José Carlos Mariátegui. Una Visión de Genero 2006
José Carlos Mariátegui. Una Visión de Genero 2006
José Carlos Mariátegui. Una Visión de Genero 2006
Lima - Perú
4JoséJosé Carlos
Carlos Mariátegui.
Mariátegui. UnaUnavisión
visiónde
degénero
género
Primera Edición, Enero del 2006
ISBN : 9972-9264-5-1
Hecho el Depósito Legal: 2006-0191
5
ÍNDICE
Prólogo …………………………………...………...................................…… 9
Bibliografía……………………………………….…........................................ 87
8 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
9
PRÓLOGO
T enía José Carlos Mariátegui solo catorce años en 1909 cuando ingresó a
los talleres de La Prensa para desarrollar labores auxiliares. Poco a poco
fue alcanzando importancia dentro del diario. De llevar y traer artículos fue luego
encargado de redactar las crónicas de algunos incidentes locales y escribir artículos
desde 1914 que firmaba con el seudónimo de Juan Croniqueur. Pasó luego a la re-
dacción de El Tiempo entre 1915 y 1916 pues se sintió atraído por la calidad aristo-
crática de la hípica; aludiendo más tarde a toda esta etapa dijo que había sido su edad
de piedra. La llamada edad de piedra no es otra que la época de su formación, tiempo
de enfebrecida actividad periodística.
José Carlos Mariátegui. Una visión de género, de Sara Beatriz Guardia,
empieza precisamente en esta etapa con un trabajo que laboriosa y cuidadosamente
descubre a un Mariátegui todavía conservador en relación a la mujer. Muy distinta a
su postura durante su fase europea (1920-1923), tal como podemos ver en el capítulo
titulado: Ética y cuestión femenina; así como durante los años que vivió en Lima hasta
su muerte en 1930.
A partir de 1923, Mariátegui desarrolló en el Perú una labor intelectual
verdaderamente titánica que no tiene parangón en el siglo XX. Se esforzó por explicar
a sus compatriotas la situación europea y por investigar la realidad nacional, conforme
al método marxista. Explicó en la Universidad Popular González Prada entre 1923 y
1924 los problemas de la post-guerra europea y asumió la dirección de la revista
Claridad cuando Víctor Raúl Haya de la Torre fue deportado; fue entonces cuando
procuró impulsar el Frente Único de Trabajadores. Fundó la editorial Minerva en
1925, la revista Amauta en 1926 y el periódico Labor en 1928; al mismo tiempo
colaboró asiduamente en los semanarios Mundial y Variedades y fundó el Partido
Socialista el 16 de setiembre de 1928, y envió delegados a la primera Conferencia
10 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
cometerlas en menor proporción. Los liderazgos, deducimos, tienen que ser menos
ostentosos y visibles, más enraizados en la vida común. Y este es el punto al que
queríamos llegar. La necesidad real no solamente de incluir mujeres en los distintos
escalones del poder, sino que su punto de vista, la lógica femenina para actuar, tenga
iguales posibilidades de realización que la lógica masculina, que nos ha llevado a la
situación que ahora hay que revertir.
Han sido mujeres, a lo largo de la historia las que han puesto el acento en
aspectos positivos de la especie humana. La mujer que se ha abierto paso en la sociedad
patriarcal es aquella dotada de «ánimus», ánimo, lo que escondía Sor Juan Inés de la
Cruz, lo que mostraba Teresa de Ávila, lo que escribía Magda Portal, lo que tiene
Blanca Varela. ¿Cómo aludir a esa potencia, a ese indesmayable ardor que las lleva a
cambiar las sociedades? Creo que la podemos llamar fuerza tranquila. A esa fuerza
tranquila de las mujeres que está cambiando el mundo y que no cabe sino llamarla
revolucionaria, mi más profundo homenaje.
Fuerza tranquila es lo que tienen mujeres como Marguerite Yourcenar,
indesmayable escribiendo a lo largo de décadas sobre algunos de los mitos más caros
de la especie humana, el mito de la sabiduría de la senectud a través del emperador
romano Adriano o el mito de las bondades del conocimiento a través de Zenón, el
personaje renacentista, médico, rebelde sacerdote, científico. Fuerza tranquila es la
que posee Julia Kristeva investigando las enfermedades del alma, con paciencia cien-
tífica y corazón inmenso. Fuerza tranquila la de Françoise Dolto, en sus investigaciones
sobre la causa de los niños, la dificultad de vivir o la sexualidad femenina. Fuerza
tranquila de las cientos de mujeres que desfilan en los ensayos recopilados por Sara
Beatriz Guardia que hoy celebramos y que tenemos entre manos. La mujer no se
desespera, ha tenido mucho dolor y responsabilidad durante miles de años, nuevos
desafíos, nuevos retos la esperan y sabrá vencerlos como antaño, como hoy, como
siempre. El sinónimo de mujer es la palabra esperanza.
He reservado para el final mi más encendido elogio a la fuerza tranquila de Sara
Beatriz Guardia, amiga de tantos años. Ella vino al mundo con un peso intelectual que
14 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
Marco Martos
Presidente de la Academia Peruana de la Lengua
Decano de la Facultad de Letras de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
15
La Edad de Piedra
Mariátegui definió el período de su vida anterior al viaje a Europa como la
“Edad de Piedra”. Para él, esos ocho años de juventud constituyen sólo los primeros
tanteos de literato aficionado, y no vacila en afirmar que en su “adolescencia literaria”,
se nutrió de decadentismo, modernismo, estetismo, individualismo, escepticismo, cuyas
manifestaciones lo ruborizan porque considera “demasiado malos esos versos y esas
crónicas”, y añade que muy raras veces firmó sus artículos con su verdadero nombre
por intuición o presentimiento6 .
Si bien esta separación corresponde a un evidente “salto de calidad que significa
el encuentro con el mundo europeo, en un período tan intenso de su historia”7 , ubicó
de manera estática una oposición entre el joven Mariátegui y el Mariátegui maduro.
Entre la “Edad de Piedra” y la etapa posterior al viaje a Europa. Dejó incompleta una
5 Alfonso Ibáñez. “Alberto Flores Galindo: La agonía de Mariátegui”. Anuario Mariateguiano Vol. III. No 3.
Lima, 1991, p. 134.
6 José Carlos Mariátegui. 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Lima: Empresa Editora Amauta
S.A. 1968, p. 274. Decimotercera Edición.
7 Antonio Melis. “Mariátegui y la Crítica de la Vida Cotidiana”, en: Ensayos sobre Mariátegui. Simposio de
Nueva York, 1980. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1987, p. 33.
18 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
8 Ese año que Mariátegui entrega su primer artículo, César Vallejo publica su primer poema, y nace en
Andahuaylas José María Arguedas. Ver: Ricardo González Vigil. César Vallejo. Poesía Completa. Los
Heraldos negros. Nueva Edición Crítica. Lima: Instituto Nacional de Cultura, Universidad Ricardo Palma,
.
Tomo I, 2005, p. 90.
La Mujer en la “Edad de Piedra” 19
9 José Carlos Mariátegui. Escritos Juveniles. La Edad de Piedra. “La moda “Harem”. (La Prensa, Lima, 7 de
mayo de 1911). Tomo 2. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1991, p. 7.
10 Ibíd. “La semana de Dios”. (La Prensa, Lima, 8 de abril de 1912). p. 18.
20 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
11 Ibíd. “Por esas calles”. (La Prensa, Lima, 18 de mayo de 1912). p. 18.
12 José Carlos Mariátegui. La novela y la vida. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1984, p. 131. Décima
Edición.
