Unidad Pluralidad Delitos
Unidad Pluralidad Delitos
Unidad Pluralidad Delitos
1.1. Introducción
La teoría de la concurrencia delictiva se ocupa de los supuestos en los que un mismo
autor debe responder de varios delitos, presentándose entonces el problema de cómo
determinar la sanción finalmente aplicable. A tal efecto, los Códigos penales fijan los
correspondientes criterios en el marco de las reglas relativas a la determinación de la
pena. En el caso del vigente Código penal español de 1995, vienen aquí en
consideración los artículos 73 y 75 a 78.
Existe, sin embargo, una cuestión metodológica previa: cómo decidir, en los casos límite,
si estamos ante un solo delito o ante varios; lo que Max Ernst MAYER denominaba “el
arte de contar los delitos”. Comenzaremos indicando qué casos son estos, con el fin de
enjuiciar las reglas legales que directamente inciden sobre esta materia (artículos 8 y 74
CP). Una vez separados estos supuestos de unidad delictiva, estaremos en condiciones
de abordar, ya en la siguiente lección, las hipótesis de concurso efectivo de delitos, así
como las reglas legales de determinación de la pena aplicable en tales supuestos.
2.1. Introducción
Nos referimos con esta expresión a aquellas hipótesis en las que un mismo supuesto
fáctico es, en principio, reconducible a diversas normas penales, pero del análisis de la
conexión existente entre ellas se concluirá la suficiencia de una sola (norma o ley
preferente) para colmar el contenido desvalorativo de aquel supuesto.
Si junto a la ley preferente se aplicara otra de las formal y aparentemente concurrentes
estaríamos conculcando el principio “non bis in idem”. Por el contrario, en las hipótesis
de concurso (efectivo) de delitos es precisa la aplicación conjunta de todos los tipos
concurrentes en orden a la valoración exhaustiva del hecho concreto.
La determinación de si estamos ante un concurso sólo aparente de normas penales o
ante un concurso efectivo de delitos es, ante todo, un problema de interpretación de la
ley penal y de ahí que sea en este contexto donde muchos autores analicen el problema
que nos ocupa. Pero, desde la perspectiva que aquí nos interesa, es decir, la separación
entre unidad y pluralidad de delitos, los supuestos de concurso aparente de normas
penales lo son, sin duda, de infracción singular.
De ahí la exclusiva aplicación de la ley preferente, con la consecuencia jurídica en ella
prevista. Sin embargo, alguna sentencia aislada (como la STS de 6 de abril de 1988)
entiende que puede tomarse en consideración (“combinación de marcos penales”) el
mínimo penal más elevado o las consecuencias accesorias de la ley excluida. Pero, si
así lo hiciéramos, se perdería por completo el sentido de la separación entre concurso de
normas y concurso de delitos.
En el campo del concurso aparente de normas penales, carece de relevancia la
distinción entre unidad y pluralidad de acción, como ponen de manifiesto los supuestos
de hecho anterior o posterior impune o “copenado”, a los que aludiremos a continuación.
2.2.1. Especialidad
Según el art. 8. 1º CP, “el precepto especial se aplicará con preferencia al general” (lex
specialis derogat legi generali). Se trata del único principio admitido sin reservas, por
coincidir con la categoría lógica de inclusión o subordinación: uno de los preceptos
contiene en sí todos los elementos o características del otro y, además, algún otro
elemento o característica adicional, que opera en sentido especializante.
Es ésta la relación existente entre el tipo básico (ley general) y sus modalidades
cualificadas o privilegiadas (leyes especiales). Por ejemplo, el asesinato del art. 139 CP
es lex specialis frente al homicidio simple del art. 138 CP. No constituye obstáculo
alguno a la admisión de la relación de especialidad el dato de que las normas
aparentemente concurrentes se encuentren recogidas en textos legales distintos (por
ejemplo, el Código Penal y la Ley Penal y Procesal de la Navegación Aérea, como
sucedía en el caso fallado por la STS de 15 de febrero de 2000).
