Historia de La Revista Escorial
Historia de La Revista Escorial
Historia de La Revista Escorial
(1) Ediciones Punta Europa, Madrid, 1961; véase también G. Torrente Ballester.
«Panorama de la literatura española contemporánea». edic. Guadarrama, Madrid, 1956,
página 422.
(2) Pedro Laín Entralgo, «Sobre la cultura española. Confesiones de este tiempo».
Editora Nacional, Madrid, 1963.
(3) Las antolo gías de estas publicaciones combatjvas dan abundanie material sobre
la carga doctrinaria y estilística que luego tendrían los escritores de « Escorial». Hay todo
un vocabulario político, como es natural en las guerras ideológicas. Puede verse las edicio-
nes facsímiles y las antologías de JONS, ésta por Juau Aparicio; <La Conquista del Esta-
do » . del mismo; «Arriba», « Haz» y »Fe», por ediciones del Movimiento. -
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diente en el otoño del mismo año. Las viñetas e ilustraciones eran de Angel
Maria Pascual, discípulo estético de Eugenio Därs, de quien aparecieron
ocho de sus glosas mas intencionadas en el primer número. Junto a los
valores clásicos propios del espíritu dorsiano los mitos políticos y cultu-
rales de Roma, el Imperio y otros retoricismos cumplían los supuestos
propagandísticos del instante, explicados en la invocación —Por Dios
y el César— que, figuraba a la cabeza de cada ejemplar. Una serie de
artículos sincronizadores con su temática reforzaban esta postura. Asi.
—A Roma por todo— de Rafael García Serrano, —La cuádriga impe-
rial— de Angel María Pascual; —El testamento de Augusto—, traducido
y anotado por Pascual Galindo. Mas literaria que FE y anteriores publi-
caciones, sus párrafos eran doctrinales siempre. La poesia exaltaba la
causa nacional, se justificaba el Fascismo, condenaba el Liberalismo, la
Democracia cristiana, el Comunismo, la Masonería, el Racionalismo. Te-
nia un sello especial dentro de su rico formato, poco asequible a las ma-
sas que no podían entender su preciosismo, el perfil lapidario y solemne,
las formulas casi epigráficas de las consignas, el énfasis y un neo-clasicis-
mo que se avenia mal con la fiereza de la guerra pero que atenuaba las
plumas. Era el polo opuesto de la Revista, editada en el otro campo, pri-
mero en Valencia y después en Barcelona desde enero de 1937 a diciem-
bre de 1938, llamada «Hora de España).
«jerarquia», representa el antecedente de <'Escorial , . Los nombres
más conspicuos son: P. Lahn Entralgo, Alfonso García Valdecasas, Eugenio
Montes, Eugenio Dárs, José María Pemán, fray Justo Pérez de Urbe!,
Adriano del Valle, Luis Rosales, Bruno Ybeas, que pasaran después a la
plantilla de cEscorial», siendo los más activos, Rosales y Laín. Las cons-
tantes culturales se mantienen entre el pensamiento de Dórs y el de
Ortega, lo cual no dejaba de ser una intima contradicción que se resumía
y centraba en el pensamiento de fosé Antonio Primo de Rivera.
A pesar de que la guerra abarcaba todos los aspectos del país, .la
actividad intelectual aunque moderada, no había muerto. Los periódicos
locales recogian las inquietudes y ensayaban diversos temas que aun ro-
zando las cuestiones de política bélica hacían sus escapadas estéticas y
literarias. (4) En su obra, -- .(Vestigios » Ensayos de crítica y dc amistad-
Laín Entralgo, evoca estas reuniones profesionales y amistosas surgidas en
las redacciones de Pamplona, Burgos, Valladolid y trasladadas la mayor
par te a la capital de España cuando concluyó la contienda. En el capítulo
(7) La obra de Lain puede recogerse en diferentes etapas, que Ridruejo denomina
como de exaltación, decepción y serenidad. Los títulos de sus .libros son en este caso expre-
sivos, Desde el "Problema de España) hasta 4,a espera y la esperanza», hay toda una
gama de experiencias intelectuales. Véase Cuadernos). París, núm. 37. (1959), . pág. 27.
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todos los españoles que sin distinción de matices e ideologías, han coope-
rado a la grandeza espiritual del país. En estas meditaciones está ya todo
su programa. La tradición española se ha roto en cuanto el pueblo se ha
separado de ella. Para reincorporarse otra vez al mundo, España tiene que
aceptar plenamente la herencia total de los siglos, sea del signo que sean.
