Unidad Pluralidad Delitos

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DERECHO PENAL: PARTE GENERAL

LA TEORÍA GENERAL DEL DELITO


UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS (I)

Ángel José Sanz Morán

Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Valladolid

1. Unidad y pluralidad de delitos

1.1. Introducción
La teoría de la concurrencia delictiva se ocupa de los supuestos en los que un mismo
autor debe responder de varios delitos, presentándose entonces el problema de cómo
determinar la sanción finalmente aplicable. A tal efecto, los Códigos penales fijan los
correspondientes criterios en el marco de las reglas relativas a la determinación de la
pena. En el caso del vigente Código penal español de 1995, vienen aquí en
consideración los artículos 73 y 75 a 78.
Existe, sin embargo, una cuestión metodológica previa: cómo decidir, en los casos límite,
si estamos ante un solo delito o ante varios; lo que Max Ernst MAYER denominaba “el
arte de contar los delitos”. Comenzaremos indicando qué casos son estos, con el fin de
enjuiciar las reglas legales que directamente inciden sobre esta materia (artículos 8 y 74
CP). Una vez separados estos supuestos de unidad delictiva, estaremos en condiciones
de abordar, ya en la siguiente lección, las hipótesis de concurso efectivo de delitos, así
como las reglas legales de determinación de la pena aplicable en tales supuestos.

1.2. Hipótesis de unidad delictiva


La existencia de una infracción singular, pese a la apariencia contraria, cabe deducirla
por diversas vías, reconducibles todas ellas a un pensamiento común: basta con la
simple aplicación de un tipo penal y la sanción conminada al supuesto allí previsto para
colmar el desvalor total que presenta el hecho enjuiciado. Lo contrario supondría lesionar
el principio “non bis in idem” (para el significado central de este principio en orden a la
separación entre unidad y pluralidad de delitos, véase, monográficamente, GARCIA
ALBERO, 1995).
De acuerdo con una sistematización ampliamente extendida en la doctrina penal
española (ya desde SANZ MORAN, 1986, 115 ss.; muy recientemente, por todos,
GONZALEZ RUS, 2000, 920 ss. y SANZ MORAN, 1999), aunque la terminología
utilizada no siempre coincide, ello sucede en tres grupos de casos:

1.2.1. Unidades típicas en sentido estricto


La formulación típica “capta” o “abraza” actos singulares desde el punto de vista
naturalístico, haciendo de ellos una unidad valorativa o legal. Entrarían en esta categoría
fenómenos legislativos como los siguientes:
Delitos “complejos”. Se trata de una modalidad de delito “compuesto” (el formado a partir
de elementos tomados de otros delitos), caracterizada porque los elementos que la
constituyen son ya de por sí tipos delictivos autónomos. Por ejemplo, el robo con
violencia o intimidación del artículo 242 CP, formado a partir del hurto (artículo 234 CP) y
las coacciones (artículo 172 CP) o las amenazas (artículos 169 y siguientes CP).
Delitos “permanentes”. En ellos se prolonga temporalmente la constricción del bien
jurídico tutelado, como sucede por ejemplo en los delitos de detenciones ilegales de los
artículos 163 y siguientes CP. La prolongación del período consumativo tendrá efectos,
que aquí no podemos considerar, en materia de prescripción, participación criminal,
concurrencia de causas de justificación, etc.
Delitos “habituales”. Constituidos por una serie de acciones que individualmente
consideradas no revisten carácter delictivo. Por ejemplo, el artículo 299 CP sanciona la
receptación “habitual” en relación a faltas contra la propiedad. Tradicionalmente la
jurisprudencia ha venido exigiendo al menos tres conductas singulares para hablar de
“habitualidad”.
Los delitos “de varios actos”.
Los tipos que contienen “conceptos globales”, como sucede con la falsificación de
“moneda”, de los artículos 386 y siguientes CP.
Los tipos “mixtos alternativos”. Existirá, por ejemplo, un solo delito de robo con fuerza en
las cosas, pese a la concurrencia, en la situación concreta, tanto de escalamiento como
de fractura interior (artículo 238 CP).
En todos estos supuestos, la pluralidad de actos singulares, considerada desde una
perspectiva naturalista, no obsta a la existencia de un solo delito, debido a la decisión del
legislador en este sentido. Pueden, no obstante, presentarse algunas dudas
interpretativas. Por ejemplo, y en relación al último de los fenómenos legislativos
mencionados, allí donde el legislador enumera una serie de modalidades concretas de
realización de una misma figura delictiva resulta, en ocasiones, muy difícil determinar si
aquellas diversas variantes gozan de sustantividad o autonomía, de tal modo que la
realización de cada una de ellas originaría un delito distinto (ley mixta acumulativa) o, por
el contrario, se trata de modalidades permutables entre sí, de modo que aunque se
incurra en varias de ellas, no se rompe la unidad delictiva (ley mixta alternativa).

