Economia Digital - Libro1

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nueva etapa nº27. dic.

2016

Anna Byhovskaya
¿UNA NUEVA
Isidor Boix REVOLUCIÓN
Cecilia Castaño
Valerio De Stefano
INDUSTRIAL?
Ana Rosa del Águila ECONOMÍA
Christophe Degryse
Javier Doz DIGITAL
John Evans Y TRABAJO
Cristina Garmendia
José María Goerlich
Michel Husson
Javier Jiménez
Julio Linares
Pedro J. Linares
Francisco Louçã
Vicente López
Joan Majó
Agustín Martín
José María Martínez
Xavier Martínez Celorrio
Fernando Medina
Antoni Roca
Vicente Sánchez
Joan Subirats
nueva etapa nº27. dic. 2016
Edita:
Confederación Sindical
de Comisiones Obreras
Fernández de la Hoz, 12
28010 Madrid

Dirección:
Jorge Aragón
jaragon@ccoo.es

Coordinación:
Aida Sánchez
aida@ccoo.es

Consejo Editorial:
Julian Ariza
Máximo Blanco
Isidor Boix
Salce Elvira
Ramón Górriz
Ana Herranz
Fernando Lezcano
Enrique Lillo
Javier López
Héctor Maravall
Montserrat Mir
Empar Pablo
Carlos Prieto
Rosa Sans

Administración:
Pilar Álvarez
palvarez@ccoo.es

Diseño:
Juan Vidaurre
Ediciones Cinca, S.A.

Producción editorial,
maquetación e impresión:
Grupo Editorial Cinca

ISSN: 1889-4135
Depósito legal: M. 42.536-2001

Ilustración de cubierta
e interiores:
Theo Van Doesburg

Ilustración de cubierta:
Pure painting, 1920.
Theo Van Doesburg
índice
Jorge Aragón ......................................................... 11
Notas sobre ¿Una nueva revolución industrial?
Economía digital y trabajo

Joan Majó .............................................................. 23


El nuevo paradigma de la economía digital.
Transformaciones, retos e incertidumbres de la
nueva revolución industrial

Antoni Roca ........................................................... 39


¿Una nueva revolución industrial?
Una perspectiva histórica

Michel Husson ....................................................... 47


¿Estancamiento secular o rebote tecnológico?

Joan Subirats ......................................................... 61


Internet y democracia. Politizar la transformación
tecnológica

Francisco Louçã .................................................... 73


El trabajo en el ojo del huracán: economía digital,
externalización y futuro del empleo

Cecilia Castaño ..................................................... 97


La brecha de género en la 4ª revolución industrial

John Evans
Anna Byhovskaya ................................................. 107
La gestión de la economía digital, hacia un
cambio tecnológico abierto, equitativo e inclusivo:
una perspectiva sindical
Christophe Degryse ............................................... 119
La economía digital y sus implicaciones
socioeconómicas y laborales

Javier Doz .............................................................. 129


La economía digital desde la perspectiva
del Comité Económico y Social Europeo

Valerio De Stefano ................................................. 149


La “gig economy” y los cambios en el empleo
y la protección social

José María Goerlich .............................................. 173


¿Repensar el derecho del trabajo?
Cambios tecnológicos y empleo

Cristina Garmendia ................................................ 191


La educación, principal reto de la sociedad digital

Xavier Martínez Celorrio ........................................ 197


Educación y competencias para vivir
en la economía digital

Isidor Boix ............................................................. 203


Las cadenas internacionales de valor en
la economía digital y la acción sindical por
el trabajo decente

Ana Rosa del Águila .............................................. 217


Economía digital: estrategia empresarial
y modelos de negocio

Pedro J. Linares 229


Vicente López ........................................................
La economía circular versus la economía digital
¿Dónde está la revolución?
243
Julio Linares ..........................................................
Digitalización de la sociedad española
257
Agustín Martín .......................................................
La industria 4.0: implicarnos en su desarrollo
y anticipar sus efectos
Javier Jiménez .................................................... 275
La digitalización de los servicios a la ciudadanía

Fernando Medina
José María Martínez ........................................... 283
Las implicaciones sociolaborales
de la digitalización. Reflexiones sindicales
de la Federación de Servicios

Vicente Sánchez .................................................. 301


Las implicaciones de la economía digital en
el sector de la construcción

APUNTES
El empleo atípico en el mundo.
Retos y perspectivas
(Informe de la OIT – noviembre 2016) .............. 317

Nota biográfica de Theo Van Doesburg .............. 329


autores
Anna Byhovskaya
Asesora del
Comité Sindical Consultivo (TUAC) ante la OCDE

Isidor Boix
Sindicalista
Federación de Industria de CCOO
IndustriALL Global Union

Cecilia Castaño
Catedrática de Economía
Universidad Complutense de Madrid

Valerio De Stefano
Departamento de Mercados de trabajo inclusivos,
Relaciones Laborales y Condiciones de Trabajo
ILO-OIT
Universidad de Bocconi

Ana Rosa del Águila


Profesora de Economía
Decana de la Facultad de Estudios Sociales y del Trabajo
Universidad de Málaga

Christophe Degryse
Investigador senior
Responsable de la Célula de Prospectiva
Instituto Sindical Europeo (ETUI)

Javier Doz
Consejero del Comité Económico y Social Europeo
(CESE)
Adjunto a la Secretaría general de CCOO

John Evans
Secretario General
Comité Sindical Consultivo (TUAC) ante la OCDE
Cristina Garmendia
Presidenta
Fundación COTEC para la Innovación

José María Goerlich


Catedrático de Derecho del Trabajo
y de la Seguridad Social
Universidad de Valencia

Michel Husson
Economista y estadístico
Institut de Recherches Économiques et Sociales
(IRES)

Javier Jiménez
Secretario general
Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO

Julio Linares
Presidente de la Comisión de Sociedad Digital
de CEOE

Pedro J. Linares
Secretario de Salud Laboral y Medio Ambiente
de CCOO

Francisco Louçã
Catedrático de Economía
Instituto Superior de Economía y Gestión (ISEG)
Universidad de Lisboa

Vicente López
Director-Gerente
Instituto Sindical Trabajo, Ambiente y Salud
ISTAS-CCOO

Joan Majó
Ex ministro de Industria

Agustín Martín
Secretario general
Federación de Industria de CCOO
José María Martínez
Secretario general
Federación de Servicios de CCOO

Xavier Martínez Celorrio


Profesor de Sociología
Universidad de Barcelona

Fernando Medina
Responsable Institucional de la
Secretaría de Acción Sindical Internacional
Federación de Servicios de CCOO

Antoni Roca
Profesor de Historia de la Ciencia y de la Técnica
ETS de Ingeniería Industrial de Barcelona
Universitat Politècnica de Catalunya

Vicente Sánchez
Secretario general
Federación de Construcción y Servicios de CCOO
Profesor de Economía
Universidad Complutense de Madrid

Joan Subirats
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración
Instituto de Gobierno y políticas públicas (IGOP)
Universidad Autónoma de Barcelona
Jorge Aragón

Notas sobre ¿Una nueva


revolución industrial?
Economía digital y trabajo
Notas sobre ¿Una nueva
revolución industrial?

C ADA vez se extiende más la idea de que estamos viviendo una nueva revolu-
ción industrial, basada en la aplicación generalizada de tecnologías digitales en la
actividad económica, apoyadas en la extensión de las infraestructuras de las TIC y
su mayor capacidad de interconexión, modificando procesos y ofreciendo nuevos
productos, cambiando la organización de las empresas y las formas de empleo y de
trabajo, con implicaciones directas en las fuentes de energía y su impacto medioam-
biental y en los hábitos de consumo.

De la importancia que está cobrando este proceso dan cuenta el creciente nú-
mero de documentos que abordan la economía digital, que algunos califican de 4ª
Revolución industrial1 o Industria 4.02, del que son una pequeña muestra a nivel in-
ternacional los documentos del World Economic Forum de Davos, los informes de
la OCDE sobre Economía digital. Innovación, crecimiento y prosperidad social, el
Informe sobre desarrollo mundial 2016. Dividendos digitales del Banco Mundial; o,
en el ámbito europeo, la Comunicación de la Comisión Europea sobre Una estrategia
para un mercado único digital en Europa. También, documentos sindicales como la
resolución de la CES sobre la digitalización, Hacia un trabajo digital justo; la Decla-
ración de los agentes sociales europeos sobre El partenariado digital europeo en la
digitalización o las propuestas del TUAC Messages to the OECD Ministerial on the
Digital Economy Inclusive Innovation Pathways, Regulatory Challenges, and the Role
of Policies and Unions.

Si los documentos antes mencionados son un mero ejemplo para apoyar la cre-
ciente importancia que se está dando a la economía digital, también es necesario

1
Para otros analistas se trataría de la 3ª y no la 4ª revolución industrial.
2
Término engañoso en su traducción al castellano porque no se refiere a las manufacturas sino, en su
origen inglés, al conjunto de actividades económicas, incluidos los servicios.

gaceta 13 sindical
Jorge Aragón

apuntar que su definición o la acotación de los ámbitos en los que opera no son tan
claras. Por una parte, porque su desarrollo no se basa solo en nuevas tecnologías
innovadoras –los chips o internet tienen ya algunas décadas de existencia– sino en
una forma diferente de integrarse, su creciente conectividad, estrechamente aso-
ciada a estrategias empresariales de muy diverso tipo. Por otra, porque engloba fe-
nómenos tan diversos como la robotización inteligente, la impresión 3D, la
biotecnología, la computación en la nube, el comercio electrónico, las criptomonedas
o las plataformas digitales. Del carácter “borroso” conceptualmente de la digitaliza-
ción también da cuenta la creciente extensión de un vocabulario nuevo y en no pocos
casos confuso (casi siempre en inglés): Internet de las cosas, big data, fintech,
crowdwork, crowdoutsourcing, gig economy, economía colaborativa, o prosumidores,
entre otros muchos, con significados e implicaciones muy diferentes.

Posiblemente estemos asistiendo a un nuevo paradigma económico, como lo ge-


neraron el uso masivo de máquina de vapor y la mecanización de las actividades
agrarias e industriales, la electrificación o la motorización, con importante impacto
social y cultural, como lo supuso la imprenta de Gutenberg en la difusión de infor-
mación –una de las primeras TIC industriales– hasta entonces restringida a un muy
reducido número de personas, o la popularización del uso del teléfono como forma
habitual de comunicación.

No es, por ello, sorprendente que estos cambios vayan acompañados de impor-
tantes interrogantes sobre sus efectos en la destrucción y creación de empleo, los
cambios en los contenidos y tareas de los puestos de trabajo, los nuevos requeri-
mientos de cualificaciones y competencias profesionales, el reparto de los aumentos
de productividad, la desigualdades salariales, las brechas digitales, y los efectos
sobre la fiscalidad y la protección social entre otros. Temas de debate e intervención
política y social que han estado presentes en revoluciones tecnológicas anteriores,
y a cuyo análisis y comprensión quiere contribuir este monográfico de Gaceta Sin-
dical, separando la paja del grano, para seguir promoviendo una acción colectiva
que haga de los cambios tecnológicos un sinónimo de bienestar e inclusión social,
en la que las organizaciones sindicales confederales como CCOO, desde su com-
promiso sociopolítico de solidaridad y de clase, tienen un importante papel.

LOS CAMBIOS TECNOLÓGICOS COMO PROCESOS SOCIALES ABIERTOS


Y NO PREDETERMINADOS

Cabe considerar que no estamos ante “la explosión” de una nueva revolución
tecnológica de corto plazo sino ante cambios que se encuadran en una “onda larga”

gaceta 14 sindical
Notas sobre ¿Una nueva
revolución industrial?

de innovaciones tecnológicas –por utilizar la terminología de Kondratieff– que co-


menzó hace décadas. Los intensos cambios tecnológicos apuntados no son un fe-
nómeno nuevo, aunque su desarrollo hoy sea diferente.

Por ello, merece hacer memoria de nuestra historia reciente recordando algunos
debates y aportaciones de la Comisión Confederal de Ciencia y Tecnología de CCOO
en 1989 (¡hace 27 años!), que creó Marcelino Camacho a mitad de los años 803:

La evolución tecnológica se ha presentado en las últimas décadas como una


protagonista central de la evolución económica y social. De forma directa, casi
en cualquier acto cotidiano, es posible encontrar referencias diversas a la lla-
mada "revolución tecnológica": oferta de hogares computarizados con tele-
compra, video-prensa, correo electrónico, robots domésticos...; informaciones
instantáneas de lo que acontece en los más alejados países, nuevos alimen-
tos genéticamente controlados; o academias para jóvenes y adultos, dispues-
tas a adentrar a la persona que pague en los aspectos más complejos del
conocimiento informático.(…)

La ideología dominante a lo largo de la década de crisis, ha presentado, en el


sentido marxista de ideología como falsa conciencia, las nuevas tecnologías
como un proceso ajeno a las propias relaciones sociales, que como el granizo
o los días de sol, no pueden ser influidos por la sociedad, o al menos, por el
ciudadano no encuadrado en las escogidas élites del poder (…).

Ciertamente, desde esta "falsa conciencia" del cambio tecnológico, se elude


la dramática confrontación que vive la sociedad actual entre la mayor capaci-
dad humana de intervenir sobre la naturaleza, y las situaciones de desigualdad
social, pobreza y marginación que conviven con ella. Valga observar los car-
teles anunciadores de prodigiosos artilugios que ocupan las calles de las ciu-
dades, y las eternas colas de parados en las oficinas del INEM, o las personas
que viven de la mendicidad en condiciones infrahumanas.

Romper con esta ideología dominante significa comprender las implicaciones


directas y recíprocas de los procesos de innovación tecnológica y las relacio-
nes laborales y sociales. En definitiva, un paso previo para comprender las
implicaciones del cambio tecnológico y definir estrategias de actuación social
que influyan en ella”.

3
COMISIÓN CONFEDERAL DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA DE CCOO (1989): Innovación tecnológica,
crisis económica y relaciones laborales. Mimeo.

gaceta 15 sindical
Jorge Aragón

Valga esta larga cita para recuperar una idea central en la comprensión de los
cambios tecnológicos. El nuevo paradigma de la digitalización está teniendo y tendrá
en el futuro un impacto cada vez mayor en los procesos productivos, en las estrate-
gias empresariales, en las formas de empleo y en las relaciones laborales y sociales.
Sin embargo, estos cambios no están predeterminados sino que dependen de la ac-
ción de los principales actores que intervienen en ellos –no solo los empresarios,
sino los trabajadores y trabajadoras y su representación en los sindicatos– de los
marcos regulatorios en los que se desenvuelven y de las políticas públicas que en-
cauzan también su desarrollo, en las que ocupa un papel esencial el Estado y sus
formas de gobierno en sus múltiples niveles de intervención, no solo nacional, sino
supranacional o local.

Como reflexionaba Manuel Castells no son las nuevas tecnologías las que crean
ni destruyen empleo sino las políticas con las que se desarrollan y aplican, y las es-
trategias de los actores sociales implicados.

EL CONTEXTO DE LOS CAMBIOS TECNOLÓGICOS EN LA GLOBALIZACIÓN

Es necesario tener en cuenta el contexto socioeconómico en el que se producen


hoy los cambios tecnológicos, marcado por la globalización. Los procesos de pro-
ducción de bienes y servicios se encuadran de manera creciente en las cadenas in-
ternacionales de valor, en gran medida estructurados a través de empresas
transnacionales con un importante poder de mercado que las dota de una gran ca-
pacidad para organizar las relaciones con proveedores, distribuidores y consumido-
res, acrecentado por el uso masivo de datos (big data). Una realidad que se proyecta
en una creciente interrelación entre países, y en la que la expansión de los llamados
países emergentes está suponiendo una profunda transformación de la división in-
ternacional del trabajo entre el norte y el sur del desarrollo que caracterizó al capita-
lismo del siglo XX, y que dibuja en la actualidad un nuevo y complejo escenario
internacional4 del que da clara cuenta el debate sobre los acuerdos comerciales in-
ternacionales como el TTP, el TTIP o el CETA.

Paralelamente, las características de los cambios tecnológicos que se están ope-


rando contribuyen a explicar que no se concentren exclusivamente en los sectores
considerados punteros de las tecnologías TIC sino que afecten a la gran mayoría de

4
Gaceta Sindical: Reflexión y Debate nº 26 (2016): Incertidumbres y retos del nuevo escenario mundial.
CCOO.

gaceta 16 sindical
Notas sobre ¿Una nueva
revolución industrial?

los sectores, sean considerados nuevos o maduros según la terminología conven-


cional –valga de ejemplo las implicaciones de la digitalización en la banca tradicional
o el comercio minorista– por lo que sus efectos pueden ser mucho más amplios que
en otras etapas anteriores.

Y es en este nuevo y complejo contexto en el que se está desarrollando el debate


sobre el impacto de los cambios tecnológicos, principalmente en el empleo, marcado
por algunas previsiones catastrofistas que estiman que en las próximas décadas se
habrán destruido el 40% de los puestos de trabajo existentes en la actualidad aten-
diendo a sus características y a la posibilidad de que sean sustituidos por robots o
por la automatización de sus tareas5. Unas previsiones que han llevado a algunos
analistas a retomar la idea de “el fin del trabajo” –la manida y criticada tesis de Je-
remy Rifkin– o de una futura sociedad sin empleo. Aunque son tesis que han sido
rebatidas por múltiples estudios –incluidos los trabajos de organismos tan ortodoxos
como la OCDE– dan muestra de la confusión reinante en el debate y la falta de apo-
yos analíticos sólidos a las diferentes estimaciones, quizás porque estamos ante el
comienzo de un largo proceso del que sabemos muy poco y, como se ha comentado,
porque su futuro no está predeterminado.

La historia enseña que los cambios tecnológicos han podido generar una impor-
tante destrucción de empleo pero que, paralelamente, han creado nuevos puestos
de trabajo de características muy diferentes, lo que lleva a remarcar la importancia
de políticas que fomenten una “transición justa”. Pero, quizás, lo más relevante en
el debate actual es que desde posiciones conservadoras se apunte a que la enorme
flexibilidad que permiten las nuevas tecnologías está llevando a una progresiva sus-
titución de trabajos estables por otros inestables, ocasionales o precarios de la que
solo escaparían un reducido núcleo de trabajadores de elevada cualificación. Así, el
considerado hasta ahora “trabajo atípico” –temporal, a tiempo parcial, ocasional–
estaría llamado a convertirse en “típico”, dando lugar a una nueva clase social –el
“precariado” de Guy Standing– de forma similar a como el fordismo configuró la clase
trabajadora industrial en torno a las cadenas de producción. Una nueva clase a la
que caracterizaría no solo sus precarias e inestables condiciones laborales sino un
casi nulo poder de negociación; en definitiva, el fin de los sindicatos de clase como
organización central de defensa de los trabajadores en las relaciones laborales.

5
FREY C. B. y OSBORNE M.A. (2013): “The Future of Employment: How susceptible are jobs to compu-
terisation?”., disponible en: http://www.oxfordmartin.ox.ac.uk/downloads/academic/The_Future_of_Em-
ployment.pdf

gaceta 17 sindical
Jorge Aragón

Frente a estas tesis conservadoras y deterministas cabe contraponer el hecho


de que la extensión del trabajo precario –sin derechos o con pocos derechos labo-
rales y sociales– no ha estado asociado a cambios tecnológicos sino a la adopción
de políticas neoliberales, que han fomentado una globalización del capital sin regu-
lación, que han buscado debilitar las políticas de los Estados y quebrar la capacidad
de presión y negociación de los sindicatos de clase. La hegemonía de estas políticas
desde la década de los ochenta del pasado siglo –en torno al llamado Consenso de
Washington– han sido la base de la extensión de la precariedad laboral, de un in-
tenso proceso de redistribución de la renta del trabajo al capital y de un continuado
aumento de las desigualdades laborales y sociales. Unas políticas que engendraron
la brutal crisis económico-financiera reciente –la Gran Recesión– y explican el re-
torno de los populismos en un escenario mundial de cada vez menor cooperación,
que ahora parece orientarse peligrosamente hacia un nuevo keynesianismo de gue-
rra, como el anunciado por Trump en Estados Unidos.

EL DEBATE SOBRE EL AUMENTO DE LA PRODUCTIVIDAD Y SU REPARTO

De la importancia del debate sobre las políticas a desarrollar para canalizar los
cambios tecnológicos –aunque algunos quieran reducirlo al determinismo de la tec-
nología– da buena cuenta el referente histórico de la construcción del Estado de
bienestar y el modelo social europeo tras la II Guerra Mundial. La conformación del
Estado de bienestar expresó la cristalización política de un equilibrio entre Capital,
Trabajo y Estado con la combinación de un intenso proceso de expansión de la pro-
ducción en sectores con una alta intensidad de innovación tecnológica y acumulación
de capital, en el que el notable aumento de la productividad de los sectores más di-
námicos –en términos de innovación y expansión de la producción– y abiertos a la
competencia, tenía como correlato el desarrollo de importantes mecanismos de re-
distribución de la renta. Una redistribución de los beneficios de la innovación y de
los aumentos de productividad, a través de la intervención del Estado, mediante un
sistema fiscal fuertemente establecido y de las organizaciones sindicales de clase
como defensoras de intereses generales, de la negociación colectiva como instru-
mento de regulación de las condiciones laborales, que permitía un elevado nivel de
gasto social. Una redistribución que promovía la expansión de sectores de servicios
no destinados a la venta –fuera de las reglas de mercado–, una elevada oferta de
bienes públicos y un desarrollado sistema de protección social que permitió conse-
guir el pleno empleo.

Valga esta referencia al Estado de bienestar para recordar que los avances en el
conocimiento humano y su plasmación en cambios tecnológicos y productivos, que

gaceta 18 sindical
Notas sobre ¿Una nueva
revolución industrial?

finalmente son cambios laborales y sociales, pueden y deben ser positivas para el
bienestar humano: la sustitución de trabajadores que realizan trabajos elementales
y mecánicos por robots, o la automatización de tareas elementales y aburridamente
repetitivas solo deberían ser entendidas como una liberación de la actividad humana
en su esfuerzo para garantizar su subsistencia, como lo fue la generalización de los
tractores en las actividades agrarias y el abandono de los azadones o el arado ro-
mano. Lo preocupante es que hoy no sea así, en las puertas de esta nueva oleada
tecnológica de la digitalización, sino que se vea envuelta en un “marketing del miedo”
que chantajea con la precariedad laboral o el desempleo.

También cabe señalar algunas cautelas sobre el grado de maduración de esta


nueva revolución industrial, que hemos puesto en interrogantes como título de este
monográfico. En primer lugar, porque las estadísticas disponibles apuntan a que la
evolución de la productividad, que debería ser la expresión más clara de los cambios
tecnológicos, está mostrando un menor crecimiento que en etapas recientes: ¿dónde
están, pues, los efectos de la innovación tecnológica? Algunas tesis apuntan a que
las estadísticas convencionales no son adecuadas para medir el impacto de los nue-
vos cambios tecnológicos debido a la desmaterialización de las innovaciones y a
que las mejoras en la calidad del consumo no se refleja en los precios; lo que algunos
han dado por llamar el “excedente del consumidor”; nuevas aplicaciones en teléfonos
móviles o mayores opciones de consumo en plataformas digitales, etc. de carácter
intangible. Sin embargo, en una economía de mercado, la rentabilidad del capital y
sus inversiones deben verse finalmente reflejadas en los precios. Como decía Anto-
nio Machado en boca de Juan Mairena, solo los necios confunden el valor –de uso–
con el precio.

Otras tesis apuntan a argumentos más interesantes. La rentabilidad de las inver-


siones, en términos de coste/beneficio, estaría siendo mucho menor de la esperada
por lo que su extensión se basaría más en procesos de concentración de capital –
en las fusiones o absorciones de empresas- para conseguir un aumento de la
tasa de beneficios de las empresas supervivientes que en su difusión. La crisis, a
principio de siglo, de las llamadas “.com” sería un ejemplo de la explosiva combina-
ción de capitalismo financiero de casino e innovación tecnológica.

Asimismo hay tesis que señalan que la innovación tecnológica no solo se enfrenta
a un problema de oferta –concentración de empresas y capital en los sectores trac-
tores de esta nueva acumulación de capital que dificultaría su difusión y su rentabi-
lidad: un callejón sin salida– sino a un problema de demanda. Si se mantienen las
desigualdades en la distribución de los aumentos de la productividad y de la renta
en el conjunto de la población, y sus efectos laborales están estrechamente asocia-

gaceta 19 sindical
Jorge Aragón

dos al desempleo y a la precariedad ¿quién comprará lo que produzcan los robots


o lo que ofrezcan las plataformas digitales?

Cabe pensar que la configuración del capitalismo en este periodo de la historia


tiene en su propia estructura fuerzas que están obstaculizando la difusión de los
efectos de los cambios tecnológicos –la concentración de capital en un contexto de
globalización sin gobierno– que llevarán a nuevas crisis económicas y sociales
de las que deben surgir nuevas formas de regulación que resuelvan esas contra-
dicciones y eviten sus efectos destructivos. En definitiva, cabe pensar que estamos
en un escenario de contradicción de intereses de los principales actores económi-
cos, políticos y sociales que a través de conflictos diversos –como ha ocurrido a lo
largo de la historia– pueden generar un nuevo equilibrio en el reparto del poder de
decisión.

A pesar de que algunos biempensantes consideren que la extensión de las redes


sociales es la manifestación más clara de una nueva forma de democracia, la cues-
tión del poder y su concentración está claramente presente en las redes, como de-
muestra la concentración de capital, los oligopolios empresariales en el sector y la
capacidad de empresas dominantes para influir en ellas, en otras empresas o en los
hábitos y comportamientos de los consumidores. Es una falacia que las plataformas
P2P sean siempre una asociación entre iguales, como lo es el que la sociedad de la
información sea sinónimo de la sociedad del conocimiento por muchos twitter o
WhatsApp que se puedan enviar. Por el contrario, también pueden ser sinónimo de
un mayor control y manipulación de los ciudadanos-consumidores, como puede
poner de manifiesto la reciente acuñación de conceptos como la “posverdad” –post-
truth– para explicar la difusión –poderosamente controlada en las redes digitales–
de mentiras o prejuicios en la red que generen fenómenos tan sorprendentes para
algunos como el Brexit o la victoria de Trump en las últimas elecciones en EEUU.

Estamos ante un escenario nuevo, abierto y de cambio, en el que el resultado de


la aparición de nuevos sujetos políticos o nuevas formas de acción estará estrecha-
mente relacionado con la intervención de actores sociales con más raíces históricas
como las organizaciones sindicales de clase, que seguirán teniendo un papel central
en la defensa del trabajo, del trabajo digno, como una fuente fundamental de la co-
hesión social y la democracia. Un escenario que da sentido a la propuesta de CCOO
de repensar las bases del sindicalismo de clase y que toma cuerpo en luchas como
las que se llevan a cabo en torno a las empresas multiservicios, las camareras de
piso de la hostelería o los trabajadores y trabajadoras de telemarketing en los call
center.

gaceta 20 sindical
Notas sobre ¿Una nueva
revolución industrial?

PLANTEAMIENTO DEL MONOGRÁFICO

Las reflexiones de Joan Majó sobre El nuevo paradigma de la economía digital.


Transformaciones, retos e incertidumbres de la nueva revolución industrial abren el
monográfico en un primer bloque de artículos de carácter general, que tiene su con-
tinuación con el trabajo de Antoni Roca que, desde una perspectiva histórica,
aborda los distintos factores y actores que han caracterizado las revoluciones indus-
triales y que deben ser tenidos en cuenta para analizar las implicaciones de la eco-
nomía digital; de Michel Husson que plantea el interrogante sobre si estamos en
un período de estancamiento secular o ante una nueva oleada de cambios tecnoló-
gicos; o de Joan Subirats sobre la necesidad de politizar la transformación tecno-
lógica. Francisco Louça sitúa el trabajo en el ojo del huracán, y Cecilia Castaño
analiza la brecha de género en la 4ª revolución industrial.

Un segundo bloque desarrolla análisis más específicos sobre las implicaciones


socioeconómicas y laborales, comenzando por los análisis de John Evans y Anna
Byhovskaya sobre La gestión de la economía digital, hacia un cambio tecnológico
abierto, equitativo e inclusivo: una perspectiva sindical, al que siguen los trabajos
de Christophe Degryse sobre La economía digital y sus implicaciones socioeconó-
micas y laborales, el de Javier Doz analizando la visión de los interlocutores sociales
europeos sobre la economía digital y sus implicaciones en el trabajo, a través de
distintos dictámenes de Comité Económico y Social Europeo; de Valerio De Stefano
en torno a la “gig economy” y los cambios en el empleo y la protección social, y el
de José María Goerlich, ¿Repensar el derecho del trabajo? Cambios tecnológicos
y empleo.

En un tercer apartado se analiza la importancia de la educación en la sociedad


digital, que abordan Cristina Garmendia –La educación, principal reto de la socie-
dad digital– y Xavier Martínez Celorrio –Educación y competencias para vivir en la
economía digital–; así como el papel de las cadenas internacionales de valor en
la economía digital y la acción sindical por el trabajo decente de Isidor Boix; la es-
trategia empresarial y los modelos de negocio de Ana Rosa del Aguila y, desde
una perspectiva medioambiental, el análisis de Pedro J. Linares y Vicente López
sobre La economía circular versus la economía digital ¿Dónde está la revolución?

El número se cierra con el análisis de la situación de la economía digital en Es-


paña desde el punto de vista de los agentes sociales, comenzando con las aporta-
ciones de Julio Linares, de la CEOE, sobre La digitalización de la sociedad
española, al que siguen los análisis de los responsables de cuatro federaciones de

gaceta 21 sindical
Jorge Aragón

CCOO: Agustín Martín sobre la Industria 4.0,; Javier Jiménez sobre la digitalización
de los servicios a la ciudadanía; José Mª Martínez y Fernando Medina en torno a
las implicaciones sociolaborales de la digitalización en el sector de servicios, y Vi-
cente Sánchez sobre el sector de la construcción.

En la sección de Apuntes se incluye el resumen del reciente informe de la OIT


sobre El empleo atípico en el mundo. Retos y perspectivas, que recoge una impor-
tante información y reflexiones sobre los cambios en el mundo del trabajo a nivel in-
ternacional, porque, como señala, el objetivo no es que todo el trabajo se ajuste al
modelo típico, sino que todo el trabajo sea decente.

Por último, se incluye una breve nota biográfica del pintor Theo van Doesburg al-
gunas de cuyas obras ilustran la portada y los artículos del monográfico. Impulsor
de la concepción neoplástica y elementarista del arte, en la que diagonales, planos
inclinados y colores disonantes destruyen el equilibrio de la horizontal y vertical, in-
troduciendo el dinamismo y la tensión; sus imágenes nos acompañan en estas re-
flexiones sobre la economía digital.

Solo cabe, finalmente, expresar nuestro agradecimiento al trabajo que nos apor-
tan, desde muy distintos puntos de vista, las personas que han permitido conformar
este monográfico como un espacio de reflexión y debate; y que lo hayan hecho sobre
un tema abierto como es el cambio tecnológico, sus potencias tractoras y sus acto-
res, aportando sus reflexiones sobre un futuro que está por construir.

Jorge Aragón
Director de Gaceta Sindical: Reflexión y Debate

gaceta 22 sindical
Joan Majó

El nuevo paradigma de la economía digital.


Transformaciones, retos e incertidumbres de
la nueva revolución industrial
Composición en disonancias, 1919. Theo Van Doesburg.

El artículo tiene dos partes, separadas por la aseveración de


que estamos frente a un cambio que es mucho más que una ter-
cera o cuarta “revolución industrial”, expresión que no recoge en
su totalidad la naturaleza del cambio. En la primera parte, el autor
da una visión de algunos aspectos que considera los motores del
progreso humano. En la segunda hace un análisis de lo que en-
tiende que está ocurriendo en la economía de los países de la
OCDE, señalando después algunas medidas necesarias, tanto
en el ámbito económico como en el político.
El nuevo paradigma de la
economía digital

R ESPONDO a la amable invitación de Jorge Aragón, Director de esta Gaceta,


y acepto la libertad que me ha ofrecido para escoger los diversos contenidos posibles
dentro del título que me ha propuesto. El lector observará que el artículo tiene cla-
ramente dos partes, separadas por una afirmación parecida a una tesis. En la pri-
mera intentaré dar una visión personal de algunos aspectos de lo que yo pienso que
han sido los motores del progreso humano. En la segunda, haré un análisis y daré
una perspectiva, ambas muy generales, de lo que yo entiendo que está ocurriendo
en el campo de la economía mundial, y más concretamente, en la de los países de
la OCDE. Defiendo que tenemos el derecho a hablar de un “cambio radical” que se
está produciendo desde hace unos años, aunque quiero expresar algunas dudas
sobre si debemos utilizar siempre los conceptos de “economía digital” o de “revolu-
ción industrial”, y aún menos discutir, como hacen muchos autores, si se trata de la
tercera o de la cuarta… Creo que estas dos expresiones no recogen en su totalidad
la naturaleza del cambio.

He organizado así el artículo por dos razones. Porque leyendo el índice del nú-
mero, veo que otros, con muchísimo mas conocimiento directo que yo, examinarán
en concreto algunas de las transformaciones y retos que esta revolución nos supone.
Y porque entiendo que se me ha pedido que estas páginas iniciales sirvan sobre
todo para situar y para ayudar a entender la naturaleza de los cambios de que esta-
mos hablando. Sin ninguna garantía de que mi análisis sea el más acertado, voy a
intentarlo. Empiezo por la visión personal que he anunciado.

1. EL BIENESTAR Y EL ENTORNO

Después de una larga evolución que se inicia con la aparición de la vida, apareció
en el planeta una nueva especie animal que cambió las reglas existentes entre vida
y entorno. La especie humana ha hecho de la Tierra su hábitat natural, pero a dife-

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rencia de todas las anteriores, no sólo sobrevive procurando adaptase a su entorno,


sino que es capaz de transformarlo a su conveniencia. Su superior capacidad inte-
lectual le ha permitido generar conocimientos y, sobre todo, transformarlos en apli-
caciones útiles que han mejorado su bienestar. Se ha convertido por ello en la
especie más poderosa, y también la más peligrosa. Todas estas actividades de adap-
tación y de transformación han necesitado dos grandes componentes: trabajo y tec-
nología. Entiendo por trabajo toda acción que suponga una aplicación de energía a
una finalidad específica; y entiendo por tecnología toda actividad intelectual que per-
mita convertir el conocimiento en utilidad.

Una vida material sana y confortable, una rica vida intelectual, emocional, y afec-
tiva, y una capacidad de reproducción, resumen de alguna manera los objetivos vi-
tales de los humanos. Para satisfacer estas necesidades y conseguir estos objetivos,
son necesarios recursos que hay que obtener del entorno. De una forma muy sim-
plificada, se pueden resumir en cuatro: alimentos, oxígeno, energía e información.
Podrían reducirse a dos, ya que la mayor parte de los alimentos digeridos tiene por
finalidad almacenarse como recurso energético que será liberado por la combustión
interna, al combinarse con el oxígeno respirado. Además, es evidente que la materia
orgánica no existiría si no hubiese sido producida por la fotosíntesis utilizando la
energía que el sol de forma constante envía al planeta. Los alimentos, tanto por su
origen como por su utilidad, los podemos equiparar a la energía.

Por otra parte, he de dejar claro que utilizo el concepto de “información” de forma
mucho más amplia de lo que a veces se entiende. Para mí es información todo aque-
llo que entra en el cuerpo humano por alguno de sus cinco sentidos y que las neu-
ronas trasladan al cerebro para que pueda ser procesado. Es información un ruido,
un olor, una lectura, una música, una fotografía, una mirada o una caricia…

2. ENERGÍA E INFORMACIÓN

Si se me aceptan estas simplificaciones, se me permitirá seguir afirmando que


los recursos que necesita y utiliza el ser humano se pueden finalmente reducir a dos:
energía e información. Nuestra vida material y somática será más cómoda o más
precaria según la cantidad de energía que tengamos a nuestra disposición, y final-
mente se extinguirá por falta de energía. Y nuestra vida intelectual, social y afectiva
no podrá desarrollarse, y seguirá siendo muy pobre, sin una permanente llegada de
información a nuestro cerebro. Por ello se puede repasar la historia de la humanidad,
y observar las grandes etapas que hemos designado como “revoluciones”, viendo
que cada una de ellas ha sido consecuencia de algún cambio notable que haya su-

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puesto un incremento importante de la energía disponible, o un aumento de la ca-


pacidad de acceso a la información.

Estos cambios han sido normalmente la consecuencia de algún descubrimiento,


y de un progreso importante en el campo del conocimiento y de la tecnología. No
pretendo con ello decir que haya sido sólo el cambio tecnológico el motor del pro-
greso de la humanidad, pero sí poner de manifiesto que, sin las nuevas posibilidades
que estos cambios han aportado, hubiera sido muy difícil que se produjeran los fe-
nómenos económicos, sociales, o intelectuales que han marcado etapas sucesivas
en el desarrollo de nuestras sociedades. Voy a intentar recordar esquemáticamente
los momentos clave de la evolución humana, en relación a estos dos elementos.
Empiezo por la energía.

3. EL PROGRESO ENERGÉTICO

Por descontado, hay que recordar que no existiría vida en la tierra si no existiera
un flujo constante de energía procedente del sol. La tierra recibe una pequeñísima
parte de la energía de fusión que el sol genera y, al calentarse, la superficie del pla-
neta retorna al espacio frío exterior la casi totalidad de la misma. Recordemos que
el aumento de espesor de la capa de CO2 y de otros gases, dificulta este retorno y
produce el calentamiento global. La pequeña parte que resta en la tierra puede ser
utilizada a través de varios mecanismos. Por una parte, para sintetizar materia or-
gánica en los vegetales y en el plancton de la superficie marina, materia que será
utilizada para alimentarse, o para producir fuego. Por otra parte, se utiliza aprove-
chando los movimientos del aire y del agua que la energía solar ha provocado.

De aquí que la primera revolución de la energía se produjo al poder domesticar


el fuego quemando leña y fabricar herramientas metálicas, al utilizar el viento para
producir trabajo o para navegar, y al utilizar los cursos de agua para las mismas fi-
nalidades. Poco a poco, esto supuso el paso de las “sociedades recolectoras” o “de-
predadoras” a las “sociedades agrícolas y ganaderas”, es decir “productoras”. El cultivo
de vegetales y la cría de animales aumentaron enormemente la disponibilidad de
alimentos, lo que permitió el crecimiento de la población y su paso de nómadas a
sedentarios. La utilización de la fuerza de los animales domésticos para trabajos de
todo tipo fue también un gran progreso.

Se puede decir que, aparte de mejoras constantes en varios aspectos, no se pro-


dujo un cambio radical hasta pasados unos 4 o 5 mil años. Este cambio vino rela-
cionado con el descubrimiento de la existencia de grandes cantidades de material

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combustible situado en el subsuelo (primero carbón, y más tarde petróleo y gas),


herencia de la enorme actividad de fotosíntesis realizada durante millones de años.
También se descubrió la posibilidad de fisionar el uranio que existe en el subsuelo.
La combustión de estas reservas “fósiles” podía producir, y produjo, enormes canti-
dades de energía utilizable para eliminar precariedades de la vida, para aumentar la
movilidad, o para fabricar masivamente productos que permitieran mayor bienestar
a muchas más personas. Fue necesario poner a punto nuevos procesos y elementos
tecnológicos que permitieran la adecuada utilización de esta energía, y así fue, en
diferentes etapas, desde hace ya más de tres siglos. La máquina de vapor (quemar
carbón y convertir el calentamiento del agua en trabajo mecánico) dio lugar desde
el telar mecánico al ferrocarril. El motor de combustión interna (la combustión explo-
siva del petróleo) fue el origen del automóvil y de la aviación. La posibilidad de ge-
nerar electricidad con alternadores y con turbinas supuso la existencia de un sistema
de transporte de energía extraordinario y unas posibilidades de utilización múltiples,
cómodas y limpias. Son etapas distintas de un mismo proceso, todas las cuales están
aún vigentes.

Esto, que conocemos como “revolución industrial” dio nacimiento a la “sociedad


industrial”, que a mi modo de ver tiene las siguientes características:

- Se propuso mejorar la vida de las personas proporcionándoles “productos”


materiales que les permiten conseguir sus objetivos. Estufas para no pasar
frío, neveras para conservar alimentos, coches para desplazarse, libros y en-
ciclopedias para instruirse, televisores para informarse y distraerse… El ca-
rácter “personal” del producto permitió una gran autonomía y dio una gran
sensación de libertad individual, en consonancia con las reivindicaciones mo-
dernas de los derechos individuales. Hubiera podido haber una alternativa
más centrada en el “acceso a servicios” que en la “propiedad de aparatos”,
pero las aparentemente inagotables disponibilidades de energía fósil, y el
hecho de que los países que hicieron la revolución pudieran utilizar para su
uso los recursos naturales de todo el planeta, permitió este régimen de pro-
piedad y no de acceso.

- Creó unas economías fundamentalmente basadas en la “industria transfor-


madora”, es decir, la actividad que supone obtener recursos naturales y trans-
formarlos en productos mediante la aportación de energía, de trabajo humano
y de tecnología. El modelo económico ha sido y es “la fábrica”, un modelo que
implica una fuerte concentración de capital y por tanto una gran inversión fi-
nanciera; también una concentración de trabajo humano.

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- En relación a la energía, se ha producido un extraordinario aumento de con-


sumo tanto en el campo doméstico, como en el del transporte, como en el in-
dustrial. En el mundo occidental el consumo medio per cápita se ha
multiplicado por casi 25 veces respecto del que existía hace cuatro siglos, y
es unas 50 veces el que suponen los alimentos que comemos. Hasta hace
muy poco, el aumento del consumo de energía era uno de los principales ín-
dices del progreso de un país, y sigue siéndolo en muchas partes.

Hemos entrado los últimos años en una nueva etapa, como consecuencia de la
conciencia de dos grandes peligros. El primero, ya que estamos consumiendo un
capital acumulado que no es inagotable, vemos como las reservas van disminuyendo
y son más difíciles de aprovechar; este agotamiento no es tan cercano como parecía,
pero sigue siendo evidente. Por otra parte, la combustión genera unos residuos
(CO2, ácidos varios...) que ensucian la atmósfera e incrementan su transparencia a
los rayos infrarrojos, con lo que se eleva la temperatura del planeta y se produce un
cambio en el clima y otros desequilibrios naturales. Por todo ello, es necesario, e in-
cluso urgente, modificar el modelo energético, sobre todo teniendo en cuenta que
hasta hace poco no llegaban a 800 millones las personas que habían alcanzado un
nivel de desarrollo “industrial”, y se prevé que esta cifra se acerque en pocos años
a los 3.000 millones. El modelo no es válido en esta nueva perspectiva.

La revolución de la que estamos hablando supone dos exigencias: aumentar mucho


la eficiencia del sistema (relación entre la energía en origen y la energía útil; o sea, la
energía potencial en el pozo o en la mina, y la energía en las ruedas del coche…) y,
por otra parte, recuperar y buscar nuevas fuentes de energía. Felizmente estamos lle-
gando a un punto en el que las llamadas energías “renovables” nos pueden ayudar
mucho. Cuando hablamos de ellas nos referimos sobre todo a cuatro: la hidráulica y la
biomasa, que son conocidas de muy antiguo, y la solar y la eólica, de explotación más
reciente. En estas dos últimas, se trata de convertir en electricidad la energía de los
rayos solares y la fuerza del viento. Tengamos presente que tanto el sol, como el agua,
como el viento, son “combustibles” gratuitos, abundantes y muy repartidos en el pla-
neta. Hablaré con más detalles de su utilización y posibilidades cuando, en la segunda
parte del artículo, me refiera a la naturaleza de la actividad económica de los próximos
años. Ahora prefiero hablar del segundo vector de cambio: la información.

Hay que decir, antes de cerrar este punto, y apartándome ligeramente del tema
de la energía, que este mismo fenómeno de escasez y de residuos se extiende tam-
bién a los otros recursos de tipo mineral que se utilizan como base de los productos
industriales. El reciclaje completo y la utilización de materiales sintéticos deberán
servir para hacer frente a este problema. Algo muy similar debería decirse con res-
pecto al agua, pero no es tema de este artículo.

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4. EL ACCESO A LA INFORMACIÓN

La felicidad y el bienestar dependen en gran parte del acceso a bienes que no


son de naturaleza material. Conocimientos, afecto, seguridad, belleza, juegan en
nuestras vidas un papel tan importante como la alimentación o el confort. Todos estos
aspectos tienen que ver con la actividad de nuestro cerebro, y esta actividad necesita
alimentarse y procesar gran cantidad estímulos que llegan hasta él a través de nues-
tros sentidos. A todo ello, como dije al principio, he llamado información.

Todo ello es inmaterial, pero para generarse, para almacenarse, para transmitirse
o para ser recibidos, necesitan utilizar intermediarios materiales (ondas sonoras,
ondas luminosas, minidescargas eléctricas, reacciones químicas…) capaces de es-
timular físicamente nuestros sentidos. Para que ello sea posible, toda información
necesita haber sido “codificada” a través de algún algoritmo material adecuado, y
utilizar “aparatos” que la puedan almacenar, transmitir o recibir. La evolución de estos
códigos y la de las tecnologías relacionadas con estos aparatos marca la historia
del acceso del hombre a la información.

En las sociedades primitivas, la información sólo se transmitía de persona a per-


sona, lo cual exigía un contacto presencial; por otra parte, sólo existía un almacén
posible, el cerebro humano. La muerte de un anciano representaba la destrucción
de un gran acervo de información. La escritura supuso un cambio radical. Significó
que con ella, la información podía trasladarse en el espacio y en el tiempo, y podía
además almacenarse en un soporte material. Para ello hubo que desarrollar varios
códigos (dibujos, escritura ideográfica, escritura alfabética, sistema numérico) y uti-
lizar diversos soportes (la tabla de piedra, la de arcilla, el papiro, el pergamino, el
papel…).

No es de extrañar que la escritura marque el principio de la historia, y que durante


varios milenios, aunque con importantes progresos en las técnicas, no se registrara
ningún cambio fundamental en el concepto, hasta la aparición de la imprenta de Gu-
temberg, que significó la capacidad de “copiar” de forma masiva. Se inauguró una
época en la que leer dejó de ser un privilegio de una ínfima minoría centrada en los
palacios, y sobre todo en los conventos, y la información de masificó en forma de li-
bros, periódicos, revistas… con las consecuencias sociales que ello supuso. Como
ejemplo, se ha dicho con mucha razón que sin la existencia de la imprenta, no hu-
biera sido posible la revolución ideológica que supuso el protestantismo, con su rei-
vindicación fundamental del derecho de cada creyente a leer e interpretar por sí
mismo la Biblia…

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La aparición, ya en tiempos mucho más cercanos, del teléfono, la radio, los discos
o las cintas, la fotografía, la televisión… fruto de los avances en las tecnologías de
la electricidad, de la química o de la electrónica, han supuesto un nivel de masifica-
ción en cuanto a la circulación de la información incomparablemente mayor del que
supuso la imprenta en su momento, debido a la invención de nuevos aparatos y la
utilización de nuevos códigos.

En las últimas décadas del siglo XX se inició la que yo creo que es una nueva si-
tuación de ruptura, que viene marcada por dos hechos: la codificación digital y la
conectividad total y bidirecional. Los enormes progresos en la capacidad de proce-
sar, almacenar, y transmitir bits (hablamos de los Megas, los Gigas y los Teras, sin
darnos cuenta de lo que significan…) junto a la posibilidad de codificar en forma de
bits todo tipo de información (textos, voz, música, fotos, videos, dinero…) han con-
vertido la información, que hace poco tiempo era un bien escaso, en un bien abun-
dante y hasta excesivo, difícil por ello de asimilar y de procesar.

Por otra parte, la extensión y la complejidad de las redes están haciendo que, en
el mundo desarrollado, toda persona pueda estar conectada permanentemente,
en reposo o en movimiento, con todo el mundo, y que además de recibir información
pueda generarla y transmitirla. Antiguamente se podía ser inculto o desgraciado por
falta de información; en el mundo desarrollado actual, es muy probable serlo
por exceso.

5. TESIS: LA NUEVA REVOLUCIÓN

Una vez recorridos de forma sumaria los procesos relacionados con la energía y
con la información, deseo expresar en esta segunda parte del artículo, mi tesis: Es-
tamos frente a un cambio que es mucho más que una tercera o cuarta “revo-
lución industrial”. Debemos ser conscientes de ello cuando hagamos previsiones.
Voy a exponer tres razones por las que lo pienso:

- En estos momentos coinciden, cosa que no había ocurrido en anteriores oca-


siones, un gran cambio en el mundo de la energía y otro gran cambio en el
mundo de la información. Hemos visto que cada vez que se ha producido uno
u otro hemos entrado en una nueva etapa, pero seguramente será mucho
más radical y más complejo gestionar la coincidencia de los dos. Por otra
parte, podría ser que esta superposición nos ayudara a encontrar soluciones
mejores. En todo caso, cada uno tiene su propia dinámica y lo que es seguro
es que ambos cambios serán más profundos y, por descontado, muy rápidos.

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- A estas dos circunstancias se une una tercera de carácter sociopolítico: el


proceso de globalización, que en parte ha sido posible gracias a estos dos
cambios, pero que en sí misma tiene un origen político. Ella nos obliga a en-
contrar modelos y soluciones que sean válidos para una población del planeta
que puede alcanzar 8 o 9 mil millones de personas en pocos años y que, tanto
por razones éticas como por razones de seguridad, ya no podemos aceptar
mantener las enormes desigualdades actuales, ni seguir manteniendo apar-
tado el “tercer mundo” porque es un escenario que ya no responde a la rea-
lidad.

- Están incipientes, pero expectantes, otras dos revoluciones, una en el campo


de la reproducción “asistida”, y otra en el campo de los alimentos “sintéticos”,
es decir, no cultivados ni criados, sino fabricados a partir de componentes quí-
micos orgánicos. No tengo conocimientos suficientes para tratar de su inci-
dencia en el futuro próximo, pero no quiero dejar de mencionarlo, ya que la
reproducción y la alimentación son dos elementos fundamentales de la vida
de las personas, mucho más que los cambios económicos.

Voy a dejar de lado, sin olvidarlos, estos dos últimos elementos y voy a intentar
esbozar una perspectiva de cual puede ser la naturaleza de una “sociedad post-in-
dustrial” que haya asimilado el choque conjunto de estos tres cambios: la transfor-
mación energética, la explosión de la información y la globalización.

6. ALGUNOS PROBLEMAS DEL MEDIO PLAZO

Los cambios que son necesarios a medio plazo, no sólo son cambios en los sis-
temas de producción y en la concepción de nuevos productos (dos áreas que están
en el corazón de las economías industriales) sino que suponen modificaciones
mucho más radicales en nuestros sistemas económicos y sociales para hacer frente
simultáneamente a los retos que he ido mencionando y que reproduciré a continua-
ción. Como dije al principio, sé que muchos de los participantes en este número
abordarán de forma específica algunos de ellos, si no todos.

- Necesidad de reducir la intensidad energética de todos nuestros procesos (de


producción y de consumo) intentando conseguir los mismos niveles de bien-
estar con un consumo mucho menor de energía primaria.

- Necesidad de ir abandonando sucesivamente la utilización de fuentes de ener-


gía fósiles para substituirlas por fuentes renovables, con el objetivo de alcan-

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zar en pocas décadas un porcentaje cercano al 100% de este tipo de fuentes.


Cada vez parece más claro que será necesario acelerar la consecución de
este objetivo.

- Necesidad de reducir la utilización de elementos naturales de tipo mineral para


fabricar productos, sustituyéndolos por materiales sintéticos (muchos de ellos
derivados del petróleo, pero que al no ser objeto de combustión, no producen
CO2) y adoptando una política intensiva de reutilización.

- Necesidad de aprovechar las posibilidades que ofrece la revolución digital y


la conectividad global (Internet de las personas y de las cosas) para conseguir
un mayor bienestar en base al acceso a bienes inmateriales prescindiendo de
la utilización de productos materiales, y organizando el uso de estos de forma
más eficiente, en base a una utilización colectiva o colaborativa.

- Necesidad de utilizar los progresos en lo que se viene en llamar “Industria 4.0”


(nanotecnología, inteligencia artificial, Big Data, impresión 3D, Internet de las
cosas…) no sólo como una revolución interna en la industria y como un cam-
bio de modo de producción, sino como un nuevo paradigma en el conjunto de
la economía. La nueva industria no es solamente introducir robots en las fá-
bricas; se trata de repensar el concepto de “producto” teniendo en cuenta la
selección de los “inputs” materiales que se precisan para fabricarlo, la vida
útil para la que debe estar diseñado, las exigencias de carácter energético no
sólo en su fabricación sino en su uso, la necesidad de que incorpore inteli-
gencia para una mejor interactuación con las personas, y la voluntad de que
el proceso genere ocupación cualificada.

- Necesidad de organizar la actividad económica a partir de un incremento de


la productividad derivada del capital humano en relación con la del capital fí-
sico, con la exigencia de que la explosión de la información conduzca a una
mejora de la formación y las habilidades personales, y no a una degradación.

- Necesidad de revisar los sistemas de funcionamiento del mercado (y muy es-


pecialmente de la posible polarización del mercado laboral) tanto por el modo
de apropiación en forma de rentas de los incrementos de valor generados,
como de los sistemas fiscales que ayuden a la redistribución de las mismas
en base a un cambio de los objetos imponibles, y a una revisión de los servi-
cios públicos del estado del bienestar.

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- Necesidad de plantear con toda crudeza si la realización de un trabajo pro-


ductivo y retribuido va seguir siendo la única forma de integración social y de
obtención de rentas, o será necesario descubrir nuevas vías de integración y
orígenes alternativos de renta. La probable y extraordinaria ampliación de la
dimensión del sector servicios, junto con la substitución de mucho trabajo in-
dustrial de poca o media cualificación, se combina con el progresivo enveje-
cimiento de la población y las inevitables oleadas de inmigración. Estos cuatro
factores pueden desestabilizar partes del sistema de los países europeos y
obligar a construir nuevas estructuras sociales.

- Necesidad de entender que todo este trabajo de construcción debe estar plan-
teado teniendo en cuenta que la división entre un mundo desarrollado y otro
subdesarrollado es un modelo que ha quedado absolutamente obsoleto por
efecto de la globalización de la economía y aún más de la información, por lo
que, aunque sigan existiendo diferencias importantes de renta y de bienestar,
el nuevo modelo debe poder ser sostenible en un ámbito global. De no ser
así, la situación del planeta puede ser altamente tensa e insegura.

7. EL CÍRCULO VIRTUOSO DE LA ECONOMÍA: CONSUMO, ACTIVIDAD


PRODUCTIVA, TRABAJO RETRIBUIDO, RENTA Y RIQUEZA

El funcionamiento económico de nuestras sociedades desarrolladas se puede


describir como un círculo: las personas necesitan vivir y buscan el bienestar. Una
parte importante de este bienestar se lo proporcionan el consumo y el uso de pro-
ductos materiales, así como el acceso a servicios. Para que puedan disponer de
ellos es necesaria una actividad productiva que se los ofrezca, creando por tanto
valor real para los consumidores. Las personas tienen su segunda faceta como pro-
ductores y prestadores de servicios, realizando un trabajo útil y retribuido que les
permite disponer de una renta con la que poder pagar su consumo. Este consumo
alimenta el funcionamiento de la economía y permite la generación de riqueza.

Es interesante observar que la renta global disponible por una sociedad es mayor
o menor en función del valor real que se haya generado en el conjunto de la actividad
productiva, de bienes materiales, de servicios privados, y de servicios públicos. Por
ello, el nivel de vida y bienestar aumenta en cuanto mejora la productividad. Una
parte importante de los aumentos de productividad son consecuencia de la mejora
del capital humano; por ello una parte importante de la riqueza generada debe ser
utilizada en mejorar la formación de las personas. Otra parte depende de la moder-
nización del capital físico; por ello es imprescindible que las acumulaciones de ri-

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El nuevo paradigma de la
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queza se destinen a inversión productiva. Así se alimenta el círculo virtuoso y se


consigue una mejora general.

8. ALGUNAS TENDENCIAS QUE SE VAN A INTENSIFICAR

Voy a terminar indicando de forma esquemática y simplificada (es lo que permite


la extensión de un artículo) algunos cambios que preveo en el actual funcionamiento
de nuestras economías. Algunos de ellos se están produciendo ya espontáneamente
mientras que otros deberán ser inducidos, y a veces impuestos.

8.1. Va a haber un progresivo desplazamiento del consumo de productos hacia la


utilización de servicios, y por lo tanto va a ser más importante el acceso personal a
estos últimos que la propiedad de los primeros. La relación entre prestadores de ser-
vicios y usuarios de los mismos va a tener nuevas formas que no necesariamente
incluirán el pago de los mismos, sino también compensaciones de otro tipo (colabo-
ración, préstamo, alquiler…).

Habrá una parte importante de trabajo y de transacciones entre personas que no


se reflejarán en el PIB, tal como ya ocurre actualmente con el trabajo doméstico y
otros similares. El indicador del PIB, tal como está concebido actualmente, va a ser
una referencia cada vez menos válida del nivel de bienestar de una sociedad.

8.2. El consumo per cápita de productos materiales se reducirá en las economías


desarrolladas, pero esto no significa necesariamente que la actividad productiva a
nivel mundial disminuya, ya que crecerá mucho el número de personas que serán
nuevos consumidores. Es probable que la actividad “industrial” global crezca, por lo
que, tanto la escasez de recursos naturales y energéticos, como las consecuencias
negativas para la biosfera de tal actividad, seguirán siendo un problema si no se
toman medidas de ahorro, de substitución, y de eficiencia.

8.3. Todos los servicios relacionados con la atención directa a las personas crece-
rán extraordinariamente, por los cambios demográficos (envejecimiento en unos paí-
ses, natalidad en otros) y por la mayor demanda que lleva siempre aparejada el
crecimiento del nivel de vida. Un elemento clave será la determinación de cuáles de
estos servicios deban tener la consideración de “derechos” y por tanto proporcio-
nados por el sector público a través de distintas modalidades de gestión y de acceso,

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y cuáles deban ser opcionales y de carácter privado, y por tanto sufragados por el
usuario, a través del mercado. Hay una creciente tendencia a servicios de colabora-
ción público-privada, con grandes ventajas y también posibles desviaciones.

8.4. La “robotización” de muchas tareas productivas en el área industrial, así como


la “informatización” de gran número de operaciones en el área de los servicios,
puede suponer, sin duda, la desaparición de muchos puestos de trabajo, pero puede
suponer también la aparición de otros muchos, aunque de distinta naturaleza. No se
puede asegurar que una cosa compense la otra, ya que el gran incremento del con-
sumo que existirá a nivel mundial también irá acompañado de una enorme oferta de
trabajo.

Dos cosas parecen claras: en Europa se producirá una polarización del mercado
laboral, ya que crecerá mucho la demanda de puestos de alta cualificación y también
aumentará la de servicios sin especiales competencias. Serán necesarias políticas
muy inteligentes tanto educativas, como de inmigración y de regulación del mercado
laboral, para intentar corregir el actual importante desajuste entre oferta y demanda,
y evitar que aumente todavía más.

8.5. Es imprescindible realizar una transformación radical del sector energético, ba-
sada en dos principios: fuentes renovables y producción descentralizada. La uti-
lización generalizada de energía fotovoltaica y eólica, transmitidas y almacenadas
en forma de electricidad o de hidrógeno, permitirán una producción en pequeña es-
cala y una distribución por una red global que conecte grandes y pequeños consu-
midores que a su vez serán productores. Ello será algo similar al funcionamiento de
Internet en cuyo caso todos los conectados a la red pueden crear, emitir y recibir in-
formación. La construcción de toda la infraestructura de generación y de distribución
va a suponer una enorme demanda de trabajo durante los próximos años y una
fuerte aportación de capital y conocimientos.

8.6. Así mismo, va a ser necesario mejorar en muchos grados la eficiencia en el


uso de la energía, y para ello se deberán rehabilitar edificios, sustituir motores de
todo tipo de vehículos, y modificar procesos industriales para, sin reducir en lo posible
la utilidad de todos ellos, conseguir una disminución de la energía necesaria para
su funcionamiento. También estas tareas van a suponer la aparición de una nueva
demanda de trabajo que compensará parte de la que pueda perderse en la trans-
formación del sector productivo. Es cierto que esta demanda tendrá un carácter tran-

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El nuevo paradigma de la
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sitorio durante las décadas que dure esta transformación y la del párrafo anterior.
No me siento en condiciones de prever a más largo plazo.

8.7. En paralelo con todos estos cambios, o provocados por ellos, va a ser necesario
que se adopten unas medidas de tipo social y político que ayuden a aprovechar sus
potencialidades en beneficio de todos y eviten alguno de sus inconvenientes. A ellos
me refiero en el siguiente, y último, punto del artículo.

9. MEDIDAS POLÍTICAS

Voy a limitarme a citar tres que creo especialmente importantes.

9.1. La primera tiene que ver con la necesaria reflexión sobre si los ingresos prove-
nientes de la actividad productiva (en su modalidad mayoritaria de salario, o minori-
taria de rendimientos del capital invertido) pueden seguir siendo la única fuente de
renta para las personas. Esto ya no es así en realidad, pues en nuestras sociedades
industriales hay otros tipos de ingresos en especie o diferidos (enseñanza, sanidad,
pensiones…) que los complementan. Creo que las probables reducciones en el
tiempo de trabajo, sea en horas o sea en años, y el posible desequilibrio entre de-
mografía y oportunidades de trabajo productivo, obligará al establecimiento de una
renta mínima que garantice a todos los ciudadanos un nivel digno de bienestar. La
gran diferencia con la actual situación es que el derecho a esta renta no se originará
por la condición de trabajador (actual o en el pasado) sino por la de ciudadano. En
algunos países se están haciendo ya pasos en esta dirección, pero todavía tímidos,
aislados y muy incompletos. Es urgente abordar este tema de cara, así como sus
repercusiones sobre el sistema fiscal.

9.2. Independientemente de todos los cambios, va a seguir siendo imprescindible


que la actividad económica genere “valor real”, medido por su capacidad de con-
tribuir más y más al bienestar individual y colectivo. La clave de esta generación de
valor está en la abundancia, y sobre todo en la productividad, tanto del capital fí-
sico como del capital humano. Tanto para la mejora del primero como de la del
segundo, es clave la continuidad del progreso tecnológico; y en el segundo caso,
la formación. Respecto de esta última, las políticas públicas deben estar dirigidas
a aumentar y a mejorar la disponibilidad de conocimientos para crear “utilidad”. Para
ello, hay que conseguir aumentar la proporción del PIB dedicada a educación, tanto

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en su etapa intermedia como superior. Hay que aumentar también la proporción de-
dicada a investigación. Y finalmente, la dedicada a financiar mecanismos de trans-
ferencia de conocimientos y de tecnología de los centros públicos al sector
productivo, sin olvidar que el mejor elemento de transmisión son las personas que
puedan hacer de puente entre ambos sectores.

9.3. El aumento de la productividad está muy ligado a la inversión en equipo y en


tecnología. Por ello es necesario incentivar y exigir la inversión privada. No es lógico
que el sector público invierta en medios productivos; al contrario, este tipo de inver-
sión privada es la única justificación para poder aceptar la acumulación de riqueza
que se genera en el sistema capitalista. A la actual situación de debilidad de nuestras
economías han contribuido especialmente dos tendencias: la baja tasa de inver-
sión, por debajo de la tasa de ahorro, y la utilización especulativa de este exceso
de ahorro, “hinchando” artificialmente el precio de algunos activos (inmobiliarios, fi-
nancieros o energéticos…).

Son necesarias medidas incentivadoras de la inversión productiva. Pero tanto o


más, medidas disuasorias de la especulación (que actualmente está primada fiscal-
mente). Para ello, el principal cambio debe consistir en recuperar la soberanía de
las entidades políticas (grandes estados o agrupaciones de estados) para estar por
encima de los mercados financieros globalizados.

De la misma forma que el capital convertido en bits se ha globalizado plena-


mente, las legislaciones fiscales y de regulación del mercado deben armonizarse,
cuando no unificarse, para evitar la preponderancia total de las instituciones finan-
cieras y de las grandes empresas multinacionales. Hay que incidir en la regulación
insuficiente del mercado financiero global, y estar atentos a los intentos de tratados
multilaterales de comercio. La crisis de finales de la anterior década y, sobre todo,
las enormes dificultades de encontrar caminos de recuperación nos dicen claramente
que es necesaria una fuerte actuación política si no queremos aceptar un proceso
de estancamiento, decadencia y fragmentación social debida a las desigualdades.

gaceta 38 sindical
Antoni Roca

¿Una nueva revolución industrial?


Una perspectiva histórica
La composición, 1918. Theo Van Doesburg.

En este trabajo tomamos la perspectiva de la historia de la


técnica, que se ha planteado muy seriamente la cuestión de las
revoluciones técnicas, industriales, sobre todo porque en ciertas
perspectivas se plantea un cierto reduccionismo; es decir, se con-
sidera que la revolución industrial y, de hecho, cualquier cambio
histórico, es consecuencia del cambio técnico.
¿Una nueva revolución
industrial?

S I hablamos de la posibilidad de una nueva revolución industrial, deberíamos


analizar los elementos principales de las anteriores revoluciones.

La interpretación del pasado de la humanidad se expresa en un discurso que se


construye en base a los documentos y demás evidencias del pasado. El término “re-
volución” ha sido adoptado como señalando un acontecimiento que producía cam-
bios bruscos. Hay que darse cuenta de la deriva peculiar de las palabras: revolución
quiere decir, según la etimología, revolvere, volver al mismo punto, y por eso se apli-
caba a los movimientos circulares (Copérnico tituló su obra Sobre las revoluciones
de los orbes celestes). En política, parece que la primera vez que se usó designando
un cambio repentino fue cuando Jaime II de Inglaterra fue destronado en 1688, cosa
que reforzó el poder del Parlamento inglés. Este proceso se denomina como la Re-
volución Gloriosa. Un siglo más tarde, el levantamiento de los territorios americanos
contra el Imperio británico fue denominado revolución americana y poco después,
el levantamiento contra la monarquía en Francia, revolución francesa. Desde enton-
ces, el término revolución y revolucionario se ha difundido enormemente en el len-
guaje común y también en el historiográfico.

Los estudios históricos necesitan de hitos temporales, pero en la medida que pro-
fundizan estos hitos, siempre convencionales, aparecen más como eslabones de un
proceso evolutivo que de un cambio brusco.

Por lo que se refiere a la revolución industrial, esta es también una expresión re-
lativamente reciente. Se generalizó a partir de los años 1830, cuando la utilizaron
explícitamente autores como Adolphe Blanqui (hermano del revolucionario Louis-
Auguste), en su Historia de la economía política en Europa aparecida en 1837, o
Friedrich Engels, en su estudio sobre La situación de la clase obrera en Inglaterra,

gaceta 41 sindical
Antoni Roca

publicado en 1844. Recordemos que esta obra contribuyó a establecer el concepto


de clase social en las ciencias sociales. A fin del siglo XIX, Arnold Toynbee acabó de
consagrar la expresión “revolución industrial”.

Con la o las revoluciones industriales tenemos, de nuevo, el problema de esta-


blecer los términos. En primer lugar, hace falta recordar que la industria, considerada
una unidad de producción de una complejidad superior por lo menos al trabajo indi-
vidual, existe desde los albores de la humanidad; precisando algo más, probable-
mente desde el Neolítico, es decir, cuando se extendió la agricultura y los humanos
empezaron a ser sedentarios, establecidos en núcleos estables, de mayor o menor
tamaño. De hecho, que hubiese una revolución en el mundo de la industria hace ne-
cesario que ese mundo ya existiese…

En el siglo XVIII, cuando se dice que empezó la revolución industrial, ¿qué cam-
bios se produjeron? La historiadora económica británica, Phyllis Deane (1918-2012),
en su estudio clásico sobre la revolución industrial en Inglaterra (La primera revolu-
ción industrial) publicado en 1965 y reeditado y traducido desde entonces, consideró
los siguientes elementos: 1) difusión de los conocimientos científicos, 2) especiali-
zación de la producción con proyección al mercado nacional e internacional, 3) mo-
vimiento de población del campo a las ciudades, 4) ampliación y despersonalización
de las unidades de producción, 5) predominio de las actividades productivas de
bienes sobre la agricultura, 6) uso intensivo y extensivo de los capitales, 7) emer-
gencia de nuevas clases sociales en relación con la propiedad de los medios de pro-
ducción y del capital. Para Phyllis Deane, en la Inglaterra del último tercio del siglo
XVIII se dio una combinación particularmente favorable de esos siete factores.

Esta concepción ha sido muy discutida, aunque todos los autores la respetan en
el sentido de que sirvió para lanzar el debate en torno a la revolución industrial. La
obra de Deane “confirmó” la prioridad de Inglaterra en la revolución industrial: como
su estudio había sido la base del modelo, solo Inglaterra lo cumplía. Uno de los re-
sultados del debate y de los nuevos estudios ha sido constatar la complejidad y la
extensión del proceso. A pesar de que, efectivamente, Inglaterra y Escocia fueron
puntos de partida de la revolución industrial, hay que considerar que fue un fenómeno
europeo y muy pronto se extendió a otros continentes: América (empezando por el
norte) y, recientemente, Asia (sin olvidar entre medias Australia, inicialmente como
parte del Imperio británico).

Entre las muchas contribuciones, podemos mencionar al historiador económico


norteamericano David Landes (1924-2013), que considera la tecnología como un

gaceta 42 sindical
¿Una nueva revolución
industrial?

factor determinante en la revolución industrial. Su propuesta ha derivado en simpli-


ficaciones insostenibles, como las que hacen de la máquina de vapor la responsable
de la revolución industrial.

Musson y Robinson realizaron un estudio sobre el papel de la ciencia y la tecno-


logía en la revolución industrial, profundizando en las prácticas científicas y técnicas
de la época y valorando tanto los avances puramente técnicos como los basados
en el conocimiento científico, sin dejar de lado las ciencias surgidas al amparo del
desarrollo técnico. Algo parecido publicó John Desmond Bernal, con estudios parti-
culares sobre cómo algunas ciencias nacieron de las prácticas técnicas e industria-
les.

Siguiendo a Arnold Pacey (nacido en 1937), en su Laberinto del Ingenio (1974,


con varias ediciones, incluida la versión en castellano), los elementos más caracte-
rísticos de la revolución industrial serían la nueva organización del trabajo y la orien-
tación de obtención continuada del máximo beneficio. En este sentido, la revolución
industrial representaría un cambio respecto, por supuesto, de la economía de sub-
sistencia, pero también respecto del primer capitalismo, basado en el comercio de
productos de lujo. El elemento paradigmático de la revolución industrial serían los
estampados de algodón –las llamadas indianas, en Cataluña–, con los que producía
unas telas de decoración o de vestir, ligeras e higiénicas gracias al algodón, pero
atractivas por los colores y los motivos representados. Estos estampados habían
llegado de Oriente (de la India, pero también de Armenia y Turquía) y habían des-
pertado un gran interés en las nuevas clases medias y altas, generalmente urbanas.
Una serie de artesanos diseñaron un proceso de producción en Europa, importando
el algodón, por supuesto. El producto podía generar un beneficio indefinido porque
la venta de un vestido estampado, por ejemplo, podía complementarse con la venta
de otro vestido con un diseño diferente.

Esta nueva orientación de la producción se materializó en el llamado Factory


system, sistema de fábrica, es decir, la reunión de todo el proceso o de buena parte
de él en un mismo lugar. En el textil, la fábrica substituía a una producción dispersa,
basada en trabajo doméstico o artesanal: hilado a cargo de mujeres, tejido a cargo
generalmente de hombres, unos y otros compartiendo las tareas agrícolas con estas
tareas industriales. El trabajo doméstico o artesanal se basaba en la energía de
brazo, humana. La fábrica permitía el uso de energías más continuadas y superiores,
con el uso de caballerías o con el aprovechamiento de un curso de agua. La revo-
lución industrial durante el siglo XVIII y las primeras décadas del XIX se basó en
estas energías, que fueron siendo desplazadas –cuando era posible o adecuado–
por la energía de la máquina de vapor.

gaceta 43 sindical
Antoni Roca

La cronología nos ayuda a comprender este papel. Las indianas se difundieron


por Europa en la segunda mitad del siglo XVII y fueron producidas en las nuevas fá-
bricas en las primeras décadas del siglo XVIII. La máquina de vapor no fue una má-
quina efectiva hasta que el mecánico Thomas Newcomen no propuso su diseño,
hacia 1715. Sin embargo, esta máquina de Newcomen solo se podía utilizar como
bomba de agua. James Watt mejoró la máquina de Newcomen en los años 1760-
1770, pero su máquina no fue efectiva hasta después de 1800.

Sin embargo, las máquinas tardaron algún tiempo en ser realmente aplicables a
la producción generando energía mecánica. En el caso de su uso como motor en
los barcos, sería también hacia 1800 que se abrió la posibilidad, aunque solo para
buques fluviales o lacustres. Los vapores trasatlánticos datan de final del siglo XIX.
Por lo que se refiere al transporte terrestre, los trenes a vapor datan de 1830 y se di-
fundieron por el mundo en las décadas siguientes. Como consecuencia, parece claro
que la tecnología del vapor no desencadenó la revolución industrial sino más bien
fue una consecuencia del nuevo contexto social de producción y distribución.

Como señala Thomas Misa en su Leonardo to the Internet, el sistema de fábrica


no fue el único adoptado en la revolución industrial. En Inglaterra, Misa señala la in-
dustria metalúrgica, con una organización propia de la producción.

Como señala la teoría clásica, la revolución industrial no representó únicamente


un fenómeno de producción o técnico. Las fábricas tuvieron que elegir lugares ade-
cuados –cerca de cursos de agua– para instalarse. Eso produjo el movimiento de
población hacia esos lugares con la creación de nuevos núcleos urbanos, las colo-
nias industriales. Otras fábricas, por lo contrario, se instalaron cerca de las concen-
traciones de población, las ciudades, que pasaron a tener un peso demográfico
mayor. La población desplazada a las zonas urbanas debía ser alimentada, la agri-
cultura tuvo de plantearse un aumento de la productividad. Las máquinas originaria-
mente de madera se diseñaron en materiales más resistentes, hierro y acero. Esto
fue un estímulo para la minería y la metalurgia. Las nuevas concentraciones de re-
sidencia y de producción exigieron un replanteamiento de las comunicaciones te-
rrestres y marítimas. Esas concentraciones crearon escasez de habitaciones, se
planteó un nuevo tipo de construcción que la resolviera. Al mismo tiempo, surgieron
nuevos retos para la salud y la higiene. El estilo “industrial” se ha ido ampliando,
desde la industria en sentido restringido, a todas las actividades productivas o de
comunicación.

El determinismo tecnológico ha sido debatido en el mundo de la historia de la téc-


nica. Smith y Marx recogieron una serie de trabajos sobre este debate, donde se

gaceta 44 sindical
¿Una nueva revolución
industrial?

profundiza en la posibilidad de dar explicaciones técnicas para el cambio histórico.


Mencionemos la contribución de Thomas Misa en la que, negando que la técnica
determine la historia a corto plazo, sugiere que quizás en periodos suficientemente
largos sí se produzca esa influencia decisiva de la técnica en la sociedad.

El número de las revoluciones. De manera convencional, muchos historiadores


hablan de primera, segunda, tercera y hasta cuarta revolución industrial. A pesar de
no haber consenso, la primera revolución industrial iría de mediados del siglo XVIII
a mediados del XIX y se caracterizaría por el vapor; la segunda revolución industrial
se definiría por la introducción de la electricidad y de los motores de gas y de gaso-
lina hacia los años 1880. La tercera revolución industrial sería el reto actual, basado
en las energías renovables y con planteamientos de sostenibilidad. La cuarta revo-
lución industrial, según algunos autores, sería otro reto actual basado en el conoci-
miento y el tratamiento de la información.

A modo de síntesis quisiéramos plantear que, en primer lugar, la consideración


de una revolución en la historia humana, vista como cambio brusco, es una conven-
ción, que solo debería ser tomada como una manera de estudiar los procesos de
cambio. De hecho, pienso que las revoluciones no existen en un periodo corto de
tiempo, pero sí en procesos suficientemente largos, en los que se suceden y acu-
mulan cambios de todos los tipos. En segundo lugar, la llamada revolución industrial
fue desencadenada por una reorganización de la producción, con la consiguiente
estructura de propiedad del capital y de los medios de producción. En tercer lugar,
este proceso es de una gran complejidad, con factores personales, sociales, eco-
nómicos, culturales y técnicos y científicos. Si se aborda en uno de estos aspectos,
habrá que tener en cuenta los demás. En cuarto lugar, como consecuencia de lo
dicho, la técnica y la ciencia (el conocimiento) han jugado un papel relevante, pero
difícilmente determinante, por lo menos a corto plazo.

Si pensamos en una nueva revolución industrial, tendremos que abordar todos


los aspectos. Antes que nada, como hemos dicho, tomar una cierta distancia en el
tiempo para evaluar los procesos de cambio continuo. A continuación, habrá que
reinterpretar los sectores sociales implicados. Esta tarea es realmente un reto, por
la recomposición que se ha producido en las clases dominantes, los nuevos sectores
que controlan el sistema financiero, la recomposición mundial de la producción, la
nueva globalización de los mercados, la diversificación de los trabajadores en los
sectores productivos, etc.

