El Consolador de Las Almas o Novena en Sufragio de Las Ánimas Del Purgatorio
El Consolador de Las Almas o Novena en Sufragio de Las Ánimas Del Purgatorio
EL CONSOLADOR DE LAS
ALMAS
o
NOVENA EN
SUFRAGIO DE LAS ÁNIMAS
DEL PURGATORIO
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puede obtener un predicador para todo el novenario, procúrese a
lo menos para los tres últimos días; cuando no, vístase de luto gran
parte del altar, y colóquese un túmulo en el centro de la iglesia.
Hecho esto, y rezado el santo Rosario. Léase con unción y pausa la
meditación, el ejemplo y demás oraciones que correspondan al día
de la novena; excítese al pueblo a oír cada día la santa Misa, que se
dirá en sufragio de los difuntos de la parroquia, y comúlguese a la
misma intención un día del novenario. Y como éste es el fruto
principal, convendría al efecto anunciar una comunión general
para el último día, y llamar a algunos confesores forasteros, que,
sentándose en el confesionario desde la vigilia, faciliten la confe-
sión, y den mayor impulso a esta importantísima práctica.
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2. Por la mañana ponga un especial esmero en ofrecer a Dios
todas sus obras, penas y trabajos en sufragio de dichas Ánimas.
4. No pase estos días distraídos, como los demás del año; antes
bien, esmérese en guardar más recogimiento, absteniéndose de
visitas y conversaciones frívolas, y haciendo algunas buenas obras,
a más de las acostumbradas.
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Obras de grande alivio para las
Ánimas del Purgatorio
y de mucho mérito para nosotros
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Indulgencias concedidas a los devotos de las
Benditas almas del Purgatorio
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DÍA PRIMERO – 24 DE OCTUBRE
ACTO DE CONTRICIÓN
para todos los días de la Novena
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Compadeceos, pues, de esas pobrecitas almas, y libradlas de
aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía, y li-
bradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide
satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras
buenas que haga en este Novenario. ¡Ay! De poquísimo, de ningún
valor son, en verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de
vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con
las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra.
Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced
que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descan-
so de la Gloria. Amén.
Punto primero
Es un artículo de fe que las almas de los que mueren con alguna
culpa venial, o sin haber satisfecho plenamente a la Justicia divina
por los pecados ya perdonados, están detenidas en un lugar de ex-
piación que llamamos Purgatorio. Así lo enseña la santa Madre
Iglesia, columna infalible de la verdad; así lo confirma la más anti-
gua y constante tradición de todos los siglos; así lo aseguran uná-
nimemente los santos Padres griegos y latinos: Tertuliano, San Ci-
rilo, San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agus-
tín, y tantos otros; así lo han definido los sagrados Concilios de
Roma, Cartago, Florencia, Letrán y Trento, dirigidos por el Espíri-
tu Santo. Y aunque la Iglesia no lo enseñase así, ¿no lo dice bastan-
te la misma razón natural? Supongamos que sale de este mundo
un alma con algún pecado venial: ¿Qué hará Dios de ella? ¿La
arrojará al Infierno y, siendo su hija y esposa amadísima, la con-
fundirá con los réprobos y espíritus infernales? Eso repugna a la
Justicia y Bondad divinas. ¿La introducirá en el Cielo? Eso se opo-
ne igualmente a la santidad y pureza infinita del Creador; pues
sólo aquel cuyas manos son inocentes y cuyo corazón está limpio
subirá al monte del Señor. Nada manchado puede entrar en aquel
reino purísimo. ¿Qué hará, pues, Dios de aquella alma? Ya nos lo
dice por Malaquías: “La pondré como en un crisol, esto es, en un
lugar de penas y tormentos, de donde no saldrá hasta que haya
plenamente satisfecho a la Justicia divina”. ¿Crees tú eso, cris-
tiano? Creas o no creas, te burles o no te burles de ello, la cosa es y
será así. Negar el Purgatorio, sólo poner en duda deliberadamente
su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tú esta verdad, y con esa
indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el Purgatorio y
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con tus culpas amontonas tanta leña para arder en el más terrible
fuego?
Punto segundo
Es también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a
aquellas almas afligidísimas. Sí; en virtud de la Comunión de los
Santos, hay plena comunicación de bienes espirituales entre los
Bienaventurados que triunfan en el Cielo, los cristianos que mili-
tamos en la tierra y las Ánimas que sufren en el Purgatorio. En vir-
tud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad
y mérito nuestro bajar al Purgatorio con nuestros sufragios y, a
imitación de Jesucristo después de su muerte, librar a aquellas al-
mas, y alegrar al Cielo con un nuevo grado de gloria accidental,
procurando nuevos príncipes y moradores a aquella patria felicí-
sima. ¡Oh admirable disposición de la Sabiduría divina! ¡Oh! ¡Qué
dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a castigar a
aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que intercedan
por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la ternura
de su Misericordia infinita. Y nosotros somos estos dichosos me-
dianeros y corredentores; de nosotros depende la suerte de aque-
llas pobres almas. Haz, pues, amado cristiano, con fervor este san-
to Novenario. No faltes a él ningún día; ¿Quién sabe si abrirás el
Cielo a alguno de tus parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan
duro e insensible que les niegues este pequeño sacrificio, pudién-
doles hacer ese gran favor a tan poca costa?
Ejemplo
Entre las muchas apariciones que confirman el dogma del Pur-
gatorio y lo adeptos que son a Dios los sufragios que ofrecemos por
los difuntos, es muy notable la que tuvo el gran caudillo de los
ejércitos de Dios, Judas Macabeo. Había este piadoso general de-
rrotado a Gorgias, aunque no sin pérdida de varios soldados que
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murieron en la batalla, y conociendo, por las alhajas que se les en-
contraron ocultas en los vestidos, que habían muerto en castigo de
un robo cometido en el templo de Jamnia, exhortó al ejército a que
rogase por aquellos infelices. Hizo una cuestación, y reuniendo
doce mil dracmas de plata, las envió a Jerusalén para que se ofre-
ciesen sacrificios en sufragio de aquellas pobres almas. Conducta
admirable, que el Espíritu Santo alabó con estas memorables pala-
bras: “Santa y saludable cosa es rogar por los difuntos,
para que se les perdone el reato de sus pecados” (II Maca-
beos 12,42-46). Conducta que le alcanzó de Dios una insigne victo-
ria, pues habiendo sucedido a Gorgias el soberbio Nicanor, y veni-
do con un crecidísimo ejército y gran número de caballos y elefan-
tes, la víspera, cansado Judas de combinar el plan y de hacer los
preparativos de la batalla, se queda dormido; cuando he aquí que
se le aparecen el profeta Jeremías y el Sumo Sacerdote Onías, ya
difuntos, y presentándole una espada muy preciosa, le dicen: “Re-
cibe esta espada santa como una prenda que Dios te en-
vía: con ella abatirás a los enemigos de mi pueblo Is-
rael” (II Macabeos 15, 16-18). Armado con esta visión y armado
con esta espada divina, embistió con un pequeño ejército al
enemigo y mató a treinta y cinco mil, siendo uno de los principales
el mismo Nicanor.
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Ahora se dirán cinco Padre Nuestros y cinco Ave Marías, y un
Gloria Patri en sufragio de las Benditas Ánimas y para impetrar
de Dios Nuestro Señor la gracia que se desea recibir.
Oración a las Ánimas en el Purgatorio
Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del
Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de
Dios hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reli-
quias que os dejaron las culpas; ¡con cuánta razón desde aquellas
voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia!
Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal sufi-
ciente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que
vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere
ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere, a ex-
cepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare.
Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a
la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de
los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la interce-
sión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesu-
cristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma
de N., el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, almas
agradecidas, que tendré en vosotras poderosas medianeras que me
alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en
la virtud, sojuzgue mis pasiones y llegue a la eterna bienaventu-
ranza. Amén
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que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
¡No hay dolor, angustia, pena,
ni martirio el más cruento,
que llegue a sombra o pintura
de nuestro menor tormento!
Sólo alivia nuestros males
de vuestro amor esperar
que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
Aquí estoy en Purgatorio,
de fuego en cama tendido,
siendo mi mayor tormento
la ausencia de un Dios querido:
Padezco sin merecer,
por mí no basto a alcanzar
que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
¡Ay de mí, ay Dios severo!
¡Ay llama voraz y activa!
¡Ay bien merecido fuego!
¡Ay conciencia siempre viva!
¡Ay Justicia que no acabas!
Ay, ¿cuándo se ha de llegar?
Que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
¡Ay culpa, lo que me cuestas!
Nunca pensé en tu fiereza:
pues con tanto fuego pago
lo que juzgué ligereza.
¡Cielos, piedad! ¡Basta, Cielos!
¿Cuándo el día se ha de llegar?
que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
Todo lo que aquí padezco
es justo, santo y debido,
pues no se purga con menos
haber a un Dios ofendido.
