar nuestros cálices y nuestros libros. Y he aq uí que el eñor acaba
de mandarnos un hombre que nos ha dado una antidad de oro que cubre
nuestras necesidades. Por esto voy a cambiarlo por d in ero, a fin de poder
recuperar nuestros empeños y rehacer nuestr s r baños."»
Pero esta forma de tesaurización, que s lo de ante la necesidad, es
también un testimonio de la debilidad y la fa lta de elasticidad de la circu-
lación monetaria.
Del mismo modo, la existencia de monedas no metálicas -buey o vaca,
piezas de tela y, sobre todo, pimienta- constituye un signo innegable de
arcaísmo, la expresión de una economía que sólo con grandes dificultades
logra pasar del estadio del trueque al estadio monetario. Por otro lado, la
moneda metálica misma conservó durante largo tiempo una naturaleza
arcaica. En efecto, la moneda es apreciada en función de su valor, no como
signo, sino como mercancía. No posee el valor teórico inscrito en su anverso

339
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

o su reverso (inscripción que, por lo demás, no lleva), sino el valor real del
metal precioso que contiene. Se pesa la moneda para determinar lo que
vale. Como ha dicho Marc Bloch, <mna moneda que es preciso poner en la
balanza se parece mucho a un lingote)) . Apenas si a finales del siglo XIII
los legistas franceses comenzaron a distinguir entre su valor intrínseco -su
peso en oro- y su valor extrínseco, es decir, a transformarla en signo mo-
netario, en instrumento de cambio.
Durante la Alta Edad Media, los talleres monetarios se multiplican.
Lugares hoy día desaparecidos -tal es el caso, en especial, de muchos talle-
res de la España visigótica- y que apenas si eran más que caseríos, poseían
una ceca que acuñaba moneda. Ahora bien, como ha señalado acertada-
mente Marc Bloch, «el gran motivo de la atomización monetaria consistía
en que la moneda circulaba poco».
La reforma de Carlomagno, que instituyó un sistema monetario (libra,
sueldo y dinero, siendo l libra=20 sueldos y l sueldo= 12 dineros) que
volvemos a encontrar en el sistema inglés actual, responde de hecho a la
necesidad de ·adaptarse a la regresión de la economía basada en el dinero.
En realidad, el oro no se acuñaba. La libra y el sueldo no eran monedas
reales, sino simples monedas de cuenta. Hasta el siglo xm se acuñó única-
mente el dinero de plata, es decir, una unidad muy pequeña, la única de
la que verdaderamente se tenía necesidad. Sin embargo, el sistema excluía
la existencia de piezas de vellón (plata de baja ley), de más débil valor,
para los cambios más modestos. Significativa es la reacción de los caballeros
de la II Cruzada al penetrar en 114 7 en territorio bizantino. «Fue allí
-escribe Eudes de Deuil- donde vimos por primera vez monedas de cobre
y de estaño . Por una de esas piezas, dábamos tristemente, o mejor perdía-
i;nos, cinco dineros ... ))
Dig;m10s, por último, que el renacimiento monetario del siglo xm ha
deslumbrado sobre todo a los historiadores por su vuelta a la acuñación del
oro: genovés y florín en 1252, escudo de San Luis, ducado veneciano
e.n 1284. No obstante, por significativo que sea este acontecimiento, supone
todavía, a la vista del pequeño número de piezas en circulación existentes
a finales del siglo xm, más bien un índice que una realidad económica.
La realidad económica estriba en la acuñación de las grandes piezas de
plata, realizada en Venecia (1203), en Florencia (hacia 1235), en Francia
(hacia 1265), en Montpellier ( 1273), en Flandes (hacia 1275), en Inglaterra
(1279), en Bohemia (1296). En este nivel medio ele cambios es donde se
sitúa el progreso de la economía monetaria.
Porque ese progreso es real.
VI. ORFEfiRERÍA GÓTll.A: OJOS EN MA-
J FSTAD .
Esla placa dividida en cuatro lóbulos
y esmaltada es un trabajo lemosina del
siglo XIII. Decoraba un objeto litúr-
gico, relicario o fronlal de aliar. Re-
presenta un tema favorito de la icono-
grafía medieval, menos frecuente, em-
pero, durante el siglo XIII (que se
siente más inclinado a elegir la figura
de Cristo): Dios Padre sentado en ma-
jestad, bendiciendo con la mano dere-
cha mientras sostiene el Libro con la
izquierda. La perfección de la técnica
(la figura esculpida en medio relieve,
en cobr.e repujado, cincelado y dorado,
sobre una placa rebajada y esmal_tada,
decorada con rosetones), la sencilla ar-
monía de la composición, de las líneas
y de los colores, manifiesta lá perma-
nencia de las tradiciones de un gran
taller lemosina. (Nantes, NI use o Do-
brée.)
LA VIDA M;ATERIAL

España constituye quizás un caso particular, dado que la proximidad


de la economía musulmana (los emires de Córdoba no dejaron nunca de
acuñar monedas de oro; con el avance de la R econquista, los reyes cristia-
nos continuaron esta acuñación; así se hizo en Toledo, por ejemplo, en el
año i 175) introdujo un elemento contagioso en la economía española. Los
trabajos de los medievalistas españoles y argentinos (Claudio Sánchez Albor-
noz, Luis García de Valdeavellano, Reyna Pastor de Togneri) han demos-
trado de todas maneras que el ciclo economía de trueque-e onom ía mone-
taria se advierte netamente con una cierta anticipación sobr 1 resto de la
Cristiandad. La influencia de los centros musulmanes de produ ión del
Sur prolonga hasta comienzo del siglo XI una fase de alza de los precios,
que coincide con el final del período de economía monetaria. EL siglo XI
y la primera mitad del xn presencian una depresión de los pr cios, repre-
sentativa de una vuelta a la economía de trueque, debida a qu la fase
precedente había llevado a cabo la casi total desmonetiza ión d · los r inos
cristianos. A partir de mediados del siglo xu, por el contrari , s d sarrolla
de nuevo una fase de economía monetaria.
Las actitudes frente a la moneda o, más generalment , fr nt ' al dine-
ro, nos informan también, aunque de modo indirecto, so br ·s1a 'V lu ión
económica. Cierto que existe en el cristianismo una el se nfi :1111.a tradicio-
nal con respecto al dinero, pero la rareza de éste a l largo el ' 1od:t la Alta
Edad Media le confiere más bien un prestigio, reforzado por ·I be bo de
que la acuñación de moneda es un signo de pod r . F. n 1111:1 1 :il:i bra, l dine-
ro ha pasado a ser un símbolo de poder político y so i:il 11ds q u ' le poder
económico. Los soberanos acuñan monedas de ro porq Ll " a p sar de no
tener valor económico, son manifestaciones I prcs li gio. La~ scenas de
acuñación de moneda y las representacion s d · a u 1ador s o upan un buen
lugar en la iconografía medieval. Se les ve c11 Saint-Manin-clc-l3oscherville,
en Souvigny, en vVorms ... Moneda y a ·ufíador s participan del carácte.r
sagrado y maldito a la vez de los herreros y, inás g Heralmente, de los meta-
lúrgicos, reforzada en este caso por la :11.racóó n superior de los metales
preciosos. Roberto López ha definido a. Jos ac ufí adores como una aristocra-
cia de la Alta Edad Media. ArisLocra ia uiúgica, más que económica. El
desarrollo de la economía monetaria provoca, por el contrario, una explo-
sión de odio contra el dinero. Es verdad que el progreso económico inicia-
do se realiza en provecho tan sólo ele ciertas clases y aparece, por consi-
guiente, a los ojos de las restantes como una nueva opresión. San Bernardo
clama contra el dinero maldito. La gran beneficiaria de esta evolución en
su comienzo, la Iglesia, la cual, gracias al aumento de los honorarios, de las

341
29
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

cuestaciones, de la fiscalidad eclesiástica, puede captar rápidamente una


buena parte del dinero en circulación, se ve denunciada por su avaritia,
por su avidez.
Gregorio VII había declarado : «El Señor no ha dicho: Mi nombre
es Costumbre.» Los goliardos '", en una sátira que lleva por título El Santo
Evangelio según el Marco de Dinero, acusan a sus sucesores de poner en
boca del Señor: «Mi nombre es Dinero.»
Y, en consecuencia, comienza a marcarse una evolución en la moral.
La superbia, el orgullo, pecado feudal por excelencia, considerada hasta
entonces como la madre de todos los vicios, comienza a ceder su primacía
a la avaritia, el deseo de dinero.
Otra beneficiaria de la evolución económica, a la que llamaremos para
simplificar la burguesía, esto es, la capa superior de la nueva sociedad
urbana, recibe también su correspondiente denuncia. Escritores y artistas
al servicio de las clases dirigentes tradicionales la estigmatizan: el usurero,
entorpecido por el peso de su bolsa que lo arrastra hacia el infierno, queda
expuesto a la aversión y al horror de los fieles en las esculturas de las
iglesias.
El lento desplazamiento de la economía de trueque por la economía
monetaria se halla ya lo bastante avanzado en las postrimerías del siglo xm
para que resulten de él graves consecuencias sociales.

A despecho de la parcial conversión en moneda de los pagos en pro-


ductos naturales, la relativa inelasticidad de la renta feudal y la disminu-
ción, provocada por la rapidez con que se deteriora la moneda, de lo que
produce la parte que ha sido monetizada, empobrece a un sector de la
clase señorial tan pronto como el aumento de los gastos de prestigio inten-
sifica las necesidades de dinero. He aquí la primera crisis de la feudalidad,
fundamento de la crisis del siglo x1v.
Frente a esta crisis del mundo señorial, el mundo campesino se divide.
Una minoría, capaz de sacar provecho de Ja venta de los excedentes, se enri-
quece, redondea sus tierras, forma una categoría privilegiada, una clase de
kulaks. La encontramos reflejada en los documentos ingleses referentes a
las granjas, en los textos literarios. Así, en el Roman de Renart: «Llega el
alba, el sol se levanta, iluminando los caminos blancos de nieve, y he aquí
que el señor Constant Desgranges, un labrador bien forrado que habita al
borde del estanque, sale de su casa seguido de sus criados ... El labrador

342
LA VIDA MATERIAL

hace sonar el cuerno y llama a sus perros, después ordena que se enjaece
su caballo. Viendo eso, Renart huye hacia su guarida [ ... ] Un día, Renart
había llegado a los límites de una granja que estaba cerca del bosque y que
guardaba gallinas y gallos en gran número, así como ánades, patos y ocas
machos y hembras ; era la propiedad del señor Constant Desnos, un gran-
jero que poseía una casa llena de vituallas de todas clases y una huerta en
la que crecían numerosos árboles frutales, que d aban cerezas, manzanas y
otros frutos. Había en su casa gruesos capones, y salazon es, y jamon es, y man-
teca en gran abundancia. Para privar la entrada de su corral, lo hab ía rodea-
do de fuertes puntales de encina, matorrales y zarzas. Renart hubiese que-
rido saltar a su interior ... »
En contraposición, la depauperación de la masa campesina se acen-
túa. El crecimiento demográfico no se traduce tan sólo por la xt ·nsión de
las superficies cultivadas y por un aumento, en cierto tipo de t i rras, de los
rendimientos. Con mayor seguridad determina una parcela ión de las fin-
cas, cuyo resultado es que los campesinos pobres se ven fo rzad s o bien a
ponerse al servicio de labradores más ricos -acrecentando as( su depen-
dencia social y su inferioridad económica y privando a su pro1 ia 1 rtenen-
cia de una parte de su trabajo -o bien a endeudarse. En sa~ s iedades
campesinas, explotadas por los señores o los labradores m;)s ri os, donde la
tierra es avara de sus dones y las bocas demasiado num ros:is, ·l ndcuda-
miento significa el gran azote. Endeudamiento con r sp ·t
urbano -muy a menudo un judío- o al cam¡ sino 111 ;\ ·
hábil, en general, para evitarse la etiqueta de <] ll
sobre el judío.
Disminución de la superficie de las ¡ crt omo ocurre, por
ejemplo, en Beauvrequen, Flandes, en ti erras p rtcn ·ient.es a la abadía
de Saint-Bertin, donde, en el año 1305, sohr Go ¡ ert nencías, 26, es decir,
el 43 3, tienen menos de 2 hectár eas ; 16, os a 27 3, de 2 a 4 hectáreas;
12, o sea el 20 3, de 4 a 8 he ctáreas ; y úni amente 6, es decir, el io 3,
más de 8 hectáreas. O en W eedo n B ck, J ng la lcrra, donde si en i 248 sola-
mente existía un 20,9 % de campesinos que dispusiesen de menos de 6 hec-
táreas, la proporción hab ía pasado en 1 300 a ser del 42 ,8 3.
Endeudamiento campesino co n respecto a los judíos, en Perpiñán, por
ejemplo, donde los registros notariales d e alrededor del i 300 nos revelan
que el 65 3 de los deudores que tenían los usureros de la ciudad eran cam-
pesinos, el 40 3 de los cuales contraía sus deudas en otoño, en la época de
los enlaces matrimoniales y del pago de las rentas señoriales. El 53 3 de
estos deudores se obligaban a devolver los préstamos en agosto y septiembre,

343
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

después de la siega y la vendimia. Acreedores son también, aparte los judíos,


los mercaderes y cambistas italianos, los lombardos, a los cuales encontra-
mos lo mismo en la región de Namur, donde los documentos demuestran
el endeudamiento de una aldea casi entera con respecto a ellos entre i295
y i311, como en los Alpes, donde, a comienzos del siglo x1v, los usureros de
Astí poseen establecimientos de préstamo con garantía -casane- en casi
todas las aldeas de los Estados de la Casa de Saboya.
En consecuencia, los que parecen aprovecharse en mayor grado de
este desarrollo de la economía monetaria son los comerciantes. Admitimos
que la expansión urbana, de la que ellos son los principales beneficiarios,
va ligada al progreso de la economía monetaria y que la «subida de la bur-
guesía» representa la aparición de una clase social cuyo poder económico
reposa más sobre el dinero que sobre la tierra. Ahora bien, ¿cuál es la im-
portancia numérica de esta clase antes de i 300 ó de i 350? La mayor parte
de esos pequeños comerciantes no son otra cosa que buhoneros, en un todo
comparables a los usureros, de ciertos períodos más próximos a nosotros y
de los cuales sabemos muy bien que guardan muy poca relación con el
capitalismo. En cuanto a la minoría de los grandes comerciantes o -lo cual
no es exactamente lo mismo- la élite de las altas clases urbanas, de la que
volveremos a hablar más tarde, es decir, el patriciado, ¿cuál es la naturale-
za de sus ganancias, de su comportamiento económico, de su acción sobre
las estructuras económicas?
Los comerciantes no se inmiscuyen más que muy débilmente en la
producción rural. Cierto que los usureros mencionados, especialmente los
de la región de Namur, ocultaban tras un préstamo con prenda de garantía
una compra anticipada de las cosechas, que vendían de inmediato en el
mercado. Mas el porcentaje de productos agrícolas comercializados en esta
forma por su intermedio y en su provecho, aunque en aumento, era todavía
pequeño.
A principios del siglo xrv, el mercader o comerciante seguía siendo
esencialmente un vendedor de productos excepcionales, raros, lujosos, exó-
ticos. La creciente demanda de esos productos por las categorías superiores
determinaba un aumento del número y de la importancia de los comer-
ciantes. Su labor era complementaria. Ellos aportaban ese pequeño sector
de lo superfluo-necesario que la economía señorial no podía producir.
Precisamente en la medida en que se trataba de «epífenómenos>i, incapa-
ces de alterar en sus fundamentos la estructura de la economía y de la socie-
dad, los clérigos comprensivos los excusaban y los justificaban. Así, Gílles
le Muisít, abad de Saint-Martín de Tournai, en su Dit des Marchands:

344
LA VIDA MATERIAL . .

· Nuls pays ne se poet de li seus gouvrener,


Pourchou vont marchéant travaillier et pener
Chou qui faut es pays, en taus regnes mener,
Se ne les doit-on mie sans raison fourmener.

Chou que marchéant vont dela mer, decha m er


Pour pourvir les pays, che les font en tr'amer.

(Ningún país puede por sí solo gobernarse,


Por eso los mercaderes van a trabajar y penar
Para lo que falta en los países traer de todos los reinos.
No se les debe malquerer sin razón.

Porque esos mercaderes van más allá del mar, más a <I d 1 mar,
Para proveer a los países y eso los hace amados.)

A decir verdad, más que complementarios puede de irs ' qll los mer-
caderes son marginales. Lo esencial de sus transaccion s r a· sobr ¡ roduc-
tos caros, de escaso volumen: las especias, las telas de luj , las s d rías .. .
Esto es especialmente cierto en lo que se refiere a los ítalia11 s, J ion ros d 1
comercio, cuya principal habilidad parece haber consistillO ·n ·0 11q render
que la estabilidad de los precios orientales les permitía c:i lcul:tr pr viamen-
te su beneficio. Ruggiero Romano ha logrado un a i rl si n el 11 rla alguna
al afirmar que ahí radica la causa primordial d 1 « lfl i l:i¡..\Tó» 111 ' r antil de la
Europa cristiana. Ése es también, aunque en 111 'nor gr~1 clo, ·L caso de los
hanseáticos. Sin embargo, es verosímil pensar qu , como ha sosl n ido entre
otros M. P. Lesnikov, hasta mediados del siglo x 1v ·I co mercio de los gra-
nos, y asimismo el de la madera, no de · ·mp ·íi: 11 ·0 11 111:'ts que un papel secun-
dario en sus tráficos, en los que la cera y las pi ·l ·:; representaban los mayo-
res beneficios.
La naturaleza misma ele los ben •(i ·ios rn ercantiles, a veces enormes,
obtenidos con esos productos d e 1ujo pone el e manifiesto que tales transac-
ciones se llevaban a cabo al margen <le la eco nomía esencial. Eso mismo se
desprende de la estructura de las compañías comerciales, ya que, aparte
ciertas sociedades de tipo familiar y durable, la mayoría de las asociacio-
nes entre mercaderes se constituían para un solo negocio, un viaje o un
lapso no mayor de 3, 4 ó a lo sumo 5 años. No existía una verdadera
continuidad en sus empresas, como tampoco se efectuaban inversiones a
largo plazo, .s in contar la costumbre, por largo tiempo mantenida, .de disi"

345
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

par cada mercader a su muerte una parte considerable, a veces lo esencial


de su fortuna, en donaciones.
Lo que tales mercaderes, y todavía en mayor grado el patriciado urba-
no, buscaban era o bien la posesión de dominios que les permitiesen, con
su familia y sus criados, sentirse amparados contra la carestía, que les hicie-
sen participar en la dignidad del poseedor de tierras y que, si el caso se
ofrecía, mediante la adquisición de un señorío, les hiciesen pasar al rango
de señores territoriales, o bien la adquisición de tierras e inmuebles urba-
nos, cuyos alquileres eran provechosos, o la posibilidad de otorgar présta-
mos a los señores y a los príncipes, a veces incluso a los humildes. Y, sobre
todo, trataban de obtener rentas perpetuas.
Recordemos la evolución económica y social que hemos esbozado ante-
riormente. Las capas superiores se componen de un porcentaje cada vez ma-
yor de rentistas, ya que los señores, por la evolución de la renta feudal, se
convierten también cada vez más en «rentistas de la tierra», según el térmi-
no de Marc Bloch, y cada vez menos en explotadores directos. El numerario
que pueden retirar de esas rentas no se invierte, sin embargo, en el pro.
greso económico. En la mayor parte de los países, la prohibición para la
aristocracia de ejercer un oficio priva a los grandes terratenientes de hacer
negocios. En consecuencia, lo que podría ser, al menos, invertido en la
tierra para alimentar un progreso rural se evapora en gastos de prestigio y
de lujo cada día más onerosos, más devoradores.
Queda, con todo, que los innegables avances de la economía moneta-
ria tienen graves repercusiones sociales. Empiezan por trastornar el estatuto
de las clases sociales a causa de la extensión del salariado, en la ciudad sobre
todo, pero también, y cada vez más, en el campo. Las más veces ahondan
el foso que separa a las clases o, mejor, a las categorías sociales dentro
de las clases. Lo hemos visto en lo que se refiere a las clases rurales: señores
y campesinos. Aún es más exacto para las clases urbanas. Una capa superior
va destacándose poco a poco del pueblo medio y bajo, de los artesanos y
los obreros.
Ahora bien, si el dinero es, con gran frecuencia, el fundamento de sus
diferencias, la jerarquía social se define desde ese momento en función de
un valor nuevo: el trabajo. Las clases urbanas conquistan, en efecto, su
lugar por la nueva fuerza de su función económica. Al ideal señorial, fun-
dado en la explotación del trabajo campesino, oponen ellos su sistema de
valores basado sobre el trabajo que los ha hecho poderosos. No obstante,
convertida, a su vez, en una clase de rentistas, la capa superior de la nueva
sociedad urbana impone una nueva línea de partición entre los valores
LA VIDA MATERIAL

sociales, la que separa el trabajo manual de las otras formas de actividad.


Por otra parte, esta partición se corresponde con una evolución de las clases
campesinas, en las que se establece una selección entre los que, por una
curiosa evolución del vocabulario, se denominan «labradores» -campesi-
nos acomodados, propietarios de una yunta y de sus instrumentos de tra-
bajo- y la masa de los que no tienen más que sus brazos para vivir: los peo-
nes, y, más precisamente, los braceros. En las clases urbanas, la nueva divi-
sión deja aislados a los «hombres mecánicos», artesanos y obreros, todavía
poco numerosos. Los intelectuales, es decir, los universitarios, que, por un
momento, han sentido la tentación de definirse como trabajadores, trabaja-
dores intelectuales, codo a codo con los otros oficios en el complejo urbano,
se apresuran a unirse a la selección de «los manos limpias». Incluso el pobre
Rutebeuf * exclama orgullosamente: ccNo soy un obrero manual.»
CAPfTULO VIII

LA SOCIEDAD CRISTIANA
(SIGLOS x-xm)

las_ proxim_id~des del, año iooo, la literatura occidei:ital pr s nta. la


E ·
N
soCiedad cnst1ana segun un esquema nuevo que obtiene en s guida
una gran difusión. La sociedad está compuesta por: cléri os, Ll rre-
ros y campesinos. Las tres categorías son distintas y complem nta rias ntre
sí. Cada una de ellas tiene necesidad de las otras dos. Su onj unto forma
el cuerpo armónico de la sociedad. El esquema aparece p or v z prim rn n
la traducción extremadamente libre de la Consolatio de Bo i lt ha por
el rey de Inglaterra Alfredo el Grande a finales del siglo 1x. El r y ha de
tener jebedmen, fyrdrn en, weorc1nen, «hombres de plegaria» , cd1orn br s de
caballo>J y «hombres de trabajo». Un siglo más tarde, h 'S lru ·tura tripar-
tita reaparece en Aelfric y en Wulfstan. El obispo Adal b r611 de Laón, en
su poema dedicado al rey capeto Roberto el Piadoso, ha ia •l 1020, da una
versión elaborada de ella: «La sociedad de los fieles n ( n11 a más que un
cuerpo; pero el Estado comprende tres. Porque h otra ley, la ley humana,
distingue otras dos clases. Nobles y siervos, en f to, no son regidos por un
mismo estatuto ... Éstos son los guerreros, prol ·tor s ele las iglesias; son
los defensores del pueblo, de los grandes igual qu e el los pequeños, de todos
en fin, y aseguran al mismo tiempo su propia segu ridad . La otra clase es la
de los siervos: esta desgraciada casta no posee nada sino al precio · de su
trabajo. ¿Quién podría, ábaco en mano, e bar la cuenta de las labores que
ejecutan los siervos, de sus largas marchas, de sus duros trabajos? Dinero;
vestidos, alimentos, los siervos lo proporcionan todo a todo el mundo; nin-
gún hombre libre podría subsistir sin los siervos. ¿Se ha de realizar un tra~
bajo? ¿Se quiere holgar? Vemos a reyes y prelados hacerse siervos de sus
siervos; el amo está nutrido por el siervo, él, que pretende nutrirlo. Y el
siervo no ve nunca el fin de sus lágrimas y de sus suspiros . La casa de Dios¡

349
LA CIVILIZAC!óN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

que se cree ser una, está, pues, dividida en tres: los unos ruegan, los otros
combaten, los otros, en fin , trabajan. Esas tres partes que coexisten no sufren
por verse separadas; los servicios proporcionados por la una son la candi.
ción de las obras de las otras dos; cada una, según le corresponde, se encar-
ga de aliviar el conjunto. Así, este conjunto triple no deja de permanecer
unido, y es de esta manera como la ley ha podido triunfar y el mundo gozar
de la paz.»
Texto capital y, en algunas de sus frases, extraordinario. En un relám-
pago, la realidad de la sociedad feudal queda revelada gracias a la fórmula:
«El amo está nutrido por el siervo, él, que pretende nutrirlo.» Y la existen-
cia de las clases -y, por consiguiente, su antagonismo-, aunque inmedia-
tamente enmascarada por la afirmación ortodoxa de la armonía social, está
planteada por la comprobación: «La casa de Dios, que se cree una, está,
pues, dividida en tres.» Sin embargo, lo que nos importa aquí es esa carac-
terización, que va a convertirse en clásica, de los tres estamentos de la
sociedad feudal: .los que ruegan, los que combaten, los que trabajan : ora-
tores, bellatores, laboratores.
Sería apasionante seguir la suerte de este tema, sus transformaciones,
sus enlaces con otros motivos, por ejemplo, con la genealogía de la Biblia:
los tres hijos de Noé; o de la mitología germánica: los tres hijos de Rigr.
Entre las decenas de textos, citaremos uno donde la clasificación tripartita
se reviste con el disfraz animal.
Eadmer de Cantorbery, al comienzo del siglo xr, recordando la ense-
ñanza de San Anselmo, desarrolla este exemplum, especie de fábula sim-
bólica.
«Ejemplo de los corderos, los bueyes y los perros.
»La razón de ser de los corderos es proporcionar leche y lana; la de los
bueyes, trabajar la tierra; la de los perros, defender de los lobos a los cor-
deros y a los bueyes. Si cada especie de esos animales cumple su oficio, Dios
los protege ... Igual hace con los órdenes que ha establecido con vistas a los
diversos oficios que se han de realizar en ese mundo. Ha establecido a los
unos -los clérigos y los monjes- para que rueguen por los otros y para
que, llenos de dulzura como los corderos, los empapen con la leche de la
predicación y les inspiren con la lana del buen ejemplo un ferviente amor
de Dios. Ha establecido a los campesinos para que hagan vivir -como los
bueyes con su trabajo- a sí mismos y a los otros. A otros en fin -a los
guerreros- los ha establecido para que manifiesten la fuerza, en la medida
de lo necesario, y para que defiendan de los enemigos, como de los lobos,
a los que ruegan y a los que cultivan la tierra.»

35º
LA SOCIEDAD CRISTIANA

Ahora bien, ese tema literario, ¿es una buena introducción al estudio
de la sociedad medieval? ¿Qué relación mantiene con la realidad? ¿ Expre-
sa la verdadera estructura de las clases sociales en el Occidente medieval?
Georges Dumézil ha sostenido con brillantez la tesis de que la tripar-
tición de la sociedad es una característica propia de las sociedades indo-
europeas. El Occidente medieval se uniría así de manera especial a la tra-
dición itálica : Júpiter, Marte, Quirinus, probablemente on un interme-
diario celta.
Otros, entre ellos Vasilij I. Abaev, piensan que la «tripartición fun-
cional» constituye <mna etapa necesaria en la evolución de t da ideología
humana» o, mejor aún, social.
Lo esencial es que este esquema aparece o reaparece en un momento
que podría considerarse oportuno para la evolución de 1 i dad occi-
dental.
Entre los siglos vm y 1x, la aristocracia se constituy n
como hemos visto. El miembro por excelencia de esta la d nomina
miles, caballero. La denominación parece extenderse h sta las fr nt ras de
la Cristiandad, puesto que en una inscripción funeraria d 'l si 1 x r, descu-
bierta recientemente en la catedral de Gniezno, encontrn111 · 1 l rmino
miles. En la época carolingia, los clérigos se transforman, 1110 1 ha d mos-
trado el canónigo Delaruelle, en casta clerical. L a ev lu ión 1' la liturgia
y de la arquitectura religiosa pone de manifiesto esta rnnsf n1 :1 ión: lau-
sura de los coros y de los claustros, que quedan r s rv:iclos :t i l ro de los
capítulos, y cierre de las escuelas exteriores de los m nnst r i s. ' 1 pr sbítero
celebra desde este momento la misa dando la spal ], a J s fi 1 s. És tos ya no
van en procesión a llevar al celebrante los ccoblatos», ya n stth1 asociados
a la recitación del Canon que, a partir el aq uí, só l (J drán r citar en voz
baja; la hostia no es ya el pan natural, sin ¡ an :'t irn , ce orno si la misa se
convirtiese en algo extraño a la vida otidiana». • 11 fin, la condición de los
campesinos tiende a uniformarse en el ni v l más bajo : el de los siervos.
Bastará comparar este esquema on el de la Alta Edad Media para
· percibir su novedad.
Dos imágenes de la sociedad se entrelazan muy a menudo entre los
siglos v y XI. Se trata, a veces, de un esquema múltiple, diversificado, que
enumera un cierto número de categorías sociales o profesionales. En él se
pueden discernir los restos de una clas ificación romana en la que se distin-
guen las categorías profesionales, las clases jurídicas, las condiciones socia-
les. Así el obispo Rathier de Verona, en el siglo x, nombra diecinueve cate-
gorías: civiles, militares, artesanos, médicos, mercaderes, abogados, jueces,

351
LA CIVILIZACióN .DEL OCCibENTE MEDIEVAL

testigos, procuradores, patronos, mercenarios, consejeros, señores, esclavos


(o siervos), maestros, discípulos, ricos, mediocres y mendigos. En esta lista
se encuentra mejor o peor representada la especialización de las categorías
profesionales y sociales características de la sociedad romana y que acaso
habían sobrevivido en una cierta medida en la Italia del Norte.
Pero con más frecuencia la sociedad se reduce a la confrontación de
dos grupos: clérigos y laicos en una cierta perspectiva, poderosos y débiles,
grandes y pequeños, ricos y pobres si se considera únicamente la sociedad
laica, libres y no libres si uno se sitúa en el plano jurídico. No cabe duda
de que ese esquema dualista se corresponde con una simplificación de las
categorías sociales en el Occidente de la Alta Edad Media. Una minoría
monopoliza las funciones directivas: dirección espiritual, dirección polí-
tica, dirección económica. La masa persiste. Más raramente, como en Raúl
Glaber, una preocupación por los matices o el recurso a un esquema tripar-
tito, correspondiente a una mentalidad clasificadora que se convierte espon-
táneamente en· ternaria (como ocurre en nuestras escuelas, en las que se
impone naturalmente la división de las disertaciones en tres partes), hace
aparecer entre los grandes y los pequeños, los medianos, es decir, los «me-
diocres». No obstante, ¿a qué se debe concretamente esta tripartición, que
parece provenir sobre todo de un hábito retórico?
Muy distinta es la tripartición funcional que aparece alrededor del
año iooo. Se atiene a la división de las funciones en religiosa, militar y
económica y es característica probablemente de un cierto estadio de evolu-
ción de todas las sociedades primitivas y no sólo de las sociedades indo-
europeas. Indudablemente, se pueden señalar entre un texto como el de
Eadmer de Cantorbery, citado anteriormente, y el simbolismo animal de
la tripartición funcional en otras sociedades, ciertas afinidades, o una con-
tinuidad, que no permiten vacilar sobre el parentesco existente entre la
imaginación social de la sociedad medieval y la de otras sociedades más o
menos primitivas. E. Benveniste ha subrayado cómo, en la lustración agra-
ria y los suovetaurilia de los cultos greco-itálicos, volvemos a encontrar las
correspondencias Cerdo-Telus, óvido-Júpiter, Toro-Marte. L. Gerschel ha
puesto en relación, dentro de las estructuras augurales y el pensamiento de
la antigua Roma, el hombre, el caballo y el bóvido _:_en tanto que espe-
cies- o la cabeza, la cuadriga y la ternera -en tanto que presagio- con
los tres valores funcionales de la soberanía, del valor guerrero y de la pros-
peridad económica. Georges Dumézil, por su parte, ha recordado la impor-
tancia simbólica del águila de Júpiter, de la loba de Marte, de la cerda de
las diosas de_la Tierra y de la fecundidad. Los corderos, los bueyes y los
LA SOCIEDAD CRISTIANA

perros de Eadmer no son sino un avatar medieval de ese simbolismo animal


de la sociedad tripartita.
¿Qué quiere decir tripartición funcional? Y en primer lugar, ¿qué
relaciones mantienen entre sí las tres funciones, o mejor, las clases que las
representan? Está claro que el esquema tripartito es un símbolo de la armo-
nía social. Como el apólogo de Menenius Agrippa, Los miembros y el estó-
mago, es un instrumento lleno de imágenes del cese de la lu ha de clases
y de la mixtificación del pueblo. Pero, si bien se ha visto claramente que
ese esquema se orientaba a mantener a los trabaj adores - la lase econó-
mica, los productores- en la sumisión de las otras dos las ' S, no se ha
puesto suficientemente de manifiesto que el esquema - qu ·s obra cleri-
cal- se orienta también a someter los guerreros a los clérigos, a hacer de
ellos los protectores de la Iglesia y de la religión. Supone, as imismo, un
episodio de la antigua rivalidad entre hechiceros y guerreros y va aparejada
con la reforma gregoriana, con la lucha entre el Sacerdocio y l Imperio.
Contemporáneo de los cantares de gesta, terreno literario p::ira l e ntinuo
pugilato entre la clase clerical y la clase militar, al igual <¡u ' lo fue la
llíada -tal como lo ha demostrado brillantemente, a parl ir d ·I pisodio
del caballo de Troya, Vasily l. Abaev-, es un testimonio d la lu ·ha entre
la fuerza sacerdotal y el valor guerrero. Piénsese en la distan cia qn separa
a Roldán de Lancelote. Lo que se ha dado en llamar la ris i:i11iz:i ión del
ideal caballeresco no es más, probablemente, que la vi loria d ·I pocl r sac r-
dotal sobre la fuerza guerrera. Roldán -apart tod lo c¡11 · se haya podido
decir al respecto- posee una moral de clase. Pi nsa 11 su linaj ', en su rey,
en su patria. No tiene nada de santo, salvo el s rv i1· 1 nt0 1•lo a l santo de
su época -siglos xr-xrr-, definido como inües hrist1:. Por el contrario,
todo el ciclo del rey Arturo termina con L Lri un ro d · la «primera función))
sobre la «segundan. Ya en la obra el hr Li •n de Troyes, el difícil equi-
librio entre «clerecía» y «caballería» a aba, a Lravés de la evolución de
Perceval, por la metamorfosis del caba l! ro, por la búsqueda del Santo
Grial, la visión del Viernes Santo. EJ Lancclote en prosa remata el ciclo.
El epílogo de la muerte de Arturo es un crepúsculo de los guerreros. El
instrumento simbólico de la clase militar, la espada Escalibar, acaba final-
mente por ser tirada al lago por el rey y Lancelote se convierte verdadera-
mente en una especie de santo. El poder sacerdotal, bajo una forma por lo
demás muy depurada, ha absorbido el valor guerrero.
Por otra parte, puede uno preguntarse si la tercera categoría, la de
los trabajadores, laboratores, se confunde por completo con el conjunto de
los productores, si todos los campesinos representan la función económica.

353
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Podríamos acumular una serie de textos, demostrar que, entre el final


del siglo VIII y el xu, las derivaciones de la palabra labor, empleadas en un
sentido económico -si bien raramente, de hecho, en su estado puro, dado
que estos términos se hallan casi siempre más o menos contaminados por la
idea moral de fatiga, de trabajo-, responden a una significación precisa, la
de una conquista de la agricultura, sea mediante una extensión de la super-
ficie cultivada, sea por mejoramiento de la cosecha. La Capitular de los
Sajones, a fines del siglo VIII, distingue entre substantia y labor, entre el
patrimonio, la herencia, y las adquisiciones debidas a los nuevos cultivos.
Labor incluye la roturación y su resultado. U na glosa del canon manus-
crito de un sínodo noruego (1164) precisa que labores equivale a novales,
es decir, a las tierras de roturación. El [abaratar es aquel que posee una
fuerza económica suficiente para producir más que los otros. Ya en el
año 926, una carta de Saint-Vincent de Macon nombra illi meliores qui
sunt laboratores, «esa élite que son los laboratores».
De ahí procederá !a palabra francesa laboureurs, que, a partir del
siglo x, designa a la capa superior de los campesinos, aquella que cuenta
por lo menos con un par de bueyes y los instrumentos de trabajo corres-
pondientes ( 1).
Así, el esquJma tripartito -incluso aunque algunos, como Adalberón
de Laón, hagan 'entrar en él el conjunto de los campesinos e identifiquen a
los laboratores con los siervos- representa más bien de manera exclusiva
el conjunto de las capas superiores: la clase clerical, la clase militar, el
estamento más elevado de la clase económica. En una palabra, comprende
solamente la melior pars, la selección.
Piénsese, además, en la forma en que esta sociedad tripartita va a trans-
formarse durante la Baja Edad Media. Se convertirá en Francia en los tres
estados: clero, nobleza, tercer estado. Ahora bien, este último no se con-
funde con el conjunto de los campesinos. Incluso ni siquiera representa a
toda la burguesía. Está compuesto tan sólo de los estratos superiores de la
burguesía, de los notables. El equívoco existente desde la Edad Media entre
esta tercera clase, teóricamente el conjunto de todos los que no figuran en
las dos primeras y que, de hecho, se limita a la parte más rica o la más ins-
truida, desembocará en el conflicto planteado durante la Revolución fran-
cesa entre los hombres que quieren detener la Revolución en la victoria de
la selección, de la élite del tercer estado, y los que quieren hacer de ella el
triunfo de todo el pueblo.
(1) También en castellano, la palabra «labradorn toma este sentido de superioridad. -
N. del T.

354
LA SOCIEDAD CRISTIANA

En realidad, en la época de lo que se ha llamado la primera edad feu-


dal, hasta mediados del siglo xn, aproximadamente, la masa de los trabaja-
dores manuales -un texto del siglo XI de Saint-Vincent de Macon opone
aún los !abaratares a los pauperiores qui manibus laborant, «los más pobres
que trabajan con sus manos>>- no existe simplemente. Marc Bloch ha
observado con sorpresa que los señores laicos y eclesiásticos de esta época
transformaban los metales preciosos en piezas de orfebrería y que las hacían
fundir, como hemos visto, en caso de necesidad, considerando orno nulo el
valor económico del trabajo aportado por el artista o el artesano. Verdade-
ramente, puede decirse que esta edad ignora «el trabajo de los trabajado-
res>>. Tan sólo un error de vocabulario puede hacernos tomar por puros
«trabajadoresn a los laboratores.
Hemos hablado sin cesar de «ciasen y aplicado este término a las tres
categorías del esquema tripartito. Sin embargo, hemos de aclarar que, tra-
dicionalmente, se veía en ello ((órdenesn, no clases, y que a las tres fun-
ciones correspondían en la época medieval tres órdenes.
En primer lugar, ese vocabulario es la mayor parte de las veces inexac-
to. El término ardo, más carolingio que propiamente feudal, pertene e al
vocabulario religioso y se aplica en general, por lo tanto, a un a visión reli-
giosa de la sociedad, a los clérigos y a los laicos, a lo espiritual y a lo t mpo-
ral. En consecuencia, no puede haber sino dos órdenes: l 1 ro y el
pueblo, clerus et populus. Los textos dicen las más veces: utrar¡ue ardo,
<<Uno y otro orden>>. En fin, únicamente algunos juristas m el rn s han que-
rido, sin ninguna apariencia de razón, establecer un a distin ión ntre clase,
cuya definición sería económica, y orden, cuya el fini ión s r fa jurídica.
De hecho, el orden es un término religioso, pero, lo mismo qu la clase,
está fundado en bases socioeconómicas. No obstanl , n ab duda de que
la tendencia real de los autores y los utilizador s d 1 esq uema tripartito en
la Edad Media a transformar las tres clases qu co mpr nde en «órdenesn,
responde a la intención de convertir en sagrada es ta estr uctura social, de
hacer de ella una realidad obj etiva y et rn a, creada y deseada por Dios, y
de imposibilitar por completo una revolu ción social.

Significa, pues, un cambio profundo el de reemplazar, como se hizo


a veces durante d siglo XI, ardo por conditio, «condición», y, hacia el i 200,
por «estadon . Esta laicización de la visión de la sociedad sería ya importan-
te por sí sola. Pero es que, además, va acompañada por una derogación del

355
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

esquema tripartito, determinada por una evolución capital de la sociedad


medieval misma.
No olvidemos que el instante en que aparece una nueva clase, que has-
ta entonces no ha tenido su lugar en el esquema tripartito de una sociedad,
constituye un momento crítico de la historia de ese esquema. Las soluciones
adoptadas por las diferentes sociedades -Georges Dumézil las ha estudiado
en lo que respecta a las indoeuropeas- son diversas. De ellas, hay tres que
trastornan escasamente la visión tradicional: la que consigue mantener
apartada a la nueva clase, negándole un lugar en el esquema; la que la
amalgama y la funde con una de las tres preexistentes; e incluso la más
revolucionaria, la que, para hacerle lugar, transforma el esquema tripar-
tito en esquema cuatripartito. En general, esta clase aguafiestas suele ser
la de los mercaderes, los cuales señalan el paso de una economía cerrada a
una economía abierta y la aparición de una clase económicamente podero-
sa, que no está dispuesta a someterse a la clase clerical y a la clase militar.
La sociedad iµedieval tradicional ha ensayado esas soluciones inmovilistas.
Lo vemos con claridad leyendo en un sermón inglés del siglo x1v: «Dios ha
hecho los clérigos, los caballeros y los labradores; pero el demonio ha hecho
los burgueses y los usureros.>> Y un poema alemán del siglo XIII asegura que
la cuarta clase, la de los usureros, Wuocher, gobierna desde entonces a las
otras tres.
El hecho capital es que, en la segunda mitad del siglo xu y en el cur-
so del xm, el esquema tripartito de la sociedad -pese a que se le sigue
hallando durante largo tiempo como tema literario e ideológico- se des-
compone y cede ante un esquema más complejo y más flexible, resultado y
reflejo de una metamorfosis social.
A la sociedad tripartita sucede la sociedad de los «estados», es decir,
de las condiciones socio-profesionales. Su número varía al gusto de los
autores, pero se encuentran en él algunas constantes, en particular la mez-
cla de una clasificación religiosa, fundada en criterios clericales y familia-
res, y de una división según las funciones profesionales y las condiciones
sociales. A veces, además, lo mismo que los tres hijos de Noé se habían pres-
tado a la ilustración del esquema tripartito, otros temas del simbolismo
bíblico o cristiano se adaptan al nuevo esquema social. Honorius Augusto-
dunensis compara la sociedad a una iglesia cuyas columnas son los obispos,
las vidrieras los maestros, las bóvedas los príncipes, las tejas los caballeros,
el pavimento el pueblo, que con su trabajo nutre y sostiene a la Cristian-
dad. En el siglo XIII, el predicador popular sajón Konrad, franciscano, iden-
tifica de un modo más trivial el altar con el Cristo, las torres con el papa y
LA SOCIEDAD CRISTIANA

los obispos, el coro con los clérigos y la nave con los laicos. Hacia la misma
época, Berthold de Regensburg distingue diez clases sociales, correspon-
dientes a los diez coros de ángeles. Un sermonario alemán de 1220, aproxi-
madamente, enumera hasta 28 estados: i, el papa; 2, los cardenales; 3, los
patriarcas; 4, los obispos; 5, los prelados; 6, los monjes; 7, los cruzados;
8, los conversos; 9, los monjes andariegos; io, los presbíteros seculares;
11, los juristas y los médicos; 12, lo estudiantes; 13 los estudiantes erran-
1

tes; 14, las monjas enclaustradas; 15, el emperador; 16 los rey s; 17, los
1

príncipes y condes; 18, los caballeros; 19, los nobles; 20, los escuderos;
21 los burgueses; 2 2, los mercaderes; 2 3, los vendedores al por menor;
1

24, los heraldos; 25, los campesinos obedientes; 26, los cam¡ sinos rebel-
des; 27, las mujeres, y 28, ¡ .. .los hermanos pecadores! En realidad, se trata
de una doble jerarquía paralela de clérigos y de laicos, condu i los los pri-
meros por el papa y los segundos por el emperador.
Sin nombrar aún los estados, Etienne de Fougeres, en la l ri1n1,;ra parte
de su poema, el Livre des manieres, hacia 1175, había definid ya los debe-
res de los reyes, de los clérigos, de los obispos, de los arzobi ·pos, d los car-
denales y de los caballeros y, en la segunda mitad, los de los villanos, los
ciudadanos y los burgueses, las damas y las señoritas.
El nuevo esquema corresponde todavía a una soci ·dad j Tarquizada,
en el que se desciende, en general, de la cabeza a la ·ol:t, s: i! V<J algunas
excepciones, como, en España, el Libro de Alexandr' d lll 'diados del
siglo xm, donde la revista de los estados comienza ¡ or 1 s «lal racJ r S» para
terminar por los nobles. Ahora bien, esta jerarq uía difi T bastante de la
jerarquía de los órdenes, de la sociedad tripartita. J .a d a l.1 ra es más hori-
zontal que vertical, más humana que divina. No pon n 1 tablero la
voluntad de Dios. No es de derecho divin y s pu ' l · rno lificar en una
cierta medida. También en este aspecto Ja i on gra(f a pone de manifiesto
un cambio ideológico y mental. La repr se nla ·ión su ¡ -rpuesta de los órde-
nes (que se mantendrá, sin embargo, y que ser forzará incluso en tiempos
del absolutismo monárquico) se substitu y I or una figuración de los esta-
dos unos tras otros. Son los poderosos: papa, emperador, obispos, caballe-
ros, los que dirigen el baile, pero, ¿hacia dónde ? No hacia lo alto, sino hacia
abajo, hacia la muerte. Porque la sociedad en majestad de los órdenes ha
cedido el lugar al cortejo de los estados arrastrados a la danza macabra.
Esta desacralización de la sociedad va acompañada por una fragmenta-
ción, una desintegración, que es, a la vez, el reflejo de la evolución de las
estructuras sociales y el resultado de una maniobra más o menos consciente
de los clérigos, los cuales, viendo que se les escapaba la sociedad de los

357
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

órdenes, tratan de debilitar la nueva sociedad dividiéndola, atomizándola y


dirigié ndola hacia la muerte. La Gran Peste de i348, ¿no viene acaso a
poner de manifiesto que la voluntad de Dios es castigar a todos los «estados»?
La destrucción del esquema tripartito de la sociedad está ligada al
desarrollo urbano de los siglos XI-XIII, desarrollo que es preciso colocar, como
hemos visto, en el contexto de una división creciente del trabajo. El esque·
ma tripartito se desmorona al mismo tiempo que el esquema de las siete
artes liberales y al mismo tiempo también en que se tienden los primeros
puentes entre las artes liberales y las artes mecánicas, entre las disciplinas
intelectuales y las técnicas. El taller urbano es un crisol en el que se disuel-
ve la sociedad tripartita y en el que se elabora la nueva imagen.
De grado o por fuerza, la Iglesia termina por adaptarse. Los teólogos
más abiertos comienzan a declarar que todo oficio, que toda condición pue-
de justificarse si se ordena a la salvación. Gerhoh de Reichersberg, a media-
dos del siglo xn, en su Líber de aedificio Dei, evoca «esa gran fábrica, ese
gran taller que es. el universo» y afirma: «El que por el bautismo ha renun-
ciado al diablo, aun cuando no se haya hecho clérigo o monje, es reputado
de haber renunciado al mundo, de manera que, sean ricos o pobres, nobles
o siervos, comerciantes o campesinos, todos los que han hecho profesión de
fe cristiana deben rechazar lo que le es hostil y seguir lo que le conviene;
cada orden, en efecto [el vocabulario se mantiene aún en la concepción de
los órdenes], y más generalmente toda profesión, encuentra en la fe católica
y en la doctrina apostólica una regla adaptada a su condición, y si el buen
combate se conduce bajo ella podrá así alcanzar la corona», es decir, la sal-
vación. Claro está que este reconocimiento se acompaña de una vigilancia
atenta. La Iglesia admite la existencia de los estados, mas imponiéndoles
como etiqueta distintiva pecados específicos, pecados de clase, inculcándo-
les una moral profesional.
Al comienzo, esta nueva sociedad es la sociedad del diablo. De aquí la
boga considerable que, a partir del siglo XII, disfruta en la literatura derical
el tema de las «hijas del diablo», casadas con los estados de la sociedad. En
la guarda de un manuscrito florentino del siglo xm, por ejemplo, leemos:

El diablo tiene IX hijas, a las cuales ha casado


a la simonía con los clérigos seculares
a la hipocresía con los monjes
a la rapiña con los caballeros
al sacrilegio con los campesinos
a la simulación con los alguaciles
LA SOCIEDAD CRISTIANA

a la usura con los burgueses


a la pompa mundana con las matronas
y la lujuria, a la que no ha querido casar, fJero que ofrece a todos como
amante común.

Y florece toda una literatura homilítica, que ofrece sermones ad status,


esto es, dirigidos a cada «estado» en particular. Las órdenes mendicantes
les conceden durante el siglo xm un lugar escogido en su predicación. Y el
cardenal dominico Humberto de Romans, a mediados del siglo XIII, se
encarga de codificarlos.
La coronación de este reconocimiento de los «estados» es su introduc-
ción en la confesión y la penitencia. Los manuales de los confesor s que
de.finen en el siglo xm los pecados y los casos de conciencia acaban por ata·
logar los pecados por clases sociales. A cada «estado», sus vicios, sus p a-
dos. La vida moral y espiritual se ha socializado según la sociedad de los
«estados».
A .finales del siglo XIII, Juan de Friburg, en su Confessionnale, que no
es otra cosa que un resumen de su gran Summa de confesores, para uso de
los confesores «más sencillos y menos expertos», alinea los pe ados bajo
catorce rúbricas, que son otros tantos «estados»: 1, obispos y pr lados ;
2, clérigos y beneficiados; 3, presbíteros parroquiales, vi ·ar ios y nfcso-
res; 4, monjes; 5, jueces; 6, abogados y procuradores; 7, rnédi os; 8, doc-
tores y maestros; g, príncipes y otros nobles; 10, esposos; i 1 , orn r iantes
y burgueses; 12, artesanos y obreros; 13, campesinos; 11, la/Jora.tares.
En esta sociedad fragmentada, los jefes esp.iritn a l ·s 0 11 s rva n, a pesar
de todo, la nostalgia de la unidad. Durante largo ti ·rn po a b defensiva, el
rebaño cristiano, pobre, despreciado del resto el·) n111ndo, ciue, de Córdoba
a Bizancio, El Cairo, Bagdad, Pekín, lo ignora o lo desprecia, no puede,
según sus guías, fortalecerse sino por su oh sión. La sociedad cristiana
debe formar un cuerpo, un corjJUs. Id al aGrn1ado I or Jos teóricos carolin-
gios y por el papado de las Cruzadas, a part ir de Urbano II.
Y cuando la división parece triunfar, un Ju an de Salisbury, hacia 1160,
trata todavía, en su Polycraticus, de salvar la unidad de la Cristiandad,
comparando la sociedad laica cristiana con un cuerpo humano, cuyos miem-
bros y órganos están constituidos por las categorías profesionales. El prín-
cipe es la cabeza; los consej eros, el corazón; los jueces y los administradores
provisionales, los ojos, las orejas y la lengua; los guerreros, las manos; los
funcionarios de las finanzas, el estómago y los intestinos, y los campesinos,
los píes.

359
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

En ese mundo de combates singulares que es la Cristiandad medieval,


la sociedad es, ante todo, el teatro de la lucha entre la unidad y la diversi-
dao, o, más esencialmente, del duelo entre el bien y el mal. Porque, por
largo tiempo, el sistema totalitario de la Cristiandad medieval identificará
el bien con la unidad y el mal con la diversidad. En el detalle cotidiano se
establecerá una dialéctica entre la teoría y la práctica, y la afirmación de
la unidad se acomodará con frecuencia a una inevitable tolerancia.

En primer término, ¿quién es la cabeza de ese cuerpo formado por la


Cristiandad? En realidad, la Cristiandad es bicéfala, tiene dos cabezas: el
papa y el emperador. Pero la historia medieval se halla integrada más por
sus desacuerdos, por sus luchas, que por su avenencia, solamente consegui-
da, y aun de una manera efímera, por Otón III y Silvestre lI en torno al
año iooo. El resto del tiempo, las relaciones entre las dos cabezas de la
Cristiandad revelan la rivalidad existente entre los niveles más altos de
los dos órdenes dominantes, pero concurrentes, de la jerarquía clerical y
de la jerarquía laica, de los clérigos y de los guerreros, del poder sacerdotal
y de la fuerza militar.
Sin embargo, entre el Sacerdocio y el Imperio, el duelo, el desafío no
aparece siempre en estado puro. Porque otros protagonistas se encargan de
revolver las cartas.
En lo que respecta al Sacerdocio, las cosas se aclaran con bastante rapi-
dez. U na vez comprobada la imposibilidad de hacer admitir la supremacía
romana al patriarcado de Constantinopla y a la Cristiandad oriental -im-
posibilidad que queda consumada por el cisma de io54-, la preeminencia
del papa no es discutida prácticamente por nadie en la Iglesia de Occi-
dente. Aquí o allá, un obispo puede rebelarse, un emperador puede susci-
tar durante algún tiempo un antipapa -el siglo xn conoce a una docena
de ellos-, pero el papa está bien asentado a la cabeza de la sociedad reli-
giosa, si bien sólo consigue afirmar por etapas su supremacía y no la con-
vierte en realidad más que poco a poco. Gregorio VII* da un paso deci-
sivo a este respecto con el Dictatus Papae de io75, donde afirma entre otras
cosas: «Sólo el pontífice romano es llamado a justo título universal. .. Él es
el solo cuyo nombre debe ser pronunciado en todas las iglesias ... quien no
está con la Iglesia romana no debe ser considerado como católico ... » En
el curso del siglo xn, de «vicario de San Pedro)) pasa a ser «Vicario de
Cristo» y, por medio de los procesos de canonización, a controlar la con-
LA SOCIEDAD CRISTIANA

sagración de los nuevos santos. Y durante los siglos x m y xrv, en particular


gracias a los progresos de la fiscalidad pontificia, hace de la Iglesía una ver-
dadera monarquía. Solamente a finales del siglo XIV y comienzos del xv su
autoridad se verá seriamente amenazada por la de los concilios, mas éstos
resultarán finalmente vencidos.
A su lado, o enfrentado a él, el emperador está muy lejos de ser de
manera tan indiscutida la cabeza de la sociedad laica. En primer término,
hay eclipses imperiales mucho más prolongados que las ortas vacantes de
la silla pontificia, la más lar ga de las cuales, relativamente x pcional, la
que separa la muerte de Clemente IV, en noviembre de 1268, d la 1 c ión
de Gregorio X, en septiembre de 1271, dura treinta y cuatro m s s. Por el
contrario, no hay emperador en Occidente desde el año 476 hasta el 800,
no lo hay tampoco prácticamente desde el 899 o, en tódo caso, d sde
el 924, hasta el 962, ni durante el Gran Interregno, que compr nd d sde
la muerte de Federico 11 * (1250) hasta la elección de Rodolfo d Habsbur-
go (1273). Una doble elección, efectuada en 1198, crea dos ernp ra l r s,
Otón IV y Felipe de Suabia. Después, de 1212 a 1218, O tón IV y F d ri 11
son al mismo tiempo -y el uno contra el otro- emperador s. No ha de
olvidarse, además, que muy a menudo un plazo bastante largo s p:ir:1 la J -
ción en Alemania, que hace del elegido un simple «rey de los r man s», de
la coronación en Roma, solamente a partir de la cual el mp rad r puede
considerarse como tal. Federico Barbarroja, d esignado r y d Jos r manos
en Aquisgrán el 9 de marzo de 11 52 , no es coronado mp ríl<lor n R ma
sino el 18 de junio de 11 55. Federico 11 es elegido r y n Aqnis d1 1 25
de julio de 1215 y emperador en Roma el 22 den vi n1br • el 1 220. Y lo
que es más importante, la hegemonía del emp rad r a la ·:-i h 'Za de la Cris-
tiandad es más teórica que real. Con frecu n ia o n1 baL icl n Alemania,
discutida su autoridad en Italia, es, por r la n ra l, ignorado por los
príncipes más poderosos. A partir del período 1oni ano, los reyes de Francia
no se estiman en modo alguno sometidos ::i l m¡ rador. Y ya a comienzos
del siglo XII, los canonistas ingleses y los spaíío les, Lanto como los franceses,
niegan que sus reyes sean súbditos de los rn peradores y de las leyes impe-
riales. El papa lnocencio 111 reco noce en el afio 1202 que, de facto, el rey
de Francia no tiene superior en lo temporal. Un canonista declara en 1208
que «todo rey tiene en su reino los mismos poderes que el emperador en su
imperio»: unusquisque enim tan tum iuris habet in regno suo quantum
imperator in imperio. Los Etab lissements de San Luis declaran: «Li rois
ne tient de nului fors de Dieu et ele lui .n («El rey no depende de nadie
excepto de Dios y de sí mismo.») En resumen, ha nacido la teoría según
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

la cual «el rey es emperador en su reino». Por otra parte, asistimos desde
el siglo x a lo que Robert Folz ha llamado «el fraccionamiento de la noción
de imperio)). El título de emperador se reduce a una extensión limitada.
De una forma muy significativa, aparece en dos países que han escapado a
la dominación de los emperadores carolingios: las islas Británicas y la
península Ibérica. En ambos casos manifiesta la pretensión a la supremacía
sobre una región unificada: los reinos anglosajones, los reinos ibéricos cris-
tianos. El sueño imperial dura apenas un siglo en Gran Bretaña: Aethels-
tán, en el año 930, es el primero en hacerse llamar «imperatorn; Edgar,
en el 970, se proclama: «Yo, Edgar, por la gracia de Dios, emperador augus-
to de toda la Albión»; y, por última vez, Cnut, muerto en 1035, declara:
«Yo, Cnut, emperador, que, por el favor de Cristo, me he apoderado del
reino de los anglos, en la isla.» Y su biógrafo resumirá: «Habiendo sido
reunidos por él cinco reinos: Dinamarca, Angla, Bretaña, Escocia y Norue-
ga, fue emperador.))
En España, la quimera imperial se mantendrá por más largo tiempo.
Ordoño 11, en 917, llama a su padre, Alfonso 111, emperador. El título
sobrevive en las crónicas y en varios documentos del siglo x, mientras que,
curiosamente, los obispos de Compostela toman el título de apostolicus,
normalmente reservado al obispo de Roma, el papa. Con el advenimiento
de Fernando 11 (1037-1065), que unifica bajo su mandato León y Castilla,
el título imperial se hace tradicional. A partir de 1077, la fórmula se fija
bajo dos rúbricas: «por la gracia de Dios emperador de toda la España» o
«emperador de todas las naciones de España)). El «imperio español» dis-
fruta de su mayor apogeo bajo Alfonso VII, que, en 1135, se hace coronar
emperador en León. Después de él, la monarquía castellana se divide, Espa-
fia se fragmenta en los «cinco reinos» y el título de emperador de España
desaparece, para volver a hacer una corta aparición en 1248 a favor de Fer-
nando 111, después de la toma de Sevilla a los musulmanes.
De esta manera, la idea de imperio, aunque parcial y fragmentaria,
iba siempre ligada a la idea de unidad.
Paralelamente, los emperadores alemanes, a despecho de ciertas decla-
raciones de su cancillería o de sus turiferarios -en 1199, Walther von der
Vogelweide invita a «su emperador», Felipe de Suabia, a ceñir la diadema
ornada del ópalo blanco, estrella-guía de todos los príncipes-, restringen
cada vez más a Alemania y su prolongación italiana sus pretensiortes al
Sacro Imperio Romano Germánico. A Alemania en primer lugar, sobre
todo a partir del momento en que el emperador es elegido por un colegio
de príncipes alemanes. Ya Federico Barbarroja, que había tomado el título
LA SOCIEDAD CRISTIANA

de emperador antes de su coronación en Roma el 18 de junio de 1155,


había llamado a los príncipes que efectuaron su elección «cooperadores en
la gloria del emperador y del Imperio». El año 1198 ve el doble triunfo
de ese colegio electoral, puesto que, en lugar de elegir al hijo de Enri-
que VI, el futuro Federico 11, prefieren a su hermano Felipe de Suabia y,
pronto, nombran un contrincante para éste, Otón. Han elegido no sólo
uno, sino dos emperadores. Y, desde este momento, este emperador es
primordialmente un emperador alemán, emperador de Alemania, si bien
ostenta el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. La
idea del imperio universal reviste una última forma, deslumbradora, bajo
Federico 11, que corona sus pretensiones jurídicas a la suprema fa mundial
por una visión escatológica. Mientras sus adversarios pretend n ha er de
él el Anticristo o, al menos, el anunciador del Anticristo, él s pr senta
como el Emperador del Fin de los Tiempos, el salvador que ll vad al mun-
do a la Edad de Oro, el immutator mirabilis, nuevo Adán, nu v Augusto
y, muy pronto, casi otro Cristo. En 1239 celebra a su ciudad natal de Iesi,
en las Marcas, como su propio Belén.
Mas, como regla general, el comportamiento de los
siempre en extremo prudente. Se contentan con una pr
rífica, con una autoridad moral que les confiere u na sp
sobre los otros reinos: auctoritas ad quam totius orbis sf1 /, al jJftl rocinzum,
ccuna autoridad que lleva consigo el patronazgo del mu nd o ·nt r », orno
dice Otón de Freising, tío de Federico Barbarroja.
De esta manera, el bicefalismo de la Crist ianclacl .rn di val s refiere
menos al papa y al emperador, que al papa y al r y (r ·y- 1np r:-idor) o, como
expresa aún mejor la fórmula histórica, al Sa erdo i y al J1\1 perio, al poder
espiritual y al poder temporal, al sacerdote y al gu rr ·ro.
Cierto que la idea imperial cons r var;i f rvi 1 l s el fensores incluso
después de haber quedado desfasada. El gran apasi nado de la Cristiandad
medieval, el hambriento de unidad qu s l Dant , suplica, intima, inju-
ria al emperador que no cumple su fun ción, su deber de jefe supremo y
universal.
Pero el verdadero conflicto está entablado entre el sacerdos y el rex.
Cada uno de ellos ha intentado r solverlo a su favor reuniendo los dos pode-
res en su persona, el papa pasando a ser emperador, el rey pasando a ser
sacerdote. Cada uno de ellos ha procurado realizar en sí mismo la unidad
rex-sacerdos.
En Bizancio, el basileus había conseguido llegar a ser considerado
como un personaje sagrado. Era al mismo tiempo jefe religioso y jefe polí-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

tico, situación que ha recibido el nombre de césaro-papismo. Asimismo,


Carlomagno parece haber intentado reunir en su persona la doble digni-
dad imperial Y. sacerdotal. La imposición de manos durante la consagra-
ción del año 800 recuerda el gesto de la ordenación sacerdotal, como si
Carlomagno estuviese desde entonces investido de un «sacerdocio real». Es
un nuevo David, un nuevo Salomón, un nuevo Josías. Sin embargo, Hein-
rich Fichtenau ha demostrado claramente que cuando se le llama rex et
sacerdos, lo que se le atribuye es, como precisa Alcuino, la función de pre-
dicador, no las funciones carismáticas. Ningún texto lo describe como un
nuevo Melquisedec, el único rey-sacerdote en sentido estricto del Antiguo
Testamento.
No obstante, reyes y emperadores prosiguieron a lo largo de toda la
Edad Media sus tentativas para hacerse reconocer un carácter religioso,
sagrado, casi sacerdotal.
El más importante medio de su política en ese sentido consiste en la
consagración y la coronación, ceremonias religiosas que hacen de ellos los
ungidos del Señor, el rey coronado por Dios, rex a Deo coronatus. La con-
sagración es un sacramento. Se acompaña de las aclamaciones litúrgicas,
de los laudes regiae~ en las que Ernst Kantorowicz ha revelado con justicia
el reconocimiento solemne por la Iglesia del nuevo soberano, añadido así
a la jerarquía celeste. Entonadas después de las letanías de los santos, mani-
fiestan «la unión entre los dos mundos, más aún que su simetría». Procla-
man cda armonía cósmica del Cielo, de la Iglesia y del Estado».
La consagración significa una ordenación. El emperador Enrique III
argumenta en io46 al obispo de Lieja, Wazon: «Yo también, que he reci-
bido el derecho de mandar a todos, he sido ungido con el óleo santo.>> Uno
de los propagandistas de Enrique IV en su lucha contra Gregorio VII, Gui
de Osnabrück, escribe en 1084-1085: «El rey debe ser puesto aparte de la
multitud de los laicos; pues él, ungido con el óleo consagrado, participa
del ministerio sacerdotal.» En el preámbulo de un documento fechado
en i 142, Luis VII de Francia recuerda: «Sabemos que, conforme a las pres-
cripciones del Antiguo Testamento y, en nuestros días, a la ley de la Igle-
sia, únicamente los reyes y los sacerdotes son consagrados con la unción del
santo crisma. Conviene, pues, que aquellos que, únicos entre todos, unidos
entre sí por el crisma sacrosanto, están colocados a la cabeza del pueblo de
Dios, procuren a sus súbditos tanto los bienes temporales como los espiri-
tuales, y se los procuren también los unos a los otros.»
El ritual de esa sacro-ordenación viene fijado por las ordines, como la
«orden de la consagración y del coronamiento de los reyes de Francia»,
LA SOCIEDAD CRISTIANA

incluida en el manuscrito de Chalons-sur-Marne, que data aproximada-


mente de 1280 y se conserva en la Biblioteca Nacional de París (manuscri-
to latino i 246). Sus preciosas miniaturas nos presentan algunos de los epi-
sodios más significativos de esta ceremonia religiosa, en la que se afirma,
por una parte, la autoridad del jefe militar -entrega de las espuelas y de
la espada- y, por otra parte, la consideración de personaje casi sacerdo-
tal, mediante la unción sobre todo, pero también por la entrega de esos
símbolos religiosos que son el anillo, el cetro y la corona. as imágenes nos
muestran: al rey recibido en la puerta de la catedral el R ims; al abad
de Saint-Remi de Reims en el momento de traer la santa ampolla; al rey
pronunciando su promesa; en el instante de su prosterna ión du rante el
canto de las letanías; recibiendo sus zapatos de seda del gran hambclán y
sus espuelas de oro del duque de Borgoña; ungido del santo crisma en la
frente y en las manos (lo es también en el pecho, en la e8palda y sobre los
hombros); oyendo la misa, vestido con la túnica violeta; r il i neto la espa-
da, después el anillo, luego el cetro y, por último, la or na; y, d ·spués de
la coronación de la reina, tomando la comunión. El el Lall " <1 · la r monia
ha sido descrito según este ordo por M. de Pangc Roi tres
chrétien.
E. P. Schramm se ha ocupado de esclarecer los símholo11 r ·li¡.{iosos que
daban toda su significación a las insignias imperial s y 1·c:il 'S. l .a orona
imperial, que tenía la forma de una diadema onsti L11id:1 por o h pl aqui-
tas de oro encajadas y un aro que circunda la ab za y ·n ·I qu " s l ibujan
ocho pequeños campos semicirculares, tomad la c:ifr: o 11 0 l símb lo de
la vida eterna. Al igual que el octógono de la ar ill a t alaLina d Aquisgrán,
la corona imperial es la imagen de la J erusal '· 11 1 st i:i 1, on muros cubier-
tos de oro y de joyas. «Signo de gloria>l ·olllo la lla111a ·l rclo, anuncia el
reino de Cristo mediante la cruz (símbol d l Lrin11Co), 1 ópalo blanco úni-
co (el cchuérfanon, orphanus), que es l sig11 el 1 r n1in ncia, y las imá-
genes de Cristo, de David, de Salomón y d · Ez ·q uí as. El anillo y el largo
báculo -virga-- son las réplicas de las insignias pi sco pales. El emperador
es dotado también de la Santa Lanza L:111za ele San Mauricio, que será
luego llevada ante él en las ccr nwni ·ts y que pasa por contener un clavo
de la cruz de Cristo. Recuérdese qu ]os reyes de Francia y de Inglaterra
ostentan el poder, «al tocar las escrófulas», de curar a aquellos que están
afectados por ellas, es decir, a los escrofulosos. En definitiva, el rey prefiere
el poder carismático a la fuerza militar. Así lo dice claramente un texto del
carmelita Jean Golein en su Traité du sacre («Tratado de la consagración>>),
escrito en i374 a petición de Carlos V: el rey «debe prestar a Dios su
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

homenaje, [ya] que le ha dado su reino, que le viene de Él y no solamente


de la espada, como pretendían los antiguos, sino de Dios, como lo testimo-
nia en su moneda de oro cuando dice en ella: Christus vincit, Christus
regnat, Christus imperat. No dice en ella : la espada reina y vence, sino
qu e dice: «Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera.»
Convertidos en cristianos, los reyes bárbaros intentan recuperar el
poder de reyes-hechiceros que poseían los soberanos francos paganos -reges
criniti-, reyes de cabellera larga en un pueblo con los cabellos cortados,
reyes de cabellera mágica, asiento de un poder maravilloso, reyes que
«eran otros tantos Sansones».
Por parte del pontificado, se desarrolla una tentativa paralela para
absorber la función imperial, sobre todo a partir del siglo vm, y basándose
en la falsa Donación de Constantino. En ella, el emperador declara que
entrega al papa la ciudad de Roma y que se traslada por esta razón a Cons-
tantinopla. Le autoriza a llevar la diadema y los insignias pontificales y con-
cede al clero romano los ornamentos senatoriales. «Hemos decretado tam-
bién que nuestro venerable Padre Silvestre, pontífice supremo, así como
todos sus sucesores, deberán llevar la diadema, es decir, la corona de oro
muy puro y de piedras preciosas que le hemos concedido, tomándola de
nuestra cabeza.n
Silvestre rechazó la diadema para aceptar tan sólo un alto gorro blan-
co, el phrygium, insignia real, originaria asimismo de Oriente. El phrygium
evolucionó rápidamente hacia la corona, y un ardo romano del siglo 1x la
denomina ya regnum. Cuando reaparece, hacia finales del siglo xr, «ha cam-
biado de forma y de sentidon : se ha convertido en la ti'.ara. El círculo de
base se transforma en una diadema ornamentada de piedras preciosas.
Una corona con florones la reemplaza en el siglo xn y una segunda se super-
pone en el siglo xrn. La tercera aparece probablemente con los papas de
Aviñón, dando lugar al triregnum. Ya lnocencio III, a principios del si-
gla XIII, había explicado que el papa lleva la mitra in signum pontificii,
como signo del pontificado, del sacerdocio supremo, y el regnum, in signum
lmperii, como signo del Imperio. Al rex-sacerdos se opone el pontifex-rex.
El papa no porta la tiara durante el ejercicio de sus funciones sacerdo-
tales, sino únicamente en las ceremonias en que se muestra como sobe-
rano. A partir de Pascual II, en 1099, los papas son coronados al subir al
solio pontificio. Después de Gregorio VII, su «entronizaciónn en ef Late-
rano va acompañada por la investidura, el revestimiento del manto de
púrpura imperial, la cappa rubea, cuya posesión, en caso de disputa entre
dos papas, establecía la legitimidad frente a un antipapa sin manto. Desde
LA SOCIEDAD CRISTIANA

Urbano II, el clero romano recibe el nombre de Curia, nombre que evoca
a la vez el antiguo senado romano y una corte feudal.
Así el papado -y éste es un aspecto esencial de la r eforma gregoria-
na- no sólo se ha separado a sí mismo, y, con él, ha comenzado a separar a la
Iglesia, de una cierta servidumbre al orden feudal laico, sin o que se ha afir-
mado como cabeza de la jerarquía laica, lo mismo que d e la religiosa. A par-
tir de ese momento, se esfuerza por manifestar y por h acer e(ectiva la subor-
dinación del poder imperial y real a su propio poder. Bien conocidos son
los infinitos litigios, la profusa literatura nacida ·e n tor no a la q u erella de
las investiduras, por ejemplo, querella que no es, en r ealidad, más que un
aspecto y un episodio de la gran lucha entre el sacerdocio y 1 imperio o,
mejor, como hemos visto, entre los dos órdenes. R ecuérd se a Tno ncio III
multiplicando los Estados vasallos de la Santa Sed e. R t ngarn s, por ser
los más significativos, algunos de los símbolos alrededor d · los uales ha
cristalizado el conflicto, teorías e imágenes a la vez, como so d casi siem-
pre en el Occidente medieval. Tales símbolos son las dos spadas y las dos
lámparas o luminarias.
No obstante, ¿quién había apoyado más a los rey s q11 la misma Igle-
sia? León III había «hecho» a Carlomagno. Los b n d icti 11os d Fleury
(Saint-Benoí:t-sur-Loire) y de Saint-Denis contribuyero n n f.\ ra n. rn dida al
establecimiento de los Capetos. La Iglesia se servía, 11 ' Í ·c:to de la ambi-
güedad -sobre la cual volveremos a hablar- el la r ·: ti ·za, ab ·za de la
jerarquía feudal, pero cabeza al mismo tiempo d · un a j •rarq u fa de otro
orden, la del Estado, de los poderes públic s, q 11 • va rn:\s alli l 1 orden
feudal.
La Iglesia favorece el poder r eal contra su r ival, po ]er m ilitar.
El sacerdote ayuda al rey para vencer al u rr ·ro, si b i ·n es cierto qu e lo
hace para convertirlo en su instrum ento, 1 ara :1signar a la realeza el papel
esencial de protectora de la Iglesia, la v rcbd ra Igl sia del orden sacer-
dotal, la Iglesia ideal de los pobr s. La (un ión que la Iglesia medieval
señala a la realeza es la de ser el br~tzo s nl ar qu e ejecuta las órdenes de
la clase sacerdotal, que se impur ifi a en su lugar usando de la fuerza física,
de la violencia, derramando esa sa n re de la que ella se lava las manos.
Toda una liter atura clerical define esta función del rey. Son los nume-
rosos Espejos de príncipes, que florecieron particularmente durante el si-
glo IX y donde se muestra que, a partir de Luis el Piadoso, humillado y
sometido, los obispos movían a los títeres imperiales. Y en el siglo xm, San
Luis se esfuerza, tanto en el plano moral como en el espiritual, por llegar a
ser el rey modelo.
LA CI\'ILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

En términos que repetirá y desarrollará dos años más tarde Jonás, obis-
po de Orleáns, en su De institutione regia, que será el modelo de los Espejos
de príncipes para toda la Edad Media, el Concilio de París del año 829
define los deberes de los reyes: «El ministerio real -declaran los obispos-
consiste especialmente en gobernar y regir el pueblo de Dios dentro de la
equidad y la justicia y en procurar la paz y la concordia. En efecto, debe
ser en primer lugar el defensor de las iglesias, de los servidores de Dios,
de las viudas, de los huérfanos y de todos los otros pobres e indigentes. Debe
así presentarse, en la medida de lo posible, terrible y lleno de celo para
que no se produzca ninguna injusticia; y si se produjese alguna, para no
permitir a nadie conservar la esperanza de no ser descubierto en la audacia
de su mal proceder, sino que todos sepan que nada quedará impune.JJ
A cambio, la Iglesia confiere al poder real el carácter de sagrado. Por
lo tanto, es preciso que todos los súbditos se sometan fielmente y con una
obediencia ciega al rey, puesto que «quien se resiste a ese poder, se resiste
al orden querido. por Dios)).
Y en favor del emperador y del rey, más que del señor feudal, los clé-
rigos establecen un paralelo entre el cielo y la tierra y hacen del monarca
la personificación de Dios en este mundo. La iconografía tiende a identificar
el Dios en majestad con el rey en su trono. •
Rugues de Fleury, en su Tractatus de regia potestate et sacerdotali
dignitate, dedicado a Enrique I de Inglaterra, llega incluso a comparar el
rey a Dios Padre y el obispo a Cristo solamente. «Uno sólo reina en el reino
de los Cielos, el que lanza el rayo. Es natural que no haya más que uno sólo
que reine en la tierra después de él, uno sólo que sea un ejemplo para
todos los hombres.)) Así habla Alcuino. Y lo que él afirma con respecto al
emperador vale también para el rey desde el punto y hora en que éste es
«emperador en su reino)).
Ahora bien, si el rey se aparta de ese programa, si cesa de someterse,
la Iglesia se encarga de recordarle en seguida su indignidad y de negarle
ese carácter sacerdotal que él se esfuerza en adquirir.
Felipe I de Francia, excomulgado a causa de su matrimonio con Ber-
trada de Montfort, es castigado por Dios, según Orderico Vital, con enfer-
medades ignominiosas y pierde su poder curativo, según Guilberto de
Nogent. Gregario VII r ecuerda al emperador que, al no saber expulsar a
los demonios, es bastante inferior a los exorcistas. Honorius Augustodunen-
sis afirma que el rey es un laico. «El rey, en efecto, no puede ser sino laico
o clérigo. Si no es laico, es clérigo. Pero si es clérigo, debe ser ostiario o lec-
tor, o exorcista, o acólito, o subdiácono, o diácono, o presbítero. Y si no es
LA SOCIEDAD CRISTIANA

laico ni clérigo, debe ser monje. Pero su mujer y su espada le privan de


pasar por monje.»
Se perciben aquí las razones del encarnizamiento con que Gregorio VII
y sus sucesores se empeñaron en la tarea de imponer a los clérigos la renun-
cia al ejercicio de las armas y, sobre todo, el celibato. No se trata, en modo
alguno, de una preocupación moral. Se trata, por el contrario, de guardar
al orden sacerdotal libre de la mancha de la sangre y de la esperma, líqui-
dos impuros sometidos a tabúes, de separar la clase de los sacerdotes de la
de los guerreros, confundidos con los demás laicos, aislados y rebajados.
Basta que un obispo, Tomás Becket, sea asesinado por un rupo de
caballeros, acaso a instigación del rey Enrique II, para que el rden sacer-
dotal se desencadene contra el orden militar. La extraordinaria propaganda
llevada a cabo por la Iglesia en toda la Cristiandad a favor d l mártir, al
cual se dedican iglesias, altares, ceremonias, estatuas y frescos, pon bien de
manifiesto la lucha entre los dos órdenes. Juan de Salisbury >11< , colaborador
del prelado asesinado, se aprovecha de ello para reafirmar hasta 1 máximo
la doctrina de la limitación del poder real, que la Iglesia había afirmado
prudentemente una vez que ella misma, de acuerdo con sus propias nece-
sidades, hubo exaltado ese poder.
El mal rey -el que no obedece a la Iglesia -es la hado de tirano y
queda privado de su dignidad. Los obispos del Concili d Parf.s del 829
habían definido: «Si el rey gobierna con piedad , justi ia y misericordia,
merece su título de rey. Si esas cualidades le faltan, no es un r ·y, sino un
tirano.n Tal es la doctrina inmutable de la Iglesia m di val. anto Tomás
de Aquino se ocupará de apoyarla sobre sólidas ·onsid racion s teológicas.
Sin embargo, la Iglesia medieval no se ha moslr:ldo muy pr cisa ni en la
teoría ni en la práctica sobre las consecuencias pdct i as q ne debían extraer-
se de la condenación del mal rey convertido n tirano. Se prodigan las exco-
muniones, los interdictos, las deposi ion s. On i arn nte, o casi únicamente,
Juan de Salisbury osó ir hasta el fin al d la do trin a y, allí donde no parecía
existir otra solución, ensalzó el tiraui cidio. De esta manera, el pleito sobre
Becket nos demuestra que el desafío entre los dos órdenes tenía que acabar
lógicamente en un arreglo.
En teoría, sin embargo, la& armas de la Iglesia eran más espirituales.
A las pretensiones imperiales y reales, los papas replican con la imagen de
las dos espadas, que simbolizan, a partir de los Padres de la Iglesia, el poder
espiritual y el poder temporal. Alcuino las había reivindicado para Carlo-
magno. San Bernardo, por su parte, había levantado una doctrina compleja,
que terminaba, a pesar de todo, por remitir las dos espadas al papa. Pedro
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

es el poseedor de derecho de las dos espadas. El sacerdote usa de la espada


espiritual, el caballero de la espada temporal, aunque este último por dele-
gación de la Iglesia, por un signo (nutu) del sacerdote, contentándose el
emperador con transmitir la orden. Los canonistas de finales del siglo xn
y del xm no dudan ya. Al ser definido el papa como vicario de Cristo y al
ser és te el dueño absoluto de las dos espadas, solamente el papa -como su
lugarteniente- puede disponer de ellas en la tierra.
Lo mismo ocurre con las dos luminarias. El emperador romano se
había identificado con el sol. Algunos emperadores medievales intentan
reanudar esta asimilación. A partir de Gregorio VII y, sobre todo, de Ino-
cencio III, el papado corta por lo sano tal iniciativa. Toma del Génesis la
imagen de las dos fuentes de luz: «Dios dijo: Que haya luminarias en el
firmamento del cielo y que dividan el día y la noche, y que sirvan de signos
y que marquen los tiempos, los días, los años y que luzcan en el firmamento
del cielo y que iluminen la tierra. Y así fue hecho. Y Dios hizo dos grandes
luminarias: una luminaria mayor que presidiese el día, y una luminaria
menor que presidiese la noche, y las estrellas. Y las colocó en el firmamento
del cielo para que luciesen por encima de la tierra y para que presidiesen
el día y la noche.» Para la Iglesia, la luz mayor, el sol, es el papa, la luz
menor, la luna, el emperador o el rey. La luna no posee luz propia, su brillo
le viene prestado por el sol. Luminaria inferior, el emperador es el jefe
del mundo nocturno, frente al mundo diurno, gobernado y simbolizado por
el papa. Si se medita sobre el significado que revestían el día y l::t noche
para los hombres de la Edad Media, se comprende que la jerarquía laica
no significa para la Iglesia otra cosa que una sociedad de fuerzas sospecho-
sas, la mitad tenebrosa del corpus social.
Sabido es que si bien el papa consiguió evitar que el emperador y el
rey absorbiesen la función sacerdotal, fracasó en cambio en su intento de
apoderarse del poder temporal. Las dos espadas quedaron en manos distin-
tas. A punto de desaparecer el Imperio, hacia la mitad del siglo xrn, es Fe-
lipe el Hermoso quien bate de manera decisiva a Bonifacio VIII. No obs-
tante, en casi toda la Cristiandad la espada temporal se hallaba ya sólida-
mente empuñada por las manos de los príncipes.
No quedaba, pues, otro camino a los dos órdenes dominantes que
olvidar su rivalidad para no pensar más que en su solidaridad, a fin de
llevar a buen término su tarea común de dominar a toda la sociedad. Du-
rante la Edad Moderna, la alianza del trono y del altar, del sable y del asper-
sorio, a través de las peripecias menores de las pragmáticas y de los concor-
datos, del galicanismo, del josefismo, de la tiranía napoleónica, prolongará,
LA SOCIEDAD CRISTIANA

por encima de todos los antagonismos, la complicidad medieval del Sacer-


docio y del Imperio, de la milicia sacerdotal y de la milicia guerrera, de los
oratores y de los bellatores, para la explotación de los lab oratores. «Bue-
nas gentes -decía (en lengua vulgar, para ser mejor comprendido) el obis-
po de París, Maurice de Sully, hacia 1170-, dad a vuestro señor terreno
lo qu e le es debido. Habéis de creer y entender que a vuestro señor terre-
n al debéis vuestros censos, tallas, compromisos, servicios, transportes y
cabalgatas. Dádselo todo íntegramente, en el lugar y en tiempo debido.»

Sueños de unidad siempre fracasados. «La casa de Dios, que se cree


una, está, pues, dividida en tres», decía Adalberón de Laón n el umbral
del siglo xr, cuando se rompe de hecho la imposible unidad de la ristian-
dad que las Cruzadas no conseguirán ni hacer ni rehacer, pero que contri-
buirán un poco más a deshacer. R uptura social y ruptura I olíLi a, en la
que se afirma el bicefalismo del papa y del emperador (Canos~1 , en 1077,
sanciona la ruina de la breve armonía que en el año 1000 hab (a un.ido a
Otón III y a Silvestre II). Y más aún, separaciones naci nalcs o, mejor,
divorcios lingüísticos.
Sin duda alguna, ilustres ejemplos históricos y, en el pr s ·111 ·, algunas
excepciones -a veces felices, a veces dramáticas- nos cns 1:1.u qnc entre
naciones y lenguas no existe una absoluta identidad. A hoi:a bi n, que la
diversidad de lenguas es más bien un factor d e separa ·ión qu ele unidad,
¿quién se atreverá a negarlo? Los hombres de la r ist iand;.id medieval
tuvieron una aguda consciencia de ello.
Lamentaciones de los clérigos, que hacen de la diversidad de las len-
guas una de las consecuencias del pecado or igin al, que asocian el mal a
esa madre de todos los vicios: Bab ilonia . Ran rcrius de Lucques, a comien-
zos del siglo xrr, afirma: «De la misma man 'rn q uc en otros tiempos Babi-
lonia, mediante la multiplicación de las lenguas, afíadió a los antiguos males
otros nuevos y peores, la m u ltiplicac ión de los pueblos multiplicó la cose-
cha de los crímenes.»
Comprobación entristecida del pueblo, tal como esos campesinos alema-
nes del siglo xm que, en la historia de Meie r Helmbrecht, no reconocen a
su regreso al hijo pródigo que afecta h ablar varias lenguas.
«Hijos míos queridos -contestó en bajo alemán-, que Dios os con-
serve todas esas felicidades.» Su h ermana corrió hacia él y lo tomó en sus
brazos. Él le dijo entonces: «¡Gratia vester!» Los niños acudieron en se-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

guida, los ancianos padres venían detrás, y los dos le recibieron con una
alegría sin límites. A su padre dijo: «¡Deu sol!», y a su madre, según la
moda de Bohemia: «¡Dobra ytra!n El hombre y la mujer se miraron y la
dueña de la casa dijo: «Hombre, nos equivocamos, éste no es nuestro hijo.
Es un bohemio o un wende.>> El padre dijo: «¡Es un welche ! No es mi
hijo que Dios conserve, aunque de todas maneras se le parece.» Entonces
Gotelinda, la hermana, dijo: «No es vuestro hijo, a mí me ha hablado en
latín, sin duda es un clérigo.» ccPor mi fe -dijo el criado-, si juzgo por
sus palabras, es nacido en Sajonia o en el Brabante. Ha hablado en bajo
alemán, debe de ser un sajón.» El padre dijo entonces con sencillez: ccSi
eres tú mi hijo Helmbrecht, yo seré todo tuyo, cuando hayas pronunciado
una palabra según nuestros usos y a la manera de nuestros abuelos, a fin
de que te pueda comprender. Dices siempre c<deu sol» y yo no comprendo
cuál es su sentido. Honra a tu madre y a mí, que siempre lo hemos mere-
cido. Di una palabra en alemán y yo mismo, no el criado, cuidaré de tu
caballo ... »
La Edad Media, tan aficionada a visualizar siempre sus ideas, encontró
para representarse esa calamidad de la diversidad de lenguas el símbolo de
la torre de Babel. A imitación de la iconografía oriental, hizo de ella, las
más veces, una imagen terrorífica, catastrófica, cuyo enorme peso sobre las
mentalidades medievales nos ha mostrado Arno Borst en la maravillosa y
erudita recopilación de su gran obra.
Esta imagen angustiosa de la torre de Babel '"' comienza a presentarse
y a multiplicarse en las imaginaciones occidentales alrededor del año 1000.
La más antigua representación en Occidente se encuentra en un manus-
crito de Caedmón, de finales del siglo x o de comienzos del xr. Y en una
interrogatio de principios de ese mismo siglo xr hallamos las precisiones
siguientes: ccPregunta: ¿Cuántas lenguas existen en el mundo? - Res-
puesta: Setenta y dos. - Pregunta: ¿Por qué ni más ni menos? - Respues-
ta: A causa de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. Sem tuvo veinti-
siete hijos, Cam treinta y Jafet quince, o sea, en total setenta y dos.»
Tanto en la Edad Media como en nuestros días, los clérigos han inten-
tado exorcizar esta sombra medieval de Babel. Su instrumento: el latín,
el único que hubiera podido lograr la unidad de la civilización medieval
y, por encima de ella, de la civilización europea. Sabemos que Ernst Robert
Curtius ha sostenido esta tesis brillantemente. Pero, ¿de qué latín se frata?
Es un latín muerto, del que se separan poco a poco sus verdaderos herede-
ros, las lenguas ccvulgares», y que esterilizan todos los renacimientos, comen-
zando por el carolingio. Latín de cocina, dirán los humanistas. Hoy, al con-
LA SOCIEDAD CRISTIANA

trario, decimos nosotros: latín inodoro, latín sin sabor, latín de casta, latín
de los clérigos, instrumento más de dominación sobre la masa que de comu-
nicación internacional. Ejemplo mismo de la lengua sagrada que aísla al
grupo social que tiene el privilegio, no de comprend erla - lo que importa
poco-, sino de hablarla mejor o peor. Los ingenuos deploran que el pueblo
transforme las oraciones esenciales en una verdadera algarabía : así el Ave
Maria du vilain, según Gautier de Coincy. Peor todavía, los curas presen-
tan en esta materia una ignorancia crasa. En el año 1 i99, iraldus Cam-
brensis recoge una serie de «perlasn de boca del clero inglés. Eud s Rigaud,
arzobispo de Ruán de 1248 a i269, anota otras referentes a los clérigos de
su diócesis. El latín de la Iglesia medieval tendía a conver tirse en el incom-
prensible lenguaje de los hermanos Arvales de la Roma ant igua. [ncluso
entre los universitarios, el latín apenas si alcanzaba a sostencrs y :; hace
preciso prohibir a los estudiantes y a los maestros, en los estallltos d los
colegios, abandonar el latín por la lengua vulgar.
La realidad viviente del Occidente medieval es el triun f pro 'l' sivo
de las lenguas vulgares, la multiplicación de los intérpretes, d las traduc-
ciones, de los diccionarios.
Claro está que no faltan los espíritus nostálgicos, que su ·fían on un
retorno a la unidad lingüística, prenda de la pureza, de la cd:icl d · or r no-
vada. Joachim de Flore, por ejemplo, estigmatiza la torre ele Bnl ·I, :;f 1nbolo
del orgullo de los hombres poseídos por Satán. Cuando el 4 vang ·I io L rno
llegue a reinar sobre la tierra renovada y la Iglesia r g ' 11 rada s a «la
única señora de las gentes», sola domina gentium, su r ·ino s" conJundirá
con el del latín: «la Iglesia romana, es decir, toda la L11inidad », Romana
ecclesia, hoc est tata Latinitas. El exclusivismo risLia110 el· los unilingiiis-
tas puede parangonarse con el racismo lingü (sti o d · Jos gr iegos. Todo
aquel que no habla latín es un bárbaro, no habla e n realidad, no tiene
idioma, sino que grita como las bestias. Los scr i.tor s, i ocluso usando de
la lengua vulgar, prendados de la «clere ·fa » ha ·11 del lat ín el sinónimo de
lengua. En Guillermo IX de Aquitania, como en Chrétien de Troyes, hasta
los pájaros cantan «en su latin».
El retroceso del latín ante las lenguas vu lgares no se produce sin inter-
vención del nacionalismo lingüístico. El hecho es que una cmación» en
formación se afirma defendiendo su lengua. Jakob Swinka, arzobispo de
Gnienzo a finales del siglo XIII, se queja ante la Curia de que los francis-
canos alemanes no entienden el polaco y manda pronunciar las plegarias
en el idioma vernáculo ad conservationem et promotionem lingue Polonice,
«para la defensa e ilustración de la lengua polaca». L a Francia medieval

373
~l
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

constituye un buen ejemplo de que la idea de nación tiende a identificarse


con la extensión de la lengua. Sólo con grandes dificultades pudieron sol-
darse la Francia del Norte y la Francia del Mediodía, la zona de la lengua
de oil y la zona de la lengua de oc.
A partir del encuentro que tuvo lugar en Worms entre Carlos el Sim·
ple y Enrique 1 el Pajarero en el año 920, una batalla sangrienta opuso,
según Richer, a los jóvenes caballeros alemanes y franceses «encolerizados
a causa del particularismo lingüístico».
Hildegardo de Bingen sostiene que Adán y Eva hablaban alemán.
Otros pretenden una preeminencia del francés. En Italia, a mediados del
siglo xm, el autor anónimo de un püema sobre el Anticristo, escrito en
francés, afirma:

... la lengua de Francia


Es tal que quien la aprende primeramente
No podrá jamás otra
Hablar ni otra lengua aprender.

Y Brunetto Latini escribe en francés en su Trésor: «Por lo que esta


manera de hablar es más deleitosa y más común a todas las gentes.>>
Una vez que, rota ya la unidad del Imperio romano, las naciones bár-
baras hubieron instalado su diversidad y que la <<nacionalidad» hubo
dejado de lado o reemplazado la «territorialidad» de las leyes, los clérigos
habían creado un género literario en el que se atribuía a cada nación una
virtud y un vicio nacionales. Después del siglo XI, con el crecimiento de
los nacionalismos, el antagonismo parece triunfar, ya que únicamente los
vicios acompañan desde entonces, como atributo nacional, a las diversas
<<naciones>>. La discriminación se advierte claramente en las universidades,
donde estudiantes y maestros se agrupan por <<naciones», que están lejos, por
otra parte, de corresponder todavía a una sola <<nación» en el sentido terri-
torial y político. Así, según Jacques de Vitry, se ven calificados «los ingle-
ses de borrachos provistos de rabos [serán los "ingleses rabudos" de la
Guerra de los Cien Años], los franceses de orgullosos y afeminados, los ale-
manes de brutales y miserables, los normandos de vanidosos y jactanciosos,
los poitevisos de traidores y aventureros, los borgoñones de vulgares y estú·
pidos, los bretones de inconstantes y versátiles, los lombardos de avaros,
viciosos y cobardes, los romanos de sediciosos y calumniadores, los sicilianos
de tiránicos y crueles, los del Brabante de sanguinarios, incendiarios y
ladrones, los flamencos de pródigos, glotones, blandos como la manteca y

374
LA SOCIEDAD CRISTIANA

perezosos». «Después de lo cual -concluye Jacques de Vitry-, de los insul-


tos se pasaba con frecuencia a los golpes.»
De este modo, los grupos lingüísticos se hallaban asimilados a los vicios
como los grupos sociales estaban unidos a las hij as del diablo. La sociedad
dividida parecía condenada al oprobio y a la infelicidad.
A pesar de todo, así como ciertos espíritus clarivid ntes justificaban la
división en grupos socio-profesionales, otros legitimaban la diversificación
lingüística y nacional.
Se amparaban para ello tras un texto magnífico de :111 Agustín : «El
africano, el sirio, el griego, el hebreo y todas las otras leng ua s di versa h acen
la variedad de los vestidos de esta reina, la doctrina cr ist ian:i . P r , lo mis-
mo que la variedad del vestido se dirige a un solo v sli lo, ele la misma
manera todas las lenguas concurren a una sola fe. Bien s t~\ q 11 h:iya varie-
dad en el vestido, pero no roturas.»
Esteban I de Hungría afirma hacia 1030: «Los hu ésped s que vienen
de diversos países traen lenguas, costumbres, instrum ni s, ~1rm as diversas,
y toda esta diversidad es un ornamento para el reino, 11na ricp1 za 1 ara la
corte y, para los enemigos exteriores, una causa de t 111or. Pu ~ un r i no
que tiene una sola lengua y una sola costumbre es dé bil y fr:1g il.»
1

Y al igual que Gerhoh de Reichersberg h ab ía 1 r l:1111acl n l si-


glo xn que no hay oficio vil y que toda profesión pu d · co 11d11 cir a Ja ·alva-
ción, Santo Tomás, en el siglo xm, afirma qu e to l:is las lc11 ~ 11:i s so n apaces
de llevar a la verdad: Quaequmque sint illae lingnru: .1·t: 1l 1wtioncs, fJossun t
erudiri de divina sapientia et virtute.
Se adivina en ello que la sociedad totali1:1ria en peli •T s · siente dis-
puesta a desembocar en el pluralismo y la 1 l T:111 cia.

El derecho medieval no san iona la r 11¡ tnra d e la unidad sin oponer


resistencia. Por largo tiempo, la r gh d la unanimidad se impone. Una
máxima legada por el derecho r man o y tronsm itida al derecho canónico
rige la práctica jurídica medieval: nocl O'lnnes tangit ab omnibus compro-
bari debet, «Lo que concierne a Ja colectividad d ebe ser aprobado por
todos.» La ruptura de la unanimidad supone un escándalo. El gran cano-
nista Huguccio, en el siglo xm, declara que el no sumarse a la mayoría es
turpis, «afrentoso», y que «en un cuerpo, en un colegio, una administra-
ción, la discordia y la diversidad son vergonzosas». Es claro que esta unani-
midad no tiene nada de «democrática», ya que, cuando los gobernantes y

375
EPIGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 113 A 130

113. UN CABALLERO. arado en febrero y, en marzo, la con-


Est e dibujo de la iglesia en madera fección de un tonel prop·ia de un país
ajJlanada (stavkirke) de Gol (hacia vinícola). En el registro sujJerior, siem-
I200) presenta los elementos esenciales
pre de conformidad con la jerarquía
en el prestigio del caballero: el arma- social, el clero: a la izquierda, San
mento, el pesado caballo de batalla, Martín resucita a un muerto; a la de-
el perro de caza. (Gol, Hallingdal, No- recha, es consagrado obispo. (Lucques.
ruega.) Duomo.)

114. LAS CLASES SOCIALES : CABALLE- 116. LA LUCHA DE CLASES: EL DERE-


CHO DE ASILO.
ROS Y CAMPESINOS AL FINAL DEL SI-
GLO XI. Durante los siglos XI y XII, la Iglesia
Sobre este tímpano, único vestigio que procura proteger al pueblo contra la
nos queda de la colegial de Saint-Ur- clase militar. Para ello, hace propa-
sin, Bourges, los dos registros inferio- ganda en favor de la paz, establece la
res representan: abajo, a los camp•esi- tregua de Dios y reclama el derecho de
nos en plena realización de los traba- asilo para los fugitivos. Basta para el
jos rurales correspondientes a la tem- perseguido asirse a la aldaba de la
porada (de febrero a noviembre); arri- puerta de la iglesia o, como en la ilus-
ba, según la jerarquía social, caballe- tración, a un pilar, p·ara escapar a sus
ros en su ocupació n favorita: la caza. perseguidores. En este capitel del si-
En el registro superior, no reproduci- glo XII, la I glesia ha representado los
do, escenas sacadas del Roman de Re- tres órdenes de la sociedad según su
nart introducen un curioso elemento ideal: los guerreros, cuyo símbolo e ins-
de sátira social. (Bourges, Puerta en la trumento es la espada, a la izquierda;
calle de Henri-Ducrot, n .0 28.) los campesinos a la derecha; y, en me-
dio, la Iglesia, orden de la paz y de la
115. LAS CLASES SOCIALES: CLÉRIGOS justicia, simbolizada por la columna,
Y CAMPESINOS. erguida y sólida. (Saint-Nectaire, Puy-
de-Dóme, detalle del capitel de la ilus-
Bajo relieve que adorna el frontispicio
central del pórtico (primera mitad del tración I 45.)
siglo XIII) en la catedral de Lucques.
117-ll 8. LA MONARQUÍA Y LAS CLASES
Es obra de un taller que prolonga la
SOCIALES: LA PESADILLA DE ENRIQUE l
tradición de los grandes escultores
DE INGLATERRA.
lombardos (véase il. 80 ). En el registro
inferior, los campesinos ocupados en Las cuatro miniaturas que representa-
los trabajos de los mes.es del año (aquí mos ilustran la pesadilla sufrida por el
de enero a junio; obsérvese el uso del rey Enrique I de Inglaterra durante

376
.1//1 r/;vt Í
II8
II9

120
I2I
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 113 A 130

el año I I 30 en N ormandía. El rey se 120. LA LUCHA DE CLASES: VILLANO


ve sucesivamente amenazado: arriba, a CONTRA CABALLERO .
la izquierda~ por los campesinos; aba- Las célebres escu lturas (hacia I I20-
jo, por los caballeros; a la derecha, en I I4 0) de la arquivolta de l pórtico de
la parte alta, por los obispos y los aba- la "Pesquería", en Módena, describen
des . Regresa después a Inglaterra sur- escenas de la leyenda arturiana. Son
cando en un barco un mar tempestuo- probablemente debi das a las relaciones
so, que simboliza los peligros y las di- establecidas en tre Módena y Norman-
ficultades del mundo. (En una copia, día por intermedio de la condesa Ma-
llevada a cabo en el siglo XII, de la tilde de Toscana, que se hallaba en es-
crónica de Juan de Worcester. Oxfoid, trecha relación con Lanfranco de Pa-
manuscrito Corpus Christi College I57, vía, abad de Bec. Se deben tamb ién a
fols. 382-383.) la presencia de una colonia normanda
a principios del siglo XII. La lib era-
119. CONTRASTES SOCIALES: EL RICO Y
ción por el rey Arturo (el caballero de
EL POBRE.
la derecha) de una mujer prisionera en
Una de las páginas del Evangelio más una torre y guardada por un cierto
ilustrada en la Edad Media fue la pa- Burmaltus, armado con un enorme jJi-
rábola del pobre Lázaro y del mal rico co, permite al escultor representar la
(Lucas I6, I9-25) en la cual se expre- lucha clel villano, sirviéndose ele sus
sa el contraste entre las diversas clases útiles como de armas, con tra el caba-
sociales: "Mientras que el rico comía llero. (Módena, Duomo, Pórtico de la
esjJléndidamente, había un mendigo "Pesquería". )
llamado Lázaro, tendido ante su puer-
ta, cubierto de úlceras (al igual que la 121. LOS CAMPE INOS Y LA VIG ILANCIA
imagen de Job, véase il. I29), esp'eran- SEÑORIAL.
do alimentarse de las migas que caían En esta ilustra 1:ón clel m es de agosto,
de la mesa de l rico, pero nadie se las incluida en el oll erio de la reina
daba; en cambio, los perros venían a Mary (coini enzos de l siglo X IV), se ve
lamer sus llagas. Aconteció que el men- a los Cllntf;esinos encorvados para la
digo murió y los ángeles le llevaron al siega, bajo el bastón del vigilante se-
seno de A braham. El rico murió tam- ñorial. (Londres, British Museum, Ro-
bién y fue tragado por el infierno." yal Ms . 2 B VII, fol. 78 B.)
El tema del hambre, espectro medieval,
refuerza el contraste social, represen- J 2 2. LA REALEZA DE DERECHO DIVINO:
tado aquí, en el Evangeliario del em- "REX: A DEO CORONATUS".
perador Enrique III ( IO 39) (véanse Miniatura del Sacramental de Enri-
ils. 53 y 95). (Biblioteca del Escorial, que JI, realizado para el emperador en
Codex A ureus, Cod. Ve trinas IJ.) Ratisbona, entre los años I002 y IOI4,

377
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 113 A 130

y donado por él a la catedral de Bam- al rey Geza I ( zo74-zo77 ). Cada uno de


berg. Reproduce la coronación del em- sus paneles se halla adornado con una
p erador e ilustra la mística real del gruesa piedra preciosa y con una placa
rey cuya autoridad es sancionada por de .esmalte bizantino. En la parte ante-
Dios. El Cristo deposita la corona so- rior, el Cristo en majestad, el Panto,
bre la cabeza de Enrique JI, dos ánge- crátor, entre dos santos militares, ] or-
les le tienden la espada y la lanza, los ge y Demetrio, y dos santos procurado-
santos Ulrico y Emmerano, patronos de res, Cosme y Damián. En la parte pos-
Ratisbona, sostienen sus brazos, como terior, con una simetría significativa,
Aarón y Ur lo habían hecho con Moi- el basileus 1vliguel y, a su izquierda, gi-
sés durante la batalla contra los ama- rando la mirada hacia él, el rey Geza.
lecitas. (Munich, Biblioteca del Estado
bávaro, C lm 44 56, fol. I I recto.) 125· UN BÁCULO EPISCOPAL.

El báculo es la insignia episcopal fren-


123· UN REY MEDIEVAL: EYSTEIN DE te al cetro real. Este báculo en bronce
NORUEGA. esmaltado, obra del siglo XIII y pro-
Cabeza de mármol del rey Eystein ducto del arte lemosina, remata en una
(II03-zz23), fundador del convento de cabeza de serpiente o de dragón (trans-
Munkeliv, cerca de Bergen, el más an- formación de la materia en ser vivien-
tiguo retrato real conocido en .el Nor- te, de la que tanto gustaba el arte me-
te. Sobre el rostro, de trazos realistas, dieval), combatido por un San Miguel
todavía impregnado del arte bárbaro o un San ] orge, alojado en el espacio
vikingo, el símbolo real se prolonga circular de la cabeza del báculo. (París,
hacia lo alto. La corona lleva inscrito Museo de Cluny.)
el nombre del soberano y su dignidad,
con la cruz como remate. (Bergen, Mu- 126. UNA INSIGNIA IMPERIAL: LA SAN-

seo Histórico de la Universidad.) TA LANZA.

La Santa Lanza, llamada a partir del


124· UNA CORONA REAL: LA CORONA DE siglo XI Lanza de San Mauricio, tiene
HUNGRÍA. una historia bastante oscura. Al prin-
La corona llamada de "San Esteban" cipio, era un simple relicario, que
data de finales del siglo XI. Es el tes- guardaba un clavo de la cruz de Cris-
timonio de la posición int.ermedia de to, colocado en una pequeña cavidad
Hungría, vasalla de la Santa Sede pero central. Pasó de Italia del Norte al rei-
abierta a las influencias bizantinas. Bi- no de Borgoña y, más tarde, en el
zancio es, por otra parte, el modelo de año 926, a la casa de Sajonia. Después
toda monarquía cristiana. La corona de la restauración otoniana, se reviste
fue probablemente ofrecida por el .em- de una gran significación política. Em-
perador Miguel VII Ducas (zo7J-Io78) blema de las reivindicaciones imperia-
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 113 A 130

les sobre el reino de Italia, pasó a ser, tamente. (Munich, Biblioteca del Esta-
en el siglo XI, símbolo del carácter sa- do Bávaro, Clm 2338, fol. I58 vue lto.)
grado de la misión imperial. Era lleva-
129. LOS EXCLUIDOS: JOB.
da ante el emperador y, bajo Conra-
do ll ( Io24-rn39 ), fue incorporada a la Job rascando sus úlceras y sus llagas
Cruz del Imperio. (Viena, Kunsthisto· con un cuchillo es .el símbolo de la hu-
risches Museum.) manidad castigada por las calamidades.
Esta miniatura, que data del siglo XII,
127. LOS EXCLUIDOS: UN LEPROSO. adorna un manuscrito correspondiente
Un leproso se presenta agitando su ca- a uno de los libros más comentados
rraca a las puertas de una ciudad durante la Edad Media: las Moralia
adonde le está prohibido el acceso. La in Job de Gregario Magno. (París, Bi-
miniatura pertenece a un ejemplar de blioteca Nacional, manuscrito latino
la traducción francesa, a comienzos del I5J07, fol. IV.)
siglo XIV, del Miroir historial escrito 130. LOS EXCLUIDOS ; DANZA DE LOS
por el dominico Vincent de Beauvais. AHORCADOS.
La escena se refiere a una anécdota re-
Miniatura incluida en un manuscrito
lativa al hijo de f osafat, rey de f udá:
sobre la vida, milagros y pasión de San
"El soberano había recomendado al
Edmundo, ej.ecutado en la abadía de
personaje que acompañaba a su hijo Bury St. Edmund, Suffolk, entre II25
que procurase evitarle todo espectáculo y II50. Edmundo, rey de East-Anglia
penoso; sin embargo, se dio el caso de desde 855 a 890, fue hecho prisionero
que éste encontró en su camino un le- por los daneses, atado a un árbol, asae-
proso, un ciego y un lisiado." (París, teado y después decapitado. Un lobo-
Biblioteca del Arsenal, manuscrito 5080, fanta sma, según la leyenda, vino a ve-
fol. 373) lar la cabeza del rey, que continuaba
gritando para guiar a los que busca-
128. LOS ENCERRADOS; LA PRISl,ÓN.
ban su cuerpo. Convertidos en dueños
Miniatura de un Evangeliario copiado de Inglaterra, los daneses veneraron
hacia Io20-Io40 en la abadía de Rei- muy pronto a su víctima. Cnut el
chenau, cuyo estilo es fácil de recono- Grande fundó en rn20, en el emplaza-
cer (véase il. 9I ). Ilustra la parábola miento del lugar del martirio del rey,
del mal deudor (Mateo I8, 23-25), que, la abadía de Bury St. Edmund. El san-
perdonado por su amo, hace aprisio- to fue, más tarde, patrono de la "na-
nar a su propio deudor. La puerta ción" inglesa en la Universidad de Pa-
abierta de la prisión simboliza la ame- rís. (Nueva York, The Pierpont Mar-
naza que el mundo feudal hacía pesar gan Library, manuscrito 736, fol. I9
sobre los pobres, con frecuencia injus- vuelto.)

379
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

los juristas se ven obligados a renunciar a ella, la reemplazan por la noción


y la práctica de la mayoría cualitativa: la maior et sanior pars, «la parte
principal y mejorn, donde senior explica a maior y le da un sentido cuali-
tativo y no cuantitativo. Los teólogos y decretistas del siglo XIII, al compro-
bar con tristeza que <ela naturaleza humana se inclina a la discordia», natu-
ra hominis prona est ad dissentiendum, subrayarán que esa inclinación
constituye una corrupción de la naturaleza, resultado del pecado original.
El genio medieval ha suscitado sin cesar comunidades, grupos, lo que se
llamaba entonces universitates, término que designaba toda clase de cor-
poraciones, de colegios, y no exclusivamente la corporación que nosotros
llamamos cmniversitarian. Obsesionada por el grupo, la mentalidad medie-
val lo ve integrado por un mínimo de personas. A partir de una definición
del Digesto: <eDiez hombres forman un pueblo, diez corderos un rebaño,
pero bastan cuatro o cinco cerdos para constituir una piaran, los canonistas
de los siglos xu y XIII discuten gravemente para determinar sí existe grupo
a partir de tres o · solamente dos personas. Lo· esencial es no dejar solo al
individuo. Aislado, el hombre no puede hacer sino mediocremente las co-
sas. El gran pecado consiste en singularizarse.
Sí procuramos acercarnos a los hombres del Occidente medieval para
observarlos en su individualidad, reconoceremos pronto que, en la Edad
Medía, no sólo cada uno de los individuos pertenece a diversos grupos o
comunidades, como en toda sociedad, sino que parece disolverse en ellas,
más que afirmar a su amparo la propia personalidad.
Sí el orgullo se considera entonces como cela madre de todos los vicios»,
se debe a que es, en realidad, un ccíndividualísmo exagerado>>. No hay sal-
vación más que en el grupo. El amor propio significa el pecado y la per-
dición.
Gracias a ello, el individuo medieval se ve envuelto en una red de obe-
diencias, de sumisiones, de solidaridades, que acabarán por entrecruzarse
y contradecirse, hasta el punto de permitirle liberarse de ellas y afirmar su
voluntad por una inevitable elección. El caso más típico es el del vasallo
de varios señores, que puede encontrarse ante la necesidad de escoger entre
ellos cuando un conflicto los opone. Pero, en general y durante largo tiem-
po, esas dependencias se concilian entre sí, se jerarquizan con vistas a suje-
tar más estrechamente al individuo. En efecto: de todas las ataduras, la más
fuerte es el ligamen feudal.
Es significativo el hecho de que, durante un largo período, el indivi-
duo feudal no exista en su singularidad física. N í en la literatura ni en el
arte aparecen descritas o pintadas las particularidades de los personajes.
LA SOCIEDAD CRISTIANA

Cada uno se reduce a un tipo físico, el que corresponde a su rango, a su


categoría social.
Los nobles tienen el cabello rubio o rojo. Cabellos de oro, cabellos de
lino, con frecuencia rizados, ojos azules, ojos «veros» . Se trata, sin duda,
de la aportación que los guerreros nórdicos de las invasiones hacen al canon
de la belleza medieval. Cuando por casualidad un gran personaje escapa
a esta convención física, como el Carlomagno d'Eginhard (que, en efecto,
como lo ha revelado su esqueleto, medido después de la apertura de su
tumba en 1861, alcanzaba los 7 pies, es decir, los 1,92 metros, que su bió-
grafo le atribuye), su personalidad moral queda ahogada bajo una serie de
lugares comunes. El emperador ha sido dotado por el cronista de todas las
cualidades aristotélicas y estoicas atribuidas a su rango.
Con mayor razón, la autobiografía es rara y, a menudo, también con-
vencional. Como ha demostrado Georg Misch en su Historia de la autobio-
grafía, será preciso esperar al final del siglo xr para que Otloh de Saint-
Emmeran escriba la primera autobiografía personal. Se trata todavía de un
Libellus de suis tentationibus, varia fortuna et scriptis, que busca tan sólo
presentar lecciones morales a través del ejemplo del autor. Lo mismo hará
un espíritu tan independiente como Abelardo en su Historia calamitatum
mearum («Historia de mis desgracias»). Incluso algo más tarde, en 1115, la
De vita sua del abate Guibert de Nogent, a pesar de su aspecto más libre,
no es más que una imitación de las Confesiones de San Agustín.
El hombre medieval no tiene el menor sentido de la libertad según
la concepción moderna. Libertad para él significa privilegio, y la palabra
se utiliza con facilidad en plural. La libertad es un estatuto garantizado,
es, según la definición de G. Tellenbach, «el justo lugar ante Dios y ante
los hombres», es, en fin, la inserción en la sociedad. No hay libertad sin
comunidad. La libertad no puede residir más que en la dependencia, puesto
que el superior garantiza al subordinado el respeto de sus derechos. El hom-
bre libre es el que tiene un protector poderoso. Y cuando los clérigos, en
la época de la reforma gregoriana, reclaman la «libertad de la Iglesia»,
pretenden significar con ello el sustraerse a la dominación de los señores
terrestres, para no depender directamente sino del más alto señor: Dios.

