Bloj 2010

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DOCUMENTO DE TRABAJO

IMPRESIONES TEÓRICO-METODOLÓGICAS ALREDEDOR DE LA


INVESTIGACIÓN EN CIENCIAS SOCIALES1

Junio 2010

Cristina Bloj

INDICE

I. ACUERDOS BÁSICOS PARA LA FORMACIÓN

II. DISPOSICIONES DEL QUEHACER CUALITATIVO

III. POLÉMICAS Y DIACRÍTICOS


III.1. Hacia un enfoque antropológico con anclajes etnográficos
III.2. La textura de la trama: análisis y escritura

IV. UN RECORRIDO AUTOBIOGRÁFICO


IV.1. Hacia el “problema” y la construcción del campo empírico
IV.2. Matices y procedimientos
IV.3. El trabajo de campo… ¿una instancia sospechada?

1
Versión preliminar sujeta a corrección para publicación.
I. ACUERDOS BÁSICOS PARA LA FORMACIÓN

[…] En cualquier momento dado, naturalmente, la ‘ciencia social’ consiste en lo


que están haciendo los científicos sociales debidamente reconocidos; pero no
todos ellos están, de ningún modo, haciendo lo mismo; en realidad ni siquiera
hacen cosas del mismo género (Wrigth Mills, 1994: 38).

Este documento no aspira al abordaje del conjunto de dimensiones que rodean y


definen a la investigación social sino, más bien, a acentuar ciertos tópicos que
consideramos revelantes para la discusión, que surgen de la propia práctica y del
entrenamiento a estudiantes en el campo de la metodología. Comenzamos por
destacar una evidencia que muchas veces pasa inadvertida, ingenuamente o
sesgadamente: no hay un único modo (modelo) de “hacer” investigación social
sino una pluralidad de estilos, dependiendo de especificidades disciplinares y
tradiciones dentro de ellas, en el marco de determinados horizontes teórico-
epistemológicos sujetos a cambios en el tiempo – sujetos a hegemonías,
contrahegemonías, convivencias conflictivas-. Dentro de estas plataformas
cognoscitivas y discursivas, paradigmas para algunos, la escritura científica juega
un rol performativo y comunicativo consubstancial a la labor.

El segundo aspecto a destacar es la relevancia que asume el ejercicio de una


suerte de introspección constante a través de la auto-formulación de preguntas
que interpelen nuestras prácticas, tanto a la hora de iniciar como a lo largo de todo
el proceso: ¿Qué lógicas teórico-metodológicas sustentan las decisiones? ¿De
qué instrumentos metodológicos y técnicos disponemos, y nos valemos, para
sustentar el proceso? ¿Qué tipo de resultados pretendemos construir? ¿Qué
modalidad de análisis resulta la más apropiada para alcanzar los objetivos
propuestos? ¿Qué estilo de narrativo expresa mejor la intención del investigador?
¿Qué principios éticos guían el “hacer”? Estos interrogantes no son formulados al
azar sino con la pretensión de reforzar, de un lado, la idea de que siempre
estamos posicionados en una lógica, reconocida explícitamente o no, lo cual tiene
consecuencias a nivel teórico-metodológico y técnico-procedimental, a la vez que

-2-
resulta un efecto de ello. De otro lado, que esta suerte de “alerta” no debiera
circunscribirse al momento de elaboración del proyecto, o a las instancias de
despegue del trabajo, sino acompañar todo el recorrido. La revisión sostenida de
las preguntas germinales y de la pertinencia de los objetivos, y el ajuste del rumbo
conceptual y metodológico que articula el diseño, contribuye al desarrollo de una
experiencia fecunda. En estricta relación, no sólo se debe poner de manifiesto la
estrategia metodológica que guía la investigación, los “principios declarados”, sino
que la misma debe quedar reflejada en los modos de hacer y en el producto final.
Sólo así es posible sopesar la coherencia y sintonía entre la propuesta analítica,
las formas de proceder, y el tenor de los resultados.

Estamos convencidos que la formación en metodología no puede eludir estos


puntos de debate para lo cual se hace necesario fortalecer en los futuros
investigadores, una serie de capacidades críticas que contribuyan al desarrollo de
un ejercicio fértil y ético de la producción de conocimiento:

Formación en
Metodología:
Ciencias
Sociales

Apropiación Identificación de Alcances éticos Integración


Crítica de las propias de la práctica, en coherente del
diferentes lógicas para la relación con los proceso: desde
modalidades de toma de contextos y los las preguntas a
investigación y decisiones grupos sociales la escritura y la
análisis informada devolución

 Que se apropien críticamente de diversas modalidades de construcción de


la información, procesamiento y análisis de que disponen, así como de las
potenciales complementariedades entre ellas;

-3-
 Que logren identificar sus propias lógicas en función de tomar decisiones
informadas;
 Que reflexionen acerca de los alcances éticos de la práctica y de las
implicancias que la presencia en los contextos y con diferentes grupos
sociales;
 Que puedan integrar coherentemente todo el proceso, desde las primeras
impresiones e inquietudes hasta la escritura y la difusión de resultados,
dentro y fuera de la academia.

Por último hay que subrayar que este recorrido, en gran medida autobiográfico,
evoca aspectos básicos de toda “investigación cualitativa” pero es tributario, más
particularmente, del campo de la antropología social y de la exploración por las
arenas de la etnografía. Al menos tres cuestiones medulares identifican esta
orientación: a) la apelación a una tradición que sitúa a la reflexión teórica y al
trabajo de campo en un estatus semejante; fortaleciendo el rol de los actores
sociales no sólo en la producción histórico-social sino en la construcción de
conocimiento; recuperando las categorías de los sujetos, sus prácticas y
representaciones. b) la búsqueda de un abordaje que supere las disyunciones
clásicas que han aprisionado por décadas a las ciencias sociales, derivando en
análisis reduccionistas, “incompletos”; insuficientes para dar cuenta de los
entretelones y complejidades del mundo social. c) la reivindicación de la
subjetividad, del investigador y de los sujetos sociales, frente al desplazamiento
que sufren en el ideal positivista y neo-positivista imputada de “factor de
distorsión”.2

2
Sabrina Frederic (1998) subraya cómo la operación “naturalista”, incluso en el campo específico
de la etnografía, pretende situar al etnógrafo en una posición neutra, “no sesgada” frente a lo “real”;
de allí que la relación investigador-informantes no se problematiza de manera satisfactoria.

-4-
II. DISPOSICIONES DEL QUEHACER CUALITATIVO

[…] En el caso del análisis cualitativo la aproximación metodológica permite


conservar el lenguaje original de los sujetos, indagar su definición de la
situación, la visión que tiene de su propia historia y de los condicionamientos
estructurales (Pierre Bourdieu, 1999).

Una investigación social es, ciertamente, un problema en varios de los sentidos


posibles; porque nace de un problema y desencadena otros (Mancuso, 1999) y
porque, ineludiblemente, a lo largo de la misma “uno se expone, asume riesgos”
(Bourdieu y Wacquant,1995), porque exige compromisos, y porque nos sitúa
frente a situaciones no predecibles de antemano que requieren de una mayor
flexibilidad que en otros campos. Un modo de atenuar los riesgos en ganar en
claridad respecto de las condiciones de producción de la investigación efectuando
lo que Paul Willis (1980) llamara una “confesión teórica”; expresión que daba
cuenta de algo más que de una explicitación de la direccionalidad teórica para
alcanzar, de manera más inclusiva, al enfoque de trabajo. Como venimos de decir,
no se investiga desde un “hacer genérico” sino desde determinadas coordenadas
epistemológicas, teórico-metodológicas y ético-políticas que definen el armazón
del proceso.

