Cartas S. Juan de Ávila
Cartas S. Juan de Ávila
Cartas S. Juan de Ávila
JUAN DE ÁVILA
12 de noviembre
Carta 1: dirigida a fray Luis de Granada.
Motivación
Le acaban de nombrar predicador a fray Luis de Granada y quiere que Juan de Ávila le
dé una serie de consejos a observar para que su ministerio sea fructífero.
Sorprende el cariño y desvelo de s. Juan de Ávila en la exposición de estos.
Doctrina avilista
Instrumento pobre para anunciar sublimidades. Todo nos es concedido por Cris-
to, somos semejantes a Él.
Ganar almas: ganar a los perdidos y dar vida a los oyentes, confortar,…
Padres del espiritual ser. Que conozcan a Dios sus hijos.
Gloria sólo a Dios. Almas en las que Cristo sea aposentado y nosotros olvidados.
Ser buenos hijos, llevando a los hijos espirituales hasta Dios, sufriendo con per-
severante amor. Comparación casamiento de una hija.
Fortaleza de la gracia. Dios más fuerte que el pecado. Espíritu ayuda a sobrelle-
var los peligros y las cargas del acompañamiento espiritual.
o Hijos no de palabra, sino de lágrimas, refleja inexperiencia.
o El sufrimiento conlleva búsqueda de conversión interior.
o Valor de la oración por los hijos espirituales.
Requerimientos en la paternidad espiritual:
o Tener corazón
tierno, de carne: para compadecerse, comprender.
de hierro: aguantar dolores de perdición.
o Capaz de llorar con unos y reír con otros –empatía–.
Consejos de maestro errante, para evitar yerros en él.
o No dependan de él, sino de Dios. Que puedan crecer espiritualmente y no
hagan que el padre espiritual pierda su tiempo dedicado a Dios.
Cuando busquen más de lo debido, mandar a la oración.
Sean capaces de resolver por sí mismos ciertos problemas.
Buscar no consuelo de los hombres, sino de Dios en la turbación.
o No remediar necesidades corporales, si no indicando el modo.
Sólo intervenir en los verdaderos casos que afecten al alma.
o No compartir interioridades, no fiar, no hay garante de secreto.
o Animar a que comulguen preparados, con devoción.
Que habite verdadera conversión, quitando pasiones, para comul-
gar y sea provechoso sin que sea rutina.
o La confesión frecuente, pero en momentos establecidos.
Exista quietud para el confesor y pueda meditar.
Exponer un tema con el auxilio del secreto de confesión no tiene
por qué ser verdadera confesión –no es materia de confesión–.
o Vida de silencio. No vaciar el corazón prontamente.
Consejos para la propia vida:
o Acudir con frecuencia a los sacramentos de la confesión y la comunión.
o Hacer lectura espiritual, desde devocionarios.
o Oración. Sobre todo la mañana y la tarde, y la Eucaristía.
Ayudados de lectura, meditar sencilla y humildemente y esperan-
do lo que el Señor quiera decir.
Oración de acción de gracias y petición de perdón.
o Obras de caridad, no dejar de hacer lo propio.
Ni todo recogimiento, ni todo acción.
Actualización a mí y a hoy
Me ha llamado mucho la atención la generalidad de todos los consejos que le da. Se po-
dría decir que le da todas las claves necesarias para ejercer bien su ministerio, pero des-
de una experiencia personal muy interior de poner a Dios como punto de mira, y no ser
él el protagonista.
Cuando expone los consejos, me han llamado mucho la atención los que se refieren a
cómo tiene que el padre espiritual llorar por sus hijos, tenerlos muy dentro de su cora-
zón, ser tierno y comprensivo con ellos como lo es Dios, reír con unos a la vez que llo -
rar con otros,…, y muchos más consejos de un pragmatismo apabullante. Todo orienta-
do a la oración, a mejor contemplar a Dios y ponerse a su disposición y escucha en el si-
lencio.
Hoy estas palabra de s. Juan de Ávila no hace falta actualizarlas, son ya de por sí muy
actuales. Sorprende ver que muchos de sus consejos, aquí plasmados, que invitan a des-
cubrir la profundidad del ministerio a que se es llamado han sido incorporados y hechos
propios por muchos documentos de la Iglesia.
