Trastorno Bipolar Geriátrico
Trastorno Bipolar Geriátrico
Trastorno Bipolar Geriátrico
TRASTORNO BIPOLAR
GERIÁTRICO
Area de Gestión Clínica de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Universitario 12 de Octubre
Madrid (España)
Web oficial: http://www.madrid.org/hospital12deoctubre/psiquiatria
Advertencia: La medicina y la psicología clínica son áreas en constante evolución. A medida que las nuevas
investigaciones y la experiencia clínica amplíen nuestro conocimiento se requieren modificaciones en las
indicaciones terapéuticas, en especial en lo que atañe a los tratamientos farmacológicos. Aunque los autores
han revisado la última evidencia científica al respecto de los tratamientos que aquí se mencionan se recomienda
al lector profano consultar con un especialista médico en lo referente a los tratamientos farmacológicos y al
lector profesional de la medicina o psicología revisar las últimas guías clínicas y prospectos oficiales en relación
con los tratamientos y, en especial, los fármacos aquí comentados. Esta recomendación cobra especial
importancia con respecto a fármacos nuevos o de uso infrecuente.
Septiembre 2021
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Trastorno Bipolar Geriátrico. Cuadernos de Salud Mental del 12 (2021) Nº 21
TRASTORNO BIPOLAR
GERIATRICO
Autores
Jorge López Álvarez 1
María Báez Santana 2
Marta Marín Mayor 3 y
Luis F. Agüera Ortiz 4
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Trastorno Bipolar Geriátrico. Cuadernos de Salud Mental del 12 (2021) Nº 21
INDICE
Introducción 8
Datos epidemiológicos del trastorno bipolar geriátrico 10
Etiopatogenia del trastorno bipolar geriátrico 12
Manía secundaria 12
Hallazgos en neuroimagen 13
Origen vascular 13
Origen genético 14
Origen en diferencias sexuales 14
Origen traumático 14
Origen como respuesta a estrés 15
Tipos de trastorno bipolar geriátrico 17
Edad de aparición 17
Diferentes tipos de trastorno bipolar geriátrico 18
Clínica del trastorno bipolar geriátrico 20
Sintomatología depresiva 20
Sintomatología depresiva atípica 21
Viraje a manía 21
Periodo anterior del primer episodio maniaco 22
Sintomatología maniforme 22
Sintomatología mixta 23
Sintomatología psicótica 23
Sintomatología catatónica 24
Ciclos rápidos 24
Clínica suicida 24
Funcionalidad 25
Trastorno bipolar geriátrico, disfunción cognitiva y demencia 26
Disfunción cognitiva en el trastorno bipolar geriátrico 26
Asociación de quejas cognitivas y disfunción cognitiva 27
Insight y disfunción cognitiva 27
Evolución longitudinal de la disfunción cognitiva 27
Función neuroprotectora del litio en el trastorno bipolar geriátrico 28
Demencia y trastorno bipolar geriátrico 29
Comorbilidad somática en el trastorno bipolar geriátrico 30
Hipertensión arterial 31
Enfermedades vasculares 31
Enfermedades endocrinas 32
Enfermedades respiratorias 33
Epilepsia 33
Polifarmacia y trastorno bipolar geriátrico 33
Comorbilidad psiquiátrica en el trastorno bipolar geriátrico 34
Trastorno por uso de sustancias 34
Trastornos de ansiedad 34
Trastornos de personalidad 35
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Introducción
Aunque es conocido que los trastornos bipolares no son entidades muy comunes en la
edad avanzada, sí existen, y se considera que su atención sanitaria consume una cantidad
desproporcionada de cuidados (Shulman & Herrmann, 1999), tanto a nivel de servicios
psiquiátricos de tipo ambulatorio como de régimen de internamiento (Glasser & Rabins, 1984;
Shulman et al, 1992). También se debe considerar el elevado coste de la atención percibida por
los pacientes ancianos con trastorno bipolar que requieren una estancia continuada en el ámbito
residencial.
La mejora del manejo del paciente adulto con trastorno bipolar junto con la mayor
esperanza de vida en general, contribuyen a la progresiva mayor prevalencia de ancianos con
trastorno bipolar, tanto de inicio temprano como de inicio tardío (Marín et al, 2021).
En un contexto actual de incremento de la prevalencia del trastorno bipolar geriátrico y
con la expectativa de un crecimiento numérico aún mayor de las personas ancianas con
trastorno bipolar parece necesario intentar conocer mejor esta entidad, dado el habitual
acercamiento a la misma desde la extrapolación de datos del paciente adulto con trastorno
bipolar.
El incremento de prevalencia va a conllevar un incremento de la necesidad de recursos
asistenciales para los pacientes que presenten este trastorno, en términos de mayor necesidad
de consultas ambulatorias, mayor número de ingresos psiquiátricos en unidades de
hospitalización breve, así como un mayor número de institucionalizaciones. Debemos mejorar
nuestra capacidad de detección del trastorno bipolar geriátrico y también nuestra capacidad de
aplicar tratamientos efectivos y seguros en un contexto de mayor comorbilidad somática y
habitual polifarmacia, de cara a minimizar la iatrogenia, los ingresos psiquiátricos y la
institucionalización de los ancianos con trastorno bipolar en residencias de ancianos, quizás la
mayor y probablemente la más ineficiente de nuestras cuentas pendientes en el trastorno
bipolar geriátrico.
Esta monografía extensa intenta condensar el conocimiento presente hasta la fecha
acerca de las distintas características de interés en el trastorno bipolar geriátrico, abordando
aspectos como su epidemiología; la etiopatogenia; los distintos tipos de trastorno bipolar que se
consideran en la población anciana; las diferencias clínicas con el trastorno bipolar en pacientes
más jóvenes y entre los distintos tipos de trastorno bipolar geriátrico identificados; su
diagnóstico; el diagnóstico diferencial; las comorbilidades somáticas y psiquiátricas; la relación
entre el trastorno bipolar geriátrico, la disfunción cognitiva y las demencias, su curso y
pronóstico; la importancia del otro en el trastorno bipolar geriátrico; las limitaciones principales
en el conocimiento de esta entidad clínica; y, sobre todo, las opciones de abordaje terapéutico
en el anciano con trastorno bipolar, campo este último donde se están empezando a hacer
importantes contribuciones en los últimos años tanto en términos de eficacia como en términos
de seguridad y monitorización de los tratamientos.
Al mismo tiempo que trabajábamos sobre esta monografía, desde la Unidad de
Psicogeriatría del Centro de Salud Mental de Carabanchel estamos empezando a realizar un
estudio que nos aporte una imagen, un estado de la cuestión, del trastorno bipolar geriátrico en
el Área de Gestión Clínica de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Universitario Doce de
Octubre. Pretendemos evaluar de forma retrospectiva la atención en un periodo de hasta 8 años
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(lo que nos permite la Historia Clínica Electrónica) a las personas ancianas que atendemos en
nuestros dispositivos y que padecen un trastorno bipolar. Queremos conocer sus
comorbilidades, su curso clínico incluyendo hospitalizaciones, sus redes de apoyo y la evolución
de sus tratamientos. Consideramos que la información obtenida favorecerá la toma de
decisiones clínicas y la provisión de recursos.
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Manía secundaria
Desde hace ya bastantes años existe una abrumadora evidencia con respecto al papel de
los aspectos orgánicos en el desencadenamiento de cuadros afectivos. A raíz de esa carga de
evidencia está ganando cada vez más importancia el concepto de manía secundaria
(Krauthammer & Klerman, 1978). La manía secundaria fue definida como un cuadro clínico con
síntomas maniacos que se origina por causas somáticas o farmacológicas (Krauthammer &
Klerman, 1978).
La manía secundaria se ha asociado con la presencia de varias patologías diferentes,
como por ejemplo las lesiones del hemisferio derecho o del circuito órbitofrontal, los
traumatismos cerebrales, los tumores cerebrales y la demencia por VIH, y también se ha
asociado al tratamiento con corticoides (Shulman & Herrmann, 1999).
Una revisión con datos distintos de trabajos concluyó que hay una horquilla de trastornos
cerebrales orgánicos demostrables de entre el 17% y el 43% en las personas ancianas que
presentan un cuadro maniaco (Subramaniam et al, 2007). Como era esperable, se ha constatado
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que es en el trastorno bipolar de inicio tardío, en comparación con el trastorno bipolar de inicio
temprano, donde se aprecia una mayor frecuencia de causas orgánicas (Almeida & Fenner, 2002;
Depp & Jeste, 2004).
Hallazgos en neuroimagen
Lo habitual en población adulta con diagnóstico de trastorno bipolar es que tras la
anamnesis, la exploración física y la realización de pruebas complementarias no se aprecien
alteraciones orgánicas que se asocien con el cuadro clínico.
A finales del siglo XX ya se planteó que las hiperintensidades subcorticales son más
frecuentes en los maniacos ancianos (McDonald et al, 1991; Aylward et al, 1994), si bien la
relación entre esas hiperintensidades con el trastorno bipolar era considerada controvertida en
esos momentos. Otro hallazgo fue la objetivación de una mayor proporción de infartos
cerebrales silentes, asintomáticos, en los cuadros de manía de aparición tardía (Fujikawa et al,
1995). Los hallazgos de distintos estudios llevaron a plantear que la bipolaridad tardía sí está
asociada con la presencia de alteraciones en la neuroimagen estructural (Zanetti et al, 2007). Con
posterioridad se han encontrado más lesiones en la sustancia blanca en los lóbulos frontales y
parietales y a nivel del putamen en aquellos ancianos bipolares con inicio tardío con respecto a
aquellos ancianos con trastorno bipolar de inicio temprano (Tamashiro et al, 2008), y el trastorno
bipolar geriátrico ha sido asociado tanto con atrofia regional de la sustancia gris así como con
presencia de hiperintensidades en la sustancia blanca (Vederine et al, 2011).
Se debe señalar que la presencia de alteraciones en la neuroimagen en una persona
anciana que presenta alteraciones conductuales no necesariamente implica la existencia de un
proceso neurodegenerativo. Además, hay que considerar que el patrón radiológico encontrado
en las personas con trastorno bipolar geriátrico es un patrón diferenciado del que se ha
encontrado en pacientes ancianos con demencia.
Origen vascular
En el trastorno bipolar geriátrico, dentro de las posibles causas de manía secundaria está
teniéndose cada vez más en consideración la hipótesis de la manía vascular (Wijeratne & Malhi,
2007). Se ha sugerido abiertamente que el riesgo cerebrovascular puede ser un factor
importante en el trastorno bipolar geriátrico bien como origen, o al menos como un factor
contribuyente a su expresión (Subramaniam et al, 2007), siendo quizás mayor su influencia en los
pacientes ancianos con un trastorno bipolar de inicio tardío. En la misma línea se ha planteado
que la bipolaridad tardía se asocia a enfermedad neurológica, fundamentalmente de tipo
neurovascular (Besga et al, 2011).