En el Occidente medieval, el individuo pertenece, en primer término,


a la familia. Familia en sentido amplio, patriarcal o tribal. Bajo la dirección
de un cabeza de familia, ésta ahoga al individuo, imponiéndole una propie-
dad, una responsabilidad y una acción colectivas.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Este peso del grupo familiar nos es bien conocido a nivel de la clase
señorial, donde el linaje impone al caballero sus realidades, sus deberes, su
moral. El linaje es una comunidad de sangre, compuesto de «parientesn y
de «amigos carnales>>, es decir, de parientes por alianza, probablemente.
Por lo demás, el linaje no es el residuo de una vasta familia primitiva, sino
una etapa en la organización de un grupo familiar que encontramos ya en
las sociedades germánicas de la Alta Edad Media y cuyos lazos eran flojos:
la <<Sippan. Los miembros del linaje están ligados por una solidaridad que
se manifiesta sobre todo en el campo de batalla y en el dominio del honor.
Por ejemplo, Guillermo de Orange, en el Couronnement de Louís,
implora a la Virgen:
En mi socorro venid
A fin de que yo no cometa bajeza
Que a mi linaje sea reprochada.
En Roncesvalles, Roldán se niega durante largo tiempo a hacer sonar
el olifante para llamar en su socorro a Carlomagno, por temor a que sus
parientes sean deshonrados por ello.
La solidaridad de linaje se manifiesta de un modo particular en las
venganzas privadas, las faides. En Borgoña, según nos cuenta Raúl Glaber,
un odio inextinguible lanza la una contra la otra a dos familias. «La lucha
duraba ya desde largos años, cuando, un día de vendimia, los dos bandos
entablaron una pelea en el terreno mismo de esta propiedad; en el comba-
te encontraron la muerte muchos de una y otra parte. De los hijos y de los
nietos de la casa que nos ocupa, once sucumbieron. Y a través de los tiem-
pos, la querella prosiguió, la discordia se envenenó, e innumerables des-
gracias continuaron afügiendo a esta familia, muchos miembros de la cual
fueron asesinados, durante treinta años y más.» La vendetta fue algo reco-
nocido, practicado y alabado en el Occidente medieval.
La ayuda que se tiene derecho a esperar por parte de los parientes
lleva a la extendida afirmación de que la mayor riqueza consiste en poseer
una parentela numerosa.
A la cabecera de su sobrino Viviano moribundo, Guillermo de Orange
se lamenta:
¡Desgraciado de mí!
De mi linaje he perdido todo el grano.
El linaje parece corresponder al estadio de la familia agnática, cuyo
fundamento y finalidad son la conservación de un patrimonio común. La
LA SOCIEDAD CRISTIANA

originalidad de la familia agnática feudal estriba en que tanto la función


militar como las relaciones personales, que no son sino un grado de fideli-
dad más elevado, revisten tanta importancia para el grupo masculino del
linaje como el papel económico de éste. Ese complejo de intereses y de
sentimientos suscita por otro lado en la familia feudal tensiones de una
excepcional violencia. El linaje presenta mayor tendencia todavía a los dra-
mas que a la fidelidad. Rivalidad entre hermanos, en primer lugar, puesto
que la autoridad no corresponde ya por principio al hermano mayor, sino
a aquel de los hermanos en el que los otros reconocen la mejor capacidad
para el mando. Reconocimiento con frecuencia reticente, con frecuencia
discutido. Las familias reales feudales ponen bien de manifiesto esas com-
peticiones y esos odios fraternales, en este caso atizados aún más por el
incentivo de la corona. Es la lucha entre los hijos de Guillermo el Conquis-
tador, Guillermo el Rojo, Roberto Courteheuse y Enrique I, entre Pedro
el Cruel y Enrique de Trastámara -medio hermanos solamente, además-
en la Castilla del siglo xrv. El linaje feudal daba nacimiento de manera
natural a los Caínes.
Alumbraba también hijos irrespetuosos. La corta separación de las ge-
neraciones, la brevedad de la esperanza de vida, la necesidad para el ·señor,
jefe militar, de demostrar su autoridad cuando está aún en edad de legiti-
mar su rango en la batalla, todo eso exaspera la impaciencia d e los jóvenes
feudales. De ahí la sublevación de los hijos contra los padres : desd e la de
Enrique el Joven, Ricardo Corazón de León y Godofreclo de Bretaña con-
tra Enrique 11 de Inglaterra, hasta la rebelión del futuro Luis XI co ntra su
padre, Carlos VII, durante la cual el joven príncipe se comporta como un
heredero feudal. Razones económicas y razones de prestigio se conjugan,
por otra parte, para que el joven señor, al llegar a su mayor edad, se aleje
de su padre mientras espera su herencia y se haga caballero andante.
Tensiones nacidas asimismo ele los casamientos múltiples y de la pre-
sencia de los numerosos bas tardos. La bastardía, vergonzosa entre el pue-
blo, no lleva con ella ningún oprobio entre los grandes.
Todas estas tensiones, tan apropiadas para proporcionar a los escritores
los resortes de la acción dramática, las encontramos expuestas en la lite-
ratura épica del momento. Los cantares de gesta están llenos de dramas de
familia, como el de Charlot, hijo indigno de Carlomagno, en Huon, o como
el del propio hermano de Huon, el traidor Gerardo, que le usurpa la
herencia.
Como es normal en una familia agnática, un lazo especialmente impor-
tante es el que se establece entre tío y sobrino, más precisamente entre el
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

o I km.

o 2 km.

~íl
ltt
CRUZADOS
. - Caballeros Renato
N Normandos ~~ de Bolonia
H Hospitalarios
B Borgoñone:¡
Champarrese.
Poitevinos
Angevinos
Ricardo Coraz6n de Le6
Templarios
- Infantería

35 . BATALLA DE ARSUF 36. BATALLA DE BOUVINES


(Según Verbruggen: De Krijgskunst in West· (Según Verbruggen. Ibld.)
Europa.)

35, 36, 37· BATALLAS: ARSUF (u91), BOUV!NES (1u4), COURTRA! (1302)

En las batallas medievales, el orden y la cohe- parse a los compatriotas, han sido elemento
rencia son los elementos decisivos del éxito. capital para la consecución del éxito. Los Tem-
La organización comunitaria se hace de todo plarios se distinguieron particularmente en este
punto esencial. El 7 de septiembre de 1191, en tipo de lucha. Según se dice, combatían «como
Arsuf (35), el ejército de los cruzados, dirigi- Jos hijos de un mismo padre>>, lo mismo que
dos por Ricardo Corazón de León, marcha los miembros de ciertas familias, como la de
en buen orden a lo largo de la costa. Desde Jacques d'Avesnes, que peleaban siempre agru-
el mar, la flota cristiana le sigue y le protege. pados. Los cruzados mantenfan sus líneas tan
El ejército musulmán de Saladino lo ataca a apretadas que, de acuerdo con los cronistas,
la altura del bosque de Arsuf. El rey trans- una manzana que hubiese sido lanzada sobre
forma fácil y rápidamente la columna en una el ejército cristiano no hubiese podiao llegar
masa bien escalonada, que lanza vigorosas car- al suelo, sino que habría topado con seguridad
gas contra los musulmanes, hasta lograr la contra un caballo o un hombre.
derrota de éstos . La cohesión de las diversas En Bouvines (36), el 14 de julio de 1214 las
unidades o «batallas», en las cuales suele agru· tropas del rey de Francia, Felipe Augusto,
LA SOCIEDAD CRISTIANA

baten al ejército coaligado del emperador ejército real francés, el obispo Guéri11. Gué·
Otón, del conde de Flandes Ferrand, y de Re· rin despliega el frente de sus tropas (de 2 .200
nato de Boulogne. La victoria se obtiene gra· a i.300 caballeros y 5.000 infantes) con objeto
áas a una serie de faltas cometidas por el de evitar un desbordamiento de sus alas. Sin
adversario, bien aprovechadas por el jefe del embargo, no las extiende tanto como sus ad·

37. BATALLA DE COURTRAI


(Según Verbruggen, Ibíd.)

de los~

'
''I\\"'
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

versarios, que desparraman en un frente de flamencos, sostenidos por sus dos príncipes,
una decena de kilómetros Jos 1.300 ó 1.500 ca- por los nobles, que descabalgan y se ponen a
balleros y los 7 .500 infantes que integran sus la cabeza, por los franciscanos, que bendicen
fuerzas y cuya cohesión es menor. Cuando ob- las tropas y dan la absolución a los hombres
tienen un éxito, avanzan demasiado de prisa y por la pantalla de los soldados que forman
(así ocurre, por ejemplo, con los alemanes de las dos primeras filas, armados con picas y
Otón, que se introducen entre los infantes de goedenday, sup eran su temor. Escogen tam·
las comunas francesas y llegan hasta Felipe bién una posición que los refuerza. Adosados
Augusto, cuyo caballo resulta muerto en Ja al Lys, saben que no pueden huir y se ven
refriega). Eso permite a Guérin desbaratar y obligados a luchar hasta vencer o morir. Los
batir, sucesivamente, el ala izquierda, el cen- dos fosos que Jos separan ele los caballeros
tro y el ala derecha de los aliados. La cohe- franceses impiden a éstos lanzar su cargas des-
sión ha sido decisiva en las ccbatallasn fran-
de lejos. La lucha, primero, después la carni-
cesas. Un análisis del texto del cronista Gui -
cería, son terribles. La mitad de los caballe-
llermo el Bretón hace únicamente mención de
cinco combates individuales (tres dl" los cua- ros franceses, más de mil, perecen en e l en-
les fueron sostenidos por un caballero contra cuen tro. El botín es inmenso. Entre él se en-
toda una unidad adversaria) contra quince cuentran las quinientas espuelas doradas que
combates entre unidades. La proporción des- darán a la batalla el nombre por el que se la
truye el mito de las batallas medievales a base conoce tradicionalmente (batalla de las Es-
de duelos singulares. puelas de Oro). Los flamencos las cuelgan en
El 11 de julio de 1302; en Coutrai (37) se pro- la iglesia de Notre-Dame de Courtrai, ele don-
duce la revolucionaria victoria de los infantes de las rescatarán los caballeros franceses, des-
de las comunas flamencas sobre la flor de los pués de su desquite, conseguido en Roosebec-
caballeros franceses. Los ejércitos feudales des- ke (1382). El pánico que invade a los caba-
preciaban a la infantería, dado que se esti- lleros fugitivos . que llegan a Tournai por la
maba que diez caball eros pesados valían tanto noche, es tal que se sienten incapaces ele co-
como cien hombres de infantería. Los fran- mer. La victoria ele los cc ufi as azulesn es con-
ceses, que contaban con 2.500 nobles y alre- temporánea de las alcanzadas por los infantes
dedor de 4.000 ballesteros e infantes, disfruta- escoceses (Bannockburn, 13.14) y suizos (Mor-
ban de una amplia superioridad cualitativa garten, 1315; Votten, 1346). Las tropas popu-
frente a los 8.ooo infantes flamencos (proce- lares supieron organizarse en el mismo mo-
dentes en su mayoría de Brujas), apoyados mento en que se iniciaba el declive de los
por 500 nobles, aproximadamente. Pero Jos feudales.

hermano de la madre, avunculus, y el hijo de ésta. Los cantares de gesta


presentan también un gran número de parejas tío-sobrino: Carlomagno-
Rolando, Guillermo de Orange-Viviano, Raúl de Cambra-Gautier... Se
da en la sociedad feudal un nepotismo, del cual la forma eclesiástica, por
la fuerza de las cosas, no es más que un caso particular.
Este tipo de familia, agnática más que patriarcal, se encuentra también
en la clase campesina, si bien aquí se confunde más estrechamente con la
explotación rural, con el patrimonio económico. Agrupa a todos los que
viven bajo el mismo techo y se dedican al cultivo de la misma tierra. Esta
familia campesina, que constituye la célula económica y social fundamental
de todas las sociedades semejantes a la del Occidente medieval, nos es, con
todo, mal conocida. Aun siendo una comunidad real, carece de expresión
jurídica propia. Se ajusta perfectamente a lo que se llamará en la Francia
LA SOCIEDAD CRISTIANA

del Antiguo Régimen la communauté taisible, la comunidad callada, cuyo


nombre mismo -taisible significa lo que se calla, casi un secreto- indica
claramente que el derecho reconocía de mala gana su existencia.

* * *
En el seno de esta entidad primordial, la familia , resulta difícil apre-
ciar el lugar ocupado por la mujer y el niño y no menos dificultad presenta
determinar la evolución que sus condiciones van experimentando.
Que la mujer se considera en ella como un ser inferior es algo fuera
de toda duda. En esta sociedad militar y viril, donde la subsistencia se halla
siempre amenazada y en la que, por consiguiente, la fecundidad supone
más bien una maldición que una bendición (de ahí la interpretación sexual
y procreadora del pecado original), la mujer no es en absoluto apreciada.
Parece claro, además, que el cristianismo ha hecho poco por mejorar su posi-
ción material y moral. En el pecado original, ella es la gran responsable.
Y en las formas de la tentación diabólica, es también ella la peor encarna-
ción del mal. Vir est caput m ulieris, «El hombre es la cabeza de la mujern .
San Pablo (Ef 5, 23) lo había expresado así claramente y el cristianismo
lo cree y lo enseña después de él. Cuando se da en el cristianismo una ele-
vación de la mujer -y muchos se han complacido en reconocer en el culto
de la Virgen, triunfante durante los siglos xu y xm, un camb io en la espi-
ritualidad cristiana, mediante el cual se subraya la liberación de la mujer
pecadora llevada a cabo por María, la nueva Eva, cambio perceptible aún
en el culto de la Magdalena, que se desarrolla a partir d el siglo xn , como
se ha podido probar en torno a la historia del centro religioso de Véze-
lay ''-, esta rehabilitación no se encuentra en el origen sino en el término
de un mejoramiento en la situ ac ió n de la mujer dentro de la sociedad. El
papel de las mujeres en los movimientos heréticos (el catarismo especial-
mente) o paraheréticos (las beguinas, por ejemplo) medievales es el signo
de su insatisfacción con respecto al desprecio que les estaba reservado . De
todas maneras, conviene matizar este desprecio. En primer lugar, si bien
la mujer no resulta tan útil como el hombre en la sociedad medieval, no
por ello deja de representar -dejada aparte sli función procreadora- un
papel nada desdeñable desde el punto de vista económico. La mujer cam-
pesina es casi, por lo que se refiere al trabajo, la equivalente, sino la igual
del hombre. Cuando Helmbrecht intenta persuadir a su hermana Gote-
linda para que huya de la casa de su padre, el campesino, para casarse con
un truand, un vagabundo, que la hará vivir como una dama, le dice:
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

((Si te casas con un campesino, jamás mujer alguna habrá sido más desgra-
ciada que tú. Te será preciso hilar, golpear el lino, agramar el cáñamo,
lavar la ropa y arrancar las remolachas.» En la clase superior, las mujeres,
aunque dedicadas a ocupaciones más cmobles», efectúan asimismo, sin em-
bargo, una actividad económica importante. Ellas dirigen los gineceos don-
de los oficios de lujo -tejido de telas preciosas, bordado, tapicería- satis-
facen una buena parte de las necesidades vestimentarias del señor y de
sus compañeros. Más prosaicamente, son las obreras textiles del grupo seño-
rial. Para designar a los dos sexos, no sólo el habla vulgar, sino también la
jurídica emplea las expresiones: «el lado de la espada» y «el lado de la
rueca». En la literatura, el género poético asociado a la mujer, al que
Pierre Le Gentil llama, por otra parte, (<canción de mujer», ha recibido el
nombre tradicional de «canción de telan, cantada en el gineceo, en el obra-
dor donde se hila. Cuando, entre los siglos rx y XI, la capa superior de la
clase económica, los laboratores de la época, disfrutan de una promoción
social, las mujeres que forman parte de esta categoría se benefician de esa
misma promoción. Es de señalar que, de acuerdo con los datos que posee-
mos sobre el particular, el nacimiento de hijas, si bien no provoca una
alegría particular, no es durante la Edad Media sancionado por el infanti-
cidio, como ocurre en otras sociedades misóginas. Los penitenciales que
enumeran un largo rosario de prácticas bárbaras y feroces permanecen, en
general, mudos en este aspecto. Por otra parte, en los estamentos superiores
de la sociedad, las mujeres han gozado siempre de un cierto prestigio. Algu-
nas de ellas, al menos. Las grandes damas han brillado con una viva luz,
cuyo reflejo, una vez más, ha recogido la literatura. Diversas por su carác-
ter o su destino, dulces o crueles, desgraciadas o colmadas de dichas: Berta,
Sibila, Guiburga, Kriemilda, Brunilda, todas ellas forman una cohorte de
heroínas de primera fila. Son como el eco terrestre de esas figuras femeninas
religiosas que se ofrecen en el arte románico y gótico: madonas hieráticas
que se humanizan, que después se alteran y amaneran, vírgenes prudentes
o vírgenes locas que intercambian largas miradas en el diálogo del vicio y
de la virtud, Evas turbadas o turbadoras en las que el maniqueísmo medie-
val parece interrogarse: «¿Ha creado el cielo ese conjunto de maravillas
para morada de una serpiente?n Y con toda seguridad, las damas inspira-
doras y poetisas -heroínas de carne, como Eleonor de Aquitania, María
de Champagne, María de Francia, o de sueño como !solda, Genoveva, 6 la
Princesa Lejana- desempeñan un papel superior en la literatura corte-
sana: ellas son las que inventan el amor moderno. Mas ésta es otra cuestión
que evocaremos más adelante.
LA SOCIEDAD CRISTIANA

Se ha pretendido con frecuencia que las Cruzadas, al dejar a las muje-


res solas en Occidente, provocaron un acrecentamiento de sus poderes y de
sus derechos. Recientemente, David Herlihy ha sostenido todavía que la
condición de las mujeres, sobre todo en el nivel superior de la sociedad
señorial y en Italia y la Francia meridional, disfrutó de dos épocas de mejo-
ramiento: el período carolingio y el tiempo de las Cruzadas y de la Re·
conquista. La poesía de los trovadores sería el reflejo de esta elevación de
la mujer abandonada. Ahora bien, prestar crédito a San Bernardo cuando
evoca una Europa de la que han desaparecido los hombres, o a Marcabru *
cuando hace suspirar a una castellana porque todos sus enamorados han par-
tido para la II Cruzada, es tomar por realidades generales los deseos de un
propagandista fanático de la Cruzada y la ficción de un poeta imaginativo.
Lo menos que se puede decir es que, al leer a los trovadores, no se recibe
la impresión de que el mundo de la poesía cortesana sea un universo de
mujeres solas. Y el estudio de las actas jurídicas prueba que, al menos en
a
lo que se refiere la gestión de los bienes de la pareja, la situación de la
mujer ha empeorado desde el siglo xn al xm.
No ocurre lo mismo con el niño. A decir verdad, ¿es que hay niños
en el Occidente medieval? Verdaderamente, a juzgar por las obras de arte,
no lo parece. Los ángeles, que más tarde serán normalmente niños, que
incluso se convertirán en esos pequeñuelos equívocos, medio ángeles, medio
amorcillos, los putti, durante la Edad Media, cualquiera que sea el sexo que
se les atribuya, estarán representados por adultos. Cuando ya en la escul-
tura la Virgen se ha convertido en una mujer r eal, tan b ella como dulce
y extremadamente femenina -evocando el modelo concreto y, con frecuen-
cia, sin duda, querido que el artista ha tratado de inmortalizar-, el niño
Jesús sigue siendo un horrible arrapiezo por el que, visiblemente, no se
interesan ni el artista, ni quienes le encaTgan la obrn, ni el público. Habrá
de esperarse al final de la Edad Media para que se extienda un tema ico-
nográfico en el que se aprecia un vivo y nuevo interés por el niño, interés,
por otro lado, que, en ese tiempo de mortalidad infantil elevada, es en
primer término inquietud. Nos referimos al tema de la matanza de los Ino-
centes, cuyo eco, en la devoción, es el creciente auge de la fiesta de los Santos
Inocentes. Los hospicios de niños abandonados, puestos bajo su patrocinio,
no se encuentran apenas antes del siglo xv. Esa Edad Media utilitaria, que
no tiene tiempo para apiadarse o maravillaTSe ante el niño, a duras penas
alcanza a verlo. Como hemos dicho, no hay niños en la Edad Media. No hay
más que adultos pequeños. Además, el niño no suele contar para formarlo
con ese educador habitual en las sociedades tradicionales: el abuelo. El pro-
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

medio de vida es demasiado breve en la Edad Media para que pueda con-
siderarse importante el porcentaje de niños que han conocido a su abuelo.
Apenas salidos del recinto de las mujeres, donde su ser pueril no es tomado
en serio, se ven lanzados a las fatigas del trabajo rural o del aprendizaje
militar. El vocabulario de los cantares de gesta resulta esclarecedor también
a este respecto. Les Enfances Vivien, Las Mocedades del Cid pintan al
héroe adolescente y precoz en la forma propia de las sociedades primitivas,
es decir, como un joven. El niño aparecerá con la familia doméstica, ligada
a la cohabitación restringida al grupo estrecho de los ascendientes y descen-
dientes directos, familia doméstica que nace y se multiplica con el medio
ambiente urbano y la formación de la clase burguesa. El niño es un pro-
ducto de la ciudad y de la burguesía, que, en contraposición, deprime y
ahoga a la mujer. La mujer queda avasallada por el hogar, mientras que el
niño se emancipa y, de repente, puebla la casa, la escuela, la calle.

* * *
Aprisionado por la familia, que le impone las servidumbres de la
posesión y de la vida colectiva, el individuo es, salvo en la ciudad, absorbido
también por otra comunidad: la señoría en la que vive. Claro está que,
entre el vasallo noble y el campesino, cualquiera que sea su condición, la
diferencia es considerable. No obstante, aunque a niveles diversos y disfru-
tando de mayor o menor prestigio, los dos pertenecen a la señoría o, mejor
aún, al señor de que dependen. Tanto el uno como el otro: el uno en un
sentido noble, el otro en un sentido humillante, son el «hombre» del señor.
Los términos que muy a menudo acompañan a la palabra precisan, por otro
lado, la distancia existente entre sus condiciones. «Hombre de boca y de
manos» referido al vasallo, por ejemplo, evoca una intimidad, una comu-
nión, un contrato que le sitúa, aunque en un estudio inferior, en la misma
clase que su señor. «Hombre de dependencia» (hamo de potestate) refe-
rido al campesino le hace depender, es decir, estar bajo el poder del señor.
Ahora bien, a cambio de la sola protección y de la contrapartida económica
de la dependencia -aquí el feudo y allí la tenencia-, los dos tienen con
relación al señor una serie de obligaciones, ayudas, servicios, pagos, y los
dos están sometidos a su poder, que no se manifiesta en ningún otro domi-
nio más netamente que en el campo judicial. ·
En efecto, entre las funciones monopolizadas por los señores feudales
en perjuicio del poder público, no hay otra que sea más pesada para los
dependientes del señor que la función judicial. Cierto que el vasallo es
LA SOCIEDAD CRISTIANA

llamado con más frecuencia a sentarse del lado bueno del tribunal -como
juez junto al señor o en su lugar- que del malo. Sin embargo, se halla tam-
bién sometido a sus veredictos, por sus delitos, cuando el señor no tiene
derecho sino en la jurisdicción inferior, y por sus crímen es, cuando la juris-
dicción superior le pertenece asimismo. En ese caso, la pr isión, la horca y la
picota, siniestras prolongaciones del tribunal señorial, son los símbolos más
bien de la opresión que de la justicia. Los progresos de la justicia del rey
supusieron, sin duda, más que un perfeccionamiento de la justicia en sí
misma, un apoyo para la emancipación de los individuos que, en la comu-
nidad más amplia del reino, veían sus derechos mejor garantizados que
en el grupo más restringido (y, por ese simple hecho más constreñido,
más opresivo) de la señoría. Pero esos progresos fueron lentos. San Luis,
uno de los soberanos de la época más preocupados, a la vez, por combatir la
injusticia y por hacer respetar el poder real, se muestra singularmente con-
siderado con las justicias señoriales. Guillaume de Saint-Pathus nos cuenta
con referencia a esto una anécdota significativa. El rey, rodeado de una
gran multitud de vasallos, escuchaba en el cementerio de la iglesia de Vitry
el sermón de un dominico, el hermano Lambert. Cerca de allí, <cuna asam-
blea de gentesn armaba tan gran alboroto en una taberna que no se podían
oír las palabras del predicador. «El buen rey preguntó de quién era la jus-
ticia en aquel lugar y se le contestó que la justicia era suya. O rdenó enton-
ces a algunos de sus sargentos hacer callar a esas ge ntes qu e turbaban la
palabra de Dios, lo que fue hecho.n El biógrafo termina : «Se cr ee que el
buen rey preguntó de quién era la justicia de ese lugar por el temor de, si
hubiese pertenecido a otro y no a él, u surpar la jurisdicción de otro ... n
Al igual que el vasallo hábil pu ede hacer jugar en provecho propio la
multiplicidad, incluso a veces la contradicción en tre sus deberes feudales,
el súbdito astuto del señor puede sacar provecho del juego embrollado de
esas jurisdicciones que se entrelaza n. P ero la masa encuentra en ello, con
más frecuencia, la ocasión de opres iones adicionales.
De todo ello resulta qu e el único hombre capaz de individualizarse es
el marrullero, el que sabe salir d el paso. La operación del múltiple colec-
tivismo de la Edad Media ha conferido así a la palabra «individuan ese
sentido turbio, sospechoso, que aún conserva. El individuo es aquel que ha
podido escapar del grupo por medio de alguna mala acción. Es carne; si no
de horca, sí al menos de policía. El individuo es siempre sospechoso.
Verdad es que, teóricamente, la devoción y las cargas que la mayor
parte de esas comunidades reclaman de sus miembros son la contrapartida
de una protección. Pero el peso del precio pagado es bien manifiesto, mien-

391
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

tras que la protección no es siempre real ni evidente. En principio, la Igle-


sia deduce el diezmo a los miembros de esa otra comunidad que es la parro-
quia, con objeto de subvenir a las necesidades de los pobres. Ahora bien,
ese diezmo, ¿no va la mayoría de las veces a engordar al clero, al alto clero
por lo menos? Es igual que la imputación sea verdadera o falsa. La mayor
parte de los fieles lo creen así y el diezmo es, por lo tanto, una de las con-
tribuciones más odiadas por el pueblo medieval.

Beneficios y sujeción parecen equilibrarse todavía más en el seno de


otras comunidades en apariencia más igualitarias: las comunidades campe-
sinas y las comunidades urbanas.
Las comunidades rurales oponen con frecuencia a las exigencias seño-
riales una resistencia victoriosa. Su base económica es esencial. · Ellas son
los encargadas de repartir, administrar y defender esos terrenos de pasto y
de explotación forestal que constituyen los bienes «comunalesn. Su mante-
nimiento resulta vital para la casi totalidad de las familias campesinas, que
no podrían subsistir sin el apoyo decisivo que encuentran en ellos para la
alimentación de su cerdo o de su cabra, o para su aprovisionamiento de leña.
No obstante, la comunidad aldeana no es igualitaria. Algunos cabezas de
familia -las más veces ricos; otras, simples descendientes de familias tra-
dicionalmente notables- dominan y conducen en provecho propio los
negocios de la comunidad. Robert Hilton y Miguel Postan han puesto de
manifiesto la existencia en muchas aldeas inglesas del siglo xm de un gru-
po de aldeanos más acomodados, que adelantaban dinero, fuese mediante
préstamos individuales (asumían entonces el papel de usureros, que los
judíos no desempeñaban ya, o lo hacían en pequeña proporción en las
campiñas inglesas), fuese abonando las sumas numerosas y a veces elevadas
que adeudaba la colectividad: multas, gastos judiciales, pagos comunes.
Ellos sustituyen el grupo de los warrantors, de los garantes, cuyos nombres,
siempre los mismos, en general, para un período dado, aparecen en las
cartas de la aldea. Frecuentemente son ellos también los que forman la
cofradía de la aldea, dado que la comunidad aldeana no es normalmente la
heredera de una comunidad rural primitiva, sino una creación social más
o menos reciente, contemporánea de ese mismo movimiento que, ta'nto en
el campo como en la ciudad y a consecuencia del desarrollo experimentado
durante los siglos x-xn ha dado nacimiento a instituciones originales. Aca-
so sea en Italia, aunque toda la Cristiandad lo haya sufrido al tiempo, don-

392
LA SOCIEDAD CRISTIANA

de se perciba mejor el paralelismo entre esos dos aspectos de un mismo


fenómeno. En el transcurso del siglo xn, en el Ponthieu y en el Laonnais
estallan insurrecciones comunalistas, simultáneas en las ciudades y en el
campo, donde los aldeanos se integran en comunidades colectivas, fundadas
sobre la federación de aldeas y caseríos. En lo que se refiere a Italia,
ha quedado bien demostrado, sobre todo gracias a R. Caggese, P. Sella,
F. Schneider y G. P. Bognetti, que el surgimiento de las comunidades
rurales va emparejado con el de las comunidades urbanas. Más aún, se
presiente ya la intervención capital en ambos casos de las solidaridades eco-
nómicas y morales que se han establecido entre los grupos de «vecinos».
Estas viciniae o vicinantiae fueron el núcleo de las comunidades de la época
feudal. Fenómeno y noción fundamentales, a las que se oponen, como vere-
mos, los fenómenos y las nociones relativos a los extranjeros. El bien pro-
cede de los vecinos; el mal, de los extranjeros. Sin embargo, una vez con-
vertidas en comunidades estructuradas, las viciniae se estratifican pronto
y a su cabeza aparece un grupo de boni homines, de «hombres buenos» u
«hombres prudentes», prohombres, notables, entre los cuales se reclutan
los cónsules o los oficiales, los funcionarios comunales.
Exactamente lo mismo acontece en la ciudad, donde las corporacio-
nes '~ o cofradías, que aseguran la protección económica, física y espiritual
de sus miembros, no son ni con mucho las instituciones igualitarias que
se imagina con frecuencia. Si bien, mediante la vigilancia del trabajo, com-
baten con mayor o menor eficacia el fraude, el descuido o la falsificación;
si, por medio de la organización de la producción y del mercado, elimi-
nan la competencia, hasta el punto de ser, como ha puesto en evidencia
Gunnar Mickwitz, «cártels» proteccionistas, permiten también -bajo el
rótulo del «justo precio» (justum pretium ), que no es otra cosa, según ha
demostrado James Baldwin al analizar las teorías económicas de los escolás-
ticos, que el precio del mercado (fJretiwn in mercato)- que funcionen los
mecanismos cmaturales» de la oferta y de la demanda. Proteccionista en el
plano local, el sistema corporativo se muestra liberal en el contexto más
amplio en que se halla inserta la ciudad. Favorece de hecho las desigualda-
des sociales, nacidas Lo mismo de ese «dejar hacen> en los niveles superiores
que del proteccionismo, que, a nivel local, actúa en provecho de una mino-
ría. Las corporaciones están jerarquizadas y, si bien el aprendiz es un patro-
no en potencia, el peón es un inferior sin grandes esperanzas de promoción.
Y lo que es más importante, las corporaciones dejan fuera dos categorías
cuya existencia falsea de manera fundamental la armoniosa planificación
económica y social que el sistema está destinado teóricamente a instaurar.

393
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

En el plano más alto, una minoría de ricos sostienen por regla gene-
ral su potencia económica gracias al ejercicio, directo o por persona inter-
puesta, del poder político. Son jurados, regidores, cónsules. Escapan a la
fiscalización de las corporaciones y, como ha demostrado magistralmente
Armando Sapori en relación con los grandes mercaderes italianos, obran a
su capricho. Tan pronto se agrupan en corporaciones, al ejemplo del Arte
di Calimala en Florencia, a través de las cuales dominan la vida económica
y hacen sentir su peso sobre la vida política, como ignoran pura y simple-
mente las trabas impuestas por las instituciones corporativas y sus estatu-
tos. Esta minoría está integrada, sobre todo, por los mercaderes de largo
radio de acción, importadores y exportadores, los mercatores o los «dado-
res de trabajoll, que controlan localmente una mercadería, desde la pro-
ducción de la primera materia hasta la venta del producto fabricado. Un
documento excepcionalmente notable, presentado en una obra clásica por
Georges Espinas, nos ha dado a conocer a uno de estos personajes, ccsire))
Jehan Boinebroke, mercader pañero de Douai a finales del siglo xm. Re-
cordemos que la Iglesia exigía de los fieles, en especial de los mercaderes,
que, a su muerte por lo menos y a fin de asegurarse el cielo, restituyesen en
su testamento las cantidades que hubiesen percibido indebidamente por
usura o por exacciones de cualquier clase. La fórmula figuraba, pues, de
modo habitual entre las últimas voluntades de los difuntos, si bien raras
veces surtía efecto. En el caso de Jehan Boinebroke, en cambio, sí lo surtió.
Sus herederos invitaron a sus víctimas que acudiesen para hacerse reembol-
sar o indemnizar. Hemos conservado el texto de algunas de estas reclama-
ciones. Surge de ellas un retrato terrible. El personaje, sin embargo, no
debió de ser un caso aislado, sino el representante de una categoría social.
Procurándose a bajo precio la lana y la materia tintórea, paga «poco, mal
o nadall, muy a menudo en especie, según lo que se denomina hoy truck
system, a sus inferiores, campesinos, obreros, pequeños artesanos, a los que
mantiene sujetos por el dinero -es prestamista usurero-, el trabajo y el
alojamiento, ya que, como medio de presión suplementaria, facilita mora-
da a sus empleados. Los aplasta, en fin, mediante su poderío político. Regidor
por lo menos nueve veces, lo es especialmente en 1280, fecha en que repri-
me con ferocidad una huelga de los tejedores de Douai. Su dominación
sobre sus víctimas es tal -puesto que no es tan sólo la dominación de un
hombre quizás excepcionalmente malo, sino la de toda una clase- ·que
los mismos que a su muerte se atreven a reclamar lo hacen con timidez, ate-
rrorizados todavía por el recuerdo de ese tirano que es, con toda exactitud,
el correlativo urbano de los tiranuelos feudales.

394
LA SOCIEDAD CRISTIANA

En el nivel más bajo de la escala social hallamos también una clase


excluida de la corporación, una masa desprotegida, sobre la cual volveremos
a hablar.
Queda por decir que, si bien las comunidades rurales y urbanas opri-
mieron más que libertaron al individuo, se basaban, no obstante, en un
principio que hizo temblar al mundo feudal. ((Comunidad, nombre detes-
table)), exclama al principio del siglo xn el cronista eclesiástico Guibert de
Nogent en una fórmula célebre. El elemento revolucionario en el origen
del movimiento urbano y de su prolongación en el campo -la formación
de las comunidades rurales- estaba en que el juramento que liga entre sí
a los miembros de la comunidad urbana primitiva es, a diferencia del con-
trato de vasallaje, que une a un inferior con un superior, un juramento
igualitario. A la jerarquía feudal vertical sustituye, se opone, una sociedad
horizontal. La vicinia, el grupo de vecinos hermanados por una proximidad
fundada en primer término sobre el terreno, se transforma en una frater-
nidad, fraternitas. La palabra y la realidad que ella designa tienen un éxito
especial en España, donde florecen las hermandades, y en Alemania, donde
la fraternidad juramentada, Schwurbruderschaft, recoge todo el poder emo-
tivo de la vieja fraternidad germánica. Ella instituye entre los burgueses la
obligación de la fidelidad, la Treue. En Soest, por ejemplo, a mediados del
siglo XII, el burgués que ha causado un daño físico o material a un concivis,
a un ((coburgués)), debe renunciar a su derecho de burguesía. La fraterni-
dad se trueca al fin en comunidad ligada por juramento : conjuratio o com-
munio. Es el Eidgenossenschaf t germánico, la comuna francesa o italiana.
Une a seres iguales hasta el punto de que, cuando la desigualdad económi-
ca, en materia de fiscalidad urbana, verbigracia, no puede ser eliminada, se
ha de combinar con fórmulas y prácticas que salvaguarden una igualdad
de principio entre todos los ciudadanos. Así la ciudad de Neuss, en 1259,
estipula que, si es preciso establecer una tasa para subvenir a una necesidad
de la comunidad, pobres y ricos juraran igualmente (equo modo) pagarla
en proporción a sus recursos.

Incluso aunque las ciudades 'r.' medievales no hayan constituido en rea-


lidad ese desafío a la feudalidad, esa excepción antifeudal descrita con tanta
frecuencia, no por ello es menos cierto que se presentan en primer término
como un fenómeno aislado, insólito y, ante los ojos de los hombres que
vivieron la época del desarrollo urbano, como una de las realidades nuevas,
en el sentido escandaloso que la Edad Media daba a este adjetivo.

395
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

La ciudad, para esos hombres de la tierra, del bosque y de la landa,


supone, a la vez, un objeto de atracción y de repulsión, una tentación, como
el metal, como el dinero, como la mujer.
La ciudad medieval, sin embargo, no parece a primera vista un mons-
truo espantoso por su tamaño. A comienzos del siglo x1v, muy pocas ciuda-
des sobrepasan, y aun con poco, la cifra de cien mil habitantes: Venecia y
Milán. París, la ciudad más grande de la Cristiandad septentrional, cuya
población ha sido exagerada hasta elevarla a doscientas mil almas, no tenía
entonces, sin duda, más de ochenta mil. Brujas, Gante, Toulouse, Londres,
Hamburgo, Lübeck y todas las demás ciudades de cierta importancia, es
decir, las de primera fila, contaban tan sólo de veinte mil a cuarenta mil
habitantes.
Por lo demás, como se ha observado a menudo y con razón, la ciudad
medieval continúa muy compenetrada con el campo. Los ciudadanos llevan
en ella una vida semirrural. Sus murallas albergan en su interior viñas,
huertos, incluso prados y campos, ganado, estercoleros ...
Y, no obstante, el contraste ciudad-campo ha sido mayor durante la
Edad Media que en casi todo el resto de las sociedades y de las civiliza-
ciones. Los muros de una ciudad son una frontera, la más fuerte de las
conoddas en esta época. Las murallas, con sus torres y sus puertas, sirven
para separar dos mundos. Las ciudades afirman su originalidad, su particu-
laridad, representando ostensiblemente en sus sellos esas murallas que las
protegen. Trono del bien, es decir, Jerusalén, asiento del mal al mismo
tiempo, es decir, Babilonia, la ciudad es siempre en el Occidente medieval
el símbolo de lo extraordinario. Ser ciudadano o campesino, he ahí una de
las grandes líneas de separación en la sociedad medieval.
Verdad es que la ciudad de la Alta Edad Media conserva su prestigio
dentro de la sociedad prefeudal y feudal. Ella es el asiento del poder polí-
tico y del poder religioso, la residencia del rey o del conde, del obispo, el
único emplazamiento de monumentos de ladrillo o piedra, el punto donde
se acumulan los principales tesoros, el lugar cuya toma, saqueo o posesión,
proporciona riqueza y prestigio. ¿Se ha prestado suficiente atención al
hecho de que las ciudades son un polo de atracción para los héroes de los
cantares de gesta? En la Chanson de Roland *, en contraste con la natura-
leza hostil, rocas, montañas e incluso llanuras, las ciudades brillan como
faros: Zaragoza y Aquisgrán, «el mejor lugar de Francia». El espejismo de
Constantinopla se identifica con el espejismo de la ciudad. Las ciudades
reciben los epítetos de «altiva», «orgullosa», «noble». Así, París es llamada
«la noble ciudad» en Mainet y en Berthe au grand pied, que encuentra en
Vil. FRES CO GÓTICO: ADÁN Y EVA EN
El. l' ARAÍSO TERRENAL.

1\ste fresco, ejecutado en el año I26 3,


estri co 11siderado como la obra maestra
de la pintura románica tardía en Aus-
tria. Sin embargo, es ya característica
del arle gótico desde el punlo de 11isla
forrnal. Los frescos, expu lsados d e los
muros jJor el crecien te auge de las ven-
tanas )' las vidrieras, se refugian en las
bóvedas. ! .os colores claros fYredomi-
nan a fin de contribuir a satisfacer la
preocupación por la luminosa claridad.
La libertad de las formas se separa
también del estilísmo románico. No
obstante, los lemas tradicionales jJer-
manecen, incluso se reafirman, rnds
humanos con la tentación de Addn y
Eva en trance de morder la ·m anzana
fatal, uuis sim./Jólicos con la inclusián
d e los c11alro rius del Parníso. (Gw/;,
Austria .)
LA SOCIEDAD CRISTIANA

ella el final de sus aventuras. Oberón, al que se pudiera creer apegado úni-
camente a los bosques donde se ejercen sus encantos, conserva la nostalgia
de su lugar de nacimiento, «Monimur, su ciudad». Todo el ciclo de Gui-
llermo de Orange gira alrededor de las ciudades: Orange, N imes, Vienne,
incluso París, un París que le Moinage Guillaume no intenta, sin embar-
go, idealizar: «En aquel entonces, Francia estaba poco poblada, apenas
cultivada, y no se veían en ella todos esos ricos dominios, esos castillos, esas
ciudades opulentas que la cubren hoy día. París en aquella época era muy
pequeño .» No obstante, en ella se encontraba la sede del rey Luis, a quien
Guillermo viene a liberar. Y el descubrimiento de la ciudad, al término
de su cabalgata, le produce un encantamiento, un momento de emoción:
«Cuando Guillermo abre los ojos, la mañana es clara, ve París al final de
los prados.» Guillermo dejará a los parisienses de hoy en día un recuerdo,
el nombre de su enemigo, el sajón pagano Ysoré, que derriba en singular
combate y entierra en el mismo campo de la lucha, en un lugar que se
llamará la Tumba-Isoré, la e<Tombe-Issoire». Pero, más aún que París, res-
plandece Narbona, tomada por Aimeri: «Entre dos rocas, en la ribera de
un golfo, vio levantarse en la altura una fuerte ciudad sarracena. Estaba
bien rodeada de muros y de pilares y jamás se vio trazar otra más sólida. En
las plantaciones de tejos y árboles verdes, vieron los follajes agitados por
el viento; no se podía gozar de un espectáculo más bello. Había veinte
torres construidas en piedra dura y brillante. Otra más, en el centro, atraía
las miradas. Nadie en el mundo, por buen narrador que fues e, sería ca-
paz, en menos de un día, de describiros con detalle los trabajos que los
paganos habían emprendido para elevar esta torre. Las almenas habían sido
completamente selladas con plomo; los defensores se encontraban a un tiro
de arco del enemigo. En lo alto del cuerpo principal se elevaba una bola
de oro fino de ultramar; habían engastado en ella un carbúnculo que
llameaba y brillaba con un fulgor semejante al del sol de la aurora ... El
rey contempló la ciudad y, en su corazón, comenzó a desearla.»
Ahora bien, entre los siglos x y xm, en un arranque del cual será
siempre Henri Pirenne el inmortal historiador, la faz de las ciudades de
Occidente cambia. Una función se convierte en primordial dentro de ellas,
reanima las viejas ciudades y crea otras nuevas: la función económica, fun-
ción comercial y, pronto, función artesanal. La ciudad se transforma en el
hogar de algo que los señores feudales detestan: la vergonzosa actividad
económica. Y el anatema es lanzado contra las ciudades.
En i u~8 arde la pequeña ciudad de Deutz, situada frente a Colonia,
al otro lado del Rin. El abad del monasterio de San Heriberto, el célebre

397
33
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Rupert, teólogo muy apegado a la tradición, ve inmediatamente en ello un


efecto de la cólera de Dios, un castigo para el lugar que, siguiendo el desa-
rrollo de Colonia, ha llegado a ser un centro de cambio, guarida de infa-
mes mercaderes y artesanos. Y dibuja, a través de la Biblia, una historia
antiurbana de la humanidad. Caín ha sido el inventor de las ciudades, el
constructor de la primera de ellas, imitado luego por todos los malos, los
tiranos, los enemigos de Dios. Los patriarcas, por el contrario, y de una
manera general los justos, los temerosos de Dios, han vivido bajo la tienda,
en el desierto. Instalarse en las ciudades significa preferir el mundo. En
efecto, el crecimiento urbano favorece, con la fijación al suelo y el desarro-
llo de la propiedad y del instinto de la misma, la aparición de una menta-
lidad nueva y, en primer término, la elección de la vida activa.
El florecimiento de esta mentalidad urbana se ve favorecida aún más
por el temprano nacimiento de un patriotismo ciudadano. Claro está, como
veremos, que las ciudades son el teatro de una áspera lucha de clases y que
las clases dirigentes serán las instigadoras y las primeras beneficiarias de
ese espíritu urbano. Por lo demás, como Armando Sapori ha subrayado,
también los grandes comerciantes, durante el siglo xm al menos, saben
exponer su dinero y su persona. En 1260, cuando una guerra feroz opone a
Siena y a Florencia, uno de los más importantes mercaderes-banqueros
sieneses, Salimbene dei Salimbeni, hace entrega a la comunidad de 118.000
florines y, cerrando sus establecimientos, se apresura a participar personal-
mente en la guerra.
Mientras que la señoría rural no había logrado inspirar a la masa de
los campesinos que vivían en su seno otra cosa que el sentimiento de la
opresión de la que eran víctimas, mientras que el castillo roquero, aunque
les ofreciese en ciertos casos refugio y protección, no proyectaba sobre ellos
sino una sombra detestada, la silueta de los monumentos urbanos, instru-
mento y símbolo de la dominación de los ricos en las ciudades, inspiraban al
pueblo ciudadano sentimientos en que la admiración y el orgullo acababan
las más veces por triunfar. La sociedad urbana había conseguido crear
valores comunes en cierta medida a todos los habitantes: valores estéticos,
culturales, espirituales. «11 bel San Giovanni)) del Dante era el objeto de
la veneración y el orgullo de todos los florentinos. Orgullo urbano, que es,
en principio y especialmente, el producto de las regiones más urbanizadas:
Flandes, Alemania, Italia del Norte y del Centro. Tomemos por testimonio
a tres ciudades italianas: Milán, cuyas maravillas describe en 1288 el her-
mano Bonvesin dalla Riva en su De magnalibus urbis Mediolani: «La
ciudad tiene forma de círculo y esta maravillosa forma circular es un signo
LA SOCIEDAD CRISTIANA

de su perfección ... »; Génova, cuyas «bellezas» canta en lengua vulgar un


poeta anónimo de finales del siglo xm:

Zenoa e citae piuna


De gente e de ogni ben fornía.
Murao ha bello e adorno
Chi la circonda tuto in torno ...
Génova es ciudad llena
De gente y de todo bien provista.
Tiene muros bellos y adornados
Que la circundan todo alrededor ...

Y Florencia, en fin, a la que Chiaro Davanzati, antes que el Dante, glo-


rifica en u~67:
Ah dolze e gaia terra fiorentina,
Fontana di valore e di piagenza ...
¡Ah, dulce y hermosa tierra florentina,
Fuente de valor y de placer ... 1

Sin embargo, ¿qué representan esos islotes urbanos en tierra de Occi-


dente y cuál es su porvenir? Su prosperidad no puede, en definitiva, ali-
mentarse más que de la tierra. Incluso las ciudades más enriquecidas por
el comercio, Gante y Brujas, Génova, Florencia, Siena y Venecia, la cual
ha de luchar, además, contra el obstáculo de su topografía marítima, se ven
forzadas a asentar su actividad y su poder sobre su territorio rural, sobre lo
que las ciudades italianas denominaron su contado, su «campiñal>. (De
ahí procede el nombre de contadini con que son conocidos los campesinos
italianos.)
Entre las ciudades y sus contornos rurales las relaciones son bastante
complejas. A primera vista, la atracción urbana es favorable para la repo-
blación de sus campos. El campesino emigra de las señorías y su primera
conquista es la libertad, bien porque, al instalarse en la ciudad, queda en
ella automáticamente libre, ya que la servidumbre es desconocida en el
suelo urbano, bien porque la ciudad, convertida en señora de la campiña
próxima, se apresura a liberar a los siervos, según el famoso axioma ale-
mán: Stadtluf t macht freí, «el aire de la ciudad convierte en libre», o, con
mayor frecuencia, en su precisión jurídica: Stadtluf t macht frei nach ] ahr

399
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

und Tag, «el aire de la ciudad convierte en libre al cabo de un año y un


día)), después que el nuevo ciudadano ha permanecido este lapso en la
ciudad.
Ahora bien, al mismo tiempo la ciudad es la explotadora de su cam-
piña y se comporta respecto a ella como señora. La señoría urbana, que
ejerce su derecho de «ban)) sobre su «banlieue)) (lugar sometido al ban), lo
explota sobre todo desde el punto de vista económico: le compra a buen
precio sus productos (granos, lana, productos lecheros para su aprovisiona-
miento, su artesanado, su comercio) y le impone sus mercancías, compren-
didas aquellas de las que tan sólo es intermediaria: la sal, por ejemplo, que
se convierte en un verdadero impuesto al obligar a los campesinos a com-
prar en cantidades determinadas y a precio tasado. Las milicias urbanas se
ven rápidamente integradas en su inmensa mayoría por campesinos reclu-
tados, como los soldados de la campiña de Brujas, el «Franco de Brujas)).
Las ciudades desarrollan un artesanado rural a bajo precio, que controlan
por completo, pero bien pronto sienten miedo de sus campesinos. Como los
señores en el campo, se encierran al caer la noche en sus castillos, las ciu-
dades elevan sus puentes levadizos, encadenan sus puertas, arman sus mu-
ros de centinelas que vigilan ante todo el más próximo y más pasible ene-
migo: el campesino de los alrededores. Y esos productos de la ciudad que
son los universitarios, los turistas, elaboran al final de la Edad Media un
derecho que aplasta al campesino.
Digamos, por último, que incluso aquellas ciudades que consiguen
durante la Edad Media convertirse en Estados: República de Venecia,
Gran Ducado de Toscana, ciudades libres hanseáticas, no consiguen mante-
ner después su prosperidad si no es contra el curso de la historia y se con-
vierten poco a poco en anacronismo. Aquellos países cuya armazón econó-
mica, política y cultural estuvo formada durante largo tiempo por las ciu-
dades, es decir, Italia y Alemania, serán los últimos en alcanzar su unidad
en el siglo xrx. La sociedad urbana medieval no tenía ante sí ningún por-
venir histórico.

El sueño de conseguir una sociedad, si no unida, al menos armoniosa,


perseguido por la Iglesia, chocó con las ásperas realidades de las oposiciqnes
y de las luchas sociales. El casi total monopolio literario por parte de los
clérigos, sostenido como mínimo hasta el siglo xm, disimula la intensidad
de la lucha de clases en la Edad Media y puede darnos la impresión de que
únicamente algunos laicos malvados -señores o campesinos-- trataban de

400
LA SOCIEDAD CRISTIANA

vez en cuando de alterar el orden social alzándose contra las personas o los
bienes de la Iglesia. No obstante, los escritores eclesiásticos han dejado fil-
trar lo bastante para que podamos adivinar la permanencia de esos antago-
nismos, que estallan a veces en bruscas explosiones de violencia.
La más conocida de esas oposiciones es la que anima a los burgueses
contra los nobles. Una oposición espectacular. El cuadro urbano ha aumen-
tado su eco y los escritos -crónicas, actas, estatutos, paces que han sancio-
nado a menudo sus peripecias- han prolongado su repercusión. Los casos
bastante frecuentes -relatados con horror por los escritores eclesiásticos-
en que las revueltas urbanas se han producido contra los obispos, señores
de las ciudades, nos han proporcionado narraciones conmovedoras en las
que se nos muestra, con la progresión de las nuevas clases, un sistema tam-
bién nuevo de valores, que ya no respeta el carácter sagrado de los prelados.
He aquí el relato de los acontecimientos de Colonia en io74, según el
monje Lamberto de Hersfeld: «El arzobispo pasó el tiempo d e Pascuas en
Colonia, con su amigo el obispo de Münstcr, al que había invitado para
celebrar las fiestas con él. Cuando el obispo quiso regresar a su casa, el
arzobispo ordenó a sus guardias que le buscasen un barco conveniente.
A fuerza de indagar, encontraron un buen barco, que pertenecía a un rico
mercader de la ciudad, y lo reclamaron para uso del arzobispo. Los hombres
del comerciante que estaban a cargo del barco se resistieron, pero los hom-
bres del arzobispo amenazaron con maltratarlos si no obedecían inmediata-
mente. Los hombres del mercader se apresuraron a ir al encuentro de su
amo, le contaron lo que había ocurrido y le preguntaron qué debían hacer.
El comerciante tenía un hijo valiente y vigoroso. Estaba emparentado con
las principales familias de la ciudad y, a causa de su carácter, era muy
popular. Reunió apresuradamente a sus hombres y a tantos jóvenes de la
ciudad como le fue posible, se precipitó hacia el barco, dio orden a los sar-
gentos del arzobispo de salir de él y los expulsó por la fuerza ... Los amigos
de los dos partidos tomaron las armas y pareció que una gran batalla se
preparaba en la ciudad. Las nuevas de la lucha llegaron a oídos del arzobis-
po, que envió acto seguido hombres para ahogar el motín y, como hubiese
montado en cólera, amenazó a los jóvenes sublevados con un duro castigo
en la próxima sesión de su corte [de justicia]. El arzobispo poseía todas las
virtudes y había probado frecuentemente su excelencia en todos los domi-
nios, lo mismo del Estado que de la Iglesia. Pero tenía un defecto. Cuando
montaba en cólera, no podía dominar su lengua y maldecía a cada uno
sin distinción, con las expresiones más violentas. Por fin, el motín pareció
apaciguarse, pero el joven, que estaba muy encolerizado y envanecido por

401
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

su primer éxito, no dejó de causar toda la alteración que pudo. Recorrió la


ciudad, dirigiendo discursos al pueblo sobre el mal gobierno del arzobispo,
acusándole de imponer cargas injustas al pueblo, de privar a los inocentes
de sus bienes y de insultar a los ciudadanos honorables .. . No le resultó
difícil levantar al populacho ... Por otro lado, todos consideraban que el
pueblo de 'Vorms había conseguido un éxito expulsando a su obispo, que
los gobernaba con demasiada severidad. Y como ellos eran más numerosos
y más ricos que el pueblo de 'Vorms y tenían armas, les desagradó que se
pudiese pensar que no eran tan valientes como el pueblo de Worms y les
pareció vergonzoso estar sometidos como mujeres al poder del . arzobispo,
que los gobernaba tiránicamente ... »
Igualmente se sabe -por la célebre narración de Guibert de Nogent-
que la revuelta de los ciudadanos de Laón en 1111 acabó con la muerte del
obispo Gaudri y la profanación de su cadáver, al que un revoltoso cortó
el dedo para arrancarle el anillo.
Frente a esos. movimientos urbanos, los cronistas eclesiásticos se mues-
tran más admirados que indignados. Cierto que el carácter de tal o cual
prelado explica a sus ojos, si no la justifica, la cólera de los burgueses y del
pueblo. Pero, cuando éste se levanta contra el orden feudal en su conjunto,
contra la sociedad aprobada por la Iglesia, contra un mundo que, conver-
tido al cristianismo, no debiera esperar otra cosa que el paso de la ciudad
terrestre a la ciudad celestial -es el tema de Odón de Freising en su His-
toria de las dos ciudades-, la historiografía eclesiástica reconoce su incom-
prensión.
Así sucede en el Mans, en 1070. Los habitantes se han sublevado contra
Guillermo el Bastardo, ocupado en conquistar Inglaterra, y el obispo se ha
refugiado cerca de él. «Formaron entonces -escribe el cronista episcopal-
una asociación que llamaron comuna, se unieron por juramento y forzaron
a los señores de las tierras próximas a jurar fidelidad a esa comuna. Enar-
decidos por esta conspiración, se dedicaron a cometer innumerables crí-
menes, condenando a muchas gentes sin discriminación y sin causa, cegando
a los unos por las razones más débiles y, cosa horrible de expresar, ahorcan-
do a otros por faltas insignificantes. Quemaron incluso los castillos de la
región durante la Cuaresma y, lo que es peor todavía, durante la Semana
Santa. Y todo esto lo hicieron sin razón.»

Ahora bien, el principal frente de las tensiones sociales es el campo.


Entre señores y campesinos, la lucha se hace endémica. A veces se desata

)
LA SOCIEDAD CRISTIANA

en crisis de extrema violencia. Ello se debe a que, si en las ciudades de los


siglos XI al xm, las revueltas son dirigidas por los burgueses, deseosos de
asegurarse el poder político que garantiza el libre ejercicio de sus activida-
des profesionales y, en consecuencia, su fortuna y les confiere un prestigio
en relación con su poder económico, en el campo las sublevaciones de los
campesinos no se dirigen exclusivamente a mejorar su situación, fijando,
disminuyendo o aboliendo los servicios y las prestaciones, que cargan pesa-
damente sobre ellos, sino que son con frecuencia la simple expresión de una
lucha por la vida. La mayoría de los campesinos se integran a esta masa «al
borde del límite alimenticio», del hambre, de la epidemia. Constituyen lo
que se llamará más tarde en Francia la Jacquería y saca una fuerza singular
de la desesperación. Si existe también en la ciudad -acabamos de verlo en
la Colonia de 1074- el motor del odio, si las nuevas capas sociales alber-
gan un deseo de venganza por el desdén que les dedican los señores ecle-
siásticos y laicos, esta motivación afectiva es mucho más fuerte todavía en
el campo, a la medida del inmenso desprecio que los señores sienten por
los villanos. A despecho de las mejoras en su suerte conseguidas por los
campesinos durante los siglos XI y xn, muchos señores no les reconocen aún
al final del siglo xm -en realidad, hay una diferencia esencial entre su
condición y la del esclavo antigu0-- otra propiedad que la de su persona
completamente desnuda. El abad de Burton, en el Staffordshire, lo recuer-
da así a sus campesinos, a los que el monasterio había confiscado todo el
ganado (ochocientos bueyes, corderos y cerdos), cuando ellos obtienen del
rey, después de haberlo seguido con muj eres y niños de residencia en resi-
dencia, una orden de restitución de sus animales. El abad les declara que
no poseen nada más que su vientre, nihil Í'raeter ventrem . Olvidaba, al
hacerlo, que, por su culpa, ese vientre se hallaba muy a menudo vacío.
En 1336, al abad cisterciense de Vale Royal, en el Cheshire, hace reco-
nocer a sus campesinos, sobre las Sagradas Escrituras, que «eran villanos,
ellos, y sus hijos después de ellos, por toda la eternidad .. . ». El campesino es
una bestia salvaje, los textos lo repiten sin cesar. Es ele una fealdad repug-
nante, bestial. Apenas si tiene figura humana. Es, según el dicho de Coul-
ton, «el Calibán medieval». Su destino natural es el infierno. Precisa poseer
una habilidad excepcional para obtener -como por engaño- el paraíso.
Es la tesis del romance Du vilain qui gagna le paradis par plaid, es decir,
por pleito.
Veamos la descripción de Rigaut en la gesta de Garin el Lorenés:
«Ve avanzar hacia él a Rigaut, el hijo del villano Hervís. Era un muchacho
fuertemente musculado, grueso de brazos, de caderas y de hombros, los ojos
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

separados el uno del otro por la longitud de la mano; en sesenta países


no se habría encontrado cara más ruda y menos atrayente. Sus cabellos esta-
ban er izados, sus mejillas negruzcas y atezadas; no habían sido lavadas des-
de hacía seis meses y la sola agua que las había mojado era la lluvia del
cielo.»
Y he aquí, en el bosque por donde cabalga Aucassin, la aparición de
un joven campesino: «Tenía una gran cabezota más negra que la carbo-
nilla y había más de un palmo entre los dos ojos, y tenía grandes mejillas
y una enorme nariz aplastada, con grandes orificios muy anchos, y gruesos
labios, más rojos que carne asada, y grandes dientes amarillos y feos ... »
La misma hostilidad con referencia al ser moral del campesino. De
villano, la época feudal ha derivado villanía, que significa la fealdad moral.
Los que más feroces se muestran contra los campesinos son los goliardos *,
esos clérigos más o menos excluidos, que han roto el ban, en los cuales se
exasperan los prejuicios de casta.
Véase la muestra en un poema goliárdico, la Déclinaison du Paysan
(la declinación del campesino):

NOMINATIVO SINGULAR: hic vilanus este villano


GENITIVO: huius rustici de este rústico
DATIVO: huic tferfero a este ferfero (diablo)
ACUSATIVO: hunc furem este ladrón
VocATivo: o latro ¡oh bandido!
ABLATIVO: ab hoc depredatore por este pillo
NOMINATIVO PLURAL: hi maledicti estos malditos
GENITIVO: horum tristium de estos miserables
DATIVO: his mendacibus a estos mentirosos
ACUSATIVO: hos nequissimos estos tunos
VOCATIVO: o pesimi ¡oh detestables 1
ABLATIVO: ab his infidelibus por estos infieles

«Los campesinos que trabajan para todos -escribe Geoffroi de Tro-


yes-, que se fatigan en todos los tiempos, en todas las estaciones, que se
entregan a obras serviles desdeñadas por sus amos, se ven incesantemente
abrumados y esto para proveer a la vida, a los vestidos, a las frivolidades de
los otros ... Se les persigue por el incendio, por la rapiña, por la espada: Se
les hunde en las prisiones y se les pone en los hierros, después se les obliga
a rescatarse, o bien se les mata violentamente, se les entrega a toda clase de
suplicios ... »
LA SOCIEDAD CRISTIANA

En ocasión de la Gran Revuelta de 1381, los campesinos ingleses excla-


maron, según Froissart: «Somos hombres hechos a semejanza de Cristo y
se nos trata como a bestias salvajes.»
Un precioso poema que data de la primera mitad del siglo xm, Le
cante des vilains de Versan, narra la sublevación de los campesinos de la
aldea de Verson-sur-Odon, cercana a Caen, contra su señor, el abad del
Mont-Saint-Michel. La endecha de los villanos termina con esta réplica:
A llez et faites-les payer,
lls se daivent bien acquitter.
Allez et prenez leurs chevaux,
Prenéz et vaches et veaux,
Car les vilains sant trap félons.
(Id y hacedlos pagar, / pues es justo que paguen. / Id y quitadles sus caba-
llos, / quitadles sus vacas y terneros, / pues los villanos son demasiado fe-
lones.)
Como ha escrito con justicia Frantisek Graus, los campesinos «no sola-
mente se ven explotados por la sociedad feudal, sino, además, ridiculizados
por el arte y la literatura>>. ·
El franciscano Berthold de Regensburg hacía observar en el siglo xnr
que apenas si hay un santo campesino (mientras que, por ej emplo, en 1197,
Inocencio III había canonizado a un mercader, Homebon de Cr emona).
Nada hay de extraordinario en esas condiciones, puesto que el fondo
de la mentalidad campesina es una larga impaciencia, un perpetuo descon-
tento. ccLos campesinos están siempre encolerizados - dice un poema goliár-
dico de Bohemia- y su corazón jamás conoce contento.»
Nada hay de extraordinario en que esta cólera estalle de tiempo en
tiempo y revista la forma de un ataque. El monje que nos relata el conflicto
entre el abad de Vale Royal y los campesinos de Darnall y Over, en 1336,
se indigna al verlos proceder corno perros rabiosos, rabicanes.
Guillermo de Jumieges y '\!\Tace, en el Roman de Rou (el ccCantar de
Rollórn>), nos han narrado la revuelta de los campesinos normandos en el
año 997:
Les paysans et les vilains
Ceux du bocage et ceux de la plaine .. .
Par vingt, par trentaine, par cent,
Ont tenu plusieurs parlements,
La devise vont conseillant ...
"Natre ennemi, c'est natre maitre".
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

Ils en ont parlé, en secret


Et plusieurs l'ont entre eux juré,
Que jamais p·ar leur volonté
N'auront de seigneur ni d'avoué ...
Par ces dits et par ces paroles
Et p•ar d'autres encor plus folles
Ont marqué leur assentiment
Et se sont juré par serment
Qu'ensemble tous se tiendront,
Et ensemble se défendront;
Ont élu, ne sais ou ni quand,
Les plus adroits, les mieux fJarlant
Qui par tout le pays iront
Et les serments recueilleront ...

(Los campesinos y los villanos, / Los del bosque y los del llano ... / Por vein-
te, por treinta, por cien, / Han tenido varios parlamentos, / Y la divisa van
aconsejando ... / «Nuestro enemigo es nuestro amo)). / Han hablado de ello
en secreto / Y muchos de entre ellos lo han jurado, / Que jamás por su
voluntad / Tendrán señor ni abogado ... / Por esos dichos y esas palabras /
Y por otras todavía más locas / Han indicado su asentimiento / Y se han
comprometido por juramento / Que juntos todos se mantendrán / Y jun-
tos se defenderán; / Han elegido, no sé dónde ni cuándo, / A los más hábi-
les, a los que hablan mejor, / Que por todo el país irán / Y los juramentos
recogerán ... )
«Tan pronto como el duque fue informado, envió inmediatamente al
conde Raúl con un gran número de caballeros, a fin de reprimir la feroci-
dad de los campesinos ... ))
Y he aquí la represión señorial:

Raoul s' emporta tellement


Qu'il ne fit pas de jugement;
Les fit tous tristes et dolents;
A plusieurs arracher les dents
Et les auties fit empaler,
A rracher les yeux, poings couper,
A tous fit les jarrets rótir
Meme s'ils en devaient mourir,
D' autres furent brulés vivants
LA SOCIEDAD CRISTIANA

Ou plongés dans le plomb bouillant,


Les fit ainsi taus arranger.
Hideux furent a regarder.
Ne furent depuis en lieu vus
Qu'ils ne fuss ent bien reconnus.
La commune est réduite a rien,
Et les vilains se tinrent bien;
Se sont retirés et démis,
De ce qu'ils avaient entrepris.

(Raúl se arrebató en tal forma / Que no les concedió juicio; / Los hizo a
todos tristes y dolientes; / A muchos arrancar los dientes / Y a los otros
hizo empalar, / Arrancar los ojos, los puños cortar, / A todos hizo las cor vas
quemar, / Incluso si de ello debían morir, / Otros fueron quemados vivos /
O sumergidos en el plomo hirviente, / Los hizo a todos arreglar. / Asque-
rosos fueron de mirar. / No fueron después en ningún lugar vistos / Que
no fuesen bien reconocidos. / La comuna quedó reducida a la n ada, / Y los
villanos se portan bien; / Se han retirado y dejado, / De aquello qu e
habían emprendido.)
Más o menos abiertamente, la iconografía representa con frecuenc ia la
lucha del campesino contra el caballero, una lucha de David contra Goliat.
La vestimenta con que aparecen los dos personaj es es claro test imo nio de la
intención.
No obstante, la forma habitual de la lucha de los ca mpesinos contra
los señores es la guerrilla sorda del merodeo en las tierras del señor, d e la
caza furtiva en sus bosques, del incendio de sus cosechas. Es la r esistencia
pasiva mediante el sabotaje de los trabajos forzados, la n egativa a entregar
los pagos en especie, a pagar las tasas. A veces se llega a la deserción.
En 1117, el abad del monasterio el e Mar moutier, Alsacia, suprime los
trabajos forzados de los siervos y los reemplaza por un pago en dinero. Toma
esta decisión a causa de «la incuri a, la inutilidad, la flojedad y la pereza de
aquellos que los ejecutaban».
En su tratado d e Hous ebonclrie, escrito a mediados del siglo xm, Wal-
ter de Henley, preocupado siempre de acrecentar por todos los medios el
rendimiento agrícola, multiplica las recomendaciones para la vigilancia del
trabajo de los campesinos. La iconografía nos muestra a los guardias seño-
riales, armados con su bastón, espiando a los trabajadores. Aun reconocien-
do que la fuerza de trabajo del caballo es superior a la del buey, Walter
de Henley estima, con un cierto desengaño, que resulta inútil para el señor
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

hacer el gasto considerable que supone la compra de un caballo, pues cela


malicia de los labradores priva al arado arrastrado por un caballo de avan-
zar con mayor rapidez que el tirado por bueyes».
La hostilidad de los campesinos frente al progreso técnico es más visi-
ble todavía. Tal hostilidad no puede explicarse, como las revuelt~s de los
obreros contra el maquinismo al comienzo de la revolución industrial, por
el temor a cualquier especie de paro tecnológico, sino porque el maquinis-
mo medieval se acompañaba de un monopolio de la máquina en provecho
del señor, el cual tornaba obligatoria y onerosa su utilización a su favor. Las
sublevaciones de los campesinos contra los molinos ccbanalesn señoriales
serán numerosas. Inversamente, se ve muy a menudo a los señores -en
especial a los abades- hacer destruir los molinos a brazo de sus campesinos,
con objeto de obligarlos a llevar el grano a su molino y forzarles así a pagar
la tasa de molienda. Ya en i207, los monjes de .Jumieges destrozan las últi-
mas muelas de mano que quedaban en una de sus tierras. Una célebre
disputa en torno a los molinos hidráulicos opuso en Inglaterra a los monjes
de Saint-Albans y sus campesinos. Triunfante por último en 1331, el abad
Ricardo 11 convirtió en trofeos las muelas confiscadas: pavimentó con ellas
su locutorio.
Entre las formas más insidiosas de la lucha de clases, merecen un
lugar privilegiado las innumerables discusiones originadas sobre la cues-
tión de los pesos y medidas. La determinación y la posesión de los patrones
que fijan la cantidad del trabajo y de los pagos constituye un medio de
dominación económica esencial. Witold Kula ha abierto magistralmente la
vía de esta historia social de los pesos y medidas. Acaparadas por los unos,
discutidas por los otros, pesos y medidas, conservados en la casa solariega,
en el castillo, en la abadía o en la casa comunal de las ciudades, son el
motivo de un litigio constante. Los numerosos documentos que evocan los
castigos infligidos a campesinos o a artesanos por usar de medidas falsas
(crimen asimilado al de desplazamiento de mojones o hitos de dominio)
llaman nuestra atención sobre este aspecto de la lucha de clases. De la mis-
ma manera que la multiplicidad de las jurisdicciones favorecía la arbitra-
riedad de los señores, el número y la variabilidad (al capricho del señor) de
las medidas suponían un instrumento de opresión señorial. Cuando los
reyes de Inglaterra tratan en el siglo x1v de imponer un patrón re~l para
las principales medidas, declaran exentas de él las rentas y arrendamientos,
cuya medida es dejada a la discreción de los señores.
La lectura de los fabliaux *, de los tratados jurídicos y morales, de
las actas judiciales, produce la impresión de que la Edad Media fue el
LA SOCIEDAD CRISTIANA

paraíso de los tramposos, la edad de oro del fraude. La opres10n de las


clases dueñas de la medida es la explicación de ello. Y la Iglesia, que hizo
del fraude un pecado grave, no logró borrar esas manifestaciones de la
lucha de clases.

Fundamental en el campo, la confrontación entre las clases r eaparece


bien pronto en las ciudades, no ya como la lucha de los burgueses victorio-
sos contra los señores, sino como la del pueblo bajo contra los r icos burgu e-
ses. Desde finales del siglo xn al XIV, una nueva línea de fractura social se
dibuja efectivamente en las ciudades, para oponer los pobres a los ricos, los
débiles a los poderosos, el común a la burguesía, el popolo minuto al popolo
grosso. La formación de esta categoría urbana dominante, a la que se ha
denominado el patriciado, compuesto por un grupo de familias que acu-
mulan la propiedad inmobiliaria urbana, la riqueza, el dominio sobre la
vida económica y el control de la vida política mediante el monopolio de
los cargos municipales, hace que se levante frente a ella la masa d e los
nuevos oprimidos.
Hacia el final del siglo xn, comienzan a surgir los m eliore5 burgenses
o maiores oppidani, cuya dominación se afirma pronto. Ya en 1165, en Soest,
Westfalia, son mencionados esos «mejores, bajo la autoridad de los cuales
la ciudad prosperaba y en quienes residía lo esencial del derecho y de los
negocios>J, meliores ... quorum auctoritate pretaxata vi lla nunc pollebat et
in quibus summa iuris et rerum consistebat. Y en Magd eburgo, en 1188,
un estatuto urbano estipula que «en la asamblea de los burgu eses se pro-
hibió a los necios proferir palabras contrarias a l orden y oponerse en cual-
quier cosa que sea a la voluntad d e los meliores>J. Así era como ricos y
pobres se enfrentaban en las ciudades. En las de lengua francesa, donde
hasta ahora se había hablado tradicionalmente de oficios «fundados sobre
el trabajo y sobre la mercancía>J, trabajo y mercancía se disocian. Los tra-
bajadores manuales se levantan pronto contra aquellos que, a su vez, les
tratan de ociosos. A partir de las postrimerías del siglo xm, las huelgas y
los motines contra los ccricos hombres» se multiplican y, en el siglo XIV, a
favor de la crisis, se suscitan violentas revueltas del común de las ciudades.
A pesar de la tenden cia maniquea de la Edad Media a simplificar todo
conflicto reduciéndolo a una confrontación entre dos campos, el de los bue-
nos y el de los malos, no hay por qué creer que la lucha de clases se haya
limitado a esos desafíos: señores-campesinos, burgueses-pueblo. La realidad
fue más compleja, y una de las principales razones del fracaso habitual de
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

los débiles frente a los poderosos fue, además de su debilidad económica y


militar, las divisiones internas que aumentaban su impotencia. Hemos vis-
to ya cómo se había creado una diferenciación social entre las capas cam-
pesinas. A propósito de la insurrección normanda del 997, vVace hace notar
que, si bien los campesinos pobres no pudieron escapar a los suplicios que
hemos visto, los ricos se libraron de ellos pagando su seguridad física con la
pérdida de sus bienes.
Entre las capas inferiores urbanas, hemos de distinguir, cuando menos,
en el populo minuto entre los artesanos y los criados de las corporaciones y
la masa de mano de obra asalariada, que no gozaba de ninguna protección
corporativa: peones librados al azar del mercado de la mano de obra, reba-
ño reunido cotidianamente en la plaza de la contratación de trabajo (en
París la plaza de la Greve), adonde los contratistas o sus encargados venían
a buscar a los representantes de un proletariado siempre amenazado por
el paro. A finales del siglo XIII, son ellos los que han pasado a integrar la
categoría inferior de los laboratores, a los que Juan de Friburgo, en su
Manual sumario de confesores, asigna el último lugar. Como ha demos-
trado muy bien Bronislaw Geremek en lo que respecta al París de los
siglos XIII-XV, el trabajo y el trabajador se han convertido con ellos en
una mercancía.

La explotación de la mano de obra femenina ha ocupado ciertamente


un lugar de preferencia en esta opresión de los «dadores de trabajo». De
todos es conocida la endecha de las obreras de la seda, que Chrétien de
Troyes intercala (hacia 1180) en su Yvain, esa «Chanson de la chemise»
(Canción de la camisa) de la Edad Media:

Toujours draps de soie tisserons


Et n'en serons pas rnieux vetues,
Toujours serons pauvres et nues
Et toujours faiin et soif aurons;
Jarnais tant gagner ne saurons
Que rnieux en ayons a rnanger.
Du pain en avons sans changer
A u rnatin peu et au soir rnoins;
Car de l' ouvrage de nos rnains
N'aura chacune pour son vivre
Que quatre deniers de la livre,

410
LA SOCIEDAD CRISTIANA

Et de cela ne pouvons pas


Assez avoir viande et draps;
Car qui gagne dans sa semaine
Vingt sous n'est mie hors de peine ...
Et nous sommes en grand misere,
Mais s'enrichit de nos salaires
Celui pour qui nous travaillons;
De nuits grand'partie veillons
Et tout le jour pour y gagner.
On nous menace de rouer
Nos membres, quand nous reposons:
Aussi reposer nous n'osons.

(Siempre telas de seda tejemos / Y no por eso iremos mejor vestidas, / Siem-
pre seremos pobres y desnudas / Y siempre tendremos hambre y sed; /
Jamás sabremos ganar tanto / Que mejor hayamos de comer. / De pan
tenemos, sin cambiar, / Por la mañana poco y por la tarde menos; / Pues
del trabajo de nuestras manos / No tendrá cada una para su vivir / Sino
cuatro dineros de la libra, / Y de esto no podemos / Tener bastante comida
y vestido; / Pues quien gana en su semana / Veinte sueldos no está fuera
de pena ... / Y estamos en gran miseria, / Pero se enriquece con nuestros
salarios / Aquel por el que nosotras trabajamos; / D e las noches gran parte
velamos / Y de día para ganar. / Se nos amenaza con moler / Nuestros
miembros cuando reposamos: / De esta manera r eposar no osamos.)
Las mujeres se hallan también en el centro de una disputa en aparien-
cia menos dramática. Ellas son la apuesta en la rivalidad de los hombres de
las diferentes clases sociales. Esos juegos placenteros entre machos y hem-
bras significan, sin embargo, una de las expresiones más ásperas de la lucha
de clases. El desdén que las muj eres sienten por los hombres de una deter-
minada categoría social es una ele las más dolorosas heridas que éstos pue-
den recibir. Quizás nos extrañe ver que los clérigos toman parte en el
conflicto. No obstante, el cura, o el monje, libertino y lleno de éxitos, es
uno de los personajes más familiares de los fabliaux. Particularmente, a
decir verdad, es el clérigo al margen de la sociedad eclesiástica, esto es, el
«goliardo)) o fraile sin tonsura, el que manifiesta sus pretensiones en la
materia. El «debate del fraile y del caballero)) constituye un lugar común
en la literatura medieval. El autor, que es siempre clérigo, se atribuye en
general el mejor papel y se concede, por lo tanto, una neta ventaja sobre el
guerrero en el corazón de las mujeres. En el poema del Concite de Remi-

411
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

remont, las monjas, tras una larga discusión, decretan la excomunión contra
aquellas que prefieran los caballeros a los clérigos.
El desprecio del clérigo por el campesino se nos muestra también en
esta canción goliárdica de Bohemia:

Filia, vis rusticum


Nigrum et turpissimum?
Nolo, mater cara .. .

Hija mía, ¿quieres a un campesino


Ne gro y asqueroso?
No lo quiero, madre querida ...

La poesía lírica canta, en fin, con frecuencia en las «pastorales)) el amor


de los caballeros por las pastoras. En la realidad, tales empresas no terminan
siempre felizmente. El conde-poeta Thibaud de Champagne reconoce, en
verso, que dos campesinos le pusieron en fuga cuando se disponía a sofaldar
a una pastora.
* * *
La lucha de clases en el Occidente medieval se duplica, como es sabi-
do, a causa de las ardientes rivalidades en el interior de las clases. Los con-
flictos entre señores feudales, prolongación <le las luchas de clan, las guerras
privadas procedentes de la faida germánica, forma medieval de la ven-
detta señorial, llenan la historia y la literatura. Esas enemistades violentas
y colectivas, esos «odios perdurables)), «esos viejos rencores bien atizados)),
son, por otro lado, un privilegio de clase. Todavía al .final del siglo xm,
Philippe de Beaumanoir afirma que «quienes no sean gentileshombres no
pued~n guerrearn. Guerras de los «Lorrains)) contra los «Bordelais)) en la
gesta de Raúl de Cambrai; combates de amigos y parientes del Cid con-
tra el linaje de los Infantes de Canión; interminables venganzas en torno
a los Infantes de Lara; asaltos sin cesar repetidos de los Colonna y de los
Orsini, aliados con los Gaetani, en los que se mezcla un Gaetani, Bonifa-
cio VIII; y, ¿cómo no?, guerras de clan en el mundo nórdico, desde Esco-
cia a Escandinavia. En las lizas de los torneos, en pleno campo, en los as~dios
de los castillos, las confrontaciones entre las familias feudales pueblan la
historia medieval.
Sin embargo, a pesar de sus pretensiones, la clase señorial no posee la
exclusiva de tales conflictos. En el seno de la sociedad urbana, las familias
LA SOCIEDAD CRISTIANA

burguesas se entregan asimismo a luchas sin cuartel, solas o animando par-


tidos, por la dirección del patriciado o por el dominio de la ciudad. No es
extraño que Italia, urbanizada más pronto, haya sido el principal teatro de
esas rivalidades ciudadanas y burguesas. En 1216, una serie de vendettas
oponen en Florencia a dos gTupos de familia, a dos consorterie: la de los
Fifanti-Amidei y la de los Buondelmonte. A causa de la ruptura de una
promesa de matrimonio, afrenta tanto más cruel para los Fifanti-Amidei
cuanto el novio Buondelmonte no se presenta el día en que toda la consor-
teria de la novia le espera ataviada con los vestidos de boda en el Ponte
Vecchio, el traidor es asesinado mientras se dirige, algún tiempo más tarde,
a la catedral para casarse con otra. Insertándose en la lucha entre los dos
candidatos al imperio, Otón de Brunswick y Federico de Hohenstaufen,
que degenera pronto en una lucha entre el emperador y el papa, la riva-
lidad de las dos familias florentinas se convierte en la querella de los güel-
fos y gibelinos.
Menos frecuente acaso, pero bastante notable es la actitud individual
de ciertos miembros de las clases superiores que, por interés, por idealismo
o, en el caso de los clérigos pobres, por una solidaridad más fuerte con los
pobres que con el resto de los clérigos, se ponen al lado de los revoltosos de
las categorías inferiores y, con frecuencia, les proporcionan los jefes ins-
truidos de que carecen. Esos «traidores» a su clase se encuentran las más
veces entre el clero y la burguesía, excepcionalmente tan sólo en la no-
bleza. En 1327, los «diez mil» villanos y ciudadanos pobres que marchan
contra los monjes de Bury St. Edmunds son conducidos por dos clérigos,
que portan los estandartes de los rebeldes. Misteriosa figura es la de Henri
de Dinant, ese tribuno de Lieja de los años 1253-1255, ese patricio que
lleva al populacho al asalto del patriciado. Fernand Vercauteren, siguiendo
en eso a los cronistas del siglo xm, ve en él a un ambicioso, que se sirve del
pueblo y de su descontento para tratar de convertirse en un nuevo Catilina.
Sin embargo, no conocemos a esos agitadores populares sino a través de los
relatos de sus enemigos. Jean d 'Outremeuse nos dice de Henri de Dinant
que «hacía levantar al pueblo contra su señor y contra los clérigos y se le
creía con facilidad ... Era un hombre de gran nacimiento, culto y malicio-
so, pero fue tan falso, traidor y ambicioso que no valía nada por la envidia
que tenía de cada uno». Desconfiemos de estos juicios que cuelgan a los
revoltosos la etiqueta característica de envidiosos. Invidia, la envidia es,
según los moralistas (clérigos), según los manuales de los confesores, el gran
pecado de los campesinos, de los pobres. No obstante, el diagnóstico formu-
lado por los intérpretes de los poderosos no cubre muchas veces más que la

34
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

revuelta de los oprimidos, la indignación de los justos. Todos los jefes pode-
rosos en las grandes revueltas del siglo xrv, un Jacques y un Philippe van
Artevelde, un Etienne Marcel, serán pintados como «ambiciosos)) .

Aparte esos casos individuales, cabe preguntarse si dos potencias no


han escapado -por definición- a la lucha de clases, manteniéndose fuera
de ella y buscando la manera de apaciguarla: la Iglesia y la realeza.
La Iglesia, d e acuerdo con el ideal del cristianismo, estaba llamada a
mantener igualada la balanza entre pobres y ricos, campesinos y señores,
más aún, a contrabalancear la debilidad de los pobres mediante su apoyo
y a hacer reinar la armonía social, a la cual, en el esquema tripartito de
la sociedad, había dado su bendición.
Cierto que, en el plano de la caridad, en la lucha contra el hambre,
su acción no es de despreciar. Cierto también que su rivalidad con la clase
militar la ha inclinado a veces a obrar en favor de los campesinos o de los
ciudadanos contra el adversario común y que ha animado de manera espe-
cial los movimientos de paz benéficos a todas las víctimas de la violencia
feudal. Sin embargo, sus reiteradas declaraciones de arbitraje imparcial
entre débiles y fuertes, disimulan mal el hecho de que, las más veces,
ha escogido concretamente tomar el partido de los opresores. Inmersa en
el siglo, integrada en un grupo social privilegiado, que ella misma había
transformado en orden, es decir, en casta, por la gracia de Dios, se veía
naturalmente inclinada a dejar sentir su peso del lado del que ella formaba
parte de hecho.
Cuando el obispo Warin de Beauvais somete al rey Rob erto el Piadoso
el pacto de paz que pretende hacer jurar a los señores, no debe ignorar que
tal texto ha de aplicarse también a algún abad, a algún obispo. Dicho texto
dice así:
«No arrebataré ni buey ni vaca ni ninguna otra bestia de carga; no
me apoderaré ni del campesino, ni de la campesina, ni de los mercade-
res; no tomaré en manera alguna sus dineros y no los obligaré a rescatarse.
No quiero que pierdan su haber por causa de la guerra de su señor, y no
los azotaré para quitarles lo que tengan. Desde las calendas de marzo hasta
Todos los Santos, no me apoderaré ni de caballo, ni de jumento, ni de
pollino en los pastos. No derribaré los molinos, no les quitaré la harina que
encuentre en ellos, a menos que se hallen situados en mi tierra o que yo no
esté en la hueste; no daré protección a ningún ladrón.>>
LA SOCIEDAD CRISTIANA

Y los monjes de Saint-Laud d 'Angers han debido comprender que jus-


tificar la desigualdad social suponía admitir la inevitable lucha de clases
que resultaba de ella cuando declaran en el preámbulo de un acta: «Dios
mismo ha querido que, entre los hombres, unos fuesen señores y los otros
siervos, de tal manera que los señores estén obligados a venerar y amar a
Dios, y los siervos estén obligados a amar y a venerar a su señor, siguiendo
la palabra del Apóstol : Siervos, obedeced a vuestros señores temporales con
temor y temblando. Señores, tratad a vuestros siervos según la justi cia y la
equidad; no los amenacéis en manera alguna, porque vosotros también
tenéis vuestro Señor, que está en el cielo.»
Es de señalar que los campesinos se han mostrado sobre todo hostiles
contra los señores eclesiásticos, probablemente porque la distancia entre
el ideal que profesaban y su comportamiento debía excitar en un grado
especial su cólera y, sin duda alguna, porque al estar mejor llevados los
archivos y las cuentas monásticas, los señores eclesiásticos obtenían con ma-
yor seguridad, gracias al derecho apoyado por sus actas y sus libros de censos,
las exacciones que los señores laicos les arrancaban en la mayoría de las
ocasiones por la violencia.
Parece justo dar la razón a la autocrítica de ese dignatario eclesiástico
anónimo -identificado a veces por error con San Bernardo- que escribió
en el siglo xu: «No, no puedo decirlo sin derramar lágTimas, nosotros los
jefes de la Iglesia somos más tímidos que los groseros discípulos en la época
de la Iglesia naciente. Negamos y callamos la verdad por temor a los secu-
lares; negamos a Jesucristo, ¡la Verdad misma ! Cuando el raptor cae sobre
el pobre, nos negamos a socorrer al pobre. Cuando un seííor atormenta al
pupilo o a la viuda, no vamos contra ello. El Cristo es tá en la cruz . .. ¡y
guardamos silencio 1»
La posición y la actitud de la realeza no carece de analogía con la de
la Iglesia. Por otro lado, las dos se han prestado con frecuencia un mutuo
apoyo en una lucha común, cuya co nsigna se dirigía contra las tiranías indi-
viduales, la defensa del interés general y la protección de los débiles contra
los poderosos.
La realeza aprovechó hasta el máximo todas las armas que la estructura
social le proporcionaba: obligar a todos los señores a que le prestase home-
naje ligio o feudal; negarse a prestar homenaje por las tierras que ella tenía
en feudo, a fin de afirmar que estaba no solamente en lo alto, sino por enci-
ma de toda jerarquía feudal; hacerse reconocer un derecho de protección
-«reconocimiento» (protección señorial) o «patronato»- sobre numerosos
establecimientos eclesiásticos; imponerse en el mayor número posible de
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

contratos de «paridad», que hacían de los reyes los copartícipes en señorías


situadas fuera del dominio real y en regiones donde su influencia era débil;
cristalizar en su provecho el ideal de fidelidad, que era la esencia de la
moral y de la sensibilidad feudales . Al mismo tiempo, buscaba siempre sus-
traerse al control de los señores. Haciendo hereditaria la corona, amplía el
dominio real, impone en todas partes a sus oficiales (funcionarios), trata de
sustituir las huestes, contribuciones y jurisdicciones feudales por un ejér-
cito nacional, una fiscalidad de Estado y una justicia centralizada. Resulta
muy significativo que los campesinos intentasen ponerse bajo la protección
real, pese a que ésta se hallaba bastante más lejana que la de los señores
del país. Las capas inferiores, especialmente los campesinos, centraron muy
a menudo sus esperanzas en la persona del rey, de la cual creían poder reci-
bir la liberación de la tiranía señorial. San Luis relata con emoción a Join-
ville la actitud del pueblo con referencia a él en ocasión de una revuelta ele
los barones durante su minoría: «Y el santo rey me contó que, estando en
Montlhéry, ni él ni su madre se atrevían a regresar a París hasta que los
habitantes de París viniesen a buscarlos en armas. Y me contó que, de
Montlhéry hasta París, los caminos estaban llenos de gentes armadas y sin
armas y que todos lo aclamaban, suplicando a Nuestro Señor que le diese
buena y larga vida y lo defendiese y guardase de sus enemigos.» Ese mito
real tendrá una larga vida. Sobrevivirá -hasta las explosiones finales, como
las de 1642-1649 en Inglaterra, de 1792-1793 en Francia- a todas las expe-
riencias en que la realeza demostró que, al enfrentarse a un peligro grave
de subversión de la sociedad, se reunía a su campo natural, el de los seño-
res feudales, con los que compartía intereses y prejuicios. Bajo Felipe
Augusto, los campesinos de la aldea de Vernon se rebelaron contra su señor,
el Capítulo de Notre-Dame de París, y se negaron a pagar sus tallas. Envia-
ron entonces una delegación ante el rey, quien concedió la razón a los canó-
nigos y lanzó a la cara de los delegados de los campesinos esta frase: « ¡Que
sea maldito el Capítulo si no os lanza a una prisión hedionda!>> (in unarn
latrinam).
Ahora bien, el rey se encuentra a veces solo frente a las clases sociales.
Lejos de dominarlas, se siente amenazado por cada una de ellas. Exterior
a la sociedad feudal, teme verse aplastar por ella. Tal fue la pesadilla de
Enrique I de Inglaterra, según la crónica de Juan de "\l\Torcester. Mientras
el rey estaba en Normandía, en 1130, tuvo una triple visión. Vio primera-
mente a una multitud de campesinos asediar su cama con sus instrumentos
de trabajo, rechinando los dientes y molestándolo, haciéndole oír sus lamen-
taciones. Después, una multitud de caballeros, revestidos con sus corazas,
LA SOCIEDAD CRISTIANA

cubiertos con el yelmo, armados de lanzas, de dardos y de flechas le ame-


n azaban con darle muerte. Por último, una asamblea de arzobispos, obis-
pos, abades, decanos y priores sitian su lecho, con sus báculos levantados
contra él.
«He aquí -gime el cronista- lo que asustaba a un r ey revestido de
púrpura, cuya palabra, según la expresión de Salomón , d ebe aterrorizar
como el rugido del león.» Ese león es al que ridiculiza precisamente el
Roman de Renart y, con él, a toda la majestad monárqui ca. Los reyes siem-
pre han sido algo extraños al mundo medieval.

Hubo también en el O ccidente medieval otras com uni dades, además


de las que acabamos de evocar, comunidades en q u e se entre mezclaban
más o menos las clases sociales y que eran, en particular, m uy favorec idas
por la Iglesia, que veía en ellas un medio de dilu ir y debilitar la lucha
de clases.
Tales son las cofradías, cuyos orígenes nos son mal co no í.dos y cuyas
r elaciones con las corporaciones se mantienen en la os ·ur ídad. E n tan to qu e
és tas tienen una significación esencialmente profes i nfl I, ¡:¡quéllas debieron
ser casi exclusivamente religiosas. No obstante, n el sí lo x 1v parece claro
que las cofradías corresponden, si no a categorías pro f síona les - aunque
las cofradías de barberos, farmacéuticos, ciruj anos, por ejemplo, bau tizadas
en general con el nombre del Santo Sep ul ro, se separan en cofradías
superiores de médicos o de «cirujanos de ropa larga », puestos bajo la advo-
cación de los Santos Cosme y D am ifin- , s{ por lo menos a estamentos
sociales.
Tales son las categorías de las vírge nes y de las viudas, a las que la Igle-
sia tiene en particular estim a. U na obra espir itual muy en boga en los
siglos xn y xm, El espejo de las vírgenes (S peculum Virginum ), compara
los frutos de la virginidad, de la viud edad y del matrimonio. Una miniatu-
ra aquí reproducida ilustra la comparación: las muj eres casadas no reco-
gen más de treinta veces la simiente (cifra ya mítica para la Edad M edia),
mientras que las viudas la recogen sesenta veces y las vírgenes cien. Sin
embargo, más que for mar categorías intersociales, las vírgenes tienden a
confundirse con las monj as, y las viudas, con el rebaño de los pobres, ya que,
en ese tiempo, la falta de un hombre que ganase el pan hacía bascular
hacia la miseria a la m ayor parte de aquellas que no querían o no podían
volverse a casar.
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Mucho más vívida ha debido de ser la división entre las diversas eda-
des, no esas edades que los clérigos transponían en las categorías teóricas y
literarias de las edades de la vida, sino aquellas que se integraban en tra-
diciones concretas, características en las civilizaciones tradicionales, las socie-
dades militares y las sociedades campesinas. Entre esas clases separadas por
la edad, una representaba en particular una realidad estructurada y eficaz·:
la clase de los jóvenes, la misma que, en las sociedades primitivas, corres-
ponde a los adolescentes, que han recibido con juntamente la iniciación.
- En efecto, puede considerarse que los jóvenes en la Edad Media sufrían
un verdadero aprendizaje y una verdadera iniciación. Mas también, en
este aspecto reaparecen las estructuras sociales, encuadrando esta estratifi-
cación en otro orden. Los jóvenes son distintos entre los guerreros y entre
los campesinos. El aprendizaje de los primeros es el de las armas, del com-
bate feudal, que termina por la iniciación de la reparación por la cual se
entra en la clase: la caballería. Para los campesinos, es el ciclo de las fiestas
folklóricas de la primavera. Entre San Jorge (23 de abril) y San Juan (24 de
junio), se revela a los jóvenes de la aldea los ritos destinados a asegurar la
prosperidad económica de la comunidad, ritos con frecuencia constituidos
por cabalgatas o ejecutados a caballo (se las encuentra en el ciclo icono-
gráfico de los trabajos de los meses de abril o de mayo) y que acaban con la
prueba del salto por encima de las hogueras de San Juan. La ciudad trae
con frecuencia la ruptura de esas tradiciones y de las solidaridades que eran
su base. Quedaron, no obstante, residuos de ellas: la iniciación de los jóve-
nes escolares y estudiantes -los bejaunes-, destinados a hacerles perder
su carácter salvaje, campesino (¿existe una relación entre el «J acques» que
designa en Francia el campesino al final de la Edad Media y el nombre de
Zak -Jak- dado en Polonia al conscrito universitario?), o la de los jóvenes
aprendices en el curso del período anterior a su calificación como maestros
en el pficio y, más particularmente, de la Gran Vuelta que debían realizar,
o la que los jóvenes pasantes recibían en las curias, etc.
Parece que, en contraposición, la clase de los viejos -los «ancianos»
de las sociedades tradicionales- no ha desempeñado un papel importante
en la Cristiandad medieval, sociedad de gentes que mueren jóvenes, de
guerreros y de campesinos que valen únicamente en la época de su plena
fortaleza física, ele clérigos dirigidos por obispos y por papas que, abstrac-
ción hecha del escándalo de los papas adolescentes en el siglo x -Juan XI
subió al trono de San Pedro, en el 931, a los veintiún años, Juan XII, en
el 954, a los dieciséis-, son las más veces elegidos jóvenes (Inocencio III
tiene aproximadamente treinta y cinco años en i 198). La sociedad medie-
LA SOCIEDAD CRISTIAl'IA

val ha ignorado la gerontocracia. Todo lo más, su sensibilidad se ha


podido emocionar ante los imponentes ancianos de barba blanca, como los
que se ven en los pórticos de las iglesias, ante los ancianos del Apocalipsis
y los profe tas, ante los que presenta la literatura, a imitación de Carlomag-
no, el viejo emperador ((de la b arba blanca» , o ante los ermitaños, tal como
se imaginan y representan, patriarcas medievales de longevidad impresio-
nante.
* * *
Ha de pensarse también en la importancia de las relac iones q ue se
anudan en ciertos centros de la vida social y que se un en mediante lazos
más o m enos estrechos, con la estructura de las clases sociales y Ja diversidad
de los géneros de vida.
El primero de esos centros está animado por el clero: es la iglesia,
centro de la vida parroquial. El templo no es tan sólo durante la Edad
Media un hogar de vida espiritual común -muy im portant por otro lado,
dado que en él se forman, en torno a los temas de propaganda ele la Igle-
sia, mentalidades y sensibilidades-, sino asimismo un lugar de asamblea.
Se celebran en él reuniones, sus campanas llaman a las gcnL s en caso de
peligro, de incendio especialmente. Se sostien en en é l onv Tsa iones, jue-
gos, comercios. Por largo tiempo, a despecho de los sl'u rzos del clero y
de los concilios para reducirlo a su papel d e casa el l ios su po ne un centro
social con múltiples funciones, comparable a la ni zqnita m usulm ana.
Al igual que la sociedad parroquial co nstit 11 yc e l rni crocos mos organi-
zado por la Iglesia, la sociedad castrense in tegra la cé: lul ;1 social fo rmada por
los señores en sus castillos. En ella se agrupan jóvenes hij os d e los vasallos,
enviados allí para servir al señor y 11 va r a cabo su apr endizaje militar
-ocasionalmente servirán tambi é n de r ehenes-, los domésticos señoria-
les y toda la turba de las gen tes d estinados a satisfacer las necesidades de
diversión y de prestigio d e los feuda les. Posición ambigua la que ocupan
esos troveros, trovadores* y ministriles, obligados a cantar las alabanzas y
los valores esenciales de sus amos, estrechamente dependientes de los sala-
rios y favores que d e ellos reciben, con frecuencia d esosos, lográndolo algu-
na vez, de convertirse a su vez en señores -tal es el caso del Minnesanger
que llega a caballero y r ecibe el d erecho a usar escudo de armas (el famoso
manuscrito de Heidelberg, cuyas miniaturas representan a los Minnesanger
y sus blasones, testifica esta promoción mediante el noble arte de la poesía
lírica)-, pero también con frecu encia ulcerados por su posición de artistas
dependientes de los caprichos de un guerrero, intelectuales animados de
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

ideales en oposición a los de la casta feudal, dispuestos siempre a conver-


tirse en acusadores de sus amos. Las producciones literarias y artísticas del
medio castrense son muy a m enudo un testimonio más o menos oculto de
oposición a la sociedad feudal.
Los medios populares cuentan con otros lugares de reunión. En el cam-
po, el molino, al que el campesino debe llevar su grano, hacer cola has ta
que llega su turno y esperar después su harina, es un buen centro de
reunión. Puede imaginarse sin esfuerzo cómo se comentan en él las inno-
vaciones rurales y cómo se difunden a partir de él. Del mismo modo, las
revueltas campesinas han debido de incubarse allí. Dos hechos nos demu es-
tran la importancia del molino como hogar de reunión de los campesinos.
En primer lugar, los estatutos de las órdenes religiosas del siglo xn prevén
que los monjes vayan a ellos para pedir limosna. En segundo, las prostitu-
tas pululan a su alrededor, hasta el punto de que San Bernardo, dispuesto
a hacer pasar la moral por encima del interés económico, incita a sus mon-
jes a destruir aquellos focos del vicio.
En la ciudad, los burgueses tienen sus mercados, sus salas de reunión.
Así el lugar donde se reúne la corporación de los Marchands de l'eau (que
tiene como afiliados a los comerciantes par isienses más importantes) y al
que con tanta razón se ha llamado el Parloir aux Bourgeois, «Locutorio
de los burgueses».
Sin embargo, tanto en la ciudad como en la aldea, el gran centro social
es la taberna. Puesto que se trata, en general, de una taberna «banal», es
decir, perteneciente al señor, y puesto que el vino o la cerveza que se
beben en ella son, las más vecs, proporcionados o tasados por él, el señor
favorece su frecu entación. El cura, por el contrario, lanza vituperios contra·
ese centro de vicio, en el que se da libre curso a los juegos de azar y a la
borrachera y que hace la competencia a las reuniones parroquiales, a los
sen.nones, a los oficios religiosos. Recuérdese la taberna cuyo bullicio cubría
la voz del dominico, cuyo sermón escuchaba San Luis. Y no solamente la
taberna reúne a los hombres de la aldea o del barrio -ese otro cuadro de
solidaridades urbanas que tomará tan gran importancia al final de la Edad
Media, lo mismo que la calle, donde se agrupan los hombres de una misma
procedencia geográfica o de un mismo oficio- , sino que desempeña, ade-
más, con frecu encia, en la persona del taber nero, el papel de banco de
préstamo y acoge a los extranjeros, dado que, las más veces, es al mismo
tiempo un albergu e. Tal es la razón de que sea un nudo esencial en la r ed
de relaciones. D esde ella se difunden las noticias portadoras de realidades
lejanas, de leyendas, de mitos. Las conversaciones sostenidas en ella forjan

420
LA SOCIEDAD CRISTIANA

las mentalidades. Y como la bebida calienta los espíritus, la taberna con-


tribuye poderosamente a dar a la sociedad medieval ese tono apasionado,
esas embriagueces que hacen fermentar y estallar la violencia interior.
* '~ *
Se ha sostenido en ocasiones que ha sido la fe religiosa la que ha pro-
porcionado á ciertas revueltas sociales el cemento y el ideal de que tenían
necesidad sus reivindicaciones materiales. De ser así, la forma suprema de
los movimientos revolucionarios habría sido la herejía. Está fuera de duda,
en efecto, que las herejías medievales han sido logradas en la mayor parte
de sus adeptos, más o menos conscientes, entre las categorías sociales des-
contentas de su suerte. Incluso en el caso de una participación act iva de
la nobleza al lado de los heréticos, como ocunió en el Mediodía durante la
primera fase de la cruzada contra los albigenses, se ha podido subraY'ar
la importancia de sus quejas con referencia a la Iglesia, la cual, al aumentar
los impedimentos por consanguinidad para el matrimonio, favorecía la frag-
mentación de los dominios de la aristocracia laica, que as( caían más fácil-
mente en sus manos. Más cierto es aún que muchos d e los movimientos
heréticos, que condenan a la sociedad terrestre y especialmente .a la Iglesia,
contenían un fermento revolucionario muy poderoso. Así o urre en el ca ta-
rismo, en la ideología más difusa del joaquimismo, en los el i versos milena-
rismos, cuyos aspectos subversivos han sido ya subrayados. Sin embargo, las
herejías han reunido coaliciones sociales heterogén as, en el interior de las
cuales las divergencias de clase han debilitado la eficacia del movimiento.
En el catarismo -bajo su forma albigense por .lo menos- podría distin-
guirse entre una fase nobiliaria en la que la aristocracia es la dirigente,
una fase burguesa, en la que mercaderes, notarios y notables de las ciudades
dominan el movimiento, abandonado por la nobleza después de la cruzada
y del Tratado de París. Y, a fin ales del siglo xm, una fase formada por sus
secuelas de aspecto más francamente democrático, en la que los artesanos
de las villas, montañeses y pastores pirenaicos continúan casi solos la lucha.
Además, las consignas propiamente religiosas de las herejías hacen des-
vanecerse, por último, el co ntenido social de tales movimientos. Su progra-
ma revolucionario degenera en anarquismo milenario, que descarta toda
esperanza en soluciones terrestres. El nihilismo, que se dirige de modo espe-
cial contra el trabajo, condenado con la mayor dureza por numerosos heré-
ticos -los perfectos cátaros no deben trabajar-, paraliza la eficacia social
de las revueltas acogidas bajo el signo de la religión. Las herejías~, han sido
las formas más agudas de la enajenación ideológica.

421
/

LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

* * *
Pero esas herejías resultaban peligrosas para la Iglesia y para el orden ·
feudal. Los heréticos fueron, pues, perseguidos y rechazados hacia los espa-
cios de exclusión de la sociedad, que, en el curso de los siglos xn y xm, gra-
cias al impulso de la Iglesia, se fueron delimitando cada vez más. Bajo la
influencia de los canonistas, en el momento en que se implanta la Inqui-
sición, la herejía es definida como un crimen de «lesa majestadn, un atenta-
do contra el «bien público de la Iglesia», contra el «buen orden de la
sociedad cristiana». Así lo hace en su Suinma (hacia 1188) Huguccio, el
más importante decretista en ese instante decisivo.
Al mismo tiempo que los heréticos, son también puestos en el índice,
acosados, acorralados, los judíos (el IV Concilio de Letrán, en 12 15, les
impone la obligación de llevar una insignia distintiva: la rueda) y los
leprosos (las leproserías se multiplican después del III Concilio de Letrán,
en 1179).
No obstante, este tiempo es asimismo aquel en que ciertas categorías
de parias son al fin admitidas en la sociedad cristiana. La Alta Edad Media
había multiplicado los oficios sospechosos. La barbarización había permi-
tido resucitar los tabúes atávicos: tabú de la sangre, que se dirige contra los
carniceros, los verdugos, los cirujanos e incluso los soldados; tabú de la
impureza, de la suciedad, que alcanza a los bataneros, los tintoreros, los coci-
neros, las lavanderas (J ean de Garlande, a comienzos del siglo xm, evoca
la aversión de las mujeres hacia los obreros textiles de «uñas azulesn que
desempeñaron, junto con los carniceros, un papel de primer plano en las
revueltas del siglo xrv); tabú del dinero, que, como hemos visto, se explica
por la actitud de una sociedad en la que predomina la economía natural.
A tales tabúes, los invasores germánicos añaden el desprecio del guerrero
por .los trabajadores y el cristianismo su desconfianza frente a las actividades
seculares, prohibidas en todo caso a los clérigos y, por ello, cargadas de un
peso de oprobio que recae sobre los laicos que las ejercen.
Sin embargo, bajo la presión de la evolución económica y social, que
trae consigo la división del trabajo, la promoción de los oficios, la justifica-
ción de Marta frente a María, de la vida activa que, en los pórticos de las
catedrales góticas, hace honorablemente pareja con la vida contemplativa,
el número de las ocupaciones ilícitas o despreciadas se reduce casi a la naaa.
El franciscano Berthold de Regensburg, en el siglo XIII, incluye todos los
«estados del mundon en la «familia de Cristo», con la sola excepción de los
judíos, juglares y vagabundos, que forman la «familia del Diablon .
LA SOCIEDAD CRISTIANA

Pero esta Cristiandad, que se ha integrado ya a la sociedad nueva naci-


da del progreso de los siglos x1-xu, que ha llegado a su «frontera», se mues-
tra todavía, por esa misma causa, más implacable frente a los que no quie-
ren doblegarse al orden establecido o a los que no quiere admitir en él.
Su actitud sigue siendo, por lo demás, ambigua, frente a esos parias.
Parece detestarlos y a la vez los admira, los teme con una mezcla de atrac-
ción y de terror. Los mantiene a distancia, pero fija esa distancia de manera
que quede lo bastante próxima como para tenerlos a su alcance. Lo que ella
denomina su caridad con respecto a ellos se asemeja bastante a la actitud
del gato jugando con los ratones. Así las leproserías, que deben hallarse
situadas a <cuna pedrada de la ciudadn a fin de que «la caridad fraternal»
pueda ejercerse con los leprosos. La sociedad medieval ti ene necesidad de
esos parias. Los separa de sí porque son peligrosos, pero los conserva visi-
bles, porque a través de los cuidados que les presta, pueda forjarse una bue·
na conciencia y más aún, proyectar y fijar en ellos, mágica men te, todos los
males que aleja de sí. Los leprosos, por ejemplo, están a Ja vez en el mundo
y fuera del mundo, como aquellos a los que el rey Marc entrega a Isolda
culpable en la terrible narración de Bérul, ante Ja cual In retrocedido el
tierno y cortés Thomas:
«Ahora bien, cien leprosos, deformados, con la :une roída y blanque-
cina, llegados sobre sus muletas al castañeteo de las carra :is, se amontona-
ban ante la pira y, bajo sus párpados hinchados, sus ojos e nsangrentados
gozaban del espectáculo.
nYvain, el más repugnante de los enfermos, lla mó al rey con una voz
aguda: "Señor, quieres tirar tu muj er en ese brase ro. Ésa es buena justicia,
pero demasiado rápida. Ese gran fu ego pronto la habd quemado, ese gran
viento habrá dispersado su ceniza. Y como esta llama cederá bien pronto,
su pena habrá terminado. ¿Quieres que te muestre un castigo peor, de
manera que viva, pero con gran deshonor, y siempre deseando la muerte?
Di, rey, ¿lo quieres?"
nEl rey contestó:
n--Sí, la vida para ella, pero con gran deshonor y peor que la muerte.
Al que me muestre un tal suplicio, yo lo querré mejor.
»-Señor, te diré, pues, brevemente mi pensamiento. Ved, tengo aquí
a cien compañeros. Danos a !solda y que nos sea común. El mal activa nues-
tros deseos. Dala a los leprosos. Jamás señora habrá tenido peor fin. Mira,
nuestros harapos están pegados a nuestras llagas que rezuman. Ella que,
cerca de ti, se complacía en las ricas telas forradas de cibelina, en las joyas,
en las salas adornadas de mármol, que gozaba de los buenos vinos, del honor,
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

de la alegría, verá la corte de sus leprosos, cuando deba entrar en nuestras


barracas hediondas y acostarse con nosotros. Entonces, !solda la Bella, la
Rubia, reconocerá su pecado y echará de menos ese hermoso fuego de
espinos.
))El rey lo oye, se levanta y por largo tiempo queda inmóvil. Al fin corre
hacia la reina y la toma por la mano. Ella grita: " ¡Por piedad, señor, que-
madme antes, quemadme!"
))El rey la levanta, Yvain la toma y cien enfermos se aprietan en torno
de ella. Al oírlos gritar y chillar, todos los corazones se derriten de piedad;
pero Yvain está gozoso. !solda se va, Yvain la lleva. Fuera de la ciudad, des-
ciende el asqueroso cortejo ... ))
Arrastrada por su nuevo ideal de trabajo, la Cristiandad expulsa inclu-
so a los ociosos, ya sean voluntarios o imposibilitados para el trabajo. Lanza
sobre los caminos a esa turbamulta de lisiados, de parados, que van a mez-
clarse con el gran rebaño de los vagabundos. Frente a todos esos desgracia-
dos, a los que identifica con Cristo, actúa como frente al Cristo fascinante
y aterrador. Resulta sintomático que cuando alguno desea verdaderamente
vivir como Cristo, así Francisco de Asís, no solamente se mezcla con los
parias, sino que no quiere ser más que uno de ellos. Un pobre, un extran-
jero, un juglar -el «juglar de Dios)) como se llama a sí mismo-, de este
modo se presenta. ¿Cómo no iba a representar un escándalo?
El piadoso San Luis, una vez hechas sus devociones, dejando a sus
pobres y a sus leprosos, legisla fríamente en sus Etablissements: «Si algunos
no tienen nada y están en la ciudad sin ganar (es decir, sin trabajar) y fre-
cuentan las tabernas, que la justicia los detenga y les pregunte de qué
viven. Y que los arroje fuera de la ciudad.))
Atracción y miedo, lo mismo que hacia el herrero, el artista a la vez
admirado y maldito, al que Sigurd da muerte después de haber recibido de
él. su espada.
Con los judíos, los cristianos mantienen todo a lo largo de la Edad
Media un diálogo que entrecortan con persecuciones y matanzas. El judío
usurero, es decir, el prestamista irreemplazable, se les hace odioso, pero les
es, al mismo tiempo, necesario y útil. Judíos y cristianos disputan sobre
todo en torno a la Biblia. Las conferencias públicas y las reuniones priva-
das son incesantes entre clérigos y rabinos. A fines del siglo XI, Gilberto
Crispin, abad de Westminster, relata en una obra que tuvo gran éxito· su
controversia teológica con un judío procedente de Maguncia. A mediados
del siglo xu, André de Saint-Victor, preocupado por renovar la exégesis
bíblica, consulta a los rabinos. San Luis relata a Joinville una discusión
LA SOCIEDAD CRISTIANA

entre clérigos y judíos que ha presenciado en el monasterio de Cluny, si


bien desaprueba esas reuniones. «El rey añadió: "Tampoco nadie, si no
es un buen clérigo, debe disputar con ellos. En cuanto a los laicos, cuando ·
oyen hablar mal de la ley cristiana, no deben defenderla de otra manera
sino clavándoles su espada en el vientre tanto como pueda entrar."n
Ciertos príncipes, abades, papas y, particularmente, ciertos emperado-
res alemanes protegen a los judíos. No obstante, después del siglo XI, el
antisemitismo se desencadena en Occidente. Se ha tratado de explicar este
movimiento a través de las Cruzadas, y no es imposible que el espíritu de
cruzada haya dado a este antisemitismo una pasión afectiva suplementaria.
De todas maneras, si se cree a Raúl Glaber, las frecuentes matanzas de
judíos parecen producirse en torno al año iooo, aunque es verdad que se
redoblan con la I Cruzada. Así, en 'Vorms y en Maguncia: «El enemigo
del género humano no tardó -relatan los A na les sajones- en sembrar
cizaña al lado del grano, en suscitar seudoprofetas, en mezclar falsos her-
manos y mujeres desvergonzadas con el ejército de Cristo. Mediante su
hipocresía, mediante sus mentiras, mediante sus corrupciones impías tur-
baron el ejército del Señor ... Creyeron bueno vengar al Cristo en los paga-
nos y los judíos. Por ello mataron a novecientos judíos en la ciudad de
Maguncia, sin perdonar a las mujeres y a los niños ... Inspiraba piedad ver
los grandes y numerosos montones de cadáveres que salían de la ciudad de
Maguncia sobre carretas ... »
Con la II Cruzada, en i 146, surge la primera acusación de muerte
ritual, es decir, del asesinato de un niño cristiano, cuya sangre había de ser
incorporada al pan ácimo, y de profanación de la Hostia, crimen todavía
mayor a los ojos de la Iglesia que el primero, ya que se consideraba como
un deicidio. Las falsas acusaciones no cesaron de venir desde entonces para
proporcionar a los cristianos los supuestos motivos de persecución en tiem-
pos de descontento o de calamidad. En algunos lugares, en ocasión de la
Gran Peste de i 348, los ju dí os, acusados de haber envenenado los pozos,
fueron degollados. Sin embargo, la gran causa de la segregación de los
judíos estriba en la evolución económica y la doble formación del mundo
feudal y del mundo urbano. Los judíos no pueden ser admitidos en los
sistemas sociales -vasallaje y comunidades- que resultan de esta evolu-
ción. No se puede prestar homenaje a un judío, ni cambiar un juramento
con un judío. Los judíos se ven excluidos poco a poco de la, posesión e inclu-
so de la concesión de la tierra, lo mismo que de los oficios, comprendido el
comercio. No les restan más que las formas marginales o ilícitas del comer-
cio y de la usura.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

No obstante, habrá que esperar al Concilio de Trento y a la Contrarre-


forma para que la Iglesia instituya y preconice los «ghettos)), las juderías_
Es en el tiempo de la gran recesión del siglo xvn y del absolutismo monár-
quico cuando se instaurará el «gran encierro)), cuya historia ha establecido
Michel Foucault en lo que concierne a los locos. Locos* que la Edad Me-
dia ha tratado también de una manera ambigua. A veces, se les considera
casi como inspirados y el bufón del señor, que será el loco del rey, pasa a
ser también su consejero. En la sociedad campesina, el tonto del lugar sig-
nifica un fetiche para la comunidad. En el ]eu de la Feuillée, el dervés, el
joven campesino loco es quien saca la moraleja de la historia. Se observa
incluso que se realiza un cierto esfuerzo para distinguir diversas categorías
de locos: los «furiosos)) y los «frenéticos)), que son enfermos a los que se
puede pensar en curar o, más bien, en encerrarlos dentro de hospitales
especiales (uno de los primeros es el hospital de Bethléem, o Bedlam, en
Londres, construido a finales del siglo xm); los «melancólicos)) cuya extra-
vagancia puede ser también física, ligada a malos humores, pero que tienen
más necesidad del cura que del médico; y, por último, la gran masa de los
«posesos)), a los que sólo el exorcismo puede librar de su huésped temible.
Muchos de esos posesos son fácilmente confundidos con los hechiceros.
Ahora bien, nuestra Edad Media no es la gran época de la brujería, que
se retrasará hasta el período de los siglos xrv-xvm. Entre los heréticos y
los posesos, los brujos encuentran difícilmente un lugar. Son los herederos,
cada vez menos numerosos, se dirá, de los brujos paganos, de los adivina-
dores de la suerte campesinos, a los que los penitenciales de la Alta Edad
Media persiguen en el cuadro de la evangelización rural. Es en estos peni-
tenciales, por otra parte, donde se inspiran Réginon de Prüm para su canon
(hacia el 900) y Burchard de Worms para su decreto (hacia IOIO). Se ven
en ellos lechuzas o lamias, monstruos fabulosos, especie de vampiros, y los
lobos-duendes (que en alemán son denominados Werenwulf, dice Burchard,
lo cual viene a subrayar el carácter popular de tales creencias y de los per-
sonajes unidos a ellas). Mundo de la campiña salvaje, sobre el que la Igle-
sia no posee más que una influencia limitada y en sus incursiones por el
mal se mantiene prudente. ¿No acepta acaso que un duende haya venido
a velar sobre la cabeza del rey anglosajón San Edmundo, decapitado por
los vikíngos?
Sin embarg~, a partir del siglo XIII, la razón de Estado, apoyándose
sobre el renacimiento del Derecho romano, se lanza a la cacería de los bru-
jos. Nada tiene de extraordinario ver a los soberanos más ccestatistas)) entre-
garse a ella particularmente.
LA SOCIEDAD CRISTIANA

Los papas, que ven en los hechiceros o brujos, lo mismo que en los
heréticos, fautores de «lesa majestad», turbadores del orden cristiano, figu-
ran entre los primeros perseguidores.
Ya en el año 1270, un manual para los inquisidores, la Summa de
officio Inquisitionis, consagra un capítulo especial a los «augures e idóla-
tras», culpables de organizar el «culto a los demonios». Habrá algunos, no
obstante, que intentarán establecer las distinciones necesarias. El jurista
Oldranus da Ponte de Lodi se pregunta si adivinar la suerte o adm inistrar
filtros de amor son en verdad actos heréticos. Responderá que se trata más
bien de supersticiones que de herejía. Cualquiera que sea el diagnóstico
de la Iglesia, los brujos y brujas que no abjuren serán, desde este momen-
to, acechados por la hoguera.
Federico II, siguiendo a Azón de Bolonia, que, en su Summa super
Codicem (hacia 1220), declara a los malefici reos de la pena capital, per-
sigue a los hechiceros. El dogo Jacopo Tiepolo, por su parte, dicta contr a
ellos un estatuto en 12 32.
Pero el más encarnizado en conseguir su pérdida, el más constante en
invocar la hechicería contra sus enemigos, fue Felipe .el Hermoso, cuyo
reinado presenció un cierto número de procesos, en los que la razón moder-
na de Estado apareció bajo sus formas más monstruosas: extracción de con-
fesiones por cualquier medio y, sobre todo, el método de la ama lgama, por
el cual se acusaba a los inculpados, en desordenada confusión, d todos los
crímenes conocidos: rebelión contra el príncipe, impi edad, hechiceria,
malas costumbres y, más particularmente, sodomía.
Por otra parte, la historia de la sodomía med ieva 1 csLá todav ía por
hacer, tanto en lo que respecta a la práctica como a la teoría. Durante los
siglos xr-xn, hay poetas que cantan a la an ti gua el elogio amoroso de los
mancebos y los textos monásticos dej an entrever de vez en cuando que el
medio masculino clerical no ha d eb ido ser enteramente insensible al amor
socrático. Pero con mayor frecuencia, con el horror heredado de los tabúes
sexuales judíos, en completa oposición con la ética grecorromana, se ve a
la sodomía denunciada sin cesar como el más abominable de todos los crí-
menes y, a través de un aristotelismo, curiosamente sacado a luz, el pecado
«contra naturaleza» es colocado en la cumbre de la jerarquía de los vicios.
No obstante, al igual que ocurre con los bastardos, despreciados cuando son
de baja extracción, y tratados como los hijos legítimos en las familias prin-
cipescas, los homosexuales de alto rango (como los reyes de Inglaterra Gui-
llermo el Rojo y Eduardo II), no se verán inquietados en manera alguna.
Parece que, más que la severidad del Derecho canónico, que consideraba a
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

la sodomía como un crimen capital, es la ausencia en las estructuras fami-


liares de condiciones favorables para la formación del complejo de Edipo
la que explica la débil difusión de la homosexualidad. Acaso se trate sola-
mente de una impresión debida a la censura ejercida por la Iglesia sobre
las alusiones a tales comportamientos.
En todo caso, la sodomía fue uno de los principales crímenes atribui-
dos a los Templarios, víctimas del más famoso proceso montado por Felipe
el Hermoso y sus consejeros. La lectura de las actas del proceso de los Tem-
plarios pone bien de manifiesto que el rey de Francia y su círculo habían
establecido, a comienzos del siglo XIV, un sistema de represión judicial
que no tiene nada que envidiar a los más célebres procesos de nuestra
época.
Procesos semejantes fueron montados especialmente contra el obispo
de Troyes, Guichard, acusado de haber tratado de dar muerte a la reina
y a otras personas de la corte de Felipe el Hermoso mediante maleficios
sobre una estatuilla de cera, llevados a cabo con la ayuda de un hechicero,
y contra el papa Bonifacio VIII, sospechoso de haberse desembarazado más
discretamente de su desdichado predecesor Celestino V.
El encierro de los leprosos se produjo también en esta época. Sin em-
bargo, las circunstancias de la lepra, por razones sin duda biológicas, no
son iguales a las de la hechicería. Sin desaparecer por completo, la lepra
retrocede de manera considerable en Occidente a partir del siglo XIV. Se
encuentra en su apogeo, en cambio, durante los siglos xn-xm. Las leprose-
rías se multiplican entonces (la toponimia ha conservado su recuerdo: por
ejemplo, en Francia, las maladreries, los arrabales bautizados con el nom-
bre de La Madeleine, los villorios y aldeas que recuerdan el término de
mésel, sinónimo de leproso, etc.) . En su testamento, Luis VIII lega, en el
año 1227, cien sueldos a cada una de las dos mi leproserías del reino de
· Francia. El III Concilio laterano (en 1179), en el que se autoriza la cons-
trucción de capillas y de cementerios en el interior de las leproserías, con-
tribuirá a hacer de ellas mundos cerrados, de los cuales no pueden salir
los leprosos más que haciendo el vacío ante ellos por medio del ruido de
una carraca que deben agitar sin tregua, al igual que los judíos, al enarbo-
lar su rueda, hacen apartar a los buenos cristianos. No obstante, el ritual
de la «separación)) de los leprosos, que se generalizará durante los siglos xvu
y xvm, y que se efectúa en el curso de una ceremonia en la que el obispo,
por medio de gestos simbólicos, separa al leproso de la sociedad y hace de
él un muerto en el mundo (a veces incluso debe bajar a una tumba), es
todavía raro en la Edad Media. No alcanza tampoco al punto de vista jurí-
vm. HACIA LA PINTURA DEL RENACI·
MIENTO: EL CRUCIFIJO DE CIMAUUE.

