Constitución Mexicana
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1 Agradezco los importantes comentarios que los doctores Sergio López Ayllón y
Ernesto Villanueva realizaron a este ensayo. Cualquier error que éste pueda contener es
responsabilidad exclusiva del autor.
2 Derechos del Pueblo Mexicano. Antecedentes, origen y evolución del articulado
constitucional, México, Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, LII Legislatura,
1985, t. II, articulado, pp. 6-20.
3 Castaño, Luis, La libertad de pensamiento y de imprenta, México, UNAM, Coor-
dinación de Humanidades, 1967, pp. 18-42.
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Tantas restricciones son extrañas en una sección que se llama derechos del
hombre. No parece sino que la comisión cuando enuncia una gran verdad,
cuando proclama un principio, cuando reconoce un derecho se atemoriza,
quiere borrarlo con el dedo y por esto establece luego toda clase de restric-
ciones.5
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16 Carpizo, Jorge, obra citada, pp. 16-24. Al respecto la última tesis de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación se estableció al resolver el pleno el Amparo en revisión
1 475/98 —Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo— el 11 de mayo
de 1999 y que a la letra dice: “ TRATADOS INTERNACIONALES SE UBICAN JERÁRQUICAMENTE
POR ENCIMA DE LAS LEYES FEDERALES Y EN UN SEGUNDO PLANO RESPECTO DE LA CONSTI-
TUCIÓN FEDERAL. Persis- tentemente en la doctrina se ha formulado la interrogante res-
pecto a la jerarquía de normas en nuestro derecho. Existe unanimidad respecto de que
la Constitución Federal es una norma fundamental y que aunque en principio la expresión
‘...serán la ley suprema de toda la Unión...’ parece indicar que no sólo la carta magna
es la suprema, la objeción es superada con el hecho de que las leyes deben emanar de
la Constitución y ser aprobadas por un órgano constituido, como lo es el Congreso de la
Unión y de que los tratados deben estar de acuerdo con la ley fundamental, lo que
claramente indica que sólo la Constitución es la ley suprema. El problema respecto a
la jerarquía de las demás normas del sistema, ha encontrado en la jurisprudencia y en
la doctrina distintas soluciones, entre las que destacan: supremacía del derecho federal
frente al local y misma jerarquía de las dos, en sus variantes lisa y llana, y con la
existencia de ‘leyes constitucionales’, y la de que será ley suprema la que sea calificada
de constitucional. No obstante, esta Suprema Corte de Justicia considera que los tratados
internacionales se encuentran en un segundo plano inmediatamente debajo de la ley
fundamental y por encima del derecho federal y el local. Esta interpretación del artículo
133 constitucional, deriva de que estos compromisos internacionales son asumidos por
el Estado mexicano en su conjunto y comprometen a todas sus autoridades frente a la
comunidad internacional; por ello se explica que el Constituyente haya facultado al pre-
sidente de la República a suscribir los tratados internacionales en su calidad de jefe de
Estado y, de la misma manera, el Senado interviene como representante de la voluntad
de las entidades federativas y por medio de su ratificación obliga a sus autoridades.
Otro aspecto importante para considerar esta jerarquía de los tratados, es la relativa a
que en esta materia no existe limitación competencial entre la Federación y las entidades
federativas, esto es, no se toma en cuenta la competencia federal o local del contenido
del tratado, sino que por mandato expreso del propio artículo 133 el presidente de la
República y el Senado pueden obligar al Estado mexicano en cualquier materia, inde-
pendientemente de que para otros efectos éste sea competencia de las entidades federa-
tivas. Como consecuencia de lo anterior, la interpretación del artículo 133 lleva a con-
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siderar en un tercer lugar al derecho federal y al local en una misma jerarquía en virtud
de lo dispuesto en el artículo 124 de la ley fundamental, el cual ordena que ‘Las fa-
cultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios
federales, se entienden reservadas a los estados’. No se pierda de vista que en su anterior
conformación, este máximo tribunal había adoptado una posición diversa en la tesis P.
C/92, publicada en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, número 60,
correspondiente a diciembre de 1992, página 27, de rubro: ‘LEYES FEDERALES Y TRATADOS
INTERNACIONALES, TIENEN LA MISMA JERARQUÍA NORMATIVA’; sin embargo, este tribunal
pleno considera oportuno abandonar tal criterio y asumir el que considera la jerarquía
superior de los tratados incluso frente al derecho federal” .
17 García Ramírez, Sergio, “ Admisión de la competencia contenciosa de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. El caso de México” , México y las declaraciones
de derechos humanos, Héctor Fix-Zamudio (coord.), México, UNAM-Corte Interameri-
cana de Derechos Humanos, 1999, pp. 143-155. Véase Fix-Zamudio, Héctor, México y
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, México, Comisión Nacional de los De-
rechos Humanos, 1999, 161 pp.
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les preocupa que la ley pudiera servir para lesionar los legítimos derechos
a y de la información; la mayoría de ellas no está muy enterada de lo
que ha acontecido en otras partes del mundo, especialmente en los países
más adelantados.