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¡Ay, que pude no ofenderle!
¡Ay, que no hay más que esperar!
Que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
Padres, hermanos, amigos,
¿Dónde está la caridad?
¿Favorecéis a un extraño
Y para mí no hay piedad?
¡Ea, venga una limosna,
Un sufragio o un rogar!
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El más alto sacrificio
del Cordero Inmaculado
nos es el primer sufragio
para purgar el pecado.
Su santa Cruz y Pasión
son medios para lograr
que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
De Getsemaní en el Huerto
sangre sudó el Redentor,
contemplando de estas penas
el gran tormento y rigor:
al Padre Eterno se ofrece,
no cesando allí de orar
que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
Es María del Monte Carmelo
y su ilustre Cofradía,
quien nos libra de los males
y nos colma de alegría:
su nombre el mal nos mitiga,
siendo el medio de alcanzar
que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
En vista de tal piedad,
no te olvides, oh mortal,
de este pío camposanto,
cementerio de hospital.
sigue, pues, la Cofradía
que tierna te insta a clamar
que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
Atiende y mira, cristiano,
que en aqueste cementerio
tal vez tus padres y deudos
esperan de ti el remedio.
a la Virgen y a los santos,
pedidles, quieran mediar
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que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
Cofrades, fieles, amigos,
dad crédito a estos lamentos:
obrad bien, evitad culpas,
para huir de estos tormentos.
¡Socorro, piedad, alivio!,
concluimos con gritar:
que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
Oíd, mortales piadosos,
y ayudadnos a alcanzar
que Dios nos saque de penas
y nos lleve a descansar.
Antífona
!. Dales, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz
perpetua.
". Amén.
!. Y oí del Cielo una voz que me decía.
". Bienaventurados los que murieron en el Señor.
Oración
Oh Dios, Creador y Redentor de todos los hombres, conceded a
las almas de vuestros servidores y servidoras, la remisión de todos
sus pecados, a fin de que obtengan por nuestras humildísimas ora-
ciones el perdón que ellas siempre han deseado. Vos que vivís y
reináis por los siglos de los siglos. Amén.
Obsequio
En sufragio de las santas Ánimas, tomar la generosa resolu-
ción de asistir al Novenario cada día o de suplir haciendo la No-
vena en casa, si alguno estuviese impedido de ir a la iglesia.
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DÍA SEGUNDO – 25 DE OCTUBRE
Por la señal…
Acto de Contrición Pág. 8
Oración al Padre Eterno Pág. 8
Punto primero
Ven, mortal, tú que vives como si después de esta vida no te
quedase nada que temer ni que esperar; ven, penetra con el espíri-
tu en aquellos horrendos calabozos donde la Justicia divina acriso-
la las almas de los que mueren con algún pecado venial; mira si,
fuera del Infierno, pueden darse penas mayores, ni aun semejantes
a las que allí se padecen. Considera todos cuantos dolores han su-
frido los enfermos en todos los hospitales y lugares del mundo;
aquellos dolores de cabeza y de vientre tan agudos, aquellos tan
rabiosos de costado y de muelas, aquellas convulsiones y contor-
siones espantosas de miembros, aquellas llagas y postemas inso-
portables, aquellos dolores y males de corazón tan vivos que han
acabado con la vida de tantas personas; ¿igualarían todos estos
males reunidos a los dolores que padece un alma en el Purgatorio?
“No, –dice San Agustín– pues éstos exceden a todo cuanto se pue-
de sentir, ver o imaginar en este mundo”. Añadid a todos estos ma-
les los suplicios y tormentos que la crueldad de los Nerones, Dio-
clecianos, Decios y demás perseguidores de la Iglesia inventaron
contra los cristianos. Aquellas tenazas y garfios de hierro con que
les despedazaban las carnes, aquellas parrillas con que los asaban
vivos, aquellas catastas y ecúleos con que les descoyuntaban los
miembros, aquellas ruedas de navajas y puntas de hierro, aquellas
prensas y máquinas con que los martirizaban; todo este horrible
aparato de dolores y tormentos acerbísimos, ¿no igualaría al Pur-
gatorio? “Tampoco, –dice San Anselmo– pues la menor pena de
aquel lugar de expiación es más terrible que el mayor tormento
que se pueda imaginar en este mundo”. Pues, ¿qué penas serán
aquéllas? ¡Ah! “Son tales, –dice San Cirilo de Jerusalén– que cual-
quiera de aquellas almas querría más ser atormentada hasta el día
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del Juicio con cuantos dolores y penas han padecido los hombres
desde Adán hasta la hora presente, que no estar un solo día en el
Purgatorio sufriendo lo que allí se padece”. Pues todos los tormen-
tos y penas que se han sufrido en este mundo, comparados con los
que sufre un alma en el Purgatorio, pueden tenerse por consuelo y
alivio. “Solátia erunt”. ¡Ah! ¡Quién no tiembla!
Punto segundo
¿Y quiénes son esas Ánimas tan horriblemente atormentadas en
el Purgatorio? ¡Ay! ¡Qué motivo éste tan grande para hacernos
temblar! Son obra maestra de la mano del Omnipotente, y vivas
imágenes de su divinidad; son amigas, hijas y esposas amadísimas
del Señor; ¡y no obstante son tan severamente castigadas! Dios las
amó desde la eternidad, las redimió con la sangre de sus venas,
ahora las ama con un amor infinito, como que están en su gracia y
amistad divina; ¡y no obstante sufren penas imponderables! ¡Ay!
¡Purgatorio! ¡Purgatorio! ¡Cuán claramente nos manifiestas la jus-
ticia y santidad de Dios! ¡Qué horror debes inspirarnos al pecado!
Pues si con tanto rigor trata Dios a sus estimadísimas esposas por
faltas ligeras, ¿cómo serás tratado tú, pecador, tú que vives aban-
donado al arbitrio de las pasiones? “Si en el árbol verde hacen esto,
en el seco ¿qué harán?”. Si el hijo y heredero del Cielo es así casti-
gado por faltas que a muchos parecerán virtudes, ¿cómo serás cas-
tigado tú, pecador y enemigo de Dios, por vicios y pecados tan ho-
rrendos y abominables? Piénsalo bien y enmienda tu vida.
Ejemplo
Refiere Tomás de Cantimprato que a un hombre muy virtuoso,
pero que a causa de una larga y terrible enfermedad, estaba muy
deseoso de morir, se le apareció el ángel del Señor y le dijo: “Dios
ha aceptado tus deseos; escoge, pues: o pasar tres días en el Purga-
torio y después ir al Cielo, o ir al Cielo sin pasar por el Purgatorio,
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pero sufriendo todavía un año de esa enfermedad”. Eligió lo pri-
mero: murió y fue al Purgatorio. No había aún pasado un día,
cuando el Ángel se le presentó de nuevo. Apenas le hubo visto
aquella pobre alma, “no es posible –exclamó– que tú seas el ángel
bueno, pues me has engañado así. Me decías que sólo estaría tres
días en este lugar, ¡y hace ya tantos años que estoy sufriendo aquí
las más horribles penas!” “Tú eres quien te engañas –contestó el
ángel–; todavía no ha pasado un día; tu cuerpo está aún por ente-
rrar; si prefieres sufrir un año más esta enfermedad, Dios te per-
mite aún salir del Purgatorio y volver al mundo”. “Sí, ángel santo –
replicó–; no sólo esta enfermedad durante un año, sino cuantas
penas, dolores y males haya en el mundo sufriré gustoso, antes que
padecer una sola hora las penas del Purgatorio”. Volvió, pues, a la
vida y sufrió con admirable alegría un año más de aquella enfer-
medad, publicando a todos lo terrible que son las penas del Purga-
torio.
Oración a Jesús preso por nuestro amor
¡Oh Padre celestial! No me espanta el ver a vuestras amabilísi-
mas esposas presas y tan severamente castigadas en el Purgatorio.
Las infelices ofendieron un día a vuestra divina Majestad y pisaron
vuestra ley santísima. Lo que me pasma es ver entregado por el
traidor Judas y preso como un facineroso por hombres vilísimos e
inhumanos ¿a quién? A Jesús, centro de vuestras complacencias
infinitas. ¡Ah! Le veo con una soga al cuello, tirado por tierra, ata-
das sus manos, cargado de oprobios y de cadenas. Mas por otra
parte, ¡oh dichosas cadenas! Ellas son mi esperanza, y serán el
consuelo y alivio de las benditas almas del Purgatorio. Sí, Padre de
clemencia; usad con ellas y conmigo de misericordia; y pues Jesús
se deja prender por darnos libertad, aceptad las ignominias, inju-
rias y golpes cruelísimos que padece por nuestro amor. Aceptadlas
en remisión de nuestras culpas y en sufragio de nuestros hermanos
difuntos; dadles la libertad, que con ansia esperan, para alabaros
eternamente en el Cielo. Amén.