Un trabajo ha encontrado puntuaciones más elevadas en el Framingham Stroke Risk
Score en los ancianos con un trastorno bipolar de inicio tardío que en los ancianos con un
trastorno bipolar de inicio temprano (Subramaniam et al, 2007). También se ha constatado la
presencia de un mayor número de factores de riesgo cerebrovascular en los ancianos bipolares
de inicio tardío en comparación con los ancianos con un inicio temprano de su trastorno bipolar
(Wylie et al, 1999).
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Origen genético
Clásicamente ha existido la creencia en Psiquiatría de que la edad de aparición de un
trastorno bipolar se asociaba con la presencia de una mayor o menor carga genética,
considerándose que a menor edad de debut la carga genética era elevada, y viceversa, que a
mayor edad de inicio existiría una menor carga genética. La literatura científica ha confirmado
que el trastorno bipolar de aparición tardía presenta una menor carga genética (Vasudev &
Thomas, 2010). Una excepción se encuentra en un trabajo muy conocido que encontró de forma
contraintuitiva una mayor frecuencia de antecedentes familiares psiquiátricos en los ancianos
con trastorno bipolar que en los pacientes jóvenes con trastorno bipolar (Depp & Jeste, 2004).
Trabajos posteriores han cuestionado la generalización de los resultados de ese estudio dado
que en dicho trabajo la muestra estaba constituida por un elevado número de pacientes que se
encontraban en régimen de internamiento, lo cual reflejaría una mayor gravedad de la
enfermedad y, en consonancia, una mayor carga neurobiológica con respecto a los pacientes
bipolares de cualquier edad que fueran seguidos en un ámbito ambulatorio (Nivoli et al, 2014).
A pesar de la mayor carga genética esperable en el trastorno bipolar de inicio temprano,
la bipolaridad de inicio tardío también se ha asociado con una potencial vulnerabilidad genética
(Faraone et al, 2004) y, de hecho, en un trabajo con una muestra española de ancianos con
trastorno bipolar hasta el 50,9% de los mismos presentaban antecedentes familiares de
trastornos afectivos (Nivoli et al, 2014).
En la actualidad se tiende a considerar que en aquellas personas ancianas con trastorno
bipolar y con evidencia de una enfermedad neurológica comórbida, la vulnerabilidad familiar
puede ser un factor contribuyente para el trastorno (Sajatovic & Chen, 2011), siendo las causas
somáticas un disparador de una predisposición familiar en pacientes con antecedentes familiares
de trastornos afectivos (Krauthammer & Klerman, 1978).
Origen traumático
Está bien establecido que las lesiones traumáticas cerebrales pueden ser el origen de
manía secundaria en los pacientes adultos, si bien la evidencia científica al respecto de esta
asociación en la población anciana es escasa. Sin embargo, parece razonable suponer que un
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daño cerebral cause al menos efectos similares sobre la aparición de sintomatología maniforme
en la población anciana (Vasudev & Thomas, 2010).
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Trastorno Bipolar Geriátrico. Cuadernos de Salud Mental del 12 (2021) Nº 21
Si bien en la literatura previa se destacaba una mayor relación entre los acontecimientos
estresantes y la precipitación de una fase maniaca en un trastorno bipolar, un trabajo ha
mostrado que tanto los pacientes jóvenes con trastorno bipolar como los ancianos que
presentaron una fase depresiva reportaron más eventos vitales estresantes en los últimos 12
meses que los pacientes bipolares que presentaron una fase maniaca (Beyer et al, 2008b).
Ya en pacientes con diagnóstico de depresión unipolar se había planteado que los
acontecimientos vitales estresantes eran importantes en la precipitación tanto de episodios
tempranos como de las recurrencias más adelante, especialmente en la población geriátrica
(Hays et al, 2001).
Se plantea que si bien la edad no se asocia con diferencias en cuanto al número de
eventos vitales estresantes que puede presentar una persona con trastorno bipolar, los tipos de
circunstancias estresantes sí podrían variar (Beyer et al, 2008b).
Una deliberación al respecto de la influencia de los acontecimientos estresantes en el
trastorno bipolar ha planteado que si fuera cierto que las circunstancias externas perdieran
influencia con la edad, en las personas ancianas con un trastorno bipolar de inicio tardío debería
haber con respecto a los pacientes más jóvenes un mayor número de acontecimientos
estresantes para desencadenar un episodio de enfermedad, si bien no se han encontrado
diferencias cuantitativas (Beyer et al, 2008b).
La conclusión es que, como pasa habitualmente con todos los aspectos relacionados con
el trastorno bipolar geriátrico, disponemos de muy escasa información al respecto de la relación
entre las descompensaciones del trastorno bipolar y los acontecimientos estresantes externos.
No sabemos si los acontecimientos externos son un mayor factor de riesgo para los ancianos con
trastorno bipolar de inicio temprano o para aquellos de inicio tardío. Tampoco se ha estudiado
en el trastorno bipolar geriátrico la influencia de los acontecimientos estresantes que ocurren
inmediatamente antes del desencadenamiento de un nuevo episodio (Beyer et al, 2008b).
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Edad de aparición
La edad de aparición del trastorno es una variable que puede permitir diferenciar
subtipos de pacientes que presentan un trastorno bipolar (Subramaniam et al, 2007), en tanto en
cuanto existen diferencias entre los trastornos bipolares de inicio temprano y los trastornos
bipolares de inicio tardío.
El problema con respecto a la edad de aparición es que no hay un consenso a la hora de
establecer el criterio clínico a partir del cual se considera como “caso” a la situación que presenta
la persona. Hasta la fecha se han empleado varios criterios diferentes para establecer el inicio del
trastorno bipolar, entre ellos la edad de la primera hospitalización, la edad a la que aparecieron
los primeros síntomas disruptivos o la edad en la cual el paciente cumplió por primera vez los
criterios diagnósticos de trastorno bipolar (Wylie et al, 1999). Para el grupo de Subramaniam hay
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dos edades de aparición con potencial importancia clínica: la edad de aparición del primer
episodio afectivo y la edad del primer episodio maniaco (Subramaniam et al, 2007).
De cara a fijar un criterio etario que distinga el inicio temprano o tardío del trastorno
bipolar diversos trabajos han fijado distintos puntos de corte entre ambos, encontrándose dichos
puntos de corte en una horquilla entre los 47 y los 65 años de vida (Lehmann & Rabins, 2006). A
través de técnicas estadísticas se ha reportado una edad nodal para la aparición del trastorno
bipolar tipo I de en torno a los 49 años (Moorhead & Young, 2003).
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temprano reportaban su primer episodio depresivo a los 36,4 años de media. De la misma
manera, en los pacientes jóvenes con trastorno bipolar la media de edad de aparición del primer
episodio maniaco o mixto fue de 27,2 años, mientras que en los bipolares ancianos de inicio
temprano la edad media de aparición fue de 37,6 años (Oostervink et al, 2009). Se considera que
esta diferencia en la edad de aparición de los episodios depresivos y maniacos entre los
pacientes bipolares jóvenes y los ancianos con trastorno bipolar de inicio temprano puede
explicarse por la presencia de más enfermedades médicas, abuso de sustancias o incluso suicidio
(Tsai et al, 2002; Goodwin & Jamison, 2007), situaciones que acontecerían más o al menos
afectarían más a menor edad de aparición del trastorno bipolar de inicio temprano.
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Sintomatología depresiva
Una revisión extensa del trastorno bipolar geriátrico ha explicitado que a tenor de los
datos existentes en los ancianos con trastorno bipolar hay un predominio de la clínica depresiva
(Vasudev & Thomas, 2010).
En una cohorte extensa de pacientes bipolares atendidos en el hospital Clinic de
Barcelona el subgrupo de ancianos, con una media de 77,3 años, presentaba un primer episodio
de polaridad depresiva, siendo dicho inicio con un episodio depresivo más probable en el
subgrupo de ancianos que en subgrupo de los adultos con trastorno bipolar (79,3% vs 68%)
(Nivoli et al, 2014). En otro trabajo español con una muestra multicéntrica se detectaron
síntomas depresivos de leves a moderados en el 29% de las personas mayores de 65 años
diagnosticadas de trastorno bipolar (Montes et al, 2013). En el estudio del Hospital Clinic
también se encontró que era más frecuente en los ancianos que en los adultos con trastorno
bipolar la presencia de una polaridad predominante depresiva identificable (30,9% vs 22,3%)
(Nivoli et al, 2014), aunque no se han encontrado más referencias bibliográficas que sustenten o
refuten el mayor porcentaje de una polaridad predominante depresiva en el trastorno bipolar
geriátrico.
A pesar de ello, otros trabajos atestiguan que a largo plazo los pacientes bipolares van a
presentar durante mucho más tiempo estados depresivos que estados maniacos, argumento con
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el que pretenden explicar la alta utilización de antidepresivos (Judd et al, 2002) a pesar de las
recomendaciones de las guías clínicas del trastorno bipolar.
Centrándonos en la polaridad predominante depresiva, la misma se ha asociado a
episodios iniciales mixtos o depresivos del trastorno bipolar, antecedentes de intentos de
suicidio y un mayor número de intentos de suicidio, así como a mayor empleo de TEC, mayor
comorbilidad con el eje II y también se ha asociado al sexo femenino (Nivoli et al, 2014).
Con respecto a la sintomatología depresiva predominante, se ha detectado que en los
ancianos con trastorno bipolar con polaridad predominante depresiva es más probable encontrar
rasgos melancólicos que en personas jóvenes con trastorno bipolar (62,5% vs 38,2%), sugiriendo
que el envejecimiento podría ayudar a la progresiva “melancolización” de la depresión bipolar
(Nivoli et al, 2014).
A tenor de los resultados que en esta monografía exponemos del trabajo del grupo del
Hospital Clinic, esos autores han argumentado que la presentación clínica del trastorno bipolar
en la edad avanzada podría definirse por la presencia de rasgos melancólicos y por una polaridad
predominante depresiva (Nivoli et al, 2014).
Sin embargo, no todos los trabajos secundan la hipótesis de la existencia de una mayor
clínica depresiva en los ancianos con trastorno bipolar. En la muestra del estudio EMBLEM, y en
comparación con los pacientes adultos con trastorno bipolar, no había diferencias en los
ancianos bipolares con respecto a la presencia de sintomatología depresiva (Oostervink et al,
2009), aunque en ese trabajo también se reconoce que los ancianos reclutados recibían con más
frecuencia antidepresivos tanto antes de su reclutamiento para el estudio como también durante
la fase aguda del tratamiento.