La Mujer en la “Edad de Piedra” 21
tules. Son artículos ligeros, agradables, y que tienen la virtud de ofrecernos una imagen
en colores suaves de la realidad.
A propósito de una velada literaria en homenaje a Rubén Darío, Juan Croniqueur
anhela que sea “casi religiosa”, y que a las almas de “nuestras mujeres versátiles y
frívolas llegue el infinito lirismo de los versos del estupendo artista”13.
Incluso los árboles sirven de ocasión para ironizar sobre la ignorancia y frivolidad
de las mujeres:
“La gran dama maravillosamente elegante y gentil que ha pasado en
automóvil hace un rato, conoce apenas que su ropero está hecho de “cedro”
y el “cedro se saca de un árbol”. La huachafita que se apresta para los
carnavales y muele almidón y pica papeles de cometa, reiría de los líricos
fervores de usted y yo ante un ciprés grato y viejo”14.
El suicidio de dos mozos de hotel, le produce una honda consternación. Ingresa
a esas vidas modestas, ignoradas, donde talvez un día, dice, “la fragancia de mujer
elegante rompió la monotonía de las horas”. Aquella dama plácida y voluptuosa que
incitaba con su presencia la prosa encendida, envuelta en gasas, encajes, sedas o
pieles. Mujer que ponía en “la estancia del hotel el paréntesis luminoso de su paso”, y
dejaba “en sus almas y en sus carnes una desconocida impresión de malestar y placer”.
Seguramente, a “hurtadillas palparían la tibieza perfumada del lecho recién abandonado
por las carnes tentadoras, mórbidas y lechosas”15.
Afirma su sentido religioso cuando al comentar la convocatoria para erigir el
monumento a Santa Rosa, sostiene que el interés que ha despertado, es una elocuente
13 José Carlos Mariátegui. Escritos Juveniles. La Edad de Piedra. “Glosario de las Cosas Cotidianas”. (La
Prensa, Lima, 21 de febrero de 1916). Tomo 3. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1991, p.63.
14 Ibíd. “Glosario de las Cosas Cotidianas”. (La Prensa. Lima, 25 de febrero de 1916). p. 67.
15 Ibíd. “Glosario de las Cosas Cotidianas”. (La Prensa. Lima, 27 de febrero de 1916). p. 73.
22 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
16 Ob. cit. Mariátegui. Escritos Juveniles. “El concurso para el monumento de Santa Rosa”. (La Prensa, Lima,
4 de junio de 1915). Tomo 2, p. 313.
17 Ibíd. “El destino, las gitanas y la clarividencia de la mujer”. (El Tiempo. Lima, 23 de febrero de 1917). p. 135.
La Mujer en la “Edad de Piedra” 23
20 Ibíd. p. 38.
21 Ibíd. “Las mujeres pacifistas”. (La Prensa. Lima, 2 de mayo de 1915). p. 241.
22 Ibíd. p. 242.
La Mujer en la “Edad de Piedra” 25
23 Ob. cit. Mariátegui. Escritos Juveniles. “El premio de pintura. Al margen de un retrato”. (La prensa. Lima,
1 de enero de 1915). Tomo 3, p. 307.
24 Ibíd. “Figuras Teatrales: Esperanza Iris”. (La Prensa. Lima, 2 de febrero de 1915). pp. 176-177.
26 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
25 Ob. cit. Mariátegui. Escritos Juveniles. “El ocaso de una gloria”. (La Prensa, Lima, 24 de febrero de 1915).
Tomo 2, pp. 42-43.
26 Ibíd. p. 153.
27 Ob. cit. Mariátegui. Escritos Juveniles. “Viendo a Antonia Mercé”. (La prensa. Lima, 12 de diciembre de
1915). Tomo 3, p. 202.
28 Ibíd. “En el Municipal”. (La Prensa. Lima, 24 de diciembre de 1915), p. 209.
La Mujer en la “Edad de Piedra” 27
o la “lisura” que decimos los limeños”29. Alaba los movimientos de la danza y la cadencia
del cuerpo de Felyne Verbist:
“Valse lento, de Leo Delibes, tuvo en la gracia aristocrática de esta mujer,
que es toda ella armonía y cadencia delicadas y suaves, la más exquisita
interpretación. Risueño el gesto; mimosas las manos al coger con los dedos
leves los extremos de la falda aérea; cadencioso el paso; lleno de fina
coquetería el ademán”30.
Describe con elocuencia el arte de la famosa pianista Luisa Morales Macedo:
“El gesto de la artista tiene majestad de sacerdocio. La luz de la tarde cae a sus
espaldas cohibida por la penumbra egoísta de la estancia. Y los ojos de la artista que
yo sé que son rasgados, almendrados, como los de los dibujos egipcios, miran a la
penumbra. Y las manos de la artista se quedan un instante pensativo sobre el teclado.
Seguramente el teclado aguarda su opresión como se aguarda un beso”31.
Pero es sobre Tórtola Valencia de quien más escribe. Incluso le dedica un poema.
Lo seduce el arte de la mujer, el misterio y la nostalgia de la artista. En una entrevista
que le hiciera el 30 de noviembre de 1916, Mariátegui le pregunta:
“¿Es usted feliz, Tórtola Valencia?
-No, Soy muy infeliz. Y le tengo miedo a la felicidad.
La pregunta produjo asombro y la respuesta lo acentuó. El esposo de la
artista intervino:
-Ella misma se está buscando siempre inquietudes y desagrados. No es
feliz porque no quiere-.
29 Ibíd. “Glosario de las cosas cotidianas”. (La Prensa. Lima, 13 de febrero de 1916), p. 54.
30 Ibíd. “En el Municipal. Felyne Verbist”. (La Prensa, Lima, 29 de mayo de 1916), p. 213.
31 Ibíd. “Luisa Morales Macedo. Artista Admirable”. (La Prensa. Lima, 23 de setiembre de 1916), p. 14.
28 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
(...) -Recuerde usted que soy una artista trágica. Siento que la tragedia
está enseñoreada en mi espíritu. Amo el dolor. Amo el drama. Y vivo
perennemente inquieta sin hallarme nunca cerca de la felicidad”32.
No oculta la emoción que le causa el arte de Tórtola Valencia cuando danza
Gypsy. Revela, dice, otro aspecto del arte, “la trágica y misteriosa palpitación del
alma de una gitana”. Mientras que con el vals Danubio Azul de Strauss “llevó a la
escena el ritmo, la melodía y la vibración de otras razas y otros espíritus”. Pero es
con la Marcha Fúnebre de Chopin que Tórtola Valencia logró “un triunfo supremo.
Su dramaticidad cultivada y profunda se enseñoreó en todos los espíritus aturdidos
aún por la sucesión de tan vasta y tan complejas sensaciones”33. Posteriormente, en
1919, Mariátegui le dedicó otro artículo a Tórtola Valencia en ocasión de su
presentación en Lima34.
Finalmente, es necesario mencionar los diecisiete cuentos hípicos publicados
en “El Turf”, entre 1914 y 1917. Se trata de narraciones de prosa sencilla, similares
entre sí, donde por lo general los personajes femeninos están constituidos por mujeres
coquetas, frívolas y cínicas.
