Una Vuelta Al Mundo en La BNE
Una Vuelta Al Mundo en La BNE
Una Vuelta Al Mundo en La BNE
ÁFRICA AMÉRICA
NOSTOS EUROPA
ASIA
BIBLIOTECA
ESCALINAT
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ESCALA: 1/100 (A3)
A
NTES O DESPUÉS DE ACCEDER A LA ANTESALA, PROPONEMOS
al visitante una pequeña vuelta a la Biblioteca Nacional de España
(BNE), un paseo circular por el vestíbulo, la escalinata y la primera
planta. Al entrar por la puerta principal, aguarda —leyendo, cómo no—
Marcelino Menéndez Pelayo, el gran erudito y cancerbero de las letras
patrias. Allí puede verse una reproducción del mapa del Atlas de Agnese
con la derrota de la primera circunnavegación, el viaje de Magallanes y
Elcano. Es una imagen que tiene el encanto de la edad de la inocencia,
un momento primaveral de la humanidad. También se encuentra allí una
alegoría de Europa, la primera de la serie de los cuatro continentes de
Maerten De Vos y Adriaen Collaert, dibujante y grabador flamencos de
finales del siglo xvi. Europa reina sobre el mundo. Al igual que don Mar-
celino descansa sobre su sillón, el trono de la lectura, Europa, coronada,
está sentada sobre un globo terráqueo y blande su cetro.
[3]
1. Adriaen Collaert, Asia, de la serie Los cuatro continentes (BNE, ER/1599).
[4]
2. Aves del paraíso, en Johannes Jonstonus, Historia Naturalis. De Avibus,
Burgos: Siloé, 2008 (edición facsimilar, Amsterdam, 1657, lámina 55).
[5]
[6]
Prólogo para un pequeña muestra
Maximiliano Transilvano
5 de octubre de 1522
1 “Carta escrita por Maximiliano Transilvano de cómo y por qué y en qué tiempo
fueron descubiertas y halladas las islas Molucas”, en Juan Sebastián Elcano, Antonio
Pigafetta, Maximiliano Transilvano, Francisco Albo, Ginés de Mafra y otros, La primera
vuelta al mundo, Madrid: Miraguano Ediciones/ Ediciones Polifemo, 2018, p. 15.
[7]
Perdieron naves y muchos la vida,
entre ellos el propio Magallanes.
Otros cayeron presos de los portu-
gueses, establecidos en las Indias
Orientales, adonde habían llegado
desde Goa, su enclave en la India2.
Solo la Victoria, cargada con clavo
(Syzygium aromaticum) y capita-
neada por Juan Sebastián Elcano,
consiguió hacerse a la vela, nave-
gar por latitudes meridionales ha-
cia el océano Índico, doblar el
cabo de Buena Esperanza y regre-
sar a la Península ibérica tras ro-
dear el globo. Otra navegación
peor que temeraria.
2 Para una mirada lusa sobre la expansión ibérica: Isabel Soler, El sueño del rey. Viajes
y mesianismo en el Renacimiento peninsular, Barcelona: Acantilado, 2015.
[8]
3. Stradanus/Collaert, America Retectio. Grabado alegórico del viaje
de Magallanes, ca. 1590 (BNE, ER/2940).
[9]
su antropología, diríamos hoy. Los antiguos no conocían el mundo como
nosotros, parece escucharse a cada párrafo en la misiva que escribía Tran-
silvano desde Valladolid a su corresponsal en Núremberg. La navegación
de Magallanes y Elcano, jamás vista en edades pasadas, “ni aun tentada
por persona alguna”, dejaba el globo abierto y el mundo cercado.
Pero más que la gesta, nos interesa el gesto: importa menos quién fue el
primero en rodear nuestro planeta (seguramente Enrique de Malaca, un
esclavo malayo que viajaba a bordo de la flota española) que las impli-
caciones de un acto físico y simbólico reiterado desde entonces. Si Ma-
gallanes siguió el curso del Sol, otros muchos siguieron su rumbo. Rodear
el globo fue primero una hazaña náutica, después un gesto de la Ilustra-
ción y la edad del progreso, hasta llegar a los días de la aviación, el turis-
mo, las órbitas espaciales e internet, cuando podemos navegar virtual-
mente por toda la superficie terrestre y por océanos de información.