1.2.2. Concurso aparente de leyes penales


La interpretación de la conexión existente entre los tipos formalmente concurrentes
conduce aquí a apreciar un solo delito. Dada la significación de esta categoría, será
objeto de consideración separada a continuación (2).

1.2.3. Unidades típicas en sentido amplio


Finalmente, existe también un solo delito allí donde la sucesiva realización de la misma
conducta típica, en determinadas condiciones, permite seguir hablando de un delito
singular. Se exigirá, a tal efecto, que el injusto típico experimente sólo una intensificación
cuantitativa y persista una misma situación motivacional, o culpabilidad unitaria.
Cabría distinguir aquí dos grupos de casos, dependiendo de la mayor o menor
contextualidad de las acciones singulares. Por una parte, aquellas hipótesis que, en
expresión poco precisa, se conocen convencionalmente como “unidad natural de acción”
(véase, monográficamente, GARCIA ALBERO, 1994); por ejemplo, el torrente de
expresiones injuriosas, en unidad de contexto, no constituye sino un solo delito de
injurias.
Tenemos, por otra parte, el denominado “delito continuado”, cuya importancia histórico-
dogmática y práctica nos obliga a considerarlo por separado (epígrafe 3). (Para la
separación entre la denominada unidad natural de acción y el delito continuado, es muy
ilustrativa la STS de 19 de abril de 2001).

1.3. Ubicación sistemática del concurso de delitos


Es ésta una cuestión no pacífica, que la doctrina mayoritaria resuelve adoptando una
solución de compromiso. Por una parte, estamos ante un problema relativo a la
determinación de la pena: ¿cómo sancionar penalmente al autor de un número plural de
delitos? En este sentido, los textos legales abordan normalmente los problemas
concursales entre las reglas de determinación de la pena (en el Código penal español,
en el Libro Primero, Título III, Capítulo II, sección segunda: “Reglas especiales para la
aplicación de las penas”, alguna de cuyas disposiciones ha sido objeto de reforma por la
L.O. 7/2003, de 30 de junio, como tendremos ocasión de comprobar).
Ahora bien, la separación, a la que acabamos de referirnos, entre unidad y pluralidad de
delitos, sólo cabe abordarla en el marco de la teoría de la tipicidad. De ahí que
normalmente se estudie esta materia al final de la teoría del delito, en el contexto de las
“formas especiales de aparición del delito”, junto al “iter criminis” y a la autoría y
participación criminal, como lo hace también este manual.

2. El concurso aparente de normas penales

2.1. Introducción
Nos referimos con esta expresión a aquellas hipótesis en las que un mismo supuesto
fáctico es, en principio, reconducible a diversas normas penales, pero del análisis de la
conexión existente entre ellas se concluirá la suficiencia de una sola (norma o ley
preferente) para colmar el contenido desvalorativo de aquel supuesto.
Si junto a la ley preferente se aplicara otra de las formal y aparentemente concurrentes
estaríamos conculcando el principio “non bis in idem”. Por el contrario, en las hipótesis
de concurso (efectivo) de delitos es precisa la aplicación conjunta de todos los tipos
concurrentes en orden a la valoración exhaustiva del hecho concreto.
La determinación de si estamos ante un concurso sólo aparente de normas penales o
ante un concurso efectivo de delitos es, ante todo, un problema de interpretación de la
ley penal y de ahí que sea en este contexto donde muchos autores analicen el problema
que nos ocupa. Pero, desde la perspectiva que aquí nos interesa, es decir, la separación
entre unidad y pluralidad de delitos, los supuestos de concurso aparente de normas
penales lo son, sin duda, de infracción singular.
De ahí la exclusiva aplicación de la ley preferente, con la consecuencia jurídica en ella
prevista. Sin embargo, alguna sentencia aislada (como la STS de 6 de abril de 1988)
entiende que puede tomarse en consideración (“combinación de marcos penales”) el
mínimo penal más elevado o las consecuencias accesorias de la ley excluida. Pero, si
así lo hiciéramos, se perdería por completo el sentido de la separación entre concurso de
normas y concurso de delitos.
En el campo del concurso aparente de normas penales, carece de relevancia la
distinción entre unidad y pluralidad de acción, como ponen de manifiesto los supuestos
de hecho anterior o posterior impune o “copenado”, a los que aludiremos a continuación.