Actualización a mí y a hoy
En la carta 45 se plasman, de un modo maravilloso, los consejos que san Juan de Ávila
brinda al joven Juan de Dios para comenzar su apostolado de los pobres. Me ha llamado
la atención el pragmatismo de sus cartas, los sabios consejos que le ofrece.
A mí personalmente me ha llamado mucho al ejemplo de la actitud de Juan de Dios de
“a todos saquéis el pie del lodo y vos quedéis en él”, por tener una dimensión plástica
sin igual. Afanarse por llevar y realizar muchas obras, pero descuidar la propia celebra-
ción de la fe no es bueno… y ese es un sabio consejo que san Juan de Ávila le da a san
Juan de Dios, y que creo que, junto con el ser prudente con las mujeres, son los nuclea-
res de la carta, y que nos llaman a cuidar nuestras relaciones con los demás, pero sobre
todo con Dios.
En la segunda carta le veo como un padre… parece que se preocupa sobre manera para
que Juan de Dios se comprometa, que lleve a la práctica aquello que plasma en el papel.
Le invita a no dejar la vida de fe y seguir la vocación, el plan que Dios tiene, para así
darle agrado.
Estas dos cartas, en la actualidad, para mí hacen una llamada a no perder el ánima su
pesebre. Una llamada a perseverar y a tener como base y pilar la celebración de la fe, la
oración y prudencia que hacer ser fieles. A no dejarse llevar por un activismo desmedi-
do, sino dándole su lugar e importancia, pero no poniéndole por eje de nuestra vida.
Actualización a mí y a hoy
En esta carta el consejo que más domina es la confianza… y ella basada en el amor que
Dios nos tiene. Encarecidamente invita a doña Sancha a que no dude, pues la duda es
enemiga de la fe y no dispone para acoger a Dios. La misericordia que Dios nos tiene se
demuestra hasta en los días en los que parece ausente.
A mí me llena de paz saber que puedo confiarme plenamente a Dios. Esta carta lleva a
un abandono pleno en Dios, que él es el Señor de la historia, y el que si en el pasado
proveyó también será quien se encargue de velar por el futuro. Sólo es necesaria la con-
fianza y la fe en él. No sólo en los momentos fáciles, sino en las tentaciones y los mo-
mentos de desolación, en la turbación es dónde se pone a prueba nuestra fe.
Doctrina avilista
Juan de Ávila ha leído el escrito y va a puntualizar ciertos aspectos.
o No es un libro para todos los públicos y hay ciertas partes que revisar en términos
y modificar partes que sean más personales.
o La doctrina de la oración es buena.
Discernimiento de espíritus.
Dar lumbre, examinarlo otro sin fiarse uno mismo.
Conformidad con Escritura y Tradición.
o No se han de pedir visiones, ni buscarlas.
Verdaderas visiones llevan a humildad, no a vanidad.
Con una satisfacción interior que se puede sentir mejor que decir.
No es síntoma de santidad.
Dios puede amar con excesos, pues es amor.
No lo entiende quien no lo experimenta. Escándalos.
Diferencia entre estar en las cosas de Dios y estar en Dios.
Ve por buenas las visiones que tiene Teresa de Ávila. Pero:
o No se fie de todas: se mezclan las cosas de Dios y del demonio.
o Santidad: amor humilde de Dios y del prójimo.
o Adorar a Jesucristo en el cielo o en la Eucaristía, no a las visiones.
Visiones como vías hacia Dios o los santos, no fines sino medios.
Despedida y encomienda a sus oraciones.
Actualización a mí y a hoy
Es una carta de una dulzura y discernimiento eficaces. En las cartas a san Juan de Dios
daba la sensación de que san Juan de Ávila fuese un poco misógino, pero parece que a
cada uno le insiste poniendo mordazas al mal, como puede.
En esta carta me ha sorprendido, y me parece que es la idea central de ella para mi hoy,
las normas para discernir los espíritus y las posibles visiones; que, antes de nada, ha de
reusarse buscar. Todo tiene que tender a una mayor humildad y un mayor conocimiento
de los defectos propios, no a falsas vanaglorias. No todo el mundo tiene un mismo reco-
rrido y por eso mismo no debemos traducir a cualquiera nuestra vida interior, sino a una
persona que sepa y tengan gran experiencia de Dios.
