Estrategias Terapeuticas para El Control de La Ira
Estrategias Terapeuticas para El Control de La Ira
Estrategias Terapeuticas para El Control de La Ira
Iván Maldonado
Noviembre, 2019
Montevideo, Uruguay
ÍNDICE:
1. 3 ¿Qué es la Ira?..................................................................................................................Pág. 8
2. 3 Trastorno de conducta…………………………………………………………………..….…Pág. 15
2. 4 Otros trastornos de origen infantil que posteriormente pueden estar vinculados al escaso
control sobre la ira en la adultez……………………………………………………….........…....Pág. 17
2. 4. 2 Trastornos depresivos…………………………..…..………………………………………Pág. 18
2. 4. 3 Trastornos de ansiedad…………….………………………………..………………..……Pág. 18
2
3. 1 Abordajes conductuales, relajación…………………………….……………….......…...….Pág. 19
3. 2 Relajación Progresiva de Jacobson (1938)………………………………….....…………..Pág. 20
3. 3 Respiración relajante 4-7-8 de Andrew Weil, (1997)……………………….……..……......Pág. 20
3. 4 Abordajes Cognitivos…………………………………………………………….…….……….Pág. 21
3. 4. 1 Reestructuración cognitiva………...…….……………………………………….………....Pág. 21
3. 4. 2 Psicoeducación y Modelo ABCD de Albert Ellis (Ellis, 1979, Ellis y Harper, 1975) aplicado al
trabajo con el manejo de la ira…………………………………..……..…………………………...Pág. 22
3. 4. 3 Debate cognitivo …………………………………………………….………………...…….Pág. 22
3. 4. 4 Terapia de Esquemas Jeffrey Young (1990; 1993)……………………………............ Pág. 23
3. 5 Entrenamiento en asertividad……………………………………..……………….......…..…Pág. 26
3. 6 Control de fichas………………….……………………………………………………..……. Pág. 27
3. 7 Mindfulness o atención plena……………………...……………………………....................Pág. 27
3. 8 Otras terapias de tercera generación según Mañas, (2007) Terapia de Aceptación y
Compromiso o Acceptance and Commitment Therapy (ACT)…………….…………..……..…Pág. 28
3. 9 La Terapia de Conducta Dialéctica (TCD) o Dialectical Behavior Therapy (DBT……....Pág. 29
Capítulo 4. Reflexiones finales…………………………………………..……………………...…Pág. 31
Bibliografía…………………………………………………………………………………….…...Pág. 33
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Resumen:
El presente trabajo es una Revisión bibliográfica, cuyo objetivo general es realizar una
aproximación bibliográfica a las técnicas cognitivo conductuales actuales, con las que se
trabaja en la práctica clínica con pacientes que tienen dificultades en el manejo de la ira.
Del análisis de los materiales de lectura consultados se puede concluir que el abordaje
terapéutico cognitivo conductual más reciente suele concebir la ira desde una triple perspectiva
(fisiológica, cognitiva y conductual), por lo que sus tratamientos tienden a coincidir en el uso de
técnicas combinadas y dirigidas a ésas tres áreas. Se observaron tanto “estrategias de
choque”, como “estrategias de consolidación”. Este último grupo de estrategias reúne una serie
de técnicas ampliamente utilizadas por la comunidad clínica actual para trabajar con la ira,
dentro de las que se encuentran el debate cognitivo, la reestructuración cognitiva, terapia de
esquemas, ejercicios de respiración diafragmática, el entrenamiento en habilidades sociales y
asertividad, ente otros.
Las terapias de tercera generación (Mindfullness, ACT y DBT) también fueron consideradas en
la búsqueda, pero no fueron hallados tantos trabajos publicados, quizás debido a aspectos
vinculados con el transcurso del tiempo o las bases de datos consultadas, pudiendo quedar
delineadas de esta manera algunas de las limitaciones de la presente memoria final de
posgrado.
Se concluye que el abordaje terapéutico cognitivo conductual de la ira desde hace décadas
suele coincidir en el uso de herramientas terapéuticas con triple aplicación, entendiendo a las
emociones como procesos que involucran tres áreas conectadas entre sí. Los abordajes más
recientes suelen hacer un importante énfasis en la reestructuración cognitiva como
denominador común a todas ellas. Si bien no se encontró gran cantidad de publicaciones de
abordajes terapéuticos desde las terapias de tercera generación, la tendencia indicaría que en
un futuro pueda predominar el uso de estas estrategias por sobre las actuales.
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Capítulo 1: Introducción y fundamentación del tema elegido a partir de la experiencia en
la práctica del posgrado:
Durante la instancia práctica del posgrado cognitivo conductual que tuvo lugar durante el año
2017, trabajé con una paciente (X) de 53 años de edad.
Desde el comienzo de las instancias supervisadas en Cámara Gesell, en el curso de las
primeras entrevistas del posgrado, se conceptualizó el caso de X donde se evaluaron síntomas
que de acuerdo a los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales-
5 (DSM-5, 2014) configuraban un Trastorno de Ansiedad Generalizado (TAG).
Sin embargo, X relataba experiencias frente a sus propias emociones reactivas a situaciones
cotidianas, en las que no lograba encausar adecuadamente sus actitudes. Esto se
transformaba en una serie de intercambios a nivel interpersonal con familiares, amigas,
compañeros/as de trabajo, ex pareja e hijas, que deterioraban la calidad de los vínculos y su
calidad de vida.
Así fueron percibidas algunas dificultades a nivel personal para controlar altos niveles de una
emoción negativa e intensa (ira) que luego de la situación desencadenante, continuaban
presente en forma de vestigios fisiológicos de la emoción (falta de apetito/ apetito intenso y
descontrolado, ansiedad, malestar estomacal, enojo, dificultades para concentrarse),
notándose de ésta manera el impacto directo tanto en nivel fisiológico, como cognitivo y
conductual.
Acerca de las consecuencias de la ira se encontró en la bibliografía, que la exposición
continuada a lo largo del tiempo frente a la emoción de ira está asociada con consecuencias
negativas para el organismo (Harburg, Blakelock & Roeper, 1979; Mckay, Rogers & Mckay,
1991; Fernández-Abascal & Palmero, 1999; Larkin & Zayfert, 2004; Sanford & Rowatt, 2004).
De hecho, meses antes de comenzar la terapia en el marco del posgrado, X debió ser
internada de urgencia por una afección a nivel del aparato digestivo que debió ser intervenida
quirúrgicamente, con riesgo de vida.
Por lo antes mencionado se decidió cambiar el rumbo del abordaje terapéutico que en un
principio se dirigía al TAG, y luego se consideró que sería de mayor utilidad para X el abordaje
terapéutico sobre el manejo de la ira, favoreciendo la psicoeducación sobre las emociones.
