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Retiro de Cuaresma 2018

El documento describe el origen y propósito de la Cuaresma en la Iglesia Católica. Explica que la Cuaresma comenzó en el siglo IV como un período de 40 días de preparación espiritual antes de la Pascua, que incluía la práctica del ayuno, la abstinencia y la oración. El objetivo de la Cuaresma es impulsar la conversión personal a través de la penitencia y acercarse más a Cristo para recibir su gracia en la Pascua.
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Retiro de Cuaresma 2018

El documento describe el origen y propósito de la Cuaresma en la Iglesia Católica. Explica que la Cuaresma comenzó en el siglo IV como un período de 40 días de preparación espiritual antes de la Pascua, que incluía la práctica del ayuno, la abstinencia y la oración. El objetivo de la Cuaresma es impulsar la conversión personal a través de la penitencia y acercarse más a Cristo para recibir su gracia en la Pascua.
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RETIRO DE CUARESMA 2018

La cuaresma tal y como la vivimos ahora es el resultado de un


proceso que a través de siglos la ha ido configurando tal y como la
conocemos. Su historia arranca en el año 325 con la celebración del
Concilio de Nicea, aquel que nos ha legado a la Iglesia el Credo
Nicenoconstantinopolitano, o sea el que conocemos con el “credo largo”.
Pues bien, hasta esta esa fecha, por increíble que pueda parecernos ahora, la
Iglesia sólo celebraba nada más que el domingo, el día del Señor.
En los primeros siglos de la Iglesia, estaba aun muy viva la fe de las
primeras comunidades cristianas. Esta Iglesia naciente aún, vivía dispersa
rodeada de pueblos paganos, con cantidad de Dioses, como sucedía con los
romanos o los griegos que tenían un Dios para cada cosa; en este clima con
extrema sencillez vivían aquellos cristianos del siglo IV su fe, sin otra
preocupación más que agradar a Dios y mantener viva la memoria de
Cristo crucificado por los pecados de la humanidad y resucitado para gloria
de Dios y alegría nuestra. Por este motivo solamente celebraban el domingo
el día del Señor.
Y lo hacían como bien sabemos reuniéndose en las casas o en algún
lugar apartado o en las catacumbas si era época de persecuciones;
esmerándose mucho en vivir una vida basada en el amor al prójimo, tal y
como Jesús había pedido en los albores de su pasión a los discípulos que
hicieran ¡Mirad como se ama! Dirán los paganos de los primeros
cristianos.
Como bien sabemos los Apóstoles fueron dejando sucesores por las
regiones donde anunciaron la Buena Noticia, allí donde había una
comunidad escogían presbíteros, entre los varones adultos de probada
virtud y fe, par que cuando ellos se marcharan ejercieran la labor de regir,
enseñar y santificar al pueblo de Dios.
Ante el aumento del número de comunidades cristianas y la
dificultad que entrañaba que los (los obispos), en el siglo IV se hicieran
presentes en todas y cada una de las comunidades cristianas, a lo que había
que añadir la lentitud de las comunicaciones comparadas con hoy día y que
la enseñanza original de los Apóstoles estaba cada vez quedando más
diluida en el tiempo. El Concilio de Nicea, con la intención de que ninguna
parte del misterio de Cristo quedara olvidada, fijo que cada año se celebrase
solemnemente la Pascua el primer domingo después del equinoccio de
primavera (razón esta por la que la Semana Santa no cae siempre en la
misma fecha), en esta época se introdujo también la costumbre de Bautizar
a los nuevos cristianos adultos en la noche de la Vigilia Pascual.
Pronto se vio la necesidad de que los aspirantes al bautismo
recibieran una preparación inmediata a este sacramento, que durante
muchos siglos fue conferido y aun hoy en día se hace junto con la comunión
y la confirmación a los conversos adultos. De este modo se estableció un
periodo de 40 días de preparación para los neófitos en el que eran