Con este talante se halla de acuerdo Ridruejo, cuando afirma la existencia
de una «Conciencia integradora en la generación » . (9) El deseo de unidad
implicaba a su vez un acercamiento a los españoles del exilio, a los inte-
lectuales por lo menos que habían encontrado como diria Aranguren su
españolidad en el destierro. (10) Es el viraje que siente la generación de
la Guerra, en un afán de sincretismo y de armonía.
Prueba de la suma de opiniones del grupo y de su reconocimiento a
la obra de los antecesores son las colaboraciones. Azorín en los números
7 y 21; Baroja en el número 2 y en el 37-38. Ramón Menéndez Pidal, se
incorpora con el prestigio de su nombre en un artículo sobre la interpre-
tación de la Conquista de América en el primer número y en el 12, un
ensayo sobre el estilo de Santa Teresa. Manuel Machado se asocia en el
número 17 al homenaje tributado al Director, Ridruejo, voluntario en el
frente del Este y publica sus poemas titulados »Cadencias de cadencias».
Ridruejo evoca la figura de Antonio Machado en un nostálgico apun-
te como el Poeta Rescatado, no obstante su servicio a la República, Tal
intención de recobrar la memoria de Antonio Machado, que ahora nos
parece pueril, era para entonces un peligroso descenso a los niveles libera-
les en tono político, que trajo criticas y falsas interpretaciones. La admi-
ración por Machado, como poeta en su epoca primera se rompía a ojos de
algunos críticos cuando el enamorado de Leonor y de Guiomar, abandonó
el primer hilo de su evolución para marchar por los caminos cósmicos o
desobjetivadores, que desde Baeza, le llevaría a la ocupación filosófico-
teológica de la estancia en Rocafort y después al encuentro total con el
pueblo, caminando por la ruta de la derrota hacia Francia.
En el número 8, Emiliano Aguado evoca la figura de Ramiro de
Maeztu, a proposito de la publicación de sus artículos reeditados en 1936.
Es interesante, el caso de este antiguo fundador de las JONS, llevado
por el camino de la literatura, que abandona la postura política para
entrar de modo decidido en las letras. Reintegrado al ambiente intelectual,
del cual partió para formar en las huestes de Ramiro Ledesma Ramos,
fundador del Nacional Sindicalismo, después de haber intentado una
reivindicación del creador de las JONS con escritos, algunos de ellos an&
fimo, y tras de recoger lo que tenía de científico la obra de Ledesma,
descuida toda actividad doctrinal para ir a sostener lo puramente cultu-
ral. (11). Prueba del cambio que está sufriendo el grupo. En el número lo,
G. Torrente Ballester. estudia entre otros las características del teatro de
la generación del 98 y en el número 17, Leopoldo Panero, compara la
religiosidad de Emiliano Aguado, con la de Unamuno, basándose en su
libro «Leyendo el Génesis « . En el número 18' es el historiador y crítico
literario M. Fernández Almagro, analizador del personaje de Valle Inclán,
el marqués de Bradomin y en el mismo número la reseña del libro de.
« Pío Baroja en su rincon», de Miguel Pérez Ferrero.
Conviene señalar el respeto que tuvo siempre el grupo por la actitud
agresiva y levantisca de Baroja. Ya Ledesma Ramos en las primeras edi-
ciones de «La Conquista del Estado » escribió los incidentes de una en-
trevista con el escritor, así como con toda lealtad una carta de Unamuno
en donde insertaba censuras a su proyecto político. En un acto público
celebrado en Salamanca, en el cual habló Primo de Rivera, el Rector de
la ciudad estaba presente. Estas conexiones de antes de la guerra son sin
duda alguna, prueba del respeto que tenían los jóvenes revolucionarios
a las grandes figuras del 98. « Escorial » , seguía pues esta linea de contacto
y de respeto, (12)
En el número 21, el fervor por el 98 se amplia. Una crítica elogiosa
de «Valencia « de Azorin, por Agustín del Campo y en el 24, Pedro Cara-
vía con su artículo <Espejo de la muerte y espejo de Unamuno>. En 1942
Vivanco, uno de los directivos de «Escorial » publica una «Antología
poética de Miguel de Unamuno». Hay, aparte de estas obras de alrura
crítica numerosas alusiones y pasajes dedicados a una generación que los
tiempos por su hipercrítica habían convertido en política y que «Escorial»
veía solo en el campo literario. Apoyarse en el 98, servía a su vez a los
corresponsales de « Escorial » , para hacer la crítica de las estructuras so-
ciales con las cuales no estaban de acuerdo. Asi, C. Alonso del Real e n.
en el número 27, al insistir sobre la deficiente información histórica del
español; escribe.—Claro que realmente, , ciuè suele importarle a nuestra
Universidad que entendamos a España? Pero esto es ya demasiado triste-
(p. 157 y 158).