Sin embargo, tan importante como rodear la Tierra siempre fue mos-
trarlo, contarlo. No por casualidad la edad de las circunnavegaciones
fue la época de la imagen del mundo, la imprenta y el libro. Hablamos
de mapas y atlas, pero también de cuadernos de bitácora, literatura de
viajes y naturalmente de bibliotecas. Pensar en los libros del mundo es
una ocasión para pensar en los mundos del libro. Al fin y al cabo ¿qué
es una biblioteca sino un pequeño microcosmos, un lugar donde reco-
rrer y perderse por estrechos y laberintos, un espacio también algo real
y algo imaginario, tan esférico e incompleto como el propio mundo?
[ 10 ]
Un estrecho necesario
[ 11 ]
abierto. Se cuentan por docenas los cabos deseados, islas infortunadas,
entradas de la esperanza y bahías del desengaño en los atlas del mundo.
La cartografía es un arte cargado de ilusión y melancolía.
3 Ginés de Mafra, “Libro primero que trata del descubrimiento y principio del estrecho
que se llama de Magallanes”, en: Descubrimiento del Estrecho de Magallanes, BNE,
RES/18, h. 1-28v, 8v.
4 Claudio Magris, Utopía y desencanto, Barcelona: Anagrama, 2005.
[ 12 ]
5. Hemisferio Sur, en Christian Sgrooten, Orbis Terrestris Descriptio
(BNE, RES/266).
[ 13 ]
Veamos el hemisferio Sur del magnífico Orbis Terrestris Descriptio
(ca. 1592), una de la joyas cartográficas de la BNE, obra de Christian
Sgrooten, cartógrafo de Felipe II (fig. 5). Es un mapa cordiforme (en for-
ma de corazón), una proyección que remite a un tema clásico, las rela-
ciones entre el microcosmos y el macrocosmos, las analogías del
pequeño mundo del hombre, por decirlo con Francisco Rico5. Es un
mapa manuscrito, iluminado con delicadeza en verdes, azules, ocres
y dorados. Una obra suntuosa, hecha para un rey.
[ 14 ]
Magallanes, había otro estrecho, el de Malaca, entre la península mala-
ya y la isla de Sumatra, un paso con más trafico marítimo entonces y
ahora que ningún otro, pues conecta los mares de las China con el Ín-
dico, un hervidero de juncos, naves y hoy petroleros. Los portugueses
no tardaron en darse cuenta de su importancia estratégica y tomaron
Malaca en 1511.
¿Qué tenemos? Un estrecho en la otra parte del mundo del que ape-
nas hemos oído hablar y que resulta más transitado que cualquier
otro, y un esclavo del que tampoco sabemos mucho, un héroe en la
sombra que quizás fuera el primero en dar la vuelta al mundo. ¿Qué
sabemos? Lo de siempre, que apenas sabemos nada, que Europa
apenas es una península asiática y que los protagonistas de las gestas
a menudo son casi anónimos, como en aquella maravillosa película,
El hombre que mató a Liberty Valance.
[ 15 ]
6. Andrés García de Céspedes, Regimiento de navegación (BNE, R/5640).
Francis Bacon, Instauratio Magna (BNE, 3/19146).
[ 16 ]
7. Joachim Patinir, El paso de la laguna Estigia, Museo del Prado (MNP, P001616).
[ 17 ]
habitaciones privadas de Felipe II. Es una obra de una belleza hipnótica.