acompañados por toda la comunidad cristiana, siendo invitados a la
penitencia, es decir a la confesión que tampoco era tal y como la conocemos
hoy.
Así es como nació en la Iglesia, el tiempo litúrgico de Cuaresma. Un
periodo de tiempo previo a la celebración del Triduo Pascual en el que se
nos invita a hacer penitencia, para que la gracia bautismal actúe en
nosotros y nos lleve a ser verdaderos discípulos de Cristo resucitado.
¿Pero que es realmente la cuaresma para nosotros?
Desde hace tiempo acertadamente la Iglesia viene enseñando que la
Cuaresma es el camino hacia la Pascua. La Pascua es la Fiesta de las fiestas
para el cristiano, la madre de todos los domingos del año, en los que a lo
largo del año litúrgico vamos celebrando paulatinamente todos y cada uno
de los misterios de la Redención obrada por Cristo: su entrega, el abandono
de los suyos, vendido por uno de los Apóstoles, traicionada por aquellos que
unos días antes lo aclamaban como Hijo de David, condenado a muerte por
los romanos y resucitado para nuestra salvación.
Nosotros en este tiempo de camino de conversión, dejar atrás lo que
nos impide amar a nuestro prójimo para llegar a la Pascua con el corazón
henchido del mismo amo que mana del costado abierto de Cristo en la cruz.
Intentamos llegar a ello por medio de la práctica cuaresmal en poner más
atención que el resto del año en asumir el Misterio de Cristo, el misterio de
nuestra salvación. Hemos de ser conscientes de que este camino, siempre
pasa por la cruz, es siempre una subida al calvario, pero no es un camino
de soledad como muchos suponen, pues en él sale Cristo a nuestro
encuentro, igual que la Verónica salió en el camino del calvario a aliviar los
sufrimientos de Jesús.
Cristo en el camino del calvario, sale a nuestro encuentro en la
comunidad. La Iglesia está ahí para acompañarnos y orientarnos. De aquí
surge la necesidad de que nosotros nos sintamos parte integrantes de
nuestra parroquia, y que nuestra parroquia se sienta parte de una
comunidad mucho más amplia, que es la Iglesia que esta unida a Cristo. De
este modo Cristo camina con nosotros el camino de la cuaresma. Por eso
hemos de buscar tener ciertas actitudes que nos hagan ser mejores
cristianos, es más lo que habíamos de buscar es ser nosotros otros cristos
para nuestro prójimo, ser otros cristos para poner luz en la oscuridad de
nuestro mundo.
Para lograr este ideal de la vida cristiana, realizamos el miércoles de
ceniza el gesto simbólico de la imposición de la ceniza en nuestra frente, lo
hacemos como respuesta a la Palabra de Dios que nos llama a la conversión
y la vuelta a Dios; como señal de inicio y entrada al ayuno cuaresmal y al
camino de preparación para la Pascua. Con todo ello y para que tomemos
conciencia de la caducidad de nuestra existencia, se nos dice: “Recuerda
que eres polvo y en polvo te has de convertir” o “Conviértete y cree en el
Evangelio”. Esta conversión no es otra cosa que el rechazo explicito del
pecado, es una renuncia a la maldad que anida en el corazón del hombre y
una opción voluntaria por el bien, que se nos ofrece por medio del
Evangelio.
Si somos, lo que conocemos como “buenos cristianos” no podemos
conformarnos con vivir una vez al año un simple gesto externo.
Necesitamos de un auténtica y verdadera señal de que queremos cambiar,
necesitaremos hacer gala de nuestro arrepentimiento, de abrazar la gracia
que Dios nos ofrece en Jesucristo y que nos otorga a través de los
sacramentos. Confiamos en el Señor, confiamos en la Iglesia que es madre y
maestra de santidad, que nos enseña por encima de todo a confiar en la
misericordia de Dios nuestro Señor.
¿Y como hemos de recorrer el camino cuaresmal que se nos propone?
Al ser la cuaresma un camino de conversión, tenemos que
revalorizar en nosotros lo que es la actitud de “conversión”. Jesús, nos dice
en el Evangelio “que si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda
infecundo”. De aquí, que convertirse sea dejarse morir a las cosas del
mundo, confiando plenamente en Cristo pues la muerte de Cristo para el
mundo ha sido el resucitar para la vida eterna. Esta es la conversión que el
mundo necesita, que dejemos atrás las preocupaciones por las cosas
materiales para abrazar las propuestas del Evangelio.
Al estar nuestra vida sometida al poder del pecado, cualquier
transformación que para nosotros suponga una entrega gratuita a los
demás o un acercamiento al Evangelio, conlleva para nosotros sufrimiento
y para los más el sufrimiento se vive como si de la muerte misma se tratara:
con desesperación, sin fuerza para superar las dificultades de la vida, etc.
Pero Jesús ha dicho, que todo aquel que este cansado y agobiado acude a Él,
que el peso de la cruz junto a Jesús es mucho mas ligero. De este modo todo
aquello que nosotros asociamos que nos lleva a la muerte, a la luz de la
experiencia de Cristo se convierte en camino de resurrección, en promesa de
vida eterna, una vida para siempre con Dios y en Dios.
El ayuno, no es comer menos para agradar a Dios, como algunos
piensan, ni para mortificar nuestro cuerpo. El sentido que ha de tener para
nosotros el ayuno en cuaresma requiere un carácter mas social y caritativo
con nuestro prójimo, que el simple hecho de dejar de comer. Es el me quito
de lo mío para compartir con el que tiene menos que yo.
Respecto de la abstinencia, decir que, a pesar de vivir en una
situación de crisis económica, en la que muchas personas viven a las
puertas de la pobreza; muchos de los que nos decimos cristianos, nos
permitimos muchos lujos innecesarios que la sociedad de consumo nos mete
por los ojos. Ante esta tentación a la que constantemente somos empujados,
nuestra abstinencia debe de estar orientada a aprender y saber
controlarnos, a saber, prescindir de lo superfluo; y también como en el caso
del ayuno también ha de tener en el horizonte el que nuestra vida cristiana
crezca, de lo contrario no tiene sentido.
En la Biblia, vemos como Dios mando al pueblo judío que diera el
diezmo de sus bienes. Es la limosna un gesto de nuestro agradecimiento a
Dios, de quien hemos recibido todo don. Y también un gesto que reconoce
la dignidad de todo ser humano, de que Dios esta en el pobre, en el afligido,
en el necesitado de cualquier cosa material o humana. La generosidad es
una acción común en el buen cristiano. Si no recordemos la historia de
Caín y Abel, como Dios bendecía a Abel por su generosidad, mientras que
negaba los frutos de la tierra a Caín por su corazón raquítico y tacaño.
Algunos, pensareis porque no he puesto la oración como la primera
de nuestras prácticas cuaresmales. Pero de que nos sirve orar sino estamos
cercanos al sufrimiento de nuestro prójimo; no tiene sentido querer
mantener una relación de cercanía a Dios cuando olvidamos uno de sus
preceptos más importantes, como lo es el amor al prójimo, o acaso queremos
parecernos al fariseo de la parábola del “Fariseo y el publicano”. Solamente
cuando hemos salido al encuentro de nuestro hermano, con las obras de
misericordia llenando nuestras manos; cuando hallamos perdonado al que
nos ha ofendido, al que ha hablado mal de nosotros, sólo entonces, podemos
ponernos delante de Dios, en disposición de dialogar con Él cara a cara,
como lo hizo Moisés en la cima del Monte Sinaí.
Por otro lado, en el cristiano que quiere vivir de cara a Dios necesita
formarse espiritual y doctrinalmente frente a una sociedad que ha perdido
el sentido de la trascendencia, necesita mas que nunca del cristianismo.
Para poder argumentar la fe con palabras y obras al mismo tiempo.
De ahí, que durante este tiempo de cuaresma debamos poner especial
atención en tener lecturas espirituales, acudir a charlas cuaresmales o
retiros espirituales, todo para que nuestro espíritu y nuestra mente crezcan
al unísono en este camino de conversión que llamamos cuaresma.

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