En definitiva, creo que a lo que en esta carta se invita es a una fe aquilatada al fuego del
amor al verdadero Dios, y no a intuiciones o particularismos espirituales que no sirvan a
todos… una fe que es objetiva y que aunque a cada uno le mueva a algo, debe tenerse
cuidado en generalizar lo propio.
Conceptos avilistas:
Abandono de Dios
Es el camino de la verdad, un camino de abandono amoroso en Dios –que es lo mejor–
que llena de seguridad. Sólo hace falta hacerlo a ojos cerrados, abiertos por la fe: adhe-
sión y entrega de sí renunciando a proyectos y objetivos propios y dejando que Dios sea
Dios y que nos sostenga en la prueba.
Alegría
Nota dominante en la vida del cristiano. Darse cuenta de la bondad de Dios y su miseri-
cordia han de henchir de alegría y dar gozo hasta al alma más desolada y animarle en la
entrega y confianza. Estar alegre es síntoma de amar a Dios y saberse hijo y hermano,
redimido. Estamos llamados a anunciar y llevar a todos la alegría de la salvación de
Dios.
19 de diciembre
Carta 7: dirigida a un mancebo que le pidió consejo para ser
sacerdote.
Doctrina avilista
Presenta la historia evolutiva del ministerio. Primeros sólo unos pocos era dignos y eran
obispos con cura de almas… los demás: grados bajos y vida altísima.
o En ese momento muchos acceden al sacerdocio para su perdición, rotamente.
Enseñanza:
o Hacer vida que merezca la dignidad y huir de la dignidad, buscando la humildad.
o A mayor poder, cuasi-angélico, mayor responsabilidad y cuentas.
Invita al dirigido a que recapacite sobre la llamada.
o Buscar la salvación y no la honra de los hombres.
o El sacerdocio desvirtuado cuando es sólo para mantenerse y buscar honor.
Existen otros modos de virtud que no requieran tal carga. Su consejo:
o Quedarse en grado de diácono, si Dios no hace guiño.
Servir a los enfermos, viendo su dignidad.
Escuela de paciencia, humildad y caridad.
No tener más pretensiones… vivir pleno.
Actualización a mí y a hoy
En esta carta se puede palpar la gran estima que san Juan de Ávila tiene por el sacerdo-
cio que identifica en su vida. No creo que todos sean idóneos… muchos son los llama-
dos y pocos los elegidos… así se puede observar que el celo que debe mover al presbíte-
ro ha de ser la cura de almas y de ningún modo el mantenerse económicamente. Pues
hay que dar cuentas a Dios, hay que responsabilizarse, del ministerio recibido, del don y
dignidad sin buscarla.
Es una llamada a discernir lo que Dios quiere de cada uno, y ser feliz con todo lo que
nos pida. En ningún modo ver el sacerdocio como una solución o una vida resuelta o fá-
cil. Dios es quien llama, no somos nosotros los que queremos ingresar en un lugar o mi-
nisterio. Por ello el discernimiento de la voluntad de Dios es muy importante.
Actualización a mí y a hoy
En esta carta san Juan de Ávila le da una serie de puntos a un sacerdote que le pide con-
sejo para que viva más plenamente su sacerdocio en el día a día. Son consejos excesiva-
mente prácticos; aquí hace una descripción sumaria de todas las prácticas de piedad,
oración y celebración que han de regir el día.
Es aplicable a hoy la autoconciencia del propio ministerio. Es cierto que muchas de es-
tas disposiciones son hoy en día cuestionables y nada saludables, pero es cierto que el
aspecto de contemplar la presencia y acción de Dios en todo el día es positivo, junto con
la celebración de la Eucaristía sentidamente y lleno de fervor. En resumen, la invitación
que derivo de esta carta es a santificar el día y ver la presencia de Dios en todo lo bueno,
una concienciación del ministerio y una llamada a examinar todo el día.
