Cuerno de Unicornio, Bezoar y Triacas

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Cuerno de unicornio, bezoar y triacas. Modernos antídotos de la antigüedad.

Publicado en el Boletín de la Asociación Toxicológica Argentina.


(Adherida a la IUTOX). Año 20, Nº 72. Mar/Abr. 2006. p 19 – 20.

     COMPRIMIDOS DE TERRA SIGILLATA

Unicornio.

De entre los antiguos antídotos usados por la humanidad, encontramos que en


época de los griegos, los viajeros hablaban de un animal salvaje de un solo cuerno
que existía en la India, asignándole grandes poderes a su única asta.

Por ejemplo, una copa hecha del cuerno de este animal volvía inocuo cualquier
líquido venenoso que pudiera contener en su interior.

Debido a la pureza del Unicornio, su cuerno conocido como alicornio, fue


considerado mágico y se volvió un ingrediente popular en la medicina medieval. Su
sola presencia fue considerada una segura protección contra los venenos en la
comida, y cuando era utilizado  engarzado en objetos de joyería, protegía al
usuario de estos males.

El alicornio valía mucho más que su peso en oro; siendo los reyes, emperadores, y
papas  las pocas personas capaces de pagar los precios exigidos. Estos se
encontraban ávidos en adquirir el cuerno precioso que les “garantizaba” una vida
larga y saludable. Con semejante comercio lucrativo, la aparición de “alicornios
falsos” fue algo previsible, los que fueron confeccionados con cuerno de toro, o de
cabra.

Para distinguir el alicornio "real" del falso, se inventaron pruebas de control de


calidad. Entre ellas encontramos las siguientes:

Poner escorpiones bajo un plato confeccionado con este cuerno. Si los


escorpiones se morían en cuestión de horas, el cuerno era real.

Alimentar con arsénico a unas palomas, seguidas por una dosis de cuerno de
unicornio. Si las palomas sobrevivían, el cuerno era genuino.

Dibujar un círculo en el suelo con el cuerno. Si el cuerno era real, una araña
puesta allí no podría cruzarlo.   O bien poner el cuerno en agua fría. Si el agua
burbujeaba aunque estuviese fría, el cuerno provenía de un unicornio.  
Los cuernos de unicornio completos fueron rarísimos. Por ejemplo, un cuerno de
unicornio completo que poseía la reina Elizabeth I de Inglaterra fue valuado  en su
momento en £10,000 (el equivalente de aproximadamente 3.000 onzas de oro,
dinero que alcanzaba para comprar una propiedad rural grande con un castillo).

Entre los registros más antiguos acerca de este mítico animal, encontramos el de
Ctesias de Cnidos, el historiador y médico griego, quien describía en el 398 a.C:
"Hay, en la Persia, ciertos asnos tan grandes como los caballos o más grandes
aún. Sus cuerpos son blancos. . . y sus ojos azul oscuro. Ellos tienen un cuerno en
la frente de un pie y medio en longitud. El polvo macerado de este cuerno se
administra en una poción como protección contra las drogas mortales. La base del
cuerno es blanco puro, la parte superior es afilada y de un rojo vívido; y el resto, o
la porción media es negra. Aquéllos que beben en vasos hechos con estos
cuernos no están sujetos a convulsiones o la enfermedad santa. De hecho, ellos
incluso son inmunes a los venenos si, o antes de o después de tragarlos, beben
vino nada más de estas copas. Todos los animales cuentan con cascos sólidos. El
hueso del tobillo, el más bonito que yo haya visto alguna vez, tiene la apariencia
del buey: Es tan fuerte como la primacía, y su color es parecido al del cinabrio. El
animal es sumamente veloz y poderoso, y ninguna criatura, caballo ni cualquier
otro animal, puede darle alcance”.

Hoy sabemos que tanto en la India así como en Africa, existe solo un animal de un
solo cuerno: el rinoceronte.

El unicornio entró a la leyenda europea sin tener nada que ver con el rinoceronte
que era desconocido para el occidental de la edad media, pero con propiedades
similares. En otros casos, el largo cuerno de este mítico animal, que en ocasiones
unos pocos podían obtener a un valor muy superior al de las joyas más excelsas,
era el único diente del macho de una especie de cetáceo llamado narval.

El uso de este escasísimo antídoto obviamente estaba restringido solo a los reyes
y su selecta corte.

En Inglaterra la creencia en los poderes del cuerno del unicornio como antídoto
duró hasta el reinado de Carlos II quien, con un juicio un poco más objetivo, solicitó
a la Royal Society que investigase las propiedades de una copa labrada en un
cuerno de rinoceronte, siendo informado de su absoluta inutilidad para evitar o
contrarrestar intoxicaciones.

