CUERPO Y SANGRE DE CRISTO Hora Santa

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CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Monitor: Hoy nos hemos reunido en actitud de adoración, ante el sacramento


admirable de la Eucaristía, por el cual Cristo permanece realmente presente
entre nosotros. Nos ponemos en presencia de Dios, con un corazón deseoso de
encontrarse con Él. La Eucaristía es el sacramento de la comunión con Jesús
en la tierra: "quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él "
(Jn 6,57-58). En esta Hora Santa, desde la Hostia Blanca Él nos va a sonreír y
a bendecir nuestra ciudad; va a bendecir a cada uno de nosotros y a
nuestras familias; va a enjugar nuestras lágrimas y a sanar nuestras heridas.
Que nuestra plegaria nos ayude a comprender más y más el don que el
Señor nos ha hecho de su Cuerpo y de su Sangre, para que siempre que
participemos del convite pascual, seamos conscientes de la gracia que se nos
da.

Canto

Ministro: Alabemos y demos gracias en cada momento.


Todos: Al Santísimo Sacramento.

Monitor: La Palabra de Dios nos guíe en este encuentro personal con


Jesús, Palabra hecha carne y alimento para el hombre. Escuchemos:

Lector 1: Lectura de la Carta a los Efesios:  (1, 3-10)

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido en
él con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en Cristo,
antes de crear el mundo, para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos,
por el amor, y determinó, porque así lo quiso, que, por medio de
Jesucristo, fuéramos sus hijos, para que alabemos y glorifiquemos la
gracia con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado. Pues por
Cristo, por su Sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él ha prodigado sobre nosotros el tesoro de su gracia, con toda sabiduría e
inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Este es el plan
que había
proyectado realizar por Cristo, cuando llegara la plenitud de los tiempos: hacer
que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, tuvieran a Cristo por cabeza.
Palabra de Dios.
Todos: Te alabamos, Señor

Momentos de silencio para meditar.

Canto de meditación:

Lector 2: Lectura del santo Evangelio según san Juan.             (Juan 6, 51-58)

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy
a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Entonces los judíos se
pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su
carne?” Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del
hombre y no beben mi sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come
mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último
día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que
come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre,
que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come
vivirá por mí.Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que
comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para
siempre. Palabra del Señor.
Todos: Gloria a Ti, Señor Jesús.

Momentos de silencio para meditar. 

Monitor: En la Eucaristía, Jesús nos ha dejado el legado de su amor. En este


amor se vuelve visible y tangible todo lo que hizo durante su vida; en ella
pronunció palabras de amor a los hombres, palabras que revelan el amor del
Padre, palabras que provenían de su amante corazón. Hizo poner en pie a
personas que no se podían aceptar, y les dio valor para que respondieran por sí
mismas, mostrándoles su intocable dignidad. Curó sus heridas; trajo a la vida
y a Dios a los publicanos y a los pecadores que habían sido expulsados y les
mostró un nuevo camino; recogió, por medio de parábolas, a los hombres que
estaban estancados en su experiencia de vida y les habló de Dios de tal forma
que se abrieron sus ojos. Juan nos ha dejado lo que Jesús tiene en su corazón.
Son palabras de amor que disuelven los límites entre el cielo y la tierra, entre
Dios y el hombre, entre la vida y la muerte. Cristo nos dice estas palabras de
amor en cada celebración eucarística; nos las dirige desde el cielo, aunque
como quien se encuentra en medio de nosotros.

Momentos de silencio para meditar.

Monitor: A Cristo Eucaristía llegamos por María. La Virgen Madre es el


camino más corto, más fácil y más seguro para llegar a Jesús. Ella es el mejor
sagrario de Jesús. Y en la Hostia Santa, junto a Jesús, siempre está María y lo
adora, porque también es su Dios. María es “El Primer Sagrario” y su
principal función es pasar su cielo al pie de los sagrarios con su Hijo Jesús.
Allí escucha nuestras plegarias y atiende nuestros gemidos y oraciones. Allí
está de día y de noche, en invierno y en verano, en el último sagrario
abandonado y en el más visitado. Y allí estará María, mientras haya en el
mundo una hostia consagrada. Por eso, podríamos también llamarla “María de
la Eucaristía” o “María del Santísimo Sacramento”. Ella, desde el sagrario,
nos invita ahora a amar a Jesús y nos dice con ternura y estremecimiento:
Trátenmelo bien, porque es el Hijo de mis entrañas, es Sangre de mi sangre.
No lo entristezcan, recibiéndolo con el alma manchada. María nos enseña a
amar y adorar a Jesús Eucaristía.

Momentos de silencio para meditar. 

Canto

Monitor: En la Eucaristía se manifiesta la visión fundamental del misterio de


la gracia. La gracia que surge de Cristo redentor consiste en el don de la vida
divina a la humanidad. Para nosotros ese don es gratuito, en cambio, ha sido
pagado al precio más alto por el Salvador. Puesto que la Eucaristía es el
sacramento en el que no sólo se da la gracia sino el autor de la gracia, tiene
una conexión excepcional con la vida eterna de la gracia. La presencia del
Cuerpo y de la Sangre significa una presencia personal destinada a hacer
surgir la gracia con abundancia ilimitada. Aquél que quería nutrir a la
humanidad con la propia vida ha elegido la Eucaristía como medio
privilegiado para ahondar en toda la profundidad de la vida humana y
transformarla en vida divina. Por eso la beata María Inés Teresa del Santísimo
Sacramento decía que la Eucaristía debe ser el centro de nuestros amores.

