Biografia Montesquieu
Biografia Montesquieu
Biografia Montesquieu
Voltaire
François-Marie Arouet fue el último de los cinco hijos del matrimonio entre el notario François
Arouet (1650 – 1 de enero de 1722) y Marie Marguerite d'Aumary (1660 – 13 de julio de 1701),
esta de una noble familia de la provincia de Poitou-Charentes y fallecida cuando él contaba
siete años de edad. Estudió latín y griego en el colegio jesuita Louis-le-Grand (1704–1711)
durante los últimos años del reinado de Luis XIV y allí trabó amistad con los hermanos René-
Louis y Marc-Pierre Anderson, futuros ministros del rey Luis XV.
En 1731 escribió la Historia de Carlos XII, donde esbozaba los problemas y tópicos que, más
tarde, aparecieron en su famosa obra Cartas filosóficas, publicada en 1734, donde defendió
la tolerancia religiosa y la libertad ideológica, tomando como modelo la permisividad inglesa y
acusando al Cristianismo de ser la raíz de todo fanatismo dogmático. Por este motivo, en el
mes de mayo se ordenó su detención y Voltaire se refugió en el castillo de Émilie du Châtelet,
mujer con la que establecerá una larga relación amorosa y con la que trabajará en su obra La
filosofía de Newton, donde resumía y divulgaba en francés la nueva física del genio inglés.
Se instaló en la propiedad de Ferney, donde vivió durante dieciocho años, recibió a la élite de
los principales países de Europa, representó sus tragedias (Tancredo, 1760), mantuvo una
copiosa correspondencia y multiplicó los escritos polémicos y subversivos para combatir el
fanatismo clerical.
Cuatro años después redactó el Tratado sobre la tolerancia, y en 1764 su Diccionario
filosófico. Desde entonces, siendo ya Voltaire un personaje famoso e influyente en la vida
pública, intervino en distintos casos judiciales, como el caso Calas y el de La Barre, que
estaba acusado de impiedad, defendiendo la tolerancia y la libertad frente a todo dogmatismo
y fanatismo.
En 1778 Voltaire volvió a París. Se le acogió con entusiasmo y murió el 30 de mayo de ese
mismo año, a la edad de 83 años. En 1791, sus restos fueron trasladados al Panteón
Jean-Jacques Rousseau
Debido a motivos religiosos, la familia Rousseau se exilió en Ginebra cuando era una ciudad-
estado independiente. Allí, Isaac Rousseau (Ginebra, 1672-Nyon, 1747) y Suzanne Bernard
(Ginebra, 1673-ibídem, 1712), hija del calvinista Jacques Bernard, tuvieron a su hijo Jean-
Jacques. Nueve días después de dar a luz, Suzanne falleció. El pequeño Rousseau consideró
a sus tíos paternos como sus segundos padres, debido a que desde muy pequeño pasó
mucho tiempo con ellos y fueron los que lo cuidaron.
Cuando Rousseau tenía 10 años (1722), su padre se exilió por una acusación infundada y él
quedó al cuidado de su tío Samuel. Con esta familia disfrutó de una educación que él
consideraría ideal, calificando esta época como la más feliz de su vida. Junto con su primo,
Rousseau fue enviado como pupilo a la casa del calvinista Lambercier durante dos años
(1722-1724). A su regreso en 1725, trabajó como aprendiz de relojero y, posteriormente, con
un maestro grabador (aunque sin terminar su aprendizaje), con quienes desarrolló la suficiente
experiencia para vivir de estos oficios toda su vida.
Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a
los deberes.
El contrato social
Por ello, a los 16 años (1728) abandona su ciudad natal. Tras estar peregrinando un tiempo,
se estableció en Annecy, siendo tutelado por Madame de Warens, una dama ilustrada, trece
años mayor que él, que le ayudó en su educación y en su afición por la música. A ojos de
Rousseau, ella sería una madre y una amante. Residió seis semanas en Montpellier por una
enfermedad grave, y a su regreso fue preceptor en Lyon y tuvo contacto
con Fontenelle, Diderot o Marivaux. Forjando un carácter de "paseante solitario" mientras
recorría kilómetros y kilómetros por los Alpes, Rousseau ejerció de periodista.