Un alma en pena transita en la barca de Caronte por otro estrecho cru-
cial, el inevitable. Vacila entre desembarcar a estribor, en un lugar para-
disíaco, o a babor, en una costa lúgubre, con incendios y escenas oní-
ricas. Es el infierno, por el que parece haber optado el barquero. El
cuadro es una alegoría del libre albedrío, un debate erasmista de la
época. Pero aquí nos interesa la sorprendente analogía, fortuita pero
significativa, entre dos estrechos que comunican lo conocido y lo des-
conocido, los lugares familiares y los que no lo son. ¿Plus ultra? Forzan-
do el paralelismo, observamos llamas en la Tierra de Fuego y en el in-
fierno. Hasta Caronte podría pasar por un barbudo Magallanes o un
gigante patagón. Ahora bien, entre un viaje y otro hay una diferencia
apreciable. Del segundo nadie regresó jamás. Es el tránsito por antono-
masia. Elcano y otros afortunados solo lograron aplazarlo. El de Gueta-
ria dio con él años después —cómo no— en el Mar del Sur, un mar que
siempre parece de azurita en el imaginario europeo, que siempre tuvo
algo de paradisiaco desde sus antípodas. Murió de escorbuto o intoxi-
cado en aquel infierno azul. Iba de nuevo rumbo a las Molucas.
[ 18 ]
Rodear la Tierra
Fue un hecho tan extraordinario que para repetirse como tal, en una
sola navegación, tuvieron que pasar sesenta años, cuando Francis
Drake, corsario y vicealmirante inglés, lo logró de nuevo, grabando
en su escudo de armas la imagen de un globo terráqueo y el lema
Primus circumdedisti me (“el primero en rodearme”). Los piratas siem-
pre fueron los mejores amigos de lo ajeno; la fama, el botín más
codiciado.
8 Ramusio, “Discorso de M. Gio. Battista Ramusio sopra il viaggio fatto dagli Spagnuoli
intorno al mondo”, en Giovanni Battista Ramusio, Delle Navigationi et Viaggi, Venecia:
apresso i Giunti, 1613, p. 346.
[ 19 ]
Joyce Chaplin, una profesora de Harvard, le dedicó un magnífico libro a
los viajes alrededor del mundo, a los émulos de Magallanes y Elcano9.
La lista es amplia y la tipología diversa: piratas como el citado Drake o
Dampier, navegantes ilustrados como Bougainville, Cook o Malaspina,
naturalistas como Darwin o mujeres como Lady Brassey, que embarcó
a su familia en el velero Sunbeam para dar la vuelta al mundo. Son los
argonautas del globo, los protagonistas de las circunnavegaciones, más
o menos heroicas, puesto que a partir de la segunda mitad del siglo
xviii el cronómetro de precisión y la dieta con concentrados de chucrut
y zumos de cítricos lograron vencer los dos obstáculos de las grandes
travesías: la determinación de la longitud y el escorbuto.
El viaje alrededor del mundo ha sido durante siglos una experiencia única,
el gesto cosmopolita por antonomasia. En lugar de regresar desandando
el camino, el explorador avanzaba hacia delante sin otra meta que volver
sin dar un paso atrás, una vuelta sin retorno, por así decirlo, un regreso sin
rendición. Si el nostos de Odiseo (el regreso al hogar, el tema del poema
homérico) es una vuelta que entraña naufragio, pérdida y anhelo del pa-
sado (de ahí nostalgia), el del viaje circular es un nostos sin derrota, un
triunfo sobre el espacio y hasta sobre el tiempo, una victoria planetaria.
Algunas de las piezas y las imágenes con las que hemos decorado la
antesala aluden a esta victoria. Son representaciones del globo terráqueo
en dos momentos de la prolongada edad de la globalización. Tres de ellas
proceden de una época posterior a la expansión ibérica, un mundo ins-
crito en bellos atlas y tratados de geografía, el mundo de las compañías
comerciales de las Indias orientales y las redes de otra compañía ecu-
ménica donde las haya, la de los jesuitas. Así, gobernando el mundo,
tenemos a un fabuloso Atlas, el titán al que Zeus castigó con sostener la
bóveda celeste, en una estampa calcográfica del Atlas de Frederick de
Wit, cartógrafo y grabador holandés (fig. 8). También vemos a un grupo
de geógrafos y cosmógrafos alumbrando, midiendo y representando el
globo en el frontispicio de una adaptación al castellano de una guía de
pilotos, luz de navegantes o antorcha de los mares del también holan-
dés Claes Jansz Vooght. Finalmente, tenemos otro globo sostenido por
9 Joyce E. Chaplin, Round about the Earth. Circumnavigation from Magellan to Orbit,
New York: Simon & Schuster, 2012 .