La importancia y el genio de Cimabue


fueron ya reconocidos en plena Edad
Nledia . Dante le llama el pintor más
célebre antes de Giollo. Y Filippo Vil-
lani, a finales del siglo XIV, declara
que con él la pintura ha iniciado su
retorno a la naturaleza. Este crucifijo,
fJinlado a finales del siglo XIII (Cima-
bue murió en I 302) para la iglesia
fran ciscana de Florencia, Santa Croce,
revela el desvío del modelo bizantino
hacia un arte más natural, el del R e-
nacimi.ento. La Toscana está sirviendo
ya ele cuna al movimiento, y el espíritu
franciscano, sin crear la nueva sensibi-
lidad, la acoge de buen grado y per-
mite su desarrollo. Cimabue trabajó
en los dos grandes talleres italianos d.e
la segunda mitad del siglo XIII: el
Baptisterio de Florencia ("il bel Gio·
vanni" del Dante) y la basílica de San
Fmncesco d'Assise. (Florencia, iglesia
de Santa Croce.)
LA SOCIEDAD CRISTIANA

dico, ya que el leproso conserva los derechos de un ser sano, excepción hecha
de la Normandía y de la región de Beauvais.
A pesar de ello, un número considerable de prohibiciones pesan so-
bre los leprosos y ellos constituyen también el chivo expiatorio de todas
las iniquidades en tiempos de calamidades. Después de la gran hambre
de i 315-1318, los ju dí os y los leprosos fueron perseguidos en toda Francia
y declarados sospechosos de haber envenenado pozos y fuentes. Felipe V,
digno hijo de Felipe el Hermoso, hizo instruir proceso contra los leprosos
de Francia y, luego de arrancar sus confesiones por medio de la tortura,
muchos de ellos fueron condenados a la hoguera.
De la misma manera que los bastardos y los pederastas nobles, los
leprosos ilustres no son inquietados. Pueden continuar cumpliendo sus fun-
ciones y vivir entre las gentes sanas. Así Balduino IV, rey de Jerusalén;
Raúl, conde de Vermandois, y Ricardo II, ese terrible abad de Saint-Albans
que hizo pavimentar su locutorio con las piedras de molino arrebatadas a
los campesinos.
También los enfermos y, sobre todo, los lisiados, forman parte de los
excluidos. En ese mundo en el que la enfermedad y la deformidad son con-
sideradas como signos exteriores del pecado, los que se ven atacadqs por
ellas son malditos de Dios y, por lo tanto, de los hombres. La Iglesia los
acoge provisionalmente (el tiempo de permanencia en los hospitales es,
por regla general, muy limitado) y nutre esporádicamente (los días de fies-
ta) a algunos de ellos. Los otros tienen por único recurso la mendicidad y
el vagabundeo. Pobre, enfermo y vagabundo son casi sinónimos en la Edad
Media. Los hospitales se hallan con frecuencia situados cerca de los puentes
y de los pasos de las montañas, esos lugares de tránsito obligado de los erran-
tes. Guy de Chauliac, al narrar la actitud d e los cristianos en ocasión de la
peste negra de i348, dice que en ciertos lugares se acusaba del azote a los
judíos, que eran degollados; en otros, a Jos pobres y lisiados (pauperes et
truncati ), que eran expulsados. La Iglesia se negaba a ordenar presbíteros
a los enfermos. Todavía en i 346, por ejemplo, Juan de Hubant, fundador
en París del Colegio del Ave María, excluye de las becas a los adolescentes
que tengan <mna deformidad corporal».
El excluido por excelencia de la sociedad medieval es el extranjero.
Sociedad primitiva, sociedad cerrada, la Cristiandad medieval rechaza a
ese intruso que no pertenece a las comunidades conocidas, a ese portador de
lo desconocido y de la inquietud. San Luis se preocupa de ellos en sus
Etablissements, en el capítulo «del hombre extranjero», y lo define como
el «hombre desconocido en la tierra». <<Histriones, juglares y extranjeros»

35
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

son puestos en un mismo plano en un estatuto de Goslar, de 1219. El extran-


jero es aquel que no es un hombre fiel, un hombre sujeto, aquel que no
ha jurado obediencia a ninguno, el que no ha sido reconocido dentro de
la sociedad fe u dal.
Por eso la Cristiandad medieval fijaba algunos de sus abscesos. Ciuda-
des y campiñas, en las cercanías de los castillos, lejos de ocultar, exhibían
sus centros y sus instrumentos de represión: la horca sobre la gran rueda
a la salida de las ciudades o al pie del castillo, la picota en el mercado, en
el patio o delante de la iglesia y, sobre todo, la prisión, cuya posesión era el
signo del poder judicial supremo, de la alta justicia, del rango social más
elevado. Nada de extraordinario tiene el que la iconografía medieval, en
las ilustraciones de la Biblia, en las historias de mártires y de santos, haya
representado con predilección los prisiones. Había en ellas una realidad,
una amenaza, una pesadilla siempre presente en el mundo medieval.
A aquellos a los que no podía atar o encerrar, la sociedad medieval
los abandonaba ~n los caminos. Mezclados con los peregrinos y los merca-
deres, lisiados y vagabundos erraban, aislados, en grupos, en hileras. Los
más válidos o los más furiosos iban a engrosar las tropas de bandidos embos-
cados en las selvas.
La historia del joven campesino alemán del siglo xm, Helmbrecht,
que quiso escapar a su condición, es un resumen edificante de historia social.
Veámoslo, en primer término, imitando el aspecto de los jóvenes seño-
res: «He visto, os lo afirmo con toda certeza, al hijo de un campesino cuya
cabellera era rubia y rizada y le flotaba sobre los hombros en toda su lon-
gitud; la protegía bajo un bonete artísticamente bordado. Dudo que nadie
haya visto jamás en un gorro representados tantos pájaros: papagayos y
palomas, todos estaban imitados.»
Más tarde, declara a su padre: «Quiero saber qué gusto tiene la vida
en la corte. Nunca más los sacos pesarán sobre mis hombros, no quiero car-
gar más el estiércol en tu carro. Dios me maldiga si unzo todavía los bueyes
al yugo y siembro aún tu avena. Esto no convendría ciertamente a mis lar-
gos cabellos rubios y rizados, a mi vestido tan ajustado, ni a mi hermoso
gorro y a las palomas de seda que en él bordaron damas. ¡No! ¡No te ayu-
daré jamás en el cultivo l »
En vano el padre le recuerda la moral de la sociedad medieval: «Es
raro que triunfe el que se rebela contra su sangre. ¡Y tu rango es el de la
carretal» Él quiere vivir como un señor. Y la vida del señor es la embria-
guez de la velocidad de los caballos (los automóviles de la Edad Media) y
la opresión de los campesinos. <<Quiero oír el mugido de los bueyes robados

430
LA SOCIEDAD CRISTIANA

cuando los empuje a campo traviesa. No me quedaría aquí tan largo tiem-
po si poseyese el más pequeño caballejo. ¡No poder correr con los otros
como el viento por la llanura, arrastrando por los cabellos a los villanos
en los setos 1 ¡Oh, cuánto me aflige esto! n
Los meses pasan y el hijo pródigo regresa para deslumbrar a los suyos.
Pero se ha convertido en un truh án , no en un señor. «E n otro tiempo,
cuando yo era un muchacho -le d ice su padre- , tu abuelo me mandó a
la corte con queso y huevos, como suelen hacer los cam pesinos. Vi a los
caballeros y observé sus costumbres.n Y el viejo campesino evoca la visión
del joven rústico deslumbrado, que, en un rincón d el patio del castillo,
ve d ivertirse a la sociedad castrense : torneos, danzas, violinistas, juglares.
Sin embargo, sabe que la vida señorial no es para él ni tampoco para
su hijo.
El joven bandido parte de nuevo, corrompiendo a su hermana, a la
que casa, sin ir al altar, a la m an era campesina, con uno de su s compañeros
de rapiña. Se llama desde entonces «Traga-Paísn y su cuñado recibe el
apodo de «Masca-Corderon. «Traga-Carneron , c<Saco-de-I nfi erno», «Fuerza-
Cofren, «Come-Vacan y «Roba-Iglesia>> componen el res to de la banda.
Y h elos aquí torturando y robando a los campes in os : ccA UlJ.O saco
los ojos, cuelgo a otro encima de una hoguera, ato a éste sobre un hormigu e-
ro, arranco a esotro la barba con unas tenazas, desuell o a uno, coloco en la
rueda a otro, o lo suspendo por los tendones. T odo lo q ue t ienen los cam-
pesinos es de este modo mío.n
La historia acaba mal para Helmbrecht, como p uede imaginarse.
«Lo que debe llegar, llega. Dios no se olvida nunca de cas tigar al que
hace lo que no debía hacer.» Dios escoge dos instrumentos para castigar a
Helmbrecht.
El primero es el preboste sefi orial. «No les fu e concedido abogado . ..
El esbirro hizo colgar a nueve de los ba ndi dos, a uno sólo dejó con vida:
fue a Helmbrecht "Traga-País" . El verdugo le sacó los ojos, le cortó una
mano y un pie ... H elmbrecht, el ladró n ciego, recibió un bastón y un
criado le guió hacia la casa pa terna. Pero su padre no quiso acogerlo; lo
echó, sin querer aliviar su angustia ... "¡Eh, muchacho, llévate de aquí este
horror ... ! ¡Señor extranj ero, marchaos volando .. . 1"
nLa madre, sin embargo, le deslizó un pan en la mano, como a un
niño. Así partió el ladrón ciego. Cuando pasaba a través del campo, acom-
pañado de su guía, ningún campesino dejaba de gritarle: "¡Ah! ¡Ah! ¡La-
drón Helmbrecht 1 ¡Si te hubieses contentado con ser campesino como yo,
no te verías ciego y obligado a que te guíen!"»

431
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

El último instrumento de Dios fueron los campesinos robados por


Helmbrecht y que no perdonaban a un hombre de su clase lo que estaban
forzados a permitir a su señor.
«Obligaron al desgraciado a confesarse; después, uno de ellos cogió
un pellizco de tierra y la dio al miserable a manera de protección contra
el infierno; después de lo cual lo colgaron de un árbol. ..
»Las rutas y los caminos no habían sido seguros; ahora se puede via-
jar con toda seguridad, puesto que Helmbrecht está colgado... ¿Acaso
Helmbrecht tiene todavía partidarios? Se convertirán en pequeños Helm-
brecht. No puedo protegeros contra ellos, pero acabarán como él, en la
horca.>>
CAP1TULO IX

MENTALIDADES,
SENSIBILIDADES, ACTITUDES
(SIGLOS x-xm)

L o que domina la mentalidad y la sensibilidad de la Edad Media, lo


que determina la parte esencial de sus actitudes, es el sentimiento
de su inseguridad. Inseguridad material y moral contra la cual, según
la Iglesia, no existe más que un remedio, como hemos visto: apoyarse en
la solidaridad del grupo, de la comunidad en que cada uno se integra,
procurando por todos los medios evitar la ruptura de esta solidaridad, ame-
nazada por la ambición o la decadencia. Inseguridad fundament<,tl, que se
centra, en definitiva, sobre la vida futura, la cual nadie puede consid erar
como asegurada, ya que las buenas obras y la buena conducta no la garan-
tizan jamás por completo. Los peligros de condenación, en los que colabora
el diablo, son tan grandes y las esperanzas de salvación tan débiles que el
temor ha de triunfar por fuerza sobre la esperanza. E l predicador francis-
cano Berthold de Regensburg, en el siglo xm, afirma q ue la posibilidad
de condenación se halla en una proporción ele 1 00.000 a i y la imagen habi-
tual para evaluar el porcentaje entre los elegidos y los condenados consiste
en el pequeño grupo de Noé y sus compaííeros frente a la humanidad masi-
vamente destruida por el Diluvio . Sí, las calamidades naturales constituyen,
en efecto, para los hombres ele la Edad Media la imagen de la medida de
las realidades espirituales, y el historiador se siente inclinado a decir que el
rendimiento de la vida moral parecía a la humanidad medieval tan débil
como el rendimiento de la agricultura. Así mentalidades, sensibilidades y
actitudes vienen, sobre todo, impuestas por la necesidad de asegurarse.

Y en primer lugar de apoyarse sobre el pasado, sobre los predecesores.


De la misma manera que el Antiguo T estamento prefigura y funda el
Nuevo, los antiguos justifican a los modernos. Ningún avance es seguro si

433
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

no está garantizado por un precedente en el pasado. Entre esas garantías,


hay algunas que pueden considerarse como privilegiadas: las autoridades.
Es evidente que ha de ser en la teología, la ciencia suprema, donde el recur-
so a las autoridades encuentre su coronación. Y, dado que fundamenta toda
la vida espiritual e intelectual, este recurso ha de estar sometido a una
estricta reglamentación. La autoridad suprema es la Escritura, a la cual
se añaden los escritos de los Padres de la Iglesia. Ahora bien, esta autoridad
general se materializa en citas, que van convirtiéndose en la práctica en las
«opiniones auténticas» y, finalmente, en las «autoridades» mismas. Y puesto
que dichas autoridades son con frecuencia difíciles y oscuras, son aclaradas
mediante las glosas, que deben, a su vez, proceder de un «autor auténtico» .
Incluso muy a menudo las glosas llegan a sustituir el texto original. De
todos los florilegios que hacen circular los datos de la actividad intelectual
en la Edad Media, las antologías de glosas son las más consultadas y las
más saqueadas. El saber es un mosaico de citas o ccflores», que en el siglo XII
reciben el nombre de «sentencias». Las sumas de sentencias son coleccio-
nes de autoridades. Robert de Melun, a mediados ya del siglo XII, protesta
contra el crédito que, entre estas sentencias, se concede de manera particu-
lar a las glosas. En vano. El padre Chenu reconoce que no sólo la Suma
de sentencias del mediocre Pedro Lombardo *, que será el manual de teolo-
gía más u sado en las universidades durante el siglo xrn, no es otra cosa que
una colección de glosas «de las que es difícil reconocer la fuente», sino que
incluso en la Summa theologica de Santo Tomás de Aquino * «se pueden
ver bastantes textos, haciendo función de autoridades, que no pueden ser
identificados sino a través de las deformaciones de las glossae» .
Cierto que las autoridades son solicitadas por sus utilizadores de ma-
nera que no dificulte gran cosa a las opiniones personales. Así, Alain de
Lille, en una frase que llegará a ser proverbial, declara que «la autoridad
tiene una nariz de cera, que puede ser deformada en todos sentidos» . Cierto
también que los intelectuales de la Edad Media acogerán como autorida-
des a opiniones inesperadas: las de los filósofos paganos y árabes. Por ejem-
plo, el mismo Alain de Lille afirma que se ha de recurrir a las autoridades
de los filósofos «gentiles>> para avergonzar a los cristianos. En el siglo XII, los
árabes se hallarán hasta tal punto de moda que Abelard de Bath recono-
cerá maliciosamente que ha atribuido a los árabes muchos pensamientos
personales, a fin de hacerlos admitir con mayor facilidad por sus lectores,
lo cual, subrayémoslo, debe hacernos prudentes al juzgar la influencia de
los árabes, exagerada por algunos, sobre el pensamiento cristiano medieval.
La referencia a los árabes no ha sido con frecuencia más que un sacrificio

434
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

a la moda, la máscara publicitaria de un pensamiento original. A pesar de


todo esto, la referencia al pasado sigue siendo obligatoria durante toda la
Edad Media. Innovación es tanto como decir pecado. La Iglesia se apre-
sura a condenar las novitates. Tal ocurre en el progreso técnico, en el pro-
greso intelectual. Las invenciones son inmorales. Lo más grave es que el
respetable «argumento de tradición>>, cuyo valor es inmejorable cuando se
trata de ccun consenso unánime de testimonios a través de los siglos», ha
sido en muchas ocasiones objeto de una práctica discutible. ccLa mayor par-
te de las veces -escribe el padre Chenu-, lo que se hace es a legar un
autor, aportar un texto, fuera del tiempo y del espacio, sin preocupación
alguna por el expediente que se debe establecer.»
El peso de las autoridades antiguas no oprime exclusivamente el cam-
po intelectual, sino que se deja sentir en todos los aspectos de la vida. Es,
por otro lado, la marca de una sociedad tradicional y campesina, donde la
verdad consiste en el secreto transmitido de generación en generación, lega-
da por un ccsabio» a quien ha juzgado digno de ese depósito, difundida por
tradición (eche oído decirn) más que por escrito. Esta continuidad, que fun-
damenta el valor de una cultura transmitida por tradición, ha sido anotada
por un monje en un manuscrito de Adhémar: c<Teodoro el Monj e y el
abad Adriano enseñaron a Aldhelm el arte de la gramática, Aldhelm ins-
truyó a Beda, Beda (por intermedio de Egbert) instruyó a Alcuino, éste
enseñó a Hraban y Smaragde, éste a Teodulfo; después del cual vinieron
Heiric, Hucbald, Remi, este último con num erosos discípulos.»
Las autoridades gobiernan también la vida moral. La ética medieval
se enseña, se predica a golpe de anécdotas estereotipadas, que ilustran una
lección y son empleadas incansablemente por los moralistas y los predica-
dores. Las colecciones de exempla contienen toda Ja monótona cadena de la
literatura moral medieval. En una primera lectura, tales anécdotas edifi-
cantes resultan agradables. Vueltas a encontrar cien veces y por todas par-
tes, nos revelan esa técnica de la repetición que traduce, en la vida intelec-
tual y espiritual, aquella voluntad de abolición del tiempo y del cambio,
aquella inercia que parece haber absorb ido una gran parte de la energía
mental de los hombres medievales. He aquí un exemplum, entre otros, cuya
formación nos ha revelado Astrik L. Gabriel: la anécdota del estudiante
inconstante, del <chijo de la inconstancia», que comete el grave pecado de
querer cambiar de estado. El exemplum se encuentra por primera vez en
un tratado escrito entre 1230 y 1240 por un clérigo inglés, el De disciplina
scolarium. Bien entendido, el autor empieza por atribuirlo a una autori-
dad de las más incontrastables, Boecio mismo. Después, más o menos ador-

435
EPíGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 131 A 136

131. LA CONCEPCIÓN BÁRBARA DE LA 133· VIDA MORAL: LOS PECADOS CAPI·


JUSTICIA: UNA ORDALÍA, LA PRUEBA DEL TALES, LA LUJURIA.
FUEGO .
He aquí la imagen de una mujer, a
El juicio de Dios, a pesar de la prohi- quien una serpiente, símbolo de la lu-
bición decretada por el IV Concilio de juria, muerde los senos y el sexo. Pre-
Letrán (I2IJ), ha seguido practicándo- figuración de las torturas infernal.es,
se hasta el final del siglo XIII y, a ve- ha sido tratada con frecuencia por los
ces, aún más tarde. Las reproducciones artistas románicos. Su más célebre re-
contemporáneas de esas ordalías son, presentación se encuentra en el portal
sin embargo, raras. Sobre dos paneles, de Moissac. Nacida de la imagen anti-
encargados en I468 por el magistrado gua de la Ti.erra-Madre, es una crea-
de Lovaina para el Tribunal de los ción de la escuela de escultura del Lan-
"Échevins" (regidores), T hierry Bouts guedoc. Su relieve, grosero pero jJode-
(hacia I4IJ-I475) ha compuesto un roso y expresivo, que data probable-
tema célebre, encontrado por un pro- mente del siglo XI, procede de la
fesor de teología de la Universidad de iglesia de Oo (Haute-Garonne). (Tou-
Lovaina en una narración de finales louse, Museo de los Agustinos.)
del siglo XIII, escrita por Godofredo,
obispo de Viterbo. La mujer del .emp e- 1
134· SIMBOLISMO MORAL Y ARTE DE LAS
rador Otón III había tentado inútil- FORMAS: LA SIRENA.
mente a un caballero, al que hizo con-
denar a muerte y decapitar. Su viuda La sirena se presenta en el arte medie-
reclamó la ordalía y, ante el empera- val, particularmente en el art.e romá-
dor y su cort.e, sufrió victoriosamente nico, que encuentra gran inspiración
(como ]solda) la prueba del fuego. en los bestiarios, en dos aspectos prin-
(Bruselas, Museos Reales de Bellas Ar- cipales: la sirena pájaro y la sirena pez.
tes.) Junto con el centauro, que a menudo
aparece asociado a ella, es el tema más
frecuente entre los monstruos semihu-
132· LA CIVILIZACIÓN DEL GESTO: UNA
manos tan caros a la sensibilidad me-
INVESTIDURA.
dieval. Según Baltrusaitis, la sirena de
La escena parece representar una inves- dos colas sería el tipo más antiguo
tidura, ll.evada a cabo mediante la en- de esos monstruos. Es el símbolo de la
trega de un cetro, en la familia de Fe- mujer-serpiente, de la lujuria, de la
derico II, emperador de Alemania y tentación, más subrayada aquí todavía,
rey de Sicilia. La talla ornamenta la siguiendo la inspiración del turba"dor
silla o cátedra (ambón) ejecutada en surrealismo medieval, por los ojos
I229 por el maestro Nicolás. (Bitonto, -símbolo sexual- que adornan el
Apulia, Catedral.) bajo vientre de la sirena. Los capiteles
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 131 A 136

del claustro de San Pedro de Galligáns Santiago, el ángel ordena a ]osé, dor-
(hacia II50), en Gerona, son notables mido, que lleve a la Sagrada Familia a
por el arte con que los temas se adap- Egipto. (San Juan de la Peña, Huesca.)
tan a la forma de los capiteles. (Gero-
na, San Pedro de Galligáns, claustro.) 136. LA CIUDAD MALDITA: BABILONIA.

Aprisionada por las serpientes mons-


135· EL SUEÑO: JOSÉ Y EL ÁNGEL. truosas que subrayan su carácter co-
Los sueños, las visiones, los desp erta- rrompido, Babilonia, seductora como
res milagrosos abundan en el arte y en una cortesana con el adorno de sus mo-
la literatura medievales. Los justos se numentos, s.e ojJone a la ] erusalén ce-
ven favorecidos por sueños premonito- lestial en esta miniatura clel Comenta-
rios. En este capitel del claustro (si- rio del Apocalipsis, fJor Beatns, ejecu-
glo XII) de San Juan de la Peña, mo- tado en el siglo XI en La abadía de
nasterio fundado por los cluniacenses Saint-Sever (véase il. 22 ). (París, Biblio-
en el siglo XI, en los confines de Na- teca Nacional, rnn:nuscrilo latino 8878,
varra y Aragón, próximo al camino de fol. 2I7.)

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LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

nada con diversas variantes, la historia de ese estudiante que pasa por el
clero, el comercio, la agricultura, la caballería, el derecho, el matrimonio,
la astronomía -pretexto para hacer la sátira de los «estados del mundo»-,
reaparece por doquier. Así, de manera cómica, en ciertas traducciones fran-
cesas llevadas a cabo en el siglo xrv de la Consolación de la Filosofía de
Boecio en la cual insertan los traductores el exemplum basándose en la
atribución del autor del mismo. Mas también lo hallamos en los numero-
sos fabliaux consagrados a los «estados del mundo>>. Y aun en diversos
comentarios, sean de Boecio, sean del D e discip.Zina scolarium. La palma
corresponde, en definitiva, al dominico inglés Nicolás Trivet (muerto
hacia i 328), que reproduce la anécdota en los comentarios que escribió
sobre una y otra obra y que, además, se preocupa de darnos la moraleja de
la historia al citar el proverbio popular «piedra que rueda no cría musgo»,
non fit hirsutus lapis per loca volutus. Con los proverbios, sobre los cuales
falta todavía el estudio fundamental que nos permita llegar hasta el fondo
mismo de la mentalidad medieval, se alcanza el nivel esencial de la cultura
folklórica. En esta sociedad campesina basada en la tradición, el proverbio
desempeña un papel primordial. Ahora bien, ¿se trata, en realidad, de la
elaboración superior de una sabiduría popular o, por el contrario, consti-
tuye el eco popular de una propaganda de las clases dominantes?
Como es natural, el peso del pasado cobra toda su fuerza al nivel del
encuadramiento esencial de la sociedad medieval, el de las estructuras
feudales.
En efecto, es la costumbre la que fundamenta el derecho y la práctica
feudales. Los juristas la definen como cmn uso jurídico nacido de la repe-
tición de actos públicos y pacíficos que, durante un largo período de tiem-
po, no han sido contradichos» . En esta definición clásica de Fran<;ois Oli-
vier Martín se incluye un término sobre el cual merece la pena reflexio-
nar: «pacíficos>>. Porque, en realidad, la costumbre no es otra cosa que el
derecho establecido por una fuerza que ha sabido reducir al silencio duran-
te un tiempo suficientemente largo las contradicciones. Mídase el alcance
revolucionario de la famosa frase de Gregorio VII: «El Señor no ha dicho:
Ni nombre es Costumbre. >> Pero muchos años después del papa reforma-
dor, la costumbre continúa rigiendo la sociedad. Está anclada en la inme-
morialidad, integrada por todo aquello que se remonta lo más lejos posible
en la memoria colectiva. La prueba verdadera, en la época feudal, consis-
te en la existencia «desde toda la eternidad». Por ejemplo, podemos ver en el
conflicto que opuso en i252 a los siervos del Capítulo de Notre-Dame de
París, Orly, y a los canónigos, la forma en que proceden las partes para
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

probar su derecho. A los campesinos que pretenden no tener obligación de


pagar las tallas al Capítulo, los canónigos replican procediendo a realizar
una encuesta entre las gentes bien informadas, aquellas que son interro-
gadas de fama sobre lo que dice la tradición. Se pregunta también a uno
de los hombres más ancianos de la región, un tal Simón, «alcalde» de Cor-
breuse, de edad de más de setenta años, «viejo y enfermo». Simón declara
que, según la fama, el Capítulo puede «tallarn a sus hombres y que así lo
ha hecho «desde una época inmemorial», a tempore a qua non existat me-
moria. Otro testigo, el archidiácono Juan, antiguo canónigo, afirma haber
visto en el Capítulo «viejos rollos» donde constaba por escrito que los canó-
nigos tenían el derecho de tallar a los hombres de Orly. Asimismo había
oído decir a los más viejos que el uso existía «desde la mayor antigüedad»,
a longe retroactis temporibus, y que el Capítulo prestaba fe a esos rollos
«en vista de la antigüedad de la escritura», sicut adhibetur ancientie
scripture.
Incluso la nobleza ha de buscar, para sostener su prestigio, una garan-
tía de antigüedad. Esto, más aún que el reclutamiento social del alto clero,
explica el elevado número de santos pertenecientes a la nobleza y el hecho
de ser ésta atribuida a muchos santos que en realidad no form aban parte
de ella. De la misma manera, el árbol de Jessé prueba la antigüedad de la
realeza que ostenta la familia de María y, por consiguiente, de la familia
terrena de Jesús. Fue un resto de espíritu medieval lo que hizo decir al
ingenuo arzobispo de París bajo la Restauración: «No so lame nte Nuestro
Señor era el Hijo de Dios, sino que, además, pertenecía a una excelente
familia.»

A la prueba de autoridad, es decir, a la antigüedad demostrada, se


añade la prueba del milagro. Lo que arrastra, en efecto, la adhesión de los
espíritus medievales, no es lo que puede observarse y probarse por una ley
natural, por un mecanismo regularmente repetido. Muy al contrario, es lo
extraordinario, lo sobrenatural o, en todo caso, lo anormal. La ciencia mis-
ma toma por objeto con mayor interés lo excepcional, los mirabilia, los
prodigios. Terremotos, cometas, eclipses, tales son los temas dignos de admi-
ración y de estudio. El arte y la ciencia de la Edad Media llegan hasta el
hombre por el extraño rodeo de los monstruos.
La prueba por el milagro sirve en primer término para señalar a los
seres extraordinarios, los santos. La creencia popular y la doctrina de la
Iglesia coinciden en este punto. Cuando, a finales del siglo xu, el papado

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LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

comienza a reservarse la canonización de los santos, hasta entonces desig-


nados las más veces vox populi, incluye los milagros en el número de
las condiciones obligatorias que debe llevar el candidato a la canonización.
Y cuando, a principios del siglo xrv, son reglamentados los procesos de
canonización, los expedientes deben contener capítulos especiales dedicados
a relatar los milagros del presunto santo, los capitula miraculorum.
No obstante, los milagros no se limitan a los obrados por Dios por
intermedio de los santos, sino que pueden tener lugar en la vida de cada
uno o, más bien, en los momentos críticos de todos aquellos que, por una
u otra razón, han merecido verse favorecidos por esas intervenciones sobre-
naturales.
Los beneficiarios privilegiados de esas manifestaciones son los héroes.
Así es un ángel el encargado de poner fin al desafío entre Roldán y Olivier
en la gesta de Girard de Vienne. En la Chanson de Roland, Dios detiene
el sol; en el Pelerinage de Charlemagne, confiere a los próceres la fuerza
sobrehumana que les permite realizar las proezas de las que tan temeraria-
mente se han alabado en sus gabs o juegos de imaginación. Pero incluso los
seres más sencillos pueden obtener el privilegio de un milagro. Y lo que
es más, también los mayores pecadores si cumplen la condición de ser devo-
tos. La fidelidad a Dios, a la Virgen o a un santo, imitada de la del vasallo
al señor, puede salvar más fácilmente que una vida ejemplar.
Una obra célebre de comienzos del siglo xn, los Milagros de la Virgen,
de Gautier de Coincy, nos presenta la compasión de María hacia sus fieles.
Sostiene con sus manos durante tres días a un ladrón ahorcado por sus
fechorías, pero que nunca había dejado de invocarla antes de ir a robar.
Resucita a un monje que se ahoga mientras regresa de visitar a su amante,
pero que recitaba sus maitines en el momento en que ha caído al agua.
Libera clandestinamente de su carga a una abadesa encinta que tenía para
ella una piedad particular.
Pero la prueba por excelencia de la verdad mediante el milagro es el
Juicio de Dios que la confiere. «Dios está del lado del derecho», he aquí
la bella fórmula que legitima una de las más bárbaras costumbres de la
Edad Media. Claro está que, a fin de que las probabilidades no sean excesi-
vamente desiguales en el plano terrestre, se autoriza a los débiles, en par-
ticular a las mujeres, para hacerse reemplazar por un campeón -los hay
profesionales, pese a que los moralistas los condenan como los peores mer-
cenarios-, el cual sufre la prueba en su lugar.
Ahora bien, las ordalías * están justificadas por una noción en extremo
formalista de la verdad. Podemos verlo en la gesta de Ami et Amile, los

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MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

dos amigos que se parecen tanto como si fueran gemelos. Ami toma en un
duelo judicial el lugar de Amile, culpable de la falta que le es reprochada.
Mas, como Ami es inocente, triunfa fácilmente de su adversario.
En Tierra Santa, según la Chanson de ]érusalem, un clérigo llamado
Pedro pretendió que San Andrés le había revelado el lugar en el que se
hallaba enterrada la lanza que había traspasado el costado de Jesús en la
Cruz. Las excavaciones realizadas permitieron encontrar, efe ctivamente,
una lanza. Y para saber si la lanza en cuestión era la auténtica, es decir, si
el clérigo había dicho la verdad, se le sometió a las ordalías del fu ego.
El clérigo murió de sus heridas al cabo de cinco dfas. Sin embargo, se
estimó que había sufrido victoriosamente la prueba y qu e la lanza era legí-
tima. Si se habían quemado sus piernas era porque había dudado primera-
mente de la verdad de su visión.
Recordemos también la prueba de !solda.
«Se acercó a la hoguera, pálida y vacilante. Todos guardaron silencio:
el hierro estaba al rojo. Metió entonces el brazo desnud o en las brasas, cogió
la barra de hierro y caminó nueve pasos llevándol a. D spués, habiéndola
tirado, extendió sus brazos, con las palmas abiertas. Y todos pudieron ver
que su carne estaba más sana que ciruela de cir uelo . E ntonces d e todos los
pechos subió hacia Dios un gran grito de alabanza.»

* * *
Basta pensar en la etimología de la palabra «símbolo» para compren-
der el lugar ocupado por el pensamiento si111b6 li co no sólo en la teología,
la literatura y el arte del Occidente medi eva l, sino asimismo en todo su
bagaje mental. El symbolon suponía entre los griegos un signo de _recono-
cimiento, representado por las dos mitad es de un objeto repartidas entre
dos personas. El símbolo es un signo d e contrato. Es la referencia a una
unidad perdida, recuerda y llama una realidad superior oculta. Ahora bien,
en el pensamiento medieval, «cada objeto material era considerado como
la figuración de alguna cosa que se correspondía con él en un plano más
elevado y, por lo tanto, se convertía en el símbolo de ésta>>. El simbolismo
era universal. Pensar consistía en un perpetuo descubrimiento de las signi-
ficaciones ocultas, en una constante «hierofanía». Pues el mundo oculto era
un mundo sagrado, y el pensamiento simbólico no era sino la forma ela-
borada, filtrada, al nivel de los doctos, del pensamiento mágico en el cual
se bañaba la mentalidad común. Sin duda, los amuletos, los filtros, las fór-
mulas mágicas, el uso y comercio de los cuales estaba muy extendido, son

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LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

los aspectos más groseros de esas creencias y esas prácticas. Pero las reli-
quias, los sacramentos y las plegarias significaban para la masa los equiva-
lentes au torizados de aquéllos. Se trataba siempre de encontrar las llaves
que forzaban el mundo oculto, el mundo verdadero y eterno, a través del
cual se hacía posible la salvación. Los actos de la devoción eran actos sim-
bólicos, mediante los cuales se trataba de hacerse reconocer por Dios y obli-
garlo a mantener el contrato sellado con Él. Las fórmulas con que se entre-
gaban las donaciones y hacían alusión al deseo de salvar por medio de ellas
el alma, designaban ese contrato mágico que hacía de Dios el obligado del
donador y le constreñía a salvarle. De la misma manera, el pensamiento con-
sistía en encontrar las llaves que abrían las puertas del mundo de las ideas.
El simbolismo .medieval comienza a nivel de las palabras. Nombrar
una cosa implica ya explicarla. Isidoro de Sevilla lo había dicho ya y, des-
pués de él, la etimología florece en la Edad Media como una ciencia fun-
damental. Nombrar las cosas supone el conocimiento y la toma de posesión
de las mismas, de sus realidades. En medicina, el diagnóstico es ya cura-
ción, puesto que se ha pronunciado el nombre de la enfermedad. Cuando
el obispo o el inquisidor han podido declarar «herético» a un sospechoso,
lo esencial está hecho. El enemigo ha quedado desenmascarado. Los res y
los verba no se oponen, los unos son los símbolos de los otros. Si el lenguaje
es para los intelectuales de la Edad Media un velo de la realidad, es tam-
bién la llave, el instrumento adecuado de esa realidad. ccLa lengua -dice
Alain de Lille- es la mano fiel del espíritu.>> Y para el Dante la palabra
es un signo total que descubre la razón y el sentido de las cosas: rationale
signum et sensuale.
Se comprende así la importancia del debate que, a partir del siglo XI y
hasta el final de la Edad Media, opone a casi todos los pensadores en torno
a la naturaleza exacta de las relaciones entre los verba y los res, hasta el
punto de que los historiadores tradicionales del pensamiento han llegado
incluso a reducir la historia intelectual de la Edad Media a una confron-
tación entre «realistas)) y cmominalistas)), güelfos y gibelinos del pensamien-
to medieval. Es la «querella de los universales*)).
El estudio de las palabras y del lenguaje, el trivium: gramática, retó-
rica y dialéctica, primer ciclo de las siete artes liberales'~, constituye tam-
bién el fundamento de toda la pedagogía medieval. La base de toda la ense-
ñanza, hasta el final del siglo xn, por lo menos, es la gramática. A través
de ella se llega a todas las otras ciencias, especialmente a la ética, que se
superpone a las artes liberales y las corona en cierto modo. La gramática
es una ciencia polivalente, como la ha definido el canónigo Delhaye, no

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MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

sólo porque, a través del comentario de los autores, permite tratar todos
los temas, sino porque, gracias a las palabras, nos conduce al sentido oculto
del que éstas son la llave. En su Fans philosophiae, «Fuente d e Filosofía»,
escrita en el siglo xn, Godefroy de Saint-Victor rinde homenaje a la gra-
mática que le ha enseñado las letras, las sílabas, el discurso «literal» y el
discurso «trópico», que revela el sentido figurado, alegórico. En Chartres,
el célebre maestro Bernard de Chartres funda igualmente toda su enseñan-
za en la gramá tica. En realidad, tanto el uno como el otro no hacen más
que seguir o reanudar una tradición que se remonta a la Antigüedad y
que fue legada por San Agustín y por Martianus Capella a la Edad Media.
Dentro de la exégesis escrituraria de los cuatro sentidos, si bien algunos,
basándose en San Pablo, consideran que la letra puede matar mientras que
el espíritu vivifica, la mayor parte de los exegetas medievales ven en la
littera una introducción al sensus.
El gran depósito de los símbolos es la naturaleza. Los elementos de los
diferentes órdenes naturales son los árboles de este bosque de símbolos.
Minerales, vegetales, animales son todos simbólicos, aunque la tradición se
contente con señalar tan sólo a algunos: entre los minerales, las piedras
preciosas, que despiertan la sensibilidad al color y evocan los mitos de
riqueza. Entre los vegetales, las plantas y las flores citadas en la B iblia.
Entre los animales, las bestias exóticas, legendarias o monstruosas, que hala-
gan el gusto medieval por lo extravagante. Lapidarios, ílorarios >i!', bestia-
rios, en los que están catalogados y explicados esos símbo.los, ocupan un
lugar distinguido en la biblioteca ideal de la Edad Media.
Piedras y flores unen a su sentido simbólico sus virtudes curativas o
nefastas. Las piedras amarillas o verdes, por homeopatía ele color, curan la
ictericia y las enfermedades del hígado; las rojas, las hemorragias y los
flujos de sangre. El sardonio rojo simboliza a Cristo derramando su sangre
en la Cruz por la humanidad; el berilo transparente atravesado por el sol
figura al cristiano iluminado par Jesucristo. Los Horarios se encuentran
próximos a los herbarios. Introducen en el pensamiento medieval el mundo
de los «simples», las recetas de las buenas mujeres y los secretos ele los her-
bolarios monásticos. El racimo d e uvas es el Cristo que ha dado su sangre
por la humanidad, en una imagen simbolizada por la prensa mística. La
Virgen está representada por el olivo, la azucena, el lirio de los valles, la
violeta, la rosa. San Bernardo subraya que la Virgen está simbolizada lo
mismo por la rosa blanca, que significa su virginidad, que por la rosa roja,
que torna sensible su caridad. La centáurea, cuyo tallo es cuadrangular,
cura la fiebre cuartana, mientras que la manzana es el símbolo del mal y

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LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

la mandr{tgora es afrodisíaca y demoníaca. Cuando se arranca una de ellas,


grita, y el que la oye muere o enloquece. En ambos casos la etimología
resulta esclarecedora para los hombres de la Edad Media: la manzana vie-
ne del latín malum, que quiere decir el mal, y la mandrágora es el dragón
humano (inglés mandrake).
El mundo animal constituye de manera particular el universo del mal.
El avestruz, que pone sus huevos en la arena y se olvida de incubarlos, es
la imagen del pecador, que olvida sus deberes para con Dios; el macho
cabrío es el símbolo de la lujuria; el escorpión que pica con su cola es la
encarnación de la falsedad y, especialmente, del pueblo judío. El simbolis-
mo del perro es disputado en dos direcciones: la tradición antigua, que
hace de él una representación de la impureza, y la tendencia de la socie-
dad feudal a rehabilitarlo como animal noble, indispensable compañero del
señor en la caza, símbolo de la fidelidad, la más elevada de las virtudes
feudales.
Los animales· fabulosos, en cambio, son todos ellos satánicos, verda-
deras imágenes del diablo: áspid, basilisco, dragón, grifo. El león y el uni-
cornio son ambiguos. Símbolos de la fuerza y de la pureza, pueden ser, a la
vez, los de la violencia y la hipocresía. El unicornio, por otra parte, se idea-
liza hacia finales de la Edad Media en que se pone de moda, y se inmor-
taliza en el conjunto de las tapicerías de La dame a la licorne.
El simbolismo medieval halló un campo de aplicación particularmente
vasto en la riquísima liturgia cristiana y, en primer lugar, en la interpre-
tación misma de la arquitectura religiosa. Honorius Augustodunensis nos
ha explicado el sentido de los dos principales tipos de planos usados en la
construcción de iglesias. En ambos casos, plano circular o plano crucial, se
trata de una imagen de la perfección. Que la iglesia circular sea la imagen
de la perfección circular, se comprende sin dificultad. Pero hay que consi-
derar que el plan cruciforme no es tan sólo la figuración de la crucifixión
de Jesucristo. Es, además, la forma ad quadratum, basada sobre el cuadra-
do, que designan los cuatro puntos cardinales y resume el universo. Tanto
en uno como en otro caso, la iglesia es el microcosmos.
Entre los aspectos más esenciales del simbolismo medieval, el simbo-
lismo de los números ha desempeñado un papel capital: estructura del
pensamiento, ha sido uno de los principios directores de la arquitectura. La
belleza viene de la proporción, de la armonía, de ahí la preeminencia de
la música como ciencia del número. «Conocer la música -afirma Tomás
de York- es conocer el orden de todas las cosas.» El arquitecto, según Gui-
llermo de Passavant, obispo de Mans de 1145 a 1187, es un <<compositor».

444
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, , ACTITUDES

Salomón ha dicho al Señor: Omnia in mensura et numero pondere dispo-


suisti (Sapientia, 11, 21) («Tú lo has dispuesto todo según la medida, el
número y el peso>l). El número es la medida de las cosas. Como la palabra,
el número encadena a la realidad. «Crear los números -dice Thierry de
Chartres- es crear las cosas.)) Y el arte, que es la imitación de la naturaleza
y de la creación, debe tomar el número por regla. En Cluny *, según Ken-
neth John Conant, el monje Gunzo, inspirador de la gran iglesia del abate
Hugues, comenzada en 1088 (Cluny III), y al que una miniatura nos pre-
senta viendo en sueños a los santos Pablo, Pedro y Esteban, los cuales trazan
con cuerdas el plano de la futura iglesia, es también un músico reputado,
psalmista praecipuus.
El número simbólico que habría resumido en Cluny, según Conant,
todos los símbolos numéricos empleados en la construcción del edificio es
el 153, el número de peces de la Pesca milagrosa.
Guy Beaujouan ha llamado la atención recientemente sobre ciertos
tratados inéditos del siglo xn, los cuales demuestran que el simbolismo de
los números ha disfrutado en la época románica de una boga todavía mayor
de la que se cree. Victorinos y cistercienses se distinguen en ese juego que
se toman muy en serio. En un tratado incluido en la Patrología lafrna,
Hugues de Saint-Víctor, al exponer las bases numéricas simbólicas según las
Escrituras, explica la significación de las desigualdades entre los números.
Puede partirse de los siete días del génesis (o, mejor, ele los seis días en
que el Creador ha obrado: H exaemeron): 7 > 6 equivale a reposo después
del trabajo; 8 > 7 significa la eternidad después de la vida terrestre (recor-
demos el 8 del octógono de Aquisgrán, ele San Vital de Rávena, del Santo
Sepulcro, de la Jerusalén celestial). O bien partir de 10, la imagen de la
perfección. Entonces g < 10 es la falta de perfección y 11 > io la desme-
sura. El cisterciense Eudes de Morimond, muerto en 1161, reanuda en
sus Analytica numerorum las especulaciones numéricas de San Jerónimo.
Éste, en su opúsculo contra Joviniano, a favor de la virginidad, que cono-
cerá un gran éxito en el siglo xn, «siglo antimatrimonial>l (acaso como reme-
dio al crecimiento demográfico), explica el simbolismo de las cifras 30, 60
y 1 oo aplicadas a los tres estados del casamiento, de la viudedad y de la
virginidad (véase pág. 417 e il. 96). Para representar el 30, las extremidades
del pulgar y del índice se juntan dulcemente, es el matrimonio. Para figu-
rar el 60, el pulgar está inclinado y como sometido al índice que lo rodea,
es la imagen de la viuda, cuya continencia reprime el recuerdo de las volup-
tuosidades pasadas o que se curva bajo su velo. Para formar el 100, en fin,
los dedos representan una corona virginal. Sobre esta pendiente, Eudes de

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EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 137 A 140

137. FORMAS ROMÁNICAS; EL JUEGO DE lería. La abadía cisterciense del T ho-


LAS FORMAS REDONDAS EN EL ESPACIO. ronet, en Provenza, fue construida a
Sant Pons de Garbera, en el macizo partir de II46. (Le Thoronet, Var.)
montañoso de Garraf, al noroeste de
Barcelona, es un hermoso ejemplo de 139. FORMAS GÓTICAS: EL ORDEN DE LAS
BÓVEDAS DE BOURGES.
lo que Puig y Cadafalch ha llamado el
primer arte románico, cuyas más per- Erwin Panofsky ha sostenido que el
fectas creaciones d.el siglo XI han sido arte gótico estaba ordenado según los
las basílicas con cúpula en el crucero principios mismos de la escolástica.
elevadas en Ripoll (Io32) y en Cardo- Esta imagen de Bourges nos revela un
na ( Io40 ). A la superposición de las punto de conjunción, en el eje del edi-
masas en el exterior corresponde .en el ficio, de las bóvedas de una capilla y
interior la superposición y la armonía del deambulatorio con la bóveda sex-
de los volúmenes, ordenados en torno partita del coro. Tanto como intelec-
a las líneas redondas. Esta vista axial tual, el orden es funcional y estético.
de la cúpula del crucero y de la hor- ( Bourges, Catedral.)
nacina del coro demuestra sensible-
mente que el arquitecto románico, 140. FORMAS GÓTICAS: INTERIOR DE LA
CATEDRAL DE LAÓN.
conforme a la expresión de Henri Fo-
cillon, .es "pensamiento sintético". (Gar- La catedral de Laón, edificada a partir
bera, Iglesia de Sant Pons.) de II57, terminada en sus aspectos
esenciales hacia I220, pertenece al pri-
138. FORMAS ROMÁNICAS; EL CLAUSTRO mer arte gótico por la superposición
DE THORONET. de cuatro pisos: bóvedas laterales, tri-
Envoltura de espacios interiores, la ar- bunas, triforio, ventanas altas ... Pero,
quitectura románica es también, en lo como ha dicho Henri Focillon, si bien
que respecta al ext.erior, captura de la "realiza plenamente el pensamiento
luz. Las arcadas de los claustros tienen del siglo XII, lo prepara asimismo
como función, material y espiritual a para un desenvolvimiento futuro". No
la vez, abrirse hacia el día sin perjudi- es solamente "diseño y deducción",
car al recogimiento. El claustro es un construcción funcional y orden intelec-
mundo cerrado, pero lleno de salidas. tual. Es también sistema plástico, orien-
Es tanto más simple y riguroso en tado ya hacia los efectos de ilusión que
cuanto que se integra en este caso en el arte gótico desarrollará cada vez
.el pensamiento cisterciense: gruesos más. "La multiplicidad d.e las arcqdas,
muros, columnas con capit.eles sin es- de las claraboyas y de los vanos anun-
culturas, procediendo la única distrac- cia ya el partido que ha de sacarse de
ción de un ojo abierto en el tímpano los grandes vacíos góticos." (Laón, Ca-
por encima de las columnas de la ga- tedral.)
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

Morimond expone el simbolismo de los dedos. El auricular o meñique, que


prepara los oídos para escuchar, simboliza la fe y la buena voluntad; el
anular, la penitencia; el medio o corazón, la caridad; el índice, la razón
demostrativa; el pulgar, la divinidad. Evidentemente, no se alcanzaría a
comprender todo esto si no se recordase que las gentes de la Edad Media
calculaban con los dedos y que el cálculo digital estaba en la base de esas
interpretaciones simbólicas, lo mismo que las proporciones estaban deter-
minadas por las medidas «naturales>>: longitud del paso o del antebrazo,
el palmo, la superficie labrada en una jornada, etc. Las más altas especula-
ciones quedaban unidas a los gestos más humildes. Se aprecia, a través de
estos ejemplos, que resulta difícil distinguir en el bagaje mental de los
hombres medievales la parte que corresponde a lo abstracto y la que corres-
ponde a lo concreto. Claude Lévi-Strauss ha rechazado con justicia la «pre-
tendida ineptitud de los "primitivos" para el pensamiento abstracto». Muy
al contrario, el espíritu medieval presenta una inclinación hacia la abstrac-
ción, o, más precisamente, hacia una visión del mundo que descansa sobre
relaciones abstractas. Así la coloración rosada es considerada como parti-
cularmente bella porque es una mezcla de blanco y de rojo, colores exce-
lentes, que simbolizan, como se ha visto, la pureza y la caridad. Pero, inver-
samente, se sienten aflorar las imágenes concretas tras las nociones abstrac-
tas. Siguiendo a Isidoro de Sevilla, los clérigos medievales piensan que
pulcher viene de pelle rubens, por lo cual es bueno tener la piel sonrosada,
ya que se percibe la palpitación de la sangre subflucnt:e, principio tanto
de nobleza como de impureza, principio esencial en todo caso. Ahora bien,
¿cómo separar lo que es concreto de lo que es abstracto en ese gusto por
la sangre? Volvemos a encontrarlo en otra palabra que designa lo bello:
venustus, que se hace derivar de vcrtis, las venas.
A decir verdad, esta imbricación de lo concreto y de lo abstracto cons-
tituye el fondo mismo de la estructura de las mentalidades y de las sensibi-
lidades medievales. U na misma pasión, una misma necesidad, la fuerza a
oscilar entre el deseo de hallar, tras lo concreto sensible, lo abstracto más
verdadero y el esfuerzo por hacer aparecer esta realidad oculta bajo una
forma perceptible a los sentidos. No es menos cierto que la tendencia abs-
tracta informa de manera preferente a la capa erudita, intelectual, de los
clérigos, mientras que la tendencia concreta se constriñe las más de las veces
a los medios incultos. El sentido de lo abstracto y el sentido de lo concreto
caracterizan a los lztterati el primero y a los illiterati el segundo. Se puede
uno preguntar, por ejemplo, si en los símbolos maléficos la masa medieval
no tiene más bien tendencia a asir en primer término el principio malo,

447
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

38. OTTMARSHEIM
(Según Kautzsch)

38, 39· PLANOS DE IGLESIAS : EL PLANO CENTRAL Y EL PLANO BASILICAL

El plano central y el plano basilical son los habían servido primordialmente como iglesias
más frecuentes en las iglesias del Occidente relicarios, martyria.
cristiano, tomado el primero del Santo Sepul- San Ambrosio de Milán (39) fue construido
cro de Jerusalén y el segundo de la basílica hacia i 100 sobre el emplazamiento de una
romana. En última instancia, ambos proce- basílica carolingia del siglo IX, la cual, a su
den de los · modelos orientales y de las inter- vez, había reemplazado un santuario del si-
pretaciones simbólicas. glo rv. La nueva iglesia conserva del edificio
La iglesia octogonal de Ottmarsheim (38), en carolingio el atrium ensanchado y el coro con
Alsacia, consagrada por el papa León IX tres ábsides, prolongado por una basílica de
en io49, en ocasión de una gira dedicada a tres naves. La gran novedad es la cubierta:
efectuar consagraciones, imita la célebre ca- bóveda sobre nervios, que anunciaría el gótico
pilla imperial de Carlomagno en Aquisgrán, si su movimiento no estuviese contenido den-
cuya popularidad, sobre todo en el país ger- tro del espíritu puramente románico, «es de-
mánico, ha reforzado el éxito de las iglesias de cir, destinado a hacer destacar las masas y los
planta central, que, en la Alta Edad Media, valores murales, no a abolirlos» (A. Chastel).
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

que los clérigos le hacen ver después bajo las apariencias concretas del dia-
blo y de sus encarnaciones. Se concibe, pues, el éxito popular de una here-
jía como el catarismo, variedad del maniqueísmo, que reemplaza a Dios y a
Satán por un principio del Bien y un principio del Mal. De la misma
manera, el arte de la Alta Edad Media, por encima de las tradiciones esté-
ticas indígenas o procedentes de la estepa que lo inspiran, manifiesta que
las tendencias ceno figurativas» son más «primitivas» que las otras.

39. SAN AMBROSIO DE MILÁN


(Según Dehio y Bezold)

449
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

• * •
Así en el gusto por el color y el prestigio de lo físico, tendencias fun-
damentales de la sensibilidad medieval, se podría preguntar qué seducía
más a los hombres de la Edad Media, si las atracciones sensibles o las
nociones abstractas que se disimulan tras las apariencias: la energía lumi-
nosa y la fuerza.
El gusto de la Edad Media por los colores vivos es bien conocido. Es
un gusto «bárbaro»: cabujones insertos en los planos de la encuaderna-
ción, orfebrerías rutilantes, policromía de las esculturas, pinturas cubrien-
do los muros de las iglesias y de las casas de los poderosos, magia coloreada
de las vidrieras. La Edad Media casi incolora que se admira hoy día es un
producto de la destrucción del tiempo y del gusto anacrónico de nuestros
contemporáneos. Sin embargo, detrás de esta fantasmagoría coloreada, sub-
yace el miedo a la noche, la búsqueda de la luz, que es salvación.
Progreso técnico y moral parecen orientarse hacia una domesticación
creciente de la luz. El muro de las iglesias góticas se vacía y deja entrar
torrentes de luz coloreada por sus vidrieras; el vidrio plano hace una tími-
da aparición en las casas a partir del siglo xrn; la ciencia del siglo XIII, con
un Grosseteste '", un ' Vitelo y otros, escruta la luz, pone la óptica en el pri-
mer plano de sus preocupaciones y, en el campo técnico, concede la claridad
a los ojos fatigados o enfermos inventando los lentes en las postrimerías
del siglo. El arco iris llama la atención de los sabios: es luz coloreada, aná-
lisis natural, capricho de la naturaleza. Satisface, a la vez, las tendencias tra-
dicionales y las orientaciones nuevas del espíritu científico medieval. Tras
todo esto, se encuentra lo que se ha llamado la «metafísica medieval de la
luzn, mejor aún, de modo más general y más modesto, la búsqueda de la
seguridad luminosa. La belleza es luz, tranquiliza, es signo de nobleza. El
santo medieval resulta ejemplar desde este punto de vista. Como ha escrito
André Vauchez, «el santo es un ser de luzn. He aquí la descripción de San
ta Clara: «Su faz angélica era más clara y más bella después de la oración,
hasta tal punto resplandecía de felicidad. Verdaderamente, el gracioso y
liberal Señor derramaba sus r ayos sobre su pobre y pequeña esposa de tal
manera que ésta irradiaba la luz divina en torno suyo.» A la muerte de San
Edmond de Cantorbery, «un rocío luminoso emanó súbitamente de él y
su rostro se coloreó con un bello rosado». El Elucidarium precisa que en el
Juicio Final los santos resucitarán con sus cuerpos de colores diversos, según
que sean mártires, confesores o vírgenes. Pensemos en el «olor de santidad»,

450
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

simbólico sin duda alguna, pero absolutamente real para las gentes de la
Edad Media. En Bolonia, durante la noche del 23 al 24 de mayo de 1233,
con ocasión de la canonización de Santo Domingo, su ataúd fue abierto, con
objeto de efectuar la traslación de su cuerpo, en presencia de un grupo de
hermanos predicadores y de una delegación de nobles y de burgueses. «An-
siosos, pálidos, los hermanos rogaban llenos de inquietud.» Cuando se hubo
desclavado el féretro, un olor maravilloso envolvió a tod a la asistencia.
Pero es la luz el objeto de las aspiraciones más ardientes, ella la que está
cargada de los más altos símbolos. Helos aquí pintados por Chrétien de
Troyes, a Cliges y Fénice:

El día estaba un poco cubierto,


Pero eran tan hermosos los dos,
La doncella y Cliges, que de ellos
Brotaba un rayo de belleza,
Con el que el espacio resjJlancl ecía,
Así como por la maifona el so l
Reluce claro, brillante y rojo.

«Entre todos los cuerpos, la luz física es lo m jor, Jo más delectable, lo


más bello ... Lo que constituye la perfección y b bc ll c1.a de las cosas corpo-
rales es la luz», dice Robert Grosseteste. Y, citando a San Agustín, recuerda
que el <<nombre de Belleza», cuando es comprend ido, hace percibir en el
acto «la claridad primera». Esta clarida l primera no es otra que Dios,
hogar luminoso e incandescente. El Paraiso del Dante es una marcha hacia
la luz.
Guillermo de Auvernia une el n t'.1 mero y el color para definir lo bello:
«La belleza visible se defin e, o bien por la figura y la posición de las partes
en el interior de un todo, o bi en por el color, o bien por esos dos caracteres
reunidos, sea que se yuxtapongan, sea que se considere la relación de armo-
nía que los refiere el uno al otro.» Grosseteste, por su parte, hace derivar
de la energía fundamental de la lu z tanto el color como la proporción.
La belleza se iden tifi ca asimismo con la riqueza. Cierto que la función
económica de los tesoros - reserva para los casos de necesidad- contribuye
a que los poderosos se empeñen en la tarea de acumular objetos preciosos.
Pero el gusto estético interviene casi en tanto grado en esta admiración por
las obras y más aún, quizá, por los materiales raros . Los hombres de la Edad
Media admiraban más la cualidad de la primera materia que el trabajo
del artista. Desde este punto de vista deben ser estudiados los tesoros de

45 1
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

las iglesias, los regalos que se ofrecen mutuamente los príncipes y los pode-
rosos, las descripciones de monumentos y de ciudades. Se ha hecho notar
que el Liber Pontificalis, donde se describían las empresas artísticas de los
papas de la Alta Edad Media, se hallaba lleno de gold and glitter. U na obra
anónima de mediados del siglo xn sobre los Mirabilia Romae, las «Mara-
villas de Roma)), habla sobre todo de oro, de plata, de bronce, de marfil, de
piedras preciosas. Un lugar común en la literatura, tanto histórica como de
ficción, es la descripción o, mejor, la enumeración de las riquezas de Cons-
tantinopla, la gran atracción para los cristianos de la Edad Media. Lo que
llama en primer término la atención de los occidentales en el Pelerinage
de Charlemagne son los campanarios, las águilas, los puentes «relucientes)).
En el palacio, son las mesas y las sillas de oro fino, los muros recubiertos de
ricas pinturas, la gran sala cuya bóveda está sostenida por un pilar de plata
nielada, rodeado de cien columnas de mármol nielado de oro.
Lo bello es lo colorido y lo brillante, que es también, con la mayor
frecuencia, lo rico. Pero lo bello es, al mismo tiempo, lo bueno. El prestigio
de la belleza física alcanza tan alto grado que la belleza se convierte en
un atributo obligatorio de la santidad. El Buen Dios es primordialmente el
Bello Dios y los escultores góticos imprimen en sus obras el ideal de los
hombres de la Edad Media. Los santos medievales poseen no sólo los siete
dones del alma (amistad, sabiduría, concordia, honor, poder, seguridad y
alegría), sino también los siete dones del cuerpo: belleza, agilidad, fuerza,
libertad, salud, voluptuosidad y longevidad. Esto ocurre incluso en los san-
tos «intelectuales)). El caso de Santo Tomás de Aquino es característico. Un
autor de leyendas dominico escribe: «Cuando Santo Tomás se paseaba por
la campiña, el pueblo que estaba ocupado en los campos abandonaba sus
trabajos y se precipitaba a su encuentro, para admirar la estatura imponen-
te de su cuerpo y la belleza de sus rasgos humanos; se veían impulsados
hacia él mucho más por su belleza que por su santidad.)) En Italia del Sur,
se le llamaba el Bos Siciliae, el «Buey de Sicilia)). Así, ese intelectual era
en primer término, para la gente de su época, un «fuerte>>, un «duro)).
Ese culto a la fuerza física se da con mayor intensidad, como es lógico,
entre los miembros de la aristocracia militar, entre los caballeros, para quie-
nes la guerra supone una pasión. El trovador Bertrán de Born *, que fue,
antes de hacerse monje cisterciense, el compañero de Ricardo Corazó~ de
León, ese espejo de caballeros (J oinville relata todavía con admiración:
«Cuando los caballos de los sarracenos se asustaban ante un matorral, sus
amos les decían: ¿Piensas que es el rey Ricardo de Inglaterra? Y cuando
los niños de los sarracenos se peleaban, les decían: ¡Cállate, cállate! ¡O iré

452
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

a buscar al rey Ricardo, que te matará! >> ), ha cantado el ideal belicoso de


los guerreros de la Edad Media.
Belle m'est la presse des boucliers
Aux couleurs de vermeil et d'azur,
D'enseignes et de gonfanons,
De diverses couleurs tretous;
Tentes, abris, riches pavillons dresser,
Les lances briser, les écus trouer et fendre
Les heaumes brunis; des coups donner et recevmr.
Et j' ai grande allégresse
Quand je vais en campagne rangés
Chevaliers et chevaux armés.
Il me plait quand les coureurs
Font gens et bétail s'enfuir;
Il me plait de voir leur courir sus
Force guerriers, taus ensemble.
Il plait surtout aman coeur
De voir cháteaux forts assiégés,
Enceintes rompues et effondrées,
De voir l'armée sur le bord
Tout autour de fossés enclos
Et de tices aux forts pieux serrés.
Il me plait aussi le seigneur
Quand le premier il se lan ce á l'assau t,
Sur son cheval arm é, sans frihnir
Pour faire les siens en hardir
De son vaillant courage ...
fe vous le dis: ríen n'a jJour moi saveur,
Ni manger, boire ou dormir,
Autant que d'entendre crier: "En avant!"
Des deux cótés, et d' entendre hennir
Les chevaux démontés, en foret,
Et crier: "A l' aide! A l' aide!"
Et voir tornber dans les fossés
Grands et petits dans la prairie,
Et voir les morts avec, dans le coté,
Tronr;ons de lance et leurs fanions.

453
EP1GRAFES DE LAS ILUSTRACION ES 141 A 151

141. SIMBOLISMO ANIMAL Y MENTALIDAD il. n9). Dos diablos se llevan su alma
DUALISTA. al infierno, mientras la serpiente, sím-
La obra mediocre de Rugues de Fouil- bolo d.el mal, y aquí más especialmente
loy, escritor y miniaturista, prior de de la avaricia, cobija los sacos en que
Saint-Laurent-au-Bois, cerca d.e Reilly el difunto ha atesorado su fortuna.
(Somme), de II52 a n74, manifiesta (Vézelay, Iglesia de la Magdalena.)
esa tendencia al simbolismo moraliza-
dor y al simp>Zicismo mental que opo- 143· LOS MILAGROS: VENCER A LA
MUERTE.
ne de dos en dos a buenos y malos y
que triunfará durante el siglo XIII en El gran temor, antes del siglo XIV, está
las obras vulgarizadoras, como la d.el representado por el infierno, no por la
dominico Vincent de Beauvais. La mi- muerte. Las numerosas escenas de re-
niatura toma como punto de partida surrección parecen haber tenido por
tres versos de la novena égloga de Vir- objeto más la afirmación del poder de
gilio, enteramente apartados de su sen- Dios y de la santidad de los personajes
tido original. Rugues opone en ella al a los que confiere ese poder que la ne-
bueno y al mal pastor: el Cristo y un cesidad de calmar una inquietud inme-
monje indigno del báculo abacial que diata cara a la muerte. En este capitel
le tiende el Señor. Debajo de cada uno de la nave de Vézelay (entre r I20
de ellos, la buena progenie: carneros, y n40 ), San Benito resucita a un
ovejas, corderos, pastor vigilante con niño. (V ézelay, iglesia de la Magda-
su perro ladrador, y la mala: macho lena.)
cabrío, cabras, cabritillas y pastor ne-
gligente con su perro mudo. Rugues 144. SIMBOLISMO ANIMAL: EL GRIFO.

aplica la fácil oposición de las dos fa- La vida moral es una lucha. Es preciso
milias a toda clase de comparaciones: clavar la espada en el cuerpo del grifo,
verdaderos o falsos monjes, paganos y encarnación del Diablo, símbolo d.el
cristianos, etc. Sus obras han gozado de mal. El escultor de este capitel de
una gran popularidad entre los cister- Autun (siglo XII) se ha interesado so-
cienses. Este manuscrito procede de la bre todo por las p·osibilidades gráficas
abadía cisterciense de Clairmarais (Pas- de un tema teratológico que se presta-
de-Calais). (Saint-Omer, Biblioteca Mu- ba a numerosas variantes en torno a la
nicipal, manuscrito 94, fol. 48 vuelto.) mezcla de las dos naturalezas del grifo:
pájaro-mamífero, semileón y serniágui-
142· SIMBOLISMO ANIMAL Y VIDA MORAL: la, mezcla que permite esas inquie tan-
LA SERPIENTE Y LA MUERTE DEL MAL tes coexistencias en un solo "cuerpo,
RICO. esas herejías zoológicas que tanto han
Capitel de la nave de Vézelay, qu.e re- seducido a la sensibilidad y al arte ro-
presenta la muerte del mal rico (véase mánico. (A utun, catedral.)

454
150
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 141 A 15 1

145· LOS MILAGROS; VENCER AL HAMBRE. miniatura incluida en un manuscrito


Uno de los milagros más populares del del Roman de Godefroi de Bouillon,
Cristo, renovado, por otra parte, si pintada en un taller parisiense ( I 337 ),
bien a escala más modesta, por varios el primer rey cristiano de ] erusalén,
santos en la hagiografía medieval, es convertido en héroe de novela caballe-
la multiplicación de los panes, milagro resca y cuya fuerza es legendaria, corta
que tranquiliza a una sociedad acecha- de un solo tajo de su espada (la proeza
da por el hambre. (Iglesia de Saint- por excelencia) la cabeza de un came-
Nectaire, Puy-de-Dóme, siglo XII.) llo. (París, Biblioteca Naciona l, manus-
crito francés 22495, fol. 78.)
146. REALISMO Y ALEGRÍA DE VIVIR:
UN MÚSICO. 148. MILAGRO DE LA VIDA MATERIAL: EL
PRECIO DEL HIERRO.
En tanto que la arquitectura exagera
los vuelos de la sensibilidad, la escul- Miniatura de la Biblia del rey de Bo-
tura gótica expresa en forma creciente hemia Wenceslao (r 378-.14.r9 ). Repre-
una atención hacia la vida terrestre ex- senta un rnilagro r¡ ue la Edad Media,
traña por completo al arte románico. después de Gregario Magno, asignaba
Este músico, tomado en el realismo de por regla general a San B enito, pero
los rasgos y del gesto, aparece casi idea- que aquí se jJresen la como realizado
lizado en una dirección opuesta a la por Salomón . Un ebanista ha dejado
idealización dramática del arte románi- caer en aguas jJro[undas el hierro de
co: la del goce de vivir. La música es, su útil. Salomón lo hace remontar mi-
a partir de este momento, arte de la lagrosamente r/.el f anclo del agua. Salo-
felicidad terrestre. La estatua decoraba món, gran constructor, se había con-
una casa laica del siglo XIII en Reims. vertido a los ojos de la Edad Media en
Pero la inspiración procede acaso del el gran maestro de los secretos técni-
gran taller de la catedral, donde, se- cos y científicos. Resulta p·intoresco ver
gún la expresión de Émile Mdle, "ha a un personaje al que la Biblia atri-
sido creado el estilo que ganaría a toda buye tan innumerables riquezas reali-
Europa, imponiendo por todas parles zar un milagro tan humilde. Pero el
el art.e de la Champagne". (Reims, Mu- hierro era una mat.eria rara en la Edad
seo de Bellas Artes.) Media, sobre todo en la época de San
Benito. (Viena, Biblioteca Nacional,
147. EL CULTO DE LA FUERZA: LA manuscrito 5326.)
PROEZA.

La sociedad feudal, militar y primiti- 149· LA CRUELDAD: SUPLICIOS DE LOS


va, admira sobre todas las cosas a la MÁRTIRES.

fuerza, y la "proeza" caballeresca es, Los artistas de la Edad Media, particu-


ante todo, una proeza física. En esta larmente en España, se han complaci-

455
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 141 A 151

do en figurar las torturas infligidas a el Diluvio. La nota de esperanza que


los mártires en un ciclo de suplicios, a pone la paloma con el ramo de olivo,
los que resisten sucesivamente para su- en la jJarte alta a la izquierda, .es bien
cumbir al final. En realidad, no se tra- débil en relación al horror de los ca-
ta sino de una transposición a la ha- dáveres de hombres y de bestias ahoga-
giografía de las torturas de la justicia dos, con los ojos insoportablemente va-
medieval. La Leyenda dorada relata el cíos (véanse ils. 22, 49, 89, IJ6) . (París,
martirio sufrido en Tarso, en el año Biblioteca Nacional, manuscrito lati-
2 30, por la noble cristiana ]ulita y su no 8878, fol. 85.)
hijo de tres años, Giro. Este frontal de
151. MONSTRUOS HUMANOS: LAS RAZAS
altar, que proviene de una capilla de
DEL EXTREMO DEL MUNDO.
Durro y que, perteneciendo al primer
período de la P'intura románica cata- Los monstruos humanos han permiti-
lana, tan intensamente expresiva (ha- do dar libre curso al surrealismo me-
cia I IOO ), es, por lo tanto, muy ante- dieval . La imaginación juega aquí en-
rior al citado texto de ]acques de Vo- tre lo seudocientífico (la miniatura
ragine, representa otro ciclo de tor- ilustra las razas del extremo del mun-
turas. El suplicio de la sierra, el más do, evocadas por el mediocre vulgari-
atroz, no figura en la Leyenda dora- zador romano Solinus en el siglo III
da. (.Barcelona. Museo de Arte de Ca- y repetidas en el siglo XII por I-lono-
talwia.) rius A ugustodunensis ), lo fantástico )'
lo burlesco. El resultado es turbador.
150. LA VIOLENCIA Y EL FUROR: CADÁ- El manuscrito ha sido ejecutado en
VERES. Arnstein, R enania, duran te la segunda
Esta miniatura del manuscrito de Saint- mitad del siglo XII. (Londres, British
Sever (siglo XI), copia del Comentario Museum, manuscrito Herley 2799, fo-
del Apocalipsis de Beatus, representa lio 243.)
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

Car grand guerre fait d'un seigneur avare un généreux:


Pour quoi me plait bien des rois voir la pompe,
Qu'ils aient besoin de pieux, cardes et pommeaux
Et soient les lentes dressées pour camper dehors.
Ah! nous rencontrer par milliers et centaines,
Qu' ajJres nous on en chante la geste!
Trompes, tarnbours, bannieres et pennons,
Enseignes et chevaux noirs et blancs
Verrons bientót: qu'il fera bon vivre!
On prendra leur bien aux usuriers,
Et par chemin n'iront plus convois
De jour tranquilles, ni bourgeois sans tracas,
Ni marchands qui viendront de la France,
mais sera riche qui jJillera de bon coeur!

(Bella es para mí la presea de los escudos / con sus colores rojo y azur, /
de las enseñas y de los gonfalones, / pintados en di versos colores ; / alzar
tiendas, abrigos, ricos pabellones, / romper las lanzas, ¡¡gu jerear los escudos
y cortar / los yelmos bruñidos; dar y recibir golpes. / Y siento · gran alegría
cuando veo en el campo alineados / a los caballeros y a los caballos arma-
dos. / Me place cuando los corredores / hacen huir a las gentes y al gana-
do; / me place verles correr perseguidos / por muchos guerreros, todos
juntos. / Place sobre todo a mi corazón / ver cas tillos fuertes sitiados, /
murallas rotas y hundidas, / ver al ejército en el borde / todo alrededor de
los fosos cercados / y palestTas con fu er tes puntales apTetados. / Y me place
también el señOT / cuando se lanza el primero al asalto, / sobre su caballo
armado, sin temblaT / paTa hacer enaTdecer a los suyos / con su valiente
coraje ... / Os lo digo: nada tiene para mí sabor, / ni comer, ni beber, ni
dormir, / tanto como oÍT gritar « ¡Adelante! » / por ambos lados, y oír relin-
char/ a los caballos desmontados, en el bosque,/ y gritar: «¡Ayuda! ¡Ayu-
da! » y ver caer en los fosos / grandes y pequeños en la pradera, / y ver los
muertos con trozos de lanza / en el costado, y sus banderolas. / Pues una gran
guerra hace de un señor avaro un generoso: / por lo que me place ver la
pompa de los reyes, / que tengan necesidad de estacas, cuerdas y pomos de
espada / y sean las tiendas levantadas para acampar fuera. / ¡Ah, encon-
trarnos por millares y centenas, / que después de nosotros se cante la ges-
ta! / Trompas, tambores, banderas y pendones, / enseñas y caballos negros
y blancos/ veremos bien pronto: ¡qué gusto dará vivir! / Se quitarán sus
bienes a los usureros, / y por el camino no irán ya los convoyes / de día

457
37
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

tranquilos, ni los burgueses sin miedo, / ni los mercaderes que vengan de


la Francia, / ¡y será rico el que robe a manos llenas!)

Joinville, en el comienzo de su biografía hagiográfica de San Luis, dis-


tribuye en dos partes la vida del rey: «La primera trata de cómo el santo
rey se condujo durante toda su vida según Dios y según la Iglesia, en pro-
vecho de su reino. La segunda parte habla de sus grandes hechos de armas
y de caballería.» El ideal militar estriba en el cuerpo a cuerpo: «Sabed
que fue un bello hecho de armas, pues no se tiró con arco o con ballesta;
sino que se combatió cuerpo a cuerpo, a golpes de mazas y de espadas.» He
aquí de lo que el caballero se envanece, para agradar a las mujeres: «El
buen conde de Soissons, en este encuentro, bromeaba conmigo y me decía:
¡Senescal, dejemos aullar a esa jauría! Pues, ¡por la cofia de Dios (era su
juramento favorito), vos y yo hablaremos aún de esta jornada en las cáma-
ras de las damas l »
Los «ídolos>>. de las gentes de todas condiciones son los autores de «proe-
zas», esos altos hechos deportivos. He aquí una proeza de Tristán:

Pres du chemin par ou ils vont


Une chapelle est sur un rnont,
Au coin d'une roche assise,
Dominant la mer, face a la bise.
La partie qu'on appelle chante[
Etait posée sur un monticule.
Au-dela, plus rien: la falaise.
Ce mont est tout plein de jJierre.
\ Si un écureuil eut sauté de la,
\ Il eut péri, sans rémission ...
Tristan ne va pas lentem ent!
Derriere l'autel, il va a la fenétre,
La tire a lui de sa main droite
Et, par l' ouverture, il saute dehors ...
Seigneurs, une grande pierre large
Etait au milieu de ce rocher.
Tristan y saute tres légerement.
L e vent s' engouffre dans ses habits.
Et l'empéche de tomber lourdemen t.
L es Cornouaillais appellent encare
Cette pierre "le Saut de Tristan" ...
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

Tris tan saute: le sable était mou ...


Les autres l'attendent devant l'église,
Mais en vain: Tristan s'en va!
Dieu lui a fait une belle grdce.
Sur le rivage, a grands sauts, il s'enfuit.
ll entend bien le feu qui bruit!
Il n'a pas le coeur a retourner:
Il ne peut courir plus vite qu'il ne court ...

(Cerca del camino por donde van / Una capilla se alza sobre un monte, /
En el rincón de una roca asentada, / Dominando el mar, cara al cierzo. / La
parte que se llama cantil / Se halla colocada sobre un montículo. / Más allá,
nada: el acantilado. / Este monte está todo lleno de piedra. / Si una ardilla
hubiese saltado de allí, 7 Habría perecido sin remisión ... / Tristán no anda
lentamente / Tras del altar hay una ventana, / La atrae hacia él con su
mano derecha / Y, por la abertura, salta afuera .. . / ¡Señores!, una gran
piedra ancha / Estaba en medio de este roquedo. / Tristán salta sobre ella
muy ligeramente. / El viento entra en sus vestidos / Y le evita caer pesa-
damente. / Las gentes de Cornualles llaman todavía / A esta piedra «el Sal-
to de Tristánn ... / ¡Tristán salta! : la arena era blanda ... / Los otros lo
aguardan ante la iglesia, / Pero en vano: ¡Tristán se va! / Dios le ha hecho
una bella merced. / Por la ribera, a grandes saltos, escapa. / Oye muy bien
el fuego que crepita. / No tiene intención ele volver: / No puede correr
más rápido que corre ... )

La misma tendencia hacia la proeza en los clérigos, sobre todo en los


monjes. Los irlandeses han enseñado a los religiosos medievales los altos
hechos ascéticos, la embriaguez de las mortificaciones. Los santos, sucesores
de los mártires de las primeras edades, son los «atletas de Cristo». Sus proe-
zas son también principalmente físicas.
El arte, en fin, será asimismo búsqueda de la proeza: esmero excesivo
en el detalle o desmesura en la construcción, cada vez más alta, cada vez
más amplia. El artista gótico persigue la hazaña, lo extraordinario.
Una estructura mental que se pone de manifiesto con frecuencia resume
a la vez la visión guerrera y el simplicismo dualista: es el pensamiento por
oposición entre dos adversarios. Para los hombres de la Edad Media, toda la
vida moral se resume en un duelo entre el Bien y el Mal, las virtudes y los
vicios, el alma y el cuerpo. Prudencio, en su Psychomachia, había hecho ba-
tirse a los vicios y a las virtudes. La obra y el tema han gozado en la Edad

459
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Media de una singular fortuna. Ahora bien, las virtudes se han convertido
en caballeros y los vicios en monstruos.

* * *
Toda esta exaltación no era sino un a búsqueda. Escapar a este mundo
vano, engañoso e ingrato, es la tentativa incesante de toda la sociedad medie-
val, desde el más alto al más bajo. Tratar de encontrar, al otro lado de la
realidad terrestre mentirosa -los integumenta, los velos, pueblan la litera-
tura y el arte medievales y la andadura intelectual o estética en la Edad
Media consiste, ante todo, en levantar los velos-, la verdad oculta, verita
ascoza sotto bella menzogna («la verdad oculta bajo la bella mentira», Dante,
Convivio, II, 1 ), tal es la mayor preocupación en la Edad Media.
De ahí el recurso constante a los mediadores del olvido, a los creadores
de evasión. Afrodisíacos y excitantes, filtros de amor, especias, brebajes de
donde nacen las alucinaciones, hay para todos los gustos y para todos los bol-
sillos. Las hechiceras de aldea los procuran a los campesinos; los mercaderes
y los ccfísicosn, a los caballeros y a los príncipes. Todos acuden en busca de
visiones, de apariciones y a menudo se ven favorecidos por ellas. La Iglesia,
que reprueba esos medios mágicos, r ecomienda otros : según ella, todo acto
importante debe ser preparado con ayunos prolongados (en general, de tres
días), con prácticas ascéticas, con oraciones que hacen el vacío necesario para
la venida de la inspiración, de la gracia. La vida de los hombres de la Edad
Media está atormentada por los sueños. Sueños premonitorios, sueños reve-
ladores, sueños instigadores. Son la trama misma y los estimulantes de la vida
mental. Los innumerables sueños de los personajes bíblicos, que la escultura
y la pintura r epresentan a porfía, se prolongan en cada hombre y en cada
mujer de la Cristiandad medieval. cc¿De dónde vienen los sueños?», pregunta
el discípulo del Elucidarium. ccA veces de Dios, cuando se trata de una reve-
lación del futuro, como cuando José supo por las estrellas que sería preferido
a sus hermanos, o de una advertencia necesaria, como cuando el otro José
supo que debía huir a Egipto. A veces del Diablo, cuando se trata de una
visión vergonzosa o de una incitación al mal, como leemos en la Pasión de
Nuestro Señor con referencia a la mujer de Pilatos. A veces también del
hombre mismo, cuando eso que ha visto, oído o pensado, lo imagina. en
sueños y saca de ello temor, si se trata de cosas tristes; esperanza, cuando se
trata de cosas alegres.n Todas las clases sociales sueñan. El rey de Inglaterra
Enrique I ve en sueños a los tres ccestados» de su pueblo sublevados contra él;
el monje Gunzo recibe en sueños los datos numéricos de la reconstrucción
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

de la iglesia de Cluny; el padre de H elmbrecht percibe en sueños las eta-


pas de la trágica suerte de su hijo. Sueños sospechosos también, inspirados
por el Diablo. En la Vie de Marie d'Oignies, escrita por Jacques de Vitry, el
Diablo se aparece a la santa y le declara: «Mi nombre es sueño. Me apa-
rezco, en efecto, a muchas gentes durante el sueño, sobre todo a los monjes
y a los religiosos, como Lucifer; me obedecen y, bajo los efectos de mis con-
solaciones, se dejan llevar a la exaltación y llegan hasta a creerse dignos de
sostener conversaciones con los ángeles y las potencias divinas.» El sueño es
conocimiento. «En la tercera noche, !solda soñó que sostenía en su regazo la
cabeza de un gran jabalí, que manchaba su ropa de sangre, y conoció por ello
que no volvería a ver vivo a su amigo.>>

,¡¡, * *
Al lado de esta mentalidad y de esta sensibilidad mágicas, surgen y se
desarrollan otras estructuras, principalmente en las ciudades, donde la evo-
lución es más rápida. Visibles ya en el siglo xn, dichas transfo r maciones pare-
cen haber ganado la partida en el siglo xrn. Claro está que se ha d e recordar
aún, con Claude Lévi-Strauss, que «el pensamiento mágico no es un inicio,
un comienzo, un esbozo, una parte de un todo todavía no r ealizado, sino que,
por el contrario, forma un sistema bien articulado, independiente, desde ese
punto de vista, de ese otro sistema que constituirá la cien cia .. . ». No obstante,
hay que concretar que, en la sociedad medieval y rnuy a me nudo en un mis-
mo hombre, no solamente cohabitan los dos sistemas, sino que, a través de
oposiciones, tensiones e incoherencias, se da una permeabilidad, una progre-
siva destrucción del antiguo sistema por el nuevo. Preciso es también recor-
dar que la actitud d el historiador d e las civilizaciones, frente a esas mutacio-
nes de mentalidad y de sensibilidad, ha ele ser por fuerza diferente a la de los
historiadores del pensamiento y de la espiritualidad, que buscan en esas
transformaciones el fondo estab le ele una fe. Aunque fuesen tan luminosos,
tan penetrantes, tan sensibles a las evoluciones como los de un padre Chenu
o de un padre Lubac, sus análisis, que enriquecen la comprensión histórica,
dependen siempre ele un prejuicio -en el mejor sentido de la palabra-, del
que hay que apartarse para intentar proyectar sobre la historia mental de
la Edad Media una luz acaso menos «afectuosa», pero que, dada la distancia
a que está situada, debe hacer r esaltar ciertas proporciones y ciertas relacio-
nes. Al comienzo d e su admirable obra sobre Theologie au douzieme siecle,
el padre Chenu escribe: «Toda la lectura del siglo xu ha sido desequilibra-
da por los prejuicios racionalistas de la filosofía de las luces ... Sostenemos fir-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

memente, contra ella y contra sus secuelas, que los procedimientos simbóli-
cos de la expresión religiosa tienen por lo menos tanta importancia y, cier-
tamente, más eficacia cristiana que los procedimientos dialécticos.» A ello
hemos de contestar que la «eficacia cristiana» no puede servir de referencia
al historiador y que, a despecho de sus extremismos, sus incomprensiones,
sus candideces, sus errores, la filosofía de las luces tuvo el mérito, abstracción
hecha de los juicios de valor que en efecto mezclaba en ello, de afirmar que
«los procedimientos simbólicos de la expresión religiosa» pertenecían ya al
pasado, al siglo XII, mientras que los «procedimientos dialécticosn represen-
taban el mecanismo mental e intelectual del porvenir, en espera de ceder el
lugar a otras «novedadesn .
La primera novedad que se produce en ese dominio durante el siglo XII
es, como hemos visto, la creación por hombres «nuevos», los maestros de
las escuelas urbanas, convertidos en universitarios, de un nuevo bagaj e men-
tal. Ese bagaje mental se forma a partir de un instrumento material, el
libro. Porque no hay que engañarse. El libro universitario es por entero
distinto al libro monástico. No se trata de negar que éste haya sido un ins-
trumento de cultura. La magnífica historia de la cultura monástica -tal
como la ha evocado, por ejemplo, un Dom Jean Leclercq- basta para ates-
tiguar el papel del libro en ese sistema cultural. Pero el libro monástico,
comprendida su situación espiritual e intelectual, supone en primer térmi-
no un tesoro. En cambio, el libro universitario es, ante todo, un instru-
mento. A pesar de todos los esfuerzos de la técnica: escritura cursiva, menos
cuidada y más rápida, multiplicación de los ejemplares por el sistema de
la pecia *, ausencia de miniaturas o ilustraciones hechas en serie, el libro
seguirá siendo caro, hasta que llegue la imprenta. Recuérdese el milagro
de San Benito, en el siglo VI, salvando de anegarse en las aguas el hierro de
una pala. A ese milagro responde -tiempos nuevos, instrumentos nuevos-
el de Santo Domingo en el siglo xm: «Un día en que Santo Domingo
cruzaba un río, en las cercanías de Toulouse, sus libros cayeron al agua.
Ahora bien, tres días después un pescador, habiendo echado sus redes en
ese lugar, creyó haber capturado un pesado pez y sacó del agua los libros
del santo, tan intactos como si hubiesen estado cuidadosamente guardados
en un armario.» No se trata, por otra parte, de que Santo Domingo hubiese
sucumbido a un nuevo fetichismo del libro, lo cual no supieron evitar todos
los universitarios. Muy al contrario, sabe restringir el papel del libro a su
función auxiliar. La leyenda dorada lo testimonia todavía: «Como se le
preguntase cuál era el libro en que había estudiado más, contestó: " ¡En el
libro de la caridad!"»
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

Resulta sintomático, por lo demás, ver incluso a las órdenes mendican-


tes adaptarse a este nuevo papel del libro. San Francisco se siente muy
receloso ante la cultura intelectual, debido a que, al considerarla como un
tesoro, el valor económico de un libro le parece en contradicción con la
práctica de la pobreza que desea para sus hermanos. Un gran personaje de
la orden de los hermanos predicadores, el cardenal Humbert de Romans,
se indigna, en el siglo xm, al ver que el libro, convertido en utilitario, ya
no es objeto de atentos cuidados: «De la misma manera que los huesos que
son reliquias de los santos se conservan con tanta reverencia que se envuel-
ven en seda y se guardan entre el oro y la plata, es condenable que los
libros, que contienen tanta santidad, sean conservados con tan poco cui-
dado.»
A decir verdad, la transformación de la función del libro no es más
que un caso particular de una evolución más general, la que difunde el uso
del escrito y, sobre todo, le reconoce un nuevo valor: el de prueba. La orda-
lía, prohibida por el IV Concilio de Letrán en i.215, es poco a poco reem-
plazada por las pruebas escritas, lo cual viene a trastornar la justicia. En
las Coutumes de Beauvaisis, de finales del siglo xm, Philippe de Beauma·
noir, enumerando las categorías de pruebas, pone en segundo lugar (des-
pués del conocimiento directo de la causa por el juez) la prueba «por letras»,
antes aún de la prueba «por prendas de batalla», es decir, el duelo judicial,
sobre el que declara: <<De todos modos, esta prueba es la más peligrosa.»
Mejor todavía, subraya que se ha de conceder, en el caso de la prueba por
letras, la menor importancia posible -al contrario de lo que se hacía en el
pasad0- a los testimonios, que son mortales, «por lo cual conviene que
las letras valgan por sí mismas y es de hecho el caso». Durante este período
de transición se observa todavía la dificultad de las gentes para adaptarse
a la nueva función de los escritos. El archidiácono llamado a testimoniar
sobre el litigio de Orly de 1252 h abla de los «antiguos rollos» que ha visto
en la biblioteca del capítulo, más como pruebas en proporción a su anti-
güedad que en razón de su contenido.
Éste es, en efecto, el momento en que se generaliza la redacción de las
«costumbres», en que se multiplican las actas, en que el Derecho feudal,
como el Derecho romano y el Derecho canónico, se encarna en tratados. La
sociedad tradicional del «he oído decir», de la tradición oral, se habitúa
lentamente a manejar, si no a leer, lo escrito, de la misma manera que apren-
de a utilizar el dinero en la vida económica. Las herramientas se renuevan
en todos los dominios. Al igual que las innovaciones técnicas, desde el pun-
to de vista económico, las novedades en el campo cultural no avanzan sin
EPÍGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 152 A 16J

152. LAS ARTI:S LIBERALES : ARISTÓ- Edad Media, su poder es más bi.e n má-
TELES. gico. Más tarde ese poder se convierte
El programa de las siete artes liberales en utilitario, instrumento de cultura
ha sido representado por primera vez más que de prestigio. No obstante,
en las catedrales de Chartres y de tuvo siempre un doble valor: material
Laón, las dos más célebres escuelas (los libros costaban caros) y espiritual.
francesas del siglo XII . La ilustración Salvar los libros constituyó, pues, para
sigue el texto de Martianus Capella, los clérigos una preocupación casi tan
qu.e había establecido su lista, a co- grave como poner al abrigo las reli-
mienzos del siglo V, en las Nupcias de quias. En la ilustración, San Omer y
Mercurio y la Filología y que había dos de sus compañeros blanden ese
rodeado a cada una de las siete muje- precioso tesoro durante una travesía.
res que simbolizan las ciencias con un La miniatura forma parte de un con-
grupo de sabios. La Edad Media ha junto incluido en un manuscrito de la
ret.e nido, dentro de cada grupo, el vida de San Omer, copiado a finales
nombre de uno, más especialmente re- del siglo XI por el capítulo de la cate-
presentativo de cada disciplina. Aquí dral. (Saint-Omer, Biblioteca M unici-
Aristóteles ilustra la dialéctica, situa- pal, manuscrito 698, fol. IO vuelto.)
da encima de él. Precisamente a me-
154- EL LIBRO: UN INSTRUMENTO.
diados del siglo XIII, Thierry de Char-
tres había incluido nuevos tratados de Este copista, con sus tintas de diferen-
lógica de Aristóteles en su obra sobre tes colores, sentado bajo una arquitec-
las siete artes lib erales: el Heptateu- tura característica del gótico a finales
chon. El sabio está representado como del siglo XIII, reproduce una obra de
un escriba, un escribiente con todos los éxito, el Speculum historiale, el "Es-
instrumentos de su oficio. Estas escul- pejo histórico" (véase il. I27) de Vin-
turas ornamentan las superficies above- cent de Beauvais. El manuscrito, ins-
dadas de la puerta derecha del Pórtico trumento de vulgarización, evoluciona
Real de Chartres, levantado entre II4 5 hacia la producción en serie. (Bolonia,
y n55 para servir de fachada a la ca- Biblioteca Municipal, manuscrito I JI,
tedral románica del siglo XI, destruida fol. 7 vuelto.)
en II94 por un incendio, del que se
155· EL PROGRESO DE LA CIENCIA: LA
salvó únicament.e esta fachada. (Char-
LECCIÓN DE ANATOMÍA.
tres, Catedral.)
El estudio de la anatomía hace gran-
153· EL LIBRO: UN TESORO. des progresos en el siglo XIII. La prác-
El libro no dejó de ocup·ar en la cultu- tica de la disección aparece en Bolonia,
ra medieval un lugar de excepción. Es donde Guillermo de Saliceto publica
el arma de los clérigos. Durante la Alta en I275 su Chirurgia, la primera ana-
..
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i·,
1.

159
EPÍGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 152 A 161

tomía topowáfica del Occidente. No del simbolismo tradicional. Al joven


obstante, el manual de anatomía más despreocujJado, subido al árbol de la
popu lar, antes del de V esalo en el si- vida y que goza de los placeres de la
glo XVI, fue la Anatomía de Mondino existencia, le tienen sin cuidado los
de Luzzi, publicada en IJI 6. La minia- dos dragon es, el día y la noche, que
tura decora un manuscrito (siglo XIV) roen el tronco del árbol. (] oigny, Yon-
del De animalibus de Alberto Magn o, ne, Iglesia de Saint -] ean .)
en el que el gran sabio dominico del
siglo X III comentaba tres tratados de 158. JUSTICIA Y CRUELOAJJ : ll!UTILA-

Aristóteles sobre los animales, es de- CIONES.

cir, los seres vivientes, comprendido La justicia medieval sigue siendo bár-
el hombre. (París, Biblioteca Nacio- bara. Las mutilaciones y las torturas
nal, manuscrito latino I6I69, folio 59 desempeíian en ella un papel de pri-
vuelto.) mer plano. El castigo de los adúlteros
(el mismo que el canónigo Fulbert
156. LA CARNE MORTIFICADA: LA TEN- hizo infligir clandes tinamen te a Abe-
TACIÓN DE SAN BENITO. lardo) combina la humillación y el
El ascetismo monástico no hace más maltrato fí sico. Es le ejemplar ( I296)
que llevar a su más alto grado la mor- de las "costumb res" d e Toulo,use, re-
tificación de la carne que la Iglesia dactadas a jJelición ele los cónsules
recomienda a todos. Los ejercicios cor- en I28_::¡, se !talla adornado con viñe-
porales deb en completar y sostener los tas y pinl'//.ras en las que se demuestra
ejercicios espirituales. En este capitel que la j'1lslicia urbana a finales del si-
de Saint-Benolt-sur-Loire (hacia I IOO, glo X III era tan crue l como cualquier
véase il. 78), San Benito, tentado por justicia seíiorial. Se ha observado que
la mujer que le presenta el Diablo, se ni en el lex lo ni en las glosas se hace
desviste y rueda desnudo entre ortigas la m enor alusión a las torturas repre-
para apagar los fue gos del deseo. E l sentadas. ¿Hipocresía? En todo caso,
episodio aparece también en otras vi- no v.er la civi lización medieval sino a
das de santos. (Saint-B enoll -sur-Loire, través de los textos supondría hacerse
Iglesia abacial.) de ella una imagen falsa y dulzona,
aunque no fa lten los tex tos newos. (Pa-
157. LEJOS DEL ASCETISMO: LA DES- rís, Biblioteca Nacional, manuscrito la-
PREOCUPACIÓN.
tino 9I87, fo l. J2 vuelto.)
Este relieve que adorna la tumba de
una condesa de ]oigny (siglo XIII) 159. DESGRACIAS Y VIOLENCIAS: JOB.
combina la nueva sensibilidad gótica El hombre medieval tiene las mayores
(espíritu de goce, naturalismo del fo- probabilidades de verse enfrentado a
llaje) con las lecciones de la moral y una sucesión de calamidades. Por lo
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 152 A 161

tanto, la imagen más semejante a sí placeres alaba Petrus de Eboli en su


mismo que encuentra en la Biblia es la De balneis puteolanis. Un iluminador
de Job (véase il. I29), de l que Gregario napolitano, formado en la escuela de
Magn o, a finales del siglo VI, ha sa- la corte de Federico JI, ha ilustrado la
cado, además, lecciones que dejó in- obra. Después del bafío, s.e festeja.
cluidas en una obra de popularidad (Roma, Biblioteca Angélica, manuscri-
ininterrumpida durante toda la Edad to I 474, fol. 7.)
Media. En la ilustración, los enemigos
de Job dan muerte a sus hijos y roban 161. UNA NUEVA SENSIBILIDAD: LA NA-

sus rebaños (camellos en este caso). A m- TURALEZA Y EL SERt"1ÓN DE SAN FRANCIS-

bos crímenes, frecuentes en la Edad CO A LOS PÁJAROS .

Media, son imputados a caballeros con Un manuscrito inglés de la Crónica


el armamento típico, inspirados por el de Mateo París contiene este dibujo,
Diablo. (París, Biblioteca Nacional, la más antigua rejJresentación (ha-
manuscrito latino I 567 5, fol. 4.) cia r255) del sermón de San Francisco
de Asís a los pájaros. Como en otras
160. PLACERES CORPORALES: BAÑO Y miniaturas de la época (véase il. 5r,
FESTÍN. LA BELLA SELVA) y pese a que los ani-
La higiene y la inmoralidad se aveci- males son ya más realistas, la represen-
nan con frecuencia en la mentalidad tación de la naturaleza sigue siendo
medieval. Conocida es la mala repu- muy esquemática. Pero los ojos co-
tación de lo~ baños. Con el tiempo, sin mienzan a ver y a mirar el mundo ex-
embargo, el cuerpo recobra derecho al terior y el espíritu franciscano ayuda a
placer y dignidad. Puzzoles, cerca de esa mirada a formarse. (Cambridge,
Nápoles, vuelve a ser en el siglo XIII Corpus Christi College, manuscrito r6,
una estación termal, cuyos méritos y fol. 66.)
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

resistencias, pues, aparte las reticencias d e los medios tradicionalistas, se da


también la oposición de las clase inferiores a la apropiación por las clases
dominantes de las técnicas nuevas, que, en ocasiones, refuerzan la explota-
ción señorial. Algunas veces, el acta garantiza más los derechos del señor
que los de los campesinos y será tan detestada como el molino comunal,
«banal>>. Desde este momento, destruir los archivos, los libros de censos, lo
que más tarde se llamará en Francia los terriers, será una de las gestas esen-
ciales en las revueltas del campesinado.
La pérdida experimentada por el libro de su carácter sagrado va acom-
pañada por una «racionalizaciónn de los métodos intelectuales y de los
mecanismos mentales. No se trata de poner en tela de juicio el objeto del
examen y de la investigación. Las críticas, por ejemplo, cada vez más nume-
rosas en torno a las reliquias -como el célebre opúsculo, del comienzo del
siglo xu, de Guibert de Nogent, poco «progTesista>> a pesar de todo-, no
niegan en absoluto la eficacia d e las reliquias. Tienden tan sólo a separar
las falsas reliquias, que se multiplicaban con las Cruzadas y el desarrollo
de las necesidades financieras de las iglesias. Más profundamente, el método
escolástico tampoco discute la veracidad de la fe. Proviene, al contrario, del
deseo de esclarecer mejor, rodear, comprender esa fe. Es el desarrollo de
la célebre fórmula de San Anselmo: Fides quaerens intellectum, la fe en
busca de la inteligencia de sí misma. No obstante, los métodos usados para
este fin representan una verdadera revolución de las actitudes mentales. Al
nivel superior de la Teología, el padre Chenu ha presentado con toda
exactitud lo que significaba para ésta el hecho de transformarse ella misma
en «ciencia)), como lo hizo en los siglos xn-xm.

* * *
Sería presuntuoso tratar de definir en un as breves líneas el método
escolástico *. La evolución primordial por él sufrida fue la que condujo de
la lectio a la questio y de la questio a la disjndatio. El método escolástico
no es, en principio, sino la generalización del viejo proceder, empleado de
modo especial en lo que se refiere a la Biblia, de las questiones y respon-
siones, de preguntas y respuestas. Ahora bien, el plantear problemas, el
someter a los autores «a cuestiones>>, en plural, lleva a someterlos «a cues-
tión)), en singular. La escolástica es, en esta su primera época, el estableci-
miento de una problemática. Mas pronto se convierte en un debate, la
«disputan. La evolución consiste en que, frente al puro argumento de auto-
ridad, toma una importancia creciente el recurso al razonamiento. Por últi-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

mo, la disputa desemboca en una conclusio, dada por el maestro. Verdad


es que esta conclusión puede ser víctima de las limitaciones personales del
que la pronuncia y, puesto que los maestros universitarios presentan la
inclinación a erigirse por sí mismos en autoridades, puede incluso ser fuen-
te de una tiranía intelectual. Pero, más que este abuso, lo que importa es
que obliga al intelectual a pronunciarse. No puede contentarse con plantear
la pregunta, debe comprometerse en la respuesta. En el ápice del método
escolástico está la afirmación del individuo en su responsabilidad inte-
lectual.
Hasta qué medida han ido algunos más allá del uso templado de la
escolástica resulta arduo determinarlo. Las condenaciones de i 270 y de i 27 2
parecen hacer alusión no solamente a esos «averroístas)), que, bajo la influen-
cia de maestros como Siger de Brabante*, profesaban una doctrina de la
«doble verdad)), que separaba peligrosamente la fe de la razón, sino tam-
bién a verdaderos agnósticos. Es difícil conocer sus auténticas opiniones,
su número, el crédito de que gozaron. La censura eclesiástica parece haber
borrado por completo sus señales, pero ha de decirse también que lo más
probable es que aquéllas hubiesen quedado limitadas a círculos universi-
tarios bastante restringidos. La literatura del siglo XIII pone también en
escena a personajes presentados como totalmente descreídos o incrédulos,
sobre todo en las capas superiores de la sociedad. Parece igualmente que
los «espíritus fuertes)) no han sido más que hombres aislados.
A través de tres fenómenos se puede medir el perfeccionamiento del
bagaje intelectual logrado por el desarrollo de la escolástica.
El primero es el uso más mesurado de las autoridades, tal como demues1
tra el célebre Sic et non de Abelardo, verdadero Discurso del método de la
Edad Media. Se trata en primer lugar de eliminar las divergencias apa-
rentes entre las autoridades, observando si este desacuerdo procede única-
mente, según el resumen del padre Chenu, del empleo de palabras en un
sentido inusitado o con significaciones diferentes, de la inautenticidad de
las obras o del estado de corrupción de los textos, de los pasajes en que el
autor se limita a reproducir opiniones ajenas o en los que se acomoda a las
ideas corrientes, de frases en las que habla, no de manera dogmática, sino
bajo una forma de exhortación, de consejo o de dispensa, de la variedad del
sentido de las palabras según los diversos autores. Por último, si el desacuer-
do se muestra irreductible, es preciso seguir a la autoridad más calificatla.
La disputatio ayudó a que los espíritus se habituaran a la coexistencia
de opiniones diferentes, a reconocer la legitimidad de la diversidad. Cierto
que se sigue manteniendo el ideal de la unidad, de la concordia, de la
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

armonía. En su Decreto, Graciano proclama que busca la concordia discor-


dantium canonum, el acuerdo entre los cánones discordes. Es un sinfonista.
Pero esta sinfonía nace de la polifonía. «Si contemplas la belleza y la mag-
nificencia del universo -dice Guillermo de Auvernia-, descubrirás que
el universo es como un hermosísimo cántico y que las criaturas, a causa de
su variedad, que suena al unísono, forman un acorde de suprema belleza.n
En fin, la modernidad causa cada vez menos temor. Ya en los comien-
zos del siglo xu, en su De musica, Jean Cotton afirma que los músicos mo-
dernos «tienen más sutilidad y sagacidad, pues, según la palabra de Pris-
ciano, cuanto más joven se es, más perspicazn. En su mediocre Summa de
sentencias, Pedro Lombardo "'' inserta, a pesar de todo, lo que sus contem-
poráneos llamaron cmovedades profanasn, profanae no-vitales, y Guillermo
de Tocco, biógrafo de Santo Tomás de Aquino, le alaba por sus innovacio-
nes: e<Fray Tomás planteaba en su curso problemas nu evos, descubría nue-
vos métodos, empleaba nuevas redes de pruebas.n
En la búsqueda de pruebas nuevas, los escolásticos - por lo menos
algunos de entre ellos- desarrollaron el recurso a la observación y a la expe-
rimentación. El nombre citado con mayor frecu ncia es el de Rogelio Ba-
co n ~' , que parece haber empleado por vez prim era el términd de scientia
experimentalis y que desdeña a los maestros par.isi nses por excesivamente
dogmáticos -con la sola excepción de Pi rr d Maricourt, autor de un
Tratado sobre el imán, y a quien Bacon llama ccd maestro d e las experien-
ciasn- y les opone los maestros de Oxford, instruidos en las ciencias de la
naturaleza. A decir verdad, los oxoniens s son y ser;ín sobre todo matemá-
ticos y en ello se revela la dificultad de los intelectuales medievales para
establecer relaciones orgánicas entre teoría y prúctica. Las razones que moti-
varon esta dificultad son múltiples, pero no cabe duda de que la evolución
social de las universidades grav itó pesadamente sobre esas tentativas, pro-
vocando su semifracaso. La naciente escolástica había tratado de establecer
un lazo entre las artes liberales y las artes mecánicas, entre las ciencias y
las técnicas. Los universitarios, puesto que figuraban entre las categorías
sociales que se avergonzaban del trabajo manual, hicieron abortar el ensayo.
En ciertos dominios, el divorcio fue grávido de consecuencias. Los físicos
prefirieron Aristóteles 'i. a las experiencias; los médicos y los cirujanos, Gale-
no a las disecciones. Más que reticencias de la Iglesia, son los prejuicios de
los doctores los que retardaron la práctica de la disección y los progresos de
la anatomía, que, en Bolonia y en Montpellier, en torno al año i 300, habían
conocido, no obstante, principios prometedores. Los humanistas vivirán, a
su vez, inmersos en esas contradicciones internas.
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

* * *
A medida que afirman su imperio sobre la naturaleza y conquistan
una mayor seguridad ante el mundo, los hombres de los siglos xn y XIII
excavaron, sin embargo, nuevos abismos en su interior. La vida espiritual
se interioriza, un frente de exploración se abre en las conciencias, y las pre-
guntas de la escolástica se prolongan en una casuística. Ya es tradicional
atribuir a Abelardo el mérito de ese gran cambio de la psicología y de la
sensibilidad. En realidad, fue la obra de mutaciones profundas, de lo que
Alphonse Dupont llama la «mentalidad colectiva». El hombre buscaba fue-
ra de él la medida y la sanción de sus faltas y de sus méritos. Los peniten-
ciales le infligían castigos que venían a ser como multas. Una vez que
había pagado, quedaba reconciliado con Dios, la Iglesia, la sociedad y con-
sigo mismo. Desde ahora se le reclama también el arrepentimiento (los
escrupulosos irán hasta los remordimientos), la contrición. Ella es la que
absuelve. En la narración del Caballero del barril, el mal caballero acepta
la penitencia material, que consiste en llenar un pequeño barril metiéndolo
en el agua, pero, en tanto su corazón ignore la contrición, el barril perma-
necerá vacío. El día en que, arrepintiéndose, derrama una lágrima, basta
ella sola para llenar el barril. La Edad Media ha llorado mucho, pero los
héroes de los Cantares de gesta lloran por el dolor o por la tristeza que les
causa el mundo, no por la que se inspiran ellos mismos. Gregorio el Grande,
a finales del siglo vr, recomienda las lágrimas como signo de recompensa de
la compunción. No fue verdaderamente comprendido por los hombres
de la Edad Media hasta seis siglos más tarde.
De este refinamiento de la sensibilidad, más atenta desde este momento
a la intención que al acto, más desinteresada, podemos poner como testi-
monio a una vieja de Acre, en el tiempo de la Cruzada de San Luis: «Mien-
tras se dirigían a su hospedaje, la posada del Sudán, el hermano Yves encon-
tró en medio de la calle a una vieja que llevaba en la mano derecha una
escudilla llena de fuego y en la izquierda una botella llena de agua. El
hermano Yves le preguntó: "¿Qué quieres hacer con eso?" Ella le respon-
dió que con el fuego quería incendiar el paraíso y con el agua apagar el
infierno, de manera que el uno y el otro dejasen de existir. Pero él insistió:
"¿Y para qué?" "Porque no quiero que se haga el bien para ganar el paraí-
so o por temor del infierno, sino solamente por el amor de Dios, que vale
más que todo y que es para nosotros el bien supremo."»
De la misma manera que los penitentes cambian, los santos también
se transforman. Al lado de los signos externos tradicionales de santidad, se

470
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

les pide cada vez con mayor insistencia la pobreza y la caridad. La influen-
cia moral, el apostolado tienen ya más valor que las proezas taumatúrgicas
o ascéticas. Los santos del siglo XII habían enterrado su ideal en la vida mís-
tica. Etienne Gilson ha podido hablar del «socratismo cristiano)) de San Ber-
nardo. Ahora bien, según las palabras de André Vauchez: «El santo tra-
dicional del siglo XII es una persona que se abstiene, que r ehúsa, y cuya
santidad presenta un aspecto un poco "rechinante". El santo del siglo XIII
no es menos exigente consigo mismo que su predecesor, pero se nos aparece
menos hierático, más sonriente, en una palabra, más abierto y más positivo
en sus virtudes. La pobreza de Francisco de Asís no es solamente la nega-
tiva a poseer y a adquirir. Es una actitud nueva frente al mundo ... ))
El santo ya no tiene necesidad de poseer la belleza fí sica. «Un día
--cuentan las Florecillas- en que habían llegado muy hambrientos a una
aldea, fueron, según la regla, a mendigar pan por el amor de Dios; y San
Francisco se dirigió a un barrio y el hermano Masseo a otro. Pero, como
San Francisco era hombre de aspecto demasiado despreciable y de pequeña
estatura y, por este motivo, pasaba por un vil pobrecillo ante aquellos que
no lo conocían, no recogió más que algunos bocados y r estos de pan seco;
en cambio, al hermano Masseo, porque era un hombre alto y de bella apa-
riencia, le dieron muchos grandes y buenos trozos y panes enteros.»
El siglo XII, románico, pesimista, se había complacido en el bestiario;
el siglo XIII, gótico, que se encamina ya a la felicidad, se vuelve hacia las
flores y hacia los hombres. Es más alegórico que simbólico. Las abstraccio-
nes del Roman de la Rose, buenas o malas (Avaricia, Vejez, Buena Acogi-
da, Peligro, Razón, Cara-Falsa, Naturaleza), son representadas con figura
humana. El gótico es todavía fantástico. Pero se inclina más a lo extraordi-
nario que a lo monstruoso.
Y, sobre todo, se convierte en moralizador. La iconografía pasa a ser
una lección. Vida activa y vida contemplativa, virtudes y vicios con cara
humana, colocados en buen orden, decoran los pórticos de las catedrales,
con objeto de proporcionar a los predicadores una ilustración para sus ense-
ñanzas morales. Sin duda alguna, los clérigos habían asignado siempre al
arte un papel edificante. «La pintura -dice Honorius Augustodunensis-
tiene tres finalidades.)) La primera de ellas es catequística, pues la pintura
constituye «la literatura de los laicos>>. Las otras dos finalidades son la
estética y la histórica. El Concilio de Arras (1025) afirmaba ya: «Los iletra-
dos contemplan en la pintura lo que no pueden ver por la escritura.>>
Pero, ahora, la primera intención consiste en impresionar, incluso en cau-
sar miedo. Desde este momento, todo se «moraliza»: biblias y salterios y

47 1'
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

herbarios c<moralizados)J transforman la Escritura y la enseñanza religiosa


en anécdotas morales. Los exempla florecen. No obstante, una tal evolu-
ción no presenta únicamente ventajas. La sensibilidad se debilita y con
frecuencia la religión se infantiliza. Al nivel de los vulgarizadores, de un
Víncent de Beauvais 'x', por ejemplo, el arte gótico parece falto de vigor.
Y no por ser almibarada, la tiranía moralizadora es aceptada más con mayor
gusto que las restantes. L as ordenanzas sobre la blasfemia y sobre los juegos
de azar de San Luis, al final de su reinado, provocan entre sus mismos con-
sejeros una reprobación entristecida.