Cabe consignar que cuando aquí hablamos de “proceso de investigación”


distinguimos las siguientes operaciones, ni rígidas ni secuenciales en sentido
estricto:
 Elección de un tema general, de un área de interés disciplinar o
multidisciplinar, y del contexto social donde se inscribe.
 Problematización de los interrogantes iniciales y jerarquización de los
mismos.
 Organización y planificación general de la investigación
 Primeros contactos con el campo (fenómenos, instituciones, escenarios,
sujetos)
 Identificación de la información a relevar y a construir

-5-
 Trabajo de campo intensivo
 Sistematización preliminar
 Profundización del trabajo de campo
 Triangulación, contrachequeo, y saturación de la información
 Sistematización final y escritura del informe
 Circulación del conocimiento producido

Esta síntesis –limitada como toda síntesis- de dimensiones y prácticas en cada


proceso asume, dependiendo del estilo y las intencionalidades, matices singulares.
Pero en este caso, salta a la vista, que estamos enfocados hacia la investigación con
carácter teórico-empírico (aunque reconozcamos aspectos comunes con
indagaciones ensayísticas o con las orientadas a la elaboración de diagnósticos
sociales).

Un cuestión fundamental a subrayar, porque expresa algo más que condiciones


operativas, es que cada una de estas acciones no se agotan en un momento
puntual; en particular la lectura teórica y la de antecedentes así como el trabajo de
campo (no aquel derivado de una organización predefinida en el espacio y en el
tiempo) que llamaría de oportunidad (ocasional, imprevisto). Asimismo, y
volveremos sobre ello, si bien el análisis aparece corrientemente ligado a las
instancias de procesamiento de datos y sistematización, partimos de la presunción
de que hay análisis desde el mismo momento en que activamos las primeras
problematizaciones, nos familiarizamos con los campos del saber, y recortamos un
universo empírico. Por tanto, la práctica analítica tampoco se limita a una fase –
aunque haya variaciones de intensidad y de focalizaciones- sino que acompaña
todo el trayecto.

Un modo de definir la investigación, entonces, es como la de un recorrido analítico


espiralado y recursivo, con hitos y paradas estratégicas. Estad idea es
substancialmente diferente a pensar un proceso en etapas que comienzan cuando

-6-
la antecesora se satura, corriendo el riesgo de que terminen funcionando como
compartimentos estancos.

Avancemos, ahora, en la explicitación de lo que entendemos por una metodología.


Es sabido que durante largas décadas las ciencias sociales han estado dominadas
por el imperativo de tipologizar, unificar métodos, y elaborar leyes generales,
produciéndose así una suerte de indiferenciación entre la “razón” de los
comportamientos sociales y los de la naturaleza. En este marco el método fue
quedando circunscrito a los procedimientos técnicos como garantía de una
correcta y sistemática “recolección de datos”, trazándose una línea divisoria rígida
entre teoría y método; y destacándose sólo la dimensión operativa del “método”. Al
hablar aquí de metodología ponemos en entredicho esta versión ampliando sus
alcances y proponiendo, para evitar caer en reduccionismos ingenuos, la
expresión “enfoque teórico-metodológico”. Entendemos por ello al conjunto de
decisiones que, en diferentes medidas, quedan comprometidas en la
investigación; el diseño de todo un itinerario que vincula paradigmas, teoría social,
aspectos procedimentales y técnicos, modalidades de análisis, producto final, y
estilos de difusión. Tal acepción pone de relieve la dialéctica que envuelve al
binomio teoría/ método, como dispositivo intelectual que permite el relevamiento
de información, la construcción de una lógica de investigación y la deconstrucción
de sus engranajes tácitos.

Ahora bien, enunciar que una investigación se inscribe en el territorio de “lo


cualitativo” merece algunas advertencias ya que con ello no se evoca un dominio
homogéneo, ni de estilos ni de disciplinas, sino ciertos denominadores comunes:
en el plano ontológico, una concepción de la realidad dinámica y procesual; en el
epistemológico, la vía privilegiada (aunque no exclusiva) de la inducción y la
puesta en entredicho del mecanicismo causal; en el metodológico, una
construcción “artesanal” del conocimiento; en el plano de las técnicas, las que

-7-
facilitan un acercamiento al universo de las representaciones y sentidos sociales
(Rodríguez Gómez y otros, 1999).3

Existe consenso en que la mirada cualitativa fija su atención en el discurso de los


sujetos y en las conductas observables, asumiendo un perfil inductivo, un carácter
dialoguista del investigador, y un matiz descriptivo (Taylor y Bodgan, 1996). Y, en
razón de ello, el investigador deviene en una mediación clave no sólo porque
constituye uno de los pilares de la experiencia intersubjetiva sino porque siempre
está en juego su direccionalidad teórica, sus amarras conceptuales (supuestos e
hipótesis más generales o restringidas al campo de estudio) para conducir el
proceso.

En lo que concierne a las técnicas, somos concientes que no estamos frente a


herramientas neutras sino perfectamente intencionadas en tanto que la elección
de las mismas se desprende directamente de las opciones teórico-metodológicas.
Dentro del abanico de las técnicas identificadas con las prácticas cualitativas
ocupan un lugar destacado la observación, la observación participante y la
observación con participación, y la entrevista en sus diversas modalidades
(fundamentalmente la entrevista antropológica o en profundidad). Coincidimos con
Guber (1991) en que ésta última favorece, más que otros dispositivos, el diálogo y
la ampliación de “detalles”;4 acciones medulares de la experiencia cualitativa y, en
particular, etnográfica.

3
Para A. Dávila “lo cualitativo” se sustenta en la crítica a “toda explicación por la causa o por la ley”
y, en ese sentido, subraya que se apoya en literaturas que […] dibujan la alternativa de una
descripción comprensiva, estableciendo una cadena afiliativa que pugna por abarcar la Verstehen
de Weber, la fenomenología de Husserl, la psicología de la Gestalt, la antropología de Lévi-Strauss
o la semiología de Roland Barthes, por ejemplo (1994:72).

4
Bourdieu destaca otro aspecto interesante del valor de la entrevista haciendo hincapié en que
permite […] romper con la ilusión espontaneísta del discurso que `habla por si mismo´ (1999:540).

-8-
III. POLÉMICAS Y DIACRÍTICOS

[…] En antropología o, en todo caso, en antropología social lo que hacen los que
la practican es etnografía (Geertz, 1991:20).

Una clave identitaria del trabajo antropológico es haber situado la mirada


tempranamente en el “otro” cultural; justamente, el proyecto epistemológico de la
disciplina se funda en el registro de la diversidad (Lisón Tolosana, 1998).5 Y no es
casual que pese al progresivo descentramiento desde los objetos de estudio
clásicos hacia los problemas más cercanos y contemporáneos la preocupación por
el “otro” sigue siendo un sello distintivo; incluso atendiendo a los constantes
replanteos que ha sufrido la categoría de “otredad” asociada inicialmente a los
“mundos exóticos” o distantes y hoy también atenta a fenómenos y contextos
familiares a los del investigador.

En este giro han jugado un rol destacado los llamados “antropólogos nativos” cuyo
apelativo da cuenta del movimiento por el cual una clase de antropología y de
antropólogos formados en las colonias comienza a centrar la reflexión en sus
propias sociedades. Las preocupaciones comienzan, así, a estar surcadas por
nuevos interrogantes: ¿Quiénes son los “otros” en las propias sociedades? ¿Quién
construye la “otredad”? ¿Qué lugar tienen los antropólogos en esa construcción?
¿Cómo producir un “extrañamiento”, un distanciamiento, de la vida cotidiana que
ahora captura la atención de los estudios? 6 Se requiere de una nueva reflexividad

5
El siglo XIX también marca el nacimiento de la antropología como ciencia, escindida de la historia
y disputando sus fronteras con la sociología naciente. Su núcleo quedó afincado alrededor de las
sociedades “primitivas” aquellas que permanecieron más ajenas al ímpetu del progreso industrial;
otra forma de enunciar la diferenciación de objetos de las disciplinas es consignando a las
“sociedades con Estado” o las “sociedades sin Estado”.
6
Por ejemplo, Estéban Krotz se preguntaba si la Antropología generada en los países del sur se
limitaba a una “especie de sociología nativa” (1993:3). Para ampliar estos debates véase Rockwell
(1987, 2009); Lins Ribeiro (1989, 2000); Guber (1995); y Boivin, Rosato y Arribas (1999).