2.2.2. Subsidiariedad
Definido en el art. 8. 2º CP en estos términos: “El precepto subsidiario se aplicará sólo en
defecto del principal, ya se declare expresamente dicha subsidiariedad, ya sea
tácitamente deducible” (lex principalis derogat legi subsidiariae). El sentido propio de la
norma subsidiaria es, por tanto, entrar en juego sólo cuando resulte inaplicable la ley
principal.
El precepto que nos ocupa acoge la convencional distinción entre subsidiariedad expresa
y tácita. En la primera, el carácter prevalente del tipo principal viene indicado por el
propio legislador, bien remitiéndose a otro precepto concreto (por ejemplo, en los
artículos 342, 352 y 415 del Código penal se alude a quien “sin estar comprendido en el
artículo anterior”), o bien hablando en términos generales de “si el hecho no constituye
un delito más grave”, o expresiones análogas.
Mientras que tales cláusulas de subsidiariedad expresa no suscitan mayor discusión,
resulta, por el contrario, objetable el recurso, frecuente en el Código penal español, a
cláusulas en cuya virtud el legislador llega a decidir si la concurrencia normativa es sólo
aparente, o se da un efectivo concurso de delitos (así sucede, por ejemplo, en los
artículos 153, 229. 3º, 346. pfo. 2º, 445, etc. CP).
En los supuestos de subsidiariedad tácita, la existencia de tal relación se determina por
vía interpretativa, atendiendo a los tipos en abstracto concurrentes. Se acude
normalmente a este criterio en las hipótesis de protección a un mismo bien jurídico en
diversos estadios de ataque, de modo que las formas imperfectas de ejecución del delito
son subsidiarias respecto a la consumación, las modalidades de participación frente a las
de autoría o el peligro concreto frente a la lesión del mismo bien jurídico, como se
reconoce generalmente.
2.2.3. Consunción
Según el art. 8. 3º CP, “el precepto penal más amplio o complejo absorberá a las
infracciones consumidas en aquél” (lex consumens derogat legi consumptae). Resulta
difícil diferenciar las hipótesis reconducibles a este principio interpretativo y las de
subsidiariedad. Según un criterio extendido, parece que en el caso de la consunción no
se trata tanto de comparar en abstracto los tipos concurrentes, cuanto de atender a si, en
la situación concreta, el desvalor captado por uno de los tipos aparece incluido en el
desvalor tenido en cuenta por el otro.
La doctrina dominante, así como la jurisprudencia, reconducen al ámbito de la
consunción los casos de “hecho acompañante típico” (los daños en la puerta quedan
normalmente consumidos en el robo con fractura) y los hechos anteriores o posteriores
impunes (o “copenados”). Un “hecho anterior impune” lo constituiría, según
jurisprudencia constante, el breve desplazamiento espacial de la víctima (si tuviera cierta
entidad se castigaría, por el contrario, como detención ilegal) previo a la agresión sexual,
mientras que “hecho posterior impune” sería, por ejemplo, la desatención a la orden
policial de detenerse (subsumible en el delito de desobediencia) del delincuente
sorprendido en flagrante delito.
La jurisprudencia reciente acude, por lo general, a este número 3 del art. 8 CP para
explicar la absorción del delito de contrabando en el simultáneo tráfico de drogas
(numerosas sentencias, desde la de 1 de diciembre de 1997, en la que se cambia el
criterio precedente, que hablaba aquí de un concurso ideal de delitos), o el allanamiento
de local de negocio en el robo en local abierto al público (entre otras muchas, STS de 15
de febrero de 2000), o el delito fiscal en que se incurre al no declarar a Hacienda las
cantidades obtenidas mediante cohecho (STS de 28 de marzo de 2001).
2.2.4. Alternatividad
De conformidad con el art. 8. 4º CP, “en defecto de los criterios anteriores, el precepto
penal más grave excluirá los que castiguen el hecho con pena menor”. Se recoge así el
criterio del art. 68 del Código Penal derogado que, según interpretación dominante, se
refería a los supuestos de alternatividad de leyes penales, es decir, aquellos casos en
los que, debido a un impremeditado error del legislador, un mismo hecho aparece
recogido, con todas sus características, en dos tipos penales distintos.
