El Talmud - Código Sagrado y Secreto
El Talmud - Código Sagrado y Secreto
El Talmud - Código Sagrado y Secreto
SAGRADO Y SECRETO
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INTRODUCCIÓN
"Oremos también por los pérfidos judíos para que Dios quite el velo de
sus corazones, a fin de que reconozcan con nosotros a Jesucristo
Nuestro Señor.
Omnipotente y sempiterno Dios, que no excluyes de Tu Misericordia ni
aún a los pérfidos judíos: oye los ruegos que te dirigimos por la
ceguedad de aquel pueblo, para que reconociendo la luz de Tu verdad,
que es Jesucristo, salgan de sus tinieblas. Por el mismo Dios y Señor
Nuestro."
Chateaubriand
Basta esta sola cita del Talmud para formar criterio y emitir un
juicio ponderado:
«Dijo Yavé a Moisés: Sube a lo alto del monte en donde estoy y detente
allí. Yo te daré unas tablas de piedra con la ley y los mandamientos que
tengo escritos en ellas, a fin de que los enseñes al pueblo.»
Hay que hacer la salvedad de que a los 63 libros del Talmud, a que
ya hemos hecho referencia, se le han agregado cuatro breves
tratados más, por posteriores escritores, pero que no han sido
incluidos en el Talmud corriente. Destacando Pranaitis, que casi
todas las ediciones del Talmud tienen la misma cantidad de folios y
la misma disposición del texto; solamente varía el tipo de imprenta
o formato, según sea modelo grande o pequeño.
Como de todas formas, esta obra fue haciéndose voluminosa y
desordenada, los judíos sintieron la necesidad de algo más sencillo
y manejable, lo que fue originando una nueva tendencia, no de
compilación sino de recopilación o breve compendio, que empezó a
dar sus frutos a partir del siglo XI. El primero que llegó a publicar
un Talmud breve, fue el rabino Isaac ben Jacob Alphassi, aunque no
llegó a tener éxito.
MAIMÓNIDES
EL SCHULCHAN ARUKH
José Caro con esta obra terminó con las polémicas habidas entre los
rabinos anteriores a él, aunque inicialmente tampoco dio plena
satisfacción a todos, ya que dividió a los judíos orientales de los
occidentales.
En lo que no hay unanimidad de criterio es en cuanto a la fecha de
redacción del Schulchan Arukh, y aun sobre su origen. A.
Luzsenszky, quien tradujo el Talmud y el Schulchan Arukh al
alemán, en la introducción a este último señala al rabí Ascher como
el compilador originario, pero atribuyéndole al rabí José Caro la
redacción definitiva en el año 1490, cuando en este año, según el
Rvdo ruso Pranaitis, Caro solamente tenía dos años de edad, y, por
otra parte, debía encontrarse todavía en España puesto que la
expulsión de los judíos tuvo lugar en 1492, o a partir de este año. El
profesor Pranaitis no cita fecha de redacción de este libro, sólo dice
que utiliza la edición de Venecia de 1594. Monniot afirma que fue
escrito por el rabí Josiel hacia 1576, en Palestina. Josiel debe ser el
mismo Joseph (Caro), pero esta última fecha nos parece muy tardía
por cuanto Caro ya tenía 88 años y fallecía al siguiente. El judío
Teodoro Reinach, dice simplemente que debió ser redactado a
mediados del siglo XVI. Mas, no vamos aquí a entrar en más
detalles sobre este particular, no es una cuestión primordial.
«44, 8. Cuando un israelita se casa con una akum (no judía) o una
esclava, entonces el casamiento es nulo, porque no son capaces de ser
tomados en casamiento, e igualmente cuando un akum o esclavo se ha
casado con una israelita».
«62. Puede uno casarse en un mismo día con tantas mujeres como
quiera, y es suficiente que se diga las usuales siete bendiciones Sólo
una vez sobre todas las mujeres. Pero hay que gozar con cada mujer en
particular, es decir, con una doncella durante siete, y con una
cohabitada tres días».
Por otra parte, no quieren dar a conocer estos libros, más bien
tratan de ocultarlos tomando prevenciones amparadas en lo
consignado en los mismos sobre este particular, quizá para hacerle
un cumplido a aquella observación de Tácito de que «todo lo
desconocido se supone maravilloso».
Son los mismos rabinos los que confirman el dato de que el control
de cada individuo judío es muy minucioso en todas las actividades
de su vida pública y privada.