2.2. Principios informadores del tratamiento del concurso aparente de normas


penales
Reina el más absoluto desacuerdo en la doctrina a la hora de determinar los criterios
interpretativos conforme a los cuales se decidirá qué norma tiene carácter preferente y
cuáles van a quedar preteridas en su aplicación. Ante esta disparidad de pareceres, los
códigos penales de los países de nuestro entorno han optado, con buen criterio, por
dejar la solución de este problema interpretativo al criterio del juzgador, sin fijar en la ley
las pautas correspondientes.
Alejándose de este razonable planteamiento, el artículo 8 del Código penal español opta
por la regulación expresa de esta materia, acudiendo, para ello, a los cuatro criterios
interpretativos comúnmente admitidos en nuestra doctrina y jurisprudencia (cfr., por
todos, RODRIGUEZ RAMOS, 1998), en los términos que pasamos a considerar.

2.2.1. Especialidad
Según el art. 8. 1º CP, “el precepto especial se aplicará con preferencia al general” (lex
specialis derogat legi generali). Se trata del único principio admitido sin reservas, por
coincidir con la categoría lógica de inclusión o subordinación: uno de los preceptos
contiene en sí todos los elementos o características del otro y, además, algún otro
elemento o característica adicional, que opera en sentido especializante.
Es ésta la relación existente entre el tipo básico (ley general) y sus modalidades
cualificadas o privilegiadas (leyes especiales). Por ejemplo, el asesinato del art. 139 CP
es lex specialis frente al homicidio simple del art. 138 CP. No constituye obstáculo
alguno a la admisión de la relación de especialidad el dato de que las normas
aparentemente concurrentes se encuentren recogidas en textos legales distintos (por
ejemplo, el Código Penal y la Ley Penal y Procesal de la Navegación Aérea, como
sucedía en el caso fallado por la STS de 15 de febrero de 2000).

2.2.2. Subsidiariedad
Definido en el art. 8. 2º CP en estos términos: “El precepto subsidiario se aplicará sólo en
defecto del principal, ya se declare expresamente dicha subsidiariedad, ya sea
tácitamente deducible” (lex principalis derogat legi subsidiariae). El sentido propio de la
norma subsidiaria es, por tanto, entrar en juego sólo cuando resulte inaplicable la ley
principal.
El precepto que nos ocupa acoge la convencional distinción entre subsidiariedad expresa
y tácita. En la primera, el carácter prevalente del tipo principal viene indicado por el
propio legislador, bien remitiéndose a otro precepto concreto (por ejemplo, en los
artículos 342, 352 y 415 del Código penal se alude a quien “sin estar comprendido en el
artículo anterior”), o bien hablando en términos generales de “si el hecho no constituye
un delito más grave”, o expresiones análogas.
Mientras que tales cláusulas de subsidiariedad expresa no suscitan mayor discusión,
resulta, por el contrario, objetable el recurso, frecuente en el Código penal español, a
cláusulas en cuya virtud el legislador llega a decidir si la concurrencia normativa es sólo
aparente, o se da un efectivo concurso de delitos (así sucede, por ejemplo, en los
artículos 153, 229. 3º, 346. pfo. 2º, 445, etc. CP).
En los supuestos de subsidiariedad tácita, la existencia de tal relación se determina por
vía interpretativa, atendiendo a los tipos en abstracto concurrentes. Se acude
normalmente a este criterio en las hipótesis de protección a un mismo bien jurídico en
diversos estadios de ataque, de modo que las formas imperfectas de ejecución del delito
son subsidiarias respecto a la consumación, las modalidades de participación frente a las
de autoría o el peligro concreto frente a la lesión del mismo bien jurídico, como se
reconoce generalmente.