Actualización a mí y a hoy
Me ha gustado mucho esta carta, porque aún con lo pragmática que es, creo que refleja
bien la preocupación que san Juan de Ávila sentía, por la salvación de los que le eran
confiados, y la rodado que ya estaba sobre el tema… sabía de dónde se podía sacar y
cuales eran pozos secos. Se ve claramente que la predicación y la confesión son como
dos modos de convertir al Señor. El primero parece que es más fructífero –o al menos,
san Juan de Ávila insiste más en él por tener mejores resultados y no estar tan al acecho
las tentaciones– y deja mayor tiempo a la oración.
Desde esta carta veo la necesidad de asemejarme a Cristo, vivir como Él siendo un ver-
dadero predicador de su Palabra –Él mismo– que predique palabras divinas que hayan
pasado por la oración aunque sean pocas; así será posible el primer deseo de san Juan de
Ávila, que sea el mismo Cristo el que hable a través de nuestra boca y vida.
Actualización a mí y a hoy
A.
Carta 136: dirigida a un sacerdote: Sobre la oración y el próji-
mo.
Doctrina avilista
A.
Actualización a mí y a hoy
A.
Actualización a mí y a hoy
A.
Actualización a mí y a hoy
A.
Actualización a mí y a hoy
A.
Actualización a mí y a hoy
A.
Conceptos avilistas:
Cruz
La cruz es el sumo don del amor de Dios. Un acto de entrega radical del Hijo, que co -
rresponde al amor del Padre en los hermanos, invitando a hacer lo mismo, acrisolándose
en el amor, uniéndolas más a sí.
La cruz provoca sentimiento y mociones encontradas. Por un lado hace que una parte de
nosotros se deje llevar por la carne y la evite; por otro, invita a acoger con entrega la
propia cruz que Cristo nos da, los sufrimientos, uniéndonos a Él, que nos amó primero,
y quiere lo mejor para cada uno.
17 de diciembre
TRATADO SOBRE EL SACERDOCIO
Razón de ser del sacerdote ministro
Ser sacerdote, don de Dios.
o Ministerio sacerdotal: mayor don porque puede consagrar el pan y el vino, hacien-
do presente al Señor.
Conocer la grandeza del don para dar gracias y usarlo bien.
Comparación con cosas cercanas y conocidas: noble y realeza.
El sentir del pueblo de Dios.
o Mayor poder, aunque no temporal, del sacerdote. Motivos:
Abre o cierra el cielo a los hombres: confesión.
Tiene poder para bajar al mismo Dios al altar.
o Los ángeles y las cortes celestiales no le superan.
Se alegran, por su caridad, de las alabanzas del sacerdote.
Se admiran por la bondad de Dios que elige y da este don.
María y el sacerdote ministro.
o Comparación de oficios en que el sacerdote aventaja a la Virgen.
La Virgen le trajo en carne, una sola vez a una vida pasible.
El sacerdote le trae a un nuevo ser, siempre que bien lo haga.
Presencia real imperecedera. La verdad de la Palabra.
En un tiempo distinto, la eternidad entra en el tiempo.
En el misterio de Cristo.
o El sacerdote posee una dignidad elevada:
El sacerdote en sus manos encarna al Hijo de Dios.
El sacerdote actúa como el mismo Hijo de Dios.
Quien me creo a mí sin mí, se crea mediante mí.
o Esta dignidad hay que honrarla más que indagar su ser. Silencio.
Dando acción de gracias, en relación profunda con el misterio.
Como Cristo que alcanzó, con su ofrecimiento, los hombres a Dios.
La dignidad de servir.
o Junto con la dignidad sacerdotal va una gran obligación.
Fuerzas y valía; sino daño, al dejarse llevar por la superficialidad.
No es lo mismo caer desde la altura que desde el suelo.
Santidad sacerdotal, vivir lo que somos.
o Hay que mostrar con las obras altas, la dignidad que se tiene.
Incoherencia vital: dignidad en indigno, grado alto en vida baja.
o Cristo y la Iglesia nos piden ser santos para poder ofrecer lo Santo.
Conciencia de estar lejos de la santidad, ni mediana bondad.
Ejercer el sacerdocio con temor y ofrecer nuestras lágrimas de indignidad.
Mirada al Padre y a los hombres: oración y sacrificio.
o No sólo hace falta limpieza exterior, sino también interior: santidad.
Sacerdocio de nueva Ley: oración y ofrecer el sacrificio de Cristo.
Oración con suave olor, al modo del incienso.