Finalmente, parece claro que algunas tecnologías tienen un nuevo papel en el


mundo de la producción, singularmente la producción automatizada con el uso de

gaceta 45 sindical
Antoni Roca

robots, tecnologías que son posibles gracias al desarrollo de la informática, tanto los
soportes electrónicos (en realidad, microelectrónicos) como el desarrollo del soft-
ware, incluidos aquellos programas de la llamada inteligencia artificial. La historia
nos ayuda a identificar los cambios históricos. En el siglo XIX, cuando a la sombra
del romanticismo surgió la historia como disciplina de investigación, también surgie-
ron los movimientos revolucionarios. En efecto, como dijo Ricard Vinyes, si nos
damos cuenta de que la humanidad ha cambiado en el pasado, ¿por qué no puede
cambiar igualmente en el futuro?

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BERNAL, John Desmond (1973): Ciencia e industria en el siglo XIX, Barcelona,


Ediciones Martínez Roca.
DEANE, Phyllis (1972): La primera revolución industrial, Barcelona, Península.
LANDES, David S. (1979): Progreso tecnológico y revolución industrial, Madrid, Tecnos.
MISA, Thomas J. (2004): Leonardo to the Internet: technology & culture from the re-
naissance to the present, Baltimore; London, Johns Hopkins University Press.
MUSSON, A. E., ROBINSON, Eric (1969): Science and technology in the Industrial
Revolution, Manchester, Manchester University Press.
PACEY, Arnold (1980): El Laberinto del ingenio: ideas e idealismo en el desarrollo
de la tecnología, Barcelona, Gili.
SMITH, Merritt Roe; MARX, Leo (eds) (1996): Historia y determinismo tecnológico,
Madrid, Alianza.

gaceta 46 sindical
Michel Husson

¿Estancamiento secular
o rebote tecnológico?
Estudio de Composición XXV, 1923. Theo Van Doesburg.

Hoy en día, el debate sobre el futuro del capitalismo está su-


mamente polarizado. Mientras algunos vaticinan una hecatombe
de puestos de trabajo provocada por la economía digital, otros,
por el contrario, evocan la perspectiva de un “estancamiento se-
cular” y se preocupan, como Christine Lagarde, por una “nueva
mediocridad”. Este artículo pretende esclarecer esa paradoja.
¿Estancamiento secular
o rebote tecnológico?

¿ESTANCAMIENTO SECULAR?

E STA expresión hace referencia a un artículo de 19391 en el que el economista


Alvin Hansen definía “la esencia” del estancamiento secular como “las depresiones
auto-infligidas que engendran un núcleo duro y aparentemente irreductible de paro”.
El debate contemporáneo, alimentado por economistas nada heterodoxos, tiene dos
caras.

La primera, defendida en particular por Lawrence Summers2, hace alusión a los


efectos de la crisis financiera y a los límites de la política monetaria. Esta última se
habría tornado inoperante por el Zero Lower Bound, o dicho de otro modo, por unos
tipos de interés próximos a cero que limitan la capacidad de los Bancos Centrales
para relanzar la actividad. Esta primera categoría de análisis tiene el interés de de-
nunciar el peso de las deudas acumuladas, pero ofrece recomendaciones que con-
tradicen la lógica profunda del capitalismo. De ahí que uno de los participantes en
este debate escribiera: “No tenemos por qué imponernos un estancamiento secular
si el gobierno compensa el desapalancamiento del sector privado con medidas de
expansión presupuestaria”3.

1
Alvin Hansen, “Economic Progress and Declining Population Growth”, The American Economic Review,
vol. 29 (1), marzo 1939.
2
Lawrence Summers, “US Economic Prospects: Secular Stagnation. Hysteresis and the Zero Lower
Bound”, Business Economics, Vol. 49, No. 2, Febrero 2014; o este artículo: “Why Stagnation Might Prove
to be the New Noamal”, Financial Times, 15 Diciembre 2013.
3
Richard C. Koo, “Balance sheet recession is the reason for secular stagnation”, en: Coen Teulings y Ri-
chard Baldwin (editores), Secular Stagnation: Facts, Causes, and Cures, CEPR, 2014.

gaceta 49 sindical
Michel Husson

Una segunda versión, defendida por el economista Robert Gordon, insiste en la


rentabilidad decreciente de las innovaciones en términos de incrementos de produc-
tividad. Su pronóstico es muy pesimista: “El crecimiento futuro del PIB per cápita
será inferior al que hubo desde finales del siglo XIX, y el crecimiento del consumo
real por habitante será aún más lento para el 99% de la franja inferior de la distribu-
ción de rentas”. Esta tesis plantea una cuestión fundamental para la dinámica del
capitalismo: si en efecto viene determinada por la tasa de beneficio cuya evolución
depende en gran parte de su capacidad de generar incrementos de productividad
(ver recuadro).

Tasa de beneficio y productividad

Marx propuso una fórmula clásica en la que la tasa de productividad depende


de dos factores: la tasa de plusvalía y la composición orgánica del capital.
Esta descomposición puede ampliarse relacionándola con variables empíri-
camente observables.

La tasa de plusvalía depende de la evolución relativa del salario real y de la


productividad del trabajo. La composición orgánica del capital puede asimismo
descomponerse en una composición técnica (el “volumen” de capital per cá-
pita) y en el precio de los medios de producción expresado en porcentaje del
salario. Si se define la “productividad global de los factores” como la media
ponderada de la productividad del trabajo y de la eficacia del capital, se ob-
tiene el siguiente resultado: la tasa de beneficio aumenta cuando la producti-
vidad global de los factores aumenta más rápidamente que el salario4.

El interés de este enfoque reside en resaltar un “hecho estilizado” esencial: du-


rante la fase neoliberal, el capitalismo consiguió restablecer la tasa de beneficio a
pesar de una disminución de los incrementos de productividad, pero solo lo logró
mediante una reducción casi universal de la parte salarial y por la aplicación de di-
versos dispositivos que lo condujeron a la crisis actual.

4
Para un planteamiento formalizado, ver: Michel Husson, “Arithmétique du taux de profit”, note hussonet
n°66, agosto 2014.

gaceta 50 sindical
¿Estancamiento secular
o rebote tecnológico?

EL AGOTAMIENTO DE LOS INCREMENTOS DE PRODUCTIVIDAD

“Vemos ordenadores por todas partes, salvo en las estadísticas de productividad”:


la llamada paradoja de Solow resiste el paso del tiempo5. Lawrence Mishel del Eco-
nomic Policy Institute, lo recuerda cuando constata que “los robots están en todos
los medios de comunicación, pero no parecen dejar huella en los datos”6. Se apoya
en un exhaustivo estudio7 que muestra que en Estados Unidos la productividad del
trabajo y las inversiones de capital fijo en hardware y en software van disminuyendo
desde 2002.

Esta ralentización de la productividad es hoy un fenómeno casi universal, que


afecta también a los llamados países emergentes (ver gráfico) y que los economistas
no terminan de entender: el Financial Times8 lo califica de “rompecabezas descon-
certante”.

GRÁFICO

Fuentes: The Economist9; The Conference Board10

5
Robert Solow, “We’d Better Watch Out”, New York Times Book Review, 12 julio 1987.
6
Robots are everywhere in the news but they do not seem to leave a footprint in the data, Lawrence
Mishel, “The Missing Footpint of the Robots”, 13 mayo 2015.
7
John G. Fernald, “Productivity and Potential Output Before, During, and After the Great Recession”,
NBER, Vol. 29, nº 1, 2014.
8
Financial Times, “The productivity puzzle that baffles the world’s economies”, mayo 29, 2016.
9
The Economist, “Working hard for the money”, 4 junio 2016
10
The Conference Board, mayo 2016.

gaceta 51 sindical
Michel Husson

¿HACIA UNA HECATOMBE DE LOS EMPLEOS?

Frente a la tesis del estancamiento secular, muchos autores ponen el acento, por
el contrario, en el desarrollo de la robotización así como en las innovaciones de las
tecnologías de la información y de la comunicación: redes, economía colaborativa, im-
presoras 3D, Big Data, etc. Todas estas mutaciones pondrían en peligro la perennidad
de gran parte de los empleos. El estudio de referencia es el de Frey y Osborne11, según
el cual en Estados Unidos la automatización amenaza el 47% de los empleos. Los
estudios ulteriores son simples copias de este. El del consultor Roland Berger, por
ejemplo, prevé la destrucción de 3 millones de empleos en Francia de aquí a 202512.

Sin embargo, otros estudios son claramente menos alarmistas y no encuentran


“ningún efecto significativo de los robots industriales sobre el empleo global13”. Un
especialista en la materia, David Autor, se pregunta incluso irónicamente “por qué
hay todavía tantos empleos”14 e introduce la distinción fundamental entre tareas y
empleos: “Aunque algunas de las tareas realizadas en el marco de empleos media-
namente cualificados están expuestas a la automatización, gran parte de estos em-
pleos seguirán comportando un conjunto de tareas que cubra el espectro de las
cualificaciones”. Sobre la base de esta distinción entre empleos y tareas, un reciente
estudio de la OCDE15 llega a una cifra muy inferior (5 veces menor) a las previsiones
más alarmistas: “En Estados Unidos sólo el 9% de los empleos tiene una fuerte pro-
babilidad de ser automatizado [‘automatibility’] en vez del 47% calculado por Frey y
Osborne”. Dicho resultado se obtiene a partir de una dura crítica de la metodología
que han utilizado éste y todos los estudios a los que ha dado lugar.

Un reciente estudio16 ha revelado otro hecho curioso: el efecto de las nuevas tec-
nologías sobre la productividad “no se ha percibido nunca desde finales de los años
1990”. Pero sobre todo, cuando este efecto se produce, “viene desencadenado por
una caída de la producción relativa [del sector en cuestión] y de una caída aún más
rápida del empleo. Es difícil conciliar estas caídas de producción con la idea de que
la informatización y las nuevas tecnologías incorporadas en los nuevos equipos es-

11
Carl B. Frey, Michael A. Osborne, “The future of employment: how susceptible are jobs to computeriza-
tion?”, septiembre 2013.
12
Camille Neveux, “Les robots vont-ils tuer la clase moyenne?”, Le Journal du Dimanche, 26 octubre
2014.
13
Georg Graetz, Guy Michaels, “Robots at Work”, CEPR Discussion Paper 10477, marzo 2015.
14
David H. Autor, “Why Are There Still So Many Jobs? The History and Future of Workplace”, Journal of
Economic Perspectives, vol.29, n°3, 2015.
15
M. Arntz, T. Gregory, U. Zierahn, “The Risk of Automation for Jobs in OECD Countries”, OECD, 2016.
16
Daron Acemoglu, David Autor, David Dorn, Gordon H. Hanson, and Brendan Price, “Return of the Solow
Paradox? IT, Productivity and Employment in US Manufacturing”, American Economic Review: Papers &
Proceedings, 104(5), 2014.

gaceta 52 sindical
¿Estancamiento secular
o rebote tecnológico?

tarían en el origen de una revolución de la productividad”. Y los autores concluyen


que sus resultados sugieren que “las declaraciones anteriores sobre la muerte de la
paradoja de Solow eran tal vez algo prematuras”.

Evidentemente, la robotización o la automatización pueden generar incrementos


de productividad en la industria y en una parte de los servicios. Pero las innovaciones
necesitan de inversiones y éstas deben obedecer al criterio de una rentabilidad ele-
vada. Cuando estalló la “burbuja Internet” a comienzos de los años 2000, Patrick
Artus parafraseó a Marx17 mostrando que los incrementos de productividad ligados
a las nuevas tecnologías habían sido muy costosos en inversiones y que este au-
mento de la “composición orgánica del capital” había acarreado una caída de la tasa
de beneficio. En resumen, la “nueva economía” no era más que un ciclo high tech18”.

Las mutaciones inducidas por lo que ahora se llama “economía colaborativa” nece-
sitan una reflexión específica. Sin ver forzosamente en ellas una alternativa al capita-
lismo, podemos preguntarnos sin embargo en qué medida estas innovaciones pueden
insertarse en su lógica: los talleres de impresoras 3D o las redes de coche compartido
no acarrean forzosamente una ampliación del campo mercantil. Quizás esta sea la res-
puesta de fondo a la paradoja de Solow: el flujo de las innovaciones tecnológicas no
parece agotarse, pero sí la capacidad del capitalismo para incorporarlas a su lógica.

LA ESTRUCTURA Y LAS CONDICIONES DE EMPLEO CONSTITUYEN


PARTE DEL PROBLEMA

No hay que caer, pues, en las historias que nos cuentan los observadores fasci-
nados por estas mutaciones tecnológicas y a las que acostumbran los profetas. Sin
embargo, la crítica de las evaluaciones catastrofistas de los efectos de la economía
digital sobre el empleo no debe conducir a subestimar la amplitud de las transfor-
maciones en curso. Incluso los estudios más escépticos insisten en el impacto de
estas mutaciones sobre la estructura del empleo y sus condiciones.

Tomemos, por ejemplo Industria 4.0, este proyecto desarrollado en Alemania para
la automatización inteligente de las fábricas (smart factories) mediante la puesta en
marcha de “sistemas ciber-físicos” que garantizan una mejor coordinación y una
mayor reactividad de los robots. Un estudio reciente19 estima, también, que los efec-
tos sobre el empleo global serían reducidos.

17
Patrick Artus, “Karl Marx is back”, Flash Natixis, 4 enero 2002.
18
Michel Husson, “Derrière les mirages de la nouvelle économie”, en: Espaces Marx, Capitalisme: quoi
de neuf?, Syllepse 2002.
19
M.I. Wolter, A. Möning, M. Hummel et al. (2015): “Industrie 4.0 und die Folgen für Arbeitsmark und Wirts-
chaft”, IAB Forschungsbericht, No. 8/2015.

gaceta 53 sindical
Michel Husson

En cambio, estos nuevos procesos de producción inducirían importantes trans-


ferencias de mano de obra entre puestos de trabajo y sectores, orientados hacia em-
pleos más cualificados. Las mutaciones tecnológicas llevan ya varias décadas
desempeñando un papel esencial en la “tripolarización” de los empleos: en relación
con el empleo total, aumenta la proporción de empleos altamente cualificados, por
un lado, y de empleos poco cualificados, por otro, mientras disminuyen los empleos
intermedios. Este movimiento se combina con la globalización y las relocalizaciones
de mano de obra en los llamados países emergentes20, y contribuye al crecimiento
de las desigualdades en el seno mismo de la clase trabajadora.

Según una hipótesis optimista, esta evolución podría invertirse mediante una ele-
vación general de las cualificaciones, asegurando así un aumento de la competitivi-
dad que dejaría, por tanto, de basarse en bajos salarios. Pero esta perspectiva no
constituye forzosamente una vía fácil y cómoda, capaz de crear empleos en número
suficiente y adaptados a la estructura de las cualificaciones.

LO “COLABORATIVO” CONTRA EL TRABAJO ASALARIADO

La economía digital puede también transformar la naturaleza de los empleos por


la generalización de las plataformas que procuran trabajos precarios a trabajadores
llamados “autónomos”: Uber, Task Rabbit, YoupiJob, Frizbiz o incluso los “turcos me-
cánicos” de Amazon. Esta economía del “reparto”, “colaborativa” o “a demanda” co-
rroe las bases del trabajo asalariado, porque, como señala la OCDE21: “la jornada
legal del trabajo, el salario mínimo, el seguro de desempleo, los impuestos y las pres-
taciones siguen basados en el concepto de una relación clásica y única entre el asa-
lariado y el empresario”.

Con el desarrollo del trabajo autónomo, añade la OCDE, “un creciente número
de trabajadores corre el riesgo de verse excluido de los convenios colectivos. Puede
ser también que no tengan derecho a las prestaciones por desempleo ni a los siste-
mas de pensiones y de salud de los que se benefician los trabajadores por cuenta
ajena, y que tengan dificultades para obtener un crédito. Actualmente, los trabaja-
dores autónomos no tienen derecho a prestaciones por desempleo en 19 de los 34
países de la OCDE, y en 10 de ellos no tienen derecho a prestaciones por accidente
laboral”.

20
Michel Husson, “La formation d’une classe ouvrière mondiale”, note hussonet n°64, 2013.
21
OCDE, Automatisation et travail indépendant dans une économie numérique, mayo 2016.

gaceta 54 sindical
¿Estancamiento secular
o rebote tecnológico?

Las nuevas tecnologías no son las únicas culpables. Les acompaña un movi-
miento general de precarización del empleo. Patrick Artus observó hace poco que
no hay ninguna correlación entre el peso del trabajo autónomo y la proporción de
empleo en los sectores de alta tecnología y que, de haberla, iría más bien en sentido
inverso. Sugiere también que “el desarrollo del trabajo autónomo [podría] permitir
sencillamente obviar la protección del empleo por cuenta ajena22”.

LA FRAGMENTACIÓN SOCIAL

La automatización, cuando se aplica según una lógica de rentabilidad y de com-


petencia, conduce a poner en tela de juicio la coherencia de las sociedades: paro
masivo, polarización entre empleos cualificados y precarios, etc. Esta cuestión de
los efectos sociales de los cambios tecnológicos se lleva debatiendo, por cierto,
desde hace tiempo. Hace ya 35 años dos economistas23 explicaban que caminába-
mos hacia una “socioeconomía dual”, es decir, una organización de la sociedad con
dos grandes subconjuntos: “por una parte, un subconjunto adaptado a las nuevas
tecnologías, integrado en el espacio mundial, constituido por hombres modernos,
capaces de manejar la información y las técnicas punteras, así como otros idiomas,
que pasarían una parte de su vida en el extranjero. Por otra, un subconjunto que
encarna la herencia de nuestras tradiciones culturales, constituido por organizacio-
nes aisladas de la competencia internacional, en el que las tecnologías modernas
tardan más en adentrarse, con menores rentas pero con un estilo de vida más aco-
gedor y clásico”.

Los autores advertían, con gran cuidado en la elección de sus palabras, que
“sería entonces un contrasentido o un error considerar que los elementos y los miem-
bros del sector menos avanzado tecnológicamente pertenecen a una sub-raza y al
arcaísmo”. Sin embargo, este espíritu de tolerancia no iba mucho más lejos: “Ahora
bien, los que opten por permanecer en el sector tradicional no podrán reivindicar las
mismas ventajas, especialmente en cuanto a rentas se refiere, que los que sufren
los rigores del imperativo tecnológico y de su contexto industrial”.

En un texto de 198624, Ernest Mandel compartía este pronóstico pesimista sobre


la utilización capitalista de la automatización, de la que, además, mostraba su ca-

22
Patrick Artus, “Les travailleurs indépendants: évolution normale du marché du travail avec le numérique
ou contournement de la protection de l’emploi salarié?” 7 junio 2016, en http://goo.gl/LudQIp.
23
Jean Amado y Christian Stoffaes, “Vers une socio-économie duale?” en La Société française et la tech-
nologie, Commissariat général du plan, Paris, 1980.
24
Ernest Mandel, “Marx, la crise actuelle et l’avenir du travail humain”, Quatrième Internationale n°20,
mayo 1986.

gaceta 55 sindical
Michel Husson

rácter contradictorio: “Su solución es la de una sociedad dual que dividiría el prole-
tariado actual en dos grupos antagónicos: por un lado, los que siguen participando
del proceso de producción de plusvalía, es decir, el proceso de producción capitalista
(con una tendencia a la reducción de los salarios); y por otro, los que están excluidos
de este proceso y que sobreviven por cualquier otro medio distinto a la venta de su
fuerza de trabajo a los capitalistas o al Estado burgués: asistencia social, aumento
de las actividades “autónomas”, campesinos parcelarios o artesanos, retorno al tra-
bajo doméstico, comunidades “lúdicas”, etc., y que compran mercancías capitalistas
sin producirlas. Una forma transitoria de marginalización con respecto al proceso de
producción “normal” la constituyen el trabajo precario, el trabajo a tiempo parcial y
el trabajo sumergido, que afecta especialmente a las mujeres, los jóvenes trabaja-
dores, los inmigrantes, etc.”

LA MAQUINIZACIÓN DEL TRABAJADOR

Vale la pena detenerse en los obstáculos a la automatización identificados por


Frey y Osborne en su estudio ya citado (ver el cuadro 1, p. 31). Una primera cate-
goría agrupa las exigencias de destreza y las obligaciones ligadas a la configuración
del puesto de trabajo. Aparece seguidamente la “inteligencia creativa”, es decir la vi-
vacidad intelectual o las disposiciones artísticas. Pero la última categoría, bautizada
como “inteligencia social” es escalofriante y merece ser citada con más detalle. Vea-
mos, pues, según Frey y Osborne cuáles son los otros obstáculos a la informatiza-
ción que habría que superar:

- la “perspicacia social”, que consiste en comprender las reacciones de los


demás y las razones de estos comportamientos;
- la “negociación”; es decir, el hecho de intentar conciliar puntos de vista dife-
rentes;
- la “persuasión”, que permite llevar a los otros a cambiar de punto de vista o
de comportamiento;
- la “preocupación por los demás” (colegas, clientes, pacientes) en forma de
asistencia personal, de cuidados médicos u otros, o de apoyo emocional.

Esta enumeración permite comprender hasta qué punto la automatización de los


procesos de producción se concibe como una “maquinización” de los trabajadores.
El obstáculo a erradicar son las disposiciones –sencillamente humanas– que cons-
tituyen el colectivo de trabajo y que permiten que se establezcan relaciones sociales
entre productores y usuarios. En el fondo, y esto es típico del capitalismo, el objetivo
consiste en llevar al paroxismo la cosificación de las relaciones sociales que trans-

gaceta 56 sindical
¿Estancamiento secular
o rebote tecnológico?

forma las relaciones entre seres humanos en relaciones entre mercancías. Esta
constatación nos recuerda lo que decía Marx sobre la máquina en el capítulo “Ma-
quinaria y gran industria” del Capital: “la maquinaria no sólo opera como competidor
poderoso, irresistible, siempre dispuesto a convertir al asalariado en obrero superfluo.
El capital la emplea como una potencia hostil al obrero, y lo proclama alto y claro25”.

LOS LÍMITES DE LA AUTOMATIZACIÓN CAPITALISTA

Para explicar la “paradoja de Solow” algunos hablan de un problema de medida.


Por ejemplo, según Charles Bean, execonomista jefe del Banco de Inglaterra, esta
paradoja vendría principalmente “del hecho de que una parte creciente del consumo
se centra en productos digitales gratuitos o financiados por otros medios, como la
publicidad. Aunque queda claro que los bienes virtuales gratuitos tienen valor para
los consumidores, están totalmente excluidos del PIB, conforme a las normas esta-
dísticas internacionales. Por lo tanto, nuestras medidas podrían no tener en cuenta
una parte creciente de la actividad económica26”.

Para corregir este sesgo, Bean propone dos métodos: “Se podrían utilizar los sa-
larios medios para estimar el valor del tiempo que las personas pasan en línea utili-
zando productos digitales gratuitos, o corregir la producción de servicios de
telecomunicación para tener en cuenta el rápido crecimiento del tráfico en Internet”.

El profesor de la London School of Economics comete aquí un error revelador al


confundir valor de uso con valor de cambio. El “valor” que representa para el consu-
midor oír música en línea representa un valor de uso y no un valor de cambio. Es la
sociedad del “coste marginal cero” que teoriza Rifkin27 la que quizás no se equivoca
en este punto al pronosticar “el eclipse del capitalismo”.

El error de Bean es útil: permite insistir en el hecho de que la generalización de


la economía digital no es “naturalmente” compatible con la lógica capitalista, que es
producir y vender mercancías. Estas pueden ser totalmente virtuales e intangibles,
pero deben rentabilizar el capital. Del mismo modo, la robotización debe, no sólo ser
rentable sino tener salidas. Si realmente condujera a una destrucción masiva de em-
pleos, se plantearía entonces la cuestión de saber a quién vender las mercancías
producidas por los robots.

25
Karl Marx, Le Capital, Livre I, Éditions sociales, tomo 2, p.116.
26
Charles Bean “Measuring the Value of Free”, Project Syndicate, mayo 3, 2016.
27
Jeremy Rifkin, La nouvelle société du coût marginal zéro, Les liens qui libèrent, Paris 2014.

gaceta 57 sindical
Michel Husson

Habría que ahondar en estas ideas sin perder de vista el principio defendido por
Ernest Mandel: “La automatización general en la gran industria es imposible en un ré-
gimen capitalista. Esperar dicha automatización generalizada antes de eliminar las re-
laciones de producción capitalistas, es tan equivocado como esperar la supresión de
estas relaciones de producción por los mismos progresos de esta automatización28.

LA ERA DE LOS GURÚS

¿Cuáles son, a fin de cuentas, las posibilidades de extensión de esta economía


“colaborativa” y de las condiciones de trabajo degradadas que suelen acompañarla?
Para algunos “ningún sector se libra de ella”, como orgullosamente reivindica The-
Family, una “incubadora” de start-up para la que el empleo, la protección social, los
transportes, las pensiones, etc., están amenazados por “los bárbaros”29.

Esta problemática suscitó la aparición de profetas y de gurús con aspiraciones


variopintas, que funcionan en redes a menudo competidoras y demuestran una gran
habilidad para obtener subvenciones del Estado o de las grandes empresas. La fas-
cinación tecnológica de los grandes iniciados, entre los que Jeremy Rifkin es la figura
emblemática, permite difundir una nueva ideología según la cual el empleo, el trabajo
asalariado, la protección social, la salud pública, el régimen de pensiones de reparto
estarían desfasados en la actualidad. Según ellos, sería vano y reaccionario querer
“hacer girar hacia atrás la rueda de la historia”, en vez de inventar los medios para
adaptarse al impetuoso movimiento de progreso tecnológico.

Se construye así un discurso multiforme, que exalta la “transversalidad” frente a


la “verticalidad”; el “nomadismo” frente al “sedentarismo”; la “reforma” frente al “con-
servadurismo”. Insta a la mayoría de los seres humanos a adaptarse a mutaciones
inevitables y a renunciar a cualquier forma solidaria de organización social. Repite
hasta la saciedad la idea de que “el trabajo se ha acabado” y que la única compen-
sación a la que se puede aspirar es a una (pequeña) renta en el marco de una so-
ciedad de apartheid30. El punto común de estas prédicas es que exhortan a los
pueblos a abandonar cualquier proyecto de gobernar su destino.

28
Ernest Mandel, Le troisième âge du capitalisme, Edition de La Passion, Paris 1997, p.453.
29
TheFamily, Les barbares attaquent.
30
Benjamin Dessus, “Revenu universal: le risque d’apartheid”, AlterEcoPlus, 27 mayo 2016.

gaceta 58 sindical
¿Estancamiento secular
o rebote tecnológico?

INCREMENTOS DE PRODUCTIVIDAD Y JORNADA LABORAL

Se cree desde hace tiempo que incrementos de productividad muy elevados


serán la causa del aumento del paro, anunciando así “el fin del trabajo”. Pero esta
tesis, ya antigua, es contraria a la realidad: los incrementos de productividad fueron
muy elevados en la “Edad de oro del capitalismo” (1945-1975) caracterizada, sin
embargo, por un casi pleno empleo. Luego el paro subió, al tiempo que se agotaban
las ganancias de productividad.

Admitamos por un momento la perspectiva de una destrucción masiva de empleo.


Imaginemos una sociedad en la que, gracias a una varita mágica, con la mitad de
tiempo de trabajo se preservaría el mismo nivel de vida. Esta sociedad podría decidir
que la mitad de los productores continuaran trabajando tanto como antes, mientras
la otra mitad quedaría “dispensada” de trabajar y percibiría una renta. Pero esta so-
ciedad también podría aprovechar el maná tecnológico para reducir a la mitad la jor-
nada laboral.

Olvidémonos de la fábula para observar lo que ha sucedido en el siglo XX. Cons-


tatamos que, en este periodo, la productividad horaria del trabajo se multiplicó por
13,6 mientras que la jornada laboral se reducía en un 44%. Es decir, trabajamos la
mitad de tiempo que nuestros bisabuelos y, gracias a ello, el paro no ha alcanzado
niveles insuperables. Esto no ocurrió “naturalmente”: son las luchas sociales las que
provocaron esta redistribución de los incrementos de productividad a través de una
reducción de la jornada laboral y no sólo de un incremento del poder de compra de
los salarios. Toda la historia de las luchas sociales ha estado jalonada por batallas
sobre la jornada laboral.

La propia OCDE habla de esta posibilidad, siempre abierta: “incluso si la necesi-


dad de mano de obra es menor en un determinado país, esto puede traducirse en
una reducción del número de horas trabajadas, y no necesariamente por una reduc-
ción del número de empleos, como se ha constatado en numerosos países europeos
en estas últimas décadas31”.

En definitiva, las nuevas tecnologías no han permitido generar hasta ahora in-
crementos de productividad a nivel global, pero sí han contribuido a la fragmentación
social. Y es esto lo que hay que replantearse:

31
OCDE, Automatisation et travail indépendant dans une économie numérique, mayo 2016.

gaceta 59 sindical
Michel Husson

• en lo inmediato, revitalizando el proyecto de estatuto del asalariado, extendién-


dolo a los trabajadores “uberizados” e incrementando los mínimos sociales;

• planteando el tema del reparto: no solo el reparto de la renta sino también de


las horas de trabajo, haciendo de la reducción de la jornada laboral el eje cen-
tral de un proyecto de transformación social;

• interrogándonos sobre el contenido del crecimiento y de la acumulación. En


un régimen capitalista, la búsqueda del crecimiento a cualquier precio entraña
siempre la intensificación del trabajo, la competencia generalizada y la mer-
cantilización de cualquier cosa. Es el contenido de este crecimiento el que hay
que cuestionar, bajo un doble prisma: su adecuación a las necesidades so-
ciales y su respeto a los imperativos medioambientales.

gaceta 60 sindical
Joan Subirats

Internet y democracia.
Politizar la transformación tecnológica
Preliminar, 1923. Theo Van Doesburg.

En este artículo se pretenden mostrar tanto las potencialida-


des como los límites de los cambios y posibilidades que ofrece
Internet y que afecta tanto a la política en general como a aspec-
tos concretos de las dinámicas sociales.
Se trata de ir más allá de la visión utilitaria sobre Internet que
parece predominar hoy en la política, abriendo la puerta a otras
alternativas distintas a la actual relación entre instituciones polí-
ticas y ciudadanía. Lo que puede transformar de arriba abajo
nuestro sistema democrático es la presencia de nuevos sujetos
con capacidad de intervenir, incorporando estructuras de relacio-
nes inéditas y utilizando recursos de manera más directa y ágil,
para ser capaces de influir en los procesos decisionales que les
afectan.
El debate es, pues, un debate de poder. Por ello, es necesario
discutir de política sin dejarse llevar ni por la fascinación de ese
gran cambio tecnológico ni por su rechazo frontal y estéril.
Internet y democracia

1. INTRODUCCIÓN. CAMBIO DE ESCENARIO, CAMBIO DE ÉPOCA

L A pregunta que nos planteamos en este artículo es si la indudable presencia y


creciente significación de Internet en nuestras vidas implica alteraciones significati-
vas en el funcionamiento de la democracia, en la estructura de poderes y en los me-
canismos que influyen en la toma de decisiones públicas. La respuesta,
forzosamente esquemática y breve, que avanzamos es que si bien aparentemente
no parecen darse cambios sustanciales, las tendencias y las disrupciones que van
produciéndose aquí y allá apuntan a alteraciones significativas del escenario demo-
crático tal como ahora lo conocemos. Quisiéramos en las páginas siguientes dar al-
gunas pistas sobre ello, entendiendo que muchos de esos procesos de cambio están
aún decantándose y que por tanto desconocemos sus formatos finales.

Hacernos estas consideraciones tiene sentido si compartimos la idea de que no


podemos limitarnos a denominar como “crisis” el conjunto de cambios y transforma-
ciones que afectan en mayor o menor medida a cualquier sociedad. Es bastante evi-
dente que la gran transformación tecnológica que vivimos afecta y modifica cada día
que pasa las posiciones de fuerza, recursos y estrategias de los actores. Por tanto,
el planteamiento que aquí proponemos es que tal transformación tecnológica no im-
plica solo ni principalmente hacer mejor lo que ya hacíamos pero con nuevos instru-
mentos, sino que comporta y genera cambios mucho más profundos y significativos.
Y tales efectos se dan tanto en la esfera personal como en la esfera colectiva, mo-
dificándose conductas, formas de vivir, consumir y relacionarse. No hay espacio hoy
día en el que Internet no tenga un papel significativo y esté transformando las con-
diciones en que antes se actuaba (Benkler, 2006; Morozov, 2012, 2014). Y ello opera
y afecta, sobre todo, a las instancias de intermediación que no aportan un valor claro,

gaceta 63 sindical
Joan Subirats

más allá de su posición de delegación o intermediación, desde (por poner ejemplos)


las agencias de viaje a las bibliotecas, de la industria de la cultura a los periódicos,
desde los partidos políticos a los parlamentos. Es evidente que la proliferación y ge-
neralización de Internet en el entorno más personal, lo han convertido en una fuente
esencial para relacionarse, informarse, movilizarse, consumir o simplemente vivir.
Como resultado de todo ello, los impactos han sido y empiezan a ser cada vez más
significativos también en los espacios colectivos de la política y de las políticas.

No se trata, pues, de una época de cambios. Estamos plenamente inmersos en


un cambio de época, del nivel y alcance de cambios precedentes, como los que se
dieron a finales del XVIII o inicios del XIX con la máquina de vapor, o a inicios del
XX con la consolidación del modelo fordista de producción de masas. Como ya se
ha dicho (Rifkin 2014, Mason 2016), en momentos como los mencionados, no solo
cambian y se modifican los distemas productivos, sino que contemporáneamente se
modifican formas de comunicación y movilidad y también, inevitablemente, los sis-
temas políticos.

2. CAMBIOS ESTRUCTURALES

Creemos que es importante dilucidar si Internet es solo un nuevo instrumento,


una nueva herramienta a disposición de los operadores políticos para seguir ha-
ciendo lo que hacían, o significa realmente una sacudida, un cambio importante en
la forma de hacer política. Desde nuestro punto de vista, y siguiendo una afortunada
expresión de Mark Poster (2007), Internet no es un “martillo” nuevo que sirve para
clavar más deprisa o con mayor comodidad los “clavos” de siempre. Esa visión re-
duciría la revolución tecnológica y social que implica Internet a un mero cambio de
instrumental operativo. Desde esa perspectiva, las relaciones de poder, las estruc-
turas organizativas, los procedimientos administrativos o las jerarquías e interme-
diaciones establecidas, no variarían. En cambio, si entendemos que Internet modifica
la forma de pensar en qué tiene valor y qué no, los formatos de relación e interacción,
y que al mismo tiempo altera profundamente los procesos y posiciones de interme-
diación, generando vínculos y lazos mucho más directos y horizontales, a menores
costes, coincidiremos en que estamos ante un cambio en profundidad de nuestras
sociedades. No forzosamente mejor, pero sí distinto. Desde este punto de vista, In-
ternet expresa otro orden social, otro “país”.

Hasta ahora, cuando se ha hecho referencia a expresiones como “e-democracy”


o “e-government”, lo que se ha hecho es no poner en cuestión ni lo que se hacía ni
la forma de hacerlo, sino más bien buscar en el nuevo recurso tecnológico disponible

gaceta 64 sindical
Internet y democracia

una forma más eficiente, más ágil, más rápida de llevar a cabo las rutinas procedi-
mentales previas. Sin salir, por tanto, de la lógica instrumental o “martillo” a la que
antes aludíamos. Si nos referimos a lo que se ha venido a denominar como “e-de-
mocracy”, más bien lo que generalmente observamos es el intento de mejorar,
usando Internet, la polity, es decir, la forma concreta de operar el sistema o régimen
político y las relaciones entre instituciones y ciudadanía. Y cuando encontramos re-
ferencias al “e-government” o a la “e-administration”, observamos el intento de aplicar
las TIC en el campo más específico de las policies (o sea de las políticas públicas)
y, sobre todo, de su gestión (Chen et alt, 2007; Layne-Lee, 2001). Pero deberíamos
ser conscientes, asimismo, de que otro gran criterio de distinción hemos de buscarlo
en si solo consideramos procesos de mejora y de innovación vía Internet dentro del
actual marco constitucional y político característico de las actuales democracias par-
lamentarias, o bien si estamos en disposición, en una lógica de lo que en la literatura
de políticas públicas se caracteriza como estrategias incluyentes, a explorar vías al-
ternativas de tomar decisiones y pensar y gestionar políticas que incorporen más di-
rectamente a la ciudadanía y que asuman el pluralismo inherente a una concepción
abierta de las responsabilidades colectivas y de los espacios públicos.

No se trata, evidentemente, de un debate estrictamente técnico o de estrategia


en la forma de adaptar la política democrática a los nuevos tiempos. El problema no
es si Internet y las TIC sirven más y mejor para una cosa o para otra. El problema
clave es dilucidar si los cambios tecnológicos generan, o al menos permiten, cambios
en los procesos de toma de decisiones y si alteran la distribución de poderes. Parece
bastante claro que la dimensión que tiene el impacto de Internet en todos los órdenes
de la vida, no nos permite asumir que las formas de actuar de instituciones repre-
sentativas y de administraciones públicas van a quedar básicamente inalteradas.
Solo hace falta mirar a lo que ha ido ocurriendo, por poner ejemplos, en España con
el 15M, en Chile con la movilización de los estudiantes, en Brasil con la oleada de
protestas vinculdas al “Pase Libre”, en Hong Kong con los “paraguas amarillos”, en
Turquía con “Gezi Park” o anteriormente en México con el movimiento “Yo soy 132”.
En todos estos casos, sin Internet las cosas hubieran transcurrido por derroteros
muy distintos o, sencillamente, no se hubieran producido (Bennett-Segerberg, 2013).

En una primera aproximación, la demanda de más y mejor información cuadra bien


con las potencialidades más evidentes de las TIC. Existen muchos y variados ejemplos
de cómo las TIC han mejorado las relaciones entre la ciudadanía y las administracio-
nes, y es asimismo abundante la literatura que trata de proponer, analizar y evaluar
las vías de mejora en este sentido (Bimber, 1999: Gronlund, 2002; Abramson-Mori,
2003; Margetts, 2009). Desde hace años se han realizado costosas inversiones que
tenían como objetivo mejorar y agilizar la interfaz administración-ciudadanía, de tal

gaceta 65 sindical
Joan Subirats

manera que permitieran resolver a distancia y a través de la red lo que hasta enton-
ces eran complejos y costosos procedimientos de obtención de permisos, de reno-
vación de documentos, de liquidaciones fiscales o de obtención de información. Los
avances en la seguridad de esos procesos a través de aceptación de firma electró-
nica, o la creciente coordinación entre distintos niveles de administración son un
buen ejemplo de ello, pero con resultados muy discretos, como tendremos ocasión
de comentar más adelante. De manera parecida, se observan incesantes esfuerzos
por parte de las propias entidades o servicios públicos para poner a disposición de
los ciudadanos y las ciudadanas, a través de la red, una amplia información sobre
las prestaciones que ofrecen o los derechos que pueden ejercer, así como una ex-
plícita presentación de quién es responsable de qué, y como localizar a las distintas
personas de cada proceso o servicio.

Los valores que implícita o explícitamente rigen esos procesos de cambio y de


uso de las TIC son los de economía, eficiencia y eficacia, que ya sirvieron para poner
en marcha los procesos de modernización administrativa de los ochenta y noventa
(New Public Management). De alguna manera, coincidieron en el tiempo y en sus
expectativas, nuevos gestores públicos con ganas de implementar en las adminis-
traciones públicas sistemas de gestión más próximos a los que se estaban dando
en el campo privado, con políticos que buscaban renovadas formas de legitimación
en una mejora de la capacidad de prestar servicio de las administraciones y la cre-
ciente accesibilidad y potencial transformador de las TIC, y todo ello desde una pers-
pectiva aparentemente técnica, despolitizada o neutral ideológicamente. Aunque, de
hecho, significaran una aceptación del statu quo existente.

Por otro lado, las dinámicas de “aplanamiento” de estructuras o de descentrali-


zación de la gestión, buscando proximidad, mayor personalización del servicio, en-
contraron en los nuevos sistemas de información las palancas necesarias para evitar
procesos de desgobierno y de difuminación de responsabilidades, a través de siste-
mas contractuales, establecimiento de indicadores de gestión o cuadros de mando
ad hoc (tableau de bord). De alguna manera, las TIC parecen ofrecer la realización
de un sueño largamente buscado: la máxima descentralización posible sin las fugas
de discrecionalidad, o pérdidas de control o de responsabilidad. Estaríamos, pues,
asistiendo probablemente a la transformación de muchas burocracias europeas en
“infocracias”. Pero existen muchas dudas de hasta qué punto esos avances modifi-
can la lógica jerárquica y en cierto modo patriarcal que mantiene a la ciudadanía en
una relación de dependencia en relación a las administraciones públicas del Estado
(Chadwick-May, 2003; Hindman, 2009).

gaceta 66 sindical
Internet y democracia

3. MÁS ALLÁ DEL “SOLUCIONISMO TECNOLÓGICO”

Sin minusvalorar tales avances, el problema es que esas mejoras en la forma de


gestionar las políticas y en los canales de comunicación entre ciudadanía y admi-
nistraciones públicas, no sólo no ofrecen nuevas vías en las que encontrar solución
a los problemas de desafección democrática, sino que introducen ciertos problemas
en el manejo del gran caudal de información que las TIC permiten almacenar, tratar
y manejar de manera extraordinariamente eficaz. Parece claro que estamos ha-
blando de procesos hasta cierto punto despolitizados, en los que no se cuestiona o
se valora ni la jerarquía o el poder de cada actor, ni el porqué de los servicios o a
quién van dirigidos, sino la mejor manera de prestarlos. Un ejemplo significativo de
ello es la mirada “técnica” con la que se han acogido por parte de muchos gobiernos
locales el emergente paradigma de “Smart City” (Fernández, 2016), sin preguntarse
el grado de dependencia que las grandes empresas que están detrás de la iniciativa
y la impulsan podrán ir consiguiendo en relación a las ciudades que de manera acrí-
tica asuman sin más las iniciativas que se les proponen.

En efecto, aumenta la preocupación por los efectos perversos que podrían llegar
a tener los grandes volúmenes de información que sobre las personas, sus conduc-
tas, sus preferencias y sus hábitos irían acumulando las administraciones a través
del uso de las TIC, y por el grado de monopolio que van adquiriendo ciertas redes y
empresas que controlan la mayor parte del tráfico en la red (Benkler, 2016). En el
diseño original de Internet, el factor neutralidad de la red y el factor descentralización
parecían apuntar a una notable democratización de las dinámicas y redes de infor-
mación, hasta entonces muy controladas por el significativo entrecruzamiento de in-
tereses entre corporaciones industriales, instituciones financieras y los grandes
medios de comunicación.

La reciente deriva de Internet apunta a que unos pocos actores están consiguiendo
una más que significativa acumulación de poder. Nos referimos a unas pocas compa-
ñías que controlan el mercado más influyente, el de los smartphones y las redes de
comunicación o las autopistas por las que circula la mayor parte de contenidos y men-
sajes. La mezcla de operadores, canales de información y sistemas de almacenaje,
configuran un universo en el que se concentra buen parte del poder de la red. A partir
de ahí, es evidente que la acumulación de datos (big data) sobre cada uno de los ciu-
dadanos y de sus múltiples actividades y movimientos acaba constituyendo una gran
fuente de negocio y de configuración de perfiles. En muchos casos, los servicios son
gratuitos, pero precisamente es entonces cuando la mercancía somos cada uno de
nosotros, que con nuestra actividad, con nuestro uso de las redes, facilitamos infor-
mación que luego puede ser objeto de comercialización (Tufecki, 2014; Zuboff, 2015).

gaceta 67 sindical
Joan Subirats

Es asimismo cierto que Internet está permitiendo alterar los canales de genera-
ción y estructuración de negocio y de trabajo. Si con los procesos de deslocalización
industrial y de desmembración de sus estructuras productivas, se rompieron y se
debilitaron muchas de las conquistas laborales conseguidas a lo largo de muchos
años de conflicto y lucha sindical, la capacidad de crear redes de generación de ser-
vicios saltándose las reglamentaciones y regulaciones de cada país o ciudad en sec-
tores como el transporte, la distribución o la vivienda, está originando problemas
graves a los que resulta difícil enfrentarse con los esquemas propios de la sociedad
industrial. Los chóferes de Uber, los distribuidores de Deliveroo o los “partners” de
AirBnB no parecen estar afectados por la regulación de cada país, ya que su estatus
les aleja aparentemente de lo previsto en las mismas. Pero, últimamente, en países
como Francia, Reino Unido, o en ciudades como Nueva York o Barcelona, los tribu-
nales o las autoridades gubernamentales empiezan a tomar cartas en el asunto,
cuestionando esa aparente excepcionalidad.

Al lado del manejo de gran cantidad de datos administrativos, el creciente uso de


video vigilancia, los nuevos programas de detección de personas sospechosas, etc.,
si bien pueden mejorar las prestaciones de las políticas de seguridad, plantean pro-
blemas de violación potencial de la privacidad no desdeñables (caso Snowden), con-
figurando lo que algunos han calificado de “capitalismo vigilante” (Zuboff, 2015;
Morozov, 2014). Se han expresado asimismo interrogantes significativos sobre el
modo en que se construyen y se diseñan los algoritmos que resultan esenciales para
la buena marcha de los motores de búsqueda, ya que su configuración no resulta
para nada transparente y puede dejar mucho que desear desde el punto de vista
democrático (O’Neil, 2016).

En definitiva, convendría no dejar caer en saco roto estas prevenciones, y mos-


trarse más vigilantes sobre los efectos que la transformación tecnológica genera en
nuestro sistema democrático. De lo que se trata no es de ser ni ciberoptimista ni ci-
berpesimista, sino de politizar esta transformación que, como cualquier otra anterior,
configura beneficios y costes, ganadores y perdedores; y de eso se trata cuando
postulamos por “politizar” el tema: discutir de cómo se distribuyen socialmente tales
costes y beneficios. No sería deseable que las promesas de democratización, de re-
configuración de poderes, de mayor capacidad de intervención ciudadana en los pro-
cesos de toma de decisiones, acabasen sin cambiar las lógicas tecnocráticas y de
“arriba abajo” características de los sistemas democráticos consolidados en la se-
gunda mitad del siglo XX. En ese sentido, el uso de las TIC, más que reforzar la ca-
pacidad de presencia y de intervención de la ciudadanía en los asuntos colectivos,
bien podría acabar reforzando la capacidad de control y de autoridad de las élites
institucionales (Hindman, 2009).

gaceta 68 sindical
Internet y democracia

4. COMENTARIOS FINALES

En el fondo, lo que resulta relevante y que puede transformar de arriba abajo


nuestro sistema democrático, es la presencia de nuevos sujetos que puedan inter-
venir, que puedan incorporar estructuras de relaciones inéditas, con recursos usados
de manera más directa y ágil, y que así puedan acabar siendo capaces de influir de
manera directa en los procesos decisionales que les afectan. Internet puede permitir
que lo sea así, ya que, como hemos dicho, modifica antiguas intermediaciones, ge-
nera disrupciones en los sistemas asentados de poder y permite experimentar nue-
vos procesos más transparentes y potencialmente equitativos. Hasta ahora, hemos
visto algunos ejemplos de ello, pero también hemos reseñado tendencias en sentido
contrario.

Los acontecimientos del tipo 15M han mostrado la potencia de nuevos intervi-
nientes actuando de manera distinta a los usuales, hasta el punto que resulta com-
plicado atribuirles la misma característica de actores (al no disponer de estructura
organizativa propia, ni mantener permanentemente un proceso de interacción, y
estar más basada su acción en la relación que en el interés compartido). Estamos
hablando de momentos de agregación colectiva en red, sin interlocutores estables
y claramente definidos. Su fuerza no está en la cantidad de gente que puedan “re-
presentar”, sino en su capacidad de “interconectar” y aglutinar la opinión pública en
Internet, acrecentando la presión ciudadana (en Internet y más allá de Internet).
Estas formas que Internet permite, crean vínculos con y entre la ciudadanía, apor-
tando, en los casos en que su masividad lo permita, reputación y credibilidad a de-
mandas y reclamaciones específicas. Como ya hemos mencionado, sus lógicas de
comunicación y articulación tienden a ser mas horizontales, y sus formas de movili-
zación menos previsibles, más cambiantes. Pero hemos visto también su falta de
consolidación en el tiempo, y su intrínseca inestabilidad.

Por otro lado, crecen las capacidades de control y de supervisión que los grandes
operadores en Internet están consiguiendo, rompiendo viejos esquemas pero creando
nuevas estructuras de poder y de extracción de beneficio, como ya hemos mencio-
nado. Estamos simplemente empezando a lidiar desde la esfera pública con una pro-
fundísima reestructuración social generada por la revolución digital. Y, en esa
perspectiva, el tema clave en los próximos años será el debate sobre la capacidad de
cada espacio o ámbito para poder decidir sobre los efectos que ese cambio estructural
genera. El debate es, pues, un debate de poder, un debate de soberanía tecnológica.

En este artículo hemos querido presentar y mostrar tanto las potencialidades


como los límites de la serie de cambios y posibilidades que entendemos ofrece In-

gaceta 69 sindical
Joan Subirats

ternet, y que afecta tanto a la política en general como a aspectos muy concretos de
las dinámicas sociales. Nuestra intención ha sido el tratar de ir más allá de la visión
utilitaria (“martillo”) sobre Internet, que entendemos predomina en la política actual,
y tratar de abrir la puerta a otras alternativas distintas a la actual relación entre ins-
tituciones políticas y ciudadanía. En el fondo, lo que está en juego es la pregunta
que motiva el inicio de muchas políticas públicas: cómo afrontar positivamente pro-
cesos de transformación y de cambio no meramente incremental ante problemas
colectivos. Discutamos de política y no nos dejemos llevar ni por la mera fascinación
de ese gran cambio tecnológico ni por su rechazo frontal y estéril.

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gaceta 71 sindical
Francisco Louçã

El trabajo en el ojo del huracán:


economía digital, externalización
y futuro del empleo
Composición XIII, 1918. Theo Van Doesburg.

¿Qué va a ocurrir con el empleo por el desarrollo de nuevas


aplicaciones tecnológicas? ¿El mundo del futuro será el de las
empresas sin empleo? Obviamente, no hay una respuesta simple
a esta cuestión.
Para el autor, el trabajo y el empleo son, y seguirán siéndolo,
el centro neurálgico de una economía de producción y conoci-
miento.
Sin embargo, la agenda de gobiernos y parlamentos es siem-
pre la misma: precarizar el empleo y reducir los salarios. Por
tanto, el tipo de sociedad emergente de la revolución tecnológica
va a depender mucho más de la fuerza y programa de los grupos
sociales y fuerzas políticas en confrontación que de las tecnolo-
gías.
El trabajo en el ojo
del huracán

¿E L mundo del futuro será un mundo sin empleo? Una gran empresa, Insta-
gram, con doce empleados y decenas de millones de usuarios, ha sido comprada
por Facebook en 2012, por mil millones de dólares. Kodak, el gigante de la fotografía,
quebró ese mismo año; tenía 145.000 empleados. ¿El futuro es, pues, de las empre-
sas sin empleo? Como voy a mostrar en este texto, el empleo y el trabajo son, y se-
guirán siéndolo, el centro neurálgico de una economía de producción y conocimiento.

Además, el trabajo es el centro de la política. No tanto porque la determine, como


debería ocurrir, sino más bien porque la política dominante intenta determinar al tra-
bajo y hace de esta tarea algo prioritario en el marco de la ingeniería social de nues-
tros tiempos. Observemos la agenda de parlamentos y gobiernos: flexibilización del
“mercado de trabajo” dice el FMI al mundo entero. La agenda es siempre la misma:
precarizar el empleo y reducir los salarios.

Para rebatir esto, me referiré, primero, a los grandes cambios en el trabajo, des-
pués a las condiciones de emergencia de la economía digital, o la transformación
del paradigma tecnoeconómico a que asistimos y, finalmente, a la evolución del em-
pleo con la automatización.

1. LOS GRANDES CAMBIOS DEL TRABAJO: LA CLASE OBRERA


HA AUMENTADO Y ESTÁ MÁS PRECARIZADA

El trabajo ha cambiado, y mucho, desde finales del siglo XX. Y lo ha hecho en


dos planos. El primero se ha notado menos: la fuerza de trabajo que produce en y
para el mercado capitalista se ha duplicado entre 1980 y 20001. Es un cambio colo-

1
FREEMAN, R. (2010): “What Really Ails Europe (and America): The Doubling of the Global Workforce”,
disponible en http://www.theglobalist.com/what-really-ails-europe-and-america-the-doubling-of-the-
global-workforce/

gaceta 75 sindical
Francisco Louçã

sal, causado por la entrada de China y los países de la ex-URSS2 en la esfera de la


reproducción ampliada del capital.

Tal modificación del mapa del mundo ha permitido producir más y más barato,
desplazando centros de producción y flujos financieros y abaratando salarios. Ello
ha creado una presión estructural de desempleo permanente en las economías más
desarrolladas y también en América Latina (en África el statu quo ha sido siempre
ese). Es así como vamos a vivir en los próximos años.

Un economista marxista, Costas Lapavitsas, ha denominado “expropiación sala-


rial” a este proceso, el cual consiste fundamentalmente en una ampliación de la plus-
valía absoluta, la explotación directa del trabajo con transferencia de valor del salario
al capital. Es un cambio que va a tener grandes consecuencias en los equilibrios y
desequilibrios mundiales a lo largo de nuestro siglo.

El segundo plano en el que han cambiado las normas sociales del trabajo son
los avances de la agenda de “reformas estructurales”, según las pautas del FMI, las
cuales consisten invariablemente en la reducción de los salarios directos e indirectos
(mediante el aumento de la presión fiscal o del coste de bienes comunes, como son
la educación, los transportes o la sanidad), asegurando una nueva normalidad que
excluye la reivindicación de los trabajadores. A tal fin, aumentar el desempleo per-
manente o amenazar a los trabajadores contratados con procesos de externalización
o subcontratación resulta un instrumento poderoso e indispensable.

Y aquí entran el FMI y sus caballeros de alegre figura: su objetivo es, sencilla-
mente, desarticular la protección colectiva derivada del convenio o de la simple exis-
tencia del sindicato. Como ha demostrado, en el caso brasileño, la central sindical
CUT, el trabajo externalizado significa en dicho país una media de tres horas más
de trabajo por semana, un 27% menos de salario, más riesgo de accidente y, sobre
todo, una total vulnerabilidad ante el poder patronal. Así, una economía basada en
el trabajo externalizado es una economía sin productividad, sin innovación y sin com-
petencias; es una economía de trabajo disciplinado, callado y temeroso. El admirable
mundo nuevo del FMI y del neoliberalismo es el regreso a los Tiempos Modernos de
Chaplin.

2
DOBBS, R., et al. (2012): “The World at Work: Jobs, pay and Skills for 3.5 billion people”, Report McKin-
sey Global Institute, disponible en http://www.mckinsey.com/global-themes/employment-and-growth/the-
world-at-work

gaceta 76 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

Si esta economía de pirateo extractivo va a triunfar o no es algo que se verá con


el tiempo. Pero, precisamente como, en el mercado capitalista, la fuerza de trabajo
se ha duplicado, los hay que no dudan en recurrir a todo el arsenal de destrucción
social que el poder pone en sus manos. Si el movimiento social y la democracia van
a conseguir resistir a estos ataques es algo que se decidirá en cada momento.

2. LA EMERGENCIA DE UN NUEVO PARADIGMA TECNOECONÓMICO: LA ERA


DE LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LAS COMUNICACIONES

Vivimos un largo proceso de revolución industrial. Un economista conservador,


entonces presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, se
refería con frecuencia al «nuevo paradigma», aduciendo que los ordenadores, las
telecomunicaciones e Internet están en el origen de un salto extraordinario en el cre-
cimiento de la economía norteamericana en los años noventa. También llamó la aten-
ción sobre la «exuberancia irracional» demostrada por la Bolsa de Valores de Nueva
York como reacción a las enormes potencialidades de Internet y otras nuevas tec-
nologías, sin perjuicio de que ello, por cierto, no le llevase a adoptar precauciones
respecto de la burbuja especulativa que estallaría más adelante en el Nasdaq, a co-
mienzos del nuevo siglo, y en el mercado inmobiliario a partir de 2007.

Incluso aquellos que dudaron del carácter revolucionario de anteriores olas de


cambio técnico no tienen dificultad en aceptar que estamos viviendo una enorme re-
volución tecnológica, basada en el ordenador electrónico, el software, la microelec-
trónica, Internet y los teléfonos móviles. Estas industrias crecían a una tasa elevada
en Estados Unidos, a partir de la década de 1990, y constituían la mayor parte del
crecimiento de toda la economía. Partiendo de una base muy inferior y en una escala
mucho más reducida, la biotecnología también crecía con rapidez en las últimas dé-
cadas del siglo XX. En cierto sentido, es ésta, también, una forma muy especial de
tecnología de la información, que interactúa cada vez más con la tecnología de los
ordenadores.

Algunos eminentes economistas norteamericanos han manifestado reservas


acerca del «nuevo paradigma», convencidos de que esta expresión exagera tanto
los cambios producidos en la tecnología como, más aún, los cambios operados en
el comportamiento y en la gestión de la economía. En el libro que escribí con Chris
Freeman, As Time Goes By, nos mostramos inclinados a creer que la inflación bur-
sátil registrada en el mercado de valores de Estados Unidos a finales de la década
de 1990 se basaba, en realidad, en una exuberancia irracional en relación con la
tasa de rendimiento futura de las acciones de Internet y otras acciones denominadas

gaceta 77 sindical
Francisco Louçã

de «alta tecnología», así como en la sobrevaloración de los activos financieros.


Según este punto de vista, contenía algunas de las características de la expansión
anterior a 1929 y algunas características, también, del furor causado por las acciones
de los canales y el ferrocarril, que corrieron parejas a olas anteriores de cambio téc-
nico, que estudiamos en dicho libro.

Ahora bien, una de las áreas más dinámicas de innovación en términos de orga-
nización e instituciones ha sido sin duda el mercado financiero. La competencia es
feroz: es preciso atraer ahorro en todas sus formas, mediante la multiplicación de
nuevos productos bancarios, la reestructuración de los sistemas de alianzas y la re-
definición de la forma del servicio. La inflación del mercado de capitales está en el
centro de esta tendencia a la innovación, siendo tanto su causa como su consecuen-
cia. La innovación exige más innovación y el proceso inflacionario exige más fondos
y, por consiguiente, más cambios. A este respecto, el cambio decisivo ha sido, ob-
viamente, la privatización creciente de sistemas nacionales de seguridad social y la
recomposición de fondos de pensiones, seguros y mutualidades. Actualmente, estos
fondos poseen la mayor parte de las acciones de los países desarrollados, lo que
significa un cambio radical. Además, a medida que se van necesitando flujos mayo-
res con el fin de mantener la liquidez del mercado, el proceso de privatización se ex-
tiende más allá de las fronteras y desafía toda resistencia.

Las consecuencias de esta tormenta son enormes. La inflación del mercado de


capitales acelera el proceso de desintermediación y debilita las regulaciones y la efi-
cacia de las políticas monetarias a nivel nacional, dada la extrema volatilidad de los
mercados de divisas extranjeros. Se añade a ello, por otra parte, que los fondos de
pensiones no dependen estrictamente de las políticas de crédito que influyen en el
tipo de interés a corto plazo, ya que son financiados por salarios y rentas y no por
préstamos. En consecuencia, su expansión disminuye la capacidad que podrían
tener los bancos centrales para controlar la liquidez del sistema bancario. Mientras
esta inflación se vea apoyada por la perspectiva positiva de obtener beneficios, no
se prevé un fracaso, pero es evidente su fragilidad en el largo plazo.

La política de negligencia benigna de los bancos centrales ha llevado a los críticos


a afirmar que, en realidad, la política monetaria estimulaba una enorme distorsión
inflacionaria de los precios de los activos. El 22 de enero de 2000, en The Economist,
se decía, con exasperación: «si, como en esta publicación, vuestras cuentas os dicen
que las acciones están sobrecotizadas, así como sus perspectivas futuras de pro-
ductividad, incluso a la arrogante luz de la notable evolución económica norteame-
ricana, entonces, lectores, tendrán ustedes que empezar a preocuparse... Y mucho.»

gaceta 78 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

(«A Tale of Two Debtors», 22 de enero de 2000: 17). Desde hace por lo menos dos
décadas la prensa económica más tradicional viene advirtiendo del peligro, y lo
mismo se puede, y se debe, escribir a finales de 2016, considerando la estrategia
del BCE y Mario Draghi.

Cómo hemos llegado a esto es el tema de las secciones siguientes, que presen-
tan brevemente algunas características de la onda larga basada en la digitalización
y automatización, y las dificultades de su imposición social –lo que se ha llamado
“austeridad” y “ajuste estructural” o “reformas estructurales”–.

Contexto institucional y social y régimen de regulación

Como señala Bill Gates en su visión del futuro de la sociedad de la información,


ésta se encuentra aún en su infancia. Afirma que las potencialidades son inmensas
en relación tanto con la economía como con la calidad de vida, en lo que se refiere
a la sanidad y a la enseñanza. No obstante, como sucede con todas las grandes
tecnologías nuevas, los problemas sociales de asimilación y aplicación son también
correlativamente enormes. Esto se aplica con más propiedad a los cambios socio-
políticos y culturales que a la tecnología. Incluso en los primeros tiempos de las TIC
se había puesto ya de manifiesto el problema de la sobrecarga de información. Cier-
tamente, algunos observadores se habían dado cuenta, ya en los años treinta, antes
del comienzo de la era de los ordenadores, de que se trataba de un problema grave.
El científico J. D. Bernal, en su análisis de la función social de la ciencia, de 1939
(The Social Function of Science), se refirió a la necesidad de recurrir a servicios
competentes de resumen y recensión dada la imposibilidad de que alguien se man-
tenga al día del flujo creciente de publicaciones e información. De forma aún más
contundente, el poeta T. S. Eliot escribió, en el estribillo de «La Roca»:

¿Dónde está el conocimiento que perdemos con la información? ¿Dónde


la sabiduría que perdemos con el conocimiento?

Si hubiese llegado a ver la Sociedad de la Información, podría haber añadido:


«¿Dónde está la información que perdemos con los datos?». Los problemas de
transformar datos en información y la información en conocimiento siguen siendo
problemas candentes de la Sociedad de la Información, que no quedan resueltos
sólo porque se la denomine, invirtiendo el concepto, Sociedad del Conocimiento. Al
analizar el «espíritu del informativismo», Castells (1996) retrocede hasta el trabajo
clásico de Max Weber sobre el espíritu del capitalismo:

gaceta 79 sindical
Francisco Louçã

Nadie sabe (...) si al final de este tremendo desarrollo surgirán profetas com-
pletamente nuevos, o habrá un gran renacimiento de ideas antiguas, o, si no
se confirmase ninguna de estas posibilidades, si existirá una petrificación me-
canizada, adornada con una especie de presunción convulsiva. De la última
fase de este desarrollo cultural, se puede sin duda afirmar con rigor: "especia-
listas sin espíritu, sensualistas sin corazón, estas personas nulas piensan que
han llegado a un grado de civilización jamás alcanzado". (Castells 1996: 200,
citando Ética Protestante, de Weber).

Este texto recuerda los debates sobre el futuro de Internet –por ejemplo, si es
deseable o posible regular o mantener la difusión de propaganda racista o de por-
nografía, o dónde está el límite de la privacidad y del uso de datos personales, o si
el contenido del tráfico que se produce en Internet posee una energía propia, más
allá del control de quienquiera que sea–. Lo que surge como cultura dominante de
Internet depende tanto de los «proveedores del servicio de internet» como de las
personas que navegan en esta red y de las pequeñas empresas que luchan por im-
poner una presencia mundial.

En los años 1980, economistas como Albert Bressand (1990) apuntaban ya di-
recciones peligrosas hacia las que las redes podían evolucionar fácilmente, convir-
tiéndose en futuros cárteles electrónicos. Durante los años noventa, la oleada de
fusiones y adquisiciones acentuó estos temores. Mientras que en los primeros tem-
pos de las TIC muchos economistas y consultores de dirección subrayaban el papel
de las pequeñas y medianas empresas (pymes) en la creación de innovación y nue-
vas oportunidades de empleo, el énfasis, ahora, se ha desplazado cada vez más
hacia las supuestas ventajas de gigantescas empresas mundiales. Uno de los prin-
cipales argumentos para justificar la mayor fusión que jamás se haya proyectado, a
comienzos del 2000, de la AOL (America On Line) con el grupo de empresas Time-
Warner, era el de que, en el futuro, las grandes empresas de comunicación tendrán
que estar ligadas a un poderoso ISP (Internet Service Provider - proveedor de ser-
vicios de Internet). Y, en ese mismo orden de ideas, los ISP gigantes deberán estar
vinculados a proveedores de contenidos.

Hasta ahora, las grandes empresas de medios de comunicación, como el con-


glomerado europeo de Berlusconi o el imperio de Murdoch, se habían basado en la
combinación de diferentes medios de comunicación e intereses en el sector del en-
tretenimiento –periódicos, televisión, clubs de fútbol, cine, etc.– bajo una única di-
rección, en varios países. Ahora, esas empresas aspiran a poseer y controlar
también el acceso y la publicidad en Internet. Y no es sólo la escala gigantesca de
estas fusiones lo que produce cierta ansiedad a los defensores de las virtudes de la

gaceta 80 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

competencia, sino, y quizá en mayor medida, la naturaleza de las fusiones. El control


del contenido de los servicios de Internet constituye claramente una cuestión funda-
mental para toda sociedad democrática y para el «espíritu futuro del informativismo».

M. Javary y R. Mansell, en un estudio sobre los oligopolios emergentes relacio-


nados con Internet, concluyen que «el desarrollo del mercado británico de los ISP
señala una tendencia a la aparición de una industria oligopolística que no encaja
con la evolución de una red “pública” que dé respuesta a los valores sociales». Re-
latan la oleada de adquisiciones de pequeñas empresas nuevas por parte de gran-
des compañías británicas y norteamericanas, que consolidan su poder y control en
varios segmentos especializados del mercado. Han quedado muy lejos los sueños
utópicos de los pioneros de Internet, cuya ambición consistía en que la red constitu-
yese no solo un inmenso foro mundial libre y democrático, sino también un mercado
global en el que las pymes podrían competir en igualdad de condiciones. El hecho
de que haya redes por todas partes, surgiendo, floreciendo y también, a veces,
desapareciendo, no elimina la cuestión del poder dentro de las redes. Una red sólo
en contadas ocasiones es una sociedad de iguales. Hay socios que son más iguales
que otros, por utilizar el comentario satírico de Orwell sobre las formas de nivelación
del régimen estalinista. Una red puede constituir un medio de organización a través
del cual una empresa dominante mantiene el control sobre sus proveedores, ya se
trate de proveedores de materiales, componentes o de tecnología.

Como en el caso anterior de la electrificación, Internet, efectivamente, ha propor-


cionado y sigue proporcionando millones de oportunidades a las pymes para entrar
en la economía y, en algunos casos, prosperar y hacer fortuna. Los millonarios de
Internet se han generalizado, pero la tendencia a la concentración es cada vez más
evidente. El riesgo de que el poder corporativo monopolista represente una influencia
política y cultural creciente en la sociedad de la información es muy evidente. La re-
volución de la información, en realidad, ha debilitado o destruido el antiguo poder
monopolista de las empresas de servicio público de telecomunicaciones.

Como hemos podido ver, la mayoría de estas empresas, fuera de los Estados
Unidos, pertenecían al Estado, y han sido desmembradas y privatizadas. Incluso el
monopolio privado Bell, detalladamente regulado, ha sufrido el mismo destino en los
Estados Unidos. Ello ha hecho posible el rápido desarrollo de muchos servicios nue-
vos y nuevas tecnologías, si bien la concentración renovada y la nueva regulación
están ahora en el orden del día. Incluso la competencia entre los sistemas con cable
y los teléfonos inalámbricos (móviles), tan elocuentemente descrita por George Gil-
der, conduce a una concentración renovada. La angloamericana Vodafone Airtouch
propuso una fusión con la empresa alemana Mannesmann a comienzos del 2000,

gaceta 81 sindical
Francisco Louçã

propuesta que rivalizó con AOL en escala y ámbito. Los antiguos monopolios pro-
piedad del Estado se han terminado, y dan ahora paso a empresas multinacionales
mundiales gigantescas. Y esto lleva indudablemente a un debilitamiento sustancial
del poder de los gobiernos nacionales. ¿Podrán estos seguir controlando la infraes-
tructura mundial? Parece difícil.

La oleada de privatizaciones producida desde los años ochenta y la desregulación


que la ha acompañado han sido tan sólo dos ejemplos de este grave debilitamiento
de los gobiernos nacionales, lo cual ha sido una característica importante de esta
crisis estructural de ajuste.

Hasta cierto punto, esta fase de desregulación es característica del surgimiento


de todos los nuevos paradigmas tecnoeconómicos, del mismo modo que en los
casos anteriores de la electrificación y la motorización. Los primeros tiempos de una
nueva tecnología se encuentran necesariamente confinados a pocos individuos y
organizaciones, y son pequeñas nuevas empresas, por lo general, las encargadas
de alumbrarla. Había cientos de pequeñas empresas construyendo automóviles a
finales del siglo XIX, y no estaba del todo claro que el futuro fuese de los coches a
vapor, de los eléctricos o de los automóviles con motor de gasolina. Las concepcio-
nes dominantes, la regulación del tráfico y las normas técnicas tardaron decenios
en desarrollarse. Así, también, en la industria del petróleo, la competencia entre pe-
queñas empresas se mantuvo en los primeros tiempos hasta que estalló la burbuja
especulativa y se impuso el dominio de Standard Oil. Es fácil ahora olvidar que tuvo
que pasar mucho tiempo hasta que las grandes empresas crecieran lo suficiente y
se hiciesen suficientemente fuertes para dominar la industria.

A ello se añade el hecho, según algunas descripciones, de que la misma natura-


leza de la tecnología determina la configuración y las características del sistema re-
gulador. En este sentido, la tecnología de la producción en serie ha llevado
inexorablemente a un régimen regulador centralizado análogo al régimen de gestión
adoptado en las grandes corporaciones, con su tecnoestructura jerárquica. Por otra
parte, es frecuente pensar que la constelación TIC se prestaría fácilmente al esta-
blecimiento de redes autorreguladoras, con un control central mínimo. En los años
ochenta prevalecía una visión bastante utópica de Internet, pese a que había sido
inicialmente promovida por el Pentágono con el fin de preservar un determinado nivel
de comunicación en caso de que estallase una guerra nuclear. Se creía que este
objetivo particular de comunicación participada y descentralizada entre varios indi-
viduos constituía la realización del espíritu liberal y los valores democráticos. Se ha
podido comprobar que esa visión era errónea; las revelaciones de Snowden o de
Wikileaks vienen a confirmar ese peligro.

gaceta 82 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

Esto contrasta con el período de madurez de la sociedad de la producción en


serie, cuando se aceptaba casi universalmente el fortalecimiento del papel regulador
y controlador de la economía por parte de los gobiernos central y local. Esta convic-
ción era compartida por keynesianos, socialistas, nacionalistas, militaristas y muchas
otras personas sin una ideología específica. Hubo, claro está, excepciones notables,
como la de Hayek, que, desde comienzos de los años cuarenta, se opuso vigorosa-
mente al reforzamiento del papel del Estado en la economía. En su libro titulado The
Road to Serfdom (1942), ya dijo que la «planificación» conduciría inevitablemente
al totalitarismo político, y estos argumentos siempre han sido objeto de cierto respeto
y apoyo, especialmente en los Estados Unidos. Pero en la mayor parte de los países,
la tendencia dominante, tanto en la clase económica como en los principales partidos
políticos, favorecía la práctica de un cierto tipo de «economía gestionada» keyne-
siana o, en la Europa del Este, pura y simple planificación central. Prácticamente en
todas partes, el gasto público, puesto en relación con el PIB, era muy superior a su
valor anterior a la Segunda Guerra Mundial; en general se suponía que esto era ne-
cesario, por razones tanto militares como sociales. Y, en los países en vías de
desarrollo, era opinión generalizada que el Estado tenía que desempeñar un papel
considerable en los esfuerzos de organización de la recuperación y promoción de la
industrialización, progreso técnico y crecimiento económico.

Eran muy distintas las ideas que asistían al parto de la «Sociedad de la Informa-
ción», desde los años 1970. En las dos últimas décadas del siglo XX se asumía am-
pliamente que había que reducir la presión fiscal y disminuir el gasto público.
Además, no sólo los partidos y los ideólogos conservadores y neoliberales, sino tam-
bién los otrora socialistas y socialdemócratas, abandonaban su creencia en la pro-
piedad pública y la planificación central, para suscribir la filosofía del mercado libre.
Margaret Thatcher, la primera ministra británica en los años ochenta, fue sin duda
uno de los exponentes de esta ideología neoliberal que dejó más huella, a pesar de
perder, más tarde, la confianza de su propio gobierno. Se inspiraba directamente en
las ideas de Hayek, a quien admiraba sobremanera, y, en cierto sentido, tanto la ex-
tensión del neoliberalismo en Europa Occidental como el colapso de las economías
de planificación centralizada de la Europa del Este pueden considerarse como una
demostración tardía de sus ideas.

Queda, no obstante, saber hasta qué punto la ola de desregulación y retroceso


de la intervención del Estado fluirá en la nueva sociedad de la información. Al debi-
litamiento del Estado, producido en el período inicial de la revolución TIC, siguió el
resurgimiento de algunas tendencias a adoptar nuevas formas de regulación y con-
trol. No se ha dicho aún la última palabra y todavía quedan muchas posibilidades
abiertas. Nadie sabe cuál será el último estadio del desarrollo cultural y político de
la sociedad de la información.

gaceta 83 sindical
Francisco Louçã

Creo que debe aceptarse la opinión de que las características de una tecnología
dominante influyen de forma efectiva en los sistemas de gobierno, así como en los
sistemas de gestión de las empresas. Con todo, «influencia» no es igual que deter-
minismo. La ascensión de los sistemas políticos e ideologías totalitarias tuvo, en
nuestra opinión, causas mucho más profundas y amplias que la simple prevalencia
de la producción en serie; del mismo modo, las redes informáticas, y en particular
Internet, no dan origen, de forma inevitable o necesaria, a la «libre» competencia o
a instituciones políticas democráticas. Los sistemas políticos de las sociedades de
producción en serie eran muy variados, tal como lo eran también los sistemas regu-
ladores. Las cámaras de gas y los crematorios del holocausto, en Auschwitz, repre-
sentan un ejemplo macabro y horrendo de la aplicación de la filosofía de la
producción en serie. El turismo de masas de la Costa Brava también es un ejemplo
de ello, y es obviamente diferente. De hecho, la ascensión del nazismo se debió más
al desarrollo masivo y a la complicidad de algunos sectores de los grandes negocios
que a las características de un determinado sistema de producción.

La forma en que se desarrolla y se utiliza todo sistema tecnológico es objeto de con-


flicto político y debate ético, aun cuando algunas tecnologías se puedan prestar más
fácilmente que otras a aplicaciones perversas y siniestras. El tipo de sociedad emer-
gente de la revolución TIC va a depender mucho más de la fuerza y programas de los
grupos sociales y de las fuerzas políticas en confrontación que de las tecnologías.

Esto se ve con bastante claridad en los debates actuales sobre presión fiscal e
Internet. Es cierto que un aspecto del debilitamiento de poder de los gobiernos na-
cionales es la pérdida de ingresos provenientes de determinados tipos de impuestos,
en especial los que gravan a las empresas y las rentas. Esta cuestión es tan impor-
tante que la OCDE ha alertado sobre el peligro de la competencia entre Estados en
lo concerniente a la reducción de impuestos, y la revista The Economist ha publicado
un artículo especial sobre «El Misterio del contribuyente desaparecido» en un «Es-
tudio sobre mundialización y fiscalidad» (29 de enero de 2000: 1-20). Este estudio
concluyó que la competencia fiscal es una realidad que va a costar mucho trabajo
contener. Irlanda muy probablemente debe a su sistema de impuestos reducidos el
haber sobrepasado a Gran Bretaña en el PIB per cápita. The Economist ha consi-
derado igualmente que la competencia fiscal, así como otros tipos de competencia,
es algo positivo: «La competencia fiscal ejercerá presión sobre los gobiernos obli-
gándoles a prestar eficientemente sus servicios, pero eso no significa que éstos ten-
gan que ser mínimos» (p. 6).

Con todo, el estudio de The Economist señala un error grave en dicho razona-
miento: mientras que el capital es móvil, la mayoría de los contribuyentes no lo es,

gaceta 84 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

a excepción de los más ricos. Internet permitirá mayor movilidad a más personas,
«convirtiéndose las restantes en aún más miserables». Hay muchas formas de eva-
sión fiscal, fruto de una combinación de movilidad de capital y tecnología de la infor-
mación. The Economist cita estudios norteamericanos sobre paraísos fiscales que
demostraban que, ya en los años 1980, éstos representaban el 3% del PIB mundial,
26% de los bienes móviles y 31% de los beneficios netos. La News Corporation de
Murdoch no pagaba ningún impuesto británico sobre sociedades. Pero no son sola-
mente los impuestos sobre sociedades o sobre la renta los que pueden evitar las
empresas y abogados listos: ocurre lo mismo con los impuestos sobre la venta de
bienes y servicios comercializados electrónicamente. Por lo tanto, es cierto que In-
ternet y, de forma más general, las TIC, se prestan a un debilitamiento del poder fis-
cal de los gobiernos. Así ocurría hace treinta años y así continúa ocurriendo.