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Lamentos se rezarán todos los días Pág. 12
Obsequio
Asistir mañana y todos los días que se pueda, al santo sacrifi-
cio de la Misa en sufragio de las Almas del Purgatorio.
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DÍA TERCERO – 26 DE OCTUBRE
Por la señal…
Acto de Contrición Pág. 8
Oración al Padre Eterno Pág. 8
Punto primero
Considera, amado cristiano, el tormento que causa a las almas
el fuego abrasador del Purgatorio. Si el fuego de este mundo, crea-
do para servicio del hombre y efecto de la bondad divina, es ya el
más terrible de todos los elementos; si es ya tal su virtud, que con-
sume bosques, abrasa edificios, calcina mármoles durísimos, hace
saltar piedras y murallas espantosas, derrite metales y ocasiona
horrendos terremotos, ¿qué será el fuego del Purgatorio, encendi-
do por un Dios santísimo y justísimo, para con él demostrar el odio
infinito que tiene al pecado? “Es tal, –dice San Agustín– que el
fuego de este mundo, comparado con él, no es más que pintado”.
“Tanquam ignis depíctus!”. Dios mío, ¡qué expresión! ¡Las llamas
que vomitan los Vesubios, las que devoraron a Roma y tantas otras
ciudades, el fuego de Babilonia, el que Elías hizo bajar del Cielo,
hasta el diluvio de llamas que en tiempo de Lot llovió sobre las ne-
fandas ciudades de Sodoma y Gomorra, todo es fuego pintado en
comparación del que atormenta a las Almas del Purgatorio! Tan-
quam ignis depíctus! Ahora bien: si tener el dedo en la llama de
una vela sería para nosotros insoportable dolor, ¿qué tormento
será para aquellas almas estar sepultadas en un fuego que es, dicen
Santo Tomás y San Gregorio, “igual en todo, menos en la duración,
al del Infierno”? Sí; escuchadlo, almas tibias, y estremeceros. Con
el mismo fuego se purifica el elegido y arde el condenado, con la
única diferencia que aquél saldrá cuando haya satisfecho por sus
culpas y éste arderá allí eternamente. ¿Y en esas abrasadoras lla-
mas quieres tú caer por tu tibieza? ¡Oh ceguera! ¡Oh locura sin
igual!
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Punto segundo
Considera cuáles son las faltas por las que Dios infinitamente
bueno y misericordioso castiga a sus amadísimas esposas con tan-
to rigor y verás que son faltas leves, y a veces un solo pecado ve-
nial. ¡Oh! ¡Y qué mal tan grave debe ser éste delante de Dios,
cuando es tan severamente castigado en el Purgatorio! En efecto;
el pecado venial es leve, si se le compara con el mortal, pero en sí
es mayor mal que la ruina de todos los imperios y que la destruc-
ción del universo; es un mal tan espantoso, que excede en malicia a
todas las desgracias y calamidades del mundo; es un mal tan gran-
de, que si cometiéndolo pudieses convertir a todos los pecadores,
sacar a todos los condenados del Infierno, librar a todas las almas
del Purgatorio, aun entonces no debieras cometerlo, pues todos
estos bienes no igualarían la malicia del pecado más leve, porque
aquéllos son males de la criatura y éste es un mal y una ofensa he-
cha al mismo Creador. ¿Puedes oír esto sin horrorizarte y sin mu-
dar de conducta? Pero ¡Ay! ¿Qué es tu vida, sino una serie ininte-
rrumpida de pecados? ¡Pecados cometidos con los ojos, con los
oídos, con la lengua, con las manos, con todos los sentidos! ¡Cuán-
tas culpas por la ignorancia crasa y olvido voluntario de tus obliga-
ciones! ¡Cuántas indiscreciones por la distracción de tu espíritu,
por la violencia de tu genio, por la temeridad de tus juicios, por la
malicia de tus sospechas! ¡Cuántas faltas por no querer mortificar-
te, ni sujetarte a otro, por tu ligereza en el hablar! ¡Ay! Llora, cris-
tiano, tu ceguedad; y a la claridad del fuego espantoso del Purgato-
rio, comprende por último cuán grande mal es cometer un pecado
venial. Pero ¡ay!, es un mal tan grande; ¡y tú, lejos de llorarle, lo
cometes sin escrúpulo, a manera de juego, pasatiempo y diversión!
Ejemplo
Nada hace tan sensible la malicia del pecado venial como las
muchas almas, de que consta por varias y auténticas apariciones,
que han expiado en el Purgatorio faltas, según nuestro modo de
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hablar, muy ligeras. Unas fueron condenadas a él por haber habla-
do en la iglesia sin necesidad, como una niña de siete años, según
refiere Cesáreo de Heisterbach; otras, como la hermana de San
Pedro Damián, por haber escuchado con gusto una canción profa-
na cuando se levantó a Maitines. Murió Vitalina, noble doncella
romana, tenida por Santa Mónica en tan buena opinión que enco-
mendaba a su hijo Agustín en sus oraciones; y a pesar de esto, se
apareció muy triste a San Martín obispo diciéndole: “Estoy ardien-
do por haberme lavado dos o tres veces la cara con demasiada va-
nidad”. Un religioso fue al Purgatorio por no haber hecho inclina-
ción de cabeza al decir el Gloria Patri al fin de los Salmos; otros
por estarse a la lumbre más de lo ordinario en tiempo de invierno;
allá fue a parar San Severino por ciertas negligencias en el rezo di-
vino; un niño de nueve años por no haber pagado o devuelto algu-
nas frioleras que había tomado; muchos años estuvo en aquel fue-
go un padre de familia por haber descuidado la buena educación
de sus hijos; San Valero por haber favorecido demasiado a un so-
brino suyo; y así de otros muchos.
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Ahora se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un
Gloria Patri en sufragio de las Benditas Ánimas.
Obsequio
Mañana procuraremos sufrir con paciencia, así los trabajos
que Dios nos envíe, como las molestias del prójimo, en sufragio de
las benditas almas del Purgatorio.
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DÍA CUARTO – 27 DE OCTUBRE
Por la señal…
Acto de Contrición Pág. 8
Oración al Padre Eterno Pág. 8
Punto primero
Por horrorosos que sean los tormentos que padecen las Ánimas
en el Purgatorio, por espantosas que sean las llamas en que se
abrasan, no igualarán jamás la pena vivísima que sienten al verse
privadas de la vista clara de Dios. En efecto, aquéllas constituyen
la pena de sentido, ésta la de daño; aquéllas son limitadas; ésta
infinita; aquéllas privan a las almas de un bien accidental, cual es
el deleite; por ésta carecen de un bien esencial a la bienaventuran-
za, en el cual consiste la felicidad del hombre, y es la posesión bea-
tífica de Dios. Ahora no comprendemos esta pena; pero ella es
atroz, incomprensible, infinita. ¡Ah! ¡Pobres Ánimas! Vosotras co-
nocéis a Dios, no con un conocimiento oscuro, como nosotros, sino
con una luz clara y perfectísima; veis que es el centro de vuestra
felicidad, que contiene todas las perfecciones posibles, y en grado
infinito; sabéis que si cayera en el Infierno una sola gota de aquel
océano infinito de delicias que en sí encierra, bastaría para extin-
guir aquellas llamas y hacer del Infierno el paraíso más delicioso.
Comprendéis todo esto perfectísimamente, y así os lanzáis hacia
aquel Bien infinito con más fuerza que una enorme peña desgajada
de la montaña se precipita a lo profundo del valle; ¡y no obstante
no le podéis abrazar ni poseer! ¡Qué pena! ¡Qué tormento! Absa-
lón, privado solamente dos años de la amable vista de su padre
David, vive desconsoladísimo; nada le alegra: ni riquezas, ni ami-
gos, ni delicias; continuamente suspira por verle, hasta llegar a
elegir la muerte antes que verse más tiempo privado de su presen-
cia, siendo su padre un simple mortal; ¿qué será, pues, para voso-
tras el veros privadas de Dios, y con Él de todo bien, de todo con-
suelo y felicidad? Preciso fuera sentirlo, para formarse una idea
cabal y completa de estado tan horriblemente angustioso.
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Medita un poco sobre lo dicho.
Punto segundo
Si tan horrible pena sienten las Ánimas, viéndose privadas del
hermosísimo rostro de Dios, ¿cuál debería ser tu desconsuelo, oh
pecador, que vives privado de su gracia y amistad? Las almas ben-
ditas del Purgatorio no poseen aún a Dios, es verdad; pero están
seguras de poseerle un día, porque son amigas, hijas y esposas su-
yas muy queridas. Pero tú, infeliz, sabes que, viviendo como vives,
no poseerás jamás a Dios. Sabes que desde el momento en que te
rebelaste contra Él perdiste su gracia, y con ella la rica herencia de
la Gloria. ¡Ah! ¿Cómo dices “Padre nuestro, que estás en los
cielos”? Te engañas: Dios ya no es tu padre, ni tu señor, ni tu rey.