La preferencia de dicho cambio se pensó además, por el grado de repercusión negativa que
tenía en la salud de X la intensidad de su ira, así como por las dificultades para reconocer y
manejar otras emociones de una manera asertiva. Este aspecto se valoró como preponderante
por sobre el abordaje de la ansiedad, debido a que los efectos positivos del tratamiento
recaerían sobre los elevados niveles de ansiedad percibidos.
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Al momento de comenzar a entrevistar a X en cámara Gesell, se pudo percibir la tendencia a
reaccionar de manera impulsiva y desde el enojo, ante determinados asuntos triviales, siendo
notoria a nivel gestual, incluso a nivel fisiológico (ruborización del rostro) la activación que le
despertaba la aparición de determinados pensamientos y en consecuencia la actuación de
ciertas conductas tendientes a ser impulsivas.
X manifestó no poder controlar las sensaciones, emociones y pensamientos que le activaban
las prácticas de los médicos recién egresados que aún no habían cursado una especialización.
Otro estímulo que desencadenaba reacciones impulsivas de enojo difícilmente controlables,
eran algunas actitudes que tenían compañeras de trabajo, o discusiones con una de sus hijas,
con su ex pareja, con amigas que le planteaban situaciones personales con sus propias
parejas. Todas estas situaciones eran vivenciadas con un elevado monto de angustia y con
enojo desproporcionado que tenía una incidencia directa en dos de las conductas basales de X
(sueño y alimentación), cuya frecuencia, intensidad y duración de los síntomas la afectaban de
manera prolongada, incluso en períodos en los que se esperaba que no fuera así; como cando
se fue de vacaciones con amigas y no estaba en contacto con estímulos rutinarios y
estresantes. Todos los ejemplos antes mencionados se condicen con las investigaciones donde
se concluyen resultados a partir de los cuales la mayor parte de la ira experimentada por las
personas estudiadas, la manifiestan en el contexto interpersonal (Averill, 1983; Moon & Eisler,
(1983); Rimm, Hill, Brown & Stuart, (1974); Deffenbacher, Story, Stark, Hogg y Brandon,
(1987); Deffenbacher et al., (1996)
Con el pasar de las sesiones nos fuimos adentrando en cómo esta tendencia se apropiaba de
su conducta de manera persistente, con suficiente intensidad como para dejar un desgaste en
su cuerpo que la agotaba luego de padecer estas reacciones sin poder manejarlas
adecuadamente, o intentando hacerlo con mecanismos como evitar la reacción y tener que
recurrir luego a medicación farmacológica para conciliar el sueño lo que retroalimentaba el
consumo de fármacos y la dependencia a los mismos, sin lograr evitar los pensamientos
rumiantes y compulsivos en torno a estas situaciones disparadoras. Se vinculó este contexto
emocional estresante, a la vulnerabilidad de contraer posibles enfermedades orgánicas
(Harburg, Blakelock & Roeper, 1979; Mckay, Rogers & Mckay, 1991; Fernández-Abascal &
Palmero, 1999; Larkin & Zayfert, 2004; Sanford & Rowatt, 2004); en el contexto de un
posoperatorio por una afección en el aparato digestivo que X tuvo en mazo del mismo año,
como se mencionó anteriormente.
Se dedicó gran parte del proceso terapéutico a trabajar con reestructuración cognitiva
identificando el Modelo Cognitivo, y a partir de allí, reglas, presunciones, pensamientos
automáticos, distorsiones cognitivas, se trabajó con el ABC en principio y luego se continuó
incorporando Pensamientos Alternativos, explicando la conexión con las conductas.
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Es importante tener en cuenta que el objetivo del tratamiento con X en relación al manejo de la
Ira no era que la misma se extinguiera como emoción, sino que X adquiriera herramientas
como consecuencia del proceso terapéutico; y que las mismas la ayudaran a comprenderse
mejor y en consecuencia se diera una remisión de los síntomas, dado que la ira es una
emoción universal y humana que no desaparece, a lo sumo puede atenuarse o verse
modificada su forma de expresión (Ekman & Oster, 1979; Izard, 1989; Deffenbacher et al. ,
1996 Tangney et al., 1996; Deffenbacher,1999).
Otra de las clasificaciones las separa entre emociones primarias y secundarias, siendo las
primeras aquellas que se consideran respuestas universales, principalmente fisiológicas,
evolutivamente relevantes, biológica y neurológicamente innatas, (Kemper, 1978).
Las emociones secundarias por el contrario, pueden resultar de una combinación de las
primarias, están muy condicionadas social y culturalmente (Kemper, 1978).
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Algunos autores agrupan dentro de las emociones primarias el miedo, la ira, la depresión, la
alegría, la tristeza, la sorpresa y la satisfacción (Kemper, 1978); (Ekman & Oster, 1979;
Plutchik, 2002) y otros incluyen la felicidad, la aversión-miedo, la aserción-ira, la decepción-
tristeza y el sobresalto-sorpresa (Turner, 1999).
Como emociones secundarias incluyen la culpa, la vergüenza, el amor, el resentimiento, la
decepción o la nostalgia. Estas emociones requieren de una mayor exposición al aprendizaje
cultural y social, ya que se consideran aprendidas a diferencias de las primarias que son
innatas.
1. 3 ¿Qué es la Ira?
La palabra ira deriva del latín (ira), que significa “cólera, enojo” en etimologías.dechile.net (s.f.).
Según varios autores dedicados a estudiar las emociones (Izard, 1977; Plutchik, 1980; Ekman,
1984; Frijda, 1986; Weiner, 1986) para quienes la ira es una de las emociones básicas. Los
mismos autores colocan a la ira como una emoción necesaria para la supervivencia del ser
humano y su adaptabilidad ante las exigencias del medio.
La función de esta emoción según Izard (1993) es favorecer y mantener altos niveles de
energía. Es una expresión emocional hacia otra persona destinada a truncar respuestas
hostiles por parte de ésa otra persona, y ayudar a prevenir agresiones.
Entre las primeras definiciones de esta emoción se encuentran autores como Buss (1961),
quien sumó factores faciales-esqueléticos y autonómicos en la definición de la ira. Feshbach
(1964) la describió como un estado indiferenciado de activación o arousal emocional y Kaufman
(1970), sostuvo que se trata de un estado de activación física que coexiste con actos
fantaseados o intencionados y que culmina con efectos perjudiciales para otras personas.
Otro autores como (Feldman & Russell, 1998; Pérez & González, 2005) coinciden en señalar el
alto afecto negativo que caracteriza a la ira, siendo el displacer uno de los elementos que
destaca, además de la tendencia a la activación fisiológica como otra de sus características
propias.
Desde que Lang (1968) describió un triple sistema de respuesta emocional, a partir del cual se
fue construyendo una tendencia a considerar a todas las emociones desde una perspectiva
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que permite agrupar los diferentes elementos que las componen en tres grupos; los elementos
cognitivos (ideas y /o pensamientos), los elementos fisiológicos (somáticos y corporales) y
elementos conductuales (acciones concretas).