Podría suceder que las grandes empresas multinacionales (e incluso las peque-
ñas) resulten ser las vencedoras inevitables de la sociedad de la información y que
la prestación de servicios sociales por parte del Estado se vea perjudicada a causa
de la naturaleza de las nuevas tecnologías. Pero las innovaciones sociales y políticas
revelan muchas potencialidades, como son las innovaciones técnicas, y algunas de
éstas le pueden sacar partido a las TIC. Internet hace posible algunas formas de
evasión fiscal, pero también posibilita la movilización política de grupos, en todo el
mundo, para combatir estas prácticas y la filosofía y los valores que las hacen co-
rrientes.

La afirmación contenida en el estudio de The Economist: «Sin impuestos no hay


representación», podría convertirse en un principio importante en el siglo XXI. Ade-
más, es perfectamente defendible la adopción de nuevas formas de tributación que
sean redistributivas, a favor tanto de las personas pobres como de los países pobres.
Se podrían aumentar los impuestos sobre el consumo de bienes de lujo y sobre la
contaminación. Los impuestos sobre los terrenos y las autopistas de pago podrían
reducir los problemas de congestión y contaminación, así como aumentar los ingre-
sos fiscales por medios más difíciles de sortear. Finalmente, la prestación en linea
de servicios de sanidad y educación, por Internet, podría constituir un poderoso es-
tímulo al perfeccionamiento del Estado-Providencia.

Crisis recurrentes

Estos procesos tecnológicos y de organización tienen un impacto en el conjunto


de la economía que no se puede resumir en posibilidades de crecimiento y dificulta-
des de ajuste. En efecto, forman parte de un proceso de creación, acumulación y

gaceta 85 sindical
Francisco Louçã

destrucción de capital, y generan crisis cíclicas, las cuales son fenómenos frecuen-
tes, incluso recurrentes, en el modo de producción capitalista.

El ejemplo más claro de estos fenómenos recurrentes es el de las crisis estruc-


turales de ajuste. Parece bastante evidente que la difusión de una constelación de
importantes innovaciones técnicas y organizativas por todo el sistema económico y
social provoca necesariamente modificaciones profundas en su estructura, así como
en los perfiles ocupacionales y de competencias, y en los sistemas de gestión. Ade-
más, precisamente porque cada constelación es única, éstas tendrán efectos dife-
rentes en cada revolución tecnológica. El efecto recurrente es un patrón dominante
de cambio estructural, pero las industriás y ocupaciones más afectadas serán dis-
tintas en cada caso. También es evidente que las nuevas industrias serán bastante
diversas. Esto significa que el aumento del desempleo estructural será probable-
mente una característica importante y recurrente de cada crisis de ajuste estructural,
junto con numerosas modificaciones en las condiciones de empleo. Es probable que
surja una inadecuación generalizada del perfil de competencias.

Son escasos los datos estadísticos sobre desempleo en el siglo XIX, pero existen
pruebas sustanciales de que hubo un gran desempleo, en las décadas de 1830 y
1840, en Gran Bretaña, a la vez que otros economistas comentan el desempleo ge-
neralizado existente en la mayoría de los países industrializados en los años ochenta
del mismo siglo, y de forma especial, en los países más avanzados en la utilización
de maquinaria. Existen, claro está, abundantes datos estadísticos referentes al
enorme desempleo estructural de las décadas de 1920 y 1930 y, nuevamente, en
las décadas de 1980 y 1990. Incluso durante la expansión del decenio de 1920, en
los Estados Unidos, hubo sectores que experimentaron graves problemas de ajuste,
como fue el caso del carbón, el ferrocarril y la construcción naval.

Es prácticamente impensable que cambios estructurales de esta magnitud pue-


dan producirse de una forma ordenada y exenta de conflictividad. Obviamente, la
destrucción de los medios de subsistencia de millones de personas provoca forzo-
samente grave inestabilidad social. En el libro As Time Goes By, hemos intentado
demostrar que es exactamente eso lo que ha ocurrido en cada crisis de ajuste. Las
enormes manifestaciones y motines de trabajadores desempleados han sido una
característica generalizada de la depresión de los años 1930-1933, tanto en Europa
como en Estados Unidos. Y pese a que la legislación sobre seguridad social sirvió
para atenuar estas circunstancias, las manifestaciones contra los despidos fueron
nuevamente un fenómeno común en las décadas de 1970 y 1980.

gaceta 86 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

Serían también inevitables, en el seno de las industrias y las tecnologías en ex-


pansión, los conflictos en torno a los salarios y a la posición y condiciones de trabajo
de los diferentes grupos de obreros y directivos. Por consiguiente, planteamos la hi-
pótesis de que los datos estadísticos disponibles relativos a períodos de huelga y al
número de trabajadores movilizados adheridos a ellas prueban la existencia de crisis
estructurales recurrentes y ponen de manifiesto sus consecuencias sociales.

Finalmente, las crisis de ajuste estructural son una característica recurrente de


las ondas largas y dan inevitablemente origen a muchos otros conflictos y debates
sociales y políticos. Transformaciones tan importantes como la mecanización, la
electrificación, la motorización o la informatización dan origen a requisitos comple-
tamente nuevos a aplicar a los estándares industriales, a la enseñanza y la forma-
ción, a los aranceles aduaneros y a la protección comercial, a las normas de
seguridad, a la protección medioambiental o a los derechos sobre la propiedad inte-
lectual. Así pues, sostengo la existencia de una reconfiguración periódica de todo
un régimen regulador que se produce en cada crisis estructural de ajuste. A la luz
de este planteamiento, las empresas y las economías nacionales podrían elevarse
a nuevas posiciones, colocándose en la cresta de la ola de la innovación técnica,
organizativa y social y adaptando su régimen nacional de regulación.

Con todo, la convergencia y la divergencia son tendencias generales en la evo-


lución de la economía mundial y se hace necesario algún comentario a este propó-
sito. Según datos de la OCDE, y considerando una gran muestra de países, es
posible identificar una tendencia de convergencia general producida entre 1960 y
1973 –es decir, en la fase ascendente de la cuarta onda de Kondrátiev–, mientras
que entre 1973 y 1991 se produjo un proceso mixto de convergencia y divergencia.
Si reducimos la muestra a los países de la OCDE, la tendencia convergente domina
el período de 1900 a 1918, así como el de 1950 a 1973, los «años dorados» que si-
guieron a la Segunda Guerra Mundial. Los cambios operados en el régimen de re-
gulación, tanto a nivel nacional como internacional, producen un efecto considerable
sobre el proceso de «recuperación» internacional, esto es, la convergencia y la di-
vergencia.

Habrá crisis

Podemos extraer tres conclusiones principales de este análisis. En primer lugar,


la tesis de la continuidad está en cuestión, toda vez que los datos de los mercados
altamente oligopolistas y de las empresas protegidas por impresionantes barreras
de entrada sugieren, pese a todo, que ha sido el cambio, y no la paralización, lo que

gaceta 87 sindical
Francisco Louçã

domina las trayectorias. Un porcentaje significativo de las mayores empresas, o bien


han surgido antes de la división entre los ciclos largos tercero y cuarto y han desapa-
recido después, o bien han sido creadas con posterioridad a ese momento.

En segundo lugar, la emergencia de nuevas industrias basadas en los cambios


asociados a la diseminación de las TIC ha sido una fuerza motriz tanto para la
creación de nuevas empresas como para la incorporación de antiguas empresas
transformadas a la lista de las principales. Además, los gigantes supervivientes más
antiguos son, por lo general, los que tienen mayor capacidad para cambiar y explorar
nuevos procesos de producción, nuevos conocimientos y nuevos mercados. Esta
dinámica se ha basado en la acumulación de beneficios y también, en relación con
dicha acumulación, en las competencias tecnológicas y las capacidades organizati-
vas.

En tercer lugar, con respecto a la irrupción periódica de nuevas empresas, tanto


si se adopta el punto de vista de las teorías de la continuidad como si se adopta el
nuestro, la obtención de beneficios es, claramente, el factor de estímulo de la eco-
nomía capitalista. Las empresas que sobreviven y siguen figurando entre los miem-
bros del grupo de cabeza lo consiguen gracias a una acumulación de beneficios
suficiente para el reequipamiento y la conducción y financiación de nuevas activida-
des, o para la introducción de nuevos procesos. En nuestro tiempo, la diversificación
se basa en procesos de investigación y desarrollo internos y dispendiosos.

La necesidad imperiosa de obtener beneficios explica, por un lado, la aspereza


de algunos conflictos laborales y, por otro, los intentos de las principales empresas
del sector de la nueva tecnología de consolidar su liderazgo mediante la protección
de patentes, la influencia de las normas, el poder de mercado, las economías de es-
cala o un conjunto de otros variados medios. Por este motivo, la evolución de un ré-
gimen de regulación apropiado es escenario de intensos conflictos políticos y
sociales. En ocasiones, los ataques pueden dirigirse contra empresas anteriormente
dominantes: es el caso de los ataques a antiguas empresas públicas de telecomu-
nicaciones, monopolistas; otras veces, la presión se concentra en la disminución o
abandono de la protección comercial en los mercados exteriores; otras veces, en
fin, se trata de modificaciones en el régimen fiscal o de patentes, o de todos estos
aspectos al mismo tiempo; pero, sea cual sea la dirección específica adoptada para
reivindicar e implementar los ajustes de política, el objetivo es mejorar la obtención
de beneficios y extender los mercados a la nueva constelación de tecnologías.

gaceta 88 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

Aun cuando resulte muy difícil proceder a un cálculo preciso de la tasa de bene-
ficio con base en datos anteriores, y aun con los datos disponibles actualmente para
comparaciones internacionales, es posible, no obstante, identificar la dinámica del
plan de beneficio trazado por algunos sectores de la economía y a un nivel consoli-
dado nacional. Los datos disponibles relativos al ciclo más reciente confirman algu-
nas de nuestras principales ideas y coinciden con el movimiento de los últimos ciclos
largos de Kondrátiev en los Estados Unidos. En primer lugar, muestran claramente
la fase ascendente del período de posguerra: en un estudio sobre el período 1948-97
en los Estados Unidos, Duménil y Levy han mostrado que después de 1948, y par-
ticularmente entre 1956 y 1965, la tasa de beneficio alcanzó un máximo histórico.
Del final de la Guerra, y excluyendo del cálculo a las empresas públicas, los autores
se centran en la dinámica del sector privado para mostrar que la fase ascendente
dio lugar a una crisis estructural en los setenta. En segundo lugar, a comienzos de
la década de 1980 la tasa de beneficio había descendido a mitad de su valor medio
en el período 1956-65. En tercer lugar, en el proceso social de ajuste experimentado
en los años setenta, los «efectos de la disminución de la tasa de beneficio se com-
pensaron de forma significativa con la reducción de la deuda resultante de la inflación
y de los bajos niveles de los tipos reales de interés», según afirman Duménil y Levy.

Finalmente, y aunque a partir de mediados de los ochenta la tasa de beneficio


había recuperado la mitad de la rentabilidad perdida, en 1997 estaba todavía muy
por debajo de las cifras récord de la fase ascendente anterior. En verdad, entre 1948
y 1982 la tasa de beneficio se situó, según el sector, entre la mitad y un cuarto de
ese valor. Y en 1997, pese a que hubo algunos años de ascensión, la tasa agregada
no había recuperado aún la mitad del valor de 1948; en otras palabras, la fase as-
cendente se enfrentaba aún a una inadecuación y no podía generalizarse a toda la
economía. La caída de la productividad del capital fue la principal causa de este
comportamiento, si bien la reducción de la parte del beneficio tuvo también impor-
tancia en el efecto. Hemos mostrado ya la experiencia de la industria de equipa-
miento de oficina, y otras industrias, en lo que se refiere a la obtención de beneficios
durante la fase descendente del cuarto ciclo de Kondrátiev.

Todo ello contribuye a explicar la seductora atracción de la burbuja de Internet,


que parecía ofrecer beneficios extraordinarios a los inversores más afortunados; y
explica también la intensidad de los conflictos relacionados con muchas caracterís-
ticas del nuevo régimen regulador, como son el «impuesto sobre los bits», las nego-
ciaciones comerciales de Seattle o las grandes batallas de adquisiciones entabladas
por las industrias TIC, o bien las propuestas de Tasa Tobin o de control de los movi-
mientos de capitales.

gaceta 89 sindical
Francisco Louçã

3. EL FUTURO DEL EMPLEO: ¿LA TECNOLOGÍA ACABARÁ CON EL TRABAJO?

En esta sección abordo el mismo tema desde punto de vista del futuro: ¿Qué va
a pasar con el empleo ante el desarrollo de nuevas aplicaciones tecnológicas? En
estudios recientes, el 47% de los empleos en los Estados Unidos se considera ame-
nazado de extinción por sustitución tecnológica. ¿Y en otros países?

¿Cuánto empleo va a desaparecer con la automatización?

Tenemos, pues, una crisis y una política que acentúa la crisis. ¿Tenemos también
un problema de sostenibilidad tecnológica del empleo? Eso es lo que vamos a ver
partiendo de algunos estudios recientes, aplicados a la realidad de la economía nor-
teamericana y después de la economía europea.

Dos de estos artículos realizan análisis históricos sobre la evolución del empleo
a lo largo de las sucesivas revoluciones tecnológicas. Y se preguntan si los econo-
mistas de los siglos XIX y XX tenían razón al anticipar que la sofisticación de la tec-
nología y de las máquinas sustituiría cada vez más al trabajo humano. Ése era el
punto de vista de David Ricardo (en el capítulo XXXI de Principios de economía po-
lítica y tributación), de Karl Marx y, más tarde, de John Maynard Keynes.

Lo cierto es que la estructura productiva evoluciona con la adopción de nuevas


tecnologías y formas de organización; por esa razón, la aplicación de trabajo humano
ha variado mucho a lo largo de los tiempos: en las primeras páginas del libro de
Adam Smith, de 1776, La riqueza de las naciones, se relata las condiciones de tra-
bajo de una fábrica de alfileres. ¿Hoy esta fábrica sería igual? Y, si es diferente, como
seguramente lo será, ¿qué es lo que ha cambiado?

Los economistas Lawrence Katz (Universidad de Harvard) y Robert Margo (Uni-


versidad de Boston)3 han realizado una investigación histórica sobre la relación entre
la cualificación de los trabajadores y las olas de nuevas tecnologías, con el fin de
cuantificar sus efectos. La hipótesis tradicionalmente aceptada es que en el siglo
XIX, con la revolución industrial, la evolución tecnológica había favorecido el empleo
de trabajadores menos cualificados como operadores de equipos, y que después de

3
KATZ, L. y MARGO, R. (2013): “Technical Change and the Relative Demand for Skilled Labor: The United
States in Historical Perspective”, disponible en
http://www.bu.edu/econ/files/2012/11/Katz_Margo_NBER_WP_Version.pdf

gaceta 90 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

ese período habría ocurrido todo lo contrario. No obstante, estos autores extraen
una conclusión opuesta: a pesar de la desaparición de los artesanos (cualificados)
con la industrialización, fueron haciendo falta otros tipos de trabajadores cualificados,
además de los operadores de máquinas, para asignarlos a funciones más sofistica-
das fuera de la línea de producción, lo cual contribuyó a un importante y constante
aumento de empleo cualificado. Esa sería la base histórica de la creación de lo que
se ha dado en llamar más recientemente “clase media”, en los EEUU y en otros
países. En el libro que he escrito con Chris Freeman, Time Goes By (en la traducción
portuguesa, Crises e Ciclos no Capitalismo Global), estos procesos se estudian en
el mismo sentido.

El segundo artículo es de David Autor (MIT, Boston) y David Dorn (CEMFI, Ma-
drid) y se publicó en la American Economic Review, en 20134. Los autores estudian
únicamente el crecimiento del trabajo poco cualificado entre 1980 y 2005, confir-
mando la tesis según la cual el aumento de la desigualdad salarial está relacionado
con el cambio tecnológico favorecedor de las cualificaciones. Pero su conclusión es
sorprendente: en tanto que durante aquellos veinticinco años el empleo y los salarios
de trabajadores poco cualificados vinieron degradándose, no ocurrió lo mismo con
los trabajadores de servicios. Entre éstos aumentaron mucho, más del 50%, los tra-
bajadores que no tenían formación universitaria. Y sus salarios han crecido. En una
palabra, han recuperado poder de negociación incluso durante el período de reduc-
ción del crecimiento y de las recesiones de los años ochenta y noventa.

La interpretación de estos autores es que la computarización ha sustituido por


máquinas a los trabajadores con tareas rutinarias y que la rápida reducción del precio
de la tecnología computacional ha estimulado esa sustitución. Por eso, los trabaja-
dores se han pasado a los servicios, más difíciles de automatizar, donde han en-
contrado un número creciente de empleos.

Otro artículo que quiero considerar aquí, pues son muchos los que han seguido
este estudio y este debate, es el de Carl Frey (Universidad de Oxford, filosofía) y
Michael Osborne (Universidad de Oxford, ingeniería); este artículo estudia la persis-
tencia ocupacional de dichos servicios5. Y aquí es donde empiezan los problemas.
Los autores estudian el impacto previsible que puede tener la computarización en el

4
AUTOR, D. y DORN, D. (2013): “The growth of low-skill service jobs and the polarization of the U.S. labor
market”, American Economic Review, 103, pp. 1553-1597.
5
FREY, C.B. y OSBORNE, M. (2013): “The future of employment: how susceptible are jobs to compute-
risation?”, Oxford Martin Programme on the Impacts of Future Technology, disponible en: http://www.ox-
fordmartin.ox.ac.uk/downloads/academic/The_Future_of_Employment.pdf

gaceta 91 sindical
Francisco Louçã

número de puestos de trabajo en 702 profesiones estudiadas, para concluir que el


47% de los empleos está en peligro, es decir, que tienen muchas probabilidades de
extinción en las dos próximas décadas.

Para llegar a esta conclusión, Frey y Osborne distinguen los trabajos intensivos
de actividad rutinaria de los que exigen más creación y, por lo tanto, son más difíciles
de manejar por una máquina incluso con un algoritmo sofisticado. Ponen el ejemplo
del éxito de Google en 2010, cuando consiguió aplicar al Toyota Prius un sistema de
conducción totalmente automatizado, sin conductor (los estados norteamericanos
de California y Nevada han modificado su legislación para permitir vehículos sin con-
ductor, y otros estados norteamericanos y países van a seguir este ejemplo). Pese
al gran número de factores que supone cada decisión en el acto de conducir un au-
tomóvil, Google ha conseguido reducirlo a un sistema de rutinas y aprendizajes (esto
no quiere decir que el coche automático vaya a estar disponible en el mercado a
corto plazo). Algunos accidentes, no obstante, sugieren la necesidad de ser caute-
losos ante proyecciones demasiado optimistas con respecto a este proyecto. En todo
caso, esa capacidad de automatización no se aplica (por el momento) a casos muy
complejos de elevada capacidad cognitiva.

Si conjugamos este análisis con el de Autor y Dorn, podemos deducir que es pre-
cisamente en el sector servicios donde más ha aumentado el empleo para trabaja-
dores poco cualificados, los cuales se ven ahora amenazados por la
computarización. Algunos ejemplos de sus listados de profesiones con un 99% de
probabilidad de perder gran parte del empleo son: operadores de telemarketing, re-
paradores de relojes, técnicos de revelado de fotos, bibliotecarios, tramitadores de
seguros, agentes de cargas y fletes, analistas de crédito, chóferes, secretarias, ope-
radores de radio o de teléfono, vendedores, inspectores fiscales, analistas de pre-
supuestos, técnicos en geología y petróleo, cocineros, camareros, albañiles, técnicos
de equipos celulares, joyeros, cuidadores de animales y muchos otros. Dicho de otro
modo, la cualificación será la base del empleo, aunque solamente en el caso de al-
gunas cualificaciones.

Más recientemente, el Mckinsey Global Institute ha publicado una estimación


sobre el empleo, proyectando los resultados a 2020 y analizando 70 países. Con-
clusión: faltarán trabajadores cualificados (unos 40 millones) y podrá haber un ex-
ceso de trabajadores no cualificados (de 90 a 95 millones), por lo que seguramente
aumentará el desempleo de larga duración. La única conclusión razonable es que
se hace necesario crear más cualificaciones –y, por lo tanto, mejores salarios y con-
diciones de trabajo–.

gaceta 92 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

Las dificultades de Europa

Esta conclusión puede aplicarse también a Europa en su conjunto. A mediados


de 2016, tres investigadores europeos, Terry Gregory y Ulrich Zierahn, de la Univer-
sidad de Zurich, y Anna Salomons, de la Universidad de Utrecht, han publicado un
estudio detallado sobre la evolución del empleo entre 1999 y 2010 en 238 regiones
de Europa (“Racing With of Against the Machine? Evidence from Europe”)6. Les in-
teresaba especialmente la forma en que la innovación tecnológica ha modificado el
mapa del empleo. Primera conclusión: se han perdido diez millones de empleos
como consecuencia directa de la sustitución de puestos de trabajo por nuevas má-
quinas, o de trabajo por capital.

Y ahora la segunda conclusión, más problemática: la innovación también crea


empleo. La creación de nuevos productos más los impactos locales del aumento de
la demanda, tendrían, en sus cuentas, un efecto potencial de creación de 12 millones
de puestos de trabajo. Con una condición: que los beneficios no se transfieran fuera
de Europa. Si no se cumple esta condición, entonces el efecto potencial en la creación
de empleo se quedaría en dos millones, contribuyendo, en ese caso, a la crea-
ción neta de desempleo. Es decir, en el momento en que la tasa de beneficio de la
actividad industrial alcanza uno de los picos de las últimas décadas, el control de
los movimientos de capitales es la variable decisiva para la creación de empleo
(exactamente como Keynes y tantos otros después de él habían señalado).

Mike Konczal y Marshall Steinbaum, del Instituto Roosevelt, un think tank crítico
en los Estados Unidos, publicaron en la misma época un estudio que indicaba que
donde ha caído el empleo es allí donde se han reducido las rentas7. O lo que es lo
mismo, recortar el salario crea desempleo, al contrario de lo que afirma la teoría eco-
nómica tradicional. La austeridad en Europa confirma esta conclusión.

El caso de Portugal

Es cierto que en Portugal la reducción de los salarios desincentiva a corto plazo


la sustitución de trabajo por procesos computacionales. Para reducir costes en las

6
GREGORY, T.; SALOMONS, A. y ZIERAHN, U. (2016): Racing With or Against the Machine? Evidence
from Europe, ZEW Discussion Paper No. 16-053, Mannheim.
7
KONCZAL, M. y STEINBAUM, M. (2016): “Declining, Entrepreneurship, Labor Mobility, and Business
Dynamism: A Demand-Side Approach”, Roosevelt Institute, disponible en http://rooseveltinstitute.org/de-
clining-entrepreneurship-labor-mobility-and-business-dynamism/

gaceta 93 sindical
Francisco Louçã

empresas, el ataque al salario es siempre una ventaja –sobre todo política y social,
más que tecnológica–. Pero el margen es muy estrecho, y esa oleada de cambios
tecnológicos llegará en poco tiempo. Tendremos entonces una doble crisis: la del
desempleo creado por la destrucción salarial y las normas simplificacionistas, y la
del desempleo creado por el reajuste de los procesos productivos y de la gestión de
servicios.

Siendo Portugal uno de los países con menor cualificación de su fuerza de tra-
bajo, dicha desincentivación es evidente. En un informe del Consejo Nacional de
Educación (Estado de la Educación 2011. La cualificación de los portugueses) estos
datos quedan de manifiesto en las comparaciones de niveles de cualificación, en
2011: la parte de la población que ha llegado, por lo menos, al 12º curso8 es, en Por-
tugal, del 31,9% (en España del 52,6% y en la UE27 del 72,7%); la población que
ha concluido la enseñanza superior, en Portugal es del 15,4% (en España del 30,7%
y en la UE27 del 25,7%). Los salarios son más bajos y el trabajo es, por consiguiente,
más barato.

En ese sentido, la evidencia demuestra que, con la crisis de la deuda y la inter-


vención de la troika (FMI, Comisión Europea, BCE) en 2011-2015, ha sido precisa-
mente en los sectores más cualificados donde con más rapidez ha crecido el
desempleo.

Así pues, en la era de la troika, los titulados superiores son los que han sufrido
mayor quebranto del empleo. Una vez más, se demuestra con ello que la reducción
de costes salariales se concentra en los sectores mejor pagados o que pueden llegar
a serlo.

Tenemos, pues, una doble trampa. En primer lugar, la reducción de salarios y el


desempleo de los trabajadores más cualificados provocan pérdida de capacidad,
emigración y exclusión del trabajo. En segundo lugar, esta situación crea menos in-
centivos para la cualificación de quien llega a la edad de estudiar y trabajar. Es decir,
se pierden las cualificaciones existentes y también las cualificaciones futuras. Por
otro lado, la evolución tecnológica sugiere que en un futuro próximo se perderán mu-
chos empleos en profesiones rutinizadas de baja cualificación.

Siguiendo los estudios antes citados, el riesgo de un proceso de sustitución de


trabajo alcanza a más del 50% de los trabajadores en los sectores más vulnerables

8
Éste es el último curso de la enseñanza secundaria, previo a la Universidad. [N. del T.]

gaceta 94 sindical
El trabajo en el ojo
del huracán

(servicios financieros, energía, consultoría, comercio, almacenamiento, distribución,


educación y otros). Y aun cuando el resultado no sea una computarización tan ex-
tensa como la que señalan los estudios para los Estados Unidos, ésta no deja de
ser una enorme amenaza. A ello se añade además la situación de austeridad: hay
un gran número de empleos en trabajos por cuenta propia, que dependen de la de-
manda interna y son por este motivo la primera frontera de la austeridad. Estos tam-
bién están desapareciendo a gran velocidad.

Por decirlo de otra manera, con austeridad no hay medidas activas coherentes
para el empleo. Y con la combinación entre autoridad tecnológica y sumisión social
tendremos un régimen abocado a vivir sobre una base de desempleo de masas,
permanente y sin apoyos. No nos consta que haya ninguna democracia así. Más
nos vale prepararnos para vivir bajo este régimen autoritario o para vivir y luchar
contra él.

Charles Dickens, en su libro A Tale of Two Cities (1867), da comienzo al relato


con un pasaje que se cita muchas veces cuando se quiere hacer mención a épocas
de transición como la que vivimos: «Era el mejor de los tiempos, era el peor de los
tiempos; era la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias
y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza
y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada (...)».

Lo fundamental es elegir.

gaceta 95 sindical
Cecilia Castaño

La brecha de género en
la 4ª revolución industrial
Diseño de monograma de Antony Cocine, 1919. Theo Van Doesburg.

La inteligencia artificial y la robótica afectan a todas las acti-


vidades y sus efectos sobre mujeres y hombres dependen de sus
posiciones en la estructura del empleo. Entre las ocupaciones
con mayor riesgo de informatización predominan las feminizadas,
y entre las de menor riesgo las masculinizadas. Las ocupaciones
de educación y salud, con bajo riesgo de informatización son
poco valoradas, y sus condiciones de trabajo peores, porque se
consideran poco especializadas a pesar de la complejidad y exi-
gencias que implican. Esto refleja la división entre el trabajo pú-
blico remunerado de los hombres y el trabajo no remunerado, de
cuidado de niños, enfermos y ancianos, todavía responsabilidad
de las mujeres y realizado en la esfera doméstica.
La brecha de género
en la 4ª revolución industrial

1. INTRODUCCIÓN

L OS cambios tecnológicos, económicos y sociales relacionados con las tecnolo-


gías de la información y la comunicación (TIC) se aceleran hoy de manera especta-
cular, con la proliferación de dispositivos móviles de acceso a Internet y la
computación en la nube. Suponemos que la mejora de la productividad ocasionada
por esta nueva economía digital va más allá de lo que se contabiliza como inversión
o consumo, pero aunque podemos medir su infraestructura, no es tan fácil estimar
el impacto económico y social de la utilización de las TIC. Sabemos que es desigual,
porque no todas las personas, las empresas, los países consiguen beneficiarse en
la misma medida, y estas desigualdades se asientan sobre otras desigualdades pre-
vias económicas y sociales, así como sobre brechas de conocimiento, habilidades
y competencias que dificultan extraer el máximo resultado de las TIC y de Internet
(Castaño, Martín y Martínez, 2015).

Resultan preocupantes los avances imparables de la inteligencia artificial y la ro-


bótica, que sustituyen mano de obra no solo en tareas sencillas de manipulación,
como era de esperar, sino también en actividades cognitivas no rutinarias y real-
mente complejas, lo que tendrá sin duda un enorme impacto sobre el empleo, aun-
que su magnitud y características solo las atisbamos. Todavía más arriesgado es
realizar apreciaciones acerca de sus efectos sobre el empleo y el trabajo femeninos.
Intentaré, sin embargo, hacer una reflexión general sobre el futuro del empleo en
términos de experiencia histórica frente a velocidad de los cambios, y a continuación
me referiré al género no tanto en términos de brecha digital en sí –que persiste y es
importante– como de brecha de empleo y diferentes efectos sobre las mujeres y los
hombres de los cambios en la estructura del empleo.

gaceta 99 sindical
Cecilia Castaño

2. EL DEBATE DEL DESEMPLEO TECNOLÓGICO. ¿QUIÉN GANARÁ


LA CARRERA ENTRE TECNOLOGÍA Y EMPLEO?

En 2013 el PEW Research Center realizó un estudio invitando a 1.869 expertos


–diseñadores y analistas de tecnología– a que hicieran predicciones sobre el futuro
del empleo como consecuencia de la difusión masiva de la inteligencia artificial (IA)
y los robots. Clasificaron sus respuestas en optimistas y pesimistas (Smith & Ander-
son, 2014):

• Los optimistas confían en la experiencia histórica, argumentando que las re-


voluciones tecnológicas anteriores han creado más empleos de los que han
sustituido: la introducción de nuevos artefactos no reduce tiempo de trabajo
en términos netos, sino que lo desplaza hacia otras actividades (alguien tiene
que fabricar, empaquetar, vender y dar servicio a los nuevos dispositivos). En
el ámbito del hogar, la sustitución de tareas –como lavar, fregar, barrer– por
máquinas, no ha reducido el tiempo de trabajo doméstico de las mujeres tanto
como deseamos, porque las familias demandan más calidad y más cuidados.
Otra de las razones clave para el optimismo es que, históricamente, ante la
innovación tecnológica, los trabajadores, tanto de cuello blanco como de mono
azul, han reaccionado elevando sus niveles educativos y desarrollando com-
petencias complementarias a las nuevas tecnologías de cada momento.

• Los pesimistas piensan que esta revolución tecnológica es mucho más rápida
que las anteriores y los desplazamientos de empleos se están produciendo
a una velocidad tan elevada que no permitirá adaptar las estructuras sociales
y educativas a los empleos del futuro. Si en oleadas tecnológicas anteriores
se sustituían tareas manuales, rutinarias y de mono azul, en la actualidad la
inteligencia artificial empieza a desplazar masivamente tareas de cuello
blanco en apoyo administrativo, asistencia técnica a abogados, financieros o
investigadores, sustituidas por sistemas de minería de datos (Big Data) apli-
cados a los textos y estadísticas legales, médicos o de cualquier otra espe-
cialidad.

Una razón más para el pesimismo, en este cambiante entorno, es el aumento de


la desigualdad entre los empleos muy cualificados y los muy poco cualificados y mal
pagados. Sin olvidar, como veremos, que también hay trabajos cualificados de cui-
dados que son poco valorados y mal pagados (como los de enfermería, trabajo social
y de cuidados y educación primaria).

Un argumento señalado y a no olvidar en el debate sobre el futuro del empleo es


que las caídas históricas del mismo no han venido de la mano de revoluciones tec-

gaceta 100 sindical


La brecha de género
en la 4ª revolución industrial

nológicas, sino más bien de perturbaciones económicas sistémicas. La elevación de


los precios del petróleo en los años 70 del siglo XX puso en cuestión el exitoso,
pero despilfarrador, sistema de producción fordista, y dejó un importante volumen
de desempleo estructural. En la reciente recesión, no es la innovación tecnológica,
sino las discutibles prácticas de las instituciones financieras –posibles en gran me-
dida por las tecnologías de la información– así como los fallos de los reguladores
–decisiones humanas al fin y al cabo– lo que ha hundido la renta de las familias y
disparado el desempleo en muchos países, y particularmente en España.

3. BRECHA DE GÉNERO EN EL EMPLEO

El impacto de la tecnología sobre el empleo se manifiesta de manera diferente


entre mujeres y hombres debido a que la distribución del empleo por sectores y ocu-
paciones no es equitativa por sexo –lo que llamamos segregación horizontal y
ocupacional–. Sin embargo, las mujeres han cambiado sus perfiles laborales mejo-
rando sus niveles educativos en mayor medida que los hombres. En España, por
ejemplo, del total de 8,4 millones de mujeres ocupadas en el 3er trimestre de 2016,
casi la mitad –4 millones– cuentan con formación universitaria, frente a algo más de
un tercio –3,7 millones– de los 10,1 millones de hombres ocupados.

A pesar de esta mejor cualificación, las mujeres tienen una presencia muy inferior
a la de los hombres en el conjunto del empleo relacionado con las TIC. Con datos
de la Encuesta Europea de Fuerzas de Trabajo de 2011 (Comisión Europea, 2013),
de cada 1.000 mujeres graduadas universitarias, solo 29 corresponden a especiali-
dades TIC y solo 4 están trabajando en el sector, mientras que en el caso de los
hombres son 95 de cada 1.000 los graduados y 20 los que trabajan en el sector.
Esta tubería que gotea funciona de la siguiente forma: a los 35 años, solo un 20%
de las mujeres con título universitario TIC están trabajando en el sector; entre 35 y
45 años, solo son 15,4 %, y a partir de los 45, solo 9%.

Los avances de la inteligencia artificial y la robótica, sin embargo, afectan a todos


los sectores y es previsible que tengan efectos importantes sobre la estructura del
empleo, afectando de manera diferente a mujeres y hombres en función de sus po-
siciones diferentes en la estructura del empleo.

El trabajo del Oxford Martin School Program sobre los impactos de las tecnolo-
gías del futuro (Osborne y Frey, 2013) realiza una interesante aproximación que nos
puede ayudar a pensar en los diferentes efectos por género.

gaceta 101 sindical


Cecilia Castaño

Osborne y Frey clasifican la estructura del empleo de los Estados Unidos del año
2010 en ocupaciones de alto, medio y bajo riesgo de automatización, en función de
tres ingredientes clave (página 31):

• percepción y manipulación en entornos desordenados


• creatividad, capacidad de generar ideas y artefactos nuevos que tienen valor
• inteligencia social, capacidad de reconocimiento en tiempo real de las emo-
ciones humanas, clave para la negociación y la persuasión, pero también para
las tareas de cuidados

Estos tres ingredientes configuran el conocimiento tácito, el sentido común hu-


mano que –a diferencia del conocimiento codificado– es difícil de articular en un al-
goritmo. Ponen como ejemplo la creación de una canción que llega al nº 1 en las
listas de éxitos, para concluir que no existe un algoritmo que sustituya a la creativi-
dad que conecta con la mayoría de la población.

Los autores concluyen que, en los próximos 10-20 años, el 47% del empleo –en
los Estados Unidos– es susceptible de ser sustituido por ordenadores. La informati-
zación afectaría primero a ocupaciones que, siendo interactivas, no requieren inte-
ligencia social –transporte y logística, apoyo administrativo, legal y financiero– a casi
toda la producción material, así como a parte de las ocupaciones de ventas. Por el
contrario, las ocupaciones de instalación, mantenimiento y reparación, que requieren
un alto grado de precisión, no se verían afectadas; tampoco serían susceptibles de
informatización las ocupaciones que implican negociar acuerdos y resolver proble-
mas (jefes, ejecutivos); las de ciencias e ingenierías, por su alto grado de inteligencia
creativa; los abogados y financieros –no así sus asistentes, sustituidos por sistemas
informatizados– y casi todas las de educación y salud. En los extremos, el telemar-
keting es la ocupación con máxima probabilidad de informatización, y fisioterapia, la
mínima. La conclusión es que si los trabajadores quieren ganar la batalla a la auto-
matización, además de educación han de adquirir habilidades creativas y sociales.

Sería interesante aplicar los análisis de Osborne y Frey al caso español, utilizando
los datos de la Encuesta de Población Activa, pero ello requeriría un esfuerzo que
desborda los límites de esta contribución. En una apresurada mirada a los últimos
datos relativos a ocupados, correspondientes al 2º Trimestre de 2016, podemos ob-
servar el peso de las ocupaciones a las que estos autores se refieren como de alto
y de bajo riesgo de automatización en la composición del empleo femenino y mas-
culino.

gaceta 102 sindical


La brecha de género
en la 4ª revolución industrial

Entre las ocupaciones con alto riesgo de informatización, las de apoyo adminis-
trativo, legal y financiero, son mayoritariamente femeninas y representan respecti-
vamente el 14,7% del empleo femenino y el 6,1% del masculino (empleados
contables, administrativos y de oficina); también las ocupaciones de ventas (depen-
dientes al mayor y al menor) que representan el 9,5% del empleo femenino y el 4,2%
del masculino; por el contrario, las de producción material son masculinas y repre-
sentan el 11,5% del empleo masculino y solo el 1,5% del femenino.

Entre las ocupaciones con bajo riesgo de informatización, predominan las mas-
culinizadas, como las de instalación, operación, mantenimiento y reparación que re-
quieren precisión y representan el 12% del empleo masculino, por solo 2,1% del
femenino; las de jefes y ejecutivos –negociar acuerdos, resolver problemas– repre-
sentan el 5,1% del empleo masculino y el 2,1% del femenino; los técnicos de ciencias
e ingenierías son claramente masculinos, pero solo representan 2,1% y 0,7% del
empleo de cada sexo; representantes y agentes de ventas con el 4,1% del empleo
masculino y el 2,3% del empleo femenino.

Las ocupaciones de educación y salud, consideradas de bajo riesgo de informa-


tización, son sin embargo mayoritariamente femeninas. Destaca la categoría de téc-
nicos y profesionales científicos e intelectuales que, en su conjunto, representa el
22,3% del empleo masculino y el 14,4% del femenino, pero al desagregar se observa
que las mujeres se concentran en los ámbitos de la salud (5,5% del empleo femenino
y 2,1% del masculino) y la enseñanza (8,5% y 3,3% del empleo de uno y otro sexo
respectivamente) mientras que los hombres predominan en “Otros”, que representan
el 9,0% del empleo masculino y el 8,3% del femenino.

Mención aparte merecen las altamente feminizadas ocupaciones de trabajadores


de los servicios de salud y el cuidado de las personas, que integran las ocupaciones
de trabajo social y de cuidados, en el grupo de categorías poco cualificadas. Aunque
no tratadas específicamente en el estudio de Osborne y Frey, ya que se suponen
integradas en el sector servicios, representan el 7,5% del empleo femenino y sola-
mente el 0,8% del masculino. Es importante centrar el análisis en aquellas activida-
des que solo pueden ser realizadas por humanos porque, más allá de su
cualificación formal, requieren contar con la inteligencia social –el sentido común–
que permite captar cambios en los estados de ánimo en tiempo real y reproducir de
manera espontánea la empatía y las emociones, que son claves no solo en activi-
dades que implican negociación y persuasión sino muy claramente en empleos de
cuidados. Aunque los robots puedan mover enfermos y ancianos, es la charla con
las enfermeras y cuidadoras lo que más contribuye a mejorar la calidad de vida de
estas personas. Lo importante para la educación del futuro no es tanto el número

gaceta 103 sindical


Cecilia Castaño

de tabletas que se repartan entre los estudiantes sino el papel de los profesores con-
duciendo el proceso de aprendizaje con tabletas (Müller, 2011).

En la sociedad de la 4ª revolución industrial, la valoración de los empleos de-


pende de la capacidad de generar datos y conocimiento. Ocupaciones altamente fe-
minizadas como la educación obligatoria, los servicios sociales y los cuidados a las
personas, se consideran actividades no especializadas, a pesar de la complejidad y
exigencias que implican. La invisibilidad de estos trabajos feminizados refleja la di-
visión entre el trabajo público remunerado de los hombres y el trabajo no remune-
rado, de cuidado de los niños, los enfermos y ancianos –también las personas
marginadas– tradicionalmente responsabilidad de las mujeres y realizado en la es-
fera doméstica; este menor prestigio social se refleja en su menor salario en com-
paración con personal de la misma cualificación pero en sectores y ocupaciones más
masculinizados (Grimsaw & Rubery, 2007).

4. CONCLUSIÓN

Se están creando empleos de elevada cualificación y salarios que pueden com-


petir con máquinas y algoritmos porque son intensivos en pensamiento y conoci-
miento; empleos caracterizados por aunar creatividad, inteligencia social y capacidad
de reconocer las emociones humanas en tiempo real. Junto a ellos, están aumen-
tando mucho más los otros empleos, los de cuidados, que son igualmente necesa-
rios, pero no se valoran suficientemente y están mal pagados, en gran medida
porque se identifican con aquello que las mujeres donan gratuitamente en el hogar.
En las tecnologizadas economías actuales los buenos empleos y los buenos salarios
son poco frecuentes, mientras que abundan las tareas de trabajo no rutinarias ni au-
tomatizables, intensivas en cuidados, empatía y manejo de las emociones pero poco
valoradas. Tareas por las que se pagan salarios de miseria en contratos temporales
de días o semanas, en jornadas parciales, configurando empleos que difícilmente
permiten mantener una vida digna para las mujeres –y los hombres– que las llevan
a cabo, y menos aún plantearse un proyecto de vida familiar sostenible.

La sociedad tiene que pronunciarse sobre qué es un empleo digno y un salario


digno no solo para los hombres sino también para todas las mujeres. El predominio
del empleo temporal y la jornada parcial en las ocupaciones de servicios sociales
de cuidados, con salarios de miseria, impone un estilo de vida de subsistencia a las
mujeres. ¿Será capaz la 4ª revolución industrial, que reduce las horas de trabajo ne-
cesarias para la mayoría de las actividades, de pagar un salario justo por una jornada
de trabajo razonable a las mujeres que llevan a cabo estas tareas tan necesarias a
la vez que tan complejas?

gaceta 104 sindical


La brecha de género
en la 4ª revolución industrial

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

CASTAÑO COLLADO, C., MARTÍN FERNÁNDEZ, J. y MARTÍNEZ CANTOS, J.L.


(2015): “La economía digital” en CIS (2015): ESPAÑA 2015 Situación Social,
Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid.
EUROPEAN COMMISSION (2013): Women Active in IT Sector, Directorate-General
for Communications Networks, Content and Technology, disponible en
https://ec.europa.eu/digital-single-market/en/news/women-active-ict-sector
GRIMSHAW, D. y RUBERY, J. (2007): Undervaluing women's work, Equal Opportu-
nities Commission, Manchester, UK.
MÜLLER, J. (2011): “Estudio de Caso 1”, Proyecto Gendered Literacy Cultures Com-
paring Institutional and Organizational Dimensions of Digital Literacies at Work.
Programa de Investigación Género y TIC, Universitat Oberta de Catalunya.
OSBORNE, M. A. y FREY, C.B. (2013): “The Future of Employment: How Susceptible
are Jobs to Computerisation?” Working Paper September 2013, Oxford Martin
Programme on the Impacts of Future Technology, disponible en:
http://www.futuretech.ox.ac.uk/sites/futuretech.ox.ac.uk/files/The_Future_of_Em-
ployment_OMS_Working_Paper_1.pdf
SMITH, A. y ANDERSON, J. (2014): “AI, Robotics, and the Future of Jobs” en Inter-
net, Science and Tech, Pew Research Center.
http://www.pewinternet.org/2014/08/06/future-of-jobs/

gaceta 105 sindical


John Evans
Anna Byhovskaya

La gestión de la economía digital, hacia un


cambio tecnológico abierto, equitativo
e inclusivo: una perspectiva sindical
Vitrales ventana plomo Vaso. Theo Van Doesburg.

La innovación disruptiva, si no se gestiona y regula debida-


mente, puede tener una incidencia perjudicial sobre el empleo y
las condiciones laborales. La digitalización y los cambios que
esta trae consigo se están extendiendo a todos los sectores y,
aunque conllevan oportunidades para mejorar la productividad y
el nivel de vida, también entrañan riesgos para ciertos empleos,
especialmente para los relacionados con tareas predominante-
mente rutinarias. La difusión del trabajo en línea, y de la “gig eco-
nomy” en particular, plantea el riesgo de que se use la tecnología
del siglo XXI para recrear condiciones laborales del siglo XIX en
el caso de algunos grupos de trabajadores. Sindicatos de distin-
tos países están actuando para que se adopten normas y una
gestión eficiente del proceso de digitalización. El TUAC ha pro-
puesto un “Plan de acción por el trabajo digno en la economía di-
gital.”
La gestión de la economía
digital...

EL IMPACTO DEL CAMBIO NO ES INEVITABLE: DEPENDE


DE NUESTRAS DECISIONES

U N informe reciente del McKinsey Global Institute (Independent work: Choice,


necessity, and the gig economy)1 sobre los ingresos y la satisfacción laboral de los
trabajadores autónomos reveló que solo un pequeño porcentaje de estos usa las
plataformas online “bajo demanda” (15%). Analizando el trabajo de 8.000 personas
de Estados Unidos y Europa durante los 12 últimos meses, la conclusión del informe
es que el 14% de los trabajadores autónomos preferiría tener un trabajo normal y
que un 16% adicional se ve obligado a realizar actividades suplementarias para lle-
gar a fin de mes.

Lo que estas conclusiones y otras comparables muestran es que, aunque los


nuevos tipos de trabajo que permite la economía digital son difíciles de cuantificar y
están comenzando a generalizarse, en cualquier caso están contribuyendo a que
aumente la desigualdad en los ingresos y la inseguridad económica.

La innovación “disruptiva”, si no se gestiona y regula bien, puede tener una re-


percusión negativa sobre el empleo y las condiciones laborales. Cuando se introduce
la tecnología digital en las empresas y organizaciones, o cuando estas forman la
base de nuevos modelos comerciales, se debe elegir entre distintas opciones. Y al
no contar con la “voz de los trabajadores” a nivel de empresa y lugar de trabajo,
estas seguramente ignoren implícita o explícitamente sus intereses.

1
http://www.mckinsey.com/global-themes/employment-and-growth/Independent-work-Choice-necessity-
and-the-gig-economy

gaceta 109 sindical


John Evans
Anna Byhovskaya

Por ello, los sindicatos no pueden permitirse el lujo de ser simples observadores
en la economía digital. Cuando gozan de derechos de jure o de facto para negociar
el cambio tecnológico, pueden contribuir al desarrollo de las estrategias empresa-
riales futuras, apoyar la innovación impulsada por los trabajadores y participar en la
introducción de nuevas tecnologías y modelos organizativos (lo que incluye la pro-
tección de los datos y la seguridad y salud de los trabajadores). De hecho, esto
puede servir para incrementar la productividad y mejorar las condiciones de trabajo
al mismo tiempo. Las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) no
pueden gestionar por sí mismas procesos complejos, como tampoco puede un robot
tomar las mismas decisiones que un trabajador o contar con las destrezas socio-
emocionales de este. Por ello, los procesos de interrelación entre máquinas y hu-
manos serán cada vez más frecuentes.

Las tecnologías digitales cada vez convergen más entre sí y se están fusionando
con los sistemas existentes, lo que exige una observación atenta por parte de todos
los actores. Las políticas deberían centrarse en evaluar el grado de contenido ruti-
nario y el potencial de impacto de las TIC en las distintas ocupaciones, y fijarse es-
pecíficamente en las tareas ocupacionales. Al mismo tiempo que se emplean
sistemas inteligentes para lograr una producción más eficaz y personalizada, deben
seguir teniéndose en cuenta los intereses de los trabajadores.

La difusión de las nuevas tecnologías, incluida la inteligencia artificial (IA), la im-


presión en 3D o las redes creadas en el Internet de las cosas puede tomar más
tiempo del que predicen algunos expertos. Aun así, la economía digital presenta cier-
tos retos que deben abordarse a corto plazo. Uno de ellos tiene que ver con la pro-
pagación del trabajo precario en la economía de las plataformas online. El trabajo
atípico o temporal no es para nada un fenómeno nuevo, pero nunca antes había su-
puesto una parte tan esencial de los nuevos modelos de negocio. Los trabajadores
temporales ganan menos de media por la falta (o limitación) de prestaciones empre-
sariales o públicas.

Las denominadas plataformas de trabajo bajo demanda y trabajo colectivo (o


crowdwork) a menudo explotan un vacío normativo y se aprovechan de la situación
actual de escasez de empleo de calidad. Algunas compañías efectivamente actúan
como empleadores, o al menos proporcionan ciertas prestaciones. Además, hay tra-
bajadores que prefieren trabajar de forma autónoma y aprovechar las ofertas exis-
tentes. También es importante distinguir entre la economía de las plataformas con
ánimo de lucro (que son las que analizamos aquí) y la economía de intercambio co-
laborativo.

gaceta 110 sindical


La gestión de la economía
digital...

El problema reside en que las plataformas con ánimo de lucro actúan como “in-
termediarios” y monetizan las transacciones y la prestación de servicios, imponen
cuotas y establecen salarios, normas y estándares. Pueden supervisar lo que hacen
los trabajadores y excluirles de su red. Y a pesar de todo ello se niegan a asumir las
responsabilidades de cualquier empleador.

Entre los trabajos bajo demanda se incluyen actividades tradicionales, tales como
conducir o limpiar y ciertas tareas administrativas, que se ofrecen a través de apli-
caciones móviles o por Internet (por ejemplo: Uber, Lyft, Care.com, Handy, Deliveroo,
TaskRabbit). El crowdwork hace referencia a tareas que se completan de forma re-
mota y para las que no se requiere que el trabajador se encuentre en una ubicación
específica (como es el caso de UpWork, Crowdflower, Amazon Mechanical Turk,
Crowdsource, 99Designs)2.

Existe el riesgo de que se generalice la economía de plataformas digitales. No


solo están creciendo exponencialmente las plataformas existentes y están llegando
a nuevos sectores (por ejemplo, UberEat para el reparto de comida a domicilio), sino
que siguen surgiendo nuevas plataformas que están alterando bruscamente sectores
diversos. Además, las empresas tradicionales también han empezado a adquirir o
invertir profusamente en distintas plataformas, lo que ha dado lugar a la proliferación
potencial de estos nuevos modelos de negocio. Las plataformas pueden servir tam-
bién como un medio de externalización. En el pasado, tareas tales como el diseño,
la traducción o la contabilidad estaban siempre a cargo de empleados propios o de
trabajadores autónomos que operaban bajo acuerdos contractuales. Ahora, las em-
presas pueden encomendar estas tareas a trabajadores de la economía de plata-
formas para reducir sus costes laborales.

El problema central es la proliferación del modelo de negocio de la economía de


plataformas. Muchos de estos negocios se basan en saltarse las obligaciones nor-
mativas existentes, o con que se impida la aparición de nuevas obligaciones, espe-
cialmente en lo que respecta al empleo, la protección de los consumidores y la
fiscalidad. La disolución de las relaciones laborales y el riesgo de que aumente la
inseguridad en los ingresos son dos de las consecuencias principales de este arbi-
traje regulatorio.

2
Véase DE STEFANO, V. (2016): The rise of the "just-in-time workforce": on-demand work, crowd-work
and labor protection in the "gig-economy”, Serie sobre condiciones laborales y de empleo; nº 71, Organi-
zación Internacional del Trabajo. Ginebra
http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_protect/---protrav/---travail/documents/publication/wcms_
443267.pdf

gaceta 111 sindical


John Evans
Anna Byhovskaya

Existen múltiples razones para tales estrategias, aunque todas ellas se centran
básicamente en la maximización de beneficios a corto plazo. Los modelos comer-
ciales a menudo se centran en la financiación del capital riesgo a corto plazo, con
una fuerte presión en sus márgenes de beneficios. Las compañías repercuten el
riesgo del emprendimiento sobre sus trabajadores (sin demanda no hay trabajo) junto
a la elusión de la carga fiscal y de protección social. Además, los trabajadores no
gozan de control alguno sobre las decisiones relativas a los precios, la prestación
de servicios y el horario laboral, a diferencia de lo que ocurre con el trabajo autónomo
tradicional. A menudo se ven obligados a prestar servicios por debajo del precio de
mercado para conseguir trabajo y hacerse con una buena reputación en la plata-
forma. El sistema se aprovecha de que no existan ofertas suficientes para el número
de trabajadores dispuesto a realizar las tareas.

Al esquivar las responsabilidades típicas del empleador, lo que incluye las apor-
taciones a la seguridad social, e impedir que los trabajadores se organicen en aso-
ciaciones u obtengan derechos, por ejemplo, los relacionados con las bajas por
enfermedad, maternidad y/o los permisos retribuidos, algunas de estas compañías
básicamente están “fomentando” el trabajo precario. Las empresas de este ámbito
están dedicando recursos sustanciales para formar grupos de presión que exijan la
relajación o retirada de aquellas normas que obstaculicen sus modelos comerciales
y pudieran obligarles a establecer relaciones laborales3.

Los sindicatos están enfrentándose a la proliferación de plataformas de Internet


que clasifican a sus empleados como contratistas independientes. Uber es un ejem-
plo perfecto de este modelo comercial. Uno de los argumentos de la compañía para
no otorgar el estatus de empleado a su personal es la “imposibilidad de cuantificar”
las horas trabajadas. No obstante, las plataformas basadas en aplicaciones de tra-
bajo bajo demanda son especialistas en extracción de datos y rastrean cada paso
que se da en la prestación del servicio. Tal como ha señalado el Economic Policy
Institute (EPI) estadounidense, “Uber puede cuantificar, y de hecho lo hace, el tiempo
que los conductores tienen activadas las aplicaciones, hasta el último minuto4” . En
algunas ciudades de Estados Unidos, Uber garantiza un salario medio por hora si el
conductor trabaja la mayor parte del tiempo para ellos, en cuyo caso la remuneración

3
Véase: http://www.theverge.com/2014/12/14/7390395/uber-lobbying-steamroller; https://www.boston-
globe.com/metro/2016/06/28/uber-legislation-creates-windfall-for-lobbyists/RwKSYDooLGddusnzZDlKbP/story.html;
http://thehill.com/policy/technology/277090-ubers-lobbying-spending-rises-at-start-of-2016
4
EISENBREY, R. y MISHEL. L. (2016): Uber business model does not justify a new ‘independent worker’
category; Economic Policy Institute. http://www.epi.org/publication/uber-business-model-does-not-
justify-a-new-independent-worker-category/

gaceta 112 sindical


La gestión de la economía
digital...

es superior al mínimo legal, pero una vez descontados los gastos de seguridad so-
cial, seguros y los créditos potenciales para comprar un coche, quedan por debajo
del salario mínimo. Asimismo, la falta de previsibilidad de la demanda, la volatilidad
de los precios y de los sistemas de valoración inciden también sobre las tasas de
contratación y, permiten excluir fácilmente a los conductores del “programa de salario
garantizado”, con la consiguiente inseguridad en sus ingresos.

Además, los clientes han de valorar la prestación de los servicios, y no siempre


son objetivos. Uber puede bloquear a un conductor si las calificaciones que este re-
cibe son malas, si no responde a un servicio suficientemente rápido o si los rechaza
en distintas ocasiones. Evidentemente, esto no cuadra con la afirmación de la com-
pañía de que los conductores son contratistas independientes o autónomos, puesto
que no les queda más remedio que aceptar los cambios de precios, el horario laboral
y las condiciones de servicio.

En la mayoría de los casos, el trabajo en plataformas no es aún su principal fuente


de ingresos. Quienes trabajan en “plataformas de empleo” como Uber o Task-Rabbit
obtuvieron de media el 33% de sus ingresos mensuales totales a través de éstas. El
porcentaje conseguido es mayor entre los trabajadores con ingresos bajos o medios,
lo que demuestra que esta economía posiblemente sea el último recurso al que acu-
den quienes intentan llegar a fin de mes5.

Así pues, debemos hacer una distinción entre los trabajadores que solo utilizan
estas plataformas de forma irregular para incrementar sus ingresos y quienes las
emplean más frecuentemente como complemento de su trabajo habitual, por lo que
se convertirían en horas extras, o quienes no pueden encontrar otra fuente de in-
gresos.

Básicamente, la economía de plataformas para trabajadores con ingresos bajos


y medios es más una muestra de la creciente desigualdad económica que de libertad
de elección. En vista de que todavía no se han recuperado los niveles de empleo
previos a la crisis en la mayoría de los países industrializados, la economía de pla-
taformas ha surgido como el único recurso a su disposición. Y cuando no se reco-
noce a los trabajadores como empleados, su situación económica no deja de ser
inestable, aparte de que carecen de la formación y oportunidades que pudieran per-
mitirles encontrar un empleo normal más estable. Quienes operan dentro de la eco-

5
JP Morgan (2016): “Paychecks, Paydays, and the Online Platform Economy”.
https://www.jpmorganchase.com/corporate/institute/institute-insights.htm#ope-most

gaceta 113 sindical


John Evans
Anna Byhovskaya

nomía de plataformas, al igual que ocurre con otros trabajadores atípicos, suelen
ganar menos que los que tienen trabajos similares pero con relaciones laborales es-
tándar. En los países de la OCDE, la media de ingresos anuales de los trabajadores
atípicos está en torno a la mitad de lo que ganan los trabajadores tradicionales6.
Estos bajos ingresos tienen consecuencias a corto y largo plazo para el crecimiento
económico. Los bajos salarios resultan en una menor demanda general, que impide
que la economía global recupere sus niveles de crecimiento.

A más largo plazo, el crecimiento del trabajo atípico se dejará sentir en los niveles
de capacitación y productividad de la población activa. Para evitar que surja un ciclo
de precariedad, las plataformas deberían proporcionar un umbral de horas trabajadas
que facilite una relación de empleo que incorpore todos los derechos laborales. Y el
compromiso con los trabajadores a través de una relación laboral convencional ser-
virá para que aumente la productividad7.

Los retos citados brindan la oportunidad de identificar y organizar a quienes tra-


bajan en plataformas, y poder establecer derechos de negociación colectiva, cober-
tura de protección social y un salario mínimo.

HACIA UNA ECONOMÍA DIGITAL MÁS EQUITATIVA Y EMPLEOS DE CALIDAD

Las tecnologías gracias a las que existen la economía digital y los procesos de
digitalización dan lugar a retos para el empleo que no son para nada novedosos,
pero que se difunden a un elevado ritmo. No obstante, no es necesario revisar o
reinventar las políticas y marcos normativos: ya existen soluciones establecidas con
anterioridad.

La posibilidad de automatización de ciertas tareas dentro de los trabajos exige


estrategias justas de transición: una mayor financiación de la enseñanza pública y
de los sistemas de formación, lo que incluye ayudas y formación para el personal
docente; inversión en programas de aprendizaje y de educación y capacitación téc-
nica y profesional (TVET, por sus siglas en inglés); y formación en el puesto de tra-
bajo para que el personal pueda adquirir destrezas digitales básicas, avanzadas y/o
especializadas, en función de sus necesidades profesionales. Además, se requieren
políticas activas de empleo y redes de protección social que permitan a los trabaja-
dores tener empleos de calidad.

6
http://www.oecd.org/social/in-it-together-why-less-inequality-benefits-all-9789264235120-en.htm
7
Kleinknecht, A., Van Schaik, F. N. y H. Zhou (2014): “Is flexible labour good for innovation?: Evidence
from firm-level data”. Cambridge Journal of Economics. 38, p. 5

gaceta 114 sindical


La gestión de la economía
digital...

Las compañías que están desplegando nuevos modelos comerciales en la eco-


nomía digital deberán cumplir con los mismos estándares que las empresas tradicio-
nales en lo que respecta a los derechos de los trabajadores. En este contexto resulta
también esencial contar con marcos normativos eficaces en lo que respecta a la in-
versión, la competencia y la fiscalidad. Para abordar aspectos más generales relativos
a las condiciones laborales, como es el caso de la erosión de las bases imponibles y
de los sistemas de protección social derivados de las ambigüedades normativas de
la economía digital, se requiere un planteamiento coordinado más general por parte
de los responsables políticos de las distintas administraciones públicas.

UN PLAN DE ACCIÓN POR EL TRABAJO DE CALIDAD


EN LA ECONOMÍA DIGITAL

En junio de 2016, el TUAC, como grupo participante en la Reunión Ministerial de


la OCDE sobre Economía Digital 2016, organizó un Foro Sindical sobre “Innovación
sostenible e inclusiva: empleos de calidad y capacitación en la economía digital” en
Cancún, México. En esa ocasión, propusimos un plan de acción para potenciar el
empleo de calidad en la economía digital que subraya la importancia de los sindica-
tos y de la voz de los trabajadores. El TUAC organizará un segundo Foro Sindical
sobre Digitalización el 16 de febrero de 2017 en París para evaluar los pasos que
deban tomarse a continuación.

Los puntos claves del Plan de acción fueron:

Garantizar unas buenas condiciones de trabajo mediante:

• la regulación de las horas de trabajo, incluyendo las horas extras


• nuevas normas para la movilidad en el trabajo
• prácticas laborales innovadoras que fomenten la productividad laboral y la
satisfacción de los trabajadores
• protección de los datos (personales y comerciales), incluidos los recopilados
automáticamente en el lugar de trabajo
• formación continua: formación en el puesto de trabajo y sistemas mejorados
de educación y formación profesional (EFP)

Promoción de relaciones laborales con un enfoque basado en los derechos:

• extender los derechos y prestaciones de los trabajadores a todos los


trabajadores, independientemente del tipo de contrato laboral suscrito

gaceta 115 sindical


John Evans
Anna Byhovskaya

• recuperar las responsabilidades de las empresas, como en el caso de las co-


tizaciones a la seguridad social
• establecer una responsabilidad corporativa vinculante para las empresas prin-
cipales, con criterios de transparencia sobre los presupuestos, prácticas la-
borales y trabajadores en las cadenas de suministro
• fortalecer las redes de cobertura social para los trabajadores de la economía
de plataformas garantizando una cobertura similar a la del resto de trabajado-
res en lo que respecta a los riesgos para la salud, de discapacidad, pensiones
y desempleo
• promulgar una legislación de salario mínimo
• fortalecer la cobertura de convenios colectivos y un diálogo social eficaz

Desarrollar políticas sistémicas basadas en:

• la implicación de los sindicatos en todos los procesos de transición digital a


nivel nacional, sectorial y local
• sistemas de protección social que proporcionen una cobertura universal y apli-
cable en todos los ámbitos
• compromiso con el empleo de calidad, lo que incluye un salario justo, cober-
turas de protección social, formación continua y unas instituciones del mer-
cado de trabajo más fuertes
• inversión pública para el acceso universal a la banda ancha
• sistemas de educación y formación para todos los tramos de edad con el fin
de preparar a los trabajadores para los cambios tecnológicos
• procesos de automatización que potencien la productividad sin que supongan
la eliminación de puestos de trabajo
• creación de puestos de trabajo en el sector de las TIC y en los relacionados
con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM por sus
siglas en inglés), y con la sanidad y los servicios, y mediante la transformación
de las distintas industrias para reducir las emisiones de carbono

Establecer mecanismos preventivos, como:

• estrategias de transición justas para trabajadores de sectores que pudieran


verse perjudicados por la automatización y digitalización, lo que incluye una
actuación integrada de todas las administraciones públicas en términos de po-
líticas tecnológicas, industriales, de empleo, sociales y de formación
• predicción de cambios en los perfiles laborales e identificación de nuevas opor-
tunidades de empleo

gaceta 116 sindical


La gestión de la economía
digital...

• previsión de necesidades de competencias futuras por las tareas ocupacio-


nales
• analizar la difusión y los efectos de las nuevas tecnologías en la producción,
prestación de servicios y condiciones laborales

CONCLUSIÓN

Aún no podemos prever todas las consecuencias del cambio digital, pero lo que
ahora se requiere es examinar los retos y oportunidades derivados de éste y crear
los instrumentos legales y marcos normativos que permitan maximizar los beneficios
y minimizar los costes de una transición a gran escala hacia una mayor extensión
del trabajo digital. Los sindicatos forman parte integral del proceso que tiene como
fin garantizar que las economías del futuro sean inclusivas y que la tecnología del
siglo XXI no se utilice para volver a implantar unas condiciones laborales propias
del siglo XIX.

gaceta 117 sindical


Christophe Degryse

La economía digital y sus implicaciones


socioeconómicas y laborales
Ciudad de tráfico, 1929. Theo Van Doesburg.

Lo que llamamos “digitalización de la economía” comprende


realidades muy distintas pero interconectadas por la generaliza-
ción de las redes, el desarrollo de las aplicaciones móviles y de
las máquinas que aprenden, así como por la emergencia de un
nuevo business model: el de las plataformas digitales. La roboti-
zación, con sus vertientes de informatización y de automatización
gracias a las cuales los robots ya realizan tareas manuales y cog-
nitivas no rutinarias, y la nueva economía de plataforma hecha
posible por la hiperconectividad y los flujos de datos, podrían aca-
rrear profundas transformaciones del empleo y el trabajo. Para
no someterse a una forma de tecno-determinismo, es necesario
identificar los principales riesgos que entraña la digitalización de
la economía.
La economía digital y sus
implicaciones...

E S algo perturbador comparar lo que han escrito eminentes historiadores como


Thompson o Polanyi sobre la condición social de la Revolución industrial del siglo
XIX en Inglaterra, y lo que algunos vaticinan hoy como el advenimiento de la “4ª Re-
volución industrial”, la de la digitalización de la economía. Cabe preguntarse si los
protagonistas y las dinámicas de esta nueva revolución constituyen una prolonga-
ción, siempre renaciente, de los del siglo XIX. En efecto, es desconcertante constatar
que la nueva revolución anunciada será la de la robotización y de la informatización
de las tareas (forma avanzada de la “máquina de vapor” de principios del siglo XIX),
y de un nuevo business model, el de la economía de plataforma digital, que da tra-
bajo a masas de trabajadores a través del crowdworking (el trabajo de la multitud).
La burguesía inglesa del siglo XIX bien podría encarnarse hoy en el mundo de las
start-ups de las nuevas tecnologías –Google, Facebook, Amazon, Apple, etc.– que
revolucionan los modelos antiguos y poseen los nuevos recursos estratégicos, es
decir los datos digitales. Una de las posibles consecuencias del nuevo modelo eco-
nómico engendrado por esta Revolución digital es que el trabajo humano se vea re-
ducido a una mercancía intercambiable a precios de mercado en estas “fábricas del
siglo XXI” (Open society, 2015) que son las plataformas digitales de Uber, Upwork,
Amazon Mechanical Turk…

Bien es verdad que existen grandes diferencias entre las antiguas fábricas aba-
rrotadas de obreros atareados en hacer funcionar las máquinas, y las fábricas “inte-
ligentes” del siglo XXI que parecen tener como especificidad la de sobrepasar al ser
humano y necesitarle cada vez menos para funcionar (Manyika 2013, Roubini 2015,
Head 2014). Los trabajadores de las plataformas digitales, o de las fábricas virtuales
de hoy, constituyen ciertamente una multitud (crowd), pero una multitud desperdi-
gada por todo el mundo, disponible las 24 horas del día, los 365 días del año, y to-
talmente desintegrada.

gaceta 121 sindical


Christophe Degryse

En este artículo intentaremos analizar las consecuencias sociales de esta 4ª Re-


volución industrial bajo un doble prisma: por un lado la robotización, y por otro la
economía de plataforma facilitada por las redes que ocupan a una multitud de tra-
bajadores en el mundo entero.

LA ROBOTIZACIÓN

Los desafíos sociales de la robotización –tanto en las compañías privadas como


en las empresas y servicios públicos– son enormes, pero su carácter “disruptivo” de-
pende en gran medida del grado de industrialización de los países y territorios. Así,
los retos de los países de la exEuropa de los quince –que se han desindustrializado
parcialmente y deslocalizado en China o en Europa del Este– difieren de los de los
países de Europa Central y Oriental, cuya industria manufacturera ha experimentado
un fuerte y reciente desarrollo (aunque no se puede tratar los PECO como un con-
junto coherente). También hay que tener en cuenta que, aparte de la robotización
de tipo industrial, una robotización virtual está invadiendo las oficinas. La automati-
zación y la desmaterialización de cada vez más tareas en los sectores del comercio,
la distribución, la Banca, el seguro (lectura automática de documentos, gestión de
contenidos, automatización de procedimientos y procesos…) modificarán profunda-
mente la organización del trabajo y, seguramente, irán erosionando progresivamente
el empleo tradicional en estos sectores. El mundo de las finanzas y de los seguros
parece encabezar esta evolución a la baja del empleo asalariado.

Los interrogantes, en los países que se verán más afectados por estas diferentes
formas de robotización, se refieren esencialmente a la digitalización de los empleos y
de los lugares de trabajo (¿cuál será el futuro del empleo en la industria y los servicios,
incluidos los servicios públicos?), así como a la modificación de las cadenas de valor
y a las posibles deslocalizaciones/relocalizaciones de plantas y empleos. A estas cues-
tiones se añaden los desafíos más tradicionales –al menos para el movimiento sindi-
cal– que plantea la calidad del empleo: flexibilidad, salud-seguridad en los lugares de
trabajo, jornada laboral (en particular la intensificación del trabajo ligada a la generali-
zación del uso de las tecnologías de la información), así como los temas de puesta al
día de competencias, cualificaciones y formaciones, de conciliación entre vida personal
y vida profesional, de protección de datos personales de los trabajadores.

Ante estos retos, el movimiento sindical europeo suele disponer de herramientas


y ámbitos institucionales para negociar semejantes temas. Temas que, en principio,
deben tratarse en el marco del diálogo social interprofesional y sectorial, europeo y
nacional, de los comités de empresa, etc.

gaceta 122 sindical


La economía digital y sus
implicaciones...

Sin embargo, han ido surgiendo nuevos elementos. Se ha lanzado un debate


académico específico sobre la importancia de las pérdidas de empleo motivadas por
la robotización y las nuevas tecnologías aplicadas a la organización del trabajo.
¿Hasta dónde llegará esta robotización? ¿Pone realmente en peligro, como lo afir-
man ciertos autores, hasta la mitad de los empleos actuales? (Frey y Osborne 2013,
Ford 2015, Head 2014…). ¿O transformará estos empleos y creará otros, nuevos?
Hay debate para largo ya que nos cuesta imaginar el mundo de mañana –es decir
imaginar a qué tipo de sociedad deseamos destinar estas nuevas tecnologías–.

Además del tema de la creación/destrucción de empleos, se plantea el de la evo-


lución del propio concepto del trabajo. Una de las preocupaciones se refiere a la
evolución del lugar de los trabajadores en las fábricas u oficinas llamadas “inteligen-
tes”, aquéllas donde los procesos de producción son automatizados, optimizados,
controlados por softwares perfeccionados de gestión de procesos y de flujos de in-
formación. Se oponen dos visiones de esta evolución. En la primera, los asalariados
podrían verse reducidos a meros ejecutantes de las máquinas (en el sentido de la
pregunta de Simon Head: “¿las fábricas inteligentes harán que los trabajadores se
vuelvan idiotas?”). ¿Hasta qué punto este riesgo es tangible y cómo evitar semejante
evolución? En la segunda visión, defendida fundamentalmente por Robert Went, mu-
chas industrias extremadamente robotizadas terminaron por “despedir” robots por-
que, contrariamente a los obreros, no eran capaces de reflexionar sobre los procesos
de producción ni de pensar en su evolución y mejora (WRR 2015). En esta visión,
una empresa totalmente robotizada sería una empresa donde la organización dejaría
de perfeccionarse. Sus procesos quedarían congelados, lo que no sería una buena
baza en un mundo en constante evolución. Se plantea pues la siguiente pregunta:
¿cómo proceder a una robotización inclusiva e inteligente, es decir, aquélla donde
los trabajadores siguen ocupando el centro de los procesos?

Hay otra gran preocupación: el control a ultranza de ciudadanos y trabajadores.


Gracias a las nuevas tecnologías, las empresas ya disponen de un abanico de he-
rramientas de control: chips RFID, cámaras de vigilancia, herramientas de geoloca-
lización (GPS), softwares de vigilancia, smartphones, etc. Un control sin límite de
los trabajadores puede desembocar en una ruptura de confianza entre éstos y la di-
rección de la empresa. Este fenómeno ya se ha manifestado tanto en Estados Uni-
dos como en Europa: ¿hasta qué punto un empresario puede vigilar a sus
trabajadores?

Vemos, pues, que la robotización entraña muchos desafíos relativos no sólo a


una posible pérdida de empleos, a su transformación, a reestructuraciones, sino tam-
bién a la organización del trabajo, a la calidad del empleo, a la formación, al lugar

gaceta 123 sindical


Christophe Degryse

del trabajador en los procesos de producción, a la gestión empresarial… Esto con-


figura un amplio espacio de reflexión para los interlocutores sociales: ¿cómo negociar
una robotización/digitalización sensata e inclusiva, favorable para todos, empresas,
trabajadores, clientes, usuarios? ¿Cuáles serían los criterios de una robotización so-
cialmente lograda?

LA MULTITUD

El segundo fenómeno es el nuevo modelo de negocio que llamamos plataformas


digitales, cuyo rápido desarrollo está siendo favorecido principalmente por las redes
y las aplicaciones móviles. Aquí, a la inversa de los robots, los desafíos sociales pa-
recen totalmente disruptivos. En este modelo de plataforma, hay empleos profesio-
nales y regulados que compiten con “trabajos precarios informales” realizados por
“profanos” (Valenduc, 2016). El fenómeno se observa principalmente en dos grandes
categorías de servicios: los servicios locales comerciales (como el transporte de per-
sonas, la restauración, la limpieza, la hostelería, etc.) y la subcontratación en línea
por pymes y empresas transnacionales, mediante la externalización de tareas que
pueden realizarse a distancia por ordenador.

En la categoría de prestación de servicios locales, vemos emerger nuevos actores


en mercados más o menos regulados que ponen en entredicho los antiguos modelos
y sus empleos, abocándolos incluso a desaparecer. Tomemos como ejemplo el ta-
xista sometido a la legislación social y fiscal, a la obligación de asegurarse y a los
trámites burocráticos de su país, y su competidor de Uber, que parece haber esca-
pado, hasta ahora, de cualquier obligación. Se trata de una relación de competencia
tachada de desleal y de desregulación del sector. Lo mismo pasa con los hoteleros
(y la competencia de Airbnb), los restauradores (y la competencia de Menu Next
Door), los servicios de limpieza (y la competencia de páginas como Youpijob), así
como los jardineros, transportistas, aficionados al bricolaje, etc.

Además de la inobservancia del derecho laboral –relación laboral, contrato labo-


ral, convenios colectivos, salarios, etc.–, preocupa mucho la tendencia a la desre-
gulación insidiosa impulsada por las plataformas de servicios. El riesgo es que los
empleos regulados desaparezcan a favor de estas nuevas formas de trabajo, lo que
engendraría un mercado laboral paralelo, a menudo precario, que ignore las dispo-
siciones sociales, fiscales, reglamentarias a las que deben someterse los trabajado-
res regulados.

gaceta 124 sindical


La economía digital y sus
implicaciones...

La misma lógica se aplica a algunas plataformas de subcontratación en línea. En


los procesos de producción, las nuevas tecnologías facilitan la subcontratación “a la
multitud” de algunas tareas y partes de la organización del trabajo, a través de pla-
taformas digitales: es el crowdworking. Esta forma de externalización de ciertas ta-
reas presenta para el empresario la triple ventaja de ser rápida, muy barata y
totalmente desregulada. Entre la plataforma y la empresa, por una parte, y el pres-
tatario por otra, no existe ninguna relación laboral, por lo tanto no hay legislación so-
cial aplicable, no hay contribución a la seguridad social, ni obligaciones legales. No
hay contrato laboral, no existe realmente ningún empresario en el sentido clásico
del término, el acuerdo se materializa con un clic, aceptando los términos y las con-
diciones generales de la plataforma cuyas disposiciones, generalmente muy des-
equilibradas, se toman o se dejan. Con ello, podríamos estar asistiendo al desarrollo
de una nueva forma de dumping digital (Degryse 2016).

Para las organizaciones sindicales, el microworking constituye sin lugar a dudas


el reto más candente. En estas plataformas, el trabajo a destajo es una mercancía
vendida a precio de mercado, unos pocos cents en general. De forma opaca, por no
decir arbitraria, los mandantes piden una oferta a los trabajadores, sin posibilidad
de reclamación. Los trabajadores que presenten ofertas repetidamente insatisfacto-
rias pueden ser “desconectados” por la plataforma, sin más aviso. Huelga decir que
la “reputación” que puedan haber adquirido en una plataforma no será transferible a
una plataforma competidora…

Ante semejante evolución, el movimiento sindical podría enfrentarse a un dilema,


o trampa: ¿tenemos que defender prioritariamente los empleos tradicionales en estos
sectores y luchar contra el dumping digital, o debemos centrarnos en los intereses
de los nuevos trabajadores precarios de estas plataformas? De momento, las orga-
nizaciones sindicales están casi totalmente ausentes de estas fábricas virtuales. Uno
de los desafíos consiste, pues, en encontrar la forma de organizar a los trabajadores,
cualquiera que sea su estatuto o país. Es una tarea difícil porque abarca a jubilados,
trabajadores precarios, estudiantes, parados, inmigrantes, discapacitados, asalaria-
dos… de Europa y del mundo entero. Para algunos de ellos, el crowdworking es una
oportunidad, para otros una precariedad que padecen, por no decir una explotación
pura y dura.

