Diálogo Entre Michel Foucault y Baquir Parham
Diálogo Entre Michel Foucault y Baquir Parham
Diálogo Entre Michel Foucault y Baquir Parham
Prefacio de Parham
Michel Foucault, el famoso pensador y filósofo francés, estuvo recientemente en
Irán. Vino de visita al país para conocer el territorio y escribir varios artículos.
Sus viajes lo llevaron aparentemente a Qom2, donde pudo conversar con algunos
de los grandes ayatolás. A pesar de no ser muy conocido en Irán, Foucault tiene
una gran reputación en el mundo filosófico. Inició un estudio único y penetrante
sobre la razón, y las estructuras y la organización del saber, a través de un análisis
del campo de la medicina y su historia. Atesora una cantidad notable de trabajos
como Historia de la locura en la época clásica, La arqueología del saber y Las palabras
y las cosas. Su breve viaje a Irán nos brindó la ocasión de tener una conversación
sobre el estructuralismo y otras cuestiones de interés. Quizás, su viaje a esta parte
olvidada del mundo tenga algo que ver con la necesidad de dar respuesta a alguna
de esas cuestiones. La entrevista tuvo lugar en Teherán el sábado 23 de septiembre
de 1978.
Michel Foucault. No creo que podamos dar una definición del intelectual a menos
que remarquemos el hecho de que no existe intelectual que no esté al mismo
tiempo, y de alguna manera, implicado en política. Por su puesto, hasta cierto
punto en la historia, encontramos intentos para definir al intelectual desde un
ángulo puramente teórico y objetivo. Se asume que los intelectuales son aquellos
B. P. Muy bien. Verá, hemos sido testigos de la cercanía entre la filosofía y la realidad
política. Quería preguntarle, con respecto a esta proximidad entre filosofía y política, si
ve algún cambio significativo en la visión del mundo de la filosofía en nuestros días. Y
si es así, ¿cuál es su fundamento y su naturaleza?
3 Los sahs de la dinastía safawí (1501-1722) fueron los primeros gobernantes iraníes en hacer del chiismo la
religión oficial del país.
4 Literalmente, el chiismo de Ali. Ali era primo y yerno de Mahoma, además de ser el cuarto califa (656-661
a.C.). La idea de volver a un chiismo original, supuestamente incorrupto, en el que el martirio se consideraba una
virtud suprema, fue desarrollado por el teólogo profano musulmán Ali Shariati. Shariati, quien murió en 1977 como
consecuencia de la guerra sucia del gobierno según la opinión generalizada entre los iraníes de la época, había recibido
un doctorado en filología en la Sorbona. Sus escritos tuvieron un gran impacto en toda una generación de activistas
iraníes. En la época de la revolución, su fotografía figuraba en las manifestaciones junto con la de Jomeini.
5 Durante los años 1524-1534, a raíz de la ruptura con Roma de Martín Lutero, Alemania fue atravesada por una
serie de revueltas campesinas radicales que fueron objeto de reflexión de Friedrich Engels en La guerra campesina
en Alemania (1852)
opio del pueblo, y Marx tenía razón por ello, pero solo en el contexto en el que
vivió. Sus afirmaciones deben ser entendidas solamente para el periodo histórico
en el que vivió, no como una afirmación general extrapolable al cristianismo en
cualquiera de sus etapas históricas, o al conjunto de las religiones.
M.F. Muy bien, pero primero permítame aclarar que yo no soy estructuralista.
Nunca lo he sido. Nunca he afirmado serlo. Y siempre he dicho claramente que
no soy estructuralista. Pero estos términos, estas etiquetas, son, por necesidad,
correctas e incorrectas a la par. Hay en ellos una dimensión verdadera y no
verdadera. En realidad, lo que se conoce como estructuralismo es una metodología
usada en la lingüística, en la sociología, en la historia de las religiones, en la
mitología comparada, etc. Conforman un grupo de campos científicos que
utilizan el método estructuralista. En otras palabras, sus análisis se configuran en
base a sistemas de relaciones más que en la exploración de elementos y contenidos.
El estructuralismo, entendido de esta manera, no guarda relación alguna con mi
trabajo, ninguna.
Más allá de todo eso, está el hecho de que en los años sesenta en Occidente,
especialmente en Francia, asistimos a una transformación en el pensamiento
filosófico y en la forma que adquiere el análisis. Para decirlo brevemente, sin
pretender entrar en un debate, la cuestión fue la siguiente: desde los tiempos de
Descartes hasta la actualidad, el punto de partida del pensamiento filosófico era
el sujeto, y el problema fundacional de la filosofía era determinar qué es el sujeto,
qué es la conciencia. ¿Es libre el sujeto? ¿Es la auto-conciencia, auto-conciencia
absoluta? En otras palabras, ¿es consciente de sí mismo? En suma, ¿puede la auto-
conciencia, como decía Hegel, devenir en mundo?