De igual manera que el resto de las emociones la ira es un constructo que tiene una
determinada duración en el tiempo Smith, (1994) por lo que se suma como descripción de la ira
la característica de durabilidad limitada.
Se encuentran varias opiniones de autores que coinciden en señalar el alto afecto negativo
vinculado a la ira, siendo el displacer uno de los elementos más destacables que la componen,
acompañada de una tendencia a la activación fisiológica, como otra de sus características
afectivas más destacables (Feldman Barret & Russell, 1998; Pérez Nieto & González Ordi,
2005).
Scherer (1997) agrupa una serie de ideas asociadas a la valoración automática que realiza un
persona cuando siente ira, llegando a la conclusión de que la misma es provocada por eventos
valorados subjetivamente como obstáculos en la consecución de metas; también conectada a
la idea de estímulos considerados inmorales y muy injustos; cuyas causas suelen tener
una atribucionalidad externa, concepto que coincide con los hallazgos de León & Hernández,
(1998).
Según Berkowitz, (1999) existe una coincidencia importante en cuanto a la descripción de los
síntomas fisiológicos de la ira (Cacioppo et al., 2000) resaltándose la activación del sistema
simpático que se refleja en el incremento de la frecuencia cardíaca; y el incremento de la
tensión muscular excesiva. Estos síntomas son también característicos del miedo, aunque
según Berkowitz (1999) se dan en menor proporción en la ira.
De acuerdo a una vasta bibliografía la ira es una emoción cuya activación constante puede
estar altamente relacionada con el desarrollo de enfermedades orgánicas (Diamond, 1982;
Suls, Wan & Costa,1995), cardiovasculares y digestivas, Suinn, (2001) o relacionadas con el
cáncer, (Siegman & Smith, 1994; Palmero, Díez & Breva, 2001;).
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También se ha encontrado una asociación estadística de la ira con las úlceras, el tabaquismo o
la soriasis (Johnson, 1990). Incluso la ira está relacionada con enfermedades que cursan con
dolor crónico, como la artritis reumatoide; y con enfermedades autoinmunes (Burns, 1997;
Huyser & Parker, 1999).
Parece haber un acuerdo entre la comunidad científica en cuanto a los efectos nocivos para la
salud de la exposición prolongada a la ira, más precisamente los individuos que no
exteriorizan adecuadamente esta emoción, pueden tener intensa actividad fisiológica, que de
mantenerla en el tiempo se estarían exponiendo al desarrollo de trastornos psicofisiológicos y
a desarreglos en el sistema inmune (Miguel-Tobal, Cano-Vindel, Casado & Escalona,
1994; Miguel-Tobal, Casado, Cano-Vindel, Spielberger, 2001). En este sentido, la
inhibición y el control de las emociones fue asociado a gran número de alteraciones en
la salud (Ibáñez, 1991; Sandín, Chorot, Santed & Jiménez, 1995), o somatización
(Deighton et al., 2004).
Según Johnson (1990), la ira es considerada un estado emocional con presencia de
sentimientos de irritabilidad, enojo, furia y rabia. A estas sensaciones se le suma la elevada
activación de sistema nervioso autónomo, del sistema endócrino y una mayor tensión muscular.
Algunos estudios transculturales han encontrado que la presencia de estos síntomas
fisiológicos podía variar de unos países a otros (Rimé & Giovannini, 1986).
Las situaciones donde surgen brotes de ira no sólo son en sí nocivas para el organismo, sino
posteriormente, cuando surge la rumiación de la ira, o lo que consiste en mantener
pensamientos alrededor de esta emoción. Se define la rumiación como los procesos cognitivos
recurrentes y no intencionales que aparecen durante y después de un episodio de ira
(Sukhodolsky, Golub & Cromwell, 2001). Los estudios han mostrado que la rumiación es
perdurable y se asocia con efectos negativos para la salud. Un ejemplo de lo mencionado es la
asociación descubierta entre rumiar sobre transgresiones interpersonales y altos niveles de
cortisol (Denson, Fabiansson, Creswell & Pedersen, 2009).
La emoción de ira se ha constatado como uno de los principales factores de riesgo, no sólo
para los problemas cardiovasculares, sino también para la mortalidad global (Suinn, 2001).
Concretamente, parece que contribuirían en un 8% a la aparición de los afecciones
cardiovasculares y en un 16% a la probabilidad de mortalidad general, de acuerdo al meta-
análisis hecho por Miller, Smith, Turner, Guijarro & Hallet (1996).
Tanto Smith (1994), como Chóliz, (1995) agregan a los componentes conductuales de la ira la
presencia de una expresión facial característica (cejas bajas, contraídas y en disposición
oblicua, tendencia a rigidizar los labios y la mandíbula, los párpados inferiores tensionados y la
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posición de la boca en ademán de gritar, junto a una mirada prominente). Tanto Smith (1994)
como Jhonson, (1990) son autores con referencia mundial en la temática, y plantean aspectos
que convergen teóricamente, pero los trabajos de Jhonson (1990) incluyen las conductas
agresivas en la definición de ira, mientras que Smith (1994) señala que la ira sólo activa
tendencias o impulsos hacia conductas agresivas.
En cuanto a los hallazgos referidos a la ira como emoción básica, de acuerdo a uno de los
criterios de (Izard, 1977) por el cuál una emoción es considerada primaria o básica, cuando
posee una expresión facial que la caracteriza; se ha llegado a encontrar en bebés de cuatro y
hasta dos meses de edad, estas mismas características faciales (Stenberg y Campos, 1990;
Sullivan y Lewis, 1993).
Spielberger, Jacobs, Rusell & Crane, (1983) mencionaron en un estudio sobre a Ira dos
aspectos importantes: la ira estado y la ira rasgo.
El estado de ira sería definido como un estado emocional que consta de sensaciones
subjetivas de tensión, enojo, irritación, furia o rabia, con activación concomitante o ”arousal” del
sistema nervioso, y el la ira rasgo (entendiendo por rasgo una característica crónica) mostraría
las diferencias individuales en cuanto a la frecuencia con que aparece el estado de ira a lo
largo del tiempo (Deffenbacher, 1992).
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La alta ira rasgo está estadísticamente asociada a varios problemas, incluyendo problemas de
salud (Schum, et al., 2003), acoso cibernético (Wang, Yang, Yang, Wang & Lei, 2017), escaso
control de impulsos (Wilkowski & Robinson, 2007), y psicopatologías como ansiedad,
depresión, estrés postraumático y dependencia a drogas o alcohol (Stimmel, Rayburg, Waring
& Raffeld, 2005; Kassinove & Tafrate, 2006;).
