La Partícula de Dios
La Partícula de Dios
La Partícula de Dios
Este instituto cuenta con una serie de aceleradores de partículas, de los cuales
uno de ellos, el gran colisionador de electrones y positrones fue desmantelado
para construirse el gran colisionador de hadrones que mide 27 km de
circunferencia, gracias a este acelerador de partículas fue posible dar a conocer la
existencia del bosón de Higgs, o como algunos le han llamado, la partícula de
Dios.
Peter Ware Higgs, es el físico británico que propuso la teoría del origen de la masa
de las partículas elementales, a través de la ruptura espontánea de la simetría, es
decir las leyes de conservación y otras propiedades de un sistema dinámico que
cuando caen en un estado de vacío, crean estas partículas. Imaginemos la
conformación simétrica de un cristal perfecto que no cambia, la simetría es el
hecho de que algo se observa igual desde diferentes puntos de vista. En
matemáticas y física un grupo espacial es el grupo simétrico de una configuración
en el espacio, generalmente en tres dimensiones, estas tres dimensiones es como
comprendemos nuestro mundo, es la conformación propia de la materia. Cuando
esta simetría es trastocada, surgen nuevas partículas. Es este llamado mecanismo
de Higgs el cual predijo la existencia de una nueva partícula que da origen a la
masa, el bosón de Higgs.
Higgs como científico ateo, expresó su disgusto porque su partícula fuera apodada
la partícula de Dios. Este apodo se le atribuye al físico estadounidense Leon
Lederman, autor del libro La partícula de Dios: si el Universo es la respuesta,
¿cuál es la pregunta? Lederman originalmente pensó llamarla la "maldita
partícula”, pero su editor le sugirió cambiarle el nombre.
En el principio mismo había un vacío, una curiosa forma de estado de vacío, una
nada en la que no había ni espacio, ni tiempo, ni materia, ni luz, ni sonido. Pero las
leyes de la naturaleza estaban en su sitio, y ese curioso estado de vacío tenía un
potencial. Como un peñasco gigantesco que cuelga al borde de un acantilado
vertiginoso.
Esperen un minuto. Antes de que caiga el peñasco, tendría que explicar que en
realidad no sé de qué estoy hablando. Una historia, lógicamente, empieza por el
principio. Pero este es un cuento acerca del Universo, y por desgracia no hay
datos del Principio Mismo. Ninguno, cero. Nada sabemos del Universo antes de
que llegase a la madura edad de una mil millonésima de una billonésima de
segundo, es decir, nada hasta que hubo pasado cierto tiempo cortísimo tras la
creación en el big bang. Si lees o escuchas algo sobre el nacimiento del Universo,
es que alguien se lo ha inventado. Estamos en el reino de la filosofía. Sólo Dios
sabe qué pasó en el Principio Mismo y hasta ahora no se le ha escapado nada.
Lederman comienza su libro con estas palabras, y qué razón tiene al afirmar que
solo Dios sabe qué pasó en el principio de la Creación. Ya hemos visto con
anterioridad que en el libro del Génesis se relata la recreación de la Tierra, la cual
se encontraba desordena y vacía, pero este no fue el principio del Universo ni la
creación de la materia ni de la energía, es simplemente la continuación de una
historia que es mucho más antigua de lo que podemos indagar en nuestro limitado
conocimiento, pero que el mismo Diseñador del Universo nos ha revelado a través
del legado de la Palabra escrita. La cual ha perdurado hasta nuestros días como
prueba irrefutable de la existencia de una mente infinitamente superior que se rige
por leyes inquebrantables fundadas en la mayor de las fuerzas que pueden regir al
Universo, el amor.
Como dice el apóstol Juan: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es
de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama,
no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. Y Pablo menciona: El amor nunca
deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia
acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga
lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
Pero, a qué se refiere Pablo cuando dice, mas cuando venga lo perfecto. Vemos
que el amor pertenece a Dios y Dios es amor, el amor nunca deja de ser, es
eterno al igual que Dios, pero todo lo demás acabará, dejará de existir. Lo que es
en parte es imperfecto, lo que está sujeto a corrupción es imperfecto y esto atañe
a toda la materia la cual está atada a la segunda ley de la termodinámica, la cual
explica que el Universo entero tiende al desorden.
Y qué es aquello que atesora el mundo, los bienes materiales los cuales son
corruptibles y perecen, nuestro corazón debiese estar enfocado a los bienes
espirituales y la vida eterna. Pero qué impide procurar tales cosas, la respuesta es
sencilla, lo que impide al hombre ser espiritual es su propia naturaleza material,
corruptible e imperfecta. El apóstol Pablo llama a este conflicto “el pecado que
mora en mí”. En el capítulo 7 de la carta a los Romanos leemos lo siguiente:
“¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí
el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera:
No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en
mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un
tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el
mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el
pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. De
manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que
el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es
bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera
pecaminoso.
Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.
Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que
aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es
buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora
en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer
el bien está en mí, pero no el hacerlo.