[ 20 ]
8. Frederick de Wit, Atlas (BNE, GMG/709).
[ 21 ]
Luego están las arquitecturas esféricas que causaron furor a finales del
siglo xix, los días de esplendor de las exposiciones universales, otro mo-
mento álgido de la globalización, cuando el mundo entero se ofrecía
como espectáculo en esos museos efímeros donde se celebraba el pro-
greso (es decir, la expansión europea y el colonialismo). Contamos por
ejemplo con la imagen de un proyecto colosal que finalmente no se llevó
a cabo, el monumento a Colón que ideó el arquitecto e ingeniero español
Alberto de Palacio, el autor de la estación de Atocha de Madrid. Diseñó un
globo terráqueo coronado por una carabela colombina para la exposición
de Chicago de 1892, e incluso se barajó la posibilidad de instalarlo junto a
la Torre Eiffel o en el mismo parque del Retiro de Madrid, junto al Palacio
de Cristal. Afortunadamente, no se hizo: el globo medía 300 metros de
diámetro, una esfera que parece salida de La guerra de los mundos.
En 1900 dar la vuelta al mundo había dejado de ser una hazaña reserva-
da para capitanes intrépidos. Había turismo y barcos de vapor. Más de un
10 Yann Rocher (dir.), Globes. Architecture et sciences explorent le monde, Paris: Norma
Éditions, 2017, pp. 156-161.
[ 22 ]
9. Camille Flammarion, Panorama des mondes, Archives Nationales (France).
Después llegó la conquista del aire, encabezada primero por los aparato-
sos dirigibles, los famosos zepelines de principios de siglo, preparados
para vuelos de larga duración antes que los aviones. En agosto de 1929 el
Graf Zeppelin LZ-127, comandado por Hugo Eckener, completó la primera
[ 23 ]
10. Itinerario del Graf Zeppelin, La esfera, 7/9/29 (BNE, AHS/35356).
En abril de 1961 el cosmonauta ruso Yuri Gagarin fue el primer ser humano
en orbitar la Tierra. Desde allí arriba, a unos 315 km de altitud, pudo disfru-
tar de la visión tan anhelada, el espectáculo único de contemplar nuestro
planeta desde el espacio y abrazarlo con un solo golpe de vista. “La Tierra
es azul”, parece que dijo, con los ojos seguramente abiertos como platos.
Poco antes, en noviembre de 1957, el Sptunik II había transportado a
la perrita Laika, un experimento para observar el comportamiento de
[ 24 ]
la fisiología animal en un
vuelo espacial. La nave rusa
orbitó la Tierra, aunque Lai-
ka, como Magallanes, murió
en el camino (fig. 11).
[ 25 ]
12. Lady Grace Drummond-Hay asomándose en el Graf Zeppelin [Getty Images].
11 Patrcia Simons, “Women in Frames: The Gaze, the Eye, the Profile in Renaissance
Portraiture”, en: History Workshop, 25, 1988, pp. 4-30.
[ 26 ]
Los mundos del libro
[ 27 ]
Libro de libros, toda enciclopedia es un proyecto editorial con vocación
de biblioteca, esto es, con afán por rodear todo el saber. Veamos el
frontispicio del primer volumen de la más famosa, la Encyclopédie de
Diderot y d’Alembert (fig. 13). Es una imagen icónica de la Ilustración, una
época que quiso hacer del conocimiento su empresa más distintiva.
Bajo unas columnas jónicas, la verdad resplandece en el centro y se
resiste a que la razón y la metafísica le quiten el velo. A izquierda y de-
recha se derraman las artes liberales y las ciencias, la poesía, la filosofía,
la historia, la geometría, las matemáticas, la óptica y más abajo los ofi-
cios mecánicos, todos los saberes científicos y humanísticos, teóricos y
prácticos, embarcados en este viaje circular en pos de la verdad.
