Acompañar Jóvenes - David Cabrera - Revista Manresa 2019
Acompañar Jóvenes - David Cabrera - Revista Manresa 2019
Acompañar Jóvenes - David Cabrera - Revista Manresa 2019
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Resumen
«Como el rostro se refleja en el agua, así el corazón de un hombre en otro» (Pr 27, 19).
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U
na de las peculiaridades del ser humano, cuando se es joven, es que
no puede ser él mismo sin relacionarse con otros. Se alcanza el ser
persona cuando se convierte la vida en diálogo. El yo surge de la rela-
ción con un tú. Esta misma relación se convierte en esencial cuando hablamos
de la relación con Dios. La fe se convierte en la respuesta libre a la iniciativa
de Dios. No se puede vivir a solas, porque conlleva soledad. La fe nos empu-
ja a un ejercicio de relación, porque nadie puede vivir solo un misterio de este
calibre1. El camino de crecimiento espiritual, por tanto, pide ser acompañado.
El joven que quiere vivir su vida desde la fe, «se niega a vivir una religiosidad
impersonal y genérica»2. Quiere un camino más auténtico, mucho más perso-
nal, más convencido de lo fundamental, y más enraizado en la realidad.
En los comienzos de la carta a los Tesalonicenses se recoge el testimo-
nio de Pablo sobre su acción misionera en dicha comunidad. Una intuición
profunda que se expresa en su ministerio: «Nos portamos con vosotros con
toda bondad, como una madre que acaricia a sus criaturas. Tal afecto os
teníamos que estábamos dispuestos a daros no sólo la buena noticia de
Dios, sino nuestra vida: ¡Tanto os queríamos!» (1 Tes 2, 7-8). El acompa-
ñamiento a los jóvenes es un ministerio. A través del arte de acompañar, se
1
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 166.
2
M. Szentmártoni, Manual de psicología pastoral, Sígueme, Salamanca, 2003, 78.
David Cabrera
debe transmitir con mucha bondad y afecto la buena noticia que viene de
Dios. Pero también, se comunica la propia vida.
De ahí, que acompañar a los jóvenes sea un ejercicio que implica
totalmente a la persona que acompaña a otras para convertirse en auténti-
cos testigos de fe y de vida, capaces de comunicar a
El acompañamiento un Dios que ilusiona y atrae. El afecto posibilitará
espiritual es una tarea un vínculo capaz de sostener la relación que preten-
esencialmente religiosa. de ayudar al discernimiento de los procesos que los
jóvenes viven. Sin este afecto, será difícil mantener
Cualquier la relación. Pero al mismo tiempo, será materia de
acompañamiento pasa «examen particular» para el acompañante. San
por entender que Dios Ignacio insiste en cuidar los afectos, para que no se
desordenen. La realidad de los afectos desordena-
es el primero dos nos sitúa en los engaños que se pueden dar en
que acompaña. el acompañar. El apego que surge del acompañante
al acompañado hace que una cosa buena surja entre
Dios y el joven, reteniendo su atención, su pensamiento, las decisiones,
impidiendo finalmente el discernimiento3.
No podemos obviar que el acompañamiento espiritual es una tarea esen-
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cialmente religiosa. Con facilidad caemos en el peligro de acompañar la vida
cotidiana y los conflictos que en ella suceden, dejando de lado, la acción de
la Gracia. Sabemos que Jesús, Nuestro Señor, nos acompaña. Cualquier
acompañamiento pasa por entender que Dios es el primero que acompaña a
los jóvenes. Una intuición nada gratuita. Por mucho que el acompañante haga
y por mucho que los jóvenes vivan, suceden auténticos milagros.
En la pastoral con jóvenes percibimos que acompañar no es siempre
una evidencia espiritual. Aunque debe tender a ella. Acompañamos la
vida de los jóvenes y los procesos que en ella se generan. Se hace más
evidente la necesidad y la utilidad del discernimiento. En esta invitación
de dialogar entre la noción de acompañamiento y la realidad de los jóve-
nes, queremos ofrecer en este artículo una reflexión desde tres intuicio-
nes: el discernimiento que sucede en la realidad de ahora –y no en otra-
–; el acompañar las decisiones de los jóvenes, y finalmente, la gracia del
acompañante. Un itinerario que nos permita ahondar en este ministerio
eclesial4.