Viraje a manía
Ya hemos relatado que se argumenta que el extendido empleo de antidepresivos en el
trastorno bipolar a cualquier edad podría deberse a la preponderancia de los síntomas
depresivos (Judd et al, 2002) y de hecho el tratamiento con antidepresivos es una de las causas
más reconocidas del viraje a manía en el trastorno bipolar (Young et al, 2003). Otra hipótesis
plantea que el frecuente empleo de fármacos antidepresivos en pacientes ancianos con un
trastorno bipolar de inicio tardío puede explicarse parcialmente porque los pacientes son
diagnosticados inicialmente de forma errónea como depresiones unipolares y tratados en
consonancia con ese error diagnóstico (Ghaemi et al, 2000), lo que incrementaría el riesgo de
viraje.
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Sintomatología maniforme
La misma revisión extensa que refería el predominio de la sintomatología depresiva en el
trastorno bipolar geriátrico planteó que el trastorno bipolar de aparición tardía tiende a ser una
enfermedad clínicamente más leve que otras formas de trastorno bipolar en términos de
gravedad de la manía (Vasudev & Thomas, 2010). Ya en 1990 se reportaba que la manía en la
vejez era menos grave (Broadhead & Jacoby, 1990), y estudios posteriores han afirmado que en
el trastorno bipolar de inicio tardío los síntomas maniacos son menores y son más leves (Cassano
et al, 2000; Sajatovic, 2002a), menor gravedad que también se encuentra en los ancianos con
trastorno bipolar incluidos en el estudio EMBLEM (Oostervink et al, 2009). En este último estudio
los ancianos con trastorno bipolar de inicio tardío presentaban puntuaciones más bajas de manía
que los ancianos con trastorno bipolar de inicio temprano, y eso a pesar de que los ancianos
bipolares de inicio temprano recibían un tratamiento más intensivo (Oostervink et al, 2009). En
otro artículo los bipolares ancianos reportaban un menor número de días de experimentación de
síntomas bipolares en comparación con los pacientes bipolares más jóvenes (Calabrese et al,
2003).
Si se baja del nivel sindrómico de la manía al nivel sintomático, en un trabajo empleando
la escala YMRS los ancianos presentaron puntuaciones más bajas que los bipolares adultos en los
ítems de incremento de la actividad-energía, trastornos del lenguaje- pensamiento y en los
intereses sexuales (Young et al, 1978; Young & Falk, 1989). También se ha encontrado que los
pacientes bipolares de inicio tardío tienen una tendencia a tener un humor más irritable que
eufórico (Sajatovic, 2002a). Además se ha planteado que la manía tardía está probablemente
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más caracterizada por el humor elevado y un descenso en la necesidad de dormir que por
alteración de sueño (Dols & Beekman, 2018).
Para finalizar este apartado con respecto a la clínica maniaca en el trastorno bipolar
geriátrico se quiere añadir que se han llegado a proponer unos criterios de manía vascular
(Steffens & Krishnan, 1998), si bien algunos autores plantean que el concepto de manía vascular
presenta cierto solapamiento con el síndrome de desinhibición de la terminología neurológica
(Dols & Beekman, 2018).
Sintomatología mixta
Debido a que sobre el trastorno bipolar en la edad avanzada hay pocos trabajos existe
poca información al respecto de la presencia de episodios mixtos en la vejez, si bien hay reportes
anecdóticos que sugieren una mayor incidencia de estados mixtos en el trastorno bipolar
geriátrico (Shulman & Post, 1980).
Sintomatología psicótica
La sintomatología psicótica puede formar parte de los episodios maniacos o depresivos
bipolares en pacientes de cualquier edad. En un trabajo con ancianos con trastorno bipolar los
rasgos psicóticos durante los episodios de depresión o de manía aparecieron en el 52,5% de los
pacientes (Dols et al, 2014).
Se ha descrito que el trastorno bipolar en la población más joven se caracteriza por una
enfermedad más intensa, con una mayor probabilidad de presentar síntomas psicóticos
(Schurhoff et al, 2000). Sin embargo otros trabajos no encuentran diferencias entre los ancianos
y los adultos con trastorno bipolar en términos de presencia de síntomas psicóticos (Depp &
Jeste, 2004; Ernst & Goldberg, 2004). En el estudio EMBLEM los jóvenes y los ancianos con
trastorno bipolar mostraron similar tasa de rasgos psicóticos, aunque los ancianos mostraron
unos síntomas psicóticos menos graves (Oostervink et al, 2009). En otro estudio se planteó que
los adultos con trastorno bipolar que requirieron ingreso presentaban más síntomas psicóticos
que los ancianos bipolares ingresados (Kessing, 2006). Tampoco faltan los estudios que han
encontrado que los ancianos con trastorno bipolar presentan con mayor probabilidad una
historia de síntomas psicóticos en comparación con los bipolares más jóvenes (Nivoli et al, 2014).
Otro estudio encontró un incremento de los síntomas psicóticos en pacientes ancianos que
habían sido diagnosticados como trastorno bipolar tipo II (Benazzi, 2001). También algún trabajo
ha encontrado diferencias en el trastorno bipolar geriátrico en función de la edad de inicio de la
enfermedad, encontrando más rasgos psicóticos en los ancianos bipolares con un inicio tardío
que en los ancianos con trastorno bipolar de inicio temprano (Wylie et al, 1999). Diferenciando
según la edad de aparición del trastorno bipolar, en pacientes hospitalizados aquellos que
presentaban su primera hospitalización por encima de los 50 años presentaban menos manía
psicótica pero una depresión psicótica más grave, aunque en pacientes ancianos bipolares de
régimen ambulatorio no había diferencias clínicas entre el inicio temprano y el inicio tardío de
sus síntomas (Kessing, 2006).
Un dato curioso y que habla por sí mismo de la inestabilidad diagnóstica en Psiquiatría y
de la necesidad de no olvidarse del trastorno bipolar a cualquier edad es que en una muestra de
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ancianos diagnosticados de trastorno bipolar el 28,8% de los mismos habían tenido un primer
diagnóstico de esquizofrenia (Lehmann & Rabins, 2006).
Sintomatología catatónica
En el trastorno bipolar geriátrico también es posible encontrar síntomas catatónicos. En
una cohorte del Hospital Clinic de Barcelona los ancianos con trastorno bipolar tenían una mayor
probabilidad que los adultos de tener una historia de catatonia, encontrando síntomas
catatónicos en el 9,1% de los ancianos, frente al 3,1% de síntomas catatónicos en los pacientes
más jóvenes con trastorno bipolar (Nivoli et al, 2014).
Ciclos rápidos
La presencia de ciclos rápidos es una característica del trastorno bipolar que puede
complicar su abordaje terapéutico. Algunos trabajos han planteado que los ciclos rápidos son
una característica que no es precoz en el trastorno bipolar, siendo más frecuente su aparición a
partir de la década de los 40 años de vida (Kupka, 2003; Erfurth & Perugi, 2005).
En la cohorte del estudio EMBLEM los ancianos con trastorno bipolar presentaban una
mayor frecuencia de ciclos rápidos en el año previo a entrar en el estudio, siendo más probable
en los ancianos con trastorno bipolar de inicio temprano (Oostervink et al, 2009). En dicho
estudio, entre los ancianos bipolares que presentaban ciclación rápida había un mayor empleo
de fármacos antidepresivos (40%) que en el grupo de bipolares ancianos que no presentaban
ciclos rápidos (20%) (Oostervink et al, 2009).
Clínica suicida
En contra de lo que era de esperar, no parece constatarse que el trastorno bipolar en la
edad avanzada se acompañe de un incremento de la suicidabilidad en comparación con los
pacientes más jóvenes con trastorno bipolar. Una explicación a que exista una baja tasa de
suicidio en los ancianos con trastorno bipolar es que representen una cohorte superviviente
cualitativamente diferente del total de pacientes que desarrollan un trastorno bipolar (Depp &
Jeste, 2004). De hecho, el riesgo de suicidio en el trastorno bipolar es más alto en pacientes
menores de 35 años, permaneciendo bajo en la edad avanzada (Tsai et al, 2002). En el estudio
EMBLEM los ancianos con trastorno bipolar realizaron menos intentos de suicidio que los
pacientes bipolares más jóvenes (Oostervink et al, 2009). Estos datos llevan a plantearse que
aquellos pacientes con trastorno bipolar que podrían suicidarse lo harían fundamentalmente en
etapas tempranas de la enfermedad y no alcanzan la edad geriátrica.
Un aspecto a tener en consideración, pero aún lejos de estar aclarado, es la asociación de
algunos fármacos antiepilépticos con un incremento de la suicidabilidad, incluyendo el suicidio
consumado, siendo un predictor de riesgo de suicidio el diagnóstico de un trastorno afectivo.
Existe una hipótesis que atribuye la mayor suicidabilidad debida a estos medicamentos a la
inducción de síntomas psiquiátricos como depresión, ansiedad o impulsividad. Entre los
antiepilépticos de uso común en el trastorno bipolar geriátrico se asociaron con conductas
suicidas ácido valproico y lamotrigina. Otros antiepilépticos asociados a mayor suicidabilidad que
podrían emplearse de forma coadyuvante para el abordaje de las comorbilidades que
acompañan al trastorno bipolar geriátrico son gabapentina y topiramato (Marín et al, 2021).
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Trastorno Bipolar Geriátrico. Cuadernos de Salud Mental del 12 (2021) Nº 21
Debido al potencial mayor riesgo suicida con estos fármacos antiepilépticos, se recomienda
explorar la suicidabilidad antes de su prescripción (Van Cott et al, 2010; Pugh et al, 2012) y
evaluar la misma durante el seguimiento del paciente.
Funcionalidad
Por último, con respecto a la alteración de la funcionalidad, en los ancianos con trastorno
bipolar de inicio tardío, con respecto al trastorno bipolar de inicio precoz, se aprecia un mayor
nivel de funcionamiento premórbido (Meeks, 1999; Almeida & Fenner, 2002).
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fluencia verbal (Samamé et al, 2013). La bipolaridad tardía también se ha asociado a disfunción
cognitiva (Sheeran et al, 2012; Martino et al, 2013a) no habiéndose encontrado diferencias en
cuanto a estado cognitivo en los ancianos bipolares en función de su inicio temprano o tardío
(Subramaniam et al, 2007).
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Trastorno Bipolar Geriátrico. Cuadernos de Salud Mental del 12 (2021) Nº 21
trastorno bipolar, para intentar discernir mejor y antes a los pacientes que evolucionarán a
demencia.