Sin embargo no todos compartían esta opinión, como sucedió con Juan I, hijo de
Pedro IV y de Leonor de Sicilia. Dicho rey era un hombre culto que estudiaba
música y astrología, pero en forma paralela creía fervientemente en las
supersticiones y los maleficios.

El 30 de marzo de 1379 el rey escribió una carta al prior del monasterio de


Roncesvalles, rogándole que le dieran un cuerno de unicornio que allí poseían,
para lo cual ofrecía a cambio cien florines en concepto de limosna. Se cuenta que
a las personas que Juan I honraba con su amistad, les regalaba trocitos del
peculiar antídoto.

La generalización de esta creencia antidótica hizo que por lo menos una pequeña
parte del cuerno de un unicornio se volviese un elemento imprescindible para todo
castillo o iglesia, disponible para tratar con las enfermedades, las mordeduras de
perros rabiosos, arañas, serpientes o escorpiones, y para la protección contra los
envenenamientos realizados por otras personas.

En 1553, un cuerno de unicornio fue llevado al rey de Francia y valuado en 20.000


libras esterlinas.

Un valor similar tuvo una taza de oro que el rey Eduardo IV regaló al duque de
Burgundy, la que tenía incrustaciones de joyas y un trozo de cuerno de unicornio.
No sabemos si estas piezas contenían en realidad colmillo de narval, cuernos de
antílopes o gacelas africanas o de rinocerontes.

El Papa Pablo III llegó a pagar doce mil piezas de oro por un cuerno de “unicornio
genuino”, y en Inglaterra Jaime I pagó diez mil libras esterlinas por otro cuerno. 

Ansioso para probar su efectividad, el rey puso a prueba un pedazo de él con un


sirviente a quien le hizo ingerir previamente un veneno. El hombre murió
rápidamente.

La base de la creencia en las propiedades del unicornio en Europa se remonta al


mito de que éste usó su cuerno para purificar el agua de un manantial infestado de
serpientes venenosas para que otras bestias pudieran beber. Esta leyenda fue
recopilada en el s. XIV por el sacerdote John de Hesse.  Hesse visitó Tierra Santa
y juró  haber observado a un unicornio que limpiaba el agua contaminada de esa
manera.  El descubrimiento de la purificación del agua vino a esta región  en un
momento crítico de la historia europea, ya que la fiebre tifoidea estaba asolando a
la población.  Muchos sospechaban que la enfermedad podía ser llevada por el
agua contaminada, y por ende trataban de encontrar una solución.

Bezoar, terra sigillatta, gemas, amuletos y talismanes. Todo servía contra los
venenos.

Otro antídoto de amplia difusión en el medioevo europeo fue el bezoar.

El término bezoar, aunque hoy enmarcado medicamente como una complicación


relativamente poco relacionada con la toxicología, deriva del
persa padzahr (pad proteger y zahr veneno), de la palabra badzher del árabe, y del
hebreo beluzaar.

En aquella época, el pueblo que no podía acceder a antídotos tan caros como el
cuerno del unicornio, debía contentarse con otros antídotos universales. Uno de
ellos fueron las piedras encontradas en los estómagos de ciertos animales, 
particularmente rumiantes como cabras y gacelas.

Estos antídotos comenzaron a ser utilizados en el medio oriente en sus orígenes, y


luego fueron introducidos en Europa de la mano de los árabes. Estas piedras eran
pulverizadas y mezcladas con vino  para su ingestión. Los tricobezoares oficiaron
también como antídotos y actuaban según la creencia, a modo de esponjas
capaces de absorber las sustancias tóxicas ingeridas tal como hoy actúa el carbón
activado frente a muchos tóxicos. En otras ocasiones, bezoares pequeños eran
engarzados en joyas y llevados como amuletos que inmunizarían de maleficios y
envenenamientos, dentro de cajas de oro y plata. Durante las pestes, los que no
los podían comprar, los alquilaban por día.

Las autoridades ejercían algún tipo de control de calidad, quemando los bezoares
que eran hallados falsos, sin embargo los declarados genuinos se vendían a
precios exorbitantes y eran cuidados como tesoros. Se tiene registro que un
castillo en Córdoba, España llegó a ser permutado por una de estas piedras.
Téngase presente que las piedras bezoares fueron admitidas como remedios
oficiales en la farmacopea londinense hasta mediados del s. XVIII.

Otro antídoto universal utilizado por aquella época fué la Terra Sigillata, una arcilla
especial de la isla de Lemnos. Con ella fueron fabricados jarros en los siglos XVI y
XVII en donde podía ingerirse cualquier bebida sin temor a ser envenenado.