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago
lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que,
queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el
hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros,
que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de
muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con
la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que
no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu
de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque
lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a
su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al
pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no
andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la
carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas
del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del
Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra
Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven
según la carne no pueden agradar a Dios.
Mas ustedes no viven según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu
de Dios mora en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo en verdad está muerto a causa del
pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que
levantó de los muertos a Jesús mora en ustedes, el que levantó de los muertos a
Cristo Jesús vivificará también sus cuerpos mortales por su Espíritu que mora en
ustedes.
Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a
la carne; porque si viven conforme a la carne, morirán; mas si por el Espíritu hacen
morir las obras de la carne, vivirán. Porque todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no han recibido el espíritu de
esclavitud para estar otra vez en temor, sino que han recibido el espíritu de
adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con
él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables
con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo
ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por
causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será
libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.”
Aquí Pablo nos explica que toda la creación que conocemos será transformada y
libre de las leyes de la materia que la gobiernan. Ella volverá a su estado original
de la que fue tomada, su estado espiritual del cual cayó a causa de la rebelión
angelical y posteriormente el fallo del hombre al desobedecer el mandamiento de
Dios, pues el hombre había sido creado con el propósito de restaurar ese orden
que había sido alterado. Aún así el plan de Dios no fue frustrado, ya que al final de
esta historia la creación será devuelta a un estado inalterable donde no hay
corrupción ni muerte donde el tiempo no gobierna. “¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el
pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da
la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.”
En el principio Dios creó los cielos y la Tierra, pero la Tierra estaba desordenada y
vacía, no había vida en ella, solo la oscuridad sobre la cara del abismo. Esto a
causa del juicio y la destrucción que hubo a consecuencia de la rebelión angelical.
Cuando Lucifer, en un intento de derrocar a Dios, convenció a la tercera parte de
los ángeles, Dios tuvo que rebelar parte de un misterio que se encontraba en
aquella oscuridad terrestre que Lucifer deseó conocer. El Creador descendió a ese
lugar de tinieblas y su Espíritu se paseaba por la cara del abismo, el inmenso mar
que cubría la totalidad de la Tierra. Entonces Dios alumbró la Tierra creando la luz,
formada de partículas que conocemos como fotones a partir de la luz espiritual
invisible de Dios, y le empezó a dar forma y crear la vida en ella. En el libro de los
Secretos de Enoc, Dios describe cómo fueron creados los cielos y la Tierra a partir
de las cosas invisibles.
“Antes de que llegaran a existir las cosas visibles, yo era el único que se paseaba
en lo invisible como el Sol de oriente a occidente y de occidente a oriente. Pero
hasta el Sol tiene su reposo, y Yo no encontraba descanso, porque todo estaba
sin hacer. Entonces pensé poner un fundamento y crear la naturaleza visible. Yo
ordené desde los sitios muy bajos, que las cosas visibles bajen de lo invisible, y
Adoil bajó muy majestuoso, y Yo le observé, y he aquí que traía un vientre lleno de
gran luz. Y Yo le dije: Ábrete, Adoil, y deja que lo visible salga fuera de ti. Y él se
abrió y una gran luz salió de él. Y Yo estaba en el medio de la gran luz, y así fue
cómo nació la luz de la luz. De ahí surgió entonces un eón, y mostró lo que es
creación la cual enseñé Yo a crear. Y Yo vi que lo que había creado era bueno. Y
Yo instalé un trono para mí, y tomé asiento en él, y le dije a la luz: Ve tú allá arriba
y te fijas por ti misma en la altura sobre el trono del Señor, y sé el fundamento de
los grandes eventos. Y sobre la luz, allá, no existe nada más.”Secretos de Enoc
11:6-15.
Vemos aquí el principio de todo, la luz material que manifestaría de este punto en
adelante todas las cosas de la creación visible. Leemos que a partir de eso surge
un eón, esta palabra, se refiere a un periodo de tiempo indefinido e incontable y
proviene del griego aión que se traduce como eternidad. En este periodo de
tiempo es muy probable que fueran creadas las huestes celestiales, después vino
la rebelión angelical.
Vemos que Enoc describe a una entidad llamada Archas que desde lo invisible se
proyectó con mucha energía, pesado y muy rojo, esta es la Tierra, la cual gestaba
a toda su creación, animales y todo ser vivo, incluyendo al hombre. La palabra
Adam ( )אדםproviene del hebreo "adamá" ( )אדמהque significa tierra, relacionada
también con el hebreo “dam” que es sangre. Es de notar que la sangre posee un
color rojo como el de la tierra, al igual que ésta, el principal componente de la
sangre es el hierro que le brinda su color.