Un trabajo longitudinal con un periodo de seguimiento de 3 años encontró que los
pacientes ancianos con trastorno bipolar presentaban más disfunción cognitiva y un declinar
cognitivo más rápido de lo esperado en función de su edad y su nivel de instrucción (Gildengers
et al, 2009). Un estudio de seguimiento de entre 5 y 7 años a pacientes de más de 60 años con
trastorno bipolar tras una hospitalización por manía encontró que 32% de los pacientes bipolares
acababan el seguimiento con puntuaciones de MMSE por debajo de 24 (Dhingra & Rabins, 1991),
es decir, por debajo del umbral de demencia. En cambio, otro estudio aplicó una batería
neuropsicológica inicialmente y a los 2 años a 65 bipolares eutímicos con una media de edad de
68,35 años y de régimen ambulatorio, encontrando que tanto en la valoración basal como en el
seguimiento los pacientes con trastorno bipolar tenían un peor desempeño en todas las medidas
cognitivas estudiadas en comparación con el grupo control, sin que se aprecie un declinar
cognitivo en los ancianos bipolares en el plazo de 2 años (Schouws et al, 2012b). En la misma
línea, otro trabajo no encontró que los bipolares de edad avanzada, con una edad media de 58
años, tuvieran trayectorias diferentes de declinar cognitivo al de las personas sanas o al de las
personas con esquizofrenia (Depp et al, 2008). Una crítica al declinar cognitivo que se encuentra
en los bipolares ancianos en el trabajo del grupo de Gildengers (Gildengers et al, 2009) es que en
ese estudio no se controló el efecto de los síntomas afectivos por lo que no se pudo comprobar si
había relación entre los cambios en el estado afectivo y la disfunción cognitiva (Schouws et al,
2012b). La mayoría de estudios en el trastorno bipolar geriátrico no han sustentado el
incremento del riesgo de demencia, el empeoramiento de la disfunción cognitiva previa
(Delaloye et al, 2011; Depp et al, 2008; Martino et al, 2013b) o un más rápido declinar cognitivo
(Delaloye et al, 2011; Schouws et al, 2012b; Gildengers et al, 2013). En cambio, algún dominio
cognitivo aislado sí parece que puede modificarse en relación a la evolución del trastorno
bipolar. Así, el declinar cognitivo en las funciones del lenguaje en bipolares ancianos se ha
asociado con la presencia de un mayor número de hospitalizaciones previas (Schouws et al,
2012b).
Dados los resultados encontrados, el grupo de Schouws concluye que la alteración
cognitiva en el trastorno bipolar geriátrico puede ser mantenida en el tiempo sin progresión para
al menos un subgrupo de pacientes (Schouws et al, 2012b).
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parece importante reseñar que el tratamiento con litio puede tener efectos preventivos sobre
dominios cognitivos específicos, como por ejemplo sobre la función ejecutiva (Rybakowski et al,
2009).
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reportado que en los ancianos con trastorno bipolar se detectan tasas sustancialmente elevadas
de patologías cardiovasculares y respiratorias, diabetes mellitus tipo II y alteraciones endocrinas,
alcanzando un 68,8% de comorbilidad con hipertensión arterial, un 25% de comorbilidad con
enfermedad coronaria y un 10,4% de comorbilidad con hiperlipidemia (Sajatovic et al, 2005d). En
un trabajo cuya muestra consistió en 73 ancianos ingresados por un episodio maniaco también la
presencia de comorbilidad somática fue común, apareciendo en el 86,3% de los ancianos de la
muestra. Se encontró un 45,2% de hipertensión arterial, un 30,1% de enfermedad cardiaca, un
24,7% de enfermedades gastrointestinales, un 20,6% de problemas urológicos, un 17,8% de
pacientes con diabetes mellitus, un 17,8% de alteración tiroidea, un 16,4% de artritis, y un 12,3%
de EPOC (Lehmann & Rabins, 2006).
Además, se plantea que en ancianos que presentan depresión bipolar dicha condición
parece ser particularmente grave a nivel somático, asociándose con resultados pobres en cuanto
a comorbilidad somática (Nivoli et al, 2014).
En resumen, en los ancianos que padecen un trastorno bipolar la presencia de
comorbilidad somática es un fenómeno común (Dols et al, 2014), lo cual nos debe llevar ante
todo paciente anciano que atendamos y que presente un trastorno bipolar a considerar siempre
los probables aspectos orgánicos que pueden presentar, evaluándolos activamente tanto en la
consulta inicial como también a lo largo del seguimiento.
Hipertensión arterial
En el caso concreto de la comorbilidad entre trastorno bipolar geriátrico y la hipertensión
arterial se ha planteado que la presencia conjunta se daría en una horquilla de entre el 45,2% y
68,8% de los pacientes ancianos con trastorno bipolar (Dols et al, 2014). Otro trabajo de revisión
establece en cerca de 2/3 la cantidad de ancianos con trastorno bipolar que presentan
hipertensión arterial (Lala y Sajatovic, 2012). Distintos estudios de comorbilidad han encontrado
unos porcentajes de hipertensión arterial del 27,8% (Dols et al, 2014), del 45,2% (Lehmann &
Rabins, 2006) o del 68,8% de los ancianos bipolares (Sajatovic et al, 2005d).
Dada la elevada comorbilidad existente entre el trastorno bipolar geriátrico y la
hipertensión arterial es conveniente recordar que uno de los tratamientos más empleados en el
trastorno bipolar es litio, el cual presenta potenciales interacciones con fármacos de uso
extendido como antihipertensivos, como los diuréticos tiazídicos, los diuréticos ahorradores de
potasio y los IECAs, incrementando los niveles plasmáticos de litio. Además, una medida
higiénico-dietética muy habitual ante la hipertensión arterial es la restricción de aporte de sal,
situación que puede provocar un incremento de la reabsorción de litio y un incremento de sus
niveles plasmáticos.
Enfermedades vasculares
Es conocida la elevada prevalencia de enfermedades cardiovasculares y
cerebrovasculares en población anciana que padece un trastorno bipolar. La comorbilidad
cardiovascular está incrementada en un trabajo con ancianos bipolares con una media de edad
de 74 años (Hays et al, 1998). En diversos estudios se han encontrado desde un 25% de
comorbilidad con enfermedad coronaria (Sajatovic et al, 2005d) a un 30,1% de enfermedad
cardiaca (Lehmann & Rabins, 2006).
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Enfermedades endocrinas
También es conocido que los pacientes con trastorno bipolar geriátrico presentan una
carga incrementada de enfermedades endocrinometabólicas (Gildengers et al, 2008).
Con respecto al síndrome metabólico un trabajo publicado en 2012 advirtió que hasta esa
fecha no se había publicado ningún estudio que evaluara de forma específica la prevalencia de
síndrome metabólico en ancianos con trastorno bipolar (Lala & Sajatovic, 2012). Dos años más
tarde un trabajo que incluyó a ancianos diagnosticados bien de esquizofrenia bien de trastorno
bipolar encontró que la prevalencia del síndrome metabólico no era mayor entre los pacientes
que en el grupo control, no pudiendo relacionar el síndrome metabólico con el empleo de una
clase específica de antipsicóticos (Konz et al, 2014). Haya o no haya una mayor carga de
síndrome metabólico en los ancianos que presentan un trastorno bipolar, lo cierto es que es una
comorbilidad somática a tener en consideración ante un paciente con trastorno bipolar
geriátrico. Así, en una muestra de 101 ancianos bipolares con una media de edad de 68,9 años se
encontró un 28,7% de síndrome metabólico comórbido (Dols et al, 2014).
La diabetes mellitus es una patología frecuente en población anciana y también en el
trastorno bipolar. Se ha estimado en cerca de 1/3 la cantidad de personas con trastorno bipolar
geriátrico que padecen diabetes mellitus (Lala & Sajatovic, 2012). Recogiendo datos de diversos
trabajos se ha planteado una horquilla de comorbilidad con diabetes mellitus en los ancianos con
trastorno bipolar que va del 17,8% (Lehmann & Rabins, 2006) al 31,3% (Dols et al, 2014). Otro
trabajo cifra en un 26% el porcentaje de diabetes tipo II en ancianos con trastorno bipolar
(Regenold et al, 2002).
La patología tiroidea está intrínsecamente asociada con los trastornos del humor a
cualquier edad. Se ha encontrado con mayor frecuencia en ancianos que padecen trastorno
bipolar la presencia de hipotiroidismo y de nódulos tiroideos (Gildengers et al, 2008). De hecho,
hasta un 17,8% de pacientes de una muestra de ancianos ingresados por un cuadro maniaco
presentaban alteración tiroidea (Lehmann & Rabins, 2006). Esta relación existente entre
bipolaridad y patología tiroidea conlleva que se recomiende evaluar con regularidad la función
tiroidea, debiendo la misma ser optimizada en caso de que esté alterada (Shulman & Herrmann,
1999).
La ganancia ponderal es un fenómeno frecuente en personas que padecen una
enfermedad mental grave y que toman psicofármacos. Sin embargo, dicha ganancia ponderal no
se debe en exclusiva a un efecto iatrogénico farmacológico, sino a diversos factores que pueden
combinarse en el mismo individuo como el incremento de apetito, un hipotiroidismo subclínico
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secundario al empleo de litio, una menor tasa metabólica, el incremento de ingesta secundario al
mejorar el humor y una polidipsia que puede resultar en un incremento de la cantidad de
bebidas calóricas ingeridas (Torrent et al, 2008).
Con respecto a la hiperlipidemia, se ha encontrado una presencia comórbida del 10,4% en
ancianos con trastorno bipolar (Sajatovic et al, 2005d).
Un aspecto menos conocido en relación con el tratamiento continuado con litio es la
posibilidad de incremento de los niveles de calcio, así como de las concentraciones de
parathormona, consecuencias que afectan más la población anciana (McKnight et al, 2012).
Enfermedades respiratorias
Con respecto a las enfermedades respiratorias también se ha detectado en pacientes que
padecen un trastorno bipolar geriátrico una carga incrementada de enfermedades respiratorias
como la EPOC o el asma (Gildengers et al, 2008). En esa línea, se detectó hasta un 12,3% de EPOC
en ancianos con trastorno bipolar que requirieron ingreso (Lehmann & Rabins, 2006). La relación
de la EPOC con la depresión del centro respiratorio y la probabilidad de EPOC en el trastorno
bipolar geriátrico obliga a que se deba estar atento a la prescripción de benzodiacepinas en los
pacientes bipolares de este grupo de edad.
Epilepsia
No hay muchos datos bibliográficos acerca de la relación entre epilepsia y trastorno
bipolar geriátrico. Datos recogidos en bipolares ancianos ingresados en una unidad de agudos
psicogeriátrica no encuentran diferencias entre el trastorno bipolar de inicio temprano y el
trastorno bipolar de inicio tardío en cuanto a la presencia comórbida de epilepsia (Sajatovic et al,
2005d).
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Trastornos de ansiedad
La segunda comorbilidad en importancia en el trastorno bipolar geriátrico atañe al grupo
de los trastornos de ansiedad. Un trabajo centrado en la comorbilidad en los ancianos con
trastornos de ansiedad ha planteado que, al menos en su muestra, los trastornos de ansiedad
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son poco frecuentes (Dols et al, 2014), aunque trabajos previos han planteado prevalencias de
un 15,2% para los trastornos de ansiedad en general (Sajatovic & Kales, 2006) o del 11,9% para el
trastorno de pánico y del 20,5% para el trastorno de ansiedad generalizada (Goldstein et al,
2006). Se considera que el trastorno de pánico alcanza una mayor prevalencia en el trastorno
bipolar geriátrico en el sexo femenino (Goldstein et al, 2006).