Ya existen algunas iniciativas (Turkopticon, FairCrowdworkWatch), que se basan


principalmente en la idea del ranking. Se trata de publicar, en una página web, una
evaluación de los ordenantes realizada por los propios trabajadores (por ejemplo,
cuando un ordenante no paga las prestaciones solicitadas). De paso, los trabajado-
res comparten experiencias e informaciones y pueden ejercer una presión –relativa–

gaceta 125 sindical


Christophe Degryse

sobre los ordenantes. En esta misma línea se podrían imaginar y promover sistemas
de etiquetados sociales, de Carta de calidad, de compromiso, etc. Otras formas de
acción espontáneas están apareciendo a través de los cibercafés y de las redes so-
ciales –existen, por ejemplo, grupos Facebook de crowdworkers que intercambian
sus experiencias–.

Para los movimientos sociales y sindicales, es probable que la tarea esencial sea
la de encontrar cómo integrar, en estas “fábricas virtuales”, los principios de la acción
colectiva. Se trata de crear una capacidad de negociación con las plataformas y/o
los ordenantes y de imponer a éstos el respeto de las normas sociales para evitar
entrar en espirales de competencia a la baja.

DESAFÍOS PARA LA SOCIEDAD

Por último, para concluir este artículo, cabe ampliar la reflexión a la sociedad.
Los impactos sociales de la digitalización de la economía podrían acarrear o acentuar
tendencias ya presentes en nuestras sociedades. Estas tendencias son, principal-
mente, la polarización social y el crecimiento de las desigualdades entre una élite
que consigue sacar provecho de la globalización y de la digitalización, una élite que
posee los robots, y una clase media que se encoge y se precariza, y que trabaja
para los robots. Éstos son los perdedores de la globalización, pero también podrían
ser los perdedores de la digitalización. ¿Estamos ante nuevos riesgos sociales y, si
así fuera, qué sistemas de ayudas públicas y qué mecanismos de redistribución po-
drían instaurarse? (se habla de fiscalidad sobre las rentas robóticas, de renta básica,
de reducción de la jornada laboral).

A la polarización de la sociedad se suma una erosión continua de la base fiscal,


que acarrea a su vez problemas recurrentes de financiación de los sistemas de se-
guridad social. ¿Cómo repensar los sistemas fiscales nacionales para adaptarlos al
mundo digital?

En fin, aunque nos hayamos limitado en este artículo a los impactos de la digita-
lización de la economía en los mercados laborales, otros impactos podrían obser-
varse en el futuro, con consecuencias potencialmente mayores para el modelo social
europeo. Uno de los ejes de este modelo social radica en los sistemas de seguridad
social, que se basan todos ellos en la idea de mutualización de los riesgos sociales.
Todo el mundo participa de una forma u otra en la financiación de estos sistemas
con la idea de que esta solidaridad de hecho podría algún día beneficiarnos a nosotros
mismos, por ejemplo en caso de enfermedad o accidente. Sin embargo, las nuevas

gaceta 126 sindical


La economía digital y sus
implicaciones...

tecnologías ponen esta solidaridad en tela de juicio. ¿Por qué “pagar por los demás”
cuando el Big Data y los algoritmos permiten, mejor que nunca, detectar y señalar
comportamientos “desviados” o de riesgo? En materia de seguro de automóvil o de
asistencia sanitaria, mañana se podrá analizar con precisión el comportamiento del
asegurado y hacerle responsable de su propio destino. Este doble efecto de un
mayor control y de una responsabilización individual, ¿no podría socavar cualquier
posibilidad de solidaridad colectiva y de mutualización de los riesgos?

Todos estos temas muestran que, si se da rienda suelta a la digitalización de la


economía, podrían acrecentarse las desigualdades entre trabajadores con ingresos
bajos, cada vez más aislados y precarizados, y trabajadores de gama alta que dis-
ponen de un creciente abanico de instrumentos digitales con los que pueden com-
prárselo todo, o casi, a demanda. La revolución digital aportará, pues, una mayor
libertad para unos y una mayor servidumbre para otros; más colaboración para unos,
más competencia para otros; más reparto para unos, más precarización para otros.
Evitar este riesgo es el mayor desafío sindical de la revolución digital.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

DEGRYSE, C. (2016): Digitalisation of the economy and its impact on labour markets,
ISE, Working Paper, 2016-02.
FORD, M. (2015): Rise of the robots: technology and the threat of a jobless future,
New York, Basic Books.

FREY, C.B. y OSBORNE, M. (2013): “The future of employment: how susceptible are
jobs to computerization?”, disponible en http://www.oxfordmartin.ox.ac.uk/downlo-
ads/academic/ The_Future_of_Employment.pdf

HEAD, S. (2014): Mindless: why smarter machines are making dumber humans,
New York, Basic Books.

MANYIKA, J. et al. (2013): Disruptives technologies: advances that will transform
life, business, and the global economy, Washington, DC, McKinsey Global Insti-
tute.
OPEN SOCIETY FOUNDATION (2015): “Technology and the future of work: the state
of the debate”, abril 2015, en https://www.opensocietyfoundations.org/publica-
tions/ technology-and-future-work-state-debate
POLANYI, K., y MACIVER, R. M. (1957): The great transformation (Vol. 5). Boston:
Beacon Press.
ROUBINI, N. (2015): “Labor in the Digital Age” (Part 1 and Part 2), Roubini Global
Economics, enero 2015, disponible en https://www.roubini.com/analysis

gaceta 127 sindical


Christophe Degryse

THOMPSON, E. P. (2016): The making of the English working class. Open Road
Media
VALENDUC, G.; VENDRAMIN, P. (2016): Work in the digital economy: sorting the
old from the new, ISE, Working paper 2016-03.
WRR (2015): De robot de baas, Den Haag, Wetenschappelijke Raad voor het Rege-
ringsbeleid, disponible en http://www.wrr.nl/fileadmin/nl/publicaties/PDF- verken-
ningen/Verkenning_31_De_robot_de_baas.pdf

gaceta 128 sindical


Javier Doz

La economía digital desde la perspectiva


del Comité Económico y Social Europeo
Chica con Ranúnculos, 1914. Theo Van Doesburg.

El problema que más debe preocupar a los sindicalistas es que


la digitalización de la economía y la sociedad se construya sobre
los peores vectores de riesgo: nueva oleada de precarización –y
aún de informalización– de los empleos, incremento de las moda-
lidades de trabajos atípicos y del número de trabajadores someti-
dos a ellas; y todo ello, acompañado de procesos que erosionan
las cotizaciones sociales y las bases fiscales del Estado.
Aún es tiempo, a condición de que el sindicalismo actúe ya
sobre los problemas y lo haga en cada ámbito de acción, pero
siendo conscientes de que, por las propias características de la
revolución digital, es imprescindible una visión y una práctica glo-
bales –europea e internacional–. Para la acción frente a estos
nuevos retos, los dictámenes del CESE que se analizan en este
artículo pueden ser de ayuda.
La economía digital desde
la perspectiva del CESE

E L Comité Económico y Social Europeo (CESE) ha venido dedicando en los úl-


timos años una relevante atención a la cuestión de la economía digital y sus conse-
cuencias laborales y sociales. Sólo en los últimos dos años ha aprobado 30
dictámenes directamente relacionados con la economía digital, a los que se podrían
añadir otros en los que hay referencias parciales al tema dentro de marcos más am-
plios. El mayor número de ellos, dieciocho, han sido elaborados por la Sección de
Transporte, Energía, Infraestructura y Sociedad de la Información (TEN), ocho lo
fueron por la Sección de Mercado Interior (INT), tres por el Comité Consultivo de las
Mutaciones Industriales (CCMI) y uno por la Sección de Economía (ECO).

Las opiniones del CESE sobre la economía digital y sus impactos en el mercado
de trabajo y en la organización social podrían sintetizarse en los siguientes puntos:
la UE tiene que realizar un gran esfuerzo de inversión en I+D+i y en el impulso de la
economía y la sociedad digitales; las líneas generales de actuación de la Comisión
Europea para impulsar el Mercado Único Digital, que supere la actual fragmentación
en mercados nacionales, son correctas; los riesgos de la generalización de la eco-
nomía digital en campos como el laboral, el fiscal y el de la sostenibilidad de los sis-
temas de protección social son grandes, sobre todo si la transición no es gobernada
democráticamente con un papel relevante del diálogo social y la negociación colec-
tiva; hay que realizar estudios de impacto más profundos para analizar las conse-
cuencias y plantear soluciones; debe realizarse un serio esfuerzo normativo para
prevenir las consecuencias negativas de los procesos; y tiene que producirse una
participación más intensa de los interlocutores sociales y de las organizaciones de
la sociedad civil en las transiciones digitales.

gaceta 131 sindical


Javier Doz

1. UNA AGENDA DIGITAL PARA EUROPA (2010)

Me referiré en este artículo, sobre todo, a los dictámenes más importantes que el
CESE ha aprobado en los dos últimos años. Conviene comenzar, sin embargo, con
la respuesta que el CESE dio a la publicación por la Comisión Europea, en 2010, de
la Agenda Digital para Europa1. La Agenda Digital fue concebida como una de las
siete iniciativas emblemáticas de la Estrategia Europa 2020. Trató de diseñar el ca-
mino hacia la creación en Europa de un Mercado Único Digital que superara la frag-
mentación de la UE en mercados digitales nacionales y sus consecuencias de falta
de interoperabilidad y pérdida del potencial de crecimiento y competitividad. Las in-
versiones, centradas en mayor medida en la expansión de la banda ancha, deberían
lograr los importantes objetivos de una cobertura a corto plazo para el 100% de la
ciudadanía en banda ancha básica; del 100% en banda ancha rápida (30 Mbps o
más), en 2020; y del 50% de los hogares europeos en banda ancha ultrarrápida (100
Mbps o más), también en 2020.

En su dictamen de 20102 sobre la Agenda digital, el CESE coincidía con la Comi-


sión en que las diversas iniciativas políticas deberían unificase y gestionarse conforme
a un plan coherente de acción tendente a superar la fragmentación comercial, regla-
mentaria y cultural del mercado digital europeo y promover la inversión en infraes-
tructuras. Valoraba que la UE estaba perdiendo competitividad, respecto a los EE UU,
Japón y Corea del Sur, en cuanto a infraestructuras y gastos de I+D en las TIC y en
la participación ciudadana en la economía digital. Además de reclamar este incre-
mento de la inversión, el CESE pedía que el acceso generalizado a las redes de alta
velocidad se incluyera en la definición de servicio universal y que se promovieran po-
líticas de formación para facilitar la “inclusión digital” de los colectivos desfavorecidos.
Otras propuestas concretas se referían a la gestión común y coherente del espacio
radioeléctrico, a la inclusión entre las prioridades del programa Galileo de radionave-
gación y posicionamiento por satélite, y a la inversión en ciberseguridad.

2. IMPACTO DE LAS POLÍTICAS DE AUSTERIDAD. SE ASIENTA


EL CONCEPTO DE ECONOMÍA DIGITAL

La coincidencia de la aprobación de la Agenda Digital con el inicio, en mayo de


2010, de las duras políticas de austeridad, que tan negativas consecuencias econó-

1
Comunicación (2010) 245 final/2 Una Agenda Digital para Europa, de 26 de agosto de 2010.
2
Dictamen TEN/426 (2010) Una Agenda Digital para Europa, de 8 de diciembre de 2010.

gaceta 132 sindical


La economía digital desde
la perspectiva del CESE

micas y sociales han tenido, ha marcado el comienzo de su aplicación. El déficit en


gastos de I+D, en general y en el campo digital también, ha aumentado, en particular
en los países periféricos de la UE, y la exclusión digital de los sectores de población
más desfavorecidos es una realidad persistente. El conjunto de la Estrategia 2020,
y sus objetivos referidos al empleo, la reducción de la pobreza, la inversión en I+D+i,
etc., han sido severamente afectados por las políticas de austeridad y devaluación
interna, con sus grandes recortes de gasto público y de salarios exigidos en particular
a los países más endeudados. Para éstos se ha propiciado la rebaja de los costes
salariales como instrumento fundamental para la ganancia de competitividad de sus
economías. Es decir, se ha actuado justo en el sentido contrario de los objetivos y
la filosofía de la Estrategia Europa 2020 y de la Agenda digital. Pero de este tipo de
actuaciones políticas esquizofrénicas, en las que los factores de más peso y deter-
minantes acaban siendo los de carácter negativo para el crecimiento y la cohesión
social y entre los países, mientras que las medidas compensatorias tienen más de
política de imagen que de realidad efectiva, está llena la gestión de la crisis por parte
de las autoridades de la UE.

En el momento de redactar la Agenda todavía no estaba en primera línea del de-


bate académico y político el concepto de revolución digital, la cuarta para muchos
autores por ser diferente de la anterior, la impulsada por las TIC en los noventa. Una
revolución, que afecta a la industria –“industria 4.0”– y a los servicios, así como a
todos los órdenes de la vida social, empezando por el mercado de trabajo. Extensión
de la robotización y robotización inteligente, impacto creciente en la economía de
las plataformas digitales y surgimiento, en torno a ellas, de nuevos tipos de negocio
y de empresas, del concepto de prosumer3 y de las diversas expresiones de la lla-
mada “economía colaborativa”, desarrollo de las potencialidades de la gestión de
los big data y la computación en nube serían, entre otros, los factores diferenciales
de la cuarta revolución industrial.

3. ESTRATEGIA PARA EL MERCADO ÚNICO DIGITAL (2015)

Cinco años después, en mayo de 2015, con el debate sobre la revolución digital
en pleno apogeo, la Comisión Europea hizo pública su Estrategia para el Mercado
Único Digital4. La Estrategia se basaba en tres grandes vectores, o pilares. En primer

3
Prosumer (o prosumidor): anglicismo formado a partir de la unión de los términos productor y consumidor,
que identifica al consumidor que se convierte también productor de contenido, mediante su participación
activa en aplicaciones o sitios web, aportando información o contenidos que aumentan el valor de las pla-
taformas web con las que interacciona.
4
COM, (2015) 192, Una Estrategia para el Mercado Único Digital de Europa, de 6 de mayo de 2015.

gaceta 133 sindical


Javier Doz

lugar, mejorar el acceso de los consumidores y las empresas a los bienes y servicios
en línea en toda Europa, eliminando las diferencias fundamentales entre los mun-
dos en línea y fuera de línea y derribando las barreras a la actividad transfronteriza
en línea. El segundo vector es el de crear las condiciones adecuadas para que las
redes y servicios digitales prosperen, mediante la inversión en infraestructuras de alta
velocidad, el impulso de servicios de contenidos seguros y fiables y el apoyo a unas
condiciones reguladoras que favorezcan la innovación, la inversión, la competencia
leal y la igualdad de condiciones. El tercer pilar se refiere al aprovechamiento al má-
ximo del potencial de crecimiento de la economía digital europea mediante la inversión
en infraestructuras de las TIC y tecnologías como la computación en nube y los datos
masivos, la investigación y la innovación para impulsar la competitividad industrial,
así como la mejora de los servicios públicos, la inclusividad y las cualificaciones.

El CESE ha emitido su opinión tanto sobre la Estrategia como sobre algunas de


las medidas legislativas que han empezado a desarrollarla. El Dictamen sobre la Es-
trategia5 la respalda, en particular el objetivo de superar la fragmentación en veintio-
cho estrategias y mercados digitales nacionales, pero comienza llamando la atención
sobre la falta de voluntad política de una parte de los Estados miembros para superar
dicha fragmentación más allá del ámbito del consumo, para hacerlo también en los
ámbitos de la producción y la innovación.

Una de las principales críticas que hace el CESE a la Estrategia es la ausencia,


en ella, de la dimensión social, si se exceptúan las referencias a la adquisición de
competencias digitales. Para el CESE, la evolución de los servicios y modelos de
empresa tiene profundas repercusiones en el trabajo, su organización y los derechos,
por lo que es necesario terner en cuenta y enfrentar los riesgos y desafíos en ámbitos
como la seguridad, la organización del trabajo y la seguridad social, así como esta-
blecer que los procedimientos previstos en el Tratado sobre el diálogo social y la
cláusula social horizontal se aplican al desarrollo de la Estrategia y la solución de
los graves problemas laborales y sociales que la economia digital está generando o
puede generar. Todo ello le lleva a reclamar que la dimensión social sea el cuarto
pilar de la estrategia para un mercado único digital europeo.

EL CESE también critica que la Comisión no dé la necesaria prioridad a la exten-


sión de los conocimientos y competencias digitales en toda la población, una de las
claves del éxito de un Mercado Único Digital, tanto para su propio desarrollo como
para que no se produzca la exclusión de diversos sectores sociales.

5
Dictamen, TEN/574, Estrategia para el Mercado Único Digital, de 1 de diciembre de 2015.

gaceta 134 sindical


La economía digital desde
la perspectiva del CESE

Otro punto destacado de la opinión del CESE sobre la Estrategia se refiere al


campo de I+D+i. El CESE reclama el desarrollo de polos de investigación multidis-
ciplinares y sinergias en el marco del Espacio Europeo de Investigación en ámbitos
como la computación en nube, la nanoelectrónica, el almacenamiento y tratamiento
de megadatos, los aparatos utilizables o controlables a distancia (objetos conectados
o internet de las cosas) y los servicios inteligentes.

El programa legislativo que se deriva de la Estrategia es amplio y ambicioso. En


los diecisiete meses transcurridos desde su publicación el CESE ha tenido ocasión
de pronunciarse sobre las siguientes normas y medidas6: derechos contractuales di-
gitales, modernización de las normas sobre los derechos de autor, iniciativa europea
de computación en nube, prioridades de normalización en el sector de las TIC para
el Mercado Único Digital, Plan de acción para la administración electrónica de la UE
(2016-2020), interoperabilidad del sector público, Plan de acción para un Mercado
Único Digital inclusivo, revisión de la directiva de comunicación audiovisual, uso de
las bandas de frecuencias de 470-790 MHz, portabilidad de los servicios de conte-
nidos en línea, ciberseguridad y ciberresiliencia, salud electrónica, acciones para las
personas mayores (e-seniors) y ciberactivismo y organizaciones de la sociedad civil.

4. INDUSTRIA Y SERVICIOS. EMPLEO Y ECONOMÍA COLABORATIVA

Lo esencial para vislumbrar cual será el futuro del trabajo en las sociedades di-
gitalizadas y cual debe de ser la orientación y el programa de acción del sindicalismo
para la transición hacia ella, es ser capaces de realizar una prospectiva certera sobre
la evolución de la cantidad de trabajo y su calidad, así como de los elementos des-
collantes de la organización del mismo y de las relaciones sociales que generan, te-
niendo siempre en cuenta las capacidades y los instrumentos de intervención del
trabajo organizado sobre cada uno de esos vectores. Desde esta óptica, los dictá-
menes del CESE que voy a analizar en este apartado son útiles para algunas partes
del análisis de la situación y para establecer algunas de las líneas de actuación que
resultan más claras para enfrentarse a problemas muy complejos y a tendencias
económicas y sociales cuyas potencialidades de desarrollo son todavía desconoci-
das en algunas de sus facetas. Denotan, a veces, las servidumbres de los consensos
entre los representantes de los interlocutores sociales y de otras organizaciones de

6
Los dictámenes correspondientes a estos temas se pueden encontrar en la página web del CESE:
http://www.eesc.europa.eu/?i=portal.es.home, en el buscador al que se accede después de apretar el
botón de la página de entrada denominado: “Dictámenes del CESE”.

gaceta 135 sindical


Javier Doz

la sociedad civil pero, al menos, sí establecen de forma nítida objetivos y líneas de


intervención que pueden ser útiles para el sindicalismo.

Los principales dictámenes del CESE sobre el impacto de la economía digital en


la industria, los servicios y el empleo parten de la consideración de que Europa tiene
que hacer un esfuerzo de inversión, cooperación interna y superación de la fragmen-
tación de sus mercados digitales para desarrollar todas sus potencialidades y poder
competir en mejores condiciones con los EE UU, China y Japón. Analizan qué es lo
que puede llevar a unos superiores grados de dualización del trabajo y de las con-
diciones laborales que producirían mayores niveles de precarización de los empleos,
a no ser que se estableciera un marco jurídico fuerte y eficaz que lo impidiera y que
sirviese de apoyo a la negociación colectiva y el diálogo social.

Los dictámenes del CESE que emiten su opinión sobre los principales documen-
tos de la Comisión Europea sobre la cuestión –Agenda Digital (2010), Estrategia
para un Mercado Único Digital (2015) y Agenda Europea para la Economía Colabo-
rativa (2016)– son críticos con la escasa atención que prestan estos documentos a
la dimensión social de la revolución digital, en particular a las repercusiones que
tiene en el empleo y su calidad.

Los dictámenes referidos a la economía colaborativa, después de llamar la aten-


ción sobre el hecho de que no siempre es digital, trazan una línea divisoria clara
entre las actividades que pueden hacer honor a tal nombre, por no mediar el lucro
de un tercero, y aquellas otras que hacen de la facilitación de la relación entre los
suministradores de bienes o servicios y los consumidores, una fuente de beneficios
que pueden obtenerse mediante cobro de tarifas o cuotas o/y mediante la explotación
comercial de la gran cantidad de información generada en las plataformas digitales
sobre las que se asienta el negocio. Tal es el caso de todas las plataformas que se
inspiran en el modelo de Uber. Para todos los tipos de economía colaborativa, el
CESE exige en sus dictámenes regulaciones europeas y, en su caso, nacionales
que garanticen los derechos laborales fundamentales, los ingresos fiscales justos y
la sostenibilidad de los sistemas de protección social.

Los dictámenes del CESE más destacados referidos al impacto de la expansión


de la economía digital en la industria, los servicios y el empleo son: el que habla de
la Industria 4.07, examinando la comunicación de la Comisión sobre la digitalización

7
Dictamen, CCMI/141, Industria 4.0 y transformación digital: el camino a seguir, de 14 de julio de 2016.

gaceta 136 sindical


La economía digital desde
la perspectiva del CESE

de la industria europea8; el que analiza los efectos de la digitalización en el sector


servicios y en el empleo9, a petición de la Presidencia de turno holandesa (2015); y
el que, sobre la evolución de las relaciones de trabajo10, se elaboró a petición de la
actual Presidencia de turno eslovaca que, aunque tiene un ámbito más amplio que
el de la economía digital, se centra en ella.

Sobre la economía colaborativa me referiré a tres dictámenes elaborados en los


últimos dos años: el referido a la economía colaborativa y la autorregulación11, dic-
tamen exploratorio elaborado a petición de la Presidencia holandesa; el todavía en
fase de tramitación, en el momento de escribir este artículo, sobre la propuesta de
la Comisión sobre una Agenda europea para la economía colaborativa12; y el llamado
“Economía del bien común”13 que realiza un estudio comparativo entre la economía
colaborativa y otros modelos económicos.

Industria 4.0

En el Dictamen sobre la Industria 4.0 se comienza manifestando el acuerdo del


CESE con los cuatro temas que la Comisión considera clave en su propuesta: las
tecnologías y plataformas; las normas y las arquitecturas de referencia; la cohesión
geográfica, plasmada en una red de centros de innovación regionales; y la capaci-
tación a todos los niveles. Pero, a continuación, expresa el temor de que el valor
añadido se desplace masivamente de los agentes industriales hacia los propietarios
de plataformas digitales privadas, por la falta de normas comunes y soluciones inte-
roperables. Igualmente le preocupa la divergencia entre los estados miembros, en
términos de producción industrial y rendimiento tecnológico. Reclama que el sector
público desarrolle las orientaciones estratégicas y tenga un papel decisivo como re-
gulador, facilitador y mediante el apoyo financiero.

8
COM, (2016) 180, Digitalización de la industria. Aprovechar todas las ventajas de un Mercado Único Di-
gital, de 19 de abril de 2016.
9
Dictamen, CCMI/136, Los efectos de la digitalización sobre el sector de los servicios y el empleo, de 16
de septiembre de 2015.
10
Dictamen, SOC/533, La evolución de la naturaleza de las relaciones de trabajo y su impacto en el man-
tenimiento de un salario digno, así como la incidencia de los avances tecnológicos en el sistema de se-
guridad social y el Derecho laboral, de 18 de mayo de 2016.
11
Dictamen, INT 779, La economía colaborativa y la autorregulación, de 25 de mayo de 2016.
12
Se trata del Proyecto de Dictamen, INT 793, sobre la Comunicación de la Comisión: COM (2016) 356
Agenda Europea para la Economía Colaborativa, de 2 de junio de 2016.
13
Dictamen, ECO/378, La economía del bien común, de 17 de septiembre de 2015

gaceta 137 sindical


Javier Doz

La exigencia principal es que haya una estrategia industrial común, de la UE y


los Estados miembros, para la digitalización de la industria, con el objetivo puesto
en que el sector industrial sea el 20% de la economía europea en 2020.

En opinión del CESE, la digitalización puede tener efectos significativos en el


mercado laboral y la organización del trabajo, como el aumento de las desigualdades
salariales y la limitación del acceso a los regímenes de seguridad social. Uno de los
problemas principales es la falta de aplicación de las normas sociales y fiscales en
la economía del trabajo esporádico y en las relaciones laborales por internet, en par-
ticular en el régimen de trabajo participativo o crowdworking.

Frente a todos estos riesgos, no hay otra salida que contrarrestarlos de una ma-
nera adecuada. El CESE reclama la creación de “plataformas 4.0” regionales y na-
cionales, con la participación de agentes sociales, organizaciones de la sociedad
civil y representantes de las distintas administraciones para abordar todas las facetas
del proceso. Asimismo, reclama diálogos sociales estructurados de carácter global
a todos los niveles (UE, nacional, regional y a nivel de empresa) para garantizar una
adaptación justa a todos los procesos que entraña la industria 4.0, y que los traba-
jadores afectados por la digitalización, mediante la anticipación oportuna, tengan
apoyo suficiente para lograr una adaptación profesional.

La Comunicación de la Comisión es muy concisa y bastante insustancial sobre


las consecuencias laborales del modelo de Industria 4.0. El CESE reclama que se
analicen con rigor los cambios que se están produciendo en la descripción de los
puestos de trabajo, las competencias y las cualificaciones, la educación y la forma-
ción, los entornos de trabajo y los modos de organización de los procesos, las rela-
ciones contractuales entre las empresas y los trabajadores, los métodos de trabajo,
la planificación profesional, la relación entre las universidades y sus centros de in-
vestigación y las empresas, etc.

Otra idea de interés que debería aglutinar a los agentes sociales y a los Estados
es la de la elaboración de una agenda europea de competencias basada en una lista
de competencias clave. Reclama el CESE la creación de un foro de la UE y foros
nacionales, en los que participen centros de enseñanza, universidades, empresas e
interlocutores sociales para elaborar y controlar la aplicación de la agenda de com-
petencias y de otros factores básicos de los procesos de transición. El CESE propone
la creación de una Gran Coalición para el Empleo Digital de la UE y de las coaliciones
nacionales correspondientes que deberían coordinarse de manera adecuada.

gaceta 138 sindical


La economía digital desde
la perspectiva del CESE

La digitalización de la industria y la Industria 4.0 abarcan mucho más que la tec-


nología. Las empresas deben estar preparadas para experimentar cambios radicales
debido a diversos factores como la rapidez, el volumen y la imprevisibilidad de la
producción, así como una mayor fragmentación y reorientación de las cadenas de
valor, las nuevas relaciones entre los institutos de investigación, la enseñanza su-
perior y el sector privado, los nuevos modelos de negocio, los nuevos vínculos entre
las grandes y pequeñas empresas, las nuevas formas de cooperación entre todos
los niveles de la actividad empresarial (diseño, producción, ventas, logística, man-
tenimiento, etc.), la necesidad de contar con competencias nuevas y actualizadas
junto con nuevas formas de trabajar, y vínculos más estrechos entre las empresas
y los usuarios. Todas estas cuestiones tienen que abordarse, en opinión del CESE,
mediante la negociación colectiva, el diálogo social y el diálogo con la sociedad civil.

El impacto de la digitalización en los servicios y el empleo

El Dictamen sobre los efectos de la digitalización en el sector servicios coincide


con las preocupaciones que sobre el impacto en el empleo tiene el dedicado a la in-
dustria. Comienza señalando que la cuestión no ha sido objeto de la atención debida
en los documentos e iniciativas de la Comisión. Reconoce la complejidad de una
predicción al respecto en un futuro que va a presenciar el surgimiento de nuevas
empresas, pequeñas empresas y empresas flexibles que coexistirán con las empre-
sas e industrias tradicionales. Por las tendencias que se observan, por el momento,
la digitalización está produciendo un aumento de las desigualdades salariales y una
limitación del acceso a los regímenes de seguridad social. La amplia diversidad de
estructuras socioeconómicas y los diferentes niveles de desarrollo económico de la
UE pueden exigir análisis y enfoques específicos para gestionar los efectos de la di-
gitalización sobre los mercados de trabajo y el empleo. Las estadísticas y análisis
son insuficientes, por lo que se pide que el programa Horizonte 2020 dedique sufi-
ciente financiación para investigar la evolución del empleo en los servicios.

En todo caso, parecen tendencias sólidas las siguientes: en los sectores tradi-
cionales disminuye el empleo por la inversión en tecnologías baratas, con lo que se
produce un descenso en la proporción del PIB correspondiente al factor trabajo; nue-
vos requisitos de cualificación; «polarización» gradual del empleo en el sector de los
servicios en términos de autonomía laboral y salarios, lo que significa que los puestos
de trabajo se van situando en los extremos altos o bajos de la escala; aumenta la
flexibilidad de la jornada laboral pero se introducen servidumbres y riesgos como el
de la disponibilidad permanente.

gaceta 139 sindical


Javier Doz

Respecto a las cualificaciones, Eurofound decía, en 2014, que el 60% de los em-
pleados bancarios notificaron la introducción de nuevas tecnologías en el centro de
trabajo en los últimos tres años; y la Comisión Europea estima que el 47% de los
trabajadores europeos carece de competencias informáticas suficientes, con grandes
diferencias entre países. Y respecto a la autonomía en el trabajo, si algunos la ganan
otros, como quienes trabajan en los centros logísticos del comercio electrónico, la
tienen perdida en tareas sistemáticamente rutinarias.

Una tendencia bastante clara es el aumento de la actividad por cuenta propia,


especialmente en sectores de servicios como las TIC, los medios de comunicación
y los servicios administrativos y de apoyo14. Las prácticas de crowdsourcing15 pro-
mueven el crecimiento de la actividad por cuenta propia. Las ofertas realizadas a
escala mundial implican una ventaja competitiva para aquellos licitadores proceden-
tes de países con bajos salarios.

Tanto el empleo logrado a través del crowdsourcing como en la economía cola-


borativa tienen, en muchos casos, un régimen jurídico y laboral deliberadamente
confuso –el conductor de un vehículo privado contratado a través de una plataforma
en línea: ¿Actúa por cuenta propia o ajena? ¿Por cuenta del pasajero o del operador
de la plataforma en línea?–.

El fuerte incremento de las modalidades atípicas de empleo ocasionado por la


digitalización implica que una parte cada vez mayor de la mano de obra dejará de
contribuir y de beneficiarse de los sistemas establecidos de seguridad social, como
los subsidios de desempleo, las pensiones, y de la sanidad pública (en bastantes
países). Esto desprotege radicalmente a muchos trabajadores, al tiempo que afecta
a la capacidad financiera y la eficacia globales de los regímenes fiscales y de los
sistemas de bienestar social.

En cuanto a la evolución global del empleo, las dudas persisten sobre si una eco-
nomía plenamente digitalizada puede generar suficiente demanda de mano de obra
para compensar las pérdidas de empleo que se calculan que producirá la automati-
zación de los servicios. Estas últimas son evaluadas por la Fundación Bruegel16 entre
un 40% y un 60% del total de los empleos de la UE, en los próximos veinte años.

14
UNI Europa (2015): Towards a Fair Future for European Services:
http://uniglobalunion.org/sites/default/files/public_shared/files/towards_a_fair_future_for_european_servi-
ces.pdf.
15
El crowdsourcing es la palabra inglesa que designa la práctica de las plataformas en línea de licitar la
realización de tareas por las que compiten trabajadores autónomos. El crowd employment que genera
empieza a ser denominado, por otros autores, “empleo en régimen de externalización abierta”.
16
Bruegel (2014): The computerisation of European jobs.

gaceta 140 sindical


La economía digital desde
la perspectiva del CESE

El CESE plantea, entre otras, las siguientes demandas: fomento de la inversión,


pública y privada, en formación profesional; potenciación de la negociación colectiva
en todos los niveles, en especial en los sectores y en las empresas que se ven afec-
tados por la digitalización; diálogo social, en la UE y los Estados miembros, para es-
tablecer estrategias para mantener y, en su caso, adaptar, la validez de las normas
sociales y laborales en un mundo del trabajo digital (se han emprendido iniciativas al
respecto en Alemania, Austria y los Países Bajos); legislación y medidas políticas que
garanticen un nivel adecuado de protección social obligatoria para todos los trabaja-
dores, incluidos los empleados en modalidades de empleo atípicas; y, evaluar cuida-
dosamente las reformas de los sistemas fiscales para asegurar unos niveles
impositivos similares para todas las formas de ingresos, ya sean estos generados en
los sectores organizados de manera convencional o en la economía colaborativa.

La evolución de la naturaleza del trabajo

En el Dictamen, aprobado en el pasado mes de mayo, sobre la evolución de la


naturaleza de las relaciones de trabajo, el CESE analiza las modalidades de trabajo
precario que han sido creadas o se han visto reforzadas por el proceso de digitali-
zación de la economía. Las nuevas relaciones de empleo incluyen los contratos “de
cero horas”, “por llamada” o “durante el vuelo”, “miniempleos”, “trabajos para diversas
carteras”, trabajo por vales a cambio de trabajo, contratos de Derecho civil y moda-
lidades de trabajo compartido. Van acompañadas de una variedad de formas con-
tractuales nuevas según las cuales el trabajo se organiza a través de intermediarios,
entre los que se incluyen “empresas matrices”, “agencias de empleo por cuenta pro-
pia”, “agencias de coempleadores”, o “plataformas de trabajo en línea en régimen
de externalización abierta” (crowdsourcing platforms). En muchas de estas formas,
se hace referencia a los trabajadores como “contratistas independientes” (indepen-
dent contractors), “asociados” (associates), “encargados de la tarea” (taskers), “co-
laboradores” (partners) u otra terminología que a veces desdibuja su situación
laboral. Aunque se suele considerar trabajo por cuenta propia, algunos de estos tra-
bajos no reúnen los criterios asociados al verdadero empleo por cuenta propia, como
la capacidad para definir tareas, establecer tarifas o poseer la titularidad de la pro-
piedad intelectual producida.

El CESE parte de la necesidad de un enfoque global de los problemas y las so-


luciones que plantea el impacto de la digitalización de la economía. Recomienda
que la Comisión Europea, la OCDE y la OIT trabajen en conjunción con los interlo-
cutores sociales para desarrollar normas adecuadas sobre las condiciones de trabajo
dignas y la protección de los trabajadores en línea y de los acogidos a otras nuevas
relaciones laborales.

gaceta 141 sindical


Javier Doz

Para el CESE, los ámbitos en los que los trabajadores en régimen de externali-
zación abierta (crowd employment) y de otra índole, pero con relaciones de empleo
precarias y variables, necesitan normas internacionales, europeas y nacionales son
los siguientes: el tiempo de trabajo; la negociación colectiva; la libertad de asociación;
la información y consulta; las capacidades de adaptación; los descansos; la salud y
la seguridad en el trabajo; el derecho a la protección social (desempleo, asistencia
sanitaria, pensiones, etc); el derecho a cuestionar decisiones de gestión injustas;
calificaciones de los usuarios; despidos improcedentes de facto; el derecho a recha-
zar el trabajo ofrecido con poca antelación sin penalización; salarios dignos; y el de-
recho a recibir remuneración por el trabajo completado. También hay que determinar
la titularidad de la propiedad intelectual producida por los trabajadores que participan
en plataformas de trabajo en régimen de externalización abierta y en otras formas
de relaciones de empleo.

El Dictamen coincide con los anteriores en la detección de la tendencia a la po-


larización de los empleos y abunda en el riesgo de que, sin una aplicación eficaz de
un sistema de derechos y protecciones, con mecanismos de supervisión y control
del cumplimiento, muchas nuevas formas de empleo se traduzcan en una carrera
hacia la baja de los salarios y condiciones de trabajo, con su secuela de aumento
de las desigualdades, reducción de los ingresos disponibles y, por lo tanto, de la de-
manda y el potencial de crecimiento económico en la UE, lo que dará lugar a proble-
mas macroeconómicos a largo plazo.

Que estos trabajadores puedan determinar su nivel de retribución y sus condi-


ciones a través de convenios colectivos, y que normas legales les aseguren la pro-
tección social adecuada, es vital para sus derechos y para el interés general.

Frente al predominio de plataformas en línea no europeas, el CESE propone que


la Comisión analice el modo de fomentar el desarrollo de plataformas europeas de
manera que el valor creado permanezca en las economías locales, con la coopera-
ción activa de los sindicatos y empresarios locales.

La economía colaborativa

La posición del CESE, en los dos dictámenes que voy a comentar, pretende dis-
tinguir entre lo que sería una economía realmente colaborativa, basada en el inter-
cambio entre iguales, y aquellos otros modelos que utilizan la etiqueta para hacer
de la plataforma en línea, que pone en contacto a productores u oferentes de servi-
cios con consumidores o a “prosumidores” (prosumers) entre sí, una fuente de be-
neficios para terceros, los propietarios de la plataforma (modelo Uber).

gaceta 142 sindical


La economía digital desde
la perspectiva del CESE

Sobre la economía colaborativa, vamos a llamarla “auténtica”, el CESE tiene una


opinión positiva, como un modelo complementario de la economía productiva. La
que es lucrativa para terceros, la ve como un riesgo si no tiene una regulación pre-
cisa de las relaciones laborales que genera y de las obligaciones fiscales que no
debe eludir.

Ante la demanda de la Presidencia de turno holandesa de que elaborara un dic-


tamen exploratorio sobre la economía colaborativa que respondiera a la pregunta
de si debiera ordenarse mediante la autorregulación, el CESE respondió procurando
precisar las definiciones y los tipos de actividad y pronunciándose claramente por la
regulación legal; la autorregulación sólo la ve como un complemento a la primera.
Afirma el Dictamen: “Como cualquier otra actividad que ponga en relación a personas
con sus propios intereses, en ocasiones enfrentados, la economía colaborativa debe
regirse por el Derecho y la regulación normativa de los intereses de que se trate”.
Pide, por lo tanto, que dado que, por su propia naturaleza, el fenómeno rebasa las
fronteras de los Estados miembros, la UE defina el marco jurídico aplicable en el
mercado único para las actividades de carácter transfronterizo.

Los nuevos modelos de negocio deben cumplir la legislación nacional y de la UE


aplicable, y en particular la referida a: los derechos de los trabajadores, una imposi-
ción fiscal adecuada, la protección de los datos y la privacidad de los participantes,
los derechos sociales, una competencia leal y la lucha contra los monopolios y las
prácticas contrarias a la competencia, la responsabilización de las plataformas en
los negocios celebrados entre los socios y la legalidad de sus ofertas y, por encima
de todo, la protección de los derechos de todos los socios que intervienen en la eco-
nomía colaborativa, también del “prosumidor”, mediante la adaptación a estas rela-
ciones de todo el acervo de la UE vigente en materia de derechos de los
consumidores, en particular las disposiciones sobre las cláusulas abusivas, las prác-
ticas comerciales desleales, la salud y la seguridad y el comercio electrónico.

La economía colaborativa empieza a ser social y económicamente relevante a


partir del decenio de 2000, con el uso de internet y las redes sociales. Para el CESE,
no es una práctica recíproca de intercambio, tan antigua como la humanidad, sino
más bien un “comportamiento prosocial no recíproco”, o más exactamente «el acto
y el proceso de distribuir lo que es nuestro con otros para su uso o el acto y el pro-
ceso de recibir o tomar alguna cosa de otros para nuestro uso». La economía cola-
borativa se inspira en varias corrientes de pensamiento que van desde el libre acceso
gratuito y universal al conocimiento, a la economía de la funcionalidad o a la econo-
mía del don (gift economy), centrada en el trueque sin ánimo de lucro. A diferencia
de la pura economía del trueque, la economía colaborativa se basa en una idea de

gaceta 143 sindical


Javier Doz

contraprestación monetaria o no monetaria. Esta definición excluiría del campo de


la economía colaborativa actividades como: la puesta en común de productos ali-
menticios o bienes de consumo perecederos; las mutualidades y cooperativas; el
emprendimiento social; las actividades caritativas; la economía a la carta; la econo-
mía de la funcionalidad, más vinculada a la economía circular; y la mera intermedia-
ción.

Esta, y otras definiciones relativamente consensuadas que se incluyen en el Dic-


tamen, permiten excluir del concepto de economía colaborativa las actividades em-
presariales que utilizan de forma indebida esta denominación con el único fin de
eludir las normativas laborales y fiscales que les son aplicables (de nuevo, el modelo
Uber).

El CESE concluye pidiendo a la Comisión, al Consejo y al PE, que adopten, con


urgencia, un marco reglamentario que defina con exactitud el ámbito de aplicación
y los parámetros dentro de los cuales debe desarrollarse la economía colaborativa,
sin perjuicio de que las medidas deban ajustarse a sus distintos tipos. Los ámbitos
de la autorregulación y la corregulación, que el CESE considera que también tienen
un papel importante que jugar, deberían definirse asimismo en dicho marco regla-
mentario.

Agenda Europea para la economía colaborativa

El pasado mes de junio, la Comisión Europea publicó una comunicación sobre la


Agenda europea para la economía colaborativa. En ella no manifiesta su voluntad
de promover una reglamentación europea sobre la misma. En lo esencial, se limita
a establecer una serie de orientaciones para ayudar a los operadores de mercado y
a las autoridades públicas de los Estados miembros y deja a los Estados nacionales
la responsabilidad de legislar, en su caso. Agrupa las orientaciones en cinco aparta-
dos: requisitos de acceso al mercado, regímenes de responsabilidad, protección de
los usuarios, relaciones de empleo (por cuenta propia y ajena) y fiscalidad. Mientras
que, en lo que toca a la fiscalidad, la Comisión insta a las autoridades nacionales a
que adopten las medidas oportunas para que los prestadores de servicios de la eco-
nomía colaborativa paguen todos los impuestos que deben (IVA, sociedades y renta),
en lo que se refiere al trabajo, las orientaciones son más ambiguas.

Como se indicó más arriba, el Dictamen del CESE sobre la Agenda de la Comi-
sión está actualmente en fase de tramitación. El anteproyecto de Dictamen parte de
criticar a la Comisión por meter en un mismo saco a las plataformas digitales y a la

gaceta 144 sindical


La economía digital desde
la perspectiva del CESE

economía colaborativa, “sin abordar una conceptualización que correlacione la eco-


nomía colaborativa y el interés general, desde el reconocimiento de sus externali-
dades positivas en la puesta en práctica de los valores de la cooperación y la
solidaridad”. Para facilitar esa delimitación conceptual, el CESE propone poner el
acento en el carácter de “comportamiento prosocial no recíproco” de la economía
colaborativa, que establezca una clara diferenciación del uso compartido no lucrativo
y que provea un espacio de interacción para el consumo, la producción, la financia-
ción y el conocimiento colaborativo.

Sobre las plataformas digitales, en particular las que sostienen una actividad lu-
crativa, considera que la Comisión debe promover su regulación y la armonización
de su actividad y garantizar una igualdad de condiciones, sobre la base de la trans-
parencia, la información y la no discriminación. En particular, “…resulta imperativo
redefinir el concepto de subordinación jurídica de cara a la dependencia económica
de los trabajadores y garantizar los derechos laborales con independencia de los
formatos que adopte la actividad”. Propone la creación de una Agencia de Califica-
ción Europea de las plataformas digitales, con competencias armonizadas en todos
los Estados miembros, que evalúe su funcionamiento en materia de competencia,
empleo y fiscalidad.

El proyecto de Dictamen apuesta por una economía colaborativa que ayude a


“democratizar el modo en que producimos, consumimos, gobernamos y resolvemos
los problemas sociales”, al tiempo que evite que venga de la mano de la precariza-
ción del factor trabajo y de la elusión o el fraude fiscal y que el valor añadido se des-
place masivamente de los agentes industriales hacia los propietarios de plataformas
digitales privadas. Al tiempo, reconoce que puede estar produciendo efectos tan in-
deseados como un trabajo excesivamente flexibilizado y la erosión de la negociación
colectiva. Considera que esta cuestión está muy insuficientemente tratada en la
Agenda de la Comisión y reclama un marco jurídico para los trabajadores que ga-
rantice desde un salario decente y el derecho a la negociación colectiva hasta la
protección contra la arbitrariedad y el derecho a desconectar para delimitar el tiempo
de trabajo digital. Igualmente, pide que se aborde la figura de “prosumidor” que debe
ser definida y protegida porque está llamada a tener un papel importante en la eco-
nomía colaborativa y, “también, en los procesos de creación de valor compartido,
sobre todo desde la óptica de la economía circular y de la funcionalidad”.

El proyecto de Dictamen subraya los riesgos de “planificación fiscal agresiva” y


opacidad fiscal en el ámbito de la economía digital, abogando por establecer un sis-
tema de control de los flujos comerciales a través de las plataformas digitales, ya
que estas pueden trazar el producto o servicio y facilitar el devengo impositivo. Las

gaceta 145 sindical


Javier Doz

plataformas digitales, cuyos beneficios provienen en buena parte de la venta de los


datos de particulares a empresas comerciales, tienen que estar plenamente sujetas
al impuesto de sociedades allá donde se genera la actividad, evitando la competen-
cia fiscal entre Estados miembros.

En el Dictamen de 2015, “La Economía del bien común”, se establece una com-
paración entre diversos modelos económicos que pretenden, en la voluntad de sus
impulsores o ideólogos, organizar la economía y el trabajo “al servicio de las perso-
nas”, o “en función de los intereses generales”. Cuando compara los modelos de
cinco tipos de economía –social, circular, colaborativa, de la funcionalidad, basada
en los recursos y azul– en función del grado de cumplimiento de otros cinco valores
fundamentales –dignidad humana, solidaridad/cooperación, sostenibilidad ecológica,
justicia social y democracia–, considera que la economía social es la que más se
acerca a un cumplimiento de los cinco valores, mientras que la economía colabora-
tiva, aun diferenciada de las plataformas digitales lucrativas, sólo obtenía una nota
suficiente en lo que respecta a los valores solidaridad/cooperación y democracia.

Otros dictámenes de interés del CESE17, en este apartado, de entre los elabora-
dos en los últimos dos años, son los que abordan los siguientes temas: iniciativas
tecnológicas conjuntas y asociaciones público-privadas ante el Horizonte 2020, ciu-
dades inteligentes, islas inteligentes y fabricación aditiva/impresión en 3D.

5. BREVE CONCLUSIÓN

La revolución digital, o cuarta revolución industrial de la economía mundial, plan-


tea al sindicalismo un nuevo reto de gran envergadura, cuando todavía no ha podido
superar los impactos negativos de la tercera –coetánea de la oleada de globalización
de los 80/90, realizada bajo el modelo neoliberal– y, en Europa, los derivados de las
políticas de austeridad y devaluación interna. Estos impactos lo fueron en términos
de precarización y dualización del trabajo, erosión del poder contractual de los sin-
dicatos y declive, relativo, de su afiliación e influencia. Estas tendencias son sólo la
resultante general de lo ocurrido en las últimas tres décadas en Europa y en el
mundo, y están lejos de alcanzar el nivel catastrófico que expresa el deseo de los
enemigos del sindicalismo. Pero son reales. Su plasmación en la realidad refleja di-
ferencias notables por países, áreas geográficas y momentos temporales. Por ejem-

17
Se accede a ellos en http://www.eesc.europa.eu/?i=portal.es.home (ver nota nº 6).

gaceta 146 sindical


La economía digital desde
la perspectiva del CESE

plo, la afiliación sindical en España creció hasta 2008, y ha caído sólo a partir de la
crisis, mientras que en Alemania, Japón, Reino Unido y los EE UU, la disminución
del número de afiliados comenzó bastantes años antes.

El problema que más nos debe preocupar a los sindicalistas es que la digitaliza-
ción de la economía y la sociedad se construya sobre los peores vectores de riesgo
que hemos descrito en las páginas anteriores: nueva oleada de precarización –y
aún de informalización– de los empleos, incremento de las modalidades de trabajos
atípicos y del número de trabajadores sometidos a ellas; y todo ello, acompañado
de procesos que erosionan las cotizaciones sociales y las bases fiscales del Estado.

Pienso que estamos a tiempo, a condición de que el sindicalismo empiece a ac-


tuar ya sobre los problemas, y lo haga en cada ámbito de acción, pero siendo cons-
cientes de que por las propias características de la revolución digital, y más que en
otros momentos similares de la historia, es imprescindible una visión y una práctica
globales –europea e internacional–.

Tremendo error sería que el sindicalismo se contaminara, aunque fuera desde


las antípodas, de los aires nacionalistas y proteccionistas de una extrema derecha
que está conquistando posiciones de poder en el mundo, impensables hasta hace
muy poco tiempo, mientras que la economía y el trabajo pasaran a depender de las
multinacionales digitales y de internet, cuyas matrices estadounidenses son ya las
cinco empresas de mayor valor bursátil del planeta.

Para la acción frente a estos nuevos retos, los dictámenes del CESE que he ana-
lizado en este artículo pueden ayudarnos.

gaceta 147 sindical


Valerio De Stefano1

La “gig economy” y los cambios


en el empleo y la protección social

1
Las opiniones expresadas en el presente artículo son exclusivamente las de su autor y no tienen por
qué coincidir con las de la Oficina Internacional del Trabajo. El ensayo se basa en el documento de V. De
Stefano “The rise of the ‘just-in-time workforce’: On-demand work, crowdwork and labour protection in the
‘gig-economy’”, Serie sobre condiciones de trabajo y empleo de la OIT, Documento de trabajo nº 71, 2016
(Ginebra, OIT), que también apareció publicado en la edición especial “Crowdsourcing, the gig-economy
and the law”, del Comparative Labor Law & Policy Journal, Vol. 37, nº 3, 2016.
Composición contador X, 1924. Theo Van Doesburg.

Bajo la denominación de “gig economy” se agrupan básica-


mente dos formas de trabajo: el “crowdwork” (trabajo colaborativo
online) y el “trabajo bajo demanda vía aplicaciones móviles”.
Estas nuevas formas de trabajo, existentes gracias al desarrollo
de las tecnologías de la información, proporcionan acceso a una
mano de obra muy adaptable, casi invisible, no agrupada, des-
humanizada y a la que con frecuencia ni siquiera se considera
como “trabajadora”.
Los principios y derechos fundamentales del trabajo son difí-
ciles de aplicar en estas circunstancias, lo que plantea importan-
tes retos y hace necesaria una reflexión que evite respuestas
simplistas tendentes a la desregulación y la reducción de la pro-
tección de estos trabajadores, para que la sociedad en su con-
junto pueda aprovechar las oportunidades que ofrece este ámbito
de la economía y los avances económicos futuros derivados de
la tecnología.
La “gig economy” y los
cambios en el empleo...

E L presente ensayo trata sobre las implicaciones laborales de la denominada


“gig economy” (economía de pequeños encargos), una expresión que está cobrando
notoriedad últimamente en las noticias y en revistas y artículos periodísticos. Nor-
malmente se entiende que este ámbito de la economía incluye básicamente dos for-
mas de trabajo: el “crowdwork” (trabajo colaborativo online) y el “trabajo bajo
demanda vía aplicaciones móviles (apps)” (Aloisi, 2016; Cardon y Casilli, 2015; Kess-
ler, 2015a; Smith y Leberstein, 2015, Sundarajan, 2016).

Por crowdwork se entiende el trabajo que se lleva a cabo a través de plataformas


online que reúnen a un número indefinido de organizaciones, empresas e individuos,
e incluso llega a conectar a clientes y trabajadores de todo el mundo. Las platafor-
mas de crowdwork pueden dedicarse a tareas de naturaleza muy diversa. Muy a
menudo se trata de “microtareas”: actividades extremadamente repartidas, con fre-
cuencia monótonas y poco importantes, pero con características que superan la
comprensión de la inteligencia artificial (por ejemplo: identificar fotos, valorar emo-
ciones o decidir sobre la idoneidad de una página o texto, completar encuestas…),
(Howe, 2006; Irani, 2015a). En otros casos puede tratarse de trabajos de mayor en-
tidad y enjundia, como el diseño de un logotipo, la creación de una página web o el
proyecto inicial de una campaña de marketing (Kittur et al., 2013; Leimeister y Dur-
ward, 2015; Kuek et al., 2015). Bajo el concepto de “trabajo bajo demanda vía apps”
se ofrecen y asignan tanto actividades relacionadas con trabajos tradicionales como
transporte, limpieza o hacer recados, o ciertas formas de trabajo administrativo,
siempre utilizando aplicaciones móviles. La empresa encargada de dichas aplica-
ciones normalmente interviene para garantizar unos estándares mínimos de calidad
en el servicio y la selección y gestión de la mano de obra.

Evidentemente, ambas formas de trabajo presentan ciertas diferencias esenciales


entre sí, siendo la más obvia que la primera se lleva a cabo básicamente por Internet,
y las plataformas, clientes y trabajadores pueden operar desde cualquier parte del

gaceta 151 sindical


Valerio De Stefano

mundo, mientras que la segunda simplemente pone en común la oferta y la demanda


de actividades en la Red para que estas puedan ejecutarse a nivel local. Una con-
secuencia clara es que esta vinculación solo puede producirse en una esfera mucho
más local que con el crowdwork (Aloisi, 2016; Greenhouse, 2015; Singer, 2014). Por
consiguiente, agrupar estas dos áreas diferenciadas de la gig economy en un único
análisis pudiera resultar bastante peliagudo, aunque también existen diversas razo-
nes por las que pueden tratarse conjuntamente.

Ante todo hemos de decir que el crowdwork y el trabajo bajo demanda vía apps
no son conceptos monolíticos u homogéneos en sí mismos. Por ejemplo, las plata-
formas de crowdwork emplean distintos métodos para la adjudicación de tareas y
para el pago (Eurofound, 2015; Huws, 2015). Algunas crean competiciones entre va-
rias personas que trabajan simultáneamente en la misma tarea, y el cliente selec-
ciona y paga únicamente el mejor producto. Otras operan utilizando el método de
“orden de llegada”. Y en ocasiones no existe relación alguna entre el cliente y el tra-
bajador: este ejecuta la tarea y le paga la plataforma, que, a su vez, entrega el re-
sultado al cliente. En otros casos, la labor de la plataforma tiene más que ver con la
de facilitar la relación entre clientes y trabajadores (Risak y Warter, 2015). Ciertas
plataformas imponen una retribución mínima como pago por tareas concretas, mien-
tras que otras dejan que sea el solicitante quien establezca la compensación (Euro-
found, 2015). Además, como ya hemos mencionado, la naturaleza y complejidad de
las actividades puede variar notablemente, incluso dentro de la misma plataforma.

Las apps de trabajo bajo demanda tampoco son homogéneas: la distinción más
relevante que podemos hacer es entre las que vinculan la oferta y la demanda de
distintas actividades (por ejemplo: limpieza, hacer recados o realizar reparaciones
en el hogar), y otras que ofrecen servicios más especializados, como conducir o in-
cluso algunas formas de trabajo administrativo, como servicios legales o de consul-
toría (Aloisi, 2016). Algunas apps también pueden discernir entre servicios de la
misma naturaleza, por ejemplo, ofreciendo viajes en coche en condiciones especia-
les, o intentando acceder a distintos grupos de trabajadores (por ejemplo: conduc-
tores profesionales o personas que ofrecen plazas en sus vehículos para ir o regresar
del trabajo), aunque no siempre pueda evitarse que surjan problemas (Griswold,
2014). Las diferencias citadas no son exclusivamente técnicas, sino que también
conllevan consecuencias importantes en lo que respecta a la propuesta, aceptación
y ejecución de los contratos suscritos entre las partes implicadas (Risak y Warter,
2015). La combinación de la propuesta, aceptación y ejecución puede también afec-
tar a otros aspectos tales como el momento y lugar en el que se considera legal-
mente que se han completado, lo que, a su vez, puede implicar importantes
consecuencias en términos de la legislación aplicable. En algunas jurisdicciones, la

gaceta 152 sindical


La “gig economy” y los
cambios en el empleo...

estructura de los contratos suscritos a través de plataformas o mediante apps llevaría


a aplicar regímenes normativos específicos sobre los derechos, obligaciones y res-
ponsabilidades contractuales.

No obstante, pese a estas diferencias, ambas formas de trabajo comparten ca-


racterísticas por las que resulta oportuno realizar un análisis común. Ante todo, exis-
ten gracias a las tecnologías de la información y utilizan internet para vincular la
oferta y la demanda de trabajos y servicios muy rápidamente. Esto permite, en ge-
neral, minimizar los costes de las transacciones y reducir las fricciones en los mer-
cados. La rapidez con la que se ofrecen y aceptan las oportunidades laborales y el
fácil acceso a las plataformas y apps para trabajadores, permiten acceder a gran
cantidad de personas disponibles para completar tareas o llevar a cabo actuaciones
en un momento concreto (McKinsey, 2015). Una parte considerable de ellas puede
hacer uso de una plataforma o app particular en su tiempo libre, o para maximizar
el uso de un activo infrautilizado, como pudiera ser ofreciendo plazas en su automóvil
al ir o volver del trabajo. En otras ocasiones, sin embargo, la retribución recibida de
una o más compañías de la gig economy puede ser la fuente principal, o única, de
ingresos de los trabajadores (Berg, 2016; Hall y Krueger, 2015; Singer, 2014).

En cualquier caso, estas prácticas laborales muestran el potencial existente a la


hora de delimitar el ámbito de las empresas y cuestionar el paradigma actual de las
compañías. En términos de Coase, facilitan una remodelación adicional del “mer-
cado” y de los patrones “jerárquicos” (Coase, 1937; Coase, 1960; Gilson et. al, 2009;
Williamson, 1981) aparte de los discursos ya conocidos del “lugar de trabajo con fi-
suras” (Weil, 2014) y la “externalización jerárquica” (Muehlberger, 2005). De hecho,
tanto el crowdwork como el trabajo bajo demanda mediante apps permiten una am-
plia “externalización personal” de las actividades individuales más que de “tareas
complejas”. Esto, como veremos más adelante, brinda aún mayores facilidades a la
hora de normalizar los términos y condiciones de contratación y de cesión de trabajos
a la vez que se mantiene un control considerable sobre los procesos y resultados
comerciales. De hecho, en la gig economy las tecnologías proporcionan acceso a
una mano de obra extremadamente adaptable, lo que, a su vez, otorga un grado de
flexibilidad inaudito hasta ahora para las empresas. Los trabajadores se proporcio-
nan “justo a tiempo” y se les retribuye “sobre la marcha”; en la práctica, solo se les
paga por los momentos durante los que, de hecho, han trabajado para un cliente.
No podríamos describir este modelo de organización del trabajo mejor que usando
las palabras del Consejero Delegado de CrowdFlower, una empresa de crowdwork:

“Antes de Internet hubiera sido realmente complicado encontrar a alguien, con-


vencerle de que se siente durante 10 minutos y trabaje para ti, y despedirle tras

gaceta 153 sindical


Valerio De Stefano

esos 10 minutos. Pero con la tecnología actual sí es posible: puedes encontrarle,


pagarle una cantidad mínima de dinero y librarte de él cuando ya no lo necesites.”
(Citado en Marvit, 2014).

O, dicho de otro modo, y usando una expresión utilizada por el Director Ejecutivo
de Amazon, propietario de Amazon Mechanical Turk, una de las plataformas de
crowdwork más famosas y utilizadas del mundo, estas prácticas brindan acceso a
“personas como servicio” (Silberman y Irani, 2016). Y pese a que estas citas solo
hacen referencia al crowdwork, de nuevo, también son ciertas en el caso del trabajo
bajo demanda vía apps. Asimismo, ofrecen la mejor explicación posible al motivo
por el que merecen toda la atención de los investigadores del mercado laboral, así
como de instituciones, gobiernos y de la sociedad en su conjunto. El concepto de
“personas como servicio” expresa perfectamente la idea de una forma extrema
de mercantilización de los seres humanos.

Obviamente, la mercantilización y remercantilización de los trabajadores no que-


dan circunscritas a la gig economy pues abarcan un porcentaje mucho más vasto
del mercado laboral. No obstante, algunas de sus características pueden exacerbar
significativamente los efectos de esta mercantilización por distintas razones (Berg-
vall‐Kåreborn y Howcroft, 2014; Rogers, 2015b). En primer lugar, las transacciones
que solo se producen virtualmente, como básicamente es el caso en el crowdwork,
sirven para ocultar las actividades humanas y a los trabajadores que operan al otro
lado de la pantalla (Irani, 2015b). Apenas se produce contacto humano en este tipo
de transacciones, lo que contribuye a la creación de un nuevo grupo de “trabajadores
invisibles”, otro fenómeno que tampoco se limita de modo alguno al ámbito de la gig
economy, sino que comparte con otros sectores, como son los del trabajo doméstico
y el trabajo desde casa.

Aquí el riesgo consiste en que estos trabajadores son aún más invisibles al operar
de un modo novedoso y a través de las nuevas tecnologías, algo que no se asocia
habitualmente con el trabajo invisible. Otro riesgo importante reside en el hecho de
que el trabajo se “suministra” a través de canales de las TI, ya sean plataformas on-
line o apps que vinculan la oferta y la demanda de tareas físicas, y esto puede “dis-
torsionar” la percepción que empresas y clientes tengan de estos trabajadores y
contribuir de forma significativa a la deshumanización de su actividad, lo que pre-
senta implicaciones tanto teóricas como prácticas.

Desde el punto de vista teórico, existe el riesgo de que estas actividades ni si-
quiera se reconozcan como trabajo. Para muestra, un botón: a menudo se les deno-
mina “bolos”, “tareas”, “favores”, “servicios”, “trayectos”, etc. Los términos “trabajo”

gaceta 154 sindical


La “gig economy” y los
cambios en el empleo...

o “trabajadores” apenas se emplean en este contexto, y la propia denominación de


“gig economy” lo deja perfectamente claro, dado que este término suele emplearse
para indicar un tipo de dimensión paralela en la que la protección laboral y los regla-
mentos de empleo se da por descontado que no se aplican. Como ya se ha dicho,
las consecuencias prácticas de ocultar la naturaleza “laboral” de estas actividades
y sus componentes humanos también son potencialmente perjudiciales (De Stefano,
2016a). Cuando tanto los clientes como los consumidores pueden ponerse en con-
tacto con los trabajadores haciendo clic con el ratón o pulsando la pantalla del móvil,
realizar su tarea y volver a desaparecer entre la multitud o entre la mano de obra
bajo demanda, existe el riesgo importante de ser identificados como una extensión
de un dispositivo tecnológico o de una plataforma online. Puede incluso que se es-
pere que funcionen perfectamente y sin fallos, como si se tratara de una herramienta
informática o tecnológica y, si algo sale mal, se reciban unas valoraciones peores
que las de los trabajadores de servicios semejantes de otras áreas de la economía.

Esto, por su parte, podría tener graves implicaciones para su capacidad de tra-
bajar u obtener ingresos en el futuro, dado que las posibilidades de seguir operando
con una app concreta o de acceder a trabajos mejor remunerados en las plataformas
de crowdsourcing dependen estrictamente de las calificaciones y revisiones de ac-
tividades previas. Esto exige, especialmente para las actividades que se llevan a
cabo en el mundo físico, una cantidad importante de “trabajo emocional” porque
mostrarse amables y contentos con los clientes probablemente pueda repercutir en
la calificación que uno recibe por el trabajo (Dzieza, 2015; Rogers, 2015a). La posi-
bilidad que ofrece la tecnología de recibir comentarios y calificaciones instantáneos
del rendimiento de los trabajadores es esencial para garantizar a las empresas si-
multáneamente flexibilidad y control (Sachs, 2015a).

En primer lugar, reduce la necesidad de contar con personal y con mecanismos


de revisión interna del rendimiento, de modo que las organizaciones pueden volverse
mucho más austeras. Además, permite el desplazamiento o la externalización de
gran parte del servicio de atención al cliente a trabajadores concretos. Ante tales cir-
cunstancias, los trabajadores a menudo son los que se llevan la peor parte cuando
se producen interrupciones ocasionales en el servicio que no dependan estricta-
mente de su actuación. No hay más que pensar en el cliente de una aplicación de
transporte privado de pasajeros que tenga que esperar demasiado tiempo para en-
contrar un conductor en la app: la posibilidad de que descarguen su frustración con-
tra la aplicación dándole una mala calificación al conductor no es remota.

Evidentemente, la posibilidad de repercutir los riesgos y responsabilidades a tra-


bajadores individuales no se limita a estos aspectos. En la inmensa mayoría de las

gaceta 155 sindical


Valerio De Stefano

ocasiones, los trabajadores de la gig economy se clasifican como trabajadores au-


tónomos (Risak y Warter, 2015; Smith y Leberstein, 2015, Cherry, 2016), y de este
modo las compañías no solo pueden librarse de responsabilidades indirectas y de
obligaciones de seguro para con sus clientes, sino de una larga lista de obligaciones
relacionadas con la legislación laboral y de protección del empleo, entre las que se
incluyen (en función de la jurisdicción relevante) el cumplimiento de la legislación
sobre salario mínimo, aportaciones a la Seguridad Social, reglamentos contra la dis-
criminación, prestaciones por enfermedad y vacaciones (Rogers, 2015b). Con fre-
cuencia se dice que los trabajadores pueden compensar estos riesgos con la
flexibilidad derivada del autoempleo: no tienen un horario de trabajo fijo y pueden
ofrecer sus actividades en apps y plataformas siempre que lo deseen (Hall y Krueger,
2015; Harris y Krueger, 2015; Kuek et al., 2015). Así, gracias a la gig economy los
trabajadores pueden aprovechar oportunidades laborales a las que de otro modo no
tendrían acceso, con un horario flexible, y compaginar este trabajo con otras activi-
dades laborales, familiares, de estudio o de ocio. Además, pueden incrementar su
posibilidad de pluriemplearse y, para los puestos de trabajo que se ofrecen en el
mundo virtual, la portunidad de obtener ingresos para quienes no pueden salir de su
domicilio por distintas razones, como por ejemplo, alguna discapacidad. A menudo
se asume que esta flexibilidad para los trabajadores puede compararse con la indis-
cutible flexibilidad que la gig economy en general les da a las empresas.

No obstante, pese a los beneficios potenciales de esta economía para el bienestar


de los trabajadores, también en términos de flexibilidad, no deberíamos sobrestimar
estos aspectos. Si bien es cierto que la mayoría de los trabajos de la gig economy
tienen un horario flexible, tampoco es que estos arreglos ofrezcan una sostenibilidad
global excesiva: la competencia entre trabajadores, que en algunos casos adquiere
la dimensión global que les da Internet (Agrawal et al. 2013; Kingsley et al., 2014),
hace que la retribución sea tan exigua que muchos se vean obligados a trabajar jor-
nadas larguísimas y tengan que ceder gran parte de esta flexibilidad para poder
ganar lo suficiente (Berg, 2016; Cherry, 2009; Eurofound, 2015).

Es más, es posible que los trabajos se publiquen o deban ejecutarse sobre todo
a ciertas horas del día, y esto limita significativamente la flexibilidad que uno pudiera
tener para organizarse la jornada de trabajo. Especialmente cuando las distintas par-
tes implicadas en las transacciones se encuentran en zonas geográficas o en husos
horarios diferentes, como suele ocurrir con el crowdwork, esto puede obligarles a
trabajar de noche o a horas intempestivas (Gupta et al., 2014). Ni decir tiene que la
estabilidad de los ingresos no es sino un espejismo para la mayoría de los trabaja-
dores de la gig economy (Singer, 2014): como se elogiaba en las palabras de uno

gaceta 156 sindical


La “gig economy” y los
cambios en el empleo...

de los directivos antes citados, una de las fuentes principales de flexibilidad consiste
precisamente en la posibilidad de contratar a alguien y poder “despedirle diez minu-
tos después”.

Esto es especialmente grave en aquellos países en los que instrumentos sociales


básicos como los seguros de salud y los planes de pensiones suelen proporcionarlos
principalmente las empresas a sus empleados fijos, dejando al resto del mercado
laboral sin cobertura. El problema es incluso mayor si tenemos en cuenta otros de-
rechos sociales, como son las prestaciones por desempleo: en los ámbitos de pro-
tección social que afectan a trabajadores estables, la mayoría de los trabajadores
presuntamente autónomos de la gig economy se arriesgan a quedar excluidos de
dicha cobertura. Y tal como veremos en la próxima sección, lo mismo puede ocurrir
con los derechos fundamentales de los trabajadores.

LA GIG ECONOMY Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES


DE LOS TRABAJADORES

La Organización Internacional del Trabajo reconoce cuatro categorías de princi-


pios y derechos fundamentales en el trabajo: la libertad de asociación y el reconoci-
miento efectivo del derecho a la negociación colectiva, la eliminación de todas las
formas de trabajo forzoso u obligatorio, la abolición efectiva del trabajo infantil y la
erradicación de la discriminación en materia de empleo y profesión. Estos principios
y derechos se consideran universales y de aplicación para todos los trabajadores, y
aparecen consagrados entre las ocho Convenciones fundamentales de la Organi-
zación. La Declaración de principios y derechos fundamentales en el trabajo de la
OIT de 1998, exige a todos los Estados miembros de la misma que los respeten y
promuevan tanto si han ratificado las Convenciones pertinentes como si no. Como
ya se ha dicho, pueden surgir riesgos significativos para los trabajadores de la gig
economy en lo que respecta al ejercicio de estos principios y derechos, aparte de
los que comparten con quienes se dedican a otras formas atípicas de empleo.

Por ejemplo, en lo que respecta a la libertad de asociación, la posibilidad práctica


de asociarse queda reducida notablemente en el caso del crowdworking, entre otros
motivos por su dispersión por Internet. No obstante, han surgido algunas plataformas
online que intentan organizar a los trabajadores en torno a objetivos comunes, te-
niendo en cuenta las peculiaridades de esta forma de trabajo y las necesidades co-
rrespondientes (Silberman y Irani, 2016). Aun así, las acciones que se llevan a cabo
a través de estas plataformas suelen adolecer de algunos de los problemas típicos
del activismo por Internet (Beyer, 2014; Salehi et al., 2015).

gaceta 157 sindical


Valerio De Stefano

Además, dada la gran competencia existente en las plataformas de crowdwork,


los trabajadores pueden no mostrarse dispuestos a cooperar con los demás e in-
centivarse fácilmente comportamientos oportunistas. Es más, en las formas de tra-
bajo en las que la reputación y las calificaciones recibidas desempeñan un papel
clave para garantizarse la continuación del trabajo con una plataforma o app parti-
culares y el acceso a trabajos mejor pagados, los trabajadores quizás se sientan es-
pecialmente reacios a ejercer derechos colectivos, pues esto pudiera repercutir
negativamente en su reputación (Dagnino, 2015): esto no es solo cierto en el caso
del crowdwork, sino también del trabajo bajo demanda vía apps y para quienes in-
tenten organizar a estos trabajadores. Y también está la posibilidad de que a uno se
le elimine fácilmente mediante una simple desactivación o exclusión de la plataforma
o app en cuestión, lo que puede magnificar el temor a represalias relacionadas con
las formas atípicas de empleo, en especial con las temporales (De Stefano, 2016d).

La conexión tecnológica constante a las plataformas y apps también hace que


se disparen las posibilidades de supervisar y desalentar cualquier forma de activismo
por parte de las empresas, como aparentemente ha ocurrido ya (Murphy, 2015). Por
otro lado, se ha observado que la difusión y crecimiento de algunas empresas de la
gig economy también puede facilitar el ejercicio de la libertad de asociación, por
ejemplo, al incentivar la integración vertical en ciertos sectores que tradicionalmente
han desplegado una importante fragmentación, como el de los servicios de trans-
porte en vehículos privados, dando así lugar a actores de mayor tamaño a los que
pueden dirigirse con más facilidad tanto los sindicatos como los organismos regula-
dores. De todos modos, este efecto depende también de la voluntad política (Rogers,
2015a). Y esta integración vertical parcial puede quedar contrarrestada por las dis-
tintas formas de fragmentación y la proliferación de intermediarios en la gig economy
que afectan al mismo sector (Prassl y Risak, 2016).

El crowdwork y las plataformas online pueden resultar útiles para ofrecer oportu-
nidades laborales a trabajadores de áreas donde no existan otras alternativas, como
sería el caso de las zonas rurales de países en vías de desarrollo (Greene y Mamic,
2015; Narula et al., 2011) o incluso en campos de refugiados (Oshiro, 2009), así po-
drían tener importantes efectos positivos sobre sus comunidades. No obstante, no
deberíamos estimar en exceso estas posibilidades: se ha argumentado que también
en los países en vías de desarrollo las oportunidades laborales en las plataformas
de crowdwork dependen en gran medida de la disponibilidad de una conexión rápida
a internet (Kingsley et al., 2014), y esta no existiría en las zonas citadas salvo si se
producen inversiones específicas. Otros estudios han destacado también que el im-
pacto de las plataformas de crowdsourcing en los países en vías de desarrollo se li-
mita, en la práctica, a los trabajadores procedentes de entornos relativamente

gaceta 158 sindical


La “gig economy” y los
cambios en el empleo...

pudientes, mientras que los que cuentan con rentas más bajas apenas logran apro-
vechar de estas oportunidades (Thies et al., 2011), si bien es cierto que existen al-
gunas plataformas dedicadas específicamente a ayudar a los grupos más
desfavorecidos, como es el caso de Samasource (Kuek et al., 2015).

Asimismo, la alta movilidad de estas formas de trabajo pudiera conllevar efectos


muy perjudiciales en lo que respecta al trabajo forzado y a la explotación infantil. Por
ejemplo, es un hecho la existencia de “fábricas” en algunos países en las que se
contrata a gente para “recolectar oro”, un curioso tipo de trabajo virtual por el que
“se paga a los trabajadores para que recolecten los tesoros virtuales de jugadores
online del mundo desarrollado” que “deseen avanzar rápidamente en los juegos de
rol online de su elección” y puedan evitar las tareas repetitivas necesarias para “crear
un personaje de alto nivel” (Cherry, 2010, 471). Algunos de estos “recolectores de
oro” llegan a trabajar hasta 12 horas diarias (Barboza, 2005); de hecho, se han co-
nocido casos de reclusos en ciertos campos de trabajo de China que estaban em-
pleados en estas actividades (Vincent, 2011). La existencia de este tipo de fábricas
y de estas actividades en los campos de trabajo debería hacernos reflexionar sobre
un asunto fundamental: el trabajo virtual no tiene por qué existir únicamente en los
hogares de la gente, sino que puede concentrarse en “fábricas” y talleres clandesti-
nos: no puede descartarse el riesgo de que existan talleres en los que se obligue a
la gente a ejecutar ciertas formas de crowdwork. Además, como ese tipo de prácticas
puede abrir la puerta a una dimensión insólita de trabajo obligatorio, existe el riesgo
de que no pueda detectarse utilizando los instrumentos existentes para combatir el
trabajo forzado. Por ejemplo, los códigos de conducta y mecanismos de supervisión
relativos a las cadenas de suministro normalmente no se centran en esta expresión
potencial del trabajo forzado. Al ir expandiéndose las distintas formas de trabajo vir-
tual como el crowdwork, no debe descuidarse la necesidad de garantizar que no se
eludan los reglamentos y políticas existentes contra el trabajo forzado y obligatorio
(Cherry, 2011).

Lo mismo sucede en el caso de la explotación infantil: también aquí aumentan


las posibilidades de burlar los instrumentos tradicionales contra el empleo ilegal de
niños por la difusión del crowdwork. Ciertamente, el riesgo del trabajo infantil es in-
cluso más generalizado dado que se ve implicado un mayor número de países que
con respecto de los trabajos forzados. Los niños que tienen acceso a la Red pueden
verse tentados a efectuar actividades de trabajo online remuneradas con dinero o
créditos que pueden gastar en juegos o plataformas de internet (Cherry, 2011; Marvit,
2014), y al hacerlo pueden verse expuestos a contenidos inapropiados. Es muy pro-
bable que resulte complicado promulgar mecanismos de supervisión eficaces contra
el acceso indebido de los niños al trabajo online, y los instrumentos ya existentes

gaceta 159 sindical


Valerio De Stefano

contra el trabajo infantil seguramente se queden cortos ante estas nuevas formas
de explotación infantil.

La gig economy hace que surjan preocupaciones graves sobre la discriminación,


aunque también es cierto que el trabajo virtual puede tener efectos positivos en este
sentido. Por ejemplo, al evitar un contacto personal “real”, y gracias al anonimato
que aporta la Red, se pueden reducir los riesgos de discriminación. Al mismo tiempo,
como ya se ha mencionado, la posibilidad de trabajar online desde cualquier parte
del mundo brinda también oportunidades laborales a personas que no pueden salir
de casa por problemas de salud o discapacidades. No obstante, el trabajo virtual no
es una panacea contra la discriminación (para un análisis tanto de las oportunidades
como de los riesgos en este sentido, consultar Cherry, 2011; véase también Martin,
2012). Por ejemplo, las plataformas de crowdwork permiten a los proveedores res-
tringir las áreas geográficas desde las que los trabajadores pueden llevar a cabo sus
tareas online (Kinglsey et al., 2014). Esta posibilidad permite impedir que países, re-
giones o comunidades enteros tengan acceso al trabajo, sin garantía alguna de que
dicho límite se imponga exclusivamente por motivos objetivos, tales como el idioma.
Así pues, también en el ámbito del trabajo virtual pueden producirse prácticas dis-
criminatorias.