Se trata de una escala que mide los componentes de la ira (experiencia, la expresión y el
control); así como sus facetas (Estado y Rasgo). Consta de 49 elementos organizados en 6
escalas y 5 subescalas y permite obtener un índice de cada escala y subescala y un índice
general del test. Su aplicación demora 10 a 15 minutos y está destina a adolescentes (a partir
de los 16 años) y adultos en general.
El modelo ABC de la emoción o modelo cognitivo de Beck fue pionero al momento de lograr
explicar el vínculo entre cognición y emoción. En el año 2003 Beck (Beck, 2003) adaptó su
modelo a la explicación de la emoción de ira (Beck, Rush, Shaw & Emery, 1983; Beck, 2003).
Según este modelo, la respuesta emocional, fisiológica y conductual de la emoción que nos
ocupa, no depende directamente del suceso en sí, sino de la interpretación que hace la
persona de éste.
Aaron Beck en su teoría cognitiva, destaca tres niveles de componentes cognitivos, que se
distinguen por su grado de profundidad o de accesibilidad a la conciencia (Beck et al., 1983;
Beck, 2003):
• las creencias o esquemas centrales que se corresponderían con lo que Beck denominó
dominio personal, o sea, el nivel más profundo o abstracto de cognición, puesto que contendría
las ideas más centrales sobre uno mismo, los demás y el entorno. Se caracterizan por una
elevada rigidez y absolutismo y, por tanto, se defienden con gran convicción. Son los primeros
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filtros cognitivos que guían de automáticamente nuestra atención, así como las interpretaciones
que hacemos de la realidad.
• las creencias intermedias (actitudes, expectativas, normas y valores) que son cogniciones
un poco más evidentes que las creencias nucleares porque pueden inferirse a partir de
nuestras acciones y que suelen enunciarse en forma de reglas que guían nuestro
comportamiento cotidiano (“Si…, entonces…”; “Debería…”), así como las expectativas en
relación a nosotros mismos, nuestro entorno y los demás.
• los pensamientos automáticos: siendo estos las cogniciones más accesibles a la conciencia,
porque irrumpen en nuestra atención continuamente en forma de palabras, de imágenes o de
recuerdos.
El modelo cognitivo de Beck (Beck et al., 1983; Beck, 2003) se fundamenta en su hipótesis de
la congruencia emocional, la cual propone que se activan emociones diferentes porque
previamente se han activado diferentes esquemas, actitudes y pensamientos cuyo contenido se
condice con el de la propia emoción.
El presente apartado tiene como finalidad ilustrar algunos trastornos cuyo denominador común
es una gran dificultad para lograr el control de la ira como emoción predominante, en la vida
adulta, según el DSM-5 (APA, 2014).
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Tabla 1
Trastorno de personalidad antisocial, criterios diagnósticos DSM-5, (APA, 2014)
A. Patrón dominante de inatención y vulneración de los derechos de los demás, que se produce
desde antes de los 15 años de edad, y que se manifiesta por tres (o más) de los siguientes
hechos:
1. Incumplimiento de las normas sociales respecto a los comportamientos legales, que se
manifiesta por actuaciones repetidas que son motivo de detención.
2. Engaño, que se manifiesta por mentiras repetidas, utilización de alias o estafa para provecho
o placer personal.
3. Impulsividad o fracaso para planear con antelación.
4. Irritabilidad y agresividad, que se manifiesta por peleas o agresiones físicas repetidas. 5.
Desatención imprudente de la seguridad propia o de los demás.
6. Irresponsabilidad constante, que se manifiesta por la incapacidad repetida de mantener un
comportamiento laboral coherente o cumplir con las obligaciones económicas.
7. Ausencia de remordimiento, que se manifiesta con indiferencia o racionalización del hecho
de haber herido, maltratado o robado a alguien.
B. El individuo tiene como mínimo 18 años.
C. Existen evidencias de la presencia de un trastorno de la conducta con inicio antes de los 15
años.
D. El comportamiento antisocial no se produce exclusivamente en el curso de la esquizofrenia o
de un trastorno bipolar.
Nota: Este Trastorno de personalidad suele tener relación con problema psicosociales como: acoso laboral o escolar,
deterioro de las relaciones personales y sociales, problemas académicos, laborales y legales según Deffenbacher,
(1993); Del Vecchio & O´Leary, (2004) y Norlander & Eckhardt, (2005)
Tabla 2
Trastorno explosivo intermitente, criterios diagnósticos DSM-5, (APA, 2014)
A. Arrebatos recurrentes en el comportamiento que reflejan una falta de control de los impulsos
de agresividad, manifestada por una de las siguientes:
1. Agresión verbal (p. ej., berrinches, diatribas, disputas verbales o peleas) o agresión física
contra la propiedad, los animales u otros individuos, en promedio dos veces por semana,
durante un período de tres meses.
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2. Tres arrebatos en el comportamiento que provoquen daños o destrucción de la propiedad o
agresión física con lesiones a animales u otros individuos, sucedidas en los últimos doce
meses. B. La magnitud de la agresividad expresada durante los arrebatos recurrentes es
bastante desproporcionada con respecto a la provocación o cualquier factor estresante
psicosocial desencadenante.
C. Los arrebatos agresivos recurrentes no son premeditados (es decir, son impulsivos o
provocados por la ira) ni persiguen ningún objetivo tangible (p. ej., dinero, poder, intimidación).
D. Los arrebatos agresivos recurrentes provocan un marcado malestar en el individuo, alteran
su rendimiento laboral o sus relaciones interpersonales, o tienen consecuencias económicas o
legales.
E. El individuo tiene una edad cronológica de seis años por lo menos (o un grado de desarrollo
equivalente).
F. Los arrebatos agresivos recurrentes no se explican mejor por otro trastorno mental (p. ej.,
trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar, trastorno de desregulación disruptiva del estado
de ánimo, trastorno psicótico, trastorno de la personalidad antisocial, trastorno de personalidad
límite), ni se pueden atribuir a otra afección médica (p. ej., traumatismo craneoencefálico,
enfermedad de Alzheimer), ni a los efectos fisiológicos de alguna sustancia (p. ej.,
drogadicción, medicación). En los niños de edades comprendidas entre 6 y 18 años, a un
comportamiento agresivo que forme parte de un trastorno de adaptación no se le debe asignar
este diagnóstico.
Nota: El inicio del comportamiento agresivo impulsivo, problemático y recurrente es más frecuente en la infancia
tardía o la adolescencia y raramente se da por primera vez después de los 40 años.
El trastorno explosivo intermitente es más prevalente en las personas más jóvenes cuyas edades oscilan entre los 35-
40 años, que en los individuos de más edad (mayores de 50 años).
Tabla 3
Trastorno de conducta, criterios diagnósticos DSM-5, (APA, 2014)
Nota: Los individuos agresivos con trastorno de conducta malinterpretan frecuentemente las intenciones de los
demás como más hostiles y amenazantes de lo que son, y responden con una agresividad que ellos sienten como
razonable y justificada.