En 1745, con 33 años vuelve a París, donde convive con Thérèse Levasseur, una modista
analfabeta con quien tiene cinco hijos y a quien convence para entregarlos al hospicio
conforme van naciendo. Al principio dijo que carecía de medios para mantener una
familia,1 pero más tarde, en el volumen IX de sus Confesiones, sostuvo haberlo hecho para
apartarlos de la nefasta influencia de su familia política: Pensar en encomendarlos a una
familia sin educación, para que los educara aún peor, me hacía temblar. La educación del
hospicio no podía ser peor que eso.
Las exigencias de sus amigos y sus opiniones lo distancian de ellos, Rousseau se siente
traicionado y atacado y abandona Ermitage, casa rural que le amuebló Mme. d'Epinay en
1756.
Retirado en Ermenonville, falleció de un paro cardíaco en 1778 a los 66 años. Sus restos
descansan en el Panteón de París a pocos metros de Voltaire y el sitio exacto está marcado
claramente por un busto conmemorativo.
DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS
DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO (1789)
La Declaración de los derechos del hombre y el del ciudadano de 1789, inspirada en la
declaración de independencia estadounidense de 1776 y en el espíritu filosófico del
siglo XVIII, marca el fin del Antiguo Régimen y el principio de una nueva era.
Historia
La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano es, junto con los decretos
del 4 y el 11 de agosto de 1789 sobre la supresión de los derechos feudales, uno de
los textos fundamentales votados por la Asamblea nacional constituyente formada tras
la reunión de los Estados Generales durante la Revolución Francesa.
El principio de base de la Declaración fue adoptado antes del 14 de julio de 1789 y dio
lugar a la elaboración de numerosos proyectos. Tras largos debates, los diputados
votaron el texto final el día 26 de agosto.
Texto
Artículo 4.- La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no perjudique a
otro: por eso, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros
límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el goce de estos
mismos derechos. Tales límites sólo pueden ser determinados por la ley.
Artículo 5.- La ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la
sociedad. Nada que no esté prohibido por la ley puede ser impedido, y nadie puede ser
constreñido a hacer algo que ésta no ordene.
Artículo 6.- La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen
derecho a contribuir a su elaboración, personalmente o por medio de sus
representantes. Debe ser la misma para todos, ya sea que proteja o que sancione.
Como todos los ciudadanos son iguales ante ella, todos son igualmente admisibles en
toda dignidad, cargo o empleo públicos, según sus capacidades y sin otra distinción
que la de sus virtudes y sus talentos.
Artículo 7.- Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido, como no sea en
los casos determinados por la ley y con arreglo a las formas que ésta ha prescrito.
Quienes soliciten, cursen, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias deberán ser
castigados; pero todo ciudadano convocado o aprehendido en virtud de la ley debe
obedecer de inmediato; es culpable si opone resistencia.
Artículo 8.- La ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias, y
nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley establecida y promulgada con
anterioridad al delito, y aplicada legalmente.
Artículo 9.- Puesto que todo hombre se presume inocente mientras no sea declarado
culpable, si se juzga indispensable detenerlo, todo rigor que no sea necesario para
apoderarse de su persona debe ser severamente reprimido por la ley.
Artículo 10.- Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, a
condición de que su manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley.
Artículo 11.- La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los
derechos más preciosos del hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar,
escribir e imprimir libremente, a trueque de responder del abuso de esta libertad en
los casos determinados por la ley.
Artículo 12.- La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita de una
fuerza pública; por lo tanto, esta fuerza ha sido instituida en beneficio de todos, y no
para el provecho particular de aquellos a quienes ha sido encomendada.
Artículo 15.- La sociedad tiene derecho a pedir cuentas de su gestión a todo agente
público.