Podemos plantear consideraciones similares en el caso del trabajo bajo demanda


vía apps. Aunque existen ciertos argumentos al respecto de que este tipo de trabajo
pueda servir para combatir la discriminación, no se elimina el riesgo de que ocurra
(Leong, 2015). A la hora de decidir si se acepta o no a un trabajador para que realice
una tarea desempeñan un papel importante tanto los sesgos explícitos como los im-
plícitos propios de los consumidores, aunque donde más se nota esto es en la revi-
sión de su rendimiento (Rogers, de próxima publicación). Y dado que las revisiones
de los consumidores pueden resultar esenciales para seguir accediendo a la app y
a trabajos futuros, una revisión sesgada podría tener un grave efecto negativo para
las oportunidades laborales del trabajador. De nuevo, dado que estas prácticas la-
borales son aún relativamente novedosas, los riesgos citados pueden eludir los me-
canismos y políticas existentes contra la discriminación, por lo que resulta necesario
promulgar medidas para garantizar su cobertura y eficacia también en lo que res-
pecta a la gig economy.

Aparte de estos riesgos específicos, como ya se mencionó, los trabajadores de


la gig economy podrían tener que enfrentarse a problemas relativos a los principios
y derechos fundamentales en el trabajo que afectan a los trabajadores atípicos en
general. Se han notificado dificultades y lagunas concretas en este sentido con res-
pecto de todas las formas de trabajo no regulado y resulta imposible resumirlas allí

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La “gig economy” y los
cambios en el empleo...

(véase OIT, 2016). No obstante, algunos de estos problemas son especialmente re-
levantes para quienes operan en la gig economy, concretamente los relacionados
con el autoempleo y con la clasificación errónea de la situación laboral. Los órganos
de supervisión de la OIT han expresado en diversas ocasiones su preocupación por
el hecho de que cuando los trabajadores autónomos quedan generalmente excluidos
de la aplicación de las leyes laborales y de empleo suelen verse también excluidos
de los reglamentos que protegen los principios y derechos fundamentales en el tra-
bajo. Como consecuencia, los trabajadores autónomos o mal clasificados pueden
verse excluidos o ver limitados sus derechos a la libertad de asociación y a la nego-
ciación colectiva porque pueden estar incumpliendo reglamentos tales como los re-
lativos a la legislación antimonopolio y sobre la competencia (De Stefano, 2016d).
Es más, pudieran no quedar incluidos en el ámbito de los reglamentos sobre trabajo
y discriminación infantil. Dado que los riesgos relacionados con una clasificación
errónea se encuentran entre los aspectos laborales más importantes de la gig economy,
los mismos problemas pudieran repercutir en estas formas de trabajo. Esto hace
que la cuestión de la situación laboral cobre aún más relevancia en términos de pro-
tección de los trabajadores, pues no solo están en juego aspectos relativos al salario
mínimo y las prestaciones laborales, sino su acceso a derechos humanos y laborales
fundamentales.

Tras haber examinado algunos de los riesgos potenciales del trabajo en la gig
economy, la próxima sección presentará provisionalmente algunas soluciones polí-
ticas preliminares para hacer frente a los retos que plantea esta economía.

¿QUÉ MEDIDAS PUEDEN ADOPTARSE PARA EL FUTURO?

Con el objetivo de promover la protección laboral en la gig economy, lo primero


que se requiere es una defensa enérgica del reconocimiento de las actividades de
este sector como trabajo. Se trata de un paso básico para poder contrarrestar el
riesgo evidente de mercantilización que conllevan estas prácticas. En vista de lo ya
argumentado, resulta crucial emprender una batalla cultural para que los trabajadores
no se perciban como simples extensiones de plataformas, apps y dispositivos infor-
máticos, no solo desde la perspectiva teórica de luchar contra la deshumanización y
el riesgo de crear un nuevo grupo de trabajadores invisibles, sino también desde un
punto de vista práctico, para hacer hincapié en el reconocimiento del carácter humano
en último término de las actividades que conforman la gig economy, independiente-
mente de que cuenten con la mediación de herramientas informáticas (Irani, 2015a).
Esto servirá también para mitigar las valoraciones excesivamente críticas de los tra-
bajadores y el posterior impacto negativo sobre su posibilidad de trabajar.

gaceta 161 sindical


Valerio De Stefano

En segundo lugar, la gig economy no debería plantearse como un apartado inde-


pendiente de la economía. No deberíamos obviar la estrecha relación existente entre
estas actividades y las tendencias más generales del mercado laboral, como las re-
lacionadas con el trabajo ocasional, la desmutualización de los riesgos y la creciente
informalización de la economía formal para poder establecer soluciones integrales
a los problemas del empleo de los mercados laborales modernos y futuros. En este
sentido, resulta crucial tener en cuenta cuántas dimensiones importantes del trabajo
de la gig economy comparten atributos con otras formas atípicas de empleo (De Ste-
fano, 2016b; De Stefano, 2016c). Reconocer estas semejanzas puede servir para
evitar subdivisiones innecesarias en el discurso laboral y de este modo incluir las
actividades de la gig economy en políticas y estrategias que tienen como objeto me-
jorar la protección y regulación del trabajo atípico, tanto en general como al abordar
disposiciones laborales específicas tales como el trabajo ocasional o las relaciones
laborales ocultas.

Esto será también trascendental para evitar respuestas legislativas apresuradas,


como crear categorías específicas de empleo para clasificar a los trabajadores de la
gig economy o debilitar la normativa actual para supuestamente mejorar las pers-
pectivas de desarrollo de las empresas de este sector: no está para nada demostrado
que la desregulación de los mercados laborales y de las formas atípicas de trabajo
en particular tenga un impacto positivo sobre el crecimiento, la innovación o la tasa
de empleo (Berg, 2015; Berg y Kucera, 2008; Deakin y Adams, 2015; Lee y McCann,
2011). Ya hemos comentado que conceptos básicos de la regulación del empleo,
como el control, no son ajenos a esta economía y que ciertas regulaciones ya exis-
tentes parecen ser compatibles con las modalidades laborales de este sector. De
todos modos, cuando este no sea el caso deberá hacerse todo lo posible por adaptar
la protección a la realidad moderna de los mercados laborales: por ejemplo, podría
introducirse una presunción de relación laboral cuando se desarrolla una actividad
de servicios personales o existen otros indicadores que llevan a la misma conclusión.
Tampoco debería asumirse que el trabajo en la gig economy es incompatible con re-
conocer a los trabajadores como empleados: a fin de cuentas, es lo que han hecho
espontáneamente compañías como Alfred, Instacart y Munchery (Smith y Leberstein,
2015).

Asimismo, deberán adoptarse medidas para garantizar la transparencia en las


calificaciones y, muy especialmente, la justicia de decisiones comerciales tales como
la desactivación de perfiles o los cambios en los términos y condiciones de uso, los
relativos al pago de los trabajadores, y para reducir el carácter particular de uno de
los “capitales” más importantes de la gig economy: la reputación. Permitir la “porta-
bilidad” del reconocimiento profesional de los trabajadores de una plataforma a otra

gaceta 162 sindical


La “gig economy” y los
cambios en el empleo...

permitiría reducir su dependencia de una única plataforma: de hecho, resistirse a


ello sería incoherente con el propósito de que éstas promuevan el empleo más allá
de las empresas tradicionales. Y más importante todavía, y no sólo para la gig economy
sino para cualquier ámbito del mercado laboral, debería existir algún tipo de protec-
ción universal independientemente de la situación de los trabajadores.

Esto es especialmente cierto en el caso de los principios y derechos fundamen-


tales en el trabajo: no debería haber ningún trabajador al que se le niegue el acceso
a derechos humanos básicos como la libertad de asociación y el derecho a la nego-
ciación colectiva, la prohibición del trabajo forzado y de la explotación infantil y el
derecho a no sufrir discriminación; además, debería otorgarse a todos los trabaja-
dores la protección de otras necesidades básicas, tales como las medidas de segu-
ridad y salud en el trabajo (véase Huws, 2015 para consultar un análisis de los
riesgos de SST en el crowdwork). Tan solo con esto ya resultaría menos dramática
la diferencia de protección existente entre el empleo tradicional y el autoempleo. En
lo que respecta a la gig economy, sería necesaria la revisión de los instrumentos
existentes de protección y promoción de estos derechos para garantizar que las nue-
vas formas de trabajo no conllevan nuevos riesgos de infracciones.

Por supuesto, lo anterior exigiría iniciativas de diversa índole, especialmente para


aquellos trabajos que tengan una dimensión global, como el crowdwork: la coope-
ración entre los organismos reguladores y los operadores del mercado laboral será
esencial para garantizar que las oportunidades de desarrollo y empleo que pudieran
darse en los países en vías de desarrollo no se produzcan a expensas de unas con-
diciones de trabajo dignas. Para ello, serán esenciales el papel de las organizaciones
sindicales y patronales y el diálogo social.

De hecho, ya han surgido distintas formas de organización en este sector, tanto


en el caso del crowdwork, con plataformas que tienen como objetivo conectar a los
trabajadores por Internet y facilitar su cooperación reduciendo, por ejemplo, las asi-
metrías de información existentes con respecto de las plataformas y los clientes (Sil-
berman y Irani, 2016; Salehi et al., 2015), como de trabajadores que lleven a cabo
actividades en el mundo “real” (Said, 2016). Esas organizaciones pueden ser de ám-
bito comunitario o promovidas por los actores ya existentes, también a nivel de sec-
tores, siendo especialmente interesante el caso de algunas organizaciones nuevas
que cooperan con actores más tradicionales y estructurados para organizar a los
trabajadores de la gig economy (IRU, 2015; Kessler, 2015b). Podemos citar como
ejemplo de este tipo de cooperación la plataforma FairCrowdWork, creada por el
sindicato alemán IG Metall, que ya está colaborando con algunos de los creadores
de Turkopticon, una plataforma que reúne a los trabajadores de Amazon Mechanical

gaceta 163 sindical


Valerio De Stefano

Turk. También es importante que haya asociaciones patronales que están partici-
pando en el debate sobre la economía digital (véanse las interesantes consideracio-
nes que aparecen en el informe de posición de BDA, 2015 y de la OIE, 2016; véase
también McKinsey Global Institute, 2015).

Reconocer plenamente el carácter humano de las actividades que conforman la


gig economy y su naturaleza como trabajo, es fundamental para apoyar a estas or-
ganizaciones, al igual que eliminar barreras legales, donde existan, como las que
pudieran derivarse de las leyes antimonopolio. En este sentido, por ejemplo, el ayun-
tamiento de Seattle aprobó en diciembre de 2015 una ordenanza que permite formar
sindicatos a los conductores de aplicaciones móviles de transporte en vehículos pri-
vados (Wingfield y Isaac, 2015), y que fue cuestionada casi inmediatamente por la
normativa antimonopolio (De Pillis, 2016), quedando así demostrada la urgencia con
que debe actuarse para apoyar la organización de trabajadores y empresas en este
terreno. Permitir que las organizaciones colectivas de trabajadores sean inmunes a
las leyes antimonopolio concordaría con los principios fundacionales de la Organi-
zación Internacional del Trabajo, y en particular con la idea de que “el trabajo no es
una mercancía”, un principio consagrado en la Declaración de Filadelfia y que curio-
samente proviene de la estadounidense Ley Clayton Antitrust de 1914, el primer acto
jurídico que establece que “el trabajo de un ser humano no es una mercancía o ar-
tículo de comercio” con el propósito específico de aclarar que las actividades sindi-
cales no deben interpretarse como combinaciones que incumplen con las leyes
antimonopolio (De Stefano, 2016e).

La autoorganización facilitará que los trabajadores puedan ser conscientes de


sus derechos; de ahí que sea tan importante apoyar las actividades que pretendan
llegar al mayor número posible de trabajadores, con campañas orientadas también
a quienes se encuentran en los países en vías de desarrollo. Además de participar
en la organización de trabajadores, la función de los sindicatos y otros organismos
ya establecidos de representación de empleados pudiera centrarse en enseñar a
utilizar los instrumentos existentes en los trabajos de la gig economy. Un ejemplo de
ello sería ejercer los derechos de participación, información y consulta, cuando exis-
tan, con respecto de las decisiones sobre las actividades de externalización a través
de crowdwork u otras formas de trabajo bajo demanda (Klebe y Neugebauer, 2014).

Los actores sociales también podrían implicarse en la creación, soporte y difusión


de códigos de conducta que aborden aspectos relacionados con la protección laboral
dentro de la gig economy: un ejemplo ya existente en este sentido es un Código de
conducta que tiene que ver con el crowdsourcing de pago, que ya han firmado 3 pla-
taformas alemanas de crowdwork y que cuenta con el apoyo de la Asociación de

gaceta 164 sindical


La “gig economy” y los
cambios en el empleo...

Crowdsourcing de Alemania. Todo ello será esencial para que los trabajadores ten-
gan una voz real en los avances futuros que se produzcan en la gig economy y en
el mundo laboral en su conjunto. Merece la pena explorar los llamamientos a la au-
torregulación ya ocurridos en este ámbito (Cohen y Sundararajan, 2014), pero sin
ignorar la voz fundamental de los trabajadores ni permitir que las empresas esta-
blezcan normativas de forma unilateral, o que, de entre todas las partes implicadas,
pretendan satisfacer únicamente a los “consumidores”.

Como ya se ha mencionado, los retos que la gig economy plantea al mundo del
trabajo son enormes: deberán evitarse las respuestas apresuradas y simplistas que
tiendan hacia la desregulación y la reducción de la protección de los trabajadores,
para que todos puedan aprovechar las oportunidades que ofrecen este ámbito de la
economía y los avances económicos futuros derivados de la tecnología.

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gaceta 170 sindical


La “gig economy” y los
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gaceta 171 sindical


José María Goerlich

¿Repensar el derecho del trabajo?


Cambios tecnológicos y empleo
Composición IX, opus 18, 1917. Theo Van Doesburg.

Los problemas planteados en las relaciones laborales por las


nuevas tecnologías adquieren en este momento una dimensión
especial. Aparte las repercusiones que despliegan sobre el em-
pleo, implican la desaparición de la tradicional estandarización
del contrato de trabajo dentro de los procesos de corte fordista,
con impacto en las formas de contratación, las condiciones de
trabajo y las fuentes. Por otro lado, la nueva economía colabora-
tiva genera formas de contratación que encajan difícilmente en
las categorías existentes. El Derecho del Trabajo debe ser re-
pensado, en un contexto poco amable puesto que los fenómenos
anteriores repercuten negativamente en dos de sus protagonistas
esenciales: el sindicato y el propio Estado.
¿Repensar el derecho
del trabajo?

1. INTRODUCCIÓN

E N la década de 1980, la reflexión jurídico-laboral, tanto en España (Pérez


Pérez, 1988; Pérez de los Cobos, 1990) como en el resto del mundo occidental (Däu-
bler, 1985; Zanelli, 1985), se ha planteado con cierto detalle las repercusiones de la
evolución tecnológica en el ámbito de las relaciones laborales y su ordenación. Se
analizó el impacto de la tercera revolución tecnológica en este terreno. Frente al mo-
delo de producción «tradicional», resultante de las dos primeras grandes oleadas
de innovación técnica, las relacionadas con el primer maquinismo vinculado al vapor
y, después, con la combinación de la mecanización y la aparición de nuevas fuentes
de energía con la división del trabajo, se advirtió en aquel momento que la masiva
incorporación de las entonces llamadas «nuevas» tecnologías había de implicar la
aparición de nuevos paradigmas organizativos en las empresas que no podían sino
repercutir en el ordenamiento laboral. Treinta años después, el debate vuelve a
abrirse en torno a la proyección en él de una nueva revolución tecnológica.

No es mi propósito extenderme sobre los principales fenómenos técnicos que


ésta comprende. Por supuesto, los principales, relacionados con las posibilidades
de la informática y las comunicaciones, se encontraban ya presentes entonces. Pero
los extraordinarios avances de la digitalización y de la conectividad permiten hablar
de un escenario diferente. En el ámbito de la producción se ha hablado de una cuarta
revolución industrial, la llamada «industria 4.0». No se trataría sólo, como en la fase
anterior, de la incorporación de nuevas tecnologías de información y comunicación
con incremento de las posibilidades de automatización. Ahora nos moveríamos en
el terreno de los sistemas ciberfísicos (CPS, por sus siglas en inglés): el flujo de
datos al que se denomina «internet de las cosas» se constituye en un “instrumento
de gestión del espacio, de los objetos físicos y de las personas” que intervienen en
la producción (Seguezzi, 2016, p. 170). Como veremos luego, las repercusiones de

gaceta 175 sindical


José María Goerlich

ello sobre la organización de la producción no son en modo alguno desdeñables.


Por otro lado, y por lo que se refiere a los servicios, la red abre nuevas posibilidades
de organización de su prestación. La «internet de los servicios» acrecienta fenóme-
nos que estaban presentes con anterioridad –en el terreno de la descentralización
de las organizaciones empresariales–; pero, más allá de ello, permite la aparición
de nuevas formas de intercambio de servicios por retribución. También volveré des-
pués sobre este particular.

El nuevo panorama parece, pues, llamado a incidir profundamente sobre las re-
laciones laborales. Las consideraciones que siguen pretenden analizar sucintamente
las consecuencias que pueden producirse en este terreno así como determinar si
obligan a repensar los principios y categorías que actualmente estructuran el Dere-
cho del Trabajo. A estos efectos, se aborda ante todo el impacto sobre el empleo de
las tendencias, para a continuación reflexionar sobre la configuración de las relacio-
nes laborales en los sectores industrial y de los servicios; y, en definitiva, sobre los
posibles cambios que deba experimentar –o soportar– la ordenación jurídica de las
relaciones laborales.

2. ¿EL «FIN DEL TRABAJO»?

Por lo que se refiere, en primer lugar, a la cuestión de si la introducción masiva


de nuevas tecnologías de información y comunicación había de implicar el «fin del
trabajo», ésta se ha planteado desde los años 80 (cfr. Handy, 1984, o Rifkin, 1996,
de quien tomo la expresión, claro). La oleada de tecnología relacionada con el desarro-
llo de la informática tenía importantes virtualidades labor saving, lo que permitía plan-
tearse si en el futuro el modelo social podría basarse, como había ocurrido
tendencialmente desde la inauguración del modelo industrial, en el pleno empleo.
Esta cuestión se reabre ahora con toda intensidad.

En efecto, la potencialidad de destrucción de empleo de la tecnología resulta muy


evidente. La automatización de los procesos productivos y los avances en materia
de comunicación implican un fuerte impacto negativo sobre el empleo. Las predic-
ciones muestran, en este sentido, que, como consecuencia del desarrollo de la eco-
nomía digital, pasarán a la historia una buena parte de trabajos hasta ahora
desarrollados por las personas; y ello, tanto en el terreno de la producción como en
el de los servicios. Existen estimaciones muy pesimistas: en un trabajo de 2013
(Frey/Osborne) se ha cuantificado en un 47% los trabajos que presentan un riesgo
elevado de desaparecer como consecuencia de las innovaciones tecnológicas y su
aplicación en industria y servicios en las próximas dos décadas. Otras previsiones,

gaceta 176 sindical


¿Repensar el derecho
del trabajo?

sin embargo, son mucho menos contundentes, sin perjuicio de que reconozcan un
impacto grande en la configuración de las tareas que se mantengan. En este sentido,
la OCDE (Automation and independent work in a Digital Economy, 2016) ha valorado
una pérdida media de puestos de trabajo del 9% entre sus estados miembros, osci-
lando entre el 6 y el 12% para cada uno de ellos. En cuanto al impacto sobre la con-
figuración de los puestos de trabajo, se ha cifrado entre el 25 y el 45%.

Por supuesto, no es fácil hacer profecías ni, menos, acertar con ellas. Después
de todo, la idea de que la innovación tecnología acabaría con el trabajo humano no
es, en modo alguno, nueva. Antes al contrario, de forma intuitiva o racional, ha estado
presente en cada una de las sucesivas oleadas de cambio técnico. Y, sin embargo,
la evolución histórica la ha desmentido en el pasado: sin perjuicio de que su des-
pliegue haya implicado, en el corto plazo, ajustes traumáticos en el mercado de tra-
bajo, en ciclos más amplios éste se ha recuperado (referencias en Soete, 2001, pp.
178 ss.). No es por ello de extrañar que, en relación con las repercusiones que ha
de tener en este terreno la que se encuentra en curso, existan diferentes aproxima-
ciones, más pesimistas o más optimistas.

Estas últimas destacan por supuesto el potencial de creación de empleos de


«nuevo cuño» que presenta la economía digital. La Comisión Europea, en su re-
ciente comunicación Una estrategia para el Mercado Único Digital de Europa
(COM[2015] 192 final, p. 3) destaca sus “inmensas oportunidades para la innovación,
el crecimiento y el empleo”. Y esta misma idea se ha reiterado en la todavía más re-
ciente Una agenda europea para la economía colaborativa (COM[2016] 356 final).
De hecho, en relación con el sector industrial, las estimaciones de la consultora Ro-
land Berger, que prevén a corto plazo la pérdida de un tercio de los empleos exis-
tentes en 2015 como consecuencia de la implantación de las estrategias
empresariales relacionadas con la «industria 4.0», pronostican que los niveles de
ocupación se recuperarán sobre la base de las nuevas necesidades de personal
que estas puedan generar, así como en función de las nuevas inversiones, en este
sector o en el de los servicios, como consecuencia del incremento del valor añadido
del sistema económico. De este modo, para 2035 se habría recuperado e incluso
incrementado el nivel de empleo de 2015 (The Industrie 4.0 transition quantified,
2016, pp. 14 ss.).

A ello hay que añadir, por otro lado, las posibles repercusiones positivas sobre el
empleo que deberían desplegar las aspiraciones de la humanidad a un crecimiento
sostenible y más solidario a escala global. En este sentido, viene destacándose la
potencialidad de la economía «verde» para generar empleo (cfr. OIT, El desarrollo
sostenible, el trabajo decente y los empleos verdes, 2013). Y más en general se de-

gaceta 177 sindical


José María Goerlich

tecta una aparentemente decidida voluntad internacional en el terreno del creci-


miento equilibrado y del pleno empleo a nivel mundial. No es intrascendente en este
sentido que el octavo de los Objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030,
aprobados por la ONU (2015), mire a “promover el crecimiento económico sostenido,
inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”.

Por supuesto, incluso aceptando una visión optimista del futuro en la que la
desaparición de empleos «tradicionales» queda compensada a medio y largo plazo,
es obvio que, desde la perspectiva del empleo, la expansión de la economía digital
plantea importantes retos que necesariamente han de ser contemplados con inquie-
tud. En primer lugar, es claro que la dinámica de creación de nuevos empleos no
está rígidamente predeterminada. Acaso pueda estarlo la de los que se relacionen
con la propia evolución tecnológica. Pero en modo alguno lo está la que se vincula
con el crecimiento sostenible a nivel mundial. Depende ésta última de las decisiones
políticas que se adopten en este terreno. Y no parece que estas sean fáciles ni in-
mediatas: requieren unas estructuras de poder, más allá del Estado nacional y de
las organizaciones regionales, que probablemente no se han desarrollado suficien-
temente; e igualmente una revisión de los valores inspiradores de las políticas eco-
nómicas que se separan de las que parecen prevalecer en la actualidad. Son
ilustrativas al respecto las consideraciones que se hacen en una de las conversa-
ciones propuestas en la Memoria del Director General de la OIT en relación con
La iniciativa del centenario relativa al futuro del trabajo (2015, pp. 9 ss.).

Por otro lado, y volviendo a aspectos más relacionados con las normas laborales,
es obvio que el optimismo a largo plazo no puede ocultar las inquietudes que gene-
ran el corto y el medio. Las transformaciones que las organizaciones empresariales
están experimentando ya y continuarán afrontando en el futuro inmediato no pueden
sino concretarse en la aparición de excedentes de mano de obra. Ciertamente, esta
circunstancia no obliga necesariamente a «repensar» el derecho del trabajo: como
ya se observó en la década de los 80, éste ha sido un “compañero de viaje histórico”
de la crisis (Palomeque, 1984). Sus principios, categorías e instituciones pueden,
pues, valer para afrontar la de empleo que se nos viene encima. Otra cosa es, sin
embargo, que su configuración concreta pueda resultar la más adecuada, en aten-
ción al volumen y a la calidad de las transformaciones que se han de producir. La
necesidad de replanteamiento no afecta pues a la esencia de aquellos sino a la forma
en que los mismos vienen funcionando; y también a aspectos íntimamente relacio-
nados con ellos, aunque sean «extralaborales».

Una reconversión de la magnitud de la que parece anunciarse podría poner a


prueba, en efecto, tanto a los protagonistas como a las instituciones. En el primer
terreno, es claro que no puede afrontarse exclusiva y unilateralmente por las em-

gaceta 178 sindical


¿Repensar el derecho
del trabajo?

presas. Los intereses que se encuentran en juego implican un papel activo del sin-
dicato, como su interlocutor natural, y de los propios poderes públicos. Mas podría
ocurrir que aquél, tras décadas de políticas de flexibilidad y precarización, no se en-
cuentre en su mejor momento de forma. En cuanto a los poderes públicos, su papel
resulta esencial en la gestión de las transiciones laborales. Y no puede agotarse en
el establecimiento de medidas paliativas en relación con el desempleo: si hay algo
que está fuera de discusión en relación con el impacto de las «tecnologías 4.0» en
el empleo es la extraordinaria importancia que presenta la formación (por ejemplo,
OECD (2014), Skills and jobs in the Internet Economy). El desarrollo de políticas ac-
tivas de empleo en este terreno que resulten adecuadas a las nuevas necesidades,
es una exigencia ineludible para superar los problemas vinculados a la sustitución
del viejo empleo por los nuevos. Y no sólo en el mercado de trabajo sino en el del
completo sistema educativo.

Por último, aunque no por ello menos importante, es preciso tener en cuenta que,
según las previsiones, la economía digital puede tener importantes efectos sobre la
conformación de las relaciones de trabajo. En este sentido, se viene destacando
que la incorporación de las tecnologías propias de esta cuarta revolución no sólo
tiene la dimensión cuantitativa a la que se acaba de hacer referencia sino también
otra cualitativa, relacionada con las transformaciones que introduce en la fisonomía
de la prestación de servicios. De un lado, la intensa automatización de los procesos
productivos, fundamentalmente –aunque no sólo– en el ámbito industrial, genera
nuevos tipos de trabajadores que encajan difícilmente en las estructuras que el De-
recho del Trabajo ha acuñado a través de su evolución histórica. De otro, el incre-
mento de las posibilidades de comunicación ha generado mecanismos de
intercambio de servicios por retribución que parecen eludirlas completamente. Veá-
moslo con algo más de detalle.

3. EL TRABAJO EN LA «INDUSTRIA 4.0»

Se viene hablando de «industria 4.0» para hacer referencia a la nueva organiza-


ción del proceso productivo. La combinación entre los avances en la digitalización y
en robotización implican, en este sentido, una sustancial transformación de aquél.
Se parte de la idea de que el nuevo modelo implica la definitiva desaparición de la
producción en masa. La explotación masiva de las posibilidades de Internet permite
un contacto directo e inmediato entre consumo y producción. Ésta, por su parte,
queda plenamente automatizada, por los avances en la generación de bienes o en
la medida en que los CPS la dirigen o reorientan. La aportación humana viene así
sustancialmente transformada.

gaceta 179 sindical


José María Goerlich

Por supuesto, en este nuevo entorno, las relaciones laborales resultan sustan-
cialmente mutadas, aunque existen diferentes pronósticos al respecto (cfr. Seghezzi,
2016, pp. 185 ss.). En una visión pesimista, la aportación de trabajo humano al pro-
ceso queda confinada en una “marginalidad nunca experimentada” con anterioridad:
máquinas altamente sofisticadas organizan la prestación del trabajador y la contro-
lan. Por el contrario, en una perspectiva optimista, la aportación personal podría re-
sultar revalorizada. Es verdad que ordenadores y máquinas asumirían la mayor parte
de las funciones, no sólo las estrictamente productivas sino también las vinculadas
a la comercialización. Desaparecerían, por tanto, los trabajos manuales vinculados
a la fabricación así como los intelectuales relacionados con venta y postventa. Pero,
en esta nueva organización productiva, la aportación humana podría centrarse en el
diseño del propio proceso, la determinación de su objetivo y la predisposición y pro-
gramación de las máquinas que han de participar en él; y, acaso, al desarrollo de
funciones de supervisión y mantenimiento. En todo caso, desde el punto de vista del
desarrollo del contrato de trabajo, incluso en este último caso las transformaciones
no serían baladíes, como ha tenido oportunidad de señalar la doctrina (cfr. reciente-
mente, Seghezzi, 2016, pp. 188 ss.; véase también Mercader, 2002, pp. 125 ss.).

Y ello, en diferentes sentidos que, sin embargo, giran todos en torno a una idea:
la desaparición de la «regularidad» que ha caracterizado tradicionalmente la apor-
tación de servicios en la organización empresarial. De entrada, es conocido el im-
pacto de la tecnología sobre la forma en que ésta se integra. El modelo industrial
tradicional propendía a la concentración de todas las fases del proceso productivo.
Paulatinamente, este modelo ha variado sustancialmente: en una búsqueda perma-
nente de mayor flexibilidad favorecida por los avances tecnológicos se advierte un
grado creciente de recurso a la descentralización (por ejemplo, Rubery/Grimshaw,
2001, pp. 202 ss.). A esta primera dimensión de la pérdida de «regularidad» se añade
ahora otra de carácter interno, referida a la prestación directa de servicios a la em-
presa, y que afecta a sus circunstancias: lugar y tiempo de trabajo. Absorbidos los
trabajos directos y rutinarios por las máquinas, la presencia continuada del trabajador
en el centro de trabajo pierde su sentido.

La conexión entre innovación tecnológica y prestación de servicios a distancia


no es, por supuesto, nueva: los analistas de los efectos de aquélla sobre la confor-
mación de las relaciones de trabajo la advirtieron tempranamente (por ejemplo, Pérez
de los Cobos, 1990, pp. 32 ss.). Pero, aparte la intensidad con la que ahora se ad-
vierte el fenómeno, viene acompañado por la paralela desintegración de las carac-
terísticas tradicionales del tiempo de la prestación. Garantizada la continuidad de la
producción por el capital tecnológico de la empresa, la «regularidad» en el tiempo
de la prestación de servicios desaparece. Deviene innecesaria la aportación perma-

gaceta 180 sindical


¿Repensar el derecho
del trabajo?

nente de trabajo que tiende más bien a concentrarse en determinados momentos


del proceso productivo. Ello afecta a categorías jurídico-laborales esenciales. El ca-
rácter indefinido del vínculo se asocia, claro, a esta necesidad; e igualmente la dis-
ciplina del tiempo de trabajo, su distribución y la alternancia entre prestación y
descanso, se relacionan con ella. En consecuencia, nuevas formas de contratación
se abren paso y pierde claridad la frontera entre la vida profesional y la privada.

De acuerdo con un extenso informe de Eurofound (News forms of employment,


2015), la primera idea se concreta en la aparición de nuevas formas de contratación
relacionadas con necesidades estratégicas de las empresas, en la parte alta de la
escala. Pero también afecta a la baja. Si en aquélla podemos hallar trabajadores de
alta cualificación que son compartidos por varias empresas o contratados para llevar
adelante la dirección de proyectos estratégicos, en ésta encontramos el trabajo «ca-
sual» –contratos a llamada o «cero horas»–. Por lo que se refiere, en segundo lugar,
al incremento de la subordinación como consecuencia de la tecnología, ha estado
en el centro de la polémica desde hace años su utilización para aumentar el control
sobre el correcto desarrollo de la prestación laboral. Pero ahora se da un paso más:
las mayores posibilidades de comunicación hacen que desaparezca toda frontera
«física» de la subordinación, y no sólo las relacionadas con el lugar de trabajo. El
trabajador queda ahora «atrapado» por el proceso productivo, con independencia
también del momento, con el consiguiente perjuicio de la separación entre la vida
profesional y la privada (cfr. Mella, 2016).

La concentración de la prestación en la fase de creación de los procesos produc-


tivos implica, por otro lado, la aparición de una tercera forma de «irregularidad»: la
relacionada con la propia naturaleza del servicio requerido. En la «industria 4.0»,
la aportación de los trabajadores deja de ser estandarizada. Ello se debe al hecho
de que las funciones repetitivas tienden a desaparecer, sustituidas por la automati-
zación. El espacio subsistente para el trabajo humano se mueve más en los terrenos
de planificación y atención a lo imprevisto, en los que se requieren unas dotes su-
periores de adaptabilidad.

Por supuesto, esto acentúa el carácter creativo de la prestación, con evidentes


efectos sobre la conformación del contrato. De entrada, el trabajador está llamado
a comprometer un altísimo nivel de polivalencia: su prestación debe irse variando a
medida que los requerimientos de la organización lo exijan. Lógicamente ello tiene
importantes repercusiones en relación con su formación, que incluye elevadas exi-
gencias de entrada, en el momento de acceso, pero también una permanente puesta
al día, en relación con las transformaciones de su puesto de trabajo y de sus funcio-
nes. De esta manera, la nueva posición que ocupa el trabajador en el proceso pro-

gaceta 181 sindical


José María Goerlich

ductivo hace que aumente su implicación en él y, por tanto, en la organización em-


presarial. De forma directa, esta circunstancia puede tener reflejo en los criterios pro-
pios del régimen retributivo, en los que pasa a ocupar un lugar de primer orden la
contribución del trabajador a la productividad empresarial. En una aproximación más
profunda implica quizás la desaparición del sustrato tradicional del contrato, el con-
flicto de intereses entre capital y trabajo, por uno diferente, de carácter más partici-
pativo.

A la postre, puede pensarse en una última consecuencia de la desaparición de la


«regularidad» que afecta al funcionamiento del sistema de fuentes. En este nuevo
contexto al que se acaba de hacer referencia, el espacio de la negociación colectiva
podría quedar profundamente redimensionado. De un lado, porque el contrato indi-
vidual podría pasar a ocupar un lugar mucho más importante del que tradicional-
mente se le ha asignado. De otro, porque acaso en la diversificación de los procesos
productivos en la «industria 4.0», el espacio que quede para el convenio colectivo
no pueda ser ocupado por el de carácter territorial sino únicamente por el de empresa
(Seghezzi, 2016, pp. 204 ss.).

4. EL MUNDO DE LOS SERVICIOS: EL TRABAJO EN LA LLAMADA


«ECONOMÍA COLABORATIVA»

En otro terreno de reflexión, es claro que la generalización de la incorporación


de las TIC a las empresas ha venido incidiendo fuertemente en la configuración de
las relaciones laborales en el sector servicios. De un lado, la automatización, que
en fases anteriores se había detenido en la industria, ha entrado en este terreno,
abriendo un proceso de eliminación de puestos de trabajo. De otro, la mejora de las
comunicaciones y de los procesos de intercambio de información ha incrementado
las posibilidades de descentralización de las organizaciones empresariales. Lo que
anteriormente eran fases del proceso productivo inseparables por su necesaria co-
nexión con los posteriores, se han convertido en servicios que pueden ser fragmen-
tados y remitidos a su prestación por terceros ajenos a aquellas. Al límite, las nuevas
tecnologías han implicado la convulsión de las fronteras tradicionales entre el trabajo
subordinado y el autónomo, puesto que las nuevas posibilidades de prestar servicios
a distancia afectaban a los elementos esenciales en las que descansaban.

Por supuesto, estas tendencias se confirman e incrementan en la actualidad, por


la sorprendente mejora de las comunicaciones a partir de la generalización de inter-
net. En las empresas, la «internet de las cosas» aún abre más posibilidades de re-
currir a la externalización puesto que facilita la integración just-on-time de los

gaceta 182 sindical


¿Repensar el derecho
del trabajo?

servicios separados en la organización principal. Por supuesto, la mejora de las co-


municaciones, en términos cualitativos y cuantitativos, ha incrementado igualmente
las posibilidades de organizar a distancia la prestación de servicios a empresas o
particulares. Como se advierte en el ya citado informe de Eurofound, muchas de las
nuevas formas de empleo se encuentran directa o indirectamente vinculadas a esta
circunstancia. En fin, el rápido y exponencial incremento del acceso de las personas
a la red ha posibilitado su conexión directa con los proveedores de servicios, con la
paralela desaparición de las organizaciones que, con anterioridad, intermediaban
en su suministro: sectores completos del sector terciario han desaparecido prácti-
camente o están siendo objeto de un extraordinario redimensionamiento. Esta última
idea, en combinación con las nuevas posibilidades de prestar servicios a distancia
de las organizaciones empresariales, ha abierto un nuevo mundo, que difícilmente
encaja en las categorías tradicionales del Derecho del Trabajo. Me refiero a los fe-
nómenos que se integran en la llamada «economía colaborativa», a los que se ha
venido dispensando en los últimos tiempos una extensa atención desde la perspec-
tiva jurídica y, por supuesto, también desde el punto de vista del ordenamiento labo-
ral.

En su versión más general, en este concepto se integran las nuevas posibilidades


de acceder a bienes y servicios sin intermediación de empresa alguna: la red posi-
bilita la constitución de un mercado «virtual», que pone en contacto directo a ofe-
rentes y consumidores. Ello es posible a través de las nuevas plataformas digitales
que funcionan en Internet, a las que cabe acceder en todo tiempo y desde cualquier
lugar, tanto para ofertar bienes o servicios como para conseguirlos. Por supuesto,
la conexión directa e inmediata entre todos los interesados puede suponer sustan-
ciales abaratamientos del coste. Estas nuevas realidades se están desarrollando
además a una velocidad vertiginosa. Es un fenómeno apenas presente a finales de
la década anterior, como puede advertirse en la lectura del Informe 2/2008 del Con-
sejo Económico y Social sobre Los nuevos modelos de consumo en España (en es-
pecial, pp. 49 ss.). A mediados de esta década, su presencia en el debate social,
económico y jurídico es evidente, en razón del volumen de personas implicadas en
estos intercambios (Todolí, 2016, p. 12) así como del valor económico que tienen.
Pero, además, las previsiones implican que en un corto período de tiempo, hasta
2025, su importancia aumentará de forma exponencial en términos absolutos y re-
lativos, como puede advertirse en la ya citada comunicación de la Comisión sobre
Una Agenda Europea para la economía colaborativa (COM[2016] 356 final).

Por otro lado, en todas las aproximaciones se insiste en que el fenómeno no es,
ni mucho menos, unitario. Esta falta de uniformidad tiene una primera manifestación
de carácter socioeconómico, en función de las situaciones concretas en las que se

gaceta 183 sindical


José María Goerlich

encuentren los prestadores de servicios respecto a este tipo de intercambios: puede


ser tanto una actividad complementaria, de carácter voluntario, como la principal
fuente de recursos, que funciona como alternativa a las dificultades de encontrar
empleo en el mercado de trabajo ordinario (cfr. Dagnino, 2016, pp. 137 ss.). Desde
el punto de vista jurídico, con proyección no sólo en la materia laboral sino también
sobre el tratamiento administrativo, fiscal o incluso mercantil de las nuevas realida-
des, tal falta de uniformidad se relaciona con el tipo de intercambio que se produce
a través de la plataforma digital y, sobre todo, con el papel que corresponde a ésta
en su conformación. De hecho, sobre la base de estas diferencias, la literatura ha
venido clasificando diferentes realidades, con denominaciones igualmente distintas
(cfr. Todolí, 2016).

Se trata de una idea muy importante en la medida en que, aparentemente, la pla-


taforma se presenta como un instrumento técnico, cuya única función es aproximar
oferta y demanda de bienes y servicios, y que no establece relación alguna con ofe-
rentes y demandantes que se limitan a contratar entre sí en el ciberespacio. Sin em-
bargo, a poco que se profundice, se advierte que detrás de esta «neutralidad»
técnica pueden esconderse muy diferentes relaciones en función del objeto sobre el
que versan las transacciones: no es lo mismo ofrecer bienes que servicios; ni es irre-
levante la forma en que se ofrecen estos últimos. En este sentido, es claro que la
plataforma puede ostentar igualmente importantes facultades en su conformación
que no pueden resultar irrelevantes a la hora de calificar las relaciones que se esta-
blecen a su través o con ella misma. Dicho de otro modo, no es únicamente un es-
pacio virtual que facilite las transacciones y permanezca completamente ajena a
éstas: puede ser así en ciertos casos; es mucho más discutible que lo sea en otros.

En todo caso, lo que resulta evidente, como ha señalado la Comisión en la citada


comunicación, es que su presencia “hace menos claros los límites establecidos…
entre trabajador por cuenta propia y por cuenta ajena o la prestación profesional y
no profesional de servicios” (p. 2). Y ello hace que los intercambios de servicios en
el ámbito de la «economía colaborativa» se vengan desarrollando al margen de los
sistemas de protección tradicionalmente establecidos por el ordenamiento laboral.
Es éste, en efecto, un lugar común en el análisis del fenómeno desarrollado en el
ámbito institucional o por la doctrina. La Comisión ha indicado en este sentido que
la configuración de estas relaciones crea “incertidumbre en cuanto a los derechos
aplicables y el nivel de protección social” (p. 12). De este modo, la actividad profe-
sional desarrollada a través de las plataformas aparece como profundamente inse-
gura, por lo que se refiere a su propia existencia y a la renta que el prestador de
servicios aspira a obtener de ella. Asimismo, las empresas que las gestionan, am-
parándose en que las mismas son meros instrumentos técnicos, no quedan com-

gaceta 184 sindical


¿Repensar el derecho
del trabajo?

prometidas por las obligaciones tradicionalmente asignadas a los empleadores –am-


biente de trabajo, formación profesional, contribución a los sistemas de protección
social–. En fin, la ubicuidad del acceso puede generar problemas de efectividad de
las eventuales tutelas toda vez que posibilitan una efectiva mundialización de la pres-
tación de servicios (cfr. Eurofound, News forms of employment, 2015, pp. 115 ss.;
Dagnino, 2016).

La reacción interpretativa a este fenómeno no se ha hecho esperar. Los analistas


se han aprontado a excluir que el trabajo a través de la plataforma haya de quedar
necesariamente al margen del contrato de trabajo. Y ello tanto en España (cfr.
Ginés/Gálvez, 2016, Todolí, 2016, pp. 47 ss.) como en los países de nuestro entorno
(para Italia, Donini, 2016; respecto de Francia, Gomes, 2016). Se trata de insistir en
que la plataforma no es exclusivamente un soporte tecnológico sino que, en función
de la forma en la que interactúa con el prestador de servicios, puede adquirir precisa
relevancia en el ámbito jurídico-laboral. Por supuesto, ésta no ha de ser única,
puesto que existen, como hemos visto, muchas posibilidades de canalización de
servicios por medio de Internet. En algunos casos estaremos efectivamente com-
pletamente al margen de aquél, dado el carácter no profesional de los servicios. En
otros, nos moveremos en el terreno del trabajo por cuenta propia –lo que, por lo
demás, no está exento de problemas a efectos asegurativos dadas las rigideces del
Derecho de la Seguridad Social (Todolí, 2016, pp. 77 ss.)–. Y finalmente no se puede
descartar en absoluto que la plataforma digital quede afectada por las normas labo-
rales en sentido estricto, bien por actuar como agencia privada de colocación bien
por constituirse en verdadero y propio empleador de los oferentes de servicios a su
través.

En este último sentido, es cierto que los servicios prestados en el ámbito de la


«economía colaborativa» parecen muy lejanos de los tradicionalmente desarrollados
en régimen de subordinación: directamente dirigidos al consumidor –y por tanto al
mercado–, no se prestan en lugar de trabajo que pertenezca a la plataforma ni se
utilizan medios que le pertenezcan; ni la plataforma controla el tiempo en que se
desarrollan; ni necesariamente su corrección, confiada a los llamados sistemas re-
putacionales que, aunque establecidos por la propia aplicación, quedan a cargo de
sus usuarios. No es menos cierto, sin embargo, que, en muchos casos, ésta tiene
las llaves del acceso al mercado –puesto que los usuarios sólo acceden a los servi-
cios prestados por un trabajador a su través–, impone condiciones respecto de la
forma en que se han de prestar los servicios o el precio de los mismos y, finalmente,
tiene facultades para garantizar en régimen de autotutela todas sus expectativas.
No resulta pues, fácil, excluir que estemos en supuestos como éstos ante verdaderos
trabajadores subordinados por cuenta de la plataforma digital.

gaceta 185 sindical


José María Goerlich

Con todo, resolver el problema en términos «clásicos», mediante la contraposi-


ción entre trabajo subordinado y autónomo a efectos de decidir la aplicación en blo-
que de las normas laborales o las del Derecho privado según corresponda, no parece
una solución adecuada. Una parte de la doctrina viene señalando en este sentido
que las diferencias morfológicas entre el trabajo a través de plataformas digitales y
las formas «tradicionales» de trabajo son demasiado grandes como para que sea
fácil proyectar sin más sobre aquél las soluciones cristalizadas para éste tras un
siglo de evolución normativa (Dagnino, 2016, p. 162, Todolí, 2016, p. 66 ss.). Pen-
sadas para una realidad diferente, estas normas encajan difícilmente en la fisonomía
que presenta el «nuevo» trabajo. Éste presenta, por otro lado, problemas inéditos
que no se pueden afrontar fácilmente con los instrumentos de que disponemos. Aun-
que acaso puedan ser útiles como mecanismo de salvaguarda de los intereses de
los consumidores, la relevancia que en el funcionamiento de la plataforma tienen los
sistemas reputacionales y los peligros que presentan tanto de su parte como, sobre
todo, de la del prestador de servicios (cfr. Dagnino, 2016, pp. 154 ss. y, sobre todo,
Todolí, 2016, pp. 111) requieren con toda probabilidad intervenciones normativas es-
pecíficas. E igualmente problemática es la posibilidad de establecer mecanismos de
competencia entre los trabajadores sobre base mundial y los efectos que los mismos
despliegan sobre las condiciones de trabajo (Ray, 2015). En relación con esta última
idea, y para terminar esta reflexión, hay que tener en cuenta las obvias dificultades
que presenta esta nueva forma organizativa para la acción sindical, por la dispersión
–en todo el ciberespacio– y la singularidad de cada uno de los prestadores de ser-
vicios a través de las plataformas digitales.

5. ¿REPENSAR EL DERECHO DEL TRABAJO?

El panorama de conjunto que se deduce del análisis muestra, pues, que profun-
dos interrogantes afectan al Derecho del Trabajo y a los valores que éste ha encar-
nado históricamente como consecuencia del cambio tecnológico. De entrada, como
ha ocurrido en el pasado, existe un problema preliminar relacionado con el nivel del
empleo. Ya he indicado que en este terreno no es fácil hacer previsiones: existen al-
gunas muy sombrías y otras que no lo son tanto o que, directamente, son optimistas.
Pero incluso en el mejor de los casos, supuesto que no se haya de producir una
crisis definitiva del empleo, el panorama no es muy halagüeño. Se ha advertido, en
este segundo sentido, que, incluso en el caso de que la innovación tecnológica tenga
a medio y largo plazo importantes virtualidades de generación de riqueza que com-
pensen la destrucción de empleo en el corto, ello no necesariamente ha de traducirse
en “mejoras de bienestar” ya que el análisis de la evolución de la ocupación no puede
hacerse únicamente en términos numéricos, “mediante la contabilidad de los nuevos

gaceta 186 sindical


¿Repensar el derecho
del trabajo?

puestos de trabajo creados y los antiguos puestos de trabajo destruidos” (Soete,


2001, p. 195): los viejos empleos «normales» pueden ser sustituidos por nuevos
contratos del modelo Uber o basados en el esquema del trabajo «0 horas» (Frie-
dland, 2016).

Es claro, en este sentido, que el desarrollo tecnológico es un potente motor de


segmentación del mercado de trabajo. Si parece alumbrar en los estratos superiores
la aparición de un trabajo creativo y bien valorado, en los inferiores se tiende a todo
lo contrario (por todos, Rubery/Grimshaw, 2001, pp. 207 ss.). Cierto que no se trata
de un fenómeno nuevo. Pero lo es también que en el futuro inmediato está llamado
a incrementarse, por el potencial que tienen las nuevas tecnologías para posibilitar
la descomposición de los procesos productivos en fases separadas que pueden ser
externalizadas en formas no conocidas con anterioridad; y también por la manera
en las que, a su través, puede organizarse el intercambio de trabajo por retribución.
De este modo, un desarrollo tecnológico sin control puede implicar que el incremento
de la riqueza no se traduzca en una mejora de la situación general, al ir acompañado
del aumento de la desigualdad (Campbell, 2001, en términos territoriales; González
Pascual, 2015, con carácter general).

Junto con otras ramas del Derecho, la regulación del trabajo habría de contribuir
a evitar este problema. De hecho, los análisis de las nuevas realidades insisten en
la necesidad de que la acción política debe intervenir en este terreno. Así, por ejem-
plo, la Agenda Europea para la economía colaborativa a la que se han hecho varias
referencias incluye entre sus conclusiones la necesidad de establecer “condiciones
de trabajo justas” para este nuevo tipo de trabajo (p. 17). En esta misma línea, la
OIT ha propuesto esta temática como objeto de una de las conversaciones en la ya
citada Iniciativa del centenario relativa al futuro del trabajo (pp. 14 ss.). Es, por tanto,
fácil afirmar esta idea.

Pero no lo será tanto llevarla a la práctica, de un lado, porque acaso resulte ne-
cesario un repensamiento muy profundo de las instituciones que hasta ahora las
han garantizado y, de otro y sobre todo, porque el nuevo panorama presenta impor-
tantes límites a la actuación normativa. Desde el primer punto de vista, se ha seña-
lado que referentes esenciales en los que ha descansado históricamente el Derecho
del Trabajo se encuentran, desde hace algún tiempo, sujetos a revisión en razón de
los cambios tecnológicos: la noción de subordinación, el marco en que ésta se desen-
vuelve –el lugar y el tiempo de trabajo–, la separación entre el trabajo y la vida pri-
vada y, sobre todo, los instrumentos de acción colectiva constituyen buenos ejemplos
de ello. De este modo, acaso estemos en presencia de un cambio muy profundo.
Se ha afirmado, en este sentido, que “un siglo después de la creación del derecho

gaceta 187 sindical


José María Goerlich

del trabajo industrial existe hoy una oportunidad histórica para pensar y luego crear
el derecho del trabajo inmaterial”. (Ray, 2015). Magna tarea es, pues, la que hay que
acometer: diseñar un nuevo derecho que, aun muy cambiado en su fisonomía, no
se deje arrastrar por los nuevos imperativos «técnicos» del objeto regulado y se man-
tenga fiel a sus principios tradicionales.

Tampoco parece fácil proceder a concretar normativamente este nuevo diseño.


En este segundo terreno, no se escapan las enormes dificultades que se han de en-
contrar. De un lado, los cambios que se están produciendo se mueven siempre en
la línea de dificultar la acción colectiva. En las menos ocasiones, relacionadas con
el surgimiento de los «trabajos 4.0» del segmento superior, porque parece devenir
innecesaria; y en la restante mayor parte de los casos, porque no resulta fácil la pe-
netración sindical en la nueva realidad productiva. Por supuesto, esto forma parte
también del repensamiento que debemos acometer. Los instrumentos de acción sin-
dical que conocemos siguen anclados en una organización empresarial que está en
vías de desaparición. En consecuencia, habrán de ser sustituidos por otros que se
adecuen a las exigencias de unas organizaciones dispersas. Pero es claro que, ade-
más, es responsabilidad del sindicato hallar nuevas formas organizativas que le per-
mitan acceder a unos trabajadores cada vez más dispersos. De otro, habrá que
tomar en consideración los evidentes límites que presenta la acción normativa del
Estado. Precisamente uno de los factores esenciales, a mi juicio, de las nuevas re-
laciones laborales en el entorno de Internet es que se desarrollan sin conexión a un
determinado lugar. Escapan, pues, a la territorialidad de las normas laborales. El
reto que plantean las «tecnologías 4.0» ha de resolverse, por tanto, a una escala
superior que acaso en este momento no exista todavía.

Las dificultades no pueden, sin embargo, hacernos caer en el completo pesi-


mismo. El derecho del trabajo es un invento reciente. Dado que la OIT celebra pronto
su primer centenario, podemos entender que también lo cumple el ordenamiento la-
boral. Por ello, en términos históricos, no hace tanto tiempo que resultaba impensable
que pudiera existir en los términos que ha alcanzado. ¿Por qué, pues, hemos de
abandonar la esperanza de que sea posible un cambio que no suponga abandonar
los principios ni perder los valores que entonces lo inspiraron?.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

CAMPBELL, D. (2001): “¿Puede atajarse la desigualdad en el ámbito de la tecnolo-


gía digital?”, Revista Internacional del Trabajo 120, núm. 2.

gaceta 188 sindical


¿Repensar el derecho
del trabajo?

DAGNINO, E. (2016): “Uber law: prospettive giuslavoristiche sulla sharing/on-de-


mand economy”, Diritto delle relazioni industriali 1-2016, pp. 137 ss.
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ZANELLI, P. (1985): Impresa, lavoro e innovacione tecnologica, Milano (Giuffrè).

gaceta 189 sindical


Cristina Garmendia

La educación, principal reto


de la sociedad digital
Composición con ventana en estado de color Vaso III Vo1, 1917. Theo Van Doesburg.

El despliegue de la sociedad digital hace necesario formar a


personas creativas e innovadoras, preparadas para el cambio y
abiertas a procesos de aprendizaje permanente. La educación
debe ser, pues, la primera política del país y un instrumento al
servicio de la igualdad de oportunidades.
Todos debemos asumir el reto de construir una sociedad
mejor. En un mundo dominado por el conocimiento, la ignorancia
es una forma de esclavitud.
La educación, principal reto
de la sociedad digital

N UESTRA civilización es cada vez más dependiente del conocimiento. Aquellos


territorios, organizaciones e individuos que lo generan han hecho de él su principal
ventaja competitiva. El resto, necesita aplicarlo para asegurar su supervivencia y en
gran medida lo hace pagando por ese conocimiento un elevado coste. Todos, de
una u otra manera, somos hoy día tecnodependientes.

Esta dependencia se acelera cada día más. Las tecnologías se reinventan de


continuo y los escenarios sociales, económicos y políticos cambian a una velocidad
de vértigo como consecuencia, en gran medida, del impacto de estas tecnologías.

El despliegue de la sociedad digital y la progresiva automatización de las tareas


físicas por parte de robots, así como los sistemas de inteligencia artificial, que nos
superarán más pronto que tarde en algunas operaciones intelectuales, supondrán
en los próximos años una importante disrupción en la economía global, obligando a
redefinir las industrias y servicios tradicionales, generando nuevos sectores y perfiles
profesionales, al tiempo que relegan otros, y en último término poniendo en cuestión
el actual modelo económico y social en su conjunto.

Poco sabemos del alcance de esta revolución, de su velocidad de implantación


y de sus consecuencias más profundas, pero si de algo podemos estar seguros es
de que, en el escenario que nos espera en las próximas décadas, la educación y la
formación están llamadas a jugar un rol protagonista.

Sólo podremos garantizar una economía y una sociedad digital integradoras e


inclusivas, que permitan extraer un beneficio para todos de los servicios avanzados
–públicos y privados–, si aseguramos la formación y capacitación digital de la ciu-
dadanía y de las empresas.

gaceta 193 sindical


Cristina Garmendia

Sólo podremos hacer frente a un mercado laboral donde las máquinas sustituyen
la mano de obra en las tareas de mayor riesgo o más rutinarias si los trabajadores
hacen valer su talento y sus habilidades humanas, aquellas en las que los robots y
los sistemas de inteligencia artificial están muy lejos de superarnos como especie.

Para afrontar este reto necesitamos formar a personas creativas e innovadoras,


preparadas para el cambio y abiertas a procesos de aprendizaje permanente. Ne-
cesitamos favorecer la colaboración entre el sector educativo y el sector productivo
en materia digital, generando procesos, productos y herramientas que faciliten y ase-
guren el desarrollo de la innovación educativa: una formación flexible, adaptada a
las necesidades de una actividad económica en permanente evolución.

Debemos apostar por un cambio educativo, desde luego, pero no por cualquier
cambio en la educación. Necesitamos un cambio basado en el conocimiento, no en
opiniones sesgadas e interesadas como las que generalmente han marcado el de-
bate social y político sobre la mejor educación.

En un mundo en el que cada vez se demandan más evidencias para tomar deci-
siones, resulta sorprendente que sea precisamente en el ámbito de la educación
donde exista una mayor tendencia a obviar el conocimiento cuando se plantean po-
líticas. Cualquiera parece tener una opinión sobre qué debería hacer un profesor en
su aula, pero muy pocas de esas opiniones están avaladas por conocimiento cien-
tífico, ni siquiera por la experiencia de quienes trabajan en educación o reciben un
beneficio de ella.

La educación debe ser la primera política del país. Es un derecho. Más aún, es
un garante del resto de derechos. Debe ser también, cada vez más, un instrumento
al servicio de la igualdad de oportunidades. En un mundo dominado por el conoci-
miento, la ignorancia es una forma de esclavitud.

Y si este es nuestro principal reto, ¿por dónde debemos empezar?

Trabajemos, antes que nada, por cambiar la inaceptable tasa de abandono edu-
cativo temprano que, si bien ha ido reduciéndose tímidamente en los últimos
años –de un 21,9% en 2014 al 19,8% en los primeros trimestres de 2016–, sigue
siendo la más alta de Europa.

Reaccionemos con firmeza ante los últimos datos de la OCDE: uno de cada cinco
jóvenes españoles de 15 a 29 años ni estudia ni trabaja. Hablamos de más de un
millón y medio de ninis, chicos y chicas que están fuera del sistema educativo y del

gaceta 194 sindical


La educación, principal reto
de la sociedad digital

mercado laboral; otro ranking, en este caso en el conjunto de la OCDE, que lidera-
mos tristemente.

Si los datos referidos a nuestra población infantil y juvenil son poco alentadores,
las deficiencias educativas son a menudo más graves entre los adultos. España es,
junto a Finlandia y Corea del Sur, el país con más diferencias competenciales entre
los más jóvenes y los más mayores. Los jóvenes que reciben hoy educación en Es-
paña, los que consiguen evitar el drama del abandono y el fracaso escolar, están
mucho mejor preparados que las generaciones que les preceden. Muchos de los
problemas actuales de nuestra economía y nuestro mercado de trabajo están aso-
ciados a la educación que se impartía hace 40, 30 ó 20 años. Las consecuencias
las pagamos ahora.

Nuestro país está por encima de la media de la OCDE en cuanto a población


adulta con estudios universitarios, donde estamos muy por debajo es en el porcen-
taje de población con formación equivalente a la segunda etapa de Educación Se-
cundaria, es decir, el tramo que en España cubre el Bachillerato y la Formación
Profesional de ciclo medio. En España tiene este nivel de formación el 22,4% de la
población, casi la mitad de la media occidental (43,1% en los países OCDE y 46,8%
en el entorno europeo).

Este dato tiene implicaciones directas en la empleabilidad de la población, como


es bien sabido, y además afecta de forma directa a la adquisición de competencias
relacionadas con la innovación: creatividad, resolución de problemas, pensamiento
crítico. Competencias que no sólo son necesarias para desempeñar trabajos en sec-
tores emergentes, sino que son esenciales para asegurar la competitividad de las
industrias que son a día de hoy pilares de nuestra economía, como el turismo.

La competitividad y la capacidad innovadora de las empresas españolas no sólo


está lastrada por la formación de sus trabajadores, también influye la baja cualifica-
ción de nuestros empresarios. El Banco de España alertaba meses atrás sobre esta
cuestión, que nos sitúa a la cola de las grandes economías de Europa –Alemania,
Suecia, Francia, Reino Unido– y sólo por delante de los griegos.

Existen muchas otras evidencias cuantitativas de nuestros problemas educativos


y de su impacto en la formación de personas innovadoras, pero existe otro debate
que tiene de momento un carácter más cualitativo. Se trata del papel que la propia
innovación –tecnológica y no tecnológica– puede tener como herramienta de trans-
formación del sistema educativo y su impacto en la sociedad.

gaceta 195 sindical


Cristina Garmendia

La Unión Europea, en la formulación de los retos sociales que aborda el programa


Horizonte 2020, ya advierte de que la innovación puede debilitar la inclusión. Pone
como ejemplo fenómenos como la brecha digital o la segmentación del mercado la-
boral. Integrar las dimensiones de inclusión e innovación implica desde las propues-
tas europeas “explorar nuevas formas de innovación, con insistencia particular en la
innovación y la creatividad sociales”. La educación juega un papel fundamental en
esta tarea, como herramienta para garantizar la cohesión social.

Nos esperan pactos, leyes y reformas, oportunidades para demostrar que somos
un país capaz de anticiparse y adaptarse a la mutabilidad de nuestro tiempo.

Aquellos que toman decisiones deben tener en cuenta el análisis científico de la


investigación educativa, la experiencia docente de los profesores, el conocimiento
informal de las familias, así como el de las empresas y otras organizaciones sociales,
que también tienen voz en un fenómeno tan complejo y con tantas caras como es el
de la educación y su impacto en la sociedad.

Nos jugamos mucho, por no decir todo, en este reto y nos lo estamos jugando
todos. La equidad ha de ser el eje fundamental del sistema educativo que queremos
construir y cuyo producto no es ni más ni menos que nuestra futura sociedad. Y quien
no lo entienda por solidaridad o altruismo, que lo considere por su propio interés: las
evidencias –ese conocimiento al que hacía referencia– indican que la igualdad de
oportunidades en la educación mejora los resultados económicos globales de un
país.

En esta interrelación creciente entre economía y educación, todo el mundo está


llamado a asumir el reto de construir una sociedad mejor. El presente exige educar
para innovar e innovar para educar. Todos somos protagonistas de esta nueva revo-
lución industrial.

gaceta 196 sindical


Xavier Martínez Celorrio

Educación y competencias
para vivir en la economía digital
Still Vida (Composición V) 1916. Theo Van Doesburg.

La cuarta revolución industrial avanza imparable en centros


de investigación y desarrollo tecnológico, bajo una fuerte com-
petitividad por conquistar nuevas fronteras y límites sin tener en
cuenta sus costes sociales y humanos.
Por tanto, debemos anticiparnos al futuro nuevo contrato so-
cial para empezar a educar desde hoy mismo de otra forma y con
otros objetivos. Conviene repensar la educación del presente,
que clasifica y jerarquiza el talento para una sociedad industrial
que ha dejado de existir. El objetivo ha de ser la formación de
personas libres y críticas, con capacidad de decisión y dominio
del nuevo entorno tecnológico para que éste se diseñe ajustado
a las necesidades humanas y con sentido comunitario.
Educación y competencias
para vivir...

L A cuarta revolución industrial ya está aquí entre nosotros aunque no la perciba-


mos. Avanza imparable en centros de investigación y desarrollo tecnológico bajo
una fuerte competitividad por conquistar nuevas fronteras y límites sin tener en
cuenta sus costes sociales y humanos. Según un informe del banco Merril Lynch, el
45% de los puestos de trabajo de fabricación en el sector industrial serán robotizados
en los próximos 20 años. La inteligencia artificial, cuyas posibilidades y desmanes
se nos han mostrado en muchas películas de ciencia-ficción, crecerá un 36% ligada
al Internet de las cosas (IoT) y la denominada Industria 4.0. Su aplicación en el hogar,
en los servicios, en el transporte, en la sanidad, en las finanzas, en el ocio y en la
industria militar y de seguridad reforzará el papel de Estados Unidos, Japón, China,
Corea del Sur y la India como nuevos centros de poder y de liderazgo de la cuarta
revolución industrial.

ROBOTIZACIÓN Y NUEVO CONTRATO SOCIAL

Se estima que en cuatro años los taxis de Japón serán robots y una parte impor-
tante de la logística se realizará con drones y camiones dirigidos sin conductor, pres-
cindiendo gradualmente de miles de empleos humanos. Los recepcionistas de hotel
o las cajeras de supermercado son ejemplos de los millones de empleos sustituibles
por robots. Buena parte de los obreros de fabricación de la industria, de la venta en
comercios, de las rutinas administrativas e, incluso, de ciertas rutinas expertas como
la de analistas financieros, abogados y periodistas serán fácilmente prescindibles
ante el avance de la robótica y la inteligencia artificial.

La robotización de la industria y los servicios aumentará la productividad un 30%


a costa de reducir los costes laborales entre un 18% y un 33%, según ciertas esti-
maciones. Ahí está la clave de la cuestión. La historia del capitalismo es la historia
de su plusvalía y su tasa de ganancia a costa del trabajo humano. Ahora estamos

gaceta 199 sindical


Xavier Martínez Celorrio

ante el umbral de una nueva época donde el trabajo humano se va a hacer masiva-
mente prescindible. La pregunta es bajo qué condiciones y límites. Si el futuro del
trabajo es una robotización destructora de empleo humano, sin pagar impuestos, sin
capacidad de protesta y devaluadora de los salarios de los que queden trabajando,
la cuestión es si esa tendencia intrínseca del desarrollo capitalista puede ser regu-
lada en clave de bienestar y equidad y cómo ha de serlo.

La lucha de clases añade una nueva dimensión entre las máquinas y los humanos
críticos que defienden un nuevo concepto de igualdad comunitaria. Las nuevas con-
diciones fuerzan la definición de un nuevo contrato social, de nuevas formas de pro-
piedad y de co-gestión en las empresas y una nueva fiscalidad equitativa. Por eso
conviene abrir debates y regulaciones sobre el tipo de post-capitalismo y de sociedad
4.0 que se nos viene encima. Se perfila una inédita alianza interclasista de las vícti-
mas de la robotización, donde las clases medias y obreras pueden emerger como
nueva mayoría social determinante ¿Podemos decidir que ya toca repartir el tiempo
de trabajo, adelantar la edad de jubilación, redistribuir las enormes plusvalías de la
robotización y garantizar la co-gestión en las empresas?

Las utopías de Paul Lafargue o de André Gorz de una jornada semanal de 15


horas, con industrias y sectores que paguen impuestos por los robots que utilizan y
con una renta básica de ciudadanía ya no son ideas descabelladas. Son exigencias
para un nuevo sindicalismo ciudadano e interclasista, capaz de proponer alternativas
post-capitalistas que sean redistributivas y humanizantes ante un futuro que no
puede ser post-humano.

EDUCARSE PARA VIVIR, DECIDIR Y DOMINAR UN NUEVO ENTORNO


TECNOLÓGICO

Por esta razón, conviene repensar la educación del presente, imbuida todavía
bajo un sistema fordista que clasifica y jerarquiza el talento para una sociedad in-
dustrial que ha dejado de existir. El objetivo de un sindicalismo post-capitalista en
educación ha de ser la formación de personas libres y críticas con capacidad de de-
cisión y dominio del nuevo entorno tecnológico para que se diseñe ajustado a las
necesidades humanas y con sentido comunitario. Este objetivo implica universalizar
el sentido crítico, el trabajo en equipo, el pro-común, la creatividad, la argumentación,
la alternación con los otros y la empatía emocional, desarrollando competencias ade-
cuadas para entornos complejos y siempre con utilidad social. Son virtudes y obje-
tivos que están a años luz del actual sistema escolar zombie que, agotado y
condenado, sigue vigente con su curriculum y su formato homogéneo del siglo XIX.

gaceta 200 sindical


Educación y competencias
para vivir...

¿Qué sentido tendrá educar para generar plusvalía o para asegurar la producti-
vidad cuando impere la robótica y la inteligencia artificial en todas partes, cuando
las propias máquinas piensen, hagan su propio mantenimiento y se fabriquen a sí
mismas? ¿Para qué nos servirá mantener un sistema escolar fordista pensado para
disciplinar la mano de obra y dividirla entre la rama manual y la rama intelectual?
¿Qué sentido tendrá en el año 2050 mantener vigente el actual trivium y quadrivium
que nos divide entre las ciencias y las letras por asignaturas? El gran objetivo de la
nueva educación será elevar la inteligencia colectiva y el pro-común colaborativo e
interdisciplinar en un nuevo contexto de socialización más igualitario, universal y
post-materialista.

En este escenario utópico, el prestigio no vendrá dado por el dinero, el lujo o la


riqueza material, como pasa ahora, sino por la colaboración, la ayuda mutua y el
desarrollo cultural, puesto que todos los sujetos serán desarrolladores culturales de
sí mismos y de la comunidad. Si el objetivo post-capitalista es trabajar menos tiempo,
co-gestionar las empresas y las instituciones democráticas y contar con una renta
garantizada, se abren infinitas posibilidades para ocupar el tiempo en actividades
socialmente útiles y creativas, en placeres culturales, deportes, debates ciudadanos
y proyectos continuos de mejora del bienestar. Un futuro muy robotizado pero con
ciudades colaborativas y repúblicas ilustradas donde lo más relevante sea la infraes-
tructura de bienestar, cultura y convivencialidad, tal y como propuso Ivan Illich y otros
utópicos del Mayo del 68.

El futuro robotizado y la economía digital apelan la necesidad de una educación


que sea emancipatoria y crítica, asegurando el derecho a aprender con equidad para
que todos desarrollen su pleno potencial y todas sus inquietudes. Supone un cambio
cultural disruptivo y radical que algunas escuelas ya están empezando a concretar,
a contracorriente del actual sistema escolar1. En conclusión, nos debemos anticipar
al futuro nuevo contrato social para empezar a educar desde hoy mismo de otra
forma y con otros objetivos. Las fuerzas del mercado o las empresas tecnológicas
no pueden dictar cómo ha de ser la educación sino el profesorado, los expertos y
las comunidades críticas y transformadoras que ya están cambiando la escuela
desde abajo.

1
MARTÍNEZ CELORRIO, X. (2016): “Innovación y reestructuración educativa en España: las escuelas
del nuevo siglo” en AA.VV. Informe España 2016. Madrid, Cátedra Martín-Patino.

gaceta 201 sindical


Isidor Boix

Las cadenas internacionales de valor en


la economía digital y la acción sindical
por el trabajo decente
Composición Contador V, 1924. Theo Van Doesburg.

La digitalización económica constituye un elemento de la glo-


balización con importante incidencia en la organización de la pro-
ducción y el comercio; también en la distribución y la calidad del
trabajo, en las relaciones de poder y, por ello, en las necesarias
iniciativas de acción sindical por el trabajo decente. Las cadenas
de valor de las multinacionales, desde la casa matriz hasta el úl-
timo eslabón de su cadena de subcontratación, ocupan ya a la
mitad de la clase trabajadora mundial y suponen un entramado
empresarial, industrial y comercial, en el que tal acción sindical
adquiere particulares características, con evidente incidencia de
la digitalización económica. La reflexión de cómo desarrollar la
iniciativa sindical en este ámbito ha de significar además una con-
tribución al proclamado objetivo de renovación sindical, tanto na-
cional como global.
Las cadenas internacionales
de valor...

E N este 2016 se ha producido un sustancial avance en la asunción de las cade-


nas de valor como eje de los planteamientos relativos al “trabajo decente” en el
mundo. Tras años de ignorarlas, con incluso la pretensión de negarlas por parte de
portavoces empresariales, puede afirmarse la decisiva incidencia que en ello ha te-
nido la catástrofe de Rana Plaza (Bangladesh) el 24 de abril de 2013 con la muerte
de 1.134 trabajadores de la industria de la confección. También el trabajo sindical
en algunas cadenas de valor y su proyección en múltiples foros, con el creciente in-
terés manifestado desde diversos ámbitos académicos. Para abordar adecuada-
mente esta cuestión es imprescindible situarla en el marco de las relaciones sociales
de este momento, examinando para ello la incidencia del proceso de digitalización
en la producción y el comercio mundiales.

1. LA EXPRESA ASUNCIÓN DEL SIGNIFICADO DE LAS CADENAS DE VALOR

Probablemente la expresión más clara de que se trata de una cuestión situada


ya en el eje de la conciencia colectiva mundial lo constituye la Conferencia de la OIT
de este año 2016, abordándola por primera vez desde esta institución con la cons-
titución de la Comisión sobre “Trabajo decente en las cadenas mundiales de sumi-
nistro”. Lo es también la Conferencia “de alto nivel” convocada sobre el mismo tema
y este mismo año por la Comisión Europea.

Por “cadenas de valor” nos estamos refiriendo a todo el entramado industrial, co-
mercial y financiero que constituyen las cadenas de producción, denominadas tam-
bién de suministro, junto con las de distribución, de las empresas multinacionales.
Entramados que han ido adquiriendo dimensiones tales que los convierten en la es-
tructura económica mundial preponderante, decisiva para configurar las relaciones
económicas, comerciales, financieras, y también las laborales y sindicales que ahora
nos interesan en particular.

gaceta 205 sindical


Isidor Boix

Para entenderlo resultan significativas las estimaciones de la Confederación Sin-


dical Internacional (CSI) señalando que el conjunto de las casas matrices de las mul-
tinacionales y sus filiales, así como sus proveedores, contratas y subcontratas, con
todas las cadenas de subcontratación que llegan muchas veces hasta el trabajo
“a domicilio”, emplean en torno al 50% de los trabajadores del mundo (aunque en
plantilla propia, de matriz y filiales, sólo hay el 3%), generando el 60% del valor de
la producción mundial y el 80% del comercio internacional.

Las consideraciones que siguen se refieren a las cadenas de producción o de


suministro, no a las de distribución y venta. Para caracterizarlas conviene tener en
cuenta su diversidad, tanto en las relaciones societarias de los múltiples centros de
trabajo como en la elaboración del producto final. Las industrias del vestido y las
de la química y el metal apuntan estructuras bastante diferenciadas.

En la industria del vestido, la casa matriz y sus filiales se reservan la gestión glo-
bal, el diseño y la logística, subcontratando prácticamente toda la producción, mien-
tras que en otros sectores industriales la casa matriz y sus filiales obtienen en general
el producto final con el montaje a partir de los componentes suministrados en gran
parte por otras empresas, a las que subcontratan una parte del proceso productivo.
Una común característica es, sin embargo, que los proveedores no trabajan en su
mayoría para un único cliente, para una sola casa matriz, para una sola marca, cues-
tión ésta muy importante para establecer líneas de trabajo sindical y su relación con
las multinacionales, también para la negociación colectiva.

Para la mejor comprensión de lo que significan las cadenas de producción con-


vendría reelaborar estudios y conclusiones de los fenómenos de internacionalización
productiva, derivados unas veces de la deslocalización-relocalización, pero otras li-
gados a los del desarrollo industrial de los países emergentes. Para ello es elocuente
un ejemplo que nos resulta próximo: los 1,4 millones de trabajadores de la cadena
de producción de las marcas de Inditex (ZARA y otras 8) no suponen la pérdida de
tal número de puestos de trabajo en Galicia, sino que este gigante de la industria
del vestido empezó con una primera y pequeña fábrica en 1963 en tierras gallegas,
para alcanzar las actuales dimensiones de unas 6.000 fábricas proveedoras en más
de 40 países, y de más de 7.000 tiendas en más de 80 países.

La estructura global de las cadenas de valor obliga a considerar las inevitables


tensiones entre los intereses no siempre idénticos de sus diversos componentes. In-
tereses dispares de los distintos colectivos de trabajadores que la integran, al igual
que sucede en el ámbito empresarial. Entre los intereses, empresariales y también
sindicales, de la casa matriz y los de sus proveedores, como ha puesto de manifiesto

gaceta 206 sindical


Las cadenas internacionales
de valor...

el reciente conflicto de la Volkswagen con el Grupo Prevent, aunque en un primer


momento parecían ignorados los intereses diversos de los colectivos de trabajadores
implicados mientras se evidenciaban los empresariales. Una cuestión, la del conflicto
entre la multinacional y sus proveedores, en la que el sindicalismo organizado ha
de intervenir teniendo en cuenta la compleja interrelación entre los intereses de los
trabajadores de las empresas integradas en la cadena de valor en su conjunto, tanto
los solidarios como los contrarios en uno u otro aspecto.

2. LA INCIDENCIA DE LA ECONOMÍA DIGITAL EN LA CONFIGURACIÓN


DE LAS CADENAS DE VALOR

Para abordar la acción sindical por el trabajo decente en las cadenas de valor
hay que tener en cuenta la enorme incidencia que ha tenido y está teniendo la digi-
talización de los sistemas de producción y de comunicación. Incidencia tanto en las
relaciones interempresariales como en las condiciones y relaciones de trabajo, en
las posibilidades y líneas de intervención sindical, en las propias relaciones intersin-
dicales. Una incidencia, sin embargo, que no es la misma a lo largo de toda la ca-
dena de producción.

La aplicación de la digitalización en las cadenas de producción no es uniforme,


su implantación acompaña la internacionalización de la actividad productiva, la re-
ordenación de las fases de la producción, con una tendencia a desplazar las activi-
dades intensivas en mano de obra, con más bajos niveles salariales1 y de menor
grado de complejidad tecnológica, hacia los países emergentes, a la vez que lleva
otras fases del proceso productivo hacia países más desarrollados. Ello conlleva
una desigual distribución de los procesos de digitalización a lo largo de las cadenas
de producción. Una tendencia, sin embargo, que no se produce de forma lineal y en
relación con la cual deberá tenerse en cuenta cada vez más que la digitalización
llega también a los últimos rincones del planeta y puede llegar a relativizar la impor-
tancia de los costes laborales. Por otra parte, sufre las consecuencias del desigual
desarrollo mundial, en el que inciden los intereses de los colectivos, sindicales pero
también empresariales, que apuestan por mejorar su situación en este reparto de
papeles y cuyo desarrollo contribuye a reequilibrar el mundo.