Lederman en su libro escribe: Esto, ¿por dónde íbamos? Ah, ya, Como un
peñasco gigantesco que cuelga al borde de un acantilado vertiginoso, el equilibrio
del vacío era tan delicado que sólo hacía falta un suspiro para que se produjera un
cambio, un cambio que crease el Universo. Y pasó. La nada estalló. En su
incandescencia inicial se crearon el espacio y el tiempo. De esta energía salió la
materia, un plasma denso de partículas que se disolvían en radiación y volvían a
materializarse. Ahora, por lo menos, estamos manejando unos cuantos hechos y
un poco de teoría conjetural. Las partículas chocaban y generaban nuevas
partículas. El espacio y el tiempo hervían y espumaban mientras se formaban y
disolvían agujeros negros. ¡Qué escena! A medida que el Universo se expandió,
se enfrió e hizo menos denso, las partículas se fueron juntando unas a otras y las
fuerzas se diferenciaron.
Se constituyeron los protones y los neutrones, y luego los núcleos y los átomos y
enormes nubes de polvo que, sin dejar de expandirse, se condensaron aquí y allá,
con lo que se formaron las estrellas, las galaxias y los planetas.
Tales partículas forman toda la materia conocida incluyendo a las estrellas. A los
bosones se les denomina portadores de fuerza. Hay bosones vectoriales como el
fotón y bosones escalares al cual pertenece el famoso bosón de Higgs. Los
bosones no son constituyentes de nada pero su papel es hacer que el resto de las
partículas interaccionen. La importancia del bosón de Higgs radica en el hecho de
ser el responsable de que las partículas posean masa, ya que las partículas
elementales son tan diminutas que su masa corresponde a casi cero.
Con el tiempo los físicos teóricos buscaron unificar las fórmulas que explicaban las
diversas simetrías de la materia y la fuerza electromagnética. La nueva fórmula
describía un mundo fascinante donde los electrones emiten partículas de luz
llamados fotones, pero cuando se realizaron los cálculos, se encontró que la
energía que emitían los electrones era infinita, lo cual daba un sin sentido a la
existencia de la materia. Con el desarrollo de las primeras armas nucleares,
científicos como Oppenheimer centraron su atención en el estudio de las fuerzas
electromagnéticas, pero sin dar aún solución al problema de la ecuación definitiva.
Fue hasta el año 2012 que se pudo demostrar la teoría del origen de la masa de
las partículas elementales cuando el CERN hizo público el descubrimiento de una
nueva partícula subatómica que confirmaba con casi el 100 % la existencia del
bosón de Higgs, la partícula de Dios. Finalmente la fórmula para las tres fuerzas
que conforman el Universo estaba completa. El origen del Universo a partir del big
bang se podía interpretar de la siguiente forma: La simetría perfecta del mundo
invisible carecía de masa y las partículas elementales se dispersaban, como
resultado de la interacción con la partícula de Dios y por ende la ruptura
espontánea de la simetría perfecta, se empezaron a formar átomos, luego
moléculas, estrellas y el Universo entero.
La Biblia nos habla de una nueva creación al final de los tiempos, cielos nuevos y
una Tierra renovada en su totalidad. Al final de los 7,000 años desde Adán, es
decir, 6,000 años de gobierno humano y 1,000 años del reino de Dios en la Tierra;
esto basado en su plan de 7 días de la creación, seis días de trabajo y uno de
descanso. El Apóstol Pedro nos dice que no ignoremos que para Dios un día es
como mil años y mil años como un día.
“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris
sobre su cabeza; y su rostro era como el Sol, y sus pies como columnas de
fuego…Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la Tierra, levantó su mano al
cielo, y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas
que están en él, y la Tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que
están en él, que el tiempo no sería más, sino que en los días de la voz del séptimo
ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará,
como él lo anunció a sus siervos los profetas.” Apocalipsis 10:1,5-7.
“Y yo decreté el día octavo, que el octavo día sería también el primero creado
después de mi obra, y que aquellos primeros siete días rotarían en la forma de los
siete mil años, y que al comienzo de los ocho mil llegará también el tiempo que no
cuente más, sin fin, sin años, ni meses, ni semanas, ni días, ni horas” 2 Enoc 33.
Cuando los 7,000 años se hayan completado, Dios volverá al comienzo su obra en
perfección recreando los cielos y la Tierra y lo que hay en ellos a un estado
incorruptible, es lo que Enoc menciona como el octavo día, donde el tiempo no
existirá más, pues ya no habrá el Universo de materia que está ligado a las leyes
de la física. La creación regresará a su estado original de donde surgió, el estado
espiritual o dicho de otro modo la ETERNIDAD.
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos
pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la
Tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas
han de ser deshechas, !cómo no debieran ustedes andar en santa y piadosa
manera de vivir, esperando y apresurándose para la venida del día de Dios, en el
cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo
quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos
nuevos y Tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” 2 Pedro 3:10-13.
La palabra que se tradujo aquí como elementos proviene del griego “stoicheion” es
decir rudimentos, lo elemental de la ciencia, y esto bien pudiera aplicarse al mismo
átomo que es lo elemental de la materia, al menos lo que conocemos.
“Vi un cielo nuevo y una Tierra nueva; porque el primer cielo y la primera Tierra
pasaron, y el mar ya no existía más....Y el que estaba sentado en el trono dijo: He
aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras
son fieles y verdaderas....La ciudad no tiene necesidad de Sol ni de Luna que
brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.”
Apocalipsis 21:1-23.