* * *
Se da, de todas maneras, en esta época un sentimiento cuya transfor-
mación se nos muestra como resueltamente «moderna)) . Nos referimos al
amor. El refinamiento de los sentimientos entre dos seres parecía confinado,
en la sociedad viril y guerrera de la edad propiamente feudal, a la amistad
entre hombres. La gesta de Ami et Amile es la expresión más perfecta de
ella. Aparece ahora el amor cortés, atento, fino, lleno de gracia y distinción.
Cierto libro de Denis de Rougemon t, merecidamente célebre, ha tomado
mayor pretexto del fenómeno para sus brillantes divagaciones sobre el
Occidente, el matrimonio y la guerra, de lo que se ha creído en su tiempo.
Al término -sin duda provisional- de una profusa literatura, René Nelli
acaba de abordar el problema con sabiduría, profundidad y pasión. Incluso
a nivel de la erudición, la génesis del amor cortés se mantiene en la oscu-
ridad. ¿Cuánto debe a la poesía y a la -civilización musulmanas? ¿Qué lazos
lo han unido con el catarismo ? ¿Ha sido, en realidad, esa «herejía)) que
Alexander Denommy ha querido ver en él, confundiéndolo acaso con exce-
siva facil idad con ese tratado De l'Amour, escrito hacia 1185 por André le
Chapelain y del cual Etienne Tempier, con su simplicismo habitual, extra-
jo en 1277 ciertas asombrosas proposiciones para condenarlas, m ezcladas
con el tomismo, el averroísmo y algunas otras doctrinas entre las más avan-
zadas de la época que no le gustaban? En el plano de la interpretación, la
discusión no está cerrada todavía. Mientras que muchos insisten sobre el
carácter «feudal)) de esta concepción del amor, inspirado en apariencia por
las relaciones entre el señor y el vasallo (el señor es en este caso la dama,
en un desquite del bello sexo), otros, a los que yo sigo con mayor gusto,
ven en él una rebeldía contra la moral sexual de ese mismo mundo feudal.
Que el amor cortés ha sido antimatrimonial resulta evidente. Y el ma-
trimonio era, sin duda, campo privilegiado para un combate que tendía a
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

revolucionar no solamente las costumbres, sino asimismo la sensibilidad.


Reclamar la autonomía del sentimiento, pretender que podían existir otras
relaciones entre los sexos, aparte las del instinto, de la fuerza, del interés y
del conformismo, había en ello algo verdaderamente nuevo. ¿Por qué extra-
ñarse de que la nobleza meridional haya sido el terreno donde se le dio esta
batalla? Nobleza ambigua en todas sus posiciones y cuyas contradicciones
estallan a propósito de su actitud con referencia al catarismo, al que, a pesar
de todo, ha seguido por otras razones. Nobleza más cultivada, con la sen-
sibilidad más refinada que los bárbaros feudales del Norte, pero en d eca-
dencia frente a un mundo en que todas las novedades técnicas nacen y se
extienden desde el Norte y que por ello mismo inquieta. Ahora bien, ¿el
amor cortés o cortesano es efectivamente el amor provenzal? ¿Acaso el más
bello amor cortés no fue el de Tristán e Isolda, '~ que pertenece al «ciclo
de Bretañall ?
De lo que no cabe duda es de que, por encima de esta protesta y de
esta rebeldía, el amor cortés ha sabido encontrar el milagroso equilibrio
entre el alma y el cuerpo, entre el corazón y el esp íri tu, entre el sexo y el
sentimiento. Más allá de los oropeles de vocabulario y d e rito, que hacen
de él un fenómeno de época, más allá del manier ismo y de los abusos de la
escolástica cortés y, con seguridad, más allá de las boberías de los trovadores
modernos, sigue siendo el don imperecedero que, c.:nLrc todas las formas
mortales que ella crea, una civilización lega a la sensib i.lidad humana. Citar
sería ridículo. Hay que leer:

Seigneurs, vous plaU-il d'entendre un /J eau con le d'amour et de mort?

y también en joie ai rnon es/Joir


fin coeur et f crine vouloir ...

(¿Señores, os gusta oír un bello romance de amor y de muerte?)


(en [la] alegría tengo mi esperanza / corazón sensible y firme querer ... )

* '" *
Acaso la más importante de las mutaciones que nos revela el arte medie-
val sea la que hace aparecer -con el realismo o el naturalismo- una nueva
manera de mirar al mundo, un nuevo sistema de valores. Esta mirada se
detiene, a partir de entonces, sobre las apariencias y, en lugar de ser un
simple símbolo de la realidad oculta, el mundo sensible cobra valor en sí

473
)18
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 162 A 175

1fü~. LA RELIGIÓN: UN SACRAMENTO, EL nombrado. Lo vemos aquí en una mi-


BAUTISMO. niatura que forma parte de un obitua-
Civilización del gesto, la civilización rio de la catedral (siglo XI), predican-
medieval presta particular atención a do al pueblo en su iglesia, cuya arqui-
los gestos esenciales de la religión. La tectura aparece también representada.
lustración bautismal es promesa de sal- (París, Biblioteca Nacional, nuevas ad-
vación. Esta repr.e sentación del bautis- quisiciones latinas, 4.)
mo de Cristo, en bronce dorado con
164. LA SOCIEDAD CASTRENSE : UN JUE-
esmaltes en hueco, ha sido realizada
GO PARA EL SEÑOR.
por la escuela de Limoges en la pri-
mera mitad del siglo XIII. El sentido Herrada de Landsberg, abadesa de
del gesto inspira el estilo excepcional- Santa Odilia en Alsacia ( n67-n95),
mente elegante, aunque grave, del ar- comp•uso para sus monjas una antolo-
tista. (Bastan, Museum of Fine Arts.) gía de textos bíblicos, patrísticos y
medieval.es, el "Jardín de las Delicias":
163. LA RELIGIÓN: FULBERTO PREDI- Hortus Delicíarum. El célebre manus-
CANDO EN LA CATEDRAL DE CHARTRES. crito, adornado con trescientas treinta
La predicación ha sido siempre uno y seis miniaturas, se quemó en Estras-
de los grandes trabajos de la Iglesia burgo, en el año I870. Las tres cuartas
medieval, antes incluso de la funda- partes aproximadamente nos son cono-
ción de la orden de los Hermanos Pre- cidas a través de copias. Las escenas
dicadores, aunque haya tomado en el realistas que la componen tienen, de
-siglo XIII un especial desarrollo, que hecho, una significación moral. En la
se pone de manifiesto en la multipli- que nos ocupa se ha creído ver a un
cación de los ambones y de las cáte- señor entretenido con un juego de ma-
dras. La predicación era el deber del rionetas. En realidad, se trata de Salo-
obispo, y la Iglesia reunía al pueblo món contemplando el juego de los ca-
no solamente para los oficios, sino tam- balleros fantoches, ante el cual excla-
bién para los sermones. No es seguro ma: "Vanidad de vanidades, todo es
que Fulberto, obispo de Chartres a vanidad" ( Ecclesiastés I2, 8). (Véase
principios del siglo XI (muerto en Straub y Keller. Hortus Delíciarum,
zo28 ), a quien se ha llamado "ese ve- z879-z899.)
nerable Sócrates", haya dado a las es-
cuelas de Chartres el brillo que se le 165. LA SOCIEDAD CASTRENSE: MÚSICO
Y DANZARINA.
ha atribuido y que es, sin duda, poste-
rior. Sin embargo, después del incen- Estas dos pinturas .exornan un cofreci-
dio de zo20, fue el constructor de la llo de novia del siglo XII. Represen-
catedral románica, asimismo destruida tan a un ministril tocando el rabel,
por el fuego .en I z94, y un obispo re- antecesor del violón, con tres cuerdas

474
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EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 162 A 175

acordadas de quince en quince y con juego y, en I254, ordena "que nadie


arco, y a una danzarina, atracciones juegue a los dados, a las tablas ni al
habituales en las fiestas señoriales. ajedrez". juego de nobles, el trie-trae
(Vanries, Tesoro de la catedral.) es también un juego de lujo. Estos
peones de marfil (siglos XI-XII) repre"
166. INQUIETUD DE LOS CASTILLOS Y sentan escenas de cantares de gesta o
DE LAS CUIDADES: LOS CENTINELAS. de romances y personajes alegóricos.
La sociedad castrense y la sociedad ur- (París, Museo del Louvr.e.)
bana se protegían por medio de sóli-
das murallas. No obstante, bi.en por la 168. JUEGOS SEÑORIALES: PE1ÓN DE

astucia, bien por la fuerza, siempre ca- AJEDREZ.

bía la posibilidad de que se viesen sor- Procedente, sin duda, del Irán, centro
prendidos. Por lo tanto, se han de de difusión del ideal monárquico, el
guardar particularmente los puntos dé- juego del ajedrez se extendió en Occi-
biles de las murallas, las puertas, que dente a partir del siglo XI. juego real,
se coronan con torres en las que velan simboliza las relaciones del monarca
los vigías. Los notables de las ciudades, con la sociedad y pronto fue "morali-
especialmente los maestros de las cor- zado" en .e l célebre tratado de ajedrez
poraciones, deben en general prestar el moralizador d el dominico ]acques de
servicio de vigía. La sociedad medieval Cessoles, en el siglo Xl!I . La Edad Me-
se apoya sobre un continuo "quién dia comfw:ró el ajedrez co n la sociedad
vive", como en esta miniatura del si- feudal de los tres estados: el ju.ego in-
glo VIII. (París, Biblioteca N acíonal, cluía oúisjws, caballeros (vemos aquí
manuscrito francés 2630, fol. 63 vuelto.) un ejem.jJlar de marfil del siglo XI
o XII, muy realista), soldados (que re-
167. JUEGOS SEÑORIALES: EL TIUC- /Hesentan la clase inferior, p.ero asimis-
TRAC. 111.0 militar). El rey podía ser tomado,

El trie-trae, que la Edad M edia llama- la reina no existía o era insignificante.


ba "tablas" y es de origen oriental, (París, Museo del Louvre.)
como el ajedrez, conoció en los m edios
señoriales un favor todavía rnayor que 169. EL AMOR CORTES: EL BESO.

éste, pues, gracias al uso de los dados, El amor cortés constituye una verda-
participaba de los atractivos de los jue- dera liturgia. Recorre una serie de eta-
gos de azar. La Iglesia parece haberse pas, sancionadas por ritos. Este cofre
visto impotente ante el juego e inclu- renano del siglo XIII nos muestra el
so se llegó a repres.entar partidas de beso ritual, que sella la aceplación p•o r
trie-trae en las vidrieras de las iglesias. la dama del homenaje de su pret.en-
San Luis no disimula su mal humor al diente, de la misma manera que el
ver a sus hermanos entregarse a ese beso del señor sella el contrato de va-

475
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 162 A 175

sallaje. Este beso era, con frecuencia, noble, Biblioteca Municipal, manuscri-
el primero y el ultimo que recibía el to 34, fol. I85.)
amante. De aquí arranca el mito,
perpetuado por una cierta literatura, 172. JUEGOS POPULARES: LA CENCE-

del beso único. (Munich, Museo Na- RRADA.

cional.) l\1iniatura que ilustra un manuscrito,


ejecutado en París a comienzos de l si-
1 70. JUEGOS SEÑORIALES : UNA P ARTI - glo XIV, del Roman de Fauvel de Ger-
DA DE AJEDREZ . main Du Bus, narración satírica de la
El ajedrez se convirtió en una especie misma vena de l Roman de Renart,
de batalla doméstica comparable a los cuyo héroe, Fauve l, es un caballo bayo,
torneos. En esta tapa de la caja de un de color leonado, en francés, fauve,
espejo .en marfil, obra francesa de co- color de la vanidad. Representa todo
mienzos del siglo XIV, aparece figura- lo que hay de falso en el mundo y per-
da una partida de ajedrez entre los mite una amplia sátira social. Las ilus-
héroes de la gesta de Huón de Burdeos traciones nos muestran, pues, algunas
y la hija del almirante sarraceno Yva- fiestas populares, como aquí la "cen-
rin. La apuesta es la mano de la mu- cerrada", ruidosa y alegre manifesta-
chacha o la cabeza de Huón. (París, ción carnavalesca, que va ritualmente
Museo del Louvre.) a molestar a un villano, el cual p·ertur-
ba a su vez el orden de la comunidad,
17 i. LA FAi\ULIA: EL TIEMPO PRESEN- con frecuencia un viudo o una viuda
TANDO LOS GRADOS DE PARENTESCO. que se casa nuevamente con un soltero.
La miniatura, que decora un manus- La cencerrada es llevada a cabo por
crito (siglo XIII) del Decreto de Gra- gentes jóvenes, clase ritual de edad.
ciano, procedente de la Grande-Char- (París, Biblioteca Nacional, manuscri-
treuse, es representativo de toda una to francés I46, fol. 34.)
serie de obras jurídicas ilustradas. Pre-
ocupación escolástica del orden, que el i 73. JUEGOS POPULARES Y CAMPESINOS:

derecho canónico introdujo en la justi- LA GALLINA CIEGA.

cia eclesiástica, aunque recurriendo a Miniatura incluida en una colección


las imágenes de la iconografía mítica: de canciones, el Chansonnier de Paris,
el Tiempo se personifica en un rey co- obra de un taller de la capital entre
ronado. La Iglesia ha concedido una I28o y IJI5. Es un precioso testimonio
extrema importancia a la consangui- sobre las canciones y las polifonías de
nidad: fid elidad al espíritu de los ta- moda, cuyo interés está realzado - por
búes del Antiguo Testamento, que le las ilustraciones. Se encuentra en él
permitían controlar la sociedad y, en una triple inspiración: religiosa, cor-
particular, la sociedad señorial. (Gre- tés y campesina. Las canciones están en
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 162 A 175

francés y en latín y las miniaturas no te, precedidos de antorchas. Es la hora


corresponden siempre al texto. Una prima (las seis de la mai1ana), el 6 de
canción religiosa en latín, por ejemplo, diciembre de I3 68. El pasaje de las
aparece ilustrada en la parte superior Grandes Chroniques de France, redac-
por la Trinidad, mientras que en la tadas bajo Carlos V hacia I 375-I 379, al
inferior unos jóvenes se entregan al jue- que ilustra esta miniatura, subraya la
go popular de la gallina ciega. (Mont- pompa dada a la ceremonia: barreras
pellier, Biblioteca de la Facultad de colocadas la víspera para el pueblo,
Medicina, manuscrito Ig6, f. 88.) princesas "bien p arées en couronnes et
en joyaux .. ." (bien adornadas en co-
174. CEREMONIAS: EL PRINCIPESCO ronas y en joyas .. .) (París, Bib lioteca
BAUTISMO DEL DELFÍN CARLOS. Nacional, manuscrito francés 28I3, fo-
Las ceremonias principescas introdu- lio 446.)
cen, desde el punto de vista afectivo,
otro orden en la sociedad: el orden 175. CEREMONIAS: LAMENTACIONES FÚ-

monárquico. El conjunto de la pobla- NEBRES .

ción es co nvidada a participar en los Panel de madera que ornamenta la


detalles de la vida privada de los sobe- tumba de un noble espaiiol, Sancho
ranos, que toman el valor de aconteci- Sáinz de Carrillo, procedente de Ma-
mientos nacionales, de catalizadores de hamud (Burgos) y r¡ue dala de l I300,
la cohesión nacional. He aquí el corte- aprox imadamente: vestidos de luto, la-
jo en el bautismo del futuro Carlos VI. mentaciones, gestos rituales de dolor.
La reina, que ha dado a luz solamente El dol or medieval, especialmente cuan-
tres días antes, lleva al niño, rodeada do es colec tivo, no es silencioso. (Bar-
por los principales príncipes de la cor- celona, Museo de Arte de Cataluña.)

477
39
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

mismo, es objeto de delectación inmediata. En el arte gótico*, las flores


son flores reales, los rasgos humanos son trazos individuales, las proporcio-
nes corresponden a las medidas materiales y no a significaciones simbólicas.
Cierto que esta «desacralización» del universo significa en un cierto sentido
un empobrecimiento, pero supone también una liberación. Ya desde la épo-
ca románica, los artistas se tomaban con frecuencia mayor interés por las
preocupaciones estéticas que por los imperativos ideológicos. No debe exa-
gerarse la interpretación simbólica del arte medieval. Muy a menudo, el
sentido de las bellas formas constituía la única guía de los creadores y las
exigencias técnicas eran su primera preocupación. Los patrones eclesiásti-
cos imponían un tema, pero los realizadores encontraban su libertad en el
interior de ese cuadro trazado. El simbolismo medieval no existe a veces más
que en la imaginación de los intérpretes modernos, pseudo-sabios ofuscados
por una concepción en parte mítica de la Edad Media. Y es probable que,
a pesar de la presión ejercida por la propaganda eclesiástica, muchos consi-
guieran escapar. a la asfixiante atmósfera mágica con que trataron de rodear-
les. Es significativo que un buen número de obras de arte medieval se basten
por sí mismas, sin que poseamos las claves de su valor simbólico. A la mayor
parte de las obras de arte -¿es preciso especificar que las más bellas?- de
la Edad Media les basta su forma para emocionarnos. ¡Hermosas sirenas, de
las que queremos olvidar que representaban el mal 1 La sensibilidad emerge
lentamente en la edad gótica de este bosque de símbolos en el que la Alta
Edad Media la había hundido. Si contemplamos las miniaturas -las copias,
desgraciadamente, ya que los originales fueron destruidos en i870- que
adornan el Hortus Deliciarum de Herrada de Landsberg (mediados del
siglo xn), nos damos cuenta de que estamos ante un segador, un labrador,
un titiritero. El pintor se ha dedicado visiblemente a representar escenas,
gentes, instrumentos por sí mismos. Sólo en algún detalle -un ángel muy
pequeño, relegado a un rincón de la miniatura- nos recuerda que se trata
de la parábola evangélica del buen sembrador y de la cizaña, del hombre
condenado al trabajo después de la caída, de Salomón absorto en la contem-
plación del universo, figurado como un teatro de fantoches, y exclamando:
«¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!>> Todo en la obra de arte nos
revela lo contrario a una tendencia simbólica: que el artista toma en serio
el mundo sensible, aún más, que se complace en él. La decadencia del sim-
bolismo, el olvido de ese simbolismo ante la realidad sensible al menos,
manifiesta una mutación profunda de la sensibilidad. El hombre, tranquili-
zado, contempla el mundo, como Dios después de la creación, y también lo
encuentra bello y bueno. El arte gótico es confianza.

478
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

* * *
Mas antes de llegar a este resultado, los hombres de la Edad Media han
tenido que luchar -y el combate no ha terminado todavía en el siglo xm-
con la impresión generalizada de inseguridad. Su gran confusión procede
de que los seres y las cosas no son realmente lo que parecen. La Edad Media
detesta sobre todas las cosas la mentira. El epíteto d e la naturaleza de Dios
es «el que no miente jamás». Los malos son los mentirosos. «¡So is un men-
tiroso, Fernando de C arrión! », lanza Pero Bermúdez a la cara del infante.
Y el otro compañero del Cid, Martín Antolínez, vitupera al segundo infan-
te: ce ¡Cerrad vuestra boca, mentiroso, boca sin verdad!» Toda la sociedad
está integrada por mentirosos. Los vasallos son traidores, felones, q ue renie-
gan de su señor, émulos de Ganelón y, por encima de él, del gran traidor
prototipo de todos : Judas. Los mercaderes son defraudadores, que no pien-
san más que en engañar y robar. Los monjes son hipócritas, como el fran-
ciscano del Roman de la Rose: ccCara-Falsa». El vocabulario medieval posee
una extraordinaria riqueza de términos para designar los innumerables
géneros de la mentira y las especies infinitas de mentirosos. Incluso los pro-
fetas pueden ser pseudoprofetas, los milagros p ueden ser falsos milagros,
obras del Diablo. El poder del hombre medieval sobre Ja realidad es tan
débil que debe usar de mañas para aprehenderla . Podría imaginarse que
esta sociedad belicosa se apodera de todo el ataque. Suprema ilusión. Las
técnicas son tan mediocres que la resisten cia triun fa cas i sie mpre sobre la
ofensiva. Incluso en el campo militar, los castill os roqu eros o fuertes y las
murallas son casi inconquistables. C uando el asaltante logra forzarlas es casi
siempre mediante el engaño. El co njunto de bienes puestos a disposición
de la humanidad medieval es insuficient e, tan insuficiente que para vivir
hay que despabilarse. El que carece de fuerza o de astucia está destinado
casi sin remisión a perecer. ¿Q uié n es t{t seguro y qué es lo seguro? Entre
la obra inmensa de San Agustín, la Edad Media ha escogido con preferencia
un tratado: De mendacio, ccDe la mentira».

* * ,¡e,

Pero, ante esas r ealidades que se ocultan, ¿qué se puede hacer sino
aferrarse a las apariencias? La Iglesia se esfuerza en vano por incitar a los
hombres de la Edad Media a descuidarlas, a despreciarlas, para buscar las
verdaderas riquezas que subyacen ocultas. La sociedad medieval, en sus
comportamientos y sus actitudes, es una sociedad de la apariencia.

479
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

La primera apariencia es el cuerpo. Hay que rebajarlo. Gregorio


Magno le llamó «este abominable vientre del alma». «Cuando el hombre
muere, queda curado de la lepra del cuerpo», dice San Luis a Joinville. Los
monjes, modelos de la humanidad medieval, no cesan de humillar al cuer-
po mediante las prácticas ascéticas. Las reglas monásticas limitan al máximo
los baños y los cuidados del cuerpo, que son lujo y blandura. Para los ermi-
taños, la suciedad constituye una virtud. El bautismo, lo mismo en sentido
figurado que recto, debe lavar al cristiano una vez por todas. La desnudez
es, con el trabajo, el castigo del pecado. Adán y Eva después de la caída,
Noé después de la embriaguez, muestran su desnudez impúdica y pecadora.
Por lo demás, el nudismo es signo de herejía, de impiedad, y en todo heré-
tico hay más o menos un adamita. Es curioso comprobar que San Francisco
de Asís, que rozaba con frecuencia la herejía, ostenta la tendencia, en con-
tra de la corriente, de hacer de la desnudez una virtud. La pobreza es des-
nudez. Y pasa simbólicamente, pero de manera concreta, a los actos. Un
extraño episodio de las Florecillas nos presenta a San Francisco y al padre
Rufino predicando desnudos en la cátedra de Asís *.
No obstante, el ideal guerrero exaltaba el cuerpo tanto como el ideal
cistiano lo rebajaba. Los jóvenes héroes de los Cantares de Gesta,., tienen
la piel blanca y el cabello rubio y rizado. Son atletas.

ll avait un coffre large et le corps a proportion


Des épaules larges et une poitrine ample, il était fortement bdti .
Les bras gros et puissants et les po1:gnets énormes,
Le cou long et gracieux.

(Tenía una caja [el tórax] ancha y el cuerpo proporcionado, / anchos hom-
bros y un pecho ancho: estaba fuertemente construido. / Los brazos gruesos
y poderosos y los puños enormes, / el cuello largo y gracioso.)

Toda la vida del caballero es exaltación física: la caza, la guerra, los


torneos son sus pasiones. Carlomagno se complace en bañarse desnudo con
sus compañeros en la piscina del palacio de Aquisgrán. Incluso muerto, el
cuerpo recibe atentos cuidados. El de los santos es venerado y su traslación
supone la sanción de la canonización. Santa Clara de Montefalco, muerta
en i 308, se aparece a una monja y le dice: «Mi cuerpo debe ser can·oniza-
do.>> Los hombres de la Edad Media, cuya vista, sentido intelectual, no se
desarrollará más que tardíamente -recuérdese que las gafas no se inven-
taron sino a finales del siglo XIII-, ejercen de modo primordial el más mate-
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

rial de los sentidos, el tacto. Son todos como Tomás. Para conservar el cuer-
po de los grandes personajes difuntos, instilan mercurio por su nariz, des-
pués obturan los orificios naturales por medio de tampones impregnados de
sustancias odoríficas, consideradas como anticorruptibles, y se embalsaman
los rostros. Cuando el cuerpo ha de ser transportado lejos, se le vacía de
sus vísceras, que son enterradas aparte, se rellena el cadáver de mirra, áloes
y otros productos aromáticos y se vuelve a coser. La religión promete la
resurrección de la carne.
A juzgar por la literatura penitencial, el número de bastardos, la resis-
tencia del clero a la obligación del celibato y las alusiones o las precisiones
contenidas en los romances, la vida sexual de los hombres de la Edad Media
no se preocupaba gran cosa de las exhortaciones de la Iglesia. La higiene,
en fin, progresaba. También en este aspecto las ciudades han debido de
desempeñar un papel de avanzada. En 1292 existían en París por lo menos
veintiséis establecimientos de baños. Los baños son, por otra parte, lugares
de placer e incluso de disolución. He aquí la descripción de los baños de
Erfurt en el siglo xm: «Los baños de esta ciudad son muy agradables. Si
tenéis necesidad de lavaros y deseáis estar cómodos, podéis entrar con toda
confianza. Seréis recibidos amablemente. Con todo cuidado, una bella mu-
chacha os dará masaje con su dulce mano. Un barbero experto os afeitará
sin dejar caer la más pequeña gota de sudor sobre la cara. Fatigado por el
baño, encontraréis una cama para reposar. Después, una mujer bonita,
que no dejará de agradaros, con el aire de una virgen, os arreglará el cabello
con cuidadoso peinado. ¿Quién no le arrancará besos, si le apetecen, puesto
que ella no se niega en manera algun a? Cuando se os pida el pago, un sim-
ple dinero os bastará ... »
La literatura monástica, además, no deja de aportar su contribución
a los cuidados del cuerpo. Un precioso manuscrito alsaciano de 1154 con-
tiene un manual de dietética escrito por un monje de Schwarzenthann e
ilustrado por Sintram, canónigo regular de Murbach. Se trata de un calen-
dario que indica para cada mes el régimen que se debe seguir. A comienzos
del siglo XIII, una Guía de la salud, redactada en Salerno, alcanzará una
amplia difusión.
La alimentación constituye, como hemos visto, una obsesión para la
sociedad medieval. La masa campesina debe contentarse con poca cosa. Las
gachas son la base de su alimentación. Los productos de la cosecha son, con
frecuencia, su principal acompañamiento. No obstante, en los siglos xn
y XIII, el companagium, el acompañamiento de pan, se extiende a todas las
categorías sociales. Es entonces cuando el pan toma verdaderamente en
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Occidente la significación casi mítica que la religión sanciona. Ahora bien,


la clase campesina disfruta de una fiesta alimenticia: la inmolación en
diciembre del cerdo, cuyos productos nutren los festines de fin de año y las
comidas del largo invierno. Las representaciones de los trabajos de los
meses la introducen en la iconografía.
La alimentación supone un motivo principal, en los estratos dominan-
tes de la sociedad, para manifestar su superioridad en este dominio esencial
del prestigio. El lujo alimenticio es el primer lujo. Incluye los productos
reservados: la caza de los bosques sefioriales, los ingredientes preciosos com-
prados a alto precio, es decir, las especias y los manjares raros preparados
por los cocineros. Las escenas de festín figuran en lugar principal en los
cantares de gesta. Así resulta instructiva la descripción de la partida de la
expedición de Guillermo de Orange contra los sarracenos que se hace en el
Charroi de Nirn es: «Llevaron con ellos trescientos caballos de carga. Os diré
lo que llevan los cien primeros: cálices de oro, misales y salterios, capas,
crucifijos e incensarios; cuando estén en país saqueado, será a Dios a quien
rindan el primer homenaje. Podré también deciros lo que llevan los siguien-
tes: vasos de oro puro, misales y breviarios, y crucifijos y finas telas: cuan-
do estén en país bárbaro, el puro espíritu servirá a Jesús. Os puedo decir
también lo que llevan los cien últimos: pucheros y sartenes, calderos y
trébedes, y garfios agudos, tenazas y morrillos. Cuando estén en país saquea-
do, podrán preparar sin dificultad la comida, servirán a Guillermo el Gue-
rrero y, con él, a todos sus caballeros.» De este modo, al lujo eclesiástico, que
consiste en tesoros litúrgicos, responde el lujo caballeresco, que es un lujo
alimenticio. No es que los señores eclesiásticos se queden atrás en su par-
ticipación en ese género de munificencia. Roger Dion ha señalado la capital
intervención de las abadías y los obispados en la formación de los vifiedos
medievales. «La mayor parte de nuestros obispos -se indigna el cartujo
Guillaume de Conches en el siglo X I I - remueve n cielo y tierra para encon-
trar cortadores o cocineros capaces de preparar sabias salsas .. . En cuanto a
aquellos que se entregan a la sabiduría, huyen de ellos como de leprosos ... »
La mesa señorial proporciona también ocasión para manifestar y fijar la
etiqueta. Los cantantes de gesta del País de Gales, los Mabinogion, reflejan
esas costumbres desarrolladas, al parecer, por los señores franceses. Así, en
Pwyll, príncipe de Dyved: «Después de haberse lavado, se sentaron a la
mesa ... la sala fue preparada y se sentaron a la mesa: Heveidd Hen se sentó
a uno de los lados de P"vyll, Riannon en el otro y, después de ellos, cada
uno de acuerdo con su dignidad.>> En la iconografía de los vicios, la gula
es el distintivo de los señores. Sin embargo, la gastronomía no se desarro-
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

Hará sino con la burguesía urbana. Los primeros manuales de cocina apa-
recen a mediados del siglo xm en Dinamarca y en los siglos XIV y xv se
multiplican en Francia, en Italia y más tarde en Alemania.
El cuerpo, por último, proporciona a la sociedad medieval sus princi-
pales medios de expresión. Hemos hablado ya del cálculo digital. La civili-
zación medieval es una civilización del gesto. Todos los contratos y los jura-
mentos esenciales en la sociedad de la Edad Media se acompañan de gestos,
se manifiestan por medio de ellos. El vasallo pone sus manos en las del señor,
las pone sobre la Biblia, rompe una paja o arroja un guante en señal de
desafío. El gesto tiene significado y compromete y reviste un a gran impor-
tancia en la vida litúrgica. Gestos de fe: signos de la cruz. Gestos de plega-
ria: manos juntas, manos alzadas, manos en cruz, manos veladas. Gestos de
penitencia: golpes de pecho. Gestos de bendición: imposición de las ma-
nos y signos de la cruz. Gestos de exorcismo, del in censario. La adminis-
tración de los sacramentos culmina en algunos gestos. La cel ebración de la
misa es una serie de gestos. El género literario feudal por excelencia es el
cantar de gesta. Gesta y gestus pertenecen a la misma familia.
Esta importancia del gesto es capital para el arte medieval. Lo anima,
lo hace expresivo, le da el sentido de la línea y del movimiento. Las iglesias
son gestos de piedra. Y la mano de Dios sale de las nubes para dirigir la
sociedad feudal.
* '*' *
La significación social del vestido alcanza todavía mayores dimensio-
nes. Designa a cada categoría social, es un verdadero uniforme. Llevar el
de otra condición que no es la propia significa cometer el mayor pecado
de ambición o decadencia. El jJannosus, el pordiosero vestido de harapos,
no recibe sino desprecio. Es la palabra lanzada con desdén contra San Yves,
a comienzos del siglo XIV, por aq uell os que menosprecian al santo. El leit-
motiv de Meier Helmbrechl , historia de un ambicioso que acaba en bando-
lero, es el gorro bordado a la moda de los señores, que lleva por vanidad.
Las reglas monásticas fijan cuidadosamente el vestido, más por respeto a la
orden que por prevención contra el lujo. Será preciso esperar el adveni-
miento de las órdenes er emíticas de los siglos XI y xu, cistercienses especial-
mente, para vestir, en señal de reforma, los hábitos blancos, no teñidos. Y los
monjes blancos se oponen a los monjes negros, los benedictinos. Las órde-
nes mendicantes irán más lejos y se vestirán de sayal, tejido crudo. Serán
los monjes grises. Cada nueva categoría social se apresura a adoptar un ves-
tido. Así lo hacen las corporaciones y, en primer lugar, la corporación uni-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

versitaria. U na especial atención es concedida a los accesorios que deter-


minan más particularmente el grado: sombreros y guantes. Los doctores
llevan largos guantes de gamuza y birretes. Los caballeros se reservan las
espuelas. Hecho para nosotros curioso, el armamento medieval es demasiado
funcional para constituir un verdadero uniforme. Pero al yelmo, a la cota
de malla, al escudo, a la espada, los caballeros, al crear la nobleza, añaden
los escudos de armas. Ha nacido el blasón.
El lujo en el vestuario se despliega entre los ricos. Se manifiesta por la
calidad y la cantidad del tejido: telas pesadas, amplias y finas, sederías
bordadas de oro; por los ornamentos: los colores que cambian con la moda,
el escarlata unido a los colorantes rojos (vegetales como la rubia o garanza,
animales como la cochinilla), retrocede en el siglo XIII ante el azul verdoso,
sostenida la gama de los azules y de los verdes por el desarrollo del cultivo
de la gueda o pastel (los comerciantes de rubia en Alemania, para luchar
contra la competencia, hacen pintar los diablos en azul, con objeto de desa-
creditar la nueva moda); las pieles que la Hansa va a buscar hasta Novgo-
rod y los genoveses a Crimea; y, para las mujeres, las joyas.
A finales del siglo XIII aparecen leyes suntuarias, en Italia y en Francia
principalmente. Es posible que se hallen relacionadas con la crisis económi-
ca, que hace entonces su aparición, pero más probablemente proceden de
las transformaciones sociales de las que nacen los nuevos ricos, que quieren
eclipsar a las antiguas familias por su lujo llamativo. Tales leyes ayudan a
mantener el orden social por la diferenciación en el vestido. San Luis, que
quiere conciliar la defensa del orden con las ideas religiosas, evita en sí
mismo y aconseja evitar a sus familiares tanto el excesivo lujo como la exa-
gerada simplicidad en el vestir. Un año, en Corbeil, durante la fiesta de
Pentecostés, disputan ante el rey Joinville y el maestro Robert de Sorbón:
«Se os debe con razón censurar, pues vais mejor vestido que el rey, ya que
vestís de menuda marta cibelina y de escarlata verde, lo que el rey no hace.»
«Maestro Robert, con vuestro permiso, no soy yo en manera alguna digno
de censura si me visto de escarlata y de cibelina, pues este vestido fueron
mi padre y mi madre quienes me lo legaron. Sois vos quien debe ser cen-
surado, pues sois hijo de villano y de villana y lleváis más rico camelín que
yo.» Moraleja de San Luis: «Debéis vestir bien y limpiamente, para que
vuestras mujeres os quieran mejor por ello y vuestras gentes os aprecien
más. Debéis vestiros y equiparos de tal manera que las gentes honestas ·no
os acusen de hacerlo en demasía y la juventud de hacerlo poco.>>
Mientras que el vestido femenino se alarga o se acorta al ritmo de la
prosperidad y de la crisis económica (se alarga a mediados del siglo xn, con
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

gran indignación de los moralistas, que encuentran esa moda desvergonzada


e inconveniente, y se acorta a mediados del siglo XIV), la ropa interior toma
mayor importancia durante los siglos XIII y XIV, en proporción a los progre-
sos de la higiene y del cultivo del lino. La camisa se generaliza. Aparecen
los calzoncillos. Sin embargo, al igual que en la gastronomía, el triunfo de
la ropa blanca interior irá unido al de la burguesía.

* '* *
La casa es la última manifestación de la diferenciación social. La casa
campesina es de argamasa de paja y barro o de madera (la piedra, cuando es
utilizada, no pasa de las cimentaciones). Se r educe, en general, a una pieza
única y no tiene otra chimenea que un aguj ero en el techo. Pobremente
amueblada, no retiene al campesino. Por el contrar io, esa pobreza contri-
buye a la movilidad del campesino medieval.
· Las ciudades siguen siendo principalmente de madera. El fuego cons-
tituye uno de los grandes azotes medievales. Ruán arde seis veces entre
i 200 y i 215. La Iglesia no encuentra dificultad alguna para persuadir a los
hombres de la Edad Media de que son peregrinos en esta tierra. Incluso
los hombres de trabajo sedentario tienen raram ente t iempo para ligarse
a su casa.
No ocurre lo mismo en lo que respecta a los ricos. El castillo es signo de
seguridad, de poder, de prestigio. En el siglo xu se levantan las torres del
homenaje y la preocupación por la segur id ad se impone a todo lo demás.
Más tarde, los atractivos de la habitación se precisan. Bien defendidos, los
castillos conceden mayor espacio a los alojamientos, desarrollan construc-
ciones habitables en el interior de sus murallas. No obstante, la vida sigue
concentrada en la gran sala. El mobiliario es reducido. Las mesas son, en
general, desmontables. U n a vez cl'cctuada la comida, se retiran. El mueble
normal es el cofre o baúl, en el que se guardan los vestidos o la vajilla. Ésta
es el lujo supremo, ya que brilla y supone también una reserva económica.
Puesto que la vida de los seüores sigue siendo itinerante, es preciso que los
bagajes sean fácilmente transportables. Joinville no lleva consigo a la Cru-
zada sino joyas y reliquias. Los tapices, otro lujo, son también utilitarios:
colocados, sirven de mamparas y delimitan las estancias. Son llevados de cas-
tillo en castillo y recuerdan a ese pueblo de guerreros la habitación por
excelencia: la tienda.
Mas quizá sean las grandes damas -mecenazgo de las mujeres- las
que favorecen un mayor cuidado en la ornamentación interior. Según Bau-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

dri de Bourgueil, el dormitorio de Adela de Blois, hija de Guillermo el


Conquistador, tiene sus muros ornamentados con tapices que representan
escenas del Antiguo Testamento y de las .M.etamorfosis de Ovidio y con
colgaduras en las que han sido bordados los principales acontecimientos de
la conquista de Inglaterra. En el techo, las pinturas representan el cielo,
con la Vía Láctea, las constelaciones, el zodíaco, el Sol, la Luna y los plane-
tas. El pavimento es un mosaico que figura un mapamundi con monstruos
y animales. Un lecho con baldaquino está sostenido por ocho estatuas: la
Filosofía y las Artes Liberales.
No obstante, el verdadero signo y prestigio de la riqueza es la piedra
y las torres que coronan el castillo. Así construirán sus casas por imitación
en la ciudad los ricos burgueses: ((casa fuerte y bella», se dice. Sin embar-
go, el burgués se encariñará con su casa y la amueblará. También en este
aspecto pondrá su sello sobre la evolución del gusto e inventará el ((confort»,
la comodidad.
Símbolo del poder de un individuo o de una familia, el castillo es con
frecuencia arrasado cuando su poseedor resulta vencido. Y de la misma
manera, .en la ciudad, el rico desterrado ve su casa destruida o quemada:
es el abattis o el arsis de casa.
* --!!< *
U na vez satisfechas las necesidades esenciales de la subsistencia y, en
lo que se refiere a los poderosos, las satisfacciones no menos esenciales del
prestigio, poco queda a los hombres de la Edad Media. Indiferentes al
bienestar, lo sacrifican todo, cuando pueden, a la apariencia, a la exhibición.
Sus únicos placeres profundos y desinteresados son la fiesta y el juego, si
bien, para los grandes, la fiesta significa también ostentación y reclamo.
El castillo, la iglesia y la ciudad constituyen decoraciones de teatro. Es
sintomático a este l'especto que la Edad Media ignore un lugar especiali-
zado para el teatro. Allí donde hay un centro de vida social se improvisan
los escenarios y las representaciones. En la iglesia, las ceremonias religiosas
son verdaderas fiestas, y del drama litúrgico surge el teatro como tal. En el
castillo se suceden los banquetes, los torneos, los espectáculos de trovadores,
juglares, danzarines, domadores de osos. En la ciudad, los tablados se levan-
tan en las plazas para los ((juegos de la hoja». Todas las clases sociales hac.en
de las fiestas familiares ceremonias ruinosas. Las bodas dejan a los campe·
sinos arruinados para años y a los señores para meses. Los juegos ejercen
sobre esta sociedad enajenada una seducción singular. Esclavo de la natu-
raleza, el hombre medieval se entrega al azar: los dados ruedan sobre todas
MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES

las mesas. Prisionero de estructuras sociales rígidas, crea un juego basado


en la estructura social misma: el ajedrez, que el Oriente le lega en el
siglo XI como un juego real y que ella feudaliza r ebajando el poder del
rey y transformándolo en espejo social después de que el dominico Jacques
de Cessoles, en el siglo XIII, le ha enseñado a (<moralizarlo)). Proyecta y subli-
ma sus preocupaciones profesionales en juegos simbólicos y mágicos: tor-
neos y deportes militares que expresan la esencia de la vida caballeresca, y
fiestas folklóricas, que ponen de manifiesto el ser de las comunidades cam-
pesinas. La Iglesia no puede negarse a dejarse disfrazar en la Fiesta de los
Locos. La música, el canto y la danza arrastran más aún a todas las clases
sociales. Cantos de iglesia, danzas refinadas de los castillos, bailes populares
de los campesinos. Toda la sociedad medieval se representa a sí misma.
Monjes y clérigos se entregan a las vocalizaciones del canto gregoriano, los
señores a las modulaciones profanas -Klangspielereien de los juglares y
los Minnesanger-, los campesinos a las onomatopeyas de la cencerrada. San
Agustín ha dado también a esta alegría medieval una definición, es el jubi-
leo, ((gritos de alegría sin palabras)). Por encima ele las calamidades, las vio-
lencias y los peligros, los hombres de la Edad Media encuentran olvido,
seguridad y abandono en esta música que envuelve su cultura. Jubilean.
EPfLOGO

PERMANENCIAS Y NOVEDADES
(SIGLOS XIV-XV)

D E la crisis del siglo XIV parece nacer un mundo nuevo. Sin embargo,
bajo la nueva piel, en la Cristiandad -cuerpo y alma- se hacen par-
ticularmente conspicuas las permanencias. Pocas técnicas que trastor-
nen la economía: la pólvora y el cañón favorecen a los grandes Estados, ya
que el armamento se encarece, pero los suizos son los mejores soldados de
Europa; los castillos pierden parte de su valor militar, pero sin esta incita-
ción suplementaria el castillo del Renacimien to habría abierto ampliamente
sus ventanas a la luz del día. En definitiva, Ja metalurgia es la principal ga-
nanciosa en esta revolución militar. No obstante, no cambiará de naturaleza
antes de la revolución industrial. La soci edad sigue ofreciendo la misma
imagen. Mas todavía parece volver a sus vi ejas concepciones: sociedad de
los tres órdenes o de los tres estados, siempre dominada por la nobleza y el
clero, con una burguesía sin duda más numerosa, más rica, más segura de sí
misma, pero que se contenta, ya sea con infiltrarse en las capas superiores
por ennoblecimiento, ya con representar por sí sola el tercer estado. Al igual
que las otras clases, desprecia al ca mpesino, y allí donde, mediante la com-
pra de tierras, consigue introducirse en el campo, se muestra tanto más
dura con el campesino cuanto sabe contar mejor y conoce el Derecho. Inclu-
so se instaura una «reacción feudal», tanto en el Este, donde aparece la «se-
gunda servidumbre», como en el Oeste, donde el rústico es tratado con
mayor dureza. La piedad mantiene su reinado: los peregrinos son más
numerosos que nunca en el camino hacia Compostela. Claro está que son
más perezosos y prefieren ser transportados que andar: el 10 de abril
de 1473, cuatro navíos parten de Hamburgo en dirección a Santiago de
Compostela. Luis XI, el rey llamado «moderno», se cubre de medallas y
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

llama en su socorro a un ermitaño de Calabria, San Francisco de Paula.


Los métodos de enseñanza no han cambiado: la escolástica triunfa y, al
decir de los especialistas, la Spatscholastik goza de buena salud de Craco-
via a París.
Lucien Febvre nos ha descrito maravillosamente la presencia de la sen-
sibilidad medieval en el corazón mismo del siglo xvr. El siglo xv ve una
nueva extensión de las Summae, que se esfuerzan por resumir el saber
medieval, contentándose con tener en cuenta los elementos que han tomado
más importancia a partir del siglo xm. Cierto que Nicolás de Cues (1401-
1464), en su De concordantia catholica, sostiene los derechos del concilio
contra la supremacía pontifical y ataca la autenticidad de la Donación
de Constantino y de las Falsas Decretales, pero su ideal político y moral
sigue siendo, más que nunca, la Cristiandad única, concordante. Antonino,
arzobispo de Florencia (1389-1459), en su Summa moralis, se limita a con-
ceder mayor lugar a los problemas de la usura, y ese amigo y protegido de
los Médicis presiente mejor tras ellos los aspectos económicos de dichas
cuestiones. Pierre d'Ailly, en su Imagen del mundo (1410), presenta la
misma geografía, la misma cosmografía que Honorius Augustodunensis.
Ignora, como es, natural, América, pero también Asia. Su océano índico
está poblado de seres fabulosos . Cree todavía en la existencia de un río
alrededor de la tierra. Felix culpa. Cristóbal Colón, que leerá su libro,
verá reforzada su idea de que se puede llegar a las Indias por el Oeste.

* * *
Todavía más, la Edad Media parece exasperarse en esta época. El oto-
ño de la Edad Media, tal como lo ha visto Huizinga, está lleno de furor y
de ruido, de sangre y de lágrimas. El gótico se hace llameante, barroco,
extravagante. Enciende su encaje de llamas en los piñones de las casas, de
las iglesias, de los retablos; retuerce las líneas en todos los sentidos, retuerce
también los cuerpos de los hombres y las mujeres. Lanza sus más bellos fue-
gos en pleno siglo xvr. La iglesia de Bru se levanta a partir de 1513, la cate-
dral nueva de Salamanca y la de Segovia se inician en 1510 y 1522. En Por-
tugal, el gótico «manuelino>>, alrededor de 1500, es una de las formas más
originales del delirio gótico, anuncia ya a Gaudí. La orfebrería produce
joyas más ornamentadas, más ricas, más brillantes, más trabajadas que nu·n.
ca. Más que las monturas, los viriles, destinados a presentar la hostia, toman
dimensiones insólitas y se transforman en ostensorios. España se distingue
en este aspecto. La custodia de Gerona, terminada en 1438, tiene más de

490
PERMANENCIAS Y NOVEDADES

dos metros de alto. La obra maestra de las custodias es la de Enrique de


Arfe, un orfebre alemán establecido en León, ejecutada para Isabel la Cató-
lica con el primer oro llegado de América y que la reina donó a la catedral
de Toledo.
La piedad es más ostentosa, más demostrativa que nunca. Los predica-
dores populares desencadenan el entusiasmo de las multitudes y recurren
a las manifestaciones más físicas de la devoción: un Bernardino de Siena,
un Vicente Ferrer que hace estallar a las multitudes en sollozos y a los peca-
dores rodar por tierra, confesándose públicamente; un Olivier Maillard,
tras cuyo paso, en Orleáns, un albañil trabaja durante sesenta y cuatro días
para reparar los tejados deteriorados por los oyentes que se han subido a
ellos. El abad Jean Toussaert, estudiando en un denso libro el sentimiento
religioso en Flandes al final de la Edad Media, enc uentra en él «la emo-
ción excesiva, hecha de receptividad, de primitivismo y de ausencia total
de abstracción . .. la irregularidad espasmódica de la impres ión y de la sen-
sación ... >>
La nobleza caracolea más que nunca en el proscenio de la escena. Mul-
tiplica las «proezas» y Froissart narra sus éxitos con delectación. Se embria·
ga de torneos y de fiestas. Se empenacha con los extravagantes plumeros que
adornan los yelmos en las miniaturas del buen rey René o las pinturas de
la batalla de Uccello, con los enormes sombreros que aparecen en los fres·
cos de Pietro della Francesca o de P isancll o. E l s n ti 111 iento caballeresco
llega a su colmo con la fundación de las órd nes de caball ería, la más bri-
llante de las cuales nace en el Estado íla1uenco-borgofíón de Felipe el Bue-
no: el Toisón de Oro. La sensibilidad gótica, cuando no se exaspera, lan-
guidece en amaneramiento. El estilo pictórico llamado «gótico internacio-
nal», que produce, en Siena cspeci·tlmcntc, deliciosas obras maestras duran-
te la primera mitad del siglo xv, es un estilo preciosista, lánguido, weicher
Stil. También la literatura co rtesa na se torna insípida hasta el extremo. La
Francia de comienzos del sig lo xv - en plena Guerra de los Cien Años-
conoce una querella del Rornan de la Rose y todo el preciosismo medieval
de la sangre se expande en el Livre de Coeur d'Amour épris (Libro del
Corazón de Amor prendido) del buen rey René.
¿Reacción contra la intensidad de las pruebas, contra la cns1s y su
cortejo de calamidades, epidemias y guerras? ¿Consecuencias de la Gran
Peste? Esos choques emocionales han intervenido sin duda, pero la conmo·
ción viene de más lejos y ele una mayor profundidad y no se contenta con
exasperar, sino que trastorna y transforma.

49 1
EPíGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 176 A 185

t 76. ESPIRITUALIDAD DEL SUFRIMIENTO: dia, reaparece en I 348, traída por un


PIETA. barco llegado de Oriente. Alcanzó a la
El Cristo sufriente competía, cuando mayor parte de la Cristiandad con re-
no suplantaba, al Cristo triunfante en cidivas que se prolongaron hasta el co-
los siglos XII y XIII. La Virgen dolo- mienzo del siglo XVIII. Entre IJ48
rosa tiende a reemplazar, a su vez, a las y IJ5º debió de matar aproximadamen-
Vírgenes en majestad, sentadas o de te a la tercera parte de la población del
pie, de los siglos XI-XIII. La "Pieta" Occidente. Las ciudades conseguían
recibe a su hijo muerto sobre sus ro- apenas enterrar a sus muertos. Muchos
dillas . En este tríptico de la escuela de sacerdotes y religiosos huyeron. Los
Niza (siglo X/7), en la capilla de los que quedaron para asistir a los enfer-
Penitentes Blancos de SosjJel, los miem- mos y a los muertos fueron citados
bros de la cofradía que ha encargado como ejemplo. Esta miniatura repre-
el retablo se hacen representar como senta el entierro de algunos apestados
donadores. A ambos lados de la Vir- en Tournai (I348). Es una parte de un
gen, San Juan y Santa María Magda- manuscrito de los Anales de Gilles le
lena. (Sospel, Alpes-Maritimes, capilla Muisis, abad de Saint-Martin de Tour-
de los Penitentes Blancos.) nai, que murió también muy proba-
blemente a consecuencia de la peste.
17.7· LOS MALES DE LA GUERRA: ÉXODO (Bruselas, Biblioteca Real, manuscri-
DURANTE LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS . to IJ076-I3077, f. 24 vuelto.)
Miniatura ejecutada en I448 por ]ac-
quemart Pilavaine, artista flamenco al i 79. LOCURAS Y DESGRACIAS: EL BAILE

servicio de Felipe el Bueno. Se ha di- DE LOS ARDIENTES .

cho que representa la invasión de los "Las gentes de la corte le comprome-


pueblos bárbaros en la Galia. E n rea- tieron [a Carlos VI] a no buscar otro
lidad, es un cuadro de las poblaciones remedio que las diversiones, las fiestas,
francesas hacia el término de la guerra a curar la locura por medio de la locu-
de los Cien Afias, huyendo con sus es- ra. Una buena ocasión se presentó: la
casos mobiliarios, dejando atrás los reina casaba a una de sus damas ale-
campos saqueados, las ciudades incen- manas, ya viuda. Los casamientos de
diadas y arruinadas por los ingleses, las viudas se celebraban con cencerra-
los soldados de las Grandes Compa- das, fiestas locas en las que todo se de-
ñías y los salteadores. (Bruselas, Biblio- cía y se hacía. A fin de hacer todavía
teca Real, manuscrito 9242, fol. I84.) más si era posible, el rey y cinco caba-
lleros se disfrazaron de sátiros. El ·que
178. CALAMIDADES: LA PESTE NEGRA. llevaba la voz cantante en esas farsas
La Gran Peste, que había desaparecido obscenas era un cierto Rugues de Gui-
de Occidente desde la Alta Edad Me - say, un mal hombre, de esas gentes que

492
EP1GRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 176 A 185

llegan a ser algo divirtiendo a los gran- portuguesa de la época. Se conservan


des y atropellando a los débiles. Hizo seis fragmentos de ese políptico. En
coser a esos sátiros en una tela impreg- esta galería admirable de retratos, de-
nada de pez-resina, sobre la cual fue mostrativos de la atención que ya en
pegada una guedeja de estopa que les esta época se prestaba a los rasgos in-
hacía parecer machos cabríos. Mientras dividuales, se observa al célebre infan-
que el rey, bajo ese disfraz, hace dia- te Enrique el Navegante, tío del rey,
bluras a su tía, la joven esposa del du- inspirador de las expediciones portu-
que de Berri, el duque de Orleáns, su guesas al África. Hay una gran parte
hermano, que había pasado la tarde de leyenda en la personalidad de hu-
fuera, regresa con el conde de Bar; manista atribuida a este príncipe, que,
esos desgraciados atolondrados imagi- además, no navegó nunca. Pero esta
nan, para asustar a las damas, prender idealización es característica de la men-
fuego a las .estopas. Esas estopas esta- talidad de final es del siglo XV. (Lis-
ban en contacto con la pez-resina y, al boa, Museo de Arte Antiguo.)
instante, los sátiros ardieron. La tela
estaba cosida, nada podía salvarlos. 181. RETRATO DE UN HOMBRE: LOREN-

Fue cosa horrible el verlos correr ZO FROIMONT.

por la sala como antorchas vivientes, Se supon e r¡ue est e retrato, obra de Ro-
aullando .. . Felizmente, la joven duque- gier Van der W eyden ( Rogelio de la
sa de Berri retuvo al rey, le privó de Pasture ), hacia r ,¡oo-I 464, representa a
moverse y le cubrió con sus vestidos, un joven noúle de la corle de Borgo-
de manera que ninguna chispa cayó i'ía, ya que su ca !J ello ajJarece cortado
encima de él. Los otros ardieron cosa según la muda r¡u c puso en circulación
de media hora y tardaron tres días en Felif;e el Bueno. Se cree que se llama-
morir" ( Michelet ). (París, Biblioteca ba Lorenzo Froimont, porque el nom-
Nacional, manuscrito francés 5r90, fo - bre de Froimont se halla escrito en el
lio r64 vuelto.) reverso, en el que figura también, en
grisalla, una imagen de San Lorenzo.
180. RETRATO PRINCIPESCO : ENRIQUE La leyenda "Raison l'enseigne" (la ra-
EL NAVEGANTE.
zón lo enseña), inscrita a derecha e iz-
Nun o Gonr;alves, nombrado en r4 50 quierda de la cabeza, debe de ser la
pintor de cámara del rey de Portugal divisa del personaje. El realismo de los
Alfonso V, pintó entre r450 y r460, trazos del rostro y del gesto de plega-
para la capilla de San Vicen te en la ca- ria de las manos contribuye a evocar
tedral de Lisboa, un vasto políptico, una atmósfera muy siglo XV, situada
La adoración de San Vicente, agrupan- entre el humanismo y la devotio mo-
do en torno de los soberanos a todos derna. (Bruselas, Museos Reales de Be-
los grandes personajes de la sociedad llas Artes.)

493
EPiGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 176 A 185

18.11. LA REVOLUCI•ÓN INTELECTUAL: LA 184. MORAL Y TÉCNICA HUMANISTAS:


IMPRENTA. LA TEMPLANZA Y SU RELOJ.

La revolución originada por la im- El tema humanista de las virtudes


prenta sirve en primer término a la li- abunda en el arte italiano de los si-
teratura tradicional, anl.es de favorecer glos XIV y XV. Italianos fueron los
la difusión del humanismo. Este incu- que lo introdujeron en Francia. Lo ve-
nable, impreso en Lyón hacia I48o, de- mos en la tumba de Carlos VIII (Saint-
muestra la boga de los cantares de Denis ), en las tumbas de Dol (Ille-et-
gesta en la víspera del Renacimiento. Vilain.e) y de Ferrieres (Loiret). Sin
Contiene la historia de los CuatrOI hi- embargo, el tema se extendió después
jos de Aymon. (París, Biblioteca Nacio- de que Miguel Colombe y juan Per-
nal, reserva Yr. 364, f ols. all vuelto- réal, en los primeros años. del si-
aIII recto.) glo XVI, hubieron llevado a cabo la
magnífica tumba del último duque de
183. LA REVOLUCIÓN DE LA SENSIBILI- Bretaña, Francisco ll, y de su mujer,
DAD: EL CADÁVER. Margarita de Foix. Las cuatro virtudes
El cuerpo del cardenal Lagrange, cardinales decoran los cuatro ángulos
muerto en Aviñón, el año I402, fue, de la tumba. La Templanza lleva el
según la disposición de sus últimas vo- reloj, símbolo de la nueva medida,
luntades, vaciado de las vísceras, que que d efine un universo intelectual y
fu eron enterradas en Amiens, mientras mental en oposición al de la Edad
su cadáv er era momificado y sep,u ltado Media. "El orgullo de los humanis-
en Aviñón. Un hecho comp.Zetamente tas triunfa de la antigua modestia
nuevo es que .ese cadáver fue esculpido cristiana" ( Émile Mal e). (Catedral de
en la tumba de Aviñón. La cinta ins- Nantes.)
crita que lo acompaña precisa el espí-
ritu de esa nueva sensibilidad maca- 1 85. EL OCCIDENTE Y EL MAR: UN
bra, que inspira en el mismo momento NAVÍO VENECIANO DE FINALES DEL SI-

la representación ele los Vivos y de los GLO XV.

Muertos y de las "danzas macabras": Mientras las carabelas ibéricas descu -


"¡Desgraciado!, ¿qué razón tienes para bren mundos nuevos, la expansión co-
estar orgulloso? No eres más que ceniza mercial del Occidente se afirma desde
y serás pronto como yo, un cadáver fé- el Báltico al Mediterráneo. Las galeras
tido, comida de los gusanos." Una ima- venecianas, a desp·e cho de los turcos,
gen semejante, ligeramente anterior monopolizan el comercio de la Europa
(I393), se encuentra en la tumba de oriental. El grabado representa un na-
Guillermo de Harcigny, en la capilla vío veneciano, hacia I470-I480 . (París,
episcopal de Laón. (A viñón, Museo Museo del Louvre, núm. 37Io, colec-
Calvet.) ción Edmond de Rothschild.)

494
177
PERMANENCIAS Y NOVEDADES

* * 'if

El primer descubrimiento del hombre es la muerte. No la muerte abs-


tracta de la Edad Media, el paso al más allá, sino la muerte encarnada: la
Edad Media agonizante choca contra el cadáver. Desde este momento, escri-
be Alberto Tenenti, «el sentimiento de la vida se acrecienta con la misma
intensidad que la consciencia del valor espiritual de la muerte física: el
muro del anonadamiento corporal, que los cristianos cruzan cada vez con
mayor dificultad».
De todos los Triunfos -tema de la pintura «renaciente>>-, el primero
es el Triunfo de la Muerte. Más que las «danzas macabras», última forma
de los «estados del mundo >>, lo que ayuda poderosamente a la difusión del
nuevo sentimiento de la muerte es la imprenta. Todos los temas de la nueva
sensibilidad se encuentran en el Ars moriendi, que aparece en la región
de la Renania, en Colonia probablemente, haci a 1465. Se convierte en el
libro xilográfico más difundido. De Alemania y de los Países Bajos, penetra
en Francia y en España hacia 1480, en Inglaterra y en Italia a principios
del siglo xvr.
La imprenta, he ahí el gran descubrimi ento revolucionario, incluso
aunque sus efectos no se manifiesten más que a la larga y aunque en un
comienzo sirva a la ideología y a la sensibilidad Lradi cionalcs (se imprimen
sobre todo libros de devoción y, en prim er término, la Biblia, pero ponien-
do todo el texto al alcance del público), incluso aunque vaya acompañada
al principio por un cierto estrechamiento soc ial de la cultura, eliminando o
haciendo retroceder las formas de e nscfía11za por la imagen, más fácilmente
asimilables por un público popubr que no sabe leer.
Y a lo que bien pronto sirve de vehículo es al humanismo. Un huma-
nismo que, a partir de 1350, cou retrasos aquí y allá, con retrocesos, trata de
brotar en todos los países, en Lodos los medios cultivados y, en primer lugar,
en esas universidades, que todavía no son las ciudadelas de la escolástica
esclerótica. Más que retorno a la antigüedad -un medio, casi un pretexto,
como los árabes p ara los intelectuales del siglo XII-, es una nueva manera
de pensar y de sentir.
Como principio, la afirmación de que el hombre es la medida de todas
las cosas se afirma sin duda alguna en el arte. Pierre Francastel ha demos-
trado que el descubrimiento de un nuevo espacio arquitectural y plástico,
realizado en tiempos de Brunelleschi y de Manetti, de U ccello y de Piero
della Francesca, es, más que un sistema de proyección geométrica, fundado

495
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

en la adopción de un punto de vista único, <mn síntoma de una transfor-


mación más vasta de los espíritus>>, que implica <mn análisis incesante de la
posición del hombre, levantado sobre la tierra y sumergido en una atmós-
fer a fluida».
Después, la afirmación del hombre individual y principalmente, con
toda seguridad, del hombre poderoso. Felipe el Hermoso reprochaba ha-
cia 1300 al papa Bonifacio VIII que se hiciese representar en forma de
estatua en su singular persona. Pero uno de sus próximos sucesores, Juan
el Bueno, se hace pintar en un cuadro atento a sus rasgos individuales, y las
estatuas de los condottieri italianos pueblan las plazas de sus ciudades res-
pectivas: los Scaliger en Vero na; los Gattamelata, por Donatello, en Padua;
los Colleone, por Verocchio, en Venecia.
El nuevo método de análisis intelectual es la filología, que representa
en el Gran Renacimiento lo que la dialéctica, base de la escolástica, había
representado en el del siglo xn. Ya en el siglo xv había producido su obra
maestra: el De · elegantiis linguae latinae, de Lorenzo Valla (1407-1457).
El hombre, desde este momento, mide a la escala de sus dimensiones
no sólo el espacio, sino también el tiempo. El tiempo en la Edad Media
pertenece a Dios, y el interés suponía usura, prohibido porque, con él,
el mercader vendía una cosa divina. Escuchemos a León Battista Alberti,
en sus célebres libros De la familia (hacia 1440):

GIANozzo. - Hay tres cosas que el hombre puede declarar como de su


propiedad personal: la fortuna, el cuerpo ...
LIONARDO. - ¿Y la tercera?
GIANozzo. - ¡Ah, la cosa más preciosa! Esas manos y esos ojos no lo
son más, a mi manera de ver.
LIONARDO. - ¡Maravilla! Pero, ¿qué es?
GIANozzo. - El tiempo, mi querido Lionardo, el tiempo, hijos míos ...

Para la Edad Media, el hombre era una imitación, un resumen del


mundo, un microcosmos. A partir de ahora, la relación queda invertida.
L'uomo e modello dello mondo, dice Leonardo de Vinci: «El hombre es el
modelo del mundo.» Y parte hacia su descubrimiento.
ATLAS HISTÓRICO

41
MAPA /..--:r
MESETA
EL OCCIDENTE GEOGRÁFICO
DE VALDAI~
lmJ Relieve de 500 a 1000 m.
fBI Relieve de 1000 a 2000 m.
LJ Relieve por encima de 2000 m.
__.....

MESETA
DE DARKA
100 o 100 200

DESIERTO
MAPA II --r
S. V ~ • ...:;.-
LAS I NVASIONES
~~ 1Focos de d1spers1ón
l' f
.,.o
s. vr-vm ~r.:;:& ~ de los invasores ~ ~
S.L'<-X ~- S.v fiil ~ \
S. xm =~ S.vr-vm ¡1ZJ ' . \
Límite sur de las migraciones
bárbaras en el año 376
s. rx-x 8 ,..,,_ ~
~- \
.:.'r.· .
-'41 \

Límite de la expansión musul- ~ IMPERIO ÁRABE


m::ma en Europa en el si~-~·-.. - ·- . -~-----·
-- ,...,._.,......_ _ _ _ __
MA PA lll -+
LA EXPANSION DE OCCIDENTE
SIGLOS XI - XII

La Europa occidental crbtia - LA RECONQUI STA


- - - - - n a a princip ios del siglo u
• ;.. Las Cruzadas - - ~
~Colonización germánica Siglos x-xJ.--
·c randes corrientes comercia- Siglo xm............
••---'-- les maritimas
Colonias venecianas Reino
fik._~ de
Granada
['3] Caffa Colonias y emporios
genoveses

DE TJEHRA SANTA
MAPA IV-+
EL OCCIDENTE RELIGIOSO

1- Centro del Papado


Í Arzobispado
@ Lugar del concilio
l Lugar de peregiinación
• Centro de orden religiosa
(!) Centro de refo1ma religiosa
O IOO 200 300 400 500 km

¡ Santiago
de Compostela
1!20

- '.\"'.
1<,1- - -

0
Alcántara
_ 'arragona 1091
~
• Évora • Calatrava
MAPA V-+
LOS CENTROS INTELECTUALES
DEL SIGLO XII

t Centro mon<Ístico tradicional


í Centro monástico literario (cantares
gesta)
·f Escuela episcopal urbana
• Otra escuela urbana
e Centro de traducción del árabe y del
griego
Paris Universidad naciente

o
6'
MAPA VI. (Según el Grand Larousse enciclopédico.) ->-
EL OCCIDENTE ROMANICO

• Localización ele bs principales conshuc-


ciones románica~
x Monumentos destruidos (en Francia)

o 100 200 300 400 5<;>0 km

Monreale •
.Piazza Armerina
/

MAPA V JI. (Según el Grand Larousse enciclopédico.)--¿.


EL OCCIDENTE GóTICO

o Edificios religiosos en constn1cción en


tiempos de San Luis
o Edificios que han tenido una influen.:.
cia importante en el siglo x1rr
x Edificios destruidos (en Francia)

? 100 2 00

_ MAR DEL NO RTE 1


"

( ,-.X racovia
.
OCÉANO ATLANTICO

eEgra

o León ~
o Burgos
Porto Las Huelgas e
~ma..J
oAvila

MAR MEDITERRANEO
MAPA VIII . (Según E. Perroy. Le Moyen Age, Hist. gin. des civilisa/1011s, P. U. F.)-->-
EL OCCIDENTE EC ONó~!ICO
A FI NALES DEL SIGLO XIII
. . I-I ANS EATICOS
•. Pr~n c~ pales
Pr~nc~pa les
ciuda des de la 11 .
emporios ' ansa
Pnnc1pales itinerar ios comerciales
Z ona de co loni zaci ón g enn<Í.ni c;
'" . ITALIANOS

..
• i'.~nc~palzs ccn ~ros ccon c'Jmicos
1 ~n c 1palcs e mporios
Principales itinerarios comercia les
a Ferias de Champa ña
o Gr:rn des ~eeg~~:~~~
Gr;rndes · e:-._ portadoras d e vino
ur:lifüil Prin cipales ~ent~:~sc~l
· J~O{ts:
a me pl;~ntapaiícra
dieu:;tna pas tel
*
TABLAS CRONOLÓGICAS
LA CIVILIZACION DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

843. Tratado de Verdún. División 843 . Carlos el Calvo declara que


del Imperio carolingio. los deberes del rey r especto a
los grandes son la contrapartida
obligatoria de la fidelidad de los
vasallos.

845. Sitio de París por los nor- 845. Institución de un impuesto, 845-882. Hincmar, obispo d 1•
mandos. en Francia, para comprar la re- Reims, se convierte en el g1w
Destrucción de Hamburgo por tirada de los normandos. dián d e la ortodoxia cristiana y
los daneses. de la idea imperial.
846 846. Saqueo de Roma por los sa-
rracenos.
Rostislav se pone a la cabeza de la
Gran Moravia.

849. El concilio de Quierzy cu11


<lena las tesis de Gottschalk s11
bre la predestinación.

850-870. Los normandos atacan Mediados del siglo 1x. La palabra Hacia 850. Una colección de fal 1
Inglaterra. miles (soldado, después caballe- sos textos canónicos, el Pseud11
ro) se hace cada vez más fre- Isidoro, trata de reforzar la au10
cuente para designar el vasallo. rielad del papa, de los obispt11
y de la Iglesia sobre la sociedad
Después de 85 1. Controversia 1
eucarísticas en torno a Pascasl11
Radbert.
852. Primera mención de fas
«guildasn y las «cofradías» de
artesanos.
859. Definición de las obligacio-
nes del vasa llo: consejo y ayu·
da (consílium atque auxilium).
860

530
TABLAS CRONOLóGICAS (842 -860)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

42. Juramentos de Estrasburgo:


primer texto en francés y en
alemán.

f\ntes de 844. Nithard: Historia.

H.1: 1 H.17. l'ns!'1·11cibn contra el bu- 845


di s1110 ""Ch ina.

848. León IV encierra a Ro111a


dentro de una nueva muralla :
la ciudad Leonina.

Hacia 850. Iluminación d e l:t lli -


blia de Carlos el Ca lvo y d e l
Salterio de Utrecht, obras 111:...s-
tras de la miniatura caro lingia.

852-853 . El cofre d e Saint.-V:oast


es dorado sirvi éndose de oro
árabe.

Hacia 860. Los petchenegos des- 860


truyen el Estado judaizante de
los kazares, en el Volga.

L
531
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE l\IEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS H ECHOS ECONÓ~ ll COS


FECHAS y MILITARES y SOCIALES HECHOS RELIGIOSOS

862

864 864. Carlos el Ca lvo envía una 864. Comienzo de la mi sión .¡,
em bajada a Córdoba. Cirilo y Mélodo en Mora vi a .

865

867

870 870. Nueva partición del Imp e-


rio carolingio e n l\1eersen: d esa-
parición de Ja Lotaringia.

873 Sn-874. Gran h a mbre en l a


Europa Occidental.
1

874 87L1. Los daneses en Islandia.

875 S75. Carlos el Call'o, emperador.

877 H¡¡. Capi tular de Quicrzy: las


dignidades conda les se h acen
hereditarias; progreso en la vía
de la feuclalización.

878 S7S. Primera insta lación ele los


daneses en In glaterra: Paz de
' 'Vedmore.
880 :1

88 1 ~ 8 1. Primera aparición de Ja pa-


labra «fief» (fe udo) (Clun y) .
883 883. Fundación de la abadía ,¡,
San Mi.,.uel de Cuxá.
"
885 SS,-¡-SS6. Los norm and os asedian
París, defendido por Eudes .

532
TABLAS CRONOLóGICAS (862-885)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

Bfü. Otfriedo de Wissemburgo 862


traduce el Nuevo Testamento al
alemán.

Hacia 865. Juan Scoto Erigeno: 865


De divisione naturae.
867. El cisma de Focio anuncia 867
la separación entre la Iglesia ro-
mana y la Iglesia bizantina.
867-1057. Dinastía macedonia en
Bizancio.
Hacia 870. Primer libro impreso 870
en China.

873-81>5. uWestwerk» de Corvey.

Hacia 875. Primer manuscrito


ilustrado de la Psychornachia d e
Prudencio (Saint-Gall) : combate
1:
de las Viltudes y de los Vicios.
11
11

878

880. Cantilene de Sainte Eulalie 880


(en lengua francesa).
881

885

.533
LA CIVILJZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECO NÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

888 888. Deposición del último em-


perador carolingio, Carlos el
Gordo.
890

895 . Primer ejemplo conocido de


pluralidad de compromisos de
vasa llaj e (región del Loira).

896 896-964. El papado en manos dr


la aristocracia romana.

900 900 .Muerte de Alfredo el Gran- Después de 900 . Hubcrt de llar. 900. La sede episcopal de Iri:i
de, rey de Inglaterra. celona: Tratado de Astrolabio. Flavia es trasladada a Santiagn
Hacia 900. Primeras incursion es de Compostela.
húngaras en naviera.

908

909

910 910. Fundación de la abadía (Ir


Cluny.

9u 9u. Carlos el Simple abandona


la Normandía a l vikingo Ro-
llon.
920

934

534
TABLAS CRONOLóGICAS (888-934)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

888

890. Alfredo el Grande hace co- 890


menzar Ja Crónica anglosajona,
que será proseguida hasta 11 54.
p:ntre 890 y 900. Traducciones al
anglosajón de Alfredo el Gran-
de.
895
.1

.1
896

900

!)08. Muerte de Remis de Auxe- 908 . Fin de la dinastía Tang. 908


rre, comentador de la Biblia, Fraccionamiento de la China.
de gramáticos y poetas latinos,
de Boecio y de Martianus Ca-
pella.
909. Ocupación del África del 909
Norte por los fatimitas.
910
11

911
1

920. Establecimiento de los tolte- 920


cas en Méjico.
pa5. Waltharius, de Ekkehard de 925-929. Rotonda de Saint-Cuy
Saint-Gall, poema latino, que en Praga (tumba de San Ven-
toma su tema y su espíritu de ceslao t 929).
las viejas leyendas germánicas.
929. Creación del Califato de 929
Córdoba.
11 934-949. San Maximiano de Tré- 934
veris: torres «armónicas» del
ábside.

535
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

936. Otón I, rey de Germanía. 936. Otón I hace prestar ju-


ramento de vasalla je a todos los
duques alemanes.

941-942 . Gran hambre en Euro-


94 1 pa Occidental.

943. San Dunstán, abad de Glas


943 tonbury, emprende la reforma
del clero anglosajón.

948. Hamburgo, metrópoli reli


giosa de los países escandinavos.

Hacia 950. Comienzo de las gran-


950 des roturaciones. Utilización del
arado al norte del Loira.

951. Godescalc, obispo del Puy,


951 hace la peregTinación a Santia-
go de Compostela.

952

954

955. Otón 1 vencedor de los hún-


955 garos en Lechfeld.
TABLAS CRONOLóGICAS (936-958)

¡~---1-----1---1--
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA
ACONTECIMIENTOS
EN EL RESTO DEL MUNDO FECHAS

941

943

946. Primera catedral de Cler-


mont "': primer ejemplo fecha-
do de deambulatorio con capi-
llas radiales.

1lacia 950. Pontifical romano-ger-


mánico, antecesor del pontifical 950
actual, compuesto en Mag·uncia.

951

052. Flodoardo: Historia de la


Iglesia de Reims. 952
Muerte de Otger de Laón (pseudo
Hucbald), cuyo manual de mú-
sica, Musica enchiriadis, men-
ciona por primera vez la poli-
fonía.

D114· En su Carta a la reina Ges-


/Jerga, Adsón precisa las ideas 954
milenaristas y el personaje del
Anticristo.

955
~1)8 . Li u tprand de Cremona:
Antapodosis (cda Retribuciónn),
J1istoria propia de su tiempo
que da a los buenos y a los ma-
los la recompensa que merecen.

537
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIE V AL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

959 959· Reforma de la abadía dr


G-Orza.

960 960-988 . San Durstan, arzobispo


de Cantorbery.

961

962 962-. Otón I, coronado empera-


dor por el papa en Roma.

965

966 966. Reloj movido por pesos,


atribuido a Gerberto.

967 967. Bautismo del duque polaco


Miezco.

968 968. Adalberto l, arzobispo dr


Magdeburgo.

969

97°

972 972. Fraxinetum es tomada a los 972. Fundación del obispado dr


musulmanes. Praga.

974
TABLAS CRONOLóGICAS ÜJ59-974)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRlTA CULTURA NO ESC RITA FECHAS
EN EL RESTO DEL :M UNDO

959
Hacia 96o_ lVIiuiat.uras ele Rei ch e- !Jlio. l\kzquila ele Córdoba_ 960
n au. Estatua reli ca rio de Con- ~uo- 1 270. Periodo de los Song en
qu es . China_
Hacia 960. Tratado ele Cosmas el
Clérigo contra el herético Bo-
gom il en Bulgaria.
g61. Libro de los 11iilagros de 961
Santa Fe de Corn¡ ucs.

Después ele 96!?. Abacial ele Gem-


rode.
Hacia !)65. Wiclukind: Historia
de los sajones _

966

!J(j7. Gcrbert (Silvestre JI) eclu- 9li7-999. Rotonda el e San Félix y


cado por At.tón, obispo ele Vich AclaucLo, sobre el v\lawel (Cra-
en Catalufia, se puso en con- covia) .
cacto co n la ciencia árabe.

968

!1íi9. l'unrlación de El Cairo por 969


los fatimitas.
Hacia g¡o. Liutprancl el e Crerno- Hacia 970. !Vliniau1ras ele Win -
na, enviado ele O tó n I , escribe ch ester.
97°
la narración ele su embajada en
Consta ntinopla.
l'rimera mención del drama litúr-
gico en Fleury (Sai11t-Benoit-sur-
Loire) .
1)7~ ·Gerbert, maes trescuela de 972
Reims.
974. Maestros a lbafiiles mozára- 974
bes construyen la ig lesia de la
abadía ele San Miguel ele Cuxá,
una de las fu em es de la arqui -
tectura románica.

539
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

975
976
977 H acia 977 . Abu -al-Casim a laba la
riqu eza ele Ama lfi .
980 980. Los daneses e mprenden la
conquista de Ingfaterra.

981
983 983- 1002. Rein ado de Olón III.
985 085. Bautismo d el húngaro Valk
(San Esteban).
987·996 . Hugu Capeto, rey de
Francia.
989 989. Sínodo d e Charronx: pri-
in c ra institución de ((paz».

99º
991 !)<JI. Creación del Danegeld en la
lnglatcrra sajona.

992 992-1025. Boleslao e l Va li ente, 902. Primer trat ado de comercio


rey de Polonia . entre Bizancio y Venecia.
994

996

997 997. Martirio de San AdalberlO


en Prusia.
997-1038 . Conversión de los hú n·
ga ros .
998
TABLAS CRONOLóGICAS (975-ggS)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
F.N E L RESTO DEL MUI'\DO

975. Apocalipsi s ilustrado de Ge- 975


'I
rona.
976. Advenimi ento d e Basilio II. 976
977-1014. Samuel, zar de los búl- 977
garos.
Hacia 980. Miniaturas del códice 980
de Egberto (abadía de Reich e-
nau).
C)8I.Dedicación de la iglesia d e 981
1
· Cluny Il •.
'

989. Bautismo ele Vladimiro de 989


Kiev.
990-1014. Pórtico y campanario d e
Saint-Germain-des-Prés .
99º
!)9 1-995. Ri cher , monje de Saint· 991
R émi de Reims: H istorias, na-
rración d el advenimiento d e
Hugo Capeto.
Después ele 992. Miniaturas y 992
cin celados ele Hisdesheim.
{)94-999· Gramática latina (en an- 994. «Donjon» de Langeais. 994
glosajón) y glosario latino-in-
glés de Aelfric.
996-1029. Igles ia d e Romainm ó- 996
ti er seg ún el modelo de Clu-
n y IL
997-1004. Saint-Mar ti n el e 997-w30. R einado de Mahmud el 997
Tours"', uno de los prototipos Gaznavida (Afga nistán).
del arte r ománico.

H ac ia 998 . Evangeliario de 998


1
Otón III, iluminado en Reiche-
nau.
998. Iglesia de Montier-en-Der:
macizo-pórtico con tribunas.

54I
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDE NTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

999-1003.. Pontificado de Silves-


999 tre 11 (Gerberto).

1000 1000. Protectorado de Venecia so- Hacia 1000. Violenta revuelta, 1000. Creación del arzobispado <k
bre Istria y la Dalmacia. atrozmente reprimida, de los Gniezno, metrópoli relig iosa po
Svend, rey de Dinamarca, rea- campes inos de Normandía. laca.
nuda la conquista de Inglaterra. Comienzo del desarro llo de la Hacia 1000. El campesino hcréLi
Otón III reconoce, en Gn iezno, construcción (Raúl Gluber). co Leutard predica en Vertus.
la independencia de Polonia. Comienzos del siglo x1. en la Champagne.
Unión íntima del feudo y d el Hacia 1000-hacia 1033. Tcrrorc.<
vasallaje. milenaristas.

1001 1001. San Esteban, coronado rey


de Hungría.
Sublevación de Roma contra
Otón III .

1005-1006. Gran hambre en Euro· 1005. Muerte del monje basilia110


pa Occidental. San Nilo de Grottafcrrata, macs
tro de la renovación eremítica .
1006

1009
1010

542
TABLAS CRONOLOGICAS (999- 10 10)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

r Fin d el siglo x. Brillo d e la es-


cuela d e Lieja ba jo Notger.
999
Ensefianza de la Medicina en
Salerno.

Hacia 1000 . Activid ad literaria e H acia 1000. San Pantaleón de Co- 1 000
intelect ual de Abbón , abad de Joni a: edificio macizo d e plano
Fleury. cen tra l.
Primera mitad del siglo x1: Irra- Primera mitad d el siglo x1. Fres-
diación litera ri a de la Lotarin- cos ele Oberzell .
gia. 1000-1070. Igles ia ele Sain t-Vorlcs,
en Chatillon-sur-Seine: d o b 1e
tra nsep to con clip ul a en el cru-
cero.

wo1-w18. Basilio 11 conquista 1 00 1


Bulgaria.

1004. Ig les ia de Lavra en el mon- 1004


te Athos.
1005

1006-101 3 . S a int - l'hilib ert <l e


1006
Tournus.
1007. Guill er m o <le Volpiano
construye la rotonda de Sa int-
Bénignc d e Dijon * (sal vo la
cripta).
La estatua relica rio ele Sainte-
Foy de Conq ues escandaliza a
dos clérigos ele Cha rtres.
1009. Sant Martí de Can igó : nave 1009. E l cal ifa Hakem d est ru ye 1009
con bóveda. el Santo Sepulcro.
1010-1033. San l\fi guel de Hildes- 1010
hcim: crucero cuadrado y torre-
linterna .
Hacia 1010. Apoca li psis y evange-
liario d e Bamberg (ejecutado e n
Reichenau).

543
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓ/lllCOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1012 Hacia 1012. D ecreto (colccció11


canónica) d e 11 u re h a r <l d e
Worms.
San Romualdo [uncia la orden
de los Camá ndulos.
1012-1045. El papado cae bajo J;,
influencia d e la ari stocracia ro-
mana.
1014 1014. Toma de Londres por los
daneses.
101 4·1024 . Enrique Il , elllpera.
dor.
1015 . Los pisanos expulsan a los
ára bes de Cerdefia .

1018

1019 1019-w3r,. Cnut el Grande, rey


<le Dinamarca y de Ing laterra.

1020 1020. Liber h onoranlúc civitatis


Pa/Jia:, testimonio d el progreso
econó mico de Italia del Norte.
Carta de Fulberto <le Chartres a
Guillermo II de Aquitania <l c-
fini endo las obligaciones de va·
sa ll a je.
Primera mención del «hom ena-
je» (condado de Barcelona).

1021

1023 10"3· Roberto el Piadoso, a peti-


CJon d e la Iglesia , h ace quemar
a los h erét icos man iq ucos en
Orleáns.

1025 Después de 1025 . Anarquía en 1025. La reforma cluniacense 1·~


Polonia. introducida en el 1T,onaster io 1·s
pafio! de San Juan de la Pcfi a.

1020

544
TABLAS CRONOLóGICAS (1012-1026)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1012-1018. Tietmar de Mersebur- 1012


go. Cronica, preciosa en lo que
se refiere a las relaciones entre
los alemanes y eslavos.

w14. Sermón a los ingleses de 1014


Wulfstan.

Después de 1015. Puerta ele bron- 1015


ce de San Miguel de Hildesheim.
Altar de oro de Basilea.
1018-103 2. Abadía de Ripoll (Ca- 1018
taluüa).
1019

Hacia 1020. Gui de Arezzo inven- 1020. Dintel de Sant Genís les 1020
ta una nueva notación musical. Fonts (Cataluíia), la m;ís anti-
()espués de 1020. Dudón de Saint- gua esculLU ra rom:'inica fechada.
Quentin: Historia de los prime- Hacia 1020. Ilu111inaciones del Li-
ros duques de Normandía. bro de los Pcríco /Jes de Enri-
que Ill.
1

1
1021-10'.)g. Los gaznavidas con- 1021
1i ·q u is tan Cachemira y el norte de
la India.
Después de 1023. Frescos de Saint- 1023
Sa vin-sur-Ganempe.

1025. El conci li o de Ards reco-


mienda pintar frescos en las igJe.
sías para instruir a los iletrados .
1026. Comienzo de la constru c-
ción de la torre-pó rtico de Saint-
Benoit-sur-Loire.

545
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDJEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓÑIICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1027 1027-1039. El emperador Conra- 1027-1054. La Iglesia generali1.1


do II funda la dinastía de Fran- la tregua de Dios en Occide111c" ,
conia.
1028 1028. Cnut conquista Noruega.
1029 1029. Primer principado norman-
do en Campania (Aversa).
Hacia 1030. Comienzo del movi- Hacia 1030. Heréticos de Mo111
miento comunal en Italia (Cre- fort en Lombarclía.
mona).
Apari ció n de los nombres de fa.
milia en la aristocracia.
Unión del feudo y el vasallaje
en la región de Mftcon.

1032-1033. Hambre en Occidente


y sobre todo en Francia.
1033. Afluencia de peregrinos cris
tianos a Jerusa lén .
1034 1034. Invasión de los pisa nos en
Bcme.
1035 Hacia 1035. Construcción de un
puente de piedra en Albi .
1037 1037. El emperador Conrado II
instituye la herencia de los feu-
dos en Italia del Norte.
Hacia 1038. San Juan Gualberlu
funda la orden de Vallombros:1.
1039. Congregac ión de canónigm
reg·ulares de San Rufo.
1040
TABLAS CRONOLóGICAS (1027-1040)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

Entre 1028 y 107'2. Miniaturas del


Apocalipsis de Saint-Scvcr.

Hacia 1030. Adhémar de Chaban- 1030-1048. Santa María de Miltcl-


nes: Crónica. zell en Reichenau: bandas lom-
bardas.
1030-106i. Catedral imperial de
Spira.
1030-1080. Abacial de Conques.

1031. Consagración de Santa Ma- lo3i. Fin del califato omeya de 1031
ría de Ripoll: cúpula en el cru- Córdoba.
cero del transepto.

1033

Hacia 1035. Iglesia de los Santos


Apóstoles en Colonia.
1037-1067. Abadía de Jurnieges. 1037. Muerte de Avicena.
1037-1i.23.. Vida del poeta persa
Omar-Khayam.

1039. Victoria de los turcos seljú-


cidas en Asia central.
Hacia 1040. Raúl Glaber: Cró- 1040. Fachada de la catedral de 1040. Iglesia de Santa Sofía en 1040
riica. - Vie de saint Alexis (en Tréveris. Kiev.
romance). - Composición del Echternach, principal proveedor
Ruodlieb en la abadía de Te- de los libros ilustrados para el
gernsee. emperador, en lugar de Rei-
Kntre 1040 y 1070. San Pedro Da- chenau.
rnián, prior de Font Avellane,
después cardenal, hace en diver-
sos escritos el elogio de la «San-
ta simplicidad» eremítica.

547
43
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECO NÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1042-1066. Eduardo el Co nfesor,


último rey anglosajón de Ingla-
terra.
1043 1043.-1045. Gran hambre en Occi-
dente.
1044 1044. Sublevación de los burgue-
ses de Milán.
1045
1046. Primera m ención del ho-
menaje «lige» (Ven<lóme).
1049 io49-1054. Leó n IX papa: pri1111
cias de la reforma 6rregoriana.
1049-1109. San Hugo, abad d••
Cluny.

Hacia 1050. Controversia eucarls


tica en torno a Bérenger dr
Tours, n egador de Ja presern · i~
real.

1054. Cisma de Miguel Cerulario,


ruptura definitiva entr e la Jgll'
sia de Orien te y la Iglesia d1 1
Occidente.
10 55 1055. Enrique 1 se anexiona el
condado de Sens.
1056-1100. Enrique IV, empera- 1056. Movimiento polfüco-heréti- 1056-106o. Motin es en Milán cn11
dor. co de la Pataria en Milán . tra el clero d epravado (Patari :i)
10 57 1057-1072 . Pedro Damián, .-:0 1
<lena!.
TABLAS CRONOLóGICAS (t042-1058)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1042. Consagración del coro de la


1
abadía de Limburg en la Hardt,
1 tipo de «arquitectura imperial».
. 1043. Los rusos amenazan Cons- 1043
tantinopla.
1044-1077. Unificación de Ja Bir- 1044
'
mania.
1045. Lanfranc da brillo a la es- 1045
cuela monástica de Bec.

1049. «Viaje de consagración» de 1049


León IX : iglesia octogonal de
Ottmarsheim.
1049-1080. Saint-Hilaire de Poi-
tiers.
Hacia 1050. Textos místicos de 1050. Iglesia románica de Mo-
Juan de Fécamp. rienvaL
Hacia 105o·H50. Catedral del
Puy.
1052. Consagración de la cripta de 1052. La invasión hilaliana sa- 1052
San Emerenciano de Ratisbona. quea el Africa del Norte.
1054
/!
1

1055. Toma de Bagdad por los


seljúcidas.

¡, 1057. Advenimiento de la dinastía 1057


de los Commenos en Bizancio.
Después de 1058 . Irradiación lite-
raria de la abadía de Monte
Cassino. Bajo el abaciado de Di-
dio, Constantino el Africano tra-
duce en ella obras de Medicina
árabes y gTiegas. Alberico escri-
be el primer tratado de compo-
sición literaria: Liber dictami-
num.

549
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1059 1059. El papa reconoce la · pose- 1059-1062. Nicolás II, papa.


sión de Italia del Sur a Roberto 1059. Afirmación del principio dr
Guiscard. la libre elección del papa prn
los cardenales.

1060 1060-1091. Los normandos con-


quistan Sicilia.

1061 Hacia 106i. El juego del ajedrez ro6i. Fundación de la abadía d"
es conocido en Italia, según una Tyniec, el «Cluny polaco,,, ccr
carta de Pedro Damián. ca de Cracovia.

rn63. Cruzada «borgoñona» c11


España.

io64. Fernando de Castilla con-


cede fueros de colonización (re-
gión de Coímbra).
1064-1069. Usatges de Cataluña,
primer código feudal conocido.

1066 1066. Conquista de Inglaterra por Entre 1066 y 1087. La más anti- 1066. Reacción pagana en los pal 1

los normandos de Guillermo el gua carta de infeudación conser- ses bálticos.


Conquistador. vada (Inglaterra).

1069 1069. Manifestación comunal en


el Mans.
Después de 1070. El arzobi spn
Lanfranc reforma la Iglesia <1 11
Inglaterra.

550
TABLAS CRONOLóGICAS (1059-I<J'¡o)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO
!

'

'

1060-1150. Saint-Sernin de Tou- 1060


louse.
i
1061

1062-1083. La Trinidad de Caen


(Abadía de las Damas).

1063. Consagración de San Minia-


to de Florencia . Consagración de
ji San Isidoro de León (torre-pór-
tico del Panteón de los reyes y
¡, capiteles, obras maestras de la
¡I escultura románica).
1063-1097. Saint-Etienne de Ne-
li vers.
1063-1119. Catedral de Pisa.
I!
¡!

li.:ntre 1065 y 1100. La chanson 1065. Consagración de Santa Ma-


de Roland. ría de Colonia.

1066. P uertas de bronce de Amal- 1066


fi fundidas en Constantinopla.
:
l 1067-1068. Abadía de Saint-Ile-
,, no1t-sur-Loire (Flcury).

io6g

Hacia 1070. Frescos de Berzé-la-


Ville. io70
i

55 1
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

107 i. Roberto Guiscard se apo- 107i. Reliquias de San Nicol;\s,


dera de Bari. llevadas a Bari.

1072. Aparición del contrato de


colleganza en Venecia.
1073. Revuelta urbana en 1073-1085. Gregario VII, papa.
Worrns.
1074. Revuelta urbana contra el 1074. Esteban de Muret fund:i
obispo de Colonia. Ja orden de Grandmont, la pri
Gregorio VII ordena al rey Feli- mera de las órdenes •q ue vuel w
pe 1 de Francia restituir las "ª la verdadera vida apostólican.
mercancías confiscadas a los mer- Decreto de Gregario VII cond"
caderes italianos. nando la simonía, el nicolaísrn11
y Ja investidura laica.
Después de 1075. Decadencia del 1075. Comienzo de la «Querella
poder real y pujanza de la feu- de las investiduras».
dalidad en Alemania. Dictatus Papae de Gregorio VJI .
Hacia 1075. Anselmo de L uca ~
compone plegarias para Ja con
desa Matilde de Toscana.
1076. Boleslao el Valiente, últi-
mo Piasta coronado como rey
de Polonia.

io77. Enrique IV se humilla ante 1077. Primera mención del «ho-


Gregorio VII en Canosa. menaje» en Alemania.
Comuna de Cambrai. Manifestación comunal en Cam-
brai.

1079. Fundación de la orden d1•


Hirsau, el «Cluny germánico» .

1080 Hacia 1080. «Guilda» de Saint-


Omer.

1081 108i. «Cónsules» burgueses en


Pisa.

552
TABLAS CRONOLóGICAS (1071-1081)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

io7i. Consagración de la abadía 1071. Los selj úcidas aplastan a los


de Monte Cassino .. , decorada bizantinos en Mantzikiert.
por los bizantinos, queriendo
hacer de ella el abad Dídaco,
sobre modelos bizantinos, «la
maravilla del Occidente».

1073

1074

i075-1122. Catedral de Santiago 1075


de Compostela.

1076-1078. Monologion y Proslo- 1076. Los seljúcidas toman Jeru-


gion (Fides quaerens intellec- salén.
tum) de San Anselmo: argu-
mento ontológico, prueba de la
existencia de Dios.
Historia de la Iglesia de Ham-
burgo, de Adán de Brema.
1077. Anales de la abadía de rn77. Consagración de Saint- 1077. Los seljúcidas se instalan en 1077
1
Hersfeld. Etienne de Caen («Abadía de Asia Menor.
los Hombres»).

1079-1093. Catedral de Winches- 1 079


ter.
Hacia 1080. «Donjon» de Hou- 1080
dan.
1081-1118. Reinado de Alexis 1081
11 Commeno.

553
LA CIVILIZACION DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1082 1082. Los venecianos consiguen


importantes privilegios económi-
cos en el Imperio bizantino.
1084. San Bruno de Colonia fun -
da la «Grande-Chartreuse».
Roma es tomada por Enri -
que IV, después por los nor-
mandos.
1085 1085. Toma de Toledo por Al- 1085. Guillermo el Conquistador
fonso VI de Castilla. hace ,e stablecer un catastro para
Inglaterra, el Domesday Book.
Cinco mil seiscientos veinticua-
tro molinos hidráulicos en In-
glaterra.
1086 1086. Primera mención de un ba-
tán en Normandía (Saint-Wan-
drille).
ro87. Genoveses y pisanos reali- 1087. Revuelta en Sahagún con-
zan una expedición victoriosa tra los monjes cluniacenses y los
contra los piratas musulmanes caballeros.
de Mahdiya en «lfryqyja» (Afri-
ca) .
1088 ro88. Primera mención segura de 1088-1099. Pontifü:ado de Urba-
un molino de cerveza en la re- no II. ,
gión de Evreux.

iogo Finales del siglo xr. En Francia


del Norte, el caballo reemplaza
al buey para el arado. La dis-
tinción entre libres y no-libres
se difumina.

iog3 1093. Fundación de la Liga lom- 1093-llog. San Anselmo, arzobiH·


barda agrupando las ciudades po de Cantorbery.
hostiles a los emperadores ale-
manes.

1og4 rog4. Toma efímera de Valencia


por el Cid.

554
TABLAS CRONOLóGICAS (1oS2-1094)

·, ACONTECIMIENTOS
1

CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS


EN EL RESTO DEL MUNDO

1085. Malik-cah unifica las pose- 1085


siones seljúcidas.

11

1086. La dinastía beréber, dueña 1086


de Marruecos y de la España
musulmana.
1o87-1132 . San Nicolás de Bari.

li

Después de 1088. Irnerius enseña 1088-1130. Cluny In•. 1088


el Derecho romano en Bolonia.
La cancillería pontifical restau-
ra el uso del «cursus» en los do-
cumentos oficiales.
Hacia 1090. Invención de Ja brú- 1090
jula en China ..

1091-1116. Episcopado de Yves de


Chartres. Esplendor de la escue-
1091
la episcopal de Chartres.
1093· Comienzo de la construc-
ción de la catedral de Durham:
la primera ojiva.
1093H156. Abacial de María-
Laach.
1094-1098. San Anselmo: Cur 1094
Deus Hamo: los problemas teo-
lógicos y filosóficos de los dog·
mas de la Encarnación y Ja Re-
dención.

555
LA CIVIL.IZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1095 1095· Gran hambre en Bélgica. 1095. Urbano 11 predica en Clcr-


mont la 1 Cruzada.

1096 1096-1097. Ola antisemita: ma- 1096. Roberto de Arbrissel fun


tanzas de judíos por los cruza- da la orden de Fontevrault.
dos populares en marcha hacia
Tierra Santa.
1097 1097. Constitución del condado Hacia 1097. Primera imagen de
de Portugal. un rastrillo (tapicería de Ba-
yeux).
1098 1098. Principado de Edesa y An- 1098. Fundación de la orden ci'
tioquía. terciense por Roberto de Me ;.
lesmes.
1099 1099. Toma de Jerusalén por los 1099. Formación de Ja Compa-
cruzados . gna de Génova: los mercaderes
Fundación del reino franco de y la política urbana.
Jerusalén. Manifestación comunal en Beau-
vais.

1100 1100-1135. Enrique 1 Beauclerc, 1100. Convención comercial entre Hacia 1100. Difusión de las <l<H
rey de Inglaterra. Venecia y el reino de Jerusalén. trinas cátaras en Italia y en d
Hacia 1100. Comienzo de la de- sur de Francia.
secación de los pantanos de La orden de Cluny cuenta tor1
Flandes : «poldersn. Comienzo 1 .450 casas.
del esplendor de las ferias de Ja
Champaña.
Principios del siglo XII. Primeros
tratados de derecho feudal
(coutumiers) en Inglaterra.
Redacción de cartas de contratos
de vasalla je en el sur de Francia
y en los países del Ródano.
Entre 1100 y 1150. Período deci-
sivo de la conquista agraria .
Progreso de los cereales.
1101, 1001. Roger 11, rey de Sicilia.
1103. Guillermo de Champea11 ~
1103
dirige la escuela episcopal •1 11
París.
Querella de los univenales.
TABLAS CRONOLóGICAS (1095-1103)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

Fin del siglo xi. Moda de las cor- 1095. Comienzo de la construc-
tes de amor en Aquitania. ción de la iglesia de San Mar-
cos de Venecia.
ccViaje de consagración» de Ur-
bano 11 por Francia: Saint-Mar-
tial de Limoges "; Cluny III "·
Fin del siglo XI. Wiligelmo: es·
culturas de la catedral de Mó-
dena.
1096-1132. Vézelay, iglesia de la 1096. Los seljúcidas exterminan 1096
Magdalena. a los cruzados populares cerca
de Nicea.

1097. Bordado de Bayeux llama-


do <cTapicería de la reina Ma-
tilden.
1098

1099. Lanfranc comienza la cate- 1099


dral de Módena (terminada
en 1184), obra maestra del arte
románico en Italia.
1099-1118. San Clemente de
Roma.
Hacia 1100. Estudios seculares en Hacia r 100. Basílica románica de Hacia r 1 uo. Formación del lm- 1100
1 Montpellier (Medicina). San Ambrosio de Milán: l>óve- perio inca.
Poesía latina de Hildeberto del da sobre nervaduras. Mosaicos de Dafni.
1 Mans: renacimiento poético del Esculturas de Moissac. Mezquita de lspahán.
siglo XII. Comienzos del siglo XII. Esplen-
Anselmo de Laón (t 1117) : Li- dor artístico de Ceilán: monu-
bro de las sentencias. mentos de Polonnaruva.
Hacia 1100-1127. Canciones en
lengua de oc de Guillermo de
Poitiers, duque de Aquitania.
Hacia r 100-1110. Elucidarium de
Honori us Augustodunensis, el
vulgarizador de la edad romá-
nica.

1101
'

1103
r

557
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1104 l 104. Primera herrería («farga»),


mencionada en Occidente (Ca-
taluña).

11 00 Victorias almorávides
1106-111 i.
en España.

1108 11o8-1137. Luis VI el G-Ordo, rey 1108-1109. Comunas de Noyon y 1108. Fundación de la abadía dt·
de Francia. Beauvais. Saint-Victor en París, hogar dl'
la pre-escolástica mística.

1110 Entre 1110 y 1140. De diversis ar-


tibus, del monje alemán Teófi-
lo, primer manual técnico de
Occidente.

1111 1111-1118. Luis VI derriba el cas- 1111. Pisa obtiene privilegios co-
tillo de Puiset y pacifica el do- merciales en el Imperio bizan-
minio real. tino.

1112 1112 . Revolución comuna l en 1112. San Bernardo entra en Ci-


Laón . En ella muere el obispo. teaux.

1113

1114 1114 . Carta de Caridad: primer


estatuto de Citeaux.

1116 1116. Sublevación de la pobla-


ción de Santiago de Compos-
tela contra el obispo Gelmírez,
constructor de la catedral romá-
nica.

1117. El abad de Marmoutier


(Alsacia) reemplaza las «Corveas»
por los pagos en dinero.

1118 1118. Los aragoneses se apoderan 1118-1122. Abelardo y Eloísa.


de Zaragoza.

558
TABLAS CRONOLóGICAS (1104-1u8)

ACONTECIMIENTOS
,1 CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

bespués de 1104. Guiberto de 1104


Nogent: Historia de la I Cru-
zada (Gesta Dei per francos),
Autobiografía (De vita sua); Tra-
tado (crítico) Sobre las reliquias.

1106

1108. La segunda iglesia de San 1108. Alexis Commeno obliga a 1108


Clemente de Roma (que igno- Bohémond a prestarle homena-
ra el arte románico) reproduce je por Antioquía.
el estilo paleocristiano.
R énier de Huy: pila bautismal
de Saint-Barthélemy de Lieja,
obra maestra del arte del Mosa.
1110-1120. Esculturas de Saint. 1110
Sernin de Toulouse.

1111

1112-1152. Reinado de Suriavar- 1112


man II, rey de los Kmers.
Construcción de Angkor-vat.
;
1113-1125. Vladimiro II, prínci-
pe de Kiev.
1114-1126. Bernardo, maestrescue- 1114
la y canciller de Chartres.

1116

i
i
.1
1

Antes de 1118. Crónica de Jos Juan II Commeno,


1118-1143·. 1118
duques y príncipes de Polonia emperador bizantino.
por Gallus Anonymus.

559
LA CIVILlZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

l ll9 1119.Fundación de la orden del


Temple.

1120 1120-1150. Aparición de los pri- 1120. San Norberto funda la or-
meros estatutos de oficios en den Premontrense: monjes cam-
Occidente. pesinos.
Hacia 1120. El benedictino Ru -
perto de Deutz d efiende el mo
naquismo tradicional.

lUl

ll2.ll 1122. Concordato de Worms, fi11


de la Querella de las investid u-
ras.
Suger, abad de Saint-Denis.
1122-1156. Pedro el Venerable,
abad de Cluny.

1124 11 24. Enrique V ataca en vano a 1124-1126. Gran h ambre en Oc- 1124. Muerte d el herético Pedro
Luis VI. cidente, especialmente en Bélgi- de Bruys.
ca. Esfuerzos del conde de Flan-
des para combatirla.
1125-1155. Anselmo, obispo de ·
Havelberg: preparación de l;1
ofensiva misionera, conversacio-
nes teológicas con Jos bizanti
nos, teoría evolutiva de los E~ ­
tados de la Iglesia .
Entre 1125 y 11 30. El Liber <lr.
diversis ordinibus confirma d
pluralismo católico.
1127 u 27. Las ciudades Hamencas ob-
ti enen cartas de franquicia.

Comuna en Marsella.
i 12 8 .

i 130. Comienzo de la serie de Jos


condes reales en el Exchequer
de Inglaterra.
TABLAS CRONOLóGICAS (u19-1130)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1120. Liber floridus, enciclope- 1 120- 1138. Fachada de San Ze- 1120
dia ilustrada de Lamberto de nón de Verona.
Saint-Omer. Después de 1120. Saint-Front de
1120- 1154. Enseñanzas de Guiller- Périgueux; catedral de Autún.
mo de Conches en Chartres:
«El estudio de la sabiduría rei-
vindica al hombre entero ».
121-11 58.Traducción latina d e 1121
la Nueva Lógica de Aristóteles
(por oposición a la Antigua Ló-
gica conocida por Beocio).
1122. Abelardo: Sic et non, ex- 1122. Dinastía beréber de los al- 1122
posición de las divergencias en- mohades en Marruecos.
tre las «autoridades», o primer
discurso del método escolástico.

1124

1125. Muerte de Cosmas, «el h e- 1125


terodoxo checo», autor de una
Crónica ele Bohemia.
Hacia 1125. Hugo de Saint-Víc-
tor: De sacrarnentis, teología de
los sacramentos.
11 25-1153 . El arzobispo Raimun-
do de Toledo hace traducir los
textos árabes al latín.
l!acia 1127. Foulques de Char- u27. Zenghi se apodera de Mo - 1127
tres: Historia de Jerusalén: los sul.
colonos cristianos en Tierra 1 127-1128. Los Kitat invaden la
Santa. China del Norte. Los Song se
repliegan a Nankín.
1128
1 130. San Bernardo: Elogio de Hacia 1 130-1147. Catedral de
la orden del Templ e. Tournai.
11 30- 11 47 . Abadía cisterciense d e
Fontenay.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEV AL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1134 1134. El capítulo general de los


cistercienses regula el empleo de
los obreros agrícolas asalariados.

11 35

1137 ll37-1180. Luis VII, rey de Fran-


cia.
1137. Luis VII se casa con Eleo-
nor de Aquitania.

l I38. Comienzo de las rivalida- 1138. Primera mención segura de


des entre güelfos y gibelinos en un ccmolino» de curtido (cerca 1
Italia. de Chelles).

1139

1140. Portugal se convierte en 1140. Concilio de Sens: San Ber·


reino. nardo hace condenar a Abelar.
do. Sermón de San Bernardo.
De Conversione, para apartar a
los clérigos de las escuelas ur.
banas hacia el claustro.
TABLAS CRONOLóGICAS (1131-1140)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
E N EL RESTO DEL MUNDO

113 1-1148. Catedral de Ccl"alú (Si-


cilia).

1132. Deambulatorio de Morien-


val (Oise).
1132-1144. Reconstrucción de
Saint-Denis por Suger: comien-
zo del gótico, apogeo de las ar-
tes menores y renovación de la
iconografía.
1
1134

facia 1135. Didascalicon de Hu- 1135-1204. Maimónides, teólogo 1135


go de Saint-Victor: programa judío en El Cairo.
ampliado de las artes liberales.
13·5. Gedofredo de Monmouth :
Historia regnum Brittaniae, una
historia nacional.

1137

1138-1139. De aedificio Dei de


Gerhoh de Reichersberg: todas
las profesiones llevan a Dios.

lacia 1139. Guía del peregrino 1139


a Santiago de Compostela.

lacia 1140. Decreto de Gracia- 1140. Capilla palatina de Paler- 1140


no, fundamento del corpus de mo, cccofre de maravillas de las
Derecho canónico. Mil y Una Noches desplegado
11 Dernard de Ventadorm: Chan- en forma d e santuario".
sons. Hacia 1140. Nave de la catedral
!lacia 1140-1150. Liber Scivias de de Sens: gótico con tribunas.
Hildegarda de Bingen : ciencia Pies de cruz de Saint-Denis y de
y mística. Saint-Benin.
Hacia 1140-hacia 1175. Godefroy
de Huy, orfebre mosano.

44
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1141. Pedro el Venerable hace


traducir el Corán al latín.

1142

1143 1143· Fundación de Lübeck.

1144 1144. Godofredo Plantagenet, du- 1144-1146. Gran hambre en Oc-


que de Normandla. cidente.
1145. Eugenio III, monje cister-
ciense, elegido papa.
San Bernardo predica contra el
catarismo en Albi.
San Bernardo predica la II Cru.
zada en Vézel.ay.

1146. Arnaldo de Brescia, discí-


pulo herético de Abelardo, hace
triunfar la revolución en Roma.

1147 1147. «Cruzada» en los paísei


bálticos.
1148. Fracaso de la 11 Cruzada
ante Damasco.

1149. El conde de Flandes lleva


a Brujas la reliquia de la San-
ta Sangre.
Hacia ¡.¡50. Progreso de la colo- 1150. Otón de Freising, tío de
nización germánica al este del Federico Barbarroja, ve con es-
Elba. Conquistas de Alberto el tupefacción a los artesanos y los
Oso. comerciantes honrados en las
ciudades italianas.
Hacia 1150. Primera organiza.ción
de la Universidad de París.
TABLAS CRONOLóGICAS (1141-1150)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

Hacia II42. Hugo «el Primado»,


príncipe de Jos goliardos en el
Barrio Latino.
1142. Orderico Vital: Historia
eclesiástica, Ja historia vista por
un normando.

u43. Traducción del Planisferio u43. Iglesia greco-árabe de Mar- ll43-II80. Manuel Commeno, 1143
de Ptolomeo. torana en Palermo. emperador bizantino.

u44. Toma de Edesa por Zen- u44


ghi.

1145. Roberto de Chester tradu- u4.5-u55. Esculturas del Pórtico 1145


ce el álgebra de Al-Kharizmi. Real de Chartres. Primera re-
Carta de Oro (carta a los her- presentación de la Virgen con
manos de Mont-Dieu), de Gui- el Niño.
1 llermo de Saint-Thierry: diálo-
go místico entre cistercienses y
cartujos.
Hacia i 145. Cantar de Mío Cid.
i 146. Advenimiento de Nuraddin
en Alepo.

1147

1148. Cosmografía de Bernardo i 1.f8. Mosaicos del coro de la ca-


Silvestre: popularidad de Jos tedral de Cefalú.
temas pitagóricos y platonianos
en Chartres.

i 149. Nueva basílica del Santo 1149


Sepulcro de Jerusalén.

Hacia i 150. Otón de Freising: u50-M74. Nave de la catedral Hacia 1150. Fundación de Moscú.
Gesta Frederici, el mito impe- del Mans. División política en China.
rial; Historia de Dos Ciudades,
la historia en la edad feudal.
Jaufré Rudel canta «SU amor de
tierra lejana».

'
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

Segunda mitad del siglo XII.


Aumento de la circulación mo-
netaria.
Una redención pecuniaria, el
ccecuagen, reemplaza al servicio
militar de los vasallos de la co-
rona en Inglaterra.
u 5i. Gran hambre, sobre todo
en Alemania.
1152. Eleonor de Aquitania, re-
pudiada por Luis VII, se casa
con Enrique Plantagenet.
11 53 1153-1184. Enrique lI Plantage- 1r53. Trescientos cincuenta y tres
net, rey de Inglaterra. monasterios cistercienses.

1154 1r54. Federico Barbarroja conce.


de privilegios a los maestros y
a los estudiantes de Bolonia.

11 55 u55-1190 . Federico Barbarroja, 1155. Adriano VI proclama el 1155. El rey de Francia va en


emperador. derecho de los siervos para ca- peregrinación a Santiago de
sarse libremente. Compostela.
Carta de franquicia de Lorris.
1158. Fundación de la orden de
Calatrava.
11 59 u59-u8i. Pontificado de Alejan -
dro III: lucha contra el Im -
perio y legislación canónica.
1160 Hacia u6o. Comienzo de la ex- l 160. Cofradía del Espíritu San-
plotación de las minas de hierro to en Montpellier.
en el Delfinado.
La Hansa germánica abre una
sucursal en Vis by.
1161

1162. Toma y destrucción de Mi- u62. Gran hambre en Occidente.


lán por Federico Barbarroja. El ccestatuton de Guillermo II
de Forcalquier sobre las hij as
dotadas, testimonio de la feu-
dalidad en Provenza_

566
TA"'BLAS CRONOLóGICAS \1151-1162)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1152. Pedro Lombardo: Libro de


las sentencias, un «text-bookn de
la escolástica .
n53-1220. Catedral gótica de No- 1153
yon.
1153-u91. Catedral gótica de Sen-
lis.
1154. Toma de Damasco por Nu- 1154
raddin.

1155. vVace: Roman de Brut.


1155-u70. Thomas: Tristán e
/solda.

!158. Ocupación de Antioquía


por Manuel Commeno.
1159. Juan de Salisbury: Poly- 1159
craticus, tratado de economía
política .
1160. Roman d' Eneas. 116o-1207, Catedral gótica de 1160-1181. Alteraciones políticas u6o
Hacia 1160. Los Nibelungos. Laón. en el Japón.
Canciones de María de Francia.