1
Cuestión en relación con la cual no debería olvidarse que lo decisivo son los “costes laborales unitarios”,
es decir por unidad de producto; no los costes laborales por unidad de tiempo de trabajo. Una importante
traducción de tal diferencia se expresa en que menores costes laborales por unidad de tiempo no siempre
van acompañados de menores costes laborales por unidad de producto.

gaceta 207 sindical


Isidor Boix

Esta distribución de funciones, que podría parecer planificada para asignarlas a


determinados países y regiones del planeta como resultaría de algunas teorías cons-
pirativas, no ha dado lugar sin embargo, y por suerte, a un esquema estable en las
relaciones industriales y comerciales planetarias. Algunas cifras relativas a los incre-
mentos salariales producidos en los últimos años indican la existencia de fuerzas
que no aceptan sumisas las presiones que llegan desde las cabeceras de las multi-
nacionales, desde los países “del Norte”. Así, en China en 10 años, de 2006 a 2016,
los salarios de las trabajadoras en los talleres de la industria del vestido se han mul-
tiplicado por 4, para situarse entre 350 y 550 euros mensuales. Y este mismo multi-
plicador han tenido en Vietnam en los últimos 8 años. En Bangladesh los salarios
mínimos se han multiplicado por 3 desde 2010, mientras que en Camboya el mismo
incremento lo han tenido desde 2013. Para entenderlo, es necesario tomar nota de
que estamos hablando de salarios mínimos en torno a 200 euros mensuales en
China, de 68 en Bangladesh y de 124 en Camboya.

Muchos otros pueden ser los fenómenos que inciden en la permanente reorde-
nación de los desarrollos industriales y comerciales, insistiendo en las apuntadas
tendencias al reequilibrio mundial, debiéndose tener en cuenta otros, como los de-
rivados de la presión del consumo que provoca desplazamientos industriales hacia
las producciones conocidas como “de proximidad”, de proximidad a los mercados.

La digitalización genera, por otra parte, procesos de individualización de las re-


laciones laborales que se suman a la permanente presión empresarial en este sen-
tido, pudiendo derivar de ello una también negativa individualización de las relaciones
internas en la clase trabajadora, fomentando supuestamente la democracia a través
de formas de “democracia directa” que se traducen muchas veces en la confusa con-
sideración de los intereses colectivos sólo como suma de los individuales2. Si nunca
es fácil superar sindicalmente esas tendencias, es aún mayor la dificultad para que
desde la cabecera de la multinacional, desde los puestos de trabajo más especiali-
zados y de mayor nivel tecnológico, se asuma la existencia de intereses colectivos
que lleguen hasta el otro extremo de la cadena de producción donde aún parece tra-
bajarse según esquemas del siglo XIX.

La digitalización supone también, en diversas fases del trabajo, una exigencia de


mayor esfuerzo intelectual de la actividad, de iniciativa del trabajador. Tendría por

2
Una consideración que debería llevarnos a una reflexión sobre la configuración de la voluntad colectiva,
sobre las diferencias entre referéndum y asamblea, entre voto telemático y voto en o después de la asam-
blea, etc.

gaceta 208 sindical


Las cadenas internacionales
de valor...

ello una positiva componente liberadora en el desarrollo del trabajo humano, lo que
es ciertamente de aplicación a algunos colectivos de trabajadores y a ciertas fases
de su trabajo, pero se ha demostrado también que puede tener su traducción en una
gran subordinación del trabajo humano a rígidas y brutales normas previamente
establecidas, que se encuadran en el marco de intereses particulares previa-
mente establecidos. A ello apuntan experiencias como las de la organización del tra-
bajo en Amazon y otras.

Otra componente a tener en cuenta, que incide directamente en toda la cadena


de producción y puede variar su propia estructura, es la digitalización de la relación
de la producción con el consumo, con su adecuación cuantitativa y cualitativa a éste,
como en la variación permanente de sus demandas en relación con la calidad, el
modelo, el precio…, con incidencia de todo ello en la presión sobre los trabajadores,
en una posible degradación de sus condiciones de trabajo, aunque puede al mismo
tiempo suponer un revulsivo para la acción sindical y para su transformación de re-
sistencia a propuesta, exigencia y lucha.

Que en cualquier lugar del globo pueda estarse procesando la compra en una
tienda de cualquier otro rincón del mismo, o la simple consulta a la página web sobre
un determinado producto bastan para, a partir de ahí, programar desde el puesto de
mando de la multinacional su producción inmediata en uno o muchos centros de tra-
bajo de la correspondiente cadena de producción. Ello apunta unas formas de ges-
tión de la producción en las que, para la optimización de los resultados habrá que
tener en cuenta factores que difícilmente pueden resolverse con el bolígrafo o la má-
quina de calcular, que exigen complejas funciones con numerosas variables, a re-
solver necesariamente por los ordenadores. Con un potente equipo informático,
personal y material. La clave estará en su programación, en los criterios establecidos
para la misma. Y ahí, de nuevo, la clave estará en los intereses que se priorizan, en
su síntesis resultante de la acción de contrarios.

Conviene analizar los fenómenos apuntados, y seguramente muchos otros, sin


olvidar que la actual crisis, las actuales crisis, incluyen otras de manifestaciones
menos evidentes. Me refiero a la crisis del modelo de consumo, un consumo que en
una parte del planeta nos lleva aún a infrautilizar los productos objeto del mismo. La
crisis de un modelo de consumo que impulsa a desechar pronto un producto para
abalanzarnos sobre el nuevo ejemplar del mismo recién lanzado al mercado. Pero
se trata de un modelo que podría –debería– terminar antes o después, como con-
secuencia de una decisión inteligente, o del caos.

gaceta 209 sindical


Isidor Boix

3. EL SINDICALISMO COMO ASOCIACIÓN DE INTERESES

Como ya se ha apuntado, la diversidad en la propiedad del capital y en los modelos


de producción a lo largo de la cadena de producción se traducen en intereses colec-
tivos, laborales y empresariales, también diversos. Exige formas de trabajo sindical
adecuadas en cada caso a una necesaria solidaridad, pero entrelazadas con posibles
intereses inmediatos que se pueden presentar como claramente contrapuestos.

Cuando estamos en un proceso, incipiente demasiadas veces, de construcción


de las correspondientes estructuras sindicales, será necesario tener muy en cuenta
esta diversa realidad, evitando esquemas de trabajo inventados desde la lejanía ad-
ministrativa y geográfica. Habrá que partir unas veces de los actuales Comités de
Empresa Europeos en el ámbito de aplicación de las directivas europeas, otras de
los comités mundiales logrados en algunas multinacionales, así como de las Redes
Sindicales de multinacional y/o sectoriales, y/o geográficas, teniendo en cuenta tanto
las diversas estructuras de propiedad, industriales y sus interrelaciones comerciales,
como la heterogeneidad de las condiciones de trabajo, inmersas también en las he-
terogéneas culturas de los pueblos.

Una de las principales limitaciones en este proceso es la dificultad sindical para


transformar los intereses colectivos en eficaz acción sindical en cada ámbito, desde
cada centro de trabajo, para irlos sintetizando a todos los niveles sectoriales y geo-
gráficos, en cada país, en cada región mundial. Hasta la consideración del planeta
como un todo, con capacidad para negociar con las multinacionales en condiciones
de igualdad y, por tanto, de movilizar globalmente para tal fin. Se trata de gobernar
este proceso y, para ello, es necesario establecer la relación entre los intereses de
los diversos colectivos que existen en la clase trabajadora, así como entre éstos y
los individuales, en un proceso en permanente transformación en el que incide la di-
gitalización económica.

Las nuevas, o menos nuevas pero más evidentes, formas de relación empresarial
interna en las cadenas de valor, exigen nuevas formas de trabajo sindical. Nuevas
formas de relación entre las estructuras sindicales, entre las de la casa matriz y las
de los sindicatos, de país y de empresa, a lo largo de toda la cadena de producción
y distribución. Entre todas ellas y las globales, a las que les corresponde un difícil
papel de dirección en función de los intereses también globales, muchas veces por
descubrir, más allá de las fáciles palabras y los viejos tópicos.

Una expresión de tales problemas es la evidente dificultad para desarrollar la fun-


ción de dirección por parte de las estructuras sindicales supranacionales. Éstas se

gaceta 210 sindical


Las cadenas internacionales
de valor...

limitan en general a diseñar campañas y a emitir comunicados de denuncia de algu-


nas de las violaciones de los derechos del trabajo que se dan en el mundo, pero di-
fícilmente abordan la concreta y necesaria función de dirección de la acción sindical
en los diversos rincones del mundo, es decir el impulso, organización y coordinación
de específicas campañas, con objetivos, lugares, protagonistas, interlocutores, ad-
versarios…, concretos. La intervención sindical en la gestión del Acuerdo de Rana
Plaza o el Proyecto ACT podría significar una positiva aproximación a estas nece-
sarias formas de trabajo, pero son evidentes sus limitaciones.

4. LOS ACUERDOS MARCO GLOBALES DESBORDANDO LA UNILATERALIDAD


DE LA POLÍTICA Y PRÁCTICA DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

A lo señalado hasta aquí deberían contribuir los Acuerdos Marco Globales, su


planteamiento, su negociación, su consecución y, también, su eficaz aplicación. En
ellos deberían establecerse los derechos sindicales, su enunciado y los medios ma-
teriales para su ejercicio. Mucho tienen que avanzar las actuales estructuras sindi-
cales mundiales para poder intervenir eficazmente en este sentido, reordenando sus
formas de trabajo, de dirección y coordinación, sobre todo para jugar un papel de
vanguardia al respecto, de efectiva dirección. Se trataría de intentar no ir a remolque
de los acontecimientos o de las iniciativas de las otras partes relacionadas, empre-
sariales e institucionales en particular, incluso de la sociedad civil, todas las cuales
expresan, inevitablemente, intereses no siempre coincidentes con los de la clase
trabajadora local y global.

¿Es pedir demasiado? Algunas positivas experiencias hay de las posibilidades


que de ello derivan cuando se consigue una eficaz función dirigente, pero también
las hay de cómo el sindicalismo organizado puede quedar fuera de juego por falta
de iniciativa, por no ver el problema, por los paralizadores conflictos de competencias
que surgen cuando se aborda con mentalidad burocrática, o por simple incompe-
tencia.

Algunas hipótesis y sugerencias sobre el tema:

1) Los Acuerdos Marco Globales deben entenderse como una de las formas prio-
ritarias de la negociación colectiva transnacional, concretándose en el ámbito
de cada cadena de producción de cada multinacional. Con lo que ello com-
porta de “plataforma reivindicativa”, “comisión negociadora”, negociación y
acuerdo. Y tensión sindical para su avance a lo largo de toda la cadena de
suministro.

gaceta 211 sindical


Isidor Boix

2) Los Acuerdos Marco Globales significan también la posibilidad (y necesidad)


de desarrollar por parte de los órganos sindicales globales una efectiva función
de dirección y de coordinación, sintetizando los particulares intereses para es-
tablecer los comunes en torno a los cuales organizar la acción solidaria del
conjunto sindical de toda la cadena de suministros.

3) Los derechos sindicales básicos, en el ejercicio de la libertad sindical, que


deben garantizarse a través de los Acuerdos Marco, son el completo conoci-
miento3 de la cadena de producción, es decir hasta la última subcontrata de
la subcontrata y el trabajo domiciliario cuando se da, así como el derecho
de acceso a todos estos centros de trabajo.

4) La creación de Redes Sindicales nacionales y transnacionales de los prove-


edores de cada multinacional como estructuras organizativas impulsadas y
coordinadas por las Federaciones Sindicales globales.

5) Los Convenios Colectivos sectoriales nacionales, del conjunto del sector o,


como mínimo, de las empresas exportadoras, proveedoras de las multinacio-
nales de cada sector de la producción.

6) Los Acuerdos para el trabajo decente de las estructuras sindicales regionales


mundiales con las organizaciones patronales del mismo ámbito, como el que
en su día suscribieron la Federación Sindical Europea del Textil-Confección-
Calzado con EURATEX, la organización empresarial europea de la industria
del textil-confección.

Para todo ello una experiencia a tener en cuenta, particularmente en relación con
los derechos de intervención sindical, es el Acuerdo Marco Global del sindicalismo
internacional (la Federación Internacional del Textil –ITGLWF– en su momento, In-
dustriALL Global Union hoy) con INDITEX, la multinacional española primera distri-
buidora mundial de ropa (de las marcas ZARA y otras), del que pronto se cumplirán
10 años. Hasta hace pocos meses era el único que merecía tal calificativo en la in-
dustria mundial del vestido. En estos momentos le acompañan los suscritos con la

3
En torno a ello los sindicatos globales (CSI, IndustriALL y UNI), junto con Clean Clothes Campaign (CCC)
y otras ONG, acaban de lanzar una campaña de “Transparencia” orientada a la publicidad de la lista com-
pleta de proveedores en las industrias del textil y el calzado. En relación con ello quiero dejar constancia
aquí de que, de entre las multinacionales españolas de la industria del vestido, INDITEX y MANGO nos
facilitan ya al sindicalismo global los datos completos de su cadena de suministro y en este mismo sentido
ha comenzado a actuar EL CORTE INGLÉS, constituyendo esa información un valioso instrumento para
la acción sindical en todos los países de sus cadenas de producción. El Acuerdo Marco con INDITEX es-
tablece además el derecho de acceso de los sindicatos locales a todos esos centros de trabajo.

gaceta 212 sindical


Las cadenas internacionales
de valor...

sueca H&M a finales de 2015 y con la alemana TCHIBO en este 2016, y están abier-
tas discusiones al respecto con C&A, NEXT y MIZUNO, que deberían concretarse
pronto.

Los Acuerdos Marco Globales, junto con el Acuerdo para Bangladesh de más de
200 marcas mundiales con IndustriALL Global Union y UNI para la prevención de
incendios y hundimientos en las fábricas textiles del país, y el proyecto ACT (Action,
Collaboration, Transformation) por el que una docena de las principales marcas de
ropa asumen el impulso de la negociación salarial –con el concepto del “salario vital”
como referencia– en los países donde se ubican sus proveedores, suponen un cam-
bio decisivo en el concepto y práctica de la Responsabilidad Social Empresarial, la
RSC o RSE. Significan pasar de su unilateralidad a la asunción de la negociación
con los “Grupos de Interés”, es decir con los colectivos sobre los que “impacta” la
actividad empresarial, los trabajadores en primer lugar4. Suponen que los grupos de
interés, particularmente el sindical, pasan de la espera de un problema para su de-
nuncia a la permanente intervención para evitarlos, a la corresponsabilidad en la
gestión de la política y práctica de los compromisos de Responsabilidad Social Em-
presarial.

La Conferencia 2016 de la OIT confirma5 la asunción de la necesaria implicación


de empresas, sindicatos e instituciones, al incorporar en su orden del día “el trabajo
decente en las cadenas mundiales de suministro”. La decepcionante Resolución final
de la Comisión que abordó el tema, al no atreverse a asumir expresamente la nece-
sidad de un nuevo Convenio OIT sobre los derechos del trabajo en las cadenas de
suministro, no me lleva a un pesimismo total ante la afirmación realizada por Guy
Ryder, Director General de la OIT, en el segundo Congreso de IndustriALL Global
Union celebrado en octubre 2016 en Río de Janeiro, anunciando que en noviembre
de este año la OIT recupera esta problemática.

Se trataría de que se asumiera de forma efectiva que hasta ahora la globalización


económica no ha ido acompañada de una globalización jurídica eficaz, que los Con-
venios de la OIT se han ido estableciendo en paralelo a ordenamientos jurídicos na-
cionales, sin un ordenamiento jurídico global eficaz. Que el objetivo sería establecer
un nuevo Convenio Colectivo para las cadenas de producción de las multinacionales,
sintetizando y actualizando las diversas normas de posible aplicación, abordando

4
Ver:http://www.europarl.europa.eu/meetdocs/2009_2014/documents/com/com_com(2011)0681_/com_
com(2011)0681_es.pdf, donde la Comisión Europea establece el concepto de RSE como “la responsabi-
lidad de las empresas por su impacto en la sociedad”
5
http://iboix.blogspot.com.es/2016/07/a-proposito-de-la-resolucion-de-la.html

gaceta 213 sindical


Isidor Boix

las relaciones societarias así como de dependencia productiva, típicas de tales ca-
denas de suministro. Y también las vías para dotarle de eficacia directa, conside-
rando por ejemplo la capacidad coercitiva que puede tener la OMC sobre los
productos objeto del comercio internacional, exigiendo la garantía de su aplicación.

5. DIGITALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANHELADO AGGIORNAMENTO SINDICAL

Mucho se habla en estos momentos de “repensar”, “reinventar”, “renovar” el sin-


dicalismo organizado. Algunos, entre los que me cuento, plantean la necesidad de
“refundarlo”. En estas líneas prefiero encabezar éste al parecer general anhelo sin-
dical con el italianismo vaticanista de aggiornamento.

Se trata de diversas expresiones de un planteamiento ciertamente más amplio, pero


con el que cabe relacionar que el proceso de digitalización económica, en el marco de
la crisis global, afecta también a las formas y contenidos del sindicalismo, la organiza-
ción social para la expresión de los intereses colectivos de la clase trabajadora.

Considero que un elemento esencial en la crisis del sindicalismo organizado lo


constituye su dificultad para actuar eficazmente en defensa del trabajo decente en
nuestro mundo, lo que debería suponer abordarlo abiertamente en las cadenas de
suministro de las multinacionales y asumirlo desde la acción sindical en las cabece-
ras de éstas. Una dificultad en la que abunda también la de dar adecuada respuesta
a los desafíos de la digitalización económica global.

No se trata de inventar, sino de establecer bases mínimas de organización y de


acción sindical para con ellas determinar objetivos comunes y ámbitos de organiza-
ción de la clase trabajadora, establecer cómo se interrelacionan éstos en base a in-
tereses coincidentes, es decir los intereses colectivos en ámbitos más globales. Y
así concretar la función de dirección en este momento y en esta coyuntura. Ello ha
de suponer al mismo tiempo un claro esfuerzo por encontrar la síntesis de los espe-
cíficos intereses contradictorios entre los sindicalismos de diversos países, del Norte
y del Sur, y una síntesis para establecer los intereses comunes y solidarios en ám-
bitos más globales. El reciente II Congreso de IndustriALL Global Union, finalizado
en Río de Janeiro el 7 de octubre, subraya las dificultades para lograrlo, sobre todo
si no nos atrevemos a planteárnoslo abiertamente6.

6
A ello me he referido en http://iboix.blogspot.com.es/2016/10/7-de-octubre-jornada-mundial-de-accion.html

gaceta 214 sindical


Las cadenas internacionales
de valor...

Son cuestiones de evidente interés para desarrollar un necesario debate de


ideas, pero, sobre todo, de iniciativas desde los órganos colectivos de responsabili-
dad sindical a todos los niveles, para estimular un ejercicio de inteligencia colectiva,
intentando acertar. Por y para ello, sólo añadir desde aquí la exigencia de que se
asuma que la digitalización económica aporta nuevos elementos, de formas y con-
tenidos, en la relación entre los diversos ámbitos sindicales, acentuando la necesidad
de que las cuestiones globales, de sindicalismo global (y entre ellas, de forma des-
tacada, el objetivo del trabajo decente en el mundo, en primer lugar en las cadenas
de suministro de las multinacionales) deben estar conscientemente presentes en la
actividad sindical diaria de todos los ámbitos, especialmente en el sindicalismo del
“Norte”, particularmente en el sindicalismo de las casas matrices de las multinacio-
nales, de las que pocas, pero algunas, tenemos en España.

gaceta 215 sindical


Ana Rosa del Águila

Economía digital: estrategia empresarial


y modelos de negocio
Estudio para Counter Composición XIV, 1931. Theo Van Doesburg.

El objetivo de este trabajo es responder al interrogante:


¿Cómo está respondiendo la empresa española al reto de la di-
gitalización? Para ello, el trabajo aborda, en primer lugar, un
análisis de las amenazas y oportunidades del entorno hipercom-
petitivo actual, derivadas del proceso de digitalización que la eco-
nomía viene experimentando en las dos últimas décadas.
Posteriormente, se analizan los modelos de negocio de éxito que
permiten a las empresas alcanzar ventajas competitivas en este
contexto, y qué decisiones estratégicas se deben adoptar. Final-
mente, se aportan una serie de recomendaciones para las em-
presas españolas y la sociedad en general.
Economía digital: estrategia
empresarial...

INTRODUCCIÓN

L AS primeras referencias a la economía digital, en el contexto internacional, las


encontramos en los trabajos de Tapscott en 19961. Desde el ámbito académico en
España, se ha prestado atención al fenómeno casi desde sus inicios, en lo relativo
a su impacto en la empresa2. Ya entonces se definía la economía digital, o economía
de internet, como el impacto global de las tecnologías de la información y de la co-
municación (TI), no sólo de Internet, en la economía, desde el punto de vista tanto
macroeconómico como microeconómico.

En estos últimos 20 años se han producido cambios muy notables derivados del
impacto, tanto en la demanda como en la oferta, de la economía digital3. Concreta-
mente, se observa como: (1) determinados productos, tales como libros, revistas,
bases de datos, video juegos, entre otros, son distribuidos a través de infraestructu-
ras digitales; (2) la información se ha transformado en una mercancía; (3) las
transacciones de carácter financiero se han digitalizado; (4) el trabajo y los procesos
empresariales se organizan de forma distinta y novedosa; (5) tienen lugar innova-

1
Tapscott, D. (1996): The Digital Economy: promise and peril in the age of networked intelligence. McGraw-
Hill. New York.
2
del Aguila-Obra, A. R.; Padilla-Meléndez, A.; Serarols, C.; Veciana, J. M. (2003): “Digital economy and
management in Spain”. Internet Research, 13(1), 6-16.
Padilla-Meléndez, A.; del Águila-Obra, A. R. (2001): Las formas organizativas en la economía digital: de
la estructura simple a la organización en red y virtual. Ra-Ma. Madrid.
Veciana, J. M.; Serarols, C.; del Águila-Obra, A. R.; Padilla-Meléndez, A. (2001): “La economía digital y
su impacto en la empresa: bases teóricas y situación en España”. Boletín económico de ICE, Información
Comercial Española, (2705), 7-24.
3
Turban, E.; King, D.; Lee, J. K.; Liang, T. P.; Turban, D. C. (2015): “The Digital and Social Worlds: Eco-
nomy, Enterprises, and Society”. En Electronic Commerce (pp. 19-26). Springer International Publishing.

gaceta 219 sindical


Ana Rosa del Águila

ciones disruptivas en numerosos sectores; (6) aparecen modelos de negocio basa-


dos en el aprovechamiento de recursos ociosos, sin que los emprendedores adquie-
ran la propiedad de tales recursos (economía colaborativa, también conocida por
sharing economy o gig economy).

Como se ha comentado anteriormente, el desarrollo de la economía digital ha im-


pactado en el ámbito macroeconómico, configurando un entorno hipercompetitivo,
en el que surgen nuevas amenazas y oportunidades en oleadas cada vez más cortas
en el tiempo, y a las que es preciso dar respuesta. Y desde la perspectiva microeco-
nómica, las empresas deben desarrollar capacidades digitales y tomar decisiones
estratégicas para afrontar los retos que la digitalización de la economía les plantea.

En este trabajo llevamos a cabo, en primer lugar, un análisis de las amenazas y


oportunidades de la economía digital en su situación actual. Posteriormente se de-
finen los aspectos clave de las decisiones estratégicas que las empresas deben
adoptar para responder al entorno, analizando los modelos de negocio de éxito que
permiten alcanzar ventajas competitivas. Por último, se realiza un análisis descriptivo
de la situación de la economía digital en España, en relación con su entorno más
próximo, y se proponen recomendaciones para las empresas españolas y la socie-
dad en general.

ENTORNO HIPERCOMPETITIVO: AMENAZAS Y OPORTUNIDADES


DE LA ECONOMÍA DIGITAL

El entorno actual, dado el proceso de digitalización que rápidamente está expe-


rimentando la economía y la sociedad, se está redefiniendo, y es que sobre todo a
partir del desarrollo de la tecnología móvil, la democratización de Internet y el desarrollo
de las redes sociales, el cliente no distingue entre la economía real y la economía
digital4. Cada vez se producen innovaciones disruptivas en distintos sectores, incluso
en los tradicionalmente más analógicos, con más velocidad, con empresas que
irrumpen como nuevos entrantes en el sector turístico (Airbnb), financiero (tendencia
fintech, con nuevos entrantes, como Apple Pay), transporte (Uber), comercio deta-
llista (Amazon), entre otros, adaptándose a las necesidades nuevas de los clientes.
En este contexto, destacan la amenaza de la aparición de nuevos competidores y la
presión sobre precios y márgenes de beneficio5.

4
Rigby, D. K. (2014): “Digital-physical mashups”. Harvard Business Review, 92(9), 84-92.
5
Hirt, M.; Willmott, P. (2014): “Strategic principles for competing in the digital age”. McKinsey Quarterly,
May.

gaceta 220 sindical


Economía digital: estrategia
empresarial...

Y es que con el desarrollo de la economía digital se desdibujan los límites de los


sectores de actividad y surgen nuevos competidores de forma inesperada. Así, la
digitalización de la economía se está traduciendo en la aparición de nuevos compe-
tidores en sectores no tradicionales, se están reduciendo y eliminando barreras de
entrada a las industrias y al mismo tiempo se están creando nuevas oportunidades
de negocio (Ver Tabla 1).

TABLA 1
Operadores tradicionales versus nuevos entrantes por sector

Fuente: Elaboración propia.

Las empresas nativas digitales, surgidas en el siglo XXI en pleno desarrollo de la


economía digital y en las que las tecnologías digitales forman parte de su negocio
principal, han irrumpido en sectores tradicionales reduciendo los costes de transac-
ción y desarrollando efectos de red, obligando a los operadores tradicionales a adap-
tarse a la nueva realidad. Así, empresas como Skype o Spotify han impactado
claramente en los sectores tradicionales de la telefonía y de la distribución de música.

Por otra parte, grandes empresas como Amazon o Google, están diversificándose
hacia sectores como el logístico o el financiero, convirtiéndose en nuevos operadores
a escala global. Así mismo, pequeñas empresas y medianas empresas (PYMES), o
emprendedores y emprendedoras individuales, que carecían de recursos para afrontar
una expansión del negocio, con la digitalización de sus operaciones o una mejor adap-
tación al cliente, gracias a estas tecnologías, están compitiendo con operadores tradi-
cionales en su nicho de mercado (por ejemplo, negocios de proximidad, como el frutero
de barrio, que usa WhatsApp o Facebook para la gestión de pedidos a domicilio).

Por otra parte, las tecnologías digitales crean una situación de competencia cuasi-
perfecta, con transparencia en el mercado, lo que se traduce en presión sobre pre-

gaceta 221 sindical


Ana Rosa del Águila

cios y márgenes de beneficio. Así, los clientes pueden comparar precios y presta-
ciones de los distintos productos ofrecidos por los competidores. Por ejemplo, info-
mediarios tales como los comparadores de precios (Rastreator, Trivago, entre otros),
facilitan el acceso a información muy dispersa a los clientes, asesorándoles en su
experiencia de compra.

Si bien, no todos los sectores de actividad han reaccionado de igual modo a las
presiones del entorno, derivadas de la digitalización. Claramente se puede hacer re-
ferencia a dos grupos de sectores y empresas, los líderes y los rezagados en el pro-
ceso. Sectores como el de los medios de comunicación, el financiero, el sector de las
TI, son claramente sectores que lideran la economía digital a nivel global. Otros, en
cambio, como la manufactura, el turismo, la construcción, se encuentran, en general,
rezagados en términos de adopción de las TI; tanto en sus procesos internos como
en sus interacciones con los clientes, éstos se han centrado en la gestión de pagos
online y adquisición de software, pero no han ido más allá. En los sectores líderes, las
oportunidades que se están aprovechando son la mejora de la eficiencia de las ope-
raciones, la fidelización del cliente, avances en innovación y cooperación y, además,
se está desarrollando una gestión del talento humano más eficaz y eficiente. En defi-
nitiva, la digitalización de la empresa permite reinventar los procesos empresariales,
desarrollar nuevos modelos de negocio, y todo ello situando al cliente en el centro6.

ESTRATEGIA EMPRESARIAL: CAPACIDADES DIGITALES,


MODELOS DE NEGOCIO Y DECISIONES ESTRATÉGICAS

Para responder a las amenazas del entorno y poder aprovechar las oportunida-
des, las empresas deben poner al cliente en el centro de su estrategia y apostar por
el desarrollo de capacidades digitales, de forma aislada o en combinación, que le
permitan rediseñar sus procesos y desarrollar nuevos modelos de negocio que ge-
neren una ventaja competitiva. Concretamente, las capacidades digitales a consi-
derar son las siguientes7:

• Captura de información: la habilidad de generar y recoger cantidades masivas


de información. Por ejemplo Facebook o WhatsApp cuentan con información
sobre sus usuarios, para ofrecerles servicios personalizados.

6
McKinsey (2016): Digital Europe: pushing the frontier capturing the benefits. Obtenido en
http://www.mckinsey.com/ (30/09/16).
7
Soule, D. L.; Carrier, N.; Bonnet, D.; Westerman, G. F. (2014): Organizing for a Digital Future: Opportu-
nities and Challenges. Obtenido en http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2698379
(30/09/16).

gaceta 222 sindical


Economía digital: estrategia
empresarial...

• Conexión: la capacidad de transmitir información entre equipos, sistemas y


personas. Por ejemplo, en Estados Unidos (EE.UU.) utilizando sistemas como
Nest es posible regular la temperatura del hogar, a distancia.
• Interpretación: capacidad de manipular, analizar, examinar y generar valor
añadido a través de la información digital. Por ejemplo, con Google Maps.
• Automatización: la capacidad de usar algoritmos basados en datos para ges-
tionar decisiones, transacciones y respuestas para una variedad creciente de
situaciones. Por ejemplo, la innovación de producto a través de impresoras 3D.

A través del desarrollo de estas capacidades digitales la empresa logra principalmente


un mayor conocimiento del cliente y puede colaborar con otras empresas en ecosistemas
digitales, colaborando incluso con competidores y adaptando sus modelos de negocio, inno-
vando en productos, bienes y servicios que generen valor añadido al cliente (ver Gráfico 1).

GRÁFICO 1
Modelos de negocio en la economía digital

Fuente: Adaptado de Weill y Woerner (2015)8.

Los modelos de negocio de más éxito en la economía digital se mueven en un continuo


entre aquellos que implican un mayor control de la cadena de valor propia, o bien los que su-
ponen su participación en un complejo ecosistema de relaciones con otras empresas, en fun-
ción de sus capacidades digitales. Las investigaciones llevadas a cabo en EE.UU. han puesto
de manifiesto que aquellas empresas más orientadas a la participación en ecosistemas digi-
tales desarrollan una ventaja competitiva que se traduce en incrementos de ingresos de hasta
un 32% y de beneficios de hasta un 27%, por encima de la media del sector la industria. Estos
modelos de negocio son: proveedor, omnichannel, productor modular y ecosistema driver.

8
Weill, P.; Woerner, S. L. (2015): “Thriving in an increasingly digital ecosystem.” MIT Sloan Management Review, 56(4), 27.

gaceta 223 sindical


Ana Rosa del Águila

El modelo de negocio “proveedor” es desarrollado por aquellas empresas que


participan en una cadena de valor donde otras empresas desarrollan la distribución
del producto (bien o servicio), como, por ejemplo, las compañías de seguros, o los
fabricantes de automóviles, o de productos de higiene o electrónica de consumo (por
ejemplo, Sony). Estas empresas en la economía digital pierden poder dado que ven-
den a través de otros, si bien su fortaleza radica en sus bajos costes de producción
y en la innovación. En este ámbito, empresas como Procter&Gamble a través del
desarrollo de capacidades digitales, como la captura de información a través de
redes sociales, se están anticipando a esta pérdida de poder, a través del mayor co-
nocimiento de sus clientes, tomando decisiones casi en tiempo real.

Entidades financieras como BBVA u operadores detallistas como Carrefour, por


su parte, desarrollan “modelos omnichannel”. En este modelo de negocio las em-
presas gestionan sus relaciones con los clientes, asocian sus estrategias de marke-
ting con eventos o momentos de la vida de los mismos, y desarrollan una estrategia
multiproducto y multicanal, a través de una cadena de valor integrada. De este modo,
los clientes pueden comprar cuándo, cómo y dónde quieren, así como recoger los
productos o devolverlos según su preferencia.

Otras empresas han diseñado su modelo de negocio, desde sus inicios, a través
de la colaboración con otras empresas en ecosistemas empresariales. Es el modelo
de “productor modular”, que pone en el mercado productos plug-and-play, capaces
de adaptarse a cualquier ecosistema, e innovan permanentemente en producto. En
este tipo de modelo se puede destacar a PayPal.

El “ecosistema driver” consiste en el desarrollo de una plataforma en cooperación


con otras empresas, a veces competidoras, donde los participantes realizan negocios,
pudiendo ser la misma más o menos abierta. Por ejemplo, Google promueve un eco-
sistema abierto mientras que Apple promueve uno más cerrado. Sus características
principales consisten en que proveen una plataforma que pone en contacto las nece-
sidades de los clientes con los proveedores, extrae rentas de todos los usuarios de la
plataforma y asegura al cliente una experiencia que supera sus expectativas. En este
caso, la clave está en convertirse en la primera opción para el cliente. Por ejemplo,
Amazon se ha convertido en la primera opción para muchos consumidores en la venta
detallista (material de oficina, libros, entre otros), dados el servicio que ofrece y la va-
riedad de opciones que pone a disposición del cliente, superando sus expectativas.

En definitiva, las empresas deben tomar decisiones estratégicas que vayan dirigi-
das al desarrollo de estrategias de diferenciación, a través de la orientación al cliente,
especialización en un determinado producto y cooperación con otras empresas, a tra-
vés del desarrollo de capacidades digitales, para lograr ventajas competitivas.

gaceta 224 sindical


Economía digital: estrategia
empresarial...

Es destacable, además, que se debe partir siempre de la premisa de la fusión


entre la economía real y la digital. Y es que sin conjugar las operaciones físicas y di-
gitales en la empresa no es posible alcanzar ventajas competitivas9.

Las empresas tienen que lograr ser la primera opción para los clientes en su ámbito,
sea éste global o local, a través de la superación de las expectativas de los clientes.

¿CÓMO ESTÁ RESPONDIENDO LA EMPRESA ESPAÑOLA


AL RETO DE LA DIGITALIZACIÓN?

En las investigaciones que realizábamos hace 15 años sobre la economía digital


en España10, concluíamos que el coste de acceso a Internet frenaba su desarrollo y
que eran precisas políticas públicas orientadas al desarrollo del comercio electrónico
y la universalización del servicio, tanto a nivel individual, empresarial como a nivel
de sector público.

La situación ha cambiado, si bien relativamente, tanto a nivel de España como


del conjunto de Europa. En estos 15 años se ha realizado un gran esfuerzo en ma-
teria de infraestructura y se han producido cambios muy significativos a nivel tanto
de la oferta como de la demanda. En esta última, es de destacar como el 79% de
los hogares españoles tienen acceso a Internet, frente al 34% en 2004, según los
datos de Eurostat de 2015. Es de subrayar además que el 42% de los usuarios in-
dividuales utilizan Internet para comprar bienes o servicios, y alcanza el 55% los que
lo utilizan para consultar información relacionada con la compra. Lo anterior pone
de manifiesto cómo los usuarios individuales están aprovechando las ventajas de la
digitalización de la economía.

Por el lado de la oferta la situación, en cambio, es dispar. Tanto las grandes em-
presas como las PYMES han aprovechado las ventajas de la economía digital en la
adquisición de bienes y servicios (proceso de compra), pasando por ejemplo del 3%
las PYMES que adquirían bienes y servicios a través de Internet en 2004 al 23% en
2015. Si bien, son cifras que denotan que existe aún un gap entre oferta y demanda
y que además pone de manifiesto como aún la empresa española no está redise-

9
McKinsey (2016): Digital Europe: pushing the frontier capturing the benefits. Obtenido en
http://www.mckinsey.com/ (30/09/16).
10
del Aguila-Obra, A. R.; Padilla-Meléndez, A.; Serarols, C.; Veciana, J. M. (2003): “Digital economy and
management in Spain”. Internet Research, 13(1), 6-16.
Padilla-Meléndez, A.; del Águila-Obra, A. R. (2001): Las formas organizativas en la economía digital: de
la estructura simple a la organización en red y virtual. Ra-Ma. Madrid.
Veciana, J. M.; Serarols, C.; del Águila-Obra, A. R.; Padilla-Meléndez, A. (2001): “La economía digital y
su impacto en la empresa: bases teóricas y situación en España”. Boletín económico de ICE, Información
Comercial Española, (2705), 7-24.

gaceta 225 sindical


Ana Rosa del Águila

ñando sus procesos internos con tecnologías digitales. Se observan avances nota-
bles en materia de comercio electrónico, tanto en la compra como en la venta de
bienes y servicios a través de Internet, en el periodo 2004-2015, pero no se observan
los mismos avances en materia de digitalización de procesos. Solo el 17% de las
empresas, tanto españolas como europeas, han digitalizado sus procesos empre-
sariales con proveedores y/o clientes. Son destacables además las diferencias que
existen entre las grandes empresas y las PYMES (ver Tabla 2).

TABLA 2
Algunos indicadores de la economía digital en España

Uso de internet Usuarios individuales Usuarios individuales


(2004) (2015)
Porcentaje de hogares con acceso a Internet 34 % (41% EU-27) 79 % (83% EU-27)
Porcentaje de usuarios con acceso móvil a -- 67 % (57% EU-27)
Internet (16-74 años)
Porcentaje de usuarios que utilizan Internet para
buscar información sobre bienes o servicios 30 % (34% EU-27) 55 % (61% EU-27)
(porcentaje de usuarios entre 16 y 74 años, en
los últimos 3 meses)
Comercio electrónico Usuarios individuales Usuarios individuales
(2004) (2015)
Porcentaje de usuarios que utilizan Internet para
comprar bienes o servicios (porcentaje de 8 % (20% EU-27) 42 % (53% EU-27)
usuarios entre 16 y 74 años, en el último año)
Comercio electrónico Grandes empresas (*) PYMES (**)
2004 2015 2004 2015
Porcentaje de empresas que realizan compras 6% (43% 35% (39% 3% 23 % (24%
online (al menos el 1%) EU-27) EU-27) (25% EU-27)
EU-27)
Porcentaje de empresas que reciben pedidos 14 % (29% 35 % (38% 2% 16 % (16%
online (al menos el 1%) EU-27) EU-27) (13% EU-27)
EU-27)
Volumen de negocio que representa el 4 % (12% 21 % (24% 2 % (5% 7 % (9%
comercio electrónico (%) EU-27) EU-27) EU-27) EU-27)
Negocio digital (e-business) Porcentaje de empresas Porcentaje de empresas
(***) - 2008 (***) - 2015
Empresas que han digitalizado sus procesos 20 % (16% EU-27) 17 % (17% EU-27)
empresariales con proveedores y/o clientes
Empresas que utilizan software para analizar el
comportamiento de sus clientes (por ejemplo 17 % (17% EU-27) 27 % (21% EU-27)
CRM)
Fuente: Elaboración propia a partir de Eurostat (2016)11.
(*) Empresas con 250 empleados/empleadas o más, sin incluir el sector financiero.
(**) Empresas entre 10 y 249 empleados/empleadas, sin incluir el sector financiero.
(***) Empresas con al menos 10 empleados/empleadas.

11
Eurostat (2016): Indicadores de economía digital y sociedad. Obtenido en http://ec.europa.eu/eurostat/data/da-
tabase (31/10/2016).

gaceta 226 sindical


Economía digital: estrategia
empresarial...

En este mismo sentido y según el reciente informe de McKinsey Global Institute,


de junio de 2016, se concluye que Europa opera a un 12% de su potencial digital.
Los sectores tradicionales siguen rezagados en términos de digitalización de sus
procesos, y en lo relativo a bienes y servicios. Solo países como Reino Unido y
Países Bajos son exportadores de servicios digitales, siendo el resto de países im-
portadores de servicios digitales de EE.UU. En la medida en que en Europa no se
desarrolle la digitalización y se continúe importando de EE.UU., principalmente, se
estará perdiendo capacidad de crecimiento económico, a través de la innovación, la
inversión en equipos digitales y la creación de empleo12.

CONCLUSIONES

La innovación no es ya una elección, es un imperativo, y la economía digital y el


proceso de digitalización de la sociedad han derivado en un entorno hipercompetitivo
en el que los clientes están demandando bienes y servicios personalizados, dónde
y cuándo los necesitan. En este contexto, no todas las empresas están respondiendo
del mismo modo a esta realidad. Por un lado, las empresas nativas digitales han
identificado claramente las demandas de los clientes y se han adaptado a ellas, de-
rivando en innovaciones disruptivas en sus correspondientes sectores. Las empre-
sas tradicionales, tanto grandes como PYMES han reaccionado en ocasiones de
forma reactiva (con demandas legales en el caso de Uber por ejemplo).

Si bien, en nuestra opinión, es preciso aprovechar las oportunidades de la eco-


nomía digital y urge la adopción de estrategias basadas en el desarrollo de capaci-
dades digitales encaminadas a diferenciarse, ya sea en lo global o en lo local, y a
cooperar con otras empresas, a través del desarrollo de ecosistemas digitales.

Ese es el camino que es preciso emprender para que a través de la innovación


se puedan lograr ventajas competitivas en costes y en diferenciación, que contribu-
yan al crecimiento empresarial y por ende al de la economía en su conjunto, y tam-
bién al crecimiento del empleo y a la mejora de la sociedad.

Y en ese camino debemos encontrarnos tanto las empresas, las administraciones


públicas como las personas, ya que todos podemos jugar un papel determinante en
la digitalización.

12
McKinsey (2016): Digital Europe: pushing the frontier capturing the benefits. Obtenido en
http://www.mckinsey.com/ (30/09/16).

gaceta 227 sindical


Ana Rosa del Águila

Las empresas a través del rediseño de sus procesos, la adopción de modelos de


negocio innovadores y una mejor gestión del talento. Las administraciones públicas
a través del apoyo a los emprendedores digitales, incorporando las capacidades di-
gitales en los programas educativos y reinventando sus servicios, a través de la
transparencia y la participación. Por último, también las personas a través de nuestra
presencia online, conectando con otras personas, estando mejor informados y, por
qué no, siendo emprendedores y emprendedoras en la economía digital también
contribuiremos a la digitalización de la economía13.

13
McKinsey (2016): Digital Europe: pushing the frontier capturing the benefits. Obtenido en
http://www.mckinsey.com/ (30/09/16).

gaceta 228 sindical


Pedro J. Linares
Vicente López

La economía circular versus la economía


digital ¿Dónde esta la revolución?
Composición I aún vida, 1916. Theo Van Doesburg.

La digitalización de la economía y la economía circular son


dos conceptos, no necesariamente contradictorios, sobre el fu-
turo de la economía productiva que revolucionarán (probable-
mente) la forma de producir los bienes y servicios en un mercado
globalizado. Sin embargo, sus resultados en el plano socioeco-
nómico dependerán del ámbito político en el que se desenvuel-
van, de la importancia o no de las políticas redistributivas, del
mayor o menor equilibrio de poder entre trabajadores y empre-
sarios… etc. Será este marco sociopolítico el que determine si la
digitalización o la reconversión circular de los sistemas producti-
vos se convierten en motores de la simple acumulación capita-
lista o, por el contrario, sirven para abordar los retos sociales y
medioambientales a los que estamos enfrentados.
La economía circular
versus la economía digital...

“Dos cosas carecen de límite: el número de generaciones


por el que debemos sentirnos responsables y nuestra
capacidad de inventiva”
Jan Tinbergen

E L concepto de economía digital no es nuevo (Ana R. Águila et al. 2001) y viene


a definir “un nuevo sistema socio-político y económico, caracterizado por un espacio
inteligente que se compone de información, instrumentos de acceso y procesamiento
de la información y capacidades de comunicación”, y que se basa en “la digitalización
de información y en la respectiva infraestructura de las TIC”. La economía digital
vendría a conceptualizar, por lo tanto, los efectos que tienen sobre la economía (y
la sociedad) la incorporación e intensificación a lo largo de todo el proceso productivo
y en todos los sectores, del uso económico (y social) que realizamos de las tecno-
logías de la comunicación y la información (TIC).

Aunque no es motivo de este artículo, es de suma importancia, cuando reflexio-


namos sobre la incorporación a la economía y la sociedad de cualquier tecnología,
diferenciar la tecnología en sí como conjunto de conocimientos y técnicas aplicadas
y, por otra parte, su génesis y, sobre todo, el uso socioeconómico que se realiza de
ella. El conocimiento científico y técnico no es neutral y tiene un claro carácter parcial
y endógeno (Marta I. Gónzalez, 2004). El desarrollo y la aplicación de las tecnologías
de la información y la comunicación, como el resto de conocimientos científicos y
técnicos, están determinados socialmente en base a las estructuras de poder exis-
tentes, y por lo tanto, también lo están sus efectos económicos y sociales.

En un marco de globalización económica, eufemismo de capitalismo, el que


marca el compás en la aplicación de las nuevas tecnologías es el mercado, y en úl-
tima instancia el beneficio empresarial, y no los beneficios sociales o ambientales
que se derivan de ella. No se utiliza ésta u otra tecnología por su implicación en la
corrección de las desigualdades sociales o por una mayor sostenibilidad ambiental,

gaceta 231 sindical


Pedro J. Linares
Vicente López

sino porque mejora la competitividad de los productos y servicios en el mercado, o


simplemente porque así lo impone el marco normativo. Recordemos en este sentido
que el capitalismo, en sus distintas versiones, basa su dinamismo precisamente en
la hegemonía del mercado, en su liberalización, y por lo tanto en la minimización de
la intervención del Estado (de la política), garantizando la mayor acumulación del ca-
pital. Es, desde esta perspectiva, el uso económico y no el social o medioambiental,
el que subyace en esta dinámica de digitalización de los procesos productivos y los
productos y servicios que generan. De esta forma, al hablar de la digitalización de la
economía, deberíamos pensar no tanto en qué consiste o puede hacer esta u otra
tecnología, como a quién pertenece y cuáles son sus intereses, a quién beneficia.

El proceso de digitalización de los procesos productivos, y de los productos y ser-


vicios que se ofrecen en el mercado, es una evidencia. Recubrir con una capa digital,
conectada a la red, en un flujo continuo de información entre empresas, clientes,
proveedores, entre procesos productivos, entre máquinas… es una realidad plausi-
ble. La llamada digitalización de la industria, la llamada industria 4.0, que algunos
autores catalogan a bombo y platillo de cuarta revolución industrial, pone en eviden-
cia que la integración de las tecnologías de la información y la comunicación, junto
con el desarrollo de otras tecnologías (robótica o nanotecnologías), van a cambiar
de forma sustancial no sólo los productos y servicios que se ofrecen en los mercados
o los procesos productivos que los desarrollan, sino, lo más esencial, la forma de
relación de estos entre sí. Hablamos, por lo tanto, de un cambio en las nuevas es-
trategias empresariales frente a los mercados globalizados.

Estas tecnologías profundizarán las posibilidades de aumento de la productividad


y la eficiencia con nuevos patrones de deslocalización de los procesos productivos
y el desarrollo de nuevos productos y servicios con técnicas de comercialización más
individualizadas. Estos cambios tendrán consecuencias en el desarrollo y estructura
de las distintas ocupaciones y, por supuesto, en el volumen de empleo. La única in-
cógnita reside en conocer cómo afectarán estos cambios en la división internacional
del trabajo y, por tanto, en las estructuras ocupacionales de los distintos Estados.
Unos ajustes socioeconómicos que, por supuesto, llevarán aparejados nuevas di-
námicas de distribución de la renta entre los trabajadores a lo largo del planeta, pa-
ralelamente a una distribución de las inversiones productivas. Lo que resulta evidente
es que quien no aborde este proceso de digitalización en condiciones óptimas que-
dará relegado en este mercado global.

Sea o no revolucionario en lo tecnológico, cosa que no vamos a poner en duda,


y que, como toda innovación en el proceso productivo y en la gama de productos y
servicios que se ofrecen al mercado, conllevará cambios en todas las esferas de la

gaceta 232 sindical


La economía circular
versus la economía digital...

vida económica y social, lo que no parece indicarnos la introducción de las tecnolo-


gías digitales es un cambio en la esencia del modelo socioeconómico que impera.
Más bien al contrario, todo indica, si la política no lo impide, una intensificación en
los procesos que generan desigualdades socioeconómicas tanto a nivel mundial
como en cada uno de los Estados. Nadie pondrá en duda que esta “cuarta revolución
industrial” sigue los parámetros que dicta ese dios llamado mercado, y que dinamiza
los patrones de acumulación de capital, esto es: mayor productividad, mayor eficien-
cia económica, mayores tasas de beneficios empresariales.

Las TIC y los procesos de digitalización podrían mejorar la capacidad de adap-


tación de las empresas al mercado, la integración y el control del proceso productivo
y la eficiencia en el uso de los recursos (humanos, energéticos, financieros…). Pero
también supondrán, según señalan los estudios, un cambio importante en los mer-
cados de trabajo. Se prevén cambios en los empleos más o menos demandados y,
lo más importante, una pérdida de empleo neto en el corto y medio plazo (los pro-
cesos de automatización que reducen el empleo en el corto plazo pueden mejorar
los costes por unidad de producto, los precios y, según sea la elasticidad precio y
renta, la demanda futura y el empleo a largo plazo). Con ello, y dada la estrechez
cada vez mayor del estado de bienestar y los derechos laborales individuales y co-
lectivos, se podría producir un aumento de las desigualdades sociales.

No se percibe que este cambio tecnológico, volvemos a reiterar, nada neutral ni


exógeno, conlleve realmente un cambio del sistema socioeconómico que impera.
La “inteligencia” y “talento” con la cual se adjetivan de forma maniquea a estas tec-
nologías, parecen centrarse únicamente en las ganancias económicas que conllevan
y no en las posibles pérdidas sociales que también producen. No hablamos, por lo
tanto, de una modificación de los pilares básicos del capitalismo sino, en todo caso,
de una regeneración de sus bases productivas y económicas.

Las tecnologías de la información y la comunicación integran, si cabe, más los


mercados, los expanden e intensifican, generando un flujo continuo de información
entre productor y cliente, entre productor y proveedor, entre clientes, entre los dife-
rentes sistemas de producción de una misma industria, que permitirán mayores ni-
veles de control, mejora de la calidad, individualización y eficiencia en el uso de los
recursos, pero también, si nadie lo remedia, menores niveles de cohesión social. Si
no existen políticas en el ámbito laboral y social que se anticipen a las consecuencias
en el uso de estas tecnologías, en el proceso de digitalización de las economías, el
proceso de generación y pérdida de empleo que todo cambio tecnológico (sea de
proceso o de producto) conlleva, producirá un aumento de las desigualdades socia-
les, tanto por la pérdida de empleo neto como por la obsolescencia de ciertos em-

gaceta 233 sindical


Pedro J. Linares
Vicente López

pleos asociados a tecnologías desfasadas, o la propia capacidad (desigual) de ac-


ceso a las TIC por parte de la población. Y, como consecuencia, la pérdida de dere-
chos individuales y colectivos, que seguirán siendo cuestionados, en este caso al
calor de esas teóricas necesidades de individualización y flexibilidad de los procesos
productivos que conllevarán estas tecnologías. Si bien esta tendencia no es nueva,
sí parece que puede intensificarse en las próximas décadas.

Frente a esto, CCOO, concretamente su Federación de Industria, ha lanzado un


documento en el cual exige, ante este cambio, esta penetración acelerada de las
tecnologías digitales, una actuación pública decidida, en la que los sindicatos parti-
cipen de forma activa en los procesos de cambio, anticipándose a sus necesidades
y sus consecuencias. La lógica del documento vendría a resaltar como objetivo im-
pulsar el potencial de desarrollo de la digitalización de forma integradora, generando
lugares de trabajo más participativos e igualitarios, que incentiven la cooperación y
generen sociedades para todos los trabajadores y ciudadanos. Obviamente, el
documento entiende que sin ese objetivo, habrá más concentración de poder, más
desigualdad y unas relaciones laborales más precarias (tiempo parcial, temporalidad,
crowdsourcing, autoempleo…).

Se exige, asimismo, participar en el proceso de penetración de estas tecnologías


en las empresas (como ya está ocurriendo en otros países, como Alemania) y gene-
rar las políticas necesarias que puedan compatibilizar el desarrollo económico y la
sostenibilidad social y medioambiental. La posible regeneración industrial en nuestro
país pasaría, ineludiblemente, por la intensificación del proceso de digitalización de
una industria que, como la nuestra, presenta indicadores claros de debilidad (escasa
inversión en I+D+i, tamaño empresarial, evolución de su peso relativo en términos
de empleo y valor añadido…) y, para ello, la actuación y planificación nacionales, al
igual que han hecho ya países de nuestro entorno, es inaplazable. Nos jugamos,
otra vez, el papel que debemos tener en este nuevo marco de división internacional
del trabajo.

Pero, reiteramos, esta visión del proceso sigue sin poner en duda el paradigma
esencial al que, según nuestro punto de vista, se ve abocada no sólo la industria,
sino la actividad económica del planeta a largo plazo: su viabilidad medioambiental.
Desde este punto de vista, el proceso de digitalización no tiene raíces revoluciona-
rias. Y no sólo nos referimos a aspectos esenciales para la sostenibilidad del planeta
como el uso intensivo de energías fósiles, que está provocando, con la emisión de
gases de efecto invernadero, un cambio climático planetario que ya hoy es una evi-
dencia científica, sino a la sostenibilidad material de los procesos productivos tal y
como están planteados desde los albores de la, esta sí, revolución industrial.

gaceta 234 sindical


La economía circular
versus la economía digital...

Es evidente que las políticas de ahorro energético, o incluso las actuaciones en


materia de reciclaje, han conllevado una mejora en el uso eficiente de los recursos
materiales y energéticos en los procesos productivos. Y no cabe duda que esta me-
jora tiene, asimismo, raíces tecnológicas. Pero también que esta mayor eficiencia,
que muy probablemente siga mejorando con este proceso de digitalización y que
conllevará mejoras en las ratios de recursos utilizados por unidad de producto o ser-
vicios producidos, no será suficiente para evitar, por un lado, el proceso de agota-
miento de recursos (alguno de ellos básicos para el propio desarrollo de las TIC y la
digitalización), la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)
o el aumento de los residuos y desechos a escala planetaria.

Los datos sobre los efectos de nuestro actual modelo productivo son bastante
claros en lo que respecta al uso de recursos y producción de residuos y desechos.
Una estimación sobre datos globales de la OCDE nos señala que por cada tonelada
de residuos generados por el proceso de uso y consumo de los productos y servicios
comercializados en el mercado, se han generado cinco toneladas en el proceso de
manufactura y veinte toneladas en el proceso de extracción inicial. Este proceso
de generación de residuos, dado el crecimiento de la población mundial y el consumo
per cápita (que se prevé se triplique hasta el año 2050), conllevará, a pesar de las
mejoras en la eficiencia, un aumento de este volumen de residuos.

En un informe de la Comisión Europea en 2010 se ponía el acento en las materias


primas esenciales para el funcionamiento de la industria de la UE, generando una
lista de materiales esenciales (Critical Raw Materials Innovation Network) que, si no
actuamos, pueden agotarse en los próximos decenios, como ocurre con el petróleo.
Hay que señalar que, en Europa, cada año se consumen quince toneladas de re-
cursos por habitante, de las que cinco toneladas se convertirán en residuos. En algo
menos de quince años los precios de algunas materias primas se han triplicado y
continuarán este crecimiento. En estos momentos, el coste de materias primas su-
pone un 40% del total de costes, frente al 18% que supone el coste de personal. Y
para terminar, señalemos que el 80% de lo que se produce se utiliza una vez y se
tira, que sólo se recicla el 1% de las tierras raras una vez que se acaba la vida útil
de los productos que las utilizan, y que el 80% de los recursos consumidos los usa
el 20% de la población mundial. No mencionamos, porque no es motivo de este ar-
tículo, las implicaciones geoestratégicas, eufemismo de control militar y político, que
conlleva este abuso de recursos escasos para las economías más dinámicas.

Estos datos ponen en cuestión el paradigma básico de nuestro sistema produc-


tivo. No cabe ninguna duda, como explicaremos más adelante, de su inviabilidad
material y energética a largo plazo. El uso de las tecnologías digitales, tal y como se

gaceta 235 sindical


Pedro J. Linares
Vicente López

concibe, no conlleva en sí mismo, como ya hemos indicado anteriormente, un cambio


en este modelo de producción y consumo. Sin embargo, el concepto de economía
circular sí se desarrolla como la contraposición a esta economía lineal, unidireccional,
en la que estamos inmersos desde la revolución industrial, y que podemos describir
como la secuencia de “coger, transformar, desechar”.

Los datos sobre consumo de materiales y volumen de residuos avalan esta visión.
El flujo material y energético se concibe desde una óptica de explotación de recursos
naturales, finitos, que se convierten en desechos (sólidos, líquidos o gaseoso) que,
en muchos casos, además, son la principal fuente de contaminación de nuestra at-
mósfera, los recursos hídricos, el suelo… con efectos negativos sobre nuestro medio
ambiente o sobre la propia salud humana.

Y es que este modelo económico en el que estamos inmersos se concibe y se


desarrolla bajo la falsa idea de abundancia de los recursos, sin pensar en su soste-
nibilidad largo plazo. Como señala Georgescu Roetgen, en términos puramente fí-
sicos, este proceso económico unidireccional es entrópico, es decir, parte del
consumo de recursos con baja entropía y produce residuos con alta entropía, insos-
tenible en términos físico-energéticos. Incluso el reciclaje y reutilización de estos
desperdicios, en el caso hipotético de que se pudiera realizar íntegramente, necesi-
taría cada vez mayores cantidades de energía dentro de un proceso de continuo
crecimiento. No hablamos de economía financiera, sino de la base material en la
que toda economía se sustenta. Hablamos de cómo las leyes de la termodinámica
limitan nuestros patrones de “desarrollo” económico.

Nuestro modelo económico supone que los mecanismos de mercado suministran,


a través del precio, señales claras de la mayor o menor escasez de los recursos ma-
teriales y energéticos. Estos precios alertan a los actores económicos y corrigen de
forma continua la asignación de los recursos, buscando modelos productivos o de
consumo más eficientes. Es decir, el precio, desde esta perspectiva, interiorizaría
en cierto sentido los límites físicos de los que hemos hablado. La pregunta es si esta
información corrige el comportamiento real de productores y consumidores, o mejor
dicho de un comportamiento éticamente responsable. Creemos que nadie dudará
de la clara limitación que este mecanismo de precios, de productos y de factores
tiene a la hora de evitar algunos comportamientos indeseables (efectos externos ne-
gativos, como gusta llamar a la teoría económica). La emisión de gases de efecto
invernadero, la contaminación del aire, el empobrecimiento de los suelos, el deterioro
en la calidad de los acuíferos, o, desde el punto de vista social, el aumento de la po-
breza, las desigualdades sociales, la exclusión social… aumentan con el desarrollo
del sistema capitalista, sin que los precios hayan variado de forma importante su di-

gaceta 236 sindical


La economía circular
versus la economía digital...

námica autodestructiva. La economía de mercado no anticipa el desastre ecológico,


ni evita el deterioro de los niveles de cohesión social.

Por lo tanto, no esperemos en el propio funcionamiento del sistema una solución


factible a esta problemática. Sólo, como recoge el documento de CCOO de Industria
hablando del proceso de digitalización, con una participación activa de los trabaja-
dores y trabajadoras, y una actuación política decidida, se pueden activar los meca-
nismos suficientes para este cambio de paradigma productivo y de consumo, para
esta transición desde la linealidad en el flujo de materiales y energía a la circularidad.
La incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación en este
cambio de paradigma económico seguiría siendo esencial. El diseño de modelos
productivos cerrados (en términos de materiales y energía) y limpios (utilización de
energías renovables, química verde...) necesita también de la integración en toda la
cadena de valor de las tecnologías digitales.

Desde esta concepción circular se intenta cerrar el círculo de vida del producto,
el flujo de materiales y energía, aproximarse a esa circularidad que nos muestra la
naturaleza, donde nada se desperdicia y todo es un recurso, donde se valoriza lo
que hoy consideramos un residuo, un desecho. Caminaríamos hacia un modelo cien-
tífico-técnico que tuviera como máximo objetivo el rediseño de modelos productivos
más próximos a la naturaleza (biomímesis) integrando, porque es otro elemento
esencial del cambio de paradigma socioeconómico, un cambio en nuestra forma de
consumir. No debemos olvidar que uno de los problemas medioambientales básicos
es la dispersión de la producción (procesos de deslocalización) y el consumo a es-
cala planetaria, lo que conlleva un consumo energético exponencial. La valorización
del consumo colectivo frente al individual, el impulso a los procesos de reparación
y reutilización frente a la sustitución, son elementos esenciales de este cambio de
modelo que también debería integrar la disociación entre consumo material y bien-
estar y calidad de vida.

Nuestra concepción de economía circular evidentemente incluye la necesidad de


producción limpia y de mejora de las condiciones de trabajo. La Comisión Europea,
en su Comunicación sobre economía circular, hace referencia precisamente a esta
necesidad de producción limpia, proponiendo la disminución del uso de materiales
peligrosos o difíciles de reciclar en los productos y procesos productivos. La Confe-
deración Europea de Sindicatos también plantea que la economía circular debe in-
cluir entre sus objetivos la salud y la seguridad en el trabajo. Y diversas
organizaciones ambientales europeas insistían en que una economía circular no
puede funcionar sin producción limpia.

gaceta 237 sindical


Pedro J. Linares
Vicente López

La reducción de los niveles de entropía de nuestros procesos productivos y de


consumo sería el objetivo básico de este cambio de paradigma. Esto supone un re-
diseño continuo de productos y procesos, teniendo en cuenta la materia prima utili-
zada, eliminado todo aquello que no sea factible reutilizar o que tenga efectos
negativos en la salud o el medio natural (productos químicos peligrosos, energías
no renovables…), que conlleve el cierre del ciclo material y energético. Estamos ha-
blando de reducción de la cantidad de materiales necesarios para la prestación de
un servicio concreto (aligeramiento del peso); del alargamiento de la vida útil de los
productos (durabilidad); de la reducción del consumo de energía y de materiales en
las fases de producción y de uso (eficiencia); de la reducción del uso de materiales
peligrosos o difíciles de reciclar en productos y procesos de producción (sustitución);
de la creación de mercados para materias primas secundarias (recicladas); del di-
seño de productos que sean más fáciles de mantener, reparar, actualizar, reelaborar
o reciclar (diseño ecológico); del desarrollo, a este respecto, de los servicios nece-
sarios para los consumidores (servicios de mantenimiento y reparación, etc.); de la
incentivación y apoyo de la reducción de residuos y de la separación de alta calidad
por parte de los consumidores; de la facilitación de la agrupación de actividades para
impedir que los subproductos se conviertan en residuos (simbiosis industrial), y del
estímulo de la oferta a los consumidores de una gama de opciones mejor y más am-
plia a través de servicios de alquiler, de préstamo o de uso compartido como alter-
nativa a la propiedad de los productos y que impulse la oferta y la demanda ecológica
de bienes y servicios.

Un rediseño integral, en suma, que permita la sostenibilidad en el tiempo de dicho


proceso productivo. Hablamos de disminuir el uso de materiales por unidad de PIB
(desmaterialización) y, obviamente, del uso de materiales no sostenibles o perjudi-
ciales para la salud y el medio ambiente (descarbonización, energías renovables,
química verde…). La economía circular se concibe, por lo tanto, desde la necesidad
de sostenibilidad de nuestras sociedades, asegurando su carácter renovable y au-
toproductivo.

Existen informes que intentan valorar económicamente los beneficios de este


cambio hacia una economía circular. Todos ellos muestran ventajas, tanto económi-
cas como, sobre todo, en términos de generación de empleo, y por supuesto, am-
bientales y de salud pública. La Comisión Europea estima que este cambio hacia
una economía circular podría reducir el consumo de materiales entre un 17% y un
24% en 2030, con un ahorro de 630.000 millones de euros anuales para la industria
europea, lo que supone el 8% de su volumen de negocios anual, potenciar el creci-
miento del PIB de la Unión Europea en un 3,9%, y reducir las emisiones anuales de
gases de efecto invernadero entre un 2% y un 4%. En concreto, los nuevos objetivos

gaceta 238 sindical


La economía circular
versus la economía digital...

de reutilización y reciclaje de residuos podrían crear más de 180.000 puestos de tra-


bajo directos en la Unión Europea. Permitirán satisfacer la demanda de materias pri-
mas de la Unión Europea entre el 10% y el 40% y contribuir a reducir las emisiones
de gases de efecto invernadero en 62 millones de toneladas de CO2 equivalente por
año. El Parlamento Europeo proponía establecer un objetivo obligatorio para au-
mentar en un 30% la eficacia en la gestión de los recursos en la UE en 2030. El
cumplimiento de este objetivo de eficiencia incrementaría el PIB en casi un 1% y po-
dría crear 2 millones de puestos de trabajo en la UE.

Algunos informes publicados en Reino Unido en torno al incremento en el uso


eficiente de los recursos nos recuerdan que la fabricación de productos a partir de
materiales recuperados utiliza un 85% menos de energía que la fabricación conven-
cional, que la fabricación de productos a partir de materiales recuperados ahorra por
lo menos el 70% de los materiales en comparación con la fabricación de nuevos pro-
ductos, y que un plan de acción sobre residuos y recursos podría suponer una me-
jora de la balanza comercial en 110 mil millones de euros. El Buró Europeo de Medio
Ambiente acaba de publicar un informe en el que concluye que un incremento sig-
nificativo en la reutilización de residuos textiles y voluminosos (muebles) y alcanzar
un porcentaje del 70% en los objetivos de reciclaje de residuos, podría generar más
de 800.000 empleos en Europa (supondría, según se destaca en el informe, que
uno de cada 6 jóvenes desempleados en la Unión Europea podría volver a ingresar
en el mercado de trabajo).Pero no sólo en términos de economía de empresa: otro
estudio, que valora los costes en salud asociados al uso de ciertas sustancias quí-
micas tóxicas, estima un coste anual para la Unión Europea de aproximadamente
157 mil millones de euros al año. Es decir, el camino hacia la economía circular es
claramente ventajoso en términos económicos, de empleo, medioambientales, y de
calidad de vida. No es una quimera.

Repensar, por lo tanto, nuestros sistemas productivos desde esta óptica circular,
sostenible, no sólo contribuiría a la mejora de los problemas medioambientales, sino
que sería también una forma de recuperación, en el caso europeo, de un sistema
productivo competitivo y sostenible a largo plazo, con la consiguiente recuperación
de un empleo de calidad. La dilación política en asumir el escaso futuro (físico) de
nuestros sistemas productivos lineales conlleva un alto coste, presente y sobre todo
futuro, en términos sociales, ambientales y económicos. Un nuevo modelo productivo
requiere de este cambio de paradigma productivo, de esta circularidad de los siste-
mas de producción y consumo, que valoricen económicamente, no sólo el producto
o servicio de consumo, sino cada uno de los elementos intervinientes en el proceso,
para con ello reconstruir las cadenas de valor del ciclo de producción. Cambiar el
paradigma de tirar y reemplazar por retornar, reparar y reutilizar.

gaceta 239 sindical


Pedro J. Linares
Vicente López

Sólo es necesario reiterar que este cambio debe ser también sostenible en tér-
minos sociales, con una recuperación de la calidad en el empleo como base de una
reconstrucción de las políticas redistributivas, que han sufrido en esta crisis un
enorme deterioro. El mercado en sí no asegura ni la sostenibilidad ni la cohesión so-
cial, a través de un reparto justo de la riqueza generada. Es la política otra vez, el in-
terés colectivo, la que debe guiar el mercado hacia sistemas productivos
autosostenibles y generadores de bienestar y mayor justicia e igualdad social. A la
necesidad del cambio del modelo productivo en términos de sostenibilidad medioam-
biental se une otra necesidad inaplazable: la de un cambio en los procesos de re-
distribución de la riqueza que garantice mayores niveles de cohesión y justicia social.

Desde este punto de vista, la Comunicación de la Comisión al respecto de la eco-


nomía circular se centra excesivamente en los mecanismos de mercado como pa-
lanca del cambio, eliminando barreras de mercado, mejorando la transmisión de
costes reales a precios de mercado, mejorando los canales de financiación. Está
claro que estos elementos ayudan a que el mercado emita señales claras hacia una
economía circular, si bien estos mecanismos deberían estar acompañados por la in-
tervención directa de los Estados, primando unos modelos frente a otros, e incluso
prohibiendo algunas prácticas productivas, dentro de un proceso de transición so-
cialmente justo. El mercado tampoco asegura, como estamos viendo, una distribu-
ción de la renta compatible con los niveles de cohesión social a los que aspiran las
sociedades democráticas europeas.

A finales del siglo pasado, William McDonough y Michael Braungart, acuñaron


esta idea de economía circular con su libro De la cuna a la cuna, y el slogan “la ba-
sura es comida”. Una idea que se ha enriquecido y fortalecido en los últimos quince
años ante la evidencia del deterioro medioambiental y la insostenibilidad a largo
plazo de nuestro modo de vida, de nuestra forma de producir y consumir. La econo-
mía circular se convierte así en la base de ese nuevo modelo productivo sostenible,
en la base necesaria de un cambio en el paradigma económico, en una verdadera
revolución industrial.

La digitalización de la economía y la economía circular son, por lo tanto, dos con-


ceptos, que no tienen por qué ser contradictorios, sobre el futuro de la economía
productiva, que revolucionarán (probablemente) la forma de producir los bienes y
servicios en un mercado globalizado. Sin embargo, sus resultados en el plano so-
cioeconómico dependerán del ámbito político en el que se desenvuelvan, de la im-
portancia o no de las políticas redistributivas, del mayor o menor equilibrio de poder
entre trabajadores y empresarios… etc. Será este marco sociopolítico el que deter-
mine si la digitalización o la reconversión circular de los sistemas productivos se con-

gaceta 240 sindical


La economía circular
versus la economía digital...

vierten en motores de la simple acumulación capitalista o, por el contrario, sirven


para abordar los retos sociales y medioambientales a los que estamos enfrentados.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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residuos para Europa. Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al
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http://www.criticalrawmaterials.eu/
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Bases teóricas y situación en España”. Boletín Económico ICE nº 2705.
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pillars for a Circular Economy: Efficient material management, reduction of toxic
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http://www.nextmanufacturingrevolution.org/wp-content/uploads/2013/09/Next-
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gaceta 241 sindical


Pedro J. Linares
Vicente López

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http://www.wrap.org.uk/content/wrap-outlines-%C2%A3330bn-economic-growth-
potential-eu-smarter-resource-use

gaceta 242 sindical


Julio Linares

Digitalización de la sociedad española


La Composición, 1923. Theo Van Doesburg.

En el entorno actual, la digitalización es un proceso imparable,


irreversible y necesario para reforzar la competitividad, estimular
el crecimiento, generar empleo de calidad, sostener los benefi-
cios sociales, disminuir las diferencias económicas y sociales e
incrementar la calidad de vida
Para lograr estos beneficios se recomienda un Pacto de Es-
tado para la Digitalización de España que impulse su desarrollo
y vele por su ejecución, con seis ejes fundamentales.
Este planteamiento exige la revitalización digital de tres pilares
básicos: educación, innovación y emprendimiento, y la digitaliza-
ción de todas las Administraciones Públicas y de todos los sec-
tores productivos, con la finalidad de situar a España en el año
2020 en una posición competitiva destacada.
Digitalización de la
sociedad española

1. INTRODUCCIÓN

V IVIMOS en un contexto de disrupción tecnológica permanente sin precedentes,


en el que las tecnologías digitales están teniendo un gran desarrollo, con efecto
transversal, pues son Tecnologías de Propósito General (GPT), como lo fueron en
su día la máquina de vapor o la electricidad. Su progreso será imparable, irreversible,
afectará a todos y redefinirá la posición que cada uno ocupamos, nuestro statu quo.

No existe ninguna duda sobre la materialización de tres principios básicos:

1. Todo lo que se pueda digitalizar se digitalizará.


2. Todo lo que se pueda conectar se conectará.
3. Todo lo que se pueda analizar se analizará.

Estamos ante una nueva revolución, la Revolución Digital, que nos conduce a
una Sociedad Digital, Hiperconectada e Inteligente.

En esta nueva sociedad asistimos a una gran transformación social y económica,


que impactará en todos: las Administraciones Públicas, las empresas y los ciudada-
nos. Nadie puede sentirse ajeno.

La aceleración del desarrollo tecnológico provocará una disrupción notable que


se dejará sentir en los modelos de negocio (con las nuevas empresas luchando con-
tra las tradicionales) y en las Administraciones, que tendrán que ser más flexibles e
inteligentes para cubrir las necesidades del sector privado y de los ciudadanos.

gaceta 245 sindical


Julio Linares

Haciendo un buen uso de las tecnologías digitales, además de crecimiento eco-


nómico, se pueden lograr grandes beneficios sociales: supervisión remota de pa-
cientes crónicos y personas mayores, contribuyendo a aliviar la presión familiar;
transporte inteligente, que disminuirá las congestiones, los accidentes y el coste de
la energía; la formación de estudiantes y trabajadores, tanto presencial como online,
etc. Un buen uso de la tecnología digital puede contribuir a reducir las desigualdades
económicas y sociales.

2. PLAN PARA LA DIGITALIZACIÓN

Para lograr estos objetivos es necesario actuar decididamente en los principales


frentes relacionados con los pilares básicos (educación, innovación y emprendimiento),
en la digitalización de las Administraciones Públicas, las empresas y los ciudadanos,
y en la sostenibilidad, siguiendo el esquema que se muestra en la siguiente figura.

Estructura del Plan

3. PILARES BÁSICOS DIGITALES

Para que España pueda abordar con éxito su necesaria digitalización es absolu-
tamente imprescindible dinamizar digitalmente tres pilares básicos: educación, in-
novación y emprendimiento.

gaceta 246 sindical


Digitalización de la
sociedad española

3.1 Educación digital

La disponibilidad de una oferta de recursos humanos preparados constituye uno


de los factores fundamentales para el crecimiento potencial de cualquier economía
y para el incremento de la capacidad competitiva de las empresas, disminuye el
riesgo de desempleo entre los jóvenes y supone una ventaja para acceder a la for-
mación a lo largo de la vida laboral.

La competencia por el talento digital será creciente. Y más aún en un contexto


en el que el mercado laboral está cambiando y cambiará más radicalmente a medida
que se vayan implantando nuevas tecnologías, lo que contribuye a incrementar el
desfase entre oferta y demanda, provocando que una gran cantidad de puestos de
trabajo se puedan quedar sin cubrir.

No se puede seguir formando para un mundo que ya no existe. El mundo es di-


gital y la educación debe adecuarse a dicha realidad. Para ello, es imprescindible
que el profesorado se forme en:

- El uso de las nuevas tecnologías aplicadas al aula y a la educación, cono-


ciendo en profundidad herramientas que permitan gestionar los procesos de
enseñanza-aprendizaje.
- Las nuevas competencias y disciplinas tecnológicas (programación, robótica,
etc.), despertando las vocaciones STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y
Matemáticas) llevando a la realidad del aula el axioma: “aprender haciendo”.
- El modo de facilitar el aprendizaje y en nuevas prácticas docentes innovado-
ras.

Asimismo, y en relación con el mercado laboral, es necesario tener presente que


existen varios tipos de formación digital y que es crucial potenciar todos ellos:

- Formación antes del mercado laboral, desde las primeras etapas del sistema
educativo, pasando por la formación profesional y la educación superior, para
la preparación de profesionales aptos para la demanda real del mercado.
- Formación continua en el mercado laboral, para mantener el talento y las ha-
bilidades digitales de la fuerza productiva.
- Formación para la reincorporación al mercado laboral en caso de pérdida del
empleo.
- Formación al término de la vida laboral.

gaceta 247 sindical


Julio Linares

Por su naturaleza, la educación superior debe ser disruptiva y liderar el cambio,


ofreciendo los conocimientos y las competencias que la nueva economía digital pre-
cisa, por la propia importancia que este tipo de educación reviste para la construcción
del futuro.

En consecuencia, se debe priorizar la transformación del sistema educativo para


adecuarlo a la nueva sociedad digital poniendo el foco en el aprendizaje, en el uso
de las oportunidades que abren las nuevas tecnologías y en el impulso de las voca-
ciones STEM, con el fin de evitar la divergencia que se está produciendo entre lo
que demanda el mercado laboral y lo que los alumnos eligen.

3.2 Innovación digital

Para que un país sea innovador es fundamental contar con un tejido empresarial
de tamaño suficiente que le permita ser competitivo en un entorno global.

Esta situación motiva que el proceso de digitalización y la apuesta por la I+D+i


sean aspectos determinantes para la mejora de la competitividad de la economía
española.

La digitalización acelera la globalización y quien no tenga una posición de lide-


razgo no será competitivo. Por ello, se debe trabajar en la generación de sinergias
que conduzcan a la generación de tecnología capaz de competir a nivel global.