En “Rudyard Ring, ganador...” Helena Domal, no vacila en apostar una cita con
un pretendiente a cambio del triunfo del caballo de su esposo. El jockey Frank pierde
todo por seguir a su amante, que luego lo abandona (“El jockey Frank”). Y, Margarita,
tan bella como frívola, se aburre, engreída y cortejada por varios pretendientes que
no le interesan (“Una tarde de sport”). “Juan Manuel”, teme que su esposa utilice en
cuestiones domésticas sus revistas científicas, eche al fuego sus libros y desordene su
escritorio. En “La señora de Melba”, Lucía, cortejada por varios galanes, se casa por
conveniencia, y en “Por una apuesta del “Five o’clock tea”, Irene, maneja a los hombres
32 Ibíd. “Tórtola Valencia, en la casa de “El Tiempo”. (El Tiempo. Lima, 30 de noviembre de 1916), p. 26.
33 Ibíd. “Tórtola Valencia en el Municipal. Un nuevo triunfo de la artista”. (El Tiempo. Lima, 3 de diciembre
de 1916), p. 222.
34 Ibíd. “Tórtola Valencia. Un nuevo triunfo de la artista”. (El Tiempo. Lima, 4 de diciembre de 1919), p. 224.
La Mujer en la “Edad de Piedra” 29
como títeres. La Gaby de “El jockey de Ruby”, engaña a su marido, con el dueño del
caballo que corre. Semejante a la historia de “El jockey Frank”, es “Jim, jockey de
Willy”, sólo que en esta oportunidad la amante que provoca su ruina, se llama Berta.
En “Las Tapadas”, escrita en 1915 con Julio Baudoin de la Paz, y estrenada en
el Teatro Colón el 12 de enero de 1916, dos personajes femeninos contrapuestos
reflejan la visión de las mujeres de esa época: Isabel buena y leal, defiende un amor
que merece porque en ella no existe pecado. Mientras que Mercedes no merece ser
amada, porque “la mujer que mercara sus favores y, contando sus días por amantes,
les tendiera sus brazos pecadores igual a caballeros que a tunantes, no sabe amar con
ley”35.
Un año después, en julio de 1916, con Abraham Valdelomar escribió “La
Mariscala”, que recoge el ambiente convulsionado de los primeros años de la
República. “La Mariscala” de Mariátegui y Valdelomar, es una mujer fuerte que fiel a
su destino no vacila en cumplir sus mandatos. Cuando aún es Francisca Zubiaga de
Gamarra, le dice en tono severo al futuro presidente de la República, y marido suyo:
“Yo no comprendo, coronel Gamarra, /que vos que en esta tierra habéis
nacido/ sirváis aún al Virrey. Nuestros hermanos/ de libertad y patria han
dado el grito. / Vuestra espada, más bien, poner debierais/ de este suelo
en defensa y de vos mismo”36.
El alma de La Mariscala tiene otros anhelos y otros desvelos, “que están lejos
del hogar”, y que ella se encarga de anunciar: combatir por la Patria que “fuerza es
servirla y por ella marchar al sacrificio”37.
35 José Carlos Mariátegui. Escritos Juveniles. La Edad de Piedra. “Las Tapadas”. Tomo 1. Lima: Empresa
Editora Amauta S.A., 1987, p. 240.
36 Ibíd. “La Mariscala” p. 268.
37 Ibíd. p. 287.
30 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
Cartas a Ruth
La correspondencia que sostuviera Mariátegui con una mujer desconocida
llamada Ruth, constituye un excepcional testimonio personal. A través de 32 cartas
escritas entre 1916 y 1920, de las cuales 27 corresponden a 1916, una a 1919, y
cuatro a 1920, es posible acercarnos a las vivencias más íntimas en una etapa decisi-
va en el proceso de su formación.
Aunque el diálogo epistolar está sujeto a las normas de la época, y guiado por
una fina discreción, se advierte el genuino deseo de encontrar una alma gemela, alguien
a quien contar sus más recónditos pensamientos y sentimientos. Es, la “travesura de
una limeña”, lo que nos permite constatar la soledad de Mariátegui, y también su
ternura.
Esta historia empieza cuando entre las cartas que Juan Croniqueur recibía aparece
una firmada por “Ruth”, “misiva enderezada a excitar algunas afinidades, para anudar
una relación confidencial. Una misiva femenina, que inmediatamente ejerció influencia
sobre su volición, pues, al papel perfumado y la letra finamente trazada, se asociaba
en ella el candor del texto y la discrecional incógnita de la firma”, dice Alberto Tauro38.
La carta está fechada el 28 de febrero de 1916, cundo Mariátegui tenía 21
años, y ya era un periodista conocido. Aunque al comienzo no le dio importancia y
hasta la rompió, algo llamó su atención. Reconstruyó la carta y respondió enseguida
desde el Convento de los Descalzos, donde había acudido invitado por el padre
Aramburu, porque “es plácida, grata, dulce y reconfortante esta soledad”.
Las cartas tienen párrafos reveladores de la personalidad de Mariátegui, y en la
forma como se produce la relación con Ruth destaca la sinceridad, discreción, y el
reconocimiento de un alma con la que puede comunicarse, o que anhela comunicarse.
En una de las primeras cartas, escribe:
38 Alberto Tauro. “Las cartas de José Carlos Mariátegui a Berta Molina”. Anuario Mariateguiano. Vol. I, No.
1. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1989, p. 37.
La Mujer en la “Edad de Piedra” 31
“Faltan almas exquisitas, almas sutiles, almas diáfanas. Sobran las almas
vastas, las almas turbias, las almas groseras. Yo conozco, como es natural,
muchos hombres de talento grande o mediano. Conozco muy pocos de
alma exquisita. Entre los mejores literatos es raro hallarlos. A lo mejor nos
lastime una grosería espiritual de ellos”39 .
Pronto surge una forma más cercana de comunicación, el usted es reemplazado
por el tímido y cotidiano tú, y las confidencias no se dejan esperar:
“En la prensa me inicié, me formé, publiqué mi primer artículo. La quiero.
La dejo porque desde el cambio de director ha perdido su ambiente, y me
siento ahí un poco extraño”. “No te escribo más. Estoy nervioso. Me apena
dejar esta casa, donde empecé a trabajar. Así es la vida. Así dejaré un día
mi país” 40.
La soledad del alma grande de Mariátegui, se manifiesta con un clamor:
“Porque yo, que trabajo en un gran diario, que estoy rodeado de gentes
de toda clase, que me ves en sucesivos corrillos literarios, que distraigo las
horas entre el Palais y los teatros, que vivo con tanta intensidad, tengo la
convicción de que estoy solo y de que toda ésta es una atmósfera artificial
en la que nadie me acompaña de veras”41.
El deseo de conocerse, de tener un contacto más cercano, fue mucho más
explícito en Mariátegui quien reclama condiciones iguales, ella lo conoce, en cambio
él sólo tiene esa firma “Ruth”. Le insinúa que lo llame por teléfono, y le da su horario
de permanencia en el periódico. Pero los prejuicios de la sociedad limeña de comienzos
del siglo XX, impidieron el encuentro. La comunicación entre Mariátegui y “Ruth”,
quedó suscrita sólo a la relación epistolar.
A pesar de esto, el tono afectivo de las cartas sube. En abril, Ruth, ya es “dulce
amiga”, “amiga adorable”, “amiga y confidente mía”. Establecida su identidad, Ruth
es Berta Molina y ambos fijan el lugar y la hora en que ella hará su aparición. Es un
encuentro de lejos, fugaz.
“Hoy te he visto en el Palais Concert. Tu sonrisa y tu mirada están aún ante
mis ojos, como tu carta ¿Me acompañarán mucho?” (...) Adiós Ruth. Al
quitar de la máquina la cuartilla la besaré con unción. Devotamente”42.
Diez días después se produce otro encuentro:
“Te he visto esta tarde dos veces. La primera estaba yo con el Conde de
Lemos a quien hablaba de no sé qué tontería. Estuve con él hasta muy
tarde. Luego iba al teatro Colón cuando volví a verte. Gran satisfacción
mía que temí se tradujera en mi sonrisa y fuera advertida por tu madre, a
quien no se le ocurrirá por supuesto que me conoces”43.