El medioevo europeo encontró a muchas personas que tenían en su poder platos y


copas hechas de distintas sustancias que garantizaban empañarse cuando un
veneno se colocaba en el interior de ellos. En el siglo XIII se creyó que las copas
de vidrio veneciano explotarían si se les vertía un vino envenenado. No obstante,
más apreciados que estos vasos, continuaron siendo las copas hechas con cuerno
de unicornio.

Muchas gemas podían neutralizar los venenos. Así Maimonides informó que el
polvo de esmeralda diluído en vino era un buen antídoto aunque avisaba que esta
gema debía ser grande y de buena calidad.

Las últimas formas de antídotos utilizados en la edad media fueron los amuletos y
los talismanes. Estos fueron introducidos por los judíos, aunque no era raro que un
gentil pidiese alguna protección al rabino local. Su utilización se remonta a culturas
más antiguas como la egipcia o la china.

Un amuleto era un artículo o un pedazo de pergamino en el que se escribían


ciertos nombres santos. Este amuleto debía llevarse permanentemente en el
cuerpo del individuo que quisiese mantener su poder. Los talismanes eran muy
similares a los amuletos, aunque estaban en el límite de lo que un judío fiel podía
usar, ya que el talismán en algunos aspectos era similar a un ídolo. El libro de
Arnoldo de Villanova escrito al final del siglo XIII decía que "la imagen de un
hombre sosteniendo una serpiente muerta  por la cabeza con su mano derecha y
por la cola con su mano izquierda, es un antídoto contra los venenos". 

Uno de los que experimentaron con bezoares descubriendo su ineficacia fue


Ambrosio Paré. El famoso cirujano renacentista quien aprendió a ligar las arterias
humanas, un arte que le diera fama como padre de la cirugía moderna, en relación
con las convicciones que sobre el bezoar poseía Carlos IX de Francia, realizó las
siguientes observaciones: "Me confesó el monarca que tenía en prisión a un
cocinero que había robado a su amo dos bandejas de plata, por lo cual iba a ser
ahorcado inmediatamente. El rey deseaba experimentar la eficacia de la piedra,
para comprobar si era útil en casos de envenenamiento por cualquier tóxico. Por
ello me dijo que preguntase al cocinero si consentía en tomarse cierto veneno a
condición de que se le administrase inmediatamente el susodicho antídoto. El
cocinero aceptó de buen grado, diciendo que prefería morir envenenado en la
prisión a ser ahorcado en público. Un farmacéutico le dio un determinado veneno
en un bebedizo e inmediatamente después tomó la piedra bezoar. Una vez
alcanzaron el estómago ambas sustancias, comenzó a vomitar y a presenciar
diarrea, declarando sentirse arder interiormente y pidiendo a gritos agua, la cual no
le fue denegada. Una hora más tarde solicité del preboste que me dejase ver al
condenado, haciéndome acompañar por tres de sus arqueros. Me le encontré a
cuatro patas, arrastrándose como un animal, con la lengua colgando fuera de la
boca, los ojos y la cara congestionados, vomitando, cubierto de sudor frío y
sangrando por la boca, la nariz y los oídos. Le hice que se bebiese un poco de
aceite, en un intento de salvarle la vida, pero todo fue inútil. Vivió sólo unas siete
horas".

Paré le practicó la autopsia al cocinero, y averiguó que el boticario le había


administrado bicloruro de mercurio.

Según se cuenta, el rey Carlos IX de Francia, hizo quemar su piedra en cuanto se


enteró de los resultados de la experiencia.
La Triaca o theriaca. Un antídoto más elaborado

La palabra Teriaca o Triaca deriva del griego "therion", que era utilizada para
denominar a las víboras y por extensión a todos los animales ponzoñosos.

Fueron los maestros árabes quienes tomaron la palabra latina theriaca,


asimilándola como tiryaq. Posteriormente a ésta se la volvió a latinizar como triaca,
tal como se la conoció en occidente.

La triaca fue el antídoto universal de la antigüedad por excelencia.

Se le atribuye su preparación a Andrómaco de Creta, médico de Nerón, habiendo


sido descripta en una poesía que Galeno conservó en su escrito De Antidotis. Esta
triaca estaba formada por unas 70 sustancias distintas.

La triaca fue uno de los remedios más populares entre los griegos y los romanos,
quienes creían en su acción siempre y cuando se ingiriese de manera regular una
o dos veces diarias. Estas elaboraciones fueron desarrolladas por médicos de
fama reconocida, y resultaban excesivamente caras para el pueblo, no así para los
patricios, que eran en su mayoría consumidores asiduos.