Hacia u61-1167 . El <<archipoeta»,


príncipe de Jos poetas goliárdi-
cos en Colonia.
ll6~

.:
LA CIVILIZACiúN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y l\ULITARES Y SOCIALES

1163. Alejandro III prohíbe a los


monjes los estudios de Medici -
na y_ Derecho.

i 165. Toma de Roma por Fede- 1165. Canonización de Carlo-


rico Barbarroja. magno.
Conferencia de católicos y de
cátaros en Lombers .
1167. Concilio cátaro en Sainl-
Felix-de-Caraman.
u68

1170 1170. Asesinato de Thomas Bec-


ket.

1171

1172 1172. Nave con tres velas y ga-


lera de 25 remos en Venecia.

1173 1173-1196. Bela Ill, rey de Hun- 1173. Nacimiento d el movimicn·


gría. to valdense.

1174 u74-1184. Balduino IV de Jeru- i 174. El conde de Champagne, 1174. Canonización de San Bcr
salén, el rey leproso. Enrique el Liberal, crea «guar- nardo.
dasn de las ferias para asegurar Peregrinación de Enrique Il :1
su custodia y buen funciona- la tumba de Thomas Becket.
miento.
Privilegios del papa Celesti-
no III a los maestros y estu-
diantes de París.
TABLAS CRONOLúGICAS (u63-1174)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1163"1260. Notre- Dame de París.

1164. Fundación en Dinamarca


de un monasterio encargado de
escribir los anales del reino.
u65 . Benoit de Sainte-More:
Ro man de Troie .

l168-1183 . Actividad literaria de Hacia 1168. Establecimiento de 1168


Chrétien de Troyes. los aztecas en Méjico.
Hacia 1170. El Livre des manii::- Hacia ll70-1180. Se termina Ja 1170. Minarete de la Giralda de
res, de Etienne de Fougeres, construcción de Saint-Trophime Sevilla .
crítica de los «estados del mun- de Arles .
do».
Después de 1170. Guillermo de
Tiro : Historia (Historia de Tie-
rra Santa) .
Entre 1170 y 1200. El Romarl
d' A lexandre .
1171 . Nave de Ja catedral de 117 1. M alanza de los venecianos
Tournai. en Constanti nopla.
Salarlino suprime el califato fa-
timida.
r172-1189. Abadía de Monreale
fundada por Guillermo II de Si-
ci lia (puertas de brnnce de Ilon-
nano de Pisa).

r174. Guernes de Pont-Sainte-Ma- 1174. Campanile de Pisa (torre 11 74


xence: Vida de Santo Tomás inclinada, terminada en el si-
Becket. glo x1v).

569
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

117,5. Federico Barbarroja, venci- Después de 117,5. Aparición del


do en Legnano por las comunas contrato de comanda en Génova.
de la Liga lombarda. Escuela comunal en Gante.

u76. La confiscación de los bie-


nes de los campesinos por el tri-
bunal de Northampton muestra
la diferenciación de las fortunas
campesinas (de 6 dineros a 70
sueldos).
u77. Entrevista de Venecia, en- 1177. Raimundo V de Toulousr
tre Barbarroja y Alejandro III. expone el peligro cátaro en un:i
carta al Capítulo de Citeaux.

1179. La Iglesia reclama seguri-


dad para los viajeros, los campe-
sinos y Jos mercaderes.

1180 u80-122;t. Felipe Augusto, rey de 1180. Federico Barbarroja conde- r 180. Condenación de los valden -
Francia. na a Enrique el León a la pér- ses por la Iglesia.
dida de sus feudos de Imperio.
Hacia u8o. Aparición del molino
de viento en Normandía y en
Inglaterra.
Apertura del antepuerto de
Damme (Brujas).

118~

1183. Paz de Constanza. Federico


Barbarroja reconoce la libertad
de las ciudades lombardas.
1184. San Bénézet construye el 1184. Institución de la inquisi
puente de Aviñón. ción episcopal.
1185. El Assise au comte Ceo/-
fray: Ia feudalidad en Bretaña.

570
TABLAS CRONOLóGICAS (u75-u85)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

u75. Roman de Renart. 1175. Catedral de Cantorbcry.


Hacia 1175. .Puertas de bron<:e
(prohahl e 1n cnlc proced entes de
talleres de la región del Mosa)
de la catedral de Cniczno.
1176. Los bizantinos son aplasta-
dos por los turcos en M yrienke-
f;tlon. El Asia Menor se convier-
te en tierra turca.

¡¡78. Antelami esculpe el Descen-


dimiento de la Cruz de la cate-
dral de Parma.

Hacia 1180. Herrada de Lands- u So


berg: miniaturas del Hortus de-
liciarum "'·
1180. Puertas de bronce de Bon-
nano en la catedral de Pisa_

1182·- Chrétien de Troyes: Per-


ceval.

1
u83. Pórtico gótico de la Gloria
de Santiago de Compostela.
:
!

Hacia u85. Tractatus de Amore, 1185. En el Japón, los Minamoto


t de Andrés de Chapelain: la he- imponen su poder y fundan Ka-
rejía del amor cortés . makura.
IFinales del siglo XII. Bertrán de
l Born: Sirventes.

57 1
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS 1 Y MILITARES Y SOCIALES
HECHOS RELIGIOSOS

1186 1186. Los magistrados de Verona


reparten entre 180 familias de
colonos la villa franca, abierta
al cultivo después de la cóns-
trucción de un canal de drenaje.
1187. Torna de Jesuralén por Sa· 1187-u89. Glanvill: Tratado de
ladino. las leyes y de las costumbres del
reino de Inglaterra .
1189-1199. Ricardo Corazón de u89-1191. 111 Cruzada.
León, rey de Inglaterra.
ll90 1190-1199. Enrique IV, empera- 11go. Fundación de los Caballero.•
dor. Teutónicos.
,
1

u91. Torna de San Juan de Acre 1191. Primera mención del sorgo Fin del siglo XII. Pietismo judío
por loo cruzados. Conquista de en Italia. renano.
Chipre por los Lusignan.
ll9!? ll92'. Emisión de la «moneda
gruesa» en Venecia.
1194 1194. Enrique VI, rey de Sicilia. Fin del siglo xn. Aparición de la
brújula en Occidente.
Primeros tratados de derecho
feudal («couturniers>>, «Rechts-
büchern) en Francia y en Ale-
mania.
1196 ug6- 1197. Gran hambre en Oc-
cidente.
ug6-ug8. Felipe Augusto hace
redactar las primeras «cartas»
de homenaje de los grandes va-
sallos.
1197 1197. Canonización de San J 111
mobono, mercader de Cremo1111
TABLAS CRONOLóGICAS (u86-1197)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1186

1187-12o8. Abadía de Fossanova, 1187


importación del gótico cistercien-
se en Italia.
1189
Entre 1190 y 1200. Hacia la 1190-1274. Catedral de Bamberg. 1190-1210. Progresos musulmanes 1190
muerte, de Helinand. en el norte de la India.
11 Hacia 1190-1195. De la miseria
de la condición humana: el pe-
simismo medieval, por el futuro
Inocencio III.
Hacia 1190 . El cisterciense Joa-
quín de Flora (Concordia Vete-
ris et Novi T estamenti, Exposi-
tio in Apocalypsim) fija el fin
del mundo feudal para el año
1200.
1191

u92-1210. Catedral de Bourgcs . 1192. Instauración del sogunato


en el Japón.
Después de 1194· Chartres. Cate- 1194
dral gótica y vidriera de la Cru-
cifixión.

11g6. Baptisterio de Parma (ba- 1196


jo relieves de los meses, de An-
tclami).

1197. En Mongolia, advenimiento u97


de Tchinggiz-Kan (Gengis Kan).
1197. Fundación del Imperio in-
ca por Yupanqui.

573
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1198 1198 . San Juan de Mata funda l:i


orden de los Trinitarios.
ugS-1216. Pontificado de Inocc11
cio III.

11 99 1199-1216. Juan Sin Tierra, rey ugg. Primeras representaciones


de Inglaterra. de un navío con castillo de proa
(sello de Dunwich).
1200 lWO a 13'5º· Mil doscientas al-
deas fundadas por los colonos
alemanes en Silesia.
uoo. Fundación de Riga. ccCar-
ta feudal» del Hainaut.
Privilegios de Felipe Augusto a
la Universidad de París.
Entre r200 y 1225. Ruán arde
seis veces.
1202 1202 . Felipe Augusto confisca los 1202. Muerte de Joaquín <ii'
feudos franceses de Juan Sin Flore.
Tierra. IV Cruzada .

1203

1204 r204 . Toma de Constantinopla Después de r204. Los genoveses


por los cruzados . fundan las sucursales comercia-
Fundación del Imperio latino de les de Caffa y Tana.
Oriente y de la Romanía vene-
ciana.

1205 1205. Batalla de Andrinópolis: el


emperador latino de Constanti-
nopla, prisionero de los búlga-
ros.
1206

1207 1207. Misión de Santo Domingo


en país albigense.

1208 1208. El papa pronuncia el in -


terdicto sobre el reino de Ingla -
terra.

574
TABLAS CRONOLÓGICAS (1198-12-08)

1
1
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA
ACONTECIMIENTOS
EN EL RESTO DEL MUNDO
FECHAS

1
u98. Muerte de Averroes. 1198
f
1

1199. Dialogus miraculorum, de 11 99


Cesáreo de Heisterbach.

' fiacia_ 1200. Apogeo de los Min- Hacia 1200 . Altar esmaltado de Hacia 1200. Ruina de la civiliza- 1200
i 1 nesanger. Klosterneburgo, obra del orfe- ción maya.
Wolfram von Esch enbach: Par- bre del Mosa Nicolás de Verdún .
1
zival. Relicario de los Reyes Magos de
1
Jean Bodel: El ]eu de Saint-Ni- Colonia.
colas.
11

1 ~02.
1

Leon ardo Fibonacci de 1w2. Reconstrucción del baptis- 1202


Pisa: Liber abbaci, lo que el terio de Florencia («il bel San
mercader cristiano puede utili- Giovannin), cuya decoración será
zar de la aritmética árabe. la escuela de los principales pin-
tores italianos del siglo xm.
1202-1300. Catedral de Ruán.

~omienzos del sigfo XIII. Rober- 1203. Caída <le la dinastía bizan- 1203
1
to de Boron: Roman du Saint- tina <le los Anges.
1 Graal. Aucassin et Nicolette.
1 ~04 .Unificación de la Mongolia
por Gengis Kan ..

1205. Teodoro Lascaris, empera-


dor griego de Nicea.

l)espués de 1206. Roherto de Cla- 1206


ri: Conquete de Constantinople.

1208

'I

575
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1209 1209. El Concilio de Aviñón pro- 1209. Primera comunidad franci s-


híbe las danzas, carreras y jue- cana.
gos en las iglesias. Comienzo de la cruzada contr;1
los albigenses.

1.1? 10 Hacia 1210. Los cónsules son 1210. Prohibición a los maestros
reemplazados por Jos «podestasn parisienses de enseñar la Meta-
en los municipios italia nos. física de Aristóteles.

1211

1212. Victoria de los cristianos de 1212. Felipe Augusto hace cons- 1212 . Fundación de las Clarisas.
España en las Navas de Tolosa. truir un primer recinto alrede-
dor de París.

1213 1213. Simón de Montfort, vence- Primer tercio del siglo xm . Apa -
dor de los albigenses en Muret. rición del nombre de C:íbala en
Juan Sin Tierra, vasallo de Ja el «calln judío de Gerona.
Santa Sede.
1213-1276. Jaime el Conquista-
dor, rey de Aragón y Cataluña.

1214 12·14.Victorias francesas de La 1214 . Los primeros privilegios


Roche-aux Moines y de Bouvi- concedidos a la Universidad de
=· º~~-
1215 1215 . La Carta Magna en Ingla- 1.215. Estatutos de Roberto de 1215. Cuarto Concilio d e Letrán :
terra . Courson para la Universidad de aprobación de la orden de los
París. Framenores; comunión anual
obligatoria; medidas antisemi -
tas (vestido y signo distintivo
impuestos a los judíos).

IJ?I6 1216. Federico II, rey de Jos Ro- 1216-12·27. Honorio III, papa .
manos , Aprobación de la orden de lo~
1216-1272. Enrique III, rey de Padres Predicadores.
Inglaterra. 1216. Honorio III aprueba lm
beaterios.

1217-12.63. Haakón II el Viejo 1217-12·18. Hambre en Europa


convierte en hereditaria la roo- central y oriental.
narquía de Noruega .
TABLAS CRONOLóGICAS (uo9-i.u7)

ACONTECIMIENTOS
1 CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1~09. Gengis Kan ataca la China. 1209

Hacia uno. Redacción de Jos Mi- 1210


lagros de Nuestra Señora.
Hacia 1210-1240. Ruralización del
Minnesa ng: Neidhart y la poe-
sía ciudadana de corte.

1211-1311. Notre-Dame de Reims. 1211

Pespués de 1212. Roberto d e 1212


Auxerre: Cronología .
1222,-1218. Villehardouin : Histoi-
re de la conquéte de Constanti-
nople.

1213. Guillermo de Tudela: 1213


Chanson de la croisade albi-
geoise.

1214

1215. Los mongoles se apoderan 1215


de Pekín.

1216

1 Después de 1217. Coro de la ca- 1217


tedral del Mans.

577
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

un8. Fundación de Rostock. 1218-1222. V Cruzada.

12·19.Gran inundación del mar


y hambre en Frisia.

l 2 2·0-12'5 'º. Federico Il, empera- Hacia 1220. Dibujos del álbum 1220. Mártires franciscanos en ¡
dor. de modelos de arquitectura y de Marruecos.
máquinas de Villard de Honne-
court.

1221

1222 1222. Andrés II de Hungría se


ve precisado a conceder la Bula
de Oro a los señores.

Luis VIII, rey de


122 3 -1226 . 1223. Honorio Ill aprueba la re-
Francia: adquisición del Poitou. gla franciscana.

1224 1124. El capítulo general de los 1224. Estigmas de San Francisco.


cistercienses autoriza la conce- 1224-1235. Roberto Grossetestc,
sión a censo de todas las gran- canciller de Oxford.
jas.
Reforma de la moneda de Pro-
vins, que se convierte en el ccfort
de Champagne», de igual valor
que el tornés.
1224-12·26. última hambre gene-
ral en Occidente en el siglo xm.

1225

1226-1210. Luis IX (San Luis), 1226. Muerte de San Francisco .


rey de Francia. Cofradía de los penitentes e11
Aviñón: reparación de Jos 111
trajes hechos al Santo Sacra111t·11
to por lo> albigenses.
TABLAS CRONOLúGICAS (1218-1226)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN E L RESTO DEL MUNDO

Después d e 12 18 . Mosaico s de Los mongoles conquis-


12 18- 12 2 7. un8
San Pedro ex Vincula en Rom a . tan el Asia Central y Persia.

i.:ng

1220. Gautier de Coincy: Mira- 1220. Esculturas de los meses en 1220. Tentativa de restauración 1220
1 cles de la Sainte Vierge. la catedral de Ferrara. imperial en el Japón.
L. Fi?onacci: Práctica de la geo- 1220-1270. Vidrieras de Chartres:

b metna.
espués de 1220. Eike von Rep-
gow: Sachsenspiegel.
«Notre-Dame de la Belle Ve-
rrieren.

1220-122r. Summa de Pablo de


Hungría, profesor dominico de
Derecho canónico en Bolonia.
Los dominicos y la sociedad.

122·1- 12·23'- Incursión mongola en 1221


Rusia.

1222

1223

224. Federico funda en Nápoles Abadía de San Galg-a-


1'224-1288. 1224
la primera Universidad del Es- no, modelo gótico en Toscana.
tado.

,I

Hacia 12·2 5. Anónimo: Lancelote 1225- 1240. Castillo de Coucy.


del Lago. Hacia 12 2 5. Abadía del Mont-
Saint-Michel : partes góticas.

h a,26. Cántico del Sol, de San 1226-1260. Catedral de Burgos.


Francisco de Asís.

579
45
LA CIVILIZACION DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1227. El Concilio de Tréveris re- 1227-1241.Gregorio IX, papa.


nueva la prohibición del présta- Excomunión de Federico 11.
mo con interés.
Venecia: primer r eglamento or-
ganizando la navegación y el
cargamento de los navíos.

Hacia 1228. Liber de regimene 1228. Canonización de San Fran·


civitatum, tratado de gobierno cisco.
urbano de Juan de Viterbo. Guillermo de Auvernia, obispo
de París.

1229 1229. Tratado de París. Anexión 1229-1231. Huelga en la Univer- 1229. Fundación de la Universi·
del Languedoc al dominio real. sidad de París. dad de Toulouse para luchar
Federico Il obtiene la cesión de contra la herejía.
Jerusalén por el sultán Alkamil.
Los aragoneses toman Mallorca.
Hacia 1230. Comienzo de parali-
zación de la expansión agrícola
en la región parisiense.

1231 u31. Constituciones de Melfi or- 12s:1. El papa Gregorio IX con-


ganizando el reino de Sicilia. fía la Inquisición a las órden c~
mendicantes.

1234 1234. Canonización de Santo Do·


mingo.

1235

1236. Estatuto de Merton, co-


mienzo de las «cercas» en Ingla-
terra.

580
TABLAS CRONOLóGICAS (1227-1236)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1227-1353_ Catedral de Tréveris. 1227. Muerte de Gengis Kan. Ad-


1227. Catedral de Toledo. vcnimiento de su hijo Ogodai.

1228. Fundación de la basílica


de Asís (iglesia inferior).

1229. Iglesia de los Jacobinos en 1229. Organización del Imperio u29


Toulouse. mongol, de la China al Irán.

Hacia 1230. Muerte de Walther Hacia 2230. El músico Perotino


von der Vogelweide, el último el Grande, maestro de coro de
de los grandes Minnesanger. Notre-Dame de París .
11230. Recepción de los comenta- 12·30-1.240 . Mosaicos de San Mar-
rios de Averroes sobre Aristóte- cos de Venecia.
les en Occidente.

1232-1235 . Summa de poeniten- Hacia 1232 . Alhambra de Gra-


tia: manual de confesores del nada.
¡ dominico Raimundo de Peña- 1232-1242. Invasión mongola en
. fort. Europa oriental.
.1
Hacia 1234· Guillermo de Lorris: 1234
Roman de la Rose (primera
parte).
¡234. Raimundo de Peñafort: De-
cretales.

.· 1235. Berlinghieri: retrato de San 1235


Francisco de Asís (Pescia).
Hacia 12·3 5· Gran período de los
escultores de Reims.
ui36-1242.Ogodai emite papel
moneda en China.

581
LA C.I VILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

i.237 1237.. Federico 11 bate a las fuer- 12·37. Apertura de la ruta del San
zas de las ciudades de Italia del Gotardo.
Norte en Cortenuova. Terminación del Ponte Nuovo
de Florencia.
1238. Toma de Valencia por los
aragoneses.

1239 1239. El Gran Consejo encarga-


do de vigilar al rey de Ingla-
terra apela al Parlamento.

1240. Revuelta de los prusianos i240. La burguesía comercial se


contra los Caballeros Teutóni- apodera del mando en Siena.
cos.

1241 1241-1243. Incursiones mongolas


en Polonia y en Hungría .

1242 i242 . San Luis detiene una inva- 1242. Primera representación de
sión inglesa. Victorias de Taille- un timón de charnela (sello de
burgo y de Saintes. Elbing).

1243 1243-1254. Inocencio IV, papa.

1244 i244. Los cnst1anos pierden de-


finitivamente Jerusalén.

1245 Entre 1245 y 1275. Redacción de 1245. El Concilio de L yón depo·


las costumbres campesinas en la ne a Federico II.
r egión parisiense. A bonos de
talla.
Liberaciones colectivas .
1246. Carlos de An jou, conde de H acia mediados d el siglo xm. 1246. El fr a n c i se ano Juan d1·
Provenza. Construcción d e los «Hallesn de Pian Carpino en la corte mo11 -
Ilrujas. gola.

1248. Toma de Sevilla por los 1248. Estatuto de los ebanistas 1248- 1.254. VII Cruzada. San L 11i ~
castellanos. de Bolonia (falegnami). en Egipto.
Derrota de Mansurá.
TABLAS CRONOLóGICAS (1237-1248)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1237

1239

1240. Robert Grosseteste traduce 1.240. Federico II hace construir 1240. Des trucción de Kiev por los 1240
la Ética de Aristóteles. Castel del Monte. mongoles.

124i. El arquitecto Villard de 124i. Los mongoles en Europa


Honnecourt trabaja en Hungría. central. Destrucción de Cracovia.
Crucifijo patético de Santa Ma- 1241-i.2,48. Reinado de Guyuc.
ría de los Angeles en Asís.

1243-1248. Sainte-Chapelle de Pa- 1243. Los scljúcidas son aplasta- l.243


rís: h acia el estilo gótico llo- dos por los mongoles.
rido.

1244

Hacia 1245. Rogelio Bacon ense- 1245. Abadía de Wcstminster. 1245


ña la Física en París.
1.245-1246. Enseñanza de Alberto
Magno en París.

Entre 1246 y 128z. Helmbrecht el Hacia mediados del siglo xm .


campesino (Meier Helmbrecht): Destrucción del Imperio khmer
los campesinos, héroes literarios. por los Tais.
1247-1272. Catedral de Beauvais.
1.248. Tomás de Cantimpré: Bo- 12·48. Comienzo de la construc-
num universa/e de apibus. ción de la catedral de Colonia.
1248-1255. Enseñanza de San
Buenaventura en París.
LA CIVILIZACiúN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECO:-<ÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1249 1249· Estatuto de las minas de


plata de Iglau.

1250. Muerte de Federico II. Co- Hacia 1250. Apogeo de los ban- Hacia u50. Mil cien conventos
mienzo del Gran Interregno queros lombardos (Asti y Pla- franciscanos en Occidente.
(1250-1273). sencia).
Hacia 1250. Constitución del Par- 1250. El Cante des vilains de Ver-
lamento de París. san, historia de la revuelta de
una aldea contra la abadía del
Mont-Saint-Michel.
Hausebandrie, de Walter de
Henley, tratado de agricultura.
Después de 1250. Nuevas libera-
ciones de siervos en Francia.

125 1. El Paradisus magnus trans-


porta 200 pasajeros y 240 tone-
ladas de mercancías de Génova
a Túnez.

1.252-1284. Alfonso X el Sabio, 1252- Aparición de la moneda de 1252. Inocencio IV autoriza a b


rey de Castilla: Códice de las oro en Génova y en Florencia Inquisición para utilizar la tor-
Siete Partidas. (florín). tura.

1253 1253· El más antiguo ejemplo de 1253-1254. Misión de Guillermo


descuento conocido. de Rubruk entre los mongoles.

1254 1254. San Luis: información so- 1254· Liga de las ciudades del 1254· Primera condenación de los
bre la gestión de los ccbailes». Rin. franciscanos ccespirituales».
1.254-1266. Manfredo, rey de Sici- Segundo tercio del siglo xm. Em-
lia y pretendiente del Imperio. pleo de cifras árabes y del cero
en Italia.

1255
TABLAS CRONOLóGICAS (1249-1256')

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1249

1250. Grand coutumier de Nor- 1250-1325. Catedrales de Siena, 1250. Los mamelucos toman el
1
mandie. Upsala y Estrasburgo. poder en Eg·ipto.
1250-1260. Bracton: Leyes y cos-
tumbres de Inglaterra.
Después de 12.50. Speculum ma-
jus, de Vincent de Beauvais:
vulgarización enciclopédica de la
1 edad gótica.

1252-1259. Enseñanza de Santo


Tomás de Aquino en París.

1253. Iglesia superior de Asís. 1253

1254. Conflicto entre regulares y 1254


seculares en la Universidad de
París.
Guillermo de Saint-Amour ataca
a las órdenes mendicantes en el
De periculis novissimorum tem-
poru.m, réplica al tratado joa-
quimita del franciscano Gerardo
de Borgo San Donnino (Intro-
ducción al Evangelio eterno).
1255. Jacques de Voragine: Le- 1255
yenda dorada, enciclopedia ha-
giográfica.
Hacia 1255. Mateo París: Histo-
ria majar, la historia vista por
un inglés.
1256. Muerte de Thibaud IV de 12·56. Miniaturas del Salterio de 1i56-1265. Hulagu, kan de Per-
Champagne, autor de Chansons. San Luis. sia.
LA CIVILIZACION DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS 1 Y MILITARES Y SOCIALES
HECHOS RELIGIOSOS

1257 1257. Bolonia libera a todos los 1257.. San Buenaventura, gener;il
campesinos de su contado. de la orden franciscana.
Fracaso de las tentativas de Jo~
seculares para apartar a Jos re-
gulares de la Universidad dr
París .
Roberto de Sorbón funda en Pa-
rís un colegio para teólogos.

1.258. Provisiones de Oxford.

1259 1259. Tratado de París: paz en-


tre Francia e Inglaterra.

u6o 126o. San Luis prohíbe el duelo Después de i26o. El molino de


judicial, llevar armas y la gue- viento se hace de uso corriente
rra privada. en Occidente.
Entre 1.260 y 1270. Etienne Boi-
leau: Livre des Métiers de París.

i262. 'P artición de la Corona de


Aragón : nacimiento del reino de
Mallorca.

1263. Escudo de oro en Francia. 126 3 . Motín anticlerical en Co·


1263-1264. Hambre en Bohemia, Jonia.
Austria, Hungría, Silesia.

1264. Dictadura de Simón de


Montfort en Inglaterra.
Los güelfos triunfan en Flo-
rencia.
TABLAS CRONOLóGICAS (1 257-1.264)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1258. Miguel VIII Paleólogo, em-


perador bizantino.
Destrucción del califato de Bag-
dad por los mongoles.
1
' j 259. San Buenaventura: Itinera- 1259
1 ria del espíritu hacia Dios, la
11 mística franciscana y escolástica.

Le Dit des regles, de Rutebeuf,


ataca a las órdenes mendicantes.

Hacia u6o. Rutebeuf: Mi la gro 1260. Nicola Pisano: púlpito del H acia 1200. Influencia de los nes- 1200
de Teófilo. baptisterio de Pisa (renovación torianos en la corte mongol.
1260-1285. Guillermo de Moerbe- de los relieves an tiguos) . 1260-1 294. Kubilai Kan, rey d e
ke, traductor d e Aristóteles. Hacia 1260. Pórtico de la Virgen los mongoles.
de Notre-Dame de París.
Apogeo de Bolonia como centro
mundial de manuscritos: copia
(manuscritos universitarios), ilu-
minación, comercio.
1261. Miguel VIII Paleólogo ex-
1:
pulsa a los latinos de Constan-
tinopla.

~26.11. Adán de la Halle : El ]eu 1262-1266. Saint-Urbain de Tro-


1 de la feuillée. yes: gótico florido.

11

I'

u64. Bruneto Latino: Livre du


Trésor, enciclopedia escrita en
francés para la belleza de la
lengua.
LA CIVILIZACION DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

Toma de Murcia por los 1265. Clemente V establece el de-


aragoneses. recho del papa a disponer <le ,
1265- 1268. Carlos de Anjou con- todos los beneficios eclesiásticos.
quista el reino de Sicilia.
1265-1267. Enrique III r establece
la prerrogativa Tea! en Ingla-
terra.
1266

1267. Expulsión de los gibelinos


y reorganización del p artido
güelfo en Florencia .

1268 1268. Muerte de Conradino, últi- 1268. Molinos de p apel en Fa-


mo d escendiente de Federico II. briano (Italia).

1269

1270. Muerte de San Luis ante 1270. Primera mención de un 1270. VIII Cruzada.
Túnez. mapa o carta marina en el Me- Condenación d e Siger de Bra
diterráneo (portulano ge nov és bante y del averroísmo.
para el navío de San Luis).
1271. La Francia de la lengua de 1271-1273. Hambre en ciertas re-
oc se une a la Francia de la giones alemanas .
lengua de oil desp ués de la
muerte de Alfonso de Poitiers.
1272-1 307. Eduardo I, rey de In-
gla terra .
1273-129.¡_ Rodolfo de Habsbur-
go, emperador.

u74 1274. Concilio de Lyón: unit'i11


de las Igl esias de Oriente y O•
cidente. Decreto inst ituyendo c•I
conclave.
El franciscano Gilberto de To11 1
nai ataca las interpretaciones y
la lectura en lengua vulgar d e In
Biblia por los beguinos (1>''
sean da lis Ecclesiae ).

588
TABLAS CRONOLóGICAS (1.265-1274)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1266. Rogelio Bacon : Opera 1266


(opus majus, opus minus, opus
tercium).
J266-12•74. Summa theologica, de
Santo Tomás de Aquino .

1268. Nicola Pisano: púlpito de 1268


la catedral de Siena .
26g. Carta sobre el imán (Epís- u6g
tola de Magnete), de Pedro de
Maricourt.
~-lacia1270. Rutebeuf: poesías. Hacia 1270. juicio Final en el
270-1290. La Chát e laine, de tímpano de la catedral de Bour-
Vergy. Le Chátelain de Coucy. ges.

1::7 1-1295. Viaje de Marco Polo a


Ja China y al Asia del Sudeste.

Después de 1·2 72. Cimabue: re-


trato de San t•rancisco de Asís.

1273
LA CIVILIZACiúN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS 1 Y MILITARES Y SOCIALES
HECHOS RELIGIOSOS

Entre 1275 y 1310. La compañía


Frescobaldi adelanta más de
120.000 libras al rey de Ingla-
terra. ·
Hacia 1275. El Vieil R entier, de
Ju an de Pomele de Audenarde:
inventario ilustrado de los ser-
vicios y pagos debidos ·p or sus
dominios.
1276. Raimundo Lulio funda u11
colegio para enseñar el árabe :i
los misioneros.
1277. Los Visconti , amos d e Mi - 1277. Una galera genovesa va de 1277. El obispo de París conde
lán. Italia a Flandes. na las doctrinas tomistas y aV<"
500.000 piezas de paño vendidas rroístas.
e n las ferias de Provins.
1278. Fin del gran reino checo 1278. Condenación del espiritual
de Ottakar II. Pierre-Jean Olive.

1279 1279. Bula Exiit qui seminat so


bre la fortuna de los francisf:i
nos.
1280 1280. Huelgas y motines urbanos Hacia 1280. Difusión del Zohar,
(sobre todo de obreros textiles) obra maes tra de la cábala teosú
en Brujas, Douai, Tournai, Pro- fica, atribuida a Rabi Simcó11
vins, Ruán, Caen, Orleáns y Bé- bar Yochai.
ziers. Jehan Boinebroke, regidor
de Douai, reprime la huelga de
los tejedores.
1280-12-82. Gran hambre en Bo-
hemia, Moravia y Polonia.

1281

128~. Vísperas sicilianas: los


franceses expulsados d e Sicilia y
reemplazados por los aragone-
ses.
1283. Los Caballeros Teutóniroi
completan la conquista de P rn·
sia.

590
TABLAS CRONOLóGICAS (1275-12811-)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

27.5. Juan de Meung: segunda 127:;. Creación de un obispado


parte del Roman de la Rose: ucslori a no en Pekín.
la escolástica anticortés.
Guillermo Durand: Speculum
judiciale, enciclopedia jurídica.
Cirugía, de Guillermo de Sali-
ceto de Bolonia: primera men-
ción de disecciones en la Edad
Media.
1276-1279. Caída de los Song. 127.6
Kubilai, amo de toda la China.

Hacia 1279. Somme le Roi, del


hermano Laurent: enciclopedia
moral.
/ Hacia 1280. Carmina burana, 1280. Iglesia dominica de Santa 1280
manuscrito Clm 4660 de Munich María de la Minerva, única igle-
(procedente de la abadía de Be- sia gótica de Roma.
nedictbeuern): antología de la Hacia 1280-hacia 1300. El taller
poesía goliárdica de los si- de los frescos de la basílica de
glos XII y XIII. Asís, escuela de la pintura ita-
liana.

1281. Kubilai ataca en vano al 1281


Japón.
último ataque mongol contra
la Siria musulmana.

282. Adán de la Halle: feu de 1282. Catedral de Albi. 1282-1328. Andrónico IJ, empera-
Robin et de Marion. dor bizantino.
1282-1321. Esteban Milutin reha-
ce Serbia.

J183. Philippe de Beaumanoir:


Coutumes du Beauvaisis: la feu-
dalidad concreta a finales del si·
gJo XIII.

591
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS 1 HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

1284. Batalla de la Meloria: Gé- 1284. Acuñación del ducado de 1284-12,85. Cruzada de Aragón.
nova suplanta a Pisa. oro en Venecia.
Las ferias de la Champagne pa-
san a estar bajo el coñtrol del
rey de Francia.

1285. Eduardo I somete el p aís 1285 . El estatuto de Westminster


de Gales. ex tiende las facilidades para
Carlos Il, rey de Nápoles. «cercar» los terrenos comunales .

1288 1288. Revuelta de los artesanos 1288 . Parte para la China e l


de Toulouse. franciscano Juan de Montecor-
vino.

1290 Finales del siglo xm. Aparición


del torno.
Inglaterra exporta treinta mil
sacos de lana por año.

1291. Caída de San Ju a n de


Acre: fin de la Siria franca.
Liga perpetua entre Uri, Schwyz
y Nidwalden: nacimiento de la
Confederación helvética.

1292. París cuenta con 130 oficios 1292. Interregno pontifical de dos
organizados. años. Raimundo Lulio, habien -
do abandonado a su familia, S('
hace terciario franciscano.

l.1193 1293.. Ordenanzas de justicia en


Florencia : 73' familias nobles
son desterradas y sus propieda-
d es expropiadas.

1294 1294. Guerra franco-inglesa por 1294-1295. Primera devaluación 1294. Celestino V, papa de «l:t
la Guyena . de la moneda por Felipe el Her- gran negativa".
moso. Elección de Bonifacio VIII.

1295

592
TABLAS CRONOLóGICAS {1284-1295)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

i2S4. I-Iundimienlo de las bóve-


das de la caLcdral de Bcauvais
(48 m.).

u8·5-1367. Catedral de Exeter.


1285. Madona Rucellai, de Duc-
cio en Siena: del bizantinismo
al preciosismo.

12S7. Embajada mongola en Oc-


cidente.
última incursión mongola en
Polonia.

i28'8. De magnalibus urbis Me- 1288. Comienzo de la construc- u88-13·26. Reinado del sultán 1288
diolani en honor de Milán, por ción del palacio comunal de turco Osmán l.
Bonvesin della Ripa. Siena.

p90- 13o8. Obras de J. Duns Sco- Hacia 1290. La «Virgen dorada», 1290
to, comienzo de Ja «posescolás- de Amiens.
tica » y fundamentos teológicos
de la Deuotio moderna.

i291-134i. Caledral de York.

1293. Los «priores» de Florencia 1293. Kubilai fracasa ante Java. 1293
deciden la construcción del Pa-
1
Jazzo Vecchio.

1294. Santa Croce en Florencia. 1294-1307·. Reinado de Timur, 1294


La obra de la catedral de Flo- sucesor de Kubilai .
rencia es confiada a Arnolfo di
Cambio.
1295. Dante: Vita nuova.

593
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES Y SOCIALES

ug6

1297. Eduardo I reconoce las pre-


rrogativas financieras d el Parla-
mento inglés.
El producto de la tasa real 1;0-
bre la lana inglesa es evaluado
en la quinta parte del valor de
todas las tierras inglesas.
La aristocracia veneciana se cie-
rra a los hombres nuevos (serra-
ta).
ug8 1298. Enlaces regulares por mar
entre Génova, Inglaterra y Flan-
des.

1300. Primera cita segura de los i300. Año del jubileo. Afluencia
lentes. de peregrinos en Roma.
Comienzos del siglo x1v. Difu-
sión de la letra de cambio en
Italia.
1302. Primera reunión de los Es- i302. Revuelta del «partido po- 1302. Bula Unam Sanctam.
tados Generales en París. pularn en las ciudades de Flan·
Las milicias comunales de Flan- des, Brabante y Hainaut.
des baten a la caballería fran-
cesa en Courtrai (batalla de las
Espuelas de oro).
1303. Atentado de Anagni. Muer.
te de Bonifacio VIII.

1304. Batalla de Mons-en-Pévele.

Hacia 13o6. Ruralia commoda,


de Piero de Crescenzi, summa
de la ciencia agrícola medieval.
1308-1314. Proceso y condena de
los Templarios.

594
TABLAS CRONOLóGICAS (u?g6-1 308)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1 1296. Comienza la construcción l!!!)Ü - 1 ~97.


Kmcrs y birmanos se 1296
de Santa María d e las Flores reconocen vasallos de Jos mon-
(Florencia). goles.
1296-1304. Giotto pinta Ja Vida
de San Francisco (Asís).

298. Liber Sextus de las Decre- 1298


tales.
298- 1301. Marco Polo: El libro
de las Maravillas.
Hacia 1300. Jacopone di Todi: Antes de 1300. Formación de Jos
Laudi. emiratos turcos de Asia Menor.

1302. Muerte de Arnolfo di Cam-


bio.

11
1 303 . Los catalanes en Asia Me-
nor .

1304-1308. Enseñanza de Duns 1304-1306. Giotto: frescos de la


Scoto en París. capilla Scrovegni, en Padua.
~go4-1309 . Joinville: Histoire de
Saint Louis .

595
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HECHOS POLÍTICOS HECHOS ECONÓMICOS


FECHAS y SOCIALES HECHOS RELIGIOSOS
Y MILITARES

1309 1309. El papado se instala Cll


Aviñón .
1310 13'!0· Concilio de Vienne.

1313 13 13. Enriqu e VIII muere en


Pisa : fin del sueño imperial.

1315 13'15. Batalla de Morgarten : vic- 1315· 13 17 . Gran hambre en Occi-


toria de los infantes suizos so- dente : revelación de la crisis
bre los Habsburgo. d el siglo xrv.
TABLAS CRONOLóGICAS (1309-.1315)

ACONTECIMIENTOS
CULTURA ESCRITA CULTURA NO ESCRITA FECHAS
EN EL RESTO DEL MUNDO

1309
1po-1315. Occam es tu<lia Teolo- 1310. Primera representación <le 1310
gía en Oxford. la Pasión (atrio de la catedral
de Ruán).
liacia 1313. Dante remata la Di- 1313
uma Comedia con el Paraíso:
un adiós a la Edad Media.
l 1 15. El maestro Eckhart enseña 1315
en el studiurn dominico de Co-
lonia.

• El asterisco designa los monumentos no existentes e n la actualidad.


DICCIONARIO
DE NOMBRES, TÉRMINOS
Y NOCIONES
Se encontrarán en las páginas siguientes, clasificadas por orden alfabé-
tico, todas las palabras importantes mencionadas en la obra. Unas van segui-
das simplemente de referencias al texto y las ilustraciones. Otras van acom-
pañadas de rúbricas en las que el autor desarrolla lo que no ha creído
oportuno exponer de manera detallada en el texto: biografías de persona-
jes preeminentes, instituciones, monumentos, palabras-clave en la civiliza-
ción medieval, etc. El diccionario contiene, además, referencias bibliográ-
ficas que no figuraban en las precedentes obras de la colección.
Principales abreviaturas utilizadas:
Pág. oo: referencia al texto o a las tablas cronológicas, concernientes ya a
una frase, ya al conjunto de una rúbrica.
!l. oo: referencia a las ilustraciones en negro.
lám. col. X: referencia a las láminas en color.
Palabras en VERSALITAS: referencia a otra rúbrica del diccionario.
BIBL.: referencia a las obras de la bibliografía que figura al final del libro.
Cf.: referencia a una obra concreta que hace referencia a su vez al artícu-
lo. El lugar de edición solamente figura en las obras colectivas.
Bibliografía de los edificios religiosos franceses citados a continuación:
i. Para el arte románico, los volúmenes, editados por provincias, de
la colección ((Zodiaque».
2. Con respecto a los monumentos, las Petites monographies des
grands édifices de la France (H. Laurens, ed.) para las catedrales de Amiens,
Beauvais, Bourges, Chartres, Laón, París; para las iglesias y abadías de
Cluny, Conques, Fontenay, Jumieges, Moissac, Saint-Benoit-sur-Loire, Sain-
te-Chapelle de París, Saint-Denis, Saint-Philibert de Tournus, Saint-Savin,
Saint-Sernin de Toulouse, Vézelay.

A se retira a Saint-Denis, donde no se entiende


con los monjes, a los que prueba la falsedad
ABELARDO. de sus tradiciones y de sus reliquias. Reanuda
La vida del «primer intelectual» de la Edad su enseñanza y compone quizás el Sic et non
Media nos es conocida gracias a su autobiogra- (pág. 468), el Discours de la méthode médié-
fía Historia calamitatum mearum («Historia de val y un tratado de Teología condenado por
mis desgracias»). Nacido en 1079 en el Pallet, el Concilio de Soisons en 1121 (pág. 133). Re-
cerca de Nantes, hijo de un pequeño noble fugiándose con sus discípulos en las soledades
bretón, estudia en París y pronto eclipsa a su cercanas a Troyes, funda allí un oratorio de-
maestro GUILLERMO DE CHAMPEAUX. Abre escue- dicado al Paráclito. Más tarde, tras un episo-
la en Corbeil, después en Melun y, más tarde, dio trágico-cómico en un convento bretón (en
en la montaña de Sainte-Genevieve. Estudia donde los monjes, a los que reprocha su sal-
Teología con Anselmo de Laón. Convertido en vajismo, intentan envenenarle), regresa a Pa-
amante de la joven Eloísa, es mutilado por rís para enseñar, y escribe, entre otras (1122-
instigación del tío de la muchacha. En 1118 1140), la Historia calamitatum mearum, una

601
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Jntroductio ad theologiam, y el Scito teipsum. ADAN DE LA HALLE.


Denunciado por Guillermo de Saint-Thierry y Poeta y músico, nacido en 1240, muerto en
SAN BERNARDO (pág. 210), es condenado, tras 1288, originario de Arrás, el mayor centro li-
una intervención poco delicada de San Ber- terario urbano durante el siglo xm, animado
nardo, por el Concilio de Sens (1140), contra por el Puy, academia local, especie de asocia-
el que apela en vano ante el papa. Al fin, en- ción religiosa y literaria en la que fraterniza-
cuentra refugio en Cluny, cerca de PEDRO EL ban juglares y los ricos burgueses que los pa-
VENERABLE, Deja inacabado un Diálogo entre trocinaban. En el curso de su agitada existen-
un filósofo (acaso musulmán, según J. Jolivet), cia que, después de haberle hecho, entre 1260
un judío y un cristiano, y muere en 1142. Abe- y u75, el gran poeta de Arrás, le condujo a
lardo es un lógico para el cual la Teología no París, a la corte de Carlos de Anjou, y a Ita-
puede pasarse sin la Dialéctica. Según Víctor lia, donde murió, compuso una obra impor-
Cousin, es el «Descartes del siglo xun. Sin em- tante y variada: poemas personales (Le Con-
bargo, no es un «racionalista», sino un utili- gé), dramas y comedias musicales como Le ]eu
zador sistemático de las artes del trivium, «el de la Feuillée o Le ]eu de Robin et Marion,
peripatético del Palletn. epopeyas como Le Roí de Sézille, es decir, el
(Véase la tesis, aún sin publicar, de J. Jolivet rey de Sicilia (Carlos de Anjou), etc. Si su
y de M. de Gandillac: Oeuvres choisies d' Abé- música melódica o polifónica no ha tenido de-
lard, 1945·) masiada influencia, su obra teatral es de una
originalidad absoluta. Mezclando la sátira con
ABONOS. lo maravilloso, la pastoral con el drama, ha
Producidos en escasa cantidad y de mediocre sido uno de los fundadores del teatro profano
calidad. Reducidos a las abonos animales (es- de la Edad Media (págs. 426, 486, 587 y
tiércol) y vegetales (cenizas, hojas, rastrojos). 59 1 )·
Una de las causas principales de la escasez de (Véase M. Ungurea:nu, Littérature et société
los rendimientos agrícolas medievales (pági- bourgeoise d'Arras aux XII• et XIII• siecles,
nas 288 y 289). 1955·)

ADALBERóN DE LAóN. AGUSTÍN (San).


Obispo de Laón desde el 977 al 1030, formado Obispo de Hippona (3'54-430). Uno de Jos cua-
en Reims, hechura de Hugo Capeto. En su tro grandes doctores de la Iglesia de Occiden-
Poema de Roberto el Piadoso ataca a Cluny te. Sus escritos filosóficos y teológicos, con fre-
y describe la sociedad «tripartitan (págs. 319 cuencia deformados y empobrecidos, han in-
y 320). fluido profundamente en el pensamiento me-
dieval (págs. 37, 48, 127, 162, 164, 184, 220,
ADALBERTO DE BREMA. 232, 375, 443, 479 y 487, e ÍÍ. IJ).
Arzobispo de Brema-Hamburgo, nacido en G-Os- (Véase H. Marrou, Sain't Augustin et l'augus-
Jar, a comienzos del siglo XI. Muerto en 1072. tinisme, 1955.)
Envió misioneros a Escandinavia, Groenlandia
y al país de los wendos y los eslavos de Ale- ALARICO.
mania del Norte. Su vida y su obra han sido Rey de los visigodos (395). Célebre por su sa-
narradas por Adán de Brema en su Historia queo de Roma (410), que llevó a cabo algunos
de la Iglesia de Hamburgo (1076) (pág. 553) . meses antes de su muerte (págs. 37 y 48) .

ADAN. ALARICO II.


El primer hombre (págs. 231, 238 y 244). Rey de los visigodos en el año 484, sucesor de
Símbolo de la debilidad masculina ante Eva, su padre Eurico. Hizo redactar un Códice ju-
la mujer (pág. 225, ils. 62, 63, 64 y lám. rídico, el Breviario. Vencido por Clodoveo y
color VII). muerto en Vouillé en el 507 (págs. 51 y 63
Precursor de Cristo (pág. 223). e il. 20).
Conden11.do al trabajo.
Resumen del hombre. ALBERTO MAGNO (San).
Base concreta del humanismo medieval. Nacido hacia ll93 en Suabia, después de cor-
(Véase HOMBRE, HUMANISMO.) tos estudios en Colonia y en Padua, entró en

602
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

la orden de los dominicos en Padua (12123). ALEJANDRO III.


Más tarde, luego de diversas estancias en con- Papa de 1159 a u81, Orlando Bandinelli, cé-
ventos alemanes, vino a París para alcanzar lebre canonista, profesor en Bolonia antes de
sus grados (1240-1242). Ocupó una de las dos ser cardenal (!150), fue adversario encarniza-
cátedras de Teología reservadas en París a los do <le FEDEIU C:O IJAR!li\RRDJA, que le opuso tres
dominicos (1242-1248), fundó en Colonia el alll ipapas. Se alió con las ciudades de Ja Liga
studium genera/e (Universidad) de los henna- Lombarda, qu e, en el arto 11G8, bautizaron en
nos predicadores, pasó a ser provincial de Ger- su honor a la ciudad de Alejandría. Después
mania (1254-12,57), enseñó en Colonia (1257- de haber sido expulsado de Rom a, impuso al
1260), fue obispo de Ratisbona (126o-1262) y emperador la paz de Ven ecia (1177), hecha
terminó su vida (1280) en medio de una acti- posible gracias a la victoria obtenida por las
vidad intensa en todos los órdenes. Genio uni- ciudades lombardas sobre Barbarroja en Leg-
versal, cuya obra inmensa (38 volúmenes en Ja nano (pág. 142), lo que no impidió al papa
edición Borgnet, de París, 1890-1899) es mal abandonar prácticamente a sus aliados para
conocida. Acaso Alberto haya poseído un pen- ponerse de acuerdo con el emperador. Convo-
samiento «portador de más gérmenes de los có el Tercer Concilio de Letrán (ll79), que
que el tomismo hizo nacern (E. Jeauneau). provocó, gracias a la acción del derecho canó-
Parece haber sido el primero en concebir el nico, grandes progresos en la organización ecle-
proyecto de «rehacer a Aristóteles para uso de siástica y el poder pontifical, pero solidificó, al
Jos latinosn. En las ciencias, especialmente en mismo tiempo, la tendencia a una Cristiandad
lo que se refiera a la Zoología, tuvo el cui- cerrada. Manifestó igualmente un implacable
dado de acompañar sus lecturas con observa- rigor contra Enrique II de Inglaterra después
ciones y experiencias personales. Esto le ha del asesinato de TOMÁS IlECKET.
valido una reputación de maestro en ciencias (Véase M. Pacaut, Alexandre III, 1956.)
ocultas. Se Je ha atribuido una colección de
recetas mágicas, el Grand Albert, que circuló ALFONSO X.
largo tiempo y del que habla Gérard de Ner- La celebridad de Alfonso X el Sabio (nacido
val (pág. 278 e il. z55). en 12121, muerto en 1284) se debe más a Ja épo-
(Ver A. Garreau, Saint Albert le Grand, 1957). ca de su reinado que a sus cualidades como
monarca. Rey de Cast illa y de León, tras el
avance hacia el Sur consecutivo a la victoria
ALCUINO. de las Navas de Tolosa (1212), es el rey or-
Monje de origen anglosajón (hacia 730-804), ganizador de la conquista. En primer Jugar,
que fue uno de los promotores del Renaci- dispone su codifi cación jurídica (Fuero real,
miento carolingio. Consejero intelectual de Siete Partidas, pág. 146), reemplaza el latín
Car!omagno, inspiró la reforma escolar de este por el ·castellano en su cancillería, hace em-
emperador, el cual fundó una escuela y una prender una obra considerable de traducción
academia palatinas. Abad de Saint-Martin de y de compilación, en particular a partir de
Tours, hizo de su abadía uno de los hogares fu entes científicas árabes (astronomía: Tablas
culturales más activos del Occidente carolin- alfonsinas), y, él mismo poeta, escribe en ga-
gio, En su scriptorium (taller de copistas) fue- llego, Ja lengua de la poesía lírica, las Canti-
ron copiados con esmero, en minúscula ca- gas de Santa María (de las que se han conser-
rolingia, los textos de Jos autores paganos y vado dos manuscritos célebres, adornados con
cristianos de la Antigüedad. Escritor medio- miniaturas, que se guardan uno en la Biblio-
cre y poco original, salvo en su correspon- teca del Escorial y el otro en la Biblioteca
dencia con Carlomagno, Alcuino ostenta como Nacional ele Florencia). Después, favorece los
principal mérito el haber preservado y trans- principios vacilantes de Ja Universidad de Sa-
mitido a la posteridad una parte de Ja heren- lamanca y hace redactar crónicas (Primera eró·
cia literaria de la Antigüedad, especialmente nica gen'eral y Grande y general Historia), que
el programa de las siete artes liberales (pá- hacen de él el fundador ele Ja historiografía
ginas 184 y 435 e il. 42). castellana. Sin embargo, experimenta grandes
(Véase L. Wallach, Alcuin and Charlemagne. dificultades económicas (especialmente en el
Studies in1 Carolingian History and Literatu- dominio monetario), que ve aumentadas por
re, 1959). la despoblación de los territorios reconquista-

603
LA CIVILIZ ACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

dos a los musulmanes, y se lanza a ruinosas naves laterales. El mundo de formas escu lpi-
empresas de prestigio : guerras contra Portu- das es extremadamente rico en la catedral
gal, Arag6n y Navarra y, sobre todo, tentati- de Amiens. El uBuen Dios>>, la uVirgen dora-
vas para obtener la corona imperial alemana da», los uCuatro jinetes del Apocalipsis" y Ja
(su madre era hija de Felipe de Suabia). «Virgen del cuello gTáciln de la fachada oeste
son figur as maestras (pág. 231 e il. 2 .1 2).
ALFREDO EL GRANDE.
Nacido en el 848, se mantuvo estrechamente ANGELES.
asociado al poder de su hermano Etelred, que Intermediarios entre Dios y los hombres (ilus-
subió al trono de Wessex, el principal reino traciones 86-88), pueden ser buenos o malos.
anglosajón, en el año 868 .. Alfredo manifestó Los malos son la escolta del Diablo (pág. 225).
en primer término esclarecidas dotes milita- Los buenos, a uxiliares de los hombres, bajo la
res, que, después de diversas victorias, deter- forma de ánge les guardianes. Están organiza-
minaron la paz de Wedmore (878) (pág. 81), dos en una jerarquía que simboliza la jerar-
y el rechazo .momentáneo d e los daneses al quía terrestre. Imervienen con frecuencia en
i·estringido territorio de Danelaw. Si bien las los negocios humanos. Toda discusión sobre
luchas continuaron hasta el final de su reina- ellos (comprendido su sexo) está llena de so-
do (899), Alfredo emprendió una obra consi- brentendidos acerca de la organización de la
derable para dar una base sólida a sus Esta- sociedad humana. Resultan más particular-
dos. Como todos los reyes bárbaros ilustrados, mente impor ta ntes en una perspectiva dioni-
veía en la cultura un instrumento incompara- síaca (págs. 228-230).
ble de gobierno y de educación nacional. Al
no ser ya muy comprendido el latín, tradujo ANIMALES.
al inglés cinco obras que juzgaba fundamen- Objeto de atenciones y de reflexiones constan-
tales: el Libro pastoral de Gregorio Magno, tes para el hombre medieval. Esenciales como
la Historia eclesiástica d e Beda, la Historia auxiliares en la vida material y económ ica
Universal de Orosio, la Consolación de la Fi- cuando son domesticados: bueyes y caballos
losofía de Boecio y un Florilegio, que com- para la agricultura y la tracción (pág. 296);
prendía especialmente los Soliloquios de San caballos y perros para la guerra y la caza.
Agustín. Es en su obra donde aparece por Bajo un a forma salvaje o monstruosa, ponen
primera vez la expresión d e los tres estados de relieve, por contraste, la condición huma-
de la sociedad (pág. 349). na o est;\n cargados de simbolismo (pág. 187).
En el arte, desempeñan también un papel pu-
ALIMENTACIÓN. ramente estético, por intermedio, en genera l ,
(Véase págs. 303, 304, 318 y sigs., 481, 482 de la esti lización legada por el arte de las es-
y IlIDL.) tepas. (Véase BESTIARIOS e ils. 37, 38, ro9, r4r,
Ip y r44 .)
AMIENS. Los anima les y la economía agraria. (Pági-
La prosperidad económica de Amiens, ligada nas 288, 289 y 292-294.)
especialmente al comercio de la lana y a la
tintorería (gueda o pastel de Picardía, il. w¡) ANSELMO (San).
y sostenida por Ja estabilidad política, permi- Educado por los monjes de Aosta, este pia-
te, a partir de 1220, la reconstrucción de la montés (1033·-1109) es atraído a la abadía del
antigua catedral destruida por un incendio. La Bec, en Normandía, por su compatriota Lan-
catedral de Notre-Dame está prácticamente franc. Profesa como monje en 1060, después
acabada en 1269, bajo Ja dirección de Rober- llega a maestrescuela. Sucede a Lanfranc, pri-
to de Luzarches. La construcción, muy rápi- mero como abad riel Bec, en 1078, y después,
da, es, en consecuencia, muy homogénea. Tipo en 1093, corno arzobispo de Cantorbery. En
bastante completo del gótico del siglo xm, el Bec, escribe el Monologion, o ccEjemplo de
Notre-Dame de Amiens, contemporánea de las meditación sobre la racionalidad de la fen
catedrales de Chartres y de Reims, puede com- (1076); más tarde, el Proslogion (hacia 1077-
pararse a ellas en muchos conceptos. Su par- 1078), al que también ha llamado Fides quae-
ticularidad reside en la gran dimensión de las rens intellectum, ccLa fe en busca de la inte-
ventanas y en el desarrollo considerable de las ligencian, en el que establece la existencia de
DICCIONARIO DE NOMBRES, Tl'..RMINOS Y NOCIONES

Dios mediante el argumento ontológico, que AQUISGRAN.


se hará célebre en la filosofía (puesto que la Resid encia preferida de Pepino y de Carlo-
idea de Dios es la de un ser p erfecto y la p er - magno, que hi zo de ella un centro de vida
fección no es concebible sin la ex istencia, Dios intelect ual y religi osa, una segunda Roma.
existe obligatoriamente). En Ca utorbcry, en- Despu és d e su <l cs trucción por Jos norman-
tre w94 y iog8, escribe el Cttr Deus lwnw dos e n 88 1 (püg. 8 1), todos los emperadores,
(pág. 22 1), reflexión sobre los dogmas <le la preoc up ados por sumarse a Ja tradición caro-
Encarnación y de la Redención. En é l se in- ling ia, desde Otón l a 13arharroja, lo colma-
tegran, antes que en Alielardo, la dialéctica ron <le favores. Aquisgr:'111 co noce su apogeo
y la investigación teológica. Pero Anselmo es- duran te los siglos x1v y xv, en que Carlos IV
cribía para un auditorio monás tico, que no confirma sus privilegios con la 13ula de oro.
comprendía sus sutilezas dialécticas, y el pú- Durante toda la Edad Media, es la ciudad im-
blico de las escuelas le consideraba como un perial, donde se h acen consagrar los e mpera-
escritor monástico. dores . En ella se organiza una verdadera de-
(Cf. R. 'W . Southern, Saint Anselm and his voción a Carlomagno, después de su canoniza-
biographer, 1963.) ción (1165). Ciudad imperial, pero también
ciudad conciliar, pues se celebran en ella
ANTICRISTO. numerosos concilios entre e l 789 y 1023. Las
Personaje apocalíptico que debe dirigir las des- decisiones ele estos concilios son las más ve-
gncias que precederán al fin de l mundo (pá- ces promulgadas por capitulares imperiales.
ginas 263-268 e il. 89). Uti li zado como un es- La catedral es un conjunto arquitectónico
pantajo por las propagandas políticas medie- muy complejo. La capilla imperial de Cario-
vales (Federico II, por ejemplo, es llamado el m ag no, imitada de San Vital de Rávena, cons-
Anticri>to por los papas, sus enemigos, pági- titu ye su núcleo. Enlazan<lo con los edificios
na 363). de Jerusalén, debe ser tamhién la imagen de
Mahoma Anticristo (págs . 200 y 201). la perfección, del p ara íso y de la J erusalén
celestial. Desde su construcción, es extremada-
APARICIONES. mente admirada y copiada, particularmente
Rompen la monotonía de la ex istencia medie- en la Europa del Norte (il. 46). Un coro gó-
val, en panicular la de los monjes . Pueden tico es adosado, entre 1353. y 14.13, al octógono
ser buenas o malas (DIABLO). Características de carol ingio. Un tercer ele mento está formado
una mentalidad y de una sensibilidad «epifá- por un a serie de capillas, edificadas en los
nicas», se insertan en el cuadro de una ten- ílancos d el curo y de la capilla imperial des-
d encia constante a la irrupción de lo sobre- d e el sig lo x u a l fina l d e la Edad Media. Las
natural en la vida terrestre (págs. 226-229). vestiduras d el Cristo y de la Virgen y el su-
dario de San Jua n Bautista forman, junto con
APOCALIPSIS. las r e liquias de Carlomagno, la parte esencial
El Apocalipsis, atribuido a San Juan, h a pa- d el tesoro de la catedral. A partir de media·
sado de manera particul ar a la Edad Media a d os d el siglo x, fue el centro de una peregri-
través del comentario d el monje esp año l Bea- nación cuya fama no cesó de acrecentarse a
tus de Li ébana. Sirvió para cri stalizar las espe- través de tocia la Edad Media.
ranzas y los temores de las gentes de la Edad
Media, sobre todo entre los siglos I X y XII. En ARADO.
su origen, poema del triunfo de J es ucristo y Instrumento esencial del campesino. En la
de la J erusa lén celestial (i l. 22), impresionó Alta Edad Media, y mucho más tarde aún en
especialmente a los hombres de la Edad Media ciertas regiones, se trata de un instrumento
por su evocación de calamidades . Proporcionó muy primitivo. A partir del siglo XI se ex-
temas mayores al arte románico (mini aturas, tiende, sobre todo por las llanuras de la Cris-
como las del Beatus de San Severo o del Apo- tiandad septentrional, el ·uso del arado disimé-
calipsis de Bamberg, siglo xi) y a la escultura trico, con ruedas y vertedera, que realiza la-
(capite les de Saint-Beno1t-su r-Loire, siglo XI, bores más profundas y permite rendimientos
ancianos del Apocalipsis en los tímpanos, por más elevados. (Véase il. 92 y págs. 274 y 288.)
ejemplo en los de Moissac, cap itel de Saint- (BIBL . TÉCNICAS: A. G. Haudricourt y Jean
Nectaire, il. 87). (Págs. 263-268.) Brunhes-Delamare.)

605
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

ARBOL. los símbolos de los cuatro evangelistas. A su


Proveedor de MADERA. derecha, el cortejo de los elegidos; a su iz-
Importante como soporte de diversos simbo- quierda, los condenados, hombres, mujeres,
lismos: árbol de vida, árbol de las Virtudes abades, obispos, a los que arrastra un demo-
y de los Vicios. Significativo corno tema del nio hacia la boca del infierno. En otros luga-
paso de la vida natural y vegetativa a la vida res, escenas del Antiguo y, sobre todo, del
moral. Es una ESCALA viviente. Nuevo Testamento se hallan encuadradas por
- de Jessé (il. 65). motivos de decoración, tomadas del bestiario
- de las Virtudes y de los Vicios (il. r86). fantástico, del mundo vegetal o del repertorio
(BIBL. SENSIBILIDADES Y MENTALIDADES: J. Bal- de la Antigüedad (véase pág. 569).
trusaitis.)
ARNALDO DE IlRESCIA.
ARISTóTELES. Jefe revolucionario italiano. Discípulo de ABE-
El "filósofo» por excelencia para los clérigos LARDo, asceta, violentamente hostil a la Iglesia
medievales (il. r52). Conocido a través de una y al clero enriquecido, fue, por instig·ación de
serie de descubrimientos, en los que comenta- San Bernardo, condenado, al mismo tiempo
rios, deformaciones y traducciones desempe- que Abelardo, en el Concilio de Sens (1140).
ñan un gran papel. Su «vieja lógica», muy Huyó entonces a Zurich y después a Roma,
platonizada, se transmite por intermedio de donde predicó la revuelta (pág. 133) contra el
Boecio (comienzos del siglo vr). A mediados papa Eugenio III, un cisterciense amigo de San
del siglo xu, el conjunto de su lógica viene Bernardo y de la curia. («Los clérigos que tie-
a estimular el desarrollo de la dialéctica en nen dominios, los obispos que ostentan feudos,
las escuelas urbanas. En el siglo XIII, sus tra- los monjes que poseen bienes no pueden sal-
tados científicos y metafísicos entran en el ci- varse.») Una revuelta urbana expulsó de Roma
clo del conocimiento occidental. ALBERTO MAG- al papa y a los cardenales. Eugenio III regre-
NO y TOMÁS DE AQUINO, especialmente, lo uti- só a Roma, pero no inquietó a Arnaldo, que
lizan para construir una Filosofía y una Teo- debió, en cambio, huir bajo su sucesor, el in-
logía cristianas. A través de los comentarios glés Adriano VI. Detenido por orden de Fe-
del musulmán Averroes, inspira entre ciertos derico Barbarroja, fue entregado al prefecto
universitarios del siglo xm (véase SIGER DE de Roma, ahorcado en 1155, su cuerpo que-
BRABANTE) la tendencia C<averroístan. mado y sus cenizas arroiadas al Tíber. Su fi-
(Cf. F. Van Steenberghen. Aristote en Occi- gura, convertida en legendaria, fue venerada
dent; les origines de l' aristotélisme parisien, por los heréticos y los revolucionarios italia-
1946.) nos . Sus últimos partidarios se unieron pro-
Ridiculizado en un fabliau, el Lai d' Aristote, bablemente a los valdenses. La posteridad del
en el que su joven amante le obliga a servirle «arnaldismon vuelve a encontrarse en las ciu-
de cabalgadura (pág. 237). dades de Lombardía, donde la experiencia re-
ligiosa de Arnaldo halló un gran eco «en una
ARLES (Iglesia de Saint-Trophimede). región que, al contacto con el movimiento
Su interés procede de las esculturas de su fa- evangélico, vibraba desde hada largo tiempo
chada y de su claustro, obras maestras del arte por motivos antieclesiásticosn.
románico por la originalidad de su estilo pro- (Cf. A. Frugoni, Arna/do da Brescia nelle fon-
venzal-languedociano, próximo a las tradicio- ti del secolo XII, r954.)
nes romanas, y por la maestría de un arte
muy evolucionado (la fachada es de la segun- ARNOLFO DI CAMBIO.
da mitad del siglo xn y el claustro data Nacido hacia 1250 en Florencia, arquitecto y
de 1180). La fachada, como la de Saint-Gilles escultor, discípulo de Nicola Pissano, empieza
del Gard, cuyas esculturas aparecen ritmadas su carrera levantando tumbas, estatuas, fuen-
con columnas, evoca un pórtico antiguo con tes en Siena, Bolonia, Roma, Orvieto y Pe-
su decoración de estatuas, en un conjunto por rusa. En Florencia, después del triunfo de las
otra parte bastante pesado, pero en el que el corporaciones en 1293, emprende dos grandes
modelado del detalle es con frecuencia admi- obras: el Palazzo Vecchio, expresión del gran
rable. El motivo central del gran pórtico está poder municipal, que concibe como una for-
consagrado al Cristo en majestad, rodeado de taleza, y la catedral de Santa María del Fiore,

606
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

para la cual, como maestro todopoderoso, tra-


za un proyecto gótico «a la toscana». Su muer-
te prematura deja percibir su gen io en las
poderosas y rudas estatuas que ejecu tó para
decorar la futura fachada de la ca ted ral y
que se alojan en el Museo de Ja ópera del
Duomo. Su fallecimi ento (1 302) deja el arte
floren tino en manos de maestros menores y
con frecuencia extranjeros (pág. 593).

ARTE GóTICO (Caracteres) .


Sus criterios de definición, tanto cronológicos
como estilísticos, son particularmente impre-
cisos. El arte gótico se separa lentamente del
arte románico del siglo XII, para alcanzar su
apogeo en el xm . Reina sin disputa durante
los siglos XIV y xv. Pasado de moda después
del r500, se prolonga bajo ciertos aspectos has- 40. CRUCERO DE OJIVAS
ta el siglo XVII. En su origen, es un arte real
francés. La basílica de SAINT-DENIS, inaugura- Los países germánicos e italianos conocerán
da en 1141 por Luis VII, es su primera gran igualmente un gótico bastante impuro. Los
creación, sin franca ruptura con el arte ro- cistercienses ejercen una influencia determi-
mánico. Desde la Isla de Francia, el arte gó- nante en la difusión del arte gótico por Espa-
tico se difunde por el resto del reino y por ña e Inglaterra, de donde pasa a Noruega des-
toda Europa. El gótico borgoñés se halla muy de mediados del siglo XII. No existe, en reali-
próximo al románico de CLUNY y de AUTUN. dad, un estilo gótico, definible por la «ojiva» o

I 2 3 4
p. PLANOS DE CATEDRALES GóTICAS
r. París . - 2 . Toledo. ~ 3. Bourger;. - 4. Chartres
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

cristiano, en estrecha relación con las investi-


gaciones teológicas y filosóficas contemporáneas
(págs. 299 y 300). En el siglo xn, una serie de
grandes catedrales, las principales de las cuales
son NOYON (il. 2II), Senlis, Sens, LAÓN (il . r40)
y NOTRE-DAME DE PARÍS (1163-1196), representan

42. ÁBSIDES O CABECERAS DEL ÁLBUM


DE VILLARD DE HONNECOURT
Ábside idea l, "disputado" entre Villard y
Pierre de Corbie, y ábside de la catedral de
Meaux.

por la bóveda de crucería, ya empleada en la


época román ica (véase ARTE GÓTICO·, Historio-
grafía), sino un espíritu gótico. Arte de tran-
sición, arte de síntesis de las técnicas de la
arquitectura, de la escultura , de la orfebrería
y de la vidriería, es un arte de la lu z como
manifestación de Dios y un arte del hombre
(pág. 478). La importancia del vidrio en las
construcciones (pág. 450) y el abandono por
parte de los escultores de las estilizaciones ro- 43. PLANO
mánicas manifiestan un ideal de humanismo DE LOS JACOBINOS DE TOULOUSE

608
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

un primer arte gótico. Las dimensiones se


hacen considerables y aparece un tipo d e igle-
sia con cuatro pisos: arcadas, tribun as , trifo-
rio y ventanas superiores. Se dan dos tipos
principales de planos: plano continuo, que
absorbe el crucero y las capillas (NOTR E-IJAME
DE PARÍS) y plano con crucero en fuerte sa-
liente (LAÓN). El apogeo de la arquitec tura
gótica se alcanza en CHARTIU:S ( 1 1!)1- I ~·20). El
arbotante se hace cada vez rn :'1s ese ncial a me-
dida que las altas ve n tana s se agrand an d es-
mesuradamente. Este último tipo in spira las
catedrales de R l':IM S (dilnt jo 62, jHíg. 67 1),
AMIENS (il . 2r2) y BOURGES ( i l. r39 y 21 3) (a
mediados del siglo xm). Surge ya el góti co flo-
rido (il. 2r4), especialmente en la Sainte- Cha-
pelle (1242-1248) y en Saint-Urbain de Troyes

45 FACHADA
DE CATEDRAL GóTICA

44. PLANO Segundo proyecto de Erwin de Steinbach para


DE SANTA ELISABETH DE MARBURGO Estrasburgo (finales del siglo XIII).

609
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

( 1263-1266). Los muros son ca lados h as ta la u ojiva. Esas dos nociones fueron pop ulari-
exageración, en provecho d e las inmensas ven- zadas por el A bécédaire o R udim ents d ' archéo-
t anas y los rosetones. En los siglos X IV y xv, logie que Caumont publicó en 1850 y que
el gótico florido representa una d egeneración obtuvo un gran éxito. La expresión «ar te oji-
del ar te gótico ·que se torna h acia lo desme- va l» fue criti cada por Quicherat (R evue Ar-
dido, la búsqueda del efecto, la preocupación chéo logique, 1850), e l cual demostró que el
por el d etalle. Las líneas de la arqui tectura a rco qu ebrado no fue jamás llamado oj iva du-
se complican . Aparición d e la contracurva. rant e Ja ~dad Media y que lo que caracteriza
(Véase págs. 1 23, 222 y 223; il. 2I8; láms . co- a la arquitectura de los siglos x m y x1v no es
lor V, VI, VII, VIII; A tlas, mapa VII, jJá- el arco quebrado, si no el empleo de la bóveda
gina 52r, y BlllL. HISTORIA DEL ART E. ) de crucería sobre oji vas. La palabra «gótico»
fu e, sin emba rgo, preferida desde e n tonces
ARTE GóTI CO (Historiog rafía) . p a ra designar ese arte del final de la Edad
El término «gútico» fu e u tilizado, a partir del Media, si bien se impuso sólo lentamente. En
siglo XVI, con un sen tido p eyorativo (equiva- efecto, fue criticada por Enlart (Ma nuel d' Ar-
lente a bárbaro) para d esignar el arte y la chéologie, t. 11), que la encontró d emasiado
literatura de la época que mediaba entre la «germán ica» (ocurría hacia 1900; a rte gótico
Antigüedad y e l R enacimiento. Lanzado por significaba, según él, ¡arte «boche» 1) y pro-
R afael, fu e popularizado por Vasari. Sinóni- puso denominarlo mejor «arte francés» (de
mo de grosero, se opone a la perfección del opus fra ncigenwn). No obstante, esta tentati-
arte an tiguo. Esta manera de ver se perpetúa va no tuvo éx ito y la exp resión «arte gótico»
hasta pleno siglo X IX. Arcisse d e Caumont re- h a sido finalm en te conservada p ara designar
cuerda en sus Souvenirs ( Bulletin monumen- el arte de Occidente desde el siglo x rn a l x 1v.
tal, 1871, t. 37, pág. 6o) el ataque qu e diri- Tiene el mérito de ser puramente convencio-
gió aún, h acia 1850, el arquitecto neoclásico nal y, por lo tanto, sin contenido a priori, y
Qua tremer e de Quincy contra el arte gó tico : de poderse aplicar lo mismo a las obras ar-
" ¿Cómo queréis que, después de h aber estu- quitectónicas que a otras formas d e arte.
diado el arte griego, pueda r eferirme a esos
monumentos, cuyos mu ros pa recen querer caer- ARTE ROMANICO (Caracteres).
se y q ue no se mantienen en pie sino con la E l a rte rom{mico nace en medio del renaci-
ayuda de un bosque d e sos tenes y de contra- miento económico, polí tico y espiritual del
fuertes, cuyo efecto es para mí d e los má.s siglo X I. El Occidente se cubre con un «blan-
d esagradables ?» R ehabilitado por los rom án- co manto de iglesias». El crecimiento demo-
ticos, el arte de la Edad Media esta ba, de to- gráfico trae consigo la necesid ad de iglesias de
das forma s, muy de moda desde comienzos de m ayores dimensiones y propo rciona la mano
siglo. Se cali ficaban de «góticos» -aunque ya d e obra precisa . Los progresos técnicos (mo-
sin sentido peyora tivo-- a todos los monu- lino hidráulico, forma p erfeccionada de los
mentos construidos en Occidente d esde el si- atalajes, nuevos métodos para la talla de la
glo v al xv. Así lo hace Stendhal, en las Mé- pi edra, uso más ex tend ido del hierro) mejoran
moires d'un touriste (1836) : «No h ace ni las cond iciones de la construcción. Los gran-
trei nta años que se empieza a ver un poco des señores feudales poseen medios para cons-
claro en esas cosas. Jú zguese de ello por una truir. El gran movimiento d e fervor .religioso
sola circunstancia: el vocabulario no está to- de los alrededores del año 1000 d esarrolla el
davía formado. La arq uitectura gótica espera culto de las reliquias y el g usto por las pere-
su Lavoisier .» Ese Lavoisier fu e Arcisse de grinac iones. La arqui tectura laica está igual-
Caumont, creador de la arqueología medieval mente bien representada en esta fl oración. El
en Francia, colega de Gerville en la Sociedad arte románico es diverso. Un mod elo presti-
de Anticuarios de Normand ía y, como él, in- g ioso d a n acimiento a un a escuela regiona l.
fluido por los trabajos ingleses del siglo XVIII Ahora bien , las PEREGRINACIONES, las CRUZA·
sobre el arte de la Edad Media, que había DAS, los cambios comerciales facilitan los con-
conocido durante su em igración. Propuso dis- tactos internacionales, favorecen el juego de
tinguir entre el arte románico (del siglo v las influencias artísticas e infunden al arte
al xn) y el arte ojival (siglos xm y XIV), ca- rom áni co una fuerte unidad . La arquitectura
racterizado por e l empleo del arco truncado ocupa e l primer lugar en el arte rom ánico.

610
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

Todas las demás artes qu edan subord in adas a Pero se inscribe en los espacios definidos por
ella. H ereda muchos aspectos del arte roma- la arquitect ura : capiteles (ils. 2I6, 2r7), tím-
no y de las artes orientales (cúpula bizantina, panos de los pórticos. Los temas se inspiran
arco ultrapasado árabe o arco de herradura). a menudo e n obras antiguas, principalmente
Pero, a la vez, supone un a inn ovació n al i111 - orientales: arnnto, mo tivos vegetales merovin-
poner la primacía de la piedra en re lación a g- ios, motivos bizantinos, ar111enios y musul-
la decoración. En luga r d e los ma terial es ro- ma nes (ca tedral del l' uy) . La decoración ro-
tos y anegados en cemento, d a rte rnm;lnico m;'1 ni ca es el testimoni o de un gusto acen-
empica las piedras de talla aparejadas, que tu ado por las fi g uras cap ri chosas o terribles.
p ermiten progresos d ecisivos en la construc- Son frecuentes las represe ntaciones d el Apoca-
ción de los a rcos y de las bóvedas. Los planos lipsis, d el Infierno, de los vicios ... Dios se nos
m<\s frecuentes son el plano en cruz, con muestra bajo una forma majes tu osa y severa.
d eambulatorio y capillas radiales, o el plano La pintura románica abunda sobre todo en
con tres ábsides paralelos (plano 39, pág. 449). Cataluña, en la Francia del centro y d el oeste
P ero se encuentra igualmente el plano en ro- (sAINT-SAVIN-SUR-GARTEMPE). La miniatura, la
tonda (plano 38, pág. 448), inspirado en el orfebrería y el esmalte, al igual que la pintura
Santo Sepulcro de jerusalén. La bóveda está y la escultura, han heredado muchos detalles
cubierta de piedra. Por J·egla general, la nave de los marfiles carolingios. La difusión del
principal va cubierta por una bóveda de me- arte rom ánico se ll eva a cabo esencialmente
dio punto, mientras que las naves la terales por las cuatro rutas de la p eregrinación a
tienen bóvedas de aristas. La ojiva aparece Compostela, ja lonadas de modelos prestigiosos,
por vez primera en 1093, en la catedral de como SAINT-S ERNIN DE TOULOUSE. Pero el arte
Durham, Inglaterra. Los muros se hallan sos- románico se difundió también en Inglaterra
tenidos por arcos de descarga y en el exterior gracias a la conquista normanda y, de allí,
por contrafuertes. La iluminación es normal- pasó a Escandinavia recientemente convertida.
mente escasa, dando al interior una atmósfera El empuje germánico hacia las marcas eslavas,
de íntimo recogimiento. La decoración está la conquista normanda de Sicilia, la Recon-
estrechamente subordinada a la arquitectura. quista espaflola y las Cruzadas convirtieron al
Conserva trazos arcaicos: el gusto por los co- arte románico en el arte de toda la Cristian-
lores vivos, la superabundancia de los detalles. dad (págs. u3, 222, 223 y 444; ils. r37, r38,

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,¡6. PLANOS DE BASILICA.S ROMÁNICAS
r. Saint-Sernin d e Toulouse. 4. Saint-Martial de Limoges.
2. Saint-Martin de Tours. 5. Santiago de Compostela.
3. Saint-Rémi de Reims.

611
47
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Transepto
Claustro Absidiolas
Deambulatorio

Nave lateral
PLANO TIPO DE UNA IGLESIA ROMÁNICA

612
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

48. SECClóN TRANSVERSAL DE SAINT-MARTIAL DE LIMOGES


(Según un dibujo de comienzos del siglo XVIII)
Iglesia consagrada en zo95 y destruida en tiempo de la Revolución

207-2ro; láms. col. I, Il, III y IV; Atlas, latín. En el espíritu d e los arqueólogos y de
mapa VI, pág. y7). los medievalistas de comienzos del siglo XIX,
(BlllL. HISTORIA DEL ARTE.) el estilo «románico» es, en efecto, un estilo
bastardo, un compromiso entre elementos ro-
ARTE ROMANICO (Historiografía). manos redescubiertos e influencias bárbaras.
Expresión empleada por primera vez por dos Esta idea, comúnmente extendida, se encuen-
arqueólogos normandos, Gerville y Le P1:évost, tra expresada con nitidez en el Grand Diction-
en i819, para designar el arte del Ocodente naire Universel de P. Larousse (1875), en el
cristiano entre los siglos v y xm. La elección artículo Roman: «El estilo románico no es
del término obedecía a una doble intención: otra cosa que el estilo de la arquitectura ro-
en primer lugar, por oposición a los arqueó- mana, corrompido y transformado por los
logos ingleses de la época, que llamaban «Sa- bárbaros del siglo VI al xm. Sus combinacio-
jones» o «normandos» a los monumentos de nes arquitectónicas no ofrecen apenas más que
los siglos XI y xn, deseaban subrayar la parte reminiscencias. Su principal característica es
de latinidad que existía en el arte medieval, la imitación y la mezcla.» Los progresos de la
antes de las transformaciones a las cuales iba arqueología medieval en la segunda mitad del
unida la palabra «gótico»; en segundo lugar, siglo pusieron en evidencia el carácter nuevo
por comparación con la lingüística, querían y original que había tomado la arquitectura
enseñar que el arte de la Edad Media sucedió en Occidente después de las invasiones del si-
al arte antiguo como las lenguas románicas al glo x. Se dio de entonces una acepción más
restringida a la expresión «arte románico».
-<E- 47. ELEMENTOS Es el «arte de la construcción y de la deco-
DE ARQUITECTURA ROMANICA ración que conoció el Occidente en el tiempo
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

de los primeros Capetos» (Quicherat). No obs- da del Santo Grial, el vaso sagrado en que
tante, se mantuvo por largo tiempo la idea fue recogida la sangre de J esús crucificado.
de que el arte románico es una simple prepa- Los monasterios cluniacenses, desde Fécamp a
ración para el arte gótico: «La arquitectura Glastonbury, apoyaron sin duda la difusión
románica --dice Quicherat en sus Mélanges de este tema y la cristianización del ideal ca-
d'archéologie et d'histoire, 1877, pág. 88- es balleresco que lleva consigo. Ilustrado en una
aquella que ha dejado ya de ser romana, aun- n arración galesa, Pcredur (en la que no se
que tenga mucho del romano, y que no es habla del Grial), d espu és en un Perceval en
aún gótica, aunque tenga ya algo del gótico.» prosa y, en fin, por Chrétien de Troyes en su
Con mayor claridad todavía se expresa An- Perceval, el tema volvió a aparecer en el si-
thyme de Saint-Poi en el Bul/etin monumental, glo xm, formando un ciclo dividido en cinco
t. 44, 1888: «Los constructores románicos han partes, el Lancelote-Grial o Lance/ate en pro-
elevado monumentos en los que nada se en- sa, que termina por la 1\1uerte del rey Arturo,
contraría a faltar si el espLritu no se viese «sombrío drama de la fatalidad». El sentido
cegado por el recuerdo del estilo ojival, del místico ele la leyenda se encuentra precisado
que, en cierta ma nera, son el vestíbulo.» en él: Ja búsqueda del Grial significa la as-
piración a Ja perfección cristiana; las aven-
ARTES LIBERALES. turas de los caballeros de la Tabla Redonda
Las siete artes liberales son, hasta el siglo xm, son las representaciones alegóricas ele Ja vida
un programa de enseñanza heredado de Ja sobrenatural. Pero tan sólo Galaad, hijo de
antigüedad (il. r52). Son la gramática, la dia- Lancelote del Lago, podrá apoderarse del
léctica, la retórica, la aritmética, Ja geometría, Grial, puesto que es el único que se mantie-
la astronomía y la música, que deben formar ne puro.
sucesivamente el espíritu . El método se re- (Véase NARRACIONES BRETONAS y págs. 353, 575
monta a Varrón, que distinguía las artes libe- y 579 e i[. I20.)
rales de las artes mecánicas. Fue adoptado de (BlllL. HISTORIA LITERARIA: J. Frappier, R. s.
nuevo por Martianus Capella en el siglo v, Loomis, J. Marx.)
en su poema simbólico De nuptiis Philologice
et Mercurii . Vuelve a encontrarse en Cassio- ASIA.
doro y en Alcuino, quien divide las siete artes Identificada con el Oriente, fuente de todos
liberales en dos ramas: el trivium, compren- Jos bienes y ele todos los males. Asiento del
diendo a las tres primeras, las cuales tienen Paraíso terrenal, de los tesoros, de las inven-
por objeto la expresión del pensa miento (ver- ciones técnicas, pero también hogar de las
ba), y el quadrivium, el estudio de las cosas epidemias y de las herejías. El Occidente me-
(res). Numerosos tratados del siglo xu siguen dieval vivió entre un sueño y una pesad illa
el esquema de las artes liberales : el Didasca- orientales (ils. 47, 52 y págs. 191-194).
lion de Hugo de Saint-Victor, el Metalogicon
de Juan de Salisbury, el H e/Jtateuchon de AStS.
Thierry de Chartres. Pero este cuadro de Ja Ciudad romana floreciente, importante plaza
enseñanza acaba por ser desbordado. La dia- lombarda, Asís es primero d es truida y, más
léctica pasa por delante de la gramática. La tarde, reconstruida por Carlomagno. Sede de
lógica de Aristóteles es descubi erta de nuevo. un condado, unido en el siglo vm al dominio
La Teología adquiere lugar específico. Artes de Jos papas, Asís es disputada durante largo
liberales y artes mecánicas se acercan de nue- tiempo entre Jos papas y Jos emperadores y
vo durante cierto tiempo. Queda abierta la participa modestamente en la renovación co-
vía a las síntesis doctrinales (págs. 442 y 443). mercial (el padre ele San Francisco es un mer-
(BIBL. HISTORIA LITERARIA: J. Koch.) cader) y en el movimiento comunal. Pero es
a partir de San Francisco y del triunfo d e los
ARTURO Y EL GRIAL. frailes menores cuando Asís alcanza su apo-
La leyenda ha hecho del personaje histórico geo (pág. 130). La canonización de San Fran-
de Arturo, que vivió a finales del siglo vI , un cisco en 1.229 da ocasión a fiestas memorables.
rey de la Gran Bretaña, en cuya corte y en Una nueva basílica es consagrada por Grego-
torno a Ja Tabla Redonda se agrupan Jos más rio IX en 1235· Cimabue y Gioüo intervienen
valientes caballeros, empeñados en Ja búsque- en su decoración. Entre la· segunda mitad del
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

siglo xm y Ja primera mitad del x1v, es un Padres de la Iglesia a los universitarios del
taller esencial para la evolución del arte ita- siglo xm, encuadra la vida intelectual de la
liano y occidental. Cristiandad medieval. Al fin se instaura una
práctica flex ible o r e ílexiva de las autorida·
ASTUCIA. des (por medio dc.I método, con Abelardo en
Virtud y vicio feudal. Con frecuencia ún ica- el Sic et non, por medio d e Ja habilidad prag-
mente ella es capaz de vencer los obst:\cu los rm\tica según Alain de Lilla : «Las autorida-
de otro modo imposibles de sa lvar. Próx im a des tienen Ja nariz d e cernn) . Designa indivi-
al ENGAÑO, a la MENTIRA, al fraude, m:\s nela- dualrnent.e a tocio aulor o toda cita que tiene
mente condenados, en particular por tralarse «autoridad» (p ágs. 433-435, 439 y 468).
de vicios campesinos, burgueses, o clericales
(hipocresía) (pág. 479). AlJTúN.
Importante ciudad romana, cuyos monumen-
ATILA. tos su bsistentes han mantenido una tradición
Rey de los hunos (pág. 40) desde 433 a 453, a nti g ua, la cual se refleja en Ja arquitectura
en un momento en que éstos habían expe- d e Ja catedral románica de Saint-Lazare, mien-
rimentado numerosas influencias, irnnias y tras que las esc ulturas (tímpano: il. :228 y
bizantinas principalmente. Atila acaba de so- reverso de la cubierta, capiteles: il. r44, Eva
meter a otros pueblos bárbaros entre el Cas- del dintel: il. anverso de la cubierta; tumba
pio y el Rin: ostrogodos, gépidos, alanos, de San Lázaro) figuran entre las obras maes-
por ejemplo. Su corte, que se reúne todavía tras más originales del arte román ico. (Cf.
en un campo al aire libre, es brillante en ri- D. Grivot y G . Zarnecki, Gislebertus, sculp-
quezas y de personajes de todas clases (en teur d' Autun, 1960.)
letrados especialmente), a los que atrae por
su personalidad y su generosidad. Él consti-
tuye el punto de atracción para todos aquellos B
a quienes descontenta, desengaña o subleva el
decadente Imperio romano. Establecido en BABILONIA.
Panonia (la actual Hungría), porque su pue- Símbolo de la ciudad maldita, de la tiranía
blo sigue siendo un pueblo de caballeros de de los poderes públicos, denunciada por la
las estepas, pensaba en atacar a Constantino- Iglesia intransigente. Se opone a la J erusalén
pla cuando el emperador de Oriente lo des- celestial (il. I 36).
vió a precio de oro hacia el Occidente, don-
de tenía además el pretexto de reclamar por BACON (Rogelio).
mujer a Honoria, hermana del emperador Nace hacia 1210 y, después.de sus estudios en
Valentiniano III, que éste le negaba. Batido París, que Je han hastiado de los juegos de Ja
cerca de Chalons, en el año 451 (batalla lla- dialéctica, es en Oxford discípulo de GROSSE-
mada de los Campos Cataláunicos) por un TESTE, quien le persuade de que «toda ciencia
ejército romano-bárbaro, se precipita sobre necesita de la matemática». Entra hacia 1250
Italia del Norte, vuelve a pasar los Alpes a en la orden de Jos framenores (franciscanos)
cambio de los regalos del papa León I y mue- y regresa a París, donde bien pronto sus su-
re repentinamente. El Imperio escasamente periores le prohíben enseñar y publicar. Bajo
organizado sobre el que había reinado se des- el pontificado de su protector Clemente IV
hizo después de él. (Véase pág. 50 y Atlas, (1265-1268) escribe su principal obra, el Opus
mapa JI, pág. 503.) Su figura legendaria figu- maius, en Ja que estudia las causas de la igno-
ra, bajo el nombre de Etzel, en el Nibelun- rancia humana, las relaciones ele las ciencias
genlied y, bajo el de Atli, en una sag·a escan- profanas con la Teología, la utilidad de la
dinava. gramática y de las matemáticas, la naturaleza
de la perspectiva, de la ciencia experimental
AUTORIDADES. (expresión que es el primero en utilizar) y
Ellas legitiman toda afirmación en el dominio de Ja filosofía moral. Sus concepciones astro-
jurídico (la «costumbre feudaln) e intelectual. lógicas fueron englobadas en las condenacio-
La autoridad suprema es la Biblia. Sin em- nes de 12.77. Su Speculum astronomiae le va-
bargo, una serie de autoridades, desde los lió ser reducido a prisión. Muere hacia 1292.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Espíritu original, alía puntos de vista gene- BAYEUX (tapicería de).


rales muy tradicionales («la única ciencia que Banda de tela de 70,34 metros de longitud
dirige a las otras es la Teología») a tenden- por 50 centímetros de ancho, bordada en la-
cias científicas muy modernas. «N uestra época, nas multicolores. Su confección es atribuida a
ansiosa de ficción científica, encuentra natu- la reina Matilde, esposa de GUILLERMO EL BAS-
ralmente simpático a ese genio casi proféti- TARDO o el Conquistador. Servía de decoración
co» (E. Jeauneau) (pág. 469). para la catedral de Bayeux en los días de fies-
(Cf. R. Carton, La synthese doctrina/e de Ro- ta. La «tapicería>>, que es un bordado en las
ger Bacon, i924; S. C. Easton, Roger Bacon tradiciones de los pueblos escandinavos de
and his search for a universal science, i952.) Bayeux, representa la conquista de Inglaterra
por los normandos en 1066, especialmente la
BANDO. batalla de Hastings. Las representaciones se
Poder general de mando que poseen los seño- suceden a todo lo largo de la tela sin inte-
res: poder militar que obliga a los vasallos rrupción, explicadas por leyendas en latín.
y campesinos al servicio de la hueste (ban y Están encuadradas arriba y abajo por decora-
arriere ban ), poder judicial, poder económico ciones vegetales o animales, inspiradas e n la
(molino, pág. 408, horno, a los que los cam- fantasía y en las narraciones. La abundancia
pesinos están obligados a llevar su harina, de los personajes y de los objetos representa-
su pan; taberna banal, pág. 420, en donde se dos: navíos, armas, caballeros, campesinos,
ven constreñidos a consumir). Las señorías co- hacen de ella un documento importante so-
lectivas tienen un poder banal: las ciudades, bre la civilización del siglo XI (p ág. 557, lá-
por ejemplo, ejercen ese poder en la banlieue min'a col. IV e il. no).
(ban-lieu, lugar de bando) (págs. 399 y 400).
La señoría en los siglos XI·XII reposa sobre BEAUVAIS.
todo en el ejercicio del bando, de ahí el nom- NOTRE DAME DE LA BASSE OEUVRE, Catedral ca-
bre de señoría banal que algunos historiadores rolingia, de la que no subsiste más que una
le han dado (pág. 138). [También en castella- nave en los flancos de la catedral actual.
no tiene numerosos derivados: bandera, ban- CATEDRAL SAINT-PIERRE O NOUVEL OEUVRE, Co-
dido, bandolero, etc., además de la acepción menzados hacia mediados del siglo x, los pri-
de edicto. - N. del T.] meros trabajos son derruidos por un incendio .
El coro es terminado hacia 1270. Ese comien-
BANDOLEROS. zo de construcción es por sí solo la tentativa
Numerosos en el mundo medieval, donde las más atrevida de toda la época gótica. De to-
capas inferiores de las diferentes categorías das la~ iglesias góticas, Saint-Pierre de Beau-
sociales se entregan fácilmente al bandoleris- vais es la que tiene las bóvedas más altas
mo (pequeños caballeros Raubritter, germá- (48 m.) y más anchas (16 m.), la mayor su-
nicos; campesinos sublevados o salidos de su perficie con vidrieras. Pero la separación ex-
condición, págs. 430-432) . Favorecido por la traordinaria de los pilares (8 m.) provocó en
abundancia de los bosques, el bandolero, el el año u84 el derrumbamiento de las bóve-
«fuera de la ley», es un hombre d el BOSQUE
das y la ruptura de los contrafuertes (pági-
(véase Robin Hood). (Págs. 186, 187 y 190.)
na 301). Este hundimiento ha podido ser con-
(BIBL. INTEGRACIONES y EXCLUSIONES, M. Keen.)
siderado como simbólico de un comienzo de
decadencia d el arte gótico, seducido por lo
BARBAR OS.
desmedido y la búsqueda de las dimen siones
Invasiones de los - (véase Atlas, mapa JI,
colosales. La catedral de Beauvais ha queda-
pág. 503 y págs. 31 y sigs.).
Género de vida de los - y su papel en la do inacabada. Saint-Pierre posee un reloj ca-
elaboración del mundo medieval (págs. 55 rillón del siglo x1v, el más antiguo de Francia.
y sigs.).
El gusto bárbaro (il . 36). BEDA.
Uno de los «fundadores» de la Edad Media
BAUTISMO. (nacido en el 673, muerto en el 736). Erudito
- de Jesús (véase il . z6z). anglosajón, fue uno de los autores más leídos
- del delfín Carlos (véase il. z74). y más frecu entemente citados durante la Edad

616
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

Media. Heredero de los monjes que habían contribuido a la formación de una cierta tra-
evangelizado a Inglaterra y le habían llevado dición occidental (pág. 178).
el legado de la cultura antigua, Becla consti- (CL Benedictus, der Vater des Abendlandes,
tuyó una verdadera enciclopedia ele Jos cono- Munich, 19.J7: Cornmentationes in Regulam
cimientos profanos y religiosos, cuyo resplan- S. B enedicti, Roma, i957.)
dor fue considerable durante siglos en todo el
Occidente cristiano. De ahí el título de «Ve- BERNARDO (San).
nerable" que le concedió la E<lacl Media, que Nacido en 1090, mu erto en 1153. Salido de
veía en él a un Padre ele Ja Iglesia. Hoy día u11a [amilia noble borgoficsa, Be rnardo entra
se aprecia más su Historia eclesiástica del c:n chEAUX en 111 2 y, a petición <lel abad
pueblo inglés, primer ensayo ele una historia ]!:ticn11 e Harding·, funda en i 1 15 un monas-
nacional llevado a cabo entre Jos pueblos he- terio en Clairvaux, en la Champagne (pági-
rederos ele la civilización romana. El rey Al- na 130). Su vicia ascética, su inlluencia espi-
fredo lo tradujo al inglés a finales del siglo rx. ritual, Je confieren bien pronto una autoridad
Inspirada por las necesidades eclesiásticas --el sin igual en la Cristiandad. Al mismo tiempo
cómputo o cálculo del calendario litúrgico-, que produce una obra literaria considerable,
su obra científica no es menos notable para en la que se muestra como uno de los más
su tiempo. En el De temporibus (703) se es- grandes místicos cristianos, profesando la ne-
fuerza por establecer científicamente la medi- cesidad de una humillación total del cuerpo
da del tiempo. El De temporum ratione no y del espíútu para llegar a Dios por los ca-
solamente contiene una exposición del meca- minos ele la humildad, se mezcla en tocios
nismo de las mareas, ligadas a las fases de la los negocios importantes del siglo. Persigue
luna, sino también «los elementos fundamen- implacablemente a todo lo que le parece pro-
tales ele las ciencias de la naturaleza" (pági- ceder del orgullo humano, ataca a los clu-
nas 181, 182 y 435). niacenses, a Jos que critica la riqueza y el
arte poco austero, a ABELARDO, al que hace
BENITO DE NURSIA (San). condenar, a los estudiantes de las escuelas ur-
Nacido hacia el 480 en el seno de una buena banas, a los heréticos. Predica en VÉZELAY la
familia de Nursia, cerca de Spoleto, aban- II Cruzada ( i 145, pág. uo), hace el elogio
dona las escuelas romanas y se retira como de las órdenes militares. Patrocinador de cau-
ermitaño a Subiaco, donde se le unen nume- sas ya perdidas, ha sido el gran intérprete
rosos discípulos, lugar que abandona para es- espiritual de la feudalidad.
tablecerse (según la tradición en el 529, el año (Cf. Bernard de Clairvaux, Commission Histo-
en que Justiniano cierra las escuelas paga- rique de l'Ordre ele Cíteaux, 1953; Mélanges
nas de Atenas) en el Monte Cassino. Su vida saínt Bernard, 1954.)
no nos es conocida más que bajo una forma
legendaria a través del segundo de Jos Diálo- BERNARDO DE VENTADORN.
gos de Gregorio el Grande, escrito cincuenta Contemporáneo de Eleonor de Aquitania, a la
años después de su muerte (hacia 547). Se que se ha dicho que siguió a Inglaterra, don-
discute si es o no el autor de la célebre regla de acaso haya permanecido de 1152 a 1155,
que lleva su nombre y si esta regla es ante- este trovador lemosino del siglo XII es uno ele
rior o posterior a Una regla parecida, pero Jos fundadores del lirismo en lengua de oc.
más formalista, conocida con el nombre de Poeta cortesano, es autoJ· ele 45 canciones, en
Regla del Maestro. Lo esencial es que, en un las que expresa con gran naturalidad y sin-
momento en que el mona·quismo occidental ceridad el amor cortés. Poco conocido en la
experimentaba el deseo de organizarse, Ja re- Edad Media, fue rehabilitado por los román-
gla de San Benito se impuso rápidamente gra- ~icos (pág. 563). (Cf. S. G. Nichols, Jr., The
cias al equilibrio que instituía entre la auste- songs of Bernard de Ventadorn, 1962.)
ridad y la moderación, la autoridad abacial
y el respeto de los monjes, las prácticas pia- BERTRAN DE BORN.
dosas y la actividad económica (trabajo ma- Trovador aquitano de finales del siglo XII,
nual) e intelectual (copia y lectura de los ma- nacido hacia u40, muerto como monje cis-
nuscritos) . Alejada de las extremidades ascé- terciense hacia 12·15. Fiel a RICARDO CORAZÓN
ticas del monaquismo oriental o irlandés, ha DE LllÓN, poeta ele la guerra, única ocupación
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

que conviene a un caballero ávido de gloria tantes, de monumentos, de tesoros, de reli-


y de provecho, evocador realista de la vida quias. Objeto de odio y de envidia, será final-
fastuosa de las cortes del Mediodía, este pe- mente tomada por los cruzados de la IV Cru-
queño señor del Périgord escapa a Jos temas zada (1204). Véase la estancia de Carlomagno
convencionales del amor cortés en sus Ser- en Bizancio en la Chanson du Pelerinage de
ventesios, cantos guerreros y políticos, en los Charlemagne y las descripciones de Bizancio
que expresa con pasión y vigor el alma feu- en los historiadores de la Cruzada, desde
dal y su odio de meridional por los hombres Eudes de Deuil a Villehardouin y Roberto
del Norte (págs. 452 y 453). de Clari (págs. 195-200 y 452).
Imperio carolingio, Bizancio y el Islam en el
BESANTE. siglo IX (véase mapa 3, pág. 73).
Nombre corriente en la Cristiandad de la mo-
neda de oro bizantina, por largo tiempo sím- BOECIO.
bolo de la prosperidad económica, el «dólar Uno de los «fundadores» de la Edad Media
de la Edad Media» (R. López) (pág. 199). (pág. 181), nacido en el 480, muerto en el 524.
Escritor latino del siglo VI, procedente de
BESTIARIOS. una vieja familia aristocrática romana, entró
Colecciones de obras sobre los ANIMALES -rea- al servicio del rey bárbaro arriano TEODORICO,
les o imaginarios- presentados en su signifi- se vio complicado en una conjuración probi-
cación simbólica. Inspirados en obras del Bajo zantina y murió en prisión. Su obra litera.ria
Imperio Oriental, heredero, a su vez, de las le ha sobrevivido. Traductor y comentador
tradiciones iranias e indias: el Physiologus de la filosofía griega, vulgarizó en latín las
(pág. 164). Los bestiarios escritos han dado doctrinas neoplatónicas y aristotélicas, que la
tema para los bestiarios esculpidos; principal- Edad Media conoció tan sólo a través de su
mente los del arte románico (págs. 443 y 444) . obra hasta el siglo xn. Su libro más leído fue
(Véase BIBL. HISTORIA DEL ARTE, A. Debidour.) la Consolación de la Filosofía, meditación se-
rena sobre la existencia, redactada en la pri -
BIBLIA. sión. Depositario de la sabiduría antigua, fue
El Libro por excelencia. La sacra pagina es la encarnación de la filosofía para 103 hom-
la base de la enseñanza de la Teología, que bres de la Edad Media (pág. 435) y contri-
es esencialmente exégesis. Pero la Biblia pue- buyó a hacer considerar a la MÚSICA, según el
de leerse a diversos niveles, según dos senti- ideal antiguo, como un instrumento superior
dos (literal o simbólico: la tierra y el espí- de cultura (ils. JI y J2).
ritu) o cuatro (literal, histórico, simbólico y
moral). Es también una enciclopedia científi- BOLONIA.
ca. AUTORIDAD suprema, los juramentos más Sede de la Universidad más antigua, célebre
importantes son pronunciados sobre ella (pá- por sus juristas. Obtiene privilegios de Fede-
gina 164). Aunque el paralelismo Antiguo- rico Barbarroja en 1154 (pág. 123).
Nuevo Testamento domina la exégesis y el
arte de la Edad Media (véase SIMBOLISMO tipo- BONIFACIO (San).
lógico), el Nuevo Testamento inspira de ma- Apóstol de la Germanía (pág. 211). Nacido
nera más particular las . reformas monásticas, hacia el 675 en el Wessex, estudia primero en
que se presentan como un retorno a la vida Exeter y después en la abadía de Nutcell.
evangélica (o apostólica) verdadera (págs. 238 Parte como misionero, siguiendo el ejemplo
y 434). de numerosos monjes irlandeses y gaélicos, y
(Véase B. Smalley, The Study of the Bible in recorre la Frisia y toda la Germanía fundan-
the Middle Ages, 1952; H. de Lubac, Ex égese do numerosos obispados y abadías (Passau,
médiévale. Les quatre sens de l'Ecriture, 1959- Fulda, pág. 181). Resulta muerto en el curso
1961; La Biblia nell'alto medioevo, Xe settt- de una misión por Frisia, en el año 755 .
mana di Studi, Spoleto, 1963.) (Cf. Sanht Bonifatius, Fulda, 1954.)

BIZANCIO, BIZANTINOS. BONIFACIO VIII.


La ciudad por excelencia pa.r a los occidenta- Nacido hacia 1236, muerto en 1303, Benedetto
les de la Edad Media, pues rebosa de habi- Caetani , papa de 12·94 a 1303·, no tiene buena

618
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

reputación como papa desde el punto de vis-


ta político. Sucede en circunstancias difíciles
a CELESTINO v (pág. i34). Emprende contra el
rey de Francia Felipe el H ermoso una ludi a
encarnizada, en el curso de la cual afirma
con una violencia jamás alcan zada hasta en-
tonces la superioridad del poder espiritu al so-
bre el poder temporal (bulas Clericis laicos,
i 296, Unarn Sanctarn, i 302) . Su humillación
en Anagni, frente al enviado d e Felipe el
Hermoso, Guillermo de Nogaret, que lo abo-
fetea (pág. i42), simboliza el fin de las ambi-
ciones temporales del papado medieval. Pero
su pontificado ha sido muy importante para
la organización de la Iglesia, especialmente
en materia de Derecho canónico (Líber Sextus,
que completa el Corpus), y pa.ra la espiritua-
lidad (institución del jubileo romano en i300).
Ha sido llamado -no sin cierta paradoja-
«sinfonista y moderadorn (G. Le Bras).

BOSQUE.
Cubre una gran parte de la Cristiandad.
Mundo del refugfo y de la aventura. Rico en
productos. Mundo también del p eligro (pá-
ginas 185 y sigs., y 247). Tema iconográfico
(véase ils. 2-5, 5z y planos 9, ro, n, r2, pági-
nas 98 y 99).

BOURGES_
Catedral, construida en sus partes esenciales
durante el siglo XIII, entre 1200, aproxima-
damente, y 1270. Reconstrucción gótica de un
edificio románico, del que subsisten tan sólo
dos puertas laterales. Los cinco pórticos de
la fachada occidental forman uno de los con- 49. SECClóN TRANSVERSAL
juntos más notables del arte gótico. El del DE LA CATEDRAL DE BOURGES
centro está consagrado al Juicio Final. Alg u-
nos de sus bajos relieves ilustran escenas del
Antiguo Testamento y son testimonio de una
imaginación desbordada, a veces maliciosa. Sin da en Toledo, por ejemplo). (Véase ils. z39,
embargo, es en el interior donde se puede 2r3 y 242 y fJlano 4z, f1ág . 607 .)
juzgar la excepcional homogeneidad del co n-
junto. La nave, de 125 metros de longitud y BRUNO (San).
37,15 metros de altura, no está interrumpida Fundador ele la Grande-Chartreuse, la Gran
por ningún crucero. El ambón y el cierre del Cartuja, en 1084 (véase pág. 129 y ÓRDENES
claustro fueron derribados en el siglo xvm. MONÁSTICAS) .
Comenzada por el hermano de Ma uricio de (Cf. B. Bligny, L'Eglise et les ordres religieux
Sully, que hizo construir NOTRE-DAMlo: DE PA- dans le royaurne de Bourgogne aux XI• et
RÍS, imita la catedral parisiense, especialmen- XII• siecles, 1960.)
te por su vasta cripta. Su gran innovación la
constituyen las cinco naves que, tanto en el BUENAVENTURA (San).
interior como en el exterior, se superponen Nacido en 1221, muerto en 1274, Giovanni di
en una armonía perfecta (pesadamente imita- Fidanza entra en la orden franciscana (pági-

619
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

na 131) en 1243 , estudia en París y en 1253 significación a veces simbólica (cacería de Ha-
ocupa en esta ciudad la cátedra de Teología gen, pág. 480).
reservada a los franciscano s. Llega en 1257 a
general de su orden y arbitra, en un sentido CAEN.
fa vorable a los partidarios de la pobreza atem- La iglesia de Saint-Etienne y la iglesia de la
perada, el confiicto planteado entre conven- Trinité, construidas por GUILLERMO EL BAS·
tuales y espiritu ales. Hace destruir las «vidasn TARDO o Guillermo el Conquistador en expia-
anteriores de SAN FRANCISCO y escribe una ver- ción de su unió_n consanguínea, suponen una
sión oficial, que edulcora considerablemente etapa importante en la doble evolución que
la figura del poverello . Su obra , muy abun- va desde JUMLEGES (comenzada en 1037) al
dante, que no ignora a Aristóteles p ero pre- arte normando de Inglaterra (Winchester, Lin-
fiere a Platón, culmina en el Itin erario del coln, Cantorbery) y al arte gótico francés.
espíritu hacia Dios, que va d esd e las cosas sen· Saint-Etienne, iglesia de la antigua Abadía de
sibles hasta el a lma y hasta Dios. «Es una los Hombres, comenzada en 1o64, fue consa-
indefinible mezcla de especulación erudita y grada en 1077. Las bóvedas, el crucero y el
de fe1·vor religioso.» Al lado de SANTO TOMÁS coro son del siglo xm, pero el conjunto es
DE AQUI NO, Buenaventura ha d ese mpeñado un uno d e los más grandes monumentos del arte
p apel de primer plano en la lucha que opo- romfoico. En re lación a Jumieges, Saint-Etien-
nía a seculares y regulares en la Universidad ne presenta dos innovaciones importantes: un
de París. ábside con deambulatorio y capillas radiales
(Cf. J. G. Bougerol, Saint Bonaventure et la y la altura simétrica de las arcadas y de las
sag~ss~ chrétienne, 1963 .) tribunas. La fachada es una transición entre
la de Jumieges y las fachadas góticas: las dos
BURGUNDOS. torres no parten todavía del suelo y no for-
Pueblo germánico instalado en Worms en el man sa liente sobre la fachada, pero están pro-
año 436 (muerte de Gunther, punto de par- longadas por medio de contrafuertes. En esta
tida del NIBELUNGENLIED, pág. 51) y, más tar- dcfmición nueva de las rela ciones torres-facha-
de, en Sabo ya en el 443 (véase mapa 2 , pági- da reside la principal aportación de Saint-
na 49; Atlas, mapa 11, pág. 503, y págs. 51 Etienne de Caen al arte gótico. La TRINITÉ,
y 52). iglesia de la antigua Abadía de las Damas, fue
particularmente alterada por las restauracio-
e nes del siglo XIX. Su principal originalidad,
en relación a Jumieges, estriba en el plano
CABALLERO. benedictino, con absidiolas decrecientes a cada
Miem bro de la aristocracia feuda l, que se lado de un coro a largado. (Véase Atlas,
distingue por su armamento (il. II3), su gé- mapa VI, pág . 5II, e il. 237.)
nero de vida (castillo, caza - il. II4- , guerra)
y una moral especial (fidelidad, liberalidad). CALVERO.
Puede definirse por una ceremonia d e inicia- La principal realidad geográfica del Occiden·
ción (compostura, pág. 418). La caballería te medieval (págs. 101 y 185 e il. 5).
tiende a transformarse durante el siglo XIII en
una casta cerrada (nobleza, il . I2o, pági- CAMINO.
nas 137-139). Hay dos categorías de caballe- Materialmente diferente d el camino o •uta
ros: ricos y pobres (págs. 313 y 314). antigua: menos sólido, menos estable, más
Uno de los tres ESTADOS de la sociedad (pági- flexible. Seguido por el gran rebaño de los
nas 349-355). vagabundos y los errantes. Vía y símbolo de
(BIBL. FEUDALIDAD: L. Gautier, s. Painter, la PEREGRINACIÓN y de la condición humana
L . Verriest.) (hamo viator). (Véase págs . 190, 191 y 296 e
ils . 6 y 53.)
CACER1A.
Deporte, pasión del caballero (il. II4) . Tiene CAMPANAS.
un doble papel: económico (como alimentos, A p ar tir de los siglos vr-vn, las campanas re-
págs. 185-187) y social (prestigio). Elemento gulan la vida de los hombres de la Edad Me-
esencial de los cantares de gesta, con una dia . Su fabr icación favorece los progresos de

620
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

la metalurgia . Influyen en la evolución arqui- CAR CASONA.


tectural (torres, campanarios, pórticos). Las Ciudad m edieval típica (véase il. 7), recons-
campanas laicas (campanas d e rebato), que truida en el sig lo x1x por Viollet-le-Duc.
miden un tiempo nuevo, aparecen al lado de
las campanas eclesiásticas en el siglo xm y, CARLOMACNO.
sobre todo, en el x1v (págs. 25 1 y 258). Nacid o c11 el 712 ó el 713· hijo de Pipino el
Breve, comparte el trono de los francos con
CAMPESINOS. su hermano a rlom :\ n desde el 768. Despu és
La masa de la sociedad m edieval (véase RÚS- d e la muerte de éste, en el aíio 771, qu eda
TICOS, SIERVOS, VILLANOS, i/s. IIJ )' I2I y pá- como único soberano. Mucre en el 8 14. Céle-
gina 138). . bre: 1.º) Por sus guerras: contra los lomb ar -
Pauperización de los - en el siglo xm (p á- dos a los cuales arranca la corona de Italia
ginas 342 y sigs.). (77-Í); contra los ávaros, cuyo ring destru yen
Los - y la lucha de clases (págs. 402 y sigs.). sus tropas (795); contra los sajones, a los que
somete despu és de feroces campañas y cris-
tianiza después (774-799); contra los bávaros,
CANTARES DE GESTA. que se anexiona (788); contra los hispa.nos
Poemas e n lengua vulgar, que aparecen en musulmanes y cristianos, a los que conqmsta
Francia hacia finales del siglo x1 y se desarro- la Marca Hisp ánica, pero que infligen a las
llan hasta el xm. Su acción, no obstante, tropas de Rold án la derrota de R?ncesvalles
tiene Jugar en tiempo de Carlomagno Y. de sus (778, il. JI) . 2.º) Por el Imperio restau-
descendientes (CHANSON DE ROLAND, ciclo de rado en su provecho (800) por el papa
Guillaume au court nez, Girart de Vienne). León III, que le corona en Roma . Sin embar-
Si bien en el orio-en de esas narraciones legen- go Carlomao-no se tiene ante todo por rey de
da.rías se encuen~ran hechos y personajes his- io~ francos, con los que confunde a la Cris-
0

tóricos, sus autores les han dado una signi- tiandad occidental, y busca solamente obtener
ficación que no poseían en la realid ad y los del emperador de Constantinopla ~u r~conoci­
han utiliza do para encarnar las pasiones de miento como igual. 3. 0 ) Por su Ieg1slac1ón (ca-
su tiempo. Así CARLO~L~GNO y sus próceres pa- pitulares, págs . So y 81) y su política cultur~l
san a ser. en los can tares de gesta, el símbolo (Renacimiento carolingio), que dan al Occi-
de Ja caballería cristiana en lucha contra los dente un barniz superficial ilusorio. Durante
infieles. Su procedencia popular ha dejado de toda la Edad Media está considerado como un
ser admitida. En la actualidad se ve más bien h éroe lege ndario. (Véase il. IJ, mapa 3, pá-
en ellos el resultado de una creación literaria, gina 73, y págs. 70~72 y 77-80.)
elabo.rada en un momento en que el Occiden- Evangeliario de - (ti. 40).
te cristiano se tornaba consciente de su unid ad
y estaba a punto. de lanzarse e~ 1 la aventura CARLOS DE ANJOU.
de las Cruzadas. Srn duda, el ongcn y e l pro- Hermano de San Luis (1226-1285), conde de
ceso de formación de los cantares de gesta Anjou, del Maine Y. ~e Proven.za, conquista el
han sido múltiples, pero su éxito est<\ li gado reino de las Dos Sic1has a partil' de 1264, pero
a la constitución de una casta señorial, de- pierde Sicilia en provecho de los aragoneses
seosa de ver sus proezas y sus ideales celebra- después de las «Vísperas sicilianas» (1282)
dos y que favorece el empleo de la le1~gua (págs. 588 y 590).
vulgar por oposición a l latín de los cléngos.
La palabra «gesta» designa probablemente en CARLOS MARTEL.
el siglo x1 la t.radición caballeresca d el linaje LJeo-ado a m ayordomo del palacio de Austra-
0
señorial. Tal es la causa de que los cantares sia en el año 717 (su padre Pipino 11 había
de O'esta se desarrollen habitualmente e n ciclos muerto en el 714), extendió su autoridad sobre
en ~orno a un linaje (págs. 383 y 386), más la Neustria, la Borgoña y la Aquitania. R e-
que a un personaje. chazó la in cursión del 73.2 en la Galia de los
{BIBL. HISTOR IA LITERARIA: E. Lejeune.) árabes (batalla llamada de Poitiers, pág. 53).
Más todavía que el predominio de su familia
CAPITELES. (los Pipínidos, que iban a conv7rti.rse, con su
(Véanse ils. 2IJ-2I8 y ARTE ROMÁNICO.) nieto CARLOMAGNO, en los Carolmg10s), asegu-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

ró el predominio de la aristocracia militar, a independientes. En el siglo XI, el condado


la que concedió grandes dominios confiscados mismo se diluye y la «castellanía» pasa a ser
a la Iglesia y a los que reunió en las asam- la unidad administrativa, a favor de una frag-
bleas de los Ca mpos de Marte. Preparó la feu- mentación extrema de toda autoridad pública.
dalidad institucionalizando el beneficio ecle- En torno al castillo nacen, a partir del siglo x,
siástico bajo el nombre de «precario» (precaria las nuevas instituciones feudales (pág. 138) .
verbo regis). En la Edad Media fue considera- El castillo es, en primer término, un lugar
do como un héroe feudal con fuerza legendaria fortificado, una fortaleza. En su origen, está
(de ahí su sobrenombre) y, en Francia, un construido en madera. Sus principales elemen-
héroe nacional. tos son una empalizada y una torre, integrada
por dos pisos, una cava o subterráneo y una
CASA. gran sala, a la que se accede por una escalera.
(Véase págs. 48 5 y 486.)
- -~- ' ' ·· ..:.- - -- .. -
CASIO DORO.
Uno de los «fundadores» de la Edad Media
(págs. 181 y 182), nacido hacia el 490, muerto
en el 580. Procedente de una gran familia de
Italia del Sur, Casiodoro desempe yó primera-
mente un papel político de primer orden en
la Italia ostrogoda, como mediador entre el
mundo romano-bizantino y la sociedad bárba-
ra. La reconquista de Italia por Justiniano
(539) pone fin a su brillante carrera. Casiodoro
se retiró entonces al monasterio de Vivarium,
en Calabria, d esde donde preparó la educa-
ción intelectual de los pueblos nuevos, hacien-
do traducir obras griegas y copiar obras lati-
nas. Heredero de la cultura antigua, a la que
contribuyó a salvar, será la fuente principal
de los polígrafos de la Edad Media. No obs-
tante, su mayor originalidad consiste en haber
sido el primero en preconizar el valor santi
ficante del trabajo intelectual y en haber pro-
puesto a los monjes un nuevo campo de ac-
ción: el estudio, fin alidad del trabajo, medio de
perfeccionamiento y de influencia (pág. 165).
Su ejemplo fue ampliamente seguido y, du-
rante toda la Alta Edad Media, las bibliotecas
de los conventos constituyeron los asilos de la
ciencia y de la cultura. Su Historia de los
Godos, perdida, ha sido utilizada por Jorda-
nes. Su principal obra, las lnstitutiones divi-
narum et scccularium litterarum, ha tenido
una gran importancia histórica, sobre todo en
su segunda parte, que es una verdadera enci-
clopedia de las ciencias profanas para uso de
los monjes. (Véase il. 33.)