Renovación sacerdotal
Llamada a la renovación.
o Pureza de intención: los santos no se ordenan y si lo hacen, obligados o signos.
o Mirada a la bajeza y frivolidad ministerial de algunos: maltratan al Señor.
Dureza de corazón que olvida presto las cosas buenas que Dios dona.
Sacerdotes al hacer presente al Señor ayudan a no olvidar y acceder a la herencia.
Ser signo de Cristo.
o Representar a Cristo –tan verdadero que se transforme en Él mismo– en todo:
mansedumbre, obediencia, limpieza, humildad, caridad.
¿Crucificar a Cristo de nuevo?
o El sacerdote que no es digno crucifica y besa de nuevo a Cristo.
El sentido de pecado.
o ¿Qué tiene que ver tinieblas con luz?
o Osadía del mal sacerdote que se junta con mujer, insulta con su lujuria al Señor.
El pecado en el sacerdote.
o La boca del mal sacerdote es como terrible león ¿por qué salen de ella rugidos?
El Señor sufre, calla que una boca tan indigna le trate.
Lengua sucia y bífida con la que el mal sacerdote bebe la sangre al criticar.
Pérdida del temor de Dios.
o No respeto de la presencia de Dios, celebrar sin dignidad.
o S. Bernardo: desesperación producto de haber perdido el temor de Dios y la ver-
güenza de los hombres, pues besa con labios sacrílegos al Señor.
o Sacerdote en pecado carnal, acude a confesarse con otro en la misma situación.
Un fracaso posible.
o El juicio de los sacerdotes será más duro que el de los laicos., por su ministerio.
o Injuria a Dios al traicionar las virtudes recibidas y llevar una vida profana.
Condolerse con Cristo.
o Compadecerse de Cristo –buenos sacerdotes– por la afrenta que los malos hacen.
o El Espíritu sea enviado por el Padre a quienes lo puedan remediar: renovadores.
El dolor de la Iglesia.
o Realidad, no ficción: muchos viviendo con la miseria de sus apetitos, sin freno.
o Fruto de esta realidad: agrazones que provocan dentera a la Iglesia.
o Relicario de Dios, el sacerdote no debe tener pecado; no se debe encomendar a
quien ha sido traidor.
Falta el sentido de Iglesia.
o Dos motivos de mal acceso al ministerio que provocan que no se sienta la Iglesia:
Acceder para saciar el hambre, salir de la pobreza.
Acceder con pretensiones de poder temporal y otras grandezas y afanes.
o Sin tener la santidad que este oficio demanda. Juicio de Dios no justificará.
Situación penosa.
o Realidad penosa e indignante, que el Señor no halle un ministro idóneo.
De los predicadores
Anunciar la Palabra.
o Predican las perfecciones de Dios dando a los hombres remedio para su salvación.
o Riegan la sequedad de las almas como lluvia del cielo que obra bien.
Cristo, Palabra de Dios.
o Cristo: Palabra de Dios que obra grandezas desde su Encarnación y su vida.
La Palabra actual en la Iglesia.
o Con la Palabra que Cristo dejo sigue hiriendo las malas conciencias y da salud.
Su Palabra es sostén vital.
Conceptos avilistas:
Fe
La fe que ha de tener el hombre ha de ser sólida, sin mezcla de error y siempre acompa-
ñada por una esperanza sincera y una caridad firme.
Viene a nosotros por la escucha, teniendo abiertos los oídos interiores a la Palabra de Dios.
Una fe que rechace certezas y ve lo invisible, lo escondido incluso en la contra-
riedad, es verdadera al creer y esperar en la verdad y bondad de Dios contra toda
esperanza.
La fe nos une a Cristo y prueba de ella han de ser las obras de caridad con Dios y con el
prójimo. Es el regalo del Señor para su servicio, por la que Él mora en nosotros.
Esperanza
La esperanza como estribo para dirigir la vida firmemente arraigada al amor que Cristo
nos tiene por encargo del Padre: una vida plenamente confiada en Dios que no nos de-
frauda. Si no hay en nosotros esperanza no somos capaces de ver que debemos contar
con los merecimientos de Cristo para salvarnos y alcanzar la gloria de Dios, no sólo con
los nuestros. Nos hacemos eternos, es Perdón
Ni todas las obras que realice el hombre, ayudado de la gracia de Dios recibida en los
sacramentos, pueden llevar al hombre a ver a Dios.