3
Ver: L. M. García Domínguez, SJ., Afectos en desorden. Los varios autoengaños en virtud,
Frontera Hegian, Vitoria 1999, 37-39.
4
Este trabajo corresponde en parte a lo publicado por: David Cabrera Molino SJ, “Sé que voy
contigo, sé que me acompañas”, en: EDUCSI, Acompañamiento pastoral, Grupo Comunicación
Loyola, Bilbao 2017, 9-27.
Acompañar a los jóvenes en sus procesos
5
Cfr. https://psicologiaymente.net/inteligencia/teoria-inteligencias-multiples-gardner#! [Con-
sultado 17 de diciembre de 2018]
David Cabrera
tivo emocional, sino que para este ámbito el cuerpo, los sentidos, los ins-
tintos y los sentimientos son esenciales6. El nivel de la inteligencia espiri-
tual está más relacionada con el bienestar, con el sentido de la vida, con la
vocación (en sentido amplio de su concepción). En el fondo, el ser perso-
na. Esta inteligencia es puramente humana, aporta
El acompañamiento una visión holística de la realidad profunda, capaz
capacita para que la de dar comprensión a los contextos. Es ser capaz de
persona pueda abrirse a trascender, de ir más allá de lo biológico, lo físico y
lo social, más allá del cuerpo y de las emociones.
la dimensión La forma ignaciana de educar la «inteligencia
trascendente de la vida, espiritual» es la contemplación. A través del ejerci-
cio contemplativo, el joven puede aumentar esta
la apertura a Dios capacidad de mirar trascendentalmente la realidad
y al sueño de Dios de su contexto. En el acompañamiento, sin ser del
para ella. todo una escuela de oración, puede ser un encuen-
tro guía que facilite el modo de orar ignaciano por
excelencia. De esta manera, se puede dar sentido espiritual a la vida. Se
genera capacitando para transcender, para vivir en sintonía al Evangelio.
Los estudios destacan que, al desarrollar esta dimensión de la inteligencia,
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las personas son más felices, incluso a pesar de las circunstancias vitales
que ahogan la alegría7.
Nuestra visión del acompañamiento exige tener en cuenta esta dimen-
sión de la inteligencia espiritual. Una dimensión holística que engloba todo
y que permite ver a la persona en su conjunto. Habrá que tener en cuenta
todos los factores que intervienen en su vida. La tarea que tenemos por
delante en cualquier acompañamiento es ayudar a que la persona sea cons-
ciente de sí misma, de las situaciones que está viviendo, de la realidad de
su vida, sus valores, sus características personales, etc. El acompañamien-
to capacita para que la persona, conociéndose, pueda abrirse a la dimensión
trascendente de su vida, la apertura a Dios y el descubrimiento del sueño de
Dios para ella.
El fin del acompañamiento espiritual es ayudar al joven en su segui-
miento de Jesús. En este contexto actual, la tarea sería favorecer que el
joven se vaya haciendo como Jesús. No por la vía de la inteligencia o de
unos valores, sino por la vía del «conocimiento interno». Los poderes de
este mundo dificultan sin duda los discernimientos personales. El pecado
6
Para adentrarse en el mundo de las emociones, recomendamos la obra de L. Greenberg, Emo-
ciones: una guía interna, DDB, Bilbao 2000.
7
Ver: F. Torralba Roselló, Inteligencia espiritual, editorial Plataforma, Barcelona 2010,
12-19.
Acompañar a los jóvenes en sus procesos
estructural y el personal van causando una niebla en los procesos que impo-
sibilitan este conocimiento y aprendizaje. Ser como Jesús se convierte
ahora en un reto. Y la escuela para aprender pasa por un buen acompaña-
miento.
Cuando acompañamos a nuestros jóvenes lo primero es caer en la cuen-
ta de la persona que tenemos delante. Al pensar en ellos, jóvenes que
hablan con nosotros y comparten sus vidas, nacen algunas constataciones.