La theriaca fue mencionada en  la farmacopea árabe por Ibn Mâsawayh (nacido en
Gondishapur hacia 777 y muerto en Sammara en 857), Hunayn y al Razî (llamado
Razès, nacido en Rayy, también hacia 865 y muerto en Bagdad, entre 902 y 935). 

Bagdad era entonces, en los siglos IX y X, un centro científico donde se recogió la


experimentación y las tradiciones médicas Iraníes y griegas, la traducción de
trabajos científicos patrocinada por al-Ma'mun permitió tener acceso a las
tradiciones médicas del cercano y el medio oriente por  medio del conocimiento
árabe.

La toxicología fue notoriamente desarrollada por los científicos árabes, los


seguidores de las investigaciones de Dioscorides. Médicos musulmanes y
químicos producían la elaboración, al final del siglo XI, de 4000 drogas
compuestas o no, cuando sólo un centenar era conocido por los estudiosos
griegos de los tiempos de los clásicos. 

En occidente, el arte preparatorio de la teriaca veneciana llegó a atraer a los


“maestros especieros” de todas partes de Italia.

Tan cotidiano era su uso que en un antiguo documento administrativo del


monasterio de Camaldoli puede leerse en una nota, cuánto llevaba gastado el
“speziere” para  adquirir una triaca "en la feria de Vinegia" mientras que en una
receta del siglo XVIII, consta que las triacas usadas en dicho monasterio siempre
fueron confeccionadas según la escuela veneciana.

Entre los finales del siglo XVI y principio del XVII el más grande hospital en Milán
envió también a Venecia, para aprender el arte preparatorio de la Teriaca, a su 
maestro speziere, quien se convirtió en el primer autorizado legal para tales fines
en la zona de Milán.

Llegan a encontrarse registros de su uso hasta en 1796 en la ciudad de Bolonia,


mediados del 1800 en Venecia y hasta 1906 en Nápoles.

Durante este período de auge en este preparado, la creación de jardines y


herbarios en los monasterios y hospitales vino a evitar la falsificación en los
ingredientes y a permitir la fácil disponibilidad de éstos.

Tanto fue su auge, que ya no era utilizado solamente contra las mordeduras de
serpiente ni los envenenamientos, sino también para conservar la salud, hacer la
vida mas tranquila  prolongada, y rejuvenecer todos los sentidos. Así lo hace saber
entre 1595 y 1605, el médico y filósofo Orazio Guarguanti de Soncino al dirigirse a 
Ludovico Taberna Obispo de Alabanzas, Mensajero apostólico.

Los poderes de la theriaca estuvieron vigentes hasta la época moderna, y todavía


en el siglo XVIII los boticarios de Venecia, Holanda y Francia debían prepararla
con ciertas ceremonias en presencia de las autoridades.

El bálsamo teriacal era obtenido a partir de un preparado a base de víboras. Este


bálsamo se vendía en Europa en pequeñas tortas redondas llamadas trochisci. De
ahí el nombre troquista o droguista.

Los maestros de la escuela Salernitana no escatimaban en los consejos en


materia de toxicología. Se puede leer en el capítulo XII de la Regula Salernitana
acerca de los envenenamientos: "Allia, nux, acita, raphanus et theriaca. Hacec
sunt antidotum contra mortale venenum". Como se vé, en materia de tratamientos,
Europa no había adelantado mucho desde el tiempo de los griegos y Mitrídates.

Ya entrado en el renacimiento la elaboración de la triaca pasó a ser un proceso


oficial complejo, sujeto a la inspección de empleados municipales, con el objeto de
vigilar la comisión de cualquier tipo de adulteración.

Con el correr de los años se corroboró su ineficacia, y se empleó la misma voz


para designar ciertos tipos de melaza densa y de color oscuro obtenida durante la
fabricación del azúcar.

La administración de azufre y melaza a los jóvenes de las generaciones pasadas


como tónico primaveral, se fundamentaba entonces en las antiguas creencias
sobre la triaca, la que culminó sus días de gloria terapéutica no ya como el
antídoto real contra todo veneno, sino como un tónico para el crecimiento infantil.

                                                         

  Prof. Dr. Eduardo Scarlato.

 
Vaso de farmacia (Albarello) de
Theriaca. Siglo XVIII

Grabado medioeval acerca de la


preparación de los bezoares. En la
inferior derecha se observan serpientes,
seguramente utilizadas para la
manufactura de triacas.

Grabado medioeval mostrando


unicornios.

Narval. Cetáceo de cuyo colmillo


modificado era extraído el alicornio.

BIBLIOGRAFIA

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Milano (www.sef.it ).

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Calabrese A. Estudio histórico filosófico sobre toxicología. Tesis
para la adscripción a la carrera docente. 1940. Biblioteca de la
Facultad de Medicina UBA Argentina. p. 10

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