¿Sabes quién es tu padre y señor? ¡Ay de ti! Es el demonio: “Vos ex
patre diábolo estis”. A él te entregaste pecando, él es tu compañero
inseparable; tú eres su esclavo. Si Dios rompiera el hilo delgado de
tu vida, ¡ay!, el demonio se apoderaría de ti y arrastraría su presa
al fuego del Infierno. ¡Ay! ¿Crees esto, pecador, y no obstante
duermes tranquilo? Dios todopoderoso es tu enemigo, tiene firma-
da contra ti la sentencia de condenación eterna; ¡y tú, lejos de bo-
rrarla con una buena confesión, juegas, ríes, te diviertes, pasas
días, meses, años y la vida entera en el pecado! ¡Oh deplorable ce-
guedad! ¡Oh insensibilidad más que de bruto irracional!
Ejemplo
Refieren varios autores, entre ellos fray Jose de Jesús María
OCD y el padre Pedro de Moncada SJ, que estando un religioso
carmelita descalzo en oración, se le apareció un difunto con sem-
blante muy triste y todo el cuerpo rodeado de llamas. “¿Quién eres
tú? ¿Qué es lo que quieres?” –preguntó el religioso–. “Soy –res-
pondió– el pintor que murió días pasados, y dejé cuanto había ga-
nado para obras piadosas”. “¿Y cómo padeces tanto, habiendo lle-
vado una vida tan ejemplar?” –volvió a decirle el religioso–. “¡Ay!
–contestó el difunto–; en el tribunal del supremo Juez se levanta-
ron contra mí muchas almas, unas que padecían terribles penas en
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el Purgatorio y otras que ardían en el Infierno, a causa de una pin-
tura obscena que hice a instancias de un caballero. Por fortuna mía
se presentaron también muchos Santos, cuyas imágenes pinté, y
dijeron para defenderme que había hecho aquella pintura inmo-
desta en la juventud, que después me había arrepentido y coope-
rado a la salvación de muchas almas, pintando imágenes de San-
tos; y por último, que había empleado lo que había ganado a fuerza
de muchos sudores, en limosnas y obras de piedad. Oyendo el Juez
soberano estas disculpas, y viendo que los Santos interponían sus
méritos, me perdonó las penas del Infierno, pero me condenó a
estar en el Purgatorio mientras dure aquella pintura. Avisa, pues,
al caballero N. N., que la eche al fuego; y ¡ay de él si no lo hace! Y
en prueba de que es verdad lo que digo, sepa que dentro de poco
tiempo morirán sus dos hijos”. Creyó, en efecto, el caballero en la
visión y arrojó al fuego la imagen escandalosa. Antes de dos meses
se le murieron dos hijos, y él reparó con rigurosa penitencia los
daños ocasionados en las almas, y en satisfacción hizo pintar cua-
dros de la Pasión de Cristo, de la Virgen y de otros Santos, con lo
cual pudo salir libre el pintor.
Oración a Jesús tratado como loco y propuesto
a Barrabás
¿Qué decíais, oh Ángeles del cielo, cuando visteis a la Majestad
y Sabiduría infinita tan vilmente despreciada en casa de Herodes y
en el pretorio de Pilatos? ¿Cómo? ¡Vos, oh Jesús mío, vestido de
ropa blanca y tenido por loco! ¡Vos, Rey de cielos y tierra, conduci-
do así por las calles de Jerusalén, cargado de oprobios e ignomi-
nias! ¡Vos, el Hijo de Dios, pospuesto al más vil facineroso! Pero
¡Ay de mí! ¡Yo también os he tratado de necio, prefiriendo las locas
máximas del mundo a vuestra ley sapientísima! ¡Yo también ingra-
to os he abandonado y pospuesto a un vil interés, a un sucio delei-
te, a un puntillo de honra por un miserable “qué dirán”! ¡Ay!, me-
recía estar por siempre privado de vuestra presencia amabilísima;
pero, ya que por mí sufristeis escarnios tan crueles, tened compa-
sión de mí y de las pobres Ánimas del Purgatorio. Sí, Jesús mío;
por esas vuestras ignominias curad mi loca vanidad y soberbia; por
aquel grito tremendo que oísteis en casa del juez, gritando todos a
una voz: “Crucificadle, crucificadle”, haced que yo crucifique mis
pasiones, para que, junto con las Ánimas del Purgatorio, logre un
día alabaros eternamente en la Gloria. Amén.
28
Ahora se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un
Gloria Patri en sufragio de las Benditas Ánimas.
29
DÍA QUINTO – 28 DE OCTUBRE
Por la señal…
Acto de Contrición Pág. 8
Oración al Padre Eterno Pág. 8
Punto primero
“Pude librarme de estas penas y no quise. Sí; ¡yo misma he en-
cendido estas llamas! ¡Yo soy la causa de estas penas atrocísimas!
Dios no hace más que ejecutar la sentencia que yo, en el mundo,
pronuncié contra mí misma. ¡Qué medios no me había proporcio-
nado para ahorrarme estos tormentos! Caricias, amenazas, benefi-
cios, todo lo había agotado; gracias singularísimas de inspiracio-
nes, buenos ejemplos, libros piadosos, padres vigilantes, celosos
confesores, maestros y predicadores fervorosos, remordimientos
continuos, todo lo había empleado. Mas, ¡qué locura tan grande la
mía! ¡Por no privarme de un frívolo pasatiempo, por ir a bailes, por
divertirme o jugar con tal compañía, por no abstenerme de una
mirada, de un vil gusto, de una vana complacencia, por hablar de
los defectos del prójimo, me sujeté voluntariamente a tantas penas
y tormentos! Me lo decían todos los años, me lo predicaban y repe-
30
tían; ¡mas yo no hacía caso!… ¡Dichoso San Pablo, primer ermita-
ño, dichosas Gertrudis, Escolástica, y tantos otros Santos que, ha-
biendo satisfecho a la Justicia divina en el mundo, subisteis al Cie-
lo sin pasar por el Purgatorio! ¡Yo podía hacer lo que vosotros,
pero no quise! ¡Oh locuras mundanas, oh conversaciones frívolas,
oh pasatiempos, oh vanidad, y qué caro me costáis ahora! ¡Oh
amarga memoria! ¡Estoy sufriendo penas y tormentos acerbísi-
mos; y yo los he querido! ¡Podía evitarlos fácilmente, y no quise!”.
Punto segundo
¿Que aflige, oh cristiano, al alma tibia, que vivió enteramente
como tú vives?
31
¡Dichoso cristiano que oyes esto! Tú tienes tiempo todavía; no es
aún llegada para ti aquella noche tenebrosa. ¿Y perderás días tan
preciosos? ¿No tomarás la seria resolución de confesarte bien, de
enmendar tu vida?”.
Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu
mayor obligación y pide, por la intercesión de María Santísima,
la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo
Estaba Santa Brígida en altísima contemplación, cuando fue
llevada en espíritu al Purgatorio. Allí vio, entre otras, a una noble
doncella, y oyó que se quejaba amargamente de su madre, por el
demasiado amor que le había tenido: “¡Ah! –decía–, en vez de re-
prenderme y sujetarme, ella me proporcionaba modas, novios; me
excitaba a ir a los bailes, saraos, teatros, y hasta me engalanaba
ella misma. Es verdad que me enseñaba algunas devociones, pero
¿qué gusto podían dar éstas a Dios, yendo mezcladas con tanto ga-
lanteo y profanidad? No obstante, como la misericordia del Señor
es tan grande, por aquellas pocas devociones que hacía, Dios me
concedió tiempo para confesarme bien y librarme del Infierno.
Pero ¡ay! ¡Qué penas estoy padeciendo! Si lo supieran mis amigas,
¡qué vida tan distinta llevarían! La cabeza, que antes ataviaba con
dijes y vanidades, está ahora ardiendo entre llamas vivísimas; las
espaldas y brazos, que llevaba descubiertos, los tengo ahora cu-
biertos y apretados con hierros de fuego ardentísimo; las piernas y
pies, que adornaba para el baile, ahora son atormentados horri-
blemente; todo mi cuerpo, en otro tiempo tan pulido y ajustado,
ahora se halla sumergido en toda clase de tormentos”. Contó la
Santa esta visión a una prima de la difunta, muy entregada tam-
bién a la vanidad, y ésta cambió de vida en términos que, entrando
en un convento de muy rigurosa observancia, procuró con rigidí-
simas penitencias reparar los desórdenes pasados y auxiliar a su
parienta, que estaba padeciendo tanto en el Purgatorio.