A pesar de que es Ruth la que consiente y sugiere un encuentro personal, y que
Juan Croniqueur se apresura en señalar que éste puede ser “Si quieres hoy”, por
diversas razones no se producirá nunca. En varias cartas Mariátegui vuelve a las mismas
preguntas: “¿Cuándo nos veremos?”, “¿Cuándo vamos a hablarnos?”, sin obtener
respuesta precisa.
Las cartas se van espaciando, en agosto escribe tres veces, en setiembre sólo
lo hace una vez. En octubre, también una. “Yo no sé explicarte por qué he dejado de
escribirte”, le dice. Es probable que se haya cansado de insistir en un encuentro que
ansiaba y que no tenía cuando producirse. En noviembre, le dice que no la olvida,
pero escribe solo algunas líneas. La comunicación epistolar se interrumpe desde
noviembre de 1916 hasta el l8 de octubre de 1919.
Ese día, a bordo del “Atenas”, en el momento mismo que parte del Perú, se
dirige a ella como a una de las personas que fueron buenas y dulces con él, y recuerda
sobre todo, “nuestra original y simpática intimidad de un tiempo”44. Es la primera
carta que firma: José Carlos, atrás ha quedado Juan Croniqueur, antes incluso de que
Mariátegui partiese al encuentro definitivo con su destino.
Desde Italia, en 1920, le escribe cuatro cartas. En una de ellas le explica su
nuevo estado de ánimo:
“Hasta ahora mi sensación más plácida es esta: la sensación de mi libertad.
En New York, en París, en Roma, se siente uno libre, totalmente libre,
ilimitadamente libre. No hay quien espíe, no hay quien vigile, no hay quien
controle, no hay quien envidie, no hay quien aceche. Y el desconocido es
más libre que todos. La ciudad lo acoge sin prevención, sin prejuicio, sin
reticencia. ¡Es muy interesante, Ruth, ser un desconocido!45.
El 16 de octubre de 1920, Mariátegui escribe la última carta a Bertha Molina, a
quien sigue llamando “Ruth”. Es casi una despedida, el tiempo y la distancia han cerrado
este capítulo de su historia.
“Yo no te hablo casi de las cosas de que tú me hablas. Y es que estamos
tan distantes el uno del otro. Tu voz emplea dos meses en llegar hasta mí. Y
la mía, que es menos joven, emplea, sin duda mucho más. O, por lo menos
llega muy apagada, muy vaga, casi imperceptible”46.
47 William Stein. Mariátegui y Norka Rouskaya. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1989, p. 15.
48 Ibíd. p. 48.
La Mujer en la “Edad de Piedra” 35
58 Ricardo Martínez de la Torre. “El movimiento obrero en 1929”. Revista Amauta No 19. Lima, 1928, p. 68.
40 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
41
Ponencia presentada: José Carlos Mariátegui et l’Europe l’autre aspect de la découverte. Colloque International
en Hommage a José Carlos Mariátegui. Pau-Tarbes, France, 21 a 24 de octobre l992.
1 Marcel Schwob. Vidas Imaginarias. México: Editorial Porrúa, S.A., 1991, XI.
42 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
2 José Carlos Mariátegui. Cartas de Italia. “La señora LLoyd George, la justicia y la mujer” (Roma, 30 de mayo
de 1920; El Tiempo, Lima, 3 de setiembre de 1920). Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1972, p. 180.
3 Ibíd. p. 184.
Etica y Cuestión Femenina 43
ron tejiendo como Penélope. Ante lo cual el divorcio se presentaba como algo
indispensable para los militares menos afortunados que Ulises:
“En defensa de las mujeres italianas como de las francesas y de las mujeres
alemanas que se han distinguido por tal prodigalidad, podría suponerse
que todas ellas han creído, patriótica y convenientemente, que su obligación
era ser ilimitadamente afectuosas con los hombres, en quienes, no han visto
sino a los defensores del país”4 .
De acuerdo con la interpretación que construye Mariátegui, lo que las mujeres
europeas hicieron -poco importa si pertenecieron o no a la Entente- fue subvertir la
guerra mediante la sexualidad5 . En cuanto al divorcio en sí, concluye que lo más
probable es que no le convenga a nadie que exista, así como tampoco le conviene a
nadie que no exista. Porque desengañémonos, agrega, con divorcio o sin divorcio, la
humanidad continuará tan desventurada como ahora.
Por el contrario, se percibe una cierta severidad en su artículo “La última película
de Francisca Bertini”, a propósito de la decisión de la artista de casarse y retirarse del
cine, donde critica abiertamente la imagen romántica que tiene de ella la audiencia
femenina de “los viernes de moda limeños”. “No se hagan ilusiones, escribe, las chicas
de los viernes de moda. Francisca Bertini, a quien rodean imaginativamente en un
marco de poesía, es sin duda una mujer práctica como un pulpero, que entre un
cuadro de Tiziano y un plato de macarrones preferiría seguramente los macarrones, si
el cuadro de Tiziano no representase, por su valor comercial, la seguridad de comer
macarrones toda la vida”6.
4 Ibid. “El divorcio en Italia”. (Florencia, 30 de junio de 1920; El Tiempo, Lima, 23 de enero de 1921), p. 186.
5 Guido Podestá. “La dialéctica de la alquería y la usina”, en: Encuentro Internacional José Carlos Mariátegui
y Europa. El otro aspecto del descubrimiento. Lima: Empresa Editora Amauta, S.A., 1993, p. 265.
6 José Carlos Mariátegui. El artista y la época. “La última película de Francisca Bertini”. (El Tiempo. Lima, 18
de junio de 1921). Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1970, p. 195. 4° Edición.
44 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
7 Ob. cit. Mariátegui. Cartas de Italia. “Italia, el amor y la tragedia personal”. (Florencia, 20 de julio de 1920;
El Tiempo, Lima, 23 de enero de 1921), p. 209.
8 Ibíd. “Reflexiones en Florencia”. (Florencia, 1920; El Tiempo, Lima, 2 de enero de 1921), p. 211.
Etica y Cuestión Femenina 45
9 José Carlos Mariátegui. La novela y la vida. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1970, pp. 93-94. 4°
Edición.
10 Carta de Waldo Frank a Luis Alberto Sánchez (Lima, junio de 1930). Anuario Mariateguiano. Lima: Impresa
Editora Amauta, S.A., Vol. 1 No. 1, 1989. p. 63.
46 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
11 Sara Beatriz Guardia. El amor como acto cotidiano. Lima: Librería Editorial Minerva, 1994, p. 9.
12 Armando Bazan. Mariátegui y su tiempo. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1979, p. 86.
13 José Carlos Mariátegui. Temas de Educación. “El III Congreso Internacional de la Reforma Sexual”. (Mundial,
Lima, 18 de octubre de 1929). Lima: Empresa Editora Amauta. S.A., 1988. Décima Primera Edición.
Etica y Cuestión Femenina 47
En 1924, califica como uno de los acontecimientos sustantivos del siglo veinte
“la adquisición de la mujer de los derechos políticos del hombre”, y señala que la
mujer ha ingresado en la política, en el parlamento y en el gobierno. Sitúa a Margarita
Bondfield, Ministra de Trabajo de Inglaterra, y a Alejandra Kollantay, representante
diplomática de la Unión Soviética en Noruega, como los ejemplos más preclaros del
cambio que se empezaba a producir en el ámbito femenino14, y sostiene que la historia
de la Revolución Rusa está vinculada a la historia de las conquistas del feminismo.