(11) Sólo apareció en « Escorial», sobre Ramiro Ledesma Ramos, un artículo titu-
lado. «Ramiro y sus escritos filosóficos » núm. 13 (1941), pág. 303.
(12) Las citas de Ledesma Ramos en «Antología de la Conquista del Estado». Sobre
Baroja en el primer número de la Revista. Acerca de José Antonio Primo de Rivera y
Unarnuno. véase Francisco Bravo «José Antonio» edición espaíiola, 5. A. Madrid, 1940,
pág. 85; Más datos sobre la ideología de los fundadores y sus puntos de contacto en la
obra de Bernad Nellesen « Die verbotene Revolution». Leibniz Verlag, Hamburgo, 1963.
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tes, José Antonio Muñoz Rojas, Eugenio D'ors, Rafael Porlan y Merlo,
Sánchez Cantón, Luys Santa María, Karl Vosshr y Xavier Zubiri. La
sensación general es que al no poder seguir el tono de la Revista de Oc-
cidente, « Escorial» se deslizaba en las corrientes de Cruz y Raya. Se daba
la coincidencia de que la impresión se efectuaba en los mismos talleres de
Silverio Aguirre, y su formato y presentación eran similares y tenían
muchas firmas comunes, aunque las divergencias doctrinales fuesen fuer-
tes, sobre todo en el cuerpo directivo.
Pronto surgieron las reacciones anti «Escorial>. En primer lugar, en
el seno universitario. Joaquin de Entrunbasaguas, Catedrático de Litera-
tura, reunió a un grupo de colaboradores, la mayor parte antiguos alum-
nos, dedicados a la investigación, y en 1942 publicó (Cuadernos de Li-
teratura Contemporánea '' , publicado por el Consejo Superior de Investiga-
ciones Científicas. Secretario fue Rafael Ferreres. Desde el primer momen-
to aparecen los 4Cuadernos, negándose a la tarea de integración. Su edi-
toriahmanifiesfo, rezaba así: Queremos no sólo contribuir a formar el pen-
samiento y estilo de un naciente estado, sino también a crear una estéti-
ca literaria nueva y nacional, que no pacte cobardamente estéril con la
anterior, ya pasada en todos sus aspectos, ni menos finja novedad en un
contubernio engañoso con lo extranjero».
La intransigencia es elarísima frente a (Escorial » , que aceptaba cual-
quier trabajo, siempre que fuese de calidad. Esta amalgama de «Escorial»,
si dió valor a la Revista también es cierto fue restándola públIco, extraña-
do al ver codo a codo un falangista con un republicano, un monárquico
alfonsino con otro carlista, un colaborador de la <llora de España», como
Dämaso Alonso, y un poeta que cantó a los milicianos, como Aleixandre,
al lado de Peinan, Sánchez Mazas o el fraile Flix García. Si las dife-
rencias nacionales eran profundas, mucho más intensas aparecían cuando
la mirada se alzaba sobre los Pirineos, hacia los campos de batalla del
inundo. Germanófilos, anglófilos, partidarios de la Resistencia Francesa o
del Mariscal Petain, etc. Pero escribir en «Escorial> era no comprometerse
con nadie y sí hallarse en uno de los campamentos más extraños por su
neutralismo, Un neutralismo al que se había ido evolucionando, apoyán-
dose en los fondos oficiales que sostuvieron la Revista.
La explicación en alta política estribaba en el deseo de servir a la in-
tegración de todas las tierras y hombres de España, en el camino del pen-
samiento y de la inteligencia. Visión metafísica dentro de las corrientes
joseantonianas, pero a la cual la herida de la guerra, todavía demasiado
fresca, daba un sentido equívoco. Se trataba de investigar las bases comu-
nes entre los diferentes sectores españoles y formar un todo con las
partes. En palabras de Ridruejo. «Comenzando con la propuesta de
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todo monárquicos. y era partidario de una alianza con los Estados Unidos
para conseguir la reconstrucción material de España, dañada por la guerra.