32
el Purgatorio los gustos del pecado, si así pagáis Vos en vuestro
purísimo cuerpo las sensualidades del mío! ¡Ay infeliz de mí! Yo
soy quien he pecado; yo merecía ese castigo tan humillante y rigu-
roso; y no obstante, lejos de mortificar mis apetitos y de castigar
con penitencias una carne impura, no busco sino delicias y regalos.
Mas no será así en adelante, dulcísimo Jesús. Caiga sobre mi cora-
zón una gota de esa Sangre preciosa y arrepentido abrazaré la mor-
tificación, y quedaré todo encendido en vuestro santo amor. Y Vos,
Padre celestial, ya que vuestro Hijo santísimo satisfizo sobreabun-
dantemente a vuestra divina Justicia, perdonad mis culpas, usad
de clemencia con las benditas Ánimas del Purgatorio, aceptad en
sufragio de ellas todo cuanto yo sufriere en este día, aceptad la
cruel flagelación de Jesús y los dolores de su Madre Santísima.
Amén.
Obsequio
Mañana no comer fuera de las horas acostumbradas, o hacer
alguna mortificación corporal en sufragio de las benditas almas
del Purgatorio.
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DÍA SEXTO – 29 DE OCTUBRE
Meditación: De la paciencia y
resignación de las Benditas Ánimas
Por la señal…
Acto de Contrición Pág. 8
Oración al Padre Eterno Pág. 8
Punto primero
Es verdad que las almas del Purgatorio padecen imponderables
penas, y sin mérito, pero las padecen con una paciencia y resigna-
ción admirables. Conocen a Dios con luz perfectísima, le aman con
purísimo amor y desean ardentísimamente poseerlo, pero al ver
sus faltas, bendicen y adoran la mano justa y amorosa que las cas-
tiga. ¡Oh!, ¡y con cuánta más resignación que los hermanos de
José, exclaman: “Mérito hæc pátimur!, Con mucha razón nos cas-
tigáis, Señor; pues cuando pecamos no temimos vuestro poder y
justicia, frustramos los designios de vuestro amor y sabiduría, des-
preciamos vuestra majestad y grandeza, y ofendimos vuestras per-
fecciones infinitas. Justo es que seamos castigadas. Hombres sin
conocimiento de la verdadera religión fueron agradecidos a sus
bienhechores: Faraón hizo a José virrey de Egipto, porque le inter-
pretó un sueño misterioso; Asuero elevó a Mardoqueo a los prime-
ros empleos de la Persia, porque le descubrió una conspiración;
hasta los osos y leones y otras fieras indómitas, agradecidas defen-
dieron a sus bienhechores; y nosotras, creadas a vuestra imagen,
redimidas con vuestra Sangre, honradas con bienes de fortuna y
exaltadas con tantos dones de la gracia, ingratas, ¡ay!, os abando-
namos en vida. Sí; purificadnos en este fuego; ¡por acerbas que
sean nuestras penas, bendeciremos y ensalzaremos vuestra justicia
y misericordia infinita! Justus es, Dómine, et rectum judícium
tuum”. Todavía más: es tanta la fealdad del pecado, por leve que
sea, que si Dios abriera a esas Almas las puertas del Cielo, no se
atreverían a entrar en él, manchadas como están, sino que suplica-
rían al Señor las dejara purificarse primero en aquellas llamas. No
34
de otra suerte que una doncella escogida por esposa de un gran
monarca, si el día de las bodas apareciese una llaga asquerosa en
su rostro, no se atrevería a presentarse en la Corte, y suplicaría al
Rey que difiriese las bodas hasta que estuviera perfectamente cu-
rada. ¡Oh pecado! Por leve que parezcas, ¡qué mal eres tan grave,
cuando las mismas almas preferirían los horrores del Purgatorio a
entrar en el Cielo con la menor sombra de tu mancha!
Punto segundo
Mira, cristiano, si puede darse locura mayor que la tuya... Te
reconoces deudor a la Justicia divina de horribles penas por los
pecados enormes que cometiste en la vida pasada, y por las innu-
merables faltas en que, al presente, caes todos los días; que no bas-
ta confesarte; que la absolución borra, sí, la culpa, mas, no condo-
nando toda la pena, es preciso satisfacer a la Justicia divina en este
o en el otro mundo; y no obstante, jamás te cuidas de hacer peni-
tencia. Ahora podías expiar tus culpas fácilmente, y con mucho
más mérito tuyo: una confesión bien hecha, una Misa bien oída, un
trabajo sufrido con paciencia, una ligera mortificación, una limos-
na, una indulgencia, un Vía Crucis hecho con devoción, podría ex-
cusarte espantosos suplicios; y tú todo lo descuidas, todo lo dejas
para la otra vida. ¡Ay! ¿Has olvidado, por ventura, cuán horribles
son y cuánto tiempo duran aquellos tormentos? ¿No sabes que,
según afirman ciertos autores, fundados en revelaciones muy res-
petables, varias de aquellas almas han estado siglos enteros en el
Purgatorio, y otras estarán allí hasta el Juicio final? ¡Insensato!
“Las Ánimas, -dice San Cirilo de Jerusalén- mejor querrían sufrir
hasta el fin del mundo todos los tormentos de esta vida, que pasar
una sola hora en el Purgatorio”; ¿y tú quieres más arder siglos en-
teros en el Purgatorio, que mortificarte en esta vida un solo mo-
mento? ¡Oh espantosa locura!
35
Ejemplo
Refiere el venerable jesuita Pablo Señeri que había en Bolonia
una viuda noble, que tenía un hijo único y muy querido. Estando
divirtiéndose un día con otros jóvenes, pasó un forastero y les in-
terrumpió el juego. Reprendióle ásperamente el hijo de la viuda, y
resentido el forastero, sacó un puñal, se lo clavó en el pecho, y de-
jándole palpitando en el suelo, echó a huir calle abajo con el puñal
ensangrentado en la mano y se metió en la primera casa que en-
contró abierta. Allí suplicó a la señora que por amor de Dios le
ocultase; y ella, que era precisamente la madre del joven asesina-
do, le escondió en efecto. Entre tanto llegó la justicia buscando al
asesino; y no hallándole allí, “sin duda –dijo uno de los que le bus-
caban– no sabe esta señora que el muerto es su hijo, pues si lo su-
piera, ella misma nos entregaría al reo, que indudablemente debe
estar aquí”. Poco faltó para que muriese la madre de sentimiento al
oír estas palabras. Mas luego, cobrando ánimo y conformándose
con la voluntad divina, no sólo perdonó al que había matado a su
único y estimado hijo, sino que le entregó todavía una cantidad de
dinero y el caballo del difunto para que huyese con más prontitud;
y después lo adoptó por hijo. Pero ¡cuán agradable fue a Dios esta
generosa conducta! Pocos días después estaba la buena señora ha-
ciendo oración por el alma del difunto, cuando de pronto se le apa-
reció su hijo, todo resplandeciente y glorioso, diciéndole: “Enju-
gad, madre mía, vuestras lágrimas y alegraos, que me he salvado.
Muchos años tenía que estar en el Purgatorio, pero vos me habéis
sacado de él, con las virtudes heroicas que practicasteis perdonan-
do y haciendo bien al que me quitó la vida. Más os debo por ha-
berme librado de tan terribles penas, que por haberme dado a luz.
Os doy las gracias por uno y otro favor; adiós, madre mía, adiós;
me voy al Cielo donde seré dichoso por toda la eternidad”.
36
coronarme de flores en este mundo, sino de espinas por vuestro
amor. Y Vos, Padre misericordiosísimo, aceptad, en sufragio de las
pobres almas del Purgatorio, aquellas befas, humillaciones y dolo-
res acerbísimos que sufrió vuestro amable Hijo cuando le corona-
ron de espinas. Por aquellas asquerosas salivas que recibía, por
aquellos escarnios con que le ultrajaban, por aquella sangre que
corría de su cabeza santísima, a fuerza de los cruelísimos golpes
que sobre las espinas le daban, por aquel dolor que atravesó el co-
razón de su angustiadísima Madre, aliviad, os suplico, a las afligi-
das almas del Purgatorio y concededles pronto la corona incorrup-
tible de la Gloria. Amén.