2.2.3. Consunción
Según el art. 8. 3º CP, “el precepto penal más amplio o complejo absorberá a las
infracciones consumidas en aquél” (lex consumens derogat legi consumptae). Resulta
difícil diferenciar las hipótesis reconducibles a este principio interpretativo y las de
subsidiariedad. Según un criterio extendido, parece que en el caso de la consunción no
se trata tanto de comparar en abstracto los tipos concurrentes, cuanto de atender a si, en
la situación concreta, el desvalor captado por uno de los tipos aparece incluido en el
desvalor tenido en cuenta por el otro.
La doctrina dominante, así como la jurisprudencia, reconducen al ámbito de la
consunción los casos de “hecho acompañante típico” (los daños en la puerta quedan
normalmente consumidos en el robo con fractura) y los hechos anteriores o posteriores
impunes (o “copenados”). Un “hecho anterior impune” lo constituiría, según
jurisprudencia constante, el breve desplazamiento espacial de la víctima (si tuviera cierta
entidad se castigaría, por el contrario, como detención ilegal) previo a la agresión sexual,
mientras que “hecho posterior impune” sería, por ejemplo, la desatención a la orden
policial de detenerse (subsumible en el delito de desobediencia) del delincuente
sorprendido en flagrante delito.
La jurisprudencia reciente acude, por lo general, a este número 3 del art. 8 CP para
explicar la absorción del delito de contrabando en el simultáneo tráfico de drogas
(numerosas sentencias, desde la de 1 de diciembre de 1997, en la que se cambia el
criterio precedente, que hablaba aquí de un concurso ideal de delitos), o el allanamiento
de local de negocio en el robo en local abierto al público (entre otras muchas, STS de 15
de febrero de 2000), o el delito fiscal en que se incurre al no declarar a Hacienda las
cantidades obtenidas mediante cohecho (STS de 28 de marzo de 2001).

2.2.4. Alternatividad
De conformidad con el art. 8. 4º CP, “en defecto de los criterios anteriores, el precepto
penal más grave excluirá los que castiguen el hecho con pena menor”. Se recoge así el
criterio del art. 68 del Código Penal derogado que, según interpretación dominante, se
refería a los supuestos de alternatividad de leyes penales, es decir, aquellos casos en
los que, debido a un impremeditado error del legislador, un mismo hecho aparece
recogido, con todas sus características, en dos tipos penales distintos.
Se admite, de esta forma, que un sistema legal contenga tipos idénticos o de igual
alcance. Esto sucedería, por ejemplo, con la presentación en juicio de documento falso,
hecho previsto tanto en el ámbito de las falsedades (artículos 393 y 396 CP, según se
trate, respectivamente, de documento público o privado), como entre los delitos contra la
Administración de Justicia (art. 461. 2º CP).
Además del absurdo que supone fundamentar un principio interpretativo sobre la base
de un defecto en la técnica legislativa, es altamente cuestionable la opción, en tal
hipótesis, por el precepto que contemple la sanción más grave; esto es, la solución más
desfavorable para el reo, a quien se grava, de este modo, con los errores del legislador
(véase SANZ MORAN, 1989).

3. El delito continuado

3.1. Historia y naturaleza


El delito continuado es una figura de larga tradición, encontrándose sus primeros
intentos de definición en algunos significativos juristas del siglo XVI (JULIO CLARO,
FARINACIO). Aparece originariamente como una ficción dirigida a evitar la inflicción de
la pena de muerte por el tercer hurto. Cuando, siglos después, nuestra jurisprudencia
comienza a hablar de delito continuado, sigue concibiéndolo como una ficción, pero no
tanto orientada al favor rei, cuanto exigida por razones pragmáticas (imposibilidad de
individualizar las distintas acciones que lo configuran). Ello explica que todavía hoy un
amplio sector doctrinal se incline por la denominada “teoría de la ficción” cuando trata de
explicar la naturaleza jurídica del delito continuado.
Sin embargo, la doctrina más moderna y la jurisprudencia, de manera hoy constante
(cfr., entre muchas otras, las sentencias del TS de 25 de junio de 1983, 25 de junio de
1985, 10 de octubre de 1988, 22 de mayo de 1994, 28 de septiembre de 1996, 12 de
diciembre de 1997 y 14 de febrero de 2000), entienden el delito continuado como una
unidad natural, en la que las sucesivas acciones homogéneas sólo suponen, como
veíamos antes (1.2.3), una intensificación cuantitativa del contenido de injusto del hecho,
persistente una culpabilidad unitaria.
La discusión tiene gran trascendencia, pues con este último planteamiento, la
apreciación o no de un delito continuado es un problema interpretativo que se inscribe -
como hacemos aquí- en el contexto más amplio de la separación entre infracción
singular y pluralidad de delitos, no siendo necesaria su previsión legal. Así lo entendió
también (aunque con una argumentación no excesivamente clara) la STC 89/1983, de 27
de octubre.
Sin embargo, nuestro legislador -con el apoyo de buena parte de la doctrina- entendió
que era necesaria una regulación expresa de este fenómeno delictivo, ante los aleatorios
efectos (unas veces a favor y otras en contra del reo) que provocaba su admisión
jurisprudencial. Se incorpora así, en la reforma del (anterior) Código penal de 25 de junio
de 1973, el art. 69 bis, precedente inmediato del artículo 74 del vigente Código penal.