La esperanza siempre es un don de Dios que el hombre ha de mantener vivo; así ayuda a re-
sistir los pecados. La verdadera esperanza evita situaciones que ofendan a Dios y busca alcan-
zar los bienes celestiales que nos tiene guardados; en el combate espiritual.
7 de enero
TRATADO DEL AMOR DE DIOS
Razón de ser del sacerdote ministro
Dios nos ama como padre, madre y esposo.
o Amor más que hacer bien: darse sin quedarse nada frente a dar algo propio.
Padre: le llamamos así por Cristo, prueba de amor grande.
Madre: incluso más; es más posible que una madre se olvide que Dios.
Esposo: con una fidelidad suprema que perdona toda infidelidad.
Pruebas de su amor.
o Los beneficios que realiza: existencia de la creación, corporalidad, tiempo.
o Aquello de lo que Dios no ha librado. Lo sufrido como conservante.
o Prueba del amor de Dios en la Sagrada Escritura: donación del Hijo.
Fundamento del amor de Cristo; largueza de Dios con Cristo.
o Incomprensible por la mente humana: ¿cómo lo perfecto ama lo imperfecto?
o Amor desbordante de Cristo que mira al eterno Padre. Tres gracias:
Unión divina: persona, estrecha, de tal modo que hay identidad divina.
Cabeza de la Iglesia: Cabeza y fuente de la gracia y santidad de la humanidad.
Esencia de su alma: visión llena de toda gloria, beatífica, del Padre.
Otras gracias: milagros,… hizo Dios cuando pudo hacer y dio cuanto pudo dar.
Nuestra predestinación en Cristo.
o Todo por pura gracia, incluso antes de merecer para otros.
Símil del pintor –expone mejores obras– y del rey Asuero –mejor banquete–.
Motivo para alegrarse porque también es para nosotros, no lugar a la envidia.
Su amor al Padre reverbera en nosotros.
o Ante tal grandeza ¿Quién no da gracias, ama o lo proclama?
o Soteriología del Hijo: en virtud de su amor halla la redención del Padre.
o Símiles: cañón y fuerza de la pólvora; y los rayos del sol. Destacan mérito de Xto.
o No amas al hombre por el hombre, sino por Dios. Obediencia de Cristo al Padre.
Grandeza del amor de Cristo.
o Inagotable para incluso morir infinitas veces y todo lo necesario para salvarnos.
Mucho más amó que padeció. Símil ventanas saeteras: más realidad interior.
¡Oh abismo sin suelo, todo lleno de amor! Sentir y conocer amor de Cristo.
El amor de los santos, superado por el amor de Cristo.
o Cristo supera a todos los santos (Domingo, Andrés, Pablo) en entrega al Padre.
Posee toda la gracia y muestra su amor por todos, yendo alegre hacia la cruz.
No mirabas tu dolor, sino nuestro remedio.
Excelencia de Cristo frente a los sufrimientos de Jacob, Noe,
Amor que horroriza a los “ciegos” porque no entrar en su profundidad.
La locura de la cruz.
o Amor que impacta cuando les descubres estos secretos y se los das a sentir.
Lleva a tornar los sufrimientos, alegrándose de lo que todo el mundo teme.
Pago de amor por amor. Búsqueda de los mismos sufrimientos de Cristo.
Cristo ha conquistado (robado) los corazones no matando, sino muriendo.
Símil dureza del diamante y la flecha afilada. Dureza del corazón rota.
Jesucristo fuego transformador que enciende los corazones en amor.
Cristo en la cruz –símil de ballesta– hiere y penetra los corazones radicalmente.
¡Oh dulcísima herida, oh sapientísima locura! Nunca me vea yo jamás sin ti.
Descripción cinematográfica de Cristo en la cruz, su imagen y postura.
o Cabeza inclinada: oír y dar besos.
o Brazos tendidos: abrazar.
o Manos agujereadas: dar bienes.
o Costado abierto: recibir en las entrañas.
o Pies enclavados: espera y garantía de presencia.
Mirando a Cristo todo invita al amor. No olvidar lo que Él hizo mirando a Dios.