Las características de la personalidad con rasgos de emoción negativos y de bajo autocontrol, como baja tolerancia a
la frustración, irritabilidad, arrebatos, suspicacia, insensibilidad al castigo, búsqueda de emociones e imprudencia,
están presentes frecuentemente en el trastorno de conducta.
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2. 4 Otros trastornos de origen infantil que posteriormente pueden estar vinculados al
escaso control sobre la ira en la adultez:
Los primeros síntomas del Trastorno negativista desafiante suelen aparecer en los años
preescolares y raramente más tarde de la adolescencia temprana. El trastorno negativista
desafiante suele preceder al desarrollo del trastorno de conducta, especialmente en los casos
de trastorno de conducta con inicio en la infancia. Aunque, muchos niños y adolescentes con
trastorno negativista desafiante no desarrollan posteriormente un trastorno de conducta.
Los niños y adolescentes cuyo diagnóstico es un trastorno negativista desafiante son más
vulnerables a desarrollar problemas de adaptación como adultos, como conducta antisocial,
problemas de control de los impulsos, abuso de sustancias, ansiedad y depresión, DSM - 5
(APA, 2014).
Tabla 4
Trastorno negativista desafiante, criterios diagnósticos DSM-5, (APA, 2014)
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Otros trastornos relacionados al escaso control sobre la ira, cuya etapa de aparición es la
infancia y adolescencia, que suelen encontrarse según el DSM-5 (APA, 2014) en la
etiopatogénesis de los trastornos antes mencionados:
Los trastornos de ansiedad son los que comparten características de miedo y ansiedad
excesivos hacia un estímulo interno o externo, así como alteraciones conductuales asociadas.
La diferencia con el miedo o la ansiedad normal propios del desarrollo, está directamente
vinculada con la intensidad y la frecuencia con la que surgen, las cuales van más allá de los
períodos de desarrollo apropiados.
Una de las manifestaciones más propagadas de los trastornos de ansiedad son las
diagnosticadas en el Trastorno de Ansiedad Generalizado (TAG). La característica principal del
TAG es un nivel de ansiedad persistente y excesivo; y una preocupación constante sobre
varios aspectos, como el trabajo y el rendimiento escolar, que la persona percibe muy difíciles
de controlar. Además, el sujeto experimenta síntomas físicos, como inquietud, excitación, o
nerviosismo, fatiga, dificultad para concentrarse o mente en blanco, irritabilidad, tensión
muscular y alteraciones de las conductas basales como el sueño y la alimentación.
El objetivo del presente apartado es dar cuenta los abordajes terapéuticos con enfoque
cognitivo-conductual más utilizados sobre el manejo de la ira. Los mismos surgen a partir de la
revisión bibliográfica en torno a las publicaciones científicas más recientes sobre el tema.
Partiendo de la concepción de las emociones como una interacción entre los sistemas
fisiológico, cognitivo y conductual; las investigaciones consultadas fueron aquellas que
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concebían a la ira desde esta triple perspectiva. Con este mismo criterio se buscó aquellas
publicaciones donde se trabajara con la ira, desde esta triple perspectiva sobre dicha emoción.
Antes de comenzar a describir los abordajes más utilizados para trabajar con el control de la
ira, es útil considerar los aportes de Fernández-Abascal & Palmero (1999), para quienes es
necesario discriminar entre la intervención en “estrategias de choque” ante la respuesta de ira,
que implicarían el incremento del autocontrol emocional y la disrupción en la respuesta de ira; y
la intervención en “estrategias de consolidación” que promueven el desarrollo de habilidades de
afrontamiento pasivas (como la relajación o la respiración abdominal), reestructuración
cognitiva de los sesgos, entrenamiento en solución de problemas y entrenamiento en
habilidades sociales.
Coincide con los hallazgos de Fernández-Abascal & Palmero (1999), el apoyo empírico de
Novaco, (1976; 1978); Tafrate, (1995); Beck & Fernández, (1998); Del Vecchio & O’Leary,
(2004) en cuanto a la efectividad de las práctica del enfoque cognitivo-conductual para lograr
un mayor control de la ira, siendo algunas de las estrategias más recurridas, las que incluyen
técnicas como relajación, reestructuración cognitiva, entrenamiento en habilidades sociales y
en asertividad.
A continuación se hará una descripción de estas técnicas y otras que también son utilizadas,
agrupadas en diferentes bloques temáticos (abordajes conductuales, abordajes cognitivos,
entrenamiento en asertividad y terapias de tercera generación).
Dentro de esta agrupación se pudieron encontrar varios estudios que avalan las Técnicas de
Relajación (TR) entre las más utilizadas en el medio psicoterapéutico para trabajar con la
disminución de los niveles de activación psicofisiológica (uno de los objetivos más perseguidos
cuando se aborda el manejo de la ira).
Las TR son herramientas de alta recurrencia terapéutica en la clínica cognitivo-conductual,
debido a su eficacia y efectividad; y a la ausencia de contraindicaciones Sánchez, Rosa &
Olivares, (1998); Stevens et al. (2007); Labrador, (2008); Pagnini et al., (2010).
En la línea de lo antes mencionado Deffenbacher (1994) destaca la importancia de trabajar el
entrenamiento en relajación. La incorpora como técnica ya sea en la utilización de la relajación
por sí misma dada su alta efectividad, como en la combinación con otras técnicas, favoreciendo
el uso posterior de estrategias cognitivas. Uno de los ejercicios que se proponen consiste en la
relajación muscular progresiva, haciendo uso complementario de la visualización de imágenes
que favorezcan la relajación y la calma. Este tipo de técnicas se realizan primero de forma
aislada en situaciones no estresantes y una vez incorporada la secuencia se practica en
19
situaciones que desencadenen vivencias de ira, buscando disminuir los niveles de activación a
partir de la aproximación imaginaria con las situaciones provocadoras de ira.
Este ejercicio consiste en la práctica de una respiración guiada y controlada que consiste en
conseguir una postura cómoda en principio, luego comenzar por inhalar el aire durante 4
segundos, sostenerlo en 7 segundos y exhalarlo en 8 segundos. Lo que se consigue al cabo de
algunas repeticiones es un profundo y rápido estado de relajación producto de una correcta
oxigenación de la sangre, que provoca la disminución de la frecuencia cardíaca y de la presión
arterial. Se suma a ello el posicionamiento de la lengua detrás de los dientes frontales
superiores como forma de guiar el pensamiento y la atención en el conteo y posicionamiento
de la lengua, lo que provoca una distracción de los pensamientos rumeantes que suelen estar
asociados a emociones intensas como la ira. Si bien este es un ejercicio creado por Weil (1997)
para lograr una mejor calidad del sueño, sirve para generar rápidamente un cambio en cuanto a
las sensaciones fisiológicas asociadas al malestar de la ira (y de otras emociones),
interrumpiendo el tiempo de activación.