En torno a la década de los sesenta, después de la aparición de un mundo
más conectado con la técnica y el conocimiento técnico, creo que el punto de
partida del pensamiento filosófico comenzó a replantearse. Es decir, pareció mejor
comenzar con el contenido, con las cosas mismas. En otras palabras, y de manera
muy simple, esto significó comenzar con cosas que existen positivamente y
analizarlas. Significó ver cómo el sujeto podía ser situado dentro de ese contenido
–que es la única función que el sujeto puede jugar– centrándose en cómo el sujeto
es determinado por elementos externos. En otras palabras, el principal cambio
consistió en no privilegiar el sujeto, desde el principio, respecto a la objetiva
realidad. Más bien, exploramos los objetos, las relaciones entre los objetos, y la
compresión del objeto a partir del mismo objeto. Es decir, pusimos mayor atención
a la comprensibilidad de los objetos por sí mismos, más que a su comprensibilidad
a partir de la conciencia del sujeto.
Desde este punto de vista, podemos entender por qué algunas investigaciones
son calificadas como investigaciones estructuralistas. Por ejemplo, tomemos
el problema del psicoanálisis. Lacan trató de hablar del sujeto partiendo del
inconsciente, mientras que Sartre y Merleau-Ponty empezaron por estudiar
el sujeto para ver si era posible llegar al inconsciente y, por supuesto, nunca lo
consiguieron. Lacan parte del inconsciente, el principio del inconsciente que
aparece en el proceso de exploración del psicoanálisis, y se plantea la siguiente
pregunta, «Dada la existencia del inconsciente, ¿qué podría ser el sujeto?».
Ahora, me ceñiré a mi trabajo, pues su pregunta se dirigía a mí. Mi primer
libro se llamaba Historia de la locura en la época clásica, pero en realidad el
problema era la racionalidad, es decir, ¿cómo opera la razón en una sociedad como
la nuestra? Bien, para comprender este problema, en lugar de partir del sujeto y
del movimiento que va de la conciencia a la razón, es mejor si observamos cómo,
en el mundo occidental, aquellos que nos son sujetos de razón, aquellos que no
son considerados razonables, es decir, aquellos que están locos, son apartados del
proceso de la vida. Partiendo de esta práctica, de esta constelación de prácticas
reales, y, finalmente, este proceso de negación, llegamos a comprender el lugar
que ocupa la razón. Mejor dicho, descubrimos que la razón no es simplemente
el resultado de los movimientos y acciones de unas estructuras racionales, sino el
resultado de los movimientos de estructuras de poder y sus mecanismos. La razón
es aquello que aparta la locura. La razón es aquello que se otorga el derecho y los
medios para apartar la locura.
Desde ese análisis, que no partía del sujeto, llego a plantearme la posibilidad
de interrogar las diferentes manifestaciones de poder y a analizarlas. En general,
podemos decir que una filosofía basada en la auto-conciencia está necesariamente
vinculada a la idea de libertad. Y esto está realmente bien, pero una filosofía o
pensamiento cuyo objeto de estudio no sea la auto-conciencia, sino la práctica real
o la práctica social, se relaciona con una teoría del poder. En otras palabras, en
lugar de la auto-conciencia y la libertad, la práctica y el poder.
No quiero decir que el poder, desde mi punto de vista, sea fundacional,
inaccesible, una entidad ante la cual uno tiene que arrodillarse. Más bien, el
propósito de todos mis trabajos es, a la luz de esas prácticas, descubrir los puntos
débiles del poder donde es posible atacarlo. Cuando hablamos de las relaciones
entre razón y locura, cuando mostramos que la razón ejerce su poder sobre la
locura, esto no significa justificar la razón. Más bien, es mostrar cómo es posible
cuestionar un sistema de poder y luchar contra él. Por consiguiente, mis análisis
son análisis estratégicos y cobran sentido únicamente en un contexto estratégico.
Mis estudios sobre el problema del crimen juvenil y las prisiones son de una
naturaleza similar. Quiero mostrar cuáles son los mecanismos de poder existentes
que separan al criminal del no-criminal. Mostrar los puntos débiles de ese sistema,
o mostrar el momento histórico preciso en el que tomaron forma esos sistemas,
de manera que podamos, objetivamente y prácticamente, desafiarlos. Muchos
consideran el estructuralismo un análisis de los mecanismos que son invencibles
e imperecederos, cuando se trata de lo contrario. Dicen que el estructuralismo
consiste en el análisis de las relaciones que forman parte de la naturaleza de los
objetos y que no pueden ser cambiados. La verdad es justo lo contrario. Quiero
explicar las relaciones que han sido forjadas a través del poder que ejercen los seres
humanos y que, precisamente por esa misma razón, son modificables y destruibles.
Por lo tanto, desde mi punto de vista, el estructuralismo es más una filosofía o un
manual de combate que un registro de la impotencia. Mi problema no es explorar
mi auto-conciencia para ver si soy libro o no. Mi problema es analizar la realidad
para ver cómo uno puede liberarse a uno mismo.