3.2. Requisitos legales


Desde el punto de vista subjetivo, el art. 74. 1 CP exige que las sucesivas acciones u
omisiones que constituyen el delito continuado se realicen “en ejecución de un plan
preconcebido o aprovechando idéntica ocasión”. Cabe, pues, o bien un “dolo unitario” o
plan conjunto que abarca de antemano las sucesivas acciones singulares, o bien la
“recaída en la tentación” cada vez que ésta se presenta. Resulta discutible la
equiparación legal de estos dos supuestos, pues existe sin duda menor reprochabilidad
en el segundo de ellos. Se discute, por otra parte, si la expresión “aprovechamiento de
idéntica ocasión” posibilita la admisión de un delito continuado imprudente (a favor, la
STS de 4 de octubre de 1983; en contra, la de 4 de marzo de 1992).
En el plano objetivo, el delito continuado exige: a) “pluralidad de acciones u omisiones”,
b) “que ofendan a uno o varios sujetos” y c) que “infrinjan el mismo precepto penal o
preceptos de igual o semejante naturaleza” (art. 74. 1 CP). En el caso de que las
sucesivas acciones delictivas afecten a un bien jurídico “eminentemente personal”, no
cabrá apreciar un delito continuado, salvo que estemos ante infracciones contra el honor
o la libertad sexual, en cuyo caso “se atenderá a la naturaleza del hecho y del precepto
infringido para apreciar o no la continuidad delictiva” (art. 74. 3 CP).
Este modo de abordar el legislador el problema de los bienes jurídicos “personalísimos”
(desvinculándolo, sin justificación alguna, de si la víctima es una o múltiple) ha suscitado
gran inseguridad en la aplicación jurisprudencial de esta regla. Así, se rechaza -con
razón- el delito continuado de robo con violencia o intimidación (jurisprudencia constante;
por todas, STS de 31 de enero de 2000), dada la afección a un bien jurídico, como lo es
la libertad, “eminentemente personal”. Sin embargo, la STS de 9 de junio de 1993 admite
delito continuado de coacciones y la de 12 de diciembre de 1997, de amenazas (en
sentido contrario, sin embargo, las de 15 de marzo de 1985 o 18 de octubre de 1991,
entre otras), pese a tratarse también de delitos contra la libertad.
Lo que no acierta a expresar el art. 74 CP es que si el bien jurídico es de índole
“personalísima”, la pluralidad de víctimas rompe necesariamente la pluralidad delictiva,
pues entonces ya no podrá hablarse de una intensificación simplemente cuantitativa del
contenido de injusto del hecho (nadie hablará de “un homicidio de gran magnitud” ante
las sucesivas lesiones de vidas ajenas en unidad de contexto). Pero sí cabrá delito
continuado si las distintas acciones menoscaban un bien jurídico “personalísimo” de la
misma víctima. En otras palabras, la cuestión de la naturaleza personal del bien jurídico
debe ponerse en conexión con la unidad o pluralidad de víctimas.
Mayor inseguridad aún provoca la mencionada excepción relativa a los delitos contra la
libertad sexual, donde se deja al criterio del juez la apreciación o no de un delito
continuado. De ahí que episodios de múltiple agresión sexual a la misma víctima, en
unidad de contexto, se califiquen unas veces como un solo delito (bien sin ulterior
especificación o bien hablando de “delito continuado”) y otras veces como una pluralidad
de delitos independientes, con la diversidad de consecuencias jurídicas que implican
estas diversas calificaciones (más información en SANZ MORAN, 1995, 209 ss. y en la
reciente recapitulación de CASTIÑEIRA PALOU, 2000; cfr. asimismo la síntesis que
ofrecen las sentencias del TS de 28 de septiembre de 1996 y 2 de febrero de 1998, entro
otras muchas).
Una vez admitida la existencia de un delito continuado, éste opera como un delito único.
No obsta a ello el que alguno de los actos que entran a formar parte del delito continuado
haya quedado en grado de tentativa (así, entre otras, la STS de 4 de febrero de 2000).
Tampoco existe obstáculo para formar un delito único de actos que aisladamente
considerados tendrían sólo la consideración de faltas (así, la STS de 14 de febrero de
2000; en sentido contrario, sin embargo, la de 17 de abril de 1998). E incluso la reciente
STS de 20 de junio de 2001, transforma en un solo delito continuado (de fraude de
subvenciones) sucesivas infracciones administrativas.
Por lo que se refiere a la prescripción del delito continuado, los plazos correspondientes
“se computarán (...) desde el día en que se realizó la última infracción” (art. 132. 1 CP;
cfr., sobre este particular, las sentencias del TS de 11 de marzo de 1997 y 19 de
noviembre de 1997), bien entendido que dichos plazos serán los correspondientes al
máximo de la pena que, en abstracto, sea posible imponer (así, las sentencias de 31 de
marzo de 1997 y 27 de enero de 2000).