Para Mariátegui, las reivindicaciones del feminismo constituyen el cumplimiento
de la última etapa de la revolución burguesa y del ideario liberal. En ese sentido, la
revolución francesa inauguró un régimen de igualdad política para los hombres, no
para las mujeres: “Los Derechos del Hombre podían haberse llamado, mas bien,
Derechos del Varón”. Enfatiza que aunque la democracia burguesa no ha impulsado
ni realizado el feminismo, ha creado involuntariamente las condiciones y las premisas
morales y materiales de su realización. “La ha valorizado como elemento productor,
como factor económico, al hacer de su trabajo un uso cada día más extenso y más
intenso. El trabajo muda radicalmente la mentalidad y el espíritu femeninos. La mujer
adquiere en virtud del trabajo, una nueva noción de sí misma”15, concluye.
Refiriéndose al Perú, señala que el feminismo no aparece como algo artificial ni
arbitrario, sino como consecuencia, “de las nuevas formas del trabajo intelectual y
manual de la mujer. Las mujeres de real filiación feminista son las mujeres que trabajan,
las mujeres que estudian. Aparte de este feminismo espontáneo y orgánico, que recluta
sus adherentes entre las diversas categorías del trabajo femenino, existe aquí, como
en otras partes, un feminismo de diletantes un poco pedante y otro poco mundano”16.
14 José Carlos Mariátegui. Temas de Educación. “La mujer y la política”. (Variedades, Lima 15 de marzo de
1924). Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1970 p. 123.
15 Ibíd. pp. 125-126.
16 Ibíd. “Las reivindicaciones feministas”. (Mundial. Lima, 19 de diciembre de 1924), pp. 129-130.
48 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
17 Ibíd. p. 132.
49
MARIÁTEGUI Y LA LITERATURA
ESCRITA POR MUJERES
Ponencia presentada en el Ciclo de Mesas Redondas “Mariátegui: entre la memoria y el futuro de América
Latina”. Universidad Nacional Autónoma de México. Escuela Nacional de Antropologia e Historia. México
DF., 20 a 23 de setiembre de 1994.
1 José Carlos Mariátegui. Cartas de Italia. “Mujeres de letras de Italia” (Florencia, 28 de junio de 1920; El
Tiempo, Lima, 12 de octubre de 1920). Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1991, p. 222. Décimo-Primera
Edición.
2 Modesta Suárez. “José Carlos Mariátegui. Reflexiones en torno a una estética femenina”, en: Roland Forgues.
Mariátegui: una verdad actual siempre renovada. Lima: Empresa Editora Amauta, S.A., 1994, p. 151.
50 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
son voces de angustia y de opresión que reclaman al amado muerto; luego estas
voces se apagan. La poetisa no se quejará más. Sobrevendrá el momento de la espera,
de evocación de la presencia amada y del cuerpo6 . Vivirá “para evocar sus besos,
para evocar su amor. Para sentirse como antes, besada por su boca, tocada por sus
manos, llamada por su voz y mirada por sus ojos. Para vivir de nuevo los días pasados,
en un divino delirio de la fantasía y de los sentidos. Para continuar, poseída, amada,
acariciada”7 .
Cuando comenta la obra de Charles Maurras, Los amantes de Venecia, sobre
el romance entre George Sand y Alfred Musset, enfermo en Venecia y engañado por
Sand con el doctor Pagello, Mariátegui dice que la escritora francesa fue amante de
Musset antes de separarse oficialmente de su marido, el barón de Dudevant, y ade-
más, amante de Jules Sandeau y de Merimée. “Esta pluralidad de amantes, agrega,
no quiere decir, por supuesto, que George Sand fuera una hetaira. Quiere decir que
George Sand tenía el corazón demasiado grande, generoso y hospitalario, esto es
casi incapaz del sentimiento que la generalidad de las gentes llaman amor”8.
Mientras George Sand moría de ansiedad por Musset, también moría de amor
por el doctor Pagello, a quien se declara a través de una carta que Mariátegui califica
como “su página más maravillosa”. En ella la escritora se resigna, “si tú, dice, fueses
un hombre de mi patria, yo te interrogaría y tú me responderías; pero yo sería tal vez
más desventurada todavía, porque entonces, tú podrías engañarme”. Como Pagello
no conoce su idioma, no podrá mentirle, no le hará vanas promesas ni falsos juramentos.
Años después, en 1929, vuelve otra vez la mirada hacia George Sand, a propósito
del libro de Guy Portales, Chopin ou le poete. La importancia que le asigna a este
6 Sara Beatriz Guardia. “Ética y cuestión femenina”, en: Encuentro internacional José Carlos Mariátegui y
Europa. El otro aspecto del descubrimiento. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1993, p. 106.
7 Ob. cit. Mariátegui, Cartas de Italia, p. 223.
8 Ob. cit. Mariátegui, Cartas de Italia. “Los amantes de Venecia”. (Venecia, setiembre de 1920; El Tiempo,
Lima, 11 de enero de 1921). p. 233.
52 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
libro, es el mérito de reivindicar a George Sand descrita como una “vampiresa que
atormentó sádicamente los últimos años de su amante”, coincidiendo con Portalés en
la necesidad de destruir esa leyenda:
“George Sand y Chopin eran diferentes, antagónicos, incompatibles. La
duración de su amor primero, de su amistad después, es una prueba de
que George Sand hizo por su parte todo lo posible por atenuar este conflicto;
Chopin hesitante, susceptible, esquivo, no podía hacer mucho. George Sand
tuvo, al lado de Chopin, un oficio algo maternal. Si esta imagen de madre
les parece a muchos excesiva, a algunos tal vez sacrílega, puede escogerse
entre la de nodriza y la de enfermera”9 .
Reafirma la evidente admiración que sintió por Sand cuando dice que las más
interesantes páginas de este libro son las escritas por ella. Se refiere a las dos cartas
que consigna Portalés dirigidas al conde Albert Gerzmalda, amigo íntimo de Chopin.
En una de las misivas, Sand, abre su alma, no para justificar su conducta, sino para
explicarla en medio del vituperio:
“Me he fiado mucho en mis instintos que han sido siempre nobles; me he
engañado algunas veces sobre las personas, jamás sobre mí misma. Tengo
muchas tonterías que reprocharme, mas no vulgaridades ni maldades.(...)
os confieso que el deseo de acordar una teoría cualquiera con mis senti-
mientos ha sido siempre más fuerte que los razonamientos, y los límites
que yo he querido ponerme no me han servido nunca para nada. He
cambiado veinte veces de idea. He creído por encima de todo en la fidelidad,
la he predicado, la he exigido. Los otros han faltado a ella y yo también. Y,
con todo, no he sentido remordimientos porque había siempre sufrido en
mis infidelidades una especie de fatalidad, un instinto del ideal, que me
empujaba a dejar lo imperfecto por lo que me parecía acercarse a lo
perfecto (...) Los ha habido que han martirizado mi vida y me han llevado
9 Ibíd. p. 49.
Mariátegui y la Literatura escrita por Mujeres 53
Arco vidente, santa, caudillo, capitán, mártir, y que por lo mismo bien pudo haber
sido cruel, autoritaria y prepotente, aunque la dulzura y la caridad desbordasen su
corazón.
“En la vida de Juana de Arco no faltó nada. Faltó sólo el amor humano. El amor
humano que hubiera, sin duda, turbado y entrabado su alma visionaria. Ningún pueblo,
ninguna raza pueden enorgullecerse de una mujer igual”. El misticismo de Juana de
Arco es dinámico, poderoso, capaz de “comunicar su lema, su fe y alucinación de
muchedumbres y ejércitos”. Sin embargo, a pesar de una Juana de Arco francesa y
de la alta calidad de las mujeres de letras de ese país, la mujer francesa es vista por
gentes de “austero gusto y de rancio paladar” como “las muñecas de boulevard o en
instrumento de placer”13.