Obsequio
En sufragio de las Ánimas del Purgatorio, aplicar las indul-
gencias parciales que se pueden ganar, cada vez, diciendo devo-
tamente: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
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DÍA SÉPTIMO – 30 DE OCTUBRE
Por la señal…
Acto de Contrición Pág. 8
Oración al Padre Eterno Pág. 8
Punto primero
¡Pobres almas! ¡Están padeciendo tormentos y penas inexplica-
bles; no pueden merecer, ni esperar alivio sino de los vivos; y és-
tos, ingratos, no cuidan de ellas! Tienen en el mundo tantos her-
manos, parientes y amigos, y no hallan, como José, un Rubén pia-
doso que las saque de aquella profunda cisterna. Sus tinieblas son
más dolorosas que la ceguedad de Tobías, y no encuentran un Ra-
fael que les dé la vista deseada, para contemplar el rostro hermosí-
simo de Dios. Se abrasan en más ardiente sed que el criado de
Abraham, y no hallan una oficiosa Rebeca que se la alivie. Son in-
finitamente más desgraciadas que el caminante de Jericó y el para-
lítico del Evangelio; mas no encuentran un Samaritano, u otra per-
sona compasiva que las consuele. ¡Pobres Almas! ¡Qué tormento
tan grande será para vosotras este olvido de los mortales! ¡Podrían
tan fácilmente aliviaros y libertaros del Purgatorio; bastaría una
Misa, una Comunión, un Vía Crucis, una indulgencia que aplica-
sen; y nadie se preocupa de ofrecérosla! ¿Y quiénes son esos ingra-
tos? ¡Ah! son vuestros mismos parientes y amigos, vuestros here-
deros, vuestros hijos mismos. Ellos se alimentan y recrean con los
bienes que les dejasteis; y ahora desconocidos no se acuerdan ya
de vosotras. Tal vez por haberlos estimado y complacido demasia-
do, por haberlos enriquecido con usuras y otros modos ilícitos, ar-
déis en esas llamas; y los ingratos se divierten ahora, sin compade-
cerse ni acordarse de vuestras penas… ¡Pobres almas! Con mucha
más razón que David podéis decir: “Si un extraño que no hubiese
jamás recibido ningún favor de mi mano, si un enemigo me tratara
así, por sensible que me fuera, podría soportarlo con paciencia;
38
¡pero tú, hijo mío, que me debes tantos beneficios, y te sustentas y
regalas con el sudor de mi rostro; tú, hija mía, por quien pasé tan-
tos dolores y noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que tan-
tas pruebas recibiste de mi amor, siendo objeto de mis desvelos y
blanco de mis incesantes favores; que tú me trates así, que descui-
dando los sufragios que tanto te encargué, me dejes en este fuego,
sin querer socorrerme!”. ¡Ah! ¡Ésta sí que es ingratitud y crueldad
superior a toda ponderación!
Punto segundo
¡Pobres almas! Pero más pobres e infelices seremos nosotros, si
no las socorremos. “Acuérdate –gritan los difuntos– de cómo he
sido yo juzgado, porque así mismo lo serás tú. A mí ayer; a ti hoy.
Tú también serás del número de los difuntos, y tal vez muy pronto.
Y por rico y poderoso que seas, ¿qué sacarás de este mundo? Lo
que nosotros sacamos, y nada más: las obras. Si son buenas, ¡qué
consuelo! Si malas, ¡qué desesperación! Como tú hayas hecho con
nosotros, harán contigo”. ¿Lo oyes? Si ahora eres duro e insensible
con las benditas Ánimas, duros e insensibles serán contigo los
mortales, cuando tú hayas dejado de existir. Y no es éste el parecer
de un sabio; es el oráculo de la Sabiduría infinita que nos dice por
San Mateo: “Con la misma medida con que midiereis, seréis medi-
dos”. Sí; del mismo modo que nos hubiésemos portado con las al-
mas de nuestros prójimos, se portarán los mortales también con
nosotros; y “¡Ay de aquel que no hubiese usado de misericordia,
porque le espera –dice el Apóstol Santiago– un juicio sin miseri-
cordia!”. ¿Y no tiemblas tú, heredero y testamentario, insensible
para con los difuntos? Si lleno de indignación el Juez supremo
arroja al Infierno al que niega la limosna a un pobre, que tal vez
era enemigo de Dios por el pecado, ¿con cuánta justicia y rigor
condenará al que niegue a sus amadísimas esposas los sufragios de
los bienes que le pertenecían?
39
Ejemplo
Registra San Niceforo de Constantinopla que, siendo derrotado
por Cayano el ejército de Mauricio, y hechos prisioneros gran nú-
mero de soldados, Cayano pidió al Emperador una moneda, y no
de valor muy subido, por el rescate de cada prisionero. Mauricio se
negó a darla. Cayano pidió entonces una de menos valor; y ha-
biéndosela también rehusado, exigió por último una ínfima canti-
dad; la que no habiendo podido lograr tampoco, irritado el bárba-
ro, mandó cortar la cabeza a todos los soldados imperiales que te-
nía en su poder. Mas, ¿qué sucedió? Pocos días después, Mauricio
tuvo una espantosa visión. Citado al tribunal de Dios, veía gran
multitud de esclavos que arrastraban pesadas cadenas, y con ho-
rrendos gritos pedían venganza contra él. Oyendo el Juez supremo
tan justas quejas, se volvió a Mauricio y le preguntó: “¿Dónde
quieres más ser castigado: en ésta, o en la otra vida?”. “¡Ah! Benig-
nísimo Señor –respondió el prudente emperador–, prefiero ser
castigado en este mundo”. “Pues bien –dijo el Juez–, en pena de tu
crueldad con aquellos pobres soldados, cuya vida no quisiste salvar
a tan poco precio, uno de tus soldados te quitará la corona, fama y
vida acabando con toda tu familia”. En efecto, pocos días después
se le insurreccionó el ejército, proclamando a Focas por empera-
dor. Mauricio, fugitivo, se embarcó en una pequeña nave con algu-
nos pocos que le seguían; mas en vano: furiosas las olas lo arroja-
ron a la playa, y llegando los partidarios de Focas, le ataron a él y
cuantos le seguían y los llevaron a Eutropia, en donde, ¡oh padre
infeliz!, después de haber visto con sus propios ojos la cruel carni-
cería que hicieron de cinco hijos suyos, fue muerto ignominiosa-
mente, y no pasó mucho tiempo sin que el resto de su familia su-
friese la misma desgracia.
¡Ah! cristianos que oís esto: no son unos pobres soldados, son
vuestros propios hermanos y vuestros propios padres los que han
caído prisioneros de la Justicia divina. Este Dios misericordioso
pide por su rescate una muy pequeña moneda; de gran valor, es
verdad, pero muy fácil de dar. ¿Y seréis tan duros que se la ne-
guéis? ¿Tan insensibles seréis a la felicidad de las Ánimas y a vues-
tros propios intereses?
40
Oración a Jesús llevando la cruz a cuestas
¡Oh dulcísimo Jesús, y qué sensible habrá sido a tu corazón mi
olvido e indiferencia para con las almas del Purgatorio, pues tanto
las amas por una parte, y por otra eres tan caritativo, que cuando
subías a la montaña del Calvario olvidaste tu dolor acerbísimo para
consolar a aquellas piadosas mujeres que lloraban tu suerte! Apla-
que, pues, oh Padre celestial, tu ira la caridad inmensa de tu Hijo
santísimo. Acepta esos dolorosos pasos que da, oprimido con el
enorme peso de la cruz; acepta esas tres lastimosas caídas, junto
con los escarnios y con el sudor y sangre que derrama por nuestro
amor. Yo te lo ofrezco todo, en remisión de mi poca paciencia en
los trabajos y en sufragio de las pobres almas del Purgatorio. ¡Ah!
Compadécete de sus lágrimas; enjúgalas, oh Padre clementísimo, y
haz que dichosas participen cuanto antes de la gloria de tu rostro
divino en la Patria celestial. Amén.
Obsequio
El mayor sufragio que reclaman las benditas Ánimas, el más
necesario para nosotros y el más adepto a Dios es hacer una bue-
na confesión, sin callar pecado alguno al confesor.
Por la señal…
Acto de Contrición Pág. 8
Oración al Padre Eterno Pág. 8
Punto primero
Supongamos, cristiano piadoso, que movido por estas medita-
ciones, haces una sincera y dolorosa confesión, y ganando la indul-
gencia plenaria de este santo Novenario, sacas un alma de la ho-
rrenda prisión del Purgatorio. ¡Ah! ¡Y qué grande será tu dicha! Si
perseveras, ¡qué galardón tan grande recibirás en el Cielo! Si los
reyes de la tierra, siendo miserables mortales, recompensan con
tanta munificencia al que libra a uno de sus vasallos de un gran
peligro, o expone su vida sirviendo generosamente a los apestados,
¿cómo pensáis vosotros que premiará el Señor al que libre a una o
más almas de las abrasadoras llamas del Purgatorio? Decid, padres
y madres: si aquel hijo, que es la niña de vuestros ojos, cayese en
un río o en el fuego y un hombre generoso os le sacara y presentara
vivo, ¿cómo se lo agradeceríais? Si vosotros fueseis ricos y poten-
tados, y él pobre, ¿cómo le premiaríais? Ahora bien: ¿qué tiene que
ver el cariño del padre más amoroso con el amor que Dios profesa
a aquellas Almas, que son sus hijas y esposas muy amadas? ¿Qué
son todos los peligros y males de este mundo, comparados con las
espantosas penas del Purgatorio? ¿Y qué comparación hay entre el
poder y la generosidad de un miserable mortal y el poder y la gene-
rosidad infinita de Dios, que promete un inmenso premio de gloria
por la visita hecha a un preso, a un enfermo, o por un vaso de agua
a un pobre por su amor? ¡Ah, cristiano! No dudo decir que miro
como asegurada tu salvación si logras sacar a una sola Ánima del
Purgatorio. ¿Y no harás lo posible para lograrlo?