CASTILLO. 50. UN CASTILLO ROQUERO O FUERTE


Durante los siglos IX y x, el poder público es. MEDIEVA L
práctica mente inexistente. Los principados,
apenas formados, se disgregaron en condados (Según la reconstrucción ideal de Viollet-le-Duc)
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

• Fin del siglo XI-comienzos del xu


rn Siglo xrr
l'lli!iZi Siglo XIU
~ Siglos x1v y xv

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5I. PLANO DEL «DON]ON» Y DEL CASTILLO DE LOCHES

52. PLANOS DE CASTILLOS ROMANICOS

I. El Krak de los Caballeros (Siria). 2. Chdteau-Gaillard.


LA CIVILlZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Se construye sobre una elevación, la mota. El


castillo se convierte en la base visible y con-
creta de los poderes del castellano, cuyo estan-
darte flota en la torre del homenaje (véase
ils. 203 y 205). El castillo se transforma rápi-
damente en centro de dominación social y eco-
nómica. A partir del siglo XI, caballeros y cas-
tellanos tienden a formar una casta, cuyo gé-
nero de vida · se refina, mientras que la cons-
trucción de los castillos y su arreglo interior
mejoran poco a poco. El castillo es el centro
de una sociedad particular, la sociedad cas-
trense, y de una civilización militar y artís-
tica. (Véase ils. I, 206; págs. 419, 420, 485
y 487 y BIBL. CASTILLOS.)
CATAROS.
(Véase pág. 133; HEREJÍAS y BIBL. HEREJÍAS.)

CELESTINO V (San).
Pietro de Morrone, ermitaño calabrés, funda
hacia 1260 la orden de los Celestinos. Después
de una vacancia de la Santa Sede de más de
dos años, fue elegido papa en 1294· Favorable
a los espirituales (pág. 131), suscitó un gran
entusiasmo popular e hizo nacer la esperanza
53. PLANO DEL CASTILLO de una revolución en la Iglesia y de un retor-
no a la pobreza evangélica. Obligado a abdi-
DE BEAUMARIS (ANGLESEY) car al cabo de seis meses («El que hizo la gran
Hacia r295-r330. (Según R. Allen Brown) negativan, Dante), fue encerrado y murió en
1296, en circunstancias bastante oscuras, que
hicieron recaer sospechas sobre su sucesor, Bo-
nifacio VIII. Bajo presión de Felipe el Hermo-
so, Clemente V lo canonizó en 1313 (pág. 134).
(Cf. A. Frugoni, Celestiana, 1954·)
CESAREO DE ARLES (San).
Monje de Lérins, después arzobispo de Arles
(hacia 470-542), uno de los organizadores del
catolicismo en el campo de la disciplina ecle-
siástica (cánones conciliares sometiendo el bajo
clero a los obispos), de la moral (cánones y
sermones), del dogma (agustinismo moderado
sobre el libre arbitrio y la gracia, adoptado
por el Concilio de Orange, 529) y la organi-
zación monástica (regula ad virgines, regla de
las monjas) (págs. 57, 165 y 178 e il. r4).
CID.
Rodrigo Díaz de Vivar, caballero español (ha-
cia 1043-1099), llamado el Cid Campeador, el
Señor (árabe Sid) de las batallas, se distinguió

+- 54. PLANO DEL CASTEL DEL MONTE


(APULIA)
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

en las confusas luchas de los cristianos contra castrum sefiorial. Pronto los nuevos habitantes
los árabes, pero, sobre todo, se convirtió des- se sacuden la tutela del antiguo sefior, obtie-
pués de su muerte en el héroe de un célebre n en franqui cias o una «carta» (Huy, 1066)
cantar de gesta, el Cantar de mío Cid. Es el que concede a los habitantes la libertad y el
más antiguo testimonio de la poesía épica es- derecho a gobernarse por sí mismos, mediante
pañola. El Cid aparece en é l como e l héroe una ind emnizació n al sefio r (págs. 150 y 151).
de la Reconquista española, el símbolo de la E l progreso d e las ciudad es favorece el del
nobleza cristiana y española, leal h acia su rey, poder rea l y la liberación d e los ca mpesinos,
orgulloso y generoso (pág. 104). atraídos por los ta ll eres urban os. Pero su cre-
cimiento es d esordenado. La estrechez ele las
CIEGOS. calles, la acumulación de las casas y la falta
Atormentan al mundo medieval. El bajo nivel de agua determinan numerosas epidemias
fisiológico e higiénico los multiplica. Viven (peste negra de 1348). La construcción en ma-
errantes por los caminos. Se les teme y se les dera multiplica los INCENDIOS (Ruán arde seis
admira a la vez. Su ceguera es con frecuencia veces entre 1200 y 1223). Las desigualdades so-
tomada en sentido figurado. Tristán e Isolda, ciales determinan graves perturbaciones desde
después de haber bebido el filtro, «se buscan la segunda mitad del siglo xm (lucha del co-
como ciegos que andan palpando el uno hacia mún contra el patriciado, en Francia; del po-
el otro, desgraciados cuando languidecían se- polo minuto contra el popolo grasso en Flo-
parados, más desgraciados todavía cuando, reu- rencia). Las ciudades ayudaron a liberar a los
nidos, temblaban ante el horror de la prime- campesinos de las proximidades de las servi-
ra confesión» (págs. 189 y 330 e il. 59). dumbres señoriales, pero explotaron en tanto
grado como apoyaron las campiñas situadas
CIMABUE.
Pintor florentino (hacia 1240-1302). Formado en su zona de atracción. Con frecuencia han
primeramente en la decoración del Baptiste- conseguido convertirse en el centro de una
rio, después en Roma, con Cavallini, Cimabue región económica y política (por ejemplo,
da la medida de su talento en Asís (Crucifi-
Franc de Brujas, contado de las ciudades ita-
xión de la basílica, retrato de San Francisco lianas, banlieus), pero los estados urbanos me-
dievales no r epresentaban la fórmula del por-
en Santa María de los Angeles), en Florencia
venir. Pronto se formó un esfJíritu urbano,
(Crucifijo de Santa Croce, lám. col. VIII, Vir-
imbuido de su sup erioridad y hostil frente al
gen de La Santa Trinita, en los Uffici) y en
campo, mi en tras que los med ios tradicion a·
Pisa (mosaico de San Juan en el ábside de la
catedral). Su inspiración es aún bizantina, pero les (a ejemplo del benedictino Ruperto de
Deutz y del cisterciense SAN BERNARDO en el
su esti lo, .patético y controlado a la vez, anun -
siglo x11) veían en la ciudad un hogar de vi·
cia una evolución capital en la pintura occi-
c10, d e innovaciones peligrosas y de perdición
dental. DANTE lo ha designado como el pintor
(«BABILONIA»). Las ciudades han sido los prin·
más célebre antes de GIOTro (p<lg. 589).
cipales centros del progreso económico, artís-
CITEAUX. tico e intelectual (UNIVERSIDADES). (Véase ils.
(Véase ÓRDENES MONÁSTICAS, mafJa 22, pág. I26, 3, 4, 7, págs. 111 y sigs., págs. 395 y sigs. Atlas,
y pág. 12 3.) mapa VIII, pág. 524, y planos 5 y 6, pág. 83;
(Cf. J. B. Mahn, L'ordre cislercien et son gou- 7, fJág . 85; I7 y I8, pág. II6; I9 y 20, pági-
vernement jusqu'au rnilieu de XIIIº sihle, na II7.) (BIBL. CIUDADES y BURGUESES. Véase
19{6; L. J. Lekai, Les moines blancs, 1957.) P. Lavedan : Représentation des villes dans
l'art du May en Age, 1954.)
CIUDADES.
En la Alta Edad Media, las ciudades quedan CLERO.
reducidas a una función militar, administrati- El primer orden ele la sociedad medieval
va y religiosa. La ciudad es un recinto forti- (il. rr5 y págs. 349 y sigs.). Está dominado por
ficado, por regla genera l muy reducido, resi- un alto clero secular y por un clero monástico,
dencia de un conde o de un obispo. A partir que se recluta en su mayoría entre la clase ca-
del siglo XI, la renovación del comercio reani- balleresca. Lucha, no obstante, en tanto que
ma su función económica. Un nuevo barrio clase de los clérigos, contra la clase de los mi-
mercader, el burgo, surge al lado del antiguo litares (il. II6). Se individualiza mejor des-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

55. LA ABADlA DE CLUNY EN II57


(Según la reconstrucción de K. ]. Conant)

pués de la ccreforma gregoriana» (pág. 369). pequeños soberanos francos establecidos en


(Véase GREGORIO VII.) Cambrai, Colonia y otros lugares. Su golpe
maestro consiste en su conversión al catolicis-
CLODOVEO. mo (había ya mostrado en el 486 su deferen-
Nacido hacia el 466, muerto en el 5u, rey de cia hacia el clero cristiano, en ocasión del epi-
los francos salios, sucedió a su padre CHILDE- sodio publicitario del vaso de Soissons). De
RICO 1 en el 481, en un momento en que el esta manera, consigue aparecer como el cam-
centro principal de los francos salios se halla- peón de la ortodoxia frente a los soberanos
ba en Toumai. En el 486, bate al general ro- bárbaros arrianos. (Véase il. zz, Atlas, mapa Il,
mano Syagrius y se instala en Soissons. En pág. 503, y pág. 51.)
el 506, probablemente, triunfa de los alama- (Cf. G. Tessier, Le bapteme de Clovis, 1g64.)
nes y, en el 507, de los visigodos en Vouillé.
Se apodera así de casi toda la Galia, con ex- CLUNY.
cepción de la Provenza, región que Teodorico La ORDEN. El abad reformador Bernon obtu-
le impide conquistar. Se convierte en único vo en 910 de Guillermo el Piadoso, conde de
rey de los francos, haciendo asesinar a los Auvernia y duque de Aquitania, la villa de

626
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

56. SECCióN TRANSVERSAL DE LA IGLESIA DE CLUNY Ill


(Según K. ]. Conant)

Cluny, en el condado de Mil.con, para fundar donde acababa de morir Gelasio II) y por nu-
en ella un monasterio en el que pensaba res- merosos grandes señores, a los que su recluta-
taurar en su pureza primitiva la regla bene- miento aristocrático unía con frecuencia por
dictina, como ya había hecho en Gigny y en lazos famil iares, dotada de dominios, de sier-
Baume-les-Messieurs. Su sucesor San Odón vos y de riquezas enormes, la orden cluniacense
(926-942) fue el «segundo fundador» de Cluny fue, particularmente entre 1049 y 1156, una de
al obtener del papa que fuese una cabeza de las principales potencias de la Cristiandad.
orden y que dependiese directamente de la Admirada por algunos hasta la hipérbole (Pe-
Santa Sede. Las fundaciones cluniacenses se dro Damián veía en ella una «asamblea angé-
multiplicaron pronto y el poder de la orden lica» y comparaba a Cluny con el Paraíso,
fue excepcional. Bajo la dirección de grandes cede! que se escapaban las fuentes de los cua-
abades (San Maieul, 954-994; San Odilón, tro Evangelios, para distribuirse en seguida en
994-1049; San Hugo, 1049-uog; PEDRO EL VE- tantos arroyos como virtudes espirituales hay»),
NERABLE, 1 u2-1156), protegida por los papas Cluny era vivamente atacada por otros. El
(URBANO u, 1088-1099, fue monje de Cluny obispo de Laón, ADALBERÓN, a comienzos del
y Calixto 11 fue elegido en u19 en Cluny, en siglo xr representaba a Cluny en un poema
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

satírico como un jefe de ejército que trans- do en Borgoña ya en su decadencian, pues esas
formaba los monjes en soldados y los lanzaba esculturas no son sino «trozos tratados por el
al asalto del reino de Francia y del mundo. trozon y no derivan del espíritu románico.
sAN BERNARDO, en nombre del espíritu cister- Cluny III había ostentado igualmente una de-
ciense, sostuvo con Pedro el Venerab le una coración pintada muy importante, entre otras
vehemente polémica. La importancia de Cluny cosas un colosal Cristo en majestad en el áb-
en la historia del arte es innegable. Imponien- side. Al revés de C1teaux, para Cluny «cuan-
do el modelo de la casa-madre, organizando do se trataba de glorificar a Dios, ningún es-
Jos caminos de peregrinación a Santiago de plendor podría parecer ·excesivon (G. de Va-
Compostela, llenándolos de iglesias, Cluny fue lous) . La abadía de Cluny, vendida e n 17g8
una de las fuerzas que propagó el arte romá- a un comerciante de Macon, fue destruida
nico. «En la historia del arte románico, los de 1809 a 18 23 . No queda de ella más que el
abades de Cluny se levantan en primer plano, brazo meridional del gran crucero, coronado
no como los inventores de una morfología y por el campanario octogonal del agua ben-
de un estilo cuyas raíces son más profundas, dita, por la torre del reloj y por un trozo de
claro está, pero sí como organizadoresn (H. Fo- absidiola. (Véase il. 25 y plano 30, pág. r77.)
cillon). (Véase mapa 2r, pág. r24.) (Cf. G. de Valous, Le monachisme clunisien
des origines au XV 0 siecle, 1935.)
La IGLESIA ABACIAL. La iglesia-modelo de Cluny
(que, por otro lado, ni es el único prototipo CNUT EL GRANDE.
de iglesia románica, ni siquiera el único mo- Nacido hacia 1095, hijo de Sweyn Forkbeard,
delo de iglesia románica borgoñesa, ya que rey de Dinamarca. Fundador de un gran Im-
VÉZELAY, por ejemplo, desempeñó un papel perio danés, que comprendía Inglaterra (1016),
casi tan importante) es la iglesia em pezada Dinamarca (1018), una parte de Noruega (1028)
por el abad Rugo en 1088. Fue llamada y las costas meridionales del Báltico. Vino a
Cluny III, ya que reemplazó a un a iglesia pri- Roma en p eregrinación (1026) y asistió al co-
mitiva (Cluny I) y a una segunda iglesia ronamiento de Conrado II (1027). Su Imperio
(Cluny II), elevada d el 955 al 991 y enrique- no sobrevivió a su muerte (1035) (p ágs. 81
cida por San Odilón . Cluny II había sido y 362).
uno de los más antiguos ejemplos del plano
llamado benedictino, con coro muy desarro- COCA~A.
llado y absidiolas d ecrecientes. Cluny III era, País de sueño [nuestra Jauja], nacido del folk-
en primer lugar, una iglesia colosal, de lore, en el que el mundo medieval ensaya mí-
181 metros de longitud, con cinco naves y do- ticamente calmar su apetito en un contexto
ble crucero. La cronología de la construcción de hambre siem pre amenazante. Se habla de
de las tres iglesias cluniacenses comienza a ser ella en dos obras literarias del siglo xm. Re-
bastante segura gracias a los trabajos de Ken- presentada por Breughel, en enlace directo
neth Conant (Cluny III fue consagrado por con la estructura social (il. 6r ).
Urbano II en 1og5; terminada al comienzo
del siglo xm, la bóveda de la nave se hundió COFRADfAS.
en 1125, fue r econstruida y la iglesia con- (Véase CORPORACIONES.)
sagrada una segunda vez por Inocencio II
en 1131 ; un nártex fue añadido más tarde y COLOMBANO (San).
terminado en el siglo xm). La de su escultu- Ermitaño irla ndés. Nacido en el año 543 y
ra, en cambio, sigue siendo objeto de múlti- educado en el monasterio de Bangor, pasó al
ples controversias. Según Kingsley Porter, los continente como misionero hacia el 585 . Fun-
capiteles del coro (los únicos de los que que- dador del monasterio de Luxeuil, se hizo in-
dan algunos ejemplares: los célebres «tonos soportable en la Galia por su hostilidad al
de la músican, conservados en e l museo de calendario romano (fijación de la fecha de
la abadía y testimonios de la importancia de la Pascua), su ascetismo a ultranza y su bruta-
música en la liturgia y la espiritualidad clu- lidad frente a los obispos y los grandes. Obli-
niacenses) son anteriores a 1095. Otros auto- gado a dejar Luxeuil en el 610, predicó en
res, como Henri Focillon, piensan que, de ser Suiza con sus compañeros, entre ellos San Gall
eso cierto, «el arte románico se h abría inicia- (véase SAN GALL), y d espués en Italia del Nor-
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

te, en donde fundó el monasterio de Bobbio. y castil!os (finales del siglo x, págs. 95 y 96).
Allí murió en el año 6!5 (pág. r8o). Determma los progresos de la extracción de
las primeras m ate rias, ele las herramientas,
COLONIA. de las técnicas <le transporte y de construcción
Una de las ciudades más importantes del Oc- (ils. Ioo y ror ). Pla n tea problemas de mano
cidente medieval. Centro comercial, político, de obra y de lin a nciaci<\n (il. 99).
eclesiástico, artístico (págs. r 14, 397, 40 1 y 402, Las máquinas (p:\ g. 28 1).
plano z7, pág. rz6, ils. 20I y 238). Los malc ri a lcs (p<l gs. 282 y 283 y sigs.).
Los arquitectos, los a lbafíiles (págs. 300 y 301).
COMERCIO. Las casas, las ciudades, los castill os (p:\g. 485).
~apel de las ciudades en el - (págs. 120 y
sigmentes. Atlas, mapas III, pág. 507, y VIII, CONVERSióN.
pág. 524). Esperada y temida, a la vez, porque si aumen-
CONQUES. ta la familia cristiana disminuyen las proba-
La iglesia de Sainte-Foy de Conques depen- bilid.ades de salvaci~n de cada uno (l a pro-
día de una abadía benedictina fundada en el p~roón de los e_leg1dos está establecida por
siglo vm. A -partir del siglo IX, combina la Dws en una cantidad fija). Al principio, bus-
atracción de una peregrinación a las reliquias cada sobre todo por la fuerza ( compell~ in-
célebre~ de Santa Foy, martirizada en Agen t;are ), ~~ al fin tnunfar la tendencia persua-
en el siglo IV, que fueron trasladadas a ella, siva (m1S1oneros), salvo ante los heréticos, con
y una estación situada sobre uno ele los prin- respecto a los cuales la predicación deja paso
cipales caminos hacia SANTIAGO DE COMPOSTELA, a la Inquisición (págs. 211, 212 y 214).
la ruta auvernesa, que desde el Puy, por Con-
ques y MOISSAC, ganaba TOULOUSE. Cuando se CORPORACIONES.
vio que la iglesia construida en la segunda mi- Asociaciones de MERCADERES y artesanos de una
tad del siglo x resultaba demasiado pequeña ciudad, que reglamentan por m edio de esta-
ante la afluencia de peregrinos, el abad Odol- tutos los detalles del oficio: horarios de tra-
rico ( 1039-1065) hizo comenzar la iglesia actual. bajo, calidad de los productos, represión de
Terminada en el siglo XII, es, sin embargo, lo~ f:au~es ... Cártels que tienen por objeto la
una ~e las obras maestras más representativas ehmmac1ón de la competencia en el interior
del . s1g!o XI y una de las primeras grandes de la ciudad y el mantenimiento del monopo-
reahzac10nes de la arquitectura románica. El lio de una minoría de maestros sobre el mer-
sabor auv~rnés se encuentra en Conques en cada urbano. Las corporaciones se duplicaban
la severa piedra volcánica y la originalidad del con .frecuencia en cofradías religiosas, encar-
tímpano, dividido por dinteles en albarda, cu- gadas de subven ir a los gastos de sus miem-
b_iertos de inscripciones. Dicho tímpano del bros necesitados en caso de eri.fermedad o de-
siglo XII, consagrado al Juicio Final es tam- función. ~iclias cofradías estaban puestas bajo
bién una de las obras maestras de la' escultura 1 ~ protección del san to patrón de la corpora-
románica, lo mismo qu e el tesoro, parcial- ción. El preboste de París, Etienne Boileau,
mente conservado, ha sido y es todavía uno reglamentó al final del reinado de San Luis
de l~s más ricos de la Edad Media, gracias las corporaciones de París en el Livre des Mé-
especialmente a la célebre estatua-relicario de ticrs. Redactado entre 126o y 1270, contiene
Santa Foy (siglo x), en oro y piedras precio- los estatutos de las corporaciones parisienses
sas, obra i:naestra bárbara, cuya adoración por para mejor vigilar su aplicación. Las vidrie-
los peregrinos producía la indignación de dos ras ofrecidas por los oficios a la catedral de
estudiantes de Chartres a comienzos del si- Chartres son un excelente documento sobre la
glo XI (ils. II2, 245, 246). vida de_ las corporaciones. (Véase págs. 119
y 393, 11. I02.)
CONSTANTINOPLA. (IlIBL. CORPORACIONES, ARTESANOS, OBREROS.)
(Véase IlIZANCIO.)
CORTESfA.
CONSTRUCCióN. Comportamiento e ideal que se desarrollan en
La gran industria de la Edad Media, a partir las cortes feudales a partir del final del si-
de la utilización de la PIEDRA para las iglesias glo xr. Hace irrupción en la literatura. En-
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MED<IEVAL

cuentra su principal expresión en una actitud Más antigua representación conocida en Di-
nueva en relación a la mujer y en la transfor- namarca (il . .12).
mación del concepto del amor (i1. I69, pági- Representación del Cristo (il . .162 ).
nas 472 Y 473). El crucifijo de CIMABEU (lám . col. Vlll).
(BIBL. HISTORIA LITERARIA: R. R. Bezzola y
SENSIBILIDADES Y MENTALIDADES: R. Ne!li.) CRUZ.
Símbolo primero del triunfo, se hace después
CORVEA. sinónimo de . sufrimiento. Signo distintivo de
(Página 314.) los cristianos. Emblema de la Cruzada. Objeto
de una devoción cada vez más afirmada a par-
COSMOGRAFfA. tir de la época carolingia (RABÁN MAUR) . Se
Mezcla de conocimientos an tiguos y de inter- afirma en el gran tema iconográfico de la Cru-
pretaciones bíblicas. Informada sobre todo por cifixión (il . 80). Rechazada por numerosos h e-
el simbolismo y los mitos circulares orientales réticos como objeto de un culto vergonzoso
(il. 48 y págs. 192 y 193) . (págs. 219, 220, 223 y 224).
(BIBL. SENSIBILIDADES Y MENTALIDADES: J. Bal- (Cf. A. Frolow, La relique de la Vraie Croix,
trusaitis.) 1g61 .)

CREACióN. CRUZADA.
La obra de Dios (pág. 220). Comienzo de la Ideal del «paso» --de la reconquista de la Je-
historia humana. Objeto de numerosos comen- rusalén terrestre, imagen de la Jerusalén ce-
tarios (Hexaemeron, pág. 238: los seis días lestial- , encarnado en una serie de empresas,
de la Creación según el comienzo d el Génesis). desde finales del siglo x1 hasta el siglo xm, en
Modelo del trabajo, que ha de ser esencial- los que se mezclan el ideal religioso, el
mente «Creadorn. aumento demográfico y el deseo de pillaje.
Han dejado un balance casi totalmente nega-
CRISTIANDAD. tivo p ara el Occidente. Consideradas por mu-
Define, por medio de la religión , al mundo chos ya en el siglo xm como una quimera
occidental medieval. Hubiera debido ser, se- nefasta (véase JOINVILLE, RUTEBEUF), ha crista-
gún los esfuerzos de ciertos emperadores y so- lizado numerosas aspiraciones de la mentali-
bre todo de ciertos papas (SILVESTRE II, GRE- dad colectiva (págs. 105-111, mapas IJ y .14,
GORIO VII, INOCENCIO !II, BONIFACIO VIII), el págs . .107 y ro9 y A tlas, mapa Ill, pág. 507).
cuadro único y edificante del Occidente. Se (BIBL. CRUZADAS y R . Alphandéry y A. Du-
quedó en un ideal, que no ha existido nunca pront, La Chretienté et l' idee de croisade,
a causa de la fragmentación de los Estados, de 1954-1959.)
la diversidad y del antagonismo de los inte-
reses nacionales y de la lucha de clases. CUERPO.
Formación de la - (véase capítulo III, pági- «Abominable vestido del alma» (GREGORIO
nas 95 y sigs.). MAG NO). Asiento de los vicios y del mal. Se
La - en crisis (véase capítulo IV, págs. 153 libera progresivamente y ocupa su lugar de-
y sigs.). bido en el siglo xm en la medicina (anato-
mía), la higiene (bafios), el arte (desnudo).
CRISTO. Se ha imp uesto siempre, en lo que respecta
Segunda persona de la Trinidad, que pasa a a la clase feudal, como instrumento de la
primer plano a partir del siglo x1, con una fuerza física (págs. 480 y sigs.).
tendencia cada vez mayor a ser más el Cristo
sufriente (il. 80) que el Cristo triunfante
(ils. 8r y 82) . No obstante, sigue siendo el Dios CH
salvador (ils. 84 y 90). En su Encarnación,
constituye el centro de la historia de la hu- «CHANSON DE ROLANDn.
manidad, en torno del cual la evolución his- CANTAR DE GESTA escrito por un clérigo desco-
tórica se ordena en un «antes» y un «después» nocido, a finales del siglo XI. Se refiere a las
(págs. 219 y sigs.). aventuras hispánicas de Carlomagno (pág. 71),
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

cuya retaguardia, mandada por el marqués grados, respectivamente, a la Natividad y a


Roldán o Roland, fue desbaratada por los la Ascensión. La inspiración románica se tra-
vascos en el año 778. Por su grandiosa simpli- duce aq uí ror estatuas-columnas, alargadas y
cidad y por la excelente pintura qu e hace hieráticas, y por la representación ele las artes
del alma caballeresca, la Chanson de Roland li bera lcs, probablemente sugerid as por la en-
aparece como la epopeya más perfecta ele la seJianza ele la cC: lebre esc uela ch artrense del
Edad Media . Sin embargo, se presta todavía a sig lo x 11. Muy diferen tes son los fro nti spicios
muchas interpretacio nes. Si bien nadie piensa y los pórticos latera les, donde e l realismo
ya que Turold ha firmado el más bello y pro- gó tico se ha im puesto d e manera progre-
bablemente más antiguo texto (hacia u 70), siva y donde se observan esp ec ia lmente las
conservado en la biblioteca Bodleiana de Ox- representaciones d e la vida activa y ele la
forcl (Manuscrito Digby 23), se discute, en vida con templativa. El interior, de 130 me-
cambio, en qué medida ha modificado un tros de longitud y 36 de altu ra, es, por el
original francés que se remonta probablemen- contrario, extremadamente homogéneo. La im-
te a la segunda mitad del siglo XI. Se disputa, portancia de los juegos de luz es excepcio-
igualmente, si se trata ele una obra colectiva nal en Chartres, donde las vidrieras ofreci-
o individual y qué intermediarios han podido das por grandes personajes (tales como Blanca
transformar el hecho diverso de 778 en la ges- de Cas tilla y San Luis) y, sobre todo, por las
ta, posterior a ella en tres siglos. Por último, CORPORACIONES, que hacen representar en ellas
¿hay que ver en Roldán un caballero cristia- escenas de su actividad profesional, ofrecen el
no, preocupado en primer lugar de la defen- más rico despliegu e de colores y de géneros
sa de la fe y de su salvación, o un señor de todo el arte gótico (plano 4r, pág. 607 ).
feudal, preocupado ante todo por su honor, Escultura de la puerta d erecha del Pórtico
el ele su linaje (pág. 386) y el de su señor? Real (il. r52).
Roldán es más un h éroe militar que un santo Fulberto (il. r63).
y su ges ta parece sobre todo li gada a la pro-
paganda en favor d e la Reconquista española, CHILDERICO I.
en el momento en que, a mediados del si- Soberano bárbaro, jefe de los francos salios,
glo xn, se transforma en Guerra Santa y pre- muerto hacia 48i-,t82 (il . r9).
figura la Cruzada.
(BmL. HISTORIA LITERARIA: p. Le Gentil, CHRÉTIEN DE TROYES.
R. Menéndez Pida!.) Escr itor ch ampaíiés de la segunda mitad d el
siglo x11, fu e uno de los fundadores de la
CHARTRES. novela medi eval, narración de aventuras gue-
La más completa y la mejor conservada ele rreras y amorosas. Escribiendo entre 1160
las catedrales góticas. La recon strucción co- y 1185, aproximadamente, · para un público
mienza en 1134, sobre la cripta ele los si- aristocrático y refinado, se inspi ra en las le-
glos 1x, x y x1. E l Pórtico Real d e la cated ral yendas bretonas, con sus mágicas maravillas,
románica, erigido por FULBERTO al com ienzo y en la poesía lírica provenzal, con su casuís-
d el siglo XI, es acabado en 1160 y se salva del tica amorosa . Todas sus novelas se refieren al
incendio de u 94, que obli ga a reconstru ir el ciclo arturiano: Ere et Enide (hacia u65-u70),
conjunto, terminado, en sus partes esenciales, Cliges (hacia u70-u71, pág. 239), Lancelot
en 1220. El siglo xm añade los frontispicios y 01.t La Charrette (hacia u72-u73), Yvain ou
los pórticos del crucero (1200-126o), el XIV la le Chevalier au Liorv (hacia u75), Perceval
sala cap itular y la capi ll a de Saint-Piat (13'13- ou le Can te du Graal (entre 1174 y u 85). No
1358), el xv1 la flecha de la torre norte y el obstante, el lugar concedido al culto de la
cierre del coro, rematado en 1727 . De las dos Dama, para satisfacer Jos caprichos de la cual
flechas, una es románica y la otra gótica flo- el caballero realiza innumerables proezas, h ace
rida. Se habían previsto otras seis para las de su obra la ilustración más acabada de los
torres laterales inacabadas . El triple pórtico temas corteses, y su celebrid ad le valió ser
de Ja fachada occidental, el Pórtico Real, es traducido, adaptado e imitado en alemán, en
r omán ico. En el centro, el Cristo triunfante, inglés y en galés. La palabra aventura, que
rodeado ele los símbolos de Jos evangelistas. antes de él significaba acontecimi en to fortui-
El pórtico sur y el pórtico norte están consa- to, golpe de suerte, pasa a ser en él prueba
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

que valoriza el sentimiento heroico de la vida (Decreto de Graciano) y la renovación del De-
(Bezzola). recho romano, consagrado por las facultades
(Cf. F. E. Guyer, Chrétien' de Troyes, Inven- de decretos que poseían las Universidades del
tor of the Modern Novel, 1957; BIBL. HISTORIA siglo xm. (Véase págs. 375 y sigs. y BIBL. DE-
LITERARIA: J. Frappier.) RECHO E IDEAS POLÍTICAS.)
DIABLO.
El mal compañero de todos los instantes. Ten-
D tador .y seductor. Poderoso por sus engaños.
DANTE. «El viejo enemigo del género humano." (Pá-
El más grande poeta de la Edad Media, na- ginas 224 y sigs.)
cido en 1265, muerto en 1321. Procedente de La boga del - en la literatura medieval a
una familia florentina notable, se vio mezclado partir del siglo XI (pág. 358).
pronto en actividades políticas y se distinguió El - y la iconognfía (ver ils. 74, 76 a 79 y
como partidario de la autonomía del poder reverso de la cubierta).
temporal frente al espiritual (De monarchia)
y de la independencia de Florencia frente al DIALÉCTICA.
Arte del trivium (véase ARTES LIBERALES), que
papado (GIBEL!Nos). Eliminado del poder en
toma con la escolástica una importancia de
1301, fue condenado a destierro perpetuo. Su
primer orden (véase ESCOLÁSTICA). Adquiere su
vida no fue desde entonces más que un largo
mayor importancia en París, a partir de ABE·
errar a través de Italia, hasta su muerte, acae-
cida en Rávena. El gran acontecimiento de su LARDO (pág. 442).
vida fue su encuentro con Beatriz, a la que DIOS.
conoció en la adolescencia, pero que murió Más fácilmente visto como Padre o Hijo con-
pronto y que se convirtió para él en el ideal creto que como Trinidad. El que «no miente
de la muj er amada, inspirándole la Vita nuova jamásn (pág. 479). Reside en el cielo. Conce-
(hacia r293). Su obra esencial es la Divina bido por la sociedad feudal como soberano
Comedia, vasto poema en tres partes, que pre- supremo (véase ANSELMO, San), cabeza de la
sentan alegóricamente el itinerario del alma, jerarquía celeste (págs. 217 y sigs. y lámina
desde las torturas del Infierno al Purgatorio y color VI).
a las cumbres del Paraíso. En esa marcha, el
poeta es conducido sucesivamente por Virgilio, DOMINGO (Santo).
símbolo de la cultura antigua de Ja que Dante Domingo de Guzmán, nacido hacia u70 en
estaba nutrido, y por Beatriz, símbolo de la Caleruega, Castilla la Vieja, de una familia
Revelación cristiana. La Commedia (llamada de hidalgos, fue canónigo en Osma . Habiendo
divina en el siglo xvr) es una sublime «summa" seguido en 1203 a su obispo en una misión
poética del saber y de la mentalidad medie- por el extranjero, quedó consternado ante la
vales, pero se halla totalmente volcada hacia importancia que había adquirido el catarismo
el pasado. Es un grandioso monumento «reac- en el sur de Francia y no vio otra solución
cionario". En el De monarchia, escrito en para la lucha contra la herejía que la predi-
latín, expresa su ideal político de una Cris- cación evangélica. En 1207 fundó en Prouille
tiandad unida bajo la dirección del Imperio un monasterio para mujeres heréticas conver-
(pág. 131), sueño muerto ya en esta época, tidas, pero su predicación y la de sus compañe-
pese a que Ja venida a Italia (1310-1313) de ros no tuvo otro éxito. Hasta después de la
Enrique VII suscita en Dante vanas esperan- derrota de los albigenses en Muret (1213), no
zas. En el Convivio (Banquete), inacabado, fue acogido en Toulouse, junto con sus compa-
Dante in tentó componer una enciclopedia a ñeros, por el obispo Foulques, un antiguo tro-
la manera del T esoro de su maestro Brunetto vador (1215). Habiendo asistido al IV Conci-
Latino. El Le vulgari eloquentia es una ten- lio de Letrán, en r.n5, aceptó gustosamente la
tativa para crear una lengua italiana literaria. regla que le dio en diciembre de 1216 el papa
Honorio II. En 12•18-1219 realizó un gran via-
DERECHO. je a pie desde Roma a Toulouse. Después mar-
Concepción sabia de la justicia, que no renace chó a España y, desde allí, a París, Milán y
hasta el siglo xu, con el Derecho canónico Roma. Presidió en 1•220 y 1221 los dos prime-
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

DUNS SCOTO.
El escocés Duns Scoto, nacido hacia 1266, en-
tra en los franciscanos de Dumfries en 1281,
estudia y enseña en Oxford y en París y, más
tarde, en Colonia, donde muere hacia 13o8.
Su comentario oxoniano de las sentencias,
Ofnts oxoniense, es Ja m ás conocida de sus
ob ras. R epresenta la ruptura del equi librio
tomista entre la razón y la [e. Agustiniano,
Duns Scoto coloca la voluntad por encima de
la razón. Heidegger ha visto en é l un antepa-
sado del existencialismo. Aunque sus sutilida-
. des escolásticas hayan hecho de él un blanco
preferido de los humanistas del siglo XVI , que
se burlan de los ccbarbouillamenta Scoti», anun-
cia al hombre del Renacimiento al cortar las
vías racionales hacia la fe y al permitir al
libre arbitrio degenerar en todas las tiranías
(págs. 593 Y 595).

E
57. ESQUEMA DE UN DOMINIO
SEfWRIAL ECKHART (Maestro).
Nacido hacia 1260 en una familia. de caballe-
r. Reserva. - 2. Tenencias ros turingios, Eckhart pasa por el noviciado
(Según Bossuat-Devisse) dominico de Erfurt, por el studium de los pre-
dicadores en Colonia y por la Universidad de
ros capítulos generales de los hermanos pre- París, donde recibe el grado de doctor en 1302.
dicadores en Bolonia, donde murió en 122t Provincial de Sajonia (1303), vicario general
(págs. 131, 318, 462 y 463). de Bohemia (1307), provincial de Alemania
Fundaciones dominicas (véase mapa 3, pá- (1310), prior de Estrasburgo (1 313), director
gina 73). del studium de Colonia, es perseguido a causa
(Cf. M. H. Vicaire, Histoire de saint Domi- de sus enseñanzas por el Capítulo General de
nique, 1957.) su orden en Venecia (1325) y condenado por
e l papa inmediatamente después de su muerte
DOMINIO. (13•29). Su misticismo fue explotado por los
Forma económica de la señoría (p<lg. 138). adeptos de la devotio moderna, begardos y
Intenta satisfacer todas las necesidad es econó- hermanos del libre espíritu, pero, aunque
micas: cultivo (campos), cultivos especializa- anuncia la piedad y la teología más ccdirectas»
dos (viñedo, hasta el punto que el clima lo de la Baja Edad Media, sigue estando fuerte-
permite), ganadería (prados), bosques, fuerza mente impregnado por la escolástica (pág. 597).
hidráulica (río), piscicultura (ríos y estanques) (Cf. J. Ancelet-Hustache, Maitre Eckhard e:t
(pág. u9). Dividido en una parte cultivada la mystique rhénane, t956.)
directamente por el señor, sobre todo gracias
a las corveas de los campesinos (reserva), y EDAD DE ORO.
ofra distribuida entre los campesinos (mansos, Mito pagano vuelto a utilizar por una parte
tenencias). Según la coyuntura económica y de la literatura medieval (LE ROMAN DE LA
social, la proporción entre reserva y tenencias ROSE) : sueño de un retorno a una sociedad
varía. anterior al feudalismo sin señores (págs. 263
270-272).
DUALISMO.
Forma fundamental de la lucha (duelo), que EDAD MEDIA.
se encuentra también en la vida moral y espi- La expresión «Edad Media» aparece por pri-
ritual (véase MANIQUEÍSMO) (págs. 459 y 460). mera vez en el siglo xv entre los humanistas
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

italianos para designar el p eríodo intermedio países de Asia, de Europa y en un cierto


entre la Antigüedad y los tiempos nuevos del número de p aíses de Africa. La Edad Media
Renacimiento (con la significación de período es la época de la aparición, del desarrollo y
de regresión bárbara). El primer empleo co- de la decadencia, a escala mundial, del modo
nocido del término es el que hizo de él en 146g de producción feudal, de las relaciones socia-
Giovanni Andrea, bibliotecario pontificio y hu- les feudalesn. (Véase INTRODUCCIÓN.)
manista renombrado, que distinguió «a los (Cf. Biriukovitch y Levitski: Histoire univer-
antiguos de la Edad Media (m edia tempestas) selle, 1957.)
de los modernos de nuestro tiempo». De todas
maneras, la expresión «Edad Media» no pare- EDADES.
ce haber sido de uso corriente antes de fina- División de la historia o de la vida humana,
les del siglo xvn. En Alemania, se encuentra que proporcionan cuadros objetivos (infancia,
por vez primera en el filólogo e historiador juventud, edad madura, vejez) a una p sicolo-
Cristóbal Keller (Cellarius), que estableció la gía y a una moral individuales y sociales y
división de la historia humana en tres par- que conjugan las divisiones por civilizaciones
tes: Antigüedad, Edad Media (media tempo- o por clases (págs. 233 y 418).
ra) y Tiempos Modernos. Se la vuelve a ha-
llar en el historiador alemán George Horn, en EDUARDO EL CONFESOR.
su Arca de Noé (1666), para quien el medium Rey de los anglosajones (1042-1066) (pág. 103).
tevum va desde la gran invasión de los pue- Sus milagros (il . 85).
blos escíticos, en el año 300, hasta el 1500.
La distinción fue consagrada en Francia por EDUARDO l.
Du Cange en su Glossarium de 1678. Pasó a Nacido en 12·40, muerto en 1307, hijo de En-
la lengua vulgar en el siglo xvm, como testi- rique III, subió al trono en 1272. Su obra
fica el título de una obra de De Grace, publi- administrativa y legislativa le ha valido el tí-
cada en 1789 : Tableaux historiques et chrono- tulo de «Justiniano inglésn. Durante su rei-
logiq ues de l'histoire ancienne et du May en nado se instauró el equilibrio entre el poder
Age. Puesta de moda y en un lugar de ho- real y el control parlamentario (Parlamento
nor por los románticos, perdió poco a poco modelo de 1295). Luchó contra los galeses y
en el curso del siglo XIX su sentido peyorativo. fue el primero en dar al heredero de Ja co-
Víctor Cousin es testimonio de ello: «Desp ués rona el título d e príncipe de Gales . Guerreó
de haber blasfemado de la Edad Media -es- igualmente contra los escoceses y debió de-
cribe hacia 1840-, hoy día se ponen a es tu · fender sus posesiones continentales contra el
diaria con ardor y con p asión.n No obstante, desgaste a que trataba d e someterlas FELIPE EL
subsisten ciertas prevenciones. Así lo demues- HERMOSO (pág. 143, i[. 206).
tra Renán: «La Edad Media es p ara los tiem-
pos modernos lo que la edad h eroica era para EGINHARD.
la Antigüedad.n En la periodización de Ja his- Nacido en Maingau hacia el 770, muerto en
toria, los historiadores occidentales colocan, la abadía de Selingenstadt en el 840. Biógrafo
en general, el fin de la Edad Media en 1453 de CARLmL\GNO (Vita Karoli Magni). Estudió
(toma de Constantinopla por los turcos) o en la escuela de Fulda, después e n la scola
en 1492 (descubrimiento de América) . Los his· palatii, bajo la dirección de ALCUINO. Reside
toriadores marxistas Jo hacen en el siglo XVII. en la corte de Carlomagno. Secretario de Luis
La fecha de su comienzo es objeto de muchas el Piadoso, preceptor de Lotario. Tipo del
controversias. ¿Conversión de Constantino? intelectual la ico de la época carolingia: his-
¿Invasiones bárbaras? ¿Fin del Imperio de tori ador y teólogo, letrado y devoto (pág. 381).
Occidente? O, aún, ¿interrupción de las rela-
ciones marítimas entre el Oriente y el Occi- EMPERADOR.
dente después de las conquistas árabes? El Jefe teórico de la jerarquía laica, igual y ri-
m arxismo da de la Edad Media una definición val del papa (págs. 141, 142, 360 y sigs.) . De
original. Para los historiadores soviéticos. cons- hecho, emperador del Sacro Imperio Romano
tituye «la fase de desarrollo histórico de la Germánico, poco diferente de los reyes en sus
humanidad en el curso de la cual el modo de verdaderas prerrogativas. Emperador del Fin
producción feudal dominó en la mayoría de los de los Tiempos, adversario benefactor del An·
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

ticristo, que, en una perspectiva milenarista, mercio o cristianización, a partir de los obis-
debe conducir a la humanidad hacia la salva- pados de Mecklcnburgo, Oldenburgo y Rat-
ción y, de momento, hacia una nueva edad zeburgo, qu e estaban a su discreción. En con-
de oro. fli cto con FEDERI CO llARllARROJ A (pág. 148), cuya
(Véase FEDERICO II.) po líti ca ita li ana no quería apoyar y que lo en-
Insignias imperiales (pág. 365 e il. I26). comraba exccsi va1ncnte poderoso, fue depues-
to por el e111pe rador en 1 180 y debió exiliarse
ENCARNACióN. a J ngla terra. Aca bó su vida en el retiro de
Acontecimiento máximo de la Historia. En- llrunswi<:k en 11 95. Verdad ero fu ndador de
cuentro de Dios y del hombre. LÜBECK (1159).
Objeto esencial de la reflexión de San Ansel-
mo en el Cur Deus hamo (p ág. 235). EPIDEMIAS.
Frecuentes en una población fisiológicamente
ENFERMEDAD. deficiente, agrupada en comunidades y aglo-
Consecuencia y castigo del pecado (págs. 428 meraciones con una higiene primitiva. En gen-
y 429). - y Medicina (págs. 328 y sigs.). dran un temor pánico al contagio. Se di viden
en epidemias cmormales», que no atacan más
ENGAf.l'O. que a los pobres, y en epidemias excepciona-
(Véase ASTUCIA, MENTIRA.) les, signos de la cólera divina, que son sufri-
das por todas las clases sociales. Igualmente
ENRIQUE I BEAUCLERC. frecuentes y d esastrosas para el ganado (epi-
Rey de Inglaterra de 1100 a 1135. zootias) (págs. 635 y sigs. , lám. col. V).
Su sueño en 11 30 (pág. 416 e ils. zz7-II8).
ERMITAROS.
ENRIQUE II PLANT AGENET Numerosos, son modelos y guías espirituales ,
Nacido en 11 33, muerto en 1189. Hijo de Go- particularmente durante los períodos d e re-
dofredo Plantagcnet, conde de Anjou, y de forma religiosa (siglos XI y xrr) (pág. 130).
Matilde, hija de Enrique 1 de Inglaterra, tue Personajes significativos de los CANTARES DE
sucesivamente dueño de la Normandía (1150), GESTA. Directores de movimientos: san Ju an
del An jou a la muerte de su padre ( 1151), del Bautista, San Antonio (págs. 259 y sigs.) .
Poitou, de la Guyena y de la Gascuñ a por su Tentación d e Sa n Antonio (véase il. 60).
casamiento con Eleonor de Aquitania, divor- (Cf. L'eremitismo in Occidente nei secoli Xl-
ciada de Luis VII de Francia (1152), y de la Xll, La Mcndola, 1962; J. Leclercq, St. Pierre
corona de Inglaterra a la muerte del rey Es- Damie11 ermite et homme d'Eglise, 1960.)
teban (11 54) . Restauró y desarrolló el poder
real inglés y fue el primer soberano occidental ESCALA.
cuya administración y justicia (que gustaba de Símbolo del esfuerzo ascendente de la vida
administrar personalmente) se impusiero n en esp iritual (escala de Jacob, escala de las Vir-
todo su reino (pág. 143). Sin embargo, chocó tudes) . (Véase il. z88, pág. 228.)
contra la resistencia de la Iglesia y, so bre todo,
del arzobispo de Cantorbery TOMÁS BECKET, ESCLAVOS.
cuya muerte (1170) le fue imputada y le va- Legado de la Antigüedad a la Edad Media,
lió un odio tenaz del papado y de la Iglesia, desaparecen durante la Alta Edad Media en
a pesar de la penitencia pública que se im- tanto que factor importante de la vida eco-
puso sobre la tumba d el obispo, considerado nómica . Subsisten como domésticos, propor-
como un mártir por la Iglesia . cionados esencialmente por el comercio vene-
(Cf. J. Boussard, Le gouvernement d'H.enri II ciano y genovés y las capturas sobre los mu-
Plantagenét, 1956 .) sulmanes.
(BIBL. LA SOCIEDAD: INTEGRACIONES Y EXCLUS!O·
ENRIQUE EL LEóN. NES : C. Verlinden, 1955. )
Nacido en 1129, duque de Sajonia y de Ba-
viera, de la familia de los Welf, uno de los ESCOLÁSTICA .
jefes de la expansión germánica hacia el Este, Método de enseñanza, que se desarrolla en
por conquista, colonización, desarrollo del co- las ESCUELAS urbanas durante el siglo XI y.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

más aún, el xn, después en las UNIVERSIDADES, nalmenten. Es la disputatio, de la que el maes-
en oposición creciente con los métodos y el tro saca su conclusio personal. Las magistra-
espíritu de las escuelas monásticas. Si bien la lía, las opiniones de los profesores --que abren
finalidad es la misma, esto es, encontrar a paso a las conclusiones individuales de cada
Dios por medio de la ciencia, la escolástica da uno-- se ponen al lado de las authentica, de
pronto a la fides qucerens intellectum del mon- las autoridades tradicionales. Esta transforma-
je San Anselmo una preponderancia decisiva, ción decisiva de los métodos escolares e inte-
concediendo a los procesos «racionales» del lectuales es el producto de una nueva socie-
pensamiento una importancia cada vez mayor dad urbana. Constituye la técnica de una pro-
y cada vez más alejada de las vías místicas de fesión nueva, de una corporación, la unive.r-
la cultura monástica. La misma Teología es- sitas de los maestros y de los estudiantes. Pasa
colástica se convierte en una ciencia, cuyos a ser asunto de profesionales, que, por su tra-
monumentos más acabados son las SUMMAS de bajo, van a reclamar un salario. Consume en
los doctores del siglo xm: Alejandro de Hales, forma creciente libros, convertidos en instru-
Raimundo de Peñafort, SAN BUENAVENTURA, mentos de trabajo entre las manos de una
SANTO TOMAS DE AQUINO y otros (el Opus majus nueva categoría social : la de los trabajadores
de ROGELIO BACON es también una summa). intelectuales (págs. 467-469).
Todos esos nombres pertenecen a franciscanos (BIBL. HISTORIA INTELECTUAL y especialmente
o dominicos, lo que manifiesta que la esco- M. Grabmann, A. Brunet, G. Paré, P. Trem-
lástica no es ni antimonástica ni antimística blay, M. D. Chenu y J. Le Goff.
en conjunto, sino únicamente en relación a
ciertas tradiciones anacrónicas con la Cristian- ESCRITURA.
dad en expansión de los siglos xn -xm . Aunque I.º (Véase BIBLIA y pág. 434.)
el punto de partida metodológico es el mismo 2.0 Instrumento de la vida intelectual y so-
-las siete ARTES LIBERALES, agrupadas en los cial. Evoluciona con la sociedad: minúscula
dos ciclos del trivium y del quadrivium (Arit- carolingia para una selección destinada a go-
mética, Música, Geometría, Astronomía)-, la bernar la Iglesia y el Estado; cursiva de las
escolástica ha hecho experimentar a ese pro- universidades y de las escuelas urbanas, liga-
grama modificaciones capitales. La ciencia cla- da a la «desacralizaciónn del bagaje intelectual
ve es la DIALÉCTICA, ciencia del razonamiento, (págs. r83 y 462, ils. 40, r54, r55).
y las artes del quadrivium se orientan hacia
una práctica cada vez más inclinada a la expe- ESCUELA
rimentación (esto será verdad tan sólo durante Centro de vida intelectual y de promoción
un cierto tiempo; pronto .l a teoría invadirá y social. Largo tiempo reservada a los clérigos
fosilizará la ciencia escolástica). Las artes me- (escuelas monásticas, interiores, para los obla-
cánicas, en otro tiempo despreciadas porque tos destinados al convento, y exteriores, me-
van dirigidas a la vida material, se acercan nos numerosas después de la reforma de 817
a las artes liberales, a favor de la promoción debida a San Benito de Aniana; escuelas epis-
de la vida activa y del diálogo que esta vida copales). Monopolio de la Iglesia, discutido
desarrolla con la vida contemplativa. Una por las ciudades (escuelas «Comunales» para la
nueva lista, es decir, una nueva clasificación burguesía).
de las ciencias, más rica, mejor articulada (en (Véase Atlas, mapa V, pág. 5r5 y pág. 123.)
la que entra especialmente la Física) tiende a
reemplazar el Heptateucon tradicional. Si bien ESCUELA DE CHARTRES.
la base de la enseñanza sigue siendo la lectio, Muy reputada ya en el siglo XI, bajo FULBERT,
la lectura de los .t extos y, en primer término, conoció su principal apogeo en el siglo si-
del texto sagrado de la Biblia, la sacrn pagina, guiente, en el que pasó a ser uno de los más
la lectura bíblica evoluciona profundamente. importantes centros del Renacimiento del si-
La búsqueda tradicional de los cuatro senti- glo xn. Los principales maestros que la ilus-
dos, que culmina en la aprehensión mística traron fueron: Yves de Chartres, obispo de
del sentido secreto, se sustituye cada vez más la ciudad (1090-1115) y canonista; Bernardo
en mayor grado por un proceso «lógico». La de Chartres, maestrescuela de 1114 a u 19, can-
lectio proporciona autoridades, que son pues- ciller de l ll9 a 1126, que fundaba su ense-
tas en questio. La cuestión es discutida «racio- ñanza en la Gramática y resucitó un apólogo
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

antiguo: «Somos enanos encaramados en las ritual. Su biblioteca -que Rabelais ridiculi-
espaldas de gigantes. Vemos de esta m anera zará- es, de hecho, muy notable para el
mucho más lejos que ellos, no porque nuestra siglo xn. Hugo d e Saint-Víctor (muerto en
vista sea más aguda o nues tra tal la nüs alta, 11 4 1.) conduce a sus di scípulos a la contempla-
sino porque nos llevan en el aire y nos ele- ción po r e l es tudi o d e las artes liberales y de
van con toda su altura gig·antesca.» Alírmaba Ja T eolog ía, <libujamlo así una síntesis doc-
de esta manera el valor de la herencia de los trinal conipa rablc a Ja <lt: San Ag·ustín. Ricar-
antiguos, a l mismo tiempo que la posibilidad do de Saint-Victor, su di scípu lo y sucesor
de un progreso intelectual indefinido . Gilber- (muerto en u73) , y Andrés el e Sa int-Victor
to de Ja Porrée, teólogo y filósofo, ocupó el (muerto en u75) se consagrnn pri11cipalmente
cargo de canciller de 1ui6 a 1140. San Bernardo a la exégesis bíblica, incluyéndose en la es-
lo acusó de herejía a propósito de sus opiniones cuela de los rabinos judíos. Achard, abad de
sobre la Trinidad, pero escapó de la condena. Saint-Victor de 1155 a u6o (muerto en 1171),
Thierry de Chartres, filósofo de la Unidad, le impulsa el estudio filosófico y teológico de la
sucedió entre 1142' y 1150 y se consagró al es- Trinidad. Godofredo de Saint-Victor (muerto
tudio de Platón y de las tesis pitagóricas. Gui- en u94) exalta la riqueza y la dignidad de la
llermo de Conches, un razonador («¿Qué hay naturaleza humana, resumen del universo, mi-
más miserable que decir: "Esto es así porque crocosmos. Escuela del optimismo cristiano,
Dios puede hacerlo", y no saber la razón por aunque cada vez más inclinada hacia el mis-
la cual esto es así, no poder demostrar por ticismo, la escuela de Saint-Victor no desdeña
qué esto es así?»), enseñó en Chartres entre la polémica en un momento en que es inca-
1120 y 1150 aproximadamente, a partir de los paz de seguir la evolución de las escuelas ur-
textos de Platón, Séneca, Macrobio y Boecio, banas hacia la dialéctica y la escolástica. Gau-
antes de terminar su carrera en la corte de thier de Saint-Víctor compone en u 77-1178 el
Godofredo Plantagenet, conde de Anjou. JUAN Contra IV labyrinthos Franciae, extremada-
DE SALISBURY (1u5 apr.-1180), discípulo de mente crítico contra Abelardo, Pedro Lombar-
Guillermo de Conches, fue un magnífico letra- do, Gilberto de la Porrée y Pedro de Poitiers
do y se burló de los excesos de la lógica con- (págs. 443 Y 445).
temporánea, cuyas preguntas eran, según él, (Cf. R. Baron, Science et sagesse chez Rugues
las siguientes: «El cerdo que se lleva al mer- de Saint-Victor, 1957; G. Dumeige, Richard
cado, ¿va conducido por el hombre o por la de Saint-Viciar et l'idü chrétienne de l'amour,
cuerda?» Bernardo Silvestre escribió una Cos- 1952; R. llaron, Hugues et Richard de Saint-
mografia (hacia 1150), que tuvo una gran po- Victor, 1961.)
pularidad durante toda la Edad Media. Esta
obra exponía, en prosa y en verso alternados, ESCUELA DE SALERNO.
los temas platónicos y pitagóricos en honor Organizada progresivamente en los siglos IX
a Chartres. Una pedagogía original se desa- y x, comenzó a irradiar en el XI, un siglo an-
rrolló en Chartres, fundada en un es tilo de tes de la escuela de Montpellier. En Salerno,
enseñanza progresivo y continuo. Su a porta- encrucijada de influencias árabes, judías y bi-
ción m ás esencial es, sin embargo, Ja reno- zantinas, centro de estudio de antiguos ma-
vación de los estudios filosóficos, literarios nuales griegos y latinos, largo tiempo olvida-
y científicos, fundada en el r ed escubrimiento dos hasta la época carolingia, cristaliza un
de la Antigüedad, especialmente de ARISTÓTE- renacimiento de la Medicina. En el siglo XI,
LES, Virgilio y, sobre todo, Pla tón. (Véase los maestros de Salerno traducen del griego a
página 443, il. z52 y Atlas, mapa V, pági- Hipócrates y Nemesius y, a partir de los tex-
na 5z5.) tos árabes, a Galeno. La práctica no es olvi-
dada y la enseñanza se acompaña, sin duda,
ESCUELA DE SAINT-VICTOR DE PARfS. con disecciones públicas de animales. Roger
Fundada por GUILLERMO DE CHAMPEAUX, tras su de Salerno es, a finales d el siglo xn, el primer
retirada en 1108 al claustro de Saint-Víctor, cirujano de la Edad Media. El Regimen Sani-
monasterio suburbano (situado en las laderas tatis Salernitanum, base de la ciencia médica
de la montaña de Sainte-Genevieve) de canó- hasta el Renacimiento, fue compuesto a prin-
nigos regulares. Manifiesta un esfuerzo de sín- cipios del siglo xm (pág. 481).
tesis entre la cultura profana y Ja vida espi- (Cf. B. Lawn, The Salernitan Questions, 1963·.)
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

ESPECIAS. EXTRANJEROS.
Todos los productos raros, de gran valor de- Elementos externos de la población, sospecho-
bido a su escaso volumen, importados de sos. Sometidos a un derecho especial, en ge-
Oriente. La principal es la pimienta (pági- neral jurídicamente disminuidos (albarranes)
nas 120 y 482). (págs. 429 Y 430).
(BIBL. LA SOCIEDAD: INTEGRACIONES Y EXCLU-
ESPfRITU SANTO. SIONES: Recueils de la Société ]ean Bodin.)
Tercera persona de la Trinidad. Objeto de
una devoción sabia o, más raramente, de una
piedad grosera (Espíritu Santo bajo la forma F
de Paloma). Anima una espiritualidad escato-
lógica: el Paráclito (págs. 218 y 219). «FABLIAUX».
Cuentos cómicos en verso, compues tos especial·
mente en Picardía a finales del siglo x n y
ESTADO. durante el xm. Aproximadamente 150 de esas
1.0 En el sentido moderno, desaparece poco
obras, por regla general anónimas, han llega-
a poco durante Ja Edad Media, para reapare-
do hasta nosotros. Provistas d e una inspira-
cer lentamente con el renacimiento, a partir
ción satírica poderosa, sus autores se burlan
del siglo xu, de poderes públicos (monárqui-
de los ideales y de las costumbres de las clases
cos o urbanos), distintos de los poderes feu-
dirigentes: señores y clero. Son esencialmente
dales y superiores a ellos (págs. 84, 141, 151
antifeudales, anticorteses, anticlericales. Ponen
y 367) . a la vista -se rían o no de ellos- sentimien-
2.0 Categorías sociales y profesionales, sin ma-
tos rastreros: glotonería, concupiscencia, con
tiz sagrado, por oposición a los órdenes que-
toda evidencia destinados a ofender y que van
ridos por Dios: los estados del mundo. (Véase
fácilmente hasta la obscenidad . Recogen una
ils. 27, 6r, rr5, rr6 y págs. 356 y sigs.) parte de los temas folklóricos, otra parte de
los cuales penetra en las NOVELAS y los CAN-
ESTATUA. TARES DE GESTA. Los fabliaux parecen haber
Evolución de la - (ils. 2r9 a 226). sido especialmente apreciados en los medios
burgueses urbanos, pero su sabor es sobre
ESTEBAN DE MURET. todo rural. Un solo ciclo se ha desarrollado a
Fundador de la orden de Grandmont, en 1074. partir de los fabliaux: el ROMAN DE RENART
(Véase pág. 129 y ÓRDENES MONÁSTICAS.) (p ág. 408).
(BIBL. HISTORIA LITERARIA: Per Nykrog, 1957 .)
EUROPA.
Una de las tres partes del mundo para Jos FAMILIA.
clérigos . Opuesta al Africa y al Asia, por ejem- Célula esencial de Ja sociedad medieval. En
plo en las Cruzadas. Noción sabia, que no líneas generales, evoluciona, desde la familia
suscita reflejos afect ivos, a diferencia de la de amplia, agnática (véase LINAJE p ara la casta
CRISTIANDAD (págs. 193-195). militar), hacia la familia restringida, reduci-
da a los ascendientes y descendientes directos
EVA. (il. r7r y págs. 381 y sigs.).
La mujer, la gran pecadora (pág. 225). Se
opone a María, la nueva Eva. Atrae y espanta FE.
al mismo tiempo. (Véase ils. 62-64, 77 y 78, Virtud feudal suprema. (Véase págs. 89 y 136,
págs. 354 y sigs. , lám. col. VII y anverso de y FEUDALIDAD, Definiciones.)
la cubierta.)
FEDERICO BARBARROJA.
EXCLUIDOS. Nacido h acia 1123 y muerto en 1190, duque
Los parias d e la sociedad medieval : JUDÍOS de Suabia, sobrino de Conrado III, elegido
(il . 57), heréticos, EXTRANJEROS, deformes y, como rey de Germania en Francfort (1152),
sobre todo, leprosos (il. r27). como descendiente de las dos famil ias rivales
Job (il . I29) · Welf y Waiblingen (GÜELFOS y GIBELINOS), co-
Danza de los ahorcados (il. r30). ronado emperador en Roma en 1155 (p ági-
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

na 361) . Intentó afirmar. con éxito diverso, la rén y de eunucos, dando a sus Estados italia-
autoridad imperial en Italia y en Alemania. nos una notable legislación (pág. 148) (Cons-
En Italia, ayudado por los juristas de Bolo- titucion es de Mclfi en 12·31, fundación de una
nia, luchó contra el papa ALEJANDRO 111, al Universidad del Estado en Nápoles en 1224)
cual opuso tres antipapas, y contra las ciu- y haciendo ga la, en ciertas circunstancias, de
dades lombardas, que, después de haber fin- una crueldad ejemp lar. Personaje enigmático,
gido aceptar sus pretensiones en la Dieta de seductor, fue ll amado por sus contemporáneos:
Roncaglia (u58), le hicieron sufrir una hu- «Stupor mundi et immutator mirabilis». Fa-
millante derrota en Legnano (1176) (pág. 150). voreció la creación d e una visión legendaria
No obstante, por la Paz de Venecia (1177), fir- de su p erso na y de su misión y fue transfigu-
mada con el papa, recuperó, a cambio de con- rado en im agen mítica del «Emperador del
cesiones de prestigio, la parte esencial de sus Fin de los Tiempos», llamado a restaurar la
derechos, si no de su poder en Italia (pág. 142) . EDAD DE ORO en la tierra, mientras que sus ad-
En Alemania combatió con mayor éxito a los versarios lo identificaban con el ANTICRISTO
grandes señores feudales y consiguió desterrar (pág. 266) .
al más poderoso de ellos, ENRIQUE EL LEÓN (urnL. DERECHO E IDEAS POLÍTICAS: E. Kanto-
(pág. 148). En 11 90, cuando se dirigía a Tie- rowicz.)
rra Santa a la cabeza de un ejército con objeto
de intervenir en la III Cruzada (mapa r3, FELIPE AUGUSTO.
fJág. ro7), se ahogó en un río de la Cilicia. Felipe lI Augusto, rey de Francia, nacido en
No habiendo sido encontrado su cadáver, na- París el 12 de agosto de 1165, muerto en Man-
ció una leyenda según la cual no había muer- tes el 14 de julio de 12·23. Fue consagrado en
to, sino que se había dormido en una caverna Reims en 1179, todavía en vida de su padre,
de la montaña de Kyffhauser, en Turingia, Luis VII. A la muerte de este último (1180)
esperando para venir a ponerse a la cabeza (mapa 25, pág. r45), el conde de Flandes
del pueblo alemán. Esta leyenda se vio, a par- ocupó la regencia. Disgustado con Felipe
tir del siglo xm, más o menos mezclada con (u81), el regente provoca Una coalición feu-
los mitos milenarios, unidos a la persona de dal. En u86, Felipe Il ha batido a todos sus
FEDERICO 11, «Emperador de los últimos enemigos. Arranca al conde de Flandes,
Tiempos». Amiens y el Vermandois. En el exterior, lleva
a cabo una lucha sin tregua contra los reyes
FEDERICO ll. de Inglaterra, explotando las querellas entre
Nacido en 1194, muerto en 1250, hijo del em- Enrique lI (muerto en u8g) y sus dos hijos
perador Enr ique IV y de Constanza, hija de RICARDO CORAZÓN DE LEÓN (muerto en 1199)
Roger Il de Sicilia, se convirtió, después de y Juan sin Tierra. Su obra fue comparada
la muerte de su padre, en rey de Sicilia (ug8). por sus contemporáneos a ·1a de CARLOMAGNO.
El papa INOCENCIO m, su tutor, favoreció su Ensancha considerablemente el dominio real
elección como rey de Germanía en 12'11 -1 2·12, y extiende su autoridad sobre todos los gran-
y Honorio Ill lo coronó emperador en Roma eles feudos (pág. 144), apoyándose en la Igle-
en 1220 (il. IJ2 y pág. 361). Sin embargo, a sia y en las ciudades. Su intervención interna-
partir de 1228 sostuvo una violenta lucha cional fue considerable, lo mismo en la crisis
contra los papas Gregario IX e Inocencio IV de la monarquía inglesa (Carta Magna), que
(pág. 142). En 1229, aunque excomulgado, en los asuntos del Imperio. La victoria de
llevó a cabo una Cruzada en Tierra Santa y Bouvines (27 de julio de 1214) consagra la
obtuvo de los musulmanes, por medio de un victoria de FEDERICO 11 contra su concurrente
tratado, la restitución de Jerusalén (pág. 111 ), Otón de Brunswick, al mismo tiempo que la
donde fue coronado el 18 de marzo (mapa r4, superioridad del poder real capeto sobre la
pág. ro9). Se interesó más por Italia que por feudalidad del Norte.
Alemania. Quiso reinar en ella como monarca Su papel en la Ill Cruzada (véase pág. 1 u y
oriental, rodeándose de sabios cristianos, ju- mapa r3, pág. ro7) .
díos y árabes, interesándose por las ciencias,
reuniendo una colección de fieras, escribien- FELIPE EL HERMOSO.
do un tratado de cetrería que es una verda- Felipe IV, nacido en 1268 y muerto en 13I4,
dera obra de zoología, rodeándose de un ha- hijo de Felipe Ill el Atrevido y nieto de SAN
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

LUIS. Subió al trono en 1285. Personalidad Confundiendo sujetos y vasallos, señoría y


mal conocida y que se mantiene enigmática. feudalid ad, se viene a calificar de derechos feu-
Su reinado parece oponerse al de San Luis dales a los que pesaban sobre las tenencias
como una leyenda negra a una leyenda dora- campesinas y que fueron abolidas en Francia
da: escándalos familiares (las nueras reales en durante la noche del 4 de agosto de 1789. De
la torre de Nesle); procesos vergonzosos y per- hecho, la Revolución de 1789 atacó a la se-
secuciones contra los judíos, los lombardos ñoría rural mucho más que a la feudalidad
(mercaderes y banqueros italianos), los Tem- propiamente dicha, que estaba muerta d esde
plarios (pág. 427), las corporaciones; muta- hacía ya largo tiempo.
ciones monetarias (devaluaciones), que le va- 2 .• Desde el siglo xvm, no obstante, ciertos
len por parte de sus enemigos el epíteto de autores estudiaban Ja feudalidad d esde un
«monedero falsa n. Se trata, en efecto, del co· punto de vista político. Boulainvilliers (l-lis-
mienzo de la gran crisis del siglo XIV. Felipe toire de l'ancien gouvernement de la France,
el Hermoso y sus consejeros, procedentes de 172·7) exalta esta época en que la nobleza
las Facultades de Derecho (cclegistasn), se apro- era reina. Montesquieu, por el contrario, Ja
vechan de ella para reforzar la centralización considera como un período de la historia ca-
monárquica y humillar al papado (atentado racterizado por el fraccionamiento de los po-
de Agnani contra BONIFACIO vm), que se ve deres públicos y considera que es un honor
obligado a reconocer la independencia y la para Jos reyes el haber fragmentado la feuda-
soberanía reales en el dominio temporal (pá- lidad para restablecer el orden. Voltaire, en
ginas 142 y 144). fin, en su Essai sur les moeurs (cap. XXXIII),
(Cf. K. Wenck, Philip der Schóne von: Frank- subraya el hecho de que «la feudalidad no
reich, seine Personlichkeit und das Urteil der supone en manera alguna un acontecimiento.
Zeitgenossen, 1905.) Es una forma muy antigua, que subsiste en
las tres cuartas partes de nuestro h emisferio
FERIAS. con administraciones diferentes» _
Facilitan a la sociedad medieval los productos 3.e La definición actualmente admitida por
que no es posi ble encontrar normalmente. la mayor parte d e los historiadores de la feu-
Triunfan con el apoyo de la Iglesia, que ben- dalidad se ha ido formando progresivamente
dice las ferias, y con el sostén de los prínci- en el curso del siglo XIX. Guizot, Michelet,
pes, que instituyen sobre sus tierras un de- Fuste! de Coulanges, Savigny, Stubbs y mu-
recho de protección a las ferias. Durante los chos otros se han dedicado a delimitar la im-
siglos XII-XIII, las m ás importantes son las de portancia respectiva de los lazos personales y
la Champagne: Troyes, Chftlons, Provins, La- del feudo y el lugar que ocupaba el régi-
gny. (Véase Atlas, mapa VIII, pág. 525, y men feudal en Jos Estados.
pág. 120). {·º Para Marx y para los historiadores mar-
- del Lendit (véase il. zo8)_ xistas, se tra ta de algo muy diferente a un
(BIBL. COMERCIO, MONEDA, MERCADERES : Recuei/3 método de gobierno . Para ellos, en efecto,
de la Société ]ean Bodin.) constituye un cierto tipo de organizació n eco-
nómica y social, caracterizada por el dominio
FEUDALIDAD (Uso ideológico de Ja palabra). y la señoría, en la cual el feudo no interviene
1.0 La palabra ccfeudalidadn aparece por pri- más que como una manifestación secundaria,
mera vez entre los juristas ingleses (H . Spel- limitada a la clase superior y que incluso no
man, por ejemplo) en el siglo XVII. Designa en siempre existe. El sistema feudal se inserta en
su origen el régimen jurídico del feudo, único la hi storia de las sociedades entre el esclavis-
elemento viviente en esta época del viejo ré- mo -que caracteriza la sociedad antigua- y
gimen medieval. Acentuando el aspecto real el capitalismo. Cronológicamente, se sitúa en-
del sistema feudal, el término deja en Ja som- tre el fin del Imperio romano y las «revolu-
bra las relaciones personales, ya sin significa- ciones burguesas» de los siglos XVI y XVII. El
ción en esta época. De ahí Ja confusión de feud alismo --como le llaman con preferencia
lenguaje que caracteriza desde es te punto de los historiadores marxistas- señala un pro-
vista al siglo xvm y a una buena parte del xrx, greso en el desarrollo de las fuerzas produc-
siendo empleada la palabra feudal como sinó- toras en Ja medida en que, dentro de la socie-
nimo de régimen territorial de las tenencias. dad feudal, la servidumbre (los siervos) sus-
DICCION ARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

tituye a la esclavitud (los esclavos) y en la vasallo r ecibe de su señor la posesión heredi-


medida en que él mismo evoluciona hacia la taria de un feudo. En el sentido amplio: so·
libertad y hacia la apropiación individu al de ciedad feuda l. Sistema de organización eco-
las tierras por los campesinos. Para Marx, lo nóm ica , social y po lítica fundada sobre los
que caracteriza la economía feuda l es, en efec- li g;imenes d e lt0mbre a hombre y dentro del
to, la propiedad de los seüores [eudales sobre c ua l un a clase d e guerreros especializados -los
la ti erra, combinada con la pcquefía exp lo- scfiores- , subordinados los unos a los otros
tación independiente de los campesinos. Una por una jcrarqula de relac iones de dependen-
ele las consecuencias del feudal ismo ha sido, cia, domina a la masa ca ni pesi na, que trabaja
pues, el nacimiento d e formas más democrá- la tierra y les permite vivir (págs. 134 y sigs.).
ticas de la propiedad rural. Marx h a subra- FIDELIDAD o FE. Juramento prcsLaclo por un
yado en El Capital (t. I cap. 24): ccEn todos vasallo, sobre un objeto sagrado, inmediata·
los países de Europa, la producción feudal mente desp ués de la ceremonia del hom enaje,
estaba caracterizada por el reparto del suelo para colocar los compromisos tomados por él
entre el mayor número posible de sujetos. El bajo la protección de Dios y conferirles un
poder del señor feudal no reposaba sobre el carácter irrevocable (págs. 136 y 483).
importe ele sus rentas, sino sobre el número (BIBL. FEUDALIDAD Y SEÑORES . )
de sus suj etos, y éste dependía del número de
cultivadores que explotasen la tierra por su .F EUDO.
propia cuenta.» La libertad de estos cul tiva- Concesión (en general b ajo la forma de una
dores no ha cesado de crecer en el curso del tierra, a veces, sobre tocio a partir del si·
período feudal, mientras que la renta feudal, glo xm, de dinero : feudo-renta, feudo de bol-
al principio percibida en forma de trabajo, sa) atribuida gratuitamente por un señor a su
era pagada en dinero. Para que el paso al vasallo, con vistas a procurar a éste el man-
capitalismo fuese posible era preciso, explica tenimiento a que tiene d erecho a cambio de
Marx, que todos los campesinos fuesen líber· su fidelidad y ponerlo en condiciones de pro·
tados de los restos de dependencia p ersonal porcionar a su señor el servicio r equerido. En
-lo que se produce en Occidente durante el un principio simple pago del vasallaje, el feu·
siglo x1v- y que, por otra parte, se viesen do pasó rápidamente a ser el punto de partida
privados de todas las garantías de existencia de los servicios exigidos (págs. 135 y sigs.).
que les aseguraban las antiguas instituciones
feudales. En un primer tiempo, pues, los sier- FIDELIDAD.
vos desaparecen y el campesino accede prác· (Véase FE y FEUDALIDAD, Definiciones.)
ticamente a la propiedad de las tierras que él FIESTAS.
explota (tenancier en francés, copyholder en Manifestaciones esenciale$ d el comportamiento
inglés) . Pero, acto seguido, fue exp ul sado de colectivo. Rituales propios para cada clase so-
ellas, bien por el Estado feudal (las monar- cial: destinadas, sobre todo, a asegurar la
quías nacionales sobre todo), que se dedicó a prosperidad económica de la sociedad campe·
explotar a los pequeños productores, bien por sina (pág. 418). Militares (torneos) en la clase
un embrión de burguesía . Señores feudales y guerrera. Ligadas a la liturgia por la Iglesia
burgueses comerciantes asociados expropiaron (pág. 250). Fermento de cohesión comunita-
entonces a los campesinos (por ejemplo, las ria en los grupos urbanos y de reunión de la
e:nclosures de Inglaterra), lo que creó condi· nación en torno a las instituciones monárqui·
ciones favorables para el capitali smo. cas (págs. 486 y 487).
FEUDALIDAD (Definiciones). FLO R ARIOS.
FEUDAl.IDAD. En el sentido preciso del térm ino: Colecciones de las significaciones simbólicas de
ligámenes feudo-vasálicos. Conjunto de insti- las flores. Forma religiosa de los herbarios
tuciones que crean obligaciones de obediencia (p ágs. 443 Y 444).
y de servicio por parte de un hombre libre,
llamado vasallo, hacia otro hombre libre, Ila· FLORILEGIOS.
mado señor, y obligaciones de protección y Colecciones de citas de AUTORIDADES que trans-
de sostenimiento por parte del señor en rela· miten los elementos esenciales ele la cultura
ción a su vasallo. A cambio de su fidelidad, el básica en la Edad Media (págs . 164 y 434).
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

FONTENAY. sus manos y de Ja mendicidad. SAN BUENAVEN-


Abadía cisterciense (véase il. ro y plano 29, TURA escribió su vida oficial y, en el siglo XIV,
pág. r76). las Florecillas recogieron las narraciones po-
pulares y legendarias sobre su existencia.
FRANCISCO DE ASfS (San)
Nacido en Asís en u82. Hijo de un rico co- FRANCOS.
merciante pañero, Pietro de Bernardone, de Llegada de los - a Occidente en el siglo vm
joven se apasionó por la lectura de los trova- (bajo la dirección de cwoovw) (mapa z, pá-
dores y fue el jefe de la «juventud dorada» de gina p, mapa 2, pág. 49; Atlas, mapa Il,
Asís. Hecho prisionero y herido en una guerra pág. 503, y p ágs. 53 y 54).
contra Perusa, tuvo una visión y se entregó a
la soledad y a la plegaria. Una serie de visio- FRESCO.
nes de Cristo y la experiencia de una pere- (Véase pág. 299 y lám. col. VII.)
grinación a Rom a como mendigo le conduje- (Cf. Paul-Henri Michel, La fresque romane,
ron a despojarse de sus bienes, a romper con 1g61.)
su familia y a tratar de imitar a Cristo en
todo. Habiéndole éste pedido que reconstru- FUEGO.
yese su Iglesia, in tentó obedecerle material- Purificador y destructor. Instrumento de la
mente (reparación de San Damián y cons- verdad en las ordalías y de la exterminación
trucción de Ja Porciúncula en Asís) y espiri- de los heréticos. Temido como el azote mayor
tualmente. Aunque laico, comenzó a predicar en un mundo construido de madera (sobre
y fue seguido por algunos discípulos, a los todo en las ciudades). Destruye periódicamen-
que dio una regla (perdida), que hizo aprobar te las iglesias e incita a reconstrucciones adap-
en 1209 por INOCE NC IO m. La orden se desa- tadas a los modos y estilos nuevos (págs. 287
rrolló rápidamente, primero en Italia, com- y 485).
pletada por una «segunda orden» de mujeres,
fundada por Santa Clara, una dama noble de FULBERTO DE CHARTRES
Asís (1212), y una «tercera orden» para los que Obispo y teólogo nacido hacia el 961, muerto
no quisiesen abandonar su familia y su casa. en Chartres en 1028. Hizo construir una nue-
E n 1219 fue a Tierra Santa, donde contrajo va catedral y desarrolló la escuela episcopal.
una enfermedad de la vista que le dejó casi (Véase il. z63.)
ciego. Habiéndose producido disensiones en el
interior de Ja orden, el papa Honorio III le FUNERALES.
impuso, contra su voluntad, la redacción de (Véase pág. 481, il. z75 y lám. col. V.)
una nueva regla más detallada (1223). Se re-
tiró a la soledad de Varna, donde recibió los
estigmas el 14 de septiembre de 1224, día de G
la fiesta de la Exaltación de la Cruz. Murió GEOGRAFÍA.
en Asís, el día de la Porciúncula, el 3 de Inexacta (restos de ciencia antigua) o, más
octubre de 1226. El cardenal Hugolín, «pro- aún, simbólica (p ágs. 193 y 194). Ligada a los
tectorn de la orden, convertido en el papa progresos de la navegación (el primer portula-
Gregorio IX, le canonizó el 16 de julio no data de mediados del siglo xm). La perso-
de 12·28. Fra Elías, vicario general de la orden nificación de los tres continentes es uno de Jos
de los framenores (llamados también francis- temas favoritos de la iconografía románica
canos), hizo transportar su cuerpo en 1230 al (il. 47).
emplazamiento de la magnífica basílica que Cartografía (il. 52).
comenzó a elevar en su honor (véase Asís).
Además de su r egla (en dos redacciones), San GERBERTO.
Francisco ha d ejado escritos espirituales (en- (Véase SILVESTRE u.)
tre ellos el célebre y emocionante Cántico de
las Criaturas) y un T estamento, escrito para GERMIGNY-DES·PRÉS.
sus hermanos poco antes de su muerte, en el Iglesia construida por Teodulfo, obispo de
que les recuerda la obligación de practicar la Orleáns, a comienzos del siglo IX, y célebre por
pobreza y de vivir únicamente del trabajo de su mosaico (véase il. 45).
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

GESTO. del siglo XIII . Pintor de la leyenda francis-


Noción capital en la civilización medieval (pá- cana, pese a que detestaba la pobreza, contra
gina 483). la cual escribió un poema, parece haber dado
a la rica burguesía florentina el estilo que
GIBELINOS. con venía a su necesidad de a firmarse y afirmar
A la muerte del emperador Lotario (11 38), al mismo t iempo sus valores . Dante ha visto
los partidarios de Conrado 111 d e Hohenstau- en él a l pri 111 c r «artista», la primera gran in-
fen, llamado Waibling (Gibelín), del nombre dividualidad d e la hi storia dei arle (pág. 224).
de su castillo de Waiblingen , se enfrenta n con (C I'. E. Roscnlh a l, Ciollo i11 der millelalterli-
los de Enrique de Baviera, d e la famili a de clt cn Ccisl esenl'wickltmg, 1924 ; F. Anta!, Flo-
los Welf (Güelfos). Estos dos términ os, qu e, rcu.line jJ(Ún ling and ils social background,
durante los siglos XII y x111, d es ig'naban en 194.7.)
Alemania a los partidarios d e Jos pretendi en-
tes al trono imperial pert enecientes a las dos C Li\B ER (Ra oul).
familias rivales, se aplican en Itali a, del si- Cron ista francés del siglo x1 (p ágs. 96, 125,
glo XII al xv, a los partidarios del papa (güel- y 3~5 ) .
fos) y a los del emperador (gibelinos) (p;\gi-
nas 148 y 413). GODOFREDO DE MON MUTI-1.
Nacido hacia 11 00, muerto en 1154, clérigo de
GIOTTO. Oxford, obispo de San Asaph (u51), autor de
Nacido en u6'6, muerto en 13•37. Pintor, mo- un a Historia regum IJrittaniae (entre 11 39 y
saísta y maestro de obra (arquitecto) floren- u47) en la qu e aparece el primer núcleo de
tino, discípulo de CIMABUE. y de Cavallini, for- la leyenda arturiana (p ág. 563).
mado en los grandes centros de Florencia (Bap-
tisterio), ROMA Y Asís (basílica de San Fran- GOLIARDO S.
cisco) a finales del siglo XIII. Marcado por el Ciertos lextos latinos de los siglos XII y xm
«bizantinismo neoclásico y romanizado», se mencionan a un Golias, personaje legendario,
aleja de él por la vivacidad de las expresiones calificado de obispo o pontífice, antecesor de
y el lenguaje de las fisonomías, que se añaden una gran familia de clérigos, los goliardos,
a la calidad monumental de su estilo (A. Chas- llam ados también vagantes o clérigos errantes.
tel). Solicitado por la mayor parte de los me- Dicha familia, que parece nacer hacia el si-
cenas y los principales talleres de Italia, tra- glo x, aumenta con la importancia de las
bajó en Roma (mosaico de la Navicella, en escuelas urbanas durante los siglos xr y XII,
San Pedro, 1300), en Asís (fresco de la leyen- pero en el siglo xm se convierte en un grupo
da franciscana en la Basílica, entre 1300 y entera mente al margen de la restante socie-
1310), en Padua (frescos de la capilla Scrove- dad clerical, con la estabilización del medio
gni en la Arena, 1303-1305), en Florencia (fres- escolar en las corporaciones universitarias. Me-
cos de las capillas Bardi y Peruzzi, en Santa dio anárquico, a veces próximo a los chanson-
Croce, entre 1317 y 1325) y en Nápoles, en niers intelectuales franceses (Abelardo ha com-
donde pintó para el rey Roberto de Anjou puesto canciones goliárdicas), inclinado a la
obras hoy día perdidas, especialmente una poesía báquica, erótica, anticlerical, de aire
Galería de hombres ilustres para el palacio del «moderno». Giraud de Barry escribe, a comien-
Hu evo. Llamado por los Sforza de Milán, fue zos del siglo xm: ccGoli as, tan famoso en nues-
r etenido por los florentinos. El Consejo, por tros días, era un p ar ásito, un libertino. Le ha-
decreto, le confió en 13 34 la dirección de to- bría convenido mejor el nombre de Gulias,
dos los trabajos comunales de arquitectura y pues es(aba inclinado a la glotonería y a la crá-
de urbanismo. Se consagró de manera p ar- pula. Pero, aunque mal educado, tenía letras:
tictI!ar a la obra de la catedral y dibujó los ha vomitado especialmente muchas canciones,
planos del campanile. Sin embargo, murió tanto métricas como rítmicas, tan impudentes
joven. Su estilo, dotado de un gran poder de como imprudentes, contra el papa y la corte
organización y de tranquila monumentalidad, romana.» Algunos goliardos se h an «Situado»
ha sido comparado al de la estatuaria de las y h an hecho carrera, tal el Archipoeta (naci-
catedrales góticas, al de la poesía de Dante, do entre u30 y 1140), protegido de Reginal-
al de las summae de los grandes escolásticos do de Dassel, arzobispo de Colonia y canciller

49
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

de Federico Bárbarroja. Muchos otros han Roma, en el monte Celio. Pelagio 11 lo orde-
permanecido en el anonimato y sus obras se na diácono y lo envía como apocrisiario (em-
han conservado en colecciones con frecuencia bajador residente) a Constantinopla . Nombra-
llamadas Carmina Burana, de origen francés do papa contra su deseo en el 590, durante
y sobre todo alemán (pág. 234). El primero, una grave epidemia de peste negra en Roma,
llamado Cancionero de Cambridge (manuscri- organiza la lucha material y espiritual contra
to Gg, 5, 35), proviene de la abadía de Be- el azote. Persuadido de la proximidad del fin
nedictbeuern. Fue escrito en el siglo xm y se del mundo, quiere poner a la mayor cantidad
conserva en la Biblioteca Nacional de Munich posible de cristianos en estado de afrontar el
(Clm 4460. (Véase il. 5r.) Juicio Final. Defiende a Roma y a los Esta-
(Los - y los campesinos (págs. 404 y 405). dos de la Iglesia contra los lombardos, envía
(BIBL. HISTORIA LITERARIA: o. Dobiache-Roj- al monje Agustín y a un grupo de misione-
desvensky; H. Waddell.) ros a reevangelizar Inglaterra (pág. 68). Com-
pone obras p astorales, que hacen de él uno
GRAMÁTICA. de los fundadores de la piedad y d e la espiri-
Ciencia básica, fundam ento del trivium y de tualidad m edievales por la influen cia que ejer-
las ARTES LIBERALES (pág. 442). cieron a todo lo largo de la Edad Media: un
comentario moral del libro de Job (1vloralia
GREGORIO DE TOURS. in Job, il. I 49), un nuevo pastoral (Líb er re-
Primer historiador de Francia, nacido en gulae pastora/is), comentarios del Antiguo
el 538, muerto en el 595. Perteneciente a la Testamen to, Diálogos, el segundo de los cua-
nobleza senatorial galorromana, llegó a obis- les está enteramente consagrado a la vida y
po de Tours a los treinta y cinco años. Su milagros d e SAN BENITO. Reformó el canto li-
cultura, sus relaciones, la importancia de su túrgico (de ahí se deriva el nombre de canto
sede episcopal hicieron de él uno de los per- gregoriano) . (Véase il. 35.)
sonajes mejor informados d e su época. Su His- (Cf. J. d e Valois, Le Chant grégorien, 1963.)
toria de los francos, en diez Ji bros, redactada
en un estilo vívido y concreto, constituye la GREGORIO VII.
mejor y con frecuencia la única fu ente para Hildebrando, un toscano de excelente familia,
el conocimiento de la historia, d e las costum- nacido hacia 1015-1020, hizo toda su canera
bres y de las mentalidades de la Galia mero- en la curia romana y fue uno de los primeros
vingia (pág. 174). Su historicidad es incontras- artesanos de la reforma de la Iglesia, empren-
table, por lo menos respecto a los últimos dida por los papas León IX (1048-1054) y
cinco libros, que corresponden al reinado de Nicolás 11 (1058, 106!, autor de la reforma de
los nietos de Clodoveo (575-591). Defen sor in- la elección pontifical, desde ese momento re-
transigente de los derechos de la Iglesia, pre- servada a los cardenales), del que fu e colabo-
ocupado por reconciliar a los reyes que se re- rador. Elegido papa en 1073, resumió en 27
parten la Galia, aparece como el tipo d el proposiciones, Dictatus papee (1075), los prin-
obispo de la Alta Edad Media. Nutrido de cipios que debían asegurar la supremacía del
la Biblia, pero también de Virgilio y de Sa- pap ado, necesaria, segú n él, p ara ll evar a
lustio, testimonia, de todas maneras, por su buen término la reforma de la Iglesia: única-
latín mediocre, la decadencia de la cultura en mente el pontífice romano es universa l, úni-
esos siglos de hierro. Person alidad compleja camente él puede deponer o absolver a los
e interesante, el «Herodoto francés» ilumina obispos, deponer a los emperadores, todos los
este período mal conocido en el que se acaba juicios están sometidos a su corrección, no
la Antigüedad y comienza la Edad Media. puede ser juzgado por nadie, la Iglesia roma-
na no se ha equivocado jamás y, según el tes -
GREGORIO EL GRANDE. timonio de las Escrituras, no se equivocará
Nacido hacia el 540, muerto en el 604. De jamás. La pretensión de Gregario VII de co-
una familia patricia de Roma, intenta como locar el sacerdotium por encima del imp erium
prefecto organizar el aprovisionamiento de la le condujo a un violento conflicto con el em-
ciudad, en el año 573. Con sus dominios pa- perador Enrique IV. Pareció en un principio
trimoniales funda seis monasterios en Sicilia triunfar. No obstante, fue engañado por la
y él mismo se retira a un séptimo, situado en espectacular, pero fingida, humillación del
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

emperador en Canosa (1077). En 1o84, Enri- poco a trayente, unió su nombre a la querella
que IV se apoderó de Roma y solamente gra- de los UNIVERSALES, en la que defendió las
cias al apoyo de los normandos de ROBERTO posicion es del ccrcalismon dogmático e intran-
GUISCARD pudo Gregario huir a Salema, dond e sigente.
murió en 1085. Dio un impulso decisivo para
la liberación de la Iglesia d e la sujeción en GUILLERMO DE OCCAM.
que la mantenían los príncipes y los sefiores l'ramcnor, originario ele Inglaterra, fundador
laicos. La lucha contra la SIMONÍA y el matri - de l ccnominalismon del siglo x1v. Estudia en
monio de los clérigos no debían ser menos OXFORD y en PARÍS y vive e n Aviiión. Sostiene
importantes para la independencia del orden la revuelta ele alg·unos fram enores, d esp ués la
clerical. Sus sucesores prosiguieron su obra, del emperador Luis de Baviera contra el papa
llamada con justicia ccreforma gregoriana» ele Aviñón Juan XXII y mucre hacia 1349.
(pág. 141). Por último, en su lucha contra Sus doctrinas obtuvieron un éxito triunfal en
los señores laicos, escaparon de sus labios la Universidad de París durante el siglo x1v
frases que tuvieron una profunda resonancia y hasta el final del xv (pág. 597).
antifeudal, en particular la siguiente: "El Se- (Cf. L. Bauclry, Guillaume d' Occam, 1949 ; y
ñor no ha dicho: Mi nombre es Costumbre." BIBL. HISTORIA INTELECTUAL: G. de Lagarde.)

GROSSETESTE (Roberto). GUILLERMO EL BASTARDO


Sabio inglés nacido hacia u75, maestro y can- Nacido hacia 1208, hijo ilegítimo ele Roberto,
ciller de la Universidad de oxFORD, obispo de duque de Normanclía (1027-1035) y de Arletta,
Lincoln (1235-u53), fundador del pensamiento hija ele un curtidor de Falaise, Guillermo, des-
científico de Oxford. Sus teorías valorizaron pués ele una minoría agitada, triunfa sobre
los aspectos inductivo, experimental y mate- sus vasallos sublevados, instaura en 1047 la
mático ele la ciencia (págs. 450 y 451). tregua ele Dios en todo el ducado (lo que hizo
(Cf. A. C. Crombie, Robert Grosseteste and inútiles las asociaciones ele paz) y se casa, a
the origins of Experimental Science, 1953; pesar del papa y a pesar de LANFRANC, abad de
D. A. Callus ed., Robert Grosseteste, Scholar Bec, con su prima Matilcle, hija del conde
and Bishop, 1955·) de Flandes (1050). Excomulg·aclos ambos, debe-
rán, en penitencia, construir dos iglesias en
GRIEGOS. Caen (ccLa Abadía de los Hombres» y ccLa
(Véase BIZANCIO.)
Abadía d e las Damas»). Guillermo, después
GÜELFOS. ele ha ber hecho ele Normanclía un estado feu-
(Véase GIBEL!NOS.) dal mod elo, persuade a Eduardo el Confesor,
rey anglosajón de Inglaterra, que no tenía
GUERRA. hijos, a designarle como heredero. A su muer-
Ocupación estacional (tiempo de la hueste, te, la asamblea ele los jefes anglosajones nom-
pág. 251) ele la casta militar. Lenta y difícil- bra sucesor a Harolcl, earl de Sussex. El 14 ele
mente reglamentada por la Iglesia (paz, tre- octubre de 1066, en Hastings, Guillermo se
gua de Dios, noción de guerra justa), al pre- hace dueño de Inglaterra con una sola bata-
cio de la justificación ele la Cruzada, absceso lla, en la que el buen orden ele su hueste y la
de fijación del belicismo medieval. eficacia ele sus arqueros logran maravillas. Es
Batallas ele Arsuf, Bouvines, Courtrai (véase coronado en Westminster el día ele Navidad
planos 35, 36, 37, págs. 384 y 385). ele 1066. En 1070 hace elegir arzobispo ele
Cantorbery a su consejero y amigo Lanfranc.
GUILLERMO DE CHAMPEAUX. En 1086 ordena la redacción ele un inventa-
Nacido en 1068, muerto en 1112, ensefió en rio ele los dominios territoriales del reino,
el claustro ele Notre-Dame. Sin embargo, su el ccLibro del Juicio Final»: Domesday Book.
nombradía se vio eclipsada por la de ABELAR - A su muerte, acaecida en 1087, había impuesto
DO. Se retira a la ESCUELA DE SAINT-V!CTOR a Inglaterra la organización feudal centrada
en 1108 y allí continúa su ensefianza. Al final en torno al soberano (págs. 103 y 383).
de su vida, es obispo de Chalons-sur-Marne. (Cf. M. ele Boüarcl, Guillaume le Conquéran't,
Además de sus discusiones con Abelardo, que 1958. P. Zumthor, Guillaume le Conquérant et
dan de su carácter y ele su saber una imagen la civilisation de son temps, 1964.)
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

GUILLERMO IX DE AQUITANIA. ceso (al nivel de las hambres generales) en el


Este gran señor -más poderoso que el rey siglo xm, reaparecen al comienzo del XIV (pá-
de Francia- fue el primer poeta lírico de ginas 317 y sigs. ).
calidad en lengua neolatina o románica. En El país de COCAÑA (il. 6I ).
las once composiciones en verso que nos que- (Cf. F. Curschmann, Hungersnote im Mit-
dan de él, se manifiesta de manera poética un telalter, 1900.)
amor puramente sensual y una divinización
de la mujer, a la que su amante debe servir HANSA.
con humildad y sin esperanza. Espíritu aven- Confederación de ciudades alemanas, que do-
turero e inestable, es cruzado en Tierra San- mina el gran comercio de la Europa del Norte.
ta (uo:t) y en Andalucía (1u5) y célebre por (Véase págs. 120 y sigs. y Atlas, mapas III,
sus escandalosas aventuras amorosas. Acoge al pág. 507, y VIII, pág. 525 .)
reformador religioso Roberto de Arbrissel, (BIBL. COMERCIO, MONEDA, MERCADERES: Ph. Do-
pero se ríe de su piedad. Probablemente, hacia llinger.)
el fin de su vida, hace una peregrinación a
SANTIAGO DE COMPOSTELA. Es, sin duda, el crea- HECHICEROS.
dor del lirismo cortés y suscita numerosos ému- Supervivientes del paganismo, desempeñan un
los. Preocupado por crear una literatura se- papel importante en la sociedad campesina.
ñorial laica, fue violentamente atacado por Durante largo tiempo son confundidos por la
la Iglesia, que le denunció como «Un cínico, Iglesia con los heréticos. Sistemáticamente per-
un bufón y un pornógrafo» (pág. 557). seguidos a partir del siglo XIV, en el que se
organiza la caza de los brujos y hechiceros,
GUISBERTO DE NOGENT. que se prolongará hasta el siglo XVIII (pági-
Monje picardo, nacido en 1053, muerto en nas 228, 426 y 427).
i 1·2 4, que ha escrito tres obras muy intere-
santes, pero más representativas del espíritu HEREJfAS.
de los clérigos de su tiempo que inspiradas Frente a la ortodoxia cristiana, que se define
por un «modernismo» que se le ha atribuido poco a poco en los concilios ecuménicos de los
bien equivocadamente. El De vita sua es una siglos 1v y v (principalmente en el de Nicea
autobiografía, que nos da noticias preciosas de 325), grandes herejías agitan el mundo
sobre su persona (especialmente sobre su in- cristiano del siglo rv al v. En Occidente, son
fancia y su juventud) y sobre sus contemporá- sobre todo el MANIQUEÍSMO, el priscilianismo
neos, pero que es una imitación de las Con- (en la Península Ibérica) y el arrianismo, pro-
fesiones de San Agustín y que está impregnada fesado por la mayor parte de los invasores ger-
de hostilidad hacia la evolución histórica, de mánicos (véase ULFILA). Los iconoclastas, que
la que es testimonio, por ejemplo, e l movi- desgarran el Oriente a finales del siglo VIII,
miento comunal. Inversamente, su historia de tienen poca repercusión en Occidente. La épo-
las Cruzadas (Gesta Dei per Francos) es una ca carolingia presencia querellas teológicas,
amplificación de las narraciones de las cruza- pero las herejías quedan limitadas a círculos
das de la época, ya fuertemente impregnada restringidos del clero cultivado. De todas ma-
de sentimiento nacionalista. En fin, su tratado neras, en el siglo x se desarrollan en Oriente,
de los Pignora sanctorum critica las falsas re- entre los bogomilas, resurgencias del antiguo
liquias, que se multiplicaban por aquel enton- maniqueísmo, que se extenderán más tarde
ces, si bien se contenta con denunciar abusos masivamente a Occidente. El siglo XI ve apa-
evidentes (pág. 559). recer las herejías populares. Campesinos, clé-
rigos, ciudadanos, nobles, son detenidos y con-
denados por herejía en Champagne, en el
H Périgord, en Arras, en Orleáns, en Chalons, en
Milán ... Se refieren a la BIBLIA y a las ESCRI-
HAMBRES. TURAS. Algunos rechazan el bautismo y lo re-
El hambre es una consecuencia del pecado emplazan por la imposición de manos. Otros
original, un castigo de la falta. Las hambres ponen en duda la utilidad de una jerarquía
inherentes a las estructuras técnicas y econó- eclesiástica . Hay movimientos populares que
micas de la Edad Media, después de un retro- militan simplemente por la reforma de la Igle-
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

sia y se ven acusados de herejía por sus adver- Hus, condenadas en el Concilio de Constanza,
sarios: tal es el caso de los patarinos (p ágs. en 1415. Se extienden bajo una forma anti-
132 y 133) de Milán, que se sublevan contra el jerárq uica, a ntirritualista y pietista, por in·
clero episcopal, de origen nobiliario, acusado termedio de predicadores errantes. Un movi-
de SIMONÍA. El papado utiliza esos m ovimien - m iento nacio nal y social nace de ellos en
tos para llevar a cabo reformas en tiempos d e Boh em ia (p ágs. 42 1 y si gs.).
GREGORIO vn, pero los patarin os se separan (utll L. H EREJ( As. )
de la Iglesia y se confunden, en el si glo x 11,
con 'los CÁTAROS. Los cátaros vuelven a em- HERRERO.
plear los ternas d el maniqueísmo: lucha un i- Artesano m:lgico (p<lg . 285). Personaje d e los
versal de dos p rincipios, el Bien y el Ma l, CANTARE S D E GESTA, qu e forja las espadas de
desprecio de la materia. Pero, sobre todo, op o- los héroes, a la vez adm irado y temido.
nen a la Iglesia una verdadera religión , hostil Sigurd y la m uerte d el h errero (ils. 69, 70 y
al cristianismo: creencia en dos dioses iguales, pág. 424).
el del Bien y el del Mal; negación de obedien-
cia a la Iglesia, encarnación del Mal; negación HIERRO .
de los sacramentos; organización de una je- Producto raro durante largo tiempo en com-
rarquía paralela a la jerarquía católica; insti- paración con la madera. Objeto de atenciones
tución de un bautismo especial, el consola- especiales y de milagros (il . r48, págs. 284
mentum, que se confiere por la imposición de y sigs.) .
manos y no por inmersión. Este neomaniqueís-
mo constituye en el siglo XII un grave peligro HILDEGARDA DE BINGEN.
para la Iglesia, pues afecta a todas las clases Mística alemana, apodada la ccSibilia del Rinn,
sociales y se extiende rápidamente por Italia nacida en 1098, muerta en u79. De familia
del Norte, Provenza y el Languedoc. La here- noble y muy preocupada por salvaguardar el
jía valdense está inspirada primordialmente reclutamiento aristocrático de los conventos,
en una preocupación por la pobreza. PEDRO es nombrada abadesa de Disibodenberg y, más
VALDO funda en Lyón, hacia 1170, los Pobres tarde, de Rupertsberg, cerca de Bingen. Hizo
de Lyón. Critican la riqueza de los clérigos y controlar y autenticar por un clérigo, envia-
renuncian a sus bienes para vivir de la mendi- do por el arzobispo de Maguncia , las visiones
cidad. Se multiplican en el Delfinado, la Pro- que decía haber tenido en su infancia. Con-
venza, el Piamonte y la Lombardía, y su Igle- signa dichas visiones en diversas obras, la prin-
sia es la única que subsiste aún en la actuali- cipal de las cuales, el Liber Scivias, es una en-
dad de todas las herejías medievales. En efecto, ciclopedia del saber apocalíptico y simbólico,
la reacción de la Iglesia frente a las herejías muy representativo de la mentalidad medieval.
se convierte en muy rigurosa a finales del si- Dos tratados de Medicina y de Botánica mez-
glo XII . Se sirve en primer término de la Cru- clan lucubraciones simbólicas con un saber
zada, que lanza a los pequeños señores del teórico y pdctico, considerado como muy no-
Norte de Francia contra los países cátaros o table para su época (pág. 265 e il. r88).
albigenses. Después, de la Inquisición (pági-
na 134), que busca a los heréticos, los juzga HISTORIA.
siguiendo un procedimiento de excepción y en- E ncuen tr a, a través de un agustinismo con
trega los culpables al brazo secular. Por últi- frecuencia d esvalorizado, un difícil equilibrio
mo, de las órdenes mendicantes (los domi ni cos en tre la historia de la Ciudad terrestre y la
o hermanos o frailes predicadores, fundados historia de la salvación, entre la negación de
en 1215, y los franciscanos o framenores, en la duración por el cristianismo, religión de la
12og). Su finalidad inicial, que es luchar m e- eternidad, y la afirmación de la historicidad
diante la persuasión contra la herejía, restau- centrada en torno a la Encarnación-aconteci-
rando la pobreza y la pureza en el interior miento. En la práctica, renace con las fuerzas
mismo de la Iglesia y dedicándose a .l a predi- espirituales y materiales, interesadas en apo-
cación, se transforma pronto : los dominicos yarse sobre argumentos históricos (anales mo-
animan la Inquisición. Pero nuevas herejías násticos, crónicas urbanas, historias naciona-
aparecen en el siglo XIV: las de Wyclif y Juan les, il. 73 y págs. 231 y sigs.).
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

HOMBRE. manas extrañas del tímpano de Vézelay con las


Humillado ante Dios, el hombre emerge poco páginas que él escribió (pág. 229).
a poco, en tanto que hecho a imagen de Dios, (Cf. Y. Lefevre, L' Elucidarium et les Luci-
microcosmos, diferente de los animales, y en daires, 1954.)
proporción a su lenta dominación sobre la
naturaleza. El primer humanismo medieval es HORCA.
el humanismo románico ligado a la expansión Instrumento y signo de alta justicia (pági·
de los siglos XI-XII. na 391). Levantada como ejemplo y espantajo
En los siglos xr-xn tiene con frecuencia el sobre lbs caminos, a las puertas de las ciuda-
sen ti do de siervo. des y al pie de los castillos.
Moral y técnica humanistas en los siglos XIV
y XV. HORTUS DELICIARUM.
(BIBL. SENSIBILIDADES y MENTALIDADES: P . Fran- j ardín de las Delicias: antología espiritual,
castel, e HISTORIA INTELECTUAL: P. Renucci.) compuesta por Herrada de Landsberg, abade-
sa de Santa Odilia en Alsacia (1167-1195), ador-
HOMENAJE. nada con miniaturas célebres, destruidas en
Acto solemne por el que un vasallo se coloca 1870, pero de las que se poseen dibujos (pá-
bajo la dependencia de un señor: el vasallo ginas 228 y 478 e il. r64).
pone sus manos juntas en las de su señor.
Después pronuncia una declaración de volun- HUMANISMO.
tad, por la cual se compromete a convertirse (Véase HmmRE.)
en su «hombre». (Véase FEUDALIDAD y págs. 135
y sigs.) HúNGAROS.
Pueblo asiático que invade Europa en los si-
glos IX-X y funda un Estado en Europa cen-
HOMENAJE LIGIO. tral (Atlas, mapa Il, pág. 503, y págs. 82,
En el caso, muy frecuente en Francia desde 83 y 84).
el siglo x, de una pluralidad de compromisos
de vasallaje, el homenaje ligio, a partir de HUNOS.
principios del siglo XI, es el que predomina Pueblo bárbaro. Su descripción según Ammia-
sobre los demás, generalmente a causa de la no Marcelino (pág. 36).
importancia del feudo. Obliga al vasallo de Los - de ATILA (págs. 50 y sigs. y Atlas, m a-
manera primordial o preferente en relación pa Il, pág. 503).
al señor al cual ha sido prestado y no puede
ser prestado más que a Un solo señor. En la
práctica, sin embargo, el homenaje ligio ha I
sido prestado a varios señores (pág. 137). IGLESIA.
Símbolo de la organización religiosa: «La Ma-
HONORIUS AUGUSTODUNENSIS. dre Iglesia».
Vulgarizador de comienzos del siglo XII, cuya La - en la expansión de la Cristiandad
vida es muy mal conocida. Por largo tiempo (págs. 125-133).
fue conocido como Honorius de Autun, inter- Edificio del culto, cuyo plano representa el
pretación ciertamente falsa, puesto que se tra- simbolismo espiritual (págs. 444 y 445) (ima-
ta de un alemán que permaneció en contacto gen del PARAÍSO, de la JERUSALÉN celestial) y
con los medios monásticos ingleses. Su Eluci- se adapta a las necesidades sociales (págs. 419
darium es un catecismo que resume bien las y sigs.) hasta que la iglesia pase a servir úni-
creencias religiosas de su época. Sus exposicio- camente para los oficios litúrgicos (planos 38,
nes sobre las ciencias reflejan los puntos de 39, págs. 448 Y 449).
vista de los medios escolares y el interés cre- (Véase ARTE ROMÁNICO, ARTE GÓTICO y ÓRDENES
ciente por las disciplinas profanas («el destie· MONÁSTICAS .)
rro del alma es la ignorancia; su patria es la
ciencian). Sus narraciones pseudogeográficas le- IMÁGENES.
gendarias han inspirado el arte románico. Se Siempre utilizadas por el arte occidental de
han comparado los monstruos y las razas hu- la Edad Media, que reprueba a los iconoclas-
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

tas pero rechaza también toda idolatría. Las asuntos matrimoniales de Felipe Augusto, uti-
imágenes desempeñan, a todo lo largo de la lizó al rey ele Francia contra el ele Inglaterra
Edad Media, un doble papel: al servicio de y el emperador Otón IV, al que combatió en
la ideología oficial, pero también mediador, provecho d e su pupi lo el joven rey de Sicilia,
educador, liberador. Federi co JI, qu e se convertiría luego en tan
pe li groso e nem igo para sus sucesores . Obtuvo
INCENDIO . su pr in cipal éx ito a este respecto en Inglate-
(Véase. FUEGO.) rra, donde Ju a n sin Tierra h.ubo ele capitular
ante él y po ner su reino bajo la so beranía de
INFIEL. Ja Santa Sede. No obstante, a l reconocer por
El que no es fiel de Jesucristo. Esencialmente la d ecreta l Fer venera/1ilern (1203) que el rey
el musulmán (ils. 54 y 56, y págs. 200 y sigs.). d e Francia e ra independiente del emperador,
«emperador en su reinon (rex imf1erator in
INFIERNO. regno suo), proporcionó un refu erzo consid e-
Prometido, al contrario del PARAfso, a la ma- rab le al naciona lismo monárquico, que se vol-
yoría de la humanidad pecadora (pág. 225). vió contra el papado. Los éxitos conseguidos
El gran espantajo de los hombres de la Edad durante su pontificado contra la herejía y el
Media. (Véase il. 75.) cisma griego no lo fueron sino gracias a la
fuerza (cruzada contra los albigenses, toma de
INMUNIDAD. Constantinopla por los cruzados en 1204, de
Exención fiscal, más tarde derecho a percibir la que parece haber sido advertido previa-
sus propias tasas, concedido primero a las mente). Convocó y presidió el IV Concilio de
iglesias, en particular durante la época caro- Letrán (1215), que constituyó un aggiorna-
lingi a, después arrancado o usurpado por los mento, una puesta al día de la Iglesia, después
señores eclesiásticos y laicos : pieza maestra de las grandes transformaciones materiales y
de la evolución de la feudalidad. espirituales de los siglos XI y xn (organización
de la enseñanza, obligación de la confesión
INOCENCIO III. anual, prohibición de las ordalías), pero fra-
Nacido en u6o, perteneciente a la alta noble- casó en promover una reforma profunda de
za romana, Lotario Segni hizo sus estudios de la Iglesia. Inocencio III seguía con descon-
Teología en París y de Derecho en Bolonia, fianza las iniciativas, excesivamente atrevidas
donde adquirió un espíritu jurídico muy rí- para su gusto, de Santo Domingo y, sobre todo,
gido, sin ser un gran jurista como su prede- de San Francisco, y quiso imponer a sus órde-
cesor ALEJANDRO m (Orlando Bandinelli, l 159- nes (las órdenes mendicantes) reglas que las
u81). Recibe las órdenes menores en u85 y mantuviesen en la estricta obediencia de la
escribe opúsculos mediocres, entre ellos un Iglesia y de la Santa Sede. Murió en 1216
tradicional De contemplu mundi, ccDel despre- (págs. 131, 133, 142, 242, 259 y 370).
cio del mundo». Elegido papa en u98, su (Cf. F. Kempf, Papsttum und Kaisertum bei
pontificado marca el apogeo del poder ponti· lnnocenz Ill, 1954; M. Maccarone, Chiesa e
fical. Se considera el vicario, no ya de San Pe- Stato nella doctrina di papa lnnozenzo lll,
dro, sino de Jesucristo mismo sobre la tierra. 1940; H. Tillmann, Papst Innocenz Ill, 1954·)
Pretende, pues, a través de la supremacía es-
piritual (plenitudo potestatis spiritualis) y a INSEGURIDAD.
fin de intervenir contra el pecado (ratione Estado y sentimiento fundamental de la so-
pecati), obrar, ya que es lugarteniente de Je- ciedad medieval (págs. 335 y 433).
sucristo, como ccrey de reyes» (rex regum), Los vigías o centinelas (il. I66).
«elevarse por encima de los príncipes y juz-
garlos». Ejerció y extendió la soberanía ponti- INVESTIDURA.
fical sobre la mayor parte de los Estados cris- Acto que sigue por regla general al HOMENAJE
tianos, interviniendo en Aragón, Castilla, Por- y a la FE, para materializar la concesión de
tugal, Noruega, Bohemia, Hungría y, más un feudo o de un derecho. Consistía en la
especialmente, en Sicilia, Alemania, Inglaterra entrega por el señor de un objeto simbólico
e incluso en Francia, donde la soberanía pon- (cetro o bastón, puñado de tierra o estandarte)
tifical no se ejerció nunca. Intervino en los a su vasallo. Investido así, dicho vasallo po-
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

seía desde aquel momento un derecho sobre a causa de haber firmado el manifiesto que
su feudo (il. zp). declaraba ilegal la elección del pontífice, com-
- Querella de las investiduras entre el papa puso durante su cautividad los Laudi, poemas
y el emperador (pág. 142). líricos en que expone su experiencia mística
y que constituyen una de las cumbres de la
ISIDORO DE SEVILLA (San). espiritualidad franciscana . También se Je atri-
Nacido hacia el 570, de una gran familia his- bu ye el Stabat Mater (pág. 595).
p anorromana católica, Isidoro fue nombrado
arzobispo de Sevilla hacia el año 600 (pág. )ACQUES DE VORAGINE.
174) y bien pronto se convirtió en el jefe espi- Nacido h acia 1230, muerto hacia 1298, el do-
ritual de la Iglesia católica en España, refor· minico Jacques de Voragine, provincial de
zada por la conversión de los visigodos, que Lombardía (1 267-1286), arzobispo de Génova
abjuraron del arrianismo a finales d el siglo v1. (1 292), es autor de una Historia de Génova
Murió en el 636. Aquel a quien sus contempo- (Chronicon januense) y, sobre todo, de la Le-
r áneos llamaban ·«el hombre más sabio de los yenda dorada (pág. 190), colección de vidas
tiempos modernos» fue esencialmente un com- de santos, que relata principalmente sus mila-
pilador. Es el primer escritor cristiano que in- gros (págs. 192, 225 y 226). Obra muy popular,
tentó reunir en una summa - el Libro de las es un resumen d e las creencias hagiográficas
Etimologías- la Wtalidad de los conocimien- y ha inspirado numerosas obras de arte.
tos humanos. A ese título, Isidoro de Sevilla
es uno de los «fundadores» de la Edad Media, JAUFRÉ RUDEL.
acaso el más importante. (Véase p ág. 182, Trovador aquitano del siglo xn. Señor de
il. 34 y BIBL. ALTA EDAD MEDIA: J. Fontaine.) Blaye (Gironda), participó en la Cruzada
de 1146 y murió sin duda en Tierra Santa.
ISLAM. Su verdadera personalidad se nos escapa, d ado
En él se cristaliza la xenofobia de la Cristian. que, a partir d el siglo xm, ha quedado de-
dad. Sin embargo, a través de la hostilidad formada por la leyenda. Puesto que, en tres
oficial y del frente guerrero de las Cruzadas de las seis poesías que conservamos de él, .Jau-
(mapas z3, pág. zo7, y z4, pág. zo9) y de la fré Rudel habla de su «amor de tierra leja-
Reconquista (págs. 104 y sigs.), transmite al na», se h a h echo de él un caballero enamora-
Occidente mercancías, cultura y arte (sobre do, sin h aberla visto, de una princesa d e
todo como intermediario de la ciencia griega Oriente . Según esta teoría, Jaufré llegó a Tie-
y de las artes y técnicas del Oriente) (pági- rra Santa en el instante preciso para morir en
nas .200, .201 y .210). La conquista árabe en el los brazos de su amada. Sus obras son medio-
siglo vn (Atlas, mapa Il, pág. 503, y pág. 53). cres, pero cela situación amorosa cortés típica
Imperio carolingio, Bizancio y el Islam en el aparece en ellas fijada desde este momento»
siglo IX (mapa 3, pág. 73). (pág. 565).
(BIBL. ORIENTE, BIZANCIO, ISLAM y CRISTIANDAD.)
(Cf. L. Spitzer, L'amour lointain de ]aufré
Rudel, 1944·)

J JERUSALÉN.
La Ciudad ideal. El mito de la Jemsalén ce-
JACOPONE DA TODI. lestial (il . 22), nutrido por las inliuencias apo-
Poeta religioso italiano de finales del siglo xm calípticas, sostiene la atracción de la Jerusalén
(nacido en 1236, murió en 1306). De origen terrestre y conduce a las Cruzadas (págs. 111
noble, llevó en su primera juventud una vida y 264).
mundana. Más tarde entró en la orden fran- (Cf. Alphandéry y Dupront, La Chrétienté et
ciscana como terciario y después como herma- l'idée de croisade, 1954-1959.)
no laico, a la muerte de su mujer (1268).
Tomó parte activa en las querellas intestinas JOACHIM DE FIORE
de la orden, poniéndose al lado de los parti- Cisterciense calabrés . nacido hacia u3·5, muet-
darios de la pobreza absoluta, los espirituales. to en 1202 . En 11 88 ó 1189 se retiró a la Sila,
Encarcelado por orden del papa BONIFACIO vm, donde fundó en San Giovanni in Fiore una
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

comunidad de ermitaños, cuya regla fue apro- glo xn. Atacado de lepra en 1205, se vio obli-
bada por el papa Celestino III en 1196. Sus gado a reti rarse de l m undo. Con esta ocasión
principales obras son la Concordancia del An- escri bió un a e mocionante Congé, despedida.
tiguo y del Nuevo Testamento, un Comenta- Su obra, m uy div ersa, co mprende a la vez can-
rio sobre el Apocalipsis, el Salt erio de las Diez ciones, fa úliaux y poe mas épi cos. Se le debe,
Cuerdas y un Libro de las Figuras, d escu- sob re todo, el ] en de .mint Nicolas, una de
bierto en 1937 y en el q ue expone su pe nsa- las p r imeras p iezas d e teatro de la Edad Me-
miento simbólico bajo la forma d e di bujos y di a, r ep rese ntada en el P uy el' Arras hacia 1200
de figuras. Fiore gozó, d urante todo el si- (véase ADAM DE LA HA LLE) . U ni e ndo la comici-
glo xm y aún más allá, d e una gran influen- d ad a la insp irac ió n cristi a na, lo trág ico a lo
cia por su teoría d e la historia d ividida en maravilloso, esta obra, en la que todos los
tres épocas, la Edad del Padre o del Antiguo géneros se hallan todavía mezclados, sci'iala el
Testamento, la Edad del Hijo o del Nuevo nacimiento del drama profa no med ieval. El
Testamento, y la Edad del Espíritu Santo, argot aparece en él por primera vez en la
todavía por venir. Esta última edad deberá literatura (pág. 531).
ver la desaparición de la Iglesia y de la so- (Cf. Ch. Foulon, L'oeuvre de ]ehan Bodel,
ciedad corrompidas, para ceder el lugar a una 1958.)
Iglesia espiritual, compuesta de santos y mon-
jes que vivirán en monasterios renovados, ima- .JUAN DE MEUNG.
gen del Paraíso. Sólo entonces reinaría el Poeta francés, nacido en Meung-sur-Loire ha-
Evangelio Eterno, Estas ideas milenaristas (pá- cia 1240 y muerto hacia 1305. Continuó hacia
ginas 269 y sigs.) influyeron sobre muchos he- 1275 el Roman de la Rose (pág. 270), comen-
réticos del siglo xm e inspiraron a los parti- zado por Guillermo de Lorris, y le añadió
darios de la pobreza absoluta en el seno de 18.000 versos. Su inspiración es anticortés y
la orden franciscana. Su pensamiento, que contrasta fuertemente con el comienzo d el poe-
tuvo efectos revolucionarios, era de hecho ma. Ligado a los medios escol ares universi-
muy «reaccionario» y preconizaba un retorno tarios seculares p arisienses, ataca vivamente a
a la EDAD DE ORO primitiva. las órdenes m endicantes y d efi ende una moral
(Cf. H. Grundmann, Neue Forschungen über naturalista. T radujo igualmen te a algunos
]oachim van Fiare, 1950; A. Crocco, Gioac- autores antiguos: Vcgecio (De re militari) y
chino da Fiare, la piü singolare ed affa!ici- Boecio (la Conso latione).
nante figura del Medioevo cristiano, 196o.) (mm,. HISTORI A LITER AR IA : G. Par é.)
JOINVILLE.
Señor champañés (12·24-1317), ligado a la p er- .JUAN DE SALISBURY.
sona de San Luis desde la VII Cruzada -en Cléri go in glés, nacido hacia 1115, formado en
Egipto, pág. 192- hasta la VIII, en la cual las escuelas fra ncesas , especialmente en CHAR-
TRES. Secre tario de Tomás Becket, al que vio
se negó a participar y en la q ue mur ió el
santo rey. Amigo y admirador d e éste, red ac- asesi nar (de a hí su apología del tiranicidio)
tó una Histoire de Saint Louis, terminad a (pág. 369), fue obispo de Chartres (1176-u80).
en 1309. Más cronista q ue historiador, .Join- Pionero de la eco nomía política en el Poly-
ville carece de sentido crítico y su obra re- craticus y teórico d e la enseñanza en el Mela-
sulta con frecuencia confusa. Pero su nar ra - togicon.
ción se convierte en apasion an te cuando d es- (Cf. H . Liebesch ütz, M edieval humanism in
cribe hechos de los que ha sido tes tigo, como the life and writings of ]ohn of Salisbury,
la expedición de Egipto (1248-1 254) . Pese a 1950.)
que escribía con una finalidad d e edificación,
nos ha dejado un retrato humano y viviente .JUDfOS.
de San Luis, al que presenta como modelo Los asesinos de Cristo. Necesarios como usu-
para sus sucesores (pág. 485). reros (pág. 127) y como cabeza de turco. Con-
sultados a menudo por su saber (rabinos) . Ob-
JUAN BODEL . jeto de una hostilidad y de una exclusión cre-
Trovador y músico francés (1150-1210) , q ue cientes a partir del siglo XI. (Véase il. 37, pá-
vivió en Arras en la segunda mitad del si- ginas 424 y sigs. y BIBL. : JUDÍOS.)
LA CIVIUZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

JUEGO. (Cf. ]umieges, Congres scientifique du XIII•


Practicado con seriedad bajo formas diversas centenaire, Ruán, 1955·)
-ajedrez (ils. I68 I7o), tablas o trie-trae
(il. I67), dados, juegos folklóricos o parodias-- JURAMENTO.
por la sociedad medieval (il. I64). Combatido Acompaña y sanciona los actos esenciales. En
por la Iglesia por ser un recurso a la magia o general, se presta sobre la BIBLIA (pág. 483)
al azar. Después, a partir del siglo xm, fue o sobre alguna reliquia. Al juramento feudal,
tolerado dentro de ciertos límites, como una que ata un inferior a un superior, se opone
forma legítima del descanso, convertido en el juramento comunal, que compromete a
necesario por la promoción del trabajo (pá- iguales. Muchos heréticos (los cátaros, espe-
ginas 331, 486 y 487). cialmente) se oponen al juramento como a uno
La cencerrada (il. I72). de los fundamentos de Ja sociedad feudal (pá-
La gallina ciega (il. I7J). ginas 88, 136, 395 y 402).