Se admite, de esta forma, que un sistema legal contenga tipos idénticos o de igual
alcance. Esto sucedería, por ejemplo, con la presentación en juicio de documento falso,
hecho previsto tanto en el ámbito de las falsedades (artículos 393 y 396 CP, según se
trate, respectivamente, de documento público o privado), como entre los delitos contra la
Administración de Justicia (art. 461. 2º CP).
Además del absurdo que supone fundamentar un principio interpretativo sobre la base
de un defecto en la técnica legislativa, es altamente cuestionable la opción, en tal
hipótesis, por el precepto que contemple la sanción más grave; esto es, la solución más
desfavorable para el reo, a quien se grava, de este modo, con los errores del legislador
(véase SANZ MORAN, 1989).
3. El delito continuado
3.3. Penalidad
El artículo 74. 1 CP opta, para el delito continuado, por el criterio sancionatorio de la
absorción con agravación (véase la lección siguiente): “será castigado (...) con la pena
señalada para la infracción más grave, que se impondrá en su mitad superior”. Esta regla
se ve completada por la previsión del número 2 de este mismo artículo 74 CP, donde
leemos que “si se tratare de infracciones contra el patrimonio, se impondrá la pena
teniendo en cuenta el perjuicio total causado”.
Se ha planteado repetidas veces el problema de la relación que estas dos reglas
guardan entre sí. Caben, al respecto, dos interpretaciones. Según una de ellas, el
segundo de los criterios no desplaza al primero. Es decir, en caso de delito continuado
patrimonial, la pena atenderá al perjuicio total causado y además se impondrá en su
mitad superior. De modo que, por ejemplo, varias faltas de hurto del art. 623. 1 CP, cuya
cuantía total rebasa las 50.000 pesetas (para su conversión en euros, véase la L.O.
10/1998, de 17 de diciembre, así como la Instrucción 5/2001 de la Fiscalía General del
Estado), se transforman, en caso de concurrir los requisitos subjetivos y objetivos
analizados más arriba, en un delito continuado de hurto (art. 234 CP), cuya pena (prisión
de seis a dieciocho meses) deberá además imponerse en su mitad superior (de doce a
dieciocho meses).
Se ha impuesto, sin embargo, en la jurisprudencia una segunda interpretación, según la
cual, en caso de delito continuado patrimonial, la regla del número 2 del artículo 74 CP
desplaza a la del número uno del mismo precepto. De este modo, en el ejemplo anterior,
el juez podrá recorrer toda la extensión de la pena prevista para el delito de hurto (prisión
de seis a dieciocho meses), sin verse obligado a imponerla en su mitad superior (en este
sentido, numerosas sentencias recientes; véase, por todas, la STS de 9 de mayo de
2000; monográficamente, en relación a este problema, DE VICENTE MARTINEZ, 2001).
Lecturas complementarias
de VICENTE MARTINEZ, R. “El delito continuado. Especial referencia al tratamiento
penológico en las infracciones contra el patrimonio continuadas”, en “El nuevo Derecho
Penal Español. Estudios Penales en Memoria del Profesor José Manuel Valle Muñiz”,
Pamplona, 2001, pp. 183-205.
SANZ MORAN, A.J. “El concurso de delitos en la reforma penal”, en Cuadernos de
Derecho Judicial, “Unidad y pluralidad de delitos”, Madrid, 1995, pp. 189-239.
SANZ MORAN, A.J. “Las reglas relativas a la unidad y pluralidad de delitos en el Código
penal de 1995”, en “El nuevo Código penal: presupuestos y fundamentos. Libro-
Homenaje al Prof. Dr. D. Ángel Torío López”, Granada, 1999, pp. 505-520.
Sentencia del Tribunal Supremo de 9 de mayo de 2000 (Rec. 1963/1998; S. 2.ª).
Sentencia del Tribunal Supremo de 19 de abril de 2001 (Rec. 3302/1999; S. 2.ª).