3.3. Penalidad
El artículo 74. 1 CP opta, para el delito continuado, por el criterio sancionatorio de la
absorción con agravación (véase la lección siguiente): “será castigado (...) con la pena
señalada para la infracción más grave, que se impondrá en su mitad superior”. Esta regla
se ve completada por la previsión del número 2 de este mismo artículo 74 CP, donde
leemos que “si se tratare de infracciones contra el patrimonio, se impondrá la pena
teniendo en cuenta el perjuicio total causado”.
Se ha planteado repetidas veces el problema de la relación que estas dos reglas
guardan entre sí. Caben, al respecto, dos interpretaciones. Según una de ellas, el
segundo de los criterios no desplaza al primero. Es decir, en caso de delito continuado
patrimonial, la pena atenderá al perjuicio total causado y además se impondrá en su
mitad superior. De modo que, por ejemplo, varias faltas de hurto del art. 623. 1 CP, cuya
cuantía total rebasa las 50.000 pesetas (para su conversión en euros, véase la L.O.
10/1998, de 17 de diciembre, así como la Instrucción 5/2001 de la Fiscalía General del
Estado), se transforman, en caso de concurrir los requisitos subjetivos y objetivos
analizados más arriba, en un delito continuado de hurto (art. 234 CP), cuya pena (prisión
de seis a dieciocho meses) deberá además imponerse en su mitad superior (de doce a
dieciocho meses).
Se ha impuesto, sin embargo, en la jurisprudencia una segunda interpretación, según la
cual, en caso de delito continuado patrimonial, la regla del número 2 del artículo 74 CP
desplaza a la del número uno del mismo precepto. De este modo, en el ejemplo anterior,
el juez podrá recorrer toda la extensión de la pena prevista para el delito de hurto (prisión
de seis a dieciocho meses), sin verse obligado a imponerla en su mitad superior (en este
sentido, numerosas sentencias recientes; véase, por todas, la STS de 9 de mayo de
2000; monográficamente, en relación a este problema, DE VICENTE MARTINEZ, 2001).