En gran medida son un reto para nosotros, y exigirán que cada cual las con-
textualice en su entorno vital y ministerial8. Se dan tres escenarios posibles:
1. La sociedad en la que estamos no es la sociedad católica de antaño.
La secularidad cada vez está más presente en nuestros contextos, lo que
hace que los jóvenes con los que nos encontramos en el camino de la vida
no sean los de antes. Es más, antiguamente existía la figura del padre espi-
ritual, que se convertía en el referente para cualquier conversación espiri-
tual y acompañamiento. Hoy en día se ha impuesto la disminución y no
existe tal figura. ¿Qué podemos hacer? El teólogo Karl Rahner ya apuntó
en su repetida expresión lo que debería ser el cristiano del siglo XX. Decía
él: “un místico”. Decimos nosotros, un hombre de experiencias. Es decir,
nuestra acción de acompañar apuntará más a estar presente en estos proce-
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sos experienciales. Nuestros jóvenes de dentro y fuera de nuestras pastora-
les, tienen experiencias que nosotros tenemos que saber acompañar. Espe-
cialmente en lo referente a los procesos de crecimiento espiritual, recor-
dando que no solo es la parte divina sino también la humana de toda nues-
tra existencia.
Se nos exigirá que toda nuestra creatividad y nuestros medios estén faci-
litando auténticas experiencias de fe. Y esto no solo se consigue en las
experiencias concretas de nuestra pastoral de jóvenes y jóvenes adultos.
Hay muchas formas distintas de pro-vocar: de mover los corazones y el
espíritu. Los encuentros personales hoy han disminuido. Estamos en la cul-
tura del móvil y del WhatsApp. Lo inmediato, por lejano que esté. Ahora no
hace falta verse para decirse las cosas. La llamada de fondo es una llama-
da a la espiritualidad, a cuidar lo interior, a demostrar que por dentro suce-
den cosas que son valiosas e importantes para la vida9. Es acompañar la
posibilidad de que la vida esté vivida según el Espíritu de Jesús y su Evan-
8
La ideas están tomadas del documento: Un tesoro a desenterrar. Algunas sugerencias para
la Pastoral Vocacional, editado por la Provincia de España de la Compañía de Jesús en 2005,
18-21.
9
El acompañamiento se convierte de esta manera en un encuentro de aprendizaje, para culti-
var lo que sucede en el interior del joven. A ello se apunta en: A. García Rubio, “Aprender a cul-
tivar la interioridad” en: C. Alemany (ed.), 14 aprendizajes vitales, 4º ed., DDB, Bilbao 1998,
123-142.
David Cabrera
10
Es recomendable la lectura y trabajo del número de la revista Misión Joven dedicado a la
interioridad. AA.VV., Habitar la interioridad: Misión Joven. Revista de Pastoral Juvenil, Año
LVI, 473, Junio 2016.
Acompañar a los jóvenes en sus procesos
11
Para profundizar, ver: L. M. García Domínguez, SJ., La entrevista en los Ejercicios Espiri-
tuales, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander 2010, 140-144.
12
Ver: M. Seligman, La auténtica felicidad, Byblos, Barcelona 2005. Enfocar tu vida desde
los dones que tienes y desde la valoración positiva que se esconde tras los acontecimientos de la
vida. También, en esta línea, ver: A. Salgado, “Fortalezas personales y vida con sentido: aporta-
ciones para el acompañamiento”, Manresa 88 (2016), 329-340.
David Cabrera
13
Cf. Arrieta, L., Acoger la vida, acompañando la vida. El acompañamiento en la vida coti-
diana, Frontera-Hegian, Vitoria 32004, 37-47.
Acompañar a los jóvenes en sus procesos
ción, de identidad. A nosotros se nos pide guiar y cuidar estos procesos que
vive la persona.
● Personalizar en la fe. En la imagen de Dios, en la forma de relacio-
narse con Él. Se trata de ayudar a descubrir el proyecto del Reino y el sueño
de Dios.
● Enseñar a conjugar los verbos de la vida: «tener» y «ser», «soñar»
los, sino encajarlos como parte de la vida misma. No pasa nada por no
triunfar en la vida. Y también ayudar a encajar el éxito. Hay que aprender
a vivir el éxito y el fracaso.