El conteo puede graduarse en base a la capacidad respiratoria del paciente, puede disminuirse
la cantidad de segundos de exhalación, o la cantidad de segundos que se sostiene el aire; o
incuso aumentarse.
Este ejercicio tiene la posibilidad de combinarse con otras técnicas como la Respiración
Diafragmática, donde justamente la posibilidad de respirar con éste músculo (diafragma) es lo
que posibilita un estado de relajación que colabora en la desactivación de la activación
20
fisiológica asociada a la emoción predominante, la ira puede ser una de esas emociones.
Recientemente son varias las investigaciones que recurren a este tipo de respiración con
abordajes conductuales como práctica segura de auto-instrucción, para mejorar el control sobre
la ira Botero, (2004); López, et al., (2012); Tejón & Gutiérrez, (2015).
3. 4 Abordajes Cognitivos:
Se ha comprobado incluso que como resultado del tratamiento, las personas mantienen un
adecuado control de la ira meses, incluso años después de culminado el proceso terapéutico
(DiGiuseppe & Tafrate, 2003)
Las investigaciones consultadas para el abordaje cognitivo-conductual del manejo de la ira
suelen tener como denominador común varias técnicas, en su mayoría comprendidas en el
marco del trabajo realizado por dos grandes autores de esta corriente psicológica Aaron Beck
(1950- Act.) y Albert Ellis (1913-2007).
3. 4. 2 Psicoeducación y Modelo ABCD de Albert Ellis (Ellis, 1979; Ellis & Harper, 1975)
aplicado al trabajo con el manejo de la ira.
Según Ruiz, Díaz & Villalobos, (2012) uno de los primeros pasos consiste en lograr que el
paciente entienda de qué se trata la ira, cómo influye la interpretación que hacemos de las
situaciones y de qué manera puede una persona comenzar a tener un mayor control de sus
propias emociones, por lo que los autores entendidos en la temática recurren a la estrategia de
la psicoeducación como parte del proceso terapéutico de la ira Tejón & Gutierrez, (2015).
Posteriormente será momento de ayudar a la persona a que comprenda cómo los
pensamientos influyen en las emociones y/o conductas y en la interpretación que hacemos de
las situaciones, enseñándole una tabla que después se utilizará como autorregistro, donde
aparece una situación (en este caso desencadenante de ira) (A); una creencia irracional o
pensamiento en relación al evento que activa la ira (B) y (C) una consecuencia (emocional o
conductual). Según Ellis, no son los eventos mismos los que producen emociones como la ira,
sino las interpretaciones y creencias con respecto a ésos eventos.
Posteriormente se trabajará elaborando pensamientos, conductas y reacciones alternativas que
son las que se construyen conjuntamente con el paciente (D) En este punto se da una disputa,
se examinan las creencias y expectativas. El trabajo posterior es comenzar a detectar
pensamientos automáticos, creencias, distorsiones cognitivas, presunciones, etc., con el
objetivo de ampliar las posibles conductas que surjan de un proceso de aprendizaje.
Este es un abordaje que aparece en investigaciones incluso en manuales recientes donde se
explican los pasos a dar para trabajar con el manejo de la ira con enfoque cognitivo conductual
Reilly & Shopshire, (2002).
3. 4. 3 Debate cognitivo:
Pese a las diferencias entre estos enfoques (TCC y TREC), ambos coinciden en que los
humanos desarrollan conductas desadaptadas y patrones afectivos mediante procesos
22
cognitivos, siendo la tarea del terapeuta cognitivo conductual, la de diagnosticar y psicoeducar
respecto a los procesos cognitivos desadaptativos. Posteriormente desarrollar experiencias que
modifiquen las estructuras cognitivas y los patrones afectivo-conductuales vinculados a las
mismas.
Dentro de la reestructuración cognitiva se enmarca la técnica del debate cognitivo. Se trata de
una técnica que persigue como objetivo la modificación de las ideas irracionales, pensamientos
automáticos, creencias irracionales y centrales, se busca a través de esta técnica la
modificación de la percepción de los hechos, alcanzando con ello emociones más funcionales y
comportamientos más apropiados. Existe una práctica extensa en el uso de esta técnica ya que
ha sido empleada por miles de personas desde los años sesenta según Ellis, (2000). El uso del
debate cognitivo también suele ser una herramienta para el tratamiento cognitivo conductual de
la ira siendo la estrategia y el estilo socrático los más recurridos por los terapeutas Pollini,
Micheff & Pedrowicz, (2009).
El creador de este modelo de abordaje terapéutico, Jeffrey Young, partió de las observaciones
que realizó mientras trabajaba con Beck como su discípulo. Young, fue comprobando que el
abordaje de la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) tradicional no resultaba con la misma
eficacia ante los pacientes con Trastorno de Personalidad (Tineo, 1997).
La terapia de esquemas es una forma de psicoterapia integrativa, que combina elementos
cognitivos, conductuales, psicodinámicos, de las relaciones objetales y
humanistas/existenciales (Young, Klosko & Wheishar, 2003).
Alguno de los conceptos básicos de este modelo incluyen los Esquemas Desadaptativos
Tempranos (EDTs) y el concepto de Modos. Ambos constructos aluden a una
conceptualización clara del sufrimiento del paciente basado en la detección de necesidades
emotivas básicas insatisfechas, durante su desarrollo (Young, Klosko & Wheishar, 2003).
Tabla 5
Necesidades básicas insatisfechas, Jeffery Young:
1) El sentido de pertenencia logrado a través de la seguridad, estabilidad, afecto y aceptación
2) La autonomía
3) La libertad para expresar emociones
4) La espontaneidad (juego)
5) Los límites realistas y control
23
Nota: Según Young, las fallas parentales al momento de proveernos de éstos pilares, desencadenan los EDTs y /o
Modos, que comienzan a originarse y posteriormente se perpetúan durante toda la vida (Young, Klosko y Wheishar,
2003; Young, 2006).
El objetivo principal de este abordaje consiste en identificar los EDTs y vincularlos con sucesos
pasados que pudieron haberlos generado, promoviendo el desarrollo de mecanismos de
afrontamiento menos rígidos y más funcionales.
Tabla 6
Los 18 EDTs más recurrentes en personas con necesidades básicas insatisfechas, Young
(1990)
Agrupación de necesidades tempranas EDTs
insatisfechas
Desconfianza / abuso
Defectuosidad / vergüenza
Aislamiento / alineación
Fracaso
Insuficiente autocontrol
Auto- sacrificio
Búsqueda de aprobación
Inhibición emotiva
Hiper-critica o sobre-exigencias
Castigo/ intolerancia
Nota: En la vida adulta los EDTs son activados por situaciones estímulo con parecido a situaciones de origen; la
persona desplegará un estilo de afrontamiento que le fue útil en el pasado, pero no en el presente. Estos 3
mecanismos disfuncionales de afrontamiento son la sobre compensación, el mantenimiento del esquema y la
24
evitación del esquema, Young (1990). En personas con dificultades en el manejo de la ira, en general, suele
activarse el esquema de "insuficiente autocontrol" (en el dominio de límites insuficientes).