[ 28 ]
13. Frontispicio de la Encyclopédie de Diderot y D’Alembert
(BNE 5/11280, v. 1).
[ 29 ]
Otros escritores no se confor-
maron con imaginarlo, quisie-
ron realizar el viaje circular para
poderlo contarlo. Mark Twain
atravesó el Pacífico desde Van-
couver hasta Australia y luego
navegó por el Índico hasta Ciu-
dad del Cabo, una experiencia
que retrató con su inconfundi-
ble humor melancólico y sure-
ño en su Viaje alrededor del
mundo siguiendo el Ecuador
(1897). Jack London también
acarició la idea de la circunna-
vegación. Acompañado por su
mujer y cinco tripulantes más,
se lanzó al Pacífico desde San
Francisco en un velero que ha-
bía construido con sus manos.
14. Louis Dessaux, Le tour du monde Vagabundo, buscador de oro y
(BNE, MC/309/66). aventurero indómito, el escritor
californiano sobrevivió de mila-
gro a la experiencia náutica, para fortuna suya y la de cualquier lector de sus
relatos de los Mares del Sur. También Blasco Ibáñez registró su periplo en
La vuelta al mundo de un novelista (1924), un libro de viajes al uso, esto es,
enciclopédico y misceláneo, donde el autor describía los pueblos del mun-
do, sus costumbres, la historia de los lugares que fue visitando, sus paisajes,
las cumbres más elevadas o las anécdotas que le sucedieron.
[ 30 ]
15. Jorge Luis Borges, El Aleph 16. Julio Cortázar, La vuelta al día en
(BNE, 3/190035). ochenta mundos (BNE, HA/63364, v. 1).
vilegiado donde contemplar “todos los lugares del orbe vistos desde to-
dos los ángulos”. En este sentido, Carlos Argentino Daneri, el poeta del
relato de Borges, al proponerse “versificar toda la redondez del planeta”,
retomaba el sueño esférico de Magallanes, Elcano y Enrique de Malaca.
Argentino como Daneri y Borges, Julio como Verne, Cortázar le dio otro
giro al tema con La vuelta al día en ochenta mundos (1967), una colección
de estampas, artículos, críticas musicales o sencillamente desvaríos del
maestro de la narrativa breve (fig. 16). En sus páginas el lector se deja
llevar por un escritor que amaba el jazz y que leía los jueves los artículos
científicos de Le Monde para descubrir y realizar experimentos literarios
con la antimateria, las nuevas dimensiones microscópicas y macroscópi-
cas, las realidades antes absurdas y ahora lógicas, alguien dispuesto a
explorar las paradojas del mundo y su improbable simetría.
Juan Pimentel
Comisario de la exposición
[ 31 ]
Una vuelta al mundo en la BNE
Desde el 23 de enero hasta el 16 de abril de 2020
Comisario Textos
Juan Pimentel Igea Juan Pimentel Igea
© De los textos:
Juan Pimentel Igea
© Archivo Fotográfico
Museo Nacional del Prado, p. 17
Colabora © Archives Nationales (France), p. 23
© Biblioteca Nacional de España,
p. 4, 6, 8-9, 11, 13, 16, 21, 24, 29,
30, 31
© Getty Images, p. 26
Imagen de cubierta:
Stradanus/Collaert, America
Retectio. Grabado alegórico del viaje
de Magallanes, ca. 1590 (detalle),
BNE, ER/2940.
Imágenes de guardas:
Alonso de Santa Cruz, Estrecho de
Magallanes y el Estrecho de Malaca,
procedentes del Islario general
de todas las islas del mundo,
BNE, RES/38.
Imagen de página 6:
Mapas de las costas de América NIPO: 824-20-005-6
en el Mar del Sur, BNE, MSS/2957. Depósito legal: M-39599-2019
[ 35 ]
UNA VUELTA AL MUNDO
EN LA BNE
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