Fundamento de nuestra esperanza.
o Cristo amó al hombre por Dios y al hombre le viene todo por Cristo.
Interrelación misión-mérito en la que el hombre sale beneficiado.
o Esperanza puesta en las miradas entre el Padre y el Hijo –¡Miraos siempre…!–:
Amor que Cristo nos tiene por mirar la voluntad y corazón del Padre –obediencia–.
Remedio y salud que nos alcanza por mirar el Padre su Pasión –méritos–.
o Imposibilidad de que nuestra maldad afee la Pasión de Cristo a ojos del Padre.
Símil de Axa-Caleb, pestilencia-aroma y lunarcito-rostro.
Confianza en Cristo, por ello deber de estar unido a Él en fe y amor.
Nosotros no podemos con nuestros simples méritos salvarnos.
Confianza en que lo que es de Cristo y del Padre será de nosotros.
Cristo es: paso seguro frente a los vértigos y miedos y relax en tormentos.
Cristo continúa presente.
o No nos olvida pues nos dejó al subir a los cielos su carne en la Eucaristía.
Sigue siendo amigo verdadero, sin fin en el amor.
Conceptos avilistas:
Caridad
Amar a Dios es natural, porque su grandeza y perfección no llevan a menos, pero amar
al prójimo es algo que debemos hacer por Él, porque nos lo manda. Servir libremente,
por amor al otro, es una gran alegría que mide nuestro amor a Dios.
El amor nos descentra de nosotros mismos; mirar a los demás con una mirada cristiana
–con los ojos de Cristo, compartiendo sus sentimientos– teniendo entrañas de misericor-
dia, compadeciéndose de los sufrimientos del prójimo, bueno o malo, sin hipocresía ni
distinción.
14 de enero
Meditación del beneficio nos hizo el Señor en sacramento de la Euca-
ristía
Don de la Eucaristía: admirable y misterioso. Desconcierta, maravilla. Beneficios:
o Divinización por la que nos asemejamos y participamos de Dios en unión vital.
Esta unión de carácter similar a la que existe entre el Padre y Él.
Gratitud por la condescendencia de Dios. Algo se nos pega de su perfección.
Fuego-elementos, especias-insípido, sol-nubarrón, harina-veneno.
Humanidad y divinidad de Jesucristo recibidos –don– para hacerse uno con Él.
Transformación inversa –san Agustín–: Él nos asimila a nosotros.
Jesucristo usa de nuestra debilidad, saca de los males bienes.
o El hombre, partícipe de su gloria de modo sublime: beso de paz, abrazo estrecho.
Alimento eucarístico mantiene el alma, conforta el corazón, alegra el espíritu y
no embota el entendimiento; torna la propia voluntad en la de Dios.
Por una comida-fruto del árbol perdimos la vida, así por otra se recobra.
Ecce Homo
Cristo presentado tras la flagelación: motivo de conmoción del corazón.
o Símil pueblo, que pide crucifixión, con la actitud del mal cristiano que desdice en
sus obras lo que profesan sus labios. Donde hay amor hay dolor.
o Rigor de la divina justicia de Dios y la maldad, ingratitud y crueldad del pecado.
Dios se lastimo para que viésemos la grandeza de su amor. Símil madre-hija.
Ecce Homo capaz de satisfacer a Dios, amansa sus ojos. Escudo y mediador.
Prólogo
Tres cosas que aprovechan notablemente: Palabra de Dios, oración y comunión.
Difícil trabajo de orientar la vida espiritual de las personas para lleguen a Dios.
o Reduce a la esencia, invita a leer viendo la presencia del Espíritu, dice a cada uno.
Conceptos avilistas:
Laico (Identidad y existencia)
Vocación general que surge de conocer a Dios, en la que hay que perseverar, porque tie-
ne más responsabilidad el que cae conociendo a Dios que el que lo hace desde el desco-
nocimiento de Él.
Esto debe manifestarse en la vida, siendo instrumentos de unidad en ayuda de todos los
prójimos –y sobre todo los más pequeños y débiles que tienen a Dios por intercesor– en
todo momento, sin dejar pasar oportunidad, mostrando las gracias que Dios nos tiene en
el actuar del propio oficio. El bien común más que el propio, o a costa de este.