Con los pacientes con TLP o Borderline, Jeffrey Young no sólo notaba una elevada puntuación
en la mayoría de los EDTs (dificultando la identificación de los mismos); sino que se activaban
unos y otros en diversas situaciones en el mismo día. De esta manera comenzó a desarrollar el
concepto de Modos.
Los Modos son partes del sí mismo que contienen EDTs y sus respectivos estilos de
afrontamiento y consisten en pensamientos, emociones y conductas relacionadas que forman
parte de un patrón recurrente en la vida del sujeto. Los Modos son temporales y se activan
ante determinados estresores. Los individuos con patología comprometida suelen cambiar
rápidamente de Modo o poseen un predominio excesivo de uno de ellos. Por ejemplo, los
Modos más identificados en los pacientes Borderline han sido el modo “niño abandonado”, el
“niño enojado”, el “padre punitivo” y el “distanciado protector” (Young, Klosko & Wheishar,
2003; Young, 2006).
Tabla 7
Modos descritos por Young (2006)
Modos de niño ▪ Vulnerable (abandonado, abusado, carente de afecto o rechazado).
▪ Enojado
▪ Impulsivo/ indisciplinado
▪ Feliz
▪ Distanciado/desapegado protector
▪ Sobre compensador
▪ Padre demandante
Nota: Generalmente el modo “niño enojado” y “niño impulsivo” suelen vincularse a problemas de control de ira.
25
Young & Klosko (2007) mencionan que el objetivo es desarrollar una “voz saludable”
generando distancia de las situaciones que perturban al paciente, poniendo a prueba lo
inadecuado del esquema con distancia cognitiva. En este sentido se puede trabajar para
incrementar el control de la ira de los consultantes según López et. al (2011) a nivel
experiencial con ejercicios de imaginación que permitan disparar las cogniciones que generan
emociones vinculadas a ciertos ETDs, acompañando al consultante a que recuerde una
situación donde haya tenido una conducta o una emoción disfuncional, para adentrarse en los
recuerdos y conectarla con situaciones que pudieron dar origen a esa manera desadaptada de
afrontar un estresor.
Es amplio el espectro de herramientas que se encuentran desde este enfoque, ya sea
trabajando con la historia del paciente, mediante peguntas o reportes que faciliten el acceso a
conocer su temperamento, sus esquemas, modos, estilos de afrontamiento, recuerdos
traumáticos de la infancia, etc.
López et. al (2011) mencionan como herramientas experienciales las dramatizaciones o
recursos de psicodrama como formas de implicar emotivamente al paciente en la activación de
los esquemas, para luego poder trabajar sobre ello, algunas de ellos son:
1) los diálogos imaginarios (con las personas que originaron los esquemas disfuncionales),
2) la re-actuación parental (donde el terapeuta ingresa a una situación imaginaria desde donde
repara el año como adulto saludable),
3) los recuerdos traumáticos (trabajando para liberar los sentimientos hasta ahora bloqueados),
4) la modificación de patrones (la imaginación de las conductas ante situaciones activadoras
de esquemas disfuncionales, pero actuando de manera alternativa).
3. 5 Entrenamiento en asertividad:
La palabra “asertividad” viene siendo empleada desde los años 70, se ha intentado cambiar por
otras expresiones como “libertad emociona”l Lazarus, (1971), pero existe una creciente
tendencia a sustituir el término asertividad, por “habilidades sociales” según Caballo, (1983).
El trabajo que se realiza en relación a éste tipo de entrenamiento consiste en el incremento de
repertorio de habilidades para manejar las situaciones que desencadena ira, de la manera más
asertiva posible, es decir ni pasiva, ni violenta, sino con un grado intermedio de actuación
donde no se vean vulnerados sus derechos ni los derechos de los demás, con sus reacciones.
El objetivo de este tipo de entrenamiento e habilidades sociales consiste en aumentar el nivel
de autoexpresión en situaciones sociales así como la habilidad para decir no a otras personas y
cortar interacciones que el paciente no desea mantener en el tiempo.
26
Según Tejón & Gutierrez, (2015) algunos de los puntos a ser trabajados desde esta estrategia
serían:
A) Disminuir los síntomas de ansiedad y Reestructuración Cognitiva:
• Técnica de la flecha descendente para detectar creencias disfuncionales (Vázquez,
2008)
• Autorregistro de pensamiento automático-pensamiento alternativo
B) Regulación emocional;
• Técnica: ¿Qué hago cuando me enfado? de Fernández-Berrocal & Ramos, (2012)
C) Solución de problemas, Habilidades sociales y Autoestima:
• Ejercicio “Darnos a conocer: autorrevelaciones” (Roca, 2003)
• Descubriendo nuestras fortalezas.
• Role-playing
3. 6 Control de fichas:
Otro abordaje que surge de la literatura en relación a técnicas de abordaje cognitivo conductual
con niños para incrementar el control sobre la ira es la economía de fichas, buscando reforzar
el control que la persona logre sobre sus propios impulsos frene a un desencadenante de ira.
Consiste en la entrega de premios (refuerzos positivos) cada vez que la persona logra controlar
su ira. La premiación pueden ser cartillas, stickers, entre otros objetos simbólicos. Cuando el
niño obtiene una determinada cantidad de premios, puede acceder a un mayor beneficio,
siendo este la meta. Con los avances del proceso las metas pueden ir complejizándose más.
Pueden agregarse “castigos” que cumplan la función de extinguir las conductas indeseadas,
siendo estos pautados conjuntamente entre evaluador y evaluado (Corsi, Barrera, Flores,
Perivancich & Guerra, 2009); (Soler, Herrera, Buitrago & Barón, 2009).
Una de las descripciones de Mindfulness más usadas es la del monje budista Ticht Nat Hanh
que la define como mantener viva la propia conciencia focalizada en la realidad presente Hanh,
(1976). Según Siegel, (2010) es una manera concreta de atender a las experiencias del aquí y
ahora, y a la propia naturaleza de los pensamientos, desarrollando una forma especial de
atención.
Según Britos, (2017) un ejercicio para trabajar con la emoción de ira, consiste en brindarle una
serie de instrucciones al paciente, en las que se incluyen ejercicios de visualización, respiración
diafragmática, evocación de situaciones en las que sintió ira, una situación actual o del año
pasado, no necesariamente el episodio de ira más intenso, pero sí real. Posteriormente se le
pide a la persona que localice la emoción en una zona del cuerpo y que la vaya analizando sin
27
luchar contra ella, observando sus variaciones, si puede decir si se siente fría o caliente.