«El Mesías (aún esperado por los hebreos) dará a los judíos el gobierno
real del mundo; todos los pueblos les servirán y todos los reinos les
serán sometidos.»
«Pero esa época será precedida por una gran guerra en la que las dos
terceras partes de los pueblos perecerán. Los judíos necesitarán siete
años para quemar las armas conquistadas.» (En el Abramanel, Masmia
Jeshua, fol. 49 a).
Para dar una idea del criterio que tienen los judíos sobre la moral
sexual y su afán de endosárselo a los demás, baste leer esta
opinión del judío-francés León Blum, quien fuera dos veces primer
Ministro de Francia, aunque por breves espacios de tiempo, entre
1936-37 y 1946-47, la que dejó escrita en su libro Du Mariage.
Mas, para los que piensen como León Blum, Marx o Engels, o las
revolucionarias, particularmente si son judíos o judías, bueno será
refrescarles la memoria con las reglas de moralidad y las
consiguientes maldiciones bíblicas que contiene la ley mosaica, que
tanto dicen respetar, -de corazón a fuera, claro está-, y que siguen
en vigor sin que deban ser violentadas.
Dios anunció las maldiciones a los judíos a través del mismo Moisés,
y se recogen en esos dos libros citados de la Ley o Torá: Levítico y
Deuteronomio (3.º- y 5.º- del Pentateuco), que tanto dicen respetar
los judíos, y que de hecho, parece que le van cayendo
irremisiblemente, fatídicamente, como refiere Maurice Pinay [xxv].
Dios avisa así a los judíos: «Pero si no me obedecéis y ponéis en
práctica todos mis mandamientos, si despreciáis mis leyes,
desdeñáis mis prescripciones, no ponéis por obra mis mandatos y
rompéis mi alianza», etc. (Lev. 26, 14 y ss.), vendrá lo demás,
vendrá lo peor, las temibles maldiciones, que son mucho más
numerosas que las bendiciones. Es decir, las bendiciones se
combinan con un amplio catálogo de maldiciones; o premios o
castigos, pues Dios no admite posturas eclécticas.
Esperemos, sin embargo, que si el otro le está vedado, tampoco
este mundo, pueda ser ni quedar en manos de malditos y lunáticos.
Los profetas
Los profetas, con sus constantes denuncias no hacen otra cosa que
invitar a la conversión a su pueblo. Por eso se pregunta Jeremías:
«¿Qué delito encontraron en mi vuestros padres para alejarse de
mi? El Señor os enviaba puntualmente a sus siervos los profetas, y
no quisisteis escuchar ni prestar oído.»
¡Jerusalén!
Eres cananea de casta y cuna:
tu padre era amorreo y tu madre era hitita.
El día en que naciste,
no te cortaron el ombligo,
no te bañaron ni frotaron con sal,
ni te envolvieron en pañales.
Nadie se apiadó de ti
haciéndote uno de estos menesteres,
por compasión,
sino que te arrojaron a campo abierto,
asqueados de ti
el día en que naciste.
Pasando yo a tu lado, te vi
chapoteando en tu propia sangre,
y te dije mientras yacías en tu sangre:
«sigue viviendo y crece como brote campestre».
Creciste y te hiciste moza,
llegaste a la sazón;
tus senos se afirmaron
y el vello te brotó,
pero estabas desnuda y en cueros.
La nueva alianza
Y tanto desde el punto de vista físico como psíquico, son los propios
doctores y la ciencia judía, los que reconocen su inferioridad.
Por otra parte, los autores coinciden en señalar que en los judíos se
acentúan ciertas taras debido a los numerosos cruzamientos
consanguíneos, a la endogamia: alto porcentaje de individuos con
pies planos; tendencia al encorvamiento; labio inferior colgante;
orejas grandes; fimosis y parafimosis, y olor conocido
científicamente como foetor judaicus (hedor de judío).
Asimismo consta en Iore Dea (158.1), que: «A los akum que no son
enemigos nuestros, no se les debe matar directamente, no
obstante, no se les debe salvar del peligro de muerte. Por ejemplo,
si ves a alguno de ellos caer dentro del mar, no lo saques afuera a
menos que él te prometa darte dinero. »
A los judíos ni siquiera les está permitido enseñar ningún oficio a los
akum, ni hacerle regalos gratuitamente; sólo se permite a un judío
hacer regalos a los gentiles que él conoce, y con la esperanza de
obtener de ellos alguna recompensa. (Iore Dea, 151.11).