3.4. El denominado “delito masa”


Con esta expresión se alude al problema de los fraudes colectivos (por ejemplo, estafa
masiva en la construcción de viviendas a través de cooperativas ficticias) y su adecuado
tratamiento sancionatorio. Las primeras sentencias, en los años cincuenta, que se
ocuparon con esta forma de criminalidad, no encontraron dificultad alguna para apreciar,
pese a la pluralidad de víctimas, un único delito de estafa, si bien de gran magnitud
(véase, entre otras, la STS de 3 de febrero de 1958). Las complicaciones surgieron
cuando se pretendió reconducir estos hechos a la disciplina establecida, por vía
jurisprudencial, para el delito continuado (véase, al respecto, CASTIÑEIRA PALOU, 1982
y SANZ MORAN, 1986, 197 ss.).
Y esta confusión de los dos fenómenos se ve reproducida en el artículo 74 CP, que
concibe al “delito masa” como una subespecie de delito continuado patrimonial,
caracterizado por estos datos: que el hecho revista “notoria gravedad” y haya
“perjudicado a una generalidad de personas”. En tal supuesto, “el Juez o Tribunal
impondrá, motivadamente, la pena superior en uno o dos grados, en la extensión que
estime conveniente” (art. 74. 2 CP).
Si conectamos esta regla sancionatoria con las penas previstas para el delito de estafa
(sobre la compatibilidad entre la agravación general prevista en el artículo 74 CP y las
modalidades agravadas de estafa, véase STS de 30 de abril de 2001), vemos que en
algún supuesto (el que se recoge en el art. 250. 2 CP) el fraude patrimonial colectivo o
con sujeto pasivo “masa” puede comportar penas de hasta dieciocho años de prisión, lo
que resulta a todas luces excesivo.
NOTA BIBLIOGRÁFICA
Cuadernos de Derecho Judicial, “Unidad y pluralidad de delitos”, Madrid 1995.
CASTELLÓ NICAS, N. “El concurso de normas penales”, Granada, 2000.
CASTIÑEIRA PALOU, M.T. “El delito continuado”, Barcelona, 1977.
CASTIÑEIRA PALOU, M.T. “El delito masa en la jurisprudencia del Tribunal Supremo
español”, en “Libro Homenaje al Prof. Antón Oneca”, Salamanca, 1982.
CASTIÑEIRA PALOU, M.T. “Artículo 74”, en COBO DEL ROSAL, M. (Dir.), “Comentarios
al Código penal”, t. III, Madrid, 2000, pp. 1053-1071.
CUERDA RIEZU, A. “La unidad de delito en la jurisprudencia del Tribunal Supremo”, en
SILVA SANCHEZ, J.M. (ed.), “Política criminal y nuevo derecho penal”, Libro-Homenaje
a Claus Roxin, Barcelona, 1997, pp. 341-354.
CHOCLAN MONTALVO, J.A. “El delito continuado”, Madrid, 1997.
GARCÍA ALBERO, R. “Non bis in idem” y concurso aparente de leyes penales”,
Barcelona, 1995.
GARCÍA ALBERO, R. “Sobre la denominada unidad natural de acción”, en ADPCP,
1994, pp. 211-239.
GONZALEZ RUS, J.J. “Artículos 73 y 75 a 78”, en COBO DEL ROSAL, M. (Dir.),
“Comentarios al Código penal”, t. III, Madrid, 2000, pp. 903-1052.
PEÑARANDA RAMOS, E. “Concurso de leyes, error y participación en el delito”, Madrid,
1991.
SANZ MORAN, A.J. “El concurso de delitos. Aspectos de política legislativa”, Valladolid,
1986.
SANZ MORAN, A.J. “Alternatividad de leyes penales”, en “Estudios penales en memoria
del Profesor Agustín Fernández Albor”, Santiago de Compostela, 1989, pp. 663-675.
RODRIGUEZ RAMOS, L. “Error reduplicado en la regulación del concurso de leyes
(Exégesis crítica del art. 8 del Código Penal)”, en Actualidad Jurídica Aranzadi, n.º 330,
(19 de febrero de 1998), pp. 1-4.

Lecturas complementarias
de VICENTE MARTINEZ, R. “El delito continuado. Especial referencia al tratamiento
penológico en las infracciones contra el patrimonio continuadas”, en “El nuevo Derecho
Penal Español. Estudios Penales en Memoria del Profesor José Manuel Valle Muñiz”,
Pamplona, 2001, pp. 183-205.
SANZ MORAN, A.J. “El concurso de delitos en la reforma penal”, en Cuadernos de
Derecho Judicial, “Unidad y pluralidad de delitos”, Madrid, 1995, pp. 189-239.
SANZ MORAN, A.J. “Las reglas relativas a la unidad y pluralidad de delitos en el Código
penal de 1995”, en “El nuevo Código penal: presupuestos y fundamentos. Libro-
Homenaje al Prof. Dr. D. Ángel Torío López”, Granada, 1999, pp. 505-520.
Sentencia del Tribunal Supremo de 9 de mayo de 2000 (Rec. 1963/1998; S. 2.ª).
Sentencia del Tribunal Supremo de 19 de abril de 2001 (Rec. 3302/1999; S. 2.ª).

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