Mediante este tipo de ejercicios se dirigen a contactar con la compasión hacia la emoción,
pidiéndole a la persona que intente sostener la emoción como una madre sostiene a su hijo
recién nacido. Se realiza psicoeducación en relación a que la ira es una emoción natural. Al
finalizar se le realizan una serie de preguntas a la persona sobre la experiencia de sostener la
emoción con ternura y atención. Se retorna paulatinamente luego de ofrecer unos minutos para
que las emociones pudieran asentar con espaciosidad, guiando la respiración, conectando con
la conciencia sobre los efectos del ejercicio.
La ACT constituye uno de los desarrollos más recientes del conductismo radical en el
tratamiento de diversas afecciones psicológicas que presentan algunos pacientes (García,
Soriano, Hernández & Záldivar, 2004; Kohlenberg et al., 2005).
Este tipo de enfoque ya no busca modificar la conducta desde un primer orden, sino que tiene
en cuenta el cambio de las dinámicas en el sujeto respecto de su contexto, además, no se
centran en la eliminación o el cambio del pensamiento Mañas, (2007).
Se basa en una serie de principios (aceptación, defusión cognitiva, experiencia presente, el yo
observador, claridad de valores y la acción comprometida) y mediante el uso de metáforas y
ejercicios experienciales y/o paradojas busca confrontar al sujeto con su realidad Hayes,
(2004), Luciano & Valdivia (2006).
En cuanto a la aplicación de este enfoque sobre población vinculada a delitos relacionados con
la ira, los resultados encontrados en una población de hombres que se encontraban privados
de libertad en una cárcel de España, parecerían indicar una disminución de los niveles de
impulsividad y evitación a partir del trabajo realizado por Sahagún & Salgado (2013).
Partiendo de este enfoque es necesario hablar de dos aspectos importantes en la comprensión
de la ira como emoción, uno de ellos es la evitación experiencial y el otro es la fusión cognitiva.
El primero hace referencia a “el fenómeno que ocurre cuando una persona no desea
permanecer en contacto con experiencias privadas concretas (ej.: sensaciones corporales,
emociones, pensamientos, recuerdos, imágenes, predisposiciones conductuales) alterando la
forma o frecuencia de dichas experiencias o de los contextos que las producen” (Hayes et al.,
1996, p.1154).
La fusión cognitiva se define como la tendencia a creer el contenido literal del pensamiento y
del sentimiento, la excesiva o impropia regulación de la conducta por procesos verbales
(reglas), más que por las contingencias del entorno (Hayes, Strosahl & Wilson, 2011). A partir
de estos conceptos la ira sería entendida como la evitación de la tensión que produce el
28
disparador generado por una situación determinada, sostenido por la fusión cognitiva que
impide distinguir el mundo personal de la persona, del externo y situarse en el “ahora”, sino en
un mundo ligado a experiencias pasadas, rígido, a partir del cuál las sensaciones,
pensamientos y emociones se toman por hechos y desencadenan en ira.
De acuerdo al material consultado un abordaje desde este enfoque (ACT) para trabajar con la
ira, debería tomar estos conceptos que permiten comprenderla y fomentar la exposición
progresiva de la persona, frente a situaciones desencadenantes de ira, promoviendo defusión
cognitiva y acciones orientadas a contactar con valores.
30
conductas, los impulsos, las acciones, las habilidades utilizadas, entre otros datos. Esta es una
manera de trabajar con los problemas estructurados en el programa de atención, así como los
que surgen espontáneamente Linehan, (1993a).
El entrenamiento en habilidades puede ser abordado de manera grupal, en sesiones de 2
horas con frecuencia semanal, en algunos casos se estructura que los consultantes vayan por
el primer año y luego sean libres de continuar asistiendo o no a estos grupos. El abordaje de
estas sesiones es más conductista (se trabaja con la adquisición, el refuerzo y la generalización
de habilidades). En ambas modalidades se presta especial atención al análisis de las
contingencias (la relación entre dos conductas) y se busca estructurar el entorno, para detectar
aquellos reforzadores de conductas disfuncionales que se pretenden eliminar.
31
La experiencia de tratar con una paciente como X cuyas manifestaciones de la ira pudo haber
dejado secuelas en su aparato digestivo, había tenido impacto a demás en el vínculo con sus
seres queridos, incluso aparecían brotes en períodos como vacaciones, posteriormente
transformándose en pensamientos rumiantes que alteraban sus conductas basales; me
permitió encontrar la conexión de las tres áreas (pensamiento, conducta, cuerpo). Trabajar
principalmente con ejercicios de relajación, respiración, auto-registros y psico-educación en
torno a las emociones fue gran parte del abordaje, desarrollando el uso de ejercicios que
facilitaran la asertividad, retornando a estas ideas de manera constante, así como el uso del
modelo ABC, ejercicios con naipes donde se trabajaba en la re significación de los
pensamientos. Todo ello ha sido de gran utilidad para ver cómo con el paso de las sesiones X
fue incorporando herramientas que le permitían registrar los cambios.
Quizás se hubiese visto enriquecido el abordaje de contar con un poco más de tiempo para
poder hacer uso del enfoque de las terapias de tercera generación, aunque en la búsqueda no
fue encontrada evidencia de técnicas utilizadas, quizá debido a las limitaciones de las base de
datos consultadas.
Fue sumamente gratificante para mi haber trabajado con X debido a que desde la primer sesión
en Cámara Gesell se pudo observar que no había tenido la mejor de las experiencias con
terapeutas que habían intentado ayudarla anteriormente. Creo que los ejercicios de respiración
diafragmática y de visualización fueron de las herramientas prácticas más importantes que X se
llevó del tratamiento. Las mismas le permitieron abandonar uno de los fármacos que utilizaba
para dormir.
Sin duda que el impacto del trabajo con sus respuestas de ira tuvo una incidencia en la manera
de tramitar su ansiedad.
Como una crítica a mi trabajo puedo mencionar que haber hecho mucho más uso de los
debates cognitivos, en especial el de tipo socrático, es un aspecto al que le pude haber
dedicado más práctica. Pienso que X hubiese alcanzado progresos en algunas áreas
concernientes a sus propias creencias limitantes, de manera mucho más rápida, de haberle
dedicado más tiempo a trabajar con los mismos.
Otro aspecto que me sugiere reflexión es el relativo a las tareas para la casa. X varias veces se
llevó tareas, principalmente auto-registros, los cuales traía vacíos en la siguiente consulta. En
su lugar traía ideas de situaciones que le había pasado, pero no registraba fielmente lo que
sentía o qué conductas había tenido. Esto muchas veces obstaculizó los objetivos de cada
consulta dilatando los tiempos en relación a ciertas metas proyectadas.
En general me pareció una experiencia muy satisfactoria la de haber transitado por la práctica
supervisada, logrando ver en cada sesión tanto personal, como en la de mis compañeras, los
avances alcanzados tanto personales, como profesionales.
32
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