-9-
y de nuevas o resignificadas categorías para responder a estas preguntas.7 La
extensión de esta mirada “desde adentro” ha generado no pocas polémicas en
relación con la pertinencia o jerarquía de determinados objetos de estudio frente a
otros. Y, tal como advierte Guber, pese a la aparente distancia entre estas
posiciones reflejaron problemas epistemológicos comunes: […] El empirismo
ingenuo de las afirmaciones que homologan antropología nativa con menor
distorsión de lo observado y mayor invisibilidad del investigador en el campo, es
caso idéntico al de quienes sostienen que sólo una mirada externa capta lo real
científica y desinteresadamente (1995:29).

En lo que respecta al vocablo “etnografía”, bien sabemos que en la historia ha sido


aludido desde diversas aproximaciones y sentidos; 8 de ser considerada una etapa
descriptiva a-teórica previa al análisis y la comparación, tal como lo sugiriera el
antropólogo francés C. Lévi-Strauss distinguiendo etnografía de etnología, a ser
considerada un procedimiento técnico identificado con la observación participante.
Más contemporáneamente, Clifford Geertz en su canónico texto La interpretación
de las culturas (1987), seguido de la afirmación de que los antropólogos “hacen
etnografía”, definía esta tarea como un modo de “explicar explicaciones” cuyo
producto final era lo que llamó una “descripción densa”; poniendo en cuestión, con
esta argumentación, tanto la idea de situar la experiencia etnográfica
exclusivamente en el terreno de lo técnico como del empirismo.

7
En los ochenta se evidencia un retorno a la reflexión sobre el poder colonial y sus herencias
condensado en las narrativas que conocemos como teorías post-coloniales. Esta crítica se asocia,
fundamentalmente, a los intelectuales nativos entre los que se destacan los nombres de Guha
(2002); Said (2004); Spivak (1988, 1990); Appadurai (1990); y Bhabha (1990, 2002). Si bien estas
visiones han tenido gran predicamento no han estado exentas de recusaciones imputadas de
quedar atrapadas en la interrogación de la relación Mismo/Otro como pura textualidad y perdiendo
de vistas las condiciones estructurales de las situaciones de dominación (Grüner, 2002).

8
Para ampliar la variedad de connotaciones que ha motivado el término “etnografía” véase Augé y
Colleyn (2006).

- 10 -
Otro punto de debate que se mantiene hasta la actualidad, y que introducen
fundamentalmente las antropologías consignadas como “postmodernas”9
(apelativo que, en rigor de verdad, encierra proyectos muy diferentes pero que
quedan subsumidos bajo esta denominación) remite al problema de lo que se
conoce en la literatura como de la “autoridad etnográfica”; explican Marcus y
Cushman a este respecto:

[…] La forma de expresar la autoridad en las etnografías que está surgiendo se


manifiesta en una característica saliente de los textos experimentales, ya
señalada, cual es la de ofrecer y sustentar las argumentaciones mediante la
autorreflexión y la intrusión calculada del etnógrafo. Sólo en el contexto del
programa hermenéutico esta característica se constituye en la dinámica merced
a la cual la autoridad textual se alcanza (1988:185).

Esta lógica intentaba reforzar una suerte de identificación entre campo y texto,
reconsiderando la práctica y el relato etnográfico (Marcus y Fischer, 2000) así
como la voz del etnógrafo.10 En líneas generales, se plantea una revisión del valor
del fieldwork tras el interrogante siguiente: ¿qué tan necesario es para el etnógrafo
estar inmerso en el terreno de manera prolongada? Amit Vered (2000) sugiere,
acertadamente, que subyace en estos puntos de vista una puesta en duda más
general acerca de la posibilidad de pensar el “campo” (the field) como una entidad
separable de la vida cotidiana del investigador. Debate de fondo y no de forma que
involucra a los sujetos interlocutores como propietarios del acontecimiento y al
antropólogo como experto que traduce o interpreta; como una forma de la

9
Una aguda crítica a las perspectivas postmodernas se encuentra en los ensayos del antropólogo
argentino Carlos Reynoso (1988 a,b).

10
Para profundizar la discusión sobre la identidad de la antropología, la “autoridad etnográfica” y el
estatuto del trabajo de campo consultar: Marcus y Fischer (1986,2000); Llobera (1990); Geertz
(1989, 1994); García Canclini (1991); Clifford y Marcus (1991); y Clifford (1995). Para ampliar el
panorama de las vertientes dentro de la antropología dialógica y experimental véase también:
Dwyer (1982); Rabinow (1986, 1992, 1996); Capranzano (1989) y Tyler (1991).

- 11 -
autorización etnográfica. Lo fundamental a destacar es que estos debates han
legado aprendizajes que contribuyen a singularizar la práctica etnográfica: el
carácter dialógico del binomio antropólogo/interlocutores, la autorreflexión, y la
“reflexividad”11 del etnógrafo, la disposición interpretativa y traductora.12

Siguiendo a Guber (2001) hoy convenimos en que la etnografía puede ser definida
en una triple acepción: como enfoque que apunta a comprender los fenómenos
desde la perspectiva de los actores; como método asociado al “trabajo de campo”;
y como producto-texto, es decir, como descripción de los comportamientos
apoyada en el trabajo de campo. Elsie Rockwell (1987) sintetiza sus alcances en
el acto de observar y escribir, y describir e interpretar, involucrando tanto la forma
de proceder en la investigación como el producto final; pero advierte que no se
plantea desde la ilusoria transparencia que promueve el empirismo sino desde la

11
Guber (1995) recuerda que el concepto de “reflexividad” procede de la tradición de la
etnometodología y que fuera acuñado con el sentido de interpelar a la pretensión positivista de
invisibilizar al investigador en el campo; de todas maneras, la noción interpela tanto al objetivismo
como al subjetivismo radical.

12
En el corpus antropológico la idea de “traducción” aparece por primera vez en el Pensamiento
Salvaje de Lévi-Strauss (pasar de una complejidad no inteligible a otra inteligible) y también en las
argumentaciones de Edmund Leach quién se reconoce dentro de una concepción traductora
(1989.32); asimismo, está presente en Geertz (1987) en La Interpretación de las culturas cuando
alude a la tarea etnográfica como una búsqueda de “interpretar interpretaciones” (Palacios
Ramírez, 2003). El matiz interpretativo remite al desarrollo de Hans-Georg Gadamer y a la filosofía
hermenéutica; Gadamer en su obra canónica Verdad y método, publicada en 1960, argumentaba
que las condiciones de la traducción o acto interpretativo dependen del diálogo continuo entre
intérprete e interpretado y esta idea, junto con la de “fusión de horizontes”, son tomadas como
analogías del quehacer etnográfico; y motivan indagar sobre la forma en que se instaura la
autoridad del texto etnográfico. 12 Desde el campo sociológico, el brasilero Octávio Ianni subraya
que las ciencias sociales son una suerte de taquigrafía de lo social en tanto que la taquigrafía es
siempre la traducción de alguna cosa: “esa frase”, “aquella sentencia”; aunque advierte, de todas
maneras, que el contexto del enunciado nunca debiera desaparecer para que la idea misma de
lenguaje taquigráfico prevalezca (Ianni citado por Ortiz, 2004).