Pero, Mariátegui no se ocupa de escritoras peruanas como Clorinda Matto de
Turner y Mercedes Cabello de Carbonera, a pesar de la importancia de las novelistas
del siglo XIX. Cuando se refiere a Clorinda Matto de Turner, solo lo hace a propósito
del cuarto congreso de la raza indígena:
“Dirijamos la mirada al problema fundamental, al problema primario del
Perú. Digamos algo de lo que diría ciertamente Clorinda Matto de Turner
si viviera todavía. Este es el mejor homenaje que podemos rendir los
hombres nuevos, los hombres jóvenes del Perú, a la memoria de esta mujer
singular que, en una época más cómplice y más fría que la nuestra, insurgió
noblemente contra las injusticias y los crímenes de los expoliadores de la
raza indígena”14.
12 Ob. cit. Mariátegui. Cartas de Italia. “La santificación de Juana de Arco y la mujer francesa”. (Publicado en
El Tiempo, Lima, 23 de agosto de 1920), p. 209.
13 Ibíd. p. 210.
14 José Carlos Mariátegui. Peruanicemos el Perú. “El problema primario del Perú”. (Mundial. Lima, 9 de
diciembre de 1924). Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1979. p. 30.
Mariátegui y la Literatura escrita por Mujeres 55
Omisión que no ocurre con la poesía escrita por mujeres. En los 7 Ensayos de
Interpretación de la Realidad Peruana, en el capítulo sobre el proceso seguido por
la literatura, pone especial énfasis al referirse a Magna Portal. “Con su advenimiento,
dice, le ha nacido al Perú su primera poetisa. Porque hasta ahora habíamos tenido
sólo mujeres de letras”15. No se trata de casos solitarios y excepcionales, añade, sino
de “un vasto fenómeno, común a todas las literaturas. La poesía, un poco envejecida
en el hombre, renace rejuvenecida en la mujer”16.
En sus primeros versos, “Magda Portal es, casi siempre, la poetisa de la ternura.
Y en algunos se reconoce precisamente su lirismo en su humanidad. Exenta de egolatría
megalómana, de narcisismo romántico, Magda Portal nos dice: “Pequeña soy”. Pero
ni piedad, ni ternura solamente, en su poesía se encuentran todos los acentos de una
mujer que vive apasionada y vehementemente, encendida de amor y de anhelo y
atormentada de verdad y de esperanza. En su poesía nos da, ante todo, una límpida
versión de sí misma. No se escamotea, no se mistifica, no se idealiza. Su poesía es su
verdad. Magda no trabaja para ofrecernos una imagen aliñada de su alma en “toilette”
de gala. En un libro suyo podemos entrar sin desconfianza, sin ceremonia, seguros de
que no nos aguarda ningún simulacro, ninguna celada. El arte de esta honda y pura
lírica, reduce al mínimo, casi a cero, la proporción de artificio que necesita para ser
arte. Esta es para mí la mejor prueba del alto valor de Magda. En esta época de
decadencia de un orden social -y por consiguiente de un arte- el más imperativo
deber del artista es la verdad. Las únicas obras que sobrevivirán a esta crisis, serán
las que constituyan una confesión y un testimonio”17.
También escribe con admiración de Rosa de Luxemburgo, y sostiene que vendrá
un tiempo “que a despecho de los engreídos catedráticos que acaparan hoy la
15 José Carlos Mariátegui. 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Lima: Empresa Editora
Amauta S.A., 1992. p. 322. Quincuagésima Séptima edición.
16 Ibíd. p. 323.
17 Ibíd. pp. 324-325.
56 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
18 José Carlos Mariátegui. El alma matinal. Y otras estaciones del hombre de hoy. “La lucha final”. (Mundial,
Lima, 20 de marzo de 1925). Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1972. pp. 29-31. 4° Edición.
19 José Carlos Mariátegui. El artista y la época. “Las memorias de Isadora Duncan”. (Variedades”. Lima, 17 de
julio de 1929). Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1988. p. 197. Décimo Tercera Edición.
Mariátegui y la Literatura escrita por Mujeres 57
20 Ibíd. 198.
21 Ibíd. p. 199.
22 Ob. cit. Mariátegui. Signos y obras. “Les derniéres nuits de París, por Philippe Soupault”. (Mundial, 11 de
diciembre de 1926, y Variedades, 29 de mayo de 1929), p. 27.
23 Ob. cit. Mariátegui. El artista y la época. “Nadja de André Bretón”. (Variedades, Lima, 15 de enero de 1930),
pp. 179-180.
58 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
24 Ibíd. p. 180.
59
6 Sara Beatriz Guardia. Mujeres Peruanas. El Otro lado de la Historia. Lima: Tempus Editores, 1986, p. 74.
2° Edición.
62 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
cabello y el traje largo”7. En este artículo, María Wiesse nos habla de un nuevo
vínculo que no conocieron otras generaciones: la camaradería entre hombres y mujeres;
sentimiento que no es romántico ni lo adornan los matices de la amistad, que tan
fácilmente se torna “amorosa”, agrega, pero si tiene la lozanía y la frescura de una
planta silvestre.
Sin embargo, la vida cotidiana de la inmensa mayoría de las mujeres transcurría
dentro del hogar, sometida a los límites de una educación sentimental. Las vicisitudes
de Pablo y Virginia, producen intensas reacciones, y estas mismas rebeldes sucumben
con el “cuerpo sacudido por los sollozos y el rostro bañado en lágrimas”8 . Ah que la
vie est quotidienne! 9, exclama María Wiesse al describir el ritual de un domingo
cualquiera, en el que encerrada en su habitación acompaña su soledad con un
Nocturno de Borodine que susurra suavemente la vitrola.
En las páginas de Amauta aparecen textos tan disímiles que podrían atribuirse a
distintas épocas. En unos se perfila la imagen de la mujer devota, ausente y silenciosa,
como en “San Francisco de Asís” de María Wiesse; mientras que Dora Mayer de
Zulen describe con admiración la enardecida actitud de las mujeres mexicanas durante
el conflicto entre la Iglesia y el Estado, cuando no sólo salieron a las calles, sino que
durante una movilización que tuvo lugar en Guadalajara “atacaron a los soldados con
cuchillos”.
Esta actitud, agrega Mayer, que podría ser explicada como una consecuencia
del atraso y la ignorancia de la mentalidad femenina, expresa una verdad mucho más
dramática. A pesar de haber sido dominada a través de los siglos por el clero, la
mujer tiene con éste una deuda de gratitud. Todo aquello, dice la escritora, contra lo
que se rebela hoy día el socialista: la iniquidad de las leyes, la servidumbre personal,
el desprecio sufrido como categoría o clase, la explotación desvergonzada por el más
fuerte, todo eso lo ha impuesto y lo impone todavía, ese mismo socialista, como
hombre al sexo femenino”10. ¿Qué le queda a la mujer frente a estos agravios? Acudir
a la Iglesia que mal que bien, ha restañado algunas de sus heridas, concluye.
La rebeldía de estas mujeres incluso se puede advertir bajo la apariencia del
sarcasmo, también del humor y la ironía. En un período en el que la mujer divorciada
se convertía prácticamente en una paria social, Ángela Ramos hizo pública confesión
de su separación y posterior divorcio en su artículo titulado “El poeta de los ojos
dorados”:
“Yo era una mujer débil y cursi como todas las demás con una almita tenue
y azulada en la que todavía quedaban rezagos del convento, la dulzura de
los cánticos celestiales y la vaguedad en espiral del incienso. Y así como
hay mujeres a las que solo las dominan los galones y el bigotito de un
alférez, hay otras que caen con un soneto”11.