REPROBACIÓN Y CONDENA DEL TALMUD
Pretenden ignorar las otras citas bíblicas acusatorias, pasar por alto
las delaciones de los profetas, callar, quizá intencionadamente,
aquellos pasajes bíblicos que reiteran el rescate del hombre por la
sangre de Cristo, como el último cordero sin defecto ni mancha.
Pero claro, como del Nuevo Testamento no quieren saber nada en
absoluto, que queden pues, reseñados sobre esta última
consideración, las siguientes citas: Carta de S. Pablo a los Hebreos,
cap. 9 y ss.; 1.ª Carta de S. Pedro, 1, 14; Ap. S. Juan, 22, 18;
S. Lucas, XVI, 1 - 13, y He. Ap. S. Lucas, XX, 28; para los que
deseen manejar la Biblia [xxviii].
Las cosas son como son, tanto si las vemos y queremos como si no
las vemos o no lo queremos. El mismo Magisterio de la Iglesia
enseña que la verdad es una y une; la variación es característica del
error y de la mentira; la verdad hay obligación de buscarla, y puede
llegarse a ella a la luz de la razón.
El primer Papa que hace una condena expresa de los libros del
Talmud, es Gregorio IX, de finales del siglo XII. Le sigue Inocencio
IV (1243-54), quien dicta la Bula Impia Judeorum Perfidia, de 9 de
mayo de 1244, en la que, considerando dicho Papa que el Talmud y
otros libros clandestinos de los hebreos, les incitan a cometer toda
clase de maldades, ordena en la misma Bula que sean quemados
públicamente, «para confusión de la perfidia de los judíos».
También hace estas otras consideraciones sobre los mismos, que
más o menos van a ser reproducidas por otros Papas que le siguen:
«La impía perfidia de los judíos, de cuyos corazones por la
inmensidad de sus crímenes, nuestro Redentor no arrancó el velo,
sino que los dejó permanecer todavía en ceguedad cual conviene,
no parando mientes en que sólo por misericordia, la compasión
cristiana los recibe y tolera pacientemente en su convivencia;
cometen tales enormidades, que causan estupor a quienes las oyen,
y horror a quienes les son relatadas».
«Aunque en el Index publicado por el Papa Pío IV, el Talmud Judío con
todos sus glosarios, acotaciones, interpretaciones y exposiciones, han
sido prohibidos; pero admitiendo que si se publicaran sin el nombre de
Talmud y sin sus calumnias viles contra la religión cristiana podrían ser
tolerados; no obstante, Nuestro Santo Padre el Papa Clemente VIII en su
Constitución contra la literatura impía y los libros judíos, publicado en
Roma en el año de Nuestro Señor de 1592, los proscribió y condenó;
con lo cual no era su intención permitirlos o tolerarlos aun bajo las
precedentes condiciones; por cuanto él expresa y especialmente
estableció y determinó que los impíos libros talmúdicos, cabalísticos y
otros nefastos libros judíos, fuesen en su totalidad condenados y
prohibidos y que siempre debían permanecer condenados y prohibidos,
por lo cual su Constitución sobre estos libros debe ser perpetua e
inviolablemente observada».
Y, finalicemos ya, diciendo que el Talmud sigue hoy día tan en pie
para los judíos, como su general reprobación y condena por la
Iglesia, cuya motivación debe ser conocida por todos. Y que desde
luego, prescribe los sacrificios humanos como las ofrendas más
gratas a Yavé. Volvamos al principio de estas consideraciones para
subrayar que aquel argumento de los defensores de Israel, de que
sus leyes no prescriben la efusión de sangre, es falaz.
Así como a Manuel Bonilla Sauras en La trama oculta del PSOE, con
prólogo de Ricardo de la Cierva. Y, Los peores enemigos de
nuestros pueblos, de Jean Boyer, ya citado
Y el mismo San Lucas, cap. XVI, 1 - 13: «En aquel tiempo dijo Jesús
a sus discípulos: El que es de fiar en lo menudo, también en lo
importante es de fiar; el que no es honrado en lo poco, tampoco en
lo mucho es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os
confiará los bienes verdaderos? Y si no habéis sido fieles en lo
ajeno, ¿quién os dará lo que es vuestro? ».
«Ningún criado puede servir a dos amos: porque, o bien aborrecerá
a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso
del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. »