Fomentar la innovación debe ser una de las principales prioridades para todos,
especialmente centrada en la promoción de soluciones de mercado en el ámbito em-
presarial.

Se debe tratar de alcanzar el 3% de gasto en I+D+i como porcentaje del PIB en


el año 2020, potenciando nuestro liderazgo en tecnologías digitales.

3.3 Emprendimiento digital

La tecnología digital es especialmente adecuada para el emprendimiento y para


el lanzamiento de “startups”. Para desarrollar soluciones digitales no se necesitan
inversiones importantes ni infraestructuras específicas. Lo importante son las ideas.
Cualquier persona o grupo de personas digitalmente formadas, con una buena idea,
puede tener muchas oportunidades en el entorno digital. Ya existen ecosistemas di-
gitales que lo facilitan y estimulan.

gaceta 248 sindical


Digitalización de la
sociedad española

Es importante aprovechar en España las oportunidades que ofrece el entorno di-


gital para dar respuesta a las inquietudes de muchos jóvenes desempleados me-
diante una urgente respuesta público-privada.

Se debe fomentar el emprendimiento digital a través de medidas en educación,


innovación y políticas fiscales específicas, además de facilitar ecosistemas digitales
estimuladores de la actividad autónoma para paliar uno de los más acuciantes pro-
blemas, que es el paro juvenil y la emigración del talento.

4. DIGITALIZACIÓN DEL SECTOR PÚBLICO

Para lograr los objetivos señalados el sector público es clave por su responsabi-
lidad legislativa, por su influencia al marcar prioridades, por su capacidad de compra
y por sus interrelaciones con todos los agentes. Las Administraciones Públicas deben
transformarse digitalmente para poder ofrecer los servicios que demandan las em-
presas y los ciudadanos, así como para alcanzar mayores niveles de eficiencia.

Entre los principales beneficios tangibles que un incremento de la digitalización


provoca en la prestación de servicios públicos, destacan los siguientes:

- Mejorar la eficacia en la prestación de servicios universales superando


barreras geográficas.
- Generar eficiencias en los costes de la prestación de servicios públicos.
- Fomentar el crecimiento del empleo innovador y de calidad.
- Facilitar la prevención y modelización en la detección del fraude.
- Ofrecer más y mejores servicios.
- Incrementar la calidad de vida.

Se debe reforzar que todas las Administraciones Públicas, a todos los niveles,
sean más eficientes y más inteligentes, mediante un uso intensivo y responsable de
las nuevas tecnologías digitales para dar una eficaz respuesta a todas las demandas
de las empresas y de los ciudadanos, liderando la digitalización con el objetivo de
lograr una Administración 100% electrónica antes del año 2020.

Adicionalmente, dado que más de la mitad de la población mundial vive en ciu-


dades y esta proporción crece día a día, aumentando su densidad de población y
su complejidad, los retos se multiplicarán en relación con la congestión de las in-
fraestructuras de transporte, la contaminación y la calidad del aire, la eficiencia ener-
gética o el cambio climático.

gaceta 249 sindical


Julio Linares

Por ello, se debe impulsar, en colaboración con la FEMP1, que al menos todos
los ayuntamientos de más de 200.000 habitantes tengan un plan de Smart Cities
antes de 2018.

5. DIGITALIZACIÓN DE LOS SECTORES PRODUCTIVOS

Las empresas que no son digitales deben abordar su propia transformación digi-
tal. A fecha de hoy, en Europa, tan sólo un 1,7% de las empresas se ha transformado
digitalmente de manera intensiva, mientras que un 41% de nuestras empresas ni
tan siquiera ha iniciado el camino. Es urgente la transformación digital:

- De sus procesos
- De sus tecnologías
- De sus productos finales (mayor valor añadido incorporando tecnología
e información)
- De su enfoque de mercado (información detallada de los nuevos perfiles de
clientes)
- De sus relaciones con proveedores y distribuidores
- De su gestión del personal y del conocimiento
- De su gestión de los procesos de marketing
- De sus procesos de venta a través de medios online
- De sus modelos de negocio.

Además, la digitalización genera un flujo inagotable de datos que, a su vez, con


las debidas cautelas respecto de principios básicos de privacidad y protección de la
información, tienen la capacidad de crear valor añadido a partir de ellos mismos,
convirtiéndose en una nueva fuente de riqueza y oportunidades para las empresas.

En general, se debería poner en marcha, a lo largo de 2017, un Plan de actuación


para toda la legislatura con acciones de concienciación y ayuda para la transforma-
ción digital de los sectores productivos de nuestro país más intensivos en empleo y
contribución al PIB.

En particular, para cada uno de los principales sectores se propone:

1
Federación Española de Municipios y Provincias.

gaceta 250 sindical


Digitalización de la
sociedad española

• Sector Digital
Se debe impulsar la adopción y desarrollo de servicios y soluciones digi-
tales, así como la evolución de las infraestructuras hacia las nuevas gene-
raciones de redes que soporten una conectividad que ofrezca velocidades
ultra-rápidas, que permitan dirigirse hacia la sociedad del Gigabit.

• Industria
Se debe continuar desarrollando el proyecto “Industria Conectada 4.0”,
profundizando y ampliando su contenido, evolucionándolo dinámicamente
y poniendo el foco en su ejecución y en el seguimiento y medición de sus
resultados, para favorecer un círculo virtuoso positivo que permita lograr
un peso de la industria del 20% de nuestro PIB.

• Turismo
Es necesario aplicar las nuevas tecnologías digitales para incrementar la
competitividad de esta importante actividad para la economía española,
así como para desarrollar una oferta innovadora que refuerce la propuesta
de valor para los clientes y usuarios turísticos y para atraer nueva demanda
turística.

• Servicios financieros
Se deben estimular los servicios financieros digitales seguros y fiables que
den respuesta a todas las necesidades del entorno digital a la vez que se
refuerce la competitividad de este sector.

• Seguros
Se debe reforzar la promoción de la innovación y la transformación digital
mediante una mayor eficiencia en la utilización de Big Data o Internet de
las Cosas (IoT) permitiendo mejorar la productividad y ofreciendo al mer-
cado productos innovadores, sencillos y fáciles de usar por el cliente.

• Transporte y Logística
Se debe fomentar la evolución hacia un modelo de movilidad sostenible
cuyo objetivo sea poner a las personas y su calidad de vida en el centro
de atención, logrando que nuestras ciudades sean más limpias, sanas y
habitables haciendo uso de un sistema de transporte inteligente, que dis-
minuya los accidentes, reduzca las congestiones, optimice el uso de la
energía y dé respuesta a las crecientes demandas.

gaceta 251 sindical


Julio Linares

• Sanidad
Se debe intensificar el uso de las tecnologías digitales para lograr los má-
ximos niveles de eficiencia y calidad posibles, dar una eficaz respuesta a
las demandas de los ciudadanos y poder atender a una población enveje-
cida creciente. Las tecnologías digitales son el gran aliado de la sanidad.

• Energía
Se debe estimular la eficiencia energética mediante un uso progresivo de
las tecnologías digitales, para optimizar las propias redes de energía así
como las relaciones con sus clientes.

• Infraestructura de obra pública


Se debe incrementar la utilización de nuevos materiales y de las tecnolo-
gías digitales, impulsando el uso de la metodología BIM (Build Information
Modelling) para dar respuesta a los nuevos retos que afronta la construc-
ción.

• Pymes
Se debe incrementar en un 10% anual la adopción de soluciones digitales
de gestión empresarial (ERP, CRM, SCM, etc.) con el objetivo de que en
el año 2020 sean utilizadas por el 90% del total de empresas (50% en 2020
para el caso de las micro-pymes).
Además, se debería aumentar a un ritmo de crecimiento de un 5% anual y
durante toda la legislatura el porcentaje de pymes que utilizan factura elec-
trónica.

6. DIGITALIZACIÓN DE LOS CIUDADANOS

La confianza es esencial para que los ciudadanos puedan aprovechar todas las
oportunidades que les ofrece la tecnología y, por tanto, la confianza del consumidor
resulta clave para que la economía digital desarrolle todo su potencial, siendo nece-
sario:

- Garantizar la privacidad de los datos de los ciudadanos.


- Proporcionar a los usuarios el control de su vida digital.
- Fomentar la transparencia en lo relativo a sus derechos como usuarios de
productos y servicios.

gaceta 252 sindical


Digitalización de la
sociedad española

Adicionalmente, debemos tener en cuenta que en España existen 10,4 millones


de personas que no están conectadas y no acceden a Internet (el 26,6% de los ma-
yores de 15 años)2, lo que les impide beneficiarse de las enormes posibilidades que
Internet ofrece para estar informados, para mejorar los conocimientos, para realizar
trámites o para estar mejor atendidos. Probablemente, tienen otras necesidades más
básicas o urgentes, no han sentido la necesidad o no tienen medios suficientes para
soportarlo.

En la medida en que España es el tercer país de la OCDE en redes de fibra óp-


tica, por detrás de Japón y Corea, y por delante de Alemania y otros países euro-
peos, y que se trata de un país a la vanguardia en cobertura 4G, no parece que la
disponibilidad de redes de comunicaciones constituya la principal barrera de entrada.

No podemos desaprovechar las ventajas competitivas que este suceso nos


brinda, por lo que es necesario llevar a cabo políticas efectivas de impulso de la de-
manda.

7. SOSTENIBILIDAD: SOCIEDAD DIGITAL RESPONSABLE

El futuro digital, así como el auge de la innovación o la globalización del mercado,


impactan profundamente en las economías. Algunas de las tendencias suponen,
además, un reto importante para la sostenibilidad de los negocios, como la urbani-
zación del planeta, la escasez de materias primas o la transformación de los sectores
tradicionales.

En la actualidad ya no se busca solamente que las compañías sean sostenibles,


sino que se quiere dar respuesta a las necesidades básicas de la sociedad. Buen ejem-
plo de ello es la Agenda 2030 de Naciones Unidas para el desarrollo sostenible3, que
contiene 17 objetivos para los cuales las nuevas tecnologías pueden ser un motor
de progreso y un habilitador.

El sector tecnológico continúa ganando cuota de mercado en el PIB mundial y


hace que la tecnología juegue un papel más importante en la vida de las personas,

2
Base: Individuos de 15 o más años. No usuarios de Internet últimos 3 meses. Fuente: Las TIC en los ho-
gares españoles. Estudio de demanda y uso de Servicios de Telecomunicaciones y Sociedad de la Infor-
mación. XLIX Oleada (Julio- septiembre 2015). ONTSI (abril 2016).
3
Resolución aprobada por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015. Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible

gaceta 253 sindical


Julio Linares

permitiéndoles el acceso a productos y servicios que suponen una mayor eficiencia


y el logro de progresos de desarrollo económico y social.

Se debe realizar un uso responsable de las tecnologías digitales para evitar todas
las posibles brechas digitales (geográficas, culturales, generacionales, por discapa-
cidad, género, etc.) y favorecer el desarrollo sostenible del medio ambiente.

Adicionalmente, la economía circular, máximo exponente de la eficiencia en el


uso de los recursos naturales disponibles, así como la herramienta para su aplicación
en el ámbito de los recursos de tipo biológico, la bioeconomía, están naciendo en el
contexto de una economía donde la digitalización va a ser una realidad: van a nacer
con ella.

8. RECOMENDACIÓN

Para la correcta ejecución de las acciones expuestas, es fundamental que los lí-
deres políticos estén convencidos de la importancia de la transformación digital. Son
estos líderes los que pueden impulsar los cambios normativos e institucionales que
permitan eliminar las barreras para la digitalización de las Administraciones Públicas
y de la sociedad en general.

Entendiendo, por tanto, que la política digital debe ser prioritaria para el Estado,
y con la finalidad de ayudar desde las empresas a materializar todas las propuestas
indicadas con una ejecución responsable, dado su impacto en el conjunto de la ac-
tividad económica, laboral y social, se recomienda un PACTO DE ESTADO POR LA
DIGITALIZACIÓN, que debería actuar sobre los siguientes ejes fundamentales:

I. Crear una entidad de suficiente nivel con responsabilidad coordinadora


transversal sobre el desarrollo del Pacto para la Digitalización, que super-
vise su ejecución y armonice y coordine adecuadamente las distintas Ad-
ministraciones, evitando así indeseados efectos frontera. Asimismo, debe
asegurarse que se realiza la necesaria normalización de procesos a través
de las correspondientes Mesas Sectoriales.

II. Asignar a una Comisión del Congreso de los Diputados la “Digitaliza-


ción de España” para seguir el Pacto por la Digitalización, garantizar su
desarrollo y verificar que cuenta con el marco legal y con los medios ade-
cuados para su ejecución.

gaceta 254 sindical


Digitalización de la
sociedad española

III. Coordinar las medidas impulsadas por este Pacto con la Estrategia Eu-
ropea de Digitalización del objetivo 2020, teniendo en cuenta la necesi-
dad de que cualquier propuesta normativa y/o de financiación lleve
asociada una evaluación de su impacto sobre la competitividad y sobre el
empleo.

IV. Reforzar el Diálogo Social iniciando un nuevo debate sobre las repercu-
siones tecnológicas en el trabajo del futuro y el futuro del trabajo, me-
diante la creación de una Comisión con el Gobierno, los diversos
representantes sociales y los colegios profesionales del ámbito tecnoló-
gico.

V. Desarrollar las estrategias y propuestas específicas contempladas en el


presente Plan, incluyendo macro-proyectos tractores transversales de
digitalización, para acelerar el liderazgo digital de nuestro país y la trans-
formación digital de sus Administraciones Públicas, de todos los sectores
productivos y de los ciudadanos.

VI. Realizar campañas de sensibilización y concienciación sobre el necesario


sentido de urgencia con el que hay que abordar la digitalización en todos
los ámbitos.

gaceta 255 sindical


Agustín Martín

La industria 4.0: implicarnos


en su desarrollo y anticipar sus efectos
Composición Contador VII, 1924. Theo Van Doesburg.

Ante la perspectiva de una acelerada transición industrial, las


administraciones, las empresas, los sindicatos debemos prepa-
rarnos para evitar que ahonde en el actual foco de desigualdades
a escala individual, sectorial y territorial, propiciando situaciones
de dualidad en las condiciones sociales y retributivas de los tra-
bajadores y de las trabajadoras, lo que requiere el reforzamiento
del diálogo y la participación de los sindicatos en este proceso.
El objetivo sindical es el de intentar anticiparnos a los efectos
de un proceso que, aunque se tengan claras las consecuencias
en el desarrollo de las empresas (gestión, costes productividad),
no es así en el efecto directo en el empleo y en las condiciones
de trabajo.
La industria 4.0:
implicarnos en su desarrollo...

TENDENCIAS DE LA DIGITALIZACIÓN Y LA TECNOLOGÍA 4.0

C UANDO aún no se ha podido constatar el impacto de la tercera revolución in-


dustrial, basada en el desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación
(TIC), se aceleran las innovaciones basadas en la robotización, la inteligencia artifi-
cial, la interconexión digital, la industria conectada…, donde las barreras entre el
mundo físico y el digital son confusas, dando lugar a un nuevo modelo económico
que tiene efectos en todas las actividades.

En menos de una década se ha producido una innovación rupturista en muchas


industrias, sustentada en la entrada de muchos y nuevos competidores. Esta trans-
formación de las tecnologías digitales posibilita a las empresas el dar respuesta a
las nuevas exigencias de sus clientes en Productos, Procesos y Modelos de negocio,
produciendo un impacto determinante en la cadena de valor y aportando tanto be-
neficios como amenazas para los que se quedan fuera.

Este proceso lo podríamos definir como “la transformación de los procedimientos de


fabricación mediante la introducción de tecnologías de producción avanzadas, que per-
mitirán que todas las unidades de producción de una fábrica estén conectadas entre sí”.

La digitalización ha suscitado una revolución en la manera en que se transmite


la información en el ciclo productivo y de generación de valor, dando lugar a cambios
progresivos en los hábitos de los consumidores, que toman el mando de las relacio-
nes comerciales –desplazando el eje desde la oferta a la demanda– y a nuevas es-
tructuras productivas cambiantes que afectan a todos los eslabones de la cadena
de valor, dando lugar a lo que se conoce como actividades servindustriales1.

1
Por ejemplo, el progreso tecnológico digital ha permitido que actividades que antes se encontraban in-
tegradas dentro de las propias empresas industriales ahora se hayan externalizado y convertido en acti-
vidades de servicios de alto valor añadido, pero asociadas a la industria.

gaceta 259 sindical


Agustín Martín

El acelerado proceso de desarrollo de la digitalización de la industria y los servi-


cios, si no se acompaña de medidas concretas, puede acarrear en el marco de la
transición industrial la aparición de un nuevo y potente foco de desigualdades a es-
cala individual, sectorial y territorial, propiciando situaciones de dualidad en las con-
diciones sociales y retributivas de los trabajadores, sin que éstos puedan reaccionar
para mejorarlas, al menos a corto plazo, si no se incide en el apoyo de políticas pú-
blicas solidarias, adicionales a las educativas:

• porque la transformación digital no sólo está cambiando nuestra economía,


sino también la naturaleza de los mercados de trabajo y de la mano de obra;
• porque existe una sensible preocupación acerca de cómo puede afectar la
competitividad de los mercados a las condiciones de trabajo, a los niveles de
empleo y la distribución de la renta;
• porque los valores de digitalización y el cambio no se limitan al mundo del tra-
bajo, se entrelazan con todas las esferas de la sociedad: los sistemas de se-
guridad social, la cultura y la educación, la seguridad ciudadana, las
infraestructuras, etc.;
• por lo que la democracia, el diálogo y la participación son las características
estructurales clave en esta sociedad, lo que incluye al mundo del trabajo.

Incluso un adalid del neocapitalismo y la competitividad sin límites, como es el Foro


Económico Mundial, señala su preocupación por las consecuencias de este nuevo y
acelerado proceso: “La economía digital es una parte esencial de la arquitectura de la
Cuarta Revolución Industrial. Para que la tecnología digital siga contribuyendo al im-
pacto económico y social, las sociedades tienen que adelantarse a sus efectos en los
mercados y garantizar un trato justo para los trabajadores en entornos de mercados
digitalizados. Los nuevos modelos de gobierno serán clave en todo esto”.

En términos de empleo, la relación entre innovación tecnológica y ocupación es


bastante compleja, porque los efectos de la tecnología parecen positivos cuando re-
percuten en productos innovadores, porque crean nuevo mercado, nueva demanda
y, por tanto, más empleos. “Pero cuando la tecnología mejora los procesos, el im-
pacto sobre la ocupación tiende a ser negativo, ya que las nuevas máquinas permiten
producir la misma cantidad con menos trabajo”.

En este marco, se puede anticipar que, en la cuarta revolución industrial, la per-


sona tendrá una importancia creciente, basada en la era del talento, modificando el
perfil de trabajador, aumentando las personas que investigan o programan, aunque
aún está por intuir el riesgo sobre el empleo a largo plazo. Lo que sí está constatado
es que las consecuencias que la digitalización pueda tener sobre el empleo son po-
tencialmente altas.

gaceta 260 sindical


La industria 4.0:
implicarnos en su desarrollo...

La digitalización es la respuesta a la convergencia de un gran número de siner-


gias parcialmente independientes. Es el conjunto de las innovaciones en muy diver-
sos campos técnicos cuyo rendimiento y costo alcanzan simultáneamente los niveles
con los que se pueden combinar sistemas completos. Al mismo tiempo, supone un
importante conductor y facilitador de las mejoras de productividad en muchos sec-
tores2 y no tiene por qué incorporar pérdida de empleo, siempre y cuando se posi-
bilite la entrada de producto de mayor calidad en nuevos mercados.

PRINCIPALES Y PREVISIBLES EFECTOS DE LA APLICACIÓN


DE LA INDUSTRIA 4.0

La transversalidad de la digitalización, su impacto en todos los sectores produc-


tivos y de los servicios es evidente, así como la generación de nuevos modelos de
negocio que incorpora mediante la aceleración de la destrucción creativa3 o el au-
mento de la competitividad. Aprovechar la disposición de estas ventajas es una con-
dición para la supervivencia de la base industrial de cualquier economía.

Se produce el desplazamiento del valor económico hacia los bienes inmateriales.


Se producirán cambios económicos de valor añadido, desde el fabricante industrial
del material hacia el proveedor del servicio inmaterial conectado, cuyo impacto es
difícil de contabilizar en términos de aportación al PIB. El cambio cuestiona también
la propiedad del producto y el valor añadido. En este sentido ¿el valor añadido del
coche proviene de su motor o de la infraestructura de internet que ofrece el tráfico y
la información sobre la ruta a seguir? En definitiva, nuevos actores digitales reclaman
una porción aún mayor de la tarta, incorporando varias consecuencias:

• Riesgo de captura del valor añadido agregado, dominando el mercado la in-


tegración digital en materia de diseño, fabricación, uso, mantenimiento o eli-
minación de productos industriales e incorporando consecuencias negativas
en los salarios, las condiciones de trabajo, la inversión y la innovación en el
sector manufacturero europeo.
• La concentración del valor agregado en las plataformas digitales monopólicas,
desde los mercados virtuales que conectan al fabricante del producto industrial
con el cliente, hasta el producto en línea con la prestación de servicios o los
trabajadores con las tareas a realizar.

2
Un incremento de la productividad supone una eficiencia mayor, al realizar el mismo trabajo con menos
recursos humanos, y más eficacia al hacerlo en menor tiempo.
3
Término acuñado por Joseph Schumpeter en su libro Capitalismo, socialismo y democracia, de 1942.

gaceta 261 sindical


Agustín Martín

• La capacidad de evitar el pago de impuestos, ya que el valor se concentra en


los derechos inmateriales (marcas, licencias de software, patentes, precios
de transferencia –caso Apple en Irlanda–), para lo cual no existe precio de
mercado definido al ser un valor arbitrario, pudiéndose adaptar a cualquier si-
tuación para evitar pagar impuestos.

En un mundo con una mayor digitalización, con contenido irrelevante para los
productos industriales, los costes fijos dominarán y los costes marginales perderán
importancia. Esta economía de costes marginales cero o economía de costes fijos,
sin embargo, tiene consecuencias muy negativas:

• Conduce a monopolios naturales, porque el competidor más potente de cada


industria es el que tiene la mayor base de clientes entre los que compartir sus
costes fijos.

• No existe ninguna regla para determinar legítimamente la remuneración de la


mano de obra. Cuando este coste marginal es cero, no hay medios para de-
terminar legítimamente el salario del trabajador.

A cierta escala, ha comenzado a implantarse la Industria 4.0 en la industria ma-


nufacturera, así como en los servicios logísticos, el transporte público, la agricultura
–para el seguimiento del producto–, en el ámbito de la salud –con la monitorización
de las personas– o los contadores eléctricos inteligentes. También lo hace en la in-
dustria hotelera y la del taxi, por ejemplo, donde se encamina hacia una economía
colaborativa en la que se crean comunidades de usuarios y proveedores, cambiando
completamente los sectores e influyendo en los cambios legislativos.

• Los sectores tradicionales, como el de la construcción, el agroalimentario, el


textil o el acero, así como la PYME, van especialmente a la zaga en su trans-
formación digital, lo que requiere una especial atención por parte de las admi-
nistraciones públicas y de las empresas si no queremos encontrarnos con
situaciones de deterioro de la capacidad industrial española, de pérdida de
empleo cualificado y sobre todo desplazados hacia actividades de servicios
de apoyo a las empresas industriales.

• La Agencia Francesa de Medio Ambiente y Gestión de la Energía (ADEME),


ha sugerido que el número de coches en Francia podría llegar a ser un tercio
menos en 2050 que en la actualidad. Esto no es necesariamente una mala
noticia: los productos compartidos deben ser más duraderos y con un impacto
reducido sobre el medio ambiente. Pero esto significa transferencias masivas
de empleo.

gaceta 262 sindical


La industria 4.0:
implicarnos en su desarrollo...

• El caso de los vehículos, anunciado por Google o Apple: un coche pronto será
nada más que una computadora sobre ruedas. En este sector, el proceso de
fabricación de piezas y componentes para los vehículos puede sufrir impor-
tantes consecuencias con el desarrollo de la impresión 3D, lo mismo que en
el resto de sectores.

• Pero el Internet de las cosas también llega al equipamiento del hogar, elec-
trodomésticos, ocio, productos de salud, incluso ropa y comida.

• En el sector naval, la clave no va a estar en la construcción del barco, inte-


grando nuevas tecnologías, sino en aceptar un proyecto global en el que será
determinante un acuerdo sobre financiación del barco (tax lease), con una
superespecialización que irá desde la normativa legal a lo comercial o el es-
tudio financiero.

POSIBLES CONSECUENCIAS EN EL EMPLEO


Y LAS CONDICIONES DE TRABAJO

La automatización destruye puestos de trabajo antes de crear otros nuevos, en


cualesquiera de los parámetros de la economía. Esto ha ocurrido así desde la con-
figuración de los telares a vapor, que empezaron a reemplazar a los tejedores de
hace dos siglos. Porque todo proceso de transformación que conlleva una revolución
industrial ha producido importantes cambios en los modelos productivos de los que
sólo se han beneficiado, en un principio, unas pocas personas.

A medida que la sociedad se va adaptando al nuevo entorno y el capital humano


va adquiriendo las habilidades necesarias para participar en el proceso productivo, la
desigualdad de ingresos se reduce gracias al incremento salarial de las rentas más
bajas. La diferencia es que las revoluciones anteriores aportaron a la civilización fuerza
o destreza físicas, mientras que ahora las capacidades van mucho más allá, porque
son cognitivas, por lo que los gobiernos deben platearse los posibles efectos sociales
y no tecnológicos que supondrá el que más personas puedan vivir con menos trabajo.

La digitalización irá asociada a la destrucción de empleo, afectando en principio


a las actividades más rutinarias como el transporte, la logística y la fabricación, avan-
zando más adelante a tareas cognitivas como asesores fiscales y arquitectos. Según
un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE), Austria, Alemania y España serán los países más afectados por la revolu-
ción robótica, porque la Cuarta Revolución Industrial permitirá sustituir a un 12% de
los empleados en estos tres países, frente al 9% de media de la OCDE.

gaceta 263 sindical


Agustín Martín

El problema se suscita no tanto por la cualificación de la mano de obra, sino por


afectar a trabajos muy repetitivos. De esta manera, mientras que en Austria los tra-
bajadores están más preparados que en EEUU, sin embargo, desempeñan tareas
más repetitivas, lo que incide en mayor grado en la penetración de la robótica, más
que el nivel educativo de la plantilla.

Tampoco el problema reside en el número de empleos que se pierdan con la au-


tomatización, sino en que se produzcan los suficientes para compensar la pérdida
de puestos de trabajo que ocasiona la digitalización. En las pasadas revoluciones
industriales, las nuevas industrias contrataban a más personas de las que perdían
su trabajo en las empresas que cerraban por no poder competir con las nuevas tec-
nologías. Porque “en la economía se viene dando un proceso de mutación industrial
que incesantemente revoluciona la estructura económica desde dentro, destruyén-
dola para luego crear una nueva”.

Hoy, esta situación podría ser diferente. Las nuevas industrias ofrecen menos
empleos para trabajadores no cualificados o subcualificados, es decir, los puestos
de trabajo suprimidos por causa de la automatización, como consecuencia de la
magnitud y la velocidad con que se produce, que no tiene precedentes.

En este marco, las tecnologías digitales pueden reducir significativamente el em-


pleo en las actividades económicas existentes. Sin embargo, también tienen el po-
tencial de crear nuevos mercados y nuevos puestos de trabajo, respondiendo a las
necesidades de la sociedad (por ejemplo, el monitoreo remoto en la asistencia sa-
nitaria, las redes inteligentes que absorben la producción renovable irregular) o me-
diante la reubicación de empleos terciarizados. Estos nuevos puestos de trabajo
pueden compensar las pérdidas, al menos en parte, y su potencial tiene que ser ex-
plotado plenamente.

Resulta interesante observar que existen países con las tasas más altas de in-
novación del mundo y tienen unos índices muy bajos de paro, como por ejemplo
Suiza, con el 3,5% de tasa de desempleo, Reino Unido (5,4%), Suecia (7,2%), Ho-
landa (6,5%) y EEUU (5%), siendo los cinco países que encabezan los mayores ra-
tios de innovación global, según datos elaborados en 2015 por The Global Innovation
Index (ranking basado en I+D, fabricación, empresas tecnológicas, educación, in-
vestigadores y patentes). No significa que la tecnología sea la única causa del bajo
nivel de paro, pero es un factor a tener en cuenta4.

4
LÓPEZ GARCÍA, Pedro (2016): La digitalización en el mundo del trabajo. Colección Estudios nº 96, julio
de 2016, Fundación 1 de Mayo.

gaceta 264 sindical


La industria 4.0:
implicarnos en su desarrollo...

NUEVAS CONDICIONES LABORALES, UNA LEGISLACIÓN ADECUADA


Y REFORZAMIENTO DE LA FORMACIÓN

La incorporación del término “inteligente” en la relación laboral comporta que ésta


se oriente exclusivamente a resultados, dado que con el smartwork5 ya no se aportan
horas de trabajo. Las empresas fijan los objetivos –que no siempre son claros ni me-
dibles– y las personas autorregulan su esfuerzo en base a obtener la productividad
que se les exige, cueste lo que cueste.

Más allá de la productividad, la digitalización incorpora efectos específicos ne-


gativos en la competencia empresarial y en las relaciones laborales:

• Se concentra el poder y la riqueza a lo largo de la cadena de valor en la pla-


taforma, mercado digital o en el propietario del sistema de comunicación, pri-
vando así a todas las demás empresas de la capacidad de invertir, innovar y
ofrecer mejores salarios y condiciones de trabajo.

• Se desafían los cimientos de la relación laboral (sobre todo, en materia de jor-


nada), afectando a todas las funciones de la misma (incluyendo el control de la
actividad). Los trabajadores y las trabajadoras se sitúan en el marco de una
competencia mundial basada en el precio y la cantidad de trabajo precario (au-
tónomos y falsos autónomos, crowdsourcing –subcontratación voluntaria–, etc.).

• Se abren nuevas posibilidades, no sólo para el control de los trabajadores


sino también para socavar la cooperación entre ellos.

Al mismo tiempo, el poder de negociación se podría ver gravemente debilitado


en este proceso. Los empleos pueden ser sustituidos por otros en diferentes lugares
de forma fácil, rápida y a bajo coste, y sin riesgo en la gestión, ya que todos los fac-
tores relacionados con el empleo se pueden realizar mediante el uso del teletrabajo.

La competencia entre trabajadores y trabajadoras de todo el mundo se acrecienta


y resulta una amenaza permanente. Las consecuencias son ya conocidas: la presión
a aceptar salarios y condiciones de trabajo peores, los riesgos en la salud y la se-
guridad en el trabajo, las regresiones en materia de protección de datos, en el dere-
cho de asociación y en el derecho de huelga.

5
En el que ya no es –pretendidamente– responsabilidad de la empresa ni el “desde dónde” ni el “cómo”
ni el “con qué” se hacen las cosas.

gaceta 265 sindical


Agustín Martín

También se produce un control de la actividad laboral más intenso, masivo, au-


tomatizado y de bajo coste. Por medio de cámaras, micrófonos, imagen y procesa-
miento de sonido, análisis textual de los correos electrónicos y el tráfico de Internet.
Además de todo tipo de indicadores, las empresas son capaces de medir con mucha
precisión lo que cada individuo hace y produce: ¿quién está haciendo qué y con
quién?, incluyendo el tiempo y la rapidez (ritmo de trabajo y la capacidad de res-
puesta).

En este marco, tendríamos que preguntarnos si están los derechos sociales pre-
parados para la era de la digitalización. Porque, a pesar de todo, no pierde rigor la
defensa de los derechos colectivos de los asalariados y de las asalariadas, y sigue
siendo un instrumento determinante su participación en el devenir de las empresas.

Todos estos cambios incorporan efectos en la normativa laboral, en la organiza-


ción del trabajo y, por tanto, una adaptación de las regulaciones a este nuevo marco,
incluyendo la formación no sólo como derecho sino deber para el empresario y el
empleado. Hay que empezar por evitar la tendencia que se viene produciendo en la
UE a una mayor desregulación, porque la Comisión Europea tiene los ojos puestos
en lo económico más que en lo social o lo ambiental.

Todos los expertos coinciden en que la llegada de los robots afectará a los traba-
jos manuales y repetitivos, en el ámbito de una cualificación intermedia (administra-
tivos, por ejemplo). Se calcula que, entre el 40% y 50% de los trabajadores con
niveles educativos de escuela primaria o secundaria sufrirán la competencia de los
autómatas, mientras que los profesionales con un máster o un doctorado, tendrán
una probabilidad casi equivalente a cero de ser reemplazados por un robot.

De hecho, en las economías occidentales, el mercado de trabajo se está polari-


zando: “el aumento de la tasa de empleo tiene lugar en las personas con mucha y
poca formación; las primeras, por sus conocimientos elevados y habilidades, y las
segundas, porque, a pesar de su baja formación, pueden realizar tareas manuales
no rutinarias”.

Sin embargo, el dominio de las tecnologías digitales es un activo clave para man-
tener el nivel de empleo y la competitividad, pero a los trabajadores les resulta cada
vez más difícil lidiar con el ritmo del cambio. Las personas mayores son las más ol-
vidadas o incluso ya salieron del mercado de trabajo en los proyectos de cambio an-
teriores porque no pudieron amoldarse a las nuevas tecnologías. Su larga
experiencia y conocimiento práctico les convierte en inútiles, aunque puedan contri-
buir al diseño de los procesos porque controlan el "por qué" y, por lo tanto, pueden
ayudar en el "cómo".

gaceta 266 sindical


La industria 4.0:
implicarnos en su desarrollo...

Los empleos del futuro requieren de una formación que ahora no se da, mientras
que los jóvenes necesitarán una sólida base teórica, una buena formación práctica
y estar en contacto con el mundo del hardware y del software, debiendo impulsar la
robótica en las aulas. La última pata se encuentra en la educación para activar el
empleo, para que los jóvenes estén dispuestos a adoptar riesgos y aprender a equi-
vocarse. Y, lo más importante, que la formación no termine en las aulas, que siga
más allá, a lo largo de toda la vida.

Las empresas cada vez tienen menos en cuenta el título, apostando por las lla-
madas competencias blandas, como la comunicación, el trabajo en equipo, la crítica
constructiva, la imaginación, la innovación o los idiomas. Personas dispuestas para
aprender, flexibles, adaptables, emprendedoras y que toman la iniciativa, son las
más apreciadas, huyendo del término titulitis a la hora de buscar profesiones, lo que
produce una reducción de la inversión en la educación o la formación.

En la globalización de la fuerza de trabajo y los rápidos cambios en las tecnolo-


gías, se constata que los empresarios cada vez muestran menos interés en la for-
mación que, a menudo, llega demasiado pronto o demasiado tarde, en relación con
la evolución tecnológica, y puede reflejarse en una mala adaptación a las necesida-
des de los empleos, por encontrarse demasiado lejos de la actividad diaria o de las
prácticas profesionales.

El objetivo de la formación debe ser la mejora de las competencias profesionales.


Pero, con la digitalización, se corre el riesgo de limitarse a aprender a usar las nue-
vas herramientas digitales. Esto puede bloquear a las personas en el uso de las tec-
nologías de software, mediante el aumento de la dependencia hacia los empresarios,
la reducción de las oportunidades de movilidad profesional requerida y de la capa-
cidad de negociación.

La formación es ahora más fuerte que nunca en el contexto del desarrollo siste-
mático de recursos humanos, además de la utilización de la tecnología en el marco
de la reestructuración operativa y tomando a la seguridad del empleo en primer
plano. Los acuerdos de empresa en materia de formación deben gobernar las acti-
vidades de la empresa.

EL PROCESO DE DIGITALIZACIÓN EN ESPAÑA

Sólo el 8% de las empresas industriales españolas consideran que se encuentran


en un nivel de digitalización avanzado, 25 puntos por debajo de la media global

gaceta 267 sindical


Agustín Martín

(33%). El principal problema es que sufre un atraso crónico en materia de innovación,


reflejado en el importante diferencial que nos separa de los países más dinámicos
de la UE. El estudio realizado por la consultora Roland Berger, con el patrocinio de
Siemens6, avala el reducido número de compañías en España que cuentan con una
estrategia digital formalizada (38%), frente a la mayoría (62%) que no la tienen.

Esta realidad contrasta con la de los sectores de mayor madurez digital, Teleco-
municaciones e Internet, seguidos por el Turismo y los Servicios Financieros. Por el
contrario, sólo un 10% de las empresas de Industria y un 15% de las empresas de
Infraestructuras afirman tener una estrategia digital formalizada.

El Índice de la Economía y Sociedad Digital (DESI en su acrónimo en inglés), ela-


borado por la Comisión Europea, permite analizar de forma comparada los avances
en materia de digitalización en el ámbito de la Unión Europea (UE)7. Los resultados
del índice para 2016 permiten destacar que España alcanza una puntuación global
de 0,528 y ocupa el puesto número 15 en el ranking de los 28 Estados miembros de
la UE. Lo que supone la necesidad de replantearse toda la estructura de cada com-
pañía al máximo nivel, compartir información en el marco de la definición de una
hoja de ruta con la alta dirección de las compañías. Sobre todo, cuando en la actua-
lidad los presupuestos para la digitalización siguen siendo marginales, porque el
canal digital se considera aún como un canal aislado.

Otro aspecto particularmente relevante concierne a la cualificación de la fuerza


de trabajo, destacando dos aspectos:

• La existencia de un porcentaje significativo de la población activa en los nive-


les más bajos de cualificación: el 38,3% de la población activa de 15 a 74 años
tiene el nivel más bajo de formación alcanzado, mientras que en la UE este
porcentaje es del 19,5%9.

• Los desajustes entre formación de las personas y los requerimientos de cua-


lificación de las empresas, con especial incidencia en el campo de las TIC.

6
Roland Berger y Siemens (2016): España 4.0. El reto de la transformación digital de la economía. Madrid.
7
Este índice agrega una serie de indicadores pertinentes, estructurados en torno a cinco dimensiones:
conectividad; capital humano; uso de Internet; integración de la tecnología digital; y servicios públicos di-
gitales.
8
El DESI asigna notas de 0 a 1, de manera que cuanto más alta es la puntuación, mejores son los resul-
tados del país.
9
Datos de Eurostat (primer trimestre de 2016).

gaceta 268 sindical


La industria 4.0:
implicarnos en su desarrollo...

Las empresas requieren de profesionales que la formación reglada no ofrece,


porque no evoluciona con tanta rapidez y facilidad como la revolución tecnológica,
lo que exige una formación y renovación permanente. Aunque la falta de apuesta
por el desarrollo digital, por parte de las empresas, se manifiesta también y de forma
acusada en la formación a los empleados. En este sentido, se confirma que España
sufre un déficit de inversiones en educación que también se manifiesta en el desarro-
llo de la formación continua en las empresas y en el reciclaje de sus trabajadores y
trabajadoras.

De hecho, España viene siendo uno de los países europeos con mayor desajuste
entre la formación de sus profesionales y las necesidades de las empresas. Las em-
presas que intentar liderar la cuarta revolución industrial buscan talento que no existe
en el mercado. "La fuerza de trabajo no tiene las cualificaciones que el mercado ne-
cesita, y eso es un problema real". La paradoja española es que con cinco millones
de personas sin empleo, la segunda tasa más alta de Europa (20%), hay que hacer
frente a una situación de escasez de trabajadores porque los desempleados no tie-
nen las cualificaciones que el mercado demanda10.

La política de ajuste y recorte de salarios y de protección ante el desempleo ha


creado, sobre todo, puestos de baja cualificación, mal pagados. "La educación y el
empleo están en dos universos alternativos, pero no están conectados realmente”.
El número de matrículas en las ingenierías está cayendo desde hace años, de tal
forma que, desde el año 2003, en las TIC, ha bajado un 40%, mientras que la caída
acumulada de las matrículas en Ingeniería, Arquitectura y Ciencias, ha sido del 25%
en el último decenio, según datos del Ministerio de Educación.

En esta materia, los cambios no deben venir sólo de la educación universitaria o


especializada, sino que debe afectar al origen del problema –todo el sistema edu-
cativo, comenzando por los primeros años, es decir, desde la escuela– sustanciado
en el elevado fracaso escolar existente en el país, que se sitúa en más del doble de
la media europea. No hay tiempo para proyectos pilotos. Cuando la referencia edu-
cativa debe atender a la tecnología, estamos hablando de un cambio cultural y me-
todológico, en el que no se trata de tecnificar el aula, sino de escolarizar la
tecnología.

Si el cambio no afecta al conjunto del sistema educativo, estaremos frente a la


amenaza de una fractura social de efectos imprevisibles, con el riesgo de una brecha

10
Según Randstad, en 2020 costará cubrir no menos de dos millones puestos de trabajo, desde desarro-
lladores de software a matemáticos, pasando por enfermeros geriátricos.

gaceta 269 sindical


Agustín Martín

entre las personas simplemente escolarizadas y las formadas en capacitación para


participar en un mundo global y cambiable. Cambiar esta situación requiere tiempo,
inversiones y capacidad del sistema educativo para afrontar la nueva revolución que
se producirá en la empresa.

El sector industrial necesitará 3,5 millones de profesionales especializados para


los próximos diez años, hasta 2025. Tres millones corresponden a puestos para re-
emplazar a profesionales jubilados y medio millón a nuevas oportunidades laborales,
derivadas de las nuevas tecnologías, según un informe ministerial. Mientras que el
perfil de formación académica pasará a ser media y elevada, en un sector en el que,
como el industrial, el 42% de los empleados tiene educación universitaria –un 8%
más que en Europa– frente a un 34,4% con primaria –16% más que en la UE– y el
24% tiene formación secundaria –un 48,4% menos que en Europa–.

La proyección de la digitalización en España se encuentra con la falta de una


apuesta decidida por la transformación en materia de formación digital de los em-
pleados. En un 20% de las empresas no se realiza ninguna formación digital y en un
62% de las empresas que lo han ofrecido, menos del 40% de sus empleados han
recibido un curso. En el resto, la formación digital se limita fundamentalmente a la
gestión de herramientas (de negocio, transversales o de colaboración). Las compe-
tencias avanzadas, como la cultura digital (13%), la optimización de búsquedas en
red (11%) o la innovación abierta, en el mismo porcentaje, son minoritarias.

Se produce el caso paradójico de empresas que salen al exterior para buscar


mano de obra española, porque los más cualificados han salido del país. “El futuro
laboral es digital y no hay perfiles digitales”, adoleciendo el mercado de vocaciones
digitales, lo que se manifiesta en la escasez de ingenieros y empleados que se re-
ciclan. Al mismo tiempo, las empresas españolas no han incorporado a su cultura
laboral la necesidad de trabajar de otra forma, como la de interactuar con las planti-
llas, dar su opinión y codecidir en los procesos empresariales.

PROPUESTAS DE ACTUACIÓN SINDICAL

La transformación digital se presenta como el reto más importante para la com-


petitividad de España a medio y largo plazo, lo que requiere una respuesta conjunta
de empresas, asociaciones patronales y sindicales, administraciones…, para siste-
matizar estas mejores prácticas, crear un tejido tecnológico y de innovación, y situar
la transformación digital como eje irrenunciable en la estrategia de las empresas y
la política nacional y regional.

gaceta 270 sindical


La industria 4.0:
implicarnos en su desarrollo...

Desde el sindicato nos interesamos por la necesidad de conocer los recursos


aportados por los distintos ministerios al desarrollo de la digitalización y la Industria
4.0, además de trasladar la urgencia de la imprescindible coordinación ministerial a
la hora de hacer efectiva la canalización de los esfuerzos dirigidos a este objetivo.
Para ello, ministerios como el de Empleo (por los efectos en los puestos de trabajo
y en las condiciones laborales), Industria (por una apuesta en la aplicación efectiva
del proceso), Economía (por el valor que hay que dar al desarrollo del conocimiento),
Educación (por las futuras cualificaciones requeridas), colegios profesionales…
deben involucrarse de forma directa y efectiva en este proceso.

También valoramos la necesidad de que los recursos que se requieren para hacer
efectiva la digitalización tuvieran como referencia la investigación y la innovación
proveniente de la capacidad de desarrollo que tenemos en nuestro país, evitando
su futura importación y, por tanto, la dejación de responsabilidades a la hora de apro-
vechar el valor añadido que incorpora. Actualmente, acometemos una recuperación
económica sin innovación. Esta situación no se arregla acelerando medidas para
acometer proyectos de futuro, sin tener en cuenta que los déficits se sitúan en la ne-
cesaria adaptación de la industria española al actual entorno internacional.

Desde la perspectiva de la empresa, para el sindicato, la digitalización debe ser


una herramienta para fomentar la coordinación eficiente y democrática de todos los
actores involucrados en los procesos de fabricación. Los trabajadores y sus repre-
sentantes deberían participar en la búsqueda de soluciones a los retos de un entorno
de trabajo más conectado y poder expresar su opinión, ya que son los mayores ex-
pertos en todo lo que acontece alrededor de la actividad laboral. Sólo con suficientes
derechos de información y consulta, los sindicatos tienen la oportunidad de actuar y
utilizar la transición a la era digital para establecer reglas en el ámbito de la empresa
y negociar acuerdos colectivos adaptados al cambio.

Con los cambios técnicos, la descentralización e individualización de la negocia-


ción colectiva será una realidad, porque los trabajadores y los mercados de trabajo
estarán cada vez más fragmentados, pudiendo causar problemas para la organiza-
ción colectiva de los trabajadores. Por lo que los sindicatos también debemos pensar
en maneras de organizar a los colectivos que se encuentran aislados y actuar en
este entorno, tanto a nivel individual como colectivamente, de tal forma que la orga-
nización de la solidaridad entre los trabajadores fragmentados es un reto de futuro.

En este marco, los sindicatos deben considerarse actores competentes y legíti-


mos en la evolución de estos procesos, incluyéndoles directamente, desde el prin-
cipio del diseño y desarrollo tecnológico hasta el final, en las consecuencias sociales

gaceta 271 sindical


Agustín Martín

de la implantación de los nuevos sistemas productivos, entre otros motivos, para mi-
tigar el impacto negativo de los mismos. Además, el Estado, la sociedad y todos los
que formamos parte de ella no podemos ser pasivos ante un cambio tan radical y
con incidencia directa en el modelo de estado de bienestar que conocemos, lo que
requiere una actuación rápida como elemento fundamental para prepararnos a los
cambios venideros, tanto a los negativos como a los positivos.

Las perspectivas que se abren en el marco de las posibles situaciones que hemos
intentado reflejar en este documento, requieren una readaptación del empleo para
prepararse y afrontar los cambios, mediante el refuerzo de la formación continuada
en el propio puesto de trabajo, sin olvidar también la necesidad de que la formación
debe anticiparse a la incorporación al mercado de trabajo. Sobre todo, existe un ob-
jetivo fundamental: reclamar una vinculación mayor de la formación que ofrecen las
universidades y los centros de formación españoles a las necesidades actuales de
la industria, porque supone un cambio de cultura del trabajo.

Estos procesos abren oportunidades para nuevas formas de participación, refor-


zando la representación colectiva de los intereses de todos los que participan en la
generación de la riqueza, velando porque se realice en las mejores condiciones eco-
nómicas y sociales posibles y atendiendo a su mejor distribución.

En las variables de estructura productiva de los lugares de trabajo y el grado de


adaptación a las nuevas tecnologías, se encuentra la capacidad de defensa del em-
pleo. Lo que significa que cuanto menor es la interacción entre los empleados más
probable será que el humano acabe siendo reemplazado. Y lo mismo sucede con el
grado de innovación tecnológica: en los países donde ya se apuesta por la digitaliza-
ción, será menor la probabilidad de que los trabajadores terminen siendo arrollados.

Esta perspectiva requiere que se movilicen todas las herramientas existentes


para hacer frente a un cambio de tal magnitud, mediante acciones dirigidas hacia: la
previsión del cambio; el reciclaje, mediante la mejora de las cualificaciones de tra-
bajadores; una renovación del diálogo social; y, potencialmente, una reflexión sobre
el tiempo y las condiciones de trabajo.

Para ello, se requiere un esfuerzo importante de la parte formativa, vinculada a


áreas estratégicas, así como de inversión en I+D+i, para que España se enganche
al tren de la modernización tecnológica que han puesto en marcha muchos países
de nuestro entorno, superando los actuales déficits: una pobre transferencia de co-
nocimiento de las universidades a las empresas; y una destacada debilidad en for-
mación y cualificación, para una mejor integración en un marco de creciente
competitividad.

gaceta 272 sindical


La industria 4.0:
implicarnos en su desarrollo...

El sistema de formación profesional dual jugará un papel clave, porque el poten-


cial de disposición de mano de obra cualificada estará disponible para el mercado
laboral de forma inmediata. Lo que requiere cambios sustanciales de la actual legis-
lación española en este ámbito, porque no se adecúa a las exigencias del nuevo
proceso de cambio económico y tecnológico, incluyendo disparidad de aplicación y
falta de eficiencia. Como tendremos que incidir en el papel que debe jugar la Uni-
versidad y la enseñanza pública en su conjunto, en un contexto escaso de titulacio-
nes y basado en la capacidad de emprendimiento y competitividad pura “y dura” que
exigirán los nuevos desarrollos económicos.

Seguimos insistiendo ante el Gobierno, incidiendo en la necesidad de incentivar


y priorizar el diálogo social a la hora de diseñar las bases que configuran la aplicación
de la digitalización, la industria conectada o la industria 4.0, en la que el sector ser-
vicios, sobre todo los dirigidos a la industria, juega y debe jugar un papel determi-
nante, por lo que reivindicamos un Pacto por la Economía Productiva.

Se necesitan políticas de Estado que sitúen a la innovación, la industrialización,


la formación y el empleo de calidad en el centro de la agenda nacional, con la parti-
cipación y el consenso de todos los agentes sociales. Porque está demostrado que
la industria genera un empleo más estable y resistente a los cambios de ciclo eco-
nómico, por lo que se requiere la configuración de un plan a largo plazo y unos ob-
jetivos claros.

gaceta 273 sindical


Javier Jiménez

La digitalización de los servicios


a la ciudadanía
La Composición, 1917. Theo Van Doesburg.

Las nuevas tecnologías pueden, por un lado promover una


mayor participación y de ciudadanos y trabajadores en el diseño
y la prestación de los servicios a la ciudadanía, y por otro aumen-
tar la mercantilización de los servicios públicos. El principal reto
es, pues, dar forma a una transición inclusiva hacia un futuro di-
gital justo que minimice el riesgo y abra ventanas de oportunida-
des, evitando que la digitalización divida aún más a la sociedad
y contribuya a un reparto de la riqueza más desigual.
Por ello, las organizaciones sindicales deben influir en las es-
trategias corporativas digitales a través de los órganos de repre-
sentación, así como en la agenda de digitalización de los
gobiernos, haciendo hincapié en la necesidad de considerar de
cerca su dimensión social y el futuro del mundo del trabajo.
La digitalización de los
servicios a la ciudadanía

S E define la digitalización como la transformación económica y social promovida


por la adopción masiva de tecnologías digitales para generar, procesar y tratar la in-
formación.

La revolución tecnológica de última generación, la hiper conectividad y la globa-


lización son los tres motores que, retroalimentados entre sí, impulsan un cambio ab-
solutamente disruptivo. El alcance transformador y sus consecuencias son aún
mayores y cuentan con un problema añadido: su velocidad de avance es exponen-
cial.

El cambio es de tal magnitud en el empoderamiento creciente del mercado, que


éste va por delante de la oferta que hace todavía la mayoría de la economía pro-
ductiva.

No podemos ignorar el impacto en el empleo, en las condiciones laborales, en la


empleabilidad y en los salarios. La transformación digital y la economía conectada
tienen el potencial de destruir empleos y de crearlos. El problema es a qué velocidad
se destruyen, y a qué velocidad y en qué volumen se crean.

Qué posibilidades de reciclaje laboral tienen las personas que van a salir expul-
sadas de la actual economía. Y cómo corregimos el desajuste entre las competen-
cias y habilidades que tanto empresas como ciudadanos necesitamos, y la realidad
actual. El desafío del futuro del trabajo es posiblemente uno de los mayores retos
que tenemos como sociedad.

gaceta 277 sindical


Javier Jiménez

Algunos estudios ya señalan que el 65% de los niños que comienzan en la ac-
tualidad la educación primaria acabará desempeñando un puesto de trabajo que to-
davía no existe.

Nadie duda de que la digitalización es imparable, lo que nos sitúa en la antesala


de una nueva era a nivel global, ya que nos encontramos en una nueva fase en la
extensión de las TIC en la que se unen el aumento de la capacidad de computación
y de la conectividad, que forman parte de unas transformaciones económicas basa-
das en ganancias de productividad, competitividad y el fortalecimiento de la adecua-
ción a la demanda.

La digitalización, junto a la aparición de la economía colaborativa y la globaliza-


ción, ha tenido y tendrá en el futuro un impacto importante en la organización del
trabajo y en el empleo, por lo que merece una mayor atención y gestión política.

También ha transformado las relaciones de consumo, lo que lleva a un acceso


directo, sin intermediarios, a los bienes y servicios. La satisfacción del consumidor
es relativa según el servicio, pero hay preocupaciones sobre el impacto que genera
en la economía, y se necesitan mejoras para generar mecanismos eficaces de pro-
greso y formular políticas pro-activas a nivel europeo y nacional que garanticen el
potencial que ofrece la digitalización, evitando sus trampas.

Las nuevas tecnologías podrían tener el potencial de promover una mayor parti-
cipación de ciudadanos/as y trabajadores/as en el diseño y la prestación de los ser-
vicios a la ciudadanía, pero solamente si se aplican de forma que fortalezcan la
filosofía de la entrega de servicios públicos orientada al bien común. De esta forma,
la digitalización podrá mejorar la responsabilidad democrática y fortalecer unos ser-
vicios públicos de calidad.

Sin embargo, el proceso de digitalización se utiliza, a menudo, como tapadera


para erosionar la filosofía de los servicios públicos y reorientar el sector hacia un
modelo de prestación de servicios que recuerda más al del sector privado.

Esta transformación puede aumentar la mercantilización de los servicios públicos,


por lo que todos los sectores de este ámbito se verán profundamente afectados por
la transformación digital, aunque sea de formas diferentes. Este proceso de trans-
formación ya se empieza a notar en todos los países de la UE, donde cada vez más
los procesos digitales se integran en los servicios públicos.

La digitalización no debe ser una mera excusa para la externalización, privatiza-


ción y para implementar unas asociaciones público-privadas que mermen la viabili-

gaceta 278 sindical


La digitalización de los
servicios a la ciudadanía

dad de nuestros servicios públicos. No hay constatación de que la automatización


de los servicios públicos derive en unos procesos más rentables o que reduzca las
cargas administrativas per se.

Así, cuando las TIC o los servicios digitales se implementan sin una financiación
o personal adecuados los resultados finales no sólo son peores servicios sino ma-
yores costes a plazo largo, ya que se necesita un mayor gasto para afrontar los nue-
vos problemas.

La gravedad de la situación que se plantea en España tras las importantísimas


consecuencias de precarización, empobrecimiento y dumping social que han gene-
rado las dos últimas reformas laborales, obligan –a nuestro entender– a derogarlas
para poder avanzar a partir de ahí con un diálogo social abierto y permanente de
las administraciones, los empresarios y las organizaciones sindicales más represen-
tativas, para iniciar un nuevo marco laboral que impida la situación actual.

Las externalizaciones, privatizaciones y otros fenómenos como el teletrabajo, con


muy escasa regulación, fomentan esta situación de precarización donde la concilia-
ción de la vida familiar, la salud o la seguridad, al igual que las condiciones econó-
micas, desaparecen.

Es más, el trabajo no declarado tiene graves consecuencias presupuestarias por


lo que supone de pérdida en ingresos fiscales y de la seguridad social. Incide nega-
tivamente en el empleo, la productividad y las condiciones de trabajo, el desarrollo
de capacidades y el aprendizaje permanente, al tiempo que entraña menores dere-
chos de pensión y un acceso más limitado a la asistencia sanitaria, distorsionando
la competencia entre las empresas.

La lucha contra el trabajo precario y el no declarado se basa esencialmente en


las actuaciones que deben realizar los tres tipos de organismos con funciones coer-
citivas: las inspecciones de trabajo para hacer frente a los comportamientos abusivos
en lo que respecta a las condiciones de trabajo o las normas de salud y seguridad;
las inspecciones de la seguridad social encargadas de la lucha contra el fraude en
las cotizaciones a la seguridad social, y las autoridades fiscales para hacer frente a
la evasión de impuestos.

Apostamos por modelos adaptados para cubrir las nuevas formas de empleo,
que aseguren la participación en los niveles adecuados de protección social para
todos los trabajadores y trabajadoras, incluidos los empleados independientes o au-

gaceta 279 sindical


Javier Jiménez

tónomos que se encuentran fuera del sistema de bienestar tradicional. Este modelo
debería considerarse estratégico en el desarrollo de la Columna de Derechos So-
ciales de la UE.

La modificación sustancial de las condiciones de trabajo, como consecuencia de


la implantación de la digitalización en empresas, departamentos o de forma indivi-
dualizada, va a ser frecuente, lo que debe propiciar un marco negociador obligatorio,
mediante la adaptación de la legislación al nuevo escenario.

Es necesario que, previamente a la implantación de dichos procesos, se puedan


acometer procesos de cualificación, que permitan adaptar a los trabajadores y tra-
bajadoras afectadas a las nuevas tareas o a otras necesarias para el desarrollo la-
boral y la evolución de sus tareas.

También es imprescindible analizar y buscar fórmulas que garanticen el mante-


nimiento del empleo, asegurar la calidad y el avance en las condiciones de trabajo
de forma global en materias como la jornada laboral –que debería reducirse si la di-
gitalización mejora la productividad de la empresa–, garantías salariales, las rela-
ciones con sus representantes, prevención de riesgos laborales o mejoras en la
conciliación de la vida familiar, entre otras.

Tenemos que abordar también el trabajo colaborativo, en la medida que significa


una transferencia de tareas a una reserva de trabajadores y trabajadoras en línea,
mediante las plataformas en línea.

El trabajo colaborativo, aunque sigue siendo un fenómeno marginal en Europa,


se está desarrollando rápido. Las plataformas de mano de obra se basan en la divi-
sión del trabajo en tareas y sub-tareas y la subcontratación de estas micro-tareas.

Los trabajadores y trabajadoras realizan micro-trabajos y micro-tareas a través


de plataformas online para varios empleadores. Por ello, proponemos regular las
plataformas de trabajo de manera clara. Parece difícil, pero la necesidad estratégica
de fortalecer las regulaciones existentes y prever, llegado el caso, nuevas reglas de
juego, debe ser prioritaria en la UE.

Las tecnologías más recientes en cuanto a Big Data y analítica de grandes volú-
menes de datos, debido a la huella digital que dejamos –voluntariamente o no– y
que es muy valiosa porque proporciona datos útiles para diseñar políticas o vender
productos personalizados, están impulsando cambios fruto de la identificación de

gaceta 280 sindical


La digitalización de los
servicios a la ciudadanía

tendencias, la creación de conceptos innovadores, la mejora de la eficiencia opera-


tiva, la valorización de la denominada “experiencia” del cliente y el desarrollo de nue-
vos modelos de negocio.

Los cambios se pueden ya apreciar en la logística y el transporte (Internet de los


objetos, tarificación, accesos y automatización de la red de transporte, gestión de la
movilidad, etc.) las telecomunicaciones y los servicios audiovisuales (planes y ser-
vicios individualizados, gestión operativa del tráfico de datos, acceso a los conteni-
dos, etc.), la industria gráfica (creando capacidades de producción virtuales,
impresoras 3D, nueva generación del comercio electrónico, etc.) o los servicios de
atención a la ciudadanía (desarrollo de la administración electrónica, principalmente).

Si los servicios públicos se entregan de forma digital ‘por defecto’, tendrá que
haber siempre también opciones no digitales para evitar exclusiones en estos servi-
cios. La digitalización de los servicios a la ciudadanía y la administración online no
deben profundizar la ‘brecha digital’, sino conducir a la mejora de estas prestaciones,
por lo que es imprescindible realizar inversiones y contar con una planificación sufi-
ciente.

Los servicios a la ciudadanía digitales deberían ser siempre una opción para
aquellos que los prefieren y no una obligación que acreciente la división digital.

Por lo tanto, es necesario exigir que el despliegue de las tecnologías digitales se


acompañe de un conjunto de reglas y normas que aseguren la sostenibilidad –social,
económica y medioambiental– de las cadenas de valor de las TIC. La UE también
debe garantizar que sus decisiones en el ámbito de la digitalización se alineen con
los objetivos de sus políticas de medioambiente, energía y clima.

El principal reto es dar forma a una transición inclusiva hacia un futuro digital justo
que minimice el riesgo y abra ventanas de oportunidades. Por ello, es importante
aplicar el principio de precaución para evitar que la digitalización divida aún más a
la sociedad en unos pocos ganadores y muchos perdedores, y que sólo contribuya
a un reparto de la riqueza más desigual.

Las organizaciones sindicales debemos influir en las estrategias corporativas di-


gitales directamente, a través de los órganos de representación, y se deben utilizar
todos los medios para lograr esto, así como ser capaces de influir en la agenda de
digitalización de los gobiernos y de hacer hincapié en la necesidad de considerar
de cerca su dimensión social y el futuro del mundo del trabajo.

gaceta 281 sindical


Javier Jiménez

La Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO está a favor de la utiliza-


ción de las nuevas tecnologías de modo que estén al servicio de los ciudadanos, de
los trabajadores y trabajadoras, controlando sistemáticamente la introducción
de nuevas tecnologías y dándole forma de manera que se garantice un trabajo digital
justo y de calidad.

gaceta 282 sindical


Fernando Medina
José María Martínez

Las implicaciones sociolaborales


de la digitalización. Reflexiones sindicales
de la Federación de Servicios
Composición Contador Simultánea, 1930. Theo Van Doesburg.

La sociedad está en proceso de transformación debido al uso


de las tecnologías digitales. Las formas de producir y consumir
sufren un cambio acelerado, imparable; aparecen nuevos secto-
res y actividades, al tiempo que se transforman los más tradicio-
nales. Estos cambios se dan de manera muy profunda en el
sector servicios. La economía colaborativa o el comercio electró-
nico son buen ejemplo de ello.
El desafío para el sindicato es cómo intervenir en la determi-
nación de las condiciones de trabajo y en las relaciones colecti-
vas en estas nuevas condiciones. Habrá de abordar cuestiones
como la creación de empleo, por un lado, y la destrucción de em-
pleo, por otro; la transformación de los puestos de trabajo o los
desplazamientos de empleo. La negociación colectiva y la repre-
sentación sindical también deben ser objeto de revisión y actua-
lización para seguir siendo herramientas útiles para la defensa
de los intereses de trabajadoras y trabajadores.
Las implicaciones
sociolaborales...

1. INTRODUCCIÓN

C UANDO hablamos de economía digital, o digitalización en forma abreviada,


estamos hablando de unos procesos basados en tecnología digital, que supone la
conexión entre empresas, personas y objetos en cualquier lugar y momento. No es
un fenómeno nuevo, se viene produciendo desde hace tiempo con el uso de las tec-
nologías de la información y la comunicación (TIC), pero el momento de inflexión se
produce por la convergencia con Internet, cuyas consecuencias de todo tipo (socia-
les, económicas…) van más allá de las tecnologías que la originaron.

Nos encontramos ante un nuevo modelo económico (de todo el proceso de apro-
visionamiento, fabricación, distribución y consumo) en el que máquinas y dispositivos
están conectados entre sí, con una relación entre los diferentes agentes mucho más
flexible que en el pasado, y que, por lo que respecta al factor trabajo, supone pro-
fundas mutaciones en las condiciones de trabajo y en las relaciones laborales.

Vemos que la sociedad está en pleno proceso de transformación debido al uso


de las tecnologías digitales. De hecho, se habla de la cuarta revolución industrial
(tras el vapor, la electricidad y la informática), que transforma el qué, el quién, el
cómo y el dónde se producen los bienes y servicios, y cómo se hacen llegar a los
consumidores o usuarios.

Las formas de producir y consumir sufren un cambio acelerado, imparable, y nos


sitúan ante la aparición de nuevos sectores y actividades o significativas transfor-
maciones de otros más tradicionales1.

1
Por ejemplo, y salvando las distancias, ¿acaso el comercio electrónico no nos recuerda el viejo canal de
venta por catálogo?

gaceta 285 sindical


Fernando Medina
José Mª Martínez

Sin embargo hay razones para pensar que el impacto del cambio tecnológico en
la economía es diferente al de anteriores revoluciones tecnológicas. La velocidad
del cambio es enorme, acorde con la difusión de Internet y los dispositivos para co-
nectarse (por ejemplo, los teléfonos inteligentes son cada vez más accesibles y ba-
ratos y con mayor número de funciones)2. También el alcance del cambio es cada
vez mayor y más diversos los sectores y actividades a los que afecta, lo que significa
un creciente número de empleos que pueden ser sustituidos por tecnología o, como
mínimo, requerirán de nuevas y diferentes cualificaciones para su ejercicio.

Los cuatro elementos fundamentales de este cambio serían: los datos, la auto-
matización (sistemas que pueden trabajar de forma autónoma), la conectividad de
la cadena de valor, y el acceso del consumidor/usuario a través de cualquier dispo-
sitivo conectado.

Este cambio tecnológico y el alcance del mismo nos sitúan ante nuevas formas
de organización de las empresas que suponen para el sindicato un enorme reto, es-
pecialmente en asuntos como el seguimiento, control y evaluación del rendimiento
de los trabajadores y las funciones que éstos, sean asalariados, o autónomos (o tra-
bajadores en negro) desempeñan. El control de los datos personales que continua-
mente se generan (dispositivos electrónicos, cámaras de vigilancia, mensajes de
correo, redes, etc.) por la empresa es la clave.

Lo que no está claro, sin embargo, es que los beneficios sean para todos. Las
ganancias de productividad que produce la digitalización no parece que reviertan en
todos por igual. Podemos ver, o intuir, que hay ganadores y, sobre todo, muchos po-
tenciales perdedores. Junto al riesgo de la pérdida de empleos, sin que necesaria-
mente sean sustituidos por otros nuevos, comenzamos a tener la certeza de que las
condiciones de trabajo y las relaciones laborales conocidas comienzan a ser susti-
tuidas por otras nuevas, más que flexibles, desreguladas; y crecientemente indivi-
dualizadas. Y ya no podemos hablar solamente de actividades repetitivas que
puedan ser sustituidas por maquinaria o robots, sino que hablamos de procesos de
gestión susceptibles de ser codificados, como son los propios del sector servicios.

El desafío para el sindicato es cómo intervenir en estos procesos, esencialmente


en la parte que nos es propia, la determinación de las condiciones de trabajo y las
relaciones colectivas. Desde luego podemos y debemos descartar una reacción de

2
En consecuencia, el volumen de datos, auténtico alimento de la digitalización, es cada vez mayor, esti-
mándose por los expertos que se va a duplicar cada 18 meses.

gaceta 286 sindical


Las implicaciones
sociolaborales...

pura oposición a estos procesos3. Estos procesos de innovación deben afrontarse


proactivamente, anticipando los cambios en la medida de lo posible, siendo cons-
cientes de que los derechos de las personas asalariadas, nuestra razón de ser, y la
disputa de la renta a las empresas requieren de nuevas reglas y herramientas, ya
que las empresas, empezando por las grandes multinacionales, disponen de nuevos
instrumentos de control derivados del acceso instantáneo, pormenorizado y actua-
lizado de toda la información de su cadena de valor.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que la cuestión es más global y que va
más allá de las relaciones de trabajo. Lo apunta correctamente el Dictamen del Co-
mité Económico y Social Europeo de mayo de 20164: “La digitalización tiene una
gran repercusión en la organización del trabajo y del empleo, lo que garantiza mayor
atención y gestión políticas. También ha transformado las relaciones de consumo,
al facilitar el acceso a bienes y servicios.” La Declaración conjunta de los interlocu-
tores sociales europeos, la CES, BussinesEurope, UEPAME y CEEP, de marzo de
2016, va en la misma línea cuando señala que estamos hablando del “futuro del tra-
bajo, la seguridad social, la política fiscal, la igualdad de oportunidades, de una eco-
nomía digital justa para las empresas de todos los tamaños y sectores y para los
trabajadores”.

2. DIGITALIZACIÓN Y SECTOR SERVICIOS

Hemos mencionado la cuarta revolución industrial, pero como ya es evidente no


se trata solamente de cambios en el sector industrial, sino también y de manera muy
profunda en el sector servicios.

El comercio electrónico en todas sus variantes, los servicios financieros, las ac-
tividades logísticas, el alojamiento, la formación, los transportes…; casi cualquier
actividad de nuestra vida cotidiana es ahora factible a través de nuestros dispositivos
conectados a Internet, teléfonos, tabletas, ordenadores, etc.

Estos servicios son proporcionados en diferente medida por empresas tradicio-


nales que han adoptado una estrategia digital para ampliar su oferta, adaptarla a las

3
Sería poco menos que comportarnos como el movimiento ludita, rompiendo las máquinas porque des-
truían el empleo.
4
“La evolución de la naturaleza de las relaciones de trabajo y su impacto en el mantenimiento de un
salario digno, así como la incidencia de los avances tecnológicos en el sistema de seguridad social y el
Derecho laboral”. Dictamen CESE 2016/C 303/07.

gaceta 287 sindical


Fernando Medina
José Mª Martínez

nuevas demandas de los clientes/usuarios, hacer frente a nuevos competidores en


el mercado, lograr ahorros de costes, etc. Con toda su complejidad, el cambio en
estas empresas tradicionales es más o menos gradual, se puede o no perder empleo
(lo segundo es lo más frecuente) y habitualmente asistimos a cambios en las condi-
ciones de trabajo, con frecuencia a través de procesos de externalización.

Diferente es la situación en las empresas que podemos llamar nativas digitales


(o pure players, literalmente: jugadores puros), cuyo origen ya en línea las diferencia
de las tradicionales. Con una estructura, procesos y gestión orientados desde el prin-
cipio a Internet, se benefician de una posición de liderazgo en el mercado digital y
marcan tendencia en innovación, sea en materia tecnológica, oferta de productos o
servicios u otros aspectos. Amazon sería el ejemplo.

3. ECONOMÍA COLABORATIVA

Sin embargo, no solamente tenemos como actores de la digitalización a las em-


presas tradicionales y las que llamamos nativas, sino que también cumple un papel
fundamental lo que se denomina “segunda ola de digitalización o economía de las
plataformas”5, y que conocemos más habitualmente como economía colaborativa,
que cambia radicalmente los parámetros con los que hasta ahora hemos trabajado.
Lo cierto es que podríamos hablar de que estamos ante una liberalización extrema
de los servicios.

Aunque podemos encontrarnos con diferentes definiciones o expresiones (eco-


nomía colaborativa, del compartir, consumo colaborativo, etc.), todas ellas referidas
a diferentes actividades económicas, desde la fabricación al consumo final, pasando
por la logística, financiación o la provisión de servicios, nos quedamos con un ele-
mento central de las mismas, como es la interacción entre dos o más sujetos o em-
presas, o entre sujetos y empresas, basada en las tecnologías de la información y
comunicación, que satisface una necesidad real o potencial a cambio de una com-
pensación o contraprestación en especie, en tiempo (bancos de tiempo) o monetaria.

Los actores fundamentales son un nuevo tipo de organización empresarial que


se ocupa de la provisión bienes y servicios a personas y empresas. Aunque la eco-
nomía colaborativa viene habitualmente presentada con términos positivos, tales

5
DEGRYSE, Christophe (2016): Les impacts sociaux de la digitalisation de l´économie. Working paper
2016/02, ETUI.

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Las implicaciones
sociolaborales...

como compartir, colaboración, bien común, democratización, etc., generalmente re-


feridos a interacciones entre particulares, nos interesa en realidad la intermediación
de empresas con ánimo de lucro (aunque dicho ánimo a menudo se oculte tras un
velo), utilizando las tecnologías de la información y la comunicación. La diferencia
fundamental en el caso de colaboración entre particulares es que entonces podemos
hablar de trueque o de favores (supuesto que no medie compensación monetaria)
y en el caso de las empresas hablamos de “trabajo”.

Conviene recordar, no obstante, que el lucro no es incompartible con la prestación


gratuita de un servicio. Facebook o Google, por ejemplo, son servicios gratuitos,
pero sería difícil poner en duda el carácter capitalista de ambas empresas.

En definitiva, para el sindicato el problema fundamental y prioritario es el cambio


que se produce en los modos de producción y distribución de los bienes y servicios,
que realiza una nueva forma de organización empresarial (la intermediaria o cola-
borativa), y su impacto sobre el empleo y las condiciones de trabajo, incluso en la
empresa social, en la medida en que actúe como empresa capitalista. Y por su-
puesto, cuando este cambio y el proceso de intermediación se produce (en todo o
en parte) al margen de las normas públicas, cuando por así decirlo se invisibiliza el
proceso de intercambio y éste queda al margen de las disposiciones fiscales, socia-
les, de consumo, etc. Por tanto, la cuestión regulatoria y el papel del Estado son
centrales en esta nueva economía. A menudo, lo que se denomina economía cola-
borativa no es otra cosa que la digitalización de la economía sumergida y del trabajo
informal.

Y no se trata evidentemente de referirnos al problema regulatorio de las platafor-


mas tecnológicas en sí mismas. En principio, el marco regulatorio de las empresas
proveedoras de servicios de la sociedad de la información está definido. Pero las
empresas intermediarias no son, al menos no solamente, simples proveedoras de
servicios. Airbnb, BlaBlaCar o Uber son los ejemplos más conocidos y mediáticos.

4. COMERCIO ELECTRÓNICO

El comercio electrónico, las transacciones realizadas a través de medios electró-


nicos como Internet u otras redes, comprende tanto las operaciones entre empresas
y consumidores finales (B2C) como las realizadas entre empresas (B2B). Las dos
categorías anteriores tienen una relación contractual, pero cabe añadir una tercera
categoría ya mencionada, propia de la economía colaborativa, que es la relación
entre iguales o pares, P2P, habitualmente consumidores.

gaceta 289 sindical


Fernando Medina
José Mª Martínez

Tenemos, por tanto diferentes, categorías en función de la relación entre las par-
tes intervinientes, pero con una serie de elementos fundamentales: en todos los
casos debe haber una infraestructura de red, comúnmente Internet, y también una
plataforma tecnológica; habrá también una infraestructura logística cuando hablamos
de productos (bien sea el almacenaje directamente del fabricante, de un mayorista
intermediario o propio de la empresa) y una infraestructura de transporte (propia o
ajena) pues la entrega al consumidor, o devolución del producto en su caso, es una
clave de bóveda en buena parte del comercio electrónico. No obstante, debemos
tener en cuenta que el proceso de entrega del producto no necesariamente debe
darse en el domicilio del cliente, sino que todavía en bastantes casos cabe la reco-
gida por parte del mismo en un establecimiento físico, sea una tienda u otro punto
de conveniencia (correos, taquillas en lugares públicos, etc), aunque la tendencia
es cada vez mayor a la entrega domiciliaria6. Y por supuesto son fundamentales
unos medios de pago electrónicos7.

Los esfuerzos del comercio tradicional, sea gran distribución o no, para no perder
la carrera ante las empresas nativas digitales de comercio electrónico son cada vez
mayores, y la convergencia entre el comercio físico (off line) y el comercio electrónico
(on line) da lugar a las estrategias de multicanalidad u onmicalidad, en función de la
menor o mayor sincronización e integración de los procesos y gestión empresarial y
de los diferentes canales de venta (tienda, correo, teléfono, web, etc.) de cara al
cliente. Pero estas estrategias lo que ponen de relieve es la cuestión central de la
adaptación empresarial al comercio electrónico y la cuota de mercado de las partes
intervinientes.

Y de la misma manera que en el comercio físico encontramos el concepto de cor-


ner o tienda dentro de una tienda, también es posible encontrar el equivalente de
esta figura en el campo online. Se trata de las plataformas de comercio online, gran-
des empresas que ofrecen a particulares y minoristas un lugar en que presentar sus
productos, a cambio generalmente de una cuota mensual y una comisión sobre ven-
tas. Es el caso por ejemplo de Amazon, Rakuten, e-Bay o la china Alibaba8.

6
Como ejemplo, Ikea acaba de anunciar su proyecto para entrega domiciliaria, tras comenzar con una
experiencia piloto en Pamplona con un punto de recogida ad hoc.
7
Algunas plataformas de consumo colaborativo entre particulares mantienen también, por el momento,
la posibilidad del pago directo entre los consumidores.
8
Hace escasos días incluso se ha conocido que Amazon abrirá una tienda en la plataforma B2C de Ali-
baba, Tmall, para impulsar las ventas en China
h t t p : / / w w w. r e v i s t a i n f o r e t a i l . c o m / n o t i c i a d e t / a m a z o n - a b r e - u n a - t i e n d a - e n - a l i b a b a /
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Otro ejemplo de la importancia de esta plataforma Tmall: Inditex, primera empresa de moda textil del
mundo, cuenta desde el año 2013 con presencia en ella de varias de sus marcas.

gaceta 290 sindical


Las implicaciones
sociolaborales...

La flexibilidad que aportan los soportes de comunicación móviles, especialmente


los teléfonos inteligentes, permiten la compra en multitud de lugares y circunstancias.
La innovación a este respecto es fundamental, aportando valor añadido a los poten-
ciales clientes. Por ejemplo, la compañía británica de supermercados Tesco abrió
una tienda virtual en el metro en Seúl, mediante unos paneles fotográficos situados
en los andenes que reproducían los estantes de una de sus tiendas. El cliente, me-
diante una aplicación propia, escaneaba los códigos QR de los productos que de-
seaba comprar y pagaba electrónicamente. La empresa informó que la mayoría de
los pedidos se realizaba a las 10:00 y las 16:00 horas, cuando la gente iba y venía
de trabajar.