42
Punto segundo
No pienses, alma cristiana, que ésta es una reflexión piadosa; es
una promesa formal de Jesucristo, verdad eterna, que no puede
faltar a su palabra. ¿No nos dice en el sagrado Evangelio: “Biena-
venturados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán miseri-
cordia”? Fundado en estas palabras infalibles: “Hasta ahora, -dice
el Padre San Gregorio- yo no sé que se haya condenado ninguno
que haya usado de misericordia con el prójimo”. ¡Ah! Dios quiere
mucho a las almas; todo cuanto se hace por ellas lo mira, agradece
y premia como si a Él mismo se le hiciera: “En verdad os digo que
todo cuanto habéis hecho con uno de esos pequeños hermanos
míos, lo habéis hecho conmigo”. ¡Ah! Dichosos cristianos: si soco-
rréis a las pobres Ánimas del Purgatorio, “venid –os dirá un día
nuestro liberalísimo Juez–; venid, benditos de mi Padre celestial.
Aquellas pobres almas tenían hambre, y vosotros comulgando las
habéis alimentado con el pan de vida de mi sacratísimo Cuerpo;
morían de sed y oyendo o haciendo celebrar Misa les habéis dado a
beber mi Sangre preciosísima; estaban desnudas, y con vuestras
oraciones y sufragios las habéis vestido con una estola de inmorta-
lidad; gemían en la más triste prisión, y con vuestros méritos e in-
dulgencias las habéis sacado de ella. Y no es precisamente a las
Ánimas a quienes habéis hecho estos favores; a Mí me los habéis
hecho: “Mihi fecístis”: pues todo cuanto hicisteis por ellas, Yo lo
miro por tan propio como si lo hubieseis hecho para Mí mismo.
Por lo tanto, venid, benditos de mi Padre celestial, a recibir la co-
rona de gloria que os está preparada en el Cielo”. ¿Y no querríais,
cristianos, lograr tanta dicha? Pues en vuestra mano está.
Ejemplo
Cuenta el padre Gregorio Carfora, CMR que tenía una pobre
mujer napolitana una numerosa familia que mantener, y a su ma-
rido en la cárcel, encerrado por deudas. Reducida a la última mise-
ria, presentó un memorial a un gran señor, manifestándole su infe-
liz estado y aflicción; pero con todas las súplicas no logró más que
unas monedas. Entró desconsolada en una iglesia, y encomendán-
43
dose a Dios, sintió una fuerte inspiración de hacer decir con aque-
llas monedas una Misa por las Ánimas, y puso toda su confianza en
Dios, único consuelo de los afligidos. ¡Caso extraño! Oída la Misa,
se volvía a casa, cuando encontró a un venerable anciano, que lle-
gándose a ella le dijo: “¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?”. La
pobre le explicó sus trabajos y miserias. El anciano, consolándola,
le entregó una carta, diciéndole que la lleve al mismo señor que le
ha dado las monedas. Éste abrió la carta, y ¿cuál no fue su sorpresa
cuando ve la letra y firma de su amantísimo padre ya difunto?
“¿Quién os ha dado esta carta?”. “No lo conozco –respondió la mu-
jer–, pero era un anciano, muy parecido a aquel retrato; sólo que
tenía la cara más alegre”. Leyó de nuevo la carta, y observó que le
dicen: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del Purgatorio
al Cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esa pobre
mujer. Con todas veras la encomiendo a tu piedad y agradecimien-
to; dale una buena paga, porque está en grave necesidad”. El caba-
llero, después de haber leído y besado muchas veces la carta, re-
gándola con copiosas lágrimas de ternura: “Vos –dijo a la afligida
mujer–, vos, con la limosna que os hice, habéis labrado la felicidad
de mi estimado padre; yo ahora haré la vuestra, la de vuestro ma-
rido y familia”. En efecto, pagó las deudas, sacó al marido de la
cárcel, y tuvieron siempre, de allí en adelante, cuanto necesitaban
y con mucha abundancia. Así recompensa Dios, aun en este mun-
do, a los devotos de las benditas Ánimas.
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Ahora se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un
Gloria Patri en sufragio de las Benditas Ánimas.
Oración a las Ánimas Pág. 11
Lamentos de las Benditas Ánimas del Purgatorio Pág. 12
Obsequio
Hacer una limosna en sufragio de las Almas del Purgatorio.
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DÍA NOVENO – 1 DE NOVIEMBRE
Por la señal…
Acto de Contrición Pág. 8
Oración al Padre Eterno Pág. 8
Punto primero
Ved aquí el día feliz; hoy, con las numerosas comuniones y su-
fragios que los fieles han ofrecido al Señor, no sólo en ésta, sino en
tantas otras iglesias, muchas de aquellas almas, ayer tan afligidas y
desgraciadas, han pasado a ser dichosos habitantes y príncipes fe-
licísimos de la Corte celestial. Ya ven cara a cara la Hermosura y
Majestad infinita; ya poseen a Dios, que contiene en sí cuanto hay
de amable, de grande, delicioso y perfecto. Su entendimiento ya no
puede experimentar ni más alegría, ni más suavidad, ni más dicha.
¡Ay! ¡Si pudieses, amado cristiano, penetrar hoy en aquella dichosa
patria y contemplar el transporte de aquellos Bienaventurados!
¡Qué enhorabuenas, qué abrazos se dan tan amorosos! ¡Qué cánti-
cos entonan en acción de gracias al Dios de las misericordias y a
los generosos cristianos que las han sacado del Purgatorio! ¡Oh!
¡Cómo dan por bien empleadas las penas que en este mundo pade-
cieron! ¡Oh! ¡Con cuánta alegría está diciendo cada una de ellas:
“Dichosas confesiones y comuniones; dichosas las Misas que oía,
las limosnas, oraciones, penitencias y obras buenas que yo practi-
caba; dichosas las burlas y escarnios que yo sufría por ser devota.
¡Y con qué magnificencia pagáis, Señor, hasta los sacrificios más
pequeños e insignificantes que hice por vuestro amor!”! ¿No qui-
sieras, cristiano, tener tú la misma suerte? Pues pelea contra las
pasiones; que sin pelear no se alcanza victoria; sin pena, no hay
felicidad.
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Punto segundo
¡Y qué dicha, cristiano, la tuya, si has logrado librar del Purga-
torio a alguna de aquellas almas! El Cielo debe a tus sufragios el
nuevo regocijo y la nueva gloria accidental que ahora experimenta.
Y aquellas almas dichosas te deben la libertad, y con ella la pose-
sión de una felicidad infinita. ¿Qué súplicas, pues, tan fervorosas
no harán a Dios por ti? ¿En qué necesidad podrás encontrarte que
no cuiden de socorrerte? ¿Qué empeño pondrán en conseguirte las
gracias necesarias para vencer las tentaciones, adquirir las virtudes
y triunfar de los vicios? Y si alguna vez te vieres en peligro de pecar
y de caer en el Infierno, ¡con cuánto más celo que el pueblo de Is-
rael lo hizo en favor de Jonatás, dirán al Señor: “¿Y permitiréis, oh
gran Dios, que se pierda eternamente un cristiano que me ha li-
brado a mí de tan horribles penas? ¿No prometisteis que alcanza-
rían misericordia con el prójimo? ¿Y consentiríais ahora que caye-
se en el Infierno aquel que con sufragios me abrió las puertas del
Cielo?”! ¡Ah dichoso cristiano! ¡Cuánto envidio tu dicha! Perseve-
ra, y tienes segura la palma de la Gloria.
Ejemplo
Cuenta Dionisio Cartujano en su tratado de los Novísimos que
Santa Gertrudis, aquella esposa tan regalada del Señor, había he-
cho donación de todos sus méritos y obras buenas a las pobres
Ánimas del Purgatorio; y para que los sufragios tuviesen más efi-
cacia y fuesen más adeptos a Dios, suplicaba a su divino Esposo le
manifestase por qué alma quería que satisfaciese. Se lo otorgaba su
Divina Majestad, y la Santa multiplicaba oraciones, ayunos, cili-
cios, disciplinas y otras penitencias, hasta que aquella alma hubie-
se salido del Purgatorio. Sacada una, pedía al Señor le señalara
otra; y así logró librar a muchas de aquel horrible fuego. Siendo ya
la Santa de edad avanzada, le sobrevino una fuerte tentación del
enemigo que le decía: “¡Infeliz de ti! ¡Todo lo has aplicado a las
Ánimas del Purgatorio y no has satisfecho todavía por tus pecados!