- 12 -
complejidad que supone el diálogo del investigador con los sujetos sociales,
mediado por la teoría que organiza y direcciona el proceso. Hammersley y
Atkinson, tributando en una dirección semejante, agregan que:

[…] Una característica importante de la etnografía es que, en vez de confiar en


nuestro conocimiento previo de los casos relevantes para la formulación de las
ideas teóricas que deseamos desarrollar, el proceso de generación teórica se
estimula en contacto con el material nuevo. De esta manera se maximiza la
fertilidad de la imaginación teórica (1994: 194).

Se desprende de aquí la necesidad de mantener la problematización en torno al


estatuto que le damos a la ‘perspectiva del actor’ y a la del investigador; la
subjetividad como fuente de “distorsión” o dimensión consubstancial; la tensión
entre acercamiento/distanciamiento del objeto de estudio; y la relación entre teoría
/ método. Siempre en referencia a las prácticas y no sólo a la búsqueda de un
ejercicio reflexivo abstracto.

En síntesis, lejos de la pretensión de brindar recetas queremos trasmitir que una


investigación que se sitúa en el terreno de la etnografía, en la perspectiva en que
concebimos este “hacer”, debería poner en acto un conjunto de disposiciones que
luego ampliaremos: una visión “internalista” del investigador en el proceso; el
desarrollo del trabajo en el terreno como experiencia estructurante de la
producción de conocimiento; la circularidad (o recursividad) del trabajo de campo y
la reflexión conceptual; el abordaje “microsocial” pero sin dejar de lado los
horizontes estructurales y la contextualización situacional de los fenómenos; la
focalización en los aspectos “no documentados”; el diálogo intersubjetivo; una
lógica de análisis que combina lo inferencial y lo conjetural; la búsqueda
generalizaciones “en casos” y no “de casos” (Geertz, 1991).

- 13 -
III. 1 Hacia un enfoque antropológico con anclajes etnográficos

[…] pues siempre he pensado que la comprensión de la vida social no significa


un avance hacia un punto omega, “la verdad”, “la realidad”, “el ser”, o “el
mundo”, sino un incesante hacer y deshacer de hechos e ideas (Clifford Geertz,
1996:120)

Ni los modelos universalistas ni las visiones subjetivistas y particularistas radicales


han dado respuestas adecuadas a la complejidad que conllevan los fenómenos y
procesos que atañen a las ciencias sociales. Por tanto, toda indagación requiere
de echar mano a una gama de estrategias y de mediaciones en función de
construir una plataforma desde donde comprender las complejidades,
contradicciones y paradojas del mundo social e inscribirlas en un lenguaje acorde.

El enfoque que nos interesa rescatar se orienta a sortear las dicotomías clásicas,
a comprender a la vez que a explicar, evitando caer en formulaciones generales
vacías ni en particularismos descontextualizados. Algunos aspectos medulares a
subrayar son los siguientes:

 El carácter situado del conocimiento: Renato Ortiz hace alusión a la


expresión “las ciencias sociales son históricas” destacando que tal
afirmación podría ser banal si no fuera por las consecuencias que acarrea:
[…] las categorías de interpretación de lo real no pueden constituirse en
leyes genéricas cuya validez sería atemporal. La interpretación se
encuentra así sujeta a la realidad (2004:21).
 La atención hacia lo intersticial, hacia lo “no documentado”: hacia aquellos
problemas, fenómenos o dimensiones que no están disponibles a la
observación a primera vista o que por el exceso de visibilidad y de
familiriaridad se desatienden; tachados de intrascendentes u obvios.13

13
Esta dimensión es enunciada ya como los “imponderables de la vida real” por Bronislaw
Malinovski, un nombre relevante de la antropología clásica, en la introducción a su texto canónico

- 14 -
 El interés por la vida cotidiana: con la salvedad que realiza Achilli, que no
estamos pensando en lo cotidiano ni exclusivamente […] como el espacio
de las experiencias armónicas (Berger y Luckmann) ni como lugar de las
falsas percepciones, ni como el anónimo de los sectores subalternos, ni
como esfera de lo privado/doméstico; sino entendiendo que en cualquier
campo de la vida social se configuran un conjunto de prácticas, relaciones,
significaciones diversas y heterogéneas que construyen sujetos particulares
al interior de una realidad concreta; además de referir a una escala
accesible a la empresa etnográfica (2005:9-10).14
 La reflexividad: en tanto ejercicio de observación íntima, de introspección,
que tiene como epicentro al proceso mismo de producir conocimiento e
interpela tanto a la invisibilidad del investigador en el campo como a su
neutralidad valorativa. Tensiona, también, el proceder técnico, los
supuestos iniciales y abre a nuevos descubrimientos en el campo
 La práctica analítica interpretativa: partimos de la presunción de quién
investiga interpreta hecho que no conduce mecánicamente a situarnos en el
terreno de la “pura subjetividad” ni a renunciar a criterios de objetividad y
validación.
 La dialéctica entre el trabajo de campo y la reflexión conceptual: […] La
teoría y la práctica no son, como suponen los idealistas, causa y efecto.
Tampoco son, como quieren los materialistas, efecto y causa. Son las
ocupaciones de una profesión (Geertz, 1996:103). Esta operatoria posibilita
tensionar las categorías teóricas y la base empírica en tanto que la teoría
se alimenta del campo dando contenido específico a principios abstractos

Los argonautas del pacífico occidental (1973). Posteriormente la expresión “no documentado” es
acuñada por Lévi-Strauss en Antropología Estructural (1977); véase, también, Elsie Rockwell
(1985,1987) quién retoma esta idea como uno de los rasgos más propios de la empresa
etnográfica.

14
Para analizar diferentes perspectivas sobre “lo cotidiano” véase: Heller, 1977; Berger y
Luckmann, 1968; Lechner, 1984, Rockwell, 1987; y Ferrarrotti, 1990.

- 15 -
mientras que contribuye a interpretar los descubrimientos. Ahora bien, el
trabajo de campo exige ciertas condiciones:
o El diálogo intersubjetivo: […] El conocimiento supone una relación de
apertura y de clausura entre conocedor y conocido (Morin, 1995:153)
y de la recuperación del saber de los sujetos,15 de sus
representaciones, ordenamientos e interpretaciones en el marco de
relaciones conceptualmente jerarquizadas por el investigador.
o La presencia del investigador in situ donde se producen los
fenómenos y las interacciones.
o La flexibilidad que permite: […] advertir lo imprevisible, lo que para
uno “no tiene sentido” inicialmente (Guber, 2001:17).
o El anonimato como resguardo ético de los sujetos de la
investigación.
 La construcción artesanal de conocimiento: ya hemos anticipado que
concebimos al análisis no como una etapa final del proceso de
investigación sino como una acción puesta en juego desde el mismo
momento en que se formulan los interrogantes iniciales y se delimita el
recorte problemático. Es esta práctica analítica artesanal la que permite
construir y ordenar los datos de modo de presentar la mayor cantidad de
“detalles”; y la dinámica medular en este campo es el seguimiento de

15
Suscribimos aquí a la idea desarrollada por Foucault en torno al concepto de saberes. El autor
diferencia, de un lado, saberes sometidos […] contenidos históricos que fueron sepultados o
enmascarados dentro de coherencias funcionales o sistematizaciones formales […] y, de otro lado,
[…] toda una serie de saberes que habían sido descalificados como no competentes o
insuficientemente elaborados: saberes ingenuos, jerárquicamente inferiores, por debajo del nivel
de conocimiento o cientificidad requerido; […] el saber de la gente (y que no es propiamente un
saber común, un buen sentido, sino un saber particular, local, regional, un saber diferencial incapaz
de unanimidad y que sólo debe su fuerza a la dureza que lo opone a todo lo que lo circunda)
(1992: 21).