Además, a algunos dueños de concesiones de radio y televisión les
preocupa que esa ley pudiera ser el pretexto para cancelarles concesiones
de radio y televisión cuando han realizado inversiones cuantiosas en
aquéllas. Intencionalmente se les ha asustado para que se opongan a
cualquier iniciativa y por ello prefieren el status quo, que los mantiene
en una posición vulnerable frente al Poder Ejecutivo federal, que una
posible legislación que les garantice sus derechos. Parece que el viejo
probervio: “ más vale malo conocido que bueno por conocer” , los guía
en este punto.
De mala fe. Defienden sus intereses creados, no desean que cambie
la situación actual que los beneficia con libertinaje, corrupción, irres-
ponsabilidad jurídica y ética. Sólo hay que ver a algunos periodistas o
editorialistas —reitero, no es posible generalizar— el tren de vida que
llevan: residencias que ya envidiarían millonarios de otros países, coches
de gran lujo, fiestas espectaculares, viajes faraónicos. ¿Cómo es posible
que con sus ingresos declarados, puedan vivir así? Ellos se han auto-
nombrado los defensores de la “ libertad de expresión” en México. Es
la misma situación que acontece —y que por desgracia se ha generalizado
en nuestro país— del ladrón que grita: “ agarren al ladrón” y el colmo
del cinismo, algunos de ellos reteladrones, con dejo irónico, emplean
esta oración con sentido crítico. En verdad que hay que vivir para ver.
E. Sobre este punto es indispensable que se conozca más y mejor la
realidad y el derecho comparados, que con objetividad se analice el de-
sarrollo del derecho a la información en los países más adelantados que
cuentan con sistemas democráticos consolidados. La propia democracia
se fortalece cuando los derechos, las libertades y las obligaciones de los
medios de comunicación masiva son precisos y no se prestan a confusión
alguna.
No me cabe ninguna duda de que algún día México va a contar con
una buena y adecuada legislación sobre el derecho a la información para
fortalecer y proteger la libertad de expresión, y para que ella se armonice
con el respeto a otros derechos humanos, pero fundamentalmente para
fortalecer nuestro sistema democrático.
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36 Carrillo, Marc, obra citada, pp. 132-138, 154-155 y 165 y 166. Capseta Castellá,
Joan, obra citada, pp. 100 y 101. Escobar de la Serna, Luis, obra citada, pp. 285 y 286.
37 Franceschini, Laurence, Droit de la Communication, París, Hachette, 1996, p. 100.
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Les droits et les devoirs du journaliste, París, CFPJ Éditions, 1995, p. 35.
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Para el análisis y alcances jurídicos de las tres hipótesis o casos de la cláusula de
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conciencia en la legislación francesa, véase Capseta Castellá, Joan, obra citada, pp. 102-
118. Franceschini, Laurence, obra citada, pp. 23 y 24. Carrillo, Marc, obra citada, pp.
143-147.
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42 Pigeat, Henri, Médias et déontologie. Règles du jeu ou jeu sans règles, París,
Presses Universitaires de France, 1997, pp. 13, 48 y 192 y 193. Halimi, Serge, Les
nouveaux chiens de garde, París, Liber-raisons d’agir, 1997, p. 102.
43 Carpizo, Jorge, Derecho a la información..., cit., p. 510.
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formación será garantizado por el Estado” así como los tratados inter-
nacionales ratificados por nuestro país;
d) que los jueces vayan estableciendo los precedentes judiciales y los
casos más importantes puedan llegar al conocimiento de la Suprema Cor-
te de Justicia de la Nación. Los tribunales pueden y deben jugar un
papel importantísimo para defender estos derechos y libertades y en ge-
neral todos los derechos humanos;
e) que cuando sea necesario, y después de agotarse todos los recursos
internos, se recurra a instancias internacionales como la Comisión y, en
su caso, la Corte interamericanas de Derechos Humanos, y
f) que como ha ocurrido en otros países, la legislación respectiva vaya
expidiéndose sobre un “ colchón jurídico” que son las sentencias y la
jurisprudencia de los tribunales.
Desde luego que prefiero que se legisle ya y sobre todos los aspectos
del derecho a la información46 y así lo he manifestado, pero después de
contemplar el frustrado intento por legislar en 1998, considero que es
más realista ir legislando poco a poco, sobre aquellos aspectos en los
cuales los jueces apliquen e interpreten las normas respectivas y sobre
otros rubros en los cuales se va alcanzando consenso, como puede ser
el acceso a documentos públicos.
Lo único inadmisible es el dejar hacer, dejar pasar, la parálisis jurídica,
el desprecio a la protección de los derechos humanos y la subordinación
de algunos de estos derechos a otros.
Hay que saber defender la dignidad humana en sus más diversos as-
pectos. Hay que saber defender el régimen democrático y los derechos,
libertades y garantías que el mismo presupone y protege.