“Todo un desfile de cadáveres fue necesario para esto, también los millones
de fantasmas hambrientos. El arte se desvistió de las inútiles pompas de
Darío –la belleza en sí, es estéril, el arte debe ser creador” 16.
En su réplica a Miguel Ángel Urquieta titulada “Izquierdismo y seudoizquierdismo
artísticos”, revela de un trazo la pasión revolucionaria que animó su vida. “Para mí –
dice - todo el sensualismo del arte rubeniano, con su evidente fecundidad, es estéril,
como resultado humano, como aporte a la vida (...) Toda la razón que habría para
resucitar el pasado, sería ésta: poder decapitarlo de un tajo –creo en las medidas
radicales- y además el pasado está superado, se ha rebasado la posibilidad de la
semilla: Toda la vida es un presente con los brazos abiertos del mañana”17.
No en vano, Nicanor de la Fuente al referirse a ella en ocasión de la publicación
de su libro Hacia una estética económica, la califica como “nuestra beligerante
compañera, acaso el más puro fermento revolucionario femenino de este instante en
América”18. Por entonces, Magda Portal se encontraba en gira política por diversos
países19, después de que fuera deportada en 1927 por el gobierno de Leguía acusada
de haber participado en un supuesto complot comunista.
Otra expresión del discurso de las mujeres de Amauta es su producción poética,
artística y literaria. No hay un solo número de la revista en que no aparezcan poemas,
cuentos y comentarios de libros que escribieron las más destacadas mujeres de la
década del veinte como Magda Portal, Gabriela Mistral, Ada Negri, Alfonsina Storni,
Blanca Luz Brum, Graciela Garbalosa, Giselda Zani, María Monvel, y María Elena
Muñoz.
El amor, la ausencia y el dolor acompañan los himnos a la revolución que estas
mujeres cantan. En “Ausencia” 20 de su libro Una esperanza y el mar, Magda Portal,
exclama:
Yo ignoro todo
hasta los aletazos de la Tragedia
trazando sus círculos sobre mi cabeza.
Solo en esta hora
de proyecciones infinitas.
que amo y estoy sola
y que ha muerto la tierra”.
El proyecto socialista
Al definir el socialismo, Mariátegui declara: No queremos que el socialismo sea
en América calco y copia. Debe ser creación heroica30. En esta perspectiva, la lucha
70 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
por el socialismo incorpora el análisis y el debate sobre los problemas más acuciantes
de entonces, lo que también constituye un rasgo del discurso de las escritoras de
Amauta.
Los artículos referidos a cuestiones políticas hacen gala de un lenguaje directo,
claro y enérgico. No hay rodeos ni vacilaciones. En “La fórmula Kellogg”, Dora
Mayer de Zulen, plantea como la más preciada esperanza la recuperación de Tacna y
Arica:
“Pero si la Nación quiere hacerlo, exijo y quiero que la Nación se pare
firme en esa noble y altiva declaración de su íntimo y profundo sentimiento
y abomino que caiga, después de sus elevadas intransigencias y sus severas
protestas, en una debilitante ambigüedad31.
Frente a la amenaza de lo que califica el imperialismo del Sur, aconseja afinar
sagacidades en defensa de nuestra soberanía frente a las asechanzas chileno-bolivianas,
antes de abandonarnos a la protección del poder absoluto de los Estados Unidos.
Para los norteamericanos, dice Mayer, los únicos americanos son ellos, aunque
este pensamiento por supuesto no pueda ser pronunciado por sus diplomáticos, ni
por aquellos heraldos del imperialismo yanqui que visitan con un objeto y otro nuestras
ciudades y nuestros despoblados32. Además, teniendo en cuenta que la ley de natura-
lización norteamericana prohíbe la ciudadanía a personas que no sean blancas, todos
los latinoamericanos han sido declarados indignos de poseer dicha ciudadanía. ¿Qué
hacer ante esta contingencia? - se pregunta - ¿disimular cortésmente la conciencia
de la soberbia que el “hermano” norteamericano lleva en su pecho o procurar
blanquear más y más la raza colombina, a fin de poder ser admitidos al festín de
banqueros de Wall Street?33.
Pero quizá la expresión más cierta de Dora Mayer, estuvo centrada en su defensa
de los indígenas a través de la Asociación Pro Indígena que fundara con Pedro Zulen
en 1912. Al hacer un recuento de la labor realizada en su artículo “Lo que ha significado
la pro-indígena”, sostiene que “dormida estaba, a los cien años de Emancipación
Republicana del Perú, la conciencia de los gobernantes, la conciencia de los gamonales,
la conciencia del clero, la conciencia del público ilustrado y semi-ilustrado, respecto
a sus obligaciones con la población indígena que no merece una filantrópica defensa,
sino figurar como elemento central de la cuestión nacional” 34.
Miguelina Acosta Cárdenas lleva esta preocupación a la Segunda Conferencia
Panamericana de Mujeres, proponiendo que la situación de explotación y miseria de
los indígenas peruanos sea incorporada al debate. En su artículo, “Escuelas rurales
ambulantes para la educación de los niños indígenas”, enfatiza que para “procurar la
rehabilitación del indígena transformándolo en ciudadano consciente y responsable”35,
la tarea educativa es fundamental.
La educación como medio de transformación de la sociedad peruana se presenta
también en un artículo titulado: “La Escuela hogar”, de Judith Arias y Cesar Acurio,
que se publicó en dos partes. Allí se plantea la necesidad de modificar el hogar indígena
para en acción simultanea emprender la obra educativa del individuo y la sociedad”36.
En este profundo anhelo por lograr un cambio social, dos voces femeninas plantean
para los niños otras formas de respeto a sus derechos. Gabriela Mistral sostiene que
la infancia merece cualquier privilegio, y que los niños deberían vivir ese estado natural
33 Ibíd., p. 14.
34 Amauta, No. 1, setiembre de 1926, p. 20.
35 Amauta, No. 12, febrero de 1928, p. 38.
36 Amauta, No. 23, mayo de 1929, p. 22.
72 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
de acaparamiento de las cosas excelentes y puras del mundo37. Mientras que para
María Wiesse, constituye un derecho la posibilidad de soñar y ser amados, y sin
embargo, dice, casi todos los métodos trazados para estudiar al niño carecen de
fuego vital, son rígidos análisis hechos sin la “inteligencia del corazón”38.
Resulta evidente, que para las mujeres de Amauta el socialismo constituía algo
más que una propuesta económica y política, en un momento que la primera
Constitución Soviética de 1918, había proclamado la igualdad de todos los ciudadanos
independientemente de su sexo, raza y nacionalidad, y estableció la igualdad de
derechos de la mujer y el hombre por primera vez en la historia de la humanidad.
En esa perspectiva, Amauta le dedica un amplio espacio al ensayo del escritor
francés, Luc Durtain, titulado: “La otra Europa”, orientado a analizar la nueva situación
de la mujer soviética, electora y elegible desde los 18 años como el hombre. De
hecho, dice, de un extremo al otro del sistema gubernamental –desde los Soviets
municipales hasta el Comité Ejecutivo donde ocupa aproximadamente la cuarta parte
de los asientos, hasta el Consejo de Comisarios del Pueblo- la ciudadana tiene
realmente el lugar que en derecho le corresponde. (...) Por trabajo igual, salario igual.