En 1941. los triunfos militares germanos en el frente exigieron p-.. s r nume-
rosos grupos, a los cuales les unía lazos sentimentales e ideológicos por la
División Azul, una participación más activa y directa. ya que se notaba
claramente en el Estado una sensación de reserva y prudencia, con una
política interior de tipo mixto. Las relaciones económicas cada vez más
fuertes con el Eje; la visita del Conde de Ciano a Madrid, los viajes de
los diferentes ministros a Berlín y Roma, alarmaron a la masa media,
asustada de otra contienda; los descontentos bullían, y un incidente perio-
dístico, del cual se acusó a Ridruejo y a Tovar, recayó sobre estas perso-
nalidades, que cesaron en sus puestos oficiales («Boletín Oficial» 6-18 de
mayo de 1941).
El golpe lo acusó la Revista «Escorial». La caída del poder de Serra-
no, que hasta entonces protegió la publicación, hizo ascender a José Luis
de Arrese, con lo cual todas las manifestaciones externas del Movimiento
se cambiaron. Los servicios de propaganda pasaron ai nuevo departamen-
to de la Vicesecretaría de Educación Nacional y se estableció un límite,
pedido desde mucho antes, entre las organizaciones del Partido y la Ad-
ministración. Muchos de los servicios creados durante el conflicto del
36-39 tuvieron, por fin, adscripción fija (25). Arrese, escrupuloso, y man-
teniéndose en discreta penumbra, fue bloqueando las diferencias de opi-
nión y tapando las brechas suscitadas al acabar la guerra, sobre los distin-
tos objetivos que eran motivo (le disputa. Las normas de catolicidad se
desprendieron de los rasgos violentos que exigía la guerra, buscándose
una orientación más templada y huyendo de los radicalismos. España,
decía Arrese, necesita una evolución, no una revolución. La revolución
ya se había realizado por la guerra, en donde se fundamentó la conquista
del Estado (26). Este sentido de tolerancia dado a todas las organizacio-
nes, tuvo que repercutir en la propaganda y en las publicaciones del día.
Un decreto del 28 de noviembre de 1941, declaró abolidos los llamados
Servicios Nacionales. Se crearon nuevos departamentos: Vicesecretaría del
Movimiento, Sindicatos y Ex-combatientes, Educación Popular, más una
serie de pequeñas secciones como Socorros, Comunicaciones, Campamen-
tos, etc. La Prensa del Movimiento, sobre todo su hoja oficiosa «Arriba»,
fue marcando más y más el paso de una etapa de lucha a otra que se po-
dría llamar de reconstrucción nacional, en donde lo que importaba era,
antes que los objetivos de alta política, tanto interior corno exterior, la
crítica de la Administración y de los servicios económicos. La etapa se
señala en la historia de «Escoríal», porque los servicios de Prensa y Pro-
paganda, después de la Ley del 20 de mayo de 1941 y del 15 de octubre
de 1942, sufrieron una transformación, y en ésta el nuevo Director fue
José María Alfaro desde el mes de noviembre. Ridruejo, por diferencias,
salió del país tras breve confinamiento en Ronda, y Pedro Laín se encargó
de dirigir la Editora Nacional, desde enero de 1943. Era, pues, la disper-
sión del grupo fundacional (27).
Años después, el prestigio alcanzado por Laín tras un viaje por Amé-
rica y gracias a su intensa labor intelectual, que le había convertido en
una de las principales cabezas del país, le llevó a la rectoría de la Univer-
sidad Central. Por entonces apareció en Barcelona un intento, mejor di-
cho, un ensayo, de continuar «Escorial», en la llamada » Revista » , pero su
grupo de colaboradores se dislocó rápidamente.
(31) -Vestigios, ensayos de critica y amistad», 1948, pág. 99; la crisis alcanzó a otrrs
publicaciones. «Garcilaso » , fue suspendida en mayo de 1946; «La Estafeta Literaria>, en
enero de 1946; -Vértice', también en el mismo año, y los n Guadernos de literatura contem-
poránea», en 1947.
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(32) Escorial, núm. 62, pág. 469-78; 57, pá g . 311; 311; núm. 64, p á g . 1121; número
65, pág. 231.
. (33) Escorial núm. 63, pág. 863; núm. 65, pág. 231; núm. 62, pág. 555.
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