- 16 -
huellas e indicios que permiten ir conjeturando y volviendo a conjeturar
hasta saturar la información y la descripción. 16
 La validación: es una dimensión fundamental del proceso y contamos con
una serie de mecanismos y estrategias para ello tales como la triangulación
(metáfora que proviene de la navegación) y el contrachequeo bajo las
condiciones que posibilita investigación (de información de diferentes
fuentes, de puntos de vistas de los informantes, de contradicciones de un
mismo informante, de contraste entre el discurso y las prácticas).
 La elaboración de un informe a la manera de una “descripción densa”, tal
como lo sugiere Geertz (1987); en tanto documentos descriptivos-teóricos.

En líneas generales, coincidimos con Elsie Rockwell (1987) respecto de que un


enfoque antropológico en esta perspectiva resulta fértil para comprender y analizar la
articulación de las prácticas y concepciones que operan en las interacciones
cotidianas y para vincular la experiencia de los sujetos particulares con instancias
sociales más inclusivas.

III.2. La textura de la trama: análisis y escritura

[…] Un texto se elabora con una maraña de hilos. Es fruto de lecturas anteriores
y de la investigación. Puedo tejer con pocos hilos: mi tela quedará entonces algo
empobrecida, monocromática. Cuando junto colores y espesores diferentes,
altero su granulado, su matiz. Una tela rica posee tonalidades y sombras, su
superficie es irregular y rugosa. Los hilos, o mejor, su entrelazamiento, hacen el
resultado final. Cuando escribimos, trabajamos con un conjunto de ovillos a

16
Una referencia importante a este respecto es la de “paradigma indiciario” que recupera el
historiador italiano Carlo Ginzburg a finales de los setenta. Evocaba, así, una forma de aventurar el
conocimiento de aspectos particulares sin recurrir a predicciones ni a leyes generales; e inspirado
en el paradigma de los indicios al que recurrían los cazadores primitivos. Por su parte, Sebeok y
Umiker-Sebeok (1980) retoman la analogía entre investigación y práctica detectivesca apoyada en
las presunciones del fundador de la semiótica, Charles S. Pierce (1839-1914).

- 17 -
nuestra disposición. Está claro que siempre existe el riesgo de perderse en la
búsqueda de esas referencias textiles. Por eso se impone una selección juiciosa,
se trabaja con un número limitado de ovillos. La escritura es el resultado de una
costura, de la conjunción entre la aguja y los hilos, la problemática teórica y los
datos (Renato Ortiz, 2004:14).

Excede la pretensión adentrarnos cabalmente en el proceso de “análisis”


simplemente plantear, en concordancia con la idea ya vertida, que hay análisis
desde el mismo momento en que comenzamos a recortar, problematizar y
conceptualizar el objeto de estudio. El análisis es un diálogo constante entre los
indicios y descubrimientos de campo y el sentido dado a ese material a partir de la
lectura teórica y el ejercicio interpretativo.

Venimos de decir que la práctica etnográfica puede ser homologada con un


“artesanato científico” (Morin, 1984) en la medida que implica una minuciosa
lectura de los registros de campo, una suerte de exégesis de los discursos y de las
observaciones, una tematización profunda, y la construcción de ejes y líneas
descriptivas que ordenan y jerarquizan la información de campo y la teoría.
Asimismo tiene un carácter espiralado; Hammersley y Atkinson (1994) lo explican
recurriendo a la metáfora del “embudo”, es decir, de focalización progresiva; de
marchas y contramarchas, de inducción y deducción.

Hay que subrayar, también, que los datos no están disponibles frente a nosotros
para ser recogidos y procesados sino que se construyen. Y ¿cómo se
construyen?, a través de un encuadre teórico y analítico y de las estrategias
metodológicas de que disponemos. Ello es válido tanto para la investigación
cualitativa como para la cuantitativa; aunque en el primer caso la indagación se
focalice en la diversidad de significados y sentidos sociales y, en el segundo, en la
búsqueda de regularidades.

Tal como expresa Rockwell (2009) el gran dilema de las investigaciones (en
particular las etnográficas) es qué hacer con el gran caudal de informaciones y

- 18 -
materiales que resultan del trabajo de campo; es decir cómo analizar ese material
desde las primeras construcciones de datos; sostiene, así, lo siguiente:

[…] El trabajo de análisis etnográfico debe conducir a la construcción de nuevas


relaciones conceptuales, no previstas antes del estudio. Se ha hecho análisis
cuando las ideas que se tuvieron acerca del tema de estudio al inicio son
transformadas (modificadas, enriquecidas, condicionadas, o determinadas) en
alguna medida (Rockwell 2009:65).

Estos objetivos, la comprensión y explicación de los significados culturales o la


búsqueda de regularidades, deben quedar reflejados en la escritura de manera
coherente, a través no sólo de los contenidos sino también de los estilos narrativos
que mejoren expresen las intencionalidades y las audiencias a las cuales se
dirigen. Ya hemos insinuado que cada corpus disciplinar y estilo de investigación
(se trate de “ensayo teórico” o investigación bibliográfica; investigación
periodística; investigaciones cuantitativas) desarrolla un lenguaje pertinente y se
presenta de acuerdo con ello. Tal como sugiere Bourdieu los cuerpos de
especialistas producen y reproducen discursos […] producto del compromiso entre
un interés expresivo y una censura instituida por la estructura misma del campo en
el cual se produce y circula el discurso (1993:39). Es dentro de estos corpus que
las categorías y las problemáticas se connotan, comprenden y resignifican.

En lo que concierne al texto etnográfico Guber hace hincapié en un aspecto


interesante al sostener que representa, interpreta o traduce aspectos de un
fenómeno o cultura para lectores que no están familiarizados con ella (2001:19).
Por su parte, James Clifford recurre al término “cronotopo” […] como lo usa Bajtin,
denota una configuración de indicadores espaciales y temporales en un marco
ficcional donde (y cuando) ocurren ciertas actividades e historias (1988: 236); y
con esta expresión pretende dar cuenta de la estrategia que requiere todo relato
en función de inscribir -y escribir- las coordenadas temporo-espaciales que lo
definen. Concluimos que el producto de estas investigaciones teórico-empíricas es
una “descripción densa”, interpretativa y teórica; citamos nuevamente a Geertz en
este punto:

- 19 -
[…] una representación coherente de lo que piensan y dicen los nativos, de
modo que esa “descripción” no es ni el mundo de los nativos, ni cómo es el
mundo para ellos, sino una conclusión interpretativa que elabora el investigador
(Geertz, 1987: 15).

Implica, entonces, un ordenamiento de estructuras de significación contextual en


el marco de referencias histórico-estructurales determinadas.

Acordamos con Besse en que, […] La escritura construye al objeto al inscribirlo en


la realidad como simbolización y construcción significante a la vez (Besse,
2000:76); inscribe el discurso social (Geertz, 1987). Y un aspecto a destacar, por
lo que tiene de textualidad y de construcción, son las suspicacias que puede
generar en el lector; sobre todo en aquellos involucrados en la experiencia
etnográfica, se trate de informante directos o a quienes se referencia. En este
sentido, las eventuales sospechas o incomodidades17 que despierta la presencia
del investigador en el campo se pueden ver reforzadas con la difusión del texto.

Justamente porque refleja la intención del investigador, porque es el tejedor de la


trama, es el momento en el que estamos compelidos a perder la cautela, si vale la
metáfora, que se mantiene en instancias previas y a asumir riegos y compromisos
con definiciones e interpretaciones. En este sentido, la escritura nunca es
transparencia de lo dicho o interpretado por los sujetos, sino que está mediado,
por lo que luego puede ser desconocido por los informantes (o los colectivos en
general) si devuelve una imagen conflictiva o si pone en evidencia algún aspecto
del fenómeno que se prefiere se mantenga oculto en la sociedad, institución o
movimiento en cuestión.

Este proceso comunicativo que excede las fronteras del escritorio e incluso de la
circulación académica es lo que llamamos comúnmente “devolución”; y como todo

17
Utilizamos la expresión “incomodidades”, en lugar de “obstáculos”, porque resulta más flexible y
refleja mejor un aspecto de la situación de campo que generalmente logra superarse.