Trastornos de personalidad
Apenas se ha estudiado la comorbilidad entre los trastornos afectivos en la vejez y los
trastornos de personalidad. Un trabajo encontró elevada comorbilidad, hasta en un 63% de los
sujetos (Molinari & Marmion, 1995), si bien no hemos detectado estudios específicos con
respecto a la comorbilidad entre el trastorno bipolar geriátrico y los trastornos de personalidad.
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Neuroimagen
Con respecto al empleo diagnóstico de las pruebas de neuroimagen en el anciano con
problemas psiquiátricos se afirma que es necesario su empleo rutinario, especialmente la
realización de una resonancia magnética cerebral (Arciniegas, 2006). Específicamente en el
trastorno bipolar geriátrico muchos estudios subrayan su importancia para un adecuado
despistaje orgánico en la manía de inicio tardío (Brooks & Hoblyn, 2005; Arciniegas, 2006). Se ha
afirmado que el empleo de técnicas de neuroimagen podría jugar un papel importante en la
identificación y manejo del riesgo cerebrovascular en ancianos con trastorno bipolar, aunque
esta aseveración requierede más estudios que la refrenden (Subramaniam et al, 2007).
Evaluación cognitiva
La evaluación cognitiva debe formar parte de la entrevista en todo paciente
psicogeriátrico, tanto en forma de evaluación informal como en forma de empleo de una
evaluación estandarizada. En el caso concreto del trastorno bipolar geriátrico el estado cognitivo
se considera que debe ser un componente ineludible de la evaluación global del paciente
(Schouws et al, 2012a). Hay que considerar que si no hacemos una evaluación cognitiva y
aceptamos lo que el paciente nos puede plantear, podemos considerar erróneamente como
cognitivamente sano a un paciente que tiene una disfunción cognitiva que puede interferir en su
nivel de funcionamiento y que además puede artefactar el consumo adecuado de los
medicamentos prescritos.
Entre las indagaciones que podemos realizar, la evaluación directa de las actividades de la
vida diaria y la alteración funcional se ha considerado que pueden ser más útiles que la
identificación de defectos cognitivos en exploraciones regladas (Depp et al, 2009), pudiendo ser
una primera aproximación a la evaluación cognitiva, pero no necesariamente la única. Otros
autores se muestran en contra de la afirmación previa, planteando que los pacientes ancianos
con trastorno bipolar deberían ser evaluados a nivel cognitivo con al menos una exploración
neuropsicológica breve, dado que algunos de ellos presentaran una disfunción cognitiva
importante (Schouws et al, 2012a), tal y como se reportan en otros trabajos en que se detectan
prevalencias de demencia de entre el 4,5% (Sajatovic et al, 2006) y el 19% (Nunes et al, 2007).
Empleo de escalas
También en el trastorno bipolar geriátrico, al igual que en el trastorno bipolar que
acontece a otras edades, se pueden emplear escalas validadas para ayudar al diagnóstico y a la
monitorización de la respuesta al tratamiento.
En el caso de la manía en el paciente geriátrico se puede emplear la escala más
habitualmente empleada de manía, la Young Mania Rating Scale (YMRS) (Young et al, 1978). La
YMRS es una escala universalmente empleada para evaluar los síntomas maniacos, aunque
varios trabajos han cuestionado su utilidad en la población anciana con trastorno bipolar debido
a los posibles cambios en los perfiles sintomáticos y en la gravedad sintomática que presentan
los pacientes bipolares cuanto mayor es su edad (Marino et al, 2018).
La evaluación de la depresión bipolar geriátrica puede hacerse mediante la Montgomery-
Asberg Depression Rating Scale (MADRS) (Montgomery & Asberg, 1979), la cual no valora
síntomas somáticos de depresión, dado que se considera que dichos síntomas pueden generar
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problemas diagnósticos en la población anciana (Marino et al, 2018). De hecho, ante la más
probable comorbilidad médica, en los pacientes ancianos con trastornos psiquiátricos sería
recomendable eludir aquellas escalas que tengan una carga importante de ítems que valoren
aspectos somáticos.
Precisamente por esa mayor carga médica en el trastorno bipolar geriátrico puede ser de
utilidad que los psiquiatras apliquemos escalas más centradas en el riesgo somático, como la
Cumulative Illnes Rating Scale – Geriatric, que valora carga de enfermedad, o el Framinghan
Stroke Risk Profile, que valora de forma más específica el riesgo de presentar un ictus (Marino et
al, 2018).
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Síndrome de
Características Trastorno bipolar Manía secundaria
desinhibición
Enfermedad
- ++ +++
neurológica
Respuesta a
+++ ++ +/-
eutimizantes
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Se conoce que la manía puede aparecer años antes del desarrollo de una demencia
frontotemporal (Meisler et al, 2013).
También se plantea que existe un pequeño porcentaje de personas que presentan un
trastorno bipolar, fuera del contexto de una demencia frontotemporal, pero que a lo largo de la
vida terminarán evolucionando hacia una demencia frontotemporal variable conductual (Cerami
et al, 2011; Pavlovic et al, 2011). En esta línea se han descrito mutaciones en GRN en el norte de
Italia que se asocian con demencia frontotemporal variante conductual y con afasia primaria
progresiva no fluente en pacientes con antecedentes de trastorno del espectro bipolar (Cerami
et al, 2011). A su vez, el alelo expandido C9ORF72 podría estar asociado con una forma de
trastorno bipolar que se presenta clínicamente con la sintomatología clásica del trastorno bipolar
pero con progresión a una enfermedad neurodegenerativa a largo plazo y con fenómenos de
anticipación genética en las generaciones siguientes (Meisler et al, 2013). Se estaría hablando de
un mínimo porcentaje del total de pacientes que presentan un trastorno bipolar en la adultez
tardía o en la vejez, dado que en su muestra de 89 pacientes solo el 1% de los mismos presentó
dicha expansión C9ORF72 (Meisler et al, 2013).
Para finalizar la exposición de la interrelación entre la demencia frontotemporal y el
trastorno bipolar, se ha publicado un único caso, hasta la fecha, de una persona diagnosticada
simultáneamente de demencia frontotemporal y trastorno bipolar, con un patrón recurrente-
remitente de la afectación neurológica que solo se manifestaba cuando el paciente no se
encontraba en fase de eutimia. Esta rara avis clínico ha sido achacado a la capacidad
compensatoria sobre la función cerebral de la reserva cognitiva en periodos de estabilidad
clínica, sobrepasándose la capacidad de adaptación durante los episodios sintomáticos (Vorspan
et al, 2012).
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Hospitalización
Varios trabajos han puesto de manifiesto que es probable que las personas ancianas con
trastorno bipolar sean hospitalizados más temprano que pacientes más jóvenes con trastorno
bipolar, en relación a razones indirectas como el estrés del cuidador (Draper & Luscombe, 1998),
la ausencia de soporte social (Romans & McPherson, 1992; Beyer et al, 2003), la alteración
cognitiva relacionada con la edad (Gildengers et al, 2004) y la presencia de comorbilidad médica
(Kilbourne et al, 2005; Sajatovic et al, 2005d). Esa hospitalización aparentemente más temprana
en el grupo etario de los ancianos no implica la presencia de una mayor gravedad
psicopatológica. Es conocido que los ancianos que padecen trastorno bipolar tienen una
frecuencia similar de hospitalización a la presentada por los ancianos que padecen esquizofrenia
(Sajatovic et al, 1996).
Con respecto a los motivos de ingreso en el trastorno bipolar geriátrico el ensayo
controlado doble ciego GERI-BD encontró entre los pacientes con trastorno bipolar I que
requirieron ingreso un episodio maniaco en el 64,3% de los pacientes, un episodio mixto en el
23,2% y un episodio hipomaniaco en el 12,5% de los mismos (Young et al, 2017). Parece
necesaria la realización de estudios observaciones longitudinales que nos permitan conocer
cuánto ingresan los pacientes ancianos con trastorno bipolar y si el requerimiento de
hospitalización es diferente entre los episodios maniacos/hipomaniacos, los episodios mixtos y
los episodios depresivos o si varía en función de la polaridad predominante.
En una publicación se mostró que los motivos de ingreso por episodio maniaco en
población anciana han sido en el 46,6% de los casos por falta de adherencia al tratamiento
psiquiátrico y en el 17,8% de los casos bien por adición de un fármaco antidepresivo al
tratamiento previo, bien por disminuir la dosis del fármaco eutimizante (Lehmann & Rabins,
2006). En el estudio EMBLEM la aparición del episodio maniaco y la consiguiente hospitalización
se achacó al empleo de fármacos antidepresivos en el 11,4% de los pacientes ancianos con
trastorno bipolar de inicio tardío y en el 2,6% de los ancianos con trastorno bipolar de inicio
temprano (Lehmann & Rabins, 2006), siendo más frecuente en los ancianos con trastorno bipolar
de inicio temprano que existiera una historia previa de falta de adherencia los suficientemente
importante como para precisar un internamiento psiquiátrico (Lehmann & Rabins, 2006).
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Remisión
En el estudio EMBLEM los ancianos con trastorno bipolar ingresados por una fase
maniforme eran dados de alta más pronto en el caso de un inicio tardío de la enfermedad que
ante un trastorno bipolar geriátrico de inicio temprano. Presentaban una remisión más rápida y
también una mayor proporción de ancianos con trastorno bipolar de inicio tardío habían
alcanzado la remisión en el momento del alta hospitalaria (Oostervink et al, 2009).
Recaída y rehospitalización
La tasa de recurrencia se incrementa a mayor número de episodios afectivos previos
(Kessing et al, 2004), de acuerdo con el paradigma de sensibilización y kindling en el trastorno
bipolar (Post et al, 1986). También en la población anciana con trastorno bipolar se sugiere un
incremento del riesgo de recurrencia después de cada nuevo episodio afectivo (Angst & Preisig,
1995a).
Varios trabajos han puesto de manifiesto que en el trastorno bipolar geriátrico son más
frecuentes las recaídas de tipo depresivo que las recaídas de tipo maniaco (Jeremy & Robin,
1990; Broadhead & Jacoby, 1990).
A pesar de considerarse a nivel teórico que el trastorno bipolar geriátrico es una entidad
menos grave a nivel psicopatológico que el trastorno bipolar en la población adulta, también es
común en la población anciana con trastorno bipolar que, tras el requerimiento de
hospitalización por un episodio maniaco, tengan lugar recaídas y rehospitalizaciones (Dhingra &
Rabins, 1991; Tohen et al, 1994).