JUICIO FINAL. JUSTICIA.


El último acontecimiento de la Historia. Con- Prerrogativa de todo detentador del poder.
duce a los hombres de la Edad Media a ver Compartida por numerosas jurisdicciones. Oca-
en DIOS primordialmente un juez y a dar a su sión de percepción de derechos, de donde: jus-
vida como preocupación esencial la cónstitu- ticia igual a _tasa. Pero también imagen del
ción de un expediente para presentar a dicho poder soberano, delegación de uno de los
juez (págs. 225, 264, 265, 267 y sigs.). principales atributos divinos: MANO de justicia
Representación del - (ils . 88 y 9I y reverso de los reyes.
de la cubierta.) Castigos (il. z58).

JUMIÉGES.
L
Abadía fundada por San Filiberto a finales LANFRANC.
del siglo vn. Destruida por los normandos en Nacido en Pavía a comienzos del siglo XI,
el siglo IX, fue reconstruida durante los si- muerto en 1089. Estudia en Pavía y reside en
glos x y XI bajo la protección de los duques Avranches y Ruán. Después se retira a la aba-
de Normandía. Debió una gran parte de su día del Bec, en Normandía. Amigo y consejero
fortuna a su situación junto a una gran vía de GUILLERMO EL BASTARDO (el Conquistador),
comercial del bajo Sena. La iglesia de Jumie- es abad de Saint-Etienne de Caen, más tarde
ges fue edificada entre w37 y 1067. Su impor- arzobispo de Cantorbery tras la conquista de
tancia en la historia del arte es considerable. Inglaterra. Preocupado por promover la refor-
Uno de los primeros monumentos románicos, ma de GREGORIO VII, guarda, no obstante, la
su influencia fue muy grande en dos sentidos. neutralidad durante el conflicto con Enri-
En primer lugar, la proporción decreciente que IV.
de los pisos, con las arcadas desarrolladas a
costa de las tribunas, fue imitada en Coutan- LAóN.
ces, Bayeux y CAEN y se transmitió d esde allí Ciudad próspera ya en el siglo XI, una de las
a Inglaterra (catedral de Durham). Además, primeras comunas francesas (revuelta contra
la relación entre Jos volúmenes de las torres el obispo Gaudri, en el año u11, pág. 402),
y el de la fachada proporciona una gran apor- fue la sede de una escuela episcopal, que, en
tación al arte gótico por intermedio de Caen. la segunda mitad del siglo XI, hasta la muerte
Jumieges constituye una etapa de una evolu- del maestro Anselmo (1u7), cuya fama han
ción en el curso de la cual las torres, al prin- contribuido a arruinar las vivas críticas de
cipio colocadas sobre la fachada, se integran ABELARDO, fue el centro más importante de
progresivamente en ella, dirigiendo hacia el estudios teológicos del Occidente, antes que
suelo sus raíces, formadas por los contrafuer- París. La catedral, comenzada sin duda en 1155
tes. El coro fue reconstruido en el siglo xm. y construida en su parte esencial bajo el epis-
Vendida bajo Ja Revolución, la abadía de copado de Gautier de Mortagne (!!55-1174),
Jumieges sirvió de cantera hasta mediados del es una de las obras maestras del primer arte
siglo XIX. (Véase Atlas, mapa VI, pág. 511.) gótico. Se trata de una iglesia de pisos múlti-
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

las arcadas, de las claraboyas y de los vanos


constituye en ella un avance de los grandes
calados góticos.» (H. Focillon.) Torna de Tour-
nai la composición de las masas, su silueta con
siete torres ccque domina el porvenir de las
catedrales francesas». Torres modelo, por lo
demás, que VlLLARD DE HONNECOURT dibujará
en su álbum y que serán imitadas en Naun-
burgo y Mag<leburgo espec ialmente. El ábside
redondeado, con capillas radiales, fue más tar-
de reemp lazado por un ábside plano y, duran-
te el siglo x1v, se alteraron la nave y el coro
con la pesadez de cap illas laterales. El pórtico
proEundo <le la fachada anuncia los pórticos
laterales ele Chartres. El frontispi<:io meridio-
na l, Jo mismo por su iconografía (JUICIO FINAL)
que por su estilo, de una rudeza primitiva,
supone un intermedio notable entre SAINT-
DENIS y los grandes tímpanos góticos. Por últi-
mo, un detalle escultural llama la atención
por su conmovedora originalidad: ccdieciséis
bueyes ele labor, izados en lo alto ele las torres
de Laón, a pleno cie lo, dominando los cam-
pos, glorifican en piedra a las bestias pacien-
tes que arrastraron hasta lo alto de la cuesta
los bloques con los que está construida la ca-
tedral». (Véase il. r40 y Atlas, mapas V, pá-
gina 5r5, y VII, pág. 52r.)

LAPIDARIOS.
Colecciones de las significaciones simbólicas de
las piedras preciosas. (Véase BESTIARIOS, FLO-
RARIOs.)

LATfN.
Lengua de los clérigos, que mantiene una uni-
dad de cultura sabia, pero se degrada en len-
gua muerta y retrocede ante el crecimiento de
las cclenguas vulgares», ligadas a las fuerzas
sociales vivientes (págs. 373 y sigs.).
(BIBL. HISTORIA LITERARIA; E. R. Curtius.)

LEPRA .
Frecuente hasta el siglo x1v, objeto de repul-
58. SECCióN TRANSVERSAL sión, condujo a encerrar a los enfermos en las
DE LA CATEDRAL DE LAóN leproserías o maladrerías, y a considerar los
cuidados dados a los leprosos corno una for-
ma superior de la caridad.
ples, con tribunas, crucero saliente (a dife- (Véase SAN LUIS, SAN FRANCISCO DE ASÍS y pá-
rencia de Notre-Darne de PARÍS) y un coro ginas 423 y 424 e il. r27.)
muy alargado, de 45 metros, el más largo de
las iglesias góticas. Notable por su anchura y LERINS .
su unidad severa, puede considerarse corno Monasterio fundado por San Honorato en el
un monumento pionero. ccLa multiplicidad de año 410 (págs. 176 y 178).
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

LIBERTAD. 11 59, cabeza de la Hansa (pág. 112 y planos r9


Considerada como un privilegio y, por consi- y 20, pág. II7)·
guiente, empleada casi siempre en plural. En
singular, conjunto de Jos derechos sobre Jos LUCHA DE CLASES.
que se fundamentan Ja independencia y Ja so- (Véase capítulo VIII, págs. 349 y sigs.).
beranía: por ejemplo, li bertas Ecclesiae, san-
to y seña de la reforma gregoriana (pág. 38 1). LUIS (San).
La leyenda de San Luis (Luis IX, rey de Fran-
LIBRO. cia de 1226 a 1270) nació del encuentro de
Instrumento de cultura y de poder. Por largo una personalidad prestigiosa con unas circuns-
tiempo, objeto de lujo. Con las Universida- tancias históricas favorables. Cuando, siguien-
des (siglo xm), tiende a convertirse en un útil do en ello a Voltaire, se puso de moda frag-
fabricado en serie (págs. 123, 462 y sigs.). El mentar la historia en siglos bautizados con el
libro por excelencia es Ja mnLIA, que reúne nombre de un personaje representativo, se
todas las funciones de prestigio, de alimento llamó al siglo xm «el siglo de San Luis». N a·
espiritual y de educación. El trabajo intelec- cido en 1214, rey a los 12 años, experimentó
tual es, en primer término, leer (il . r53 y r54) . la influ encia de su madre Blanca de Castilla,
mujer fu erte, pero terrible, regente durante
LfMITE. su minoridad, hasta 1235, y durante la
Horizonte material y mental. Límite de campo, VII Cruzada (de 1248 a 1252, fecha de su
de calvero, de subsistencia, de fuerza espiri- muerte) (pág. 111). La literatura, la escultu-
tual. Los hombres de la Edad Media viven con ra, la miniatura nos han legado retratos de
frecuencia en el límite, de ahí la importancia San Luis, a media distancia entre la idealiza-
de lo marginal (págs. 317 y sigs., 332 y sigs.). ción tradicional y el realismo naciente. Dos
documentos resultan incomparables para su
LINAJE. estudio: los recuerdos de Joinville y los tes-
La familia agnática se amplía en la clase seño- timonios reunidos con vistas a Ja canoniza-
rial. Base de derechos comunitarios de pose- ción del soberano (que fue proclamado en 1297
sión y uno de los fundamentos de la moral por BONIFACIO vnr, preocupado entonces por
feudal (deberes frente al linaje, véase CHAN- mantener buenas relaciones con Felipe el Her-
SON DE ROLAND y CANTAR DE GESTA). Fermen-
moso, nieto de San Luis) por Guillermo de
to de cohesión en la guerra (págs. 382 y sigs.) . Saint-Pathus, confesor de la reina Margarita.
(nrnL. FEUDALIDAD y SEÑORES: L. Verriest.)
Los contrastes son grandes: un rey-caballero,
LOCOS. alto, delgado, rubio, p ero de una salud ende-
La Edad Media cree a los locos en relación ble, más aún, minada por las prácticas ascé-
con los secretos, buenos o malos (Merlín es ticas; un príncipe sediento de caridad, pero
un loco). Los reparte poco a poco en catego- indiferente hacia su mujer y sus hijos; un so-
rías tratadas de maneras diferentes, pero, en berano deseoso de paz, pero decidido a «dar
general, con mayor mansed umbre que a los con la espada en el vientre» de los enemigos
otros excluidos: locos de buen consejo (tontos irreductibles de la religión: INFIELES y JUDÍOS;
de pueblo, bufones del señor o del príncipe), un hijo amante de la «Santa Iglesia», pero
enfermos cuidados o internados, posesos en- muy celoso de sus prerrogativas reales frente
tregados a los exorcistas (pág. 426). al clero y al papado. Quiso ser un príncipe
cristiano, reali zando en su persona el ideal de-
LOMBARDOS. finido en los «Espejos de los príncipes>>, género
Pueblo germánico que invadió Italia durante muy en boga durante la época carolingia (Car-
el siglo VI y que fue vencido por CARLOMAGNO lomagno fue uno de los modelos de San Luis)
en el año 774 (mapa r, pág. 32, mapa 2, pá- y que renace bajo una forma más «moraliza-
gina 49; Atlas, mapa ll, pág. 503, y págs. 70 da» en el siglo xm. Su piedad, que es sobre
y sigs.). todo el deseo de conformar todos sus actos a
las enseñanzas de Dios, de la religión y de la
LüBECK. Iglesia, le hace encontrar en los dominicos y
Centro del gran comercio en la Europa del los fra nci scanos directores de conciencia a tono
Norte, fundado por Enrique el León en i 158- con su sensibilidad religiosa, pero muchos de
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

sus súbditos le reprochan ser «el rey de los Concilio de Vienne (1311) la lucha contni el
monjes» e incluso un juguete entre sus manos. averro ísmo, la reanudación de la Cruzada, la
Está también marcado por tradiciones espiri- fusión d e las órd enes militares y la creación
tua les más antiguas, a veces incluso «pasadas de colegios para el estudio de las lenguas
de moda,,, como su obsesión por la Cruzada. o ri ental es. En el curso de un último viaje, es
Quiere la paz entre cristianos y declara: «Ben- lap id ado en llug-la y mucre en un barco ge-
ditos sean los pacificadores¡¡. Es el {irbitro, no nov '·s qu e lo dcvo lvl a a Mallorca (1 31 6). Rai-
siempre escuchado, de la Cri sti a ndad (Mise m1111d o Lu li o es autor de m;'1s d e i50 obras
d' Amiens, en 1264, donde se pronuncia a fa - cientllicas, li terari as , teo lógicas y pedagógicas,
vor de Inglat erra contra los barones subl eva- esc ritas e n la l111 , 1 ero so bre Lodo en <lrabe y
dos). Da una gran importancia a las obras de e11 t:a 1a l,\n . Esta o bra inm ensa, qu e revela cier-
misericordia: distribución de alim entos a Jos tame nte influ encias juda icas (C<'ibala o, m;\s
enfermos, a los mendigos, a los lep rosos . Sue- exac ta mente, Kabba la), es un a curiosa mezcla
ña en establecer un «orden moraln en su re i- d e misticismo ocu lt ista, erucli dó n científi ca y
no: investigadores enviados para reparar las filosofl a de la acción (págs. 590 y 592).
in justicias reales (pero también para consoli- (C L A . Lli11a res, Raymond Lulle, jJhi loso/Jh e
<l ar el poder monárquico); justicia que gusto- de l'action, 1961 .)
samente ejerce en persona (episodio de la en-
cina de Vincennes, convertido en legendario) LUZ.
y a través de la cual persigue todavía la infil- Aspiración fundamental. lli en superior, adqui-
tración de la administración real en todo el rido poco a poco p or la re li g ió n, el a rte, la
reino; abolición -de acuerdo con las prescrip- ciencia (Cristo co lll o lu z; e l gótico co rn o téc-
ciones del IV Concilio de Letrán- del duelo nica de la iluminación; la ópt ica, ciencia fun-
judicial y de la guerra privada; ordenanzas damental en el siglo x m ) (p;\gs. 150 y 45 1).
contra la prostitución, el juego y la blasfemia,
que provocan muchas murmuraciones (pági-
nas 429 y 472). Su prestigio se ve sostenido
por la prosperidad económica, la irradiación M
artística (arte gótico) e intelectual (pujanza
d e la Universidad de París), por las cuales se MADERA.
interesa únicamente desde el punto de vista Material esencial, gran riqu eza de la Cristian-
piadoso: construcción de la Sainte-Chapelle dad, cubierta de bosques (pág. i85). Las casas y
para albergar la Santa Espina, conversaciones las ciudades son enteramente de mad era y ar-
con el sabio teólogo Roberto de Sorbón, al den con gran facilidad. Incluso en los grandes
que relega de todas maneras, por el mediocre monumentos de piedra (iglesias), las partes de
compilador Vicente de Beauvais. Al .final de madera (armaduras de las cubiertas) son im-
su reinado hace acuñar escudos de oro (las portantes. La utilización d e la madera es un a
primeras monedas de oro francesas), con la de las razones por las cuales las comunidad es
divisa: Christus regnat, Christus vincit, Chris- a ldeanas defienden su derech o a l uso d e los
tus imperat. Deja el recuerdo de una «bella bienes comunales. El si mbo lismo d e la madera
época,,, «el buen tiempo del señor San Luis" se une al del ÁR BOL y al de la CRUZ (págs. 185-
(págs. 144, 213, 416, 458 y 484). 187, 282 , 283, 333 y 485).
Tra bajo ele Ja - (il. 98).
LULIO (Raimundo).
Nacido en Palma de Mallorca en i 232. Des- MAGIA.
pués de llevar una vida muy munda na, decide, Buena o mala, negra o blanca, conduce a Dios
en 1262, consagrarse a la co nversión d e los o al Diablo, bajo el patronato benefactor de
INFIELES. Aprende el árabe y la Lógica ense-
Salomón (il. z48), o el nefasto de Simón el
ñada en las escu elas musulmanas . En 1276
Mago (pág. 227).
[un da el colegio d e Miramar para Ja forma -
ción de los mi sioneros. Efectúa numerosos
viajes a Asia y África, pero también a París, MAHOMA.
donde funda una escuela. En 12 92 se con- Identificado con el Anticristo (pág. 200). Co-
vierte en terciario franciscano. Reclama en el nocido a través de una leyenda de terror.
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

«MANANTSn. tantinopla. Hecho pns10nero por los genove·


Designa, en Francia, a .p artir del siglo xr, el ses en el curso de una batalla naval, aprove-
conjunto de la clase campesina, caracterizada chó su cautiverio para redactar sus memo-
por una inmovilidad teórica (latín: manere, rias (12'98). Acogida con escepticismo por sus
permanecer) (pág. 138) . contemporáneos y bautizada por ellos con el
(Véase VILLANO, SIERVO.) sobrenombre de El millón, esta obra, más
conocida por el Libro de las Maravillas, es un
MANIQUEfSMO. documento excepcional. (Véase il. 28 y pá-
Herejía antigua (cf. H . Ch. Puech, Le Mani- gina 194.)
chéisme), comba~ida principalmente por San (Cf. L. Olschki, L'Asia di Marco Polo, 1957.)
Agustín y que representa en la Edad Media
el tipo mismo de la herejía y a la que los MARíA DE FRANCIA.
ortodoxos tratan de r educir, en mayor o me- La primera de las poetisas francesas de fecha
nor grado, todas las tendencias heterodoxas. conocida, vivió en la corte de Inglaterra en
Su oposición fundamental entre un principio la segunda mitad del siglo xn. Escribió en
bueno y un principio malo anima de manera ella hacia u6o un gran número de lais, espe-
particular el catarismo, pero se encuentra en cie de narraciones en verso, sobre temas ex-
el fondo de toda la mentalidad medieval orto- traídos de las leyendas célticas. La pintura
doxa. (Véase DUELO, DUALISMO y pág. 225.) del amor, delicado y melancólico, constituye
el mayor mérito d e estas obras, que tuvieron
MANO. una influencia considerable sobre toda la lite-
Símbolo del mando y de la habilidad. Mano ratura europea de la época . Se le debe tam-
de Dios que sale de entre las nubes (pág. 219), bién una colección de fábulas, el Ysope t,
mano de justicia d el rey, mano del obispo adaptada del latín (pág. 567).
que bendice, mano del homo fab er que lo dis-
tingue de los animales (a partir de Aristóteles,
MARSILIO DE PADUA.
Santo Tomás de Aquino agrupa todos estos
Filósofo universitario nacido hacia 1290 y
sentidos).
muerto hacia 13<40. Estudió Teología y Dere-
cho y fue rector de la Universidad de PARÍS
MAR.
en 1312. Abrazó el partido imperial d e Luis
Símbolo del mundo cambiante e inestable.
de Baviera contra el papado de Aviñón. Su
Reino del peligro (ils. II7, II8, págs. 191 y
Defensor pacis es un violento ataque contra
192). Pasar el mar supone una prueba de gran
las pretensiones de los papas sobre el poder
m érito : la Cruzada por vía marítima gana un .
temporal (págs. 142 y 143). Fue excomulgado
valor superior. (Véase SAN LUIS y lám. col. J.)
en 1327, pero sus ideas tuvieron una gran in-
fluencia y contribuyeron poderosamente a la
MARCABRU.
decadencia de la autoridad pontificia en el
Trovador relacionado con las cortes de Poi-
siglo XIV. Se ha vi sto en él al primer teórico
tiers y de Ventadorn, qu e pasa por ser, ha-
del Estado ccmoderno».
cia 1140-1150, el inventor d e la poesía ascón-
(Cf. G. de Lagarde, La naissance de /'esprit
dita , el trobar clus . D e hecho , parece haber
sido un genio caprichoso y original, que uti-
la zque au déclin du Moyen Age, 1962.)
liza los temas de la líri ca cortés de manera
muy personal, con una tendencia al moralis- MARTfN DE BRAGA (San).
mo y a la sá~ira (pág. 389). De origen oriental, monje entre los suEvos,
después obispo de Braga (570), autor d el De
MARCO POLO. correctione rusticorum y de la Formula vitae
Nacido hacia mediados del siglo xm en Ve- honestae (pág. 67).
necia y muerto en I32·3. Acompañó a su tío
y a su padre en un viaje de negocios a la corte MAS ALLÁ (El).
de Kubilai Kan, en 1271 (pág. 213). Permane- Mundo de la realidad, de la verdad. A través
ció diecisiete años a su servicio y viajó por de los símbolos y de una continuidad velada,
toda el Asia. Regresó a Europa a través del se mezcla con el universo terrestre (págs. 216-
Japón, las islas de la Sonda, Persia y Cons- 230, 443 y sigs., 460).
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

MEDICINA. porció n a la creciente apertura de la econo-


Plantea al hombre medieval un problema fu n- mía (p ágs. 299, 300, 344 y sigs.) .
damental: es teóricamente inútil, incluso ne- Poder de los me rcaderes (págs. 393 y 394).
fasta, en la medida en que cuida d el cu erpo R eprese ntación d e - (ils. I o4 y w7).
despreciable. Pero, siendo el cue rpo el sosté n ( BlllL . COM EltC IO, MONED A, MERCADERES.)
del alma, se justifica como m ed io d e salva-
ción. El médico, como el herrero, es u n mago MESES.
a la vez temido y d esp reciado . T.a m ed ic in a D ivis ió n <lc l aíí o, scíía lada por los trabajos
emerge con dificultad d el empirismo terapéu- rurales (ciclo d e los trauajos d e los m eses, fre-
tico de la Alta Edad Med ia, pasa po r una fase cuen temen le rep resentado po r la escul tura re-
teórica (ESCUELA DE S ALERNO, UNIVERS IDADES) y lig iosa).
llega a un frágil equilibrio entre la teoría y (Véase ils. II4, I 89-I92, lám . col. IV y p ;ígi-
la práctica. nas 248 y 249.)
Ptogreso de la - (il. I55). (Cf. J. C. Webster, The; Labors of th e Mont ft s
(BIBL. HISTORIA DE LAS CIENCIAS : L. c. Mac in Antique and Medieval Art, 1938.)
Kinney.)
METALURGIA.
MEDIDAS. Dominio técnico en el que los invasores bárba-
Numerosas y cambiantes, de acuerdo con el ros de la Alta Edad Media, instruidos por sus
fraccionamiento de la vida económica y la ar- contactos con el Oriente, manifestaron una
bitrariedad de los poderes sociales que las neta superioridad sobre la civilización greco-
detentan: objeto de la LUCHA DE CLASES (pá- romana (véase HERRERO y HIERRO).
gina 408).
MICROCOSMOS.
Imagen favorita del simbolismo «totalitario»
MENDIGOS. de la Edad Media: el hombre es un micro-
Honrados como practicantes de la pobreza ab-
cosmos, la Iglesia también (págs. 193, 232
soluta según el modelo del Cristo (pág. 128)
(de ahí en el siglo XIII las órdenes mendican- y 444).
tes, pág. 130). Sin embargo son socialmente MIEDO.
despreciados y condenados por algunos, ya que
Sentimiento muy extendido bajo su forma in-
se niegan a ganar su sustento por medio del
dividual y, sobre todo, bajo la colectiva, fren-
trabajo (pág. 334). te a las calamidades y el temor al INFIERNO
(Cf. Guillermo de Saint-Amour, Juan de
(pág. 264 e i/. I50) .
Meung, en la segunda parte del ROMAN DE LA
ROSE.)
MILAGROS.
1.0 Dramas religiosos, cuyo tema es tá sacado
MENTIRA. de la vida y las leyendas d e los santos . Al
Pecado capital, pese a que no figure en la lis- principio, simple sucesión de episod ios cómi-
ta tradicional (véase PECADO). Una de las cau- cos, épicos o r eligi osos, m al ligados en tre sí
sas principales de la inseguridad moral. Con- -por ej ~m plo en el ]eu ele saint Nicolas, es-
denada por San Agustín (De m endacio). Aso- crito por J UAN BODEL h ac ia 1200--, el milagro
ciada al engaño, al fraude , a la astucia. En se co nvie rte a fi na les del siglo XIII en un gé-
el dintel del tímpano de Con ques (siglo x u) n ero verdad eramen te dramático, con el Mila-
está escrito: «Los ladrones, los mentirosos, los gro d e T eófilo, de RuTEBEUF, en el que la
engañadores, los codiciosos y los rap aces son acción sigue siendo sumaria, pero que com-
así todos condenadosn (pág. 479). prende pasajes patéticos y emocionantes (véase
TEATRO RELIGI OSO).
MERCADER. 2 .0 Intervenciones numerosas de Dios en la
Inicialmente considerado como indeseable, tierra contra el orden de la naturaleza, por
dado que introducía en el interior de un a intermedio de los santos (ils . IJ, I8, I43, I45
economía cerrada la perturbación d e impor- y págs. 227, 228 y 318) . Prueba de santidad,
taciones y exportaciones. Poco a poco es re- sanción de los justos. Los milagros correspon-
habilitado por la Iglesia (pág. 127), en pro- den a las necesidades esenciales (pág. 125) y
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

permiten cumplirlas: curaciones (miseria fi- principales representantes de esta corriente


siológica), milagros técnicos (útiles salvaguar- «aldea na» es Ncidhart (hacia 11 80- h acia 1250) ,
dados, il. I 48, obreros salvados) , etc. (pági- creador de la «poesía aldeana de corten (hiifis-
nas 282 y sigs., 440 y sigs.). che Dorfpoesie), que, después de él, se incli-
nará a la poesía de la comilona (Fresslieder).
MILÁN. El más célebre manuscrito de Minnesanger, a
Una de las grandes ciudades del Occidente me- comienzos del siglo x1v, se encuentra en Hei-
dieva l. Centro económico, político, espiritual, delberg: contiene las obras de 139 poetas y
p erturbado en la segunda mitad del siglo x1 138 miniaturas representando los Minnesiin-
por el movimiento paraherético de los pata- ger y su blasón.
rinos . Descrito y a labado en un libro de Bon- (BIBL. HISTORIA L ITERARIA: l. Frank y A. Mo-
vesin della Riva (1288) (pág. 398) . ret.)
- Iglesia de San Ambrosio (plano 39, j1ági-
na 449, e il. 208). MóDENA (Catedral).
(BmL. CIUDADES y IlURGUESES: c. Violante.) Comenzada en 1099 bajo la dirección del ar-
quitecto Lanfranco, Mirabilis Artifex, fue aca-
MILENARISMO. bada en i 18,1. Las bóvedas góticas son un
Creencia en el advenimiento futuro sobre la afiadido del siglo xv. Dedicada a San Gemi -
tierra de un largo período (mil afios simbóli- niano, es uno de los principales ejemplos de
cos) de paz y d e prosperidad. Anima, más o arqui tectura románica propiamente itali ana
menos ab iertamente, la mayor parte de las (il. I2o) . Su principal originalidad reside en
corrientes h eréticas de la Edad Media (pági- una búsqueda muy profunda de los efectos
nas 263 y sigs .) . de luz y so mbra. Las más bellas esculturas,
(nrnL., HEREJÍAS: N. Cohn.) en la fach ada y e n las métopas, son debidas
a un gran artista, compafiero de Lanfranco
MINAS. en 1099, Wiligelmo --que ha dejado su fir-
La extracción minera (págs. 298 y sigs.). ma-, y a su ta ller. Algunas esculturas, en el
Agotamiento de las -- (pág. 334) . pórtico mer idional de la Pescheria, r epresen-
tan escenas de la leyenda arturiana (otras de
MINNESA.NGER. la de R o ld án), testimonio de la importancia
Grupo de poetas alemanes que, a finales del que rcvi:;tió, a principios del siglo xn , una
siglo xn y comien zos del xm, aclimataron en colonia francesa y normanda dotada de su
su país la poesía cortés d e origen francés. Los propia legislación . La torre-campanario (la
principales entre e ll os son Dietmar von Aist Ghirlandina) no fue terminada sino a comien-
(uno o acaso dos poetas de la segunda mitad zos del siglo x1v.
del siglo Xll} , WOLFRAM VON ESCHENBACH (ha-
cia 11 70- 1220), más conocido como poeta épi- MODERNO.
co, WALTI-!ER VON OER VO CELWEIOE (hacia i 170- El término tiene, en general, un sentido pe-
hacia 1230). Sus obras exaltan el amor (Minne yorativo, frente a lo antiguo, que hace auto·
en a lto alemán , cuyo primer sentido es «re- ridad, o simplemente positivo (contemporáneo,
cuerdon), un amor que es respeto y homenaje reciente) . A partir del siglo x11, expresa para
hacia la dama de sus pensamientos. Los idea- algunos una reivindicación del progreso (pá-
les de la caballería y del amor cortés se e n- gina 241).
cuentran codificados en ell as bajo la forma de
un verdadero ceremonial. Ahora bien, a dife- MOISSAC (Abacial de Saint-Pierre).
rencia de los trovadores franceses, los Min- Este edificio, cuya nave data del siglo xv, in.
nesiinger han sobresalido asimismo en otros teresa a los historiadores del a rte por la pre-
géneros poéticos, como los cantos populares y sencia de una ojiva precoz en el piso del pór-
religiosos y los poemas de Cruzada. Se ha tico, pero ofrece, sobre todo, dos obras m aestras
distinguido entre una primavera (segunda mi- de la escultura románica languedociana: los
tad del siglo xu) y un otofio del Minnesang, relieves de su claustro y de su tímpano. Las
en el que la inspiración se hace más realista esculturas del claustro, realizado al fin al del
(p;\gs. 248 y 249), más campesina y más didác- siglo x1 como las de Saint-Sernin de TOULOUSE,
tica y satírica (corriente gnómica). Uno de los han ejercido una gran influencia en el Medio-
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

día. Las del tímpano del frontispicio son obra en instal ar sus conventos en las ciudades.
de otro taller que, hacia 1115, «ejecuta por (Véase págs. x74 y sigs.; p lanos 28, pág. z72;
primera vez en la piedra, con una amplilud 29, fHig. z76; 30, pág. z77, y ÓRDENES MON.(S-
y según un orden que, desde este m omenLo, TI CAS.)
definen todo un arte, la formidable canlata (Cf. D. Knowles y J. K. S. Saint-Joseph,
del APOCALIPSIS» (H. Fo ci llon). A los lados se l\fo11aslic siles f rom tlu: air, igfü .)
observan, entre otras, las im;'igenes to rtura-
das de la lujuria y de la avaricia. Las grandes MONEDA.
figuras d e San Pablo y d e J eremías en la en- Se rarifica en proporción a la di sminución de
treventana, parecidas a las de Souillac, son Jos cambios a larga dista ncia durante la Alta
una de las más bellas realizaciones del sentido Edad Media y se convierte e n un medio de
románico de las líneas y del movimiento. prestigio, acuñada por todos Jos que ti enen
(Cf. Moissac et la Chrétienté au XJo siecle, autoridad para ello («aristocracia de la Alta
Colloque du IX• Centenaire, 1g63.) Edad Median, R. López), los soberanos o los
obispos. Objeto de lujo y de peca do. Sin em-
MOLINO. bargo, con el retorno a la economía moneta-
La gran «invención» de la Edad Media (pág. ria (pág. 122), se exitende de nuevo, bajo la
273), por su difusión y su aprovechamiento en forma de dineros de plata, después de plata
diversos dominios (metalurgia, tintorería, etc., gruesa, de moneda de oro en fin. Reanudación
pág. 292). En principio es hidráulico, después de la acuñación del oro en el siglo xm: florín
también de viento (pág. 274), a partir de fina- (ils. z97 y z98), ducado (ils. z95 y z96), escudo
les del siglo xn. Lugar de reunión de la so- (ils. z93 y z94), etc. Está sometida a devalua-
ciedad campesina, pero detestado por ella, ciones o, menos frecuentemente, a revaloracio-
porque está ligado a la economía señorial ba- nes (mutaciones monetarias) a partir de fina-
nal (véase BAN) : hostilidad de los campesinos les del siglo XIII (bajo el reinado de FELIPE
medievales en relación al molinero. EL HERMOSO en Francia, 1285-13'14). La mala
(Véase il. 93 y pág. 420.) moneda, aleación en la cual la proporción de
metal no precioso (cobre, bronce) se hace cada
MONASTERIOS . vez mayor, es llamada moneda negra (pági-
Habiendo triunfado en Occidente la forma ce- nas 337 y sigs.).
nobítica (y no eremítica) del monaquismo, los (BIBL. COMERCIO, MONEDA, MERCADERES.)
monasterios eran un conjunto de construccio-
nes agrupadas (iglesia, claustro, alojamiento, MONGOLES.
hostelería para los peregrinos, construcciones Invaden la Czistiandad oriental en u40-1243,
con finalidades económicas) . Teóricamente pero suscitan grandes esperanzas de conversión
mundo cerrado, con frecuencia establecido en al catolicismo y de lucha ·en común contra el
las soledades, que debía bastarse a sí mismo Islam. (Véase pág. 213 y SAN LUIS y MARCO
para evitar a los monjes el contacto con el POLO.)
mundo exterior, los monasterios constituyeron
de hecho hogares de irradiación de las técni- MONREALE.
cas, los libros y las ideas, verdaderos focos de Sede a la vez de un monasterio benedictino,
espiritualidad. Centros económicos (grandes fundado cerca de Pa lermo por Gu illermo 11
dominios abiertos a los progresos de las témi - d e Sicilia en el afío 1174, y del arzobispado
cas agrícolas y preindustriales, las órdenes d el metropolitano el e Sicilia. La catedral, elevada
siglo xn, los cistercienses, en esp ec ia l, forman ele 11 66 a 11 89, es la obra maestra de la com-
vastas explotaciones pertenecientes a un solo binación entre los estilos y técnicas occidenta-
dueño, a menudo alejadas d el mon asterio, las les, bizantinas y musulmanas. Decoración com-
granjas); centros intelectuales (scriplorium, en pleta de mosaicos en el interior (terminada
el que los monjes copiaban e iluminaban los en 1182) . Puertas de bronce d e Bonnano de
manuscritos); centros artísticos (miniaturas, vi- Pisa (u86). Claustro de rica decoración, con-
drieras, construcciones, etc.); centros políticos tiguo al convento (ils. 62 y 63).
a veces (papel de CLUNY); y, evidentemente,
centros espirituales. La gran novedad de las MONSTRUOS.
órdenes mendicantes en el siglo XIII consiste Atormentaron la imaginación medieval, par-
LA ClVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

ticularmente en la época románica, que hizo beza de la revuelta contra Enrique III y, tras
figurar entre ellos al hombre (mons truos semi- la victoria de Lewes, en 1254, gobernó Ingla-
humanos, figuras grotescas y d eformes). Forma terra, donde ensayó la instauración de un ré·
de protesta con.t ra «el hombre imagen de gimen parlamentario. Batido por el futuro
Diosn, expresión de la corriente antihuma· Eduardo I, es muerto en Evesham (1265).
nista, poderosa a todo lo largo de la Edad Me· Considerado por .los «comunes» como un már·
dia. (Véase ils. z34 y z5z y pág. 439). Una an- tir (pág. 143).
tropología monstruosa (sirenas, centauros, etc.)
se desarrolla, por ejemplo, en el tímpano de MONTJUICH".
VÉZELAY. El sabio dominico Tomás de Can- Gran museo medieval, sobre todo de pinturas
timpré, que, en el siglo XIII, inserta un capí· románicas catalanas, en Barcelona (ils. z49,
tulo De monstruosis hominibus en su cientí- z75 y lám. col. Ill).
fico De animalibus, se pregunta si esos hom-
bres monstruosos descienden también de Adán. MOVILIDAD.
Muy grande durante la Edad Media, pero
MONTE CASSINO . condenada como un pecado que perturba a
Monasterio benedictino, fundado por SAN BE· la sociedad, cuya estabilidad se considera ne-
NITO en el año 529, destruido por los lombar- cesaria para la salvación (págs. 188 y 189).
dos a finales del siglo VI, reconstruido en 720,
destrozado por los sarracenos en 884 y rehed10 MUERTE.
a mediados del siglo x. El abad Didio (1058· El gran pasaje. Espanta en la medida en que
1087) hizo levantar y decorar por artistas bi- puede conducir al infierno (il. z43), pero, en
zantinos una iglesia, consagrada en .1071, la sí y bajo sus formas materiales (cadáver, cere-
«maravilla de Occidente», que fue también monias fúnebres), sólo causa angustia a par-
un scriptorium célebre. Reconstruida en 1349, tir del siglo XIV (il . z83). Prácticamente ausen-
después de un terremoto, rehecha y abarroca- te de la iconografía medieval (salvo bajo la
da en el siglo XVII, asolada durante la cam· apariencia de resurrección, pág. 495). (Cf. A.
paña de Italia en 1944, fue reconstruida y Tenenti, La Vie et la Mort d travers l'art du
consagrada de nuevo en ig64 . XV• siecle, 1952.)

MONTFORT (Simón de). MUJER.


Tipo del pequeño señor de la Isla de Fran- Encarnación e instrumento del Diablo.
cia en busca de aventuras y de presas, Si· Su promoción y sus límites (págs. 226, 227
món IV, conde de Montfort, partió para Tie· y 387-389).
rra Santa en 11g8 y en 1202, con ocasión de Apuesta de la lucha de clases (págs. 410 y 411,
la V Cruzada. En uo9 contesta a la llamada ils. 77 y 78).
de INOCENCio m, dirigida a los caballeros del (Véase EVA, VIRGEN.)
Norte contra los CÁTAROS'. Se señala por su
valor y su ardor en la matanza d e heréticos. MUNDO.
En 1212 se apodera de los dominios de Rai- Símbolo y dominio del mal, del que se debe
mundo VI, conde de Toulouse, y bate en huir y al que se debe despreciar (temas ma-
Muret a su aliado, el rey de Aragón, en 1213 yores de la espiritualidad medieval: fuga mun -
(pág. 576). Pero, en 1217, Raimundo VI le- di, huida del mundo del monje; contemptus
vanta contra él las poblaciones meridionales mundi, d esprecio del mundo: INOCENcio m,
y es muerto al intentar reconquistar Toulouse a finales del siglo XIII, antes de su elección al
en el año un8. pontificado, escribe un tradicional De con-
temfJtu mundi) (p<ígs. 259, 473 y 478).
MONTFORT (Simón de).
Hijo del anterior {hacia 1200- 1265). Obtiene MúSICA.
de Enrique III el cond ado de Leicester, que Una de las artes del quadrivium (véase ARTES
había pertenecido a su madre y del cual ex- LIBERALES), medio supremo de educación en la
pulsó a los judíos. Después de haber rehusado tradición platónica y agustiniana (por inter-
la regencia del rein o de Francia, a la muerte medio de noEC!O) . Desempeña un papel pri-
d e Blanca de Castilla (1252), se pone a la ca- mordial en la liturgia . No sigue la misma evo-

660
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

59. L A ABADÍA DE MONTE CASSINO


(Según la reconstrucción de su estado en w75 por K . ]. Conant)

lución en el plano teórico que en el plano (véase JUAN DE MEUNG: segunda parte del RO-
práctico (canto gregoriano, polifonía). Tiene MAN DE LA ROS E) (págs. 442 y sigs.) .
un valor ético: ccEI que hace el mal demues- - Sentimiento de la naturaleza (p <lgs. 192
tra que no conoce la musican (Rabán Maur). y 193 e ils. 5r y r6r) .
(Cf. G. Raese , Music in the Middle Ages,
i940; J. Chailley, Histoire musicale du Mayen NAVfOS.
Age, 1950; S. Corbin, L'Eglise a la conquete Símbolo de la fra gilidad de las instituciones
de la musique, 196o.) humanas fre n te a los caprichos marítimos
(véase MAR , nave de iglesia, etc.). Reducidos
MUSULMAN. a l uso de los piratas (navíos vikingos) durante
(Véase INFIEL.) la Alta Ed ad Media, evolucionan con el pro-
greso del comercio marítimo, en el que se
N di stinguen ita lianos, vascos y hanseáticos.
Construcción de - (il . 98) .
NATURALEZA. T imón de charnela (il. ro2 y pág. 297).
Poderosa frente a los débiles m ed ios técnicos - veneciano (il. r85).
del hombre medieval. Sometida a D ios . No
obstante, torna una importancia creciente en NIBELUNGENLIED O LOS NIBELUNGOS.
la Teología con la invasión del aristotelismo Poema épico alemán, escrito al comienzo del
(véase TOMÁS DE AQUINO) . Anima una corriente siglo xm, pero que, en lugar de r eflejar la
ccnaturalista», en la que es personificada atmósfera «cortés» comun en la literatu ra de

661
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

la época, es un poema de la violencia y de hombre med ieval se encuentra durante ella


la venganza, que se enlaza a las tradiciones indefenso contra el DIABLO, los ladrones, la
h eroicas primitivas de los pueblos germánicos. osc uridad ... La nocturnidad era una circuns-
El punto de partida histórico parece ser la tancia altamente agravante para la justicia
destrucción del reino burgundo de Worms medieval (págs. 246 y 247).
por los hunos, a principios del siglo v, y las
rivalidades familiares entre los merovingios NORBERTO (San).
durante los siglos VI y VII. El h éroe, Sigfrid, Fundador de ·la orden de los PREMONTRENSES
amo del tesoro de los Nibelungos, posee fuer- en 1120 (véase pág. 12 9 y ÓRDEN ES MONÁSTI·
zas sobrenaturales. Las pone al servicio d e CAS).
Gunter, rey de los burgundos, sometido a una
se rie de pruebas p ara obtener a Brunilda, y NORMANDOS.
le pide como recompensa Ja mano de su her- Hombres del Norte, nombre dacio a los inva-
mana Kriemilda. Una querella de prerroga- sores escandinavos en Occidente (siglos IX y x) ,
tivas estalla entre las dos mujeres. Kriemilda primero a todos los daneses en general, d es-
revela a Brunilda la d eslealtad de Gunter. pués a aquellos de entre ellos que, instalados
Brunilda se venga en Sigfrid. Hace que Hagen en Normanclía (911), conquistaron Ingla te-
asesine traidoramente al héroe. Al mismo rra (1066) y el r eino de las Dos Sicilias (si -
tiempo, Hagen arrebata a Kriemilda el tesoro glo x1). (Véase Atlas, mapa II, pág. 503, y
y la posibilidad de vengarse. Pero ésta, para págs. 81 y sigs.).
recobrar su poder y llevar a cabo su vengan-
za, se casa con el repugnante rey de los hunos, NOVEDAD.
ATILA. Por medio de engaños, atrae a los bur- Alteración del orden establecido, en oposición
gundos y a su rey al campo de los hunos, sus- a la AUTORIDAD. Condenada por la Iglesia (pá-
cita una batalla en la que ambos pueblos se ginas 278 y 435).
matan mutuamente, hace asesinar a Gunter,
prisionero de Atila, y da muerte con su pro- NOVELAS ANTIGUAS .
pia mano a Hagen, antes de caer ella misma Conjunto de narraciones e n verso del siglo XII,
al final de la matanza, en medio del incendio que tomaron como tema las ficciones ilustres
del campamento (págs. 51 y 188). de la Antigüedad grecolatina. Los principales
ciclos, inspirados en Estado, Virgilio y Ovi-
NICOLAS DE VERDúN.
dio (il. 68), son el Roman de Th i: bes, el Ro-
Orfebre de la escuela mosana, formado por
man d' Eneas y el ROMAN DE TROJE. Estas obras,
Godofredo de Huy (fi nales del siglo x11, co-
muy erudi tas, son testimonio d e Ja renovación
mienzos del xm). Se le debe especialmente el
de los es tudios clásicos durante el siglo xn.
ambón de Klostern euburg, que representa la
vida de Jesús y figuras del Antiguo Testa- Pero la Antig·üedad es tá en ell as adaptada al
mento. Simplifica la composición de las esce- g usto del día. La casuística amorosa , el gusto
nas, para poner de reli eve los perso naj es en por lo maravilloso y el ambiente caballeresco
su expresión individual. Simplifica igualmen- convierten a es tas na rraciones en uno de los
te los colores, guardando el oro para las figu- numerosos aspectos de la literatura cortés. El
ROMA N n' ALEXANDRE ocupa un lugar aparte en
ras y el azul para el fondo. En los motivos de
d ecoración, por el contrario, los multiplica, esta literatura (il. 67 ).
pero su dibujo sigue siendo minucioso y geo-
métrico (p ág. 575). NOVELAS BRETONAS.
Conjunto d e narraciones de aven turas de los
Nrnos. siglos XII y xm, cuyo cuadro convencional es
Víctimas principales de la demografía medie- la «Bretaña» (Armórica e Inglaterra) y que
val. Durante largo tiempo desprovistos de ori- tienen por tema los hechos de armas d e los
ginalidad propia, conside rados como peque- ca balleros del rey Arturo a la búsqueda del
ños adultos (págs. 389 y 390 y lám. col. III). Santo Grial, los amores de TRISTÁ N E !SOLDA
y las a venturas de otros p ersonajes ligados con
NOCHE. ellos. Aparecida en la Historia regum Britta-
Generadora del miedo (pág. 450), porque el niae de GODOFREDO DE MONMOUTH (hacia 1140),

662
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

el tema de Bretaña se remonta, sin duda , a NúMEROS.


tradiciones orales o escritas anteriores. Utiliza El simbolismo de los - (págs. 444 y 445).
un fondo de mitos o de leyendas célticas, pro-
fundamente alteradas por la sensibilidad feu-
dal y cortés, especialmente la francesa. La
o
Igl esia se apodera en seguida de la materia OCCIDENTE.
para marcarla con su sello. El normando Concebido como un apéndice del Oriente,
WACE, en el Roman de Brut (l3rutus, ante<:c- pero ha cia el cual avanza el progreso (véase
sor legendario de los bretones), introdujo, TRAS LACIÓN) .
por ejemplo, el tema de la Tabla Redonda,
ORDALfA .
destinada a evitar las querellas de precedencia
Juicio de Dios por la prueba física: combate
o etiqueta entre los caballeros de Arturo (tema
singular, hierro candente, agua hirvi ente (ilus-
feudal aristocrátirn de Jos pares, muy dife-
rente de la igualdad burguesa urbana, m ás
tración rp) . Prohibido por el IV Concilio de
Letrán (12·15), desaparece frente a las pruebas
teórica que verdadera, por otra parte) . Las
escritas. Suscita campeones, ocasiona les (h é-
narraciones galesas, los Mabinogion, compi-
roes de las novelas ca ballerescas) o profes io-
lados en el siglo xm, «son obra de escritores
nales.
que conocían la literatura francesa y han po-
dido explotarla, pese a inspirarse en sus pro- ORDEN.
pias tradiciones nacionales» (P. Le Gentil) Categoría de la sociedad querida por Dios. La
(pág. 482). sociedad feudal, sociedad de los tres órdenes.
Se borra más o menos ante la sociedad de los
NOVELAS DE AVENTURAS. estados, a partir del siglo xu (págs. 349-357).
Variedad de la novela o narración cortés, cuya Ritual litúrgico: ardo real (pág. 365).
acción no se sitúa en la Antigüedad ni en
Bretaña y cu yos personajes son puramente óRDENES MILITARES.
ficticios. Pintorescas y variadas, son, sobre órdenes de monjes-soldados, fundadas para la
todo, más concretas y más dispuestas a des- lucha contra los musulmanes en España y
cribir la vida real que los restantes géneros. en Tierra Santa, que se replegaron a Occi-
Las más características son Floire et Blanche- dente, adquirieron grandes riquezas (dominios
for (siglo xu) y Aucassin et Nicolette (ha- y operaciones bancarias) y determinaron vivas
cia uoo), que narran con gran lujo de peri- protestas (Templarios). Tales órdenes son las
pecias los amores contrariados pero finalmente del Temple (1118: laicos; 1163: clérigos),
feli ces de una pareja de jóve nes. Pero Aucassin Hospital de San Juan de Jerusalén (1099, clé-
et Nicolette, canto-fáb ula, en el que diálogos rigos: 1154), Ja orden Teutónica (1143 y 1197),
y escritos en prosa alternan con laisses canta- la cual se convirtió m ás tard e en un Estado,
dos, es una irrisión de la aventura, una mez- y, en la Península Ibérica, Ca latrava (11 58),
cla de novelas heroicas, cuya moraleja se limi- Évora (1162), Santiago (1175) y Alcántara
ta a afirmar que la simple felicidad vale más (1176).
que la proeza (pág. 575).
óRDENES MONASTICAS.
E l mon aq uismo, originario de Egipto, se in-
NOYON. troduce en Occidente a comienzos del siglo v,
La catedral de Notre-Dame es una de las pri- primeramente en Provenza (monasterios de
meras iglesias góticas. Comenzada en 1135 por Lérins y de Saint-Victor de Marsella), después
el obispo Simón de Vermandois, co nserva nu- en Irlanda, tras las misiones de San Patricio y
merosos elementos del estilo románico: es- de sus discípulos (segunda mitad del siglo v).
p ecialmente plano con cruceros semicircula- SAN BENITO DE NURSIA da a sus monjes de
res. Pero la superposición de las ventanas en MONTE CASSINO una regla (525 aproximadamen-
los mismos cruceros es testimonio de un atre- te), que consigue de inmediato una gran aco-
vimiento y una habilidad que prefiguran el gida. La Capitular monástica de 817 la im-
advenimiento del arte gótico. pone a todos los monasterios, bajo la influen-
(Véase il. 2n y Atlas, mapa VII, pág. 52r.) cia del reformador benedictino Benito de
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Aniana. El objetivo principal de los monjes Después se instala en Italia (pág. 51, mafJa z,
benedictinos es el servicio de Dios (opus Dei), pág. 32, mapa 2, pág. 49, y Atlas, mapa Il,
mediante la plegaria y el oficio litúrgico. La pág. 503).
clausura y la independencia económica son las
condiciones que les permiten realizarlo. El OTóN DE FREISING.
monje benedictino es también un soldado de Obispo de Freising (siglo xm), tío e histo·
Dios, bajo la autoridad de su abad. Una se- riador de FEDERICO BARBARROJA (Gesta Frede-
rie de reformas intentan reanimar el mona- rici). Autor de una Historia de las Dos Ciu·
quismo benedictino después de diversos perío- dades, que se mantiene dentro de la tradición
dos de decadencia, conforme a la evolución agustiniana y está imbuida de espíritu feudal
histórica. Así, en el siglo x, Brogne (914) y (págs. 233 y 238).
Gorze Fruttuaria (1004) y sobre todo CLUNY
(910) . En los siglos XI y XII, un movimiento OTóN l.
eremítico es canalizado mediante la creación Nacido en el 912, Otón el Grande, rey de
de monasterios de canónigos regulares, que Germanía en el 936, de Italia en el 951, res-
siguen la regla llamada de San Agustín, y de tauró en provecho suyo la dignidad imperial
órdenes nuevas (camaldulenses, 1012; vallom- en el 962, aureolado por el prestigio de sus
brosianos, 1015; grandmontanos, 1074; cartu- victorias sobre los es lavos y sobre los húnga-
jos, 1084; cistercienses, log8; Fontevrault, uo1; ros en Lechfeld, en el año 955 (págs. 89 y 90).
premontrenses, 1120) que, al lado del opus OTóN II.
Dei y del trabajo intelectual, rnsisten sobre la
Emperador germánico de 973 a g83 (i1. z6 y
necesidad del trabajo manual y de la simpli-
pág. 90).
cidad evangélica. Una nueva generación de
órdenes religiosas surge al comienzo del si- OTóN III.
glo xm. Las órdenes mendicantes, las más Nacido en 980, hijo umco del emperador
importantes de las cuales son la de los predi- Otón II y de la princesa bizantina Teófana,
cadores (dominicos) y Ja de Jos menores (fran- coronada aún en vida de su padre en Aquis-
ciscanos) (mapas 23, pág. I28, y 24, fJág. I29), grán, recibió durante la regencia de su ma-
se fijan como tarea el apostolado en las dre una educación tan brillante que le valió
ciudades y sus arrabales. Pueblan las UNIVER- el sobrenombre de Mirabilia Mundi. Ll eno
SIDADES, que vienen a tomar el relevo de los del sentimiento de ·un destino superior, par-
monasterios en el movimi ento intelectual. tió a la edad de quince años hacia Roma,
Como los reformadores del siglo x1, acentúan donde designó como papa, con el nombre de
el retorno a la pobreza, indispensable para Gregorio V, a su primo ele veinticinco años
una evangelización profunda de los medios de edad . A la muerte de Gregorio V (999),
populares (véase págs. 125 y sigs., 242, ilus- elevó a su maestro GERBERTO al solio pontifi-
traciones IO y II, Atlas, mafJa IV, fJág. JII) . cal. Ambos sueñan en restaurar el Imperio
(Cf. Marc-Bonnet, Histoire des ordres rdi- romano, el Senado, el derecho de Justiniano.
gieux, 1949; el ejemplo inglés: D . Knowles, Al acercarse el afio 1000, el emperador mani-
The monastic order in England (943-z2I6), y fiesta el mayor misticismo: ayunos, plegarias,
The religious orders in England (I2I6-z340), visitas a las tumbas de los mártires le retienen
1950; el ejemplo italiano, G. Penso, Storia largo tiempo en Italia. Al regresar a Alema-
del monachesimo in Italia, l96 r.) nia, hace abrir la tumba de CARLOMAGNO para
venerar sus despojos. Muere en 1002, a Jos
ORFEBRERfA. veintidós años, en su castillo italiano de Pa-
Arte esencial, ya que Jabra las materias precio- terno. Acababa de ser puesto en jaque por
sas y constituye los tesoros. El orfebre es, como un motín en Roma y por una coalición de
el herrero, venerado y temido. (Véase ilus- los bizantinos y los árabes en Sicilia (págs. 90,
traciones 2;z-234, 243-246 y lám. col. VI.) 91 y 360).
(Cf. E. R. Labande, Mirabilia Mundi, lg63.)
OSTROGODOS.
Pueblo germánico, que ataca a Constantino- OXFORD.
pla en el año 487, al mando de TEODORICO. Sede de una de las primeras UNIVERSIDADES
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

(primeros privilegios: 1214), nacida de escue- la nave en ug6. La fachada, iniciada en ugo,
las ya florecientes en el siglo xu, célebre en fue rematada en 1250. El siglo XIII ve todavía
los xm-xrv por sus tendencias científLCas (pá- la construcción de las capillas de la nave, el
gina 469). a largamiento del crucero y la construcción de
las capillas del coro. El XIV añade un ambón,
p supri111ido por Jul es-I-lardouin Mansart. La
sobriedad del interior ( 130 metros ele longitud
PAGANOS. y ;35 de altura) y la grac ia uu poco severa de
Fuente de terror (paganos equivale a salva- las esculturas (Pórtico del Juicio e n el cen-
jes) y de esperanza (conversión, il. 55). Ho- tro, de Santa Ana a l sur, de la Virgen al
rizonte de límite o de conquista de la Cris- norte) hacen del conjunto un ejemp lo típico
tiandad. del gótico severo (plano 4z, /1ág. 607 ).
3.• La Sainte-Chapelle. Su construcción fue
PA:l'!ER1A. emprendida por SAN LUIS para albergar la
reliquia de la Santa Espina. Edificada d entro
(Véase il. zo5 y pág. 157.)
del recinto del palacio, fue acabada en 1248 e
inmediatamente considerada como una obra
PAPADO. maestra. Los trabajos duraron únicamente tres
Se impone a la Cristiandad medieval por eta- años, bajo la dirección de Pedro de Montreuil.
pas tradicionalmente marcadas por ciertos La Sainte-Chapelle es un producto del ARTE
pontífices (León I, 440-461; Gelasio, 492-4g6; GÓTICO en su pleno apogeo. La capilla alta
GREGORIO MAGNO, 590-604; Nicolás I, 858-867; toma la forma de un relicario: los muros son
GREGORIO VII, 1073-1085; INOCENCIO III, 1198- calados hasta un grado extremo para dar paso
1216). Se asegura una base territorial para su a las vidrieras; su función de soporte está
poder temporal (siglo VIII, Patrimonio de San confiada a enormes contrafuertes. La capilla
Pedro, falsa Donación de Constantino). Em- baja sirve de zócalo al relicario. Sus bóvedas
prende, como cabeza de la clase clerical, la desempeñan un papel esencial en la solución
lucha contra el Imperio, cabeza de la clase particularmente elegante de los problemas de
militar (lucha del Sacerdocio y del Imperio). equilibrio más delicados. La Sainte-Chapelle
La Iglesia se aparta de la influencia laica (re- presenta trazos específicamente parisienses, que
forma gregoriana), trata de dominar los Esta- se dirigen sobre todo a un refinamiento par-
dos cristianos (Estados vasallos de la Santa ticular de la decoración. Pero su originali-
Sede), sufre una grave crisis en el siglo x1v dad reside también en el anuncio de la rup-
(humillación de BONIFACIO VIII, destierro de tura del equilibrio entre la decoración y el
Aviñón, teoría conciliar tendente a situar a la monumento que caracterizará el apogeo del
Iglesia reunida en concilio ecuménico por en- gótico. Las estatuas suspendidas de los pila-
cima del papado) (págs. 141, 142, 359 y sigs.). res prefiguran la evolución del arte gótico
(BIBL. HISTORIA ECLESIÁSTICA Y RELIGIOSA, ES- hacia una valoración del detalle decorativo a
PIRITUALIDAD: w. Ullmann.) costa del conjunto monumental. Capilla reli-
cario, la Sainte-Chapelle anuncia las iglesias
PARAfSO. museo del siglo XIV (ils. 98 y 214).
Perdido por el pecado. Situado en Oriente, (Cf. Corpus v itrearurn rnedii aevi, t. I: Les
fuente de los cuatro ríos del Paraíso (pág. 194 Vitraux de Notre-Dame et de la Sainte-Cha-
e il. 50). Objeto de la esperanza suprema (pá- /1 elle d e París, 1959.) .
gina 225). Simbolizado por la iglesia y, más 4·º Uni versi dad. Se forma en el siglo xn (pn-
especialmente, por el coro. (Cf. L. l. Ring- vilco-ios de Celestino III: i 174; de Felipe
bom, Paradisus Terrestris, 1958.) Augusto: 1200) y pasa a ser, en el siglo XIII,
la más célebre de la Cristiandad, particular-
PARÍS. mente en lo que se refiere a la Teología (es-
1.º La ciudad (pág. 396 y plano I6, pág. IIJ). tatutos de Roberto de Courson: un5; huel-
2.• Notre-Dame. Sede de un obispado depen- ga de u29-1.231 contra el poder real y bula
diente de Sens, la catedral actual fue comen- Parens scientiarurn de Gregorio IX: i231. Fun-
zada en 1163 por el obispo Mauricio de Sully. dación de un colegio para teólogos por Ro-
El coro fue terminado en 11 77, el crucero y berto de Sorbón en 1257).
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

PASIÓN (de Jesucristo) . constituye lo que se llama el ejemplar, el


A partir del siglo XI interviene cada vez más espacio de tiempo que habría sido necesario
en la liturgia, en el arte, en la sensibilidad. a un solo copista para hacer una sola copia
Culto de los instrumentos de la - (pág. 224). es suficiente, en el caso de que una obra
comprenda una sesentena de piezas, para que
PATRICK (San). cuarenta escribas puedan realizar cada uno su
Nombre latino (Patricio) de Sucat, hijo de un transcripción sobre un texto corregido bajo
diácono bretón. Nacido hacia el 389 y rap- el control de la Universidad y que es, en
tado por piratas escoceses, es vendido como cierto modo, el fexto oficial.n (A. Destrez,
esclavo en Irlanda. Logra escapar, vive algún La pecia dans les manuscrits universitaires du
tiempo en Italia y después en el monasterio XIII 0 et du XIV 0 siecle, 1935) (pág. 462).
de Lérins, regresa a Bretaña y luego a Irlan-
da, de la que conserva la nostalgia. Consa- PEDRO EL VENERABLE.
grado obispo de Irlanda en el 432, cristianiza último gran abad de CLUNY. Nacido en Auver-
el país y muere hacia el 46! (pág. 179). nia, en 1094, de una familia noble, entra
como oblato a la muerte de su padre en el
PAZ. monasterio cluniacense de Sauxillanges y, des-
Ideal en contraposición a las realidades y a pués de haber profesado, es enviado por San
las seducciones de la guerra impuesta por la Hugo a VÉZELAY, donde permanece durante
clase militar. Promovida, en el interior de la diez años y donde adquiere una vasta cultura
Cristiandad, por la Iglesia, bajo la forma de religiosa y profana. En 1120 funda el prio-
instituciones reglamentadas (comunidades de rato de Domene, cerca de Grenoble. Elegido
paz, tregua de Dios) (pág. 96). abad de Cluny en 11.22, restablece la discipli-
(Cf. Recueils de la Société ]ean Bodin: la na, relajada bajo su predecesor Pons de Mel-
Paix.) gueil. Defiende asimismo a Cluny contra los
ataques de SAN BERNARDO, con el cual mantie-
PEAJE. ne, a pesar de sus desavenencias, una corres-
Derecho percibido por los señores sobre las pondencia amistosa . San Bernardo ataca el
mercancías al pasar por ciertos lugares privi- lujo cluniacense en la alimentación, en el vesti-
legiados de los caminos terrestres o fluviales do y en el templo. Pedro el Venerable admite
(collados, puentes, lugares de cambio de car- la necesidad d e corregir los excesos, pero nie-
ga, etapas importantes) . Muy numerosos, los ga los principios de la austeridad cisterciense.
peajes gravaban pesadamente el comercio me- Efectúa numerosos viajes, especialmente a
dieval (pág. 321 ). Roma, a Inglaterra y a España. Hace traducir
el Corán al latín en Toledo. Esta edición será
PECADO. la base de todos los textos del Corán en Occi-
El mal moral. Conduce al INFIERNO. El pe- dente hasta el siglo xv1. En 1140 acoge a
cado por excelencia es el pecado original (ilus- ABE.LARDO y, a su muerte, le dedica un epita-
tración 64 y pág. 238) . En un principio obje- fio elogioso y escribe a Heloísa dos cartas
tivo (los siete pecados capitales, ils. r33 y r87), llenas de solicitud para con ella y su hijo. Al
tiende a interiorizarse, sobre todo a partir del final de su vida debe solventar ciertas dife-
siglo xu. rencias entre la orden y los comunes de Cluny
{lllBL, SENSIBILIDADES Y MENTALIDADES: M. W. y de Vézelay. Deja una obra teológica abun-
Bloomfield.) dante, pero de calidad mediocre: tratados sin
gran trascendencia teórica contra los JUDÍO S,
«PECIAn. los MUSULMANES, los HERÉTICOS neomaniqu eos
«U~a primera copia oficial de la obra que se Pedro de Bruys y Enrique de Lausana; obras
quiere poner en circulación está hecha en de edificación cá ndidas para uso de los mon-
cuadernos de cuatro folios, independientes los jes, especialmente un libro «Sobre los mila-
unos de los otros. Cada uno de esos cuader- gros» (De miraculis), de una credulidad asom-
nos, hechos de piel de cordero plegada en brosa si se compara con las opiniones de sus
cuatro dobleces, lleva el nombre de pecia: contemporáneos instruidos. La parte más atra-
pieza. Gracias a esas piezas, que los copistas yente de su obra sigue siendo su vasta corres-
toman una después de otra y cuya reunión pondencia. A su muerte, acaecida en 1156, la

666
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

biblioteca de Cluny contenía 500 volúmenes. a la casa di Galizia, pero che la sepultura di
(Véase ÓRDENES MONÁSTICAS y pág. 130). sa' ]acopo fu piü lontana de la sua patria che
(Cf. Petrus Venerabilis, ed. G . Constable y d ' a/cuno altro afJosto lo; chiamansi romei in
J. Kritzeck, 1956 .) quanto vamw a Roma, la ove, questi ch'io
chiamo fJcregrini andavano.
PEDRO LOMBARDO. (nrnL. PEREGIU NAC IONES.)
Teólogo italiano, nacido hacia 11 00· 111 0, que
vino a París para ponerse bajo la dirección PESTE.
d e los maestros d e Ja ESCUELA DE S AINT· VI Cl'OR Entre las num erosas ep idemias (fJ estilentiae)
con la recomendación d e SAN BERNARDO. En- de la Edad Medi a se di stin g uen dos gra nd es
seña Teología de 11 35 a 1 i50 en el cl austro de oleadas de p este negra (bajo la forma pulmo-
Notre-Dame, es nombrado obispo de París nar y lo forma bubónica) en el sig lo v1 (a
en 1159 y muere en 1160. Su obra capital es partir d el 543) y en el x 1v (a partir d e 1348)
un florilegio mediocre, la Summa de las sen- (véase il. r78 y pág. 156). Ambas epidem ias
tencias (o los VI libros de las sentencias, pá- hicieron p erecer a una tercera parte, aprox i·
gina 469), colección de textos de los Padres de madamente, de la población de la Cristiandad.
la Igles ia, clasificarlos por materias . An selmo
de Laón ha bía dado el primer ejemplo de es te PICOTA.
tipo de obras a comienzos del siglo XII. Dos Atributo de l a alta justicia (pág. 391). Colo-
h echos confieren a su obra una importancia cada en las puertas de las igles ias y en los
excepcional: Pedro Lombardo, ecléctico sin mercados. R espo nde a Ja curiosidad malsana
originalidad, experimentó, entre otras influen- de las multitudes medievales.
cias, la de Jos teólogos «modernos» del si-
g lo XII, tales como ABE.LARDO o Gilberto de la PIEDRA.
Porrée, y contribuyó a su vulga rizació n. Su A finales del siglo x, reemplaza poco a poco
libro pasó a ser en las Facultad es de Teolo- la madera (pág. 95) en la construcción de los
gía de las Universidades del siglo XIII un ma- edificios religiosos, los castillos, los grandes
nual obligatorio, un «libro de texto», y los edificios urbanos. Materia prima esencial del
mayores maestros han escrito comentarios so- progreso económico medieval (véase CONSTRUC-
bre el Libro de las sentencias de Lombardo, CIÓN). Símbolo de fuerza y de duración, por
que hacen figurar con frecuencia entre las ejemplo, de la Iglesia (págs. 286 y 287).
obras maestras (SAN BUENAVENTURA, SAN AL-
BERTO MAGNO, DUNS SCOTO, OCCAM, etc.) (pá- PISA.
gina 434). Poderosa rep ública marítima entre los siglos XI
(Cf. Ph. Delhaye, Pierre Lombard, sa vie, ses y XIII. Centro de difusión de un estilo que
oeuvres, sa morale, 196i.) manifiesta Ja persistencia de las atracciones ro-
manas en la arquitectura románica. El estilo
PEREGRINACIONES. pisano domina en Lucas, Pistoia, Prato, Arezzo
Los peregrinos eran numerosos . La peregrina- y en Cerdefia. Pisa ha siclo la primera ciudad
ción suponía un medio poderoso de salvación italiana que se magnifi có con un conjunto mo-
y una penitencia impuesta a las fa ltas graves. numental re lig ioso, verdad ero «montaje esce-
Toda una red de p eregrinaciones cub re la nográficon, constituido por la catedral (1063-
Cristiandad. A las peregrinaciones locales o re- siglo x m ), el baptisterio (1153-siglo XIV), el
giona les se superponen las gra ndes peregri- campanile (117;¡-¡ 350) y el campo santo (1278-
naciones de toda la Cristiandad (Tierra SanLa, sigfo xv). La ca tedral, «obra maestra insólita>>,
ROMA, SANTIAGO DE COMPOSTELA), cuya exp an - comenzada por Busch eto, fue terminad a en el
sió n ha sido muy importante pa ra el arte siglo xm por Reinaldo, que ed ificó una nueva
román ico (igl esias de peregr in ación , ils. 227 - fachada p a ra el edificio. Es un «relicario de
230, Atlas, ma/Ja IV, pág. 5rr, y págs. 188 mármoln (Buscheto hi zo inscribir en la fa-
y sigs.) chada, al mismo tiempo que su nombre: Non
Dante (Vita nuova) distin gue tres clases de pe- habet exemplum niveo de marmore templum,
regrinos: Chiamansi palmieri in quanto van- «es una iglesia de mármol bla nco si n igualn).
no o/tremare, la onde molle volte recano la Dicha fachada está ritmada por cuatro gale-
palma; chiamansi peregrino in quanto vanno rías en forma de logias, con finas col umnas.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Contiene especialmente el célebre púlpito de (Cf. F. Petit, La spiritualité des Prémontrü


Giovanni Pisano (1302-1312-), obra maestra de aux XII• et XIII• siecles, 1947 .)
la escultura «patética». De las puertas de bron-
ce de Bonnano (1180), destruidas por un incen- PRISlóN.
dio en 1594, no queda más que la del crucero. Atributo d e alta justicia (véase HORCA y PICOTA)
El campanile (la célebre torre inclinada), co- de los señores eclesiásticos y laicos. Desvela
menzado por Bonnano, torre cilíndrica rodeada las imaginaciones, y es con frecuencia repre-
d e galerías con logi as siguiendo el modelo de sentada en el arte, con motivo de escenas bí-
la catedral, tomó desde el comienzo una fuer- blicas (il. z28). •
te inclinación, que no interrumpió los traba-
jos, terminados únicamente a mediados del PRODIGIOS.
siglo XIV. El baptisterio, circular, recibió ga- Manifestaciones meteorológicas (cometas, te-
bletes y ornamentos góticos en el siglo xrn y, rremotos, «lluvias de sangre», etc.) anunciado-
más tarde, en el XIV, una cúpula. Encierra en ras del fin del mundo o de calamidades, aliadas
su in terior el púlpito, el primero de los púl- con las epidemias y las guerras. (Cf. Evange-
pitos monumentales góticos, obra de Nicola lio: et erunt signa in caelo.) (Págs . 268 y 439.)
Pisano (1255- 1260). El campo santo, el cemen-
terio, fue rodeado de galerías decoradas con PROEZA.
frescos en Jos siglos x1v-xv. El Triunfo de la Alto hecho reservado al caballero, que une la
Muerte, compuesto probablemente por Fran- fuerza fí sica a la fuerza moral y espiritual.
cesco Traini hacia 1350, al término de la peste Uno de los va lores supremos de la sociedad
negra, es una de las más sorprendentes expre- feudal. Será combatida a partir del siglo xu
siones de la Edad Media agonizante, visionaria por la ideología d el trabajo : «El trabajo su-
y atormentada (pág. 1.1?0) . pera a la proeza» (il . z47 y p ágs. 458 y 459) .

POBRES. PROPIEDAD .
Id eal y contraste (véase MENDIGOS e il. I z9). El Realidad y noción poco importantes durante
debate sobre la pobreza absoluta de Jesús la Edad Media (pág. 188). Más o menos reem-
divide a la orden franciscana en los siglos plazada por diversas formas de posesión y de
XIII-XIV. uso, expres;\ndose en una jerarquía y en una
Calamidades que sufren los - (pág. 325). r ed de derechos.

POITIERS. PUERTA.
Gran hogar espiritual, intelectual y artístico Símbolo del acceso al mundo oculto, sagrado.
desde la época merovingia y, sobre todo, du- Toma una importancia creciente en Jos edi-
rante la época románica, sede actual de un ficios religiosos del ro máni co al gótico (il. 2z).
Centro de Estudios de la Civilización mediev al El Cristo como - (pág. 223).
(siglos x-xn) (il. z4). Puertas de bronce (ils. 55, 62, 63, 79 y 92).
(Cf. H . Leisinger, Romnische Bronzen, Kir-
POSESOS. chentüren im rnittelalterlichen Europa, 1956.)
Enfermos mentales o nerviosos, excitados pa-
tológicos, considerados como habitados por el PUERTO.
demonio (pág. 228) y sometidos al exorcismo (Véase il. 8 y pág. 120, plano z5, jJág. IIZ, y
de los santos o de clérigos especializados Atlas, mapas Ill, pág. 507, y VIII, pág. 525.)
(exorcistas) (il. 79 y pág. 426).

PRECIOS. R
Evolución de los - (p ágs. 336 y 337).
RABAN MAUR.
PREMONTRENSES. Monje benedictino, nacido en Maguncia ha-
Orden de ca nónigos regulares, que viven del cia el 785. Formado en las letras sagradas y
trabajo manual agrícola, fundada por San Nor- profanas en Ja escuela de Fulda, después en
berto (u20) en Prémontré, en el bosque de Tours, bajo Ja dirección de ALCU I NO. Maestres-
Coucy (Aisne) (pág. 1.1?9). cuela (817), d espués abad de Fulda (822-842),

668
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

arzobispo de Maguncia (847-856). «Preceptor tido estético, dotó a la iglesia de contrafuertes


de la Germanian, uno de los grandes nombres y de pináculos muy elegantes, y Bernardo de
del Renacimiento carolingio (pág. 184 e il. 42). Soissons (hacia 1252-hacia 1287) ejecutó el gran
rosetón de Ja fachada y las bóvedas. Las to-
RADEGUNDA. nes no fu eron terminadas hasta 1427. Notre-
Princesa merovingia, que fundó en Poiticrs el Dame de Rcims es quizá m;\s original e im-
monasterio de Ja Sainte-Croix (il . I.f y pági- portante por s11 escu 11.Ura que por su arquitec-
nas 44 y 253). tura . «La cated ral d e Re ims na rra casi toda
la hi stor ia de la escul tura fran cesa del si-
RECONQUISTA. g lo x 11 n (E. MiUe). Si bien es difícil precisar
(Véase ISLAM, Atlas, mapa III, f1ág. 507, y pá- e l programa iconográfico (l as esta tu as h an siclo
ginas 104 y sigs.). co locadas en completo desorden, pero el d es-
cubrimiento de marcas de seña li zación para
REIMS. su colocación ha permitido recientemente re-
1.° Catedral de Notre-Dame. La sede metro- construir sobre el papel el orden previsto), es
politana de Reims tuvo una gran irradiación fácil, en cambio, reconocer en graneles líneas
religiosa y política, acrecentada todavía a par- dos estilos. El primero, que corresponde al ta-
tir del siglo XI, cuando la iglesia se convirtió ller puesto bajo la dirección de Juan ele Orbais,
en el Jugar de consagración de los reyes de es notable por el retorno a la gravedad y a la
Francia. Una catedral carolingia, que había pureza antiguas, que los artistas del séquito
reemplazado en el siglo IX a Ja vieja catedral de los señores champañeses habían admirado
del siglo v, fue destruida por un incendio sin duda en Constantinopla y en Grecia, des-
en 1210. El arzobispo Aubri de Humbert co- pués de la IV Cruzada ele 1204. Después de
locó en 12u la primera piedra del nuevo edi- 1230, el estilo se anima y ofrece «la expre-
ficio, destinado a ser una de las obras maestras sión más pura del espíritu amable, confiado
del arte gótico. El laberinto, devastado en y familiar del siglo xm francés». Se convierte,
i779 y destinado a glori ficar Ja habilidad de incluso, en amanerado en las sonrisas de los
Jos constructores de la catedral, daba el nom- rostros y la curvatura de los cuerpos, amanera-
bre de los cuatro a1·quitectos que construyerort miento que se extendió ampliamente por Fran-
la iglesia en el siglo xn. El primero y prin- cia y por toda Europa. Los testimonios más
cipal, Juan de Orbais, concibió el plano de célebres son Jos «ángeles sonrientes>>, ejecuta-
conjunto y elevó, entre 1211 y 1228 aproxima- dos entre 12'36 y 1245 aproximadamente. Su
damente, el coro, el crucero y una parte de gracia, un poco amanerada, se acentúa en las
la nave hasta una gran altura. Dotado de un esculturas del reverso de la fachada (entre 1244
gran sentido de las masas, dio al edificio la y 1250 aproximadamente) y ~n el nivel de la
robustez que es su característica esencial. Fue Rosa (entre 1250 y 1260), donde se desarrolla
el autor también del tipo de ventana (dos un ciclo de Pascua.
lancetas coronadas por una rosa de seis péta-
(Cf. H . Reinhardt, La cathédrale d~ Reims,
los) que causó la admiración de VILLARD DE
HONNECOURT hacia 1220 y que se extendió por
1964.)
toda Europa. Juan el Lobo, entre 1228 y 1244 2.º Saint-Rémi de Reims. Abadía elevada en
aproximadamente, hubo de plegarse a las di- el siglo VI, sobre la tumba de San Rémi,
rectrices del orgulloso arzobispo Enrique de ag-ra ndacl a en 1007 (in aca bada), reconstruida
Braisne, el cual, celoso de la catedral de en 1034.-1049, termin ada en estilo gótico (coro
Amiens, que se construía por entonces, quiso y bóvedas) durante los siglos xn-xm. (Plano 46,
agrandar el edificio primitivo y que, con sus j)(íg. 6rr.)
exacciones, provocó la revuelta de los habitan-
tes de la ciudad contra las obras. Puesto que RELIQUIAS.
Juan de Orbais había marcado ya la dirección Obje to de veneración y de salvación (pág. 328).
del conjunto, Juan el Lobo no pudo hacer Compradas, robadas, fabricadas. Las falsas re-
otra cosa que levantar una nueva fachada, más liquias son, a partir del siglo xn, objeto de
grandiosa que la prevista primitivamente. Gau- vivas críticas (pág. 467). Representan un pa-
cher de Reims (hacia 1244-hacia 1252), cons- pel muy importante en el arte medieval:
tructor mediocre pero dotado de un gran sen- relicarios y construcción de iglesias sobre re-

669
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

liquias (ils . 243-246). Constantinopla y su te- nacido en 101 3 y muerto en 1085 . Este caba-
soro de reliquias (pág. 198). llero normando corre aventuras en Italia, su-
planta a sus primos y los reemplaza a la ca-
RELOJ. beza de los Estados normandos de Italia. Com-
Nueva medida del tiempo a partir de la in- bate a los emperadores bizantinos (pág. 196),
vención, ligada a las necesidades de la socie- después al emperador Enrique IV. Sus tropas
dad urbana, del movimiento mecánico (fin d el recuperan Roma a favor de GREGORIO VII,
siglo xm) (pág. 258). En el siglo xv se con- pero saquean la ciudad. Un tratado firmado
vierte en el símbolo de la templanza y del hu- con el papa (1059) confirma sus derechos en
manismo, dueño de la medida del tiempo. la Italia del Sur y Sicilia, bajo la soberan ía
La Templanza y su reloj (il. z84). pontifical. Roberto Guiscardo, es decir, «el
RENACIMIENTO. astuto», muere en 1085 en Cefalonia poco des-
Retorno periódico a las fuentes antiguas, que pués de una victoria sobre las flotas griega y
ha inspirado a los historiadores modernos la veneciana (pág. 103).
definición de varios re nacimi entos medievales: (Cf. J. B. Villars, Les normands en Médi-
Renacimiento carolingio, Ren acimiento del si- terranée, 1959.)
glo x, Renacimiento del siglo XII, antes del
gran Renacimiento (pág. 69). RODOLFO DE HABSBURGO.
Nacido en 1218, muerto en 1291, rey de Ale-
RETRATO. mania después d el Gran Interregno, constitu-
Aparece en la pintura con la emancipación del ye los dominios austríacos en dominio patri-
individuo (finales del siglo xm-siglo x1v) (pá- monial (pág. 148). Heredero del landgraviato
gina 224). de Alta Alsacia y de numerosas posesion es en
- de Enrique el Navegante (il. z8o). el Sundgau, el Brisgau y Suiza, arrebata al rey
- de un noble, Lorenzo Froimont (il. z8z). Otakar de Bohemia los territorios de Aus-
tria, Estiria, Carintia y Carniola (batalla de
REYES.
Jefes de sociedades nacionales que, a través Marchfeld, 1278) . A ese título, puede ser con-
de las sociedades germánicas, rozadas por las siderado como fundador del poder de los
influencias orientales (irania y bi zantina) , se Habsburgo.
insertan en los cuadros políticos nacidos de la ROMA .
descomposición del Imperio romano. Favore- Profunda mente d ecaída, desde los pun tos d e
cidos por la Iglesia, que hace de ellos los des- vista demográfico, artístico (monumentos en
cendientes de los reyes bíblicos (David, tipo ruinas) y político, respecto al puesto ocupado
del rey), hacen uso de su situación equívoca en la Antigüedad. Sigue siendo el símbolo de
como jefes de la jerarquía feudal y de una la unidad de la Cristiandad y de la idea im-
jerarq uía de Estado, diferen te y superior p erial, atracción constante de los soberanos
(il. z22 y págs. 364 y sigs.). germánicos, que no se convierten en empera-
Dios como rey. dores sino después de haberse hecho coronar
Atributos de la realeza (ils . zi23 y z24 y pági- en ella. Sede habitual del papado, que, a pe-
na 365) . sar de todo, se a usen ta de ella con frecuencia.
La realeza y la LUCHA DE CLASES (págs. 415 Dominada por una aristocracia de pequeños
y 416). señores feudales revoltosos, que se interfieren
RICARDO CORAZóN DE LEóN. en los asuntos imperiales e, incluso, después
Hijo de Enrique II, nacido en 11 57, rey de del Decreto de 1059, en las elecciones ponti-
Inglaterra (1189-1199), tipo de cum plido ca- ficias. Habitada por una plebe miserable y
ballero (pág. 452). Desem peñó un gran papel agitada, que proporciona clientelas a las fac-
en la III Cruzada (1189-1192). (Véase págs. ciones fe ud ales y políticas, pero que se anima
106 y 111, mapa z3, pág. zo7, y plano 35, pá- a veces con pasiones comunales (con ARNALDO
gina 384.) DE BRESCIA en el siglo XII, Cola di Rienzo en
el xrv). Lugar de una de las tres grandes PE-
ROBERTO GUISCARDO. REGRINACIONES de la Cristiandad (peregrinos
Duque normando de Apulia y de Calabria, llam ados romei: romeros). Principal centro de
uno de los fundadores del reino de Nápoles, supervivencia de los modelos artísticos d e la
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

60. ARBOTANTES Y VENTANAS DE LA CATEDRAL DE REIMS


(Según los dibujos ck Villard de Honnecourt)

Antigüedad, uno de los hogares (no el prin- sos de doce sílabas, que llevan d esde entonces
cipal) del arte religioso medieval. el nombre de «alejandrinos» . El personaje cen-
(Cf. L. Horno, Rome médiévale, 1934; tral es Alejandro Magno, mod elo de nobleza,
F. Schneider, Rom und Romgedanke im Mit- cuyas aventuras se d esa rrollan en una atmós-
telalter, 1926; P. E. Schramm, Kaiser, Rom fera de maravill as orientales (il . 67). Las ins-
und Renovatio, 1929; Dupré Theseider, L'idea piraciones épica y cortés se combinan para
imperiale di Roma, 1942; P. Brezzi, Roma h ace r del héroe una encarnación del ideal
e l'impero medievale, 1947; G . Hermanin, caba lleresco. El te ma novelesco de Alejan-
L'Arte in Roma dal secolo VIII al XIV, 1945 ; dro aparece hacia 1100-1120 en una historia
E. Miile, Rome et ses vieilles églises, 1942; del delfinés Alberico, de la que se conoce
M. Armellini, La chiese di Roma dal seco- tan sólo un fragmento, donde se narra la
lo IV al XIX, reedición por C. Cecchelli, juventud del héroe y que fue traducido
1952 .) al alemán hacia 1120-1130 por Lamprecht.
(Cf. G. Gary, The medieval Alexander, 1956.)
«ROMAN D'ALEXANDRE».
Ciclo de poemas compuestos en Francia entre «ROMAN DE LA ROSE>>.
i 170 y 1200, a partir de traducciones latinas Obra maestra de la literatura didáctica del
de ciertas fuentes griegas y redactados en ver- siglo xm. Comprende dos partes muy dife-
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

rentes: la primera, compuesta por Guillermo su habilidad en pintar las pasiones. A este res-
de Lorris hacia i230, reanuda los grandes te- pecto, es una de las obras más características
mas de la poesía cortés. La segunda, obra de de la época (véase NOVELAS ANTIGUAS) (pági-
JUAN DE MEUNG (hacia 1275), supone, por el na 569) .
contrario, una verdadera summa de las ideas
intelectuales y morales de la burguesía de su ROTURACióN.
tiempo, en relación con el medio ambiente de (Véase BOSQUE, ÓRDENES MON.ÁSTICAS y pági-
los maestros seculares de la Universidad de nas 100, 101, 289 y 290, planos 9, ro, rz y rz,
PARÍS: elogio de la naturaleza, escepticismo págs. 98 · y 99, e ils. 2-5 y 26.)
respecto a las «autoridades>>, descrédito de la
pobreza como ideal. Con sus 28.000 versos y RUEDA DE LA FORTUNA.
su influencia, que fue considerable, el Roman Símbolo de la «mutación» en las condiciones
de la Rose constituye una de las obras maes- sociales, destinado, en definitiva, mediante el
tras de la Edad Media, por las que se anuncia retorno a la posición inicial, castigo d el orgu-
el Renacimiento (pág. 270) . lloso que se eleva, a negar la posibilidad de
la MOVILIDAD y d e la promoción sociales. Tema
«ROMAN DE RENARTn. iconográfico que toma una gran importancia
Ciclo de poemas heroico-cómicos de los si- en el arte gótico (rosetones) (pág. 23 1).
glos xn y xm, cuyos personajes son animales
individualizados y cuyo héroe es el malicioso RUTEBEUF.
y astuto Renart (el zorro). Parodia grotesca Poeta parisiense, contemporáneo d e San Luis.
de la literatura caballeresca, el Roman de Es el primer autor medieval cuya personali-
Renart, obra burguesa, constituye una sátira dad alcanzamos a conocer con bastante pre-
irónica de la sociedad feudal. Todos los ele- cisión . Llevó, en efecto, una existencia preca-
mentos de ésta --eaballeros, religiosos, villa- ria y difícil, cuya descripción, irónica o en-
nos- aparecen en él escarnecidos con una ver- tri stecida (desgracias conyugales, deudas de
bosidad cáustica. Esta epopeya animal (de la juego), constituye uno de los temas principa-
que es sin duda el lejano antepasado el Ecba- les de su obra. Pintor realista de los medios
sis captivi, historia alegórica de un ternero populares parisienses (Dits des ribauds de Gre-
indisciplinado, capturado por el lobo y sal- ve) y de la vida cotidiana de un poeta cor-
vado por el zorro, escrita probablemente en- t esano (La pauvreté Rutebeuf), resume en sí
tre 930 y 940 por un monje de Saint-Evre de mismo las principales tendencias de su época:
Toul) es una rama, desarrollada en forma fe viva (Miracle de Théophile) y espíritu anti-
de ciclo, de la fábula animal, en la que crista- monástico, entusiasmo por las Cruzadas y sá-
liza, durante el siglo x1, la tradición en parte tira del clero. Enlazado, como JUAN DE MEUNG,
folklórica de las historias emblemáticas de a ciertos ambientes de maestros y estudiantes
animales (véase BESTIARIOS). Al final del si- pobres de París, atacó especialmente a las ór-
glo xn se puebla de rasgos antifeudales (ilus- denes mendicantes en sus poemas sobre las
tración rz4). disputas de Ja UNIVERSIDAD, en el Dit d' hypo-
Epopeya del hambre (págs. 319 y 320). crisie y en R enart le B estourné (pág. 347).
(BIBL. HISTORIA LITERARIA: J. Flinn.) (Cf. H. Lucas, Les poésies personnelles de Ru-
tebeuf, 1938; H . Lucas, Poemes de Rutebeuf
«ROMAN DE TROIEn. concernant l'université de Paris, 1952; J. Bas-
R edactado hacia u65-1170 por un clérigo tu- tin y E. Fara!, Onze poemes de Rutebeuf
rangés, Benito de Sainte-More, que lo dedicó concernant la Croisade, 1946.)
a Eleonor de Aquitania, esta obra, que con-
tiene más de 30.000 octosílabos, traza, a base
de diversas fuentes latinas, la historia de los
Argonautas y la del si tio y la caída de Troya. s
Erudito hasta la pedantería (su fuente esen- SAGAS.
cial es Virgilio, y no Homero, siempre igno- Narraciones que evocan las aventuras de Jos
rado), su autor fue, de todos modos, uno de pueblos escandinavos. Orales durante largo
los iniciadores de la novela de amor (Jasón tiempo -eran recitadas por oradores en oca-
y Medea) y su inmenso éxito se explica por sión de las reuniones importantes--, las sagas
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

6r. SAN PEDRO DE ROMA


La iglesia de la Alta Edad Media. (Según la reconstrucoión de K. ]. Conant)

se convirtieron, a partir del siglo x, en ver- que han sido tardíamente redactadas, ya en los
daderas obras literarias, en prosa o en verso. siglos xm y xrv, es difícil distinguir el nudo
Su punto de partida es una historia verídica, primitivo de los préstamos tomados de otras
pero embellecida con episodios imaginarios. tradiciones, en particular de los CANTARES DE
Su valor documental es considerable. Las GESTA y de las NOVELAS. Los autores de las
principales entre ellas (Saga de Burnt Njall, sagas son, en general, desconocidos. La prin-
Saga de Egill, Saga de Errih), que tienen a cipal excepción está constituida por Snorri
un héroe por tema central, describen las cos- Starluson (1179-1241), probable autor de la
tumbres y los sentimientos de los antiguos vi- Saga de Egill y au[or seguro (en 1222-1223)
kingos y nos hacen penetrar en el corazón de de la Edda en prosa, manual de poesía, que
las sociedades violentas y primitivas del mun- es una verdadera enciclopedia de la cultura
do nórdico (pág. 285). Las sagas escritas fue- escandinava primitiva y que, probablemente,
ron redactadas principalmente en Islanda y de ha sido utilizada por los autores de las sagas.
manera secundaria en Noruega. La más anti-
gua, la primera saga de Olaf, h a sido escrita SAINT-BENOIT-SUR-LOIRE.
hacia 1180. En la mayor parte de ellas, dado Abadía benedictina, fundada en el 620. Las
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

cenizas de SAN BENITO fueron trasladadas a ción residió en la apertura sistemática a la


ella en el siglo VII, y la abadía se aprovechó entrada de la luz. La iglesia, de tres pisos,
de su excelente situación sobre un gran ca- está ampliamente iluminada por ventanales.
mino comercial, en las proximidades de Or- El deambulatorio está duplicado por una ga-
leáns. El nombre original fue Fleury-sur-Loire lería secundaria, formada por columnas mo-
(mapa 2r, pág. r24). La iglesia es uno de los nolíticas precediendo a las capillas radiales,
más importantes monumentos del arte romá- en escaso saliente sobre el ábside. El triforio
nico en Francia. Comenzada en 1026, fue con- calado, de grandes arcadas, y las grandes ven-
sagrada en 103·1 y completamente termina- tanas del piso superior iluminan el coro. Por
da en 1218. El abad Gauzlin, bastardo de último, inmensos rosetones, tallados sobre el
Hugo Capeto, hermanastro del rey Roberto, muro en la extremidad de los cruceros, com-
quiso hacer de ella un modelo para todo el pletan el sistema, completamente desembara-
reino (pág. 367). El plano adoptado fue la zado de los muros ciegos de la arquitectura
cruz archiepiscopal, con doble crucero. El pór- románica. Las vidrieras de Saint-Denis son lai
tico pertenece al tipo abierto, directamente más antiguas vidrieras conservadas. Aparecen
procedente del arte carolingio y decorado todavía señaladas por la antigua inspiración
aprovechando los relieves. Los capiteles toman épica y dejan un amplio Jugar a la evocación
motivos vegetales clásicos (corintios) o bárba- de las Cruzadas. Saint-Denis se encuentra en
ros. Pero la aparición de personajes en esce- el origen de Ja gran expansión de la vidrie-
nas compuestas, la ausencia de vulgaridad en ría con el arte gótico. Las esculturas han here-
la imitación de los antiguos temas decorati- dado del arte románico el tema del Juicio
vos prefiguran; a mediados del siglo xr, el Final. Pero Saint-Denis es también el punto
gran renacimiento de la escultura románica. de partida del tema de los Precursores, profe-
La iglesia ha conservado algunas esculturas, tas y antecesores de Jesucristo. El arte del
que representan especialmente escenas del retrato, nacido sobre las tumbas, debe mucho
APOCALIPSIS, y la tumba del rey Felipe I, el a Saint-Denis, donde Andrieu Beaunepveu, en
único Capeto que no fue enterrado en SAINT- el siglo XIV, ejecutó las tumbas de Felipe VI,
DENIS. El dintel del pórtico norte está con- Juan el Bueno y Carlos V, separándose, me-
sagrado a las escenas de la invención y el diante el retrato, de las estilizaciones tradicio-
traslado de las reliquias de San Benito. (Véase nales. (Véase Atlas, mapa V, pág. 5r5.)
ils. r7, 64, 78, r56.)
SAINT-GALL.
SAINT-DENIS . La ciudad debe su origen y su nombre al mi-
Abadía fundada por Dagoberto en el 630. Sir- sionero irlandés Gall, que fundó en ella un
vió de necrópolis real desde la época merovin- monasterio en el año 614, mientras acompa-
gia. La basílica actual (longitud: 108 me- ñaba a SAN COLOMBANO en su camino de Lu-
tros; altura bajo bóveda: 2'9 metros) repre- xeuil hacia Italia. La abadía benedictina de
senta una charnela entre el arte románico y el Saint-Gal! fue, sobre todo en la época caro-
arte gótico y es, con la catedral contemporá- lingia, uno de los principales focos intelec-
nea de Sens, una de las principales realiza- tuales, artísticos (música, miniatura) y cien-
ciones del primer ARTE GÓTICO. Señala Ja tíficos del Occidente. Su plano, enteramente
culminación del progreso de la ojiva, después conservado, es el único testimonio de la dis-
de las tentativas del arte normando (catedral posición de las abadías antes del siglo x (pá-
de Durham, terminada en 1093). Por primera ginas I79 y 180). Habiéndose desarrollado Ja
vez, el problema de la iluminación fue re- ciudad en torno a la abadía, se le añadió un
suelto en Saint-Denis por la sustitución de recinto en el siglo x y acabó por emanciparse
los muros ciegos de Ja arquitectura románica de la autoridad abacial, que se vio obligada
por columnas. En Saint-Denis se inicia el gran a concederle una «carta de franquicia». (Véa-
vuelo del arte gótico en el dominio real (pá- se plano 28, pág. r72; mapa ::tr, pág_ r24;
gina 367). sucrn dirigió los trabajos de Saint- dibujo 62, pág. 675, e il. 35.)
Denis entre u29 y 1144 (pág. 282), fecha en (B1BL. PEREGRINACIONES.)
la que el coro fue consagrado. El edificio con-
serva, a la derecha de la fachada, una torre SAINT-PHILIBERT DE TOURNUS.
románica de doble piso. La principal innova- Abadía fundada hacia 875 por los monje&
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

62. LA ABAD!A DE SAINT-GALL

de Noirmoutier, al huir de los normandos, igualmente del siglo XI. La pintura del si-
con las reliquias de San Filiberto, fundador glo XI está repartida entre dos regiones: pin-
de JUMIEGES, primero hasta Saint-Philibert y turas brillantes, con fondos oscuros, en Bor-
Grandlieu (iglesia carolingia), después hasta goña y Auvernia; pinturas mates, con fon-
Tournus. Magnífica iglesia, construida entre dos claros, en el Loira y el Languedoc. Saint-
el comienzo del siglo XI y el comienzo del xu. Savin pertenece a las segundas: blanco, ocre
Una de las primeras obras maestras de la ar- amarillo y ocre rojo dominantes, verdes más
quitectura románica (pág. 543). raros, azul generalmente reservado a los ves-
tidos de Jesús. El empleo de tierras y la téc-
SAINT-SAVIN-SUR-GARTEMPE. nica del temple dan un tono mate a esos co·
La iglesia es el único vestigio de una abadía lores (il. I4)·
fundada por Carlomagno hacia el 810. Es, por
lo que respecta a Francia, el edificio más com- SAINTE-CHAPELLE.
pleto del ARTE ROMÁNICO del siglo XI, muy (Véase PARÍS.)
bien representado en el resto del :Poitou. El
elemento más antiguo de la iglesia es un cam- SALARIOS.
panario-pórtico, al que se une una nave más Evolución de los - (pág. 337).
reciente y construida en diferentes momentos.
Está cubierta por una bóveda de m edio punto SANTIAGO DE COMPOSTELA.
continuo, sin refuerzos de arcos, concebida El descubrimiento en Galicia de una tumba
para un conjunto pictórico decorativo. Sus romana, que se supuso ser la de Santiago el
pinturas representan escenas del Antiguo Tes· Mayor, se remonta al año 813. Pronto atrae
tamento, especialmente del Génesis (paso del a los peregrinos y los benedictinos aseguran
mar Rojo, construcción de la Torre de Babel). su custodia. El primer santuario es destruido
Las pinturas murales del pórtico (Apocalip· en el año 997, en el curso de una expedición
sis) y de la cripta (vidas de santos) datan de Almanzor (pág. 104). La afluencia de pere-

51
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

grinos (pág. 190) es tal duran~e el siglo x1 que poco conocido en su época y descubierto nue-
se hace necesaria la construcción de una gran vamente en el siglo XII (pág. 184).
iglesia. Los trabajos fueron comenzados en
1075 y la catedral quedó acabada hacia u50. SELLOS.
El interior ha conservado en gran parte su (Véase ils. r99·202.)
aspecto románico. El crucero tiene sensible-
mente las mismas dimensiones que la nave.
SEl"iiOR.
Colaterales y tribunas rodean todo el edificio,
(Véase págs. 135 y sigs.)
comprendida la extremidad del crucero. El
conjunto está concebido para acoger a un gran
número de peregrinos y para una circulación SIEGA.
fácil ante las reliquias. La escultura de Com- (Véase ils. 96 y rgr y pág. 249.)
postela es extremadamente rica y data de fina-
les del siglo x1 y x11. Los dos principales con- SIERVO.
juntos son el pórtico de las Platerías, al sur, Condición inferior de una gran parte de la
y el pórtico de la fachada principal o Pórtico masa campesina, sometida a cargas material-
de la Gloria. El pórtico de las Platerías ofrece m ente p esadas y moralmente infaman tes : tra-
numerosos parentescos con MOISSAC y SAINT- bajos gratuitos, tributos, matrimonio extrale-
SERNIN de Toulouse, y el Pórtico de la Gloria gal, tallas arbitrarias. El conjunto constituye
tiene elementos que anuncian la escultura gó- la «mácula servil>l. Condición jurídica que se
tica. extendía más o menos a la totalidad de los
(Véase il . :u; mapas z3, pág. zo7; z4, pági- campesinos, en~re los siglos XI y xu (pág. 138)
na rog; 27, pág. r55; Atlas, mapas Il, pá- y que después tendió a desaparecer por ma-
gina 503; Ill, pág. 507; VI, pág. 5r7; pla- numisión.
no 46, pág. 6rr, y dibujo 63, pág. 677.)
SIGER DE BRABANTE.
SANTOS. Nacido en 1235, maestro de artes de la Uni-
Innumerables. Creados durante largo tiempo versidad de PARfs, Siger de Brabante ha sido
por la tradición popular o local, después, a el principal animador de la corriente llamada
partir de finales del siglo XII, sometidos a la «averroísta>>, que utiliza a ARISTÓTELES a tra·
investidura del papado (canonización). Princi- vés de las interpretaciones del filósofo mu-
pal objeto de la devoción medieval. Han de- sulmán español del siglo xn, Averroes. Entre
sempeñado un papel capital en el arte (reli- esas doctrinas, tres han causado escándalo en
quias, cofradías, temas iconográficos, etc.). su tiempo: la tesis de la eternidad del mun-
Sus tentaciones (ils. 76 y r56 y págs . .2.26 y .227). do , que negaba la creación, la de la doble
Sus milagros (págs. 439 y 440) . verdad (pág. 468), según la cual la fe y la
El martirio de Santa Margarita (lám. col. II). filosofía podían estar en desacuerdo sin que
ninguna de las dos estuviese equivocada, y la
SATÁN. de la unidad del intelecto, común a toda la
(Véase DIABLO.) especie humana, lo que lleva a negar la in-
mortalidad personal del alma . Esas tesis fue-
SCOTO ERfGENO (Juan). ron condenadas por Etienne Tempier en 1270
Irlandés llegado hacia 846-847 a la corte de y 1277 y combatidas por SANTO TOMÁS DE AQUI-
Carlos el Calvo, donde enseña el programa de NO. En 1277, Singer de Brabante huyó a Ita-
las ARTES LIBERALES. Tradujo al latín obras lia, donde murió (hacia 1281-1284), apuñala·
griegas de Teología, sobre todo las del Pseudo- do, según se dice, por un criado falto de
Dionisio, entre el 860 y el 86.2 (pág. 230). Su razón. Sus ideas y su influencia, que parecen
obra esencial es el De division e naturae, es- haber sido grandes en la Facultad de Artes de
crita entre el 862 y el 866. «Inmensa epopeya París, son todavía mal conocidas. DANTE lo
metafísica» (E. Gilson), cuyo corazón es la situó en el Paraíso con Santo Tomás de Aqui·
naturaleza humana. Es una especie de itine· no y SAN BUENAVENTURA. Forman, en efecto,
rario hacia Dios, pues «el alma es la imagen la gran trinidad universitaria del siglo xm.
de Dios, el cuerpo es la imagen del alma». (Cf. F. Van Steenberghen, Siger de Brabant,
Este pensador profundo, oscuro, audaz, fue 1938.)

676
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

63. SANTIAGO DE COMPOSTELA


(Según la reconstrucción de K. ]. Conant). Hacia rroo

SIGNOS. donde .t oma contacto direc.t o con la cultura


Manifestaciones innumerables del mundo ocul- antigua. Maestrescuela de REIMS (972), abad de
to (véase SI~IBOLISMO). Bobio (983), arzobispo de Reims (g89), más
Meteorológicos (véase PRODIGIOS, págs. 268 y tarde de Rávena y, por último, papa bajo el
269). nombre de Silvestre II (999), es, en primer
término, un sabio. Quiere extraer de los auto-
SILVESTRE II. res paganos y cristianos lo mejor de sí mismos,
Desde el monasterio de Saint-Géraud de Auril- todo lo que forma parte de verdad. Concede
lac, el joven Gerberto (nacido hacia 940) es un interés particular a las ciencias matemáti-
enviado a Vich, en Cataluña, donde se inicia en cas y astronómicas, escribe una Regla de
la ciencia árabe (967-970), y después a Roma, cálculo por el ábaco y construye pequeños
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

instrumentos y figuras para ilustrar sus leccio- biografía de Luis VII. Se han conservado de
nes abstractas. Papa, intenta con el emperador él veintiséis cartas y diversos tratados (pági-
Otón III instaurar una Cristiandad unificada. nas 282 y 305).
Muere en 1003 (págs. 91 , 258 y 360). (BIBL. SENSIBILIDADES Y MENTALIDADES: E. Pa·
nofsky.)
SIMBOLISMO.
Medio de comprender el mundo, sis.t erna de SUMMA.
símbolos. El arte medieval se esfuerza en al- Construcción totalitaria de la ciencia escolás·
canzar la r ealidad oculta mediante la repre- tica: el siglo xm es la época de las grandes
sentación de seres y d e gestos simbólicos. La summas, siendo la más célebre la Summa teo-
naturaleza (animales, flores, piedras preciosas) lógica de SANTO TOM,\S DE AQUINO (pág. 434) .
y Ja Historia Sagrada son los grandes domi-
nios del simbolismo medieval (ils . 49, 66, r4r,
r42, ru y págs. 352, 441 y sigs.). T
TAU.
SIMóN DE MONTFORT. La letra griega tau, signo protector y salva-
(Véase MONTFORT.) dor marcado sobre la frente de Jos justos y de
los elegidos. Forma del bastón de los ermita·
SIMONfA. ños (pág. 189) e instrumento de su pod er má-
Tráfico de sacramentos (del nombre de Simón gico.
el Mago). Severamente combatida por la re-
forma gregoriana (pág. 141). TEATRO RELIGIOSO.
El teatro religioso de la Edad Media tiene su
SUE1'!0S. origen en los dramas litúrgicos en latín, re-
Acontecimientos estructurales en la vida men- presentados en principio, al parecer, en las
tal de los hombres de la Edad Media (il. I35 escuelas catedralicias o monásticas e in terpre-
y págs. 272, 460 y 461). tados por los maestros y estudiantes. En Ale-
mania a finales del siglo XI, después d e Ingla-
SUEVOS. terra, hacia 1100-1110, en seguida en Francia,
Pueblo germánico que se instala en el siglo v esos dramas conocieron pronto una gran po-
en Galicia y en el norte de Portugal. El rey pularidad y fueron representados por los clé-
Requiario (448-456) es el primer rey b árbaro rigos en Jos santuarios, en ocasión de las
católico no arriano. Su centro espiritual y grandes fiestas r eligiosas. A partir del siglo XII,
artístico, dura nte los siglos v-vI, se sitúa en la proporción de elementos profanos no cesó
torno a la metrópoli de Braga (págs. 62 y 67). de aumentar en esas representaciones, dadas
ahora ya en lengua vulgar en el atrio de la.s
SUGER. iglesias y por actores laicos. Han de distin·
Nacido en 1081, es tudió en SAINT-DENIS y guirse Jos misterios, cuyos temas estaban sa-
SAINT·BENOIT-SUR·LOIRE, Habiendo regresado a cados del Antiguo o del Nuevo T es tamento,
Saint-Denis en I 106, participó pronto en la de Jos milagros, inspirados en las vidas de los
administración d e la abadía, se ilustró en di- santos. Algunos d e esos dramas representaban
versos concil ios y se convirtió en familiar de temas escatológicos (véase ANTICRISTO). Así el
Luis VI, que le encargó numerosas misiones juego del Anticristo, representado desde fina-
diplomáticas cerca de Jos papas. En 1135, de- les del siglo XI en la abadía bávara de Te-
cidió al rey para que coronase a su segundo gernsee, o el sponsus, el «Esposo», represen-
hijo. Su influencia aumentó todavía al adve- tado en Saint-Martial de Limoges en el primer
nimiento de Luis VII y éste Je instituyó re- tercio del siglo XII: la Vida es el camino del
gente del reino durante la II Cruzada (1147- Cielo, las Vírgenes son la humanidad, la lle-
1149). Al regreso del rey, recibió el título de gada del Esposo señala la Parusía (la segunda
Padre de Ja Patria . Es a él a quien se debe la venida de Jesús) . Al final de la Edad Media,
reconstrucción de la iglesia de Saint-Denis. los misterios tomaron proporciones desmesura-
Escribió una biografía de Luis VI, fuente das: 35.QOo versos y 4 días para el Misterio
esencial para la historia del período compren- de la Pasión de Arnoul Gréban, representado
dido entre iog3 y I 137, y el comienzo de una en París hacia 1450, que es, sin duda, la obra
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

maestra tardía del teatro medieval (véase MI- iguales por Jos RELOJES (págs. 250 y 251). Sólo
LAGROS). pertenece a Dios (pág. 496).