- 20 -
proceso comunicativo no está exento de interferencias. Hay que distinguir, de
todas maneras, los estilos de informe de investigación que serán delineados de
acuerdo con el sentido dado al trabajo, con los objetivos y con la demanda de los
interlocutores y las audiencias. Asimismo, hay que diferenciar cuando lo que se
devuelve es un texto sistematizado (informe final) que cuando se solicita el acceso
a los registros de campo; si bien no es muy frecuente, puede suceder y hay que
brindar una respuesta. En ambos casos la demanda puede estar inspirada en
sospechas o puede obedecer a la intención de aprovechar la sistematización del
investigador para fines diversos. De todas maneras, y ateniéndonos a la
imposibilidad de generalizar los procedimientos, hay que tomar los recaudos
necesarios para no obstaculizar las relaciones de campo y para que el
conocimiento tenga una circulación productiva en los contextos interesados. En lo
que respecta al acceso a los registros, para que ello sea posible es necesario
“limpiarlos”, en sentido estricto, de críticas o juicios de valor. El registro tiene que
respetar lo más posible la textualidad de la situación registrada (se trate de
observaciones o de entrevistas), sin perder las valoraciones (anotacionaciones
como el diario de campo están al servicio de ello) que nutren la interpretación
diferida.

Queremos insistir, entonces, en que la exposición de resultados está directamente


relacionada con el estilo de investigación, con la modalidad de análisis que se
desprende de esta decisión, con la particularidad de la demanda, y con la
audiencia a la que va dirigida. Y los requerimientos de devolución variarán de
acuerdo a cómo se canaliza (se trate de la vía académica o de la demanda social
o estatal, para citar los casos paradigmáticos), los propósitos que la guían, y el
compromiso ético-político de quién la lleva adelante.

IV. UN RECORRIDO AUTOBIOGRÁFICO

Sostener que la investigación a la que haremos referencia en adelante constituye


una “experiencia etnográfica” no conduce, como ya hemos advertido, a sacralizar

- 21 -
recetas sino a dar cuenta de una cierta direccionalidad puesta en acto y a
elaboraciones acorde con ella. Tampoco conduce a invisibilizar las incomodidades
que se han presentado en el camino sino, por el contrario, a explicitarlas; porque
ellas devienen, justamente, de las particularidades que identifican a esta práctica
asociada con la pretensión de avanzar sobre la “intimidad” de los “otros” en sus
entornos con una presencia prolongada, a la fruición por los detalles, al dialogo y a
la interrogación en ocasiones interpretada como invasiva (Bloj, 2004).

La investigación “Ciudadanía, experiencias deliberativas y nuevas subjetividades


políticas en la Argentina post crisis del 2001: Asambleas Barriales y Presupuesto
Participativo” ha tenido como objetivo general el estudio de las transformaciones
que se venían operando en las condiciones de ciudadanía en Argentina, en las
modalidades de reclamos por los derechos sociales y, en líneas generales, en los
procesos de re-significación de la práctica política y democrática. Se tomó como
punto de inflexión la crisis político-institucional desencadenada a fines del año
2001, seleccionando dos casos de estudio:
Caso 1. Las “Asambleas Barriales”: la emergencia, desarrollo y declinación
de este fenómeno inédito en el país que surge ligado a los “cacerolazos” de
Diciembre del 2001 y que se construyen como espacios (discursivos y de acción)
de deliberación ciudadana y de interpelación al poder político y a las formas
canónicas de representación (partidos, sindicatos, identidades políticas clásicas).
Caso 2. El “Programa Presupuesto Participativo” del Municipio de Rosario:
impulsado a comienzos del año 2002 como respuesta del gobierno local frente al
movimiento social (“asambleas barriales”) y al estado de protesta generalizada; y
como alternativa de democratización sobre la base del ejercicio de una
“democracia participativa”

A principios del año 2002 nos integramos a las situaciones de campo: primero en
las “Asambleas Barriales y Populares” y más tarde en el programa “Presupuesto
Participativo” del Municipio de Rosario. En cada contexto se estableció un
contacto directo y sostenido con los informantes y con sus prácticas. Asimismo se

- 22 -
fueron tramando vínculos más ocasionales, se podría decir, de acuerdo con las
oportunidades que se fueron presentando a lo largo del proceso.

Inicialmente fue necesario negociar, y renegociar en distintos momentos, el “estar


ahí” así como las condiciones de participación y de interacción puesto que son los
protagonistas directos quienes tienen la capacidad de habilitarnos u
obstaculizarnos la presencia, el diálogo, y el registro de lo que acontece. El trabajo
en el terreno permite relativizar claramente el “poder” que se le adscribe
corrientemente al investigador en el proceso de investigación; de hecho el poder
circula, balanceándose entre uno y otro polo, de acuerdo con las encrucijadas por
las que atraviesa el vínculo intersubjetivo.

El esfuerzo de los primeros meses se concentró en construir una situación


relacional que permitiera la aproximación “desde adentro” y la familiaridad con el
contexto y el cotidiano; cabe destacar que lo cotidiano no es un conjunto
predeterminado de prácticas o circuitos sino que hay que reconstruirlo en cada
investigación. A partir de aquí, se desplegaron los procedimientos técnicos
acordes con las intencionalidades: la observación participante, las entrevistas, las
observaciones varias, y el registro textual de las articulaciones discursivas (y extra
discursivas) de los actores; pero no sólo como ilustración de lo que acontecía en
cada caso sino en función de reconstruir esos fragmentos, glosar el discurso,
bucear en los indicios y comprender las prácticas y representaciones que
circulaban. En líneas generales, podemos afirmar que hemos realizado un
“análisis” en tanto se aprecia una transformación significativa desde los primeros
indicios e interrogantes hasta la elaboración del documento etnográfico (Bloj,
2008).

- 23 -
IV. 1. Hacia el “problema” y la construcción del campo empírico

[…] El primer problema al que se enfrenta un investigador es, precisamente, el


problema de individualizar un problema (Mancuso, 1999:16).

Hemos ya sugerido que la investigación nace de un problema y una de las


primeras tareas a las que nos confronta es convertir ese problema inespecífico en
un objeto de estudio (se trate incluso de problemas de agenda y no sólo de
investigación académica). Como bien sabemos, los problemas de investigación
surgen de interrogantes motivados desde distintas fuentes (reflexión teórica,
experiencia social, debate público y/o académico, intereses personales,
supuestos, etc.) y se van especificando en la medida que el investigador fija
límites a lo que pretende conocer (espacial y temporalmente); y puede jerarquizar
sus interrogantes iniciales, problematizarlos,18 teniendo en la mira la identificación
de algunas preguntas nodales que contengan en su formulación relaciones
conceptuales.

El “tema” (esa tela en blanco, enunciado vasto) se nos presentó con cierta
inmediatez ya que nos convocaban las evidentes transformaciones que venían
sufriendo las condiciones de ciudadanía y la crisis de representación política que
sacudía al país y que había eclosionado hacia finales del 2001. A partir de aquí
comenzamos a problematizar con miras a encontrar un “matiz de problematicidad”
(Mancuso, 1999) que singularizara nuestro planteo del problema; porque el tema
está lejos de ser un problema en sentido metodológico. La acción de preguntar (nos)
fue la herramienta fundamental para acotar la vastedad del tema; esta mediación
permitió el pasaje hacia el problema así como la elaboración de los objetivos de
conocimiento. El proceso de lectura, bibliográfica y de antecedentes no sólo
contribuyó a la elaboración de un “estado de la cuestión” actualizado sino a delinear
la propia direccionalidad teórica. Una primera dificultad con que nos topamos fue
la escasa tradición de los estudios sobre ciudadanía, categoría medular de la

18
“Problematizar” quiere significar también “desnaturalizar” o “descotidianizar”.