Así, el resumen de distintos trabajos que han evaluado las tasas de rehospitalización en
los 12 meses siguientes a un ingreso psiquiátrico en pacientes ancianos con trastorno bipolar
planteó una horquilla de rehospitalizaciones a 12 meses del 32% al 50% de los pacientes
(Lehmann & Rabins, 2006), lo que remarca la necesidad de realizar un seguimiento estrecho en
pacientes ancianos con trastorno bipolar de cara a prevenir recaídas (Lehmann & Rabins, 2006).
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depresivos, existiendo una disfunción cognitiva junto con alteraciones leves en la estructura
cerebral que parecen enmarcarse en un modelo de envejecimiento acelerado (Dols et al, 2016a).
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trastorno bipolar de inicio temprano constituyan una cohorte superviviente, pero también por la
mayor frecuencia de comorbilidades somáticas en la edad avanzada y también porque en un
número no desdeñable de casos una enfermedad somática con potencial riesgo vital está en el
origen del trastorno bipolar tardío. Por ello, es obligado valorar y tratar de forma conveniente las
comorbilidades somáticas que presentan los pacientes ancianos con trastorno bipolar.
Calidad de vida
No se conocen muchos datos acerca de la calidad de vida de los pacientes ancianos con
trastorno bipolar, si bien se ha planteado que en la población anciana la depresión bipolar parece
ser particularmente grave, asociándose con resultados pobres en cuanto a una peor calidad de
vida (Nivoli et al, 2014).
Discapacidad
A pesar de considerarse habitualmente a la esquizofrenia como un trastorno más
deletéreo en términos de discapacidad, en una muestra mixta en cuanto a la edad que incluía
población anciana el funcionamiento social de los pacientes con trastorno bipolar era incluso
peor que en el caso de los pacientes con esquizofrenia y además no se conseguía una mejoría
funcional completa en los pacientes con trastorno bipolar a pesar de alcanzarse la remisión de la
sintomatología afectiva (Depp et al, 2006).
Un estudio español transversal y multicéntrico evaluó la discapacidad en 55 pacientes con
trastorno bipolar de 65 o más años en régimen ambulatorio, con una edad media de 72,3 años,
encontrando que el 43,6% de los pacientes presentaban una discapacidad global entre moderada
y máxima, siendo el funcionamiento ocupacional el área más alterada y el cuidado personal el
área menos afectada. 2/3 de los pacientes no mostraron discapacidad o tuvieron una
discapacidad mínima en el cuidado personal (Ezquiaga et al, 2012). En ese trabajo la discapacidad
de los ancianos con trastorno bipolar se asoció con la presencia de comorbilidad médica, la
mayor edad, la gravedad clínica y el polo depresivo del trastorno bipolar (Ezquiaga et al, 2012).
Otro trabajo español también ha encontrado que en la población anciana la depresión bipolar
parece particularmente grave en términos de disfuncionalidad temprana (Nivoli et al, 2014).
Con respecto a la relación entre edad y discapacidad, los estudios coinciden en señalar
que los ancianos con trastorno bipolar presentan una mayor alteración funcional que los
pacientes más jóvenes con trastorno bipolar (Depp et al, 2005), planteando un trabajo español
que la discapacidad en el trastorno bipolar puede ser reducida hasta los 70 años de edad,
aunque puede progresar hasta una discapacidad severa en pacientes con una media de edad de
75 años (Ezquiaga et al, 2012).
Mortalidad
Aunque desde la perspectiva psicopatológica el trastorno bipolar geriátrico pueda ser
considerado un cuadro no excesivamente grave, esto cambia si se contempla la perspectiva
somática. Así, en una cohorte retrospectiva seguida durante 6 años el 50% de los ancianos con
trastorno bipolar fallecieron durante el periodo de seguimiento, en comparación con el 20% de
decesos en el grupo de pacientes con depresión (Shulman et al, 1992). Varios trabajos apuntan a
un mayor riesgo de muerte prematura en el trastorno bipolar geriátrico (Almeida et al, 2014),
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postulándose que aquellos ancianos con trastorno bipolar de inicio tardío tendrían una mayor
tasa de mortalidad (Sajatovic, 2002a), mientras que la característica de cohorte superviviente del
grupo de ancianos con trastorno bipolar de inicio temprano parece relacionarse con una mayor
esperanza de vida. Un grupo del Hospital Clinic de Barcelona ha sugerido que en ancianos la
depresión bipolar puede ser particularmente grave en términos de mayor mortalidad prematura
(Nivoli et al, 2014). En relación con la mortalidad, se ha sugerido que es posible que el riesgo
cerebrovascular tenga influencia en el pronóstico vital a largo plazo en los ancianos con trastorno
bipolar (Subramaniam et al, 2007).
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adecuado nivel de evidencia acerca de los auténticos pacientes con trastorno bipolar geriátrico
que atendemos en la práctica clínica real.
Más allá del tratamiento farmacológico, las intervenciones de tipo social podrían
continuar siendo un componente importante del tratamiento del paciente anciano con trastorno
bipolar (Beyer et al, 2014), parece bastante lógico. Por ello, se ha sugerido que en este grupo
poblacional se deberían desarrollar programas de soporte específicos (Beyer et al, 2014).
Para finalizar esta introducción al tratamiento del trastorno bipolar geriátrico
consideramos muy pertinente suscribir la afirmación de que las necesidades de cuidado de las
personas con problemas psicogeriátricos son mejor atendidas por equipos expertos en
Psicogeriatría que por equipos de Psiquiatría General (Abdul-Hamid et al, 2015). Pero mientras
tanto, en España, la Psicogeriatría sigue sin ser catalogada como especialidad médica, mientras
que sí lo es en muchos países de nuestro entorno, y existen muchas dudas al respecto de que la
nueva normativa al respecto de las Áreas de Capacitación Específica le otorgue a la Psicogeriatría
el valor diferencial que tiene con respecto a la Psiquiatría General en cuanto al manejo de la
persona anciana con problemas de salud mental.
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Farmacología geriátrica
En el abordaje terapéutico del trastorno bipolar geriátrico hay que considerar aspectos
farmacológicos específicos de la población anciana, con sus particulares diferencias
farmacocinéticas y farmacodinámicas, las cuales pueden condicionar la respuesta y tolerancia a
los distintos medicamentos, así como debe contemplarse la realidad habitual de la polifarmacia y
el consiguiente incremento del riesgo de interacciones farmacológicas (Marín et al, 2021).
En la Tabla II se resumen aspectos farmacocinéticos de la edad geriátrica y cómo afectan
a distintos eutimizantes.
En el estudio EMBLEM en el grupo de ancianos con trastorno bipolar de inicio tardío fue
más frecuente que previamente al episodio abordado en el estudio las personas no estuvieran
tomando ninguna medicación (Oostervink et al, 2009). Congruente con esos datos previos, en el
estudio GERI-BD de tratamiento del trastorno bipolar geriátrico solo el 42% de los participantes
habían sido tratados con eutimizantes antes de su inclusión en dicho estudio (Young et al, 2017).
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Proceso
Características en el anciano Fármacos afectados
farmacocinético
Absorción disminuida por:
Disminución de la motilidad intestinal
Disminución de la secreción ácida gástrica Carbamazepina: absorción
Absorción
Disminución del flujo sanguíneo digestivo lenta y errática por vía oral
Disminución de la tasa de vaciado gástrico
Disminución de la superficie de absorción
En el estudio EMBLEM, los ancianos con trastorno bipolar de inicio precoz recibieron con
mayor frecuencia tratamiento farmacológico combinado (Oostervink et al, 2009). En ese mismo
trabajo el empleo de antipsicóticos atípicos fue más frecuente en el grupo de pacientes con
trastorno bipolar más jóvenes, si bien se constató una tendencia en los bipolares ancianos a un
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También se ha planteado que en el caso de pacientes ancianos con trastorno bipolar que
realizaron un intento de suicidio el empleo de estabilizantes reduce las tasas de suicidio
(Aizenberg et al, 2006), aunque, como se ha señalado previamente, es conveniente monitorizar
el potencial efecto “prosuicida” de algunos fármacos anticonvulsivantes.
Otro aspecto que hay que considerar en el abordaje del trastorno bipolar geriátrico es
que la discontinuación abrupta de los fármacos eutimizantes, fundamentalmente en el caso del
litio, se asocia a tasas de recaídas muy elevadas, por lo que la discontinuación de estos
medicamentos, si es necesaria, debe hacerse lentamente y al menos durante un periodo de un
mes (Suppes et al, 1993).
En resumen, los fármacos eutimizantes son un tratamiento efectivo en el trastorno
bipolar geriátrico, si bien se disponen de pocos estudios que avalen su empleo en población
anciana con trastorno bipolar (Marín et al, 2021). En la Tabla III se recogen recomendaciones al
respecto del empleo de distintos eutimizantes en el trastorno bipolar geriátrico.
Manía aguda
Episodios mixtos
Ácido valproico Ciclaciones rápidas
Fases maniacas o mixtas con alteraciones neurológicas o en el EEG
Fase de mantenimiento: prevención de recaídas maniacas
Depresión bipolar
Lamotrigina
Fase de mantenimiento: prevención de recaídas depresivas
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permita aseverar con seguridad qué tratamientos son más efectivos en las fases depresivas del
trastorno bipolar geriátrico.
Un trabajo del Hospital Clinic de Barcelona mostró una mayor frecuencia en los ancianos
con trastorno bipolar de la polaridad predominante depresiva. Ello ha llevado a ese grupo de
trabajo a considerar como necesario el establecimiento de modificaciones en el tratamiento del
trastorno bipolar geriátrico en comparación con los pacientes más jóvenes con trastorno bipolar,
al ser la polaridad predominante una variable con claras implicaciones terapéuticas. Ante sus
resultados han concluido que en los pacientes ancianos con trastorno bipolar el foco terapéutico
debería situarse sobre la prevención de los episodios depresivos (Nivoli et al, 2014), lo que
conllevaría el empleo de medicamentos con un bajo índice de polaridad (Popovic et al, 2012).
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frecuente conforme se va introduciendo una medicación o ante cambios de dosis, pero es menos
habitual monitorizar los niveles plasmáticos a medio y largo plazo cuando los pacientes están
estables o en estado de recuperación (Al Jurdi et al, 2008).
En la Tabla IV se resumen efectos secundarios específicos asociados al empleo de
fármacos antiepiléptico.