● Se trata de un ministerio de la Iglesia. Acompañar entra en las fun-
mos. Quien acompaña debe tener facilidad de trato con los jóvenes; ser
conocido, cercano y afectuoso. Muchas veces el acompañante tendrá que
decir lo que no gusta escuchar, hacer de portavoz de esa parte de nosotros
que menos estamos acostumbrados a escuchar. Y muchas otras tendrá que
ser animador, motivador y lanzador hacia delante en el camino de la fe y de
la vida. El objetivo, por tanto, de cualquier acompañante no es caer bien
para que la persona vuelva a la próxima cita, sino ser instrumento de
ayuda14.
14
Cf. J. C. Bermejo-P. Ribot, La relación de ayuda en el ámbito educativo. Material de tra-
bajo, Sal Terrae-Centro de humanización de la Salud, Santander 2007.
David Cabrera
Los acompañantes no son los más perfectos ni los mejores. Son agentes
de una tarea espiritual que necesita la gracia de Dios para llevar a cabo la
misión encomendada15. Nos fijamos en la Palabra de Dios, para rescatar
algunas sugerencias que son advertencias evangélicas, a modo de avisos
para acompañantes16:
● «Guiados por el Espíritu de Dios» (Rom 8, 14). Nadie puede suplan-
15
Para completar lo dicho aquí, sugerimos ver: D. Mollá, SJ., De acompañante a acompa-
ñante. Una espiritualidad para el encuentro, Narcea, Madrid 2018.
16
Cf. O. Alonso Peno, Acompañar. El acompañamiento pastoral a los adolescentes en la
escuela, 3º ed., PPC, Madrid 2008, 120-131.
Acompañar a los jóvenes en sus procesos
está Dios y su espíritu latiendo con fuerza. Hay que despojarse de los pre-
juicios, de los conocimientos a priori. Ser nosotros mismos es lo mejor que
podemos decirnos a la hora de acompañar. Con la tensión de la dinámica
ignaciana, ya apuntada, de ordenar constantemente lo nuestro, hacia Dios y
su Reino.
● «Tesoro en vasijas de barro» (2 Cor 4, 7). Es importante que todo
Cualquier persona que se dedique a acompañar a acompañante tenga su
otros, tiene que darse cuenta de esta sabiduría.
Cada joven, y su fe, es un tesoro. Tan delicada
propia experiencia
como una vasija de barro. Tantos elementos que espiritual. Esto da
afectan al barro, puede hacer que se resquebraje y calidad al
que se rompa. Por esto hay que ser delicado en el
acompañar.
acompañamiento.
Por eso tenemos que prepararnos bien. Hay Y seguridad
que cuidar nuestros espacios espirituales. Es al acompañante.
importante que todo acompañante tenga su pro-
pia experiencia espiritual. Esto le da calidad al acompañamiento. Y
seguridad al acompañante. Es una riqueza que cada uno de nosotros
podamos cultivar en nuestro interior. Elementos como la oración perso-
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nal, como el propio acompañamiento, son elementos a cuidar. Además
del cuidado, el acompañante ha de ser, sobre todo, humano, sensible y
comprensivo. Debe ser capaz de relacionarse en verdad y de forma
madura. Ser personas capaces de discernir, adquirir los elementos y la
práctica del discernimiento asegura una mejor manera de ayudar. Hay
que conocer bien las reglas de discernimiento ignacianas, las tretas del
mal Espíritu y la acción del buen Espíritu. Se supone en el acompañan-
te que es hombre y mujer comprometido con el Evangelio y con la
sociedad de hoy, que incorpora esta gracia de acompañar, desde la
misión de la Iglesia.
sarlo, sino portarse con este hombre de tal manera que sienta y descubra que hay
en él algo de salvado, más grande y más noble de lo que él pensaba… y eso no
podemos hacerlo más que ofreciéndole nuestra amistad: una amistad real, desin-
teresada, sin condescendencia, hecha de confianza y de estima profundas. Es pre-
ciso ir hacia los hombres; es preciso, sobre todo, que al ir hacia ellos no les apa-
rezcamos como una nueva especie de competidores. Debemos ser en medio de
ellos testigos pacíficos del Dios Padre, hombres sin avaricias y sin desprecios,
capaces de hacerse realmente sus amigos. Es nuestra amistad lo que ellos espe-
ran, una amistad que les haga sentir que son amados de Dios y salvados en Jesu-
cristo»17.
17
E. Leclerc, Sabiduría de un pobre, Marova, Madrid 1987, 164.