Los derechos y los prestigios son iguales. Nada distingue la posición de la mujer de la
del hombre en las ruedas del Estado (...) En la Intelligentsia el rol de la mujer es
considerable. Más de la tercera parte de los estudiantes en las Universidades. Más
de la mitad de los médicos. En todas partes, trabajo femenino, trátese de laboratorio,
de prensa o de arte39.
Moscú, en los artículos de Carmen Saco, se revela como una ciudad distinta a
la imagen que entonces se difundía colmada de mendigos y de personas tristes:
“Las calles de Moscú están repletas de gente que corre por el empedrado
obstruido por innumerables cochecitos para una sola persona y muy
blanco
77
Amauta Nº 1, 1926
Dora Mayer de Zulen. “Lo que ha significado la pro-indígena”, pp. 22-25.
Magda Portal. “Círculos Violeta” (El Derecho de Matar), p.1-2.
Alfonsina Storni. (“Olvido”).
Sor Folie.”¿Para qué?”, p. 2.
Dora Mayer de Zulen. Comentarios: “Las mujeres y el Estado Soberano”.
A. Maude Royden. “¿Cuál fue la verdadera religión de Lincoln?”.
Joseph Levis. “Ricardo Wagner y Matilde Wesendonk”. Leonore Niessen Deiters.
Amauta Nº 2, 1926
Blanca Luz Brum de Parra del Riego. (“La noche”, “Lo que soñé”), p. 16.
Magda Portal. (“Guja”, “Vidrios de amor”), Poesía. p. 20.
María Wiesse. “San Francisco de Asís y nuestro siglo”, p. 26.
Ada Negri. (“Alguien grita en la noche”).
Crónica de Libros. Maria Wiesse. Comentario: “Glosas Franciscanas”. Imprenta
Lux. Lima, 1926.
78 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
Amauta Nº 3, 1926
María Isabel Sánchez Concha de Pinilla. “La pascua del sol: Intip Raymi”.
Ilustración de Elena Izcue, p. 30-31.
Dora Mayer de Zulen. “La idea del castigo”, p. 36-36.
Crónica de Libros. Ángela Ramos. Comentario: María Lacerda de Morúa. “Religión
de amor y de belleza”. Sao Paulo, 1926, p. 4.
Amauta Nº 4, 1926
Maria Wiesse. “Señales de nuestro tiempo”, p. 11-12.
María Rosa González. “Croquis de atardecer”, p. 16.
Ángela Ramos. “El poeta de los ojos dorados”, p. 33.
Crónica de Libros. Armando Bazán. Comentario: Blanca Luz Brum de Parra.
“Levante”. Editorial Minerva, Lima, 1926, p. 4.
Amauta Nº 5, 1927
Dora Mayer de Zulen. “La fórmula Kellog”, p. 9-10.
Magda Portal. “Andamios de vida”, p. 12.
María Wiesse. “El niño y el sentido de lo maravilloso”, pp. 33-34.
Blanca Luz Brum de Parra del Riego. (“Mañana limeña”). Poesía, p. 34.
Amauta Nº 6, l927
Dora Mayer de Zulen. “Frente al imperialismo yanqui”, p. 2.
Blanca Luz Brum de Parra del Riego. (“Mañana”). Poesía, p. 26.
Crónica de Libros. Alberto Guillén. Comentario: Angélica Palma. “Tiempos de la
patria vieja”. Editorial Nuestra América, Buenos Aires, p. 2-3.
Presencia femenina en Amauta y Labor 79
Amauta Nº 7, 1927
Blanca Luz Brum de Parra del Riego. “Regreso del trabajo”, p. 32.
Magda Portal. Replica al artículo aparecido en el mismo número de Miguel Ángel
Urquieta titulado, “Izquierdismo y seudoizquierdismo artísticos”, p.28.
Amauta Nº 8, 1927
María Wiesse. “Escalas”, p. 12, 33.
Amauta Nº 9, 1927
Dora Mayer de Zulen. “América para la Humanidad”, p. 14-16.
Carmen Saco. “La altura elemento estético: La Torre Eiffel”, p. 24.
Blanca Luz Brum de Parra del Riego. Poesía, p. 19.
Magda Portal. Poesía, p. 33.
Labor Nº 4, 1928
Dora Mayer de Zulen: “El Júpiter de América”.
Eduardo Barba y Aciego: “Vida Sindical. Por la mujer que trabaja”.
Labor Nº 5, 1929
“Por la mujer que trabaja” (sin firma).
Labor Nº 7, 1929
Dora Mayer de Zulen: “Matrimonio, Desposorio y Enlace”.
Labor Nº 8, 1929
Mary González: “La mujer y la lucha entre el capital y el trabajo”.
86 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
Labor Nº 9, 1929
Ángela Ramos: “La represión de la vagancia”.
87
BIBLIOGRAFÍA
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_____”Una conversación con Elena Poniatowska”. Revista Quehacer No. 99, Lima,
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GUARDIA MAYORGA, César. (Prólogo), en: José Carlos Mariátegui. Peruanicemos
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IBÁÑEZ, Alfonso. “Alberto Flores Galindo: La agonía de Mariátegui”. Anuario
Mariateguiano Vol. III. No 3. Lima, 1991.
MARIÁTEGUI., José Carlos 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana.
Lima: Empresa Editora Amauta S.A. 1968. Decimotercera Edición.
_____La escena contemporánea. Lima: Empresa Editora Amauta S.A. 1970, 4°
Edición.
_____El artista y la época. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1970. 4° Edición.
_____La novela y la vida. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1970. 4° Edición.
_____Temas de Educación. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1970.
_____Signos y obras. Lima: Empresa Editora Amauta, 1971. 3° Edición.
_____El alma matinal. Y otras estaciones del hombre de hoy. Lima: Empresa
Editora Amauta S.A., 1972. 4° Edición.
_____Cartas de Italia. Lima. Empresa Editora Amauta S.A., 1972.
_____Peruanicemos el Perú. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1979.
_____La novela y la vida. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1984. Décima
Edición.
Bibliografia 89
Diarios
La Prensa, Lima 2 de marzo de 1916.
La Unión. Lima, 6 de noviembre de 1917.
La Crónica. Lima, 6 de noviembre de 1917.
La Prensa. Lima, 6 de noviembre de 1917.
La Unión. Lima, 7 de noviembre de 1917
Bibliografia 91
Revista Amauta
Amauta, Nº 1, Lima, setiembre de 1926.
Amauta, Nº 3, noviembre de 1926.
Amauta, Nº 4, diciembre de 1926.
Amauta, Nº 5, enero de 1927.
Amauta, Nº 6, febrero de 1927.
Amauta, Nº 7, marzo de 1927.
Amauta, Nº 8, abril de 1927.
Amauta, Nº 9, mayo de 1927.
Amauta, Nº 10, diciembre de 1927.
Amauta, Nº 11, enero de 1928.
Amauta, Nº 12, febrero de 1928.
Amauta, Nº 14, abril de 1928.
Amauta, Nº 15, mayo-junio de 1928.
Amauta, Nº 16, julio de 1928.
Amauta, Nº 17, Lima, setiembre de 1928.
92 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
“JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI. UNA VISIÓN DE GÉNERO”, obra de Sara Beatriz Guardia, fue impreso
en el mes de Enero del 2006 en los Talleres Gráficos de Viuda de Mariátegui e Hijos S.A. - Librería Editorial
“Minerva” - Miraflores, sitos en Jr. González Prada Nº 536 del Distrito de Surquillo, Lima 34 - Perú.
R.U.C. Nº 20100107563
94 José Carlos Mariátegui. Una visión de género
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