Cuando mueras, ¡qué penas y tormentos te aguardan!”. No dejaba
de acongojarla este pensamiento, cuando se le apareció Cristo Se-
ñor Nuestro, y la consoló diciendo: “Gertrudis, hija mía muy ama-
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da; no temas: los sufragios que tú ofreciste a las Ánimas del Purga-
torio, me fueron muy agradables; tú no perdiste nada; pues en re-
compensa no sólo te perdono las penas que allí habías de padecer,
sino que aun aumentaré tu gloria de muchísimos grados. ¿No ha-
bía prometido yo dar el ciento por uno, pagando a mis fieles servi-
dores con medida buena, abundante y apretada? Pues mira, yo
haré que todas las almas libertadas con tus oraciones y penitencias
te salgan a recibir con muchos Ángeles a la hora de la muerte, y
que, acompañada de este numeroso y brillante cortejo de biena-
venturados, entres en el triunfo de la Gloria”.
Oración a las Benditas Almas libertadas del Purga-
torio por los sufragios ofrecidos durante este Nove-
nario
¡Oh almas dichosas y felices, a quienes nuestro dulcísimo Jesús
acaba de admitir hoy en su Patria celestial! Os felicitamos, y damos
en nombre de toda la Iglesia mil enhorabuenas por esta dicha tan
grande. Unimos nuestra alegría con la vuestra y con la de los Ánge-
les y Serafines; juntamos nuestras acciones de gracia con los cánti-
cos y alabanzas que vosotras entonáis al Creador por tan inestima-
ble beneficio. Sí, almas santas y dichosas; alegraos: ya se han aca-
bado para vosotras las penas y tristezas, las aflicciones y trabajos,
los peligros y tentaciones de esta miserable vida. Sólo os queda una
eternidad de descanso, de alegría, de delicias y de bienaventuranza
infinita. ¡Qué dicha también la nuestra, si con estos sufragios os
hemos acelerado la posesión de tanta gloria! Sí, triunfad en el Cie-
lo; pero no hagáis como hizo aquel ingrato copero de Faraón con
José; no olvidéis a vuestros pobres hermanos, que militamos aún
en este valle de lágrimas; echad una mirada compasiva sobre noso-
tros; ¡mirad de cuántos y cuán fieros enemigos nos vemos rodea-
dos! Ahora que sois tan poderosas delante de Dios, interceded por
nosotros, para que siendo fieles y constantes en su servicio, poda-
mos en vuestra compañía alabarle y glorificarle un día eternamen-
te. Amén.
48
Lamentos de las Benditas Ánimas del Purgatorio Pág. 12
Obsequio
Formar una firme resolución de ofrecer todas nuestras obras
satisfactorias en sufragio de las pobrecitas Ánimas.
«Siervo de Dios,
acuérdate de nosotras,
no nos olvides;
socórrenos con tus
oraciones en la
presencia de Dios y
ruega a su divina
Majestad que nos
saque de estas penas».
49
APÉNDICE
BREVE CATECISMO ACERCA DE LA
MUERTE, JUICIO, INFIERNO Y PURGATORIO
Tomado del Breve Catecismo Católico Bíblico y Apologético,
de las páginas 88 a 981.
Lección 20
Postrimerías: La muerte y el juicio
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Referencias bíblicas: San Pablo dice: “Todos debemos
comparecer delante del tribunal de Cristo para que reciba
cada uno según lo que hubiere hecho: bueno o malo” (2ª Co-
rintios 5, 10). Jesús nos asegura que “dará a cada uno según
sus obras” (Mateo 16, 27). Borremos nuestros pecados me-
diante una buena Confesión y haciendo buenas obras por
amor de Cristo. (Apocalipsis 2, 5; 20,12; 22, 12; Romanos 14,
12).
111. ¿A dónde va el alma después del juicio particular?
Después del juicio particular el alma va al Cielo, al infierno o
al Purgatorio.
Referencias bíblicas: Cielo: Nuestro Señor Jesucristo
dijo: “Los justos irán a la vida eterna” (Mateo 25, 46; Mt 5,8;
1ª. Corintios 2, 9; 12, 4; 1ª.
Juan 3,2; Apocalipsis 7, 9-17; 21 3-7). El Infierno es lugar y
estado fuego eterno, suplicio eterno. San Pablo dice: “¿No
sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios?” (1ª.
Corintios 6,9; Mt 25, 41-46; Apocalipsis 20, 10; 2ª. Pedro 2,
6).
Purgatorio: “Se ofrecieron sacrificios expiatorios por los
muertos para que fueran absueltos de sus pecados” (2º. Ma-
cabeos 12, 42-46): Los protestantes, por rechazar el Purgato-
rio a la ligera, quitaron el libro de los Macabeos de la Biblia
mutilada que tienen. En San Mateo 12, 32 Cristo dice:
“Quien hablare contra el Espíritu santo no será perdonado
ni en este mundo ni en el venidero”, esto significa que hay
pecados quepueden ser perdonados en el más allá (1ª. Corin-
tios 3, 10-15). Siempre la Iglesia rezó por los difuntos. Esto es
algo consolador de saber que podemos ayudar todavía a
nuestros difuntos; que tenemos contactos con ellos, que po-
demos amarlos y aliviarlos. Cuando nuestros difuntos libera-
dos del Purgatorio llegan al Cielo se hacennuestros poderosos
defensores e intercesores delante de Nuestro Señor Jesucris-
to.
51
Lección 21
El cielo, el infierno y el purgatorio
52
115. ¿Quiénes van al Infierno?
Van al Infierno todos los que mueren en pecado mortal, es
decir grave no confesado.
Referencias bíblicas: El Infierno es fuego y suplicio eter-
nos (Mateo 25, 41-46; Apocalipsis 20, 10; 2ª. Pedro 2, 6). En
1ª. Corintios 6,9-11 San Pablo dice: “¿No sabéis que los injus-
tos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los for-
nicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados,
ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los
ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el Reino
de Dios”, salvo si se convierten y hacen penitencia (Juan 20,
23).
El pecado mortal es una desobediencia grave, a sa-
biendas y voluntaria, a la Ley de Dios en materia
grave. Por ejemplo: Matar, fornicar, ser adúltero, robar,
acusar injustamente al prójimo, difamándolo en cosas graves;
abortar, hacer pecadoscontra natura, deleitarse en lo inmoral
e indecente o hacer su propaganda, etc. (2Tes 1,9; Rom 2,
6-9;Hebreos 10, 26-31).
116. ¿Qué es el Purgatorio?
El Purgatorio es un lugar de penas, donde las almas de los
justos acaban de purificarse de la deuda de sus pecados antes
de ir al Cielo.
117. ¿Podemos aliviar a las almas del Purgatorio?
Sí, podemos y debemos aliviarlas con oraciones, buenas
obras, misas y limosnas.
Referencias bíblicas: El Purgatorio está en la Biblia. Ve-
mos que en el 2º. libro de los Macabeos 12, 42-46 se ofrecie-
ron “sacrificios expiatorios por los muertos para
que fueran absueltos de sus pecados”. 1ª. Corintios 3,
10-15: La Iglesia que viene de los Apóstoles siempre rezó por
los difuntos. Esto es algo consolador de saber que podemos
ayudar todavía a nuestros difuntos en virtud de la comunión
de los santos. Que los protestantes digan lo que quieran, no-
sotros católicos somos los hijos directos y legítimos de los
Apóstoles, creemos y hacemos lo que la Iglesia Católica y
Apostólica nos enseña desde hace 21 siglos y punto. La here-
jía de Lutero es un cristianismo falso y venenoso. Seguir la
Biblia según Lutero es PERDERSE.
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La resurrección y la vida eterna
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Referencias bíblicas: (1ª. Corintios 2,9; 2ª. Corintios 12,
4; Apocalipsis 7, 9-17; 21, 3-7; Mateo 25,46). En el Cielo vivi-
rán una vida eterna llena de dicha y gozo con Dios, los Ánge-
les y los Santos.
Toda persona santificada es santa. Por esta razón debemos
tener gran aprecio a la pureza del alma y rechazar todo pe-
cado grave y chico para poder salvarnos. Hacer los Retiros
espirituales de San Ignacio de Loyola ayudan mucho para
meditar estas verdades y conformar nuestra vida según la fe.
122. ¿A dónde irán los malos después del juicio univer-
sal?
Después del juicio universal, los malos irán al Infierno
eterno en cuerpo y alma.
Referencias bíblicas: (Mateo 25,41-46; Apocalipsis 21, 8).
Dios lo ha dicho para ayudarnos a no perdernos: “Yo soy el
Señor y no cambio” (Malaquías 3, 6). El pecado y la con-
denación son frutosdel orgullo y del mal uso de la libertad.
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LAS INDULGENCIAS PLENARIAS