Pero este tipo de innovaciones no se circunscriben al ámbito propio de la em-


presa sino que se producen nuevos servicios mediante convenios, y seguramente
contratos, entre empresas de distintos ámbitos. En esta línea, la app de ING que
permite disponer de efectivo a clientes de entidades bancarias, sin mucha red física
de cajeros automáticos, a través de las cajas de supermercados del Grupo DIA, ga-
solineras GALP y otros comercios, es un ejemplo que produce objetivamente ahorro
de costes a ambas partes. La entidad financiera elude el pago de comisiones a ter-
ceros por el uso de sus cajeros, abaratando el servicio a sus clientes; y el comercio
reduce costes, e incluso riesgos, al dar salida a la cantidad de efectivo; además de
otras sinergias que se puedan producir por compartir clientes, esto es, un tratamiento
Big Data de los datos que aportan el uso de esta innovación.

En esa misma línea está la plataforma Bizum, de la que participan 27 entidades


financieras, para facilitar el pago entre particulares, o el reciente acuerdo entre Ama-
zon, Seur y Caixabank para el desarrollo del e-commerce en el sector de micropy-
mes.

Aunque sirva de breve digresión sobre la línea principal, un artículo aparte me-
recería el efecto de la digitalización sobre el sector financiero, en el que los negros
augurios descuentan un futuro tenebroso por la irrupción de las fintech y la coloni-
zación y desintermediacion de parte de su tradicional negocio, desde medios de
pago, pasando por la concesión de crédito como gestión de ahorros. Sector en el
que nunca hay que minusvalorar el potencial que tiene el conocimiento integral del
cliente a través, no ya de la gestión de servicios financieros, sino de la información
de todos sus asuntos vitales que contiene el "simple" análisis de sus movimientos
de cuentas; el potencial de negocio de asesoramiento y venta cruzada de productos
propios o ajenos, en persona a través de oficina o gestores personales, presenciales
o en remoto.

gaceta 291 sindical


Fernando Medina
José Mª Martínez

Por último, siempre hay que considerar que el sector financiero es uno de los "ge-
neradores de oferta monetaria", por lo tanto tendrá que estar sometido a una regu-
lación y supervisión pública mucho más exigente que cualquier otra actividad; y que
lo que algunos auguran, que las grandes tecnológicas serán sus grandes competi-
dores e incluso enterradores, no se termine produciendo. Eso sí, pueden ser en úl-
tima instancia sus principales accionistas y, por tanto, dueños.

Volviendo al hilo principal, este uso de la tecnología nos sitúa ante un reto y un
cierto riesgo. El reto es la disponibilidad de acceso a Internet con suficientes garan-
tías de calidad (velocidad) y precio asequible. El riesgo es la desigualdad digital, no
solamente en términos de lo que se denomina alfabetización digital, sino de la misma
posibilidad física de acceso a la red. Riesgo que, como en la intensiva reducción de
puntos de atención en el caso del sector financiero, puede desarrollar determinados
problemas de exclusión social, principalmente en el mundo rural.

4.1 Algunas magnitudes del comercio electrónico en España

Según el Estudio sobre Comercio Electrónico B2C 2014 (Edición 2015) realizado
por el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la In-
formación (ONTSI), el comercio electrónico B2C en España ha vuelto a experimentar
un incremento en ese año, aunque menos acelerado que el registrado en los dos
ejercicios precedentes. En términos absolutos la cifra estimada de volumen total del
sector es de 16.259 millones de euros, un 11,3% superior al año 2013. Este incre-
mento se produjo en un contexto de leve mejoría del contexto socioeconómico. Sin
embargo, el incremento de facturación estimado para 2014 es inferior a los obtenidos
en 2013 respecto al año 2012 (donde se alcanzó una tasa de crecimiento del 18%)
e incluso en 2012 respecto de 2011 (13,4%). El comercio electrónico sigue en ex-
pansión, con un crecimiento anual de más de dos cifras, aunque ralentiza el ritmo
en este último año.

Si hablamos de empresas minoristas, pymes o grandes empresas que en 2014


realizaron compras a través del comercio electrónico, el porcentaje alcanzó el 30,5%.
En el ámbito de las microempresas, se situó en el 12,3%. En ambos segmentos, los
principales medios para llevar a cabo las compras a los proveedores fueron las pá-
ginas web y aplicaciones móviles, utilizadas por el 26,8% de las compañías de 10 o
más empleados y por el 11,5% de microempresas. El 6,4% de las pymes y grandes
empresas y el 1,7% de las de menos de 10 trabajadores realizaron compras a través
de mensajes tipo EDI. Las compras realizadas a través del comercio electrónico re-
presentaron el 7,5% de las compras totales de las microempresas y el 42,3% entre

gaceta 292 sindical


Las implicaciones
sociolaborales...

las pymes y grandes. Para estas últimas, se trata del mayor porcentaje de todos los
sectores analizados. En términos absolutos, las microempresas adquirieron bienes
y servicios a través del comercio electrónico por valor de 4.703,9 millones de euros.
Las pymes y grandes empresas compraron por un valor de 49.964,7 millones de
euros9.

Los datos para el comercio mayorista arrojan las siguientes cifras: en 2014, el
31% de las pymes y grandes empresas del sector del comercio mayorista realizó
compras mediante el comercio electrónico, así como el 14,2% de las microempresas.

El importe de las compras por comercio electrónico en las microempresas as-


cendió a 2.347,3 millones de euros, el 1,9% del total de compras del sector. En las
pymes y grandes empresas el montante alcanzó los 20.740,3 millones de euros, el
10,1% del total10.

Conviene tener en cuenta que el ámbito de lo digital en las empresas no se agota


ni mucho menos en el comercio electrónico de estas empresas. Baste, por ejemplo,
considerar las relaciones con las administraciones públicas (fiscales, seguridad so-
cial, etc.) vía electrónica. O la presencia en redes digitales (sin operaciones de
venta). O la reciente introducción por parte de Inditex para el pago en sus tiendas
mediante una app telefónica propia. En definitiva, que la actividad digital puede ser
muy variada y producir también cambios en la actividad de la empresa.

Si a los datos anteriores unimos el dato de que las empresas de comercio mayo-
rista y minorista en 2015 alcanzaban la cifra de 757.357, de las cuales 383.444 no
tenían asalariados, 348.994 tenía entre 1 y 9 asalariados, 14.316 entre 10 y 19, y
solamente 5.257 más de 2011, es fácil comprender que el comercio electrónico to-
davía tiene un gran recorrido en nuestro país, y que los cambios de todo tipo que
puede producir todavía se encuentran en fase inicial.

Corrobora lo anterior el ejemplo de la venta de productos alimentarios, una buena


parte del pastel del comercio electrónico, todavía en fase embrionaria en nuestro
país. Frente a países como el Reino Unido, en el que la venta de productos alimen-
ticios supone un 7% del mercado, o Francia, donde supone el 5% (y no son porcen-

9
Informe e-Pyme 2015. Análisis análisis sectorial de la implantación de las TIC en las empresas españolas.
ONTSI.
10
Informe citado en nota anterior.
11
Directorio Central de Empresas (DIRCE) 2015. INE.

gaceta 293 sindical


Fernando Medina
José Mª Martínez

tajes muy altos), la venta online de productos de alimentación apenas representa en


nuestro país el 1% de las ventas del sector, estimadas en 70.000 millones de euros12.

Ninguna de las diez mayores empresas de la distribución alimentaria en España


factura online un porcentaje que llegue al 3%, pero todas son conscientes de su im-
portancia. De ahí que El Corte Inglés, DIA13, Mercadona, Carrefour, etc., estén invir-
tiendo (o lo tienen previsto) importantes recursos a corto plazo para desempeñar un
buen papel en esta carrera. Y mucho más desde que Amazon, un auténtico catali-
zador del mercado, se ha sumado a la misma, con la venta de productos de alimen-
tación, bebidas y, muy recientemente, productos frescos.

Al hilo del comercio electrónico convendría tener en cuenta la derivada de los ho-
rarios comerciales. Simplificando: el comercio electrónico supone tener abierta una
tienda 24 horas al día todos los días del año. Ya conocemos el discurso de que para
una empresa física, en términos de competencia, eso significa la obligación de abrir
más tiempo; en suma, la liberalización absoluta de horarios sin restricción alguna.

En principio, pretender competir el comercio físico con el electrónico en materia


de horarios es un sinsentido, puesto que para estar en condiciones obligaría a man-
tener abiertos los establecimientos 24 horas, aunque cabría reflexionar sobre si una
cierta flexibilidad horaria debería ser tenida en cuenta, por ejemplo cuando hablamos
de recogida de productos en un establecimiento físico.

Se produce, asimismo, un cambio de paradigma en cuanto al óptimo equilibrio


empresarial de horario de apertura/atención, nivel de ventas y plantilla mínima ne-
cesaria; una distinta asignación de factores en los que la acción del sindicato a través
de la negociación colectiva vuelve a tener una gran oportunidad y pone de relieve la
necesidad de abrir el foco a una reflexión más allá de la realidad empresarial. Una
mirada ampliada al conjunto de la sociedad acerca de los usos y costumbres y la ra-
cionalización de horarios.

El medio a través del que se comercializa también condiciona la estrategia de


uso de los distintos canales y, por lo tanto, las estrategias de marketing y ventas se
diversifican, se especializan, cobrando especial relevancia las que intentan añadir
valor al tipo de transacción. Como ocurre en muchos establecimientos de hostelería
que ya no venden un menú o una estancia, se proporciona "una experiencia"; y ello

12
Informe Alimarket. Mayo 2016.
13
Amazon ha comunicado recientemente que distribuirá productos de DIA.

gaceta 294 sindical


Las implicaciones
sociolaborales...

requiere mejorar la calidad de servicio e innovar en la cualificación de las personas


que lo proporcionan, es decir la formación y la profesionalidad como elementos
claves de esta nueva organización del trabajo que debe de recoger la negociación
colectiva, como analizaremos a continuación.

4.2 El impacto sobre el empleo y las condiciones de trabajo

Hay un primer problema que conviene poder de relieve: la información estadística


sobre el cambio digital es todavía escasa y de pobre calidad en lo relacionado con
el empleo, por lo que la reflexión debe centrarse más en aspectos cuantitativos que
cualitativos14.

Es una cuestión fundamental para el sindicato. ¿La digitalización y el comercio


electrónico suponen pérdida de empleos o por el contrario representan nuevas opor-
tunidades para el mismo? La respuesta no es unívoca. No cabe duda de que la di-
gitalización tiene una gran repercusión en el empleo y la organización del trabajo,
pero no disponemos de información suficiente para hablar de número de empleos
afectados.

Un ejemplo de este problema. Si las transacciones se realizan electrónicamente,


el número de establecimientos físicos en el que estas operaciones se realizaban, y
por tanto los trabajadores empleados en los mismos, deberá disminuir. Posible-
mente, pero lo cierto es que hasta momento, y dado el desarrollo del comercio elec-
trónico que hemos visto más arriba, no se puede afirmar con rotundidad. El número
de establecimientos mayoristas y minoristas no refleja, todavía al menos, esa posible
tendencia15.

Diferentes informes, como por ejemplo el último presentado en el Foro de Davos,


hablan de la pérdida de millones de puestos de trabajo como consecuencia de la di-

14
Así lo ponen de relieve, por ejemplo, sendos dictámenes Comité Económico y Social Europeo sobre
“Los efectos de la digitalización sobre el sector de los servicios y el empleo en el marco de las transfor-
maciones industriales” y “La evolución de la naturaleza de las relaciones de trabajo y su impacto en el
mantenimiento de un salario digno, así como la incidencia de los avances tecnológicos en el sistema de
seguridad social y el Derecho laboral”, ambos del año 2016.
15
Es más, existe algún estudio que pone de relieve una cierta tendencia al aumento de ventas electrónicas
que disponen de tienda física para la recogida del producto, lo que puede significar que muchos minoristas
han puesto en marcha negocios off line y aumentado sus ventas. Incluso va más lejos, cuando se plantea
que el llamado Showrooming, proceso de compra que se inicia en la tienda (a modo de escaparate) y se
completa electrónicamente, va a ser de pago. ”Informe Perspectivas y Tendencias en eCommerce 2015”,
del Observatorio eCommerce y Transformación Digital.

gaceta 295 sindical


Fernando Medina
José Mª Martínez

gitalización de la economía. Pero estas predicciones se contraponen a la creación


de nuevos empleos especializados, aunque los procesos de deslocalización de las
plataformas y procesos tecnológicos a países con salarios más baratos, a su vez,
también limitan este crecimiento.

Pero incluso cuando se trata de buenas noticias relativas a la creación de nuevos


empleos la previsión ofrece fuertes dudas. Según la consultora de Recursos Huma-
nos Addeco16, en base a su experiencia e información de sus clientes, el e-commerce
en España seguirá creciendo a lo largo de 2016 y supondrá un incremento del 15%
al 20% de la contratación con respecto al año anterior en perfiles vinculados al
e-commerce, especialmente en los de logística y transporte, el tecnológico y el de
marketing digital. Lo que el informe no aclara (y no sería muy arriesgado deducir una
respuesta negativa en la generalidad de los casos) es si estamos hablando de con-
trataciones ligadas a nuevos puestos de trabajo creados ad hoc o una simple adap-
tación de los perfiles en empleos ya existentes.

Prever el riesgo que corren los distintos tipos de empleos es complicado. Pode-
mos decir que cualquiera de ellos, requiera habilidades manuales o intelectuales,
puede estar en riesgo, en la medida que tenga que realizar tareas repetitivas. Una
persona que trabaja preparando pedidos en almacén (trabajo físico) puede ser sus-
tituida sin mucha dificultad por un mecanismo robótico, y un abogado que compare
jurisprudencia también podrá ser sustituido por un programa informático. Muchos
empleos logísticos relacionados con el almacenaje y movimiento de mercancías, o
de tareas administrativas, podrán automatizarse, aunque ya contamos con la expe-
riencia de centros logísticos totalmente mecanizados, robotizados y automatizados
que si bien requieren de menor personal que los tradicionales, cuentan con plantillas
bastante numerosas en tres turnos diarios y con un nivel de calificación muy alto en
cuanto a capacidades TIC, como ocurre en los centros logísticos más modernos de
Mercadona. Será bastante más difícil en aquellos empleos que se basan en la rela-
ción directa con el público17.

Resulta, por tanto, difícil hablar de impacto cuantitativo en el número de empleos,


por lo que siguiendo las conclusiones de Cristophe Degryse18 es bastante razonable

16
Nota de prensa de 4 de febrero de 2016.
17
Aunque aquí también hay que decirlo con mucho cuidado. Algunas experiencias con robots en la re-
cepción de hoteles así lo aconsejan, aunque de momento tengan más que ver con un reclamo de marke-
ting exótico.
18
DEGRYSE, Christophe (2016): Impacts sociaux de la digitalisation de l´économie. Working paper
2016/02, ETUI.

gaceta 296 sindical


Las implicaciones
sociolaborales...

afirmar que los estudios apuntan no solamente a los efectos en el mercado de tra-
bajo, sino también a la diferenciación de este impacto entre sectores y a la hetero-
geneidad de la aparición de nuevas formas de empleo, lo que hace difícil la medición
precisa de las consecuencias. Por ejemplo, el impacto de Amazon en la estrategia
de negocio de US Postal está siendo tremendamente positivo en términos de carga
de trabajo y disponibilidad de empleo, produciéndose toda una reingeniería de pro-
cesos y cambios en la organización en un entorno distinto, que ha dado un nuevo
horizonte a lo que era un sistema público de correos.

En general, las cuestiones a tener en cuenta son las siguientes:

- Creación de empleo: nuevos sectores, nuevos productos, nuevos servicios.


- Transformación de puestos de trabajo: digitalización, interfaz hombre-máquinas
inteligentes, nuevas formas de gestión.
- Destrucción de empleo: automatización, robotización.
- Desplazamientos de empleo: plataformas digitales, crowdsourcing19, economía
colaborativa.

Que estas cuestiones son globales ofrece poca duda, máxime si atendemos,
entre otras, a dos cuestiones planteadas en la Declaración de los ministros de eco-
nomía de la OCDE: “Estimularemos el comercio electrónico y contribuiremos
a reducir impedimentos al mismo dentro y a través de las fronteras en beneficio
de los consumidores y empresas, mediante la adopción de políticas y marcos regu-
ladores que refuercen la confianza de los consumidores y la seguridad de los pro-
ductos, fomenten la competencia y la innovación orientada a los consumidores, y
favorezcan la cooperación entre las autoridades de defensa de los consumidores
y otras autoridades competentes dentro de y entre los países”; y “Sacaremos pro-
vecho de las oportunidades derivadas de las plataformas en línea”20.

Lo que está claro es que todo este proceso de cambio, destrucción y creación
de nuevos empleos, supone la aparición de nuevas formas de trabajo que harán
más complejo el mercado de trabajo y las relaciones laborales, y que pondrán en
cuestión el trabajo sindical tal y como ahora lo conocemos.

Cuando hablamos de nuevas formas de trabajo o empleo hablamos también de


una mayor flexibilidad; de hecho, el nuevo paradigma será el trabajo flexible, que

19
Colaboración abierta distribuida o externalización abierta de tareas que antes realizaban empleados de
una empresa o institución y ahora realizan una multitud de individuos.
20
Declaración ministerial sobre la economía digital: Innovación, crecimiento y prosperidad social (“Decla-
ración de Cancún”) de los ministros de Economía de la OCDE, junio 2016.

gaceta 297 sindical


Fernando Medina
José Mª Martínez

supondrá un crecimiento del empleo autónomo y autónomo económicamente de-


pendiente, con relaciones que se desplazan del campo laboral al mercantil. El crow-
sourcing será cada vez más frecuente. Un ejemplo de este trabajo autónomo, pese
a su relativa juventud, podemos considerarlo ya clásico: se estima que los desarro-
lladores de aplicaciones informáticas móviles (apps)21 concentran los ingresos en
apenas un 3% de los autores, mientras el 85% no perciben ingreso alguno. Los ex-
pertos lo denominan remuneración “por lotería” (la empresa contratante remunera
solo al desarrollador que ha proporcionado la solución óptima, apropiándose del
resto de soluciones aunque no sean las óptimas para ese encargo, sin pagar nada
por ellas).

Un crecimiento de los empleos temporales y atípicos. Aunque no son propios de


nuestro país, no podemos perder de vista que el llamado contrato de “cero horas”22,
que obliga a estar permanentemente a disposición del empresario ante la posibilidad
de un llamamiento para trabajar, o la compra de vales de horas de trabajo en los
kioskos de prensa para cualquier actividad de servicio (algo que nació en Bélgica
como solución a la formalización del trabajo doméstico, se extiende en Italia para
todo tipo de trabajos).

Con toda su precariedad, estamos hablando de relaciones de trabajo contractua-


les (sean mercantiles o laborales) pero conviene no perder de vista algo ya mani-
festado al hablar de la economía colaborativa, y es que las plataformas tecnológicas
en muchos casos encubren un sector de economía y empleo sumergidos, en negro.
Hay múltiples ejemplos: los conductores de Uber, la multa que la Comunidad de Ma-
drid ha impuesto a BlaBlaCar o la plataforma por la que se contratan los servicios
de guía turístico en Barcelona y cuyo salario son las propinas que les pagan los tu-
ristas al final del recorrido.

Cabe esperar, por tanto, una mayor segmentación del mercado de trabajo, con
empleos caracterizados por bajos ingresos y una protección social limitada.

No serán menores los cambios en la cualificación profesional, por la incorpora-


ción de nuevos métodos de trabajo que requerirán un proceso de recualificación per-
manente. Las personas con escasa formación digital serán las víctimas propiciatorias
en este proceso de cambio. En teoría, la demanda de las nuevas cualificaciones de-

21
Las que podemos encontrar, por ejemplo, en Google Play.
22
Muy usado, por ejemplo, en el Reino Unido, y no solamente en tareas digitales; basta con dar un vistazo
a su uso generalizado por McDonald´s.

gaceta 298 sindical


Las implicaciones
sociolaborales...

bería suponer una mayor inversión en materia de formación. Sin embargo no está
claro que ello se vaya a producir. De hecho, en España23 la formación en tecnologías
de la información y comunicación (típicamente digitales) en el comercio sigue siendo
escasa; es más, el porcentaje de empresas que ofrecen esta formación a sus em-
pleados ha disminuido nueve puntos entre las pymes y grandes empresas en el año
2015 respecto del 2014.

Ya se cita al principio del documento que se avanza en un mayor control empre-


sarial de la actividad de los trabajadores, y ello con independencia de que se en-
cuentren o no presencialmente en una dependencia de la empresa, e incluso con
independencia de su relación contractual. Lejos de avanzar hacia una mayor auto-
nomía en su trabajo, lo que sucede (mediante el procesamiento de imágenes y so-
nidos y otros indicadores, control de tráfico en la red, análisis de correos electrónicos,
etc.) es un control exhaustivo de lo que cada persona hace y produce en todo mo-
mento. La actuación empresarial en este contexto supone un muy serio deterioro de
la capacidad de los trabajadores de actuar sobre sus condiciones de trabajo.

Cabe preguntarse también hasta qué punto este control empresarial no compro-
mete las posibilidades de alcanzar un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal,
en la medida en que puede comprometer la separación entre ambas esferas de su
vida, merced a que puede estar permanentemente conectado. De ahí que cobre
gran importancia la necesidad de medir el tiempo de trabajo, también del teletrabajo
o el trabajo remoto, y el derecho a la desconexión diaria y en los descansos sema-
nales.

La organización del trabajo basado en proyectos y el mayor control empresarial,


que permite una exhaustiva evaluación del trabajo realizado, supone también que
los trabajadores, sean asalariados, autónomos o autónomos dependientes, cambien
el ritmo y distribución de la jornada laboral, implicando incluso la seguridad y cuantía
de sus ingresos.

La negociación colectiva tiene no pocos retos en este contexto. Cuestiones tan


básicas como una identificación clara de quién es el empleador (por ejemplo, cuando
se trabaja a través de una plataforma), prosiguiendo por la clasificación profesional,
la responsabilidad en materia de seguridad e higiene cuando no se trabaja presen-
cialmente, la protección social y, por supuesto, los salarios, entre otras, estarán en

23
Informe citado en nota 9.

gaceta 299 sindical


Fernando Medina
José Mª Martínez

el centro del debate. Evitar la exclusión de sus efectos de amplios colectivos de tra-
bajadores será el resto.

Y hablando de negociación colectiva también hay que hablar de representación


sindical, en la medida en que el sindicato debe encontrar nuevas formas de organizar
a trabajadores en un mercado cada vez más segmentado. Incluso el CESE24 ya ha
expresado su preocupación por la posibilidad de que en el caso de los trabajadores
que se consideran autónomos, pueda cuestionarse su derecho de libre asociación
al considerar la misma como la formación de un cártel, corriendo el riesgo de que
entren en conflicto con las normas de competencia de la UE.

En definitiva, el Futuro ya está aquí y, además de diagnosticar y observar, debe-


mos de hacer el esfuerzo de plantearnos buenas preguntas antes de que nos sigan
pillando a contrapié las respuestas que, al paso, vamos constatando.

24
Dictamen citado en nota 4.

gaceta 300 sindical


Vicente Sánchez

Las implicaciones de la economía digital


en el sector de la construcción
Composición Contador XV , 1925. Theo Van Doesburg.

Las referencias existentes ante el avance de la economía di-


gital reflejan la conceptualización de la misma hacia sectores
punteros en desarrollo de tecnología, como también a aquellos
cuyos procesos productivos puedan ser más fácilmente gestio-
nados desde los aportes que trae consigo esta nueva transfor-
mación. En este caso, el sector de la construcción pudiera
parecer quedar relegado de esta tendencia si únicamente nos fi-
jamos en su actividad más artesanal. Nada más lejos de la rea-
lidad, incluso aquí podemos apreciar una verdadera revolución
que implica cambios en toda la cadena de valor, desde los nue-
vos perfiles profesionales hasta la propia dinámica de explotación
de lo construido.
Las implicaciones de
la economía digital...

INTRODUCCIÓN

L AS grandes transformaciones solo son percibidas por el conjunto de la sociedad


cuando las consecuencias de las mismas llegan a materializarse. El proceso de di-
gitalización de la economía no escapa a este enunciado. Aunque sea ahora cuando
se empiezan a poner de manifiesto las posibilidades que conlleva, el estudio de sus
aplicaciones lleva ya algunas décadas en marcha. Ello se puede comprobar en los
análisis realizados sobre las infraestructuras de las TIC, la economía digital y su im-
pacto en la empresa (Del Águila, 2001).

La transformación de los métodos productivos introduce de forma habitual mejo-


res resultados en la capacidad de producción, insertando nuevas propuestas que
vienen a sustituir de manera progresiva las existentes hasta la fecha. Los cambios
no se realizan de forma automática y generalizada, sino que se van produciendo du-
rante un periodo tradicionalmente pautado. En primer lugar, la presencia de ciertas
modificaciones se caracteriza de pionera, para progresivamente ir ocupando más
espacios, llegando al final de este camino a copar la mayoría o incluso la práctica
totalidad de los procesos productivos, principalmente en las economías más desarro-
lladas.

Este tipo de cambios, referidos en este caso a la “era digital”, se constatan en


publicaciones como la editada por la OCDE sobre las perspectivas de la economía
digital (OCDE, 2015). En ella se puede apreciar la importancia manifiesta que en la
actualidad está teniendo el proceso de digitalización de la economía y, lo que es
más importante, los cambios a experimentar en las próximas décadas.

gaceta 303 sindical


Vicente Sánchez

En todo este entramado el sector de la construcción no se configura como una


pieza al margen de la gran deriva que ya se está produciendo en el resto de sectores,
principalmente en aquellos que llevan implícito un mayor uso de las tecnologías en
sus procesos productivos. La construcción como actividad y lo construido como es-
pacio económico con desarrollo propio, son espacios donde la digitalización ad-
quiere, poco a poco, una importancia cada vez mayor, cuya evolución se comprueba
año tras año. Así se apunta en un buen número de estudios técnicos y en algunas
propuestas concretas sobre las tendencias que se están materializando, realizadas
desde el propio sector (Fira, 2014).

Por ello, antes de que este proceso cristalice de forma generalizada y los cambios
previstos en el proceso productivo traigan modificaciones en la propia estructura de
producción, es preciso realizar una aproximación al tema desde una óptica más am-
plia. Este artículo pretende poner de manifiesto cuales pueden ser los cambios que
acontezcan en el sector de la construcción durante el proceso del digitalización del
mismo. Para ello, es preciso marcar los elementos más reseñables de esta transfor-
mación acotándolos en tres aspectos de importancia capital, como son: la evolución
de los indicadores económicos, las consecuencias para el medioambiente y, por su-
puesto, los efectos sobre la sociedad, particularmente para el mundo del trabajo.

En primer lugar se comprueban cuales son las materias propias del hecho digital
con las que ya se está trabajando en el sector, para posteriormente centrar el estudio
en aquellas que en la actualidad están llamadas a producir la mutación más profunda
en la construcción, denominadas “modelos de información constructiva”.

NUEVAS HERRAMIENTAS EN EL SECTOR

Según la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, cele-


brada en Río de Janeiro en 2012, la mitad de la humanidad reside en ciudades. La
población urbana aumenta progresivamente desde los 750 millones de personas,
que aproximadamente la constituyen en 1950, hasta los 3.600 millones en 2011. Las
estimaciones con mayor aceptación calculan que un 60% de la población mundial
vivirá en zonas urbanas para el año 2030. En España lo hace ya más del 80%, según
datos del Atlas Estadístico de las Áreas Urbanas de España del Ministerio de Fo-
mento (Fomento, 2015).

Este continuo crecimiento implica que en las próximas décadas las ciudades ex-
perimentarán un incremento de sus extensiones, que será necesario dotar de nuevas
infraestructuras que permitan proporcionar los servicios necesarios. Entre ellos po-

gaceta 304 sindical


Las implicaciones de
la economía digital...

demos citar todo lo relativo a la gestión del agua, la energía y los residuos, como
también nuevos elementos de transporte, comunicación y logística. Además de todo
ello, el considerable incremento de viviendas.

Esto produce irremediablemente la necesidad de generar mayor eficiencia en


todos los procesos de atención a las demandas de la ciudadanía. Es decir, hacerlo
de forma sostenible. Por ello, el Parlamento Europeo en su informe de enero 2014,
sobre la implementación de las ciudades inteligentes, pone el acento en materias
como los procesos económicos, pero también en la movilidad, las necesidades de
la población, el medio ambiente o la propia gobernanza (UE, 2014a).

Estos cambios orientan de forma directa las iniciativas empresariales de sectores


como el de la construcción. Buen ejemplo de ello es el de las compañías que, más
allá de participar en construcción de infraestructuras de todo tipo, están entrando en
modelos en los que además gestionan lo construido. En este sentido se indica la
tecnología como la piedra angular para habilitar la transformación en este nuevo es-
cenario, particularmente los avances en la digitalización del sector.

Entre estas nuevas herramientas tecnológicas se pueden citar aquellas que están
teniendo una más temprana implantación, como son: el “Big Data”, para poder de-
terminar, entre otras cosas, la elasticidad de la demanda y las reacciones de los po-
tenciales clientes; la geolocalización a través de los dispositivos móviles, para avisar
con alertas a los consumidores al pasar por viviendas en alquiler o venta; la impre-
sión 3D de edificios; la realidad virtual para acercar al cliente a su futura vivienda; o
la interconectividad que ofrece cualquier dispositivo con internet como mando a dis-
tancia de termostatos, ventanas, etc. Sin embargo, son los llamados “modelos de
información constructiva” los que por sí mismos producen mayores cambios en los
procesos productivos.

LOS MODELOS DE INFORMACIÓN CONSTRUCTIVA

Buildind Information Modeling (BIM), modelo de información para la edificación,


consiste en la recopilación e interacción de la información de un proyecto construc-
tivo en un modelo en 3D, que abarca la geometría y características técnicas de los
elementos individuales y los sistemas constructivos que lo configuran, tales como la
estructura, los cerramientos o las instalaciones, entre otros. Además, proyecta las
relaciones espaciales entre éstos, realiza la planificación de su construcción, calcula
los costes e incluso define los aspectos medioambientales que se han de cumplir
por ley. BIM se conforma como un software técnico con un denominador común, in-

gaceta 305 sindical


Vicente Sánchez

teroperable con todos los sistemas con un mismo lenguaje, siendo IFC (Industry
Foundation Classes) el formato más comúnmente aceptado, desarrollado por la Aso-
ciación Internacional BuildingSMART.

Este proceso produce un modelo de información del edificio único hasta la fecha,
al abarcar la geometría del edificio, las relaciones espaciales, la información geo-
gráfica, junto con las propiedades de sus componentes. Por tanto, se configura como
un proceso de generación y gestión de datos de un edificio durante todo su ciclo de
vida, utilizando un software dinámico de modelado de edificios en tres dimensiones
y en tiempo real, consistente en la continua incorporación de información al proyecto,
por lo que se fijan con carácter previo tanto los espacios propios de todos los agentes
intervinientes, como las condiciones en las cuales se aportará dicha información.
Con todo ello se consigue disminuir la pérdida de tiempo y recursos en el diseño y
la construcción de lo proyectado.

Ello es posible porque uno de los elementos más destacados de esta tecnología
radica en que obliga a todos los agentes intervinientes en el proceso constructivo a
trabajar de forma coordinada en base a un único modelo digital, de forma que favo-
rece un mejor flujo de comunicación y toma de decisiones: proyectistas, constructo-
res, subcontratistas, proveedores de materiales y de servicios.

Esta evolución permanente impone progresivamente una mayor y más eficaz


coordinación entre todos los agentes que participan en los procesos de construcción,
un desarrollo agrupado de la información técnica, económica y temporal del proyecto
y, como consecuencia de estas premisas, un efecto inmediato en la optimización de
costes y plazos de construcción. Es decir, la consecución de un proceso de corte
cada vez más industrializado con todas las ventajas que ello proporciona, entre otros
aspectos, en términos de rapidez de ejecución, en el control más exhaustivo en pro-
yecto y obra o en la eficiencia y rentabilidad económica. En definitiva, una mayor ri-
gurosidad y definición en fase de proyecto de los elementos que conforman la obra.

Una ventaja clara de trabajar en un entorno virtual es que permite una mejor vi-
sualización del proyecto y, por tanto, hacer un seguimiento más preciso y completo
al revisar el diseño desde etapas muy tempranas y, de esta forma, poder corregir
los errores detectados, cuando son más económicos y sencillos de subsanar. Ade-
más, al ir incluyendo y refinando información a lo largo del proyecto, se genera un
historial donde se archivan las decisiones tomadas, los datos de los materiales y los
servicios realizados con la conformidad legal adecuada.

gaceta 306 sindical


Las implicaciones de
la economía digital...

Asimismo, esta información puede servir para la gestión posterior del inmueble o
de la infraestructura, ofreciendo mejores servicios, propuestas de mantenimiento de
menor coste y actuaciones de reparación concretas. Incluso en el previsible proceso
de demolición al final del ciclo de vida útil, se alcanza mayor grado de eficiencia al
conocer y quedar grabados los elementos constructivos, la conformación de los mis-
mos y las diferentes fases de realización del proyecto.

En definitiva, se debe tratar como una nueva metodología que permite construir
edificios cada vez más integrados en su entorno, a la par que inteligentes y energé-
ticamente eficientes. Igualmente, incluyendo en su posterior desarrollo una gestión
más fácil y rápida, gracias a la información recogida de materiales, usos y resulta-
dos.

En un entorno de economía global, con una creciente internacionalización de em-


presas, entre las que se encuentran constructoras, ingenierías, estudios de arqui-
tectura y fabricantes de materiales, es imprescindible conocer el grado de evolución
e implantación de BIM en el resto del mundo. El primer estándar nacional se aprobó
en Noruega en el año 2008, si bien el concepto surgió en Estados Unidos. Desde
entonces varios países europeos han ido desarrollando sus propias regulaciones,
como Finlandia, Suecia, Dinamarca y Holanda. Entre todos ellos destaca la reciente
entrada del nivel 2 (sobre 3) de BIM en los proyectos públicos que se realicen en el
Reino Unido, con el objetivo de reducir hasta un 33% los costes del proyecto. En
Alemania, el plan de desarrollo de esta tecnología data del pasado año, impulsado
por el sector privado y apoyado por el Gobierno a través de una serie de obras piloto.
Por su parte, en Francia el plan se inició en 2014 y fija el uso obligatorio de BIM en
la edificación a partir de 2017.

Junto con estos países se encuentran las iniciativas que se están desplegando
en las economías más desarrolladas, así como en aquellas con mayor índice cons-
tructivo en estos momentos. Países como Australia, Canadá, Irlanda y Nueva Ze-
landa ya lo han estandarizado. Mientras que, por otra parte, existen un buen número
de iniciativas públicas para la implementación de BIM en países como Brasil, Chile,
Colombia, Venezuela, Portugal, Italia, India, China, Sudáfrica, Arabia Saudí o Bél-
gica, por citar algunos de los más significativos.

En el caso de España, este nuevo modelo ofrece grandes oportunidades para la


mejora constante del parque edificado. Con un 21% del mismo construido antes del
año 1950, un 55% anterior a 1980 y un 90% previo a las exigencias del Código Téc-
nico de la Edificación (CTE, 2016), que además empieza ligeramente a dinamizarse
después de diez años de parálisis del sector, la rehabilitación energética y acústica,

gaceta 307 sindical


Vicente Sánchez

así como el diseño de la nueva construcción permiten, entre otras cuestiones, la uti-
lización de estas nuevas herramientas con el objetivo de optimizar los recursos dis-
ponibles y reducir la inversión.

No sólo es recomendable la implementación de este nuevo modelo en la planifi-


cación y diseño de la obra, sino que dentro de pocos años será obligatorio. De hecho,
la Unión Europea, a través de su Parlamento, ya ha solicitado a los países miembros
que se adapten progresivamente a esta modernización. Además, también debe po-
nerse en valor la Directiva Europea de Contratación pública 2014/24/UE, que esta-
blece que “para los contratos públicos de obras y concurso de proyectos, los Estados
miembros podrán exigir el uso de herramientas electrónicas específicas como he-
rramientas de diseño electrónico de edificios o herramientas similares”.

Muestra de la importancia que está adquiriendo este tipo de tecnología, el Minis-


terio de Fomento del Gobierno de España constituyó el 14 de julio de 2015 su propia
Comisión BIM. Este grupo de trabajo se encuentra en la actualidad en el diseño de
lo que debe ser una campaña de implementación de esta herramienta en el sector
de la construcción, mediante la adaptación del mismo dentro de los estándares na-
cionales vigentes. A ello se suma la puesta en práctica de un calendario para adaptar
la normativa europea y crear empleo en este entorno. En este último aspecto, se en-
tiende se potencien la prescripción de marcas comerciales que estén más avanzadas
en el uso de esta tecnología, pues implicará una mayor eficiencia en tiempos y costes
tanto en la fase de diseño como en el propio proceso de construcción. Esto, además,
debe generar una relación más directa ente fabricantes de proyectos de construcción
y proyectistas.

Asimismo, se establece que a partir de diciembre de 2018 los edificios públicos,


y de julio de 2019 las infraestructuras de titularidad pública, se proyecten conforme
a la metodología BIM. De la misma forma, se están proyectando tres grupos espe-
cíficos para la elaboración y seguimiento de proyectos pilotos para analizar cómo se
adecuará el plan de implantación BIM: edificación, infraestructuras lineales de auto-
vías y ferrocarriles, y otras infraestructuras como aeropuertos y puertos.

En todo caso, existe un importante segmento del sector donde parece difícil poder
implementar las nuevas oportunidades que ofrece la digitalización, de no haber una
apuesta firme de las administraciones por incorporarla a modelos de rehabilitación
energética y acústica que hagan rentable la implementación de esta tecnología. Ade-
más, la implementación del Código Técnico de la Edificación, junto con la posibilidad
de que el mismo se haga con los nuevos parámetros estandarizados, se debe con-
figurar como un elemento esencial de las actuaciones públicas en esta materia.

gaceta 308 sindical


Las implicaciones de
la economía digital...

El objetivo es que el sector de la construcción español sepa utilizar las nuevas he-
rramientas para proyectarse de forma más sostenible.

LAS CONSECUENCIAS DERIVADAS

Por lo expuesto, todo parece apuntar a una mejora constante en los procesos
productivos, si bien debemos hacer un análisis más preciso de cuáles pueden ser
las derivas que ocasione esta nueva manera de proyectar, construir y gestionar nues-
tras ciudades e infraestructuras.

Esta nueva manera de proceder en el conjunto del sector de la construcción,


tanto en su fase de diseño y fabricación como en el mantenimiento posterior, trae
consigo los naturales interrogantes sobre su influencia en las cuestiones sociales,
ambientales y económicas. Es, por ello, que se hace necesario profundizar en algu-
nos aspectos claramente influidos por la digitalización del sector en su más amplio
espectro, empezando por la faceta económica, pues es la que se constituye como
principal impulsora de esta nueva tecnología.

Toda evolución lleva implícito un intento constante de minimización de costes,


bien con la intención de adaptarse a una competencia cada vez más dura, bien por
la necesidad de ajustarse a normativas que precisan de un mayor desarrollo tecno-
lógico, bien para la obtención del mayor beneficio empresarial posible. Lo que se
constata es la intencionalidad manifiesta de bajar los costes productivos en sus di-
ferentes parámetros: financieros, laborales, materias primas…

Parece lógico, por tanto, pensar que con la digitalización del conjunto de la acti-
vidad se producen ahorros de costes en todos los parámetros. Si este proceso lleva
implícita una mejor planificación de aquello que se construye, se está en la perspec-
tiva de limitar al máximo posible o incluso llegar a eliminar tanto los reformados como
las desviaciones presupuestarias, ya sea en la modificación del diseño o en la ne-
cesidad de un mayor número de horas trabajadas y la utilización de más materiales.

Con ello se visualiza un sector de la construcción que, desde el proyecto hasta la


finalización de la construcción o incluso el mantenimiento de las infraestructuras, limite
la necesidad de modificados o correcciones, más allá de las que el propio paso del
tiempo origine a la estructura. En definitiva, una mejor amortización coste-beneficio.

La planificación más eficaz lleva implícita la minoración de un importante volumen


de residuos, además de limitar la búsqueda de soluciones constructivas en mitad

gaceta 309 sindical


Vicente Sánchez

del proceso debido a un diseño incorrecto o la descoordinación entre las diferentes


fases del proyecto. Ello posibilita la compra más precisa de materiales de construc-
ción, así como la mejor programación de los tiempos de la obra. La eficiente gestión
de los materiales supone a priori una menor necesidad de acopios y fabricación de
los mismos, pues el porcentaje de desecho está más limitado y, por lo tanto, se ne-
cesita disponer de menos sobrantes, con lo que se obtiene un porcentaje más bajo
de desecho del que hasta ahora existe en las diferentes fases de la obra.

La primera consecuencia directa se encuentra en que para similares construc-


ciones la necesidad de material es menor y, con ello, en el consumo de los mismos
se reduce considerablemente la porción resto que irremediablemente va a desecho.
Por lo cual, para un mismo volumen de actividad del sector será necesario fabricar
menos materiales en su conjunto. A menos materiales necesarios, mejor aprovecha-
miento de los recursos naturales y disminución del impacto de la economía en el
medioambiente. Además, trae consigo un menor impacto de los residuos con lo que
se produce otra mejora añadida como la reducción del número de vertederos para
escombros de obra.

A esta primera ventaja debemos añadir algunas más, como son que un mejor
control de todas las fases de la obra desde el propio diseño, adaptando todos los
parámetros a las mejores soluciones para encontrar el comportamiento medioam-
biental más eficiente de edificios e infraestructuras, implica un mayor tiempo de uti-
lización del elemento construido y un mejor comportamiento ambiental en campos
como el ahorro energético y la disminución de gases de efecto invernadero, la menor
pérdida de energía para calentar, enfriar o iluminar la construcción, pero también
otras cuestiones como los problemas de ruido e insonorización.

En un proceso donde se reducen los costes de producción y la utilización de ma-


terias primas, es consecuente que también lo haga el número de horas trabajadas
para llevar a cabo cualquier construcción y, por ende, el empleo. Entonces, cómo
afectan estas cuestiones al hecho social. En principio, la sociedad en su conjunto
debería salir beneficiada de un menor coste en sus procesos productivos, así como
una menor utilización de recursos y una disminución de residuos para la obtención
de infraestructuras que cubran sus necesidades más elementales.

En lo que corresponde con la situación del empleo, ésta siempre va a depender


de la actividad económica generada, pero en todo caso parece coherente hacer al-
gunas menciones que puede arrastrar este nuevo proceso tecnológico, la digitaliza-
ción en el sector de la construcción.

gaceta 310 sindical


Las implicaciones de
la economía digital...

Las perspectivas sobre el empleo tienen, como en todo proceso de transforma-


ción anterior, dos características contrapuestas: la destrucción y la creación. En lo
que corresponde al apartado menos favorable, se encuentra la dinámica de limita-
ción del crecimiento de empleos en paralelo a la recuperación de la dinámica eco-
nómica. Esta tendencia se produce en la medida que la bajada de coste, ocasionado
por la reducción tanto de jornadas como de procesos de corte más artesanal gracias
a la implantación de la nueva tecnología, trae consigo una reducción del número de
personas necesarias para hacer frente a la obra proyectada.

A ello se suma que al no existir, por una parte, añadidos posteriores a los pro-
yectos aprobados, debido a la exactitud en la que se enmarcan los nuevos progra-
mas de diseño y, por otra, a la progresiva industrialización de los procesos
constructivos, la necesidad de mano de obra es menor y, por tanto, un menor número
de horas de trabajo para la conclusión de proyectos similares a los actuales.

De la misma manera, de esta tendencia se deduce que además existe una va-
riación en las competencias de los profesionales de todas las fases del proyecto,
derivando desde la actual composición en ramas de la producción de corte manual,
en lo que tiene que ver con las diferentes fases de la obra, a una evolución de los
oficios como hoy en día se conforman.

De hecho, ya están en marcha actuaciones conducentes a la identificación de


estos nuevos parámetros, como el proyecto Construye 2020, financiado por la Unión
europea y liderado en España por la Fundación Laboral de la Construcción (FLC,
2016).

Este último aspecto es el que alberga más expectativas para el cambio de modelo
productivo en el sector de nueva construcción: la evolución de la cualificación pro-
fesional hacia parámetros más industrializados.

En la medida que los trabajos tradicionales evolucionan hacia cualificaciones de


procesos más industrializados, también se abre la posibilidad a la configuración
de mayores índices de empleo femenino, por cuanto la cultura de ser un sector mas-
culinizado debido a las fuertes cargas físicas del trabajo debe ir perdiendo peso con
el paso del tiempo. A ello, se añade la cada vez mayor importancia de los procesos
de corte puramente técnico en la fase de diseño e implementación, donde se hace
más fácil una fuerte implantación femenina, como así ha sido en las ramas de la ar-
quitectura e ingeniería, pero también en cuestiones como la prevención de riesgos
laborales o los sistemas de control.

gaceta 311 sindical


Vicente Sánchez

El empleo femenino en la construcción, históricamente discriminado, encuentra


pequeños espacios para su desarrollo, en la medida que la tecnificación hace posible
que aquellas barreras predeterminadas por el propio sector y el conjunto de la so-
ciedad, tiendan a desaparecer.

Si la perspectiva negativa es la destrucción de empleo, la positiva no se limita


únicamente a la creación del mismo en nuevas actividades, sino a la posibilidad pal-
pable de una fuerte transformación en el ya existente.

La industrialización en la cadena del proceso constructivo desde el diseño al man-


tenimiento y gestión de edificios e infraestructuras, una mejora en la cualificación y
en las exigencias competenciales de los profesionales, pueden permitir un mejor
desarrollo de las carreras profesionales basadas en conocimientos técnicos y en un
proceso de evaluación de resultados más estandarizado.

A su vez, la industria de materiales para la construcción debe realizar un proceso


de optimización de sus stocks actuales, pero también la implementación de nuevos
materiales que se ajusten mejor a las nuevas formas de diseño y construcción in-
dustrial, así como a las exigencias cada vez más contrastables en mejora de la efi-
ciencia energética o limitación de la producción de gases de efecto invernadero. Es
decir, un proceso de I+D+i imprescindible para adaptarse a las nuevas exigencias
normativas y del mercado, a la vez que a los nuevos modelos industriales de cons-
trucción de edificios e infraestructuras.

Igualmente, las variaciones en los datos de empleo y sus características no sólo


tienen relación con el proceso constructivo sino de forma muy significativa con el
proceso de mantenimiento y de gestión de edificios e infraestructuras. Edificios mejor
diseñados son a la postre instalaciones con un mejor mantenimiento y gestión. Es
decir, más eficientes y eficaces. Dentro de esta nueva cultura del mantenimiento y
gestión integral se encuentran las empresas multiservicios y de facility services.

Es decir, nuevas profesiones y cualificaciones para un sector de corte cada vez


más industrial en lo que a sus procesos de construcción y fabricación de materiales
se refiere, pero también en todo lo concerniente al mantenimiento y gestión de las
infraestructuras y edificios. Así, encontramos en la actualidad a gestores de instala-
ciones cuyo objetivo es la mayor optimización posible de las mismas para que el
cliente final, que es el que disfruta de ellas, no tenga ningún tipo de contratiempo
durante los años que las utilice.

gaceta 312 sindical


Las implicaciones de
la economía digital...

De la misma manera, sectores con características hasta ahora estables se van a


ver modificados por esta deriva, como el sector de la seguridad privada. En un futuro
cada vez más presente se encontrarán edificios, centros industriales e infraestruc-
turas que incorporen desde su diseño instalaciones con parámetros de control de
incendios, humedades, terremotos, presencias de personas en lugar u horarios no
autorizados y que, por tanto, no necesitarán de una vigilancia presencial sino de
unos dispositivos interconectados con una central de alarmas multifuncional que mo-
nitorice toda la actividad de la empresa; con lo que en un primer momento habrá
una pérdida de puestos de trabajo, solo compensada a posteriori con la entrada de
nuevos clientes en la medida que se produzca el abaratamiento de los costes.

Con la aparición de nuevas competencias y de nuevos sectores adaptados a las


exigencias de los usuarios, se hace preciso profundizar en la participación de las or-
ganizaciones sindicales en el diseño de las cualificaciones profesionales, la forma-
ción profesional de carácter dual y la clasificación profesional. En este sentido, el
desarrollo de los convenios sectoriales de ámbito estatal se articula como la mejor
opción para hacer frente de forma proactiva a los cambios aparecidos en los últimos
años, que no hacen más que mostrar el camino de lo que dentro de poco tiempo
será la generalidad en los procesos de construcción y explotación de edificios e in-
fraestructuras.

PRINCIPALES CONCLUSIONES

Aunque existen diferentes parámetros que permiten constatar una digitalización


más profunda en el sector de la construcción de lo que a simple vista se podría de-
notar, la modelización de los procesos constructivos es, quizás, lo que en perspectiva
tiene más posibilidades de transformar el sector en su conjunto, desde la fase de di-
seño hasta el propio mantenimiento y gestión de edificios e infraestructuras.

Estos modelos vienen siendo aplicados con éxito en diferentes países, como Es-
tados Unidos, Suecia o Finlandia, entre otros. Este camino marca la dirección que
el resto de economías seguirán en los próximos meses si no quieren verse relegadas
en la implementación de este avance tecnológico y, por ende, en la competitividad
de su sector y empresas.

Una paralización consistente en mantener la actual situación conllevaría la pér-


dida de oportunidades más favorables no solo para el sector, sino también para la
economía de los estados donde se proyecte. Ello es posible en base a los beneficios
y las posibilidades, en principio, ilimitadas en la mejora constante de los sistemas
de monitorización que se están implementando.

gaceta 313 sindical


Vicente Sánchez

Entre otras ventajas, se puede constatar la reducción de costes económicos por


la concreción de las fases de la obra, de la vida útil del edificio o del mantenimiento
del mismo, pero también por la utilización de un menor número de materiales para
construirlo y de un mejor comportamiento de los mismos frente al consumo de ener-
gía o la producción de gases de efecto invernadero, lo que además conlleva una
menor explotación de los recursos.

Estos cambios también traerán consigo importantes variaciones en la configura-


ción del empleo, con la pérdida de aquellos de corte más tradicional y la aparición
de otros con una mayor cualificación en el caso del proceso propiamente de cons-
trucción, así como de perfiles más polivalentes para el momento del mantenimiento
y la gestión de lo construido. En este sentido, una de las principales líneas para
poder seguir vinculados a las personas que operan en el conjunto del sector por
parte de las organizaciones sindicales, será la implicación en los procesos de cuali-
ficación profesional, así como la correcta evolución de los marcos de regulación co-
lectiva, como son los convenios generales de ámbito sectorial.

La digitalización como “invento transformador” se puede asemejar a lo que en su


día supuso la imprenta moderna. El capitalismo financiero aparece de forma cuasi
hegemónica como la consecución natural del sistema económico. La globalización
supone la mutación del escenario político mundial. El consumo y el ocio adquieren
tintes de valores configuradores de la sociedad. Es decir, no cabe duda que estamos
ante un nuevo salto evolutivo en el proceso histórico, en el cambio de era.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BIM (2016): http://en.wikipedia.org/wiki/Building_information_modeling


BuildingSMART (2016): http//:www.buildingsmart.es/
DEL ÁGUILA y otros (2001): La economía digital y su impacto en la empresa: bases
teóricas y situación en España, Boletín Económico ICE nº 2705 del 15 al 21 de
octubre de 2001.
CTE (2016): Código Técnico de la Edificación, http//:www.codigotecnico.org
FIRA (2014): Informe sectorial. Diseñando un nuevo ciclo de valor en la construcción.
Beyond Building Barcelona Reengineering Construmat. Fira Barcelona.
FLC (2016): Construye 2020 –Build up skills–, http//:construye2020.eu
FOMENTO (2015): Atlas Estadístico de las Áreas Urbanas de España, Ministerio de
Fomento, Gobierno de España.
MIET (2015): Plan Nacional de Ciudades inteligentes, versión 2, julio, Agenda digital
para España, Ministerio de Industria, Energía y Turismo.

gaceta 314 sindical


Las implicaciones de
la economía digital...

OCDE (2015): Perspectivas de la OCDE sobre la economía digital 2015, Parós.


SMART (2015): http://www.smartcities.at/assets/Publikationen/Weitere-Publikatio-
nen-zum-Thema/mappingsmartcities.pdf
UE (2014a): Mapping smart Cities in the EU, Informe de la Dirección General para
políticas internas del Parlamento Europeo, enero.
UE (2014b): Directiva 2014/24/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 26 de
febrero de 2014, sobre contratación pública y por la que se deroga la Directiva
2004/18/CE, artículo 22, apartado 4.

gaceta 315 sindical


Apuntes
El empleo atípico en el mundo.
Retos y perspectivas
(Informe de la OIT – noviembre 2016)
El empleo atípico
en el mundo

PREFACIO

E N febrero de 2015, la Organización Internacional del Trabajo celebró una Reu-


nión tripartita de expertos sobre las formas atípicas de empleo. Participaron en ella
expertos designados respectivamente previa consulta con los gobiernos, con el
Grupo de los Empleadores y con el Grupo de los Trabajadores del Consejo de Ad-
ministración de la OIT con el propósito de discutir durante cuatro días sobre los
desafíos que las formas atípicas de empleo podrían plantear para la Agenda de Tra-
bajo Decente.

En las conclusiones de la Reunión se instó a los Estados Miembros y a las orga-


nizaciones de empleadores y de trabajadores a idear soluciones de política para
afrontar el déficit de trabajo decente asociado con las formas atípicas de empleo,
para que todos los trabajadores –sea cual sea su modalidad de empleo– puedan
beneficiarse del trabajo decente. En concreto, se pidió a los gobiernos y a los inter-
locutores sociales que trabajaran juntos en la implementación de medidas para abor-
dar las condiciones de trabajo inadecuadas, apoyar las transiciones en el mercado
de trabajo, promover la igualdad y la no discriminación, asegurar una cobertura de
seguridad social adecuada para todos, fomentar un entorno laboral seguro y salu-
dable, asegurar el acceso a la libertad sindical y a la negociación colectiva, mejorar
la inspección del trabajo, combatir las formas sumamente inseguras de empleo y
promover los derechos fundamentales en el trabajo.

Se solicitó a la Oficina Internacional del Trabajo, el secretariado de la Organiza-


ción, que llevara adelante dicha labor. Una parte central de su mandato es mejorar

gaceta 319 sindical


Apuntes

el conocimiento y la comprensión de este tema que es de gran importancia para el


mundo de trabajo. El informe El empleo atípico en el mundo: Retos y perspectivas y
el presente resumen, donde se destacan sus principales conclusiones y recomen-
daciones, han sido preparados para responder a esta demanda. El informe se basa
en la labor realizada para la Reunión de expertos de 2015 e incluye los resultados
de una amplia gama de estudios llevados a cabo sobre los aspectos económicos y
jurídicos de las formas atípicas de empleo en numerosos países y regiones del
mundo, así como sobre temas específicos de relevancia como los efectos en las em-
presas y en la seguridad y salud en el trabajo.

El informe también forma parte de la labor de la Oficina en apoyo de la Iniciativa


del centenario relativa al futuro del trabajo puesta en marcha por el Director General
de la OIT. Las transformaciones en el mundo del trabajo han supuesto nuevos retos
y agravado los ya existentes, por lo que la Organización tiene que prepararse si
quiere poder responder de manera eficaz y cumplir con su mandato en favor de la
justicia social a lo largo de su segundo centenario.

Esperamos que estas publicaciones constituyan referencias útiles para todos los
que desean un mundo del trabajo mejor.

Philippe Marcadent,
Jefe del Servicio de Mercados Laborales Inclusivos,
Relaciones Laborales y Condiciones de Trabajo (INWORK)

gaceta 320 sindical


El empleo atípico
en el mundo

PRESENTACIÓN

En casi todo el mundo, las leyes que regulan el empleo han girado en torno a un
tipo de trabajo que es continuo, a tiempo completo y que se inscribe en una relación
subordinada y directa entre un empleador y un empleado, conocida generalmente
como la «relación de trabajo típica». La relación de trabajo típica, además de ofrecer
a los trabajadores importantes protecciones, ayuda a los empleadores a contar con
una mano de obra estable para su empresa, retener y beneficiarse del talento de
sus trabajadores y obtener las prerrogativas de gestión y la autoridad para organizar
y dirigir el trabajo de sus empleados.

Durante las últimas décadas, tanto en los países en desarrollo como en los in-
dustrializados, se ha producido una marcada transición del empleo típico al empleo
atípico. Las formas atípicas de empleo (en adelante, el empleo atípico) agrupan dis-
tintas modalidades de empleo que no se ajustan al empleo típico, entre ellas, el em-
pleo temporal; el trabajo a tiempo parcial; el trabajo temporal a través de agencia y
otras modalidades multipartitas; y las relaciones de trabajo encubiertas y el empleo
por cuenta propia económicamente dependiente.

El incremento de estas modalidades atípicas es evidente en las estadísticas la-


borales de muchos países industrializados. En los países en desarrollo, los trabaja-
dores que desempeñan formas atípicas de empleo siempre han constituido una parte
importante de la fuerza de trabajo, pues muchos de ellos están empleados tempo-
ralmente en trabajos ocasionales, pero el empleo atípico también ha crecido en seg-
mentos del mercado de trabajo que anteriormente se asociaban al modelo típico de
empleo. Algunas formas atípicas de empleo carecen de datos que permitan evaluar
las tendencias, pero aun así es posible apreciar la creciente ansiedad de muchos
trabajadores acerca de sus empleos, ya sean típicos o atípicos.

gaceta 321 sindical


Apuntes

La preocupación por el crecimiento de las formas atípicas de empleo radica en


que, comparadas con el empleo típico, estas modalidades están asociadas con una
mayor inseguridad para los trabajadores. Además, tienen consecuencias importantes
e infravaloradas por las empresas, que podrían subestimar algunas de las exigencias
de gestión que suponen las formas atípicas de empleo, en especial si una parte con-
siderable de su mano de obra está empleada bajo estas modalidades. Además, lo
que podría ser deseable y beneficioso para el trabajador o la empresa, especial-
mente a corto plazo, puede tener consecuencias negativas para la economía. Estas
consecuencias negativas incluyen la escasa inversión en innovación, una desacele-
ración del crecimiento de la productividad, riesgos para la sostenibilidad de los sis-
temas de seguridad social, el aumento de la volatilidad de los mercados de trabajo
y un escaso rendimiento económico. También hay consecuencias sociales impor-
tantes que es necesario considerar con mayor atención.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoce que el trabajo puede


revestir formas contractuales variadas. El objetivo no es que todo el trabajo se ajuste
al modelo típico, sino más bien que todo el trabajo sea decente. El presente informe
se nutre de las normas internacionales del trabajo y de las experiencias nacionales
para ofrecer orientación sobre la reglamentación y gobernanza de las formas atípicas
de empleo, con objeto de equilibrar las necesidades de los trabajadores, de las em-
presas y de los gobiernos

PRINCIPALES CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES DE POLÍTICA

Las formas atípicas de empleo (en adelante, el empleo atípico) se han convertido
en una característica contemporánea de los mercados de trabajo alrededor del
mundo. En las últimas décadas, su utilización generalizada en todos los sectores
económicos y ocupaciones ha incrementado su importancia tanto en los países en
desarrollo como en los industrializados.

El empleo atípico comprende cuatro modalidades distintas de empleo que difieren


de la «relación de trabajo típica», entendida como el trabajo que es a tiempo com-
pleto, indefinido e inscrito en una relación subordinada entre un empleado y un em-
pleador:

1. empleo temporal: contratos de duración determinada, como los contratos ba-


sados en proyectos o tareas; trabajo estacional; trabajo ocasional, incluido el
trabajo por días;

gaceta 322 sindical


El empleo atípico
en el mundo

2. trabajo a tiempo parcial y a pedido: horas de trabajo normal más reducidas


que las equivalentes a tiempo completo; empleo a tiempo parcial marginal;
trabajo a pedido, incluidos los contratos de cero horas;

3. relación de trabajo multipartita: también conocida como “cesión temporal”, “in-


termediación” y “alquiler de mano de obra”. Trabajo temporal por medio de
agencia y prestación de servicios en régimen de subcontratación;

4. empleo encubierto o por cuenta propia económicamente dependiente: empleo


encubierto, empleo por cuenta propia económicamente dependiente, empleo
por cuenta propia falso o clasificado erróneamente.

Para algunos, el empleo atípico es una elección explícita y tiene resultados po-
sitivos; sin embargo, para la mayoría de los trabajadores está asociado con la inse-
guridad. Por otra parte, estas modalidades atípicas también implican desafíos para
las empresas, para el rendimiento global de los mercados de trabajo y de las eco-
nomías, y para las sociedades en general.

Apoyar el trabajo decente para todos exige una comprensión profunda del empleo
atípico y sus repercusiones. El presente informe analiza en detalle las tendencias y
consecuencias de las formas atípicas de empleo y, a partir de las normas interna-
cionales del trabajo y las experiencias nacionales, propone recomendaciones de po-
lítica que contribuyan a garantizar la protección de los trabajadores, la sostenibilidad
de las empresas y el funcionamiento adecuado de los mercados de trabajo.

Tendencias del empleo atípico

El crecimiento del empleo atípico es el resultado de múltiples fuerzas. Refleja los


cambios en el mundo del trabajo suscitados por la globalización y las transforma-
ciones sociales, como el aumento de la presencia de la mujer en la fuerza de trabajo
mundial, y por las modificaciones normativas. Algunas veces, las leyes han fomen-
tado, deliberada o involuntariamente, el empleo atípico al crear incentivos para su
uso por las empresas. En otros casos, los vacíos o zonas grises en la legislación
han favorecido el desarrollo de las modalidades de empleo atípicas. Algunos de
estos vacíos son consecuencia del declive de la negociación colectiva en países
donde los convenios colectivos habían sido la forma predominante de regulación.

Las principales tendencias del empleo atípico son:

gaceta 323 sindical


Apuntes

• En más de 150 países, la utilización promedio de trabajadores temporales por


empresas privadas registradas es del 11%, con cerca de un tercio de estos
países que están alrededor de esta media. Sin embargo, se observan amplias
divergencias que oscilan entre menos del 5% en Jordania, Letonia, Noruega
y Sierra Leona y más del 25% en España, Mongolia y Perú. En cuanto a su
utilización por las empresas, también se constatan importantes divergencias:
más de la mitad de las empresas no recurre a los trabajadores temporales,
mientras que cerca del 7% lo hace de forma intensiva (más de la mitad de su
mano de obra tiene contratos temporales).

• Si bien las mujeres representan menos del 40% del total del empleo remune-
rado, constituyen el 57% de los asalariados a tiempo parcial. Muchas mujeres
tienen un empleo a tiempo parcial porque les permite combinar el trabajo re-
munerado con sus responsabilidades domésticas y familiares. En países como
Alemania, Argentina, India, Japón, Níger, Países Bajos y Suiza se observa
una diferencia de más de 25 puntos porcentuales en la participación de la
mujer en el trabajo a tiempo parcial en comparación con los hombres.

• El empleo ocasional es una característica prominente de los mercados de tra-


bajo en los países en desarrollo y su importancia ha aumentado en los países
industrializados. En Bangladesh e India casi dos tercios del empleo asalariado
es ocasional; en Malí y Zimbabwe, uno de cada tres trabajadores es ocasional.
En Australia, donde el trabajo ocasional es una categoría de empleo especí-
fica, uno de cada cuatro empleados es ocasional.

• En los países industrializados, la diversificación del trabajo a tiempo parcial


en modalidades como los «horarios muy reducidos» o el trabajo «a pedido»,
incluidos los contratos de «cero horas» (sin garantía de un mínimo de horas),
tiene paralelos con el trabajo ocasional en los países en desarrollo. En el
Reino Unido, el 2,5% de los empleados tenía contratos de cero horas a finales
de 2015. En los Estados Unidos, aproximadamente el 10% de la mano de obra
tiene horarios de trabajo irregulares y a pedido, siendo los más afectados los
trabajadores de menores ingresos.

• Los datos sobre el trabajo temporal a través de agencia y otras relaciones


contractuales que vinculan a varias partes son escasos. En los países con
datos disponibles, esta modalidad abarca desde el 1% a más del 6% del em-
pleo remunerado. En las últimas décadas, los países asiáticos han visto el
crecimiento de diversas formas de cesión temporal de trabajadores, trabajo
temporal a través de agencia, subcontratación y externalización. En el sector

gaceta 324 sindical


El empleo atípico
en el mundo

de la manufactura de la India, la proporción de mano de obra subcontratada


subió de niveles mínimos en la década de 1970 al 34,7% en 2011-2012.

El empleo atípico implica riesgos para los trabajadores, las empresas,


los mercados de trabajo y la sociedad

El empleo atípico, especialmente cuando no es voluntario, puede aumentar la in-


seguridad de los trabajadores en distintos ámbitos. Si bien es cierto que la insegu-
ridad también puede estar presente en las relaciones de trabajo típicas, su frecuencia
en este caso es menor. Entre las principales conclusiones tenemos:

• Seguridad en el empleo. Las transiciones del empleo temporal al permanente


fluctúan entre una tasa anual inferior al 10% y cerca del 50% en los países
con datos disponibles. Cuanto mayor es la incidencia del empleo temporal en
el país, mayor es la probabilidad de que los trabajadores pasen del empleo
temporal al desempleo, siendo menos probable la posibilidad de pasar a un
empleo mejor.

• Ingresos. Los trabajadores que desempeñan estas modalidades de empleo


están expuestos a penalizaciones salariales considerables con respecto a los
trabajadores permanentes en situación comparable. En el caso del empleo
temporal, las penalizaciones pueden alcanzar hasta el 30%. El empleo a
tiempo parcial está asociado a penalizaciones salariales en Europa y los Es-
tados Unidos, pero en América Latina los trabajadores más especializados re-
ciben primas salariales.

• Horas. Los trabajadores que desempeñan modalidades de trabajo ocasional


y a pedido tienen un control limitado de sus horarios, lo que repercute en el
equilibrio entre el trabajo y la vida personal y en la seguridad de sus ingresos,
habida cuenta de que las remuneraciones son inciertas. Además, los horarios
variables dificultan la posibilidad de encontrar un segundo trabajo.

• Seguridad y salud en el trabajo (SST). Los riesgos en el ámbito de la SST son


considerables debido a una combinación de factores como deficiencias en la
preparación, formación y supervisión, problemas de comunicación (especial-
mente en las modalidades de empleo que vinculan a varias partes) y obliga-
ciones legales quebrantadas u objetadas. Las tasas de lesiones son mayores
entre los trabajadores que desempeñan trabajos atípicos.

gaceta 325 sindical


Apuntes

• Seguridad social. Algunas veces, la legislación excluye a los trabajadores con


empleos atípicos de la cobertura de la seguridad social. Aún en los casos en
que están protegidos formalmente, la falta de continuidad en el empleo y las
horas de trabajo reducidas dan lugar a una cobertura inadecuada o a presta-
ciones limitadas durante el desempleo y la jubilación.

• Formación. Los trabajadores con empleos atípicos tienen menos probabilida-


des de recibir formación en el trabajo, lo cual puede repercutir negativamente
en el desarrollo de su carrera profesional, especialmente en el caso de los tra-
bajadores jóvenes.

• Representación y otros derechos fundamentales en el trabajo. Los trabajado-


res con empleos atípicos pueden verse excluidos del acceso a los derechos
de libertad sindical y negociación colectiva, bien por motivos legales o porque
su vinculación con el lugar de trabajo es más débil. Pueden además estar ex-
puestos a otras violaciones de sus derechos fundamentales en el trabajo, in-
cluidos la discriminación y el trabajo forzoso.

Adicionalmente, se observan consecuencias importantes y poco beneficiosas


para las empresas, en especial si recurren de manera intensiva a las formas atípicas
de empleo, así como para los mercados de trabajo y la sociedad en general:

• Repercusiones para las empresas. Las empresas que más utilizan el empleo
atípico necesitan adaptar sus estrategias de recursos humanos, desde la for-
mación y desarrollo de sus empleados permanentes hasta la identificación de
las competencias que la empresa debe adquirir en el mercado. Una excesiva
dependencia de las formas atípicas de empleo puede resultar en una erosión
gradual de las competencias propias de la empresa, limitando su capacidad
para responder a los constantes cambios en las exigencias del mercado. Si
bien es cierto que a corto plazo las empresas podrían beneficiarse del empleo
atípico en cuanto a costos y flexibilidad, a la larga estas ventajas se verían
superadas por las pérdidas de productividad. Los datos demuestran que las
empresas que recurren con mayor frecuencia al empleo atípico tienden a re-
ducir sus inversiones en formación, tanto de los empleados temporales como
de los permanentes, y en innovación y tecnologías que permitan mejorar la
productividad.

• Mercados de trabajo y sociedad. El uso generalizado del empleo atípico puede


acentuar la segmentación del mercado de trabajo y dar lugar a una mayor
volatilidad del empleo, con consecuencias para la estabilidad económica.

gaceta 326 sindical


El empleo atípico
en el mundo

Las investigaciones demuestran que los trabajadores temporales y a pedido


tienen más dificultades para acceder al crédito y a la vivienda, por lo que re-
trasan el momento de formar una familia.

Políticas para abordar los déficits de trabajo decente en el empleo atípico

A partir de la orientación contenida en las normas internacionales del trabajo y


las prácticas actuales observadas a nivel nacional, este informe propone recomen-
daciones que abarcan cuatro ámbitos principales de las políticas, con objeto de abor-
dar los déficits de trabajo decente en el empleo atípico.

• Eliminar los vacíos normativos. Garantizar la igualdad de trato para los traba-
jadores que tienen empleos atípicos es de vital importancia; es, además, una
manera de mantener reglas de juego uniformes para los empleadores. Esta-
blecer un mínimo de horas garantizado y limitar la variabilidad de los horarios
de trabajo pueden ofrecer importantes salvaguardias para los trabajadores a
tiempo parcial, a pedido y ocasionales. También es necesario que la legisla-
ción aborde la clasificación errónea del empleo, restrinja algunos usos de las
modalidades atípicas de empleo para evitar el abuso, y asigne obligaciones y
responsabilidades en las modalidades de empleo que vinculan a varias partes.
Es preciso desplegar esfuerzos para garantizar que todos los trabajadores,
independientemente de su modalidad contractual, tengan acceso a los dere-
chos de libertad sindical y negociación colectiva. Asimismo, es indispensable
mejorar la aplicación de las normas.

• Fortalecer la negociación colectiva. La negociación colectiva puede tomar en


cuenta las circunstancias particulares del sector o empresa, por lo que resulta
idónea para ayudar a disminuir la inseguridad del empleo atípico. Sin em-
bargo, es necesario realizar esfuerzos para mejorar la capacidad de los sin-
dicatos en este sentido mediante la organización y representación de los
trabajadores con empleos atípicos. Donde ya existe, la extensión de los con-
venios colectivos a todos los trabajadores en un sector o categoría profesional
constituye una herramienta útil para reducir las desigualdades que afectan a
los trabajadores con empleos atípicos. Las alianzas entre sindicatos y otras
organizaciones pueden formar parte de las respuestas colectivas a los pro-
blemas que preocupan a los trabajadores típicos y atípicos por igual.

• Fortalecer la protección social. Los países deben fortalecer o adaptar sus sis-
temas de protección social para garantizar que todos los trabajadores puedan

gaceta 327 sindical


Apuntes

acogerse a los beneficios de la seguridad social. Para ello es preciso eliminar


o reducir los límites mínimos de horas, ingresos o duración del empleo de
modo que los trabajadores con empleos atípicos no queden excluidos; flexi-
bilizar los sistemas con respecto a las cotizaciones exigidas para poder per-
cibir las prestaciones, permitiendo la interrupción de las cotizaciones; y facilitar
la transferibilidad de los derechos entre distintos sistemas de seguridad social
y situaciones en el empleo. Estos cambios se deberán complementar con me-
didas que garanticen un piso de protección social universal.

• Establecer políticas sociales y del empleo destinadas a manejar los riesgos


sociales y dar cabida a las transiciones. Las políticas macroeconómicas deben
apoyar el empleo pleno, productivo y libremente elegido, inclusive mediante
programas públicos de empleo de ser necesario. Los programas de seguro
de desempleo deben abarcar una amplia gama de eventualidades como la re-
ducción de las horas de trabajo durante períodos de recesión económica, así
como las ausencias temporales de los trabajadores que están recibiendo for-
mación. Las políticas que apoyan las licencias parentales y otros permisos
para el cuidado de familiares y que facilitan la transición de un empleo a tiempo
completo a uno a tiempo parcial, y viceversa, además de la oferta de servicios
asistenciales, ayudan a los trabajadores a conciliar sus responsabilidades fa-
miliares y de trabajo.

Es necesario contar con políticas que garanticen que todas las modalidades de
empleo constituyan trabajo decente, pues ninguna forma contractual es inmune a
las continuas transformaciones del mundo del trabajo. Si bien es indudable que el
futuro traerá nuevos cambios, nuestro sustento seguirá dependiendo del trabajo y
sus efectos en el bienestar general de las personas no cambiarán. Así pues, corres-
ponde a los gobiernos, a los empleadores, a los trabajadores y a sus organizaciones,
mediante esfuerzos nacionales, regionales e internacionales, abordar estos desafíos
en el contexto de los debates sobre el futuro del trabajo con el objetivo de promover
el trabajo decente para todos.

gaceta 328 sindical


Ilustraciones de cubierta e interiores

NOTA BIOGRÁFICA DE THEO VAN DOESBURG

Theo van Doesburg, seudónimo de Emil Marie Küpper (Utrecht, 1883), fue un arquitecto,
pintor y teórico de arte holandés considerado uno de los creadores del neoplasticismo.
De formación autodidacta, en sus primeros años de dedicación a la pintura realizó obras
ligadas al naturalismo y al impresionismo. A partir de 1914, influido por Kandinsky, su obra
empezó un proceso de abstracción y geometrización.
Amigo de Piet Mondrian desde 1915, fundó junto a él en 1917, en Leyden, la revista
De Stijl (El Estilo), órgano del movimiento neoplastisicta, en la que publicó numerosos artículos
bajo diversos seudónimos. En 1918, junto a otros artistas y pintores neerlandeses publicaron
el Manifiesto del neoplasticismo, aparecido el mismo año que el Manifiesto Dadá pero anta-
gónico a éste, al que oponían la razón ordenadora, capaz de crear un estilo de formas simples
y claras, caracterizado por el uso de colores primarios y la línea recta, y aplicable a todas las
manifestaciones plásticas.

Entre 1921 y 1923 Doesburg siguió editando la revista desde Weimar y organizando cursos
paralelos a los que se impartían en la Bauhaus, que tuvieron gran influencia sobre ésta.
Durante la estancia en Weimar entabló amistad con los constructivistas, especialmente
El Lissitzky y Hans Richter, con quienes participaría en 1922 en el Congreso Internacional de
Artistas Progresistas de Düsseldorf, del que posteriormente saldría la Fracción Internacional
Constructivista. Ambos movimientos tenían el objetivo de proponer la reconstrucción material
y espiritual del mundo. Van Doesburg y otros miembros de De Stijl entraron a formar parte de
la Revista G, órgano del constructivismo alemán, cuya redacción estaba constituida por Hans
Richter, El Lissitzky y Graff, contando con Mies van der Rohe como colaborador. Comenzó
también a colaborar en diferentes proyectos con el arquitecto J.J.P. Oud, diseñando vidrieras
en un principio, lo que hizo que las formas de sus composiciones se simplificasen y tendiesen
a lo geométrico y matemático.
En 1924 publicó en Principios de arte neoplástico y dio diversas conferencias en Europa.
Comenzó a rebelarse contra la insistencia programática de Mondrian en la utilización exclu-
sivamente de rectas verticales y horizontales, realizando su primera Contracomposicón, en
la que introduce las diagonales y da comienzo a una nueva dirección del neoplasticismo que
se conoce como elementarismo. Mondrian considera herética esta actitud de van Doesburg
e inicia su distanciamiento de De Stijl.
Tras la ruptura, Doesburg publicó un manifiesto en la revista explicando el arte elementa-
rista, que suponía una relación ambigua de ruptura y continuidad y constituía el punto más
alto de la evolución pictórica: de la composición clásica simétrica se pasó a la composición
concéntrica cubista y de ahí a la composición periférica neoplástica. La contracomposición
elemental añadía una nueva dimensión a la concepción neoplástica: diagonales, planos incli-
nados y colores disonantes que destruían el equilibrio de la horizontal y vertical, introduciendo
el dinamismo y la tensión.
Su interés por la arquitectura fue creciendo con los años y colaboró en numerosos pro-
yectos junto a los arquitectos Cornelis Van Eesteren (como el vestíbulo de la Universidad de
Amsterdam en 1923) y Gerrit Rietveld; en 1926, junto a Jean Arp y Sophie Tauber-Arp, remo-
deló el interior del Café Aubette, restaurante y club nocturno de Estrasburgo.
Murió en Davos en 1931, lo que provocó el colapso del movimiento De Stijl, que, no obs-
tante, dejó una gran influencia en muchos campos.

gaceta 329 sindical


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