- 24 -
investigación, en el campo antropológico lo cual condujo a explorar otras
disciplinas afines (particularmente la filosofía política y la ciencia política). Esta
situación, muy recurrente en los estudios sociales, obliga a realizar un esfuerzo
adicional de familiarización con otros saberes y abordajes metodológicos, incluso
dentro del cualitativismo.

Una vez definidos ciertos ejes e interrogantes ordenadores, aquellos que decimos
disparan una investigación, quedaba responder a tres cuestiones muy sencillas de
enunciar pero no siempre de resolver: ¿dónde?, ¿con quiénes? y ¿qué tipo de
relaciones pretendíamos jerarquizar en el análisis? Estas decisiones permitieron
construir, preliminarmente, el problema y el “campo” empírico que siguiendo a
Rockwell:

[…] Se compone, en principio de todo aquello con lo que se relaciona el


investigador, pues el campo es una cierta conjunción entre un ámbito físico,
actores y actividades […] Es un recorte de lo real que “queda circunscripto por el
horizonte de las interacciones cotidianas, personales y posibles entre el
investigador y el informante (1987:17).

Lo que llamamos “el campo”, está claro que no refiere exclusivamente a un


espacio geográfico sino que incluye ámbitos, actores y actividades relacionadas
con el objeto de estudio. Si bien esta delimitación recae de partida en el investigador,
en la configuración del campo no todas las coordenadas están dadas de antemano
y algunas se van delineando en el transcurso del proceso. Asimismo, hay que
destacar que generalmente las “unidades de análisis” no coinciden con las
“unidades de información”.19

19
Rockwell da como ejemplo el estudio de la situación escolar donde se presentan varias unidades
de análisis: la clase, la escuela, la historia del maestro, o las asambleas de docentes. Las unidades
de información son los sujetos que interactúan en estos entornos así como las diversas fuentes
que se detectan en cada estudio (1987:28).

- 25 -
Tenemos entonces que, en el contexto de la crisis argentina y de la emergencia de
un conjunto de experiencias de ejercicio ciudadano que apelaban a una práctica
democrática directa, la investigación se situó alrededor de los dos casos de
estudio mencionado tras la presunción de que resultarían emblemáticos de esos
tiempos: las “Asambleas Barriales y Populares” y del programa “Presupuesto
Participativo”. El primero por la novedad que introducía su plataforma discursiva20
y por la alta participación que convocaba y visibilidad en el espacio público de
sectores, hecho poco frecuente tratándose de un movimiento social. El segundo,
porque se ponía en marcha, desde el Estado local, una iniciativa que aspiraba a
restituir el descrédito que sufría esfera política proponiendo una vía para la re-
vinculación con la sociedad civil. El nexo entre estas dos experiencias resultaba
sugerente: la contemporaneidad, la mecánica de toma de decisiones a través de
asambleas (aunque con particularidades bien definidas), el ejercicio de una
democracia directa. Muy prontamente las disputas por los significantes y la
participación política se hicieron sentir.

En ambos casos se inclinó la investigación hacia el registro y análisis del cotidiano


estableciéndose como primer paso, una red de conexiones entre sujetos,
delimitando los espacios de observación (“unidades de información”) y registrando
las actividades y prácticas regulares que singularizaron los escenarios así como
eventos excepcionales y “no cotidianos”, pero significativos en función de los
interrogantes y los objetivos de partida.

IV. 2. Matices y procedimientos


En las Asambleas Barriales, la aproximación intensiva al terreno comenzó ni bien
despuntaba el año 2002 y concluyó hacia finales del 2003, ya que tuvieron una
corta vida aunque mantuvieron por más tiempo un funcionamiento latente. De

20
Hablamos de “plataforma discursiva” o “campo discursivo” en tanto resultado de toda práctica
articulatoria (lingüística y extralingüística) que permite configurar sentidos y organizar las relaciones
sociales y políticas; como superficie en la cual todo objeto o práctica se constituye como discurso
(Laclau y Mouffe, 1987).

- 26 -
todas maneras, aunque de manera menos sistemática, en el transcurso del año
2004 se siguieron realizando entrevistas en profundidad y se registró un gran
caudal de información a través del seguimiento de foros y debates que tenían
lugar en Internet y que conectaron por bastante tiempo más a diferentes sectores
vinculados con el movimiento. Esta fuente permitió una productiva triangulación y
el contraquecheo con las informaciones construidas de primera mano. El espacio
de referencia principal para la observación participante fue la “Asamblea de la
Plaza” que funcionaba en el ejido central de la ciudad; territorio cercano a la propia
residencia por lo que se participó en calidad de investigadora y de vecina. Esta
doble condición hizo posible que en determinados momentos se realizara una
observación participante y en otras la observación con participación. Cabe señalar,
también, que el trabajo de campo también se extendió a otras asambleas de la
ciudad de Rosario e incluso del país.

Posteriormente el estudio se focalizó en el PP. Los primeros registros en este caso


nacen en las propias asambleas barriales, no sólo porque ambas experiencias
despuntan casi simultáneamente sino, fundamentalmente, porque un conjunto de
ciudadanos participaban de ambas experiencias. El trabajo de campo intensivo,
con el seguimiento de los ciclos presupuestarios anuales, comenzó en el año 2004
y finalizó en el 2008.

Dado que, como hemos señalado, el movimiento de asambleas fue impulsado y


sostenido en gran medida por clases medias (aunque no exclusivamente) y que
esta composición devino en un diacrítico, también se reservó un lugar preferencial
en el análisis a la participación política de estos sectores en el PP. En razón de
ello, es que la investigación siguió particularmente el proceso decisorio que tuvo
lugar en el Distrito Centro de la ciudad (que aunque amplio y heterogéneo reunía
un alto porcentaje de sectores medios y medios altos). Al igual que en el caso de
las asambleas, el estudio no se limitó al análisis de este distrito sino al proceso de
presupuestación participativa en sentido amplio.

- 27 -
Un aspecto a destacar, en atención a los ámbitos y segmentos poblacionales
involucrados, es que el trabajo de campo tuvo lugar en espacios de sociabilidad
“cercanos” al propio cotidiano. Circulaban, así, en las asambleas y en el PP
sujetos y colectivos sociales con experiencias y trayectorias “familiares”
(profesores y estudiantes universitarios, profesionales, activistas del campo social,
sectores de la cultura, militantes políticos activos y ex militantes, venidos);
además, un número considerable de cientistas sociales se daban cita para dar
cuenta de estos procesos emergentes que despertaban grandes inquietudes y
expectativas. Ello planteó ciertos desafíos a la reflexividad, amén de que de en la
crisis político-institucional que sacudía al país ningún ciudadano quedaba afuera
compromisos, emociones beligerantes e identificaciones con un “nosotros” que se
configuró en oposición al poder político, a los partidos y a los canales clásicos de
representación. Por tanto, además de los controles epistemológicos
consubstanciales a toda investigación, navegar en estas aguas implicó un
esfuerzo adicional de “descotidianizar” y de lidiar con ciertas incomodidades
producto de la “vecindad”; aunque, en ocasiones, también resultó beneficioso
contar con redes asociativas previas.

Dentro de las técnicas de aproximación empírica se privilegiaron la observación, la


observación participante, la observación con participación y la entrevista en
profundidad. Limitar el trabajo de campo a la observación no hubiese permitido
acceder al universo de las representaciones y significaciones de los sujetos; para
ello fue necesario, como en toda búsqueda etnográfica, contar también con el
registro verbal, con el diálogo con los otros. A este respecto, la entrevista en
profundidad fue el pilar de la investigación.21 También se registraron a lo largo de
todo el proceso diferentes eventos y actividades que formaban parte del savoir
faire y del cotidiano asambleario (movilizaciones, marchas, encuentros regionales,

21
La entrevista, esa interrelación que se funda en la escucha “activa y metódica” que obliga al
investigador a darle continuidad “natural” a esa conversación al tiempo que no perder de vista la
“línea” teórica (Bourdieu, 1999).