Momentos de silencio para meditar.  

Monitor: Alabemos a Nuestro Señor Jesucristo por su generosidad de espíritu


y por el amor que nos ha dado al quedarse en la Eucaristía por nosotros.
Todos: Tú eres el verdadero pan bajado del cielo.

Lector 1: Señor Jesucristo, nuestro redentor, te damos gracias por tu voluntad


de permanecer entre nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Todos: Tú eres el verdadero pan bajado del cielo.

Lector 2: Señor Jesucristo, te bendecimos porque los que comen de tu carne y


beben de tu sangre, nunca más padecen hambre y sed, pues son alimentados
de vida eterna.
Todos: Tú eres el verdadero pan bajado del cielo.

Lector 1: Señor Jesucristo, te glorificamos porque en ti hemos sido elegidos


por al Padre para vivir en santidad y para ser saciados con tus bienes
espirituales.
Todos: Tú eres el verdadero pan bajado del cielo.

Lector 2: Señor Jesucristo, te adoramos, porque en la fracción del pan nos has


revelado que el Padre de los cielos cuida de las necesidades espirituales y
materiales de sus hijos.
Todos: Tú eres el verdadero pan bajado del cielo.

Lector 1: Señor Jesucristo, te adoramos presente en la Iglesia, tu Cuerpo


místico y sacramento universal de salvación.
Todos: Tú eres el verdadero pan bajado del cielo.

Ministro: Señor Jesús, Pastor de la Iglesia, que preparas una mesa ante


nosotros y te nos das a ti mismo como alimento: guíanos por los caminos de tu
justicia, para que arrancados de las tinieblas y sin temer mal alguno podamos
gozar para siempre del descanso de la casa del Padre. Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
Momentos de silencio para meditar. 
Canto

Los Siete Ofertorios De La Preciosa Sangre


I. Padre Eterno, te ofrezco los méritos de la Preciosa Sangre de Jesús, tu hijo
Amadísimo hijo y nuestro Divino Redentor, por la propagación y exaltación
de mi querida Madre la Santa Iglesia Católica, por la seguridad y prosperidad
de su cabeza visible, el Romano Pontífice, por los cardenales, obispos y
pastores de las almas, y por los ministros de su santuario.

Gloria al Padre. y al Hijo. y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y


siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Bendecido y adorado sea por siempre Jesús, que nos ha salvado por su
Preciosa Sangre. Amen.

II. Padre Eterno, te ofrezco los méritos de la Preciosa Sangre de Jesús, tu


Amadísimo Hijo y Nuestro Divino Redentor, por la paz y concordia de las
naciones, por la conversión de los enemigos de nuestra fe y por la felicidad
de todos los cristianos.

Gloria al Padre …

Bendecido …
III. Padre Eterno, te ofrezco los méritos de la Preciosa Sangre de Jesús, tu
Amadísimo Hijo y Nuestro Divino Redentor, por el arrepentimiento de todos
los no-creyentes, la extirpación de las herejías, y la conversión de los
pecadores.

Gloria al Padre …

Bendecido …

IV. Padre Eterno, te ofrezco los méritos de la Preciosa Sangre de Jesús, tu


Amadísimo Hijo y Nuestro Divino Redentor, por todas mis relaciones, amigos
y enemigos, por los pobres, los enfermos, y aquellos en tribulación, y or
todos los que tu deseas que yo ore, o consideras que debería de orar.

Gloria al Padre …

Bendecido …

V. Padre Eterno, te ofrezco los méritos de la Preciosa Sangre de Jesús, tu


Amadísimo Hijo y Nuestro Divino Redentor, por todos aquello que este día
pasaran a la otra vida, para que los preserves de las penas del infierno y los
admitas a la posesión de tu Gloria.

Gloria al Padre …

Bendecido …
VI. Padre Eterno, te ofrezco los méritos de la Preciosa Sangre de Jesús, tu
Amadísimo Hijo y Nuestro Divino Redentor, por todos aquellos que son
amantes del gran tesoro de su sangre, y por todos los que se me unen en
adorarlo y honrarlo, y por todos los que ayudan a dar a conocer esta
devoción.

Gloria al Padre …

Bendecido …

VII Padre Eterno, Padre Eterno, te ofrezco los méritos de la Preciosa Sangre
de Jesús, Tu Amadísimo Hijo y Nuestro Divino Redentor, por todas mis
necesidades, tanto espirituales como temporales, por las Almas del
Purgatorio, y en particular por todos aquellos que en su vida fueron devotos
al precio de su Redención, y por los dolores y sufrimientos de nuestra Madre,
María Santísima.....

Gloria al Padre …

Bendecido …

Bendecida y exaltada sea la Sangre de Jesús, ahora y siempre, y por toda la


eternidad. Amén.

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