Tabla IV. Efectos adversos asociados al uso de antiepilépticos (Marín et al, 2021)
Potenciales Antiepilépticos no
Antiepilépticos implicados
efectos adversos relacionados con el efecto
Carbamazepina
Alteraciones
Gabapentina Ácido valproico
cardiovasculares
Pregabalina
Carbamazepina
Hiponatremia El resto
Oxcarbazepina
Ácido valproico
Alteraciones
Carbamazepina El resto
hematológicas
Oxcarbazepina
Alteraciones Carbamazepina
El resto
cutáneas Lamotrigina
Ácido valproico
Lamotrigina
Cognición Topiramato
Oxcarbazepina
Zonisamida
Gabapentina
Riesgo de caídas Lamotrigina
Pregabalina
Carbamazepina
Ácido valproico
Fracturas óseas Gabapentina
Lamotriginna
Topiramato
Gabapentina
Temblor Ácido valproico Topiramato
Zonisamida
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farmacológicas. Así, el riesgo de toxicidad por litio se incrementa del 1% en la población adulta
hasta el 13% del hallado en población geriátrica (Dunner, 2017). Otros autores inciden en la peor
tolerabilidad del litio en población anciana, con aparición de alteraciones gastrointestinales y
temblor (Stoudemire et al, 1998). Condiciones médicas comórbidas como la insuficiencia renal, el
fallo cardiaco congestivo o la demencia se han asociado a un incremento de los efectos
secundarios debidos al litio (Himmelhoch et al, 1980).
Las personas ancianas tendrían un mayor riesgo de toxicidad por litio debido a la
reducción del aclaramiento renal, la mayor vulnerabilidad por las comorbilidades médicas,
especialmente por las anomalías cardiovasculares, y por las interacciones medicamentosas del
litio con varios grupos farmacológicos como los IECAs, los antagonistas del calcio, los diuréticos
tiazídicos, los diuréticos de asa y los AINEs (Eastham et al, 1998). En un trabajo ya antiguo se
incluyó a 31 pacientes con trastorno bipolar mayores de 60 años. De ellos, 4 experimentaron
toxicidad por litio, una cifra significativamente más alta que la hallada en pacientes con trastorno
bipolar menores de 60 años (Roose et al, 1979).
A nivel renal en la población anciana es más prevalente la presencia de fallo renal cuando
hay un tratamiento continuado con litio, daño que se ha atribuido a la presencia de niveles
plasmáticos supraterapéuticos, intoxicaciones accidentales por litio, empleo de medicamentos
que alteran su eliminación, comorbilidad somática, fundamentalmente diabetes mellitus e
hipertensión arterial, así como al declinar renal asociado con la edad (Clos et al, 2015; Rej et al,
2012). Se han reportado porcentajes de cerca del 5% de personas consumidoras de litio con fallo
renal crónico (Dols & Beekman, 2018). Si bien ese porcentaje es digno de consideración y estudio
en la práctica clínica, las tasas de fallo renal relacionado con litio parecen ser menores de las que
previamente se reportaban (Dols & Beekman, 2018).
En ancianos tratados con litio es más frecuente que aparezcan síntomas cognitivos tales
como alteraciones de la atención y de la memoria, desorientación e incluso cuadros
confusionales. También son más frecuentes los síntomas extrapiramidales y las mioclonias
incluso en los rangos considerados como terapéuticos. Por ello, en ancianos con trastorno
bipolar que reciben litio, y a pesar de niveles plasmáticos en rango, la aparición de quejas de
memoria y alteraciones cognitivas puede requerir un intento terapéutico reduciendo la dosis y
los niveles plasmáticos de litio ante la sospecha de que esa clínica pueda ser debida a los efectos
del litio (Dols et al, 2016b).
Si bien no es una práctica extendida, y al menos en régimen ambulatorio en nuestro país
parece poco factible, se ha aconsejado la práctica de un electroencefalograma (EEG) en dos
momentos del tratamiento: al inicio del tratamiento con litio, dado que un patrón
electroencefalográfico con excesiva actividad aguda y lenta haría recomendable la cautela en el
manejo de litio; y a lo largo del tratamiento, dado que la aparición de un patrón de ondas lentas
y actividad paroxística sugeriría la presencia de una intoxicación por litio (Kölling & Knoppert-Van
der Klein, 1997; Ghadirian & Lehman, 1980).
Dada la alta comorbilidad existente en los ancianos entre el trastorno bipolar y las
patologías orgánicas es conveniente conocer las posibles interacciones del tratamiento con litio.
La hipertensión arterial es muy frecuente en pacientes ancianos con trastorno bipolar. Los
diuréticos tiazídicos y los ahorradores de potasio pueden incrementar los niveles plasmáticos de
litio. Los diuréticos tiazídicos disminuyen en un 25% el aclaramiento renal de litio (Shulman &
Herrmann, 1999). También los IECAs y los AINEs pueden incrementar sus niveles plasmáticos,
mientras que los diuréticos de asa no tienen por qué alterar los niveles plasmáticos de litio. El
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forma continuada litio desarrollaban enfermedad de Alzheimer, con respecto al 33% de ancianos
con trastorno bipolar que no tomaban litio y desarrollaban enfermedad de Alzheimer,
planteando que la acción beneficiosa de litio se produciría al evitar la sobreproducción de
proteína tau y ß-amiloide, procesos que forman parte de la fisiopatología de la enfermedad de
Alzheimer (Nunes et al, 2007).
Este hallazgo fue complementado con datos de un estudio de seguimiento a 10 años
realizado en población danesa. En dicho trabajo se ha encontrado que los pacientes a los que se
les prescribía litio en primera instancia tenían un mayor riesgo de demencia (RR 1,47), si bien ese
riesgo de demencia se reducía al mismo nivel de riesgo que el hallado en población general si el
tratamiento con litio era prolongado en el tiempo, lo que sugiere tanto un mayor riesgo de
demencia en los trastornos mentales sugerentes de tratamiento con litio como un efecto
profiláctico de la demencia del empleo continuado de litio (Kessing et al, 2008). Otro trabajo ha
encontrado una acción profiláctica del litio sobre la función ejecutiva (Rybakowski et al, 2009).
Con los datos que han ido apareciendo una revisión ha concluido que existen datos a
favor de la acción profiláctica de litio sobre la demencia en la población anciana con trastorno
bipolar (Vasudev & Thomas, 2010).
Un grupo de trabajo que estudia los cambios cognitivos en el trastorno bipolar no
encontró en pacientes mayores que litio se asociara con declinar cognitivo en un periodo de 2
años (Schouws et al, 2012b). Ese mismo grupo de trabajo también ha abierto una puerta a
cuestionar sus propios hallazgos, dado que han sugerido que podría haber un sesgo de selección,
de tal manera que sería posible que aquellos pacientes ancianos que toleren bien litio estuvieran
a nivel basal más sanos que aquellos que no toleran bien el litio, siendo en este caso el
tratamiento continuado con litio un marcador de salud global, más que un agente
neuroprotector (Schouws et al, 2012b).
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caquécticos), monitorizando los niveles 12 horas después de la última dosis, ajustando la dosis
cada 5 días, siendo la dosis habitual en ancianos de entre 300 y 600mg/día de litio (Shulman &
Herrmann, 1999). Un trabajo de Sajatovic ha planteado que la consecución de los niveles
terapéuticos de litio pueden requerir la mitad o una cuarta parte de la dosis que requiere un
bipolar más joven (Sajatovic et al, 2005c). Otros autores han propuesto en el trastorno bipolar
geriátrico un rango de dosis para litio de 600mg a 1200mg/día (Gebretsadik et al, 2006).
Otra sugerencia es el empleo de una dosis inicial baja, de 100 mg/día, incrementando la
dosis entre 100-200 mg/día a intervalos de 4-6 días, determinando los niveles plasmáticos a las
dos semanas de cada modificación de dosis, con controles posteriores cada 2-3 meses. En esa
revisión se recomienda dar 3 o 4 tomas al día para evitar picos en sangre, los cuales se asocian a
mayor frecuencia de aparición de efectos indeseables. Las dosis recomendadas estarían entre
200-600 mg/día en pacientes entre 65 y 75 años, y de entre 100-400 mg para pacientes mayores
de 80 años (Marín et al, 2021).
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pacientes ancianos con trastorno bipolar y demencia, insuficiencia renal, ictus, traumatismos
craneoencefálicos y cardiopatías (Codesal et al, 2010), así como probablemente en pacientes con
trastornos por uso de alcohol (Marín et al, 2021).
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anemia aplásica, efectos secundarios que pueden aparecer sobre todo en los primeros meses del
tratamiento (Marín et al, 2021).
Además, carbamazepina es un fármaco relacionado con el incremento del riesgo de
fracturas al incrementar el metabolismo de la vitamina D (Fenn et al, 2006).
Otro aspecto a considerar con respecto a la seguridad del empleo de carbamazepina en la
población anciana es la elevada frecuencia de polifarmacia en este grupo etario. Carbamazepina
tiene un metabolismo muy involucrado en el sistema microsomal y por ello el control de sus
interacciones farmacológicas puede ser muy complicado en condiciones de polifarmacia. Puede
incrementar el metabolismo de otros medicamentos necesarios para el paciente, tanto
psicofármacos como medicamentos para el abordaje de otras comorbilidades somáticas, y
también otros medicamentos pueden alterar el metabolismo hepático de la carbamazepina.
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Cariprazina: acerca del empleo de cariprazina hay una carencia de datos acerca de la
seguridad y la tolerabilidad de su uso en población anciana con trastorno bipolar.
Lurasidona: con respecto a la seguridad del tratamiento con lurasidona, datos de dos
estudios doble ciego controlados por placebo a 6 semanas en pacientes con trastorno bipolar I
en fase depresiva han mostrado que las tasas de discontinuación por efectos adversos fueron
similares entre lurasidona y placebo, mostrando lurasidona mínimos efectos en los parámetros
de laboratorio (Sajatovic et al, 2016). Un análisis post-hoc de un estudio de extensión abierto y a
6 meses en pacientes con depresión bipolar de entre 55 y 75 años mostró cambios mínimos en
cuanto a peso y en los parámetros de colesterol, triglicéridos y hemoglobina glicosilada (Forester
et al, 2018). A pesar de los datos acerca de la seguridad de lurasidona en adultos mayores y en
ancianos jóvenes que presentan un trastorno bipolar, no se dispone de datos de seguridad de
lurasidona en población muy anciana.
Quetiapina: el empleo muy extendido de quetiapina probablemente tenga que ver con
una muy baja o nula incidencia de efectos extrapiramidales, hiperprolactinemia, efectos
anticolinérgicos o alteraciones en el ECG, si bien la toma de quetiapina incrementa la incidencia
de diabetes mellitus, dislipemia y genera ganancias ponderales, aunque estos últimos efectos
adversos no son molestos para el paciente a corto plazo. Efectos secundarios como somnolencia,
mareo, nauseas, cefalea e hipotensión postural son más frecuentes ante titulaciones rápidas de
quetiapina, si bien la tolerabilidad inicial puede ser mejor con las formas de quetiapina de
liberación prolongada. Genera más caídas y lesiones, así como mayor disfunción cognitiva, pero
menos mortalidad y eventos cerebrovasculares en presencia de una enfermedad de Alzheimer,
aunque también se ha sugerido que su baja mortalidad se debe al empleo habitual de dosis bajas
e infraterapéuticas. A dosis altas, en torno a 450 mg/día, es relativamente seguro en el trastorno
bipolar geriátrico y presenta menores tasas de discontinuación debida a los efectos secundarios
(Agüera et al, 2021).