- 28 -
encuentros zonales, ferias artesanales, actividades culturales) pero que no tenían
la misma regularidad que los encuentros semanales pre-estrablecidos.

En el caso del PP se siguieron los ciclos anuales completos desde que se


efectúan las asambleas de lanzamiento del programa, promediando el mes Abril
de cada año, pasando por el trabajo en los consejos participativos de distrito hasta
el cierre, coronado por la elección de los proyectos a ejecutarse y la votación de
los vecinos. Asimismo, se observaron diversos eventos vinculados al
funcionamiento del programa y se realizaron entrevistas en profundidad
manteniendo la representatividad entre el conjunto de actores involucrados
(vecinos, técnicos del programa, funcionarios y autoridades del gobierno local).

En general, los informantes se seleccionaron entre una franja etaria amplia (entre
20 y 70 años). De todo el caudal de material reunido se ha utilizado sólo una parte
intentando equilibrar las voces de varones y mujeres, los roles dentro de los
escenarios de investigación, las generaciones y las trayectorias personales y
sociales. Estas “muestras” se construyeron siguiendo un criterio de significatividad
en relación con el problema de investigación y no desde la lógica de la
representación estadística. Cuando hablamos de significatividad en estudios de
este tenor no estamos haciendo referencia a la búsqueda en cantidad de
propiedades o regularidades sino a la representatividad (de los sujetos
informantes, fenómenos, eventos a observar, etc.) respecto del planteamiento del
problema y los ejes analíticos.

De todas maneras, ello no quiere decir que se subestime la información


proveniente de fuentes estadísticas así como la complementariedad de métodos
cuali-cuanti. La consulta a fuentes secundarias también fue de gran valor ya que
ha permitido cruzar estos datos con las informaciones construidas a partir de
registros de “primera mano”.

- 29 -
El espacio virtual ha constituido una herramienta fundamental de comunicación y
mantenimiento de estas redes sociales, incluso, hasta la actualidad.22 En el caso
del Presupuesto Participativo, la documentación disponible está relacionada sobre
todo con el material elaborado por el Municipio (ordenanzas municipales,
información presupuestaria, proyectos aprobados anualmente, documentación
sobre distritos descentralizados, información en la página oficial).

En cuanto al análisis, coherentemente con lo ya expuesto, comenzó en el


momento en que fueron establecidas las primeras observaciones y conexiones
analíticas con el campo, y se mantuvo a todo lo largo del proceso hasta la
presentación final. Tal como hemos expuesto la alternancia, la recursividad entre
trabajo de campo y trabajo conceptual, ha permitido tensionar las hipótesis de
partida y avanzar en los descubrimiento, en la construcción de la información, y en
la articulación teórica.

IV.3. El trabajo de campo….¿instancia sospechada?


Las circunstancias del campo no dependen sólo de la destreza u oficio que exhiba
el investigador, aunque sea fundamental, y bien sabemos que las relaciones
intersubjetivas no siempre resultan todo lo fluida que esperaríamos que fueran. La
tensión en el campo, entre aspectos profesionales y subjetivos, es recurrente y
autores como Hellen Callaway imputan a la disciplina estos desaciertos señalando
un defasaje entre los requerimientos de permanencia prolongada en el campo y el
discurso que se trasmite en términos de distancia espacial y temporal (1992: 30
citado en Amit Vered, 2000:3). Faye Ginsburg (1992) subraya otro aspecto de la
cuestión al relatar, a partir de su experiencia etnográfica con mujeres militantes de
base del movimiento right-to-life en USA, las ocasiones en que fue interpelada por

22
Hasta la fecha sigue vigente el grupo de contactos <asamblea_plaza_cooperacion> a través del
cual se sigue informando sobre conflictos que afectan a diferentes colectivos sociales de la ciudad
de Rosario y sobre problemáticas de escala nacional y mundial; manteniendo el tenor crítico hacia
la clase política.

- 30 -
sus propios colegas por “salirse del camino” o por estar a riesgo de volverse una
de aquellas mujeres objeto de estudio.

En líneas generales, el trabajo de campo es un momento tenso que suele


despertar sospechas (más o menos explícitas, metafóricas o, incluso, con
desplazamiento metonímicos) o incomodidades que se manifiestan en diferentes
órdenes. En los casos expuestos, el hecho de focalizar la atención en un contexto
de “vecindad” planteó ciertos obstáculos adicionales que perturbaron la
certidumbre (ingenua) de alcanzar relaciones empáticas y dialógicas sin
interferencias (Bloj, 2004).

Hay que distinguir, sin embargo, entre las sospechas que se generaron en el
contexto del movimiento asambleario y en el presupuesto participativo. Hemos
considerado tres cuestiones intrínsecamente relacionadas para situar estar
diferenciación: la coyuntura social en que nos encontró investigando, el proceso
desencadenado en cada estudio y el estilo de inserción del investigador. En el
caso de las asambleas barriales, el clima de crispación social reinante de cuando
comenzamos la investigación explica en gran medida el alerta que manifestaban
los asambleístas frente a lo que denominaban posibles situaciones de “espionaje”,
tanto por parte de militantes políticos encubiertos que pretendiendo independencia
de los partidos se orientaban a cooptar los espacios como de eventuales enviados
del poder local, en los propios términos que circulaban para entonces. No sin
razón, se advirtieron muy tempranamente los intentos del poder local de
capitalizar/neutralizar la experiencia asamblearia barrial en favor de las asambleas
del PP que empezaban a despuntar. Quienes participábamos como
investigadores/vecinos23 en más de una ocasión fuimos interpelados y obligados a
dar cuenta de las intenciones que motivaban nuestra presencia en el lugar. Parte
de la ética de trabajo, a la par de preservar el anonimato de quienes colaboran con
nuestras investigaciones, es explicitar claramente nuestro rol; en este sentido, en

23
Categoría que acuñamos para dar cuenta de este doblez identitario del cual era difícil
substraerse, cuanto menos en las representaciones del resto de los asambleístas.

- 31 -
la medida que fue solicitado fuimos planteando el interés de investigación que nos
impulsaba y explicando las condiciones de producción que requería un registro
mas o menos permanente de las situaciones y la necesidad de “tomar notas”.

En el caso del PP la situación se presentó sensiblemente diferente. En primer


lugar porque la coyuntura distaba de la del 2002; para comienzos del año 2004
aunque persistía la crítica social, las aguas estaban más calmas en el país. En
este contexto la principal sospecha recayó en el riesgo que supone para los
funcionarios y técnicos del programa ser “observados” y eventualmente develar
inconsistencias entre el discurso y la práctica, dejando expuestas eventuales
estrategias políticas desacreditadas tales como el clientelismo.

En lo que respecta a los resultados, versiones preliminares y acotadas han


circulado en ámbitos académicos, entre los responsables del programa, y menos
entre los sujetos de la investigación. Se podría, decir, entonces, que algunos de
los actores sociales han tenido acceso a los ordenamientos y conceptualizaciones
realizadas. Ello ha despertado, en algunos casos, identificaciones positivas
mientras que en otros se han evidenciado dificultades para reconocer “lo dicho” o
“lo hecho” o “lo concebido”.

Esta experiencia de investigación que se mantuvo por varios años ha resultado


una fuente inestimable para la reflexión sobre la práctica y para poner a debate
ciertos núcleos teórico-metodológicos que en ocasiones se oscurecen y en otras
se dan por sobreentendidos. En todo caso, esperamos que se produzca una
retroalimentación con otros estudios afines y a partir de nuevas encrucijadas
sociales que nos estimulen a investigar y nos interpelen en nuestro “hacer”.

- 32 -
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