TEODORICO. TIERRA .
Teodorico el Grande, rey de Jos ostrogodos, Base de la econo mía, de la riqueza y del pres-
nacido en el año 454, muerto en el 526. Edu· tigio en Ja Cristiandad medieval (págs. 288
cado en Constantinopla, donde fue retenido y sigs.).
diez afws como rehén, quedó fueiternente im- (nmL. HISTORIA AGRARIA y CAM PESINOS, y espe-
pregnado de la civilización romana. Sucedió cialmente G. Duby.)
a su padre en el 475 y se puso al servicio del
emperador Zenón, quien lo alejó y lo lanzó TIRO (de animales) .
a la conqui sta de Italia. Se hizo amo del país (Véase ARADO, págs. 292 y 293, e il. 94.)
entre el 489 y el 493'- Teodorico se esforzó en
fundir en uno solo a los pueblos romanos y TOMAS BECKET.
bárbaros. Resp etó las leyes y las instituciones Nacido en Londres en 1117, estudia en OXFORD,
romanas y embelleció Rávena, su capital. PARÍS y BOLONIA antes de recibir las sagradas
Aunque arriano, dio pruebas de una gran to- órdenes. Por el favor del rey de Inglaterra,
lera nci a h acia el catolicismo y se rodeó de Enrique II, es elevado a la dignidad de can-
consejeros romanos, tales como CASIODORO Y ciller del Reino, después a la de arzobispo de
BOECIO, a los que, a pesar de todo, condenó Cantorbery, en 1162. Entra en violento con-
a muerte por haber conspirado contra él. flicto con el rey, que pretende restringir Ja
(Véase Atlas, mafJa Il, pág. 503, y pág. 5i.) jurisdicción del clero, y se refugia en Fran-
cia cerca d e Luis VII. Más tarde regresa a
TEOLOGfA. su país. Cuatro caballeros deseosos de com-
Saber supremo, del que las otras disciplinas placer a Enrique lI le dan muerte al pie del
no son más que las servidoras. Se constituye a ltar archiepiscopal (u70). El rey desaprue-
en ciencia con la ESCOLÁSTICA, durante los si- ba Ja muerte y hace acto de contrición tras
glos XII-XIII. Enseñada en las UNIVERSIDADES haber sido excomulgado. Tomás Becket es
por las Facultades de Teología, consideradas canonizado como mártir por ALEJANDRO m
como Facultades superiores (pág. 467). en 11 73 . El clero desarrolló en torno a su
(BIBL. HISTORIA INTELECTUAL : M. D . Chenu.) culto, destinado a servir los intereses materia-
les y espirituales de la Iglesia, una extraor-
TESA URIZACióN. dinaria publicidad en toda .l a Cristiandad (p á-
Domina la vida y la mentalidad económicas gina 369).
de las clases superiores, especialmente de la (Cf. R. Foreville: L' Eglise et la Royauté en
Iglesia, a todo lo largo de Ja Alta Edad Media. Angleterre sous Henri II Plantage:nét, 1943.)
Los tesoros son reservas económicas. La cien-
cia es considerada también en esta época más TOMAS DE AQUINO (Santo).
como un tesoro que como una materia de en- Nacido en 1225, muerto en 1274, pertene-
señanza y de difusión (págs. 174, 338 y 339). ciente a la familia de los condes de Aquino
en Italia del Sur, Tomás recibió su forma-
TESORO. ción en la abadía de Monte-Cassino, en Ja
(Véase TESAURIZACIÓN.) Facultad de Artes de Nápoles (I23g-1244), en
Tesoros de las iglesias (ils. 23r-234 y 243-246). el studium dominico de Colonia, donde tuvo
por maestro a ALBERTO MAGNO (1248-1252) y,
TIEMPO. por último, en París (pág. 131). De 12.52
Más o menos confundido con la duración y Ja a I2'74 es profesor, en París (1252-1259), en
eternidad (págs. 230 y sigs.). Dominado por los el studium de la curia romana (1259-1269), en
ritmos naturales (págs. 245 y sigs.) . El tiempo París nuevamente (1269-1 272), en Nápoles en
religioso y clerical, señalado por las CAMPANAS fin (I272-1274). Resulta imposible resu mir el
de las iglesias, tiende a ser sust ituido, en Jos tomismo, la tentativa más acabada para cons-
siglos x111-x1v, por un tiempo urbano y laico, truir una Teología científica a partir de la Ló-
el de las campanas de las torres comunales, gica de ARISTÓTELES (del cual Santo Tomás
después por un tiempo medido en fracciones había mandado hacer traducciones especia-
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

les) y poner todos los recursos de la ESCOLÁS- dedicada a la representación de escenas infer-
TICA al servicio de la Teología en la línea de nales : demonios arañando con sus tridentes el
la fid es quaercns intel/ectum de SAN ANSELMO. vientre de los lujuriosos, serpientes mordiendo
La más célebre de las obras de Santo Tomás, los senos de la mujer adúltera, tormentos del
la Suma teológica (pág. 434), fue compuesta mal rico. La torre octogonal fue elevada en-
en Italia (primera parte, 1266-1268) y en Pa- tre el siglo x11 y el xv. La fachada oeste, que
rís (segunda parte, 1269-1272). Varias propo· había quedado inacabada , fue completada
siciones extraídas de sus obras fueron conde- en 1929. El interior ofrece un tipo perfecto
nadas por el obispo de París, Etienne Tem- de santuario de peregrinación: cinco naves,
pier, en 1270 y en 1277. Los maestros y los inmenso a-ucero, tribuna por encima de las
estudiantes de la Facultad de Artes de París naves laterales para acoger a las grandes rnul-
-los más abiertos, contrariamente a los teó- ti tudes, coro con deambulatorio para las pro-
logos- reclamaron su cuerpo después de su cesiones y dos criptas para la exposición de
muerte. Fue canonizado por Juan XXII las reliquias. Esta estructura se traduce al
en 1323 y el tomismo fue proclamado por exterior con la superposición y escalonamien-
León XIII, al final del siglo XIX, como filo· to de las capillas, el saliente del crucero, el
sofía oficial de la Iglesia. todo coronado por la alta torre-linterna (pla-
(BIBL. HISTORIA INTELECTUAL: M. D. Chenu.) no 46, pág. 6II).
2 .o Iglesia de los jacobinos. Iglesia de los
TORRE DE BABEL. dominicos , que recibió. el cuerpo de Santo To-
Símbolo, al nivel de las lenguas, de la divi- más de Aquino. Magnífico ejemplo de gótico
sión nefasta de la Humanidad al romper su meridional (siglos xm-x1v) (plano 43, pág. 608).
unidad primera, como consecuencia del peca- 3.0 Museo de los agustinos. Uno de los gran-
do original. (Véase ils. 58, roo y ror y pági- des museos de la escultura románica.
na 372.) (Cf. Ph. Wolff, Histoire de Toulouse, 1958.)
(BIBL. SENSIBILIDADES y MENTALIDADES: A. Borst.)
TOURNAI .
TOULOUSE. Capital de los primeros merovingios (mapa ::,
1.0 Saint-Sernin. La más bella y la más vasta pág. 49), desp ués capital del Hainaut, cons-
de las iglesias románicas del Mediodía fran- truida sobre el Escalda. La catedral de Notre-
cés. La abadía data de finales del siglo IV. Su Dame es uno de los grandes edificios de la
iglesia albergaba las reliquias de San Sernín o Edad Media. Comenzada en 1030, sobre el
Saturnino, apóstol d el Languedoc y primer emplazamiento de la iglesia primitiva de.5-
obispo de Toulouse. Fue protegida por Carlo- truida por los normandos en el 882, fue ter.
magno y constituyó una etapa importante de minada en el siglo x1v. La fachada, la nave
la peregrinación a SANTIAGO DE COMPOSTELA. cubierta con armaduras y las torres pertene-
La afluencia de peregrinos fue tal que se pre- cen al arte románico. El crucero está corona-
cisó construir una iglesia mayor. El edificio do por una torre cuadrada, que termina en
actual fue comenzado hacia 1060 y terminado una flecha octogonal. Este crucero del si-
a mediados del siglo XII. Saint-Sernin está edi- glo xm corresponde al gótico. La extremidad
ficada en ladrillo y piedra. La piedra domina ele cada brazo está rematada por dobles torres,
en el ábside, que data de finales del siglo x1. cuyas flechas cuadrangulares dominan la cen·
El ladrillo, en cambio, domina en la nave y tral. Notre-Dame ele Tournai es, pues, un
en el campanario. La armonía gris-rosada que edificio compuesto, que ha recibido influen-
resulta de ello es uno de los mayores atracti- cias d el arte normando, del arte renano y del
vos del edificio. Las esculturas del coro, de arte gótico. Sin embargo, el plano del cru-
finales del siglo XI, y las del exterior, del si- cero y el sistema de cinco torres han ejercido,
glo XII, han hecho escuela en todo el Medio- a su vez, una gran influencia sobre las cate-
día. La puerta de «Micgevil!en está consagrada drales francesas, especialmente LAÓN y CHAR-
a escenas del Antiguo y del Nuevo Testamen- TRES. La piedra azulada de Tournai era igual-
to: la Ascensión en el tímpano, la Anuncia- mente exportada en una amplia región com-
ción, Ja Visitación, la matanza de los Santos prendida entre el Sena, el Mosa y el Rin.
Inocentes y Adán y Eva expulsados del Pa- (Véase Atlas, mapas V, pág. 5r5; VI, pág. y7;
raíso terrenal. La puerta de los Condes ha sido VII, pág. 52r.)

680
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

la historia del tema y de la evolución en la


TRABAJO. manera de tratarlo plantea verdaderos enig-
Consecuencia del pecado original (Génesis), mas. La versión más antigua es probable-
despreciado por la sociedad feudal, se con- mente Ja Béroul (manuscrito 2171 de la Bi-
vierte poco a poco en un valor social, hasta blioteca Nacional de París) (pág. 423). Es la
el punto de determinar la condena de los más ruda al mismo tiempo (episodios de
ociosos, pero se divide en formas superiores Isolda entregada a los leprosos, del Morolt).
de la labor y en formas inferiores, las que En ella, la fatalidad es completamente exte-
reviste el trabajo manual (p ágs. 304 y sigs., rior y se manifiesta por el filtro amoroso, cau-
346 y 347). sa de toda la historia. En la versión más
cortesana de Tomás, en cambio, se subraya
TRABAJO (obligatorio sin remuneración). la responsabilidad de los amantes (págs. 441
(Véase pág. 314.) y 473) .
(BIBL. HISTORIA LITERARIA : B. Panvini.)
TRAIDOR.
El hombre malvado por excelencia del mundo TROVADORES.
feudal. (Véase FE, FIDELIDAD.) Poetas aquitanos y provenzales de finales del
siglo XI, que crearon la poesía lírica en len-
TRANSPORTES. gua vulgar. .Pertenecientes en general a la
(Véase CAMINOS, NAVÍOS y p ágs. 295 y sigs.) nobleza, exaltaron en sus obras los valores
de la caballería y vulgarizaron los principales
TRASLACIÓN. temas del amor cortés: idealización poética
Noción que domina las concepciones medieva- del amor, culto de la dama, goce encontrado
les de la Historia, tanto la Historia de los en la sumisión a su voluntad (pág. 419). Ex-
Imperios, en la que el poder se transmite de presión de una sociedad refinada, la obra de
Oriente a Occidente (translatio imperii), como los trovadores revela, por sus acentos pura-
la Historia de las Civilizaciones, en la que la mente paganos, la ruptura que se ha produ-
cultura pasa de Babilonia a Atenas, después cido en las cortes del Mediodía entre la ética
a ROMA y, ya en la Edad Media, a PARÍS (Uni- y la estética . Se discute sobre la influencia
versidad): translatio studii (págs. 163, 238-240). de la poesía árabe en sus obras.
(BIBL. HISTORIA LITERARIA: H. Davenson.)
TRINIDAD.
Dogma recibido más fácilmente por los cléri-
gos que por la masa, pero en torno al cual
se desarrollan herejías eruditas (pág. 219) . u
Representación de la - (ver il . 83). ULFILA.
Apóstol de los godos danubianos. Nacido en
TRISTAN E ISOLDA. el 311, de un godo y de una esclava capado-
Personajes legendarios, surgidos del fondo cél- cia, llegó a obispo y ejerció una gran influen-
tico (pág. 185), cuyos trágicos amores pro- cia en su pueblo. Inventó un alfabeto para
porcionaron materia a numerosas obras lite- reemplazar a los caracteres rúnicos, aún en
rarias a partir de finales del siglo XII. Liga- uso entre los godos, y transcribió las Sagradas
dos el uno al otro por un amor ciego, contra Escrituras a la lengua gótica. Conservó el con-
el cual las leyes y las costumbres son impo- tacto con los cristianos y el clero del Imperio.
tentes y que no puede encontrar su término Muy sometido al emperador Constancio,
sino en la muerte, Tristán e ! solda son testi- transmitió a los godos el cristianismo, si bien
monio de la pasión todopoderosa. El tema es bajo su forma arriana. Murió en el 383 (pá-
tratado primero en breves canciones, como el gina 38).
Tristram, compuesto en Inglaterra hacia l I70,
d espués acogido en Francia a finales del si- UNIVERSALES (Querella de los).
glo XII (La Folie Tristan) y magnífi<:amente Debate fundamental de la lógica y de la filo·
desarrollado, hacia 1210, por Gottfried de sofía medievales, particularmente vivo en el
Strasburgo, cuyo Tristan' und Isolde popula- siglo XII entre ABELARDO y GUILLERMO DE CHAM-
rizó la leyenda en los países germánicos. Pero PEAUX. Los nombres comunes, géneros o es-

681
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

pecies, son tér minos universales que se apli- poder de todas ellas se forma sobre tres p ri vi-
can a una infinidad de objetos particulares. legios esenciales: autonomía jurisdiocional,
¿Recubren realidades, esencias? ¿Son, al con- con derecho de apelación al papa, derecho de
trario, meras palabras, nombres (nomina), huelga y monopolio de la colación de grados
pura creación de la inteligencia? Guillermo universitarios. El cursus universitario es, por
de Champeaux se inclina por el realismo. Es regla general, el siguiente: enseñanza de base,
criticado por Abelardo, en el que se puede efectuada en la Facultad de Artes entre Jos
ver a uno de los primeros nominalistas (pá- 14 y los 20 años y sancionada en dos e tapas
gina 442). por el bachillerato, al cabo de dos años, y el
doctorado, al término de los estudios. Medi-
UNIVERSIDADES. cina y Derecho son enseñadas entre los 20 y
La Universidad es una corporación que agru- 25 años. La Teología exige tres lustros d e
pa la totalidad (universitas) de los maestros y estudios, y la edad mínima para el docto-
de los estudiantes de una misma ciudad. El rado está fijada en los 315 años. La orga-
siglo XIII, siglo de las CORPORACIO NES, es tam- nización de los programas y de los exáme-
bién el siglo de las Universidades, que se or- nes varía según los tiempos y los lugares, pero
ganizan progresivamente y conquistan su auto- la piedad ocupa, en todas partes y duran-
nomía contra los poderes laicos y episcopales, te toda la Edad Media, un lugar relevante en
con el sostén del papado. La organización el «clima» de las Universidades. La piedad
universitaria del siglo XIII señala la integra- se dirige en primer término a San Nicolás,
ción de la vida intelect_u al en la vida de Ja patrón de los estudiantes, pero la piedad ma-
ciudad. Pero el reclutamiento y los horizon- riana encuentra un terreno abonado en el
tes de la Universidad sobrepasan ampliamente mundo de los clérigos, que es esencialmente
el cuadro urbano. Las grandes Universidades un medio de hombres y de célibes. El creci-
del siglo Xlll: PARfs, BOLONIA y OXFORD, re- miento de las Universidades está sostenido en
clutan sus profesores y alumnos en toda la el siglo xm por la evolución de las técnicas
cristiandad y conceden la licencia de enseñar del LIBRO (hojas de pergamino más blancas y
en todas partes (licentia ubique docendi). Pa- más delgadas) y de la ESCRITURA (reaparición
rís ofrece el mejor tipo de organización uni- de la cursiva, generalización de la minúscula
versitaria en el siglo xm: la Universidad está gótica, abandono de la caña por la pluma de
dividida en cuatro Facultades: tres Facultades oca). El universitario del siglo xm elabora sus
superiores (Decretos o DERECHO canónico, ME· útiles, pero también su método intelectual:
DICINA y TEOLOGÍA), y Facultad de Artes (ARTES la ESCOLÁSTICA. Sin embargo, incluso antes de
LIBERALES), la más numerosa con mucho. Cada la decadencia de la Escolástica, las Universi-
Facultad superior es dirigida por sus maestros dades se resienten de su dependencia mate-
titulares, o regentes, con un decano a su ca- rial en relación a la Iglesia. Los maestros vi-
beza. La Facultad de Artes está dividida en ven de los beneficios eclesiásticos, y una tal
cuatro naciones (francesa, picarda, normanda dependencia acaba por aislarlos de la evolu-
e inglesa), dirigidas por procuradores. Sobre ción técnica, económica y social. Por otra
los cuatro procuradores, el rector dirige la parte, la Universidad se convierte en el cam-
Facultad de Artes. La asamblea general de la po de batalla de las facciones de la Iglesia:
Universidad agrupa a todos los maestros y desde mediados del siglo xm, la Universidad
trata de los problemas comunes a las cuatro de París se ve sacudida por las rivalidades
Facultades. El rector de la Facultad de Artes entre seculares y regulares (dominicos y fran-
pasa a ser, a final es del siglo xm, el jefe su- ciscanos). En el siglo XIV, las Universidades
premo de toda la Universidad. Se elige para se multiplican por toda Europa y se organi-
un trimestre únicamente, pero es reelegible. zan según el modelo parisiense o según el de
Lleva la administración de las finanzas de la Bolonia. Ahora bien, esta expansión, ligada
Universidad y preside la asamblea general. al fraccionamiento de Europa en Estados na-
Las otras grandes Universidades (Oxford, Bo- cionales y en obediencias religiosas (Gran Cis-
lonia) tienen una organización análoga, con ma: I378-1485), va acompañada, de hecho,
algunas variantes. En Bolonia, por ejemplo, por un descenso en el nivel de los estudios y
son los estudiantes, y no los maestros, quie- por una esclerosis de los métodos. Las repe-
nes gobiernan la Universidad. No obstante, el tidas intervenciones de la Universidad de Pa-

682
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

rís en el dominio de la política, tanto en el USURA.


momento del cisma como en la guerra civil Toda operación económica que comporte la
entre armañacs y borgoñones, la privan de p ercepción de un interés es, como tal, con-
una parte de su autoridad, y sus doctores, denada por la Iglesia, lo cual paraliza ·p or lar-
después de haber manejado el proceso d e Jua- go tiemp o el d esarrollo del crédito y de las
na de Arco, pierden sus antiguos p rivilegios: for mas p recap italistas de la economía. Sin
privilegio fiscal (1437), judicial ( 1445), der e- e mbar go, la usura es tolerada en los judíos
cho de huelga (1499). (Véase págs. 123, 218, (il . I06 y p ágs. 2 14 , 31 1 y 312).
468 y Atlas, mapa V, pág. 5I5·) (BIBL. HISTORIA DE LAS IDEAS ECONÓ MICAS:
(BIBL. HISTORIA INTELECTUAL: D'Irsay, J . Le B. Nelson, J. T. Noonan.)
Goff, H . Rashdall.)

URBANO II. V
Eudes de Chatillon (1040-1099) . Nacido en el VAGABUNDOS.
castillo de Chatillon-sur-Marne, estudia en Numerosos y condenados, puesto que el va-
Reims, donde tiene por maestro a San Bruno. gabundeo es un pecado. (Véase GOLIARDOS y
Entra en CLUNY entre 1073 y 107'7 y se ve dis. pág. 422).
tinguido por su abad. Enviado al papa GRE-
GORIO vn, éste le nombra obispo de Ostia, VALDENSES.
y, más tarde, cardenal. Legado en Alemania, (Véase VALDo, Pedro.)
fracasa en su misión de conciliación con el Im- VALDO (Pedro).
perio. Se mantiene fiel a Gregorio VII y a su Rico comerciante de Lyón que, en n70, re-
sucesor, Víctor III. Cuando accede al pontifi- partió sus bienes entre los pobres, comenzó a
cado romano, el u de marzo de 1088, lo en- predicar la pobreza voluntaria y arrastró tras
cuentra en una situación desastrosa. Su pri- de sí a un grupo de adeptos, «los Pobres de
mera tarea consiste en la lucha contra el cis- Lyónn, predicadores laicos mendicantes, que
ma imperial (pág. 142). El antipapa Clemen- prefiguran los compañeros de SAN FRANCISCO
te III es sostenido por el emperador Enri- DE ASÍS. ALEJANDRO III los aprobó en un prin-
que IV, y sus partidarios conservan en Roma, cipio, mas luego, inquieto por sus audacias
hasta 1098, el castillo de Santangelo y San (retrotraían la religión al Evangelio, que tra-
Pedro. Urbano II lucha victoriosamente con- dujeron al provenzal), les prohibió predicar
tra el cisma. Ha de enfrentarse, de todas ma- sin el permiso de los obispos (1179). Valdo se
neras, con graves dificultades, no sólo con negó a someterse y fue excomulgado por el
respecto al emperador, sino también con el papa Lucio III en 1184. Sus discípulos, los
rey de Francia, Felipe I; el rey de Inglaterra, valdenses, resistieron a las persecuciones y si-
Guillermo el Rojo, y el rey Alfonso VI de Cas- guieron siendo numerosos, particularmente en
tilla. Pero Urbano II es también un papa los valles alpinos. A partir del siglo XVI, los
reformador. En los Concilios de Melfi (1o89), descendientes de los valdenses se ligaron al
Plasencia y Clermont (1095), Nimes (1096) y protestantismo, sin confundirse, sin embargo,
Bari (1098) asegura progresivamente el triun- con él. Todavía en la actualidad existe una
fo de la reforma gregoriana en lo que se re- Iglesia valdense, con la mayor proporción de
fiere a las prácticas del concubinato (nicolaís- adeptos en Italia del Norte (pág. 130). (Véa-
mo), SIMONÍA e INVESTIDURA laica, universal- se HEREJÍAS.)
mente extendidas en la Iglesia. Urbano II
es, por último, el papa de la I Cruzada. VANDALISMO.
En 1095 hace público en Clermont el pro- Término inventado en época moderna, que
yecto de reconquista de los Santos Lugares puede aplicarse al comportamiento de la ma-
(pág. 200). Tras el fracaso de la Cruzada po- yoría de los hombres de la Edad Media, los
pular de Pedro el Ermitaño y Gualterio «Sans cuales destruyeron una gran parte de los mo-
Avoir» en 1og6, la Cruzada de los barones par- numentos de la Antigüedad, ya por ignoran-
te en 1097 y toma Jerusalén el 15 de julio cia, ya por hostilidad al paganismo, ya por
de 1099. Urbano II muere el 29 de julio, sin la necesidad de aprovechar materiales que
haber recibido la noticia de esta conquista. su debilidad técnica les hada incapaces de
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIE VAL

procurarse de otra manera (págs. 43, 47, 64 Rosselló, regente del reino de Provenza (838)
y 171). en la diócesis de Autún. El papa Nicolás 1
le concedió la dependencia directa de la Santa
VANDALOS. Sede (863). Destruido por los normandos en
Pueblo germánico que, después de haberse ins- el año 873, víctima de numerosos incendios,
talado en el sur de España (Andalucía), cons- el monasterio fue reconstruido en el siglo XI
truyó una flota y conquistó la provincia ro- bajo la protección de los duques de Borgoña
mana de Africa. (Mapa z, pág. p; mapa 2, y de Nevers. Durante los siglos XI y xu
pág. 49; Atlas, mapa II, pág. 503; y pági- (mapa 2z, pág. z24), Vézelay es un impor-
nas 48 y sigs.) tante centro de PEREGRINACIÓN en torno a las
reliquias de Santa María Magdalena. Además,
VASALLAJE. el monasterio representa en el nordeste de
Lazo de dependencia privada, creado por la Francia el papel de base de partida para
ceremonia del homenaje y que descansa sobre SANTIAGO DE COMPOSTELA. En las Pascúas
compromisos recíprocos, si bien desiguales. de 1146, SAN BERNARDO predica en él la 11 Cru-
Permite a un hombre libre, mediante su zada (mapa IJ, pág. w7 y Atlas, mapa III,
fidelidad, recibir una tierra y acceder a una pág. 507). TOMÁS BECKET se refugia en él
parcela de la autoridad pública. (Véase VA- en 1166. Luis VII, FELIPE AUGUSTO y SAN LUIS
SALLO.) acuden a él en peregrinación. La iglesia de
la Magdalena se encuentra en el origen de
VASALLO. toda una corriente de arte románico borgo-
Hombre libre que promete fidelidad a un po- ñón. Su construcción es iniciada hacia 1050
deroso, el cual pasa a ser desde este momento por el abad Artaud, al lado de la antigua
su señor. Recibe de él mantenimiento, gene- iglesia carolingia, insuficiente ante la afluencia
ralmente bajo la forma de concesión de un de peregrinos. Es consagrada en 1104. En u20,
feudo, y protección, pero le debe en com- un incendio destruye la antigua nave carolin-
pensación ayuda y consejo (págs. 136 y sigs., gia con cubierta de madera y la nueva nave
390 y sigs.). es edificada entre u35 y u40, bajo la direc-
ción del abad Renaud de Semur. El nártex
VENDIMIA. se acabó en 1150, y su tribuna este, la capilla
La viña (il. 95 y pág. 291.) de San Miguel, fue consagrada en u51. El
La - (il. 97). nártex comprende igualmente tres naves, que
La fabricación de toneles (il. z92). se abren sobre las naves de la iglesia, y su
El vino (págs. 322 y 323). bóveda es de ojivas. El coro, gótico, puede,
por lo tanto, ser considerado como la corona-
VENECIA. ción lógica de un edificio en que el empleo
Fundada por refugiados de Altino, fugitivos de la ojiva parece relativamente precoz. La
de los lombardos y de los franrns (siglos vr-rx), decoración plástica es particularmente rica. En
en las islas de la laguna (Torcello, más tarde ella se hallan representadas todas las edades
Malamocco, después Rialto). Gran centro co- de la escultura románica. En el tímpano del
mercial y artístico, que se constituye en impe- pórtico, el Cristo de la Pentecostés confiere su
rio colonial que domina el Adriático y el misión a los apóstoles. Sin embargo, ofrece
Mediterráneo oriental (siglos xr-xn). En los todavía el tipo de los Dioses terribles de la
siglos XIV-xv, se convierte en un Estado de escultura románica. Los capiteles de la nave,
tierra firme. Principal lugar de enlace del ejecutados entre i104 y 1120, dejan un largo
Occidente con Bizancio (págs. 80, 106, 111 espacio a las representaciones de la vida coti-
y 121). diana, especialmente a las numerosas imágenes
(Cf. F. Thiriet, Histoire de Venise:, 1952.) de los trabajos rústicos. Se puede adivinar en
ellas una corriente de influencia artística que
VESTIDO. va del tímpano de Cluny hasta el Pórtico de
(Véase págs. 483 y 484 y BIBL. VESTIDO.) la Gloria de Santiago de Compostela, pasando
por el tímpano de Vézelay. (Véase ils. z8,
VÉZELAY. 76, 77, z42 y z43; Atlas, mapa V, pág. 5z5, y
Abadía benedictina fundada por Gerard de pág. 387.)
DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES

(Cf. V. Saxer, Le cu/te de Marie-Madeleine La virginidad es un estado ideal, sobre todo


en Occident, 1959.) para la muj er (¿desequilibrio demográfico en-
tre los sexos? ) (Véase il. 66.)
VICENTE DE BEAUVAIS. La Virgen y el N iño (ils. 2r9-222 y lám . co-
Nacido hacia ugo, muerto hacia r264, vulga- lor Ill.)
rizador que desempeñó en el siglo x m un
papel comparable al d e H ONORIUS AU GUST O- VISIG ODOS.
DUN ENSIS con respecto al X II . Los _t emas de Pueblo germ ánico, que invad e el Imperio ro-
sus obras quedaron reflejados en las escultu- m ano en el a1io 410, con su rey ALARICO. Des-
ras de las catedrales góticas. Dominico, fre- pués se instalan en Espafía hasta la conquista
cuentó la abadía cisterciense de Royaumont y árabe, a comienzos del siglo vm. (Véase mapa
estuvo en relación con SAN LUIS . El conjunto r, pág. 32; mapa 2, pág. 49; Atlas, mapa Il,
de su obra, que recibió el título de Gran pág. 503, y págs. 48 y sigs.)
Espejo (Speculum majus), es una enciclope-
dia dividida en tres partes: el Espejo de la VISIONES.
Naturaleza, consagrado a la historia natural, Forma más espiritual de las apariciones, muy
el Espejo doctrinal, resumen de la ciencia es- numerosas entre los hombres de la Edad Me-
colástica, y el Espejo histórico, historia uni- dia y que manifestaban la presencia del mun-
versal desde la creación del mundo hasta San do normalmente invisible (il. r35 y págs. 460
Luis. Un cuarto libro, el Espejo moral, fue y 461).
añadido por un autor desconocido a comien-
zos del siglo XIV (pág. 472).
VIDRIERA.
w
(Véase págs. 299 y 450, il. 83 y lám. co- W ACE (Roberto).
lor V.) Cronista anglo-normando. Nacido en Jersey
hacia 1100, estudia en Caen . Más tarde obtie-
VIKINGOS.
ne un benefi cio en Bayeux. Escribe dos cró-
(Véase NORMANDOS.)
nicas en lengua franconormanda: una (Ro-
VILLANO. man de Brut, véase NOVELAS BRETONAS) consa-
Término peyorativo, aplicado al conjunto de grada a la historia de los bretones, otra (Ro-
los campesinos por las clases dominantes feu- man de Rou, equivalente a Rollón) a la histo-
dales y transpuesto al orden moral: villanía. ria de los duques de Normandía, desde Rollón
(Véase il. I20, y págs. 405 y 406.) a Roberto Corteheuse (planos p-32, pági-
na 275).
VILLARD DE HONNECOURT .
Arquitecto y dibujante, nacido en Picardía en WALTHER VON DER VOGELWEIDE.
las postrimerías del siglo XII. Ha dejado un Nacido hacia u70, muerto hacia r230, es el
álbum de dibujos de arquitectura, escultura, más célebre de los MINNESANGER. Tirolés, des-
anatomía y máquinas profusamente anotado pués de haber vivido en la corte de los du-
(Biblioteca Nacional de París, manuscrito ques de Austria en Viena, hacia r 198, lleva
francés rgo93). Dirigió la construcción de la m ás tarde una vida errante cerca de diversos
colegiata de Saint-Quintin y acaso haya cola- protectores, entre ellos Felipe de Suabia (pá-
borado en las catedrales de Cambrai y de Esz- gina 362), Otón IV y FEDERICO II, quien le con-
tergom (Hungría). (Dibujo p, pág. 608.) cede un feudo hacia 1220. No solamente ha
(Cf. H. R. Hahnloser, Villard de Honnecourt, escrito las más bellas canciones de los «Minne»
r935 .) (Canción de mayo, Pastoral, Bajo el tilo), sino
que ha sido poeta gnómico, didáctico, mora-
VIRGEN. lizador, político. Su lied: Ir sult sprechen
La Virgen María, la nueva EVA (pág. 223), willekomen es la primera canción patriótica
cuyo culto, borrado durante la Alta Edad de Alemania .
Media, se desarrolla prodigiosamente a par-
tir del siglo XI, anima un gran renacimiento WILLIBROD (San) .
de la espiritualidad y del arte marianos. Nacido en el 658 en el Northumberland. Estu-
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

dia en Irlanda en un noviciado de misioneros versas funciones cerca de los señores alemanes,
benedictino. Enviado a Roma, después a Frisia es un p oeta épico, autor de Parzival (hacia
como misionero, muere en 739 en Echternach 1200-1.210), Willehalm (hacia 1215), Tituret
(il. 200 y pág. 181). (hacia 1218), el .más grande, junto con Hart-
(Cf. Willibrordus, Echternacher Festschrift, mann von Aue y Gottfried de Strasburgo. Es
1940.) el más religioso y el más místico de los tres,
como lo testimonia especialmente toda la
orientación de su Parzival hacia el Grial (pá-
WOLFRAM VON ESCHENBACH gina 575).
Más que un Minnesanger, este bávaro (nacido (Cf. H. J. Koppitz, Wolframs R eligiositiil,
hacia 1170, muerto en 12'20), que cumple di- 1 959·)
ILUSTRACIONES
DEL DICCIONARIO

LAS VIRTUDES Y LOS VICIOS


Los TRABA.JOS DE LOS MESES
MONEDAS DE ORO
SELLOS
CASTILLOS
EXTERIORES ROMÁNICOS
INTERIORES GÓTICOS
CAPITELES
EVOLUCIÓN DE LAS ESTATUAS
PEREGRINOS
TESORO DE SAINT-DENIS
FORMAS ROMÁNICAS, FORMAS GÓTICAS
RELICARIOS
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 186 A 202

L AS VIRTUDES Y LOS VICIOS


En torno al tema del enfrentamiento entre Virtudes y Vicios, legado a la
Edad Media por la Psicomaquia de Prudencia (348-hacia 4Io), se desarrolla el
gran combate medieval del Horno duplex, duelo que termina por interiorizarse.

I 86. EL ÁRBOL DE LAS VIRTUDES Y EL pularidad, dado que su obra no era


ÁRBOL DE LOS VICIOS. solamente edificante, sino también po-
Viejo tema del simbolismo vegetal, el lémica . Celebraba las virtudes cristia-
árbol (recuérdese el árbo l de ] essé, el nas sobr.e los vicios paganos. En este
árbol de la vida, el árbol de la Cruz, manuscrito del siglo X, probablemen-
los árboles genealógicos y, bajo su for- te copiado en la abadía de Sainl-
ma fantástica, el árbol parlante, el ár- A mand, cerca de V alenciennes, puede
bol con cabeza) se presta a la oposición verse, en la parle superior, a la Fe cris·
dualista de las virtudes y los vicios: ár- tiana en el acto de recompensar, por
bol florido y árbol estéril, extraídos medio de una corona, a las virtudes
del Evangelio y que responden a la ne- que la han ayudado a vencer a la ido-
cesidad medieval de la prueba tangi- latría pagana. En la parte baja, la Cas-
ble: "Conoceréis el árbol por sus fru- tidad emprende su combate contra la
tos." El Liber Floridus de Lambert es Lujuria. (Valenciennes, Biblioteca Mu-
una de las primeras enciclopedias me- nicipal, manuscrito 4 I2, fol. 52.)
dievales. Se trata de un florilegio, un
t88. LA ESCALA DE LAS VIRTUDES.
resumen de la Historia sagrada y pro-
fana, de los acontecimientos contempo- Los temas ascensionales (escala de ] a-
ráneos (I.ª Cruzada), de la geografía, cob, escala de las virtudes; véase el
la astronomía y la enseñanza moral. El Hortus Deliciarum de Herrada de
manuscrito, terminado en I I20, es el Landsb erg) proporcionaban al simbolis-
original, ilustrado a medida que se mo de la vida moral una ilustración
avanzaba en su ejecución . (Gante, Bi- cuyo alcance es evidente. Este manuscri-
blioteca de la Universidad, manuscri- to de la enciclopedia mística de la aba-
to I6, fol. 2JI vuelto.) desa Hildegarda de Bingen (muerta en
II J8), el Líber Scivias, debió de ser
187. CASTIDAD CONTRA LUJURIA. escrito e ilustrado bajo la dirección de
La Psicomaquia del esjJaííol Prudencia la santa. (Wiesbaden, Biblioteca Muni-
disfrutó bien pronto de una gran po. cipal, códice I, fol. I78 vuelto.)

LOS TR A BAJOS DE LOS MESES


El tema de los meses del año parece derivar del tema antiguo de las esta-
ciones. Sin embargo, en tanto que éste fue generalmente tratado de una manera

688
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191 192
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 186 A 202

mística, el tema medieval es ilustrado de manera realista. Constituye una enci-


clopedia figurada de los trabajos campesinos, con intermedios primaverales
(abril y mayo) ambiguos y divt:rsos: las escenas realistas se ven con frecuencia
reemplazadas por escenas simbólicas, tomadas de la vida señorial o de los ritos
campesinos, en relación con la llamada a la fecundidad o el desp·e rtar de la
naturaleza.
El gran escultor lombardo Benedetto Antelami (v¿anse ils. 80 y 97) es el
autor de estos relieves, destinados al Baptisterio de Parma, donde firmó el arqui-
trabe del pórtico en u96. Figuras graves, macizas, completamente románicas.
189. FEBRERO. 191. JUNIO.

Cava de la tierra y signo zodiacal de La siega: corte de los tallos a media al-
los peces. (Parma, Baptisterio.) tura, a fin de dejar altos rastrojos para
pasto de los rebaños. (Parma, Baptis-
190. MAYO. terio.)
Fusión del tema señorial del caballero
y del tema campesino de la poda de 192. AGOSTO.

los árboles por medio del hocino. (Par- Fabricación de toneles para la próxi-
ma, Baptisterio.) ma vendimia. (Parma, Baptisterio.)

MONEDAS DE ORO
La reanudación, en el siglo XIII, de la acuñación dt: monedas de oro va
acompañada por concesiones a las actitudes mentales frente a la moneda. El
simbolismo debe atenuar la reticencia que se opone al uso de la plata, salva-
guardar el carácter "prestigioso" de las piezas y, en ausencia de valor numérico
Indicado eri la pieza, proporcionar un punto de comparación y de referencia.

193 Y 194. EL ESCUDO DE ORO DE SAN 195 Y ig6. EL DUCADO DE ORO DE VE-
LUIS. NECIA.

Acuñado a partir de I26J, aproxima- Acuñado a partir de r284, sometido


damente, aunque de una difusión res- también a devaluaciones o, menos fre-
tringida, el escudo de oro de San Luis cuentemente, a revaloraciones, el duca-
lleva en el reverso la leyenda Christus do eclipsará al florín al término de la
vincit, Christus regnat, Christus impe- Edad Media. En d anverso, San Mar-
rat, "Cristo vence, Cristo reina, Cristo co'S, patrón de la ciudad. En el rever-
impera", tema del triunfo cristológico, so, el dogo Dandolo (I28o-I288), arro-
pero al mismo tiempo tema de exorcis- dillado al pie de San Marcos. (París,
mo. En el anverso, las flores de lis. Biblioteca Nacional, Gabinete dt: las
(París, Biblioteca Nacional.) Medallas.)

689
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 186 A :102

197 Y 198. EL FLORÍN DE ORO DE FLO- anverso el lis simbólico y en el reverso


RENCIA. a San Juan Bautista, patrón de la ciu-
Acuñado a partir de I2 52, el florín de dad (el famoso baptisterio, il mio bel
Florencia alcanza pronto una difusión San Giovanni, del Dante le está dedica-
tal que, como antes el "besant" bizan- do). (París, Biblioteca Nacional, Gabi-
tino, el término se convertirá en sinó- nete de las Medallas.)
nimo de moneda de oro. Lleva en el

SELLOS
A medida que se extiende la autoridad del escrito, el sello se convierte en
el signo de la autenticidad. Es la marca de soberanía. Señores, obispos, capítu-
los, ciudades y corporaciones luchan ásperamente por conquistar y defender su
derecho de sello, que va parejo al derecho de jurisdicción. Los temas sigilográ-
ficos son a menudo reveladores de realidades políticas y mentales.

199. SELLO DE FELIPE DE ALSACIA data de I268, aunque se remonta


(1170) a II49, representa las murallas y las
Felipe de Alsacia, conde de Flandes, se torres de la ciudad, pero también la
hace representar en figura de caballe- soberanía archiepúcopal, simbolizada
ro. (París, Archivos Nacionales.) por San Pedro, patrón de la catedral.
La leyenda subraya "Santa Colonia,
.1?00. (1244).
SELLO DE GRAVELINAS por la gracia de Dios, hija fiel de la
El sello representa al patrón de la ciu- Iglesia romana". (Colonia . Museo Mu-
dad, San Willibrod d'Echt ernach, após- nicipal.)
tol de Bélgica, Holanda y Luxemburgo
en el siglo VII. El santo, revestido con
202. SELLO DE TRÉVERIS ( 1113).
los ornamentos de obispo mitrado, con
báculo y bendiciendo, realiza el simbó- Ejemplar de I22I del sello de Tréve-
lico "pasaje" en barco. El sello se en- ris, que se remonta a IIIJ. Reviste los
contró adherido a una promesa de los mismo$ caracter.es: la ciudad (Sancta
regidores de Gravelinas de unirse al Treveris), simbolizada por sus mura-
partido del rey de Francia en el caso llas y sus puertas, y el poder de la Igle-
de que la condesa Margarita de Flan- sia sobre la ciudad archiepiscopal, ma-
des no cumpliese sus compromisos con nifestado por el Cristo entre San Pedro
respecto a Francia. (París, Archivos y San Eucario, primer obispo de T.ré-
Nacionales, J. 537, núm. 5.) veris, discípulo l.egendario de San Pe-
dro, al que había sido dedicada una
201. SELLO DE COLONIA ( 1149). iglesia en el siglo V. (Tréveris, Archi-
Este ejemplar del sello de Colonia, que vos Municipales.)

690
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 203 A .\!14

CASTILLOS
Los castillos evolucionan entre el final del siglo X, en que aparecen los
primeros castillos de piedra, y el siglo XIV, en que se tornan mayores y de
estructura más compleja. Las partes consagradas a la habitación toman más
importancia. Asimismo, siguen la evolución general del arte y, por lo tanto, se
puede distinguir, por la técnica y la estética, los castillos románicos de los cas-
tillos góticos. No obstante, no dejan de responder a tres preocupaciones: el im-
perativo de la defensa (Los castillos fuertes), la necesidad de adaptarse a las con-
diciones topográficas (de donde deriva la diversidad de planos) y las razones de
prestigio (las torres tienen una significación social, tanto como una función
militar.

203. UNA TORRE DEL HOMENAJE (<<DON- constructora de los cistercienses en Ita-
JONn) CIRCULAR SOBRE UNA ELEVACIÓN lia del Sur) y los refinamientos de la
DEL TERRENO; RESTORMEL. decoración tomados de los castillos
Los normandos erizaron Inglaterra de principescos musulmanes. El espíritu
castillos, pero la piedra no reemplazó a ecléctico de Federico JI se pone de ma-
la madera sino en el curso del si- nifiesto en este edificio de asp·ecto se-
glo XII . El tipo habitual fue un ancho vero en el exterior y lugar ele delicias en
"donjon" circular, elevado sobre un el interior: "Dentro del cuadro gótico,
túmulo de tierra, esencialmente orga- atmósfera ele reino oriental" (A. Chas-
nizado para la defensa, con una entra- tel ). (Castel del M ante, A pulia.)
da estrecha y muy defendida. (Restor-
mel, Cornualles.) 205. UNA TORRE DEL HOMENAJE O «DON-
JONn; HOUDAN.
204. UN CASTILLO GÓTICO; CASTEL DEL He aquí una de esas torres que eriza-
MONTE. ban el dominio real y que los primeros
Castel del Monte fue edificado por Fe- Capetas encontraron grandes dificul-
derico JI hacia I240. Se trata de un tades en reducir. Construida de I IO 5
octógono regular, con torres también a IIJ7 por Amaury III, señor de Mon-
octogonales en los ángulos, de una ele- fort y conde de Mantes, era, ante todo,
vación de 24 metros. Incluso el patio un edificio militar: sólo se podía pe-
es octogonal. La disposición interior es netrar en él por el primer piso y por
notable: los conductos de agua y las medio de escaleras. Es una enorme
piezas recuerdan a la vez las salas ca- torre circular de quince metros de diá-
pitulares y las habitaciones conventua- metro, flanqueada por cuatro torreci-
les (Federico JI favoreció la acción llas dispuestas siguiendo los ángulos de

53
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 203 A 214

un cuadrado. De A maury, tío de ocho grandes castillos en .el País de Ga-


Luis VI el Gordo, escribe Suger que les que había conquistado: plazas fuer-
era "caballero sin par, barón muy po- tes destinadas a mantener la nueva
deroso" y que, con la reina madre Ber- conquista, pero también construccio-
trada y el hermano del rey, Felip·e, in- nes de prestigio y, en fin, residencias
tentaron oponer al rey, hacia la Nor- capaces de alojar a una corte cada vez
mandía, un obstáculo infranqueable más numerosa y exigente. Las abertu-
de castillos, desde los cuales pudiesen ras, siempre muy protegidas, se multi-
también infligirle "todos los días" da- plican. En la construcción de Beauma-
ños hasta llegar a París. (Houdan, Sei- ris, que costó aproximadamente cator-
ne-et-Oise.) ce mil cuatrocientas libras, se tardó
de I295 a IJJº· En el verano de I295,
206 . UN CASTILLO EVOLUCIONADO: trabajaban en su obra tres mil qui-
IlEAUMARIS . nientos obreros. (Beaumaris, País de
Eduardo I ( I272-I 307) hizo construir Gales.)

EXTERIORES ROMÁNICOS
El arte románico es diverso en sus tradiciones, sus oríg.enes y sus propósitos.

207. MARÍA LAACH. siguiendo el plano de una basílica ca-


La abadía benedictina de María Laach, rolingia del siglo IX, con su atrio, sus
en el Eifel, fue edificada, al menos en tres naves sin crucero y su coro con tres
su jJarte esencial, de Io93 a I I 56, bajo ábsides. A pesar de sus bóvedas de oji-
la influencia de la catedral de Spira. va, "con sus tribunas y la alternancia
Conserva la disposición de las grandes de sus pilares bien calculados, la inter-
iglesias carolingias y otonianas, con pretación del espacio y el tratamiento
atrio y westwerk, dos ábsides flanquea- de las masas son más latinas que romá-
dos de torres, lo que presta una silueta nicas" (Henri Focillon).
muy particular a su masa, dominada 209. LECZYCA.
por seis campanarios. Sin embargo, la
La colegial de Tiem cerca de Leczyca,
nave central y las naves laterales, de
en Polonia, en la provincia de Lodz, ha
plano más largo que ancho, están,
sido comenzada en II4I y consagrada
como en Tréveris, completamente cu-
en I I6I, en el emp·lazamiento de una
biertas por bóvedas de arista.
abadía fundada a finales del siglQ X
por Boleslao el Valiene a petición de
208. MILÁN: BASÍLICA DE SAN AMBROSIO. San Adalb.erto, y dedicada a la Virgen
San Ambrosio de Milán, reconstruido y San A lexis. Tiene doble ábside.

69.2
205
208

. 1 ..
EPÍGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 203 A 214

210. LUND. fue elevada a la categoría de obispado


La catedral de Lund, en Suecia (II45), a mediados del siglo XI, a arzobispado
se relaciona con la Germanía. Lund en el año I IOJ y recibió el rango de
(Londinum Gothorum), la "Lunda so- primacía[ para toda la Escandinavia
bre el Eyrarsund" de la saga de Egi l, en rI63 .

INTERIORES GóTICOS
Si la arquitectura románica es diversa, la arquitectura gótica que la con-
tinúa se desarrolla en una sola y única dirección. Contemporánea de la escolás-
tica, revela " la constancia, la continuidad y el vigor de un razonamiento" (Hen-
ri F ocillon ).

211. NOYON, CATEDRAL. se alza a cuarenta y dos metros, las ven-


La catedral de N oyon, cuyo coro y cru- tarías tienen doce metros de altura y,
cero se elevaron entre IIJO y II85 (las en el coro, el muro del triforio está
re liquias de San Eloy fueron traslada- reemplazado por una claraboya vidria-
das a ella en I I 57) y cuya nave fue re- da, que tiene tendencia a confundirse
matada a principios del siglo XIII, es con las ventanas altas.
una obra maestra del "primer arte gó- 213. BOURGES, CATEDRAL.
tico". La finalidad que guía ya su cons-
trucción consiste en eliminar toda gran La catedral de Bourges, empezada ha-
superficie mural, pero la superposi- cia II95, bajo el episcopado de Henri
ción de los cuatro pisos desarrolla una de Sully, hermano de Maurice de Sully,
horizontalidad que pronto será aban- el obispo fundador de N otre-Dame de
donada. París, jJresenta, especia lmente en su
cripta, _grandes semejanzas con la cate-
dral parisiense. El coro fue terminado
2 12. AMIENS, CATEDRAL.
en I2I4. La nave, construida en su par-
La nave de Amiens fue construida de te esencial en el segundo cuarto del si-
I220 a I2 36. El coro (elevado, contra- glo XIII, se finalizó hacia I2 JO. La no-
riamente a la costumbre, después de la vedad y la belleza de Bourges procede,
nave) se terminó en I269. La nave es sobre todo, de sus cinco naves y de la
una "obra maestra de estructura, la ex- progresión oblicua de los pisos que re-
presión más pura, más perfecta, del sis- sulta. Pero la nave central, cuyo espe-
tema gótico" . Pero ya se anuncian en cial aspecto procede de los pilares con
ella las .exageraciones y la desmesura núcleo central, rodeado de ocho co-
de la elevación: la bóveda de la nave lumnitas que se elevan a diecisiete
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 203 A 214

metros y de las grandes arcadas que dos en Constantinopla, es el primer


culminan a veintiún metros, combi- ejemplo del calado de los muros que
na maravillosamente la fuerza con el caracterizará al gótico florido. Sobre
vuelo. una capilla baja, la cual era destinada
a los servidores, se eleva la capilla-
214. PARÍ S, LA SAINTE-CHAPELLE. relicario, de una sola nave, cuyas quin-
La Sainte-Chapelle, capilla del Palacio ce inmensas ventanas no dejan entre
Real, edificada de I24J a I248, proba- ellas sino delgadas columnitas. Dichas
blemente por Pierre de M ontreui/ columnas se elevan hasta las bóvedas,
- doctor lithororum, doctor en piedra, las cuales culminan a 20,50 metros.
como dice su epitafio con referencia a Pero, de la misma manera que el fres-
los universitarios y a la escolástica-, co recubría la superficie del muro
por encargo de San Luis, que quería románico, aquí la vidriera colorea toda
albergar en ella la corona de espinas y la superficie, por entero abierta a la
un fragmento de la V era Cruz compra- luz.
EPíGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 215 A 230

CAPITELES
El capitel es un elemento esencial en la decoración romanica y pone de
manifiesto el doble carácter de su escultura arquitectural, ya que somete las
figuras al cuadro en el que se insertan, y ornamental, en el sentido de que las
ordena siguiendo un propósito de conjunto. Esa doble preocupación está ins-
pirada por la mentalidad mágica que empuja al artista a llenar todo el espac'io,
a no dejar ningún vacío a las fuerzas del mal. Puesto que el arte románico debe
"hacer hablar a la Iglesia", el capitel románico es las más de las veces bas-
tante historiado y es una transición entre el capitel corintio, que la Antigüe-
dad ha legado a la Alta Edad Media, y el capitel gótico que vuelve gustosa-
mente, bajo una forma con frecuencia más "naturalista", al campo de lo no
figurativo.

215. UN CAPITEL MEROVINGIO: JOUARRE. 2 17. UN CAPITEL ROMÁNICO: EL JUICIO


FINAL.
Capitel corintio de la cripta merovin-
gia de ]ouarre (siglo VII) -capilla fu- La escultura triunfa en los capiteles de
neraria d.e los fundadores y de sus Saint-N ectaire (siglo XII). Los ángulos
familias-, probablemente esculpido en no separan las escenas, sino que real-
el siglo VII en un taller pirenaico. zan los personajes esenciales. En la
Conserva, si bien bajo un aspecto más ilustración, el Cristo se presenta como
tosco, las volutas y las hojas de acanto juez, sentado en un trono con la lanza,
de los modelos antiguos. Sin embargo, la esponja, un martillo y los cuatro cla-
ya se desliza hacia el simbolismo me- vos: los instrumentos de la Pasión son
dieval cristiano: serpientes entrecru- todavía los instrumentos del triunfo.
zadas y áncoras que representan la Dos ángeles sostienen la Cruz. Otros
prudencia y la esperanza. (] ouarre, dos tocan la trompeta y despliegan
Seine-et-Marne, Cripta de la Abadía de banderolas. Sobre una de ellas s.e lee:
Notre-Dame.) venite, "venid". Se dirige a los elegidos,
qu.e están a la derecha del Señor. La
216. UN CAPITEL ROMÁNICO: EL SUICI· otra dice: discedite, "marchaos". Ex-
DIO DE JUDAS. pulsa a los condenados, que se lamen-
En este capitel del siglo XII, la lección tan a la izquierda. (Saint-Nectaire, Puy-
moral, la atracción de los diablos y de de-Dome.)
los monstruos, el sentido de las líneas
humanas, vegetales e imaginarias se 218. UN CAPITEL GÓTICO: HOJAS Y ANI-
MALES FANTÁSTICOS.
combinan en una composición de expre-
sividad atrayente. (Autun, Catedral.) La flora invade el capitel gótico con

695
54
EPíGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 215 A :¡30

una preocupación creciente por el rea- bilidad de la Abadía d.e Maubuisson,


lismo y una tendencia siempre mayor una maraña vegetal envuelve animales
hacia la complicación de las formas. fantásticos y monstruos, supervivencia
En este capitel de la segunda mitad dd de la época románica. (París, Museo
siglo XIII, procedente con toda proba- del Louvre.)

EVOLUCióN DE LAS ESTATUAS


Del románico al gótico, la expresión y la actitud, antes rígidas, se tornan
en primer término graciosas, después amaneradas (ils. 2I9-222). La estatua se
desprende de la columna (ils. 22 3·1226).

219- DEL ROMÁNICO AL GÓTICO. actitud nati.tral y la tranquilidad de


Obra del tercer cuarto del siglo XII, la cara "pertenecen todavía a la tra-
que se enlaza con el arte de Chartres dición monumental del siglo XIII".
por su tipo y los ritmos de sus drape- ( Lille, Palacio de Bellas Artes.)
rías. No obstante, la rigidez de las vír-
genes románicas comienza a vacilar, so- 222. GÓTICO PRECIOSISTA.
bre todo, lo cual no es común, por la Obra de los comienzos del siglo XIV,
actitud del Niño. (Estatua de Saint- en la que el preciosismo es ya evidente.
Martin-des-Champs, en París, Basílica Se emparenta con el estilo de Reims
de Saint-Denis.) -gracia y sonrisa-, por intermedio de
un modelo imitado con alguna fre-
220. GÓTICO PURO. cuencia: la Virgen dorada de la Ca-
La actitud se hac.e más libre, el rostro tedral de Amiens. (Capilla del Cemen-
se afina, los pliegues, en vez de ocultar terio de Saint-A mand-les-Pas, Pas-de-
el cuerpo, dejan transparentar sus for- Calais.)
mas (comienzo del siglo XII). (Iglesia
de Gassicourt, Oise.) 223. ESTATUAS-COLUMNAS: FIGURA DEL
ANTIGUO TESTAMENTO.
2 2 1. HACIA EL GÓTICO AMANERADO. Esta estatua de hacia finales del si-
Estatuilla del último cuarto del si- glo XII (véase il. 70) evoca las más be-
glo XIII, tallada en boj, que está em- llas creaciones francesas (desde el Pór-
parentada con los marfiles parisienses tico Real de Chartres hasta Saint-Loup
contemporáneos. Anuncia la estatuaria de Naud y, al pie de los Pirineos,
gótica posterior: ligero contoneo, ojos Saint-]ust de Valcabrere ). (Sangüesa,
almendrados, rostro saliente. Pero la Santa María la Real.)

696
219 220
224 226
EPÍGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES .: n5 A 230

224. ESTATUAS-COLUMNAS: SAN P EDRO 226. LA NOBLEZA DE ESTRASBURGO: LA


Y SAN PABLO. S INAGOGA.
Seis pedestales del siglo XII, que sos- L os artistas del taller del crucero de
tienen cada uno dos estatuas de após- Estrasburgo, hacia I2 30, fueron forma-
toles, adornan la capilla de San Mi- dos en Chartres. Si n embargo, las esta-
guel, construida para alb ergar las reli- tuas de la Iglesia (la N ueva Ley o el
quias traídas de Toledo en el momen- Cristianismo triunfant e) y de la Sina-
to de la conquista musulmana. (Ovie- goga (la Antigua L ey o el Judaísmo
do, Catedral, Cámara Santa.) vencido, bajo los rasgos tradicionales
de una mujer con los ojos vendados,
225. LA GRACIA DE LA CHAMPAIGNE: que simboliza la ceguera de los judíos
ÁNGEL «DE LA SONRISA» DE REIMS. frente al Cristo) manifiestan "una es-
Esta célebre estatua data del perío- piritualidad y un refinamiento del sen-
do I2J6-I250. Es la obra del último pe- timiento propiamente locales" (V. Be-
ríodo de Reims. "Arte de una elegan- yer). Cabe también en lo posible que
cia exagerada, que tiene una gracia el escultor se haya inspirado en mo-
exquisita, aunque es una gracia com- delos en madera. (Estrasburgo. Cate-
pletamente humana, que no expresa dral: copia. El original se encuentra
ningún pensamiento religioso" (G. Gail- en el Museo de la Obra de Nuestra Se-
lard). (Reims, Catedral.) ñora.)

PEREGRINOS
La gran peregrinación conduce a Santiago de Compostela, y la insignia del
santo, la concha, convertida en signo de los peregrinos, adorna los vestidos, las
casas y los m01iumentos en todos los caminos que llevan a Galicia. Se trata de
una concha abundante en las costas de la región, la concha venera, populari-
zada por el milagro de Santiago, según el cual salvó de ahogarse a un príncipe
arrastrado por su caballo desbocado al mar, de donde salió cubierto de conchas.
Los papas reservaron el monopolio de la venta de conchas a ciertos mercaderes
de Santiago, autorizados por el arzobispo para venderlas en el pórtico de la
catedral.

227. SANTIAGO PEREGRINO. tela. Testimonio de ello es esta es-


La basílica de Saint-Julien de Brioude, tatua del siglo XV que representa al
término de una peregrinación regional santo con el sombrero adornado de la
muy concurrida, constituía también concha. (Iglesia de Saint-Julien de
una etapa hacia Santiago de Compos- Brioude.)
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACION ES .215 A 230

228. LA SALVACIÓN POR LA PEREGRINA- la ruta puede terminar en esas etapas


CIÓN. intermedias. Aquí una santa curande-
En ese cortejo de elegidos del Juicio ra, Santa Redegunda (véase il. I4), en
Final que figura en el tímpano de la una desviación de un camino de San-
catedral de Autun (siglo XII) podemos tiago, cerca de Rodez, es solicitada por
ver un cruzado y un hombre del pue- los lisiados y los enfermos, que f arman
blo (un "jacquet", un "jacobeo"), con un fuerte contingente de las tropas de
su saco al hombro y, al extremo de su la peregrinación. Los exvotos de los
bastón de peregrino, la bolsa de piel acogidos (miembros curados, bastones
adornada con una cruz o con una con- ya inútiles) son ofrecidos a la santa.
cha sobre uno de sus lados. La peregri- (Fresco del siglo XII, Sainte-Radegon-
nación los ha salvado. La escultura sir- de, Aveyron.)
ve de propaganda a la peregrinación.
(A utun, Catedral.) 230. UNA FAMILIA DE PEREGRINOS.
Esta miniatura adorna una Biblia del
229. LA PEREGRINACIÓN DE LOS LISIA- siglo XIII, ejecutada en la abadía de
DOS: SANTA REDEGUNDA. Saint Waast de Arras. Ilustra el co-
Las grandes peregrinaciones atraen a mienzo, un poco modificado, del Li-
la red la formación en las encrucijadas bro de Rut: "Elimelec emigra (pere-
de sus caminos de centros locales y re- grinatur) al país de los moabitas con
gionales. Pasar por esas etapas y rezar su mujer y sus dos hijos" (en el texto
en ellas sus devociones f arma parte de de la Biblia se precisa que es el ham-
la peregrinación. Para la mayor parte bre lo que los hace partir). Los emi-
no es sino una parada, un eslabón de grantes están representados con el ves-
la piadosa cadena que les lleva a lo le- tido clásico del peregrino: sombrero,
jos. Para otros, a los que la fatiga, la bastón, alforjas. ( Bolonia, Biblioteca
falta de dinero o un milagro detienen, Municipal, manuscrito 5, fol. 83.)

698
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 231 A 246

TESORO DE SAINT-DENIS
Los tesoros de las iglesias constituyen el lujo eclesiástico: homenaje a Dios,
objetos de prestigio, reserva económica que se empeña, vende· o hace fundir en
caso de necesidad.
Se hallan compuestos, en general, por objetos de arte, antiguos o árabes,
montados en el siglo XII y adornados de cabujones o de trozos de metal dorado
que tanto amaba el gusto bárbaro de la Edad Media.
Uno de los más ricos y célebres tesoros es el reunido por el abad Suger
para la basílica de Saint-Denis, a mediados del siglo XII. He aquí cuatro de las
principales piezas conservadas hasta nuestros días:

231. COPA LLAMADA DE LOS PTOLOMEOS, 2 33· JARRO ANTIGUO, EN SARDÓNICE.


EN SARDÓNICE.
(París, Museo del Louvre.)
(París, Biblioteca Nacional.)

232. CÁLIZ DE SUGER, EN SARDÓNICE. 234· JARRO ÁRABE EN CRISTAL DE ROCA.

(Wáshington, National Gallery of Art.) (París, Museo del Louvre.)

FORMAS ROMANICAS, FORMAS CóTICAS


No hay un tipo único de fachada románica. Incluso en las más ordenadas,
la unidad entre todos sus elementos se encuentra raramente conseguida de una
manera total. Las aberturas y la ornamentación siguen siendo limitadas. La
fachada continúa siendo, en primer término, un muro. La fachada gótica crece
formando pisos estrictamente ordenados hacia la elevación de las torres. Los
pórticos, las altas ventanas, los rosetones agujerean el muro por todas partes.
Un universo de estatuas puebla todos los huecos. Al ritmo románico de las for-
mas redondas, que intenta reproducir la perfección del universo en la iglesia-
microcosmos, se opone el vuelo gótico hacia la luz, la búsqueda hacia el más
alto de los cielos. Al escalonamiento románico de las masas, convergentes hacia
la torre linterna encima del crucero, se opo ne la cabecera gótica, elevándose a
través de la caja horadada de los arbotantes. Al recogimiento y al misterio romá-
nicos encerrados entre los pesados pilares de la nave, las bóvedas de medio
punto o de aristas y los muros con aberturas escasas, se enfrenta el arranque
gótico que crece a lo largo de las elegantes columnas hacia el crucero de ojivas,
bañado en la luz.

699
55
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 231 A 246

235. MÓDENA, FACHADA DE LA CATEDRAL. creaciones góticas: Amiens y Beau-


Fachada compartimentada en tres par- vais.
tes verticales, correspondientes a las
tres naves, cortadas por una galería 239· SAINT-NECTAIRE, ÁBSIDE DE LA
IGLESIA.
horizontal encima de los pórticos. Fue
comenzada en I909 por el arquitecto Ábside maravillosamente ordenado de
Lanfranc y embellecida por el céleb ~e una de las más bellas creaciones de la
escultor Wiligelmo. El rosetón fue arquitectura románica en la A uvernia
abierto en el siglo XIII. El "campani- de mediados del siglo XII.
le" del fondo, separado, la Ghirlandi-
na, coronada por un cuerpo octogonal 240. LE MANS, ÁBSIDE DE LA CATEDRAL.
de comienzos del siglo XIV, le propor-
El ábside de la catedral de Le Mans
ciona ci.erto arranque.
(el coro fue consagrado en r2 54) es "un
ábside gótico evolucionado, de una
236. REIMS, FACHADA DE LA CATEDRAL.
gran riqueza en la composición de las
Creación de cuatro maestros de obra y masas... que los arbotantes parecen
de varios talleres de escultura, entre menos sostener que izar en su vuelo ha-
I::l.IO y I260. cia los ci.elos" (Henri Focillon).

237. LA TRINIDAD DE CAEN (ABADÍA DE 241. CARDONA, NAVE LATERAL DE LA


LAS DAMAS), CORO. IGLESIA.
Construida a partir de rn62. Funda- Sant Vicens de Cardona, en Catalu-
ción de la reina Matilde, esposa de ña ( Io40), es una de las primeras gran-
Guillermo el Conquistador, que fue des creaciones del arte románico.
sepultada en la abadía en el año
rn83. 242 · BOURGES, NAVE LATERAL DE LA
CATEDRAL.
238. COLONIA, CORO DE LA CATEDRAL.
Ese primer colateral de la catedral de
Edificada de I248 a r322 sobre el mo- Bourges (entre I2 30 y r270) es una
delo de las más audaces y elegantes nave intermedia (véase il. 2IJ).

700
233 234
2 43
EPfGRAFES DE LAS ILUSTRACIONES 231 A 246

RELICARIOS
El orfebre ha sido constantemente requerido para la disposición y la con-
servación de las reliquias. Las formas son más diversas, más o menos apropiadas
a la naturaleza de la reliquia, la ornamentación más o menos libre. Pero lo pri-
mordial es la ri·queza: calidad de la primera materia, decoración sobrecargada.

243· COFRE-RELICARIO VIKINGO. 245· COFRECILLO-RELICARIO DE BEGÓN

Cofrecillo-relicario del siglo XII, de Y DE PASCUAL II.

madera recubierta de cobre dorado, Cofrecillo-relicario plano rectangular,


procedente de la iglesia de Hedal en el colocado sobre una base achaflanada.
V aldres. Tiene la forma de una igle- Está confeccionado en madera recu-
sia de madera, con la techumbre rema·- bierta de placas de plata, doradas en
tada por las características cabezas de parte. La cara principal presenta al
dragones, tomadas de la ornamenta- Cristo en cruz, entre la Virgen y San
ción de las extremidades de los barcos juan, y, encima de él, el sol y la luna.
U nas inscripciones indican que .el reli-
vikingos. A un lado, el asesinato de
cario ha sido realizado en Conques,
Tomás Becket (objeto de una intensa
bajo el abaciado de Begón ( I087-I I07 ),
propaganda por parte de la Iglesia) y
para guardar las reliquias enviadas
la Epifanía, en el otro la Crucifixión.
desde Roma por el papa Pascual JI.
(Oslo, Museo de las Artes Decorativas.) (Conques, iglesia de Sainte-Foy.)
244. CAJA Y PIE-RELICARIO. 246. ESTATUA-RELICARIO: SAINTE-FOY DE
Este altar portátil es también un reli- CONQUES.
cario. De ahí su nombre de caja de Esta célebre estatua, revestida de pla-
Egbert, del nombre del arzobispo de cas de oro e incrustada de piedras pre-
Tréveris (977-993) para quien la obra ciosas, ha sido ejecutada probablemen-
fue ejecutada en un momento en que te entre el año 983, fecha de un mila-
la ciudad era un célebre centro de orfe- gro que hizo afluir los donativos, y el
brería, que trabajaba especialmente IoI3, aíio en que dos clérigos de Char-
para la familia imperial otoniana. Las tres, de paso por Conques, se indigna-
influencias bizantinas, traídas por in- ron ante el carácter jJagano de este ído-
termedio de la emperatriz Theófana, lo. La estatua, enriquecida por diversas
mujer de Otón JI, son sensibles en ella. piezas, alberga, en una cavidad de la
Es una de las más bellas piezas del ri- parte posterior, el cráneo de Sainte-Foy,
quísimo tesoro de la catedral. (Tréve- rodeado por una placa de plata. (Con-
ris, catedral, Schatzkammer.) ques, iglesia de Sainte-Foy.)
BIBLIOGRAFÍA DE ORIENTACIÓN
No figura en esta bibliografía ninguna obra que trate exclusivamente de
la Baja Edad Media (siglos x1v-xv).

l. ÜBRAS GENERALES. XVIII. COMERCIO, MONEDA, MER-


II. HISTORIAS NACIONALES. CADERES.

III. ALTA EDAD MEDIA. XIX . LA SOCIEDAD: INTEGRA-


CIONES Y EXCLUSIONES.
IV. EL ÜRIENTE, BIZANCIO, EL
ISLAM y LA CRISTIANDAD. XX. JUDÍOS.

v. MARINA, VIAJES. XXI. PEREGRINACIONES.


VI. ALIMENTACIÓN. XXII. DERECHO E IDEAS POLÍ-
VII . DEMOGRAFÍA. TICAS_

VIII. FAMILIA, MUJER. XXIII. HISTORIA INTELECTUAL.


IX. HISTORIA MILITAR. XXIV. HISTORIA LITERARIA .
X. CASTILLOS. XXV. HISTORIA DE LAS CIEN-
XI. CRUZADAS . CIAS.

XII . TÉCNICAS. XXVI. HISTORIA DE L ARTE.

XIII. HISTORIA E IDEAS ECONÓ- XXVII. HISTORH ECLE SIÁSTICA Y


MICAS, GENERALIDADES. RELIGIOSA, E SPIRITUALI-

XIV. HISTORIA AGRARIA y CAM- DAD.

PESINOS. XXVIII. HEREJÍAS.

XV. FEUDALIDAD y SEÑORES. XXIX. SENSIBILIDAD y MENTALI-

XVI. CIUDADE S y BURGUESES . DADES.

XVII. CORPORACIONES, ARTESA- XXX. VESTIDO.


NOS, OBREROS. XXXI. VIDA COTIDIANA.
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

l. OBRAS GENERALES

M. BEcK: Finsteres oder romantisches Mittelalter. Zurich, 195º·


M. BLOCH: Mélanges historiques. 2 vols. París, 1963.
The Cambridge Medieval History. 8 vols. Cambridge, 19u-1963.
F. L. GANSHOF: Histoire des relatians internatianales: Le Mayen Age. París,
1953·
L. GÉNICOT: Les lignes de faite du Mayen Age. Tournai, 3.ª ed. i96 i.
L. HALPHEN: lnitiation aux études du Mayen Age. i.ª ed. París, 194º· Nueva
ed. 196i.
R . LóPEz: Naissance de l'Europe. IV•-XIV• siecle. París, i962.
O. MEYER y R. KLAUSER, ed. Clavis Mediaevalis: Kleines Worterbuch der
Mittelalterfarschung. Wiesbaden, i962.
E. PERROY, J. AuBOYER, C. CAHEN, G. DUBY, M. MüLLAT: Le Mayen Age. His-
toire générale de Civilisations. T. III. París, 1955·
H. QulRIN: Einführung in das Studium der Mittelalterlichen Geschichte. 3.ª
ed. revisada. Braunschweig, 1964.

II. HISTORIAS NACIONALES

ALEMANIA
G. voN BELOW: D.er deutsche Staat des Mittelalters. 2.ª ed. Leipzig, 1925.
B. GEBHARDT: Handbuch der deutschen Geschichte. S.ª ed. Stuttgart, 1954-1960.
F. LuTGE: Deutsche Sozial und Wirtschaftsgeschichte. 2.ª ed. Berlín, 1960.

INGLATERRA
M. W. BERESFORD y J. K. S. SAINT-jOSEPH: Medieval England, an aerial survey.
Cambridge, 1958.
- The Oxford History of England. T. II-VI. Oxford, 1947-196i.
D. M. STENTON: English Society in the Early Middle Ages, ro66-I 307. 1952.

AUSTRIA
H. HANTSCH: Die Geschichte Osterreichs. 4.ª ed., t. I. Viena, 1959·

BÉLGICA
R. DOEHAERD: L'Expansion économique beige au Mayen Age. Bruselas, 1946.
H. PIRENNE: Histoire de Belgique. T. I-III. Bruselas, 1909-1912. 3.ª ed. 1922.
BIBLIOGRAFfA DE ORIENT ACióN

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MENÉNDEZ PIDAL: La España del Cid. 2 vols. 1929.
VrcENS VrvEs: Historia social y económica de España y América.
T. I: Colonizaciones, feudalismo, América primitiva (s. vm-xn). Barcelo-
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T. II: Patriciado urbano, Reyes CMólicos, descubrimiento de América (si-
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ITALIA
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J. RuTKOWSKI: Histoire économique de la Pologne avant les partages. París,
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PORTUGAL
P. DAVID: Études historiques sur la Galice et le Portugal du V/6 au XIIº siecle.
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LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

ESLAVOS
F. DvoRNIK: The Slavs. Their Early His_tory and Civilization. Boston, 1956.

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CH. DAwsoN: Le Mayen Age et les origines de l'Europe. 1932, trad. fr. 1934
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M. DEANESLY: Histoire de l'Europe du Haut Mayen Age (476 a 9II). Trad.
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J. DÉcARREAUX: Les moines et la Civilisation. París, 1962.
A. DELÉAGE: La vie rurale en Bourgogne jusqu'au début du XIe siecle. 2 vols.
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H. FICHTENAU: L'Empire carolingien. Trad. fr. 1958.
J. FoNTAINE: Isidore de Séville et la culture classique dans l'Espagne wisigothi-
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A. GRABAR y C. NoRDENFALK: La peinture du Haut Mayen Age du IV< au XIº
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R. GROUSSET: L'Empire des stepp.es. 1934.
L. HALPHEN: Charlemagne et l'Empire carolingien. 1947.
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F. HENRY: L' art irlandais. 1963.
J. HuBERT: L' art préroman. París, 1938.
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C. LELONG: La vie quotidienne en Gaule a l' époque mérovingienne. 1963.
E. LESNE: Histoire de la propriété ecclésiastique en France. 6 vols. 1910-1943.
F. LoT: La fin du monde antique et le début du Mayen Age. 1917, nueva
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(1) Bibliografía francesa (en la que se incluyen algunas traducciones) muy sumaria.
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J. LEVRON: Le chdteau fort et la vie au Mayen Age. París, 1962.

XI. CRUZADAS

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(1) Conviene también consultar el T . IV. G. FR 1\ NZ: G!'.ffhichte des B avernsla11drs, I !¡li ~ . -
N. del T.

712
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A. SAPORI: Studi di storia economica (sec. XIII-XIV-XV). 3.ª ed. Florencia,
1955·
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L. G. VALDEAVELLANo: El mercado. Apuntes para su estudio en León y Castilla
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LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

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G. G. ScHoLEM: Les grands courants de la mystique juive, la M erkaba, la Gnose,
la Kabbale, le Zohar, le sabbatianisme, le hassidisme. Trad. fr. París, 1950.
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L. BurssoN: Konig Ludwig IX und das Recht. 1954·
F. CALASSO: I glossatori e la teoría della sovranita. 3.ª ed. Milán, 1957.·
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M. DAVID: La souveraineté et les limites juridiques du pouvoir monarchique.
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R. FOLZ: L'idée d'empire en Occident du ve au XV< siecle. París, 1953·
F. HEER: Aufgang Europas: eine Studie zu den Zusammenhiingen zwischen po-
litischer Religiositiit, Frommigkeitsstil und dem W erden Europas im Xll
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CH. H. Me lLWAIN: The growth of political thought in the West. Nueva York,
1932. 7.• ed. 195º·
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G. TELLENBACH: Libertas: Kirche und Weltordnung im Zeitalter des Inv es-
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M. D. CHENU: Saint Thomas d'Aquin et la Théologie. París, 1959·
H. DE LuBAC: Exégese médiévale. Les quatre sens de l'Ecriture. 3 vols. París,
i959- 196i.
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E. GrLSON : Les idées et les Lettres. París, 1932.
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M. GRABMANN: Die Geschicht.e der scolastischen Methode. 2. vols . Friburgo de
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M. Woon: The English Mediaeval House. 1964.
.,,.
INDICE DE ILUSTRACIONES
ILUSTRACIONES EN NEGRO

EL MEDIO GEOGRAFICO Y LOS HOMBRES

Epígrafes de las ilustraciones I a I I . 20

1. Un castillo medieval: Chiteau-Gaillard. (Foto ]. Roubier.)


2. Roturaciones medievales y caminos : <<Les Ventes» y ((Le Haut-Bois».
(Foto l. G. N. París.)
3. Poblaciones reconstruidas: Boynes. (Foto l . G. N. París.)
4. Villas nuevas: una ((bastida», Rabastens-de-Bigorre. (Foto l. G. N. París.)
5. Abadía, aldea y roturación: Saint-Jean-aux-Bois. (Foto l. G. N. París.)
6. Un camino medieval: camino de Santiago entre Orense y Santiago de
Compostela. (Foto Yan.)
7. Una ciudad medieval: la ((Cité» de Carcasona. (Foto piloto-operador
R . Henrard.)
8. Un puerto medieval: Aigues-Mortes. (Foto Ray-Delvert.)
g. Un puente medieval: el puente de Saint-Bénézet en Aviñón. (Foto J. Roru-
bier.)
10. Una abadía cisterciense: Fontenay (Cote-d'Or). (Foto Lapie, Fototeca
francesa.)
11. Una abadía cisterciense: Rievaulx (Yorkshire). (Foto]. K. St.-]oseph. Cam-
bridge.)

LA CRISTIANIZACióN DEL OCCIDENTE BARBARO

Epígrafes de las ilustraciones I2 a 20 . 44


1.2. Un testimonio de la cristianización: la piedra de Jelling. (Foto N ational
Museum. Dinamarca.)
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

13. Una «autoridad)) medieval: San Agustín. (Foto Archivos fotográficos.


París.)
14. Importancia de las reglas monásticas: Santa Radegunda. (Foto Archivos
fotográficos. París.)
15. Restauración del Imperio: Carlomagno. (Foto Giraudon.)
16. Restauración de la idea imperial en el siglo x: Otón II. (Foto Giraudon.)
17. La cristianización: un milagro de San · Benito. (Foto Archivos fotográfi-
cos. París.)
18. La cristianización: un milagro de San Martín. (Foto Archivos fotográfi-
cos. París.)
19. Un soberano bárbaro: Childerico I. (Foto Ed. Arthaud. Op. A. Martín.)
20. Un soberano bárbaro: Alarico II. (Foto Kunsthistorisches M useum. Viena.)

DE LA JERUSALÉN CELESTE A LAS MARAVILLAS TERRESTRES

Epígrafes de las ilustraciones 2r a 29 . 74


21. ((Yo soy la puerta y todo aquel que entra por Mí será salvado»: Pórtico
de la Gloria en Santiago de Compostela. (Foto Yan.)
22. La Jerusalén celeste. (Foto Biblioteca Nacional. París.)
23. Caballeros a la cruzada. (Foto E. Janet Le Caisne.)
24. Un emperador: Federico I Barbarroja. (Foto Giraudon.)
25. Una consagración de iglesia: Cluny. (Foto Archivos fotográficos. París.)
26. Monjes roturadores. (Foto Studio R. Remy. Dijon.)
27. Al final de la Edad Media: la sociedad monárquica. (Foto Biblioteca del
Arsenal. París.)
28. Al final de la Edad Media: Venecia, Puerta del Oriente. (Foto University
Press. Oxford.)
29. Al final de la Edad Media: un príncipe. (Foto Anderson. Roma.)

DIVERSIDAD BARBARA Y FUNDADORES DE LA CRISTIANDAD

Epígrafes de las ilustraciones 30 a 46 . 166

30 y 31. Barbarización del arte romano: los dípticos de Estilicón y de Boecio.


(Foto Alinari. Florencia.)
32. Un ccfundadorn de la Edad Media: Boecio músico. (Foto University Li-
brary. Cambridge.)
33. Una biblioteca de la Alta Edad Media y un c<fundadorn: Casiodoro. (Falo
/. Decarreaux.)
fNDICE DE ILUSTRACIONES

34. Un «fundador» de la Edad Media: Isidoro de Sevilla. (Foto Biblioteca


del Estado Bávaro. M unich.)
35. Un maestro inspirado de la Edad Media: Gregorio Magno. (Foto Hildjard
Morschen.)
36. El gusto bárbaro: tapa de encuadernación de la reina Teodolinda. (Foto
Bayerische Frommigkeit. Munich Stadtmuseum.)
37. Una joya bárbara: la fíbula de oro de Linón. (Foto Ed. Arthaud. Op.
A. Martín.)
38. Arte animalístico vikingo: una cabeza «barroca» de Oseberg. (Foto Uni-
versitetets Oldsaksamling. Oslo.)
39. Arte irlandés: el libro de Kells. (Foto Green Studio. Dublín.)
40. Un manuscrito carolingio: el evangeliario de Carlomagno. (Foto Biblio-
teca Nacional. París.)
41. Una miniatura carolingia: el sacramental de Marmoutier. (Foto Le Visage.
Autún.)
42. Grandes hombres del Renacimiento carolingio: Alcuino y Rabán Maur.
(Foto Biblioteca Nacional. Viena.)
43 y 44. Decadencia del arte carolingio: Andrómeda en el siglo IX y en el
año 1000. (N. 0 43: Biblioteca de la Universidad de Leyden. N.º 44: Biblio-
teca Municipal. Boulogne-sur-Mer.)
45. El arte carolingio y Bizancio: mosaico de Germigny-des-Prés. (Foto Archi-
vos fotográficos. París.)
46. Una gran idea carolingia: la capilla imperial de Aquisgrán. (Foto Bildar-
chiv. Marburgo.)

MITOS DE LA TIERRA: EL UNIVERSO, LOS CULTIVOS Y LA HISTORIA

Epígrafes de las ilustraciones 47 a 73 . 202

47. Geografía medieval: los tres continentes. (Foto Bildarchiv. Marburgo.)


48. Cosmografía medieval: el aire y los vientos. (Foto Archivos fotográficos.
París.)
49. Teología de los elementos: simbolismo y vida de la piedra. (Foto Biblio-
teca Nacional. París.)
50. Teología de los elementos: el agua. Los cuatro ríos del Paraíso. (Foto
Archivos fotográficos. París.)
51. El sentimiento de la naturaleza: La Bella Selva. (Foto Bayerische Staats-
bibliotek . Munich.)
52 . Cartografía medieval: el mundo en el siglo xm. (Foto Giraudon.)
53. Los peligros de la ruta: el buen samaritano. (Foto N . D. Giraudon.)
54. El infiel: un sarraceno. (Foto J. Roubier.)

73 1
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

55. Los paganos: llegada de San Adalberto al territorio de los prusianos.


(Foto T. Dobrzeniecki. Museo Narodowe. Varsovia.)
56. Los infieles: un caballero de la Reconquista y un moro. (Foto O. E. Uran-
ga. Pamplona.)
57. El antisemitismo: un judío lapidando a San Esteban. (Foto Bildarchiv.
Marburgo.)
58. Culminación de una pesadilla medieval: la, Torre de Babel. (Foto Kunst-
historisches M useum. Viena.)
59. Permanencia de un ((exemplum)) medieval: la parábola de los ciegos.
(Foto Anderson-Viollet.)
60. Obsesiones medievales: tentaciones de San Antonio. (Foto Anderson-
Viollet.)
61. Embellecimiento de un suefio medieval: el país de Jauja o de Cocaña.
(Foto Pinacoteca. Munich.)
62 y 63. La iniciación de la historia humana: Adán y Eva. (Foto B. A ury.)
64. La iniciación de la historia humana: Adán y Eva y la serpiente. (Foto
Archivos fotográficos. París.)
65. La Historia Sagrada: el árbol de Jesé. (Foto Archivos fotográficos. París.)
66. Historia profana de la antigüedad y simbolismo tipológico. (Foto Biblio-
teca Nacional. Viena.)
67. Un héroe antiguo adoptado y adaptado por la Edad Media: Alejandro
en batiscafo. (Foto Biblioteca Real. Bruselas.)
68. La Historia antigua en la Edad Media: Dido y Eneas. (Foto Biblioteca
Nacional. Nápoles.)
69 y 70. Las leyendas germánicas en la Cristiandad: la leyenda de Sigurd
en Noruega y en España. (N. 0 69: Foto Giraudon. N.º 70: Foto Mas.
Barcelona.)
7i. Un héroe medieval: Carlomagno. (Foto Giraudon.)
72. Un episodio de historia nacional: el bautismo de Clodoveo. (Foto Biblio-
teca Nacional. París.)
73. La historia contemporánea: las Grandes Crónicas de Francia. (Foto
Ed. Arthaud. Archivos.)

MITOS DE SALVACIÓN: TEMORES Y ESPERANZAS

Epígrafes de las ilustraciones 74 a 91 . 253

74. El Demonio devorador de hombres. (Foto P. Jahan. Ed. du Rocher.)


75. El término de la historia individual y colectiva: el Juicio Final. (Foto
J. Roubier.)
76. El Diablo tentador. (Foto Archivos fotográficos. París.)

732
iNDICE DE ILUSTRACIONES

77. Los instrumentos del Diablo: la música profana y la mujer. (Foto Archivos
fotográficos. París.)
78. La mujer, instrumento del Diablo. (Foto Archivos fotográficos. París.)
79. Las víctimas terrestres del Demonio: una posesa. (Foto Prof. Tommasoli
Fu Filippo. V erona.)
So. Dios: el Cristo sufriente y el Descendimiento. (Foto ]. Roubier.)
81 y 82. Dios sufriente y Dios triunfante. (N.º Sr: Foto Giraudon. N. 0 82:
Foto Archivos fotográficos. París.)
83. El Dios de los teólogos: la Trinidad. (Foto Bildarchiv. Marburgo.)
84. Cristo Salvador: el Cristo en el Árbol de la Vida. (Foto Biblioteca del
Estado Bávaro. M unich.)
85. Un rey taumaturgo: Eduardo el Confesor. (Foto University Library.
Cambridge.)
86. Los ángeles: ángeles de la Resurrección. (Foto Mas. Barcelona.)
87. Los ángeles: el ángel exterminador. (Foto Archivos fotográficos. París.)
88. Los ángeles: el arcángel de la elección eterna, San Miguel. (Foto Mas.
Barcelona.)
89. La angustia de la salvación: el temido tiempo del Anticristo. (Foto Biblio-
teca Nacional. París.)
90. La angustia de la salvación: el Cristo Salvador. (Fo to Instituto Nacional
de Conservación de Monumentos. Praga.)
91. La angustia de la salvación: la resurrección de los muertos. (Foto Fototeca
Alemana. Dresde.)

LAS TÉCNICAS, LAS ARTES Y LA ECONOMíA

Epígrafes de las ilustraciones 92 a I r2

92. Economía rural: el arado con ruedas. (Foto Prof. Tommasoli Fu Filippo.
Verana.)
93. Economía rural: molinos. (Foto Biblioteca Real. Bruselas.)
94. Economía rural: un tiro de bueyes. (Foto British Museum. Londres.)
95. Economía rural: la viña. (Foto ND. Giraudon.)
96. Economía rural: la siega. (Foto Museo Nacional Renano. Bonn.)
97. Economía rural: la vendimia. (Foto ]. Roubier.)
98. Trabajo de la madera: constructores de navíos. (Foto Giraudon.)
99. Una industria medieval: la construcción. (Foto Archivos fotográficos.
París.)
lOO y 101. Una industria medieval: la construcción. (Foto Biblioteca del
Monasterio de Monte Cassino.)
102. El progreso de la navegación:· el timón de charnela. (Foto Staatsarchiv.
Hamburgo.)

733
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

103. Poderío de las corporaciones de mercaderes: el sello de los bateleros de


París. (Foto E. ]anet Le Caisne.)
104. Alimentación urbana: mercader de carne salada. (Foto Bulloz.)
105. Expansión del arte textil: la pañería. (Foto St. R. Remy. Dijón.)
106. Los mercaderes y la usura: comercio y moral. (Foto Biblioteca Nacional.
París.)
107. Una primera materia tintórea para el artesanado y la industria: la hierba
pastel. (Foto ]. Boulas. Orleáns.)
108. Una feria: el «Leditn de Saint-Denis. (Foto Bulloz. )
109. El arte del marfil: cofrecillo hispano-árabe. (Foto L. Spiegel. M unich.)
110. El arte de los bordadores: un bordado islandés. (Foto Archivos fotográ-
ficos. París.)
11 I. El arte del metal: el pie de cruz de Saint-Omer. (Foto Giraudon.)
112. El arte del metal: una reja del siglo xm. (Foto Archivos fotográficos .
París.)

LA SOCIEDAD : LOS TRES óRDENES Y LOS EXCLUIDOS

Epígrafes de las ilustraciones I I 3 a I 30 .

113. Un caballero. (Foto Norsk Folkemuseum. Oslo.)


114. Las clases sociales: caballeros y campesinos al final del siglo xr. (Foto
Ed. Arthaud. Op. H. Paillasson.)
115. Las clases sociales: clérigos y campesinos. (Foto Alinari. Florencia.)
i 16. La lucha de clases: el derecho de asilo. (Foto Archivos fotográficos. París.)
117-118. La monarquía y las clases sociales: la pesadilla de Enrique I de
Inglaterra. (Foto University Press. Oxford.)
119. Contrastes sociales: el rico y el pobre. (Foto N. D. Giraudon.)
120. La lucha de clases: villano contra caballero. (Foto U. Orlandini. Módena.)
121. Los campesinos y la vigilancia señorial. (Foto British Museum. Londres.)
122. La realeza de derecho divino: rex a Deus coronatus. (Foto Biblioteca del
Estado Bávaro. Munich.)
123. Un rey medieval: Eystein de Noruega. (Foto Museo Histórico de la Uni-
versidad. Bergen.)
124. Una corona real: la corona de Hungría. (Foto Bildarchiv. Marburgo.)
125. Un báculo episcopal. (Foto Giraudon.)
126. Una insignia imperial: la Santa Lanza. (Foto Kunsthistorisches Museurn.
Viena.)
127. Los excluidos: un leproso. (Foto Giraudon.)
128. Los encerrados: la prisión. (Foto Deutsche Fototh ek. Dresde.)
129. Los excluidos: Job. (Foto Biblioteca Nacional. París.)

734
íNDICE DE ILUSTRACIONES

130. Los excluidos: (( D anza de los ahorcados» . (Foto Pierpon Margan Library.
Nueva York.)

ORDEN DEL GESTO Y DESORDEN OBSESIVO

Epígrafes de las ilustraciones r 3 r a r 36 .

131. La concepción bárbara de la justicia: una ordalía, la prueba del fuego.


(Foto Biblioteca Real. Bruselas.)
132. La civilización del gesto: una investidura. (Foto A linari. Florencia.)
133. Vida moral: los pecados capitales, la lujuria. (Foto Mus eos Nacionales .)
134. Simbolismo moral y arte de las formas: la sirena . (Foto Yan.)
135. El sueño: José y el ángel. (Foto Yan.)
136. La ciudad maldita: Babilonia. (Foto Biblioteca Nacional. París.)

DOS CONCEPCIONES DEL ESPACIO: EL AR TE ROMÁNICO Y LA


CIENCIA GóTICA

Epígrafes de las ilustraciones r 37 a r40 .

137. Formas románicas: el juego de las formas redondas en el espacio. (Foto


Yan -Zodíaco.)
138. Formas románicas: el claustro de Thoronet. (Foto Archivos fotográficos.
París.)
139. Formas góticas: el orden de las bóvedas de Bourges. (Foto S. Moulinier.)
140. Formas góticas: interior de la catedral de Laón. (Foto]. Roubier.)

MENTALIDADES Y SENSIBILIDADES

Epírrafes de las ilustraciones r4r a r5r . 454


141. Simbolismo animal y mentalidad dualista. (Foto Biblioteca Municipal.
Saint· Omer.)
14.2. Simbolismo animal y vida moral: la serpiente y la muerte del mal rico.
(Foto Archivos fotográficos. París.)
143. Los milagros: vencer a la muerte. (Foto Archivos fotográficos. París.)
144. Simbolismo animal: el grifo. (Foto Archivos fotográficos. París.)
145. Los milagros: vencer al hambre. (Foto Archiv os fotográficos . París.)
146. Realismo y alegría del vivir: un músico. (Foto ]. Roubier.)

735
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

147. El culto de la fuerza: la proeza. (Foto Biblioteca Nacional. París.)


148. Milagro de la vida material: el precio del hierro. (Foto Instituto Nacional
de Conservación de Monumentos. Praga.)
149. La crueldad: suplicios de los mártires. (Foto Museo de Arte de Cataluña.
Barcelona.)
150. La violencia y el furor: cadáveres. (Foto Biblioteca Nacional. París.)
151. Monstruos humanos: las razas del extremo dd mundo. (Foto British Mu-
seum. Londres.)

DE LO SAGRADO A LO PROFANO: LA CONVERSióN DE LA VISióN


MENTAL

Epígrafes de las ilustraciones I 52 a z6z

152. Las artes liberales: Aristóteles. (Foto Ed. Arthaud. Op. E. Mas.)
153. El libro: un tesoro. (Foto Biblioteca Municipal. Saint-Omer.)
154. El libro: un instrumento. (Foto Archivos fotográficos. París.)
155. El pr-ogreso de la ciencia: la lección de anatomía. (Foto Biblioteca Nacio-
nal. París.)
156. La carne mortificada: la tentación de San Benito. (Foto Archivos fotográ-
ficos. París.)
157. Lejos del ascetismo: la despreocupación. (Foto Ed. Arthaud. Op. A. Fage.)
158. Justicia y crueldad: mutilaciones. (Foto Biblioteca Nacional. París.)
159. Desgracias y violencia: Job. (Foto Biblioteca Nacional. París.)
160. Placeres corporales: baño y festín. (Foto Biblioteca Angélica. Roma.)
161. Una nueva sensibilidad: la naturaleza y el sermón de San Francisco a los
pájaros. (Foto Corpus Christi College. Cambridge.)

CEREMONIAS Y JUEGOS

Epígrafes de las ilustraciones z62 a z7 5 . 474


162. La religión: un sacramento, el bautismo. (Foto Museum of Fine Arts.
Bastan.)
163. La religión: Fulberto predicando en la catedral de Chartres. (Foto Bi-
blioteca Nacional. París.)
i64. La sociedad castrense: un juego para el señor. (Foto Giraudon.)
i65. La sociedad castrense: músico y danzarina. (Foto Archivos fotográficos.
París.)
i 66. Inquietud de los castillos y de las ciudades: los centinelas. (Foto Biblio-
teca Nacional. París.)
fNDICE DE ILUSTRACIONES

167. Juegos señoriales: el trie-trae. (Foto Giraudon.)


168. Juegos señoriales: peón de ajedrez. (Foto Giraudon.)
169. El amor cortés: el beso. (Foto Museo Nacional. Munich.)
170. Juegos señoriales: una partida de ajedrez. (Foto Giraudon.)
171. L a familia: el Tiempo presentando los grados de p arentesco. (Foto Gi-
raudon.)
172. Juegos populares: la cencerrada. (Foto Biblioteca Nacional. París.)
173· Juegos populares y campesinos: la gallina ciega. (Foto H. Bron. Mont-
pellier.)
174· Ceremonias: el principesco bautismo del delfín Carlos. (Foto Giraudon.)
175· Ceremonias: lamentaciones fúnebres. (Foto Museo de Arte de Cataluña.
Barcelona.)

HACIA UNA NUEVA IMAGEN DEL HOMBRE Y DEL MUNDO

Epígrafes de las ilustraciones I76 a I85 . 492

176. Espiritualidad del sufrimiento: Pieta. (Foto Loi"c ]ahan.)


177· Los males de la guerra: éxodo durante la Guerra de los Cien Años. (Foto
Biblioteca Real. Bruselas.)
178. Calamidades: la peste negra. (Foto Biblioteca Real. Bruselas.)
179· Locuras y desgracias: el baile de los ardientes. (Foto Giraudon.)
180. Retrato principesco: Enrique el Navegante. (Foto Yan .)
181. Retrato de un noble: Laurent Froimont. (Foto Museos Reales de Bellas
Artes. Bruselas.)
182. La revolución intelectual: la imprenta. (Foto Ed. Arthaud. Op. M. La-
vrillier.)
183. Revolución de la sensibilidad: el cadáver. (Foto Museo Calvet. Aviñón.)
184. Moral y técnica humanistas: la Templanza y su reloj . (Foto Giraudon.)
185. El Occidente y el mar: un navío veneciano de finales del siglo xv. (Foto
Bulloz.)

LAS VIRTUDES Y LOS VICIOS

Epígrafes de las ilustraciones I86 a I88 . 688

186. El árbol de las Virtudes y el árbol de los Vicios. (Foto Biblioteca de la


Universidad . Gante.)
187. Castidad contra lujuria. (Foto St. Brice. Valenciennes.)
188. La esca la de las Virtudes. (Foto Biblioteca Municipal. Wiesbaden.)

737
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

LOS TRABAJOS DE LOS MESES

Epígrafes de las ilustraciones I89 a I92 . 689

189. Febrero: cava de la tierra y signo zodiacal de los peces. (Foto Tasi.)
190. Mayo: fusión del tema señorial del caballero y del tema campesino de
la poda de los árboles por medio del hocino. (Foto Tasi .)
191. Junio: la siega: corte de los tallos a media altura, a fin de dejar altos ras-
trojos para pasto de los rebaños. (Foto Tasi.)
192. Agosto: fabricación de toneles para la próxima vendimia. (Foto Tosi .)

MONEDAS DE ORO

Epígrafes de las ilustraciones I93 a I98 . 690

193 y 194. El escudo de oro de San Luis. (Foto Giraudon.)


195 y 196. El ducado de oro de Venecia. (Foto Giraudon.)
197 y 198. El florín de oro de Florencia. (Foto Giraudon.)

SELLOS

Epígrafes de las ilustraciones I99 a 202

199. Sello de Felipe de Alsacia (1170). (Foto M. Bovis.)


200. Sello de Gravelinas (1244). (Foto Giraudon.)
201. Sello de Colonia (1149). (Foto Museo Municipal. Colonia.)
202. Sello de Tréveris (1113). (Foto Biblioteca Municipal. Tréveris.)

CASTILLOS

Epígrafes de las ilustraciones 203 a 206 692

203. Una torre del homenaje (ccdonjon») circular sobre una elevación del te-
rreno: Restormel. (Foto Aerofilms Ltd. Londres.)
.204. Un castillo gótico: Castel del Monte. (Foto E . Boudot-Lamotte.)
205. Una torre del homenaje o ccdonjon»: Houdan. (Foto E. Boudot-Lamotte.)
206. Un castillo evolucionado: Beaumaris. (Foto A irviews Ltd. Manches ter
Airport.)
tNDICE DE ILUSTRACIONES

EXTERIORES ROMANICOS

Epígrafes de las ilustraciones 207 a 2 .ro

207. María Laach. (Foto E. Boudot-Lamotte.)


208. Milán: basílica de San Ambrosio. (Foto A linari. Florencia.)
209. Leczyca. (Foto T. Biniewski. Varsovia.)
210. Lund. (Foto Forlag Berndt ]ohnsson . Malmo e.)

INTERIORES GóTICOS

Epígrafes de las ilustraciones 2I I a 2r,¡ .

211. Noyon, catedral. (Foto Archivos fotográficos. París.)


212 . Amiens, catedral. (Foto R. Roubier.)
213. Bourges, catedral. (Foto ]. Roubier.)
214. París, la Sainte-Chapelle. (Foto E. Boudot-Lamotte.)

CAPITELES

Epígrafes de las ilustraciones 2I5 a 2I8

215. Un capitel merovingio. Jouarre. (Foto G. Franceschi.)


216. Un capitel románico: el suicidio de Judas. (Foto Archivos fotográficos.
París.)
217. Un capitel románico: el Juicio Final. (Foto Archivos fotográficos. París.)
218. Un capitel gótico: hojas y animales fantásticos. (Foto Ed. Arthaud. Op.
M. Lavrillier.)

EVOLUCióN DE LAS ESTATUAS

Epígrafes de las ilustraciones 2I9 a 226 . 699

219. Del románico al gótico. (Foto Museos Nacionales.)


220. Gótico puro. (Foto Archivos fotográficos. París.)
22i. Hacia el gótico amanerado. (Foto Museos Nacionales.)
222. Gótico preciosista. (Foto Museos Nacional~s.)

739
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

223. Estatuas-columnas: figura del Antiguo Testamento. (Foto Ed. Sicilia.


Zaragoza.)
224. Estatuas-columnas: San Pedro y San Pablo. (Foto Yan.)
225. La gracia de la Champaigne: Ángel «de la sonrisa» de Reims. (Foto Ar-
chivos fotográficos. París.)
226. La nobleza de Estrasburgo: la Sinagoga. (Foto ]. Roubier.)

PEREGRINOS

Epígrafes de las ilustraciones 227 a 230 . 701

227. Santiago peregrino. (Foto E . f anet Le Caisne.)


228. La salvación por la peregrinación. (Foto E. f anet Le Caisne.)
229. La peregrinación de los lisiados: Santa Radegunda (fresco del siglo xm).
(Foto E. Janet Le Caisne.)
230. Una familia de peregrinos. (Foto Archivos fotográficos. París.)

TESORO DE SAINT-DENIS

Epígrafes de las ilustraciones 2 JI a 2 34 .

231. Copa llamada de los Ptolomeos, en sardónice. (Foto Giraudon.)


232. Cáliz de Suger, en sardónice. (Foto National Gallery of Art. Wáshington.)
233. Jarro antiguo en sardónice. (Foto Giraudon.)
234. Jarro árabe en cristal de roca. (Foto Giraudon.)

FORMAS ROMÁNICAS, FORMAS GóTICAS

Epígrafes de las ilustraciones 235 a 242 .

235· Módena, fachada de la catedral. (Foto Alinari. Florencia.)


236. Reims, fachada de la catedral. (Foto N . D. Giraudon.)
237. La Trinidad de Caen (Abadía de las Abbayé-aux-Damas), coro. (Foto
E. Boudot-Lamotte.)
238. Colonia, coro de la catedral. (Foto f. Roubier.)
239. Saint-Nectaire, ábside de la catedral. (Foto L. fahan.)
240. Le Mans, ábside de la catedral. (Foto Ed. Arthaud. Op. M. Audrain.)
241. Cardona, nave lateral de la iglesia. (Foto Yan .)
242. Bourges, nave lateral de la catedral. (Foto f. Roubier.)

740
tNDICE DE ILUSTRACIONES

RELICARIOS

Epígrafes de las ilustraciones 24 3 a 246

243. Cofre-relicario vikingo. (Foto Giraudon.)


244. Caja y pie-relicario. (Foto Bildarchiv. Marburgo.)
245. Cofrecillo relicario de Begón y de Pascual II. (Foto Archivos fotográficos.
París.)
.246. Estatua-relicario: Sainte-Foy de Conques. (Foto Giraudon.)

ILUSTRACIONES EN COLOR

l.Miniatura románica: la tempestad. (Foto Bildarchiv. Marburgo.)


Leyenda de la lámina I . 41
II. Pintura románica: martirio de Santa Margarita. (Foto Yan-Zo-
díru:o.)
Leyenda de la iámina II . 133
III. Escultura románica: la Virgen y el Niño. (Foto Yan-Zodíaco.)
Leyenda de la lámina III . 193
IV. Tapicería románica: el mes de abril. (Foto Giraudon.)
Leyenda de la lámina IV . 22 i
V. Vidriera gótica: entierro de la nodriza Britonis. (Foto A. Larn-
mer, Ed. Thames and Hudson. Londres.)
Leyenda de la lámina V . 289
VI. Orfebrería gótica: Dios en majestad. (Foto Giraudon.)
Leyenda de la lámina VI . 341
VII. Fresco gótico: Adán y Eva en el Paraíso terrenal. (Foto Hansjorg
Abuja. Klagenfurt.)
Leyenda de la lámina VII . 397
VIII. Hacia la pintura del Renacimiento: el Crucifijo de Cimabue.
(Foto Agence Scala. Florencia.)
Leyenda de lá lámina VIII . 429

74 1
CUBIERTAS

EN EL ANVERSO: Eva, fragmento del dintel del pórtico norte de la catedral


de Autún. Hacia 1135-1140. Museo Rolin, Autún. (Foto abate Grivot.)
EN EL REVERSO: Las manos del Diablo, detalle del Juicio Final del tímpano
en el pórtico occidental de la catedral de Autún, obra de Gisleberto, siglo xn.
(Foto abate Grivot.)
_,

INDICE DE MATERIAS
CAPÍTULO DE GRACIAS. 7
ADVERTENCIA DEL EDITOR . 9
PREFACIO 11

INTRODUCCIÓN

I. LA EVOLUCióN HISTóRICA

CAPÍTULO l. LA INSTALACIÓN DE LOS BÁRBAROS (SIGLOS V-VII)


La crisis del mundo romano (siglos 11-Iv)
Romanos y bárbaros
I . Mapa del mundo romano a finales del siglo IV
Las invasiones y el nuevo mapa del Occidente .
2. Mapa de los reinos bárbaros en el siglo VI .
El Occidente de la Alta Edad media: nuevas estructuras.
Conclusión: de la Antigüedad a la Edad Media, ¿con-
tinuidad o ruptura?

CAPÍTULO II. LA TENTATIVA DE ORGANIZACIÓN GERMÁNICA (SIGLOS VIII-


X)
El Occidente carolingio .
3. Mapa del Imperio carolingio, Bizancio y el Islam
a principios del siglo IX
La crisis en los siglos IX-X: los nuevos invasores .
La crisis del mundo carolingio: aspectos internos .
4. Mapa. Hacia Europa: particiones del Imperio ca-
rolingio. 79

745
LA CIVILIZACióN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

La restauración otoniana 89
Renacimiento del siglo x 91
5. Plano de Opole 84
6. Plano de Trelleborg 84
7. Plano de Haithabu 85
Con el usión: el take off medieval, ¿llamada exterior
o fuerza interna? . 93
CAPÍTULO III. LA FORMACIÓN DE LA CRISTIANDAD (SIGLOS XI-XIII) 95
Expansión de la Cristiandad: el progreso de la cons-
trucción, los progresos agrícolas y demográficos 95
8. Mapa de Europa hacia el año Iooo 97
9. Plano del bosque de Rambouillet 98
IO. Plano del bosque de Saint-Denis 98
II . Plano de Altheim 99
I2. Plano de f ablonow 99
Expansión de la Cristiandad: cristianización al Norte
y al Este. Reconquista española. Cruzadas . 101
IJ. Mapa de las primeras Cruzadas 107
I4. Mapa de las Cruzadas del siglo Xlll 109
El renacimiento urbano . .111
I5. Plano de Génova lU
r6. Plano de París. 113
r7. Plano de Colonia 116
I8. Plano de Kalisz 116
I9. Plano de Lübeck 117
20. Plano del mercado de Lübeck 117
La renovación comercial 120
El desarrollo intelectual y artístico . 122
La Iglesia y la religión en la expansión de la Cris-
tiandad 123
2I. Mapa de la orden de Cluny en los siglos X y XI . 124
22. Mapa de la orden de Clteaux durante los siglos XII
y XIII . 126
23. Mapa de la orden dominica en IJOJ . u8
24 . Mapa de la orden franciscana hacia IJ44 129
La feudalidad occidental 134
Peripecias políticas: el sacerdocio y el Imperio 141
Peripecias políticas: los Estados 143
25. Mapa de Francia al advenimiento de Felipe Augus-
to (rr8o) 145
26. Mapa de Francia al advenimiento de Felipe VI de
Valois (I328) 147
fNDICE DE MATERIAS

Conclusión: la organización del espacio medieval, ¿ ciu-


dades o Estados? 15º

CAPÍTULO IV. LA CRISIS DE LA CRISTIANDAD (SIGLOS XIV-XV) 153


El fin de la frontera medieval . 153
La crisis del siglo XIV . 154
27. Mapa del Occidente a principios del siglo XIV . 1 55
El sentido de la crisis, ¿depresión general o condición
de progreso?

II. LA CIVILIZACIÓN MEDIEVAL

CAPÍTULO V. CLARIDADES EN LA NOCHE (SIGLOS V-IX) lfü


Cultura pagana y espíritu cristiano . 161
Saber en migajas 163
Regresión y adaptación . i65
Islotes de civilización: ciudades, c:ortes, monasterios 171
28. Plano de Saint-Gall 172
29. Plano de Fontenay . i 76
30. Plano de Cluny i77
Los «fundadores» de la Edad Media 181
El Renacimiento carolingio . i82

CAPÍTULO VI. ESTRUCTURAS ESPACIALES y TEMPORALES (SIGLOS x-xm). 185


Calveros y bosques . 185
·La movilidad medieval: los caminos 188
La naturaleza y el universo 192
La Cristiandad y Bizancio: los cismáticos 195
. La Cristiandad y el Islam: los infieles. 200
La Cristiandad y los paganos: la conversión 211
La Cristiandad y el mito mongol .:03
·¿Cristiandad abierta o cerrada? 214
El más allá: Dios . 216
El más allá: el Demonio 224
Entre la tierra y el cielo: los ángeles 228
Tiempo, Eternidad, Historia 230
¿Indiferencia o atención al tiempo? 242
Tiempos sociales: tiempo natural y tiempo rural. 245
Tiempos sociales: tiempo señorial 249
Tiempos sociales: tiempos religioso y clerical . 2 .~o
La huida del mundo 259
El sueño milenarista: Anticristo y Edad de Oro 263

747
LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

CAPÍTULO VII. LA VIDA MATERIAL (SIGLOS x-xrrr) 273


Las «invenciones medievales» . 273
JI· Plano de Saint-Aubert-sur-Orne . 275
32. Plano de Eras y Hubert-Folie . 275
33. Weston Pinkney: plano catastral del siglo XVI. 277
34. Weston Pinkney: vista aérea actual . 277
Debilidad del «maquinismo» medieval 278
La madera y el hierro . .· . . 282
Técnicas rurales 288
Fuentes de energía 292
Los navíos . 297
Los progresos técnicos 298
Una economía de subsistencia 303
Las mentalidades económicas 313
Un mundo al borde del límite: hambres 317
Miseria psicológica y epidemias 327
Agotamiento e inseguridad . 331
El crecimiento económico: la coyuntura medieval . 335
Economía natural y economía monetaria . 337
El crecimiento económico: repercusiones sociales 342

CAPÍTULO VIII. LA SOCIEDAD CRISTIANA (SIGLOS X-XIII) . 349


La sociedad de los tres órdenes . 349
De la sociedad tripartita a los «estados del mundo» . 355
La sociedad bicéfala: el papa y el emperador . 360
La sociedad rota: la Torre de Babel 371
Individuo y comunidad . 375
La comunidad familiar . 381
35. Plano de la batalla de Arsuf ( II9I) 384
36. Plano de la batalla de Bouvines ( I2I4) 384
37. Plano de la batalla de Courtrai ( I 302) 385
La mujer y el niño . 387
La comunidad señorial . 390
Comunidades aldeanas y comunidades urbanas . 392
La ciudad y la sociedad urbana 395
La lucha de clases: sociedad urbana y sociedad feudal. 400
La lucha de clases en el medio rural . 402
La lucha de clases en el medio urbano 409
La mujer en la lucha de clases . 410
Rivalidades en el interior de las clases . 41 2
La Iglesia y la realeza en la lucha de clases . 41 4
Comunidades intersociales: cofradías, división en clases
por la edad . 41 7
1NDICE DE MATERIAS

' rltros sociales: iglesias, castillos, molinos, tabernas 419


Herejías y lucha de clases . 421
·Los excluidos: heréticos, leprosos, judíos, hechiceros,
sodomitas, deformes, extranjeros, vagos . 422

C APÍTULO IX. MENTALIDADES, SENSIBILIDADES, ACTITUDES (SIGLOS x-xm). 433


El sentimiento de inseguridad . 433
El recurso a la antigüedad: las «autoridades» . 433
El recurso a la intervención divina: milagros y ordalías. 439
La mentalidad y la sensibilidad simbólicas . 441
38. Planos de Ottmarsheirn . 448
39. Plano y sección de San Ambrosio de Milán . 449
Abstracción y sentido de lo concreto: el color y la luz,
la belleza y la fuerza 450
Las evasiones y los sueños . 460
La evolución hacia el realismo y el racionalismo 461
El espíritu escolástico . 467
La interiorización y el moralismo . 470
El amor cortés, amor moderno . 472
La desacralización de la naturaleza . 478
La falsedad y la mentira 479
Una civilización de la apariencia: el alimento y el lujo
alimenticio, el cuerpo y el gesto 479
El vestido y el lujo vestimentario . 483
La casa y la ostentación de la habitación 485
Una civilización del juego . 486
EPÍLOGO. PERMANENCIAS y NOVEDADES (SIGLOS XIV-XV) 489
Las permanencias 489
La exasperación y la exageración 490
El humanismo . 495

ATLAS HISTÓRICO
Mapa I. El Occidente geográfico . 499
Mapa II. Las invasiones 5°3
Mapa III. La expansión de Occidente (siglos XI-XII). 5°7
Mapa IV. El Occidente religioso 511
Mapa V. Los centros intelectuales del siglo XII 51 5
Mapa VI. El Occidente románico 51 7
Mapa VII. El Occidente gótico . 521
Mapa VIII. El Occidente económico a finales del si-
glo XIII .

749
LA CIVILIZAClóN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

TABLAS CRONOLÓGICAS

DICCIONARIO DE NOMBRES, TÉRMINOS Y NOCIONES 599


40. Diseño de un crucero de ojivas . 607
4z. Planos de catedrales góticas 607
42. D iseños de ábsides o cabeceras del álbum de Villard
de H onnecourt . . . 608
43. Plano de los Jacobinos de Toulouse 608
44. Plano de Santa Elisabeth de Marburgo 609
45. Diseño de una fachada de catedral gótica . 609
46. Planos de basílicas románicas . 611
47. Diseños de elementos de arquitectura románica . 612
48. Sección transversal de Saint-Martial de Limoges 613
49. Sección transversal de la catedral de Bourges . 619
50. Plano de un castillo roquero o fuerte medieval 622
5z. Plano del «donjonn y del castillo de Loches 623
52. Planos de castillos románicos 623
53. Plano del castillo de Beaumaris (Anglesey) 624
54. Plano del Castel del Monte (Apulia) 624
55· Diseño de la abadía de c luny en I I 57 . 626
56. Sección transversal de la iglesia de Cluny III 627
57. Esquema de un dominio seiiorial . 633
58. Sección transversal de la catedral de Laón . 653
59. Diseño de la abadía de Monte Cassino . 661
60. Diseño de arbotantes y ventanas de la catedral de
Reims 671
6z. Diseño de San Pedro de Roma . 673
62. Diseño de la abadía de Saint-Gall 675
63. Diseño de Santiago de Compostela 677

!LUSTRACIONES DEL DICCIONARIO 687

BIBLIOGRAFÍA DE ORIENTACIÓN 703

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES . 727

ÍNDICE DE MATERIAS . 743


SE TERMINÓ DE IMPRIMIR
ESTE LIBRO EL DfA 31 DE ENERO DE 1970,
EN LOS
TALLERES GRÁFICOS DE A. NúÑEZ
PARfS, 208 - BARCELONA
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