Se debe insistir en la posibilidad de la comorbilidad entre el trastorno bipolar geriátrico y
la enfermedad de Alzheimer. La presencia de fisiopatología tipo Alzheimer se ha asociado a un
mayor riesgo de ictus y muerte en pacientes tratados con fármacos antipsicóticos. Hay que
considerar el riesgo del empleo de antipsicóticos en pacientes ancianos con trastorno bipolar y
enfermedad de Alzheimer comórbida, pero no se debe olvidar que la fisiopatología que
incrementa la vulnerabilidad a efectos secundarios potencialmente graves de los antipsicóticos
puede estar presente en las fases previas al diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer, por lo
que sería recomendable que ante la posible prescripción de antipsicóticos en un anciano con
trastorno bipolar al menos se hiciera un despistaje de la enfermedad de Alzheimer.
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Barak et al, 2016). Un estudio abierto a 12 semanas en pacientes con trastorno bipolar de 60
años o más que habían presentado una respuesta subóptima a los tratamientos previos encontró
que un abordaje con una dosis media de 12,2mg/día de asenapina se asociaba con mejorías
significativas tanto en la escala de impresión clínica de manía como en la escala de impresión
clínica global (Sajatovic et al, 2015a). La dosis de asenapina recomendada en ancianos es de
20mg/día, repartidos en 2 tomas, sin precisar dosis reducidas o titulaciones lentas al no
incrementarse los efectos secundarios. La forma de empleo de asenapina, mediante
comprimidos sublinguales, con la obligatoriedad de evitar la ingesta de alimentos en los minutos
siguientes a la toma, puede condicionar la adherencia en tratamientos a medio o largo plazo
(Agüera et al, 2021).
Cariprazina: No se conocen estudios de eficacia con cariprazina en el trastorno bipolar
geriátrico.
Clozapina: aunque no es un fármaco antipsicótico de primera línea en el manejo del
trastorno bipolar a cualquier edad, se considera que clozapina puede ser empleada como última
opción de tratamiento farmacológico en el caso de ancianos con trastorno bipolar resistente a
diversas estrategias farmacológica (Bishara & Taylor, 2014).
Lurasidona: Con respecto a la acción de lurasidona en el trastorno bipolar en el adulto
mayor un análisis post-hoc incluyó a 142 pacientes de 55 años o más que cumplieron criterios de
trastorno bipolar tipo I en fase depresiva en dos ensayos doble ciego, randomizados y
controlados con placebo a 6 semanas, bien en monoterapia con lurasidona o bien en tratamiento
combinado con litio o ácido valproico, con dosis de 20mg a 120mg/día de lurasidona. En el
estudio donde se pautó lurasidona en monoterapia lurasidona fue mejor que placebo en cuanto
a mejoría en la escala MADRS.En cambio, en el estudio de tratamiento combinado con lurasidona
la adición de lurasidona a litio o a ácido valproico no fue superior a la adición de placebo
(Sajatovic et al, 2016). Posteriormente se publicó un análisis post-hoc de un estudio
multicéntrico de extensión, abierto y a 6 meses, con 141 pacientes de entre 55 y 75 años con
diagnóstico de trastorno bipolar tipo I en fase depresiva que previamente habían completado un
ensayo doble ciego y controlado por placebo de 6 semanas con lurasidona en monoterapia o con
lurasidona como tratamiento adyuvante de litio o ácido valproico. En ambas modalidades de
tratamiento se encontró mejoría en la puntuación de la escala MADRS así como bajas tasas de
viraje a manía, confirmándose una mejoría mantenida en el tiempo de la acción antidepresiva de
lurasidona (Forester et al, 2018). En resumen, lurasidona en monoterapia es eficaz como
tratamiento de la depresión bipolar en los adultos mayores y en los ancianos más jóvenes, si bien
no se dispone de datos de eficacia en la población muy anciana.
Quetiapina: como tratamiento en monoterapia ha demostrado efectividad en el
tratamiento de la manía aguda en pacientes de más de 55 años (Sajatovic et al, 2008b). Un
metaanálisis de ensayos controlados con placebo en la depresión bipolar sustenta la eficacia y
rapidez de acción de quetiapina y olanzapina tanto en monoterapia como de manera adyuvante
(Cruz et al, 2010).
Risperidona: es un antipsicótico atípico de uso extendido en la población anciana. Si bien
su acción terapéutica en las psicosis ancianas no genera dudas, algunos datos apuntan a un
cuestionamiento de su efectividad en los trastornos afectivos. Así, en el estudio STEP-BD solo el
5,7% de los pacientes que alcanzaron la recuperación estaban tomando risperidona en
monoterapia (Al Jurdi et al, 2008). También es cierto que en dicho estudio las dosis medias de
risperidona fueron inferiores en lo ancianos con trastorno bipolar que en los pacientes más
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A este respecto hay que añadir que es probable que en los próximos años se consolide
una tendencia al empleo en monoterapia de antipsicóticos atípicos como quetiapina y lurasidona
en la depresión bipolar geriátrica.
Dos aspectos muy de agradecer de cara a la práctica clínica del documento oficial de la
SEPG ya nombrado en lo referente al empleo de antipsicóticos atípicos en el trastorno bipolar
geriátrico son que, en primer lugar, establece recomendaciones entre los distintos antipsicóticos
atípicos a nivel individual en función del episodio de trastorno bipolar que presenta el paciente
anciano y, en segundo lugar, que establece claramente unos tiempos de tratamiento en la manía
geriátrica hasta el cambio de dosis si ésta no es efectiva, hasta el cambio de antipsicótico si éste
no es efectivo y la duración del tratamiento de mantenimiento antes de intentar una retirada del
fármaco antipsicótico.
En la Tabla VI se recogen las recomendaciones de la SEPG al respecto del empleo de los
distintos antipsicóticos en el trastorno bipolar geriátrico.
Tabla VI. Recomendaciones de la SEPG al respecto del uso de los distintos antipsicóticos
en el trastorno bipolar geriátrico (SEPG, 2017)
Amisulpride - -
Aripiprazol ++ ++
Asenapina + ++
Clozapina + +
Haloperidol + +
Lurasidona ++ +
Olanzapina - ++
Paliperidona - ++
Quetiapina + ++
Risperidona - ++
Ziprasidona + ++
Con respecto a lo recogido en esta tabla, se deben reseñar varios aspectos. El principal es
que parece haber un mayor consenso acerca de la utilidad de los distintos antipsicóticos en el
abordaje de la manía geriátrica que en el abordaje de la depresión geriátrica. Por otra parte, en
la fecha de publicación de ese documento oficial de la SEPG (SEPG, 2017), todavía no había sido
autorizada en nuestro país lurasidona, por lo cual la valoración de su utilidad en el trastorno
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bipolar geriátrico no se basa en la experiencia clínica directa de los psicogeriatras expertos que
diseñaron el documento. También hay que reseñar que la única indicación de lurasidona
aprobada en España a fecha de 2021 era la de su uso es esquizofrenia. Aunque se emplee en
otros países de forma exitosa en el trastorno bipolar, su empleo en nuestro país en el trastorno
bipolar de cualquier edad está fuera de indicación oficial, lo que no es en absoluto lo mismo que
decir que no se debería indicar. Por último, no consta en esas recomendaciones de uso el otro
antipsicótico atípico recientemente aprobado en España, cariprazina.
En la Tabla VII se recogen las recomendaciones de la SEPG en cuanto a tiempos de
empleo de los antipsicóticos en la manía geriátrica.
Manía
5 días 10 días 3 meses
psicótica
Manía sin
1 semana 2 semanas 2 meses
psicosis
Es probable que la aceleración del ritmo de los trabajos en población anciana nos permita
incrementar a medio plazo la evidencia acerca del empleo de los antipsicóticos atípicos en el
trastorno bipolar geriátrico y empecemos a obtener datos exclusivos de población anciana con
cuadros de depresión bipolar.
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Tabla VIII. Recomendaciones de la SEPG con respecto a la monitorización del tratamiento antipsicótico
en ancianos (SEPG, 2017)
Monitorización
del tratamiento Mes Mes Mes Mes Mes Mes Otras
Basal
antipsicótico en 1 2 3 6 9 12 monitorizaciones
ancianos
Perímetro
Anual desde los
abdominal, Peso,
X X X X X 12 meses
IMC
Tensión arterial,
frecuencia Anual desde los
cardiaca, X X X X X 12 meses
temperatura
Bioquímica (urea,
Anual desde los
creatinina, sodio,
X X 12 meses
potasio)
Si Ziprasidona:
ECG X nuevo ECG si
cambio de dosis
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Terapia electroconvulsiva
No hay estudios sistemáticos de eficacia de la terapia electroconvulsiva (TEC) en ancianos
con trastorno bipolar (Dols & Beekman, 2018). Tanto la eficacia como la seguridad de la TEC
fueron demostradas en ancianos con depresión en un trabajo que incluyó a 211 pacientes (Van
der Wurff, 2003), sin embargo no hay estudios específicos en ancianos con depresión bipolar.
Tampoco el efecto antimaniaco de la TEC ha sido estudiado en pacientes geriátricos (Sajatovic &
Chen, 2011). A pesar de que un consenso es considerado habitualmente como una evidencia
científica de baja calidad, es reseñable que un panel de expertos sí ha considerado a la TEC como
una opción importante de tratamiento en el trastorno bipolar geriátrico (Sajatovic et al, 2015b).
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Psicoterapia
En el año 2010 se informaba de que a pesar de la contrastada evidencia a favor del
empleo de determinadas intervenciones psicoterapéuticas en el trastorno bipolar en la edad
adulta, la evidencia de los abordajes no farmacológicos en los ancianos con trastorno bipolar era
débil, y por ello se requerían más trabajos que indagaran acerca de su efectividad en la edad
avanzada (Vasudev& Thomas, 2010). 8 años más tarde, en 2018, se seguía afirmando que el
empleo de psicoterapias específicas para el trastorno bipolar geriátrico no había sido estudiado
en profundidad (Dols & Beekman, 2018).
Un trabajo demostró que la intervención denominada Helping Older People Experience
Success (HOPES), comparada con el tratamiento habitual, parece mejorar las habilidades
sociales, el funcionamiento comunitario, la autoeficacia, el ocio y las actividades recreativas
(Mueser et al, 2010). También un programa específico de psicoeducación de 12 sesiones para
pacientes ancianos bipolares y sus cuidadores desarrollado en el Hospital Clinic de Barcelona fue
valorado positivamente por los participantes (Colom et al, 2003).
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